panopticón cultural - a favor del sedentarismo (4-mar-2016)

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www.milenionovedades.com Sábado 5 de marzo de 2016 o 03 [email protected] [email protected]/ Twitter: @gritodelasideas Trazos urbanos A favor del sedentarismo V ivía en Francia y es- cribía en italiano; su casa estaba localizada al sur del corazón de París, y el corazón suyo per- manecía ligado al norte de Italia. En aquellos tiempos Italo Calvino publicó Las ciudades invisibles (1972), libro que por su arquitectura podría leerse como una serie de cuentos continuos, o bien, como una novela fragmentaria. El libro está conformado por nueve capítulos: el primero y el último contienen diez relatos breves, los restantes se com- ponen de cinco únicamente. A cada capítulo lo precede y lo sucede una narración que simula ser la conversación sostenida por el viajero vene- ciano Marco Polo y Kublai Kan el emperador mongol. Cada relato describe una ciudad diferente, agrupada dentro de alguna de las once categorías que el autor ha in- ventado, entre éstas se en- cuentran: “las ciudades y la memoria”, “las ciudades y los signos”, “las ciudades sutiles”, “las ciudades y el deseo”. Nereo Rapetti dirigió el do- cumental Un uomo invisibile (1974), donde acompañó a Calvino por las calles parisinas que cotidianamente recorría, conversó con él, lo hizo hablar sobre las ciudades de su vida y las ciudades de su obra; de las literarias comentó: “Cada una de las ciudades [descritas en el libro] se transforman en una ciudad única, en una ciudad continua”. Esta continuidad la comparó con la vida actual en donde es común “moverse de una ciudad a otra, reprodu- ciendo en la ciudad de destino el mismo estilo de vida que se tenía en la ciudad de partida”. Pareciera que cada uno lleva consigo la ciudad donde se ha formado, donde ha crecido, como el caracol lleva su casa a cuestas, así vamos integrando cada una de las ciudades que hemos habitado dentro de esa ciudad/casa interior que dicta nuestra forma de vivir inde- pendientemente del espacio geográfico que ocupemos, en algunos casos, esa ciudad interior nos protege y en otros nos aísla.M E n un mundo lleno de co- rredores y demás fauna “fitness”, donde no cuidar la salud y la figura es mal visto, los hábitos sedentarios han sido criticados con tratados científicos que demuestran su nocividad, pues se confunde el sedentarismo con lo pasivo. En esa posmodernidad que vivimos tan ocupados corriendo, pocos se han detenido para preguntarse cuál es el valor de la vida sosegada e insana en contraste con la salud y la estética que parece ser el dogma que nos rige hoy en día. Hacer ejercicio ciertamente libera endorfinas y nos hace sentir bien con nosotros mismos, ¿pero estas reacciones placente- ras no son acaso equiparables con la sensación otorgada por la contemplación de la mente y el espíritu? Poco espacio queda para el arte y la belleza donde todo se mide a partir de tiempos, kilos y calorías quemadas. Luego entonces cabe preguntarse, ¿qué valor tiene una vida saludable pero vacua? Paulatinamente los seres humanos nos hemos olvidado de que nuestra evolución le debe todo al hombre sedentario, que supo abandonar su nomadismo a favor de una vida cómoda y controlada, cuyos beneficios sin duda redundaron en el desarrollo de las tecnologías, el lenguaje y el intelecto de los cuales hoy go- zamos pero que desdeñamos al darlos por “sentados”, dado que el estatismo corporal es impopular y equivale a parálisis intelectual. ¿Qué diría el orondo Balzac del comentario que me hizo un laureado escritor: “No basta con ser escritor, hay que parecerlo”? ¿Qué ha pasado con esos hombres consagrados al ejercicio de su cerebro y, por ende, de su espíritu? Antaño les llamaban genios u hombres del Renacimiento, mas en la actualidad peyorativamente se les vitupera como “ratas de biblioteca”, “traseros gordos” o “fofos”. Sin que sirva como apología del descuido estético, considero una frivolidad que se ponga por encima del cuidado neuronal que nos ha colocado paradójicamente en lo más alto y lo más bajo de la pirámide animal. Algunos