naciones oprimidas y religión

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  • GUILLERMO LORA

    NACIONES OPRIMIDAS

    Y

    RELIGION

  • NDICE

    Captulo I

    SIGNIFICACIN 5

    Significado poltico de la venida del Papa 5

    El P.O.R. encabeza la lucha 6

    El Partido Obrero Revolucionario y la cuestin religiosa 9

    Captulo II

    VIVA LA PACHAMAMA! 12

    Avazallamiento de los nativos 12

    Los indios castigan al poderoso obispo Valverde 16

    El cristianismo, la religin de los conquistadores 19

    La evangelizacin de los indios 22

    Las naciones indias y la religin 25

    Significado de la consigna VIVA LA PACHAMAMA! 26

    El paternalismo de la religin y la monarqua 30

    Relaciones entre Estado e Iglesia 32

  • 5Captulo III

    EL CATOLICISMO Y LA TEOLOGA DE LACLASE DOMINANTE 37

    Cultural nacional? 37

    Lugar de la religin 39

    El catolicismo, religin oficial 44

    Captulo IV

    LA INCCLICA SOLLICITUDO REI SOCIALIS 52

    La iglesia y la cuestin social 52

    Antecedentes 55

    La encclica de Juan Pablo II 59

    Captulo V

    Fenmeno histrico 68

    Las religiones cristiana y autctona 71

    Nuestra actitud frente a la religin 75

  • 5I

    JUSTIFICACIN DEL PRESENTE TRABAJO

    Significado poltico de la venida del Papa

    El anuncio de la visita del Papa Juan Pablo II -Sembra dor de justicia y esperanza- actualiz el problema de la religin en un pas, tan peculiar en este plano, como Bolivia.

    El Partido Obrero Revolucionario y las organizaciones influenciadas por l, se apresuraron en expresar pblicamente su repudio a esa visita y subrayaron que se trataba del representante de una religin de los opresores a lo largo de nuestra historia. Se record que los bolivianos -los indios bolivianos- tenan como a sus dioses, de manera franca o encubierta, al sol, a la Pachamama, a los Achachi las, etc. As qued planteada la oposicin de gran parte de la nacin oprimida -compuesta por nacionalidades mayori tarias y minoritarias nativas y sojuzgadas- a uno de los ins trumentos usados por las naciones opresoras, por el impe rialismo.

    Simultneamente y con motivo del vigsimo aniversario de la encclica Populorum Progressio, el Papa lanz su Carta encclica Sollicitudo rei socialis, que exigi de manera imperiosa un pronunciamiento de nuestra parte, pues plantea la cuestin de saber a dnde conduce la de los principios, pretendidamente eternos, del cristianismo a los problemas cruciales de nuestra poca. Juan Pablo II pretende sealar un camino propio al supuesto desmoronamiento tanto del liberalismo capitalista como del materialismo comunista.

    De manera explicable, la iglesia, el gobierno y las organi zaciones de la burguesa, han puesto en funcionamiento un descomunal aparato publicitario para preparar el apotesico recorrido papal por un pas que virtualmente se muere de hambre. La prensa informa que 30.000 efectivos resguar daran a Juan Pablo II, cifra impresionante por s misma frente a las dimensiones diminutas de los propios organis mos de represin. El gobierno adenomovimientista, acostumbrado a estirar la mano para poder hacer frente a sus problemas ms apremiantes -como pago de su obsecuen cia ante el capital financiero-, no tuvo ms remedio que entregar la suma de un milln de bolivianos, miserable aporte segn la jerarqua eclesistica, esto cuando deja perecer de inanicin a los sobrevivientes de la nefasta guerra del Chaco. De la visita del Papa sacarn mucho pro vecho los explotadores y el gobierno hambreador y vende patria, por tanto deben financiar parte de la descomunal empresa tan cuidadosamente montada. Se puede admitir que los gastos en Bolivia sern inferiores en mucho a los realizados en otras latitudes, pero se trata de un pas cuya pobreza casi no tiene paralelo en el mundo. El Papa llega r a la tierra que lleva el nombre Bolvar, el poltico de orientacin burguesa, masn y que con tanta simpata vio la difusin de la obra

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    de los materialistas de la poca, discpulo de Rodrguez, que busc el basamento de la democra cia en la formacin integral del hombre, seguidor de Miran da, el conspicuo masn. Los librepensadores fueron convencidos para permitir la creacin de Bolivia y de ese hecho poltico sacaron toda la ventaja imaginable el gamonalismo, la aristocracia terrateniente, interesados bsicamente en se guir explotando despiadadamente a los indios, gracias al amparo de la religin y de la cruz.

    Tanto oropel, aparato y publicidad, no pudo menos que sacudir profundamente las fibras de las multitudes silencio sas, sojuzgadas desde tiempos inmemoriales, que tan astu tamente cuidan su cultura ancestral y, por tanto, su reli gin, ocultndolas tras el ropaje de las del conquistador.

    La protesta airada estall donde menos se esperaba: en el congreso campesino del departamento de La Paz y en el congreso nacional de los universitarios realizado en Potos. Los sendos pronunciamientos adoptados hablan de la imperiosa necesidad de repudiar a la religin de los con quistadores y opresores.

    Los de arriba y los propiciadores del tan esperado periplo de Su Santidad, estaban seguros que la violenta e inesperada protesta de los esclavizados y, al mismo tiempo prueba de afirmacin de las nacionalidades autctonas sojuzgadas, quedara sepultada en el silencio, por algo controlan los medios de comunicacin: parecan decir aqu nada ha pasado y adelante. Daban la impresin de no estar informados que fue el tan odiado POR el que inicio esta campaa y que su secretario general aprovech los medios periodsticos que tuvo a su alcance para denunciar que la venida del Papa era una empresa de contornos pol ticos que aprovechara en su favor el gobierno adenomovi-mientista y que constitua una grave afrenta a las masas explotadas.

    El POR encabeza la lucha

    El pronunciamiento de las organizaciones de masas cons tituye por s mismo un importante acontecimiento poltico de gran significacin, mucho ms si trasunta el pensa miento trotskysta, que constituye el polo revolucionario en el pas, llamado a aglutinar a las masas explotadas y opri midas. De manera casi natural debera llegar al conocimien to de la mayora nacional. Los intentos hechos para sepul tarlo en el silencio ratifican su trascendencia poltica. La lucha entablada por lograr que gane el plano de la actuali dad o bien para opacarlo, rpidamente se troc en el primer episodio de la rebelin de las nacionalidades oprimidas con tra la minora blancoide que pretende seguir dominando con ayuda de la cruz y de los modernos Valverdes. El encontronazo multitudinario coloc en el centro al POR, que no en vano es fuerza poltica que enarbola francamente su ban dera revolucionaria. Esto no esta mal, pues se trata del camino que tienen que recorrer obligadamente, en su empeo por libertarse, las multitudes oprimidas.

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    La burguesa tiene una gran capacidad para silenciar a los opositores y en este empeo sabe utilizar con eficacia todo su podero econmico y poltico, no en vano mono poliza la propiedad de los medios de produccin. Como en tantas otras oportunidades, el trotskysmo se vio empla zado a romper el descomunal muro que levant la reaccin para aislarlo, para impedir que sea visto por los bolivianos. Emulando los tiempos ms negros de la dictadura gorila, fue necesario recurrir a los panfletos, a las inscripciones murales, a las palomitas puestas en circulacin subrepti ciamente, todo para poder llegar hasta el grueso de la po blacin.

    A fines del mes de febrero, la organizacin universitaria URUS de La Paz coloc en el frontispicio del monoblock de la UMSA (avenida Villazn) un cartel de grandes dimen siones que deca:

    No a la religin de los opresores!!Abajo el Papa!!El congreso campesino de La Paz y el congreso nacional universitario dijeron: No a la llegada del Papa!!Viva la Pachamama!!

    Junto a la sigla URUS apareci el smbolo de la IV In ternacional trotskysta, que en Bolivia como partido se con cretiza en el POR.

    Otros carteles similares aparecieron el El Alto de La Paz, en la zona fabril, etc. Masas abri su edicin con un titu lar similar al texto de dichos afiches. Circularon panfletos y los activistas del POR explicaron en calles y plazas -y si guen haciendolo- el verdadero alcance de ese campaa desde los muros y desde abajo. Esa artillera, aunque nada sofisticada, result eficaz. Oblig a los poderosos a perder la mesura, el clculo y las buenas costumbres. Se desencaden, desde arriba, un torrente de insultos soeces, sindicaciones y diatribas de toda especie contra el POR, el trotskysmo, el ateismo, etc, El dedo de los revolucionarios logr penetrar profundamente en la llaga putrefacta de los pode rosos, de los esclavizadores. Nadie dudar que se trata de una remarcable victoria poltica .

    Cuando la burguesa se enfurece por las posiciones polticas que adopta el trotskysmo, cuando motivan que la furia del enemigo de clase se desencadene, se puede estar seguro que la lnea adoptada es correcta. Los explotadores no pueden elogiar las consignas revolucionarias y menos sumarse a ellas. Por esto decimos que la diatriba del clericalismo oscu rantista y de la burguesa que pretende aparecer como la encarnacin de la cultura, de la cultura de los esclavizado res, no puede menos que alegrarnos. El trotskysmo, la direccin ideolgica de las mayoras explotadas, de las nacionalidades oprimidas, est llamado a convertirse en la direccin real de las organizaciones de masas, alcanzar ese objetivo rebelandose contra la ideologa burguesa y contribuyendo a poner en pie de combate a los explotados. Lo que esta sucediendo ante nuestros ojos prueba que el proceso politico sigue ese camino. Podemos estar seguros que se est marchando hacia la victoria de las nacionali dades oprimidas, de la

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    mayora nacional, lo que importar la derrota de la burguesa y de sus aliados e instrumentos, entre los que se distinguen el clericalismo cavernario y ese opio de los pueblos que es la religin, toda religin.

    Como no podia ser de otra manera, el POR y URUS se apresuraron a responder a los denuestos y a explicar el verdadero significado de su campaa. Fue invocada la Ley de Imprenta en vigencia para demandar que los rganos de publicidad que difundieron los ataques al trotskysmo die sen cabida a las aclaraciones. Unicamente una radio y un canal de televisin paceos tuvieron el coraje suficiente para difundir el pensamiento del POR.

