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TENDENCIAS Y DESAFIOS DE LA FORMACION PROFESIONAL
Y EL EMPLEO EN AMERICA LATINA (*)
El presente estudio fue elaborado por la Consultora Maria Antonia Gallart para la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos
* Las opiniones expresadas no son necesariamente las de la OEA ni de sus Estados miembros
INDICE
Página
RESUMEN EJECUTIVO i
ANTECEDENTES 1
Las transformaciones sociales y económicas 1Los indicadores económicos 3La evolución de los indicadores sociales 9Los indicadores educativos 21Conclusiones sobre la evolución socio-económica de la Región 28
Las instituciones de Formación Profesional 30Historia de las Instituciones de Formación Profesional 32Los supuestos del modelo latinoamericano de formación 40para el trabajo
LOS NUEVOS ESCENARIOS Y LOS DESAFIOS A LA 42FORMACIÓN PROFESIONAL
El cambio tecnológico y las redes empresarias 43La privatización 45Los cambios en las relaciones laborales y en las condiciones 45de trabajoLos desafíos de la Formación Profesional 48Las estrategias de formación 54
La situación institucional 55La gestión de las competencias 60Las políticas de asignación de recursos a los actores 60de la formación
PROPUESTAS Y SUGERENCIAS DE ACCION 63 La institucionalidad de la formación 63 La financiación de la formación profesional 66 A quién debe servir y que servicios debe proveer: 72 los beneficiarios y las acciones de formación Los resultados esperados y la evaluación de la formación 74
BIBLIOGRAFIA 76
TENDENCIAS Y DESAFIOS EN EL CAMPO DEL EMPLEO Y FORMACION PROFESIONAL EN AMERICA LATINA
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Resumen ejecutivo
Este documento comienza planteando los antecedentes de la situación actual del contexto regional, en particular las transformaciones sociales y económicas de las últimas decadas que incluyen el desarrollo y superación de la industria de substitución de importaciones, la crisis de la "década pérdida del 80" y el actual proceso de reajuste estructural y globalización, con sus componentes de reestructuración productiva, modernización tecnológica, competitividad y reducción del Estado. Se examinan también los cambios en la estructura social, la urbanización que redujo la participación del sector rural en la población económicamente activa, y el crecimiento relativo del empleo en los servicios en relación al trabajo en el sector manufacturero.
Se llega así a 1995, fecha en la que la región se caracteriza por una marcada heterogeneidad, tanto en el PBI por habitante como en la dimensión de las economías nacionales. Dos fenómenos sociales preocupan particularmente, uno es la inequidad y en particular la pobreza, de magnitud elevada inclusive en contextos de crecimiento económico; el segundo es la permanencia y el crecimiento relativo del sector informal.
Con respecto a la cobertura del sistema educativo, ésta se ha extendido significativamente en el período considerado: hoy en día el ingreso de la población a la escolaridad básica esta asegurado en la casi totalidad de los países, pero la repitencia y el desgranamiento se mantienen en niveles altos, sólo aproximadamene la mitad de los jóvenes del grupo de edad correspondiente acceden a la educación secundaria.
El modelo tradicional latinoamericano de la formación para el trabajo se estructuró como una suma de educación básica en el sistema educativo formal; una rama de la educación secundaria, la educación técnica, dedicada a formar los cuadros medios de la industria; y la formación profesional paraformal impartida fuera del sistema educativo tradicional, para capacitar operarios calificados y supervisores. La forma organizativa elegida por la mayoría de los países para implementar la formación profesional fue la de las Instituciones Nacionales de Formación Profesional (IFP). Estas fueron concebidas como entidades de capacitación no formal, independientes de los sistemas estructurados de educación, con autonomía administrativa y financiadas por impuestos a la nómina salarial. Se presenta en el documento la evolución de las IFP en los diferentes países, su crecimiento y los importantes servicios brindados a lo largo del proceso de industrialización de
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sustitución de importaciones. Se examinan, asimismo, las corrientes críticas surgidas a partir de los años 80, y los procesos de transformación de las políticas de formación profesional en dirección a la descentralización y subcontratación de la ejecución de programas de capacitación, y las alternativas a la institucionalización existente tanto en el rol cambiante del Estado, como en cuanto a los destinatarios (empresas y trabajadores), y en las organizaciones que ejecutan los cursos.
El nuevo modelo de producción implica un desafío a la formación profesional mas allá de la variación entre los países. La globalización y su exigencia de competitividad, la revolución de las comunicaciones, el desarrollo de las aplicaciones de la microelectrónica permiten acortar distancias entre la producción y el consumo y fraccionar los procesos productivos en una multiplicidad de firmas. Tres consecuencias para la producción en general y para la fuerza de trabajo en particular son destacables: una es la disminución en las barreras al cambio tecnológico, la segunda es la creación de complejas redes de empresas e instituciones interempresarias y estatales, que modifican el rol del Estado en una economía mucho más privatizada que en el modelo anterior. La tercera es el cambio en las condiciones de trabajo y en particular en las relaciones laborales debido a los procesos de flexibilización de los mercados laborales y la transformación de las calificaciones.
Estas transformaciones plantean desafíos a la formación profesional, el principal desafío es recrear, de acuerdo con estas circunstancias concretas, la respuesta que se dio en el inicio de la instauración del modelo latinoamericano de formación profesional: capacitar a la población para una forma inédita de producción e integrar esta formación dentro del marco más amplio de políticas de empleo. Esta respuesta tiene que partir de las realidades existentes, institucionales e individuales, encarando transformaciones en el marco de las nuevas demandas de competitividad sin dejar de lado los objetivos de equidad. La coordinación de esos dos objetivos es uno de los grandes problemas de las políticas de empleo actuales. Las exigencias de competitividad incrementan la demanda de trabajadores polivalentes con niveles más altos de escolaridad; por lo tanto está aumentando el requerimiento de grados más elevados de instrucción en el mercado laboral, y la educación previa se está convirtiendo en una condición de empleabilidad. Desde el punto de vista de las empresas industriales se detectan cuellos de botella en las calificaciones tanto en los aspectos técnicos como en las capacidades intelectuales generales. Se observa, entonces, el paso de la demanda de calificaciones específicas y acotadas a los puestos de trabajo, a la demanda de competencias como capacidad de
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resolver problemas, lo que implica conocimientos técnicos y manejo de situaciones imprevistas en tiempo real, o sea capacidad de decisión. Es necesario por lo tanto una escolaridad prolongada y de calidad en la que se basa la formación específica para el trabajo. Esto pone en cuestión la especialización temprana de la educación técnica formal y la formación profesional poco articulada con la educación general y diseñada para ocupaciones específicas, a veces obsoletas.
La transformación del rol del Estado se relaciona con la necesidad de eficiencia económica en tiempos de recursos escasos en los presupuestos públicos, en relación a ello, si bien se mantiene un importante papel a la financiación pública de la capacitación, basado en el reconocimiento de las externalidades y las fallas de mercado, se proponen transformaciones. Las tendencias en este caso pueden sintetizarse en el paso de una formación dominada por la oferta institucional de capacitación a una formación orientada por la demanda de empresas y trabajadores, y en el paso de una oferta de formación profesional ejecutada por grandes instituciones nacionales oligopólicas, las cuales tenían su financiación asegurada, a una formación profesional gestionada por una pluralidad de organizaciones privadas y públicas que compiten en un "mercado de la formación."
En este contexto se pueden plantear las estrategias de formación agrupadas en tres grandes rubros: las estrategias de cambio institucional; la redefinción de calificaciones y competencias en el mundo del trabajo y en la formación; y las políticas de asignación de recursos a los actores de la formación. Las estrategias de cambio institucional van desde la modernización de las IFP, dando más responsabilidades a empresarios y sindicatos en los organismos de conducción y descentralizando sus actividades por sectores o regiones a políticas activas que buscan una organización alternativa de la formación profesional dentro del marco de políticas de empleo, en las que el Estado canaliza los fondos, por un lado hacia la demanda de las empresas, promoviendo su competitividad a traves de mejoras en la gestión y en la calidad de sus recursos humanos, y por el otro hacia grupos objetivos críticos de usuarios. La ejecución de la formación está a cargo de organizaciones capacitadoras que compiten entre sí.
En las transformaciones de las políticas de capacitación, y en particular en la asignación de recursos - sean estos humanos, institucionales o financieros - a los actores de la capacitación, se observan intereses encontrados que dificultan el desarrollo constructivo de políticas. Esquemáticamente, puede considerarse que esos actores son: el Estado, las instituciones formadoras (organizaciones educativas, ONGs, centros de formación), las
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empresas, y los beneficiarios (la población en general y los trabajadores y sus sindicatos). Para llevar adelante los procesos de cambio en la formación es por lo tanto necesario encauzar las estrategias y las lógicas de estos distintos actores en un proyecto común. En el documento se plantean los aspectos comunes y las diferencias entre ellos.
Finalmente se enumeran las propuestas y sugerencias de acción en los siguientes aspectos: la institucionalidad de la formación; la financiación de la formación profesional; los beneficiarios de la capacitación y los resultados esperados y la evaluación de la formación. De la interacción entre estos aspectos surgen las posibilidades de nuevos modelos regionales de formación profesional.
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ANTECEDENTES
Las transformaciones sociales y económicas
En las últimas décadas se han producido importantes cambios
en las sociedades de la Región. Desde la posguerra, más de tres
décadas de transformación económica y social permitieron a vastos
grupos de la población incorporarse a la participación social
mediante el acceso a la educación y a servicios de salud, y
parcialmente al consumo masivo. Esta participación no fue igual en
todos los países; algunos llegaron a incluir a la mayoría de la
población, otros a pequeñas minorías. Por otro lado, sectores muy
amplios quedaron fuera de ese proceso aunque, al comenzar la
década del ochenta, se esperaba que paulatinamente se fueran
integrando.
El proceso de industrialización en América Latina y el Caribe
tuvo un prolongado desarrollo. En algunos países comenzó temprano
y creció a partir de la industria de sustitución de importaciones.
Tuvieron gran importancia al respecto industrias tales como la
metalmecánica y la textil, en ambos casos manufacturas que
empleaban grandes cantidades de trabajadores. Si bien en algunos
lugares, como en la Argentina, desde principio de siglo se
establecieron talleres metalúrgicos importantes, el desarrollo
inicial significativo se produjo a partir de los procesos de
industrialización de los años 50 y 60; fue entonces cuando Brasil,
Argentina, México y Colombia, y en menor proporción los otros
países, promovieron el desenvolvimiento de la industria
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manufacturera. Empresas subsidiarias de las grandes automotrices
se establecieron para armar y producir vehículos en la Región.
Industrias complementarias, desde el acero hasta las autopartes,
crecieron y formaron grandes complejos en zonas privilegiadas de
países que ofrecían amplios mercados internos para productos
durables. Una primera característica de esta industrialización es
la diferenciación entre países, tanto en cuanto al momento de
desarrollo (en unos más temprano, en otros más tardío), como en
cuanto a sus peculiaridades.
Pero, a pesar del crecimiento económico, se observaron
señales de agotamiento de ese proceso basado en la industria
protegida que privilegiaba el consumo interno y la exportación
predominantemente agrícola. Un estudio de la CEPAL señala que "las
inversiones dirigidas a atender la demanda de mercados internos
desarticulados, caracterizados por una marcada concentración del
ingreso, tendían a perder dinamismo. La misma propensión mostraban
las exportaciones de productos primarios sin procesar, afectados
por la pérdida de su importancia relativa en los mercados
internacionales, la declinación de sus precios, el proteccionismo
y la exportación de excedentes por parte de los países
industrializados"1. Se anunciaba entonces una crisis que cambiaría
la dirección del proceso de desarrollo.
Las transformaciones económicas de ese período tuvieron
notorias consecuencias en la estructura social. Por un lado se
incrementó la migración rural-urbana transformando una población
predominantemente rural en una población mayoritariamente urbana,
con lo que ello implica en cuanto a oferta en el mercado de
trabajo. Por otro lado, la proporción de la población
1 ? CEPAL. Equidad y transformación productiva: un enfoque integrado. Santiago de Chile, 1992.
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económicamente activa que trabajaba en la industria manufacturera
y la construcción era muy significativa en un grupo importante de
países; esto implicaba una demanda de personal con distinto tipo
de calificaciones de la existente anteriormente por parte de la
industria manufacturera y la construcción, posibilitando que
alrededor de esa demanda se desarrollaran el sector sindical y los
servicios de formación profesional. Finalmente, la concentración
de la población en las ciudades creó un mercado que permitió el
crecimiento de un sector de servicios moderno, pero también de un
sector informal que contuvo una sobreoferta de mano de obra no
calificada. Surgieron como consecuencia nichos ocupacionales en
pequeñas y microempresas que brindaban productos y servicios
demandados.
Se llega así a la década de los ochenta. Tanto la economía
internacional en rápida evolución y globalización, como la crisis
del petróleo y sus efectos sobre la deuda externa, obligaron a
importantes procesos de reajuste estructural. Se acumularon
factores que impulsaron ese ajuste, tales como las exigencias de
modernización técnico-productiva impuestas por el mercado externo,
los compromisos de la deuda externa, y la contracción del
financiamiento. El rol del Estado como proveedor de servicios y
motor del desarrollo industrial se modificó, y el ajuste
presupuestario y los procesos de privatización comenzaron a
extenderse por la Región.
Los indicadores económicos
Si se observan los indicadores económicos en los países de la
Región a partir del año 1980, se destaca la pérdida de dinamismo
económico entre 1980 y 1990. Aunque la "década perdida" no lo fue
para todos los países, ya que al menos en dos casos, Chile y
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Colombia, se mantuvieron ritmos importantes de crecimiento, en la
mayoría de los países el producto bruto per cápita disminuyó.
Solamente en los años recientes está recuperando los valores de
1980 (Cuadros 1 y 2).
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Cuadro Nº 1:
América Latina: Producto bruto interno total y por habitante, aprecios constantes de mercado, por países, años 1980-1990-1995
PBI mill de U$S * PBI por habitante *Países 1980 1990 1995 1980 1990 1995
Argentina 137.283,7 132.753,1 168.774,0 4.886,7 4.081,3 4.854,2Barbados 1.540,3 1.710,4 1.666,8 4.740,3 4.999,0 4.782,7Bolivia 5.149,9 5.229,6 6.333,6 961,7 795,7 854,3Brasil 353.255,7 401.957,7 456.433,0 2.903,4 2.715,4 2.867,4Chile 21.250,3 28.429,8 40.041,4 1.906,4 2.170,3 2.817,7Colombia 27.910,7 40.274,3 50.243,4 1.052,2 1.235,6 1.402,9Costa Rica 4.573,3 5.709,2 7.081,8 2.001,9 1.881,4 2.068,4Cuba - - - - - -Ecuador 10.155,3 11.668,7 14.038,4 1.275,8 1.136,8 1.250,0El Salvador 4.990,7 4.187,3 6.454,8 1.097,5 954,3 1.139,9Guatemala 7.014,0 7.650,1 9.467,9 1.014,0 831,8 891,4Guyana 470,9 350,7 - 620,5 440,6 629,1Haití 1.728,0 1.646,1 1.398,9 322,8 253,8 194,8Honduras 2.652,4 3.348,2 3.957,3 743,2 686,3 700,0Jamaica 3.110,6 3.854,2 4.066,7 1.458,3 1.629,0 1.661,9Mexico 198.859,8 240.370,8 258.885,3 2.943,0 2.888,2 2.840,4Nicaragua 2.477,0 2.138,0 2.331,7 888,0 599,3 565,5Panamá 4.620,9 5.168,8 6.876,6 2.370,1 2.248,9 2.613,7Paraguay 3.903,7 5.264,6 6.130,9 1.253,7 1.247,9 1.269,7Perú 40.125,0 35.732,6 47.234,7 2.316,1 1.656,6 2.007,3Rep.Dominicana 5.107,9 6.484,4 7.778,9 896,6 912,0 994,3Suriname - - - - - -Trinidad y Tabago 6.590,6 5.068,1 5.441,5 6.091,1 4.100,4 4.166,6Uruguay 9.161,7 9.204,4 10.996,0 3.144,4 2.974,7 3.451,6Venezuela 52.297,3 48.653,7 56.829,3 3.465,4 2.494,8 2.601,6Total 904.229,7 1.007.691,3 1.172.462,2 2.626,8 2.392,2 2.552,7* A precios de Fuente: CEPAL, (1993) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe1992
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Cuadro Nº 2:
América Latina: Evolución del producto bruto interno total y per capita, por países, 1970 - 1996Tasa promedio acumulada anual. Evolución del PBI total Evolución PBI por habitante
Países 1970-80** 1 1991-96* 1970-80** 1981-90* 1991-96*Argentina 2,6 - 4,7 0,9 -1,8 3,3Barbados 2,7 1
,0,6 2,3 0,7 -0,1
Bolivia 3,9 0,
4,0 1,3 -1,9 1,5Brasil 8,7 1
,2,7 6,1 -0,7 1,2
Chile 2,5 3,
7,0 0,9 1,3 5,3Colombia 5,4 3
,4,4 3,2 1,6 2,4
Costa Rica 5,5 2,
3,7 2,6 -0,6 1,3Cuba - 3
,-4,8 - 2,8 -7,6
Ecuador 8,9 1,
3,4 5,7 -1,1 1,2El Salvador 3,1 -
05,6 0,7 -1,4 3,2
Guatemala 5,7 0,
4,1 2,8 -2,0 1,2Guyana 1,4 -
28,1 0,7 -3,4 7,0
Haití 4,7 -0
-2,4 3,0 -2,4 -4,3Honduras 5,6 2
,3,4 2,2 -0,8 0,4
Jamaica -1,2 2,
0,9 -2,5 1,1 0,2Mexico 6,7 1
,2,0 3,7 -0,2 0,2
Nicaragua 0,3 -1
2,4 -2,7 -3,9 -0,5Panamá 5,3 1 4,5 2,4 -0,5 2,6Paraguay 8,7 3
,2,9 5,6 0,0 0,2
Perú 3,9 -1
5,1 1,1 -3,3 3,3Rep.Dominicana 6,9 2
,4,3 4,2 0,2 2,4
Suriname - 0,
***0,9 - 0,5 ***0,9Trinidad y Tabago 4,9 -
21,7 3,8 -2,6 1,7
Uruguay 2,7 0,
3,8 2,3 0,0 3,8Venezuela 1,8 -
02,4 -1,6 -0,7 2,4
Amárica Latina y Caribe 5,5 1 3,1 ****3,0 -0,9 1,1Fuente: CEPAL, (1993) Anuario Estadístico de América Latina y el América Latina y el Caribe 1992*% sobre la base de valores a precios de 1990
**% sobre la base de valores a precios de 1980*** Período 1991-1994
****Excluye Cuba
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Con respecto a la participación de los distintos sectores
económicos en el producto, en un amplio grupo de países2, la
industria manufacturera y la construcción incluyen más de un
tercio de la producción en 1990. La agricultura, en cambio, en un
solo caso (Haití) supera el tercio del producto, y en un número
alto de países no alcanza a llegar al 10 por ciento3. El sector
servicios es, por lo tanto, muy importante, no sólo en términos de
la población ocupada sino también del producto. Los bienes
manufacturados han incrementado notablemente en los años recientes
su participación en las exportaciones. Así, en 1995, dichos
productos constituían más del 50 por ciento de las exportaciones
en tres países (Brasil, Barbados, y México) (Cuadro 4).
