número 136 de junio de 2015 - mientrastanto.org
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Número 136 de junio de 2015
Notas del mes
Más allá de la primavera democrática
Por La Redacción
Los independentistas catalanes y el artículo 135
Por José Luis Gordillo
¿Plebiscitarias?
Por Joan Busca
La primera derrota de Matteo Renzi
Por Giaime Pala
Energía atómica: el conflicto de las bajas dosis (1)
Por Miguel Muñiz
¿Una recuperación sólida?
Por Albert Recio Andreu
Ensayo
Actos de ciudadanía
José A. Estévez Araújo
Arrastrar todo en la caída
Götz Eisenberg
El extremista discreto
España cañí
El Lobo Feroz
De otras fuentes
La Ciudad de los Prodigios de Barcelona en Comú
Xavier Domènech
Por el cambio educativo
Agustín Moreno
24M: para que otra democracia sea posible
Antoni Aguiló
España, ¿neocolonia de una Europa alemana?
Manolo Monereo
El panfleto de Mélenchon contra Merkel
Rafael Poch-de-Feliu
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Más allá de la primavera democrática
La Redacción
I
No ha habido ruptura democrática. Pero las elecciones municipales del pasado
domingo han producido una importante grieta en el sistema de partidos
establecido desde la Transición. Madrid y Barcelona son la punta de este
cambio, pero no están solas. Valencia, Zaragoza, a Coruña, Santiago de
Compostela, Cádiz apuntan en la misma dirección. No deja de ser divertido
que Barcelona y Madrid, muchas veces enfrentadas entre sí por sus élites
dominantes, vuelvan a aparecer juntas cuando hay un giro progresista en el
país. Al final al PP no le ha servido el leve repunte económico para volver a
engatusar a mucha gente (aunque mantiene importantes resortes de poder y
hegemonía cultural en sectores importantes de la sociedad) y la corrupción,
los recortes, la prepotencia, el desprecio democrático, el clasismo, las ideas
retrógradas y la impudicia de sus líderes le han acabado pasando factura. A la
derecha no le ha dado tiempo de fabricar una alternativa más vistosa y, pese
a su notable ascenso, Ciudadanos sólo le va a resultar útil en unas pocas
autonomías. El PSOE ha salido algo mejor librado (con descalabros
importantes, como en Catalunya) pero no parece que vaya a tener potencia
para volver a ser una gran alternativa nacional.
II
Los triunfos de Manuela Carmena y Ada Colau tienen bastante en común. En
la fórmula y en la base social. La fórmula es clara, un planteamiento de
unidad de izquierdas aglutinada en torno a personas conocidas en los
movimientos sociales y una presencia de partidos en segundo plano. Más
unitaria y amplia en el caso de Barcelona, sin lugar a dudas porque los
dirigentes catalanes de ICV-EUiA han sido mucho más generosos e
inteligentes políticamente que sus homónimos de Izquierda Unida en Madrid.
La fórmula ha tenido la virtud de ayudar a fomentar la participación de mucha
gente de movimientos sociales, especialmente de la generación posterior al
movimiento antiglobalización (que a nuestro entender fue donde se forjaron
nuevos liderazgos ajenos a —y a menudo ignorantes de— la izquierda
tradicional presente en partidos y movimientos sociales). Y en bastantes casos
ha conseguido que la mezcla de personas de tradiciones políticas diferentes
haya funcionado notablemente bien. Sólo por esto, la experiencia ya hubiera
sido válida.
La base social del voto resulta evidente. El éxito de ambas fórmulas se ha
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producido sobre todo por una cierta activación, en aumento de la
participación y cambio de voto, de los barrios más humildes de la ciudad. En
Barcelona lo podemos mostrar incluso con una correlación estadística: hay
una clara relación positiva entre el voto de Barcelona en Comú y el bajo nivel
de renta de los barrios: El Ayuntamiento de Barcelona publica una estimación
de renta media de la ciudad: en los dos barrios más ricos —renta estimada
superior al 200% de la media— el voto a BEC apenas ha llegado al 5,3%,
mientras que en los cuatro más pobres ha llegado al 37,4%. La candidatura de
Ada Colau ha ganado en 6 de los 10 distritos de la ciudad y ha sido en los dos
más humildes (Ciutat Vella y Nou Barris) donde se ha decantado la victoria
final. Aunque es también cierto que se ha conseguido un buen resultado en
todas partes gracias a la movilización de las clases medias progresistas. No
podemos afinar tanto en el caso de Madrid, pero todo apunta en la misma
dirección. Ahora Madrid ha triunfado en 11 de los 21 distritos de la ciudad. Sus
mejores resultados en Centro (otra vez el paralelismo con Ciutat Vella), Villa
de Vallecas, Puente de Vallecas y Vicálvaro; los peores (aunque siempre
buenos) en los elitistas distritos de Salamanca, Chamartin y Chamberí.
No se deben extraer conclusiones mecánicas, pero todo apunta a que la
división social generada por la crisis, la conciencia creciente de injusticia que
viven las clases trabajadoras, han encontrado una respuesta cuando menos
parcial en término de votos. Luchas como las de la PAH, las mareas de
diversos colores, Nou Barris Cabrejada, las movilizaciones vecinales contra los
impactos del turismo en varios barrios de Barcelona... han ayudado a construir
un imaginario colectivo que se ha activado con la llamada a las urnas. Y la
personalidad de las candidatas ha facilitado asimismo una mayor
identificación con los sectores de clases populares más reticentes con las
estructuras partidistas tradicionales. Lo pudimos apreciar muchas de las
personas que el pasado domingo hacíamos trabajo de apoderado electoral en
muchos de estos barrios, donde se vivía un cierto aire de fiesta electoral en
las antípodas de la desencantada crónica de la —por otra parte magnífica—
Jornada de un interventor electoral de Italo Calvino.
Hay tres cosas a retener de este modesto pero, al mismo tiempo, alucinante
éxito. El papel del trabajo de base continuado, del tejido de movimientos
sociales que han ayudado a avivar conciencias, a insuflar optimismo y
activismo a una base social maltratada. En segundo lugar que si bien los
proyectos políticos progresistas atraviesan muchas capas sociales, no puede
perderse de vista una visión en términos de clase que en muchos casos se
encarna en los barrios y las vecindades. Y en tercer lugar —y a ello nos
referiremos posteriormente— el modelo de construcción de la alternativa
política.
Sólo un comentario final respecto a esta cuestión. En Barcelona al menos,
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hemos constatado que hay una estrecha correlación entre nivel económico y
abstención (y por tanto entre abstención y voto a BEC). La abstención en los
barrios obreros sigue siendo muy alta. Creemos que es otra expresión de las
desigualdades clasistas. Cuanto mayores son las desigualdades, más distancia
existe entre la política y las clases subalternas. El sentimiento que es un
espacio extraño, hostil, ajeno, acaba produciendo pasividad (algo parecido a
lo que ocurre con la educación: cuanto más humilde es la gente más extraño
le parece lo que se enseña en las aulas, de ahí que el fracaso escolar y la
abstención vayan por barrios). El discurso moralista de cierta izquierda es
inútil. La gente que no vota no cambia de actitud porque le demos lecciones
de política. La gente que ahora se ha movilizado lo ha hecho porque le ha
llegado un discurso en el que se hablaba de sus problemas: de los desahucios,
de la pobreza, del paro, de la falta de respeto, de los recortes. Y allí donde se
ha conseguido mayor movilización coincide con la existencia de
equipamientos sociales en los que la gente se relaciona cotidianamente:
casales de barrio, de jóvenes, cooperativas de consumo, ampas, comisiones
de fiestas... allí donde se consolida un tejido social que es funcional para la
vida cotidiana y que construye un entramado sobre el que se organizan las
movilizaciones. Claridad de discurso y creación de espacios de socialización
cotidiana son esenciales para romper la apatía: para, como diría un clásico,
contribuir a que “la clase en sí” se convierta en “clase para sí”, o sea, para
que la gente común entienda que la política es un instrumento de cambio y
mejora social, no un mero mecanismo de dominación.
III
Si nos atenemos a los problemas de la izquierda política, los resultados de las
elecciones confirman de forma más nítida lo que apuntaba nuestro amigo Joan
Busca al comentar el resultado de las elecciones autonómicas andaluzas de
marzo. El Partido Socialista sigue en caída pero muestra que aún es una
fuerza organizada importante en bastantes comunidades autónomas (excepto
en Catalunya, donde su crisis parece difícil de parar). Y la fuerza emergente
de Podemos obtiene un avance importante, pero sin conseguir superar un
cierto techo. Por su parte, Izquierda Unida, que ya tenía un problema de
espacio con la irrupción de Podemos, se sitúa ahora al borde de la
desaparición institucional, en gran medida autogenerada por la incapacidad
de renovación y, sobre todo, por el dogmatismo, el apego a la marca, el
sectarismo de parte de sus líderes. No es casualidad que en Madrid y el País
Valenciano, donde desde hace tiempo se ha vivido una lucha fratricida, el
desastre sea absoluto. Sentimos que gente valiente y honrada como Alberto
Garzón, Luis García Montero o Cayo Lara se haya visto envuelta en una
dinámica perversa de la que no han podido desmarcarse.
A corto plazo, Podemos tiene todas las de ganar en este pulso por un espacio
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a la izquierda del PSOE, ahora que está claro que ya no va a ganar la batalla
de la centralidad. Las urnas le han marcado el terreno. Pero tiene enormes
debilidades: Una estructura excesivamente piramidal. Un proyecto político
demasiado simple, que puede ser efectivo para discursos electorales pero
insuficiente para desarrollar un proceso político de gran calado. Unas bases
sociales con baja experiencia política. Un modelo organizativo poco elaborado.
Y un cierto sectarismo basado en sus resultados electorales y en las encuestas
(a veces tenemos la sensación que miran al resto de la izquierda con tics
parecidos a los de los militantes socialistas de otras épocas, unos militantes
que ahora están desorientados con las derrotas). Posiblemente la buena
noticia es que la dirección de Podemos empieza a ser consciente de estas
limitaciones, de la dificultad de tejer un proyecto de alcance estatal sin una
organización más consolidada. Y el primer atisbo de este cambio se percibe en
Catalunya donde ya se apunta la posibilidad de una candidatura conjunta con
ICV-EUiA. En este sentido, la experiencia barcelonesa ha sido elocuente.
ICV-EUiA es quién ha realizado una aportación organizativa más importante,
ha sabido dar un paso atrás —particularmente valioso en el que había sido
portavoz municipal de Barcelona, Ricard Gomà— para consolidar el proyecto,
ha neutralizado con acierto a sus sectores más aferrados a las siglas y ha
aguantado con especial buen talante muchas de las críticas que le han venido
tanto desde fuera —especialmente de la CUP— como desde dentro de la
confluencia. Además —al menos en nuestra experiencia local— ha conseguido
a cambio un acercamiento real entre viejos militantes y nuevos activistas,
gente más joven que la campaña ha conseguido movilizar. Una confluencia
imprescindible para próximas batallas electorales y para un trabajo sólido de
larga trayectoria. Al menos en algunas zonas de la ciudad, lo que se está
ganando no es solo una victoria política sino la posibilidad de consolidar una
izquierda que trabaje en la esfera política y en la social, que construya desde
abajo.
Y también en ese terreno hay algunas cosas que la campaña enseña. Allí
donde las candidaturas han sido más transversales, donde la gente se ha
sentido más partícipe, la movilización ha sido más eficaz. Algo que no sólo se
ha dado en las grandes ciudades sino que ha tenido la réplica en poblaciones
pequeñas, donde se han tejido alianzas locales sumamente interesantes. Por
ello, si los partidos organizados quieren superar sus limitaciones y construir un
movimiento político de largo alcance, es necesario afinar un modelo
organizativo que precisamente procure articular esta diversidad. Un proyecto
que conduce inevitablemente a que se sacrifiquen siglas en aras de construir
un espacio mayor. Un proyecto que exige líderes y comportamientos
generosos, así como reconocimiento mutuo; buscar fórmulas organizativas
que permitan ciertos grados de discrepancia interna y cohesión en lo esencial;
y una articulación a través de espacios autónomos donde la gente se sienta
partícipe. Algo, sin duda, ambicioso y difícil, pero que es la única opción seria
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cuando la vieja forma partido tiende a la fosilización y lo que se requiere es un
proyecto que genere energías, sinergias y que promueva una repolitización
social. O se hace ahora o algunas organizaciones desaparecerán y otras
acabarán generando una nueva frustración social.
IV
La victoria electoral no garantiza el poder. Esto es de perogrullo y
particularmente claro cuando además no se ha conseguido una mayoría
sólida. Lo obvio es ver que tanto Barcelona en Comú como Ahora Madrid van a
sufrir desde el primer momento un acoso sostenido. Por parte tanto de los
poderes económicos temerosos de que corran riesgo alguna de sus ganancias
como de sus oponentes políticos, que conocen su debilidad institucional. Pero
el problema más grave no proviene ni de la inexperiencia, ni del hecho de
gobernar en minoría —aunque ambas cuestiones constituyen inconvenientes
importantes—. Lo peor es el marco en el que se sitúan estos proyectos,
dominado por una clara hegemonía del capital. Hegemomía que se sustenta
en un entramado de políticas neoliberales encarnado en instituciones y
políticas que operan a distintos niveles (internacional, estatal, autonómico).
Ninguna de las candidaturas se plantea la revolución. Desde el fracaso
soviético, la mayoría de la nueva izquierda, de los nuevos movimientos
sociales, persigue objetivos más modestos. Focales en cada caso, más bien
orientados a volver a “domar” al capital (en cierta medida representan un
cierto tipo de respuesta polyniana a la expansión del poder del capital, una
reacción orientada a reequilibrar el poder): frenar desahucios, impedir los
desmanes urbanísticos, frenar el deterioro ambiental, recuperar los servicios
públicos, revalorizar los derechos laborales, profundizar la democracia y la
participación, luchar contra la pobreza extrema... Objetivos todos ellos
valiosos en sí mismos y por los que vale la pena pelear. La cuestión crucial
estriba en que, por moderados que sean los objetivos, a menudo atentan a
intereses capitalistas concretos, a grupos de poder. Y para construirse exigen
impugnar partes sustanciales del entramado institucional dominante. Algo que
es más evidente de constatar que de llevar a cabo en el corto plazo
(especialmente a nivel local, donde el poder político es menor y donde
necesariamente habrá que navegar entre los escollos que crearán los poderes
reales y las necesidades de satisfacer demandas cotidianas).
Encontrar un cierto equilibrio, una ruta de navegación viable, es tarea difícil,
requiere mucha capacidad de leer la situación, de seleccionar adecuadamente
los enfrentamientos, de saber elegir las concesiones inevitables y las líneas
rojas que no conviene pasar. Y saber arrostrar el peligro de la incomprensión
de las propias bases, los desafíos de los impacientes y de quienes siempre
apuestan porque las cosas salgan mal —algo por otra parte posible—. Hacer
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una política socialdemócrata hoy —esto o algo parecido significa este intento
de introducir reformas radicales en un contexto neoliberal— es una labor de
alto riesgo. Y por ello es necesario que la gente que va a tener
responsabilidades de gobierno otorgue prioridad a algunas cuestiones
esenciales. Hacia adentro: buen soporte técnico, equipos de trabajo que
preparen bien los temas y evalúen las dificultades, promover la colaboración
de toda la gente aprovechable que hay en la Administración, desarrollar redes
de apoyo. Hacia fuera: garantizar algunas propuestas tangibles
—posiblemente unas pocas— en las que se perciba un cambio con lo anterior
tanto en cuestiones sustantivas —alguna medida que mejore la situación de la
gente-—como en el plano de la participación y el diálogo con la ciudad.
A veces la primavera llega pronto y después la helada destruye los brotes
tiernos. El peligro de la helada está ahí, pero el trabajo de mucha gente, su
inteligencia, puede hacer que estos primeros brotes fructifiquen en algo más
potente y que esta modesta victoria electoral se convierta en el primer paso
de un cambio más profundo. Se lo merece toda la gente que ha trabajado en
diversas ciudades por promover el cambio, desde los líderes hasta los meros
votantes. Lo necesita mucha otra gente. De ahí que sea tan necesario
comprender dónde están nuestras debilidades, qué tipo de cosas debemos
hacer para impedir a la reacción que imponga de nuevo su negra lógica de
dominación.
30/5/2015
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Los independentistas catalanes y el artículo 135
José Luis Gordillo
Uno de los aciertos de la campaña electoral de Barcelona en Comú fue el
mitin celebrado el 15 de mayo pasado con diferentes representantes de la
izquierda europea (Alberto Garzón de IU, Joan Herrera de ICV, Marisa Matias
del Bloco d’Esquerda de Portugal, Ska Keller de los verdes alemanes y Stavros
Karagkounis de la Syriza griega, además de Ada Colau y Gerardo Pisarello)
con el lema Guanyem Barcelona! Guanyem Europa!. Este tipo de actos son
muy necesarios si de verdad se pretende luchar con eficacia contra las
políticas de empobrecimiento masivo propugnadas por la oligocorporocracia
occidental.
La batalla que está librando el gobierno de Syriza contra la dictadura de la
troika comunitaria es una batalla contra eso y, más en general, contra el
desprecio a la soberanía popular mostrado por las oligarquías europeas.
Resulta por ello llamativo que el grueso del independentismo catalán, que
curiosamente se autodenomina “soberanista”, no haya convocado un acto de
solidaridad con Grecia o, cuando menos, no haya hecho un llamamiento de
apoyo al pueblo griego. Es una omisión tan llamativa como el hecho de que el
nuevo artículo 135 de la Constitución española no haya sido elegido por dicho
movimiento como símbolo de la opresión nacional de Cataluña. El
independentismo catalán prefiere centrar su lista de agravios en los recortes
del Estatuto de Autonomía de 2006 llevados a cabo por el Tribunal
Constitucional.
