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Informe sociológico PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y VOLUNTARIADO SOCIAL Para el "Programa de Estudios y Formación en el ámbito de la cooperación social, dirigido a voluntarios y profesionales de los servicios sociales del municipio de Madrid", coordinado por el Equipo EFOSS.) Realiza: COLECTIVO IOÉ Walter Actis Carlos Pereda Miguel Angel de Prada Madrid, noviembre de 1989

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Informe sociológico

PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y VOLUNTARIADO SOCIAL

Para el "Programa de Estudios y Formación en el ámbito de la cooperación social, dirigido a voluntarios y profesionales de los servicios sociales del municipio de Madrid", coordinado por el Equipo EFOSS.)

Realiza: COLECTIVO IOÉ Walter Actis Carlos Pereda Miguel Angel de Prada

Madrid, noviembre de 1989

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PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y VOLUNTARIADO SOCIAL

CONTENIDO DEL INFORME pág. 0. INTRODUCCIÓN I. ¿CÓMO ENTENDER LA PARTICIPACIÓN?

II. EL CONTEXTO SOCIAL DE LA PARTICIPACIÓN EN MADRID 1. Participación y sociedad fragmentada 2. Participación y democracia delegada III. DISCURSOS SOBRE LA PARTICIPACIÓN 1. Discursividad social y población analizada 2. La participación vista desde lo no institucional: movimientos sociales y vecinos de base 3. La participación desde lo estatal-institucional: trabajadores sociales del ayuntamiento y voluntarios de servicios sociales IV. ALGUNAS REFLEXIONES PARA EL DEBATE BIBLIOGRAFÍA CITADA ANEXO: TRANSCRIPCIONES DE 4 GRUPOS DE DISCUSIÓN

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INTRODUCCIÓN El trabajo que presentamos es parte de un proyecto más amplio, coordinado por el equipo EFOSS, denominado "Programa de Estudios y Formación en el ámbito de la cooperación social, dirigido a voluntarios y profesionales de los servicios sociales del municipio de Madrid". El diseño inicial de este programa contemplaba la realización de un proceso de investigación-acción participativa sobre la cuestión del "voluntariado social", con el fin de incorporar las inquietudes y propuestas de los colectivos más directamente implicados/afectados. A partir de esta demanda se estableció el contacto entre EFFOS y el Colectivo Ioé. Un análisis más detenido de las exigencias de calendario existentes mostró la imposibilidad de realizar una investigación participativa y abierta, que siempre está sujeta a los ritmos y disponibilidades de cada colectivo participante, a veces poco compatibles con los que determinan las institucio-nes y las formalidades contractuales. Descartado el recurso de la metodología de investigación-acción se decidió utilizar otra que, ateniéndose a los plazos y recursos existentes, recogiera de la forma más abierta posible las concepciones que sobre la cuestión poseen algunos colectivos significativos del municipio de Madrid. El objetivo general de la investigación era ofrecer un material más para el debate -dentro del proyecto general coordinado por FEOS- pero con una base empírica que nos acercara a la ”realidad vivida” y a los ”valores realmente existentes” hoy, en Madrid, acerca de las experiencias y posibilidades del voluntariado. Concretamente nos propusimos dos objetivos principales: 1) detectar empíricamente cómo se posicionan algunos sectores significativos de ciudadanos de Madrid ante la participación social en general y el "voluntariado" en particular; 2) ofrecer una interpretación que permita estructurar los discursos analizados en torno a esos temas. Nos situamos, pues, en el ámbito de las ideologías, valores y actitudes de la población; se trataba de analizar los discursos sociales existentes, detectar sus particulari-dades, y contrastar las congruencias y rupturas entre distintos sectores sociales. Para ello seleccionamos algunos colectivos que nos parecían más significativos, dada su intervención real o potencial, en el ámbito de los servicios sociales y del voluntariado. Así, analizamos las proclamas y definiciones oficiales, sancionadas como normas de validez general, además de los discursos de trabajadores sociales municipales, voluntarios de servicios sociales, colectivos y asociaciones ciudadanas, y vecinos "de base" (usuarios efectivos o posibles de los servicios sociales). La intención de abordar abiertamente el objeto de estudio nos llevó a poner entre paréntesis la noción de "voluntariado", con el fin de no privilegiar de antemano formas concretas de intervención social -por ejemplo, la de los voluntarios adscritos a servicios sociales institucionales-. Por ello orientamos el trabajo alrededor de la "parti-cipación social", noción más amplia y susceptible de adquirir diversas significaciones concretas, lo que nos posibilitaba interpretar en un amplio contexto la presencia o ausencia de participación de los ciudadanos, así como las características diferenciadas que están presentes en diversos sectores sociales.

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Resulta conveniente señalar que la investigación no pretende dar cuenta exhaustiva del fenómeno estudiado; en concreto consideramos que dentro del propio campo de trabajo elegido sería necesario profundizar al menos en dos cuestiones: una, la investigación concreta de diferentes procesos participativos en la ciudad de Madrid, desde un enfoque histórico; otra, una matización mayor en el análisis ideológico, utilizando más grupos de discusión, lo que permitiría distinguir posiciones y matices diversos que pueden haber permanecido ocultos al estudiar sólo cuatro colectivos sociales. No obstante estas limitaciones el informe puede ayudar a conocer cuáles son las condiciones sociales que favorecen/dificultan la participación, además de ofrecernos un cuadro de las opiniones, actitudes y expectativas que están presentes en los principales sectores concernidos de agentes activos y usuarios, potenciales o efectivos. En conjunto con otros capítulos del Programa de Estudios y Formación en que se inscribe este proyecto, la investigación pretende contribuir a precisar algunos de los principales problemas que hoy se ciernen en torno al voluntariado, y servir como instrumento de debate entre las personas y colectivos interesados.

* * * El informe se estructura en cuatro capítulos. En el primero hacemos una breve introducción a la complejidad de matices que presenta el concepto "participación". En el segundo apuntamos algunos rasgos básicos del contexto social en que se desenvuelven las prácticas participativas en Madrid, centrándonos en los aspectos socioeconómicos e institucionales. El tercer capítulo recoge un análisis del discurso de los grupos de discusión realizados, ofreciendo el abanico ideológico en el que se sitúan y debaten diversas concepciones del voluntariado. El último capítulo recoge de forma sintética algunos elementos desarrollados a lo largo del informe, con el fin de centrar algunos elementos de debate que nos parecen de especial importancia. En un Apéndice final se recoge la bibliografía citada a lo largo del trabajo. En Anexo aparte se adjuntan las transcripciones literales de los cuatro grupos de discusión aplicados a otros tantos sectores de población. Por último, queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento hacia todas las personas que intervinieron en las discusiones de grupo o colaboraron en su realización. Terminamos expresando nuestro deseo de que, más allá de los avatares institucionales, el conjunto del Programa coordinado por EFOSS ponga en marcha un proceso de debate profundo y participativo alrededor de la necesidad y posibilidades de la participación social en la resolución de las necesidades colectivas. COLECTIVO IOÉ

Madrid, diciembre de 1989

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I. ¿COMO ENTENDER LA PARTICIPACIÓN? La participación de los ciudadanos en la vida social y política se ha convertido, en tanto que “principio abstracto”, en uno de los ejes principales del ordenamiento democrático de nuestro país. Como tal principio está dotado de polivalen-cia semántica: el sentido del concepto "participación" no es unívoco, por el contrario, posee una gran flexibilidad que lo hace susceptible de ser utilizado “en la práctica” con connota-ciones ideológicas y propósitos contrapuestos1. Por tanto, se hace necesaria una delimitación precisa de los contextos en los que es utilizado. Puede afirmarse que, en general, el modo concreto en que se entiende la participación depende de la visión que se tiene acerca de la sociedad en su conjunto. Con fines puramente expositivos parece útil reducir estas concepciones a dos formulaciones contrapuestas: El enfoque del consenso2 concibe a la sociedad como una comunidad con normas y valores universalmente compartidos, por ello pone el acento en los mecanismos que garantizan el equilibrio social y la integración armónica de los individuos; es decir, el ajuste de las pautas de los actores sociales a los patrones culturales normativos. En este paradigma la pluralidad de grupos e intereses sociales es perfectamente integrable, todas las posiciones pueden sumarse, ya que existen unos valores últimos universalmente compartidos. Por ello, la participación aparece como una relación de interacción consensual que permite el equilibrio del conjunto de fuerzas sociales; se trata, por tanto, de un concepto de participación funcional que no genera contradic-ciones sino que fortalece el mantenimiento e integración de la sociedad. De aquí se deduce un cierto "humanismo ingenuo" que considera que si la participación se generalizara no habría conflicto social, sino acuerdo y armonía, ya que cada cual encontraría "su" sitio en la sociedad. Las limitaciones del enfoque consensual para dar cuenta de los conflictos y cambios sociales, y la instauración de un "capitalismo regulado" por el estado, que media entre los intereses legítimos de diversos grupos, dio paso a una reformulación (modernización) del paradigma en favor de un enfoque del conflicto funcional3. Este considera que toda sociedad está en cambio permanente, y que los conflictos atraviesan la sociedad; sin embargo ninguno tiene carácter central ni es capaz de originar un cambio radical de los fundamentos del sistema. Los intereses particulares siguen siendo integrables en una "voluntad general", definida institucionalmente pero reconociendo ahora la necesidad de un proceso negociador previo. De tal manera, el estado debe de ocuparse de institucionalizar y regular convenientemente los conflictos, facilitando la negociación y el pacto; para ello debe fomentar la proliferación de grupos de interés, gestio-nados por cúpulas dirigentes. Así la participación no es incompatible con el conflicto, siempre que este se canalice a través de instituciones representativas, en el seno de las cuales se reproduce la división entre dirigentes y dirigidos. El ciudadano puede pertenecer a varias organizaciones (vecinales, culturales, sindicales, políticas, etc.), ninguna de las cuales afecta ya al conjunto del funcionamiento social; por ello, aun cuando intente autogestionar alguna de ellas, el resto del sistema seguirá reproduciendo las pautas de representación corporativa. En definitiva, la proliferación de "órganos participativos" -a lo largo de un continuo que va desde el individuo a la cúpula del poder- 1 Ver LIMA, Boris A., Exploración teórica de la participación, Humanitas, Buenos Aires, 1988. 2 Su formulación clásica se encuentra en PARSONS, Talcott, El sistema social, Revista de Occidente, Madrid, 1966. 3 Ver DAHRENDORF, R., Las clases sociales y su conflicto en la sociedad industrial, Rialp, Madrid, 1974.

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es un elemento indispensable para garantizar la perpetuación del ordenamiento social vigente, mediante su adaptación paulatina y equilibrada a las circunstancias cambiantes. Así, las instituciones utilizan los mecanismos de participación con el objetivo de mantener el 'statu quo' social; la instrumentalización concreta del principio participativo encubre la existencia de mecanismos de cooptación y de ocultamiento del conflicto social4. Tener unos interlocutores sociales (controlados) es más positivo que no tenerlos, puesto que a través de los pactos aumenta el grado de legitimación y a la vez se dispone de un elemento disciplinador, de una estructura intermedia que integra/pacifica/controla ámbitos que al Estado le son muy difíciles de controlar directamente5. Por contraposición, el enfoque de la sociedad escindida6 considera que ésta está constituida por grupos sociales con intereses contrapuestos, y que existe una dualidad de poder (dominantes/dominados) originada en la expropiación -por parte de minorías poderosas- de los medios para organizar formas de vida autónomas y autogestionadas. Según esto no es posible concebir la integración de todos los actores en un mismo marco institucional si no es a partir de la imposición de unos sobre otros. La superación de este estado de cosas requiere un enfoque democrático radical, de lucha contra todas las desigualdades sociales y defensa de los oprimidos, sin limitarse a la participación en elecciones o en activi-dades institucionales. En todo caso, aquí el concepto participación está sometido a una tensión no resuelta: en la medida en que opera en un contexto de desigualdad, conflictos sociales y relaciones de poder/subordinación puede servir tanto a unos como a otros. Desde un compromiso con los sectores dominados y excluidos se hace necesario trascender la participación "institucional" en favor de prácticas de autogestión y de democracia no-delegada, que fortalezcan internamente a estos colectivos y les permitan generar una formulación autónoma de estrategias y objetivos, sin atenerse necesariamente a los terrenos de "participación" definidos por otras instancias sociales. El contenido semántico del concepto "participación" hace referencia a tomar o tener parte en algo. Ahora bien, tomar o tener parte en algo es una acción que implica dos sujetos diferenciados, donde uno se mueve para obtener, usar o disfrutar una parcela del otro, de ese algo que le es ajeno7. Esta consideración remite a que el plano de diseño y dirección de las macro-intervenciones sociales es competen-cia de "otros" (políticos, profesionales, grandes instituciones no gubernamentales) y lo propio de los ciudadanos sería “participar” en las mismas, bien “por invitación”, cuando el Otro toma la iniciativa, bien “por irrupción”, cuando los ciudadanos luchan o presionan ante los Otros en defensa de sus propios intereses. Distinguir entre participación "por invitación" y "por irrupción" resulta de gran utilidad a la hora de analizar los cambios acontecidos durante los últimos años en Madrid. La alternativa a estas dos acepciones se sitúa, trascendiendo el concepto participación, en la autogestión “donde la participación en el sentido que se ha

4 Ver TOMASETTA, Leonardo, Participación y autogestión, Amorrortu, Buenos Aires, 1975. 5 LOPEZ DE AGUILETA, Iñaki, “Estado, sociedad civil y procesos de participación”, artículo para el Programa de sensibilización para la cooperación social y promoción del voluntariado en el municipio de Madrid, 1989, p. 16 (multi-copiado). 6 Deudor de los llamados "teóricos de la sospecha", entre los que destacan Marx, Freud y Nieztsche, pero también las más recientes contribuciones de movimientos sociales como el ecologismo o el feminismo. 7 GARCIA BELLIDO, J., "Participación popular y lucha de clases en el planeamiento urbanístico", en C.A.U., Nº 51, 1978, p. 19.

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analizado carece de sentido, porque son los propios destinatarios quienes (...) autodeciden y actúan”8. Estas consideraciones ponen el acento en una cuestión clave a la hora de determinar las características y alcances de la participación: la de los “sujetos sociales” actuantes, tanto de derecho como de hecho. Las formulaciones habituales tienden a escamotear la complejidad social bajo rúbricas neutras y en exceso generalistas, tales como "ciudadanos" o "administración". Pero en la vida real nos encontramos con que los ciudadanos pueden ser solventes o desheredados, integrados o marginados, explotadores o explotados, o que la administración no es un mero ente prestador de servicio sino, en buena medida, un aparato de poder y dominación social que favorece a ciertos ciudadanos en desmedro de otros. Parece obvio que -si descendemos del terreno de los principios al de los hechos sociales- la participación adquirirá caracteres diferenciales según quiénes la ejerzan, en función de qué objetivos, con qué grado de autonomía y con qué poder de decisión respecto al "hecho participado".

* * * El desarrollo esbozado hasta aquí tiene al menos dos consecuencias importantes para una investigación acerca de la participación social y, más concretamente, del voluntariado. En primer lugar, dada la variedad de formas posibles de participación, es necesario “analizar la situación concreta” que condiciona y regula las prácticas participativas; en especial se trata de identificar los actores sociales y la estructura institucional vigente en cada caso. Esta tarea es la que nos planteamos en el capítulo II. En segundo lugar, teniendo en cuenta la polivalencia semántica del concepto "participación", que lo hace susceptible de expresar contenidos diversos y de ser manipulado políticamente, resulta clara la importancia de “analizar las ideologías sociales” que existen al respecto entre los grupos sociales más significa-tivos. En el capítulo III analizamos los discursos de cuatro sectores sociales: profesionales de los servicios sociales municipales, voluntarios de acción social, asociaciones ciudadanas y vecinos "de base" de barrios carenciales.

8 Ibídem.

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II. EL CONTEXTO SOCIAL DE LA PARTICIPACIÓN EN MADRID La participación ciudadana no puede entenderse aislada-mente, sino enmarcada y condicionada por las instituciones sociales básicas, económicas, políticas e ideológicas. Estas han experimentado en las últimas décadas cambios importantes que es necesario analizar para conocer cuáles son las posibilidades y los límites que encuentra actualmente la participación social. En este apartado nos detendremos en las principales características de la estructura social y del sistema político, dejando para el capítulo III el análisis de las configuraciones ideológicas. 1. Participación y sociedad fragmentada No sólo el ordenamiento jurídico, también la atonía del movimiento asociativo, la estructura corporativa de los partidos políticos, el vaciamiento de competencias del parlamento y la primacía de intereses trasnacionales producen nuevas formas de elitismo político y tecnocrático, que cierran los espacios institucionales a la auto-organización y a la intervención directa de colectivos sociales9. Pero este andamiaje institucional se asienta sobre una estructura social, sobre unos grupos sociales que son los agentes potenciales de la participación ciudadana. Las clases y grupos sociales que protagonizaron el proceso de cambio político en España fueron resultado del período de la "modernización franquista"10, caracterizado por el crecimiento industrial, la apertura económica al exterior, la emigración masiva, la urbanización, el desarrollo del consumo de masas y de sistemas de protección social; según ORTI en este proceso se cumplió la "socialdemocratización material"11. de la sociedad española. El período desarrollista se cierra en España a finales de los años 70. Para esas fechas la economía internacional estaba fuertemente internacionalizada y en España se planteaba una "integración plena" en las estructuras económicas, políticas y militares del mundo "desarrollado"; precisamente cuando éste afrontaba una crisis del anterior modelo de regulación social12 y se ponían en marcha importantes transformaciones socioeconómi-cas. Estas no pueden entenderse sino en el contexto configu-rado por los procesos de crecimiento y reproducción del capital internacional, que impulsa una relocalización de los sectores productivos a nivel mundial, generando políticas "de ajuste" y reestructuración en los países de capitalismo avanzado. En éstos, los estados asumen una implicación activa en tal estrategia a través de sus políticas económicas y sociales, favoreciendo determinados intereses sociales (crecimiento y concentración del capital financiero, apoyo a los sectores productivos "de punta", etc.) y perjudicando a otros (reconversión de sectores industriales, precarización del empleo,

9 Ver ORTI, Alfonso, "Transición postfranquista a la Monarquía Parlamentaria y relaciones de clase: del desencanto programado a la socialtecnocracia transnacional", en Política Sociedad, Nº 2, Madrid, 1989, pp. 45-78. 10 Ver COLECTIVO IOE, "Infancia moderna y desigualdad social", monográfico de Documentación Social, Nº 74, enero-marzo 1989, pp. 75 y sig. 11 ORTI, Alfonso, "Estratificación social y estructura del poder: viejas y nuevas clases medias en la reconstrucción de la hegemonía burguesa", en AA.VV., Política y sociedad. Homenaje a Francisco Murillo Ferro”, Madrid, CIS/ Centro de Estudios Constitucionales, 1980. 12 Ver AGLIETTA, Michel, Regulación y crisis del capitalismo, Siglo XXI, Madrid, 1979, y O'CONNOR, James, Crisis de acumulación, Península, Barcelona, 1987.

