néstor kirchner especial de página 12

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  • 8/3/2019 Nstor Kirchner Especial de Pgina 12

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    SUPLEMENTO ESPECIAL A un ao de la muerte de Nstor Kirchner

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    JUEVES

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    Esta convocatoria para que una hable

    de la muerte de alguien tan querido

    la siento como muy funeraria y no

    es mi intencin. No puedo hablar

    de la muerte pensando en Nstor, es como

    imposible. No puedo ni quiero hablar de la

    muerte. Es imposible. Un ser tan vivo, tan

    vital, tan increble que nos dio tanto. Un

    hombre que cuando uno lo piensa parece

    que piensa en un chico. Y tal vez mucho

    tiempo cremos que l era as como muy ju-guetn. No s si le veamos esta fibra de po-

    ltico. Esta fibra de hombre decidido. Cuan-

    do estabas con l no podas hablar mucho ra-

    to porque l era muy inquieto, y se levantaba

    y se paraba; iba y vena.

    Y si hablamos de la vida? Y si hablamos

    del da en que naci? Yo quiero hablar de

    eso. Seguramente cuando naci su pap y su

    mam estaban felices. Despus el nio creci

    y result un nio muy travieso. Un nio al

    que le gustaba romper vidrios, segn l con-

    taba, que se escapaba, que alguna vez rob

    una gallina. Me encanta esa parte, sa es la

    parte juguetona. Y despus ese nio creci y

    se vino a estudiar a La Plata, a estudiar dere-

    cho. Y a hacer una militancia intensa y acti-

    va. Un poco lo haba hecho ya en su lugar y

    despus creci mucho con los compaeros de

    La Plata.Muchos de los compaeros de Nstor eran

    compaeros de mis hijos. Mucha gente que

    vena a mi casa, algunos parientes mos. Y

    me da mucha emocin haber sentido que sin

    saberlo en aquel momento estaba tan cerca.

    Ahora, con el libro sobre Cristina de Sandra

    Russo, me di cuenta que mis parientes eran

    sus compaeros.

    Y si hablamos de la juventud? De cuando

    conoci a Cristina? Del amor que se empeza-

    ron a dispensar los dos? De esa pareja que no

    se soltaba? De esa chica tan bonita y este

    hombre al que le decan pingino porque ve-

    na del sur y tena la nariz grande? No sera

    un pingino de verdad? Nos trajo esa forma

    de caminar tan ligero, esa alegra. Los pingi-

    nos estn siempre contentos, vieron? Uste-

    des se fijaron que cuando caminan, caminan

    contentos; cuando vuelan, vuelan contentos,

    y no les cuento cuando se tiran al mar. Y

    Nstor, un poco, cuando se tiraba desde el es-

    cenario adonde estbamos nosotros, adonde

    estaba el pueblo, se tiraba de cabeza, como

    los pinginos cuando se tiran al mar. Por

    qu no hablar de eso? Por qu no hablar de

    la alegra inmensa que tena de vivir? Por

    qu no hablar del amor inmenso que les tena

    a sus hijos? A ese sur, a ese lugar de vientos

    increbles. Porque l era ventoso, le encanta-

    ba el viento, siempre con las ventanas abier-

    tas. Extraaba el viento. Por qu no hablar

    de eso? De la alegra increble con la que vi-

    vi. Esa alegra que nos entreg junto con la

    poltica. Y la alegra tiene que ver con el

    amor, con el color, con el mar. Por qu no?Y poco a poco se fue poniendo ms enojado

    por lo que pasaba. Tena mucha rabia con las

    cosas que pasaban, pero no hablaba mucho.

    Me deca Cristina que cuando l se enojaba

    no hablaba, pero se pona colorado porque

    tena un corazn demasiado grande. Tena la

    ideologa o el sentimiento de la solidaridad.

    Y tena algo muy importante, que era la

    bronca contra la injusticia. Y esa bronca se le

    iba amontonando en el pecho. Esa bronca

    contra la injusticia. Porque l era un tipo di-

    vertido, jodn. Eso era, tena todo eso, todas

    cualidades de buen poltico. Honesto, simp-

    tico, carioso, amoroso y jodn; siempre te-

    na un chiste para hacerte.

    Hablemos de la vida.

    No recordemos esto con dolor, al contra-

    rio, con alegra. Fue un hombre que vivi

    con tanta intensidad que nos transmiti, so-bre todo a la juventud, estas ganas inmensas

    de hacer poltica. No nos lo dio en cuenta-

    gotas porque l estaba apurado por vivir. Nos

    lo dio casi todo de golpe. Nos cost tragarlo,

    masticarlo, porque nos lo dio as, de golpe.

    Como una tormenta. Nstor es todo eso.

    No quiero hablar en pasado. Nstor no se

    fue. Nstor no se muri. Pero no porque

    hay un cantito que lo dice. Porque nadie

    que hace lo que hizo l puede abandonar a

    su pueblo. Y no mueren de verdad porque

    una los siente en todos lados. Cuando una

    canta, a veces; hay que pensarlo en profun-

    didad. Ustedes vieron cmo reza la gente

    en la iglesia? Algunos rezan maquinalmen-

    te, y otros rezan profundamente para pedir.

    Bueno, cuando decimos Nstor no se mu-

    ri, por favor, pensmoslo, que nos taladre

    el cuerpo, que nos abra la cabeza. Nstor no

    se muri, por eso no voy a hablar de su

    muerte.

    * Presidenta de la Asociacin

    de Madres de Plaza de Mayo.

    Por Hebe de Bonafini *

    Y si hablamos de la vida?

    Muchos de los compaeros de Nstor eran

    compaeros de mis hijos. Mucha gente que vena

    a mi casa, algunos parientes mos.Telam

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    3Suplemento PginaI12

    Por Estela Barnes de Carlotto *

    El legado de los desaparecidos

    El 27 de octubre de 2010, las

    Abuelas lloramos la muerte

    del ex presidente Nstor

    Kirchner. A un ao de su

    partida, si bien el dolor no se ha di-

    sipado, supimos, una vez ms, trans-

    formarlo en fortaleza para seguir lu-

    chando.

    Poco conocamos a Nstor cuando

    accedi a la presidencia de la Na-

    cin. Sin embargo, lentamente fui-mos descubriendo su compromiso y

    voluntad por construir un pas ms

    justo y soberano. Gratsima fue la

    sorpresa cuando fuimos recibidas en

    su despacho de la Casa Rosada y nos

    encontramos con un hombre de ex-

    trema sencillez, abierto a escuchar y

    a resolver nuestros requerimientos

    de larga data.

    Prometi y cumpli. Fue l quien pi-

    di perdn en nombre del Estado por

    las atrocidades cometidas durante la l-

    tima dictadura y as abri las puertas a

    la verdad histrica: se anularon las le-yes de obediencia debida y punto final;

    comenzaron los juicios a los genocidas

    y sus cmplices; y cada lugar de encie-

    rro, de tortura y de muerte se convirti

    en un espacio de memoria.

    Afortunadamente, Nstor no hizo

    nada de esto solo, porque supo tejer

    lazos, reconstruir el vnculo social, ge-

    nerar puentes, dialogar, confiar, apos-

    tar, exigir, dar, en fin, edificar un pro-

    yecto colectivo y popular. Nstor lle-

    g para hacer poltica, para militar,

    como lo haca desde que estudiaba

    Derecho en La Plata junto con su

    compaera Cristina.

    Este legado de compromiso, de so-

    lidaridad, de lucha contra el indivi-

    dualismo y de apuesta a lo pblico

    es el que ha sembrado junto a nues-

    tra querida Presidenta y es el que

    hoy recogen cientos de jvenes mi-

    litantes. El mismo legado que deja-

    ron los 30 mil desaparecidos y miles

    de detenidos y exiliados de la dicta-

    dura.

    Hace un ao decamos que deba-

    mos acompaar a Cristina para seguirprofundizando las polticas iniciadas

    para que todos y todas vivamos en un

    pas ms justo. Hoy, luego de los con-

    tundentes resultados que arrojaron las

    elecciones nacionales, podemos decir

    con felicidad que ms de la mitad de

    los argentinos acompaa este proyec-

    to de pas inclusivo con memoria, ver-

    dad y justicia.

    Sabemos que todava falta mucho y

    Nstor ya no est. Pero es ineludible

    la existencia de un movimiento polti-

    co comprometido con este cambio so-

    cial que continuar y esperamos sigaprofundizndose para cumplir con los

    sueos de Nstor y el de sus compae-

    ros, nuestros hijos.

    * Presidenta de Abuelas

    de Plaza de Mayo.

    Telam

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    Por Horacio Gonzlez *

    Revelacin y acogimiento

    Utilizo para escribir este artculo sobre

    Nstor Carlos Kirchner el ttulo de

    uno de los pocos, si no el nico, li-

    bros argentinos de extraordinaria va-

    la sobre teora esttica: el de Luis Juan Guerrero,

    Revelacin y acogimiento de la obra de arte. Los me-

    moriosos habrn de recordarlo. Considerada con

    visin librrima, la idea de acogimiento puede ser

    relacionada con el estilo personal de Kirchner. El

    poltico que se presenta como una tabla porosa

    capaz de impregnarse de todas las revelacionesdel ambiente y la poca. Podra confundirse este

    rasgo de carcter con una tendencia a la indefini-

    cin o a la componenda. Pero en Kirchner era

    una disposicin de apertura al mundo, no slo

    querer la justicia sino descubrir alguna vez el tem-

    blor de lo justo en s mismo. No lo digo por ha-

    berlo conocido personalmente, pues dos o tres ve-

    ces habr tenido un dilogo con l, tan slo de

    circunstancias. Lo digo porque evidenciaba en sus

    actitudes estar esencialmente dispuesto a la situa-

    cin de acogimiento, entendida como un estado

    de disposicin permeable, expuesta a la justa no-

    vedad. De ah su aspecto distrado, con algo de

    olvidadizo, algo de traspapelado.No fue hombre de fijar cnones polticos,

    aplicar eptomes o administrar breviarios. Rela-

    tivista entonces? Quiz podramos guiarnos por

    su frase: Mi verdad es relativa frente a la ver-

    dad relativa de los dems. Pero tampoco. Es

    cierto que rechazaba todo absolutismo en el jue-

    go de opiniones. Sin embargo, haba algo ms

    que no poda confundirse con un despreocupado

    pragmatismo o un oportunismo con gracia. Era

    su vocacin por gozar con la mltiple rareza de

    las cosas, la realidad misma de resquebrajadura y

    heterogeneidad de la que se compone el mundo.

    No puedo decir esto ms que sobre la base de in-

    tuiciones o conjeturas. Poco o nada haba escu-

    chado hablar de l antes de 2003. No obstante,

    creo que no haba abandonado la idea de una

    carrera poltica convencional paso a paso, de

    intendente a gobernador, lenguaje de internis-

    mos, sabiduras ligadas al infinito sucederse de

    las trifulcas aldeanas, cuando al mismo tiempo

    se puso a vivir una circunstancia existencial to-

    talmente despojada de la idea de constituirse en

    el hombre del destino. Es de recordar que el

    origen de esa frase provena de la identidad pol-

    tica designada precisamente por la notoria per-

    sona que le daba nombre.

