mumford textos escogidos

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    Lewis Mumford:textos escogidos

    Ediciones Godot | Coleccin Exhumaciones

    prlogo y seleccin de

    daniel mundo

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    Lewis Mumford:

    textos escogidos

    Prlogo y seleccin

    Daniel Mundo

    Correccin

    Hernn Lpez Winne

    Diseo de tapa e interiores

    Vctor Malumin

    Ediciones Godot

    Coleccin Exhumacioneswww.edicionesgodot.com.aredicionesgodot@gmail.comBuenos Aires, Argentina, 2008

    Mumford, Lewis

    Lewis Mumford: Textos escogidos - 1a ed. -Buenos Aires : Ediciones Godot Argentina, 2009.224 p. : il. ; 20x13 cm.ISBN 978-987-1489-10-7

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    Tradicionalmente la tcnica fue concebida como

    un apndice del hombre que vena a subsanarsus falencias congnitas o a aminorar sus impo-sibilidades naturales: a diferencia de todo el reino animallos hombres debemos inventar un mundo artificial parapoder vivir. La tcnica y la lengua son los dispositivosque permiten tal construccin. Para un pensamientocentrado en la grandeza del hombre, en la exaltacin de

    sus cualidades incomparables (la solidaridad, la genero-sidad, la valenta, la duda existencial, la comprensin y lainterpretacin de lo vivido, etc.), no es descabellado pen-sar a la tcnica como un instrumento a su servicio, quede un modo racional y tico ste gobierna para su pro-pio beneficio y engrandecimiento. Ahora bien, la hora

    de este tipo de pensamiento y de esa manera de concebira la tcnica parece llegar a su fin. La obra de LewisMumford encarna el esfuerzo agnico por retardarlo1.

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    Prlogo

    daniel mundo

    1. Es significativo que el primer libro de Mumford haya sido una biogra-fa de H. Melville. Melville no slo fue uno de los escritores ms represen-

    tativos de la Norteamrica del siglo XIX; invent dos personajes que pordiversos motivos se convertiran en emblemas fcticos o contrafcticos delhombre moderno: Ahab, el capitn de Moby Dick, y el escribienteBartleby. Algo desmesurado como lo que representan estos personajes haytambin en la obra de Mumford.

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    La tarea que se propuso era titnica. Es verdad,sin embargo, que la generacin a la que perteneci

    Mumford fue la ltima para la que este tipo de pensa-miento an guardaba sentido. Mumford naci enQueens en 1895, vivi toda su vida en New Yorkcapital del siglo XX y muri en 1990. Cuando elpensamiento sobre la tcnica comenz a transformar-se, es decir, cuando la injerencia de la tcnica empeza tener una preeminencia por sobre los valores huma-nos, Mumford ya era un hombre formado. Aunquesus obras fueron de las mejores radiografas que se lehicieron, no iba a poder aceptar el creciente dominioque la tcnica ejercera sobre los deseos y pasiones delser humano. Que l abogara en defensa del hombre,que l an creyera que la tcnica es neutral y que

    depende del uso que se haga de ella la positividad onegatividad de sus efectos2, que siguiera planteando lanecesidad de darle fines y valores humanos a losinventos tcnicos, para no mencionar sus propuestasutpicas o superadoras, da cuenta de lo que cambi elmundo, el pensamiento y la tcnica en los ltimos cin-cuenta aos. Como casi siempre, y en el caso deMumford tambin, las respuestas son mucho menosiluminadoras que las preguntas de las que partieron.

    Por ejemplo: buena parte de su obra est dedi-cada a historiar y pensar la relacin entre la tcnica y

    8 Lewis Mumford

    2. Mumford responsabilizaba al capitalismo privado el haber hecho dela tcnica un dispositivo pernicioso para la sociedad. Esto no significa queMumford no haya defenestrado al colectivismo sovitico. Hoy parece evi-dente que la sociedad (salvo pocas excepciones) no tiene ninguna inten-cin de renunciar a ese capitalismo que la pierde.

