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ACTA DE LA SEXTA REUNIÓN Y SEGUNDA SESIÓN SOLEMNE D EL
HONORABLE CONSEJO UNIVERSITARIO DE FECHA 12 DE JUNI O DE
DOS MIL NUEVE. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
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En la Heroica Ciudad de Puebla de Zaragoza, siendo las trece horas con
treinta minutos del día doce de junio del año dos mil nueve, se reunió el
Honorable Consejo Universitario en el Salón Barroco del Edificio Carolino,
para llevar a cabo su sexta reunión y segunda sesión solemne del año dos mil
nueve bajo la presidencia del Doctor Enrique Agüera Ibáñez, Rector de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, fungiendo como Secretario el
Doctor José Ramón Eguibar Cuenca, Secretario General de la Institución, con
el siguiente:
ORDEN DEL DÍA:
ÚNICO. Entrega del Doctorado Honoris Causa al Dr. C ARLOS
TÜNNERMANN BERNHEIM.
En el uso de la palabra el doctor JOSÉ RAMÓN EGUIBAR CUENCA,
Secretario de este Consejo manifiesta: “Con fundamento en lo
dispuesto por los artículos 14 fracción décimo segunda de la Ley de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla; 38 fracción primera y 50
fracción tercera del Estatuto Orgánico; 12 fracción tercera del
Reglamento del Honorable Consejo Universitario; 2 fracción primera, 5 y
9 del Reglamento de Otorgamiento de Distinciones y Grados
Honoríficos y en observancia al acuerdo de este máximo órgano de
gobierno universitario, tomado por unanimidad de votos en sesión
extraordinaria celebrada el día 11 de diciembre del año 2008, se da
inicio a esta sesión solemne del Consejo Universitario, teniendo como
único punto del orden del día: la entrega del Doctorado Honoris Causa
al DOCTOR CARLOS TÜNNEMANN BERNHEIM.
A continuación se concede el uso de la palabra al DOCTOR RAFAEL
CAMPOS ENRÍQUEZ, Secretario Técnico de la Región Centro Sur de la
Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior,
para que presente al pleno del Consejo Universitario la semblanza del Doctor
CARLOS TÜNNERMANN BERNHEIM:
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"El Dr. Carlos Tünnermann Bernheim, abogado y educador, nació en
Managua, el 10 de mayo de 1933. Fue Rector de la Universidad Nacional
Autónoma de Nicaragua por tres períodos (1964-1974); Ministro de Educación
(1979-1984). Embajador de Nicaragua ante el gobierno de los Estados Unidos
y la OEA (1984-1988); Miembro del Consejo Ejecutivo de la UNESCO (1990-
1994) y Consejero Especial del Director General de la UNESCO.
También ha sido miembro del Consejo de Administración de la Universidad de
las Naciones Unidas (Tokyo, Japón); de la Junta Directiva de la Asociación
Internacional de Universidades, Presidente en dos ocasiones de la Unión de
Universidades de América Latina (UDUAL), y Presidente del Consejo
Centroamericano para la Acreditación de la Educación Superior (CCA).
Actualmente es Sub-director de la Academia Nicaragüense de la Lengua;
Correspondiente de la Real Academia Española; Presidente del Centro
Nicaragüense de Escritores; y miembro del Comité Científico para América
Latina y el Caribe de la UNESCO.
Ha recibido el Doctorado Honoris Causa en Humanidades por la Universidad
Nacional "Pedro Henríquez Ureña", de Santo Domingo, República Dominicana
y el Doctorado Honoris Causa en Educación por la Universidad Politécnica
(UPOLI) de Nicaragua, el Doctorado Honoris Causa por la Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua-León, la Medalla de Excelencia Académica
de la Universidad de San Buenaventura de Cali, Colombia; y en dos
ocasiones obtenido la Beca Guggenheim de investigación.
El Dr. Carlos Tünnermann Bernheim ha dedicado su vida al quehacer
universitario, como estudioso de la historia de la educación superior, y su
impacto como punto de desarrollo social, económico y tecnológico, propulsor
de la autonomía universitaria.
Su visión sobre los planteamientos y recomendaciones que surgieron de las
dos Conferencias Regionales de Educación Superior celebradas hasta
nuestros días, la de 1996 en La Habana, Cuba y la del 2008, en Cartagena de
Indias, Colombia, le han permitido establecer puntos de encuentro entre estas
dos grandes reuniones, destacando el concepto de la educación como un
bien social para beneficio de la sociedad y el reconocimiento de la educación
superior como factor clave del desarrollo social, el crecimiento económico, la
producción, el fortalecimiento de la identidad nacional y la lucha contra la
pobreza.
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Este año se cumplen cincuenta años de que nuestro homenajeado inició su
primer gestión como Secretario General del Consejo Superior Universitario
Centroamericano en donde se gestó uno de sus aportes fundamentales al
desarrollo de la educación superior, el relativo a su integración, no sólo en el
ámbito nacional si no internacional, a través de alianzas estratégicas,
espacios comunes, redes, etc.
Asimismo impulsó el Primer Plan Integral Regional de la Educación Superior
en Centroamérica, considerado por la UNESCO como un parte aguas en la
historia de la educación superior de la región, y que en 2002 condujo a la
creación del Consejo Centroamericano para la Acreditación de la Educación,
del cual fue el primer presidente.
Destaca también su labor en apoyo a los procesos de transformación de
diversas universidades públicas, como la Universidad de Guadalajara, la
Universidad Autónoma de Yucatán, la Universidad Autónoma de Zacatecas y
nuestra Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, las que,
conjuntamente, postularon su candidatura al premio “Doctor Carlos Martínez
Durán” de la UDUAL, el cual se otorgó de manera unánime por el jurado, en
virtud de su desempeño académico de alta calidad, sus aportaciones al
desarrollo de la educación superior latinoamericana y a la integración del
subcontinente en las diferentes disciplinas de las ciencias y las humanidades.
