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51 Selección de poemas de Pere Gimferrer

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Selección de poemas dePere Gimferrer

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Cetrería

Oh tristeza oh mesnadas oh plazuelas marinasneblinosos arbustos oh caído noviembreplataforma del sueño giratorias farándulasarlequinada o vértigo de medusas silentes

Oh corceles del tiempo sobre el mar desbocadosOh girasol perpetuo de confundidas sangresOh palabras oh rostros oh velamen de plataOh escrituras miniadas crepitando de imágenes

Mis azores dan caza en la arboleda a un hombreAquel hombre que fui que seré que voy siendoLa sortija en mis dedos en mis ojos la playaLa sortija o la muerte como un pájaro suelto

Cara y cruz Estremece un aliento las bóvedasComo gritos se abren rosas en el silencioLas veletas metálicas giran en mi pasadoPregón de las espumas sepultando al velero

Su sepulcro fue el mar oh tristeza oh raícesoh floración de sombras ataúd marfileñooh mastines de muerte oh lebreles flamígerosoh jaurías hirientes oh lagunas oh ciervos

Mi almoneda tendida de liana en lianaSobre el pretil calizo la heráldica del vientoQuién mi voz estipula quién pujará en mi nombreContrapesan mi vida las balanzas del tiempo

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Mazurca en este día

Vellido Dolfos mató al reya las puertas de Zamora.Tres veces la corneja en el camino, y casicolor tierra las uñas sobre la barbacana,desmochadas, oh légamo, barbas, barbas, Vellidocomo un simio de mármol más que un fauno en Castilla,no en Florencia de príncipes, brocado y muslos tibios.¡Trompetas del poniente!

Por un portillo, bárbaro,huidiza la capa, Urraca arriba, el cuévanose teñía de rojo entre sus dedos ásperos,desleíase el cetro bordado en su justillo,quieta estaba la luz en sus ojos de corzasobre el rumor del río lamiendo el farellón.Y es, por ejemplo, ahoraesta lluvia en los claustros de la Universidad,sobre el patio de Letras, en la luz charoladade los impermeables, retenida en la pielaun más dulce en el hombro, declinando en la espaldacomo un hilo de bronce, restallando en la yertapalmera del jardín, repicando en la lonade los toscos paraguas, rebotando en el vidrio.

Guantes grises, rugosos,pana, marfil, cuchillos, alicates o pinzassobre el juego de té o baquelita y mimbre.Dios, ¿qué fue de mi vida?

Cambia el color del agua,llegan aves de Persia.

Kublai Khan ha muerto.

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Oda a Venecia ante el mar de los teatros

Las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

García Lorca

Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos.Con qué trajín se alza una cortina rojao en esta embocadura de escenario vacíosuena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes,palomas que descienden y suavemente pósanse.Componer con chalinas un ajedrez verdoso.El moho en mi mejilla recuerda el tiempo idoy una gota de plomo hierve en mi corazon.Llevé la mano al pecho, y el reloj corroborala razón de las nubes y su velamen yerto.Asciende una marea, rosas equilibristassobre el arco voltaico de la noche en Veneciaaquel año de mi adolescencia perdida,mármol en la Dogana como observaba Poundy la masa de un féretro en los densos canales.Id más allá, muy lejos aún, hondo en la noche,sobre el tapiz del Dux, sombras entretejidas,príncipes o nereidas que el tiempo destruyó.Qué pureza un desnudo o adolescente muertoen las inmensas salas del recuerdo en penumbra.¿Estuve aquí? ¿Habré de creer que éste he sidoy éste fue el sufrimiento que punzaba mi piel?Qué frágil era entonces, y por qué. ¿Es más verdad,copos que os diferís en el parque nevado,el que hoy acoge así vuestro amor en el rostroo aquel que allá en Venecia de belleza murió?Las piedras vivas hablan de un recuerdo presente.Como la vena insiste sus conductos de sangre,va, viene y se remonta nuevamente al planetay así la vida expande en batán silencioso,el pasado se afirma en mi a esta hora incierta.

