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POESÍA 1998 – 2000

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POESÍA

1998 – 2000

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POESÍA

1998 - 2000 * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

JUAN MERCHÁN MARTÍN-CARO

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CLAROSCUROS

DEL

ALMA

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A Toledo

Hoy me he quedado aquí,

bajo las moreras,

junto a tus arrabales,

viéndolos morir

con la última luz de la tarde.

Hay un silencio que perturba.

Hay una magia que fascina.

Presagios de momentos supremos,

de la muerte, de la vida.

No necesito soñar,

me basta con cerrar los ojos

para ver tus plazas,

para escuchar su algarada

y oler a sándalo y a canela.

Van cayendo los muros

del laberinto de tus callejas,

presiento ya la luna llena

en los aljibes de tus patios.

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A Toledo

Muere la primavera,

languidece la tarde,

en tanto que la luz

lentamente se rinde

a un sol postrero

y en sangre.

El poeta, que ha empeñado

su destino a las palabras,

ha cargado en su paleta

las más bellas, en busca

de su instante eterno.

¡Qué fácil fue quererte!

Toledo

¡Cuán difícil es cantarte!

Las torres de tus iglesias,

mozárabes y mudéjares

hieren el aire y tejen

tu silueta en el horizonte.

Delicada filigrana,

basta estera.

Un rumor de plata

ciñe tus sienes

y ahoga las últimas campanas

que tañen por el silencio.

La noche es oscura.

La noche es negra.

Presa ha quedado

La luna nueva

en la cábala de tus palacios,

sobre dinteles, en sus puertas.

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Río Tajo

De violeta y malvas salpicados,

de rojo y amarillos,

los herbazales de tus riberas,

hoy me sonríen.

Siento la vida renovarse

en la mañana, en cada flor,

en cada gota de rocío,

en cada hoja que riza

la brisa fresca y cuyo silbo

ahoga tu sordo rumor.

Por un momento he confundido

el espejo roto de tus aguas.

He olvidado,

que tu no guardas nada;

que en ti todo vive

y muere en un instante;

que por ti todo discurre,

incesante, eterno;

que cada trozo trémulo

de ese molino y de ese chopo

que en ti se miran,

son ya pasado.

Yo, en cambio, tuve que aprender

a vivir con mis recuerdos,

preso de mi memoria,

preso ya, de ese chopo

y del molino,

preso ya de ti, río Tajo.

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Plaza toledana

Ya estamos solos. La plaza

recoleta, conventual,

yo y un trozo de cielo.

Busco por la nostalgia

evocando viejos recuerdos,

jirones perdurables del tiempo.

El sol de la tarde quema.

La paz sestea por los rincones,

junto al ciprés, sobre los escalones.

Arrullan sordos los mechinales,

rasga el éter el vencejo,

eterno corindón del estío.

La Santa, muda y piedra,

inmóvil, nos contempla.

Calla la espadaña.

Calla la fuente seca.

Calla el alma que sueña

el ayer, o tal vez el mañana.

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Patio toledano

Junto con la mañana

ha vuelto mi gato,

negro como la noche.

Dueño de la noche.

Sobre tejados agarenos

la luna llena,

testigo de su amor,

dibuja su silueta

bajo rutilantes estrellas.

Ahora duerme en su rincón,

bajo las verdes aspidistras,

junto al geranio viejo,

que viste sus túmidos dedos

con anillos de grana y nieve.

Cómo canta la fuente.

Bella fuente... cristalina.

Cómo lo envuelve todo

en tranquila monotonía.

El tiempo se detiene

y el sol entreteje con hilos de oro

el agua de su torrente.

La luz de la mañana despierta.

Ha mirado el arco su belleza

en el espejo de su cara.

El dios de la media luna

lo escribió con yeso y cal,

sobre dinteles, su palabra.

Sólo mi gato lo entiende,

la luna llena le descubrió su secreto.

El lenguaje de las estrellas,

la magia de la noche,

el canto de la noche.

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A mi tierra

No hay grandes montañas

en mi bella tierra,

ni extensos lagos

en los que mirarse puedan;

sólo la infinita llanura

que todo lo llena,

de firmes surcos

e interminables tareas.

Es por ende esta tierra

como una mujer buena,

que en invierno viste de novia

y en estío de agarena.

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A mi tierra

Sobre tus pechos redondos,

por tu dorado vientre,

recorro las sendas que te surcan,

tierra dura, tierra seca.

¡Caminos de Castilla!

¡Caminos del alma!

Dejo atrás las pardas encinas

en el arrebol del crepúsculo.

En la sequedad de mis entrañas

brotan frondosos tus cañaverales

que me sosiegan;

mitigan la luz del estío

que hiere mis ojos.

¡Caminos de Castilla!

¡Caminos del alma!

Los dioses componen su delicada música

al compás de la noria terca,

en notas de oro y agua,

sobre el rielar de tus acequias;

y a mis oídos ora llega,

y a mi alma aquieta y agasaja.

¡Caminos de Castilla!

¡Caminos del alma!

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Al Andalus

Fuente rumorosa

de aguas cristalinas,

entre naranjos en flor

de sus aromas invadida.

De noche la luna llena,

a los sones de una guitarra

que esparce su melodía,

nos muestra su alma,

en tanto que mece y rasga

el aire perfumado de primavera.

Y dulcemente sosegado

busca descanso el viajero,

del ígneo Apolo cobijado,

junto a muros ornados

de delicada celosía,

entre canales sonoros

de caprichosa geometría.

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Otoño

Ha llegado el otoño.

El suave céfiro tañe

su eterna melodía,

triste y honda,

sobre las ramas del álamo.

Los sentimientos se inflaman

y crece la melancolía.

Ha llegado el otoño.

Lo dicen las hojas

muertas sobre la reguera;

lo grita un cielo de sangre,

cárdeno y hecho jirones;

lo anuncia el rebaño en la lejanía,

levantando nubes de oro

cuando muere el día.

Ha llegado el otoño.

El poeta canta al amor perdido,

y su alma desconsolada y serena

llora en silencio y sin lágrimas

la pena honda de la agonía.

Ha llegado el otoño.

Lo dice la alameda,

casi desnuda de primavera,

sus troncos grises

y sus ramas muertas;

lo cantan las aves que se alejan

en el cielo de la mañana.

Sí. Ha llegado el otoño.

Ya tañe el céfiro

su eterna melodía.

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Una tarde de invierno

¿Quién dijo que eres triste?

Gris es el color de mi alma,

grises son las tardes del invierno,

los troncos en apariencia débiles

sobre los campos nevados,

los inermes tejados húmedos

sobre el cielo de enero.

Gris es el color que no tiene color

y sobre el que todo se viste,

en el que la música duerme plácida,

y las palabras del poeta, desgarradas,

entonan canciones de amor que no suenan.