    Est de moda referirse a las bondades de la Ley de Imprenta y rechazar los velados o francos ataques que contra ella lanzan los adenistas, pero en la prctica la burguesa y el clero oscurantista -no decimos la cleri canalla, como vociferaban los librepensadores de comien zos de siglo- demuestran ser lor peones enemigos de la libertad de prensa. Cunta razn tena Lenin cuando seal que la ms desarrollada democracia burguesa o formal, no es ms que una dictadura de clase. Se nos impidi el acceso a los grandes rganos periodsticos, todo porque pusimos al descubierto una descomunal supercheria destinada a engatuzar, desorientar y adormecer a la mayora nacional, a las nacionalidades nativas oprimidas, con ayuda de la visita del Papa y de los descomunales y aparatosos actos religiosos montados exprofesamente para que cayesen aplastadoramente sobre los hambrientos y ultrajados.

    Uno de los planteamientos del Partido Obrero Revolu cionario dice que en Bolivia, debido al poco desarrollo del capitalismo -capitalismo atrasado de economa combina da-, no se han dado las condiciones materiales para el florecimiento de la democracia formal o burguesa y que ya no hay tiempo para que esto suceda: la democracia que alcance a los sectores mayoritarios se dar en su plenitud bajo la dictadura del proletariado, que se asentara en las organizaciones de masas, en los rganos de poder, donde las masas ya ejercern las funciones gubernamentales.

    Lo que esta sucediendo ahora confirma lo que decimos, los beneficios de la democracia no alcanzan a quienes no poseen los medios de produccin. El POR, el partido de los pobres, de los explotados, no tiene acceso libre a los medios de comunicacin y difcilmente puede desarrollar sus actividades bajo un gobierno policiaco militar, esto pese a todas sus protestas en sentido contrario.

    Los vientos de la popularidad comenzaron a soplar desde las trincheras de la clase dominante y de sus servidores polticos convertidos en piadosos creyentes. No pocos masones se alistaron entusiastas en las huestes que se aban donaron en brazos del Papa. El fanatismo pretende dominar en el ambiente. Ms por oportunismo, buscando satisfacer menguados intereses -la iglesia es una potencia econmica y poltica-, que impulsados por la fe, todos, incluyendo a los izquierdistas derechizados, se lanzan como perros con hidrofobia a destrozar a los poristas por el grave delito de haberle quitado sus adornos al Papa, por la osada de llamar por su nombre a los conquistadores, esclavizadores y opresores de las nacionalidades indias. Los que estamos acostumbrados a cumplir nuestro

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    deber revolucionario en las peores condiciones sabemos que todo esto es el plato de siempre y no nos alarma ni molesta. Nos encogemos de hombros porque sabemos que son gajes del oficio.

    La canallesca malintencionada campaa de la clase do minante y del clero contra el trotskysmo no puede menos que alentar las actividades de los revolucionarios. Hay que subrayar que, de manera contraria, el resto de la mal llamada izquierda se aglutina alrededor de la iglesia y contra el POR y as subraya su repudio a las nacionalidades opri midas e inclusive al indigenismo, del que en cierto momento pretendi vivir polticamente. La lucha entre las tenden cias revolucionarias y mayoritarias y la minora esclaviza dora y conservadora est entablada y solo corresponde seguir adelante.

    El Partido Obrero Revolucionario y la cuestin religiosa

    Los actuales planteamientos poristas entroncan en sus posiciones que pueden ser consideradas tradicionales. El trotskysmo ha venido batallando incansablemente por la escuela laica y nica, sabiendo que se trataba de un planteamiento hecho en su momento por el liberalismo, a fin de impulsar el desarrollo de la ciencia y de la cultura, que a esa finalidad, junto a la humanizacin del hombre, conduce la unidad entre la teora y la prctica, llamada a convertirse en el basamento de la educacin por la que lu chamos. La lucha por estos objetivos conduce a la lucha contra la sociedad capitalista.

    Mas adelante nos referiremos con algn detalle a la rela cin que tiene la cuestin religiosa con la lucha de las nacionalidades nativas por lograr la rotura de las cadenas que las oprimen actualmente y su autodeterminacin.

    A este problema le concedemos mucha importancia. La revolucin, si es tal, tiene que resolver el problema de la opresin nacional, que es uno de los mayores de Bolivia. Esta cuestin esta relacionada con una serie de aspectos culturales. El proletariado victorioso asegurar la autodeter minacin de las naciones actualmente oprimidas. Curiosa mente, el nacionalismo burgus y la izquierda que le apun tala ignoran la existencia de las nacionalidades oprimidas. Para ellos solamente cuenta el cristianismo como religin oficial e ignoran las religiones nativas.

    La batalla que actualmente se libra, la necesidad que se siente por orientar debidamente a las mayoras en el actual momento, lleva al convencimiento de que el Partido no debe mostrar indiferencia ante el problema religioso y menos declararse neutral ante l. Acaso no se ha prestado la sufi ciente atencin a la tarea de asimilar debidamente los valiosos y abundantes materiales tericos marxistas que existen en este terreno. La cuestin es mucho ms importante si se tiene en cuenta que la izquierda proburguesa ha capitulado totalmente ante la capa del clero que enarbola la llamada teologa de la liberacin. Nos estamos refiriendo a los prin cipios y no a las medidas tcticas que pueden llevarnos a cooperar con algn sector de la iglesia.

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    A esta altura se comprender fcilmente que se impo na volcar en letras de molde la posicin que hemos adoptado con motivo de la anunciada visita del Papa.

    Coincidimos con Lenn cuando nos negamos a reducir el problema religioso a una teorizacin abstracta y, mas bien, lo ligamos con los problemas ms candentes de los explotados, en el caso boliviano de las nacionalidades oprimidas, por ejemplo.

    Buscamos dar una gran amplitud a nuestras explicacio nes sobre la religin y al hacerlo tenemos presente lo que se deca en el programa del Partido Comunista ruso de mar zo de 1919:

    Es necesario evitar cuidadosamente inferir ofensas a los sentimientos religiosos de los creyentes, que no condu ciran ms que al fortalecimiento del fanatismo.

    Al final de este trabajo se encontrar nuestro anlisis de la religin como fenmeno social histricamente condi cionado, que en cierto momento apareci de manera nece saria. El POR explica el papel que cumple la religin en el proceso de sojuzgamiento de los trabajadores y sostiene que su influencia disminuye en la medida en que se conocen las leyes del desarrollo de la naturaleza y de la socie dad.

    Constatamos que los marxistas bolivianos no hemos pro fundizado debidamente el problema de la religin, mucho menos en lo que se refiere a su relacin con el problema de las nacionalidades oprimidas. Recin ahora comprobamos que el prejuicio religioso tiene poco peso entre los sectores mayoritarios de la poblacin, es decir, entre los pobres. Sin embargo, como en todas partes, la religiosidad se ha vis to acentuada toda vez que los problemas sociales y las catstrofes naturales han agravado la inseguridad fami liar y la miseria. No pocos han respondido a los efectos destructores y antinacionales de los Decretos 21060 y 21660 concurriendo a las Iglesias. Pero, el bufn del canciller no ha logrado neutralizar a nadie y menos conquistar adeptos con el uso abusivo que hace de su rosario rodeado de toda una leyenda: sus apariciones pblicas mueven a risa a los hambrientos.

    Por que toda esta campaa? Para contribuir a que las masas indias se pongan en pie y luchen por su liberacin, para que los trabajadores, particularmente, afirmen su independencia de clase frente a la burguesa y su Estado, en fin, para alentar la insurgencia de la ideologa revolucionaria, que significa impulsar la evolucin de la conciencia clasista. La independencia y conciencia de clase quiere decirindependencia frente a la ideologa de la burguesa y a la poltica del Estado. En Bolivia el catolicismo es una reli gin oficial, convertida en tal por la conveniencia de los poderosos, pues les permite poner a salvo sus interesen materiales. Si los explotados tienen que libertarse estn obligados a oponer sus propias ideas y creencias a las que son dominantes en el momento actual. Decir Viva la Pachamama! , puede, en determinadas circunstancias, adquirir un significado subversivo.

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    La discusin se ha desencadenado en los diversos secto res sociales, casi toda la gran prensa, la radio y la televisin se ha colocado junto a la clase dominante y a la iglesia. Como referencia revolucionaria, como faro que ilumina la lucha de los explotados, de las mayoras, aparece nica mente el POR. Nos corresponde profundizarla y no sos layarla, as fortaleceremos a la corriente revolucionaria.

    No se trata de una discusin y de una postura pasajeras, sino de una verdadera profundizacin de los enunciados programticos. La polmica sobre la cuestin religiosa nos lleva de manera directa a plantear la solucin del problema de las naciones sojuzgadas como una necesidad histrica.

    Colocados ante la necesidad de saber de qu manera podemos penetrar mejor en las inquietudes de las mayoras y cmo debemos calibrar nuestra propaganda y nuestra agitacin para ser mejor comprendidos, para interpretar correctamente los sentimientos multitudinarios, nos vemos obligados a afinar las medidas tcticas que debemos aplicar.

    No estamos buscando chocar con los sentimientos religiosos, sino ganar a la mayor parte de trabajadores, de campesinos, de gentes pobres de la clase media, para nuestras propuestas polticas.

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    II

    VIVA LA PACHAMAMA!

    Avasallamiento de los nativos

    Maria Jos Casado escribe lo siguiente sobre la conquista de las tierras peruanas y el asesinato de Atahuallpa por los espaoles:Es el verano de 1533. En la ciudad de Cajamarca, en el altiplano andino, el cuerpo sin vida del todopoderoso Atahuallpa pende de una cuerda, despus de un juicio r pido y una condena por parricidio, idolatra, poligamia y conspiracin contra los espaoles ...

    Es sbado en Cajamarca, 16 de noviembre de 1532. Francisco Pizarro y sus 168 hombres estn concentrados ultimando los preparativos para el encuentro con Atahuall pa y concertando los detalles de la estrategia... Tiene una razn muy poderosa para la temeraria aventura que se propone: en su equipaje lleva el nombramiento de gober nador del Imperio de los Incas, expedido por Carlos V para el caso de que consiga conquistar aquellas tierras. Eso lleva consigo apropiarse sin molestias del oro que hay on el Bir o Pir, donde los incas extraen 200.000 kilos cada ao. Tambin le apoya la bendicin de los clrigos, que esperan evangelizar a los indgenas...

    A tres kilmetros de all el enemigo acampa en tiendas de colores: 30.000 indgenas tambin estn preparados para la lucha, algunos avanzan hacia Cajamarca. Con ellos va Atahuallpa, rodeado de gran fastuosidad y haciendo gala de una superioridad aplastante...

