mujeres migrantes aymaras iiiconvped

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LAS MUJERES MIGRANTES INDÍGENAS AYMARAS: MOTIVACIONES Y CONSECUENCIAS Gonzalo del Moral Belén Martínez Ferrer Gonzalo Musitu Ochoa Universidad Pablo de Olavide de Sevilla RESUMEN: El objetivo del presente trabajo es analizar los procesos y los efectos de la migración interna de la mujer Aymara en Bolivia. Este estudio es el resultado de la colaboración entre las Universidades Pablo de Olavide de Sevilla y la Universidad Católica Boliviana en el marco del proyecto subvencionado por la AECID: “Los procesos migratorios en Bolivia y México: sus implicaciones en mujeres y niños (A/024237/09)” y del proyecto subvencionado por la Universidad Pablo de Olavide: “El rol de la mujer de los procesos migratorios de la comunidades indígenas de Bolivia y México”. Se trata de un estudio etnográfico en el que participaron diez mujeres migrantes indígenas residentes en la ciudad de El Alto (Bolivia). La información se ha obtenido a partir de entrevistas en profundidad cuya estructura es la siguiente: datos sociodemográficos, causas y consecuencias de la migración en los ámbitos individual, familiar, laboral y sociocomunitario. Se concluye que las principales motivaciones para la migración de las mujeres aymaras se centran, fundamentalmente, en la búsqueda de una mejor calidad de vida provocada por la carencia de recursos en el lugar de origen, resultado de su situación de exclusión social, una mejor educación para sus hijos y un mayor acceso a los recursos sociosanitarios. En cuanto a los efectos de los procesos migratorios se observa éstos tienen implicaciones psicológicas (efectos en la autoestima), familiares (alejamiento y reunificación familiar), educativas (mejora educativa en los hijos), laborales (acceso a nuevas actividades laborales) y sociales (discriminación étnica y de género), gran parte de ellas derivadas del contraste cultural entre los valores y creencias de la cultura aymara y los valores y creencias de la cultura de acogida. Se discuten estos resultados en el marco de la cultura Aymara. Palabras claves: Migración, Mujer, Valores, Exclusión Social. ABSTRACT: The goal of this paper is to analyze the processes and effects of inner migration of Aymara women in Bolivia. This study is the result of a collaboration between Pablo de Olavide University and the Bolivian Catholic University in the framework of the AECID project: 'Migration processes in Bolivia and Mexico: effects on women and children (A/024237/09)'; and Pablo de Olavide University project: 'The role of women in the migration processes in the indigenous native communities of Bolivia and Mexico.' It is an ethnographic study where ten migrant native women living in the city of El Alto (Bolivia). The information was gathered from in-depth interviews where the following data was asked: socio-demographic data, causes and consequences of migration in individual, family, labor and socio-community contexts. The conclusions obtained where: the principal motivations for migration in Aymara women are, basically, the search for a better quality of life, a better education for their children and easier access to social and health resources. These motivations are produced by the lack of resources of their place of origin, which is a result of their

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Page 1: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

LAS MUJERES MIGRANTES INDÍGENAS AYMARAS: MOTIVACIONES Y

CONSECUENCIAS

Gonzalo del Moral

Belén Martínez Ferrer

Gonzalo Musitu Ochoa

Universidad Pablo de Olavide de Sevilla

RESUMEN: El objetivo del presente trabajo es analizar los procesos y los

efectos de la migración interna de la mujer Aymara en Bolivia. Este estudio es el

resultado de la colaboración entre las Universidades Pablo de Olavide de Sevilla y la

Universidad Católica Boliviana en el marco del proyecto subvencionado por la AECID:

“Los procesos migratorios en Bolivia y México: sus implicaciones en mujeres y niños

(A/024237/09)” y del proyecto subvencionado por la Universidad Pablo de Olavide: “El

rol de la mujer de los procesos migratorios de la comunidades indígenas de Bolivia y

México”. Se trata de un estudio etnográfico en el que participaron diez mujeres

migrantes indígenas residentes en la ciudad de El Alto (Bolivia). La información se ha

obtenido a partir de entrevistas en profundidad cuya estructura es la siguiente: datos

sociodemográficos, causas y consecuencias de la migración en los ámbitos individual,

familiar, laboral y sociocomunitario. Se concluye que las principales motivaciones para

la migración de las mujeres aymaras se centran, fundamentalmente, en la búsqueda de

una mejor calidad de vida provocada por la carencia de recursos en el lugar de origen,

resultado de su situación de exclusión social, una mejor educación para sus hijos y un

mayor acceso a los recursos sociosanitarios. En cuanto a los efectos de los procesos

migratorios se observa éstos tienen implicaciones psicológicas (efectos en la

autoestima), familiares (alejamiento y reunificación familiar), educativas (mejora

educativa en los hijos), laborales (acceso a nuevas actividades laborales) y sociales

(discriminación étnica y de género), gran parte de ellas derivadas del contraste cultural

entre los valores y creencias de la cultura aymara y los valores y creencias de la cultura

de acogida. Se discuten estos resultados en el marco de la cultura Aymara.

Palabras claves: Migración, Mujer, Valores, Exclusión Social.

ABSTRACT: The goal of this paper is to analyze the processes and effects of

inner migration of Aymara women in Bolivia. This study is the result of a collaboration

between Pablo de Olavide University and the Bolivian Catholic University in the

framework of the AECID project: 'Migration processes in Bolivia and Mexico: effects

on women and children (A/024237/09)'; and Pablo de Olavide University project: 'The

role of women in the migration processes in the indigenous native communities of

Bolivia and Mexico.' It is an ethnographic study where ten migrant native women

living in the city of El Alto (Bolivia). The information was gathered from in-depth

interviews where the following data was asked: socio-demographic data, causes and

consequences of migration in individual, family, labor and socio-community contexts.

The conclusions obtained where: the principal motivations for migration in Aymara

women are, basically, the search for a better quality of life, a better education for their

children and easier access to social and health resources. These motivations are

produced by the lack of resources of their place of origin, which is a result of their

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situation of social exclusion. With regards to the effects of migration processes, these

may be psychological (self-esteem changes), in family (distancing and family

reunification), educational (improvement of children educational level), working related

(access to new labor activities) and social (ethnic and gender discrimination). Most of

these effects derive from the cultural contrast between Aymara culture values and

beliefs and the values and beliefs of the reception culture. These results must be

regarded within the framework of the Aymara culture.

Key words: Migration, Women, Values, Social Exclusion.

1. MUJER Y MIGRACIÓN EN POBLACIÓN AYMARA

Para darle un enfoque útil al estudio de las experiencias de mujeres aymaras

migrantes, hemos decidido seguir las orientaciones de Balbuena (2003) que resume en

los siguientes puntos lo que denomina “los desafíos del estudio de la feminización de la

migración”:

1. Analizar las otras dimensiones de la emigración, profundizar en las

subjetividades e imaginarios. Es necesario empezar a entender otras razones

más allá de las razones económicas y el análisis costo-beneficio de lo que se

gana y pierde ¿qué otras razones empujan a las mujeres a salir fuera de sus

lugares de origen? La teoría ha reconocido que las mujeres se movilizan hoy

con mayor autonomía que en décadas pasadas, se trasladan de acuerdo con

los vaivenes del mercado y donde consideran que puedan encontrar mejores

posibilidades económicas que les garanticen la mejora de su estatus social y

económico. A cambio de ello se aceptan las pérdidas, pero es un sacrificio

asumido voluntariamente, queda por explorar las subjetividades que se

movilizan alrededor de la decisión de emigrar.

2. Desarrollar una mirada más amplia que supere la visión reduccionista y

estereotipada de las mujeres migrantes como un bloque homogéneo y

carente de iniciativas y considerarlas más bien como agentes de

transformación de sus propias vidas y de las condiciones que las rodean.

Para muchas mujeres, dejar su lugar de origen es la única posibilidad de

encontrar mejores condiciones de vida. Su salida muchas veces está

únicamente enfocada desde la perspectiva de la victimización y la

Page 3: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

marginalidad contribuyendo a su estigmatización por la opinión pública,

soslayando la exclusión y la violencia que viven en sus lugares de origen.

No olvidemos que son principalmente las mujeres quienes huyen de parejas

violentas y de estereotipos machistas que les impiden el pleno desarrollo de

sus derechos.

3. Estudiar los impactos en las mujeres que se quedan, en los hijos y los

cambios en el modelo de familia. Teniendo en cuenta también que éste está

en crisis en América latina por factores ajenos a la emigración, lo cual nos

permitiría por ejemplo evitar caer en estereotipos que estigmaticen a los

hijos e hijas de emigrante.

