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+ Norberto Strotmann JUSTICIA y SOLIDARIDAD en tiempos de GLOBALIZACIÓN 1 1. Los CAMBIOS recientes 1.1. en la Sociedad: Los cambios recientes en nuestra convivencia social se describen con el concepto de la globalización. Se usa este concepto más y más desde 1990. Es de tipo ‘diagnóstico de la época’, indicando cambios en la actualidad y sustituyendo conceptos como ‘industrialización’, ‘modernidad’ o ‘posmodernidad’. En la actualidad circulan en los medios de comunicación, en los discursos políticos y en la vida académica, diferentes e incluso contrapuestas visiones y valoraciones acerca de la globalización, fenómeno complejo que abarca múltiples ámbitos de la existencia humana contemporánea y que aparece como el proceso más decisivo de la época que vivimos. Para algunos, impresionados por los cambios en pleno desarrollo y carentes de perspectiva histórica, se trata de un fenómeno exclusivo de la época contemporánea o del mundo actual. Nosotros – de manera distinta - vemos la globalización como un proceso histórico que ha atravesado y caracterizado a varias épocas, aún cuando reconocemos que en nuestra época ha adquirido una dimensión, fuerza y aceleración antes desconocida. Las raíces de la globalización entendida como un proceso largo, se encuentran en la tendencia a la interacción y el intercambio entre las comunidades humanas que ha estado presente desde el comienzo de la historia. La globalización no es un hecho nuevo, pero adquiere hoy dimensiones distintas, más complejas y sistémicas que en el pasado. En primer lugar, se asienta en una revolución tecnológica a la que se hace referencia como la era digital o la era de Internet. En 1 Expos. del 12-XI-08 en la X. Semana Social Nacional (CEAS) en el Col. de Jesús.

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Tema de la semana Social en Lima.

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+ Norberto Strotmann

JUSTICIA y SOLIDARIDADen tiempos de

GLOBALIZACIÓN1

1. Los CAMBIOS recientes

1.1. en la Sociedad: Los cambios recientes en nuestra convivencia social se describen con el concepto de la globalización. Se usa este concepto más y más desde 1990. Es de tipo ‘diagnóstico de la época’, indicando cambios en la actualidad y sustituyendo conceptos como ‘industrialización’, ‘moder-nidad’ o ‘posmodernidad’.

En la actualidad circulan en los medios de comunicación, en los discursos políticos y en la vida académica, diferentes e incluso contrapuestas visiones y valoraciones acerca de la globalización, fenómeno complejo que abarca múltiples ámbitos de la existencia humana contemporánea y que aparece como el proceso más decisivo de la época que vivimos.

Para algunos, impresionados por los cambios en pleno desarrollo y carentes de perspectiva histórica, se trata de un fenómeno exclusivo de la época con-temporánea o del mundo actual. Nosotros – de manera distinta - vemos la globalización como un proceso histórico que ha atravesado y caracterizado a varias épocas, aún cuando reconocemos que en nuestra época ha adquiri-do una dimensión, fuerza y aceleración antes desconocida. Las raíces de la globalización entendida como un proceso largo, se encuentran en la tenden-cia a la interacción y el intercambio entre las comunidades humanas que ha estado presente desde el comienzo de la historia.

La globalización no es un hecho nuevo, pero adquiere hoy dimensiones dis-tintas, más complejas y sistémicas que en el pasado. En primer lugar, se asienta en una revolución tecnológica a la que se hace referencia como la era digital o la era de Internet. En segundo lugar, se distingue por la libertad amplia que tiene el dinero para circular en el mundo, y las millonarias tran-sacciones de dinero que a cada minuto se realizan en las distintas partes del globo. En este sentido, cualquier agente económico puede negociar con otro desde cualquier lugar y en cualquier momento si tiene los conocimientos y los recursos necesarios para hacerlo, por lo que se ha argumentado que otra característica de la globalización actual es que la información se convierte en el recurso más valioso de la economía global.

Con todas sus contradicciones, es posible afirmar que durante las últimas décadas, el mundo ha experimentado un acelerado proceso de globaliza-ción, liderado por la globalización tecnológica, informática y financiera. Es

1 Expos. del 12-XI-08 en la X. Semana Social Nacional (CEAS) en el Col. de Jesús.

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eso lo que subyace tras las afirmaciones que vivimos en la era de la globali-zación y que ésta sería el fenómeno decisivo del mundo actual.

El concepto ‘globalización’ se refiere a distintas dimensiones de la realidad social, como nos indica el siguiente esquema:2

Con estas breves deliberaciones podemos perfilar el concepto de la globali-zación, que abarca – básicamente – cuatro tendencias en la realidad social:

a) La constitución de redes mundiales de la comunicación digitalizada con su base tecnológico-satelital, hecho que facilita la superación de distancias espaciales (globalización en el sentido estrecho).

2 Esquema sig. según: RIQUELME SEGOVIA, Alfredo y Michelle LEÓN HULAUD: La Globalización. Historia y Actualidad – Módulo de Historia y Ciencias Sociales. Santiago de Chile; Maval 2003, p. 8.

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b) La creciente influencia de actores trasnacionales, sea en la economía (tanto en el sector financiero como en el sector de la producción), sea en la política por medio de la comunicación (transnacionalización).

c) La pérdida de relevancia de las fronteras políticas, la incorporación en re-des políticas internacionales y, con ello, la reducción de autonomía estatal y nacional (internacionalización)

d) El crecimiento de una conciencia global. Esta conciencia es una resultante de las tres tendencias mencionadas (comunicación mundial en tiempo real, transnacionalización de la economía e internacionalización política).3

Vistas estas tendencias podemos intentar una definición descriptiva: La glo-balización señala la creciente interrelación comunicativa con tendencia mundial, que facilita la acción económica trasnacional e intensifica la acción política internacional con el efecto de crear una nueva conciencia y sensibili-dad ante los problemas comunes del hombre (pobreza, ecología, paz, reli-giones, culturas, etc.).

El tema de la globalización se trata hoy, preferentemente, bajo aspectos económicos y políticos. Pero, ella afecta a todas las áreas de la vida humana que caen bajo la influencia de la comunicación mundial. Esta comunicación ha promovido una relación desconocida con otras culturas, religiones y po-blaciones. Y con ello, la formación y las convicciones (culturales, religiosas, personales, …) propias han perdido su estatus tradicional de exclusividad4. Esto crea nuevos problemas. Pero, nosotros terminamos aquí nuestra refle-xión sobre la globalización y sus cambios sociales inherentes, para dedicar-nos a un tema distinto: Iglesia5 y cambios. La importancia de esta perspecti-va se verá recién en el tercer capítulo de nuestras deliberaciones, e.d., res-pondiendo a nuestra cuestión temática.

1.2. en la Situación social de la Iglesia: Los resultados de una reciente investigación sobre la situación de la Iglesia en el mundo entero y en Améri-ca Latina dan los siguientes resultados, observando algunas tendencias en el espacio entre 1974 y 2004:6

o Cada tercera persona en el mundo actual es cristiana (33,4%).

o 17,2% de la población mundial son católicos, casi dos de diez personas. La Igle-sia católica representa, como tal, la organización religiosa mundial más nume-rosa.

o En las últimas tres décadas ha crecido 14% menos (55,8%) que la población mundial (65%), debido – ante todo – a América Latina (problema de la sectas) y Europa.

