novedades sobre la arx hasdrubalis de qart hadast (cartagena)

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  • 7/28/2019 Novedades sobre la arx Hasdrubalis de Qart Hadast (Cartagena)

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    CuPAUAM 37-38, 2011-12, pp. 479-507

    Novedades sobre la arx Hasdrubalis de Qart Hadast (Cartagena):

    nuevas evidencias arqueolgicas de la muralla pnica1

    Jos Miguel NOGUERA CELDRN(Universidad de Murcia)Mara Jos MADRID BALANZAVctor VELASCO ESTRADA(Excavacin Arqueolgica del Molinete)

    Resumen

    Las excavaciones arqueolgicas acometidas entre 2010 y 2011 en la cima del cerro del Molinete (Cartagena,

    Espaa), han permitido constatar una estructura arquitectnica longitudinal formada por dos paramentos paralelos

    con compartimentos internos construidos con muros rectangulares a modo de tirantes. Tipolgicamente, parece

    corresponder a una muralla de casamatas. Los materiales cermicos procedentes de los estratos de destruccin y

    amortizacin de la estructura se fechan a finales del siglo III o inicios del II a.C., de donde la posibilidad de interpre-

    tarla como un tramo de la muralla construida por los fundadores de la ciudad pnica, destinada a defender la ciudad

    y su acrpolis (arx Hasdrubalis) por su flanco norte.

    Palabras clave: Qart Hadast, Cartago Nova, ciudad pnica de Cartagena, muralla casamatas.

    Summary

    The archaeological excavations undertaken during the years 2010 and 2011 in the top of

    Cerro del Molinete, Cartagena, Spain, have allowed us to state the existence, architecturally speaking, of a longi-

    tudinal structure, which consisted of two parallel faces with several inner compartments or sections that were built

    using rectangular walls as braces. Tipologically, this structure seems to belong to a casamates wall.

    The ceramic materials, coming from the refered stratified structures rubbles, date from the end of the III century

    B.C. or the begining of the II century B.C.; that is why we think about the possibility this structure may be interpreted

    as a stretch of the wall that was built by the carthaginian towns founders and whose aim could be to defend the

    town and its acropolis (arx Hasdrubalis) by the northern side.

    Keywords: Qart Hadast, Cartago Nova, punic city of Cartagena, casamates wall.

    Qart Hadast, la Nueva Cartago, fue fundadahacia 229/228 a.C. (tras la muerte de Hamlcar amanos de Orissn, monarca de los oretanos [App.

    Ib. 5]) por su yerno y sucesor Hasdrbal, despusde firmar alianzas personales con los reguli ibri-

    cos y contraer matrimonio con la hija de uno deellos. La fundacin como as la denominDiodoro Sculo (XXV, 11-12) aconteci en unpunto geoestratgico del sureste peninsular, no enexceso alejado de la propia Cartago, al objeto se

    1 Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigacin titu-lado Roma y las capitales provinciales de Hispania. La granarquitectura pblica de Cartago Nova (ref. n HAR2009-

    1434-C03-03) subvencionado por la Secretara de Estado deInvestigacin del Ministerio de Ciencia e Innovacin y par-cialmente cofinanciado con fondos FEDER.

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    servir, en el marco de sus planes imperialistas, decapital militar y econmico-comercial del protec-torado ibrico de los Barca (Pol. II, 13, 1; Diod.XXV, 10, 12).

    La plaza pnica, concebida en todo caso porsus proyectistas como una ciudad (Conde,2003:41), se asent en una pequea pennsula (deunas 40 ha de extensin) que, ocupada por sendasvaguadas con orientacin noreste-suroeste ysureste-noroeste, estaba emplazada al fondo deuna profunda baha y rodeada por el mar por elsur, sureste y suroeste (Mar de Mandarache), ascomo por una amplia laguna interior (Almarjal) alnorte. La pennsula, unida al noreste a tierra firmepor un istmo por el que penetraba, en origen, la

    uia Heraclea, posterior va Augusta, estaba bor-deada por un cinturn de cinco cerros de diferen-te altura y magnitud2, en las cimas y laderas dealgunos de los cuales puede rastrearse arqueolgi-camente la existencia de una poblacin ibricaprecedente de difcil caracterizacin, al menos,desde finales del siglo V a.C. o inicios delsiguiente (Noguera, 2003:20-21; Ramallo Ruiz,2009:527-532). En este sentido, el trmino fun-dar empleado por Diodoro debi implicar lamodificacin de la fisonoma del poblado pree-xistente y la construccin de nuevos edificios(Conde, 2003:39). De hecho, Polibio (II, 13, 1)alude no tanto a la fundacin como a la organi-zacin de la nueva ciudad, materializada en latransformacin del anterior asentamiento ibrico(Conde, 2003:41). La poblacin de la ciudad,muy helenizada, estuvo integrada bsicamentepor artesanos, obreros o marineros encargados delas actividades comerciales y edilicias (Pol. X, 8,5; Bendala Fernndez Ochoa Fuentes Abad,1987:121-140).

    El emplazamiento escogido para la nueva ciu-dad era un puerto natural inmejorable y una plazafuerte casi invulnerable. Como base naval y lugarde invernaje del ejrcito, fue el principal centrode operaciones militares de las tropas cartagine-sas acantonadas en la pennsula Ibrica. La elec-cin del nuevo enclave cartagins sin duda valo-r, adems de su posicin estratgica, la posibili-dad de aprovechamiento de los recursos agrope-cuarios del rico territorio circundante y, sobre

    todo, su situacin en las inmediaciones de unasierra riqusima en plomo y galenas argentferas,beneficiadas ya desde antiguo por la poblacinnativa ibrica, cuya explotacin permiti obtener

    plata con que hacer frente a los costes de la gue-rra contra Roma. De hecho, la intensidad del usu-fructo de las minas pronto deriv en acuacin demoneda de plata de elevada ley con que sufragarlos cuantiosos gastos del Estado cartagins y losderivados del pago de salarios a los mercenarios(Lechuga, 1991-93:155-165). Este cuadro estra-tgico y econmico impuls el dinamismo de supuerto, cuya intensa actividad estuvo al serviciode los intereses econmicos de Cartago en ellevante y medioda peninsulares, sin duda ante-

    riores al periodo fundacional, aunque dotadosahora de un excepcional puerto redistribuidorvinculado directamente a la metrpoli norteafri-cana (Prez, 1998:249-261). Ello dot a esta lti-ma privada en estas fechas de sus mercados enel Mediterrneo central de un inmejorable puer-to proveedor de avituallamientos y receptor desus producciones (Pol. X, 8, 2-3). Los dragados ytrabajos de prospeccin arqueolgica efectuadosen el rea de la baha han permitido constatargran cantidad de material anfrico del ltimo ter-

    cio del siglo III a.C., en correspondencia con esteperiodo de dominio brquida (Guerrero Roldn, 1992). Por otro lado, los contextos deimportacin documentados en el transcurso delas campaas arqueolgicas dirigidas, entre 1977y 1978, en el cerro del Molinete por P. SanMartn y bien estudiados por E. Ruiz, destacanpor el elevado porcentaje de producciones delrea septentrional campana, de Cales y de Ischia,datables a fines del siglo III e inicios del II a.C.(Ruiz, 1999:35-38); estos productos debieronarribar gracias a la intermediacin de los comer-ciantes cartagineses. Adems, es probable que,tras su fundacin, la ciudad regularizara los flu-

    jos comerciales entre Iberia y el norte de frica,convirtindose en el eslabn peninsular para laredistribucin de mercancas bajo la rbita deCartago, lo que permitira el abastecimiento de laciudad y la apertura de nuevos mercados en surea de influencia (Martn Roldn, 1991-92:enparticular 158 y 160).

    2 Una ptima descripcin de la topografa de la pennsula enPol. X, 10; los reajustes de orientacin al texto polibiano yla mejor restitucin de la orografa de la ciudad puede verse

    en: Mas, 1979, 32-47; vase as mismo: Beltrn, 1948:191-224; Ramallo, 1989:19-26; Martnez Andreu, 2004:11-30.

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    Aunque conocemos pocos datos referentes ala urbanstica de la ciudad a finales del siglo IIIa.C., en las dos dcadas en que estuvo bajo con-trol brquida debi experimentar la primera

    ordenacin de su solar urbano, de la que sin dudafue tributario el posterior desarrollo de la ciudadromana de poca republicana e imperial(Bendala, 1990:25-29; Ramallo Ruiz,2009:525-541). En aquella poca debieron dise-arse los primeros espacios pblicos y religiosos

    un gora (Pol. X, 16, 1) y los santuarios deCronos y Hefesto en el Monte Sacro y el cerro deDespeaperros (Pol. X, 10, 10) de los que notenemos informacin arqueolgica alguna(Martn Camino, 1994:319). Por el contrario,

    sabemos que se aterrazaron y urbanizaron lasladeras de los cerros, quedando reservadosbuena parte de estos declives para el hbitatdomstico (Martn Camino Roldn Bernal,1992; Madrid Balanza, 2004:31-40). Tambin sedisearon los principales ejes viarios (Martn Roldn, 1997:128), algunos de cuyos trazadospervivirn a grandes rasgos en pocas romana e,incluso, moderna.

    En el contexto de inestabilidad de las dcadasfinales del siglo III a.C. y respondiendo a plan-

    teamientos tcticos y poliorcticos, la principalde las actuaciones acometidas por los cartagine-ses fue, sin duda, la construccin de unas slidasdefensas, diseadas por cuanto conocamoshasta ahora gracias al tramo de muralla halladoen el solar del antiguo colegio de La Milagrosasegn tipologas propias de la arquitectura mili-tar de raigambre fenicio-pnica e imbuidas detradiciones helensticas en lo que a tcnicas yconcepcin arquitectnica se refiere.