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etc.13. Las principales tendencias de la estructura social española pueden resumirse en los siguientes elementos14: - Fin del pleno empleo, con un brutal aumento del número de parados (que ha pasado del 1% en 1970 al 21% en 1988) debido principalmente a la reconversión del aparato productivo español para adaptarse al actual modelo de desarrollo tecnológico vigente en la Europa occidental. - Aparece el fenómeno del paro estructural, permanente, que afecta particularmente a determinados colectivos (jóvenes, mujeres). - Precarización del mercado de trabajo y expansión de la economía sumergida, con un aumento acelerado de la contra-tación temporal que ha situado a España a la cabeza de los países industrializados en cuanto a proporción de asalaria-dos con carácter temporal: hoy más del 25% de la población ocupada se encuentra en esta situación15. Y la tendencia de los últimos años favorece el crecimiento de este sector donde prima el subempleo: en torno al 90% de los contratos registrados por el INEM son de carácter temporal, y menos de un 3% son "ordinarios indefinidos"16. La precariedad de las condiciones de trabajo se acentúa en los trabajadores irregulares -que no cotizan a la Seguridad Social- cuyo número, según datos del gobierno, supera ya los 3 millones (27,1% de los activos ocupados); también en este caso los colectivos más afectados son las mujeres (42,7% irregula-res) y los jóvenes menores de 25 años (57,2%)17. - Polarización social y fragmentación del mercado de trabajo, con un crecimiento simultáneo de los puestos más y menos cualificados, pero sobre todo de estos últimos18. El mercado de trabajo español tiende a descomponerse en tres segmentos claramente diferenciados: uno “primario”, donde se sitúa alrededor del 50% de los trabajadores, con condiciones de trabajo relativamente buenas; otro “secundario”, que agrupa al 25%, con niveles retributivos y de estabilidad bajos, condiciones de trabajo precarias, sin apenas posibilidades de promoción y muy frecuentemente en la economía sumergida; y otro “intermedio”, a medio camino entre los dos anteriores y al que pertenece el 25% restante19. La desigualdad social se ve reforzada en los dos extremos de la pirámide social: mientras el segmento superior del mercado primario amplía su poder adquisitivo y su influen-cia social, aparece el fenómeno de la "nueva pobreza" que afecta en toda Europa a colectivos cada vez más amplios: parados de larga duración, temporeros y sumergidos, jóvenes aparcados, etc. 20

13 Puede decirse que "asistimos a un ataque del Estado hacia una parte de la sociedad que ve disminuidas sus conquistas sociales". Ver JODAR MARTINEZ, P. y LOPE PEÑA, A., Con el agua al cuello, Revolución, Madrid, 1985, pp. 124. 14 Ver el esquema propuesto por RODRIGUEZ CABRERO, G. en "Tendencias actuales del intervencionismo estatal y su influencia en los modos de estructuración social", en Revista de Investigaciones Sociológicas, Nº 31, julio-setiembre 1985. 15 Ver I.N.E., “Encuesta de Población Activa. Resultados detallados, enero-marzo 1989”, Madrid, p. 152. 16 Cfr. COLECTIVO IOE, Condiciones de trabajo de los jóvenes, Dirección General de Juventud de la C.A.M./Consejo de la Juventud de España, Madrid, 1989, p. 83-87. 17 Cfr. Análisis de las condiciones de vida y de trabajo en España, Secretaría de Estado de Economía del Ministerio de Economía y Hacienda, Madrid, 1988, p. 117-8. 18 Cfr. CASTELLS, M. y otros: Nuevas tecnologías, economía y sociedad en España, Alianza, Madrid, 1986, Vol.II, p. 555. 19 Principal conclusión del citado “Análisis de las condiciones de vida y de trabajo en España”, pp. 95-112. 20 ROOM, Graham J.: “La "nueva pobreza" en la Comunidad Europea” (informe encargado por la Comisión Europea). Centre for the Analysis of Social Policy, Bruselas, 1987.

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En Madrid se vive un período de “crisis social de la ciudad”, durante el cual se registra un importante descenso del empleo manual fijo21 pero se mantiene el de titulados y cuadros; se extiende el paro, la economía sumergida y la precariedad laboral pero se incrementa la presencia del capital financiero y de grandes empresas de servicios y alta tecnología; se desarrolla una importante remodelación de barrios populares y simultáneamente se disparan los precios del suelo urbano y la vivienda, etc. Este conjunto de transformaciones está configurando una sociedad crecientemen-te escindida22, en la que unos sectores son agentes activos y exitosos, otros logran estabilidad laboral y acceso al consumo de masas, mientras el resto se debate en un "vivir al día" precario y marginalizador. El asociacionismo popular, expresión organizativa de la "participación social" tiene una rica trayectoria, bien que llena de avatares y contradicciones, en la ciudad de Madrid. La utilización de una misma etiqueta ("movimientos ciudadanos", etc.) puede inducir al error de reducir diversas pautas de iniciativa popular a un único modelo23. Baste esta referencia para salir al paso de análisis reduccionistas y lineales que, por falta de un acercamiento concreto a la realidad, idealizan y simplifican las complejas redes sociales, mitificando a "las bases" o al "pueblo" o bien manipulándolas al servicio de estrategias de dominación. No es éste el lugar para desarrollar la historia del asociacionismo en Madrid, para situar nos en el contexto más reciente nos bastará con señalar dos situaciones históricas diferenciadas: las que, utilizando con cierta laxitud las fechas de referencias, caracterizan a la década de los 70 y a la de los 80. El primer caso se desarrolló en un contexto social de fuerte movilización sociopolítica al calor de la cual se registró un gran auge de los movimientos ciudadanos, que de luchas meramente defensivas fueron pasando a incorporar reivindicaciones referidas a la calidad de vida. La relación con las administraciones públicas estaba marcada entonces por el enfrentamiento y las medidas de presión generalizados ("participación por irrupción"), por la lucha frente a un gobierno percibido como opresor de los intereses populares. De ese período procede el mito del surgimiento de un modelo original y sin precedentes: “Se pretendió que era un movimiento de asociaciones de vecinos, encuadrado en un tronco único federativo, y no como "movimientos ciudadanos" en plural, y con una rica diversidad de opciones asociativas”24. A partir de 1977, coincidiendo con el inicio de la "transición" política, se registró una crisis general de los movimientos de base, caracterizada por un importante trasvase de dirigentes hacia las instituciones de la administración local y por la pérdida de una orientación general compartida. En esta nueva situación se han reforzado los canales de comunicación entre los poderes sociales y ciertas "minorías activas" (proceso de institucionalización y cooptación) mientras se debilitaban los existentes entre éstas y las bases sociales (proceso de vaciamiento de cuadros). La relación con la Administración

21 En el período 1973-86 se perdieron 90.000 empleos en la construcción y 40.000 en la agricultura madrileña. Ver ESTEVAN, A., "La concentración de actividades estratégicas y altamente cualificadas...", en AA.VV., Crisis social de la ciudad, Alfoz/Cidur, Madrid, 1987, p. 22-37. 22 Ver COLECTIVO IOE, "Los jóvenes ante el trabajo: cobayas de un nuevo modelo social", en “Documentación Social”, Nº 75, abril-junio 1989, pp. 191-203. 23 RODRIGUEZ-VILLASANTE, Tomás, Comunidades locales, Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid, 1984, p. 85. 24 Ibídem, p. 92.

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siguió basándose en la presión hasta 1979, año en que se celebraron las primeras elecciones municipales democráticas; a partir de aquí las relaciones se suavizaron y se inauguró un período de "participación por invitación", gestionado desde un municipio descentralizado y con legitimidad popular25. En la medida en que la representación de la "voluntad general" fue monopolizada por las autoridades, que concentraron en sus manos competencias y recursos, las asociaciones se vieron reducidas bien a "consultores" de las instituciones o bien a "grupos de presión" que defienden intereses particulares. Esto, unido al debilitamiento originado por el vacío de cuadros (que pasaron a las instituciones) y la confusión ideológica (¿cómo enfrentarse a antiguos compañeros de lucha”) fue colocando al movimiento ciudadano en una posición cada vez más marginal. Hoy muchos grupos formales26 no logran conectar con el lenguaje de la calle, y los que lo hacen se encuentran con la tarea de re-definir su marco de acción mientras luchan por sobrevivir frente a la hostilidad institucional. Hay que precaverse contra el error de generalizar abusivamente, caracterizando la primera mitad de los años 70 como período de "movilización continuada y masiva" y el período actual como de "desmovilización absoluta". La diversidad y matices de formas organizativas y su diferente ritmo de desarrollo es una característica de ambos períodos. Hoy siguen existiendo movimientos ciudadanos diversos: junto a unas asociaciones de vecinos más vinculadas con la administración que con ciertas bases vecinales, se registra la presencia de nuevas iniciativas como colectivos de animación cultural popular o de acción social en barrios degradados, colectivos de mujeres, grupos ecologistas y antimilitaristas, o radios libres, entre otros. A diferencia de años anteriores, estos núcleos operan en un contexto global de desmovili-zación política y social, frente a una administración democráticamente legitimada y más descentralizada, y en un medio social crecientemente fragmentado, que favorece el desarrollo de subculturas aisladas entre sí, creando dificultades para desarrollar planteamientos contraculturales y de renovación social profunda. El movimiento ciudadano de Madrid no está muerto, por el contrario, ha generado fenómenos nuevos; sin embargo se encuentra disperso y focalizado en colectivos específicos, poco vinculados entre sí. En definitiva se reproduce una tendencia ya constatada en otros núcleos urbanos del país: caminamos hacia un tipo de asociacionismo mucho más atomizado, en compartimentos estancos, sin puntos de contacto27. Frente al asociacio-nismo ofensivo y contracultural de los 70, defensores de sistemas de vida alternativos, las movilizaciones de los 80 ”están presididas por una cultura de supervivencia, desple-gando estrategias de resistencia ante situaciones de adversidad (cultura de la derrota) (...) Hoy, a una sociedad fragmentada (...) le corresponden unos movimientos reivindicativos “defensivos”, también muy fragmentados, donde se mezclan características cuasi adscriptivas (juventud, sexo, raza, vejez...) con planteamientos políticos generalistas (derechos humanos, libertades civiles, antiexterminio, etc.”28 25 Ver COLECTIVO IOE, Participación ciudadana y urbanismo, C.O.A.M., Madrid, 1985 (ciclostil); y una versión resumida en PEREDA, C. y DE PRADA, M.A., "Consolidación de la democracia y desmovilización popular en la ciudad de Madrid", en Alfoz, Nº 29, junio 1986, pp. 29-33. 26 Utilizamos aquí la distinción de cuatro estratos sociales: poderes, grupos formales, sectores informales (líderes espontáneos) y bases sociales, propuesto por RODRIGUEZ-VILLASANTE; ver "La ciudad más que dual: pobrezas y alter-acciones", en Documentación Social, Nº 67, abril-junio 1987, pp. 82-104. 27 Ver LOPEZ DE AGUILETA, Iñaki, “Estado, sociedad civil y procesos de participación”, “op.cit.”, p. 30. 28 ALONSO, Luis E., "Nuevos y viejos movimientos sociales en la post-crisis de los ochenta", en Éxodo, Nº 0, septiembre 1989, pp. 40-43.

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En este contexto parece evidente que la participación social ha de adquirir diversas formas y contenidos, en función de qué grupos sociales la protagonicen; no se puede hablar con propiedad de "participación de la sociedad", es necesario “distinguir de qué sectores sociales se habla”, ya que algunos son homogéneos con los poderes (sectores dominantes), otros son integrables (capas medias y trabajadores estables) y otros simplemente intragables (parados, sumergidos y marginados). De ahí que haya participaciones promovidas y otras prohibidas. El marco de nuestro estudio -voluntariado y servicios sociales- hace referencia a actuaciones sobre las "necesidades" sociales29, por tanto, vamos a prestar especial atención a la participación de los sectores "más necesitados", y a la de otros sectores interesados en reformular las características del actual modelo social; pero también a las prácticas institucionales (la política social y, más concretamente, los servicios sociales) encargadas de regular la reproducción pacífica y la "integración" de los colectivos excluidos. Los "sujetos frágiles"30 cuentan con las peores cartas para jugar esta partida: ¿los servicios de la administración -por sí mismos o con la incorporación de voluntarios- ofrecen posibilidades para la defensa de sus intereses o son una nueva forma de control social? La respuesta a este interrogante no puede ser unívoca, ya que está abierta al resultado del juego de las distintas fuerzas sociales; sin embargo, el análisis del marco institucional nos orientará mejor acerca de las potencialidades y limitaciones existentes. 2. Participación y democracia delegada El ordenamiento político español ha pasado de un régimen autoritario a otro de corte democrático, fundado doctrinariamente en la igualdad de todos los ciudadanos y en su derecho a participar en la organización de la vida social. En la práctica esta transformación se efectuó a través de un proceso consensuado mediante pactos protagonizados por cúpulas dirigentes de las distintas fuerzas sociales en detrimento de la transparencia informativa y de la participación directa de las bases populares. Las características fundamentales de este proceso de marginación política de las mayorías sociales quedan reflejados en este análisis: “El mecanismo consensual (...) provocó por su propia naturaleza una irrefrenable inclinación al comportamiento político no público. Pactos y acuerdos se ofrecían como resultado de un proceso al que se asistía como mero espectador. (...) La identificación de la voluntad de los partidos con la voluntad del pueblo (...) era ahora utilizada con una pretensión ideológica clara: apartar, siquiera momentáneamente, al pueblo de las delicadas decisiones políticas que se avecinaban. (...) La política de pactos y el abandono de lugares clásicos de actividad política bajo el franquismo, como asociaciones cívicas y culturales, movimiento ciudadano, Universidad, etc., produce una muy precisa configuración del nuevo panorama político. Por supuesto que en condiciones de democracia no podía pensarse 29 Ver COLECTIVO IOE, "Las necesidades sociales: un debate necesario", en Documentación Social, Nº 71, abril-junio 1988, pp. 109-120. 30 VARELA, J. y ALVAREZ-URIA, F., Sujetos frágiles. Ensayos de sociología de la desviación, F.C.E., Madrid, 1989.

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en mantener las mismas orientaciones en estas luchas concretas, pero lo que ocurre es que no se produce una transformación sino llanamente su abolición. (...) Esta sería, en buena parte, la explicación de la apatía participativa de una población con la que sólo se ha contado en el momento del voto”31. De este modo se ha institucionalizado un modelo de democracia representativa o delegada que en su máxima expresión formal, la constitución de 1978, excluye casi absolutamente toda posibilidad de “participación directa” en la gestión de la "res publica". Según el texto constitucional, los poderes públicos deben "facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social" (Constitución Española, art. 9.2); además, los ciudadanos "tienen el derecho a participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes" (art. 23.1). Sin embargo las formas de participación directa están severamente limitadas: a) la iniciativa popular legislativa no puede referirse a materias que requieran ley orgánica (las fundamentales), o a las tributarias o de carácter internacio-nal (CE, art. 87.3), debe presentarse avalada por más de 500.00 firmas y no podrá ser defendida en las Cortes por sus impulsores; b) el referéndum deberá ser autorizado siempre por la Administración Central, no podrá ser convocado por iniciativa popular y su resultado no será vinculante (CE, art. 149.1.32 y Ley Orgánica 3/1984); c) en otras institu-ciones, como el Consejo Económico y Social, el gobierno podrá contar con "el asesoramiento y colaboración de los sindicatos y otras organizaciones" (CE, art. 131.2), es decir, sin compartir siquiera el poder de decisión. En palabras de un catedrático de Derecho Político, “las consecuencias de planteamientos tan deficientes ha sido que la Constitución española termine admitiendo la iniciativa popular, pero desfigurándola, y que termine admitiendo el referendo a nivel nacional (...) pero desnaturalizándolo, al hacerlo meramente consultivo”32. La desconfianza y temor ante las iniciativas sociales autónomas informan el espíritu de la máxima norma jurídica; la participación es admitida sólo si se ejerce de forma organizada, convenientemente canalizada, a través de organizaciones (partidos, sindicatos, corporaciones profesionales, etc.) que se convierten en sujetos de la participación, en lugar de los ciudadanos de a pie. Puede decirse, en definitiva, que “el ordenamiento constitucional tiende a promover una estructuración general de la sociedad y del Estado como cuerpos participados" o participativos, inclinándose, tal vez, por las técnicas de participación organizada, es decir que prevalece, quizás, la concepción de organizar la participación por medio de estructuras -públicas o privadas- que van a canalizar la participación y a devenir sujetos activos de la misma33. Acercándonos al ámbito municipal, que es el que atañe directamente a nuestra investigación, nos encontramos con el marco general definido por la Ley Reguladora de las Bases del RÉGIMEN LOCAL, de 1985. Esta norma reproduce en el ámbito de la administración local la tensión existente entre los dos polos discursivos entre los que se

31 DEL AGUILA, R. y MONTORO, R., El discurso político de la transición española, CIS/Siglo XXI, Madrid, 1984, pp. 218 y sig. 32 TORRES DEL MORAL, Antonio, "La participación política a través de las instituciones de democracia directa", en AA.VV., La Participación. Anuari de la Facultat de Dret (Lleida), P.P.U., Barcelona, 1986, p. 28-29. 33 FONT i LLOVET, Tomás, "Algunas funciones de la idea de participa-ción", en AA.VV., La Participación.., op. cit.”, p. 256 (las cursivas son nuestras)