    Cinco de la tarde. Los indgenas han copado la plaza y Atahuallpa espera inmvil el gesto de acogida por parte de aquellos espaoles que le han invitado como amigo y hermano. Por fin el monje dominico Vicente Valverde sale de uno de los edificios y se dirige a l, acompaado de un traductor y empuando una cruz en lo alto de su mano. Valverde se acerca al Inca y reitera la invitacin de Pizarro, indicndole que entre sin escolta al edificio donde Pizarro le espera. La reaccin de Atahuallpa es brusca: rechaza la invitacin y exige que los espaoles devuelvan los obje tos que han robado. La respuesta de Valverde es otra exigencia: que se someta a las leyes de su Dios y de su Rey. Y al hacer esto le presenta unos escritos, no se sabe si una Biblia o un documento gubernamental. Lo cierto es que Atahuallpa toma el escrito, hojea algunas pginas y arroja los papeles al suelo encolerizado. Con el rostro rojo de ira, dice Miguel de Estete. Acto seguido ordena a sus hombres que se preparen para el ataque. Valverde retrocede asusta do, dando gritos y exhortando a los

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    espaoles a la batalla: Venid, cristianos; el perro se resiste a nuestro Dios. Matad los a todos, yo os perdono. Pizarro, que observa la escena, da la seal convenida. Se oye el estampido de un can, seguido del sonido de trompetas. Sesenta jinetes se lanzan contra la multitud al grito de guerra de Santiago! Mientras tanto Pizarro arremete contra el Inca, acompaados de otros veinte guerreros . . .

    Por fin, Pizarro llega hasta Atahuallpa, le arranca del trono y le hace prisionero. El pnico estalla entre los ind genas, que intentan escapar. Pero los espaoles han bloquea do prudentemente las salidas. La presin de la multitud apiada hace que ceda el muro y algunos afortunados logran escapar, mientras que la caballera espaola arremete contra la masa arrinconada y destruye sin piedad todo lo que alcanzan sus armas. Murieron miles de indios y los espaoles constataron que solamente uno de ellos haba sido herido levemente. El historiador norteamericano John Mason dice que se trata de uno de los acontecimientos ms extraordinarios de la historia universal.

    El siguiente es el relato de Luis S. Crespo sobre este im portante episodio de nuestra historia y que no nos est permitido olvidar:

    Slo un medio ofreca (a los espaoles) esperanza de xito y paralizar toda resistencia. Pizarro lo propuso a todos sus oficiales reunidos en consejo y stos lo aceptaron y prometieron ejecutarlo Este recurso supremo era sor prender y hacer prisionero al Inca por medio de un golpe de mano.Queriendo Atahuallpa dar a los extranjeros una alta idea de su poder, se adelant con todo su ejercito, siendo l llevado en una especie de andas, adornado de plumas y cubierto de placas de oro y plata, cuajada de piedras preciosas. Iba rodeado de histriones y bailarinas y acompaado de sus principales seores, que, coma l, eran llevados en hombros de sus vasallos. La marcha de este ejercito, com puesto de ms de cuatro mil hombres, ms bien pareca una procesin.

    En cuanto el Inca lleg a la plaza, pregunt por los espaoles, y en aquel momento se le acerc el padre Vicen te Valverde, capelln de Pizarro, llevando en una mano un crucifijo, y, en la otra, un breviario, segn unos, una Biblia, segn otros. Teniendo por interprete al indio Filipillo, Val verde dijo al Inca que vena por orden de su jefe a expli carle los misterios de la verdadera fe. Le habl de los misterios de la creacin del mundo, de la Trinidad, de la encar nacin, de la pasin y muerte de Jesucristo, de su resurrec in y ascensin; la eleccin que Dios haba hecho de San Pedro para que fuera su vicario en la tierra; el poder de este ltimo trasmitido a los papas y la donacin hecha al rey de Castilla por el Papa Alejandro de todas las regiones del Nuevo Mundo.

    Despus de haber desarrollado toda esta doctrina, mal interpretada por Filipillo, exhort a Atahuallpa a abrazar la religin cristiana, a reconocer la autoridad suprema del Papa, rendir vasallaje al rey de Espaa y a reconocerlo como su nico Seor legtimo. Si se someta inmediatamente, Val verde le prometa que

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    el rey tomara el imperio bajo su proteccin y le consentira que continuara reinando; pero si rehusaba obedecer y perseverar en su impiedad, l le declaraba la guerra y le amenazaba con una terrible venganza.

    No quiero ser tributario de ningn hombre -dijo Ata huanpa-; yo soy ms

    poderoso que ningn prncipe de la tierra. El otro puede ser grande, no lo dudo, pues veo que ha enviado desde tan lejos a sus vasallos; y, por lo mismo, quiero ser su amigo. Si vuestro Dios muri por hombres que haba creado, el mo vive (y seal el sol que se hun da entre las cordilleras) y desde all vela sobre sus hijos. Pregunt luego a Valverde con qu autoridad le hablaba de esas cosas y dnde las haba aprendido.

    En este libro, respondi Valverde, presentndole su breviario.

    Atahuallpa le tom con presteza, le mir, volvi curio samente algunas hojas y lo acerc a su odo.

    Esto que me enseas aqu no me habla ni me dice nada -dijo luego arrojando el libro al suelo-. Y, despus, conti nuo: D a tus compaeros que me darn cuenta de sus acciones en mis dominios y que no me ir de aqu sin haber obtenido plena satisfaccin de los agravios que me han hecho.

    Recogi el padre Valverde su libro y corri a informar del suceso a Pizarro, dicindole entre otras cosas:

    No veis que mientras estamos aqu gastando el tiempo en hablar con este perro soberbio, se llenan los campos de indios? Salid a ellos, que yo os absuelvo!

    Seguidamente el historiador boliviano se refiere a la tremenda matanza de indios y a la captura de Atahuallpa.

    Felipe Lpez Menndez autor de una Historia ecle sistica de Bolivia -sostiene que todo lo anterior es una calumnia contra el R.P. Vicente de Valverde, capelln de Pizarro y transcribe algunos textos en apoyo de su tesis. Nos interesa detenernos en este punto de vista, porque la derrota de los incas y la muerte de Atahuallpa sellaron la suerte de las regiones peruanas. Los efectos de estas accio nes estn presentes ante nosotros. La llegada del Papa a tierra boliviana vuelve a actualizar el choque entre euro peos y aborgenes americanos, los trotskystas formamos filas entre estos ltimos.

    Lpez Menndez argumenta que Francisco de Jerez, secretario de Pizarro, quien en su Verdadera Relacin de la Conquista del Per y provincia del Cuzco, nada dice acerca de la incitacin del P. Valverde en la captura de Atahuallpa y matanza de los indiosPedro Sancho, otro de los secretarios de Pizarro, en su Relacin de la Conquista del Per, atribuye a solo el conquistador y capitn de los invasores espaoles como el promotor, autor y ejecutor de los sangrientos acontecimientos de Cajamarca y la prisin del Inca, esta es la tesis de Lpez Menndez.

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    Prosigue el citado escrito: Pedro Pizarro, testigo ocular y principal actor de los sucesos, en su Relacin del descu brimiento y conquista de los reinos del Per, escribe:

    Envi (Pizarro) al Padre Fray Vicente de Valverde, primer Obispo del Cuzco, y Hernando Aldana, un buen soldado, y a Don Martinillo lengua, que fuese a hablar a Atahuallpa y a requerirle de parte de Dios y del Rey, se sujetase a la ley de nuestro Seor Jesucristo y al servicio de S.M., y que el Marqus (Pizarro) le tendra como her mano y no consentira le hiciesen enojo ni dao en su tierra. Pues llegado que fue el Padre a las andas donde Atahuallpa vena, le habl y le dijo a lo que iba, y le predic cosas de nuestra santa feLlevaba el Padre un breviario en las manos donde lea lo que predicaba; el Atahuallpa se lo pidi, y l cerrado se lo dio; y como tuvo en las manos y no supo abrirlo, arrojle al suelo; llamle el Aldana que se llegase a l y le diese la espada, y el la sac y la mostr, pero no se la quiso dar; pues pasado lo dicho, el Atahuall pa les dijo que fuesen para bellacos y ladrones, y que les haba de matar a todos. Pues odo esto el Padre se volvi y cont al Marqus lo que haba pasado... Aade Lpez: En esta circunstanciada y larga relacin de Pedro Pizarro, que presenci la captura del Inca, no aparece el P. Valverde, como incitador o estimulador de la hecatombe y prisin de Atahuallpa; y s solo en la pltica dirigida a ste y en el episodio del breviario.

    Lpez cita al historiador J. Mesa y Leompart: Tan luego como tuvo conocimiento -Pizarro- de la verdadera situa cin, se form rpidamente su plan y convoc a sus oficia les para comunicarles el proyecto extraordinario cuya ejecucin haba decidido. Consista ste en armar una celada al Inca y cogerle prisionero a la faz de todo su ejercito (Historia de Amrica). Mesa aade que Valverde opin que el Inca mereca la muerte. La conclusin de Lpez: Ni su condicin de religioso, ni el cargo ministerial que tena de defensor de los indios contra las depredaciones y atentados de los espaoles, permiten aceptar que el P. Valverde hubiese alentado, ni siquiera aceptado la sentencia de muerte de Atahuallpa; por el contrario, no pudiendo impedir la ejecucin de la sentencia, se dedic a convertirlo a la fe cristiana, bauti zarlo y conseguir que el suplicio de la hoguera fuera conmu tado por el de garrote, como ms benigno. Violentando una cantidad abrumadora de documentos, el sacerdote Lpez llega al absurdo de sostener como causa de las ca lumnias contra el R.P. Valverde el haber sido uno de los primeros misioneros del Per, y que luego, como primer Obispo del Cuzco, se constituy como un denodado e incan sable defensor de los indios contra las detentaciones de sus bienes y contra los atentados a sus personas, en su vida, libertad y dignidad, por parte de los conquistadores (La intervencin del Padre V. de Valverde en la prisin y muerte del Inca Atahuallpa).

    Segn Prescott -Lpez recuerda que fue protestante- Valverde recomend al Emperador espaol desde Tumbes, en 15 de noviembre de 1541: en los trminos ms enr gicos la perpetua emancipacin de los indios. Este es el tema principal de la carta del Padre Valverde al gobierno, cuyo tenor general hace, sin duda, ms honor a su humanidad que algunos pasajes que de el nos cuentan.

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    Hay, pues, una tendencia que busc reivindicar a Valver de. Lo que no puede negarse, ni atenuarse, es la evidencia de que Valverde protagoniza en la historia la imposicin a los aborgenes del catolicismo, la religin de los conquis tadores, de los opresores.

    Garcilazo de la Vega -Historia general del Per-, apartndose de la montaa de documentos sobre la prisin y muerte de Atahuallpa, lo elogia y sostiene con nfasis que lo han calumniado: Al Padre Fray Vicente de Valverde levantan testimonios los que escriben que dio alarma, pidiendo a los espaoles justicia y venganza Desa fiando todas las dems narraciones llega al extremo de sostener que Valverde fue a los suyos, dndoles voces que no hiciesen mal a los indios, porque se haba aficionado de Atahuallpa. Y cuando otros cronistas cuentan que Valver de -iba entre las mesnadas espaolas aconsejando como herir y matar mejor, Garcilaso dir tambin que se trata de una patraa ms y que el Obispo esta descargado de culpa. Estaramos pues -segn l- frente a un angel de Dulzura,(Juan Jos Vega, Fray Vicente de Valverde, La conquista del Per).