Gris es el lienzo, en el que en vano,

el pintor de la noche

sueña con la aurora;

y en el que todo espera, cual crisálida,

la primavera, a que despierten

sus canciones dormidas,

sus poemas de amor.

Gris, discreto nido de la pasión,

donde la paciente espera fructifica.

Gris es el color de mi alma entera.

Ya es invierno,

es hora de que duermas,

sólo el pulso queda

de un ardiente y rojo corazón

que te anima y alimenta.

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Al niño que se fue

Ya gime el viento frío del otoño

entre las ramas del viejo roble.

El niño ha dejado de soñar.

Ya no suenan sus voces en la plaza,

han pasado los juegos.

Sólo a la tenue luz de la tarde,

de engañosa calidez y muda,

le es permitido quedarse.

Soledad...silencio...quietud...

Recuerdos, muchos recuerdos.

El niño ha dejado de soñar.

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Desde mi ventana

Cómo podría permanecer impasible

a la presencia de esos álamos,

si los vi llenos de vida,

de verde y plata,

saludándome cada mañana,

susurrándome en la noche

el mensaje de la brisa tibia del estío.

Y ahora, que suerte de alquimia,

qué prodigiosa cábala

transforma su metal.

No sé cuantas emociones hemos compartido,

cuantos pensamientos acariciamos,

(seguro que tantos como hojas)

y sin embargo, que angustia,

que pesadumbre,

al contemplar la lenta agonía

de su temprana desnudez.

El tiempo, que procura

mil beldades al deseo,

multiplica hoy nuestro dolor

y conforma una vaga esperanza.

Quizás deba ser así,

y mis pensamientos tengan que morir

como sus hojas doradas,

en mi garganta,

en el sonido breve y quebradizo

de una palabra torpe e imprecisa.

Siempre nos quedarán intactas

las emociones compartidas

y el deseo de volver.

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De la belleza

He confiado la belleza a las palabras.

Sondeé sus rincones más profundos

(a veces pavorosamente oscuros)

fatigué las rimas, hasta quedar prisionero

de su delicada y tupida urdimbre.

Hoy mis hombros se encorvan bajo su peso.

¿Pero qué valen, si no eres tú quien las

pronuncia?

Saudade . . . susurraste a mi oído,

(que delicada música)

y mi alma conoció el descanso,

cual la mirada que se remansa

sobre las nubes vagas e informes,

donde los pensamientos se adormecen.

Saudade . . . una vez divina y sensual,

ora evocadora infatigable de cálidos recuerdos.

Un paseo por frutales atardeceres.

Un mar silencioso y lejano entre vírgenes

arenas nunca holladas,

de profundísimo azul,

que cabalga sobre la fúlgida luz,

de blancas espumas que salpican el horizonte

(inalcanzable

siempre inalcanzable. . . siempre distante. . .

Una bocanada de aire verde, fresco y húmedo,

que hincha de vida nuestros pechos bajo las

(frondas.

Tierra mullida de brotes tiernos,

que cede silenciosa y dócil

bajo nuestros pies en la mañana.

Calle dorada y bañada de tarde,

de risas y de juegos,

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de aceras empedradas. . .

y la reguera seca, paciente y muda,

esperando las lluvias de otoño

y sus barquitos de papel.

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De la naturaleza de la poesía

¿Por qué compites con mi amada?

¡OH musa de la poesía!

y te bates en el campo de mis mientes

contra su imagen hasta ahogarla.

Deja que fluya libre,

deja que venga

a estas líneas que hoy escribo.

Qué todo lo inunde,

como si de luz se tratara.

¡Cómo se llena mi alma de alegría!

Es verdad, que cuando sales fuera

es a costa de un trozo de mi vida,

pero no importa;

muero para vivir,

cierro los ojos para soñar.

Que más da como naciste,

si fuiste triste,

serás ahora mi consuelo;

si alegre,

me llenarás de angustia;

pero con todo, y así, yo te quiero.

Porque eres mía, sólo mía,

por eso te llamo

y por eso te quiero.

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A veces no es fácil

Hoy se ha posado un pajarillo

junto a mi ventana abierta,

le he susurrado tu nombre

y le hablé de tu belleza.

Creo que no me ha comprendido.

¡Mira que hablar así!

a la más bella flor, de la belleza.

Ha volado, y yo entonces

tu nombre le he gritado,

espero que lo recuerde

aunque mirarte no quiera.

Y tú, mi amada,

cuando lo veas,

que sepas que calla,

que yo le hablé de ti

muchas cosas bonitas

y sólo tu nombre guarda.

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A León Felipe

¿Por qué? . . .

Por el amor de Dios,

decidme por qué mis ojos rehuyen la luz,

la divina y vivificadora luz.

¿Acaso mi alma ya no soporta sus formas,

sus desgarradoras aristas que la punzan?

Quizás prefiera la penumbra,

los contornos vagos y difusos,

la rotundidad de unos hombros cálidos

sobre los que apoyarse y llorar.

Llorar con lágrimas amargas, la pena.

Llorar con lágrimas de alegría, la pena.

Llorar sin lágrimas . . .

Siempre la pena . . .

Siempre el llanto. . .

¡ OH gran poeta del Viento!

Mi grato compañero.

Tú, te lamentaste

de no tener patria, ni tierra,

ni pueblo al que cantar,

ni abuelo victorioso en la batalla,

ni casa . . .

ni esas cosas que hacen cómodos nuestros días

y nos atan al mundo.

En cambio yo, que tengo qué cantar,

y un abuelo al que soñé don Quijote,

por su estampa y por su seso,

y un vástago que me sobrevive.

Yo . . . que lo tengo todo,

alzo mi lamento por el llanto.

Siempre la pena . . .

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Siempre el llanto . . .

Siempre un ruego . . . Una plegaria . . .

Que tu Viento no enjugue mis lágrimas.

Y es que . . .

es tan frágil nuestra alma.

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A Resimbrin

Resimbrin Flores Betancur,

una fotografía y dos dibujos me bastan,

para acariciar tu rostro y compartir tu alma.

Hoy la alegría inunda mi corazón

y se desborda en un canto de gratitud,

a la vida, al aire que compartimos,

a las olas que acercan nuestras distantes riberas,

a todas las gentes,

y a todo aquello que nos es común

y que ha permitido este milagro.

Gracias le debo a Dios,

que me ha regalado este momento sublime,

en que la ternura se quiebra entre mis manos,

cual frágil corteza de canela,

como el maduro fruto de la vainilla.

Yo, también fui niño como tú,

y dibujé mariposas,

y soñé sus alas de terciopelo, y sus colores,

pero nunca cruzaron océanos,

ni salvaron valles,

ni sortearon montes,

su mundo fueron mis noches

y sus confines mis mañanas.

Y tuve un pueblo

(tan bonito como el que tú me pintas)

que hoy duerme en mi corazón,

en un pequeño rincón, tibio y confortable,

junto a otros sentimientos que el amor

( preserva.

