notas sobre la identidad profesional dle trabajador social
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Paper de elaboración propia que reflexiona sobre los aspectos fundantes de la identidad del Trabajador SocialTRANSCRIPT
LA IDENTIDAD PROFESIONAL FRENTE A LOS NUEVOS DATOS DE LO
SOCIAL
CLAUDIA SANDRA KRMPOTIC
Es en los momentos de crisis, en que las fuentes tradicionales de sentido se
encuentran cuestionadas y en proceso de integrarse a una nueva imagen del mundo,
cuando emerge la identidad como problema.
La mundialización como movimiento de expansión del que los países latinoamericanos
formamos parte desde hace 500 años, enfrenta una nueva etapa en su trayectoria, y
como siempre ha ocurrido, dejará sus huellas en las sociedades locales y en sus
formas de enfrentamiento a los problemas emergentes. En los escenarios domésticos,
las cosas han cambiado a partir de la realidad de la fractura social. El incremento de la
desigualdad social invalida las estrategias: no hay herramientas para la gestión eficaz
de los conflictos sociales, cuya combustión se aviva con la individualización y la
fragmentación social. Asistimos a una desmaterialización de los derechos sociales y
económicos, que apenas logran concretarse en la cuestionada política de ‘mínimos
sociales’. ¿Cómo pensar entonces Trabajo Social inserto en una sociedad de estas
características y frente a un Estado remercantilizador y gerencialista, al ‘workfare
state’ que señala Alonso (2000)?, ¿en qué medida esto modifica las condiciones de
producción del Trabajo Social?; si cambia el perfil de la población-usuaria, si se
replantean sus objetivos y por lo tanto sus métodos, ¿es posible entonces reconocer
algunos elementos invariantes?, ¿sea quizás su propia naturaleza la que defina un
núcleo identitario desde el cual ponderar el futuro de nuestra profesión?
En este contexto algunos observadores plantean inquietantes observaciones.
Donzelot y Roman (1998) encuentran que la crisis del modelo de protección social
welfearista refuerza el actual nivel de perturbación de los asistentes sociales. El
desempleo masivo y la nueva marginalidad interpela a una profesión consolidada
alrededor de la tarea de acercar a las personas al mundo del trabajo. Si bien ahora
como antes el profesional se encuentra ante problemas como la descomposición
familiar, el déficit en el campo de la vivienda, el endeudamiento, estos son en la
actualidad resultado de la pérdida de empleo. El acompañamiento social que antes
funcionaba ya no, pues la razón del malestar no encuentra solución posible. Algunos
sentirán la pérdida de credibilidad del accionar profesional, y por ello se corre el riesgo
Dra. en Servicio Social (PUC-SP); Magister en Ciencia Política (Instituto Universitario Patricios, Bs. Aires) y Lic. en Servicio Social (U.B.A). Docente e Investigadora en las Universidades Nacionales de Buenos Aires, del Centro de la Provincia de Bs. Aires y de La Matanza. Autora de textos y artículos en el campo de la historia de la protección social, el debate acerca de la asistencia social y el papel del Estado, las necesidades, los ciclos políticos y el bienestar.E-mail: [email protected]
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de perder el sentido de la autonomía profesional fundada en una expertez que
contribuía a un cierto monopolio de la acción social. La constatación de un conjunto de
nuevas ‘profesiones sociales’ que han aparecido en los últimos años, reflejan la
generación de saberes ‘mestizos’ en personas llamadas a ocupar funciones de
mediación1 entre los habitantes de zonas urbanas desfavorecidas (de las cuales
muchas de estas personas proceden) y las instituciones de integración (escuelas,
justicia, policía, programas de vivienda social, capacitación, etc.) en una práctica
aprendida de las múltiples negociaciones de las que participan.
En otro orden Sibeon (1990) encuentra problemático el estado del conocimiento
en la profesión, argumentando que el conocimiento teórico de las ciencias sociales
utilizado por el Trabajo Social, se mantiene en un nivel de indeterminación tal, que
debe ser permanentemente negociado entre los diversos actores profesionales y no-
profesionales que participan en el campo de la acción social, por lo que el
conocimiento pierde centralidad, constituyendo un factor significativo en el tránsito
hacia la des-profesionalización del Trabajo Social moderno.