Las izquierdas ibéricas contrarias a las políticas neoliberales se han declarado
favorables a abrir un nuevo proceso constituyente. La derecha, en cambio, se
declara formalmente contraria al mismo pero, por otra parte, ya está haciendo
el proceso constituyente que más le conviene a sus intereses. El artículo 135
es un buen ejemplo de ello. Éste socava el carácter de Estado Social del
Estado español, prescrito en el artículo 1 de la CE, y afecta directamente a la
financiación de las Comunidades Autónomas o, dicho de otra forma, comporta
una recentralización de facto del Estado de las Autonomías.
Como se sabe, dicho artículo fue aprobado el 2 de septiembre de 2011 con los
votos favorables de PSOE (que fue de quien partió la propuesta), PP y UPN.
Era la segunda reforma que se hacía de la Constitución de 1978. Bastó con
una votación en el Congreso y el Senado para sacarla adelante dado que el
artículo 135 se encuentra ubicado en una de las partes de la Constitución que
pueden ser reformadas por la vía fácil del artículo 167 (mayoría de 3/5 de las
dos cámaras y referéndum si así lo solicita la décima parte de los miembros
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de los diputados o senadores, algo que no ocurrió en este caso).
Según el nuevo artículo, “el Estado y las Comunidades Autónomas no podrán
incurrir en un déficit estructural que supere los márgenes establecidos por la
Unión Europea” y, además, el pago de la deuda pública gozará de “prioridad
absoluta”. Así pues, las políticas sociales de todas las administraciones no
pueden generar un déficit contrario al ordenado por la UE y se debe pagar la
deuda antes que pagar las pensiones, la sanidad o las ayudas a la
dependencia. No se puede, por ejemplo, decretar una moratoria o el impago
de la deuda ilegítima como ha hecho Ecuador. Para poder hacerlo habría que
promover primero una reforma constitucional. A partir de la entrada en vigor
del nuevo artículo 135, España es más un Estado “deudocrático” de Derecho
que un Estado social y democrático de Derecho, como dice que debe ser el
artículo 1 de la CE. También porque el art. 135 especifica que “el volumen de
la deuda pública del conjunto de las Administraciones Públicas en relación con
el producto interior bruto del Estado no podrá superar el valor de referencia
establecido en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea”.
Bien es verdad que en su apartado cuatro el precepto admite que en caso de
“catástrofes naturales, recesión económica o situaciones de emergencia
extraordinaria que escapen al control del Estado y perjudiquen
considerablemente la situación financiera o la sostenibilidad económica o
social del Estado”, los límites de déficit estructural y de volumen de deuda
podrán ser superados. Pero para ello es preciso que dicha necesidad sea
apreciada por la mayoría absoluta “de los miembros del Congreso de los
Diputados”, y no por la mayoría de los miembros de los parlamentos
autonómicos que es donde en muchos casos se legisla o colegisla sobre las
políticas sociales porque se trata de competencias transferidas a las CC.AA.
Por si hubiera alguna duda al respecto, el último apartado del mencionado
artículo remacha el clavo: “Las Comunidades Autónomas, de acuerdo con sus
respectivos Estatutos y dentro de los límites a que se refiere este artículo,
adoptarán las disposiciones que procedan para la aplicación efectiva del
principio de estabilidad en sus normas y decisiones presupuestarias”.
Los parlamentarios de CiU no votaron a favor de él, pero tampoco en contra.
Sencillamente no votaron. Esta curiosa toma de posición la justificaron en que,
por un lado, estaban a favor del lugar común neoliberal según el cual “no se
puede gastar más de lo que se ingresa” y a que les parecía muy bien que
“ciertas cuestiones vengan marcadas por la Unión Europea” pero, por el otro,
expresaron su queja porque no se hubiera aceptado su propuesta de que
fueran los parlamentos autonómicos, y no el Congreso de los Diputados, los
que tuvieran la última palabra en las decisiones que afectasen al déficit de las
Comunidades Autónomas. Esta ambigua posición se vio confirmada cuando el
25 de noviembre de 2014 Izquierda Plural y el Grupo Mixto presentaron una
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propuesta para derogar el nuevo artículo 135 y CiU se abstuvo aduciendo
absurdamente que en 2011 no había participado en la votación para
aprobarlo.
ERC, en principio, fue muy crítico con la reforma con el certero argumento de
que se trataba de un atentado contra el autogobierno y la financiación de las
CC.AA. Y en noviembre de 2014 fue una de las formaciones políticas que
propusieron la contrarreforma del artículo de continua referencia. Pero, desde
2012, no ha dudado en apoyar los recortes de CiU, que son su plasmación
práctica, con la justificación de que se trataba de un sacrificio necesario para
poder avanzar hacia la independencia de Cataluña.
ERC, CUP, ICV y EUiA afirman que la defensa del “eje nacional” y del “eje
social” viene a ser lo mismo o, como mínimo, que son dos luchas totalmente
compatibles. Pues bien: hasta la fecha no parece que eso haya sido posible ya
que el “eje nacional” ha pasado como una apisonadora por encima del “eje
social” y de todo intento de adecentar mínimamente la esfera pública
catalana.
Fue el “eje nacional” el que propició el abrazo de David Fernández y Artur Mas
tras el pseudo-referéndum del pasado 9 de noviembre y, con ello, la
indulgencia entre la izquierda independentista respecto al partido de los
recortes, la privatización de la sanidad y las muchas corrupciones (Caso Banca
Catalana, Caso Casinos, Caso Javier de la Rosa, Caso Pascual Estivill, Caso
Turismo, Caso Palau, Caso ITV, Caso Pretoria, Caso familia Pujol, etc.) que
nada tienen que envidiar a las del PP valenciano, balear o madrileño.
De hecho, la llamada hoja de ruta del proceso soberanista catalán, pactada
entre CiU, ERC, la ANC, Omnium Cultural y la Asociación catalana de
municipios por la independencia, lo reconocen implícitamente al relegar la
resolución de los problemas sociales a la etapa posterior a la independencia,
algo que no ocurrirá, como mínimo, hasta dentro de dos años según el cuento
de la lechera explicado en el citado documento. El "eje nacional" y el "eje
social" no son compatibles ni ahora ni en un futuro cercano según los
principales promotores del "procés".
La política siempre es una cuestión de prioridades a partir del propio punto de
vista. Negarse a establecerlas es lo mismo que negarse a hacer política. Los
partidarios de "Cataluña, nuevo estado de Europa" lo saben muy bien: como
su prioridad no es luchar contra las políticas neoliberales sino separarse de
España para buscar un mejor lugar al sol en el orden neoliberal europeo, no
critican las políticas de pauperización impuestas por la dictadura de Bruselas,
ni el carácter recentralizador del nuevo artículo 135 que tanto agradó a
Angela Merkel, ni convocan actos de solidaridad con Grecia. Emplean sus
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energías en satanizar todo apoyo y unidad de acción entre colectivos,
sindicatos y partidos de los dos lados del Ebro y en estigmatizar a
candidaturas como Barcelona en Comú porque da prioridad a las cuestiones
sociales. Ya es hora de empezar a decir alto y claro que la unión hace la fueza
y que sólo hay posibilidades reales de cambio vertebrando alianzas con los
sectores sociales más desfavorecidos de todos los países de la Unión
Europea.
31/5/2015
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¿Plebiscitarias?
Comentarios prepolíticos: 25
Joan Busca
Cuando escribo estas notas el futuro de las elecciones autonómicas en
Catalunya es incierto. Aunque el president Mas ha anunciado que su idea es
seguir con el compromiso de convocarlas hay muchas dudas, sobre todo tras
el batacazo de Barcelona. Es previsible que una de las condiciones clave que
Esquerra Republicana de Catalunya ponga a Barcelona en Comú para darle su
apoyo es el apoyo a la Assamblea de Ajuntaments Independentistas.
Posiblemente un marrón pero que, como ocurre en muchos campos, quizás
habrá que pagar para tirar adelante cuestiones más tangibles. Lo que me
parece que en cambio no debería apoyarse en ningún caso es la consideración
de plebiscitarias que quiere imponer la hoja de ruta Mas-Junqueras con el
beneplácito de la Assamblea Nacional de Catalunya y Òmnium Cultural, las
dos grandes organizaciones que han articulado la sociedad civil de
independentistas.
La oposición a las plebiscitarias es por una cuestión de principios
democráticos y por sus consecuencias. El tema de los principios tiene que ver
sobre todo en la forma como se computa el voto de cada persona. En un
referéndum cada voto vale igual. En unas elecciones cada voto vale más o
menos según las reglas que convierten votos en escaños. De hecho hay dos
mecanismos básicos a tener en cuenta: el número de escaños en cada
territorio y la ley d’Hondt, que se aplica para asignar escaños en cada
demarcación.
En el caso de Catalunya, el reparto territorial es claramente beneficioso para
las tres provincias pequeñas en detrimento de Barcelona. Los ciudadanos de
Girona, Tarragona y Lleida pesan relativamente más. La ley d’Hondt, que
favorece a la lista más votada en cada demarcación, refuerza aún más está
discriminación entre ciudadanos. Los sectores independentistas acaban por
obtener una sobrerrepresentación en escaños. Si de verdad fueran sinceros
los partidarios de las plebiscitarias deberían empezar aprobando la ley
electoral en curso estableciendo, al menos para las próximas elecciones, una
proporcionalidad absoluta.
Las elecciones autonómicas se caracterizan además por una mayor
abstención que en elecciones generales y municipales de la población, cuyo
sentimiento identitario es más español que catalán, lo que beneficia la
sobrerrepresentación de los nacionalistas. Esta abstención es sin duda un
problema de cultura política, enraizada en los mismos problemas que son
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comunes a la baja participación de la gente pobre, pero tampoco nadie se ha
preocupado por mejorar la cultura política de estos sectores. Las elecciones
catalanas movilizan sobre todo a la gente que se siente catalana.
Posiblemente un referéndum en torno a una pregunta clara sobre la
independencia resultaría mucho más movilizador, como ocurrió en Escocia,
pero las clases dirigentes catalanas, al igual que las españolas, están
encantadas con la baja participación de la gente humilde.
Si los principios fallan, también fallan las consecuencias. De hecho con esta
convocatoria Artur Mas lo que busca es ganar tiempo (y posiblemente
Esquerra Republicana una vía de salida a su bloqueada estrategia). La
propuesta es, tras las elecciones (suponiendo que no haya una respuesta
radical por parte del Gobierno central), trabajar para una nueva constitución
catalana por un plazo de dos años. O sea, en el mejor de los casos, cocinar
una constitución totalmente al servicio de sus promotores (los borradores que
han circulado elaborados por el injustamente sancionado juez Santiago Vidal
son ciertamente reaccionarios), y llegar a una posible situación de
independencia. En el peor, y más probable, es que se utilice este período para
seguir desarrollando las políticas reaccionarias que con tanto ahínco ha
practicado CiU, mientras se sigue contando con el apoyo de ERC porque ésta
sólo juega de verdad en la liga de las naciones y le preocupan mucho menos
las políticas sociales. La hoja de ruta significa cuando menos dos años más de
políticas reaccionarias, de chanchullos de hundir al país real en aras del país
imaginario que nos quieren vender.
Que esté en contra de las plebiscitarias no me lleva a pensar que hay que
pasar por alto todo el proceso independentista. En Catalunya se ha reactivado
el independentismo por la conjunción de diversos elementos: una agresiva
política (las formas y los discursos cuentan mucho) por parte del PP, una
incapacidad de reconocer que esta es una cuestión mal solucionada por parte
del PSOE, una eficaz campaña política independentista, los efectos de la crisis,
un sistema de financiación inadecuado (seguramente para todas las CC.AA.). Y
tal como están las cosas, la única forma de cerrar de alguna forma el tema es
aceptando un referéndum, con un adecuado proceso democrático, en el que la
gente pueda opinar si quiere o no la independencia. Visto fuera de Catalunya
puede parecer intolerable. Nunca consigo entender este miedo a resolver la
cuestión por esta vía. Personalmente no soy partidario de la independencia
por razones diversas, pero me parece que es mucho mejor que la gente pueda
decirlo que no bloquear la cuestión. Mientras esto no lo entienda al menos la
izquierda española, en Catalunya seguiremos bloqueados en un debate sin fin
que paraliza el país y deja las manos libres a CiU para seguir haciendo las
mismas políticas que hace el PP en Madrid. Entiendo que un referéndum de
independencia es enojoso para mucha gente fuera de Catalunya, pero más
vale convivir con un problema recurrente (la celebración de referéndums) que
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enclaustrar a toda una comunidad (y dejarla en manos de la derecha local) en
un espacio sin salida y en el que desde el poder se desmantelan derechos
sociales. La única alternativa a unas plebiscitarias tramposas es la celebración
de una consulta.
29/5/2015
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La primera derrota de Matteo Renzi
Giaime Pala
Ayer se celebraron en Italia elecciones para elegir a los presidentes de siete
regiones (Toscana, Liguria, Marche, Umbria, Campania y Veneto) y a los
alcaldes de 742 ayuntamientos (17 de los cuales, capitales de provincias). Se
trataba de un examen importante para Matteo Renzi, presidente del gobierno
desde febrero de 2014 y tercer primer ministro no elegido por los ciudadanos
desde la caída de Silvio Berlusconi en noviembre de 2011. El Partido
Democrático (PD) ha ganado en cinco de las siete regiones y en la mayoría de
los 742 ayuntamientos. Sin embargo, estas elecciones representan una
primera derrota política para el exalcalde de Florencia. Por de pronto porque
el PD pierde hasta el 20% de los votos que cosechó en esas mismas regiones
y ciudades con ocasión de las elecciones europeas de 2014, además del
gobierno de una región históricamente escorada a la izquierda como Liguria. Y
en segundo lugar, porque la oposición a su gobierno −que parecía en declive
y/o sustancialmente inocua− o bien mantiene posiciones, como el Movimiento
5 Estrellas de Beppe Grillo, o bien vuelve a ser competitiva allá donde la
derecha (es decir, Forza Italia y la Liga Norte) se presenta unida. Si el PD ha
vuelto a ganar es gracias sobre todo a una abstención enorme (48%), que va
camino de volverse crónica y que le beneficia por tener a un núcleo de
electores cuya fidelidad de voto aún es elevada.
Con todo, pocas dudas pueden caber acerca de que el primer ministro italiano
aspirase a obtener una victoria mucho más contundente que le reforzara
después de la aprobación de una nueva ley electoral ultramayoritaria y de una
reforma laboral −parecida a la que aprobó aquí el gobierno de Mariano Rajoy
en 2012− presentada como la panacea para solucionar el problema del paro
(que ya roza el 13%). El mismo Renzi presentó implícitamente estas
elecciones como una especie de test sobre su acción de gobierno. De modo
que los resultados de ayer nos revelan algunos puntos interesantes: que su
liderazgo pierde eficacia y que su manera de gobernar empieza a ser vista
como arrogante y peligrosamente personalista; que su política económica
neoliberal y atenta a respetar todos los insostenibles tratados de la UE, le está
enajenando el favor del electorado de izquierdas; y que su gobierno ya no
parece tan brillante como antes a la hora de ganar consenso en el electorado
de derecha. En suma, su propuesta política muestra ya las primeras grietas
pese a contar con el apoyo incondicional de los grandes medios de
comunicación, de las organizaciones empresariales y, sobre todo, de Bruselas
y Berlín.
Aún es pronto para saber cómo va a evolucionar el panorama político tras las
15
elecciones de ayer. Pero cuesta creer que el ingenuo populismo de Grillo o la
xenófoba Liga Norte puedan representar un serio desafío para un PD avalado
por la UE y los poderes fácticos italianos. En realidad, su control del país es y
será sólido mientras no tenga una alternativa política a su izquierda. Porque,
reconozcámoslo, en Italia la izquierda transformadora sigue sumida en la
irrelevancia a causa de la lógica electoralista que ha caracterizado la práctica
de sus dirigentes. Una práctica que, al menos desde la desastrosa derrota
electoral de 2008, ha priorizado el volver al Parlamento y a las instituciones
en detrimento de la movilización social y el trabajo capilar en los territorios.
Un ejemplo palmario de ello lo encontramos en el naufragio del proyecto
“Un’Altra Europa con Tsipras”, una plataforma electoral que el año pasado
agrupó a un conjunto de partidos y movimientos alternativos y que se
proponía implantar una suerte de franquicia italiana de Syriza (como si el
éxito político fuera el fruto de una marca mediáticamente potente y no el
resultado de un movimiento real construido desde abajo). Se trata de la
misma lógica que lleva ahora a no pocas personas a pedir un “Podemos
italiano” y que esconde un grave problema de fondo: la escasa voluntad de
iniciar un lento, desagradecido pero eficaz proceso de reconstrucción
político-cultural del que la izquierda italiana anda necesitada. Más claro
todavía: su declive se inició (o se acentuó) cuando olvidó el consejo
metodológico que le legó su más preciado teórico del siglo XX: el de estudiar
en serio los problemas económicos y sociales del país, y ofrecer respuestas y
estructuras adherentes a la realidad de las clases trabajadoras. En definitiva,
cuando renunció a su carácter nacional-popular en nombre de un europeísmo
tan abstracto como falsamente internacionalista. Para la izquierda italiana,
pues, ha llegado la hora de cambiar categorías interpretativas y métodos de
lucha.
1/6/2015
16
Energía atómica: el conflicto de las bajas dosis (1)
Miguel Muñiz
Una vez quedó constatado que el funcionamiento “normal” de las centrales
atómicas implicaba la emisión continuada de contaminación radiactiva al
exterior la conclusión sólo podía ser una: la radiación emitida debía ser
calificada como “inofensiva”. La alternativa, no construir las centrales
atómicas para evitar dichas emisiones, no se contemplaba por parte de los
que mandan.
