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T. P., 61, n. o 2, 2004 PLAZA DE MOROS (VILLATOBAS, TOLEDO) Y LOS RECINTOS AMURALLADOS DE LA II a EDAD DEL HIERRO EN EL VALLE MEDIO DEL TAJO PLAZA DE MOROS (VILLATOBAS, TOLEDO) AND THE HILLFORTS OF THE SECOND IRON AGE IN THE MIDDLE TAJO BASIN TRABAJOS DE PREHISTORIA 61, n. o 2, 2004, pp. 155 a 166 DIONISIO URBINA (*) ÓSCAR GARCÍA VUELTA (**) CATALINA URQUIJO (*) RESUMEN Las excavaciones realizadas durante los últimos 5 años en el recinto amurallado de Plaza de Moros están aportan- do interesantes datos sobre los sistemas de poblamiento de la Segunda Edad del Hierro en el Valle Medio del Tajo. Comienzan ahora a ser conocidos aspectos de los hábitats carpetanos del Centro de la Península, así como los sistemas de defensa de sus poblados, su peculiar urbanismo y tecno- logía. ABSTRACT The excavations of the last five years in the hillfort of Plaza de Moros are producing interesting information on the Second Iron Age settlement systems in the Middle Tajo Basin. We are beginning to know aspects of the carpeta- nian settlements in the the Centre of the Peninsula, such as the defensive systems of its settlements and its characteristic urbanism and technology. Palabras clave: Edad del Hierro. Recintos amuralla- dos. Carpetanos. Valle Medio del Tajo. Sistemas de pobla- miento. Key words: Iron Age. Hillforts. Carpetanians. Middle Tajo Basin. Settlement systems. Carpetanian. PLAZA DE MOROS Y SU CONTEXTO REGIONAL Las investigaciones arqueológicas en el yaci- miento se iniciaron con el descubrimiento del lugar en 1994. Plaza de Moros fue incluido junto a más de una treintena de enclaves en el estudio global sobre el poblamiento de la Segunda Edad del Hie- rro en la Mesa de Ocaña que iniciamos hace unos años (Urbina 1997, 1998, 2000). La Mesa de Oca- ña se encuentra en la parte nororiental de la provin- cia de Toledo. Ocupa una extensión de 1.500 Km 2 , en su mayor parte formada por una superficie de páramo que limita al norte con la depresión tercia- ria de la Fosa del Tajo, y al Sur se separa de las lla- nuras manchegas por medio de un pequeño riachue- lo llamado Arroyo Cedrón. Está documentada históricamente la ocupación de las llanuras de la Mesa por un extenso bosque de encinas y quejigos, del que aún quedan grandes manchas en la parte Sur (Fig. 1). En los trabajos de prospección en esta región se puso de manifiesto la existencia de una tipología dual de enclaves: unos amurallados (dispuestos sobre muelas o escarpes), y otros en llanura, sin estructuras defensivas apreciables. Sin embargo, la relación cronológica precisa entre ambos tipos no se pudo establecer con precisión sobre la base de un registro formado casi exclusivamente por material de superficie. Esta problemática, vigente desde entonces, aporta un contexto comarcal en el que se inscriben las excavaciones en Plaza de Moros; en aquel momento trabajamos sobre la hipótesis de *(*) Proyecto Arqueológico “Plaza de Moros”. Correo elec- trónico: [email protected] (**) Dpto. de Prehistoria. Instituto de Historia (CSIC). C/ Se- rrano, 13. 28001-Madrid. Correo electrónico: ovuelta@ih. csic.es Recibido: 15-V- 04; aceptado: 4-VI-04.

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PLAZA DE MOROS (VILLATOBAS, TOLEDO) Y LOS RECINTOSAMURALLADOS DE LA IIa EDAD DEL HIERRO EN EL VALLEMEDIO DEL TAJO

PLAZA DE MOROS (VILLATOBAS, TOLEDO) AND THE HILLFORTS OF THE SECONDIRON AGE IN THE MIDDLE TAJO BASIN

TRABAJOS DE PREHISTORIA61, n.o 2, 2004, pp. 155 a 166

DIONISIO URBINA (*)ÓSCAR GARCÍA VUELTA (**)CATALINA URQUIJO (*)

RESUMEN

Las excavaciones realizadas durante los últimos 5 añosen el recinto amurallado de Plaza de Moros están aportan-do interesantes datos sobre los sistemas de poblamiento dela Segunda Edad del Hierro en el Valle Medio del Tajo.Comienzan ahora a ser conocidos aspectos de los hábitatscarpetanos del Centro de la Península, así como los sistemasde defensa de sus poblados, su peculiar urbanismo y tecno-logía.

ABSTRACT

The excavations of the last five years in the hillfort ofPlaza de Moros are producing interesting information onthe Second Iron Age settlement systems in the Middle TajoBasin. We are beginning to know aspects of the carpeta-nian settlements in the the Centre of the Peninsula, such asthe defensive systems of its settlements and its characteristicurbanism and technology.

Palabras clave: Edad del Hierro. Recintos amuralla-dos. Carpetanos. Valle Medio del Tajo. Sistemas de pobla-miento.

Key words: Iron Age. Hillforts. Carpetanians. Middle TajoBasin. Settlement systems. Carpetanian.