Para Balbuena (2003), estos son algunos de los retos que pueden ayudar a

entender mejor a las mujeres andinas que migran y que, con su comprensión, pueden

mejorar las condiciones de vida de las mujeres migrantes tanto en sus lugares de origen

como en sus destinos migratorios. A continuación, analizaremos las entrevistas

realizadas a 10 mujeres aymaras de Bolivia, emigrantes del medio rural al medio urbano

dentro del mismo país. Sus experiencias y relatos irán ilustrando un recorrido migratorio

desde las motivaciones y antecedentes para salir de sus lugares de origen hasta el

impacto y las consecuencias que la migración ha supuesto en distintas facetas de su

vida. Esperamos poder alcanzar una comprensión de las subjetividades que se esconden

detrás de los datos puramente estadísticos, de carácter económico-político.

2. ANÁLISIS DE LAS ENTREVISTAS

2.1 Datos sociodemográficos de la muestra

La edad media de las mujeres bolivianas entrevistadas fue de 42,3 años, siendo

29 años la edad mínima y 55 la edad máxima. El Gráfico 1 recoge la distribución por

edades, pudiendo observarse que 4 de las mujeres tenían entre 41 y 50 años de edad.

Todas las mujeres provenían de zonas rurales del interior de Bolivia y emigraron a la

ciudad de El Alto, en La Paz.

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Gráfico 1. Distribución por edades

Nueve de las diez mujeres continúan usando su lengua materna, el aymara,

para comunicarse con sus parejas y sus familiares y amigas. Sin embargo, todas las

mujeres aprendieron el castellano como lengua de “adaptación” a su llegada a la capital,

no de forma reglada, sino por necesidad:

“Porque no sabía ni leer ni hablar castellano. Una tía decía “acaso vas a estar

toda la vida así, vas a tener esposo, vas a tener bebés y qué les vas a explicar. Ellos van a

hablar aymara y castellano y no vas a entender, cómo vas a hablar vos, ya tienes que

aprender”.

“No sabía hablar castellano, no conocía las verduras, porque en el campo papa,

tunta, cebada, chuño (comida típica del Altiplano) nomás conocemos, sembramos y

comemos eso nomás; entonces, por eso no conocía las verduras, nada. Como no entendía

lo que me decían, no sabía cocinar, ni limpiar me pegaban, con todo, con las ollas y me

decían india campesina;…después nomás cuando ya he tenido 19 o 20 años ya he

conocido un poco más…”.“Aquí mismo yo he aprendido castellano, junto a mis hijos”.

En cuanto al nivel de estudios, la mitad de las mujeres participantes en el estudio

no ha tenido ninguna experiencia formal educativa, y de la mitad restante, 4 mujeres

llegaron a algún curso de enseñanzas básicas, y tan sólo una estudió en la universidad

(Diplomatura de Trabajo Social). Es muy interesante la descripción que las propias

mujeres hacen de sus oportunidades de estudiar. Tres son los factores principales que

explicarían según ellas las dificultades para acceder y mantenerse en el sistema

educativo formal boliviano. En primer lugar, la discriminación por ser mujer vivida en

el seno de su hogar:

20-30 años

31-40 años

41-50 años

51-60 años

Page 5: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

“He estudiado hasta cuarto básico nomás, hasta ahí he llegado por falta de

plata, éramos muchos hermanos, somos 8 hermanos y hermanas, entonces no había plata,

menos para las mujeres”.

“…. Tal vez antes era pues más los preferían ellos a los varones, no a las

mujeres. Mi mamá me decía “para que te voy a poner a la escuela, si vos eres mujer.” A

las mujeres no deben darles sus estudios, solo a los varones”.

“[…] porque mi papá decía que con lo que hemos ido al colegio era suficiente,

ya saben sumar, restar, pueden ir a trabajar de trabajadora del hogar decía. Entonces mi

mamá sabe decir no, para que han ido, tienen que estudiar, tienen que ser alguien en la

vida; de ahí he dicho, yo voy a ir a estudiar”.

En segundo lugar, el acontecimiento de un evento familiar traumático en la

infancia de las mujeres que ha cambiado los roles en el hogar (muerte de un familiar,

separación) y que les ha dejado en una situación de abandono, de falta de apoyo:

“Hasta cuarto curso he pasado, pero mi mamá ha fallecido y no he podido

entrar después. Como ha muerto mi mamá, en esos tiempos no se preocupaban los papás

mucho, entonces así nomás lo he dejado”.

“He estudiado hasta segundo medio, no he terminado porque había habido

problema. Mi mamá y mi papá se habían separado y de esa causa ya he tenido un

padrastro y usted sabe que de ahí ya no apoyan. De esta causa me he quedado, por falta

de apoyo”.

En tercer lugar, la necesidad de trabajar para apoyar a la familia o para salir

adelante ellas mismas:

“He entrado a básico a primer curso pero no lo he acabado. Aquí tampoco he

estudiado nada. He empezado a trabajar entonces no he podido estudiar, algo de leer he

practicado, así trabajando”.

“Yo aquí nomás he trabajado y no he estudiado, ya después con la familia así

nomás no se puede, hay que trabajar”.

Tan sólo una mujer que sí ha podido estudiar lo ha logrado gracias al Centro

Twantinsuyo que le ha brindado la oportunidad de seguir sus estudios en la etapa adulta.

Dos de las restantes tres mujeres con estudios básicos y la única mujer que ha llegado a

la universidad, adjudican al apoyo materno la clave del éxito. De hecho la muerte de la

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madre o la separación de la misma y la unión con una nueva pareja precipita en la vida

de las mujeres entrevistadas el cese de sus estudios, como se puede apreciar en las

transcripciones de más arriba.

En lo referente al estado civil, la mitad de las mujeres entrevistadas están

casadas de primeras nupcias con parejas también esposadas por primera vez. La otra

mitad se distribuye como se refleja en la Tabla 1. Es interesante destacar que ninguna

mujer de la muestra se ha separado legalmente de su marido, ocurriendo los casos de

separación en parejas que convivían pero que no estaban casadas. Como veremos a

continuación, las historias de maltrato, abusos, dependencia del alcohol, infidelidades,

etc., caracterizan en muchos casos la vida en pareja de estas mujeres (al igual que su

infancia en los hogares de orígenes de las mismas) sin que ello se relacione con

posteriores separaciones o divorcios.

Tabla 1. Estado civil de la muestra

General Descriptivo

Casada (50%) Casada y con hijos (50%)

Soltera (40%) Con pareja y sin hijos (10%)

Sin pareja con hijos (10%)

Con pareja con hijos (20%)

Viuda (10%) Viuda con una nueva pareja y con

hijos de ambos (10%).

El siguiente dato sociodemográfico se relaciona con el anterior: los integrantes

del hogar actual (ver Gráfico 2). Siete de las mujeres viven con su pareja y sus hijos, ya

sean casadas o como parejas de hecho; una vive sola; otra vive sin pareja pero con sus

hijos; y por último, otra vive sin pareja pero con su madre y sus hijos. En los dos

últimos casos, las mujeres se separaron de sus parejas tras varios años conviviendo en

pareja.

Gráfico 2. Integrantes hogar actual

70%10%

10%10% Pareja e hijos

Sola e hijos

Sola

Familiar e hijos

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En cualquier caso, los hijos e hijas siempre viven en el hogar actual, excepto en

los casos en los que los hijos e hijas son ya mayores y han hecho su propio hogar o han

emigrado. Es muy interesante el dato del número de hijos por hogar. En concreto, la

media de hijos es de 4,2 hijos por hogar creado. Comparando este dato con el número

de hermanos en origen (5,2 hermanos) y considerando que tres de las mujeres no

cuentan ni conocen a sus hermanastros/as provenientes de la reconstitución de la pareja

de sus padres con otros progenitores (con lo que el número de hermanos en origen

podría situarse en torno a 7), se observa una considerable disminución en el número de

hijos en comparación con sus familias de origen.

2.2 Causas de la migración: motivaciones y red de apoyo social

Es importante distinguir las razones de la elección de la ciudad como destino, de

los motivos que llevaron a estas mujeres a emigrar.

Motivaciones para la migración

A continuación, nos detenemos en las motivaciones que propiciaron que las diez

mujeres entrevistadas tomaran la decisión de emigrar o, en su defecto, lo hicieran sus

padres por ellas. Para ello, distinguiremos entre motivaciones económicas, resultantes

de la inequidad de género, familiares e individuales (ver Tabla 3).