3 Se orienta este párrafo en: KAUFMANN, Franz-X.: “Globalisierung. I. Grundlegung. En: Lexikon für Theologie und Kirche, ed. p. Walter KASPER. Dritte Auflage. Band 11. Freiburg-Basel-Rom-Wien; Herder 1993-2001, pp. 95 ss. En adelante se cita la obra: 3LThK tomo, pp.

4 Hace 550 años, Nicolás de CUSA vio muy claramente esta situación y su problemática en su tratado De pace fidei.

5 Hablando de ‘Iglesia ‘ nos referimos en este art. exclusivamente a la Iglesia católica. 6 Cf., STROTMANN, Norberto: “Descifrando la Situación de la Iglesia en América Latina”, en: Id. y

José Luis PÉREZ G.: La Iglesia después de ‘Aparecida’ – Cifras y Proyecciones. Lima; Dióc. de Chosica 2008, pp. 17 – 133.

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o El crecimiento de la Iglesia se observa ante todo en África (221%) y Asía (111%) ante los extremos del lado opuesto que son: Europa (5,8%) y América del Norte (43%). América Latina (67%) y Oceanía (67%) tienen una posición in-termedia.

o América Latina obtiene referente a todos los indicadores observados un rango intermedio: no tiene la dinámica ni de África ni de Asia, ni presenta las tenden-cias de un deterioro como Europa, América del Norte u Oceanía.

Para no alargar esta parte, sinteticemos los resultados sobre la Iglesia en América Latina en un esquema, que hace un balance global sobre sus opor-tunidades o ventajas y sus problemas:

2. Justicia y Solidaridad en la Biblia y en la DSI

2.1. JUSTICIA: Justicia (Heb. ṣeḏeq, ṣeḏāqâ; LXX gr. y NT δικαιοσύνη) lleva como concepto bíblico una considerable riqueza; resulta difícil traducir la pa-labra hebrea o griega mediante un solo equivalente castellano. 7

AT: La idea básica veterotestamentaria de la justicia es (a) la de la relación, tanto entre Dios y el hombre (Sal 50,6; Jer 9,24), como (b) entre hombre y hombre (Dt 24,13; Jer 22,3). Referido a relaciones entre los hombres, la ac-ción justa es aquella que cumple los requisitos de la relación y promueve el bienestar y la paz de la comunidad (1 S 24,17; Pr 14,34). La justicia promue-ve el bienestar comunitario (Dt 1,16; Am 5,7). En el período profético la jus-ticia ya incluye la idea de ayudar al pobre y al necesitado (Dn 4,27; Am 5,12. 24).7 Sobre este acápite cf., PAYNE, J. B.: “Justicia”, en: DOUGLAS, J. D. et al.: Nuevo Diccionario Bíbli-

co. Prim. ed. (basada en la segunda ed. inglesa del New Bible Dictionary, 1982) Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 2000.

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Cuando pasamos de las relaciones entre los hombres a aquellas entre Dios y los hombres (aunque el pensamiento de Dios quizá nunca estaba ausente en el uso de la palabra ṣeḏeq), la justicia supone una relación correcta para con la voluntad de Dios, que se expresaba e interpretaba particularmente por medio del pacto de Israel con Dios. La acción justa es, por ende, la acción que surge de la elección que Dios hizo de Israel y que concuerda con la ley del pacto (Dt 6,25; Ez 18,5–9). Dios mismo es justo (2 Cr 12,6; Sal 7,9), y ac-túa justamente con su pueblo Israel (Sal 9,4; Jer 11,20). De su justicia de-pende ese pueblo para su liberación y rehabilitación (Sal 31,1; Jer 11,20).

Así surge la fusión de las nociones de justicia y salvación. Dios es “Dios justo y [por lo tanto] Salvador” (Is 45,21; cf. Sal 36,6; Is 61,10). Para el AT Dios es el Creador y por eso el fundamento y la garantía del orden moral. El Crea-dor, sin embargo, es también el Redentor, y su justicia se interpreta por su actividad redentora.

NT: La experiencia que Israel tenía de la justa liberación de Dios en el pasa-do lo llevó a la expectativa de una salvación por venir y definitiva. El Mesías venidero aparece como destinatario e instrumento de la justicia divina (Sal 72,1s; Is 11,3–5; 32,1–20; Jer 23,5). “Justo” es título mesiánico (Is 53,11; cf. Hch 3,14; 7,52; 22,14).

Karl Kertelge constata sobre la justicia en el NT: La palabra no indica en pri-mer lugar la virtud en el sentido de la ética griega, sino – en el sentido del la historia judía del concepto – el ser y actuar justo de Dios y del hombre en su relación mutua.8 Como el anti-concepto (injusticia) significa el pecado y el ateísmo, así – ante todo en San Pablo – justicia se hace expresión de la acti-tud salvífica de Dios. Dios confiere su cercanía al hombre en el milagro de su libre benevolencia, de su gracia. Esta justicia es proclamada por Jesús como un don para aquellos, a quienes se concede el reino de Dios (Mt 5,6). Ante la entrega de Cristo en la cruz, el hombre que cree en Jesucristo recibe – según San Pablo – la justicia de Dios, e. d., se le concede una relación verdadera con Dios y una vida nueva ante El, en unión con Cristo, “el Justo” (Ro 3,21–31; 4,1–25; 10,3; 1 Co 1,30; 2 Co 5,21; Fil 3,9).

La controversia sobre la teología de la justificación9 ha sido de larga data y sigue – de alguna manera – con sus problemas. Mencionemos el tema; pero lo dejare-mos fuera de nuestra reflexión. Quizá nos ayuda el Conc. Vat. II para delinear un concepto teológico de la justicia. La constitución dogmática ‘Sobre la Iglesia’ constata: La “Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano”(LG 1). Justicia es aquella virtud humana, que responde adecuadamente a la unión del hombre con Dios y a la unidad de todo el género humano.10

8 Id.: “Gerechtigkeit – III. NT”. En: 3LThK 4, 501.9 Cf.: ‘DECLARACIÓN CONJUNTA SOBRE LA DOCTRINA DE LA JUSTIFICACIÓN’ de la Federación Lu-

terana Mundial y la Iglesia Católica (31 de octubre de 1999). www.vatican.va/roman_curia/ pontifical_councils/chrstuni/documents/rc_pc_chrstuni_doc_31101999_cath-luth-joint-declaration_sp.html

10 Además vale: “La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud. El israelita creyente reza cada día con las palabras del Libro Deuteronomio que sintetiza el núcleo de su existencia: « Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es uno solo. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas » (6, 4-5). Je-sús, haciendo de ambos un único precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo, contenido en el Libro del Levítico: « Amarás a tu prójimo como a ti mismo » (19, 18; cf. Mc 12, 29- 31).” – Cf., BENEDICTO XVI: Carta encíclica «Deus caritas est» (25-XII-2005). Ciudad del Vaticano; Libr. Editr. Vaticana 2006. N° 1.