    Pero no haba destinacin en Kirchner. El c-

    lebre hombre del destino, esa confianza profesio-

    nal autoatribuida ante la tormentosa realidad del

    pas, no habitaba su estilstica personal. Haba en

    cambio accin de acogimiento. Actitud

    abierta y receptiva, pero no la del profe-

    sional del pluralismo, casi siempre temero-

    so de que lo pesquen en un dictamen au-tocrtico, por lo que debe fingir que escu-

    cha a todo el mundo con aire serfico,

    mientras farfulla para s mismo que los minutos

    del tiempo presidencial valen oro. No. El acogi-

    miento era la voluntad de no hacer pasar nada

    de ndole ideolgica, doctrinaria o encasilladora,

    por encima del estado de indigencia prctica en

    la que estaban las posibilidades de un colectivo

    social concreto. De ah el permanente gnero de

    la convocatoria. Al poltico le gusta hablar el

    idioma de la convocatoria, hacerlas cuando sea

    necesario desde artificios lingsticos ya consa-

    grados, pero no siempre es fcil que aparezca unpoltico que viva ineluctablemente la encrucija-

    da de no poder hacer otra cosa que una convoca-

    toria. Convocar quieren todos, aunque es difcil

    desprenderse de la idea del vengan hacia m,

    de franca raigambre milenaria, por la cual se

    convoca para sumar a lo que uno ya es.

    En Kirchner, segn creo, no era as. Convoca

    no para sumar (eso ocurrira como un posible re-

    sultado) sino para fragmentarse, vulnerarse a s

    mismo. Bastaba ver el tono de su oratoria desgoz-

    nada, mezcla de fervorosas hilachas que evocaban

    las gestas pasadas y de las obvias fraseologas del

    poltico argentino que nunca surge de una sacris-

    ta sino de la hornacina palmaria, en la que rei-nan los idiomas de las ciclpeas internas. Emana-

    ban de Kirchner frases de las que llamaramos

    para la historia y otras teidas de ostentacin

    discutidora, al ras de la coyuntura, por ejemplo, la

    rimbombante Qu te pasa, Clarn?. No haba

    all un clculo de conveniencias, ni la aplicacin

    de frmulas de posicionamiento. Pareca mejor

    el procedimiento del apostador, personaje central

    de las actitudes de acogimiento. En la apuesta,

    ms que una conciencia fija que ve rodar ante s

    una loca bolilla, hay un apostador que tiene su

    conciencia en excntrico rodaje.

    Entonces sumaba no porque fuera un convo-

    cante profesional de lo diverso sino porque la di-versidad poda entrar en el interior de su con-

    ciencia desgarrada. Es habitual escuchar al polti-

    co decir esto suma, esto

    no suma; pero Kirchner no

    se propona agregar un esla-

    bn adicional al piln que

    pareca ya consolidado. Su-

    maba porque no pretenda

    ir de agregado en agregado,

    de retazo en retazo, de ladri-

    llo en ladrillo. Era un perso-

    naje lo suficientemente

    agonal para no hablar el

    lenguaje de la acumulacin

    poltica, que es la cartilla

    mayormente en uso entre

    nosotros, sino para vivir el

    momento intenso all don-

    de se corra peligro de per-

    derlo todo, de que no hu-

    biera suma, de que la acu-

    mulacin misma saltara

    por los aires.

    Si no me equivoco,

    Su vocacin por gozar con la

    mltiple rareza de las cosas, la

    realidad misma de

    resquebrajadura y

    heterogeneidad de la que se

    compone el mundo.

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    Kirchner entendi en algn punto de su itinerario

    que su carrera no estaba referida a una frase que se

    ha escuchado hasta el hartazgo en los cenculos

    polticos: tal o cual lleg. No, la actitud del pol-

    tico del acogimiento no es llegar luego de los con-

    sabidos derechos de piso, del tragamiento de sapos,

    de la gacha resignacin del sempiterno internista.

    No digo que demasiado o mucho de eso no haya

    pasado.

    Pero en Kirchner el acogimiento era en el fon-

    do una revelacin. Cosa laica, no asistida por pre-

    figuradas destinaciones. Lo que se revela no es loque surge de un posicionamiento (se mide lo

    que se dice) sino de una conciencia posicional de

    lo poltico (se dice lo sin medida). Kirchner haba

    llegado y lo haba hecho en medio de un acogi-

    miento de los pedazos dispersos de revelaciones

    antiguas que haba que revisar y reformular. No

    haba reposicin sin revisin, resurgir de lo mis-

    mo sin ser otro. Por eso haba llegado sin llegar,

    haba mostrado quiz pueda comprenderse aho-

    ra que, ms all de sus programas y palabras, to-

    do lo que haba acogido su persona era finalmente

    lo poltico como revelacin tenaz, la pedagoga de

    lo que nunca se completa.

    * Director de la Biblioteca Nacional.

    Sumaba no porque fuera un

    convocante profesional de lo

    diverso sino porque la diversidad

    poda entrar en el interior de su

    conciencia desgarrada.

    DyN

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    Por Luis Bruschtein

    A un paso del infierno

    Antes de Kirchner haba una sociedad

    que descrea de la poltica y de la

    democracia. Kirchner recuper los

    valores de la poltica como herra-

    mienta de cambio y apuntal as las institucio-

    nes. Antes de Kirchner miles de jvenes se mo-

    vilizaban para expresar su desconfianza en lospolticos. Ahora miles de jvenes se movilizan

    convocados por la figura de Kirchner.

    Historia conocida en Argentina. Miles de jve-

    nes en la calle en 2001 movilizados para protestar

    contra la poltica. O sea, miles de jvenes reprimi-

    dos y decenas de ellos asesinados. Otra vez una ge-

    neracin empujada a la violencia. Una sociedad

    que nuevamente empujaba a sus jvenes, a sus hi-jos, a la inmolacin. Ya pas una vez y se estaba al

    borde de repetirlo, se era el borde del infierno.

    Los que balconean, los que se limitan a merode-

    ar por sus ombligos, nunca se dieron cuenta. Se

    saltearon el 19-20 de diciembre, o los asesinatos

    de Kosteki y Santilln. Dijeron los dos demonios,

    o peor, que se haban matado entre ellos. Nunca

    vieron, como no lo hicieron antes, en los 70, loque estaba pasando, sobre todo entre los jvenes.

    Creyeron que se trataba de una discusin acad-

    mica. De un debate sobre la violencia. Y se trata-

    ba de la vida, un lugar que frecuentan poco. En la

    vida, la sociedad argentina estaba encaminada

    nuevamente hacia la violencia. En la vida, no se

    lucha contra la violencia estando en contra de la

    violencia como damas y caballeros de saln. Se

    lucha contra la violencia abriendo posibilidades

    de cambios en paz. No se trata de clamar contra la

    violencia, sino de mostrar que la paz es fructfera y

    puede ser justa.

    La frustracin y la impotencia ante las injusti-

    cias llevan a la violencia. Primero fueron los mi-

    litares y despus las corporaciones. Los golpes de

    Estado y los golpes de mercado. Fueron las corpo-

    raciones que frustraron las expectativas cuando le

    doblaron el brazo a Alfonsn, cuando corrompie-

    ron el peronismo de Menem, cuando disuadieron

    el progresismo de la Alianza. Una frustracin de-

    trs de otra. Esa poltica, esos polticos, los inte-

    lectuales que respaldaron a esos polticos, todos

    ellos empujaban a la violencia. Clamaban contra

    ella, pero contribuan a crear las condiciones para

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    que prospere. No hubo intelectuales progresistas

    para explicarles a los chicos que murieron el 19-

    20 de diciembre que no tenan que ser violentos.

    No haba que explicar nada, haba que ser progre-

    sista de verdad y es probable que los chicos no

    hubieran muerto.

    Todo lo que dejaron de hacer los progresistasradicales, frepasistas y socialistas y los peronistas

    menemistas desde 1983 hasta 2003, finalmente lo

    hizo un flaco al que, encima lo vapulean los que

    no hicieron lo que deban hacer. Y lo vapulean

    por eso, por haber hecho lo que ellos no se ani-

    maron. Estn ofendidos, en vez de agradecidos,

    porque los puso en evidencia. Ese flaco sac al

    pas de la violencia porque gener condiciones

    para iniciar un proceso de cambios pacficos y en

    democracia. Es quizs el aporte institucional ms

    importante que se ha hecho desde el retorno a la

    democracia.

    Nadie est limpio, todos pasamos por la misma

    historia, al igual que Kirchner. Y no importa si lo

    que hizo estaba en su cabeza, formaba parte de su

    programa, si lo hizo en forma espontnea, por re-velacin divina, por impulso o por carta. Lo ni-

    co importante es que lo hizo y los dems no, y te-

    nemos que estar contentos de que haya alguien

    que haya podido abrir camino a la democracia

    rompiendo los fantasmas intocables del neolibe-

    ralismo y de las corporaciones que orientaron y

    decidieron las polticas sociales y econmicas del

    pas hasta el 2003 sin que nadie los hubiera ele-

    gido. En democracia, los poderes fcticos, corpo-

    rativos, tienen que estar subordinados a los pode-

    res democrticos. Son los pueblos, los ciudada-

    nos, los que deciden cmo quieren vivir.

    Esa fue la lucha de Nstor Kirchner, un lucha-

    dor poltico que nunca se la dio de San Martn, ni

    de Pern, un flaco con esa pinta de pingino anti-

    hroe que hizo todo lo opuesto al culto a la perso-nalidad y que discuta mano a mano con cualquie-

    ra, aun siendo presidente. Cuando lo acusan de

    caudillo estn diciendo pavadas. Los que odian

    la violencia y las injusticias, los que aman la paz y

    la vida en democracia, los progresistas de todos los

    orgenes o los nacionales y populares o esas tres

    cosas a la vez, y los argentinos en general, tienen

    que estar agradecidos a Nstor Kirchner. Quizs,

    alguna vez, todos se den cuenta.

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    Por Ricardo Forster *

    Aquellos das de octubre

    Una pancarta hecha y sostenida por

    manos inexpertas sintetiza, para m,lo caudaloso del legado de Nstor

    Kirchner, la intensidad con la que

    toc hondamente el alma de millones de argenti-

    nos. En letras bien visibles y desprolijas se poda

    leer: Los gitanos de Santa Cruz te recordaremos

    por siempre, Lupo; fuerza Cristina. Ese puado de

    familias gitanas que al costado del camino que lle-

    va al cementerio de Ro Gallegos sostenan, en

    medio del fro y del viento patagnico, ese cartel

    de agradecimiento, se contrapona, dramtica y

    decisivamente, a las nuevas formas del racismo y

    la exclusin europeas. Mientras que, en Francia,

    Sarkozy expulsa a los gitanos, en nuestro pas se

    acoge con enorme generosidad, y gracias a una leyimpulsada por este gobierno, a los migrantes que

    buscan habitar nuestro suelo. Los gitanos simboli-

    zan, con su sufrimiento, a los pueblos humillados y

    excluidos por los ricos del planeta, mientras que

    en nuestro continente, tantas veces saqueado y

    lastimado por esos mismos poderes, vemos de qumodo corren otros vientos que encontraron en

    nuestro pas, y en el giro histrico que sig-

    nific la llegada a la presidencia de Kirch-

    ner en 2003, la fuerza de la hospitalidad.