Tabla 3. Motivaciones para la migración

En cuanto a la motivación económica, entendida como la motivación para poder

asegurar la subsistencia propia y/o familiar o mejorar las condiciones de vida, la mitad

de las mujeres aducen haberse sentido motivadas económicamente en el momento de la

migración y la otra mitad dice no haber sido ésta la motivación principal.

Motivos para Emigrar SI NO

Motivación económica 50% 50%

Motivación como resultado de la inequidad de

género

0% 100%

Motivación familiar 50% 50%

Motivación individual 70% 30%

Page 8: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

“Me he venido para trabajar, para mantenerme a mi sola, porque quería

trabajar. Mi hermano también se ha venido con sus 14 años también para trabajar […]

Mis hermanos que se han ido del campo, uno está en Santa Cruz, otro en Brasil, otra está

trabajando en la mina y yo aquí y así la mantenemos a mi mamá”.

“Para trabajar, para ayudar porque ya había demasiado con mis hermanitos y

todo eso y por eso me vine. Después se han cerrado las minas y mis papás se han venido

también”.

En segundo lugar, la motivación como resultado de la inequidad de género (sea

en su pareja o en su familia de origen) no es descrita por ninguna de las mujeres

entrevistadas como impulso para dejar su tierra y marcharse a la ciudad. Sin embargo,

analizando las historias narradas recogidas en las entrevistas puede trazarse un puente

entre las dificultades en las familias de origen de algunas mujeres para acceder a

oportunidades formativas por el mero hecho de pertenecer al género femenino (descritas

más arriba), así como el abandono negligente de algunas de ellas por parte de sus padres

(padres que reniegan de su hijas al esposarse o emparejarse de nuevo, e hijas

“regaladas” a tíos y abuelas, hechos estos acaecidos a tres de las diez mujeres del

estudio), con el hecho de la migración.

En tercer lugar, la motivación familiar, entendida como la motivación de la

familia para que un miembro emigrara o emigrara en pareja, quedando en segundo lugar

los deseos e inquietudes individuales, vuelve a repartirse en un 50% entre las personas

que reconocen que la migración fue un proyecto familiar o de pareja, y quienes

consideran que no lo fue.

“Nos hemos venido con mi papá, porque su hermano mayor ha matado a una

persona allá y lo ha acusado a mi papá y él nomás ha entrado a la cárcel. El tiempo que

ha estado en la cárcel no se, habrá sido 1 o 2 años y después todo le han quitado su casa,

sus ovejas, todo; y de ahí nomás mi papá no ha vuelto a la comunidad nunca más y aquí

nos hemos quedado”.

“Sí pues, nosotros allá donde antes estábamos no teníamos nada, mi mamá no

tenía casa, entonces se ha venido a esta zona porque ha conseguido un terreno para vivir,

se ha venido por vivienda; no tanto por trabajo”.

“Juntos, juntos nos hemos venido, mi papá más mejor vivía aquí, eso también me

ha dicho “te voy a dar un chiquitito terreno”, no me ha dado nada, así nomás me ha

dejado”.

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Por último, la motivación individual, caracterizada por la persecución de metas

personales, de sueños o ilusiones de cada una de estas mujeres, la identifican en sus

propias historias migratorias 7 de las 10 mujeres entrevistadas. Una de las mujeres que

no reconocen ninguna motivación individual describe que siguió a su marido que quiso

probar suerte en la ciudad, y las otras dos mujeres son las que emigraron como bebés.

Redes de apoyo para la migración

En el presente apartado describimos las redes de apoyo que tuvieron las mujeres

entrevistadas en el momento de la migración, tanto en origen como en destino, así como

la percepción y el sentimiento de ser ayudadas. En segundo lugar analizamos los apoyos

actuales de estas mujeres, sean provenientes de la familia (de origen, extensa o política)

como de la misma pareja. Para ello utilizamos el concepto de red de apoyo entendida

como el conjunto de personas, familiares o no, que son percibidos y sentidos con

capacidad de ayuda y con los que se puede efectivamente contar.

Tabla 4. Redes de apoyo para la migración y apoyos actuales

SI NO

En origen 10% 90%

En destino 80% 20%

Apoyo percibido en

origen

10% 90%

Apoyo percibido en

destino

40% 60%

Apoyo familiar actual 60% 40%

Apoyo parental con

los hijos

40% 60%

Responsabilidad

económica

90% 10%

Como puede observarse en la Tabla 4, en origen nos encontramos con una

realidad aplastante: sólo una mujer (que migró para estudiar en la universidad) recibió

una ayuda teórica por parte de su madre, quedando silenciada y empequeñecida por la

actitud masculina en el hogar. El resto de las mujeres no recibieron ningún tipo de

apoyo en origen.

“Generalmente mi papá no sabe querer, mi mamá alguito me sabe apoyar,

teóricamente, cuando ya le se decir voy a ir, ya no sabe querer “quién va a estar en la

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casa, quién nos va apoyar”. Pero yo he sido la que me he salido […] Mi mamá si me

apoya, pero mi papá no. Mis hermanos no me dicen nada, ni preguntan si hago o no”.

“Mis papás no me han apoyado nada porque yo no vivía con ellos, mi abuelita

tampoco quería que me venga, pero si me trataba tan mal yo me he escapado, no me

quería quedar ahí (escapa con 6 años)”.

“No me han apoyado, yo solita nomás me he venido a mis 8, 9 años. No me han

ayudado, más bien yo les he ayudado a ellos”.

“Mi abuelo me ha reñido, qué cosa hay en La Paz sabe decirme, sabe reñirme,

no sabe apoyarme también. Como te digo los dos nomás, marido y mujer, quién va

apoyarnos. Nadie nos ha ayudado, nosotros solitos nomás nos hemos venido”.

Hemos usado las transcripciones de las dos mujeres que emigraron con 6 y 8

años respectivamente, y la mujer que emigró con 28 años con su marido. Es de notar

que ni la variable edad a la hora de migrar, ni siquiera el tipo de motivación (sobre todo

la familiar) se relacionan con el hecho de recibir ayuda por parte de la familia de origen.

Como bien indicó más arriba la única mujer que emigró para ingresar en la universidad,

la ayuda a la que se aspira es tan sólo “teórica”, quedando reducidas las motivaciones

familiares a la expectativa de recibir los beneficios de una migración exitosa y

descuidando los apoyos necesarios para que sus mujeres puedan triunfar en el proyecto

migratorio. Por tanto, no encuentran apoyo instrumental, emocional, económico, etc.

Por fortuna, para ocho de las diez mujeres hubo algún conocido o familiar en

destino que les permitía tener un apoyo, aunque este fuera en la mayoría de los casos

temporal e instrumental (contacto con una familia empleadora, alojamiento y comida

temporales). En la mitad de los casos era algún tío o tía quien prestaba ayuda.

“Mi tío me ha llevado a una casa a trabajar desde mis 14 años y ahí nomás he

estado 6 años, trabajando como empleada doméstica.

“Con mis tíos estábamos pero nos ha dejado en ese trabajo con una señora y

entonces mi tío se ha perdido, no sabíamos donde estaba, ellos tampoco tenían casa

propia, vivían de inquilino; se han ido de ahí y ya no sabíamos”.

“Sí me hay apoyado las personas donde trabajaba, los empleadores me hay

ayudado. Me decían que vaya nomás pues, […]”.

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“Cuando he llegado me ha apoyado esa mi hermana que tiene su familia, ella me

apoyaba moralmente, porque económicamente no me podía apoyar porque no tenían

trabajo estable, pero moralmente me apoyaba”.

Los casos más dramáticos son los de las dos mujeres que emigraron sin apoyos

en origen ni en destino. Para la primera de ellas, la situación fue menos dura por el

hecho de que emigró con su marido, encontrando mutuamente apoyo el uno en el otro.

Sin embargo, para la segunda de las mujeres el apoyo fue algo inexistente en todo el

proceso migratorio.

“Nunca, nunca he tenido nada de apoyo. Yo sola nomás he salido adelante,

trabajando”.

Sin embargo, del 80% de las mujeres que recibieron apoyo en destino, sólo la

mitad sintieron y percibieron ese apoyo más allá de lo “teórico”, más allá de contar con

esa ayuda sobre el papel. De igual modo, sólo una de las mujeres (que emigró para

ingresar en la universidad) sintió el apoyo en origen, en este caso, de su madre.