Sus investigaciones le han permitido publicar más de 17 libros y numerosos
artículos sobre la Historia de la Universidad Latinoamericana; la Reforma de
Córdoba de 1918; los sistemas de educación superior de varios países, entre
ellos Colombia, Nicaragua y El Salvador, además de varios textos sobre la
teoría y la problemática de la Universidad en América Latina y el Caribe.
Particular atención ha dado al tema de la contribución de la Universidad a la
integración de América Latina y su aportación en el diseño de una
globalización alternativa.
Entre sus libros, “La educación Superior y los Desafíos del Siglo XXI”,
“Universidad y Sociedad” y “Desafíos del Docente Universitario”, y “La
Educación Superior en América Latina y El Caribe: Diez Años Después de la
Conferencia Mundial de 1998”, son referencia obligada para emprender
acciones tendientes a la transformación académica y el fortalecimiento de las
instituciones.
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Como docente, goza de gran prestigio en múltiples instituciones, entre ellas la
Universidad de Los Andes en Bogotá, Colombia el Instituto de Gestión y
Liderazgo Universitario, IGLU, en el cual el Dr. Tünnermann es profesor de
cursos impartidos en la Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad de
Guanajuato, Universidad Autónoma de Aguascalientes, Universidad
Autónoma de Nuevo León, Universidad Autónoma de Colima, Universidad
Autónoma de Veracruz (México); Universidad Simón Bolívar (Caracas,
Venezuela); Universidad “Madre y Maestra” (República Dominicana) y la
Universidad Albert Einstein (El Salvador).
También hay que mencionar su desempeño como Catedrático Titular de
Introducción al Estudio del Derecho, en la Facultad de Ciencias Jurídicas y
Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua; Profesor
visitante en las universidades: Politécnica de Nicaragua, Autónoma de Santo
Domingo, República Dominicana; Autónoma de Zacatecas; Autónoma de
Yucatán; Autónoma de Colima; Autónoma de Guanajuato; Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla; Autónoma de Baja California; de
Guadalajara; Central de Venezuela; y la Universidad de Palermo, en Buenos
Aires, Argentina.
En la BUAP hemos tenido la fortuna de contar con su presencia para dirigir
talleres que contribuyeron significativamente al mejoramiento de las funciones
sustantivas de la BUAP.
De manera especial agradecemos el respaldo del Dr. Tünnermann en la
impartición del taller de los Modelos Educativos, pionero en esta área, y en los
Talleres sobre Constructivismo y Reforma Curricular en la Educación Media
Superior y Superior.
Estas acciones sustentaron la construcción del Modelo Universitario Minerva,
cuyo propósito es ofrecer una oferta educativa de calidad y pertinente
cumpliendo con el carácter de bien público social de nuestra institución en el
contexto del ejercicio de una autonomía ética y responsable.
Vale la pena mencionar otro tema que apasiona al Dr. Tünnermann, y lo
revela como el humanista completo que es, es la música, y sobre todo en
relación con los músicos que como su padre, el pianista Carlos Tünnermann
López, dejaron una imperecedera historia de arte en su natal Nicaragüa.
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Profundo conocedor del tema, y apasionado por la música lo mismo que por
el lenguaje, el doctor Carlos Tünnermann Bernheim posee una valiosa
colección de documentos sobre el arte musical de los nicaragüenses,
además, por supuesto del piano que perteneció a su padre.
Como podemos darnos cuenta, nos honra con su visita un hombre de vastos
conocimientos e innegable capacidad intelectual y humanística, prestigioso
referente de la investigación educativa y amigo de nuestra universidad".
A continuación hace uso de la palabra el Doctor ROBERTO ENRIQUE
AGÜERA IBÁÑEZ , Presidente del Consejo Universitario:
"Honorable Consejo Universitario, Distinguidos invitados, Compañeros
universitarios, Señoras y señores: Nos reúne hoy uno de los actos
académicos más importantes y solemnes de a vida universitaria: el
otorgamiento de más alto grado que confiere una institución de educación
superior, el reconocimiento a la trayectoria de un distinguido académico de
corte mundial y su integración al claustro universitario.
El Doctorado Honoris Causa se concede a personalidades destacadas por su
labor académica, científica, humanística e intelectual, y por la trascendencia
social que alcanzan sus aportaciones. En esta ocasión, resulta
particularmente satisfactorio otorgarlo a un hombre distinguido por su talento,
capacidad, dedicación y trabajo a favor de la educación superior, como el Dr.
Carlos Tünnermann Bernheim.
Hablar de la trayectoria de Don Carlos Tünnermann, protagonista indiscutible
de la educación superior en América Latina y el Caribe, con proyección
mundial, requiere de un tiempo que rebasa con mucho la síntesis que se
presenta en esta sesión solemne, y que seguramente en un futuro será labor
de académicos cuando se escriba la biografía de tan insigne personaje.
Debo decir, además, que no es frecuente tener la oportunidad de honrar a
una personalidad tan estimada como el Dr. Tünnermann, a quien no sólo
reconocemos méritos académicos sino, también el valor excepcional que
posee como persona de acendrada moral y firmes convicciones. Podemos
afirmar, con absoluta certeza, que este reconocimiento premia una labor que
rebasa los requerimientos profesionales para convertirse en un afán de vida,
en una misión cotidiana a partir del estudio y la investigación, motivadas por la
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firme convicción sobre la importancia que reviste la educación superior como
elemento de desarrollo.
En el Dr. Carlos Tünnermann encontramos el paradigma de que es posible
hacer política y realizar una actividad académica sobresaliente. En este
sentido se puede explicar su paso y la huella que dejó como Embajador
Extraordinario y Plenipotenciario del Gobierno de Nicaragua ante el gobierno
de los Estados Unidos y presidente del Consejo Permanente ante la
Organización de los Estados Americanos, que le otorgó la Medalla de Oro de
la Educación.
Su desempeño político ha girado en torno a la educación como factor de
desarrollo, que ha enarbolado la manera permanente desde que inició su
ilustre carrera como universitario a mediados de la década de los cincuenta
de siglo pasado, siendo protagonista de la obtención de la autonomía para la
Universidad Nacional de Nicaragua.