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El Compendio de la DSI11 presenta la Justicia como uno de los valores socia-les básicos. Citando en la nota a Sto. Tomás de Aquino, usa la fórmula clási-ca: La Justicia «consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al próji -mo lo que les es debido».12 Y sigue el texto:

“La justicia social es una exigencia vinculada con la cuestión social, que hoy se manifiesta con una dimensión mundial; concierne a los aspectos sociales, políti-cos y económicos y, sobre todo, a la dimensión estructural de los problemas y las soluciones correspondientes.

La justicia resulta particularmente importante en el contexto actual, en el que el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, a pesar de las proclama-ciones de propósitos, está seriamente amenazado por la difundida tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de la utilidad y del tener…

La plena verdad sobre el hombre permite superar la visión contractual de la jus-ticia, que es una visión limitada, y abrirla al horizonte de la solidaridad y del amor: «Por sí sola, la justicia no basta. Más aún, puede llegar a negarse a sí mis-ma, si no se abre a la fuerza más profunda que es el amor». En efecto, junto al valor de la justicia, la doctrina social coloca el de la solidaridad, en cuanto vía privilegiada de la paz.13

2.2. SOLIDARIDAD: Con esto llegamos al segundo término de nuestra te-mática, la Solidaridad y estamos con un problema: una palabra griega equi-valente no se encuentra ni en los mejores léxicos griegos14 ni en los renom-brados diccionarios del NT15. La búsqueda electrónica en el Kittel y en el Balz/Schneider da el siguiente resultado: No existe un término novotesta-mentario equivalente a la solidaridad, pero el tema de la solidaridad está presente, está subyacente en todo el NT.

Ante esta situación, nos ayuda en algo el Compendio, que termina la presen-tación del concepto con un párrafo: La solidaridad en la vida y en el mensaje de Jesucristo, y explica:

La cumbre insuperable de la perspectiva indicada es la vida de Jesús de Nazaret, el Hombre nuevo, solidario con la humanidad hasta la «muerte de cruz» (Flp 2,8): en Él es posible reconocer el signo vivo del amor del Dios con nosotros, que se hace cargo de las enfermedades de su pueblo, camina con él, lo salva y lo constituye en la unidad. En Él, y gracias a Él, también la vida social puede ser nuevamente descubierta, aun con todas sus contradicciones y ambigüedades,

11 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, ed. p. el Pontificio Consejo «Justicia y Paz». Ciudad del Vaticano; Librería Editrice Vaticana 2005 (or. inglés 2004) 528 pp. Se cita la obra con las siglas: ComDSI N°.

12 ComDSI N° 201.13 ComDSI N° 201 – 203.14 P. ej.: BAUER, Wilhelm, W. ARNDT & F. W. DANKER: A Greek-English Lexicon of the New Testa-

ment and other Early Christian Literature [basado en: Walter BAUER’s ‚Griechisch-deutsches Wör-terbuch zu den Schriften des Neuen Testaments und der frühchristlichen Literatur’ , sexta edición de: Kurt ALAND and Barbara ALAND, con Viktor REICHMANN y ediciones en ingles de: W. F. ARNDT, F. W. GINGRICH and F. W. DANKER (3rd ed.)]. Chicago; University of Chicago Press 2000. Quizá se aproxima la palabra ‘κοινωνία’.

15 Theological Dictionary of the New Testament (orig.: Theologisches Wörterbuch zum Neuen Tes-tament. Stuttgart; W. Kohlhammer 1933-1973); edited by Gerhard KITTEL and Gerhard FRIEDRICH. Transl. and ed. by GEOFFREY W. BROMILEY. Grand Rapids, Mich.; William B. Eerdmans Publ. Comp. 1985, 10 tomos (Biblioteca Digital Libronix, 2000) y Exegetical Dictionary of the New Testament,ed. p. BALZ, Horst Robert & SCHNEIDER, Gerhard: (Ed. orig. como: Exegetisches Wörterbuch zum Neuen Testament [EWNT]. Bände 1-3/ 1980-83). 3 Vols. Grand Rapids, Mich.; Eerdmans 1990-1993, (Biblioteca Digital Libronix 2006).

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como lugar de vida y de esperanza, en cuanto signo de una Gracia que continua-mente se ofrece a todos y que invita a la comunicación de bienes entre todos. 16

No se puede explicar el sentido de la palabra solidaridad sin recordar la his-toria del amor desinteresado por parte del cristianismo, en que se llegaba hasta entregar la vida por los más necesitados. Aunque siempre se han da-do gestos y experiencias de verdadera solidaridad en la historia, es la expe-riencia del movimiento obrero en el siglo XIX, la que hace irrumpir la solida-ridad en la historia como forma organizada de convivencia de las sociedades modernas. El descubrimiento de que los problemas y miserias (debidos a la industrialización) eran comunes a todos los obreros, incluso a nivel interna-cional, permitió la puesta en marcha de infinidad de hermandades del traba-jo, corporaciones de apoyo, cajas de resistencia, sindicatos, centros obreros de cultura, cooperativas de trabajo (de consumo y de ahorro), etc.Recién en el siglo XIX – prestándose el termino solidaridad de los sindicatos obreros – usan la palabra los franceses L. Bourgeois, Y. Gyot y Ch. Gide, y después entró (s. XX) sistemáticamente en la teoría social católica por me-dio de los jesuitas H. Pesch, G. Gundlach y O. v. Nell-Breuning17. Ellos usaron el término, ante todo, para distinguir el pensamiento social católico de las teorías entonces de moda: el liberalismo y el comunismo.18

Dejémoslo por el momento allí: “Solidaridad” es una de las palabras más usadas hoy en día ya que se emplea frecuentemente en el llamado “márke-ting solidario”, que va desde tarjetas de crédito, cenas de lujo, fondos para obras buenas, etc., hasta el discurso político habitual, que nunca responde al sentido original de la palabra, que implica: “compartir con el otro hasta lo necesario para vivir”. Habitualmente se emplea la palabra para la acción ge-nerosa o bienintencionada. Sin embargo su raíz etimológica implica un com-portamiento “in-solidum”, es decir, el hecho que se unen inseparablemente los destinos de dos o más personas.19 “Ser” o “hacerse” solidario con al-guien o con alguna causa, no significa dar una ayuda, sino, comprometerse y compartir la suerte de aquel con quien me hago solidario. – Miremos ahora el término en la DSI:

El citado Compendio dice:La solidaridad acentúao la intrínseca sociabilidad de la persona humana,o la igualdad de todos en dignidad y derechos, yo el camino común de los hombres y de los pueblos hacia una unidad cada vez

más necesaria.Nunca como hoy ha existido una conciencia tan difundida del vínculo de interde-pendencia entre los hombres y entre los pueblos, que se manifiesta a todos los niveles. La vertiginosa multiplicación de las vías y de los medios de comunica-

16 Cf.: ComDSI, N° 195.17 Cf. las respectivas biografías en: STAATSLEXIKON. Recht – Wirtschaft – Gesellschaft. Ed. p.:

GÖRRES-GESELLSCHAFT. 7., völlig neu bearbeitete Auflage. 5 tomos. Freiburg-Basel-Wien; Herder 1985-1989.

