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Pontificia Unversidad Católica del Perú ILUSTRACION PERUANA

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Pontificia Unversidad Católica del Perú

ILUSTRACION PERUANA

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n país es, en buena cuenta, su conciencia reflexiva. Lo que un país es y puede ser se define por el carácter crítico de las

preguntas que se han hecho a lo largo de la historia. En celebración de los cincuenta años de CARETAS, Agenda PERÚ ha

querido recorrer ese camino pautado que los peruanos hemos delineado a través de décadas de preguntarnos qué, por qué y,

sobre todo, para qué. Siempre que nos preguntamos por nuestra identidad y nuestro destino, una multitud de voces nos interpela, nos

reclama y nos obliga. Conocer qué somos es la clave de nuestrasrespuestas.

El meditar sobre el Perú republicano tiene una larga tradición.Hombres y mujeres han participado en esta inquietud como nuestroscoetáneos, nuestros antecesores y nuestros maestros. Ese diálogo no es posible –lo harecordado Manuel Burga– en un clima de crítica acérrima o de alabanza desmedida. No podemos seguir el tránsito hacia nuestro futuro sin participar en él. Conocer nuestrahistoria es, pues, un deber cívico, una obligación moral con los intereses de nuestra patria y la herencia de país para nuestros hijos. CARETAS y Agenda PERÚ han queridoreunir las voces de meditación sobre nosotros en un compendio de sus palabras másfuertes y más sabias. Y, aunque se ha preferido escoger sobre todo autores nacionales,la densidad del trabajo intelectual y su alcance internacional nos ha sugerido también incluir algunos autores extranjeros.

La tarea que nos hemos impuesto es extremadamente difícil. La cantidad de autores, la diversidad de ángulos y las diferentes posiciones complican la selección. Sabemos que hemos dejado de considerar autores, textos y posiciones importantes. Esimposible hacer una selección justa y completa. Hemos puesto el énfasis en autorescontemporáneos tratando, eso sí, de escoger un material representativo de los diferentes puntos de vista evitando en lo posible nuestras preferencias personales. Loscincuenta años de CARETAS se inscribieron dentro de este esfuerzo de conciencia reflexiva del Perú. Celebrar su aniversario de ese modo fué también un homenaje a sus desvelos.

Cincuenta y dos ReflexionesSobre el Perú

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Nota preliminar

a idea de preparar una selección de textos que todo peruano debería conocersurgió desde el inicio de los trabajos de Agenda PERÚ en 1993. Las primerasconsultas que realizamos en diversas partes del país, muchas de ellas con jóve-nes y estudiantes, nos hicieron notar que existía una falta de información sobre

las contribuciones de intelectuales para comprender mejor al Perú. La crisis de laindustria editorial, lo precario de las bibliotecas y el alto costo de los libros han pues-

to fuera del alcance de la gran mayoría de peruanos los textos necesarios para enten-der de dónde venimos, interpretar lo que nos pasa y saber hacia dónde vamos.

La idea inicial fue seleccionar ensayos, libros y artículos sobre la realidadnacional y publicar una serie de libros de bajo costo. Teníamos presente el gran

esfuerzo desplegado hace casi medio siglo a través de las ediciones populares de JuanMejía Baca, el primero en este esfuerzo y seguido más tarde por los populibros de la Munici-palidad de Lima con los cuales nuestra generación tuvo acceso a muchos autores nacionales.Pronto vimos que una empresa de esta naturaleza rebasaba los propósitos de Agenda PERÚ ydecidimos explorar otras opciones. Así, llegamos a la conclusión de que un conjunto de extrac-tos, publicados en un solo volumen como suplemento periodístico, sería la mejor manera de

Francisco Sagasti, Max Hernández y Cristóbal Aljovín, en su agotadora tareade seleccionar los libros que, acaso más profundamente, han tocado el temaPerú en sus más diversas etapas.

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Un proyecto conjunto de Agenda PERÚ y CARETAS

Francisco Sagasti / Max HernándezDirectores de Agenda PERÚ

familiarizar a los lectores con las ideas que consideramos necesarias para entender al Perú deprincipios del siglo XXI.

Desde el primer momento, decidimos limitar la selección excluyendo autores de obras li-terarias. Aún así, escoger los textos ha sido una ardua tarea. La primera tentación fue seleccio-nar a los autores que conocíamos bien, bajo el narcisista supuesto de que “todos deberían leerlo que he leído yo”. Descartamos esto inmediatamente y decidimos realizar un trabajo más sis-temático. La colaboración de Augusto Alvarez Rodrich y Pilar Dávila, de APOYO Comunica-ciones, nos permitió realizar una encuesta entre los lectores de la revista DEBATE, que amplióla lista de autores a más de doscientos y complicó aún más la selección. Además, esta encues-ta nos hizo ver que en algunos casos era necesario partir de un tema para luego elegir auto-res, en vez de centrar el proceso de selección sólo en ellos.

La incorporación de Cristóbal Aljovín al equipo de trabajo de Agenda PERÚ y la colabo-ración de Jorge Chávez Granadino dieron un gran impulso a este proyecto. La selección de au-tores y textos se hizo más rigurosa, y las discusiones sobre a quién incluir o excluir se hicieronmás difíciles, sobre todo porque decidimos limitar el número de autores a unas pocas decenas.El apoyo de la Fundación Internacional para los Sistemas Electorales (IFES) a través de su re-presentante en el Perú, Mariela López, nos permitió asegurar que esta selección de textos sal-dría publicada.

Lo que era una idea de alcance limitado se convirtió en un proyecto viable y de granamplitud gracias al interés y el compromiso de Enrique Zileri, director de CARETAS. Deci-dimos unir esfuerzos y publicar la selección limitándola a 50 autores para celebrar los 50años de la revista.

Por más rigurosa y sistemática que haya sido la selección, toda lista refleja, en última ins-tancia, las preferencias e idiosincrasias de los compiladores. Por esta razón, como todos los tra-bajos de Agenda PERÚ, esta selección debe ser vista como un “pretexto” en el doble sentidode la palabra. Un pretexto para conversar, discutir y debatir sobre quiénes deben estar o noen la lista de autores que todos los peruanos deberíamos conocer y es también un pretexto, enel sentido que esperamos se revise continuamente y que cada lector modifique la lista de acuer-do a su criterio. Esperamos que este pretexto cumpla su doble propósito.

Lima, octubre del 2000

Agradecemos los comentarios,críticas y sugerencias de muchas

personas que han tomado enserio la idea de que esta

selección que publica CARETASes un “pretexto”. Entre las críticas mas acertadas está

aquella que nos hizo notar laausencia de mujeres entre

los autores cuyos textos fueronseleccionados.

Los dos textos adicionales deFlora Tristán y de Mercedes

Cabello de Carbonera pretendensubsanar, en alguna medida, el

sesgo en los cincuenta textos iniciales.

Lima, febrero del 2002

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Capítulo I: EL PERÚ ACTUAL Y EL MUNDO PREHISPÁNICO.................................... 11Los dioses de Chavín, Luis Lumbreras ................................................... 13El Tawantinsuyu, los Andes y su historia, Franklin Pease ........................... 17Formaciones económicas y políticas del mundo andino, John Murra .......... 21Historia del Tahuantinsuyu, María Rostworowski de Diez Canseco.................. 25

Capítulo II:EL LEGADO COLONIAL: LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO ..................... 31Explicaciones sobre la caída del Imperio Inca, Waldemar Espinoza Soriano ... 33El nombre del Perú, Raúl Porras Barrenechea ........................................... 37La desestructuración del mundo andino, Nathan Wachtel ........................ 40Vida intelectual del virreinato del Perú, Felipe Barreda Laos ....................... 45La herencia colonial, Julio Cotler.......................................................... 48Virrey, corte y asedio criollo, Hugo Neira.............................................. 51

Capítulo III:¿QUÉ ES LA REPÚBLICA?................................................................... 55¿Para qué se fundó la República?, Jorge Basadre ..................................... 57Un país monocrático, Luis Alberto Sánchez ............................................. 62¿Para qué la independencia?, José Agustín de La Puente Candamo ................. 65La primera República, Pablo Macera ................................................. 68

Capítulo IV: LA JOVEN REPÚBLICA DE LA INDEPENDENCIA A LA GUERRA CON CHILE . 73Discurso quinto: leyes fundamentales, que convienen al Perú, Manuel Lorenzo de Vidaurre .................................................................. 75Siervo mío eres tu Israel: no te olvides de mí, Bartolomé Herrera ............... 79Importancia y utilidad de las asociaciones, Francisco de Paula González Vigil ... 82El baile de La Victoria, Ricardo Palma ................................................... 87Mensaje presidencial, Manuel Pardo y Lavalle ..................................................... 92

Capítulo V: ¿POR QUÉ PERDIMOS LA GUERRA? ¿A DÓNDE VAMOS? DE LA GUERRA CON CHILE HASTA LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL....... 95Discurso del Politeama, Manuel González Prada ...................................... 97El porvenir, Francisco García Calderón..................................................... 99Paisajes peruanos, José de la Riva Agüero ................................................ 102El problema primario del Perú y el Problema del Indio, José Carlos Mariátegui...... 106Discurso de Acho 1931, Víctor Raúl Haya de la Torre................................. 110El absolutismo presidencial y sus remedios, Víctor Andrés Belaunde.............. 115

Indice

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Capítulo VI: LA IMPRONTA INDÍGENA ................................................................. 119Tempestad en los Andes, Luis E. Valcárcel............................................... 121El nuevo indio, Uriel García............................................................... 126No soy un indio aculturado, José María Arguedas .................................... 128

Capítulo VII:DEMOCRACIA Y RADICALISMO ......................................................... 131Intelectuales y políticos en el Perú del siglo XX, Sinesio López ................... 133Historia de las ideas en el Perú contemporáneo, Augusto Salazar Bondy................. 138El problema de la Democracia, José Luis Bustamante y Rivero...................... 141La conquista del Perú por los peruanos, Fernando Belaunde Terry................. 144Humanismo y revolución, Francisco Miró Quesada ................................... 148El ser humano, agente de su propio destino, Gustavo Gutiérrez .................. 154Discurso de la Reforma Agraria, Juan Velasco Alvarado ............................... 157

Capítulo VIII: INFORMALIDAD, VIOLENCIA Y GOBERNABILIDAD ................................ 163La Universidad, factor decisivo, Carlos Iván Degregori............................... 165Utopía Andina, Alberto Flores Galindo .................................................... 170Desborde popular y crisis del Estado: un nuevo rostro del Perú en la década de 1980, José Matos Mar ................................................. 174El otro sendero: la revolución informal, Hernando de Soto ........................ 179El rol constitucional de las Fuerzas Armadas hacia el siglo XXI, Francisco Morales-Bermúdez Cerrutti ........................................................ 183

Capítulo IX: ¿QUÉ SOMOS? CULTURA Y SOCIEDAD ............................................... 187El concho telúrico de acometividad, Héctor Velarde ................................. 189Lima la horrible, Sebastián Salazar Bondy ............................................... 192El arribismo en el Perú, Carlos Delgado ................................................. 195El cholo: cultura de transición, Aníbal Quijano ........................................ 198Mestizaje, transculturación, heterogeneidad, Antonio Cornejo Polar...................... 200

Capítulo X: VISIONES DE DESARROLLO: EL MERCADO Y LA RACIONALIDAD ANDINA . 203Geografía del Perú, Javier Pulgar Vidal .................................................... 205Privatización de facto, Richard Webb .................................................... 209Política científica y tecnológica, Francisco Sagasti .................................... 213Las reglas del juego en la reciprocidad andina, Enrique Mayer .................. 217La racionalidad de la organización andina, Jürgen Golte........................... 220Peregrinaciones de una Paria, Flora Tristán ............................................. 222Mujer, Educación y Literatura, Mercedes Cabello de Carbonera ................... 226

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n abismo se abre entre nosotros y el denso misterio del cual el Imperio de los incas es sólo un pequeño fragmento. El Tahuantinsuyo

debe haber existido unos 170 años. Es, apenas, la punta de un icebergque debe proyectarse en milenios de expansiones y guerras,

civilizaciones perdidas en una memoria avasalladora y desdeñosa del tiempo. Nuestra visión del pasado prehispánico ha estado y está muy

influida por nuestra visión del Incario. La obra pionera de Julio C. Tello, nos hizo ver cómo cientos de décadas se resumen en el legado de

los 170 años imperiales.

Como ha insistido Franklin Pease, la civilización andina ha impuesto su marca en nuestra Historia. Antropólogos y

etnohistoriadores reconocen que muchas de las costumbres, de las formassimbólicas y de los valores de los hombres de los Andes tienen raíces precolombinas. Esto es muy cierto, pero es la memoria histórica de conjunto queproviene de las interpretaciones poshispánicas de los incas la que fija y precisa larelevancia y el alcance de esos valores, y lo que estos significan en nuestra identidad actual. De este modo, entender el mundo prehispánico termina sirviéndonos para comprender nuestro presente, nuestra cultura y nuestros problemas.

● 1 Luis Lumbreras. Los orígenes de la

civilización en el Perú (Lima: MillaBatres, 1983 –1972–). Págs. 53-62.

● 2 Franklin Pease. Perú, hombre e

historia. Entre el siglo XVI y el XVIII

(Lima: Edubanco, 1992, t. II).Págs. 1-8.

● 3 John Murra. Formación económica

y política del mundo andino (Lima:IEP, 1994). Págs. 59-61, 62-70.

● 4 María Rostworowski de DiezCanseco. Historia del Tahuantinsuyu,(Lima: IEP, 1992). Págs. 259, 262-265, 267-269, 276-277.

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El Perú actual y el mundo prehispánico

Capítulo I:

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uando se ingresa al templo de Chavín, setiene la sensación de entrar en un mau-soleo lleno de fantasmas feroces. El si-lencio es total, pues ni siquiera se escu-cha el ruido del viento exterior, del queuno está separado por gruesas murallas y

un sólido techo de piedra. Las galerías sonangostas, altas, frías; es fácil perderse en

ellas; forman un laberinto cruel para el neófito.Al centro, en medio de una granizada

de piedras, hay un cuchillo gigantesco, ta-llado en piedra, como caído del cielo y clava-

do en lo profundo de la tierra; le llaman “el Lanzón”,tiene más de cuatro metros. Pero no es simplementela figura de un cuchillo, es más bien la terrible ima-gen de un dios humanizado, que ávido de sangremuestra las fauces con filudos colmillos curvos. Tienela mano derecha en alto y las uñas son garras y loscabellos son serpientes. Es impresionante la figurade este dios perdido hoy en el laberinto de un templodestruido por los siglos.

Chavín está en medio de la sierra, en un lugar endonde comienza a formarse el Callejón de Conchucos,entre las montañas, al pie de un río. Las montañasestán al oriente de la Cordillera Blanca, aquella delHuascarán y el río se llama Mosna.

Es éste un lugar que sirve de testimonio de lo queocurrió en el país hace más de tres mil años, cuandounos hombres construyeron una nueva forma de vi-da. Ya no eran más, los habitantes andinos, trashu-mantes cazadores-recolectores, ya no eran más lossemidesnudos salvajes de los primeros tiempos, pueslas cuevas y los abrigos naturales habían sido aban-donados gracias a la nueva técnica de construcción;todo era diferente, los instrumentos, las costumbres.

El nuevo régimen permitió un ascenso de la im-portancia de los núcleos de vida en las aldeas, de ma-nera tal que ellas fueron creciendo en número y ta-maño.

El avance de la tecnología agraria había creado lanecesidad de nuevos tipos de personas, a manera deespecialistas dedicados al estudio de los movimientosdel Sol, las estrellas y la Luna y al mismo tiempo téc-nicos en la distribución de las aguas para la amplia-ción y servicio de los campos de cultivo; estos especia-listas vivían en aldeas y a medida que avanzaban susconocimientos aumentaban su prestigio y su poder

Los dioses deChavín

Arqueólogo ayacuchano, profesor de laUniversidad Mayor de San Marcos. Destacapor ofrecer una visión global de la historiaandina prehispánica.

Los orígenes de la civilización en el Perú(Lima: Milla Batres, 1983 –1972–). Extractosseleccionados, págs. 52-62.

Luis Lumbreras

CARETAS 2002

Luis Lumbreras

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CARETAS 2002

Los dioses de Chavín

social; más bien que científicos en posesión de cono-cimientos derivados del estudio, ellos eran poseedo-res del don “sobrenatural” de controlar las lluvias ylos cursos del agua, por lo tanto estaban ligados alos dioses; eran “sacerdotes” de los dioses.

Las aldeas en donde tales especialistas vivían,crecieron inusitadamente, tanto por el hecho de quelos campesinos los favorecían con gran parte de susexcedentes de producción agropecuaria, cuanto por-que los mismos sacerdotes decidieron montar supropio sistema de vida, que condujo a la institucio-nalización de los templos y a la formulación de loque se llama la “iglesia” o sea una organización alservicio de la religión.

Algunas aldeas devinieron, pues, centros cere-moniales, que para ser tales requirieron de nuevostipos de especialistas y otros servidores. En efecto,los sacerdotes, más bien técnicos hidráulicos, for-maron en torno a los templos que ellos mismos co-menzaron a edificar, una élite de servidores “atiempo completo” deslizados del campo, principal-mente constituida por artesanos. Los ceramistasmás destacados de la comunidad, los mejores teje-dores, los picapedreros fueron asimilados al serviciode los templos, donde los sacerdotes “adivinaban”los períodos de sequía, de lluvia, etc. Los artesanosfabricaban los objetos litúrgicos que acompañabanlas ceremonias de los sacerdotes.

Tres mil años antes de nosotros...

Es así como se fue gestando un nuevo tipo de so-ciedad. Hacia el año 1000 antes de nuestra era, esdecir hace unos tres mil años, todo este proceso de-sembocaba en una revolución social, que marcó elpunto de partida de la nueva sociedad.

Los campesinos, a cambio de los servicios querecibían de los sacerdotes, les entregaban una par-te de su producción, los excedentes, de modo talque todos aquellos que vivían en torno a los tem-plos vivían de los servicios “religiosos”, sin interve-nir directamente en la producción de alimentos.Pero, en la medida en que los habitantes de talescentros religiosos aumentaban, la cantidad de ex-cedentes requerida era también ascendente; el pe-ligro de una sequía, de una plaga o cualquier even-tual pérdida en la producción campesina afectabaa los sacerdotes y sus allegados en forma igual o

más bien mayor que a los campesinos; por eso, eramenester crear un sistema que asegurase la sub-sistencia de un nuevo género de personas desliga-das de la comunidad agraria: el sistema lo dio lamisma religión.

La alternativa de poder negarse a entregar unaparte de la producción, que debió poseer la comuni-dad campesina en los comienzos de este proceso, de-bió ser clausurada para evitar el peligro que ellosignificaba para los habitantes de los templos y susalrededores. Para eso fue indispensable crear un ré-gimen de obligaciones imprescriptibles, sanciona-das por los dioses, en tanto que ellos, los dioses,eran “en última instancia” quienes debían ser retri-buidos por los campesinos, por los servicios que “através de los sacerdotes” ellos ofrecían. La tarea decrear tales dioses fue seguramente larga y difícil,aun cuando cada fuerza natural era una divinidad.Los sacerdotes fusionaron sus conocimientos con lahabilidad de los artesanos y ambos, en santa alian-za, edificaron en piedra, en barro, en hueso o en te-las un olimpo tangible de dioses severos, más bienferoces, represivos, dueños de todos los poderes yacreedores de todos los hombres y su trabajo. Se es-tableció así la Teocracia.

Pero la Teocracia, que es el gobierno de los dio-ses a través de sus “representantes”, no fue, natu-ralmente, establecida sin resistencia; ella es el ini-cio de la explotación del hombre por el hombre, esel origen de la sociedad de clases, es el origen delEstado,... y todo esto surgió como producto de unarevolución en la que las comunidades campesinasfueron sometidas por los habitantes de los centrosceremoniales emergentes.

Tal proceso fue desigual en los Andes; en unaspartes se produjo antes y en otras después... quizátambién tuvo causas distintas en otras regiones.Hacia el año 1000, unos siglos antes quizá, antes denuestra era, los sacerdotes habían ganado y teníanel control de la sociedad.

Los sacerdotes y artesanos de Chavín

Como toda revolución social, tuvo ésta una se-cuela explosiva de desarrollo económico y tecnológi-co. Los sacerdotes interesados en mantener su po-der estimularon, al máximo, la producción artesa-,14

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Luis Lumbreras

nal y permitieron el descubrimiento de nuevos re-cursos tecnológicos, tales como el trabajo de los me-tales (inicialmente el oro y más tarde el cobre y laplata). Al mismo tiempo, el intercambio de produc-tos entre extensas zonas se intensificó a tal gradoque el territorio de los Andes pudo entrar en contac-to con Centro América y con la selva amazónica; lasierra y la costa se unieron por el intercambio de ali-mentos y productos manufacturados y los objetoshechos por los artesanos de los centros ceremonialesrecorrieron longitudinalmente la costa y la sierra.

El intercambio provocó situaciones novedosas enla economía y en la cultura; productos de origen se-rrano y selvático fueron ambientados a la costa y enla sierra se fundieron las tradiciones selváticas ycosteñas; la agricultura se hizo, pues, entonces, di-versificada y amplió sus posibilidades en todo senti-do, gracias a la hidráulica, a la experimentación, lavariedad de cultivos, etc. la población aumentó jun-to con la bonanza y los centros ceremoniales, con sussacerdotes y artesanos, se hicieron más poderosos yfastuosos.

En algún lugar, quizá en varios, los dioses fueronfigurados como demonios represivos y esta imagende lo sobrenatural debió haber tenido el éxito desea-do; por eso, cuando un día entre los días en aquel lu-gar en medio de la sierra, que hoy llamamos Chavín,se consolidó la existencia de un centro ceremonialimponente, y los sacerdotes reunieron a los dioses ylos grabaron en las piedras, ese lugar alcanzó un re-nombre de primera magnitud.

Pero, en verdad, los dioses no fueron labrados enChavín simplemente por azar o por la buena dispo-sición de los sacerdotes; es que en Chavín se edificóalgo más que un simple centro ceremonial. No estábien claro aún el proceso, pero es del todo evidenteque en un momento dado del ascenso de todo el nue-vo sistema, una región al centro de la selva, la sie-rra y la costa, como es Chavín, se convirtió en un nu-do de caminos importantes, de modo tal que, proba-blemente, los costeños que requerían productos dela selva podían encontrarlos en Chavín sin necesi-dad de ir hasta la selva misma y viceversa; y así, pa-ra los hombres de toda la tierra. Los sacerdotes y ar-tesanos de Chavín se beneficiaron con esto; por eso,en su templo se encuentra ofrendas de todas par-tes... se convirtió en el centro ceremonial más impor-tante de los Andes y eso permitió “exportar” sus dio-

ses en todas direcciones y con ellos seguramentetambién parte de sus manufacturas. Chavín se con-virtió en el “centro del mundo”.

El templo de los dioses feroces

Cuando, en aquel tiempo, se llegaba a Chavín, laimagen del mundo era realmente muy pequeña cosafrente al “más allá”. Los edificios mandados cons-truir por los teócratas estaban hechos con piedrasinmensas, talladas y ordenadas simétricamente,formando terrazas descomunales; quienes los venaún tienen dificultad en imaginar la forma en cómopudieron ser construidos tales edificios. Pero no só-lo es el aspecto megalítico de ellos lo que sobrecoge,es, sobre todo, el espectáculo fantasmal de las imá-genes que aparecen talladas en las piedras. Adheri-das a los muros, aparecían unas cabezas, de distin-ta forma y figuración, todas ellas dispuestas comosaliendo de los templos, con gigantescos colmillos,con los cabellos convertidos en serpientes, con losojos desorbitados. La talla es extraordinaria, genial;los artistas fueron extraordinarios y geniales, perolos dioses y los seres que sus manos engendraron,son la imagen del terror, de la agonía. Nadie es ca-paz de luchar contra tales dioses, no deben ser ofen-didos. Para ellos “lo mejor de nosotros”.

Las piedras de Chavín fueron pues los fieles ins-trumentos represivos de esta nueva gestación; conellas los sacerdotes vieron asegurado su poder y, enconsecuencia, su subsistencia. Las piedras fueronlos celosos guardianes del Estado incipiente, los me-dios de dominación.

Por eso, cuando los sacerdotes de otras latitudespudieron copiar a los dioses grabados en las piedrasde Chavín, lograron consolidar su poder; por eso, losdioses de las piedras se difundieron rápidamente portoda la tierra y de ello las generaciones futuras guar-daron larga memoria, tanta que todavía en el sigloXVI , es decir, cuando los españoles ya habían llega-do al Perú, es decir dos mil años después que todo es-to había ya pasado, cuenta el cronista Vásquez de Es-pinoza que junto a este pueblo de Chavín hay un granedificio de piedras muy labradas de notable grandeza;era Guaca y Santuario de los más famosos de los gen-tiles; como entre nosotros Roma y Jerusalén adondevenían los indios a ofrecer, y hacer sus sacrificios; por-que el demonio de este lugar les declaraba muchosoráculos, y así acudían de todo el Reyno...

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Los dioses de Chavín

El mensaje de las piedras

El olimpo lítico de Chavín revela, por cierto, algomás que el origen “político” de sus dioses; revela laconcepción del mundo de quienes tallaron las pie-dras y, en consecuencia, la imagen impuesta a todoel pueblo. Pero también indica el alto nivel tecnoló-gico que alcanzaron los artesanos de Chavín y su ca-pacidad creadora y estética.

Los dioses iniciales revelan el poder y la fuerza enforma sencilla, pero el tiempo los hace complejos, in-comprensibles. En la primera época, el dios Lanzónde Chavín, es un personaje antropomorfo con garrasen las manos y en los pies, con serpientes en vez de ca-bellos y un rostro felínico en actitud agresiva; pero esfácilmente comprensible su estructura antropomorfa;más adelante, un monstruo reemplaza o complemen-ta al dios del Lanzón, es una especie de dragón quecontiene en su cuerpo todos los elementos del mundonatural, las plantas y los animales, pero al mismotiempo devora a las aves, los felinos, los peces y tienecolmillos inmensos, capaces de destruir todo; es unadivinidad dual, en unos casos femenina y en otrosmasculina; en un obelisco monumental, ambas for-

mas del dios están esculpidas, figuradas. La historiadel dios, sus poderes, sus facultades están escritas ensu cuerpo; debió ser complejo el mito que le dio origen.

Más tarde las divinidades se rodearon de símbo-los ornamentales en tal medida que sus imágenesadquirieron un aspecto barroco.

Pero no son los dioses todos iguales, los hay dedistinto tamaño, de distinto nivel, de varia impor-tancia; hay cientos de ellos y todos están grabadosen las piedras; por cierto, todos ellos tienen algo to-mado de la naturaleza, bien sabemos que todo loque crea el hombre sólo puede ser una recreación apartir de ella, por eso, los dioses son aéreos comolos halcones y los cóndores, feroces como los felinos,espeluznantes como las serpientes; por eso los dio-ses tienen los atributos de los hombres y cuandoson como los hombres, para ser dioses tienen losatributos de los animales.

Así fue como surgió la civilización en los Andes,bajo la garra del mito, que obligando al pueblo aproducir excedentes, permitió la aparición de lasclases sociales y el Estado.

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CARETAS 2002

Franklin Pease

os especialistas en arqueología andi-na han llegado a la conclusión deque cien años antes de la invasión es-pañola se organizó un centro de poder

en el Cuzco, que logró expandirse enbreve plazo y alcanzó a controlar un am-

plio territorio que iba desde Pasto en Co-lombia hasta la región central de Chile, in-

cluyendo por cierto la región al-toandina, prolongada hasta el Tu-

cumán argentino. Añádase a ello laCosta ubicada al Occidente de los Andes

y se tendrá un vasto territorio ocupado por un amplioconjunto de poblaciones, grupos étnicos articulados dediversa manera en torno a una numerosa y variada ga-ma de relaciones. El Tawantinsuyu, las cuatro partesdel mundo en una, la unidad de las cuatro, es decir to-do el mundo, como precisan los diccionarios quechuasde los siglos XVI y XVII se consolidó sobre la base de unsistema de captación de mano de obra sustentada porlas relaciones de parentesco (tan sólido y tan precariocomo éstas) y con la contrapartida de un muy difundi-do régimen redistributivo. Junto a ello hallábase unaserie de vinculaciones religiosas, a la vez sustento yjustificación de las relaciones establecidas entre los di-versos componentes de aquello que los españoles lla-maron el “imperio de los incas”, en una frase feliz per-durable que reflejaba la idea imperial de los tiempos deCarlos V, y que hallaba su explicación histórica en elejemplo fecundo de Roma.

Pero el Tawantinsuyu de los incas fue una organiza-ción política mucho menos centralista y autoritaria delo que pensaron los cronistas del siglo XVI. Estos con-sideraban que el Tawantinsuyu se había organizado co-mo una monarquía bélica que había logrado dominarun amplio territorio poblado, gracias a una poderosamaquinaria militar, cuyos ejércitos controlaron la re-gión andina y aplastaron toda posible oposición o rebel-día. Ello fue así mal interpretado desde el punto de vis-ta de los propios españoles que proyectaban su idea im-perial, así como los criterios de conquista desarrolladosen la duradera guerra contra los musulmanes en lapropia España y, en los más recientes tiempos postco-lombinos en América. Adjudicaron así al Tawantinsuyuuna política conquistadora que excluía las relacionesinterétnicas, y suponía que las unidades étnicas desa-parecían dentro del Estado totalitario diseñado por loscronistas. La investigación contemporánea desvirtúatales afirmaciones, y permite avizorar la complejidadde las relaciones existentes entre las propias unidades

El Tawantinsuyu,los Andes ysu historia

Fue catedrático de la Universidad Católicay uno de los iniciadores de la etnohistoriaen el Perú.

Perú, hombre e historia. Entre el siglo XVIy el XVIII (Lima: Edubanco, 1992, t. II).Extractos seleccionados, págs. 1-8.

Franklin Pease(Lima, 1939-1999)

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Capítulo 1 3/30/02 8:50 PM Page 17

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étnicas, y entre ellas y los incas del Cuzco.

Creció el Tawantinsuyu sobre una amplia expe-riencia andina, suma y concurso con toda ella en susmúltiples tiempos y formas. No se explican los incassin la presencia anterior de otros proyectos de orga-nización multiétnica, entre los que destacan sus in-mediatos antecesores, Wari y Tiawanacu (ambos enla sierra sur), ni tampoco sin la presencia simultáneay conflictiva del Chimor, desarrollado sobre una tra-dición cultural relativamente autónoma en la Costanorte del Perú (entiendo esta suerte de autonomíadentro de un universo andino relacionado entre sí);como se sabe, hasta el Chimor llegó la influencia Wa-ri proveniente del sur. Pero a la vez, tampoco se pue-de explicar el Tawantinsuyu sin considerar la pre-sencia de numerosos grupos étnicos que, a lo menosen el sur andino, constituían una integridad coheren-te en gran parte, donde se habían desarrollado carac-teres comunes y básicos de organización social y eco-nómica, al lado de un conjunto coherente de creen-cias que un universo mitológico nos ha transmitido.Ciertamente, la “mayor coherencia” de la informa-ción conservada sobre la región sur de los Andes, seproyecta sobre las sociedades existentes en dicha re-gión; hay, por ejemplo, mayor precisión acerca de lasrelaciones interétnicas de la zona. De otro lado, la do-cumentación colonial ofrece una más clara imagen deestas relaciones, así ocurre con las visitas realizadasantes y durante el gobierno del virrey Francisco deToledo en la década de 1570.

Mucho se ha especulado acerca de las distincioneslingüísticas andinas, especialmente sobre las exis-tentes entre los dos grandes idiomas del área: el ru-nasimi y el aymara. Si bien en los últimos años seprecisan sus individualidades, hay, visiblemente, ca-tegorías comunes que responden a una experienciahistórica también común. Durante mucho tiempo seespeculó sobre que el Tawantinsuyu impuso su len-gua, el runasimi, llamado quechua por los españoles,a través de sus conquistas, y bajo la forma de una lin-gua franca generalizada a lo largo de su coherentepolítica de colonización. Recientes estudios revivie-ron la tesis de Manuel González de la Rosa (sigloXIX), quien pensaba que el quechua era una lenguaoriginada en la Costa central, expandida por los An-des mucho antes que el Tawantinsuyu existiera. Po-siblemente podría entenderse la expansión del que-chua en medio de las zonas aymaras del altiplano,por ejemplo, como una consecuencia de los regímenes

ancestrales de colonización, generalizadas por los in-cas a través de mittani o mitmaqkuna, nombres quesindican dos modalidades de migración poblacionaldestinadas a obtener productos en zonas alejadas delhábitat natural de la población.

Después de la época de predominio Wari y Tia-wuanacu (...) puede hablarse de a lo menos sieteáreas diferenciables: a) la región del Cuzco, b) el alti-plano del lago Titicaca y sus regiones aledañas, c) laSierra central del Perú actual, d) la Sierra norte, e)las regiones del sur del altiplano del Titicaca, f) lasregiones periféricas ubicadas al Este de los Andes y alo largo de los mismos, g) las zonas al norte de la lí-nea ecuatorial (...). La investigación de los últimosaños ha revaluado la vigencia de estas grandes regio-nes, aunque más se ha incidido en la delimitación delas unidades étnicas organizadas en ellas.

La noción de unidad étnica sigue siendo proble-mática, sin embargo. En los inicios de la Colonia seprecisó una confusión casi natural en un contextocolonial. Los corregimientos, creados como unidadesadministrativas en 1565, proporcionaron un ele-mento definidor que ha hecho que muchas veces seidentifique con ellos a las unidades previas al Ta-wantinsuyu y sobrevivientes a la invasión española.Pero aun antes de la existencia de los corregimien-tos, los españoles sentaron las bases de la confu-sión, puesto que en las cédulas reales que otorgabanlas encomiendas andinas se delimitó o definió a lapoblación con criterios discutibles.

Como los españoles encomendaban a la gente através de sus curacas, y suponían que estos teníanuna jurisdicción no sólo poblacional sino territorial(en el sentido de un territorio estable), no pudieronmantener las situaciones derivadas de los criteriosandinos de utilización del territorio, entre los cualessobresalía la dispersión controlada de la poblaciónpara producir en diferentes ámbitos, gobernados porlas diferencias ecológicas. Los mittani y los mitmaq-kuna respondían a estas necesidades.

No pudieron comprender los españoles del sigloXVI que la dependencia de un curaca con respecto aotro no significaba, automáticamente, una situaciónsimilar a la existente entre dos señores feudales eu-ropeos de diferente categoría, o entre aquellos quehabían establecido determinados tipos de depen-dencia. Supusieron, por ello, que el inicio de la colo-

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Franklin Pease

nización cancelaba dichas dependencias, así enten-didas, y devolvía a los curacas andinos su condición“natural” de reconocer un nuevo tipo de señorío ba-sado en el derecho hispánico de la conquista, que loscolocaba como sujetos de una encomienda.

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Medio ambiente y cultura andina

Después de transcurrido un largo periodo de tiem-po desde la aparición de la agricultura en los Andesy sobre la base de su experiencia en la región, la po-blación desarrolló nueva conciencia de la ecología, yde cómo un uso racional de la misma permitía la ob-tención de una variedad de productos. Por ello la his-toria de la adecuación al medio ambiente es particu-larmente importante para comprender mejor el desa-rrollo de las sociedades andinas.

El ámbito en el cual se desarrollaron éstas es par-ticularmente variado, y ha sido normalmente incom-prendido por los observadores europeos, para quie-nes la altura era un serio problema que debíanaprender a solucionar dentro de su proceso de acli-matación. Tempranas descripciones de cronistas delsiglo XVI dieron cuenta de las dificultades que sopor-taban los viajeros europeos en los Andes, cuando de-bían transitar por las zonas altas a través de las cua-les se extendía el capac ñan o camino incaico. El so-roche afectó seriamente a los viajeros desprevenidosy no habituados a las tierras altas, en las cuales no-taban rápidamente el enrarecimiento del aire, y de-moraron un tiempo en aprender que la aclimataciónrequería siempre de meticulosos procedimientos ycambios en la velocidad de desplazamiento. Los pro-blemas ocasionados por la altura debieron ser apre-ciados, asimismo, en las dificultades para aclimatarel ganado europeo, que durante un tiempo al menosdemoraba en reproducirse en forma normal.

La presencia de los Andes mismos explica la mul-tiplicidad ecológica sumamente variada. Hace añosen la década de 1930, estudios precursores del geógra-fo alemán Carl Troll, seguidos después por los de sucolega peruano Javier Pulgar Vidal, dieron cuenta dela multiplicidad ecológica existente, tan obvia a losojos de los observadores y, por cierto de los pobladoresandinos (...). Por cierto que, ya en el siglo XVI, nume-rosos españoles habían caído en la cuenta de su exis-tencia y su importancia para la vida andina.