Tal convicción encuentra su expresión más depurada en el debate que
promovió en la Conferencia Regional de Educación Superior en 2008, sobre
el financiamiento a la educación superior y su carácter de bien público social
que quedó plasmado en la Declaración de Cartagena de Indias, y que será la
postura de América Latina y el Caribe en el encuentro mundial a celebrarse
en este año en París.
A lo largo de su desempeño, el Dr. Tünnermann mantiene como referencia a
hombres ilustres de América Latina y el Caribe y a sus obras, con el propósito
de dar una identidad propia a tendencias y expresiones que hoy en día
enarbolan no sólo organismos internacionales en materia de educación
superior, sino las más distintas organizaciones en todo el mundo.
Así, destaca como un principio esencial del paradigma educativo del siglo XXI
la educación a lo largo de toda la vida, que le inspiro a atraer a la palestra la
frase célebre del gran educador José Martí que dice: “Se educa desde la cuna
hasta la tumba” y que el Dr. Tünnermann parafrasea expresando: “Se educa
durante toda la vida, no para la vida, y por tanto es fundamental el aprendizaje
permanente”. Hombre de su tiempo, investigador, pedagogo y escritor,
propugna por el reconocimiento de la educación superior como un derecho
humano y un bien público social.
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Carlos Tünnermann reúne las cualidades del maestro e intelectual dedicado a
explorar las posibilidades educativas en nuestro continente, con un objetivo
primordial: la construcción de una sociedad más próspera, justa y solidaria,
basada en un modelo de desarrollo humano sustentable que fortalezca las
identidades culturales, favorezca la cohesión social y promueva una cultura
de paz.
Profundo conocedor del tema, apasionado de su análisis, ha sabido
incorporar la complejidad de las demandas sociales en la formulación de sus
propuestas educativas, en las que destacan la constitución de verdaderos
sistemas de educación superior, flexibles y articulados, a partir de políticas
claras que permitan a los estudiantes el acceso y permanencia, en
condiciones equitativas y con calidad y les garanticen atención permanente, a
lo largo de la vida, en concordancia con el paradigma educativo de los nuevos
tiempos.
Nuestro Doctor Honoris Causa es un hombre de corte mundial que ha sabido
impactar en la comunidad universitaria de América Latina y el Caribe de
manera sobresaliente mostrando que calidad y pertinencia, discurso y acción,
teoría y praxis, son categorías complementarias. Sus contribuciones
educativas son amplias y valiosas. Así lo prueba su desempeño como
Secretario General del Consejo Superior Universitario Centroamericano,
Rector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua por tres períodos,
Ministro de Educación, Presidente, en dos ocasiones, de la Unión de
Universidades de América Latina (UDUAL) y Presidente del Consejo
Centroamericano de Acreditación de la Educación Superior (CCA).
Pionero en la discusión y puesta en marcha de los modelos educativos de un
buen número de universidades, al Dr. Tünnermann tenemos que agradecer
sus enseñanzas en relación al constructivismo y a los modelos académicos
que integran las actuales tendencias mundiales para la transformación no sólo
de las instituciones sino de la formación de las nuevas generaciones de
profesionistas. Esa aportación fue fundamental para sentar las bases del
Modelo Universitario Minerva de nuestra institución.
Abogado y educador, el Dr. Tünnermann posee una relevante formación
humanística y científica que configura el perfil de un intelectual completo,
ganador dos veces de la Beca Guggenheim de investigación, autor de
numerosos libros sobre Educación Superior y literatura, miembro del Comité
Científico para América Latina y el Caribe de la UNESCO, de la Academia de
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Ciencias Jurídicas y Políticas de Nicaragua y de la Academia Nicaragüense
de la Lengua.
Reconocido como uno de los intelectuales más respetados de América Latina,
siempre ha impulsado la dimensión ética de la educación superior y la
incorporación en los currículos de la formación en valores para que los
estudiantes adopten posiciones responsables frente a la problemática
mundial, como la globalización asimétrica, la desigualdad digital, la
destrucción de los recursos naturales y el cambio climático. De esta manera,
postula una educación moderna e integral que nos conduzca a competencias
propias del siglo XXI: aprender a ser, a conocer, a hacer, a convivir, a
emprender, todo mediante una educación permanente, abierta y durante toda
la vida.
Para lograrlo, es convencido impulsor de estructuras académicas y currículos
flexibles, que, a través de estrategias innovadoras, aseguren la viabilidad de
la universidad como institución en el futuro. Pero sobre todo, Carlos
Tünnermann impulsa, y defiende la educación humanista, que recupera los
valores fundamentales de las personas, el respeto y la tolerancia, el
reconocimiento de la otredad, la solidaridad, la lealtad, la honestidad, la
empatía, en fin todos aquellos valores que nos mejoran como personas y
perfeccionan nuestra naturaleza humana.
Los valores son los cimientos de la convivencia social para la construcción de
un mundo con futuro, sustentable, justo, en el que el ser humano pueda
realizarse y aprovechar sus capacidades. Por eso es que debemos volver la
mirada al humanismo y poner énfasis en la responsabilidad del hombre para
dar sentido a su vida y alcanzar un desarrollo integral.
La educación humanista forma integralmente a la persona a través, sí, del
conocimiento, pero también de las normas y valores, y por lo tanto debe ser
una educación de calidad, que brinde un aprendizaje significativo, que
prepare para el desempeño profesional pero también para la vida, que
potencia fortalezas, que forme verdaderos ciudadanos, que sea democrática y
dé acceso a la población al conocimiento, la ciencia y la tecnología y los
beneficios que de ello deriva. Tal es su trascendente aportación.
En su visión, el paradigma humanista educativo, considera a los estudiantes
entes individuales, únicos, con iniciativa, con potencialidad para desarrollar
actividades y solucionar problemas creativamente. Como seres cognitivos
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pero también poseedores de afectos, intereses y valores. De ahí su
preocupación porque la universidad, y particularmente la universidad pública,
contribuya –y cito- “a generar no sólo un modelo de globalización alternativa,
más solidaria, más humana, basada no en las utilidades del mercado, sino en
la dignificación del ser humano, sino también a definir e impulsar el proyecto
de nación a que aspiramos, basado en un desarrollo endógeno y sustentable”.