PLAZA DE MOROS Y SU CONTEXTOREGIONAL

Las investigaciones arqueológicas en el yaci-miento se iniciaron con el descubrimiento del lugaren 1994. Plaza de Moros fue incluido junto a másde una treintena de enclaves en el estudio globalsobre el poblamiento de la Segunda Edad del Hie-rro en la Mesa de Ocaña que iniciamos hace unosaños (Urbina 1997, 1998, 2000). La Mesa de Oca-ña se encuentra en la parte nororiental de la provin-cia de Toledo. Ocupa una extensión de 1.500 Km2,en su mayor parte formada por una superficie depáramo que limita al norte con la depresión tercia-ria de la Fosa del Tajo, y al Sur se separa de las lla-nuras manchegas por medio de un pequeño riachue-lo llamado Arroyo Cedrón. Está documentadahistóricamente la ocupación de las llanuras de laMesa por un extenso bosque de encinas y quejigos,del que aún quedan grandes manchas en la parte Sur(Fig. 1).

En los trabajos de prospección en esta región sepuso de manifiesto la existencia de una tipologíadual de enclaves: unos amurallados (dispuestossobre muelas o escarpes), y otros en llanura, sinestructuras defensivas apreciables. Sin embargo, larelación cronológica precisa entre ambos tipos nose pudo establecer con precisión sobre la base de unregistro formado casi exclusivamente por materialde superficie. Esta problemática, vigente desdeentonces, aporta un contexto comarcal en el que seinscriben las excavaciones en Plaza de Moros; enaquel momento trabajamos sobre la hipótesis de

*(*) Proyecto Arqueológico “Plaza de Moros”. Correo elec-trónico: [email protected]

(**) Dpto. de Prehistoria. Instituto de Historia (CSIC). C/ Se-rrano, 13. 28001-Madrid. Correo electrónico: ovuelta@ih. csic.es

Recibido: 15-V- 04; aceptado: 4-VI-04.

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dos sistemas de poblamiento sucesivos en el tiem-po, correspondiendo el momento más temprano alos asentamientos en llanura, de los que contába-mos ya con algunas necrópolis excavadas con altascronologías desde el inicio de la Edad del Hierro(Almagro 1969; García Carrillo y Encinas 1990;Pereira et al. 2001).

Aunque el panorama arqueológico no ha varia-do mucho desde entonces, nuevos trabajos de pros-pección y sobre todo diversas excavaciones, hanpermitido afianzar la idea de una mayor antigüedadrelativa de los asentamientos en llano, así comoobservar la paulatina emergencia de una realidadmás compleja, representada por pequeños asenta-mientos sin amurallar, asociables tanto a los pobla-dos amurallados como a los del llano.

De un lado, las excavaciones de lugares como elHoyo de la Serna en Villarrubia de Santiago (Tole-do), han permito asociar el contexto que definíanlas necrópolis de alta cronología: Esperillas, Ma-drigueras, Palomar de Pintado, con hábitats en lla-nura (Urbina et al. 2001). Por otro, las investiga-ciones más recientes, como las realizadas para laelaboración de las Cartas Arqueológicas de losmunicipios de Villatobas y Santa Cruz de la Zarza(1), han permitido el descubrimiento de pequeñosasentamientos de llanura en las inmediaciones dePlaza de Moros y otros recintos amurallados, comoPeña de la Muela, en Santa Cruz de la Zarza. Con-cretamente los asentamientos de La Vega, El Gre-dero y Arroyo del Taray, se sitúan apenas a un parde kms. de Plaza de Moros, mientras que Las Cas-

tellanas y Cerro Moro, lo hacen a 1 y 2 kms. de Peñade la Muela.

Parece, por tanto, que no es posible asignar unatransición lineal desde los núcleos en llanura, nofortificados, a los sistemas amurallados, existien-do probablemente tentativas más tempranas de es-tos últimos, cuya mayor antigüedad no podemosprecisar, por el momento, en el espacio. A este res-pecto, los indicios con los que contamos parecenindicar que se produce una ocupación progresiva yselectiva en determinados valles. Así en el términode Villatobas, el poblamiento de la Edad del Hierrose desarrolla desde la cabecera del Arroyo del Va-lle, en donde se sitúa el yacimiento en llanura deVillatobas y la necrópolis del Cerro Colorado. Pos-teriormente surgen pequeños asentamientos en lla-no aguas abajo del arroyo: La Vega y Barranco delTaray. Finalmente aparece Plaza de Moros.

En el término de Santa Cruz de la Zarza, unoskms. más al Norte, ya en la Fosa del Tajo, el pobla-miento se concentra de nuevo en la cabecera de unarroyo con el yacimiento de llanura de Fuente de laCalzada (Urbina 2000:74). Posteriormente apare-cen pequeños hábitats, también en llano y, proba-blemente, relacionados o dependientes de este pri-mero, como son Los Villarejos o Cerro Moro, aguasabajo. Finalmente aparece el recinto amurallado dela Peña de la Muela (Urbina 2000:72), aún másabajo en el cauce del mismo arroyo.

Al cabo, los asentamientos encastillados se con-vierten en el tipo de hábitat característico. No co-nocemos la evolución que desde entonces corrieron

Fig. 1. Situación del área de estudio.

(1) Los informes correspondientes se encuentran en la Conse-jería de Cultura de la Junta de Castilla-La Mancha.

Fig. 2. Plaza de Moros en el contexto regional del pobla-miento de la Edad del Hierro en la Mesa de Ocaña. Luga-res citados en el texto: A. Arroyo del Valle. B. Arroyo delCambrón, Santa Cruz de la Zarza. 1. Villatobas-Cerro Co-lorado. 2. El Valle. 3. Barranco del Taray. 4. Fuente de laCalzada. 5. Cerro Moro-Las Castellanas. 6. Peña de laMuela.

