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POETAS EN NUEVA YORK/ricardo blanco Fundadores de la poesía hispánica en Nueva York Las raíces de una tradición de la poesía hispánica escrita en Nueva York, las encontramos en el siglo pa_ sado. De Cuba y de puerto Rico, los únicos dos países sometidos hasta fi_ nales del siglo XIX a la tutela de Es_ paña, proceden los primeros engro_ samientos de esta ya larguísima ca_ dena. Cuando en un cubano o en un puertorriqueño de aquellos tiempos se unían vocación literaria y voca_ ción revolucionaria o patriótica, el natu¡al camino era el qrilio. En Nue_ va York viven temporadas más o me_ nos extensas (y allí producen), en el siglo XIX, el portorriqueño Euge_ nio María de Flostos, y los cubarios José María Heredia, Juan Clemen_ te Zenea y José Martí. Este último, por su larga permanencia en Nueva York (desde 1880 a lg95), y porque allí escribe y publica su poesía más lograda, se erige en el verdadero fun_ dador de esta tradición de poesía hispánica en la gran urbe norteame_ ncana. Las crónicas en prosa de José Martí y el libro de poemas Versos li_ óres (que se publicará póstumamen_ te) son los primeros textos de rele_ vancia que intentan recoger en espa_ ñol las imágenes de la gran ciudád. Por esta razón Martí es nuestro pri_ mer poeta moderno y el que inaugu_ ra en castellano la poesia de la ciu_ dad. El cruce de culturas, los conflic_ tos raciales, la corrupción política y social, el brillo cultural y económi_ co de Nueva york, son tópicos (y a lavezrealidades) que van creando el mito de Nueva york a través de las palabras del poeta y periodista cu_ bano. Este mito va a repercutir en to_ da la cultura occidental (ya sea para aceptarlo o para rechazarlo); y des_ de la exaltada crónica de Martí so_ bre la inauguración de <<La estatua de la libertad>r en 1886, hasta la vi_ sión de Kafka en América, de esta mlsma estatua con una espada ame_ nazadoraenla mano, en vez de una antorcha, se ha cumplido un largo proceso de cambio en Nueva york: de ser una ciudad industrial se ha convertido en la metrópoli actual. No siempre es el condicionamien_ to político el que mueve al artista hispano hacia Nueva york. ha si_ do también su carácter de dinámica metrópoli cultu¡al _la más viva, con París, de los tiempos modernos. Esto es particularmente cierto en el caso del mexicano José Juan Tabla_ da, y de los españoles Juan Ramón Iiménez y Federico García Lorca. José Juan Tablada vive en Nueva York du¡ante Ia bullente década van_ guardista de 1920, y aquí da el gran salto de su inici¿rl estética modeinis_ ta al de una poesía radicalmente nueva, que abre de modo absoluto la entrada de Hispanoamérica en la modernidad. Tablada vivió intensa_ mente, en su existencia y en su obra, el aire artístico de la gran ciudad _y colaboró incluso con el músicá franco-americano Edgar Varése en algunas piezas de este último. Cuando llega Juan Ramón Jimé_ nez para casarse en Nueva york (1916) la ciudad se ha convertido ya en el centro del mercado internacio_ nal y, al terminar la primera guerra mundial, desplazará a Londres de ese papel. El libro que Jiménez es_ cribe aquí recoge por prim eravezla escritura de Manhattan en la poesía española: anuncios luminosos, car_ J.l\. lcos. José Juan Tablada. 9

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POETAS EN NUEVA YORK/ricardo blanco