    Parece una ancdota menor, una nota de

    color en medio de un acontecimiento estre-

    mecedor que marca una inflexin en el de-

    rrotero de la Argentina; y sin embargo, es

    la metfora de una manera de concebir la

    poltica y de imaginar los caminos de la re-

    paracin de una sociedad fragmentada y

    profundamente daada por dcadas de de-

    gradacin y de concentracin en pocas ma-

    nos del poder econmico. Kirchner, en to-

    do caso, quebr, de modo inesperado, el

    rumbo inercial de una sociedad devastada y

    atrapada entre las redes de poderes impla-

    cables e inclementes que fueron desmon-

    tando, con siniestra prolijidad, tanto la rea-

    lidad como la memoria de una poca ms

    equitativa en la que los derechos tenan co-

    mo eje al mundo de los trabajadores.

    Kirchner como el nombre de una repara-

    cin, como el santo y sea de un giro que

    habilit la restitucin de derechos y de memoria,

    pero tambin como el nombre de una refunda-cin de la poltica, sacndola del vaciamiento y

    la desolacin de los 90. Y hacindolo de manera

    transgresora, pero no al modo de la farandulesca,

    banal y prostibularia transgresin del menemis-

    mo sino quebrando el pacto ominoso de la clase

    poltica con las corporaciones, tocando los resor-

    tes del poder y haciendo saltar los goznes de insti-

    tuciones carcomidas por la deslegitimacin.

    Kirchner como el nombre de una inslita deman-

    da de justicia en un pas atravesado por la lgica

    del olvido y la impunidad.

    Ese nombre tantas veces gritado y llorado en

    esos das de octubre guardaba dentro suyo, y como

    un ments histrico al fraude meditico, la verdadde lo negado, la verdad de aquello que quiso ser

    ocultado, el gesto desenfadado de quien haba cre-

    ado las condiciones, tal vez inimaginables aos

    atrs, de una esencial reconstruccin no slo de la

    economa sino, fundamentalmente, de la vida so-

    cial, cultural y poltica envilecida por dcadas de

    degradacin y asoladas por algunas marcas indele-

    bles como lo fueron la dictadura, la desilusin de

    Semana Santa y de las leyes de la impunidad, la

    cada en abismo de la hiperinflacin, la frivolidad

    destructiva del menemismo y la desesperacin

    posterior a las jornadas de diciembre de 2001.

    Cabalgando contra esa desolacin y viniendo

    de una tierra lejana, cuyo nombre no deja de te-

    ner resonancias mticas y fabulosas, un viejo mili-

    tante de los 70, aggiornado a los cambios de una

    poca poco dispuesta a recobrar espectros dormi-

    dos, derram sobre una sociedad, primero azorada

    y luego sacudida por un lenguaje que pareca defi-

    nitivamente olvidado, un huracn de transforma-

    ciones que no dejaron nada intocado y sin pertur-

    bar. Un giro loco de la historia que emocion a

    muchos y preocup, como haca mucho no ocu-

    rra, a los poderes de siempre. Sin esperarlo, con la

    Con l regresaron debates

    que permanecan ausentes o

    que haban sido vaciados

    de contenido. Pudimos

    redescubrir la cuestin social.

    DyN

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    JUEVES

    27DEOCTUBRE

    DE201

    1

    impronta de la excepcionalidad, Nstor Kirchner

    apareci en una escena nacional quebrada y sin hori-

    zontes para reinventar la lengua poltica, para sacu-

    dirla de su decadencia, reinstalndola como aquello

    imprescindible a la hora de habilitar lo nuevo de un

    tiempo ausente de novedades.

    Kirchner, entonces y a contrapelo de los vientos

    regresivos de la historia, como un giro de los tiem-

    pos, como la trama de lo excepcional que vino aromper la lgica de la continuidad. Raras y hasta in-

    slitas las pocas que ofrecen el espectculo de la

    ruptura y de la mutacin; raros los tiempos signados

    por la llegada imprevista de quien viene a quebrar la

    inercia y a enloquecer a la propia historia, redefi-

    niendo las formas de lo establecido y de lo aceptado.

    Extraa la poca que muestra que las formas eternas

    del poder sufren, tambin, la embestida de lo inespe-

    rado, de aquello que abre una brecha en las filas ce-

    rradas de lo inexorable que, en el giro del siglo pasa-

    do, llevaba la impronta aparentemente irrebasable

    del neoliberalismo.

    Es ah, en esa encrucijada de la historia, en eso in-

    slito que no poda suceder, donde se inscribe elnombre de Kirchner: un nombre de la dislocacin,

    del enloquecimiento y de lo a deshora. De ah su ex-

    traeza y hasta su insoportabilidad para los dueos

    de las tierras y del capital que crean clausurado de

    una vez y para siempre el tiempo de la reparacin so-

    cial y de la disputa por la renta. Kirchner, de una

    manera inopinada y rompiendo la inercia consensua-

    lista, esa misma que haba servido para reproducir y

    sostener los intereses corporativos, reintrodujo la po-

    ltica entendida desde el paradigma, tambin olvida-

    do, del litigio por la igualdad.

    En el nombre de Kirchner se encierra el enigma de

    la historia, esa loca emergencia de lo que pareca

    clausurado, de aquello que remita a otros momentosque ya nada tenan que ver, eso nos decan incansa-

    blemente, con nuestra contemporaneidad; un enig-

    ma que nos ofrece la posibilidad de comprobar que

    nada est escrito de una vez y para siempre y que, en

    ocasiones que suelen ser inesperadas, surge lo que

    viene a inaugurar otro tiempo de la historia. Kirch-

    ner, su nombre, constituye esa reparacin y esa inau-

    guracin de lo que pareca saldado en nuestro pas al

    ofrecernos la oportunidad de rehacer viejas tradicio-

    nes bajo las demandas de lo nuevo de la poca. Con

    l regresaron debates que permanecan ausentes o

    que haban sido vaciados de contenido. Pudimos re-

    descubrir la cuestin social tan ninguneada e invisi-

    bilizada en los 90; recogimos conceptos extraviadoso perdidos entre los libros guardados en los anaqueles

    ms lejanos de nuestras bibliotecas; volvimos a ha-

    blar de igualdad, de distribucin de la riqueza, del

    papel del Estado, de Amrica latina, de justicia so-

    cial, de capitalismo, de emancipacin y de pueblo,

    abandonando los eufemismos y las frases formateadas

    por los idelogos del mercado.

    Casi sin darnos cuenta, y despus de escuchar azo-

    rados el discurso del 25 de mayo de 2003, nos lanza-

    mos de lleno a algo que ya no se detuvo y que atra-

    viesa los grandes debates nacionales. El nombre de

    Kirchner, su impronta informal y desacartonada de

    discursos y prcticas, nos habilit para volver a soar

    con un pas que habamos perdido en medio del des-

    ierto de una poca caracterizada por las proclamas

    del fin de la historia y la muerte de las ideologas, e

    incluso de la poltica. Apertura de un tiempo capaz

    de sacudir la inercia de la repeticin maldita, de esa

    suerte de inexorabilidad sellada por el discurso de los

    dominadores. Pero tambin un nombre para nom-

    brar de nuevo a los invisibles, a los marginados, a los

    humillados, a los ninguneados que, bajo sus banderas

    multicolores y sus rostros y cuerpos diversos, se hicie-

    ron presentes, en esos das inolvidables surcados de

    tristeza y desafo, para despedir a quien abri lo que

    pareca cerrado y clausurado. Los otros del sistema,

    los pobres y excluidos, pero tambin los pueblos ori-

    ginarios, los habitantes de la noche y los jvenes de

    los suburbios, los migrantes latinoamericanos que se

    encontraron con sus derechos y las minoras sexuales

    que se adentraron en un territorio de la reparacin.

    Todos, absolutamente todos, estuvieron para nom-

    brarlo, para llorarlo, para agradecerle y para juramen-

    tarse. Nadie utilizaba, en la plaza multitudinaria, re-

    tricas polticamente correctas y todos se sintieron

    identificados con la irreverencia de los putos pero-nistas, como si en ellos, en su delirio agradecido, es-

    tuviera, una vez ms, el nombre de quien disloc el

    curso de una historia de la infamia, el olvido, la des-

    igualdad y la represin.

    Extravagancias de una historia nacida de lo ines-

    perado y que se desliz por una grieta mal cerrada del

    muro de un pas desguazado; que lo hizo para inter-

    pelarnos de un modo excepcional y que pareca pro-

    venir de otros tiempos y de otros corazones, pero que

    se manifestaba en la encrucijada de un presente que

    pudo, gracias a su aparicin a deshora, desviarse de la

    ruta de la intemperie y la desolacin para dirigirse,

    con la intemperancia de lo inaudito, hacia la recons-

    truccin y la reparacin de una sociedad descreda

    que, por esos enigmas de la vida y de la historia, se

    descubri de nuevo alborozada por antiguas y nuevas

    militancias, de esas que entrelazaron lo anacrnico y

    lo contemporneo, y que se derramaron de a miles,con su tristeza a cuestas, pero tambin con su deseo

    de seguir y seguir, para despedir a ese flaco desproli-

    jo, pcaro, entraable y decidido que nos cambi la

    vida a todos. Extrao y maravilloso privilegio el de

    aquel que recibe de ese modo el amor de los inconta-

    bles de la historia; enigma de una vida vivida con la

    fervorosa plenitud de los elegidos. Privilegio, el nues-

    tro, de haber sido tocados por su mpetu.

    El nombre de Kirchner convertido para miles y

    miles de jvenes en Nstor, en una alquimia de pa-

    dre y de compinche, en uno ms que se entramaba

    con la emergencia, tambin inesperada y formidable,

    de la participacin y de fervores desconocidos que

    remitan a otra Argentina. Los jvenes supieron dequ va el nombre de Kirchner, descubrieron qu se

    guardaba en ese flaco desgarbado que dej una marca

    indeleble y que hizo descender sobre todos nosotros,

    y al mismo tiempo, la tristeza infinita por su muerte

    con la potencia y la energa de saber que todo est

    all, junto a Cristina, para transformar la sociedad y

    volverla ms justa, solidaria y festiva.

    * Doctor en Filosofa y ensayista.

    Con la impronta de la

    excepcionalidad, Nstor

    Kirchner apareci en una escena

    quebrada y sin horizontes para

    reinventar la lengua poltica.

