platón - la alegoría de la caverna

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LA ALEGORÍA DE LA CAVERNA LIBRO VII de La REPÚBLICA Diálogo entre Sócrates y Glaucón PLATÓN ~~~~ ~~~~

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  • LA ALEGORA DE LA CAVERNA

    LIBRO VII de La REPBLICA

    Dilogo entre Scrates y Glaucn

    PLATN

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    La Alegora de la Caverna es un texto fundamental de la tradicin de occidente escrito hace dos mil cuatrocientos aos y que contina iluminando la conciencia de muchos que buscan la realidad detrs de las sombras. Es un punto de partida para la bsqueda filosfica del lado esotrico de la vida y la consecuente comprensin de la dinmica constante entre las ideas y su reflejo en el mundo sensible.

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    Aristcles de Atenas (427-347 aJC), llamado Platn (el de anchas espaldas). Naci en el seno de una familia aristocrtica en Atenas, su padre, Aristn, era, al parecer, descendiente de los primeros reyes de Atenas, mientras que su madre, Perictione, descenda de Dropides, perteneciente a la familia del legislador del siglo VI a.JC. Soln. Su padre falleci cuando l era an un nio y su madre se volvi a casar con Pirilampes, colaborador del estadista Pericles. De joven, Platn tuvo ambiciones polticas pero se desilusion con los gobernantes de Atenas. Tena veinte aos cuando conoci a Scrates, quien lo introdujo en la filosofa y en su forma dialctica de debate: la obtencin de la verdad mediante preguntas, respuestas y ms preguntas. Platn

    fue testigo de la muerte de Scrates durante el rgimen democrtico ateniense en el ao 399 a.JC. Profundamente impresionado por su condena y muerte, Platn se alej de su ciudad y realiz largos viajes, que le llevaron hasta Egipto y, tal vez, hasta otros pases de Oriente. En Sicilia pas luego una larga temporada, y all recibi la influencia de los pitagricos, como quedar reflejado en su pensamiento posterior.

    En el 387 a.JC. Platn fund en Atenas la Academia, institucin a menudo considerada como la primera universidad europea. Ofreca un amplio plan de estudios, que inclua materias como Astronoma, Biologa, Matemticas, Teora Poltica y Filosofa. Desde all imparti la docencia durante 20 aos. Aristteles fue su alumno ms destacado.

    Con la intencin de conjugar la filosofa y la posibilidad de aplicar reformas polticas viaj a Sicilia en el ao 367 a.JC., para convertirse en tutor del nuevo tirano de Siracusa, Dionisio II el Joven. El experimento fracas. Platn todava realiz un tercer viaje a Siracusa en el 361 a.JC., pero una vez ms su participacin en los acontecimientos sicilianos tuvo poco xito. Pas los ltimos aos de su vida impartiendo conferencias en la Academia y escribiendo. Falleci en Atenas a una edad prxima a los 80 aos, posiblemente en el ao 348 347 a.JC Platn dedic su pensamiento a tres aspectos fundamentales en la vida humana: La felicidad, la poltica y la educacin. Consideraba que el alma estaba segmentada en tres estamentos: El inferior rega las funciones vegetativas o de supervivencia. El segmento medio corresponda el aspecto sensible: las relaciones humanas, la defensa; y el estamento superior en el que se hallaba la intelectualidad, el origen de las ideas universales que definen al hombre como tal. Sostena que la felicidad se alcanzaba dentro de una sociedad en la que cada individuo cumpliera una funcin especfica que sirviera al bien comn. Lo que materializ en su obra La Repblica, en la que se aprecian los tres estamentos antes mencionados pero llevados al plano social. As encontramos que el segmento mas bajo es el de los trabajadores y artesanos; en el siguiente ubica a los soldados y en el nivel superior a los intelectuales, que eran los nicos con capacidad para gobernar.