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mueve el ordenamiento jurídico actual: por un lado, libertad, pluralismo, autogo-bierno; por otro, orden, unidad, centralidad. En el apartado I de su Preámbulo se afirma que ”la experiencia histórica demuestra que el florecimiento de la vida local presupone el disfrute de amplia autonomía nutrida por la participación auténtica de los vecinos”; en consecuencia, la administración municipal debería ser eminentemente autónoma y participativa. Sin embargo, el mismo Preámbulo (apartado II) se refiere a otro principio regulador: la unidad del Estado como garante de la continuidad funcional de todo el tejido social; los diversos intereses sociales se entienden como “necesarios en función del todo”, complementarios, nunca contrapuestos. De acuerdo con esto la Administración no tendrá como cometido principal la defensa de la autonomía del tejido social de base frente a los intereses de élites poderosas, sino la resolución pacífica de los conflictos entre partes “sobre la base de una pluralidad de instancias autónomas y diversas, vertebradas entre sí para el mantenimiento del valor de la unidad”. Así, la lógica del consenso se impone sobre la lógica de las diferencias, limitando el derecho a la participación. Todo el articulado de esta ley participa de la ambigüedad del preámbulo: la participación es afirmada como “principio” general pero siempre regulada y “supeditada” al poder político centralizado (ejercido por minorías representantes). Un ejemplo de estas cortapisas: al prever la posibilidad de un referéndum local (forma de participación directa a través de la consulta popular) se excluyen los temas referidos a la Hacienda local y para su puesta en marcha se exige mayoría absoluta del Pleno, además de la preceptiva autorización del gobierno nacional. Un examen exhaustivo de la legislación haría en exceso prolijo el análisis y desbordaría el marco de este estudio. Creemos que lo mencionado hasta aquí ilustra suficientemente el marco jurídico-institucional en lo que tiene que ver con la participación ciudadana. Sin embargo, parece importante tomar en consideración normas que afectan a la participación y al ámbito de los servicios sociales en el municipio de Madrid. En este sentido destacan la ley autonómica de servicios sociales y las normas municipales reguladoras de la participación ciudadana. La Ley 11/1984 de Servicios Sociales de la COMUNIDAD AUTÓNOMA de Madrid atribuye a la comunidad autónoma la responsabilidad de diseñar y garantizar la prestación de servicios sociales, pero también el fomento de la "participa-ción de los ciudadanos, tanto a nivel regional o local como en los propios Centros de servicios sociales" (art. 3.9). Además a las instituciones públicas se les asignan competen-cias sobre "la promoción del asociacionismo, articulando sistemas de participación social" (art.15.7, competencias de la CAM) y el "fomento de la participación ciudadana en la prevención y resolución de los problemas sociales detectados en su territorio" (art. 16.3.e, competencias municipales). La canalización de la participación social está prevista, en el nivel más elevado, a través de un Consejo de Bienestar Social de la C.A.M. (art. 18) y en posibles Consejos Locales (art. 20). La filosofía de estos Consejos es la de la "institucio-nalización del conflicto", fomentando una participación formal a través de organizaciones corporativas desprovistas de poder de decisión. El art. 18 otorga "carácter consultivo y asesor" a este organismo, en el que estarán representados de manera permanente: a) las instituciones de la Comunidad, b) los Ayuntamientos, c) las centrales sindicales y organizaciones empresariales mayoritarias, d) las asociaciones de usuarios y consumidores representativas, e) una representación del movimiento vecinal. Además se recabará la concurrencia tanto de Asociaciones de Vecinos, de organizaciones y entidades de naturaleza sectorial y profesional, como de representantes de los usuarios

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"cuando se traten temas que les afecten directamente". De la misma índole (consultivos, nunca de decisión o gestión) serán los Consejos Municipales que puedan crearse (art. 20). Además se prevé la regulación del voluntariado social "que colabora con las Administraciones" (art. 28) y se exige a la iniciativa social que reciba subvenciones públicas "adecuación a las normas y programación de la Administración" (art. 26.1). Por su parte, el AYUNTAMIENTO de Madrid aprobó en 1982 unas Normas de Participación Ciudadana, formalizando la intervención de vecinos y asociaciones en los asuntos municipales; seis años más tarde promulgó unas nuevas "Normas que Regulan la Participación Ciudadana"34, consensuadas entre los ediles del PSOE y del PCE y la Federación de Asociaciones de Vecinos. La actual normativa registra algunos avances formales significativos, al reconocer explícitamente el derecho de los ciudadanos a participar en la gestión municipal (art. 5.b) y a impugnar los actos administrativos municipales (art. 6.2); establece también la posibilidad de acceso a los Plenos municipales, para presentar alegaciones o iniciativas, y a Plenos de las Juntas de Distrito; crea los Consejos Sectoriales de Distrito (entre ellos los de Servi-cios Sociales, art. 32.5) como “órganos de asesoramiento, estudio y propuesta” (art. 29) para la participación “directa” de vecinos y asociaciones de cada Distrito, con competencias para estudiar problemas, proponer medidas y efectuar seguimiento de los acuerdos de las Juntas Municipales (art. 38). Además se regula la presencia ciudadana en los equipamientos del Ayuntamiento (centros culturales) pero en este caso a través de personas designados por los partidos políticos, en proporción a su representación en el municipio; se prevé la declaración de “utilidad pública municipal” de las asociacio-nes ciudadanas (art. 49) y su acceso a subvenciones municipa-les (art. 55). Parece cierto que esta normativa abre espacios para la presencia ciudadana en el seno de la administración municipal madrileña. Sin embargo, existen limitaciones que es necesario tener en cuenta, unas derivadas de la propia letra del texto y otras de su aplicación concreta. En primer lugar, la norma reproduce la línea general del ordenamiento jurídico: la participación aparece como práctica de intercambio de “información” y elaboración de “propuestas” pero no permite el acceso ciudadano a las “decisiones” o a la “gestión” de los programas públicos; se descentraliza administración, no poder. Los cauces de participación están sometidos en última instancia a la decisión adoptada por los gobernantes (autorización para intervenir en Plenos, otorgamiento a asociaciones del carácter de "utilidad pública" Esto queda supeditado a que las asociaciones tengan ”actividades complementarias con respecto a las competencias municipales” (art. 49, por tanto, difícilmente se da cabida a colectivos que tengan orientaciones “alternativas”. etc.) y exigen un cierto dominio de las reglas burocrático-institucionales (formulación escrita de propuestas y demandas, plazos breves para el vecino y amplios para la administración, etc.); además, la presencia en Comisiones Informativas (limitada sólo a entidades de utilidad pública) se hace “con voz pero sin voto” (art. 23). En general, la normativa potencia la participación sectorial y dificulta el planteamiento de propuestas globales. En la práctica, los ”cauces” arbitrados son más accesibles para aquellas iniciativas sociales cercanas a la lógica de funcionamiento de la administración, que se mueven en contextos "superestructurales", controlan los usos burocráti-cos, aceptan la dinámica "reunionista" (asistencia a comisiones, juntas y plenos) y tienen medios de presión, o bien

34 Aprobadas en el Pleno Municipal de 25 de marzo de1988.

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afinidades ideológico-políticas, para asegurar su estatus de interlocutor y, más allá, la declaración de "utilidad pública". En cambio, los colectivos de base local, los menos formalizados, los integrados por personas que rechazan el funcionamiento administrativo o tienen dificultad para asumir sus exigencias, las "movidas" espontáneas que surgen ante hechos importantes pero puntuales, tienen pocas posibilidades de participar en la gestión municipal. Parece, pues, que la administración municipal -presionada y pactando con parte de la iniciativa ciudadana- ha establecido cauces que se adaptan mejor a las posibilidades de algunos colectivos, pero constituyen barreras para otros. Entre los primeros pueden situarse las ONG de voluntariado estructuradas y con infraestructura asentada; entre los últimos, los colectivos de voluntarios de base y de sectores afectados por carencias sociales.

* * * En definitiva, desde el marco institucional se pretende consolidar una sociedad que ha sido definida como de consumo burocráticamente dirigida35. En este contexto la participación puede resultar fácilmente un “simulacro”, es decir, la exhibición ruidosa de algo que no tiene nada que ver con la realidad. Desde el plano institucional se admite y hasta se fomentan las experiencias participativas compatibles con su "lógica de dominación"36, mientras se margina o persigue a aquéllas que expresan la "lógica de autonomía" de los sectores sociales no asimilables por el poder. No obstante, los designios institucionales nunca logran configurar y subsumir por completo la compleja dinámica de la sociedad; desde la resistencia pasiva hasta el enfrentamiento abierto "la vida escapa sin cesar". Según CANETTI “la masa siempre quiere crecer. Su crecimiento no tiene impuesto un límite por naturaleza. Donde tales límites son creados artificialmente, es decir, donde las instituciones son utilizadas para la conservación de las masas cerradas, “siempre es posible un estallido de la masa” y, de hecho, se produce de vez en cuando. No hay disposiciones que puedan evitar el crecimiento de la masa de una vez por todas”37.

35 Definición utilizada por LEFEBVRE, H., “La vida cotidiana en el mundo moderno”, Alianza, Madrid, 1972. 36 Ver MAFFESOLI, M., Lógica de la dominación, Península, Barcelona, 1977. 37 CANETTI, Elías, Masa y poder, Alianza/Muchnik, Madrid, 1983, Tomo I, p. 23-24.

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III. DISCURSOS SOBRE LA PARTICIPACIÓN 1. Discursividad social y población analizada En el capítulo anterior hemos descrito un contexto de fragmentación social en el que las prácticas asociativas, los sectores implicados y los marcos de referencia ideológicos han de ser por fuerza diversos. Nuestro objetivo no es investigar este conjunto en toda su complejidad, sino analizar “contexto ideológico” en el que se mueven algunos colectivos sociales en la ciudad de Madrid, especialmente significativos en el ámbito de la "cooperación social en el área de los servicios sociales". Los objetivos de este análisis pueden sintetizarse en estos dos puntos: - detectar qué identidades sociales y configuraciones ideológicas existen respecto a la "participación social"; - detectar la existencia de valores y actitudes sobre los cuales puedan construirse confluencias y rupturas entre los distintos sectores analizados. Es evidente que la diversidad de agentes sociales implicados en el ámbito de una posible "cooperación social en servicios sociales municipales" va más allá de los grupos formales más o menos organizados desde la "sociedad civil" (voluntarios). Es necesario contar, además, con las instan-cias que diseñan la política social (grupos de Poder), con los colectivos que la aplican (profesionales de la administración) y con los vecinos usuarios, reales o potenciales, de estos servicios (Sectores Informales y Bases Sociales). El análisis del discurso del Poder ha quedado reflejado, en sus rasgos más generales, en lo que hace a la "participación", en el capítulo anterior. Por ello, en la investigación de campo nos hemos dirigido a otros cuatro sectores que consideramos significativos: dos que se mueven dentro del campo institucional de los servicios sociales (profesionales del ayunta-miento y voluntarios de servicios sociales) y otros dos que lo hacen desde fuera del mismo ("nuevas" iniciativas ciudada-nas y vecinos de barrios carenciales). Pretendimos con este diseño saturar distintas dimensiones del campo a estudiar: desde dentro y desde fuera del ámbito institucional; desde los "usuarios" y desde los "suministradores" de servicios; desde los trabajadores remunerados y desde el voluntariado. Partiendo de dos dimensiones fundamentales ("nivel asociativo": Grupos Formales/Sectores Informales-Bases sociales; "pertenencia institucional": sectores institucionales/ no institucionales) realizamos cuatro reuniones de grupo de discusión (GD), que quedan representados en el siguiente cuadro38:

38 Dado el marco institucional (servicios sociales municipales) en el que se inscribe esta investigación se ha privilegiado el análisis de los grupos formales, lo que conduce a una simplificación excesiva de los sectores informales y de base. Aquí están representado sólo las capas de trabajadores estables, afectados por el proceso de precarización social (no se incluyen ni las capas medias, ni los sectores marginales ni la población juvenil).

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DISEÑO DE LOS GRUPOS DE DISCUSIÓN Lógica Institucional Lógica No-institucional Grupos Formales GD1: trabajadores socia-

les municipales GD3: voluntarios de ONG de acción social

GD2: “nuevos” movimien-tos asociativos

Sectores Informales /de Base

---------- GD4: vecinos de barrios carenciales

El abordaje metodológico de este campo se hizo desde la consideración de que

nos enfrentábamos a un objeto de investigación que se presta a una gran polivalencia de significados, según cuál sea el sector social que analicemos. Precisamente la técnica del “grupo de discusión” (GD) permite acceder a las imágenes colectivas y signos cargados de valor, los que configuran actitudes, condicionan comportamientos y dan lugar a estados de opinión y actitudes más o menos permanentes39. Por tanto, esta técnica de investigación parecía la adecuada para recoger la previsible pluralidad de discursos sobre la participación existentes en diferentes sectores sociales. El nivel de análisis en el que se sitúa el GD es el del tratamiento del discurso producido por un grupo reducido (entre 5 y 10 personas) que representan los rasgos típicos del sector social estudiado. El discurso producido en tales condiciones no informa exhaustivamente acerca de datos objetivables (para lo que habría que recurrir a la encuesta estadística), pero expresa los elementos básicos que configu-ran la “identidad social” del sector. Al hablar, cada grupo re-construye su propia identidad, reproduciendo los códigos sociales que configuran al sector al que pertenece. Por ello es posible captar los códigos propios de cada grupo respecto a la infancia y la "marginación", así como las motivaciones y actitudes básicas (base de las conductas concretas) que se adoptan ante tales cuestiones. Aunque no informa acerca de las prácticas concretas permite identificar el soporte ideológico de las mismas, y las líneas de fuerza que pueden llegar a constituir nuevas formas de actuación. Para ello, el análisis de la discusión grupal (transcrita mecanográfica-mente) debe trascender el plano puramente lingüístico (semántica del discurso); se trata de formular explicaciones a partir del contexto social en que los discursos se producen y actúan (pragmática del discurso). La discursividad social en la actual coyuntura española Para organizar y contextualizar los discursos grupales consideramos necesario ubicar los puntos de vista de los sectores implicados en el marco de la discursividad social dominante en la actual coyuntura española. Las posiciones que emergen de los Grupos manifiestan diversas preocupaciones, es decir, cada cual expresa un enfoque ligado a la situación concreta en la que se encuentra. Pero también se observan convergencias básicas; la estructura e implicaciones de estas convergencias y la exposición de las mismas ““supone la elaboración de un discurso sobre los discursos 39 Como introducción a la técnica del grupo de discu-sión cfr. ORTI, A., "La apertura y el enfoque cualitativo o estructural: la entrevista abierta y la discusión de grupo", en AA.VV., El análisis de la realidad social. Métodos y técnicas de investigación, Alianza, Madrid, 1986, pp. 153-185. Una fundamentación más extensa y pormenorizada en IBAÑEZ, J., Más allá de la sociología, Siglo XXI, Madrid, 1979.

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particulares de los grupos, que los enmarca y les presta un sentido determinado en la coyuntura actual. La identificación de dichas convergencias permite referirse a una “discursividad social predominante” en un momento concreto, que permite encuadrar en un marco global los elementos particulares, derivados de un posicionamiento social específico. De modo general, la situación española actual puede analizarse desde la coyuntura de la “transición” del franquismo a la democracia, es decir, como un proceso en dos etapas, arcadas cada una por ideologías sociales diferentes; este tránsito supone la quiebra de unos discursos ("tradicionales") socialmente dominantes y la aparición de otros ("nue-vos"), al menos en lo que concierne a los de las élites articuladoras de la dinámica social40. Para evitar confusiones conviene aclarar que la calificación de "nuevos" a los discursos de la etapa más reciente y de "tradicionales" a los anteriores sólo se refiere a su aparición cronológica, y no a que unos sean progresivos y otros retardatarios. Los discursos tradicionales se vertebraban sobre el eje socio-político alrededor de dos polos: frente a un “discurso conservador”, mayoritario en las décadas de los 50 y los 60, se alzó un “discurso progresista” en la década de los 70. Aquél se caracterizó por una actitud básicamente "represiva" al referirse normativamente a la unidimensionalidad de los valores sociales (únicos y para siempre); las desigualdades sociales quedaban naturalizadas y su regulación se ponía en manos de instituciones especializadas. Por su parte, el “discurso progresista” se caracterizó por un planteamiento reivindicativo de cambio del modelo social. Este discurso, que surgió y se articuló en torno la "conciencia de clase" del movimiento obrero y sus organizaciones político-sindicales, propugnaba inicialmente que el cambio social haría desaparecer las desigualdades y los problemas reales. Esta confrontación entre discursos (conservador/ progresista) y sus correspondientes estrategias (represión/ reivindicación) fueron quedando sin base al desarrollarse el proceso de la transición. Por un lado, la introducción del multipartidismo trajo consigo la pluralidad de opciones normativas frente a la unidimensionalidad conservadora; y, por otro, el asentamiento y despliegue del modelo de capita-lismo avanzado, iniciado durante el último período del fran-quismo, tuvo entre otros efectos un debilitamiento de la conciencia obrera y una relativa generalización de la norma de consumo de masas. La profundidad de estas transformaciones quedó eviden-ciada durante la crisis del modelo de crecimiento que se impone en España al finalizar la década de los 70. Las organizaciones mayoritarias de trabajadores no buscan la confrontación (alternativa social desde la lucha de clases tradicional), sino que se ajustan a la lógica de consensos entre partes. Mientras, los propios trabajadores se encuen-tran presionados, de un lado, por el nivel de consumo conseguido y convertido en "necesidad" (norma de consumo obrero de masas) y, de otro, por la escasez del empleo y la precarización del mercado de trabajo; se encuentran, pues, ante el imperativo de "buscarse la vida" de formas diversas

40 La denominación de “nuevos discursos y discursos tradicionales,” como base de comprensión de las posiciones de los grupos analizados, se toma de ORTI, Alfonso y COMAS, Domingo: "Génesis de las drogodependencias y discursos sociales" en RODRIGUEZ CABRERO, G.: La integración social del drogodependiente, Ministerio de Sanidad y Consumo, Madrid, 1989, pp. 220-225, donde puede verse una caracterización más pormenorizada de los mismos.

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(normalizadas o no41, lo que agudiza los comportamientos defensivos, corporativos o puramente individualistas. En definitiva, el eje socio-político de los discursos tradicionales se quiebra por la cooptación que se lleva a cabo en el proceso de apertura política entre los poderes establecidos del régimen anterior y las élites emergentes, y también a causa de las imposiciones del modelo de crecimiento económico y su crisis de reestructuración. A partir de entonces se impone la "nueva discursividad", casi totalmente ocupada por el “discurso de la modernización” y sólo parcial-mente contestado por el “discurso dialéctico-comunitarista”42.

