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PEREGRINACION SECTORIAL DON BOSCO CELEBRACION BICENTENARIA JUBILAR SAN FELIX 2015

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PEREGRINACION SECTORIAL

DON BOSCO

CELEBRACION

BICENTENARIA

JUBILAR

SAN FELIX 2015

Pasos para la peregrinación:

1. Saludo y motivación

2. Objetivo de la festividad de Don Bosco:

Los bautizados de la de la parroquia Don Bosco de San Félix se comprometen a formar una comunidad que vive la fraternidad en expresiones concretas de solidaridad y atención a los jóvenes, sobre todo los más alejados, valorando su diversidad, sus ideales y Experiencias, desde la vivencia de la espiritualidad juvenil salesiana y del sistema preventivo como manera de celebrar el bicentenario del nacimiento de Don Bosco y el jubileo parroquial

3. Canto salesiano

4. Lectura del día

5. Reflexión

6. Peticiones

7. Compromiso de la comunidad con la iglesia

8. Invocaciones finales: Padre Nuestro, Ave María Y Gloria

9. Canto de despedida

UN DIA CON DON BOSCO 25 DE FEBRERO: SIMBOLO – La Honestidad

LA SOCIEDAD DE LA ALEGRÍA Y LOS DESAFÍOS AL SALTIMBANQUI Los éxitos escolásticos hicieron que muchos escolares admiraran a Juan. Y él, en seguida, pensó: <<¿Por qué no aprovechar esto para hacerles el bien?>>. Fundaron juntos una <<pandilla>> y la bautizaron la <<Sociedad de la Alegría>>. <<En 1832 mis compañeros me honraban como capitán de un pequeño ejército>>. Jugaban a los tejos, a las muletas, los saltos, las carreras (¡el balón todavía no se había inventado!). Partidos ardorosos y llenos de alegría. Cuando se cansaban, sobre una mesita colocada sobre la hierba verde, Juan hacía los juegos de prestigio. <<Todas las fiestas íbamos a la iglesia de San Antonio, donde los jesuitas tenían una catequesis estupenda, amenizada con algunos ejemplos que aún guardo en la memoria>>. Cuatro desafíos al saltimbanqui Pero un domingo en la iglesia de San Antonio hubo pocos fieles. Había llegado un saltimbanqui que por la tarde del domingo daba espectáculos de alta acrobacia y desafiaba a los jóvenes más ágiles de la ciudad en carreras y en saltos. La gente acudía. Juan, molesto al verse plantado por los suyos, fue a ver. Era un verdadero atleta. Corría y saltaba con al potencia de una máquina y tenía la intención de quedarse en la ciudad largo tiempo. Juan reunió a los mejores de los suyos: -Si ese saltimbanqui sigue dando espectáculo la tarde de los domingos, nuestra Sociedad corre el peligro de deshacerse. Haría falta que alguno de los que lo desafían le ganase.