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    JUEVES

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    Por Mario Wainfeld

    La pasin y la sed

    JUEVES

    27DEOCTUBRE

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    1

    El cronista, remixando a Joan Manuel Se-

    rrat, busc en el techo inspiracin para es-

    cribir estas lneas. Evoc dilogos persona-

    les y circunstancias pblicas. Y sonri. La

    sonrisa no es periodsticamente correcta ni termi-

    na de expresar sus razones, sus sentimientos, la pe-

    na. De todas formas, el cronista sonri. Es que Ns-

    tor Kirchner induca a la sonrisa, en el trato profe-

    sional-poltico y en la escena pblica. Borges, para

    explicar qu es un oxmoron, acu la expresin

    graciosa torpeza. Aluda a una mujer, entre tant-simas diferencias del personaje con el ex presiden-

    te. Pero, como Borges escriba muy bien, lo de gra-

    ciosa torpeza pinta bien a Kirchner: jugando con

    el bastn presidencial, llevndose por delante cual-

    quier objeto fijo o abrazando a un interlocutor con

    movimientos, ejem, heterodoxos. El hombre era

    afectuoso, manejando su cuerpo lo mejor que poda.

    Ya frente a la compu, el cronista repasa discusio-

    nes sobre notas publicadas o sobre pareceres que se-

    guramente seran escritos. Contra cierto sentido

    comn profesional, no advierte nada cuestionable

    en que un protagonista polemice con lo que se es-

    cribe. Los periodistas cuestionamos, exigimos de-

    signaciones o despidos de funcionarios, dictamina-mos. La controversia es vlida y no deja de ser un

    halago que un presidente lea lo que uno escribe.

    Debatir con un presidente, claro, es diferente de

    hacerlo con cualquier otra persona: el poder y la in-

    vestidura pesan... Kirchner no era inocente para

    hacerlo sentir. Pero, a la vez, su ansia era conven-

    cer, sumar. Y sus modos, no siempre mansos, termi-

    naban en una chicana amigable o en uno de esos

    saludos ya mentados. Por eso la sonrisa: el tipo era

    entrador, a su manera. Desconfiado tambin: le to-

    maba su tiempo sincerar emociones. La primera vez

    que conmovi al cronista fue cuando mano a mano

    le confi que jams haba visto ni imaginado po-

    breza como la del norte argentino, que conoci encampaa. Vibraba, literalmente.

    Esta nota aspira a eludir el enunciado de medidas

    o movidas memorables o controvertidas, que se re-

    pasan cotidianamente en este diario. En un plano

    general, es imperativo resaltar su pasin por la pol-

    tica, que en su devenir se transformaba en acciones.

    Era un hombre de gobierno, lo animaba una pasin

    ejecutiva. Su sed era reparar los daos causados por

    la dictadura y por los desvaros econmicos de los

    90. Acumulaba recursos de poder, muchos nos ba-

    mos asombrando de cunto. A l le pareca siempre

    poco: escasas las reservas en el Banco Central, insu-

    ficiente su elevada imagen pblica, parciales los in-

    dicadores del repunte de la economa y el empleo.

    Lo enorgullecan, ojo: disparaba datos atropellada-

    mente, los redondeaba con un eh?, no siempre

    con rigor matemtico. Pero no saciaban la sed.

    El cronista tuvo la desafiante suerte de reportear a

    varios presidentes argentinos y a dos de pases herma-

    nos. Con ninguno empatiz tanto como con Kirch-

    ner. Hay razones de manual: la misma generacin, un

    recorrido poltico (de distinto volumen ms vale)

    bastante similar, el furor contra la dictadura, hasta la

    fidelidad atvica con los mocasines. Pero la mayor

    empata tributa a todo lo que puso patas arriba. Entre

    otras cosas mucho ms relevantes, la hiptesis perso-

    nal del cronista de haber quedado encasillado para

    siempre en lucha de minoras, abarcando las ms no-

    bles de la Argentina. De haber quedado confinado a

    un sesgo opositor: dedicarse, con la frente alta y en

    formidable compaa, a resistir a los gobiernos o a co-

    lar en su agenda demandas o a ponerle lmites. Fue

    pura sorpresa que luchas notables, amasadas en aos,

    se convirtieran en realizaciones, acompaadas por

    mayoras crecientes. Era una hiptesis desechada, ba-

    rrida por la historia, a principios de este siglo.

    Kirchner tambin replante la pertinencia del pe-ronismo como herramienta de cambio progresivo e

    incluyente. Varios la habamos dado por terminada,

    lo que no distaba de la experiencia vivida ni era

    irrazonable. Sin abundar en un tema que da para un

    libro y no para ochenta lneas, el hombre revitaliz

    al peronismo, lo dot de sentido, lo cruz con otras

    tradiciones. La cuestin no est resuelta ni zanjada,

    pero esa discusin s que la reabri, jugando de lo-

    cal: en el terreno de los hechos.

    Un oxmoron, al menos, invent Kirchner: se de

    la verdad relativa. No era el nico plato de su me-

    n, pero exaltaba la idea. Una verdad relativa del

    cronista es que Kirchner les movi el piso a todos

    los que crean (creamos) que la mejor accin pol-

    tica se realizaba desde afuera de la Casa Rosada, a

    menudo en contra de sus inquilinos transitorios.

    Cuando transform consignas y banderas avanzadaso reformistas en realidades, as fueran imperfectas,

    el tipo nos alter las coordenadas. Algunos reaccio-

    naron sumndose, otros como aliados crticos, otros

    empacndose en negar hasta lo evidente, algunos

    enojndose y encerrndose. Para el cronista y para

    este diario es un blasn que reclamos o ideas fuerza

    en las que empeamos aos de compromiso (en mi-

    nora o hasta en soledad) se transformaran en pol-

    ticas de un gobierno. La respuesta fue acompaar,

    sin deponer la crtica ni las exigencias.

    Uno respeta a ese gran presidente que se fue de-

    masiado pronto. Tambin lo quiso, en una relacin

    delimitada por el rol de cada cual y por la pasin

    poltica, para nada exenta de broncas y reconoci-mientos. Lo aora un ao despus, como preanun-

    ci el mismo da de su muerte. Por eso, cuando ter-

    mina estas lneas imperfectas, uno ya no sonre: tie-

    ne la carne de gallina.

    [email protected]

    Tlam

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    JUEVES

    27DEOCTUBREDE2011

    JUEVES27DEOCTUBREDE2011

    12

    Por Edgardo Mocca *

    Nstor, el poltico

    En septiembre de 2008, Nstor Kirch-

    ner particip, invitado por la Red de

    Fundaciones Progresistas del Cono

    Sur, en un foro de discusin poltica

    entre lderes polticos e intelectuales de la re-

    gin. Dijo entonces: Es uno de los problemas

    que tiene que afrontar el progresismo en la re-

    gin: si va a seguir optando por ser poltica-

    mente correcto o va a tener la capacidad trans-

    gresora de cambiar definitivamente las reglas

    de juego (revista Umbrales de Amrica del Sur ,N 7, diciembre 2008-marzo 2009). Hablaba en

    nombre de un gobierno, el de Cristina, que ve-

    na de atravesar la dura experiencia de la resis-

    tencia del empresariado agrcola que, articulada

    por los grandes medios de comunicacin, aglu-

    tin en contra del gobierno a vastos sectores de

    las clases medias rurales y urbanas. Fue una re-

    sistencia, debe decirse, que cont con un acti-

    vo protagonismo de fuerzas polticas locales que

    se reconocen parte del universo ideolgico del

    progresismo regional.

    La incorreccin poltica fue y sigue siendo

    uno de los sellos distintivos de la experiencia

    kirchnerista. Es una cuestin de estilo y de

    convicciones. Pero lo ms interesante es el

    cruce entre la ndole del personaje poltico y

    la poca que le toca protagonizar. En ese senti-

    do, algo que, como deca Borges, ciertamente

    no se nombra con la palabra azar quiso que

    ese personaje tuviera decisiva importancia enla vida de un pas que atravesaba por una ins-

    tancia crtica, en la que su propia existencia

    como comunidad poltica lleg a estar en cues-

    tin. En tales circunstancias, la desmesura del

    derrumbe habilita la exploracin de nuevas ru-

    tas y la recuperacin de viejos lenguajes picos

    que suelen ser prematuramente enviados al

    museo de antigedades.

    Nstor fue el hombre de esa poca. Asumi

    la presidencia pocos meses despus de que Lu-

    la lo hiciera en Brasil. Poco tiempo despus

    Evo Morales ganara la presidencia de Bolivia;

    gran parte de los gobiernos de los pases del

    Cono Sur, entre ellos algunos de los ms in-

    fluyentes, cambiaron en pocos aos el color

    poltico de la regin. Tampoco aqu la palabra

    azar alcanza a dar cuenta de esa sincrona.

    Los partidos populares y de izquierda acceden

    al gobierno, en la mayora de los casos, en el

    contexto de la crisis del paradigma conocidocomo Consenso de Washington. Pero ya no

    son, en todos los casos, las izquierdas de otras

    pocas anteriores a las experiencias dictatoria-

    les de los aos 70. Hay, en el interior, de es-

    tas fuerzas, una discusin a veces larvada, a

    veces explcita que concierne a su lugar en un

    mundo y en una regin transformados por la

    globalizacin, en el que se ha consolidado el

    rgimen democrtico y permanecen vigentes

    las condiciones que hacen a nuestra regin la

    ms injusta socialmente del mundo.

    Nstor Kirchner, en aquella reunin inicial-

    mente referida, sugiri a sus interlocutores inte-

    lectuales y polticos la necesidad de actuar con

    mayor espritu transgresor. Estaba interviniendo

    en una discusin central, la que define si los

    partidos populares y de izquierda sostienen una

    identidad crtica y transformadora frente al ca-

    pitalismo global o se limitan a la expectativa de

    conformar buenos gobiernos, respetando las

    reglas de juego vigentes. La expresin cambio

    de las reglas de juego, usada por el ex presiden-

    te, tiene el valor de tocar el nervio ms sensi-

    bles de cierto moderantismo republicano bas-

    tante habitual en el pensamiento y la prctica

    de lo que, con un poco de imprecisin, se llama

    progresismo. Para los cultores del lenguaje de

    la izquierda descafeinada, el llamado a cam-

    biar las reglas institucionales despierta la pre-

    vencin ante hipotticos desvaros populistas

    capaces de hacer involucionar a lasgauches

    criollas a los tiempos del vanguardismo milita-

    rista y la desvalorizacin de las instituciones de

    la democracia liberal. Pero la historia recienteilustra que el territorio de la democracia es fr-

    til para las iniciativas transformadoras, a condi-

    cin de que las fuerzas que las impulsan sepan

    distinguir entre la plena vigencia de la libertad

    poltica que nadie est cuestionando seriamen-

    te desde esta tradicin y la aceptacin de

    otras reglas de juego.