    Los indios castigan al poderoso Obispo Valverde

    Garcilazo se propuso lavar de toda culpa al poderoso Obispo Valverde, que despus de los trgicos sucesos del Per volvi a Espaa, donde fue designado primer Obispo del Cuzco por Cdula Real de 30 de septiembre de 1535, y preconizado por la Santa Sede el 7 de enero de 1537. Una vez consagrado, en Espaa, retorn al Per llevando veinte religiosos misioneros. Fue nombrado defensor de los indios por Cdula Real de 14 de Julio de 1536, por el Emperador Carlos V. (Lpez).

    No podan faltar esfuerzos para reivindicar a un persona je tan importante como Valverde, que lleg a reinar en Amrica bastante en lo poltico y a plenitud en lo religio so desde la lnea ecuatorial haste el polo sur (Juan Jose Vega).

    Entre los documentos acusatorios contra Valverde tenemos, fuera de la crnica del capitn Hernando Piza rro, las ya publicadas del capitan Cristbal de Mena, de la citada ms arriba de Miguel de Estete, la de Francisco de Jerez -Secretario de Pizarro-, de Diego de Trujillo, de Juan Ruiz de Arce, la Relacin Francesa -escrita sobre testi monios directos de actores de la tragedia de Cajamarca-, la del Licenciado Espinoza. Asimismo, acota J.J. Vega, son fundamentales ciertos documentos inditos sobre la emboscada, que fueron dictados por sus actores y que estudi en Espaa Raul Porras. Pedro Catao refiere que el Capelln retorn a filas animando a la gente para que salie se a pelear con ellos. Lucas Martnez seala que fue co rriendo y llorando diciendo: Oh seores! Ayudadme a vengar la fe de Cristo, porque aquel perro me echo la Bi blia por el suelo. Melchor Palomino cree que la frase fue as: Cristianos. Doleos de la honra de Dios, que este perro infiel me ha echado por all la Biblia, por decirles lo que Dios nos manda que hagamos por la Sagrada Escritura. Alonso de Toro declar que Valverde dijo a Pizarro que estaba enojado. Francisco de Fuentes indica

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    que fue el dicho Fray Vicente a decir al dicho Marqus -Pizarro- lo que pasaba y luego acudi el dicho Marqus y su gente.

    No es necesario aadir lo que escribieron con posterio ridad otros espaoles, entre ellos el prncipe de los cronis tas Cieza de Len -Crnica del Per-: Valverde con mucha prisa volvi a Pizarro, diciendo que el tirano Ata huallpa vena; condenado perro; que diesen con l

    El Sacerdote Marcos de Niza, que arrib al Per un ao despus de la tragedia de Cajamarca, escribi que la frase dicha por Valverde fue: Venganza Cristianos, que este perro desprecia la ley de Jesucristo y arroja los Evangelios. Para el Padre Cabello Valboa, el capelln clam venganza y satisfaccin de aquella ofensa a Dios y a sus Evangelios hecha. Fray Martn de Mora dice que la arenga fue: Cristianos, los Evangelios por tierra. Mas tarde el Padre Calancha- Crnica Moralizada- escribi que la frase dicha por Valverde fue: Cristianos, los Evangelios holla dos, justicia y venganza sobre estos idlatras.

    El Obispo del Cuzco se distingui no slo por aparecer como, un paladn en la incansable lucha contra la idolatra, es decir, contra la religin de los aborgenes, sino por aparecer mezclado en las pugnas internas entre los conquis tadores. Los sublevados bajo la direccin del cholo Diego de Almagro, el Joven o el Mozo, -mediados de 1541- buscaron afanosamente al religioso para castigarlo. El Obispo- afirma J.J. Vega-, que hasta das atrs ejerca una enorme influencia en el Palacio de Gobernacin y que reparta entre parientes y amigos toda suerte de bienes y prebendas., vio derrumbarse en unas pocas horas todo el poder que haba ejercido; an ms, vio en peligro su propia vida. No pocos curas haban cado en medio de las pasio nes de las guerras civiles del Per y nada raro podra ser que su propia cabeza de Obispo fuese exigida en las horas de venganza. Bien se saba que el mximo dirigente de la sublevacin almagrista tena opiniones muy claras sobre el omnipotente prelado: persona que jams ha tenido fin ni celo al servicio de Dios, persona amiga de pasiones..dada a entender a sus intereses propios, dando mal ejemplo a todos.

    Valverde, temeroso por su vida, se escurri del escenario, que comenz a estar dominado por los almagristas. En un pequeo navo que haba en el puerto, fingiendo que se iba de caza, se meti en l con su hermano el Dr. Juan Blsquez, y con algunas otras personas, con prepsito de ir a buscar al Presidente Vaca de Castro (Gonzalo Fernn dez de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias).

    En Tumbes logr algunas balsas y con treinta compa eros de infortunio se encamin rumbo a la isla de Puna, con el proyecto de encaminarse a regiones no controladas por los almagristas, buscando sumarse a las huestes que en Quito organizaba Vaca de Castro.

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    Inesperadamente su arribo a la isla incentiv an ms rebelin que desde algn tiempo atrs tena lugar en algunos curacazgos del lugar.

    Primero los punaeos mataron al capitn Cepeda que recoga tributos en la isla, y con l a cinco espaoles ms; de paso hicieron huir a la carabela de Pedro de los Ros. Otras muertes en distintos lugares fueron seguidas del asalto a la balsa de Valverde, la de Juan Valdivieso...Los Castella nos fueron sacrificados y los esclavos negros (hombres y mujeres) repartidos entre los jefes indios alzados (J.J. Vega).

    Esta formidable revuelta form parte de la lucha encabe zada por Manco Inca contra los conquistadores, acertadamente tipificados como inhumanos esclavizadores y saquea dores de todo lo que posean los indios. Gonzalo Pizarro , en carta enviada a Carlos V, informaba: que con motivo de ese alzamiento de varias provincias del Litoral norte del Ta huantinsuyo hubo alteraciones entre los espaoles como entre los indios naturales y ha sido causa que los indios de la Cultura se alzasen y el pueblo se despoblase y en la Isla de Na se alzasen y matasen en lo uno y en lo otro ms de cien espaoles, entre los cuales mataron al Obispo del Cuzco, co mo ya vuestra majestad habra sabido.

    J.J.Vega resume lo sucedido con Valverde en 1541: Se puede reconstruir algunos hechos. Siguiendo su costumbre de destructor de dolos, Valverde empezara a predicar. Sin duda algn indio reconocera en ese pomposo Obispo al ha rapiento y rudo capelln de diez aos atrs. Todos los ultra jes sufridos en manos de los conquistadores se unieron en tonces en el odio a su persona. Dicen que se dispona a cele brar misa cuando cayeron sobre l varios de los asistentes y dndole golpes lo condujeron hasta el sitio donde se realiza ra el sacrificio y luego el macabro festn, en medio de te rrible algaraba.

    El Virrey Toledo en su informe a Felipe II dice: Lo asaron vivo en una barbacoa, sacndole los ojos de la cara y vacindole otros de oro derretido hasta que con este mar tirio muri y se lo comieron como era pblico y notorio.

    En el memorial de Francisco de Valverde Montalvo -1586- se lee:

    los indios se alzaron y fue muerto por ellos l y los dos sobrinos suyos, sacrificndole y asndole vivo y lo comieron y venan despus con su cabeza en todas las fiestas y ataques que hacan. El famoso obispo, adems de trofeo de guerra, se convirti en el smbolo de la vengan za de los indios.

    Vale la pena trascribir parte de la carta del Licenciado Martel de Santiago de 1542: Los de la isla de Pan traman la muerte del obispo del Cuzco, Fray Vicente Valverde. Es te se haba refugiado en la isla cuando huyendo de los hombres de Almagro el Joven, se diriga hacia el Norte, en busca de los ejrcitos reales. All predica contra la idolatra. Un da de octubre de 1541, cuando se disponia a celebrar misa, los indios lo golpean y le dejan sin vida. Seguidamente orga nizan un banquete con el cuerpo del prelado.

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    Estos trgicos acontecimientos se convirtieron en smbolo de lo que sucedi despus. Los americanos oprimidos, en sus rebeliones contra sus opresores, no trepidaron en usar las.iglesias como sus trincheras y en acabar con los clrigos que usaban el secreto de la confesin para delatar a los que conspiraban contra la corona y contra la iglesia.

    Los indios pasando a degello a los sacerdotes catlicos, constituyen la prueba de que la lucha de las nacionalidades sojuzgadas por lograr su liberacin, por acabar con sus escla vizadores, asumen tambin formas religiosas. Para los ameri canos la iglesia y el catolicismo se encarnaban en los sacer dotes, solamente vean a stos.

    La lucha liberadora de las naciones oprimidas actualmen te es inevitable, mas tarde o mas temprano; en esa lucha volver a repetirse la escena del sacrificio del obispo Valverde. Se dira que en la isla Pun se ofreci en ofrenda de desagravio a la Pachamama los restos y la sangre del que tuvo partici pacin directa y decisiva en el apresamiento y asesinato de Atahuallpa y de miles de quechuas.

    El cristianismo, la religin de los conquistadores

    Como se ve, el cristianismo vino de Espaa con los conquistadores, que utilizaron la espada y la cruz -o la cruz y la espada- para someter a los imperios y a la masa humana autctonos. El sometimiento de los americanos al monarca espaol y al Papa del catolicismo, que se logr con ayuda de la violencia, form parte fundamental de la conquista, es decir, de la opresin del continente, de las numerosas nacio nalidades autctonas, de su sojuzgamiento por la metrpoli fornea. Desde entonces y hasta ahora, el cristianismo, el ca tolicismo, constituyen la religin de los opresores, de los invasores, de los conquistadores, que fueron y son utilizados como instrumentos que permitieron el aplastamiento de las masas indgenas, hecho inseparable del sojuzgamiento, del menosprecio, de la persecucin, de las culturas nativas. Para que la civilizacin del hombre pueda efectivizarse es pre ciso vaciar de su cerebro las ideas y creencias tradicionales, que responden a su condicin y dignidad humanas y reem plazarlas con las ideas y creencias del esclavizador.- La cruz cumpli un papel fundamental en este proceso de degradacin de los indios. El catolicismo es la religin esclavisadora.