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Tanto he escrito, y entonces tanto escribí. No sési valía la pena o la vale. Tú, por quienes más cierta mi vida, y vosotros, que oísen mi verso otra esfera, sabréis su signo o arte.Dilo, pues, o decidlo, y dulcemente acasomintáis a mi tristeza. Noche, noche en Veneciava para cinco años, ¿cómo tan lejos? Soyel que fui entonces, sé tensarme y ser heridopor la pura belleza como entonces, violínque parte en dos el aire de una noche de estíocuando el mundo no puede soportar su ansiedadde ser bello. Lloraba yo, acodado al balcóncomo en un mal poema romántico, y el airepromovía disturbios de humo azul y alcanfor.Bogaba en las alcobas, bajo el granito húmedo,un arcángel o sauce o cisne o corcel de llamaque las potencias últimas enviaban a mi sueño.

Lloré, lloré, lloré.¿Y cómo pudo ser tan hermoso y tan triste?Agua y frío rubí, transparencia diabólicagrababan en mi carne un tatuaje de luz.Helada noche, ardiente noche, noche míacomo si hoy la viviera! Es doloroso y dulcehaber dejado atrás la Venecia en que todospara nuestro castigo fuimos adolescentesy perseguirnos hoy por las salas vacíasen ronda de jinetes que disuelve un espejonegando, con su doble, la realidad de este poema.

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Himno

Contemplo el sol y el ritmo del cerezoque estremece sus ramas. Circe, Circe¿son tuyos estos ojos que punteanla mies, como una noche? No los cierresmas hiñe en mí, oh espada y fiel del día,oh manopla en mi rostro, viva máscara,ocre dogal, oh cepo por quien somosmás que quien somos, claridad de un vientre!Cristal, mercurio, tarde: ¡cómo pesaen mis hombros el cobre incandescentede la fruta en sazón! Dicen del hombreque no puede consigo. En todo casono con su juventud, rosa sin número.Y debe ser. Volvían viñadoresy aún el cielo iba rojo por ponientecon sentido de hoz. Siégame, siegaen los ojos y el sexo, a flor de piel,como puntazo o ácida suturaal borde mismo de los labios. Vieneun sordo rumor, megáfonos, sirenas,pesquerías lejanas. Puede el marsaber más que nosotros, y sentenciacon su fulgor de escualo. Arena, calcio,madréporas dormidas, oh columnadel pasado y presente, estancia yertadonde la luz se esfuma, nieve o sauce!Mas ¿qué redime el tiempo? Piedra, mies,oro mortal, ajorca, qué preseapara el rubio Azrael, tiza y carbono.A lo lejos relámpagos invocan,cárdenas trompas. Voluntad de púrpurasobre mis hombros, voluntad de sermás que yo mismo, escudo de ojos tristes.Oh voluntad de estío en llamas. Muerte,sobre la mies soy tuyo.

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Cuchillos en abril

Odio a los adolescentes.Es fácil tenerles piedad.Hay un clavel que se hiela en sus dientesy cómo nos miran al llorar.

Pero yo voy mucho más lejos.En su mirada un jardín distingo.La luz escupe en los azulejosel arpa rota del instinto.

Violentamente me acorralaesta pasión de soledadque los cuerpos jóvenes talay quema luego en un solo haz.

¿Habré de ser, pues, como éstos?(La vida se detiene aquí)Llamea un sauce en el silencio.Valía la pena ser feliz.

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I

Yo, que fundé todos mis deseosbajo especies de eternidad,veo alargarse al sol mi sombra en juliosobre el paseo de cristal y platamientras en una bocanada ardientela muerte ocupa un puesto bajo los parasoles.Mimbre, bebidas de colores vivos, luces oxigenadas que

chorrean despacio,bañando en un oscuro esplendor las espaldas, acariciando

con fulgor de hierro blancounos hombros desnudos, unos ojos eléctricos, la dorada

caída de una mano en el aire sigiloso,el resplandor de una cabellera desplomándose entre mú-

sica suave y luces indirectas,todas las sombras de mi juventud, en una usual figuración

poética.A veces, en las tardes de tormenta, una araña rojiza se

posa en los cristalesy por sus ojos miran fijamente los bosques embrujados.