18 Cf.: LAMB, Matthew L.: “SOLIDARITY”. En: The New Dictionary of Catholic Social Thought, ed.p.: Judith A. DWYER. Collegeville MN, The Liturgical Press 2000 (1994), pp. 908 – 912. (Biblioteca Digital Li-bronix).

19 Cf. BAUMGARTNER, Alois: “Solidarität I.”, en: Lexikon für Theologie und Kirche, ed. p. Walter KASPER. Dritte Auflage. Band 9. Freiburg-Basel-Rom-Wien; Herder 1993-2001, pp. 702 – 704 y RAUSCHER, A.: „Solidarität“, en: Staatslexikon 4 (o. c.), 1.191 – 1.194.

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ción «en tiempo real», como las telecomunicaciones, los extraordinarios progre-sos de la informática, el aumento de los intercambios comerciales y de las infor-maciones son testimonio de que por primera vez desde el inicio de la historia de la humanidad ahora es posible, al menos técnicamente, establecer relaciones aún entre personas lejanas o desconocidas.Junto al fenómeno de la interdependencia… persisten, por otra parte, en todo el mundo, fortísimas desigualdades entre países desarrollados y países en vías de desarrollo, alimentadas por diversas formas de explotación, de opresión y de co-rrupción, que influyen negativamente en la vida de muchos Estados. El proceso acelerado de la interdependencia entre las personas y los pueblos debe estar acompañado por un crecimiento en el plano ético-social, para así evitar las ne-fastas consecuencias de una situación de injusticia de dimensiones planetarias, con repercusiones negativas incluso en los mismos países actualmente más fa-vorecidos.20

Las nuevas relaciones de interdependencia entre hombres y pueblos,… deben transformarse en relaciones que tiendan hacia una verdadera solidaridad ético-social, que es la exigencia moral inherente en todas las relaciones humanas. La solidaridad se presenta, por tanto, bajo dos aspectos complementarios: como principio social y como virtud moral:o La solidaridad debe captarse, ante todo, en su valor de principio social orde-

nador de las institu-ciones, según el cual las «estructuras de pecado», que do-minan las relaciones entre las personas y los pueblos, deben ser superadas y transformadas en estructuras de solidaridad, mediante la creación o la oportu-na modificación de leyes, reglas de mercado, ordenamientos.21

o La solidaridad es también una verdadera virtud moral, no «un sentimiento su-perficial por los males de tantas personas,... Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos». La solidaridad se eleva al rango de virtud social fundamental, ya que se coloca en la dimensión de la justicia, virtud orientada por excelencia al bien común, y en «la entrega por el bien del prójimo, que está dispuesto a "perder-se", en el sentido del evangelio, por el otro en lugar de explotarlo, y a "servir -lo" en lugar de oprimirlo para el propio provecho (cf. Mt 10,40-42; 20, 25; Mc 10,42-45; Lc 22,25-27)».22

El mensaje de la doctrina social acerca de la solidaridad pone en evidencia el he-cho de que existen vínculos estrechos entre solidaridad y ‘bien común’, solidari-dad y ‘destino universal de los bienes’, solidaridad e ‘igualdad entre los hombres y los pueblos’, solidaridad y ‘paz’ en el mundo. El término «solidaridad»… expre-sa en síntesis la exigencia de reconocer en el conjunto de los vínculos que unen a los hombres y a los grupos sociales entre sí, el espacio ofrecido a la libertad humana para ocuparse del crecimiento común, compartido por todos. 23

3. Justicia y Solidaridad en tiempos de Globaliza-ción

20 Cf., ComDSI, N° 192.21 Cf., ComDSI, N° 193.22 Cf., ibid.23 Cf., ComDSI, N° 194.

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“Vivimos un momento de grandes peligros y de grandes oportunidades para el hombre y para el mundo, un momento que es también de gran responsabilidad para todos nosotros. Durante el siglo pasado, las posibilidades del hombre y su dominio sobre la materia han crecido en una medida verdaderamente impensa-ble, pero su poder para disponer del mundo ha hecho también que su poder de destrucción haya alcanzado las dimensiones que, a veces, nos hacen horrorizar. En este sentido, se puede pensar espontáneamente en la amenaza del terroris-mo, esta nueva guerra sin límites y sin frentes. El temor que éste último pueda apoderarse rápidamente de las armas nucleares y biológicas no es infundado, … Menos visibles, pero no por eso menos inquietantes, son las posibilidades de au-tomanipulación que el hombre ha adquirido. Él ha sondeado los sectores más re-cónditos del ser, ha descifrado los componentes del ser humano, y ahora está en condiciones, por así decir, de «construir» por sí mismo al hombre, quien ya no viene más al mundo como don del Creador sino como producto de nuestro obrar, ... Él ya no es otra cosa que imagen del hombre, ¿pero de qué hombre? A esto se agregan los grandes problemas planetarios: la desigualdad en el reparto de los bienes de la tierra, la pobreza creciente, incluso el empobrecimiento, la explota-ción de la tierra y de sus recursos, el hambre, las enfermedades que amenazan a todo el mundo, el choque de las culturas. Todo eso muestra que el crecimiento de nuestras posibilidades no se corresponde con un desarrollo idéntico de nues-tra energía moral. La fuerza moral no ha crecido junto al desarrollo de las cien-cias, … El verdadero y más grave peligro en este momento está justamente en este desequilibrio que hay entre las posibilidades técnicas y la energía moral. La seguridad de la que tenemos necesidad como supuesto de nuestra libertad y de nuestra dignidad no puede venir, en última instancia, de sistemas técnicos de control sino que puede brotar precisamente de la fuerza moral del hombre: allí donde ésta última falta o no es suficiente, el poder que el hombre tiene se trans-forma cada vez más en un poder destructivo.”24

Hasta aquí una cita sobre la situación de la moral, tomada de una conferen-cia del Card. Joseph Ratzinger y dictada el 1 de abril de 2005 en Subiaco, en el Monasterio de Santa Escolástica, con ocasión de la entrega del Premio San Benedetto. Dieciocho días más tarde sería elegido Papa. (Quizá explica este hecho en algo, por qué asumió este cargo con el nombre de Benedicto).

Ante nuestra temática – Justicia y Solidaridad en tiempos de Globalización – podemos sacar una primera conclusión: No existe la necesaria sensi-bilidad moral ante los grandes problemas, que aquejan a la humani-dad, ni ante los problemas, que el hombre ha causado como efectos colaterales con los grandiosos inventos durante los últimos 150 años ni ante la delicada cuestión, si es ético que el hombre realice, lo que técnicamente puede. Los valores medulares en el pensamiento cristiano como son la justicia y la solidaridad son la insustituible memoria, que la tierra es de todos los hombres, que cada persona humana tiene un valor en sí y que todos los seres humanos – sin excepción alguna – son ‘ima-gen de Dios’ (Gn 1,27)25.