Podría pactar con él. -¿Y quién le gana? -Se podrá encontrar alguno. No se trata del fin del mundo. En la carrera, por ejemplo, yo no me siento en nada inferior a él. Juan tenía diecisiete años y se sentía fuerte. Pero en las Memorias añade en seguida: <<No había medido las consecuencias de mis palabras. Un compañero imprudente fue a contárselo a él y héteme metido en un desafía: ¡un estudiante desafía a un corredor de profesión!>> El lugar escogido fue la alameda de la Puerta de Turín. Se trataba de atravesar corriendo toda la ciudad. La apuesta era de 20 liras, un mes de pensión. Juan no las tenía, pero los amigos de la Sociedad las reunieron. <<Asistía una enorme multitud>>, recuerda Don Bosco. Comenzó la carrera, y el saltimbanqui sacó unos diez metros de ventaja. Era un velocistas, mientras Juan era más mediofondista. <<En seguida gané terrero y lo dejé tan atrás que se paró a la mitad de la carrera, dándome por ganada la partida>> Todo debía haber terminado, pero el saltimbanqui pidió la revancha. <<Te desafío a saltar, me dijo. Pero hemos de apostar 40 liras. Aceptamos el desafío. Escogió el lugar: había que saltar un pequeño canal que tenía la orilla reforzada por un parapeto. El saltimbanqui se lanzó y puso los pies junto al parapeto. Más allá no se podía llegar – recuerda Don Bosco-. Yo podía perder, pero no ganar el desafío. Pero el ingenio vino en mi ayuda. Di el mismo salto, pero, apoyando las manos sobre el parapeto, caí de la otra parte>> Un rudimental salto con pértiga. Total, Juan ganó. El saltimbanqui estaba enfadado, por las liras y también por la gente que comenzaba a reírse de él. <<Quiero todavía otro desafío. Escoge el juego de destreza que prefieras>> ACepté. Elegí el de la varita mágica, apostando 80 liras. Tomé una vrita, puse un sombrero en su extremo y apoyé la otra extremidad en la palma de la mano. Después, sin tocarla con al otra, la hice saltar hasta la punta del dedo meñique, del anular, del medio, del índice, del pulgar; la pasé por la muñeca, por el codo, sobre los hombros, a la barbilla, a los labios, a la nariz, a la frente; luego, deshaciendo el camino, volvió otra vez a la palma de la mano. << -Esta vez no perderé- me dijo muy seguro. Tomó la misma varita y con maravillosa destreza la hizo caminar hasta los labios, en donde chocó con la nariz, un poco larga, y, al perder el equilibrio, no tuvo más remedio que cogerla con la mano, porque se le caía al suelo>>. Llegados a este punto, Juan siente compasión por aquel hombre, que en el fondo es un buen trabajador. <<El infeliz, viendo que le volaba su dinero, exclamó casi furioso: “Pongo las 100 liras que tengo. Las ganará aquel de los dos que coloque sus pies más cerca de la punta de aquel árbol”. Aceptamos también esta vez En cierto modo hasta nos hubiese gustado que ganase, pues nos daba lástima y no queríamos arruinarlo. Sube primero él, olmo arriba; llega con los pies a tal altura, que a poco más que hubiera subido se habría doblado el árbol, cayendo a tierra el que intentase encaramarse máss arriba. Todos conveían en que no era posible subir más alto. Lo intenté. Subí cuanto fue posible sin doblar al árbol; después, agarrándome en el árbol con las dos manos, levanté el cuerpo y puse los pies un metro más arriba que mi contrincante. Abajo estallaron aplausos. Mis amigos se abrazaban, saltaban de alegría. El pobrecillo estaba, en cambio, triste hasta llorar. Entonces le devolvimos el dinero, a condición de que nos pagara una comida en la fonda del Muletto>>. Don Bosco escribe en el cuaderno de las Memorias las liras que le costó aquella comida colectiva, 25, y las que el saltimbanqui pudo volver a guardarse en el bolsilo, 215. Y recoge también las palabras que aquel atleta (después de haber aceptado marcharse de la plaza) dijo a los muchachos: <<Devolviéndome el dinero me evitáis la ruina. Os lo agradezco de corazón. Guardaré de vosotros grata memoria. Pero en la vida no volveré a desafiar a un estudiante>>.

Pistas de Reflexión Restituyeron 215 liras al saltimbanqui, es decir, cerca de 2000 euros hoy. ¿Por qué lo hicieron? ¿Qué habrá dicho la gente de aquel gesto? ¿Cómo juzgó Dios su gesto? Si, reteniendo todo aquel dinero, hubieran ido más veces a comer juntos, pero hubieran <<arruinado>> a aquel hombre, ¿se habrían sentido felices? Oración Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco, que tanto trabajaste por la salvación de las almas, sé nuestro guía en buscar nuestra salvación y la salvación del prójimo. Ayúdanos a vencer las pasiones y cuidar el respeto humano. Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia. Alcánzanos de Dios una santa muerte para que podamos encontrarnos juntos en el cielo. Amén

UN DIA CON DON BOSCO 27 DE FEBRERO: SIMBOLO – EL RESPETO

UN AMIGO: LUIS COMOLLO Juan tiene dieciocho años, la edad de las amistades profundas. Aun siendo el <<jefe de un pequeño ejército>>, se forma un círculo estrecho de amigos íntimos. El primero lo conoció durante una algarabía escolástica. Ya entonces no todos los profesores eran puntuales, y los primeros minutos de muchas clases se transformaban en alboroto. Estaba de moda el juego de la potranca. <<Los más disipados y menos amigos del estudio -anota con ironía Don Bosco- eran los más aficionados y, de ordinario, los más célebres jugadores>> Un muchacho llegado hacía poco, aparentemente de unos quince años, en medio de aquel alboroto, escogía tranquilamente un sitio y se ponía a leer. <<Una vez se le acerca un insolente, le agarra por un brazo: -Ven a jugar tú también. -No sé hacerlo -Ya aprenderás. No me obligues a llevarte a fuerza de patadas. -Puedes pegarme cuanto quieras. Pero no voy. El maleducado le dio dos bofetadas que resonaron en toda la escuela. Ante semejante espectáculo, sentí que hervía la sangre en mis venas. Esperaba que el ofendido tomase la debida venganza; tanto más por tratarse de alguien mucho mayor que el otro en envergadura y edad. En cambio, nada. Con la cara enrojecida y casi lívido, le dijo: “¿Estás contento? Entonces déjame en paz. Yo te perdono”. Juan se quedó fulgurado. Aquello era un acto <<heroico>>. Quiso saber el nombre de aquel