¡Salas de adentro, mágicaspara los silenciosos guardianas de ébano, felinos y noc-

turnos como senegales,cuyos pasos no suenan casi en mi corazón!No despertar de noche el sueño plateado de los mirlos.Así son estas horas de juventud, pálidas como ondinas o

heroínas de ópera,tan frágiles que mueren no con vivir, no: sólo con soñar.En su vaina de oscuro terciopelo duerme el príncipe.Abandonados rizos en la mano se enlazan. Las pestañas

caídas hondamente han velado los ojoscomo una gota de charol y amianto. La tibieza escondida

de los muslos desliza su suspiro de halcón ago-nizante.

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El pecho alienta como un arpa deshojada en invierno; bajo el jersey azul

se para suave el corazón.Ojos que amo, dulces hoces de hierro

y fuego,rosas de incandescente carnación delicada, fulgores de

magnesioque sorprendéis mi sombra en los bares nocturnos o sa-

liendo del cine, ¡salvadmi corazón en agonía bajo la luz pesada y densa de los

focos!Como una fina lámina de acero cae la noche.Es la hora en que el aire desordena las sillas, agita los

cubiertos, tintinea en los vasos, quiebra alguno, besa, vuelve, suspi-

ra y de prontodestroza a un hombre contra la pared, en un sordo chas-quido resonante.Bésame entre la niebla, mi amor. Se ha puesto fría la noche en unas horas. Es un claro de luna borroso y

húmedocomo en una antigua película de amor y espionaje.Déjame guardar una estrella de mar entre las manos.Qué piel tan delicada rasgarás con tus dientes. Muerte,

qué labios, que respiración, qué pecho dulce y mórbidoahogas.

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El cuerno de caza

Para quién pide el viento de esta tarde clemenciaEn los arcos de otoño qué susurra el zorzalCon sirenas de buques a lo lejos la ausenciaOh capillas nevadas de la noche y el malcetrería de oros y de bruma imperialbella presa halconeros un amante desnudopresa de luz de viento de espacio de bahíastodo su cuerpo en llamas un puñal un escudolebrel en los pantanos qué luz de caceríasPara mí sólo amor por mí sólo vivías

No es hablaros de oídas de cuchillos y sedasni proyectar historias en los cuartos oscurosCuando todo se ha ido sólo tu amor me quedasno quiero hablar entonces de estanques ni arboledassólo el amor nos hace más solemnes más purosEn la noche de otoño no me valen conjuros

En la glacial tiniebla de las calles la luna.lleva guantes de plata muerta y fosforescenteAl acecho en la esquina ninguna voz ninguname llamará mi amor dulce cuerpo presenteComo si hubiera vuelto la niñez de repenteoh borrosas imágenes cristal esmeriladodensa penumbra denso silencio en los pasillosde puntillas andamos el viento en los visilloslas ventanas el agua aquel cuartó cerradoA oscuras muy despacio no sé quién me ha besado

Qué me han dado que todo resplandece y se esfumaQué diluye los rostros en su luz misteriosaLos armarios se abren cae del libro una rosaRueda en la playa un aro al jardín de la espumaSí recuerdo mi vida Que el amor la consuma

Estos focos que ciegos en la noche no cesande recorrer palacios y ciegas galeríasdel país del amor encendidos regresancuando unos labios a otros labios temblando besancuando tú amor a mi lado palidecías

Y la muerte de blanco soltará sus jaurías

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Homenaje a Edgar Allan Poe

Topando desvalidos en la llama los ciegos halconesEn la ciudad las nieblas el estío que mata a los venadosoh pobre corazón oh pobre corazón hierro y jazmines polvovidrios acribillados a balazos fotografías rasgadas estuches

vacíos una mujer desnudacon suavidad las lentas cortinas del crepúsculo los pre-

sagiosA esta hora mis ojos que quedaban vacíos pensando en

el bosqueCielo tenso maroma tendida del que soy al que fui a pul-

so solamente a pulso solamente y muero casinadie llora en la infancia nadie llora por mí una garza plie

ga sus alas heridas y muere en el dorado esplen-dor de las marismas

Príncipe azul calesas el mar en los hangaresLa muerte como un revólver y unos guantes sobre la mesaEste rostro es mi rostro