No cabe duda, desde Agosto de este año (2008) – el comienzo de la crisis fi-nanciera mundial – está aumentando cierta sensibilidad moral. Hace diez años tuve una vez en mi casa de Huaycán la visita de un secretario del Esta-do alemán con algunos banqueros, especializados en Desarrollo. Quise con-

24 RATZINGER, Joseph: “Europa en la crisis de las culturas”. Conferencia publicada en: http://chiesa.espresso. repubblica.it/articolo/27262?sp=y.

25 Cf., ComDSI, N° 108 – 123.

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versar con ellos sobre la ética en el mundo financiero. No era un tema posi-ble. Hoy reclama el mundo financiero una nueva ronda de Basilea, normas claras para evitar la repetición del debacle. Lo que comenzó en los EEUU con créditos riesgosos en el sector inmobiliario – con los subprime credits26, se hizo debacle mundial. El capital menos prescindible en el sector financie-ro – la confianza – se perdió; no solo nuestra confianza en los Bancos, sino – peor aún – la confianza mutua entre los Bancos. En plena crisis escribió un periodista:

“Que los hombres tengan miedo, es normal. Que la humanidad entera tenga miedo, es novedoso. Aquí no se trata de temores imaginados, se trata de afec-tación auténtica, … No, esta vez habrá tragado la mayoría de los seis mil millo-nes de hombres en nuestro mundo con dificultades. Primero les tocó a los nor-teamericanos, después a europeos y japoneses. Pronto salió a la luz, que tam-bién rusos y chinos habían jugado con el riesgo más alto en el casino de la Wall Street. … Y África teme – con razón – por la ayuda para el desarrollo. … A partir de ahora, algo así puede repetirse. Porque la humanidad se ha juntado por trá-fico, finanzas, comercio e Internet de tal manera, que ya no existe un afuera.”27

Dijimos: desde Agosto de este año está aumentando la sensibilidad moral. Pero, ¿qué moral? Las reacciones ante la crisis muestran los siguientes ras-gos: (1) Se busca reglas internacionales (ante todo sobre reservas financie-ras necesarias y sobre un mayor control del capital de riesgo) para evitar la repetición del debacle. (2) Por lo demás vale: la ganancia especulativa es de los bancos o es privada; pero la pérdida es del Estado, se socializa, la paga el pueblo. Los Estados más desarrollados ayudan a su propio sistema finan-ciero con sumas, que llevan varios ceros más que las sumas, que están dis-puestos a invertir en el desarrollo de los pueblos. ¿Solidaridad consigo mis-mo? ¿Qué tal justicia?

Pero, cuidado con nuestros sentimientos. En 1989 – con la caída del muro de Berlín – comenzó la era de un liberalismo de poca sensibilidad, no obstante que S. S. Juan Pablo II había levantado su voz contra la repetición del “capi-talismo salvaje” 28 del pasado. Hoy es el momento de júbilo de la izquierda. El Card. Ratzinger nos hace recordar en la ya citada exposición de Subiaco:

“Es verdad que hoy existe un nuevo moralismo cuyas palabras-claves son la justicia, la paz, la conservación de lo creado, palabras que reclaman valores morales esenciales de los que tenemos realmente necesidad. Pero este mora-lismo … se precipita, en forma casi inevitable, hacia la esfera política partidaria. Ese moralismo es ante todo una pretensión dirigida a los demás, y muy poco un deber personal de nuestra vida cotidiana. ... El moralismo político de los años 70, cuyas raíces no han muerto realmente, fue un moralismo … con una direc-ción errónea, en cuanto estaba privada de serena racionalidad, y porque en úl-tima instancia ponía la utopía política más allá de la dignidad del individuo hu-mano, mostrando incluso que en nombre de grandes objetivos se podía llegar a despreciar al hombre. …, el moralismo político no sólo no abre el sendero para una regeneración, sino que la bloquea. En consecuencia, lo mismo vale tam-bién para un cristianismo y para una teología que reducen el núcleo del mensa-je de Jesús, el «Reino de Dios», a los «valores del Reino», identificando estos

26 Cf. sobre el tema: MÜNCHAU, Wolfgang: Vorbeben - Was die globale Finanzkrise für uns bedeutet und wie wir uns retten können. München; Carl Hanser 2008, 234 pp., ante todo: pp. 10 – 36.

27 ULRICH, Bernd: “Welt auf Koks”. En: Die Zeit, 16. Okt. 2008, p. 1.28 Cf. su Carta encíclica Centesimus annus (1-V-1991) N° 8c.

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valores con las grandes consignas del moralismo político ... Pero así se olvidan que Dios es justamente el sujeto y la causa del Reino de Dios. En su lugar se hacen presentes grandes palabras (y valores) que se prestan a cualquier tipo de abuso.”29

Ratzinger nos facilita una segunda conclusión: No todo uso de las pala-bras ‘justicia’ o ‘solidaridad’ es compatible con el pensamiento so-cial de la Iglesia y su doctrina. Desde los años 70 del siglo pasado hay una titánica discusión filosófica sobre nuestro tema, que comenzó con el ‘Monstruo verde’ (así llamaron los estudiantes de Harvard el grueso libro de su profesor John Rawls: Teoría de la Justicia)30; le siguen Jürgen Habermas31

y – más cercano al pensamiento católico – Charles Taylor32. En 1993 se pro-nuncia S. S. Juan Pablo II en su encíclica Veritatis splendor: sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia33, dejando claro, que la Iglesia no comparte ningún pensamiento moral teleológico que no tenga una base deontológica. El mismo Compendio de la DSI aclara esta situación, cuando presenta su jerarquía de valores. El libro enseña la si-guiente secuencia de los valores sociales básicos: Verdad Libertad Jus-ticia, transformadas (las tres) por el Amor. 34 Eso, básicamente, quiere decir: éticas basadas en la libertad o en la justicia ‘a costa’ de la verdad son inaceptables para la Iglesia. Con otras palabras: cuidado con el liberalismo y con el socialismo; fácilmente vendes tu alma allí (depen-de de su posición ante el valor de la verdad). A la vez, todo pensamiento meramente utilitarista o pragmatista queda desacreditado.

Dejemos la perspectiva teórica; pero, quisiera recordar la advertencia del ahora Papa: ¡cuidado con el moralismo! Fácilmente cae en la trampa del partidarismo político, que carece de la serena racionalidad y pone la utopía política por encima de la dignidad de la persona. En tiempos de los medios de comunicación, las corrientes del pensar son un problema. Anuncian una verdad, que todos compartimos, y pronto venden una verdad como la ver-dad. La verdad particular correcta se vuelve la más grosera mentira. No nos

29 RATZINGER, Joseph: “Europa en la crisis de las culturas”. Op. cit.30 RAWLS, John: A Theory of Justice. Cambridge, Harvard Univ. Press, 1971. Trad. Castell.: Teoría de la

justicia, México, F.C.E., 1979. Sobre su discusión crítica, cf.: HÖFFE, Otfried (Ed.): John Rawls – Eine Theorie der Gerechtigkeit. Zweite, bearb. Aufl. Berlin; Akademie Verl. 2006, 325 pp. y FRÜHBAUER, Johannes J.: John Rawls’ >Theorie der Gerechtigkeit<. Stuttgart; WBG 2007, 192 pp.