Así, en 1959, cinco años después de la entrada en funcionamiento del primer
reactor atómico, en plena campaña de los “átomos para la paz”, y con un
programa de construcciones en fase avanzada, la Comisión Internacional de
Protección Radiológica (CIPR), organismo fundado en 1950, emitió su primer
informe con decisiones sobre los “valores límites”, aquellos niveles de
radiación que se podía considerar aceptables para la población, decisión a la
que se llegó después de varios debates sobre “recomendaciones” realizados
entre 1954 y 1958. Parece ser que en dicho informe, la CIPR reconoció que los
valores limites podían ser nocivos para la población por los daños genéticos
que podían causar, pero consideró que «éstos pueden considerarse como
soportables y justificables comparados con las ventajas que resultan del uso
de la energía atómica.» [1]
Por tanto, se decidió establecer un umbral de emisiones máximas por un
procedimiento similar a un acto de fe, es decir, sin ninguna investigación
médica o científica previa, tan solo en base a los datos sobre la evolución de
las víctimas de Hiroshima y Nagasaki, y del pesquero japonés “Dragón
afortunado”. El procedimiento para calcular el umbral fue sencillo: se limitaron
a establecer un consenso entre factores sociales y económicos, adjudicando al
resultado la etiqueta de emisiones que “no tenían consecuencias para el
medio ambiente y la salud de la población”.
Pero mantener esta etiqueta exigía cuestionar toda investigación que
estableciese una relación entre emisiones radioactivas y enfermedades. Había
comenzado el conflicto sobre los efectos en la salud de las personas de las
bajas dosis de radiación, un conflicto con los profesionales de la medicina en
primera línea de confrontación con la industria atómica.
Porque frente a unos expertos e ingenieros nucleares, en su mayoría alejados
de las poblaciones que sufrían las emisiones radioactivas, los médicos
constituían, y constituyen, una amenaza que no puede ser minimizada: se
trata de personas que trabajan de manera directa con la sociedad, capaces de
17
establecer vinculaciones afectivas con sus pacientes, con una escala de
valores centrada en el bienestar humano y el rechazo al sufrimiento, etc. Por
tanto, la primera tarea para el poder atómico consistió en acallar la voz de las
personas del mundo de la medicina que pudiesen abordar los problemas de
salud de las radiaciones ionizantes desde esas perspectivas. La operación
partió del máximo nivel jerárquico.
El nivel internacional más elevado de la profesión médica se encuentra en la
ONU. El 28 de mayo de 1959, se firmó un Acuerdo entre la Organización
Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia Internacional de Energía Atómica
(AIEA), que situaba a la primera bajo el control y supervisión de la segunda.
Subordinación que se detalla en varios puntos, pero especialmente en el
punto tercero del artículo primero del Acuerdo: “Siempre que cualquiera de
ambas organizaciones tenga el propósito de iniciar un programa o actividad
relativa a una materia en que la otra organización esté o pueda estar
fundamentalmente interesada, la primera consultará a la segunda a fin de
resolver la cuestión de común acuerdo.” [2] Como resulta difícil concebir que
los médicos pudiesen iniciar programas o actividades relacionadas con la
ingeniería nuclear (con la excepción mínima de la medicina radiológica),
resulta evidente que son ellos los que deben consultar a los “expertos”
atómicos en todo lo que se relacione con efectos de las nucleares sobre la
salud.
Es necesario destacar que extrapolar este punto al conjunto de la actividad
industrial, llevaría a situaciones aberrantes en el caso de la industria química
o biológica, o bien en otros campos de la energía. Por ejemplo, que las
compañías petroleras obligasen a la OMS a “acordar” con la Agencia
Internacional de la Energía los términos de los estudios médicos relacionados
con las enfermedades derivadas de los óxidos de nitrógeno o los óxidos de
azufre que contienen los combustibles fósiles. Esto nos ilustra sobre la
situación de extraordinario poder y el privilegio excepcional que tiene la
energía atómica en el sistema energético, y el grado de complicidad que
mantiene con estamentos empresariales, financieros, institucionales y
universitarios.
Desde 1959, el Acuerdo OMS – AIEA ha sido cuestionado y denunciado
repetidamente por la dejación de responsabilidad que suponía en el estudio
de los efectos de las radiaciones en la salud [3]. Y hubo que esperar hasta
febrero de 2011 para que la OMS redactase una declaración [4] en que, 52
años después de suscrito el Acuerdo, y 57 años después del inicio de la
fabricación de electricidad con energía atómica, declarase que “la OMS está
en proceso de desarrollar un programa integral Mundial sobre la radiación
con una estrategia y prioridades claras para salvaguardar las preocupaciones
de salud pública en el uso de técnicas nucleares” (las negritas son mías).
18
Tranquilizador y clarificador, como el hecho de que el trabajo de años de
denuncia de la prepotencia nuclear haya sido ridiculizado como “teoría de la
conspiración” en alguna página web de dudosa intencionalidad [5].
Pero donde verdaderamente se ha manifestado la lucha continuada y sorda
entre el “pueblo nuclear” [6] y las personas de la profesión médica con
compromiso ético, ha sido en los casos en que se han establecido relaciones
entre funcionamiento de centrales atómicas y efectos cuantificables en la
salud de poblaciones cercanas. Las implicaciones de dicha lucha llevan a
considerar dos aspectos: impacto genérico de los materiales radiactivos sobre
la salud, y la naturaleza de las radiaciones emitidas por un reactor atómico en
funcionamiento “normal”. Hagamos una breve reseña de ambos aspectos.
Sin entrar en detalle sobre las diferentes radiaciones ionizantes [7], hay que
apuntar que sus efectos sobre los seres vivos son calificados de
“estocásticos”, es decir, efectos en que el azar juega un importante papel
dentro de un grupo de factores que pueden determinarse o, en otras palabras,
“efectos que pueden aparecer, pero que no lo hacen necesariamente” [8]; lo
que significa que en un grupo de personas que recibe una dosis de radiación,
las reacciones de cada organismo pueden ser muy diferentes, o también
manifestarse en distintos períodos de tiempo. Por todo ello es necesario un
tratamiento estadístico de casos y enfermedades para determinar efectos,
especialmente el cáncer que es la manifestación más evidente de alteraciones
celulares.
La naturaleza de las radiaciones es algo aún más complejo; se puede
encontrar una aproximación a las emisiones de un reactor atómico en los
informes que anualmente presenta el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) al
Congreso de los Diputados y al Senado [9]. Las cantidades, reflejadas en
unidades de radiación (Becquerelios), se refieren a siete factores, los más
abundantes, Tritio, gases disueltos, efluentes gaseosos, gases nobles,
halógenos, partículas y Carbono-14; aunque en la “GUIA DE SEGURIDAD
sobre Control y vigilancia radiológica de efluentes radiactivos
líquidos y gaseosos emitidos por centrales nucleares ” [10] aparece
una relación de 22 sustancias radioactivas líquidas, 11 sustancias radioactivas
gaseosas, y 11 tipos de partículas diferentes [11].
Por todo lo anterior, una aproximación al conflicto debe tener en cuenta las
emisiones más abundantes, es decir, de Tritio y Carbono-14, y los casos de
leucemias infantiles, mortalidad elevada por cáncer, deformaciones de
nacimiento en bebés, etc., que constituyen el núcleo de los estudios
sanitarios. Dedicaremos a este apartado la segunda parte de esta serie, y la
tercera se detendrá en el análisis del último caso de investigación sobre
impacto de las bajas dosis en España.
19
Notas
[1] Referencia contenida en
http://www.horizons-et-debats.ch/index.php?id=1334&print=1&no_cache=1 La consulta de
la documentación original de 1958 y 1959 resulta imposible vía internet ya que los
documentos de la página web del CIRP calificados como “Recomendaciones” remiten al
último documento actualizado (Publicación 103, año 2007) en el que no hay citas textuales de
las anteriores “Recomendaciones”. Ver http://www.icrp.org/publications.asp ,
http://www.icrp.org/publication.asp?id=ICRP%20Publication%20103 y
http://www.icrp.org/docs/P103_Spanish.pdf , para una breve visión de conjunto del trabajo de
la CIRP
http://www.icrp.org/docs/The%20History%20of%20ICRP%20and%20the%20Evolution%20of%
20its%20Policies.pdf
[2] http://www.ippnw.de/commonFiles/pdfs/Atomenergie/Agreement_WHO-IAEA.pdf
[3] http://independentwho.org/en/
[4] http://www.who.int/ionizing_radiation/pub_meet/statement-iaea/en/
[5] Ver http://rationalwiki.org/wiki/WHO-IAEA_conspiracy
[6] “pueblo nuclear”, utilizo la expresión popularizada entre las personas que trabajan contra
la energía atómica en Japón para definir el conjunto de empresas, instituciones, bancos,
estamentos universitarios, sindicatos y grupos de presión que se benefician de la existencia
de nucleares e imponen sus intereses, es el equivalente a la denominación “lobby” nuclear,
que viene a designar el mismo fenómeno.
[7] Dos de las muchas opciones para informarse en
general http://oec.blog.pangea.org/files/2012/08/laradioactividadylasalud2012.pdf o
http://www.sirenovablesnuclearno.org/nuclear/nuclearcat/salutinuclear.html#CAST
[8] Ver, entre muchos
ejemplos, http://www.ugr.es/~amaro/radiactividad/tema7/node19.html o, más en
general, http://es.wikipedia.org/wiki/Proceso_estoc%C3%A1stico (matemático)
y http://es.wikipedia.org/wiki/Estoc%C3%A1stico (divulgativo). Una excelente explicación del
profesor Eduard Rodríguez Farré
en http://www.ccma.cat/tv3/alacarta/programa/3alacarta/video/3515170/
[9] Ver http://www.csn.es/index.php/es/relaciones-cortes/-informe-anual
[10] Ver https://www.csn.es/publicaciones/N1_4.pdf
[11] La relación aproximada sería: EFLUENTES LÍQUIDOS: PRODUCTOS DE FISION Y
20
ACTIVACION: Sr-89, Sr-90, l-131, Co-58, Co-60, Fe-59, Zn-65, Mn-54, Cr-51, Zr-Nb-95, Mo-99,
Tc-99, Ba-La-l 40, Ce-141. GASES DISUELTOS: Ar-41, Kr-85, Kr-87, Kr-88, Xe-131,
Xe-135. EFLUENTES GASEOSOS: GASES NOBLES: Kr-85, Kr-87, Kr-88, Xe-l 33, Xe-l 35,
Xe-137, Xe-138, Ar-41. HALOGENOS: l-131, l-133, l-135. PARTICULAS: C-14, Sr-89, Sr-90,
Cs-134, Cs-137, Co-58, Co-60, Ba-La-l 40, Fe-59, H-3.
[Miguel Muñiz es miembro Tanquem les Nuclears-100% EER, y
mantiene la página de divulgación
energética http://www.sirenovablesnuclearno.org/]
29/5/2015
21
¿Una recuperación sólida?
Cuaderno de estancamiento: 21
Albert Recio Andreu
El último cartucho que le queda al Gobierno del Partido Popular para tratar de
salvarse del naufragio es el de la vuelta del crecimiento y el augurio de que
hemos entrado en una fase de recuperación sin sobresaltos. El sueño deseado
es pensar que volvemos a estar como en 1995 cuando, tras la aguda crisis de
1991-94, la economía española entró en una fase inesperada de crecimiento
económico que se alargó hasta 2008 con una masiva creación de empleo. El
problema es que se trató de un crecimiento no sólo perverso en cuanto a sus
efectos sociales (proliferación del empleo precario, escasas mejoras salariales,
problemas de vivienda para la gente joven y los inmigrantes, desastres
ecológicos, corrupción) sino que se sustentó fundamentalmente en el auge
constructivo alimentado al alimón por la burbuja especulativa y por los planes
públicos de infraestructuras. Cuando llegó la crisis mundial se hizo patente
que además de los problemas globales generados por la desregulación
financiera se añadían otros, específicos del “modelo español” de crecimiento.
Éstos podían resumirse en varias cuestiones clave: excesiva especialización
en la construcción y el turismo, desequilibrio exterior debido a un inadecuada
estructura productiva (en gran parte relacionada con la desindustrialización
persistente y la elevada dependencia energética), un elevado nivel de
endeudamiento privado exterior (la contrapartida ineludible del desequilibrio
real), un sector público infra-desarrollado respecto a la mayoría de países
europeos y un nivel de desigualdades excesivo. Sin contar (el análisis
económico convencional nunca lo hace) el elevado nivel de deterioro
ambiental que genera este modelo.
Propiciar un desarrollo sólido requería por tanto no sólo esperar una
recuperación económica global, sino también empezar a poner soluciones a
este conjunto de problemas fácilmente detectables. Y cuando se analiza la
situación actual no parece que ésta haya mejorado sustancialmente. El
reciente crecimiento del empleo vuelve a tener a la construcción y al turismo
como los sectores de impulso. El desequilibrio exterior ha mejorado pero como
reconoce un informe reciente del Consejo Económico y Social, se debe
fundamentalmente a la caída de las importaciones provocada por la caída del
consumo interno. Es algo que ya ocurrió en la crisis anterior; en los primeros
años el saldo exterior fue positivo pero en poco tiempo cambió el signo. Y un
saldo negativo del sector exterior implica un endeudamiento externo neto. De
hecho el saldo positivo empieza a moderarse a pesar de los ingresos que
entran por una actividad turística en crecimiento. El endeudamiento externo
se ha reducido moderadamente, pero sobre toda ha cambiado de titular, pues
22
el Sector público que empezó la crisis con un endeudamiento bajo y tolerable
ha absorbido una parte de la deuda externa, especialmente la bancaria. El
sector público sigue también débil y el Gobierno ya ha iniciado una nueva
reforma fiscal que impide pensar que pueda darse un cambio en la situación.
Y las desigualdades no paran de crecer.
En resumen estamos ante un período de crecimiento sin que se hayan
efectuado cambios que permitan pensar que se han atacado las debilidades
estructurales de nuestra economía. No ha habido ningún atisbo de política
industrial que promueva un cambio de modelo productivo. En parte no la
podía haber porque las políticas industriales clásicas están proscritas por la
Unión Europea y han dejado de formar parte del arsenal de propuestas que
tienen en mente la mayor parte de economistas que asesoran a los gobiernos.
He intentado rastrear estas políticas y sólo he sabido ver los planes renove
tan del agrado del sector automovilístico pero cuyo impacto local es discutible
(los planes renove priman la compra de nuevos vehículos con independencia
del lugar en que han sido producidos, y en un país donde gran parte de los
coches que compran los locales son de importación equivale a primar a la
industria alemana y de otros países, algo que agrada a los grandes grupos
multinacionales pero que tiene un dudoso efecto local). He sabido encontrar
otra, pero de impacto negativo: la reforma energética, que ha puesto en crisis
a la emergente industria local de las energías renovables. Es posible que los
sistemas de primas anteriores propiciarán una nueva burbuja especulativa
con la instalación de plantas solares y parques eólicos, pero es indudable que
el frenazo se puede entender más como un nuevo peaje a favor de los
grandes grupos energéticos tradicionales que como una política bien diseñada
de largo plazo. Fuera de estas medidas todo se reduce a las clásicas políticas
transversales y la promoción de los emprendedores que puede convertirse
fácilmente en otro pozo de despilfarro e ineficiencia.
La industria española que ha funcionado es la poca que ya se había
modernizado, la que llevaba una cierta experiencia de internacionalización. Y
que ahora ha visto mejorada su situación con la devaluación de facto del Euro
provocada por el cambio en la política del Banco Central Europeo. Un cambio
que pone a las claras la responsabilidad de esta misma política a la hora de
propiciar la desindustrialización del Sur de Europa. El problema está que
cuando se ha destruido tanto aparato productivo y ha emigrado tanta
industria posiblemente la mejora en el plano del tipo de cambio no baste para
reactivar la actividad. Cerrar empresas y eliminar líneas de producción es
siempre más fácil que crear nuevas. Y sin políticas industriales bien diseñadas
va a ser difícil que el Sur de Europa recupere parte de la actividad perdida. Ni
la estructura productiva ni el sector público se han reorganizado para alterar
crucialmente las debilidades del modelo anterior. En la mente de los
gobernantes actuales sigue flotando la ilusión de que es posible generar una
23
vuelta al viejo modelo anterior basado en lo inmobiliario. Y ahí sí se han
aplicado con ahínco, tanto con reformas legales (como la que concede
permiso de residencia a quien compra un inmueble, o la mayor permisividad
constructiva que incluye la ley de costas) como en el apoyo de cualquier
proyecto especulativo que ha tenido a bien proponerse (Eurovegas, Barcelona
World, grandes proyectos hoteleros urbanos....).
Y si las cosas han cambiado tan poco ¿de dónde viene el crecimiento actual?
En parte proviene de la mejora exterior ya comentada. En buena parte de un
repunte del consumo. La retracción del consumo en la crisis tiene que ver
principalmente con el aumento del paro y la caída de las rentas de la gente
más pobre. Pero es posible que ante la incertidumbre de la situación también
la gente que no pierde el empleo aplace compras (especialmente de bienes de
consumo duradero) y esta misma gente una vez pasado el temporal recupere
hábitos de consumo del pasado (la caída del ahorro en el último año hace
pensar que algo de ello ha ocurrido). La tercera pata es el gasto público;
resulta evidente que en un año electoral en el que el Gobierno se juega tanto
ha habido una relajación del gasto impuesta por el ciclo político y facilitada
por la caída de los intereses de la deuda. La cuestión es que posiblemente
pasadas las elecciones esta alegría del gasto no será posible (y si pierde las
elecciones el PP tendrá una excusa para atacar al nuevo gobierno de frenar la
economía y el nuevo gobierno de acusar al anterior de haber vuelto a
empeorar las finanzas públicas; nos espera ser espectadores de una nueva
batalla de ping-pong). Una vez aumenta alguna actividad el multiplicador
keynesiano hace el resto, un poco más de empleo y actividad en un sector
inducen más actividad en otros. De la misma forma que los drásticos ajustes
de 2012 hundieron aún más la actividad los ligeros aumentos del gasto actual
la han animado. El problema está en si va a ser posible que esto sea un
proceso de largo plazo. Y hay muchos puntos para prever nuevos sobresaltos
propiciados por el elevado endeudamiento, el posible deterioro de la balanza
exterior o el estallido de alguna de las burbujas que ya se han hinchado. En
1995 nadie era capaz de prever que pudiéramos tener una fase de
crecimiento tan sostenida y exagerada como la que propició la burbuja
especulativa. A menos que surja una nueva burbuja de magnitud sostenida (o
un nuevo factor expansivo que soy incapaz de detectar) más bien hay que
esperar que, en lo esencial, persista el nivel de problemas básicos del país. La
crisis y su gestión han tenido unos impactos nefastos. Lo peor sin embargo es
que no ha servido para generar políticas que nos protejan frente a su posible
repetición. Y es que nuestras élites dirigentes han sido incapaces de pensar
en cambios de dirección. Y las políticas europeas no han hecho más que
bloquear cualquier posibilidad de cambio real.
