poemas sobre caracas

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Carpeta "Poemas sobre Caracas", perteneciente al archivo del intelectual venezolano Jesús Sanoja Hernández

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Esta serie de libros digitales es el resultado del proyecto

La poesía de Caracas:Rescate historiográfico de Jesús Sanoja Hernández

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Índice

A la ciudad 5Ávila, eres un prejuicio 9Canto a Caracas 12El Ávila 17El reloj de Catedral 21Epístola a Alejandro de Humboldt 31Marcha. F. E. V. 38Pedro Emilio Coll 45Plegaria en un tranvía 48Por el barrio… 52Romance del panadero 55Sol de las cinco de la tarde 62Un adiós 67Viejo aroma 81

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José Antonio Maitin

A la ciudad

Ciudad, desde esta eminencia,De la tarde al sol rojizo,Esas cúpulas diviso Con que coronas tu sien; Y tus blancos edificios, Tu catedral con su torre,Y el Guaire veloz, que correEntre calles de ciprés.

¡Las cinco!...cuando resueneEsta hora otra vez mañana,Los ecos de esta campanaEscuchar no podré yo,Ni admirar desde esta alturaEl sol que baja a Occidente Por ese rastro esplendenteDe grana y de tornasol.

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Poesías escogidas de José Antonio Maitín y Abigail Lozano. Caracas: Edit. Villegas, 1954. 45

Que otra fila de peñascos, Y otras cumbres, y otro monteDel apartado horizonteLos confines cerrarán;Y cuando ansiosos te busquenEn la llanura mis ojos, ¡Oh ciudad! Troncos, abrojosY desiertos hallarán.

¡Ciudad! Desde aquí descubro Tu catedral con su torre,Y el Guaire veloz, que correEntre calles de ciprés.Tal vez en esta eminenciaHago mi último paseo;Tal vez, ciudad, yo te veoPor la postrimera vez.

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Ismael Urdaneta

Ávila, eres un prejuicio

nacional. Eres también un prejuicio orográfico.

Te has estremecido a vecespor temor al “qué dirán” de los volcanes.Aquiles, con el talón quemado, vencido por el “isleño”.

Y por haberte rapado,eres una heladera en inviernoy un horno de panadero en verano.

Bébete un whisky de aventura inéditaa ver si te dan ganasde fumar una pipa, como el Etna,el Vesubio y sus hermanos de América;y cuando ya no quieras fumarla,

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Poemas de la musa libre. Caracas: Taller gráfico, [s/f]. 29

a ver si te dan ganas de romperlay escupir un desdén bolcheviquepor el colmillo del cráter,para que nos improvises una Pompeya.

Prejuicio orográfico, ¿acaso entre nosotros no hay másmontaña que tú, buen burgués,instalado en tu “Silla”para consternación del Naiguatá?

La Sierra de Mérida,esa austera matrona,se ha llenado de canas¡viendo cómo has perdido tu juventud de monte,discípulo pésimo de volcán!

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Guillermo Ferrer

Canto a Caracas

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Caracas, no han doblado para tí las campanasanunciando tu muerte.Caracas, la que llevo en mi boca,la que llevo en los ojos,la que me duele toda como si fuera siempreluz de mi propia carne.¿Agonizas? ¿Pereces? Aquí estoy yo apostado sobre tu itinerario. Aquí estoy, tierra de hombres, adobe sobre adobe pagado con mis lágrimas.No te busco, te llevo como un cauceque limpio corre al delta donde están tus campanas.No quiero, en vano, decir que eres jardín del Ávila,o una doncella triste dormida para siempreentre los chaguaramos.Ya no eres la ciudad de los techos rojos.Eres pueblo, corola humana, vidarecorriendo las calles en busca de la miel de tus colmenas.

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Eres la sangre que lucha entre las balas.La trinchera que se alza a los ojos de los tiranos .El abecedario de la libertad de las mañanas.La que saluda con el corazón de todo continente.La que siempre se levanta cuando a palos la humillan.La que saca el fusil cuando esté preso el hijo.La que sonríe siempre cuando le hunden las vísceras.La que escribe en las cárceles poemas a los vientos.La que bendice heroica el plomo de la tinta.Yo no quiero que te llamen libélula del valle.No quiero que en nombre de tus héroes depositen ofrendasen lugares de por sí consagrados al oro de los siglos.Quiero verte marchar, a pie, con el pueblo en sus hombros,desenterrando la sangre de los estudiantes fusilados,triturando las puertas de las cárceles,y sentir por la tarde tu aliento victorioso en los labios.Así, así quiero sentirte, tal cual y como eres:madre, maestras, soldado y estudiante a la vez.Apenas si hasta hoy te han cantado en tu esencia.Sólo han cantado al ornamento de una ciudadque mueve sus brazos prodigiosos hasta tocar las nubes.Se han conformado con decir: “Nuestra doncella se entera temblando por la espesura…”“Largo pueblo, aromado de jabón y escuelas…” ¿Pero es que acaso vive de remedios de espuma?Allá el que quiera hacer de su canto un jolgorio.