31 HABERMAS, Jürgen: Teoría de la acción comunicativa. Dos tomos (orig.: Theorie des kommunikativen Handelns, Frankfurt/M.; Suhrkamp 1981; trad.: Manuel Jiménez Redondo). Madrid; taurus 1987, 517 y 618 pp. Sobre las diferencias entre Rawls y Habermas, cf. ADINOLFI, Giulio: “Divergencias fundamentales en la Filosofía de la Justicia de Habermas y Rawls” . En: Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas 15 (2007) http://www.ucm.es/info/nomadas /15/giulioadinolfi.pdf.

32 TAYLOR, Charles: The Ethics of Authenticity. Cambridge; Harvard Univ. Press 1991. Trad. cast.: La ética de la autenticidad. Barcelona; Paidós 1994 e id.: Sources of the Self. The Making of the Mod-ern Identity. Cambridge; Harvard Univ. Press 1989. Trad. cast.: Fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna. Barcelona; Paidós 1996. Sobre las diferencias entre Rawls, Habermas y Taylor, cf.: BE-NEDICTO RODRÍGUEZ, Rubén: Charles Taylor – Identidad, Comunidad y Libertad. Univ. de Valencia, Departamento del Derecho, Moral y Política 2005, 429 pp. (http://www.tesisenxarxa .net/TESIS_UV/AVAIL-ABLE/TDX-0701105-132255//benedicto.pdf).

33 Ciudad del Vaticano, 6 de agosto de 1993.34 El esquema presenta una escala intransitiva de valores, señalada por el símbolo: ‘’. Así (1) respeta las

enseñanzas de la enc. de S.S. Juan Pablo II: Veritatis splendor –Sobre algunas cuestiones funda-mentales de la enseñanza moral de la Iglesia (Ciudad del Vaticano 1993) y (2) guarda la tradición ‘ius-naturalista’ de la DSI: La libertad ha de respetar la verdad de las cosas; la justicia ha de respetar la libertad. Sin el amor, estos tres valores no son nada (1 Cor 13,2b). – Sobre la temática como tal, cf. CompDSI, N° 197-208.

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olvidemos: La marca del moralismo es: exige a los demás; pero no a sí mis-mo.

Terminemos nuestro tema ‘Justicia y Solidaridad en tiempos de Globaliza-ción’. Justicia se refiere al ordenamiento adecuado de todas las cosas y a la actitud correspondiente; y el cristiano añade: según la voluntad de Dios. So-lidaridad se refiere a todos los hombres y a todas las mujeres, que necesitan ayuda. Los tiempos de ‘globalización’ facilitan la reflexión de estos valores por un lado, y hacen su realización más difícil por otro. Miremos una vez es-ta situación:

Hace dos siglos, la Ilustración buscaba un nuevo orden político, separando las iglesias cristianas de la influencia política. Cayeron los regímenes anti-guos, caracterizados por su vínculo entre trono y altar. Hoy, a 200 años de distancia histórica, podemos y debemos subrayar: las instituciones sociales (ante todo económicas y políticas), que nos rodean y marcan toda nuestra vida, no son una suerte incalculable, sino el resultado de la actitud humana. Con esta constatación queda a la vez claro: estas instituciones son de res-ponsabilidad humana. En otras palabras: tenemos una libertad para pensar el futuro, como pocas veces antes, porque nuestros tiempos exigen – bási-camente – ‘la ilustración de la Ilustración’35, e.d., un nuevo margen, una nue-va forma de pensar las cosas.

Durante el último año y medio me interesé mucho por datos empíricos sobre la Iglesia. En gran parte se lo debía a mi descontento con la preparación de eventos eclesiales internacionales, sea Aparecida (mayo de 2007) sea el Sí-nodo de Obispos en Roma (octubre de 2008). Mirando una y otra vez los da-tos, salta a la vista: Cuanto más avanzan las sociedades económica- y tec-nológicamente, tanto menos se interesan por la religión, la dimensión pro-funda de su vida. Europa queda religiosamente exhausta; los EE.UU. quedan algo mejor, pero no podemos anticipar la reacción de la gente ante la época Bush y su (ab)uso de la religión. Pero, no se engañen, observamos en Améri-ca Latina el mismo fenómeno como a nivel mundial: en Centro América hay una vida muy dinámica de la Iglesia; mirando el Sur de nuestro continente (Chile, Argentina y Uruguay), tenemos una situación europea. En las partes avanzadas, que están casi en perfecta dependencia de su propia criatura, que se llama economía, parece que la Iglesia ya no lleva mensaje. – La alter-nativa son los grupos pentecostales y carismáticos y su salida espiritual de nuestro mundo.

¿En qué sentido buscan nuestros tiempos una nueva justicia?:o Todo hombre inteligente sabe, que con nuestras actuales formas de vida no po-

demos guardar intacto nuestro planeta: los cambios climáticos están a la vista, sus consecuencias aún son incalculables.

o Teóricamente se dice, que cada vida humana es un valor en sí. En nuestra vida latino-americana vale: el continente está plagado por desigualdad, desocupa-ción y pobreza. Si naciste en el lugar equivocado, mala suerte.

o Lo mismo vale para la desigualdad grande, la entre Norte y Sur: 50 años de programas de ayuda para el desarrollo y todos sabemos, que el estándar de vi-da en el primer mundo depende de sus ventajas referentes a la tecnología y su manejo.

35 Me sorprendió en el reciente sínodo de obispos una profesora alemana con la coincidencia en esta posición.

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o Sociedades con afán de avanzar en el mundo actual están ante la exigencia de una nueva generación humana, preparada para manejar los últimos inventos de soft- y hardware.

o Adelantar por un lado el entrenamiento básico del niño hacia el tiempo prees-colar es un polo de las exigencias actuales; el cambio de las universidades en instituciones de ‘proliferación’ de tecnócratas de la próxima generación es el otro polo. El hombre al servicio exclusivo de los juguetes, que el mismo creó.

o El ciclo de renovación en las tecnologías de la informática es acelerado: nuevos programas requieren nuevas máquinas y al revés. Pero no solo eso: las nuevas tecnologías (hard y soft) necesitan cíclica- y aceleradamente nuevo personal.

o Para llevar la producción de bienes o servicios a un lugar más rentable, vale la distinción: si implica trabajo pesado va al sitio más barato del llamado tercer mundo; si es trabajo de nivel más alto, hay que aprovechar sociedades de alta educación con un fuerte déficit de tecnología y su respectiva fuerza laboral ba-rata. Cuando la brecha de la ventaja salarial se cierra, se buscará nuevas opor-tunidades, lugares con material laboral (¡)más rentable.

En el escenario de la vida actual llega el momento, cuando recordamos la palabra del Señor: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado.” (Mc 2.27 par) La pregunta de los próximos años y décadas será: ¿Quién es el hombre, cuál es su vida? ¿El hombre es una función de sus pro-pios inventos?, ¿su vida una esclavitud para con sus propias máquinas e ins-tituciones?, ¿esclavo de inventos que anulan las posibilidades de futuras ge-neraciones?

