persona y su accion

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Tema 02: Naturaleza del ser Humano Introducción Empezaremos, con el esfuerzo de mostrar qué es el hombre en tiempos en que es difícil de saberlo por la pluralidad de versiones que afirman tener la verdadera respuesta, y asumiendo que la realidad humana es demasiado rica y compleja como para abarcarse en una sola mirada. Con esta salvedad, nuestra primera tarea será la consideración del hombre como ser vivo. Ello nos llevará a revisar sus características básicas y el común denominador que comparte con los animales y otros seres vivos, lo que a su vez nos permitirá adentrarnos en aquello que lo diferencia. Aunque todos los seres vivos comparten la característica esencial de que viven, no todos son iguales, es decir, no todos viven de la misma manera. Esta escala o graduación tiene que ver con los grados de inmanencia. Comer una manzana, refunfuñar y pensar en alguien, por ejemplo, son tres grados diferentes de una perfección cada vez mayor. No sólo la inmanencia sino también las demás características vitales se dan en los seres vivos superiores en grados más perfectos que en los inferiores. Así, en los superiores hay más movimiento, más unidad, más inmanencia y mayor auto realización que en los inferiores. Nos iremos acercando poco a poco hacia la consideración de que el hombre tiene una dimensión intemporal y otra temporal, y que no podemos prescindir de ninguna de las dos. Los modelos

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tema de persona y su accion segunda semana

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Page 1: persona y su accion

Tema 02: Naturaleza del ser HumanoIntroducción

Empezaremos,  con el esfuerzo de mostrar qué es el hombre en tiempos en que es difícil de saberlo por la pluralidad de versiones que afirman tener la verdadera respuesta, y asumiendo que la realidad humana es demasiado rica y compleja como para abarcarse en una sola mirada. Con esta salvedad, nuestra primera tarea será la consideración del hombre como ser vivo. Ello nos llevará a revisar sus características básicas y el común denominador que comparte con los animales y otros seres vivos, lo que a su vez nos permitirá adentrarnos en aquello que lo diferencia.

Aunque todos los seres vivos comparten la característica esencial de que viven, no todos son iguales, es decir, no todos viven de la misma manera. Esta escala o graduación tiene que ver con los grados de inmanencia. Comer una manzana, refunfuñar y pensar en alguien, por ejemplo, son tres grados diferentes de una perfección cada vez mayor.

No sólo la inmanencia sino también las demás características vitales se dan en los seres vivos superiores en grados más perfectos que en los inferiores. Así, en los superiores hay más movimiento, más unidad, más inmanencia y mayor auto realización que en los inferiores.

Nos iremos acercando poco a poco hacia la consideración de que el hombre tiene una dimensión intemporal y otra temporal, y que no podemos prescindir de ninguna de las dos. Los modelos explicativos en el pasado  tienden a afirmar uno de los dos polos en detrimento del otro. Intentaremos exponer el asunto de un modo no dualista, de modo que se empiece a ver que la naturaleza humana es libre y que naturaleza y libertad, en el hombre, no pueden separarse, como tampoco puede hacerlo la dualidad alma y cuerpo.

2.1 Una noción biologicista

En la  naturaleza, lo mismo que en el conocimiento humano, las formas superiores se desarrollan a partir de las inferiores. Percepción sensible, memoria, experiencia, imaginación y razón se hallan ligadas entre sí por un vínculo común; no son

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sino etapas diferentes y expresiones diversas de una y la misma actividad fundamental, que alcanza su perfección suprema en el hombre, pero en la que de algún modo participan los animales y todas las formas de la vida orgánica.

Si adoptáramos este punto de vista biológico nos figuraríamos que la primera etapa del conocimiento humano habría de tratar exclusivamente con el mundo exterior. Por lo que se refiere a sus necesidades inmediatas y a sus intereses prácticos el hombre depende de su ambiente físico. No puede vivir sin adaptarse constantemente a las condiciones del mundo que le rodea. Los primeros pasos hacia la vida intelectual y cultural pueden describirse como actos que implican una suerte de adaptación mental al entorno.

Aun así, no hay que confundir los aspectos genéticos con los aspectos analíticos y fenomenológicos. El análisis lógico del lenguaje humano nos conduce siempre a un elemento de importancia primordial que no encuentra paralelo en el mundo animal. La teoría general de la evolución de ningún modo se opone al reconocimiento de este hecho. Hemos aprendido, precisamente en el campo de los fenómenos de la naturaleza orgánica, que la evolución no excluye cierto género de creación original; hay que admitir la mutación súbita y la evolución emergente. La biología moderna ya no habla de evolución en los términos que lo hacía el primitivo darwinismo; tampoco explica sus causas de la misma manera.