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    la cultura y la formacin del ser humano, con el obje-tivo consciente o inconsciente de desnudar el mito que

    defiende la neutralidad de la tcnica. Es su humanismoempedernido el que no lo deja aceptar del todo lasumisin que sufre el hombre al aparato que l mismocre. Su anlisis de la sociedad moderna a ms desetenta aos sigue evidenciando, sin que debamos serespecialistas para verlo, el indeclinable proceso en elque an nosotros hemos sido moldeados. Su propues-ta para revertir este proceso y devolverle al hombre losprincipios orgnicos de los que nunca debi alejarse, sibien fueron efectivos en su vida pues sin dudaMumford vivi de acuerdo a ellos, hoy suenan aimpostura bienpensante. Son doblemente ineficaces:dejan al crtico cultural con el regocijo de haber hecho

    bien la tarea, sin necesidad de intervenir en la realidad.Cmo no vamos a defender sus consignas inclaudica-bles: Si hemos de salvarnos de la amenazadora cats-trofe de las funciones tcnicas, debemos restablecer laprimaca de la persona humana3!

    Pero a qu se refiere Mumford cuando men-ciona a la persona humana? He aqu su aliento anar-quista: un ser de iniciativas que tiene la capacidad dediscriminar y tomar decisiones, que puede y deseaautogobernarse y orientar su vida y elegir su estado denimo; seres que saben escuchar sus sueos y vivir enconsecuencia, y que luego de actuar son capaces decomprender lo que hicieron sin justificarse ni absol-

    verse, de interpretarlo y finalmente de reconciliarse

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    3. Arte y tcnica, Buenos Aires, Editorial Nueva Visin, 1958, p. 49.

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    con ello4. En la facultad de comprender encuentraMumford el rasgo tpico del ser humano:

    Si todos los inventos mecnicos delos ltimos cinco mil aos fueranborrados habra sin duda una catas-trfica prdida de vida, pero el hom-bre continuara siendo humano. Encambio, si desapareciese la facultad decomprender () el hombre se sumi-ra en un estado cercano a la parlisis,ms desvalido y brutal que el de cual-quier animal5.

    Quin no se amparara bajo la sombra de un

    ser humano como se? Sin embargo, lo que encontra-mos en nuestra vida cotidiana es algo muy distinto: unser mezquino, preocupado principal o nicamente porsu propio beneficio, que calcula sus entregas y lasdevoluciones, un ser impersonal y egosta. Mumford,para caracterizar a este nuevo homnculo, hablar delhombre posthistrico, un ser que slo sobrevivir si se

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    4. Mumford optaba por el mito de Orfeo antes que por el de Prometeo paraexplicar el connubio entre la tcnica y el hombre: por los smbolos y elcanto, antes que por el fuego, los hombres fueron capaces de reunirse,crear comunidad y amarse. Es por la lengua, no por la tcnica, que los

    hombres podemos prolongar e intensificar los instantes significativos denuestra vida; Mumford comprendi que su perpetuacin tcnica alpre-disponerlos como siempre-presentes les resta valor hasta volverlosinsignificantes.

    5. Man as Interpreter, Nueva York, Harcourt Brace and Company, 1950.

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    integra y adapta al extenuante y/o placentero ritmo dela mquina6. En qu consistir la preocupacin cen-

    tral de este nuevo ser? En el dominio de las energasnaturales y el dominio de la vida humana mediante laposesin de esas energas7. La explotacin de la natu-raleza y el dominio del yo integran junto con la con-quista de los nuevos espacios (antes de ayer, la coloni-zacin del Nuevo Mundo; para el imaginario en el queescribe Mumford, el alunizaje; hoy, la exploracin delespacio interior del cuerpo, el ADN, etc.) y la capaci-dad artificial de producir vida (la clonacin, la fertili-zacin tcnica, el proyecto Genoma Humano, etc.) losobjetivos patentes de la modernidad que an siguenvigentes. Lo que cay es su faz humanitaria, o mejor,humanista: lo que se desea conservar o mejorar ya no

    es el hombre, es la vida. Lo que sobrevivir pertenecea la biotcnica:

    Dentro de la cultura posthistrica lavida misma se reduce a lo predecible,el movimiento mecnicamente condi-cionado y regulado, habindose eli-minado todo elemento no calculable,es decir, creador8.

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    6. El concepto de hombre posthistrico Mumford lo toma del libro de su

    amigo Roderick Seidenberg que lo lleva por ttulo.

