no.9 trofalaxis, discursos, feromonas y carbohidratos

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No. 9 de la revista digital de literatura, Preferiría no hacerlo. En www.preferirianohacerlo.com

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Síndrome Bartleby

Preferiríamos no hacerlo porque, llegados a un cierto punto que hace ya mucho tiempo se sobrepasó, escribir desde la afirmación deja de tener sentido y toda lite-ratura que no ponga en cuestión sus propias condiciones de posibilidad, ni siquiera merece tal nombre.

El artista del hambrePreferiríamos no hacerlo porque, quizá, a estas alturas de la película, haya lle-

gado el momento de hacerse el tonto y, como ya dijera Sancho, no hay en el mundo mayor tontería que dejarse morir sin más ni más.

Nostalgia de GutembergPreferiríamos no hacerlo porque en el fondo, a pesar del medio ambiente y de

las nuevas tecnologías, a nosotros lo que nos gusta es el papel, la letra impresa, el acto físico de sentarse con un libro –o revista- entre las manos y dejar que pasen las páginas empujadas por las yemas de los dedos.

Ficción consensuadaPreferiríamos no hacerlo porque sabemos que la literatura, la ficción, las pala-

bras, no sólo no son reflejo de la realidad, sino que son la matriz en las que esa rea-lidad se genera –somos lo que de nosotros contamos y se cuenta-. Y, en tanto que hacedores de ficción, tal y como está la realidad, preferiríamos no sentirnos respon-sables de la creación ni siquiera de un pedacito de la misma.

Poética del azarPreferiríamos no hacerlo porque, para hacerlo, se hace necesaria la sujeción a

un cierto orden, la sumisión a las cosas organizadas; esas que, en tanto que previstas, agreden continuamente la mecánica del azar o el acaso, que diría Galdós.

¿ Po r q u é n o ?

www.preferirianohacerlo.com Febrero 2012

Illustraciones de portada: Gianpaolo R

ende

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Últimos atardeceres sobre la tierra

Preferiríamos no hacerlo porque sabemos que el mundo es contingente, que den-tro de 4500 millones de años el Sol se transformará en una gigante roja y su atmós-fera llegará hasta la actual órbita de Marte, engullendo en su expansión a Mercurio, a Venus, a la Tierra y a todas las bibliotecas que, en uno u otro formato, queden para entonces en el planeta.

El silencio de JuanPreferiríamos no hacerlo por solidaridad con Rulfo: si él no pudo escribir nada

después de Pedro Páramo porque nunca consiguió volver a alcanzar semejantes altu-ras, ¿quién somos nosotros para llevarle la contraria.

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www.preferiríanohacerlo.com Noviembra 2011 4www.preferirianohacerlo.com

01. Tres son multitud, Tahíche Rodríguez

02. Tan tarde, Giselle Aronson

03. Las cosas que no son Pumpido, Damián Cordones

04. Expulsar al agrimensor o cómo terminar una novela, Esmeralda Barreyro

F i c c i o n e s

B e s t i a r i o

01. Reales ordenanzas de la Gran Hormiga Cornuda, Cristian Rubio

02. Sobreescritura, Ollin Rafael

03. La ascensión de los ángeles, Ksandr Castelo

04. Estereotipia verbal: Dificultades de la trofolaxis, Inma Ponce

05. Cómo ser Cydia LeGrange, Gabriel Saldías

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www.preferiríanohacerlo.com Noviembra 2011 5www.preferirianohacerlo.com

01. Palabra, cosa, artefacto, espíritu o rareza, Carlos Skliar

02. Boceto para un futuro manifiesto anti-trofoláctico, Anaïs Egea y Jorge León

03. Una vindicación de la descarga, Ksandr Castelo

04. Meditaciones de una víctima del siroco, Antonio Marco Greco

01. Violeta Serrano García

02. Mareva Mayo

01. El expediente H, de Ismaíl Kadaré, Ksandr Castelo

R e s e ñ a s

T u b o d e e n s a y o

I n t e r l u n i o

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TROFALAXISDISCURSOS, FEROMONAS, CARBOHIDRATOS

¿Tuvieron alguna vez las hormigas forma humana? ¿y las termitas?. Es hasta cierto punto normal que el fruto de una observación serena sea con-testar afirmativamente, al comprobar hasta qué punto compartimos con estos insectos sociales rasgos tan importantes como la necesidad de agru-parnos bajo regímenes tiránicos, o la contundencia con la que agotamos los recursos del medio en el que nos establecemos, gracias a una voracidad que hasta las termitas verían con asombro y envidia. Si miramos desde arriba un termitero gigante como los que se encuentran en Australia (los hay que sobresalen del suelo hasta los seis metros de altura, y eso es la punta del iceberg) veremos que alrededor de este se ha formado una cir-cunferencia de tierra yerma que parece haber sido marcada a fuego. Algo parecido -pero a una escala elefantíaca- lo podemos observar si contem-plamos desde el aire casi cualquier asentamiento humano, sea este una caravana de pioneros o una metrópolis.

Teniendo claro que los insectos sociales son interesantes en la medi-da en la que nos permiten quizás aprender más de nosotros mismos, nos hemos fijado en un rasgo en particular: la trofalaxis, esto es, el modo en el que hormigas, termitas o abejas, entre otros, añaden feromonas a la comi-da que intercambian entre ellos, posibilitando que, junto con los nutrien-tes de dicho alimento, se traspasen información acerca de dónde se encon-tró, a qué casta se pertenece o qué necesita Su Majestad, permitiendo que los comensales sean a la vez interlocutores.

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Umberto Maturana parte de este modelo para explicar la importancia de la transmisión de conocimiento en las sociedades humanas (trofalaxis psíquica), un elemento clave en la supervivencia de la especie.

Nosotros partimos de Maturana para quedarnos con lo que más nos gusta: la palabra escrita, la intrigante relación que se establece en la lite-ratura, quizás uno de los refinamientos trofolácticos más relevantes que ha creado nuestra especie. Joan Salvat-Papasseit tal vez intuyó algo de todo esto cuando escribió su famoso caligrama. Nada se parece más a una hormiga que el signo escrito con el que se la nombra.

De lo que no cabe duda es de que avanzamos de manera vertiginosa en la construcción de la colmena virtual. La creación del superorganis-mo, del Leviatán, está encontrando en internet el nido rizomático ideal en el que desarrollarse. De la capacidad de resistencia que tengamos a la hora de impedir que se reproduzcan los patrones jerárquicos ya conocidos dependerá el éxito de la red como instrumento capaz de permitir que la comunicación social (allí donde la red llega) fluya en beneficio de todos los integrantes de la misma.

La escritura, la literatura, es para nosotros feromona sin cortar. Nos acercamos a ella atraídos con la misma excitación desconcertada con la que los homínidos de 2001: una odisea en el espacio se acercaban al centi-nela, el monolito negro y brillante que intuimos hecho de tinta y en el que reconocemos a La Hormiga Madre.

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Ficciones01. Reales ordenanzas de la Gran Hormiga Cornuda, Cristian Rubio

02. Sobreescritura, Ollin Rafael

03. La ascensión de los ángeles, Ksandr Castelo

04. Estereotipia verbal: Dificultades de la trofolaxis, Inma Ponce

05. Cómo ser Cydia LeGrange, Gabriel Saldías

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Cristian Rubio

Reales ordenanzas de la Gran Hormiga Cornuda

uestra Divina Presencia, Reina de la Bellota Parda, del Tronco Vacío, del Subte-rráneo bajo la piedra de la Mantis, Señora de la Colmena Aérea de las hormigas tejedoras, de los Huertos de Hongos, y los alrededores de estos y otros extremos, Nos, en definitiva, dueña de todo, establecemos:

1.Ciega y universal es la obligación que impongo a la hormiga de prestar obediencia y sumisión a sus respectivos superiores, esto es, a Nos.

2.Aquella hormiga que sirva en mis parajes y caminos percibirá asignaciones ali-menticias (pedazos de hoja, patas, residuos y otros nutrientes) a cargo del Buche Social.

3.No será de recibo que una hormiga espere cuidados tras sufrir una enferme-dad o un ataque. Nos no estamos para estas fruslerías.

4.La hormiga que hallándose en forma-ción de columna infinita no siga la senda de su antecesora y, por ejemplo, vire a estribor cuando debiera hacerlo a babor, o salga de la agrupación a comer tierra o excremento pro-pio o ajeno, será mal vista y, si reincide, lan-zada al primer Gran Azul que se encuentre.

5.Calificamos de precisa y singular la atención que la hormiga forrajera, sempiter-na vanguardia de nuestras columnas, debe a su labor de guía. La hormiga forrajera evita-rá, bajo cualquier pretexto, que un proceder errático conecte la cabeza de la fila con su cola. Es común que el círculo resultante gire indefinidamente hasta la muerte por agota-miento de todas sus integrantes. Esta idiotez causa especial aflicción en la colmena.

6.Todo individuo de ralea obrera, gue-rrera, carpintera, legionaria, saltadora, teje-

N

Ficciones

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dora, carroñera, subacuática o caníbal que no se establezca en orden de combate al re-parar en la presencia (por cualquier vía sen-sorial) de una o varias termitas, sean estas asesinas, gigantes o de cualquier pelaje, no se encontrará en su posición, es decir, será considerada hormiga muerdealmohadas, castigada con la pérdida de las tres terceras partes del cuerpo y sus restos arrojados al Buche Social.

7.Aquel miembro de la colmena que observe a otro miembro ahogándose con mucho aspaviento en un Gran Azul deberá, antes de conducirse a un vago y quizás inne-cesario salvamento, averiguar si la hormiga ha sido depositada allí por un capricho de Nos. En tal caso huelga puntualizar lo que deberá hacer.

8.Los sujetos de la comunidad que pasa-sen al estado “cautivos” tras resultar apresa-dos por mantis, termitas asesinas, saltamon-tes o plantas carnivoras, serán considerados exmiembros y contabilizados como bajas a todos los efectos. Sus reservas alimenticias, si las tuvieren, incrementarán el Buche So-cial.

9.Se hará cuarentena de toda hormiga que arribase a la colmena demudada de su color natural. Los enemigos de Nuestra Di-vina Presencia gustan de envenenar toda mi servidumbre empezando por un individuo, pues resulta fórmula sencilla y barata, sen-tándose a esperar que esta contagie al resto a través de nuestra sacra costumbre trofo-láctica

10.Que al que falleciese a la ida de una expedición en busca de cosas para Nos se le recompensará alojando sus restos en mi Particular y Real Buche y siendo comido por

Nuestra Divina Presencia, a la vista de to-dos, para privilegio y jolgorio de sus allega-dos, si los tuviere.

11.Que al que falleciese a la vuelta, Idem.

12.Se entenderá derogada y prohibida toda práctica que una hormiga mucho tiem-po secuestrada por termitas introdujere en el hormiguero a su regreso. Como tales en-tendemos: digerir celulosa, devorar hormi-gón y asesinar larvas. Al que se hallare en tales menesteres se le depositará en un Gran Azul o en el Buche Social sin contemplacio-nes.

13.Por lo que mira a la trofolaxis, que-da advertido todo ente de mi colmena que esta se hará bajo una estrecha formalidad y exactitud, llevándose a cabo como sigue: las hormigas se alimentarán y traspasarán fero-monas unas a otras por el tradicional méto-do boca a boca. A saber, la hormiga A regur-gitará la comida ingerida traspasándola a la hormiga B, directamente al apéndice bucal. Será considerado sospechoso, digno de cui-dado, felón y malandrín el que ejecutare las bárbaras costumbres ano-boca y boca-ano de las termitas. Repetimos, la praxis termita no es bienvenida en esta colmena.

14.A efectos prácticos el Buche Social debe ser considerado una prolongación de las reales propiedades de Nos. Aunque su denominación pudiera llevar a pensar otra cosa.

15.A todas y cada una de mis hormigas conmino a celar porque no prenda en sus co-razones la semilla de la opinión.

Firmado:Gran Hormiga Cornuda

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Ollin Rafael

l e go a m i c a s a e n B arc e l on a y a l abr i r l a pu e r t a d e s c u bro qu e e l c ar t e ro h a c o l a d o ot r a , s i e mpre s on pu ntu a l e s . A l pr i n c ip i o l a s l e í a t o d a s , i nt r i g a d o. No l l e v ab an f i r m a , s ó l o u n a d i re c c i ón e n e l s o bre , d e nt ro, e n u n a l e t r a p e qu e -ñ a y d e for m e , u n t e x t o c a s i i n d e s c i f r a -b l e p e ro qu e c on e l t i e mp o y l a pr á c t i c a h e l o g r a d o a s i m i l ar. E s c r i b e e n t e rc e r a p e r s on a y c re o qu e e s u n a n ove l a . Un a p ar t e e n c a d a e nv í o. Aú n n o a l c an z o a c ompre n d e r qu é e s l o qu e pre t e n d e .

E s c r i b e : En l a B arce l ona d e su imag inac i ón s i e mpre l lu e v e , como e n l a d e Vi l a - Mata s , y no e s qu e qui e ra s e r Vi l a - Mata s p e ro hace años qu e v iv e e n e s ta c iu d ad , tan l e j o s d e Xal ap a , y y a s e s i e nte un p o co b arce l onés . Un p ar d e p e r i co s c r u z an su hor i z onte , v e rd e obs -

c uro con l a l luv i a , y lu eg o s e p i e rd e n l e j o s . C ad a d í a p i e n s a e n l o raro qu e l e p arece qu e e s to s s e re s pu ed an habi tar aquí , junto a l a s p a l oma s , junto a l a s g av i o ta s .