Por ello contemplo tu rostro

(bendita fotografía)

y te veo a ti,

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a tus campos, tus juegos, tu escuela,

y escucho las campanas de tu iglesia

tocar a misterio,

llenar tu tiempo de música

y tu mañana de recuerdos.

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Para Maite

A mí, que me fue dado

en venturosa gracia visitar

los más bellos jardines,

tuve en dicha contemplar

entre nardos y jazmines,

los más gráciles pájaros volar.

Y embriagados del aroma,

de lirios y jacintos van,

sobre delicadas rosas a posar

ruiseñores y herrerillos,

a componer su cantar.

Hoy, tú me has mostrado,

de blanco y grana

el color de tu sonrisa;

la más bella flor.

los reyezuelos más hermosos;

la miel de tus ojos

y el mover de sus pestañas,

y más alegres que sus cantos

de tu boca las palabras.

Y tu piel ¡Cómo huele tu piel!

Y tus besos ¡Ay! Tus besos.

¿Dónde está el jardín?

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Para Álvaro

Mi niño llora . . .

Me le han borrado

su sonrisa franca;

lágrimas amargas

han empañado su mirada,

clara de puro buena.

¡Niño! ¿Qué te duele?

Nada, padre,

no me duele nada.

¡Niño! ¿Qué te pasa?

Me han roto el alma, padre.

Me han herido en las entrañas.

Ha sido la envidia

en una tarde mala.

Mi niño llora. . .

me lo han llenado

de pena honda,

le han truncado

las esperanzas todas.

Ábreme tu tierno corazón

que quiero restañarlo.

¡Dime padre!

¿Cómo se cura el alma?

No lo sé hijo,

quizás amando,

o fiando en la esperanza,

pregúntale a tu madre,

pero no le digas

que te han roto el alma.

¡No se lo digas!

Que no hace falta.

Pregúntale a tu madre.

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¡Ay! Mi niño,

a mi no me quedan lágrimas.

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Humillación

He convertido nuestro camino

en una vereda en el páramo

yermo, amiga mía;

donde sopla el aquilón

sobre matojos y lanosas guedejas.

He mancillado el amor

y mi alma llora en vano,

negra y sola en la noche.

No existe el perdón

del hombre para el hombre

y no espero tal gracia;

ni tan siquiera el consuelo

de sus lamentos gemebundos,

que se ahogan en su propio dolor,

alivian el silencio que me atormenta.

Hoy me he asomado a ella

y no encontré tus risas, tu calor;

sólo hallé frío, témpanos estériles

y sombras mudas y macilentas,

un desierto de desolación y muerte

que sólo tu puedes surcar.

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Lamentación

Quise cantar al amor

desde el recuerdo

y en mi boca puse

en vano la palabra,

pues cosa son del corazón

y del ahora

los sentimientos del alma.

Soñé idílica tu presencia

en noche de estrellas sustentada,

envuelta en aires de deseo,

de ardiente pasión inflamada.

Mas todo en vano fue,

pues del corazón son estas cosas

y no hay ayer y nada importa

qué será en el mañana.

Vivo en ti mi congoja

de la triste despedida,

que pesa como una losa

sobre la frescura del alma.

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Amor platónico

Siento en mis entrañas

el pulso acelerado

de tu fúlgida presencia

¡OH intensa pasión!

que del amor naces.

Y sólo eres un sueño,

un suspiro enarbolado

en una noche de primavera,

que tiñe de rojo

el calor de mis mejillas.

¿Cuánto he de esperar aún,

cuánto he de vivir?

sólo con tu imagen etérea,

azul crisálida,

Venus glamorosa.

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Poema de amor

Háblame con palabras de amor,

pues sin quererlo es el remedio

de mis males y mis noches,

en vela y en desvelos.

Cántame, que mi alma anhela

de tus labios la hermosura,

poema de amor y frescura,

canción de noche serena.

Tócame con delicado roce,

que tu piel cálida sienta,

que vibre mi corazón y prenda,

con el deleite de tus goces.

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Declaración de amor

Si tuviera que decir

como te quiero,

cerraría los ojos

para no perder tu sonrisa.

Si tuviera que decir

como te quiero,

callaría,

y con voces de silencio

gritaría tu nombre

para que no lo lleve el viento.

Si tuviera que decir

como te quiero,

cerraría mi corazón

para que no escapase

de mi memoria tu recuerdo.

Si tuviera que decir

cuanto te quiero,

no quisiera ¡ay!

tendría que perderte

para saberlo.

Si tuviera que decir

por qué te quiero,

no podría,

tendría que morir

para saberlo.

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Cantos a la noche

He dejado mis mejores versos a la noche.

Las últimas luces se apagan,

Cede el viento. Los últimos pasos,

no sé de quien, se alejan.

Apenas queda un rumor de la ciudad

que se va disipando lentamente.

Un abismo se ha abierto entre nosotros.

Siento el pálpito de mi corazón,

siento el silencio de la noche,

la magia de la noche.

Es una noche tibia y amable.

No puedo y lo deseo,

surcar el abismo que nos separa.

Veo las estrellas lejanas,

me he de conformar tristemente

con su música, sinfonía de silencio.

Hoy nos falta ella,

la luna nueva mira al Sur.

Sueño con los mares del Sur,

los lagos del Sur, las montañas del Sur.

Yo sé que algún día cogeré mi nave

y surcaré el abismo y la distancia.

La noche es tibia y amable.

Una suave brisa mece los chopos

y riza los álamos de plata.

Un grillo ha quebrantado el silencio;

¡compañero! ¿tú también estás en esto?

Viaje eterno.

El abismo es negro, es infinito,

no puedo soportar el silencio.

Presiento la ingravidez y el vértigo.

Sólo dar un paso me aterra.

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Dejaré mis versos a la noche

de la luna llena y las mareas.

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Cantos a la noche

He vuelto a la noche.

Deseo ardientemente escuchar

de nuevo, el mensaje de las estrellas.

Sé que mi ansiedad es en vano,

que no depende de mí.

Agudizo mis sentidos al silencio

y espero que hable.

Bien sé también que su mensaje

es inconfundible.

Hoy la noche, más que nunca,

es negra.

Si cerráis los ojos en las profundidades,

en las oscuras entrañas de una caverna,

veréis como son los comienzos de esta noche.

Presiento tempestades, en las que

el mar embravecido habla con las nubes.

Mis pasos erran, solos,

guiados por su fuerza,

como guía el instinto a la loba

por el vendaval y el ventisquero,

mientras sus lobeznos esperan

en la lóbrega madriguera.

El viento arrecia,

el temporal se desata incontenible,

su fuerza me empuja peligrosamente

al filo del abismo.

Hoy estoy más cerca,

justo en el límite.