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los yacimientos en llano, del mismo modo que tam-poco podemos precisar con certeza el momento enel que los recintos amurallados pueden considerarsepredominantes. A modo de hipótesis, y por analo-gía con lo que parece ocurrir en otras zonas de laPenínsula (Ruiz y Molinos 1993), situamos eseperíodo hacia mediados del siglo IV a.n.e. (Urbina2000).

El yacimiento de Plaza de Moros forma partepues de un sistema de poblamiento perfectamentearticulado y homogéneo, del que es un elementoestándar. Constituye el último eslabón de una su-cesión de yacimientos sobre los escarpes de lamargen derecha del arroyo Cedrón y sus afluen-tes, ya que más al Este y al Sur, el relieve plano dela región de La Mancha Alta no permite la existen-cia de este tipo de recintos, de clara topografía de-fensiva.

En la Mesa de Ocaña se han detectado dos gru-pos de yacimientos amurallados claramente dife-renciados. En primer lugar, los emplazados en laFosa del Tajo, cuyas superficies oscilan entre 3,5 y7 Has. En segundo lugar, los del Valle del Cedrón(entre los que se encuentra Plaza de Moros) conextensiones más homogéneas, entre las 0,9 y 1,4Has. (Urbina 2000: cap. 3).

LOS SISTEMAS DEFENSIVOS EN PLAZADE MOROS

Por su morfología topográfica y su emplaza-miento, puede considerarse un ejemplo típico depoblado de la Plena Edad del Hierro (Moret 1996;Sierra 2002) muy difundido por toda la geografíaPeninsular. Se asienta en un espolón asomado a laconfluencia del cauce de dos arroyos, sobre los quese eleva mediante taludes de fuerte pendiente. En elistmo que da acceso al recinto, se construyeron dosfosos y una barrera o muralla, formada por dos to-rreones semicirculares, un modelo igualmente re-petido en otros yacimientos, tanto de la comarca,como de amplias zonas de la Península.

Plaza de Moros es el yacimiento de la comarcaen el que el relieve se adapta mejor a las necesida-des defensivas. Esto se traduce, en el paisaje, en laexistencia de una península con un istmo de apenas30 m. de ancho, que cierra completamente el accesoal recinto, de 1 Ha. de extensión. Las paredes delcerro donde se ubica tienen un desnivel de 30 m.sobre el cauce de los arroyos, y sus pendientes lle-gan a alcanzar los 35º.

El perímetro de la península de Plaza de Morosse encontraba defendido por una pared de 1,2 m. deancho, de la que sólo se conservan las hiladas infe-riores de piedra, con bloques de gran tamaño en subase (2). Los esfuerzos defensivos en el emplaza-miento se centraron en el istmo, con la erección delos torreones. Su técnica constructiva, a base de dosparedes (exterior e interior) de mampostería de pie-dras locales (calizas y areniscas) unidas en seco, conun espacio interior de hasta 5,5 m. de ancho, relle-no con materiales de todo tipo (Urbina e.p.), tienemúltiples paralelos en toda la geografía peninsular.

Al pie de los torreones se dispone un primerfoso, donde se ha practicado un sondeo. Su formaes trapezoidal, con mayor pendiente al pie la mura-lla que en su cara exterior. Tiene una profundidadmáxima de 4 m. y una anchura en superficie de 7,2m., medidas a las que hay que añadir un talud de 50ºde pendiente y 1,2 m. de longitud desde la base delos torreones al comienzo del foso, de modo que laparte más alta de la barrera principal (a la que se lesupone una altura de al menos 5 m.) se encontrabaa 8 m. de altura desde el borde exterior del foso.

Un segundo foso se practicó a 32 m. del prime-ro, aprovechando para ello el desnivel del terreno,de más de 2 m. en esa zona, en el punto en el que elistmo es más estrecho (3). En el espacio entre am-

Lám. I. Topografía de Plaza de Moros. Vuelo americano,1956 (Servicio Cartográfico del Ejército). Leyenda: 1. Pri-mer foso. 2. Segundo foso. 3. Barrera. 4. Poblado. 5 AreaII. 6. Muralla perimetral. 7. Arroyo.

(2) Aunque aún no se ha localizado la entrada al recinto, pen-samos que ésta debió disponerse a buen seguro detrás de uno delos recodos que dibujan los lienzos de muralla lateral al unirse alos torreones, en un punto desde el que ya no sea visible desde elistmo.

(3) De este modo un supuesto atacante se encontraría unazanja de casi 10 m. de ancho cuya superficie de la cara interior se

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bos fosos, se han detectado también trazas de algúntipo de parapeto o pequeño foso.

No existe un estudio sistemático sobre los fososde los poblados de la Edad del Hierro (González yPeña 1991; Gusi et al. 1991) aunque ya es comúnencontrar amplias reseñas en las publicaciones másmodernas. La cronología para estos sistemas ade-lantados de defensa está más en función de las con-cepciones de cada autor que de un estudio de suevolución tipológica. Así, algunos autores defien-den que los sistemas de barrera y doble foso sonelementos importados de Grecia (Gracia Alonso2000) y su cronología nunca es anterior al siglo IIIa.C. (Díes y Gimeno 1995), con un pleno desarro-llo durante los siglos II y I a.C. Esta postura se con-tradice implícitamente con la asignación de unacronología tan antigua como el Hierro I para variosenclaves del valle Bajo del Ebro, de claras raícesautóctonas (Moret 1996: 125ss.). En yacimientosde otras regiones, se ha constatado la existencia dedobles fosos, atribuibles a los s. V-IV a.C., comopor ejemplo en Turó de Montgròs, Osona, Barce-lona (Molist y Rovira 1993).