Se podría decir que en relación con la familia, los padres aportan sobre todo

apoyo económico, no así educativo o emocional. Y esto, ¿en qué se parece a lo que

hacen sus padres aymaras? Como describía Hardman (1988) haciendo referencia a las

mujeres en la sociedad aymara, es en ellas que recae el cuidado de los hijos y el manejo

de la economía doméstica. Sí parece que los padres (la mayoría de ellos emigrantes

aymaras o hijos de emigrantes aymaras) se implican menos en el cuidado de los hijos

que lo hicieron sus generaciones anteriores. Pero hay un aspecto aún más significativo:

mientras que las descripciones del medio rural aymara hablan de un claro patriarcado,

en la vida de los emigrantes parece que los padres tienden a volverse más “periféricos”

quedando la vida familiar organizada en torno a la mujer-madre, con lo que el

matriarcado, no siendo claro y observándose aún importantes desequilibrios de poder a

favor de los hombres, empieza a esbozarse en las nuevas configuraciones familiares de

los migrantes.

Como reflexión de este apartado, y esperando al análisis de las consecuencias

familiares de la migración, donde se describirán con detalle las características tanto de

la familia de origen como de la familia creada por las mujeres migrantes, podemos

adelantar con lo que conocemos hasta este momento que la ausencia de apoyos ha sido

Page 12: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

una tónica en la vida de estas mujeres desde su nacimiento, y no sólo en relación con el

hecho de la migración. Nos referimos no ya al apoyo instrumental y material, basados

en las “cosas” (alojamiento, vestido, alimentos, etc.), sino sobretodo al apoyo

emocional, a la base segura desde la que explorar el mundo, a los cimientos del apego o

vínculo seguro en sus familias de origen. Más bien se apuntan historias de estilos

parentales basados en bajos niveles de implicación, aceptación, diálogo y afecto, y

niveles variables de control: desde la coerción y el control rígidos, hasta el olvido

negligente. Hablamos entonces de un predominio de estilos de socialización autoritarios

y negligentes (MUSITU Y GARCÍA, 2001).

Los padres que emplean el estilo autoritario se caracterizan por ser absorbentes y

centrar la atención del hijo en sí mismos, produciendo individuos dominados por la ley,

la autoridad y el orden, reprimiendo en los niños la capacidad de iniciativa y creación

(GARCÍA SERRANO, 1984). Los padres negligentes tienden a ignorar la conducta de

sus hijos, no ofreciendo apoyos cuando los hijos padecen situaciones estresantes,

otorgan demasiada independencia y responsabilidad a los hijos tanto en lo material

como en lo afectivo y apenas supervisan su conducta, dialogan poco con ellos, son poco

afectivos, prestan escasa atención a sus necesidades, y tienen dificultades para

relacionarse con ellos (MUSITU Y GARCÍA, 2001). El estilo negligente puede

desembocar en abandono físico o en maltrato por negligencia cuando las necesidades

básicas (alimento, vestido, higiene, protección, etc.) del hijo son desatendidas

(ARRUABARRENA Y DE PAUL, 1994).

Vemos que a pesar de estas dificultades, las mujeres migrantes entrevistadas han

sido capaces de superar las adversidades, las predicciones negativas que comprometían

su desarrollo personal, y han sido capaces de salir adelante con muy pocos apoyos.

Quizás este sea un ejemplo de resiliencia en condiciones extremas. Como ya se ha

comentado en un capítulo anterior, consideramos la resiliencia como un conjunto de

procesos sociales e intra-psíquicos que posibilitan tener una vida «sana» en un medio

insano. Estos procesos se realizan a través del tiempo, dando afortunadas

combinaciones entre los atributos de la persona y su ambiente familiar, social y cultural

(RUTTER, 1993).

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2.4. Consecuencias de la migración

Analizamos a continuación las consecuencias que la migración ha tenido en

distintos ámbitos de la vida de las mujeres entrevistadas, siempre intentando trazar un

puente con las condiciones de partida previas a la migración, para así poder distinguir lo

que realmente pertenece a la experiencia de dejar sus orígenes y lo que corresponde a

otros tipos de experiencias vitales. En concreto nos detendremos a considerar las áreas

personal, familiar, laboral-formativa y socio-comunitaria.

Consecuencias de la migración: ámbito personal

Partamos de una pregunta previa que quizás sea interesante formularse. ¿Cómo

era la autoestima de estas mujeres en sus propias familias de orígenes y comunidades?

¿Qué estrategias de afrontamiento ponían en marcha que les ayudaban a superar

adversidades tales como abandonos, discriminación o abusos? ¿Cómo se veían a sí

mismas como personas que, en muchos casos, no eran reconocidas por sus padres, eran

cosificadas a través de los abusos, o discriminadas por ser mujer?

Tabla 5. Consecuencias de la migración en el ámbito personal

POSITIVA NEGATIVA

Autoestima 10% 90%

Estrategias

afrontamiento

90% 10%

Problemas de

identidad cultural

90% 10%

Este quizás sea un punto de partida necesario y útil para evaluar las

consecuencias de la migración en las mujeres bolivianas entrevistadas. Es importante

matizar que en las entrevistas, la pregunta sobre la autoestima personal se situaba muy

cerca del ítem que sondeaba abusos y discriminación en el ámbito laboral. Por eso es

aún más importante el dato, como se verá en el apartado de consecuencias laborales y

formativas, de que ocho de las diez de las mujeres reconoce haber sufrido

discriminación por raza, género y/o ser migrante, y tres de ellas fueron además

explotadas en el trabajo. Quizás esto pueda relacionarse con 9 de las mujeres considera

Page 14: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

que se sintieron mal, tristes, solas, maltratadas y sin valor. La única mujer que no sufre

un impacto en su autoestima es quien realiza la migración en pareja. El apoyo que

encontró en su marido e hijos y en el Centro Tawantinsuyo fueron sus salvaguardas

emocionales.

“Me he sentido pésimo, mal he sentido como si una parte de mí la hubiera

dejado, me he sentido mal, con el autoestima baja”.

“Triste a sido mi vida, si le contara no acabaría ni en un mes, ha sido triste y

difícil en todo; pero así es la vida, todo pasa en la vida”.

“Medio de pena también andaba, “para qué he venido aquí” se

decir, hay veces también me he arrepentido de haber venido”.

Relacionando esto con las teorías motivacionales basadas en la satisfacción de

las necesidades, las mujeres que se han sentido solas, sin apoyos cercanos, inseguras, y

a veces, sin una pareja que las contenga a su lado, no están motivadas por satisfacer su

necesidad de estima, sino más bien por sobrevivir y sentirse mínimamente seguras. Esto

apoyaría el principio de progresión de necesidades dictado por Maslow (1943).

Sin embargo, y aquí reside uno de los ingredientes personales de resiliencia de

estas mujeres, nueve de ellas usan estrategias de afrontamiento positivas, y tan sólo una

mujer se refugia en las lágrimas como forma de afrontar la situación. Las estrategias de

afrontamiento predominantes son estrategias basadas en el creer en si mismas: creer que

pueden aprender el castellano a pesar del contexto hostil laboral, que pueden aprender

una actividad profesional (apoyándose en el Centro Tawantinsuyo), que pueden cambiar

de ropa sin perder su identidad. Y todo esto basado en la creencia de que ellas pueden

salir adelante (como lo han hecho desde que nacieron).

Por último, en cuanto a la pérdida de la identidad cultural por el hecho de tener

que migrar y adaptarse a un contexto desafiante, se observa en el grupo de mujeres

entrevistadas una corriente positiva y sana en lo referente a la definición de su propia

persona desde un punto de vista de sus raíces. Tan sólo una mujer siente que ha tenido

que abandonar todas sus costumbres culturales. El resto siente que, en lo fundamental,

no han tenido que cambiar o sacrificar elementos identitarios que para ellas eran

fundamentales, aunque sí debieron hacer un esfuerzo importante para adaptarse a las

Page 15: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

demandas de la ciudad. Un hecho ilustrativo es el uso del aymara como lengua de

comunicación dentro de la casa con sus parejas o familiares, o las tradiciones en la

cocina, formas de contraer matrimonio, o de vestirse en contextos “no laborales”.

Incluso dos mujeres consideran que se han hecho más fuertes y sociables, frente a la

imagen de la mujer en su cultura. Lo más difícil para la integración cultural de estas

mujeres ha sido el uso del castellano y la presión a usar otro tipo de ropa diferente de la

propia.

“No he tenido que cambiar nada, yo uso las dos cosas vestido y pollera, cuando

voy allá uso polleras; como dicen “transformer””.