La comprobación de la multiplicidad ecológicaderivada de la altura y la lejanía del ecuador terres-tre, reviste asimismo una importancia esencial. Ca-da 200 metros por encima de los 2,000 m. sobre elnivel del mar cambian las condiciones ecológicas, ycon ellas los cultivos posibles y se modifica la ubica-ción del ganado y sus pastos. Igual cosa ocurre entérminos de la latitud, a cada grado que nos aleja-mos del ecuador. Al plantear este problema, CarlTroll no precisó otras variantes que pueden hallar-se en la costa, donde el factor altura podría resultarpoco relevante, y donde la misma no condiciona losmicroclimas, sino que éstos están determinados porotras variantes menos espectaculares: desierto, lo-mas, oasis, etc.

De otro lado, Javier Pulgar Vidal planteó la exis-tencia de ocho regiones naturales, basadas asimismoen la altura sobre el nivel del mar. Cada una de ellasconstituye ámbitos concretos, en los cuales existencaracterísticas ecológicas y, por cierto, zoológicas ypecuarias diferentes, gracias a las cuales es posiblelograr una complementaria variedad de recursos.Las ocho zonas son las siguientes: chala: del nivel delmar hasta los 500 m. de altura; yunga: desde los 500hasta 2,300 m.; quechua: de 2,300 a 3,500 m., suni:de 3,500 a 4,100 m., puna: de 4,100 a 4,800 m., jan-ca: la zona de las altas cumbres nevadas, rupa-rupa:la selva alta, y omagua: la selva baja.

El ámbito puna se inicia al sur de Cajamarca, al-go más al Sur de los 7 grados de latitud austral, y seextiende hasta los 18 grados, descendiendo despuésdel altiplano Perú-boliviano, siempre en direcciónSur. Al Norte de Cajamarca ya no hay puna; las tie-rras altas del Ecuador y Colombia ingresan dentro dela denominación de páramo y sus características eco-lógicas son muy diferentes. La puna corre paralela ala costa hasta la altitud de Arica, más al Sur de allíse va alejando de ella; asimismo va ampliándose deNorte a Sur, alcanzando su mayor amplitud entre laregión del lago Titicaca y la del lago Poopó.

Es conocido que la región de puna se encuentra ín-timamente relacionada con el cultivo de los tubércu-los y con los camélidos, dos elementos fundamentalesde la economía de los Andes Centrales. Los tubércu-los, por ejemplo, fueron en los Andes la base centralde la alimentación, y el hombre andino logró una am-plísima gama que bordea las 5,000 variedades; elmaíz en cambio fue en los Andes casi un objeto sun-

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tuario y ritual, y su cultivo exigió muchas veces unamayor infraestructura (riego, por ejemplo, en la Sie-rra...), aparte de que no era cultivable en la altura. Laimportancia de los tubérculos, y específicamente delos de puna, es tan grande y visible, que autores con-temporáneos (como John V. Murra) no vacilan en di-ferenciar en los Andes las zonas relacionadas con laeconomía del chuñu de aquellas que no lo están.

Puede decirse, asimismo, que las regiones vincula-das con la puna albergaron poblaciones más densas;recientes cálculos de Noble David Cook se refieren ala población de la Sierra central y sur, que en conjun-to puede llegar a casi tres millones de habitantes, su-perando a otras regiones del ámbito del Tawantinsu-yu. Como el estudio de Cook se limita al área actual-mente peruana, la población pudo ser mucho mayor sise considera dentro del Sur peruano al territorio al-toandino de la Audiencia de Charcas, hoy Bolivia.

La multiplicidad de la ecología es hoy día amplia-mente reconocida. Se ha propuesto que mucho antesde los incas, en los tiempos del predominio de Tiawa-naku, los pobladores de esta región altiplánica utiliza-ron ámbitos lejanos, ubicados en la Costa sur del Perú

y Norte de Chile, para obtener productos que comple-mentaran la alimentación de la población de altura.Ello bien pudo deberse a una experiencia más antigua,(...), originada en los momentos en que la transhuman-cia se alternaba con cultivos ocasionales. Entre Tiawa-naku y el Tawantinsuyu parece entonces haberse de-sarrollado una utilización multiecológica (...) clara-mente demostrada desde el siglo XV d.C.

Dentro de este contexto multiecológico, históri-camente experimentado y aprovechado, debe com-prenderse a la sociedad andina antes, durante ydespués del Tawantinsuyu de los incas. Muchotiempo antes de que el Cuzco fuera el gran centroexpansivo que los cronistas del siglo XVI muestranlas poblaciones andinas aprendieron a utilizar y ex-plotar en su favor un medioambiente (...) marcadopor la altura y la temperatura extremas de la Sie-rra, pero también por el desierto en la Costa y porla aparente impenetrabilidad de la Selva amazóni-ca. La presencia del desierto hizo florecer los oasiscosteños, pero no sólo en ellos se instaló la gente;grupos humanos habían explotado desde tiemposremotos los recursos marinos y siguieron haciéndo-lo en una larga duración.

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John Murra

Formaciones económicas y políticas

del mundo andino

Antropólogo rumano-norteamericano. Estudióel doctorado en la Universidad de Chicago.Como profesor en la universidad de Cornellfue uno de los impulsores de los estudios deetnohistoria andina.

Formaciones económicas y políticas delmundo andino. Lima: IEP, 1975. Extractosseleccionados, págs. 62-71.

John Murra

a percepción y el conocimiento que elhombre andino adquirió de sus múl-tiples ambientes naturales a travésde milenios le permitió combinar tal

increíble variedad en un solo macrosistema económico.

Ya en 1967 era evidente que el control simul-táneo de tales “archipiélagos verti-cales” era un ideal andino compar-

tido por etnías muy distantes geo-gráficamente entre sí, y muy distintas

en cuanto a la complejidad de su organización económi-ca y política. Por ejemplo, lo compartían los yacha que-chua hablantes de Chaupiwaranqa, que conformabanmenos de mil unidades domésticas, pero también loslupaqa aymara hablantes del Titicaca, que según unkhipu que presentaron a Garcí Diez habían sido veintemil hogares antes de la invasión europea.

“Compartir un ideal” cuando se trata de socieda-des tan contrastadas implica inevitablemente formasinstitucionales igualmente contrastadas. Podemosdecir ya, por ejemplo, que en una sociedad de clasescomo el reino lupaqa la llamada verticalidad teníaproyecciones y alcances que no se daban entre loschupaychu. Mas, al ser aplicado el mismo patrón deorganización territorial por los tiwanaku, los wari olos inka a etnias que sumaban millones de poblado-res, las funciones de las “islas verticales” en el archi-piélago y el status de sus colonizadores deben habersufrido procesos de cambio político, económico, socialque merecen un estudio detallado.

En este ensayo ofrezco cinco casos de control si-multáneo de pisos e “islas” ecológicas bajo condicio-nes muy distintas entre sí, en un esfuerzo por preci-sar los alcances, pero también los límites, del mode-lo. No pretendo con los cinco agotar todas las formasy variedades que hubo.

Primer caso: etnias pequeñas que habitaban Chau-piwaranqa, en la zona más alta del Marañón y delHuallaga.

A pesar de que los chupaychu o yacha no consti-tuían sino unos cuantos miles de unidades domésticas,controlaban a través de colonias permanentes variosrecursos alejados de sus centros de mayor población. Elcarácter permanente de estos asentamientos nos ha si-do revelado por la información contenida en las visitas:,21

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no se trata ni de migraciones estacionales, ni de comer-cio, ni de transhumancia. La población hacía un esfuer-zo continuo para asegurarse el acceso a “islas” de recur-sos, colonizándolas con su propia gente, a pesar de lasdistancias que las separaban de sus núcleos principalesde asentamiento y poder.

Aunque no tenemos todavía una lista completa delos asentamientos periféricos de los yacha o chupay-chu, sabemos que a tres días de camino hacia arriba,saliendo de núcleos serranos como Ichu, Marcaguasio Paucar, pastaban sus rebaños y explotaban sali-nas. A dos, tres o cuatro días camino abajo de losmismos centros de poder tenían sus cocales, bosqueso algodonales, todo esto sin ejercer mayor soberaníaen los territorios intermedios:

“Preguntado si los yndios que están en la coca sonnaturales de la tierra... y de donde son naturales[Xulca Condor, señor de todos los quero] dijo quelos tres yndios que estan en la coca de Pichoma-chay son el uno del pueblo Pecta otro de Atcor yotro de Guacar y que estan puestos allí del tiem-po del ynga y que estos se mudan cuando se mue-re la muger o cuando ellos se mueren ponen otroen su lugar y que en la coca de Chinchao hay otrosdos yndios uno es del pueblo Rondo y otro de Chu-micho...” (Iñigo Ortiz 1967: 43-44).

Pero ya 13 años antes, en 1549, cuando con la captu-ra de su líder Illa Tupa, siete años antes, había acabadola resistencia en la zona y había sido establecida la ca-pital colonial de León de Huánuco, los visitadores envia-dos por La Gasca y coordinados por Domingo de SantoTomás informaban que:

“Este mismo dia visitamos en un pueblo... que sellama Pichomachi [sic] siete yndios coca camayosson de todas las parcialidades de Chinchao Pomao de Marca Pare...Este mismo dia visitamos... en un pueblo que sellama Chinchao 33 yndios que son coca camayosde todas las parcialidades de los chupachos loscuales veinte de estos estan ya visitados en susmismos pueblos donde son naturales...” (Ortiz1967: 303-04).

Vemos por lo declarado tanto en 1549, como en 1562,que el control de los cocales se ejercía a través de repre-sentantes provenientes de pueblos y grupos étnicos se-rranos, “de todas las parcialidades de los chupachos”, es-

tablecidos permanentemente con sus familias en la cejade selva. Arriba del núcleo, en las punas de Chinchay-cocha, pastaban sus rebaños; en Yanacachi excavaban lasal. Todas estas actividades, ejercidas por colonos per-manentes, “ya visitados en sus mismos pueblos dondeson naturales”, aseguraban a las comunidades y a losseñores yacha, huamalli o chupaychu el acceso a recur-sos que no se daban en la zona nuclear, donde quedabael grueso de la población y el mando político.

El visitador no se limitó a entrevistar a los señoresétnicos en la capital regional. El 6 de febrero Iñigo Or-tiz salió de Huánuco y empezó la inspección ocular, pue-blo por pueblo y casa por casa, según la instrucción or-denada por Felipe II en Gante, 1559. El 23 de febrerollegaba con su intérprete griego a Rondo (uno de los pue-blos mencionados arriba por Xulca Condor), en tierra delos quero. Aseguraban éstos que en época del IncaHuascar habían sido separados de su natural yacha eincluidos en una waranqa de los chupaychu. Al visitar-se la casa 176, Iñigo Ortiz encontró un hogar poliginio;además de los hijos menores de las dos señoras, Yali, elmarido albergaba a

“un primo hermano que se llama Juan Mysari de12 años hijo de Caruacapcha muy viejo que estáen las salinas de Yanacache y está solo...”

Veinte casas después, Ortiz encontró vacía la 196. Ledijeron que

“esta en las salinas de Yanacachi un yndio sinel viejo que esta dicho que se llama Cori no escristiano de treinta amancebado con un india.tiene de ella un hijo pequeño que se llama Ti-quillamacori este indio no hace otra cosa másde hacer sal”.

La casa 181 pertenecía a otra pareja ausente: “estánguardando el ganado de todo el pueblo”, unas 58 alpacasy llamas. Al inspeccionar la casa 187 nos enteramos delnombre del kamayoq arriba mencionado como residenteen Chinchao, cuidando el cocal de toda la gente de Ron-do: era Santiago Condor con su esposa Barbora Llacxa-guato, personajes mencionados también, sin nombrar-los, en la p. 44 del primer tomo.

Me he concentrado en estos datos de Rondo, no por-que sean excepcionales o muy representativos, sino por-que de la dicha zona de los quero tenemos la informaciónmás detallada, recopilada en tres ocasiones distintas:

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1) en 1549, durante la primera visita general; infor-mante, el señor de los quero, Xulca Condor;

2) el 26 de enero 1562, testimonio del que ya era donCristóbal Xulca Condor, siempre señor de los quero.En aquella fecha se hizo presente en León de Huá-nuco y contestó las preguntas que le formuló el visi-tador, contenidas en dos cuestionarios.

3) el 23 de febrero 1562, información recopilada en lainspección ocular de Rondo, hecha por Ortiz.

Abase de la información proporcionada en los dos to-mos de la visita, ofrecemos aquí una síntesis de cómofuncionaba en Huánuco el “control vertical de los pisosecológicos”.

Este conjunto de nichos y pisos podría definirse co-mo la variante local del modelo panandino de archipié-lagos verticales. El conocimiento que en 1972 tenemosde esta variante es inadecuado, ya que la informaciónetnohistórica ofrecida por la visita no ha sido cotejadasuficientemente con métodos arqueológicos. No hay ra-zón para suponer que la lista de pisos que sigue estécompleta.

1. Más allá del deseo de abarcar un máximo de“islas” en lo vertical, había siempre un núcleo de densapoblación, sede del mando político. El patrón de asen-tamiento preferido para los núcleos de Chaupiwaranqalos ubicaba generalmente de manera tal que sus habi-tantes podían regresar el mismo día de su maizal, deba-jo del pueblo, o del manay del año en curso, situado arri-ba de la población. Tal yuxtaposición de los dos comple-jos agrícolas claves no es frecuente en la región andina:los manay rotativos, donde se cultivaban los tubérculosbase de la alimentación, hasta hoy se encuentran confrecuencia separados por grandes distancias de los mai-zales. En el caso de Paucar, una de las dos “capitales”yacha, o el de Ichu, sede de los dos señores chupaychu,el habitante del núcleo podía ir y regresar de sus faenasen un solo día. No así el yacha residente en Cauri, laotra “capital” yacha: sus maizales se encontraban a díay medio de camino del pueblo.

2 y 3. Como ya indicamos, arriba del núcleo habíapor lo menos dos pisos donde funcionaban poblacionesyacha o chupaychu: las salinas de Yanacachi y los pas-tos en los alrededores de la laguna de Chinchaycocha.En el ensayo de 1967 he tratado de precisar la propor-ción de la población que se dedicaba a tales tareas. Aquí

no haré sino reiterar una de las características impre-vistas de tales colonias: tanto la sal como los pastos erancompartidos con salineros, pastores y rebaños de otrosgrupos étnicos, algunos procedentes de distancias mu-cho mayores de sus respectivos núcleos que los yacha olos chupaychu.

Este carácter multi-étnico de las colonias margina-les merece investigación arqueológica: una excavacióncuidadosa en los alrededores de las salinas de Yanaca-chi nos permitiría establecer el radio de acción del con-trol vertical y sus variaciones a través de los siglos, enuna zona donde no hubo grandes reinos sino pequeñasetnias de 5, 10 ó 15 mil habitantes. Es tentador prede-cir que tal “control vertical de un máximo de pisos eco-lógicos” no se refiere simplemente a una sola etnia, sinoa una red de contradictorios reclamos, ajustes tempora-les, tensiones, lucha y treguas entre varios núcleos re-gionales que compartían un mismo ideal en una etapapreparatoria a los “horizontes” del arqueólogo.

4. Debajo de los maizales, los yacha y los chupaychucontrolaban algodonales y chacras de uchu: la gente deAchinga

“tienen tierras abajo en el valle de Cayra y allitienen tierras para algodonales”

Los de Atcor, tan serranos como Rondo o Achinga,declararon que en Cayra

“se dan algodón trigo y maíz y ají y maní y zapa-llos y camotes y cachcoa [sic] y frijoles y alli tie-nen muchas tierras”.

Igual que las salinas o los cocales, las chacras de al-godón o ají eran multi-étnicas y necesitaban gente resi-dente para cuidar los intereses de cada grupo que com-partía los recursos. Pero aparece una diferencia: dondelos rebaños o los bosques requieren de unidades domés-ticas completas y permanentes, los algodonales, quizáspor su proximidad a los núcleos de los quero, recibían elcuidado de “viudas”. Las casas 315 y 316 del pueblo Ox-pa estaban vacías el día que las inspeccionó Iñigo Ortiz.Las “viejas” de quienes eran se encontraban en los algo-donales: Violante Mallao Chumbi, casa 316, “está en ladicha Cayra guardando las chacras”. Notemos que noera una “vieja” cualquiera sino la “madre del dicho prin-cipal [Yacolca, casa 292] y de otro su hermano”.

5. Más abajo de los algodonales, llegamos a la ce-,23CARETAS 2002

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ja de selva. La ocupación de esta zona era la que mos-traba mayor diversificación étnica y social. En Poma-guaci, cultivaban representantes de tres de las cuatrowaranqa de los chupaychu:

“estan cinco yndios los dos de Paucar Guamán ylos dos de Marca Pare y uno de Chinchao [Po-ma]...”.

En Uras

“seis yndios los dos son de la parcialidad de Pau-car Guamán y otros dos de Chinchao [Poma]...son coca camayos...”.

Aparte de estos chupaychu y de los yacha enumera-dos arriba por Xulca Condor, había en la zona cocales ykuka kamayoq de otros grupos étnicos más distantes,como los yarush, cuyos núcleos quedaban en lo que hoyes Pasco:

“Pachancha que es de mitimaes yaros de don Anto-nio [de Garay] son coca camayos... tiene 16 casas y enellas 12 yndios de los yaros de don Antonio y unos masde [Rodrigo] Tinaco y otros de Garcia Sanchez yachaque son también coca camayos y sirven a sus caciquesdonde son naturales...”.

Anteriormente, en las salinas y pastos, ya había-mos notado este carácter multi-étnico de las zonas pe-riféricas, pero en los cocales del Huallaga tal organi-zación territorial se refleja en casi todos los asenta-mientos. Su verificación arqueológica será más difícilque en los pisos de altura. Pero aun en zona boscosano debemos descuidar las excavaciones, ya que mu-chas veces nos ofrecen datos inaccesibles a través delas fuentes escritas.

6. Los bosques. El control de las fuentes de made-ra y de otros productos de la selva, como la miel, puedehaber dependido de un régimen semejante a los ante-riores, aunque la escasa información de la visita de1562 no lo permite afirmar. Los pocos detalles que te-nemos provienen de la visita de 1549, en la cual los co-cales y las explotaciones de madera parecen muy cerca-nas. Es probable que en la etno-ecología de la época,mis categorías 5 y 6 no formaran sino una sola. Las heseparado, ya que en el presente estado de nuestro cono-cimiento me parece un error de menor cuantía estable-cer numerosas categorías que confundir lo que separa-ba la etno-taxonomía de los moradores.

En un solo día, el 5 de agosto 1549, Juan de Mori ysus acompañantes afirman haber visitado no sólo los co-cales de Pomaguaci sino también Conaguara.

“que es de carpinteros de la parcialidad de Chin-chao Poma y de Marca Pare tiene 16 casas y enellas 14 yndios”.

“Carpinteros” era una traducción muy literal yburda de un término andino que designaba a los arte-sanos residentes en la selva, los cuales cortaban árbo-les y confeccionaban platos, vasos y demás objetos demadera. Hablando de un caserío que visitaron el 21de julio, es evidente que los inspectores se dabancuenta de las diferencias:

“tiene 16 casas y en ellas 10 yndios con un mandonque se llama Naopa y mas dos viudas son querocama-yos de todas las parcialidades de la banda del río dePaucar Guaman son carpinteros”

En resumen, el primer caso de “control vertical” nosofrece la información siguiente:

1) Se trata de sociedades demográfica y políticamen-te pequeñas -de 500 a 3,000 unidades domésticas, de3,000 a un máximo de 18,000 a 20,000 almas;

2) Los núcleos de población y poder, que a la vez erancentros de producción de los alimentos básicos, se ubi-caban en Chaupiwaranqa y en el alto Huallaga, por de-bajo de los 3,200 metros. Núcleos como Cauri, a 3,700metros, en el alto Marañón, eran excepcionales en terri-torio yacha o chupaychu;

3) Sus zonas periféricas estaban pobladas de ma-nera permanente por asentamientos ubicados tantopor encima como por debajo del núcleo (lo que da elcalificativo de “verticalidad” al modelo). Estas colo-nias periféricas:

a) no se aventuraban más allá de tres o cuatro díasde camino del núcleo;b) eran pequeñas, algunas veces simplemente tres

o cuatro hogares por cada “parcialidad”, en cada pisoocupado;

c) sus moradores conservaban sus “casas” y demásderechos en su núcleo y etnias de Origen;

d) los asentamientos periféricos eran siempre mul-tiétnicos.

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María Rostworowski de Diez Canseco

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os modelos económicos

Cuando hablamos de modelos eco-nómicos en el Perú prehispánico

es necesario tomar en considera-ción que se trata de economías que

desconocieron el uso del dinero y queademás no estaban organizadas por la ins-

titución del mercado.

El modelo económico inca se hacalificado de redistributivo debido a

las funciones que cumplía el propio gobierno. Estosignifica que gran parte de la producción del paísera acaparada por el Estado, el cual a su vez la dis-tribuía según sus intereses.

Valensi (1974) da una definición del principiode la redistribución que presupone un modelo decentralismo institucional. Las sociedades domina-das por la redistribución, la producción y la repar-tición de bienes se organizan en función de un cen-tro –se trate de un jefe, un señor, un templo o undéspota–, el mismo que reúne los productos, losacumula y los redistribuye para retribuir a susagentes, asegurarse el mantenimiento y la defensade los servicios comunes y para conservar el ordensocial y político como por ejemplo durante las cele-braciones de fiestas públicas. Este principio es fa-vorecido por el modelo institucional de la simetríaen la organización social. La reciprocidad intervie-ne en la producción, las prestaciones de servicios,la distribución periódica de las tierras, así como enla repartición de los productos, en la práctica delos dones y contradones, y otras.

Polanyi admite que la redistribución puede jugarun papel en sociedades muy diversas, en las homo-géneas y en las estratificadas. Reciprocidad y redis-tribución pueden combinarse en la misma sociedad,la primera corresponde entonces a la forma horizon-tal del intercambio a escala, la segunda a la formavertical entre unidades locales y la autoridad cen-tral. Con la formación del Estado inca se produceun desarrollo de las fuerzas productivas y un creci-miento económico dinamizado.

Por muchos años se alabó y consideró la organi-zación inca como la materialización de una utopíaadmirada por los europeos. Se creía que el almace-namiento de productos de toda índole tenía por ob-

Historia delTahuantinsuyu

Historiadora peruana de origen polaco. Esconsiderada una de las máximas conocedorasde la historia del Imperio Incaico.

Historia del Tahuantinsuyu (Lima, IEP, 1992),pp. 259, 262-265, 267-269, 276-277.

María Rostworowskide Diez Canseco

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Historia del Tahuantinsuyu

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jetivo fines humanitarios, como socorrer a la pobla-ción en caso de desastres naturales. Esta aprecia-ción sólo demuestra una incomprensión de los me-canismos económicos de ese Estado.

Gran parte de la redistribución era consumidapor el sistema de la reciprocidad, por el cual el Es-tado se veía obligado constantemente a renovargrandes “donativos” a los diversos señores étnicos, alos jefes militares, a las huacas, etc. Para cumplirtales necesidades se creó, como se vio en el capítuloanterior, un gran número de depósitos estatalesporque el gobierno tenía que disponer de cuantiososbienes acumulados pues los objetos almacenados re-presentaban poder en el Tahuantinsuyu.

El modelo económico serrano: La sierra sur

La economía sureña del Tahuantinsuyu ha sidoestudiada especialmente por John Murra (1964,1967, 1972), seguido por numerosos investigadores.Para obtener productos de diversas ecologías los na-turales se valían del sistema de enclaves, llamadospor Murra “archipiélagos verticales”, cuyo núcleoserrano controlaba, por medio de colonias multiét-nicas, zonas diferentes situadas en microclimas dis-tantes unos de otros.

Subrayamos la palabra distante para indicar quelos varios microclimas se hallaban a más de un díade camino. Los enclaves del altiplano son a la fechalos modelos andinos clásicos como forma de conse-guir productos diferentes a los existentes en el nú-cleo de origen. Estos enclaves se hallaban en la cos-ta y en la región selvática a varias semanas de mar-cha, y este punto es importante ya que marca las di-ferencias entre los dos modelos, el de la sierra sur yel de la región central.

Murra ha investigado con sumo detalle la ma-croetnia de los lupacas, y se ha comprobado que lomismo sucedía con los otros señoríos de la mesetadel Collao, como los pacajes, los hatun collas, losazángaros, que también gozaban de enclaves en zo-nas diferentes a las de su propio hábitat.

Un problema surge en torno al inicio de los en-claves, es decir si se originaron con una conquista.Existe información valiosa en un documento del Ar-chivo Arzobispal de Lima que describe cómo el gru-po serrano de los yauyos echó a los yunga de Calan-

go, de unas tierras que poseían en Callaguaya, einstalaron miembros de varios ayllus serranos.

Faltan aún mayores investigaciones sobre losgrupos costeños de la zona sur, y saber cómo fuerondominados por los serranos del altiplano. Es posibleque en el litoral no haya existido una hegemonía depoder yunga que hubiese podido defenderse delavance serrano. La región comprendida entre Ca-maná hasta Tarapacá se llamó el Colesuyu, un su-yu diferente a los cuatro suyu clásicos del Estado in-ca y cuya población costeña estaba compuesta poragricultores y por pescadores. Los habitantes de es-ta región se dividían en gran número de curacazgos,y el suyu debió ser una definición del espacio másque una demarcación política.

– Si bien la Visita de Garci Diez de San Miguelde 1567 (1964) junta con la Visita de Ortiz de Zúñi-ga a Huánuco de 1567 (1967 y 1970) son ejemplosclásicos de los enclaves serranos. en ambos docu-mentos aparecen los “rescates” de ganado, lana y ro-pa. Estas repetidas manifestaciones indican que enalguna época del año se efectuaban ciertos inter-cambios.

La sierra central

Una situación muy diferente a la del altiplano ya la de la sierra en general existía en la CordilleraMarítima de la región central del antiguo Perú. Lascondiciones geográficas especiales hicieron que losnaturales adoptaran un modelo propio, adaptado alas condiciones topográficas imperantes en la re-gión. Es un hecho importante demostrar cómo undeterminado modelo podía variar si las condicionescambiaban.

Esta distinta aplicación del patrón de la “vertica-lidad” demuestra que no era un sistema rígido, sinoque se transformaba según las circunstancias. Talinformación surge de las Visitas realizadas a Cantaen 1549 y en 1553; ambos testimonios tempranos,anteriores a las reformas toledanas, dan una visiónde situaciones especiales para la zona.

La región de Canta tiene un terreno abruptoque a relativa corta distancia goza de climas dife-rentes lo cual le permite producir recursos varia-dos. Explicaremos en pocas palabras su organiza-ción económica bastante original y que ofrece un

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aspecto nuevo al problema: El Señorío de Cantacomprendía ocho ayllus, y para atender cultivos si-tuados a diversos niveles ecológicos, distantes unosde otros por un día o dos de camino, idearon un tra-bajo comunal de los ocho ayllus, rotativo y de tem-porada. Cuando cumplían faenas comunales se mu-daban de un lugar a otro con el objeto de realizardeterminadas faenas agrícolas. Esta trashumancialimitada los llevó a poseer, además de sus pueblospermanentes, unas aldeas comunes habitadas tem-poralmente mientras cumplían sus labores en lazona, por ejemplo cuando se dirigían a la puna asembrar y cosechar una planta de gran altura lla-mada maca (Lepidium meyenil), o a realizar la es-quila de sus rebaños de camélidos. En otra épocadel año bajaban a la región cálida del chaupi yun-ga a las plantaciones de cocales o de maíz. No sóloen sus chacras, sino también para la confección deobjetos o de productos necesarios para la comuni-dad emplearon el sistema rotativo, por ejemplo lostejidos, la elaboración de cerámica, la fabricaciónde ojotas (calzado andino) o la preparación delcharqui.

A causa de las cortas distancias entre los variosclimas y recursos, los naturales de Canta no preci-saron de enclaves multiétnicos que recién fueron in-troducidos con el dominio inca y la aparición de losmitmaq.

El modelo económico costeño: La especialización laboral

Dado que la organización de la economía serranaguardaba una necesaria relación con el medio am-biente, propio de las quebradas andinas y de la me-seta del altiplano es comprensible que la diferentegeografía de la costa propiciase un modelo económi-co también distinto.

Es importante notar que la región yunga a pesarde sus dilatados desiertos, era una región rica en re-cursos naturales renovables. Su mayor fuente debienestar provenía del mar, un mar que era extraor-dinariamente abundante en su fauna ictiológica.

A diferencia de otros lugares del mundo, en losinicios de la civilización del antiguo Perú no hubonecesidad de la agricultura para la formación de po-blaciones numerosas ni para la creación de centrosceremoniales destacados. Estas primeras manifes-

taciones culturales se desarrollaron gracias a la ex-plotación de los recursos del mar, marcando así elposterior desenvolvimiento costeño.

Desde tiempos tempranos se estableció en lacosta dos actividades diferentes, la pesca y la agri-cultura. Se formaron grupos separados con jefespropios y se estableció entre ellos un intercambiode productos. Sin embargo los pescadores, limita-dos a sus playas y caletas, permanecieron subordi-nados a los señores de las macroetnias de agricul-tores yungas.

La primera información sobre la presencia enun curacazgo de estas divisiones nos la dio la Rela-ción de Chincha, nombrada por nosotros como “Avi-so”. En efecto, una población de treinta mil “tribu-tarios” se dividía en diez mil pescadores, doce milcultivadores y seis mil “mercaderes”. Estas cifrasindican una división laboral entre sus habitantes,distinta a lo que hasta entonces se conocía en elmundo andino.

La importancia del trabajo artesanal se vio con-firmada en las mismas Ordenanzas, pues prohibíana los curacas a obligar a los artífices a cumplir lamita campesina o a servir en la casa de sus enco-menderos.

De acuerdo con el sistema de la especializaciónmuchos trabajos que no se consideran como artesa-nales figuraban como tales, y se prohibía el ejerciciode cualquier otra labor aparte de la indicada.

Un ejemplo muy ilustrativo de las costumbresyungas era la de los chicheros o fabricantes de bebi-das, especialidad reservada a los hombres. En lasierra las mujeres preparaban en sus hogares la be-bida para la familia. Cuando se necesitaban gran-des cantidades para el culto o para las ceremoniasdel Inca, las mamacona eran las encargadas de pre-pararlas. En cambio, en la costa se trataba de unoficio masculino a dedicación exclusiva.

El intercambio costeño

En las sociedades arcaicas predominaba, segúnPolanyi (1957), el modelo redistributivo a pesar deexistir en algunos lugares el hábito del intercambio.Este fue el proceso seguido en los curacazgos coste-ños y marcó su diferencia con los señoríos serranos.

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Historia del Tahuantinsuyu

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La reciprocidad como una integración tuvo ma-yor poder en la costa al emplearse tanto la redistri-bución como el trueque, que se basaba en equivalen-cias establecidas y compensaba la falta de algún ti-po de producto local. Un estudio empírico de la eco-nomía llamada primitiva comprende en sus princi-pales cuadros la reciprocidad, la redistribución y eltrueque.

Para entender el intercambio en las sociedadescosteñas del antiguo Perú tenemos que aclarar quese realizaba a dos niveles muy distintos. El prime-ro se efectuaba entre la gente del común para con-seguir lo necesario para la vida diaria y posiblemen-te las equivalencias eran establecidas y aceptadaspor todos. El segundo se llevaba a cabo entre lasclases altas de la sociedad.

Tenemos noticias de dos lugares distintos y sepa-rados que nos ofrecen una visión de la situación im-perante en las tierras yungas: En Chincha, como yalo mencionamos, el intercambio se realizaba a largadistancia, siendo efectuado por “mercaderes” reco-nocidos como tales. En el norte sólo tenemos pocasnoticias de señores en cuyas manos se desarrollabael trueque, tanto suntuario como de recursos ali-menticios. A continuación veremos más ampliamen-te estas dos situaciones.

El trueque local

La especialización del trabajo en la costa obligóal establecimiento de un trueque local entre sus ha-bitantes para obtener las subsistencias y los objetosque cada cual no producía. En páginas anterioresmencionamos la dedicación exclusiva del trabajo,que traía como consecuencia un intercambio cons-tante, un ejemplo de esta situación lo hallamos enla Visita realizada por Juan de Hoces en 1574 a laregión de Trujillo. El visitador se vio en la necesi-dad de reglamentar las equivalencias entre el maízremitido por los cultivadores y los fabricantes dechicha que preparaban las bebidas, además señalólos montos de chaquira, lana y otros objetos queotras personas pudiesen trocar.

Los oficiales chicheros quedaban liberados decualquier otro trabajo y no podían ser obligados aacudir a la mita del encomendero, del cacique o delos principales. Sólo debían prestar ayuda en la re-paración de la acequia principal del repartimiento,

hecho que demuestra a su vez la importancia quetenía en la costa toda obra de emergencia relaciona-da con el sistema hidráulico del valle. Aunque lasmedidas adoptadas por el visitador fueron dadas entiempos coloniales, ellas son un reflejo de los hábi-tos yungas.

En las sociedades arcaicas existía un rechazo alos beneficios en las transacciones que involucrabana los alimentos: se limitaban a mantener las equi-valencias. El trueque a nivel local en un valle coste-ño no era materia de ganancia, sino de un acomodonecesario al sistema de trabajo especializado impe-rante en la sociedad.

Intercambio a larga distancia de los “mercaderes” chinchanos

Si bien en páginas anteriores, al tratar de lasclases sociales y de las jerarquías en el Tahuantin-suyu se habló de los “mercaderes”, aún falta men-cionar sus viajes y lo que representaban en el con-texto andino.

Los chinchanos se dirigían al norte en balsas, cu-yo número es mencionado por el propio Atahualpaen un diálogo con Pizarro cuando éste le preguntósobre el motivo de la presencia del señor de Chin-cha, único curaca llevado en andas en el séquito delInca en aquel aciago encuentro de Cajamarca. Eraun hecho resaltante el honor de usar litera, cuandotantos otros nobles participaban a pie en la jornada.Atahualpa respondió que el señor chinchano era suamigo, y señor mayor de los llanos, además de po-seer “cien mil balsas en la mar”. Naturalmente, es-to no significa que ese número correspondiese con larealidad, y es probable que algunas de dichas balsasfueran de troncos de árboles, y otras de grandes ma-zos de totora unidos entre sí a las que se les daba di-rección con las guare-tablas de madera colocadasentre los troncos, que hundían o levantaban a vo-luntad para formar timón y quilla.

La importancia del sistema hidráulico

El acceso al agua y por ende al riego fue tan im-portante en el ámbito andino como el acceso a la tie-rra. Los mitos y leyendas narran episodios sobre elinicio de los canales hidráulicos en un tiempo mági-co, cuando los animales hablaban. Las fuentes opuquio surgieron por rivalidades entre célebres

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huacas que se retaron para medir sus poderes, y ori-naron en varios lugares dando lugar a que brotasenmanantiales. El mar, los lagos, las fuentes fueronvenerados por pacarina o lugares de origen de nu-merosos grupos étnicos. Las lagunas eran conside-radas como manifestaciones del mar y origen delagua en general.

Para la realización de una agricultura intensiva,conocida y practicada en los Andes, era preciso te-ner conocimientos hidráulicos y proceder a irrigarlas tierras para aumentar los cultivos. En las tie-rras de secano se sembraban tubérculos, pero elmaíz necesitaba de riego y quizá su introducción enel agro fomentó y dio lugar al desarrollo de los sis-temas hidráulicos. No sólo se practicaron en las di-versas etapas del desarrollo andino complejas y so-fisticadas redes hidráulicas para conducir el agua ymejorar la producción agraria, sino que los santua-rios, como Pachacamac, gozaban de canales quetraían agua a los templos desde lugares alejados.En el Cuzco, los dos pequeños ríos, el Tulumayo y elHuatanay discurrían por sus lechos encauzados yempedrados.

La arqueología ha reconocido los sistemas y mode-los empleados en la hidráulica andina, sobre todo enla costa, donde el riego fue siempre una necesidad ine-ludible. El análisis de la situación hídrica de cada va-lle costeño ofrece interesante información acerca deldesarrollo de los centros de poder, que podían fluctuara través del tiempo en sus interrelaciones costa-sie-rra. Las diversas circunstancias en las cuales se de-senvolvieron los modelos hidráulicos en cada valleyunga son expresión de su pasado y de sus relacionescon sus inmediatos vecinos de las tierras altas.

La información que se obtenga para una deter-minada cuenca fluvial no permite aplicarla a otrosvalles, a menos que las fuentes documentales loconfirmen. De hecho, la experiencia demuestra laexistencia de distintas situaciones, fluctuaciones ycambios en las relaciones costa-sierra en el tiempo,no sólo entre diversos lugares geográficos, sino enun mismo valle. Para ilustrar nuestro decir, bastaseñalar y comparar el fuerte control ejercido por losserranos del altiplano sobre la costa sur durante elIntermedio Tardío con lo que sucedía en el Chimoren la misma época.