Finalmente, la crisis de las instituciones de bienestar conlleva mutaciones e
incertidumbre, ya que constituyen para los Trabajadores Sociales fuente de
significados. El reconocimiento social de aquellas como espacios de ‘solución
permanente’ a problemas en una colectividad dada, implicó un proceso de
internalización de valores y su objetivación en productos esperados; y aún cuando
este desarrollo fuera conflictivo, se movía bajo ciertas reglas de juego, respondiendo a
las expectativas de sus actores. ¿Estaremos dispuestos a re-aprender nuevos
significados y a crear instituciones que ofrezcan las respuestas que hoy la sociedad
precisa?
Todos estos interrogantes nos obligan a repensar las bases de nuestra identidad
profesional, y es a esa reflexión que el presente artículo busca contribuir. En este
sentido creí necesario como primera tarea desocultar los componentes o factores que
puedan identificarse como estructurantes de la identidad profesional desde múltiples
determinaciones. El listado de proposiciones que sigue no es exhaustivo, y
seguramente algún colega podrá mejorarlo.
Si bien los elementos que se despliegan son parte -en algunos casos- de explicaciones
bastante usuales, creo que el sentido del esfuerzo está en construir una matriz
analítica que permita relacionar dichos elementos, a fin de reconocer las restricciones
más también las posibilidades de dichas articulaciones. Muchos de ellos nos
1 Algunos procedentes de los propios movimientos sociales (como es el caso del movimiento piquetero en la Argentina, las organizaciones de los ‘sin techo’, etc.), o promovidos por las instituciones y sus programas sociales (como los operadores sociales, las ‘manzaneras’, los promotores comunitarios o de salud, acompañantes sociales, gestores comunitarios, operadores de calle, etc.)
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permitirán hacer un balance del presente, mientras otros sólo nos abrirán nuevos
interrogantes.
1. Una usual aproximación al problema de la identidad profesional, es
aquella que encuentra determinación en los orígenes de la profesión.
Dos de las explicaciones más aceptadas son de base histórica, considerando clave la
ruptura creada por la Modernidad; una tercera asume un carácter que podríamos
considerar en un sentido evolucionista.
En el primer caso, una es la variante social-demócrata: en ella Trabajo Social es el
producto de los procesos de industrialización y urbanización que consolidaran el
desarrollo del mundo capitalista. La profesión emerge como resultado de la creciente
complejidad y diferenciación de la división social del trabajo, en momentos en que la
policía, la iglesia y la medicina, la familia y la comunidad ya no eran suficientes para
dar respuesta a las nuevas necesidades.
Otra es la variante radical que concibe a Trabajo Social como parte del aparato del
Estado capitalista. Este último tiene como principal objetivo sostener los intereses de
la clase dominante en la sociedad; así la profesión se halla inmersa en unas relaciones
de poder que la ubican en una posición esencialmente contradictoria. Por un lado,
trabaja con los grupos más desfavorecidos en el marco de una sociedad
intrínsecamente desigual e injusta, pero al mismo tiempo colabora en perpetuar ese
patrón societal contribuyendo a la internalización de la ideología dominante, y
cercenando la posibilidad de la emergencia de movimientos sociales alternativos.
En la tercera variante, Trabajo Social revista un proceso de tecnificación, de
profesionalización de una práctica muy antigua. Existiría un hilo conductor que es el
germen de las actividades que se denominan profesiones de ayuda (‘caring
professions’), conservando más allá de su aggiornamiento, los principios y valores
fundacionales. Como aspecto esencial a su núcleo identitario predomina el plano de
los valores en una dimensión teleológica y metafísica. Se podría afirmar que aquellos
se enraizan en los valores humanistas y judeo-cristianos, y en una firme convicción
vocacional, esto es, “donde prima el ser sobre el propio saber” (Yazbek, 1999).
2. Luego, su inclusión en los mecanismos de regulación estatal (con el
advenimiento del Estado social y benefactor) conforma un legado desde el
que se interpreta la especificidad profesional en los contornos del Estado.