Sin negar las funciones tácticas de los fosos, nohay que olvidar tampoco el gran servicio que alahorro de esfuerzo suponen a la hora de la construc-ción de las murallas, para las que son una excelen-te cantera (Moret 1996; Urbina 2000), extremoconstatado a través de los análisis de rocas en ya-cimientos como el de Barchín del Hoyo, Cuenca(Sierra 2002), entre otros.

URBANISMO

El yacimiento sufrió los efectos devastadores deun incendio que se ha constatado con mayor o me-nor virulencia en todas las áreas excavadas hasta elmomento. El efecto del fuego ha permitido queparte de las frágiles paredes de adobe se hayan con-servado extraordinariamente bien, y gracias a ellose han podido documentar detalles urbanísticos yconstructivos de gran interés.

Existen dos momentos de ocupación claramentediferenciados en la estratigrafía de las zonas exca-vadas, si bien debieron ser bastante próximos en eltiempo, pues no hemos detectado, hasta la fecha,diferencias apreciables en la cultura material deambas fases.

En los primeros años de excavación en Plaza deMoros (4) las intervenciones se centraron al interiorde la muralla principal o cara interna de los torreo-nes. Allí fueron descubiertas una serie de estanciasrectangulares muy bien conservadas, dispuestaslongitudinalmente al sentido de la muralla (Urquijoy Urbina 2001). En la parte central hay una habita-ción de 7,2 × 2,8 m. con dos vanos o puertas. La in-terior da acceso a sendos tramos de escaleras ado-sados a la cara interna de a muralla; éstos nacen deun escalón común, permitiendo acceder al interiorde los dos torreones semicirculares, que forman elgrueso de la barrera. Sobre el suelo original se do-cumenta la acumulación de capas de nivelación de40 cm. de potencia hasta un nivel superior, másmoderno, que rellenó el escalón común y cubrió dospeldaños de cada tramo de escaleras, habilitando unvano de 2 m. de ancho para el acceso a las mismas.Otra puerta de igual ancho da paso desde esta habi-tación al interior del poblado.

A este momento pertenecen las paredes de adobemejor conservadas del yacimiento, debido al incen-dió que fue la causa de la ruina de las estructuras y,al parecer, del abandono del lugar. Aunque desco-nocemos por el momento el grado de alteración delas estructuras más antiguas, el sistema urbanísti-co general no parece verse modificado en esencia,las estancias rectangulares continúan articulándo-

Fig. 3. Esquema del Area I, Barrera y Primer Foso.

elevaba al menos 2 m. sobre su pies, impidiéndole ver con clari-dad el sistema defensivo al que se enfrentaba.

(4) Las excavaciones de Plaza de Moros se realizan en elmarco de cursos de verano de iniciación a la arqueología de cam-po y profesional denominados “Escuela de Arqueología Plaza deMoros”. Esta es una de las estrategias del Proyecto ArqueológicoPlaza de Moros, proyecto de desarrollo local iniciado con la fi-nanciación de las Iniciativas Europeas Leader, a través de la Aso-ciación Don Quijote de la Mancha, junto con el Ayuntamiento deVillatobas, que pretende la recreación del poblado como destinode turismo cultural y el desarrollo de acciones educativas con losescolares de la zona. (Ver www.plazademoros.com)

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se con la barrera, manteniéndose la misma forma deacceso a los torreones.

La fragilidad de la gran cantidad de adobes des-cubiertos y la carencia de una metodología y presu-puesto adecuados para su conservación nos decidióa suspender los trabajos en esta área hasta contarcon medios más idóneos. Comenzaron entonces lostrabajos en el Area II, junto a la muralla lateral, alOeste del poblado. En ella, y a lo largo de variascampañas de excavación, se han descubierto diver-sas estancias con características técnicas similaresa las de la mayoría de los poblados de estos momen-tos en el área Ibérica, a base de zócalos de piedraslocales sin desbastar y alzados de adobe.

El estudio del urbanismo del Área II es más com-plejo, poniéndose aquí también de manifiesto losdos momentos de ocupación comentados. El planoriginal se basa en una serie de estancias rectangu-lares similares a las del Area I, dispuestas en sen-tido longitudinal o transversal a la muralla. Entreestas estancias y la muralla, se disponen unos espa-cios cuadrados de 2 × 2m., separados por tabiquesde adobe. La base de estas áreas está rellena de ado-bes hasta una altura difícil de precisar, debido a laerosión que afecta actualmente a la ladera, pero queen todo caso supera los 40 cm. de altura (5).

Las paredes que dividen las estancias rectangu-lares, de mayor entidad que los tabiques, con bases

de piedra, se imbrican en la muralla y cortan suancho. La muralla lateral, de hecho, está construi-da por paños seccionados por estas paredes. Estetipo de construcción aporta una mayor solidez a laobra, al evitar que las tensiones o defectos afectena un lienzo de gran longitud. Pero sus implicacio-nes van más allá de la mera habilidad constructiva;pensamos que el estudio de esta concepción es de

(5) Estas estructuras podrían interpretarse como elementos derefuerzo de la propia muralla, que además pudieron servir a modode altillo para las casas del interior, de forma similar, por ejem-plo, a como se ha observado en el poblado de Los Molinicos, enMurcia (Lillo 1993:59). Lám. II. Vista general del Área I. 1999.

