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Pagar peaje

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Page 1: Pagar peaje

PAGAR PEAJE: Las etapas naturales de las crisis personales.

Cómo entenderlas para manejarlas productivamente Por : Lila Isabel Franco

Ph.D en Psicología Especialista en Manejo Productivo de las Crisis

15 de mayo de 2012

¿Recuerda cuando salías de Caracas para Valencia y pagabas peaje en Hoyo de La Puerta, el límite del Estado Miranda, más tarde pagabas en Aragua y luego otra vez para Carabobo? Al pasar de un estado al otro, tenías que pagar peaje, o sea, dar tu cuota de contribución para poder transitar por una autopista de relativa calidad y seguridad. Los seres humanos y las organizaciones también tenemos que pagar peaje para pasar de un estado a otro de nuestras crisis personales y laborales con la mayor calidad y seguridad posible. Es decir, manejarlas productivamente. Es el precio del proceso de transición (el viaje) y la transformación (el destino). A veces nosotros mismos decidimos y hacemos el cambio a conciencia, por ejemplo, decidimos, después de una larga reflexión, divorciarnos o cambiar de trabajo. Así, la transición de un estado a otro es más fluida: podemos predecir sus formas y nuestras posibles reacciones, por tanto el precio que pagamos, en lo psicológico, afectivo, social y económico, por muy alto que sea a los ojos de los demás, no lo es para nosotros. Claro, la mayoría de las veces aún en estos tránsitos diseñados aparecen peajes y alcabalas inesperados: Es el caso de un ejecutivo que fue trasladado a los Estados Unidos, con una excelente asignación. Todos felices hasta que llegan allá y a su hija se le hace difícil el idioma, tiene problemas en la escuela, se deprime terriblemente. La asignación de sus sueños le está cobrando un alto peaje a este ejecutivo y se ha convertido en una fuerte prueba para el matrimonio (la alcabala).

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Más fuerte aún puede ser el precio de la transición que no es pensada ni diseñada, sino producto de la evolución natural de nuestras vidas como personas y sistemas sociales. Piensa en el último mes antes de graduarte en la Universidad. La situación es muy deseada, pero todos sentimos miedo por lo que viene y algo de incompetencia para afrontarlo. Mucho pagamos el peaje de alto estrés con alguna relación rota (¿cuántos de ustedes quedaron amigo de su compañero de tesis?), o algún bajón en el rendimiento. Otro ejemplo es cuando cumplimos los 40. El cambio de década nos pasa a todos y para todos implica un acomodo interno importante que puede manifestarse en nosotros, nuestras relaciones personales y laborales y nuestro trabajo de muchas maneras, unas muy positivas, muchas muy costosas. Basándonos en el modelo de William Bridges en su libro Transiciones (1982, republicado y mejorado decenas de veces ¡oro puro!), podemos concluir que esos peajes altos y esas alcabalas donde nos detienen, se deben a la forma en que abordamos y vivimos tales transiciones. Muchos lo hacemos con un bajo nivel de autoconciencia y/o de autoestima, lo cual redunda en que terminemos pagando muy alto, deteniéndonos y quizás devolviéndonos en nuestro recorrido. Algo interesante del modelo de Bridges es que no habla del cambio, que es la meta, sino de la transición, esa fase indispensable entre lo que fue y lo que será. Podemos relacionarlo con ese tono grisáceo que toma el día cuando todavía no es noche; o de la noche cuando aún no es día. De acuerdo con Bridges, el proceso de transición tiene cuatro características. Cada una puede dominar el proceso en distintos momentos, dependiendo del tipo y grado de la transición para usted y, nuevamente, del nivel de autoconciencia y autoestima con que lo emprenda. Son:

Desvinculación: Los pueblos tradicionalistas suelen tener rito, como preparativo o celebración ante una transición importante, como cuando el niño se hace hombre. Plantea Bridges que esto es de gran valor, porque crea condiciones para que el sujeto reflexione sobre lo que está dejando, o perdió, sus sentimientos al respecto y hacia sí mismo. En estos tiempos modernos no tenemos esos ritos y perdemos la oportunidad de comprender cómo y por qué estamos pasando por esta etapa de desvinculación, adoptando conductas agresivas o depresivas y recibiendo críticas y falta de comprensión de los otros.

Desidentificación: Al perder nuestras conexiones previas con el mundo, perdemos también medios de definición propia. No en balde se habla de crisis de identidad. Pero, es vital perder los antiguos parámetros y paradigmas sobre nosotros mismos para tomar los nuevos, para transformarnos. Otra vez, el paso por esta etapa puede ser mucho más doloroso si, en vez de hurgar hondo adentro de nosotros, nos empeñamos (generalmente de manera inconsciente) en identificarnos con y a través de personas y actividades ajenas a nuestro verdadero ser… y hasta nocivas.

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Desencanto: Es “¿Para qué me metí en esto?”, si el cambio es por decisión, o “¿Por qué a mí?” si es por evolución o causas externas. En ambos casos, se trata de una frustración porque las cosas no son o no están saliendo como usted esperaba. En momentos de transición, frente a los peajes y alcabalas, embelesamos el pasado y afeamos el futuro, dudamos sobre el porvenir. Esas dudas, trabajadas a conciencia pueden ayudarnos a encontrar mayores y mejores motivos para el tránsito; pero, manejadas inconscientemente pueden hacernos desviar y hasta devolver.

Desorientación: La realidad que dejamos atrás era, para bien y para mal, conocida. Nos podíamos orientar en ella. La nueva realidad es desconocida y nosotros nos desconocemos dentro de ella. Dice Bridges que aquí afloran todos nuestros paradigmas inconscientes sobre la pérdida y el abandono, empañando nuestra visión del porvenir. Podemos caer en conductas de auto-castigo, porque sentimos que lo estamos haciendo mal, que estamos cambiando para peor.

Como en el anochecer, o en el amanecer, hay momentos en la vida en que no vemos bien, pero dudamos si prender la luz, es tarde para algunas cosas y temprano para otras. Tenemos en la mente lo que fue o lo que será. No analizamos cómo estamos viviendo la transición, perdiéndonos de ver el impacto que tendrá precisamente en el nuestro futuro, según los manejemos productivamente o no. Acción: Para manejar productivamente una crisis personal:

1) Ten en cuenta que la crisis tiene tres grandes etapas:

El pasado, con las causas que la desencadenan. Por ejemplo, los años de matrimonio hasta el momento en que su pareja le pide el divorcio.

El presente o el momento de transición. El proceso que estás viviendo para asimilar la realidad actual y tomar las decisiones consecuentes.

El futuro, o el estado de cambio, la nueva realidad. Cómo será la dinámica con tu pareja y los niños.

2) Aprende del pasado, pero no te quedes allí, rumiando los porqués ni asignando culpas. 3) Concentra su conciencia en entender el presente y vivir conscientemente la transición. 4) Piensa en el futuro, pero no saltes hacia allá como un modo de evadir la transición,

porque podrás tomar decisiones apresuradas o inadecuadas. 5) Llama a un amigo. Te ayudará a mantener las perspectivas y no caer en la auto-culpa o

la depresión.