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esde el traumático ingreso de Europa en las guerras de

conquista hasta el fin liberal del Virreinato, la historia del Perú

como reino integrante del Imperio Hispánico forjó la

estructura básica de nuestra autocomprensión como

sociedad, dándonos acceso a las más elementales de

nuestras herramientas culturales y, con toda certeza, también

a nuestros más pesados lastres. La obra de Guillermo Lohmann

nos previene acerca de la complejidad del virreinato peruano y

del peligro de encasillarnos en interpretaciones fáciles y simplistas.

De igual modo, la obra de Scarlett O’Phelan nos llama la atención de las

complejas relaciones entre los indios, mestizos y los criollos a fines de la

Colonia. La deuda con esos largos trescientos años de integración con el imperio

de España es un hecho gravitante en nuestra identidad nacional.

Una larga tradición republicana nos ha hecho volver las espaldas tanto al

peso como al significado del período virreinal. Es común exagerar sus aspectos

negativos y traumáticos, asignando al extenso periodo de los virreyes la fuente

de algunos de nuestros males culturales, cierta dosis de racismo o la falta

de virtudes republicanas. Pero, aún asumiendo que la herencia de esos

problemas es un fenómeno real de nuestra vida republicana, hay historiadores

que han subrayado también que el sistema virreinal es la fuente de muchos de

los valores más preciados de nuestro país, la religión católica, el idioma español

y nuestra pertenencia al tronco de la civilización occidental.

● 5 Waldemar Espinoza. La destruc-

ción del imperio de los incas (Li-ma: Amaru, 1990). Págs. 13-22.

● 6 Raúl Porras “El nombre del Perú”. EnAntología Raúl Porras, Jorge Puccinelli

com. (Lima: P.L Villanueva S.A., 1951).Págs. 27-30.

● 7 Nathan Wachtel. Sociedad e ideolo-

gía: ensayos de historia y antropología

andinas (Lima: IEP, 1973). Págs. 81-85,120-128.

● 8 Felipe Barreda Laos. Vida Intelectual

del Virreinato del Perú, (Buenos Aires:UNMSM, 1937), Págs. 28-32, 34-35.

● 9 Julio Cotler. Clases, Estado y Nación,(Lima: IEP, 1992). Págs. 28-31, 46, 68-70.

● 10 Hugo Neira. “Virrey. Corte y AsedioCriollo”. En Hacia la tercera mitad: Perú

XVI-XX. Ensayos de relectura herética.(Lima: Fondo Editorial Sidea, 1996). Págs. 178-181.

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El legado colonial:la Conquista y el Virreinato

Capítulo II:

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n 1955, cuando el autor era alumno del doctorRaúl Porras Barrenechea, historiador y maes-tro insigne, entre los trabajos prácticos de in-terpretación de textos y de investigación histó-

rica que el gran maestro pedía, presentamos unotitulado Los auxiliares indígenas de Cajamarca enla Conquista española. Fue un estudio de cuarenta

y dos páginas, escrito a base de unos informesinéditos de los siglos XVI y XVII, que pudimosencontrar en el archivo de Cajamarca. Desdeentonces, nos quedó la idea de poder hallar do-

cumentos similares en distintos repositoriosacerca de otros grupos étnicos del área andina. Elmismo doctor Porras, en 1957, nos dio muchas pau-tas para su ubicación, estudio y publicación. Cuan-do una vez –antes de viajar a Sevilla– en setiembrede 1958, le manifestamos nuestro deseo de ver yleer las Informaciones de los curacas don FelipeGuacrapáucar y don Francisco Cusichaca, que élmencionaba en tres notas a su brillante estudio so-bre Jauja, Capital mítica, Porras nos dijo: “eso ymucho más hallará usted en Sevilla”. Y así fue, por-que a fines del mismo año, en noviembre, logramosubicar las dos Informaciones que, en forma patéti-ca, demuestran y aclaran cómo y por qué los espa-ñoles pudieron apoderarse de un Imperio tan vastoen un tiempo tan breve. Son, pues, dos documentosde carácter informativo, a los cuales muy bien lespodríamos llamar Las Crónicas de Jauja, o quizámejor Las Crónicas de los Huancas. Dos Informa-ciones notabilísimas, porque gracias a ellas pode-mos ahora comprender, con gran facilidad, la com-pleja problemática de la caída del Imperio de los In-cas.

Para el caso concreto de nuestro país, la visiónde que 160 españoles y 60 caballos, sin ayuda denadie, pudieron conquistar el Imperio Andino, com-puesto de varios miles de soldados y de millones depobladores, en un tiempo relativamente muy corto,ha hecho meditar a muchos investigadores. ¿Cómoexplicarse que un puñado de invasores españoleshayan derrotado a miles de soldados andinos, y lue-go subyugar a millones de peruanos? ¿Cómo pudoun grupillo de aventureros aplastar a un Imperiotan poderoso? ¿Cómo explicar el avasallamiento delTahuantinsuyu en uno o dos años a lo más?

Hasta cuatro han sido las respuestas, pero dosde ellas las más difundidas: 1) La ayuda divina de-rramada sobre los españoles; 2) La superioridad ra-

Historiador cajamarquino. Es uno de losgrandes especialistas de la época inca y laConquista.

La destrucción del imperio de los incas. Lima:Amaru Editores,1990. Extractos seleccionadospágs. 13-18.

Explicaciones sobre la caída

del Imperio Inca

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cial y cultural de los conquistadores, y su secuela deresultados: ventaja armamentista, estratégica, po-lítica, etc.; 3) El absolutismo exagerado del EstadoInca, que había convertido en autómatas a los tri-butarios andinos, al extremo de que caída la cabezadirigente –el inca– se vino todo abajo; y 4) La situa-ción social y política de los reinos señoriales con-quistados por los emperadores del Cuzco.

Uno de los historiadores más sagaces que hanestudiado este último problema es Alejandro Lips-chutz. En su estudio publicado en 1963 da tantaimportancia a este asunto que lo analiza casi ente-ramente en la Tercera Parte de su libro. Así, porprimera vez, hace resaltar el colaboracionismo delos señores étnicos, quienes lo hicieron para ven-garse de antiguas rivalidades interseñoriales ytambién para salvaguardar el status socio-económi-co en que se desarrollaron dentro de las estructurasandinas, y asimismo por la oposición que reinabadentro de las clases sociales dominantes. Dicha co-laboración señorial fue muy dura –en Chile y Para-guay por ejemplo–. En éstos, “la resistencia delcampesino libre contra el señorialismo intruso, endefensa de su terruño, de sus costumbres, de su len-gua y de sus dioses [fue] capaz de desarrollar en es-ta su lucha, [un] valor grande e inquebrantable”.

El providencialismo surgió el año mismo de lamuerte de Atahualpa. Los españoles justificaron lacaída del Imperio Inca con argumentos carismáti-cos. En tal sentido, no algunos sino todos los con-quistadores pensaron que Dios lo había determina-do así, para poner fin al despotismo dictatorial delos incas. En todas las crónicas de la conquista, ytambién en las posteriores, se hallan dichas medi-taciones. Tal sucede en las de Jerez, Sancho, Cieza,Pedro Pizarro y hasta en la del culto Acosta. Paralos conquistadores, fue la ayuda de la Virgen y deSantiago Apóstol la que determinó la caída del Im-perio Inca. Acosta, por ejemplo, cree que el Imperiose desplomó víctima de sus pecados nefastos, yaque Huáscar fue el fruto del incesto entre dos her-manos, es decir, de una unión ilícita, contra la leynatural. El Imperio acabó, pues, por orden de Diospara terminar con la idolatría e implantar la reli-gión católica.

La superioridad racial del europeo, esgrimidacomo argumento para revitalizar la leyenda de lafácil conquista, brotó también en el siglo XVI. Pero

fue en el XVIII y más todavía en el XIX cuando co-bró verdadero valor. Morton, por ejemplo, en 1829publicó un libro titulado Crania Americana (Fila-delfia), donde sostiene que las cabezas de los indí-genas comunes del Perú acusan un claro índice deestupidez, salvo las testas de los incas (!). De éstosdice: “los cráneos de la raza de los incas presentanuna decidida superioridad en las facultades intelec-tuales con otras razas del pueblo común del Perú”.Y lo curioso es que su criterio aún regía en 1870.Como consecuencia de esa teoría, otros explicaronel fin del Imperio negando y desvirtuando el valordel indígena. Los imaginaron como a guerreros pu-silánimes y acomplejados frente al invasor armadovenido de España. Pero el complejo de la superiori-dad racial quedó desvanecido, más tarde, con las in-vestigaciones serias de la antropología científica.Quedó demostrado que no pasa de ser sino una delas muchas y fútiles vanaglorias de los conquistado-res y de los europeos en general. Quedó aclarado,pues, que cualquier razonamiento invocando el feti-chismo, la superstición o la inferioridad racial y cul-tural del peruano es tan falso como las baladrona-das de los españoles, quienes creían en la ayuda ce-lestial.

Uno de los abanderados de la tesis de la inferio-ridad racial y cultural de los peruanos, como factorprimordial para la ruina de su Imperio, es el nor-teamericano Ch. F. Lummis. Para este escritor, elsolo hecho de haber estado el Perú poblado por “in-dios” es ya una prueba palmaria de su inferioridadtotal. Los vio imposibles de crear un reino y peoruna república como la actual de Estados Unidos,porque la vida andina –dice– fue sencillamente tri-bal. No vale la pena seguir comentando las atrabi-liarias y prepotentes teorías de Lummis, propias desu mentalidad segregacionista e imperialista, por-que la arqueología y la etnohistoria las han destrui-do. Sin embargo, hay que anotar que para Lummisla población andina fue de las más inferiores y em-brutecidas del mundo, por la sencilla razón –segúnél– de “no ser más que indios”. Niega la existenciade incas y de curacas, y despectivamente a todos loshabitantes no los vio sino como a “una tribu de in-dios”.

Otro de los argumentos, muy mentados y estu-diados, para demostrar la fácil destrucción del Im-perio, fue la división existente entre el ejército y laclase dirigente en dos bandos: los de Huáscar y los,34

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de Atahualpa, que vale decir entre anan y urin cuz-cos. Desunión que llevó consigo una cruel y largaguerra civil, de la que se aprovechó Pizarro, ayu-dando al uno contra el otro, y viceversa, hasta ha-cer desaparecer a los dos y quedarse él como únicogobernador de todo el territorio. No cabe duda quede las teorías hasta ahora en boga, ésta ha sido laaceptada como la más lógica y natural de todas.

Pero también hubo hombres que se preguntaron¿cómo es que los araucanos, los chichimecas y otrastribus de cultura marginal no pudieron ser conquis-tadas con la misma sencillez que el Perú y México?Esto ya se interrogaron Cieza en 1553 y Acosta en1590. Y, en realidad, su estudio es fundamental pa-ra comprender la caída del Imperio Andino. No hayque olvidar que los araucanos recién fueron venci-dos entre 1860 y 1870.

Autores tan antiguos como Cieza y Acosta, y otrotan moderno como es Lipschutz, sostienen que losaraucanos no fueron subyugados fácilmente, nofueron conquistados “nunca” por los españoles, por-que no habían formado señoríos. No habían tenidoreyes a quienes obedecer, porque jamás habían es-tado sometidos a dominio extranjero. Era una gen-te libre. Su régimen socio-político-económico de no-madismo les incitó a combatir y esto les posibilitó laresistencia. Si hubieran estado estructurados enseñoríos, como sí lo estuvieron los de México y elPerú, se habrían derrumbado rápidamente; porqueentregado el rey absoluto estaba cedido todo. Entrelos araucanos no habían maceguales ni mitayos niyanaconas. Allí, los jefes no eran hereditarios sinoelegidos, según la valentía y la fuerza. Allí, el jefeno hablaba en forma personal sino que su palabraera la expresión del pueblo, y su sentir el senti-miento de la masa.

Lipschutz sostiene, como lo sostuvo tambiénCieza en 1553, que para entender y explicar el oca-so de los imperios americanos es imprescindible es-tudiar el estado social de los diversos señoríos étni-cos del mundo andino y el señorialismo feudal traí-do por los españoles. Porque de las fuerzas que seoriginan del encuentro de esos dos esquemas men-tales, dependió la caída rápida del imperio. Del en-cuentro antagónico, y hasta cierto punto incom-prensible, de esos dos esquemas mentales se origi-na la Conquista.

En tal sentido, nosotros debemos analizar cuál

era la situación política de los curacazgos o señoríosétnicos que integraban el Imperio del Tahuantinsu-yu. ¿Qué pensaban los jatuncuracas de los incas?¿Cómo juzgaban la política económica y social im-puesta desde el Cuzco? ¿Estaban contentos con laConquista Incaica? ¿U ocultamente ansiaban su li-beración? ¿Qué actitud tomaron los jatuncuracas yseñoríos étnicos ante los españoles? ¿Cómo los reci-bieron? ¿Qué vieron en ellos?

Sólo después de contestar a estas interrogantes,podremos comprender que la leyenda de la fácilconquista es sólo una mera leyenda. La fácil con-quista, descubriremos entonces, que se debe a la ri-validad señorial de los curacas andinos y a la oposi-ción de éstas al dominio del Cuzco.

Además, la historia social ha aclarado que lassociedades no señoriales, las organizadas sin estra-tificación clasista, son las que resisten al señorialis-mo intruso e invasor. Son las que defienden su cul-tura, tierras y lengua hasta desarrollar una luchalarga y valiente, a veces hasta morir en aras de lalibertad. En cambio, las etnias estructuradas enseñoríos, como sucedió en los Andes, se desenvuel-ven en un ambiente contrario. Pero este movimien-to propio de los señoríos hay que descubrirlo enfuentes inéditas; porque los cronistas españoleshasta hoy conocidos sólo lo mencionan muy opaca-da y ligerísimamente.

Podemos afirmar que los españoles callaron laasistencia y alianza de los señores étnicos, con unfin preconcebido: no perder las encomiendas. Siellos hubieran manifestado que el Tahuantinsuyufue conquistado por los mismos peruanos para en-tregárselo a los españoles, entonces ¿con qué dere-cho habrían reclamado gratificación de servicios ala Corona? Incluso Cieza de León, el sereno Cieza,disimula mucho el colaboracionismo de los señoresétnicos. Para él hay varios factores, pero ningunotan favorable como la rivalidad política entre Huás-car y Atahualpa, y el favor de la Divina Providenciadesde luego. En cambio, las alianzas señoriales conlas cuales se benefició Hernán Cortés, no fueron ca-lladas. Bernal Díaz del Castillo las menciona va-rias veces; y Acosta, cronista que publicó su obra en1590, escribe:

Fue... gran providencia del Señor, que cuan-do fueron los primeros españoles, hallaron

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ayuda en los mismos indios, por haber par-cialidades y grandes divisiones... El ayuda delos de la provincia de Tlacala, por la perpetuaenemistad que tenían con los mexicanos, dioal marqués don Fernando Cortés, y a los su-yos, la victoria y señorío de México y sin ellosfuera imposible ganarla ni aún sustentarse enla tierra.Quien estima en poco a los indios, y juzga quecon la ventaja que tienen los españoles de suspersonas y caballos y armas ofensivas y defen-sivas, podrían conquistar cualquier tierra y

nación de indios, mucho menos se engaña.Allí está Chile, o por mejor decir Arauco y Tu-capel, que son dos valles que ha más de vein-te y cinco años que con pelear cada año y ha-cer todo su posible, no les han podido ganarnuestros españoles casi un pie de tierra.Si Moctezuma en México, y el inga en el Perú,se pusieron a resistir a los españoles la entra-da, poca parte fuera Cortés ni Pizarro aunquefueran excelentes capitanes, para hacer pie enla tierra.

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a evidencia que brota de los documentosde la etapa panameña, es la de que elnombre del Perú era usado, acaso comoun mote despectivo o de burla, para losaventureros que partían hacía el nuevo y

dudoso Dorado, por la gente baja de Pana-má. Es un nombre popular que persistirá co-

mo todas las cosas del pueblo, irreflexiva y ca-prichosamente, y aún contra la misma realidad

geográfica. Los directores de la empresadel levante y los funcionarios de Pana-má rechazaban abiertamente este nom-

bre, como se deduce de su resistencia ausarlo, hasta que fueron vencidos por la co-

rriente popular. Y es que los expertos en viajes y na-vegaciones sabían bien que el Birú quedaba ahí cer-ca, a cincuenta leguas de Panamá, tierra dentro dela punta de Garachine. Y la nueva tierra descubier-ta se extendía, después del primer viaje, más dedoscientas leguas al sur de Panamá, sin que en ellatuviese la menor injerencia el minúsculo y proble-mático cacique del Birú, en realidad nunca hallado,real y positivamente, por ningún aventurero espa-ñol.

Esta pugna entre el criterio oficial, consciente ybien informado sobre las nuevas tierras, y el desca-balado concepto popular, se manifiesta bien clara-mente durante los años de 1527 a 1529. Pizarro yAlmagro, por una lógica actitud defensiva, ya se ha-llaban seguros de haber descubierto algo nuevo, re-chazaban la denominación antigua y desconceptua-da de Birú, que nunca pareció realmente y, mien-tras vacilan en bautizar su hallazgo con algún nom-bre fascinante –Tierra Nueva de la Mar del Sur,Nueva Castilla–, o con algún nombre indígena su-gerente que lleve consigo el vaho de la tierra –LasBarbacoas, Tacamez o Tumbez–, triunfa la pertina-cia ignorante del vulgo, su tendencia satírica y supoderosa voluntad de deformación y de cambio. Latierra nueva no se llamará con nombre de reyes ode santos, ni recibirá las forzadas toponimias deprovincias o regiones españolas, o las difíciles mo-dulaciones indígenas, sino que cogerá al azar unnombre indio y lo deformará de acuerdo con el ge-nio fonético español, en un instintivo y presagiosoalarde de fusión y de mestizaje. Birú, que es indíge-na, se transformará, en labios del hampa de la con-quista, en Perú, que no es indio ni español, pero quetiene ambos y será la cifra y el símbolo de un nue-vo destino racial.

El nombredel Perú

Raúl Porras Barrenechea(Pisco 1897-Lima 1960)

Raúl Porras Barrenechea

Uno de los intelectuales más brillantes del Pe-rú, especialista en el siglo XVI con sugestivasaproximaciones a la historia de otros siglos.

“El nombre del Perú”. En Antología de RaúlPorras Jorge Puccinelli com., (Lima: P.L. Villa-nueva S.A., 1951). Extractos seleccionadospágs. 27-30.

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El nombre del Perú

Es sugestivo por esto, para el investigador histó-rico, acechar el instante en que el nombre del Perúsalta al lenguaje hablado, de la jerga brutal de losconquistadores, al papel sellado de los legistas yfuncionarios, a la letra muerta de los documentoscon que se nutre el proceso vivo de la historia. Nocreo que ese instante sea el del contrato de 10 demarzo de 1526, que es un documento revelado tar-díamente, porque está en contradicción con todoslos demás documentos de ese mismo año y con de-claraciones de los mismos conquistadores. Desecha-do ese ficticio convenio, la primera huella del nom-bre del Perú, se halla en algunas declaracionesprestadas durante el año de 1527, principalmentepor soldados y gente soez, en el proceso de la resi-dencia del gobernador Pedro Pedrarias Dávila. Lamás antigua referencia que he hallado, en él, enuna revisión incompleta, es la correspondiente a ladeclaración del escribano Cristóbal Muñoz. Este de-clara el 21 de febrero de 1527, a propósito del con-trato entre los tres socios y el Tesorero la Puente, ydice que se encargó a éste “para que negociase porellos con Su Magestad en la Corte algunas merce-des por el servicio que han hecho en el descubri-miento del Perú”. Esta frase y este nombre, que porprimera vez aparecen en un documento cierto, no serefieren, sin embargo, al actual Perú ni al antiguoImperio de los Incas. El Perú de comienzos de 1527era tan sólo una región de los manglares, compren-día entre Panamá y el río San Juan, o sea, parte delo que hoy son la provincia panameña del Darién yla Intendencia colombiana del Chocó. El conceptogeográfico irá, a medida de los nuevos descubri-mientos, derivando hacia el sur. En marzo de 1527,un soldado burdo, Blas de Atienza, declara en lamisma residencia de Pedrarias, que él “se fue a laentrada del Perú e dexó su hacienda e poder a Pe-dro Bernal e desde dicho perú este testigo enbiócierto oro con lo de la compaña a esta cibdad de pa-namá”. Claramente, este Perú de 1527 no es toda-vía el Perú de los Incas.

La oscilación histórica de este momento, que pue-de ahogar en el olvido el fortuito y afortunado nom-bre del Perú, es manifiesta. En la misma residenciade Pedrarias y en otros documentos oficiales de en-tonces, se insiste en mantener el nombre neutro yprovisorio de Levante para toda la nueva costa des-cubierta en el Mar del Sur, pero no se acoge oficial-mente el del Perú. En la página 8 de dicha residen-cia, se dice de la empresa de Almagro y Pizarro: “el

descubrimiento que pretendían hacer en la parte delLevante”. En la página 11 vuelta, se insiste en el des-cubrimiento de la parte del Levante y en el 12 se ha-bla siempre de “la parte del Levante”. El licenciadoJuan de Salmerón, Alcalde Mayor de Panamá y juezde residencia de Pedrarias, no admite el nombre vul-gar, porque en una información levantada el 27 dejunio de 1527, dijo que por cuanto “algunas de laspersonas que trujo el capitán Diego de Almagro, delarmada e descubrimiento del levante ....” TampocoAlmagro acepta por entonces ninguna denomina-ción. En su petición al cabildo de Panamá, de 12 dejulio de 1527, Almagro, con la cautela propia del ba-queano en cosas de Indias, pondera su hallazgo, sinusar ni el nombre del Perú, ni otro alguno, en espe-ra del bautizo definitivo. Han descubierto sus compa-ñeros y él, según su propia relación, la región pobla-da de Tacamez, al sur del río San Juan, pero todocontinúa innominado. “Se ha descubierto –dice Al-magro– una tierra muy rica y poblada de muchos ygrandes pueblos, como por las relaciones del Veedory escribano que de allí traje, tienen visto”.

Abundan documentos del año de 1527 que insis-ten en la denominación de “Costa de Levante”. Enun poder de Alonso Gallego, soldado de la empresadescubridora, firmado en la isla del Gallo el 10 deagosto de 1527, nombrando su mandatario a PedroVernal en Panamá no obstante ser el signatario unaventurero de la plebe, acaso por tratarse de un ac-to legal, no se usa el remoquete popular. “AlonsoGallego, dice el documento, estante en este descu-brimiento de la costa de Levante”. El 20 de agostode 1527, el Gobernador Pedro de los Ríos y los ofi-ciales reales, se reúnen en Panamá, para decidir elregreso de los expedicionarios amotinados en la is-la del Gallo, o sea, al término del segundo viaje, yaún subsiste la elusión del nombre populachero. Elacta de esta reunión reza: “estando placticando so-bre el viaje e armada del descubrimiento del levan-te que los capitanes francisco pizarro e diego de al-magro facen...” Almagro reclama contra los propósi-tos del Gobernador de dar término a la empresa, endos memoriales, y en ninguno de ellos usa el nom-bre del Perú, que ya estaba en boga entre sus hara-posos y descontentos soldados. El 22 de agosto de1527 Almagro dice al Gobernador: “que los días pa-sados vine a esta cibdad a facer relación a vuestraseñoría de lo sucedido en este descubrimiento delLevante”. Y el 30 de agosto insiste ante Pedro de losRíos, para que le permita enviar socorro de basti-,38

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mientos (maíz y carne “para este descubrimientodel levante”). El 1° de setiembre de 1527 vuelve allamar a sus mandantes, “esta armada e descubri-miento del levante”.

Por esta época, ambula en Panamá el verdaderoinventor del mito del Perú, el pacificador del caci-que Chochama, cerca del golfo de San Miguel, quiensabe de veras el valor relativo de las palabras.Mientras el mote del Perú, sigue viajando, en alasde la imaginación de los soldados de Pizarro, haciael Sur, él declara parsimoniosamente en la residen-cia de Pedrarias, a propósito de los encargos que re-cibió de éste, y relata la humilde verdad de aquelnombre y episodio, antes de que volara en brazos dela fantasía popular. “Fue este testigo –dice el hon-rado y mediocre Andagoya– a visitar al cacique deChochama, por el mandato de dicho pedro arias y eldicho cacique se le querelló de los caciques de laprovincia del pirú –Andagoya dice siempre Pirú, le-ve trasposición de Birú– que le destruyan e mata-van a su gente e les tomavan su tierra”. Pedrarias,según Andagoya, le envió 30 hombres para auxiliaral cacique y “el fue a la dicha provincia del pirú e lehiso volver al dicho cacique Chochama todo lo quele avia sido de paz con los cristianos e hizo de pazsyete caciques de dicha provincia e los hizo amigos

con el dicho Chochama”

Es evidente que mientras los funcionarios y losdirectores de la empresa vacilan, el nombre del Pe-rú se arraiga en la conciencia popular y, sobre todo,se desplaza hacia el sur. Cuando Pizarro y Almagropartieron de Panamá, en la descabellada empresaque patrocinó Luque, o Loco, se dijo que iban enbusca del cacique Birú, descrito por Andagoya. ElBirú quedaba a puertas de Panamá. Después delprimer viaje el nombre ha emigrado hasta com-prender las doscientas leguas que alcanzan hasta elrío San Juan. En esa zona va a ubicar más tardeOviedo y Gómara, para robarle a Pizarro la inicia-tiva o, por lo menos, el nombre del descubrimiento,el presunto río, que no figura en ningún documentocartográfico. Pero, a raíz de la vuelta de los desa-rrapados murmuradores de la isla del Gallo, haciaoctubre o noviembre de 1527, todos los desertores yresentidos, creadores de confusión y descrédito, seempeñaran en nombrar con el nombre primitivo ysinónimo de fracaso, de Birú –transformando enPerú y oreado ya de triunfo, en su nueva forma–, ala región ahora descubierta por Ruiz, que abarca elEcuador actual hasta Santa o Chincha. El anónimocacique del Birú va a ser confundido con el supremoseñor del Tahuantinsuyo, transformado en Perú.

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Antropólogo e historiador francés, uno delos grandes impulsores de la etnohistoria. Esmuy conocido por sus teorías sobre “la vi-sión de los vencidos”.

Sociedad e ideología: ensayos de historia y an-tropología andinas. Lima: IEP, 1973. Extractosseleccionados, págs. 81-85, 120-128.

La desestructuracióndel mundo andino

Nathan Wachtel

n el Imperio de los Incas los principios de reci-procidad y de redistribución eran los que nor-maban el funcionamiento de la economía. Des-pués de la Conquista, la comunidad subsiste y

propone nuevamente el modelo de la reciproci-dad. En cambio, la redistribución estatal se arrui-

na con la muerte del Inca, se reemplaza a la an-tigua casta dirigente y se funda una economíabasada en la explotación de los indios.

La economía colonial

En efecto, la dominación española determina losrasgos característicos de la economía colonial. Na-turalmente, los nuevos señores saben aprovechar(como lo veremos más adelante) las institucionespreexistentes; pero su sola presencia, aparte de lasnuevas actividades que introducen, trastorna la or-ganización tradicional.

La ruina del antiguo sistema de redistribuciónprovoca, en primer lugar, una reorientación funda-mental del espacio económico. Se recuerda que enla época del Imperio, el Cuzco era punto de conver-gencia y divergencia de las riquezas. En adelante,el espacio se encuentra descentrado: la capital seestablece en Lima, y las minas de Potosí pronto seconvierten en la otra zona de atracción del país. Enmedio de esos dos polos, el Cuzco, antiguo centro delmundo, no es sino una etapa en el camino. Si se tie-ne en cuenta que el sistema económico del ImperioIncaico tenía alcances religiosos y cosmológicos, quea su vez le daban sentido, se puede concebir la pro-fundidad de la ruptura colonial.

La desorientación del espacio se manifiesta,igualmente, en la escala regional y aun en la local.La complementación vertical de la economía andi-na, que asociaba las culturas escalonadas desde elnivel del mar hasta una altura de más de 4,000 me-tros, sufre también graves alteraciones. Algunasveces son los propios españoles quienes, por desco-nocer el sistema indígena, lo atacan directamente,repartiéndose encomiendas y separando “colonias”(pobladas en gran parte por “mitimaes”) de su cen-tro de origen. Tal es el caso del valle de Sama en lacosta, productor de maíz y de algodón y ligado tra-dicionalmente a la provincia de Chucuito, que care-cía de esos productos. Fue separado de esta últimapara ser atribuido a Juan de San Juan, hasta el mo-mento en que, bajo el virrey de Cañete, los funcio-

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narios reales toman conciencia del error cometido ydeciden relacionarlo nuevamente con la provinciade Chucuito, que dependía de la Corona. A menudo,los mismos “mitimaes”, con los disturbios de la Con-quista, abandonaron espontáneamente las zonasdonde habían sido trasplantados para retornar asus regiones natales. O simplemente desaparecie-ron en la catástrofe demográfica que siguió a la lle-gada de los españoles.

La baja constante de población provoca efecti-vamente, en lo que concierne a la producción agrí-cola, el abandono de las tierras menos fértiles o delas más marginales. En lo que se refiere a este fe-nómeno, disponemos solamente de documentos deorden cualitativo, pero que son esclarecedores.Escuchemos, por ejemplo, al curaca Cumiqui deYucay (cerca del Cuzco) en 1552: “Como hay ahorapocos indios en el valle y las tierras abundan, vanbuscando las que les parecen mejores y dejan decultivar las que trabajaban antes”. En otros casos,se trata de plantaciones alejadas, sobre todo de co-ca: tales como la de Manchaos, cerca de Huánuco.Entonces se plantea otra interrogante: ¿es precisoadmitir también una baja en el rendimiento de lastierras cultivadas? Es lo que dice, también en Yu-cay, el curaca principal del valle, Francisco Chil-che: “Se podría cultivar en estas tierras, cultiván-dolas como se hace, 500 fanegas de maíz, porqueen el tiempo del Inca se les cultivaba mejor y se re-cogía mucho más”. En realidad, el mantenimien-to de andenes en las pendientes, o de canales deirrigación en la costa, exigía una abundante manode obra y una disciplina rigurosa: no es pues desorprender que los trastornos de la Conquista tra-jeran consigo una baja en la producción indígena,tanto por la reducción del espacio cultivado, comopor la disminución del rendimiento. Al punto quelos funcionarios reales recomiendan expresamentemantener ciertas instituciones indígenas: es el ca-so de Garci Diez, visitador de Chucuito, que, cuan-do pasa a Moquegua en la costa, no deja de instara que se mantenga “el orden del tiempo de los In-cas en la repartición del agua”, olvidado por los es-pañoles instalados en el valle.

Los españoles se apoderan tanto del agua comode la tierra: la dominación colonial significa paralos indios ser desposeídos de los medios esencialesde producción. El proceso se ve favorecido tanto porla caída demográfica como por el aumento de tie-

rras eriazas. Pero como también los españoles bus-can las mejores tierras, en definitiva su toma de po-sesión se traduce siempre en el despojo de los in-dios. Es así como, en la región de Huánuco, en1562, el curaca Cristóbal Xulca Cóndor se lamentaporque las tierras de que disponen sus súbditos “noson ahora tan buenas como las que ellos estabanacostumbrados a cultivar en otras épocas, porquelos españoles se apropiaron de las mejores cuandofundaron esta ciudad”. En efecto, para los españo-les uno de los primeros medios de adquisición con-siste en hacer que la Municipalidad, de la que son“vecinos”, les atribuya en forma oficial la propiedadde las tierras. Pero generalmente se trata de exten-siones cercanas a la ciudad en cuestión, y este pro-cedimiento regular pronto resulta insuficiente: lapoblación blanca aumentaba rápidamente y la po-sesión de vastos dominios suscitaba un interés ca-da vez mayor, a medida que crecía el mercado paralos productos agrícolas con el desarrollo de la redurbana y de la economía minera. En la mayoría delos casos, los españoles se apropiaron de la tierraocupándola de hecho, por medio de la violencia.

Los encomenderos fueron los que estuvieron me-jor situados para practicar este tipo de usurpación.Se sabe que la encomienda concede a su beneficia-rio la percepción de un tributo, pero no el derechode propiedad sobre la tierra de los indios que le sonconfiados. Sin embargo, al encomendero le es fácilmaniobrar el sistema del tributo para así despojara los indios.

●●●

Se impone una primera constatación: la condi-ción de los indios parece mucho más favorable bajola administración real (Chucuito, Yucay), que bajoel régimen de encomienda (Huánuco, Huaura). Escierto que en Chucuito, a partir de 1559, el tributose torna cada día más pesado, situación que resul-ta del desarrollo de la producción minera en Potosí,la región desempeñaba así el rol de un depósito demano de obra; hasta entonces el tributo había sidorelativamente moderado en esa zona. Por el contra-rio, aunque el valle de Yucay, en 1558, sea nueva-mente entregado a un encomendero ahí las obliga-ciones siguen siendo muy ligeras hasta 1572, situa-ción que resulta de una circunstancia particular, asaber la minoría de la princesa Beatriz. General-mente, el encomendero piensa sobre todo en sacar

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provecho de los indios que le son confiados, mien-tras que la Corona debe velar, teóricamente, por lasuerte de todos sus súbditos.

Cronológicamente, se manifiesta una evoluciónen las diferentes formas de tributo (aunque de ma-nera confusa e irregular):

1. De 1532 a 1548 (hasta el final de las guerrasciviles): no hay tasa oficial que fije las obli-gaciones de los indios; como lo afirman lostestigos de Yucay, continúa el sistema ante-rior, simplemente los españoles sustituyenal Inca. Pero esta continuidad no comportapor eso menos elementos de ruptura: el en-comendero impone el despotismo, no se con-tenta con el beneficio del trabajo de los in-dios y exige además productos en especies,ya sea agrícolas (no sólo maíz, sino tambiéntrigo), o artesanales (no solamente tejidos,sino además artículos hechos con fibras deagave, arneses, etc.)

2. De 1549 a 1570 aproximadamente: bajo lapresidencia de La Gasca, hacia 1550, se ofi-cializan las primeras tasas oficiales; general-mente éstas comportan además de la leva de“mitayos” numerosas obligaciones diversas:maíz, trigo, papas, carneros, cerdos, aves decorral, huevos, pescado, frutas, coca, sal, teji-dos y objetos artesanales diversos, etc.; a me-nudo los indios no producen tal o cual artícu-lo y tienen que procurárselo por trueque. Apartir de este período, aparecen algunas ve-ces obligaciones en plata, pero su monto estodavía muy limitado con respecto al restodel tributo. Sin embargo, las tasas evolucio-nan poco a poco en el sentido de una simplifi-cación de los pagos (desaparición de los artí-culos de interés secundario, tales como avesde corral, huevos, pescado, etc.), con el au-mento del tributo en plata (que siempre es lamenor parte del tributo).

3. Década de 1570: el virrey Toledo sigue unapolítica de uniformización del tributo y aplicanuevas tasas después de la visita general queordena para todo el Perú. Aunque todavía in-cluye trigo, maíz o tejidos, así como la entre-ga de “mitayos”, el tributo en plata se hacepredominante.

Aquí surge una pregunta fundamental: ¿qué re-presenta el tributo español con respecto al tributoincaico? Cuantitativamente se nos escapan las me-didas exactas. Sin embargo, hemos encontrado enHuánuco, Chucuito o Huaura un hecho lleno deconsecuencias: los españoles se apropiaron de lastierras del Inca y del Sol, reservadas en otros tiem-pos para el tributo: el resultado es que el peso de és-te se encuentra transferido a las tierras comunita-rias de los indios. A menudo, las tasas mismas, tan-to bajo La Gasca como bajo Toledo, confirman explí-citamente que los contribuyentes deben cosecharsus obligaciones de maíz o trigo en sus propias tie-rras. Es cierto que luego de la caída demográficalos indios son menos numerosos y que, generalmen-te (a pesar del ejemplo de Huaura), no les faltan tie-rras (aunque hayan perdido las mejores); pero, porel hecho de ser menos numerosos tienen más traba-jo. Por eso no sorprende que el tributo español pa-rezca mucho más pesado que el tributo incaico: lasindicaciones de que disponemos respecto al tiempoconsagrado al pago de obligaciones al encomendero(en Huánuco o en Huaura) son testimonio de la ex-plotación intensiva sufrida por los indios. Por otraparte, sería ingenuo creer que los beneficiarios delas tasas las respetaban al pie de la letra: innume-rables documentos ilustran los abusos, los cobrosilícitos, la violencia que ejercían. Sabemos que enHuaura reinaba un déspota inescrupuloso. Cite-mos nuevamente, volviendo a la región de Huánu-co, el caso de Sebastián Núñez del Prado, que du-rante nueve años exigió trescientas canastas de co-ca al año, en vez de las ochenta prescritas y que, pa-ra cobrar el tributo textil, hizo encerrar a cierto nú-mero de indios en un corral donde trabajaban sintregua. En cuanto a su vecino, García Ortiz de Es-pinoza fue condenado a restituir mil pesos a suscontribuyentes e incluso fue enviado a la cárcel porsus malos tratos. Pero rara vez se castigaba losabusos de los encomenderos.