muchacho: Luis Comollo. <<A partir de entonces, le tuve siempre como amigo íntimo; añado más, de él aprendí a vivir como cristiano.>> Descubrió, bajo una aparente fragilidad, una gran riqueza espiritual. Instintivamente se convirtió en su protector contra los muchachos groseros y violentos. Un profesor, un día, llegó con el acostumbrado retraso y, mientras tanto, en la clase se desencadenó la algarabía de siempre. <<Algunos pretendieron burlarse y pegar a Comollo y a otro muchacho modelo, Antonio Candelo. Grité para que los dejaran en paz, pero no me hicieron caso. Comenzaron a volar los insultos; y yo: -Quien diga una palabrota se las tendrá que ver conmigo. Los más altos y descarados se juntaron en actitud defensiva y amenazante delante de mí, mientras lanzaban dos tremendas bofetadas a la cara de Comollo. En ese instante, me olvidé de mí mismo, echando mano no de la razón, sino de la fuerza bruta: agarré por los hombros a un condiscípulo y, al no encontrar ni sillas ni un bastón, lo utilicé como garrote para golpear adversarios. Cuatro cayeron al suelo y los otros huyeron gritando y pidiendo socorro. En aquel momento entró el profesor; al contemplar brazos y piernas por el aire en medio de un alboroto del otro mundo, se puso a gritar dando palmadas a derecha e izquierda. Calmado un poco el temporal, hizo que le contaran la causa de aquel desorden, y casi sin creerlo, quiso que se repitiese la escena. Entonces se echó a reír, se rieron también los demás y el profesor no dio ningún castigo. -Amigo mío -me dijo Comollo apenas pudo hablar a solas-, me espanta tu fuerza. Dios no te la ha dado para destrozar a tus compañeros. Quiere que perdonemos y que hagamos el bien a los que nos hacen mal>>. Pistas de Reflexión <<Él quiere que perdonemos y que hagamos el bien a los que nos hacen mal>>. ¿Soy yo capaz de perdonar? ¿De hacer el bien a quien me hace mal? En tu clase, quien perdona, ¿es juzgado un cobarde o un cristiano? Oración Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco, que tanto trabajaste por la salvación de las almas, sé nuestro guía en buscar nuestra salvación y la salvación del prójimo. Ayúdanos a vencer las pasiones y cuidar el respeto humano. Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia. Alcánzanos de Dios una santa muerte para que podamos encontrarnos juntos en el cielo. Amén.

UN DIA CON DON BOSCO 03 DE MARZO: SIMBOLO – El Catecismo

EL HEBREO JACOB LEVI LLAMADO JONÁS En la ciudad de Chieri vivía un numeroso grupo de hebreos. Según las leyes del rey Carlos Félix, los hebreos en las ciudades debían habitar en un barrio separado de los cristianos, el <<gueto>>. ERan <<tolerados>>, es decir, considerados ciudadanos de serie B. Juan se hizo muy amigo de uno de ellos, Jacob Levi, que los compañeros llamaban con el apodo de <<Jonás>>. Tenían una base común: los dos eran huérfanos de padre. Era una amistad ardiente, luminosa. Escribe Don Bosco: <<Jugaba al billar con verdadera maestría. Le tenían gran cariño; él, a su vez, expresaba hacia mí una extraordinaria amistad. Rato libre de que disponía, iba a pasarlo en mi estancia; nos entreteníamos cantando, tocando el piano, leyendo y escuchando con gusto mil historias>>. Una cierta <<reyerta que podía acarrearle consecuencias lamentables>> puso en cristis al pobre hebreo. Juan, no por proselitismo sino por afecto, ofrece al amigo el mejor bien que posee: la fe. Le presta su catecismo. <<En el espacio de pocos meses aprendió las verdades principales de la fe. Estaba contentísimo y cada día se hacía mejor en el hablar y en el obrar>> El drama familiar (inevitable) estalla cuando la madre hebrea descubre el catecismo cristiano en la habitación de su hijo. Ella tiene la impresión de perderle también a él, después de haber perdido al marido. Afronta a Juan y le dice con amargura: <<Tú me lo has destrozado>>. Juan usa las mejores palabras que sabe, pero no logra nada. Amenazado por los parientes,