El desarrollo del capitalismo, requería desde sus primeras etapas, de una institución
que pudiera regular los espacios sociales en torno a la libre contratación de la fuerza
de trabajo. No obstante, la liberalización del mercado de trabajo fue sólo una ilusión
del pensamiento liberal que duró muy corto tiempo en el mundo real, pues frente a la
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esperanza de la autorregulación social a través del mercado, emergió la necesidad de
un orden social que lo contenga; como señala Polanyi (1944): “...el orden económico
es sólo una función del orden social en el que se contiene... Los efectos sobre la vida
de la gente fueron terribles. En efecto, la sociedad humana habría sido aniquilada si
no hubiesen existido medidas contrarias, protectoras, que minaban la acción de este
mecanismo autodestructivo”. Por lo que se impuso la necesidad de autoconservación
de la sociedad, a través de estrategias de regulación de los procesos económicos y
sociales: es en esta finalidad que encontró razón de ser la tarea profesional.
Ya en el siglo XX, el intervencionismo estatal constituyó un factor determinante en la
profesionalización de la asistencia social, ampliando el campo de trabajo en función de
las nuevas instituciones creadas para el enfrentamiento de la cuestión social.
Finalmente, el Welfare State combinó exitosamente durante tres décadas una
ciudadanía política liberal con los derechos sociales y económicos, encontrando en el
pacto fordista-keynesiano una solución duradera al conflicto social. En ese marco los
trabajadores sociales sostuvieron una acción basada en la centralidad del trabajo y las
certidumbres derivadas del estado de consenso alcanzado.
3. Los mecanismos de regulación profesional cumplen funciones
específicas en la construcción y sostenimiento de un núcleo identitario.
En su trayectoria histórica, la profesión va conformando un acervo de conocimientos,
experiencias y principios valorativos, contando con instituciones cada vez más
especializadas, encargadas de producirlos, administrarlos y resguardarlos. Para quien
se incorpora al Trabajo Social, la profesión le ofrece esquemas de interpretación de los
problemas sociales, orientaciones para la acción y un sistema de valores.
Esta tarea de alcanzar una cierta convergencia e identificación con un modo de pensar
y de actuar profesional, resulta del trabajo de instancias institucionales de regulación
y de los mecanismos particulares con que cumplen -bien o mal- su función.
Corresponden a las organizaciones profesionales, las unidades académicas, los
centros de estudios e investigación; sean organizaciones más o menos formales, de
enseñanza superior, las que resultan de una agregación asociativa, o las que en virtud
de su legitimidad reconocida por el colectivo, procesan y aseguran por un lado la
permanencia de la profesión (tanto en lo que hace a su definición social como a los
procesos y espacios del ejercicio profesional), así como los contenidos teóricos,
ideológicos y políticos que son desplegados y articulados en los discursos. La literatura
aporta pautas para el análisis teórico (fundamentalmente escrito) que no siempre
consigue formularse en la práctica (en base a un relato generalmente hablado).
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4. La identidad es un proceso por el cual se internalizan un conjunto de
saberes, habilidades y principios, pero también se asumen y actúan en las
experiencias profesionales.
Si el peso de la determinación está puesto en los mecanismos colectivos de
regulación, entonces ¿cómo entender los distintos posicionamientos, reacciones,
resistencias que asumen los profesionales?, ¿cómo explicar lo distintivo entre colegas
si consideramos que han pasado por un similar proceso de socialización y son parte de
las mismas instancias de regulación profesional?
Sostengo que aquello atribuido o asignado será reformulado en la práctica por cada
sujeto singular y activo, en la respuesta a las preguntas ‘qué y cómo quiero ser’,
dependiendo en buena parte de su ‘voluntad’ para serlo. Las cualidades objetivas (de
género, de status, de clase) inciden en la medida que determinan un contexto de
desarrollo del sujeto y de sus oportunidades vitales, más su existencia no elimina el
ejercicio de la voluntad.