En 1995 la Región se caracteriza por una marcada
heterogeneidad. El PBI por habitante muestra una gran diversidad:
tres países sobrepasan los 4000 dólares4, un amplio grupo supera
los 20005, pero al mismo tiempo hay seis que no alcanzan los 10006.
Esta heterogeneidad se manifiesta también en el tamaño de las
economías nacionales. Tres países reúnen tres cuartas partes del
PBI de la Región: Brasil (38,9 %), México (22,1 %) y Argentina
(14,4 %); en cambio los cuatro países con menor PBI sólo cubren el
0,8 por ciento de la producción regional (Barbados, Haití,
Honduras y Nicaragua) (Cuadro 1).
2 ? Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Jamaica, Perú, Trinidad y Venezuela (Cuadro 3).3 ? Argentina, Barbados, Chile, Jamaica, México, Trinidad, y Venezuela (Cuadro 3). 4 ? Argentina, Barbados y Trinidad.5 ? Uruguay, Brasil, Chile, Costa Rica, México, Panamá, Perú y Venezuela.6 ? Bolivia, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Nicaragua y República Dominicana (esta última supera los 900 dólares per cápita).
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Cuadro Nº 3
América Latina: Producto bruto interno del sector agropecuario y el sector industrial, a precios constantes de mercado por países, 1970-1990
en millones de U$S a precios de 1980
Agricultura a Industria bPaíses 1970 1980 1990 1970 1980 1990
Argentina 6,4 6,2 8,1 42,8 40,6 33,8Barbados 14,1 9,7 6,9 16,6 20,4 18,6Bolivia 19,0 18,6 20,8 37,9 34,5 31,4Brasil 15,5 9,8 10,8 40,5 38,5 33,0Chile 7,6 7,3 8,3 40,6 35,3 36,0Colombia 21,5 19,4 18,2 31,7 30,3 33,6Costa Rica 23,5 17,8 19,4 19,6 24,8 22,6Cuba - - - - - -Ecuador 21,6 12,3 15,0 27,2 37,6 33,1El Salvador 28,1 27,8 26,3 18,0 18,6 18,6Guatemala 29,8 27,9 28,3 19,2 23,7 19,3Guyana 23,5 22,2 22,7 40,0 34,8 25,1Haití 48,2 34,7 34,9 18,3 25,3 21,8Honduras 28,3 21,4 22,3 23,4 24,0 24,2Jamaica 6,9 8,0 6,7 41,8 35,5 35,3Mexico 11,1 8,1 7,6 31,6 31,4 31,1Nicaragua 24,1 23,2 24,6 28,0 29,3 25,9Panamá 15,0 9,7 11,5 19,0 17,0 10,5Paraguay 35,3 29,5 31,9 19,4 23,0 20,2Perú 16,1 10,3 13,8 38,3 41,4 35,9Rep.Dominicana 27,9 20,2 17,6 22,5 27,8 25,9Suriname - - - - - -Trinidad y Tabago 5,6 2,5 4,1 58,4 57,9 49,6Uruguay 18,0 14,1 13,8 30,3 33,9 26,7Venezuela 3,9 4,3 4,9 63,1 50,7 45,6
Fuente: CEPAL, (1993) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1992a. Se refiere a Agricultura, caza, silvicultura y pesca
b. Comprende explotación de minas y cantera. Industrias manufactureras y Construcción.
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Cuadro Nº 4:América Latina: Exportaciones de productos manufacturados por países en porcentaje del valor total de las exportaciones FOBaños 1960 - 1995.
Países 1960 1970 1980 1990 1995Argentina 4,1 13,9 23,1 29,1 33,9Bahamas - - - - -Barbados 2,9 25,3 52,5 43,3 58,8Bolivia - 3,2 2,9 4,7 16,5Brasil 2,2 13,4 37,1 51,9 53,1Chile 5,1 4,8 11,3 10,9 13,2Colombia 1,5 9,0 19,7 25,1 38,0Costa Rica 1,1 18,7 29,8 27,4 24,2Cuba - - - - -Ecuador 1,6 1,8 3,0 2,3 7,6El Salvador 5,6 28,7 35,4 35,5 38,8Guatemala 3,0 28,1 24,4 24,5 28,1Guyana 3,8 - - - -Haití - - - - -Honduras 2,2 8,2 12,8 9,5 9,1Jamaica 6,1 - - - -Mexico 16,0 33,3 12,1 a 43,3 b 77,5Nicaragua - 17,8 18,1 8,2 20,3Panamá 0,4 3,5 8,9 17,0 -Paraguay 14,8 9,0 11,8 9,9 14,1Perú 0,8 1,8 16,9 18,4 13,5Rep.Dominicana 2,5 - - - -Suriname - - - - -Trinidad y Tabago 9,2 12,8 5,0 26,7 42,1Uruguay 6,4 17,6 38,2 38,5 38,7Venezuela 0,1 1,0 1,5 10,9 14,2Total 3,6 10,8 16,8 32,8 49,7a Cifra preliminarb Se incluyen los bienes para transformación (maquila)Fuente: CEPAL, (1981) Anuario Estadístico de América Latina 1980. CEPAL, (1993) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe1992. CEPAL, (1997) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe1996
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La evolución de los indicadores sociales
Conviene analizar, del mismo modo, la evolución de los
indicadores demográficos y sociales. La población urbana se
incrementa hasta alcanzar más del 80 por ciento en los países más
urbanizados (Argentina, Uruguay y Venezuela); y si bien un
conjunto de países, particularmente los de América Central,
todavía cuentan con mayoría de población rural, en promedio la
población urbana en la Región supera a la rural (Cuadro 5).
Aumenta, asimismo, significativamente la esperanza de vida al
nacer; en 1995 la mayoría de los países supera los setenta años
(Cuadro 6). Simultáneamente, la transición demográfica fue
avanzando en la Región: en un grupo de países se observa una
importante proporción de personas en edad de jubilarse, y
proporciones menores de jóvenes; en otros, en cambio, aún existe
un sector muy amplio de jóvenes (Cuadros 7 y 8). Esta realidad
plantea desafíos diferentes al mercado de trabajo: por un lado la
cobertura social de los trabajadores inactivos debido a la edad, y
por el otro, la incorporación de las nuevas generaciones que
desean y necesitan insertarse laboralmente.
Se registra una creciente participación de la mujer en la
fuerza de trabajo. Al fin del período considerado, una de cada
tres mujeres está trabajando en la mayoría de los países (Cuadro
9).
16
Cuadro Nº 5:
América Latina: Porcentaje de población urbana por países, años 1960-1995
Países 1960 (*) 1970 1980 1990 1995Argentina 59,1 78,4 82,7 86,2 87,9Bahamas 62,1 - - - -Barbados 46,2 37,2 40,2 44,8 -Bolivia - 40,7 44,3 51,4 59,8Brasil 30,7 55,8 67,5 76,9 78,0Chile 55,0 75,2 81,1 85,6 83,9Colombia 37,1 57,2 64,2 70,3 71,9Costa Rica 22,8 39,7 46,0 53,6 48,9Cuba 38,3 60,2 68,1 74,9 77,7Ecuador 28,2 40,0 47,3 56,9 59,0El Salvador 19,1 39,4 41,5 44,4 51,8Guatemala 19,3 35,7 38,5 42,0 38,9Guyana - 29,5 30,5 34,6 -Haití - 19,8 24,6 30,3 33,9Honduras - 28,9 35,9 43,6 44,1Jamaica 24,9 41,5 46,8 52,3 -Mexico 36,1 59,0 66,4 72,6 74,2Nicaragua 23,0 47,0 53,4 59,8 58,1Panamá 34,6 47,6 50,6 54,8 55,9Paraguay 18,3 37,1 41,7 47,5 51,8Perú 30,3 57,4 64,5 70,2 71,2Rep.Dominicana 18,7 40,3 50,5 60,4 62,4Suriname - - - - -Trinidad y Tabago 36,8 38,8 56,9 69,1 -Uruguay 65,3 82,1 83,8 85,5 90,0Venezuela 52,3 72,4 83,3 90,5 85,9
La definición del término urbano corresponde a la utilizada por cada país.(*) Población en localidades de 20 mil habitantes y más. Fuente: CEPAL, (1997) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996
17
Cuadro Nº 6
América Latina: Esperanza de vida al nacer, según países, por quinquenios 1960-1995
Países 1960-1965 1965-1970 1970-1975 1975-1980 1980-1985 1985-1990 1990-1995Argentina 66,0 67,4 66,1 67,7 68,8 70,5 71,8Bahamas - - 66,6 67,3 69,7 72,0 73,1Barbados - 70,2 69,4 71,3 73,2 74,6 75,6Bolivia 43,5 45,1 46,7 50,1 53,7 56,8 59,3Brasil 55,9 58,0 59,8 61,8 63,3 64,8 66,3Chile 57,6 60,6 63,6 67,2 70,7 72,7 74,4Colombia 56,2 58,4 61,6 64,0 67,2 68,2 69,2Costa Rica 63,0 65,6 68,1 71,0 73,8 75,3 76,3Cuba 65,1 68,5 71,0 73,1 73,9 74,6 75,3Ecuador 51,9 54,6 58,9 61,4 64,5 67,1 68,8El Salvador 52,3 55,9 58,8 57,4 57,2 62,4 66,3Guatemala 48,2 51,2 54,0 56,4 59,0 62,0 64,8Guyana - 64,7 60,0 60,7 61,1 63,2 65,2Haití 43,6 46,3 48,5 50,7 52,7 54,7 56,6Honduras 47,9 50,9 54,1 57,7 61,6 65,4 67,7Jamaica - 68,2 68,6 70,1 71,4 72,5 73,6Mexico 59,2 60,8 62,6 65,3 67,7 69,8 71,5Nicaragua 47,9 50,4 55,2 57,6 59,3 62,4 66,6Panamá 63,2 64,9 66,5 69,1 70,8 71,7 72,9Paraguay 56,6 59,6 65,6 66,0 67,4 68,7 70Perú 48,8 51,3 55,5 57,5 60,2 63,0 66Rep.Dominic. 52,6 55,4 59,9 62,1 65,6 68,2 69,6Suriname 64,0 65,7 67,2 68,8 70,3Trinidad y Tabago
- 67,1 67,1 68,6 70,4 70,9 71,6
Uruguay 68,3 68,5 68,8 69,7 70,9 72,0 72,4Venezuela 58,9 61,9 66,1 67,7 68,8 70,5 71,8
Fuente: CEPAL, (1997) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996 CEPAL, (1981) Anuario Estadístico de América Latina 1980
18
Cuadro Nº 7
América Latina: Porcentaje de la población, de 0-14 años por países, 1960- 1990
1960 * 1970 * 1980 ** 1990 **Países 0-14 0-14 0-14 0-14
Argentina 30,8 29,4 27,9 29,9Bahamas - - - -Barbados - - - 25,1Bolivia 42,7 43,0 43,5 41,4Brasil 43,6 42,2 39,2 35,2Chile 39,2 36,9 32,5 30,6Colombia 46,4 46,0 39,4 36,1Costa Rica 47,3 46,0 37,9 36,2Cuba 34,3 37,0 31,3 22,8Ecuador 43,4 44,4 44,4 39,5El Salvador 45,5 46,5 45,2 44,5Guatemala 46,1 45,9 44,1 45,4Guyana - - - 33,3Haití 39,4 41,0 43,6 40,2Honduras 46,5 48,1 47,8 44,6Jamaica - - - 33,1Mexico 45,0 46,5 44,6 37,2Nicaragua 48,0 48,4 48,0 45,8Panamá 43,0 43,9 39,8 34,9Paraguay 47,7 46,4 42,7 40,4Perú 43,3 44,0 42,3 37,6Rep.Dominicana 46,7 47,3 44,8 37,9Suriname - - - 33,3Trinidad y Tobago
- - - 34,0
Uruguay 27,9 27,9 27,0 25,8Venezuela 45,7 45,6 42,2 38,3
Total 42,3 42,4 39,9 35,9
* Fuente: CELADE (Stgo. de Chile 1994) Boletín Demográfico, Año XXVII, Nº 54 **Fuente: CEPAL, (1983) Anuario Estadístico de América Latina 1981 CEPAL, (1991) Anuario Estadístico de América Latina 1990
19
Cuadro Nº 8
América Latina: Porcentaje de la población, de 65 años y más por países, 1960- 1990
1960* 1970* 1980** 1990**Países 65 y
más65 y más 65 y más 65 y más
Argentina 5,5 6,9 8,7 9,1Bahamas - - - -Barbados - - - 11,8Bolivia 3,3 3,4 3,3 3,6Brasil 2,9 3,4 4,0 4,7Chile 4,8 5,3 5,5 6,0Colombia 3,2 3,3 3,5 4,1Costa Rica 3,3 3,2 3,7 4,2Cuba 5,1 6,1 7,3 8,5Ecuador 4,7 4,2 3,5 3,8El Salvador 2,6 2,8 3,4 3,7Guatemala 2,6 2,9 2,9 3,2Guyana - - - 3,9Haití 5,0 4,7 3,6 4,1Honduras 2,3 2,5 2,7 3,3Jamaica - - - 6,6Mexico 4,6 4,3 3,5 3,8Nicaragua 2,8 2,5 2,4 2,7Panamá 4,4 4,3 4,2 4,8Paraguay 3,3 3,4 3,5 3,6Perú 3,4 3,5 3,4 3,8Rep.Dominicana 1,7 3,0 2,8 3,4Suriname - - - 4,0Trinidad y Tobago - - - 5,5Uruguay 8,1 8,9 10,4 11,6Venezuela 2,5 2,9 2,8 3,7
Total 3,8 4,1 4,2 4,7
* Fuente: CELADE (Stgo. de Chile 1994) Boletín Demográfico, Año XXVII, Nº 54 **Fuente: CEPAL, (1983) Anuario Estadístico de América Latina 1981 CEPAL, (1991) Anuario Estadístico de América Latina 1990
20
Cuadro Nº 9:
América Latina: Participación de la mujer y del total de la población en la actividad económica. por países,años 1960-1995
1960 1970 1980 1990 1995Países m Total m Total m Total m Total m Total
Argentina 23,2 53,5 24,5 49,2 24,1 47,1 35,4 50,5 36,7 51,4Barbados - 36,7 50,3 52,3 58,7 - - - -Bolivia - - 19,5 46,5 23,4 46,9 30,5 48,9 32,9 50,1Brasil 18,4 53,2 18,4 44,9 34,0 55,0 36,7 56,3 38,5 56,8Chile 22,7 52,8 18,1 41,2 20,4 41,3 25,4 44,9 28,7 47,0Colombia 20,3 52,6 20,2 44,5 26,2 45,3 32,4 48,7 34,7 50,3Costa Rica 17,5 53,8 16,7 44,9 19,3 46,2 23,6 48,8 26,2 49,9Cuba - - 15,9 41,9 26,7 44,0 34,2 50,8 37,4 53,8Ecuador 17,6 55,0 14,0 44,1 16,9 43,1 24,4 47,6 27,6 49,4El Salvador 18,8 54,1 20,9 49,8 22,7 47,4 24,3 45,2 27,5 47,3Guatemala 13,0 52,8 11,8 44,6 12,6 42,2 17,9 44,4 20,7 45,7Guyana - - 17,1 42,3 22,3 45,9 - - - -Haití - - 65,5 72,7 52,6 62,7 47,6 58,8 48,4 59,0Honduras 13,7 52,8 12,3 45,4 15,7 46,2 21,0 50,0 24,3 51,1Jamaica - - 46,9 57,3 53,1 59,3 - - - -Mexico 19,7 56,4 15,2 40,4 24,6 47,8 27,1 48,9 30,5 51,1Nicaragua 22,1 55,2 17,7 43,5 27,4 48,8 33,3 51,5 35,3 52,3Panamá 24,7 56,6 26,0 50,3 24,2 44,0 28,0 47,4 31,0 49,4Paraguay 24,8 57,0 19,6 46,5 18,9 47,6 24,0 49,2 25,3 49,3Perú 22,4 54,2 26,0 46,9 29,5 48,7 33,5 51,0 35,7 52,3Rep.Dominicana 11,0 51,1 24,7 50,2 26,8 50,6 32,6 54,4 35,3 56,1Suriname - - 20,0 40,2 21,6 30,4 - - - -Trinidad y Tabago - - 27,0 46,5 27,0 47,1 - - - -Uruguay 26,1 53,2 26,2 48,5 32,4 49,2 39,5 52,6 40,3 53,4Venezuela 20,2 55,4 17,8 41,7 22,0 44,4 28,2 48,1 31,2 49,6(*) Porcentaje de la PEA de 15 y más años de edad sobre el total de la población de 15 y más años de edad.Porcentaje de la PEA de 10 y más años de edad sobre el total de la población de 10 y más años de edad.Fuente: CEPAL, (1993) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1992. CEPAL, (1997) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996
21
La composición de la fuerza de trabajo también se transforma
en estos años. Existe una caída constante del peso del trabajo
agrícola en la PEA; en 1990 los países más urbanizados, como
Argentina y Venezuela, tienen sólo algo más de una décima parte de
los trabajadores en el sector primario. La industria (incluyendo
la construcción) mantiene o disminuye su participación según los
países. El sector terciario de los servicios, en cambio, crece
significativamente (Cuadros 10a y 10b).