por el rabino, <<Jonás>> debe alejarse durante algún tiempo de la familia. Luego, poco a poco, vuelve la calma. El día 10 de agosto, en la catedral de Chieri, el joven hebreo es bautizado. El acto oficial, conservado en los archivos de Chieri, atestigua: <<Yo, Sebastián Schioppo, teólogo y canónigo, por concesión del reverendíismo e ilustrísimo arzobispo de Turín, he bautizado solemnemente al joven hebreo Jacob Levi, de dieciocho años, y le he puesto el nombre de Luis…>> <<Jonás>>, ahora “Luis”, permaneció siempre amigo entrañable de Don Bosco. Todavía en 1880 (casi cincuenta años después) bajaba al Oratorio de Valdocco a visitarle y a recordar juntos los <<hermosos tiempos>> pasados. Pistas de Reflexión Leyendo el catecismo, Jonás <<en el espacio de pocos meses aprendió las verdades principales de la fe. Estaba contentísimo y cada día se hacía mejor en el hablar y en el obrar>>. ¿Qué es para mí el libro de religión o catecismo? ¿Un libro para la escuela y basta? ¿O un libro que debo leer con calma, para reflexionar sobre él, para aprender a ser mejor? Probaré a reabrirlo yo solo, por mi cuenta, y a leerlo con calma. Oración Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco, que tanto trabajaste por la salvación de las almas, sé nuestro guía en buscar nuestra salvación y la salvación del prójimo. Ayúdanos a vencer las pasiones y cuidar el respeto humano. Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia. Alcánzanos de Dios una santa muerte para que podamos encontrarnos juntos en el cielo. Amén.

UN DIA CON DON BOSCO 06 DE MARZO: SIMBOLO – La Dignidad Humana

LAS MANZANAS DE JOSÉ BLANCHARD Los compañeros veían que Juan sufría muchas veces hambre. A un amigo suyo, José Blanchard, le daba pena. Y puesto que su madre era vendedora de fruta y verdura en el mercado, iba muchas veces a su puesto y, a escondidas, se llenaba los bolsillos de manzanas y castañas. La madre de José no era una ingenua. Veía y hacía como si no viera nada. Un día el hermano de José, Leandro, dijo enfadado a su madre: -¿Cuándo darás una buena lección a José? Te coge la fruta delante de tus narices y tú no te das cuenta de nada. Si hubiera cinco o seis que hicieran lo mismo, ¡buenas ganancias sacaríamos del mercado! -No hay cinco o seis; es sólo José – respondió tranquila la mujer- Yo apruebo con gusto sus maniobras. Sé que lo hace para dar de comer a Juan Bosco. Y estoy contenta de que lo haga. Juan es buen muchacho y el hambre a su edad es un problema que puede hacer malos a muchos. Juan aceptaba aquella fruta como una bendición del cielo. La devoraba. Luego decía: -Gracias, José. Tú das de comer a un hambriento, y Dios te recompensará. Pero también yo espero poder recompensártelo algún día. Un viejecito con un plato en la mano Ya anciano, volviendo un día a Chieri, Don Bosco vio a José Blanchard, su amigo. También Blanchard era un viejecito. Iba despacio por la calle llevando en la mano un plato de menestra y una botella de vino.