“Si pues claro, en el campo nosotros no planchamos, no nos cambiamos de ropa

todos los días, allí es día por medio o cada dos días, tampoco conocemos las verduras, ni

pan. Aquí he conocido he aprendido, he aprendido a hablar, a ordenar mis cosas, a

conversar con la gente. Porque antes era miedosa, me tapaba mi cara cuando las

personas me hablaban, pero ahora ya puedo hablar más con la gente”.

Consecuencias de la migración: ámbito familiar

Comencemos, como en el apartado anterior, con algunas preguntas que pueden

ayudarnos a comprender mejor las vivencias que estas mujeres bolivianas migrantes nos

han transmitido a través de las entrevistas. Como premisa, hay que pensar que tan sólo

una mujer emigra con su pareja, por lo que el resto de mujeres parten de sus hogares de

origen, de sus familias de proveniencia. Pero, ¿cómo eran esos hogares?, ¿qué tipo de

separación supuso para ellas marcharse de su hogar, alejarse de sus padres, hermanos?,

¿qué dejaban atrás?, ¿qué familias crean en el lugar de destino de la migración?, ¿con

quién se emparejan?, ¿cómo son como madres y cómo es la relación con sus hijos e

hijas? Intentaremos ir respondiendo a estas preguntas a través de lo que los ojos y los

“corazones” de las mujeres hicieron llegar a las entrevistas.

Tabla 6. Consecuencias de la migración en el ámbito familiar

S

I

N

O

Separación familiar 70%

30%

Reunificación familiar 0

%

8

0%

Comunicación con la pareja 6

0%

4

0%

Page 16: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

Conflictos con la pareja 6

0%

4

0%

Comunicación con los hijos 1

00%

0

%

Conflictos con los hijos 3

0%

7

0%

Ajuste bio-psico-social adecuado de los

hijos

1

00%

0

%

Como se puede apreciar en la tabla, tan sólo tres mujeres no se separaron de sus

familias: las dos mujeres que emigraron siendo bebés, y la mujer que emigró con su

marido (lo que haría referencia a la no ruptura con la familia creada). El resto de

mujeres, ¿qué dejaban atrás? ¿De qué se separaban?

“Yo vivía con mi abuelita en allá, mi papá me ha regalado a mi abuelita, mi

abuelita ya era mayor y no me gustaba vivir con ella porque era mala […] porque mi

abuelita tenía su marido, el último y mi abuelita quería que lo trate como si fuera mi

abuelito y yo no quería eso […] entonces me pegada y de ahí yo me quería alejar”.

“No, igual nomás me he estado. Yo he crecido con otra gente señorita, mi

abuelita me ha criado, a ella la he extrañado, a ella era difícil olvidarme. Mi papá, mi

mamá me han abandonado de chiquitita, no he crecido con ellos, así yo con eso me he

criado”.

“Tenía mis hermanos menorcitos 6 años tenía, otro 4, otro 5, 1 añito y se ha

muerto eso, los cuatro se han muerto y yo solita me he quedado”.

“Mi madre era mala,[…]”.

“Nos hemos venido con mi papá, porque su hermano mayor ha matado a una

persona allá y lo ha acusado a mi papá y él nomás ha entrado a la cárcel”.

“[Refiriéndose a su padre biológico]…ya me empezaba a gritar cosas así de

pequeña y yo con ese trauma francamente he crecido, bien triste. Ya no hablo con él

desde esa vez que yo he ido a pedir ayuda, he debido estar en cuarto básico así pequeña

todavía”.

Estos son algunos de los testimonios que las mujeres entrevistadas ofrecen de

sus hogares de origen. Cuatro de las siete mujeres que se separan de sus familias de

origen dejan atrás estas historias de abandonos, de acogimientos en la familia extensa,

de “olvidos parentales”. Las otras 3 mujeres que dejaron su hogar, y a pesar de no

recibir el apoyo de sus padres y hermanos, no describen episodios traumáticos en su

Page 17: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

infancia directamente relacionados con su crianza y educación. Sin embargo, es un

hecho destacable que 5 de las 7 mujeres que se separaron de sus familias reconozcan

que una de las cosas más duras para ellas fue “extrañar” a sus padres y hermanos.

“Cuando he decidido venirme me he separado de mis papás y de mis hermanos y

hermanas, eso ha sido lo más difícil para mí”.

“No mucho, un mes nomás me extrañaba así, mi mamá extrañaba realmente mal,

mal siempre; pensando de mi mamá nomás era, estará bien, estará mal nomás pensaba”.

A pesar de las duras historias que algunas de las mujeres reportan de su vida en

familia y a pesar de la falta de apoyo, existe la posibilidad de que el vínculo con una

figura familiar fuera lo suficientemente fuerte y sano como para trazar un puente muy

importante con las raíces propias familiares, favoreciendo así una unión con el pasado y

evitando que la “huida” a la ciudad (como en algunos casos ocurre) sirviera para negar

algunos elementos identitarios importantes.

Como vimos más arriba, todas las migraciones fueron definitivas y en ningún

caso se produjo la reunificación familiar. Más bien, la tónica en la mayoría de las

experiencias recogidas es la del “enfriamiento paulatino” de la comunicación con los

suyos.

“Después de 7 años recién he visto a mis papás, pero ya era tarde porque

estábamos acostumbradas nosotras […] Extraño, bien raro, no se parecía a mi mamá

otra persona era. Yo le preguntaba a mi hermana “¿será nuestra mamá?” y ella me decía

que sí, pero yo no sentía nada, correr a abrazarla así, no; parecía un extraño […]”.

“No los veía mucho y no hablaba con mi familia”.

“De mi papá me he tenido que separar, pero ni me doy cuenta

siquiera”.

Parece más bien, que después de que ha pasado un tiempo, en el que las mujeres

han conseguido salir adelante y ganarse la vida de un modo estable, y los padres tienen

una cierta edad, se produce un acercamiento. Por ejemplo, aumenta el número de visitas

mutuas, o las mujeres empiezan a ir para cuidar a sus padres, o incluso empiezan a

plantearse recuperar las relaciones que se apagaron hace tiempo.

Page 18: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

“Hay veces donde mi tía también voy, ahí en la Portada también vive, hace tres

años que he ido, después ya no he ido. Ahora estoy pensando ir donde mi papá, a

visitarlo, quiero ir a verlo, ya está de edad entonces lo quiero ver”.

El siguiente aspecto de las consecuencias familiares asociadas al fenómeno

migratorio es la repercusión en la vida en pareja. Como hemos apuntado, tan sólo una

mujer migra en pareja, por lo que no podemos analizar las repercusiones de la

migración en la vida conyugal. Esta única experiencia en nuestro estudio apunta hacia

elementos de apoyo y motivación positivos que no se aprecian en las narraciones de las

otras mujeres. En lo que sí merece la pena detenerse es en la descripción que las

mujeres hacen de su vida en pareja.

Recordemos algunos de los datos extraídos de las entrevistas hasta este

momento. Tan sólo una mujer se encuentra sin pareja en el momento de la entrevista

(después de haberse separado tras 20 años de convivencia), y excepto una mujer que

tuvo un hijo cuando era adolescente con una pareja ocasional, y la mujer que enviudó y

que en la actualidad convive con otra pareja, todas se han casado o se han emparejado

con el mismo hombre durante el tiempo de convivencia (no se observan divorcios, o

separaciones o cambios de pareja frecuentes). En cuanto al apoyo percibido en el hogar,

parece que tan sólo cuatro de las parejas apoyan esporádicamente en la crianza de los

hijos, aunque todos los hacen en mayor o menor medida en el ámbito económico. Con

estas premisas, seis de las mujeres entrevistadas afirman comunicarse con sus parejas, el

mismo porcentaje de las mujeres que también reconoce tener conflictos con ellas.

“Mi pareja es cariñoso, bien también es. Ahora recién nos hablamos, a veces le

pregunto y me dice también cómo le ha ido”.

“Hablamos, nos decimos nomás lo que pasa, hay veces sí, hay veces también no.

Pero hablamos”.

“Bien nomás es, normal estamos, bien. Sí hablamos, hoy día por ejemplo “cómo

te ha ido” y bien o mal también, nos contamos así, yo también le digo, él me dice así

nomás estamos, bien”.

La comunicación positiva es referida al hablar del día a día. Tan sólo dos

mujeres emplean términos afectivos al hablar de la comunicación con las parejas:

“confianza”, “cariñoso”. El resto de las mujeres que afirman comunicarse con sus

Page 19: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

parejas se refieren al nivel de comunicación de “hablamos y escuchamos”, y todas usan

la primera persona del plural.