Asimismo, de todos los recursos que ofrece la comunidad profesional, cada uno de
nosotros realiza un proceso de selección sobre la base de parámetros de distinto tipo,
sea teórico, ideológico, ético, que se activa ante las contingencias que deparan las
coyunturas y circunstancias particulares. Dicho proceso selectivo se nos hace evidente
cuando hay problemas, es decir, cuando las situaciones presentes nos exigen nuevas
respuestas diferentes a las de rutina. Si observamos esos momentos, difícilmente
hallemos una manifestación ‘en bloque’ acerca de una determinada orientación a
seguir; por el contrario, los profesionales recogen fragmentos de diferentes discursos
y construcciones teórico-prácticas, y los articulan en función de las necesidades
prácticas y de manera básicamente instrumental. Los fragmentos seleccionados
pueden responder a esquemas conceptuales vigentes en las más diversas
concepciones que se mantienen en el Trabajo Social.
Si la situación de trabajo exige una respuesta urgente, en la inmediatez pueden
aparecer unos argumentos bastante desarticulados y muchas veces de baja calidad y
consistencia, toda vez que la investigación y producción intelectual divulgada
responde sólo a una parte de la realidad empírica que ha sido tematizada. Esta
reflexión nos remite a lo que reiteradamente se repite en las apreciaciones de los
colegas, como la ‘falta de articulación entre teoría y práctica’ y que dada su relevancia
y recurrencia se ha transformado en un problema de la disciplina.
5. La construcción de una identidad profesional es un problema de
predecesores como de sucesores.
La identidad se convierte en el hilo conductor de la historia de la profesión a través de
un ethos profesional profundamente centrado en el cliente-usuario, basado en el
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respeto por la individualidad, el no-juzgamiento y la autodeterminación. Estableció un
compromiso primario con el otro a partir de una relación de cuidado personalizado.
Las necesidades de aquel preceden cualquier decisión de intervención, cimentando
una profesión imbuida de una ideología de servicio hacia el otro (sea desde la idea de
vocación, de compromiso político, religioso, etc).
Este núcleo de principios y valores conforma un universo simbólico, cuya importancia
radica en que ordena la historia y ubica los acontecimientos colectivos dentro de una
unidad coherente que incluye el pasado, el presente y el futuro. Con respecto al
pasado, construye una memoria que comparten todos los individuos de la
colectividad, y con relación al futuro establece un marco de referencia común para la
proyección de las acciones individuales y colectivas. De esta manera, ese universo de
ideas y experiencias vincula a los sujetos con sus antecesores y sus sucesores en una
totalidad significativa: sólo así, todos los miembros pueden concebirse como
pertenecientes a una categoría social reconocida que ya existía antes que ellos
nacieran y que seguramente les sobrevivirá. Por lo tanto, la negación, el vacío de
etapas significativas en la historia del quehacer profesional ataca los fundamentos de
la identidad e inhibe la posibilidad de proyección hacia el futuro. Las generaciones
presentes suelen perder de vista a los antecesores y caen en la tentación de creer que
todo se encuentra bajo su control, sin reconocer lo complejo, lo confuso, lo impuro, lo
vago, del mundo tal cual es.
6. La identidad no se realiza armónicamente en su trayectoria histórica,
sino que en ella, desenvuelve conflictos de legitimidad, de control de las
divergencias y de renovación.
Contar con un universo simbólico compartido, presupone reflexión teórica por parte de
quienes en alguna circunstancia histórica consideraron que el orden social-
institucional exigía una transformación. El aceptar ese universo y compenetrarse en él
por parte de los miembros del grupo, ya implica un primer grado de aceptación y
legitimación. Ahora bien, dadas las tensiones inevitables en los procesos de
institucionalización, y por el hecho mismo de que todos los fenómenos sociales son
construcciones producidas históricamente a través del comportamiento humano, no
existe sociedad ni prácticas sociales que puedan concebirse como totalmente pre-
establecidas, de modo que siempre hay espacio para el cambio. La transmisión de un
universo simbólico de una generación a otra plantea los problemas que son inherentes
a los relacionados con la tradición en general, e implica el desarrollo de mecanismos
conceptuales construidos para resguardar el universo ‘oficial’ contra el desafío de los
grupos ‘divergentes’, en una dinámica inserta en el conjunto de las actividades de la
sociedad.