    7. El hombre posthistrico, en Las transformaciones del hombre, BuenosAires, Sur, 1960, p. 184.

    8. Op. Cit., p. 186.

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    El hombre posthistrico es un nihilista consu-mado. Puede sacrificar la memoria si con eso erradica

    de su vida el dolor; la esperanza, si con eso se salva delesfuerzo y el desencanto.Es comprensible el tono apocalptico que aqu

    asume la voz de Mumford. En el hombre posthistri-co o posmoderno se cumpliran los vaticinios msoscuros que el romanticismo de Mumford haba pre-sagiado: obediencia, conformismo, uniformidad,estandarizacin, impersonalidad, repeticin compulsi-va, rutina metdica. Lo peor, tal como lo ve Mumford,ni siquiera son estas conductas, que podran comple-mentarse con otras donde las cosas salvajes e indoma-bles se pondran en juego; es la complacencia y la feli-cidad con las que se consuman, como si no hubiera

    opcin, lo que las convierte en siniestras. Una raza deseres que come un pastiche gourmet, pero que ha olvi-dado que comer comida fue en otro tiempo un pla-cer. Si como lo recuerda Mumford, en su origen elconcepto de tcnica abarcaba tambin a la experienciaartstica, y supona un modo de vivir elegido, unaforma de vida creada e investida, en el modo de vidatcnico que impone la regimentacin social modernalo que se sacrifica es el plus o la diferencia entre loartstico y lo tcnico. Como un msico que tiene unabuena tcnica para interpretar una gran variedad deobras, pero al que le falta ese excedente audible que loconvierte en un artista. O al revs: cuando el arte apela

    a una tcnica arbitraria y caprichosa, con manchasarrojadas desde el pomo del leo, y el alcoholismoregurgita en el interior de ese ser-creador masificado yrepetitivo, lo que podr extraerse de all para iluminar

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    el futuro valdr como prueba documental. Un sntomade la enfermedad del presente. se era el presente neo-

    yorkino de Mumford.Mumford tuvo dos grandes flancos para acosara su presente: uno es este que venimos desplegando, enel que se contempla no slo lo creativo de la tcnica,no slo lo que la tcnica genera en contra mismo de susupuesto hacedor, sino tambin el poder destructivoque despierta la misma monomana tcnica. Por unlado como decanta por s solo al revisar a casi todoslos pensadores de ese momento histrico, el poderde la bomba atmica como la capacidad del gnerohumano de autodestruirse y hacer desaparecer todo loconocido. Por otro lado, partiendo del principio deque el poder creativo del ser humano debe necesaria-

    mente manifestarse, lo puede hacer de dos modos: deun modo positivo, con obras y construcciones; o de unmodo negativo, complacindose en la creacin nega-tiva, esto es, la destruccin9 o las desobras. Las van-guardias artsticas son una muestra de ello.

    Ahora bien, si bien es cierto que cada vez nostornamos ms bovinos, vulpinos y simiescos,Mumford no resiste la tentacin de darle otro final asus crticas profecas. La integracin mundial afir-ma es un hecho, y es un hecho que las condicioneslaborales estn cada vez ms facilitadas por la tcnica;el giro que hay que provocar en la cultura debe condu-cir al hombre de una economa de la adquisicin y el

    consumo compulsivo a una economa ldica, regio-

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    9. Op. Cit., p. 199.

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    nal y limitada. El ser humano deber hacer carne launidad orgnica entre l, la naturaleza y la tcnica: La

    principal tarea del hombre consiste hoy en crear unnuevo ser10. Pero la fisonoma que Mumford imaginapara ese ser proviene, como era de esperar, del pasado:un Sper Hombre generoso. Lo cierto es que, talcomo lo profetizaba oscuramente el mismo Mumfordcasi en contra de s mismo, ese nuevo ser es hoyy lo ser mucho ms maana un ensamblaje indis-tinguible o un hbrido de naturaleza-ser-humano-tc-nica. No son los viejos valores del humanismo los quehan primado.