29/5/2015
24
Ensayo
José A. Estévez Araújo
Actos de ciudadanía
La ciudadanía como derecho a tener derechos
A lo largo de la historia se han dado muchas concepciones diferentes de la
ciudadanía. En la antigua Grecia eran ciudadanos quienes podían participar en
las asambleas deliberativas y judiciales. La Revolución Francesa distinguió
entre los derechos del hombre y los del ciudadano, éstos fundamentalmente
políticos. En estos últimos años ha tenido lugar un renacimiento de los
estudios sobre la ciudadanía. En ellos ocupa un lugar central el debate acerca
de la planteamiento de Hannah Arendt. La discípula de Heidegger concibe la
ciudadanía como el “derecho a tener derechos” [1]. Pero esta caracterización
puede tener tanto un sentido negativo, como uno positivo.
En sentido negativo, significa la inexistencia de derechos humanos
propiamente dichos. Las personas no tienen efectivamente derechos en
cuanto tales. Sólo los tienen bajo la protección de un estado. Esa protección
se consigue fundamentalmente mediante el status de ciudadano. La
experiencia de las masas de apátridas sin derechos en el periodo de
entreguerras europeo llevó a Hannah Arendt a esta conclusión. Los campos de
concentración nazis la consolidaron: a los judíos se les privó de la ciudadanía
antes de exterminarlos.
Concebir la ciudadanía como el derecho a tener derechos también tiene un
sentido positivo. Lo pone de manifiesto Margaret Somers en su libro
Genealogies of Citizenship (Somers 2008): ese derecho fundamental debe ser
garantizado a todo ser humano. Es el mecanismo básico de reconocimiento
del otro como alguien que merece igual consideración. Es el derecho de
formar parte de la sociedad en igualdad de condiciones que el resto de sus
miembros. En este sentido, toda persona debe tener derecho a la ciudadanía.
El derecho a la ciudadanía es un derecho universal (Somers 2008, 44ss).
El problema sigue siendo el respeto de ese derecho humano por parte de los
estados. Puede concebirse la ciudadanía como un derecho de las personas en
cuanto personas. Pero el ejercicio efectivo del mismo exige el reconocimiento
como ciudadano por parte del estado: que éste te dé los papeles. Ahí se
produce un conflicto entre las prerrogativas de los estados y el derecho
humano a la ciudadanía. El carácter universal de este derecho impone
obligaciones a los estados. Algunas parecen claras: ningún estado puede
privar a alguien de su ciudadanía [2]. Y, sin embargo Gran Bretaña aprobó el
25
año pasado una ley autorizando al poder ejecutivo a sustraer ese status a sus
ciudadanos. Este conflicto entre la soberanía estatal y el derecho universal ha
sido estudiado con detalle por Sheila Benhabib (Benhabib 2005). No vamos a
ocuparnos de él aquí. Para los propósitos de este texto es necesario
únicamente dejar sentada la existencia de un derecho humano a la ciudadanía
de carácter universal.
Margaret Somers plantea, además, otra cuestión interesante: la inclusión en la
comunidad política no es condición suficiente para ser ciudadano. Es
necesaria, también, la inclusión en la sociedad civil (Somers 2008, 45-48).
El concepto de “sociedad civil” es bastante vago. Se ha entendido por
“sociedad civil” cosas muy diferentes. Locke la concibió como una esfera de
intercambio de mercancías y de opiniones que existía ya en el estado de
naturaleza. Luego fue vista como la esfera de la economía en el caso de
Hegel, pasando por la “sociedad burguesa” en el de Marx, hasta la concepción
de los años setenta del siglo pasado. Según esta última, la sociedad civil
estaría constituida por los movimientos ciudadanos “de base”.
La sociedad civil se contrapone, en cualquiera de estas concepciones, al
aparato político. Las instituciones estatales no forman parte de la misma.
Tampoco los partidos políticos con presencia en sus instituciones. La
transformación de los sistemas representativos en “estados de los partidos”
convierte a éstos en parte del poder político institucionalizado.
Con la globalización y la difusión de la ideología de la gobernanza la “sociedad
civil” ha vuelto a cambiar de significado. Hoy en día, al hablar de “sociedad
civil”, muchas veces se hace referencia a las empresas privadas. En cualquier
caso, el uso dominante contemporáneo del término “sociedad civil” incluye al
“sector privado”. Incluso los defensores de la “sociedad civil cosmopolita”
aceptan el uso hegemónico actual del término incluyendo a las empresas
dentro de la misma (Keane 2003).
No se va a intentar resolver aquí esa polémica histórica acerca del uso
correcto del término “sociedad civil”. Únicamente se señalará el significado de
ese término en este texto. Una primera aproximación nos la da la división de
los sistemas sociales en tres esferas: el estado, el mercado y la sociedad civil
(Somers 2008, 39). Cada uno de estos ámbitos tiene una lógica propia. El
estado funciona de acuerdo con mecanismos burocráticos. El mercado es el
espacio donde los agentes negocian unos con otros teniendo en cuenta sólo
sus propios intereses. La sociedad civil sería el ámbito donde las relaciones
sociales se rigen por el principio del reconocimiento mutuo y la solidaridad.
Esta caracterización es, desde luego, muy vaga. Pero se puede precisar la
26
idea de inclusión en la sociedad civil señalando los principales mecanismos de
exclusión de la misma en el presente.
El primero de ellos es el funcionamiento del sistema económico. La
globalización neoliberal está empobreciendo activamente a grandes masas de
población en todo el planeta, como señala Pogge (Pogge 2012). El
empobrecimiento se manifiesta también en los países supuestamente “ricos”.
Wacquant utiliza el término “precariado” para referirse a la situación laboral
de muchos de los trabajadores actuales (Wacquant 2008). Esas personas
nunca tendrán un trabajo fijo y estable. Sus contratos serán “precarios”
(temporales, sujetos a despido libre…) y pasarán largas temporadas en el
paro. La suerte de estas personas es un claro ejemplo de exclusión de la
sociedad civil.
El mismo Wacquant identifica los “vertederos” creados por este sistema para
arrojar a las personas “desechables”. En primer lugar, están las prisiones
(Waquant 1999). Estados Unidos, con casi siete millones de personas
sometidas a alguna forma de privación de libertad va destacado a la cabeza
de los países del “Norte global” en cuanto a la utilización de este dispositivo.
Otro de los vertederos son los barrios habitados por gente de raza negra, por
inmigrantes o, simplemente, por personas pobres. Estas zonas urbanas sufren
procesos de degradación resultado de la dejación por parte de las
autoridades. En muchas ocasiones estas políticas de degradación de los
barrios pobres forman parte de operaciones urbanísticas especulativas.
Esos ejemplos sirven para ilustrar el punto que se quiere destacar aquí: la
titularidad de la ciudadanía puede ir acompañada de una pérdida de todos o
parte de los derechos que constituyen el presupuesto de su ejercicio. Si una
persona es ciudadano “de iure” pero es excluido “de facto” de la sociedad
civil, puede llegar a encontrarse en la misma situación que un inmigrante sin
papeles. Es lo que les ocurrió a los habitantes negros de Nueva Orleans
abandonados a su suerte durante el azote del Katrina. Esas personas fueron
“dejadas atrás” (left behind) por su estado y por sus compatriotas. En las
noticias se hablaba de ellos como “refugiados”. Y estas personas
abandonadas insistían en vano en que no eran refugiados, sino ciudadanos…
La ciudadanía como práctica
Las consideraciones hechas en el apartado anterior permiten aventurar la
hipótesis de que el estatus legal de ciudadanía no es condición necesaria ni
suficiente para ser reconocido como ciudadano. Si la ciudadanía es un
derecho universal, las personas que viven es un país extranjero pueden ser
reconocidas como ciudadanos, aunque no se hayan naturalizado. Es el caso
de esos extranjeros con derechos políticos llamados “ciudadanos europeos”.
27
Es el caso, también, de los extranjeros extracomunitarios en Holanda, a
quienes se les reconoce el derecho de sufragio en las elecciones locales tras
cinco años de residencia. Y es, asimismo, el caso de los sistemas de Seguridad
Social universal en que los inmigrantes “sin papeles” son atendidos en los
hospitales públicos.
La hipótesis se ve reforzada por los argumentos de los autores que defienden
una concepción de la ciudadanía no como estatus, sino como “práctica”
(Somers 2008, 54). El ciudadano, según esto, no nace, sino que se hace (como
decía Simone de Beauvoir de las mujeres en El segundo sexo). Son los “actos
de ciudadanía” los que constituyen al ciudadano (Isin y Nielsen 2008). Una
persona que tenga el estatus legal de ciudadano y que se limite a votar en el
marco de los sistemas representativos actuales puede no realizar acto de
ciudadanía alguno, si no hay donde elegir. Su pasividad lo puede convertir en
alguien ajeno, extraño, en un “alien”. Si él no es un ciudadano “activista”, sí
podría serlo alguien formalmente extranjero que practicase la ciudadanía en
territorio ajeno (Bonner 2008).
Podemos probar la solidez de la concepción de la ciudadanía como práctica en
dos escenarios diferentes: en lugares que carecen de espacio político
constituido y en sitios que sí tienen ese espacio.
Michel Agier es un antropólogo francés especializado en el estudio de los
campos de refugiados africanos. En su último libro La condition cosmopolite
(Agier 2013), subraya la importancia de fijar la atención en el momento del
surgimiento de la política en esos espacios, entendidos como no lugares [4],
que son los campos de refugiados. La asistencia humanitaria trata a los
habitantes de estos espacios como rebaños a los que hay que alimentar, dar
cobijo, a cuyos miembros hay que curar en caso de enfermedad… (Agier
2008). Los refugiados tienen existencia exclusivamente como “víctimas” que
reciben ayuda humanitaria. Son objetos y no sujetos.
La situación cambia radicalmente cuando estas personas pasan a hacer
reivindicaciones. Dejan entonces de ser víctimas pasivas pasando a realizar
activamente exigencias de derechos. Agier relata varios casos en los que esta
transformación se produjo. En uno de ellos, un grupo de mujeres “encuadró”
(framed) sus reivindicaciones utilizando argumentos derivados del lenguaje
burocrático de administración de los campos. Las organizaciones humanitarias
distinguen entre diversas categorías de refugiados, entre los cuales se
encuentran la de personas “especialmente vulnerables”. En el campo de
Boreah, en Guinea, se había proporcionado a las personas incluidas en esa
categoría (enfermos, ancianos, menores no acompañados…) unas tiendas
especialmente impermeabilizadas. El grupo de mujeres que protestó vivía en
tiendas que dejaban pasar la humedad y, a veces, hasta la lluvia. Entonces
28
reivindicaron su derecho a tener tiendas impermeabilizadas alegando que
ellas estaban igualmente desvalidas (Agier 2008, 226). En ese momento
dejaron de ser víctimas a las que las entidades gestoras de la ayuda
humanitaria clasificaban, para pasar a ser sujetos que exigían.
Ese es el “momento cero” de la política. En esa situación, la persona tratada
como mero objeto pasivo se convierte en sujeto. Este sujeto realiza un “acto
de ciudadanía” y ello lo constituye como ciudadano.
En el caso de sitios donde el espacio político está ya constituido, podemos
pensar en todas las situaciones históricas en que, parafraseando a Rancière,
sectores enteros de la sociedad se convierten en parte (Rancière 1996, 49).
Este autor habla, por ejemplo, de la revuelta de los plebeyos en el Aventino
(Rancière 1996, 37ss) que desembocó en su reconocimiento como parte de la
comunidad política por parte de los patricios. Lo mismo puede decirse de los
proletarios o las mujeres en su lucha por el derecho al sufragio. Es la práctica
de estos grandes grupos sociales lo que les constituye como ciudadanos y
hace que otros les tengan que reconocer como tales. Esa auto-constitución es
producto de sus actos de ciudadanía. El hecho de que se les reconozca el
derecho al sufragio es una consecuencia de su capacidad para hacer oír su
voz, de su activismo y del framing de sus reivindicaciones que permite
hacerlas aparecer como legítimas.
Otra situación relevante es la que se da en el presente. La globalización ha
transformado la estructura del campo político. Hoy en día, las campañas
reivindicativas de los más elementales derechos exigen la formación de
complejas alianzas y redes transnacionales. Cuando los trabajadores de una
“maquila” subcontratista de Nike, ubicada en México, exigieron a su empresa
(perteneciente a una multinacional coreana) el derecho a formar un sindicato
independiente fueron sancionados y, algunos, despedidos. Esto ocurrió el año
2001, ¡en pleno siglo XXI! Para que los trabajadores pudieran ver reconocido
su derecho a sindicarse y a la negociación colectiva fue necesario construir
una “red transnacional de activistas” (Rodríguez Garavito 2005 y 2007). Los
estudiantes de las universidades norteamericanas promovieron un boicot las
prendas deportivas de Nike fabricadas en esa maquila para los equipos
universitarios. Los sindicatos coreanos presionaron a la multinacional
propietaria de la planta. Los sindicatos norteamericanos proporcionaron
asistencia legal a los trabajadores mexicanos y presionaron a Nike. Al final, los
operarios de la maquila consiguieron ver reconocidos sus derechos sindicales,
que conservan hasta hoy en día.
Este ejemplo, nada rebuscado por lo demás (Tarrow 2010 y 2012), pone de
manifiesto hasta qué punto los actos de ciudadanía pueden estar desligados
hoy en día de la posesión del estatus legal de ciudadano. Los estudiantes
29
norteamericanos que boicotearon los productos de Nike realizaron actos de
ciudadanía cuyos efectos beneficiaron a personas de un país del que ellos no
eran ciudadanos. Lo mismo puede decirse de los actos de ciudadanía de los
sindicatos coreanos. Hoy en día necesitamos ir a manifestaciones en países de
los que no somos ciudadanos para hacer efectivas nuestras reivindicaciones.
Es lo que ha hecho el movimiento altermundista desde, por lo menos, las
protestas en Seattle contra la Ronda del Milenio de la OMC en 1999. Estamos
en una época de ciudadanía post-nacional (Spiro 2008). Podemos
auto-constituirnos como ciudadanos en nuestro país siendo activistas en el
territorio de otro estado. Y podemos auto-constituirnos como ciudadanos
mediante nuestras prácticas en el territorio de un estado que nos considera
extranjeros.
Los actos de ciudadanía como práctica emancipatoria
El juez Warren definió la ciudadanía como el “derecho a tener derechos” en
1958 (v. nota 1). Casi medio siglo después el Tribunal Supremo de Brasil
caracterizó la ciudadanía de una forma más cercana a la que se defiende aquí:
la ciudadanía es el “derecho a reivindicar derechos”. La inclusión del derecho
a exigir dentro del contenido de la ciudadanía se hizo a propósito de las
ocupaciones de tierras del Movimiento de los Sin Tierra (MST). El Tribunal
Supremo brasileño no consideró ilegales estos actos de desobediencia civil. Se
trataba de prácticas dirigidas a la efectiva realización del mandato
constitucional relativo al reparto de tierras. Por eso las ocupaciones no sólo no
son ilegales, de acuerdo con el Tribunal Supremo, sino que constituyen una
forma de ejercicio de la ciudadanía (Houtzager 2007) [5].
Esta concepción de la ciudadanía como el derecho a exigir derechos se acerca
bastante a la idea de los actos de ciudadanía y de la ciudadanía como
práctica. Podemos despojarla del lenguaje de los derechos para hacerla más
ligera y polivalente. En ese caso, la caracterización de la ciudadanía como
práctica podría formularse así: los actos de ciudadanía son aquellos que
tienen una finalidad emancipatoria.
De acuerdo con Rancière (Rancière 1996), la emancipación es una “prueba de
la igualdad”. Para este autor la acción política tiene que ver
fundamentalmente con la igualdad. Se trata de que la propia voz sea
reconocida y escuchada. Es una exigencia de ser considerado como igual en la
esfera pública. Y, como hemos visto en el caso del Tribunal Supremo
brasileño, los actos de ciudadanía no precisan ser legales. Pueden consistir en
la violación pacífica de determinadas leyes, en acciones de desobediencia
civil.
Llegados a este punto, uno podría preguntarse por qué mantener el sustantivo
30
“ciudadanía” para referirse a este tipo de prácticas. Si la ciudadanía es ahora
post-nacional; si la ciudadanía no es un estatus, sino la auto-constitución de
un sujeto político resultante de su práctica; si se pueden realizar actos de
ciudadanía en territorio extranjero… ¿tiene sentido seguir hablando de actos
“de ciudadanía” y no acuñar otra expresión que prescinda de ese
sustantivo? [6] Esa es, desde luego, una pregunta que tiene una enorme
trascendencia, pero precisaría de un nuevo ensayo dirigido específicamente a
contestarla.
Notas
[1] Formuló esta tesis en su obra Los orígenes del totalitarismo, publicada en
inglés en 1951.