Ha c e t i e mp o qu e t i ro a l a b a s u r a c a s i t o d a s , m e h an d e j a d o d e i nt e re s ar, m e h e h abi tu a d o, y a n o s i e nt o c u r i o s i -d a d . Tamp o c o e s u n a n ove l a d e ve rd a d , e s t or p e y f r a g m e nt ar i a . He i nt e nt a d o c ont a c t ar l o p e ro m i s m i s iv a s , a l p are -c e r, n o s on e n ab s o lut o l e í d a s o é l s i m -p l e m e nt e e s t á l o c o.

E s c r i b e : … b aj a ha s ta l a p l ay a bu s -cand o una t ími d a br i z na mar ina . Ima -g ina qu é s e r í a d e to d o e l mund o s i s e p e rdi e s e e n e l mar, s i s a l ta s e hac i a l a s s ombra s má s pro f und a s , qu é s e r í a d e to d o e l mund o, ¿ e x i s t i r í a aún ? Ci e r ra

Sobreescritura

L

Ficciones

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l o s o j o s p ara s e nt i r me j or l a s g ota s f re s -ca s e inte nta imag inar s e qu e y a no e s tá e n B arce l ona s ino e n su c iu d ad , d i s f r u -tand o d e l a l luv i a l e nta .

Ya h an p a s a d o d o s añ o s d e s d e qu e e s c r i b í m i ú l t i m a n ove l a , n o h e e s c r i t o m á s , p or e s o n o s op or t o s u s c ar t a s qu e p ar a m í s i g n i f i c an l a i mp o s i b i l i d a d . L a i mp o s i b i l i d a d d e l a v i d a qu e t e n í a , d e l a qu e qu i e ro. S oy u n e s c r i t or s i n m á s p a l abr a s qu e l a s qu e d i go. No s oy c a s i n a d a .

Me d i c e e n ot ro m e ns aj e : En su ima -g inac i ón s i e mpre l lu e v e y S e rg i o P i to l e s tá ahí y no e n Hung r í a . S i e mpre s e pre p ara p oni é nd os e una chaqu eta l arg a aunqu e s ab e qu e s e moj ará i g u a lme nte .

A ve c e s n o m e c re o qu e e x i s t a , i m a g i n o qu e s ó l o e s l a m an i fe s t a c i ón d e m i ang u s t i a . Un a n ar r a c i ón aut o -c ompl a c i e nt e s o bre c iu d a d e s qu e n o h e v i s t o, qu e n o m e i mp or t an . L am e nt a -b l e m e nt e , a h í s i g u e n s u s l e t r a s . D i c e : … l os p arag u a s s on inút i l e s , mol e s to s e n e s ta s ca l l e s ab ar rotad a s d e o t ro s p ara -g u a s . ¿ D es d e c u ánd o l lu e v e ? No pu ed e re cord ar l o, s e e s f u e r z a ¿ c u ántos s on l o s d í a s qu e l l e v a l l ov i e nd o e n B arce l ona ? Para mañana s e e sp e ra qu e e l d í a me j o -re . E s p l e no v e rano y e s ta c iu d ad s e e s tá v o lv i e nd o t rop i ca l .

No pu e d o i r a bu s c ar l o, l a s p a l a -br a s m e l l e g an d e s d e ot ro c ont i n e n -t e . L a d i re c c i ón i mpre s a e n c a d a c ar-t a y e n c a d a p o s t a l e s d e Mé x i c o. Me e x t r añ a qu e h ab l e d e o t ro qu e e s t á e n B arc e l on a . ¿ S e d i r i ge a m í ? ¿ Por qu é m e e l i g i ó ? C a d a ve z c on o z c o m e n o s l a c iu d a d , a ve c e s m e p i e rd o s i n m á s p or

c a l l e s qu e n o re c u e rd o y qu e d e s pu é s y a n o e n c u e nt ro.

He v i s t o e n e l a t l a s qu e e n X a l a -p a , o Ja l ap a , s i e mpre l lu e ve y qu e p or a h í p a s ó e l a l e m án Von Hu mb ol dt qu e e s c r i b i ó s o bre l a c iu d a d : Su c i e l o, s i e m -pre t ap a d o, i n c lu s o e n ve r an o, i ns pi r a m e l an c o l í a d e s d e e l m e s d e d i c i e mbre h a s t a e l d e f e bre ro ; y c a d a ve z qu e e l v i e nt o d e l n or t e s op l a e n Ve r a c r u z l a c u bre u n e s p e s o br u m a z ón .

E n u n a p o s t a l c on fo t o, l o s p or-t a l e s d e Ve r a c r u z , e s c r i b e : S e s i e nta junto a l a v e ntana d e l C afé d e l a s D el i -c i a s y s e preg unta c u ánto t i e mp o pu ed e ag u antar con l o s p i e s moj ad os . D e j a e l abr ig o s obre e l re sp a l d o d e l a s i l l a d e e n f re nte y f ing e qu e hay o t ro.

E n ot r a : … y s e preg unta s i l o s d e má s no s e ang u s t i an e n e s ta l luv i a p e r mane nte .

E s , t a l ve z , e n l o ú n i c o qu e s e e qu i -vo c a p orqu e e n B arc e l on a n o l lu e ve t ant o, au n qu e h a c e d í a s qu e s í l o h a c e . B aj o l a l luv i a m e h a d a d o p or i m a g i n ar qu e s oy é l , qu e e s c r i b o d e s d e u n p ór-t i c o c o l on i a l , e n u n a c iu d a d d e s c on o -c i d a , Ja l ap a s u e n a a r í o, e n l a qu e l a s p a l m e r a s s e i nt e rc a l an c on h e l e c h o s .

E s c r i b e : … p or e s o camina c ubr i é n -d os e e n l o s p or ta l e s . S e sub e e l c u e l l o d e l a chaqu eta . Ya e n L a C e ntra l s i e n -te qu e e ntre l o s l ibro s p o drá e ncontrar un re f ug i o contra l a humed ad p e ro s e e ng aña . Mira a su a l red ed or p e ro nadi e p arece rea lme nte preo c up ad o.

Má s a d e l ant e : … al s a l i r s e mira re f l e j ad o e n e l e s cap ar te y p or un mome nto no s e re cono ce , p arece o t ro,

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uno muy s imi l ar a s í mi smo, p e ro o t ro. C amina e ncor v ad o y con l a s manos e n l o s b o l s i l l o s .

L l e vo u n m e s s i n re c i b i r m á s y m e e mpi e z o a pre o c up ar, t a l ve z e s t e s e a e l f i n a l . L a s s ombr a s d e m i c a s a d e s d i bu -j an l a t ard e . Va g abu n d e o p or l a s h abi -t a c i on e s s i n e n c ont r ar m e . E l p a s i l l o m i d e d i e z p a s o s . Ya n o d e j a d e l l ove r. R e l e o l a s c ar t a s , l a s qu e n o h e t i r a d o, y du e r m o a c u r r u c a d o p or e s t a l luv i a qu e y a n o e s propi a . Su e ñ o c on Ja l ap a . ¿ C óm o e s Ja l ap a e n ve rd a d ?

E s t a m añ an a a l l e v ant ar m e o c u -r r i ó a l go e x t r añ o, e n l a m e s i l l a d e l s a l ón e n c ont ré u n a c ar t a , n o s é c óm o l l e gó a h í , p e ro d e c í a : E ste e s e l f ina l . Me p edi s t e qu e d e j ara d e e s c r ib i r, qu e o c u l ta s e mi e x i s t e nc i a a l mund o. No l o h i ce , me neg u é a tu neg ac i ón p e ro ahora qu e mi s car ta s t e han d e j ad o t e s i e nte s s o l o, t e p i e rd es e ntre l a s ca l l e s d e una c iu d ad qu e cad a d í a cono ces me nos . ¿ L lu e v e tanto e n B arce l ona ? Te preg un -ta s ang u s t i ad o s in s ab e r y a l a re spu es -ta . Y l a s ca l l e s aca s o s on l a s d e s i e mpre , l a s d e ante s . No l o g ra s e ncontrar te e n e l l arg o p a s i l l o, p e ro a s ómate a l a v e nta -na , ¿ e s e s a tu c iu d ad ? Gianpaolo Rende; sin título.

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Ksandr Castelo

La ascensión de los ángeles

ucumbe el va lor ante e l sabor a meta l del á lgebra” o “sólo la gravedad está a la a ltura de los grandes poetas”. Le daba por hablar as í cuando estaba borracho y contento, después de una jornada de t rabajo. A veces me lo encon-traba a l venir yo de la escuela . É l estaba sentado en e l porche, con su botel la a un lado y e l tabaco a l otro como dos anima-les atentos que lo protegieran de a lgún pel igro que se intuía en e l hor izonte s i una nube lo dejaba todo a oscuras , o un v iento repent ino venía a desaf iar su cha-quetón de lana. É l decía que e l l icor le enjuagaba e l habla , que todas las ideas que pudiera tener un hombre cabían en una botel la vacía . Yo no entendía nada de aquel lo, pero pensaba que e l de mi padre era un of ic io que condensaba todas las

lecciones que aprendíamos en la escue-la , porque poetas y f racciones l lenaban a lgunas páginas de los l ibros que yo estudiaba entonces y, a pesar de todo, era como s i mi padre inventara idiomas con aquel las pa labras . Si le preguntaba, para intentar saber mejor de qué estaba hablando, podía contestar cosas como “sólo los dioses y los hombres que hacen lo que hago yo hemos v isto a lguna vez las puer tas del inf ierno” o “a la hora de la verdad, me quedo con la dignidad de las vacas”. Si hablaba de vacas a mí me daba la r isa .

Algunos años después , tendr ía yo t rece o catorce y ya podía entender mejor la re lación entre los nombres y las cosas y sabía a lgo más acerca de su t rabajo, y pensaba en l legar a ser tan bueno en el

"S

Ficciones

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of ic io como él , me puso en un vaso un poco de su aguardiente y me dijo “bébe-telo ; y s i cuando seas mayor s igues que-r iendo dedicar te a lo que hago recuerda que mi t rabajo está hecho de matemát i-cas , hijo, de Eucl ides y de su querencia de ángulos rec tos . Está hecho de amor, de los f rutos de la t ierra , de la sabidu-r ía de las manos que corr igen la madera . Pero por encima de todo eso, por encima incluso del afán de just ic ia , o de recrear la i lus ión del t iempo, del deseo de ver a l hombre volar. De todo eso está hecha la horca”.

Recuerdo a menudo a mi padre en e l porche, con el l icor y e l tabaco, como

yo ahora . S é que no se puede mantener una buena conversación con nadie s in esos dos acompañantes . S é también que mi padre no sólo hablaba conmigo en aquel las tardes de vuelta de la escuela , pero yo aún no he encontrado el modo de af inar en conversación los gr itos de auxi l io de los que escapan del fuego, que chi l lan chi l lan chi l lan, no quieren hablar, ignoran la pausa y ni tan s iquie-ra me agradecen el a l iv io de un trago largo como el hast ío, mientras miro por la ventana e imagino que soy yo quien provoca e l humo que sa le de todas las a lcantar i l las del mundo.

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espierta, se viste de uniforme, sale de casa con desgana. La ciudad está colapsada. Quisiera desaparecer. Una extraña fuerza la lleva hacia adelante. Paso firme, taconeo constante. Espalda erguida, hombros rectos. Mostrar siempre sonrisa. Otra mañana de oficina. Sillón giratorio, no acolchado. Úni-co movimiento, el balanceo: moverse, no ir a ningún lado.

El tiempo pasa a espacios iguales. No se apresura, no se detiene. Teclea, rellena, consulta, contesta. Sonríe, mostrar siempre sonrisa. Trabajar de forma escrupulosa. No saber lo que se hace. Sí saberlo. No darle importancia. Sí, importa. Sonrisa siempre. Mantener la calma, hablar sosegado. Con-vencer, no estar convencido, convencerse.

Memorizar un discurso. Repetirlo maquinalmente con la entonación adecuada.

Hablar de las ventajas, disimular los incon-venientes. No decir más que lo mismo. Seño-rita X, puede probar gratis nuestro producto. Disculpe, sólo es un momento, me gustaría informarle de nuestra promoción (…) pue-de llevárselo ahora sin intereses. Sonrisa siempre. Tono dulce, conseguir que piquen. Tranquilícese señorita X, no hay problema, estoy aquí para ayudarle.

La mañana igual que otras maña-nas. Voz amable, usuarios histéricos, captar clientes, conseguir que te escuchen cierto periodo de tiempo. Ser una máquina, un contestador automático. Se siente desfalle-cer y no puede. Respira, vuelve a su posición con la elasticidad de un muelle. De vuelta a casa cierra los ojos para deshacer el camino. Intenta evitar el influjo de la gente.