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    Platn escribi muchas obras, generalmente dilogos, en los que suele aparecer su maestro Scrates. Las ms importantes son: Apologa de Scrates, sobre la verdad. Critn, del Deber (tica). Eutifrn, de la Piedad. Protgoras, sobre la Sofstica. Crmides, sobre la Sabidura. Gorgias, sobre la virtud y la cuestin de si se puede ensear. Menn, sobre el conocimiento como anmnesis o recuerdo. Banquete; trata del eros como fuerza que nos impulsa hacia la belleza y la bondad. Fedn, de la inmortalidad del Alma. Fedro, sobre la teora de las ideas y la divisin del alma en tres partes. Parmnides, sobre las ideas. Sofista, sobre el Ser. Filebo, acerca del Placer (tica). Poltico, de la Ciencia del Poltico. Timeo, donde se exponde la filosofa platnica de la naturaleza. Leyes, su ltima obra, que dej inacabada, sobre los fundamentos del Estado y la educacin de los ciudadanos. Repblica. Sin duda, la obra ms importante y donde Platn expone su pensamiento de forma ms completa, desde el estudio del individuo hasta la teora de la sociedad y la metafsica. Su tema central es la relacin entre felicidad y justicia. En contra de los sofistas, Scrates defiende la tesis de que no se puede separar la felicidad de la justicia, ni en las personas (nivel individual) ni en el Estado (nivel social o poltico).

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    INTRODUCCIN En consideracin a aquellos que estn menos habituados a leer los textos de Platn, va dirigida esta breve introduccin, sin ninguna intencin de ensear. Apenas para situarlo, ya que este famoso texto: el Libro VII del tratado la Repblica, se muestra separado de su contexto.

    El tratado platnico de mayor extensin se titula Politeia, , ttulo que el humanismo renacentista cambi para la forma latina Repblica (respublica = cosa pblica). La Repblica ocupa, en la vida de Platn, un decenio situado entre las edades de 40 a 50 aos, siendo una obra de madurez mental. En las diversas cronologas de las obras platnicas, se acostumbra a recurrir a un agrupamiento por tetralogas, en nmero de nueve. La Repblica se coloca en la 8 Tetraloga, junto con los dilogos Cleitofn, Timeo y Crtias, siendo esta la ms comn Dialogorum Ordo. La Repblica est constituida por diez libros, que podemos agrupar por temas. El libro I constituye un Prlogo, en el que el filsofo propone el problema de la Justicia, por eso este Prlogo es conocido como Dilogo sobre la Justicia, resaltando la ineficacia de la Justicia en la Ciudad, segn el punto de vista del filsofo. El grupo de libros I a IV trata de definir la idea de Justicia en una Ciudad perfecta, siendo estos libros notablemente pragmticos, pues entran en el orden de la orgnica poltica. Un tercer grupo est constituido por los libros V a VII, en el que el autor profundiza en la organizacin de la Ciudad, el origen y la educacin de la Poltica y de los Polticos, segn la Justicia y la Felicidad. Por fin, los libros VIII y IX versan sobre la descripcin de la Ciudad justa, la alianza entre Justicia y Sabidura, y, en el libro X, la recompensa eterna, o la ascensin a la inmortalidad de cuantos hayan servido con dignidad.

    El libro VII, es verdaderamente el libro clave de la obra, porque en el se instituye lo que se designar por filosofa de la educacin para servicio de la Ciudad. Aqu, la filosofa es entendida como el arte, o ciencia, cuyo fin es el gobierno justo de la Ciudad feliz, o el arte de la felicidad, de lo bello y del bien. Estructurado en narrativa de discurso indirecto (el narrador es Scrates, que expone el dilogo habido con Glaucn), el libro VII est constituido por 18 captulos, ocupando, en la edicin de H. Stephanus, las pginas 514a 541b, que aqu colocamos en el margen de las pginas. Para una mejor compresin del libro VII, se muestra a continuacin un cuadro resumen de ste, seguido de la parte final del libro VI, en donde el libro VII es obviamente introducido y justificado.

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    LIBRO VII DE LA REPBLICA

    CAPTULOS

    PGINAS

    TEMAS

    I

    II

    514a-515e

    515e-517a La Alegora de la Caverna

    III

    IV

    V

    517a-518b

    518b-519e

    519e-521b

    Conclusin de la Alegora

    de la Caverna

    VI

    VII

    VIII

    IX

    X

    XI

    XII

    XIII

    XIV

    521c-522d

    522e-524d

    524d-526c

    526c-527c

    527d-529c

    529c-530c

    530c-531c

    531d-533c

    533c-535a

    Formacin

    del

    Filsofo

    Ciencias :

    Aritmtica

    Geometra

    (Estereometra)

    Astronoma

    Msica

    Dialctica

    XV

    XVI

    XVII

    XVIII

    535a-536d

    536d-538a

    538a-539d

    539d-541b

    Seleccin de los Gobernantes

    (Los Gobernantes deber ser Filsofos)