La evolución de dos fenómenos sociales preocupa
particularmente hoy en día. Uno es la inequidad y en particular la
pobreza, ya que el crecimiento económico y la transformación
social han coexistido con la situación de pobreza o de indigencia
de vastos sectores de la población. Estos grupos, luego de haber
disminuido en términos relativos, en los últimos años tienden a
aumentar en números absolutos (Gráficos 1 y 2). Luchar contra la
continuidad de la pobreza es uno de los desafíos centrales de la
Región.
El segundo fenómeno es la permanencia y el crecimiento relativo del
sector informal, sector no integrado de la economía, que incluye trabajadores
por cuenta propia y microempresas, y que se manifiesta como un gran empleador
en la Región. Su existencia al margen de las leyes sociales y de la cobertura
de los servicios de salud y seguridad cuestionan la vigencia de las
regulaciones existentes. Esta economía no registrada y ese trabajo "en negro"
es un dato muy importante en el diagnóstico de la realidad laboral de la
Región (Cuadro 11).
22
Cuadro Nº 10 a: (1)+en porcentaje de la PEA total (b), por países, años 1960-1980
Agricultura c Industria d Países 1960 1970 1980 1960 1970 1980
Argentina 20,6 16,0 13,0 34,0 34,3 33,8Barbados 26,4 18,2 9,9 27,1 26,0 20,8Bolivia 56,3 52,1 46,0 19,8 20,0 20,0Brasil 52,0 44,9 31,2 18,4 21,8 26,6Chile 30,0 23,2 16,5 30,0 28,7 25,2Colombia 50,1 39,3 34,2 19,5 23,3 23,5Costa Rica 51,2 42,5 30,8 18,4 20,0 23,1Cuba 36,7 30,3 23,8 23,7 26,7 28,5Ecuador 58,7 50,6 38,6 18,2 20,5 19,8El Salvador 61,5 56,0 43,2 17,1 14,4 19,3Guatemala 66,5 61,2 56,9 13,5 17,1 17,1Guyana 38,0 31,9 26,8 27,3 28,5 25,8Haití 79,9 74,4 70,0 6,4 7,1 8,2Honduras 70,3 64,9 60,5 10,6 14,1 16,2Jamaica 41,5 33,2 31,3 21,7 18,1 16,4México 55,1 44,1 36,6 19,5 24,3 29,0Nicaragua 61,8 51,5 46,5 16,0 15,5 15,8Panamá 51,0 41,6 31,8 14,0 17,6 18,2Paraguay 56,5 52,6 48,6 19,1 20,2 20,6Perú 52,3 47,1 40,0 20,1 17,6 18,3Rep.Dominicana 63,7 54,7 45,7 12,8 14,2 15,5Suriname 29,9 24,8 19,9 22,1 20,9 19,8Trinidad y Tobago 21,7 18,6 10,2 34,4 35,2 38,6Uruguay 21,3 18,6 18,0 28,9 29,1 29,0Venezuela 33,3 26,0 16,1 22,5 24,8 28,4Total 47,9 40,9 32,1 20,9 23,1 25,7Fuente: CEPAL, (1997) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe1996a. De acuerdo con el CIIU Rev. 1 b. Se refiere a la PEA de 10 y más años de edadc. Incluye (0) agricultura, silvicultura, caza y pescad . Incluye (1) Explotación de minas cantera, (2-3) Industrias manufactureras, (4) Construcción (5) Electricidad, gas, agua y servicios sanitarios(1) En el cuadro 10 a y el cuadro 10 b, los datos correspondientes a algunos países no coinciden debido a;cálculos diferentes de sus fuentes, CEPAL en el primer caso y Banco Mundial en el segundo.;
23
Cuadro Nº 10 b: (1)
América Latina: Estructura de la PEA sector agropecuario e industrialen porcentaje de la PEA total, por países, años 1980-1990.
* Agricultura % ** Industria %1980 1990 1980 1990
Argentina 13 12 34 32Bolivia 53 47 18 18Brasil 37 23 24 23Chile 21 19 25 25Colombia 40 27 21 23Costa Rica 35 26 23 27Ecuador 40 33 20 19El Salvador 43 36 19 21Guatemala 54 52 19 17Haiti 71 68 8 9Honduras 57 41 15 20Jamaica 31 25 16 23Mexico 36 28 29 24Nicaragua 39 28 24 26Panamá 29 26 19 16Paraguay 35 39 20 22Perú 40 36 18 18Rep.Dominicana 32 25 24 29Trinidad y Tabago 11 11 39 31Uruguay 17 14 28 27Venezuela 15 12 28 27* Incluye cultivo de la tierra, actividades forestales, caza y pesca; ** Incluye minería, manufactureras, contrucción, electricidad, gas y agua.;Fuente: BANCO MUNDIAL (1996) Informe sobre el Desarrollo Mundial 1996: 'De la planificación centralizada a la economía de mercado
(1) En el cuadro 10 a y el cuadro 10 b, los datos correspondientes a algunos países no coinciden debido acálculos diferentes de sus fuentes, CEPAL en el primer caso y Banco Mundial en el segundo
24
Gráfico Nº 1
Pobreza en Latinoamérica en porcentaje de la población, entre 1950 y 1995
% de la población
Fuente: THE WORLD BANK, (Washington D.C.1996), Poverty, Inequality, and Human Capital Development in Latin America, 1950-2025. Word Bank Latin American and Caribbean Studies.
25
Grafico 2
Pobreza en Latinoamérica en millones de las personas entre 1950-1995, en números absolutos.
Millonesde personas Números absolutos
Fuente: THE WORLD BANK, (Washington, D.C.1996), Poverty, Inequality, and Human Capital Development in Latin America, 1950-2025. Word Bank Latin American and Caribbean Studies.
26
Cuadro Nº 11
América Latina: Estructura del empleo no agricola. Sector informal años 1990/95Trabajadores independientes (a) y empresas pequeñas (b)
Paises 1990 1995Argentina 39,6 45,7Bahamas - -Barbados - -Bolivia 50,5 58,2Brasil 44,3 48,2Chile 41,9 44,7Colombia 49,8 51,5Costa Rica 36,5 39,6Cuba - -Ecuador 45,5 47,6El Salvador - -Guatemala - -Guyana - -Haití - -Honduras 47,1 49,1Jamaica - -Mexico 49,9 54,0Nicaragua - -Panamá 33,2 33,7Paraguay 50,6 55,0Perú 46,7 49,0Rep.Dominicana - -Suriname - -Trinidad y Tabago - -Uruguay 30,3 31,8Venezuela 34,7 44,7América Latina 44,9 48,0
Fuente: OIT (1996) Informa OIT América Latina y el Caribe, Panorama Laboral ‘94, Nº 3.(a)Incluye trabajadores por cuenta propia (excepto los administrativos, profesionales y técnicos) ytrabajadores familiares.(b) Ocupados correspondientes a establecimientos que cuentan con menos de 5 ó 10 trabajadores,dependiendo de la información disponible.
27
Los indicadores educativos
Un último conjunto de variables que aporta a la comprensión
de la evolución de la situación laboral de la Región, y por ende
de las necesidades de formación, se refiere a la educación. Los
niveles de instrucción de la población son relevantes para el
diagnóstico socio-económico señalado anteriormente, ya que la
educación es un indicador del capital humano de cada país y, en
consecuencia, de su capacidad de contribuir al proceso de
desarrollo. Por ende, si la distribución de la educación entre los
habitantes es muy desigual, se crean de hecho núcleos
poblacionales que accederán difícilmente al empleo productivo y,
obviamente, tendrán dificultad para salir de situaciones de
pobreza.
En cuanto a la cobertura del sistema educativo, ésta se ha
extendido significativamente en el período considerado: hoy en día
el ingreso de la población a la escolaridad primaria está
asegurado en la casi totalidad de los países como lo muestran las
tasas brutas respectivas (Cuadro 12). Pero ese acceso no implica
permanencia, ya que aproximadamente la mitad de los estudiantes no
terminan los estudios primarios en el tiempo previsto, y la
repitencia y el desgranamiento se mantienen en niveles altos
(Carnoy y Castro, 1996; Puryear, 1997).
Los estudios secundarios sólo alcanzan a aproximadamente la
mitad de las personas del grupo de edad correspondiente en el
conjunto de la población, aunque en los países de más temprano
desarrollo educativo llegan a cubrir tres cuartas partes de ellas
(Cuadro 13). En el nivel superior se registra más del 10 por
28
ciento del grupo de edad en un número importante de países (Cuadro
14).
29
Cuadro Nº 12:América Latina: Tasas brutas de matricula 1º nivel de enseñanza, por países,años 1960-1990
Países 1960 1970 1980 1990Argentina 6-12 102,0 6-12 113,6 111,3 (*)107,6Barbados 5-10 - 5-10 108,0 100,0 (*)106Bolivia 7-12 70,0 6-13 77,9 76,5 94,7Brasil 7-10 97,0 7-14 78,9 97,8 106,2Chile 7-12 109,0 6-13 104,3 112,9 100,7Colombia 7-11 76,0 6-10 103,1 107,4 111,6Costa Rica 7-12 97,0 6-11 a 109,7 106,7 101,7Cuba 6-11 110,0 6-11 123,1 105,8 97,7Ecuador 6-11 82,0 6-11 b 102,4 117,5 116,3El Salvador 7-12 80,0 7-15 61,6 74,4 c 81,1 Guatemala 7-12 46,0 7-12 60,3 72,8 (*) 78,9Guyana 6-11 107,0 6-11 99,0 95,0 -Haití 7-12 44 7-12 45,9 70,6 81,1Honduras 7-12 68 6-11 86,5 98,3 106,5Jamaica 6-10 92,0 6-11 119,0 99,0 -Mexico 6-11 80,0 6-11 106,6 120,8 113,9Nicaragua 7-12 58,0 7-12 98,0 100,7 100,7Panamá 7-12 94,0 6-11 101,4 106,5 106,2Paraguay 6-11 97,0 7-12 110,3 105,6 105,4Perú 6-11 88,0 6-11 106,6 113,7 120,9Rep.Dominicana 7-12 95,7 7-12 98,4 117,6 -Suriname 6-11 - 6-11 131,0 125,0 -Trinidad y Tabago 5-11 88,0 5-11 107,0 98,0 -Uruguay 6-11 113,0 6-11 112,1 107,0 108,3Venezuela 7-12 109,0 7-12 97,3 110,1 141,7Fuente: CEPAL, (1981) Anuario Estadístico de América Latina 1980; CEPAL, (1989) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1988; CEPAL, (1997) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996;a. Enseñanza pública solamente; b. Excluye escuelas nocturnas;c. Incluye educación pre-escolar; (*) 1991;
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Cuadro Nº 13:América Latina: Tasas brutas de matricula 2º nivel de enseñanza, por países, años 1960-1990
Países 1960 1970 1980 1990Argentina 13-17 32,0 13-17 44,6 56,2 (*)72,5Barbados 11-16 44,0 12-18 71,0 85,0Bolivia 13-18 13,0 14-17 24,5 36,7 36,6Brasil 11-17 11,0 15-17 15,6 33,4 38,0Chile 13-18 24,0 14-17 38,6 61,4 77,5Colombia 12-17 12,0 11-16 23,5 33,7 55,7Costa Rica 13-17 21,0 12-16 35 a 60,6 49,5Cuba 12-17 14,0 12-17 30,3 80,7 88,9Ecuador 12-17 12,0 12-17 26,2 52,9 55,7El Salvador 13-18 11,0 16-18 38,5 24,5 c 24,7Guatemala 13-17 7,0 13-18 10,4 c 16,8 (*)22,7Guyana 12-17 40,0 12-17 56,0 59,0Haití 13-19 4,0 13-18 5,5 13,9 20,7Honduras 13-17 7,0 13-17 b 13,4 30,0 33,7Jamaica 12-18 46,0 11-17 46,0 58,0 -Mexico 12-17 11,0 12-17 22,5 49,1 54,1Nicaragua 13-17 7,0 13-17 20,9 42,6 41,4Panamá 13-18 29,0 12-17 38,7 61,2 62,6Paraguay 12-17 11,0 13-18 15,9 27,4 30,9Perú 12-16 16,0 12-16 a 36,2 63,8 75,4Rep.Dominicana 13-18 7,3 13-18 20,1 41,5 -Suriname 12-17 - 12-17 43,0 35,0 -Trinidad y Tabago 12-16 26,0 12-16 42 69,9 -Uruguay 12-17 37,0 12-17 60,9 58,9 81,0Venezuela 13-17 21,0 13-18 29,1 39,6 11,5Fuente: CEPAL, (1981) Anuario Estadístico de América Latina 1980 CEPAL, (1989) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1988 CEPAL, (1997) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996a. Excluye enseñanza normalb. Incluye alumnos jornada parcialc. Sólo estudiantes de enseñanza general(*) 1991
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Cuadro Nº 14:América Latina: Tasas brutas de matricula 3º nivel de enseñanza, por países, años 1960-1990
Países 1960 1970 1980 1990Argentina 10,7 14,9 22,2 -Barbados 0,8 4,0 15,6 -Bolivia 4,2 9,3 16,5 -Brasil 1,5 5,2 12,0 11,0Chile 4,2 9,5 10,8 19,8Colombia 1,8 4,6 10,2 14,0Costa Rica 4,8 8,7 23,2 26,5Cuba 3,1 4,9 b 20,5 20,9Ecuador a 2,6 8,1 37,2 21,1El Salvador 1,1 3,1 4,3 15,5Guatemala 1,6 3,8 8,4 -Guyana - 2,0 2,6 -Haití 0,4 0,4 0,8 -Honduras 1,0 2,3 8,4 8,60Jamaica 1,7 5,5 6,4 -Mexico 2,6 6,0 14,9 13,9Nicaragua 1,2 5,5 14,1 c 6,6Panamá 4,5 7,0 22,5 22,1Paraguay 2,4 4,6 8,8 7,6Perú 3,6 9,9 19,8 26,6Rep.Dominicana 1,3 - - -Suriname - 1,3 7,0 -Trinidad Tobago 0,8 2,9 4,6 -Uruguay 7,6 10,0 16,1 -Venezuela 4,4 11,0 21,4 29,6Fuente: CEPAL 1988, CEPAL 1996a. Se refiere a educación superior, universitaria y para universitaria pública y privadab. Excluye Universidad Católicac. Universidad solamente
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Si se pasa de la cobertura del sistema educativo a los
niveles de instrucción de la población en general, se observa que
en cada decenio la situación mejora, lo cual se debe, obviamente a
que las nuevas generaciones han recibido más educación que las
anteriores. Aunque en el total de la población se registran
niveles decrecientes de analfabetismo, éste muestra una gran
disparidad entre países; mientras en algunos sólo alcanza al 5 por
ciento, en otros llega a cifras que sobrepasan el 40 por ciento
(Cuadro 15). Pese al incremento entre 1970 y 1990 de los niveles
de instrucción de la población total, si se hace una división
dicotómica -entre aquellos con educación primaria o menos y los
que han alcanzado como mínimo unos años de educación secundaria-
se puede tener una idea de la situación actual con respecto a las
calificaciones básicas de la oferta laboral. En la totalidad de
los países la mayoría de la población sólo ha asistido a la
enseñanza primaria, buena parte sin haberla completado. Si se
tiene en cuenta que la literatura actual considera que se
necesitan nueve años o más de educación básica para dominar las
habilidades generales de empleabilidad, esta situación es
francamente deficitaria (Cuadro 16).