Siente un zumbido constante. Avanza

Estereotipia verbal: Dificultades de la trofalaxis

Inma Ponce Ficciones

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en el abigarrado vacío. Se siente un animal gregario. Sus pies van solos. Mañana no vol-verá al trabajo. Está cansada. Cansa mero-dear. Poner la miel en los labios. Engañar, engañarse. Decir palabras vacías. No ha parado de hablar. No recuerda qué ha dicho.

Llega al umbral. Quiere resarcirse del ruido. No puede. Hola. Sonríe. Hola, ¿qué tal? De vuelta, ¿no? La mira a los ojos. Son-ríe. Habla. No sabe qué dice. Después de

todo el día danzando ya era hora. ¡Qué día de frío! Tono dulce. Por lo visto, van a subir las temperaturas.

Entra en casa. Está sola. Sonríe. Tran-quilícese, señorita X (…) Haremos todo lo posible por ayudarle. Estamos tratando de solucionar su problema. Por favor, no cuel-gue. Una vez más se mantiene a la espera. Suena música. No contestan. Parece que no es nadie.

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Gabriel Saldías

s un mundo malo y oscuro el que te espera allá afuera”, le decían los padres a la pequeña Cydia LeGrange desde que apren-dió a hablar. El señor LeGrange, magnate enriquecido gracias a la producción de un nuevo tabaco supuestamente no nocivo para la salud, apretaba sus espesas cejas y mordía su pipa de madera al hacerle esta adverten-cia. Su madre, la señora LeGrange, general-mente se conformaba con asentir cuidado-samente cada vez que su marido movía su enorme dedo índice y señalaba por la ven-tana. “Tras el cristal –advertía– la Tierra se ha convertido en un páramo, sólo en casa podrás estar segura”.

Cydia aprendió a vivir el encierro como un reo acostumbrado a su celda tras un par de décadas. Incuestionada, solía recorrer las mil habitaciones de la enorme mansión en

completa soledad, únicamente entretenida por las invenciones de su mente: caballeros andantes tras las cortinas, durmientes prin-cesas de alabastro en los múltiples sofás, murciélagos sobre los candelabros del tama-ño de África. En su imaginación sorteaba peligrosos ríos y se descolgaba de empina-dos riscos al tiempo que arreglaba su perfec-to vestidito rosa para la cena de esa noche.

La cena se servía en una quilométri-ca mesa solamente utilizada por los tres LeGrange, lo más distanciados posible unos de otros. Como si de un ritual se tratase, padre, madre e hija acompasaban sus rigu-rosos movimientos para que nunca un rechi-nar de cucharas o cuchillos estuviese fuera de lugar. Una ópera del trivial comer que duraba aproximadamente dos horas, tiempo en que la familia no cruzaba palabra algu-

Cómo ser Cydia LeGrange

"E

Ficciones

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na, desenvolviéndose con la perfeccionada naturalidad de una sinfonía de manos, dedos y bocas.

A la sombra de los enormes ventanales opacos del comedor docenas de ojos obser-vaban a los comensales: las sirvientas esta-ban todas allí a la hora de cenar. De forma disimulada, entre cucharadas soperas, la niña solía alzar la mirada, curiosa por la pétrea presencia de todas esas mujeres ali-neadas en perfecto orden y absolutamente quietas, como si ni siquiera respirasen. Se entretenía apostando si, al terminar el res-pectivo tercer plato, alguna se movería para retirarlo o si, por el contrario, todas se des-plomarían fulminadas por alguna extraña fuerza. Su deseo nunca se cumplía, pues en cuanto la última cucharada dejaba el plato y se refugiaba en su boca, ya una mano solícita lo ceñía con fuerza, listo para ser reemplaza-do por el siguiente.

Cydia casi no veía a sus altruistas y ocu-pados progenitores. Su padre, gordo y lento, aparecía cuando el sol estaba por ponerse, se quitaba el sombrero en la puerta y dejaba caer su pesado abrigo sin que este llegase a tocar el suelo, dada la siempre presta aten-ción de una de las hermosas mucamas de la mansión. Luego se encerraba en su despa-cho no sin antes dar una palmada a la rubia cabellera de su hijita.

La señora LeGrange, por su parte, esta-ba en casa aunque su presencia era aún más fantasmal que la de su marido. Recorriendo las muchas salas y comedores de la mansión, Cydia creía verla reflejada en las manchas de hollín tras las chimeneas o en las siluetas que las cortinas dejaban al ser mecidas por el viento. Cuando por fin confirmaba que

su imagen no era una alucinación se espan-taba al ver la corporalidad de su majestuo-sa madre, ataviada siempre con las mejores prendas y accesorios, meciéndose sobre los vapores trémulos de los largos pasillos de mármol.

La ausencia de sus padres no la conmo-cionaba realmente. Se había acostumbrado a pensar en ellos como meros inquilinos, dos vasallos más de la mansión, iguales a las mucamas, cocineras, jardineras y nodri-zas: la verdadera habitante del lugar era ella, todas siempre pendientes de la rubia niña con ojos de rubí, de que no le faltase nada, de que estuviera siempre conforme y feliz. Si alguna vez tropezaba con una alfombra arru-gada, no hacía más que dar un grito para que una chica apareciese en segundos a atender su rabieta; si por casualidad la sopa ardía no hacía más que arrojar el plato al suelo para que de forma inmediata otro se materializa-se en su lugar, ligeramente más tibio.

Cuando por alguna extraña razón se sentía sola y requería compañía, acudía a cualquiera de las muchachas y la asediaba a preguntas, muchas de las cuales no sabían responder. ¿Qué es un tren-avión? ¿Cómo vuela la gente de un lugar a otro? ¿Por qué es legal comerse a algunas personas? ¿Qué es un coliseo político? Las chicas, algunas aún menores de dieciocho años, trastabillaban a la hora de responder, recordando el estric-to sesgo informativo que el señor LeGran-ge había impuesto sobre la casa. Tras unas cuantas evasivas Cydia se aburría y cambia-ba el tono de sus preguntas a temas más ínti-mos: ¿Por qué tus pechos son tan abultados? ¿Qué tienen los hombres entre las piernas? ¿Dónde tienes pelos? ¿Qué es un “rabo”?

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La niña era inteligente, había leído todos los libros que sus nodrizas y maestras le habían puesto entre las manos y sabía las respuestas a sus preguntas, pero se diver-tía sobremanera al ver a las muchachas que hacían el aseo de un cuarto o a las cocine-ras preocupadas de que no se les quemara el arroz ruborizarse hasta lo más alto de la frente al escuchar esas palabras en la boca de una pequeña y hermosa ninfa de cristal dorado como ella. Con risitas ahogadas reci-bía los balbuceos de sus empleadas para lue-go alejarse saltando en un pie murmurando para sí “rabo, rabo, rabo”.

Finalmente Cydia se convirtió en una dama hermosa, reluciente, culta y carismá-tica. Para su decimoctavo cumpleaños sus padres decidieron, cosa extraña, hacer una fiesta e invitar a todos sus conocidos para pavonearse de la transfiguración de su hiji-ta en mujer. Acudieron de todas partes del mundo, en globos aerostáticos y dirigibles de vapor, en automóviles flotantes y barcos con ruedas, todas las personas importantes del globo: aquí estaba el Primer Ministro de la Corte Sueca, allá el inventor del pelapata-tas radiactivo, en un rincón Miss Vía Láctea y al otro costado el primer hombre trans-plantado de cerebro, todos felices y vivaces de ver a la pequeña Cydia convertida en toda una dama de la más alta clase y distinción.

La homenajeada sonrió y conoció a muchas personas, pero fue Sir Edmund, un joven caballero inglés de capa y espada que se entretenía bebiendo whisky, quien captó su atención más vivamente. Haciendo uso de todas las artimañas que había estudiado en libros y de todos los rumores que había escuchado a sus empleadas comentar, escon-

dida tras los sillones, coqueteó con él toda la noche hasta que finalmente, en un rapto de locura digna de una novela rosa, dejaron la casa y se internaron en el páramo para nun-ca más regresar.

Una década después, una treintañe-ra Cydia LeGrange se plantó frente al din-tel, tocó el timbre de la mansión y esperó a que alguien la atendiese. Fue una chica, no mayor de dieciséis años, vestida a la usanza de las mucamas, la que se le plantó delante y la observó detenida y respetuosamente.

- ¿Diga?- Soy Cydia Le Grange –dijo ella con

tono autosuficiente–. Me gustaría ver a mis padres.

- ¿Tiene cita?- ¿Perdón?- ¿Tiene cita?- ¿Para visitar a mis padres? –se ofen-

dió–. No seas ridícula, niña.- Pase usted.Atravesó el umbral y penetró hacia

la recepción. De inmediato un torrente de recuerdos fluyó en su mente y no pudo evitar una sonrisa al evocarse a ella misma jugando a princesas entre sillones y mesitas. Pasó los dedos sobre el mobiliario y en su tacto se sintió a ella misma, como si después de tan-tos años el tiempo no hubiese transcurrido tras esas firmes paredes de roca.

La niña que la había atendido desapa-reció en dirección al segundo piso dejándola en el enorme vestíbulo sólo acompañada por sus recuerdos. De pronto sintió angustia y un nudo se le trenzó en el estómago. ¿Qué dirían sus padres al verla tras tanto tiempo? ¿Le guardarían rencor por haber desapare-

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cido de forma tan imprevista? ¿Entenderían que fue el amor lo que la arrebató de sus bra-zos para llevarla a la aventura y a lo desco-nocido? Embargada por sus aprehensiones se dejó caer sobre uno de los tantos sofás y no notó la muda presencia de una pequeña a su lado que la observaba con ojos curiosos al tiempo que mordía una brizna de su oscura cabellera arreglada en sendas coletas.

Enternecida y recordando lo mucho que Sir Edmund deseaba tener una niña, se arrimó hacia la pequeña y pasó sus dedos entre su espesa y hermosa melena azaba-che. La niña sonrió y se sentó a su lado sin dejar de mirarla como si fuera un alucinante descubrimiento.

- Hola, pequeña –dijo Cydia con voz complaciente– ¿Cómo estás?

- Bien –respondió la niña secamente–. ¿Quién eres tú?

- Soy… Bueno, yo antes solía vivir aquí.- ¿Como las mucamas?- No, no, yo no trabajaba.- No entiendo.- Verás –Cydia se dispuso a explicar–

cuando yo tenía tu edad esta era mi casa, vivía con mis padres.

- ¡Como yo! –dijo la pequeña entusiasmada.

- ¿Vives aquí con tus padres?- Sí.- ¿Trabajan aquí? –preguntó extra-

ñada, pues no recordaba que las fami-lias de las empleadas pudieran vivir en las instalaciones.

- No. Papá trabaja fuera, en unas plan-taciones, y mamá no trabaja.

- ¿Cómo te llamas? –inquirió por fin, sospechando algo extraño.

- Cydia LeGrange –respondió la niña con una sonrisa en los labios, tan inocente y pura que espantó a la mujer a su lado.

Confundida, Cydia no atinó a respon-der nada, simplemente se puso de pie obser-vándola como a una aparición. La pequeña, sin entender lo que sucedía, se encogió de hombros, hizo una coqueta reverencia con su pequeñito vestido rosado y se alejó dando saltos por el vestíbulo canturreando alguna palabra misteriosa. Cydia la observó des-aparecer con la boca abierta y no salió de su pasmo hasta que sintió la fría mano de la muchacha que la había recibido sobre el hombro.

Con un gesto leve la muchacha le indi-có que la siguiera a través del pasillo prin-cipal hasta el comedor. A cada paso Cydia se percataba de que todo estaba exactamen-te como lo recordaba, como si ni siquiera el polvo se hubiese acumulado por más de dos días; también se percató en ese momento de que no recordaba a la muchacha que tenía en frente y a medida que atravesaban más y más puertas notó que ninguno de los rostros que cruzaban resonaba en sus recuerdos.

La empleada doméstica se detuvo jun-to a un armario del que extrajo un perfecta-mente planchado y limpio uniforme idéntico al que llevaba encima y con gesto parco se lo extendió a la recién llegada. Cydia, inca-paz de contener por más tiempo su resig-nado silencio, arrojó el uniforme al suelo y se plantó frente a la chiquilla en actitud demandante.

- ¡¿Qué significa esto!? –Gritó–. ¿Es acaso una mala broma de mis padres? ¿Eso quieren? ¿Qué me reduzca a una simple ayu-dante por la vida que elegí?

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- No sé de qué está hablando –respon-dió la chica sin alterarse–. Acabo de confir-mar con el señor LeGrange y él me ha dicho que esperaban a una nueva nodriza. Asumí que se trataba de usted.

- ¡Yo soy Cydia LeGrange! –Explotó la mujer–. ¡Soy la dueña y heredera de todo esto! ¡Yo soy…!

- Niña, –le respondió la chica con una sonrisa en los labios– todas aquí fuimos Cydia LeGrange. Ahora toma tu uniforme, vístete y atiende a tu nueva reina.