Es sobre todo cualitativamente que se ve arrui-nada la ideología que justificaba el sistema incaico:en el mundo dominado por los españoles no tienensentido las nociones de reciprocidad y de redistribu-ción o, para ser más exactos: el sistema español uti-liza aspectos del antiguo sistema. La reciprocidaddesempeña todavía un papel en las relaciones entreel ayllu y los curaca, y éstos aseguran la relacióncon los nuevos amos; mientras que la reciprocidaddaba lugar a una rotación de riquezas (ficticia o,42

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desigual) entre el ayllu, el curaca y el Inca, la do-minación española provoca una transferencia delos bienes en sentido único, de los indios a los es-pañoles sin contraparte. Recordemos algunos he-chos significativos: en Huaura, los contribuyentesno reciben ni alimentación ni herramientas parael trabajo; en Huánuco, los chupachos se quejanunánimemente por ser obligados a proporcionar elalgodón del tributo textil; en Chucuito, mientrasque el curaca todavía les da a los indios la lana pa-ra que le tejan sus vestidos, el rey no da nada acambio de las mil piezas de ropa que percibe; y los18,000 pesos que se pagan a Su Majestad en modoalguno se redistribuye entre los indios. El españolha tomado el lugar del Inca, ha heredado su fun-ción centralizadora sin mantener la redistribuciónde las riquezas en beneficio de todos. En definiti-va, mientras que el tributo inca funcionaba segúnuna estructura equilibrada y circular, el tributoespañol se caracterizaba por su estructura dese-quilibrada y unilateral.

La moneda

La Conquista introduce la moneda en un paísdonde ésta no existía en absoluto. Es cierto que du-rante el siglo XVI la economía del Perú no se basatotalmente en intercambios monetarios; por el con-trario, la actividad indígena sigue orientada haciala autosubsistencia y los mismos españoles a menu-do recurren al trueque. Pero los indígenas se venfrente a un sistema que les era desconocido, y pron-to soportan todo el peso de la producción de las mi-nas de plata. Por eso nos vemos obligados a plan-tear dos cuestiones:1. ¿Qué representa la moneda en la mentalidad in-

dígena?2. ¿Qué consecuencias acarrea el pago del tributo

en dinero?En tiempos del Inca, el oro y la plata eran, sin

duda, objetos preciosos. Entraban en el sistema dedones y contradones; por ejemplo, el curaca le ofre-cía joyas al Inca y recibía de éste vestidos con in-crustaciones de oro, así como mujeres, yana o tie-rras. Pero tengamos en cuenta el significado deldon en el sistema de reciprocidad: es resultado de lagenerosidad del donante, pero quien lo recibe se veobligado a corresponder con un don igual o superior.El don aparece así como libre y obligatorio. Entranen juego nociones tales como el prestigio, el poder,la generosidad, la ley social; las relaciones económi-

cas se impregnan de connotaciones morales y reli-giosas. Pero el metal precioso no desempeña, comoen la economía monetaria europea, el papel abs-tracto y específico de equivalente universal; no sir-ve para medir el valor de los productos, simplemen-te es una riqueza más.

Esta representación mental determina, despuésde la Conquista, la incomprensión de los indios an-te el sistema español. Garci Diez nos da sobre estoun ejemplo sorprendente: se trata de las ventas alcrédito a los indios. Los comerciantes españoles re-corren la provincia: ofrecen a los indígenas diversasmercancías, tales como vino, coca o herramientasde origen europeo. El precio de estas mercancías esmucho más alto que su valor real, pero los comer-ciantes no exigen nada al contado. Los indios acep-tan todo lo que les ofrecen, aunque no lo necesiten,como si se tratara de regalos generosos. Concluidasestas “ventas”, los comerciantes esperan el venci-miento de la deuda y entonces apelan a la justiciaespañola para obligarlos a pagar. En la mayoría delos casos, éstos están imposibilitados de hacerlo:entonces se les confisca sus pertenencias y se lesencarcela si es que no huyen.

En cuanto a los intercambios entre indios, casisiempre revisten la forma de trueque. Como entiempos del Inca, los productos de la sierra los cam-bian por los de los valles cálidos. En Chucuito, cier-tos indios confían a sus vecinos la confección de susvestidos: por una “manta” le dan al trabajador,aparte de la materia prima (la lana ya hilada), dosvellones de lana, coca y productos comestibles. Sinembargo, hay un hecho significativo: Garci Diezprecisa que en las ventas a crédito de que son vícti-mas los indios, éstos adquieren productos españolesy no mercaderías locales. Existe pues una especiede dicotomía. A nivel de las representaciones men-tales, debemos distinguir dos sectores diferentes enla economía peruana del siglo XVI; uno de produc-tos indígenas, donde los intercambios se hacen di-rectamente por trueque; y el otro de productos es-pañoles, en que los intercambios pasan por el inter-mediario abstracto de una evaluación monetaria(esté o no presente la moneda).

Ahora bien, la difusión del tributo en plata obli-ga a los indios a salir del sector que les es familiar.Esta difusión tiene lugar en la década de 1560 y so-bre todo en la de 1570, bajo el gobierno de Toledo.

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Todavía en 1562, los chupachos de Huánuco no leentregan a su encomendero sino contribuciones enespecies. Pero el ejemplo de Chucuito demostróuna clara evolución, a partir de 1559, en el sentidode una agravación constante del tributo en plata.Las “Relaciones Geográficas” nos permiten elaborarun cuadro de las obligaciones hacia los años 1582-1586: en esta fecha constatamos que si el tributocomporta, según las regiones, trigo, maíz, papas oropa, menciona también el dinero. ¿Cómo hacen losindios para conseguirlo?

En Chucuito, en el sur del país, hemos visto quelos aymaras van a ganarlo a las minas de Potosí y quea este salario añaden el de los transportes; pero el di-nero no permanece en sus manos, no les sirve paraempresas comerciales: es absorbido por el curaca ypor los españoles. Las sumas acumuladas en el sec-tor indígena no permiten el nacimiento de un capital:se trata, al contrario, de una “proletarización” de losindios. Las “Relaciones Geográficas” describen unasituación análoga en las otras provincias. Así en la re-gión de Jauja, en el centro del Perú, para pagar su tri-

buto, los indios se ven obligados a trabajar en las mi-nas de mercurio de Huancavelica.

Al norte, en la región de Cuenca, los indios se al-quilan al servicio de los españoles (para trabajosdomésticos, rurales o para tareas de transporte) ytambién van a trabajar en las minas (las de oro deZamora). El tributo en dinero obliga a los indios aadoptar actividades nuevas, en detrimento de lastradicionales, puesto que quienes van a las minas oa lugares lejanos abandonan el cultivo de sus tie-rras y a menudo no regresan. La difusión del tribu-to en plata agrava la desestructuración del mundoindígena. Según Santillán se trata de la carga máspenosa. La preocupación por conseguir dinero sehace general al sector indígena, pero se trata deuna necesidad impuesta desde el exterior, no deuna adopción espontánea. Se busca la plata comoobjeto precioso exigido por los españoles, y no comoun instrumento de cambio. La introducción de lamoneda no transforma la economía indígena eneconomía monetaria: desempeña solamente un pa-pel destructor y negativo.

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Felipe Barreda Laos

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Destacado intelectual y político limeño dela primera mitad del siglo XX, especializadoen la historia de las ideas.

Vida intelectual del Virreinato del Perú. Li-ma: UNMSM, 1937. Extractos selecciona-dos págs. 273-277.

Vida intelectual delVirreinato del Perú

Felipe Barreda Laos(Lima 1888-Buenos Aires 1973)

fectos de la vida colonial, sobre la vida re-publicana del Perú. –Influencia del régi-men colonial sobre el pueblo. - Influenciadel régimen colonial sobre las clases su-

periores.

Los dos grandes objetivos de la educación colo-nial fueron: conseguir la sumisión política a laMonarquía y la sumisión religiosa a la Iglesia.

En la cultura dominó la dirección teológica yel desprecio por la ciencia: y las reacciones con-

tra estas tendencias, alcanzaron éxitos efímeros.En cuanto a la administración colonial, primó laconveniencia utilitaria de la Metrópoli en las rela-ciones entre el gobierno y los subordinados.

Para comprender la importancia inmensa quepara nosotros tiene esa época histórica, analizare-mos los efectos del régimen colonial en el pueblo, yen las clases dirigentes.

La servidumbre con sus cargas abrumadoras, lamita, la encomienda; el abuso desmedido que elvencedor hacía, confiado en la obligada resignacióndel vencido; el exterminio producido por el deseo in-saciable de riqueza; la explotación del indígena conpretexto de hacer triunfar en América la fe católica;el abatimiento producido por el desprecio de los do-minadores, y por cierta especie de marca de infamiaque el conquistador imprimió sobre el indio, produ-jeron el agotamiento de la raza.

Si la dominación incaica motivó en el indio el de-bilitamiento de la voluntad, la sumisión colonialagravó el mal haciendo perder a la raza toda ener-gía. La imaginación paralizó su desarrollo; la inte-ligencia se sumió en la más completa inercia. Cuan-do el alma de la raza, bruscamente desadaptada dela civilización propia, debía realizar una labor muypenosa de adaptación paulatina a la nueva civiliza-ción, los encargados de convertirla, no supieron te-ner éxito: y la rudeza con que procedieron, las ame-nazas y los castigos con que quisieron imponerse,fomentaron desconfianzas y angustias. Resenti-mientos imborrables, y odios disimulados, crearonseparaciones profundas entre conquistadores y con-quistados. Desde ese momento, la raza indígena vi-vió alejada de la de la civilización intrusa, sin espe-rar felicidades del porvenir. Vivió del pasado, mi-rando siempre atrás, sintiendo la melancolía de la

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Vida intelectual del virreinao del Perú

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irremediable separación, cada vez mayor, del tiem-po feliz que para siempre huyó.

La influencia del régimen colonial sobre los de-más elementos populares no fue menos perjudicial.Los virreyes se empeñaron en separar las castas,creando entre ellas rivalidades y ociosidades, por te-mor a posibles levantamientos. Con tal sistema eraimposible la existencia de sentimiento alguno de so-lidaridad. Las castas vivían en el Perú en la condi-ción indigna de clases inferiores despreciadas: en talsituación, mal podían sentir afecto por la patria, enla que tanto se les humillaba. El régimen colonial,fue opuesto a la formación del sentimiento nacional.

En cuanto a las clases sociales superiores, lainfluencia de la vida colonial es de inmensa trans-cendencia.

El escolasticismo que dominó durante tres siglosdesarrolló entre nuestros intelectuales exageradoamor a la teoría, al principio dogmático. El despre-cio que porfiadamente se tuvo por las ciencias, oca-sionó la falta de espíritu de observación y del sentidode la realidad. Estos defectos de espíritu en las cla-ses sociales superiores, aparecen notoriamente des-de los primeros días de nuestra vida republicana.

Creyendo incompatible la forma monárquica conlos derechos del hombre, y repitiendo con Montes-quieu que la república libre era la forma de gobier-no más perfecta de los pueblos civilizados, pasamosrápidamente de la sumisión colonial al abuso de to-das las libertades. Se argumentaba en favor del go-bierno republicano, diciendo que el pueblo lo que-ría; y en los periódicos de la época se leen frases co-mo éstas: «somos hombres espontáneamente unidosen sociedad, y sólo sujetos –a los pactos que en ejer-cicio de nuestro albedrío hemos formado». Se decla-maba contra los gobiernos personales; contra la dic-tadura, “esa dignidad espantosa de una espada cor-tante que amenaza al inocente y al culpable, al pa-triota y al traidor».

Se reúne el Congreso de 1823 para dar al paísuna Constitución liberal y, aunque nuestros legisla-dores profesaban los principios que hemos enuncia-do, sufrió el Congreso una imposición militar y, a fi-nes de ese año, aunque los demagogos repetían conBenjamín Constant que –un gobierno constitucio-nal cesa de derecho de existir, inmediatamente

«que la Constitución no existe», el Congreso conce-día a Bolívar facultades extraordinarias, y erigíapor su propia mano la dictadura.

Sin admitir transacciones de ningún género, larealidad se imponía destruyendo violentamente laconstrucción de los utopistas enamorados de la teoría.

Atendiendo a la incultura del pueblo, este Con-greso dispuso que la condición de saber leer y escri-bir para ejercer el derecho de ciudadanía no se exi-giera sino desde 1840. Sin embargo del convenci-miento que había del atraso lamentable de la gene-ralidad de los nacionales, la Constitución del 23,por imitación impertinente, o exagerado amor a ladoctrina, dispuso en su artículo 107 el estableci-miento de jurados para las causas criminales. Lautopía quería sobreponerse a la realidad; pero fuevencida nuevamente por ésta. Enmendando elerror, los legisladores del 28 encomendaron a losjueces de primera instancia del fuero común, el juz-gamiento de las causas criminales.

Sin estudio profundo del medio en que iban aaplicarse las leyes, los legisladores del 28, atendien-do sólo al principio de que el pueblo debe gobernar-se a sí mismo con toda libertad, intentaron un régi-men de descentralización administrativa; creandoun país donde la ineptitud para el gobierno era ge-neral, las Juntas Departamentales, que tenían en-tre sus atribuciones la de velar sobre la renta nacio-nal, y la de proponer prefectos y gobernadores.

Sucedió lo que tenía que suceder: las Juntas De-partamentales turbaban el orden con sus abusos, einvadían atribuciones del gobierno. Se vieron enellas a personas incapaces; y dieron tan repetidosescándalos que la de Lima fue disuelta por la fuer-za en 1831; y el Congreso de 1834 tuvo que abolirlas Juntas Departamentales.

El excesivo amor a la doctrina, sin base de apli-cación real, determinó también la discusión ruidosade cuestiones religiosas en el congreso de 1856, loque trajo como consecuencia la exaltación del fana-tismo popular y la revolución de Arequipa.

Podríamos hacer la historia de nuestras constitu-ciones con más detalles; se llegaría a la conclusión deque ellas representan la lucha incesante entre princi-pios teóricos inaplicables, y la realidad intransigente.

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Felipe Barreda Laos

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Otros muchos efectos ha producido la educacióncolonial en nuestras clases sociales superiores. Elantiguo sectarismo de escuela ha originado la in-transigencia de pensamiento, y la dificultad de com-prender el credo ajeno, que rechazamos siempre conmanifiesta intolerancia, cuando se opone al nuestro.Hay cierto fanatismo en nuestras luchas de opinio-nes; cuando discutimos, acostumbramos hacer de larazón un privilegio personal en nuestro favor.

El principio de autoridad, tan rescatado de laEscolástica, y la opresión intelectual de tres siglos,han originado la necesidad que siente nuestro espí-ritu –de esclavizar el pensamiento; la incapacidadpara la creación original. Debido a esas causas esque en el Perú no ha existido ni Filosofía, ni Arte,ni Ciencia original, desde la época de la Conquista.

Hemos vivido de la imitación extranjera, que haconcluido por ahogar la personalidad. La educación su-perior en nuestra vida independiente se ha inspiradoen el mismo carácter imitativo, y no ha hecho esfuerzospor alcanzar la emancipación de nuestro espíritu.

No menos funesto ha sido ese temor al poder dela autoridad civil y religiosa que prevaleció en laColonia. El miedo favoreció el desarrollo del servi-lismo, vicio detestable contra el que todavía no he-mos reaccionado lo bastante.

La sujeción absoluta al maestro, otro carácter dela educación colonial, tenía que impedir el desarro-llo de la iniciativa individual, y ocasionar incapaci-dad para el gobierno de sí mismo. El intelectualis-mo teológico predominante en la Colonia, que ago-taba las energías de la juventud en discusiones es-tériles y polémicas ruidosas, impidió la buena edu-cación de la voluntad. Los maestros coloniales nose preocuparon de ella, en la vida independiente he-mos seguido dando preferencia al intelectualismo;hoy mismo sentimos, desgraciadamente, que la vo-luntad es el elemento más débil de nuestro espíritu.

Llegamos así a la vida republicana, sin clase di-rigente que mereciera el nombre de tal. Sin aptitudpara el gobierno en los directores del país, ¿qué po-día esperarse y qué podíamos ser? La historia delPerú, demuestra, irrefutablemente, que no puede

existir un país libre sin clase dirigente. Los pueblosno son lo que sus muchedumbres inconscientesquieren ser; sino lo que sus hombres dirigentes qui-sieron que fueran. Las muchedumbres, con sus mo-vimientos contradictorios y sus ciegos impulsos nohacen sino reflejar esa luz violácea que sobre lascumbres prendieron los hombres pensadores. Sonéstos los que canalizan, los que estudian, los quevislumbran el porvenir, y los que imprimen el rum-bo definitivo al movimiento nacional.

Pero esa élite; esa clase dirigente que hace falta,sólo adquiere sus cualidades directoras con una edu-cación sólida y bien orientada de la cual carecimos.

Hemos vivido imitando: a España durante la Co-lonia; a Inglaterra, Francia y Alemania durante lavida azarosa de la República.

En la Colonia, la unión aparente de todos los ha-bitantes del Perú se debió a la imposición, a la fuer-za; no se formó entonces el sentimiento nacional; noexistió entre los espíritus solidaridad verdadera.

En la vida independiente, antes que un ideal co-lectivo nos uniera; antes que un sentimiento nacio-nal sincero y profundo limitara las expansiones delegoísmo individual, comenzaron los horrores de laguerra civil; en la anarquía, se ahondaron las divi-siones; nos acostumbramos a creer que el interéscolectivo y el bien nacional nada valían, compara-dos con la satisfacción egoísta de gobernar.

Nada detuvo el egoísmo en su obra disociadora,porque faltaba un ideal colectivo que lo contuvie-ra; y no existía el sentimiento nacional profundoque lo neutralizara.

Que este ensayo histórico crítico; este breve aná-lisis espectral que proyecta la luz del pasado virrei-nal sobre el prisma de nuestra conciencia nacional,contribuya a percibir el ideal superior que el Perúdebe realizar, venciendo todos los obstáculos e im-prudencias.

Ideal que debe ser la fuerza informante, funcional,unificadora, de la nacionalidad en marcha: Plenitudespiritual, económica y política. Felicidad y Grandeza.

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Sociólogo del Instituto de Estudios Pe-ruanos. Su libro Clases, estado y naciónes considerado un clásico de las cien-cias sociales en el Perú.

Clases, estado y nación en el Perú. Lima:IEP, 1992. Extractos seleccionados págs.28-31, 46, 68-70.

La herenciacolonial

Julio Cotler

las obligaciones del indio de tributar a laCorona o al encomendero, de pagar diezmosa la Iglesia por los productos agropecuariosde origen europeo, de cumplir con la mita, seagregaba el repartimiento para forzar a estapoblación a ofrecer su trabajo y el producto

del mismo a un “precio” por debajo del“mercado libre”.

Estos modos de participación de la población in-dígena en la economía colonial se cum-

plieron paralelamente a la constitución delas haciendas y plantaciones basadas en el

trabajo esclavo. La Corona incorporó a su patrimonio las tie-rras del Inca que, en un primer momento, las audiencias y loscabildos distribuyeron entre los conquistadores con sus co-rrespondientes mitayos. Además, los encomenderos, corregi-dores, cabildos y congregaciones religiosas, gracias a su rela-tiva autonomía frente al Rey, estaban en condiciones de trans-gredir la ley y obtener tierras de las comunidades, engloban-do a sus pobladores como trabajadores enfeudados.

El abuso de la mita y la creciente mortalidad indígena pro-dujo una fuerte acumulación de tierras vacas y realengas enlas originalmente entregadas a las comunidades. A este fenó-meno se asociaba el hecho de un creciente número de indíge-nas que al huir de las reducciones se convertían en forasteros,condición que les permitía evadir el tributo y la mita, en razónde no contar con tierras para su sustento. Esta situación ori-ginó la “composición de tierras”, de la que abusaron los espa-ñoles. Así, encomenderos, corregidores, curas doctrineros, setransformaron en hacendados, pese a las expresas disposicio-nes reales.

Pero la posesión de tierras o minas sólo adquiría valor sise acompañaba de una abundante y servil mano de obra. Así,el interés de la capa dominante por apropiarse de mayores ex-tensiones de tierras se relacionaba con la posibilidad de absor-ber trabajadores indígenas.

Las haciendas se trabajaban con mitayos, yanaconas,arrendatarios y en menor grado con asalariados. Los mitayos,como se dijo, eran indígenas que por disposiciones expresas delas Leyes de Indias debían servir durante un tiempo determi-nado a un miembro de la sociedad conquistadora. Los yanaco-nas eran trabajadores que, a cambio de la prestación de servi-cios gratuitos, recibían una parcela de tierra para su manuten-ción. Los arrendatarios eran trabajadores “enganchados” porlos curacas y corregidores que, a cambio de una parcela y delcompromiso del hacendado de protegerlos de la exigencia de lamita, debían trabajar gratuitamente para él.

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“...la hacienda era feudal por ser colonial. La feuda-lización del agro era un modo y condición del colo-nialismo”.

“Lo decisivo a nuestro juicio es que el análisis de lacomercialización agropecuaria y de las relacionessociales de trabajo revela un “doble juego” de la ha-cienda: mientras al interior se establecía una econo-mía no monetaria con los salarios pagados en servi-cios, concesión precaria de terrenos y especies su-pervaloradas; del otro lado, hacia afuera la hacien-da se gestionaba como economía monetaria y ven-día su producto en el mercado a cambio de dinero.La hacienda quedaba situada en la frontera de doseconomías, en la frontera de dos sectores sociales,regulando la comunicación entre ambos. Todo eléxito de la empresa residía en estas funciones detránsito, pontazgo, control” (Macera 1977, 111: 142;219-220).

De esta manera, mediante tributos, diezmos y primi-cias; reducciones, encomiendas y mitas; corregimientos yrepartimientos; los españoles movilizaron “legalmente” ala población indígena a fin de obtener mano de obra y ali-mentos “baratos” en centros urbanos y asientos mineros ytambién una demanda mercantil sobrevalorada, mecanis-mos que permitían apropiarse de los excedentes.

Dichas instituciones cumplían así la función económi-ca de incorporar a la población indígena a la economíamercantil, aunque en condiciones de explotación colonial.A su vez, los excedentes mercantiles que lograban acapa-rar los grupos dominantes eran reinvertidos en minas, tie-rras, esclavos y símbolos de prestigio tomados de la socie-dad metropolitana, articulándose así la periferia con elcentro del naciente sistema capitalista.

A estos mecanismos de explotación del trabajo indíge-na debe agregarse el estado de esclavitud de la mano deobra de origen africano. Esta población fue destinada atrabajar principalmente en las plantaciones costeñas, enlos obrajes y en la servidumbre doméstica. La producciónobtenida en los dos primeros sectores se trasladaba ínte-gramente a los circuitos monetarios interno e internacio-nal, logrando así sus propietarios valorizar su inversión enla mano de obra esclava.

Reiteradamente la Corona procuró monopolizar el co-mercio y el transporte de mercancías a través de la Casade Contratación de Sevilla, en la que un privilegiado gru-po de comerciantes peninsulares había obtenido del Rey la

concesión exclusiva. Esta relación, que colocaba a Españacomo eje integrador de sus diversas economías coloniales,suponía que la Casa de Contratación debía abastecer deesclavos y manufacturas a los mercados americanos, a losprecios inflados que ella fijara. A esto se sumaba la políti-ca proteccionista en favor de la producción peninsular endetrimento de la americana; pero, debido a la precariedadde la manufactura española, en la realidad de los hechosesta política favoreció a Inglaterra, Francia y Holanda,mientras que la Casa de Contratación de Sevilla se redu-cía al papel de intermediaria comercial.

Los agentes de la Casa de Contratación de Sevilla te-nían residencia en las pocas ciudades que, como Lima, te-nían exclusividad para la recepción y remisión de mercan-cías. Estos agentes se encargaban de repartir las merca-derías en el interior del virreinato mediante sus represen-tantes, y por la acción extorsionadora de los corregidores,obligaban a la población colonizada a adquirir lo que deotra manera sería invendible, al doble o triple de su valorcomercial.

En resumen, puede afirmarse que la operación mer-cantil colonial se fundaba en la coacción y movilización for-zada de la mano de obra indígena, obligada a trabajar enasientos mineros, de cuya producción el Estado percibía elquinto real; los señores de las minas retenían el resto acambio de un pago simbólico que debía servir para que loscampesinos cumplieran con la renta de la encomienda (tri-butos) y adquirieran los alimentos y efectos complementa-rios para su subsistencia. Los alimentos y efectos que con-sumían los mitayos, así como el resto de la población resi-dente en los centros mineros, al igual que los insumos re-queridos para la producción provenían, a su vez, de lasrentas de las encomiendas, diezmos, trueque y ventas for-zadas que imponían los corregidores.

En resumen, la estructura política colonial al encon-trarse organizada en forma estamental y corporativa, frag-mentó los intereses sociales, impidiendo el logro de unaidentidad común. Fue así como la Corona buscó bloquearel desarrollo de actividades autónomas, haciendo legal-mente imposible el desenvolvimiento de actividades pro-ductivas, de articulación de intereses y de expresión de as-piraciones políticas, que no contaran con la previa pres-cripción real. Es decir que esta conformación social y polí-tica era definitivamente contraria al desarrollo de una in-fraestructura social y política de naturaleza burguesa y li-beral.

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Así, la dominación colonial no ofreció posibilidades po-líticas ni económicas al desarrollo nacional. Económicas,por las relaciones sociales de naturaleza colonial entre losestamentos sociales, y políticas por la fragmentación cor-porativa en que se encontraban dichos estamentos, así co-mo por las múltiples facciones oligárquicas resultantes dedicha fragmentación. Por otro lado, la precaria adminis-tración de la Metrópoli, resultado de las tensiones entre laadministración española y la colonial, asociada a la pre-servación de los derechos corporativos, devino en una fal-ta de universalización del Estado, impidiendo el desarro-llo de valores y símbolos comunes a su población.

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La ausencia de la aristocracia en la dirección político-militar de la Independencia por su permanente ambiva-lencia y errático comportamiento frente a los españoles,determinó que fuera desplazada por los jefes militares yque como grupo dirigente no figurara en la nueva escenarepublicana.

Además, la destrucción de haciendas, obrajes, minas yel reclutamiento forzado de la mano de obra servil y escla-va en forma indistinta por “patriotas” y “realistas” se su-mó a ese desplazamiento político de la aristocracia, deter-minando la quiebra de sus bases económicas de poder.Asimismo, la guerra de la Independencia provocó el exilioen masa de los comerciantes peninsulares, de muchas fa-milias aristócratas, de los funcionarios coloniales y de mu-chos signatarios eclesiásticos.

La aristocracia limeña, como afirmara Riva-Agüero:

“... se deshizo lentamente en la larga anarquía quesiguió y desapareció como clase social. Su indolen-cia, su peruana blandura, no le permitieron conser-var importancia y poder, constituyendo una oligar-quía republicana conservadora como en el antiguoChile. Mereció su caída, pues se arruinó por caren-cia de prestigio, energía y habilidad” (1965: 436).

En resumen, al romperse los lazos con la metrópoli, laaristocracia criolla no pudo, como algunos lo hubiesenquerido, servir de equipo de reemplazo y de estabilidad.Destruida la cabeza patrimonial metropolitana y la aris-tocracia colonial, que daban orden y concierto a la organi-zación de la sociedad y la política, el “cuerpo” social sefragmentó, descoyuntándose en parcelas gobernadas porgrupos señoriales que ostentaban una importante autono-mía como para decidir la suerte de sus respectivas juris-dicciones. La permanente tensión patrimonial entre la

metrópoli y los grupos oligárquicos, al romperse el pactocolonial, se resolvió con la “feudalización política”.

A partir de entonces la dirección política del país cayóen manos de los jefes militares de la campaña de la Inde-pendencia. Pero éstos, al no tener el suficiente poder eco-nómico para constituirse en un nuevo centro hegemónicode poder, tuvieron que valerse de alianzas transitorias condiferentes oligarquías regionales y con distintos políticos,capaces de expresar ideológicamente los intereses de estasalianzas.

Es así como a partir de la Independencia, el Perú sufrióuna fragmentación política que originó una profunda ines-tabilidad que, con diferentes interludios, duró hasta finesdel siglo XIX. Con la eliminación del estrato colonial domi-nante y la desarticulación de las masas populares se pro-dujo un vacío de poder, que ni los jefes militares ni las fac-ciones oligárquicas pudieron llenar, por su incapacidad deintegrarse políticamente y, en consecuencia, tampoco pudointegrar a la población dominada, restando así posibilida-des para la constitución real de un Estado y una Nación.

A estos indicadores de la inestabilidad política y de laausencia de hegemonía de una clase, cabe agregar los nu-merosos brotes insurreccionales y guerras civiles que du-rante el siglo XIX afectaron todos los gobiernos, para asítener una idea de las dificultades de la sociedad peruanapara integrarse social y políticamente. De ahí que los pro-blemas de orden y unidad nacional merezcan especial con-sideración en el desarrollo histórico del país.

El Perú atravesó a partir de entonces, y hasta fines desiglo, un proceso aparentemente paradójico: el estableci-miento de una “situación” oligárquica, sin conformar unafracción hegemónica. De lo contrario: ¿Cómo explicar lapermanente inestabilidad política que a partir de la Inde-pendencia persistiera a lo largo de todo el siglo? Si en vezde esta hipótesis se planteara que la situación oligárquicaestuvo dirigida por una facción hegemónica, ¿en qué con-sistía el carácter políticamente dominante de dicha fac-ción, que no podía mantenerse en el poder y debía dejar susitio a un nuevo caudillo y su corte de allegados, cada nue-ve meses como promedio? Asimismo, ¿cómo explicar queen ese período se promulgaran ocho constituciones dife-rentes? Si, por el contrario, se cuestionara la existenciamisma de un régimen oligárquico neo-colonial, el caráctercensitario del voto, la concentración de la propiedad, elmantenimiento de la esclavitud hasta mediados de siglo yel tributo indígena y su condición colonial bastarían paraeliminar cualquier duda al respecto.

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Cuán grande fue el poder de los virreyes?Ciertamente, ser Virrey era un oficio, y en mu-chas ocasiones fue ejercido por militares. A pri-

mera vista, era lo más alto en los reinos de In-dias, gobernador militar y “alter ego” del Mo-narca. Jurídicas y hacendarias, sus atribucio-nes eran inmensas, pudiendo distribuir los car-gos públicos, inclusive los religiosos, pues eravicepatrón del clero. Sin embargo, al examinaresas dilatadas funciones, se observa yuxtaposi-ción de roles e inclusive una cierta confusión.Fueron frecuentes sus conflictos con la Audien-cia, entidad netamente jurídica, y en última ins-tancia, el verdadero y permanente poder colonial:hubo años sin Virrey pero no sin Audiencia. Ensuma, el Virrey encarnaba una forma de poder ytambién su limitación. En cuanto a lo primero,hay que decir que la maquinaria estatal fue, detoda evidencia, eficaz en la recolección de infor-mación y su envío a España, aunque menos a laaplicación de las órdenes que se recibían. El his-toriador Peter Bakewell observa que el aparatode Estado hace su aparición en la América espa-ñola antes que en Brasil y que precede, por lo me-nos un siglo, al de las colonias británicas de Nor-teamérica. A los Virreyes que fueron los únicosnobles en la administración les secundan audien-cias, corregidores y alcaldes mayores. Estos últi-mos gobernaban directamente a los indígenas ensus propias comunidades. La red del poder cen-tral disponía de diversos agentes, incluyendo loscuras de parroquias, y eran muchos los canalespor el que se subía el flujo de información hastalas instancias superiores. La mención de la Au-diencia en orden de prelación es errónea: por mo-mentos fue más que el Virrey, y más que tribuna-les de justicia fueron verdaderos consejos admi-nistrativos. El centralismo español tuvo efectosdiferenciados entre criollos e indios. A estos últi-mos, legalmente considerados como menores deedad, se les extendió una protección legal, conci-biendo su existencia dentro de una república pro-pia, la “República de indios”. Cabe suponer que elprocedimiento, por otra parte fiel a una concep-ción medieval de sociedad organizada en torno aestamentos y corporaciones, los protegió y a lavez fragilizó: los indios recomienzan a padecercuando desaparece la supervivencia en el XIX.

Otro es el vínculo entre el poder virreinal y lacriollidad. Sin parlamentos ni cortes como los que

Historiador, periodista y ensayista limeño,discípulo de Raúl Porras Barrenechea.Ligado a la actividad académica francesa.

“Virrey, corte y asedio criollo”, En Hacia la

tercera mitad: Perú XVI-XX. Ensayos de relec-

tura herética. Lima: Fondo Editorial Sidea,1996.Extractos seleccionados págs.178-181.

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había en la Península ni cámaras representativascomo en las colonias británicas, los criollos supieronabrirse paso. El centralismo regalicio tuvo como ad-versarios en España a la vieja nobleza y en Indiasa los criollos enriquecidos. Un Virrey no podía ha-cer otra cosa que encuadrar y negociar ante turbu-lenta y cada vez más poderosa capa social de ricosy nobles locales. Siendo la legitimidad, sus prerro-gativas eran las de un funcionario altamente situa-do, en un cargo codiciadísimo –se dice en un “aviso”que circulaba en Madrid que en el nombramientodel Conde de Lemos hubo más de treinta grandesde España en disputa por el palio–, pero las de unfuncionario, al fin al cabo, depositario del mando,pero no el mando mismo. Si el Virrey ejerce el poderno es por derecho propio, apenas lo detenta, agenteo administrador de una vasta entidad llamada Mo-narquía Universal. En ese sentido, tuvo menos im-perio personal que los Césares republicanos que vi-nieron después. Ya lo dijo Víctor Andrés Belaunde,“el Presidente de la República es un Virrey sin jui-cio de residencia”. Débil y fuerte a la vez. Ese tipode autoridad recuerda lo dicho por Max Weber so-bre el poder burocrático. Con el Virrey estamostambién ante una jurisdicción delimitada: antes departir a Indias recibía una carta con instruccionesmuy precisas del soberano. Sin embargo las carac-terísticas de su poder, que la distancia volvía despó-tico, alejan la figura de la autoridad virreinal deuna burocracia política completamente moderna:sus atribuciones no deslindan el ámbito privado y eloficial. Algo poseía, pues de regalicio, es decir de ca-prichoso, y por ello, más que patrimonial, su poderera arbitrario o arbitrista, como lo señala el mexi-cano Ignacio Rubio para la Nueva España, explica-ción que retoma Octavio Paz en su ensayo sobre SorJuana Inés de la Cruz. En definitiva, la figura delVirrey no encarna un tipo puro de déspota, sino ungénero híbrido. Tiene de Príncipe y de constreñidoadministrador colonial.

La facultad de distribuir prebendas, o sea, el ar-bitrarismo virreinal, será decisiva al abrir paso alas intrigas de Corte. El hábito de los trapicheos ytejemanejes nos viene, pues, de lejos. De todos susroles, más allá de la representación de la legitimi-dad y el ejercicio dispar de funciones –Ordenadordel pago del erario, Superintendente de la Real Ha-cienda, Presidente de la Audiencia–, el más decisi-vo, el que dejará honda huella en nuestros hábitos,será el de la praxis cortesana. Colonia, trama y ma-

ña. La vida criolla atrajo tanto que el Estado de In-dia tomó medidas para proteger a sus virreyes y oi-dores. La criollidad invadió, sin embargo, el espaciode “Palacio”, que sin llegar a ser el del Estambuldescrito por G. Goodfwin, con su estricto protocolo,en medio de jardines paradisiacos y patios intermi-nables, contó en la vida peruana. La Visita y el Jui-cio de Residencia no alcanzaron sino a morigerar elinfatigable complot del encanto local.