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    LIBRO VI de La REPBLICA

    (Final: 511a-511e)

    -Y as, de esta clase de objetos deca yo que era inteligible, pero que en su investigacin se ve el alma obligada a servirse de hiptesis y, como no puede remontarse por encima de stas, no se encamina al principio, sino que usa como imgenes aquellos mismos objetos, imitados a su vez por los de abajo, que, por comparacin con stos, son tambin ellos estimados y honrados como cosas palpables. -Ya comprendo -dijo-; te refieres a lo que se hace en geometra y en las ciencias afines a ella. -Pues bien, aprende ahora que sito en el segundo segmento de la regin inteligible aquello a que alcanza por s misma la razn valindose del poder dialctico y considerando las hiptesis no como principios, sino como verdaderas hiptesis, es decir, peldaos y trampolines que la eleven hasta lo no hipottico, hasta el principio de todo; y una vez haya llegado a ste, ir pasando de una a otra de las deducciones que de l dependen hasta que de ese modo descienda a la conclusin sin recurrir en absoluto a nada sensible, antes bien, usando solamente de las ideas tomadas en s mismas, pasando de una a otra y terminando en las ideas. -Ya me doy cuenta -dijo-, aunque no perfectamente, pues me parece muy grande la empresa a que te refieres, de que lo que intentas es dejar sentado que es ms clara la visin del ser y de lo inteligible que proporciona la ciencia dialctica que la que proporcionan las llamadas artes, a las cuales sirven de principios las hiptesis; pues, aunque quienes las estudian se ven obligados a contemplar los objetos por medio del pensamiento y no de los sentidos, sin embargo, como no investigan remontndose al principio, sino partiendo de hiptesis, por eso te parece a ti que no adquieren conocimiento de esos objetos que son, empero, inteligibles cuando estn en relacin con un principio. Y creo tambin que a la operacin de los gemetras y dems la llamas pensamiento, pero no conocimiento, porque el pensamiento es algo que est entre la simple creencia y el conocimiento. -Lo has entendido -dije- con toda perfeccin. Ahora aplcame a los cuatro segmentos estas cuatro operaciones que realiza el alma: la inteligencia, al ms elevado; el pensamiento, al segundo; al tercero dale la creencia y al ltimo la imaginacin; y ponlos en orden, considerando que cada uno de ellos participa tanto ms de la claridad cuanto ms participen de la verdad los objetos a que se aplica. -Ya lo comprendo -dijo-; estoy de acuerdo y los ordeno como dices.

    511a b c d e

    XXI.

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    LA ALEGORA DE LA CAVERNA

    (LIBRO VII: 514a-541b) -Y a continuacin -segu- compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educacin o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una especie de cavernosa vivienda subterrnea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna y unos hombres que estn en ella desde nios, atados por las piernas y el cuello de modo que tengan que estarse quietos y mirar nicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrs de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto; y a lo largo del camino suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el pblico, por encima de las cuales exhiben aqullos sus maravillas. -Ya lo veo -dijo. -Pues bien, contempla ahora, a lo largo de esa paredcilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habr, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estn callados. -Qu extraa escena describes -dijo- y qu extraos pioneros! -Iguales que nosotros -dije-, porque, en primer lugar crees que los que estn as han visto otra cosa de s mismos o de sus compaeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que est frente a ellos? -Cmo! -dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmviles las cabezas? -Y de los objetos transportados? No habrn visto lo mismo? -Qu otra cosa van a ver? -Y, si pudieran hablar los unos con los otros, no piensas que creeran estar refirindose a aquellas sombras que vean pasar ante ellos? Forzosamente. -Y si la prisin tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creeran ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que vean pasar? -No, por Zeus! -dijo. -Entonces no hay duda -dije yo- de que los tales no tendrn por real ninguna otra cosa ms que las sombras de los objetos fabricados. -Es enteramente forzoso -dijo. -Examina, pues -dije-, qu pasara si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse sbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras vea antes, qu crees que contestara si le dijera alguien que antes no vea ms que sombras inanes y que es ahora cuando, hallndose ms cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos ms reales, goza de una visin ms verdadera, y si fuera mostrndole los objetos que pasan y obligndole a contestar a sus preguntas acerca de qu es cada uno de ellos? No crees que estara perplejo y que lo que antes haba contemplado le parecera ms verdadero que lo que entonces se le mostraba? -Mucho ms -dijo.