La mala comunicación en la pareja se relaciona con los conflictos en la pareja:

de las 6 mujeres que reconocen tener conflictos en su vida conyugal, 4 también

reconocen tener una mala comunicación con su pareja. Los conflictos son descritos por

las mujeres como comportamientos negativos de sus parejas y que ellas resuelven

aguantando (por lo que además del conflicto relacional, podríamos hablar de un

conflicto con ellas mismas por soportar algo que no desean). Dos de las parejas tienen

problemas con el alcohol, otras dos mantienen relaciones extramatrimoniales llegando

en uno de los casos a traer a casa a uno de los hijos ilegítimos para ser criado por la

mujer migrante, y en dos de los casos, quizás los más duros, las mujeres no consiguen

hablar de sus conflictos limitándose a expresar su profundo malestar: “sólo hijos tengo”

y “ganas de suicidarme tengo a veces”. Pocas son las mujeres que hablan abiertamente

de malos tratos y abusos recibidos por parte de sus parejas.

“[…] mi marido también bien maldito era, mucho ya me pegaba y parece que

eso también mi papá se ha enterado y me quería alejar”.

“Me sentí mal, lloraba cada vez, hubiera podido denunciar, pero me aguantaba,

eso me decía mi papá cuando yo le contaba, me decía que me aguante; y como no conocía

nada entonces tampoco he podido ir a denunciar”.

Pasemos ahora a analizar la relación de las mujeres con sus hijos. Si

exceptuamos a la única mujer del estudio que aún no ha sido madre, todas las mujeres

dicen que se comunican con sus hijos e hijas. Es verdad, que alguna de ellas con hijos e

hijas en edad adolescente también describe las nuevas dificultades de comunicación

surgidas, pero ellas mismas las explican por el momento evolutivo y no debido a una

causa más profunda.

Tan sólo tres mujeres comentaron tener conflictos con sus hijos. Por un lado, la

mujer que enviudó ha perdido el contacto con los hijos de su primera relación después

de que ella rehiciera su vida. Por otro lado, una de las mujeres tiene un hijo con

discapacidad y se encuentra muy sola para sacarlo adelante. Y por último, el hijo menor

de una de las mujeres ha comenzado a mostrar conductas disruptivas y antisociales en la

escuela, cometiendo hurtos, destrozos de mobiliario, etc. con lo que la situación se ha

Page 20: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

vuelto difícil para ella. En este último caso, el padre se ha responsabilizado del hijo y ha

decidido llevárselo a trabajar con él.

Cuando se preguntó a las mujeres acerca del ajuste biopsicosocial de sus hijos,

entendido como su adaptación en los planos académicos, relación con los iguales y en la

casa, así como en el plano de la salud y el comportamiento, todas las mujeres con hijos

consideraba que su descendencia estaba positivamente adaptada.

Quizás este sea este uno de los puntos más importantes de ruptura con su pasado,

de renovación, de nuevo inicios: después de haber vivido una infancia difícil, después

de haber podido repetir patrones en la relación de pareja parecidos a los vividos por sus

propias madres en sus hogares de origen, después de haber encontrado sus sueños

mermados, empequeñecidos o no apoyados, han conseguido hacer algo nuevo,

reparador y con un mérito enorme: han criado a hijos sanos, con los que se comunican,

que tienen oportunidades de estudiar, con los que no hay diferencias por ser hombre o

mujer. Nos encontramos quizás ante una de las áreas más sanas y ricas de las mujeres

migrantes participantes en el estudio: sus hijos e hijas y su rol como madres. De hecho,

al preguntar por el grado de satisfacción familiar general se obtuvieron los siguientes

resultados (ver Tabla 7):

Tabla 7. Grado de satisfacción familiar general

B

ajo

M

edio

A

lto

Pareja 40 %

10%

50%

Hijos 1

0%

2

0%

7

0%

Familia

extensa/política

4

0%

2

0%

4

0%

Como se puede observar, el área de los “Hijos” es el que reporta los niveles más

altos de satisfacción para las mujeres entrevistadas, seguidas por la de “Pareja” y, por

último, la de la “Familia extensa/ política”.

Usando como marco teórico integrador la teoría de Beavers y Hampson (1995)

el estilo familiar de los hogares de proveniencia de las mujeres entrevistadas sería de

corte centrífugo, caracterizado por:

Page 21: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

1. Los miembros de la familia buscan más la satisfacción más allá de los

límites de la familia y los hijos salen a menudo de la casa más temprano.

2. Las familias extremadamente centrífugas tienden a expulsar a los hijos antes

de que su individualización sea completada.

3. Los miembros de la familia buscan gratificación, a menudo confían más en

las actividades y en las relaciones del exterior de la familia.

4. Las familias son más precavidas con los mensajes afectivos y están más

cómodas con los sentimientos agresivos o negativos.

En concreto, y siguiendo la teoría, los niveles de comunicación y expresividad

emocional son bajos al igual que la cohesión, mientras que el liderazgo está ausente o,

por el contrario, se impone con violencia. Los niveles de conflicto manifiesto o

encubierto también son altos.

Estudios con familias clínicas encuentran más trastornos con psicopatología

interna (ansiedad, depresión) en los miembros de las familias centrípetas y más

trastornos externos (trastornos de conducta, agresividad) en los miembros de las

familias centrífugas (BEAVERS Y HAMPSON, 1995). Este dato es muy interesante

pues habla aún más de ese panorama desalentador al que hacíamos referencia más

arriba, del que las mujeres aymaras migrantes escapan con nuevos destinos resilientes.

Es importante destacar que ninguna de las mujeres entrevistadas utiliza términos

para referirse a su vida en pareja como “feliz”, “satisfactoria”, “positiva”, “enamorada”,

“rica”, “estimulante”, etc. y, a pesar de la relación sana y positiva con sus hijos e hijas,

tampoco en este último área predominan este tipo de calificativos. Quizás el uso de

estos adjetivos se vea también restringido en otros ámbitos de su vida. A continuación,

incluimos la Tabla 8 donde se recogen las principales expresiones usadas por las

mujeres entrevistadas para definir algunas de sus realidades más importantes (hijos,

pareja, familia de origen, ellas mismas, y familia extensa/política) pudiendo hacernos

una idea de “lo nombrado” por ellas y de aquello que por el hecho de no ser dicho “no

existe”.

Page 22: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

Tabla 8. Expresiones usadas para categorizar las realidades familiares

EXPRESIONES

POSITIVAS

EXPRESIONES

NEGATIVAS

Ellas mismas Humilde, ahora

conozco y ya puedo moverme, ya

no tengo miedo, transformer, he

ayudado a mis hijos, he

aprendido.

Miedosa, campesina,

me he sentido mal, he llorado,

ganas de suicidarme tengo,

india, yo no sabía nada.

Familia Origen Me ha dado un cuarto

mi mamá, mi mamá alguito me

sabe apoyar, ha sido difícil

separarme de mi mamá.

Extraño, me regaló,

abandono, madre mala, padre

no se preocupaba, no me han

apoyado, veo a mi mamá como a

una extraña, mi papá no me ha

dado nada, no me han hecho

estudiar, mis hermanos no se preocupaban por mi mamá

enferma.

Pareja Cariñoso, hablamos,

confianza, me cuenta le cuento,

cambió, ya no es como antes,

hace 2 años ha cambiado, los

dos solitos estamos, nos

contamos y nos apoyamos.

Difícil, me pegaba,

extraño, tomaba, me engañó, me

obligó, he sufrido harto, no

hablábamos.

Hijos Son buenas, es

estudiosa, es sana, tiene sus

amigas, con mi hijo mayor

puedo hablar, mi hijo me ayuda,

me apoya, tienen amigos.

Mis hijas no me

ayudan, le he pegado mucho,

mis hijos no me hablan después

de que su papá ha muerto, hijo

problemático.

Familia

Extensa/Política

Apegada a mi abuelito, mi abuelita me ha criado, de mis

tíos he recibido ayuda.

Abuela mala me pegaba, mi tío se ha olvidado, su

familia se metía, su familia me

maltrataba, no hay apoyo, mi

abuelo me reñía.

Consecuencias de la migración: ámbito laboral y formativo

En este apartado abordaremos las consecuencias que para las mujeres tuvo la

migración en sus vidas como trabajadoras, las oportunidades formativas y las

experiencias de discriminación y explotación laboral que pudieron obstaculizar su

desarrollo hacia el bienestar personal, familiar y social.