Fundadores de la poesía hispánicaen Nueva York

Las raíces de una tradición de lapoesía hispánica escrita en NuevaYork, las encontramos en el siglo pa_sado. De Cuba y de puerto Rico, losúnicos dos países sometidos hasta fi_nales del siglo XIX a la tutela de Es_paña, proceden los primeros engro_samientos de esta ya larguísima ca_dena. Cuando en un cubano o en unpuertorriqueño de aquellos tiemposse unían vocación literaria y voca_ción revolucionaria o patriótica, elnatu¡al camino era el qrilio. En Nue_va York viven temporadas más o me_nos extensas (y allí producen), en elsiglo XIX, el portorriqueño Euge_nio María de Flostos, y los cubariosJosé María Heredia, Juan Clemen_te Zenea y José Martí. Este último,por su larga permanencia en NuevaYork (desde 1880 a lg95), y porqueallí escribe y publica su poesía máslograda, se erige en el verdadero fun_dador de esta tradición de poesíahispánica en la gran urbe norteame_ncana.

Las crónicas en prosa de JoséMartí y el libro de poemas Versos li_óres (que se publicará póstumamen_te) son los primeros textos de rele_vancia que intentan recoger en espa_ñol las imágenes de la gran ciudád.Por esta razón Martí es nuestro pri_mer poeta moderno y el que inaugu_ra en castellano la poesia de la ciu_dad.

El cruce de culturas, los conflic_tos raciales, la corrupción política ysocial, el brillo cultural y económi_co de Nueva york, son tópicos (y alavezrealidades) que van creando elmito de Nueva york a través de laspalabras del poeta y periodista cu_bano. Este mito va a repercutir en to_da la cultura occidental (ya sea paraaceptarlo o para rechazarlo); y des_de la exaltada crónica de Martí so_bre la inauguración de <<La estatuade la libertad>r en 1886, hasta la vi_sión de Kafka en América, de esta

mlsma estatua con una espada ame_nazadoraenla mano, en vez de unaantorcha, se ha cumplido un largoproceso de cambio en Nueva york:de ser una ciudad industrial se haconvertido en la metrópoli actual.

No siempre es el condicionamien_to político el que mueve al artistahispano hacia Nueva york. I¡ ha si_do también su carácter de dinámicametrópoli cultu¡al _la más viva,con París, de los tiempos modernos.Esto es particularmente cierto en elcaso del mexicano José Juan Tabla_da, y de los españoles Juan RamónIiménez y Federico García Lorca.

José Juan Tablada vive en NuevaYork du¡ante Ia bullente década van_guardista de 1920, y aquí da el gransalto de su inici¿rl estética modeinis_ta al de una poesía radicalmentenueva, que abre de modo absolutola entrada de Hispanoamérica en lamodernidad. Tablada vivió intensa_mente, en su existencia y en su obra,el aire artístico de la gran ciudad _ycolaboró incluso con el músicáfranco-americano Edgar Varése enalgunas piezas de este último.

Cuando llega Juan Ramón Jimé_nez para casarse en Nueva york(1916) la ciudad se ha convertido yaen el centro del mercado internacio_nal y, al terminar la primera guerramundial, desplazará a Londres deese papel. El libro que Jiménez es_cribe aquí recoge por prim eravezlaescritura de Manhattan en la poesíaespañola: anuncios luminosos, car_

J.l\. lcos.

José Juan Tablada.

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Giannina Braschi.

teles, inscripciones callejeras, vienena insertarse en los textos poéticos desu Diario de poeta recién casado; li-bro decisivo en la evolución perso-nal del autor y en toda la lírica es-

pañola contemporánea. Pero serácasi treinta años después, en el frag-mento segundo de su gran poemaextenso, <<Espacio>>, donde la expe-riencia de Nueva York aparece conmayor eficacia.

I-orca en Nueva York

Octavio Paz, en una reciente con-ferencia sobre la literatura en espa-ñol en los Estados Unidos, declaróque los textos de Poeta en NuevaYork están <<escritos a la sombra deWhitman, una sombra desgarradapor los relámpagos del surrealismo,estos poemas son poderosas detona-ciones, explosivas imágenes de unaciudad más soñada que vista. Nosdicen más del poeta García Lorcaque de Nueva York>>.