    El monopolio comunicativo, la privatizacin

    de la seguridad social convertida en mercado

    cautivo de grandes grupos financieros, el respe-

    to incondicional a los organismos internacio-

    nales de crdito, la limitacin de derechos indi-

    viduales por la presin de una jerarqua eclesis-

    tica, entre muchas otras ominosas realidades

    con las que hemos convivido los argentinos,

    eran parte de la naturaleza de las cosas y condi-

    cin esencial para el sostenimiento de la demo-

    cracia. As pareca ser en la Argentina hasta2003: podan cambiar las tradiciones histricas

    en cuyo nombre se ejerca el gobierno, pero los

    pilares emblemticos del poder en la Argentina

    no estaban en discusin.

    Se les suele reprochar a Nstor y tambin a

    Cristina que las ms importantes transformacio-

    nes que pusieron en marcha no eran materia de

    sus planes y plataformas previas. Que muchas

    haban sido planteadas por otros dirigentes y

    otros partidos. Que otras son hijas de las peripe-

    cias propias del duro conflicto poltico atravesa-

    do. Ese subjetivismo extremo fracasa en el an-

    lisis de cualquier proceso histrico que quera-

    mos pensar. En realidad las impugnaciones tie-

    nen como blanco ni ms ni menos que a la pol-

    tica. Los cambios sociales pueden inspirarse en

    buenas o malas doctrinas, en buenos o malos

    antecedentes, pero son siempre fruto de una vo-

    luntad y de una capacidad para ejercer, conser-

    var y reproducir el poder que es el terreno espe-

    cfico de la poltica. Al margen de los conflictos

    reales, se pueden invocar valores y criticar pro-

    cedimientos, pero se corre el riesgo de estar

    siempre a favor de las causas justas y casi nunca

    dispuesto a satisfacer las demandas del poder

    poltico necesario para alcanzarlas. Nstor

    Kirchner fue, ante todo, un poltico.

    * Politlogo.

    Suplemento PginaI12

    La incorreccin poltica fue y

    sigue siendo uno de los sellos

    distintivos de la experiencia

    kirchnerista.

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    Tlam

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    JUEVES

    27DEOCTUBREDE

    2011

    14

    Por Martn Granovsky

    La trastienda de la mediacin entre Santos y Chvez

    Yo no vine ac de pelotudoL

    a mediacin entre Colombia y Vene-

    zuela no fue un paseo. En agosto de

    2010, los dos pases estuvieron a pun-

    to de entrar en guerra y Nstor

    Kirchner pareca tener la nocin de que haba

    que ir con cuidado pero no dilatar la solucin.

    A m no me van a tomar por pelotudo, dijo

    una tarde en Bogot. Pasado el 7 de agosto, da

    del traspaso de mando, Alvaro Uribe no era ya

    el presidente de Colombia. Haba asumido el

    ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos,con quien Kirchner se haba entendido muy

    bien de movida a pesar de las diferencias ideo-

    lgicas. Ambos se tuvieron confianza, se creye-

    ron uno al otro y se pusieron a trabajar. Con

    Hugo Chvez la relacin era ms vieja. Pero en

    una negociacin internacional cuentan no solo

    las relaciones sino los tiempos de cada uno, las

    percepciones, los clculos.

    Kirchner, como secretario general de la

    Unin Suramericana de Naciones, ya haba

    conversado con Santos en Buenos Aires, con

    Uribe en Bogot, con Chvez en Caracas y otra

    vez con Santos en Bogot. Fueron negociacio-

    nes frenticas y contrarreloj. Kirchner dio orden

    de apurar el paso a sus dos colaboradores, Rafael

    Follonier y Juan Manuel Abal Medina. El do-

    mingo 8 la delegacin mediadora consigui un

    primer objetivo: Chvez y Santos se reuniran el

    10 en Santa Marta. No era cualquier sitio sinoun santuario laico. All, en el Caribe colombia-

    no, muri Simn Bolvar, a quien Venezuela y

    Colombia veneran como Libertador.

    Pero hubo un instante en que la marcha se hi-

    zo ms lenta. No estaba claro qu ocurrira exac-

    tamente en Santa Marta. Poda ser que los presi-

    dentes solo se comprometieran a reanudar rela-

    ciones en el futuro. Y al mismo tiempo empeza-

    ban a aparecer dudas formales pero capaces de

    embarullar la declaracin y arruinar todo el es-

    fuerzo. Cmo nombrar a la guerrilla? De qu

    manera poner en palabras la necesidad de una

    negociacin en la frontera? Cules seran los

    trminos exactos que no irritaran a nadie pero al

    mismo tiempo dejaran constancia de los com-

    promisos?

    Todo se precipit ese domingo 8 en que

    Kirchner dijo que no lo iban a tomar por pelo-

    tudo. Sigui con otra frase: Yo no vine ac depelotudo. La primera fue una catarsis. En voz

    alta y con testigos, pero como si hablara para s

    mismo. La segunda frase, en cambio, fue un

    mensaje poltico transmitido con esa nitidez a

    colombianos y venezolanos por si acaso. Por si

    alguno tuviese dudas del objetivo. Despus de

    la palabra pelotudo vena una jugada fuerte.

    O los presidentes anunciaban en Santa Marta

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    JUEVES

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    la reanudacin de relaciones diplomticas, y

    no simples conversaciones, o la mediacin se

    terminaba all mismo.

    Lula, todava presidente de Brasil, estaba al

    tanto del ritmo de la negociacin y la acompa-

    aba haciendo llamados. Kirchner, como siem-

    pre, tambin hablaba a cada rato con Cristina.

    La mantena al tanto y la escuchaba. Un ida y

    vuelta permanente que no se daba solo en losviajes sino cada vez que no estaban juntos. In-

    cluso en el saln VIP de un hotel de Bogot

    Kirchner poda mirar un partido de ftbol (si

    era Racing, mejor; pero si no tambin) y ha-

    blar ininterrumpidamente por los telfonos

    que le iba acercando Juan Alarcn, Tat, su

    secretario de entonces. Poda llamar a Cristina

    o a Lula, pero tambin a un intendente del co-

    nurbano, a un dirigente de Santa Cruz o a un

    amigo para cargarlo.

    El 10 por la maana, el pequeo aeropuerto

    de Santa Marta estaba convulsionado. La ciu-

    dad ms antigua de Colombia festejaba el bi-

    centenario de su emancipacin y reciba a dosex presidentes y al secretario de Unasur. Pri-

    mero aterriz el jet de Nicols Maduro, el can-

    ciller venezolano, que haba salido de Bogot.

    Despus lleg Chvez. Tercero Santos. Y al fi-

    nal Kirchner. No se pueden quejar, se ri la

    flamante canciller colombiana, Mara Angela

    Holgun. Ustedes son como Maradona: siem-

    pre se hacen notar.

    El almuerzo de Chvez, Santos y Kirchner se

    sirvi en la quinta San Pedro Alejandrino, don-

    de muri Bolvar el 17 de diciembre de 1830.

    Dur cuatro horas y no hubo una sola pelea.

    El documento final anunciaba el restableci-

    miento de las relaciones diplomticas. Tam-bin prometa un dilogo transparente, direc-

    to, respetuoso y privilegiando la va diplomti-

    ca, que buscara garantizar la permanencia y

    estabilidad de la relacin bilateral. Ambos

    pases avanzaran en la integracin sobre todo

    de las zonas y comunidades fronterizas, donde

    acordaron impulsar programas conjuntos en

    materia social y econmica. Pondran en fun-

    cionamiento cinco comisiones de trabajo. Una

    sobre deuda e impulso de las relaciones comer-

    ciales. Otra sobre complementacin econmi-

    ca. Una tercera, para planes de trabajo e in-

    versin social en la zona de frontera. La cuarta

    para el desarrollo conjunto de obras de in-fraestructura. La quinta, para seguridad.

    El captulo llamado Mecanismo de Coopera-

    cin qued redactado sin rispideces, pero tena

    su miga. El Mecanismo deba asegurar un tipo

    de abordaje sobre las problemticas de fronte-

    ra en materia social, econmica y de seguridad,

    que entre otros fines, busque prevenir la pre-

    sencia o accin de grupos alzados al margen de

    la ley. En la frmula caban las Fuerzas Arma-

    das Revolucionarias de Colombia y el Ejrcito

    de Liberacin Nacional, pero tambin los pa-

    ramilitares colombianos.

    Despus, Chvez y Santos hicieron el anun-

    cio en el mausoleo de Bolvar. El calor hmedo

    era insoportable. Kirchner, baado en sudor

    como el resto, no habl en la ceremonia. Son-

    rea. Pareca un tipo satisfecho. El ltimo p-

    rrafo del acuerdo dejaba constancia de que el

    Mecanismo sera acompaado por la Secreta-

    ra General de Unasur.

    Tuvimos mucho cuidado de la privacidad en

    una situacin difcil como sta dijo despus.

    Estos no son temas para banalidades y requie-

    ren mucha madurez no slo para enfrentar la

    crisis entre dos pases, sino para crear las condi-

    ciones que impidan cualquier otra situacin

    igual en la regin. Hay que preservar lo que

    avanzamos. La Argentina y Uruguay acaban de

    llegar a un acuerdo importante, y ahora Vene-

    zuela y Colombia. Recordemos que antes, para

    resolver nuestros problemas de frontera con

    Chile, hasta tuvimos que recurrir al Vaticano.Ya era de noche en Santa Marta. La comiti-

    va de Unasur march veloz hasta el hotel don-

    de esperaban las valijas. Kirchner tena reser-

    vado un apart con una mesa en el centro. Ha-

    ba frutas y, cerca, una picada. El triunfo crea-

    ba un clima relajado en el que cada uno se

    mova como si fuera un cuarto alquilado entre

    amigos que comienzan unas vacaciones juntos.Cada uno busc algo de tomar mientras Kirch-

    ner se daba una ducha rpida. Luego de cinco

    minutos apareci rozagante y con una enorme

    sonrisa. Cuando algo le sala bien despus de

    haber jugado fuerte, contaba la historia como

    si nunca hubiera tenido dudas acerca del final.

    Te dije que iban a negociar hoy mismo, eh?

    desafiaba. Viste?, repeta desmenuzando

    con los dedos una galletita hasta hacerla pol-

    vo. Che, te dije, eh?

    Ya est el avin?, le pregunt de golpe a

    Tat. Vamos, dejen de boludear!

    Y se fue feliz, como una tromba.

    [email protected]

    O los presidentes anunciaban

    en Santa Marta la reanudacin

    de relaciones diplomticas,

    y no simples conversaciones,o la mediacin se

    terminaba all mismo.

    Tlam

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    JUEVES

    27DEOCTUBREDE

    2011

    16

    Por Washington Uranga

    Sorpresa y pasin

    Se fue casi de la misma manera que lle-

    g: imprevistamente y luchando. Du-

    rante su gestin de gobierno, Nstor

    Kirchner hizo de la sorpresa una de

    sus armas preferidas. Nadie (a veces ni siquiera

    sus colaboradores ms cercanos) conoca con

    anticipacin las medidas ms trascendentes

    que adopt durante sus aos al frente del go-

    bierno. Como lo demostr en el 2009, redobl

    la lucha en la adversidad. Ambas caractersti-

    cas de un estilo compartido con Cristina Fer-nndez. Su muerte, su partida sin preanuncios

    y abocado en plenitud a la batalla poltica, tu-

    vo el mismo sello que su vida como poltico y

    gobernante.

