pero vaz de caminha[1]

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Pero Vaz de Caminha (1450 – 1500) Carta del descubrimiento 1 Señor, Aunque el Capitán mayor 2 de esta vuestra flota y también los otros capitanes le escribieron a Vuestra Majestad dando noticias del descubrimiento de esta vuestra tierra, que, recientemente, con esa embarcación se encontró, 3 no dejaré también yo de escribirle a Vuestra Majestad como mejor pueda, aunque lo haga peor que los demás. Pero vea Vuestra Majestad mi ignorancia como buena voluntad y tenga por seguro que, por embellecer o hacer más feo, no trataré de decir más de lo que vi y me pareció. De la marinería o de las singladuras 4 del viaje no le hablaré aquí a Vuestra Majestad, porque no lo sabría hacer y cabrá a los pilotos ese cuidado; por lo tanto, Señor, de lo que he de hablarle empiezo y digo: [...] Entonces, seguimos nuestro camino por ese ancho mar hasta el martes de la semana de Pascua, que era el 21 de abril, cuando encontramos algunos indicios de tierra, […] según decían los pilotos. Estos indicios eran: gran cantidad de largas hierbas, a las cuales los navegantes llamaban botelho, y otras más, a las que dan el nombre de “rabo de asno”. El miércoles siguiente, por la mañana, nos topamos con aves a las que llaman fura-buchos, y este mismo día, a la hora de vísperas, 5 avistamos tierra. En primer lugar, un monte grande, muy alto y redondo, y otras sierras más bajas al sur de éste. Y también, tierra llana, con grandes arboledas. Al monte alto el Capitán puso el nombre de Monte Pascoal; y a la tierra, Tierra de Vera Cruz. Ordenó que 1 En: Rodríguez Monegal, Emir. Noticias secretas y públicas de América. Tusquets, Barcelona, 1984. 2 Se refiere a Pedro Álvares Cabral. 3 Los historiadores han discutido la utilización de este término en lugar de “se descubrió”. En portugués esta carta se conoce como Carta do Achamento do Brasil. 4 Singladura: distancia recorrida por una nave en 24 horas, de mediodía a mediodía. 5 Antes del anochecer.

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Pero Vaz de Caminha

(1450 1500)

Carta del descubrimiento

Seor,

Aunque el Capitn mayor de esta vuestra flota y tambin los otros capitanes le escribieron a Vuestra Majestad dando noticias del descubrimiento de esta vuestra tierra, que, recientemente, con esa embarcacin se encontr, no dejar tambin yo de escribirle a Vuestra Majestad como mejor pueda, aunque lo haga peor que los dems. Pero vea Vuestra Majestad mi ignorancia como buena voluntad y tenga por seguro que, por embellecer o hacer ms feo, no tratar de decir ms de lo que vi y me pareci. De la marinera o de las singladuras del viaje no le hablar aqu a Vuestra Majestad, porque no lo sabra hacer y cabr a los pilotos ese cuidado; por lo tanto, Seor, de lo que he de hablarle empiezo y digo: [...] Entonces, seguimos nuestro camino por ese ancho mar hasta el martes de la semana de Pascua, que era el 21 de abril, cuando encontramos algunos indicios de tierra, [] segn decan los pilotos. Estos indicios eran: gran cantidad de largas hierbas, a las cuales los navegantes llamaban botelho, y otras ms, a las que dan el nombre de rabo de asno.

El mircoles siguiente, por la maana, nos topamos con aves a las que llaman fura-buchos, y este mismo da, a la hora de vsperas, avistamos tierra. En primer lugar, un monte grande, muy alto y redondo, y otras sierras ms bajas al sur de ste. Y tambin, tierra llana, con grandes arboledas. Al monte alto el Capitn puso el nombre de Monte Pascoal; y a la tierra, Tierra de Vera Cruz. Orden que echasen la sonda y midieron 25 brazas; y, al amanecer, lanzamos anclas a cerca de 6 leguas de la tierra con 19 brazas de profundidad: un buen anclaje. All nos quedamos toda aquella noche [...]