[2] El juez Warren formuló un voto particular en el caso Pérez Vs. Brownell en
1958. La mayoría del Tribunal Supremo norteamericano se había inclinado a
favor de convalidar la decisión de privar de su ciudadanía al Sr. Pérez. En su
opinión disidente, Warren dijo que esto no podía hacerse porque “La ciudanía
es un derecho humano básico: nada menos que el derecho a tener derechos”.
[3] En el prólogo a la edición castellana del libro de Keane tuve ocasión de
ocuparme de este tema (Keane, 2008).
[4] Los “lugares” son sitios cargados de significado, como las ciudades con
una historia antigua y viejos barrios medievales. Los “espacios” son sitios
estandarizados, iguales unos a otros en todo el mundo, como las autopistas o
los aeropuertos.
[5] Vid. STJ. 6ª Turma. rel. desig. Min. Cernicchiaro, Luiz Vicente. HC 5.574/SP.
DJU 18.08.1997. RT 747. Voto (vencedor) del relator p. 611-612, donde se
dice: “Reivindicar, por reivindicar, insista-se, é direito”.
[6] Debo esta observación al profesor Antonio Giménez.
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26/5/2015
33
Götz Eisenberg
Arrastrar todo en la caída
Desde el 11 de septiembre se ha impuesto una atmósfera esquizoide a escala mundial que
favorece síndromes Amok a nivel individual y colectivo. Vivimos cada vez más en un ambiente
de violencia y guerra. Alemania vive en un estado de excepción desde que un Airbus se
estrellara causando muchas víctimas y –como de momento solo podemos suponer– a
consecuencia de una acción intencional y deliberada del copiloto. Götz Eisenberg plantea una
aproximación a lo ocurrido. [Nota de la redacción de http://www.nachdenkseiten.de]
"Nadie se hace una idea del volcán que se incuba y hierve en mi interior"
(De las memorias de Ernst August Wagner) [1]
Vampirismo mediático
Desde que el pasado 24 de marzo un Airbus de la compañía Germanwings se
estrellara en los Alpes durante el trayecto entre Barcelona y Düsseldorf, en
Alemania no se habla de otra cosa. Grecia, Ucrania, la crisis del Euro, los
ataques aéreos de Arabia Saudí en Yemen: todo ha desaparecido de un
plumazo de la percepción pública. Apenas se había aplacado la última
explosión de luto y frustración después del ataque a la revista satírica
francesa Charlie Hebdo, y de nuevo teníamos a Angela Merkel y François
Hollande mirando a las cámaras consternados en el lugar del siguiente
siniestro. Los medios informan ininterrumpidamente sobre las consecuencias
de la catástrofe y, en su ansia por lograr mayores tiradas y conquistar índices
de audiencia, a menudo rebasan los límites del buen gusto y se desentienden
de los mínimos periodísticos de diligencia y respeto. La prensa
sensacionalista, y también buena parte de la llamada prensa seria, se
alimenta de la desgracia y el dolor ajeno, como un vampiro. El país entero se
encuentra en un estado de excepción. Las banderas ondean a media asta, y
por todas partes se guardan minutos de silencio y se celebran actos
conmemorativos. El presidente de la República Federal Alemana interrumpió
un viaje por Latinoamérica y se dirigió a Haltern am See para participar en el
funeral de los 16 estudiantes y las dos profesoras que fallecieron en el
incidente. Tras la celebración de la misa ecuménica, declaró que con el
siniestro había surgido un "vínculo de compasión y luto compartido", y
prosiguió en tono pastoral: "En estas situaciones de emergencia uno percibe
que vivimos en una sociedad de seres humanos, y no sólo de entidades que
funcionan de forma mecánica".
34
Pánicos homogeneizadores
La noticia de una catástrofe semejante, así como la búsqueda de las víctimas
y el intento de esclarecer las causas –debidamente escenificados en los
medios–, permiten unir afectivamente a toda la nación mejor que ninguna otra
cosa. Está claro que los individuos socializados, aislados por la competencia e
individualizados a través del consumo, sólo perciben sus vínculos en
momentos de grandes desgracias o en eventos deportivos. Peter Sloterdijk ha
afirmado que "las naciones modernas son comunidades de excitación que se
mantienen en forma mediante un stress sincrónico [...] producido mediante
las telecomunicaciones". Mediante histerias sincronizadoras y pánicos
homogeneizadores, sitúan a los individuos en el nivel mínimo de tensión
requerido para mantener unida a una sociedad desgarrada por las crisis.
Como dijera Brecht, todo "se ha desplazado hacia lo funcional", y necesitamos
catástrofes ocasionales, como las inundaciones por las crecidas del río Elba,
los asesinatos masivos y otros crímenes espectaculares para poder sentirnos
–al menos provisionalmente– como una sociedad unida frente al peligro. Al
igual que los puercoespines que se juntaban muertos de frío en la fábula de
Schopenhauer, las partículas elementales de hoy se acercan unas a otras y
corren peligro de hacerse daño, lo que las lleva a separarse rápidamente,
volviendo a la frialdad de su indiferencia y su aislamiento.
Si bien las investigaciones sobre la catástrofe aérea aún no han concluido,
parece probado que el copiloto Andreas L., que habría causado
deliberadamente la caída del Airbus, tenía problemas psíquicos y padecía
depresión. Por ese motivo debería haber estado en tratamiento psiquiátrico.
Además, según la edición dominical del Frankfurter Allgemeine Zeitung,
parece que tenía problemas de vista, quizá el órgano más importante para un
piloto.
En los casos más graves, las depresiones pueden llevar a una especie de
fosilización: pueden incapacitar a alguien para actuar y paralizar su
motivación. La imagen profesional del piloto parecería sugerir todo lo
contrario: remite a una persona activa, despierta, decidida, resolutiva, capaz
de dominar la situación en todo momento y de mantener el control incluso en
momentos de peligro. Los folletos publicitarios muestran a hombres robustos
en uniformes cortados a medida, con dientes blancos y brillantes y una
sonrisa que despierta confianza. ¿Quién estaría dispuesto a poner su vida en
manos de un depresivo taciturno e indeciso?
Depresión y agresión
La depresión es el trastorno psíquico diagnosticado con más frecuencia. El
Ministerio de Sanidad alemán calcula que cuatro millones de personas
35
padecen depresión en Alemania, y que unos diez millones de personas pasan
por una depresión antes de cumplir los 65 años.
La gran mayoría de estas personas vive su vida en una desesperación
silenciosa, y toma diligentemente los antidepresivos que se les prescriben. La
vida de las personas con depresión es a menudo un constante aplazamiento
del suicidio, que para muchos representa una posibilidad. Estudios recientes
han concluido que aproximadamente un 15% de los pacientes depresivos
acaba suicidándose. También es sabido que en ocasiones la depresión va
acompañada de una buena dosis de agresividad. Ésta puede ir en distintas
direcciones. Si se dirige contra la propia persona, lleva al suicidio o a otras
acciones autopunitivas y lesivas contra el propio cuerpo. Si se dirige hacia
fuera, la amalgama de agresión y depresión puede dar lugar a una mezcla
explosiva que se denomina "suicidio ampliado". Para casi todos los analistas,
es típico que la explosión homicida del síndrome Amok vaya precedida por
rasgos depresivos. Se habla de una fase de "incubación" que precede al
"raptus" de la furia sanguinaria. A consecuencia de decepciones y fracasos, el
futuro homicida se retira cada vez más del mundo, refugiándose en su
interioridad, cuyos estrechos límites no le permiten hacer frente a estas
energías. Las adversidades alcanzan su mayor potencial explosivo cuando los
individuos carecen de todo contacto social y giran únicamente sobre sí
mismos. La percepción se distorsiona y se estrecha y las alternativas de
acción se reducen. La rabia y la furia dejan paso al puro odio, que busca
descarga.
En los casos recientes de homicidios Amok puede observarse una dinámica
que se ha denominado "narcisismo mediático". Lo que incita al autor es el
deseo de ser conocido y famoso. Antes de su acción disfruta fantaseando
sobre su gloria póstuma, quiere escenificar su muerte a lo grande y arrastrar
en su caída a tantos como sea posible, preferiblemente al mundo entero. El
autor se refugia entonces en el epicentro de sus aflicciones y convierte el
lugar de sus traumas en el escenario de su triunfo. Hace que su Yo,
maltratado e incomprendido, se extinga en una gigantesca traca final.
Según sus declaraciones, Lufthansa no tenía conocimiento ninguno de los
trastornos y problemas psíquicos del copiloto Andreas L. Pero seguro que eso
no hubiera podido seguir así por mucho tiempo. En algún momento L. hubiera
tenido que comparecer ante su superior e informarle de sus trastornos, o bien
otros hubieran tenido que hacerlo en su lugar.
El ocultamiento de informaciones relevantes y embarazosas para el posterior
autor de la masacre no es atípico. Ya había jugado un papel central en la
masacre de Erfurt [2]. Robert S. había ocultado en su casa que llevaba seis
meses sin ir a clase. Después de haber faltado a clase y falsificado certificados
36
médicos, el Instituto Gutenberg le había expulsado a principios de octubre de
2001 mediante un acto de exclusión administrativa. Como Robert S. era
mayor de edad, el instituto no necesitaba informar a sus padres. Pero la
expulsión había dejado sin fundamento su proyecto de vida y, por una
particularidad de la ley educativa de Turingia, le arrojaba al vacío. Sin un
certificado escolar amenazaba con convertirse en lo que la jerga del
darwinismo social imperante denomina un "perdedor". Al ocultar en su casa su
expulsión del instituto y fingir que todo iba bien, comenzó a jugar a
"bádminton con dinamita" –como señaló Gerhard Maus–. Porque antes o
después iba a llegar el día en que se descubrirían sus mentiras y tendría que
hacer frente a sus padres y reconocer su fracaso. Así fue como el último día
de las pruebas de selectividad se convirtió en el día en que decidió "resolver"
con violencia las terribles contradicciones en las que se había enredado.
La dinámica mortal del ocultamiento
El equivalente al silenciamiento de su expulsión del instituto en el caso de
Robert S. podría ser, en el caso de Andreas L., el ocultamiento de su
enfermedad. Sabía que no podría mantenerlo en secreto por mucho tiempo y
que, si se descubría, se arriesgaba a perder su licencia de vuelo y, con ella, la
profesión de sus sueños. En nuestra cultura, la profesión es un pilar
fundamental de la percepción de uno mismo, y para muchas personas
funciona incluso como una prótesis de la autoestima. La profesión del piloto,
que es el sueño de muchísimos jóvenes y tiene un cierto aura de glamour,
ofrece a quien la ejerce distintas gratificaciones narcisistas y puede ayudarle
a mantener sus ilusiones sobre la propia grandeza.
Si esto pudiera aplicarse al caso del copiloto Andreas L., podemos hacernos
una idea de lo dramático de la situación. Antes de llegar a una situación que
le hubiera llevado a perder su licencia de vuelo, podría haber decidido poner
fin a su vida y ahorrarse la humillación de hacer pública su enfermedad. El
derrumbamiento de la autoestima y el colapso narcisista son dos de los
fenómenos anímicos más amenazadores. Uno podría llegar a aceptar el propio
hundimiento con tal de evitarlos.
En una situación semejante, lo único que podría ser de ayuda y detener la
amenaza de exclusión sería una red de vínculos emocionales con amigos o
familiares. Quien tiene la fortuna de contar con una red semejante, capaz de
reforzarle y –llegado el caso– de activarle, está mucho mejor protegido de las
amenazas de derrumbamiento que quien está abandonado a sí mismo.
El peligro se activa en cuanto alguien que se encuentra en una situación
crítica no busca o no encuentra el modo de comunicarse, sino que se encierra
tras un muro de mentiras o se parapeta en el mutismo. Sin duda, hay formas
37
de desahogarse, de dar expresión a secretos reprimidos y patógenos, que
tienen un efecto terapéutico. Son formas de desahogo que permiten asimilar
las verdades más incómodas y las humillaciones más embarazosas. Aquello
que puede expresarse en palabras ya no requiere de acciones para
descargarse; las confesiones dolorosas pueden reemplazar a las acciones
fatales. ¿Acaso Andreas L. no ha encontrado modo de comunicarse con las
personas cercanas? En el caso de Robert S., al parecer, un clima familiar muy
centrado en el rendimiento dificultó o imposibilitó que reconociera su fracaso
escolar.
Un clima de confianza
En casos como el de Andreas L., otro factor capaz de contrarrestar lo peor
hubiera sido que en la empresa hubiera dominado un ambiente de confianza,
en el que los problemas psíquicos de los trabajadores no hubieran sido
percibidos tan solo como una molestia o como un elemento que disminuye el
rendimiento. Sólo quien no esté expuesto a las amenazas del despido, la
degradación laboral o el descalabro profesional podrá dirigirse a sus colegas y
superiores en una situación de emergencia.
En sus declaraciones a Spiegel Online, una serie de psicólogos y psiquiatras y
un comandante de vuelo han ofrecido una imagen preocupante del modo en
que el sector de la aviación hace frente a los problemas psíquicos. De acuerdo
con estas declaraciones, las depresiones, la adicción al alcohol, el cansancio
crónico y el exceso de trabajo se silenciarían a menudo. Las enfermedades
psíquicas no se tratarían abiertamente, y en lugar de ello prevalecería un
clima de ocultamiento y temor por la propia carrera. “La presión del
management aumenta constantemente”, afirma un comandante de vuelo que
trabaja en el sector desde hace veinte años. “Los partes de baja por cansancio
crónico y problemas psíquicos han aumentado drásticamente”. En ocasiones
incluso se ha llegado a cancelar vuelos. De acuerdo con el comandante, que
prefiere permanecer en el anonimato por temor a posibles repercusiones
profesionales, no todos los colegas afectados solicitan una baja. “La gente
funciona a pesar de todo. Algunos lo logran con ayuda de alcohol o
medicamentos”.
Dado que, según los indicios que tenemos hasta la fecha, el avión de
Germanwings se estrelló deliberadamente, se exige que los pilotos se
sometan a controles regulares no solo de carácter médico, sino también
psiquiátrico –como si las molestias psíquicas pudieran medirse como la
hipertensión o el ácido úrico–. Algunos políticos exigen además suprimir el
secreto médico profesional–como si así una molestia psíquica no se fuera a
ocultar a los médicos–.
38
Todos los programas preventivos que se barajan hasta la fecha utilizan el
concepto de “management”, y de este modo revelan su carácter como
socio-técnicas y psico-técnicas vinculadas a la ratio económica dominante.
Desde una perspectiva asociada a la neurociencia, se apuesta por el
desarrollo de escáneres cerebrales que permitan reconocer a potenciales
terroristas y autores de masacres. En la transición del estado de derecho al
estado securitario y preventivo, se arrojan por la borda todos los escrúpulos
vinculados a los derechos fundamentales. Thomas Metzinger, filósofo y
profesor de neuroética de la Universidad de Maguncia, afirmaba en una
entrevista que sería positivo “monitorizar a los individuos durante sus
primeros años de vida” para poder diagnosticar y tratar a tiempo las
disposiciones a un comportamiento divergente y violento. El médico italiano
Cesare Lombroso, que afirmó en el siglo XIX que era posible identificar a los
“criminales natos” en virtud de ciertos estigmas anatómicos y fisiognómicos,
parece resucitar en la estampa de una policía del pensamiento que se
higieniza como neurociencia. Ésta se compromete a poder pronosticar el
crimen leyendo directamente en el cerebro de los sospechosos.
El culto del “ganador”
Antes de entrar en el problema de por qué algunos suicidas arrastran a la
muerte a otras personas, hay que hacer frente a la cuestión de por qué
revelar una depresión se percibe como una vergüenza o una humillación.
“A los famosos y a los ricos se les certifica un burnout, a los pobres diablos y a
la gente sencilla se les diagnostica depresión”, me decía estos días un amigo
médico. Mientras que el síndrome del burnout se considera una medalla de
veteranos de la sociedad competitiva –“lo he dado todo y me excedido, ahora
necesito una pausa”–, la depresión suena a psiquiatría y a fracaso. Quien no
está a la altura del modelo del “ganador”, de la persona de acción –siempre
en forma, de buen humor y con éxito–, se siente un “loser”, se avergüenza y
se encierra en sí mismo. Se retira de la competición por el éxito, la carrera y el
dinero, que hoy comienza en la guardería, sigue en el colegio y desemboca en
la lucha por el ascenso profesional y el éxito.
El problema no es tanto la depresión como la estigmatización y el aislamiento
social relacionados con ella. La sociedad de la competencia trata a los
depresivos como a desertores que se alejan ilícitamente de la “brigada del
trabajo”. En un entorno social que se define en función del rendimiento y que
vincula a él toda forma de reconocimiento, la depresión tiene mala prensa y
los depresivos se encuentran en una situación difícil. Eso les puede llevar a
buscar refugio en la mentira y en el juego del escondite.
A mediados de los años noventa, el sociólogo parisino Alain Ehrenberg
39
interpretó la depresión como una enfermedad sintomática de nuestros días.
En su libro La fatiga de ser uno mismo señalaba cómo desde los años setenta
la promesa de la autorrealización se había ido transformado poco a poco en
una imposición endemoniada. Al convertir el Yo auténtico en el motor de
todas nuestras acciones, el agotamiento estaba pre-programado. Pero el
agotamiento como estado permanente culmina en la depresión, que
Ehrenberg define como una “enfermedad de la responsabilidad en la que
predomina el sentimiento de inferioridad. El depresivo no está completamente
a la altura, está agotado del esfuerzo de tener que ser él mismo”. Para
Ehrenberg, la depresión y el creciente consumo de alcohol y autodepresivos
son reacciones a los agobios de la autorresponsabilidad que se les impone a
los individuos (“¡cada uno forja su suerte!”).