    El permetro amurallado de la ciudad pnicafue mayor que el de la posterior romana quemeda 20 estadios (Pol. X, 10, 1; Ruiz Madrid,2002:25), es decir, unos 3500/3700 m en funcindel tipo de medida utilizada, aunque su espaciointerior no fue ocupado en su integridad. A pesarde sus slidas defensas, la capital fue sitiada yconquistada por el general P. Cornelius Scipio,asistido por los legados C. Laelius y L. Marcius,

    en el invierno de los aos 209-208 a.C. (Pol. X,6, 8; X, 8-15; sobre este episodio: FernndezRodrguez, 2005:31-72; con anterioridad;Beltrn, 1946:101-111; id., 1947:134-143)3. Si

    creemos a Polibio, las destrucciones causadaspor el ataque fueron limitadas (Pol. X, 12-15),siendo la ciudad reocupada y no arrasada en sutotalidad, aunque son diversos los puntos dondeel registro arqueolgico acredita niveles deincendio y ruina asociados al acontecimientoblico. Con ello, el proyecto cartagins quedabortado y comenz, ahora bajo dominio de laRepblica de Roma, la andadura de una de lasms prsperas, ricas y cosmopolitas metrpolisde la Hispania romana, cuya historia no obstan-

    te fue tributaria y estuvo inevitablemente liga-da a la de la fundacin cartaginesa, como bienapreci M. Bendala (1990:25-29) tambin al res-pecto de otros establecimientos pnicos delmedioda peninsular.

    La colina que delimitaba por el noroeste lapennsula, separndola del estero o laguna inte-rior, jug un papel fundamental en el contexto dela rplica ibrica de Cartago. Se trata del actualcerro del Molinete uno de los accidentes oro-grficos que ms y mejor ha caracterizado la

    topografa y fisonoma urbana de la ciudad deCartagena en el devenir de los siglos, del quePolibio (X, 10, 9) refiri a mediados del siglo IIa.C. que en l fue construido por Hasdrbal,cuando afectaba la monarqua, un suntuoso

    palacio, de ah su consideracin de ciudadela(arx Hasdrubalis). Y aunque la aseveracin poli-biana no haba encontrado hasta el momentocorrespondencia en el registro arqueolgico delpromontorio4, su historia ha estado indisociable-mente ligada al nombre del caudillo cartagins,

    generando un mito popular (definido por unamezcolanza de historia, arqueologa, leyendas ytradiciones) que ha calado hondo en el imagina-rio colectivo de una ciudad que siempre se hasentido tributaria y orgullosa de su origen pni-co-norteafricano.

    Sin embargo, el registro arqueolgico docu-mentado en el transcurso de las excavaciones

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    3 Schulten, 1935:118; De Sanctus, 1968:440, nt. 18; Walbank,1976, vol. 2:14-15. Otros autores toman como vlida la fechade 210 a.C. aportada por T. Livio (Lancel, 1997:183). Sobrela posibilidad de un asedio anterior: Liv XXII, 20; y tambin

    De Miquel, 1994:55-59; en contra: Fernndez, 2005:55-56.4 Sobre la documentacin arqueolgica procedente del cerrodel Molinete y sus reas adyacentes: Noguera (Ed.), 2003;Noguera Madrid (Edd.), 2009.

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    acometidas entre 2010 y 2011 con ocasin delas obras de ejecucin en la cima del cerro de unparque-jardn arqueolgico (figs. 1-2), permiteconstatar una interesante secuencia material rela-

    tiva a su ocupacin en pocas cartaginesa yromano-republicana. Y aunque estamos conclu-yendo el estudio de dicha documentacin, nos haparecido pertinente avanzar en el Homenaje quela Universidad Autnoma de Madrid tributa alprofesor Manuel Bendala Galn, los resultadosdel estudio preliminar de las estructuras y con-textos pnicos hallados en la cima del cerro, loscuales con la debida cautela y discrecinpodran vincularse con la construccin del siste-ma defensivo de la ciudad, en concreto en la

    parte ms elevada de la vertiente nororiental delcerro baada otrora por las aguas del Almarjal.Precisamente con el Dr. Bendala tuvimos la opor-tunidad con ocasin de su asistencia a la

    Reunin cientfica Espacios y funcin en lasreas pblicas romanas: los elementos singula-res, celebrada en Cartagena los das 20 y 21 deoctubre pasado, de pasear por el Molinete y

    mostrarle estos y otros hallazgos que configuranun escenario arqueolgico que, por ser uno de susms sentidos temas de estudio, le cautiv sobre-manera, llegndole incluso a emocionar.Rememorando las palabras del propio Bendalacon ocasin de este periplo por el cerro, estos tra-bajos y, en su conjunto, el Parque Arqueolgicodel Molinete, ponen el acento sobre la realidadmaterial desde la que se cre y ciment el domi-nio ibrico de los Barca. Con ellos, nuevamente,Cartagena se convierte en capital de proyeccin

    universal gracias a su patrimonio cultural y a suHistoria milenaria. Sirvan, as pues, las pginasque ahora siguen de sentido regalo y homenaje albuen colega y amigo.

    Figura 1. Vista area del Parque Arqueolgico del Molinete desde el noreste (fot. Paisajes Espaoles)

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    LAS ESTRUCTURAS DE LA CIMA DEL CERRODEL MOLINETE: LA EVIDENCIA ARQUEOL-GICA DE POCA PNICA

    Las excavaciones arqueolgicas de 2010-2011en la cima del Molinete se han centrado en dos

    reas bien definidas5. Por un lado, en el antiguosector A definido por San Martn en los aos 70del siglo pasado integrado por los vestigios deun santuario pnico-romano dedicado a Atargatis,un templo itlico de poca republicana y algunasestructuras definidas como viviendas indgenas(Roldn, 2003:86-89, fig. 2), donde se ha preten-dido completar la documentacin arqueolgicaexistente y acometer la puesta en valor del reaexcavada. Por otro, en la zona de la denominada

    Muralla del Den proyectada en el siglo XVI porel propio Carlos I y construida por SebastinClavijo, den de la Catedral de Cartagena, enMurcia (Gmez, 2003:279-284, lms. 1-2) quedelimitaba por el norte la mitad occidental del

    sector A y que se desplom en febrero de 2010 trasun perodo de fuertes lluvias, justo en los mesesprevios al inicio de nuestros trabajos (fig. 3); estacircunstancia posibilit ampliar el rea de trabajoprevista inicialmente, proyectndose la excava-cin de un perfil de tierra con orientacin oeste-este, hasta entonces ocupado por la cimentacin dela muralla moderna. La actuacin arqueolgica enesta zona, que ha permitido documentar estructu-ras y estratigrafas antiguas selladas desde el siglo

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    Figura 2. Parque arqueolgico del Molinete. Vista area del rea occidental del denominado sector A con los restos

    arqueolgicos puestos en valor de la muralla pnica (cubiertos con geotextil),

    la muralla romana superpuesta y el santuario pnico-romano de Atargatis (fot. J. G. Gmez Carrasco).

    5 Un avance preliminar en: Gimnez Noguera Madrid Martnez, 2011:95-118.

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    XVI, no pudo consistir ms que en la excavacindel perfil y recorte artificial sobre el que se apo-yaba la cimentacin del lienzo defensivo del XVI.Por esta razn se configur a manera de un son-deo longitudinal de unos 40 m de longitud poralgo ms de 1 m de anchura, cuyo trazado seguael de la muralla del den y estaba delimitado aleste por los restos del santuario pnico-romano de

    Atargatis6 y al oeste por la propia muralla moder-na. Su flanco norte estaba limitado por la interfazgenerada por los desmontes vinculados con laconstruccin de las viviendas que, desde el sigloXVIII, ocuparon el lado meridional de la antiguacalle Vista Bella; por el sur, el sondeo estaba limi-

    tado por estructuras de grandes dimensiones,localizadas a cota superior y cimentadas en nive-les asociados a materiales cermicos de los siglosIII-II a.C., interpretadas por P. San Martn comoviviendas indgenas, las cuales ahora sabemosque pertenecen, en realidad, a una muralla decasamatas de, al menos, el siglo II a.C.

    Con estas metodologa y limitaciones en el tra-bajo planteado, se ha podido documentar los res-tos de una construccin longitudinal de carcterunitario que, orientada de oeste a este, se alz enla cima de la ladera septentrional del cerro y seestructur en diversos ambientes de los que que-dan vestigios de, al menos, 12 articulados en dos

    Figura 3. Parque arqueolgico del Molinete. Vista area del rea occidental del denominado sector A con los restosarqueolgicos de la muralla pnica y la muralla romana superpuesta (fot. J. G. Gmez Carrasco).

    6 Considerado como un pequeo sacellum dedicado a la DeaSyria, despus de nuestras excavaciones en la cima del cerroentre 2010-2011 sabemos que se trata, en realidad, de partede un santuario de mayor envergadura, datable de formagenrica en el ltimo tercio del siglo III a.C. y, por ende,perteneciente al conjunto de edificios construidos por loscartagineses en la ciudadela o acrpolis de la ciudad. Sobre

    el edificio: Ramallo Ruiz, 1994:79-102; sobre la inscrip-cin romana en latn, escrita con teselas blancas sobre unpavimento de mortero, que facilita la informacin sobre la

    advocacin del conjunto: Abascal Ramallo, 1997:443-444, n. 205; Abascal, 2004:106; Daz, 2008:109-110, C17(con la bibliografa anterior); Abascal, 2009:119.