Desde las ciencias naturales el término naturaleza significa aquellos aspectos que son más específicamente biológicos y que la constitución genética y corpórea de los animales viene dada por su naturaleza; los instintos se trasmiten a los individuos de una especie de manera natural, es decir, innata, no aprendida. Nos explica García Cuadrado (2004, pág. 189 – 196)  que este sentido del término naturaleza puede ser adecuado en el campo de las ciencias naturales, pero su extrapolación a la Antropología Filosófica puede generar confusión. Si se contrapone lo innato a lo adquirido, identificando lo natural con lo innato, se establece una contraposición entre lo natural y lo libre. Lo natural es lo estable, lo fijo y permanente, repetitivo, adquirido innatamente; lo libre es lo novedoso, lo creativo, lo no adquirido de manera innata, sino lo libremente asumido por la razón y la voluntad. En la visión biologicista se desvela la

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intención de reducir al hombre a lo meramente físico o biológico, algo así como decir que el hombre es un mamífero, con ojos, etc. Sin embargo, lo solamente biológico es lo menos específicamente humano, puesto que deja fuera la racionalidad y la libertad.

2.2 Una Noción Historicista y Existencialista

En este planteamiento, que como hemos visto, tiene raíces filosóficas en el nominalismo y empirismo,  se tiende a negar la existencia real de las esencias: lo único realmente existente son los individuos. Por lo tanto, la llamada esencia o naturaleza humana no es más que un puro término que sirve para designar al conjunto de individuos humanos, puesto que únicamente puedo conocer aspectos singulares que se manifiestan a través de la experiencia empírica. La negación de la naturaleza humana ha venido de la mano de tres corrientes filosóficas contemporáneas, conocidas como el historicismo, el positivismo jurídico y el existencialismo.

a) El historicismo es la teoría filosófica según la cual el ser humano no sólo tiene historia, sino que es sólo historia, y todo ello por ser libertad y no sólo por tenerla. A la pregunta ¿qué es el hombre? el historicismo responde, su historia. Según el historicismo, para que el hombre sea realmente libre es menester que carezca de toda naturaleza, pues libertad significa indeterminación y variedad, mientras que la naturaleza es monótona y rígida. En todo caso, cabe sostener que el hombre en cuanto animal tiene una cierta naturaleza, pero ninguna en cuanto a hombre. El comportamiento animal es repetitivo e instintivo; pero el comportamiento humano es siempre novedoso y original. Actuar naturalmente significaría en el hombre una continua reedición de su conducta, lo cual contradice el hecho histórico. El hombre es su propia historia, sin que por debajo de ella se dé nada que lo limite a un determinado modo de ser ya dado previamente al hombre mismo. 

b) En la versión existencialista, el hombre es libre y no hay ninguna naturaleza humana sobre la que yo me pueda apoyar. Para Millán Puelles (2002 pág. 449) de acuerdo con esta tesis, la esencia propia del hombre se sigue de su

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existencia en el sentido de que se va haciendo en ella, a través de su propio curso temporal. El hombre es, por consiguiente, lo que él se va haciendo a lo largo de su existir, sin acabar nunca de estar hecho del todo, mientras realmente existe. Sólo la muerte cierra o acaba su esencia. A través de su existencia el hombre tiene su esencia abierta, como una posibilidad nunca cerrada por completo. Esta concepción filosófica advierte bien el carácter inacabado del ser humano; pero si se lleva hasta el extremo se cae en la inversión del orden real en virtud de lo cual el obrar sigue al ser. El ser humano sería un producto o resultado del obrar libre del hombre.

Esta concepción existencialista contradice el orden ontológico de la realidad, donde según la esencia o naturalezaasí obrará el ser humano. En otras palabras, el hombre no es puro ser indeterminado, sino que ya desde su origen se encuentra esencializado onaturalizado.

En realidad, en las concepciones modernas y hablando en concreto de la concepción racionalista como en la historicista se encuentra presente una dicotomía entre naturaleza y razón, entre naturaleza y cultura, o naturaleza y libertad.

Ambas corrientes, comparten de manera implícita una visión dualista, por la cual, la naturaleza y la libertad son dos espacios separados cuya relación es problemática. Para algunas escuelas filosóficas, el hombre o es materia evolucionada o una libertad desarraigada, enfrentada a la naturaleza. Los modelos explicativos anteriores tienden a afirmar de modo dualista uno de los dos extremos en detrimento del otro. Esta concepción de enfrentamiento entre naturaleza y libertad, o naturaleza y cultura, es el fundamento teórico del relativismo cultural, como afirma García citando a Yepes (2004) “según el cual lo que el hombre es no lo vamos a encontrar en una teoría, general, abstracta, intemporal, sino, por el contrario, en cada situación histórica concreta y sólo ahí: la verdad del hombre sería relativa a cada época, a cada cultura”.

