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    La construccin del adversario peronista

    en los discursos electoralesde Kirchner y Menem

    de Matas Marini y Jos Ignacio Otegui

    (Propiedad intelectual registrada en laDireccin Nacional del Derecho de Autor)

    Febrero 2005

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    NDICE

    Introduccin 4

    1. Lineamientos para una investigacin1.1. Marco conceptual 7

    1.1.1. Lenguaje y poltica 71.1.2. El espacio pblico 111.1.3. La comunicacin poltica 181.1.4. Democracia y comunicacin poltica 221.1.5. El discurso poltico 24

    1.2. Breve historial discursivo y meditico del peronismo 251.2.1. Pern, el enunciador absoluto 281.2.2. Comunicar desde el exilio 301.2.3. Un giro copernicano: la impronta menemista 31

    1.2.3.1. Menem presidente 341.3. Referencias bibliogrficas del marco conceptual e histrico 37

    2. Los hechos, los dichos y los actores2.1. Antecedentes polticos de las elecciones presidenciales de 2003 402.2. Los operadores mediticos, los operadores polticos 422.3. Los resultados de la primera vuelta 442.4. El adversario poltico, la oposicin 48

    2.4.1. Partido poltico y gobernabilidad 492.4.2. El partido facttum 50

    2.5. Construyendo el ballottage 512.5.1. La carta econmica: Roberto Lavagna 52

    2.6. El guin de Menem 562.6.1. La calumnia, la injuria y la proscripcin 602.6.2. Yo, el peor de todos: personalismo en el discurso 612.6.3. El voto vergonzante 622.6.4. Preparando la derrota 62

    2.7. El guin de Duhalde y el discurso de Kirchner 632.8. La campaa permanente y la actitud presidencial 662.9. El debate ausente 672.10. Vieja y nueva poltica 672.11. El lugar de la poltica exterior 72

    2.11.1. Amrica latina. El Mercorsur 722.11.2. La guerra en Irak 75

    2.12. Referencias bibliogrficas y audiovisuales 76

    3. Conclusiones3.1. Evaluaciones generales de las campaas polticas de 2003 783.2. Conclusiones particulares: los discursos de Menem y Kirchner 79

    3.2.1. Las constantes discursivas en la representacin del adversario 833.2.2. Los actores en el proceso de comunicacin poltica 833.2.3. El peronismo como colectivo de identificacin poltica 85

    3.2.3.1 Una teora de los dos demonios para el PJ 883.2.3.2. La interna perenne 88

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    EplogoQuo vadis?Prognosis sobre el discurso peronista 90Agradecimientos 92

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    Introduccin

    El objeto de estudio del presente trabajo ha sido el discurso poltico peronista, a travsdel cual hemos intentado reconstruir al peronismo como fenmeno poltico. En particular, setrata aqu de las producciones discursivas de Carlos Sal Menem y Nstor Kirchner, dos

    justicialistas cuyos antecedentes polticos encuentran en sus experiencias como gobernadores

    un pasado de prcticas polticas no siempre dismiles. Ambos fueron reelectos en susrespectivas provincias por ms de un perodo, lo que les permiti instaurar una vastaestructura de poder poltico territorial que se extiende hasta el presente. Los dos debieronentablar acuerdos con el peronismo de la provincia de Buenos Aires para alcanzar laPresidencia de la Nacin.1

    A partir de la utilizacin que el peronismo ha hecho del espacio pblico nacional en suhistorial poltico para significar sus propuestas, ideologas, doctrinas y lderes; el presenteestudio analiz la composicin discursiva de estos dos candidatos pertenecientes a la mismaestructura partidaria y que compitieron entre s de cara a comicios para ocupar la titularidaddel Poder Ejecutivo Nacional en abril de 2003.

    Importantes estudios locales y extranjeros han abordado con lucidez el anlisis delfenmeno discursivo peronista y su construccin del adversario poltico de origen partidario

    diverso, en un mismo campo de interaccin poltica y social. La fundamental contribucin deestos estudios (citados en el desarrollo de esta investigacin) ha tenido por objeto lacomprensin del fenmeno poltico peronista, sus conflictos intestinos y su convivencia conel entorno institucional argentino.

    Si este estudio tuviera algn atisbo de originalidad, tal atributo no sera inmanente altrabajo, sino ms bien consecuencia de una caracterstica indita propia del perodo electoralde 2003, nunca antes verificada en la Argentina. La particular bsqueda que aqu proponemosindag en la construccin simblica que un candidato peronista confecciona a partir delcontendiente electoral de su mismo signo poltico. Cmo un peronista se distingue de otro sinincurrir en la destruccin de los fundamentos partidarios originarios del justicialismo.

    En la historia poltica del peronismo, los aos comprendidos entre 1973-1976 hanofrecido un ejemplo en este sentido. En un contexto que tuvo por hito la vuelta de Pern al

    pas luego de su exilio, las diversas tendencias del movimiento liderado por el General seesforzaron en delimitar discursivamente la figura del traidor o el enemigo interno dentro delas filas del partido intentando, simultneamente, no desautorizar la palabra del mismo Pernque, a la luz de un estudio temporal, se presentaba en apariencia contradictoria. As, porejemplo, la Juventud Peronista (JP) era acusada de responder a las directivas del trotskismo yla sinarqua internacional, mientras que los infiltrados de la derecha representaban para laizquierda la estrategia de la CIA dentro del movimiento peronista.

    Desde el plano discursivo, la lucha se libraba por obtener la necesaria legitimidad quecomo enunciador poltico permite construir el efecto de verosimilitud a partir de un criterio deverdad. Por entonces, el mayor obstculo (sobre todo para la Juventud Peronista) era lasupervivencia fsica de Pern en el campo poltico como enunciador por antonomasia del

    peronismo. Mientras ste viviera, la JP no podra encarnar con facilidad el rol de interlocutorvlido del colectivo pueblo, uno de sus objetivos.En el caso que nos ocupa, el de los justicialistas Menem y Kirchner (ms las

    intervenciones de Eduardo Duhalde), se procedi a detectar los puntos en comn y losmotivos de divergencia conceptual entre ambos actores que han de confrontar para

    1 El rol del peronismo bonaerense, por entonces resumido en la figura de Eduardo Duhalde, fue un elemento deanlisis prioritario en el contexto histrico seleccionado. Electoralmente, el distrito de la provincia de BuenosAires resulta capital para el campo poltico nacional; la estructura partidaria del Justicialismo del conurbano hasido un actor transversal a los acontecimientos polticos contemporneos.

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    diferenciarse en el espacio pblico, a travs de la composicin de un Otro antitticoperteneciente a un mismo origen partidario. Con este trabajo se intent demostrar cmo, en elplano discursivo de dos justicialistas, emergen las distintas manifestaciones que el peronismocomo movimiento y partido ha registrado a lo largo de su existencia poltica.

    El propsito de esta publicacin -que tiene por origen nuestra tesis de graduacin de la

    licenciatura en Comunicacin Social por la Universidad FASTA de Mar del Plata- ha sido elde indagar acerca del desarrollo y las caractersticas de la comunicacin poltica electoral del peronismo en el actual contexto institucional democrtico. En un marco electoral y proselitista, se observ el grado de interdependencia de los actores polticos en laconstruccin simblica del poder y el escenario en el espacio pblico.

    La peculiaridad de las elecciones presidenciales de 2003 recay en un desafocomunicacional. El histrico bipartidismo de la poltica argentina en las ltimas dos dcadas,que tuvo por protagonistas a la Unin Cvica Radical y al Partido Justicialista, presentdebilidades en su continuidad a partir de la crisis poltico-econmica que afect al pas desdediciembre de 2001. El fracaso de la gestin de Fernando de la Ra y la desorganizada interna

    presidencial entre Rodolfo Terragno y Leopoldo Moreau (2002) colocaron al radicalismo enuna posicin desautorizada ante la opinin pblica como garante de nuevos procesos de

    gobernabilidad. Por su parte, el justicialismo se ubic una vez ms como el nico partidocapaz de revertir la ingobernabilidad y el desorden social. As lo declararon y demostraronante los medios los tres presidentes interinos de origen peronista anteriores a EduardoDuhalde: Ramn Puerta, Adolfo Rodrguez Sa y Eduardo Camao.

    Las elecciones de 2003 presentaron ante el electorado siete candidatos provenientes delos dos partidos mayoritarios, ahora fragmentados. Desde el radicalismo compitieronLeopoldo Moreau (lista oficial de la UCR), Ricardo Lpez Murphy, Elisa Carri y MelchorPosse (como candidato a vicepresidente de Adolfo Rodrguez Sa). Desde el justicialismo, a

    partir de una frustrada interna poltica que permiti la competicin directa por un pseudosistema de lemas2, se presentaron Adolfo Rodrguez Sa (Movimiento Nacional y Popular),Carlos Sal Menem (Frente por la Lealtad) y Nstor Kirchner (Frente para la Victoria). Aquestudiamos cmo los ltimos dos candidatos, Menem y Kirchner, ms las intervenciones del

    presidente Eduardo Duhalde, debieron dirimir pblicamente sus diferencias en el marco deelementos polticos compartidos: un historial partidario con un lder en comn, una mitologay recursos simblicos propios del partido y hasta prcticas polticas similares (operadores

    polticos territoriales, aparatos clientelares). El desafo comunicacional que se present anteambos polticos fue el de construir el antagonismo (la diferencia) en el plano discursivo a

    pesar de las similitudes arriba expuestas.Sobre la base de este desafo, nos propusimos una serie de objetivos de investigacin. En

    las campaas de Nstor Kirchner y Carlos Menem, intentamos determinar cules fueron lasestrategias, caractersticas y constantes de sus respectivos discursos polticos (enunciacin,accin y composicin de imagen) para la representacin simblica de la figura del adversarioelectoral. En este sentido, reparamos en el rol que la representacin del contendiente

    desempe en la construccin y sostn de espacios simblicos de poder poltico. Asimismo,buscamos establecer, en el perodo enunciado, quines fueron los actores protagonistas y dequ modo condujeron el proceso de comunicacin poltica en el contexto electoral queculmin con la renuncia de uno de los candidatos a la Presidencia (Carlos Menem). Entre losactores, prestamos particular atencin a las apariciones del presidente Eduardo Duhalde por suimportancia cualicuantitativa.

    2 En este caso, la justicia electoral no les permiti a los candidatos peronistas utilizar en sus respectivas listasninguna referencia y/o simbologa propia del Partido Justicialista.