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    planos o terrazas, y en los que, de forma alterna,se disponen, al menos, dos pequeas cisternas deltipo a bagnarola (fig. 4). Al objeto de documen-tar en toda su envergadura longitudinal estasestructuras se han realizado sendas ortofotograf-as en planta y alzado (figs. 5-6). Las estructuras,como ms adelante referiremos, estn amortiza-das por materiales de finales del siglo III o iniciosdel II a.C., pudiendo fecharse tambin en aten-cin al propio contexto histrico de la plaza en

    el ltimo treintenio de dicha centuria, en corres-pondencia por tanto con la fundacin pnica deQart Hadast.

    El diseo y ejecucin de esta estructura longi-tudinal parece articularse a partir de un recortepracticado en la roca de la parte alta de la laderanorte (figs. 4-5), donde se ciment un gran murode aterrazamiento (UUEE 11029-11031-11033-11070-11091), del cual se ha documentado, entramos discontinuos, una longitud de 28 m; conun grosor irregular de 0,75-1 m, este paramento

    est integrado por un zcalo, construido conmampuestos muy irregulares y angulosos de cali-za y costra caliza trabados con barro y dispuestosen hiladas de tendencia horizontal, sobre el que

    apoyaba el alzado realizado con adobes recubier-tos, muy posiblemente, con una fina capa de mor-tero de cal, tal y como evidencia el ambiente n. 1.Este paramento constituye el eje vertebrador de laestructura, integrada y cimentada a norte y sur delmismo por sendos sistemas de aterrazamiento quehemos denominado terrazas inferior septentrionaly superior meridional; sus lmites y, por ende,dimensiones exactas son difciles de apuntar pueslas estructuras de la terraza meridional (dispuesta

    a una cota superior debido a la orografa de laladera en esta zona) estn arrasadas por las cons-trucciones del siglo II a.C., mientras que las de laterraza septentrional tambin estn seccionadaspor las obras de ocupacin del cerro en pocasmoderna y contempornea (muralla del den yviviendas del siglo XVIII en adelante). El lmiteoriental conservado de la estructura se intuye enun muro de cuyo zcalo apenas restan algunaspiedras areniscas trabadas con barro y enlazadascon el antedicho muro de aterrazamiento (UE

    12217), as como en un recorte en la roca natu-ral a partir del cual se extendi hacia el norteen la terraza inferior y hacia el sur en laterraza superior, quedando a una distancia de

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    Figura 4. Planimetra de los restos arqueolgicos conservados de la muralla pnica del cerro del Molinete y

    detalles fotogrficos de los alzados (dib. M. Fuentes; comp. J. Gmez Carrasco).

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    Figura 5. Ortofografa de la planta de los restos de la muralla pnica y los restos superpuestos de la muralla romana

    del cerro del Molinete (fot. Arqueocad).

    Figura 6. Ortofografa del alzado de los restos de la muralla pnica del cerro del Molinete y detalles fotogrficos (fot.

    Arqueocad; comp. J. Gmez Carrasco).

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    aproximadamente 1 m del santuario pnico-romano de Atargatis. Nada puede apuntarse conseguridad en relacin a los lmites sur de la terra-za superior meridional y norte de la terraza infe-

    rior septentrional; aunque podra aventurarse queeste ltimo se sita a 4,85 m con respecto al murode aterrazamiento, pues es la distancia existenteentre el lmite septentrional de las cisternas n. 1y 2, localizadas en esta terraza inferior, y el murode aterrazamiento. Tampoco pueden apuntarsedatos sobre el lmite occidental de la estructura,seccionada en esta zona por construcciones depocas posteriores; en todo caso, las estructurasde los ambientes n. 10 y 1 marcan, por ahora, ellmite occidental de las terrazas superior meridio-

    nal e inferior septentrional, respectivamente, sinque sea factible avanzar ms en la investigacinarqueolgica de esta zona ocupada por la cimen-tacin y alzados de la muralla del den.

    Como ya hemos referido, la informacin sobrela configuracin arquitectnica de la terraza supe-rior meridional es muy escasa e, incluso, est muydescontextualizada desde el punto de vista estrati-grfico al haber sido buena parte de sus estructu-ras ya excavadas por San Martn en 1977-78,pudindose definir de forma clara la existencia de

    sendos ambientes en sus extremos oriental y occi-dental (n. 7 y 10, respectivamente). El primero deellos, ubicado a escasa distancia del santuario de

    Atargatis, est delimitado al norte por el muro deaterrazamiento ya referido (UE 11033), al este porlos restos del muro UE 12217, y al oeste por laestructura UUEE 11130-11032, de unos 0,50 m deanchura, construida con pequeos mampuestos decaliza y costra caliza trabados con barro y asenta-dos sobre la roca natural regularizada; del cierremeridional no se conserva ninguna estructura,

    aunque el propio declive de la roca natural parececonformar una suerte de lmite del espacio n 7).Con esta informacin, puede postularse la exis-tencia de un ambiente de ca. 2,85 m de anchura

    en funcin de sus paramentos occidental y orien-tal por ca. 2,5 m de longitud. No queda constan-cia arqueolgica, por el momento, de una suce-sin de ambientes en este plano hacia el oeste,pues no puede confirmarse arqueolgicamente lacontinuidad del paramento UE 11034 hacia laterraza superior sur; as lo impiden en esta zona lapresencia de un muro de poca augustea (UE11133) y los recortes y vaciados asociados a laconstruccin de la muralla del siglo XVI. En todocaso, el paramento del siglo I (UE 11133) que

    sigue la misma orientacin y posicin marcadapor el pnico en la terraza inferior sur, resultacuanto menos, revelador al respecto. Por otrolado, observando en detalle la tcnica constructi-

    va de los paramentos identificados en la terrazasuperior meridional, advertimos cmo otro murodel siglo I (UE 11249) muestra en su base una pri-mera hilada de mampuestos de diverso formato ymenor tamao, trabados con barro, apoyadossobre la roca natural y ligeramente sobresalientesrespecto al alzado superior; dada la ausencia deestratigrafas asociadas, es difcil precisar su cro-nologa, aunque cabe la posibilidad, dado que eltamao y orientacin de los mampuestos coincidecon los usados en poca pnica, que pueda tratar-

    se de los restos de un muro pnico asociable, aspues, a la terraza superior meridional de la estruc-tura objeto de anlisis.

    Por ltimo, en el extremo ms occidental de laterraza se constatan restos correspondientes alposible ambiente n. 10. Se trata del ngulo for-mado por sendos muros oriental (UE 11165) ymeridional (UE 11166) con zcalos construidostambin con piedras pequeas y medianas traba-das con barro; ambas estructuras estn secciona-das por una fosa que parece vincularse a la cons-

    truccin de la muralla del den, aunque la ausen-cia de estratigrafas asociadas obliga a ser cautosal respecto pues su orientacin coincide con eltrazado del muro de aterrazamiento principal. Entodo caso, la tcnica constructiva empleada enestos paramentos responde a la de las estructurasde poca pnica.

    Referente a la terraza inferior septentrional, ala que ms directamente afectaron los recortes ycimentaciones de la muralla del den y a pesar dela parcialidad de los restos conservados, se ha

    podido documentar diversas estructuras de graninters y los contextos estratigrficos a ellas aso-ciados (fig. 7). La excavacin de los niveles enque apoyaba la cimentacin de la muralla delsiglo XVI ha permitido identificar estructurascorrespondientes a varios ambientes (en algunosde los cuales no se han hallado niveles de uso aso-ciados), concatenados de oeste a este y orientadosde norte a sur, todos trabados con la fbrica delmuro de aterrazamiento principal ya referido. Deeste a oeste, se ha constatado, en primer trmino,

    los vestigios del ambiente n. 6, delimitado al surpor el muro de aterrazamiento UE 11033, quearticula toda la estructura y del que apenas se con-servan en esta zona algunos mampuestos dispues-

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    tos sobre la roca natural tallada y regularizada;enlazando con este paramento, se han localizadosus muros este (UE 12217) y oeste (UE 11032)

    ya referidos al describir el ambiente n. 7 de laterraza superior sur. Aunque no se ha podidodocumentar las dimensiones totales del ambiente,pues su zona ms septentrional est seccionadapor los recortes practicados para la construccin

    de una de las viviendas de la antigua calle VistaBella, parece tratarse de un espacio de planta tra-pezoidal, construido a apenas 1 m del santuario de

    Atargatis. El referido muro oeste (UE 11130-11032) hace las veces de medianero con elambiente n. 5, del que apenas se conserva partedel muro meridional (UE 11033) y el inicio per-fectamente trabado con la fbrica del anterior deloccidental (UE 11034), construido tambin conmampostera junteada con barro. Se trata de unaestancia de unos 3 m de anchura y de longituddesconocida por haber sido su lmite septentrionalcompletamente seccionado por las viviendas depoca contempornea. El anlisis de los caracte-res constructivos del muro UE 11034 sugiere la

    eventualidad de que, en realidad, se prolongase enla terraza superior meridional, configurando deesta forma la existencia de otro hipotticoambiente (n. 8) de igual anchura.

    Al oeste y adyacente al n. 5, se alza elambiente n. 4, delimitado al este por el paramen-to UE 11034 ya referido, al sur por el muro de ate-rrazamiento principal (UE 11033) del que apenas

    se conservan algunos mampuestos muy descohe-sionados a causa de la fractura producida por laconstruccin de la muralla del den, y al oeste porel paramento UE 11036, del que se ha podidoidentificar en el perfil de excavacin parte delmuro seccionado (figs. 8-9). Se trata de un espa-cio de ca. 5 m de anchura por una longitud inde-terminada en sentido norte-sur, pues no se conser-va el muro que lo cerrara por el norte. Si admiti-mos la posibilidad de que la hilada inferior delmuro augusteo identificado en la terraza superior

    (UE 11249) correspondiese en origen a la faseconstructiva pnica y que se proyectase en laterraza inferior, algo que parece advertirse al estu-diar en detalle el ortofotoplano del muro de ate-

    Figura 7. Perspectiva desde el noroeste de los ambientes n. 1 y 2 y de la cisterna n. 1 de la muralla pnica(fot. J. Gmez Carrasco).

