murray bookchin libertad y necesidad en la naturaleza problemas de etica ecologica.a4

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LaBiblioteca Anarquista Anti-Copyright 17 de agosto de 2014 Murray Bookchin Libertad y necesidad en la Naturaleza: Problemas de ética ecológica 1986 “Libertad y necesidad en la Naturaleza: Problemas de ética ecológica”(original disponible en dwardmac.pitzer.edu), apareció por primera vez en Alternatives”, vol. 13, no.4(Nov. 1986); fue reeditado como parte de la colección de ensayos compilados por Murray Bookchin en e Philosophy of Social Ecology: Essays on Dialectical Naturalism”(1990y1994). Sin que haya registró traducciones previas al español. Aparte del presenteartículo, el antes mentado volumen se compone de los siguientes ensayos individuales: Hacia una Filosoa de la Naturaleza: bases para una ética ecológica; Libertad y necesidad en la Naturaleza: Problemas de ética ecológica; Pensando ecológicamente: Una aproximación dialéctica; Historia, Civilización y Progreso: esbozo para una crítica delrelativismo moderno (agregado en la 2da ed.). Difusora Virtual Libertad Murray Bookchin Libertad y necesidad en la Naturaleza: Problemas de ética ecológica 1986

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Anarquismo, Ecoogia social

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  • La Biblioteca AnarquistaAnti-Copyright17 de agosto de 2014

    Murray BookchinLibertad y necesidad en la Naturaleza: Problemas de tica ecolgica

    1986

    Libertad y necesidad en la Naturaleza: Problemas de tica ecolgica (originaldisponible en dwardmac.pitzer.edu), apareci por primera vez en Alternatives, vol.13, no. 4 (Nov. 1986); fue reeditado como parte de la coleccin de ensayos compiladospor Murray Bookchin en The Philosophy of Social Ecology: Essays on DialecticalNaturalism(1990 y 1994). Sin que haya registr traducciones previas al espaol.

    Aparte del presente artculo, el antes mentado volumen se compone de los siguientesensayos individuales: Hacia una Filosofa de la Naturaleza: bases para una ticaecolgica; Libertad y necesidad en la Naturaleza: Problemas de tica ecolgica;Pensando ecolgicamente: Una aproximacin dialctica; Historia, Civilizacin y

    Progreso: esbozo para una crtica del relativismo moderno (agregado en la 2da ed.).Difusora Virtual Libertad

    Murray Bookchin

    Libertad y necesidad en laNaturaleza: Problemas

    de tica ecolgica

    1986

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    la civilizacin, sino tambin por la de aquellos hombres y mujeresenojados, que nos han dejado un legado de libertad. El legado de lalibertad y el legado de la dominacin han sido mezclados hasta ahoraen una dialctica que los define mutuamente y afecta el horizonte deambos, un horizonte compartido en el cual libertad y dominacin estnmutuamente entremezcladas. Si queremos rescatarnos de los efectos de lahomogenizacin de la sociedad de mercado, es necesario que la historia,esa menguante memoria de la humanidad, sea rescatada de esta sociedadcontaminada y de su simplificacin del pasado; un proceso que ya ha idodemasiado lejos dentro del marxismo, el liberalismo y la cultura pop.

    Ms que nunca antes en el pasado, los dos legados deben ser separadosuno del otro y puestos en oposicin el uno al otro. La prdida del legadode la libertad y de las lecciones que imparte a futuras luchas por lalibertad, producir resultados irreparables porque habremos perdidono slo nuestro sentido natural de desarrollo y de la evolucin gradadaque origino a la sociedad. Adems quedaramos completamente inmersosen un concepto de lo social que no tiene pasado ms all del presente,ni tiene futuro ms all de la extrapolacin del presente en los aos porvenir. La idea de que no puede haber un cambio fundamental y cualitativoen la poca actual se habr perdido en un conocimiento que es eternoen todos los aspectos, pero que es expansin y contraccin cuantitativa.

    Murray Bookchin

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    de las sociedades domstica y civil es posible o deseable. Ms bien, encualquier sentido racional, el futuro depende del desarrollo de una socie-dad ecolgica que integre las virtudes de la vida domstica y civil en unanueva, balanceada y moral organizacin social; una organizacin socialque trascienda ambos, pasado y presente.

    5. Conclusin

    Conocer el mundo que hemos perdido, por usar las palabras dePeter Laslett, es depositar la base para la esperanza y la reconstruccinsocial; de hecho, establecer los criterios dibujados por el pasado nosprovee con las coordenadas para un futuro armonioso. La fecundidady potencialidad para la libertad que la variedad y la complejidad traena la evolucin natural, de hecho, que surgen de la evolucin natural,puede decirse para aplicarse a la evolucin social y el desarrollo psquico.Cuanto ms diversificada es una sociedad y su vida psquica, una mscreativa y mayor oportunidad para la libertad es posible que ofrezca noslo en trminos de nuevas opciones que se abren a los seres humanos,sino tambin en el sentido de un fundamento social ms rico creadopor la diversidad y la complejidad. Como en la evolucin natural, astambin en la evolucin social debemos ir ms all de la imagen de quela diversidad y la complejidad rinden una mayor estabilidad afirmacintpica que los ecologistas hacen de las dos y enfatizar que ellas generanms creatividad y libertad.

    La terrible tragedia de la poca social presente es no slo que estamoscontaminando el medioambiente, sino que tambin estamos simplifican-do las eco-comunidades naturales, las relaciones sociales, e incluso lapsique humana. La pulverizacin del mundo natural est siendo seguidapor la pulverizacin del mundo social y psicolgico. En este sentido, laconversin del suelo en arena en agricultura puede decirse, en un sentidometafrico, aplicado a la sociedad y el espritu humano. El mayor riesgoque enfrentamos, aparte de la aniquilacin nuclear, es la homogeneiza-cin del mundo por una sociedad de mercado y su objetivacin de todaslas relaciones y experiencias humanas.

    S la historia es un sangriento matadero, por usar la expresin deHegel; est cubierto no slo por la sangre de las inocentes vctimas de

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    ndice general

    1. Superando el dualismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72. La evolucin participativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103. tica Ecolgica: un fundamento objetivo . . . . . . . . . . . . . . 164. La Sociedad Ecolgica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275. Conclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30

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    Digo hogar en el sentido de un lugar querido incrementado por latradicin, el pasado impreso, las generaciones ya sidas a las cuales toda-va pertenecemos; una remembranza personal de nuestros orgenes y denuestro desarrollo individual, las cosas palpables de las que conformamosnuestra biografa, la lealtad a una tierra y a la comunidad que la rodea, ladedicacin a la preservacin de su unicidad y significado para nosotros.Todos estos sentimientos tienen todava que ser plenamente incorpora-dos dentro del esplndido trabajo de los bio-regionalistas, quienes clamanpor un sentido de regionalidad en trminos de las cuencas hidrogrficasy la flora y fauna, con las que compartimos una zona determinada.

    Hoy en da, lo que errneamente llamamos hogar no es un lugar, sinouna residencia que frecuentemente es tan transitoria como las mercan-cas baratas que circulan a travs de nuestras vidas y como los trabajosque tentativamente ocupamos como peldaos, mientras escalamos en laescalera laboral. El hogar tradicional ecolgico al que he aludido era engran medida creado por la mujer aunque no sin la opresin y los insul-tos que el hombre infringi sobre ella. All ella ocup un rol indispensablecomo dadora de vida, continuidad y cuidado. S nos hallamos, hoy en da,sin hogar es menos por causa de que hayamos perdido nuestra aperturaal Ser como dira Heidegger, que porque hemos degradado a la mujer yal hogar; reducindola a ella a una ama de casa y reduciendo el hogara un rancho-casa de plstico en un suburbio saneado.

    El mundo domestico todava permanece como la fuente inmediatapara el surgimiento de la humanidad de la naturaleza en la sociedad;de hecho, es el dominio que incluye ambos y los enfrenta dentro de uncontinuum orgnico, sin perder la integridad de ninguno. El intento dela sociedad civil del hombre por subordinar completamente el mundodomestico por reducir a la mujer a su lugar en la cocina no sloviolenta el medio para que los individuos surjan dentro de la sociedad;preserva el dualismo cartesiano que ha sido usado no solamente paraprocurar el dominio de la naturaleza, sino el dominio del ser humanopor el ser humano particularmente de la mujer por el hombre.