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    Para constatar la participacin de los actores en el escenario poltico hemos procedido,segn la perspectiva metodolgica de Irene Vasilachis de Gialdino, a realizar un monitoreocualitativo de la publicacin de los diarios La Nacin y Clarn, ms Radio Nacional (el

    programa semanal Conversando con el Presidente, de Duhalde) y seales televisivas comoTN (Todo Noticias) y Amrica. Este trabajo, que utiliz un nuevo modelo de ficha basado enel diseo de Gustavo Orza (2002), incluy 930 artculos periodsticos ms 5 horas con 26

    minutos de archivos de audio en total. El monitoreo de medios abarc el perodo que seextiende desde el 25 de enero (da posterior al desarrollo del Congreso Nacional Justicialistarealizado en la ciudad bonaerense de Lans, que proclam las tres frmulas peronistas) al 15de mayo de 2003, da posterior a la renuncia de Carlos Menem a la segunda vuelta electoral.

    Una vez identificados los actores polticos relevantes del proceso monitoreado, procedimos a analizar los roles simblicos de dichos protagonistas en la comunicacinelectoral y el guin o argumento que sostuvo sus respectivas construcciones discursivas en elespacio pblico meditico. A partir de ello, observamos el tipo de relacin simblica con losdems actores participantes.

    Por ltimo, aunque primero en el orden de la intencin, evaluamos la utilizacinsimblica de la identidad peronista y del Partido Justicialista como actor institucional en elmarco de la bsqueda de legitimidad para la construccin de los discursos particulares de los

    candidatos.

    Matas MariniJos Ignacio Otegui

    Buenos Aires, enero de 2005

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    1. Lineamientos para una investigacin

    1.1. Marco conceptualTal como se indic, nuestro objeto de estudio ha sido el discurso poltico del peronismo

    y la utilizacin de los medios de comunicacin como parte de la estrategia comunicativa dedos candidatos en un contexto histrico determinado. Para dicho estudio, hemos utilizado uninstrumental conceptual o sistema cognitivo de referencia (Vasilachis, 1993: 21) que nos

    permiti interpretar el fenmeno estudiado. Por lo general, los conceptos abajo abordadospertenecen a teoras ya consolidadas en el campo de estudios de la comunicacin.

    Con el basamento terico del presente trabajo se propuso evaluar las relaciones deinterdependencia entre la comunicacin y la poltica, con las correspondientes consecuenciasy efectos que de esta interaccin se derivan en un contexto institucional democrtico. El

    propsito es ubicar las coordenadas tericas e histricas del tema que sern de utilidad para

    comprender esta experiencia electoral argentina y discernir entre ciertos aspectos socio-polticos desde categoras tericas que permiten subdividir en zonas de anlisis realidades quede por s son complejas e inescindibles en la prctica. A continuacin de las siguientesobservaciones conceptuales introduciremos algunos parmetros histricos de la comunicacinen el peronismo.

    1.1.1. Lenguaje y poltica

    Para explicar la interdependencia compleja entre las instituciones, los individuos y losgrupos, es menester determinar el mbito de construccin social en el cual tiene lugar lainteraccin simblica cuyos constantes intercambios imprimen mutaciones cualitativas sobrela realidad en la que actan. Se trata de un espacio comn en el cual las relaciones adquieren

    un sentido y un significado que bien pueden tener su origen en una convencin simblica, unconsenso poltico tcito o explcito. El signo, el smbolo, el lenguaje (como sistema designos), las instituciones polticas y sociales, las organizaciones econmicas, sonconstrucciones comunes que surgen como emergentes de un orden de interdependencia ymutuas necesidades reguladas en un sistema de convivencia esencialmente poltico.

    Y si la convivencia en un espacio comn es poltica, es necesario comprender la uninentre ser social y poltica, cohesin que podra derivar en el significado del hombre comociudadano, como miembro de una comunidad poltica que le provee de una identidadcompartida con su entorno. Una identidad que no surge de su propio ser, sino que emerge ensu calidad de miembro de una comunin de identidades que lo supera y que, incluso, le es

    preexistente. Es de esta manera que la identidad individual es tambin una manifestacin deuna identidad social que al mismo tiempo la comprende y la modifica.

    Ferdinand de Saussure define al lenguaje como un sistema convencional de signosordenados en una estructura que sirven a la comunicacin (Baylon y Mignot, 1996: 79). Ellenguaje se presenta entonces como la herramienta bsica que viabiliza la natural sociabilidaddel individuo al permitirle la construccin simblica de realidades que trascienden lo concretoy que le posibilitan escapar al aqu y ahora para referirse a tiempos pretritos en que elsujeto hallar parte constitutiva de su identidad. En su carcter de existencia objetiva, ellenguaje se presenta como un sistema externo a su usuario (los individuos) y comoherramienta que es, a la vez, posibilidad y lmite a la expresin y a la accin.

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    El lenguaje tiene sobre quien lo emplea un efecto coercitivo que, al imitar o retratar larealidad, la simplifica y parcializa por definicin. El lenguaje es acervo de la experiencia yconocimiento del usuario. Bien sabido es esto por los polticos y publicistas quienes seocupan del dominio de la retrica y las formas del lenguaje, lo que se traduce en cierto podersobre el pensamiento del perceptor a partir de lo cual es posible deducir que el poder de lacomunicacin puede ser causa de poder poltico3, como que el orden de los discursos devela la

    voluntad de verdad de quien enuncia.Como seala Aristteles en La Poltica, la razn de la sociabilidad del hombre encuentrasus fundamentos en la palabra, en el logos. As como el resto de los animales dispone de lavoz (fon) para manifestar sensaciones de dolor o de regocijo y placer; el ser humano excedeesta facultad y, al estar dotado de la palabra, puede incluso determinar el sentido moral de susacciones estableciendo los conceptos de bueno y malo, justo e injusto, conveniente oincorrecto.

    El ser social (la sociabilidad de la naturaleza humana) se revela no slo por la accin sinotambin por la palabra. Por medio de las palabras y la accin, el hombre se inserta en elmundo para hacer de l un mundo humano sustentado en la significatividad, la pluralidad; unmeta-mundo, discursivo, que se gesta a la par del tangible.

    En la palabra, en la capacidad de hablar con sus pares (con sus alter), el sujeto accede a la

    posibilidad de comprender el mundo. Las mltiples perspectivas discursivas queinteraccionan en la pluralidad de personas aparecen como necesarias para hacer posible larealidad simblica y garantizar su persistencia. Los hombres suelen forjarse imgenesdistintas de la realidad. Para el mismo Aristteles, es de la confrontacin de las opiniones dedonde surge la verdad (Moreau, 1993: 243). El contacto con sus iguales ayuda al individuo acomprender su posicin en el mundo y el hecho de que stos hablen entre s sobre l cooperacon la comprensin de s mismo, con el reconocimiento de sus interlocutores. En la libertadde conversar surge la aproximacin ms ajustada al mundo del que se habla.

    Desde su actividad locutiva, pero no slo desde ella, el ser humano construye su capacidaddiscursiva como elaboracin ulterior de la palabra y su relacin con el entorno, desde un

    punto de vista que incorpora la pragmtica del lenguaje (o pragmtica lingstica). Laaclaracin pero no slo desde ella es vlida a los efectos de determinar un concepto ampliode discurso que ubica incluso a la accin como uno de sus elementos constitutivos esenciales.En este sentido, por discurso no se entender slo el lenguaje (escrito o hablado) sino todaaccin portadora de sentido. Este enfoque incluye las palabras y su articulacin con lasacciones (Laclau, en Olivera, 2002: 359).

    3 En su brillante obra literaria 1984, George Orwell se refiere a la neolengua como creacin lingsticaimpulsada polticamente por un sistema totalitario de gobierno con el propsito de controlar el pensamiento de laciudadana. El nuevo lenguaje pretenda que, una vez adoptado por la poblacin, cualquier pensamiento herticoo divergente fuese literalmente impensable, en tanto que el pensamiento depende de las palabras. El objetivoera despojar a la lengua de su capacidad connotativa, metafrica o figurativa; disminuir el rea de pensamientoreduciendo el nmero de palabras al mnimo indispensable. Llegando al paroxismo, el gobierno del GranHermano (un totalitarismo tecnolgico) esperaba construir un lenguaje articulado que surgiera de la laringe sininvolucrar en absoluto a los centros del cerebro. Por ejemplo, el axioma todos los hombres son iguales era una

    afirmacin posible en la neolengua orwelliana, pero slo en el mismo sentido en que todos los hombres tienenel pelo rojo pudiera serlo en la llamada viejalengua. De este modo, el concepto de igualdad poltica ya noexistira y por lo tanto la significacin secundaria haba sido suprimida de la palabra igual (cfr. Orwell, 1948: pp. 293-305). Aqu, la utilizacin que el discurso poltico hace del lenguaje imprime connotaciones propiastendientes a legitimar el discurso que se enuncia. En Ensayo sobre el Entendimiento Humano (1690), el inglsJohn Locke explic que puesto que el fin principal del lenguaje en la comunicacin es el darse a entender, laspalabras no cumplen bien este fin [...] cuando una palabra no provoca en el oyente la misma idea significada porella en la mente de quien la pronuncia (en Del Rey Morat, 1997: 137). Para Locke, como para De Saussure yPeirce, las palabras carecen de significacin natural, lo que no siempre permite el isomorfismo de lossignificados en la relacin comunicativa. Esta visin se relaciona con el concepto de perceptor comodestinatario de la comunicacin, que se ver ms adelante.

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    Ya la literatura griega de Homero ( La Ilada) y Sfocles (Antgona) parangonaba lasgrandes hazaas picas con el poder de la oratoria como su complemento ideal; en unaestructura narrativa que articulaba relato y accin, los grandes hacedores eran a la vez grandesoradores. En este contexto, el habla era tambin un tipo de accin, lo que sirvi de sustento

    para otorgar al logo, descubrimiento de la filosofa griega, un poder en s mismo (Arendt,1997: 76). Incluso ms atrs en el tiempo, en su indagacin sobre las culturas orales

    primarias, Walter Ong subraya que para los pueblos primitivos (orales) la lengua es unmodo de accin, de suceso, y no slo una contrasea del pensamiento (1997: 39).La amplitud que aqu se adopta del concepto de discurso coincide y se apoya en la visin

    de Leonor Arfuch (1987) para quien el discurso es un fenmeno multifactico cuya actividadse trata de un proceso de interaccin (enunciativo/interpretativo) que remite a los participantesdel circuito comunicativo y a los mltiples lazos que se establecen entre ellos. Es en lainteraccin discursiva o contrato cognitivo (Fabbri, 1985: 22) donde se construyen las

    posiciones respectivas del enunciador y del destinatario, que adquieren el estatus deentidades discursivas y no slo de sujetos empricos. Quien produce el discurso elabora ensu decir una imagen de s mismo determinando simultneamente una imagen de suinterlocutor; el enunciador no se define slo por la autorreferencia incluida en su discurso,sino sobre todo por ese `otro que instaura ante s (Arfuch, op. cit.: pp. 30-31). La

    perspectiva de Arfuch queda enmarcada en la definicin de Michel Foucault en cuanto a queel lenguaje construye a las personas que lo usan, observacin que resulta complementaria delsupuesto segn el cual la gente construye el lenguaje que utiliza (Foucault, The Order ofThings, en Edelman, 1991: 129). Sin embargo, cabe contemplar que en el caso de losdiscursos de campaa poltica el lenguaje proselitista empleado suele ser adaptable acontextos y audiencias4. Ms que la construccin de una personalidad, el lenguaje puede darindicios de la construccin de la imagen del enunciador.