    En la poltica hispano-portuguesa -constata Richard Konetzke- respecto a los indios aparece el maltrato per manente e incluso el lento exterminio del pueblo vencido, llevado a tabo por el vencedor con infernal arrogancia (J. Burckhardt).

    El mencionado autor cita como antecedente el que Los Reyes Catlicos -en la campaa de Granada (1482-1492)- hicieron vender como esclavos a los habitantes de las ciuda des tomadas por asalto y recompensan con el producto de este trfico servicios militares y cubren los costos de guerra.

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    Es comprensible que los descubridores y conquistado res espaoles adoptaran una actitud similar ante los habi tantes del Nuevo Mundo. Cristbal Coln les ofreci a los Reyes Catlicos enviar a Espaa, como esclavos, tantos abo rgenes de las islas antillanas por l descubiertas como sus Majestades desearan, y vio en tales embarques el equivalente en valor de los suministros de ganado, semillas y medios de subsistencia procedentes de la metrpoli. Los esclavos indios deban proveer a Europa de fuerza de trabajo barata y resarcir los sacrificios financieros que demandaban las ex pediciones a ultramar. Coln haba iniciado de inmediato el transporte a Espaa de algunos centenares de indios. Al principio esa actividad no escandaliz en absoluto a los Re yes Catlicos, que, por el contrario, ordenaron, el 12 de abril de 1495, vender esos esclavos en Andaluca. Pero enton ces ocurri algo inesperado. Ya por orden del 16 de abril de 1495 los monarcas suspendieron momentneamente ese trfico humano y dieron como fundamento que Nos queramos informarnos de letrados, telogos y canonistas si con buena conciencia se pueden vender stos por esclavos o n... En 1500 los Reyes Catlicos ordenaron que los expedi cionarios espaoles no fuesen osados de prender ni cautivar a ninguna ni alguna persona de los indios de las dichas islas y tierra firme de dicho mar Ocano para los traer a estos mis Reinos ni para los llevar a otras partes algunas, ni les hi ciesen otro ningn mal ni dao en sus personas ni en sus bienes.

    Discrepamos con Konetzke cuando sostiene que fue inte rrumpida la esclavizacin de los indios obedeciendo a los principios ticos contra la esclavizacin general de los abo rgenes en las islas y tierra firme recin descubiertas. Telo gos y letrados sostuvieron la tesis de que slo se poda es clavizar a los infieles hechos prisioneros en una guerra justa y que los habitantes pacficos del Nuevo Mundo deban ser sbditos libres de los reyes espaoles. Este cortapisa doctri nal a la esclavitud de los indios pareca tambin necesaria para el cumplimiento del cometido misional de las bulas papales de 1493, ya que la esclavitud de los infieles deba constituir un obstculo para su evangelizacin. Con ello, convicciones ticas nuevas ganaron influencia sobre las reali dades econmicas. La trata de esclavos, admitida tradicio nalmente, se volva cuestionable desde el punco de vista moral.

    Los Reyes Catlicos redujeron a los indgenas a una con dicin prxima a la esclavitud, a un rgimen inhumano de explotacin, lo que explica la intermitente rebelin de los nativos. No solamente se trat de explotar las riquezas del suelo americano, sino a los propios indios que eran produc tores, Las reglas religiosas y ticas fueron acomodadas e in terpretadas para legitimar esta opresin, aunque a veces sir vieron para combatir los excesos. En casos excepcionales la Corona admiti y autoriz la esclavitud de los aborgenes.

    Un poco mas adelante de su libro -Amrica Latina. La poca colonial- dicho autor nos da la razn: Paralelamente a la esclavitud, e incluso despus de su abolicin, existi otra forma de trabajo no libre. Como la disponibili dad de espaoles y portugueses para el trabajo fsico en las colonias era escasa y adems estaba afectada por el clima tropical, la organizacin econmica y social descansaba esencialmente sobre la fuerza de trabajo indgena. Sin tra bajadores la tierra no tena valor alguno, y el oro y la plata, codiciados, no se dejaban

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    recoger sin fatigas. Conforme a la voluntad de la corona espaola, empero, los aborgenes de los reinos americanos deban ser sbditos libres, no sujetos a ninguna prestacin forzada. Segn este principio, los in dios se deban incorporar como asalariados libres al proce so econmico. La puesta en practica de tales intenciones tropezaba, sin embargo, con fuertes resistencias. Los euro peos, que pretendan adquirir rpidamente las mayores ri quezas posibles, se apoderaban de tantos indios como ne cesitaban para los trabajos en las casa, campos y minas... El acostumbramiento forzado de los indios a un orden de tra bajo, se argumentaba, coadyuvara a civilizarlos y cristiani zarlos.

    La Reina Isabel dispuso, en 1503, que los aborgenes fue sen obligados a trabajar y a vivir junto a los espaoles, a fin de que fuesen adoctrinados religiosamente. Las adjudicacio nes de indios -en calidad de fuerza de trabajo- a los espa-oles se denominaron repartimientos. Se utilizaron tambin para remunerar a funcionarios reales en las Indias o para au mentar sus estipendios, a cuyo efecto se le asignaban a cada funcionario, segn el rango y posicin social, hasta 200 in dios.

    La sed de ganancia de los espaoles se tradujo en innume rables abusos, que motivaron la dictacin de leyes protectoras de los aborgenes, que ciertamente no eliminaron los traba jos forzados y las exacciones, inclusive de parte de las auto ridades. La iglesia legitim con su autoridad y sus campa as diarias este lamentable estado de cosas, aunque algunos de sus miembros tuvieron el coraje de levantarse airados contra la crueldad con que eran tratados los indios. El do minico Antonio de Montesinos, en 1511, dej atnitos a sus oyentes con un sermn acusatorio y muy subido de tono: Todos estis en pecado mortal y en l vivs y mors, por la crueldad y tirana que usis con estas inocentes gentes. Decid, con qu derecho y con qu justicia tenis en tan cruel y horrible, servidumbre aquestos indios.? Cmo los tenis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matis, por sacar y adquirir oro cada da? Exigi a los espaoles que pusieran en libertad a los indios que les fueron entregados y amenaz a los que resistiesen con negarles la absolucin. Los espaoles, heridos en sus derechos, elevaron sus protestas y reclamacin a la corte real. El rey Fernando dio a conocer su asombro ante esta prdica escandalosa. El y la reina, decla r, haban establecido la obligacin de los indios de traba jar, luego que una junta de letrados y telogos tuviera tal medida por compatible con el derecho natural y el divino. Los colonos espaoles haban actuado conforme a las rde nes del rey, y si haban cargos de conciencia, recaan sobre l y sus consejeros. El rey consideraba conveniente proceder severamente con el monje dominico. Los miembros del Consejo Real, escriba Fernando V, compartan unnime mente la opinin de que el gobernador deba meter a todos los dominicos de la isla en un barco y enviarlos a Espaa, donde sus superiores les pediran cuentas y los sancionaran debidamente. Con motivo de la queja real, el provincial de la orden dominicana prohibi expresamente a los miembros de la congregacin de La Espaola que reiteraran esas prdicas perturbadoras. En un escrito posterior, el provincial seal su acuerdo con la decisin del Consejo Real de hacer que los miembros de la orden volvieran a Espaa y los amonest porque toda la India por vuestra predicacin est para

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    re belar. Con sus opiniones, adems haban incurrido en error, puesto que el rey haba conquistado esa isla jure belli y Su Majestad la haba donado a la corona, por la cual ha lugar y razn alguna de servidumbre.

    Hay que aadir que el propio Montesinos se traslad a Espaa y denunci ante el Rey la desdichada situacin de los aborgenes, denuncia que fue el antecedente de la junta de letrados y telogos que se reuni en Burgos en 1512 y que adopt las determinaciones siguientes: los indios son libres, aunque el rey puede ordenarles trabajar; este trabajo, no obstante, debera ser de tal ndole que no les impidiera la instruccin en la fe cristiana y que fuese de provecho para los indios. Sobre la base de las deliberacio nes de la junta se hicieron las Leyes de Burgos del 27 de diciembre de 1512, que constituyen el primer intento de una legislacin Indiana general y fijan el sistema colonial espaol.

    Las denuncias fueron tomadas en cuenta y las Leyes de Burgos pueden ser consideradas protectoral de los aborgenes dentro de la poltica colonizadora general de Espaa, pero tiene que tomarse en cuenta que ratificaron los repartimientos, que tambin llaman encomiendas, fuente de todos los abusos imaginables y tan tercamente combatidos por los indios que no cesaron de rebelarse contra la opre sin. Como fundamento de la coercin laboral aparece nuevamente la tesis de que los indios se inclinan por natu raleza a la ociosidad y a los peores vicios, y pese a las expe riencias en contrario habidas hasta entonces, se avala la concepcin segn la cual la comunidad de vida hispano-in dia resultante de los repartimientos habr de fomentar la evangelizacin y civilizacin de los aborgenes. El legis lador, con todo, previ una serie de medidas que deban suprimir los abusos registrados en los repartimientos y garantizar que a los indios se les diese un trato humano (Konetzke).

    La evangelizacin de los indios

    La evangelizacin de los aborgenes fue paralela al trabajo forzado. Sirvi para convencer a los indios que aceptasen su obligacin de pagar tributo a los conquistadores, a sus esclavizadores. Evangelizar signific domesticar a quienes no cejaban en su empeo de liberarse.

    Los explotadores de todos los tiempos han presentado como una de las ms altas virtudes humanas la dedicacin abnegada al trabajo, el cristianismo ha servido con xito a este propsito, lo que demuestra que la teologa encu bri y legitim el incesante acrecentamiento de la bolsa de aquellos.

    Las leyes de Burgos prestaron mucha atencin a la evan gelizacin de los indios, que se la identificaba con su civili zacin. Esta tarea corra a cargo del encomendero y supona la imposicin de formas de vida propias de los espaoles: los recin nacidos deban ser bautizados a los ocho das, los indios nbiles deban casarse y los muertos ser sepultados conforme a los usos cristianos.

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    Otra forma de trabajo forzado fue la mita, una forma de superexplotacin que import la destruccin fsica de los indgenes. Algunos sacerdotes denunciaron los excesos cometidos contra los indios, pero an as constituyeron uno de los pilares fundamentales del rgimen colonial. El ejemplo de Montesinos fue seguido por otros sacerdotes: Bartolom de las Casas, Luis de Valdivia, Juan de Sum rraga, Pedro de Gante, Antonio de San Miguel, Diego de Medelln, Jacobo Rike, Martn de Valencia, Agustn de Corua, Gil Gonzles de S. Nicols, etc, fueron ejemplo vivo de celo, trabajo y entusiasmo en pro de la evangelizacin y de la cultura de los indios del Nuevo Mundo, honrando as a Espaa y a su doctrina colonizadora (Juan Comas, La cristianizacin y education del Indio desde 1492 a nuestros das).