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01. Tres son multitud, Tahíche Rodríguez

02. Tan tarde, Giselle Aronson

03. Las cosas que no son Pumpido, Damián Cordones

04. Expulsar al agrimensor o cómo terminar una novela, Esmeralda Barreyro

Bestiario

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usto en el momento en que las dos cervezas aterrizan sobre la mesa coqueteo con la idea que saldrás del baño con una sonrisa dibujada nuevamente en el rostro. Recuperarás la compostura, te sentarás, encenderás un cigarrillo y repetirás, como si nunca antes lo hubieras hecho, eso de que es hora de dejarnos de tonterías y mie-dos adolescentes; que basta ya de estupide-

ces, somos adultos y no podemos continuar evitando el tema. Niños, querido, sí: hablo de formar una familia, de envejecer juntos, de comprometernos ya de una vez en este proyecto común. Pero yo ya estoy lejos, en otra ciudad, en otro barrio, en un otro café, sentado solo en otra mesa, frente a estas dos cervezas que, por error, el camarero ha dejado frente a mí.

J

BestiarioBestiarioTahíche Rodríguez

Tres son multitud

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urante todas las noches de su niñez, su padre le contaba un cuento antes del sue-ño. Las protagonistas eran siempre prince-sas, reinas y otras especies nobles. Historias encantadas que tenían como escenarios cas-tillos lujosos, frondosos jardines y ciudades incandescentes. Las damas eran conquista-das por señores distinguidos que, para ello, realizaban proezas arriesgadas y recom-pensaban a las que luego serían sus esposas con regalos, entrega y una vida colmada de satisfacciones.

La niña escuchaba arrobada cada frase y en sus sueños se repetían los relatos y ella era feliz, por duplicado.

Creció, atravesó los años, despidió a sus padres, cumplió con los mandatos que creyó heredados.

Y un día, luego de terminar con el tra-jín cotidiano –cuando el cansancio hacía su visita– apoyó la espalda en la silla de la cocina, se miró los pies marchitos; las manos agobiadas sobre la mesa simple y se pregun-tó si sería apropiado ahora, tan tarde, con-denar a su padre por no haberle contado una vida más auténtica, por haberla encandilado con reflejos que no predijeron nunca esos, sus días llenos de remiendos, hartazgo y soledades.

DTan tarde

BestiarioGiselle Aronson

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Las cosas que no son Pumpido

as visto esa cosa que se precipita desprendiendo humo, a veces veloz a veces parsimoniosamente? Esa cosa no es Pumpi-do. ¿Has visto esa otra que peripla en redor asustadizo, encaramado en la cornisa? ¿La has visto? Eso no es Pumpido. Esa cosa que se atosiga, cosa que se atosiga. ¿Has visto aquella cosa que pende abrazando el polvo de las hojas, las hojas del matorral, lo has visto? Pender del hilo. ¿Has visto esa cosa que va engullendo por las esquinas, esqui-vando los posos y las meditaciones? ¿Has visto esa cosa que refulge y devora rinco-nes, que traza circunferencias, que aniquila los ángulos y tras las esquinas? Esa obstina-ción, cosa que refulge. Eso no es Pumpido. ¿Has visto ese pico, ese sobresalto, esa obs-tinación que está sudando, gotear las per-secuciones? Eso que asoma, ¿has visto esa cosa que asoma, que parece la locomotora, el tren que llega, el reloj de la estación, que

parece una molécula infectada? Eso no es Pumpido.

¿Has visto esa cosa que parece obnu-bilada, dos ranuras como rendijas, cosas abiertas y cegadas que parecen ojos y una cosa automática que parece una boca, sumi-sa y resignada que persigue una estela que se precipita, lengua rendida, eufóricamen-te rendida, que se desplaza desprendiendo humo, parece humo, a veces veloz a veces parsimoniosamente, que parece que estalla, de vez en cuando parece que va, que va esta-llando abrazado al polvo y en las esquinas? Ese alacrán sudando, agazapado al pico de la cornisa, como roca de polvo que pende, y está llegando a la estación, mirando la hora, el reloj, atosigado desparoviendo los inte-rrogantes y eso que parece un labio, un ges-to caído, ¿has visto eso que está llegando? Eso no es la locomotora, eso, a lo mejor es Pumpido.

¿H

BestiarioDamián Cordones

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Pronto decidió expulsar al agrimensor. Ya algunos le habían hablado del carácter zafio del extranjero, de su grotesca manera de dormirse sobre cualquier mesa. Estaba ya cansado de estar ahí para servirle, como a tantos antes. Y aunque, en otras ocasiones,

su mano miedosa empleó un gesto indeci-so para tentativas similares –como cuando enterró para siempre entre la paja al artista del hambre– esta vez no. Cerró la boca y el libro y dio silenciosamente con el final.

Expulsar al agrimensor o cómo terminar una novela

BestiarioEsmeralda Barreyro

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Como estrategia para sobre-vivir a los embates de la disper-sión, tanto espacial como tempo-ral –cronotópica, que diríamos los pedantes-, hemos abierto dos nuevas secciones en

www.preferirianohacerlo.com:Prefer ir ía no haberme ido y Flujos y ref lujos .La primera de ellas es nuestro

cuerpo diplomático, embajado-res Bartelbynianos a lo largo y ancho del mundo, representan-tes encargados de hacernos llegar aquello que preferirían no hacer en distintos y distantes puntos del planeta. La segunda, Flujos y reflujos, es nuestro Ministerio de Asuntos Pendientes, confor-mado por textos recibidos fue-ra de plazo, de relación temática ambigua, artículos libres y diver-timentos varios.

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Interlunio01. Violeta Serrano García

02. Mareva Mayo

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Violeta Serrano García

IPrimer movimiento:

arcadas con sordina

Y hay momentos

en los que el vacío es,

precisamente,

aquello que desploma el puente sobre el abismo.

Porque tras la rosa pútrida entre las yemas de los dedos

no puede quedar ya resquicio alguno para la esperanza.

Y hay que caminar con las alas rotas

comerse las ganas de escupir en los espejos

cuando el reflejo no regala

sino violáceas razones de espinas amargas.

Interlunio

Cuatro movimientos para huir del fracaso

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IISegundo movimiento:

“para leer en forma interrogativa” o parafraseando a Cortázar.

A dónde quieres llegar tú,

inmunda inocencia,

sino a atravesarme las entrañas con tu verbo,

con tu insípido derroche de cardos esculpidos de algodón.

Hasta cuándo soportarás el vidrio,

la sombra acristalada de tu desgana

cuando la vuelta a la cama es ya tan sólo

una ocasión malsana de mesurar tus huesos,

un juego perdido ante la nada.

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IIITercer mov imiento :

Como un Gil de Biedma truculento

De poco s ir ve decir te que ya no puedes

que e l mundo ha tomado una métr ica insa lvable .

De poco s ir ve cuando sabes

que dar te la vuelta y volver a casa

será la excusa per fec ta

para no volver a soportar te .

Habrás de rebuscar en tu basura ,

-ya lo sabes- ,

en las pútr idas a lacenas de tu carne

encontrar a l l í los test imonios

de los l lantos contra esos hombres

que no fueron capaces de matar te .

Y recordarás entonces cuando estuviste sola

cuando a lrededor no crecía s ino la escarcha.

Acuérdate de cómo conseguiste

amasar hierro

s in fuego,

s in nada.

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IVCuar to mov imiento :

Cuando ni la poesía basta

Hemos caído en desgracia ,

pero no te consueles engañándote,

hace ya t iempo que aprendiste

que gemirle a un cuerpo

no era garant ía de nada.

Así pues , recoge lo que quede presentable ,

hazle un s it io en tu a lacena blanca

y vuelve,

i r remediablemente,

a asa ltar a la v ida por la espa lda .

Porque no hace fa lta que venga yo a contár telo :

-ya lo sabes- ,

tus manos rotas

s iguen s in ser excusa de nada.

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ortaba tu lágrima otra lágrima que dejaste caer en mi papel sin pensar cuánta sal ya me sobraba. Venía tal vez de esos lavados de estómago que te hicieron para sacarte la noche o de lo que perdiste en otro papel como este, lleno de sal que nadie pesó. Y va, escúchame, va, al mismo sitio siempre.

stá a mi lado. Le doy una palabra, mastica y defeca la palabra, yo pierdo la palabra en su proceso de evacuación, pero recojo la mierda y hago otra palabra y se la doy otra vez, pero él ya no la coge, porque está ocupado en su propia mierda.

scupo el germen del significado de este poema a una hoja, la hoja me escupe sin significado una mancha de tinta que era un poema antes de escribir la palabra poema. Y creer que el insomnio, era resistir. Y la sed, no recordar. Y la noche, las moscas, que escupen sus larvas en mi cuerpo, cuando escupir es el próximo segundo.

Mareva Mayo

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Interlunio

E

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Tubo de ensayo01. Palabra, cosa, artefacto, espíritu o rareza, Carlos Skliar

02. Boceto para un futuro manifiesto anti-trofoláctico, Anaïs Egea y Jorge León

03. Una vindicación de la descarga, Ksandr Castelo

04. Meditaciones de una víctima del siroco, Antonio Marco Greco

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Carlos Skliar Tubo de ensayo

alabra, cosa, artefacto, espíritu o rareza que Jacques Derrida define como el demonio del cora-zón (Jacques Derrida, Che cos’è la poesia? Poesia. I, 11, November 1988. ) y que se parece a un ovi-llo que rápidamente se transforma en erizo y que otra vez vuelve a su posición ovillada. ‘Poema’ no sólo designa un texto diferente de otros tex-tos, sino una disposición distinta de la memoria, la perplejidad, la experiencia y el deseo. A veces es el único testimonio de algo que, quizá, ocu-rrió. Otras veces inaugura lo inaudito, fiel lade-ro de aquello que nunca ocurrirá. Hecho con las palabras que proceden de la misma lengua del poeta, su pronunciación se desliza desde un cuerpo hacia otro cuerpo, de un recuerdo a otro. Se advierte, a menudo, una falsa pronunciación, una voz metálicamente afinada. Pero prescindir del poema es prescindir de la existencia huma-na: podrá hablarse en sentido riguroso de una

existencia poética, si por existencia entendemos aquello que abre brecha en la vida y la desgarra, por momentos, poniéndonos fuera de nosotros mismos. (Philippe Lacoue-Labarthe. La poesía como experiencia. Madrid: Arena Libros, 2006, pág. 30)

Un poema comienza en cualquier parte y acaba en cualquier lugar. Por ejemplo, puede comenzar en la palabra “Irse” ( Todos los textos entrecomillados fueron extraídos del libro de poemas Hilos de Chantal Maillard. Barcelona: Tusquets, 2005.) y acabar, enseguida, con “la página anterior”. O iniciarse en “Vivir acuclilla-da” y concluir con “los rayos de sol no regeneran a los muertos”. Inclusive nace y muere a indepen-dencia de la hora del día. Está hecho de cualquier palabra y con cualquier forma. Asume cualquier movimiento gramatical, permite varios dibujos posibles, es permeable a la invención, a perforar

Palabra, cosa, artefacto, espíritu o rareza

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el límite anticipado de la creación. No tiene tema preciso, su materia es, quizá, una vasta y deseada imprecisión del tema. No hay extensión indicada para el poema, ni hacia los lados ni hacia aba-jo, en su descenso hacia lo último posible de ser escrito, de ser dicho. Hay una escritura hecha con la voz: por ejemplo “Dime lo que he de hacer”. Se escribe y se lee con el silencio o con la tonalidad o con una inusitada gestualidad. Se completa en esa extraña reunión entre dos ausencias y dos presencias: el poema y el lector. Se hace el poe-ma entre lector y poeta. Conlleva padecimiento, peligro, riesgo. Toca el umbral de lo imposible. El poema, al ser traducido, se duplica en otro poe-ma. Pero no se deja multiplicar al infinito. No se deja travestir por otro poema. Hay pájaros y hay cables de alta tensión. Hay manos y hay bordes. Hay agua envenenada y hojas de otoño que no están en los árboles y que aún no tocaron con su perfil la suave mañana de su suelo. El poema tiene hambre, olvido, nubarrones, párpado, pier-na, aliento, tiene todo y tiene nada. “Está bajo la sangre que tapiza la superficie de mi mente”, con “las rodillas pegadas al mentón”, “de pie para no enredarse con la sombra”. El poema tiene desti-natarios ocultos y, menos ellos (que si lo saben preferirían no haberlo sabido jamás) todos ellos creen ser los destinatarios del poema. Hay un poema o varios poemas para cada uno de noso-tros. No era nuestro y, de pronto, se ha hecho casi de todos. La escritura del poema sugiere una conversación, no cualquier conversación, una conversación que quizá no quiere decirle nada a nadie y hace sucumbir a todos los que leen: “Querer sobrevivir ha de ser la costumbre”. El poema puede invitar a una acción; a hacerla y a deshacerla: “Decidir irse. O mejor, quedarse. Porque es demasiado largo, decidir”. El poema es una pregunta curvada hacia dentro y hacia fue-

ra, no es una pregunta de uno hacia otro, ni una pregunta que viene del otro hacia uno; es una pregunta que permanece como eco, eco obstina-do y repetido. El poema pregunta y se pregun-ta. Y se niega a la respuesta, a la conclusión de las “cosas impacientes”, de ése: “Hay demasia-do Aún para perderse del todo”. La música del poema lleva voz ronca, voz difusa, una voz que dice y se arrepiente, una voz que dice y arrolla o arrulla. El poema es el doble testimonio de un silencio interrumpido por la escritura y la lectu-ra del poema. El poema se envuelve en silencio, porque tiene la propiedad de la interrupción, de lo imprevisible, de lo inesperado. Es el silencio de la adivinación, de la pronunciación tartamu-da, balbuceante, babélica. El poema es el secreto silencioso que no sabías: El secreto es una cosa que no sabías. El verso: un secreto que acaba de explicitarse. No es un hecho que no conocías, no es un momento. Es una cosa concreta, una cosa que existe, como una piedra. Una cosa que no sabías que existía, al final existe en el mundo, está aquí. Éste es el mapa de su ubicación, éste es el verso. El secreto es una piedra que no sabías. (Gonçalo Tavares. Breves notas sobre las conexiones. Bue-nos Aires: Letrasnómadas, 2009, pág. 52)

Silencio del poema que no está sino en una soledad suprema, no superior, suprema. Soledad necesaria para que algo, alguien, diga que se ha hecho del sí mismo, o de cualquiera; porque uno es cualquiera en el poema; es uno, sí, porque el yo obliga a ser formulado y borrado, apagado, quitado del medio; es otro, también, porque se trata de quien no está, de quien no estuvo, de quien se quisiera que esté, pero no ahora, sino antes o después, es decir, durante: ¿Corté el hilo o simplemente lo solté? / ¡Se sueltan tantas cosas! / Y ¡hace tanto tiempo! El aire se entumeció. / ¿O fue la mano? Quedó en suspenso, creo, suspendida.