2.3 Una nueva perspectiva

odo lo anterior quiere decir que para entender correctamente qué es el hombre y qué es la naturaleza humana es

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importante evitar volver como antaño, a una concepción  dualista del hombre. Sería dualismo,  pensar que en el hombre hay una naturaleza abstracta, intemporal, cuando de otro lado, resulta que obvio que somos seres concretos, históricos, en unas determinadas circunstancias que continuamente están en variación. Pero también sería parcial el modelo historicista o relativista, según el cual el hombre es relativo a cada época, a cada cultura, etc. no habría una naturaleza humana, sino diversidad de seres humanos en relación a los cuales los bienes del hombre, los fines, la moralidad, etc., variarían, no siendo ningún sistema mejor o peor que su contrario.

Tan dualista es el racionalista que pretende hacer una ciencia exacta del hombre, como el historicista o relativista cultural. Para unos, la naturaleza humana está, por así decir, por encima del tiempo y del espacio, absoluta. Para otros, no existe tal naturaleza, sino que lo que existe son los individuos concretos. Ambas posturas nos abren al conflicto entre naturaleza y libertad, cuando nos preguntamos si ¿es la nuestra una naturaleza libre?, o si ¿cabe libertad cuando  se impone una naturaleza dada?, o también si ¿no implica la libertad que la realidad humana debe ser creada por cada hombre?, y entonces ¿hay un serio conflicto entre naturaleza y libertad? Esta discusión ha sido frecuente en algunas escuelas científicas y filosóficas modernas, para las cuales, el hombre o es materia evolucionada, o una libertad desarraigada, que se enfrenta a la naturaleza al tener el deber de construirse su propia esencia. La pregunta ¿qué es el hombre? se contesta diciendo, el hombre es su historia. Y de ese modo lo universal pierde su valor.

Lo cierto es que el hombre tiene una dimensión intemporal y otra temporal, y no podemos prescindir de ninguna de las dos. Los modelos explicativos anteriores tienden a afirmar uno de los dos polos en detrimento del otro. Intentaremos exponer el asunto de un modo no dualista, de modo que se empiece a ver que la naturaleza humana es libre y que naturaleza y libertad, en el hombre, no pueden separarse, como tampoco puede hacerlo el binomio alma y cuerpo. 

Una de las características de los seres vivos es la tendencia a crecer y desarrollarse hasta alcanzar su fin operfección. Esta acción corresponde con la noción de bien, pues el bien es

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aquello que es conveniente para cada cosa porque la conduce a su perfección. El bien tiene la cualidad de ser un fin, es decir que significa perfección.

Frente a las explicaciones antes apuntadas, se encuentra la noción clásica de naturaleza. Lo natural no es lo propio de la Naturaleza inerte, de las cosas inanimadas. Es más, el concepto de naturaleza es principalmente aplicado al hombre. La naturaleza, según Aristóteles, no era precisamente la pura exterioridad. El concepto Physei, que empleaba para denominar a la naturaleza, es más bien aquello que tiene en sí mismo el principio del movimiento y del reposo. Pero para Wojtyla (2009), lo que significa tener en sí mismo un principio, un comienzo, sólo puedo saberlo porque soy un sí-mismo, porque tengo la experiencia de mí mismo como comienzo, como origen de una espontaneidad. Por lo tanto, en la concepción clásica lo natural es aquello que tiene en sí el principio del movimiento. La escolástica diferenciaba la esencia de la naturaleza, de modo que,  la naturaleza es la esencia considerada como principio de operaciones. De esta manera no se da una noción estática de la naturaleza, sino dinámica. Es un principio de operaciones que se actualiza en la historia. Se trata ciertamente de un principio fijo de comportamiento, pero no un principio de comportamientos fijos, esto es lo propio del instinto, no de la naturaleza como tal.

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La naturaleza del hombre, nos dice Yepes (2009 pág., 185-187) es precisamente, el tener la posibilidad de desarrollarse hacia su bien final, que constituye su perfección.

Ahora bien, es necesario prestar atención a lo siguiente; la naturaleza está en el punto de partida, pero a la vez es la causa del dinamismo biográfico de la persona. Si el hombre busca la perfección, si en él hay un anhelo, una inquietud de ser más, es precisamente porque por naturaleza está hecha para ese crecimiento. Por eso, en el mundo clásico, a la naturaleza se la ha llamado también principio de operaciones. De este modo, la naturaleza de todos los seres, y especialmente del hombre, implica de finalidad.