    Cuando Aristteles se refiere a la poesa como una forma de la actividad de produccin,aclara que las obras que ella produce no son objetos reales, como las obras de la naturaleza,sino ms bien anlogas a las del pintor o del escultor, es decir, imitaciones (para este trabajoacadmico, representaciones) de la realidad (Aristteles, Potica, en Moreau, op. cit.: 245).Como expresin estilizada de la realidad, el lenguaje no es una copia de ella. En su estudiosobre los juegos del lenguaje, Javier del Rey Morat va ms all y arriesga que lo quellamamos realidades el resultado de la comunicacin (1997: 36). La comunicacin, basada

    4 En el programaHora Clave, emitido por Canal 9, el candidato presidencial Carlos Menem asegur que en sutercera presidencia mantendra la flotacin del mercado cambiario para sostener la relacin 3 a 1 entre el Pesoargentino y el dlar estadounidense. El periodista Diego Valenzuela, panelista del programa, le hizo notar sucontradiccin ya que pocos das antes Menem haba prometido que, de retornar al Gobierno nacional, recuperarala paridad cambiaria 1 a 1 entre ambas divisas. El riojano le respondi que el discurso se cambia de acuerdo alas circunstancias imperantes. En este sentido, el discurso no slo construye al enunciador sino que ms bien esel producto de las variables que integran el campo poltico de accin. Los discursos polticos varan en relacin

    con sus condiciones de produccin dentro del escenario poltico. Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no mevotaban, confes Menem ya como presidente [aunque nosotros sostenemos que, en realidad, ni siquiera ltena en claro qu hacer con el pas], ofreciendo un ejemplo de cmo la palabra poltica puede servir paraocultar la estrategia de accin o para dar de ella una imagen errnea. En ambos casos, la palabra polticarepresenta una estrategia dentro de otra. Estos dos ejemplos de Menem amplan la citada expresin de Foucault(...el lenguaje construye a las personas que lo utilizan). Incluso cuando el enunciado del mensaje poltico seafalaz o errneo, no por eso deja de cumplir la funcin que el discurso poltico desempea: cualificar la accin poltica (explicitndola u ocultndola, en cuyo caso no deja de ser una estrategia) y establecerrelacionesinterdiscursivas entre los actores que interaccionan en el campo social. La nocin de discurso poltico, al incluirlas relaciones sociales que establece y su complemento en la accin, supera el concepto de la simplepalabra/enunciacin poltica (ms relacionado con la sintaxis del mensaje).

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    en la abstraccin de los smbolos y los significados de las acciones, tambin modifica larealidad.

    Al decir de Berger y Luckmann, aqu queda planteada una relacin de tipo dialctica en lacual el hombre (como ser inevitablemente social) es a la vez productor y producto de larealidad en la que se halla inserto. En un primer nivel de la interaccin dialctica, el hombresubjetiva el mundo externo que lo rodea, es decir que interioriza elementos de su entorno y

    toma como propias reglas, condiciones y signos culturales producidos precedentemente porotros seres sociales. En una segunda instancia, el mismo hombre posee la facultad de objetivarsu pensamiento o accin insertndose en el mundo y modificndolo. La produccin humanade signos o proceso de significacin es uno de los ms importantes procesos de objetivacin(Berger y Luckmann, 1984: 54). Esta dialctica social coloca al lenguaje como el elementoque marca las coordenadas de la vida en sociedad cubrindola de objetos significativos. Es ellenguaje, como sistema de signos, el que permite al hombre abstraerse de lo concreto yemprico para construir una red de relaciones sociales que no slo es dadora de significadosfruto de la convencin sino, adems, creadora de identidades.

    Si la definicin social del individuo no puede sustraerse de la realidad comn compartidacon sus pares y si una considerable parte de su identidad es un fenmeno de construccin

    colectiva que no se asla de la interaccin simblica en la que se encuentra, es posible resaltarel rasgo eminentemente dialgico de la vida humana. La construccin del yo y la concepcinde la alteridad se gestan en un marco de referencia que tiene por seno las relacionesinterpersonales que el individuo establece al vincularse dialgicamente con sus interlocutores.De acuerdo con Charles Taylor en sus estudios sobre el origen conceptual del yo, ste es elsentido en el que no es posible ser un yo solitario. Soy un yo slo en relacin con ciertosinterlocutores: en cierta manera, en relacin a esos compaeros de conversacin que fueronesenciales para que lograra mi propia autodefinicin (Taylor,Las fuentes del yo, en lvarezTeijeiro, 2000: 189).

    Siguiendo la concepcin de Taylor, en este trabajo se considerar como basal la idea de laurdimbre de la interlocucin (ibdem) como fuente interdependiente para la construccinsocial de identidades personales, grupales e institucionales, siempre a partir de lamanifestacin dialgica de la naturaleza humana.

    Este carcter relacional del hombre postula que el individuo no adquiere directa concienciade su identidad por un proceso autnomo y aislado, sino en concreta relacin con losdenominados otros significantes. La identidad personal y colectiva siempre viene definidaen dilogo con las cosas que nuestros otros significantes desean ver en nosotros, y a veces enlucha con ellas (el destacado es de los autores de este trabajo y obedece a que ms abajo seabordar el concepto de la construccin de la realidad simblica y la creacin delegitimidades como una pugna entre subsistemas sociales), (Taylor en lvarez Teijeiro, op.cit.: 190). La creacin de identidades posee un eminente carcter narrativo.

    Pero el empleo del lenguaje no puede darse sino en un contexto comn que lo ponga enprctica y oficie de soporte para la construccin simblica de realidades abstractas entendidas

    como comunes y comprendidas a escala social. Aqu se debe retomar la bsqueda de unfundamento terico para la existencia de ese lugar comn en donde la lengua sea unaherramienta de cohesin social para la produccin de esquemas tipificados que posibilitanaprehender la realidad.

    En primera instancia, es precisamente la alteridad, definida como la presencia del otro, delinterlocutor necesario, la que se presenta como el puntapi inicial para la aparicin y sostndel espacio pblico. Esta esfera de existencia mutua, la pblica, es el espacio que quedaconstituido por el hecho de que el sujeto humano necesita aparecer ante la alteridad para saber

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    de s (lvarez Teijeiro, op. cit.: 237). En este sentido, la calidad de la vida pblica quedasujeta al tipo de interlocucin que los individuos establezcan entre s.

    Pero la emergencia social de este espacio pblico surge no slo de la naturaleza dialgicadel individuo sino adems de la predisposicin del hombre a la gestacin de relaciones

    polticas en la esfera de accin comn. Segn la visin de la alemana Hannah Arendt, lapoltica nace en el entre-los hombres, gracias a su caracterstica sociable (Arendt, op. cit.: 31).

    En este sentido, la esencia del fenmeno de la poltica es el espacio que surge en la relacincon los dems. La poltica se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres. Arendt estimaque la poltica surge en el entre y se establece como relacin (Arendt, op. cit.: 46). S larelacin es el lugar de emergencia de la poltica, ergo la poltica es consecuencia delcarcter dialgico del hombre. La poltica es dialgica por definicin.

    El concepto inmediatamente anterior constituye, al parecer de David Mathews, el basamento de una autntica democracia ya que la forma ms bsica de la poltica es eldilogo acerca de [las opciones] que redunda[n] realmente en el inters pblico. [] Lacalidad de la democracia depende de la calidad de este tipo de dilogo pblico. Cambiar lacalidad del dilogo pblico empieza a cambiar la poltica (Mathews, Poltica para el pueblo,en lvarez Teijeiro, op. cit.: 225). Este pensamiento guarda congruencia con lo expresadoms arriba acerca de la relacin de causalidad entre la calidad del dilogo pblico y su

    correspondencia con la vigencia y fortaleza de las instituciones polticas5.En este marco que entiende a la poltica como el arte del entendimiento y el disenso

    constructivo entre las partes, ser analizado el particular discurso peronista que en parte de susorgenes doctrinarios ha tipificado a la guerra como la continuacin de la poltica por otrosmedios, segn la clebre definicin del prusiano Clausewitz (citada por Pern en Apuntes de

    Historia Militar, publicado en 1932), y que incluye una definicin del adversario polticocomo enemigo susceptible de ser aniquilado. El traslado de conceptos militares y de guerra ala accin poltica, incluso en el marco de la democracia, ha sido transversal a las distintasmanifestaciones histricas del justicialismo, los llamados tres peronismos (1946-1955,1973-1976, 1989-1999). Tambin se ha podido verificar este fenmeno en otras agrupaciones,como organizaciones gremiales, la Juventud Peronista y el movimiento Montoneros.

    Pero la apelacin a la violencia desde el discurso poltico no ha sido patrimonio histricodel peronismo. El radicalismo, el llamado partido militar, el conservadurismo yorganizaciones de izquierda han compartido una visin del otro poltico como un enemigocuya presencia deba ser suprimida. La democracia, en tanto sistema de reconocimiento einstitucionalizacin de la legitimidad del conflicto, que ha conseguido expulsar la violenciamortfera del campo poltico (Sigal y Vern, 2003: 14), presenta entonces un desafo para eldiscurso belicoso.

    1.1.2. El espacio pblico

    La comprensin antigua del hombre como consustanciado con la realidad poltica de lacomunidad guarda diferencias respecto del ideal moderno del ciudadano cuya libertad eidentidad pueden desarrollarse al margen de la vida pblica y poltica, es decir en el mbito

    privado, el foro ntimo que el constitucionalismo liberal moderno se ha preocupado porproteger de la injerencia del Estado.