De vez en cuando pregunto a la gente de mi diócesis (casi todos son mi-grantes): ¿por qué has venido a Lima? Y me miran con sorpresa y tristeza, sin contestar, pero en sus ojos la interrogante: ¿qué alternativa tenemos? Han cambiado el aire diáfano de la sierra con la contaminación limeña, su chacra con los 50 m2 de su choza, la cultura propia con Magaly-TV, los sue-ños de Gisela y la telenovela.

Muchas veces cité en mis trabajos la definición de religión de un filósofo ag-nóstico: Religión es la liberación del absolutismo de la realidad36. Lo que el hombre de hoy espera de su religión es que le dé la valentía de un nuevo espíritu, que lo libere de la esclavitud de sus propios inventos sociales, psi-cológicos, tecnológicos, etc. Busca una nueva justicia para con la vida de la naturaleza, para con el hombre, su vida y para con las distintas culturas y sociedades. Las religiones políticas del siglo XIX (derecha-izquierda) han perdido su vigor – al menos entre la gente pensante. Pero tampoco acepta formas de religión, que no inspiran el anhelo de una nueva justicia y una nueva solidaridad. – Hasta aquí nuestra tesis, que los tiempos de globaliza-ción facilitan la reflexión de nuestros valores.

Los valores de esta reflexión – justicia y solidaridad – se escriben siempre con mayúscula y con minúscula. Hemos visto algunas perspectivas escritas en mayúscula. Pero (recordamos las palabras del Card. Ratzinger) es señal de un falso moralismo, cuando nuestra moral exige solo a los demás; si no comienza en casa. Justicia y solidaridad son sensibilidades muy profundas en la vida humana; necesitan de una experiencia personal que señala: estos valores no son disponibles – ¡jamás! Esta experiencia es difícil en una cultu-

36 BLUMENBERG, Hans: Arbeit am Mythos. Frankfurt; Suhrkamp 1979, 699 pp.

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ra, donde la justicia como institución tiene la fama o de arbitrariedad o de negocio lucrativo; en una cultura, donde la paternidad no es la fuente ordi-naria de una solidaridad confiable e incuestionable. Solidaridad se aprende de los padres, en familia, en la vecindad. Desde esta experiencia crece a ser un valor, que es más que argot político o – hoy muy actual – materia de la imagen empresarial (no conviene mencionar ejemplos). Lo mismo vale para la justicia. En familia, entre madre y padre, se aprende que una vida lograda no es una vida impulsiva sin control, sino la vida de respeto entre esposos, entre padres e hijos; donde se aprende que hay un respeto más allá de mis propios sentimientos, respeto intangible. Allí nacen y crecen nuestros valo-res y – más allá – las virtudes sociales, que no solo marcarán la calidad de la vida social en el Perú, sino, además, en nuestro continente y en nuestro glo-bo globalizado.

Justicia y solidaridad son conceptos muy amplios y no determinados; de cier-ta manera son contrarios a términos técnicos. Acompañan al hombre en cualquier situación y durante toda la vida. Son sismógrafos del alma, indica-dores de la sensibilidad ética en su vida. Justicia abarca toda la realidad, so-lidaridad a todos los hombres. No son conceptos de procedencia cristiana, pero nuestra fe amplía y profundiza su perspectiva. Vitalidad y personaliza-ción de la fe condicionan su alcance, su profundidad y dinámica en la vida del creyente.

En la vida de la Iglesia han crecido en importancia desde las grandes Confe-rencias del Episcopado latinoamericano en Medellín y Puebla. Desde allí son para nosotros conceptos estratégicos en la lucha contra los flagelos de nuestras sociedades latinoamericanas, marcadas por la desigualdad injusta y anti-solidaria, la desocupación injusta y anti-solidaria y la pobreza injusta y anti-solidaria. La Iglesia en América Latina tiene el mérito de haber concien-tizado a nuestro continente e insistido ante la Iglesia universal sobre la im-portancia social imprescindible de la justicia y de la solidaridad.

Para nuestro país, la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación ha aclara-do convincentemente, que el país necesita una nueva sensibilidad ante nuestros valores y de nuevos mecanismos institucionales para implementar medidas de solidaridad y justicia, si quiere evitar el riesgo de la repetición de la violencia. Vale esta recomendación para nuestro continente y vale pa-ra el mundo entero. Pero la pregunta es: ¿Cómo promover la justicia y la so-lidaridad?

Nuestra fe en el Dios uno y trino, nuestra fe en el Dios amor37, es bella. Esta verdad de Dios la debemos a Cristo. Las consecuencias éticas de esta fe, que ya mencionamos arriba (verdad, libertad y justicia, valores elevados por el amor), son convincentes. Justicia y solidaridad reciben como exigencias su apoyo por los grandes principios de la DSI:

1. (a) por el principio del Bien común38 y (b) el del Destino universal de los Bienes39, principios que fundamentan nuestra opción por los pobres,

37 BENEDICTO XVI: Carta encíclica «Deus caritas est» (25-XII-2005). Ciudad del Vaticano; Librería Editr. Vaticana 2006.

38 Cf. CompDSI, N° 164 – 170.39 Cf. CompDSI, N° 171 – 185.

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2. por la centralidad de la persona humana40 en la DSI y3. por el principio de la subsidiaridad41.

¿Cómo promover la justicia y la solidaridad en tiempos de globalización? En primer lugar – queda claro con nuestra reflexión – por vivir estos valores desde una vida auténtica de nuestra fe. De esta autenticidad depende nues-tra credibilidad. En segundo lugar, de la competencia racional en el sector, donde reclamamos una mayor implementación de estos valores.

Por lo demás, hay que ser modesto y conocedor de las consecuencias de la globalización: modesto, porque como católicos representamos el 17% de hombres y mujeres en nuestro mundo. Somos minoría y no podemos impo-nernos. Además, la cifra mencionada es muy optimista. No será ni el 10% de los mencionados, los que comparten en la Iglesia estas ideas.

Además, el mundo globalizado – ante todo en la economía – tiene sus pro-pias reglas elementales, que pocos tienen presente. Lo describí en mi último libro así: “El que quiere participar en la economía, o está informado sobre los factores productivos a nivel del globo o desaparecerá del mercado, e.d., o acepta las reglas del juego o sale del tablero. Lo que la Iglesia no ha asimi-lado hasta el momento, es el cambio profundo en y por la economía globali-zada: hasta las reglas prácticas y las normas éticas (y la modificación de ambas en la economía) dependen42 hoy del consenso global de los partici-pantes. Repetimos: el que no acepta las reglas, sale del tablero – a no ser, que consiga para nuevas reglas un consenso a nivel del globo.”43 – Un ejem-plo, para ilustrar lo dicho: Hace quince años, el jefe de gobierno en un país europeo hizo caso a muchos reclamos y puso – para contrarrestar la especu-lación financiera frente a los países en vía de desarrollo – el impuesto de To-bin44. La intención fue tan loable como la consecuencia desastrosa: Como era una ley nacional, el efecto para lo cual fue creada era casi cero, pero el daño colateral ha sido peor, porque indujo una enorme fuga de capitales, que hasta ahora no han recuperado.