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Canto a Venezuela. Maracaibo: [s/n], 1967. 41

Yo en cambio veo tus pies acorralados,tu linfa purpurina, tus balcones en cruces.No estoy soñando, cielo, por favor, Dios me librede estar soñando ilusorias verdades.No, no imagino tu autonomía universitaria pisoteada,no imagino los rehenes, por el solo delitode que quieras ser libre de nuevo, ciertamentehay excusas, sermones, oficios, condecoraciones“para todo el que quiera estar bien con la patria”.Pero a ti no te engañan, Caracas, no han dobladopara ti las campanas anunciando tu muerte.Vives, vives, combates en la escuela, en las calles,en la pluma brillante de los poetas jóvenes.Eres el corazón de Venezuela.Por algo eres la cuna de Bolívar.

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José Antonio Maitín

El Ávila

¡Oh coloso, en cuya cimaSe encienden las tempestades,Y a cuyos pies las ciudadesCual una mancha se ven,Cómo sorprenden mis ojosTus peñascos imponentes,Tus cumbres, y esos torrentesQue se estrellan a tus pies!

¡Oh! Parece que se arrastraEsa ciudad por el suelo,Mientras que sube hasta el cieloEse monte colosal;Esa rama de los Andes,Que se levanta orgullosa;Esa mole ponderosa,Que ante mis ojos está

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Poesías escogidas de José Antonio Maitín y Abigail Lozano. Caracas. Edit. Villegas, 1954. 43-44

El templo altivo y suntuoso,El palacio artesonado,Son juguetes a tu lado,Estupenda creación; Ni es extraño que a tu vistaSu pequeñez no me asombre:Aquella es la obra del hombre,Y tú eres la obra de un Dios.

Cuando te miro tan grande,Tan estupenda y sublime,Débilmente el labio exprimeSu profunda admiración; Y un fin no temo, que debe, Según mis luces escasas,Incorporarme a esas masas,Maravillas del creador .

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El reloj de Catedral

Reló mudo, misterioso, Que sobre muros gigantesDescontando los instantesDe nuestra existencia estás,Fantasma, que en el espacioElevas la altiva frente,¡Cómo desmaya la mente,Que te viene a contemplar!

A tu pie la muchedumbreHierve, se estrecha, se agita,Se agolpa y se precipitaComo las olas de mar; Y tú, cual genio del tiempo,Desde el trono, en que te asientas,Los instantes le descuentasDe su existencia fugaz.

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Cuando en medio de la nocheLa luna lánguida y grata Derrama su luz de plataDel mundo en la soledad,Tú, reló, desde tu alturaVes la ciudad dormitandoY las horas, que rodandoSobre su cabeza van.

Rompe entonces el silencio El clamor de tu campanaY nos anuncia lejanaQue una hora ha pasado ya;Y sus ecos se consumen En la atmósfera extendida, Cual se consume la vidaDel tiempo en la inmensidad.

Si, tu círculo trazado En esa torre empinadaEl emblema es de la nadaDe nuestra vida infeliz;Es la mirada del tiempo,Muda, tétrica, sombría, Que ve en la noche vacía

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del oscuro porvenir.

El sonido lamentable,Que de tu garganta sale,A una sentencia equivale, Que nos condena a morir;Si la voz de tu campanaEs la voz de un anatema,Diabólico, horrible tema,Que nos persigue sin fin.

¡Ah! Mira cómo se agita,De novedades ansiosa,La multitud bulliciosa, De la plaza hasta el confínY se siente de las aurasCon los retozones vuelosEl oscilar de los velos,De las sedas el crujir.

Mira el sol, cómo iluminaAl través de ancho celajeLos rasos y el fino encaje,Que ostenta el sexo gentil,Y pálido se refleja Multiplicando sus luces

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En los broches y en las crucesde diamante y de rubí.