Por la trascendencia de su labor, su capacidad intelectual y su generosidad
para compartir sus conocimientos, nos sentimos muy complacidos por tener la
oportunidad de honrar al Dr. Carlos Tünnermann Bernheim. Le agradecemos,
además, la oportunidad que nos brinda de expresar nuestro reconocimiento y
gratitud por una vida dedicada al quehacer universitario y el desarrollo de la
educación superior. Enhorabuena y muchas gracias".
A continuación el Doctor ROBERTO ENRIQUE AGÜERA IBÁÑEZ ,
Presidente del H. Consejo Universitario y Rector de la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla, hace entrega de la medalla y el pergamino
correspondiente al Doctor Honoris Causa CARLOS TÜNNERMANN
BERNHEIM, por su trayectoria como académico e investigador así como su
indiscutible esfuerzo y contribución a la integración de la educación superior
en América Latina y el Caribe.
Acto seguido el Doctor Honoris Causa CARLOS TÜNNERMANN
BERNHEIM se dirige a los presentes con el siguiente discurso:
“Honorable Señor Rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
y Presidente del Honorable Consejo Universitario, Maestro Enrique Agüera
Ibáñez; Honorable Señor Secretario General de la Universidad y Secretario
del Consejo Universitario, Dr. José Ramón Eguibar Cuenca; Distinguidos
Miembros del Honorable Consejo Universitario; Señores invitados especiales;
Amigas y amigos todos:
Con mucha emoción recibo el alto honor que hoy me confiere esta
Benemérita Universidad: el grado de Doctor Honoris Causa, máxima
distinción que otorga esta prestigiosa institución, que ocupa un lugar tan
señero en la educación superior de México y a la cual me unen entrañables
vínculos afectivos, cultivados a lo largo de varios años de relación académica.
Sean mis primeras palabras de profundo agradecimiento para el señor Rector,
Maestro Enrique Agüera Ibáñez, por su iniciativa para que se me dispensara
tan significativo reconocimiento. Deseo, asimismo, testimoniar mi gratitud
imperecedera para todos y cada uno de los miembros del Honorable Consejo
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Universitario y del Consejo de Docencia, que respaldaron la propuesta del
señor Rector.
Dice mucho de la generosidad y nobleza de las autoridades de esta
Universidad que se juzgue mi labor, de más de cincuenta años al servicio del
mejoramiento y transformación de la educación superior de América Latina y
el Caribe, como merecedora del privilegio de contarme entre las ilustres
personalidades a quienes en el pasado esta Augusta Casa otorgó igual
distinción.
En esta ocasión, tan trascendental para mi vida, debo reconocer que la labor
que he realizado solo ha sido posible gracias al continuo y constante apoyo
de mi esposa, Rosa Carlota, quien ha estado siempre a mi lado auxiliándome
y estimulándome en los venturosos cincuenta años que hemos compartido.
Por eso, es justo que haga extensivo a ella este significativo honor.
Antes de exponer el tema que he seleccionado para mi disertación, séame
permitido aludir, muy brevemente, a las fraternas relaciones que siempre se
han dado entre México y mi patria, Nicaragua. Estrechos vínculos humanos,
históricos y culturales existen entre ambas naciones, incluso desde la época
precolombina, cuando tribus de indios nahuas o nahoas emigraron desde
México hasta el sitio donde, según las profecías, debían encontrar una gran
laguna, en cuyo centro verían una isla con dos imponentes volcanes. La
profecía se cumplió exactamente en el istmo de Rivas, frente al Lago de
Nicaragua, con su isla de Ometepe y sus volcanes, Concepción y Maderas.
Allí se asentaron los migrantes y dieron origen a Nicaragua o Nicaráuac, una
de cuyas etimologías, según los especialistas, es “hasta aquí los nahuas o
nahoas”.
Muchos nicaragüenses encontraron generoso asilo en estas tierras cuando
las vicisitudes políticas de mi país les obligaron a emigrar. En México trabajó
como obrero petrolero nuestro héroe nacional Augusto C. Sandino y fue aquí
donde tomó la decisión irrevocable de regresar a su patria para combatir a los
invasores extranjeros. Rubén Darío, renovador de la lengua española, fue
calurosamente acogido por el pueblo mexicano en Veracruz, Xalapa y otras
ciudades del litoral del golfo de México. El Profesor Edelberto Torres
Espinosa, autor de la más completa biografía de Rubén Darío, vivió muchos
años aquí como asilado político. Ernesto Mejía Sánchez, poeta y ensayista,
compiló la edición de varios tomos de las Obras Completas del eximio escritor
mexicano Alfonso Reyes, a partir de 1968 y a raíz de la muerte del Maestro; el
altísimo poeta Salomón de la Selva, fue Miembro Honorario de la Academia
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Mexicana de la Lengua y residió casi toda su vida en México donde escribió la
mayor parte de sus obras. Su revolucionario libro de poemas “El soldado
desconocido”, publicado en 1922 en el Distrito Federal, lleva como portada un
dibujo de Diego Rivera. Grandes escritores mexicanos, como Octavio Paz y
José Emilio Pacheco reconocieron que con este libro del nicaragüense
Salomón de la Selva se inauguró en las letras mexicanas la poesía de
vanguardia. Ernesto Mejía Sánchez y Salomón de la Selva se vincularon tan
estrechamente a la literatura mexicana que ambos figuran en la antología
“Poesía Mexicana 1950-1960”, publicada por la editorial Aguilar. Salomón de
la Selva dedicó un hermoso Canto a la Independencia Nacional de México,
otro al rey-poeta Nezahualcóyotl y su “Evocación de Horacio” la escribió para
saludar el IV Centenario de la fundación de la ciudad de Mérida, en Yucatán.