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    rrazamiento principal, el ambiente n. 4 tendrauna anchura de unos 3 m, existiendo entonces unestrecho espacio (acaso un paso o caja de escale-ra?) entre los ambientes n. 4 y 5 que permitira lacomunicacin entre ambas terrazas.

    Al oeste del ambiente n. 4 se dispone el n. 3,del que slo pueden referirse algunos escasosdatos planimtricos, pues una casa de la antiguacalle Vista Bella adosada a la muralla del sigloXVI haba destruido por completo en esta zonatodo el depsito estratigrfico (fig. 10). En cual-quier caso, pudo configurarse como un espacio deunos 2 m de anchura, delimitado al este por elmuro medianero del contiguo ambiente n. 4 (UE11036), al sur por el muro de aterrazamiento prin-cipal UE 11033 y al oeste por las estructuras de lacisterna n. 2 (UE 11039); como en el resto deambientes, no queda evidencia material algunaconcerniente al muro de cierre septentrional.

    A continuacin se dispone la cisterna n. 2 (fig.11), uno de los elementos ms interesantes y sig-nificativos del complejo junto con la n. 1. Setrata de un depsito a bagnarola (UE 11039), deplanta rectangular y lados menores absidados(Egea, 2003:112, tipo II.2), excavada parcialmen-te en el terreno natural y construida con muros, de

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    Figura 8. Vista del ambiente n. 4 de la muralla pnica, con detalle del alzado de la UE 11036 durante el

    proceso de excavacin (fot. M. J. Madrid).

    Figura 9. Vista del ambiente n. 4 de la muralla pnica

    (fot. J. Gmez Carrasco).

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    Figura 10. Vista del ambiente n. 3 de la muralla pnica (fot. J. Gmez Carrasco).

    Figura 11. Vista de la cisterna n. 2 de la muralla pnica (fot. J. Gmez Carrasco).

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    0,30 m de espesor y realizados con mampuestostrabados con barro entre los que destaca el empleomayoritario de piedra caliza menuda, costra cali-za y areniscas dispuestas en hiladas de tendenciahorizontal. Esta cisterna de tipo helenstico, de3,50 m de longitud por 1,50 m de anchura, estabaenlucida al interior mediante una capa impermea-ble de mortero hidrulico de cal, de tonalidadamarillenta y abundantes fragmentos de cermicamachacada de pequeo calibre (UE 11161); elfondo, que estaba impermeabilizado con elmismo tipo de mortero, estaba a ca. 1,80 m pordebajo de la cota de circulacin de los ambientesde la terraza inferior norte. El depsito est inser-

    to en una dependencia de planta rectangular quelo envuelve y delimita por completo: por el surestaba delimitado por el muro de aterrazamientoprincipal que articula todo el complejo (UE11033), y por el oeste por un muro de mamposte-ra y tapial (UE 11026); sus estructuras septen-trional y suroriental fueron seccionadas y destrui-das por la construccin de una vivienda del sigloXVIII adosada al paramento norte de la muralladel den. Respecto al depsito arqueolgico delinterior de la cisterna, estaba colmatado por tierraarcillosa de tonalidad marrn clara, compacta ycon pintas de cal y carboncillos (UE 11049), queno ha aportado material cermico; de ah que nadapueda sealarse sobre su fecha de amortizacin.

    Ms al oeste, se documentan los vestigios delambiente n. 2, encajado entre las cisternas n. 1 y2 (fig. 12), sirviendo de medianera con cada unade ellas los muros UUEE 11026 y 11027, ambosde unos 0,70 m de anchura, construidos con zca-los de mampostera y alzados de tapial/adobesque, en algunos puntos, conservan an restos delo que podra interpretarse como un enlucido for-mado por una fina capa de cal. El ambiente n. 2est delimitado por el sur por el muro de aterraza-miento principal que articula todo el complejo(UE 11091), de unos 0,74 m de anchura, construi-do con hiladas muy irregulares de mampuestostrabados con barro. Este grueso paramento debi

    debilitarse como consecuencia de los empujestectnicos de la construccin, por lo que parecehaber sido reparado o reforzado con un nuevotramo de mampostera adosado, de factura ydimensiones muy irregulares (UE 11092) ycimentado sobre la propia roca natural.

    Al oeste, encajada entre los muros UUEE11027 y 11023, correspondientes a los ambientesn. 2 y 1, se dispone la cisterna n. 1 (UE 11038)(fig. 13), del tipo helenstico a bagnarola y plan-ta rectangular con bsides contrapuestos; el dep-

    sito se inscribe en una estructura rectangular iden-tificada en la mampostera que maciza el espaciocomprendido entre su lmite meridional y losmuros perimetrales, como en el recorte rectilneo

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    Figura 12. Vista del ambiente n. 2 de la muralla pnica (fot. J. Gmez Carrasco).

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    que se advierte en la roca natural, junto al extre-mo norte, tambin con restos de mampostera aso-ciada; dichos vestigios constituyen, por elmomento, la nica evidencia concerniente a laposicin exacta del muro de cierre septentrionalde la estructura. Las dimensiones interiores de lacisterna son 3,22 m de longitud y 1,52 m deanchura, mientras que al exterior la estructuraperimetral en que se encaja mide 4,11 m de longi-tud por 2,77 m de anchura. La tcnica constructi-va empleada es, como en el caso de la cisterna n.2, mampostera irregular trabada con barro, orga-

    nizada en la cara interna en hiladas muy regularesde piedra arenisca, de tamao menudo y trabadacon capas espesas de barro; esta mamposteraforra incluso la parte inferior de la cisterna, exca-vada en la roca natural. La cisterna se emplehasta el siglo XX, razn por la cual su fondo estroto y horadado; no obstante, persisten evidenciasde su suelo original en el enlucido de los murosque la cierran por el sur, aprecindose como enel caso de la cisterna n. 2 una diferencia de cotadestacada entre el suelo de los ambientes adya-centes y el fondo del depsito. Su reutilizacin

    Figura 13. Vista de la cisterna n. 1 de la muralla pnica (fot. J. Gmez Carrasco).

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    como aljibe de agua para uso domstico hastapoca reciente es la causa de su conservacincompletamente seccionada, recubierta al interiorpor una capa de cemento que, en ocasiones, se

    adhiere al enlucido de mortero hidrulico origi-nal, y totalmente colmatada por basuras de diver-sa ndole y naturaleza; todo lo cual ha destruidopor completo el depsito arqueolgico original.

    Por ltimo, en el extremo ms occidental delsondeo, y en parte situado bajo la muralla delden, se ha constatado el ambiente n. 1 (fig. 14),del cual se ha podido identificar el muro oriental(UUEE 11023-11071) que, al igual que el delambiente n. 2, tiene una anchura de ca. 0,70 m;cimentado sobre la roca natural, est compuesto

    por un zcalo, de mampostera irregular trabadacon barro, recrecido mediante un alzado detapial/adobe que, en algunos casos, conserva res-tos de lo que pudo ser un fino enlucido de cal. Laduda relativa a si el alzado se construy de tapialo adobe deriva de que no se advierte con claridadla presencia de los segundos, si bien en los nive-les de derrumbe hallados en su interior s se hanhallado restos de ellos. El cierre meridional ape-nas se ha podido constatar en una pequea sec-

    cin, pues las cimentaciones de la muralla delden y un muro de grandes dimensiones del sigloII a.C. que apoya en esta terraza han imposibi-litado concluir la excavacin del ambiente. En

    todo caso, como en el caso de los precedentes, elambiente est seccionado y destruido al norte porlas viviendas de la antigua calle Vista Bella.

    Como puede apreciarse, el estado de conserva-cin de esta estructura longitudinal pnica esmuy parcial, pues ha sido cortada y seccionadaen varios momentos, lo que ha implicado la des-truccin de buena parte de sus alzados. Primero,en poca romana, con ocasin de la construc-cin de un paramento de grandes dimensionesen la cima de la colina. Ms tarde, ya en el siglo

    XVI, al ejecutarse las obras cimentacin y cons-truccin de la cortina de la muralla del den,que asentaba directamente los muros de estaestructura. Por ltimo, entre los siglos XVIII yXIX, como consecuencia del trazado de la calleVista Bella y, en particular, de la construccinde las viviendas que entonces se adosaron a lacara norte de la muralla moderna, cortando yseccionando nuevamente las estructuras pnicasy su depsito arqueolgico asociado.

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    Figura 14. Vista del ambiente n. 1 de la muralla pnica (fot. J. Gmez Carrasco).

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    En todo caso, las evidencias documentadascorresponden a una estructura arquitectnica deformato longitudinal, construida en la cima de lavertiente septentrional del cerro, y organizada a

    partir de un muro de aterrazamiento principal alnorte y sur del cual se dispusieron sendas terrazas,en la superior de las cuales se han constatado, almenos, 3 ambientes, y en la inferior 6 ambientesy 2 cisternas para almacenamiento de agua. Comoveremos, unas y otras podran corresponder a unconjunto de substrucciones que, vistas por el alza-do de su frente septentrional, configurasen unaestructura de planta longitudinal conservada en,al menos, 28 m construida mediante la tcnicade doble paramento con espacios internos ejecu-tados mediante muros perpendiculares, concebi-dos a modo de tirantes y dispuestos a intervalosregulares. Como ms adelante argumentaremos,podra identificarse tipolgicamente con unamuralla de casernas o casamatas que formaraparte del sistema defensivo que, hacia el lado delAlmarjal o laguna interior, protega tanto la ciu-dad como la arx de la fundacin pnica, es decir,la ciudadela donde Hasdrbal a decir de Polibiohaba construido su palacio. Pero antes de ampliarnuestro argumento, analicemos la informacinestratigrfica asociada a dichas estructuras y los

    datos para encuadrarlas en la diacrona histrica.