    El otro flanco por el que Mumford aborda cr-ticamente a la poca Moderna consiste en pensar laorganizacin o (no) planificacin urbana que la carac-

    teriza, y que pululaba bajo sus propios ojos, en laNueva York que l am, por ejemplo. Mumford partede que el modelo urbano de la modernidad es la mega-lpolis, esa ciudad con millones de habitantes en lasque se asienta el poder monoplico del capitalismo,que slo se maneja con una economa monetarista yun tipo de financiacin basado en el crdito. Si bien laforma bsica de vida metropolitana consiste en el haci-namiento y el movimiento incesante de muchedum-

    14 Lewis Mumford

    10. Op. Cit., p. 206. Mumford recurre a los conceptos de Patrick Geddespara pensar la posible regionalizacin que en el futuro ordenar al pla-

    neta. Ver los captulos La estructura general de la civilizacin y Lapoltica del desarrollo regional de Las culturas de las ciudades, BuenosAires, Emec, 1945. El ltimo captulo es un anlisis del probable nuevoorden urbano afincando en una matriz social democrtica que integretodo el globo terrestre.

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    bres, los diversos estilos de vida que imperan en ellasfundan los estndares vitales que rigen como paradig-

    mas de la vida moderna: desde la limpieza del cuerpohasta la moda o el consumo cultural o el prestigiopecuniario, etc. La clsica dicotoma de la sociedad demasas que confunde masificacin e individualismo.

    Lo que caracteriza a las megalpolis modernases, bsicamente, su red de transportes: el sistema detransporte en sentido horizontal, tanto pblico comoprivado (ferrocarriles, planificacin de calles y sendaspeatonales, mnibus, subterrneos, carreteras, etc.),como el transporte en sentido vertical: los ascensores ylos edificios con ms de cuatro o cinco pisos. Porsupuesto que las transformaciones tcnicas intervienenen la vida de la ciudad: los medios de transporte o la

    canalizacin del agua, por ejemplo; pero lo que suelenestimular estos adelantos es precisamente lo que sevolvi el problema central de la urbe: la congestin,tanto de habitantes, pasajeros, automovilistas como deresiduos o informacin. Para Mumford slo algunosarquitectos clarividentes, como Frank Lloyd Wright,propusieron soluciones creativas, es decir, no-tcnicas,a los gravsimos problemas que asolan a estas ciudadesmonstruosas11. En la era de los funcionarios, los arqui-

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    11. Lo hace en las notas periodsticas que Mumford publicaba con asiduidaden The New Yorker, algunas de las cuales estn recopiladas en F. LloydWright y otros escritos, Buenos Aires, Ediciones Infinito, 1959; o La carretera

    y la ciudad, Buenos Aires, Emec, 1966. Las reflexiones cidas que Mumforddespliega sobre las planificaciones que se practican en las ciudades occiden-tales, y en particular las que se ejecutan en Nueva York, no pueden dejar deiluminar lo que se est produciendo en la Buenos Aires de principios del sigloXXI: la prosperidad econmica aniquila la vida en comn.

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    tectos y urbanistas perdieron de vista que lo que defi-ne a una ciudad no es el nmero sino su arte, su cultu-

    ra y su propsito poltico12.En La ciudad en la historia Mumford planteaque las megalpolis no son un invento moderno, puesen el pasado ya hubo algunos casos: Babilonia, Roma,etc. Estos casos son contados. Hoy, en cambio, abun-dan en todo el globo terrestre. Ahora bien, hay otrotipo de ciudad que la modernidad an no conoce, alque Mumford le da el nombre necrpolis: la RomaImperial es el ejemplo. En determinado momento lamegalpolis implosiona. Las prcticas de entreteni-miento masivo (desde la lucha de gladiadores hasta elindiscriminado uso de los aparatos de televisin), laconcentracin de la riqueza, lo fastuoso de los monu-

    mentos, la estandarizacin del gusto producida por lapublicidad y el periodismo, los sistemas de distribu-cin energtica, el apelotonamiento de la poblacin,las vas de comunicacin, etc., terminarn funcionan-do a espaldas de las necesidades y deseos autntica-mente humanos, y la ciudad, as, entrar casi sin adver-tirlo en su proceso de decadencia y muerte. Mumfordapuesta que la iniciativa humana sabr prever esto yhabr trasladado al hombre a otro rincn del mundodonde ya est construyendo su nueva morada, y elnuevo estilo de vida que esta morada habilita. Un temaque Mumford tambin lleg a prever es qu sucedercuando no haya rincn del planeta que no est ya

    colonizado y planificado.

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    12. La ciudad en la historia, Buenos Aires, EdicionesInfinito, 1979, p. 158.

