nevermind, rubén don
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Segunda novela de Rubén Don, representativa del desencanto nihilista de los años noventa.TRANSCRIPT
5/12/2018 Nevermind, Rub n Don - slidepdf.com
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NOS VEREMOS EN EL INFIERNO,
KURT COBAIN.
Rubén Don. Tierra Adentro, 280 pp.
Nevermind , Rubén Don
Hace seis años Rubén Don irrumpió en el panorama de la novela con La
consecuencia de los días, obra publicada, reeditada y merecedora de galardones, en la
que narra las peripecias de una aventura escritural en las orillas del limbo. Este año
nos entrega su segunda pieza de factura cuidada y precisa, en la que evidencia ya una
temática y los primeros logros en la persecución de su estilo personal. Nos veremos
en el infierno, Kurt Cobain exhibe las preocupaciones literarias de Don, así como la
postura legítima de otorgar voz a una época umbría.
Los años noventa coronaron el declive de la humanidad, iniciado una década atrás, y,
si bien le descubrieron al mundo que nada perdía con el desmoronamiento de las
utopías, también lo sumergieron en un horror vacui en el que sigue aún hundiéndose.
Esa década de nihilismo y hastío hasta el dolor esperaba el fin de un ciclo al promer
asomo del tercer milenio, expectativa por demás equivocada. Éste es el tiempo y
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espacio que habitan los personajes de Rubén Don: el Mendoza, el Charly, el Kurt y el
Santander, mejor conocidos como Los Exfoliados, en convivencia tensa y cómplice a
la par con Zoe, la Openheimer, Janis y Selene. Como en toda buena novela, su
anécdota podría resumirse en cuatro líneas a doce puntos en la ortodoxa Times New
Roman. Lo que hace novela a esta obra es el universo propio de Rubén Don. Nos
veremos en el infierno... toma como pretexto la fecha inminente de un encuentro de
bandas de rock, que Santander y el Kurt, dos amigos incondicionales (posteriormente
enfrentados), anhelan ganar.
Llama la atención el buen tratamiento de personajes que hace el autor con el
Santander (alias Julián Santander Pineda) y el Kurt (alias Fonseca), sin dejar de ladoa la familia de clase alta de el Santander. A lo largo de las páginas desfila ese tufo
azufrado que involucra un infierno preparatoriano de tres años, incluida su noche de
graduación. Santander demuestra un nivel de idolatría por el Kurt, quien a su vez
idolatra hasta el paroxismo a Kurt Cobain, la estrella caída de Seattle y emblema
inamovible del grunge, expresión musical por excelencia de los años noventa. Tal
idolatría no es sino el reflejo del vacío del Kurt y el hastío de Santander, quien sóloconsigue el escape del sinsentido con sus dos drogas favoritas: la adrenalina y la
escritura, aderezadas con cocaína y poppers. Cito a Santander cuando describe la
experiencia que lo libera momentáneamente del mundo de hartazgo que le rodea y
enrosca un billete de quinientos pesos para aspirar coca: "El ocre del billete se
intensifica ante mis ojos a medida que la diosa blanca nubla mi mente".
El joven se debate entre las figuras de Kurt Cobain y David Bowie, planteándose la
idea del futuro como un abismo, igual que su amigo, quien opta entre el cielo y el
infierno por el limbo. Ante la imposición de la Biología, el Cálculo Diferencial e
Integral, o la literatura de Juan Rulfo, Santander antepone su bitácora de
supervivencia, suerte de libelo en el que vierte paulatinamente, a lo largo de la
progresión de la historia, su historia, una vorágine de escritura secreta, digna de
posibles composiciones para Los Exfoliados.
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Ante una puerta que da paso a otra puerta y ésta a otra y así hasta el infinito del
limbo, Santander huye del laberinto doloroso que le supone una ruptura amorosa,
orillándose a, peligro de caer otra vez en la trampa del amor. Nunca, como es propio
de un joven, o bien, en un adolescente de los años noventa, está conforme Santander
con nuestro mundo y se dice en el fuero interno: "Me pregunto por qué cargamos
tanta inconformidad arremolinada entre las vísceras". A lo largo del libro hay una
suerte de herida, de esas que jamás cicatrizan, y que se distingue a partir de la mitad
de la novela. Don inicia su escrito conteniendo la prosa, que avanza confiada en su
lógica interior hacia una narración ágil en el sentido dramático, acorde con el
soundtrack que acompaña al narrador y al mismo lector a modo de ruido de fondo.
Nos veremos en el infierno... es no una novela de iniciación, de juventud, como las
famosas bildungsroman, sino el paso a esos universos desencantados que exploraron
con atino Douglas Coupland, Breat Easton Ellis, Chuk Palahaniuk, Blake Nelson o el
escritor mexicano Jaime Mesa. Todos los autores mencionados dan fe de que sus
personajes, como Santander y Fonseca, han envejecido antes de tiempo. A su vez, es
ésta una novela sobre el misterioso valor de la amistad. Como afirmaba líneas antes,y con la incógnita del cómo escapar de el Club de los Imposibles, la progresión de la
prosa en esta novela parte con el riesgo de la lentitud (sello de otredad en esta época
descarrilada) y acelera de modo abrupto, como el inefable Santander en pleno
Periférico, conduciendo la novela a un final vertiginoso, sorpresivo y verosímil que
no debo contar. Nevermind .
Nos veremos en el, infierno, Kurt Cobain invita a acompañar a la incandescencia del
fuego a su narrador y a Rubén Don.
Isaí Moreno