    En nuestro tiempo, estamos siendo testigos de la completa mercan-tilizacin de los remanentes de nuestros mundos domstico y civil, sureduccin a un simple mundo de cosas en el cual una economa de merca-do amenaza con volverse una sociedad demercado. Ninguna restauracin

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    un punto de vista ecolgico afirma su existencia y en el mismo acto derechazo se expresa mediante la venganza, el reclamo de la naturalezapor haber sido un dejada fuera de nuestro desarrollo social.

    Finalmente, el reconocimiento de que la naturaleza es el reino de lalibertad potencial que surge dentro de la sociedad como dominio de lalibertad autentica, genera una cuestin de importancia para las teoras so-bre el surgimiento de la sociedad, particularmente desde una perspectivafeminista.

    El mundo domestico de la mujer ha sido deshonrado y tratado pobre-mente por el mundo civil del hombre. Desde los das de Aristteles hastahace muy poco tiempo, el mundo domestico ha sido visto como poco msque el dominio privado de la necesidad biolgica, que existe exclusiva-mente para satisfacer la necesidad animal de los machos por comida,abrigo, reproduccin y renovacin fsica. El mundo civil del hombre, encambio, ha sido tradicionalmente contrapuesto al mundo domestico delas hembras, como el reino de la cultura, la consociacin racional y lalibertad.

    Esta dualidad ha generado la dificultad para ver la esfera domesticade la mujer, una vez autentico centro de la sociedad tribal, como cunade la sociedad en s misma; la importantsima fase dnde lo biolgico estrasmutado cada da en social y lo natural en lo cultural ms por proce-so de integracin, que por sustitucin. Aqu la dualidad entre biologay sociedad, o entre naturaleza y cultura no slo es superada: los mun-dos sociales y culturales son literalmente formados de las necesidadesbiolgicas de cuidado y consociacin institucionalizada.

    El continuum gradado entre la naturaleza y la sociedad es entoncesllenado procesualmente por la mediacin del dominio domestico de lamujer y el misterio que produce la sociedad como el salto disipado.Antropolgicamente, el mundo domestico de la mujer fue no slo la are-na de la socializacin de los jvenes en una comunidad permanente yorganizada en la cual l/la individuo/a adquieren su identidad y satisfacesus necesidades emocionales (necesidades que fueron formadas e incre-mentadas por la esfera domestica); tambin fue el hogar en el sentidoecolgico de que hombre y mujer, joven y viejo, formaron el medioam-biente para su sentido de lugar en el mundo y en la eco-comunidad enla cual ellos/as vivieron.

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    Una de las ideas mejor atrincheradas en el pensamiento occidentales la nocin de que la naturaleza es el reino de la cruda necesidad, undominio de legalidad implacable y compulsin. Desde esta perspecti-va fundamental, surgen dos extremos y/o actitudes. O la humanidaddebe rendirse con religiosa, ms actualmente, ecolgica humildad alos dictados de la ley natural y ocupar su abyecto lugar lado a ladocon las humildes hormigas a las cuales arrogantemente pisotea; odebe conquistar la naturaleza con su tecnologa y su astucia mentaluna empresa, permtanme agregar, que puede tranquilamente incluirla subyugacin de humanos por humanos en un proyecto compartidopor finalmente liberar a toda la humanidad de la compulsin de lanecesidad natural.

    Este quietismo cuasi religioso, tipificado por algunas escuelas de antihumanismo y socio-biologa, y el activismo ms convencional, tipifica-do por la imagen liberal y la marxista de una humanidad omniscientedesafiantemente lanzada a una postura prometeica, frecuentemente seinterpenetran una a otra con resultados quijotescos. La ciencia modernainconscientemente hecha un manto tico sobre s a pesar de todas susafirmaciones de una objetividad libre de valores, cuando se compro-mete a s misma con un concepto de la naturaleza como comprensible,como ordenada en el sentido de que las leyes de la naturaleza soncausalmente inquebrantables y por tanto necesarias.1

    Los griegos vieron esta estructura ordenada del mundo natural comoevidencia de una racionalidad inherente a la naturaleza, de la existenciade un nous o logos, que produce una subjetiva, sino espiritual, presenciaen los fenmenos naturales como todo. Slo con un mnimo cambio en elnfasis, esta misma nocin de una naturaleza ordenada puede tambinconducir a la sombra conclusin de que la libertad es el reconocimientode la necesidad (por usar la reformulacin que Frederick Engels haceen el Anti-Dhring de la definicin de Hegel). En este caso ms tardo, lalibertad sutilmente se convierte en su opuesto: la mera conciencia de loque podemos y no podemos hacer.

    1 Caractersticamente, uno de los pensamientos del pattico argumento adelantado por elpsicoanlisis de una dimensin inherente (lase: natural) de la psique humana que esguiada solamente por el inters propio y el impulso por la gratificacin inmediata, loscuales la educacin y la civilizacin redirigen hacia fines creativos.

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    Tal visin internalizada de la libertad, como sujeta a los altos dictadosdel Espritu (Hegel) o la Historia (Marx), no slo sirvi a Luteroen su ruptura con la jerarqua eclesistica; provey a Stalin con la justi-ficacin ideolgica para sus excesos bajo el nombre del materialismodialctico y su brutal industrializacin de Rusia bajo la gida de lasleyes desarrollo natural de la sociedad. Tambin condujo directamentea la nocin skinnerana de un mundo determinado ordenadamente en elcual el comportamiento humano es reducible a meras respuestas a losestmulos externos o internos.

    Dejando estos extremos de lado, la sabidura convencional occidentalcontinua viendo a la naturaleza como el reino de la necesidad mo-ralmente, tanto como materialmente que constituye un reto para lasupervivencia y el bienestar de la humanidad. A pesar de la considerableherencia intelectual que incluye ambos, pensadores distpicos como Hob-bes o utpicos como Marx, las mismas autodefiniciones de las mayoresdisciplinas personifican esta tensin, de hecho, este conflicto.

    La Economa ha sido forzada en el crisol del determinismo, inclusouna naturaleza tacaa que opone la escasez de recursos a las ilimi-tadas necesidades de la humanidad. La Sociologa ha sido llevada por lanecesidad de explicar el surgimiento del hombre racional de la ani-malidad bruta, un proyecto que contina esperando su cumplimientoen una sociedad racional que presumiblemente suceder a un mundo na-tural sin sentido desde el cual las irracionalidades contemporneas sedice que surgen. La Psicologa, ciertamente en sus formas psicoanalticas,y la Pedagoga tensan la importancia de controlar la naturaleza internahumana con el agregado de que la sublimacin de la energa individualencontrar expresin en la subyugacin de su naturaleza externa.

    Teoras del trabajo, la sociedad, el comportamiento e incluso la se-xualidad, giran alrededor de la imagen de una naturaleza deterministaque debe ser manipulada en algn sentido para servir a los fines huma-nos presumiblemente segn la vieja teora de que lo que es humanoes racional per se y que lo que es natural es irracional y carecede cualquier elemento de eleccin o libertad. Ni la filosofa de la natu-raleza ha mantenido menos esta imagen determinista. De hecho, msfrecuentemente que no, ha servido como justificacin ideolgica para

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    otra. Ms bien, la ecologa social trata de recuperar los atributos distin-tivos de ambas, en un continuum que da lugar a una tica substantiva,uniendo lo social a lo ecolgico sin negar la integridad de cada uno.