El referente comprensivo de estas nuevas formas de discursividad se sitúa en el nivel de las teorías de rango medio, que describen y operan en una situación dada, bien sin preocuparse por explicar el sentido global del sistema, que se da por supuesto y se impone de forma unidimensional, o bien denunciando sus consecuencias pero sin postular alterna-tivas globales. En sus características básicas el “discurso de la modernización”43, paradigma dominante del actual contexto ideológico español, es unidimensional en lo macro (vivimos en un sistema único e incuestionable) y pluridimensional en lo micro (dentro de este contexto todas las actuaciones son plausibles); apela a la igualdad de oportunidades para nivelar la desigualdad social; en la intervención social es "neoliberal": reivindica la capacitación de cada individuo para la resolución de sus problemas, a la vez que propone la segregación y el control de quien se niegue a integrarse habiendo tenido oferta de recursos sociales; en la programación y tratamiento de la problemática es "profesionalista", segmentando los tipos de intervención según las especialidades del saber técnico. Aunque acepta que existen factores económicos y políticos condicionantes de los comportamientos sociales, el marco sociocultural se presenta para este discurso como dado e inevitable. Por ello, la génesis de la problemática social se considera una cuestión básicamente individual, producida por desajustes del individuo en el sistema; desajustes que deben resolverse a través de los recursos del propio sistema social. En definitiva, se propone el mantenimiento del "estado del bienestar" como medio de realización y regulación de los individuos, desde una concepción profesionalista y neoliberal. El “discurso dialéctico-comunitarista” se presenta en sus características básicas como réplica invertida del anterior44: pluridimensional en lo macro (hay posibilidad de optar por otros modelos de sociedad) y unidimensional en lo micro (actúa y se refugia en una "unidad" territorial: barrio, pueblo, etc.); hace hincapié en la dimensión "participativa" que implica tanto la solidaridad redistributiva de los que tienen más con los que tienen menos, como en la llamada a actuar desde las bases, rechazando la burocratiza-ción de

41 Cfr. ELEJABEITIA, Carmen y FERNANDEZ DE CASTRO, Ignacio: "Cambios en las relaciones sociales y formas de vida en la clase trabajadora de Madrid durante la crisis", en AA.VV.: Crisis social de la ciudad, ALFOZ-CIDUR, Madrid, 1988, pp. 99-102 y 144-151. 42 Aunque tomamos el esquema básico de los “nuevos discursos” de Alfonso Ortí y Domingo Comas, introducimos modificaciones al calificar la posición "sociocomunitaria" como “dialéctico-comunitarista”. Estas modificaciones se deben a nuestro análisis del material de los grupos de discusión realizados para este y otros estudios. 43 Cfr. ORTI, A. y COMAS, D.: op.cit., p.223. 44 Ibídem, p. 224.

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las instituciones (aunque se reclamen recursos de las mismas, sobre todo del estado); otro principio orientador de este discurso es el respeto a las minorías y a los sectores menos integrados. En definitiva, se proclama la existencia de nuevos espacios sociales sin fisuras, con gran potencialidad en su interior y amenazados de extinción por el exterior. Se hablará del "barrio" como unidad autónoma en el espacio metropolitano o de "sectores excluidos" en cuanto portadores de identidad colectiva y capacidad de autonomización, etc. Este discurso presenta, pues, un componente crítico (dialéctico) en relación a la rigidez de un sistema social que excluye de sí a una parte, y otro componente idealista (comunitarista) que cree posible intervenir desde espacios "incontaminados" dentro de esta sociedad, sin necesidad de plantearse una modificación de las condiciones generales de vida de la sociedad. Como hacen notar A. Ortí y D. Comas, mientras el “discurso de la modernización” se presenta como hegemónico social y políticamente, el “discurso dialéctico-comunitarista”, prácticamente inexistente como fuerza política y muy minoritario a nivel social, aparece bastante pujante entre los grupos que presentan una posición más activa ante las situaciones de precarización social actuales. En el marco de la discursividad social general, esquematizado a partir de los dos polos mencionados, se desenvuelven los discursos de sectores sociales específicos, sumidos en los grandes referentes pero marcando distancias, elaboraciones propias y a veces quiebras respecto a tales paradigmas. En los apartados siguientes presentamos los análisis de los cuatro GD realizados, agrupando, por un lado, las posiciones formuladas desde "fuera" del ámbito institucional de los servicios sociales y, por otro, las que se detectan dentro de ese mismo ámbito. 2. La participación vista desde lo no-institucional: movimientos sociales y vecinos de base Los dos grupos analizados en este apartado representan elementos de una posible red social establecida desde parámetros propios (desde la autonomía de la "sociedad civil"), independientemente de las intervenciones institucio-nales. Sus discursos acerca de la participación social no están delimitados, en principio, por el recorte institucional que opera la pertenencia a una instancia estatal (ayuntamiento) o a un área de intervención (servicios sociales) definida por la lógica de intervención reguladora “sobre” sectores excluidos y carenciales. Los "nuevos" grupos formales expresan las posibilidades y límites de la elaboración alternativa a la participación institucionalmente controlada. Los ciudadanos de base, pertenecientes a capas sociales afectadas por la precariedad, en teoría únicos beneficiarios de las intervenciones institucionales, nos indican cómo perciben sus posibilidades de intervención directa y en qué medida conectan con los planteamientos de distintos grupos formales (nuevo asociacionismo, voluntariado, trabajadores de servicios sociales, etc.) y con los de instancias de poder. Veamos en detalle lo que plantea cada sector. 2.1. “NUEVOS" MOVIMIENTOS ASOCIATIVOS El grupo de asociaciones (GD2) representa a un núcleo variopinto de iniciativas: colectivo de mujeres, asociación de vecinos, asociación cultural, grupo juvenil parroquial, colectivo de educación de adultos y radio libre-colectivo ecologista. Las tareas

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habitualmente desempeñadas por los asistentes en sus intervenciones voluntarias más cercanas a los servicios sociales son la animación socio-cultural, alfabetización, talleres juveniles y seguimiento de casos carenciales (familia, infancia, droga). Este sector expresa una “vivencia de cambio histórico negativo”, en los últimos años, en lo que se refiere a la participación autónoma de la iniciativa ciudadana. Se trata de un colectivo con "memoria histórica", que cuestiona la situación actual desde el referente de los movimientos de los años 70. En cierta medida se reclama heredero de aquel proceso pero, dada la discontinuidad que percibe respecto al mismo, se encuentra en la posición de “hijos huérfanos” de aquellas "movidas" sociales. Para el grupo, aquel período se caracterizó por la claridad de objetivos y la participación por irrupción; hoy, las prácticas de las instituciones (control y apropiación) han conducido a las asociaciones a un vaciamiento, a la pérdida de objetivos claros y a la depen-dencia respecto al sector institucional. En definitiva, el grupo resiente una “ruptura de las conexiones sociales” entre los movimientos asociativos (grupos formales) y los sectores de base; hoy hay menos participación directa ya que la Administración se apropia de actividades abusando de su gran disponibilidad de medios, dejando a los movimientos ciudada-nos "vacíos de contenidos" (“Nos han llevado un poquito al huerto”, GD2, 5)45. Tras el proceso de transición la irrupción de la "nueva administración" y los objetivos de los propios cuadros surgidos del movimiento asociativo han coincidido en fomentar un ”doble proceso de vaciamiento”: 1º) durante la transición política se registró una pérdida de militantes hacia los ayuntamientos y otras administraciones públicas; 2º) la posterior ampliación de los servicios sociales-culturales públicos, dio lugar a la profesionalización creciente de voluntarios de base. Hoy, tanto en el nivel político como en el profesional, la administración cuenta con personas formadas en las asociaciones ciudadanas (desde un plantea-miento de autonomía) pero que están trabajando desde una perspectiva diferente (desde la lógica institucional de dominación y control). De esta manera, la problemática existencia de un "tercer sector"46 se ve interferida por las presiones del Estado (cooptación de dirigentes) y por las del Mercado (salarización de profesionales). La autonomía social frente a la hostilidad de la Administración Las características comunes de los colectivos representados en el GD son las de pertenencia voluntaria, el funcionamiento asambleario y el impulso a la participación de los implicados; sus posibles diferencias (grados de "especialización", de selección de miembros, de implantación, o de orientaciones ideológicas) no aparecen en el discurso, que se presenta como homogéneo frente a la administración pública. Esta, y concretamente la municipal, aparece como un “ente hostil”, no como el representante de los "de abajo", ni el lugar de la descentralización estatal donde Administración y ciudadanos están próximos; en la percepción grupal el poder sigue siendo poder y no está en manos de los "de abajo". Como pauta general el Ayuntamiento tiende a ”apropiarse” de espacios y actividades (lo que desmotiva a las bases), mutila y capitaliza experiencias ajenas; no sólo se apropia sino que ”destruye” las iniciativas que no puede

45 La notación utilizada para citar las expresiones de los grupos de discusión es la siguiente: GD2, 5, hace referencia al grupo número 2 y a la página 5 de la trascripción mecanográfica (ver Anexo). 46 Ver ASCOLI, Ugo, "Estado de Bienestar y acción voluntaria", en R.E.I.S., Nº 38, pp. 119-162.

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”controlar”, siempre intenta “estrangular y marginalizar” a las iniciativas autónomas (GD2, 24); en suma: sólo deja participar en aquello que le interesa:

- ..yo creo que la política que ha llevado hasta ahora el ayuntamiento (...) es no sólo de apropiación sino.., es decir, de aquello que no se controla, destruir (...), normalmente te dejan participar en aquello que les interesa, en aquello que no llegan, en aquello que le sacan el fruto (GD2, 13-14)

- O sea, la línea política, el proyecto no es de favorecer una colaboración real y una participación real, sino es todo lo contrario; es decir: en el momento que coincides te potencian; si no coincides pues... ya te las puedes buscar, ¿no” (GD2, 31)

La intervención de la administración es percibida como ”arbitraria”, o al menos alejada de los intereses ciudadanos, a los que impone límites precisos, aunque revestidos de proclamas democráticas. El Ayuntamiento, en el plano político-vecinal, entiende la participación como mera información: los consejos de participación son sólo consultivos, por tanto no hay lugar para la intervención activa y toma de decisión vecinal. Las propias normas "de participación" (”cauces” institucionales) impiden que se concreten las iniciativas ciudadanas (ante las que aparecen como ”barreras” insalvables). El grupo percibe una contradicción entre un discurso institucional participativo (lógica de autonomía) y unas prácticas excluyentes (lógica de dominación):

- ...te dicen que la ley de Participación Ciudadana es consultiva, entonces ya ha habido gente que les ha dicho: "¿a qué me llamas” (...) si sé que no va a servir de nada". (...) Desde que salió la ley (...) no ha salido ni un solo expediente a iniciativa de los vecinos, con lo cual dices: "bueno, me están tomando el pelo" (..), o me están tomando el pelo o es una ley que no sirve (GD2, 15-16) - ...con los nuevos consejos (de participación) pues solamente ibas a escuchar y luego se decidía lo que ellos querían (GD2, 20) - ...cómo se conjuga el que desde unos barrios haya una participación cuando elementos representativos se vanaglorian en público de que ellos tiran abajo y destruyen unos equipos de barrio de chavales menores de 14 años. Entonces yo creo que ahí hay una contradicción muy fuerte... (GD2, 17)

El marco político de las contradicciones Para este sector de la iniciativa ciudadana su situación se juega en la lucha entre propuestas de política social diferentes y en la disputa de intereses entre grupos sociales. Sus propios conflictos con las administraciones públicas se deberían al choque entre dos concepciones de política social: a) un modelo de ”control” institucional, apoyado en una ingente disponibilidad de recursos y mediado por los profesionales, que intenta conformar al ciudadano como "consumidor de servicios sociales", como cliente; b) un modelo de ”participación” vecinal en la elaboración de programas de acción, basado en la creatividad popular, y contando con la colaboración de profesionales, con el objetivo de promover el "crecimiento personal" de los vecinos.

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La dialéctica Poder/ Grupos Formales/ Ciudadanos de Base plantea distintas posibilidades: si el sujeto social principal es el poder, las minorías activas actúan como agentes de control de la población; si, por el contrario, es ésta el sujeto privilegiado, los grupos formales pueden colocarse a su lado:

- El tema, yo creo que es, que por medio de los profesionales quieren controlar a los incontrolables, al lumpen. - Entonces... el tema está: ¿a quién le damos ese control ¿a los profesionales o a los vecinos?, que los vecinos van a participar; entonces el tema es decir: bueno, ¿cuál es la tarea de los profesionales y cuál es la tarea de los vecinos” - (...) entonces resulta que el vecino normal en vez de ser una persona que a sí mismo se hace y participa, es un objeto que consume servicios sociales, pero nunca se va a hacer como persona... Entonces.. ¿qué pasa con el tema de los vecinos”, que los vecinos van a hacer su participación social desde los derechos ciudadanos, que es yo creo desde donde tenemos que hacer, que es lo que tú decías, alternativas, como qué cosas tenemos que hacer, qué cosas tenemos que denunciar. Entonces, como derechos ciudadanos, un derecho tuyo es denunciar lo que no ha funcionao, o de pedir o exigir aquello que crees que tienes derecho. Entonces, eso normalmente los profesionales y las empresas no lo van a hacer, ¿quién lo va a hacer?: el vecino (...) Entonces, claro, eso, eso en sí mismo no es política, es social, pero como lo social implica que se tienen que cambiar las condiciones (...). Eso significa cambiar las condiciones y eso es política; pues aunque no es político pero va a incidir en la política. Ese es el tema, entonces, lo ideal yo creo que tendría que ser: coordinación profesionales y vecinos, pero ahora mismo como el control se puede hacer fácilmente por los profesionales y por las empresas, es muy difícil que te lo den... a los vecinos, entidades y tal... (GD2, 56-59)

Cómo recomponer las conexiones sociales: ¿hacia arriba o hacia abajo? Estas minorías activas no se postulan como sujetos principales del conflicto social ni como "vanguardias" dirigentes; su aspiración es colocarse al lado de los sectores oprimidos pero ni la realidad de éstos (atonía participativa, fragmentación) ni la de los sectores dominan-tes (legitimación democrática del poder, control sobre servicios y recursos) facilitan tal opción. En la práctica se viene imponiendo una línea de acción que privilegia los lazos administración-asociaciones en desmedro de los vínculos entre éstas y los sectores de base; los grupos activos creen que han caído con frecuencia en un seguidismo y dependencia respecto a las estrategias y recursos de las administraciones, en una actitud de “recoger migajas” (GD2, 18). Esto afecta en mayor medida a intervenciones comunitarias (voluntarias en su origen) que, inducidas por la dinámica mercantil e institucional, se formalizan y profesionalizan, adoptando una estructura empresarial, cooperativa, de S.A.L., etc. Para subsistir en las nuevas condiciones pasan a depender de las subvenciones estatales y quedan sometidas a criterios político-burocráticos ajenos a las necesidades de la población (GD2, 25-26). Para los colectivos afectados ésta no es una vía idónea, pero resulta válida en el contexto actual, dado que el continuo vaciamiento del movimiento asociativo de base obliga a inventar nuevas fórmulas de intervención, de tipo intermedio, situadas entre la Administración y las asociaciones de base. Aparecen así unas minorías activas profesionalizadas y comprometidas, con estructuras formalizadas y financiación 'de arriba', que pretenden dinamizar/ recrear la autonomía 'de abajo'. De esta manera, el grupo se instala en una dinámica de tensión respecto a las instituciones, en una situación ambigua y precaria, a medio camino entre la integración y

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la ruptura, entre la dependencia y el conflicto abierto. Se pretende trabajar en la cuerda floja, canalizando los fondos públicos "adecuadamente" (contando con la decisión de los afectados) y resolver un “desafío: potenciar (la participación de base) pero sin ocupar ese espacio” (GD2, 44-45). En esta situación inestable las asociaciones se sienten atrapadas. Las experiencias prácticas indican que tiende a prevalecer la capacidad integradora y manipuladora de las instituciones, lo que haría necesario enfrentarse con éstas y generar alternativas autónomas. Sin embargo, el contexto social y el horizonte ideológico del propio grupo constituyen una barrera para esta posibilidad. Veamos esto con más detenimiento. El discurso del grupo señala que, en la situación actual, tienden a ser un instrumento de la administración:

...hay ahí una historia bastante peligrosa, o sea, ¿dónde se participa”, no donde te dejan, donde no les llega. Y entonces ¿qué pasa”, que muchas veces las asociaciones de mujeres, las asociaciones de vecinos y tal “son un brazo de la administración” para llegar donde ellos no llegan y “te utilizan” para lo que quieren. Cuando haces algo que no quieren (...) “te boicotean”, y no solamente te boicotean: “te quitan la subvención” y, desde nuestra experiencia, “te destruyen si pueden” (GD2, 19).

Atrapados en esta red los colectivos quedan inermes, ya que la atonía participativa y la profesionalización de cuadros crea un vacío a su alrededor; esta dinámica es una verdadera trampa de la que es necesario escapar: “el peligro está.., existe: las bases se quedan sin bases” (GD2, 41); es decir, los grupos activos son atrapados por la lógica de control institucional y quedan escindidos de las bases. Por tanto, se hace necesario reaccionar, recuperar objetivos propios, tomar distancias y enfrentarse con la política existente:

...vamos siempre de culo, o sea que no tenemos capaci-dad de plantear nuestras cosas. ¿Y qué pasa”, vamos perdiendo un poco como... nos vamos quedando por el camino, perdiendo como los objetivos, ¿no” - Es... al final tendremos que llegar a la conclusión de que.. ¡basta ya!, y nuestros proyectos van a funcionar como sea. No sé de qué manera. - ...con eso consiguen que la gente se vaya desenganchando, que lo hemos comentado todos. - Y se desaniman. (GD2, 39) - Pero que la dinámica, la filosofía que envuelve eso va en contra también del trabajo que se quiere realizar en muchos casos. Y eso es una tendencia, y nosotros vamos.., de lo que vamos analizando un poco a partir de nuestra propia experiencia, creemos que detrás hay un modelo de política social, por llamarlo así, o de servicios sociales que es peligroso (...) Es decir, pero es un proyecto que hay que....que hay que tomar distancia un poco ante él, que hay que analizarlo y.. hay que ver en qué se puede aprovechar y en qué se puede también “dinamitar”, en el sentido de no conformarnos con lo que hay y con ese modelo que nos quieren meter desde todos los campos sino ver cómo eso se puede transformar. (GD2, 45).