Aquí el viento no aúlla,

ha enmudecido.

El silencio y la oscuridad

lo engullen todo.

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Sucumbo a su atracción

y me asomo temerariamente.

Escucho. . . Miro.

Parecen espectros, sombras negras

en la noche, aún más negra.

Suenan en la lejanía

sus voces gemebundas,

el canto de las sirenas,

los descarnados gritos de Prometeo,

el horrísono alarido del Cíclope ciego,

los ayes lastimeros de la guerra.

El abismo me llama,

la fuerza del mar y las estrellas.

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La angustia

A Kierkegaard

La angustia tiene forma de espejo,

inflexible, plana, laminar.

Encrucijada imaginaria de caminos a la nada,

descorazonador sentido,

quimérico dilema.

La angustia fatiga lo insondable,

lo inaccesible,

cuanto hay de válido y verdadero

en el recuerdo de mí mismo,

última realidad de mi existencia.

El día, con sus formas sustanciales,

su cinética mecanicista,

su formulación práctica,

es un engañoso y sutil fraude,

una firme condena,

un cruel castigo del que reniego

a cada momento, a cada instante.

Prefiero la angustia a doblegarme,

a la realidad inexistente del espejo,

a la brillante y nula realidad

de esa luz, que no es luz, sino reflejo,

a esa ilusión que nace muerta.

Prefiero el tibio calor de una luna de cera

y el abrazo de una noche azul.

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Fe

A Descartes

La tarde se ha disipado

en lluvia fina y menuda.

Lentamente, el espejo gris

de las cosas húmedas,

va empañándose en la noche.

Todo clama por la existencia,

agua, aire, tierra, fuego.

He guiado mis pasos

en busca de mi destino,

de mi primer destino,

de mi instante eterno.

En el centro del laberinto

espera el Minotauro

(aunque ni tan siquiera

estoy seguro de que exista)

Pero da igual.

Es inútil en mi mano

el hilo para el regreso,

no podré renunciar

para lo que fui creado.

Mi destino ineludible

es marchar hacia delante.

Me he despojado de todo lo banal,

de toda quimera.

Ahora he devuelto mi cuerpo al barro.

Mis pies descalzos, desnudos,

se hunden en el fango.

El lodo cubre mis plantas.

Estoy cerca. Muy cerca.

Siento el frío inerme de la noche,

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la eternidad marmórea de la piedra,

fundidas en el momento.

No hay principio.

No hay final.

Todo, es un devenir.

Sólo el viento fresco lleva vida.

Sólo es río el río cuando fluye.

He cambiado la culpa en pena

y trocado la ira en esperanza.

Ahora no pienso,

no sueño y en cambio soy.

Soy una parte del universo,

un todo. Soy barro y mármol

que confluyen en el infinito.

Sólo me falta Fe

Y viviré eternamente.

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Soledad

Quisiera conocer

la magia de las palabras

- más tan preciado don

no me fue dado –

Tal vez así te comprendería,

tal vez entonces podría

desenmascararte,

desnudarte impúdicamente

a nuestros ojos.

Si yo te dijera. . .

Si yo os dijera amigos,

que tan sólo su nombre

temo pronunciar.

Soledad. . .

Pienso para mis entrañas.

Soledad. . .

Callo en el silencio.

Grito muchas veces a la vida

por la angustia y el dolor.

¿Qué es el dolor,

qué es la angustia?

sino una de sus caras.

No son nada sin ella.

Y sin embargo,

ella sigue allí,

agazapada, acechándonos,

lamiendo nuestra alma,

como lamen las olas

las arenas infinitas.

Incansable, tenaz. . . Paciente.

Veo muchas veces la vida

vestida de miseria,

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de hambre, de enfermedad.

Me digo:

Está ahí,

sigue ahí, agazapada,

acechándonos, golpeando

nuestra alma,

como golpean las olas

las frías y húmedas rocas;

robándonos el calor

de nuestra íntima existencia,

de nuestra última

y exánime existencia;

consumiendo el último

hálito de nuestro aliento,

enfriando su tibia humedad.

Si yo te dijera. . .

Si yo os dijera amigos,

que un día le vi la cara.

Cómo me gustaría conocer

el secreto de las palabras;

cómo me gustaría desvelar

su verdadero significado,

no para tallar las fúlgidas

aristas de unos versos de amor.

Tal vez así podría

describir aquella mirada

humorosa y ausente,

derrotada, entregada,

rendida sin condiciones.

Soledad. . .

Consustancial,

como la herrumbre al metal.

Soledad. . .

Incestuosa gónada del tiempo.

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Amigos:

Alguno de vosotros la habéis invocado

equivocadamente muchas veces,

en nombre de la paz,

de la calma y del sosiego.

Pero si yo os dijera

que en el Principio

Dios se vio solo

y creo el mundo,

y a un hombre a su imagen,

y a una compañera

para que tampoco la sintiera.

¡OH insensato hijo del lodo!

cómo te doblegaste a tus bajezas

y te volviste a sentir solo,

desnudo y débil.

Y Él volvió a contemplar

la soledad; la suya

y la nuestra.

Sólo Él podía hacerlo.

Engendró a su Hijo,

de su misma esencia,

poderoso, divino y humano,

en su doble condición.

Y quiso que Él también

la conociera.

¡Caro sacrificio!

¡Necesario sacrificio!

para devolvernos

la Gloria perdida,

el retorno a su presencia.

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Desde la última Esperanza

¿Cómo podría encontrar en unos pocos versos

la expresión para tanto dolor?

. . . aún más, el consuelo de que alguien,

algún día sin darse cuenta,

arribe a ellos y se detenga,

siquiera unos breves momentos

para compartir tanta desolación,

esta congoja que día tras día roe mi existencia,

y ante la que apenas puedo empuñar

estas pocas y humildes palabras.

¡Qué paradoja! ¡Qué utopía!

Desear febrilmente que mi mensaje

llegue a todos los rincones

y que al mismo tiempo,

sea como un anónimo en cada corazón,

y que allí se quede,

como una confidencia de un alma gemela a

(otra,

como una nueva Esperanza.

Tal vez sería más fácil clavar mis manos en mi

(pecho

y desgarrar la carne tibia y chorreante,

quebrar los huesos y astillarlos

para arrancar este corazón

aún palpitante y lleno de vida,

y arrojarlo al mundo, sangrante.

¡Ahí lo tenéis! ¿Estáis ya conformes?

¡Devoradlo, alimañas necias,

degustad su Sal!

Así sabréis a que sabe la Vida,

así conoceréis la Soledad,

la Miseria, el Dolor, la Alegría, el Amor;

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el Odio no, ni la Envidia,

pues jamás los sentí.

¡Ahí lo tenéis, jauría estúpida e irracional!