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Cuadro Nº 15:América Latina: Población analfabeta de 15 y más años de edad, por países, años 1960-1990
Países 1960 1970 1980 1990Argentina 8,6 7,4 6,10 b 4,0Barbados 1,8 a c 0,7 a c 0,5 -Bolivia 61,2 36,8 - d 20,6 Brasil 39,4 33,8 25,50 18,9Chile 16,4 11,0 8,90 d 5,7Colombia 27,1 19,2 e 12,2 13,3Costa Rica 15,6 11,6 7,40 7,2Cuba - - f 2,2 6,0Ecuador 32,5 25,8 16,50 d 11,7 El Salvador 51,0 i 42,9 a 32,7 27,0Guatemala 62 54,0 44,20 44,9Guyana 12,9 j a c 8,4 - 3,6Haití 85,5 78,7 68,10 53,1Honduras 52,7 43,1 - 26,9Jamaica 18,1 a c 39,0 - 16,0Mexico 34,6 25,8 16,00 d 12,4 Nicaragua 50,4 42,5 -Panamá 26,7 18,7 12,90 d 11,2 Paraguay 25,4 c 19,9 12,30 d 9,7Perú k 38,9 27,5 18,10 d 12,8 Rep.Dominicana 35,5 33,0 g h 31,4 16,7Suriname - - g 35 5,1Trinidad y Tabago a 6,6 7,8 5,10 -Uruguay 9,5 6,1 5,00 3,8Venezuela 34,8 23,5 15,30 d 10,2
Fuente: CEPAL, (1981) Anuario Estadístico de América Latina 1980 CEPAL, (1997) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996 a. Estimación UNESCO b. Información del Censo 1991 c. Las personas sin escolaridad han sido consideradas analfabetas d. Información del Censo 1990e. Se refiere a la población de 10 y más años de edad f. Se refiere a la población de 10 a 49 años de edad g. Excluye población indígena que vive en la selva h. Se refiere a población de 5 y más años de edad i. Incluye personas de alfabetismo desconocido j. Las personas sin instrucción se consideran como analfabetos k. Muestra del 15 % del Censo 1960 incluye 455.000 aborígenes
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Cuadro Nº 16
América Latina: Máximo nivel de instrucción del total de la población (25 años y más) por países en diferentes años.
Primaria y menos Secundaria incompleta y más
Países 1950-1970 1980-1992 1950-1970 1980-1992
Argentina 1960 85,4 1991 62,6 1960 14,6 1991 37,3Barbados *** 1960 83,2 1980 64,3 1960 16,8 1980 35,6Bolivia 1950 94,3 1992 50,5 1950 5,8 1992 -Brasil 1950 95,1 1989 *82,6 1950 4,9 1989 *17,4Chile 1960 75,6 1982 66,0 1960 24,5 1982 34,1Colombia 1951 91,7 - - 1951 8,4 - -Costa Rica 1963 89,3 - - 1963 10,7 - -Cuba 1953 94,4 1981 53,9 1953 5,6 1981 46,1Ecuador 1962 91,5 1990 45,4 1962 8,5 1990 35,3El Salvador 1961 95,0 1980 91,4 1961 5,1 1980 8,5Guatemala 1964 95,8 1981 **90,9 1964 4,2 1981 **9,1Guyana 1960 ***89,0 1980 81,0 1960 13,9 1980 19,1Haití 1950 97,4 1986 90,0 1950 2,6 1986 10,0Honduras 1961 95,8 1983 84,8 1961 7,1 1983 15,2Jamaica 1960 94,1 1982 83,0 1960 6,0 1982 17,0Mexico 1960 94,3 1990 67,3 1960 5,7 1990 32,6Nicaragua ** 1963 95,1 - - 1963 7,9 - -Panamá 1960 82,1 1990 54,5 1960 18,0 1990 45,5Paraguay 1962 91,8 1982 80,7 1962 8,1 1982 19,4Perú 1961 87,7 1981 64,6 1961 12,3 1981 31,5Rep.Dominicana - - - -Suriname - - - -Trinidad y Tabago 1970 86,2 1980 73,3 1970 13,8 1980 26,6Uruguay 1963 84,3 1985 62,7 1963 15,7 1985 37,3Venezuela 1961 93,2 1990 76,2 1961 6,8 1990 23,8* Corresponde a grupos de edad de 10 años y más. No incluye la población rural del Norte de Brasil** Corresponde a grupos de edad de 10 años y más.*** Corresponde a grupos de edad de 15 años y más
Fuente: UNESCO, (1995) Anuario Estadístico ‘95; UNESCO, (1977) Anuario Estadístico 1976
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Conclusiones sobre la evolución socio-económica de la Región
Los análisis de la evolución socio-económica de la Región
señalan la importancia de la crisis del petróleo, y su secuencia
en la crisis de la deuda externa y el posterior ajuste
estructural. La confluencia de ambas crisis y la globalización de
la economía se manifiesta en el incremento del comercio exterior
(Cuadro 17) e implica la terminación del proceso de sustitución de
importaciones. Este se detiene en los años setenta y, si bien el
mercado interno sigue siendo muy considerable, el motor del
crecimiento se desplaza hacia los sectores más integrados en la
globalización. El período de ajuste estructural se produce durante
la llamada "década perdida", y los años 80 muestran un retroceso
en el crecimiento económico de los países de la Región. Se marca
así una división de las aguas entre dos procesos: la
industrialización inicial debida a la sustitución de
importaciones, y la recuperación centrada en la modernización y
competitividad internacional de la industria, comenzada más
tempranamente en algunos países como Chile y posteriormente en los
demás. Esta recuperación se encuentra bajo el signo de la
globalización de la economía y la constitución de bloques de
comercio supranacionales, en particular el MERCOSUR y el NAFTA. El
impulso a la exportación dentro de las nuevas condiciones del
contexto mundial crea una nueva división de trabajo entre los
países: la producción abarca procesos desarrollados en distintos
países y dirigida sea a los mercados regionales sea a la
exportación global; el calibre de la industria maquiladora crece;
y los complejos productivos, incluyendo a aquellos tradicionales
como el automotriz, integran empresas de distintos países y de
diferentes tamaños al interior de cada uno.
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Cuadro Nº 17América Latina: Valor de la exportaciones e importaciones de bienes FOB por países, años 1960-1995por países, años 1960-1995
Valor de las exportaciones de bienes FOB Valor de las importaciones de bienes FOBExportaciones a precios corrientes en
mill de U$SImportaciones a precios corrientes en mill de U$S
Países 1960 1970 1980 1990 1995 1960 1970 1980 1990 1995Argentina 1.079,0 1.773,0 8.021,0 12.354,0 20.969,0 1.106,0 1.499,0 9.394,0 3.726,0 18.728,0Bahamas - - 5.006,2 1.226,3 - - - 5.467,4 2.041,2 -Barbados 20,4 35,7 227,6 213,1 - 40,6 106,9 480,8 624,1 -Bolivia 54,2 190,4 942,2 830,8 1.041,5 68,2 135,2 574,4 775,6 1.214,9Brasil 1.270,0 2.739,0 20.132,0 31.408,0 46.506,0 1.293,0 2.507,0 22.955,0 20.661,0 49.663,0Chile 480,0 1.113,0 4.705,0 8.372,0 16.038,6 472,3 867,0 5.469,0 7.037,0 14.655,1Colombia 480,2 788,0 3.986,0 7.079,0 10.395,6 496,4 802,0 4.283,0 5.108,0 12.921,1Costa Rica 87,0 231,0 1.009,0 1.354,2 2.750,0 98,9 286,8 1.375,2 1.796,7 2.954,0Cuba - - - - - - - - - -Ecuador 146,3 234,9 2.520,0 2.714,0 4.358,0 109,8 249,6 2.242,0 1.711,0 4.095,0El Salvador 102,6 236,1 1.075,3 643,9 1.661,0 111,5 194,7 897,0 1.309,5 3.165,0Guatemala 115,9 297,1 1.519,8 1.211,4 1.989,0 124,8 266,6 1.472,6 1.428,0 3.032,5Guyana 74,8 129,0 388,9 - - 77,5 119,9 386,4 - -Haití 38,1 39,1 215,8 265,8 153,0 43,4 41,9 319,0 442,6 620,0Honduras 63,1 178,2 860,1 895,2 1.162,0 64,1 203,4 954,1 907,0 1.190,0Jamaica 164,6 341,4 962,7 1.190,6 - 187,6 449,0 1.038,2 1.692,7 -Mexico 779,5 1.348,0 18.032,0 40.711,0 79.541,6 1.131,0 2.236,0 21.087,0 41.592,0 72.453,1Nicaragua 63,8 178,6 450,4 332,4 529,0 56,4 178,6 802,9 569,7 852,0Panamá 39,0 130,3 2.529,1 3.357,6 6.070,0 108,7 331,0 2.869,3 3.593,1 6.897,0Paraguay 37,3 65,3 400,3 1.382,3 1.995,7 44,7 76,6 675,3 1.635,8 3.667,0Perú 444,4 1.034,0 3.916,0 3.324,0 5.572,0 326,6 699,0 3.090,0 2.930,0 7.688,0Rep.Dominicana 157,4 214,0 961,9 734,5 743,0 90,3 278,0 1.519,7 1.792,8 2.375,0Suriname 136,6 514,4 465,9 - - 104,1 454,0 374,4 -Trinidad y Tabago 160,0 225,3 2.728,3 1.960,1 - 133,8 276,2 1.789,1 947,6 -Uruguay 129,4 224,1 1.058,5 1.692,9 2.116,6 187,9 203,1 1.668,2 1.266,9 2.682,2Venezuela 2.383,9 2.602,0 19.275,0 17.623,0 18.487,0 1.145,4 1.713,0 10.877,0 6.917,0 11.631,0Total * 8.371,1 13.616,1 91.600,3 136.286,0 222.078,6 7.518,9 12.768,5 92.524,7 105.199,7 220.483,9Fuente: CEPAL, (1983) Anuario Estadístico de América Latina 1981; CEPAL, (1993) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe1992. CEPAL, (1997) Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996* Se refiere a los 17 países de habla hispana más Brasil y Haíti
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La gran heterogeneidad entre países y al interior de éstos,
presentada en los apartados anteriores, hace que los beneficios
del cambio no vayan al unísono con un aumento de la equidad. La
búsqueda de mejores oportunidades para el total de las poblaciones
se vuelve entonces un desafío cada vez más crucial.
El incremento de la competitividad resulta central a nivel de
las empresas y de los sistemas productivos en cada país. Algunos
componentes clave de esa búsqueda de competitividad son los
siguientes: la introducción de la innovación tecnológica, la
calidad entendida como calidad total y no meramente como control
de resultados al fin del proceso, y la disminución de costos en la
producción ("lean production"). Todos ellos acarrean consecuencias
para la organización del trabajo, para la administración del
personal y para la demanda de calificaciones. En un capítulo
posterior sobre los nuevos escenarios y desafíos de la formación
profesional se presentarán con más detalle estos temas.
Las instituciones de Formación Profesional
El modelo latinoamericano de formación para el trabajo se
estructuró como un "mix" de educación básica en el sistema
educativo formal, la que se esperaba alcanzara al total de
población de la edad correspondiente; una rama de la escolaridad
secundaria, la educación técnica, dedicada a formar los cuadros
medios de la industria; y la formación profesional paraformal
impartida fuera del sistema educativo tradicional para capacitar
operarios calificados y supervisores.
38
Existen variaciones entre los países en cuanto a la cobertura
de la educación básica; asimismo varían la extensión y calidad de
la educación técnica, y la organización e importancia de la
formación profesional (FP).
La formación profesional se dirigía preferentemente a
aquellos que abandonaban tempranamente la educación formal.
Aquellos que continuaban en el sistema escolar y buscaban una
certificación profesional al terminar los estudios secundarios
integraban el importante número de alumnos de la educación técnica
vocacional (Middleton et al, 1993). Y finalmente, aquellos que
seguían estudios terciarios podían elegir carreras profesionales y
especializaciones en ciencia y tecnología.
La formación profesional propiamente dicha, que es el foco
del presente documento, se situaba en la mayoría de los casos en
la esfera de los Ministerios de Trabajo y estaba dirigida a la
formación inicial en el trabajo (aprendizaje) y a la capacitación
de trabajadores en actividad.
La forma organizativa elegida por la mayoría de los países de
la Región para implementar ese tipo de formación fue la de
Instituciones Nacionales de Formación Profesional (IFP). Estas
fueron concebidas como entidades de capacitación no formal,
independientes de los sistemas estructurados de educación, con
autonomía administrativa y financiadas por impuestos a la nómina
salarial.
Su base metodológica está constituida por el análisis
ocupacional y las series metódicas que permiten planificar la
capacitación para familias de ocupaciones. El proceso se puede
resumir en los siguientes pasos: 1) diagnóstico del mercado de
39
trabajo, cuantitativo y cualitativo, a fin de conocer la demanda
de las diferentes áreas y el tipo de mano de obra requerida; 2)
análisis ocupacional, donde se examina un área o familia
ocupacional (la lista de ocupaciones de la familia es establecida
a posteriori, con base en el análisis de los puestos de trabajo
encontrados en la realidad de las empresas); 3) definición de
perfiles ocupacionales, fundamentada en los insumos extraídos del
análisis ocupacional que deben corresponder a los demandados por
el mercado de trabajo, y ser verificados periódicamente para
adaptarse al cambio tecnológico; 4) modulación ocupacional que
identifica las ocupaciones de un sector del mercado de trabajo
mediante bloques de tareas, operaciones y conocimientos necesarios
para ellas; y 5) itinerario de formación profesional, que es la
representación gráfica de las ocupaciones en un segmento del
mercado de trabajo ubicadas en función de su nivel de complejidad
en términos de aprendizaje, de la más simple a la más compleja,
para la calificación ocupacional por etapas (Leitune Kalil, 1983).
Este proceso fundamenta la creación y mantenimiento de los
diversos cursos de capacitación que se brindan en centros
formativos, de duración variada pero menor que en la educacion
técnica formal, no encadenados con ella. La FP se dirige a formar
obreros calificados, teniendo como destinatarios a trabajadores
que ya se desempeñan en empresas, o a adolescentes, en ambos casos
con niveles educativos bajos.
Historia de las instituciones de Formación Profesional
A comienzo de los años cuarenta se creó en Brasil el Servicio
Nacional de Aprendizaje Industrial (SENAI). Junto con el Servicio
Nacional de Aprendizaje Comercial (SENAC), creado pocos años
después (1946), se constituyeron en las instituciones líderes de
la formación profesional. Si bien son financiadas por fondos
40
públicos provenientes del impuesto al salario del sector
correspondiente, su administración fue entregada a asociaciones
empresariales, en el caso del SENAI a la Confederación de la
Industria. Los empresarios tomaron entonces una responsabilidad
directa en diseñar y ejecutar las políticas de formación
profesional.
La tradición del sistema dual en San Pablo le permitió al
SENAI acuñar la metodología presentada anteriormente; se
desarrolló así una organización descentralizada en las distintas
regiones del Brasil, que en el caso de San Pablo acompañó el
crecimiento de un gigantesco polo industrial. Cuando este sistema
ya estuvo experimentado y asentado, se trasladó a los otros países
de la Región. Sin embargo la forma institucional original fue
modificada, pues ningún otro país entregó a los empresarios la
gerencia de las IFP. En cambio, el Estado se hizo cargo de su
conducción a través de instituciones autónomas con la
participación de los sindicatos y los empresarios conformando una
gestión, al menos formalmente, tripartita.
A finales de los años 50 y en las décadas siguientes surgen
las IFP en la mayoría de los países; su inserción en los
Ministerios de Trabajo se debió a una decisión de asociarlas a
políticas laborales definidas y explícitas. Se sucedieron entonces
las creaciones de una serie de instituciones nacionales: SENA,
1957 (Colombia); INCE, 1959 (Venezuela); SENATI, 1961 (Perú); INA,
1963 (Costa Rica); INACAP, 1966 (Chile); SECAP, 1966 (Ecuador). A
principios de la década de los setenta se produjo la última oleada
de nuevas instituciones: SNPP, 1971 (Paraguay); INFOP, 1972
(Honduras); FOMO, 1972 (Bolivia); INTECAP, 1972 (Guatemala); e
IFARHU, 1973 (Panamá)(CINTERFOR, 1990). No se incluyen en esta
lista el CONET (Argentina) y la UTU (Uruguay), pues en ellos
41
siempre predominó la educación técnica escolar. México, a
diferencia de los demás países, no implementó una institución
nacional de formación profesional.
La cooperación internacional tuvo un rol decisivo en la
difusión del modelo organizativo y la metodología de las IFP, a
través de la OIT y en particular de CINTERFOR, organismo de
asistencia técnica y cooperación dedicado a la formación
profesional regional.
El modelo de las IFP latinoamericanas, llamado por Castro
(1995) "S e I" por las iniciales predominantes en sus
instituciones, fue muy exitoso en sus comienzos, respondiendo a
las crecientes demandas de la producción. Como sus fondos
dependían de los impuestos a los salarios industriales, mientras
la mano de obra industrial se incrementó dispusieron de ingentes
recursos.
Desde el principio tendieron a satisfacer más a las grandes
empresas, las cuales podían articular mejor sus demandas y tenían
poder para presionar, que a las pequeñas o al sector informal, más
atomizados y con menor capacidad para formular programas. Sin
embargo, estos últimos sectores, a lo largo de los años, fueron
empleando a creciente cantidad de personal y abarcan hoy en día a
la mayoría de la PEA.
Por otro lado, las IFP fueron desarrollando estructuras
administrativas importantes que distrajeron fondos de las tareas
específicas de formación. Asimismo el peso del Estado que las
financiaba hizo que en muchos casos fines políticos de presencia
en regiones apartadas y atención a clientelas determinadas, las
42
alejaran de la demanda del sector ocupacional. Las empresas,
entonces, organizaron estructuras paralelas de capacitación.