Durante la noche siguiente sopl mucho viento, con aguaceros de sureste, de tal modo que hizo arriar las velas de las embarcaciones, incluso la capitana. El viernes por la maana, a las 8 ms o menos, aconsejado por los pilotos, el Capitn orden que se levaran anclas y que se izaran velas, y fuimos a lo largo de la costa, con los botes y los esquifes amarrados por la popa, hacia el norte, a ver si encontrbamos algn sitio protegido y bueno donde encontrsemos agua y lea, no porque nos escasearan, sino para que completsemos nuestras provisiones. Cuando izamos velas, estaban sentados en la playa, cerca del ro, alrededor de sesenta o setenta hombres que se juntaron all poco a poco. Seguimos a lo largo de la costa, y el Capitn orden que las naves ms pequeas fuesen ms cerca de la tierra y que, si encontrasen puerto seguro para las embarcaciones, atracasen. Cuando bamos por la costa, cerca de 10 leguas desde el lugar donde habamos levado anclas, los mencionados barcos encontraron un pequeo arrecife con un puerto interno, muy bueno y muy seguro con una entrada muy ancha; entraron y atracaron.

Y las dems embarcaciones se acercaron a ellos. Poco antes de la puesta del sol atracaron cerca de una legua del arrecife y echaron anclas a 11 brazas. Afonso Lopes, nuestro piloto, que estaba en uno de aquellos barcos pequeos por rdenes del Capitn, por ser hombre listo y diestro para tal empresa, en seguida se meti en un esquife a sondear el puerto hacia el interior, y meti en una almada a dos de aquellos hombres de la tierra, jvenes y de buenos cuerpos. Uno de ellos traa un arco y seis o siete flechas. Muchos ms andaban por la playa con sus arcos y flechas, pero no hicieron uso de ellas. Les trajo en seguida y por la noche los llev al Capitn; fueron recibidos con mucha cortesa y fiesta.

Son pardos, casi rojizos, con rostros regulares y narices bien hechas; van desnudos, sin nada que les cubra; tampoco se molestan en taparse cosa alguna y en ensear sus vergenzas. En cuanto a eso, son tan inocentes como el mostrar el rostro. Los dos tenan el labio inferior agujereado, y cada uno tena metido en l un hueso de verdad, blanco, que meda como una mano atravesada y era del grosor de un huso de algodn, agudo en la punta, como un agujereador. Lo meten por la parte de dentro del labio, y lo que les queda entre el labio y los dientes parece un castillo de ajedrez. Y de tal modo lo traen all encajado, que no les hace dao, ni estorba al hablar, ni al comer y beber. Su cabello es lacio. Lo tenan cortado muy arriba, y de la oreja hacia abajo tenan la cabeza completamente afeitada. Uno de ellos llevaba de sien a sien, por detrs, una especia de peluca de plumas de aves, amarilla, que sera de la largura de un coto, muy espesa y muy cerrada, que le cubra la nuca y las orejas. Esa peluca estaba pegada al cabello, pluma por pluma, como una masa suave como la cera, pero que no era tal. De este modo se mova la peluca muy redonda y muy espesa y muy igual. Cuando vinieron, el Capitn estaba sentado en una silla, con una alfombra bajo los pies, como tarima, bien vestido y con un collar de oro muy grande al cuello. Sancho de Tovar, Simao de Miranda, Nicolau Coelho, Aires Correia y los dems que viajamos con l en la nave estbamos sentados en esa alfombra. Se encendieron antorchas y ellos entraron. No hicieron ningn gesto de saludo, ni se dirigieron al Capitn ni a nadie. Pero uno de ellos vio el collar del Capitn y comenz a sealar con la mano hacia la tierra y luego hacia el collar, como si nos dijera que en la tierra habra oro. Y vio tambin un candelero de plata y del mismo modo seal hacia la tierra y hacia el candelero como que si all hubiese tambin plata. Le ensearon un papagayo pardo que el Capitn traa en el barco; lo cogieron en la mano y sealaron hacia la tierra, como si dijeran que all los haba; les ensearon una oveja y no le hicieron caso; le ensearon una gallina, y casi le tuvieron miedo sin querer tocarla, aunque luego la cogieron un poco espantados. Les dieron, entonces, de comer, pan y pescado cocido, dulces y pasteles, miel e higos secos. No quisieron comer casi nada; y de algo, si lo probaron, enseguida lo echaron fuera. Les trajeron una copa de vino; se lo pusieron un poco en la boca y no les gust nada, ni lo quisieron ms. Les trajeron una alcarraza de agua; cada uno cogi un poco de ella, pero no la bebieron. Solamente se lavaron la boca y echaron fuera. Uno de ellos, vio unas cuentas de rosario blancas y seal para que se las diese; se quedaron encantados con ellas, y uno de ellos se las puso al cuello; luego se las quit y se las enroll en el brazo y seal hacia la tierra y hacia las cuentas y hacia el collar del Capitn, como que daran oro por aquello. Eso entendimos nosotros, porque as desebamos que fuese; pero, si l hubiera querido decir que se llevara las cuentas y el collar, eso no habramos querido entender porque no se las habramos dado. Luego devolvi las cuentas a quien se las haba entregado y, entonces, se tumbaron de espaldas en la alfombra para dormir, sin preocuparse en taparse las vergenzas, que no estaban circuncidadas; sus pelos estaban bien afeitados y hechos. El Capitn orden que se les pusiese a cada uno un cojn. El de la peluca se preocupaba por no descomponerla. Se les puso una manta por encima y ellos consintieron: se sosegaron y quedaron dormidos.