    4. La Sociedad Ecolgica

    La vida debe ser nuevamente retornada a la Vida vvidamente, expre-sivamente, activamente no por la retirada dentro del animismo pasivode la humanidad temprana, ni mucho menos por la materia inerte dela mecnica newtoniana. La sociedad debe recobrar la plasticidad de loorgnico en el sentido de que cada dimensin de la experiencia debeinfundirse con la vitalidad de la vida y una sensibilidad ecolgica. Hacetoda la diferencia del mundo s cultivamos comida, por ejemplo, con lafinalidad de mantener el suelo tanto como nuestro bienestar fsico. En lamedida en que la agricultura es cultura, la diferencia en nuestros mtodose intenciones no es menos cultural que la composicin de un libro deingeniera. Todava en el primer caso, nuestras intenciones estn confor-madas por una sensibilidad ecolgica; mientras que en el segundo, porconsideraciones econmicas en el mejor caso y por avaricia en el peor.As, . . . 12; en la produccin de objetos. Hace toda la diferencia, s losartesanos trabajan a lo largo de la veta de los materiales sobre los cualesejercen sus poderes creativos o s los deforman con la intencin servir alos fines de la produccin en masa. En estos ejemplos, nuestra eleccin eso ecolgica, o econmica; y en ambos casos est profundamente influen-ciada por las instituciones sociales. De ah la inseparabilidad de lo socialde lo ecolgico. De hecho, nuestra eleccin ese ejercicio primario de lalibertad va a ser entre una eco-comunidad o una comunidad mercado;entre una sociedad infundida de vida, o una sociedad infundida por laganancia.

    Es suficiente reconocer que la naturaleza, concebida como el domi-nio de la libertad potencial, es bsicamente parte de esa eleccin parademostrar que una sensibilidad ecolgica es siempre social y que unpunto de vista social es siempre, al menos implcitamente, un punto devista ecolgico. Cualquiera sea nuestra eleccin, incluso la negacin de

    12 En la versin usada para esta traduccin esta parte del texto est perdida (n. del t.).

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    con la naturaleza, no uno destructivo. Una eco-tecnologa es una tecno-loga moral. Hay una dimensin profundamente tica en el intento deaproximar el suelo, la flora y la fauna (o lo que pulcramente llamamos lacadena de alimentos) a nuestras vidas, no slo como una fuente sana decomida, sino como parte de un extenso movimiento en el cual el consumoes un proceso no menos creativo que la produccin originndose en elsuelo y retornando a l de manera enriquecida, el total de los componen-tes de los que se produjo el ciclo de la comida. Ac, el consumo va msall del puro dominio econmico de la relacin compradorvendedor; dehecho, ms all del mero dominio material de la sustancia y entra en eldominio ecolgico como un modo de incrementar la fecundidad de unaeco-comunidad. Una tecnologa ecolgica para el consumo no menosque para la produccin sirve para incrementar la complejidad, no parasimplificarla, como es el caso de la tcnica moderna.

    Por la misma razn, una tica ecolgica no puede estar divorciada deuna poltica de la participacin, una poltica que fomenta el auto-empode-ramiento, ms bien que el empoderamiento del estado. Tal poltica debevolverse una verdadera poltica comunal, orgnica en el sentido de quela participacin poltica es literalmente protoplasmtica y comunal porasambleas, discusiones cara-a-cara que son reforzadas por la veracidaddel lenguaje corporal, tanto como por el razonamiento del proceso deldiscurso. La tica poltica que se sigue de estos fundamentos deberacrear una comunidad moral, no slo una eficiente; una comunidad eco-lgica, y no slo una contractual; una prctica social que incrementala diversidad, no slo una poltica cultural que invita a la participacinpblica ms amplia.

    Dentro de este nexo de ideas, compromisos y sensibilidades, la libertadhumana puede ponerse al servicio de la fecundidad natural; una sociedadparticipativa al servicio de complejas e interactivas eco-comunidades;poblaciones creativas al servicio de comunidades orgnicas, y la mente alservicio de una naturaleza ms subjetivizada. El decir que la naturalezapermanece en la humanidad, tanto como la humanidad permanece en lanaturaleza es expresar la necesidad por una relacin altamente recprocaentre las dos; en vez de una estructurada alrededor de la subordinaciny la dominacin. Ni la sociedad ni la naturaleza, se disuelven la una en la

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    una sociedad jerrquica, modelada sobre la estructura jerarquizada delorden natural.

    Esta imagen y sus implicaciones sociales, generalmente asociadas conAristteles, contina viviendo en nuestra mente como una justificacincsmica para la dominacin en general en sus formas ms nocivas,para la discriminacin racial y sexual y para la inescrupulosa extermi-nacin de pueblos enteros, en la variante de sus peores pesadillas. Estoha sido elevado al nivel de llamado moral al hombre que emerge deeste inmenso aparato ideolgico como un ser ms all de la naturaleza,una criatura a quien el Espritu o Dios le ha conferido una cualidadtrascendental y la misin de gobernar un universo ordenado que tienesu inicio en un mundo supranatural.

    1. Superando el dualismo

    Para superar el problema del conflicto entre necesidad y libertad b-sicamente, entre naturaleza y sociedad debemos ir ms all de construirpuentes entre las dos, tales como encontrar sistemas de valores que estnbasados nicamente en actitudes utilitarias hacia el mundo natural. El ar-gumento de que nuestro abuso de la naturaleza subvierte las condicionesnaturales para nuestra propia supervivencia, aunque ciertamente verda-dero, es groseramente instrumental. Asume que nuestra preocupacinpor el resto de la naturaleza descansa sobre nuestro inters propio, msque sobre el sentimiento de una comunidad de la vida de la que somosparte, aunque de una forma nica y distintiva.

    Dado tal argumento, nuestra relacin con la naturaleza no es ni mejorni peor que el xito con el cual saqueamos el mundo natural sin lastimar-nos a nosotros mismos. Este una autorizacin para explotar el mundonatural siempre que podamos encontrar sustitutos viables o adecuadospara las formas de vidas existentes y para relaciones ecolgicas, tan sin-tticas, simples, o mecnicas como ellas pueden ser. El tiempo nos hamostrado que es precisamente esta perspectiva la que ha jugado un rolprincipal en la presente crisis ecolgica, una crisis que resulta no slode las disfunciones fsicas sino tambin de un serio degeneramiento denuestras sensibilidades ticas y biticas.

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    En cualquier caso, la construccin de puentes preserva un dualismoque trabaja con la divisin naturaleza/sociedad pero que presumiblemen-te se reconcilia en su estructura, simplemente por medio del puenteode los golfos que dan cuenta de la divisin entre los mundos natural ysocial. Esta clase de pensamiento mecnico tambin genera divisionesentre el cuerpo y la mente, la realidad y el pensamiento, el objeto y elsujeto, el pas y la ciudad, y, finalmente, la sociedad y el individuo. No esuna arbitrariedad es decir que el primer cisma entre naturaleza y huma-nidad, un cisma que puede tener su fuente original en la subordinacinjerrquica de la mujer al hombre, a nutrido de divisiones nuestra vidacotidiana tanto como nuestra sensibilidad teortica.

    Superar estos dualismos simplemente por la reduccin de uno de loselementos de la dualidad al otro no es una falacia menos seria. La uni-versal noche en la cual todas las vacas son negras, para usar una frasede la Fenomenologa Del Espritu de Hegel, compra unidad a expensasde la variedad real y las diferencias cualitativas que nos rodean y quenutren el pensamiento creativo. Tal reduccionismo conduce a un crudoespiritualismo mecanicista que es simplemente la contraparte de un ma-terialismo mecanicista prevaleciente. En ambos casos, la necesidad deuna interpretacin matizada de los fenmenos complejos que toman lasdelicadas distinciones y gradaciones en cuenta en cualquier explicacindel desarrollo, es un sacrificio a un dualismo simplista que desecha lanecesidad para enfatizar las fases que conducen a cualquier progreso. Al-ternativamente, abraza una igualmente simplista unicidad que aplastael inmenso bien de la diferencia de la cual el presente de la biosfera esheredera la rica, fecunda e interconectada de la cual se constituye lahechura de nuestra evolucin y que contina preservada en casi todoslos fenmenos existentes.

    Es sorprendente que la ecologa, una de las ms orgnicas de nuestrasdisciplinas contemporneas, carece ella misma de formas orgnicas depensamiento. Me refiero a la necesidad de derivar internamente la dife-rencia de uno a otro, de lo pleno a lo germinal, los ms complejo de losms simple brevemente, el pensar biolgicamente, no solamente el de-ducir conclusiones de hiptesis en una forma tpicamente matemtica,o simplemente contabilizar y clasificar hechos. Sea como eclogos ocomo contadores, hemos tendido a compartir el mismo modo de razonar

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    mucho ms que la historia de la mente puede disolverse en la epistemo-loga ahistrica de Kant. Todo lo contrario: lo social y lo cultural puedenser vistos como derivaciones ecolgicas, cmo las casas de los hombresy los hogares de las mujeres en las comunidades tribales tan claramenteindican.11 La relacin tambin puede verse como acumulativa de un lado,mientras continua siendo altamente original y creativa en su derechopropio. Quizs ms significativamente, lo social y lo cultural puedenser vistos como una derivacin y acumulacin, en trminos de unanaturaleza definible como reino de la libertad y la subjetividad, aun sindejar de ser la ms auto-consciente y auto-reflexiva expresin de esedesarrollo natural.