Pisoteadlo, machacadlo, hacedlo picadillo,

como fast-food a que estáis tan acostumbrados,

a lo mejor así os pasa mejor

y comprendéis mejor el valor de la Vida,

quizás de este modo os sea más fácil tragar

tanta verdad, sin que deje rastro de amargura

en vuestras gargantas tan fina

y cuidadosamente hidratadas.

¡Pero cuidado! No os confundáis,

el ketchup no es sangre, ni la mostaza bilis.

La televisión. . . ¡Qué gran invento!

La informática. . . ¡Otro gran invento!

La telefonía. . . ¡Qué grandes inventos!

¡Ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah!

¡Qué grandes vacunas del Progreso y contra el

(progreso!

El Hambre, la Miseria, la Enfermedad,

moscas, centenares de moscas sobre los

(excrementos,

sobre los rostros de esos negros,

lamiendo sus infectas heridas y sus comisuras

(glutinosas,

libando de sus lacrimales los últimos restos

(humorosos.

¡Qué grandes documentales!

¡Ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah!

No hay barreras en la Información,

miras la temperatura de la 5ª Avenida de

( Nueva (York

85 por ciento de humedad relativa en Tokio,

nieva en París, luce un sol espléndido en

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(La Habana

sube el Dow Jones, baja el Nikkei,

y mientras, alguien se pudre a tu lado y se

(descompone.

¡Ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah!

¡Qué gran invento eso de hablar por el móvil!

Hablas, hablas con medio mundo. Fascinante.

Vorágine de ondas, vértigo de comunicaciones,

hablar. . . hablar. . . hablar aún más.

¿No oyes a tu lado?

Psss. . . Psss. . . Psss. . .

¡Eheeeee-Eheeeeee-Eheeeee….!

¡¡¡EHEEEE-EHEEEE-EHEEEE. . . !!!

¿Pero no oyes coño?

a ése que se lo como la Angustia,

hundido en sus ancestros más profundos,

devorado por los horribles monstruos de su

(inconsciente.

Tal vez mañana sea tarde para que libre su

( batalla,

quizás para ti, ayer fuese ya tarde.

Pero claro, como vas a darte cuenta,

si no paras de hablar. . . hablar y hablar.

¡Qué gran invento! ¡Qué gran vacuna!

Y tan barato,

bueno, tanto que por un poco de dinero lo

(tienes todo.

Y tan cómodo, y tan práctico,

y todo por el mismo precio.

¡¡Qué barato!!

Incontables canales, numerosas presintonías,

memoria RAM, más memoria. . .

aún más memoria. . . y más;

más velocidad de ejecución,

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más. . . más. . . aún más velocidad;

conversación a tres, tarjetas gráficas,

alta resolución, alta definición, high fidelity.

¡Una ganga, una verdadera ganga!

Milagro de la Pro-duc-ti-vi-dad,

ahorro de costes, gestión de recursos,

reciclado de material, reciclado de ideas,

que no son ideas.

¡¡¡ M-I-E-R-D-A!!!

Te haré un favor, amigo,

yo te diré, y totalmente gratis

como salir de tu anamorfosis.

Pela el cable rojo, y el negro,

y pégalos a tu yugular,

o mejor, clávalos hasta que sientas un borbotón

( de sangre.

¡OH amigo, no te asustes, aguanta!

¿O es que no te acuerdas de lo que corre por tus

(venas?

Es la Vida, ¿acaso no la reconoces?

Deja que el dolor vacíe tu espinazo

y que tus ojos estallen,

aprieta tus dientes hasta que salten en pedazos,

y luego, aspira el aire frío,

siente el dolor auténtico,

como si puñales de hielo atravesaran tu

(médula.

Y ahora, ¿ves cómo es la Vida de verdad?

¡Ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah-ah!

Y ahora seguid,

ahí lo tenéis, mi corazón,

yo os lo he dado,

aún guarda sus últimos brillos antes de la

(necrosis.

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¡Devoradlo carroñeros bastardos!

¿Acaso creéis que me importa?

Ya puse su tesoro a buen recaudo.

¿O es que pensáis que los sentimientos

son como esas ideas que vosotros

manejáis a vuestro antojo?

Aquí lo importante no se ve,

ni se mide, ni se pesa,

aquí las cosas son o no son,

no cabe vuestra ambigüedad . . .

Y se regalan,

- yo di todas cuantas pude –

y sus frutos son sus frutos,

y su razón de ser la suya,

la de los otros, la vuestra.

Vale.

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La sonrisa perdida

Rosa

¿Hay algo más bello que la rosa

y el primer rocío,

más que el primer beso

de dos enamorados?

Madre

¿Hay algo más tierno

que los brazos de una madre

acunando a su pequeño?

Esposos

¿Dónde hay más amor

que en su primer viaje?

Quien roba la sonrisa

de un niño, mata su alma;

mata la belleza y la ternura;

mancilla el amor.

¿Qué podrá llevar en sus manos

en el postrero de sus días,

sino el mayor de los pecados?

Y entonces, vagará errante

por un desierto infinito,

donde no hay sol ni sombras,

ni noche, ni estrellas,

ni horizonte, ni formas,

ni tiempo, ni recuerdos.

Sólo la arena y él,

polvo, nada.

Jamás habrá existido.

. . . Entonces, en alguna parte,

nacerá un nuevo niño

y el mundo recuperará

la sonrisa perdida.

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Al final

Al final de mi vida,

en el postrero viaje,

no quiero equipaje.

Sólo mis manos desnudas,

y en ellas, cuanto hice,

y aún más,

cuanto dejé de hacer;

y mi alma tranquila;

y unas pocas palabras:

“perdón, no supe ser feliz”

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El Reino

No hay esperanza para los cobardes

(y yo lo fui)

Rechacé todo cuanto valía la pena.

Fue más fácil abrir la boca

y regalar, con fuertes carcajadas,

mis risas al mundo de las cosas.

Pero ahora, esos mismos destellos,

metálicos y vacuos,

fríos y mortalmente bellos,

se interponen en mi camino.

Estoy desnudo. Me veo desnudo.

Mis pies se mezclan con el polvo seco.

La arena yerma apenas soporta

mi sombra y mi pecado.

No tengo fuerzas y es tarde,

demasiado tarde ya.

Sé que cualquier esfuerzo será en vano,

inútil todo intento por franquearlas.

Las puertas del Reino son inquebrantables.

Jamás pensé que me hallaría ante ellas,

y solo, con mis recuerdos.

No necesito conocer el lenguaje divino

que inspiró los titánicos símbolos

que conservan incólumes

para saber lo que significan:

“Puertas de la Alegría”

Aquello que la Eternidad me niega,

en este momento me es revelado.

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Lamentación

Siempre me pregunto

y jamás consigo entender,

por qué es tan fácil sentir,

y tan difícil escribir,

aquello que se siente.