    Goz de aciertos y errores. Ms de los prime-

    ros, sin duda. Los resultados estn a la vista.

    Pero ms all de esa evaluacin, lo que sedujo

    (y hoy sigue marcando a tantos jvenes a los

    que rescat para la poltica) es la pasin que le

    puso a todo lo que haca. Nstor Kirchner fue

    un apasionado de la poltica, le entreg su vi-

    da convencido de que ese era su mejor y ms

    radical aporte y hoy constituye gran parte de

    su legado. Aun cuando la pasin haya sido

    tambin la razn de algunas de sus equivoca-ciones. Pero est claro que todo lo que encar

    lo hizo convencido y comprometido, sin dejar

    transparentar incertidumbre aunque uno pue-

    da sospechar que tambin los miedos y la falta

    de certezas lo acecharon en ms de una oca-

    sin. Los que estaban en torno a l percibieron

    en su accionar la sensacin de una personasiempre convencida de los pasos a dar.

    En medio de un escenario poltico na-

    cional atravesado por la mediocridad,

    las improvisaciones y los clculos, Ns-

    tor Kirchner le aport a la vida poltica

    una cuota de compromiso, de pasin

    (tambin de riesgo) poco habitual en

    los tiempos que lo precedieron. Y de es-

    ta manera cautiv a muchos y a muchas.

    Rescat en el mejor sentido algo

    esencial de aquel espritu setentista

    que hoy algunos intentan presentar co-

    mo una mancha o como un pecado. La

    pasin es una caracterstica juvenil que

    no est siempre atada a las hojas del al-

    manaque. Por eso Kirchner sintoniz

    con los jvenes. Es muy probable que

    sa sea tambin la fuente de muchas de

    sus enemistades. Porque sobre la pasin

    tambin emerga un espritu confronta-

    tivo incmodo para sus adversarios pol-

    ticos, a los que no sola dar tregua. Por

    la constancia y persistencia en las ideas

    de las que estaba convencido, pero tam-

    bin porque utilizaba la sorpresa como un ar-

    ma permanente de la lucha poltica. Para anti-

    cipar o para descolocar. Y ahora con qu se

    saldr Nstor?, fue la pregunta emergente en

    ms de una reunin de opositores de distintos

    colores y banderas.

    Sorpresa y pasin son parte integral de una

    herencia respecto de la forma de hacer y en-

    tender la poltica. Con Nstor Kirchner la po-

    ltica dej de lado el aburrimiento. Acaso por-

    que no daba lugar a las medias tintas: de un la-do o del otro. Puede ser esta una caracterstica

    negativa y de hecho este ha sido el motivo

    principal de algunos enfrentamientos que pu-

    dieron evitarse. Pero era parte de su esencia,

    de su personalidad. Nadie ni nada lo habra

    modificado. La condicin de luchador a veces

    confundida con la de peleador fue parte esen-

    cial de su constitucin como hombre poltico.

    Por eso tambin sola perder la calma cuando

    algn astuto adversario le rehua la pelea, le

    cambiaba el escenario, evitaba el roce. Nstor

    necesitaba de la adrenalina propia del fragor

    de la lucha. Era as. Otro adjetivo que le cabe

    es el de audaz. Durante su mandato tom deci-

    siones riesgosas y durante el gobierno de Cris-tina apoy otras del mismo tenor, tales como

    renacionalizar el sistema jubilatorio, cancelar

    la deuda con el FMI, la asignacin universal o

    enfrentar al oligopolio meditico ms poderoso

    del pas a travs de la ley de SCA y el Ftbol

    para Todos. Ms de un comentarista adjetiv

    salto al vaco para cada una de estas iniciati-

    vas y predijo su cada como inevitable conse-

    cuencia de stas y otras determinaciones. Los

    resultados tambin estn a la vista.

    Con sorpresa, pasin y audacia, Nstor

    Kirchner le aport a la poltica argentina una

    mirada puesta en la eficacia de la gestin y en

    el compromiso con una forma de entender la

    historia. Lejos de la perfeccin, lo suyo sirvi

    para oxigenar el mundo de la poltica despus

    del que se vayan todos, para motivar a pro-

    pios y extraos, para que todos nos animse-

    mos a hacernos otras preguntas y salir de la re-

    trica vaca, para alentar a los suyos y para

    desafiar a los adversarios. Junto a los amores y

    las veneraciones gener, tambin e inevitable-

    mente, enconos y odios. As fue Nstor Kirch-

    ner. Por cierto, a nadie dej indiferente.

    Rescat algo esencial de

    aquel espritu setentista quealgunos intentan presentar

    hoy como una mancha o

    como un pecado.

    Con Nstor Kirchner la

    poltica dej de lado elaburrimiento. Acaso porque

    no daba lugar a las medias

    tintas.Carolina Camps

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    Por Eduardo Jozami *

    Esa maana de julio

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    La maana invernal del mes de julio no pare-

    ca propicia para reunirse al aire libre. Sin

    embargo, no ramos pocos los integrantes de

    Carta Abierta cobijados bajo un menguado

    sol en el Parque Lezama. Seis das despus de las elec-

    ciones, an no se haba asimilado el resultado, injusto

    para algunos, inexplicable para otros, atribuido tanto

    al poder de los medios y a la multimillonaria campa-

    a de De Narvez como a ciertas limitaciones de

    nuestra propia poltica. En los corrillos se escuchaban

    reflexiones pesimistas: Sin mayora en el Congreso,olvidate de la ley de medios, ahora el gobierno ten-

    dr que negociar.

    Ese da se deben haber escuchado algunos discursos

    importantes aunque, seguramente por la depresin

    reinante, no recuerdo ninguno, ni siquiera el que pro-

    bablemente haya pronunciado yo. Hasta que lleg

    Nstor Kirchner. Nos conmovi su presencia en la

    asamblea: visitar Carta Abierta no era precisamente

    un paso para acercarse a los grandes intereses con los

    cuales segn algunos no tendra ms remedio que

    pactar. Fue un discurso corto, reconociendo el mal

    momento, pero afirm que la nica respuesta era se-

    guir avanzando, profundizar el camino. No importa

    cuntos lo creyeron entonces, s importa que efecti-

    vamente eso es lo que ocurri. En menos de un ao,

    respondiendo al aguijn de la derrota, el gobierno

    sancion muchas de las medidas ms significativas de

    todo el proceso kirchnerista.

    Cmo no recordarlo en la gozosa noche del triunfo,

    cuando quedaron en el pasado no en la historia tan-

    tos de sus principales cuestionadores: la pitonisa cada

    vez ms incomprendida, el caudillo de Lomas de Za-

    mora que ha fracasado definitivamente en su propsito

    de ser considerado un estadista. El, por el contrario, es-

    t ms presente que nunca. No porque se extrae su

    presencia en un gobierno cubierto por una Presidenta

    notable en tantos sentidos sino porque como seal

    la misma Cristina en su discurso despus de la victo-

    ria fue l quien se puso al frente de la recuperacin,

    negando la posibilidad de una derrota.

    En ese momento, Nstor Kirchner sigui refutando

    los apotegmas que sustentaban el sentido comn ele-

    mental que signaba la poltica argentina. De las crisis

    se sale por la derecha, decan con resignacin los mis-

    mos que haban aceptado como natural que un presi-

    dente dejara sus convicciones en la puerta de la Casa de

    Gobierno. Nstor Kirchner no crey ninguna de las dos

    cosas y por eso su muy significativa contribucin. A diezaos del estallido que en 2001 denunci la crisis de to-

    das las representaciones, el kirchnerismo sigue avanzan-

    do en la construccin de un sistema poltico democrti-

    co y participativo. El primer paso necesario era el que

    dio Nstor: mostrar para qu poda servir la poltica.

    El entusiasmo por la victoria, el cario con que re-

    cordamos al presidente de los derechos humanos, qui-

    z lleve, en estos das, a que todos nuestros escritos y

    declaraciones adopten un tono apologtico. Defensor

    de la perspectiva crtica para el anlisis como de la

    actitud militante en la poltica, quien esto escribe no

    est dispuesto a avergonzarse por una exaltacin tan

    sincera. Seguramente an hay muchas cosas que co-

    rregir para seguir ampliando y organizando el torrente

    kirchnerista, pero ya no caben dudas de que la histo-

    ria de los argentinos dir que un hombre y una mujer,a comienzos del siglo XXI, nos mostraron un camino

    que la mayora de los argentinos no queremos dejar

    de recorrer.

    * Director del Centro Cultural Haroldo Conti.

    Afirm que la nica respuesta era

    seguir avanzando. No importa

    cuntos lo creyeron entonces, s

    importa que eso es lo que ocurri.

    Tlam

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    JUEVES

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    18

    Por Sandra Russo

    Los de 17

    Cuando Nstor era un adolescente y

    cursaba el ltimo ao del secunda-

    rio en el colegio Repblica de Gua-

    temala, en Ro Gallegos, gobernaba

    el dictador Juan Carlos Ongana. Lleg enton-

    ces una circular del Ministerio de Educacin

    que impona nuevos requisitos a los directores

    de colegios. Las exigencias estudios secunda-

    rios con orientacin pedaggica dejaban fuera

    de juego a la querida rectora del colegio, AnitaFlores de Lpez.

    Fue as que, a los 17 aos, Nstor obtuvo su

    primera presidencia. Fue la del centro de estu-

    diantes del colegio Repblica de Guatemala.

    Fue creado a instancias de un grupo de estudian-

    tes, entre ellos Nstor Kirchner y Pepe Salvini,

    que queran hacer algo para mantener en supuesto a Anita Flores de Lpez.

    Fue as desde el principio. Antes de irse a es-

    tudiar a La Plata, antes de que la efervescencia

    de los 70 lo sumergiera en la militancia de la

    FURN (Federacin Universitaria de la Revolu-

    cin Nacional). Lo que aquel grupo de

    estudiantes santacruceos hizo final-

    mente para salvar a su rectora fue polti-

    ca. El centro de estudiantes se organiz

    rpidamente, y la estrategia fue sacar el

    conflicto del colegio, involucrar a los

    vecinos, que eran sus padres, y peticio-

    nar. Era 1968. Ongana se dio una vuel-

    ta por all para inaugurar la nueva pistadel aeropuerto. Los estudiantes aprove-

    charon esa oportunidad.

    Redactaron dos cartas, de las que toda-

    va estn las copias, una dirigida a Onga-

    na y otra a su mujer. Esa fue otra buena

    idea: darle entidad a la esposa de un dic-

    tador. Apelar a su sensibilidad de mujer

    para hacerle saber lo mucho que se haba

    hecho querer por sus alumnos otra mujer,

    Anita Flores de Lpez.