    Los indgenes se sublevaron contra los abusos cometidos por sus opresores. Los curas cuando denunciaron esos abusos se convirtieron en incitadores de la rebelin. Este hecho no elimina la evidencia de que la evangelizacin importaba el sometimiento de los nativos a los espaoles. Algo ms, los buenos curas no estaban en desacuerdo con la poltica colonizadora de los monarcas espaoles, repudiaban nicamente los excesos cometidos al amparo de esa poltica.

    Junto a los sacerdotes virtuosos estaba una mayora corrupta que se dedic a superexplotar a los indgenes y que cay en un estado de depravacin moral. Jorge y Juan Antonio de Ulloa Noticias secretas de Amrica- infor man: Para que se conozca el exceso a que Ilega esto y la crecida utilidad que sacan los curas de estas fiestas nos pa rece conveniente citar lo que un cura de la provincia de Quito nos dijo que entra estas fiestas y la conmemo racin de los difuntos recoga todos los aos ms de 200 carneros, 6.000 gallinas, 4.000 bueyes. Se debe ad vertir que este curato no era de los mas aventajados. Ms adelante agrega: supuesto que todo sale de una gene que no tiene ms facultades ni proporcional de ganancias que su trabajo personal y un salario muy reducido cuando tra bajan por otro, cmo podrn pagar esos emolumentos a los curas? Solamente tenindolos atareados contnuamen te no solo a los varones ms las mujeres y toda la familia para entregar al fin del ao todo lo que hayan podido ad quirir, bastara para soportar semejantes contribuciones. Los mismos autores se refieren a la degradacin moral en la que cay el clero: No parece sino que es instinto peculiar en aquellos eclesisticos el sobresalir a todos los dems en las pervertidas costumbres de su desarreglada vida, siendo aquellos que ms deberan contenerse en los que la desenvoltura tiene mayor resolucin, y los vicios encuentran ms cabida. Los conventos estn reducidos a pblicos burdelesLos religiosos viven en ellos con sus concubinas dentro de las celdas. Se alent el traslado de los jesuitas para rectificar en algo ese calamitoso estado de cosas. Los sacerdotes de la Compa a de Jess chocaron con los intereses de encomenderos y de los otros sacerdotes, lo que determin que tuviesen que trasladarse a las misiones, que tan equivocadamente se han considerado como ensayos socialistas y hasta comunis tas. Mas tarde, los jesuitas, en cuyo seno se formaron los tericos del regicidio, sern expulsados de Amrica, como

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    consecuencia de sus fricciones con la monarqua espaola. Algunos estudiosos del problema indgena, como Lus E. Valcrcel, el mismo Comas, etc, se lamentan porque la iglesia no logr evangelizar lo suficiente a las masas indgenes del continente. Nos parece que el hecho fundamental de la poltica colonizadora de la monarqua espaola, que fue posible gracias a la accin de la iglesia, no radica en saber si se cometieron o no excesos, si los sacerdotes fueron virtuosos, fieles seguidores de Cristo o no -aspecto en el que se agotan las argumentaciones de no pocos historiadores-, sino en la evidencia de que Espaa, como Estado y como cultura, se impuso violentamente sobre los Estados, las masas y la cultura autctonos. La rebelin de algunos sacerdotes contra los mtodos bestiales de opresin ejercitados por los espaoles, a fin de convertir en oro el sudor y la sangre de los indios, no desmiente que esos paladines del cris tianismo apuntalaron y justificaron el sometimiento de los autctonos a los reyes espaoles, que buscaban benefi ciarse con el oro, la plata y las materias primas que podan producir aquellos, con los tributos que se les arrancaban violentamente. Parte inseparable de la poltica colonizadora, opresora por su propia esencia, fue la imposicin no la aceptacin por libre consentimiento del cristianismo, convertido en instrumento de la opresin espaola sobre las naciones autctonas. Para los indios la cruz y la espada se presentaron inseparablemente hermanados, como expresin de las fuerzas esclavizadoras y destructoras de su existencia fsica, de su libertad, de su verdadera esencia. El cristianismo lleg como fuerza invasora, como religin propia de los conquistadores y esclavizadora, destructora de la cultura de los indios. No se trataba de la religin de los explotados y oprimidos, sino de los explotadores y opresores, destinada a justificar la esclavizacin de todo un continente. Inmediatamente apareci, durante la colonia, como la religin propia de la minora espaola y criolla, es decir, de los opresores, y, en sus basamentos originales, extraa a la gran masa autctona. Las nacionalidades indias, los descendientes de los incas -si nos limitamos a hablar de la regin andina-, no pudie ron menos que ver en el cristianismo a una religin extraa a ellos y contraria, opuesta, a la que haban heredado de sus antepasados. En su persistente lucha contra sus esclavizadores, los indios encontraron en la iglesia y en los curas a sus peores enemigos. Contrariamente, mas tarde los miembros de la iglesia catlica se dividieron en el bando monrquico y en el que conformaron criollos y rebeldes. La iglesia se haba trocado en gran latifundista y durante la guerra de la independencia luch por conservar sus privilegios.

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    Las naciones indias y la religin

    La dominacin espaola determin la disgregacin del imperio de los incas en las naciones que la componan, como comunidades humanas permanentes, histricamente forma das sobre un determinado territorio, teniendo el mismo idioma, cultura y religin. Se trata de nacionalidades inci pientes, que no han conocido una ntida diferenciacin social en su seno. Fueron aplastadas por los espaoles -fcil o difcilmente-, pero nunca dejaron de luchar con tra sus opresores. En determinados momentos vieron debi litados sus contornos culturales y en otros se afirmaron como, nacionalidades. Ahora nos corresponde ver la rela cin entre nacin y religin, debiendo subrayarse que las nacionalidades de la zona andina muestran rasgos comunes al respecto, aunque no estan ausentes las diferencias y particularidades. Algunos lamentan, junto con el peruano Luis E. Val carcel -Supervivencias precolombinas en el Per-: que A pesar de los cuatro siglos de cristianizacin no se puede asegurar que el indio peruano sea un consciente feligrs de la iglesia catlica. Vive poderosamente sus creencias religiosas y sus procedimientos mgicos primitivos. Se ha operado una clarsima seudometamorfosis, valindose la religin antigua de las formas del culto catlico. Este pro ceso ha sido atestiguado por los curas y frailes que escri bieron crnicas, confesionarios y guas de prrocos desde mediados del siglo XVI. Ayudaron al camuflaje las tcticas de sobreponer lo catlico a lo pagano, como cuando se construye el temple de Santo Domingo en el Cuzco sobre el Intihuasi o Casa del Sol o el Santuario a la Virgen de Copacabana a orillas del Titicaca sobre otro clebre san tuario precolombinoEl apostol Santiago es para los indios su viejo dios Illapa, o el rayo. La Virgen Madre es su Mamma. Packa, o sea la tierra. La prctica de la mgica no ha cesado de realizarse y mantiene todo su vigor en la vida de las comunidades in dias, pasando tambin a los otros grupos sociales. No hay acto de alguna trascendencia que no este coloreado de magicismo. Brujos de ambos sexos son temidos y buscados. El curanderismo esta en pleno auge. Como parece, lamentan que el catolicismo hubiese con cluido siendo desvirtuado en grado extremo y la culpa se atribuye al clero: Acabamos de ver que el catolicismo, entendido y practicado como ritos al servicio de los inte reses materiales de ciertos grupos, favorece una de las formas mas generalizadas de explotacin del indio, fiestas y pagos de derechos y primacas. Los testimonios citados prueban, pues, que a mediados del siglo XX perduran las creencias y supersticiones precolombinas que, en considerable proporcin, se mani fiestan amalgamadas con los ritos del cristianismo y ms particularmente del catolicismo: los dos smbolos (cris tiano y pagano), las dos actitudes squicas frente al ms all, se complementan y forman un todo en la gran mayo ra de pueblos aborgenes de Amrica. Los etnlogos conocen bien hasta qu punto desempean papel funda mental en la vida de las comunidades y pueblos indgenas, sus creencias supersticiones y ritos, peculiares respecto a las labores agrcolas, al rgimen climtico, a la paricin y curacin de las enfermedades,

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    y a otros aspectos de su vida social. Pero, adems, nadie ignora la existencia an en nuestros das de grupos amerindios a los cuales no ha lle gado todava la influencia del cristianismo, ni siquiera en su aspecto formal o externo, El aplastamiento de las supersticiones precolombinas se presenta como sinnimo de civilizacin.

    La religin de los nativos fue calificada por los conquis tadores y la iglesia de idolatra, de superstition, por eso tomaron para si la tarea de destruirla y extirparla de la rnente de los primeros. La cristianizacin -en el fonde esclavizacin- fue considerada como sacrificada labor en beneficio de los aborgenes y de la humanidad. No puede ponerse en duda que la destruccin de la reli gin propia para imponer en su lugar otra es una forma de opresin cultural, esta vez inseparable de la opresin econmica, social e inclusive de la discriminacin racial. Durante la colonia la lucha de los indios contra sus opresores import la defensa de su religin propia y tambin de sus expre siones culturales. Cuando se rebelan ahora se afirman cul turalmente, tambin en el aspecto religioso: la cobertura formal de las creencias es arrojada por la borda y la religin nativa cobra pujanza. La rebelin social tiende a adquirir contornos religiosos.

    Significado de la consigna, Viva la Pachamama!

    An bajo su tegumento cristiano, forneo, esa religin de los pueblos andinos, americanos, muestra rasgos de ani mismo, ms que de panteismo. Sobre todo, los incas se consideraban enviados de Dios. Las partes de la naturaleza fueron tomadas como animadas de un espritu invisible y guiando los actos de los hombres. Seguimos a Engels en la concepcin del animismo: Las fuerzas de la naturale za se aparecen al hombre primitivo como cosas extraas, misteriosas, superiores. En una etapa determinada, por la cual pasan todos los pueblos civilizados, las asimila perso nificandolas. Este instinto de personificacin ha creado dio ses por doquier (Esquemas del Anti-Duhring). Tambin puede decirse que la religin de los americanos de los Andes mostraba y muestra alguna semejanza con el pantesmo, en la medida en que Dios, principio universal, se confunde con la naturaleza. Sin embargo, decir llanamente que era panteista puede llevar a confusiones. Sera exa gerado sostener que lleg a repudiar la causa primera sobre natural y hacer desaparecer a Dios en la naturaleza. Nuestros reparos parten del hecho de que el primitivo, panteismo lleg a veces a traducir concepciones materialistas del mundo. Estamos pensando en Giordano Bruno (1548 -1600), quemado vivo en Roma por la Inquisicin. Este filsofo del Renacimiento fue un adversario encarnizado de la iglesia, de la escolstica y del oscurantismo religioso. Enriqueci el sistema de Coprnico y desarroll la tesis de la unidad material del universo compuesto por un nmero infinito de mundos semejantes al del sistema solar. No pudo emanciparse totalmente de la influencia de la teo loga, lo que se constata cuando identifica Dios y natura leza, pese a que sostiene que materia y movimiento son

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    inseparables.