Sin embargo, optar por esta vía supone afrontar peligros mayores, para los que sería necesario -entre otras cosas- partir de convicciones sólidas y propuestas alternativas. En este punto el grupo se encuentra condicionado por los límites que impone la "nueva" discursividad social: no existen formulaciones que cuestionen globalmente la dinámica social, resulta difícil impugnar la legitimidad del sistema y de sus órganos, por

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tanto, el discurso de la participación autónoma choca contra un límite: la legitimidad de las actuaciones institucionales, la incuestionabilidad del papel de las intervenciones estatales. Atrapado dentro de estas coordenadas, el grupo, que llegó a formular la dimensión macro-política de la cuestión, retrocede y se refugia en el discurso comunitarista: se hace defensor y portavoz de concretos sectores sociales de base (cuenta con el saber y la inserción popular) reclamando -y, por tanto, otorgando- un reconocimiento pleno al estado (caracterizado como enorme concentración de recursos pero carente de propuestas a favor de los ciudadanos). En este discurso opera una cierta metáfora organicista que postula inconscientemente la unidad de las distintas partes de un cuerpo, "cada cual con sus funciones". Las iniciativas ciudadanas aparecen como recursos humanos, gente entregada y con inserción social; en definitiva como la "carne y la sangre" de la vida social. En cambio, la adminis-tración es vista como una gran acumulación de medios, como una estructura sólida y fría; es decir, como un puro esqueleto del sistema social. Desde esta concepción parece claro que la carne debe adaptarse a las constricciones que el esqueleto le impone, ya que no puede existir sin su sostén. Así, ambas partes aparecen como necesarias y legítimas; este discurso muestra que no existe una auto-legitimidad plena, ya que el grupo depende de las instancias de poder no sólo en lo económico sino también en el plano ideológico. La incapacidad transformadora: resistir en el desánimo El posicionamiento del grupo es inequívoco respecto a la importancia de lograr una intervención autónoma en la vida social, pero también coincide en las fortísimas trabas que se derivan del control institucional sobre, y a veces contra, las iniciativas sociales. Los importantes cambios vividos en España no han instalado en el país una democracia plena sino una ”democracia vigilada”, resultado de un proyecto político definido, condicionado por grandes intereses económicos que se imponen, suave o violentamente según las circunstancias. Todo esto -domesticación, democracia teledirigida, aislamiento de los sectores críticos (“cada cual está en su historia”, ”estamos muy divididos”, GD2 68)- genera un cambio de mentalidad social y la inseguridad y falta de visión a largo plazo de los sectores activos. El resultado más concreto es una ”falta de capacidad para generar respuestas”, una línea concreta de trabajo, para evitar que la gente de base circule alrededor de los colectivos sin integrarse plenamente en ellos (GD2, 70); de esta constatación derivan las vivencias de fracaso y desánimo:

...desde nuestra vivencia de desánimo, nuestra vivencia de fracaso, nuestra vivencia es darte golpes a sabiendas que no te escuchan. (..) una vivencia de que no interesa la participación, no solamente no interesa sino incluso hay una línea de destruir la participación. (GD2, 60)

Las posiciones rupturistas que se apuntan en el discur-so, los elementos parciales de crítica a la dinámica estructural de la sociedad, resienten la ausencia de marcos alternativos, ideológicos y organizativos. Por tanto, el programa de acción inmediata se restringe al juego de asegurar la supervivencia de los colectivos; en esa dinámica quedan abocados, bien que a su pesar, a realizar tareas puntuales desde la marginalidad en que las instituciones los colocan, sin posibilidad de superar el aislamiento y confluir con otras asociaciones:

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...ninguno de los que estamos aquí tenemos intención de ser marginales, pero es que parece ser que la única vía que nos dejan es que desde dentro de esa marginalidad en la que ellos nos colocan, nosotros estemos reivindicando el espacio que nos corresponde a cada uno de los grupos que representamos (...) y sacar adelante los trabajos concretos que nos hemos, nos hemos puesto, digamos a medio plazo... (GD2, 72)

En suma, el escepticismo y la crítica a las prácticas institucionales se refugian hoy en una actitud de resistencia, de rebeldía (defensiva, por falta de alternativa) "para no caer en el reposo del guerrero", conscientes de que el contacto con el poder resulta destructivo. La última expre-sión vertida en la reunión registra lúcidamente la estrategia estatal de hacer partícipes a los colectivos en sus propias estrategias, reconociéndolos como interlocutores pero fijando los términos del diálogo; es decir, de institucionalización del conflicto y la participación:

- Antes se decía (...): si te quieres cargar una asociación de vecinos dale una remodelación -todavía hoy hay treinta remodelaciones sin terminar-; ahora habría que decir: si quieres cargarte un... tal (iniciativa ciudadana) dale una subvención. (GD2, 81)

2.2. LOS CIUDADANOS "DE BASE" El grupo de discusión GD4 representa al sector social de trabajadores urbanos "asentados" (es decir, no marginales), que resultaron más o menos beneficiados durante el período desarrollista y actualmente están sometidos a las presiones del proceso de fragmentación y precarización social. Residen en barrios donde predominan bien los trabajadores manuales o bien los de "cuello blanco" poco cualificados (Vallecas, Villaverde, Carabanchel, Tetuán y Moratalaz), la mayoría posee nivel de estudios bajo. Se trata, además, de personas afectadas indirecta o directamente por las siguientes problemáticas: toxicomanías, alcoholismo, minusvalías y madres separadas sin recursos (hogares monoparentales); situaciones comprendidas en el ámbito de intervención de los servicios sociales. Por tanto, el discurso grupal expresa los valores y actitudes existentes entre la opinión pública adulta más "estable" de los barrios populares, pero no la de los colectivos menos integrados ni la de los jóvenes. Debido a estas características es el sector de ciudadanos más proclive, en dichos barrios, a participar en actividades comunitarias relativamente organizadas; en ese sentido parecen el primer "eslabón" con el que deberían conectar los grupos formales para asegurarse una implantación comunitaria. Desconcierto y fragmentación: entre la responsabilidad individual y la impotencia Como hemos insinuado, este sector, crecientemente afectado por las características del modelo social que se construye en los años 80, se resiente de una serie de carencias materiales (vivienda), laborales (paro, empleo precario), culturales y de convivencia (alcoholismo, drogadicción, etc.). El grupo, al menos los que superan los 45 años, tiene una vivencia de desconcierto ante la evolución social registrada desde los años 70: perciben una mejoría general en las condiciones de vida paralela a un deterioro en los valores y pautas de convivencia:

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- Yo pienso que mejor sí se vive. - ...tenemos que ver que la vida de todas formas “está mejor. Mal organizada pero mejor”. - Exactamente. - Pero que es una vida, no sé, descontrolada. (GD4, 35 y 37-38)

Se habla de crisis en un doble sentido, unos ponen el acento en el nivel de los valores de los propios afectados (autoculpabilización), y otros en el de las carencias económicas (problema social). Predomina el discurso de sectores asentados que ven estallar a su alrededor (hijos, vecinos) un orden tradicional, achacando tal circunstancia ª”moralistamente”- a un "no saber vivir" adecuadamente (tenemos de todo y nos sentimos vacíos, las madres hemos sobreprote-gido a nuestros hijos, etc.). Secundariamente emerge la posición de sectores precarizados (paro juvenil, madres separadas, madres de drogadictos) que se ven paralizados por circunstancias externas (“<en casa> no ha fallado nada”, 43), materiales (falta de trabajo) o sociales (nuevas formas de vida). Para unos la sobreabundancia, para otros las carencias explican los problemas actuales:

- Yo creo que es que antes la juventud teníamos más inquietud que ahora, y en eso vamos a peor. (...) Pero hoy en día es vida de consumismo, vida de, de... totalmente vacía, porque no te llenas con nada, nada te hace ilusión. - Porque tienen de todo, porque tienen de todo. - No, bueno... - Hay muchas faltas también. - Tienen falta de trabajo, lo que tienen es falta de trabajo. (GD4, 37-39)

A la hora de decidir cómo actuar ante estas circunstancias se producen las diferencias entre las personas jóvenes, con nivel cultural medio y las mayores, de cultura popular. Para las primeras se trata de formar una personalidad estructurada para afrontar las dificultades que impone la vida social, por ello hay que insistir en la educación, en la inculcación de valores desde la infancia (“mi hijo... si no le educo como tiene que ser y tiene... va a ser el día de mañana pues yo que sé, cualquier cosa, o un drogadicto o un delincuente o...", GD4, 43). Las segundas, ya afectadas a través de sus hijos adolescentes, formulan un “discurso desbordado” por circunstancias incontroladas: a pesar del buen clima familiar los hijos son arrastrados a la vorágine (las amistades, el barrio, el colegio, GD4, 45). Por tanto, dentro de los sectores populares, afectados negativamente por la dinámica de reestructuración social, se difunde una común sensación de desconcierto y se desarrollan diversas "subculturas" que tienden a fragmentarlos, en el plano ideológico, debilitando las posibilidades de acción conjunta. El discurso de los derechos sociales ciudadanos: la administración no cumple con sus obligaciones El grupo enfrenta las carencias que le afectan no desde una posición de marginación sino desde la convicción de ser ciudadanos poseedores de derechos sociales, cuya satisfacción es responsabilidad plena del estado. Esta actitud refleja una fuerte implantación de la ideología del Estado del Bienestar, percibido como una conquista de los sectores populares, en la medida en que les garantiza unos derechos

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sociales derivados de su sola condición de ciudadanos. Sin duda, dentro de esta concepción las actuaciones estatales no sólo tienen legitimidad sino que son el principal (y casi el único) agente encargado de garantizar la satisfacción de las necesidades de la población; ante cualquier carencia surge esta reivindicación: “¿Y eso por qué no lo paga el Estado?, porque es una obligación; que habrá padres que no tengan nada más que lo mínimo.” (GD4, 21). Sin embargo, más allá de los principios ideológicos, en la realidad cotidiana este sector se siente abandonado o bien insuficientemente atendido; de esa circunstancia derivan las críticas a la actuación de las administraciones públicas. En los hechos existe una lógica institucional que es ajena, si no hostil, a las necesidades sociales. Los servicios sociales públicos, representados en primer lugar por los de carácter municipal y personificados en la figura del asistente social, son considerados por este sector como insuficientes y de mala calidad:

- O sea que hay poco y lo poco que hay con malas condiciones. (…) - Es que no hay una buena calidad en los servicios. - No, lo que no hay es vigilancia, porque es que se sientan en un despacho... (GD4, 7 y13)

Dentro de esta coincidencia general se registran dos posiciones diferenciadas. Por una parte, una crítica frontal, formulada por personas jóvenes y mayor nivel de estudios, con iniciativa individual pero sin vínculos asociativos, residentes en zonas no muy degradadas. Estas afirman que los servicios públicos priorizan la lógica institucional (frialdad, burocracia, división absurda de competencias) por encima de las necesidades concretas de la gente. Por otra parte, hay una valoración positiva realizada por personas maduras de barrios carenciales, que están en contacto con algún tipo de asociación. Según éstas, en los barrios las trabajadoras sociales brindan información y facilitan recursos, incluso sugiriendo a los vecinos solicitar alguna prestación que éstos desconocen. Sin embargo, ni existe satisfacción con las prestaciones ni se cree en la bondad espontánea de los servicios públicos: si en "los barrios" responden mejor es porque existe una presión social que les exige. Ambas posiciones quedan ejemplificadas en los dos bloques citados a continuación:

- Que la asistenta social no sé si es que no disponen de medios o es que algunas son... tan frías y tan... que pasan de los temas. Yo vamos, he tenido con ellas enfrentamientos, he ido a que me informasen sobre cosas y han pasado del tema, pero vamos..., muy groseramente algunas veces. (GD4, 8)

-...es que no te dan ayudas por ninguna parte, información, de dónde puedes acudir a buscar trabajo, o yo que sé. (...) Es que no, es que a mí no me han informado nunca de nada y yo estoy pero muy quemada con las asistentes sociales de mi zona, es que me he salido algunas veces llorando de impotencia, de no saber dónde ir, ni que hacer, de rabia. - Eso es también con la asistenta que des (...) Yo hasta ahora no tengo quejas, en mi caso. (GD4, 11-12) -En los barrios hay más asistencia, ¿eh? -Será porque nos movemos más (...) y les obligamos un poco a moverse, porque en el momento en que no pues ya nos lanzamos, no una persona sola, como dice aquí. -Es que si vas sola no vas a ninguna parte. (GD4, 50-51)

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El asociacionismo local: trinchera de resistencia y convivencialidad El grupo se encuentra, así, ante una doble constatación: se siente poseedor de derechos incuestionables, pero estos no son garantizados espontáneamente por la instancia responsable: las distintas administraciones. Ante ello se ve abocado a tomar la iniciativa, superar la impotencia individual, organizarse y exigir. Por tanto, se llega a la participación y el asociacionismo por la vía de la necesidad, no de la elaboración ideológica, como en la mayoría de los grupos formales; no se parte tanto de la convicción (en favor del asociacionismo) como de la frustración (ante la respuesta fallida de la administración):

- Pues yo creo que la solución es protestar, protestar y manifestarse y unirse en todos los barrios, porque individualmente no se consigue nada, nada, nada. (GD4, 1) - Eso es lo mismo que todos los que estamos metidos en un grupo, bien de la Asociación de Vecinos, o bien en la parroquia o bien de lo que sea, hacen cosas buenas, cosas buenas que nos las tenían que dar hechas. (GD4, 25-26) - Yo para mí, si hubiera unión entre todos yo creo que sí que habría solución. Ya que el Estado no interviene pues entonces ponerse de acuerdo las asociaciones y exigirlo, porque tenemos derecho a exigirles... (GD4, 48)

Por tanto, para solventar las necesidades urgentes hay que recurrir a los mecanismos de solidaridad comunitaria. Pero no cualquier tipo de asociación resulta válida: la frustración ante el abandono a que los somete el estado hace que se descarten aquellas que se mueven en la misma lógica o en órbitas cercanas a la de la administración; sólo resultan válidas las que se comprometen de hecho con los ciudadanos, con sus prácticas de vida cotidiana y sus necesidades imperiosas. En este sentido se cuestiona la eficacia de las asociaciones de vecinos, que no se ocupan de “los arrinconaos” de la sociedad (GD4, 24). Los grupos más positivamente valorados aparecen vinculados principalmente a las parroquias de barrios, no en tanto ámbito eclesial sino como instancia cercana, propia (comunitaria). Porque el grupo distingue espontáneamente entre distintos tipos de parroquias: las "institucionales", que se dedican a confesar fieles pero no a los problemas sociales (“el diablo son ellos”, GD4, 27) y las "de los trabajadores", dedicadas a ayudar al prójimo y a hacer el bien. Por tanto, más que en la contraposición público/privado, estado/iglesia, el grupo establece la distinción arriba (poder institucional)/ abajo (trabajadores); lo que sirve es el asociacionismo "de abajo", que exige un compromiso real y elude el sectarismo:

- Lo único que se ve que funciona es a nivel de parroquia. Le voy a decir una cosa: yo no soy cura, empecemos por ahí, me gustará más o menos la iglesia, pero yo lo que estoy viendo en mi barrio que los únicos que han movido algo han sido los curas. - Nosotros en mi barrio también. - Pero esos curas... ¿de qué son esos curas? - Como los nuestros. - ¿Qué son?, ¿cómo que qué son?. - Que a qué pertenecen. - Pues curas. - Ya lo sé, pero... - A los trabajadores. - Esos señores... - Esos son los únicos que se mueven. - Claro.

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- Porque los otros no se mueven para nada, porque han ido siempre en el burro. (...) - Los curas porque a mí es un tema que no me va, yo no voy a.., paso, la verdad. - No, no, si yo conozco gente que no va a misa pero está en estos grupos de los barrios. (GD4, 63)

Por tanto, la autoorganización surge como un mecanismo defensivo de los vecinos ante el abandono por parte del Estado. Tras este consenso grupal se detectan dos posiciones que difieren en cuanto a la importancia y necesidad de organizarse: a) para unos, la atención de las necesidades sociales es responsabilidad estatal plenamente: sólo por ser ciudadano el Estado debe asegurar unos mínimos (derechos sociales). Esta concepción lleva en principio a la pasividad, o bien al reclamo individualizado ya que la actividad se asigna a la institución. b) para otros, los ciudadanos deben detectar y reivindicar la atención de sus necesidades para garantizar la adecuada respuesta estatal; tienen derechos exigibles pero han de ”definirlos por sí mismos” y luego ”reclamarlos” al estado. De esto se deriva la necesidad de una cierta organización ciudadana. En ambos casos se coincide en atribuir al Estado el protagonismo en la solución de problemas sociales; es decir, se concibe un tipo de “participación institucionalizada”, girando en torno o exigiendo a las instancias estatales. Sin embargo, como hemos visto, en la práctica la lógica institucional no conecta con los vecinos, lo que les lleva -por la vía de los hechos- a defender la importancia del asociacionismo de base. Este modelo asociativo coincide en sus características con el defendido por el "nuevo" asociacionismo (GD2), aunque en los contenidos sólo parece confluir con los grupos que intervienen en situaciones de carencia social (no con los de crítica cultural). Puede decirse, pues, que las ideas (democracia social, Estado del bienestar) de los ciudadanos de base les mantienen aprisionados en una situación (crisis social) que les resulta insatisfactoria. El grupo comparte el desengaño, y la consiguiente confusión, derivado del proceso de instituciona-lización del actual sistema de democracia delegada y partici-pación controlada; pero se encuentra atrapado en la contradicción expresada en la fórmula "no puede negarse que en general las cosas vayan a mejor, aun cuando nosotros estemos peor":

- ...en otros tiempos... sabías contra lo que luchabas, claro, causas perdidas. Pero ahora hay unos señores que te han puesto todo tan bonito, que has luchado para que esos señores estén en el poder y que vayas a que... un simple concejal te reciba para exponer unas cosas y que sean tan cerdos, un socialista que no te reciba, a mí es que eso...; me he salido llorando no para dar pena sino de rabia, de impotencia, que esos señores estén ahí porque yo he luchado para que estén ahí, porque me han... porque sí, porque han dicho: "esto es así, y hay que luchar por esto para mejorar la sociedad", y una vez que están ahí que lo estén haciendo... - Tan mal. - ... yo no digo tan mal, porque hay cosas que han mejorado, pero es que hay otras... - Para darles contra la pared. (60)

Al haber establecido una identidad entre los términos "democracia" y "modelo social actual" -identidad fomentada desde instancias de poder y recogida por el discurso

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"modernizador" socialmente dominante- queda bloqueada la posibilidad de cuestionarse y luchar contra "las cosas que van mal" (crisis social) por temor a destruir aquellas que han mejorado (convivencia democrática). Este sector social no cuenta siquiera con el arma del discurso comunitarista (aunque en la práctica coincide a veces con él), por ello las frustraciones experimentadas sólo le conducen a sentimientos de rabia e impotencia que acaban finalmente en la “depresión”: la reunión finaliza con un “discurso melancólico” (nada es como antes, nadie colabora), que sólo atina a reclamar la ayuda de alguna instancia exterior que venga a cambiar la situación actual:

...porque tampoco hay inquietudes y alguien que te movilice y decir: "venga pues...!" (GD4, 62).