¡Ah! Mira como se embriagaEsa turba sin camino, Desorientada sin tino, Con su vanidad pueril, Mientras que de tu gargantaSe desprende un anatema,Diabólico, horrible tema, Que la persigue sin fin.

¡Oh! ¡Cuántos, muestra inflexible,Tus horas habrán contadoY al abismo se han lanzadoDe la oscura eternidad!

¡Ah! ¡cuántos de los que escuchanHoy tu fúnebre campana,Cuando salga el sol de la mañana,No lo podrán escuchar!

Todo el tiempo lo destruye;Todo lo muda en el suelo;Él arrebata en su vueloMontes, torrente y ciudad;

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Todo lo borra y consumeEn su marcha destructora,Y lo que un pueblo es ahora,Un cimenterio será.

Tú mismo, reló gigante,Descenderás de tu asientoY tu ruinoso cimiento Te sepultará tal vez.Sí, tú sentirás del tiempoLas iras devastadorasY, si cuentas nuestras horas,Las tuyas cuentan también.

Tú serás genio del tiempo, Por el tiempo al fin vencido,En tu base conmovido,Roto y deshecho después.¡Hoy vives! Habrá una mañanaY otro mundo y otra historia, Que borre hasta la memoriaDe lo que fuiste ayer.

¡Reló! las cuatro señala Tu puntero misterioso.Ayer también silencioso

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Que las apuntaba vi.¡Reló! Tu mismo punteroLas señalará mañana.¿Más sabes si tu campanaResonará para mí?

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Otto D’Sola

Epístola a Alejandro de HumboldtA Germán Arciniegas

Señor Humboldt: escucha la voz del Continente.¡Escúchala! ¡Te llama! Quiere darte de nuevo sus antiguas antorchas, sus antorchas australes, las que alumbran el cuero nervioso del caballo, las espigas, las flores, la escopeta y la barbadel Tiempo que se moja con el agua del mar.Escucha en esa voz, señor Humboldt, escuchacómo salen las sombras de difuntos navíosempujadas por bazos de cien generaciones,como salen las flechas, los caudillos y la muerte,los picachos al paso de la noche y del sol;señor Humboldt: escucha, escucha en esa vozla Silla de Caracas, pariente de Anahuac,escucha a Guaicaipuro el Cacique, a los negrosescúchalos, que traen, a través de las hojas,las islas y los mares, la herencia inconfundiblede ascender en las sombras como el Negro Miguel.

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Te llama el Continente. Su voz, como te he dicho,está llena de sombras, de luces, de huracanes,está saliendo ahora del hombre del futuroestá saliendo y llega a tus sueños inmensos:y tú sientes que un pájaro se detiene en tus hombros,que un jaguar insinúa morderte el corazón,que a los lejos se abre, junto al cielo y el viento,más acá de tu Europa, la puerta de un volcán.

Te llama el Continente. Te llama porque quiereque vivas en sus venas lo mismo que su sol,alumbrando sus muertos, sus reptiles, sus hombres,con almas como ríos de aguas turbulentas, las que mojan la frente de los siglos, curtidapor relámpagos, truenos, por grandes intemperiesdonde sangra el hocico potente de los toros,donde el águila sube y llega hasta la lunay ve caer derrames de estrellas en los bosques,no lejos de esas nubes, de esas nubes tranquilas,de esas nubes con formas de caballos de nieve.

¿Quién pudo haber pensado que ahora te llamaseeste cuerpo de piedras, de árboles, de minas?Este cuerpo te llama, te llama y te defiendecon su puño inmortal. Te ofrece sus riquezas,sus luces, su canción escrita por el viento,

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los páramos, la orquídea y el árbol que sostienetodo el peso del rayo, todo el peso de Dios.

Señor Humboldt: escucha la voz del Continente:en México, y Colombia, Chile, Argentina y todoel Brasil de esmeralda, Venezuela, el Perú,Ecuador con sus sueños, Bolivia con sus lagos,Los que quieren mirarte caminar, caminarpor sus calles y bosques, colinas, selvas, ríos,caminar como el Tiempo que nunca ha de morirsobre la piedra erguida, en las remotas cumbresdonde la noche, sola, vigila con sus astroslos inmóviles cuerpos de los dioses dormidos.