    Aqu yace la base para una tica ecolgica de la libertad que provee unadireccionalidad objetiva a la empresa humana. No tenemos la necesidadde degradar la naturaleza o la sociedad en un crudo biologismo, de un lado,o un crudo dualismo, del otro. Una diversidad que nutre la libertad, unainteractividad que aumenta la participacin, una totalidad que fomenta lacreatividad, una comunidad que fortalece la individualidad, una crecientesubjetividad que genera la razn todos ellos desiderata que proveenel suelo para una tica objetiva. Ellos tambin son, los principios realesde cualquier evolucin graduada, una que no slo se traduce en que elpasado es explicable, sino tambin que el futuro es significativo.

    Una tica ecolgica no puede estar divorciada de una tcnica que ar-monice nuestra relacin con la naturaleza un metabolismo creativo

    11 La naturaleza insidiosa de expresiones como el lugar de la mujer en la divisin deltrabajo es vista como la negacin implcita, en esos trminos, de la contribucin delas mujeres en la produccin de cultura humana. Cundo la cultura y el desarrollo dela mujer a lo largo de las lneas de la sororidad es reducida al trabajo o incluso, msgenerosamente, a la economa toda la problemtica del desarrollo cultural se vuelvesegura y saneada, por no decir liberalizada y marxificada [Marxified]. Ya no tenemos msque preocuparnos por el rol temprano que las culturas sororales jugaron en la historia, delas alternativas que ellas abrieron al surgimiento de una civilizacin guerrera orientadapor los varones, del terrible rol que esta civilizacin ha jugado en la historia (tantonatural como social), y de las susceptibilidades introducidas. El lugar de las mujeres enla divisin del trabajo se convierte meramente en un problema econmico, no en unocultural o moral. Por ello puede ser fcilmente resuelto por la elevacin de los ingresos,del estatus gerencial y profesional, dentro de la industria por medio de hacer todo loque evite reconocer a la mujer como una reproductora de vida, ms bien que como unaproductora de mercancas.

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    en los clanes y comunidades tribales), en la as llamada divisin sexualdel trabajo (no menos biolgica en sus orgenes que social en sus ela-boraciones dentro de culturas orientadas por el gnero), y sobre la edadcomo la base del status y de los orgenes de la jerarqua (no menos queun hecho biolgico en sus fases tempranas).

    El esfuerzo histrico, poltico tanto como ideolgico, por liberarnosde este lodo pre-humano de nuestros orgenes ha servido solo parahacernos sus vctimas desconocidas en el sentido de que hemos seguidosus senderos ms deterministas de desarrollo, en vez de los ms libera-dores: hacia los elementos nacientes de la lucha inherente a la relacinpresapredador, hacia la celebracin de la muerte en lo que E. E. Thom-pson ha llamado exterminismo, ms bien que su aceptacin en el largociclo de la vida; hacia un proceso de desestructuracin de las elaboradascadenas alimentarias que son metforas para la complejidad natural msbien que su elaboracin. Nuestra civilizacin se ha convertido en unvasto huracn de destruccin y amenaza con retroceder el reloj evolutivoa un mundo ms simple, dnde a supervivencia de una especie humanaviable sera imposible.

    Con un creciente conocimiento de la necesidad de cuidado, de genti-lezas y de atencin que fomenta una sana consociacin humana, con lasdisciplinas tcnicas que abren el camino para un metabolismo creativoentre la humanidad y la naturaleza, y con una variedad de nuevas intui-ciones sobre la presencia de la naturaleza en mucho de nuestro propiodesarrollo hacia la civilizacin, se puede negar por ms tiempo quela naturaleza esta todava con nosotros de hecho, que ha retornado anosotros ideolgicamente como un desafo a nuestra explotacin de losrecursos naturales y a nuestra simplificacin de la biosfera? Qu yano podemos hablar con sentido de una sociedad nueva o racional sinadaptar nuestras relaciones sociales e instituciones a las eco-comunida-des en las cuales nuestras comunidades sociales estn localizadas? Qu,en breve, cualquier sociedad futura debe ser una sociedad ecolgica, de-jando de lado todos sus presumibles artefactos culturales autnomos ysus logros nicos? Es miope reducir la naturaleza al mero lodo, cundo,por causa de la sensibilidad que lidia con el mundo natural como tal, nosestamos hundiendo en l, como una venganza. Los principios ecolgicosque entran en la evolucin bitica no desaparecen de la evolucin social,

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    que prevalece hoy en da, uno que es ampliamente analtico y clasificato-rio en vez de procesual y de desarrollo. Apropiados como puedan ser losmodos de pensar analtico, clasificatorio y deductivo para desensamblary re-ensamblar motores de automviles o construir puentes, ellos sontristemente inadecuados en establecer las fases que produce un proceso,cada una concebida en su propia integridad y todava siendo parte de uncontinuo siempre en desarrollo.

    Se est volviendo un clich el culpar a la separacin como fuentedel distanciamiento en nuestro altamente fragmentado mundo. Nosotrosdebemos ver que cada proceso es tambin una forma de alienacin enel muy no-marxista sentido de diferenciacin en el cual el todo es vistocomo el rico cumplimiento de sus potencialidades latentes.2

    Subyaciendo a esta distincin entre alienacin concebida como opo-sicin, en una mano, y autoexpresin o auto-articulacin, en la otra,est una omnipresente regla epistemolgica que clasifica la diferenciacomo tal (de hecho, lo otro en todas sus formas) como un ensambladoo pirmide de relaciones antagnicas que se estructuran alrededor dela obediencia y mando. El procedimiento tico moderno de organizartodo en un orden del uno al diez y en beneficios vs. riesgos, cadauno resumido bajo su titulo (el negocio aqu, es una deliciosa imagendel matrimonio, la crianza y educacin de los hijos como inversin)atestigua una concepcin de variedad como no unidad, sino como un

    2 Ms all de las recientes tonteras respecto de que la Escuela Frankfurt explor unavisin no-jerrquica y ecolgica de una sociedad futura, de ninguna forma fueron suspensadores ms hbiles, notoriamente Max Horkheimer y Theodore W. Adorno, resuel-tamente crticos de la jerarqua y la dominacin. En cambio, sus perspectivas fueronclaramente pesimistas: la razn y la civilizacin, para bien o para mal, implican la nece-sidad de . . . Los intransigentes podan estar dispuestos a la unin y a la cooperacin,. . . de una jerarqua cerrada hacia bajo. ( . . . ) . . . La historia de esas religiones y escue-las antiguas, como la de los modernos partidos y revoluciones, ensea en cambio queel precio de la supervivencia es la colaboracin en la prctica, la transformacin de laidea en dominio (Max Horkheimer y Theodor W. Adorno: Dialctica de la Ilustra-cin. Fragmentos filosficos. Introduccin y traduccin de Juan Jos Snchez. EditorialTrotta, S.A., 1994, 1997, 1998. Pp. 255, 256). La potencia de estos pensadores reside en lanaturaleza problemtica de sus obras, no en las soluciones que ellos han ofrecido. Intentarhacer de ellos ecologistas sociales mucho menos precursores del bio-regionalismo ysimilares, implica una muy mala lectura de sus ideas, o peor, el intento de imputarlesideas sin un serio estudio de sus obras.

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    problema de conflicto. Que lo otro puede ser visto como parte de untodo, sin importar cuan diferenciado sea en un grado u otro, escapa dela mente moderna en un flujo de experiencia que conoce slo la divisincomo conflicto o disolucin.