    514a b c 515a b c d e

    I.

  • 9

    -Y, sise le obligara a fijar su vista en la luz misma, no crees que le doleran los ojos y que se escapara volvindose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que considerara que stos son realmente ms claros que los que le muestran? -As es -dijo. -Y, si se lo llevaran de all a la fuerza -dije-, obligndole a recorrer la spera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, no crees que sufrira y llevara a mal el ser arrastrado y, una vez llegado a la luz, tendra los ojos tan llenos de ella que no sera capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas? -No, no sera capaz -dijo-, al menos por el momento. -Necesitara acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vera ms fcilmente seran, ante todo, las sombras, luego, las imgenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y ms tarde, los objetos mismos. Y despus de esto le sera ms fcil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de da el sol y lo que le es propio. -Cmo no? -Y por ltimo, creo yo, sera el sol, pero no sus imgenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a l, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en s mismo, lo que l estara en condiciones de mirar y contemplar. -Necesariamente -dijo. -Y, despus de esto, colegira ya con respecto al sol que es l quien produce las estaciones y los aos y gobierna todo lo de la regin visible y es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos vean. -Es evidente -dijo- que despus de aquello vendra a pensar en eso otro. -Y qu? Cuando se acordara de su anterior habitacin y de la ciencia de all y de sus antiguos compaeros de crcel, no crees que se considerara feliz por haber cambiado y que les compadecera a ellos? Efectivamente. -Y, si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetracin las sombras que pasaban y acordarse mejor de cules de entre ellas eran las que solan pasar delante o detrs o junto con otras, fuesen ms capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, crees que sentira aqul nostalgia de estas cosas o que envidiara a quienes gozaran de honores y poderes entre aqullos, o bien que le ocurrira lo de Homero, es decir, que preferira decididamente ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable? -Eso es lo que creo yo -dijo-: que preferira cualquier otro destino antes que aquella vida. -Ahora fjate en esto -dije-: si, vuelto el tal all abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, no crees que se le llenaran los ojos de tinieblas como a quien deja sbitamente la luz del sol? -Ciertamente -dijo. -Y, si tuviese que competir de nuevo con los que haban permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habrsele asentado todava los ojos, ve con dificultad -y no sera muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, no dara que rer y no se dira de l que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensin? Y no mataran, si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir? -Claro que s-dijo.

    516a b c d e 517a

    II.

  • 10

    -Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, oh, amigo Glaucn!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la regin revelada por medio de la vista con la vivienda-prisin y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplacin de las cosas de ste, si las comparas con la ascensin del alma hasta la regin inteligible no errars con respecto a mi vislumbre, que es lo que t deseas conocer y que slo la divinidad sabe si por acaso est en lo cierto. En fin, he aqu lo que a m me parece: en el mundo inteligible lo ltimo que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas, que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de sta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pblica. -Tambin yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo. -Pues bien -dije-, dame tambin la razn en esto otro: no te extraes de que los que han llegado a ese punto no quieran ocuparse en asuntos humanos; antes bien, sus almas tienden siempre a permanecer en las alturas, y es natural, creo yo, que as ocurra, al menos si tambin esto concuerda con la imagen de que se ha hablado. -Es natural, desde luego -dijo. -Y qu? Crees -dije yo- que haya que extraarse de que, al pasar un hombre de las contemplaciones divinas a las miserias humanas, se muestre torpe y sumamente ridculo cuando, viendo todava mal y no hallndose an suficientemente acostumbrado a las tinieblas que le rodean, se ve obligado a discutir, en los tribunales o en otro lugar cualquiera, acerca de las sombras de lo justo o de las imgenes de que son ellas reflejo y a contender acerca del modo en que interpretan estas cosas los que jams han visto la justicia en s? -No es nada extrao -dijo. -Antes bien -dije-, toda persona razonable debe recordar que son dos las maneras y dos las causas por las cuales se ofuscan los ojos: al pasar de la luz a la tiniebla y al pasar de la tiniebla a la luz. Y, una vez haya pensado que tambin le ocurre lo mismo al alma, no se reir insensatamente cuando vea a alguna que, por estar ofuscada, no es capaz de discernir los objetos, sino que averiguar si es que, viniendo de una vida ms luminosa, est cegada por falta de costumbre o si, al pasar de una mayor ignorancia a una mayor luz, se ha deslumbrado por el exceso de sta; y as considerar dichosa a la primera alma, que de tal manera se conduce y vive, y compadecer a la otra, o bien, si quiere rerse de ella, esa su risa ser menos ridcula que si se burlara del alma que desciende de la luz. -Es muy razonable -asinti- lo que dices. -Es necesario, por tanto -dije-, que, si esto es verdad, nosotros consideremos lo siguiente acerca de ello: que la educacin no es tal como proclaman algunos que es. En efecto, dicen, segn creo, que ellos proporcionan ciencia al alma que no la tiene del mismo modo que si infundieran vista a unos ojos ciegos. -En efecto, as lo dicen -convino. -Ahora bien, la discusin de ahora -dije- muestra que esta facultad, existente en el alma de cada uno, y el rgano con que cada cual aprende deben volverse, apartndose de lo que nace, con el alma entera -del mismo modo que el ojo no es capaz de volverse hacia la luz, dejando la tiniebla, sino en compaa del cuerpo entero- hasta que se hallen en condiciones de afrontar la contemplacin del ser e incluso de la parte ms brillante del ser, que es aquello a lo que llamamos bien. No es eso? -Eso es.