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3. La participación vista desde el campo institucional de los servicios sociales: trabajadores sociales del ayuntamiento y voluntarios de acción social 3.1. SERVICIOS SOCIALES Y DINÁMICA TUTELAR En las sociedades occidentales contemporáneas el papel central en la fijación y administración de las pautas de socialización normalizadas corresponde al Estado. Las propias necesidades sociales, son definidas y reguladas institucionalmente de forma diferencial, según los colectivos sociales sean o no económicamente solventes. En el primer caso los deseos y expectativas de la población se reconducen hacia la esfera del consumo, que es convertida en "necesidad" para la auto-realización; en la medida en que quedan acoplados a la lógica del consumo (dirigido por minorías poderosas), estos sectores acceden a la "autonomía" respecto a las instituciones estatales. En el segundo caso, la población insolvente y/o irregularmente socializada se constituye en objeto de instituciones de política social, encargadas de fomentar formas de vida y valores que permitan a dichos sectores regular sus vidas en consonancia con sus posibilidades materiales, sin generar comportamientos desviados; así, la definición institucional de sus "necesidades" convierte a los excluidos en objeto de regulación, las normas socialmente hegemónicas se constituyen en motivo de control y tutela externa, a través de las instituciones de política social. La tutela se basa, en última instancia, en la consideración de ciertos sectores como insuficientemente normalizados, y en la "necesidad" de protección que se deriva de suponerles incapaces de regularse adecuadamente por sí mismos.47. El Estado convierte estas necesidades en normas imperativas y las somete al control de sus instituciones, pero el contenido de las mismas es definido de acuerdo a los intereses y concepciones de los grupos sociales asentados y puesto en circulación a través del discurso de especialistas de la regulación social. Estos, por diversa que sea su procedencia y su parcela de intervención o la competencia que reclamen en este campo, se definen a partir de una diferencia entre el ámbito corporativo de su actuación (que funda el "nosotros") y los sectores sometidos a regulación ("otros"). De este modo, los agentes sociales, separados de su objeto, fundan su parcela de competencia sobre el objeto de atención en un supuesto saber sobre el mismo, en la disposición de técnicas de intervención adecuadas, o en su compromiso y empatía afectiva con el mismo. El recurso a la competencia “técnica” se utiliza en las instituciones formales para defender las propias estrategias frente a los sectores con poder de decisión (los políticos), como frente al "voluntariado" que actúa en dicho ámbito y al que se intenta subordinar precisamente en nombre de la competencia profesional. En cambio, el “compromiso” y la “empatía” (no exentos a veces de una importante cualificación) son los argumentos que suele esgrimir el personal voluntario ante la "frialdad" de los trabajadores y técnicos institucionales. En ambos casos el sujeto social queda sometido, tratado como objeto (de atención, de reflexión) y aislado de la dinámica social; así, sólo le cabe su inclusión como un elemento más en el campo de la regulación social. La relación del agente regulador (profesional o voluntario) con el objeto de intervención suele estructurarse en dos grandes variantes, dependiendo de la estrategia u orientación que se imprime a la intervención. La primera parte de la confianza en las 47 Para una caracterización pormenorizada de las notas del “dispositivo tutelar” y de sus componentes socio-históri-cos, ver COLECTIVO IOÉ: "Dispositivo tutelar" en Infancia moderna y desigualdad social, op.cit., pp. 185-224.

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capacidades de cambio de las propias intervenciones técnico-profesionales; consecuentemente sus críticas y propuestas se limitan al plano de la organización técnica de los recursos, hacia la falta de sensibilidad y "saber hacer" de los responsables institucionales, ausencia de coordinación de actuaciones, escasez de recursos, etc. La segunda modulación se caracteriza por la aproximación a los sectores marginados desde la simpatía que despierta su singularidad excluida o sus carencias insatisfechas. Desde esta aproximación se desconfía de los programas e institucio-nes externos a los sectores objeto de atención, al identifi-carlos con oscuros intereses de manipulación (tópico del "complot social") de los que sólo ellos mismos se encontrarían exentos. Su misión se centraría, pues, en preservar a estos sectores, en cuanto espacios (o especies) singulares, de la contaminación que supone la homogeneidad social. Por lo general, ambas posiciones son optimistas respecto a la función de los agentes reguladores y de sus técnicas de intervención. La primera extiende, también, su confianza a las instituciones y políticas de acción social siempre que manifiesten un mínimo de sensibilidad social y capacidad de gestión. La segunda restringe la bondad a su propio quehacer técnico-profesional y a los sectores que debe preservar con el mismo, mientras que excluye globalmente a las institucio-nes y políticas oficiales por corruptoras. Sin embargo ninguna de ellas suele reflexionar sobre las causas de la desigualdad social ni discutir la diferencia entre sujeto (profesional o voluntario) y objeto (sector receptor marginado), lo que les aboca a permanecer dentro del campo institu-cional de la “tutela”, en el que la "participación" sólo es concebible como instrumento para garantizar la adaptación (del tercio social excluido) a la normalidad definida institucionalmente (tercio social dominante), gestionada por trabajadores sociales y voluntarios (tercio social de trabajadores asentados).

* * * Los sectores cuyo discurso analizamos en este apartado representan a dos tipos de grupos formales que actúan en el área de los servicios sociales. Tanto los profesionales del ayuntamiento (GD1) como los voluntarios que colaboran con organizaciones no gubernamentales "de acción social" (GD3) actúan en un terreno institucionalmente delimitado: los servicios sociales como parte de un conjunto de intervencio-nes institucionales (política social) sobre los sectores sociales "necesitados". Nos situamos, pues, ante unos discursos ”específicos”, circunscritos al ámbito mencionado, pero ”cualificados”, en tanto se trata de personal especializa-do en el área en que se mueve nuestra investigación. Teniendo en cuenta estas circunstancias habrá que indagar en qué medida esta delimitación institucional condiciona las concepciones de estos agentes respecto a la "participación ciudadana" y al "voluntariado social". Los trabajadores sociales municipales se encuentran en la posición de ejecutar (y a veces diseñar) intervenciones de la administración local, legitimados por su saber técnico y constreñidos por la lógica institucional-burocrática, disponen de recursos materiales relativamente importantes. Los voluntarios, en cambio, se sitúan en el nivel de la ejecución directa de programas (en la calle), a partir de un compromiso personal, cuentan con medios escasos y carecen, además, de legitimidad "técnica".

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3.2. LOS TRABAJADORES SOCIALES MUNICIPALES Este grupo (GD1) representa a un Grupo Formal de importancia fundamental en la cuestión analizada: los profesionales que actúan dentro de la institución (administración pública local) que pretende canalizar y regular las iniciativas ciudadanas, más concretamente las de los sectores sociales "necesitados", desde el área de servicios sociales. Es claro que este colectivo de trabajadores no se identifica con el Poder pero se desenvuelve dentro del terreno delimitado por éste y en su nombre; además, suele aparecer como su representación más inmediata de cara a los ciudadanos en general y al voluntariado en particular. Sin embargo, tanto su discurso profesional como algunos posicionamientos ideológicos dibujan diferencias y fricciones respecto a otros estamentos de la administración (el nivel de decisión política) y entre el propio colectivo. El discurso de los trabajadores sociales se estructura alrededor de dos polos, de dos formas de concebir el orden social. ¿Sociedad integrada o escindida? El discurso grupal está recorrido por dos formulaciones, implícitas pero claramente identificables, acerca del ordenamiento social; concepciones que, a su vez, condicionan su opinión sobre la participación social y el voluntariado. Una percibe a la sociedad como escindida en núcleos de intereses contrapuestos; la otra la ve como un orden integrado, donde la pluralidad de actores sociales puede ser organizada y coordinada institucionalmente dado que no existen contradicciones fundamentales. Desde la primera (sociedad escindida) la pretensión de unir en un mismo saco la lógica de dominación (institucional) y la lógica de autonomía (de base) sólo puede crear confusión, dado que se trata de ámbitos diferenciados y no homologables:

- ...yo es que me confundo mucho, porque empiezo hablar como... como de fuera de la institución y luego me lleváis para el otro lado. Entonces ya no sé. (GD1, 8)

... Mira, en el barrio había una gente que venían trabajando con temas de gitanos desde la calle y desde su... formaron una asociación y demás, y bueno es que han acabado contratados por..., ¿entiendes” (...), yo algunas veces se lo digo: "oye, “se impone una clarificación”, porque no es lo mismo hablar con un amigo que con el fiscal" (...) Es que no se puede estar en las dos partes; y la gente cree que se puede estar en las dos partes. (GD1, 24)

La participación de voluntarios en el “engranaje institucional” desvirtúa el papel del “voluntario de la calle” (GD1, 22), ya que instaura una nueva forma de control social y “eso mata la vida” (GD1, 32). Por tanto, las asociaciones ciudadanas deben evitar los vínculos de depen-dencia respecto a las instituciones, principalmente en el aspecto económico:

- Pero que estamos llegando al mismo punto, que eso es el objetivo que persigue la administración cuando manda a sus propios agentes a hacer asociaciones. - Sí, ese es el nuevo control, antes (...) antes vivíamos en una dictadura real y ahora vivimos una dictadura psicológica, que llamo yo, vamos. (...) A mí lo que me parece es que nos están enseñando a obedecer. (GD1, 23) ...Porque el grupo organizado yo creo que sigue siendo tan reivindicativo como siempre. - No, el grupo organizado está en nómina ya.

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- Cuando se tienen que meter por unos caminos para coger las subvenciones, entonces está ya en nómina como dice ella. - Entonces no me interesa. - O cállate y te subvencionan, y a callar estamos. (GD1, 25)

En cambio, desde la segunda posición (sociedad integrada) todas las formas de participación social tienen validez, cada una de ellas en "su" papel; no hay contradicción entre la necesaria autonomía de los movimientos sociales y la incorporación de voluntariado a programas institucionales de servicios sociales. Como las instituciones no tienen una lógica distinta (de dominación) a la de los diversos colectivos (autonomía) no ha lugar a la sospecha de manipulación; en todo caso existe una utilización institucional de recursos humanos (voluntarios) pero para fines socialmente compartidos. Y, en definitiva, se trata de reclamar a la Administración mayor “sensibilidad” respecto a las demandas ciudadanas, para superar el “retraso” acumulado al respecto; para esta posición la institución no es responsable de coartar y manipular la participación sino sólo de no haberle prestado suficiente atención, no es que la cuestión no le interese sino que, hasta ahora, ha priorizado otras:

- ...Entonces yo creo que, que lo que hay que hacer es un poco ser sensible a lo que la comunidad pretende hacer. Y la comunidad pretende hacer todo ese tipo de cosas y muchas más, o sea, hay gente que lo que pasa es que no quiere que se la utilice, eso me parece perfecto; o sea, supondría utilización el aprovecharte de sus propias fuerzas o incluso cambiárselo por un caramelo, me parece negativo, me parece que sería montarse con un burro en una cacharrería, decir: vale, perfecto pero usted traga por esto, hasta qué punto acabas matando cualquier tipo de iniciativa. Hay muchas más cosas, yo creo que la comunidad es muy... y lo que hay que hacer es canalizar aquello que existe ahí, y hasta ahora no se ha canalizado. Otra cosa es que conmovamos, a lo mejor, con excesivo retraso... quizá pasa lo que dice M., nos podemos encontrar que todo ese tipo de iniciativas ya se han muerto y revitalizarlas pues puede ser mucho, claro; porque el retraso que llevamos es de tamaño natural, yo no sé si somos conscientes. (GD1, 40)

La participación: ¿necesidad o sucedáneo provisional? La mayor o menor aceptación de la iniciativa ciudadana está condicionada por la concepción que se tiene respecto a papel del estado en el conjunto de la vida social, y en concreto en la organización de la política social. Entre los trabajadores sociales del Ayuntamiento se registran al respecto dos posiciones divergentes: a) una de carácter “estatalista”, que considera competencia y responsabilidad estatal el solventar las necesidades socia-les; por ello el papel del voluntariado debe ser “coyuntural”, circunscrito a aquellas circunstancias en que las limitacio-nes estatales le impiden garantizar todos los servicios48. b) otra de tipo “participacionista”, que pone el acento en el derecho de los ciudadanos a intervenir en la gestión de sus propios intereses, frente al peligro de una sociedad absolu-tamente institucionalizada. Esta posición tiene un trasfondo "comunitarista", ya

48 Posición coincidente con la expresada por un sector de vecinos de base: el estado "nos lo tendría que dar hecho".

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que intenta preservar la autonomía de colectivos sociales de base sin cuestionar los fundamentos de la intervención institucional. El siguiente intercambio de opiniones refleja las divergencias entre ambas posturas:

- Yo no digo que en ese momento esa opción no esté dentro de... y se tenga que hacer porque no hay otras cosas hechas”. Pero ¿por qué no lo puede eso arbitrar el Ministerio de Educación y Ciencia, ¿por qué”, es decir porque (...) no lo descarto que se haga entre medias, pero también digo que el Ministerio no se va a ocupar mientras eso se haga así. - A mí ese planteamiento me parece correcto, pero apaga y vámonos, acabaremos con la iniciativa voluntaria, y de pleno derecho de un ciudadano que quiere hacer no sé qué - Y solidaria. - Si nos convertimos en, en una especie de “estado absolutamente organizado” en la que todo está pagado. (GD1, 12-13)

...estamos siempre queriendo casar... elementos incasables, por un lado al ciudadano la administración se presenta como un ente que existe en función de una serie de... de prestaciones que tiene que dar, bueno, pues recauda impuestos que tienen que revertir en servicios. (...) por otro lado una administración que se justifica en los servicios que por pleno derecho tiene que dar a los contribuyentes, todo “esto fomenta un... una forma de vida en la que el ciudadano viene a la administración a pedir, a pedir... una serie de servicios”. Entonces, si construimos una sociedad así es difícil luego, por otra parte, que nosotros tratemos de fomentar una solidaridad que se pierde y no sé qué (...) Entonces, queremos darle, “queremos darle el tinte humano y.... y cariñoso al asunto”. (GD1, 41)

El punto de consenso posible entre ambas concepciones sería un modelo en el que el Estado se limitase a ofrecer los servicios y apoyos reclamados por la iniciativa social organizada autónomamente49. Sin embargo, tal posibilidad sólo cabe dentro de una concepción de la sociedad como "orden integrado", sin contradicciones fundamentales, en la que los intereses "de arriba" (institucionales) y los "de abajo" (movimientos sociales) sean agregables, no antagónicos. Es decir, en la medida en que quienes perciben a la sociedad como escindida no tienen propuestas alternativas que pongan en cuestión los mecanismos de poder y exclusión social, y se mantienen refugiados en un comunitarismo a la defensiva. El voluntariado social: ¿autónomo o subordinado? A pesar de las discrepancias reseñadas, el grupo está de acuerdo en distinguir dos formas posibles de participación social voluntaria en el área de los servicios sociales, dos modelos de voluntariado que no deben ser confundidos. Por un lado, la participación ciudadana en sentido amplio, como expresión de la pluralidad de intereses existentes en la "sociedad civil", genera movimientos sociales "desde abajo", un “voluntariado reivindicativo o movilizador” que defiende sus derechos y reclamaciones frente a los de "arriba". Su “función social importantísima” (GD1, 6) corre 49 Precisamente éste el modelo ideal de una parte de los vecinos y, como veremos, de grupos de voluntariado.

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peligro si es mediada por las instituciones (sean estatales o no gubernamentales), que siempre intentarán controlarla y utilizarla en su propio provecho:

- ...mi experiencia como voluntaria, porque he sido durante cuatro años voluntaria. Entonces, yo lo que he vivido (...) ha sido una gran decepción. Primero, porque no hemos tenido una suficiente formación para el trabajo que realizábamos, y bueno, porque nos hemos sentido utilizados concretamente por esta organización con la que estábamos trabajando. Porque nosotros trabajábamos para que otros chuparan pelas, así de claro y de serio, y me parece un tema muy serio. Entonces, yo creo que también la gente tiene miedo y decepción a participar. (GD1, 3) - ...yo en este tema de la participación ciudadana, ahora mismo, lo que me parece es que se está influyendo mucho en que la gente pues que se asocie, que no sé qué, pero además se capitanea siempre por arriba (...), es decir se institucionaliza, y no sé si no es para controlar. (GD1, 4)

Para el discurso de la sociedad escindida el interés social de este tipo de participación social está en sí misma, en el propio hecho asociativo espontáneo, que permite a sus miembros “crecer a nivel personal y ayudar a crecer a los demás” descubriendo sus propios intereses y derechos (GD1, 14 y 29). Desde la visión de sociedad integrada estos grupos son válidos y respetables, son innovadores (“abren brecha”) pero no contradictorios con los servicios públicos; sin embargo, al ser ajenos a la dinámica institucional se los considera algo distinguible y distinto al voluntariado (GD1, 46). Por otra parte existen personas que se integran volunta-riamente, a título individual o colectivo, en programas institucionales de servicios sociales, configurando un “voluntariado colaborador” que pretende "sentirse útil" desempeñando tareas concretas que no se refieren a la estrategia o a la gestión de dichos programas. Su aportación específica sería la de brindar “calor humano, acompañamiento y poco más”, funciones difícilmente mercantilizables. Se trataría de personas que quieren colaborar en la atención de cuestiones que no les afectan directamente (“alguien que no va a buscar algo <para sí>”). Su integración en la lógica institucional no aparece como control o manipulación sino como respuesta a las necesidades de participación social, como cauce (aséptico) organizado por la institución a la demanda de ciertos ciudadanos:

- Pero yo también entiendo, y más en este momento, que hay gente que lo que quiere es eso, ser buena vecina”, es... echar una manita, y es sentirse bien con eso. Y eso no me parece mal en principio, pero por otra parte va y dice: dónde me dirijo, solamente hay dos sitios, la parroquia o el ayuntamiento, pero es que yo con los criterios de mi parroquia en concreto, por lo que vaya usted a saber, no encajo; entonces yo creo que siempre tiene que haber una opción más pluralista, que lógica-mente no es el colaborador de la administración, enten-dida la administración como el equipo de gobierno del momento, sino entendida la administración como el sitio donde, donde uno puede ir, donde... - Claro, que es mucho más aséptico y... - ... donde uno puede ser como sea, y desde un planteamiento no claramente reivindicativo sino otro planteamiento, puede acercarse. Y yo creo que la, que la, una tontería pero creo, que la administración tiene la obligación de dar respuestas a esa necesidad, porque creo que es una necesidad social, el sentirse útil y, a lo mejor, no es dentro de una militancia donde tú te sientes a gusto participando con otros ¿no?, ¿por qué no? (GD1, 28)