    El mundo real esta de hecho dividido antagonistamente y all yace sucarcter contaminado, el cual debemos remediar por medio de la luchatanto como la reconciliacin. Pero si el impulso de la evolucin tienealgn sentido, es el de un continuo que es precisamente procesual porqueesta graduado al tiempo que es una unidad; es un flujo de fases derivadas,tanto como un desarrollo compartido de lo simple a lo ms complejo. Larealidad del conflicto nunca debe superar la realidad de la diferenciacincomo el carcter de largo alcance del desarrollo en la naturaleza y lasociedad.

    2. La evolucin participativa

    Qu, entonces, significa hablar de complejidad, variedad y uni-dad-en-diversidad en la orientacin general de los procesos en desarrollo?Los ecologistas han tratado generalmente la diversidad como una fuentede estabilidad ecolgica, una aproximacin, podra aadir, que era bas-tante nueva hace veinticinco aos. Experiencias en agricultura muestranque el tratamiento de monocultivos con pesticidas pueden alcanzar pro-porciones alarmantes y parecen sugerir que cuanto ms diversificadoslos cultivos, mayor es la interaccin entre las especies de plantas y las deanimales para producir controles naturales a las poblaciones de plagas.Hoy da, esta nocin, como el valor de los mtodos orgnicos de agricultu-ra, se ha convertido en un lugar comn en la actualidad del pensamientoecolgico y medioambiental una perspectiva de la cual este escritorfue pionero juntamente con unos pocos y raros colegas como Charles S.Elton.3

    Pero la nocin de que lo bitico y, como veremos, la evolucin so-cial ha sido marcada hasta hace poco por el desarrollo de especies ms

    3 Charles Sutherland Elton: (1900 1991) zologo y ecologistas animal ingls, que contri-buyo sustancialmente al establecimiento de los parmetros para los estudios modernossobre poblacin y ecologa de las comunidades y la ecologa de las invasiones (n. del t.).

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    altamente personalizadas y ricamente desarrolladas en diferentes cultu-ras basadas en gnero, edad, relaciones intercomunitarias, mitos espec-ficos para los hombres y las mujeres, e incluso diferencias en el lenguajecorporales y en los rasgos de comportamiento.

    No deseo reducir la expresin cultural de esas funciones a sus fuentesbiolgicas. Ms bien, prefiero enfatizar que las fuentes no desaparecieronsino que trabajan sutilmente dentro de la sociedad, la cultura e inclusoen la psique humana como manantiales de siempre nuevas elaboracionesde asociaciones sociales y personales. En cualquier caso, el hablar desociedad sin reconocer que los hombres y las mujeres, para tratar de unade las ms bsicas y omnipresentes divisiones dentro de la humanidad,han conformado frecuentemente fraternidades masculinas y femeninasseparadas en las sociedades preliterarias, tanto como en las histricas,es ignorar dos fuentes del desarrollo humano que todava requierenun cuidadoso estudio como alternativas al curso presente de evolucinsocial. La sociedad militarizada, de hecho, de guerreros en la que vivimosfue hecha por hombres; su cultura, rastreable por varios milenios haciaatrs, sigue ejerciendo su influjo sobre nuestra civilizacin como unavenganza que amenaza la existencia misma de la vida social en s misma.Volver atrs en el tiempo y en el pensamiento a su principio no es atvico.La minuciosa exploracin de sus orgenes, desarrollo y formas puedeser indispensable para continuar hacia el futuro en cualquier sentidoracional o significativo de ese trmino.

    La Ecologa Social, en breve, reta la imagen de una evolucin natu-ral sin mediacin: la imagen de la mente humana, la sociedad e inclusola cultura como sui generis, de la naturaleza no-humana como irreme-diablemente separada de la naturaleza humana; y, ticamente, de unanaturaleza difamada que no encuentra su expresin en la sociedad, lamente y la voluntad humana. Parece arrojar una nueva, crtica y sig-nificativa luz sobre el surgimiento, la gradacin y la acumulacin deldesarrollo de la naturaleza dentro de la sociedad, ricamente mediada porla prolongada dependencia de los jvenes humanos respecto del cuidadoparental, particularmente de las madres, (un hecho biolgico que es ricoen implicaciones sociales y ticas), en el lazo sanguneo como el mstemprano vinculo social y cultural que se extiende ms all del cuidadoparental (an otro hecho biolgico de importancia social que se adentra

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    En ltima instancia, es la institucionalizacin de la comunidad hu-mana lo que distingue a la sociedad de las comunidades no-humanassea para mal como en el caso de flojos e insensibles tiranos, comoNicols II o Luis XVI, quienes fueron elevados a posiciones de mandopor burocracias, ejrcitos y clases sociales; o, para bien, en las formas deauto-gobierno y administracin que empoderaron al pueblo como todo.No vemos tal infraestructura institucional artificial en comunidades nohumanas, aunque los rudimentos del lazo social existan en las relacionesentre madre y cras, y en las formas de la ayuda mutua.

    El lazo social que los padres humanos crean con los jvenes, es comode la bio-comunidad emerge la comunidad social, y es fundamental parael surgimiento de la sociedad, siendo retenido en cada sociedad como unfactor activo en la elaboracin de la historia. No es slo que la prolongadainmadurez de los humanos desarrolle los lazos duraderos necesariospara la interdependencia humana, un hecho que Robert Briffault tanvigorosamente seala en The Mothers10 ...Es tambin que el cuidado, elcompartir, la participacin, la complementariedad desarrollan el lazoms all de la divisin el material del trabajo, la cual ha recibido tantonfasis en las interpretaciones econmicas de las orgenes sociales.

    Este vnculo social da lugar a la elaboracin de fascinantes tentativasde relaciones padreshijos: amor, amistad, responsabilidad, lealtad nosolo para las personas, sino para los ideales y las creencias; y de ah quehaga posibles a las creencias, los compromisos y las comunidades civiles.

    Tambin dan lugar al surgimiento de una constelacin de funcionescada una de las cuales es nica en su creatividad, siendo frecuentemente

    brados particularmente inteligentes. Lo que permanece desconocido en esta imaginerade fiereza, aliento de fuego, e insensiblemente crueles reptiles es la asuncin implcitade las diferentes sensibilidades psquicas en los reptiles y los mamferos, los ltimospresumiblemente son ms sensibles y comprensivos que los primeros. Luego estamoshablando sobre la evolucin psquica de seres no-humanos que va juntamente con laevolucin de la inteligencia. Sin embargo, confrontados con las premisas tacitas de talessenderos evolutivos, muchos cientficos no se sentiran cmodos.

    10 The Mothers: A Study of the Origins of Sentiments and Institutions (1927) (n. del t.).

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    complejas y eco-comunidades (o ecosistemas, por usar un trmino muypoco satisfactorio) erige una cuestin ms importante. La diversidadpuede ser considerada como una fuente no slo de una mayor estabilidadde la eco-comunidad, sino tambin en un sentido fundamental como unafuente de libertad en la naturaleza siempre en expansin, aunque inci-piente; un medio para anclar objetivamente diferentes grados de eleccin,auto-direccionamiento y participacin de las especies en su propia evo-lucin. Quisiera proponer que la evolucin de los seres vivientes no esun proceso pasivo, el producto de conjunciones azarosas entre cambiosgenticos aleatorios y fuerzas ambientales selectivas; que el origende las especies no es el mero resultado de influencias externas que de-terminan la buena salud de una forma de vida para sobrevivir, comoun resultado de factores aleatorios en los cuales la vida es meramenteun objeto de un proceso selectivo indeterminable.

    Quisiera ir ms all de la nocin popular creciente de que la simbiosises tan importante como la lucha para comprender que el incremento enla diversidad en la biosfera abre cada vez ms nuevos senderos evolutivos;es ms, direcciones evolutivas alternativas en las cuales las especiesdesempean un rol activo en su propia supervivencia y cambio. Sinimportar cuan rudimentaria e incipiente pueda ser, la eleccin no esttotalmente ausente de una evolucin bitica. De hecho, se incrementaen la medida en que los animales individuales se vuelven estructural,fisiolgica y, sobretodo, neurolgicamente ms complejos. La mente tienesu propia historia en el mundo natural, como la capacidad neurolgicade las formas de vida para funcionar ms activamente e incrementar laflexibilidad, as tambin la vida misma ayuda a crear nuevas direccionesevolutivas que llevan al mejoramiento de la autoconciencia y la auto-actividad.