    ESTRATIGRAFA Y CONTEXTOS CERMICOS

    Durante la excavacin del referido sondeo nose ha constatado nivel estratigrfico alguno aso-ciable a la construccin de estas estructurasarquitectnicas. Sin embargo, al menos a losambientes n. 1 y 2 se asocia una interesantesecuencia estratigrfica que coadyuva de mane-ra decisiva a su fechacin e interpretacin arqui-

    tectnica. As, en el ambiente n. 2 se ha docu-mentado, dispuesta directamente sobre la rocanatural regularizada, una capa de arcilla apiso-nada (UE 11090) correspondiente al suelo de ladependencia; sobre este piso se constat partede un estrato (UE11086) compuesto por carbon-cillos y grandes fragmentos de mortero (opussigninum), cados directamente sobre el suelo, ytrozos de adobes y tierra procedentes de losalzados, que pueden interpretarse como elderrumbe de los alzados y la cubierta plana de laconstruccin, la cual permitira la recogida deaguas y su canalizacin hacia el interior de lascisternas. Tambin en el ambiente n. 1 el nivelde circulacin y uso est integrado por una capa

    de barro apisonado (UE 11093), el cual estamortizado por varios estratos (UUEE 11076-11077) compuestos por numerosos trozos demortero (opus signinum), restos de adobes,

    algunas piedras de mediano y pequeo tamao,carboncillos y fragmentos de nforas (fig. 15);dichos estratos y sus materiales corresponden alcolapso de la cubierta y alzados del ambiente,que acaeci de forma violenta a tenor de loscaracteres del depsito arqueolgico registrado.De hecho, cubierto por estos estratos de derrum-be, y directamente depuesto sobre la cota de cir-culacin del ambiente, se document un estratocon abundantes carbones y cenizas (UE 11088)(fig. 16) que puede interpretarse como un nivelde incendio vinculado a la destruccin de estaestructura.

    Los materiales, en particular cermicos, pre-sentes en estos niveles de derrumbe y destruccin,pese a ser escasos desde el punto de vista cuanti-

    Figura 15. Vista del perfil de excavacin del depsito

    arqueolgico sobre el pavimento del ambiente n. 1de la muralla pnica, donde se aprecian cados

    los adobes disueltos y los restos de mortero hidrulico

    de la techumbre (fot. J. Gmez Carrasco).

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    tativo, constituyen un magnfico testimonio de loscontextos cermicos asociados a la ciudad brqui-da de las ltimas dcadas del siglo III a.C. En losderrumbes constatados en el interior de losambientes n. 1 y 2 (UUEE 11076, 11077 y11086), la vajilla fina de mesa est compuestamayoritariamente por cermicas itlicas importa-

    das de barniz negro, destacando en primer trmi-no las producciones de Campaniense A, represen-tadas por varios fragmentos informes, un fondo yun borde de cuenco del tipo Lamb. 27 (fig. 17.1),a las que deben sumarse un pequeo fragmento deproduccin Calena. Destaca tambin otro ungrupo, ms heterogneo, de cermicas barnizadascon pastas grisceas, a las que con frecuencia seasigna un origen ebusitano, con un repertorio for-mal compuesto por un plato asimilable a unaforma Lamb. 27 (fig. 17.3), un cuenco carenado

    con borde de tendencia vertical (fig. 17.2) similara la forma ebusitana HX-1/53 (Ramn, 1994:fig.9.53), y una copa de borde exvasado y engrosadoal exterior (fig. 17.4) semejante al tipo HX-1/52,

    fechado como el anterior entre 240 y 210 a.C.(Ramn, 1994:fig. 9.52); estas producciones seconstatan tambin en algunos niveles de destruc-cin de la ciudad pnica a finales del siglo III a.C.(Martn Roldn, 1997:lm. IV.30; Ramallo Ruiz, 2009:fig. 7.539). Las producciones ibricasse limitan a unos cuantos fragmentos informes de

    cermicas decoradas con motivos pintados geo-mtricos de bandas y crculos concntricos, y aalgunas cermicas de cocina, sobre todo ollas decoccin reductora (fig. 17.5). Entre el resto de lavajilla constatada destaca un pequeo fragmentode labio de perfil ondulado perteneciente a unmortero de fabricacin ebusitana (Guerrero,1996:208-210) (fig. 17.6) produccin igualmen-te presente en contextos brquidas de la ciudad(Martn Roldn, 2000), hallado junto a variosfragmentos informes de cermicas comunes de

    produccin norteafricana. Relativo a las produc-ciones vinculadas con la iluminacin, slo hay unfragmento, bastante completo, de una lucerna debarniz negro de tipo helenstico, caracterizada por

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    Figura 16. Nivel de incendio integrado por carbones y cenizas (UE 11088) depuesto sobre el pavimento del

    ambiente n. 1 de la muralla pnica (fot. M. J. Madrid).

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    mostrar un cuerpo de perfil troncocnico con elpie realzado de base cncava (fig. 17.7), muysemejante al tipo Ricci B (Ricci, 1974). Respectoa las nforas, cabra destacar primero las proce-dentes del rea del Crculo del Estrecho, repre-sentadas por un borde de Maa-Pascual A-4 (fig.18.1) y un nfora cilndrica del tipo T-4.2.2.5 (fig.18.2), cuyo momento lgido de produccin sesita entre 225 y 175 a.C. (Ramn, 1995:194);

    estas producciones estn bien documentadas en elvertedero de la plaza de San Gins (Martn,1998:lm. III.12) y en el nivel de destruccin dela calle Saura (Ramallo Ruiz, 2009:fig. 7.539);esta categora funcional se completa con una frag-mento de Maa D de produccin tunecina (fig.18.3), tipo T-5.2.3.1 de J. Ramn, cuya cronologase extiende entre el ltimo cuarto del siglo III y elprimer cuarto del II a.C. (Ramn, 1995:198).

    Figura 17. Material cermico procedente de los estratos de amortizacin (UUEE 11076, 11077 y 11086)

    que amortizaban los ambientes n. 1 y 2 de la muralla pnica (dib. S. Prez-Cuadrado Martnez).

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    En el nivel de incendio documentado en elinterior del ambiente n. 1 (UE 11088), slo seha recuperado parte del borde y cuello de unnfora greco-itlica (fig. 18.4) provista de unborde exvasado con labio inclinado de base cn-

    cava, que podra incluirse en el grupo de bordesbd4 diferenciado en Lattes, fechado genrica-mente entre 225 y 100 a.C. (Py Adroher Snchez, 2001:62).

    En este conjunto de producciones cermicas ysus formas ms significativas destaca la presenciamayoritaria de producciones importadas fabrica-das en regiones bajo control pnico, como es elcaso de la zona del Estrecho de Gibraltar, la isla

    de Ibiza, el rea norteafricana y, posiblemente, elMediterrneo central. Estas producciones estnbien constatadas en los niveles de poca brquidade Qart Hadast, contrastando con la escasa repre-

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    Figura 18. Material cermico procedente de los estratos de amortizacin (UUEE 11076, 11077 y 11086) que amortiza-

    ban los ambientes n. 1 y 2 de la muralla pnica (dib. S. Prez-Cuadrado Martnez).

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    sentatividad de las producciones ibricas locales.En concreto, la composicin de la vajilla fina demesa refleja una situacin muy similar a la delresto de niveles pnicos de la ciudad, donde pre-

    dominan las Campanienses A y las produccionesebusitanas (Ruiz, 2004:92-93). As pues, la for-macin de estos niveles debe situarse a finales delsiglo III o en los primeros aos del II a.C., lo queacredita para las estructuras por ellos amortizadosuna cronologa, en todo caso, inmediatamenteanterior, muy posiblemente consignable en lasltimas dcadas de dicha centuria.

    INTE RP RETAC IN D E LA EVI DEN CIAARQUEOLGICA: LA H IPTES IS DE LAMURALLA PNICA

    Con los datos expuestos en los captulos pre-cedentes, cul es la interpretacin y funcionali-dad atribuible a esta construccin de carcter lon-gitudinal? En su esplndida descripcin de latopografa de la plaza pnico-romana, Polibiorefiere que [] por las partes restantes est rode-ada de colinas, dos altas y escabrosas y otras tres

    mucho ms bajas, aunque estn llenas de caver-

    nas y malos pasos. De stas la mayor est al

    oriente, se extiende hasta el mar, y sobre ella se ve

    el templo de Esculapio. Hacia el occidente lecorresponde otra de igual situacin sobre la cual

    est fundado un suntuoso palacio, obra, segn

    dicen, de Hasdrbal, cuando afectaba la monar-

    qua. [] (X, 10, 1), es decir, cuando se desarro-ll la ocupacin militar de la pennsula Ibricatratando de implantar una suerte de protectoradoo prefectura militar. Esta referencia prueba dndeestaba la arx o ciudadela de la ciudad pnica yque en ella haba construido un suntuoso palacio,obra del general cartagins. Por tanto, una prime-

    ra hiptesis a considerar sera que la estructuraahora documentada correspondiese a alguna delas construcciones, todas desconocidas, pertene-cientes de la residencia del caudillo.