En fin, largo sería reseñar todos los entrañables vínculos entre México y
Nicaragua. En las universidades mexicanas se han formado centenares de
profesionales nicaragüenses. La primera Universidad de mi país, la colonial
Universidad de León, fundada en 1812, adoptó los estatutos de la Universidad
de San Carlos de Guatemala, escritos por Sarassa y Arce e inspirados en los
que Juan de Palafox redactó para la Universidad Real y Pontificia de México.
Siendo que este año la UNESCO se propone convocar la Segunda
Conferencia Mundial sobre la Educación Superior, me pareció conveniente
seleccionar, como tema para mi disertación, algunas reflexiones sobre cuál
podría ser, en mi opinión y sobre la base de los conceptos contenidos en la
“Declaración de la Conferencia Regional de Educación Superior en América
Latina y el Caribe” (CRES-2008), aprobada en junio del año pasado en
Cartagena, Colombia, la posición de América Latina y el Caribe ante dicha
Conferencia Mundial, cuyo tema central será: “Las nuevas dinámicas de la
educación superior”.
En primer lugar, y como punto de partida, corresponde analizar, brevemente,
cuál ha sido el impacto en la educación superior de América Latina y el Caribe
de los lineamientos y recomendaciones que emanaron de la Declaración
Mundial de París de 1998 y de la Declaración Regional de La Habana de
1996.
Diez años después de la Conferencia Mundial de 1998, nos parece que la
influencia de la Conferencia Regional de 1996 y de la Conferencia Mundial de
1998 en la educación superior de América Latina y el Caribe no ha sido
homogénea, ni en relación con los temas de la agenda de transformación ni
en los distintos países. Hay temas en los cuales ese impacto es más
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perceptible, como sucede en lo referente a la preocupación por la pertinencia
o relevancia de la educación superior y la garantía de su calidad. No cabe
duda que las directrices emanadas de ambas declaraciones contribuyeron a
dinamizar los procesos, ya iniciados en nuestra región, de evaluación y
acreditación de la educación superior.
La Declaración Mundial de 1998 ha tenido un buen impacto en el
fortalecimiento de las misiones y funciones claves de las instituciones de
educación superior. Sin embargo, hay principios y paradigmas proclamados
por la Declaración, que si bien se han incorporado al discurso que prevalece
en la región, en la práctica no han sido asumidos plenamente. Al respecto,
puede observarse que en aquellas universidades de la región que han
emprendido el diseño de sus nuevos Modelos Educativos y Académicos,
como es el caso de varias universidades mexicanas, entre ellas la BUAP,
estos parten de la aceptación de la educación permanente como el paradigma
inspirador de la educación en el siglo XXI. Igual se advierte en cuanto a las
recomendaciones de la Declaración referentes a la revalorización de la
pedagogía universitaria y la renovación de los procesos de enseñanza-
aprendizaje, donde cada vez más debe desplazarse el acento de la simple
transmisión del conocimiento al aprendizaje de los estudiantes. Esto, a su
vez, tiene repercusiones importantes en la reconversión didáctica del personal
docente, a fin de enfatizar el rol del profesor como facilitador del aprendizaje
de sus estudiantes y como suscitador de ambientes de aprendizaje que
permitan a sus alumnos construir sus propios conocimientos, comprenderlos e
incorporarlos a sus estructuras cognitivas. Que los estudiantes aprendan a
aprender, para que como egresados sigan aprendiendo durante toda su vida,
se va imponiendo, poco a poco, como un cometido esencial de la educación
superior contemporánea. De ahí el reconocimiento de que en última instancia,
una universidad es el currículo que en ella se imparte y los aprendizajes que
éste promueve.
En el terreno de la búsqueda de la equidad en el acceso a la educación
superior, los logros solo pueden ser calificados como parciales, dadas las
bajas tasas de escolaridad que aun prevalecen en la educación superior de
un buen número de países de la región. Pero se reconocen adelantos
notables en cuanto a la participación femenina en el total de las matrículas y
en todas las carreras. Se ha incrementado un poco, mas no lo suficiente, la
matrícula de estudiantes de origen indígena y los sistemas de becas han
permitido un mayor acceso de los sectores más pobres a la educación
superior, pero el esfuerzo en este sentido sigue siendo insuficiente.
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Los planteamientos claves de las Conferencias Regional y Mundial en cuanto
a la concepción de la educación superior como un bien público y el
conocimiento como un bien social, continúan librando su batalla frente a la
pretensión de ciertos organismos, entre ellos la Organización Mundial de
Comercio, de reducirlos a la categoría de simple mercancía sujeta a las reglas
del mercado. Sin duda, ambas Conferencias lograron debilitar las políticas de
los organismos multilaterales de financiamiento, que abogaban por la
privatización de la educación superior y la disminución del papel del Estado
en el financiamiento de la educación superior pública.
En la cultura universitaria latinoamericana la rendición social de cuentas
(accountability) tiende a generalizarse y la autonomía universitaria dejó de ser
vista como una excusa para no hacerlo. De esta manera, el concepto absoluto
de autonomía, o su práctica como alejamiento de la sociedad, está siendo
sustituido por un concepto de autonomía de presencia en la vida de la
comunidad y de autonomía con responsabilidad social. Sin embargo, se
señala la aparición, principalmente en el ámbito de las universidades
privadas, de un peligroso concepto de autonomía corporativa, que contradice
los esfuerzos por renovar y actualizar el concepto tradicional de autonomía.
La preocupación por la pertinencia se asocia, cada vez más, a la búsqueda de
la calidad y su evaluación. Además, se nota la evolución conceptual hacia una
mayor pertinencia social, en los términos que la definió la Conferencia
Mundial de 1998, es decir, el compromiso de las universidades con las
necesidades de todos los sectores sociales y, en países como los nuestros,
enfatizar las respuestas a las necesidades de los sectores más
desfavorecidos. Esto ha conducido al replanteamiento de la misión social de
las instituciones de educación superior, principalmente en el sector público,
mientras que en el privado se advierte que la preocupación dominante suele
ser la pertinencia empresarial y laboral. La pertinencia social comienza así a
figurar entre los indicadores a considerar en los procesos de evaluación
institucional y acreditación.