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El enfrentamiento entre universos simbólicos alternativos implica un problema de
poder: si dos grupos o visiones se enfrentan y cada una de ellas posee universos en
conflicto, ambas desarrollarán mecanismos conceptuales destinados a mantener sus
respectivos universos y posiblemente uno prevalezca, dependiendo de su grado de
poder o de la habilidad teórica de sus legitimadores. Además de las oposiciones,
existe un mecanismo de renovación de generación en generación que se realiza a
través de los llamados sistemas de iniciación a la profesión. En este caso, el flujo de
entradas puede ser controlado, así como la salida de ese circuito. Al respecto,
pertenecer a la categoría profesional implica alcanzar una certificación que sólo se
otorga a quienes hayan pasado con éxito determinadas etapas de formación (en la
actualidad, básicamente de rango universitario).
7. La autonomía profesional constituye un criterio básico de distinción en
el conjunto de prácticas sociales.
Esta proposición debe comprenderse a partir de la forma en que las profesiones
emergieron en las universidades medioevales, particularmente dos: el derecho y la
medicina. En este sentido, la autonomía se relaciona con la monopolización de una
forma particular de expertez, con la fijación de límites (incumbencias) para establecer
pautas de cualificación y carácter del entrenamiento de acuerdo a unos fines, y con
una ideología del servicio público y el altruísmo, que exigían de las profesiones el
compromiso para con los más altos objetivos, superando el mero interés económico
de los individuos. Las profesiones arquetípicas nos muestran una trayectoria exitosa,
sobre la base de un incremento constante de poder político en el mercado de trabajo
para sostener el status profesional y obtener cada vez mejores recompensas por los
servicios profesionales. Sin embargo, sólo basta con detenerse un poco, para
preguntarse porque Trabajo Social no alcanzó tales logros como profesión. Por un
lado, pareciera haberse dado una incorporación idealizada del ‘ser profesión’
oscureciendo aquellos aspectos vinculados a la conciencia de la estructura y dinámica
del poder. Por otro lado, el intrusismo profesional pone en evidencia la desarticulación
del saber especializado, fuente de autonomía y dominio del campo.
Por otra parte, la autonomía profesional entra en conflicto con el principio de respeto a
la autonomía del usuario, es decir, el respeto a las decisiones de este como fuente
absoluta de los deberes profesionales. Ello genera serios problemas, puesto que por
un lado se entiende que si una persona recurre al profesional es porque necesita
ayuda; entonces, ¿cuándo está justificado limitar (sobre la base de nuestra expertez)
las decisiones de aquella, aún por su propio bien?
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8. El carácter femenino de la profesión ha constituido también un
elemento clave a la hora de delinear un perfil profesional.
Lo femenino es utilizado para explicar cierto grado de subalternidad respecto de otras
profesiones, entendiendo que el problema de la ubicación y rol de las mujeres en la
sociedad se asocia al reconocimiento social y sus derivaciones (salario, ubicación en la
jerarquía social, niveles de sometimiento, prescindibilidad, etc.). No obstante esta
realidad, es conveniente advertir que ello no siempre ha sido así. Como he
demostrado en otro trabajo2, la historia del siglo XIX nos muestra la relación de la
participación femenina en asuntos sociales como camino alternativo de ascenso social
y de participación política.
Asimismo, la existencia de un débil reconocimiento no presenta necesariamente
consecuencias sobre el grado de autonomía profesional. En todo caso, la autonomía
puede verse erosionada cuando lo femenino se halla vinculado con la idea de una
práctica basada en un conocimiento que las mujeres naturalmente poseen, es decir,
cuando se refiere a una práctica que se reconoce como fundada en el sentido común y
que por lo tanto no permite el desarrollo de un cuerpo de conocimientos científicos.
De modo que, no siempre los efectos negativos son resultado de la identificación de la
profesión con lo femenino, puesto que en muchos casos ellos no derivan de la
profesión sino de la condición social de la mujer. No puede entonces afirmarse que el
ser mujer y asistente social potencie en todos los casos, las restricciones y los
déficits.
9. Siendo que la base de conocimiento es condición necesaria para definir
una especificidad profesional, sucede que no se domina la historia del propio
conocimiento ni se define con claridad el campo teórico de interés
profesional.