dirán que hay que decantarse por un sano equilibrio, falacia sin duda inventada para otorgar consuelo a propios y extra- ños ante un hecho innegable: lo único seguro es la muerte. Y dado lo efímero de nuestra existencia y lo absurdo de los hábitos salu- dables que no ofrecen garantía alguna de longevidad y mucho menos de perpetuidad, ¿vale la pena ocuparse persiguiendo una fugaz belleza tan inasible como la juventud y la salud? Otros, como el personaje de Melville llamado Bartleby dirían: “Preferiría no hacerlo”. Los menos -como Wilde- considerarían la dicotomía como una mera vul- garidad, ya que “no existe nada de lo que yo no sea capaz para conquistar mi juventud, nada, excepto hacer ejercicio, levantar- me temprano o ser un miembro útil para la sociedad”. Siendo así, hagamos algo trascendental con nuestras vidas; de lo contrario, sólo estamos robando aire.M LECTURAS PANOPTICÓN CULTURAL MÓNICA QUINTAL RICARDO E. TATTO Consciencia ¿ C onciencia o consciencia? De acuerdo con algunas fuentes de referencia, estas dos palabras pueden ser usadas de manera indistinta, como sinónimos, aunque no en todos los casos es válido hacerlo. Con- ciencia se refiere al conocimiento interior que permite distinguir entre el bien y el mal, se relaciona con la ética, la moral y las virtudes humanas. Consciencia es igualmente un conocimiento interior, el que tiene el sujeto de sí mismo, de sus actos, pero también del entorno que lo rodea y lo que ahí sucede, es la capacidad de reflexionar y juzgar acerca de esa visión y reconocimiento. En este último caso es cuando es permitido usar ambas. Pero sea como fuere que deba escribirse, hoy me gustaría reflexionar acerca de la costumbre que existe de sentenciar a la consciencia, como culpable única o la de mayor grado, de muchos problemas que nos aquejan como sociedad. Y en mi opinión esto no solamente es injusto, sino también revela la pereza, ignorancia, incapacidad o negligencia de quien tiene algún grado de responsabilidad en la solución del proble- ma, máxime cuando esa misma persona es quien juzga a la consciencia como la culpable. Tampoco es esta columna un tribunal que absolverá a la acusada, creo que es parte del problema y también de la solución, pero sostengo que existen otras partes involucradas. Si la vialidad en nuestra ciudad se vuelve caótica en ciertos sitios y horarios, es porque la gente no tiene consciencia vial. Si fracasa el sistema integral de gestión de residuos (si es que hay uno), es porque la gente no tiene consciencia de separar su basura en orgánica e inorgánica. Si las personas con discapacidad sufren las deficiencias de una accesibilidad universal que no existe, es por las personas inconscientes que no respetan. Si el cambio climático avanza implacablemente, es porque las personas no tienen consciencia ecológica y ambiental. Y entonces, se cree erróneamente que con campañas de concientización se van a acabar esos problemas. Jamás ocurrirá si no se atacan también todas las demás causas, y mucho menos si las famosas campañas de concientización se reducen a rentar un par de bocinas, una botarga y repartir volantes en los semáforos; o pagar planas enteras en los periódicos y rentar espectaculares. La vialidad requiere un diseño de las calles y sus carriles que cumplan normas específicas, que cuente con señalamientos adecuados y suficientes, y que se sancione a quienes no cumplan. Para que los residuos no sean un problema de salud y también ambiental, hay que separar pero también las autoridades y los concesionarios de recolección, reciclaje y disposición final tienen que hacer su parte. Las rampas, guías, elementos de ayuda táctiles y au- ditivos tienen que estar bien hechos. Hay que exigir a la gente no asesinar árboles y sancionar ejemplarmente a quien lo haga. Sembrar muchos árboles nuevos, no unos cuantos y solamente a cambio de los muchos que eliminé del mapa, pero la autoridad debe dar el ejemplo. Además, se vale concientizar.M El poder de la pluma [email protected]/ Twitter: @raulmonforteg CONSTRUYENDO RAÚL ASÍS MONFORTE GONZÁLEZ MUJERES FUERTES #xarondoo/ lajadeita.com