De este modo, el proyecto de la modernidad –liberar al sujeto de vínculos y
tradiciones superados– experimenta una inversión paradójica. Si la neurosis
era el producto de una formación social represiva, basada en la contención de
los instintos, la depresión es el reverso de una sociedad competitiva que
convierte al Yo auténtico en fuerza productiva y explota su creatividad hasta
el agotamiento.
La depresión ofrece a nuestra sociedad una imagen en la que podríamos
reconocernos. Como no queremos arriesgarnos a ello, rompemos el espejo,
convertimos la depresión en un defecto genético o en una enfermedad
cerebral y recluimos a los depresivos en los hospitales.
“Going postal”
Cuando en los Estados Unidos de los años ochenta, a consecuencia de las
políticas de recorte de las reaganomics, se privatizó y se redujo el servicio
postal, muchos antiguos trabajadores volvieron armados a su anterior lugar
de trabajo y se pusieron a disparar. “Going postal”, ir a la oficina de correos,
es desde entonces en Estados Unidos un modo de denominar las masacres de
tipo Amok. En Francia, la privatización de la empresa de telecomunicaciones
France Telecom desató una ola de suicidios: en solo 18 meses 25 empleados
se quitaron la vida [3]. En Europa parecen predominar aún las reacciones de
carácter más bien depresivo ante las rupturas biográficas y la reprivatización
de los conflictos sociales. La gente se culpa a sí misma y se hunde en la
resignación y en una desesperación callada. Como vemos ahora, eso no tiene
por qué seguir siendo así. Comoquiera que se mire, al final de nuestras
reflexiones nos encontramos bajo los árboles venenosos de nuestra jungla
neoliberal.
Suicidio ampliado
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“Cuando una catástrofe parece inevitable hay que acelerarla”, afirmó Ernst
Jünger en una ocasión, y con ello nos dio una clave para resolver el enigma
del suicidio ampliado. En lugar de contemplar pasivamente cómo se
resquebrajan los fundamentos del propio proyecto de vida, uno prefiere tomar
las riendas de la destrucción. Pero, ¿por qué decide el suicida arrastrar a otros
en su caída? ¿Por qué no sube al desván y se ahorca allí en silencio? ¿Por qué
no se va en coche al bosque y se asfixia con la salida del tubo de escape? O
bien su ira contra los causantes reales y supuestos de su desgracia es
demasiado grande, o bien es tan narcisista que el simple suicidio le resulta
algo demasiado poco espectacular. El suicidio ampliado da expresión a una
fantasía de grandeza y omnipotencia, pero en negativo. Quien lo comete se
cree Dios o un superhombre, y se erige en dominador sobre la vida y la
muerte de los otros. Lo que subyace es una forma específica de ira narcisista.
Algunas personas pueden lidiar serenamente con las humillaciones. Éstas no
afectan a su autoestima, que permanece intacta. Otros, en cambio, no pueden
hacer frente a humillaciones relativamente banales e inofensivas sin temer
por su existencia. El revés que supone una humillación puede resultar
sobremanera violento, porque se experimenta como algo que no debería
haber podido pasar en absoluto.
En la “era del narcisismo” entra en juego otro factor. Quien no logra ser
reconocido por los canales sociales al uso puede pasar a los anales de la
historia como héroe negativo. Dicho de forma algo exagerada: quien no llega
a participar en “Alemania busca una superestrella” [4] puede optar por la
variante malvada del narcisismo mediático y alcanzar la celebridad a través
del homicidio Amok.
Desde la masacre en el instituto de Columbine en Littleton, Colorado en 1999,
este factor ha jugado un papel crucial en las espectaculares acciones de Amok
de algunos jóvenes. “Quiero que llegue el día en que todos me conozcan”,
había revelado Robert S. a una compañera de clase poco antes de su acción.
De esta manera los sin nombre y los excluidos se aseguran que se les tome
en consideración y se les conceda importancia. La falta de reconocimiento
hace que las personas sean susceptibles a lo que Florian Rötzer ha
denominado el “terror de la atención”: hay que cometer una gran maldad
para salir del vacío de la irrelevancia y generar la sensación de que uno
existe. En Estados Unidos se denomina “Rampage killing” a un modo de
homicidio público en el que la furia privada se une con el ansia de eco
mediático, dando lugar a una mezcla explosiva. Si las conjeturas y
declaraciones que se han hecho sobre Andreas L. son ciertas, habrá que
ubicarle también en este tipo de homicidio.
El ansia de la seguridad perfecta
41
Una última observación: la catástrofe en los Alpes franceses revela que el afán
que, sobre todo desde el 11 de septiembre de 2001, se empecina en tapar
todos los posibles huecos en la seguridad, produce nuevas inseguridades.
Antes, por ejemplo, los niños podían entrar a ver a los pilotos en la cabina si
iban acompañados por una azafata, mientras que hoy la cabina de pilotaje
está tan blindada contra intrusos indeseados que ya no es posible entrar en
ella ni siquiera para salvar el avión. La regla de que haya al menos dos
personas, que está siendo sopesada y que algunas compañías ya han
implementado, tampoco podrá garantizar una seguridad perfecta y sin fallas.
Después de catástrofes como la que acabamos de vivir, esta sociedad apuesta
por ampliar la seguridad técnico-instrumental, por técnicas de vigilancia y de
control, que permitirán a ciertas industrias obtener buenos beneficios. Sin
embargo, a largo plazo, un modelo de seguridad de carácter social brindaría
una protección mejor. La seguridad de carácter social es un factor dinámico
determinado ante todo por el ambiente que predomina en una sociedad, que
puede fomentar o impedir que las relaciones interpersonales estén marcadas
por la aceptación y la confianza. El darwinismo social que se desata en la
locura de la competencia genera más bien un clima de desconfianza y
hostilidad recíproca. Pero, sin duda, también en una sociedad más libre y
menos represiva tendremos que vivir con ciertos riesgos. Quien aspira a una
seguridad perfecta y sin huecos perece en el intento.
Observación final
Intentando ser precavido y escéptico respecto a las propias ideas y supuestas
seguridades teóricas, no quisiera dejar de mencionar la posibilidad de que mi
tentativa de hacer comprensible para mí y para otros estos sucesos tenga
algo de “dar sentido al sinsentido” (Theodor Lessing). Después de todo, quizá
exista el “acte gratuit” del que hablaba André Gide. Sería una acción sin
sentido, violenta y destructiva, en último término absurda y sin una
motivación inteligible. Somos pequeños mamíferos sobre los que ha irrumpido
la catástrofe de la conciencia, y como tales nos cuesta resignarnos al
tormento de un estado de incertidumbre con demasiadas incógnitas, e
intentamos satisfacer nuestra necesidad de causalidad reduciendo lo
desconocido y amenazador a lo medianamente conocido, que se ajusta a
nuestra rutina de asimilación. De momento, todo o casi todo lo que se diga
sobre el acto y su perpetrador debe formularse en condicional, y también en
las frases donde no lo he utilizado debe pensarse en ello. Pero incluso si un
día se esclarecen las circunstancias de los hechos, crímenes como el que se
ha analizado aquí preservan un elemento enigmático, al que nuestros intentos
de explicación solo pueden acercarse de modo aproximativo.
42
Notas
[1] Autor de una masacre que en septiembre de 1913 causara la muerte de
14 personas [n. del t.].
[2] El autor se refiere a la masacre que ocurrió el 26 de abril de 2002 en el
Instituto Gutenberg de Erfurt, que también se considera un caso de síndrome
Amok. El autor era un joven de 19 años que había sido expulsado del instituto,
y que mató a dieciséis personas antes de suicidarse [n. del t.].
[3] Ver el Süddeutsche Zeitung del 30 de octubre de 2009.
[4] Programa televisivo similar a lo que fuera en la televisión española
“Operación Triunfo” [n. del t.]
Traducción del alemán: Jordi Maiso
20/5/2015
43
El extremista discreto
El Lobo Feroz
España cañí
Las grandes multitudes lo saben todo sobre, pongamos por caso, Belén
Esteban. Pero nadie sabe nada sobre las actuales tendencias de la poesía
española, por ejemplo.
Resulta curiosa la veloz adaptación de un nuevo cuerpo de policía a la imagen
tradicional de la policía. Paradigma: el cuerpo catalán de los mossos
d'esquadra, que se ha ganado a pulso su universal reputación.
Por la lengua vehicular son capaces de matarse.
En España hay más chorizos que longanizas.
Lo que pasa es en cierto modo natural. Hubo una guerra civil. Durante años
anduvimos cruzándonos en la calle con personas que habían matado a otras y
con personas que llevaban en la cabeza a un pariente asesinado en una
cuneta. Y de eso no hemos hablado todos nunca.
Cada dos por tres me tropiezo con un torturador de la Brigada Político-Social
del franquismo, un jubilado que vive en mi barrio. Tampoco hablamos de
esto.
La llamada "memoria histórica" está pobremente subvencionada pero
correctamente orientada: ¡miren que fortín de la guerra hemos descubierto!
44
¡Miren qué bunker hemos reconstruido! Y visitas guiadas: ¡George Orwell pasó
por aquí!
Los empresarios saben muy bien que los trabajadores, en general, no tienen
la cabeza demasiado amueblada: ellos son los que se encargan de
desamueblar al quedarse con todo.
Pero eso no les impide a los trabajadores distinguir entre ellos y los otros. Por
eso existe la policía, para qué nos vamos a engañar.
En España hay larga experiencia de ver las cosas al revés. Por ejemplo:
"¿Cuándo será que pueda / libre de esta prisión / volar al cielo?". El cuerpo
como prisión, y no como sustrato del intelecto libre (entre otras cosas,
algunas muy placenteras). Si eso decía una mujer de tanto carácter como
Teresa de Jesús, ¿cómo pensarán las infinitas lolitas de Lancôme, por decir
algo?
Con el abandono primaveral de las prendas de invierno, y con el vestirse, o
desvestirse, con las prendas del verano, los españoles (sobre todo los
varones) empiezan a ganar la primacía del mal gusto europeo, superando
incluso a los franceses, lo que es mucho superar. La piel de toro es un país de
ética y antiética, pero la estética parece importar muy poco.
Aquel abogadillo del estado que alcanzó la presidencia del gobierno de los
zaplanas, trillos o acebes, por no hablar de las loyolas, y que metió al país en
un fregado que nadie quería, reaparece ahora en mítines para sacarse del
bolsillo millones de asesinados "por los marxistas". Hay que decirle a ese
pájaro, para empezar, que Stalin era tan marxista como él (esto es, ambos
nacionalistas de lo suyito), y que los asesinados por Stalin son nuestros
muertos, como los asesinados por Franco también lo son. Y que si quiere
desenterrar muertos empiece por apoyar una ley que permita dar una
sepultura decente a los que hay en las cunetas. ¿Habrase visto la caradura del
tipejo?
Un pelín irritado por todo eso, el Lobo recoge una información del diario digital
Público: «la empresa de la que es consejero José María Aznar Botella, el hijo
del expresidente y Ana Botella, y que preside Juan Hoyos Martínez de Irujo, el
íntimo amigo de infancia del expresidente, "está directamente relacionada"
con el fondo buitre Blackstone y las sociedades instrumentales que compraron
las 1.890 viviendas públicas que vendió Ana Botella como alcaldesa de Madrid
a través de la EMVS por 128,5 millones de euros en noviembre de 2013». Ale
ya.
Debería darle vergüenza a Iberdrola y a su galano presidente, Sánchez Galán,
45
haber denunciado a Greenpeace por acciones no pacíficas respecto de la
central de Cofrentes. Los tribunales no le han hecho caso: la acción de
Greenpeace fue pacífica, como siempre. Eso sí: obligan a la ong a reparar
desperfectos en pintura. Sánchez Galán va de listísimo: primero segregó de la
empresa principal su sector de renovables y lo sacó a Bolsa con el nombre de
Iberdrola Renovables: gran negocio; luego, cuando la Bolsa cayó en picado,
volvió a comprar Iberdrola Renovables mediante una opa. Nuevo negocio. O
sea que todos sabemos —salvo, quizá, los tribunales— cómo funciona ese
caballero (lo deben saber, sobre todo, los inversores que picaron). Gran
prestigio para la renovable Iberdrola le habrá reportado denunciar a
Greenpeace.
¿Habría que nacionalizar las grandes compañías eléctricas? Bueno, yo sólo lo
haría cuando hubieran pagado el cierre de las nucleares que poseen, el
almacenamiento de los residuos y todo eso, que a la que nos descuidemos
acabará pagando la hacienda pública. Pero sí, sería una gran cosa tener una
gran compañía eléctrica estatal que abaratara la electricidad, compatible con
la producción ecológica de quien quisiera fabricarse la suya.
"Embustero en mítines" tendría que ser una categoría común en el castellano,
algo así como "tonto en vísperas".
22/5/2015
46
De otras fuentes
Xavier Domènech
La Ciudad de los Prodigios de Barcelona en Comú
Barcelona, conocida desde principios del siglo pasado como aquel lugar "en
donde el pueblo luchó con denuedo (...) La Rosa de Fuego, como la llamamos
nosotros en América" según recordaba un viejo activista obrero, es una capital
donde a veces se han gestado los cambios más inauditos e inesperados. Allí
durante el sitio de 1714 se libró la batalla donde, en palabras de Azaña
recordadas recientemente por Josep Fontana, "El último Estado peninsular
procedente de la antigua monarquía católica que sucumbió al peso de la
corona despótica y absolutista fue Cataluña; y el defensor de las libertades
catalanas pudo decir, con razón, que él era el último defensor de las
libertades españolas". Infinitas veces sus calles han sido protagonistas de las
luchas por las libertades, buscando en ellas, como afirmaba uno de los líderes
del primer republicanismo catalán, "la cuchilla niveladora de la democracia",
la consecución de las ocho horas de trabajo conseguidas para todo el estado
gracias a la huelga de la ciudad entera durante 44 días de 1919 o,
sencillamente, provocando que Bush afirmase durante la guerra de Irak
aquello de que "las protestas de Barcelona no pueden dictar nuestra política"
(y en ello sigue a veces el intento). Pero también se contienen varias ciudades
en esta ciudad.
Una herida la atraviesa, a veces larvada, a veces aguda. Señalaba Vázquez
Montalbán, recordando su propia infancia de postguerra, que para él había
dos ciudades "si travesabas la frontera de las rondas te encontrabas con un
mundo que tenia una coordenadas físicas y étnicas completamente diferentes
al mío". Una herida que en parte el movimiento vecinal de la ciudad consiguió
suavizar con la construcción, realizada desde la calle, de la Ciudad
Democrática y que ahora la crisis y su gestión ha vuelto abrir, supurando
realidades insoportables. Y ante ello la ciudad ha vuelto a reaccionar, lo ha
hecho ocupando las plazas, parando desalojos, enfrentándose y denunciando
la represión, soñando con la posibilidad de refundarse de nuevo. Las
elecciones municipales no podían quedar al margen de esta reacción. En la
Ciudad de los Prodigios, puede producirse de nuevo un cambio inaudito e
inesperado, la llegada de Barcelona en Comú a la alcaldía.
Grandes esperanzas
La fuerza de esta posibilidad impulsaría oleadas de cambio que por un
momento podría parecer no conocer fin. Evidentemente supondría un cambio
radical en las políticas de la ciudad, un cambio hecho y pensado para las
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mayorías populares, un cambio hecho y pensado para cerrar la herida abierta.
Más allá, sus oleadas marcarían también la tierra de la que es capital,
Catalunya. Nada sería ya como antes para sus actuales gobernantes y de allí
que se les tuerza el gesto, la palabra y la mirada y de allí que busquen su
criminalización con las tácticas más burdas. Reforzaría, a su vez, las
posibilidades de cambio que se están protagonizando a nivel del estado, todo
ello desde abajo, desde el municipalismo, fuera de cualquier operación
diseñada por el Ibex 35. Es por ello que a lado y lado del Ebro las críticas
arrecian contra esa posibilidad, de hecho ha llegado un punto donde es difícil
no abrir cada día un diario donde uno no encuentre una opinión contraria a
Barcelona en Comú y ninguna favorable. En el caso catalán esto se ve
reforzado en la medida que esta candidatura representa parte de un
catalanismo popular que busca en las solidaridades horizontales, y no en las
verticales, las alianzas necesarias para construir una sociedad y un país libres.
Un catalanismo popular que ha sido la clave para el mantenimiento y la
construcción de un mundo de identidades compartidas que tejen la realidad
catalana como pueblo. Pero "la nación es, sobretodo, un espacio en pugna",
como ha afirmado uno de los historiadores más brillantes sobre este tema,
Ferran Archilés, y Catalunya no está al margen de ello.
Campos de Batalla
Después del éxito de movilización que supuso el 9 de noviembre en
Catalunya, siguiendo la hoja de ruta trazada por el propio Mas y reforzada por
la ANC, lo que tocaba era realizar unas elecciones plebiscitarias inmediatas.