Fig. 4. Perfil de las escaleras de acceso a los torreones. Área I. Hab 1. 1999

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interés para al análisis de las dinámicas que lleva-ron a los pobladores del valle medio del Tajo deunos hábitats abiertos, en llano, a los encastilla-mientos de muelas y espolones.

Habría que interpretar que estos recintos amura-llados se planean y conciben desde los asentamien-tos en llano, como un todo orgánico en respuesta aunas necesidades que se nos escapan por el momen-to. Efectivamente, en la Mesa de Ocaña la mayoríade los recintos amurallado son ocupados ex novo(Urbina 1997 y 2000), lo que implica que no sólo laelección del emplazamiento –conjugando las varia-bles del relieve con los intereses defensivos– fueespecialmente intencionada, sino que el diseño ur-banístico general de estos espacios fue tambiénpreconcebido. Más aún, es concebido mientras sehabita en otro lugar.

No se trata de un sencillo esquema con la cons-trucción de una muralla perimetral a la que se vanadosando las casas que la utilizan como pared tra-sera, el cerramiento de un espacio que se rellenacon módulos habitacionales más o menos estanda-rizados, ejemplos típicos de los primeros momen-tos de la Edad del Hierro en los poblados de callecentral del Bajo Ebro o lugares más cercanos comoEl Ceremeño, en Guadalajara (Cerdeño y Juez2002). El ejemplo de Plaza de Moros señala queaquí la arquitectura presenta un diseño mucho máscomplejo, con la elaboración de un plan urbanís-tico que engloba, al menos, las estancias conti-guas a la muralla perimetral (lo que representa un40% del espacio del poblado) y las propias cons-trucciones defensivas. La muralla se construyó portramos probablemente al mismo tiempo que lasestancias que se adosan a ella, e intercalan susmuros, pero no se puede considerar a ésta una partede las paredes de las casas, pues su grosor de 1,2m. y el tamaño de sus piedras es significativamentemayor al de las paredes más gruesas de cualquierestancia.

Esta peculiaridad plantea numerosos interrogan-tes a la hora de interpretar el proceso constructivo,ya que es necesario que la muralla se vaya constru-yendo por tramos al mismo tiempo que se levantanlas distintas estancias. Pero estas estancias quedandiferenciadas claramente, ya que entre un y otra noexisten paredes medianeras, sino que se construyendos muros adosados con una pequeña separaciónentre ellos (Area II, Hab. 1 y 2), algo que no suce-de en el Area I. Nos enfrentamos a la disyuntiva deplantear las obras de construcción del pobladocomo un trabajo común que, sin embargo, implica-

ba la construcción de espacios muy diferenciados,o por el contrario, quizá, interpretar estos espacioscomo propios de células sociales cercanas a la fa-milia nuclear. En este supuesto cada célula o fami-lia podría construir su propia estancia y el tramo demuralla que con ella se intercala, o bien la construc-ción de la muralla repartirse entre todos los habitan-tes del poblado.

Al igual que en el Area I, pero aquí con más ni-tidez, se observa una posterior subdivisión de losespacios rectangulares, a la vez que se añaden otrosnuevos a modo de vestíbulos. Tal compartimenta-ción se produjo respetando los antiguos módulos,por lo que la disposición urbanística general apenasvaría, aunque se hace más compleja.

Poco es lo que se conoce del urbanismo delos poblados de la Edad del Hierro en el Centrode la Península, apenas fragmentos de estanciasinconexos (Blasco y Alonso 1985; Gómez 1986;Penedo 2001; Sierra 2002; Valiente 1994) (6). Se-gún los datos disponibles, la norma parece ser lairregularidad, con predominio de estancias cuadra-das y poco cuidado en el trazado de ángulos rectos,tendiendo a la planta compleja donde no es inusualla existencia de muros adosados en lugar de pare-des medianeras, como sucede, por ejemplo, en elCerro de los Encaños, Cuenca, (Gómez 1986) o enel Cerrón de Illescas, Toledo (Valiente 1994). Peroen general desconocemos la funcionalidad de lamayoría de las áreas, así como la articulación entrelas mismas.

En Plaza de Moros constatamos la existencia dedos áreas de funcionalidad diferenciada. En el AreaI, al menos la estancia central ya comentada deberelacionarse con la vigilancia y defensa de los to-rreones que cierran el acceso al poblado. El Area IIpresenta ciertos rasgos que permiten identificarlacon espacios de carácter artesanal o ámbitos noespecíficos de vivienda. Uno de ellos es la ausen-cia de huesos entre los restos exhumados (7), a laque hay que añadir la falta de hogares. Otro es laexistencia de unas cubetas de forma cónica practi-cadas bajo los suelos de cada habitación (H1, H2,H3 y H9) y recubiertas con yeso, y habría que aña-

(6) Este panorama se verá enriquecido con la publicacióncompleta del barrio excavado en el poblado de La Gavia, Valle-cas, Madrid (Morín et al. e.p.).

(7) Los escasos restos de huesos recuperadosos en el yaci-miento provienen en su totalidad del Area I. El estudio de losmismos ha sido realizado por Eva Orri y Jordi Nadal de Arqueo-cat/Serp. En total se han estudiado 108 fragmentos con estos re-sultados globales: de un 72,22% de ovicápridos, un 13,88% debos taurus, un 8,33% de sus domesticus y un 5,55% de oryctola-gus cuniculus.

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dir aún la gran profusión de grandes recipientes do-cumentados en este área (8).