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Ensayo breve sobre el sedentarismo publicado en Milenio Yucatán

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Page 1: Panopticón Cultural - A Favor Del Sedentarismo (4-Mar-2016)

www.milenionovedades.com Sábado 5 de marzo de 2016 o 03

[email protected]

[email protected]/ Twitter: @gritodelasideas

Trazos urbanos

A favor del sedentarismo

V ivía en Francia y es-cribía en italiano; su casa estaba localizada al sur del corazón de

París, y el corazón suyo per-manecía ligado al norte de Italia. En aquellos tiempos Italo Calvino publicó Las ciudades invisibles (1972), libro que por su arquitectura podría leerse como una serie de cuentos continuos, o bien, como una novela fragmentaria.

El libro está conformado por nueve capítulos: el primero y el último contienen diez relatos breves, los restantes se com-ponen de cinco únicamente. A cada capítulo lo precede y lo sucede una narración que simula ser la conversación sostenida por el viajero vene-

ciano Marco Polo y Kublai Kan el emperador mongol.

Cada relato describe una ciudad diferente, agrupada dentro de alguna de las once categorías que el autor ha in-ventado, entre éstas se en-cuentran: “las ciudades y la memoria”, “las ciudades y los signos”, “las ciudades sutiles”, “las ciudades y el deseo”.

Nereo Rapetti dirigió el do-cumental Un uomo invisibile (1974), donde acompañó a Calvino por las calles parisinas que cotidianamente recorría, conversó con él, lo hizo hablar sobre las ciudades de su vida y las ciudades de su obra; de las literarias comentó: “Cada una de las ciudades [descritas en el libro] se transforman en una

ciudad única, en una ciudad continua”. Esta continuidad la comparó con la vida actual en donde es común “moverse de una ciudad a otra, reprodu-ciendo en la ciudad de destino el mismo estilo de vida que se tenía en la ciudad de partida”.

Pareciera que cada uno lleva consigo la ciudad donde se ha formado, donde ha crecido, como el caracol lleva su casa a cuestas, así vamos integrando cada una de las ciudades que hemos habitado dentro de esa ciudad/casa interior que dicta nuestra forma de vivir inde-pendientemente del espacio geográfico que ocupemos, en algunos casos, esa ciudad interior nos protege y en otros nos aísla.M

En un mundo lleno de co-rredores y demás fauna “fitness”, donde no cuidar la salud y la figura es mal

visto, los hábitos sedentarios han sido criticados con tratados científicos que demuestran su nocividad, pues se confunde el sedentarismo con lo pasivo. En esa posmodernidad que vivimos tan ocupados corriendo, pocos se han detenido para preguntarse cuál es el valor de la vida sosegada e insana en contraste con la salud y la estética que parece ser el dogma que nos rige hoy en día.

Hacer ejercicio ciertamente libera endorfinas y nos hace sentir bien con nosotros mismos, ¿pero estas reacciones placente-ras no son acaso equiparables con la sensación otorgada por la contemplación de la mente y el espíritu? Poco espacio queda para el arte y la belleza donde todo se mide a partir de tiempos, kilos y calorías quemadas. Luego entonces cabe preguntarse, ¿qué valor tiene una vida saludable pero vacua? Paulatinamente los seres

humanos nos hemos olvidado de que nuestra evolución le debe todo al hombre sedentario, que supo abandonar su nomadismo a favor de una vida cómoda y controlada, cuyos beneficios sin duda redundaron en el desarrollo de las tecnologías, el lenguaje y el intelecto de los cuales hoy go-zamos pero que desdeñamos al darlos por “sentados”, dado que el estatismo corporal es impopular y equivale a parálisis intelectual.

¿Qué diría el orondo Balzac del comentario que me hizo un laureado escritor: “No basta con ser escritor, hay que parecerlo”? ¿Qué ha pasado con esos hombres consagrados al ejercicio de su cerebro y, por ende, de su espíritu? Antaño les llamaban genios u hombres del Renacimiento, mas en la actualidad peyorativamente se les vitupera como “ratas de biblioteca”, “traseros gordos” o “fofos”. Sin que sirva como apología del descuido estético, considero una frivolidad que se ponga por encima del cuidado neuronal que nos ha colocado

paradójicamente en lo más alto y lo más bajo de la pirámide animal.