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CAMINO INVERTEBRADO

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Micropaisajes

(A Corpá)

Soles crepusculares, nebulosos;

luces ausentes, lejanas;

silenciosos páramos;

legamosas y pantanosas tierras.

Sólo un frío reptiliano,

atávico y telúrico

nos une a nuestro cuerpo.

Hemos perdido la sombra,

esa cola negra,

y con ella el recuerdo de nuestra existencia.

La soledad no necesita de la palabra . . .

Sólo la humedad cenagosa

nos devuelve a nuestro origen.

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Paseo otoñal

Hoy he paseado por las cosas del otoño, incipiente aún. Es fácil sentirse feliz,

con esa luz difusa y acogedora de la mañana, y con esa lluvia menuda y

delicada que apenas empaña las cosas. Aún más, es posible sentirse luz y agua.

Saberse uno más dentro del orden natural, y en esa convicción, permanecer

tranquilo. . . sosegado. Seguro de que la felicidad existe y forma parte de

nosotros mismos. Sí, todo es infinitamente más sencillo cuando descubrimos

nuestro sitio en el mundo. Yo lo he encontrado esta mañana de otoño, entre

olores a tierra húmeda y silenciosos herbazales. Junto a una acacia consternada

y llena de resignación, agonizante, a pesar del gesto digno y poderoso de sus

brazos desnudos.

Hoy he comprendido mejor que nunca la Palabra, y como los lirios del campo y

las aves del cielo, no necesito más que ocupar mi lugar y se me procurará lo

necesario para cumplir mi tarea. . . Y así mi paso por esta vida mía será como la

de ese río que discurre a mis pies, silencioso y gris por su tajo, llena de quietud

y fecunda, como sus frondosas orillas y fértiles vegas. . .

. . . Y ya entona su melodía

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la alameda agonizante.

El viento acude a su cita,

canción de otoño.

Es una música profunda,

secular . . .

y su mensaje inequívoco,

como el de las olas del mar,

preguntadlo si no al corazón.

Cada chopo, humilde,

se entrega a su tarea,

conoce bien cada nota.

. . .Y cada hoja

-entre miles-

tiene su lugar y lo acepta,

y no se cuestiona

si es mejor o peor que el de otras.

Sólo asume su parte

en esa rumorosa armonía,

con tranquilidad,

sin más pretensiones.

Y cuando muere

arrastra con ella su melodía,

segura de que carece de importancia

y de que su silencio también forma parte de esa música,

y de que su final sobre la rama trémula,

sólo es el principio de otras cosas . . .

y nada más.

Habrá otros otoños. . .

otros vientos. . .

otras hojas. . .

y volverá a sonar la misma melodía

una y otra vez. . .

Canción de otoño.

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Mis versos

Como los surcos de esta tierra

son mis versos,

arañazos en el alma.

Apenas unas pocas palabras

entre mis uñas,

desnudas de azul y de sal,

lejos del valle y la montaña.

Pero que importa,

si a fin de cuentas

toda la poesía cabe en el velo,

en el aspirado y sordo timbre

de una caña al viento.

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Dejo caer mis lágrimas

Dejo caer mis lágrimas

lleno de convicción,

sin aspavientos

con extrema lentitud,

como cae del árbol

la fruta madura.

Quiero liberarme como la rama

del peso de mi memoria

y tender a lo alto.

No pretendo verter más sal

que la que abancalaron

las lívidas riberas del dolor,

no tengo más deseo que cumplir mi tarea,

pues. . .

¿Es acaso otro

el sol que alumbra nuestros días?

Podría inventar mil excusas,

muchos y nuevos lugares a los que ir,

pero no descansaría,

no cesaría mi huída.

Deseo pagar mi tributo

y mirar de frente a esa loba

que aguarda en la oscuridad

tras esos ojos parvos y fulgurosos,

quieta y expectante,

pues aunque no pueda verla

sé bien que está ahí,

vieja y grávida,

con sus ubres hinchadas

con la leche negra de la muerte

y cargando sobre su encrespado lomo

toda la insidia del mundo.

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Tuve que elegir

Tuve que elegir

y escogí el camino de la derecha,

el que bordea la montaña

y corre junto al río.

Tras mis primeros pasos

me pregunté si no me habría equivocado

- tal vez me haya equivocado -

Seguí caminando,

y más adelante,

en el primer recodo

volví mi vista atrás,

y no vi nada.

Entonces,

me volví a preguntar si no me habría

(equivocado

- Tal vez me haya equivocado -

Luego,

encontré a un joven altivo y arrogante

¿Cómo te llamas?

Conocimiento

¿Puedes ayudarme?

Y cogiéndome de la mano me condujo

bajo un frutal silvestre,

junto al camino.

Agarró una de sus ramas con fuerza

y arrancando uno de los frutos

me lo dio a comer.

Sentí su acidez,

no reconocí su aroma.

Y entonces de nuevo me dije

si no me habría equivocado

- tal vez me haya equivocado -

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Seguí mi camino,

desolado,

angustiado,

hasta que mis ojos pararon

en una bella joven.

¿Cómo te llamas?

Sabiduría

¿Y tú, puedes ayudarme?

Y cogiéndome de la mano

me llevó bajo otro árbol junto al camino.

Allí nos sentamos

y contemplamos el crepúsculo.

Luego,

un fruto cayó silencioso al suelo,

ella me lo ofreció,

yo lo mordí con fruición

y sentí todo su dulzor y su sazón,

y sólo entonces,

supe que no me había equivocado.

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La vida

La vida . . .

Reducida a un despojo,

a un puñado de entresijos

sobre el asfalto helado.

Nunca, jamás lo sabré,

si vio la luz del nuevo día

o si fueron los ojos de la noche

quienes contemplaron su agonía.

Ahora, en la mañana,

el manto helado que cubre los campos

amortaja sus restos.

Lejos queda el calor de la sangre,

los surcos del barbecho dormitan,

los pinos, junto a la vía,

velan por el silencio,

un camino, a mi derecha,

se clava en la niebla,

el frío cauteriza la herida.

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Ciego

Yo sueño en las palabras,

tú en los sueños.

Abrir los ojos cada mañana,

bogar en la abstracción,

en tanto lo concreto

se diluye en lo banal.

Qué más da,

si lo importante es sentirse vivo,

sentirse querido,

sentir . . .

Una línea

de luz

o de sombra,

que nunca cruzaremos,

nos

se-pa-ra.

Como permanezcan nuestros ojos

da lo mismo,

saberte al otro lado

es cuanto importa.

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De los estados del alma

La nostalgia de mirar desde lo alto

esos paisajes que son mis recuerdos,

un crisol de vaguedades,

de pequeñas cosas cotidianas,

de sensaciones apenas perceptibles,

como ese poco de luz

caprichosamente y mil veces rasgado

por las sombras del postrero atardecer.

Un fuerte presentimiento se aproxima

y a cada momento se torna

más certero y más real.