En ambas áreas se constata la posterior adecua-ción de los espacios a la vida doméstica, con laconstrucción de un hogar en la habitación de accesoa las escaleras de los torreones en el Area I, y laamortización de las cubetas y erección de algúnhogar, en el Area II.

CRONOLOGÍA

Uno de los aspectos de mayor interés de las ex-cavaciones en Plaza de Moros, era obtener una cro-nología absoluta que se pudiera extrapolar a losrecintos amurallados de la Mesa de Ocaña y el va-lle del Tajo. Así mismo, la obtención de unas fechasabsolutas sería de gran valor para establecer losprimeros paralelos sobre los que construir la se-cuencia material de la zona. Es por ello que, apro-

vechando la abundancia de madera carbonizada enel yacimiento, se realizaron dos análisis de C14.Lamentablemente, los resultados de dichos análi-sis presentan problemas para su adecuada inter-pretación (9), y por tanto hemos de basarnos en lacultura material para intentar acercarnos a la crono-logía del sitio.

Como es frecuente en un lugar relativamenteaislado, los objetos exhumados pertenecen en sumayoría a una cultura material de carácter eminen-temente local. Pocos esfuerzos se han realizadopara caracterizar este tipo de producciones, aunquehace ya tiempo que E. Cuadrado apuntó una seriede datos en ese sentido (Cuadrado 1976-78).

Fig. 5. Área II. Planta general.

(8) En este sentido se ha iniciado una línea de análisis de losfondos de los grandes recipientes encontrados en el área II, encolaboración con los laboratorios de Arqueocat S.L.

(9) Optamos por tanto, por no incluir en este trabajo los resul-tados de esas primeras dataciones radiocarbónicas, realizadas por elLaboratoire des Sciences du Climat et de l’Environnement delCNRS, Paris. Queda pues pendiente la confirmación de estos datos,que por el momento abarcan fechas comprendidas entre los siglosIV y II a. C, a la espera de nuevos análisis que permitan definir conuna mayor precisión la periodización del yacimiento. Estamos ade-más a la espera de los primeros resultados sobre el arco paleomag-nético de la Península Ibérica, para el que se extrajeron variasmuestras de los adobes quemados de las paredes de la H1, Área I.

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Con respecto a la cerámica, la mayor parte de laproducción recuperada se fabricó a torno, aunquees necesaria una explicación al respecto. Si enmomentos anteriores los porcentajes entre cerámicaa mano y a torno pueden ser cronológicamente sig-nificativos, desde un momento que sería necesarioprecisar con exactitud y puede situarse para estazona, grosso modo, desde finales del siglo V a co-mienzos del IV a. C., las vasijas a mano se corres-ponden exclusivamente con elementos de cocina,barros refractarios resistentes al fuego y cuyas pro-porciones permanecerán estables a lo largo de todala Edad del Hierro.

Entre las producciones a torno destacan los gran-des recipientes, especialmente las tinajas. Estaspresentan bien cuerpos alargados, similares a lasmás antiguas ánforas fenicias, bien a modo de gran-des krateriscos con ancha panza y base estrecha.Pueden contener hasta 100 l. en ambos tipos. Lasbases de todas ellas son rehundidas o en omphalosy los bordes de pico de ánade, los hombros curvosy a veces con moldura en el cuello. Prácticamentela totalidad de las recuperadas están decoradas conpintura jaspeada sin engobe, o con un engobe ana-ranjado o rojizo bajo los tonos marrones oscuros eincluso negruzcos de la pintura a brocha. “Jaspea-das” es la denominación que aplicó E. Cuadrado(1976-78:327) a unas decoraciones característicasde las cerámicas de la IIª Edad del Hierro en el Cen-tro peninsular, que se concentran especialmente enel valle medio del Tajo, sobre todo en la mitad Surde la provincia de Madrid, mitad Este de Toledo ytercio Oeste de Cuenca. Se ha intentado identificarel área de dispersión de estas decoraciones con la de

los carpetanos que aparecen en las fuentes clásicas(Valiente y Balmaseda 1983).

La decoración en sí es un engobe o pintura queoscila desde los tonos marrones claro a los marro-nes oscuro y negruzcos, cuya característica es queestá aplicado con una especia de brocha o pincelbasto que deja translucir los brochazos, de modoque partes de la vasija quedan cubiertas por el en-gobe o pintura y otras no, adquiriendo así el aspecto“jaspeado” que la ha dado el nombre. A veces pa-rece querer imitar las bandas de las decoracionestípicamente ibéricas, alternando el engobe marrónclaro con franjas más oscuras. Se aplica en generala todo tipo de vasijas y es con mucho la decoraciónpredominante entre las producciones a torno en lasregiones reseñadas.

Con respecto a la función de las tinajas, ademásde la obvia como contenedores de grano, habría queañadir la de contenedores de líquidos. Se daría asíexplicación a la presencia de las citadas cubetaspracticadas en los suelos de las habitaciones del

Fig.7. Cerámicas de Plaza de Moros: 1. Tinajilla sin deco-ración. 2. Tinajilla con pintura jaspeada en negro. 3. Tinaji-lla con engobe naranja. 4.Olla a torno. 5. Ollita jaspeada. 6.Ollita de barniz rojo. 7. Pequeño cuenco sin decoración. 8.Cuenco de barniz rojo. 9. Ollita de barniz rojo.

Fig. 6. Cerámicas de Plaza de Moros. Area I: 1. Tinajilla sindecoración. 2. Tinajilla con decoración jaspeada marrónclaro. 3. Vaso a torno negro. 4. Cuenco negro. 5. Olla decocina, a mano. 6. Tonelete con decoración jaspeada marrónclaro.