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Algunos trabajadores sociales enuncian el peligro de que se intente cubrir puestos de trabajo con personal voluntario, lo que serviría de coartada a las instituciones para no asumir sus obligaciones. Además, un sector exige una previa estructuración y formalización del papel y tareas del voluntariado para evitar alteraciones en el trabajo actual de los técnicos remunerados; aquí las dudas acerca del papel de los voluntarios no se originan en su eventual funcionalidad social sino en una defensa de intereses corporativos. Por tanto, para ciertos profesionales la incorporación de estos voluntarios supone “muchos problemas” (GD1, 6). En cambio, para otros trabajadores la incorporación de estos voluntarios a los programas municipales no presenta mayores problemas, es una simple cuestión de “sensatez” (GD1, 44). En todo caso representa, a diferencia de los colectivos reivindicativos, un instrumento utilizable desde programas institucionales:

- Ese es el voluntariado más sencillo y con menos complicaciones, ya tiene sus... su idea por la que trabajar, que normalmente es la idea religiosa y entonces, bueno es... utilizarles como tú dices (...) utilizarle para otras cosas y darle un poco de contenido. (GD1, 26)

Limitaciones para la participación en servicios sociales La existencia de posiciones encontradas, aunque poco estructuradas, podría dar lugar a propuestas también diferen-tes para estructurar la participación social en programas de servicios públicos municipales. Sin embargo, el colectivo tiende a establecer un "acuerdo de mínimos" que podría resumirse en los términos siguientes: sea cual fuere la importancia que se asigne a las iniciativas de colectivos autónomos, los trabajadores del ayuntamiento las conciben como algo ”ajeno”, que no tiene cabida en las intervenciones propias. Por tanto, desde la institución sólo cabría imple-mentar la figura del voluntario "colaborador", si se viese la necesidad de contar con un programa de voluntariado. Por tanto, parece que, en primer lugar, la cuestión del voluntariado y la participación no emerge como una necesidad sentida desde la práctica profesional de estos trabajadores. Sea por convicción ideológica o a consecuencia del predominio de las tareas de gestión (burocracia institucional) sobre las más propias del trabajo social ("de calle"), el tema no está en la agenda de preocupaciones inmediatas, lo que explica la falta de propuestas articuladas. En segundo lugar, en la medida en que el grupo entra en la cuestión, predomina el discurso del ”profesionalismo institucional” que reduce la amplitud del concepto "participación", reconduciéndolo al ámbito de las necesidades institucionalmente asumibles; estos profesionales sólo pueden concebir el trabajo con un volunta-riado adaptable a los programas municipales, que no cuestione el poder de decisión de la institución ni el papel profesio-nal de los trabajadores sociales. En este sentido llama la atención la ausencia de cualquier propuesta en la línea del "desarrollo comunitario", que permitiría integrar a los colectivos ciudadanos sin transgredir los límites del discurso profesional. Por su parte, el discurso favorable a la ”participación no tutelada” parece defender la 'pureza' de los movimientos sociales pretendiendo mantenerlos al margen de la influencia institucional. Sin embargo, no logra elaborar una crítica consecuente de “su

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propia práctica” como trabajadores sociales institucionales (que no aparece como elemento de control social). ¿Por qué se considera negativo que las iniciativas de base “se sientan parte” del orden institucional y, en cambio, parece correcto que los asistentes sociales trabajen para el Estado” En el primer caso se opera con el modelo de "sociedad escindida" pero en el segundo se recurre al de "sociedad integrada"; la reducción de lo “público” a la instancia “estatal” produce un bloqueo de las posibilidades del discurso crítico: ¿cómo cuestionar la legitimidad de la intervención estatal si se la concibe como el garante de los derechos sociales universales” Sin desatar este nudo es difícil formular alternativas desde los servicios municipales; el pragmatismo aconseja recluir a los movimientos ciudadanos en "reservas protegidas" (para que no sean institucionalizadas) y acordar con la posición profesional-institucional que “dentro del ámbito institucional” (servicios sociales estatales) “hay que limitarse a ”un” tipo de participación”, la del "voluntario colaborador":

...Pero indiscutiblemente nosotras estamos todas trabajando en la administración, entonces hay un movimiento de opinión que hace valorar que es personal voluntario el personal colaborador y que no es personal voluntario el personal no colaborador. Yo creo que eso es la cuestión, a lo mejor de lo que estamos así un poco.... Es decir, personal voluntario: el que viene a colaborar en los servicios sociales o en los programas que tenga la administración, ése es el personal voluntario y... y no llamamos personal voluntario al personal que está... desarrollando una determinada labor en el barrio, y que también es personal voluntario (...) y ¿por qué?, pues porque hay un intento, a lo mejor, capitalizador por parte de la administración de dirigir, formar, utilizar y encaminar la actividad, no sé qué, del personal voluntario con los propios programas. Entonces, a mí eso me parece que no tiene salida, es una situación que hay que ver que es así la situación. (GD1, 31)

La impotencia para transformar la situación proviene de una lectura negativa respecto al proceso de cambio experimen-tado en los últimos años. Se ha pasado de un momento de amplia participación, con objetivos y enemigos comunes, y presencia de líderes políticos y sindicales en el movimiento ciudadano, a otro en el que predomina el aburguesamiento y bienestar de amplias capas de trabajadores, paralelo a una falta de objetivos claros (GD1, 61). A ello hay que sumar la desmovilización desde arriba, producida por ex-compañeros de lucha, hecho que genera mayor desconcierto en la base y más facilidad para la regulación desde las instituciones:

- Entonces ¿qué pasa?, desde mi punto de vista todos los que capitaneaban esos grupos hoy están mandando y saben muy bien, saben muy bien que la fuerza social es muy fuerte y entonces, de ahí que ahora mismo las asociaciones entren y salgan por ellos, porque al enemigo ¿cómo se le controla? - Es lo que yo decía antes de la dictadura psicológica. - Y yo creo que ahora, digamos, que toda la estructura social que está, que la administración entre en los grupos es por tenerlos controlados. - Todos sabemos que las asociaciones de vecinos fueron la escuela perfecta de los concejales. (...) - Y ahora están en el poder, cómo van a dejar que se organice un voluntariado... - Pero todos hemos sentido esa frustración cuando te han dicho: "Pero chica, si ya se murió Franco". (GD1, 64-65)

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Como consecuencia de estas circunstancias sociales, los trabajadores sociales que no se limitan a asumir el discurso profesionalista comparten la impotencia y resignación de buena parte de los ciudadanos:

- Nosotros (en mi barrio) hemos organizado una mesa para pedir firmas por... por dos temas muy puntuales que tiene el barrio (...) Bueno, el comentario general de la gente que no obstante firmaba, y que tal y cual: "“si no vamos a conseguir nada”"; es como una actitud de decir: "lo que tenga que pasar, va a pasar, ajeno a nuestra voluntad”; lo que tenga que pasar va a pasar". (GD1, 67)

Discursos y sentimientos al margen, se impone el pragmatismo y la eficiencia, inscritos en el discurso "modernizador": movámonos aprovechando todos los recursos posibles aceptando como dado e inmodificable nuestro marco de actua-ción. Así, en definitiva, la participación de voluntarios en programas institucionales de servicios sociales se concibe como una combinación de recursos materiales ("millones") y humanos ("vecinos") bajo la supervisión de los profesionales (“tú haces la oferta de arriba-abajo”, GD1, 51), en el entendimiento de que todas las partes persiguen (o pueden perseguir) objetivos comunes: - Bueno, ¿qué, nos parece que está bien, podemos habilitar algún recurso para rescatar ese resquicio de bondad que tenemos todos y ponerlo en marcha?, pues yo creo que nos interesa a nosotros y a los vecinos que sienten ese pálpito. Y vamos a dejarnos de rollos. - Eso te iba a decir. - Es que hay que aprovechar la gente que le viene a ella y le dice que quiere ayudar. (...) La cosa da para lo que da. Por otro lado, tenemos esos millones que ponemos en marcha, que por otro tenemos otros vecinos que todavía, especie a extinguir, vienen diciendo que tal, pues junta unos con otros y al que Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. (GD1, 42-43) 3.3. LOS VOLUNTARIOS DE SERVICIOS SOCIALES El GD3 representa al sector de voluntariado que desarrolla actividades de servicios sociales. Los presentes en la reunión estaban encuadrados en las siguientes organizaciones: Cruz Roja (Juventud), Cáritas Diocesana, Solidaridad Democrática y SAGECO; tres de los presentes colaboran en programas vinculados al Ayuntamiento de Madrid (servicios municipales aplicados por grupos de voluntariado). Los sectores de oblación con los que tienen mayor experiencia son juventud e infancia, tercera edad e internos en prisiones. La primera especificidad del discurso de estos voluntarios es la ”visión estrecha” que tienen del tema de la participación social, que queda directamente reducida al ámbito del voluntariado en servicios sociales. El grupo se mueve en un horizonte limitado, constreñido de un lado por la urgencia de las necesidades sociales a atender y, de otro, por la delimitación institucional de los recursos y posibilidades de intervención. Está sumido en el proceso de fragmentación y aislamiento de los actuales movimientos sociales (ver II.1); como veremos más adelante, no conecta con el "viejo" asociacionismo de los movimientos vecinales pero tampoco con las iniciativas "nuevas" que no se mueven en el área de los servicios sociales. Como consecuencia el interlocutor

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privilegiado del discurso grupal son las propias institucio-nes estatales, especialmente las municipales, que son el referente obligado de las prácticas cotidianas de los voluntarios, figura externa pero estructurante en última instancia de sus actividades. La identidad del voluntariado: calor humano para los sectores abandonados (...en tanto el estado no los atienda) El grupo se posiciona como minoría activa concienciada, como contrapartida "buena" a una sociedad deshumanizada, signada por la desconfianza, el miedo y la falta de partici-pación. Pero es gracias a estas características sociales que el voluntariado encuentra su razón de ser; el "nosotros" (minoría solidaria) se define por oposición a "otros" (que tienen necesidades no cubiertas) y, en general, a "la sociedad" (consumista e insolidaria):

- Desgraciadamente existimos y a lo mejor, es que a lo mejor tienes que ver la contrapartida; es decir, hay gran insolidaridad ciertamente en el ambiente, pero también hay, yo creo, bastantes grupos trabajando en solidaridad, de alguna manera; no solamente bastantes, yo diría que muchos. (GD3, 3)

Así, la existencia de "muchos" grupos de voluntariado impone una valoración positiva de la situación, por encima de la existencia de una sociedad globalmente insolidaria. Los voluntarios se sienten más cerca que nadie de los sectores marginados pero no ponen el acento en la auto-organización y plena participación social de éstos (bases sociales), sino en la calidad de su propio esfuerzo (de grupo formal) por atender a esos "otros". En esta concepción la participación se limita a las actividades de los voluntarios, mientras la población tiende a ser vista como objeto de atención. Entre las características que el grupo otorga al voluntario ideal se citan la madurez y la vocación (GD3, 21), pero su aportación específica y diferencial es la de ”contacto humano”:

- ...¿qué falta?, volvemos a lo de siempre, el contacto humano. - Sí, sí. - ... O sea, en la realidad el contacto humano lo realiza el voluntariado. - Sí, el voluntario y nada más. (GD3, 7)

Por tanto, la identidad social del voluntario tiende a construirse por contraposición a la que se adjudica al profesional remunerado: corazón y entrega frente a interés personal y falta de vocación (GD3, 41). Llama la atención la estrechez de esta auto-definición, que se corresponde con la formulada desde el discurso "profesionalista institucional" de los trabajadores sociales, cuando opina que la aportación del voluntariado es la de "acompañamiento, calor humano y poco más". Dentro de esta definición compartida existen, sin embargo, distintas exigencias respecto al propio trabajo de las cuales pueden derivar dos concepciones diferenciadas de voluntariado: a) una actitud autocomplaciente, que pone el acento en la satisfacción personal que su acción produce en el propio voluntario, en su conciencia y en el contacto humano que desarrolla con las personas que atiende. Es una actitud que coincide con el modelo de la "buena vecina" que constituye el voluntario "colaborador" definido por los trabajadores

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sociales (ver GD1). Convencidos de la bondad de sus iniciati-vas y plenos de satisfacción, no se plantean nada que tras-cienda de la relación directa voluntario asistido; en todo caso se limitan a predicar con el ejemplo:

- Quizás con el hecho de que a lo mejor alguien vea que estás trabajando de esa manera, estás abriendo un poco el cauce, quién sabe.. (GD3, 5) - ...tú pones tu grano de arena para que... tomen nota, que es a lo que venimos nosotros. (GD3, 13)

b) una actitud autocrítica, que reconoce la satisfacción personal que le brinda su práctica pero insiste en una ”crítica al efecto social” de la misma; considera que no basta con la buena voluntad cuando no hay una infraestructura que garantice los recursos necesarios para modificar la situación de necesidad; por ello los voluntarios -que no pueden aportar los recursos necesarios desde sus asociaciones- deben exigirlos a la administración. Desde esta actitud se configura un modelo de voluntario más cercano al que los trabaja-dores sociales municipales definen como "reivindicativo":

- ¿Qué hacemos”, yo pienso que estamos (...) pues poniendo un parchecito aquí, otro allí, otro allí, otro allí, pero eso a la larga no solucionamos nada. (...) yo pienso que a nivel personal me encuentro contenta porque tengo una señora mayor y a nivel humano me siento contenta y llena, pero pienso que a nivel de sociedad como que nos estamos quedando cortos, y yo creo que a nivel de todo. (...) el contacto humano es fundamental, entonces si estás cuidando a esa persona, la que sea, y te está absorbiendo, pues entonces resulta que no la estás ayudando del todo tampoco, porque si te quedas sólo en esa ayuda personal, y no te das cuenta que un colectivo que está en la misma situación que ese caso X, y no protestas por eso, y no denuncias por eso, a esa persona no le ayudas; mientras estés tú sí, pero si mañana faltas tú, porque todos tenemos nuestra vida también, hay que ser realistas, y resulta que tienes tus estudios, tu trabajo, lo que sea, y faltas, esa persona ¿qué pasa?, ¿cómo se queda esa persona?, en el aire. (GD3, 3 y 7)

En un plano más profundo, el discurso del grupo viene a sugerir que el voluntariado no es un elemento necesario de la vida social (por ejemplo, una manifestación de la autonomía "de base") sino un “remedio de circunstancias” que intenta paliar los déficit de la acción estatal (que pone sus recursos en mano de personas no adecuadas) y de la propia sociedad (que es insolidaria). Por tanto, detrás de los conflictos cotidianos y de los choques de intereses corpora-tivos existe una convergencia estratégica: todos persiguen el objetivo de suministrar servicios sociales ajustados a las necesidades de los colectivos carenciales. Si los servicios institucionales abandonaran los despachos y se acercasen a la calle podrían cumplir con "su verdadera misión", haciendo superflua la intervención -caracterizada por la urgencia y la precariedad- de los voluntarios:

- ...la misión del Estado sería conseguir que desde esos profesionales no tuviéramos ninguna necesidad de estar aquí ninguno de nosotros, porque estarían trabajando ahí, en lo que hay que hacer en la calle, no en el despacho. ¿Qué necesidad hay de voluntariado cuando funciona todo muy bien?, si el voluntariado está ahí para parchear, si somos eso, el pegatinas, el que llega: "¡joer! aquí hay un bache, hala". Y encima muchas veces no echas cemento de calidad porque a lo mejor muchas veces te falta incluso la formación para echar ese cemento de calidad. (GD3, 51-52)

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Curiosamente estos representantes de la iniciativa social vienen a coincidir con la postura "estatalista" de un sector de los trabajadores sociales y de los ciudadanos de base, y se ven superados en cuanto a amplitud de criterios respecto a la participación por los trabajadores sociales favorables a la "participación no tutelada". Volveremos sobre ello tras analizar cómo ven los voluntarios sus relaciones con las organizaciones en las que trabajan (ONG), por un lado, y con los servicios sociales públicos, por otro. ONGs y voluntariado: entre el apoyo y la burocracia

Los voluntarios distinguen entre dos tipos de instituciones: las estatales y las no gubernamentales. Respecto a éstas últimas las valoraciones son más positivas cuanto mayor es el contacto directo (personal) entre responsables y trabajadores voluntarios, y se vuelven negativas cuanto más predomina una imagen de organización formalizada y burocrática. En general predomina un “vínculo positivo” con la ONG a la que cada voluntario está más directamente ligado, ya que el apoyo que ésta brinda trasciende lo puramente material (formación, elaciones positivas, etc.); sin embargo, algunos se quejan de la distancia existente entre todo funcionamiento institucional (formulismos, papeles, etc.) y el trabajo del voluntario (trabajo en la calle). En este sentido se registran discrepancias:

- ...de alguna manera está relacionado con Cáritas, puesto que trabajas en la parroquia. ¿Qué ocurre?, que muchas veces te pierdes en la burocracia, es cierto, tanta burocracia tiene muchas veces una organización grande, que es necesaria para el funcionamiento, como la tiene la institución, entonces te pierdes y sigues funcionando a nivel de calle, tan pancho y tan feliz, pues ahí está... (...) - Yo tengo más experiencia con Cáritas, porque es con la que más colaboramos directamente y digamos... es donde menos me pierdo en la burocracia. Vamos, como institución gorda lo es, pero digamos que todavía creo que le queda algo de... de realidad o de contacto con la realidad. Y entonces yo por lo menos mi experiencia, es que todavía no nos perdemos en la burocracia. Lo que sí me pierdo continuamente en la burocracia es con instituciones públicas. - Bueno, para mí eso ya es demencial, eso ya... - O sea, comparando no tienen nada que ver, comparando Cáritas es una panda de colegas donde llegar a gente aunque tenga cargos y..., mientras que en.... - Yo perdona que disienta, pero un grupo de colegas me parece muy relativo cuando nosotros tenemos que montar unos pifostios impresionantes para pedir una pequeña subvención y tenemos que hacer unos programas que no se los salta un caballo. (GD3, 22-23)