A título de ejemplo, tres casos, diferentes de la mayoría,
merecen destacarse: el SENA, el SENAI y el SENAC. Estas
instituciones, las más importantes numéricamente en la Región,
siguieron diversos caminos de adaptación a los tiempos. El SENA
comenzó a experimentar con distintas estrategias, trató de
adaptarse al sector servicios y al informal, se dedicó también a
formar cuadros para el desarrollo local, y se extendió a zonas
rurales. Todo ello contribuyó a que el programa de formación
industrial no se actualizara adecuadamente; muchos de los
cuestionamientos actuales a la institución se deben a esta
situación. El SENAI, en cambio, quizá por su subordinación directa
a las entidades empresariales y al hecho de situarse en el
contexto de una industria con niveles altos de modernización,
siguió renovando su capacitación laboral, pero tendió a centrarse
en los procesos tecnológicos de punta y en el servicio a las
grandes empresas. Esto lo convirtió en la institución líder no
sólo en la capacitación sino también en servicios tecnológicos,
pero al mismo tiempo en proveedora de formación para una elite del
empleo industrial que deja afuera a gran parte de la población
ocupada necesitada de capacitación. El SENAC, si bien depende
también de los empresarios, no tiene a su cabeza una organización
tan fuerte como la Federación Industrial. Cuando se vio amenazado
de estatización hacia 1988, descubrió que la mejor manera de
lograr mayor autonomía era cobrar los servicios que ofrecía. Esta
política le ha permitido acrecentar su independencia y orientar
sus cursos hacia la realidad del mercado de trabajo (Castro,
1995a).
43
La evolución de la matrícula en las IFP muestra que, más allá
de las críticas señaladas, siguen teniendo una cobertura muy
importante en la Región. Alrededor de cinco millones de personas
pasaron por sus cursos en 1993. Más de la mitad de ellas fueron
capacitadas para el sector secundario de la economía y solamente
el cinco por ciento para el sector informal. Alrededor del 90 por
ciento de los beneficiarios correspondía a personal de ejecución.
Varones y mujeres presentaban una proporción muy similar, aunque
las mujeres tendían a participar en los cursos del sector
terciario de la economía (Cuadro 18).
La diversidad entre las IFP es muy grande. La suma de la
matrícula de tres instituciones (SENA, SENAI y SENAC) incluye
alrededor del 85 por ciento de los usuarios de la Región. La
institución mayor entrena a más de dos millones de trabajadores,
mientras la menor sólo llega a 10.000 (Cuadro 19)7.
7 ? Esta descripción de las IFP sólo cubre la formación profesional de los países latinoamericanos. En el Caribe se establecieron y continúan hasta el presente instituciones de formación profesional que siguen el modelo tradicional inglés, con énfasis en la educación vocacional formal; su evolución merecería un análisis separado (UNESCO, 1995).
44
Cuadro Nº 18
América Latina: Instituciones de formación profesional cuadro resumen de ingresos monetarios;total de matriculados, participantes según sector económico, nivel, sexo y según mujeres por sector económico.; Años 1989 - 1993
PERIODONº de IFP VARIABLES 1989 1990 1991 1992 1993
13 Ingresos monetarios
(en miles de U$S) 444.543 562.212 482.001 521.750 567.621
13 Total de matriculados 3.691.894 3.802.146 4.102.779 4.661.275 4.932.023
Primario 322.307 277.211 315.010 322.644 290.20613 Participantes matricu. Secundario 1.532.455 1.512.186 1.795.891 2.181.012 2.532.649
según sector económ. Terciario 1.630.656 1.726.478 1.779.849 1.786.071 1.850.175No estruc. 206.455 286.271 248.594 311.379 253.009
Per.ejecuc. 3.089.909 3.201.179 2.977.652 3.050.236 4.337.33713 Participantes matricu. Per.superv. 183.001 169.419 140.726 155.903 154.288
según nivel Per.Técnico 70.630 69.976 93.265 192.371 179.777Per.gerenc. 129.222 100.097 79.923 89.345 103.852
11 Participantes matricu. Hombres 1.274.676 1.302.781 1.214.987 1.336.695 1.307.414según sexo Mujeres 1.207.326 1.338.539 1.241.364 1.462.070 1.384.354
Primario 85.067 90.032 94.632 102.715 97.18211 Mujeres matricu. Secundario 85.283 99.624 99.160 104.405 98.843
según sector económ. Terciario 965.383 1.007.004 895.705 1.047.960 992.305No estruc. 71.593 141.879 151.867 206.990 196.024
Fuente: CINTERFOR (1995) Anuario estadístico de la formación profesional en América Latina 1993.
Nota: Las 13 IFP incluidas fueron: SENAC, SENAI, SENA, INA, SECAP, INTECAP, INFOP, ICIC, SINACAP/INATEC, INAFORP, SENATI, SENCICO E INFOTEPEn las variables relativas a distribución de la matrícula por sexo y mujeres matriculadas por sector económico, no se incluyeron el SENAI y el SENCICO debido a que no proporcionaron esta información
45
Cuadro Nº 19América Latina: Formación profesional. Participantes matricuados según nivel.1993 *
PAIS IFP Personal de Personal de
Personal
Personal de
Otros
ejecución supervision. técnico gerencia sin especif.
TOTAL
BRASIL SENAC 1.372.263 1.372.263SENAI 1.822.152 135.814 158.683 83.818 23.515 2.223.982
COLOMBIA SENA 800.741 5.637 806.378COSTA RICA INA 50.008 3.455 4.025 57.488ECUADOR SECAP 33.557 659 48 77.598 111.862GUATEMALA INTECAP 37.561 37.561HONDURAS INFOP 31.739 671 1.806 34.216MÉXICO DGCFT 336.298 336.298
ICIC 58.048 4.005 11.618 13.129 12.071 98.871NICARAGUA INATEC 49.170 49.170PANÁMA INAFORP 9.772 1.765 891 12.428PARAGUAY SNPP 10.041 10.041PERÚ SENATI 30.088 4.071 1.639 3.608 1.747 41.153
SENCICO 5.357 2.161 1.037 7.718 16.273REP.DOMIN. INFOTEP 36.881 4.519 1.589 389 43.378TOTAL 4.673.635 154.288 179.786 103.852 139.801 5.251.362
Fuente: CINTERFOR (1995) Anuario estadístico de la formación profesional en América Latina 1993
SENAC Servicio Nacional de Aprendizaje Comercial SENAI Servicio Nacional de Aprendizaje IndustrialSENA Servicio Nacional de AprendizajeINA Instituto Nacional de AprendizajeSECAP Servicio Ecuatoriano de Formación ProfesionalINTECAP Instituto Técnico de Capacitación y productividadINFOP Instituto nacional de Formación profesionalDGCFT Dirección General de Centros de Formación para el TrabajoICIC Instituto de capacitación de la Industria de la ConstrucciónINATEC Instituto nacional TecnológicoINAFORP Instituto nacional de Formación ProfesionalSNPP Servicio Nacional de Promoción Profesional.SENATI Servicio Nacional de Adiestramiento en Trabajo IndustrialSENCICO Servicio nacional de Capacitación para la Industria de la ConstrucciónINFOTEP Instituto de Formación Técnico profesional* La diferencia con el cuadro anterior se debe a la inclusión de un mayor número de instituciones
46
A lo largo de la década de los ochenta y los años
transcurridos de la década de los noventa se estructuró una
oposición crítica a este modelo de las IFP. Desde el sector
público se les envidiaban los fondos, en muchos casos
independientes del presupuesto del Estado. Desde las grandes
empresas se cuestionaba su falta de adaptación a las nuevas
necesidades provenientes del cambio tecnológico y de la
organización del trabajo, y por lo tanto la posible duplicación de
contribuir con un impuesto y tener que financiar aparte su propia
capacitación. La pequeña empresa y el sector informal crecían, a
menudo ajenos a las ofertas de las IFP.
Desde los Ministerios de Trabajo se observaba una separación entre
las políticas de empleo y la formación; la focalización en grupos
objetivo de políticas de empleo (desocupados, jóvenes, mujeres) no
siempre era canalizada por las IFP.
En este contexto se desarrolla en los años noventa una
tendencia innovadora que cambia la orientación tradicional de la
formación profesional latinoamericana. Con el apoyo de los Bancos
de cooperación, se instrumentan programas de capacitación
dirigidos a grupos objetivo específicos, programas cuyas metas,
metodología y alcance son definidos desde el Estado, pero
ejecutados por una multiplicidad de instituciones de capacitación
que licitan los cursos, en una organización totalmente diferente
de la usual hasta entonces en las IFP. Chile fue el precursor en
esta política al retirarle al INACAP el monopolio de la formación
y crear el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (SENCE) como
nuevo administrador. Los grupos objetivo pueden ser usuarios
(mujeres, jóvenes), pero también sectores de empresas a los que se
quiere apoyar. México, Argentina y Brasil presentan programas en
esta dirección.
47
El proyecto "Chile Joven" dedicado a capacitar a jóvenes de
sectores populares se convierte en un modelo que se extiende por
la Región (Argentina, Colombia, Perú, y Uruguay) (CINTERFOR,
1997). Es necesario destacar que al igual que en el caso del SENAI
y sus imitadores, los diversos proyectos implementados a partir
del modelo "Chile Joven" muestran significativas diferencias,
tanto en el rol del Estado, como en la participación de las IFP
existentes. La organización y el tipo de institución de
capacitación ejecutora varían de país a país, creando distintas
configuraciones de estas modernas estrategias. Como se señaló
anteriormente, no se aplican solamente a grupos objetivo de
población a capacitar, sino que tienen también en su mira a las
empresas, en cuyo caso integran políticas de capacitación con
transferencia de tecnología y gestión. Las IFP tratan de
reubicarse en las nuevas circunstancias defendiendo su presencia
institucional con fuerte peso político, pero en general no pueden
mantener el quasi monopolio de la formación financiada por el
Estado que detentaban anteriormente.
Este proceso de transformación de la formación profesional en
la Región se encuentra en pleno desarrollo y se va modificando día
a día. Las distintas características que muestran según los países
se deben a la situación institucional preexistente, los cambios de
la realidad productiva y la orientación del Estado y sus
políticas. Una visión más detallada de ese proceso se presentará
en el apartado dedicado a los nuevos escenarios y los desafíos de
la formación profesional.
Los supuestos del modelo latinoamericano de formación para el
trabajo
48
El modelo tradicional comparte algunos supuestos
cuestionables hoy en día, vistos los cambios existentes en la
tecnología y la organización del trabajo. Se cuestiona, por
ejemplo, la posibilidad de que la educación formal técnica brinde
una formación específica y especializada de larga duración
adaptada a los puestos de trabajo del sector industrial; que la
formación profesional responda a una demanda de calificaciones
relativamente estable, para la cual la oferta de capacitación es
diseñada a partir del análisis de las grillas de las ocupaciones
calificadas de las distintas ramas productivas; que la educación
básica se vea sólo como un requisito de la ciudadanía, y no
también como una necesidad urgente para el desempeño de toda la
población en el mercado de trabajo; y que la formación de obreros
y mandos medios sea concebida fundamentalmente como una formación
en habilidades, disciplina y especialización técnica diferenciada
según los niveles de calificación.
Esta respuesta educativa respondía a una definición del
sistema productivo insertada en el esfuerzo desarrollista del
período que va desde los años cuarenta hasta la década del
setenta. Se pensaba en un sistema productivo basado en una
industria moderna, de organización fordista, con gran peso de la
metalmecánica, donde existía un rol de diseño y planificación en
manos de los ingenieros, unos mandos medios técnicos (los menos
claramente definidos en la realidad ocupacional), y una masa de
operarios que necesitaban adquirir conductas disciplinadas -sobre
todo si eran migrantes rurales- y habilidades manuales.
Más allá de que esta realidad cubriera sólo una parte
relativamente pequeña de una fuerza de trabajo donde el sector
informal tenía gran importancia numérica y los pequeños talleres
artesanales estaban muy enraizados en la trama productiva, el
49
paradigma fordista fue privilegiado y está en la base de la
formación para el trabajo tal como se encaró en América Latina. Se
basaba en el concepto de la producción industrial en serie, de
productos relativamente homogéneos dirigidos al mercado interno,
con maquinaria de larga permanencia, en plantas de tamaño mediano
y grande, con categorías ocupacionales claras, escalafón donde la
experiencia tenía un rol muy importante y era común la relación de
dependencia y la permanencia de los trabajadores en la empresa. No
sólo la formación profesional y la educación técnica responden a
este modelo; también la organización de los sindicatos crece
dentro de esta definición del sistema productivo.
El papel del Estado como impulsor del desarrollo industrial
es parte de este paradigma. Se complementa, en la tradición
latinoamericana, con un Estado responsable de la educación
pública, con mayor o menor descentralización pero manteniendo
siempre un rol clave en la formación. No es de extrañar entonces
que el Estado se hiciera cargo de financiar y en general gestionar
la educación técnica y la formación profesional, instituyendo
impuestos específicos que se destinaban a ese fin.
La institucionalización y la extensión de los sistemas
educativos y de formación profesional hizo que esa oferta tendiera
a burocratizarse y en algunos casos desfasarse de la realidad de
la industria. Se llega así a la década perdida de los ochenta, con
su impacto de reestructuración productiva en general,
desindustrialización en algunos casos, ajuste del Estado y
privatización de la ejecución de las políticas sociales. Además,
en el contexto de la globalización, se produce un desplazamiento
del mercado interno hacia la integración de bloques y la
exportación a mercados externos y, por lo tanto, crece la
necesidad de competitividad para conservar u obtener nichos en el
50
mercado mundial8. Esta realidad exige replantear los supuestos
originales de la formación para el trabajo, y en particular de la
formación profesional. Los desafíos y las respuestas se
presentarán en el capítulo siguiente.
LOS NUEVOS ESCENARIOS Y LOS DESAFIOS A LA FORMACION PROFESIONAL
El nuevo modelo de producción está signado, más allá de las
variaciones nacionales, por una globalización que implica la
necesidad de competitividad y adaptación a mercados que demandan
una enorme diversidad de productos. Las ventajas comparativas
tradicionales disminuyen frente al requerimiento de calidad y bajo
costo que implica la competencia en estos mercados. La revolución
en las comunicaciones y el desarrollo de las aplicaciones de la
microelectrónica permiten acortar distancias entre la producción y
el consumo, y fraccionar los procesos productivos en una
multiplicidad de firmas. La disminución de los altos aranceles que
protegían los mercados nacionales acarrea la exigencia de competir
tanto en los mercados regionales, que aún mantienen una protección
relativa, como en el mundo. Todo lo anterior lleva al menos a tres
consecuencias para la producción en general y para la fuerza de
trabajo en particular. Una es la disminución de las barreras al
cambio tecnológico, ya que las innovaciones, tanto en procesos
como en productos y en la organización del trabajo, cruzan las
fronteras y se extienden entre las empresas. La segunda es la
creación de complejas redes de empresas e instituciones
interempresarias y estatales, que modifican el rol del Estado en
una economía mucho más privatizada que en el modelo anterior. La
8 ? Los contenidos de este apartado resumen materiales de Gallart M. Antonia "Mercosur: La respuesta de la educación a los cambios tecnológicos y la organización del trabajo industrial". Buenos Aires: Paper preparado para UNU-INTECH, 1997 (mimeo).
51
tercera se refiere al cambio de las condiciones de trabajo, y en
particular de las relaciones laborales.
El cambio tecnológico y las redes empresarias
La incorporación de tecnología microelectrónica comienza en
la Región siendo una estrategia puntual y fragmentaria, y sólo
últimamente se avizora una modernización más integral en las
firmas sobrevivientes de los procesos de reestructuración y
ajuste, y en las nuevas plantas producto de recientes inversiones
extranjeras. La automatización industrial, en una visión
abarcadora9 y no únicamente reducida a la utilización de
equipamiento, llega sólo a una parte de los establecimientos
industriales, y la informatización se aplica más en los sectores
administrativos y de apoyo a la producción, que en el piso de
fábrica (Leite, E., 1997, Leite, M. y Rizek, 1997); en todo ello
se manifiesta, además, una alta heterogeneidad entre firmas.
Con respecto a la producción magra ("lean production") se
establecen mecanismos de subcontratación, externalizándose insumos
y servicios, que deben responder a normas de calidad y tiempo.
Esto hace que los cambios en la organización del trabajo de las
empresas líderes se expandan a las proveedoras. Los mecanismos de
redes productivas pueden producir efectos diversos en las empresas
satélites. En algunos casos, éstas deben mejorar su organización y
calidad acercándose a las empresas madres (Leite, E., 1997). En
otros casos se establecen relaciones de "cabeza" y "manos", en las
cuales la empresa central incorpora las innovaciones técnicas y
organizacionales y la satélite mantiene las formas tradicionales
de producción (Leite, M. y Rizek, 1997). Finalmente, en ciertas
9 ? Una visión integral incluye tecnologías organizacionales tales como: control estadístico de procesos, círculos de control de calidad, just-in-time, Kaizen y Kanban.
52
localidades se generan "clusters"10 de empresas medianas y pequeñas
que se asocian para poder competir, planificando en común
servicios e insumos con el apoyo de instancias públicas locales.
Estos ejemplos de las diversas formas de tramas productivas en la
Región muestran maneras particulares de relación entre empresas
grandes, medianas y chicas. Y la heterogeneidad de formas de
inserción en el tejido productivo tiene consecuencias tanto en la
demanda de calificaciones (las empresas "manos" suelen ser el
receptáculo del personal menos calificado y con peores condiciones
de trabajo), como en la capacidad de brindar entrenamiento en las
propias firmas (las situadas en el centro de las redes pueden
desarrollar actividades de capacitación para sus empleados y para
las empresas subsidiarias).