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    Sin embargo, por ahora, uno de los ms gravesproblemas creados por la tcnica moderna en lo que

    respecta a la vida urbana, y que la afecta para siem-pre, es para Mumford el automvil. Desde ciudadescuya prioridad es la circulacin de los automvilespara favorecer la cual, por ejemplo, se distribuyenen los accesos a la ciudad playas de estacionamientointentando administrar el trfico, o se construyenautopistas que la atraviesan en lo alto, hasta ciuda-des planificadas in vitro, como Los ngeles, parahabitantes que no desean ni caminar ni utilizar elservicio pblico de transporte. De algn modo todala naturaleza termin sometida sirviendo al autom-vil. Mumford, a mediados del siglo, se alarmaba alcomprobar que el automvil, fetiche o smbolo de la

    vida norteamericana, ya formaba parte de la vidaeuropea. Lo que lo sosegaba era que el automvileuropeo renunci a la fastuosidad que el norteame-ricano deposita en el tamao. No es el primero encomprender que ese medio de locomocin indivi-dual convierte a las calles en simples lugares de pasa-je, y que altera los nervios y obliga tanto a conduc-tores como a peatones a un grado de atencin queningn otro medio de comunicacin supone. Losargentinos nos enorgullecemos por los automvilesque poseemos. La cantidad de autos a estrenar ven-didos en un mes representa para nosotros un ndicede prosperidad o de crisis econmica.

    No es de extraar que en un mundo de funcio-narios y especialistas donde las obras semejan infor-mes, y los pensamientos, papers la figura deMumford llame la atencin. Perteneci a la ltima o a

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    la penltima generacin para la que el saber no estabacompartimentado en claustros ni encerrado en

    Academias, as como lo creador del arte no dependade su valuacin en el mercado. Por ello Mumford ape-laba an al pensamiento, a la comprensin y a la expe-riencia artstica. Su obra es demasiado amena y vastacomo para suponer que una antologa de sus trabajosalcanza para conocerla. Espero que sta sirva comouna simple invitacin para leer alguno de sus libros,que an se consiguen en las libreras de viejo deBuenos Aires. Yo releo a Mumford y remedo ese gestosuyo de aferrarse a la mano del ser humano, aunquepocos como l vieron venir la avalancha que lo arrasa-ra. No poda abandonar al hombre as como Ahab noera capaz de deshacerse de su presa o vctima; o

    Bartleby, de desactivar su impotencia.

    Agosto 2008

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    preparacin culturaldel l ibro tcn ica y c iv il iac in

    I. Mquinas, obras tiles y la mquina

    Durante el siglo pasado la mquina automti-ca o semiautomtica lleg a ocupar un lugarimportante en nuestra rutina cotidiana, y

    hemos propendido a atribuir al instrumento fsicomismo todo el complejo de costumbres y mtodos quelo crearon y acompaaron. Casi sin excepcin, cuando

    se ha examinado el problema tecnolgico, desde Marxen adelante, se ha tratado de hacer resaltar el papeldesempeado por las partes mviles y activas de nues-tro equipo industrial y se ha prestado poca atencin aotros elementos, igualmente importantes, de nuestraherencia tcnica.

    Qu es una mquina? Fuera de las mquinas

    sencillas de la mecnica clsica: el plano inclinado, lapolea, etc., la cuestin de ninguna manera es clara.Muchos de los escritores que han estudiado la era de lamquina han tratado a la mquina como si fuera unfenmeno muy reciente y como si la tecnologa de laartesana slo hubiera empleado herramientas para

    transformar el contorno. Esas preconcepciones no tie-nen base alguna. Cuando menos, durante los ltimostres mil aos las mquinas han constituido una parteesencial de nuestra antigua herencia tcnica. Sigue

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    considerndose clsica la definicin que ha hechoReuleaux de la mquina: Una mquina es una combi-

    nacin de cuerpos resistentes dispuestos en forma talcomo para que, mediante ellos, las fuerzas mecnicasde la naturaleza puedan ser obligadas a hacer trabajoacompaadas por ciertos movimientos determinados.Esta definicin no nos lleva muy lejos. Su importanciase debe a que se trata de la definicin dada por el pri-mer gran morflogo de las mquinas, porque hacecaso omiso de las grandes mquinas que funcionanmediante la ayuda del hombre.