[...] Andaban por all muchos y la mayora, casi todos, traa picos de huesos en los labios; los que no lo llevaban, tenan los labios agujereados y, en los agujeros, llevaban espejos de palo, que parecan espejos de goma. Algunos traan hasta tres de aquellos picos, del siguiente modo: uno en el medio y dos a los lados. Haba otros con el cuerpo pintado de colores, la mitad de su propio color y la otra mitad con pintura negra, de tono azulado; otros tenan el cuerpo pintado como el ajedrez. Haba entre ellos tres o cuatro muchachas, muy jvenes y muy hermosas, con cabellos muy negros, cados por la espalda abajo; sus vergenzas eran tan altas y tan prietas, y tan limpio tenan el pelo que no nos daba vergenza mirarlas fijamente. All ya no hubo entonces conversacin con ellos, tal era el alboroto que hacan. No poda entenderse ni orse a nadie. Les hicimos seas para que se fuesen, y as lo hicieron. Y cruzaron el ro. Luego, tres o cuatro hombres de los nuestros salieron de los botes y llenaron no s cuntos barriles de agua, que cogimos y llevamos a la nave. Mientras volvamos, nos indicaron por seas que volvisemos a tierra. Volvimos y nos enviaron el desterrado porque no queran que se quedase con ellos. Este llevaba una pequea palangana y dos o tres gorras rojas para ofrecer al Seor de all, si lo hubiese. No le quitaron nada y lo devolvieron con todo. Entonces, Bartolomeu Dias le dijo que volviera para entregarles todo aquello. Y l volvi y, delante de nosotros, lo entreg al que primero le acogi. Volvi al barco y lo trajimos. El que le acogi era ya un hombre mayor y tena, por gallarda, todo el cuerpo clavado de plumas, pareciendo lleno de flechas como San Sebastin. Otros llevaban sombreros de plumas amarillas, otros rojas y otros verdes. Una de aquellas muchachas iba toda pintada, de arriba abajo, y era realmente tan bien proporcionada y redonda, y su vergenza tan graciosa que a muchas mujeres de nuestra tierra, al verla, les causara envidia no tenerla como aqulla. Ninguno de ellos estaba circuncidado; eran como nosotros. As que volvimos y ellos se marcharon. [...]