En el mundo protestante hay una habilitación sobre nuestro tema con el tí-tulo: Globalización – Reto para Iglesia y Teología. Perspectivas para una eco-nomía mundial más justa y humana.45 Habilitaciones– por su exigencia cien-

40 Hasta hace poco, se trataba este enfoque personalista en la literatura de la DSI bajo el rubro de los ‘prin -cipios’ [cf. Congregación para la Educación Católica: Orientaciones para el Estudio y Enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia en la Formación de los Sacerdotes . Roma, Ed. Vaticana (30 de Diciem-bre de 1988), N° 31. Y: Manual de la Doctrina Social de la Iglesia, coord. por: Alfonso A. CUADRÓN. Madrid; B.A.C: 1993 (= BAC mayor, 43), pp. 93 ss.]. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (2004) le da – epistemológicamente más correcto – el estatus de axioma o de principio fundamental (Cf. CompDSI, N° 105 – 159). Aparte de la antropología teológica (que aquí no podemos tratar), la DSI se basa en la visión de la persona, que la antropología clásica nos enseña. Sobre esta perspectiva, cf.: HÖFFE, Otfried: Demokratie im Zeitalter der Globalisierung. München; Beck 1999, 476 pp., allí pp. 62 – 89 con las debidas referencias a Aristóteles.

41 Principio de subsidiaridad: La limitación de la libertad personal y asociativa sólo es legítima, en cuanto esta limitación posibilita la misma libertad a todos los sujetos de la sociedad (cf. Quadragesimo anno, Nº 79 sig.; Centesimus annus, Nº 35.2/ 48.4. y CompDSI, N° 185 – 188). Con palabras más sencillas: Que nunca asuma una entidad social superior una función, que puede cumplir una entidad inferior o el hombre como tal (para el conocedor de la DSI consta: Gramsci y Mao llegaron tarde con sus ideas).

42 ‘dependen’: en el sentido de su aplicabilidad, por supuesto no en el sentido de su validez.43 “Descifrando…”, op. cit., pp. 102 s.44 TOBIN, James es el autor de un impuesto para transacciones financieras de +/- 1%, para evitar la espe-

culación financiera. Cf.: idem: »A Proposal for International Monetary Reform«, in: Eastern Economic Journal, Bd. 4, 1978, Nr. 3–4, 153–159 e idem: »Why We Need Sand in the Market’s Gears«, in: Wash-ington Post, Dec. 21, 1997.

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tífica – valen la lectura. Pero, el autor no llega más allá de las siguientes re-comendaciones, que hago mías:1. Vive tu fe con autenticidad, porque de ella depende tu credibilidad.

2. Promueve los valores dentro de la comunidad eclesial local, dentro de sus gru-pos y asociaciones.

3. Intenta de colaborar con las instituciones de la Iglesia que promueven tus valo-res; en este caso: la justicia y la solidaridad.

4. Anima a tus instituciones eclesiales a promover alianzas estratégicas con insti-tuciones, que quieren promover estos valores. Pero nunca lo hagas a costa de la autenticidad de tu fe.

Este camino no es fácil. Pero, ¿quién ha dicho, que la promoción de la justi-cia y de la solidaridad sería fácil en un mundo globalizado? Cristo murió en la cruz, y así expresó que nuestra vida tiene para su Padre valor de eterni-dad. – Les agradezco su atención.

Literatura

ADINOLFI, Giulio: “Divergencias fundamentales en la Filosofía de la Justicia de Habermas y Rawls”. En: Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas 15 (2007) http://www.ucm.es/info/nomadas /15/giulioadinolfi.pdf.

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BENEDICTO XVI: Carta encíclica «Deus caritas est» (25-XII-2005). Ciudad del Vaticano; Libr. Editr. Vaticana 2006.

BENEDICTO RODRÍGUEZ, Rubén: Charles Taylor – Identidad, Comunidad y Libertad. Univ. de Valencia, Dep. del Derecho, Moral y Política 2005, 429 pp. (http://www.tesisenxarxa.net/TESIS_UV/ AVAILABLE/TDX-0701105-132255//benedicto.pdf).

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CUADRÓN, Alfonso A. (coord.): Manual de la Doctrina Social de la Iglesia. Madrid; B.A.C: 1993 (= BAC ma-yor, 43), pp. 93 ss.

FRÜHBAUER, Johannes J.: John Rawls’ >Theorie der Gerechtigkeit<. Stuttgart; WBG 2007, 192 pp.

HABERMAS, Jürgen: Teoría de la acción comunicativa. Dos tomos (orig.: Theorie des kommunikativen Handelns, Frankfurt/M.; Suhrkamp 1981; trad.: Manuel Jiménez Redondo). Madrid; taurus 1987, 517 y 618 pp.

HÖFFE, Otfried (Ed.): John Rawls – Eine Theorie der Gerechtigkeit. Zweite, bearb. Aufl. Berlin; Akademie Verl. 2006, 325 pp.

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PAYNE, J. B.: “Justicia”, en:Douglas, J.D. Nuevo Diccionario Bíblico. Primera Ed. (basada en la segunda ed. in-glesa del New Bible Dictionary, 1982) Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 2000.

45 HÜBNER, Jörg: Globalisierung – Herausforderung für Kirche und Theologie – Perspektiven einer menschengerechten Weltwirtschaft. Stuttgart; Kohlhammer 2003, 351 pp. (= Forum Systematik 19).

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RATZINGER, Joseph: “Europa en la crisis de las culturas”. Conferencia dictada el 1 de abril de 2005 en Su-biaco, en el Monasterio de Santa Escolástica, con ocasión de la entrega al autor del Premio San Benedetto ‘para la promoción de la vida y de la familia en Europa’. Citamos según: http://chiesa.espresso. repubbli-ca.it/articolo/27262?sp=y.

RAWLS, John: A Theory of Justice. Cambridge, Harvard Univ. Press, 1971. Trad. Castell.: Teoría de la justicia, México, F.C.E., 1979.

RIQUELME SEGOVIA, Alfredo y Michelle LEÓN HULAUD: La Globalización. Historia y Actualidad – Módu-lo de Historia y Ciencias Sociales. Santiago de Chile; Maval 2003, 142 pp.

SCHRENK, G.: “δίκη, δίκαιος, δικαιοσύνη, δικαιόω, δικαίωμα, δικαίωσις, δικαιοκρισία”. Theological Dictionary of the New Testament (orig.: Theologisches Wörterbuch zum Neuen Testament. Stu-ttgart; W. Kohlhammer 1933-1973); edited by Gerhard KITTEL and Gerhard FRIEDRICH. Translated and ed. by GEOFFREY W. BROMILEY. Grand Rapids, Mich.; William B. Eerdmans Publ. Comp. 1985, 10 to-mos (Biblioteca Digital Libronix, 2000), tomo 2, 173 – 225.

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