“Palacio” no es en este caso una metáfora del po-der sino una realidad física y sensual, aunque el es-pacio arquitectónicamente no fuera muy grande,pues en el caso de Lima apenas ocupaba el empla-zamiento inmediato a la Plaza Mayor, rodeado deestablecimientos comerciales o “cajones”, siendo elnúcleo de un poder cercado por el talento endógenode quienes siempre supieron rodear al poderoso,para mejor comprometerlo y perderlo (como en lostiempos actuales, a la emergencia de algún Dicta-dor o Presidente). Una de las funciones virreinales,acaso la más profunda y perdurable, fue transfor-mar Lima en Corte, hasta que los últimos virreyes,militares por necesidad, la transformaron en fuer-te. El espacio de la cortesanía no se limitaba sólo ala residencia oficial, sino al ancho de la ciudad porentero: lujo de saraos íntimos y tertulias familiares.No puede descuidarse, en materia de herencias co-loniales, la injerencia del placer en el poder, latrampa de los afectos, y para decirlo todo, la pocadistancia entre lecho y mesa, trono y alcoba. Ennuestros días, Norbert Elias se ha preguntadocuando se civilizan los hombres, en qué momentoinventan el sistema palaciego. En el caso limeño,acaso estaríamos en las antípodas de Versalles. Nofue el Estado, es decir los virreyes, los que pacifica-ron a los nobles criollos sino lo contrario. La obra decivilización, es decir de domesticación, amansa-miento y adelgazamiento del poder público por laspasiones, como lo entiende Norbert Elias, fue em-prendida por la sociedad colonial que sedujo y co-rrompió a sus autoridades.

¿Exageración? Los acaudalados criollos vencie-ron a los virreyes, y mucho antes que en Junín. Losintereses locales se inmiscuyeron (se metieron, seentremetieron) en la maquinaria imperial hacién-dola girar, paradójicamente, en beneficio propio, osea, de las élites provinciales. Tal finalidad no escensurable, sí lo es en cambio el que aspirantes yemprendedores criollos se condenaran a estrategias

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de astucia. Carentes de representatividad, sin legi-timidad, sus armas fueron forzosamente la manio-bra y las injerencias en las instituciones con el finde acomodar la ley a las familias dominantes. Laincongruencia del estatus criollo, el de los ricos sinpoder, costó a España su imperio.

En este preciso punto, me parece muy elocuenteel desacuerdo del historiador español Céspedes delCastillo con los viajeros Jorge Juan Ulloa y don An-tonio Ulloa, difusores de la equivocada versión deuna arrinconada criollidad. La cita es larga pero va-le la pena. “Las escandalizadas denuncias de viaje-ros extranjeros y visitantes peninsulares –verbigra-cia, Jorge Juan y Antonio Ulloa, Noticias Secretasde América (1749)– sobre corrupción generalizaday universal incumplimiento de las leyes, reflejansin duda hechos más o menos ciertos, pero tambiénuna total incomprensión y desconocimiento de susignificado; parten del principio de la observanciade la ley, cuando el principio entonces vigente en In-

dias es la manipulación de la ley al servicio de unaoligarquía criolla autónoma que impone sus intere-ses; consideran que la función de un organismo ju-dicial es administrar justicia, cuando en la prácticadicha función es mucho más política que judicial;estiman que la misión de todo clérigo es religiosa,cuando el disfrute de un beneficio eclesiástico supo-ne con frecuencia mucho más una carrera profesio-nal que una misión espiritual; dan por supuestoque el deber de ciertos cargos es el servicio público,pero ignoran que ese cargo, comprado a través deuna verdadera sociedad mercantil que negocia, porejemplo, en nombramientos de corregidores y alcal-des mayores, se ejerce como una inversión y un ne-gocio; creen que los altos funcionarios públicos sonmeros servidores del rey, cuando en realidad son in-termediarios entre los intereses criollos y los de lalejana Corona, y armonizan como pueden las pre-siones locales, las órdenes del monarca y sus pro-pias prerrogativas, que procuran ampliar a travésde compromisos y de alianzas con los poderosos”.

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partir de la Independencia el Perú radicalizó los términos de la

reflexión sobre el país que se había iniciado a finales del

Virreinato. Los peruanos más ilustres piensan el Perú como una

unidad política autónoma que debe reconocerse en una historia e

identidad propias, con plenos derechos en el concierto de las

naciones. Esta concepción del Perú y de sus estructuras políticas es

el resultado de la transición a una mentalidad moderna por parte de sus

elites. Mas, como lo percibió con agudeza Flora Tristán, ésta

implicaba serias contradicciones: lo que parecía ser la inauguración de

un período de respuestas, fue en realidad, el comienzo para muchas preguntas.

Estamos acostumbrados a pensar con cierta naturalidad en la igualdad ante la

ley. La creciente homogeneización cultural, producto de la expansión del

mercado, nos hace olvidar las profundas diferencias del país multicultural y

multirracial heredado de la Colonia. Con la República llegaron las ideas

modernas de igualdad legal y soberanía del pueblo. Pero ¿éramos todos

ciudadanos? ¿Cuál era la situación de la mujer? ¿En qué situación quedaban los

indígenas, sus costumbres y jerarquías? ¿Podía la nación peruana reclamar una

ciudadanía homogénea en un país multicultural? Junto a las ilusiones de soberanía

nacional, la República trajo consigo muchas preguntas ¿Cómo se constituye una

nación peruana con una sociedad tan heterogénea? ¿Es posible que los peruanos

se autogobiernen? ¿Se requiere de mano dura? ¿Cómo se debe relacionar el Perú

con el mundo? ¿Cómo situarse frente a la política de dominación de los países

poderosos? La propia historia nos ha hecho comprender la dificultad del proyecto

republicano, de sus retos y de sus triunfos.

● 11 Jorge Basadre. La Promesa de la VidaPeruana y otros ensayos (Lima: EditorialJuan Mejía Baca, 1958). Págs. 15-20, 35-37, 43, 50-51.

● 12 Luis Alberto Sánchez, “Un paísmonocrático.” El Perú: Retrato de un paísadolescente (Lima: Peisa, 1987). Págs.79-83.

● 13 José Agustín de la Puente. Teoría dela Emancipación del Perú. Piura:Universidad de Piura, 1986. Págs. 157-161, 163-165.

● 14 Pablo Macera. Visión histórica del Perú,(Lima: Editorial Milla Batres, 1978). Págs.179-217.

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¿Qué es la República?

Capítulo III:

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l Perú moderno (lo hemos dicho muchas ve-ces) debe a la época pre-hispánica la base te-rritorial y parte de la población; de la épocahispánica provienen también la base territo-

rial, otra parte de la población y el contacto conla cultura de Occidente; y la época de la Emanci-

pación aporta el sentido de la independencia yde la soberanía. Mas en esta última etapa,madura asimismo un elemento psicológicosutil que puede ser llamado la promesa.

El sentido de la independencia y de la sobera-nía no surge bruscamente. Dentro de una con-

cepción estática de la historia el período de tiempocomprendido entre 1532 y 1821 se llama la Colonia.Para una concepción dinámica de la historia, dichaépoca fue la de la formación de una sociedad nuevapor un proceso de rápida “transculturación”, proce-so en el cual aparecieron como factores descollantesla penetración de los elementos occidentales en es-tos países, la absorción de elementos de origen ame-ricano hecha por Occidente, el mestizaje, el criollis-mo y la definición de una conciencia autonomista.

Los americanos se lanzaron a la osada aventu-ra de la Independencia no sólo en nombre de rei-vindicaciones humanas menudas: obtención depuestos públicos, ruptura del monopolio económi-co, etc. Hubo en ellos también algo así como unaangustia metafísica que se resolvió en la esperan-za de que viviendo libres cumplirían su destino co-lectivo. Nada más lejos del elemento psicológicollamado la promesa que la barata retórica electo-ral periódica y comúnmente usada. Se trata, dealgo colocado en un plano distinto de pasajerasbanderías. Aún en los primeros momentos de la in-dependencia así quedó evidenciado. Los llamadosseparatistas o patriotas entraron en discordias in-testinas demasiado pronto, antes de ganar esaguerra, aún antes de empezar a ganarla. Se divi-dieron en monárquicos y republicanos y los repu-blicanos, a su vez, en conservadores y liberales, enpartidarios del presidente vitalicio y del presiden-te con un período corto de gobierno, en federales yunitarios. Y sin embargo, a pesar de todo el fangoque con tal motivo mutuamente se lanzaron, y apesar de la sangre con frenesí vertida entonces,para todos ellos esa victoria en la guerra de la In-dependencia al fin lograda después de catorceaños, apenas si fue un amanecer. Bolívar y SanMartín, Vidaurre y Luna Pizarro, Monteagudo y

Uno de los historiadores más importantes delPerú. Sus investigaciones, en especial del pe-riodo republicano, son de gran divulgación. Esautor de Perú, Problema y Posibilidad y su mo-numental Historia de la República.

La promesa de la vida peruana y otros ensa-yos. Lima: Editorial Juan Mejía Baca, 1958.Extractos seleccionados págs. 15-20, 35-37,43, 50-51.

¿Para qué se fundóla República?

Jorge Basadre(Tacna 1903-Lima 1980).

Jorge Basadre

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¿Para qué se fundó la República?

Sánchez Carrión, por hondas que fuesen sus diver-gencias, en eso estuvieron de acuerdo.

Las nacionalidades hispano-americanas tienen,pues, un signo dinámico en su ruta. Su anteceden-te inmediato fue una guerra dura y larga; su origenlejano, un fenómeno de crecimiento espiritual den-tro del proceso vertiginoso de la “transculturación”de la civilización occidental en este suelo simbólica-mente llamado el “Nuevo Mundo”. Y por eso se ex-plica que en el instante de su nacimiento como Es-tados soberanos, alejaran su mirada del ayer paravolcarla con esperanza en el porvenir.

Esa esperanza, esa promesa, se concretó dentrode un ideal de superación individual y colectiva quedebía ser obtenido por el desarrollo integral de ca-da país, la explotación de sus riquezas, la defensa yacrecentamiento de su población, la creación de un“mínimun” de bienestar para cada ciudadano y deoportunidades adecuadas para ellos. En cada país,vino a ser en resumen, una visión de poderío y deéxito, para cuyo cumplimiento podrían buscarse losmedios o vehículos más variados, de acuerdo con elambiente de cada generación.

En el caso concreto del Perú, sin saberlo, la pro-mesa recogió algunos elementos ya conocidos en elpasado trasformándolos. Los incas para sus con-quistas inicialmente procuraron hacer ver a las tri-bus cuya agregación al Imperio buscaban, las pers-pectivas de una vida más ordenada y más próspera.Más tarde, incorporado el Perú a la cultura occiden-tal, su nombre sonó universalmente como fascina-dor anuncio de riqueza y de bienestar. Al fundarsela Independencia, surgió también, un anhelo de con-cierto y comunidad: “Firme y feliz por la Unión”, di-jo, por eso, el lema impreso en la moneda peruana.Y surgió igualmente en la Emancipación un anunciode riqueza y de bienestar proveniente no sólo de lasminas simbolizadas por la cornucopia grabada en elescudo nacional sino también por todas las riquezasque el Perú alberga en los demás reinos de la natu-raleza, que el mismo escudo simboliza en la vicuñay en el árbol de la quina. Un fermento adicional tu-vo todavía la promesa republicana que el “quipu”,inca y el pergamino colonial no pudieron ostentarporque ambos correspondían a un tipo de vida so-cialmente estratificada: el fermento igualitario, osea el profundo contenido de reivindicación humanaque alienta en el ideal emancipador y que tiene su

máxima expresión en el “Somos libres” del himno.Lágrimas de gozo derramáronse en la Plaza de

Armas de Lima el 28 de julio de 1821; con majestadsacerdotal se sentaron los hombres del primer Con-greso Constituyente en sus escaños; heroicamentefueron vertidos torrentes de sangre tantas veces,estentóreos sonaron los gritos de tantas muche-dumbres incluyendo las que vocearon su solidari-dad con México, Cuba y Centro América amenaza-dos y las que combatieron cantando el 2 de mayo de1866. Y sin embargo ¡cuán pronto se escucha tam-bién en nuestro siglo XIX quejas y protestas, vocesde ira y desengaño, recitaciones vacías, loas servi-les, alardes mentidos, y se ven al mismo tiempo, en-cumbramientos injustos, pecados impunes, arbitra-riedades cínicas y oportunidades malgastadas!

A pesar de todo, en los mejores, la fuerza forma-tiva e inspiradora de la promesa siguió alentando.Dejarla caer implicó el peligro de que otros la reco-gieran para usarla en su propio beneficio, quizás sinentender bien que el destino dinámico de estas pa-trias, para ser adecuadamente cumplido, necesitarealizarse sin socavar la cohesión nacional y losprincipios necesarios para el mantenimiento de suestabilidad. Porque careciendo de otros vínculos his-tóricos, algunos de estos países tienen como más im-portante en común sólo su tradición y su destino.

En aquel ámbito de la vida republicana sobre elcual resulta posible intentar un juicio histórico, lla-man preferentemente la atención dos entre los dife-rentes modos como se intentó el cumplimiento de lapromesa: el debate entre las ideas de libertad y au-toridad y el afán de acelerar el progreso material.

El dilema libertad-autoridad no estuvo feliz-mente planteado por los ideólogos del siglo XIX. Losliberales se dejaron llevar por la corriente de exage-rado individualismo que después de la RevoluciónFrancesa surgió en Europa. Tuvieron de la libertadun concepto atómico y mecánico. No miraron a lacolectividad como a una unidad orgánica. En lasConstituciones de 1823, 1828, 1834, 1856 y 1867 in-tentaron el debilitamiento del Ejecutivo y pusieronen todo instante una fe excesiva en el sufragio, cu-ya máxima ampliación buscaron. Por su parte, losconservadores fueron incrédulos ante la ilusión delsufragio, criticaron la acción del Poder Legislativo(léanse, por ejemplo, las páginas de “La Verdad” en1832 y las notas de Bartolomé Herrera al texto de,58

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Derecho Público de Pinheiro Ferreira) y quisieronfortalecer el Ejecutivo. Pero a veces les caracterizósu falta de espíritu de progreso, su carencia de fe enel país y su poca cohesión. Los liberales, en cambio,tuvieron seducción en su propaganda, optimismo,inquietud por los humildes. Cabe pensar, por eso,que el ideal habría sido “encontrar, una fórmulaque recogiendo los matices mejores de ambas con-cepciones fuese hacia un Estado fuerte pero identi-ficado con el pueblo para realizar con energía y po-der una obra democrática” (Son palabras de quienescribe también estas líneas, incluidas en un estu-dio titulado “La Monarquía en el Perú”, que se pu-blicó en 1928).

El afán exclusivo por el progreso material seplantea por primera vez en gran escala por acciónde Enrique Meiggs hacia 1870. Este hombre de ne-gocios norteamericano había vivido en Estados Uni-dos durante el rápido tránsito de dicho país desdela vida agrícola hacia la vida industrial. Había vis-to Meiggs, por lo tanto, surgir y desarrollarse aque-lla exuberancia de energía, aquella actividad casifrenética que siguió a la guerra de Secesión, me-diante las construcciones de ferrocarriles, la difu-sión del teléfono y del cable y las especulacionesosadas de los bancos y bolsas comerciales. Modelarel continente para beneficio del hombre y participaren las grandes ganancias que de allí resultan: esefue el ideal de dicha época. Meiggs quiso aplicarbruscamente la misma panacea en el Perú. De allíla febril construcción de ferrocarriles, los grandesempréstitos, “el vértigo comercial que arrastró a loshombres de negocios a toda clase de negocios”. Bienpronto sin embargo vinieron la formidable oposi-ción ante la nueva política económica, la tragediade los hermanos Gutiérrez, la crisis que precedió ala guerra con Chile. La experiencia evidenció asíque el desarrollo material del país no debía ser unameta única. Evidenció también que este mismo de-sarrollo, para ser sólido, necesita basarse no sólo enla hacienda pública sino también en una perma-nente estructura industrial y comercial, y que en laadministración fiscal preciso es dar importancia, allado del aumento de las rentas y de los gastos, a unmaduro y sistemático plan económico.

¿Para qué se fundó la República? Para cumplirla promesa que en ella se simbolizó. Y en el sigloXIX, una de las formas de cumplir esa promesa pa-reció ser durante un tiempo la preocupación ideoló-

gica por el Estado y más tarde la búsqueda exclusi-va del desarrollo material del país. En el primer ca-so, el objetivo por alcanzar fue el Estado eficiente;en el segundo caso, fue el país progresista. Mas enla promesa alentaba otro elemento que ya no erapolítico ni económico. Era un elemento de conteni-do espiritual, en relación con las esencias mismasde la afirmación nacional. ¿Comprendieron y desa-rrollaron íntegramente y de modo exhaustivo eseotro matiz de la promesa los hombres del siglo XIXque, por lo demás, no malograron ni la estabilidaddel Estado ni el integral progreso del país? He aquílo que un peruano, también del mismo siglo escri-bió: “Como individuo y como conjunto, finalmente,el hombre necesita tener un ideal que perseguir,una esperanza que realizar. Por ese ideal y confor-me al que se trazan, se hacen los hombres y los pue-blos. Cuando carecen de él se arrastran, como no-sotros, perezosos, desalentados, perdidos en el de-sierto, sin luz en los ojos ni esperanza en el corazón.Crearlo digno y levantado y mantenerlo siempre vi-viente para los individuos y para el conjunto es su-prema necesidad de todo el pueblo y misión enco-mendada a los que lo guían”.

●●●

Ante el problema de las “elites”

Después de rastrear el curso de los aconteci-mientos, las peripecias de los actores más impor-tantes, la evolución de las ideas constitucionales ylas ideas-fuerza en las distintas generaciones, noqueda agotado el campo de la meditación histórica.Queda siempre abierto el camino para el estudio delas instituciones, de la cultura, de las costumbres yde las modas. Queda, además, el campo de la his-toria económica, jurídica, militar, naval, diplomáti-ca, internacional. Y está, por último, el campo es-pecíficamente social. Dentro de éste, la perspectivaes de por sí amplísima. No se limita, por lo tanto, ala gradación de las distintas clases, ni al dilema in-dividuo-multitud, ni al contraste entre el caudillajey los textos legales. La historia social cubre todosesos temas, y después de agotarlos no se ha agota-do a sí misma.

Uno de los más fascinantes y menos estudiadosasuntos que la historia social ofrece entre nosotros,es el que atañe a las élites. ,59

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¿Para qué se fundó la República?

Un país no es sólo pueblo. El pueblo suministrala base telúrica, la unidad histórica, el complejo so-ciológico, la estructura económica, la materia primahumana, que son los cimientos de un país. Ahí noqueda, por lo demás, su aporte. El se manifiestatambién mediante un conjunto de urgencias y deaspiraciones quizás confusas, de posibilidades y denecesidades a veces mutiladas, de empresas y deesperanzas siempre latentes. No es, por lo tanto, sucontribución una simple carga del pasado. Pero siese país quiere desempeñar una función activa enel mundo, necesita algo más que una masa. Nece-sita mando. En épocas y en ambientes donde privóla tradición, ese mando partió de la aristocracia desangre. Error profundo suponer, sin embargo, quesólo esos aristócratas por herencia mandaron.Siempre mandó alguien. En las épocas más revuel-tas emergieron jefes improvisados, seguramente losque evidenciaron mayor audacia, valentía o deci-sión. Y democracia no quiere decir que nadie go-bierne, sino que el pueblo escoge a sus propios diri-gentes por medio del sufragio, para un tiempo cor-to y con poderes limitados, seleccionándolos segúnlos partidos políticos a los que pertenecen. No haynada reaccionario, pues, en esta teoría del necesa-rio mando. Las grandes democracias anglosajonashan inventado y popularizado una palabra que ex-presa tal vez más nítidamente que el castellano es-te concepto: “leadership”. Y desde niños los anglo-sajones se entrenan en el arte de dirigir y de obede-cer libremente, y el juego llamado “follow the lea-der” (o sea, “seguir al jefe”) así lo indica. Su dife-rencia con la concepción totalitaria del mando noestá en la existencia misma de él, sino en el modocomo surge, en sus alcances, extensión o duración,en el ámbito que se deja a la acción individual, enel carácter absoluto o relativo de la obediencia.

Sin embargo, ningún problema más discutido ennuestro tiempo que el problema de los dirigentes, osea el problema de las élites.

Frente a los distinguidos caballeros que se creenfacultados para cualquier exceso porque heredaronun nombre y una cuenta corriente, se yerguen conmás encono en estos tiempos los que quisieranarrasar con todas las jerarquías; a los flancos de lasoberbia, siempre emerge el rencor. Si por un ladoestán los que creen que dirigir es hacer uso única-mente del látigo, por otro lado proliferan los que alpretender eliminar a las llamadas clases dominan-

tes en ciertos países están en realidad queriendoeliminar a las clases educadas, es decir, amenazan-do la delgada capa de cultura allí erigida. En la cri-sis de las élites tradicionales tienden a definirsenuevas élites. La Revolución Rusa y la Unión Sovié-tica han creado, por cierto, la suya.

Ni la juerga ni el látigo son el símbolo de las éli-tes auténticas. Tampoco el camarote de lujo de laemigración. Harto populares se hicieron en unaépoca esos suramericanos ostentosos que iban a de-rrochar sus fortunas en Europa; menos populares,aunque asaz frecuentes, fueron esos otros surame-ricanos emigrados no por la violencia de la políticao por el poder de la fortuna, sino por el malestar ín-timo que la patria les causaba. Pero en esta especieinfortunada de trasplantados, en esta aristocraciaque volteaba las espaldas al propio solar, quizá allado de desniveles económicos y culturales urgente-mente remediables, había un fenómeno natural einevitable de atracción hacia lo más grande, hacialo más prestigioso. Porque otros trasplantados oemigrados análogos llegaron también a Europa pro-venientes de los Estados Unidos, donde ciertamen-te no podían aparecer críticas acerca de la falta decomodidades, o acerca de las turbulencias políticas,o acerca del primitivismo económico. Y no sólo fue-ron las “princesas del dólar”, cuyas andanzas deopereta ha renovado en los últimos tiempos Bárba-ra Hutton, a cuyo lado cualquier “snob” surameri-cana resultaría sencilla, sino escritores famosos co-mo Gertrudis Stein, o gente selecta como aquellapintada por Elmer Rice en su famosa obra “The LeftBank”.

Ni los que emigran, ni los que se disipan en lafrivolidad ni siquiera los que saben manejar el láti-go cumplen la misión esencial de las auténticas éli-tes: comandar.

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Las singulares características que la Indepen-dencia presentó en el Perú con la participación ar-gentina y colombiana determinaron dos hechos devastas proyecciones: 1º no surgió en esa guerra ungran caudillo militar peruano; 2º la nobleza no pre-sidió como grupo social orgánico el comienzo de laRepública. Empobrecida por la guerra, contemplóluego cómo eran abolidos los títulos de nobleza y có-mo eran abolidos los mayorazgos. El folleto “Recla-,60

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mación de los vulnerados derechos de los hacenda-dos de Lima” pinta su decadente situación hacia1830. El poder político cayó de inmediato en manosde los ideólogos y de los políticos profesionales. A losprimeros los hemos llamado “progresistas abstrac-tos”, y a los segundos “inmediatistas utilitarios”.

En el vecino Chile, después de 1830 precisamen-te, una oligarquía de grandes propietarios unidapor intereses familiares se erigió sobre una masapasiva. Pero si los pelucones construyeron un mu-ro alrededor del Estado chileno contra el oleaje de-magógico, no se limitaron a tener el espíritu colo-nial. Hombres como el gramático, jurista y poetaAndrés Bello, el geógrafo y explorador Claudio Gay,el naturalista Domeyko, dieron a Chile un estilo pe-culiar de cultura. Bello sobre todo contribuyó, alamparo de la paz pelucona, a crear el equipo con-ductor que luego pudo, sin derramamiento de san-gre, presidir las reformas liberales objetadas alprincipio y, más tarde presidir la guerra que hizo deChile una potencia en el Pacífico Sur.

No fue esa la situación en el Perú. En nuestrostreintas y cuarentas tuvimos momentos en que pa-reció haberse llegado a una extrema simplificaciónde la faena de comandar y dirigir, por haberse rotoel equilibrio entre masa y élite. Fueron momentosde “a-historia”, o sea de choques contradictorios, decontinuo empezar, en contraste con la historia quees, en sí, proceso y esencial continuidad. El ejércitoy el caudillaje, tan vilipendiados, tan incomprendi-dos, pretendieron a veces sofrenar el frenesí ideoló-gico y dar paz y cohesión al país.

Los empiristas se han desgañitado hablando dela necesidad de que el indio sea “redimido”. Lespreocupa que el campesino Pedro Mamani, porejemplo, no tenga piojos, que aprenda a leer y a es-cribir y que sea garantizado en la posesión de susovejitas y su terrenito. Pero al mismo tiempo quela higiene, la salud, el trabajo y la cultura de Pe-dro Mamani, importa que el territorio en el cual élvive no disminuya sino acreciente su rendimientodentro del cuadro completo de la producción nacio-nal. Si eso no ocurre, aun cuando goce del plenodominio de su chacrita y de sus ovejitas y aunquelea toda la colección del “Fondo de Cultura Econó-mica”, Pedro Mamani no tendrá resueltos sus pro-blemas básicos.

En nuestro país no sólo debemos preocuparnosde la distribución, sino también de la mayor pro-ducción y del mayor consumo. Nuestro problemano es sólo de reparto; es también de aumento. Queel peruano viva mejor; pero que al mismo tiempoel Perú dé más de sí. Y para elevar y superar elnivel general de vida aquí no hay que actuar ex-clusivamente sobre el indio descalzo, pues hayquienes no se hallan en esa condición y se muevendentro de horizontes económicos asaz reducidos.Ninguna de nuestras soluciones nos vendrá, pues,cocida y masticada de otros países, aunque seanhermanos, primos o prójimos. Y, sobre todo, nadase podrá hacer a fondo si al país no le conmueve laconciencia de sí, si no afirma en esta hora feroz suquerer existencial nacional. Por eso, la promesade la vida peruana atañe a la juventud para que lareviva, a los hombres de estudio en sus distintoscampos para que la conviertan en plan, a la opi-nión pública en su sector consciente para que laconvierta en propósito.

Al leer esto no faltará quien haga una mueca desarcasmo, de amargura o de cólera, creyendo que sele habla de cosas manoseadas, vacías o cínicas.Porque la promesa de la vida peruana sentida contanta sinceridad con tanta fe y con tanta abnega-ción por próceres y tribunos, ha sido a menudo es-tafada o pisoteada por la obra coincidente de tresgrandes enemigos de ella: los Podridos, los Conge-lados y los Incendiados. Los Podridos han prostitui-do y prostituyen palabras, conceptos, hechos e ins-tituciones al servicio exclusivo de sus medros, desus granjerías, de sus instintos y sus apasiona-mientos. Los Congelados se han encerrado dentrode ellos mismos, no miran sino a quienes son susiguales y a quienes son sus dependientes, conside-rando que nadie más existe. Los Incendiados sehan quemado sin iluminar, se agitan sin construir.Los Podridos han hecho y hacen todo lo posible pa-ra que este país sea una charca; los Congelados loven como un páramo; y los Incendiados quisieranprender explosivos y verter venenos para que surjauna gigantesca fogata.

Toda la clave del futuro está allí: que el Perú seescape del peligro de no ser sino una charca, devolverse un páramo o de convertirse en una foga-ta. Que el Perú no se pierda por la obra o la inac-ción de los peruanos. ,61

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uando el Perú proclamó su Independencia, no sa-bía qué régimen adoptar. Habituado al fausto yautoridad omnímoda de los virreyes, le tentaba lamonarquía, o lo que ha llamado Madariaga, lamonocracia. Su experiencia al respecto era dema-siado profunda para no sentir temor de repetirla.Nuestros primeros repúblicos clamaban por un go-

bierno plural. La aristocracia, por uno singular opersonal. José Faustino Sánchez Carrión había dicho

que la presencia de una sola persona en el poder traeríael recuerdo de la monarquía. “El solitario de Sa-

yán” clamó en el desierto, y él mismo hubo derectificarse, poco después, con hechos y ante los he-

chos. Como era un extranjero, José de San Martín asu-mió el Ejecutivo con el título de Protector. Iba a “proteger”la libertad. No le correspondió lealmente a su “protegida”.Ni tampoco el protector de las mismas latitudes septentrio-nales. Al cabo de poco más de un año (de julio de 1821 a sep-tiembre de 1822), el ambiente se había puesto tenso, que elglorioso Protector se dirigió al legislativo, despidiéndosecon una tierna y lapidaria proclama. Había triunfado “larepresentación nacional”. Los partidarios del Congreso y lapluralidad ejecutiva estaban de plácemes porque ya podíanasestar impunes golpes a la pluralidad y al Legislativo, de-saparecida la autoridad moral del jefe de la Independen-cia. En efecto, en febrero de 1823, un aristócrata, inteligen-te, cazurro y ambicioso, improvisado militar por los azaresde la contienda dio el primer golpe de estado o cuartelazo–en Balconcillo-, y se proclamó Presidente de la flamanteRepública. Habían nacido juntos la monocracia, la milita-rada y la oligarquía: José de la Riva Agüero y Sánchez Bo-quete, hombre de pocos escrúpulos y muchos alcances, fueel empresario y director de aquel infausto ensayo. La na-ción no había cumplido dos años de soberanía.

La historia tiene una invisible tendencia al ritorno alantico, que diría un melómano. Desde entonces, nuestrosprohombres se han afanado visiblemente en asaltar el po-der por la fuerza y mantenerse en él sin trabas; en violarel juramento del ingreso aunque le cueste la salida violen-ta, y en apoyarse sobre las bayonetas, a sabiendas de quesentarse sobre ellas es lo único que no debe hacer un hom-bre cauto, con someros conocimientos de psicología, histo-ria y política. Esta última se ha hecho entre nosotros sinésa, sin aquélla y sin el pueblo. He aquí la explicación su-cinta de la más de nuestras desventuras.

Riva Agüero, cuando se vio perdido, no sólo porque ala sombra del caudillismo y la anarquía, España recupe-raba su ímpetu, sino también porque la condición previadel auxilio boliviariano era la eliminación de los jefecilloslocales, cuando se vio perdido, digo, no trepidó en volver

Uno de los intelectuales más influyentesdel siglo XX y destacado miembro del Par-tido Aprista Peruano. Fue reconocido crí-tico literario.

“Un país monocrático”. En El Perú: Retratode un país adolescente (Lima: Peisa, 1987).Extractos seleccionados págs. 79-83.

Un paísmonocrático

Luis Alberto Sánchez(Lima 1900- Lima 1994)

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Un país monocrático

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Luis Alberto Sánchez

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los ojos al depuesto y moribundo Virreinato. A esto se leha llamado “peruanismo”, pues pretendía evitar la absor-ción colombiana. Hasta hoy es discutida la sabiduría dela sardina que por no caer en la sartén salto en las bra-sas. El riesgo mayor era el coloniaje; el menor, la hegemo-nía de Bolívar. Lo indicaba el rumbo de la guerra; lo ibaa sancionar el futuro inmediato. Casi juntos, como sueleocurrir en toda gran lucha, se eliminaron los extremos: elRey y el Libertador. El uno, en 1824; el otro (para el Pe-rú) en 1826. Riva Agüero quedo mal con Dios y con el dia-blo, aunque en este caso –á tout seigneur tout honneur!–no haya diablo sino metafórico.

Otra indicación instructiva: el Congreso, tan celoso desus fueros y temeroso de la tiranía en 1822, entregaba en1823 a Bolívar todos los poderes, y él mismo, el Congreso,se llamaba a retiro. Serían dos encarnizados opositores alLibertador, quienes hicieron el viaje a Canossa, digo aQuito, para pedirle que los auxiliara con sus huestes. Asíocurrió. Uno de los arrepentidos, Olmedo, sería luego elcantor epónimo de S.E. El Libertador. Claro: aquello su-cedía por obra de las circunstancias, pero cuando las cir-cunstancias son la única y reiterada clave de una política,el resultado se llama oportunismo. Con lo cual no preten-demos invadir ninguna doctrina a las entonces circulan-tes, sino sólo señalar la flaqueza de los portavoces.

Ya se sabe el resto de la historia. Separada Bolivia porun diktat sabiamente amañado, con largos preámbulosen Sucre y asuntos introitos de Casimiro Olañeta y susamigos, se planteó otro problema a resolver monocrática-mente. Gamarra quería destruir la independencia de Bo-livia como rechazo al Libertador, reincorporándola al Pe-rú. Santa Cruz, boliviano, que, al principio, compartió lasideas de Gamarra (naturalmente siempre que él fuera elhombre del destino), cambió de ángulo aunque no de cam-po de mira, apenas se vio aclamado en su patria de origen.Desde entonces hasta 1841, en que un misterioso disparosegó la vida de Gamarra, el pleito principal de los perua-nos fue de quién manda a quién; si Perú a Bolivia o Boli-via a Perú, lo cual traducidos en términos políticos efecti-vos, fue: si mandará Gamarra o Santa Cruz sobre ambasnaciones. El complejo napoleónico hacía estragos entre losmilitares, y el bolivariano entre los estadistas. De ahí queen la mochila de Gamarra hubiese siempre un ejemplarde Gil Blas de Santillana y en los sueños de Santa Cruz,un lujoso “sejour” en Versalles; se cumpliría su anhelo.

Aquellos primeros 25 años de República fueron un co-tejo de generales. Es curioso: la Independencia posee untrágico destino. Rara vez se reconoce la intervención delpueblo en su gesta y realización. Se la adjudica siempre a

alguien, en procura de riesgosa marca de fábrica. Cuandolos militares intervienen corporativamente, el asunto nomejora por muchas y obvias razones. De ahí que la dinas-tía de los generales de la Independencia, como los llamaMarkham, reclamara sucesivamente el jugoso derecho dela pernada monocrática. Riva Agüero, La Mar, Gamarra,Santa Cruz, Vidal, Torrico, La Fuente, Castilla, Echeni-que, San Román, todos fueron, en un grado u otro, a vecessimples cadetes, a veces como generales, pero todos partí-cipes de la lucha emancipadora. Esta era su licenciaturapara la universidad de la conspiración y la montonera. Lu-cían su título con más ínfulas que un catedrático virreinal,con borlas, su toga, su beca, su museta y su birrete. Recla-maban el bocado de la Presidencia. Se turnaban en ellasiempre en monocrática ronda. Como el país estaba ex-hausto, los turnos eran cortos, breve mita de poderosos. Nobien los inocentes guanayes acumulaban su fecal riquezapara brillo de nuestra vanidad, el asunto político –lo he-mos dicho– empezó a interesar a los civiles. Después de to-do, si inteligencia manda, ¿para qué otorgar el usufructode un país anémico, a militares llenos de desplantes comolo denuncian La Pepa y El Sargento Canuto de Segura?

Así fue cómo, a partir del gobierno de Ramón Casti-lla, en quién intencionados historiadores tratan de des-cubrir a nuestro Portales, nuestro Juárez, nuestro SanMartín y nuestro Bolívar, los elementos civiles, casi to-dos comprometidos en la empresa por los guanayes, em-pezaron a mostrar mayor interés en la cosa pública. Pa-ra entonces, don Felipe Pardo los retrata en su Consti-tución Política y Manuel Ascencio Segura le retruca im-plícitamente en la Pepa, El Sargento Canuto, ya citados,en Percances de un remitido.

La nación se va convirtiendo en Estado. El primer pre-supuesto fiscal data de entonces: sólo llega a poco más de8 millones de soles, cuyo 80% depende de las exportacio-nes del guano. El negocio aviva las ganas de cometer tra-vesuras. Mientras los pájaros marítimos defequen con so-lidez y abundancia, y los negros esclavos trabajen con en-tusiasmo y sin salario, la agricultura será la panacea deuna naciente plutocracia republicana. Pero, por ese tiem-po, unos locos de atar han dado en lanzar denuestos con-tra la esclavitud –e Inglaterra saciada los apoya–, y has-ta parece que esclavizar constituye un pecado, pese a lasoportunas y latas citas de Aristóteles y Santo Tomás, conque se cubren los negreros blancos. (¿No ha dicho el cuba-no José de la Luz que, en lo referente a los esclavos ne-gros, “lo único negro es blanco”). Conviene seguir la co-rriente, aunque pensando, como es de uso en el Perú enlas “hostias sin consagrar” virreinales. Se llamaba así elVirrey y Audiencia, con cuyo motivo, la autoridad local,,63

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Un país monocrático

poniéndoselas sobre la cabeza en señal de gran respeto,pronunciada la consagrada fórmula del sofisma jurídicoamericano: “Se acata, pero ... no se cumple”. Los negrerosde 1845 reflexionaron: “Inglaterra, la primera potencia delmundo entonces, ha declarado la guerra al tráfico de escla-vos. En los Estados Unidos hay una lucha tremenda (seconvertiría en guerra a partir de 1861 y hasta 1865) poridéntica razón. Pues, hagámonos liberales. Seamos anties-clavistas. Apoyemos la manumisión de los negros, libresen el vientre de sus madres desde 1821. Pero, para no per-der todas nuestras pingües utilidades, contratemos traba-jadores baratos entre los famélicos de la China:” Delicadaoperación que requería alta influencia en el gobierno pararobustecer el poder económico. Así fue como, a la sombrade tales intereses y aprovechando la impostergable luchaentre militares, llegada a su clímax en la época de Balta(el Perú tenía ya dinero), amanece un partido de civiles,con bandera civil y nombre tal, el Partido Civil, cuyo obje-tivo inmediato será entregar el poder a los civiles, resca-tándolo de mano de los militares. No obstante, apenas ter-mina el primer período civil, su presidente traspasa cons-cientemente la presidencia a un general: de Manuel Par-do a Mariano Ignacio Prado. Las razones doctrinarias te-nían menor vigor que vínculos de otra naturaleza. La gue-rra interrumpió el nuevo período militar con la dictadurade Piérola, la tete noire del civilismo, por cuya razón le ce-rró el paso y con él al pueblo de aquel tiempo.