La Conferencia Mundial recomendó la diversificación de las ofertas de
educación superior, así como el auspicio de carreras cortas de tercer nivel y
salidas laterales al mundo del trabajo, entre otras modalidades. Mas, en
términos generales, en la educación superior de la región aún prevalecen los
currículos rígidos y predomina la oferta de las carreras liberales tradicionales
de excesiva duración. Esto no niega que las directrices de las Conferencias
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Regional y Mundial han contribuido a los esfuerzos que se advierten por
introducir una mayor flexibilidad curricular sobre la base del diseño de ciclos
generales, básicos, especializados, terminales y libres, más una sensible
reducción en el número de créditos presenciales y la valoración del trabajo
individual del estudiante. A eso se agrega el diseño de nuevos modelos
académicos que superan la tradicional estructura basada en un conjunto de
facultades o escuelas profesiones semiautónomas, cuya sumatoria se tiene
como la universidad. Varios ejemplos pueden citarse de universidades de la
región que han dado paso a la organización académica por grandes áreas del
conocimiento y que, incluso, han emprendido la construcción de sus nuevas
ciudades universitarias siguiendo este nuevo modelo académico, que
incorpora la departamentalización pero cuidando que esta no degenere en
una mayor compartamentalización. Ligado a este tema está la aceptación de
la interdisciplinariedad, como la nueva forma de ejercer el quehacer
universitario. Pueden así identificarse currículos que promueven la
interdisciplinariedad, estructurados a partir de modelos, proyectos y
problemas.
La búsqueda de un mejor equilibrio entre las funciones básicas de docencia,
investigación, extensión y vinculación, figura en la agenda de la educación
superior de la región, aunque son raros los ejemplos que pueden citarse de
verdadero enriquecimiento mutuo entre estas funciones y su consideración
como componentes de un solo gran proceso educativo que se propone la
formación integral de los graduados. Prevalece aún la tendencia a desvincular
la investigación de los postgrados, a pesar que las maestrías y los doctorados
deberían ser el ámbito natural de las investigaciones.
Un tema donde ambas conferencias han tenido un impacto favorable es en el
del financiamiento, especialmente en cuanto al deber ineludible de los
estados de financiar la educación superior pública. Las recomendaciones de
ambas conferencias y su firme alegato acerca de la indeclinable
responsabilidad del estado en el financiamiento del sector público, como uno
de sus compromisos sociales prioritarios, contribuyeron a revertir, en algún
grado, esa tendencia aunque las presiones y condicionalidades de los
organismos internacionales de financiamiento no han cejado totalmente en su
empeño, que muchas veces se traduce en la crítica, no siempre
fundamentada, a la universidad pública de la región.
Los argumentos de ambas conferencias a favor de la dignificación de la
carrera docente ha encontrado eco en los esfuerzos que se vienen haciendo
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para profesionalizar la docencia universitaria, mejorar las condiciones
laborales y salariales de los docentes e investigadores, contribuir a elevar sus
niveles académicos y renovar sus métodos de enseñanza-aprendizaje. Cada
vez pareciera haber mayor conciencia en la región acerca del hecho que las
transformaciones universitarias nunca serán una realidad sin la participación
activa de los cuerpos docentes quienes, en última instancia, son los llamados
a encarnar en el aula o el laboratorio el discurso del cambio y la innovación.
Desafortunadamente, no pocas veces sucede que es precisamente del
personal docente de donde surgen las mayores resistencias a los cambios.
Otro aspecto en el cual se hace sentir el impacto de ambas conferencias es
en el de la internacionalización, que es hoy día vista como una nueva e
indispensable dimensión de la educación superior y como un componente
importante de la formación integral de los futuros graduados.
A manera de conclusión general sobre el impacto de ambas Conferencias
podemos afirmar que, después de ellas, América Latina y el Caribe han tenido
a su disposición un corpus o plataforma de conceptos que elevaron el nivel
del debate sobre la educación superior y contribuyeron, en diversos grados, a
estimular los procesos de transformación universitarias hoy día en curso en
nuestra región, que permitirán a nuestra educación superior responder más
adecuadamente a los desafíos de la sociedad contemporánea. La Declaración
Mundial de 1998 ha sido, en buena medida, la “brújula orientadora”, “la carta
de navegación” de esos procesos de transformación en estos últimos diez
años aun cuando, ciertamente, quedan muchos retos pendientes y nuevos
desafíos que asumir.
Visto lo anterior, consideramos que la posición de América Latina y el Caribe
ante la Segunda Conferencia Mundial sobre Educación Superior–2009,
debería partir del reconocimiento de que nuestra región cuenta con una larga
experiencia en el campo de la educación superior, desde luego que la primera
universidad en esta región del mundo fue fundada en el año 1538. Desde
entonces, la educación terciaria ha experimentado varios procesos de
reforma, al impulso de los cambios que se dan en los contextos políticos,
económicos y sociales, siendo el más importante el conocido como la
Reforma de Córdoba de 1918, cuyos principios contribuyeron a dar un perfil
propio a la universidad latinoamericana y aún hoy constituyen orientaciones
fundamentales en materia de autonomía, cogobierno, acceso universal y
compromiso social.
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Es sobre la base de este valioso acervo histórico, educativo y cultural, y del
amplio proceso de consulta regional promovido por el IESALC-UNESCO, que
culminó en la Conferencia Regional de Educación Superior de América Latina
y el Caribe (CRES), reunida en Cartagena de Indias, Colombia, en junio de
2008, que nuestra región tiene la autoridad moral suficiente para fijar su
posición ante la Conferencia Mundial de París, que la UNESCO se propone
convocar este año.
Entre los principios proclamados por la Conferencia Mundial de 1998, que
deberían ser ratificados por la Segunda Conferencia Mundial, están los
siguientes, todos ellos reiterados en la letra y el espíritu de la “Declaración de
Cartagena”.