    (Spinoza (1632-1677) afirm que la misma naturaleza es Dios, porque negaba que hubiese un creador. Subray que la naturaleza es su propia causa, la causa y la esencia de todo lo que existe: Es un gran honor para la filosofa de esa poca el que se haya insistido, desde Spinoza hasta los grandes materialistas franceses, en explicar el mundo por s mismo, dejando a la ciencia de la naturaleza del porvenir el cuidado de ofrecer las justificaciones de detalle (Engels Dialctica de la Naturaleza). Sin embargo, Spinoza sostena la idea equivocada de la animacin univerasal de toda la materia. Equivocadamente se los considera panteista, se trata de un materialista. Lo anterior no significa que consideremos las religiones de los nativos superiores o inferiores a la cristiana, todas ellas tienen en comn el constituir un obstculo en el conocimiento de las leyes del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad, el desviar la lucha por lograr el bienestar y la liberacin en la tierra, hacia la esperanza de encontrar la recompensa en el ms all. Los imperios nativos fueron destruidos a sangre y fuego, impuestas violentamente la lengua y la religin, que importa la opresin cultural. El trabajo forzado, el saqueo de las tierras. los tributos, etc, se implantaron usando la violencia. Los indios fueron condenados a reventar trabajando en beneficio de los conquistadores y se vieron convertidos en vasallos del rey y de la iglesia. Otro tanto se pretendi hacer en el campo de las cos tumbres, de las creencias, en fin, de la cultura. Sin embargo, esta vez los conquistadores fueron conquistados. Ya hemos visto que los vencidos se dieron modos para meter dentro de las formas cristianas sus creencias que fueron tan despec tativamente rechazadas por los espaoles.

    Queremos decir que los nativos tuvieron su propia religin y que siguen conservndola. El desarrollo histrico ha determinado que el cristianismo concluya, de manera inconfundible, como la religin de los opresores y explotadores, que cumple el lamentable papel de coadyuvador a la explotacin de los nativos, de los pobres. Contrariamente, la religin de la Pachamama, del Sol, de los Acha chilas, etc, se presenta como la religin de las mayoras oprimidas. Esta religin menospreciada por los blancos u opresores y que sobrevive bajo cobertura extraa -segura mente por eso mantiene su pureza en alto grado- consti tuye parte importantsima de la cultura autctona y se per cibe que influencia en otras manifestaciones superestruc turales y sobre las clases sociales mayoritarias de la sociedad. La lucha de las masas aborgenes contra los conquistado res y criollos opresores, en el pasado, y actualmente contra las minoras blancoides de explotadores, adquieren por momentos la forma de contradiccin y rebelin religiosas. Se trata de un fenmeno frecuente en la historia.

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    La llegada del Papa, cabeza del catolicismo, no puede menos que actualizar en la mente de los bolivianos, de los indios bolivianos, los cinco siglos de esclavitudd y opresin, de robo y ultraje impuestos por los espaoles con ayuda de la cruz y la espada. Los esclavos que besan sus cadenas no merecen ser libres y ese no es el caso de los nativos de esta tierra.

    Las consignas Viva la Pachamama!, Muera la religin de los opresores!, Abajo el Papa!, fueron lanzadas por el trotskysmo -ciertamente compuesto por ayma ras, quechuas, etc.- y no propiamente por los indios que sufren la opresin cultural y religiosa. El verdadero signi ficado de esta actitud se explicara mas adelante.

    Los indios rezagados, la enorme masa humana de Boli via, seguramente se encogen de hombros ante los aparato sos preparativos para recibir al Papa, porque ellos siguen practicando cotidianamente sus creencias ancestrales bajo ropaje catlico. Siempre lo han hecho as y lo seguirn haciendo. Es su rutina, que las formalidades y acontecimien tos del catolicismo no alcanzan a turbar. La fuerza pujante de la tradicin cultural acta irresistible y silenciosamente. Tomemos un ejemplo, algunas investigaciones acerca del origen de la famosa danza de los diablos en la zona orurea demuestran cmo los mitos y creencias ancestrales se han entremezclado con rasgos del catolicismo: Danza que tiene races milenarias en el folklore andino y que surge del mito del Huari, Supaya o Thiula y de la usta Anti Wara y el pueblo de los Urus. Pero la confusin maniquesta impuesta por la colonia espaola religiosa transform el mito en leyenda y as las divinidades benefactoras como el Huari, Supaya o el Thiula se confundieron con los diablos infer nales, y es as que la nocin del diablo como engendro del mal fue introducida, como tambin los ngeles justicieros de la Biblia y por supuesto la Virgen de la Candelaria como patrona de los mineros orureos, explotados desde entonces. Pero volvamos a la danza donde se observa como en nin guna parte del mundo que diablos de cabellera larga y rubia danzan con ngeles representantes del Dios cristiano, ngeles celestiales y diablos satnicos infernales comparten el ritual con seres totmicos andinos tales como el kuntur Mallku y el jukumani (aunque este ltimo hoy transformado en oso panda o polar), quienes representan la fuerza del pueblo andino. El ritual de la danza de los diablos expresa quizs una dualidad, en la cual el ngel representa al cristiano civili zado, con su mscara blanca, al pueblo espaol, y los dia blos (mineros hijos del Thiula), hijos del demonio, salvajes, a quienes se los debe castigar y quienes tienen como nicos defensores al Cndor y al Jukumani y tal vez a la usta Inti Wara, encarnada ahora en la Virgen del Socavn? (O. Saenz) La anterior interpretacin puede ser discutible, pero cons tituye un otro testimonio acerca del vigor de la cultura ancestral, que no muere y acta como afirmacin de las naciones indias.

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    Es tan vigorosa la presencia de la cultura autctona que resulta muy difcil no descubrirla bajo su tenue disfraz catlico. Los sacerdotes no han tenido ms remedio que doblegarse ante esa presencia y se han visto obligados a seguir el camino nada digno de la simona. La convocatoria poltica porista -poltica lo es y no teosfica se ha apoyado en esa poderosa tendencia de la cultura tradicional, que, agazapada en las capas ms profun das de las masas nativas, solo esperaba la ocasin para irrumpir al primer plano. Casi inmediatamente los sectores mayo ritarios del pas se apoderaron de la consigna porista. La clase media es la que sufre en mayor medida la influencia religiosa desde que nace hasta que muere el catolicismo la amamanta, la forma o la reforma,-la escuela, la familia, el plpito, la sociedad toda contribuyen a ello- y la lleva hasta la tumba. La religin es el mbito de la fe sagrada, cerrado a las explicaciones y a la misma propaganda contraria. Pese a todo, vastos sectores de esa clase media apuntala enrgicamente la campaa porista de repulsa a lo ms respetado y venerado por los creyentes, el Papa. La situacin poltica en general es favorable para que los planteamientos poristas encuentren eco en las ciuda des, pero, adems, ese eco demuestra que las religiones primitivas se han filtrado por todos los poros en la clase me dia y que se encuentran en forma latente en ellas.

    Por todo lo que est sucediendo se puede concluir que las cumbres ms elevadas del catolicismo y el Papa, son extraos a los bolivianos, expresiones forneas, lo que contri buye a poner de relieve la cultura y religin nativas. En otro lugar nos hemos referido a que los aymaras, que chuas, etc, constituyen, como consecuencia de su rezaga miento -poco o ningn desarrollo del capitalismo- y falta de diferenciacin social, naciones-clase. Los problemas ms agudos de stas, que son problemas fundamentales del pro ceso revolucionario, han explosionado a travs de la cues tin religiosa. La situacin pre-revolucionaria tiende a trocarse en francamente revolucionaria, una de las palancas de este proceso puede ser la lucha religiosa. Las naciones indgenas se afirman a travs de la oposi cin de su cultura y tambin de su religin a la cultura y a la religin de la minora blancoide que las oprime y explo ta. El choque cultural es evidente y la cultura de las naciones oprimidas se enfrenta con la oficial, como prueba de que estas ltimas pugnan por emanciparse y estructurar se como Estados independientes. Los planteamientos po ristas tienden a materializar este objetivo, aunque se los formule como reivindicacin religiosa. Lo anterior forma parte de la lucha de los explotados por su liberacin. Est ausente la nitidez en las reivindicacio nes de las nacionalidades oprimidas, que logran su nece saria concretizacin cuando son formuladas por el prole tariado. No es casual que la vanguardia de la clase revolu cionaria de nuestra poca, que es la del capitalismo en de clinacin, aparezca formulando la necesidad de que

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    aymaras, quechuas, etc, reivindiquen pblica y abiertamente el significado de la religin nativa. Su objetivo no es quedar se ah sino impulsar a las mesas a luchar contra el Estado burgus, que se asienta en la opresin nacional.

    Normalmente las manifestaciones folklricas exteriori zan la pugna religiosa, ahora es la lucha poltica la que aparece como su cobertura. Oponer la Pachamama al Papa significa, en realidad, oponer las naciones indias -sedien tas de libertad- a la nacin opresora. Lo nacional se en frenta con el extranjero, en fin, con el gringo. Dentro del capitalismo atrasado de economa combinada -coexistencia de diversos modos de produccin- la liberacin y auto determinacin de las naciones oprimidas forma parte del programa de la revolucin proletaria, esto porque la burgue sa carece de capacidad para solucionar radicalmente este problema, lo ms que puede hacer es introducir algunos remiendos y atenuantes al rgimen de opresin nacional.

    Si tenemos presentes los ritos de los mineros -sector polticamente tan avanzado- alrededor del To, que se lo supone dueo de los filones mineralizados, que los concede a los trabajadores a travs de una especie de pasto, en el que va involucrada la vida misma, parece provenir del Supay de los aborgenes y no del diablo de los catlicos. Para los aborgenes el Diablo forneo se encarna en el gringo, poseedor de grandes e ignorados poderes, que causa la ruina de pueblos y hombres. No en vano ios quechuas dicen: Diuspis diuoschari, gringopuni.