No se ha analizado psicológicamente a fondo la actua-ción del Jefe Supremo de la Guerra en aquel luctuoso pe-ríodo. Se lo considera desde el punto de vista de susaciertos o desaciertos militares, o de sus logros políticos.Hay varios ángulos inéditos. Así, no se ha dicho que lamegalomanía de que González Prada le hacía reproche(recuérdense las letrillas sobre el “enano Perinola”) debe-ría imputarse al medio. En el Perú no se conoció jamásuna autoridad colectiva. Anduvimos siempre por los ce-rros de Ubeda “heroísmo” a lo Carlyle. Desde el Inca has-ta los virreyes, todo fue absolutismo; el libertador fueotro señor absoluto; los Presidentes ¡ni se diga! Piérolaasumió el papel que le correspondía como heredero de to-do ello. Jefe Supremo, Dictador. Cuando el conflicto conEspaña, catorce años antes, había hecho lo propio el Ge-neral Prado: Jefe Supremo y Dictador. Junto a él parecióborrosa la nítida figura de su egregio Ministro, don JoséGálvez: error de perspectiva que, en un país heráldico yancestral como el nuestro, significaría irreductible desin-teligencia entre los descendientes de tales abuelos, pesea las responsabilidades de sus respectivos altos cargos.

El conductor de la resistencia contra el invasor, gene-ral Cáceres, también monopolizó el callado heroísmo de

sus anónimas mesnadas. De entre los mil gestos magní-ficos de entonces, se perpetúa el correspondiente a un he-roico hijo de papá grande: Leoncio Prado. Cáceres pensó,como los generales de la Independencia, que él era eldueño del destino peruano, y cobró en poder sus sacrifi-cios patrióticos. La patria estaba obligada a pagar sin re-ticencias a todos su esforzados hijos ... que supiesen de-mandar lo que creían deuda a su favor. De ahí la décadamilitarista de 1885 a 1895, cancelada por un primer actode cordura cívica, la coalición de partidos civil (el de Par-do) y demócrata (el de Piérola), los cuales, al juntarse,restauraron los valores ciudadanos y derrotaron al mili-tarismo batalla a batalla por todo el Perú y al fin, en lapropia Lima.

Es entonces cuando se perfila un movimiento demo-crático hasta, en 1908, la Presidencia de Leguía, menudoy aquilino hombre de negocios, aportó junto con la auda-cia del arriesgador de futuros, una idea muy práctica, pe-ro muy confusa y desvalorizadora de ciertos elementosindispensables para mantener en alto los ideales de unanación. Leguía, como todo materialista o financiero, ce-gado por la experiencia de los gerentes, restauró la mo-nocracia. Para eso deshaciendo los partidos políticos tantrabajosamente hilvanados. Aumentar la renta públicafue el “slogan” con que disfrazó su autocracia. Era unaconsigna inédita. En realidad no descansaba sobre cálcu-los muy complejos. Con las cuatro operaciones (y hastacon sólo dos de las cuatro) se tenía suficiente para orien-tar la nueva política.

Tras el brevísimo interregno –nada personalista porcierto, pero, sí, democrático, que representó el PresidenteBillinghurts–, resurge la monocracia con el coronel Bena-vides. Y, luego de otro intermezzo legalista, de José Pardoen su segunda presidencia, renace con Leguía la autocra-cia desembozada y reeleccionista. Lo que sigue es historiacontemporánea. En treinta y siete años, de 1919 acá[1956], no conocimos sino nueve meses más tres años ytres meses, en total cuatro años de gobierno democráticocon pleno disfrute de libertades públicas, sin censura, sinexilios, sin presos políticos, sin supresión de partidos. Du-ro balance; 4 en 37, es decir menos de 1/9 de vida consti-tucional absoluta. Extendida esa proporción a nuestros135 años y medio, la regularidad durante dicho lapso, sijuzgamos con rigor, no da mucho más. Para ser optimistaelevemos la cifra a un cuarto de siglo democrático; la mo-nocracia nos es deudora de ciento diez años de retraso oestancamiento, en que la nación, moral y materialmente,ha avanzado por su cuenta, a despecho del contraprodu-cente freno que representó la amputación de sus más pre-ciadas virtudes y posibilidades.,64

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Presidente de la Academia de Historia delPerú. Uno de los grandes conocedores delperíodo de la Emancipación peruana.

Teoría de la Emancipación del Perú. Piura:Universidad de Piura, 1986. Extractos se-leccionados, págs. 157-161, 163-165.

¿Para qué laIndependencia?

José Agustín de la Puente Candamo

José Agustín de la Puente Candamo

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a causa de un hecho histórico y su finalidad,son dos temas entretejidos y que pertenecena la entraña misma de un hecho histórico.

En los capítulos anteriores se ofrecen múlti-ples respuestas que explican de modo más o

menos imperfecto la causa de la Emancipación.El clima intelectual y político de la época; el ejem-

plo de otros empeños revolucionarios; los errores delgobierno virreinal; el clima de descontentoy de protesta que se vive en todos los ángu-

los del Imperio; la propia identidad de cadareino americano sobre un verdadero denomi-

nador común; la urgencia de reformas que se acer-quen a la autonomía y que jamás se formulan demanera orgánica; el alegato intelectual, el esfuerzopolítico, la hazaña militar de hombres directivos; lavinculación con el propio territorio y con la propiahistoria regional; la nostalgia y el recuerdo de lostiempos viejos que enaltece Garcilaso; la existenciade malos funcionarios; el abuso en la represión y enel uso de la fuerza; la rivalidad entre criollos y pe-ninsulares; el fortalecimiento del “mundo mestizo”;en fin, la esperanza en una vida mejor que estuvie-ra en “nuestras manos”, explican, como un inmensomosaico, el origen de nuestra Independencia y“acompañan” a la comunidad peruana, sujeto cen-tral y gran protagonista de nuestro tema.

Y aparece la segunda pregunta. ¿Para qué la In-dependencia?

Una visión negativa nos dice que la ruptura conEspaña no representa ningún cambio interesanteen la vida del hombre peruano. Que las injusticiascontinúan, que la lentitud en la administración delEstado no se modifica, que el nivel de vida en lo eco-nómico y social no mejora, que pasamos del dominioespañol al ejercicio del dominio industrial y econó-mico británicos.

Las afirmaciones anteriores con su ilimitadaamplitud encierran sin duda “verdades” múltiples,mas el error primordial se encuentra al mostrarsólo un fragmento de los hechos, no la íntegra ima-gen de la medalla.

Que en la República del Perú hay múltiples ex-presiones de injusticias, lentitud administrativa,retraso en educación, salud, vivienda, son hechosindudables. Es cierto igualmente que el Perú no es

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¿Para qué la Independencia?

una “isla” en la economía mundial y que estamossujetos a las influencias de los grandes ambientes,no obstante, hay mucho más que decir para la to-tal comprensión de esta “persona” compleja que esel Perú.

Bartolomé Herrera en su famoso sermón el 28 dejulio de 1846, sostiene que el Perú debía separarse deEspaña porque era un pueblo “enteramente nuevo”.Esta es una idea capital. La noción de pertenecer alterritorio y a la región peruanos; la creencia de un de-recho que viene del nacimiento en este territorio; elvínculo con la propia tierra; todo el conjunto de ideasy vivencias que permiten definir a un hombre comoperuano y que orienta a éste para reconocer al ex-tranjero; este abigarrado registro de hechos coetá-neos y de recuerdos llevan al convencimiento, a la ne-cesidad, de asumir el gobierno de lo propio.

Y todo lo anterior no es verbalismo vacío. Un he-cho social profundo, la sola existencia de la vincula-ción entre el hombre peruano y su mundo, genera elderecho al propio gobierno. El sólo hecho de la con-ducción del Perú entregado a manos peruanas es uncambio social legítimo y muy significativo. Es elejercicio del derecho al propio gobierno.

La Independencia, de este modo, aparece no co-mo un ejercicio de vanidades o de predominios, sinocomo una afirmación del ser del Perú. Y esto es su-perior al hecho político y al suceso militar.

¿Y cómo se desarrolla esta afirmación del serdel Perú?

En la diaria “encarnación” vital de nuestrasConstituciones y de sus principios teóricos, en el usoy en el abuso de las facultades que el Estado reco-noce a los ciudadanos en el perfeccionamiento esfor-zado del “mapa de la República” en la incorporaciónde nuevas técnicas que transforman el mundo coti-diano en el esfuerzo por integrar a nuestros hom-bres con evidentes matices culturales, sobre el mes-tizaje común; en el esfuerzo del camino, del ferroca-rril y del avión, por unir más y más una inmensageografía; en los avances y en los retrocesos en con-torno de una vida mejor para todos los peruanos; eneste marco que compromete toda la vida y toda laactividad del hombre, se encamina al perfecciona-miento, la afirmación del ser mismo del Perú.

La presencia del Estado peruano que habla en

nombre propio, en nombre de la nación, es una delas expresiones interesantes de la nueva “época”.

Tal vez es ilustrativo como símbolo, el momentoque menciona Juan García del Río –nuestro primerenviado acreditado en Londres, con Diego Pa-roissien– en su entrevista con el ministro Canning.El funcionario inglés le pide que señale en un mapala ubicación del Perú y le pide una exposición sobreel estado del país. De algún modo, éste es el comien-zo de la vida internacional nuestra en relación conel mundo europeo.

A Europa le interesan vivamente los nuevosmercados, y el signo ideológico de las nuevas es-tructuras soberanas es motivo de preocupación yde diversos proyectos.

Los debates entre liberales y conservadores y en-tre republicanos y monárquicos, integran un largoproceso que persigue la afirmación del nuevo Estado.

La solicitud de un empréstito, la presencia de labandera nuestra, poco a poco, en diversos lugaresdel mundo, la llegada de buques de una y otra na-cionalidad a puertos nuestros, son algunas de lasformas de la nueva relación entre el Estado nacien-te del Perú y países amigos.

Es importante subrayar el origen de nuestra Re-pública, como el de los otros Estados “viejos” de His-panoamérica.

Es interesante recordar los dos principios esen-ciales, que al mismo tiempo son el nexo que subra-yan la continuidad de la vida del Perú: el “uti possi-detis” y la “libre determinación de los pueblos”.

El principio del derecho romano es el vínculo en-tre el mapa del Virreinato del Perú y el mapa de laRepública del Perú. La carta geográfica y el contor-no del Perú republicano no es obra de la historiaque se expresa en la jurisdicción virreinal que el Pe-rú independiente asume y continúa con el título vie-jo de la posesión y del dominio.

Es aleccionador decir una vez más que los lími-tes de la República no son consecuencia de una vic-toria militar, ni de una negociación política, sonobra de la misma historia. El territorio del Perú esobra de la historia.,66

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Y otro camino bello y luminoso que explica larealidad humana del nuevo Estado, es el principiode la libre determinación de los pueblos. De verdad,uno lee con emoción las actas de Independencia delos pueblos cercanos a la frontera del Virreinato, enlas cuales se manifiesta la voluntad de romper elvínculo político con España y de pertenecer a lanueva organización del Perú.

El fenómeno, creciente cada año, de mayor rela-ción entre el Perú y hombres de otras nacionalida-des y de costumbres diferentes, representan progre-sivamente una transformación en el ámbito denuestras formas de vida.

●●●

Aparte del contenido social de la Independencia,que se descubre en la afirmación de la comunidadperuana, son interesantes otras expresiones con unvalioso contenido humano.

En el tiempo de San Martín, para no reiterarinnecesariamente los testimonios, hay una varia-da legislación.

“La humanidad, cuyos derechos han sido tantotiempo hollados en el Perú, debe reasumirlos bajo lainfluencia de leyes justas, a medida que el orden so-cial, trastornado por sus mayores enemigos, comienzaa renacer” . Luego de la consideración anterior, decla-ra San Martín la abolición de la pena de “azotes”.

La creación de la “cárcel de Guadalupe” y su re-glamento persiguen “la seguridad y el alivio de losmiserables que antes han gemido en lugares impro-pios por su localidad y falta de desahogo”. El regla-mento provisional “de los tribunales de justicia”,responde al mismo espíritu.

Amplia es la legislación sobre los esclavos. El textocapital, del 12 de agosto de 1821, firmado por San Mar-tín y Monteagudo, manifiesta que “la humanidad ha si-do altamente ultrajada y por largo tiempo violados susderechos, es un grande acto de justicia, si no resarcir-los enteramente, al menos dar los primeros pasos alcumplimiento del más alto de todos los deberes” ... “to-dos los hijos de esclavos que hayan nacido y nacierenen el territorio del Perú desde el 28 de julio del presen-te año” ... “serán libres y gozarán de los mismos dere-chos que el resto de los ciudadanos peruanos”.

Por disposición del 27 de agosto de 1821 “quedaabolido el impuesto que bajo la denominación de tri-buto se satisfacía al gobierno español”. Igualmente,se suprime la denominación “indios o naturales:ellos son hijos y ciudadanos del Perú, y con el nom-bre de peruanos deben ser conocidos”.

Del 28 de agosto del mismo año es la disposiciónque suprime “toda clase de servidumbre personal”, ynadie podrá obligar “a que sirvan contra su voluntad”.

La creación de escuelas gratuitas “de primeras le-tras” en los conventos, la fundación de la BibliotecaNacional y del Museo Nacional, y la preocupación pordefender los testimonios antiguos del hombre perua-no, son muestras valiosas de un espíritu que no se de-ja ganar por los afanes de la guerra y que postula uninterés más general por los temas del hombre.

Pero hay algo central y más profundo. Es la con-tinuidad de la vida del Perú.

La comunidad peruana, raíz fundamental de laIndependencia, gana su “forma” plena con la Eman-cipación política y con la fundación del Estado.

Sin embargo, podría plantearse esta pregunta¿Por qué se dice que el Perú adquiere plenitud des-de la Independencia?

La respuesta es compleja. No es solamente el triun-fo militar, o la creación de una nueva estructura jurídi-ca, o la rectificación de errores o injusticias. Todo lo an-terior es válido; no obstante, hay algo más. Nuestrosabuelos de esos años de tantas esperanzas reciben en-tre sus manos –solamente entre manos peruanas– lainmensa tarea de perfeccionar e integrar mejor la so-ciedad peruana bajo un signo de justicia y en diálogocon todos los pueblos de la Tierra. Este es el “encargo”capital que la República recibe de la Independencia enla continuidad de los siglos, creadores del Perú.

Al final de este libro, procede esta pregunta ¿Pa-ra qué la Independencia?

De algún modo ya se ha adelantado la contestación.La Emancipación afirma como objetivo central, comoobjetivo último, el perfeccionamiento de la comunidadperuana. Este es el ideal de los precursores y de loshombres que vencieron en la lucha por la afirmación deuna singularidad espiritual, obra de la historia.,67

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espués de 1821-1824 la nueva repúblicano pudo garantizar su independencia

económica frente a las grandes poten-cias comerciales y manufactureras deEuropa. Tampoco creó de inmediatoun orden interno propio que sustitu-yera a la antigua administración colo-

nial. El vacío de poder producido porla independencia política resultó dema-

siado grande para las elites criollas,fragmentadas en grupos adversarios irre-

conciliables y empobrecidas desde media-dos del XVIII, y sin adiestramiento propio para

su nuevo rol gobernante.

En el orden económico el Perú sólo fue capaz deconcurrir a los mercados mundiales con sus produc-ciones mineras y agrícolas. Entre 1830-1840 el por-centaje total de oro y plata, sobre el valor total ex-portado por el Perú, llegó a una media anual de79.6%. Por otro lado sus manufacturas eran de tipoartesanal y con excepción de la textilería de obrajesdestinadas a un mercado interno, que además deser demográficamente reducido y escasamente mo-netizado se encontraba interferido por la manufac-tura industrial importada. El principal beneficiariode este viejo sistema y de la nueva coyuntura políti-co-económica fue Inglaterra. España fue casi total-mente expulsada de los mercados suramericanos.En 1827 su comercio con América y Filipinas se re-dujo en un 86.2% con relación a 1792. Y en la déca-da siguiente a la batalla de Ayacucho (9 de diciem-bre de 1824) sólo pudo exportar a los puertos del Pa-cífico hispanoamericano (incluyendo los de NuevaGranada y México) el 3.3 % del valor total, casi 5 ve-ces menos que EE.UU. y la sexta parte de Francia.Entre tanto, como decía un enviado francés, el Pací-fico se iba convirtiendo en un estuario del Támesis;y el Perú ingresaba paulatinamente a la esfera deinfluencia del gran imperio informal británico. Ca-recemos aún de estudios que describan y expliquenla posición y las relaciones del Perú dentro de aquelsistema planetario, cuyo centro solar era Inglaterra,y que especifiquen el nuevo tipo de dependencia, di-ferenciándolo de la dominación colonial directa, quela propia Inglaterra empleaba en otros continentes(Africa, Asia); así como del régimen tradicional es-pañol de los siglos XVI-XIX.

Inglaterra no tomó a su cargo, en primer térmi-no, la administración de los países que formaban

Investigador de la Universidad de SanMarcos. Uno de los historiadores máspolémicos del Perú. Sus punrosa de vistasiempre han suscitado controversia.

Visión histórica del Perú (Lima: Editorial Mi-lla Batres, 1978). Extractos seleccionados,págs. 179-217.

La primeraRepública

Pablo Macera

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La primera República

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Pablo Macera

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parte de su imperio informal. Prefirió el controleconómico a través del comercio internacional, va-liéndose de su superioridad tecnológica, medios detransporte y fabricación industrial. Estructuró asímismo los términos de intercambio de modo que (co-mo en el sistema tradicional español) las áreas pe-riféricas y dependientes como el Perú importaranbienes de consumo antes que bienes de capital. Evi-tó, por último, comprometerse en inversiones direc-tas después de una primera apertura fracasada enel sector minero. El capital británico se hizo pre-sente, sobre todo, por medio de los empréstitos a losdébiles y endeudados gobiernos suramericanos. So-lo en la segunda mitad del siglo XIX apareció en al-gunos sectores internos, como los transportes (ferro-carriles) y servicios públicos (gas).

Aunque fueron decisivos estos factores externos,derivados de la nueva dependencia informalizada,no bastan para entender el proceso histórico perua-no durante el siglo XIX. Debemos preguntarnos loque entre tanto, en forma a la vez coincidente y re-lacionada, ocurría en la sociedad interna. Sin duda,el hecho básico es la persistencia de la estructura-ción colonial, implantada durante tres siglos y quepara ser modificada hubiese necesitado de una re-volución social que no figuraba en ninguno de losprogramas de la reivindicación criolla independen-tista. Los indios continuaron bajo un régimen ser-vil durante todo el siglo XIX y aun después. La es-clavitud negra fue mantenida hasta mediados delsiglo XIX para ser remplazada por la dura trata dechinos. Las bajas clases medias y los sectores popu-lares urbanos debieron resignarse a ser una cliente-la patrocinada por la reducida elite de criollos quejuraron la república sin abjurar de la conquista. Lahistoria pudo ser diferente de haber sido el Perúuna república de indios o una república de mestizos(Túpac Amaru / Pumacahua).

Durante toda la primera mitad del siglo XIX elPerú criollo debió así mismo tomar decisiones acer-ca de la distribución del poder político, tanto dentrode su territorio como dentro del nuevo contexto geo-político suramericano, para el cual no valían ya losarreglos del sistema español. Era necesario decidircuál sería el nuevo centro hegemónico o alternativa-mente montar, cuidadosamente, el pluralismo de unequilibrio de poderes. Fracasada la gran confedera-ción de Bolívar (Colombia, Venezuela, Ecuador, Pe-rú, Bolivia) había quedado abierta la posibilidad de

un eje Perú-boliviano que significaba la adaptaciónal siglo XIX del antiguo modelo incaico y austríaco,que había sido interrumpido primero por las refor-mas borbónicas (creación del virreinato de BuenosAires) y después por la independencia de Bolivia.Ese eje resultaba inaceptable para todos los demáspaíses suramericanos. Aunque la unión Perú-boli-viana implicaba, principalmente, el control de losAndes centrales y el Pacífico sur, traía consigo otrasderivaciones: podía interrumpir la expansión brasi-leña en la Amazonía, neutralizar la influencia ar-gentina en la cuenca del Plata y marginar o contro-lar a Chile. Era en definitiva la aparición de un po-der cuasi imperial; Argentina y Chile comprendie-ron bien estos peligros y se vieron obligados a defen-der, como suyos, nada menos que los planes españo-les del siglo XVIII que habían disminuido la impor-tancia de los países andinos.

Los planes hegemónicos y confederativos fraca-saron, además, por la resistencia interna dentro delos propios países interesados. Cada uno de ellos sepreguntaba, en primer lugar, cuál de los dos obten-dría mayores ventajas. Gamarra, el líder peruano,estaba dispuesto a confederar si el Perú (y dentrodel Perú ‘él mismo’) podía dirigir la confederación.Lo mismo pensaba Santa Cruz, desde el lado boli-viano. Por otra parte la confederación significaba elpredominio de la sierra sur sobre la costa peruana ytodas las provincias del norte. Es decir, la prolonga-ción del modelo Wari Inca que parcialmente habíapodido sostener el auge de Potosí. Paradójicamenteel grupo norcosteño (en particular la elite portuarialimeña), que estaba empeñada en una abierta com-petencia comercial con Chile por dominar el océanoPacífico, no advirtió que el predominio del sur Perú-boliviano era el precio que debían pagar para ganaresa competencia contra Chile.

Fracasada la confederación peruano-boliviana,Bolivia y el Perú se redujeron territorialmente a loque habían sido, respectivamente, las audiencias deCharcas y Lima; sin que esa reducción implicase unequilibrio definitivo de los poderes en el orden inter-nacional suramericano. Dejó abierta, por el contra-rio, la confrontación directa entre el Brasil Argenti-na, Argentina Chile, Chile Perú, Perú ColombiaEcuador en un círculo vicioso indefinido.

En cuanto a la estructuración del poder internolas opciones del Perú fueron mucho más limitadas,69

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La primera República

que en el orden internacional. La aristocracia crio-lla no había podido, como su homóloga chilena, rea-lizar la independencia. Sus principales represen-tantes (Torre Tagle, Riva Agüero) habían sido acu-sados de colaboracionismo. Casi todos habían pre-ferido los castillos españoles del Callao, en vez decombatir en Ayacucho. Carecían, por consiguiente,de la fuerza y el prestigio político necesarios paraasumir visiblemente el gobierno de una repúblicaque no habían deseado. Los sectores profesionalesmedios, entre tanto, eran demasiado débiles comopara remplazarlos. En un país multirregional comoel Perú solamente existían tres sistemas organiza-dos jerárquicamente a escala nacional: el Ejército,la Iglesia y la burocracia civil; estas dos últimas,por su naturaleza, no podían pretender el poder su-premo. El estado de guerra internacional, casi con-tinuo desde 1810 hasta mediados del siglo XIX, for-taleció además al Ejército. El militarismo resulta-ba por consiguiente el modelo político con mayoresprobabilidades históricas. De hecho sin mencionarinterinatos muy breves salvo dos (Pardo, Piérola)todos los demás presidentes peruanos del siglo XIXfueron militares. Hasta el gobierno de Castilla, sinembargo, ese propio militarismo fue incapaz deconstruir un “gobierno fuerte” pese a los esfuerzosde Gamarra y de Pando.

El desarrollo frustrado

A mediados del siglo XIX la comercialización in-ternacional del guano abrió al Perú la oportunidadde cambios sociales y económicos en condicionesmás ventajosas que las de otros países suramerica-nos. Pero al final del período, después de 25 años,casi todo había fracasado. Los peruanos se han ve-nido preguntando, desde entonces, ¿qué ocurrió conel guano? Consideremos primero sumariamente lascondiciones económicas generales del país. La deu-da externa peruana superaba los 16.000.000 de pe-sos, su crédito internacional se había arruinadohasta el punto que los bonos peruanos se cotizabana no más del 16% de su valor nominal. El sector pri-vado, a más de otros obstáculos, había debido afron-tar desde 1830 el desorden monetario. El amoneda-miento de la plata había bajado en los primerosaños republicanos hasta un 50% de lo producido enel quinquenio 1790,1795. Para los años 1830-40 secalculaba que hasta 4-5 millones del valor de las im-portaciones eran pagados en plata piña. A partir de1832 la situación fue agravada por la introducción

de la moneda feble boliviana. Entre 1830-61 Potosíacuñó casi 37.000.000 de pesos con una liga inferiora la que usaba la moneda peruana. De esta canti-dad fue internada al Perú aproximadamente el35%, ocasionando el ocultamiento de la moneda na-cional y serios trastornos en las operaciones comer-ciales. Al mismo tiempo, así en el propio Perú comoen el Ecuador, operaban entre 10 y 50 estableci-mientos clandestinos de moneda fraudulenta parael mercado peruano.

Las limitaciones del ahorro interno así como elescaso flujo y mal empleo de los capitales exterioreshabían, por último, determinado un estancamientoen todos los sectores económicos, principalmenteminería y agricultura de exportación.

Las ganancias del guano parecían ser una solu-ción a todas estas dificultades, pero el remedio fuepeor que la enfermedad. La moneda boliviana fue,es cierto, eliminada pero mediante una operación decostos elevadísimos. El fisco salió de su pobreza,aunque dependiendo casi exclusivamente del gua-no. En el presupuesto de 1854-55 el guano repre-sentaba ya el 50% de los ingresos. En el de 1861-62su participación había subido al 80%.

Amparados en esta prosperidad, el Estado y lasclases dirigentes del Perú montaron una erróneapolítica económica; de un lado fueron toleradas des-honestas negociaciones con la deuda pública (exter-na e interna) y las comisiones de empréstitos. Delotro lado se puso en ejecución un ambicioso progra-ma de obras públicas de infraestructura (ferrocarri-les) pensadas en función de la comercializaciónmundial de materias primas, con lo cual la econo-mía peruana seguía siendo una economía satélite,complementaria de los centros manufactureros delexterior. El financiamiento de esas obras resultóinadecuado, no sólo por las tasas del interés y el maluso de los fondos sino por cálculos erróneos acercade su rentabilidad a corto y mediano plazo.

Del lado empresarial privado hubo en esosaños, a la vez, iniciativa e incapacidad. Fue-se como consignatarios o como intermediariosde negocios extranjeros, e incluso con directoe ilícito beneficio del Estado, se crearon gran-des fortunas. Lima rompió sus murallas colo-niales y fabricó en su vecindad dos balneariosde lujo. Las puertas de las casas y la ropa in-,70

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Pablo Macera

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terior se importaban desde París. Signos ex-teriores de un optimismo que a nivel de ma-yor importancia estimuló una orgía de] crédi-to bancario que llevó a la bancarrota de losaños 70. Los propietarios criollos creyeronllegada su hora, contrajeron enormes présta-mos para reconstruir sus casas e invertir enlas viejas plantaciones de azúcar.

El sector más beneficiado con todos estos exce-sos fue el de la agricultura de exportación. El“cotton Farnine” de los años 60 propició la exten-sión de los algodonales; el crédito bancario favore-ció la modernización de las viejas plantaciones decaña de azúcar. Pero la inflación interna de los pre-cios, la coyuntura internacional de los años 70, la

débil e irracional estructura empresarial, frustra-ron incluso ese parcial desarrollo. De todo eso que-dó como saldo moral la inicua trata de los inmigran-tes chinos, de los cuales llegaron al Perú más decien mil (100.000) en menos de 25 años.

Ni el contrato Dreyffus (Piérola) ni la nueva polí-tica peruana sobre el salitre (Pardo) bastaron paradetener el desastre adonde conducía toda esta histo-ria peruana entre 1840-1870. La guerra del Pacífico(1879-1883) lo puso en evidencia. Fue una derrota so-licitada ya que no merecida. O por lo menos una de-rrota merecida por una clase dirigente (presidentes,ministros, comerciantes, obispos, doctores y genera-les) que solamente tuvo una habilidad: hacer que esaderrota fuese pagada por el propio pueblo.

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l implantarse el republicanismo luego de la rendición delVirrey La Serna, los ideales políticos de la ilustración europease trasplantaron al Perú. La ilustración y el sistema

republicano implican una dosis significativa de individualismo.Esto produjo un choque, no ya sólo con la mentalidad

jerárquica heredada del período español, sino también conla mentalidad corporativa y solidaria indígena que la legislación

española había respetado, y con las ideas de solidaridadsocial y bien común que profesaba el común de los

peruanos bajo la inspiración de la Iglesia Católica. Las preguntas de orden para los intelectuales y políticos de entonces fueron: ¿Qué esla República? ¿Cuál es la relación entre individualismo y el mundo corporativo?¿Cómo definir la ciudadanía a través de la noción de la razón? ¿Qué rol cumplela Iglesia en el Perú?

Estas preguntas se hicieron aún más urgentes en los múltiples momentos enque la República mostró sus insuficiencias y males. El desorden político y elcaudillismo, las guerras intestinas y el clientelaje marcaron largos años de nuestrahistoria. Desde las guerras de Independencia (1820-1824) a la del Pacífico (1879-1883) se abre un período complejo de nuestra historia. Abarca desde el primermilitarismo (incluyendo la época del guano) hasta el primer civilismo. En estelargo período, el destino de nuestra patria sigue el irreversible paso histórico dela República.

● 15 Manuel Lorenzo Vidaurre. “ElPlan del Perú”. En Los Ideólogos,Colección Documental para la inde-

pendencia del Perú. (Lima: 1971).Págs. 368-371, 375-377, 397-398.

● 16 Bartolomé Herrera.“Sermón de 1846,segunda parte”. EnEscritos y Discursos

(Lima. E Rosay, 1929). Págs. 79-85.

● 17 Francisco de Paula González-Vigil. “Importancia y utilidad de lasasociaciones”. En Educación y

sociedad, (Lima: INC, 1973). Págs. 23-30.

● 18 Ricardo Palma, “El Baile de LaVictoria”. En Tradiciones Peruanas,varias ediciones.

● 19 Manuel Pardo. “Mensaje delpresidente de la república, donManuel Pardo, al clausurar lassesiones de la legislatura extraordinaria, el 28 de abril de1873.” En Mensajes de los

presidentes del Perú. PedroUgarteche y Evaristo San Cristóbal,vol. II. (Lima: imprenta Gil, 1945),Págs. 34-36.

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La joven República de la Independencia a la Guerra con Chile

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El pueblo debe ser instruido de lo que constituye la libertad.

i un viajero anunciase el descubrimiento de unpaís feliz, donde el Sol despidiendo sus rayos de

un modo suave y benigno, diese a la Tierra un ca-lor moderado sin los ardientes rigores del estío;

donde el templado céfiro soplase sin intervalo,vivificando hombres, aves, bestias, árboles y

plantas; donde se recogiesen los mismos fru-tos de continuo, y los campos presentasen

una extendida alfombra de matizadas y aromáticasflores, donde corriendo los ríos en concertados cau-ces, hiciesen un ruido apacible, semejante al sueñodel justo; donde los montes presentasen caza abun-dante, los llanos espigas copiosas, las costas sere-nas delicada pesca; donde las mujeres fuesen tanbellas como las circasianas, tan virtuosas y modes-tas como las cuákeras; donde los habitantes sensi-bles y hospitalarios saliesen a recibir a los extran-jeros, con la amable emulación de admitirlos en suscasas, y hacerlos partícipes de los abundantes bie-nes, con que los enriqueció la naturaleza, donde lasalabanzas al unigénito de Dios en los templos,acompañadas de una deliciosa música, retratasenel carácter de paz y tolerancia de nuestro Jesúsadorado; donde no hubiesen leyes escritas, sinosantas costumbres; donde no se oyese el nombre demagistrados ni médicos, por no conocerse ni las en-fermedades del cuerpo, ni los vicios del espíritu;donde no turbasen la tranquilidad el rayo, el true-no, la tempestuosa lluvia, el terremoto; donde ladiscordia, la envidia, los celos, las venganzas, esastétricas hidras, jamás hubiesen asomado sus páli-dos y horrorosos semblantes; todos, todos gritaría-mos, enseñadnos el camino de ese verdadero paraí-so, de esa comarca de placer y gloria, de ese terres-tre empíreo, imagen viva de autor del Universo.Cuando en mis cuatro anteriores discursos yo os hehecho el paralelo entre la desgraciada clase de unabatido y miserable esclavo, rodeado de grillos y ca-denas, sepultado en pestíferos y obscuros calabozos,asesinado en cadalsos, o expatriado en distancia delos objetos más tiernos de su amor; y la suerte prós-pera y dichosa del ciudadano libre, alegre en laabundancia, seguro en su domicilio y rodeado de sudilatada familia; me reconvendréis porque os hablesobre los medios de establecer un gobierno racionaly justo. Creeréis tal vez que son pinturas, los queson convencimientos, o imaginaciones, las verdadesmás constantes, si contento con el nombre de Repú-

Gran jurista y uno de los más controvertidosintelectuales de su tiempo. Tuvo la osadía deescribir un libro que contradecía sus propiasideas: Vidaurre contra Vidaurre.

“El Plan del Perú”, Los Ideólogos, ColecciónDocumental para la Independencia del Perú.Lima: 1971. Extractos seleccionados, págs.369-371, 375-377, 397-398.

Discurso quinto:leyes fundamentales

que convienen al Perú

Manuel Lorenzo de Vidaurre

Manuel Lorenzo de Vidaurre(Lima 1773-1841)

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Discurso quinto: leyes fundamentales que convienen al Perú

blica, nada os dijese sobre el modo de establecerla yperpetuarla. Tal vez me argüiriáis con lo que expu-se en uno de mis entretenimientos. Roma y Greciadestrozadas en facciones, Venecia existiendo bajo eldespotismo de las leyes, Génova siempre vacilante,Francia sin poder mantener por diez años el árbolque regó con la sangre de más de dos millones desus mismos hijos. Yo no varío. En nada aprovecha-rá la expulsión del español feroz, si no publicamosunos códigos perfectos y análogos al sistema quehemos jurado.

Debemos aspirar a la perfección de las leyes

Los derechos del hombre en sociedad son losmismos derechos que le dio la naturaleza, Para ase-gurar estos derechos los hombres se debían unir, yformar un cuerpo político, Las leyes no debieron sersino la explicación del derecho natural sostenidapor la fuerza común de los miembros que componenel Estado. Yo no hallo pacto social conforme al mo-delo primitivo que enseñó el Eterno a no excepcio-nar a los suizos y anglo-americanos. Tengo presen-tes los códigos antiguos y modernos: en todos elloshallé usurpaciones, defectos, error, fuerza, opre-sión, e injusticia, Aquellas palabras de Solón, yo nodoy las mejores leyes, pero sí las más adecuadas pa-ra Atenas, se tuvieron por una máxima incontrover-tible y sagrada. Este es uno de los perjuicios de au-toridad, que ha perjudicado más a los pueblos. UnaConstitución, que necesita de varias reformas, de-cía M. Langriske, célebre orador de Irlanda, es uncuadro formado por diversos pintores. Cada uno tie-ne su idea y su gusto: no puede haber ni orden niexactitud. La Providencia que nos organizó, de mo-do que deseásemos ser felices, debía poner a nues-tro alcance los medios de serlo: Si el ascético lo con-fiesa en lo moral, no debe negarlo en lo político. Yohe formado de Dios una idea más justa: yo lo confie-so bueno y omnipotente. Lejos de mí pensar que sedeleita en el dolor, el tormento, la aflicción, el ham-bre, y la miseria de sus criaturas. Este es el carác-ter de un Nerón, de un Torquemada o de otro Inqui-sidor. El hombre es capaz de perfección en susobras: no la suma, porque eso es reservado a la Dei-dad. Dios quiere que aspiremos a esa perfección,porque Dios quiere lo mejor para nosotros. No tene-mos sino que seguir la voz de la naturaleza, y no se-pararnos un ápice de sus doctrinas. Ella dicta pre-ceptos, que si los cumplimos, seremos sin duda di-chosos. Maquiavelo creía incompatible la grandeza

de una República, y su tranquilidad constituía suelevación en ser conquistadora; su opulencia en ha-cer muchos pueblos infelices. No presumía un go-bierno sin grandes defectos. Yo lo perdono: Maquia-velo no alcanzó los efectos prodigiosos de la repre-sentación nacional: este bien nos era reservado.

