pacientes jóvenes pero suficientemente preparados

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36 Nursing. 2006, Volumen 24, Número 4 E n la unidad en la que ejerzo mi profesión de enfermería atendemos a pacientes que han recibido un trasplante, y algunos de los ellos son pacientes con fibrosis quística a los que se les ha realizado un trasplante pulmonar. Al principio sentía aprensión por el hecho de tener que cuidar a pacientes con enfermedades pulmonares graves, pero ahora me siento agradecida por todo lo que estos jóvenes sabios y sus familias me han enseñado. He aquí algunos ejemplos de su determinación, su coraje y sus agallas. Lecciones de enfermería y de vida Rosa, una joven testaruda de 17 años de edad, fue mi primera paciente con trasplante. Me gritaba tan a menudo que literalmente tenía que huir de ella. Sin embargo, la atendía rápidamente siempre que necesitaba algún tratamiento y pronto se dio cuenta de que no podía deshacerse de mí. Al poco tiempo aprendí que la constancia era el elemento clave para cuidar adecuadamente a esta joven y, finalmente, me gané su confianza. Al cabo de 4 años, el cuerpo de Rosa rechazó los pulmones trasplantados, pero ella mantenía su determinación. Durante su última hospitalización insistía en que no quería que se le colocara un ventilador y afrontó la muerte cara a cara, sin arrepentirse en ningún momento de sus decisiones. Tras recibir el trasplante, Isabel presentó una microembolia que hizo que perdiera la vista y que quedara apartada poco a poco de la vida. Casi no comía nada, se resistía a tomar la medicación y me decía “más tarde” cuando la sugería que tomara un baño. Tras muchos intentos inútiles de sacar a Isabel del caparazón que se había fabricado, la dije que no me iba a ir hasta que “se lavara”. Su madre salió de la habitación y conseguí que Isabel se bañara, la ayudé a ponerse ropa limpia y le cepillé los dientes. No me habló durante el resto del día. Sus padres se reían: “Está muy enfadada con usted”, pero cualquier demostración de emoción por parte de Isabel era una recompensa para los que la rodeábamos. Pocos días después, convencí a Isabel para que se duchara y, de nuevo, lo aceptó en silencio. Luego su apetito comenzó a aumentar, hablaba más con su familia y empezó a realizar la fisioterapia; al poco tiempo charlaba y daba paseos por el pasillo. Dos meses después del alta, Isabel fue hospitalizada de nuevo debido a un problema relativamente menor. Cuando la abordé en el pasillo para saludarla, su cara se iluminó y me dio un fuerte abrazo. “Ashleigh está aquí para obligarte a que te duches”, le dijo a su madre en plan de broma, y todos nos reímos. Gerardo era, y es, irrefrenable cuando se enfrenta a sus problemas. Dos trasplantes de pulmón bilaterales no impidieron que este veinteañero dejara de reír y de hacer bromas. Incluso el ventilador fue incapaz de sofocar su amplia sonrisa ni sus actitudes positivas. En ocasiones, “colocado” tras recibir alguna de sus elevadas dosis de esteroides, se podía escuchar a Gerardo reír a carcajadas mientras corría con su silla de ruedas por el vestíbulo. ¿Cómo se le puede decir a un paciente que ha recibido un trasplante que se tranquilice y que se lo tome con calma? Muchos otros pacientes, además de Rosa, Isabel y Gerardo, me han enseñado lecciones inapreciables que puedo aplicar en el trabajo que realizo: Respetar la autoimagen que tiene el paciente. Si la enfermedad le ha acompañado de manera constante, hay que preguntarle cuáles son las tareas que realiza en su casa con objeto de adaptarnos a ello en la mayor medida posible. Cuando no pueda ser así, explíquele las razones. Ser uno mismo. Un paciente que se enfrenta a verdades difíciles se da cuenta de cuándo le están engañando. Si usted es competente y “auténtico”, se puede ganar su confianza. Mantener la constancia. El uso de un vocabulario homogéneo y el mantenimiento de rutinas constantes pueden ofrecer una seguridad muy necesaria para estos pacientes. Implicar al paciente en sus cuidados. Ofrézcale distintas posibilidades de elección siempre que sea posible. El hecho de que usted consiga que el paciente se implique en sus propios cuidados y que le ofrezca confianza, le da un sentido del control y le prepara para el alta hospitalaria. Escuchar. Más que realizar un monólogo bien preparado, debe prestar atención a lo que le dice el paciente, sin comentarios. No asumir que lo sabemos todo. Es necesario hacer el mayor esfuerzo posible para responder a las preguntas del paciente, teniendo en cuenta siempre que cuanto mejor nos conozca y más confíe en nosotros, más difíciles van a ser las cuestiones que nos planteará. La pregunta “¿Voy a morir?” indica que confía plenamente en nosotros. No debemos rehuir la verdad, pero siempre que sea posible ofrecer honestamente un rayo de esperanza, se lo debemos regalar al paciente. Los mejores profesores Todo lo que hemos aprendido en los libros de texto y en las clases es muy importante, pero los pacientes son los mejores profesores de un profesional de enfermería. He tenido el honor de compartir parte de la vida y, en ocasiones, la muerte de jóvenes tratados con trasplante pulmonar, y estos pacientes han potenciado mi pasión por la enfermería de una manera que nunca habría soñado. Ashleigh Whitlow es profesional de enfermería en la Ochsner Clinic Foundation, en New Orleans, La. Pacientes jóvenes pero suficientemente preparados Estos jóvenes saben qué es padecer una enfermedad. No veo la manera de poder agradecerles todo lo que me han enseñado. ASHLEIGH WHITLOW, RN, BSN N

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36 Nursing. 2006, Volumen 24, Número 4

En la unidad en la que ejerzo mi profesión deenfermería atendemos a pacientes que han recibido un trasplante, y algunos de los ellos son pacientes con

fibrosis quística a los que se les ha realizado un trasplantepulmonar. Al principio sentía aprensión por el hecho de tenerque cuidar a pacientes con enfermedades pulmonares graves,pero ahora me siento agradecida por todo lo que estos jóvenessabios y sus familias me han enseñado. He aquí algunosejemplos de su determinación, su coraje y sus agallas.