    Finalmente, las elecciones se vuelven cada vez ms evidentes a medidaque el contexto ecolgico en el que las especies evolucionan las comuni-dades y las interacciones que ellas forman se vuelven ellas mismas mscomplejas, por lo cual ellas abren nuevas avenidas para la evolucin, unamayor habilidad para actuar auto-selectivamente, formando las basespara algn tipo eleccin, fomentando precisamente esas especies quepueden participar en un siempre creciente grado en su propia evolucin,bsicamente en direccin a formas de vida ms complejas. De hecho,

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    las especies y las eco-comunidades en las cuales ellas interactan paracrear formas de desarrollo evolutivo ms complejas son, cada vez enun mayor grado, las mismas fuerzas que son frecuentemente tratadascomo agentes externos que dan cuenta de la evolucin como un todo.

    Quisiera proponer que esta perspectiva, la cual llamo Evolucin Par-ticipativa, est en un fuerte desacuerdo con las sntesis Darwinianas yNeo-darwinianas prevalecientes, en las cuales las formas de vidas no-hu-manas son vistas primariamente como objetos para fuerzas selectivasexgenas a ellas. Tambin est en desacuerdo con la evolucin creadorade Henri Bergson y con su semi-mstico elan vital. Eclogos, no menosque los bilogos, tienen que ponerse de acuerdo sobre trminos comola nocin simbiosis (no slo la de lucha) y la de participacin (no s-lo la de competencia) como factores en la evolucin de las especies.La perspectiva que prevalece de la naturaleza subraya el carcter de lacrueldad y el determinismo en el mundo natural, una visin que tanmoralista como fisicalista en sus matices. Una inmensa literatura, no me-nos artstica que cientfica, subraya el mutismo ciego de una naturalezaque no guarda testimonio del sufrimiento de la vida y no tiene odos parael llanto del dolor que produce la lucha por la existencia. La crueldadde la naturaleza en esta imagen no deja espacio para el consuelo por laextincin meramente una oscuridad que todo lo abarca de movimientosin sentido al cual la humanidad solo puede oponer la luz de su culturay mente, en breve, una cosmovisin estoica que ticamente expira en unsuspiro de resignacin y soledad.

    Podemos razonablemente preguntarnos s la voluntad y libertad huma-nas, o al menos la autoconsciencia y la auto-reflexin, tienen su propiahistoria natural que se desarrolla dentro la naturaleza misma o s ellasson simplemente sui generis, una ruptura que se auto-agranda con elprincipio total del desarrollo, tal que voluntad y libertad no tienen pre-cedentes y estn tan fuertemente auto-contenidas en su unicidad, queellas contradicen nuestra concepcin de que todos los fenmenos sonemergentes: que todos los fenmenos son graduados desde las potencia-lidades antecedentes que yacen antes y dentro de cada producto detipo procesual. Tal declaracin de unicidad es tan egosta como auto-agrandada. Deshace nuestro reclamo sobre s estamos justificados paratratar con el mundo natural como queramos de hecho, en palabras de

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    es ignorar las races de la naturaleza en la sociedad; es tambin un intentopor identificar la sociedad capitalista pervertida con el humanismo y,por tanto, dar crdito a ciertas tendencias atvicas en el pensamientoecolgico, que aparecen bajo el nombre de antihumanismo.

    El poder de la ecologa social reside en la asociacin que establece entrela sociedad y la ecologa; lo social concebido como el cumplimiento de ladimensin latente de libertad en la naturaleza y lo ecolgico concebidocomo el principio organizativo del desarrollo social en breve, las pautaspara una sociedad ecolgica.

    El gran divorcio entre la naturaleza y la sociedad o entre lo biolgi-co y lo cultural, como les gusta a decir a los europeos es superadopor conceptos compartidos de desarrollo como tal; incremento de la di-versidad; mayor y ms completa participacin de todos los componentesen un todo; potencialidades siempre ms fecundas que expanden los ho-rizontes de la libertad, la auto-direccionalidad y la auto-reflexividad. Lasociedad deja de ser sui generis. Como la mente la cual tiene su propiahistoria natural en la evolucin de la red nerviosa humana desde lossimples invertebrados hacia ganglios siempre ms complejos, la medulaespinal, el cerebro en capas y cortezas (cada una incorporando funcio-nalmente a las otras tal como ellas existen como un aparato unificadoen los seres humanos, tanto como en otros animales neurolgicamentemenos complejos) la vida social tambin, emerge de las comunidadesde bandas animales libres a la forma de la altamente institucionalizadacomunidad humana.9

    9 La medida en que un enfoque ecolgico nos ahorre algunas de las peores absurdidadesde la socio-biologa y del reduccionismo biolgico es ilustrada por la nocin altamentepopularizada de que nuestro profundo cerebro reptiliano es responsable de nuestraagresividad, brutalidad y de los rasgos crueles de nuestro comportamiento. Esta ar-gumentacin puede que sirva para hacer buenos dramas de televisin como Cosmos,pero es una ridiculez como ciencia. Como todos los grandes grupos animales, la mayorade los reptiles del mesozoico fueron casi con certeza gentiles herbvoros, no carnvorose incluso muchos carnvoros fueron ni ms ni menos agresivos, brutales o cruelesque los mamferos. Las imgenes que tenemos del Tyranosaurus rex (el nombre genricoes un ejemplo de los sinsentidos socio-biolgicos creados por los taxonomistas) puedenverse desmesuradamente aterradoras, pero ellas distorsionan groseramente a los repti-les que eran presas de los carnvoros. En cualquier caso, la mayora de los reptiles delmesozoico fueron pacficos y asustadizos, en buena medida porque ellos no fueron verte-

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    la humanidad.7 La continua desnaturalizacin de la humanidad por labiocentricidad en todas sus formas o por la reduccin de los sereshumanos a mercancas no es una metfora; es convincentemente real yen ambos casos involucra la desnaturalizacin de la humanidad en unmero objeto.

    Lamercantilizacin de la humanidad adquiere su formams perniciosaen la manipulacin de los individuos como medios de produccin y comomedios de consumo.

    Aqu, la naturaleza humana, en cada caso, es empleada (en un sentidoliteral del trmino) como una tcnica de produccin o como una tcnicade consumo; un mero dispositivo cuyos poderes creativos y autnticasnecesidades son igualmente pervertidos en un fenmeno objetivado. Co-mo resultado, nosotros hoy en da tenemos no slo el fetichismo dela mercanca (por usar la famosa formulacin Marx), sino tambin elfetichismo de la necesidad.8 Los seres humanos entonces se quedaranseparados del mundo natural y de su propia naturaleza en una divisinreal, que reemplace aquella teortica que se atribuye a Descartes. Eneste sentido, el proclamar que el capitalismo es un orden antinaturales completamente preciso.

    Recuperar la naturaleza humana es re-naturalizarla, para restaurarsu continuidad en el proceso creativo de la evolucin natural, su libertady participacin en esa evolucin, concebida como el reino de la libertad in-cipiente y como un proceso participativo. Ac su libertad y participacinno la necesidad y la organizacin jerrquica de las relaciones debenentonces ser enfatizadas; un nfasis que involucra un quiebre radical conla imagen occidental convencional de la naturaleza.

    La Ecologa SocialLa ecologa social, en efecto, encuentra extraa la nocin de que slo la

    cultura es el reino de la libertad. De hecho, intenta enraizar lo cultural enlo natural y establecer la graduacin que los une. El identificar la sociedadcomo tal con la sociedad presente, el ver en el capitalismo un movimientoemancipatorio precisamente porque nos libera de la naturaleza, no slo

    7 Este proyecto no es una abstraccin. Es elaborado con considerable detalle en mi libroThe Ecology of Freedom (Montreal, Black Rose Books, 1990) y debera ser cuidadosamenteexaminado por el lector interesado.

    8 Ibid., pp. 48 49.

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    Marx en su Grundisse para tratarlos simplemente como un objeto parala humanidad, exclusivamente una cuestin de utilidad . . . .