Don Bosco estaba hanlando con un grupo de sacerdotes. Los dejó de golpe y fue contento al encuentro con aquel viejecito. -¡Querido Blanchard! ¡Qué alegría volver a verte! ¿Cómo estás? -Bien, bien señor caballero -respondió impactado tratando de seguir su camino. La cara de Don Bosco se puso triste: -¿Por qué me llamas <<caballero>>? ¿Ya no eres mi amigo? Yo soy el pobre Don Bosco, siempre pobre como cuando tú me quitabas el hambre. Se volvió a los sacerdotes que se habían acercado: -Señores, este es uno de los primeros bienhechores de Don Bosco. Yo era un pobre estudiante que sufría hambre; y él compartía su comida conmigo. No tenía miedo de coger la fruta de su madre para quitarme el hambre. Y su madre, que lo veía todo, cerraba los dos ojos y le dejaba hacer. Una gran madre y un buen hijo. Luego se dirigió a Blanchard azoradísimo con su plato y su botella: -Quiero que todos lo sepan. Porque tú hiciste todo lo que podías por mí. Cada vez que vayas a Turín, ven a encontrarme en Valdocco. Debes venir a comer conmigo, aunque tal vez el hambre no te la quitarás toda en mi pobre mesa. En 1886, José Blanchard supo que Don Bosco estaba enfermo y fue a Turín a visitarlo. Subió a su habitación, pero el secretario don Viglietti, que vigilaba delante de la puerta, no quería dejarlo entrar. -Don Bosco está muy mal y descansa. No puede recibir a nadie. El viejecito dio vueltas al sombrero en las manos. Le disgustaba que Don Bosco estuviera mal, pero le dolía también haber hecho un camino tan largo para nada. Dijo al secretario: -Le diga que está Blanchard. Verá que me recibirá. No hizo falta que don Biglietti entrara. A la otra parte de la puerta, Don Bosco había reconocido la voz. Se había levantado de la cama con dificultad y estaba yendo a su encuentro. Le echó los brazos al cuello, le hizo entrar y sentar a su lado. -Bien, Blanchard, te has acordado del pobre Don Bosco, ¿Cómo va tu salud, cómo va tu familia? Hablaron mucho tiempo, del presente lleno de achaques para los dos, del pasado cuando eran fuertes y desafiaban a los charlatanes en las calles de Chieri. -¡Eras un cañon, Juan, un cañon! -Ahora los cañones de aquellos tiempos los ponen en los museos, querido Blanchard. Somos viejos los dos y debemos pensar en el desahucio que pronto nos darán. Menos mal que del PAraíso nadie os desahuciará. Había llegado la hora de la comida. Don Bosco se excusó: -Como ves, Blanchard, mis piernas están hinchadas como dos troncos de árbil. Ya no son capaces de subir escaleras. No puedo bajar para comer contigo. Pero quiero que tú comas en medio de mis salesianos. Llamó a Don Viglietti: -Harás que este mi querido amigo coma en mi sitio, entre los salesianos. Rezaré por ti, Blanchard, y tú no te olvides de tu pobre Don Bosco. Confundido, el viejecito comió aquel día rodeado de los superiores de la Congregación. Y contó su amistad con Juan en Chieri, sus desafíos al saltimbanqui, los días fabulosos de la <<Sociedad de la alegría>>. <<¡Juan era tan bueno ya entonces! -dijo conmovido-. Y cuando hablaba, nos encantaba a todos>>.

Pistas de Reflexión Reconocimiento. Significa <<reconocer el bien que los demás nos hacen o nos han hecho, y corresponder con gestos que demuestran nuestro afecto y nuestro agradecimiento>>. Muchísimos reciben cosas buenas: de los padres, de los profesores, de los amigos…Poquísimos demuestras reconocimiento. Un proverbio antiguo llegaba a afirmar: >>Beneficencia y gratitud son dos señoras que nunca se han encontrado>>. ¿Sé yo demostrar gratitud? Es decir: ¿sé decir <<gracias>> cuando recibo algún bien? ¿Sé mandar una postarl (del paseo, de las vacaciones) a las personas que me han hecho algún bien? ¿Sé rezar por quien me ha ayudado? Puedo hacer un cálculo sencillo pero muy significativo: ¿cuántas veces digo <<gracias>> en un día? Al Señor, a mis padres, a los amigos… Oración Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco, que tanto trabajaste por la salvación de las almas, sé nuestro guía en buscar nuestra salvación y la salvación del prójimo. Ayúdanos a vencer las pasiones y cuidar el respeto humano. Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia. Alcánzanos de Dios una santa muerte para que podamos encontrarnos juntos en el cielo. Amén.