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Area II y a la carencia de pintura y engobe en laspartes más bajas de estas tinajas, que se encajaríanen estas cubetas para dar una mayor estabilidad alrecipiente (10).

Llamamos urnas o tinajillas (Mata y Bonet1992) a unos tipos similares, aunque de menor ta-maño, casi exclusivamente de perfiles bitroncocó-nicos y con las mismas decoraciones, si bien enestos tipos se dan algunas decoraciones a base delíneas, bandas, melenas o semicírculos, en rojo so-bre ejemplares de pastas más rojizas y alisados alexterior, que podríamos quizá considerar forá-neos (11). Su aspecto apenas difiere de las produc-ciones ibéricas, a no ser porque los tonos con losque se realiza la decoración son algo más apagadosque en La Mancha y Levante, como ya advierteCuadrado (1976-78:327).

Finalmente, entre las formas de grandes dimen-siones destacan los llamados toneles o toneletesibéricos (Lillo 1979), vasijas cilíndricas con bocaslaterales de las que se han documentado hasta unadecena, decorados a base de jaspeados sin engobe.En los ejemplares mejor conservados no se docu-mentan las típicas asas, pero siempre las ondulacio-nes laterales, semi-pulidas por rozamiento, produ-cido probablemente por cuerdas o sogas (12).

Otra de las formas más características del yaci-miento son los caliciformes o cuencos. Documen-tamos ejemplares de cuello acampanado y hombrosbien marcados e incluso carenados, bien con deco-ración de líneas en tonos rojos, en la parte superior,sobre engobes rojizos o anaranjados cubriendo las2/3 partes superiores de la pieza, bien grises o ne-gros alisados, imitando las texturas del metal. Estetipo de producciones presenta diversos tamaños,los mayores suelen estar pintados con base en om-phalos y los más pequeños, grises, pueden presen-tar bases rehundidas o con pie anillado. Los cuen-cos o escudillas están alisados, probablemente conespátula, presentando una superficie rosácea bri-llante y lisa. Tienen pies anillados y su morfología

varía desde las formas de tazón a las de verdaderosplatos.

Entre los recipientes de menor tamaño están lascerámicas de barniz rojo púnico. Se han recupera-do botellitas de cuello truncado de diversos tama-ños (formas “d” de Cuadrado), pequeños cuencosy/o escudillas (formas c) y pequeñas ollitas globu-lares. El total, apenas alcanza un 2% de la produc-ción cerámica del yacimiento (medida en n.º de va-sijas).

Las producciones de barniz rojo púnico, aunquesiempre halladas en escasas proporciones, aparecenen casi todos los yacimientos de la Edad del Hierroen la Cuenca Media del Tajo. Éstas son especial-mente abundantes en torno al Guadiana medio:Alarcos, Oreto (Fernández 1987). Se acepta paraestas producciones una cronología del siglo IV al IIa.C. con una tendencia a situar el momento de ma-yor profusión en el siglo III a.C. (Cuadrado 1991;Fernández 1987).

En lo que respecta a materiales metálicos, hastala campaña de 2003, se han localizado, en bronce,un total de 8 fíbulas (7 en el Área II), 5 de ellas anu-lares y 3 de La Tène, a las que hay que añadir un lotede 4 más, actualmente en paradero desconocido(una anular, otra de pie vuelto y dos de caballito).

De las fíbulas anulares, dos proceden de super-ficie y están incompletas, siendo difícil su precisióntipológica; otra es de timbal y otras dos, de navecillanormal convexa y resorte de charnela. Los ejempla-res corresponderían respectivamente a los tiposII.2a y II.4b1 de González Zamora (1999) que re-coge los de E. Cuadrado (García Cano et al. 2002)y Argente (1994). La cronología de estas piezasoscila entre el siglo IV y III a.C.

Lám. III. Fíbulas halladas en el yacimiento.

(10) Una cubeta construida con yeso o excavada en el sueloes una solución muy común en la cultura popular de amplias re-giones peninsulares, para guardar las tinajas destinadas al agua deconsumo, en la habitación principal de la casa, ya que estas cube-tas otorgan mayor estabilidad al recipiente.

(11) La proporción de estas vasijas pintadas con decoracio-nes geométricas sobre el total de la producción a torno, es deun 8%.

(12) Aparte de la deducción lógica para estas formas comocontenedores de líquidos, no habría que descartar también la uti-lidad de objetos muy similares para la fabricación de leche corta-da por medio de vaivén, sujetos sobre dos cuerdas que penden deltecho o una viga, de los que se conocen numerosos ejemplos et-nológicos.

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Dos de las fíbulas en paradero desconocido sonejemplares zoomorfos o de caballito, del tipo esque-matizado de placa que propone González Zamora(1999:202), con una cronología del s. III a.C. De pievuelto tenemos 5 piezas, una en paradero descono-cido, de pie vuelto libre, con remate, al parecer ser-pentiforme (grupo 2 de Cuadrado), con resorte muysimplificado retorcido hacia el interior, que haríareferencia a tipos antiguos de La Tène, con crono-logías de primera mitad del s. IV a.C.

Del mismo momento, destacan otras dos fíbulasdel Area II, tipo 2 de Cuadrado, o A3 de Argente,de La Tène Antigua 1C, con pie apoyado sobre elarco. La última es del tipo I.1.6.2 de González Za-mora (1999:245) o 4-2a de Cuadrado, de pie vuel-to libre y una pieza, con remate periforme. Se leasigna una cronología de finales del IV comienzosdel III a.C.