    En el marco de la democracia directa y asamblearia de los antiguos (contexto diferentede la democracia liberal moderna), la participacin poltica era directa, circunscrita a la ciudad

    5 En este caso se hace excluyente referencia a las instituciones de un gobierno democrtico ya que, en el extremoopuesto del continuum de sistemas posibles de gobierno, el totalitarismo, tiene lugar la negacin misma de la poltica al suprimirse las instancias sociales de dilogo a partir de un sistema verticalista de mando, ladesaparicin del espacio pblico como punto de encuentro y la omnipresencia del Estado total.

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    y el individuo no ocupaba un rol central (no era liberal);6 mientras que la democracia de losmodernos es representativa (detalle que los antiguos consideraban como la negacin mismade la democracia), posee dimensin nacional y tiene en consideracin al individuo (es liberal)(Sartori, op. cit.: 206).

    Estas diferencias conceptuales pueden compendiarse en dos categoras para entender alas sociedades humanas: la organicista, en donde el todo es superior y anterior a las partes

    componentes (el individuo queda sumido al todo) y la contractual, donde el todo es productodel acuerdo entre las partes, visin segn la cual el individuo es anterior al Estado. Si elhombre es anterior al Estado, su esencia es social antes que poltica; la constitucin delespacio poltico surge del acuerdo entre los hombres. La diferencia entre las concepcionesantigua y moderna sobre el ciudadano se encuentra en que los modernos creen que el hombrees ms que un ciudadano del Estado. Segn esta visin, el ser humano y su libertad no puedenser reducidos slo a su ciudadana (Sartori, op. cit.: 356).

    Como observ el italiano Norberto Bobbio, el Estado liberal y despus su ampliacin,el Estado democrtico, han contribuido a emancipar la sociedad civil del sistema poltico(Bobbio, 1984: 28). El individuo como ciudadano ya no se define solamente por y desde la

    poltica, sino que su entidad se extiende ms all de ella, su ser no se agota en la poltica. Sibien el ciudadano moderno no est preso de la poltica, no es menos cierto que slo por medio

    de la poltica y no fuera de ella, el individuo puede garantizar su libertad; no ya la libertad delos antiguos concebida solamente como un conjunto de derechos polticos a participar enforos, sino como mbito para preservar sus derechos personales y su esfera privada noalienada con el espacio pblico.

    Ni siquiera para el individualismo liberal el hombre es autrquico sino ms biendependiente en su existencia de otros (como se defini ms arriba). La construccin dialgicade la poltica es una empresa que concierne a todos los individuos en aras de garantizar laconvivencia organizada que de otro modo sera catica. As, una de las misiones de la polticaes asegurar la vida en su sentido ms amplio, proveer de orden a las relaciones humanas (talcomo sucede con la comunicacin) al hacer que los lazos sociales dependanfundamentalmente del tipo de intercambio simblico que protagonizan los actores sociales.[R]oles y mensajes suponen un marco de referencia que da sentido y previsibilidad a loscomportamientos [ya que] los roles y las formas de comunicacin preexisten a los actores(Del Rey Morat, op. cit.: pp. 66-67). La poltica, con el auxilio de la comunicacin, organizael caos en la pluralidad de los hombres.

    Si no existe sociedad civil fuera de la relacin con el otro, lo cual constituye unarelacin de naturaleza fundamentalmente semitica (Lamizet, 2002: 98), es dable afirmar quela comunicacin es la raigambre de las sociedades humanas y, sobre todo, de las sociedades

    polticas.La poltica es producto de esa capacidad comunicativa del hombre; es en gran parte

    comunicacin o, desde una mirada estrictamente comunicacional, la poltica es una guerra depercepciones.7 La mencionada urdimbre de la interlocucin de Taylor es el prerrequisitopara el surgimiento de la sociedad poltica.

    Para el semilogo Emilie Benveniste, lo que funda la ciudadana es la existencia deuna relacin especular. En efecto, el civis latino es a la vez ciudadano y conciudadano: elsignificado de la ciudadana no puede separarse del reconocimiento, por parte del otro, de un

    6 De acuerdo con esta concepcin de la democracia, el espacio pblico se circunscriba al gora, la plaza pblica,el lugar donde los ciudadanos discutan los asuntos de lapolis griega. Se destacaban aquellos participantes congran capacidad de oratoria, como Pericles (siglo V a.C.). La vida pblica era sumamente importante para loshabitantes de lapolis, de all que el ostracismo, el destierro, fuera la pena ms grave que sufra un habitante de laantigua Atenas.7 Este concepto tambin ha sido desarrollado por el semilogo Romn Gubern. Ver REINOSO, Susana. Lascontiendas polticas son guerras de imgenes enLa Nacin, seccin Cultura, 22.03.2005.

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    vnculo social basado en la identificacin simblica (Benveniste, Le vocabulaire desinstitutions indo-europennes, en Lamizet, op. cit.: 106). La comunicacin como vehculo delintercambio semitico se presenta como imprescindible para el estatus, en este caso, de lainstitucin del ciudadano. En un perodo electoral (como el que aqu se estudia) lacodificacin del discurso poltico de los candidatos tiene en el adversario un punto dereferencia ineludible desde el cual definir sus propios postulados. El lugar que ocupe el

    contendiente poltico en la sociedad de que se trate (su personalidad, ideologa, pasadopoltico, conexiones con corporaciones), determinar a su vez el posicionamiento que debaadoptar quien se presenta como una alternativa.

    Es imprescindible definir desde el campo terico en qu consta ese espacio entre(Zwisechen-Raum de Arendt) que es posible gracias al intercambio simblico de losindividuos y en donde surge la poltica. Desde una concepcin holstica8, es en este espacioentre donde tienen lugar gran parte de los asuntos humanos. Este espacio es necesariamente

    pblico en dos sentidos: primero, porque esta esfera es asistida por una pluralidad de hombresque se necesitan mutuamente para definir identidades y coadyuvar en la constitucin de lasociedad; segundo, porque en este trabajo tambin se entender por pblico lo queetimolgicamente designa el vocablo en su origen latn, es decir, lo referido a los temas de lares publica, las cuestiones que revisten inters pblico y son atinentes a la gestin de gobierno(en todos sus niveles; local, regional y nacional) con implicancias sobre la calidad de vida delos ciudadanos. Siguiendo el silogismo, entonces la democracia slo es posible en el marco delo pblico y de la publicidad de las cuestiones de gobierno ante los ciudadanos. La vida

    pblica ser el mecanismo que ponga en prctica a la democracia.La aparicin o delimitacin terica del pblico como actor social que modifica

    constantemente las relaciones de intercambio entre los protagonistas de la comunicacinpblica supone la publicidad9. No es posible la existencia del pblico sin publicidad (al menosdesde el pensamiento republicano), de modo que, todo cuanto obstruya o inhiba el desarrollode la publicidad disminuye el rol de la opinin pblica en su continua bsqueda de injerenciaen las cuestiones de inters general. Y, si es dable acordar que tanto el sistema de medioscomo el poltico pueden deliberadamente deformar o falsear10 la realidad en sus lecturascotidianas de los acontecimientos (Marini y Zotta, 2003: 313-318), se produce aqu elacoplamiento con lo arriba sealado acerca de la correlacin entre la calidad de la vida

    pblica y el tipo de interlocucin predominante en la sociedad de que se trate. No en vanoRobert Dahl (1998) ubica a las fuentes alternativas de informacin entre las instituciones dela democracia que permiten el conocimiento del ciudadano sobre su gobierno y sociedad.

    8 Segn la definicin de Max Mller y Alois Halder (1976: pp. 223, 429), el Holismo es aqu entendido como lateora que postula el todo o la totalidad como posterior a la suma de las partes. A su vez, la totalidad serconcebida como la interna conexin estructural de una multiplicidad de elementos; la estructura que asocia ysostiene desde dentro las diferentes partes y es ms que la suma de stas.9 Slo en este prrafo y a los efectos de comprender la nocin depblico, el trmino publicidad ser entendidoen su sentido lato establecido por la Real Academia Espaola en su vigsima primera edicin (1992), comocalidad o estado de pblico.10 En toda lectura de la realidad existe una modificacin producida por el sujeto que observa y relata, por elsujeto enunciador. Aristteles defini la relacin que existe entre el sujeto cognoscente y el objeto conocidocomo una relacin en donde tanto objeto y sujeto son modificados mutuamente. Desde el punto de vistacomunicacional, el espaol Lorenzo Gomis se ha referido al periodismo como una mtodo de interpretacinsucesiva de la realidad social (1991: 35). Sin embargo, lo que en este prrafo se intenta subrayar no sonprecisamente los efectos involuntarios e inevitables que el formato de cada medio proyecta sobre el contenidoque propala, sino la intencin deliberada de presentar como real un objeto (ya desde la retrica, ya desde laimagen), a sabiendas de su falsedad.

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    La tradicin occidental ha consagrado varios modelos de espacio pblico dentro de loscuales se desarrolla la vida poltica. Entre ellos los modelos griego, romano, cristiano,socialista, burgus y posmoderno. En este trabajo tomamos como referencia los modelosgriego y burgus. Estas dos concepciones, si bien no agotan descriptivamente lascaractersticas del actual espacio pblico altamente mediatizado (que incluye las denominadasnuevas tecnologas de la comunicacin que han alterado el tradicional modelo lineal,

    difusionista y masivo de la gran comunicacin del siglo XX), ejercen una considerableinfluencia terica sobre la que abrevan las concepciones contemporneas que proponennuevas definiciones del espacio pblico.

    A partir del contexto griego clsico, la idea de espacio pblico hace referencia a la plazapblica, gora o asamblea en donde los ciudadanos, en su condicin de tales, se reunan paradebatir sobre los asuntos concernientes al gobierno de la comunidad. Para este modelo lo

    pblico era sinnimo de lo poltico y se distingua de la esfera privada resumida en elconcepto de domesticidad, en donde este esquema admita incluso la dominacin y laausencia de libertad individual (Ferry, 1998: 13). El acceso al mundo pblico comn a todoslos miembros de la polis se daba nicamente al alejarse de la existencia privada y de la

    pertenencia al mbito de la familia.Sin embargo, lo pblico ya no es la plaza ni la asamblea ni tampoco resulta

    topogrficamente delimitable. En gran medida, la delimitacin del actual espacio pblico seencuentra hoy determinada por los confines de la cobertura que los medios realizan de larealidad social. Adems, el llamado orden de la domesticidad o de lo privado no est hoycomo otrora desterrado de los tpicos de inters del espacio pblico sino, por el contrario,caractersticas de la vida privada son hoy presentadas (publicadas) para completar, mejorar oentorpecer la comprensin de la personalidad de sujetos pblicos, tal el caso de polticos yartistas.