Entre ellos haba muchos muy elegantes, pintados de negro y rojo, por el cuerpo y por las piernas. Andaban tambin por all cuatro o cinco mujeres jvenes, tambin desnudo, y entre ellas haba una que tena el muslo todo pintado de negro, de la rodilla hasta las caderas y la nalga, y todo el resto del cuerpo de su propio color. Otra tena las dos rodillas pintadas de ese color y tambin la parte de arriba del pie. Llevaban sus vergenzas desnudas y destapadas con tanta inocencia que no haba en ello motivo alguno de vergenza. Haba por all otra mujer joven con un nio o nia en brazos, amarrado al pecho por una tela de no s qu, y slo se vean las piernas de la criatura.

Luego el Capitn habl delante de todos nosotros con un viejo acerca de las cosas que desebamos saber: si haba oro en tierra. Pero nosotros no le entendamos, ni l a nosotros. Este viejo tena un agujero tan grande en el labio que por l poda meterse un dedo pulgar y, metido en el agujero, traa una piedra verde. El Capitn le dijo que se la quitara y l quiso meterla en el labio del Capitn. Estuvimos rindonos un rato con ello.

Estos hombres parecan muy sanos y limpios, y creo que en eso son como las aves y los animales del monte, que tienen mejores plumas y pelos que los animales domsticos. Eso me hizo pensar que ellos no tienen casas ni viviendas donde recogerse, y el aire les hace tal como son. Hasta ahora no hemos visto ninguna casa ni nada parecido. Otra vez orden el Capitn que aquel desterrado, Afonso Ribeiro, se fuera con ellos. Este estuvo con ellos un buen tiempo, pero, por la tarde volvi porque no queran aceptarle all. Le regalaron arcos y flechas y no le quitaron nada. El desterrado nos dijo que vio solamente algunas cabaas de ramas verdes y de helechos, muy grandes. Luego volvimos a las naves a dormir.

El lunes, despus de comer, salimos todos a tierra a beber agua. Entones, vinieron mucho de ellos, pero no tantos como las otras veces; traan muy pocos arcos y flechas y se mantuvieron un poco apartados de nosotros. Poco a poco se mezclaron, nos abrazaron y se divirtieron, pero algunos se esquivaban en seguida. Veinte o treinta de los nuestros se fueron con ellos hacia donde haba muchas jvenes y mujeres; trajeron muchos arcos y sombreros de plumas de aves, verdes y amarillos, y, segn dijeron los nuestros, lo pasaron muy bien. Ese da les vimos ms de cerca porque estbamos casi mezclados. Todos tenan los pelos afeitados hasta las orejas, y tambin las cejas y las pestaas.

El Capitn orden que el desterrado Afonso Ribeiro, otros dos ms y Diogo Dias, por ser ste divertido y haberles cado bien a aquellos hombres, fuese con ellos y pasasen all la noche. Segn han dicho stos, caminaron cerca de una legua y media hacia un poblado en el que haba nueve o diez casas, muy largas, como la nave capitana; eran de madera, cubiertas de paja, de razonable altura y todas con una sola habitacin sin divisiones. En las casas haba muchos ganchos en las paredes y, de una a otra, colgaban hamacas, atadas por las puntas, en las que dorman; debajo de cada una hacan fuegos para calentarse. Cada casa tena dos puertas pequeas, una en cada extremo. Dijeron que en cada casa vivan de treinta a cuarenta personas. Les dieron de comer unos tubrculos y unas semillas que hay en la tierra y que suele ser su alimento. Cuando se hizo de noche, no dejaron que all se quedasen ninguno de ellos, e incluso quisieron acompaarles. [...]