Señor Humboldt: es hora de que vuelvas al mundoque ha escuchado los pasos de Cristóbal Colón.Es hora de que vuelvas, de que vuelvas a América,de que mires las aguas del Pacífico y toquesel Mar de las Antillas, y hables en Balboa,y te sientan llegar a mi tierra los muelles,los cocales, el viento, los marinos, el sol,para que luego sigas buscando entre la nocheese cristo que lleva la vieja Cruz del Sur.El Orinoco, Araya, Golfo Triste y Los Andes,Río Negro con sus negras mariposas nocturnas,la Caverna del Guácharo, la luz de las estrellas,

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En este nuevo mundo. Caracas: Suma, 1945. 63-67

te llaman, señor Humboldt, te llaman hasta el fin.

Aquí te hemos buscado sobre esta inmensa tierraque socavan los vientos bajo la inmensidad,aquí te hemos buscado sobre las grandes playasdonde brillan los remos, donde saltan algún pez,donde llega la muerte como un golpe de mar.Aquí te hemos buscado, aquí donde el futurode cumbre en cumbre canta y enciende los planetas:las luces que hacen falta al hombre universal.

Señor Humboldt: es hora de que vuelvas al mundoque ha nacido en la sombra de Cristóbal Colón.Tus pasos ya se acercan: los siente el Caroní,la cigarra, el delirio, los tambores del Tuy;tus pasos ya los siente Bolívar, quien nos dice: “¡Abrid todas las puertas a este gran hermano!¡Abrirlas y que pase, que encuentre sobre América,creciendo, como un bosque, la nueva Humanidad!”

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Héctor Guillermo Villalobos

Marcha. F. E. V. A los bravos muchachos del estudiantado caídos en la lucha, al

lado de la justicia y del pueblo.

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Esta es la marcha del estudiantado, resonante de rebeldías.El ritmo libre de unas vocessimultáneas en el avance.La marcha de todos los hombresque tienen los músculos jóvenes.Este es el himno de la lucha fraguado al fervor de las masas.¡Suenan a patria y a martiriosus notas profundas y cálidas!

El grito unánime restalla en el vientosu bandera de juventud.Huele a fragua. Crepita de fe cada pecho.Y así se va forjando en carne recién hecha,en el calor ferviente de la sangre,con la música libre, vigorosa y moderna,

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un poema de hierro y árbol,una canción de combate y de fiesta:estudiantina del heroísmo en el día del santo de Venezuela.

Marcha de las boinas en escuadras cerradas,las boinas del gesto bravo y mozoque bautizó de Universidadel dolor del año veintiochoy ahora ha refrescado con sangre adolescenteen el dintel del aulasu promesa.Marcha del batallón -¿quién ha nombrado armas?-donde van los muchachos despreocupadoscomo si fueran a una clase,listos a respaldar con la vida serenalo que acusó en un grito violento la protesta.

Va la Universidad con ellos, de vanguardia.la Universidad de los grados pobrescon paltolevita prestado, novia sufrida y discurso rebelde.En el puño desnudo el guión de los nuevos caminosy en la cabeza sin peluca empolvadala conciencia integral que germina en la entrañade los surcos recientes.

Va la Federación,

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la F. E. V. viril de las tres iniciales enérgicas,bordada en la bandera de las manifestaciones,floreciendo la solapa civil con su sello de esmalte,rebosando en la boca del pueblosu entusiasmo, su fe, su cariñoy su certeza buena de tener estudiantes.

La Federación que sale a la callecon sus cartelones voceando consignasy sus oradores que las ratifican y que con su rebeldía enarboladaen el aire de fiesta de las plazas,por sobre la pleamar de los aplausos.

La Federación de las alarmaspor la Democracia en peligro.La que levanta voces como banderasy cien banderas nuevas para cada jornada.La de Zuloaga Blanco y Jóvito Villalba,la de Jesús González, Mac Gill, Laguado Jaimes,y la de Eutimio Rivas, de quien dijo Carlos Augusto:“ahora por nuestras venas está corriendo su sangre”,y la del compañero Floresque enterró en la Misión de Bolívarsu vida recién estrenada.La Universidad de la hombría

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Afluencia. Caracas: Edit. F. E. V., 1937. 129-32

con su siembra de gestos y su legión de nombres, que tiene ya su tradiciónplantada como un árbol en Patio de Vargas.

La Federación de Estudiantes,baluarte, avanzada, reducto, trinchera.Juvenil, popular,llenando con el pecho el riesgo de la brechaen el símbolo activo, como todos la vemos:¡la boina del gesto sobre la frentey el botón tricolor de la insigniacomo una condecoraciónsobre el seno izquierdo de Venezuela!