    En cuanto al modelo de espacio pblico entronizado por la Modernidad con el impulsode la Ilustracin del siglo XVIII, esta esfera era producto y tena por ncleo la autonoma

    privada de la conciencia individual de los particulares que manifestaban sus crticas sobre lascuestiones pblicas. Instruida por la creencia en una opinin pblica con autonoma moralcomo emancipada y la soberana de la razn (conceptos pilares de la Ilustracin, conreferencia incluso a las doctrinas calvinistas y luteranas como inculcadoras del principiosegn el cual los individuos son dueos de sus propios destinos), este modelo de espacio

    pblico tena pretensiones de alzarse contra el poder que emanaba desde arriba, delEstado.11 El esquema de la modernidad identificaba directamente el concepto de espacio

    pblico con el de sociedad civil como revelada y ascendida desde el estado de minora al demayora protagonista. Su principio fundador descansaba sobre la facultad de la argumentacin

    pblica y la discusin racional dirigidas sobre la base de la libertad formal y la igualdad dederechos (Ferry, op. cit.: pp. 15-16) (Price, 1992: 24).

    Por su parte, el espacio pblico y poltico contemporneo incorpora un nuevo actor queimprime una diferenciacin cualitativa que lo distancia de sus dos modelos precedentes: laaparicin de los medios como intermediarios y hasta hacedores de la nueva esfera pblica.

    Segn sean sus intereses econmicos y polticos, los medios como empresas privadasingresan a los acontecimientos de la vida pblica ya no para relatarlos sino paraescribirlos12. Esta concepcin postula a los medios como el dispositivo institucional del que

    11 Como observ Vincent Price, el concepto de opinin pblica era principalmente una creacin poltica oideolgica (enmarcada en la Ilustracin) sin un referente sociolgico claro que proporcion un nuevo sistemaimplcito de autoridad en el que el gobierno y sus crticos tenan que pedir el juicio de la opinin pblica paraasegurarse sus respectivos objetivos (op. cit.: 26).12 A fines de noviembre de 2001, en los ltimos das del gobierno de Fernando de la Ra, un mvil de RadioAmrica coment en vivo y en directo que la gente se estaba dirigiendo masivamente a la sede de los bancospara retirar sus ahorros. De inmediato, otros medios empezaron a reproducir el mismo comentario y, en cuestin

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    se vale la sociedad para presentarse a s misma, en su carcter de pblico, con los mltiplesaspectos de la vida social, incluidas las cuestiones de la vida privada como protagonista de lanueva esfera de los medios (Ferry, op. cit.: 19). La presencia de lo privado en el terreno de ladiscusin pblica no necesariamente significa, tal cual postula lvarez Teijeiro, la abolicinde la esfera pblica (op. cit.: 31) sino, por el contrario, la atencin a lo domstico bien puedeservir de punto inicial para debates de cuestiones que trascienden hacia el mbito de lo

    pblico como el caso de las conductas privadas de un juez federal o del mismo Presidente dela Nacin.13En este tercer modelo de espacio pblico, lo meditico es entendido como lo que

    mediatiza la comunicacin de las sociedades consigo mismas y entre s, es decir que cuandose habla de los medios como co-constructores de la esfera pblica contempornea no se losseala como elementos autnomos respecto de la sociedad -y por esto con facultadescoercitivas o de dominacin sobre el conjunto social- sino ms bien cono una de las tantasmanifestaciones de la sociedad, en este caso, una de las ms importantes tratndose de lagnesis y reproduccin de la esfera pblica.

    Una de las principales diferencias de este nuevo espacio respecto de su antecesormodelo ilustrado e histricamente burgus radica en que ahora la esfera pblica mediatizadaya no obedece a las fronteras nacionales de la sociedad civil ni su impulso es el imperio de la

    razn. Las reglas del espectculo y la emocin, propias de las caractersticas de algunosmedios, predominan ahora sobre la otrora reivindicada racionalidad y lgica argumentativa.

    En este nuevo espacio se dan cita una multiplicidad de actores, entre ellos los yamencionados medios de comunicacin, que conforman la dinmica que hace posible laconstante renovacin de la esfera pblica, la apertura y cerrazn de procesos polticos ysociales de discusin. En este marco, se entender aqu por espacio pblico y poltico lo queHeriberto Muraro (1997: 63) reconoce como el `lugar de competencia entre diferentes tiposde actores que toman la palabra para debatir cmo debe organizarse la sociedad. Como seobserva en la cita precedente, Muraro acompaa el vocablo lugarcon un par de comillas paradenotar el sentido figurado del trmino ya que, segn se expuso ms arriba, no es posibledelimitar topogrficamente la localizacin del espacio pblico y poltico aunque s es dablehallar en los medios uno de sus escenarios predilectos de desenvolvimiento. El designadoespacio responde ms a una metfora social que a una realidad empricamente verificable.Como sostiene el mismo autor, el resultado de estas interacciones a travs de los medios esque las pginas de los diarios, los noticieros y los programas de opinin de radio y TV dejande ser los instrumentos de difusin del contenido de debates ocurridos en otros mbitos, para

    pasar a ser el lugar mismo donde ocurren (op. cit.: 78).

    de horas, los bancos implementaron severas restricciones al retiro de dinero en efectivo lo que constituy el principio del fin del Gobierno nacional. Aqu los medios aceleraron y amplificaron el desarrollo de ciertasvariables ya presentes en la realidad, desencadenando un hecho de gran repercusin institucional.13 Tanto la doctrina del derecho anglosajn como argentino en lo referido a la proteccin de la intimidad y la privacidad, sostienen que en el caso de personalidades pblicas el amparo constitucional de su mbito de

    intimidad se encuentra reducido ante el derecho del pblico a informarse. Segn el fallo de la Corte Suprema deJusticia de la Nacin Argentina en el caso Granda, Jorge Horacio c/ Diarios y Noticias en 1993, la proteccindel honor de personalidades pblicas debe ser atenuada cuando se discuten temas de inters pblico, encomparacin con la que se brinda a los simples particulares. [...] Este principio se funda, en primer lugar, en quelas personalidades pblicas tienen un mayor acceso a los medios periodsticos [el destacado es nuestro] parareplicar las falsas imputaciones y que aqullas se han expuesto voluntariamente a un mayor riesgo de sufrirperjuicio por noticias difamatorias. Por otra parte, este criterio responde al prioritario valor constitucional, segnel cual debe resguardarse especialmente el ms amplio debate respecto de las cuestiones que involucran a estetipo de personas, como garanta esencial del sistema republicano de gobierno. (Bianchi y Gullco, 1997: 112).He aqu un argumento desde el derecho para apoyar el concepto de amalgama entre esfera pblica y privada sinque, necesariamente, una comporte la nulidad de la otra.

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    La definicin de Muraro abre la consideracin de varios tems. El aludido concepto decompetencia no debe ser tomado en un sentido estrictamente literal. Si bien entre los actoresque conviven en este espacio existe una clara confrontacin por la definicin simblica de larealidad social y por atributos de legitimidad y estatus que permitan dichas definiciones,tambin la competencia ha de ser considerada como un tipo de cooperacin, colusin y hastacomplicidad entre los actores. Los trminos de la relacin no siempre se plantean como

    antagnicos sino a veces como complementarios.Los actores protagonistas del espacio pblico y poltico son multi-sectoriales, es decirque surgen de diversas parcelas de la sociedad. Entre ellos se localizan los ciudadanos en sudoble carcter de perceptores y a la vez constructores del espacio en que cohabitan con elresto de los actores. Aqu se disiente de manera parcial con Heriberto Muraro acerca del rol delos ciudadanos en este contexto. Para el autor, cada uno de estos actores [los del espacio

    pblico y poltico] se esfuerza por persuadir a los dems protagonistas [...] buscan volcar ensu favor a los ciudadanos que, a manera de espectadores, se asoman peridicamente al espacio

    pblico (op. cit.: 63). Si los ciudadanos no son ms que espectadores, contempladores de unespacio pblico al que se acercan con cierta periodicidad, pues entonces es dable deducir queeste espacio se ubica fuera de ellos y que no los contiene completamente o, en el peor de loscasos, que este espacio es slo una entelequia urdida por un selecto grupo de actores que pone

    a consideracin del ciudadano-espectador un producto ya manufacturado. Segnconsideramos aqu, el ciudadano no se encuentra al final de la cadena comunicativa y, en surol de perceptor14, es a la vez co-constructor activo del mencionado espacio.

    El espacio pblico es esencialmente un complejo sistema de intercambio dereconocimientos entre actores de diversas o iguales competencias. Un proceso altamentedinmico de constante convergencia y divergencia, consenso y disenso entre polticos,

    periodistas y ciudadanos que se funden y separan entre s en torno a temas no slo de interscolectivo. Es a la vez aquel espacio que hace posible la relacin especular referida ms arriba

    por Benveniste, relacin en la cual los actores que se ven reflejados edifican sus identidadesindividuales a partir del intercambio simblico colectivo.

    Pero no slo la palabra o la capacidad discursiva de los actores permiten la creacin deidentidades en este contexto compartido. Una de las funciones del mbito pblico, a partir dela competencia de actores, es la de destacar los sucesos humanos al proporcionar un espaciode visibilidad en el cual los actores pueden ser vistos y odos y revelar mediante la palabra yla accin15 quines son. De modo que el espacio pblico y poltico se presenta como el lugarde reconocimiento, incluso, de identidades comunes que abarcan y trascienden lasindividuales. En 1953, con su estudio de los vnculos entre comunicacin y nacionalismo,Karl Deutsch sostuvo que la estructura relativamente coherente y estable de recuerdos,hbitos y valores que definen identidades locales, regionales o nacionales, depende de lasfacilidades existentes para la comunicacin social, tanto del pasado como entre

    14 Este concepto de perceptor asume al receptor de mensajes como un sujeto social activo que no sloreinterpreta sino que, adems, resignifica y reapropia los estmulos simblicos percibidos. En este sentido, el

    significado de la comunicacin depende en gran medida del destinatario-intrprete del mensaje. Como sostieneel profesor Murray Edelman, las realidades no son las mismas para todas las personas o en todas las pocas,sino relativas y dependientes de las situaciones sociales y de los significantes a los que los observadores prestanalguna intencin (op. cit.: 11).15 En un contexto comunicativo escindir discurso y accin puede resultar una meta inconducente, desde elmomento en que la discursividad es leda tambin como una forma de accin y, por su parte, la inaccin puedepresentarse como un discurso que puede ser ledo y hasta relatado, como se ver en la ocasin en que la ausenciapblica del ex candidato argentino a presidente, Carlos Menem, mantuvo durante horas la atencin del discursoperiodstico a partir de las especulaciones y rueda de rumores sobre su posible renuncia al ballottage con NstorKirchner. Esta perspectiva de la accin como discursividad se sustenta en la visin terica de Watzlawick segnsu axioma es imposible no comunicar.