Ello no sucedió ya que las mismas no se daban en las condiciones que Mas
deseaba (una lista de unidad nacional capitaneada por el líder de
Convergència i Unió). Ese fue el primer cambio en la ruta anunciada, el
segundo se presentó hace pocas semanas. Estas elecciones, que se presentan
en la hoja de ruta elaborada por el Consell de Transició Nacional como un
substitutivo del referéndum no permitido, ahora, en boca del presidente Mas,
ya no deberán contar los votos, sino los representantes elegidos. Pudiendo
darse la paradoja de decir que se quiere proclamar la independencia con una
mayoría de parlamentarios, que no con una mayoría de votos. Llanamente
esto significa el abandono de la posibilidad del proyecto pilotado por Mas de
construir un bloque mayoritario socialmente, manteniendo eso sí una
arquitectura retórica que le permita seguir en el poder. Si lo conseguirá o no
está por ver, siempre se ha mostrado como un hábil piloto de una nave en
desguace desde hace tiempo, pero para ello es clave que Barcelona no rompa
la imagen de ese domino. Por ello han querido situar en esa clave las
elecciones municipales y también por ello se están dedicando a fondo en el
intento de estigmatizar esta candidatura como contraría ya no a los intereses
de Barcelona, sino de toda Catalunya, en una operación ya vieja donde los
intereses de unos son los del país, mientras que las reivindicaciones de otros
48
son de los que lo disuelven. Pero en realidad el problema es otro, la posible
victoria de Barcelona en Comú, significa el fin de un proyecto catalanista
liderado por los conservadores, hasta un extremo que hace imposible que
devenga socialmente mayoritario, significa la posibilidad de un cambio de
hegemonía a favor de un catalanismo popular que no sublima todas las
injusticias en una y que acepta que la solución debe encontrarse no en la
sumisión de la pluralidad, sino en crear las condiciones para su expresión
democrática sin más límite que el de la propia soberanía popular y no el de la
ley electoral. Un campo de batalla donde se sitúa de nuevo el conflicto entre
el neoliberalismo, representado en este caso por una gestión municipal que
hace del superávit su orgullo mientras una parte de la ciudad observa el
espectáculo del Mobile World Congress como una luz que encubre su cada vez
más difícil vida cotidiana, y las alternativas surgidas de su sociedad civil más
popular. Un campo de batalla donde, unos envolviéndose en la bandera, en
realidad le hacen el peor servicio posible.
El prodigio sería, de todas formas, que el día siguiente de esa posible victoria
la vida empezará a cambiar para los ciudadanos de Barcelona, el prodigio
sería además que con este pequeño gran cambio se ayudara a otros cambios
más allá de la capital de Catalunya. Barcelona es una ciudad de referencia
mundial, sus alianzas pueden jugarse en un terreno donde ensayar también
las políticas que necesitamos para un futuro que ya no puede ser un pasado
que se ha mostrado insostenible para una parte de la población. Es un sueño
cierto, el sueño de la historia de una ciudad hecha de justicia y dignidad, de
pasión y deseo. Es un sueño, pero también es una ciudad. No cabe distinguir
siempre entre sueño y realidad y menos en Barcelona.
[Fuente: Público]
13/5/2015
Agustín Moreno
Por el cambio educativo
Una mujer iba pidiendo en el tren de cercanías y se presentaba como maestra
de educación infantil arrojada de las listas de interinos. El hecho ponía en
primer plano la cara concreta de los recortes que ha supuesto el despido de
muchos miles de profesores, el despilfarro de recursos humanos y la situación
de vulnerabilidad social que produce la política económica neoliberal. Me
pareció un terrible ejemplo de lo que hay que cambiar. ¿Qué se está haciendo
para ello?
El 9 de mayo en Valencia salían a la calle la comunidad educativa y todos los
49
partidos progresistas y sindicatos para colocar el tema educativo en mitad de
la campaña electoral. Convocaba la Plataforma en Defensa de la Escuela
Pública con el lema Por el cambio educativo. Pedían “Ni Lomce ni recortes.
Más inversión, más calidad, más valenciano, más dignidad”. Representaban el
grito de las Mareas por la Educación Pública de todo el Estado, hartas ya de
recortes y de cambios legislativos que los consolidan y contra los que se han
movilizado profusamente en los últimos cuatro años.
Por otra parte, a mediados de abril se produjo un Encuentro Social de Debate
por una Nueva ley Educativa en las Escuelas Pías de Madrid (Lavapiés). En él
hubo una representación muy cualificada y plural de la comunidad educativa y
académica para debatir y elaborar las bases de una nueva ley de
educación. En cursiva se recogen algunas de las conclusiones del Encuentro
que serían puntos clave para que se pueda producir el necesario cambio
educativo:
1. La reafirmación de los principios orientadores del sistema
educativo: igualdad, diversidad, inclusión, participación, laicidad,
coeducación, sostenibilidad, autonomía, cooperación y otros valores
democráticos. Dadas las dificultades para alcanzar un consenso político que
dé estabilidad a la legislación educativa, sería necesario abrir un proceso
constituyente en educación en el que participen organizaciones
educativas, movimientos sociales, familias, sindicatos y partidos políticos.
2. La creación de una red única de centros de titularidad y gestión
pública que progresivamente, y de manera voluntaria y negociada, integre a
los centros privados-concertados.
Empezando por exigir el cumplimiento de la ley en cuanto a escolarización sin
discriminaciones, participación de la comunidad educativa, no cobro de
cuotas, auditorías en casos de irregularidades, etc. Ni un concierto más, ni un
metro cuadrado de suelo público, supresión de beneficios fiscales, y no
financiación de la separación de niños y niñas. Hay que reforzar la inversión
en la red pública y asegurar su oferta en los nuevos barrios y poblaciones con
crecimiento demográfico con nuevas construcciones. Habría que revertir el
proceso privatizador del alumnado en lugares como Madrid que tienen casi un
20% menos de alumnado escolarizado en la red pública que en el resto del
Estado. Tendencialmente se avanzará hacia la supresión para homologarnos a
los países de nuestro entorno donde no existe esta situación, para evitar
injusticias fiscales y para corregir el elemento de desigualdad que la doble red
crea en la sociedad española.
3. La universalidad del derecho a la educación mediante una oferta
suficiente de escolarización pública y gratuita de 0 a 18 años que garantice el
50
éxito escolar de todo el alumnado. Con una apuesta por la etapa 0-6 y la
Formación Profesional.
4. La Laicidad del sistema educativo , lo cual supone sacar la religión en
sus formas confesionales, del currículo y del ámbito escolar. También excluir
la introducción de “sesgos ideológicos” particulares y de “adoctrinamiento” de
cualquier otra naturaleza.
Ello pasa por denunciar el Concordato como paso previo a la eliminación de
los idearios religiosos y de la asignatura de religión en la escuela: solo cabe un
ideario laico que respete la libertad de conciencia y eduque sin dogmas.
5. La defensa de un sistema regido por el principio de inclusión en la
organización del centro educativo y en el currículo, donde cada alumno y
alumna tenga el apoyo necesario y en el momento en que lo necesite.
La escuela tiene que ser efectivamente para todos, sin ningún tipo de
discriminación. En este sentido, son rechazables las pruebas externas
orientadas a elaborar rankings, las revalidas, los itinerarios que reducen la
comprensividad del tronco común, las especializaciones competitivas entre los
centros. Modelos bilingües, como el de Madrid, suponen: segregación entre el
alumnado y los centros, el debilitamientos de los contenidos científicos y la
división entre el profesorado: hay otras formas de elevar la competencia
lingüística y de atender a la diversidad del alumnado.
6. Disponer de un profesorado comprometido y reconocido, que actúen
como verdaderos educadores/as y no sólo como enseñantes , formados
en contenidos que sobrepasan los conocimientos específicos de las
asignaturas y potenciando la cultura de la investigación e innovación
educativa.
Hay que recuperar al profesorado despedido con amplias Ofertas Públicas de
Empleo, para reducir al mínimo la interinidad. Mejorar las condiciones de
trabajo y salariales, derogando las instrucciones que aumentaban la ratio de
alumnado y los horarios docentes. Aplicar un nuevo sistema de acceso
equilibrado que tenga en cuenta también la experiencia y que permita que los
opositores realicen todas las fases (teórica, práctica y programación docente).
Recuperar la formación docente como un derecho y una obligación para la
innovación pedagógica.
7. Hacer una nueva ley de participación educativa que garantice la
implicación real de la comunidad, abierta a las organizaciones sociales de los
barrios, a colectivos educativos y sociales y asociaciones de padres y madres
y estudiantes, así como a la colaboración entre políticas sociales y educativas
51
que favorezcan la equidad y la cohesión social.
8. Reclamar una política presupuestaria para educación que nos devuelva de
inmediato, al menos, a la situación previa a la crisis y que se haga explícito el
compromiso para estabilizar un aumento progresivo del gasto en
educación hasta el 7% del PIB.
9. Apoyar a la Universidad Pública, que debe de estar al servicio de la
sociedad y no del mercado. Bajar las tasas a los precios de 2010 y reducción
del precio de los másteres igualándolos al de los grados; aumento de la becas
para que nadie tenga que abandonar los estudios por dificultades
económicas. No al modelo 3+2 que elitiza la universidad. Plan de rescate de
las universidades públicas y compromiso de financiación del 2% del PIB.
La movilización y las alternativas son muy importantes, pero no son
suficientes. Aunque las ideas estén claras y los deberes hechos, ahora falta el
cambio político en España para que se produzca el cambio educativo. De ahí
la importancia de las todas las elecciones que se celebrarán en 2015. Pero el
cambio político se dará si es obra de todos. Solos no podemos.
[Fuente: Cuarto Poder]
12/5/2015
Antoni Aguiló
24M: para que otra democracia sea posible
Vivimos en una época carente de indicios que nos permitan creer en la
democracia representativa tal como la conocemos. La participación política se
reduce al voto en las urnas cada cuatro años; la representación se ha
convertido en un ejercicio profesionalizado, dominado por la dinámica del
cheque en blanco, que permite a los gobernantes mandar sin obedecer al
pueblo, y ejercido por un bipartidismo decadente que ha facilitado el control
del Estado y la democracia a élites privadas; los reglamentos de participación
ciudadana acaban como papel mojado; y las instituciones funcionan como un
búnker impermeable a la soberanía popular, pero permeado por prácticas
autoritarias, corruptas y clientelares.
¿Cómo salir de la crisis de legitimidad que atraviesan la democracia
representativa y sus instituciones? ¿Han aprendido algo los partidos de las
formas de hacer política surgidas en las calles y plazas al calor del 15M?
52
¿Están comprometidos con la democracia de alta intensidad de la que habla
Boaventura de Sousa o se limitan a absorber retóricamente este discurso con
fines electoralistas?
Tras cuatro años de lucha pacífica en las calles, de solidaridad y represión,
sabemos que las elecciones del 24M serán las del "no nos representan", pero
también las del "sí se puede". Frente a la cultura de la impotencia, que crea
un sentido común de conformismo institucionalizado, quienes albergan la
convicción de que es posible avanzar hacia formas de política legitimadas por
el poder de los de abajo tendrán la oportunidad de votar contra la política de
la exclusión económica y social, elitista y desconectada de las necesidades de
la gente.
Relegitimar las instituciones representativas y abrir los cerrojos de la
democracia son dos de los grandes desafíos a los que se enfrentan los
partidos que buscan canalizar la indignación social. Si gobiernan, tendrán una
ocasión única para hacer converger la democracia institucional con la otra
política impulsada por los movimientos, colectivos y luchas que privilegian
una democracia radical, comunitaria y desde abajo. Una oportunidad para
demostrar que otra cultura política comprometida con los "oprimidos pero no
vencidos", utilizando la expresión de Silvia Rivera, es posible, además de
urgente y necesaria.
Més, Podemos y Guanyem Mallorca (Esquerra Unida) son los partidos de
ámbito supramunicipal que, más allá de sus tensiones y contradicciones,
comparten el diagnóstico de que la democracia necesita ser radicalizada. Sus
programas plasman este reclamo popular de apertura democrática e
institucional, aunque sus propuestas de democratización varían en alcance y
contenido.
Més ha presentado uno de los programas electorales más ambiciosos en
materia de democracia conocidos en la historia política de Balears. Se trata de
una apuesta audaz por una democracia en revolución que conecta con un
proyecto aspiracionalmente radical que surge del experimentalismo político
(ley de consultas populares, consejos de participación sectoriales,
presupuestos participativos, planes de participación ciudadana, etc.) y se
compromete con una "radicalidad democrática" desdoblada en tres ejes
complementarios (participación y transparencia, soberanía y administración
pública) que suman 123 medidas. En conjunto es un proyecto potencialmente
transformador del sistema político vigente porque aspira a derribar los límites
a la democracia impuestos tanto por la institucionalidad liberal como por la
socialdemocracia institucionalmente conservadora, poniendo las condiciones
para potenciar la soberanía popular y promover dicha apertura democrática a
través de la combinación entre democracia participativa y democracia
53
representativa, la reorganización de la política representativa mediante una
nueva ley electoral proporcional, la eliminación de los privilegios de
aforamiento de todos los cargos políticos, la limitación salarial y de mandatos,
el fin del monopolio de la política por parte de los partidos, las audiencias
ciudadanas con los servidores públicos, la desparlamentarización y
desprofesionalización de la política, el derecho de autodeterminación y la
creación de estructuras de Estado para abrir un proceso constituyente en
clave republicana, entre otras medidas.
Podemos presenta en el programa marco para las autonómicas una batería de
propuestas (209 a 2015) destinadas a promover la participación ciudadana y a
crear "herramientas públicas con paredes de cristal, que estén a la altura de
la gente, que sean profesionales y eficaces, donde la soberanía popular se
manifieste cada día". Sus propuestas de democratización pasan, entre otras,
por el uso de herramientas digitales de participación ciudadana, la creación de
consejos ciudadanos sectoriales y transversales, una ley de transparencia
autonómica, el recurso a instrumentos democracia directa y la
democratización de los consejos de radio y televisión públicas. La versión
autonómica del programa, que define al partido como una "alternativa
radicalmente democrática", reitera dichas medidas (46 a 51 y 219 a 225) y
hace algunas aportaciones interesantes para revitalizar la maltrecha
democracia representativa (medidas 52 a 56). Sin embargo, ni el programa
marco ni el autonómico (y en este punto el programa de Més también
presenta algunas ausencias) incorporan el mandato imperativo sobre los
representantes, la revocabilidad de todas las funciones públicas y la rotación
de los cargos de elección popular, prácticas cruciales para construir una
política comunitaria alternativa a la lógica individualista y competitiva sobre la
que se apoya la democracia liberal imperante. El programa marco tampoco
contempla el derecho de autogobierno, insinuado en la propuesta número
cincuenta del programa autonómico, que habla genéricamente del "derecho a
decidir en relación con todo".
Guanyem Mallorca dedica el cuarto eje de su programa a presentar sus
propuestas para consolidar una "democracia avanzada" y "radicalmente
participativa" que supere la "formalidad representativa". Aboga, entre otras
medidas, por la participación ciudadana en la cogestión de los bienes y
servicios públicos, la revocabilidad de los cargos políticos, el apoyo al
asociacionismo y a los movimientos sociales, la potenciación de los procesos
de consulta (vinculantes o no), los presupuestos participativos y un sistema
federalista, republicano y plurinacional que respete el derecho de
autodeterminación.
Sea como sea, lo cierto es que para que otra democracia sea posible no basta
realizar algunos ajustes cosméticos de la democracia liberal. Para ello ya
54
están las fuerzas que enarbolan la bandera de la regeneración democrática
para que toda siga más o menos igual, como Ciudadanos. Tampoco parece
que el PSIB-PSOE, dada su trayectoria y el problema de credibilidad que
arrastra, esté en condiciones de impulsar el proceso de radicalización de la
democracia, a pesar de apelar en su programa a "una nueva política desde la
radicalidad democrática".
Radicalizar la democracia exige mucho más que un mero compromiso con la
regeneración democrática que busca perpetuar el sistema liberal, un freno de
las demandas de auténtica democratización. Exige prácticas emancipadoras y
rupturistas cuyo objetivo no es asaltar el poder, sino invertirlo, transformarlo y
dispersarlo para alterar la correlación de fuerzas a favor de las clases
trabajadoras y populares. Prácticas que muestren que otra democracia es
posible a partir de la organización directa y desde abajo de los hogares,
barrios, centros de trabajo y otros espacios de relación social; que asuman
que las formas de decisión democrática no pasan necesariamente por el voto,
los partidos y la separación entre políticos y ciudadanos; que promuevan la
despartidización de la representación y la creación de espacios de autogestión
fuera de los espacios institucionales tradicionales; que posibiliten la
experimentación de nuevas formas de convivencia social incómodas para el
capitalismo; que diseñen una ingeniería política compuesta por mecanismos
representativos, participativos y radicales de democracia; que generen
sistemas asamblearios de gestión local descentralizada como ejercicio de
democracia radical desde abajo.
Todas estas prácticas constituyen posibilidades reales de ruptura y
transformación, aunque la democracia liberal ahogue su potencial
emancipador. Son las piezas que los partidos por la radicalización democrática
deberán ir integrando en el rompecabezas para conformar esa otra
democracia que permita a la gente decidir y gestionar su propia vida.
[Fuente: Diario de Mallorca]
21/5/2015
Manolo Monereo
España, ¿neocolonia de una Europa alemana?
Nuestro verdadero problema
El Debate Prohibido. Moneda, Europa y pobreza era el título de un libro
publicado en 1995 porJean-Paul Fitoussi, donde –era uno de los pocos–
alertaba de los peligros de la Unión Europea para los derechos sociales, para
55
nuestras libertades concretas y, específicamente, para nuestras ya maltrechas
democracias. Sigue siendo un debate prohibido. No hay nada más que ver la
campaña electoral para entender que nadie quiere entrar en el fondo de una
UE que se ha convertido en una poderosísima máquina de expropiación de
patrimonios, derechos y libertades de los pueblos europeos y,
específicamente, de los pueblos del Sur.
Asombra la soledad de Grecia y que no haya solidaridades efectivas de unas
fuerzas progresistas que con la boca llena hablan de que no hay salidas
nacionales a la crisis, que son necesarias más convergencias europeas y que
necesitamos más Europa; eso sí, a renglón seguido, se dice que tiene que ser
diferente a esta. Mientras, repetimos, Grecia está sola frente a todos los
demás gobiernos de la eurozona. ¿Dónde quedó el internacionalismo de la
llamada izquierda europea?
La paradoja más sobresaliente es que más de siete años de crisis y el tipo de
integración resultante justifica, hasta la exageración, las razones por las que
algunos nos opusimos a la Unión Europea en general y al euro en particular.
No fuimos muchos, es verdad, pero lo que sorprende hoy es que no
critiquemos a fondo esta específica construcción europea y no hagamos de
esto un elemento central de la crítica al capitalismo neoliberal; ambas cosas,
integración europea y neoliberalismo, son parte de un mismo proceso que
solamente cabe calificar de regresión e involución civilizatoria.