    Sin embargo, el largo trazado y la posicintopogrfica de esta estructura arquitectnica sonelementos que, sumados a su conformacin tipo-lgica, permiten sustentar una segunda hiptesisde interpretacin ms razonable. En efecto, esta-mos ante una estructura construida mediante latcnica del doble paramento paralelo y con com-

    partimentos interiores ejecutados con muros per-pendiculares dispuestos a intervalos ms o menosregulares. De marcado desarrollo longitudinal,tiene unos 36 m de envergadura mxima docu-

    mentada y una anchura de algo ms de 6 m, siaceptamos como vlidos los datos aportados porlas improntas de los cierres septentrional de la cis-terna n. 1 y meridional del muro sur del hipotti-

    co ambiente n. 10. Parece responder, asimismo, aun proyecto bien definido, ejecutado de formaunitaria, y dotado de un marcado sesgo funcional,como denotan su tcnica constructiva y la caren-cia de cualquier indicio asignable a un programadecorativo, que a tenor de la descripcin polibia-na s debera estar presente en el referido palacio.Constructivamente, est ejecutada con murosdotados de zcalos de mampostera y alzados detapial o, ms probable, de adobes, posiblementeenlucidos con una fina lechada de cal; tambin lossuelos son simples capas de barro apisonado,colocadas directamente sobre la roca naturalrecortada y regularizada. Las cubiertas estaranrealizadas con tejados planos de mortero hidruli-co. Adems, se alza, como ya se ha indicado, enel punto ms elevado de la vertiente norte de laciudadela, parcialmente encajada en la rocamadre y enfrentada a la laguna o almarjal que pro-tega la ciudad por el norte.

    Estos datos objetivos permiten hipotetizar queestamos ante los restos de una muralla de casernaso casamatas, organizada en dos niveles o terrazas,construida tras la fundacin de la ciudad pnicapor los Barca. El lienzo defensivo, que estaraenfrentado a la laguna y coronando la escarpadaladera norte del cerro en su punto ms elevado

    constituyendo una barrera imponente y prctica-mente infranqueable, fue destruido y amortiza-do, a partir de la cronologa de los contextos cer-micos asociados, en los ltimos aos del siglo IIIo los iniciales del II a.C. La alternancia en laconstruccin de zcalos de mampostera y alza-dos con fbrica de adobes es usual en muchas

    murallas fenicias y cartaginesas (Lpez Castro Manzano Alemn, 2010:33). En todo caso, elfrente septentrional abierto al estero ha desapare-cido por completo, no siendo descartable elempleo en esta zona de un muro de sillares, seme-

    jante al constatado en el tramo de muralla de LaMilagrosa. Sin embargo, contradeciran esta posi-bilidad los restos de mampostera asociada alrecorte que delimita por el norte la cisterna n. 2.Y, adems, este tipo de refuerzo era preciso sobretodo en terrenos llanos, donde la defensa deba ser

    reforzada al estar expuesta a ataques con arietes uotras mquinas de guerra semejantes, lo cual noparece necesario en el caso de la escarpada posi-cin que ocupa la cortina defensiva del Molinete.

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    Dado el psimo estado de conservacin de susestructuras es muy difcil analizar la metrologade la obra, aunque la anchura calculada de unos6,30 m podra evidenciar el recurso a un codo

    fenicio-pnico de 0,52 m. La distribucin internade la muralla est basada en dos planos aterraza-dos, habindose recuperado, por el momento, losdatos ms fiables y significativos en la terrazainferior norte. Aunque apenas se conserva unaimpronta muy parcial del muro septentrional en ellmite norte de la cisterna n. 1, podemos suponerla existencia de dos muros paralelos, el ms meri-dional de los cules que vertebra la construccinentera secciona, se apoya y adapta a la roca natu-ral; de este muro se conserva, en parte, el zcalode mampostera sobre el que, a tenor de los datosestratigrficos y constructivos procedentes de losestratos de derrumbe de la estructura, se construi-ran los alzados de tapial o, ms probablemente,de adobe. Este sistema basado en la construccinde un muro de aterrazamiento interior contribuiraa la consecucin, con un escaso esfuerzo cons-tructivo, de una suerte de substruccin de grandesdimensiones. Asociado a este paramento se haconstatado una serie de tirantes o tabiques interio-res, de gran consistencia, perfectamente trabadoscon l y realizados con la misma tcnica cons-

    tructiva, que generan diversos espacios interioresde planta rectangular o ligeramente trapezoidal,orientadas de norte a sur y dispuestas en batera,siguiendo el sentido longitudinal de la construc-cin. Dichos tirantes parecen emplazarse a inter-valos irregulares, lo que determina que las dimen-siones de los compartimentos no sea regular.Estas casernas alternan con cisternas o depsitospara la recogida y almacenamiento de agua, de losque slo se conservan dos. Trabados con el murode aterrazamiento principal se constatan los restos

    de otros paramentos, tambin orientados de nortea sur, asentados sobre la roca de la cima de la coli-na y pertenecientes a la terraza superior meridio-nal de la estructura.A pesar de la parcialidad de suestado de conservacin y de la ausencia de estra-tigrafas asociadas, deben pertenecer a la mismaestructura, generando pequeos ambientes, algu-nos de los cuales pudieron servir como pasillos ocajas de escalera, resolviendo de esta manera elacceso a las estancias de la terraza inferior sep-tentrional.

    Tipolgicamente, este lienzo defensivo se ads-cribe al gnero de las murallas de doble paramen-to y compartimentos interiores, caracterstico dela arquitectura militar fenicio-pnica, comnmen-

    te denominado de cajones cuando stos estabanrellenos de arcilla, tierra prensada o escombros ode casernas o casamatas cuando los espacios seempleaban para el avituallamiento o el hbitat de

    la tropa (Lpez Castro Manzano Alemn,2010:41). Estas fortificaciones, que tienen su ori-gen en el levante mediterrneo, en Fenicia y Siria-Palestina, donde se desarrollaron durante lossiglos X y IX a.C. como consecuencia de lainvencin asiria del ariete como mquina de ase-dio (Wright, 1985:173-174, fig. 86; Pastor, 2008:11ss.; Montanero, 2008:98-99), fueron las msutilizadas por los fenicios occidentales (Prados Blnquez, 2007:57-80), estando constatadasdesde el siglo VIII a.C. en la pennsula Ibrica

    (Montanero, 2008:91-114); destacan las deCastillo de Doa Blanca (Puerto de Santa Mara,Cdiz), de mediados del siglo VIII a.C. (RuizMata Prez, 1995: 99ss.; Ruiz Mata, 2001:264),y Cabezo del Estao (Guardamar del Segura,Alicante), de finales de dicha centuria o inicios dela siguiente (Gonzlez Prats Garca, 2000:1528ss.). La transformacin de algunos asentamientoscoloniales en entidades urbanas desde finales delsiglo VII a.C. en adelante conllev una nueva fasede desarrollo del modelo de murallas con com-partimentos interiores, pudiendo referirse las de

    Malaka, de comienzos del siglo VI a.C.(Arancibia Escalante, 2006:62ss.), la nueva delCastillo de Doa Blanca levantada en pleno sigloV a.C., la de Abbera (Cerro de Montecristo, Adra,Almera), de finales del siglo VII o inicios del VIa.C. (Lpez Castro, 2009; Lpez Castro Manzano Alemn, 2010:42), y la del asenta-miento fortificado de Altos de Leveque, prximoal litoral occidental almeriense y emplazado en unpunto estratgico de control de los recursos mine-ros y agrcolas de Abdera, fechada entre la segun-

    da mitad del siglo VI y finales del V-inicios del IVa.C. (Lpez Castro, 2009; Lpez Castro Manzano Alemn, 2010:27-46, en particular 30-35 y 41-42, figs. 3-9). Por ltimo, en el contextode la nueva arquitectura poliorctica complejadesarrollada por los cartagineses desde finales delsiglo V a.C. en el Mediterrneo central y adapta-da al uso de poderosas mquinas de guerra, bienconstatada en las zonas de dominio pnico en elMediterrneo central en particular Tnez, Siciliay Cerdea y, por supuesto, en el medioda y

    sureste de Iberia (Bendala Blnquez, 2002-2003:145-160; Prados Blnquez, 2007:57-80),en los siglos IV-III a.C. se desarrollaron sistemasamurallados con compartimentos interiores en

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    diversos enclaves peninsulares, destacando el dela ciudad pnica de Carteia (San Roque, Cdiz),donde a finales del siglo IV a.C. uno de los acce-sos fue fortificado mediante un tramo de muralla

    de casamatas; en el siglo III a.C. se remodel lamuralla, aprovechando sus estructuras y erigiendouna nueva de casamatas, cuya estructura arquitec-tnica con zcalos de mampostera y alzados deadobe es muy semejante a la constatadas ahora enel cerro del Molinete de Cartagena. No obstante,en aquella destaca el empleo de mampuestos bientrabajados y calzados con ripios, lo que aporta unplus de regularidad a la obra (Bendala Roldn Blnquez, 2002:164-165; Roldn Bendala Blnquez Martnez, 2006:302; Bendala,

    2010:442 ss.). Al margen del debate en torno a lainterpretacin de parte de la Puerta de Sevilla deCarmona (Sevilla), la antigua Carmo, como per-teneciente a una torre pnica o a la platea decimentacin de un templo posterior (Bendala,1990:27-29, fig. 1a, lm. 3a-b y f; Beln Escacena Anglada, 1993:219-242; Schattner,2005:67-98), otra nueva muralla de casamatas,de cremallera y perfectamente adaptada a latopografa del terreno, fue erigida en el siglo IIIa.C. en el Castillo de Doa Blanca, estando basa-do su ritmo en la alternancia de cortinas de

    murallas con casernas y torres cuadrangulares de10 m de lado (Barrionuevo Ruiz Prez,1999:117 ss.). Estas ltimas, junto a las del sigloIII a.C. de Carteia y las de Qart Hadast, se cons-truyeron siguiendo tradiciones helensticas y res-ponden a planteamientos tcticos y poliorcticosligados a la poltica imperialista de los Barca enIberia a finales del siglo III a.C.