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    contemporneos (Deutsch, Nationalism and Social Communication, en Schlesinger, 2002:35).

    Este concepto une la estructura de comunicacin social que regula el intercambiosimblico con la identidad nacional de las sociedades. Aqu se retoma directamente la ideaantes expresada sobre la relacin de causalidad entre el tipo de interlocucin o dilogo

    pblico y la calidad de las instituciones que median la convivencia ciudadana, entre ellas las

    instituciones de la democracia. Las naciones y los estados-naciones estn fuertemente unidospor sus estructuras sociales de interaccin comunicativas. Las sociedades se mantienen unidasdesde adentro por la eficacia comunicativa, la complementariedad de las facilidadescomunicativas adquiridas por sus miembros. Incluso la idea de nacionalidad es vista comoresultado de la cohesin estructural que se obtiene a travs de la comunicacin social(Schlesinger, op. cit.: 36), aqulla que tiene lugar en el espacio pblico, y varias vecesinstrumentada por el poder poltico para la constitucin de los Estados nacionales yconstrucciones de identidades ciudadanas, como el caso de la Argentina del siglo XIX segnlos estudios de Oscar Oszlak y Tulio Halpern Donghi. El discurso y las relacionesinterpersonales por l establecidas han de ser el terreno mismo de constitucin de lo social.

    La ya referida naturaleza relacional del hombre deriva en una instancia de encuentros yreconocimientos donde los actores desempean actividades de operacin semntica a partir de

    relaciones de competencia, sea por legitimidad, estatus, poder o facultades para obtener elmonopolio de credibilidad en la definicin pblica de la realidad social. No en vanoanteriormente se subray el carcter de lucha que comporta el dilogo en aras de la definicinde la identidad de los interlocutores. En este mismo sentido, el espacio pblico y poltico esentonces a la vez dialgico y agonstico. Como se ver en el apartado 1.1.3, en lacomunicacin poltica se produce la lucha por el poder entre los distintos grupos sociales.

    La naturaleza del espacio pblico como red de intercambios simblicos ser estudiadasobre la base del planteo formulado por Mijal Bajtin, quien define el dialogismo desdeconsiderar que

    La expresividad de un enunciado nunca puede ser comprendida y explicadahasta el fin si se toma en cuenta nada ms que su objeto y su sentido. La expresividad

    de un enunciado siempre, en mayor o menor medida contesta, es decir, expresa laactitud del hablante hacia los enunciados ajenos, y no nicamente su actitud hacia elobjeto de su propio enunciado [...] Un enunciado est lleno de matices dialgicos(Bajtin,Esttica de la creacin verbal, en Landi, 1987: 185).

    Aqu no se hace referencia al dialogismo slo como un modelo de doble sentido deintercambio de palabras y de racionalidades tal como se lo presentaba durante el Siglo de lasLuces, que entronizaba el carcter divino de la Razn como gua rectora de un espacio

    pblico responsable y maduro. Incluso ms all de su origen etimolgico, no tiene solamenteun doble sentido de intercambio, sino mltiples; la comunicacin en esta arena se presentacomo multidireccional y lo intercambiable no son ya slo palabras y racionalidades, sinotambin emociones, imgenes, figuras, acciones. Ya no es la razn la condicinsine qua non

    para concebir el dilogo pretendido por entonces. Para la tradicin racionalista, como observaGilles Achache (1998: 116), una imagen no es dialgica, por lo que siempre resultasospechosa al tener menos sentido que vigor y requerir ms ser sentida antes quecomprendida; por dirigirse a nuestra sensibilidad, es decir, a esa dimensin psicolgica que,segn el racionalismo, no depende precisamente del espacio pblico.

    La progresiva desintegracin del paradigma racional como ideal del optimismo liberalmoderno acelera la lgica del conflicto, el enfrentamiento y la polmica como combustible

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    que mantiene en permanente mutacin al espacio pblico.16 Jrgen Habermas, uno de losfilsofos alemanes para quien el proyecto de la Modernidad tiene futuro an, ha escrito quelas leyes, promulgadas bajo la `presin de la calle, difcilmente puedan ahora entendersecomo normas emanadas del razonable consenso entre personas privadas que polemizan en

    pblico (Habermas, 1971: pp. 136-137). El espacio pblico es un terreno de disputas; no setrata ya slo del mbito de hegemona de la razn sino ms bien del conflicto entre grupos y

    subsistemas sociales, entre ellos el poltico, meditico, judicial, ONG, partidos, etc.En cuanto a la variable agonstica del espacio pblico, sta comprende la arribaenunciada competencia entre actores por lugares de poder y legitimidad dentro del espacio enel que interactan. En el plano de la teora, tres son los modelos posibles de espacio pblicoque grosso modo se pueden delinear, a saber: el legalista, que tiene por centro el sistemalegislativo como coordinador y regulador de la cohabitacin ciudadana; el discursivo deHabermas, que eleva a la razn como rbitro del intercambio de sentido en la discusin

    pblica; y el modelo agonstico de Arendt que define el espacio pblico como competitivoen el cual el sujeto disputa en busca de reconocimiento, de precedencia y de aclamacin(Teijeiro, op. cit.: 29). De ellos, el agonstico es el modelo que ms se aproxima al propsitode este estudio.

    De aqu en adelante, la concepcin terica del espacio pblico como agonstico

    permitir delimitarlo como un genuino lugar de encuentro que, como consecuencia de lacompetencia entre los actores que intervienen, se sucede la existencia de una zona entre lacomunicacin orientada al dominio y la conquista de espacio reales y simblicos (en donde seincluirn los posicionamientos de imagen en la mente de los perceptores a partir de tcnicasde marketing poltico), y la tendencia hacia la publicidad (el develar, manifestar o revelar)como impulso que se desplaza en sentido contrario al anterior, el del dominio.

    1.1.3. La comunicacin poltica

    Es en el marco de este espacio pblico en constante mutacin donde los actoresestablecen canales de comunicacin que hacen posible un cierto orden y grado de

    previsibilidad en medio del caos semitico que se produce en la generacin, difusin,recepcin, percepcin y reaccin frente a los mensajes pblicos. Entre estos canalescomunicativos interesa estudiar los regulados por la comunicacin poltica, conceptoanalizado en el presente trabajo.

    Al contrario de la habitual opinin despectiva que de la comunicacin poltica se arguye(como considerarla causa de la banalidad de la actividad poltica), vindicamos aqu este tipode comunicacin como una de las condiciones necesarias para el funcionamiento de nuestroespacio pblico, desde hace dcadas ampliado por la accin y presencia de los modernosmedios de comunicacin.

    La actitud de establecer una relacin de correlatividad entre comunicacin poltica ydegradacin de la accin poltica, encuentra parte de sus orgenes en la Grecia clsica en

    donde la actividad del sofista, sealada como nociva desde la filosofa por Scrates y sudiscpulo Platn, converta a la poltica prcticamente en una cuestin de retrica enunciativa,un sortilegio de las palabras. Si bien ya en los tiempos pre-modernos, incluidos Julio Csar yel acta diurna, la expresin comunicacin poltica designaba, en una visin limitada, elintercambio de discursos polticos; los fenmenos totalitarios surgidos con el comunismo ruso

    16 Tal como aclara Tuchman (en Rodrigo Alsina, op. cit.: 86), el modelo racionalista de determinar la verdad se basaba en la presuncin de la Ilustracin de que los mtodos del discurso cientfico que tenan por meta ladeterminacin de la verdad podan ser extendidos a los fenmenos sociales y polticos.

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    y el nazismo alemn del siglo XX terminaron por identificar estrictamente la comunicacinpoltica con el concepto de propaganda.

    Aunque la propaganda es una de las herramientas de la comunicacin poltica, deningn modo sta se reduce a aqulla. Esta distorsin deliberada e interesada de

    partidocracias que constituyeron la negacin misma de la poltica contribuy a separarconceptualmente accin y discurso en poltica, como dos instancias diversas y hasta

    antitticas. As, la accin fue considerada como la noble y deseable tarea de la poltica,mientras que el discurso no gozaba de semejante legitimidad por lo que era sindicado comouna forma degradada de la poltica. Este trabajo rechaza tal divisin como insalvable, cuestinque ya se anticip.

    Segn la definicin que de comunicacin poltica brinda Dominique Wolton (1998: 31),se trata del espacio en que se intercambian los discursos contradictorios de los tres actoresque tienen legitimidad para expresarse pblicamente sobre poltica, y que son los polticos,los periodistas [como representantes de la institucin de los medios] y la opinin pblica atravs de los sondeos; la que hace posible la confrontacin de los discursos polticoscaractersticos de la poltica (ibdem: 36). Incluso ampliando las variables aplicadas porAristteles a su estudio de la poesa (al inicio comentado), la comunicacin poltica puede ser

    una forma determinada de nominar la realidad poltica, de construirla y de ordenarla de undeterminado modo (Haime, 1988: 25).

    Si bien es posible ampliar el espectro de actores sociales legitimados para expresarsepblicamente sobre poltica; la definicin de Wolton no deja de ofrecer un vlido abordajeinicial al fenmeno de la comunicacin poltica como canal para encauzar el intercambiodiscursivo pblico que tiene por objeto un corpus temtico vinculado a cuestiones polticas.

    Esta observacin aportada por Wolton inaugura tambin la discusin sobre quines hande ser los hacedores de la comunicacin poltica dentro del espacio pblico. Se debe entoncestener en cuenta que la produccin de mensajes polticos es una empresa conjunta, idea queretoma el carcter multidireccional del espacio pblico, ya sealado al momento de referirseal dialogismo. Entre los actores productores, reproductores y perceptores de la comunicacin

    poltica es posible incluir a los partidos polticos, los ciudadanos, el Estado, los sindicatos, losmedios de comunicacin, los periodistas, la Iglesia, los asesores de imagen y las consultorasde opinin. Del conjunto de actores mencionados, se estudiar en particular la produccin decomunicacin poltica por parte de la dada sistema de medios-sistema poltico.