El pozo del Amor se ha secado,

y duele. . .

Como los ojos que no pueden llorar.

Sólo unas pocas raíces

se entretejen a lo largo de sus paredes

y yo siento miedo,

un profundo miedo

por tronchar una de ellas y descubrir

que la savia de la vida

se ha esfumado por completo.

No es posible crear desde tanta desolación.

No cabe la poesía. . .

Por qué no reconocerlo

- nunca fui capaz de ubicarlo –

tal vez estas riberas sean las del Aqueronte,

aunque siempre creí que la región de los

(muertos

estaba más lejana

y que los gritos inundaban sus orillas.

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Buscando

Yo que un día anduve altivo

hoy me veo mendigo

suplicando un verso,

un poema,

una sola palabra.

He olvidado el signo de las cosas,

he perdido el camino,

sólo sigo la senda

que los árboles calvos me marcan.

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Hay un camino

Hay un camino entre las frondas,

entretejido por la luz,

en el que la hojarasca

es mi compañera.

El silencio sacro

guarda el tesoro de los signos

-tiempo hace que olvidé su cifra-

Apenas una brizna

de instinto ancestral me guía,

más allá del bosque . . .

hasta el mar,

más allá de las copas de los árboles . . .

hasta las estrellas.

Y los troncos,

que tantos y tantos ojos

antes que yo contemplaron,

anclados en la tierra

me devuelven el sentido

que nunca debí perder.

Y las aves . . .

- Libertad –

volando en ese espacio

que se abre entre mi oración y Dios.

Porque yo, como mis padres,

y los padres de mis padres,

cuando rezo miro al cielo,

pues es allí donde mora quien me escucha.

Y así fue siempre . . .

Y algunos, ataviados,

bailaron descalzos la danza de los soles.

Y otros tomaron entre sus manos

las semillas de la vida

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y los frutos de la tierra

mientras alzaron su mirada.

Y todos fueron escuchados.

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Doy la espalda

Doy la espalda a mi ventana,

abandono . . .

pero no me rindo.

Cabalgo sobre la luz hasta las cosas.

Una cálida alfombra,

unos pocos libros,

y la pureza cristalina

de un vaso de agua,

y aún más,

unos pocos recuerdos bajo mis párpados

(cansados.

Fuera queda el mundo

y sé bien que para sentirlo

tendré que dar la vuelta a mi sillón.

Tal vez mañana

- ahora prefiero el descanso –

remontaré la luz con la mirada alta

y bogaré contra la corriente.

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Generaciones

Generaciones

lustros y siglos esperaron

este momento.

El hacha se ha levantado,

implacable, impertérrito,

y ha descargado su tajo

con la fuerza de la justicia

y la fiereza de los tiempos.

Un corte limpio, frío, aséptico,

nos ha dividido,

a los hijos de la libertad.

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La mirada

No deberían existir miradas

que no fueran de Amor,

pues los ojos

fueron creados para la luz.

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Peregrino

Un hombre ha llamado

a mi puerta.

- No me mires así –

me ha dicho

- yo también soy peregrino –

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Mi nombre

Mi nombre.

Sólo mi nombre debería bastar

al mundo,

a lo sumo pronunciar el de mis padres,

debería ser suficiente

al mundo,

para que me reconociera,

pues los tiempos son otros,

pero el mundo y yo

somos los mismos.

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Camino

Camino solo.

La carretera taja

los trigales dorados de junio.

Sólo mi mirada me precede.

Yo creo que los que se detienen

lo hacen por mi aspecto

y porque les apena verme al sol del mediodía.

Todos me preguntan

¿sube?

No, yo voy al río. . .

Y se marchan.

Ahora que caigo,

por aquí no hay ningún río.

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Yo nunca estuve en Bahía

Cómo pude guardar estos recuerdos

si yo nunca estuve en Bahía.

El rancio olor de los almacenes,

de los fardos de lino y rafia

apilados en sus rincones

- humedad vetusta –

El denso olor del cacao,

sensual como las caricias

de unas manos ardientes y rotundas.

El café . . .

aroma delicado que lo impregna todo,

ojos negros y profundos

que guardan los brillos marinos del atardecer.

Las casas . . .

blancas como el algodón,

que han llevado a sus puertas

el añil del cielo y del mar.

Y la vieja melodía,

que entre herrumbre y salitre

trae la brisa de la bocana,

poniéndole música a estas cosas . . .

y a las olas.

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Lazos de Amor

Lacadenasiempreserompeporeleslabónmás débil

Lacadenasiempreserompeporeleslabón másdébil

Lacadenasiempreserompeporel eslabónmásdébil

Lacadenasiempreserompepor eleslabónmásdébil

Lacadenasiempreserompe poreleslabónmásdébil

Lacadenasiemprese rompeporeleslabónmásdébil

Lacadenasiempre serompeporeleslabónmásdébil

Lacadena siempreserompeporeleslabónmásdébil

La cadenasiempreserompeporeleslabónmásdébil

Lacad ena siemprese rompe

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Y yo no me volví

No quiero que el silencio de los muertos

perturbe el ritmo de mis días.

¡Pero cómo. . .!

¿Acaso me volví cuando gritaron mi nombre?

Ahora sólo podré regar las margaritas

mientras canturreo una melodía sin título.

Así no escucharé su silencio

y mis días podrán discurrir tranquilos.

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Camino invertebrado

Desde los confines del tiempo

el devenir ha procurado este encuentro

conmigo mismo,

como un rayo,

directo al centro de mi esencialidad,

donde guardo el milagro del ser,

líquido y glutinoso.

Y aquí estoy,

celoso guardián,

como la tierra del agua cristalina

filtrada hasta sus entrañas gota a gota,

en comunión secular.

La esfericidad todo lo llena y conforma;

la oquedad cóncava de la angustia

que sitia y succiona nuestra sustancia

y que en su ingravidez nos aplasta,

su propia grandeza,

la armonía del Universo,

la gota y su música.

Rotundidad . . .

Y es así como en esta espiral

resulta en vano el camino de la flecha.

Lo sabe la diana. El arquero lo intuye.

Un largo camino invertebrado

se pierde detrás de los conceptos:

Infinito, Eterno, Memoria . . .

Como desearía que mi vida

fuese cual largo paseo

sobre un campo recién nevado,

donde mis huellas fuesen mi pasado,

y hasta el camino mismo.

¡Qué tranquilidad!

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Poder decir: me he equivocado,

y deshacer lo andado hollando mis propias

(pisadas,

y elegir con sumo cuidado los frutos

(madurados por la noche

Pero aún salvando lo efímero de esta senda

¿qué seguridad tendría de encontrar atrás

aquello que un día confié al destino

y que ahora tanto anhelo?

Lo sabe la flecha . . . y yo lo sé,

la mano del arquero no será la misma,

y en cuanto a la diana . . .

simplemente la ignoramos.