UN DIA CON DON BOSCO 11 DE MARZO: SIMBOLO – Los Seminaristas

VIDA DURA EN EL SEMINARIO El 30 de octubre de 1835 Juan, que tiene veinte años y ha vestido el hábito de los clérigos que desean ser sacerdotes, debe entrar en el Seminario de Chieri. La víspera de la partida, su madre le dice estas palabras: <<Querido Juan, has vestido el hábito sacerdotal; yo experimento con este hecho todo el consuelo que una madre puede sentir ante la suerte de su hijo. Pero recuerda que no es el hábito lo que honra su estado, sino la práctica de la virtud. Cuando viniste al mundo, te consagré a la Santísima Virgen. Al iniciar los estudios te recomendé la devoción a esta Nuestra Madre. Ahora te aconsejo ser todo suyo, Juan>>. <<Al concluir estas palabras -escribe Don Bosco-, mi madre estaba conmovida. Yo derramaba lágrimas. Le respondí: “Madre, le agradezco cuanto ha dicho y hecho por mí; estas sus palabras no han sido dichas en vano y las conservaré como un tesoro durante toda mi vida>>. Un saludo alegre desde lo alto de un muro Juan había caminado mucho por las colinas de su tierra, había trepado a los árboles para observar un nido de pájaros o para ganar a un saltimbanqui, había respirado a plenos pulmones el aire libre durante veinte años. Sintió un vuelco en el corazón cuando se vio encerrado entre las cuatro paredes austeras del Seminario: un cuadrado severo, como una fortaleza rodeada de muros donde habría debido vivir seis años. Estaba a su lado el amigo Garigliano, también él socio sereno y bullicioso de la <<Sociedad

de la alegría>, también él con un hilo de tristeza ante aquellos muros altos y severos. Pero en aquel momento Juan vio, en el centro del muro más macizo, un reloj de sol que tenía esta inscripción: <<Afflictis lentae, celeres gaudentibus horae>>. Para él, como experto latinista, aquellas palabras eran transparentes. Significaban: <<Para quien sufre las horas pasan lentas; pero son veloces para quien está alegre>>. Tres días para comprender Aquella misma tarde, en la iglesia del Seminario colocados en los sólidos bancos, los seminaristas cantaron la antigua invocación al Espíritu Santo (Veni, Creator Spiritus) y comenzaron cinco días de <<Ejercicios Espirituales>>. Fueron cinco días intensos. Cuatro pláticas cada día dirigidas por dos predicadores que se alternaban. Silencio rigurosso en el resto del día, punteado por frecuentes oraciones y comenzando siempre por la santa Misa. Confesión diligente y Comunión el último día. En aquellos cinco días se dijo, se repitió, casi se remachó, la finalidad para la que ellos comenzaban el Seminario: habrían consumido su vida no para cultivar campos, no para construir casas, no para dar clases desde una cátedra, no para procurarse una vida cómoda y tranquila, sino para ser Jesús entre la gente. Jesús había gastado su vida para llevar a la gente la Palabra de Dios, para invitar a pensar menos en la tierra y más en el Cielo. Había ido de pueblo en pueblo para convencer a todos a sanar del pecado, del egoísmo, de la prepotencia, de la sensualidad: los grandes males que crecen en el corazón y que llevan a la ruina en esta vida y a la perdición eterna en la otra. Había llevado a todos el perdón de Dios. Había demostrado un amor tiernísimo hacia los pequeños, los enfermos, los pobres. Había dado la vida en la cruz para abrir a todos las puertas del Paraíso. Quien escogía hacerse sacerdote asumía para sí este programa. Un sacerdote, todo sacerdote, debía revivir a Jesús entre la gente, hasta dar la vida por la salvación de los hermanos. Arrodillado en la capilla del Seminario, Juan rezó: “Jesús, ayúdame a ser Tú en medio de los jóvenes que me has confiado>>. Pistas de Reflexión El Seminario de tu diócesis es el lugar donde muchachos como tú se preparan para ser los sacerdotes de mañana. ¿Sabes dónde está? ¿Cuántos seminaristas tiene? ¿Por qué estos muchachos han entrado en el Seminario? No han tenido una <<visión>>, ni han oído una <<voz especial>> de Jesús. Simplemente han pensado que ser <<Jesús en medio de los demás>> es una gran misión. Y han intentado realizarla. Podríais escribir juntos una carta a vuestros <<seminaristas>>, haciéndoles preguntas, dándoles noticias, organizando un encuentro. Oración Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco, que tanto trabajaste por la salvación de las almas, sé nuestro guía en buscar nuestra salvación y la salvación del prójimo. Ayúdanos a vencer las pasiones y cuidar el respeto humano. Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia. Alcánzanos de Dios una santa muerte para que podamos encontrarnos juntos en el cielo. Amén.