    Al ser lo pblico un terreno de disputas entre los sistemas poltico y de medios, laopinin pblica ser entonces uno de los actores primordiales sobre el que se apoyarn ambosen su intento por obtener legitimidad y representatividad social necesarias para perdurar en el

    protagonismo. Se considera a la opinin pblica como inseparable de un procesocomunicacional, tanto en su constitucin como en su expresin final por los sondeos, ya queal no existir por s misma, este fenmeno resulta de una actividad social permanente deconstruccin y destruccin (Wolton, op. cit.: 32).

    Pero Dominique Wolton se refiere a los tres actores principales de la comunicacin

    poltica (periodistas medios-, polticos y opinin pblica) como portadores de legitimacinpara expresarse pblicamente en temas polticos. Cada una de estas legitimidades proviene deun tipo de discurso que es propio y singular de cada uno de los actores segn sus funciones,roles y posiciones en el espacio pblico y segn el tiempo histrico de que se trate:

    para los polticos, la ideologa, la accin y la eleccin de los comicios; para los periodistas, la informacin (informacin como categora que permite el

    relato organizado de los acontecimientos y la configuracin del fenmeno discursivode la actualidad);

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    para la opinin pblica, los sondeos y las encuestas, una legitimidad de tipocientfico-tcnico.

    El dispar origen de legitimidades de cada actor en la esfera pblica deriva en una seriede prioridades para cada uno de ellos que puede conducir a diferencias en las agendas de unosy otros, cuando no a coincidencias: los medios sern sensibles a los acontecimientos17; los

    polticos a las acciones (aunque no exclusivamente); la opinin pblica a la jerarqua de temaspblicos, sujeta en gran parte a los procesos de tematizacin impulsados por el sistema demedios, no pocas veces en cooperacin con el sistema poltico, en comunin de intereses. Eneste esquema de legitimidades y prioridades, la comunicacin poltica se extiende ms all deun espacio de intercambio discursivo para constituir, como ya se dijo, un espacio deconfrontacin de diferentes lgicas y preocupaciones (Wolton, op. cit.: 37).

    Este reparto de legitimidades en donde los medios acaparan la representacin pblica delos acontecimientos al re-presentarlos bajo el formato de noticia y re-interpretarlos a partir deotros gneros discursivos como el editorial y el comentario (que analizan los acontecimientosen el contexto de un proceso temporal), comporta por definicin el arrebato de privilegios queotrora eran prerrogativas del sistema poltico y atributos de su legitimidad. Conocer elacontecer de una sociedad, poder anticiparse a l, es una virtud propia de los estadistas y, por

    cierto, indispensable para la conduccin poltica de grandes grupos humanos.El poder poltico se siente satisfecho cuando intuye que puede controlar los

    acontecimientos que le rodean y que podran desestabilizarlo o importar una mermaconsiderable en su radio de accin. El discurso poltico, al establecer sus mecanismos deexclusin e inclusin temtica, construye su propio orden semntico en pos de controlar elacontecimiento aleatorio, matizar su impronta de imprevisin; la poltica suele trasladar suvoluntad de verdad al terreno discursivo localizndola en el estadio de la enunciacin.

    Sobre la base de este control de la realidad y el pasado histrico, se han alzado losparadigmas de gobiernos en sociedades de masas que totalizaban la presencia del Estado opropugnaban una autoridad paternalista omnipresente. Como seala Pierre Nora (en RodrigoAlsina, op. cit.: 85), los poderes instituidos tienden a eliminar la novedad, a reducir su podercorrosivo, a digerirlo por el rito [;] buscan as perpetuarse por un sistema de noticias que tiene

    por finalidad ltima negar el acontecimiento, ya que el acontecimiento es precisamente laruptura que pondra en cuestin el equilibrio sobre el cual [ellos] se fundamentan. Hoy elsistema de medios es para los ciudadanos una de las principales fuentes de transmisin deacontecimientos.

    La revalorizacin de la comunicacin poltica como actividad y objeto de estudio, ya norelacionado directamente con la degradacin de la actividad poltica, coincide temporalmentecon:

    17 La lectura meditica del acontecimiento social deriva en una forma de conocimiento denominado noticia, unode los pedestales que sostiene la legitimidad del sistema de medios como productor, reproductor y distribuidor

    de conocimiento. Mientras el acontecimiento es un fenmeno de percepcin del sistema, la noticia lo es degeneracin. Pornoticia se entender aqu lo que Miquel Rodrigo Alsina (op. cit.: pp. 94, 185) define como unarepresentacin social de la realidad cotidiana producida institucionalmente que se manifiesta en la construccinde un mundo posible [;] la noticia es producto de la mediacin de la institucin comunicativa. Al ser laproduccin de la noticia un proceso que se inicia con un acontecimiento, que no es potestad exclusiva de losmedios, sino que el sistema poltico genera sus pseudo-acontecimientos en orden a influir en la esfera de losmedios; ergo la noticia tiene a veces como origen los acontecimientos previsibles y diseados por el sistemapoltico. En esta situacin, los medios pueden ubicarse un paso detrs de la poltica. De este modo, la poltica seinmiscuye en la lgica legitimante de los medios (la reproduccin de acontecimientos en el formato noticioso) para acceder a cuotas de protagonismo en la esfera pblica y convalidar sus acciones contemporneas oulteriores.

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    el debilitamiento del paradigma de la sociedad de masas; la democracia con una ciudadana inclusiva a travs de la ampliacin del voto

    universal igualitario y el sufragio femenino; el auge de los medios de comunicacin masiva; la omnipresencia progresiva de los sondeos como ndice para mensurar los tiempos

    de la poltica en consonancia con las variaciones de la opinin pblica.

    De modo que, incluso desde una visin histrica, comunicacin y polticacontemporizan.

    Se ha afirmado aqu que la comunicacin poltica es garante de la existencia de la esferapblica en donde se ubica a la democracia evitando (al contrario de lo estipulado por visionesreduccionistas) la destruccin y desaparicin del espacio pblico y poltico. Y existen almenos dos razones que confirman este postulado:

    I. La existencia de intercambios discursivos gracias a la comunicacin poltica pruebaque no existe un antagonismo estructural o insalvable entre los grupos sociales quehaga imposible o inviable su interaccin comunicativa (Wolton, op. cit.: pp. 40-43).En este sentido, la comunicacin poltica posibilita el intercambio regular inclusoentre actores adversarios creando espacios para el reconocimiento del otro (aqu seanalizar la construccin de la figura del poltico a partir de la concepcin deladversario). Este punto destaca que los discursos contrarios no conducen a la nulidadde la comunicacin. El hecho de entablar relaciones y consensos sociales a partir deldisenso es congruente con el espritu de un gobierno democrtico, de modo que lacomunicacin poltica es tambin un elemento insustituible de las democraciasmodernas.

    II. Si bien la comunicacin poltica desempea un rol esencial para la existencia de lademocracia al garantizar un espacio que torna productivo el antagonismo y la

    contradiccin; la comunicacin en ningn punto logra sustituir definitivamente a laaccin poltica sino que le permite su visibilidad, su puesta en comn. En estesegundo punto se produce la compatibilidad terica que inicialmente se hiciera notaral subrayar la predisposicin de la naturaleza humana hacia la comunicacin a partirde la cual tiene lugar el espacio comn en donde se gestan las relaciones polticas.

    A los fines de este marco conceptual, la comunicacin poltica resulta entonces:

    a) una realidad que se torna visible cotidianamente por medio de los discursos queintercambian los actores legitimados para expresarse en materia poltica;

    b) un sistema que implica una nueva instancia o nivel de funcionamiento de la poltica al

    permitir la extensin de la democracia (ms all de la existencia formal de la misma)mediante el incremento de los temas que, a partir de su visibilidad pblica, debernnecesariamente, en el corto o mediano plazo, ser objeto de tratamiento poltico segn loscanales legalmente instituidos por la poltica;

    c) un elemento organizativo del caos poltico dentro de un marco comunicativo.

    Pero lo esencial en esta base terica es la consubstanciacin entre el modelo agonsitco,la comunicacin poltica como reguladora del modelo y la democracia como sistema de

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    gobierno compatible con este contexto. En estos trminos, la comunicacin poltica puedeser la agonstica de la democracia, no de modo distorsivo sino ms bien estratgico,connatural a la democracia, que impulsa los mecanismos de sta entendida como sistema degobierno que apunta hacia el consenso poltico a partir del disenso; que propone un gobiernode la mayora limitado por las minoras, lo que se corresponde con toda la ciudadana, con lasuma total de la mayora y la minora el principio de la mayora relativa- (las instituciones y

    caractersticas de la democracia sern analizadas prrafos abajo).Esta concepcin agonstica de la comunicacin poltica entiende al adversario no comoun enemigo que deba ser suprimido del campo poltico, sino como un enunciador igualmentelegitimado. Armonizadas la democracia y la comunicacin poltica, las condiciones de staestn al nivel de los problemas, conflictos y mecanismos de una democracia representativa agran escala cuyos enfrentamientos polticos hoy se verifican preferentemente de modocomunicativo (Wolton, op. cit.: 197).

    1.1.4. Democracia y comunicacin poltica

    La concepcin de la comunicacin poltica que aqu se explora conlleva una visin de lademocracia que ha de ser explicitada a los efectos de ampliar la base terica del presente

    trabajo.El concepto de democracia no puede sustraerse de la mencionada capacidad dialgica

    del hombre que subyace a la construccin de las instituciones polticas y sociales. En estesentido, la democracia ser entendida como el sistema poltico que idealmente ofrece lasgarantas, igualdad de oportunidades y equidad social necesarias para el desarrollo de lascapacidades y potencialidades particulares de los individuos que componen la sociedad. Estadefinicin parte de un marco tico cuyos preceptos morales subrayan la preeminencia delhombre por encima de la organizacin estatal y que debieran ser vlidos para todas lasinstituciones del sistema democrtico, incluso para las prcticas y las consideraciones tericasde la comunicacin poltica.

    La ya aludida visin clsica (griega) de la democracia apuntaba a definir la sociedadcomo un cuerpo homogneo de ciudadanos con creencias anlogas acerca de lo que deberaser el bien comn de la comunidad. Hasta el siglo XVII la diversidad fue parangonada con eldesorden, la discordia y el mal de los Estados (incluso la visin de Hobbes se apoya en estetemor de anarqua y disolucin social a partir de la diferencia); y la unidad, en cambio, comofundamento de la comunidad poltica. Actualmente, y por impulso del liberalismo, laheterogeneidad ya no es tenida en cuenta como factor de riesgo para la integridad del sistemademocrtico sino, por el contrario, resulta un valor estratgico en pos de cuya preservacin selevantan los edificios legales de la democracia moderna. Bien dice Sartori cuando afirma que:

    Las democracias modernas estn relacionadas con el descubrimiento de queel disenso, la diversidad y la `partes (que se convirtieron en partidos) no sonincompatibles con el orden social y el bienestar del cuerpo poltico, y estncondicionadas por dicho descubrimiento [el destacado es nuestro]. La gnesis ideal

    de nuestras democracias se halla en el principio de que la diferencia, no launiformidad, es el germen y el alimento de los Estados [...] es la democracia liberal,no la democracia antigua, la que est basada en el disenso y en la diversidad. Somosnosotros, no los griegos, los que hemos descubierto cmo construir un sistema polticosobre la base de una concordia discors, de un consenso del desacuerdo (op. cit.: 360,362).