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Sólo a Ti

Y son el dolor y el silencio

cogidos de la mano

los que escapan bajo las rendijas

de puertas y ventanas.

Incontenibles . . .

De nada sirven los cerrojos y pestillos.

Se escapan . . . Se escapan . . .

por las grietas de estas paredes

sucias y macilentas,

por los largos pasillos

cansados de soportar los días

bajo un sol anodino y de flúor,

por cada uno de los tubos

que conectan la vida

con el milagro humano

(ciencia)

por cada gota de suero,

por cada gota de llanto

que desbordan los ojos,

por los suspiros de aquellas otras

que quedan dentro para siempre,

abonando con sal el desierto de la pena.

Y es que aquí todo exuda dolor y llanto,

como tajo en leño vivo;

y gime

como sarmiento verde que consume el fuego.

Ah Ah Ah Ah . . .

¿Dónde posaré mi mirada para

que encuentre descanso?

¿A quien descubriré mi alma

para que en un baño de luz inflame?

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¿A quien entregaré confiadamente

esta pobre heredad sin sufrir desdén?

Sólo a Ti, Dios mío, sólo a Ti.

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ESPIGAS AL VIENTO

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Ad Aeternitatem

Inveterada imagen.

Ripio del numen.

Mármol.

Bronce.

Gotas que día tras día

resbalaron por su frente

devanando el misterio.

Todos enfrentados al tiempo inútilmente

y por el tiempo.

Pretendida inmortalidad.

Quimérica eternidad.

Acaso sólo un acopio de existencia.

Y sin embargo el viento lo sabe

y circunda su camino.

La elipse temporal y espacial,

cual propia vida,

entonces glauca niñez

hoy viejo metal (precioso)

que paga su tributo y se desangra en flores.

Y es que son nuestros ojos,

confundidos en la hiriente vertical,

los que nos arrojan contra nosotros mismos

y nos fatigan en el empeño.

Una armonía ondulante mece los campos

y una tarde de junio les susurra su secreto.

Sólo hay que seguirle,

pero hasta un pobre hombre como yo,

si tuviera tiempo, contaría sus granos

¡más cómo lo guardaría en mi memoria!

Poseer es mortal.

Sólo la debilidad engendra fortaleza más allá.

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Ad Aeternitatem

Son vida la ramiza y el vestugo,

muerte el verdinal,

y el canto del gorrión

una salmodia en la tarde.

Gime agostado el cebadal que el gregal mece,

trisca el cantal del trechel,

y la mano en la frente,

y una mirada,

un pensamiento,

ya vendrán la horca y la rastra,

y el buen viento.

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Ad Aeternitatem

Y en noble y superior gesto vertical,

una mirada más allá,

simplemente una mirada,

búsqueda y encuentro resultan la misma cosa.

Prieta entre los dedos contenida,

en un puñado de tierra,

toda la ceniza planetaria,

y el ritmo de los astros en el torrente.

La luz estelar (lejana viajera)

inunda la llanura hipotalámica.

La realidad prende a la anamorfosis.

Proyección divina.

Rostro perdido.

Tal vez un día responda y lance un grito a la noche.

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Ad Aeternitatem

Son mis campos

y es la sencillez de sus formas,

obstinación sin límites,

la que me recuerda el signo de mis días.

Perpetuidad.

Movimiento monocromo,

rozando la infinitud.

Y es la luz, la que todo lo compone

en su plenitud creadora de las formas.

Y es su calor en mi alma,

cual rancajo inequívoco y señero.

Y el propio corazón un surco,

en el que germina un sentimiento

que más tarde ha de morir.

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Ad Aeternitatem

Es la noche la que nos procura

el vértigo de poseer.

La oscuridad borra las formas,

los contornos, cuanto menos extraños.

La aparente cercanía de las estrellas

nos hace olvidar la tierra que pisamos

y hasta el silencio queda detrás de ese telón

que nuestros dedos se niegan a correr,

temerosos de la nada,

último reducto del todo primigenio.

Qué pronto inventamos la palabra

con la que vestir la realidad.

Qué fácil fue olvidar el lenguaje de los pájaros

e ignorar la llamada del Universo.

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No necesito

No necesito levantarme.

Sentado sobre un viejo tronco

contemplo el camino.

Nunca lo he seguido,

aunque no ha sido necesario

para saber que conduce hasta el río,

ese lugar lleno de música donde

duermen las últimas luces de la tarde.

Ese lugar lleno de paz que el camino lleva.

No necesito levantarme para comprenderlo.

Y el río, y el camino,

y yo mismo, nos esfumamos,

y ya no queda nada,

y todo queda,

un río, un camino, y tal vez yo.

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A tu dolor

Si yo miro mis manos,

y mis manos están vacías.

Si yo escucho mi corazón,

y mi corazón ha enmudecido.

Si los campos me sonríen

y los árboles salen a mi encuentro

llamándome por mi nombre,

y yo los ignoro.

Si todas las criaturas claman por mí,

y sólo la lluvia es mi consuelo.

Entonces,

sí, sólo entonces me pregunto

¿qué puedo ofrecerte yo,

a ti que sufres?

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Tu mirada

Ahora,

cuando veo tus ojos tristes,

sé cuanto he perdido.

Todo . . .

Pues en ellos yo me miro,

y el mundo entero

es un simple reflejo de ti.

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Silencio

Es el silencio de la gota que cae de la rama.

Es mi silencio.

Es el silencio de la gota que veo caer.

Es el silencio.

El de las nubes que nos contemplan

y el de la luz que nos abraza.

Estamos.

Somos.

Nada quiebre nuestro silencio.

Nadie aniquile esta preciosa realidad.

Yo y la gota,

y la rama, y el cielo.

Apenas un momento de silencio.

Apenas un trozo de eternidad.

Toda la infinitud.

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Unas fotografías

He cogido la vieja caja de zapatos.

Cuánto tiempo atrapado en estas fotografías.

Cuánto tiempo detenido entre mis manos.

Me gustaría tener el valor de destruirlo.

Ah, si no fuera porque soy frágil

y porque sé que algún día me arrepentiré,

las haría pedazos.

Por qué? Por qué no puedo olvidarme del

(pasado.

Por qué no puedo olvidarme del futuro,

de entrelazar los hilos del tiempo

en proyectos inútiles que nunca serán,

al menos como tú y yo los creamos.

Por qué se me niega el hecho de mirarte,

simplemente de abrir los ojos en este momento

y mirarte. . . sentir el milagro de mirarte,

de coger tus manos entre las mías,

y ya no sentir tus manos, ni mis manos.

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ÍNDICE

CLAROSCUROS DEL ALMA . . . . . . Pág. 3

CAMINO INVERTEBRADO . . . . . . . Pág. 51

ESPIGAS AL VIENTO. . . . . . . . . . . . . Pág. 78