    Las turbias elecciones que los animales ejercitan en sus propias evolu-ciones no son la voluntad que los seres humanos exhiben en sus propiasvidas sociales. Ni esta incipiente libertad conferida por la complejidadnatural es lo mismo que las decisiones racionales que los seres humanosponen al servicio de su propio desarrollo. Nuestro prejuicio contra elconcepto de complicidad entre las formas de vidas evolucionando y lasfuerzas ambientales que las seleccionan, tiene su linaje en el mecanismonewtoniano que sigue aferrado a la teora evolutiva en nuestro propiotiempo. La materia inerte y las operaciones mecnicas, hipostasiadaspor Newton y los pensadores de la Ilustracin tienen su contraparteen la imagen contempornea de todas las formas de vida no-humanascomo bsicamente inertes. Contra todas las protestas anti-cartesianas,las formas de vida nohumana son todava vistas como poco ms quemaquinas pequeas. Estructuralmente, podemos llenarlas con protoplas-ma, pero operacionalmente ellas tienen tan poco significado como elque le imputamos a los aparatos mecnicos, un juicio que no carece deutilidad econmica. A pesar de la naturaleza monumental de su trabajo,Darwin no organisaliza [orgarlicize]4 la teora evolutiva. l confiri unsentido a la evolucin en el origen de las especies, pero las especiesen las mentes de sus aclitos permanecieron en algn lugar entre lasmaquinas inorgnicas y los organismos que funcionan mecnicamente.

    No menos significativos son los orgenes empiristas de la propia obrade Darwin, una obra que tiene sus races profundas en el atomismolockeano que nutre la ciencia britnica del siglo XIX como un todo.Permitiendo la razonable cantidad de sombras y matices que existen entodo gran libro, El Origen de las Especies es un recuento de los orgenesen un sentido bastante restringido, notablemente, la forma en que lasespecies se originan, evolucionan, se adaptan, sobreviven, cambian opagan la pena de la extincin.

    4 Hasta donde alcanza el conocimiento del traductor, este trmino o es un neologismoinventado por el autor o es una errata. En caso de que sea lo primero, que he intentadomantener el sentido del autor aplicado a su neologismo (que s interpretamos correcta-mente), que hace referencia a un orden-orgnico (n. del t.).

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    Cualquier especie puede mantenerse, en el mundo vivo, como untodo aislado de las formas de vida con las que normalmente interacta.Pero aunque los predadores dependan de sus presas, no cabe duda, queel hilo que va del ancestro al descendiente permanece en una sublimeaislacin, tanto como el tempranero Eohippus se levanta, paso a paso,de un plebeyo smil del perro de granja a la grandeza aristocrtica de unelegante caballo de carrera. Este diagrama paleontolgico de huesos, delo que solan ser eslabones perdidos a la belleza culminante del Equoscaballus, es ms parecido a la adaptacin de Robinson Crusoe de unmarinero ingles a un isleo autosuficiente, que a la verdadera realidadde un ser emergiendo.

    Esta realidad es contextual en un sentido ecolgico. El caballomodernono evolucion solo. No vivi solamente entre sus predadores y sus presas,sino en una interaccin creativa de relaciones con una gran variedad deplantas y animales. Evolucion en eco-comunidades siempre cambiantestales que el surgimiento del Equos caballus ocurri conjuntamente conotros herbvoros que compartieron, mantuvieron e incluso jugaron unmayor rol en crear sus praderas. La lnea de huesos trazada del Eohippusal Equus es en realidad evidencia de la sucesin de eco-comunidades enlas cuales el animal y su antecesor interactuaron entre s.

    Uno podra modificar El Origen de las Especies adecuadamente paraque se lea como la evolucin de las eco-comunidades tanto como la evo-lucin de las especies.5 De hecho, el colocar a la comunidad en un lugar

    5 Darwin no neg el rol de la interaccin animal en la evolucin, particularmente en elfamoso captulo III de El Origen de las Especies, dnde el sugiere que los . . . crculosde complejidad creciente . . . controlan poblaciones que, dejadas sin control, podranalcanzar proporciones de pestes. Pero l ve esta como una Batalla entre las batallas[las cuales] deben ser continuamente recurrentes con variados grados de xito. Sobretodo, La dependencia orgnica de un ser orgnico de otro . . . es secundaria a luchaa la . . . entre individuos de una misma especie. Como la mayora de los victorianos,Darwin tena un fuerte costado de su personalidad providencialista y moralista: . . . laadmiracin puede consolarnos . . . , dice para tranquilizarnos, la guerra de la naturalezaes generalmente rpida, y el vigoroso, el saludable y el feliz sobrevive y se multiplica . . . .De hecho: . . . Cun fugaces son los deseos y esfuerzos del hombre! Cun breve es sutiempo! Y consecuentemente cun pobres sern sus resultados, comparados con aquellosacumulados por la Naturaleza, producidos durante periodos geolgicos completos! Po-demos maravillarnos, entonces, que las producciones de la Naturaleza deban ser muchoms verdaderas que las producciones del hombre: que ellas deberan estar infinita-

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    casos, el tema de la dominacin es reinstalado en el discurso ecolgico.S los tericos liberales y marxistas prepararon las bases ideolgicas paracontrolar y saquear el mundo natural, anti-humanos y devotos de laley natural pueden estar preparando las bases ideolgicas para contro-lar y saquear el espritu humano. De hecho, algunos aclitos de la leynatural ya han justificado el uso de medidas autoritarias para controlarel crecimiento de la poblacin y han legitimado la expulsin forzada dehabitantes urbanos de las grandes y congestionadas ciudades como s deuna sociedad que arrea a los seres humanos puede esperarse que deje elmundo natural intacto.

    Una humanidad que se ha vuelto ignorante de su responsabilidadpara con la evolucin una responsabilidad que trae a la razn y alespritu humano al desarrollo evolutivo, a la diversidad y a la orientacinecolgica de manera tal que lo accidental, lo nocivo y lo fortuito en elmundo natural disminuyan es una humanidad que traiciona su propiaherencia evolutiva. Es el abandono de su distintivo como especie y desu singularidad. Es una grosera equivocacin invocar la biocentricidad,la ley natural y el antihumanismo para fines que niegan el que es elms distintivo de todos los atributos naturales humanos.

    Me refiero a la habilidad de la humanidad para razonar, para prever,para desear y actuar perspicazmente a favor de la direccionalidad de lanaturaleza y mejorar el desarrollo propio de la naturaleza. Es tambinun insulto a la naturaleza el separar estos atributos subjetivos de la natu-raleza, el tratar con ellos como s no emergieran del desarrollo evolutivoy no fueran implcitamente parte de la naturaleza en un sentido msprofundo que el de la ley del colmillo y la garra que tan ligeramente leimputamos a la evolucin natural como una metfora de la crueldad ydureza de ese proceso evolucionario. La naturaleza, en breve, es difa-mada en el mismsimo proceso de ser hipostasiada sobre la humanidad,en un extremo, o subordinada a la humanidad, en el otro. Aqu, la fallade un razonamiento basado en la deduccin, un lugar actualmente tancomn en la lgica convencional, que paga su peaje a expensas de unaforma de razonamiento basada en la derivacin, tanto como enraizadaen la perspectiva dialctica.

    La ecologa social, por definicin, acepta la responsabilidad de evocar,elaborar y dar un contenido tico al centro natural de la sociedad y

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    sin importar cuan reverencialmente sea hecho, no es menos naturalezaalienada que la imagen marxista de la naturaleza como un mero objetode utilidad.

    Aqu mismo yace la paradoja del biocentrismo y el anti-humanis-mo, de hecho, de cualquier centricidad hacia la naturaleza: la aliena-cin o reificacin de la naturaleza hasta el punto donde la reverenciapor el mundo natural niega cualquier respeto existencial por la diver-sidad de la vida. Los pueblos preliterarios no estn menos trabados enesta paradoja que sus primos, as llamados, civilizados. Felizmente, ellosson simplemente incapaces, sea por inclinacin, o desarrollo tcnico otradicin, de infringir demasiado dao sobre el mundo natural, aunqueellos no sean inmunes a este cargo como el exterminio de tantsimosgrandes mamferos del pleistoceno tardo parece indicar.

    Lo que quizs sea ms fastidioso es que esta pretensiosa biocentrici-dad niega a la humanidad su lugar real en la naturaleza, es la visin deun mundo natural sobrecargado por la reverencia y disuelto dentrode una unicidad mstica que preserva e incluso fomenta la tradicionaldivisin entre naturaleza y sociedad, la fuente bsica, en mi visin de lafilosofa, que elabora tericamente la separacin del concepto del mundoreal. Uno piensa aqu, en las tradiciones creadas por Platn, en el mundoantiguo y Kant, en el moderno.