Sostengo en primer lugar, que la profesión se ha caracterizado por una adopción
mecánica de las referencias conceptuales, las que incluso se abandonan y ceden paso
a otras nuevas, sin un debate acerca de las razones por las que las antiguas fueron
desplazadas. Los impasses teóricos y las crisis paradigmáticas conducen -como en las
demás disciplinas- a un replanteo en las líneas de enseñanza, más desde una posición
pasiva, de expectativa frente a cada revisión que en general otros hacen. En segundo
lugar, se mantiene un alto nivel de imprecisión del dominio teórico que resulta de
interés profesional, de la materia teórica sustantiva, lo que redunda en indefiniciones
en cuanto a las habilidades profesionales y estrategias metodológicas, con relación al
campo en el que se habrá de actuar.
2 Con referencia a la Tesis Doctoral: “La protección social pre-mercantilizada. La experiencia argentina desde la sociedad colonial hasta la caída de Rosas (1515-1852)”. PUC-SP, 2002
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Una reflexión al respecto, deberá reconocer que el legado intelectual que ha dotado
de fundamentos la tarea de médicos, legistas, políticos y asistentes sociales a lo largo
del siglo XVIII y XIX, se corresponde con lo que podríamos agrupar en términos de una
narrativa humanitaria. Ello derivó en el registro, análisis y denuncia de diversas
cuestiones sociales, en orden a configurar un conjunto de acciones y prácticas
institucionales dedicadas a mitigar el sufrimiento humano. Asimismo, admitir que la
protección social ha sido una regularidad histórica de larga duración, que revela los
múltiples significados de la experiencia humana en orden a responder a los desafíos
de la convivencia y la tolerancia, en la empresa colectiva de satisfacción de
necesidades.
Referencia bibliográficas
-Abbot, P. & C. Wallace. 1990. The sociology of the caring professions. Londres:The
Falmer Press
-Alonso, Luis E. 2000. Trabajo y posmodernidad: el empleo débil. Madrid:
Fundamentos
-Donzelot, Jacques & Joel Roman. “¿A quoi sert le travail social?”, en Revista Esprit, N°
11, Marco-Abril 1998
-Krmpotic, C. (dir). “Cualificación y articulación de saberes en Trabajo Social”. Informe
Final de Investigación. Marzo de 2000
-Krmpotic, C.; Allen, I. y otros. 1997. La inserción actual de los Trabajadores Sociales
en el mercado de trabajo. Buenos Aires: Mimeográfica
-Salcedo Megales, D. “Autonomía y bienestar. La ética del Trabajo Social”. Versión
preliminar. Universidad de Granada. 1996
-Polanyi, K. 1944. La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de
nuestro tiempo. México: Fondo de Cultura Económica
-Yazbek, M. C. “A Politica Social brasileira nos anos 90: a refilantropizaçao da questão
social”, en Cuadernos ABONG, N° 3, 1995
RESUMEN
El artículo pretende contribuir a la tematización de la identidad profesional
frente a los actuales procesos de mundialización, desempleo masivo y nueva
marginalidad, la crisis del modelo welfearista de protección social y de sus
instituciones, y la desmaterialización de los derechos sociales y económicos en el
marco de una gestión ineficaz de los conflictos sociales. Asimismo, preocupa la
aparición de nuevas ‘profesiones sociales’ y saberes ‘mestizos’ que poco contribuyen
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a fortalecer una profesión que encuentra dificultades para determinar su materia
teórica sustantiva.
Se proponen un conjunto de componentes o factores que puedan identificarse
como estructurantes de la identidad profesional a los fines de construir una matriz
analítica que permita relacionar dichos elementos, a fin de reconocer las restricciones
más también las posibilidades de dichas articulaciones.
ABSTRACT
This article contributes to rethinking the professional identity forehead the
present processes of mundialization, masive unemployment and new marginality, the
crisis of the ‘welfare’ social protection model and its institutions, and a
desmaterialization of social and economic rights in a context of failure in managing
social conflicts. Also concerns on the emergency of new ‘social professions’ and
‘hibrid knowledge’ that contributes a little to encourage a profession that finds
difficulties to determine its substantive theory domain.
There are proposed a set of components or factors that might be identified as
structuring the professional identity, in order to recognize the limits as well as the
possibilities of those articulations.
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