La integración en el mercado trasnacional, sea en bloques
comerciales sea en el mercado global, hace que estas redes crucen
las fronteras. Las actividades de maquila, donde determinadas
etapas del proceso productivo se realizan en el país de menor
costo para el tipo de mano de obra necesaria en esa etapa y, en
cambio, los aspectos de comercialización se sitúan en espacios más
cercanos al mercado destinatario, llevan también a consecuencias
para las empresas según su situación en esa red productiva.
La privatización
El modelo tradicional de industrialización de la Región
tenía, como componente importante, la creación de grandes empresas
estatales a cargo de la producción en áreas estratégicas
(petróleo, industria nuclear, armamento, minería) y de los
servicios públicos. Como parte del proceso de ajuste estructural
del Estado estas empresas están siendo privatizadas, y su
10 ?. Se denomina "cluster" a un conglomerado de empresas en el mismo territorio.
53
propiedad pasa a holdings privados con experiencia transnacional
en cada una de las áreas. Los estándares de contratación y
desempeño de los trabajadores cambian, aumentando por lo general
las demandas de niveles más altos de educación previa, disciplina
y productividad. La circulación del personal técnico y profesional
de un país a otro se vuelve común, y además la contratación de
nuevo personal y la reconversión del anterior se organizan según
pautas diferentes aplicadas anteriormente en experiencias del
exterior (Novick, 1997).
Los cambios en las relaciones laborales y en las condiciones de
trabajo
La flexibilización de los mercados laborales es la
consecuencia en el empleo de los cambios señalados anteriormente.
En el modelo tradicional de la industrialización sustitutiva de
importaciones convivían dos sectores: una fuerza de trabajo que
tenía estabilidad y cobertura social (amplio en algunos países,
escaso en otros), ocupada en la industria moderna y en los
servicios formales, y una masa de trabajadores que se desenvolvía
de manera informal, en condiciones de precariedad. Se esperaba que
paulatinamente el segundo grupo fuera disminuyendo y los
trabajadores informales se incorporaran al primer sector.
De hecho no sólo el sector informal continúa siendo el gran
empleador de la Región, sino que también en el sector integrado de
la economía se registra una tendencia a la flexibilización del
empleo, entendida como: 1) la posibilidad por parte de las
empresas de rescindir los contratos de trabajo a un costo menor y
por lo tanto de poder adaptar sus políticas de personal a las
contingencias del mercado; 2) la posibilidad de trasladar a los
trabajadores de un puesto a otro según los requerimientos del
54
empleador, con la consiguiente tendencia a la polivalencia del
empleado; 3) como consecuencia de lo anterior, la necesidad de los
trabajadores de adaptarse frecuentemente y a lo largo de la vida a
distintas inserciones laborales y ocupaciones y por lo tanto de
someterse a nuevos aprendizajes. Esto no vale sólo para las
calificaciones y tareas a desempeñar, sino asimismo para la
capacidad de gestionar un empleo con el fin de reubicarse en un
mercado de trabajo difícil y cambiante.
Esta transformación es obviamente conflictiva, y se encuentra
en diferentes etapas de concreción no sólo entre países, sino al
interior de cada uno de ellos. Por otra parte, los cambios en las
regulaciones, superpuestos con el incremento de la desocupación y
el trabajo en negro crean, de hecho, situaciones de flexibilidad y
precarización.
Estas transformaciones, situadas dentro de la gestión de la
inserción de los países en los procesos de globalización, plantean
serios desafíos a las políticas de empleo de los gobiernos y a la
gestión de los recursos humanos de las empresas. La integración
social y los derechos de los trabajadores establecen límites a la
precarización; se hacen necesarios los acuerdos sociales; y en
particular la colaboración y la creatividad de los trabajadores en
un proceso de producción competitiva exigen de parte de estos
últimos compartir los objetivos de la empresa. Si las políticas de
productividad se basan sólo en la disminución del costo del
trabajo y no apuntan a una mejor integración y desarrollo de los
trabajadores, el futuro es problemático.
Resumiendo lo dicho anteriormente, se puede decir que el
nuevo modelo de producción, aunque de aplicación aún incipiente en
lo que algunos autores han caracterizado como "islas de
55
modernidad", muestra tendencias a extenderse y a hacerse
predominante en la Región. Este modelo implica al menos tres tipos
de consecuencias relevantes para las políticas de capacitación.
En primer lugar provoca cambios en la estructura y el volumen
de la fuerza de trabajo: existe una disminución relativa del
empleo industrial y un crecimiento del sector de los servicios; al
mismo tiempo el sector informal continúa siendo significativo pero
su composición interna cambia.
En segundo lugar requiere cambios en la jerarquía y
naturaleza de las calificaciones pues las competencias de
empleabilidad se amplían: no basta con dominar un oficio u
ocupación para ser empleable, sino que es necesario disponer de
una base de conocimientos más amplios que permitan la resolución
de problemas y el reaprendizaje; las jerarquías de cargos se
achatan y la separación entre oficina técnica y piso de fábrica
disminuye. En los servicios, la introducción de la informática
complejiza tareas antes sencillas. La exigencia de capacidad para
tomar decisiones autónomas y asumir la responsabilidad de sus
consecuencias desciende desde la cumbre de la organización hasta
niveles ocupacionale medios y bajos.
Como tercera consecuencia, las instancias relacionadas con el
factor humano se hacen cruciales para el nuevo modelo de
competitividad. La selección de personal, la motivación, la
formación permanente se convierten en instrumentos necesarios para
el mejoramiento de la productividad y la calidad, y por ende de la
competitividad.
Los desafíos a la Formación Profesional
56
En medio de las transformaciones y exigencias actuales, el
principal desafío es recrear, de acuerdo con estas circunstancias
concretas, la respuesta que se dio en el inicio de la instauración
del modelo latinoamericano de formación profesional: capacitar a
la población para una forma inédita de producción e integrar esa
formación dentro del marco más amplio de políticas de empleo. Esta
respuesta tiene que partir de las realidades existentes,
institucionales e individuales, encarando transformaciones en el
marco de las nuevas demandas de competitividad sin dejar de lado
los objetivos de equidad, entendida como una orientación a la
satisfacción de necesidades del total de la población. La
coordinación de esos dos objetivos es uno de los grandes problemas
de las políticas de empleo actuales.
En términos generales las exigencias de competitividad
incrementan la demanda de trabajadores polivalentes con niveles
más altos de escolaridad; por lo tanto, está aumentando el
requerimiento de grados más elevados de instrucción en el mercado
laboral. Se suele señalar que en los países de la Región con mayor
desarrollo industrial, la educación previa se está convirtiendo en
una condición de empleabilidad11.
Desde el punto de vista de las empresas industriales se
detectan cuellos de botella en las calificaciones. En un estudio
realizado por OIT con el apoyo de la Agencia Canadiense de
Desarrollo (ACDI) se aplicó una encuesta entre 1992 y 1993 a una
muestra de establecimientos metalmecánicos y de la alimentación en
cinco países de la Región. En él se identificaron problemas
señalados por las gerencias en cuanto a la calidad de sus recursos
humanos con referencia a la calificación técnica, en particular la
11 ? En este apartado se resumen contenidos de Gallart, 1997.
57
capacidad de operación de la nueva base técnica; existían también
quejas con respecto a la capacidad de concentración, abstracción,
comunicación escrita y verbal, y finalmente con respecto a la
capacidad de asumir responsabilidades, tomar iniciativas y decidir
sobre determinados aspectos de la rutina de trabajo. En conjunto
esto implica más que entrenamiento específico; son competencias
básicas, intelectuales y de comportamiento que se adquieren a
partir de una formación fundamental, normalmente escolar, y se
desarrollan en el trabajo productivo y en la capacitación no
formal (Abramo, 1997).
La subcontratación, y por ende, la flexibilidad laboral tanto
interna (distintos puestos en la misma empresa) como externa
(cambio de empresa y ocupación) demandan polivalencia, entendida
como una variedad de calificaciones ("multiskill") o como el
desempeño de diversas tareas ("multitask"). La disminución de los
niveles internos de la organización fabril, la aproximación entre
las tareas de diseño, programación y ejecución, la introducción
del concepto de calidad total, cambian no sólo la división del
trabajo a nivel de los operarios sino también el rol de los
ingenieros, los jefes y los supervisores, y los requisitos de
formación para todos ellos.
El proceso descripto anteriormente fundamenta el paso de las
calificaciones a las competencias. La definición de los niveles de
calificación estaba dada por una ecuación del tiempo insumido en
adquirir las habilidades y los conocimientos necesarios para esa
ocupación específica por un lado, y el lugar que dicha ocupación
ocupaba en el organigrama de la fábrica (jefe, supervisor,
operario, etcétera) por el otro. A mayor jerarquía y
especialización mayor calificación y, normalmente, mayor salario.
Se organizaba entonces, y existía de hecho, una división de
58
trabajo entre los trabajadores que implicaba diferente
conocimiento de las máquinas, distinta capacidad de operarlas y de
realizar tareas repetitivas adecuadamente. Se reservaba para
algunas ocupaciones particulares, como las de mantenimiento, la
exigencia de una adaptación más amplia a una variedad de
circunstancias que implicaban una cierta polivalencia. Todo ello
regido por una normalización de tiempos y métodos, y una
separación clara entre oficina técnica y piso de fábrica.
Pero a raíz de los cambios presentados anteriormente, se
señala un desajuste entre la oferta educativa y las calificaciones
demandadas por las empresas productivas, las que a su vez
denuncian la escasez de personas capacitadas con características
diferentes a las provenientes de los sistemas de capacitación. La
necesidad de una mayor coordinación entre la oferta y la demanda
de formación, de calcular costos y resultados tanto a nivel
individual como social, y la rapidez de las innovaciones
tecnológicas y organizacionales de la producción coexisten con el
secular retardo de las transformaciones educativas. Todo ello
apunta al reclamo de un nuevo paradigma diferente del tradicional
en la articulación entre la producción y la formación, que tome en
cuenta no sólo los cambios en el sector industrial, sino además el
desarrollo y la incorporación de modernas tecnologías en el sector
de los servicios.
La antigua definición de las calificaciones, evaluadas a
partir del tiempo necesario de aprendizaje sumado al nivel
jerárquico de la ocupación, se transforma en el nuevo concepto de
competencias en las que es fundamental la capacidad de resolver
problemas, que implica conocimientos técnicos y manejo de
situaciones imprevistas en tiempo real, o sea capacidad de
decisión.
59
Desde lo puramente educativo, y más en particular en cuanto a
la educación formal, se acentúa la importancia de la educación
general prolongada (al menos nueve o diez años de escolaridad
básica) para lograr la capacidad de resolver problemas. Se
considera que existen competencias básicas que debe tener toda la
población, sin las cuales es difícil desempeñarse en empleos
productivos; son competencias de empleabilidad señaladas en la
literatura (SCANS, 1992). Se trata de aquéllas necesarias para
obtener un trabajo calificante (o sea una ocupación que permita
aprendizajes y reciclajes en la trayectoria del trabajador),
incluyendo habilidades básicas tales como la posibilidad de
expresión oral y escrita, y la matemática aplicada en cuanto
capacidad de resolver problemas en la actividad cotidiana. Dichas
competencias hacen necesaria una enseñanza prolongada, sistemática
y gradual. Se agregan a ellas, las relacionadas con el manejo
racional de recursos (trabajo, dinero, tiempo, etcétera), las
competencias interpersonales (comunicación, saber trabajar en
grupo), las tecnológicas (conocimiento y uso de las tecnologías
usuales), y las sistémicas (captar los problemas como parte de un
conjunto y no como hechos aislados). La sola enumeración de estas
competencias indica que su aprendizaje proviene fundamentalmente
de la enseñanza y de la experiencia en la vida real; dependen,
entonces de una educación de calidad contextuada en la vida
cotidiana. La capacitación específica para las diversas
ocupaciones se construye sobre la base de estas competencias
adquiridas en la escolaridad formal y la experiencia.
Obviamente este planteo pone en cuestión la formación
tradicional para el trabajo. El abandono temprano de la escuela
impide una buena adquisición de las habilidades básicas; por otra
paarte, se comprueba una disminución en la calidad de los
60
aprendizajes puesta de manifiesto en los tests. La especialización
temprana de algunas escuelas secundarias técnicas da poco lugar a
la formación tecnológica general que permitiría una mejor
adaptación a los cambios. Y la formación profesional poco
articulada con la educación general y diseñada para ocupaciones
específicas, a veces obsoletas, debe repensarse.
La definición de las competencias necesarias para el trabajo
productivo resulta hoy en día bastante clara: se trata de
capacidades generales, técnicas, de comportamiento y eventualmente
habilidades manuales que se constatan en la práctica. Ya no basta
saber hacer, es preciso saber conocer y, sobre todo, aprender; se
requiere que un trabajador competente piense desde el punto de
vista de la calidad de la producción. El problema radica en cómo
se transmiten y se aprenden este tipo de capacidades, ya que el
aprendizaje escolar es necesario pero no suficiente, pues sin
contextuar la enseñanza, sin aplicarla a la vida cotidiana, sin
contrastarla con circunstancias nuevas, la transmisión del
conocimiento se convierte en memorización.
En la formación profesional se debe transformar el venerable
análisis ocupacional, nacido en los ferrocarriles rusos de hace
más de un siglo, consistente en descomponer las tareas de una
ocupación dada en las operaciones más simples, y luego el llamado
"reverse engineering", que permitía organizar el curso de
formación enseñando esas operaciones en orden creciente de
complejidad. Hoy en día la flexibilización de las tareas y la
polivalencia ponen en crisis esta visión limitada. La salida
parece encontrarse en una interacción mayor entre conocimientos
teóricos y práctica en circunstancias y tiempos reales, que
incluya cierto grado de imprevisibilidad. La articulación
institución escolar-centro de trabajo es central para que esa
61
interacción sea posible; la alternancia de los alumnos y las
pasantías de los formadores constituyen, en este sentido,
instrumentos clave. La investigación sobre la "transposición
pedagógica" de las competencias tiene que acompañar las reformas
educativas y los cambios curriculares tanto de la educación formal
como no formal. Se trata de una tarea que no puede realizarse sólo
desde la institución escolar, sino que requiere una participación
activa de las unidades laborales.
Las modificaciones constantes en las calificaciones y en las
ocupaciones relacionadas con el cambio tecnológico y la
globalización de la economía contribuyen a desterrar la vieja idea
de que se podía formar en el sistema educativo para ocupaciones
específicas, idea en la que se basaba la educación vocacional
tradicional. La posibilidad de sustitución entre diversas formas
de aprendizaje, educación formal, aprendizaje en el trabajo y
capacitación no formal, que se integran en itinerarios educativos
y ocupacionales construidos por los propios protagonistas,
cuestionan las formas tradicionales predeterminadas de formación.
Otro cuestionamiento a la formación para el trabajo tal como
se dio tradicionalmente en América Latina proviene de
consideraciones relacionadas con la eficiencia económica en
tiempos de recursos escasos en los presupuestos estatales. Las
tendencias actuales pueden resumirse en dos: pasar de una
formación dominada por la oferta a una formación orientada por la
demanda; y pasar de una oferta de formación profesional ejecutada
por grandes instituciones nacionales oligopólicas, las cuales
tenían financiación asegurada, a una formación profesional
gestionada por una pluralidad de organizaciones privadas y
públicas que compiten en un "mercado de la formación".
62
El argumento que respalda esta posición de promover una
capacitación adecuada a la demanda considera que la formación
general debe ser impartida en el sistema educativo, y enfatiza la
educación básica de calidad como condición para la participación
en la sociedad civil, en la política, y en las actividades
productivas. La especialización se posterga a los últimos años de
la adolescencia (fin de la secundaria o estudios postsecundarios)
en la educación formal. La formación específica para el trabajo en
este enfoque debe ser impartida en estrecha colaboración con el
sector productivo, con actividades de capacitación de diversos
formatos tanto en diseño curricular como en duración, de acuerdo
con las necesidades de las familias ocupacionales. Se da
importancia a la participación del sector productivo tanto con la
posibilidad de mecanismos de alternancia o pasantías, como en la
utilización de su infraestructura para los cursos.
La financiación estatal, en general, se sigue considerando
necesaria, pero se dirige a la demanda, o sea a facilitar el
desarrollo de la capacitación requerida por las unidades
productivas, y no a financiar instituciones de formación. Este
planteo, si bien es eficaz en el corto plazo para los cursos de
poca duración y destinados específicamente a la capacitación,
presenta dificultades en otros casos. Así, la formación de mayor
nivel técnico necesita respaldo institucional (por ejemplo,
carreras cortas de nivel terciario), y algunos aspectos de la
formación profesional exigen un apoyo de largo alcance (formación
de formadores, construcción curricular, desarrollo de material
didáctico) (Castro, 1995b).
Las estrategias de formación
63
Se pueden agrupar las estrategias de formación en tres
grandes rubros: las estrategias de cambio institucional; la
redefinición de calificaciones y competencias en el mundo del
trabajo y en la formación; y las políticas de asignación de
recursos a los actores de la formación. Los tres temas están
íntimamente interconectados.
La situación institucional
El panorama de la situación actual de la formación
profesional en la Región muestra, por un lado, la búsqueda de
actualización institucional de las IFP, reforzando la
participación de empresarios y sindicatos, no sólo en los
organismos de conducción, sino también en la definición de
programas concretos de formación. La descentralización por
regiones, la creación de unidades sectoriales respondiendo a las
diversas ramas económicas, la priorización de la asistencia
técnica a las empresas dentro de sus tareas específicas, son todas
políticas dirigidas a la modernización de las instituciones de
formación profesional.