    Fueron cientos al aeropuerto a recibir a

    Ongana y entregaron las cartas al ede-

    cn, que no los dej llegar ms cerca.

    Despus se retiraron tal como haban lle-

    gado: en fila india y en silencio absoluto.

    Pocos das despus lleg la confirmacin

    de que no habra cambio de autoridades

    en el colegio Repblica de Guatemala.

    Desde los 17, entonces, fue que Ns-

    tor arranc su militancia, igual que tan-

    tos de 17 de hoy. El domingo, en la Pla-

    za, muy tarde, slo quedaban los ms j-

    venes, que entrada la madrugada se-

    guan siendo varios centenares. Bailaban

    alrededor de la Pirmide. Era algo extrao y fa-

    buloso aquello. Festejaban una victoria que losincluye. Este es otro tipo de inclusin sobre el

    que se habla poco. La inclusin en la lucha,

    pero tambin en la victoria, la inclusin en la

    iniciativa y en la movilizacin, la inclusin en

    agrupaciones que estn su vez incluidas en un

    proyecto de un pas que se propone incluir ca-

    da vez ms.

    Con algunos amigos mirbamos ese espectcu-

    lo de adolescentes ardorosos, casi todos ellos del

    conurbano o de barrios perifricos de la Capital.

    Andaban enredados en sus banderas, gritando

    sus cantos, bailando sus canciones, abrazndose y

    reconocindose. Los que tenemos edad de ser pa-

    dres de esos chicos, o los miramos con la misma

    ternura con la que miramos a nuestros propios

    hijos, sentimos por Nstor una enorme gratitud.

    Esa es una extraordinaria yapa que nos dej, un

    hilo de oro que se tensa entre generaciones y nos

    permite a padres y a hijos hablar un mismo idio-

    ma y compartir emociones e ideas. Eso es polti-

    ca, pero la traspasa, porque se cuela en la intimi-

    dad de los hogares, se filtra en los sentimientos

    amorosos y forma parte de las capas ms ntimas

    de nuestras vidas. Esa es otra de las razones por

    las que Nstor nos sigue haciendo felices.

    A los 17 aos, Nstor obtuvo

    su primera presidencia. Fue la

    del centro de estudiantes del

    colegio Repblica de

    Guatemala.

    Fue as desde el principio.Antes de irse a estudiar a La

    Plata, antes de que la

    efervescencia de los 70 lo

    sumergiera en la militancia

    de la FURN.

  • 8/3/2019 Nstor Kirchner Especial de Pgina 12

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    Por Damin Loreti *

    En la historia de los pueblos

    JUEVES

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    Menos de un mes despus de la asuncin

    de Nstor Kirchner, el 18 de junio de

    2003, el Senado sancion la ley

    25.750, de Preservacin de Bienes y

    Patrimonios Culturales, que haba sido promovida

    desde el Ejecutivo y obtuvo aprobacin en Diputa-

    dos durante el interinato de Eduardo Duhalde. Julio

    Ramos, dueo y director deAmbito Financiero, fue

    quien rebautiz la nueva regulacin como Ley Cla-

    rn. La norma fija, entre otras cosas, un tope del 30

    por ciento para la participacin del capital extranje-ro en las empresas de medios locales. Con su entrada

    en vigencia, tanto Clarn como el resto de los multi-

    medios locales que se haban endeudado durante la

    convertibilidad para financiar su expansin a mlti-

    ples mercados, quedaron a salvo de ser absorbidos

    por sus acreedores extranjeros. El nuevo presidente,

    que haba llegado al poder con el 22 por ciento de

    los votos, encontraba en el mbito de las polticas de

    comunicacin como en muchos otros un primer

    condicionamiento impuesto por los poderes fcticos.

    En rigor de verdad, las corporaciones pretendieron

    marcar la agenda desde que Kirchner dio su primer

    discurso como presidente electo, el 14 de mayo de

    2003. Al da siguiente, Jos Claudio Escribano publi-c en La Nacin su ya clebre columna en la que sos-

    tena que la Argentina haba decidido darse gobier-

    no por un ao y apostrofaba al mandatario electo

    porque se permiti la temeridad de sembrar dudas

    sobre cul ser el tono de su relacin con el empresa-

    riado y con las Fuerzas Armadas. Tener esto en

    cuenta permite entender las caractersticas del actuar

    de Kirchner con algunos medios de comunicacin.

    El Qu te pasa, Clarn? y su denuncia pblica de

    las presiones de los multimedios para seguir recibien-

    do lo que antes reciban y tambin para quedarse

    con ms, son slo dos ejemplos. Si quisiramos otros

    casos, tendramos las desgravaciones millonarias

    otorgadas por el Comfer desde la recuperacin de lademocracia y suspendidas en 2003.

    Tambin hubo frases dursimas para titulares de

    medios y para periodistas. Aun as, Kirchner siempre

    tuvo clara la diferencia entre ambos actores de la

    profesin. Sus permanentes referencias a la falta de

    autonoma de los periodistas respecto de sus emplea-

    dores instalaron en la agenda pblica la necesidad de

    introducir un mecanismo de clusula de conciencia,

    cuya instrumentacin se debate hoy en el Congreso.

    Algo similar ocurri desde su llegada a la presiden-

    cia con la decisin de no accionar penalmente con-

    tra periodistas, que hizo extensiva a todos los miem-

    bros de su gobierno. Pocos aos ms tarde, a raz del

    fallo de la Corte Interamericana en el caso del perio-

    dista Eduardo Kimel, CFK impulsara la ley que des-

    penaliz las calumnias e injurias para expresiones re-

    feridas a temas de inters pblico.

    A lo largo de su mandato, Kirchner puso de mani-

    fiesto e hizo pblica la presin de los poderes fcticos

    y la resistencia que esos mismos actores ofrecan

    frente a cualquier tipo de medida destinada a fortale-

    cer el rol del Estado como garante de los derechos de

    todos los ciudadanos. Slo en el contexto de ese giro

    copernicano que implic la recuperacin de la polti-

    ca como herramienta central para alcanzar una so-ciedad ms justa e igualitaria es posible entender el

    proceso que condujo a la sancin de la Ley de Servi-

    cios de Comunicacin Audiovisual. En diversos fo-

    ros locales y extranjeros se describe el surgimiento de

    la nueva ley en el contexto de la polarizacin emer-

    gente del conflicto con las patronales agropecuarias

    en 2008. El dato es innegable, pero harto insuficien-

    te. Existen evidencias que demuestran que este tipo

    de iniciativas formaba parte del ADN poltico de

    Nstor y Cristina.

    Esto es pblico y notorio, no solo para quienes to-

    mamos parte del proceso de elaboracin de la nueva

    ley sino tambin y sobre todo para sus ms enrgi-

    cos detractores. El 5 de octubre de 2007, en una notareferida a la plataforma electoral de CFK, el diario La

    Nacin la acusaba de copiar y pegar el programa de

    gobierno presentado por su marido en 2003. El artcu-

    lo sostena que a pesar de los borradores que duermen

    en algn cajn, otra deuda de 2003 es la sancin de

    una nueva ley de radiodifusin, que suplante la

    22.285, promulgada durante la ltima dictadura mili-

    tar y que slo ha sufrido modificaciones parciales. Se-

    gua el texto en tono de periodismo crtico: Tal vez

    Cristina Kirchner lo pueda hacer, ya que tambin fi-

    gura en su plataforma. El cronista no poda siquiera

    imaginar que dos aos despus se sancionara la nuevaLey de Servicios de Comunicacin Audiovisual con

    una movilizacin de tal magnitud. Pero haba quienes

    s lo imaginaban. Fundamentalmente los candidatos

    del Frente para la Victoria a la presidencia, quienes

    como queda visto antes de la realizacin de las elec-

    ciones de 2003 y 2007 haban incorporado en las pro-

    puestas de gobierno presentadas ante la Justicia elec-

    toral el siguiente objetivo: Estmulo al desarrollo de

    la cultura. Intangibilidad de los fondos para el desarro-

    llo de las artes. Nueva ley de radiodifusin.

    Como en aquel video que lo muestra exigiendo

    juicio y castigo a los responsables del terrorismo de

    Estado en una unidad bsica perdida en la estepa

    santacrucea en 1983, Kirchner confiaba en la de-mocracia y en el poder transformador de la prctica

    poltica para revertir el legado de inequidad de las

    ltimas tres dcadas.

    En Historia del Peronismo, Eva Pern diferencia la

    historia de los pueblos de la de los hombres. En el

    caso de Nstor Kirchner alcanza con recordar, por

    ejemplo, el Procedan previo a la bajada del cuadro

    de Videla, la reapertura de los juicios por crmenes

    de lesa humanidad, la renovacin de la Corte Supre-

    ma, o la intervencin como secretario general de la

    Unasur en el conflicto Venezuela-Colombia, para te-

    ner claro que su nombre ya forma parte de la historia

    de los pueblos.

    * Doctor en Ciencias de la Informacin.

    CFK impulsara la ley que

    despenaliz las calumnias e

    injurias para expresiones referidas

    a temas de inters pblico.

    Tlam

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    PorJuan Sasturain

    Lpin, The Penguin, Salvo & Co.

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    No es infrecuente que un hombre pblico tenga un apodo permanente

    o apenas circunstancial, generado por la comparacin en la aparien-

    cia, e incluso en algn dato ms sutil con algn personaje de los me-

    dios masivos tan pblico como l, o ms. No suele ser una referencia

    elogiosa. Sin bajarnos de la Primera magistratura, a algn usurpador hijo de puta lo

    compararon sigilosamente con la Pantera Rosa, a cierto penoso desgraciado y des-

    graciante le decan Pan Triste, y a otros les han dicho (literalmente) de todo sin

    poder agotar el repertorio de apodos o personajes ms o menos infamantes. No es

    el caso de Nstor Kirchner. O mejor: lo es en exceso.

    Quiero decir: Kirchner no slo ha tenido apodo/sobrenombre de personaje

    habitual sino que ha tenido ms de uno y pareciera que por alguna rara cuali-dad o circunstancia su figura tiende a generar, en todos los sentidos, cierto ti-

    po de asociaciones grficas que seguramente no son casuales. As, en primer lu-

    gar, Kirchner ha sido largamente Lpin (o Lupn, como solan decir los pibes),

    el maravilloso personaje de historieta creado por Guillermo Guerrero en los se-

    senta a la medida de sus sueos, y a su propia imagen y semejanza. El minsculo

    piloto del biplano ms bonito y que ms horas de vuelo tiene en toda la historia

    de la historieta argentina provey el perfil y los ojos saltones para la compara-

    cin. La deformacin Lupo no demasiado amistosa reconoce el mismo origen

    pero desva la etimologa hacia el campo semntico de la visin y los / las len-

    tes. Y, recordemos, el Lpin del glorioso Guerrero es la versin castellanizada y

    simple de looping, ese arriesgado rulo acrobtico. Le cerraba por todos lados al

    osado narign.