    Con todo, sin duda el mejor parangn para elnuevo lienzo defensivo del Molinete lo aporta eltramo de muralla pnica identificada en la propiaCartagena, en el rea del antiguo istmo, concreta-mente en la vaguada existente entre los cerros deDespeaperros y San Jos7. Descubierto en elsolar del antiguo colegio de La Milagrosa, junto ala plaza Almirante Bastarreche, consiste en unamuralla de casamatas, para cuya ejecucin se aco-metieron explanaciones y recortes de roca pre-vios, integrada por sendos paramentos, el frontalde los cules se construy en opus quadratum dearenisca de tradicin helenstica, distanciados

    unos 6 m y unidos por correas de opus africanumque delimitan espacios internos usados comoalmacenes o como alojamiento de la tropa; tantoel lienzo interior, como los muros transversales

    tenan alzados de adobe. Por Polibio sabemosque, en esta zona frente al istmo, las murallasestaban dotadas de almenas y eran altas (X, 13),superando posiblemente varios metros de altura.

    Los tramos de muralla con casamatas de LaMilagrosa y del Molinete son semejantes desde laptica tipolgica, siendo tributarios de un mismoproyecto defensivo-arquitectnico, a pesar de susdiferencias en el plano de las tcnicas ediliciasempleadas. Ambos evidencian la introduccin enla regin del sureste, lgicamente a inicios del

    ltimo tercio del siglo III a.C. (y en todo caso trasla organizacin de la ciudad en 229/228 a.C.), deuna arquitectura poliorctica de tradicin fenicio-pnica. De hecho, mientras que la anchura entrelos lienzos exterior e interior en el pao defensivodel istmo es de algo menos de 6 m (Martn Roldn, 1992:116), el del Molinete si aceptamoscomo vlidos los datos proporcionados por laimpronta del cierre norte de la cisterna n. 1 y porel muro sur del hipottico ambiente n. 10 ten-dra una anchura de ca. 6,30 m, magnitud queincluira las estancias situadas en la terraza supe-rior septentrional. La principal diferencia aprecia-ble entre ambas cortinas radica en que los murosexterior e interior de la del istmo estn construi-dos mediante quadratum y africanum, mientrasque en el Molinete tiene todos sus paramentosconstruidos con zcalos de mampostera trabadacon barro y alzados de adobe o tapial, algo que noes excepcional, pues tambin se constata en lasmurallas del Castillo de Doa Blanca, construidasen un breve lapso de tiempo y donde dicha tcni-ca se ha interpretado en funcin de la rapidez de

    su construccin, el empleo de distintos maestrosde obra y la reutilizacin de material previo(Barrionuevo Ruiz Prez, 1999:119).

    Aunque era una plaza fuerte ubicada en la reta-guardia de los dominios cartagineses en la penn-sula, la defensa y fortificacin de Qart Hdstdebi ser objetivo prioritario en razn, no slo delcontexto preblico en que haba acaecido su fun-dacin, si no tambin de la necesidad de exterio-rizar su prestigio como capital de los dominios

    7 Sobre el tramo de muralla hallado en el solar de LaMilagrosa: Martn Roldn, 1992:116 ss.; Martn Belmonte, 1993:161-171; Martn, 1994:317-318; Marn,

    1997-98:121-140; Bendala Blnquez, 2002-2003:148;Ramallo, 2003:331-338.

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    ibricos de los Barca. Sin embargo, dadas lasexcelentes defensas naturales del terreno dondese alz, es muy posible que buena parte de losesfuerzos se centraran en proteger su punto ms

    vulnerable, a saber, el istmo que lo una a tierrafirme, con una slida muralla con un frente desillares capaz de repeler un ataque con arietes omquinas de guerra semejantes. En tanto quepara la defensa en la zona alta de la ciudadela elcerro del Molinete pudo recurrirse a una obrade factura y ejecucin ms tosca desde el puntode vista constructivo con el recurso a mamposte-ra y adobes, levantada en todo caso en un lapsoreducido de tiempo y ejecutada por diversasmaestranzas. Con todo, el recurso al adobe nodebe tenerse como desdoro de la obra, pues elpropio Plinio (nat. XXXV, 169) destaca, al res-pecto de los muros de tierra construidos por loscartagineses en la pennsula por orden deHanbal, su consistencia y fortaleza que loshaca ms fuertes que el cemento caemento fir-miores, sealando cmo en su poca an pod-an verse en algunos lugares de la geografa his-pana otrora bajo dominio pnico (Conde,2003:44-45).

    Respecto a la funcionalidad de los comparti-mentos interiores de la cerca, cuyo formato ysuperficie irregular est determinada por la adap-tacin de la obra a la topografa del terreno,Apiano (Lib. 95) resea que en los espacios inter-nos de las murallas de Cartago estaban los esta-blos, abrevaderos y almacenes para el abasteci-miento de la tropa. De igual modo, en Cartagenalas casernas pudieron dedicarse al almacenamien-to de materiales y suministros para la defensa ymantenimiento de la guarnicin militar acuartela-da en la ciudadela, incluidos vveres y agua, quequedara almacenada en los grandes depsitos

    documentados. Sobre las cubiertas de morteroimpermeable de las cisternas discurrira el paso deronda, que servira tambin para la recogida delagua de lluvia, su canalizacin y filtrado hacia losaljibes. La inclusin de depsitos en los sistemasdefensivos, que aseguraba el abastecimientohdrico en caso de asedio, est constatado en otrosejemplos de arquitectura militar cartaginesa,como por ejemplo las defensas de Ras ed-Drek,en el cabo Bon (Nabeul, Tnez), donde se cons-truyeron dos cuerpos edificados en ngulo provis-

    tos de cinco cisternas de gran capacidad (Lancel,1994:245). En la pennsula Ibrica, en concreto enalgunos enclaves ibricos convertidos en puestosde control pnico de su rea de influencia, se

    conocen destacadas obras de ingeniera militarcon cisternas. Sera el caso del Tossal de Manises(Albufereta, Alicante) donde se construy en lasegunda mitad del siglo III a.C. un complejo de

    torres, poternas y muros avanzados que configu-raron un antemural o proteichisma; en las torresVI y VIII se incluyeron varias cisternas a bagna-rola, muy similares a las del Molinete, destinadasa almacenar el agua recogida en las cubiertas delas torres (Olcina Guilabert Tendero,2010:236 ss.).

    La cortina defensiva del Molinete deba exten-derse por el borde superior de la vertiente septen-trional del cerro. El hecho de que se proyecte porel este hasta prcticamente 1 m del santuario

    pnico-romano de Atargatis , a lo que debesumarse la inclinacin que, en este punto, mues-tra el nico tramo de muro conservado (UE12217), parece evidenciar que la muralla quebra-ra en este punto, cambiando su orientacin enngulo recto hacia el norte. Quizs este ngulo delrecinto amurallado actuase a modo de torre avan-zada, generando un bastin angular que reforzarala defensa de la zona. Por consiguiente, es posibleque al menos en el flanco septentrional de lacima del cerro la muralla tuviese un diseo encremallera como ocurre con el lienzo del

    Castillo de Doa Blanca, caracterizado por untrazado regularmente quebrado y adaptado a lapropia orografa natural, lo que proporcionaranuevos ngulos de tiro para alcanzar a los atacan-tes ms prximos a la muralla. Avala la existenciade este trazado en cremallera el hecho de que laposterior defensa de poca romana, que segua

    como ms abajo expondremos el mismo traza-do que la pnica en esta zona de la ciudadela,estuviese ampliamente retranqueada al norte,envolviendo algunas casas de poca republicana

    dispuestas a unos 30 m al este del tramo de mura-lla pnica conservada.

    Llegados a este punto, se suscita un interro-gante: el lienzo de muralla hallado en el flanconorte del Molinete debe adscribirse al sistemadefensivo general de la ciudad pnica, al que asi-mismo perteneci el exhumado en el solar de LaMilagrosa, o por el contrario form parte de lasdefensas de la acrpolis ocupada por el palacio deHasdrbal, que contaba con una guarnicin de1000 mercenarios en el momento previo al ataque

    de Escipin (Pol. X, 8, 4) y donde Magn se acan-ton con 500 de ellos en el transcurso del asedio(Pol. X, 12, 2-3)? Polibio indica que las aguas delestero que delimitaba por el norte la ciudad se

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    abatan sobre las fortificaciones. Tambin Apianoadvierte que en la zona de la laguna el muro erabajo y [aqulla] lo baaba con sus aguas (App.

    Ib. 21). Podra pensarse, entonces, que el tramo de

    muralla ahora documentado, que se alza en la cotams elevada del flanco norte del cerro y, por con-siguiente, a ms de 30 m de altitud sobre el niveldel mar y de las aguas de la laguna interior, perte-neciese al sistema defensivo de la ciudadela antesque al de la ciudad; y dada su posicin en la cum-bre del cerro, no precisara de una altura demasia-do elevada, siendo ya de por s inaccesible dadolo escarpado de la ladera que lo preceda.

    Sin embargo, el hecho de que la cortina defen-siva estuviese en este punto a una distancia consi-

    derable de la laguna no debe entenderse, a nues-tro juicio, como contradictorio respecto a las noti-cias transmitidas por Polibio y Apiano. Cuandostos sealan que las aguas baaban la muralladeban estar refirindose posiblemente a la zonaseptentrional de la actual calle Serreta, all pordonde el reflujo del agua de la laguna hizo emer-ger un trecho de tierra firme adyacente a la mura-lla y por donde precisamente se produjo el asaltoy posterior toma de la ciudad. Con estos bastionesreforzados por el agua, caba prever como acer-tadamente hicieron los romanos que en caso de

    ataque las murallas tendran por ese lado menornmero de defensores y seran ms vulnerables(Lancel, 1997:179). A este episodio de la con-quista pueden vincularse los niveles de destruc-cin que amortizan un conjunto de instalacionespnicas de carcter industrial constatadas en lossolares 8 y 12 de dicha calle, asociadas con acti-vidades pesqueras y quiz pertenecientes a unbarrio marinero ubicado en la ladera baja surocci-dental del Monte Sacro, en un punto muy prxi-mo al linde con la antigua laguna8. Por tanto, lamuralla del Molinete pudo pertenecer al sistema

    defensivo de la ciudad; adaptndose a la topogra-fa del cerro y a sus declives occidental y oriental,se dirigira de forma quebrada hacia el norestepara alcanzar la colina que llevaba el nombre deCronos (Pol. X, 10, 10), identificada con el actualMonte Sacro, protegiendo as pues la vaguadaexistente entre esta elevacin y la ciudadela.