    b c d e 518a b c d

    III.

    IV.

  • 11

    -Por consiguiente -dije- puede haber un arte de descubrir cul ser la manera ms fcil y eficaz para que este rgano se vuelva; pero no de infundirle visin, sino de procurar que se corrija lo que, tenindola ya, no est vuelto adonde debe ni mira adonde es menester. -Tal parece -dijo. -Y as, mientras las dems virtudes, las llamadas virtudes del alma, es posible que sean bastante parecidas a las del cuerpo -pues, aunque no existan en un principio, pueden realmente ser ms tarde producidas por medio de la costumbre y el ejercicio-, en la del conocimiento se da el caso de que parece pertenecer a algo ciertamente ms divino que jams pierde su poder y que, segn el lugar a que se vuelva, resulta til y ventajoso o, por el contrario, intil y nocivo. O es que no has observado con cunta agudeza percibe el alma miserable de aquellos de quienes se dice que son malos, pero inteligentes, y con qu penetracin discierne aquello hacia lo cual se vuelve, porque no tiene mala vista y est obligada a servir a la maldad, de manera que, cuanto mayor sea la agudeza de su mirada, tantos ms sern los males que cometa el alma? -En efecto -dijo. -Pues bien -dije yo-, si el ser de tal naturaleza hubiese sido, ya desde nio, sometido a una poda y extirpacin de esa especie de excrecencias plmbeas, emparentadas con la generacin, que, adheridas por medio de la gula y de otros placeres y apetitos semejantes, mantienen vuelta hacia abajo la visin del alma; si, libre sta de ellas, se volviera de cara a lo verdadero, aquella misma alma de aquellos mismos hombres lo vera tambin con la mayor penetracin de igual modo que ve ahora aquello hacia lo cual est vuelta. -Es natural -dijo. -Y qu? -dije yo-. No es natural y no se sigue forzosamente de lo dicho que ni los ineducados y apartados de la verdad son jams aptos para gobernar una ciudad ni tampoco aquellos a los que se permita seguir estudiando hasta el fin; los unos, porque no tienen en la vida ningn objetivo particular apuntando al cual deberan obrar en todo cuanto hiciesen durante su vida pblica y privada y los otros porque, tenindose por transportados en vida a las islas de los bienaventurados, no consentirn en actuar? -Es cierto -dijo. -Es, pues, labor nuestra -dije yo-, labor de los fundadores, el obligar a las mejores naturalezas a que lleguen al conocimiento del cual decamos antes que era el ms excelso y vean el bien y verifiquen la ascensin aquella; y, una vez que, despus de haber subido, hayan gozado de una visin suficiente, no permitirles lo que ahora les est permitido. -Y qu es ello? -Que se queden all -dije- y no accedan a bajar de nuevo junto a aquellos prisioneros ni a participar en sus trabajos ni tampoco en sus honores, sea mucho o poco lo que stos valgan. -Pero entonces -dijo-, les perjudicaremos y haremos que vivan peor sindoles posible el vivir mejor? ()

    e 519a b c d e 520a