Por otro lado, han surgido políticas activas que buscan una
organización alternativa de la formación profesional. Para esta
línea de acción, el Estado no debe promover la oferta de
capacitación (IFP), sino que debe encauzar la demanda de los
empleadores. Esto implica generar una nueva institucionalidad que
permita canalizar los fondos hacia las empresas para que capaciten
a los trabajadores, y crear un "mercado de la capacitación" donde
instituciones educativas varias provean servicios de formación;
estos servicios son financiados en parte o totalmente por el
Estado, pero sus contenidos se definen por las demandas del sector
ocupacional y sus usuarios son los trabajadores activos o grupos
64
poblacionales en riesgo de exclusión. Esta tarea exige un complejo
aparato institucional, con un organismo (Ministerio de Trabajo,
Servicio de Empleo) que programe, licite, supervise y apoye las
tareas de capacitación. Se conforman además organismos
intermedios, regionales o sectoriales, que administran esas
políticas y actúan de enlace con las empresas y usuarios (por
ejemplo las OTIR de Chile). Finalmente, surge la necesidad de
actividades de apoyo (formación de formadores, desarrollo
curricular) que aún no están claramente asignadas a organizaciones
específicas.
Los dos países que han aplicado más acabadamente este modelo
son México y Chile. En el caso mexicano, la Secretaría de Trabajo
incluyó la formación en el marco más amplio de las políticas
activas de empleo, entendiendo por políticas activas las que
implican un compromiso directo y activo de los actores de la
producción y, al mismo tiempo, invierten en el capital humano que
permitirá a los trabajadores hacerse cargo de la gestión del
empleo. Se desarrollaron dos programas: el de capacitación para
desempleados (Probecat) gestado en 1984, y el de calidad integral
y modernización (CIMO) que se inició en 1987 como apoyo integral a
las micro, pequeñas y medianas empresas. Ambos fueron creados con
el respaldo del Banco Mundial y las instituciones ejecutoras
fueron escuelas técnicas del sistema estatal, fundamentalmente
pertenecientes a los proyectos CONALEP y CECATI. Los programas
recibieron además el apoyo de los servicios estatales de empleo,
el fortalecimiento institucional y las inversiones complementarias
en centros de capacitación (Mertens, 1995).
En el caso chileno, los principales programas fueron
implementados por el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo
(SENCE) creado en 1976. El Programa Empresa, el más importante
65
(cubrió el 90% de los capacitados entre 1991 y 1994), promueve la
actualización a nivel de las empresas y sus beneficiarios son
trabajadores en activo. El Programa Becas capacita a personas de
escasos recursos y en situación laboral precaria como, por
ejemplo, trabajadores informales, desocupados y jóvenes que buscan
su primer empleo. El Programa Aprendices consiste en una
franquicia tributaria a empresas que integran aprendices.
Finalmente, el Programa Chile Joven, el que responde más
claramente al modelo, es ejecutado descentralizadamente por el
sector privado y busca insertar laboralmente a jóvenes en riesgo
de exclusión social. Todos los cursos correspondientes a estos
programas están a cargo de organismos capacitadores autorizados
por el SENCE (OTES) que pueden ser Universidades, Institutos
Profesionales, Centros de Formación Técnica o bien organismos de
capacitación técnica; estas entidades son contratadas por las
empresas o licitan en los cursos establecidos directamente por el
SENCE (por ejemplo Chile Joven).
Existen también en Chile los Organismos Técnicos
Intermediarios Reconocidos (OTIR), que son un nexo entre las
empresas, los organismos de capacitación (OTES) y el Estado
(SENCE). Fueron creados en 1989 con el fin de activar la
participación de las empresas. Se trata de instituciones de
"segundo piso", corporaciones de derecho privado sectoriales o
regionales, a las que se les subsidian los costos de
intermediación, para cumplir funciones de difusión, seguimiento y
control de calidad y administración. La implementación de estas
instituciones ha permitido un crecimiento importante del sistema
de capacitación. Sin embargo, los cursos siguen la tendencia del
resto del sistema (con un sesgo hacia formación en administración
y tecnologías básicas), y no se observan diferencias
66
significativas en la performance de la capacitación con respecto a
la llevada a cabo en forma directa (CEPAL, 1997d, 1997e).
Estos modelos institucionales (IFP y "capacitación por la
demanda") presentan distintas modalidades según su aplicación en
los diferentes países.
El caso más interesante12, que se ha convertido en paradigma,
es el "Proyecto Joven", implementado en varios países de la
Región. Los principios orientadores del programa son los
siguientes: 1) La pertinencia de la capacitación con relación al
mercado de trabajo, utilizando como indicador de ella la
aceptación de pasantes por las empresas. 2) La articulación de
esfuerzos del Estado, la sociedad civil y el sector empresarial.
El Estado asume la responsabilidad del diseño, la supervisión, el
control técnico y la financiación de los programas. La ejecución
está a cargo de instituciones pertenecientes al Estado y la
sociedad civil; el ente administrador contribuye al
fortalecimiento institucional de esas organizaciones. Y el sector
empresarial aporta el reconocimiento de la pertinencia. 3) La
autofocalización de la población objetivo. Se intenta que los
programas sean atractivos sólo para dicha población. 4) La
ejecución desconcentrada y regulada por mecanismos de mercado
mediante la invitación a registro y concurso de múltiples
oferentes. 5) La adecuación a las motivaciones, necesidades y
expectativas de los usuarios. 6) La integralidad de la aplicación,
coordinando la organización institucional, la estructura operativa
y la estrategia pedagógica.
En el Proyecto Joven, los programas son administrados desde
una Unidad Coordinadora Central (UCC), establecida generalmente en
12 ? En este apartado se sigue a Ramírez, 1997.
67
una unidad administrativa del gobierno nacional, la cual se sitúa,
según los países, en el Ministerio de Trabajo o en organismos ad
hoc como el SENCE. Las ejecutoras directas de los servicios de
capacitación son entidades públicas o privadas (empresas que
venden comercialmente sus servicios de capacitación, entidades
educativas, etcétera) que se inscriben en un registro en el que
deben acreditar determinadas condiciones. Tienen que diseñar e
implementar un componente de capacitación dirigido a desarrollar
un nivel de semicalificación en un oficio específico -
eventualmente complementado por formación en habilidades básicas-
y un componente de práctica laboral realizado en una empresa.
El proyecto líder "Chile Joven" contó en su país con algunas
características contextuales importantes: a) una coyuntura de
crecimiento económico y generación de empleo; b) la sustitución de
la antigua IFP (INACAP) por un nuevo mercado de capacitación
promovido por el propio proyecto y la demanda de las empresas, la
cual fue incentivada mediante estímulos fiscales; c) capacidad
técnica y de convocatoria del Estado; d) y un proceso de
descentralización político-administrativa que fortaleció las
instancias locales. Otros programas como el de Colombia y
Argentina se desarrollaron en contextos menos favorables.
El SENA actúa en Colombia como entidad de "segundo piso" lo
que de alguna manera implica una competencia interna entre los dos
modelos (IFP y "capacitación por la demanda") (Ramírez, 1997). En
la Argentina, una mayoría de los ejecutantes de los cursos del
Proyecto Joven son personas físicas (Jacinto, 1997; Castro, 1997).
En el caso uruguayo, el programa se vincula a políticas públicas
de juventud en el Viceministerio de la Juventud: a partir de un
prolongado compromiso político del Estado en un proceso de varios
años de trabajo con ONGs de juventud, han logrado construir una
68
interesante base organizacional. Obviamente, la construcción
institucional de estos programas es diferente.
Un caso interesante de coexistencia de las dos realidades
institucionales en un país es el de Brasil. El SENAI continúa con
su organización y actividad como IFP líder en la Región (Castro,
1992). Por otro lado, el Ministerio de Trabajo Federal, dentro de
la política pública de empleo e ingresos, implementa el Plan
Nacional de Educación Profesional (PLANFOR). La constatación del
bajo nivel de instrucción de la fuerza de trabajo fundamenta la
gestación de este plan, el cual se dirige a capacitar masivamente
a la población mediante un programa de ejecución descentralizada
coordinado por los Ministerios de Trabajo de cada estado y
gestionado por múltiples instituciones ejecutoras. Tiene como
objetivo movilizar y articular gradualmente toda la capacidad y
competencia en educación profesional disponible en el país,
utilizando a tal fin los recursos del fondo de amparo al
trabajador. En 1996 se entrenaron 1.198.600 trabajadores en el
marco de esta iniciativa.
La gestión de las competencias
El tema de las competencias se ha instalado en la discusión
de los objetivos y la planificación de la capacitación. Están
surgiendo en la Región intentos de establecer sistemas que
permitan, con la participación de empresarios y trabajadores,
definir en las diversas ramas de la economía las competencias
necesarias para los distintos niveles de calificación, brindar
transparencia a dicha definición y acreditar los aprendizajes
realizados por diferentes medios. La idea es pasar de la
certificación de títulos educativos a la acreditación de
capacidades reales de trabajo. México ha sido pionero en este
69
aspecto, creando el Sistema Normalizado de Competencia Laboral
(SNCL) y su complemento, la Educación Basada en Normas de
Competencia (EBNC). El SNCL se fundamenta en el concepto de norma
de competencia laboral y en el sistema de certificación de la
misma. Así como la calificación se define según la capacidad
potencial para realizar las tareas correspondientes a una
actividad o puesto, la competencia es la capacidad real para
lograr un objetivo o resultado en un contexto dado. Hoy en dia se
está construyendo ese sistema de competencias con la colaboración
de los empresarios y las instituciones educativas (Argüelles,
1996; Mertens, 1996).
Las políticas de asignación de recursos a los actores de la
formación
Un instrumento central en las políticas de capacitación es la
asignación de recursos -sean estos humanos, institucionales o
financieros- a los actores de la formación. Esquemáticamente,
puede considerarse que dichos actores son: el Estado, las
instituciones formadoras (organizaciones educativas, ONGs, centros
de formación), las empresas, y los beneficiarios (la población en
general y los trabajadores y sus sindicatos).
Las evaluaciones de las distintas formas organizativas de la
FP coinciden en señalar la dificultad de integrar y coordinar a
estos actores tan diversos y a menudo con intereses dispares. El
Estado aparece generalmente como el proveedor, por subvenciones o
exenciones impositivas, de buena parte de los fondos destinados a
la capacitación; reivindica también el rol de supervisor y
legislador, aunque en general no desempeña el rol ejecutor,
delegándolo en organizaciones autónomas (IFP) o en el "mercado de
la capacitación". Pero parece existir un retorno a asumir mayores
70
responsabilidades en el modelo más descentralizado: en Chile se
acaba de reglamentar la capacitación adjudicando al Estado un rol
regulador mucho más fuerte que el previsto en la legislación
anterior13.
Las instituciones educativas presentan una racionalidad
peculiar, que tiende a prolongar los cursos, seleccionar a su
clientela, desarrollar su propia estructura y cristalizar las
ofertas una vez implementadas. Pero por otro lado, la solución de
financiar cursos aislados no tiene en cuenta la necesidad de los
medios no económicos señalados anteriormente, tales como la
formación de recursos humanos (docentes, capacitadores,
administradores) y el fortalecimiento institucional y técnico-
pedagógico.
Las empresas son los actores más necesarios y al mismo tiempo
más problemáticos de la formación. En las evaluaciones de los
intentos de convertirlas en destinatarias y ejecutoras de la
formación, se perciben problemas para lograr el compromiso de los
empresarios en los aspectos específicos concernientes a la
definición del tipo de cursos o las formas de impartirlos
(Mertens, 1995; CEPAL, 1997d). El caso más exitoso y prolongado de
involucramiento empresarial es el SENAI, cuyo punto de partida fue
un empresariado consciente de las necesidades de largo plazo y
dispuesto a poner en común sus esfuerzos (Castro, 1992); pero su
réplica en otros países resultó problemática. La dificultad de
planear e invertir en una capacitación no específica para su
propia empresa en el caso de las firmas grandes, y las
limitaciones para expresar y articular demandas en las chicas
conspiran contra la buena utilización de los recursos. Las
externalidades que fundamentan el rol de la sociedad en la
13 ? Ley No. 19.518. Nuevo Estatuto de Capacitación y Empleo, 1997.
71
formación, y por lo tanto el aporte del Estado, no son fácilmente
internalizadas por las empresas cuya racionalidad privilegia la
competitividad individual y, en el caso de la capacitación
general, manifiestan el temor de beneficiar a los competidores14
(Becker, 1964).
La lógica de los trabajadores, en cambio, busca desarrollar
una formación profesional que les permita insertarse mejor en el
mercado de trabajo, frente a lo que pueden obtener con la
capacitación estrecha en la planta. Están por lo tanto más
motivados para seguir cursos más abiertos y formalizados, que les
prometen una posibilidad de movilidad ocupacional. Dentro de la
oferta de cursos, tienden a elegir aquellos breves y accesibles
que guardan referencia con ocupaciones visibles como las
administrativas (CEPAL, 1997d). Sucede entonces que las
racionalidades de los beneficiarios trabajadores y de las empresas
se separan. Los sindicatos, que tendrían que actuar como
intermediarios reivindicando los derechos de los trabajadores a la
capacitación, no siempre lo hacen, urgidos por la negociación de
salarios y condiciones de trabajo en contextos de flexibilización
y precarización (CEPAL, 1997c).
PROPUESTAS Y SUGERENCIAS DE ACCIóN
Las preguntas sobre las que deberían basarse las propuestas y
sugerencias de acción son las siguientes: ¿Qué instituciones deben
proveer la formación? ¿Quién debe costearla? ¿A quién debe servir,
14 ? Becker sostiene que las empresas sólo están dispuestas a financiar la formación específica que no puede ser utilizada en otra firma; la formación profesional más general es incorporada por el trabajador como capital humano y puede transferirlo a otras firmas en el mercado. El apoyo del Estado a la formación busca superar este problema y promover la formación profesional más amplia como incremento del capital humano de la sociedad.
72
o en otras palabras, cuáles son los usuarios de la formación
profesional? ¿Qué servicio debe brindar? ¿Cuáles son los
resultados esperados que deben ser evaluados? (McDonnell y Grubb,
1991).
La institucionalidad de la formación
Las consideraciones anteriores plantean la necesidad de una
formación general de base, que implique habilidades generales y
capacidad de resolver problemas, y una formación específica que
integre conocimientos tecnológicos y aprendizaje en ocupaciones
reales del mundo del trabajo. La articulación entre instituciones
educativas formales y no formales, más flexibles que las
tradicionales en la Región, y las empresas responsables de emplear
a los trabajadores resulta clave. La formación en alternancia es
un instrumento fundamental.
La dimensión local, que permite el intercambio y la
actualización de las organizaciones, se une a los procesos de
descentralización de los servicios educativos y de formación para
permitir ámbitos en que se den esos procesos. La ejecución local
de los programas de formación encarada por las nuevas políticas
fomenta esta articulación. Pero las instancias regionales y
nacionales tienen que proveer el apoyo técnico-pedagógico
necesario para la continuidad y acumulación de los servicios:
formación de formadores, desarrollo curricular, elaboración de
materiales didácticos son todas tareas que no se pueden realizar
en cada lugar.
Además de la articulación institucional local-regional-
nacional, existe otra articulación interna a las organizaciones
responsables de la formación, entre la educación formal y la
73
formación profesional, y entre éstas y la formación en el trabajo.
Es importante respetar la racionalidad de las escuelas (más
burocrática, de más largo plazo, más centrada en el alumno),
diferente de la racionalidad de la formación profesional (más
centrada en las demandas ocupacionales y en la tecnología, más
variable y flexible). Estas a su vez deben respetar la lógica
productiva de las empresas basada en la producción y la
competitividad. Cada una de las racionalidades genera
organizaciones diferentes por las que transcurren las personas que
se forman: instituciones escolares en el primer caso, centros de
capacitación en el segundo, empresas en el tercero. La renovación
de la institucionalidad de la formación se encuadra en la
necesidad de esta articulación y los Ministerios de Educación y de
Trabajo deben coordinar esfuerzos en esa dirección.
Con respecto a la discusión entre el predominio de las
grandes instituciones nacionales o la ejecución de la formación
por una pluralidad de organizaciones que compiten por los cursos,
existen opiniones encontradas. Las realidades nacionales muestran,
por un lado IFP de muy distintos logros, y por el otro programas
descentralizados, también con estructuras y resultados dispares.