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/ No sé si lo recuerdo. ¡Inventamos tantas cosas!. Se le habla a él, a ella, tienen nombre, aunque se hayan olvidado, aunque quizá se hayan ido, aun-que dejen de poder ser pronunciados por otros medios a no ser el poema. El poema es el único medio de decir el nombre de a quien ya se ha olvidado. Se le dice a él, a ella, con las palabras que resultan de mirarse en un espejo vacío, en un espejo no apenas roto sino además desierto. Se le dice a él, a ella, porque es necesario “lo indispen-sable acompañando”. El poema se retuerce por-que le es imprescindible la escritura. El poema se escribe con la escritura que se está escribiendo. La escritura del poema es una abstracción y una concreción, pero quién sabe cuál es cual, dón-de está dicho que: “no hay mente, sólo imágenes o temas que se ofrecen para serlo”; quién puede así responder al “Cuéntame una historia que no tenga final”. El final está allí, en el “cuéntame”. El principio también lo está. Por eso no hay calma en el poema, ni siquiera en su penúltima versión, no hay satisfacción, no hay mérito, no hay, otra vez, nunca, la calma en el poema: “Pero no acon-teció. La calma, digo. No aconteció la calma”.

Gianpaolo Rende; The trofolactic Lovers.

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na terrible paradoja ha colmado las calles del espacio literario en la era de la información: los libros han matado a la lite-ratura. Los libros continúan matando aún a la literatura. Los libros van a seguir matando desde ahora y por siempre eternamente a la literatura, y esta, hasta que los libros despa-rezcan, ya nunca más renacerá. ¡Ni siquie-ra convertida en zombi resurgirá! Porque, reconozcámoslo de una vez, ni los e-books, ni los i-pads, ni los pdf, podrán jamás herir siquiera superficialmente a la literatura tan-to como los libros producidos en masa por el gran apéndice del Capital que son las edi-toriales. Y en este nivel ni siquiera importa que se trate de Anagrama, Alfaguara, Anaya, Cactus, Cátedra, Destino, Gredos, Minotau-ro, Siruela, Edhasa, Espasa, Seix-Barral, o la jodida Esquirla Editorial. Porque en este

nuevo ámbito en el que nos movemos, la palabra adecuada no es “cultura”, ni siquie-ra “comercio” o “negocio” y, desde luego, como jamás en la historia lo ha sido, tam-poco “libertad”. Porque esto siempre ha sido así: el literato siempre es el menos libre de los hombres, cuando no un proxeneta de su estado sentimental. Porque la palabra ade-cuada para este nuevo ámbito es “estructu-ra” o “estructural”. “Estructura económica”, concretamente. Una estructura que promue-ve que los libros proliferen y proliferen sin más, multiplicándose, llenando estantes de librerías como una plaga, copando el espa-cio hasta terminar con el oxígeno que los mismos autores necesitarían para respirar. Y vosotros os preguntaréis, espero, ¿pero por qué decís eso?, ¿cómo es posible que los libros hayan matado a la literatura? Y

Anaïs Egea y Jorge León

Boceto para un futuro manifiesto anti-trofoláctico

U

Tubo de ensayo

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entonces nosotros respondemos, ¿que cómo es posible? Por acumulación. Por stock. Por mal de archivo. Por catalogación. Pero, sobre todo, porque hoy en día un libro ya no es lo que su contenido indica. Nada tienen que ver ya ni las palabras ni el lenguaje con la producción editorial. Porque un libro, aho-ra, es mercancía. Mero fetiche ya ni siquiera necesariamente físico, material. Porque hoy en día y al igual que siempre desde que las editoriales existen, nada importa el conteni-do de un libro en el destino literario de una sociedad. Ninguna función cumple en ella. Y tampoco importa qué supuesta catarsis o visión profana pueda causar en su lector, si es que aún existe en tanto que lector, esto es, no mero reproductor oral de la versión escrita. Porque seamos claros: el lector nada influye en el sistema de producción editorial sino que, simplemente, recibe, como en la trofalaxis de las hormigas, una transmisión de información unidireccional que no puede categorizarse ni ahora ni nunca en tanto que “com-unicación”. Las editoriales producen y los lectores leen. Pero una cosa debe ser dicha desde el principio: que nadie vaya a creerse ahora que si no le publican es porque no gusta lo que ha escrito o que es por cau-sas ideológicas o porque hay mucho sexo o violencia. Existen editoriales para todo y el contenido no le importa en absoluto al sis-tema editorial en su conjunto. Si tu temática no encaja en Cátedra encajará en La sonrisa vertical o en El viejo topo. ¿Por qué no te publican entonces? Pues porque tu padre no tiene contactos como Jesús Polanco ni dine-ro como los contactos de Jesús Polanco. Pero no vayamos tan rápido. Lo que queremos hacer es incidir en la indiferencia del conte-

nido para el sistema editorial, es decir, en la indiferencia que para las propias editoriales tiene aquello que transmiten, la información que venden: el proceso de trofolaxis.

En El autor como productor (1934), Wal-ter Benjamin se preguntaba por la posición que una obra mantiene dentro de las relacio-nes de producción. Quería analizar cuál era el rol explícito de una obra artística o inte-lectual dentro del sistema de producción, entendiendo por tal toda la estructura glo-bal e interdisciplinar establecida dentro de un sistema económico-productivo concre-to. Desde este punto de vista, como críticos literarios o artísticos, no debemos prestar atención al contenido, la retórica, el estilo lingüístico, técnica o destreza del autor, cau-sas psicoanalíticas y/o filosóficas que trans-cienden sus intenciones, su biografía, etc., sino que deberíamos salir de “el interior” del binomio obra-autor y establecer un binomio alternativo obra-relaciones de producción literarias, que vaya más allá del ambiguo y estrecho concepto de “contexto” socioeco-nómico o político económico en el que vivió o que influyó decisivamente en el autor. Por-que la primera forma de aproximación es, en el fondo, narcisista y ególatra. Si anali-zamos la influencia de la situación político-económica sobre la literatura es porque los autores la identifican consigo mismos debi-do a su ignorancia y soberbia, y por lo tan-to deberíamos escuchar el llamamiento de Benjamin (cuyo libro, por cierto, puede des-cargarse gratuitamente en versión pdf en el primer enlace ofrecido por Google al intro-ducir el título), porque los análisis centrados alrededor de la figura del autor-contenido o incluso los que se centran exclusivamente en

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el contenido (Barthes, la Nouvelle Critique, o la revista Tel Quel), y a los que a partir de ahora nos referiremos en conjunto como análisis “interiores” o “de contenido”, son muy bonitos e interesantes, pero en el fondo están condenados a la ineficacia y la indi-ferencia debido a la nivelación de todos los valores que produce la simple acumulación masiva de mercancía en las sociedades capi-talistas modernas: referencia al Nervenleben de La filosofía del dinero de Simmel.

Concretamente, y ya dentro del ámbi-to literario de forma exclusiva, diremos que, con independencia de lo que cualquier tex-to trate, ya sea trofolaxis, cáncer, o incluso análisis marxista de las relaciones de pro-ducción literarias, el efecto real y único que de verdad provoca con eficacia inmediata en la sociedad es la reproducción del ciclo de capital. Y lo mismo da si el texto es des-cargado de forma ilegal y “gratuita” des-de una página anarquista on line que paga igual que todas las demás su alquiler de hos-ting y su compra de dominio. En el primer caso se compra un libro en una librería que paga a un grupo editorial. En el segundo se descarga un pdf desde un dispositivo digi-tal con conexión a Internet de forma que lo que ahora reproduce el ciclo y movimiento del capital es el pago por el dispositivo a la empresa fabricante de hardware (concedien-do que si el usuario es coherente con su pos-tura de contenido antisistema habrá piratea-do el software) y el de la conexión a Internet a las empresas de telecomunicaciones.

Aún así, y siendo desde luego conscien-tes del único efecto eficiente e inmediato que este pequeño texto va a tener (que el capital continúe moviéndose), es nuestra intención

mostrar, de forma abstracta primero y prác-tica después, cuál es el mecanismo concreto en el que colabora una obra literaria desde un punto de vista objetivo, estructural, o “exterior”. Es decir, que con independen-cia de qué bellos sentimientos y onanísticos placeres genere en la subjetividad del lec-tor (donde únicamente nacen y únicamente mueren sin salir jamás o tener su efecto en el mundo exterior), nosotros queremos esbo-zar cuál es el efecto o la incidencia “real” y “material” de una obra literaria en nuestro mundo.

Y para ello, lo primero es poner la “ideología” en el concreto sector que le com-pete: en el de contenido. Ya no importa qué editorial o medio de comunicación concre-to pertenezca a qué ideología, porque esto es lo que principalmente venden los gran-des grupos editoriales: ideología. Y lo mis-mo da si La Sexta afirma defender el men-chevismo del PSOE o si Antena 3 se decanta por la derecha ultraconservadora del PP, pues ambas cadenas televisivas pertenecen al mismo grupo financiero: son una unidad. Ambas alteran los hechos con un objetivo común: vender, reproducir el movimiento del capital poniendo en los oídos del televi-dente aquello que quiere escuchar. Transfie-ren de boca en boca sustancias de reconoci-miento ideológico al modo de la trofolaxis de las hormigas. Y si esto pasa con La Sexta y Antena 3, idéntico resultado se obtiene en el mundo editorial. Y si a Ignacio Echeva-rría le despidieron por hacer una mala crí-tica de un libro de Alfaguara no fue por lo que dijo en sí, sino por haberse equivocado de ruta trofoláctica, enviando las feromonas de otro hormiguero. Ahora bien, todos son

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hormigas. Respecto al ciclo de reproducción del

capital literario diremos que las editoriales, es decir, las empresas que poseen la propie-dad de los medios de producción editorial, en este país, tienen dos fuentes de ingresos básicos: las ventas y las subvenciones. Las ventas crean el circuito trofoláctico básico a la par que colaboran y amplían el circuito de reproducción general del capital, ¿por qué existen las subvenciones, entonces?, ¿por ideología tal vez? ¡No! La ideología perte-nece exclusivamente al ámbito del conteni-do y a ningún Estado de Bienestar moder-no le importa lo más mínimo el contenido, sino únicamente su condición económica de Bienestar. Las subvenciones existen precisa-mente para que el sistema de reproducción de capital propio del sistema editorial español y todos los empleos añadidos que conlleva, no se destruyan. Nos explicaremos: las editoria-les quieren publicar lo que sea. El problema es que debido al actual modo de financia-ción capitalista basada en el endeudamien-to presupuestario, las editoriales tienen que publicar cualquier cosa que venda para así pagar los intereses de sus deudas. Por esto, el procedimiento concreto termina siendo el siguiente: 1) Las editoriales venden un libro a las librerías y obtienen ingresos, 2) El libro no se vende y las librerías lo devuelven a las editoriales, 3) Para no ir a la quiebra, las edi-toriales publican un nuevo libro que venden a las librerías, 4) El proceso de producción y acumulación de stock se reproduce eter-namente pero cada vez con menos ventas, es decir, con menos ingresos, 5) Las editoriales solicitan subvenciones estatales, 6) Los Esta-dos, simplemente para mantener el actual

nivel de beneficios de las principales edito-riales privadas, les subvencionan para que no publiquen los artículos de periodismo de investigación sobre la malversación de fon-dos públicos, 7) Los Estados, para ocultar la situación, se autopublicitan como fomenta-dores de la cultura, del contenido, cuando en realidad, este nada importa. Obtenemos, de esta manera, ahora dentro del ámbito editorial, las conclusiones ya obtenidas por Louis Althusser sobre el Estado como obje-to primario de mantenimiento de un status quo completamente económico y corrup-to sin que medie en las causas de todo ello ideología o contenido alguno. La ideología nada tiene que ver ya con la situación de clase del lector sino, exclusivamente, con la del propietario de los medios de producción. Es conclusión inevitable, pues, la siguiente: dentro del sistema productivo y económico literario actual, toda cultura, todo contenido cultural, es ideología burguesa al servicio de la reproducción del capital y la redistribu-ción de la riqueza pública en manos privadas mediante subvenciones estatales, esta publi-cación incluida.