El jueves por la maana fuimos a tierra a por ms lea y agua. Estaban ellos por all con sus pinturas, muy elegantes. Cuando salimos del bote, nos dijo el Capitn que fusemos derechos a la cruz que estaba recostada a un rbol cerca del ro, que nos pusisemos de rodillas y la bessemos para que ellos viesen el respeto que tenamos por ella. Y as lo hicimos. Los diez o catorce hombres que estaban por all fueron tambin en seguida a besarla. Parece gente de tal inocencia que creo que rpidamente se haran cristianos, porque no tienen, segn parece, creencia alguna. Por lo tanto, si los desterrados que aqu se quedan aprenden su lengua y se hacen entender, no dudo que se convertiran en cristianos y creeran en nuestra santa fe, si Vuestra Majestad lo permite, porque seguro que esa gente es buena y de mucha simplicidad, y asumira inmediatamente cualquier culto que se le quisiera dar. Adems, Nuestro Seor les dio buen cuerpo y buen rostro, como en los buenos hombres. Creo que no fue por casualidad que, l nos trajo hasta aqu. Por lo tanto, Vuestra Majestad, quien tanto desea divulgar la fe catlica, debe intervenir en la salvacin de esas gentes. Y quiera Dios que eso se haga con poco trabajo. Ellos no labran, no cran animales; no hay por aqu ni buey, ni vaca, ni cabra, ni oveja, ni gallina, ni cualquier otro animal que est acostumbrado al modo de vida de los hombres. No comen sino de este tubrculo del que aqu hay mucho, y de esas semillas y frutos que la tierra y los rboles dan por s mismos. Y con todo esto son ms fuertes y robustos que nosotros que comemos tanto trigo y legumbres.

Por all estuvieron todo el da, siempre bailaban con los nuestros al ritmo de una pandereta nuestra, de tal manera que son ellos mucho ms amigos nuestros que nosotros de ellos. Si les llambamos a venir con nosotros a los barcos, todos queran venir prestamente. Pero esta noche trajimos slo cuatro o cinco, a saber: el Capitn mayor, a dos; Simao de Miranda, uno que ya traa de paje Aires Gomes, otro tambin de paje. Uno de ellos era uno de los que habamos trado la primera vez. Vino vestido con su camisa y trajo a su hermano. Comieron muy bien y durmieron en camas con colchones y sbanas, para mejor domesticarlos.

Hoy, que es viernes, primer da de mayo, salimos por la maana a tierra con nuestra bandera. Nos dirigimos hacia el sur del ro, donde nos pareci que era mejor sitio para clavar la cruz, por ofrecer mejor vista. Al clavarla, con los blasones e insignias de Vuestra Majestad, se construy un altar y Fray Enrique dijo misa. Los hombres que estaban por all se quedaron junto a nosotros sentados o de rodillas, como los nuestros. En el momento del Evangelio, en el que nos levantamos y erguimos las manos hacia el cielo, as lo hicieron tambin. Cuando alz el cuerpo de Dios y nos pusimos todos de rodillas, ellos hicieron lo mismo, y lo hacan de tal modo que le digo a Vuestra Majestad, que nos caus gran devocin. Terminada la misa, Fray Enrique se sent para hacer el sermn sobre el Evangelio. Y ellos, durante todo el tiempo, estuvieron como nosotros mirando al orador. Uno de ellos llamaba a otros que se acercasen, y unos venan y otros no. Luego Nicolau Coelho trajo muchas cruces de estao con crucifijo, y Fray Enrique se las fue entregando una a una, haciendo que las besasen y se las atasen al cuello. Vinieron todos, cerca de cuarenta o cincuenta.

Terminado todo esto, volvimos al barco y el Capitn trajo a dos de aquellos hombres y les regal camisas. Segn me parece, a esa gente slo les hace falta que nos entiendan para que sean cristianos, porque en seguida aprenden lo que nos ven hacer. Por eso nos pareci a todos que no tienen ninguna idolatra ni adoracin. Creo que, si Vuestra Majestad enva para ac el que ms paciencia tenga con ellos, todos se convertirn segn el deseo de Vuestra Majestad. Si alguien viene para ac, que venga en seguida un clrigo para bautizarles, porque entonces ya tendrn ms conocimiento de nuestra fe gracias a los dos desterrados que aqu se quedan, los cuales han comulgado hoy.