La enorme heterogeneidad de la Región no permite recetas comunes,
ni las posibilidades de los Estados nacionales ni la realidad de
las empresas es semejante en el conjunto de los países. Parece
conveniente entonces plantear algunos criterios para que cada
país, analizando su tradición y realidad, en la medida de sus
posibilidades, implemente las políticas institucionales que
considere adecuadas.
a) Un primer criterio es no desperdiciar la experiencia
institucional, técnico-pedagógica, de relación con el mundo
productivo, de construcción curricular y de selección de
74
equipamiento que se encuentra actualmente en las IFP. Una
evaluación seria de cada institución puede mostrar cuáles son los
aspectos que conviene conservar y cuáles hay que descartar.
b) Un segundo criterio es seguir la tendencia actual de separar la
ejecución de la financiación y planificación. La ejecución, si
bien debe ser supervisada, resulta mucho más agil y responde mejor
a las variaciones en el tiempo y el espacio, si está a cargo de
instituciones de menor tamaño que no gozan de derechos
oligopólicos a la formación.
c) Un tercer criterio a tener en cuenta es que los arreglos
institucionales tienen que cubrir tanto la variedad de tipos de
capacitación como los diversos destinatarios de la política. En
cuanto a lo primero, la licitación de cursos cortos exclusivamente
no cubre aquellas especialidades que necesitan entrenamientos
largos y teórico-prácticos; la mecánica, la electrónica, las
ocupaciones relacionadas con la robótica para dar algunos
ejemplos, exigen en algunos de sus niveles de competencias una
formación profesional más prolongada y más costosa que la que se
puede impartir en cursos orientados a la demanda inmediata. Con
respecto a los usuarios, los cursos dirigidos a poblaciones en
riesgo de exclusión deben reforzar ciertos aspectos como las
habilidades básicas y la autoestima, lo cual tampoco suele
obtenerse en pocas horas de capacitación. Lo mismo puede decirse
de las tecnicaturas que demandan una más larga formación general y
una especialización adecuada. Obviamente, en estos casos tiene que
aumentar la complejidad y permanencia de la apoyatura
institucional.
d) Es importante recordar que los países que han conseguido
estructuras importantes de capacitación lo han logrado con el
75
aporte conjunto de los esfuerzos estatales y privados, y de los
distintos actores de la formación. Las articulaciones
institucionales son muy distintas (basta observar los países de la
OCDE, o del Sudeste Asiático), pero en todos los casos incluyen no
sólo una variedad de tipos de formación y de poblaciones
destinatarias, sino que poseen una estructura de apoyo que permite
la actualización de programas y la acumulación de conocimiento, y
cubren las distintas funciones de la formación aún las menos
explícitas como la transmisión de una cultura tecnológica, y la
transferencia de innovaciones. Es importante entonces utilizar
como criterio de evaluación y reforma la existencia o no de una
cobertura de esas funciones en la estructura institucional
existente (Castro, 1995a; Castro,1995b).
e) Finalmente, conviene que los instrumentos para construir esta
nueva institucionalidad sean lo más económicos posible. Esto
significa que hoy en día no tiene sentido crear nuevas
organizaciones burocráticas, sino que conviene jugar con un mínimo
de mandatos y regulaciones que definan el marco legal de la
formación, utilizar incentivos que fomenten los cambios buscados
(becas, desgravaciones impositivas, subvenciones a determinadas
tareas), y fortalecer a las instituciones que han mostrado su
calidad en la evaluación. La idea es utilizar instrumentos ágiles
que corrijan el rumbo, pero reforzar las funciones
organizacionales que necesitan del largo plazo.
Lo ideal en este tema de la institucionalidad de la formación
es que cada sociedad, a partir de su realidad actual y de su
historia institucional, construya su propia red formativa que
garantice a su gente y a sus empresas, una formación que articule
educación general, formación teórico-técnica y práctica, y
adecuación a las demandas del sector productivo. Dicha formación
76
debe provenir de una gran variedad de instituciones, pero
cubriendo las funciones fundamentales señaladas al principio de
este apartado.
La financiación de la formación profesional
Las corrientes teóricas neoliberales, hoy en día en boga,
sostienen que los propios beneficiarios deben costear su
capacitación si se trata de una preparación general aplicable en
más de una firma. Esto se fundamenta en que acrecientan su capital
humano y podrán recuperar los costos a través de incrementos de
salario en el mercado laboral. Las empresas, en cambio,
financiarán exclusivamente la formación específica que sólo es
útil en esa empresa, porque en este caso los aumentos de
productividad irán a la misma empresa, y el trabajador no podrá
vender ese incremento a la competencia. La financiación estatal
sólo puede revestir la forma de préstamos, pues de otro modo se
alteraría la correcta asignación de recursos por el mercado. El
problema que se presenta ante este planteo es la dificultad para
definir en términos tan estrictos la generalidad o especificidad
de la formación.
El argumento a favor de la financiación estatal se basa en
las imperfecciones del mercado laboral, en particular su
segmentación, y en las externalidades que la educación aporta a la
sociedad. En este enfoque, la formación profesional es entendida
como parte de la educación que es en cierta medida un bien público
y que concurre al bienestar del total de la población. La
integración social constituye un bien, y la existencia de sectores
excluidos del mercado de trabajo por falta de competencias de
empleabilidad redunda en problemas sociales. Desde el punto de
vista económico, también puede fundamentarse el argumento a favor
77
de la financiación estatal. Cuando se produce una desocupación
friccional provocada por el fenómeno, característico en los
momentos de expansión, de la coexistencia de una amplia oferta de
trabajadores sin las calificaciones necesarias y una demanda por
calificaciones que escasean, dado el tiempo que lleva la
capacitación es muy difícil que los individuos o las empresas
inviertan en la formación general y específica necesaria para la
mejor conversión a las nuevas tecnologías. La existencia entonces
de un conjunto de personas capacitadas para adaptarse a ellas
puede disminuir el impacto de la desocupación. Es por esto que la
inmensa mayoría de los Estados, y en particular aquellos que han
tenido un fuerte desarrollo productivo, financian la educación
básica general y, al menos en parte, la formación profesional
(Gasskov, 1994; Castro, 1995a).
Partiendo entonces del supuesto que, además de la
capacitación financiada directamente por las empresas y por los
propios usuarios que compran cursos en el mercado, debe existir
una financiación provista por el Estado, se puede formular una
primera pregunta: ¿a quién se financia y cómo?, ¿a las
instituciones educativas para respaldar sus actividades?, ¿a las
empresas productivas con el objeto de mejorar su competitividad?,
¿o bien a los propios beneficiarios, las personas que se
capacitan? Una primera respuesta es que dadas las consideraciones
anteriores, el Estado debe financiar predominantemente aquello que
no se financia por sí mismo.
En cuanto a las instituciones educativas, el cuestionamiento
al impuesto al trabajo como la manera tradicional de contribuir
con la formación profesional en la Región se fundamenta en dos
aspectos: uno es que encarece el costo del trabajo sin garantizar
la relevancia de la formación impartida; el segundo es que
78
favorece la creación de grandes estructuras administrativas que
tienden a perpetuarse en el tiempo. La opción, como ya se vio, es
la financiación a la demanda, sea a través de las empresas, sea a
través de cursos que aseguren su articulación con una demanda
laboral. Se explorarán opciones en esta dirección, en próximos
apartados.
Con respecto a las empresas, se busca la mejora de sus
condiciones de competitividad, particularmente en las pequeñas y
microempresas, lo que les permite aumentar su productividad y
mantenerse en los nuevos mercados. La capacitación es entonces
parte de políticas más amplias de empleo y desarrollo productivo,
como el crédito, el acceso a la información y la tecnología, y el
perfeccionamiento de la gestión.
Con referencia a los beneficiarios individuales, conviene
apoyar los cursos que contengan la formación general tecnológica y
práctica de los trabajadores que no sea provista por las empresas,
la formación en competencias de empleabilidad de aquellos que no
pueden acceder a ella por sus propios medios, y el reciclaje de
los trabajadores desplazados por el cambio tecnológico que cuentan
con calificaciones obsoletas. Se cuestiona, dentro de las formas
actuales de financiamiento en este sentido, que en algunos países
las subvenciones van predominantemente a las grandes empresas, y
en particular a trabajadores en cargos directivos y
administrativos; justamente, son los que tendrían bajos costos y
buenas tasas de retorno para la inversión individual. La formación
más costosa de las ocupaciones calificadas en artes mecánicas,
electrónica, etcétera, que suele ser demandada por la población de
bajos recursos, es impartida fundamentalmente en las IFP y no es
cubierta por la licitación de cursos en la que la corta duración y
los costos son determinantes (Castro, 1995a).
79
Puede formularse además un segundo interrogante que se
relaciona con la forma en que se realiza el aporte estatal. Es una
pregunta con varias dimensiones: a) La forma de asignación: puede
centralizarse en una institución que se hace cargo de la
formación; puede ser de gestión local a través de municipalidades
u organizaciones locales; o por convenio con empresas o
instituciones capacitadoras múltiples. b) El tipo de aporte: puede
tratarse de préstamos, desgravaciones impositivas, subvenciones a
la oferta de cursos, subvenciones a la demanda (pagar los cursos a
las empresas), becas para los beneficiarios. c) Las demandas a la
contraparte: existe una tendencia a que el Estado comparta los
costos para asegurar el compromiso de la contraparte, sea empresa,
institución capacitadora o usuario. Las distintas formas de
asignación de los aportes estatales provienen de diferentes
combinaciones de estas tácticas. El objetivo es lograr un
equilibrio que mantenga despierta la sensibilidad frente a las
señales del mercado, evitando la burocratización y permanencia de
esquemas de capacitación obsoletos, y a la vez ayude a superar los
problemas relacionados con la equidad e imperfecciones del mercado
señalados anteriormente.
La tendencia actual es descentralizar la asignación de
recursos aplicándolos a nivel local o sectorial pero tomando en
cuenta objetivos sociales más amplios. En general estos recursos
se canalizan por intermedio de organizaciones locales (comités de
vinculación que incluyen municipalidades, asociaciones
empresarias, entidades educativas y en algunos casos sindicatos) u
organizaciones sectoriales de una determinada rama productiva, con
participación tripartita. La financiación de los programas
nacionales se realiza de esta manera. Asimismo, la experiencia
parece señalar la conveniencia de que a los aportes nacionales se
80
sumen aportes locales y/o sectoriales empresarios para asegurar el
compromiso de los diferentes actores (McDonnell y Grubb, 1991).
Como ejemplos de las distintas combinaciones de aporte, se
pueden proponer los siguientes:
-Subvenciones a entidades educativas que brinden cursos por
convenio con empresas. Los costos son compartidos por la empresa y
la condición para la asignación de recursos estatales es que se
incluya formación no específica a esa firma. La decisión sobre la
asignación se relaciona con la evaluación de la calidad del curso
y el incremento de la competitividad de la empresa. Comprende
costos de insumos técnico-pedagógicos: desarrollo curricular,
materiales didácticos, actualización de docentes. El mismo tipo de
subvención puede darse a las empresas para que compren cursos en
el "mercado de la capacitación", pero en este caso hay que
asegurarse de que se cubran los costos de los insumos técnico-
pedagógicos, para evitar el deterioro paulatino de la calidad de
la formación. La subvención puede adjudicarse de manera directa o
a través de desgravación impositiva.
- Subvención a instituciones educativas que brindan cursos a
determinadas poblaciones objetivo consideradas prioritarias (por
ejemplo jóvenes, mujeres, desocupados). En este caso es
conveniente vigilar que los beneficiarios reales correspondan a
los grupos objetivo, que los cursos estén orientados a una
verdadera demanda ocupacional, que tomen en cuenta las
características específicas de los beneficiarios y que los niveles
de deserción sean bajos.
- Becas a personas en situación de desventaja pertenecientes a las
poblaciones objetivo para que paguen capacitación brindada por
81
instituciones educativas. Permite una elección personal de los
interesados y la construcción por éstos de trayectorias de
capacitación. Esta alternativa debe satisfacer las mismas
exigencias que la anterior.
- Préstamos a personas que desean cursar carreras técnicas y que
no cuentan con recursos propios suficientes. Estos préstamos
permiten a los usuarios pagar costos directos y de oportunidad de
los estudios; se les demanda que los devuelvan en un período
relativamente prolongado a partir de los beneficios obtenidos con
su mejor calificación. Es una posibilidad que supone tasas de
retorno relativamente aceptables, niveles bajos de desocupación y
poblaciones objetivo dispuestas a diferir los retornos del
trabajo. Parece un esquema apto para carreras cortas de técnicos
terciarios.
- Existe una iniciativa interesante que puede tener futuro en la
Región: se trata de la creación de fondos individuales de
capacitación, como sistemas de ahorro con cuentas personales para
pagar los costos de la formación. Dichos fondos se formarían con
un descuento realizado al salario del trabajador (eventualmente
sumado a aportes voluntarios y/o de los empleadores), a la manera
de los fondos jubilatorios privados. Sólo podría retirarse dinero
de esa cuenta para fines educativos y de capacitación. El objetivo
de este sistema es incentivar la demanda de los trabajadores para
la capacitación, la captación de recursos para ese fin, el aumento
del ahorro y la eficiencia en la asignación de recursos,
facilitando la inversión en capital humano del propio interesado a
lo largo de su trayectoria ocupacional (CEPAL, 1997f).
A quién debe servir y qué servicios debe proveer: los
beneficiarios y las acciones de formación
82
Se pueden señalar algunos grupos objetivo claves para la
formación profesional a quienes deberían estar dirigidas las
políticas de formación, puntualizando también las características
del tipo de formación adecuado a cada grupo:
- Los trabajadores con experiencia en las empresas que deben
adecuarse al cambio tecnológico. Se conocen antecedentes en países
de la Región, de programas de capacitación estructurados
conjuntamente por las empresas, los proveedores de los nuevos
equipamientos y los gestores de la transformación de la
organización del trabajo.
- Los desplazados por la reestructuración productiva. Para ellos
es importante capitalizar su experiencia laboral previa,
apoyándolos en un reciclaje que comprenda: actualización de las
calificaciones a partir de un balance de competencias, técnicas de
gestión de empleo y acompañamiento en la búsqueda de éste (bolsas
de trabajo, información, etcétera). Con respecto a este último
aspecto, es importante que la información no abarque sólo el
ámbito local sino que permita también la inserción en otros
contextos afectados diferentemente por la reestructuración
productiva.
- Los sectores de pobreza. La confluencia de la carencia de
calificaciones y de posibilidades de acceso al mercado de trabajo
crea un círculo vicioso de exclusión. La capacitación destinada a
este sector debe localizarse cerca de los lugares en que los
grupos viven. Conviene que incluya: reforzamiento de habilidades
básicas, aprendizaje de familias ocupacionales en sectores
económicos accesibles (por ejemplo construcción y comercio), apoyo
83
en la búsqueda y el acceso al empleo (capital social), formación
en técnicas de gestión para el autoempleo y las microempresas.
- Los jóvenes que buscan su primer empleo. Las necesidades de los
jóvenes varían mucho según sus niveles educativos y la calidad de
la educación formal recibida. En algunos casos necesitarán un
apoyo supletorio para la adquisición de competencias básicas que
permitan su empleabilidad; en otros lo fundamental es brindarles
oportunidad de acceder a una formación específica y a la
experiencia de aprendizaje informal en un trabajo real, mediante
programas que incluyan pasantías o alternancia.
- Las mujeres, por la característica diferencial de su doble
responsabilidad, productiva con respecto al mundo del trabajo y
reproductiva con respecto a la vida familiar, presentan demandas
peculiares para la capacitación y la inserción laboral. Las
propuestas para los otros grupos son válidas también en este caso
según se trate de mujeres pobres, trabajadoras expulsadas, en
industrias en transformación o jóvenes. Pero debido a su género se
agregan nuevos desafíos. La elección de las especialidades de la
formación profesional de las mujeres tendría que tener en cuenta
sus características diferenciales; la modalidad de los cursos
(modulares, con apoyo de guarderías) debe permitirles la
articulación con sus necesidades y estar dirigidos a promover su
inserción en tareas flexibles y calificadas que les permitan aunar
vida productiva y reproductiva (Gallart, 1995).
- Las pequeñas y medianas empresas que necesitan incrementar su
competitividad para incluirse en el nuevo modelo productivo. En
este caso los requerimientos pasan por una transformación integral
y un apoyo amplio que introduzca la capacitación como un elemento
más que acompañe la transformación general de la empresa.
84
Los resultados esperados y la evaluación de la formación
Los resultados esperados de las intervenciones de formación
pueden sintentizarse en el incremento de competencias y
calificaciones de los beneficiarios, y el aumento de
competitividad y productividad de las organizaciones productivas.
Con respecto al incremento de competencias de los
beneficiarios, el método más usual para evaluar los resultados es
el análisis del cambio en su situación laboral. Puede ser encarado
en términos de la tasa de retorno, o bien de los costos versus el
incremento en los ingresos del trabajo, o como mejora cualitativa
de la inserción laboral. En todos estos casos, se trata de una
evaluación externa, de insumos y resultados, que no entra en la
caja negra del proceso formativo. Para actuar sobre los procesos
de formación es importante abrir esa caja negra.
Se propone por lo tanto aquí que la evaluación de los
programas e instituciones de capacitación, en vistas a mejorar los
instrumentos de políticas de formación, tenga al menos dos
dimensiones: una evaluación de insumo y producto y una evaluación
de proceso. La primera se basa en una medición de entrada de los
usuarios del programa y un seguimiento de la inserción ocupacional
posterior de los trabajadores que participaron de la formación;
esta evaluación comparada con los costos de cada programa permite
la detección de aquellos más exitosos. La evaluación de proceso,
en cambio, mide otros aspectos: la capacidad institucional de
brindar no sólo cursos individuales sino además los servicios de
largo plazo (desarrollo curricular, materiales didácticos,
formación de formadores); la articulación escuela-empresa; la
capacidad de reformular los programas siguiendo los cambios
85
contextuales; el gerenciamiento de recursos; el acompañamiento a
la inserción de los formados en el mercado laboral.
El análisis de costos, que complementa esta propuesta, tiene
en cuenta dimensiones tales como capacidad para obtener fuentes
alternativas de financiamiento, mantenimiento y renovación de
equipamiento, calidad y costo de los recursos humanos.
La articulación entre un análisis de datos cuantitativos y de
información cualitativa permitirá realizar una evaluación que
fundamente las modificaciones de rumbo necesarias en una formación
profesional adaptada a un mundo laboral cambiante.
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