De hecho, Lorca llega a NuevaYork en 1929 enun estado emocio-nal y espiritual desastroso, y su vi-sión de la ciudad está condicionadapor sus quimeras. Tanto las durascríticas de Salvador Dalí a su Ro-msncero Gitsno, como la películarealizada por Buñuel y Dali, Unchien sndaloz (que Lorca pensabaaludía a su propia homosexualidad),debieron causar un profundo males-tar al poeta de Granada. De igualmodo, la pérdida definitiva de suamante, el escultor Emilio Aladrén,le minaba el ánimo cuando I-orcaemprende su viaje alos Estados Uni-dos.

El libro de Lorca sobre NuevaYork es un canto épico, pero de unaépica esperpéntica; son unos poe-mas impregnados por un subjetivis-mo expresionista, cargados de imá-genes surrealistas. Pero de algúnmodo las realidades de la metrópo-li penetran en su poesía: el ritmo sin-copado del jazz, el teatro negro, laciudad vista como un matadero, co-mo un desierto urbano, el salvajis-mo mercantil y la crisis d,e 1929 de

Wall Street. En general, I-orca &-nuncia una cultura donde los *-mentos espirituales han sido reem-plazados por un mercantilismocrr*do. Por esta razón, en lo queparadpoeta es como un Senegal con wá*quinas, el negro viene a identificar-se con lo espiritual, la esperanza deun futuro mejor; así, el negro, comel poeta, es un exiliado entrelamul-titud civilizada.

La visión crítica y subjetiva qwLorca nos dejó de Nueva York, pre-valece entre los poetas hispanos qreescribieron después en esta ciudad-Habrá que esperar los años seterrtapara encontrarnos con un grupo deescritores donde la ciudad ya no espara ellos solamente un pretexto so-cial, sino que inmersos en la vida dela metrópoli, los por entonces jórre-nes escritores de Hispanoaméricayde España, que residen en Nuer¡aYork, nos hablarán de una ciudadvivida más que soñada, de su expe-riencia cultural en este país, o de sunostalgia por unos orígenes que pue-dan darle sentido a la incertidumbredel presente.

De derecha a izquierda: Jaime Manrique, Alexis Gómez, Carmen

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Después de Lorca

Ocasionalmente escribieron enNueva York José Moreno Villa,León Felipe, Pedro Salinas y JorgeGuillén. El cubano Eugenio Floritha vivido en esta ciudad por más decuarenta años; en estancias más bre-ves el nicaragüense Ernesto Carde-nal, de quien tenemos un texto fun-damental sobre Manhattan: <üiajea Nueva York>. También residieronaquí los chilenos Nicanor Parra,Gonzalo Rojas, Enrique Lihn yHumberto Díaz Casanueva; todoshan producido textos aislados o li-bros relacionados con Nueva York.En el caso de Parra sus Artefactosyel poema <<Los profesores>; Lihnpublicará en1979 su obra A partirde Manhottqn.

Por su condición de dependenciade los Estados Unidos, y por no re-sueltos problemas políticos y econó-micos, ha sido Puerto Rico el paíshispanoamericano que más ha nu-trido la nómina de la poesía hispa-no-neoyorquina. Algunos de losmás importantes miembros del gru-po poético vanguardista <Atalaya>,surgido en la Isla con fuerte matiza-ción política hacia 1928, han tenidoque residir, en condicionado destie-rro, en la gran urbe metropolitanapor más de cuatro décadas, y aquíhan escrito lo más característico desu obra. Dos de aquellos <atalayis-tas>

-Clemente Soto Vélez y Gra-ciany Miranda Archilla- son losnombres mayores.