    Pero tambin la acrpolis estaba fortificada.Sabemos que cuando aconteci el famoso episo-

    dio de la laguna, 500 hombres de Escipin trasvadearla sin dificultad se acercaron a la base dela muralla y comenzaron a escalarla sin quepudieran hacer nada para evitarlo los defensores

    cartagineses (concentrados en intentar repeler elataque por el acceso principal); entonces las tro-pas romanas entraron en la ciudad, se dirigieron ala puerta y abrieron sus batientes para que el restodel contingente accediese, refugindose Magncon unos pocos hombres en la acrpolis(Fernndez, 2005:63). La ciudadela deba estar,lgicamente, protegida por su propia lnea defen-siva, siendo posible que la muralla del Molinete,adems de ser parte de las defensas de la plaza,tambin lo fuese de la acrpolis. El caso de la ciu-

    dadela de Qart Hadast no sera un unicum,habiendo sido defendido tambin el permetro dela acrpolis de Baria (Villaricos) mediante laexcavacin de un foso en un momento ya tardodel siglo III a.C., quizs en conexin con el avan-ce de P. Cornelio Escipin tras la toma deCartagena en 209/208 a.C. para controlar lasbases navales pnicas. Desde esta lnea defensivaen la zona norte de la ciudad/acrpolis podraconsiderarse, como creyeron Beltrn y otros auto-res, que la guarnicin apostada en la ciudadela nose percat de la presencia de un reducido grupo de

    hombres que avanzase pegado a la base del lien-zo inferior por efecto del reflujo9, lo que pudosuceder, como hemos referido, en el entorno de lazona norte de la actual calle Serreta. Por consi-guiente, es muy probable que esta cortina forma-se parte, a la par, del sistema defensivo de la ciu-dad y de la propia arx o ciudadela.

    La muralla pnica sufri un incendio y poste-rior colapso que, en base a criterios estratigrficosy cermicos, pueden fecharse en un momentoindeterminado de finales del siglo III o comienzosdel II a.C. Tras la amortizacin de la muralla ysobre sus restos fue levantada, en un momentocronolgicamente asimismo impreciso del II a.C.,una segunda muralla, ya de filiacin romana,compuesta igualmente por un doble paramentocon compartimentos interiores, sustentada enzcalos de mampostera y con alzados segura-mente de adobe. Esta evidencia arqueolgicatiene dos posibilidades de interpretacin. La pri-

    8 Martn Camino Roldn Bernal, 1997:89. Al mismo epi-sodio deben asociarse los niveles constatados sobre elpavimento de una calzada hallada en la calle que delimi-taba la vertiente sur del cerro de la Concepcin (Izquierdo

    Zapata, 2005:281).9 Beltrn, 1947:141; Cordente, 1992:427; Cabrero, 2000:81-

    82; Fernndez, 2005:65.

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    mera, que la muralla pnica hubiese sido destrui-da en el invierno de 209-208 a.C. en el contextode la conquista romana de la ciudad y su acrpo-lis, y que pronto hubiese sido sustituida por una

    nueva defensa romana que seguira la mismaorientacin este-oeste que su precedente, si bienlevemente retranqueada hacia el suroeste en suflanco occidental. De hecho, sabemos que losromanos pusieron especial nfasis en fortificarnuevamente la ciudad, indicndonos, entre otros,Apiano que, tras la toma de la plaza, Escipin dioinstrucciones para que se elevara la muralla quedaba al lugar de la marea (App. Ib. VI, 24). Laorden no es de extraar, pues la ciudad tena unaltsimo valor simblico y estratgico y, adems,sabemos por Livio que los cartagineses, al mandode Magn, intentaron reconquistarla en el ao 206a.C. (Liv. XXVIII, 36, 4-13; Scullard, 1970:66;Liddell, 1974:54; Cabrero, 2000:87).

    Sin embargo, una segunda posibilidad es quela muralla en lo alto del cerro del Molinetehubiese continuado en pie al menos hasta unmomento impreciso de mediados del siglo IIa.C., al igual que aconteci con el tramo de LaMilagrosa que fue definitivamente amortizadode forma intencionada en esta poca (Martn,1994, 317-318; Ramallo, 2003, 331-338),habiendo sido sustituida por una nueva.Sabemos que tras la toma de la ciudad, la poste-rior masacre de sus ciudadanos no ces hastaque las tropas acantonadas en la acrpolis no serindieron (Pol. X, 15, 4-8; Liv. XXVI, 46, 6-10;Gracia Alonso, 2003, 142), pero desconocemossi hubo lucha en esta zona y en qu grado pudoverse afectada la muralla, aunque la existenciade niveles con carbones y cenizas evidencian unincendio. Es posible que, tras este episodio, lasmurallas permanecieran en esta zona en ruinas o

    semiruinas durante algunos aos. La orden deEscipin relativa a la reconstruccin podra refe-rirse a los tramos bajos emplazados junto a lalaguna, all por donde se haba producido el asal-to romano. Esta segunda opcin, que llevara afechar la muralla romana a mediados del siglo IIa.C., encajara mejor con los materiales cermi-cos recogidos en los contextos de destruccin yamortizacin de la cerca pnica. Adems, estainterpretacin encontrara su correspondencia enla construccin en esta misma poca de otro

    grueso paramento defensivo cuyos restos se con-servan en el cerro de la Concepcin, junto almuro de cierre del teatro augusteo, el cual semantuvo en uso durante prcticamente una cen-

    turia, periodo tras el cual fue sometido a una pro-funda reforma que se prolong en el devenir dela segunda mitad del siglo I a.C. (Ramallo,2003:339-340).

    Sea de una poca o de otra, con la construc-cin en esta zona del cerro de una muralla roma-na que sustitua a la anterior pnica se conseguael doble objetivo de proteger la ciudad por suflanco septentrional y amurallar nuevamente laacrpolis. En cierto modo estamos ante un casosemejante al de Carteia, donde la muralla cartagi-nesa fue seccionada y desmontada de forma inten-cionada en la segunda mitad del siglo II a.C., enel contexto de una profunda remodelacin urba-nstica y arquitectnica, al objeto de construir

    sobre ella un segundo lienzo defensivo.Esta reconstruccin de las murallas de la acr-

    polis pudo tener un sesgo marcadamente poltico,adems de defensivo, cuya lectura debe interpre-tarse en clave simblica. Y, adems, podra haber-se asociado durante la Repblica tarda a unamplio programa de reocupacin del rea delpalacio de Hasdrbal y sus construcciones ane-xas, parte del cual pudo ser sustituido por nuevasinstalaciones que simbolizaran la importancia yestatuto de la ciudad. El proceso se aprecia de

    modo significativo en el rea del santuario pnicodedicado a Atargatis, la Dea Syria, que posible-mente formaba parte de la regia pnica y que fuereutilizado a finales del siglo II o inicios del Ia.C., aadindosele en uno de sus espacios unpavimento de mortero con una cartela epigrficaalusiva a la diosa (Ramallo Ruiz, 1994, 79-102;Abascal Ramallo, 1997, 443-444, n. 205; DazArio, 2008a, 109-110, C17). En un momentoimpreciso de finales del siglo II a.C. este santua-rio fue amortizado en parte por la construccin de

    una nueva rea sagrada presidida por un temploitlico, posiblemente peripteros sine postico, deorden toscano, tetrstilo y alzado sobre un eleva-do podio, al cual se acceda por una escaleramonumental desde las terrazas inferiores de laladera suroriental del cerro. El nuevo temploromano, a cuya construccin se asoci un proce-so de urbanizacin de la vertiente sureste de lacima del cerro con grandes aterrazamientos inspi-rados en cnones escenogrficos de tradicinhelenstica, estaba enclavado en un punto excep-cional: el ocupado otrora por un santuario delconjunto palatino de Hasdrbal, desde el cual sedominaba perfectamente la totalidad de la vagua-da interior donde se alzaba la ciudad. Se trataba

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    de un enclave privilegiado donde alzar el temploconsagrado, posiblemente, a la divinidad polidi-ca, del cual no transmite noticias Polibio precisa-mente por ser posterior a su visita. El paralelismo

    con Carteia y su lectura en clave poltica es nue-vamente evidente; aqu, el foro de la ciudad roma-na se alzo en el corazn de la antigua coloniapnica, cuya rea cultual fue arrasada en parte porla construccin del nuevo templo. En la NuevaCartago, el santuario y las instalaciones del anti-guo conjunto palaciego mandado erigir porHasdrbal para gobernar los dominios brquidasde Iberia, bien pudieron ser a partir de entonces elescenario donde los gobernadores provincialespresidieran tribunales e impartieran justicia en la

    ciudad eventualmente, pues el sistema de admi-nistracin de la Hispania citerior conocido entiempos de Augusto (Strabon, 3, 4, 20) con unaalternancia invernal entre Tarraco y CartagoNova puede retrotraerse muy posiblemente alperiodo tardorrepublicano (Gimeno, 1994:39-79;Abascal, 2011:290).

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