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Salvador Carvallo Arvelo

Pedro Emilio Coll

Pedro-Emilio le llaman familiarmente todossus amigos; y yo… le llamo Pedro-Emilio…Él me escribió una carta donde con nobles modosdulcificó las agrias tristezas de mi exilio.

Pocos como él descienden a los humanos lodospara extraer un cuarzo de dolor o de idilio;en arte está su psiquis circuida de recodosde amor y de misterio. Se parece a Cecilio.

Acosta en lo que abarca. Cuando Arvelo Larrivale comparó al Seráfico, hizo bien: es Franciscoque tiene por las cosas hermandad compasiva.

Entre él y Zaratustra bien cabe un asterisco,pues aunque siempre escribe con sangre roja y viva

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Páginas: versos. Valencia: Imp. Branger, 1944. 47

unta bálsamo al diente que da el hondo mordisco.

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Antonio Arráiz

Plegaria en un tranvía

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Buen compañero, Jesús,amigo grande y blanco como el día:si quieressacrificaré mis pequeños goces cotidianos.Pero concédele a esta mujerque va conmigo en el tranvíael que, al llegar a su casa,encuentre un poco mejor al hijo enfermo.

Tal es su viva angustia,su inquietud,que todos hemos tenidoque ser partícipes de su dolor.Relatábamos, uno a uno, inexorablemente,su historia triste y tontaque una igual inflexión fastidió ante cada quien.

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Parsimonia: poemas. Caracas: Editorial Élite, 1941. 132

Quítame hoy la primera palabra de afectoque me aguarda en mi hogar.La silla profunda. El libro desgastado.El baño de agua tibia y femenina.Las fresas con leche y con azúcar.

Quíteme hoy el saludo cordial de los amigos.La saciedad del trabajo cumplido.El adormecimiento de dicha mediocre y usual.

Quítame, si quieres,Un día completo de camino allanado.Pero concédele a esta pobre mujeren cuya mejilla suciano se disimulan las lágrimas, la alborada triunfal de un niño sonrientecuando llegue a su casa.

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Jacinto Fombona Pachano

Por el barrio…

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Por el barrio oscuro donde la pobrezaviste sus guiñapos de resignación, mendigando siempre mi pan de belleza,me llevo un mendrugo de cada rincón.

Sórdidas covachas, ojos de tristeza,-súplicas tendidas hacia el corazón,-algún perro ascoso que se despereza,cada cosa humilde me da su porción…

Hasta el mendicante de todos los días,cuando me presenta sus manos vacías,pone de limosna su mendicidad.

Y tras este raro caudal de belleza,por el barrio oscuro voy en la certeza

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de ser el más pobre de la vecindad.

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Romance del panadero

Aquellastardes ingenuas,cuando vivía mi madre,alumbradas y con frondasdebajo de sus cristales…

Aquellas tardes ingenuasde mi casona del parque,los chicos del barrio viejo, con impaciencias unánimes,desde las puertas vecinas,atisbábamos la calle…

La calle que transitaba,sobre su mula incansable,las roscas de la merienday el pan de las navidades…

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La misma calle de piedrasy aleros de sombra grande,donde enredaban los díaslos oros de sus encajes…

Todas las tardes del mundosurgía en aquella calle, entre un rumor de ceronesy un látigo saltimbanqui,la pobre mula de Adolfo, la pobre mula marchante,que en penas de cada díallevaba roscas y panes.

Era Adolfo el panaderode las generosidades, y su mula el más pacientede todos los animales.

Ella soportaba moscasy mataduras y ultrajes,mientras él nos repartíasus sábados proverbiales.

Los sábados en mi tierrano los desconoce nadie;

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que bien me sabían ellos, cuando vivía mi madre!...

A lomos de aquella mulasonajas inconsolables,repicaban los ceronesdonde bailaban los panes.

Y en la miseria de Adolfocaía el sol de la tarde, como una guja piadosaque quiere zurcir un traje…

A lomos de aquella mulatoda triste y ambulante, llegaron hasta las mesasque albeaban nuestras madres,el sabor de las harinasy el eco de los trigalesde unos remotos paísesen donde la nieve cae…

Y para ensanchar el mundofueran entonces bastante,en las veladas ardientes de mis noches tropicales,

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sin nieves y sin jauríasde lobos merodeantes,aquellos cuentos con nievesque me contaba mi madre.