Creo, Seor, que, con los dos desterrados, se quedan tambin dos grumetes que se escaparon del barco esta noche y hasta ahora no han vuelto.

Esta tierra, Seor, desde la punta de la que hemos venido al sur, hasta la otra punta al norte, que desde este puerto avistamos, ser tan grande que tendr cerca de veinte o veinticinco leguas de costa. De punta a punta se ve playa llana y muy hermosa. El interior nos pareci muy grande, porque, al estirar la vista, no hemos podido ver sino tierra y bosques; nos pareci una tierra muy ancha. Hasta ahora no hemos podido saber si hay oro ni plata, ni ninguna cosa de metal, ni de hierro; ni las vimos tampoco. Pero la tierra en s es muy buena de aires, tan fros y templados como los de Entre-Douro-e-Minho. Las aguas son muchas e infinitas. De tal forma es graciosa esa tierra que, si se la quiere aprovechar, crecer en ella todo, debido a las buenas aguas que tiene. Pero el mejor fruto que en ella se podr recoger creo que es salvar a esa gente; y sta debe ser la principal semilla que Vuestra Majestad en ella debe lanzar.

De este modo, Seor, doy a Vuestra Majestad noticia de lo que en esta vuestra tierra vi. Beso las manos de Vuestra Majestad. Desde este Porto Seguro de vuestra Ilha de Vera Cruz, hoy, viernes, primer da de mayo de 1500.

Pero Vaz de Caminha

En: Rodrguez Monegal, Emir. Noticias secretas y pblicas de Amrica. Tusquets, Barcelona, 1984.

Se refiere a Pedro lvares Cabral.

Los historiadores han discutido la utilizacin de este trmino en lugar de se descubri. En portugus esta carta se conoce como Carta do Achamento do Brasil.

Singladura: distancia recorrida por una nave en 24 horas, de medioda a medioda.

Antes del anochecer.

Esquife: barco pequeo que se utilizaba para llegar a tierra.

Almada: pequea embarcacin.

Coto: Unidad de medidad equivalente a cuatro pulgadas y media.

Alcarraza: vasija.

Espejo: adorno oval que se entalla en las molduras huecas.

Experimentado navegante portugus, fue el primero que lleg al actual Cabo de Buena Esperanza. Exploraba y buscaba el reino del Preste Juan, antigua leyenda por la cual se crea que en algn lugar al nordeste de frica haba un reino misterioso de cristianos en guerra con los musulmanes.

San Sebastin se representa con el cuerpo lleno de flechas ya que ese fue su martirio.

El ser como los portugueses es una informacin importante, no eran circuncidados como los judos, ni monstruosos, por lo tanto ms plausibles de ser cristianizados.

Era uno de los desterrados a quien se le dio la oportunidad de viajar a las Indias en lugar de la crcel. Hombre culto, su delito haba sido menor, Cabral decide dejarlo en tierra con otro desterrado Luis de Moura para seguir tomando notas sobre el territorio y sus habitantes.

Experimentado navegante portugus, con una vida llena de aventuras, descubridor de la actual isla de Madagascar.

Fue capitn de una de las trece embarcaciones que componan la flota de Cabral, continu viaje a la India y regres a Portugal.

El paje en las embarcaciones se preparaba para ser grumete puesto anterior al de marinero se enrolaban an siendo nios, en este caso puede referirse tambin, al cargo de acompaante de los seores.

Muri en el naufragio de su nave, una de las tres perdidas en la gran tormenta que en el Cabo de Buena Esperanza enfrent la flota de Cabral.

El obispo portugus Henrique Soares de Coimbra diriga en la flota de Cabral a un grupo de ocho misioneros destinados a Oriente. En Calecute murieron cinco, volvi a Portugal fracasando su misin.

Capitn de una de las naves de Cabral, muri en el viaje de vuelta a Portugal.

El 10 % de los integrantes de la flota eran nios entre 10 y 15 aos.

La zona ms al norte de Portugal.

O Tierra de Vera Cruz, primer nombre dado a Brasil.