En el foro mundial, será preciso señalar que la construcción de una sociedad
más próspera, justa y solidaria, con un modelo de desarrollo humano
sustentable, no será posible sin el fortalecimiento de la educación superior,
desde luego que esta constituye un elemento insustituible para el avance
social, la generación de riqueza, el fortalecimiento de las identidades
culturales, la cohesión social, la lucha contra la pobreza y el hambre, la
prevención del cambio climático y la crisis energética, así como para la
promoción de una Cultura de Paz.
Nuevamente debería proclamarse que la educación superior es un bien
público social, un derecho humano y universal, y un deber del Estado. De esta
manera, las políticas para el desarrollo de la educación terciaria deberían
apuntar al horizonte de una educación superior para todos y todas, teniendo
como meta el logro de una mayor cobertura pero con pertinencia, calidad,
equidad y compromiso social. Los Estados tienen el deber de garantizar que
se haga realidad la educación superior como un derecho humano y un bien
público social. La inversión en educación superior debe verse como una
inversión prioritaria y estratégica para todos los países, dada su incidencia
directa en la creación del conocimiento y la formación de recursos humanos
de alto nivel, que hoy constituyen la principal riqueza de las naciones.
Convendría subrayar que un auténtico desarrollo universitario demanda una
plena garantía para el ejercicio de la libertad académica. Un régimen de
autonomía universitaria es el mejor medio para garantizarla. La autonomía
universitaria debe ser vista como un derecho y una responsabilidad. Es
condición necesaria para que la educación superior cumpla su misión con
calidad, pertinencia, eficiencia y transparencia. Comprende, asimismo, la
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rendición social de cuentas. La participación de las comunidades académicas
y de los estudiantes en la gestión es indispensable.
La Declaración Regional de Cartagena hace ver que la educación superior
como un bien público y social se enfrenta a corrientes que promueven su
mercantilización y privatización, así como a la reducción del apoyo y
financiamiento del Estado. Por lo tanto, es fundamental que se revierta ésta
tendencia y que los gobiernos garanticen el financiamiento adecuado de las
instituciones de educación superior públicas y que estas respondan con una
gestión transparente. Nuestra región debería enfatizar ante la Conferencia
Mundial que “la educación no puede, de modo alguno, quedar regida por
reglamentos e instituciones previstas para el comercio, ni por la lógica del
mercado”. El desplazamiento de lo nacional y regional hacia lo global (“bien
público global”) tiene como consecuencia el fortalecimiento de hegemonías
que existen de hecho y representa una manera artificiosa de colocar la
educación de tercer nivel bajo la órbita de la Organización Mundial de
Comercio (OMC).
Un punto que merecería serias consideraciones en el seno de la conferencia
Mundial es el referente a la educación suministrada por proveedores
transnacionales, generalmente exenta de control y orientación por parte de los
Estados nacionales, lo que favorece una educación descontextualizada en la
que los principios de pertinencia y equidad quedan desplazados. En
consecuencia, se debe apoyar a los países miembros de la UNESCO en la
implementación de medidas que regulan la oferta educativa transfronteriza y
la adquisición, en nuestros países, de instituciones de educación superior por
corporaciones extranjeras. Así saldríamos al frente del proceso de
desnacionalización de nuestra educación superior, que ya se está dando.
En la Conferencia Mundial, América Latina y el Caribe deberían también
abogar por una más profunda reforma de la educación superior y proponer,
como principios orientadores de esa transformación, algunos de los
lineamientos enunciados en la Declaración de Cartagena.
Ante la complejidad de las demandas de la sociedad hacia la educación
superior, las instituciones deberían crecer en diversidad, flexibilidad y
articulación, de suerte de constituir verdaderos sistemas nacionales de
educación superior, debidamente integrados, que ofrezcan a los estudiantes
toda una gama de oportunidades de formación terciaria, de conformidad con
claras políticas de estado de desarrollo de la educación superior. Solo así se
podría garantizar el acceso y permanencia, en condiciones equitativas y con
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calidad, para todos y todas, lo que facilitaría la integración a la educación
superior de sectores sociales actualmente excluidos de la educación superior.
La educación superior debe promover la diversidad cultural y la
interculturalidad en condiciones equitativas y mutuamente respetuosas. Pero
como lo subraya la Declaración de Cartagena, el reto no es solo incluir a las
llamadas minorías étnicas en las instituciones “sino transformar a éstas para
que sean más pertinentes con la diversidad cultural”.
Difícil será transformar la educación superior si no se transforman los modelos
educativos a fin de conjurar los bajos niveles de desempeño, el rezago y el
fracaso estudiantil, lo cual obliga a formar un mayor número de profesores
capaces de convertirse en facilitadotes del aprendizaje de sus estudiantes y
de utilizar el conjunto de las modalidades didácticas presenciales o virtuales,
adecuadas a las heterogéneas necesidades de los alumnos y que, además,
sepan desempeñarse eficazmente en espacios educativos donde actúan
personas de disímiles procedencias sociales y entornos culturales.
Asumir el paradigma de la educación permanente implica avanzar hacia la
meta de generalizar la educación superior a lo largo de toda la vida, lo que
requiere reivindicar y dotar de nuevos contenidos a los principios de la
enseñanza activa, según los cuales los principales protagonistas son
individual y colectivamente quienes aprenden. Las universidades deben
transformarse en verdaderos centros de educación permanente abiertos a
todos y todas.
Ante el avance de la virtualización de los medios educativos y su uso
intensivo en los procesos de enseñanza-aprendizaje, la educación superior
debe proponerse la formación de personas con juicio crítico y estructuras de
pensamiento capaces de transformar la información en conocimiento.
En cuanto a la promoción del desarrollo científico y tecnológico, América
Latina y el Caribe deberían abogar porque se declare que la educación
superior tiene un papel imprescindible y estratégico en la superación de las
brechas científicas y tecnológicas con los países hoy más desarrollados y al
interior de la región. La existencia de dichas brechas amenaza con perpetuar
situaciones de subordinación y pobreza. Se requiere incrementar la inversión
pública en ciencia, tecnología e innovación, así como la formulación de
políticas públicas para estimular una creciente inversión por parte de las
empresas. América Latina no ha logrado alcanzar la meta del 1% del
Producto Interno Bruto para Investigación y Desarrollo, que desde hace ya
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cinco décadas la UNESCO recomendó para la inversión en Ciencia y
Tecnología.