Es imprescindible recordar a laportorriqueña Julia de Burgos que

vivió en Nueva York entre 1940 y1953. Después de dos fracasos ma-trimoniales y un ¿rmor frustrado, en-tra en un proceso de alcoholismoagudo hacia el aflo 46. Se pasa lamayor parte del tiempo en esta ciu-dad entre hospitales, intentando (ya veces witando) desintoxicarse. Du-rante este período escribe un libroque dejará inédito, El mar y tú. Fi-nalmente muere de cirrosis hepáti-ca, sola, tirada en lacalle y sin iden-tificación alguna, en 1953. Comotestamento poético nos dejó un poe-ma escrito en inglés: <Farewell inWelfare Island>.

Entre los poetas de los setenta al-gunos de los portorriqueños másimportantes son: Manuel RamosOtero, Iván Silén, Orlando JoséHernández, Víctor Fernández Fra-

Isaac Goldenberg.

goso (muerto del SIDA en l9g2), Al-fredo Matilla, Giannina Braschi,Carmen Valle, Jan Martínez, Bren-da Alejandro y muchos otros rnásjóvenes (como Marithelma Costa)que, dada la importancia de estegrupo de poetas deberían ser estu-diados por separado.

Hacia los años setenta aparecenlos famosos grafitis en Nueva york:expresión artística popular practica-da en su gran mayoría por negros yportorriqueños. Otro producto queestá asociado con el lenguaje es el<<rap>> (esto ya en los años ochenta):juego lingüístico con fondo musicalque se basa en la habilidad verbal delos improvisadores-intérpretes. Losmás famosos creadores son negrosy lo hacen en inglés, pero hay gru-pos en los que participan algunosportorriqueños. Por ejemplo, los<<Funky Four>> tienen composicionesen <spanglish>. Si a todo esto aña-dimcs la poesía de los <nuyoricans>(a la que le dedicamos un estudio es-pecial), nos encontramos ya con unpanorama más o menos exacto delenriquecimiento lingüístico que ha

sufrido la lengua española en estaciudad. También hay que tener encuenta algunas revistas que por es_tos mismos años son dirigidas porescritores portorriqueñas desdeNueva York: Zona, Carga y Descar-ga; Lugar sin límite, Caronte, entreotras.

Pero los poetas hispanos de los se_tenta, o que han escrito y publicadoalgunos libros importantes entre1970 y 1986, no son solamente por_torriqueños. Algunos de esos poetashispanos que hoy presentamos porprimera vez al público español co_mo un conjunto son: Octavio Ar_mand, José Kozer y Jorge Oliva lquetambién murió del SIDA en 19g6) deCuba; Roberto Echavarren de Uru_guay; Jaime Giordano, EnriqueGiordano, Raúl Barrientos y Ceci_lia Vicuña de Chile; Isaac Goldem-berg de Perú; Alvaro Tenorio y Jai-me Manrique de Colombia; OctavioZaya,Luis Moliner y Dionisio Ca_ñas de España; Alexis Gómez deSanto Domingo; Matilde Davieu vAlejandro Oliveros de Venezuelá(este último poeta ya no reside en

Dionisio Cañas. Foto: Luis Mínguez.

Nueva York, pero por la impon--cia de su excelente libro recién purLcado, Frogmentos I-XXV, don¡,:Manhattan juega un papel dettn:-vo, los mencionamos aquí).

Los hijos de la lengua urbana

El poeta ha sido siempre un p,¿:jLen la ciudad. El mismo Baudel-=con su visión de sí mismo cortr¡ i<<fláneur> en París, y su enct::*atracción por el mundo del a¡dit:ciudadano, rechazabalavulgar,, ¡ -de la muchedumbre y recono!-- :estado de deterioro y alienación ;:ssignilicaba la vida en la merr.-;.:,--Nómada en la capital francesa rRa-delaire solía cambiar de hotel a

=r*-nudo), fue uno de los primero! :\:É-tas en señalar que la ciudad ca-n:r¡-ba más rápidamente que los :en.mientos humanos.