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1960

Súbito, en las oscuras balaustradas, un rostro,una azucena tronchada ante el poniente de cristal,un martín pescador abatido en el hueco de la escalera,unas manos que tiemblan como la noche helada.De puntillas volviendo en la noche, de puntillas, amor de

quince años.Pasan automóviles negros como un susurro de sedasen la cálida noche de los mambos, violeta encendida,

sacrificioa la penumbra azul de las pistas de baile!Con un punzón en el pecho, con un punzón en los labios,

con una rosa en las manos,Paul Anka canta como la lluvia en el oscuro setiembre.La estación de la bruma y las destruccionesabate galerías de cristal, dones del agua y de la noche, si-

renas como cálices de espuma.Como un frufrú de faldas, oh mi dulce damita.Todavía mi abuelo leerá Rojo y negro al final del pasillo,

viendo gotear el jardín sombrío tras los cristales empañados.

Esta voz es la suya. Qué humedad, qué silencio.Alguien me da la mano y es el balcón, el grito de los ven-

cejos, los tranvías dorados en el denso crepúsculo,el fantasma de Robert Taylor como la muerte en los cines,los pómulos de las chicas del Instituto y sus carteras bajo

el brazo y sus sonrisas, diríase que todas tienen los ojos azules.

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Elegía

Morir serenamente como nunca he vividoy ver pasar los coches como en una pantallay las canciones lentas de Nat King Coleun saxofón un piano los atarcederes en las terrazas bajo

los parasolesesta vida que nunca llegué a interpretarel viento en los pasillos las ventanas abiertas todo es blan-

co como en una clínicatodo disuelto como una cápsula de cianuro en la oscuridadSe proyectan diapositivas con mi historiaentre el pesado olor del cloroformoBajo la niebla del quirófano extrañas aves de colores

anidan

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Unidad

A Marie José y Octavio Paz

Dictado por el crepúsculo,dictado por el aire oscuro, el círculo se abrey habitamos en él: transiciones, espaciointermedio. No el lugarde la revelación, sino el lugardel reencuentro. La espadaque divide la luz.

Del ojo a la mirada,la claridad permanente, el ámbito de los sonidos,la campana que clausura la visión terrestrecomo el ojo inexorable de la forma floralfija el fuego de un carbunclo. Este ojo¿ve mi ojo? Es un espejo de llamasel ojo que ahora me ve. Con sonido de poleas,los ejes de la noche. Desarbolada,se derrumba la oscuridad y, a tientas,el sol conoce la noche.

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País de Antoni Tàpies

Trae el invierno el color de este polvo de mármol.Arde una fragua de claridades verdesbajo la luz visible de las ramas, tan claraspor tan desnudas, el cercado de los incendios de abril.Nos pertenece un país palpitante de agua y de hierba,un gotear de nieblas en el desfiladero del cielo.El polvo de mármol, la piedra, el cartón y la chatarrahan recibido el legado de las estaciones,la herencia del tiempo que rodea al hombre,el oro ceremonial y el verde trémulo,el azul nocturno y el azul que ven unos ojos cerradosen el anillo de oscuridad que enciende las apariencias.Nos pertenece un país, un legado, el alto ejemplode la claridad de los álamos y la ventana desnudaque ve la transparencia del vacío total.Un país para volver a él, más adentroque lo que pedimos, y más adentro aúnque lo que nos podremos atrever a soñar:un país donde la oscuridad fuese conciliacióndel espacio y el hombre, como la raíz del espacioaferrada al subsuelo, como la raíz del subsueloaferrada a las minas negras del flrmamento.Volver a él es como volver al país donde no nacenni mueren los instantes: presentes, irreductibles,rehusados al recuerdo, son sólo conocimiento.Como la mano, como el cuerpo, como la mente

febril,todo el ser ha dejado de arañar el entorno.Ahora ha llegado el tiempo de esperar y conocer,tiempo de herramientas sumergidas en el agua de los

desvanes,la navegación de escombros, monasteriode sábanas y moho, país de esta sangre.Tiempo de hombres que han hallado súbitamente un

ámbito:la pura nitidez de saberse vivientes.

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Un poema, autógrafo e inédito,de Pere Gimferrer