Como reverso de la financiación públi-ca, los beneficios obtenidos permanecen privados. Aunque varía, el esquema básico de reparto de dichos beneficios es el siguien-te: el 10% para el escritor, el 30% para la editorial, otro 30% para la distribuidora, y finalmente, el último 30% restante para la librería. De esta manera, si por ejemplo un grupo editorial fuerte como Planeta, une a los beneficios producidos por su editorial los obtenidos por la Casa del Libro (también de su propiedad) y de su distribuidora Logista-Planeta, consigue así el 90% de los benefi-

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cios totales de ventas más las subvenciones estatales públicas, si las hubiere. Además, dicha unificación y monopolio del proce-so edición-distribución-venta se está agu-dizando en el caso de las nuevas ediciones on-line. En estas, todo el antiguo trabajo de las distribuidoras en cuanto a proyección del libro, publicidad, y comerciales en plantilla es reducido a la creación de un catálogo en la página web de la editorial y a su posicio-namiento en Google. Es decir, que mientras los costes del ciclo de producción editorial en su conjunto se reducen enormemente, los porcentajes de beneficios derivados de su venta no varían, por no mencionar la míni-ma reducción que se observa en el precio de venta on-line, y que en ningún caso es pro-porcional a la reducción de costes y de plan-tilla. Así, la paradoja final es que las subven-ciones públicas en nombre de la cultura y el contenido ni siquiera sirven para mantener los puestos de trabajo existentes, sino exclu-sivamente para incrementar el beneficio de las editoriales.

Pero que nadie se asuste. En el fondo nada de esto importa porque lo que aquí hemos escrito no es más que contenido; pura evanescencia teórica e ineficaz. Deleite para intelectuales en el mejor de los casos, aburrimiento e indiferencia en el peor. Aún así, en ambos, contribución al ciclo del capi-tal editorial de las revistas de literatura en general, y de la que publique esto en par-ticular, que por cierto, como excusa de ser una revista independiente y alternativa que no publica a las celebridades consagradas del star system literario, se queda también con el 10% del autor. Cosa que no nos importa porque somos todos escritores, intelectuales

y literatos que aún creen en la importancia del contenido literario. De su belleza, de su ética y de la eterna llamada siempre estéril a la acción. Vacua creencia en que lo impor-tante es la comunicación de información o la transmisión de la introspección interior. Así pues, quien tenga algo que decir en contra del sistema literario desarrollado en el capi-talismo, que no lo escriba, que no lo envíe y que no lo publique, pues el colaboracionis-mo es obligado. Y por eso, una vez más, lo escrito aquí nada importa. ¿Ética del absur-do, pues? En absoluto. Narcisismo, vanidad y deseo de ser publicado. Vanagloria del autor encerrado en sus sueños de fama y en la insí-pida creencia de que lo que quiere transmitir a los demás servirá para algo. Creencia en la trofalaxis, entonces: verdadera ideología neocapitalista en la era de la información. Así pues, que nos publiquen a todos. ¡Que mil cen revistas sean creadas cada día!

¡Que todo el mundo compre y que todo el mundo lea! ¡Que este pequeño manifiesto sea publicado, porque nada importa lo que en él se diga! El ciclo continuará hasta que un cambio político, preferiblemente violen-to, modifique el sistema de producción gene-ral del que el sistema de producción literario depende. Y es igual que aquí se diga lo que ya se ha dicho o que por el contrario citemos al que ya se dio cuenta hace un siglo de ello. “Y todos somos idiotas y muy sospechosos de una nueva forma de inteligencia y de nue-va lógica a la manera de nosotros mismos que no es Dadá de manera alguna y ustedes se dejan llevar por el Aaismo y todos uste-des son idiotas. He aquí el gran secreto: El pensa-miento se hace en la boca. Yo le contesté: TIENES

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RAZÓN idiota/príncipe PORQUE YO ESTOY CONVENCIDO DE LO contrario/tártaro natu-ralmente titubeamos NO TENEMOS razón. Me llamo/ganas de comprender LO OTRO”. Y nada místico ni intelectual hay en todo esto y ya nadie se comunica y todos recibimos trofolaxis al leer. La única diferencia es que, debido a la calidad de las publicaciones habituales, nuestra trofalaxis no es como la de las hormigas sino más bien como la de las termitas. Es decir, que ya no se transmite de boca a boca, sino de ano a boca. Y claro, por eso todo esto apesta. Y por esto, obligados a vivir en un mundo donde el onanismo mercadotécnico y la trofalaxis editorial producen, aparte de la eterna

reproducción del capital, la acondroplasia litera-ria, en realidad, este escrito no es sino el vómito de aquel que, habiendo sido obligado a comer tanta mierda, no le queda ya más consuelo que el con-vencimiento de que su única posibilidad de decir algo es hablando por el culo. Así sea. Hablemos de contenido pues. Y en forma sistemática además:

Para ver más click aquí.

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Tubo de ensayo

Una vindicación de la descarga“Yo afirmo que la Biblioteca es interminable”

J.L. Borges

on historias bastante conocidas, pero sirven para ilustrar qué tipo de lógica mer-cantil impera detrás de la actual estructura de la industria cultural. En el año 2002 el grupo Planets publica un disco en el que incluye una canción titulada One minut of silence, un cor-te de un minuto de silencio, una especie de homenaje a John Cage, que en 1952 publicó 4'33'', una composición musical ausente de sonidos. Obviando que el batería de Planets hubiera puesto Batt/Cage como autores del tema, o las motivaciones estético-filosóficas que llevaron a Cage a componer un pentagra-ma en blanco, los herederos de los derechos de la obra de Cage interpusieron una deman-da a Planets por plagio. Aquel corte era una

sucesión idéntica de notas inexistentes. Batt declaró que su versión era mucho mejor que la de Cage, porque conseguía decir lo mismo en bastante menos tiempo, pero la ley no estaba de su parte y finalmente el grupo llegó a un acuerdo y pagó una cantidad de seis cifras no revelada. Ya nada importaba, el silencio gra-bado tiene dueño y la propiedad es la diosa verdadera, la única que sigue existiendo des-pués de la muerte. Más allá de la propiedad está la nada, el apocalipsis, la desaparición de la civilización, de la cultura. Por lo tanto, cada vez que alguien grabe la nada estará plagian-do a Cage, robándole, pero si paga religiosa-mente entonces Cage tendrá el homenaje que sus herederos merecen. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con la canción Happy Birthday to you, propiedad de Time Warner Corp. hasta como mínimo el año 2030. Se estima que cada año

Ksandr Castelo

S

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esta empresa gana unos 2 millones de dólares en royalties generados por el uso por parte de terceros de esta canción. Sólo el ámbito más puramente doméstico está, de momento, a sal-vo. Porque no hace falta que la canción se cante en una película, o en una obra de teatro, o en un programa de radio: si en un local público se reproduce esta canción y dicho local no tiene ningún arreglo o contrato con alguna sociedad de gestión de derechos de autor, el dueño del local está incurriendo en un delito.

Parecen grados extremos de una lega-lidad hecha para el bien común, pero resulta que la SGAE, una entidad privada, reclamó casi doce mil euros al ayuntamiento de Fuen-te Obejuna por la representación popular de Fuenteovejuna, de Lope de Vega que cada dos años ponen en escena los habitantes de esa localidad. Resulta que el préstamo de música, libros o películas actualmente está perseguido. Resulta que a la hora de legislar, el poder polí-tico, antes de intentar entender qué clase de fenómenos participan en el proceso de cam-bio que está descomponiendo ciertos sectores del mercado, ponen casi todos los medios a su alcance para defender el actual estatus econó-mico de un determinado modelo mercantil. Porque de economía estamos hablando, por-que no es la cultura lo que verdaderamente importa aquí, sino la industria, y aunque se intenten asimilar los destinos de ambas, no vemos que en la última década la situación cul-tural haya entrado en una violenta, por repen-tina, decadencia. Y estaremos de acuerdo en que un diagnóstico sobre la situación del arte contemporáneo deberá analizar otros factores más allá de los albaranes para determinar si la situación es, o no, decadente.

Pero ese no es el verdadero debate. Los

mismos que hoy se lamentan de la situación de la cultura saltarían de alegría si desaparecie-ran los cambios tecnológicos que han impues-to un nuevo modelo. Para los defensores del estatus la situación del arte del final de mile-nio variaría de agónica a triunfal con que todo lo que circula por la red pagara un arancel cada vez que cambia de manos. Afortunada-mente, hoy la circulación de ideas y de obras, la comunicación entre individuos alejados unos de otros pero con proyectos en común, la creación colectiva, en muchos casos altruista, ha permitido la generación de redes paralelas por donde se mejora enormemente la comu-nicación interindividual, la difusión cultural; redes desde donde se combate un modelo de negocio que legitima la acumulación de capi-tal sin ningún tipo de restricción, al mismo tiempo que se recuperan creaciones que sin esos nuevos canales de distribución seguirían descatalogadas por razones puramente mer-cantiles. Nuevos canales que, por otra parte, están acabando con el centralismo económi-co que hacía de las metrópolis el único punto importante de distribución, permitiendo que los habitantes periféricos puedan acceder a contenido que antes les estaba vedado en cier-to modo. Además, iniciativas como Copyleft o Creative Commons defienden los derechos intelectuales desde perspectivas diferentes a las predominantes hasta ahora y demuestran que no sólo de saqueadores irredentos vive la red. Un autor debe tener la oportunidad (nun-ca tuvo el derecho) de poder vivir de su obra, debe tener el derecho a que se reconozca su autoría cuando alguien utilice su trabajo. No defiendo lo contrario cuando me descargo una película, ni cuando la pongo a disposición de todo aquel que quiera verla. Tampoco pienso

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que esté traicionando mis principios cuando compro un libro, pero no debería supeditarse el acceso a la cultura a factores de orden eco-nómico. ¿Acaso el modelo vigente hasta aho-ra es justo? ¿solamente la opción empresarial es la legítima? Se comercializa (con) la cultu-ra y se han aceptado todas las normas econó-micas que imponía un determinado modelo de explotación y de gestión de los derechos, pero valdría la pena poner en perspectiva la situación contemporánea del creador, interro-garnos sobre su papel en la sociedad y ver si esa posición de asalariado que han acabado asumiendo tantos es la única posible, o si es una posición inmejorable, porque a veces da la sensación de que las estructuras que están siendo abandonadas en parte no contenían ninguna clase de injusticia para con el creador, el trabajador o el público. Parece que buscaban el arte por el arte, pero a la hora de la verdad, todo el análisis de lo que está sucediendo lo hacen desde los dividendos.

Durante años en la industria cultural se han cometido todo tipo de abusos económicos y laborales, por asfixia se han cerrado puer-tas de proyectos minoritarios, se han impuesto estándares, legalidades y algunas plataformas han acumulado bastante poder (económico, político) asumiendo la producción y distribu-ción de cualquier tipo de contenido cultural, además de emisoras de radio o canales de tele-visión, poniendo casi siempre precios arbitra-riamente altos a esos productos, a la vez que utilizan sus canales audiovisuales para opo-nerse a quienes desafían el modelo actual. Y pienso en grupos empresariales como Planeta, como PRISA (que agrupa en una misma empre-sa a Alfaguara, el periódico El País y las emi-soras Cadena Ser o Los 40 Principales, entre

otros) o como el grupo Bertelsmann AG, una multinacional que agrupa a un sinfín de edi-toriales y que en 2004 presentó unos ingresos de 17 mil millones de euros. Pocas veces se ha escuchado (en ocasiones porque casualmente el mensaje no se ha difundido) a los creadores disentir de ese tipo de prácticas o renegar de los precios que alcanzaban sus obras en el mer-cado. Y cuidado, porque a Alaska se le ocurrió decir una vez afirmar “no entender ni soportar el discurso policial de la SGAE” sobre la pira-tería, o “no es de recibo cobrar 21 euros por un disco si cuesta 3... de los que el artista cobra 50 céntimos” y ANEDI (una de las principales agrupaciones de tiendas musicales del estado) decidió retirar sus discos de las tiendas. Sólo fue durante unas horas, pero la campaña del miedo seguía adelante. ¿Sería muy descabella-do llamar a eso censura?.

La revolución de las telecomunicacio-nes, del transporte y de la producción indus-trial del siglo pasado produjo una estructu-ra puramente capitalista en la que se fijaron una serie de reglas de mercado que afectaron e incluso alteraron la producción artística, desde la manera de entender el arte, hasta las características esenciales de lo artístico. Esas normas todavía hoy siguen vigentes. Uno de los elementos centrales de esa estructura son los massmedia, capitales en el asentamiento del cine y de la música como principales disci-plinas artísticas actuales, aptas ambas para su realización en televisión, el animal totémico del siglo XX, desbancando a la literatura como principal vía de comunicación de ideas, aun-que ésta no se haya quedado atrás y en el siglo pasado también experimentara las mieles de lo que Hobsbawn llamó 'la edad de oro' y que no es sino el despegue capitalista del “primer”

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mundo. Durante este proceso se produjeron cambios socio-económicos profundos. Obvia-mente el mundo cultural no fue impermeable a esos cambios. Durante ese proceso se forma-ron tanto las estructuras como los conceptos tal y como nosotros los conocemos y discuti-mos hoy.