Pobre Adolfo, el panadero, pobre la mula marchante!...Ya no son nada en mi vidani los atisbo en mi calle.

Los dos, Adolfo y la mulapor qué caminos, quien sabe!,si ya nadie los esperani ellos esperan a nadie.

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Sol de las cinco de la tarde

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Sol de las Cinco de la tarde!Sol de alargar todas las cosas,desde la angustia de la esperahasta el diseño de las sombras!

Sol de paseo y de la citaen la calleja con la noviaque no verá, tal vez, logradoel fiel anhelo de sus bodas!

Sol millonario y generosoque vas tejiendo de limosna,para las casas miserables,tapicería ilusorias!

Sol de alegría y rebeldía

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de colegiales a la horaen que suceden al bostezola libertad y la pelota!

Sol de soñar convalecencias,al verde claro de las frondas,la pobre niña ciudadanaque se volvió tuberculosa!

Sol de de la pálida obreritaque en su pupilas de congojarefleja el término del díasin apartarse de la obra!

Sol que resbalas como un ecopor empedrados y baldosas,hasta violar por las rendijasla oculta paz delas alcobas;y en las ventanas y los muros,las arboledas y las lomas,cuelgas retazos desvaídoscomo de viejas banderolas!

Sol de las cinco de la tarde!Sol de casi hermano de la sombra!Sol del paisaje y del misterio!

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Sol de alargar todas las cosas!

Sol de alegría y de esperanzay de tristeza y de zozobra!Sol de lo efímero y lo belloen la agonía de las rosas!

Sol de las cinco de la tarde!Yo también urdo en esta horael hilo humilde de un ensueñoque se prolonga… y se prolonga…

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José Antonio Matín

Un adiós

A Catuche¡Oh, cómo me interesa,Catuche silencioso, Tu bosque misterioso De Lirio y de Jazmín;Y tus frondosos techosQue aparan, solitarios, Los rayos incendiariosQue bajan del zenit!

Y el diáfano rocíoQue en la hoja se menea,Y el vientecillo oreaAlígero y sutil; Y del copey altivoLa verde, la ancha copa;Y la pintada tropa

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De mariposas mil.

¡Oh, cómo me deleitanTus palmas y tus flores,Y alados los cantoresQue beben tu cristal;Y el colibrí pintado Que gira en vuelo incierto, Y el plácido desierto Que fecundado vas!

Tú, arroyo, me recuerdas,Con esa tu verdura,Tu pompa y tu frescura, Y con tus flores mil, El valle delicioso,Feliz, aunque apartado,Hermoso, aunque olvidado, Del blando Choroní.

¿Acaso algún manceboDe la ciudad vecina, Catuche, no encaminaSus pasos hacia ti?¿Acaso no hay un triste, De tu silencio amigo,

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Que venga sin testigosA suspirar aquí?

¿No vienen a quejarseAl son de ese tu arrullo,Al lánguido murculloDe aquesta soledad?La soledad, que vierteSuspiros misteriososy sones armoniososCalmante del pesar?

¿No vienen a tu orillaLos dulces trovadores?¿No cantan sus amores Al son de tu compás?¿No buscan en tu senoLas bellas creaciones, Que den a sus cancionesDulzura celestial?

¡Catuche!, pues me inspirasUn solo sentimiento, No esperes que un momentoMe olvide yo de ti.No esperes, pues te debo

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Una ilusión siquiera,Que tu memoria mueraQuimérica y gentil.

Y cuando yo retorneAl sitio que he dejado,Al valle afortunado Del blando Choroní,Al recorrer gosozo, Los bosques y las breñas, Las fuentes y las peñas,Me acordaré de ti.

¿No hay quien venga, claro arroyo,A suspirar en tu seno,Bajo el enramado amenoCon que te engalanas tú?¿No hay un mísero que pruebe, En esa ciudad gigante,En su vida un solo instanteDe indefinible inquietud?

Solo yo busco ¡oh torrente!La paz de tu blando arrrullo,En tanto que tu murmullo, Los demás huyen tal vez;

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Que el enfado que me abrumaOtro encanto no resiste,Y el alma no encuentra ¡ay, triste!Ilusión en el placer.

Y es por eso que, sentado, Mis horas paso en tu orilla,Una mano en la mejillaY en fantástica inacción, Con un suspiro en los labiosY la visita en tu corriente,Un pensamiento en la frenteY un ¡ay! En el corazón.