Al evitar el tradicional reche¡; ::*mántico de la ciudad, Bauie,il:nos condenaba a vivirla, desde - _es-tra angustia o nuestra decadei;li ,

en yez de huir hacia la Natu::*,-:rrcomo aquéllos, huía hacia el ¿::_i-

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José Kozer,

cio, la cultura; el paraíso y el infier_no eran ya sólo mentales. Con supoesía se inaugura el reconocimien_to de un vacío doble; el del hombrey el de la ciudad. precisamente deese doble vacío procede el potencialcreador de casi todo lo que hastaahora ha sido la poesía moderna. yasí, como escribe Walter Benjamin,la poesía de Baudelaire <brilla en el

cielo del Segundo Imperio como unsstro sin atmósfera>>.

Laciudad emerge como un doblemito del bien y del mal para nuestraconciencia poética: es el emblema dela perfección de las realizaciones hu-manas y de la corrupción de esasmismas relaciones. El poeta, exilia-do dentro de la ciudad, se retira a laciudad interior, la ciudad irreal e

Raúl Barrientos.

Manuel Ramos Otero.

imaginaria. Las masas humanasagudizan en él la sensación de quela urbe es un laberinto o un desierto(<<el desierto crece>, escribiría Nietz-sche respecto a la idea de progresoen la ciudad moderna).

De lo que para Walt Whitman sig_nificó <la certeza que son los otros>cuando escribió sobre las masas enIa ciudad de Nueva york, pasamos

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a la idea de que <el poeta contem-poráneo es un hombre entre loshombres y su soledad es la soledadpromiscua del que camina perdidoen la multitud> (Octavio paz). peropara muchos de los poetas hispanosque residen en Nueva York esa <<dis-locación> del solitario se ve compen-sada por la posible realización delamor. Esta otredad que nos esperaa la vuelta de la esquina, es la quedefine Severo Sarduy en su ensayo<Pon un arte urbano>>: <<La casa esel lugar del Mismo, la ciudad el delOtro. Ambito de labúsqueda eróti-ca: un cuerpo nos espera, pero el ca-mino que conduce a él

-nuestrapolabro- es casi informulable en lacodificación excesiva de la lenguaurbana>>.

Si como escribe Pessoa en su poe-ma <Ulises>, la leyenda, el mito, co-rre entrando en la¡ealidad, fecun-dándola, la poesía escrita en lenguaespañola en y sobre Nueva York, hahecho de esta ciudad el símbolo delcapitalismo y la práctica democrá-tica en su más alta expresión; tantoen el lado positivo (especialmente enla cultura), como en su costado dia-bólic<-r, violento, injusto y cruel.

En este sentido, los poetas hispa-nos de los años setenta, son los in-térpretes más idóneos del mito deManhattan. Ellos viven dentro de labestia, en el corazón de sus contra-

dicciones, beben su lenguaje, sopor-tan sus sacudidas y sus caricias, yasean culturales o existenciaies. Y, co-mo de nuevo escribe Octavio paz,<somos la ciudad y somos algo dis-tinto: somos su pregunta y su nega-ción, su conciencia y su poema>.

Pero cuál es el espacio que lasobras de estos escritores deben ocu-par en la historia de la literatura.¿En qué país, en qué tradición, en

qué generación se lm dÉhe .lrmfliiifl¡.-

car? Testigos de un Ér-rnoq'$d,rmmtterminado, de unas madiciromru@unrales, de una lengua cembd,a¡¡ma" Inmpoetas de Nuela lbrk :e hmr.: tmm,do con sus propias obra::¡ rprffiindividual y diferentg wna rmrssrr :m*dición: la de la litera¡.¡ra en lÉmgrueespañola en Nueva \brk.

Nue\a lbrir 19Nf

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De izquierda a derecha: Carmen Valle. Alexis Gómez- "[airuManrique, Octavio Zaya, M, Ramos Ote¡o.

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