La estructura creada por las pujantes plataformas audiovisuales (discográficas filia-les de grandes marcas tecnológicas, estudios de cine, editoriales con capacidad de distri-buir en decenas de países) junto con el modelo económico clientelista que estas impusieron a partir de la segunda mitad del siglo XX ha entrado en crisis y toda la ofensiva legal que actualmente cuenta con el apoyo del poder político, deudor de intereses particulares con el capital en sus mil y una formas, está destina-da a impedir la regeneración del circuito cul-tural que viene teniendo lugar desde hace más de una década, con la aparición de internet como el nuevo medio de distribución de casi cualquier tipo de contenido, que trae consigo nuevas reglas más acordes con las demandas de la población para acceder a lo que a falta de otro nombre llamaremos cultura. Los defenso-res del estatus, los que hasta ahora tenían el poder de establecer el precio y el catálogo (y lo que es peor, muchos de los mismos creadores, convidados de piedra en las reuniones donde se establecían porcentajes del pastel, así como derechos y deberes) han preferido obviar las increíbles posibilidades comunicativas que se abrían con el desarrollo de la red y se han centrado desde el principio en criminalizar el cambio de paradigma, asociando la libre cir-culación de datos posible en este nuevo medio con la del robo de propiedad, la piratería, el saqueo, asignando a los beneficiarios de las

nuevas ventajas del mundo digital el perfil de un dictador, cuando lo que este intercambio de datos ha sacado a relucir ha sido la nece-sidad de la gente de tener acceso a contenido cultural, la increíble demanda que por moti-vos económicos, o estéticos, o políticos, o de redes de distribución precarias en cuanto el público de ese producto era considerado minoritario, quedaba insatisfecha. Internet y las plataformas de intercambio de ideas, de proyectos, de archivos han puesto en marcha la biblioteca global, donde casi tantos conteni-dos como se venden, se prestan y por lo tanto ha participado de manera activa en catalizar una denuncia del abuso económico que has-ta ahora gran parte de la industria cultural ha acometido contra el público, los creado-res y los trabajadores de dicha industria, por-que no nos engañemos, las empresas nunca se han caracterizado por una distribución de beneficios igualitaria, así que todos esos que ahora claman al cielo, desde ejecutivos hasta políticos, desde actores multimillonarios a los que les gusta pasar por pobres, hasta presun-tos cantantes afincados en Miami, todos ellos deberían preguntarse a quién están defendien-do, qué parte de los beneficios que generaban sus obras volvía a ellos, quién se lucraba y de qué manera, cuánta culpa tienen de no haber presionado a sus jefes, o de haber cambiado de compañía en busca de un trato más equitati-vo, y no asumiendo el mercadeo capitalista de la cultura, desinteresándose de todo lo que no fueran beneficios, llegando algunos cantantes a manifestarse a finales de 2009 junto a los pre-sidentes de las discográficas para reclamar una ley antipiratería, donde Carlos López, el presi-dente de Sony Music España, dijo que los que delinquían en la red, ya fueran pederastas o

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gente que se bajaba discos debían de tener pro-hibido el acceso a internet. ¿Se han manifes-tado alguna vez los cantantes delante de Sony para protestar por las condiciones laborales de quienes hacen posible que millones de sus dis-cos aparezcan en todos los supermercados del planeta? ¿lo han hecho alguna vez para denun-ciar el desfase entre el coste de fabricación de un disco o de un libro y su precio final?). Cla-ro que nadie obliga a nadie a comprar. Bueno, pues parece que sí.

No es de extrañar, en una sociedad audiovisual como la que se ha construido, que estas dos secciones de la industria (el cine y la música) hayan sido las primeras en com-probar el calado de los nuevos tiempos que se avecinan. La rama editorial, con un modelo de negocio más asentado y con una revolución tecnológica como la que supuso la comer-cialización y fabricación en serie de discos y películas, en este caso la de la aparición de la imprenta, alejada siglos atrás en el tiempo, ha sido capaz de resistir con mejor fortuna el cambio de modelo. El objeto-libro tiene más peso que el que tenía el vinilo o, no digamos, la cinta de vídeo. Las ramas musical y cine-matográfica de la industria cultural han surgi-do junto con la revolución que dio forma a la sociedad tal y como los de menos de 50 años la conocemos. Sus soportes han ido sustituyén-dose unos a otros como promesas de futuros soportes que aún habían de venir, como entre-meses que debíamos poseer esperando la lle-gada del siguiente plato. Hay algunas excep-ciones y el vinilo, por ejemplo, además de no haber desaparecido nunca, está viviendo una tercera juventud, pero que alguien intente encontrar el último trabajo de Tom Waits en

cassette... La revolución informática, la digita-lización y la aparición de discos duros capaces de contener todos los volúmenes de la Biblio-teca de Babel en la palma de la mano, ha barri-do del mapa los soportes físicos e incluso hoy es posible acceder a todos tus archivos des-de cualquier conexión a internet del mundo. Todo eso ha sido demasiado para los fabrican-tes de hielo: la mayor parte de la industria no ha querido entender nada y se ha contentado con intentar parecerse a Aaron Rosenblum, el personaje de un libro de Wilcock que en 1940 escribe Back to hapiness or On the hell, donde expresa su deseo de devolver el mundo a 1580, etapa verdaderamente feliz en la historia de la humanidad, aunque para ello hubiera que “abolir el carbón, las máquinas, (…) los perió-dicos, los Estados Unidos, los aviones, el voto, el gas...” y reinstaurar “la horca para los deudo-res, (…) la costumbre de comer con sombrero y con cuchillo; el uso de la espada, del espadín y del puñal; la caza con arco; el bandidaje en los bosques...” y que murió de un bombazo en la playa mientras recogía “almejas y otros artículos propios del siglo XVI para el desa-yuno”. Las principales editoriales españolas, mientras deseaban que el mundo digital no las viera, desanimadas ante la llegada del soporte de lectura electrónico -igual que sus colegas anteriormente-, se han visto viejos de repente y apenas han hecho otra cosa que retrasar la elaboración de un catálogo de libros electróni-cos de garantías, pensando que si no lo hacían ellos no lo haría nadie. Y si no, ahora que la digitalización de la industria editorial empieza a ser una realidad también aquí, ¿qué es lo que han hecho en todos estos años las principa-les editoriales (algunas, multinacionales con

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una presencia poderosa también en América Latina)? ¿Alguien les ha dicho que, por lo que debe ser un error informático, el precio de la versión digital de una obra literaria es apenas inferior a la de su versión en papel? ¿De ver-dad pensaban que ese desajuste en el precio impelería a la gente a continuar accediendo a los libros tradicionales por los canales tra-dicionales? ¿en serio? ¿así de sencillo? ¿en el mundo que santifica a los gurús que eliminan los botones de un teléfono? ¿no han intuido que no estamos dispuestos a pagar siempre lo que ellos quieran pedir? ¿y cuando empiecen a vender directamente a través de internet las obras de sus catálogos, eliminando de un plu-mazo a todos los intermediarios que les qui-tan beneficios, desde transportistas a libreros, frenarán su codicia por mor de la solidaridad social, o lo presentaran como un proceso legí-timo de desarrollo?

La creación cultural está de enhorabue-na. Las descargas han llegado para quedarse. Por supuesto hay aspectos de este nuevo para-digma que deben mejorarse: los servicios de conexión, allí donde llegan, son todavía caros y lentos y las empresas proveedoras aún no han sido expropiadas. La capacidad de difusión mejora tanto para la obra de Enrique Morente como para lo que sea que hace en un estudio de grabación A. Sanz y hay personas que se ven afectadas sin que formen parte de las altas esferas de ninguna multinacional, por supues-to, pero eso no es nada nuevo, ejemplos de lo mismo en la estructura que ahora se tambalea los hay a patadas, y por otro lado, los que no encontraban un hueco en las estructuras esta-blecidas, o los que han sabido leer mejor las características de este nuevo paradigma, han

tenido la oportunidad de dar a conocer sus creaciones y han encontrado los medios de dis-tribución de los que antes carecían. Sin olvidar que por encima del beneficio económico está el derecho al acceso a la cultura. Por lo menos para unos cuantos cientos de millones de per-sonas. Por si esto fuera poco, Lucía Etxebarría ha compartido en internet que no piensa vol-ver a publicar, después de haber visto como el número de descargas de su último libro supe-raba el número de ventas. Nunca tanta gente había tenido la posibilidad de leerla, pero eso le da igual. No va a volver a publicar. Y no fal-tan los optimistas que se deleitan pensando en quién será el siguiente. Algunos apuntan, con mala baba, a Coelho. Yo, por si acaso, cogí prestado ayer el libro de Lucía, pero resultó ser spam.

El autor de este texto está en deuda con, entre otros:

1. Copia este libro, David Bravo. En esta obra se relatan los abusos de poder que se citan en el primer párrafo.

2. Estilos radicales, Susan Sontag. El primer capítulo, La estética del silencio, es un ensayo sobre la ascendencia del silencio como sublimación artística en algunos creadores contemporáneos. Entre ellos, el propio Cage.

3. Historia del siglo XX, Eric Hobsbwan

4. Apocalípticos e integrados, Umberto Eco

5. La sinagoga de los iconoclastas, Rodolfo Wilcock

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Antonio Marco Greco

Meditaciones de una víctima del siroco

a soledad no existe, en mi cuerpo viven unos 10 millones de bacterias que, si consi-dero que no me lavo desde ayer, serán ya cer-ca de 13 millones. Sabemos realmente poco sobre microorganismos en general, y menos aún sobre las bacterias en particular. Sería necesario dejar de mirarlas sólo desde el pun-to de vista higiénico porque me parece que se les están empezando a romper los cojones. De vez en cuando (“de vez en cuando” vale sólo en mi caso) nos lavamos, nos enjuaga-mos la axila, nos cepillamos los dientes, nos desbrozamos de pelos púbicos (moda, hoy en día, transversal)... pero de bacterias, sólo nos deshacemos de algún que otro millón. Y todo esto sin ningún escrúpulo. ¿No existe ningu-na ONG para la defensa de la bacteria? Los científicos dicen que es necesario tener cui-

dado con lavarse demasiado porque las bac-terias son en gran medida criaturas útiles. Al igual que los rinocerontes viven en simbiosis con simpáticos pajaritos de pico delgadísimo que se encargan de mantenerlos limpios, así nosotros vivimos con buena salud gracias a los millones de bacterias que se encargan del mantenimiento de nuestros poros y de folícu-los pilosos.

He meditado sobre la historia del mundo y sobre el lugar que ocupan las bacterias en él y me he quedado desconcertado e impresio-nado al descubrir la asombrosa realidad. Son, de largo, la población de criaturas más gran-de del planeta. A la pregunta ¿quién habita la tierra? Deberíamos responder: la bacteria.

Millones de años ha, nació la primera bacteria (y por favor que los creacionistas no me pregunten quién la creó porque yo les

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Tubo de ensayo

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puedo preguntar por quién creó al creador de la primera bacteria). La bacteria (a la que lla-maremos a partir de aquí Tonino o The Big Tonino) comenzó a crecer e, inmediatamen-te, en un ciclo vital de 40 minutos, se dividió en dos nuevos toninos, en lugar de vivir 80 años y tener dos hijos. Es decir, cuando fue suficientemente grande no buscó a un igual para acoplarse, porque no existía ningún otro Tonino, y generó un sistema increíble para darse continuidad a sí mismo: se dividió en dos. No era esquizofrénico, os lo juro, las cosas fueron exactamente así. A este proce-so se le llama partenogénesis: alcanzada la madurez, se partió en dos, se escindió y desde entonces no ha dejado nunca de hacerlo.

Los toninos han dado vida a miles de subespecies, mutaciones, adaptaciones. Su historia fue y es una historia de divisiones en la que no se incluye nunca el sexo, nunca han echado un polvo. Pero el aspecto más increí-ble de este modo de reproducción es que no prevé la muerte. Es exactamente como digo: Big Tonino cuando es viejo no se muere, se escinde y da vida a dos Big toninos jóvenes. ¿Veis la abismal diferencia? ¿Hola, estáis ahí? ¿Captáis la diferencia? ¿No os da vértigo? Puedes matar a un Tonino con chilly gel que te perfuma el coñete, pero si nadie lo ataca y logra escapar del aderezo humano no cono-cerá la muerte por vejez o por otras causas naturales. En un momento determinado se escindirá y volverá a ser joven. ¿Y qué pasa cuando se divide? Cada uno de los toninos es prácticamente una copia del Tonino que se ha dividido, cada una de las dos copias es, a todos los efectos, una réplica casi perfecta del Tonino original. Diferencias infinitesimales permiten, en milenios, las mutaciones y, por

tanto, las especializaciones, pero cuando un Tonino se divide es dos veces sí mismo.

Si tuviese conciencia, recuerdos y aficio-nes, cada uno de los dos toninos hijos tendría esos recuerdos, esos conocimientos y esas aficiones. Yo reflexiono y me da vértigo.