UN DIA CON DON BOSCO 13 DE MARZO: SIMBOLO – La Misa

UN SACERDOTE POR LAS CALLES 5 de junio de 1841. El arzobispo de Turín extiende las manos sobre la frente de Juan Bosco arrodillado a sus pies. Invoca al Espíritu Santo para que venga y lo consagre para siempre. Cuando se levanta, ya es sacerdote, es Don Bosco. Su primera Misa la celebra en el altar del Ángel de la Guarda. Declara así que quiere llegar a ser un ángel que custiodiará, ayudará dará fuerza a todos los muchachos que encuentre. La segunda Misa la celebra en el altar de la Virgen en el gran santuario de Turín llamado <<de la Consolata>>. Alzando los ojos, ve a la <<Señora esplendente como el sol>> que le llamó a los nueve años y que le ha ido conduciendo hasta aquí. El jueves es la fiesta del Cuerpo del Señor: Don Bosco dice su primera Misa en Castelnuovo. Luego va a su casa de Los Becchi. Don Bosco, veintiséis años, está en el patio delante de su pobrisima casita. A su lado está Mamá Margarita, cincuenta y tres años. A su alrededor está el campo verde que le ha visto crecer, jugar, recorrer sus senderos en busca de nidos, o con los libros bajo el brazo yendo a la escuela. Lento, como todos los diálogos de los campesinos, se desarrolla el diálogo entre Don Bosco y su madre: -Ya eres sacerdote. ¿Qué piensas hacer? -Yo creo, mamá, que los muchachos desbandados vistos en el sueño no están entre estas colinas, sino que me esperan en la ciudad. Iré a Turín a trabajar como sacerdote. -La ciudad puede ser difícil también para ti. Puede desbandarse un muchacho, pero puede desbandarse también un sacerdote joven. Ve a aconsejarte con don Cafasso. Siempre te ha

dado buenos consejos. Don Cafasso lo escucha. Luego le dice con calma: -Tu sitio es Turín. Ven a vivir aquí, en el Colegio Eclesiástico. Y mientras tanto, vas por la ciudad, mira a tu alrededor. Dios te dirá lo que quiere de ti. En el colegio, al lado de la iglesia de San Francisco de Asís, viven 45 sacerdotes jóvenes, que se preparan durante dos años a ser apóstoles en la ciudad de Turín. Desde los primeros días, Don Bosco va por la ciudad. Quiere hacerse una idea de los jóvenes. Queda desconcertado. Las periferias, los suburbios, son zonas de explotaciones y de miseria. Adolescentes vagabundean desocupados por las calles, pendencieros, blasfemos, dispuestos a intentar cualquier aventura para abrirse camino en la vida. Al lado del mercado general de la ciudad, descubre un verdadero <<mercado de brazos jóvenes>>: en una zona de Puerta Palazzo encuentra un hervidero de <<merceros ambulantes, vendedores de fósforos, limpiabotas, barrenderos, mozos de cuadra, distribuidores de folletos, criados de los negociantes en el mercado, todos pobres muchachos que vivían al día, buscando algún oficio, con tal de poder seguir viviendo>> Pistas de Reflexión Don Bosco comienza a decir Misa. ¿Qué es la Misa? ¿Por qué el sacerdote la dice y los cristianos van a participar? Porque la Misa es Jesús que <<muere y resucita por nosotros<<. Nosotros juntamente con el sacerdote lo ofrecemos a Dios nuestro Padre. Es el <<regalo más precioso>>, que podemos hacer a Dios; le ofrecemos el amor de Jesús que muere por nosotros. Y por este <<amor que muere>>, le pedimos que tenga piedad de nosotros, que nos perdone, que nos salve. ¿Tú vas a Misa? ¿Ofreces a Jesús a Dios junto con el sacerdote? ¿Tienes la certeza de que en aquel momento, por amor de Jesús, Dios te escucha? Oración Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco, que tanto trabajaste por la salvación de las almas, sé nuestro guía en buscar nuestra salvación y la salvación del prójimo. Ayúdanos a vencer las pasiones y cuidar el respeto humano. Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia. Alcánzanos de Dios una santa muerte para que podamos encontrarnos juntos en el cielo. Amén.