Tabla 9. Consecuencias de la migración en el ámbito laboral y formativo

S

I

N

O

Valoración Global Positiva de las oportunidades de

la migración

8

0%

2

0%

Experiencias y relaciones laborales positivas 8

0%

2

0%

Experiencias y relaciones educativas positivas 70%

30%

Explotación 3

0%

7

0%

Page 23: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

Discriminación 8

0%

2

0%

En primer lugar, se preguntó a las mujeres si realmente mereció la pena migrar o

si hubiera sido mejor quedarse en casa; se les pidió que valoraran globalmente las

oportunidades que la migración les ha reportado en sus vidas. Ocho de las mujeres

coinciden en evaluar positivamente lo que han obtenido como consecuencia de la

decisión de migrar. La mayoría refieren que las oportunidades para trabajar y estudiar

en la ciudad son mejores que en el campo, aunque algunas entrevistadas también

reconocen que en la actualidad, las cosas están empezando a cambiar en el ámbito rural

(sobre todo en lo relacionado con las oportunidades de formación).

“Sí, me ha ido bien, no tan bien que digamos pero bien. Aquí también es más

fácil porque se puede trabajar, estudiar”.

“Sí, para estudiar, trabajar. Yo creo que me he venido aquí es mejor también,

porque de quedarme en el campo no hubiera aprendido nada. Pero ahora también ha

cambiado en el campo, ya están más despiertos, pero más antes en esa época que yo

estaba, no había nada… […]”.

Las dos mujeres que no evalúan positivamente su experiencia migratoria refieren

que “aquí y allí igual no más es” y “Para mi persona, para mi mal ha sido. Mal digo

porque hasta el momento no tengo nada, solo hijos tengo y nada más. No tengo nada”.

Ambas no perciben ganancias vitales significativas, o grandes cambios con

respecto a lo que predicen que habría sido su vida si hubieran seguido en sus lugares de

origen. Ocho de ellas han tenido experiencias y relaciones laborales positivas, y siete

han disfrutado también experiencias formativas satisfactorias. Además de las mujeres

que valoraron negativamente las oportunidades que les ha brindado la migración, las

principales dificultades encontradas en los ámbitos laborales y formativos se relacionan

con la discriminación y la explotación, así como con en el hecho de no poder acceder a

formación por la presión de obtener ingresos para el hogar (cosa que sucede a dos de las

mujeres entrevistadas). Detengámonos en esos dos elementos que quizás encuentren sus

orígenes fuera del ámbito laboral pero que es sin duda en este ámbito donde adquieren

mayor visibilidad y crudeza. Nos referimos a la discriminación (por género, raza y/o

ser migrante) y a la explotación laboral.

Page 24: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

Ocho de las diez mujeres reconocen haber sufrido discriminación. La

discriminación por género la viven ya desde sus hogares, como demuestra el hecho de

que algo menos de la mitad de las mujeres no tuviera “derecho” a la educación en su

infancia por el solo hecho ser mujer. La discriminación que más frecuentemente

encuentran en el ámbito laboral es la relacionada con su origen étnico y el hecho de ser

migrantes, y en tres de los casos lleva emparejada la explotación como parte de la

relación laboral: impago de sueldos, imposibilidad de asistir a la escuela, malos tratos,

encierros en casa, etc. Como afirma Albó (1988) ser y hablar aymara, ser indio, ser

campesino y ser explotado son términos que en los hechos coinciden. Si a esto le

añadimos ser-mujer, podemos comprender cuántos obstáculos deben superar las

mujeres emigrantes que nos ocupan.

“La primera vez que he venido como empleada, me trataban bien mal. Yo creo

que porque he sido pues chica del campo digamos ¿no? se aprovechaban yo pensaba eso,

porque no sabía nada, no sabía lavar ni cocinar”.

“Como no entendía lo que me decían, no sabía cocinar, ni limpiar me pegaban,

con todo, con las ollas y me decían india campesina; la señora también era de pollera,

pero así me trataba, me decía campesina india y su esposo también”.

“Yo después de ese mi primer trabajo como empleada, he tenido otro y ahí

nomás la gente te empieza a humillar, yo no pensé que era así, pero nos querían humillar

y de ahí me salí”.

Incluso la discriminación provenía de las propias mujeres de la ciudad con cierta

formación educativa por el hecho de vestirse con las ropas típicas.

“[…] pero cuando estaba haciendo mi práctica pre profesional yo vestía de

pollera y ahí he visto cierta discriminación de parte de las mismas señoras que

trabajaban ahí, de las psicólogas, de la trabajadora social inclusive ella ¿no?”.

Sin embargo, a pesar de la discriminación sufrida en determinados contextos

laborales, la valoración global de las oportunidades laborales es positiva. Como se

comentó en el apartado 1.3.2 “Redes de apoyo para la migración”, todas las mujeres se

hacen cargo de la economía familiar en la actualidad, ayudadas por sus maridos y

parejas en el 80% de los casos. Este es un dato significativo que refleja la inclusión de

las mujeres en el tejido productivo de la ciudad, ya sea en el sector servicios (sobre todo

Page 25: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

como trabajadora del hogar) como en el de las pequeñas manufacturas vendidas

autónomamente (comida, ropas y artículos tejidos).

Consecuencias de la migración: ámbito socio-comunitario

¿Qué relaciones mantienen las mujeres entrevistadas con sus comunidades de

origen?, más allá de sus familias ¿tienen otros contactos en sus comunidades de

proveniencia?, y en la ciudad, ¿se sienten integradas después de estos años?, ¿han

conseguido tejer una red social de apoyo? Estos son algunos de los interrogantes que

nos ocuparán en el presente apartado.

Tabla 10. Consecuencias de la migración en el ámbito socio-comunitario

S

I

N

O

Relación con la comunidad de origen y apoyo

recibido/percibido

3

0%

7

0%

Derechos comunitarios y propietarios en origen 1

0%

9

0%

Otros migrantes en la amilia 8

0%

2

0%

Relación con el lugar de destino y apoyo

recibido/percibido

6

0%

4

0%

Percepción de Integración 9

0%

1

0%

Ascenso social 9

0%

1

0%

En primer lugar, tan sólo tres de las mujeres mantienen algún tipo de relación

con su comunidad de origen. Ésta se limita al contacto telefónico con sus padres (ni

siquiera hermanos o hermanas) o a visitas esporádicas. El resto de las mujeres no

mantiene ningún otro contacto con su comunidad de origen: ni familia extensa, ni

amigos, ni figuras importantes (líderes religiosos, educadores, personas importantes en

la comunidad), por lo que podríamos decir que la desconexión con su pasado relacional

es un hecho patente en la vida de la mayoría de las mujeres migrantes. Como comenta

una de ellas: “Yo ya me he olvidado realmente de donde yo vivía, ya estoy

acostumbrada, normal nomás estoy”. Relacionándolo con el dato descrito más arriba

referente a la identidad cultural, parece como si quedara grabado en la identidad de las

mujeres sus costumbres, sus tradiciones, y no las personas y las relaciones. De este

Page 26: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

modo, serían los elemento del macrosistema más que de los microsistemas de origen los

que dejarían huella en las mujeres entrevistadas (BRONFRENBRENNER, 1979).

Lo mismo puede decirse de la posesión de propiedades en origen: tan sólo una

mujer mantiene tierras en origen. Se trata de la mujer que emigró con su pareja y que

compró las tierras con los ahorros de su actividad en la ciudad. El resto ni siquiera tiene

un hogar al que regresar. Tan sólo tres mujeres hablan de algún hogar en origen (aún

habitado por alguno de sus padres) que podrían visitar.

Esta desconexión con los orígenes tiene relación también la existencia de otros

migrantes en la familia de las mujeres entrevistadas. Ocho de las mujeres tiene a alguno

de sus hermanos también como migrantes, por lo que en el ámbito familiar, los hogares

de origen están “desiertos” de figuras de referencia. Por tanto, en este proceso de

emigración y de desvinculación familiar encontramos que seis de las mujeres fueron

“pioneras familiares” en emigrar, y que a este hecho se le une el que la mayoría de los

hermanos comienzan a emigrar después, siguiendo quizás los pasos dejados por ellas

mismas. De hecho, el 60% de las mujeres tiene algún hermano o hermana que emigró y

vive en la misma ciudad de destino.

“Después con mi hermana casi a diario hablamos, con mi otra hermana en la

semana hablamos, en la ciudad vive ella, pero la otra vive aquí nomás, mi hermano

también estudia aquí en El Alto y con ellos hablamos”.