Por eso que, solitario,Con la vista voy siguiendo Tus aguas, que transcurriendoHacia la represa van, Y acercándose al conductoVan su perfil estrechando, Y en la reja murmurandoEntran con gracioso afán.

Y su ignorado caminoSiguen tristes y calladas,Hasta que al aire lanzadas

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Dejan luego su prisión, Cual virgen que se sepultaEntre una cárcel y un velo, Y de allí se eleva al cielo En pos de un mundo mejor.

Tal vez tus limpios cristales Irán de alguna hermosuraA lavar la frente puraO los delicados pies,Y en el pintado lebrillo A reflejar de sus ojosYa el amor, ya los enojos,Las angustias o el placer.

¿Y qué será cuando corras,Por el cutis relucienteDe un brazo torneado, ardiente, De hermosura angelical?¿Qué será, cuando humedezcasEl abundante cabello,Y desciendas por el cuelloTransparente y virginal?

¿No encontrarás en tal puntoUna vista que perciba,

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Un corazón que concibaTu felicidad sin fin?¿No sentirás a tu modoCierto delirante anhelo?¿No perderás ese hieloCon que vas corriendo aquí?

¡Cuantas habrá, blanco arroyoQue el secreto del bañoLamentan, ya un desengaño,Ya de un desdén el rigor,Y con llanto apasionadoSus pesares acaricien, Y en los misterios te inicienQue encierra su corazón!

Catuche, cuando en tus ondasSe mire alguna hermosura,Y en tu fondo su figuraLe reflejes celestial,Le dirás que en estos sitios,En estos mismos lugares,Un trovador sus pesaresY su amor vino a cantar.

Le dirás, si algún gemido

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Poesías escogidas de José Antonio Maitín y Abigail Lozano. Caracas: Edit. Villegas, 1954. 35

Del pecho lanza amorosa,Que en tu margen silenciosaUn bardo también gimió;Y le dirás, si entonarePatética una letrilla,Que en tu deliciosa orillaTambién un bardo cantó.

Catuche, con Dios te queda,Adios bosques, adiós flores,Adios alados cantoresQue más, tal vez, no veré;Mas cuando en mis soledadesRecorra el bosque y las breñas,Los torrentes y las peñas,En vosotros pensaré.

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Jacinto Fombona Pachano

Viejo aroma

Oh!, viejo aromadel café tostado!que de pronto he encontrado empenachando la pobrezadel arrabal…airón azul que asciende en la proezadel vivir sordo en el mezquino valle,desde algún rancho de la calleque llamen todavía “Calle real”…

Sudor del humo invertido,que llueve en finos veloshacia los cielosanchos,la gota del trabajo irredimido,y, ¿por qué no?, la gota de los anhelosque han de morir en esos pobres ranchos.

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Oh, viejo aroma del café tostado!,que mi calle habitual pones de fiestacon solo haber empenachadoese terroso rancho de suburbio,que cobija tal vez un hogar turbio,pero a cuyo rescoldo, se tuesta…

Yo bien sabía,que algún día,¡oh, viejo aroma del café tostado!,por este incontaminadorincón de caminantes y poetas,de nuevo, acaso, te hallaría,cerca de tus hermanas las carretasque cruzan a diario el caserío.Con su frescor de yerbas y su barrial de río;y de los lamentables arreosque ponen tintineosde campanitas en la tarde bella;y bajo la estrellaque a la hora de la oración,mira ascender el humo de tu aroma,mientras desplomasu rayo vertical sobre el fogón…

Oh, viejo aroma de café tostado!,

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Virajes. Caracas: Editorial Élite, [s/f]. 53-56

cómo me reconstruyes el pasadocon claros hilos de leyenda!...La infancia feliz y tremenda,llena de cariños y de travesuras,la merienda!,tras el Rosario y las lecturas,en la escuela donde yo aprendía,y, donde sobre todo, se tostaba café,y también se batía,como tú sabes y yo sé,la melcocha, esa rubia golosina nuestra, que era otra sabiduríade la maestra…

Oh, viejo aroma del café tostado!todo aquel tiempo está aromado por tu aroma cordial!...Más eres todavía algo más puro,cuando te transfigura la proezadel rancho del arrabal:proeza del vivir oscuroque suda su constancia y su fierezaen tu penacho de humo que es un airón marcial !...

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