La cronología que aporta el conjunto de fíbulasparece encuadrarse claramente en el siglo IV a.C.,con algunos ejemplares algo posteriores, pero queen ningún caso nos llevarían más allá de la mitad dels. III a.C. (Urquijo y Urbina 2001). Estas fechasestán en consonancia con las aportadas por las pro-ducciones cerámicas de barniz rojo.

También hoy en paradero desconocido, sabemosde la existencia de una placa de cinturón de tipoibérico, con decoración de damasquinados de pla-ta, a base de círculos concéntricos. Para este tipo deadornos, que se localizan en contextos variados, seasignan cronologías que van desde el siglo IV al IIa.C. con mayor abundancia en la 2ª mitad del IVa.C. (Cerdeño 1977).

Destacamos, así mismo, la aparición de dos frag-mentos de braserillo de bronce, pertenecientes a dosrecipientes distintos, correspondiendo respectiva-mente a un trozo de asa y al soporte de un asa re-matado en manos muy esquemáticas (siendo elprimero un hallazgo superficial en el Área I, y pro-cediendo el segundo de la calle II, en el área II). Hayque señalar que aunque es la primera vez que estaspiezas se documentan en la región, no son extrañasen lugares tan dispares como Andalucía, Levante yestribaciones del Sistema Central, con amplias cro-nologías (Cuadrado 1966, en García Cano et al.2002).

CONCLUSIONES

Aunque descrita sucintamente, la cultura mate-rial de Plaza de Moros es claramente propia de un

horizonte encuadrable cronológicamente entre lamitad del siglo IV y el s.III a.C. Si pudiéramoshacerla extensible al resto de yacimientos amura-llados de la misma tipología de la Mesa de Ocaña,significaría que las propuestas realizadas ante-riormente (Urbina 2000) son en esencia correctas.La evolución del poblamiento de la II Edad delHierro en el Valle Medio del Tajo se iniciaría conlos asentamientos en llano, a donde llegan las pri-meras cerámicas a torno y que también son el expo-nente de los primeros poblados plenamente seden-tarios en la zona. Se trata de asentamientos comolos correspondientes a las necrópolis de Las Espe-rillas, en Santa Cruz de la Zarza, (García Carrillo yEncinas 1987), o la recién excavada necrópolis delCerro Colorado, en Villatobas, en la Mesa de Oca-ña, así como de otras más alejadas, como las prime-ras fases de Palomar de Pintado en Villafranca delos Caballeros (Pereira et al. 2001) y Las Madrigue-ras, en Carrascosa del Campo, Cuenca (Almagro1969), o poblados como Hoyo de la Serna en Villa-rrubia de Santiago, o el yacimiento A de ArroyoCulebro, en Leganés, Madrid (Penedo 2001).

Estas cerámicas a torno expresarían la plas-mación de los influjos mediterráneos, llegados des-de Levante y Andalucía, que incidirían drástica-mente en la economía indígena, ampliando su basede producción e introduciendo probablementenuevos cultivos y técnicas, que ampliarán en ge-neral la capacidad de generación y transformaciónde productos de estas sociedades (Fernández Nie-to 1999).

Posteriormente, y de forma paulatina, se vanocupando las márgenes de los respectivos valles,creando nuevos asentamientos más reducidos, aúnsin preocupaciones defensivas. Estos pequeñospoblados, de marcado carácter agrícola, se docu-mentan por ejemplo en emplazamientos como losde El Gredero, Arroyo del Taray o La Vega, en tor-no al arroyo cuya cabecera domina al poblado deVillatobas, o Las Castellanas y Cerro Moro, en tor-no al arroyo cuya cabecera ocupa Fuente de la Cal-zada, otro yacimiento en llanura en Santa Cruz dela Zarza (Urbina 2000: 74), y serían a su vez la ex-presión del incremento general de la producción ode los aprovechamientos del medio.

El siguiente paso en la evolución del poblamien-to está reflejado en la emergencia de los recintosamurallados. Éstos, si bien suponen un cambiodrástico respecto a lo anterior (llegando probable-mente muchos de ellos a sustituir a los primitivosnúcleos centrales) son, en un principio, un reflejo

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de la evolución de los poblados del llano, aunque enuna nueva dirección.

Los datos del urbanismo de Plaza de Moros ana-lizados anteriormente, apuntan en la línea interpre-tativa que uno de nosotros indicó hace años (Urbi-na 2000:230ss), en el sentido de que estos recintosamurallados se proyectarían desde los núcleos de lallanura, en principio como estructuras de almace-naje y de disuasión en donde guardar los exceden-tes: cereales, ganado, y ubicar las pequeñas indus-trias de transformación cada vez más complejas yabundantes.

El recinto amurallado sería así concebido comoun espacio artesal-industrial y/o de refugio, quederiva, quizá al tiempo que se generaliza el mode-lo, en un espacio habitado, en un poblado propia-mente dicho. Esta transformación es gradual y nomuy larga en el tiempo, a juzgar por la secuenciaestratigráfica de Plaza de Moros (13). Este tipo deyacimientos parecen ser exclusivos un poco mástarde, cuando desde finales del siglo III tengamosnoticias escritas con la llegada de púnicos y roma-nos a la zona. Entonces las fuentes reflejan un cli-ma de inseguridad endémica o al menos cíclica, enla que los recintos fortificados están plenamentejustificados.

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(13) En la que no se observan cambios bruscos ni se detectanniveles de incendio en las capas de explanación producidas al re-modelar los espacios internos de las antiguas habitaciones rectan-gulares.

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