Hacemos una mezcla de la aristocracia y la democracia

Lo que hay es que en el curso de un largo gobier-no, como pensaba Montesquieu, se desciende al malpor una gravitación insensible, y se sube al bien congrande esfuerzo. Esto es lo que necesitamos. Enve-jecidos bajo una dominación despótica, retenemosinfinitos hábitos de servidumbre, sin poder avenir-nos con las nobles maneras de la libertad. Como losque nacieron en la miseria, y una fortuna prósperales hace mudar de estado, descubren a cada mo-mento signos de la educación que recibieron, delmismo modo, nosotros árboles injertos hacemossentir el gusto de dos frutos muy diversos. Yo mis-mo jamás fui consecuente: aborrecía a los tiranos,detesté las preocupaciones aristocráticas, escribí ydeclamé en favor de los derechos del hombre; pero¡ah, cuántas conversaciones, cuántos modos, cuán-tos ridículos gestos en oposición con mis ideas!¡Pensamiento sublime de Maquiavelo! El pueblo escomo una bestia feroz, cuyo natural salvaje se hasuavizado en prisión y acostumbrado a la esclavi-tud. Si se le deja libre en los campos incapaz de pro-curar por sí su mantenimiento y proporcionarse unasilo, es presa del primero que quiere sujetarla denuevo a los fierros. Esto es lo que sucede a un pue-blo acostumbrado a dejarse gobernar. Esto es, diréyo, el carácter de una Nación en la que se procuróeducar en la servidumbre: esto es lo que motivó elsofisma de Mabli: ¿de qué sirve la libertad al que nose halla en proporción de mantenerla?

Necesidad de la ilustración

El remedio a este mal, a este radicado mal, es lailustración. Montesquieu y Filangieri convienen,que para las mejores leyes, es menester que los es-píritus estén preparados. La necesidad es mayor,cuanto más fuertes y radicados los errores recibi-dos. La fuerza de las costumbres hace que se amenprácticas odiosas, decretos bárbaros, disposicionesdespóticas crueles y duras. Debe anteceder el con-vencimiento para que se ame el nuevo sistema. Es-

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te debería ser el trabajo de los dichosos genios, queabundan en el Perú en más copia, que los metales.La ocasión es dichosa. Nuestro conciudadano Su-non persigue las últimas reliquias del ejército delRey de Persia. Nosotros los ancianos gozamos de lamás perfecta paz y tranquilidad en nuestro gabine-te y podemos escribir sin comprometimiento, ni te-mores. Yo lo hago por mi parte, aunque de un modotan débil, que no me satisface a mí mismo. Desea-ría que esta empresa se tomase a cargo de otro ta-lento feliz y proporcionado al digno objeto.

Remedio contra la aristocracia

Hagamos lo que esté de nuestra parte; ponga-mos en ridículo lo que antes era objeto de adora-ción. La locura de la caballería, era la enfermedadde toda la Europa. Los hombres de más mérito sa-lían al campo, se desafiaban, se batían, porque seconfesase la hermosura superior de sus damas. Lahistoria presenta casos, los más extravagantes. Unespañol escribe El Quijote, él fue la quina contraaquella inveterada fiebre: en el momento desapare-cieron los caballeros andantes. Por muchos siglos lareligión sirvió de pretexto y cobertor para los desig-nios más viles. La hipocresía tomaba la exterior for-ma de la virtud. Los progresos en la política se me-dían por el estudio de una aparente buena fe. Pala-bras de edificación, movimiento de ojos y de manos,indicando la resignación y la esperanza en el SerSupremo, atraían la atención, el voto y el partido deinnumerables gentes incautas. Presenta Moliere elTartufo, y revientan todos los resortes de la máqui-na de la bigotería. Se abusa de la cátedra del Evan-gelio, esa oratoria que debía ser la más sentimen-tal, o se abate o se profana; los textos sagrados seaplican sin criterio; las pinturas cómicas se sustitu-yen a los serios discursos morales; el padre Isla pu-blica el Gerundio, y en el momento se advierte la re-forma. Yo no hallo un remedio tan adecuado contraestos males, como el ridículo. Llamemos condes ymarqueses a nuestros caballos y perros: sea el nom-bre que se les dé a los locos; en los teatros aparez-can estas góticas instituciones con el ropaje del des-precio; sustitúyanse esas palabras a las de necio yfatuo; úsense por insulto y como la mayor ofensa; aun hombre descomedido, mal educado, sin talento,llámesele Conde o Marqués. Yo aseguro que en bre-ve no se ocurrirá a la chicanería del para continuarel inútil y aún perjudicial rango.

Yo no procedo por prevención, sino por princi-

pios. Montesquieu me enseña que el que ama la de-mocracia ama la igualdad. Yo prescindo de teorías.Yo recuerdo con Mirabeau a los pueblos, no lo quese ha estudiado en los libros ni en las meditacionesabstractas, sino lo que él mismo ha aprobado. La li-bertad no es tanto el fruto de una doctrina trabadapor deducciones filosóficas, como la experiencia delos días y raciocinios simples, y las consecuenciasnecesarias que de allí resultan. Es menester haberperdido el entendimiento, carecer de reflexiones,entregar la conciencia, romper los vínculos de la na-turaleza, renunciar al pudor, endurecerse en el en-gaño, y privarse para siempre de todos los senti-mientos naturales para hacer el menor pacto, tre-gua o convenio con la antigua aristocracia. Si noso-tros mantenemos sus formas en un gobierno demo-crático, resultará lo que a un enfermo que ha sufri-do una fuerte indigestión. Si su estómago no estáperfectamente purificado, cualquier alimento quetome, por noble que sea, en el momento le altera ycorrompe: yo no hallo entre los gobiernos simplesotro peor que el aristocrático: la Polonia garantizami palabra. Pero el aristo-democrático me presentamayores turbulencias, inquietudes, y anarquías.Roma fue gloriosa mientras la alta clase todo lo go-bernaba y regía. Los principios de decadencia yo nolos concibo como Montesquieu y Gibbon. Su planfue alterado; desde entonces comenzó la guerra ci-vil y la ruina. Es verdad que César y Pompeyo ca-si concluyen la conquista del gobierno conocido. Yoconfieso el hecho, pero en él veo aquellas luces queal expirar parece que alumbran más, que en su es-tado perfecto. El día de las glorias de esos grandeshombres, es la víspera de la caída espantosa de laRepública. Si han de gobernar el pueblo los nobles,éstos siempre han de trabajar por la tiranía.

Yo no quisiera en mis discursos nombrar jamáspersonas, pero hay algunos casos en que es necesa-rio e imprescindible. Torre-Tagle y Riva-Agüero, eluno pretende entregar la patria, el otro la vende.Berindoaga es el agente de la más alta traición. Elvicepresidente Aliaga es un desertor, tanto más cri-minal, cuanto que con engaños detuvo a muchos pa-triotas y les impidió que en tiempo emigrasen.Fuente González admite el gobierno a nombre delRey, y publica el bando de que se habla en mi pri-mer discurso, Yo no he visto emigrados sino a Soria,y a don Manuel de Salazar y Baquíjano. Todos losdemás títulos han quedado haciendo la corte a Ro-dil, menos dignos de excusa, pues tenían abundan-

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tes proporciones para emigrar, de que carecían infi-nitos que vimos en esos arenales, hambrientos y ca-si desnudos, huyendo de la servidumbre. Compara-da la conducta de esos aristócratas, con la de cien ycien notables por su virtud, por sus talentos, por sudecisión a nuestra causa, con justicia llamados a losprimeros empleos de la República.

Contra los mayorazgos

No deben haber títulos, no deben haber mayo-razgos, primogenituras, fideicomisos, patronatos delegos, y demás fundaciones que tuvieron por objetoprincipal establecer la desigualdad de los hombres.El discurso que dejó escrito Mirabeau sobre estamateria, y que fue leído con aplauso después de sumuerte, me haría sólo remitirme a él, si estos librosse hallasen al alcance de todos los peruanos a quie-nes trato de instruir. Yo usaré de muchos de suspensamientos y añadiré algunos míos.

La moral, la religión, la política abogan por lacausa que defiendo. ¿Pero puede haber alguna ley,que no tenga estrecha relación con la moral, la re-ligión, y la política? Estos son los elementos quecomponen el gran todo de la felicidad humana. Enlos códigos antiguos, defectuosos muchas veces, sefijaron en distancia, en los modernos se compene-tran de tal manera que constituyen un solo ser. Lapolítica exige en las monarquías las primogenitu-ras. Este fue el error de Mirabeau, querer que semantuviese Luis Capeto en el trono; y querer almismo tiempo destruir los mayorazgos. Corte ynobleza debe haber, donde hay un Monarca. El que

ama y protege esas rentas perpetuas, cabala por elmando, para sí o para otro. El que quiere distincio-nes no quiere república: el que pretende que losderechos del hombre al nacer no sean iguales, nicontinúen siéndolo, es un tirano, sin ministro de latiranía: es un enemigo de Dios, de sus semejantes,de la paz de las familias, y de la tranquilidad pú-blica.

Qué desenlace tan hermoso podían tener estasideas, si no estuviese firmemente convencido, quelos discursos de enseñanza general que deben cir-cular, no han de ser difusos, porque no serán leí-dos. Yo haría ver, que todos los casuistas, los teó-logos, los jurisconsultos que defendieron la perma-nencia de los vínculos, pecaron contra la ley santade la naturaleza. Los hijos todos tienen igual dere-cho a los bienes de su padre, o ninguno de ellos lotiene. Es por esto que Solón no consintió que tes-tasen los que dejaban sucesión legítima. Preferen-cia al uno, y no preferencia por el mérito y la vir-tud, sino por nacimiento anterior, es una barbarie,una injusticia.

Conclusión

Ya por lo presente me parece que todos quedanconvencidos, que jamás debemos pensar en consti-tuir un reino; que si no queremos rey, no debemossostener la nobleza hereditaria, los títulos, los ma-yorazgos, los privilegios, las distinciones, que se lla-maron de familia. Demócratas nacionales, nuestrasbases, son la religión y la moral, el verdadero honor,el amor permanente a la patria.

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Sacerdote y político limeño. Su idea dedemocracia estaba restringida al voto de“los más capaces”. Fue rector del Colegiode San Carlos, famoso por ser el centro deadoctrinamiento conservador.

“Sermón de 1846, segunda parte”.En Escri-tos y Discursos. Lima: E. Rosay, 1929. T. I,Extractos seleccionados, págs. 79-85.

Siervo mío eres tú Israel:

no te olvides de mí Bartolomé Herrera

(Lima 1808-1864)

uando al entrar el Perú en la libre admi-nistración del pingüe patrimonio que leconcedió el Señor, debió postrarse ante él,en testimonio de su gratitud y dependen-cia, tuvo la desgracia de ser presa de laspreocupaciones ruinosas, de los erroresimpíos y antisociales que difundió la revo-

lución francesa, á quien como á la bestia delApocalipsis “dio el Dragón su poder y su fuer-

za, y se desató en blasfemias contra Dios y tuvopoder sobre toda tribu y pueblo y len-

gua” (Apoc. c. 13. v., 2, 6).

Este discurso mismo habría sido entonces un dis-curso laborioso; porque se habría dicho que la reli-gión no respetaba al estado. Como si los hombresque se reúnen en número bastante para llamarseestado, adquirieran el triste privilegio de no oír laverdad nunca: como si la religión santa de Jesús pu-diera hacer la apoteosis del crimen cuando no pro-viene de la perversidad de uno, sino de la enormeperversidad de muchos: como si en fin el Señor nofuera Dios también de los estados.

Gracias á él, esos errores van pasando; y ¡oh Pro-videncia adorable! del seno de Alemania, donde bro-taron el siglo XVI, los delirios que engendraron enFrancia el monstruo asesino de su rey, Francia mis-ma ha sacado y derrama por todo el mundo una fi-losofía, que, si bien no tiene todo el vigor irresistibleque solo se halla en la religión revelada, persigue yhiere en todas partes al enemigo que salió de su se-no. La filosofía, lo sabéis señores, vuelve de prisahacia el catolicismo y va abrazando de una en unasus verdades. ¿Qué impresión os harían á vosotros,que sois lo mas ilustrado del Perú; y que venís á ma-nifestar al Señor en su templo, que conserváis la fey la lealtad religiosa de vuestros padres, los extra-ños caprichos que un excelente corazón estragadopor la melancolía de la soberbia, proclamó el siglopasado, y de que la razón universal se avergüenzaahora? ¿Quién de vosotros podría soportar al ciego,que pretendiera destruir los principios de la cienciaeterna é inmutable, sin poseer siquiera la esencialdel día en que vive?

Pero ¡cuánto ha sufrido la nación y cuánto le restatal vez que sufrir, mientras se cura enteramente de laenfermedad, con que se vio contagiada en la lozaníade su juventud! Separada de la monarquía de que eraparte; sin sujeción á ninguna autoridad extraña, se

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llamó, y bien soberana, según el uso común de la pa-labra. Habiendo, como hay, una oposición necesariaentre los efectos de la fuerza y los del derecho de man-dar, no podía reconocer autoridad legítima, sino enaquellos á quienes se hubiese sujetado, por un acto delibre sumisión, para cumplir la ley divina que lo dis-pone así: y también en este sentido aunque impropio,pudo llamarse soberana. Esta especie de soberanía lareveló Nuestro Señor Jesucristo: la difundió por me-dio de los Apóstoles: y, con la pluma de Santo Tomas,la presentó luminosa á los hombres cuando parecíaque todos la habían olvidado.

Feliz el Perú, si al declararse libre de la fuerza,hubiera tenido presente la enseñanza del Apóstol:“libertados del pecado os habéis hecho siervos de lajusticia” (Rom. 6 18): pero se le hizo creer que la au-toridad pública era invención suya; que podía deso-bedecerla y destruirla cuando le pluguiese; que suvoluntad era su ley; y, si no se le anunció en térmi-nos formales que era independiente de Dios, searregló su conducta práctica á este principio absur-do y espantoso.

Se autorizó de este modo la tiranía en las leyes:la rebelión en los particulares; y en los gobiernos laviolencia que han necesitado emplear, para vencerla fuerza que sin cesar los empujaba. Y las revolu-ciones se han sucedido, bajo diferentes pretextosunas á otras, y con ellas las inquietudes, los delitosy las desgracias: y los campos y todas las fuentes debienestar - la naturaleza entera se ha quejado delhombre, como asombrada de que él solo la pertur-base en este feliz clima, lejos de prestarle su ayuda.

Oye pueblo peruano una parábola. Un poderosose separó de sus tierras para ir á recibir un reino.Antes de separarse llamó á sus siervos y dio á cadauno una moneda; y les dijo; traficad mientras vuel-vo, y partió. Y los que le aborrecían le enviaron es-ta embajada: no queremos que reines sobre noso-tros. Y cuando volvió, después de haber recibido elreino, mandó llamar á los siervos para averiguar loque había negociado cada uno. Al que con una mo-neda había ganado diez monedas, le dio potestadsobre diez ciudades y le llamó siervo bueno y fiel. Yal que había ganado cinco monedas le dio potestadsobre cinco ciudades. Mas cuando se le acercó unoque nada había ganado, dijo á los que estaban allí:quitadle la moneda y dádsela al que tiene diez mo-nedas. Y ellos le dijeron: Señor, tiene diez monedas.

Pues yo os digo, contestó, que á todo el que tuvierese le dará y tendrá más: y al que no tiene se le qui-tará aun lo que tiene. Y á esos enemigos míos que noquisieron que reinase sobre ellos traédmelos acá ymatadlos delante de mi (San Lucas c. XIX v. 12 y si-guientes). Sin comentario, aunque no sin estreme-cimiento, presento, pueblo, á tu contemplación estaparábola. Es del que dijo: “el cielo y la tierra pasa-ran pero mis palabras no pasarán” (San Marcos c.13 v. 31).

¿Qué buscamos, señores? ¿libertad? ¿la verdade-ra libertad? ¡Oh! Éste es un deseo santo. El primerPontífice nos da una lección importantísima, dicta-da por el Divino Espíritu, para que lo realicemos.“Someteos, y esto por Dios, al gobierno; porque asíes la voluntad de Dios, que os portéis como libres; yno teniendo la libertad de velo para cubrir la mali-cia, mas como siervos de Dios. Temed á Dios: hon-rad la suprema autoridad política” (San Pedro,Epístola 1a. c. II, vv. 13, 15, 16). Así asegura SanPedro la ventura pública en la libertad, y la liber-tad en la obediencia.

Los hombres son libres. Sí: lo son. Son libresporque están autorizados por Dios para atravesar,luchando con sus propias pasiones y con las ajenasy venciendo unas y otras, la senda que su dedo lesha trazado. Son libres, porque ninguna voluntad,ninguna suma de voluntades tiene derecho de do-minarlos. Hay pues esclavitud cuando nos dominannuestras pasiones ú otras pasiones, nuestros capri-chos ú otros caprichos, mayormente si son los opre-sores, los insoportables caprichos de muchos en vezde la verdad eterna, de la razón de Dios que ejercesobre sus criaturas un imperio suave y natural.

Pero como es una parte de esta verdad, una leyde Dios, que exista autoridad suprema en el estado,obedeciéndola, dentro de los límites de lo justo, so-lo obedecemos á Dios: somos libres. He aquí el pro-fundo sentido en que el libertador de la humanidad,con su lenguaje siempre sencillo y siempre lleno delénfasis de Dios, nos dice: “si permaneciereis en mipalabra, seréis de veras mis discípulos: y conoceréisla verdad y la verdad os libertará. Si el hijo os halibertado sois sin duda libres (San Juan c. VIII v.32). Este, es el principio santo de la libertad huma-na que trajo Jesucristo. Esta es la luz que brilló enlas tinieblas, y que las tinieblas, no comprendieron”(San Juan c. I v. 5).

Siervo mio eres tu Israel: no te olvides de mi

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Se buscó la libertad en el desorden de la revolu-ción, cuando Dios la ha establecido en la obedien-cia; y se cayó en la esclavitud. Se quiso reconocersoberanía absoluta en la voluntad de los hombres,cuando Dios había dicho que él solo es el Señor, yresultó un ídolo vano. “Todos los forjadores de ído-los son nada, y las cosas que más aman no les apro-vecharán. Ellos mismos, para confusión suya sontestigos” (Jerem. c. 44 v. 9).

Los ídolos de que habla aquí Jeremías escapandel fuego, porque son trabajados con la leña que so-bra en el hogar: pero este otro ídolo es adorado pa-ra arrojarlo al fuego, sin que su falsa divinidad pue-da levantarlo de las llamas.

El pueblo no puede libertarse de las desventurasen que lo precipitan sus más crueles enemigos, susaduladores: no puede establecerse la paz y la armo-nía social, sin una autoridad que obligue al ciuda-dano en lo íntimo de su conciencia, de la que se sien-ta realmente súbdito y de quien tenga una depen-dencia necesaria: y esta autoridad es solo la deDios, soberano del universo.

En el hombre sólo se puede respetar pues la auto-ridad que emane de Dios, como emana sin duda la delos jueces, la de los legisladores, la del jefe de cadaestado. Suponiéndola emanada del pueblo, cada ene-migo de Dios, quiero decir, del sosiego público, ha po-dido invocar el nombre del pueblo para derrocar algobierno y el poder de las leyes; y para que la mise-ria, la ruina y la afrenta hayan caído sobre este des-dichado pueblo. “Acuérdate de estas cosas Israel,porque siervo mío eres tú” (Is. c. 44 v. 21).

Yo te he formado. Te he regalado y embellecido conlos más ricos dones de la Creación. Tus montes son deoro: y mi mano ha bendecido tus llanos. Yo te he traí-do á los goces sociales con la índole apacible de que tehe dotado: te dí vigor con la raza española que intro-duje en tu seno: ennoblecí y perfeccioné tu corazón conla verdad católica; y en fin te he constituido estado in-dependiente. ¡Perú! sé de una vez libre y feliz.

Deja el necio pensamiento de seguir tus antojos.Estudia mi voluntad en el Evangelio, en tu razón,en tus necesidades, y repele a los malvados que tedigan que no es mi voluntad tu soberana para escla-vizarte ellos á su corrompida voluntad.

El gobierno que te he dado te conduce con pater-nal fatiga, como á un convaleciente, que tiene mildeseos vagos, que no puede él mismo determinar, ycuyo alterado paladar no siente el sabor del bien.Obedécele. Obedece á las autoridades constituidas:y tiemblen ellas de no obedecerme á mí; de no res-petar cada uno los linderos que la separan de lasotras; y de emplear en daño de la patria el poderque han recibido para bien de ella; porque su dere-cho termina y su peligro comienza donde comienzasu rebelión y su injusticia.

Mira Perú: mira el alto destino a que te llamo. Aldébil alcance de tu ojo es una lejana constelaciónque te deslumbra; y si quieres examinar algún pun-to de ella, se te pierde en el azul misterioso de loscielos. Pero trabaja, emplea los medios que he colo-cado en tu seno para que hagas mi voluntad, y tuserás... lo que yo revelaré á los siglos. “Yo te he for-mado siervo mío eres tú Israel: no te olvides de mi”.

Bartolomé Herrera

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1. El espíritu de asociación es característico del hombre

l espíritu de asociación es tan característico dela especie humana, que no ha podido atribuirsea ciertos animales, sino en un sentido impropioy exagerado. Sólo el hombre puede unirse a otros

hombres, por el convencimiento de la utilidad quea todos resulta de formar unión; sólo en la unión pue-

den desarrollarse las semillas, que dormiríanaisladas y morirían quizás, si la mano podero-sa de la asociación no las cultivara y desenvol-viera, e hiciera fructificar. Desde el niño reciénnacido hasta el adulto lozano y membrudo, to-

dos, todos sin diferencia de uno solo, necesitan elauxilio de otros, para dar energía a un propósito

cualquiera y llevarlo a cabo. Cada individuo es débil,aunque no lo crea, y solamente en la asociación podrállamarse fuerte.

2. Razones que obligaron al hombre a dejar el salvajismo

Estas razones movieron a los hombres a dejar elestado salvaje y la morada de las selvas para reu-nirse en sociedad civil. Robustos y forzudos varo-nes había entre ellos, que infundiendo terror a losdemás, no tenían miedo a ninguno; pero sabían quela fuerza no era un título ni para honrarlos, ni pa-ra hacer tranquilas sus vidas, y las de sus genera-ciones; y que su actual estado no podía proporcio-narles aquellos goces, que hacen segura y cómodala existencia, sin adivinar todavía los inmensos be-neficios que la sociedad franquea, y que no puedenapreciarse ni aun conocerse, sino en su seno.

3. Ventajas de la sociedad civil

La sorpresa que experimenta el salvaje, al entrarpor primera vez a una sociedad civil, podrá darnosidea de la ignorancia completa en que se hallaba acer-ca de los beneficios que en ella se reciben. La seguri-dad individual, y de sus propiedades, era sin duda elobjeto que se proponía. Pero las artes y oficios parasatisfacer todas las necesidades de la vida; los elemen-tos de saber que disipan la ignorancia, desde los pri-meros rudimentos de la lectura y escritura hasta lasciencias más profundas; los establecimientos de bene-ficencia, desde aquél que recibe al niño expósito, has-ta los hospitales que acogen al enfermo: éstas y otrasventajas de la sociedad civil eran cosas enteramente

Sacerdote liberal peruano, gran crítico dela Iglesia Católica. Fue condenado por lasautoridades eclesiásticas.

“Importancia y utilidad de las asociaciones”.En Educación y sociedad. Lima: INC, 1973. Ex-tractos seleccionados, págs. 23-32.

Importancia y utilidad de

las asociacionesFrancisco de Paula

González Vigil(Tacna 1792-Lima 1875).

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Importancxia y utilidad de las asociaciones

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Francisco de Paula González Vigil

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desconocidas del salvaje, y de que no podía tener ideasino al tiempo de disfrutarlas. Cada paso que diera enuna población arreglada, no sería para él un recuerdodoloroso de lo que había perdido, fuera de su naturalapego al lugar donde nació.

4. Además de la sociedad civil, se han menester asociaciones particulares

Pero cualesquiera que sean las ventajas de la so-ciedad civil, no bastan ellas a satisfacer todas las ne-cesidades del hombre, ni contentarle enteramente. Afuerza de ser generales, y multiplicadas sus atencio-nes, o de los que en ella están encargados de hacersus veces y llenar sus fines, no se piensa en éste yaquél y se escapan, por decirlo así, las individualida-des. Recibe al que viene, pero no le busca cuando es-tá necesitado. Enseña buena doctrina, procura sucumplimiento; manda prestar auxilio o socorrer; y lohace; pero las más veces con una sangre fría, que sino mengua la obra, la priva de interés, y quizá de me-recimiento. En nada de esto hay culpa; porque es undefecto inherente a las generalidades: particularida-des se han menester, o considerar los casos especia-les, hacerse cargo del individuo, y no mirar sólo a laespecie. Este es cabalmente el objeto de las asociacio-nes de que nos proponemos hablar.

5. Ventajas de las asociaciones particulares

Las sociedades particulares están diciendo consu propio nombre, que personas convencidas deque con sus facultades aisladas no alcanzarían aentablar y llevar adelante un propósito en el senomismo de la sociedad civil, han convenido en reu-nir sus fuerzas para conseguirlo. De contado expe-rimentan una ventaja, que por sí sola recomenda-ría la asociación; y es que los asociados adquierenrelaciones, se conocen, se tratan, se aman. No pue-den numerarse los grandes resultados que han deseguirse a este espíritu de fraternidad, alimenta-do con frecuentes reuniones, y oficios mutuos debenevolencia. Cuando uno sólo da, y otro sólo reci-be, se establece sin duda un comercio de generosi-dad y gratitud, que acarreará consecuencias quepudieran con el tiempo resentir el amor propio, yno dar garantía de permanecer; pero cuando todosdan, y todos reciben, a proporción de sus talentosy facultades, hay un equilibrio conservador de laarmonía entre los individuos y de la existencia dela asociación. “Tales oficios, decía Cicerón, por lo

mismo de ser multiplicados y correspondidos, pro-ducen en el ánimo un sentimiento grato, que dapor resultado la constancia y la firmeza quoe, mu-tua et grata dum sunt, firma illi devinciuntur so-cietate”.

6. Poder de las asociaciones cuyo objeto es laudable

Y tal es el poder de la asociación que aun cuandoella tuviera un mal propósito, sería fuerte y capaz degrandes empresas y resultados. Nosotros no intenta-mos hablar de éstas, que por desgracia existen, sino decontraponerles otras asociaciones, que animadas dediferente espíritu, neutralicen su maléfico influjo, y losuperen, recomendándose ésta, y desacreditándoseaquéllas por la comparación, a vista del objeto que ca-da una se haya propuesto. "Así como no hay sociedadmás estimable, decía el mismo Cicerón, que la de loshombres de bien, tampoco la hay más duradera: seme-jantes ellos en costumbres, y unidos en amistad. Nohay cosa más amable, y que más estreche, que la se-mejanza de costumbres en los buenos: porque dotadosde los mismos deseos e inclinaciones, cada uno se com-place en lo de otro, como si fuera propio; verificándoselo que decía Pitágoras, que la amistad hacía de mu-chas personas, una sola"

7. Las asociaciones útiles deben oponerse a las nocivas

Los que conozcan las malas tendencias de aso-ciaciones corrompidas y corruptoras, o tienen queiniciarse en ellas, o guardar profundo y criminal si-lencio o que formar otras asociaciones en sentidocontrario. Por grande que se crea, y en verdad sea,el influjo de un hombre, nunca bastará por sí solo aimpedir que tengan efecto los esfuerzos de una aso-ciación; como si dijéramos penetrar una fortalezasólidamente construida, y animosamente defendi-da. Se necesita una suma de esfuerzos reunidos pa-ra contrarrestar a los primeros, y sobreponérseles,haciendo triunfar a la justicia, siempre bienhecho-ra, y reprimiendo a la injusticia con su funesta co-mitiva de intereses privados, o de corporación.

8. Las asociaciones particulares deben auxiliar en la atención de los intereses generales

Pero cualesquiera que sean los objetos a que se,83

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contraigan las asociaciones particulares, y por biensistematizada que se halle su organización, tienenellas por primero e indispensable requisito, no con-tradecir en lo menor, ni de ningún modo neutralizarel grande objeto de la sociedad civil, ni manifestaruna tendencia, no digamos contraria, pero ni aúndiferente de la que corresponde a aquélla, sino quepara ser útiles y dignas de alabanza, deben promo-ver y auxiliar los intereses generales, y considerar-se como medios de llegar a un fin propuesto, y queen ellos está representado. Si en tales asociacionesllegase a dominar algún espíritu, que lejos de estaren armonía con el espíritu y tendencia de la socie-dad, le hiciese guerra, y ellas mismas tuviesen laextraña y ridícula pretensión de ser tenidas por te-rrenos inmunes en el gran territorio de la Nación;se convertirían en asociaciones peligrosas; seríancomo ciudadelas ocupadas por enemigos, y peque-ños estados dentro del Estado. Semejante condi-ción las haría dignas de la animadversión de los go-biernos, para reprimir sus atentados en el caso deobrar; para desacreditar sus doctrinas en caso depropagarlas, para tomarles cuenta de sus progra-mas, que datos inconclusos harían vehementemen-te sospechosos de propósitos antisociales, y tal vezinmorales. Después de recomendar Cicerón lasgrandes ventajas de las asociaciones, tenía cuidadode advertir, que la primera y más cara sociedad erala de la PATRIA.

9. La asociación y la reciprocidad de los buenos propósitos

La asociación supone comunidad de intereses ymutuos oficios. El que se basta o cree bastarse a símismo, es incapaz de asociación, y valiéndonos deuna palabra de Aristóteles "queda fuera de la ciu-dad, para numerarse entre los dioses o entre las fie-ras" -multa pars civitatis est: ilaque au'fera autDeus est. Si esto sucede respecto de aquellos que notienen ni quieren tener asociación, o reciprocidad deoficios con los demás, el inconveniente adquiere máscuerpo, cuando al participar de los oficios de otros, yde las ventajas de la asociación, se rehusa tomarparte en los gravámenes: semejante pretensión se-ría intolerable.

10. Mucho hay que esperar de las asociaciones

Pero dejemos en las tinieblas estas reuniones.Nosotros hablamos de asociaciones benéficas bajo

de cualquier aspecto, y en todos sentidos de asocia-ciones de que ni remotamente pueda recelarse malninguno, sino servicios mutuos, cuyo buen resulta-do experimente la Nación: de asociaciones en fin,que no sólo tengan por objeto el interés recíproco delos individuos que las componen, sino que sobrea-bunden en buena voluntad y beneficencia, y se ha-gan trascendentales. Estamos íntimamente con-vencidos de que estas asociaciones han de transfor-mar el mundo, y mejorarlo, auxiliando a la autori-dad cuando ella camine en buen sentido; supliendosus faltas, cuando esté parada; y corrigiendo suserrores, cuando se extravíe o delinca.

11. No ha de aguardarse todo de los gobiernos

Es una desgracia de las sociedades, que todotengan que hacerlo los gobiernos, y todo se espere ytema de ellos. En las sociedades nacientes, la accióndel Gobierno reconoce un campo vasto donde ver-sarse; pero ha de considerarse, que ésta es propia-mente una necesidad, que hemos calificado de des-gracia; y no debe hacerse empeño de conservar yperpetuarla; oficio propio de los gobiernos absolu-tos. En los demás, nos parece que los gobiernos ra-cionales y representativos debían reducir ellos mis-mos el campo de su acción inmediata, y no procurarque aun asuntos municipales o de interés local, y aveces de poca consideración, dependan de ellos, co-mo si quisieran tener en sus manos todos los hilos,por insignificantes que fueran, o en otros términoslas riendas de los pueblos. Rogamos a nuestros lec-tores, que lleven en paciencia la vergüenza de lacomparación, porque ella nos parece muy expresivade nuestro pensamiento, o de que tal oficio seríapropio y digno de gobiernos absolutos: porque comodecía el Rey D. Alfonso el Sabio "Vedaron siempreen sus tierras los tiranos cofradías e ayuntamientosde los hombres".

12. Es absurdo que un gobierno republicano mire mal a las asociaciones

No es extraño que gobiernos de esta clase, nece-sariamente suspicaces, y que miran como acto deinsubordinación toda empresa benéfica que no par-ta originalmente de su soberana munificencia, mi-ren mal las asociaciones. Lo extraño es, que gobier-nos de otro nombre se espanten de ellas, en vez dedejarlas en libertad, cuando no incurrieran en deli-tos vedados por las leyes, y que serían vituperables,,84

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aun cuando no partieran de asociaciones. Pero elloes cierto, y gobiernos que no pueden negar que sonrepresentativos, y aun republicanos, ven en las aso-ciaciones de que puedan recelar alguna tendenciapolítica, otros tantos elementos de contradicción, ypor consecuencia de revoluciones y de desorden. Heaquí una explicación satisfactoria de lo que hemosdicho, en otra parte, o hablando con propiedad, undocumento más de la poca fe que varios de nuestrosgobernantes tienen en el sistema democrático, enque hacen gran papel. Presidentes de repúblicas re-prueban, y hacen de su parte todo lo posible paradesacreditar e impedir la formación de asociacio-nes, donde pueden desplegarse los principios delGobierno que hemos adoptado. Porque mientrasellas se apoyen sobre las bases de la Constitución, yen sus reglamentos no se halle un artículo contra-rio a lo dispuesto en ella, no hay derecho ni razónpara desacreditarlas ni prohibirlas. Ahora bien: laConstitución dice en su artículo 28 "todos los ciuda-danos tienen el derecho de asociarse pacíficamente,sea en público o en privado, sin comprometer el or-den público".

De otro lado, el buen juicio de los ciudadanos, supropio decoro, a más del decoro de las autoridadesconstituidas, que cada ciudadano debe mirar comosuyo, y el respeto a la decencia pública, deben hacermuy medidos y circunspectos a los escritores, parano deshonrar una misión, que se haría odiosa siellos la desnaturalizaran, sacándola de la esferaque le corresponde.

Querer que en gobiernos democráticos prescin-dan los ciudadanos de la política, es un absurdo enel sistema, una anomalía de gran bulto, y una ex-travagancia que sería inconcebible, si no tuviéra-mos de ella repetidas pruebas. Un gobierno quequiera encargarse exclusivamente de la política, sino (fuera) para el manejo práctico de los negocios,que nadie le disputa, desnaturaliza su autoridad,ignora su origen, desmiente su propia representa-ción, y nos da otra vez una explicación convenientedel atraso en que nos hallamos. Si quieren, pues,ser consecuentes, deben cambiar de conducta, y re-bajar sus infundados temores, aunque no fuera másque para disminuir los peligros de su posición. Asípues, las asociaciones que tuvieran un objeto políti-co de la manera que hemos indicado, serían asocia-ciones útiles, y añadamos que, atendida la conduc-ta de los gobiernos, serían necesarias, como único

medio de obtener un resultado, a que aquéllos no seprestaran, se resistieran.

13. Objetos a que pueden contraerse las asociaciones

Lo que decimos de objetos políticos, puede en-tenderse de otros de diferente nombre, aplicandolas facultades, las luces, en una palabra, los esfuer-zos de muchos a infinidad de atenciones o empresasútiles a la sociedad, y benéficas a los individuos, ycuya prodigiosa multiplicación sería muy difícil nu-merar, sino haciendo reseña de los males que pue-den extirparse, y de los bienes que podemos dispen-sar a los demás hombres, nuestros hermanos; con-tentémonos con hacer algunas observaciones, fuerade las indicadas anteriormente.

14. No debe olvidarse la parte intelectual y moral de las asociaciones

En primer lugar, nos parece que por laudableque sea el objeto a que se contraiga una asociación,cuando acomete empresas materiales, no debe olvi-darse jamás de la parte intelectual y moral, que ennuestro concepto debe acompañarlas siempre. Si seolvidara, no diríamos que el hombre prescindía deuno y otro, como si no hubiera otros lugares y oca-siones, para acreditar el interés que en ellas toma-ba; pero sí añadiremos, que las asociaciones quecuidaran de tales empresas, serían más dignas dehombres, y darían a su propósito material un gradode firmeza y solidez, que de otro modo les faltaría,si a él sólo se contrajeran.

15. Debe impedirse que las asociaciones sean dominadas por el egoísmo

Uno de los efectos que se van notando en nues-tro siglo, y que lo caracteriza y distingue de otros,es que el individuo va figurando y ganando más enel orden social, que antiguamente. En otros tiem-pos los ciudadanos que hacían alarde de libertadpolítica, la tenían colectivamente y los individuosseparados unos de otros, o fuera de las juntas po-pulares, casi eran esclavos; mientras que ahora latendencia es a favor del individuo, restringiendo laacción de la autoridad pública, sin dejarle la omni-potencia y tiranía que antes tuviera. Mas por lomismo de que el individuo adquiere más, y piensamás en sí propio, se corre peligro de que reconcen-,85

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trado en sí mismo, tenga a la vista solamente susintereses, y de tal suerte se entregue a ellos, que sino olvida los públicos, puede decirse que los pospo-ne, y que su principal asunto es su egoísmo. Y elpeligro crecerá lejos de disminuirse, cuando se aso-cie a otros: porque el interés que mira única o prin-cipalmente a sí propio, se aumentará en la suma delos egoísmos individuales, y resultará un egoísmode corporación.