    El paternalismo de la religin y la monarqua

    El paternalismo de la religin y del clero son inherentes a su naturaleza. Si los hombres son criaturas de Dios y si los sacerdotes han recibido la misin de conducirlos, cuidarlos y lograr, en caso de que se descarren, que retornen a su seno, es evidente que la relacin que se establece es la del padre con relacin al hijo. Los hombres no slo deben obediencia a Dios, sino tambin a quienes son sus represen tantes en la tierra, en nuestro caso, adems de los clrigos, los monarcas espaoles y las autoridades designadas por stos. No se trata de una cuestin sin importancia, sino de algo que ha jugado su papel en el transcurso de la historia, sufi ciente recordar que una parte de la izquierda, aquella es trechamente vinculada por ciertas capas del clero, particu larmente del que gusta llamarse progresista y hasta revolu cionario, est profundamente marcada por el paternalismo de los que les proporcionan medios econmicos e ideas: sigue siendo la hija de Dios y para conquistar el reino de los cielos tienen que dar pruebas de indiscutible obediencia y respeto. A lo anterior hay que aadir el sndrome de la colonia. Los curas revolucionaries no abandonan la actitud de los conquistadores de los siglos pasados: llegan a estas tierras a evangelizar a los indios salvajes, a ensearles poltica -ms que a ensear, a imponerles-, se limitan a trans mitir lo que consideran verdades

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    reveladas. Los americanos, los bolivianos, careceran, segn ellos, de capacidad para crear ideas y corrientes polticas, deberan limitarse a se guir las enseanzas de sus maestros, de sus guas espiri tuales. Esta trasposicin de la conducta observada en el plano religioso al poltico, conduce a conclusiones absur das.

    La experiencia histrica particularmente la boliviana demuestra lo contrario: el florecimiento terico, la creacin de las ideas polticas, parten de la obra realizada por las masas, inclusive por las culturalmente rezagadas. La extre ma agudeza de la lucha de clases, las descomunales dimen siones de los problemas de la revolucin, colocan a la minoritaria y joven clase obrera, ante la urgencia de agigan tarse polticamente, de dar respuesta en el plano de la teora a los objetivos nacionales, regionales de clase. Los bolivianos nada tenemos que aprender polticamente de los misioneros que llegan con aires de evangelizadores a la tierra de los salvajes; contrariamente, en poltica: somos maestros de ellos y de todos los que se agotan en el emperio de crear incesantemente nuevas teoras de vida extremadamente fugaz. No debe interpretarse el paternalismo como el fruto de la prepotencia o de los despropsitos de las corrientes clericales y de algunos idelogos, sino como el resultado del pasado histrico.

    En la Bula Sublimis Deus -9 de junio de 1537- el Papa Paulo III, actuando como vicario de Cristo y con autoridad para poner orden entre los hombres, declar que los in dios americanos eran seres humanos capaces de comprender y recibir la fe cristiana:

    Declaramosque tales indios y todos los que ms tarde se descubran por los cristianos, no pueden ser privados de su libertad por medio alguno, ni de sus propiedades, aunque no esten en la fe de Jesucristo; y podrn libre y legtimamente gozar de su libertad y de sus propiedades y no sern esclavos, y todo cuanto se hiciere en contrario ser nulo y de ningn efecto. Esta medida protectora fue tomada con extremado paternalismo, sin tomar en cuenta la voluntad e ideas de los interesados. Los monarcas tambin procedieron de igual manera. La conducta de la iglesia y el Estado en este terreno no autoriza a confundirlos totalmente, pues, de manera franca o encubierta existi entre ambos muchas contradicciones en la bsqueda por lograr preeminencia de uno con referen cia al otro. La liberacin de las nacionalidades oprimidas y de las clases explotadas y mayoritarias, necesariamente tiene que acabar con el paternalismo religioso y estatal, que son expresiones de la influencia ideolgica opresora de la clase dominante y de su soporte religioso. En este plano es nefasta la accin de la iglesia, sobre todo. Independencia y conciencia de los que quieren ser libres supone ideologa y objetivos propios, tambin en el plano de la cultura y de las creencias.

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    Relaciones entre Estado e Iglesia

    En el descubrimiento y conquista de Amrica no hubo iniciativa de la iglesia, fueron realizados bajo la direccin estatal, pero el cometido misional sealado por el pontfice romano a los monarcas -cometido que a la vez era considerado como el ttulo que legitimaba la toma de pose sin del Nuevo Mundo- implic una importante participa cin de la iglesia en la organizacin de la vida americana bajo el dominio europeo. En esa cooperacin, el elemento ms fuerte fue siempre el poder poltico. La iglesia cay en una amplia dependencia respecto del Estado. Las tenden cias a la formacin de una iglesia nacional, que salieron a luz en la gnesis del Estado moderno y muy particularmen te tambin en la creacin estatal efectuada por los Reyes Catlicos, se pusieron de manifiesto en las crecientes preten siones de la monarqua espaola, ansiosa de pesar decisi vamente en las instituciones eclessticas del Nuevo Mun do Los Reyes Catlicos derivaron su derecho al patro nato de la lucha contra los infieles y de la difusin de la fe cristiana. An durante la campana contra el reino moro de Granada, en 1486, recibieron de Inocencio VI la Bula del Patronato, que les confera el derecho de proponer perso nas para los obispados y el de conceder todos los benefi cios eclesasticos. El Papa, adems, traspas a los monarcas los diezmos que debieron pagar a la Iglesia los moros que en ese reino se fueron convirtiendo. Conforme a este modelo, la real pareja espaola aspir tambin a ejercer el patronazgo sobre la nueva iglesia en las Indias. (Konetzke). Las bulas pontificias de 1493 confirieron a los Reyes catlicos el derecho exclusivo de evangelizacin de los infieles en las tierras descubiertas e hicieron extensivas en su favor de los privilegios eclesisticos que con anteriori dad se concedieron a la monarqua portuguesa. Por bula de 1501 se transfiri a los Reyes catlicos los diezmos eclesisticos Todos los aborgenes y habitantes de aque llas islas y tierras firmes, a cambia de lo cual se compro metan velar por la adecuada construccin y dotacin de las iglesiasLa bula del 28 de Julio de 1508, de Julio II, estableci de hecho el patronazgo universal espaol en Am rica. La corona obtuvo el derecho de presentar al Papa suje tos idneos para todas las iglesias metropolitanas, catedra les y colegiales y para todas las dems dignidades ecle ssticas cuya provisin compete efectuar en consistorio al pontficeSe fue mas all del derecho de patronato cuando el Papa Len X, en 1518, concedi a Carlos V la facultad de fijar y modificar en ciertos casos los lmites de las dioceses americanas. Ulteriores concesiones de los pontfices ampliaron an mas los derechos del Estado a intervenir en asuntos eclessticos. Estas concesiones papales se fundaban en el hecho de que los reyes haban con quistado esos pases a los paganos y emprendido su con versin(Konetzke).

    Traemos a colacin un hecho que tiene relacin con el Alto Per y La Paz y que, al mismo tiempo, ilustra lo arriba anotado. El Departamento de Puno, y su templo, que han merecido un estudio histrico de Felipe A. Pierola Anales de la iglesia de Puno, 1865-, fueron objeto de una serie de disposiciones de las autoridades reales y republi canas, antes de haberse erigido en Diceses. Mediante la clula real expedida en 6 de diciembre de 1767, por la que se

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    dispona, se exigiese previamente el consentimiento pleno del Sr. D. Agustin de Gorichategui, Dignidad del Tesorero de la Iglesia Metropolitana de Lima, presentado para el Obispado del Cuzco, a fin de que no se opusiese a su divisin. Los gobiernos republicanos siguieron esta tradicin. Los liberales no lograron imponer la separacin de la Iglesia y del Estado y, a veces, se limitaron en atropellar a aquella. Nos dice Pierola: El departamento de Puno, que consta ba de las cinco provincias de Chucuito, Huancane, Carabaya, Azngaro y Lampa, presentaba una verdadera anomala en cuanto a su demarcacin eclesstica, pues mientras que las provincias de Chucuito y Huancane pertenean al Obis pado de La Paz (Alto Per), las tres restantes formaban parte de la Diceses del Cuzco, hasta que teniendo en cuenta el Libertador D. Simn Bolivar, que esta divisin produca inconvenientes muy graves, por hallarse las autoridades civiles en un Departamento y las eclesisticas en otro dispuso en 7 de agosto de 1825, que las provincias de Chucuito y Huancane quedasen incorporadas al Obispado del Cuzco, y por lo mismo separadas del de La Paz. El mencionado decreto, tan ilustrativo en lo referente a las relaciones entre el Estado y la iglesia, en su parte consi derativa, entre otras cosas, dice: Que las provincias de Chucuito y Huancane pertenecen al departamento de Puno; que estas provincias estn incorporadas, en lo espiritual, al Obispado de La Paz y en su atculo segundo dis pone: Los diezmos ntegros de estas provincias sern des tinados al Colegio de Ciencias y Artes de Puno. La direc cin espiritual de las referidas provincias quedara al cargo del Obispo y Cabildo del Cuzco, sin que perciban el produc to de los diezmos de dichas provincias, por hallarse destinados a la educacin de Puno.

    Comentario de. Pierola: Sino temiramos desviarnos de nuestro objeto, haramos notar que cun lamentable abuso incurri el Libertador al ordenar por el mismo decreto, que no obstante de corresponder al Obispo V Cabildo del Cuzco la direccin espiritual de las referidas provincias, sus diezmos ntegros fuesen destinados al colegio de Cien cias y Artes de Puno; lo que no solo importa la extra limitacin de las facultades que le correspondan como Poder Poltico, sino que tambin era atentatorio a los derechos del Prelado del Cuzco, y de los prrocos de las provincias de Chucuito y Huancan.

    Los monarcas espaoles estuvieron empeados en dar nacimiento a una iglesia nacional en tierras Americanas. Fernando el Catlico sent las bases de ste plan y Carlos V intervino de manera mucho ms directo en este propsito y estaba seguro que era responsable de la pureza de la fe religiosa en el Nuevo Mundo. El consejo de Indias actu como la autoridad estatal que tambin tena que ver con los asuntos eclesisticos. Este cuerpo prosigui la divisin territorial de la iglesia en Amrica y present propuestas para la delimitacin de nuevas dicesis y para la piovisin de las minas. En ciertos casos recomend que se designara al Obispo como gobernador de la provincia respectiva, con el fin de ligar an ms estrechamente las autoridades mximas, eclesisticas y seculares, en el Nuevo Mundo. Pero el emperador rechaz tal acumulacin de cargos diferentes

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    en la misma persona. Tambien se debi al Consejo de In dias la iniciativa de fundar en Amrica Iglesias metropoli tanasCarlos V introdujo en 1538 el pase rgimen, segn el cual los decretos pontificios referidos a la iglesia ameri cana slo seran dados a conocer luego de un examen de su contenido por organismos del Estado. Si ese contenido suscitaba reparos, haban de devolverse los edictos al Santo Padre con el ruego de que, fundndose en una mejor info