“Todos mis hermanos están aquí en la ciudad, incluso mi mamá”.

A pesar de que en muchos casos algún hermano o hermana vive en la ciudad y

esto puede suponer un apoyo, se indagó a través de la entrevista la existencia de otros

apoyos comunitarios con los que las mujeres hubieran contado y que les permitieran

adaptarse satisfactoriamente a su nuevo contexto socio-comunitario. En este caso, el

Centro Tawantinsuyo supone un punto de inflexión en la vida seis de las mujeres

entrevistadas. La actividad asociativa les ha permitido trabajar para dar mejores

oportunidades y cuidados a sus hijos, para transformar su comunidad, para tejer una red

social de madres, y en muchos casos, para demostrarse a sí mismas que eran personas

dignas de ser reconocidas y con capacidades para intervenir sobre sus propias vidas.

Page 27: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

“Aquí en el Centro participo, pero después no tengo nada, aquí nada más es que

hemos ido a desfiles, hay reuniones, vamos al mercado y a veces pan hay que hacer, nada

más”.

“Aquí en el Centro nomás estoy, el año pasado me han nombrado de la

Directiva, soy Presidenta y como presidenta yo digo “haremos reunión”, tengo que ir

abajo a la Fundación La Paz”.

Tan sólo una mujer hace referencia a la familia de su marido como red social de

apoyo en la ciudad que considera de vital importancia para su integración en la

comunidad. Y precisamente de esta percepción de integración, nueve de las mujeres se

perciben como parte de su comunidad, la cual sienten suya.

“Aquí nomás ya estoy acostumbrada, […]”.

“Me gusta estar aquí, me conozco con todas las de la zona, como si nada nomás

estoy.

Aquí ya más compartimos, hay personas, amigos, amigas, con mi esposo normal

es todo. Tenemos también padrinos, así con su familia mejor también es, con ellos nos

estamos a veces, así bien estamos”.

La única mujer que no se siente integrada describe su percepción del siguiente

modo:

“Aun quiero irme, quiero volver al campo, porque aquí también a veces no hay

plata, la economía afecta eso, a la familia que tengo. En cambio en allá, con la chacra

nomás se esta. Para mi sería más fácil pero para mis hijos no, porque ya están

acostumbrado, aunque les gusta la chacra, los animales; pero así de vivir, yo creo que

no. Yo si puedo volver al campo”.

Muy similar es la percepción de ascenso social, entendido como la mejora en

vivienda, educación, ingresos, reconocimiento social, etc. que la migración ha supuesto.

Todas las mujeres excepto aquella que no se siente integrada en su comunidad, perciben

que su vida ha mejorado socialmente. Sin embargo, podríamos distinguir dos grupos de

estas mujeres: las que piensan que han mejorado mucho, y las que, por el contrario,

piensan que “no he mejorado tanto”. Es interesante destacar que las mujeres que tienen

percepciones más positivas de su ascenso social son también aquellas más implicadas

en el Centro Tawantinsuyo, ocupando incluso puestos en la directiva del mismo. Parece

Page 28: Mujeres Migrantes Aymaras IIIConvPed

que la participación social, el hecho de ser un referente comunitario y hacer cosas más

allá de la propia familia conlleva un reconocimiento social, que puede relacionarse con

una mejor integración en el entorno y con la satisfacción con los logros conseguidos en

el contexto comunitario.

3. CONCLUSIONES

Tras el análisis detallado de las entrevistas y después de haber entrado en

contacto con las experiencias que han vivido las mujeres aymaras migrantes,

proponemos extraer algunas conclusiones generales que podrían ayudar a comprender

mejor la feminización migratoria en el mundo aymara. En primer lugar, las experiencias

migratorias de las mujeres indígenas que abandonan el medio rural están caracterizadas

por su carácter definitivo. Al contrario de lo que ocurre con las migraciones

transnacionales en las que existe una posibilidad de volver, un deseo de reencuentro e

incluso un retorno de ganancias económicas, inversión en patrimonio en origen, etc., las

migraciones intranacionales estas mujeres aymaras se caracterizan por una

desvinculación con el origen. La migración ha supuesto un punto de no retorno con

respecto a la vida anterior, no sólo entendida desde el punto de vista de la actividad

laboral (pastoreo, agricultura) sino sobre todo relacional. No quedan atrás apenas

familiares, ni propiedades, ni elementos vitales importantes por los que “merezca la

pena volver”. La migración supondría un comenzar de nuevo con un lema importante:

cada paso que se da, aleja más de la posibilidad de volver atrás, justamente porque el

atrás se va difuminando hasta casi desaparecer.

En segundo lugar, es importante destacar la carencia de apoyos a la hora de

tomar la decisión de migrar. Nadie en el origen les ha apoyado para migrar ni de modo

instrumental, ni material ni emocional. No se relaciona ni con la edad de la mujer a la

hora de migrar ni con cuál sea la motivación de la misma, simplemente se encuentra

sola ante la empresa migratoria. Como hemos referido, incluso cuando la motivación

para migrar es en parte familiar, la percepción y el sentimiento de no ser apoyadas por

su propia familia es la vivencia primaria experimentada. Esta ausencia de red de apoyo

se compensa en cierta medida en el lugar de destino, aunque más que red de apoyo

podríamos hablar de “figuras temporales de apoyo”. A pesar de ser familiares cercanos,

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el sustento brindado por estas personas suele ser muy definido en el tiempo y con una

duración breve. Pasarán algunos años antes de que las mujeres aymara puedan hablar de

una red de apoyo y sentirse seguras en ella. De hecho, en la mayoría de los casos estas

redes coinciden con la constitución de la familia creada. Serán la pareja y los hijos e

hijas los encargados de crear un entramado interpersonal de soporte para sus propias

vidas, formando parte del mismo pocas personas extrafamiliares. Tan sólo el Centro

Tawantinsuyo ha servido para abrir las puertas a un mundo social del cual nutrirse a la

hora de establecer relaciones de ayuda y de amistad.

Por otro lado, y de acuerdo con lo que afirma la OIM (2003), la mujer en

general, y la mujer aymara en particular, migran cada vez más frecuentemente de un

modo autónomo, sin tanta presión desde sus familias de origen o fruto de una

discriminación machista exacerbada. La mujer aymara tiene motivaciones individuales

que le impulsan a buscar un futuro mejor en las grandes ciudades. No buscan hacer

fortuna o convertirse en personajes famosos de su comunidad. Buscan sencillamente

tener una vida más digna, donde puedan ejercer el derecho a acceder a la educación, a

trabajar honradamente para alimentar a sus hijos e hijas, donde puedan construir su

futuro de forma autónoma. Y estas motivaciones se reflejan en sus familias creadas.

Todas ayudan a mantener a sus familias con una actividad económica basada en el

sector servicios o vendiendo manufacturas o productos en la calle, son los pilares

básicos en la crianza de la prole, manejan la economía doméstica, participan en su

comunidad a través de organizaciones locales de mujeres. Esta es quizás la diferencia

más importante con respecto a la proyección de sus vidas en sus hogares de origen: han

logrado ser autoras de su propio futuro en muchas facetas de su vida. Esta autoría se

refleja en su autoconcepto, en su autoestima y en la integridad de su identidad cultural a

pesar de la migración.

Todas las mujeres han superado adversidades muy importantes (malos tratos,

abandonos, abusos, explotación), sin grandes apoyos, y han sabido crear en sus familias,

y en concreto con sus hijos, un espacio sano para el desarrollo donde no estuvieran

presentes las carencias que en muchos casos padecieron. Son mujeres resilientes, que

tienen estrategias para afrontar los momentos más difíciles, y que han sabido generar de

donde los demás sólo verían campo yermo. Sus hijos e hijas son uno de los aspectos

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más sanos de su vida. Hay comunicación, ajuste con su entorno, se resuelven conflictos,

no se discrimina a las hijas por haber nacido mujer, etc.

Sin embargo, el sabor que deja la migración es en cierto modo agridulce. La

percepción de “haber mejorado pero no tanto” es una expresión que refleja muy bien las

profundidades del ser-mujer aymara migrante. No se relaciona tanto con el tener una

casa más grande, o más dinero, o hijos/as en la universidad. Hace referencia al hecho de

ser feliz, de encontrarse satisfechas con sus vidas, de ver que con la decisión de migrar

consiguieron dar un cambio a sus vidas y sentirse personas más plenas. Sin embargo,

“no han mejorado tanto”.

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