    Una naturaleza que es hipostasiada reverentemente, es una naturalezaque est separada de su propio lugar en la humanidad, en el mismo muyreal sentido en que la razn humana tambin es una expresin de la natu-raleza interpretada como autoconsciente, una naturaleza que encuentrasu voz en una de sus creaciones. No es solamente que nosotros debemostener nuestro propio lugar en la naturaleza, sino que la naturaleza debetener su lugar entre nosotros, en una sociedad ecolgica y en una ticaecolgica basada en el rol cataltico de la humanidad en la evolucinnatural.

    Ni deberamos nosotros ignorar el hecho de que la reverencia por lanaturaleza, tan poticamente cultivada por la tradicin romntica, hasido pervertida por la biocentricidad orientada antihumanistamente ylos aclitos de la ley natural, en una insidiosa imagen de la humanidadque es dominada por la naturaleza inversin de la vieja imagen libe-ral y marxista de una naturaleza dominada por el hombre. En ambos

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    destacado de la evolucin no es negar la integridad de las especies, suscapacidades de variacin y su desarrollo. Por el contrario: las especiesse volveran participantes en su propia evolucin; seres activos, no sim-plemente componentes pasivos, de los que de este modo se toman encuenta completa su auto-direccionalidad y su incipiente libertad dentroel proceso natural.

    La voluntad y la razn no son sui generis. Ellas tienen sus orgenesen el crecimiento de las elecciones conferidas por la complejidad; en lossenderos alternativos abiertos por el crecimiento de la complejidad delas eco-comunidades y el desarrollo de cada vez ms complejos sistemasneurolgicos brevemente, procesos que son ambos internos y externosa las formas de vida. Ellas aparecen germinalmente en las comunidadesen las cuales las formas de vida son establecidas como agentes activosen su propia evolucin, una visin que atraviesa la fibra de la teoraevolutiva tradicional en la cual las formas de vida no-humanas son vistascomo poco ms que objetos pasivos de la seleccin natural, ms all desu habilidad para producir variaciones aleatorias. Incluso los cambiosgenticos parecen ocurrir en patrones que los cohesionan en rganos ysistemas de rganos, cuya capacidad para servir a las necesidades biticasson difciles de entender como meros productos de eventos azarosos.

    Esto justifica la necesidad de introducir un elan vital o una manoescondida que ha entrado en el pensamiento occidental como Espri-tu, Dios o Mente, un agente que predetermina, que preside sobreel desarrollo de las formas de vida? Creo que no, s slo por causa delconcepto de tal mano escondida se restauran las mismsimas dualidadesque fundamentan la jerarqua y la concepcin de toda diferenciacin co-mo conflicto. Bien podramos preguntarnos a nosotros mismos s algunavez hemos entendido la vida en s misma como un fenmeno creativo ycoactivo cuando lo vemos como poco ms que un factor de la produccin;

    mente mejor adaptadas para las ms complejas condiciones de la vida, y deben llevarclaramente la estampa de un artesano ms elevado?. Estas citas no hacen de Darwinun ecologista, pero son acotaciones maravillosas a una tesis que enfatiza la variacin, laseleccin, la aptitud y, sobretodo, la lucha. Uno no puede evitar sino el ser encantadopor una sensibilidad moral que hubiera sido magnficamente sensible al mensaje de laecologa moderna y que no merece ninguna de las onerosas palabreras que le han sidoimputadas al hombre por causa del darwinismo social.

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    un recurso natural, puesto al servicio de la riqueza en vez del procesoreproductivo, prometido en mismo sendero en el que se constituye lavida.

    Nuevamente, encontramos una sensibilidad occidental que es ajenaal pensamiento procesual, al desarrollo y a sus fases, una inhabilidadpara ver la naturaleza como un fenmeno cuya organizacin bsica retanuestros modos de pensamiento mecanicista y analtico. El dualismoes tan profundamente inherente a nuestras operaciones mentales queel esfuerzo conativo de las formas de vida hacia la libertad y la auto-conciencia tiende a dormir dentro de la supra-naturaleza ms bien queen la naturaleza, en el reduccionismo ms que en la diferenciacin, en lasucesin ms que en la culminacin.

    Por lo menos esto est en claro: la forma en que nos posicionamos ennuestra visin del mundo natural est profundamente entrelazada con lamanera en que vemos el mundo social. En gran medida, de lo ltimo sederiva lo anterior y sirve, a su tiempo, para reforzar la ideologa social.Cada sociedad extiende su percepcin de s misma en la naturaleza, seacomo un cosmos tribal que esta enraizado en comunidades de parentesco,un cosmos feudal que se origina en y fundamenta una estricta jerarquade derechos y deberes, un cosmos burgus estructurado alrededor de unsociedad de mercado que fomenta la rivalidad y la competicin entrelos humanos, o un cosmos corporativista, diagramado como cuadros deflujo, sistemas de retroalimentacin y jerarquas que son un espejo delos sistemas operacionales de las sociedades corporativas.

    Que algunas de esas imgenes revelan una imagen de la naturaleza,sea como una comunidad o un flujo ciberntico de energa, no justificael universal, casi imperialista, reclamo que ellas colocan sobre el mundocomo un todo. En ltima instancia, slo una sociedad que ha alcanzadosu verdad, por usar un trmino de Theodor Adorno una sociedadecolgica puede liberarnos de los lmites que las sociedades opresivasy jerrquicas imponen sobre nuestro entendimiento de la naturaleza.

    3. tica Ecolgica: un fundamento objetivo

    Admitiendo las limitaciones que cada sociedad en su unilateralidadpropia impone sobre nuestro pensamiento, aqu yace un fundamento

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    objetivo para una tica, de hecho, para la formulacin una de visin de lasociedad verdadera que no es ni jerrquica a un extremo, ni relativista enel otro. Hablo de una tica que ni justifica el atvico llamado de la sangrey del suelo y el modernista llamado a la ley (dialctica o cientfica)de un lado, ni el consenso rebelde que justifica la pena capital un ao yel encarcelamiento en el otro. La libertad se vuelve un fin en s mismacomo auto-reflexin, autogestin, y, lo que es ms excitante, como unproceso creativo y activo que, con su horizonte siempre expandindosey el crecimiento de la riqueza de la diversidad, resiste el imperativomoral de una definicin rgida y la jerga de la tendencia temporalmentecondicionada.6

    La reverencia por la naturaleza, la mitificacin del mundo natural yel as llamado hipostasiar biocntrico de lo natural sobre lo humano,todo ello degrada la naturaleza al denegarle al mundo natural su uni-versalidad como aquello que existe en todas partes, libre de todas lasdualidades como Espritu y Dios, de hecho, una naturaleza que abarcaa la mismsima congregacin de adoradores, idolatras y anti-humanosque sutilmente niegan su propia especificidad como parte de la naturale-za.

    Una naturaleza venerada, es una mala naturaleza en el mal sentidodel trmino. Como los dolos que los seres humanos crean del fondo desu imaginacin y adoran de lejos con la meditacin de los sacerdotesy gurs, y en templos con encantamientos y rituales, esta naturalezaseparada se vuelve reificada, un fenmeno artificial que ayuda a separara los humanos durante el mismsimo acto de genuflexin y vociferandoencantamientos delante de un mitificado eso. Mucho se ha dicho sobrela alienacin producida por el trabajo, la anomia, el miedo y la inseguri-dad: pero una naturaleza reconstruida en formas apartadas de s misma,

    6 Por lo tanto la libertad ya no es ms resoluble en una estridente negatividad hegeliana oen una trillada positividad instrumental. Ms bien, en su carcter abierto las contienea ambas y las trasciende como un proceso continuo. La libertad, entonces, resiste unadefinicin precisa, tanto como resiste una finalidad terminal. Est siempre convirtindose,esperanzadamente sobrepasando lo que fue en el pasado y desarrollndose en lo quepuede ser en el futuro. Ni el Absoluto hegeliano ni la filosofa de la identidad tienenningn sentido en el reino de la libertad, un reino que no est constreido por ningnlmite fijo aparte de su respeto por los derechos individuales.