Algunos dirán que hay que decantarse por un sano equilibrio, falacia sin duda inventada para otorgar consuelo a propios y extra-ños ante un hecho innegable: lo único seguro es la muerte. Y dado lo efímero de nuestra existencia y lo absurdo de los hábitos salu-dables que no ofrecen garantía alguna de longevidad y mucho menos de perpetuidad, ¿vale la pena ocuparse persiguiendo una fugaz belleza tan inasible como la juventud y la salud?

Otros, como el personaje de Melville llamado Bartleby dirían: “Preferiría no hacerlo”. Los menos -como Wilde- considerarían la dicotomía como una mera vul-garidad, ya que “no existe nada de lo que yo no sea capaz para conquistar mi juventud, nada, excepto hacer ejercicio, levantar-me temprano o ser un miembro útil para la sociedad”. Siendo así, hagamos algo trascendental con nuestras vidas; de lo contrario, sólo estamos robando aire.M

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RICARDOE. TATTO

Consciencia

¿Conciencia o consciencia?De acuerdo con algunas fuentes

de referencia, estas dos palabras pueden ser usadas de manera

indistinta, como sinónimos, aunque no en todos los casos es válido hacerlo. Con-ciencia se refiere al conocimiento interior que permite distinguir entre el bien y el mal, se relaciona con la ética, la moral y las virtudes humanas. Consciencia es igualmente un conocimiento interior, el que tiene el sujeto de sí mismo, de sus actos, pero también del entorno que lo rodea y lo que ahí sucede, es la capacidad de reflexionar y juzgar acerca de esa visión y reconocimiento. En este último caso es cuando es permitido usar ambas.

Pero sea como fuere que deba escribirse, hoy me gustaría reflexionar acerca de la costumbre que existe de sentenciar a la consciencia, como culpable única o la de mayor grado, de muchos problemas que nos aquejan como sociedad. Y en mi opinión esto no solamente es injusto, sino también revela la pereza, ignorancia, incapacidad o negligencia de quien tiene algún grado de responsabilidad en la solución del proble-ma, máxime cuando esa misma persona es quien juzga a la consciencia como la culpable. Tampoco es esta columna un tribunal que absolverá a la acusada, creo que es parte del problema y también de la solución, pero sostengo que existen otras partes involucradas.

Si la vialidad en nuestra ciudad se vuelve caótica en ciertos sitios y horarios, es porque la gente no tiene consciencia vial. Si fracasa el sistema integral de gestión de residuos (si es que hay uno), es porque la gente no tiene consciencia de separar su basura en orgánica e inorgánica. Si las personas con discapacidad sufren las deficiencias de una accesibilidad universal que no existe, es por las personas inconscientes que no respetan. Si el cambio climático avanza implacablemente, es porque las personas no tienen consciencia ecológica y ambiental.

Y entonces, se cree erróneamente que con campañas de concientización se van a acabar esos problemas. Jamás ocurrirá si no se atacan también todas las demás causas, y mucho menos si las famosas campañas de concientización se reducen a rentar un par de bocinas, una botarga y repartir volantes en los semáforos; o pagar planas enteras en los periódicos y rentar espectaculares.

La vialidad requiere un diseño de las calles y sus carriles que cumplan normas específicas, que cuente con señalamientos adecuados y suficientes, y que se sancione a quienes no cumplan. Para que los residuos no sean un problema de salud y también ambiental, hay que separar pero también las autoridades y los concesionarios de recolección, reciclaje y disposición final tienen que hacer su parte. Las rampas, guías, elementos de ayuda táctiles y au-ditivos tienen que estar bien hechos. Hay que exigir a la gente no asesinar árboles y sancionar ejemplarmente a quien lo haga. Sembrar muchos árboles nuevos, no unos cuantos y solamente a cambio de los muchos que eliminé del mapa, pero la autoridad debe dar el ejemplo.

Además, se vale concientizar.M

El poder de la pluma

[email protected]/ Twitter: @raulmonforteg

CONSTRUYENDO

RAÚL ASÍSMONFORTE GONZÁLEZ

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