Esta discrepancia puede deberse a que unos se identifican con la ONG en cuestión, mientras otros se dirigen a ésta sólo en busca de apoyo pero tienen un funcionamiento autónomo. También en el caso de otras ONG (Cruz Roja, Solidaridad Democrática) se señaló la existencia de una distancia entre los trabajadores voluntarios ("la calle") y los niveles de toma de decisión ("el despacho", GD3, 34). En general, pues, el voluntario "de a pie" se ve obligado bien a emplear parte de su tiempo en conseguir que aprueben sus sugerencias (en ONG muy estructuradas) o en procurar financiación para sus proyectos (en colectivos locales); ante tal situación se detectan dos actitudes diferenciadas:

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a) la dominante, más transigente con la dinámica institucional, acepta las reglas del juego (llenar papeles, escribir proyectos, etc.) con tal de conseguir el apoyo que se busca; b) otra, expresada por trabajadores de calle de colectivos de base, que rechaza estas prácticas y reclama el establecimiento de contactos personales, solicitando que los responsables institucionales "bajen a la calle" a conocer los programas. En realidad no se concede validez a estos niveles de decisión: “Si están ahí arriba sólo para aprobar sólo lo que se está haciendo en la calle, a lo mejor no tiene significado.”(GD3, 34). Sin embargo, en todos los casos estas contradicciones quedan diluidas ante una mucho más fuerte, la que experimen-tan los voluntarios respecto a las instituciones estatales. Administración y voluntariado: quejas respecto al control institucional Como ya adelantamos, las instituciones estatales (y en primer lugar las municipales) se erigen en el principal interlocutor del discurso grupal, que se formula a modo de un rosario recurrente de quejas. Para el grupo el objetivo de las administraciones públicas se reduce, generalmente, a subvencionar actividades voluntarias con el fin de capitali-zar iniciativas sociales y ahorrar recursos propios; nuestra propia investigación y el conjunto del proyecto de EFOSS es incluido también dentro de la misma estrategia. Las relacio-nes existentes no son de diálogo o colaboración sino un permanente intento de ”utilización” institucional del trabajo voluntario. El siguiente abanico de citas ilustra con claridad las experiencias de estos voluntarios:

- ...la institución se limita muchas veces a tener al voluntario un poco como al negro, entendiendo esta palabra entrecomillada, espero no herir susceptibilidades, el hecho en sí es que es el trabajo sucio, y tampoco es justo. - No, justo no, es que sin nosotros no hay nada, es que si no hay voluntario, no hay nada... (GD3, 8) ...pero yo tengo que denunciar también algo, pienso, muchas veces me siento utilizada, incluso en este momento, me siento utilizada como voluntaria, porque veo mucho rollo, mucha historia, mucho... que te llaman de la Agrupación: "mira no sé qué, que es para una encuesta sociológica, no sé qué", y bueno, luego dices: "bueno, y ¿dónde están los resultados?, dónde se ve esto, dónde”". Entonces se cansa uno y dices: "paso de todo"... (GD3, 12) - ..yo me sentía utilizado para llegar allí donde ellos (la administración) no pueden llegar (...) - Pero los medios utilizados son bastante guarros, porque eso lo hacen constantemente, les encanta. (GD3, 56-57)

...Porque no es sólo sacar pelas, sino que además sacan lo que decía ella, te utilizan. Porque además no sólo dicen: "tenemos un informe de no sé qué", sino que ”tenemos dieciocho personas de veintitrés a veintiséis años trabajando en nuestro programa", cuando ni es su programa, ni se lo han trabajado, ni Cristo que lo inventó. Lo que pasa es que es muy cómodo (...) - Más que nada es barato, más que nada yo creo que salimos baratos. (...) - Salimos baratos a todos, al Estado, al Ayuntamiento, a todos. - Lo saben, y por eso nos atienden un poquito. - Pero poco, ¿eh? - Un poquito. - Yo creo que lo saben y por eso están haciendo algo como esto

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- El ¿qué? - Lo de hoy. - ...conseguir a ver si hacen una escuela de voluntariado con mucho más voluntariado, porque cuanto más voluntariado haya más gente está trabajando y, a lo mejor, es más cómodo. (GD3, 25-26)

En este aspecto las vivencias de los voluntarios de servicios sociales confluyen con las de las "nuevas" iniciativas sociales y con el sector más crítico de los trabajadores sociales. Prima, pues, la suspicacia y la convicción íntima de que las llamadas institucionales a la participación no son sinceras y que, por el contrario, su objetivo es conseguir un control de las iniciativas sociales para evitar que éstas se organicen autónomamente, al margen de la tutela estatal:

- ...si ahora hay mucha publicidad con el voluntariado, el día del voluntariado de Europa, no se qué. Entonces lo único que yo entiendo que están haciendo ahí es controlar el voluntariado para que no se vaya de las manos. Entonces yo los programas que veo por ahí, publicidad, panfletos, cursos, no sé qué, que van dirigidos al voluntariado, creo que no es lo más necesario, que no... que no van al meollo de la cuestión, a lo que es más necesario, sino que van a controlarlo, o sea... - Es que el meollo de la cuestión no interesa, tampoco. (...) -Cuantas menos cosas estén fuera de ellos, mejor. (...) - Por eso ha tomado alguna vez la iniciativa de: "vamos a coordinar a todos los colectivos del barrio", mentira, mentira, lo que no le interesa es que nosotros nos juntemos todos los colectivos al margen del Ayuntamiento y seamos capaces de organizarnos realmente. (GD3, 54-55)

Resolución del conflicto desde el discurso "modernizador": en pos del reconocimiento y la integración Un sentimiento de agravio recorre todo el discurso del grupo, mostrando el malestar latente que existe en el colectivo; similar al expresado por los vecinos de base (GD4) que se sienten insuficientemente protegidos o abandonados por las instituciones públicas. Como en ese caso, es a partir del despecho y la necesidad -no de una convicción ideológica elaborada- que se menciona la posibilidad de auto-organiza-ción autónoma de los colectivos sociales. Esta amenaza, en las actuales circunstancias, no pasa de ser un "farol" ya que no existe una posición de clara autonomía respecto a las instituciones formales. El voluntariado de servicios sociales interviene en un “campo institucionalmente delimita-do”, que acepta sin cuestionamientos. Por tanto, no cabe ninguna ruptura con las instituciones, sólo una renegociación para lograr una “mejor integración” en el entramado institucio-nal: no como "negros" sino con voz propia; sin embargo, no se trata de la exigencia de un derecho (propio) sino de la solicitud de un reconocimiento (ajeno):

- Lo que yo constantemente pido de las instituciones, y hablo de instituciones como organismos del estado, es el diálogo permanente con los grupos de voluntariado, que se nos reconozca como grupos... (GD3, 38)

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Aunque en la práctica hay contradicciones, en la concepción ideal de los voluntarios existe una complementariedad entre instituciones estatales (aportan recursos materiales) y voluntariado (aporta recursos humanos insertos en el medio); el problema es que “no hay esa verdadera relación” (GD3, 10) porque “colaborar estaría fenomenal” si la administración respetara la autonomía del voluntariado (GD3, 32). Por ello se vuelve, finalmente, a la necesidad de una “planificación conjunta” de actividades: todos los esfuerzos son sumables, siempre que no se manipulen desde arriba sino que se consensúen "entre todos" los agentes de la acción social (entre los que no se incluye, al menos explícitamente, a los propios afectados):

- Es que hace falta una planificación general... para todos. (...) - No, no me refiero a que sean ellos (desde arriba) quienes lo hagan, sino todos en grupo... (GD3, 33)

En este punto los voluntarios se distancian claramente de las concepciones de los GD 2 y 1, y reproducen sin fisuras el paradigma de la "nueva" discursividad social: ni siquiera los problemas sociales más agudos remiten ya a las contradicciones del sistema social, que es considerado como dato incuestionable. Se entiende que los voluntarios actúan como una respuesta desinteresada a "necesidades humanas" (en abstracto), no como intervención ante injusticias sociales, por tanto los intereses políticos son percibidos como una ”interferencia” en su labor:

-..evidentemente los problemas políticos deben obviarse. - Eso es aparte, es aparte. (GD3, 11) - Es decir, empieza a notarse que juegan estas cosas. Entonces no puede haber una labor efectiva del voluntariado. - Claro que sí, como decías tú, porque se pierde en intereses políticos y de partidos y de cosas. - Si no se evalúa realmente cuáles son las necesidades, partiendo (...) de que.., de que el estado tiene una obligación muy concreta, y yo diría que en la medida en que potencie y conciencie y ayude y subvencione a todos los organismos que desarrollan esta actividad de tipo social... - Aparte de ideologías, aparte... (GD3, 35-36)

Sólo episódicamente se menciona el peligro que supone el "encarrilamiento" institucional del trabajo voluntario, es decir, de los riesgos que implica la colaboración con las instituciones:

- Entonces estáis pasando por unas instituciones que ya os llevan por ahí, porque si llamas a cincuenta puertas y nada más que os abren cuatro, pues ellos os están dirigiendo a esas cuatro solamente. (GD3, 39)

Los modelos asociativos: más cerca de los "nuevos" movimientos y más lejos de los cauces institucionales La "estrechez" con que estos voluntarios entienden el campo de la participación social los aleja de otro tipo de iniciativas ciudadanas. Sin embargo, su concepto de asocia-cionismo los acerca al de algunas de éstas. El grupo distin-guen dos modelos asociativos, desmarcándose claramente del vigente años atrás. Descartan el ”modelo tradicional” marcado por la disciplina organizativa y el trabajo superestructural, molde que

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hoy representarían la mayoría de asociaciones de vecinos, plenamente institucionalizadas y alejadas de las carencias sociales más duras:

- Yo creo que todo aquello que nació de colectivos de asociaciones de vecinos... a esos sí que los han institucionalizado. (…) -...las asociaciones de vecinos cada una tiene su partido político, o sea, la gente sabe el Pueblos Unidos del PCE, la otra de no sé qué del PSOE, entonces... - Sí, es distinto. - Pues vale, yo no me afiliaría nunca a una asociación de vecinos con ese plan, donde ya sabes que la disciplina de partido está marcada. (GD3, 59 y 61)

En cambio, el ”nuevo modelo” asociativo, que el grupo defiende, se basa en el compromiso personal y adopta la forma d un movimiento de base; hoy estos núcleos se organizan en torno a parroquias de barrio, incluso al margen de convicciones religiosas. Su ventaja es que carecen de una dirección marcada y tienen cabida todos los que trabajan "desde abajo", aunque presentan el déficit de que se fundan sólo en una ”concienciación de base temporal”, poco profunda:

- Te lo puedo decir como un caso muy personal, yo no pertenezco a una parroquia, ni siquiera tengo una acción de base, ni una educación de base, ni siquiera comparto su ideología religiosa... - Bueno, eso es aparte. - ...el problema es que yo trabajo ahí porque es ahí donde se trabaja, ... eso es... y como yo muchos, es que no es... no soy una excepción ni muchísimo menos, pero es que hay cantidad de gente que trabaja y que asume, y se suma a programas de parroquia, porque en los programas de parroquia es donde realmente se está trabajando el voluntariado. (GD3, 61)

Al reducir la participación ciudadana al ámbito de los servicios sociales, los voluntarios, como los vecinos de base (GD4), no perciben la existencia de otros colectivos que se inscriben dentro de este modelo organizativo, tales como los representados en el GD2. La síntesis ideal, que reuniese la conciencia "militante" del modelo antiguo con el compromiso y el trabajo directo con los "de abajo" del modelo nuevo (una hipotética asociación de vecinos marginados) es descartada por imposible (GD3, 62). Eliminado el espacio de una ”lucha política” de nuevo tipo (autoorganización de los excluidos), el grupo reafirma la necesidad de su propio papel, un voluntariado social que es parte del conjunto de iniciativas sociales pero está encargado del trabajo más sucio (la "salvación" de los excluidos):

...yo creo que el voluntariado que estamos hablando es el que está en “el trabajo más sucio”, o sea, sucio enten-diendo... a ver si se me entiende, el niño más hecho polvo, el viejo más destrozado, el... (GD3, 63)

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IV. ALGUNAS REFLEXIONES PARA EL DEBATE (A MODO DE CONCLUSIONES) Lo expuesto en las páginas precedentes confluye en la afirmación de que la cuestión del voluntariado en servicios sociales, inscrita en el caso más general de la participación social, se inscribe en un marco complejo y contradictorio. Las características principales de este contexto pueden establecerse en las tres dimensiones siguientes: DIMENSION SOCIOECONOMICA: el modelo social que surge en la presente década se caracteriza por una creciente fragmentación de los colectivos sociales; la imagen de una sociedad de "tres tercios" resume en forma esquemática esta nueva dinámica. Existen al menos tres grandes bloques sociales que es necesario distinguir: una minoría poderosa acompañada por capas sociales en ascenso y con gran poder de consumo; una amplia capa de trabajadores (manuales e intelectuales) fijos, que cuentan con prestaciones sociales garantizadas y un cierto nivel de consumo garantizado; y una creciente masa de sectores excluidos (parados, trabajadores en precario y de la economía sumergida), con cobertura social mínima y sometidos a un "buscarse la vida" permanente. En los últimos años el tercio inferior se incrementa constantemente, recogiendo tanto a antiguos trabajadores fijos "reconvertidos" como a las generaciones más jóvenes, que no han logrado acceder al mercado laboral o sólo consiguen una inserción precaria. La política social, los servicios sociales y, más específicamente, el voluntariado deben definirse en función de estos bloques sociales. Recurriendo a una simplificación máxima, el voluntariado debe desarrollarse respondiendo a esta alternativa:

- Se trata de gestionar la reproducción de este modelo, interviniendo sobre el tercio excluido para paliar las situaciones extremas, a partir de los intereses de los dos tercios "integrados". Entonces se dibuja un voluntariado "colaborador" (al servicio de políticas institucionales), basado principalmente en los criterios y valores del sector de trabajadores fijos. - O se trata de fomentar una confluencia de los dos tercios inferiores (trabajadores estables y precarios) para definir un nuevo modelo social. En este caso aparece un voluntariado "reivindicativo", que pone el eje en la auto-organización e intervención activa de los sectores carenciales.

DIMENSIÓN INSTITUCIONAL: la organización y regulación institucional de estos bloques sociales se realiza en un marco democrático, que admite la existencia de diversos agentes sociales y del consiguiente conflicto entre actores, pero los institucionaliza estrictamente, obligando a utilizar sólo determinados mecanismos de organización y reivindicación. Se pone el énfasis en la delegación (mecanismos de representación) y en la estructuración de grandes organizaciones sectoriales (corporativismo), mientras la formación de la "voluntad general" se canaliza exclusivamente a través de un sistema de partidos fuertemente oligarquizados. Así, los mecanismos de participación social privilegian el corporativismo, las organizaciones fuertemente estructura-das y formalizadas, la delegación continua de los poderes de decisión y gestión, los mecanismos de consenso entre cúpulas, etc., en

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desmedro de la autoorganización, la expresión espontánea, la defensa directa de intereses, o los procesos colectivos de gestión y toma de decisiones. Dentro de este contexto institucional los polos entre os que puede moverse el voluntariado son los siguientes:

- Se trata de constituir colectivos de voluntarios (o de ONG basadas en trabajo voluntario) con estatutos y formas de organización muy estructuradas, interviniendo en áreas institucionalmente definidas, y en colaboración/ dependencia de los servicios estatales. En esta línea el voluntariado se inscribirá en un continuo institucional que va desde la cúspide del poder social hasta los sectores marginales. - O se trata de favorecer la auto-organización de colectivos "necesitados", apoyados tanto por voluntarios como por trabajadores sociales remunerados, atendiendo al principio de participación autónoma. En este caso el voluntariado colaborará en la definición de pautas organizativas y definición de objetivos a partir de los intereses de los sectores excluidos, sin partir de las estrategias institucionales.

DIMENSION IDEOLÓGICA: las ideologías sociales en la España actual se condensan en dos modelos discursivos. El dominante, discurso "modernizador", se inscribe acríticamente en la lógica definida por los dos contextos anteriores; es decir, toma como dato incuestionable la estructura del sistema social, y plantea múltiples intervenciones sobre lo social ateniéndose a las restricciones que aquél le impone. Por tanto, se posiciona en una ”lógica tutelar”, basada en el gobierno de los excluidos desde las definiciones de los integrados, sin modificar los mecanismos estructurales de exclusión. Desde una visión de sociedad integrada se habla en nombre de "la sociedad" genérica, ocultando el sentido concreto del papel que se desempeña. Las resistencias ideológicas al dominio de este discurso se expresan desde la posición "comunitaria" que denuncia la existencia de procesos estructurales de desigualdad y exclusión, toma partido por los sectores marginados y preretende organizar un cambio de su realidad social circuns-cribiéndose a los ámbitos cotidianos de vida (comunitarios), sin llegar a intervenir sobre el contexto macro-social. Aquí se habla en nombre de "una comunidad" concreta, concebida como víctima de "la sociedad" (ente externo), y sin conflic-tos importantes en su seno. Ambos discursos, enfrentados en muchos aspectos, comparten un rasgo común que los diferencia de la discursivi-dad social vigente en los años 70: se desarrollan a partir de la exclusión del eje socio-político, por lo que no se refieren a estrategias globales de conservación/ transforma-ción social; se instalan preferentemente en el nivel de las teorías "de rango medio", de las conceptualizaciones parciales, inscritas en una lógica más amplia de la que no pueden dar cuenta. Sin trascender este horizonte ideológico las posturas referidas al voluntariado oscilan entre estas dos posibilidades:

- ¿El voluntariado cumplirá una función específica y diferenciada, pero confluyente con la de otros sectores (servicios sociales, profesionales, auto-ayuda, etc.), integrando una única red de servicios, diseñados desde una cúspide incuestionada.

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En esta opción el voluntariado deberá negociar un estatus reconocido y estable por parte de la administra-ción, sometiéndose a su vez a las estrategias globales de intervención definidas por ésta. - ¿El voluntariado se refugiará en una actitud defensivo-reivindicativa, en nombre de los excluidos, frente a las intervenciones institucionales pero carente de alternativas globales que oponer. En este caso el choque social entre sectores excluidos e integrados no se expresará como conflicto sociopolítico, sino como competencia entre minorías activas (voluntariado reivindicativo versus trabajadores institucionales).

* * *

Las diversas posibilidades que hemos apuntado no pueden ser resueltas de una vez por todas, dado que el contexto, complejo y contradictorio, genera tensiones permanentes. Pero, al menos, para evitar una simple toma de decisión desde alguna "instancia superior", aplicando los valores de "participación", parece necesario impulsar un debate lo más amplio posible que haga explícitos los múltiples intereses en juego y las posibilidades existentes. En tal situación, y dependiendo de su carácter más o menos democrático, más o menos participativo, podrá formularse una propuesta de voluntariado social con unos u otros contenidos.

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