    El segundo apodo estable fue y es el Pingino, un sobrenombre que seamos se-

    rios: no mistifiquemos designa ms a una clase que a un individuo. Impuesto oautoimpuesto por la latitud de origen y pertenencia la pinginera de Santa

    Cruz, el Pingino no deja de ser, inevitablemente, por aadidura y sin contradic-

    cin, un nuevo personaje de historieta: el pertinaz enemigo de Batman que alguno

    de los mltiples guionistas contiguos a Bob Kane ms precisamente Bill Finger

    invent hacia 1941. Pero es claro que ni Burgess Meredith en la tele ni el pattico

    y memorable De Vito en la de Tim Burton tienen nada que ver con Nstor, otro

    Pingino, sin frac, con impresentable saco cruzado.

    Y el personaje final, la imagen ltima con que se fue investido Kirchner al dar

    las hurras hace un ao, no pudieron ser ms emblemticos. Que los jvenes mi-

    litantes y jvenes lectores lo hayan enfundado en la pilcha precaria y desafiante

    con que el osado y aterrado Juan Salvo sale a la intemperie y a la Historia, sin

    dejar por eso de mirar atrs y a la ventana de casa es, por lo menos, sintomtico.

    El cruce de su figura con todo lo que connota hoy el personaje de Oesterheld y

    Solano Lpez paradigma del hombre solidario con sus iguales en una lucha queles da sentido a sus vidas revela que algo que no es poco ha cambiado en la

    cultura de este pas.

    El de El Eternauta es un traje que a pocos les queda justo. Para ponerse o me-

    jor para que te pongan esa pilcha, ese apodo, tens que estar preparado o estar

    dispuesto a seguirla hasta el final, que ser nunca.

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    Por Horacio Verbitsky Desde Ro Gallegos

    La resurreccin

    No era necesario ser creyente para sentir

    emocin durante la sobria y clida cere-

    monia con que tres sacerdotes amigos de

    la familia Kirchner despidieron a Ns-

    tor, el viernes en el cementerio municipal de esta

    ciudad que l condujo, como intendente y goberna-

    dor. Todo transcurri con una intensidad, un decoro

    y una ternura que ninguno de los privilegiados que

    pudimos asistir olvidar. Cristina quiso que la acom-paara un centenar de personas, entre representantes

    de organismos defensores de los derechos humanos

    que llegaron desde Buenos Aires, familiares de Kirch-

    ner, unos pocos legisladores a los que siente prxi-

    mos, como Agustn Rossi o Eduardo Fellner; amigos

    de toda la vida y compaeros de militancia, de ella,

    de Nstor y de Mximo Kirchner. En cambio, dispuso

    que los ministros y funcionarios no abandonaran el

    trabajo en Buenos Aires, con escasas excepciones co-

    mo el jefe de gabinete Anbal Fernndez y su vice

    Juan Manuelito Abal Medina, y aquellos que acom-

    paaron a los Kirchner desde Santa Cruz, como Julio

    De Vido, Carlos Zannini, Hctor Icazuriaga o Nicols

    Fernndez, o en la militancia setentista, como Carlos

    Kunkel y El Pampa Alvaro. Algunos que ignoraban

    la consigna, o que decidieron ignorarla porque nece-

    sitaban una foto, debieron volverse del Aeroparque

    sin asiento en los aviones, como el Procurador del

    Tesoro, Joaqun Da Rocha, el resistente.

    Muri sereno

    Mientras aguardaba dentro de la capilla la llega-

    da de la comitiva, el padre de Plaza de Mayo Julio

    Morresi se acerc a Mara Ostoic y le dijo que con

    su hijo se haba ido el mejor. Ya va a venir otro,

    respondi la madre del ex presidente, que al filo de

    sus 90 aos mostr una serenidad asombrosa. Con-

    t que en el rostro de su hijo muerto vio una expre-

    sin relajada. Muri sereno. Como quien refle-

    xiona en voz alta dijo que el acto en el Boxing

    Club con los gobernadores le son como una des-

    pedida y que no entendi qu intentaba transmitirKirchner cuando dijo que volva a Ro Gallegos.

    Tal vez as impidi una tragedia mayor, reflexio-

    n, enigmtica. No pareca que estuviera hablando

    de poltica. Suspir y dijo: Vuelve a la ciudad en

    la que naci. Los hijos deberan enterrar a los pa-

    dres y no al revs. Amigos de Ro Gallegos conta-

    ron que Kirchner acababa de comprar una parcela

    en el cementerio local y que la noche anterior a su

    muerte haba hablado de ello con Cristina. Los dos

    dijeron que no les gustaban los velorios en el Con-

    greso, a cajn abierto, en los que los restos de lo

    que fue una persona quedan expuestos a las miradas

    morbosas de cualquiera. En la segunda fila de la na-

    ve escuchaba estos comentarios la hija menor de

    Mara Ostoic, Mara Cristina Kirchner, Macris o la

    verdadera Cristina Kirchner, como bromean los n-

    timos, a quien acompaaban sus hijos, un morocho

    fornido de 12 aos y una seoritunga pizpireta de

    11. Farmacutica del hospital local, Macris rara vez

    viaja a Buenos Aires. Todos los Kirchner han here-

    dado la nariz de Mara Ostoic, pero Macris compar-

    te el rostro romboidal de su sobrino Mximo, a

    quien se parece ms que a sus hermanos Nstor y

    Alicia. Mximo, que durante ms de veinte horas

    no se separ de su madre en la capilla ardiente, se

    estremeci con un recuerdo al abrazar a un compa-

    ero en Ro Gallegos. Al matar a ese pibe en

    Constitucin tambin mataron a mi viejo. Estaba

    indignado. Todos esos tipos tienen que ir en cana,

    musit. Junto con Cristina y sus hijos lleg su her-

    mana, la mdica Giselle Fernndez. En la capilla

    tambin se abrazaron Alessandra Minnicelli, la es-

    posa del encanecido Julio De Vido, quien haceapenas un mes perdi a su hijo Facundo, de 21

    aos, en un estpido accidente cuando su auto

    mordi un cordn y embisti un poste, y la actriz

    Andrea del Boca. Hace cuarenta aos ambas actua-

    ron en Andrea, una pelcula infantil filmada en esa

    misma ciudad. No haban vuelto a verse desde en-

    tonces. Se tenan de la mano, con los ojos empaa-

    dos por el llanto.

    La muy austera ceremonia ocurri en la capilla del

    nico cementerio de Ro Gallegos, que no es privado

    por si hace falta decirlo, y estuvo a cargo de tres sacer-

    dotes de estrecha relacin con la familia Kirchner.

    Junto al espacio reservado para el fretro instalaron

    una corona muy sencilla, de pocas pero frescas flores,

    con una cinta argentina de plstico que slo deca

    Cristina, Mximo y Florencia. No fue una misa, sino

    la lectura de un breve texto bblico y una conversa-

    cin entre amigos. Por eso el obispo Juan Carlos Ro-

    mann, quien desde el conflicto docente encabez la

    oposicin provincial, acept un consejo de conocidos

    cautos y se abstuvo de comparecer. Todos tenan pre-

    sente el sonoro improperio, Hipcrita, con que un

    feligrs catlico respondi a las melifluas palabras del

    cardenal Jorge Bergoglio, y el fastidio que caus la fu-

    DyN

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    gaz aparicin para las cmaras en la Casa Rosada de

    Alcides Jorge Pedro Casaretto, luego de siete aos en

    que ambos polticos episcopales trataron de hacerle

    las cosas difciles a Kirchner y a su esposa en todo lo

    que estuviera a su alcance. Esa jerarqua tiene escasa

    relacin con el gobierno pero preferira que se notara

    menos. Lo siente como una capitis diminutio porque

    slo se concibe como parte de una Iglesia del poder,

    aunque declame lo contrario. En cambio se comenta-ba con tolerancia, por su edad y porque nunca hostili-

    z a Kirchner, el rezo del jubilado obispo de San Isidro

    y Morn, Oscar J. Laguna, y con respeto la discretsi-

    ma visita del arzobispo de Lujn, Agustn Radrizzani,

    a quien CFK debi consolar cuando le tom las ma-

    nos en un pasillo lateral, lejos de la vista del pblico, y

    la de su predecesor, el jubilado Rubn Di Monte.

    La ltima zambullida

    Imposible imaginar mayor contraste entre el boa-

    to y la artificiosidad del rito celebrado en la Cate-

    dral portea y el encuentro afectuoso entre viejos

    conocidos en la capilla patagnica. Sus paredes es-tn pintadas de un vivo color salmn, y vidrios

    amarillos y ocre, sin iconos, filtraban la luz de un

    da nublado. Con su techo de madera clara y ape-

    nas una cruz como smbolo religioso, es tan despo-

    jada como un templo protestante. All se celebr la

    vida y no la muerte. La comitiva logr vadear con

    mucha dificultad y lentitud el ro humano que se

    desbord a los lados de la ruta desde el aeropuerto.

    Algunos presuntos buenos cuberos estimaron que

    se haba volcado a la calle la mitad de los 117.000

    habitantes de la capital provincial. Como haca en

    vida, Kirchner se zambull por ltima vez en la

    multitud. Al pasar por algunos barrios se vean ms

    lgrimas que dientes. Unas pocas vallas cayeron porla presin humana y no faltaron empellones, entre

    petroleros y albailes, a ver quin cuidaba mejor a

    Cristina. Los invitados por la presidente vieron por

    televisin en Ro Gallegos cuando Cristina hizo

    detener el auto, baj y les recrimin a los policas

    por empujar a quienes slo queran despedirse de

    Kirchner. Fue un gesto como para que nadie tuvie-

    ra dudas sobre el carcter de la persona al mando, a

    la que tantos se proponen ayudar, con las mejores o

    las peores intenciones. Los amigos de Santa Cruz

    acotaron que no era un gesto para los medios, que

    lo mismo hizo durante la campaa electoral con un

    custodio que empuj a un militante que intent

    acercarse al helicptero. Las elecciones se ganancon votos y no con seguridad. Y los votos se ganan

    de a uno, le dijo.

    Resucitar en el pueblo

    Dentro de la capilla, que termin de construirse

    durante la intendencia de Kirchner, el cura Lito Al-

    varez recibi a la presidente y su familia. Cristina se

    sent en la primera fila a la izquierda del fretro, jun-

    to con sus hijos, el gobernador Daniel Peralta y el

    presidente de Venezuela. A la misma altura, sobre la

    derecha, seguan su suegra, sus cuadas y sus sobrinos.Este es mi cura preferido le explic Cristina a

    Hugo Chvez Fras, sealando a Lito Alvarez.

    Y yo, qu soy? protest el sacerdote Juan Car-

    los Molina, el rubio alto de barba rala que durante

    las interminables horas del velatorio porteo perma-

    neci de pie consolando a su amiga Alicia Kirchner.

    Bueno, los dos son mis preferidos. Pero no se

    hagan los locos concedi Cristina.

    De pantaln y campera los dos, azul tejida Alva-

    rez y de pao gris Molina, el nico ornamento