Hay tres cuestiones que están íntimamente unidas y de cuya solución va a
depender el futuro de nuestro país y, especialmente, de las generaciones
jóvenes que buscan un mañana de dignidad, justicia y libertad. Estas tres
cuestiones configuran un nudo que es necesario cortar, romper en mil
pedazos: a) España, periferia del Sur de la UE; b) el modelo productivo
configurado por las políticas de austeridad y c) la crisis del régimen del 78.
Como se ha dicho, es una sola cosa con tres nódulos que se entrecruzan y se
relacionan entre sí.
¿Qué significa ser parte de la periferia de la UE? Decía Eduardo Galeano que
la división del trabajo es un mecanismo en el que unos se especializan en
ganar y otros se especializan en perder. En la UE, en la zona euro, se ha ido
organizando una división del trabajo en torno a un centro, cada vez más
fuerte y poderoso, y una periferia cada vez más subalterna y dependiente
cuyos modelos productivos se han ido estructurando según las necesidades,
objetivos y estrategias de los países centrales.
Los años de crisis no han hecho otra cosa que profundizar este esquema de
poder y España, como los demás países del Sur, se está especializando en
perder. Resulta patético que se pueda hablar hoy de impulsar de nuevo
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derechos sociales, laborales y sindicales, es decir, de realizar políticas
económicas sociales y democráticas como si la UE no existiera. Algunos
hemos insistido hasta la saciedad en esta paradoja: las fuerzas
nacional-populares tenemos hoy una gran posibilidad de construir un bloque
político y social muy amplio en defensa de los derechos humanos
fundamentales y de las libertades básicas, es decir, un programa
anti-neoliberal de reconstrucción nacional, económica y social. La otra cara, la
que está sufriendo la Grecia de Syriza, es que los límites para reformas,
aunque sean muy moderadas, son enormes. Para decirlo de otra forma, la UE
es una estructura de poder funcional a la globalización neoliberal dominante y
no admite políticas alternativas aunque éstas sean mínimas.
Las personas serias lo sabían y así lo dijeron. La introducción del euro sin una
política económica común, una hacienda común y una legislación laboral y
social común, es decir, una moneda sin un Estado detrás y con economías
extremadamente heterogéneas tendría como consecuencia la profundización
de lo que ya antes existía y que hoy es gravísimo: un centro cada vez más
fuerte y poderoso y una periferia, los países del Sur, cada vez más
dependiente económicamente, más subalterna políticamente y en regresión
social y laboral.
El cuento que se nos narra es algo peor que una mentira. Se trata pura y
llanamente de bloquear el futuro de nuestro país y conducirnos al
subdesarrollo económico, social y político. Si no hay políticas realmente
redistributivas en la UE y, específicamente, en la zona euro, estamos
condenados a una “devaluación interna” permanente y a ir liquidando lo poco
que queda ya de un Estado social que fue siempre débil. Haremos, como
siempre, del ajuste salarial la variable clave y ganaremos competitividad
rebajando derechos sociales, derechos laborales y precarizando
sistemáticamente la fuerza de trabajo.
¿Alguien se imagina al Estado alemán dedicando el 8 o el 10 por ciento de su
PIB para ayudar a los países del Sur? ¿Alguien se imagina al resto de los
países ricos haciendo algo parecido? ¿De qué federalismo hablamos si no hay
redistribución territorial, social y económica de renta y riqueza en nuestra
cada vez más desigual e injusta Unión Europea? ¿Qué solidaridad? ¿Qué
modelo social? El federalismo es la cobertura que legitima no solo las políticas
neoliberales sino que, paradoja de las paradojas, impide la Europa
política. Friedrich Hayek siempre defendió esto y no otra cosa.
El modelo productivo que emerge tras las políticas de crisis es cada vez más
claro: una industria débil, dependiente y poco integrada en la economía
productiva nacional; un sector servicios hipertrofiado, basado en un turismo
de masas de bajo coste y, de nuevo –el entusiasmo es irresistible– el ladrillo
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como mecanismo de futuro, a lo que se añade una agricultura sin impulso y,
en muchos sentidos, bloqueada. El asunto es simple, un modelo productivo así
configurado no genera pleno empleo con derechos, hace de la precariedad la
forma predominante de gestión de la mano de obra y consolida un modelo de
relaciones laborales que significa para la mayoría de la población una nueva
forma de servidumbre.
Nuestro sistema productivo es, sobre todo, un sistema de poder; ambas cosas
están íntimamente relacionadas. No es casual que la crisis económica esté
significando una enorme erosión del régimen del 78. Los poderes económicos,
una alianza entre la oligarquía española y los poderes europeos, decidieron
que los derechos y libertades consagrados en la Constitución de 1978 ya no
servían para el capitalismo salvaje y depredador que estaba emergiendo de y
desde la crisis. La “Constitución material” fue cambiando a golpe de directivas
europeas y Zapatero terminó por convertirla en Constitución formal
modificando el artículo 135.
El proceso constituyente, mejor dicho, destituyente, comenzó hace tiempo
con una pequeña y singular variante: al margen y contra el pueblo soberano.
Ser periferia de una Europa alemana significa más desigualdad, pérdidas
concretas de libertades y de poderes reales, en definitiva, una ciudadanía
condenada a la inseguridad económica, a la vulnerabilidad social, simples
mercancías en un mundo cruel, despiadado y sin alma. No hay que darle
demasiadas vueltas. A un modelo económico así configurado le corresponde
una democracia cada vez más limitada y oligárquica y una clase política que
convierte la corrupción en el modo normal de gestionar la cosa pública.
Al final el nudo se fortalece y se consolida cada vez más. El tipo de Unión
Europea que el Estado alemán garantiza, representa una alianza duradera
entre élites económicas y políticas, entre oligarquías en guerra de clases
contra sus poblaciones. Las élites económico-financieras que hoy mandan en
nuestro país, incluidas la burguesía vasca y catalana, están de acuerdo en
este modelo de sociedad, con este sistema productivo y con esta estructura
de poder resultante. Ellos son los enemigos de España y solo enfrentándose a
ellos sistemáticamente estaremos en condiciones de vencer. O ellos o
nosotros.
¿Cuándo entenderemos que nuestros pueblos tienen un enemigo común y que
sólo unidos podemos vencerle?
[Fuente: Cuarto Poder]
14/5/2015
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Rafael Poch-de-Feliu
El panfleto de Mélenchon contra Merkel
El líder de la izquierda francesa publica un libro que refleja el
hartazgo con el insolente dominio de Berlín
Hace tiempo que la disciplina alemana y la impertinencia aleccionadora de los
políticos de Berlín hacen mella en Francia. Pero en los medios de
comunicación y entre los políticos está feo hablar de ello. Por eso, el libro que
acaba de publicar con mucho ruido y general condena, el líder del Front de
Gauche Jean-Luc Mélenchon, es muy significativo. Se llama “El arenque de
Bismarck” y es un simple panfleto, desenfadado, mordaz y divertido, contra la
prepotencia germana y su maltrato, –del sur de Europa y de Francia– el tabú
que nadie se atreve a mentar.
El motivo es que si en Alemania el gobierno ha perdido todo complejo, en
Francia hay –por una mezcla de cálculo oligárquico, elegancia, y prevención a
caer en rancios chovinismos– mucho escrúpulo ante la crítica al vecino del
otro lado del Rin. No es el caso de Mélenchon, un político que sin llegar, quizá,
a la altura de su homólogo alemán, Oskar Lafontaine –sin duda el más
brillante político de su país– también es un excelente orador (véase su épico
discurso de Marsella, un 14 de abril de 2012) y una persona de una rara
sensibilidad política. Estos días Mélenchon está siendo entrevistado por los
principales canales públicos de radio y televisión sobre su explosivo libro, que
mezcla conscientemente tópicos ligeros con constataciones bien actuales y se
está vendiendo como rosquillas.
“Hay un asombroso contraste entre la insultante arrogancia de los dirigentes y
mediócratas alemanes y el pánico de sus homólogos franceses para decir
cualquier cosa que les contrarie”, afirma. Esa actitud, “ya provocó el naufragio
moral de las élites francesas de antes de la guerra”, que ahora, “colaboran
con entusiasmo en la denigración de su patria”, proclama.
Francia, que cuenta con una economía mucho más diversificada que la
alemana y una cultura general sobre el vivir infinitamente más rica y
sofisticada, que siempre ha acomplejado a los alemanes, asiste a un
aleccionamiento insoportable, por decirlo, “merece inmediatamente el
anatema de germanófobo”, dice Mélenchon. Eso, “cuando el secretario
general de la CDU, Volker Kauder, proclama que “Europa habla alemán” ante
el aplauso del congreso de su partido; cuando el jefe de la federación de
exportadores alemanes, Anton Börner, afirma que, “los países mediterráneos
no entienden nada que no sean palabras duras y la firmeza de los mercados
de capitales”; cuando el esperpéntico comisario Günther Oettinger apela a
“tratar con rigor” a Francia, ese “país deficitario reincidente” (es decir,
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equiparando el déficit con un crimen); cuando Merkel dice que la ley del ex
banquero y actual ministro de economía, Emmanuel Macron, es “buena” pero
que las reformas en Francia son “insuficientes”; o cuando su siniestro ministro
de finanzas, Wolfgang Schäuble, se lamenta del obstáculo que el parlamento
francés supone para las “reformas”.
La altanería guillermina ya denunciada por el anciano canciller Helmuth
Schmidt e impensable en la Alemania anterior a la reunificación, se ha
convertido en pose habitual del discurso político y mediático germano en su
cruzada por imponer recetas que no están funcionando y llevaron a Japón a
veinte años de deflación y estancamiento.
La Europa del Sur es el “Club Med”, la prensa alemana –y no sólo el inefable
Bild– se permite todo tipo de excesos, reproches falsos y populistas sobre
edad de jubilación y días festivos que han sido bendecidos en algunos
discursos por la propia canciller Merkel, quien se permite alabar o censurar las
“reformas” francesas, apuntar sus insuficiencias, o hacer consideraciones
sobre pueblos que se levantan pronto para ir a trabajar y otros gandules;
“¿Qué otro jefe de gobierno se permitiría hablar en esos términos de sus
vecinos?”, se pregunta el líder del Front de Gauche, que obtuvo un 12% en las
presidenciales pero que desde entonces se busca a sí mismo, por la reticencia
de algunos de sus sectores a romper definitivamente con el partido
hollandista, que ha demostrado, por activa y por pasiva, su completa
inutilidad como fuerza de cambio. Respecto al modelo alemán, simplemente
es un mito, dice Mélenchon.
Con el 16% de la población por debajo del nivel de pobreza, una desigualdad
galopante, un 25% de los asalariados en contrato basura (Francia, 13%) y un
salario mínimo recién establecido que queda por debajo del francés, ¿qué es
lo que hace de Alemania un modelo?, se pregunta. Pues precisamente eso: un
modelo para quienes propugnan el regreso al siglo XIX revestido de
modernidad, progreso y racionalidad.
La caricatura alemana de Mélenchon no deja pie con bola. Son los principales
emisores de CO2 de Europa y pasan por “ecologistas”, exportan pesticidas a
mansalva, vuelven a ser los grandes vendedores de armas y van imponiendo
poco a poco a su sociedad, tan adversaria de lo militar, una creciente
militarización de la política exterior que destroza el mejor sentido común
alemán de posguerra. Su nefasto modelo agropecuario-industrial orientado a
la exportación a base de “granjas-fábrica”, así como sus grandes cadenas
comerciales de alimentos estandarizados orientados a la reducción de costes
(Aldi + Lidl), resultan en una epidemia de obesidad que afecta al 24% de los
alemanes adultos (frente al 15% en Francia), dice.
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La obsesión por este modelo estandarizado provoca en los gobernantes
alemanes, “una espectacular disminución de su comprensión del mundo e
incluso del sentido de la vida”, afirma Mélenchon en una de sus frases más
crueles. Alemania, dice, “es un modelo para quienes no se interesan en la
vida, nadie quiere ser alemán, ni siquiera los alemanes y la prueba es que no
tienen hijos”: el país más anciano de Europa en el que los mayores de 65 años
representan el 20,6% del total (Francia 16,7%), con una de las tasas de
procreación más bajas del mundo: 1,38 hijos por mujer en edad de procrear.
Se comprende la obsesión por el ahorro y los excedentes comerciales: de lo
que se trata es de “organizar su geriatría”, dice. Con el sistema de pensiones
mayormente privatizado, los dineros se colocan en fondos, lo que explica la
obsesión por cobrar las deudas de sus bancos manirrotos que invirtieron sin
mirar en los negocios inmobiliarios americanos, españoles e irlandeses,
contribuyendo a inflarlos junto con su corrupción intrínseca. Mélenchon no
perdona.
“Nos invadieron tres veces en menos de un siglo, ocuparon nuestro país dos
veces, una de ellas durante cerca de cincuenta años en Alsacia-Lorena:
“ninguna reconciliación es incondicional”, cuando “el imperialismo alemán
está de regreso”, dice el político antes de demoler la política exterior de esa
Quinta Alemania que aparece tras la reunificación de 1990:
Primero en Yugoslavia, contribuyendo a la secesión de sus antiguos
compinches de los años treinta (Eslovenia, Croacia y Bosnia), luego con su
expansión económica en la débil Europa central/oriental recién salida del
marasmo del “socialismo real”, burlando luego toda promesa de no expandir
la OTAN, que hoy llega a las fronteras de Ucrania con las consecuencias
conocidas, y liderando, finalmente, el “acuerdo comercial” secreto con
Estados Unidos (TTIP) que quiere ser la guinda del pastel neoliberal en Europa;
“Hay que empezar a descifrar a la Señora Merkel”, dice, antes de remontarse
a los tiempos del Emperador romano Claudio:
“Ya en el siglo I de nuestra era decía que los jefes germanos no entendían de
parlamentos ni de finezas, lo único que comprendían y respetaban era las
relaciones de fuerza”. “Ante eso, las sutilezas francesas, las bromas del
Presidente de la República le deben parecer a esa mujer como defectos de
una voluntad somnolienta”, ironiza.
Mélenchon tiene muy mala entrada con los chiens de garde de la prensa,
porque es poco tolerante ante su programada servidumbre siempre en
sintonía con el recetario neoliberal, circunstancia que dice mucho en su favor.
Pero, pese a esa mala prensa –que no llega al nivel de demonización,
tergiversación y campaña denigratoria que Die Linke sufre en los medios
alemanes– su libro ha sido criticado con cierta indulgencia. Le Figaro ha dicho
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que rezuma “un antigermanismo de café”, mientras que Le Monde se ha
contentado con observar que, “cae en los mismos excesos que los
germanófilos que denuncia”. Pero ambos medios han suscrito, por lo menos,
parte del mensaje. Esa relativa benevolencia es muy significativa porque
sugiere que el hartazgo con la actitud alemana es algo que trasciende a la
izquierda y al ultraderechista Frente Nacional porque afecta al alma gaullista
de parte del establishment francés.
Seguramente Mélenchon nunca habría escrito este panfleto si no hubiera sido
por la “manera odiosa” con que “la nomenclatura germana está tratando al
gobierno de Alexis Tsipras”. Ese es un espectáculo que revuelve el estómago,
dice.
“Permitir que un Estado miembro de la Unión sea tratado de esa manera es
un gran error político contra el ideal europeo”, dice Mélenchon en una
entrevista con L´Humanité. “Después de haber hecho de Grecia un laboratorio
político quieren hacer un escarmiento: ¡miren cómo son tratados los que se
resisten! Cuando Tsipras ganó me reuní con François Hollande y le dije, “si
permitimos que actúen así contra ellos, luego vendrá el turno de Francia”. Ya
estamos en ello porque en el fondo estamos siendo tratados como los griegos.
El comportamiento de Berlín no es soportable en ningún lado y la
germanofobia está explotando por doquier en Europa. Es un sentimiento que
puede transformarse en odio xenófobo, así que tenemos que explicar el
porqué de su conducta: decir que Berlín se pone al servicio del
ordoliberalismo. El otro motivo del libro es desmontar la idea de que hay un
lugar en el que el sistema funciona, informar de la situación real de ese país. Y
el tercer motivo es llamar la atención sobre la cobardía de los dirigentes
franceses”, explica.
Si en España quedara algo del espíritu quijotesco, este panfleto, con todos los
defectos inherentes al género, debería haber sido escrito allí hace tiempo. En
lugar de eso, el país se recrea en su miserable papel de “alumno obediente”.
Hay que recordar cuándo fue la última vez de la historia en la que España fue
obediente aliada de Alemania y en qué papel. No hay duda de que esas
actitudes, de ayer y de hoy, están emparentadas. Los líderes del germanismo
hispano de hoy son los hijos y nietos del de ayer.
Mélenchon dice no querer una confrontación entre los pueblos francés y
alemán, sino la de ambos pueblos contra la oligarquía, pero “es necesaria una
franca confrontación” con Alemania, única manera de hacerse respetar, dice.
El consejo vale para todos.
En lugar de las odas a Alemania de François Hollande y de su primer ministro
Manuel Valls, hay que plantearse, “¿Quién decide en Europa y en nuestro país;
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las rentas o el trabajo? ¿El pueblo o la oligarquía? ¿El Banco Central Europeo o
los ciudadanos? ¿Alemania o la unión libre de pueblos libres?”. En cualquier
caso, con este explosivo arenque, diciendo todo eso que muchos piensan y no
se atreven a decir, el político francés se ha quedado bien descansado. La vieja
tendencia alemana de utilizar a Europa para su propia proyección de poder
siempre se ha encontrado enfrente con Francia, el único país europeo capaz
de ejercer una inspiración alternativa al modelo alemán. El panfleto de
Mélenchon anuncia que todo eso acabará explotándole tarde o temprano al
gobierno alemán.
[Fuente: La Vanguardia]
15/5/2015
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