    El origen de las mquinas se basa en un com-plejo de agentes no orgnicos destinados a conver-tir la energa, a hacer trabajo, a dilatar las capacida-des mecnicas o sensorias del cuerpo humano o a

    someter a un orden mensurable y a la regularidadlos procesos de la vida. El autmata es la ltima fasede un proceso que comenz con el uso de una uotra parte del cuerpo humano como instrumento.Detrs del desarrollo de los instrumentos y de lasmquinas est la tentativa de modificar el medio deuna manera que permita fortificar y sostener elorganismo humano: el esfuerzo consiste ya enextender los poderes del organismo (en otro senti-do inerme) o en crear fuera del cuerpo una serie decondiciones ms favorables para mantener su equi-librio y asegurar su supervivencia. En lugar de unaadaptacin fisiolgica al fro, tal como el crecimien-

    to del pelo o la costumbre del inverne, existe unaadaptacin ambiental, tal como la que se lleva acabo cuando el hombre recubre su cuerpo conropas o construye viviendas.

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    El distingo esencial entre una mquina y unaherramienta estriba en el grado de independencia de la

    operacin y de la habilidad y la fuerza motriz del ope-rador: la herramienta se presta a la manipulacin, lamquina a la accin automtica. El grado de comple-jidad no tiene importancia, pues, al usar la herramien-ta, la mano humana y el ojo llevan a cabo accionescomplicadas que son equivalentes, en lo que atae a lafuncin, a una mquina eficiente, mientras que, porotra parte, existen mquinas altamente eficientes comoel martinete, que ejecuta tareas muy simples con ayu-da de un mecanismo relativamente sencillo. La dife-rencia entre las herramientas y las mquinas consiste,ante todo, en el grado de automatismo que hayan al-canzado: en el uso de una herramienta el hombre hbil

    llega a adquirir ms exactitud, ms automatismo; enotras palabras, se mecaniza, a medida que sus movi-mientos originalmente voluntarios se convierten en re-flejos, y por otra parte, aun en la ms completa de lasmquinas automticas, debe intervenir, en algunaparte, al comienzo y al final del proceso, primero en eldiseo original, y finalmente en la capacidad para solu-cionar defectos y para hacer reparaciones, la participa-cin consciente del agente humano.

    Adems, entre la herramienta y la mquina exis-te otra clase de objetos, la mquina-herramienta: porejemplo, el torno o el taladro donde se combinan laexactitud de la mquina ms delicada y la atencin del

    trabajador hbil. Cuando se agrega a ese complejo me-cnico un aporte de energa externa, la lnea divisoria esan ms difcil de establecer. En general, la mquinahace resaltar la especializacin de la funcin, en tanto

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    que la herramienta indica flexibilidad: un cepillo mec-nico lleva a cabo una sola operacin, en tanto que se

    puede usar un cuchillo para tallar madera, cortarla, opara abrir una cerradura. Por lo tanto, la mquina auto-mtica es una forma muy especializada de adaptacin;implica la nocin de un aporte externo de energa, unainterrelacin ms o menos complicada de las partes yuna forma limitada de actividad. Desde el comienzo, lamquina fue una especie de organismo secundario des-tinado a llevar a cabo una sola serie de funciones.

    Junto con todos esos elementos dinmicos de latecnologa existe otra serie, de carcter ms esttico,pero cuya funcin es igualmente importante. Mientrasque el incremento de las mquinas es el hecho tcnicoms patente de los ltimos mil aos, la mquina, en la

    forma del dispositivo primitivo para hacer fuego y larueda del alfarero, ha existido cuando menos desde lostiempos neolticos. Durante el primer perodo, algunasde las adaptaciones ms efectivas del contorno fueronllevadas a cabo no como consecuencia de la invencinde mquinas, sino de la invencin, igualmente admira-ble, de utensilios, aparatos y obras tiles. El cesto re-presenta los primeros; la tina para teir y el horno parahacer ladrillos representan los segundos, y losacueductos, los diques, los caminos y los edificios per-tenecen al tercer grupo. El perodo moderno, por lti-mo, nos ha dado la obra til que distribuye energa, talcomo las vas del ferrocarril o la lnea de transmisin

    elctrica, las cuales slo pueden desempear funcionescon la intervencin de motores mecnicos. Mientrasque las herramientas y las mquinas transforman elmedio cambiando la forma y la ubicacin de los obje-