Las políticas nacionales, regionales e institucionales deberían estar
encaminadas a lograr una transformación de los modelos de relación entre los
grupos de investigación académica y los usuarios del conocimiento, sean
estos empresas de producción, servicios públicos o comunidades, de forma
que las necesidades sociales y productivas se articulen con las capacidades
académicas, conformando líneas prioritarias de investigación.
Ante la progresiva degradación de nuestra “casa común”, la “Terre Patrie” de
Edgard Morin, “la Patria terrestre”, que es nuestro planeta, correspondería
que América Latina abogue porque el desarrollo de las capacidades
científicas, tecnológicas, humanísticas y artísticas, con clara y rigurosa
calidad, debe estar vinculado a una perspectiva de sustentabilidad. El
agotamiento del modelo predominante de desarrollo se evidencia en la
contraposición entre las necesidades humanas, los modelos de consumo y la
conservación del planeta.
Para concluir, séame permitido resumir, en esta ocasión tan solemne, las
características que en mi opinión deben estar presentes en la Universidad que
necesitamos para enfrentar con éxito los desafíos del Siglo XXI. Requerimos:
• Una universidad que haga realidad la definición de Jaspers de ser “el
lugar donde la sociedad permite el florecimiento de la más clara
conciencia de la época”, organizándose, como propone Habermas, como
una auténtica “comunidad crítica de estudiantes y profesores”;
• Una universidad que mantenga estrechas relaciones de coordinación con
el Estado, la sociedad civil organizada y el sector productivo y
empresarial; que forme parte de un Proyecto Nacional de Desarrollo
Endógeno, Humano y Sostenible y, contribuya, mediante su visión
prospectiva, a configurar los proyectos futuros de sociedad;
• Una institución que forje, de manera integral, personas y ciudadanos
conscientes y responsables; profesionales, especialistas, investigadores,
artistas y técnicos formados interdisciplinariamente, dotados de una
cultura humanística y científica, capaces de seguirse formando por sí
mismos, durante toda su vida, de adaptar sus conocimientos a los
rápidos cambios que se producen en su campo profesional, laboral y
científico, de localizar la información pertinente, evaluarla críticamente,
juzgarla y tomar las decisiones pertinentes;
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• Una universidad que ponga el acento en el aprendizaje de sus
estudiantes y convierta a sus docentes en facilitadores de ese
aprendizaje;
• Un centro donde se contribuya a conservar, defender, acrecentar y
difundir los valores culturales propios, se fortalezca la identidad nacional,
y se promuevan la interculturalidad, la “cultura de paz” y la “cultura
ecológica”;
• Una universidad donde docencia, investigación, extensión, vinculación y
servicios, se integren en un solo gran quehacer educativo,
enriqueciéndose mutuamente, y se apliquen a la búsqueda de soluciones
para los problemas de la sociedad, la nación y el mundo;
• Una universidad que promueva la integración regional pero que, a la vez,
incorpore en su enseñanza una visión holística del mundo, auspicie la
comprensión entre las naciones y asuma, resueltamente, la dimensión
internacional que hoy día tienen el conocimiento, la información y la
propia educación superior;
• Una universidad que asuma críticamente el fenómeno de la globalización
del conocimiento, se integre a las grandes redes académicas y
científicas, y participe activamente en el mundo universitario regional e
internacional;
• Una universidad comprometida con las culturas de calidad y pertinencia,
que acepte la evaluación por sus pares, practique la autoevaluación
sistemática de todas sus actividades y gestione la acreditación de sus
programas y carreras por agencias oficialmente reconocidas. Consciente
de su responsabilidad social y sin menoscabo de su autonomía,
reconozca que está sujeta a la evaluación crítica de la sociedad por la
eficiencia y eficacia de su desempeño.
• Una universidad que sepa emplear todos los recursos de la moderna
tecnología educativa, sin permitir que la máquina reemplace al profesor,
salvo aquel, que según Skinner, merezca ser reemplazado por ella;
• Una universidad que diversifique su población estudiantil y su oferta de
carreras y especialidades e incorpore carreras cortas de nivel superior,
prestigiadas por su identidad académica y por su posibilidad de permitir el
paso a carreras de larga duración; introduzca institucionalmente la
educación a distancia y virtual, y ofrezca oportunidades de formación a
personas de todas las edades, aspirando a ofrecer una educación
superior para todos y todas y durante toda la vida;
• Una universidad inserta en la totalidad del sistema educativo, del cual
debe ser “cabeza” y no simple “corona”, preocupada por los niveles que
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le preceden, a los cuales debe aportar no solo personal docente
calificado, sino también propuestas para su mejoramiento cualitativo;
• Una universidad edificada sobre la base de estructuras académicas y
administrativas flexibles, que ofrezca currículos también flexibles, que
comprendan ciclos de competencias generales, básicas, profesionales,
terminales y libres, acompañadas de las destrezas y habilidades
requeridas para cada profesión o especialidad y que propicie la
reintegración del conocimiento y el trabajo interdisciplinario y
transdisciplinario;
• En fin, una universidad donde las ciencias, las humanidades y las artes
encuentren un alero propicio; la innovación, la imaginación y la
creatividad su morada natural, y “la barca del sueño que en el espacio
boga” un lugar seguro donde atracar.
Muchas gracias”.
El doctor JOSÉ RAMÓN EGUIBAR CUENCA, secretario de este consejo
concluye diciendo: “Agradecemos la presencia de los miembros del
Honorable Consejo Universitario, de las distinguidas personalidades
que nos acompañaron y del público en general. Muchas gracias”. Se
cierra la presente acta siendo las catorce horas con cuarenta minutos
del día de su apertura. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Para constancia. DOY FE- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
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