    La democracia, como garante e incluso consecuencia del encuentro de la diversidad, delo heterogneo, permite la multiplicacin de las divisiones polticas haciendo del conflicto el

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    rasgo que por antonomasia explica la vida en el contexto de este modelo de gobierno ysociedad. La posibilidad de suprimir el conflicto, como constitutivo de la sociedaddemocrtica, no deja fuera la indeseable consecuencia que esto implicara en desmedro de laslibertades pblicas (Dahl, 1992: 263).

    Democracia y comunicacin poltica avanzan a partir de una lgica que legitima laconflictividad como variable del espacio pblico y poltico; en este punto, sus existencias

    ideales se suponen mutuamente. En el reconocimiento que la democracia liberal hace de ladiversidad y del conflicto, activa las estrategias de la comunicacin poltica para conducir losdistintos grados de heterogeneidad. Esto evita que la diferencia de posiciones derive en unenfrentamiento sin punto de retorno cuya hiprbole conduzca a la paralizacin de la mismainstitucionalidad democrtica. La comunicacin poltica, al hacer visible el espaciodemocrtico en donde convive la diferencia, hace del conflicto entre los actores una instanciasuperadora de las posiciones individuales, en lugar de un juego de suma cero que anule porcompleto lo distinto, lo heterogneo e incluso, desde el punto de vista poltico, la minora.

    El ordenamiento institucional de la democracia implica un conjunto de valores y normasque forman parte de su articulacin no ya como ideal, sino como realidad. Para Robert Dahl,el concepto de democracia trasladado al orden descriptivo de lo emprico (ms all del

    prescriptivo u orden del deber ser, como bien diferencia Sartori en op. cit.: pp. 25-27) se

    constata slo en lo que el estadounidense designa con el vocablo depoliarqua, al cual precisacomo un sistema poltico dotado de seis instituciones democrticas18 (Dahl, 1998: 105).

    Sin embargo, la visin clsica de la democracia moderna, enfocada nicamente desde laperspectiva de la ciencia poltica, se ha visto alterada por las consideraciones aportadas desdelas ciencias de la comunicacin, antecedente que ratifica no slo el carcter interdisciplinariode la comunicacin poltica sino, lo que es ms importante an, cmo el protagonismo

    pblico del sistema de medios ha influido en la forma de entender la democracia en el sigloXXI.

    Cuando el francs Alexis de Tocqueville se refera a la tirana de la mayora comoriesgo que se avizoraba en la temprana democracia estadounidense, marc el rumbo desubsiguientes estudios que sealaran cun responsables habran de ser los modernos mediosde comunicacin en potenciar esa caracterstica de las sociedades. A ms de siglo y medio de

    La democracia en Amrica (1835-40), Elizabeth Noelle-Neumann en 1974 seal en su teorade la espiral del silencio que gran parte de los ciudadanos temen naturalmente alaislamiento motivo por el cual, al manifestar sus opiniones, trata de sumarse a la opininmayoritaria. Por su parte, Alain Minc observ que ningn freno puede actuar contra lademocracia de la opinin pblica y, por consiguiente, la primaca del sufragio universal cedede forma progresiva el paso ante ese ser social enigmtico e inaprehensible, que es la opinin

    pblica (1995: pp. 265-266). En este interrogante Minc plantea si la democracia se legitimateniendo principalmente como fundamento el sufragio universal o necesita postular una

    18 Estas seis instituciones son, segn la definicin de Dahl: cargos pblicos electos; elecciones libres, imparcialesy frecuentes; libertad de expresin; fuentes alternativas de informacin; autonoma de las asociaciones;ciudadana inclusiva. Como se ve, la existencia de los medios de comunicacin adquiere, en el marco de la

    poliarqua, no slo el estatus de institucin sino que se presenta como conditio sine qua non para la existenciareal de la democracia contempornea. Con una perspectiva propia de la ciencia poltica e incluso sin hacermencin de la educacin clsica, Dahl posiciona a la institucin de los medios de comunicacin como proveedora de los elementos cognitivos para una ciudadana que se compromete responsablemente con losasuntos pblicos a partir de la comprensin esclarecida. Queda por evaluar si la comprensin acabada de lainformacin poltica difundida por los medios posee correlato proporcional con los niveles de efectivaparticipacin poltica de la ciudadana. Desde un punto de vista sociolgico y poltico (que excede la formalidadinstitucional inmediatamente expuesta), para una amplia democracia se presentan como necesarios, adems,otros requisitos, entre los cuales: igualdad de oportunidades; equidad en la distribucin de la riqueza; movilidadsocial ascendente y real capacidad ciudadana de permitir un mbito de reconocimiento de intereses propios ycomunes.

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    segunda condicin, la existencia de una opinin pblica tan poderosa que d nacimiento a loque el autor francs denomina democracia demoscpica, embriagada en el imperio de lossondeos, en connivencia con los medios.

    Como actores de la comunicacin poltica, la actividad simblica de los medios participa en la construccin de la cultura democrtica de las sociedades, ampliando el

    concepto de democracia para promover (o pauperizar) un sistema de hbitos y valoresciudadanos que sirve de base para las instituciones polticas cuya vigencia depende de laescala de valores predominante.19 La democracia se expresa incluso culturalmente comocomplemento y legitimacin de lo instituido por las leyes. Si bien en el caso argentino puedeafirmarse que la democracia retorn formalmente en 1983, esto no es bice para que las

    prcticas comunicativas autoritarias y antidemocrticas de la ltima dictadura militar (que,por ejemplo, podran tener lugar en el foro educativo) subsistieran mucho tiempo despus dela festejada vuelta del Estado de Derecho. La tesis de Carlos Chamorro (2000) a este respectoestablece que bajo determinadas condiciones, los medios (tradicionales o no) pueden ser

    promotores de la participacin ciudadana y la cultura democrtica. [En tal sentido,] lasfunciones especficas que los medios desempean en la institucionalizacin democrtica [se

    podran resumir en la siguiente lista:] informacin; transparencia pblica; fiscalizacin de los

    poderes privados; debate pblico; derecho de informacin (en Vega, 2002: pp. 140-141).El presente estudio supone, adems de una visin de los medios como instituciones que

    cohabitan con y en el sistema poltico, una filosofa poltica de la comunicacin que concibeal intercambio simblico entre los actores y la produccin informativa como presupuestoscapaces de, cuanto menos, facilitar la vitalidad y colaborar con el sustento de la democracia.La relacin entre la produccin de noticias (informacin) y el nivel educativo del ciudadano-

    perceptor le confiere a los medios, en su rol de productores legtimos del lenguaje noticioso,un papel poltico estratgico en un contexto democrtico.

    1.1.5. El discurso poltico

    En el marco de la relacin entre comunicacin poltica y democracia, el discurso

    poltico es una de las herramientas que hacen posible y dinamizan los procesos de intercambiosimblico. Como ya se indic anteriormente, aqu se estudiar el discurso poltico segn ladefinicin aportada por Leonor Arfuch, en su doble dimensin de palabra y accin, lenguaje yacontecimiento, lexis y praxis20 (nosotros preferimos agregar una tercera dimensin: lacomposicin de la imagen). La produccin discursiva de los lderes polticos no tiene lugar enun solo tiempo y espacio sino que se enmarca en un campo discursivo temporal que recuperamitos, leyendas y analogas en aras de justificar la valoracin y legitimidad de cadaenunciado.

    En funcin de las posiciones relativas del enunciador, del adversario y de losperceptores, el discurso poltico se enmarca en la lista de los discursos productores del efectode sentido de verdad, como defini Emilio de Ipola en su estudio sobre la comunicacin

    poltica del peronismo. Para crear una base de legitimidad en su enunciacin que le permitaentenderse con los perceptores del mensaje y a la vez marcar terreno de autoridad ante eladversario, el discurso poltico comporta un contrato de verediccin (1986: 90) con sus

    19 Ms all de la democracia poltica, Sartori diferencia conceptualmente entre democracia social, democraciaindustrial y democracia econmica (cfr. op. cit.: pp. 28-30).20 Para recapitular la concepcin de Arfuch: el discurso es un fenmeno multifactico cuya actividad se trata deun proceso de interaccin (enunciativo/interpretativo) que remite a los participantes del circuito comunicativo ya los mltiples lazos que se establecen entre ellos. Quien produce el discurso elabora en su decir una imagen des mismo determinando al mismo tiempo una imagen de su interlocutor; el enunciador no se define slo por laautorreferencia incluida en su discurso, sino sobre todo por ese `otro que instaura ante s.

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    destinatarios fundado en la referencia a la figura de un lder carismtico, intelectual o sagrado,una ideologa, una plataforma programtica. Estos elementos del discurso poltico se orientana crear un entendimiento o complicidad tcita entre los actores (emisores y perceptores) queforman parte del juego discursivo de la poltica.

    En cada composicin del discurso poltico existen elementos ideolgicos, pasionales ylingsticos que adoptan la forma de colectivos de identificacin, lugares comunes, reglas

    prescriptivas, proscripciones, interpelaciones, componentes programticos y hasta didcticos.En este trabajo, el discurso poltico de los dos candidatos justicialistas ser evaluado segn laclasificacin de Eliseo Vern, para quien la palabra poltica contiene en su definicin pblicaun concepto propio del actor que enuncia, de su anttesis (el adversario) y de los destinatariosque perciben el mensaje. El campo discursivo de lo poltico implica enfrentamiento, relacincon un enemigo, lucha entre enunciadores. La enunciacin poltica parece inseparable de laconstruccin de un adversario (Vern, 1987: 16).

    La cuestin referida a la posicin y existencia del adversario estudiada por Vernimplica que todo acto de enunciacin poltica suponga:

    que existen otros actos de enunciacin reales o posibles, opuestos al propio; que todo acto de enunciacin es a la vez una rplica y supone (o anticipa) una rplica; que, a partir de lo antedicho, todo discurso poltico est hab