Comencemos desde el inicio, como suce-de en algunas películas que te llevan al prin-cipio de la historia. El primer Tonino da vida a dos copias de sí mismo y estas dos copias dan origen a cuatro copias. Cada una de las copias es todavía, simplemente, la multipli-cación del Tonino inicial. Hoy, a distancia de millones de años, tenemos un número exorbi-tante de aquel Tonino de la época primordial. Nos relacionamos, en realidad, con un único Big Tonino. Se ha dividido, se ha especializa-do, ha cambiado su forma y su color, pero es absolutamente él.

Un señor que se llama Paul Stinzer, un joven investigador de Frankfurt, se hizo una pregunta elemental: ¿él lo sabe? ¿Los toninos se sienten una única criatura? ¿Tienen una identidad individual o colectiva?

En los años 90s Roger Holms estable-ció algunas preguntas que podrían modificar radicalmente nuestra visión de la humani-dad: ¿Existe un único individuo que ha logra-do replicarse en billones de trillones de tri-llones de copias que recubren cada milímetro de la superficie de este planeta? ¿Se trata de una criatura inmensa capaz de generar una colosal mente colectiva? ¿Cómo podemos no preguntarnos si este ser global no tiene tam-bién la capacidad de comunicarse con nues-tra mente e influenciarla? ¿Puede de alguna manera haber determinado la historia de la humanidad? Entiendo que se trata de una

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idea extrañísima, completamente fuera de cualquier modelo mental concebido hasta la fecha. Pero hace algún tiempo, un grupo de investigadores de la New York University, logró demostrar que hay un imperativo fisio-lógico según el cual, cuando uno está depri-mido, el comportamiento humano más difun-dido es el de dejar de lavarse. La poca higiene favorece la proliferación de una variedad de toninos capaces de enriquecer la piel con excreciones que interactúan con los folículos pilosos que, a su vez y a consecuencia de estas excreciones, envían señales a los filamentos nerviosos. El cerebro reacciona a estos estí-mulos aumentando la producción de endorfi-nas: drogas naturales que producen bienestar y aumentan la eficiencia del sistema inmuno-lógico. Esta investigación demuestra que los toninos son realmente capaces de influir en nuestro comportamiento con la finalidad de obtener ventajas, aprovechándose de nues-tros momentos de debilidad.

¿Hasta qué punto llega su capacidad? Arthur Lorenz, profesor de la Minnesota University, ha revisitado la historia a partir de esta hipótesis. Podríamos de hecho inter-pretar el anhelo humano por las migraciones y las guerras como la respuesta a una orden de The Big Tonino, que desea volver a conec-tar alguno de sus componentes. La Segunda Guerra Mundial, con ejércitos que se mue-ven de un lugar a otro del mundo, sería una especie de navidad -epifanía- tonina, duran-te la cual las colonias de bacterias, separa-das durante millones de años, se reunieron en una orgía partenogénica. The Big Tonino tiene lo mejor de nosotros en los campos de batalla, en los hospitales, en los laboratorios. Durante nuestra historia hemos intentado

acabar con él, los antibióticos han salvado tantas vidas, pero The Big Tonino evoluciona eficazmente, ha logrado intercambiar peque-ños trozos de ADN de manera horizontal que le permiten ofrecerle resistencia al propio antibiótico. El tiempo pasa y los antibióticos que han sido más usados por nuestros médi-cos no son ya eficaces para destruirlas y, con sus inocuos ataques, les dan la oportunidad de continuar, clandestinamente, trapichean-do con importantes trozos del código gené-tico de los antibióticos.Así, cuanto más se les ataca, más evolucionan y más resistentes se hacen. Cómo convertirse en su aliado no lo sé. Según creo, la mayor parte de los estudio-sos los considera enemigos y esto les molesta un poco. ¿Pero apreciarán el hecho de que yo me haya preguntado por ellos? ¿Continua-ré con las alteraciones de la flora intestinal todavía por un tiempo? ¿Más diarrea?

Arthur Lorenz va más allá y se pregunta: ¿qué bastedad y complejidad tienen los sue-ños y las pulsiones de The Big Tonino? ¿De qué manera goza Tonino si no tiene sexo?

¿Y la invención del estiércol, de las fosas biológicas, donde el agua de alcantarilla se reúne y se subdivide en pesada y ligera, o de los biodigestores para producir gas, no son, tal vez, las creaciones y evoluciones siem-pre más refinadas de los Luna Park para los toninos?

¿Tiene gusto por los colores?¿Le da un gozo particular colonizar

superficies cubiertas de escalas cromáticas coherentes y armónicas?

¿Por miles de años los hombres se han dedicado a la pintura por una orden suya o porque a las bacterias les gusta vivir sobre los cuadros?

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¿O sucede que cuando los humanos pin-tan emiten algunas sustancias particulares o vibraciones de las que los toninos son golo-sos? ¿Lo mismo se podría decir de la música y de la antigua pasión por el vuelo?

¿The Big Tonino podría nutrirse de la cualidad de nuestros pensamientos?

Generalmente el Pensamiento es visto como una cosa abstracta y totalmente incon-sistente que se forma en nuestro cerebro y que una vez expresado se agota y se termina ahí donde se ha iniciado. Pero tal vez no es así. Yo lanzo la hipótesis contraria. Gandhi decía que un buen pensamiento es como un per-fume, y agregaba que un pensamiento puro es una cosa tan sutil y al mismo tiempo tan potente que puede impregnarlo todo.

Afrontando estas preguntas, accedemos naturalmente a un nuevo orden de ideas. El propósito de la humanidad, el más urgente y sagrado, es el de descubrir en qué medida somos víctimas del poder de The Big Tonino y en qué medida somos nosotros los que le influimos a él. Tal vez el punto no es cuán libres somos, sino qué tan fuerte es la sim-biosis, porque las ventajas y las desventajas son compartidas, de la misma manera, por los simbiontes. Las bacterias no son menos libres que nosotros en la lucha por la super-viviencia, pero estoy convencido de que, si logramos hacerles comprender que con los tecnócratas y los banqueros en el gobierno lo tenemos mal todos, tal vez entonces, Tonino nos ayudará. El reto más difícil es establecer con ellos una vía de comunicación, visto que no follan, estarán un poco histéricos e irasci-bles. Mi hipótesis es la siguiente: hay un nexo íntimo entre la situación política mundial y nuestro estado bacteriológico. Podemos juz-

gar, por ejemplo, a Berlusconi como el sínto-ma de una enfermedad localizada en el inte-rior del cuerpo global del The Big Tonino. Y en este punto podemos preguntarnos: ¿Qué es lo más urgente que debo hacer para mejo-rar el mundo? Es inútil hacer manifestaciones y recoger firmas si el centro de la cuestión es que vivimos en un área bacteriológica enfer-ma. Podríamos descubrir que si todas las personas de izquierda dejasen de lavarse los pies durante una semana, Berlusconi caería y llegaría un Obama italiano. He aquí por qué creo esencial abrir el debate sobre este argu-mento intentando responder a tres preguntas: ¿De qué manera The Big Tonino ha influen-ciado la historia de la humanidad? ¿De qué manera The Big Tonino ha sido influenciado por las acciones humanas? ¿De qué manera podemos convertir a The Big Tonino en un aliado contra el mal gobierno europeo y qué debemos hacer para que The Big Tonino dis-ponga el nacimiento, en Europa, de una pri-mavera de la ética y del buen gobierno?

Conclusiones: Espero que leyendo hayáis logrado ser

mínimamente posibilistas, aunque sea para flexibilizar vuestro tejido neuronal. Final-mente os dejo con una última reflexión: los japoneses se suicidan mucho más que los occidentales, incluso por motivos que noso-tros vemos absurdos. Uno de los posibles resultados de la depresión es el suicidio. Los japoneses tienen mucho menos pelo que los occidentales. ¿Podría ser que teniendo poco pelo no tienen a aquel Tonino que los haría sobrevivir estimulando la producción de endorfinas?

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R e s e ñ a s01. El expediente H, de Ismaíl Kadaré, Ksandr Castelo

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Ksandr Castelo

El expediente H, de Ismaíl Kadaré

“Un vivo fulgor relumbra en ese sol, mas poco templa”

mediados de los años 30, Max Roth y Willy Nortorn, dos estadounidenses de origen irlandés, deciden viajar al norte de Albania con la intención de encontrar a los últimos rapsodas existentes en Europa, lo que, según creen, les permitirá elaborar una teoría que solucione lo que en el mun-do académico se conoce como “la cuestión homérica”, una serie de problemas relacio-nados con el autor -y la autoría- de la Ilíada y la Odisea. Porque de Homero, aparte de que tal vez fuera ciego, poco se sabe. Para el estudio de la creación y re-creación de los cantos epopéyicos los estudiantes llevan consigo un magnetófono, una herramienta novedosa entonces (y casi demoníaca para

los habitantes de los pueblos albaneses, que la ven como un artilugio que, como mínimo, absorbe voces) con la que poder grabar los cantos de los rapsodas con los que se vayan a encontrar y comparar versiones y evitar que se pierdan para siempre, igual que se perdie-ron otras versiones de los mitos que contie-nen las obras homéricas.

Durante miles de años la transmisión de los mitos (toda su simbología, los elemen-tos cohesionadores de un determinado modo de vivir) se ha producido sin ningún tipo de soporte escrito. Los rapsodas, recitando los poemas épicos de pueblo en pueblo, han sido un catalizador, un médium que ponía en contacto a los héroes de las leyendas con los pobladores de esas mismas regiones.

En esta novela, Kadaré logra plasmar con magistral naturalidad una continuidad

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en ese paisaje, construye un negativo que une los palacios de los reyes, las batallas que hicieron gloriosos a algunos hombres, las venganzas que se saciaron con sangre y se adornaron con tesoros cuya sola mención era capaz de iluminar alcobas, con los picos solitarios y neblinosos de los pueblos del interior de Grecia y de Albania en los que entonces -y ahora- vivía la epopeya. Sólo que ahora la epopeya y el mundo tal y como fue durante siglos está a punto de desaparecer definitivamente y durante toda la obra tene-mos la sensación angustiosa de estar cami-nando sobre un puente que se derrumba a nuestro paso.

La novela es un continuo choque comunicativo. Por un lado, la llegada de los estadounidenses al pequeño pueblo albanés causa un revuelo considerable en una socie-dad cerrada que pone bajo sospecha cual-quier interés extranjero hacia ellos. Desde el principio son confundidos con espías y, por tanto, espiados; que hablen un albanés aprendido a partir de textos antiguos (como quien aprendiera castellano leyendo el Qui-jote) no hace sino aumentar la confusión y el recelo, y tampoco ayudan los arcones donde guardan el magnetófono y las cintas, baúles que en palabras de Cute, el mozo de la estación que ha cargado en sus espaldas “equipajes de funcionarios, de eremitas o de locos, medio rellenos de piedras": “Eso no eran maletas sino el diablo en persona”.

Por el otro, está el intento de descifrar la génesis creadora de un sistema de trasmi-sión oral ajeno al de los estudiantes, un sis-tema que varía del suyo incluso a nivel bio-lógico: la relación memoria-olvido, el peso específico del oído como órgano principal

en la transmisión de saber y no el de la vista, como ocurre con la escritura, la capacidad de modificar los cantos sin alterarlos, el can-to como la voz de una conciencia cambiante, como si ese saber fuese más orgánico y por tanto más maleable, más ligado al organismo que lo transmite de lo que pueda estar un escrito, que en ese sentido es algo mucho más fosilizado, menos proclive a aceptar cambios mínimos, más atado a jerarquías (como la relación original-copia) y a autorías.

Y todo se desarrolla en un final de invierno frío y lluvioso donde la niebla de los días va adquiriendo la fuerza del sím-bolo, siendo al mismo tiempo la bruma que difumina los picos de las Cumbres Malditas, la que borra el paisaje y rodea la posada y acentúa la sensación de estar entre fantasmas en un mundo que está a un metro de desapa-recer. La niebla que es esa falta de visión de la mayoría de rapsodas que parece compen-sar la importancia que en ellos adquiere el oído; que es la ceguera del propio Homero, las cataratas de Willy -de ambos estudiosos, quien parece acusar más el contacto con los rapsodas-; la mortaja que va tapando los restos de un mundo ya demasiado lejano, la ceniza que abriga las ascuas de un fuego que se extingue, como el vivo fulgor que relum-bra en ese sol, pero que poco templa.

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Pequod Llibres es una librería perdida por los callejones del barrio de Gràcia de Barcelona; para los que tengan la suerte de encontrarla, les resultará de lo más agradable embarcar en este buque literario en el que la patrona les ayudará, asesorará y mimará como si estuvieran en su propia biblioteca.Entre una gran mesa de billar y viejas maletas, este ballenero esconde en sus bodegas multitud de tesoros narrativos. Además de una cuidada selección de las últimas novedades editoriales, se pueden encontrar libros ya leídos quizá por viejos marineros de los que aseguraban haber oído cantar a las sirenas y se persignaban cada vez que alguien pronunciaba la palabra ballena.Si tenéis la osadía de subir a bordo en los frecuentes actos literarios que se organizan, aparte de descubrir un espacio cálido y acogedor, disfrutaréis de la sensación un poco como de muñeca rusa de estar disfrutando de la literatura en el interior de un pedacito de literatura, el abrazo maternal de la ficción que nos constituye.

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