UN DIA CON DON BOSCO 19 DE MARZO: SIMBOLO – El Trabajo y la Cruz

EL COMIENZO CON LOS PEQUEÑOS ALBAÑILES Mañana del 8 de diciembre de 1841, fiesta de la Inmaculada. Don Bosco llevaba ya 35 días en Turín. Cuenta él mismo: <<Me encontraba revistiéndome con los ornamentos sagrados para celebrar la santa Misa. El sacristán, José Comotti, al descubrir en un rincón a un jovencito, le invitó a que me ayudara a Misa. -No sé -respondió él, muy avergonzado. -Venga, tienes que hacerlo -insistió. -No sé, no lo he hecho nunca. -¡Eres un animal! -afirmó furiosamente el sacristan.- Si no sabes ayudar a Misa, ¿a qué vienes a la sacristía? Mientras decía esto, agarró el mango del plumero y la emprendió a golpes en la espalda y en la cabeza de aquel pobrecillo. Mientras éste echaba a correr, grité yo con fuerza: -¿Qué hace? ¿Por qué pegarle de ese modo? ¿Qué ha hecho? -¿Por qué viene a la sacristía, si no sabe ayudar a Misa? -Pero usted ha hecho mal. -¿Y a usted que le importa? -Me importa mucho; se trata de un amigo mío. Llámele inmediatamente, necesito hablar con él.

El sacristán corrió tras él, asegurándole que no le haría daño y lo condujo a mi lado. El muchacho se acercó temblando y llorando por los golpes recibidos. Le pregunté con cariño: -¿Has oído la Misa? -No -Ven, pues, a oírla. Después me interesaría hablarte de un asunto que te va a gustar. Aceptó. Celebrada la santa Misa y practicada la debida acción de gracias, trasladé a mi aspirante a un coro. Sonriendo y asegurándole que no debía temer más bastonazos, empecé a preguntarle de esta manera: -Mi buen amigo, ¿cómo te llamas? -Bartolomé Garelli -¿De qué pueblo eres? -De Asti -¿Vive tu padre? -No, mi padre ha muerto -¿Y tu madre? -Mi madre ha muerto también -¿Cuántos años tienes? -Tengo dieciséis -¿Sabes leer y escribir? -No sé nada -¿Sabes silbar? Bartolomé se echó a reír. Era lo que yo quería. Comenzamos a ser amigos. -¿Has hecho la primera Comunión? -Todavía no -¿Te has confesado alguna vez? -Sí, pero cuando era pequeño -Ahora, ¿vas a catecismo? -No me atrevo -¿Por qué? -Porque mis compañeros más pequeños sabe el catecismo, y yo, tan mayor, no sé nada. Por eso me da vergüenza ir a las clases. -Si te diera catecismo aparte, ¿vendrías a escucharlo? -Vendría con mucho gusto, siempre que no me peguen. -Estate tranquilo, nadie te tratará mal. Al contrario, serás mi amigo, tendrás que tratar conmigo y con nadie más. ¿Cuándo quieres que comencemos nuestro catecismo? -Cuando usted quiera. -¿Esta tarde? -Con mucho gusto>> Don Bosco se arrodilla y reza <<con fervor>> una Avemaría. Luego hace la señal de la cruz <<para comenzar>>, pero se da cuenta de que Bartolomé hace un gesto que recuerda vagamente la señal de la cruz. Entonces, con dulzura, le enseña a hacerla bien. Y le explica en dialecto (¡los dos son de Asti!) por qué llamamos <<Padre>> a Dios. Al final le dice: -Querría que vinieses también el domingo próximo.

-Con gusto -Pero no vengas solo. Trae contigo a tus amigos. Bartolomé, albañilito de Asti, es el primer embajador de Don Bosco entre los jóvenes obreros del barrio. Cuenta su encuentro con el sacerdote simpático <<que sabe silbar también él>>, y comunica su invitación Pistas de Reflexión Don Bosco enseña a Bartolomé a hacer la señal de la Cruz. ¿Sabes tú hacerla bien? ¿Sabes bien las palabras? Con el gesto trazamos sobre nosotros la figura de la cruz de Jesús. Con las palabras decimos a Dios que queremos vivir bajo la protección <<del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo>>, es decir de Dios. ¿La señal de la Cruz se hace sólo al entrar y salir de la iglesia? Un verdadero cristiano la hace también por la mañana la despertarse, y por la noche antes de dormirse, para comenzar y acabar sus días bajo la protección del Señor. Oración Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco, que tanto trabajaste por la salvación de las almas, sé nuestro guía en buscar nuestra salvación y la salvación del prójimo. Ayúdanos a vencer las pasiones y cuidar el respeto humano. Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia. Alcánzanos de Dios una santa muerte para que podamos encontrarnos juntos en el cielo. Amén.