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La teoría de la finalidad o teleología ha sido muy criticada porque se ha interpretado como una imposición exterior a los seres que les impide ser espontáneos y libres. Se interpreta en esas posturas que la teleología es algo extraño a las cosas, impuesto o introducido en el interior de ellas, violentándolas. Mas no es así. En los seres hay una teleología para el despliegue y desarrollo de las propias tendencias hasta perfeccionarlas. La teleología de un ser es su dirección hacia la plenitud de la que es capaz.  Parte del hecho de que existe un orden en el universo. Ese orden es un orden dinámico.

Esto es especialmente claro en el caso de los seres vivos: su plenitud se alcanza tras el crecimiento. El orden significa armonía y belleza, plenitud y perfección de las cosas. Por eso se puede decir que lo más importante en el hombre son los fines, es decir, aquellos objetivos hacia los cuales tiende y se inclina. El hombre, por naturaleza, ha nacido para lo excelente. Y eso no está dado en el punto de partida más que como inclinación natural. Dar cuenta de esa inclinación es una tarea de la que cada uno es, en último extremo, el responsable.

De todo lo anterior interesa destacar las siguientes conclusiones:

Es precisamente en la naturaleza donde tiene su fundamento y raíz el obrar libre. Por eso se dice que la naturaleza o esencia es un principio fijo del obrar, porque todo agente obra según su modo de ser. Es decir, para obrar es preciso ser ya actualmente algo, un principio ontológico del obrar, precisamente lo mismo que es la naturaleza. Si no se reconoce esto, se acaba concluyendo que el agente obraría antes de existir, lo cual es contradictorio. Pero que la naturaleza sea principio fijo de obrar no quiere decir que sea principio de obrar fijo. Por tanto:

a) La naturaleza humana radica en un desarrollo de la persona, de tal modo que permita alcanzar los fines de nuestras facultades intelectuales o superiores: inteligencia y voluntad, para que conozca la verdad y quiera los verdaderos bienes adecuados a su naturaleza.

b) El desarrollo de la naturaleza es libre, porque no está asegurado: la persona colabora con las tendencias de su

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naturaleza sólo si quiere; de hecho, puede rechazar los fines naturales y elegir otros en su lugar.

c) Es necesario que existan unas normas morales que recuerden a la libertad el camino hacia los fines naturales. Sin esas normas morales, la persona está desorientada y puede fracasar en la consecución de sus fines.

d) Aunque esas leyes morales tienen carácter preceptivo o normativo, esas normas tampoco se cumplen necesariamente, solamente si uno quiere. Pero están ahí porque la realidad humana está ahí, y tiene sus leyes, es decir, sus caminos.

2.4 Los fines de la Naturaleza humana

¿Qué es lo natural en el hombre? Lo que le es propio, es decir, ejercer sus facultades. Lo natural en el hombre es, por tanto, el desarrollo de sus capacidades específicamente humanas. Ese desarrollo se dirige a conseguir lo que es objeto de esas facultades. Lo natural y propio del hombre es alcanzar su fin. Y el fin del hombre es perfeccionar al máximo sus capacidades, en especial las superiores, como la inteligencia y la voluntad; con sus objetos que son, verdad y bien. La inteligencia busca el conocimiento de la realidad. Cuando lo logra, alcanza la verdad, que es el bien propio de la inteligencia: abrirse a lo real. Querer lo verdaderamente bueno es ejercer la voluntad perfeccionándola.

Lo natural en el hombre, señala García Cuadrado (2001, pág. 188) como en todos los demás seres tiene características de fin, porque es algo hacia lo cual nos dirigimos. No debemos emplear aquí  la palabra fin en sentido cronológico sino de un modo más adecuado al pensamiento filosófico, es decir, que el fin del hombre es la verdad y el bien porque, de hecho, ya desde el inicio de su existencia, y desde que empieza a ejercer operaciones de un modo más visible, anhela alcanzar la verdad y lograr el bien, y por eso mismo se mueve hacia ellos desarrollando su historia. Dicho de otro modo, por naturaleza se posee desde el principio el fin que a la vez, de manera histórica, o de manera racional, estructura la tendencia a esa búsqueda en que consiste nuestra existencia.

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Desde este momento la pregunta ¿qué es el hombre? se transforma en esta otra: ¿eres capaz de llegar a ser aquello a lo que, desde el inicio de tu existir, estás llamado? , ¿Qué hace el hombre a partir de sí mismo, como ser que actúa libremente, o qué puede y debe hacer? Y así, descubrimos que la naturaleza se trasciende a sí misma en el hombre, y que el hombre supera infinitamente al hombre. La naturaleza humana es auto transcendencia, apertura, actividad y posesión de aquellos fines que le son propios, pues  el hombre sólo es él mismo cuando va más allá de lo que es de un modo fáctico, hacia lo que todavía no es pero que se le presenta como la única posibilidad adecuada a la riqueza de su apertura, de su proyecto.