Lecciones de enfermería y de vidaRosa, una joven testaruda de 17 años de edad, fue mi primerapaciente con trasplante. Me gritaba tan a menudo que literalmentetenía que huir de ella. Sin embargo, la atendía rápidamentesiempre que necesitaba algún tratamiento y pronto se dio cuentade que no podía deshacerse de mí. Al poco tiempo aprendí que la constancia era el elemento clave para cuidar adecuadamente a esta joven y, finalmente, me gané su confianza.

Al cabo de 4 años, el cuerpo de Rosa rechazó los pulmonestrasplantados, pero ella mantenía su determinación. Durantesu última hospitalización insistía en que no quería que se lecolocara un ventilador y afrontó la muerte cara a cara, sinarrepentirse en ningún momento de sus decisiones.

Tras recibir el trasplante, Isabel presentó una microemboliaque hizo que perdiera la vista y que quedara apartada poco a poco de la vida. Casi no comía nada, se resistía a tomar la medicación y me decía “más tarde” cuando la sugería quetomara un baño. Tras muchos intentos inútiles de sacar aIsabel del caparazón que se había fabricado, la dije que no meiba a ir hasta que “se lavara”. Su madre salió de la habitacióny conseguí que Isabel se bañara, la ayudé a ponerse ropalimpia y le cepillé los dientes. No me habló durante el restodel día. Sus padres se reían: “Está muy enfadada con usted”,pero cualquier demostración de emoción por parte de Isabelera una recompensa para los que la rodeábamos.

Pocos días después, convencí a Isabel para que se duchara y, de nuevo, lo aceptó en silencio. Luego su apetito comenzó aaumentar, hablaba más con su familia y empezó a realizar lafisioterapia; al poco tiempo charlaba y daba paseos por el pasillo.

Dos meses después del alta, Isabel fue hospitalizada de nuevodebido a un problema relativamente menor. Cuando la abordé enel pasillo para saludarla, su cara se iluminó y me dio un fuerteabrazo. “Ashleigh está aquí para obligarte a que te duches”, le dijoa su madre en plan de broma, y todos nos reímos.

Gerardo era, y es, irrefrenable cuando se enfrenta a susproblemas. Dos trasplantes de pulmón bilaterales no impidieronque este veinteañero dejara de reír y de hacer bromas. Incluso el

ventilador fue incapaz de sofocar su amplia sonrisa ni susactitudes positivas. En ocasiones, “colocado” tras recibir algunade sus elevadas dosis de esteroides, se podía escuchar a Gerardoreír a carcajadas mientras corría con su silla de ruedas por elvestíbulo. ¿Cómo se le puede decir a un paciente que ha recibidoun trasplante que se tranquilice y que se lo tome con calma?

Muchos otros pacientes, además de Rosa, Isabel y Gerardo,me han enseñado lecciones inapreciables que puedo aplicaren el trabajo que realizo:• Respetar la autoimagen que tiene el paciente. Si la enfermedadle ha acompañado de manera constante, hay que preguntarlecuáles son las tareas que realiza en su casa con objeto deadaptarnos a ello en la mayor medida posible. Cuando nopueda ser así, explíquele las razones.• Ser uno mismo. Un paciente que se enfrenta a verdadesdifíciles se da cuenta de cuándo le están engañando. Si ustedes competente y “auténtico”, se puede ganar su confianza.• Mantener la constancia. El uso de un vocabulariohomogéneo y el mantenimiento de rutinas constantes puedenofrecer una seguridad muy necesaria para estos pacientes.• Implicar al paciente en sus cuidados. Ofrézcale distintasposibilidades de elección siempre que sea posible. El hechode que usted consiga que el paciente se implique en suspropios cuidados y que le ofrezca confianza, le da un sentidodel control y le prepara para el alta hospitalaria.• Escuchar. Más que realizar un monólogo bien preparado, debeprestar atención a lo que le dice el paciente, sin comentarios.• No asumir que lo sabemos todo. Es necesario hacer el mayoresfuerzo posible para responder a las preguntas del paciente,teniendo en cuenta siempre que cuanto mejor nos conozca ymás confíe en nosotros, más difíciles van a ser las cuestionesque nos planteará. La pregunta “¿Voy a morir?” indica queconfía plenamente en nosotros. No debemos rehuir la verdad,pero siempre que sea posible ofrecer honestamente un rayode esperanza, se lo debemos regalar al paciente.

Los mejores profesoresTodo lo que hemos aprendido en los libros de texto y en lasclases es muy importante, pero los pacientes son los mejoresprofesores de un profesional de enfermería. He tenido elhonor de compartir parte de la vida y, en ocasiones, la muertede jóvenes tratados con trasplante pulmonar, y estos pacienteshan potenciado mi pasión por la enfermería de una maneraque nunca habría soñado.

Ashleigh Whitlow es profesional de enfermería en la Ochsner Clinic Foundation, enNew Orleans, La.

Pacientes jóvenes pero suficientemente preparadosEstos jóvenes saben qué es padecer una enfermedad. No veo la manera de poder agradecerles todolo que me han enseñado.ASHLEIGH WHITLOW, RN, BSN

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