Estos inconvenientes quedarán destruidos ocontrapesados, cuando los asociados, a más de losintereses de especulación, que tienden a materiali-zar al hombre, y como aislarle en medio de la socie-dad, se propongan otros fines, que despierten y pon-gan en movimiento sentimientos más nobles, y seacuerden de que no sólo existen para sí, sino tam-bién para los demás, así como éstos también existenpara ellos. Si el hombre pensara únicamente en síy los suyos, se olvidarían en el mundo las grandesasociaciones; no esas brillantes y pomposas, quepreocupan los ánimos, sin darles una buena lección,sino esotras de beneficencia y caridad, que edificany mueven, y forman relaciones útiles y perdurables:acciones que envuelven un sacrificio en obsequio desus semejantes, cuando seres humanos, ángeles di-ríamos más propiamente, casi se olvidan de sí, pa-ra acordarse únicamente de los demás, para soco-rrerlos, aliviarlos, consolarlos y servirles de algún

modo. Estos buenos ejemplos son indispensables enla sociedad, para avergonzar el egoísmo, de los quesólo piensan en sí mismos; para neutralizar su ma-léfico influjo; o hablando más cerca de nuestroasunto, para que en toda clase de asociaciones, nose olvide, se tenga muy presente la parte moral y debeneficencia, con que unos a otros se ligan más es-trechamente sus individuos, y por una superabun-dancia de amor salen de su círculo para comunicarsus beneficios.

16. Las asociaciones deben actuar públicamente

En segundo lugar desearíamos, que las asocia-ciones tuvieran un aspecto público; no en cuantointerviniera en su formación la mano del Gobierno;no, sino que su objeto, sus reglamentos y sus sesio-nes no participaran de clandestinidad. El siglo enque vivimos se presta, y provoca a que se lleve a ca-bo esta indicación, por lo menos en aquella parte,en que han desaparecido los obstáculos que impe-dían la franca expresión de las opiniones y senti-mientos, y el uso de los medios antes prohibidos.Por otra parte, la publicidad desvanecería por sísola las sospechas que recaen sobre cuanto se prac-tique en secreto, e inspiraría confianza en las in-tenciones de quienes no se reservaban, para decirlo que se proponían.

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Ricardo Palma

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El gran escritor del siglo XIX en el Perú e iróni-co observador de las costumbres de Lima. Au-tor de las célebres Tradiciones Peruanas.

“El Baile de La Victoria”. En Tradiciones Pe-ruanas. Extractos seleccionados, págs. 60-68.

El Baile de LaVictoria

Ricardo Palma(Lima 1833-Miraflores 1919)

(REMINISCENCIAS)

Cuán pocos quedamos ya de esa juventud que,venida a la existencia en el primer decenio que

siguió al triunfo definitivo de la libertad en SudAmérica, esto es, en los albores de la República, al-canzara a disfrutar también de lo que fue la sociabi-lidad limeña durante los tiempos de vasallaje al rey!No con el último disparo de fusil en el campo de Aya-cucho desapareció la vida colonial. En punto a cos-tumbres, se siguió, en toda casa de buen gobierno,almorzando de nueve a diez de la mañana, comien-do de tres a cuatro de la tarde, cenando a las diez dela noche, rezando el rosario en familia antes de me-terse entre palomas (vulgo sábanas), y lo que valepor mil tesoros, se siguió ignorando que la dispepsiay los cólicos hepáticos con sus arenillas están reñi-dos con la antigua cocina española, en que la man-teca entraba por poco y por mucho el aceite de olivo.Desafío al más guapo a que consuma hoy el par dehuevos, fritos en aceite de Moquegua, que embaula-ba yo dentro del cuerpo antes de ir a la escuela.

El mobiliario en las casas, la indumentaria per-sonal, las fiestas y procesiones religiosas, los capítu-los para la elección de prior o de abadesa, capítulosen que todo el vecindario se inmiscuía con un calornada parecido al de los ciudadanos en las recienteselecciones de parroquia, las corridas de toros, el re-ñidero de gallos y las funciones teatrales, los saraosde buen tono, los jolgorios populacheros, todo, todosubsistía sin ápice de discrepancia, como en los díasde la colonia. Nada había cambiado. Sólo faltaba elvirrey, y créanme ustedes que la mayoría del vecin-dario limeño lo echaba de menos.

Aunque la ley había abolido los títulos de Casti-lla, ellos seguían en boca de todo el mundo. –¡Salud,señor marqués! ¡Adiós, señor conde!– eran fraseci-tas de cajón o de cortesía que ni el más exaltado pa-triota escrupulizaba pronunciar, tal vez por el gus-tazo de oír esta contestación: –¡Vaya usted con Dios,mi coronel!– o bien: –¡Felicidades, mi general!

Ciertamente que la aristocracia de los pergami-nos, con las leves excepciones de toda regla, no des-collaba por el talento o la ilustración; pero sí des-lumbraba todavía por su riqueza y boato, como quehabía entre ella acaudalados tan estúpidos que al-macenaban debajo de la cama talegos henchidos depesos. Yo he visto en mi niñez, en el traspatio de unacasa, lo que se llamaba varear la plata, operación,87

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que consistía en echar los pesos acuñados sobre unamanta y sacudirlos con un garrote para que el metalno se oxidase. Esos aristócratas profesaban culto fa-nático al metal sellado y no osaban aventurarlo enempresas o especulaciones. Eran felices con sólocontemplarlo. Ellos, y no los pesos, eran para mí losmerecedores de la vara. Es un buen señor ese caba-llero, oía yo decir en mi infancia con sobrada fre-cuencia. Nada abundaba tanto en Lima como loshombres buenos que no sirven para nada.

El lujo de las limeñas no fincaba, como hoy, enlucir cada quince días nuevo traje confeccionadopor modista, ni en los demás accesorios de toiletteque bastan para adquirir renombre de elegancia ybuen gusto. No. Así como los manjares de nuestramesa criolla eran cosa sólida y que se pegan al ri-ñón, y no hojarasca, soplillo y pinturita, como losde la cocina francesa que ahora priva, así a nues-tras antepasadas les bastaba y sobraba con poseercuatro o seis trajes de terciopelo de Manila, paralucirlos en los días de repicar gordo, trajes de losque, uno por lo menos, era venido por herencia se-gún constaba en cláusula testamentaria. ¡No quenones¡ El terciopelo abarató en Lima desde la fun-dación de la Compañía de Filipinas, bajo la geren-cia del conde de San Isidro; pero antes no compra-ba usted una vara de terciopelo de Manila por me-nos de cuarenta pesos. Metía pluma a la cuenta elpagano padre o marido, y salía contento de la tien-da si por quince o diez y seis varas desembolsabamenos de seiscientos patacones.

¡Barato el trajecito!

También los pañolones bordados que nos traíande Manila costaban, como se dice, un ojo de la ca-ra y figuraban igualmente en los legados testa-mentarios.

Pero lo morrocotudo del lujo de mis paisanas erael cofre de alhajas, y cuando para concurrir a algu-na procesión se lo echaban encima eclipsaban, conlos resplandores de brillantes, rubíes y zafiros, lascustodias de Santo Domingo o de San Agustín, querepresentaban un tesoro. Y nada digo de la vajilla deplata para el servicio doméstico, pues era preciso sercasi pobre de solemnidad para comer en plato de ba-rro o porcelana de pacotilla. Una, dos o más petacasde plata labrada figuraban en todo inventario.

Las piedras preciosas, en los tiempos de la co-

lonia, se engarzaban sobre plata, moda que en es-te siglo XX que vivimos parece que aspira a resu-citar. El oro se empleaba únicamente en el engar-ce de anillos.

No faltará entre mis lectores algunos que cono-cieron y trataron a don Bernardo O.... el alhajero,mercader alemán que, por los años de 1852, trajo deFrancia por valor de quinientos mil francos en alha-jas engarzadas sobre oro. Llegó, como se dice, en lahora del buen pastor, esto es, cuando la Consolida-ción estaba en su apogeo y se improvisaban fortunasen menos tiempo del que gasta en persignarse uncura loco. Las aristócratas, como una protesta con-tra la Consolidación se obstinaron en mantener elengarce sobre plata, comprobando así que en sus al-hajas no había un centavo del dinero fiscal. Única-mente las señoras del cuerpo diplomático y del con-sular, o las de acaudalados comerciantes extranje-ros, habían ostentado hasta entonces prendas en-garzadas en oro. La nueva aristocracia del dinerooptó por no imitar en el engarce a la aristocracia go-da. Era aquello, como si dijéramos, la lucha entre elpatrón de oro y el patrón de plata.

Alarmado el presidente, general Echenique, alconvencerse de que la Consolidación llevaba al paísa un abismo sin fondo, decidió, solicitar del Congre-so una ley que pusiese término al derroche, y, enefecto, la pidió en su mensaje a las Cámaras de1853. Con ese motivo, desde los primeros días deagosto no se hablaba en Lima sino de un gran baileque, para halagar a los congresales, se proponía darsu excelencia, no en el vetusto palacio de los virre-yes, sino en su preciosa quinta de La Victoria, sobrecuyo terreno se edifica actualmente el nuevo barriode la ciudad.

Don Bernardo el alhajero supo explotar el filón,y en 1860, viejo y achacoso, regresó a Europa a dis-frutar de los milloncejos de francos ganados en ven-ta de alhajas modernas y adquisición de alhajas an-tiguas.

Y pues ha venido a nuestra pluma citar el bai-le de La Victoria, de inolvidable recuerdo para losque a él concurrimos, y que hizo olvidar el de losdos bailes que diera en palacio Ramoncita, la hijadel virrey Abascal, y el del único que ofreciera a lasociedad limeña doña Angela Zevallos, la esposadel virrey Pezuela, consagrémosle párrafo aparte.

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II

¡No! No se ha dado en Lima, desde que la funda-ra don Francisco Pizarro, en 1535, baile superior enmagnificencia al que, en la noche del sábado 15 deoctubre de 1853, ofreciera al Congreso y al vecinda-rio culto el presidente de la República, generalEchenique. Las hojas sueltas o periodiquillos even-tuales de oposición al gobierno estimaban en sesen-ta mil pesos (de a cuarenta peniques, cambio co-rriente en ese año) lo invertido en reparaciones deledificio, alfombras de Flandes, aparatos de ilumina-ción, mobiliario y demás gasto

Y tal y tanta fue la resonancia de ese baile en to-do el Perú, que como consecuencia de él se envolvióel país en desastrosa guerra civil, iniciada a poquísi-mos meses más tarde por unas cartas políticas quedió a luz don Domingo Elías, a propósito del derrochefinanciero que permitió a descamisados de la vísperaostentar en el baile un lujo deslumbrador e insultan-te. La revolución, iniciada por Elías, fue vencida enla batalla de Saraja; pero la chispa había producidouna hoguera, y el mariscal Castilla, el 5 de enero de1855, en el campo de La Palma, puso término a lacontienda civil. Pero como no es mi propósito hacerhistoria política, pongo punto, para entrar de llenoen la descripción del baile, al que concurrí con el co-mandante y oficiales del buque en que yo ejercía elcargo de contador, o sea oficial de cuenta y razón, co-mo se lee en las Ordenanzas navales. Llevaba poquí-simos meses de ingreso en la carrera de empleadopúblico, y el medio siglo transcurrido casi no ha in-fluido en la memoria del cronista.

A las diez de la noche los marinos, congregadosen casa del contra-almirante Forcelledo, ocupamosun ómnibus y cuatro coches particulares, encami-nándonos hacia la quinta. Travesía de brevísimosminutos.

A pesar de que aun carecíamos del alumbradopor gas, la iluminación del gran patio y de los salo-nes era abundante y armónicamente distribuida.Justo es reconocer que el beneficio del gas lo debeLima exclusivamente al gobierno del general Eche-nique, si bien cupo al general Castilla la fortuna deinaugurarlo el 7 de mayo de 1855, esto es cuatro me-ses después de la batalla de la Palma. Algo de bue-no había de dejar la Consolidación; no todo el naipehabía de ser malillas.

La obra estuvo terminada desde diciembre; pe-ro, ciertamente no eran esos días, con el ejército dela revolución a las puertas de la ciudad, apropia-dos para que el mandatario supremo pensase enactos ceremoniosos.

En el centro del gran patio se alzaba un seculary soberbio pino de Australia, bajo cuya sombra,después de bailada, en uno de los salones, antes delas once, la cuadrilla oficial, vinieron a tomarasiento muchas señoras, convirtiendo en salón elmuy pintoresco patio.

En él empezó a reinar, después de las doce, másanimación que en los salones, donde también se agi-taban las parejas. Feliz fué esa iniciativa.

Según una relación que apareció por entoncesen periodiquito adverso, fueron doscientas treintay nueve las señoras y señoritas, excediendo de millos caballeros concurrentes. En ese baile no huboplanchadora alguna, sea dicho sin alusión a sa-raos recientes.

En cuanto a la abundancia de flores ornamen-tando puertas, pilastras, paredes y corredores, di-ríase que se agotaron las de todos los jardines dela ciudad.

En los costados del patio, y a dos pies de altura,se habían construido galerías de madera bastanteespaciosas y bien adornadas, con balaustrada queservía de antepecho. Allí se congregaron senadores,prefectos, ex ministros y diplomáticos en disponibi-lidad, vocales de las cortes de justicia y otras perso-nalidades de campanillas, que a la vez que cómoda-mente gozaban del baile, discurrían largo y menudosobre la manera de hacer la felicidad de esta patria,a la que acaso todos ellos habían contribuido a des-barrancar. Como yo nunca he bailado, me instalétambién en esa galería, en unión de ocho o diez ami-gos y ex-colegas de San Carlos que tampoco eran de-votos de Terpsícore. Tengo para mi la convicción,inspirada por palabritas sueltas que al vuelo alcan-cé a oír de boca de algunos personajes, de que ahímismo se conspiraba ya. «Están jugando con fuego ypronto se quemarán», fue frase que muy sotto voce oía un general que conversaba con dos altos magistra-dos. En otro grupo de menos fuste se ponía de ladro-nes y de pícaros a los ministros que no había pordonde cogerlos, lo que a mí me escandalizó mucho

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porque todavía ignoraba que los hombres públicosse parecen a los urinarios públicos en lo de estar ala disposición de todo el que pasa.

Hubo una singularidad en este baile, la de que eldueño de casa no consintió que se jugase ni a paresy nones. Me abstengo de comentar.

Había un salón muy espacioso adornado con va-liosos cuadros propiedad del coronel don Pascual Sa-co, deudo de Echenique y afamado amateur pictóri-co. Decíase por personas de reputación de entendi-das (que yo, por entonces mancebo de veinte años,aun no daba palotada en asuntos de arte) que allí lu-cían, entre otros, cuadros originales de Velázquez,Murillo y Españoleto. Principiaba ya el renombre denuestro compatriota Ignacio Merino y exhibíase unade sus obras, recientemente premiada en París.

En ese salón había esparcidas multitud de me-sitas de la China, y funcionaba abundantísimo yexquisito bar, atendido por Marcenaro, famoso dul-cero italiano de la época, en la cual no existía aúnen Lima ningún Broggi. El establecimiento deMarcenaro estaba en la calle de Espaderos (preci-samente en el local que hoy ocupa la casa Klein), yera una minita de cortar a cincel después de lastres de la tarde, horas en que salían del horno unasempanaditas y unos pastelillos deliciosos que losconcurrentes remojaban con una copa de jerez, queaun no se abusaba del cock-tail como aperitivo. Unrefresco de naranja con gotas de ron de Jamaica,cuya confección era secreto del dulcero, tenía infi-nitos aficionados. Atendía a los parroquianos la es-posa de Marcenaro, que era una italianita muysimpática y agraciada, sobre la que, sin alterar suecuanimidad, llovían los piropos. Y como no he devolver a tener oportunidad para hablar del antece-sor de los Broggi, Nove y Klein, no quiero desper-diciar la ocasión para contar que la linda hija de labella Italia tuvo desastroso final. Murió envenena-da. Una mañana, a la hora en que rara persona en-traba a la dulcería, se presentó una elegante tapa-da y contrató el servicio de postres para un ban-quete, recomendando que las pastas de almendrafuesen mejores que las de las monjitas de SantaCatalina, pastas de las que llevaba la tapada unpaquete en la mano. Cada monasterio de Lima te-nía por esos tiempos su especialidad en materia dedulces y golosinas. La joven Marcenaro probó unade las pastas y ofreció mejorar el condimento. Una

hora después se presentaron en ella los primerossíntomas de envenenamiento. El crimen fué muysensacional, teniendo la justicia que archivar elproceso después de más de dos años por no encon-trar el menor indicio sobre la envenenadora. Algomurmuraba en los primeros días la maledicenciacontra una ex-marquesita; pero paréceme que sinpizca de fundamento.

En uno de los almuerzos con que, en 1892, Emi-lio Castelar agasajaba en Madrid a la gente de le-tras, oímos decir al inmortal tribuno gaditano, en laconversación de sobremesa, que nada es más difícilde conocer por completo que los crímenes contempo-ráneos. –Pregunta usted decía el anfitrión– al pri-mero con quien tropieza por esas calles quién matóa César, y le contesta de corrido y sin equivocar le-tra. Pero pregunte usted por cosas de ayer por latarde, quién mató a Prim, por ejemplo, y nadie lo sa-be. –Eso– interrumpió don Antonio Cánovas delCastillo –puede ser, Emilio, que alguien lo sepa; pe-ro quien de seguro no lo sabrá nunca es la justicia–.Y como chispa eléctrica vino a mi memoria el recuer-do del trágico fin de la dulcerita.

Pero aquí caigo en la cuenta de que se me estáyendo el santo al cielo para dar suelta a la pluma enchismorreos añejos, y prosigo pormenorizando el bai-le de La Victoria. Dispénseme el lector la distracción.

A la una de la noche hubo media hora de reposoen el baile. Las eximias cantatrices de la ópera, lasdivas Clotilde Barilli (hermana de la Patti) y ElisaBiscaccianti cantaron, compitiendo en melodía conlos ángeles, como oí decir a una señora cerca de lacual me encontraba. Recuerdo que la Barilli cantó Ilbaccio, del maestro Arditti, como sólo ella ha sabidocantarlo en Lima.

La magnífica orquesta del teatro (en que a la sa-zón funcionaba muy notable compañía de ópera ita-liana) estuvo dirigida por el profesor César Lletti, ycuando los músicos tenían necesidad de reposo erareemplazada por las excelentes bandas militares dela Artillería y del batallón Granaderos. El baile nosufría la menor interrupción; era incesante el verti-ginoso baile.

Pocos bailarines monopolizaban una pareja. Do-minó el mariposeo.

Reinó mucha animación y alegría, y no tuve no-

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ticia de que en tan crecido concurso de hijos de Adánhubiera habido querella alguna.

La única nota discordante la dió una señora quese negó con un capitancito (excelente y bravo mu-chacho que murió en combate) porque no abunda-ban en las venas de éste glóbulos de sangre azul.Súpolo el presidente, llamó al oficial, se dirigió conél al asiento en que se hallaba su esposa y la dijo: -Victoria, baila con el señor capitán.

La quisquillosa dama se retiró a poco del baile.

Algo muy culminante fue la exhibición de alha-jas. Las antiguas aristócratas, las godas, como lasllamaba el pueblo, no dejaron piedra preciosa en elcofre de familia; pero la nueva aristocracia del di-nero, las parvenues, o improvisadas por la Consoli-dación, las eclipsaron por el lujo de los vestidos ypor la preciosidad de sus alhajas modernas engar-zadas sobre oro.

Dios sacó al hombre de la nada; pero el presiden-te Echenique, con su Consolidación lo superó, sacan-do a muchos hombres, a muchísimos de la nada, es-to es, de la pobreza humilde a la opulencia soberbia.

Oímos decir en un grupo de la galería a don Ber-nardo el alhajero que el collar de perlas y prendasaccesorias, también de perlas, que ostentaba la se-ñora de un general llamaría la atención en la másfastuosa de las cortes europeas.

Otra señora no menos gallarda, casada con un co-ronel (que a poco ascendió a general), lucía un trajeadornado con profusión de brillantes y rubíes, a la vezque alhajas muy valiosas. Era un sol deslumbrador.

-¿Cuánto pagaría usted, don Bernardo, por esetraje? –oímos que preguntaba al alhajero un perso-naje que, meses más tarde, debía de figurar mucho,en la revolución.

– Para ganarme una comisión decente, daría hastacuarenta mil pesos.–No se apure usted, que ya lo comprará por menos.

Contábase que ese traje fué confeccionado por

madama Emilia Dubreuil (la ñata Dubreuil, como lallamaban mis paisanas), la única modista francesaque había por entonces en la calle de Mercaderes, yque durante los dos días que empleó en la colocaciónartística de las piedras tuvo a su puerta un par degendarmes, como custodios del caudal, para impediralguna posible tentativa de asalto al taller.

Tema fue también de comentarios el que entrelas señoras íntimamente vinculadas con la actuali-dad política sólo doña Victoria Tristán de Echeni-que, la esposa del presidente, luciese las alhajas delcofre de familia engarzadas sobre plata y ningunade las del engarce sobre oro con que se engalanaronlas demás de reciente elevación social. Doña Victo-ria no quiso olvidar que descendía de don Pío Tris-tán, personaje que se negó a ser el último virrey delPerú, renunciando a la designación que en su perso-na hiciera Fernando VII.

El gabinetito de toilette para las señoras abunda-ba en buen gusto y refinamientos orientales. Teníapuerta de comunicación con otra salita, en la que ma-dama Dubreuil, con seis de sus costureras, atendía areparar, a fuerza de puntadas, todo desperfecto oca-sionado en las faldas por bailarines poco diestros.

Desde las tres de la mañana empezó la cena pa-ra doscientos cuarenta cubiertos, renovándose elservicio tres veces más.

Don Bernardo, tal vez sin darse cuenta de queechaba combustible en la hoguera de las pasionespolíticas, decía a todo el que le preguntaba que silas alhajas de las aristócratas representaban másde un millón, las mazorqueras, mucho menores ennúmero, las superaron en mérito artístico y en buengusto. El partido que explotó al país con la Consoli-dación había sido bautizado por los oposicionistascon nombre de la mazorca. Así se explica el que, es-tallada la revolución la aristocracia femenina sim-patizara con ella y conspirara de lo fino, o por lo me-nos contribuyera con sus oraciones para con Dios,dispensador de todo triunfo.

Con el alba se bailó el cotillón, que puso términoal más espléndido de los bailes que hasta el día sehan dado, así en la Lima de los monárquicos virre-yes como en la de los republicanos presidentes.

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Primer Presidente civil del Perú. Fue uno delos políticos con mayor visión en el Perú de-cimonónico. Fundador del partido Civil en1871.

MensajePresidencial

Manuel Pardo y Lavalle(Lima 1834-1878).

l Perú ha dado un nuevo testimonio de que eracapaz de salvarla, y la ha salvado, gracias a laprotección inequívoca del Todo Poderoso y alacuerdo con que los poderes públicos y el país

han unido su voluntad y sus esfuerzos, interpre-tando los primeros las aspiraciones del último, y

apoyándolas éste con todo su poder.

Pero esa unión, ese acuerdo, de donde ha na-cido el acierto y la fuerza, son ellos mismosefecto de una gran causa moral y política que

los poderes públicos deben estudiar.

El Perú, que en su marcha administrativa se havisto envuelto en la crisis complicada que acabo dedescribir, viene operando felizmente una evoluciónsalvadora, en que nuevas ideas, nuevos sentimien-tos y nuevas aspiraciones, crean nuevas fuerzas po-líticas y abren nuevos horizontes.

Esa transformación, que podemos llamar la re-surrección del espíritu público, ha exhibido a ésteen toda su expansión, cuando han desaparecido lasfajas que lo ataban, discerniendo el bien del mal po-lítico, bajo el criterio de las necesidades del país,que él conoce porque las siente, entrando apasiona-damente en la lucha en apoyo de ese bien, que es elsuyo propio, centuplicando por tanto los elementosde inteligencia y de voluntad cuyo concurso es nece-sario para atravesar las grandes crisis, ilustrando yreforzando con ellas a los poderes constitucionalesque lo representan, y constituyendo, en una pala-bra, un nuevo orden político, al que sirve de baseanchísima e inamovible el sentimiento de la legali-dad sobre el cual reinan hoy sin peligro las liberta-des públicas.

Y no nos alarme, ni conmueva nuestras convic-ciones el abuso que de ellas presenciamos, ni en elorden, de la palabra escrita, ni en el orden de loshechos: esos abusos son la sombra de las grandescosas, y una nueva prueba de la existencia deellas: lamentemos únicamente los extravíos quehan causado, y la extraña suerte que la Providen-cia ha deparado en estos últimos tiempos, a losque han enarbolado esa bandera para oponerse asus designios.

El Perú ha querido realizar la República, y laviene realizando hace tiempo entre la incredulidady las pasiones, sosteniendo primero dentro del te-

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Mensajes de los presidentes del Perú

“Mensaje del Presidente de la República, donManuel Pardo, al clausurar las sesiones de la le-gislatura extraordinaria, el 28 de abril de1873.” En Mensajes de los presidentes del Pe-rú. Pedro Ugarteche y Evaristo San Cristóbal,vol. II. Lima: imprenta Gil 1945. Extractos se-leccionados, págs. 34-36.

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Manuel Pardo y Lavalle

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rreno de la ley, una lucha obstinada contra todos loselementos de la autoridad, coaligados para oponer-se al derecho de los pueblos, defendiendo enseguidacon su voluntad poderosa el edificio constitucionalque él había levantado de entre ruinas y desvane-ciendo con su sola actitud las tentativas para volvera derribarlo, ofreciendo así el espectáculo gloriosode un pueblo atalaya, vigilante y defensor denoda-do del orden constitucional, tolerando al mismotiempo, con la tranquilidad del fuerte, los excesosde la libertad y deplorándolos únicamente por elcrédito de la República.

Esta regeneración del espíritu político, felizmen-te comprendida, dirigida y secundada por los pode-res públicos, es el secreto verdadero del acierto devuestros trabajos y de la fuerza con que habéisconstituido la República.

Las dos primeras leyes, con que la habéis inter-pretado, son la de Guardia Nacional y la de Muni-cipalidades.

Ambas obedecen a un mismo pensamiento, sonfruto de una misma convicción, responden a unamisma necesidad: el pueblo es en el Perú hoy unelemento de orden, es el más seguro baluarte de lasinstituciones, está interesado directamente en elprogreso, del país, inseparable de la paz, y es por lotanto y a la vez el más entusiasta y poderoso apoyoy cooperador de la administración pública: la ley deGuardias Nacionales lo ha llamado a ejercer la pri-mera misión: la ley de Municipalidades ha removi-do los obstáculos que se oponían a que desempeña-ra la segunda.

La realización de la primera ha destruido por sí

sola los temores que abrigaban los que no habíanllegado a percibir la revolución íntima, que se pro-duce en nuestro modo de ser político: ha causadoasombro la premura con que los ciudadanos hancontestado al llamamiento de la ley, sin compren-derse que la ley es la que ha acudido al llamamien-to de los ciudadanos.

Tengo fe en que a pesar de las muchas dificulta-des con que tropezará la realización de la segunda,y por más que en su práctica se desvíen o tropiecenalgunos pueblos, los que por su ilustración se hancolocado a la cabeza de sus hermanos, les enseña-rán el modo de ejercer los amplísimos derechos queconcede esa ley, en la cual están reconocidas las trespersonalidades municipales del Distrito, de la Pro-vincia y del Departamento, abiertas las puertas dela institución aún a los extranjeros, concedido a loscuerpos populares el derecho de dictar reglamentos,votar arbitrios y levantar empréstitos sin necesidadde la aprobación del Congreso, ni del Gobierno, en-tregada a cada uno de ellos la administración localen todos sus ramos, excepto el judicial, cuya organi-zación está fijada por la Constitución, y en una pa-labra, consignados la más grande independencia ylos más amplios derechos con que la institución mu-nicipal haya sido organizada en otras naciones.

La ley de guardias nacionales y la ley demunicipalidades, serán la obra memorable de lapresente Legislatura, porque constituyen las basesde la República; de esa República de la verdad, quese levantará más grande mientras más combatida.

Por suficientes que esas leyes sean para la glo-ria de la legislatura de 1872, no constituyen los úni-cos títulos, con que la presentará la historia a lagratitud de sus conciudadanos.

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a derrota en la guerra contra Chile generó un gran debate sobre los problemas nacionales. Había que reinterpretar nuestras instituciones sobrela base de la admisión de la catástrofe. Pero ¿cuáles fueron las causas de laderrota? ¿No sería acaso que las élites habían definido mal qué era la

nación peruana desde un principio? Un problema grave que saltó a la luzfue que los indígenas, presuntamente redimidos por la igualdad republicana,habían quedado discriminados socialmente y marginados del proceso político.

¿Formarían los indios también parte de la nación peruana, o era cosa de loscriollos blancos y mestizos? ¿Por qué la República marginaba a los indios?

¿Cuáles eran las causas del atraso peruano? A fin de cuentas, ¿qué rol estaba cumpliendo la clase dirigente en el Perú?

Con Manuel González Prada el discurso crítico se hace más ácido y duro. Con fraseslapidarias la élite republicana es acusada de no haber cumplido con sus funcionespolíticas. Pronto se pone sobre el tapete la marginación del indio y de otros sectoressociales. El país que buscó la autonomía separándose de España empieza a tomarconciencia de nuevas formas potenciales de dominio y pronto reacciona ante el podercreciente de los países industrializados y en particular de los Estados Unidos en la escena internacional.

La República, cuyas élites se habían nutrido del racionalismo y el agnosticismo deFrancia se rebelan contra él. La generación del 900 rompe con la hegemonía del positivismo, al que se lo acusa de materialismo. Las élites, responsables políticas de lahistoria precedente, vuelven los ojos a la herencia católica hispana. Eran los tiempos enlos que se afirmaba que América Latina tenía un patrimonio cultural que debía sersalvado y que, después de todo, era tan valioso y tenía tanta razón como el proyectopolítico del coloso del norte. Era la hora de exigir a la élite la responsabilidad que en laprimera centuria republicana no había demostrado tener.

● 20 Manuel González Prada. “ElDiscurso del Politeama”. En Ensayos

Escogidos, (Lima: 1956). Págs. 19-23.

● 21 Francisco GarcíaCalderón. El Perú

Contemporáneo,

(Lima: Interbank,1981). Págs. 263-268, 361-362.

● 22 José de la RivaAgüero. “Paisajes

Peruanos”. En Obras Completas tomo IX (Lima: IRA-PUCP 1969): pampade la Quinua.

● 23 José Carlos Mariátegui.Peruanicemos el Perú, (Lima: EditorialAmauta, 1970). Págs. 30-32. “El problema del indio”. En Siete

Ensayos de Interpretación de la

Realidad Peruana, (Lima:Editorial Amauta, 1968). Págs. 30-37, 40-41.

● 24 Víctor Raúl Haya de la Torre.“Discurso de la Plaza de Acho(1931)”. Luis Alva Castro, comp., Aprismo: nueva doctrina (discursos

de Haya de la Torre), (Lima: Cambio y Desarrollo, 1992). Págs. 16-24, 27.

● 25 Víctor Andrés Belaunde. Realidad

Nacional, (Lima 1980). Págs. 157-159, 161-163, 175-176.

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Capítulo V:

¿Por qué perdimos la guerrra? ¿A dónde vamos?De la Guerra con Chilehasta la SegundaGuerra Mundial

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Ieñores:

Los que pisan el umbral de la vida se juntan hoy pa-ra dar una lección a los que se acercan a las puertas del

sepulcro. La fiesta que presenciamos tiene mucho de pa-triotismo y algo de ironía; el niño quiere rescatar con eloro lo que el hombre no supo defender con el hierro.

Los viejos deben temblar ante los niños, porque la ge-neración que se levanta es siempre acusadora y juez

de la generación que desciende. De aquí, de estos gruposalegres y bulliciosos, saldrá el pensador austero y taciturno;

de aquí, el poeta que fulmine las estrofas de acero retempla-do; de aquí, el historiador que marque la frente del culpablecon un sello de indeleble ignominia.

Niños, sed hombres, madrugad a la vida, porque ningunageneración recibió herencia más triste, porque ninguna tuvodeberes más sagrados que cumplir, errores más graves que re-mediar ni venganzas más justas que satisfacer.

En la orgía de la época independiente, vuestros antepasa-dos bebieron el vino generoso y dejaron las heces. Siendo su-periores a vuestros padres, tendréis derecho para escribir elbochornoso epitafio de una generación que se va, manchadacon la guerra civil de medio siglo, con la quiebra fraudulentay con la mutilación del territorio nacional.

Si en estos momentos fuera oportuno recordar vergüenzasy renovar dolores, no acusaríamos a unos ni disculparíamos aotros. ¿Quién puede arrojar la primera piedra?

La mano brutal de Chile despedazó nuestra carne y ma-chacó nuestros huesos; pero los verdaderos vencedores, lasarmas del enemigo, fueron nuestra ignorancia y nuestro es-píritu de servidumbre.

II

Sin especialistas. o más bien dicho, con aficionados quepresumían de omniscientes, vivimos de ensayo en ensayo: en-sayos de aficionados en Diplomacia, ensayos de aficionadosen Economía Política, ensayos de aficionados en Legislacióny hasta ensayos de aficionados en Tácticas y Estrategias. ElPerú fue cuerpo vivo, expuesto sobre el mármol de un anfi-teatro, para sufrir las amputaciones de cirujanos que teníanojos con cataratas seniles y manos con temblores de paralíti-co. Vimos al abogado dirigir la hacienda pública, al médicoemprender obras de ingeniatura, al teólogo fantasear sobrepolítica interior, al marino decretar en administración de jus-ticia, al comerciante mandar cuerpos de ejército... ¡Cuánto novimos en esa fermentación tumultosa de todas las mediocri-dades, en esas vertiginosas apariciones y desapariciones de

Escritor y ensayista, crítico de la sociedad yla política peruana. En sus inicios fue posi-tivista y luego anarquista.

El Discurso del Politeama, en EnsayosEscogidos. Lima: 1956. Extracto selecciona-do, págs. 19-23.

El discurso del Politeama

Manuel González Prada(Lima 1848-1918)

Manuel González Prada

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El discurso del Politeama

figuras sin consistencia de hombre, en ese continuo cam-bio de papeles, en esa Babel, en fin, donde la ignoranciavanidosa y vocinglera se sobrepuso siempre al saber hu-milde y silencioso!

Con las muchedumbres libres aunque indisciplinadasde la Revolución, Francia marchó a la victoria; con losejércitos de indios disciplinados y sin libertad, el Perú irásiempre a la derrota. Si del indio hicimos un siervo ¿quépatria defenderá? Como el siervo de la Edad media, sólocombatirá por el señor feudal.

Y, aunque sea duro y hasta cruel repetirlo aquí, noimaginéis, señores, que el espíritu de servidumbre seapeculiar a sólo el indio de la puna: también los mestizosde la costa recordamos tener en nuestras venas sangre delos súbditos de Felipe II mezclada con sangre de los súb-ditos de Huayna-Capac. Nuestra columna vertebral tien-de a inclinarse.

La nobleza española dejó su descendencia degeneraday despilfarradora: el vencedor de la Independencia legósu prole de militares y oficinistas. A sembrar el trigo yextraer el metal, la juventud de la generación pasadaprefirió atrofiar el cerebro en las cuadras de los cuartelesy apergaminar la piel en las oficinas del Estado. Loshombres aptos para las rudas labores del campo y de lamina, buscaron el manjar caído del festín de los gobier-nos, ejercieron una insaciable succión en los jugos delerario nacional y sobrepusieron el caudillo que daba elpan y los honores a la patria que exigía el oro y los sacri-ficios. Por eso, aunque siempre existieron en el Perú li-berales y conservadores, nunca hubo un verdadero parti-do liberal ni un verdadero partido conservador, sino tresgrandes divisiones: los gobiernistas, los conspiradores ylos indiferentes por egoísmo, imbecilidad o desengaño.Por eso, en el momento supremo de la lucha, no fuimoscontra el enemigo un coloso de bronce, sino una agrupa-ción de limaduras de plomo; no una patria unida y fuer-te, sino una serie de individuos atraídos por el interésparticular y repelidos entre sí por el espíritu de bandería.Por eso, cuando el más oscuro soldado del ejército invasorno tenía en sus labios más nombre que Chile, nosotros,desde el primer general hasta el último recluta, repetía-mos el nombre de un caudillo, éramos siervos de la Edadmedia que invocábamos al señor feudal.

Indios de punas y serranías, mestizos de la costa,todos fuimos ignorantes y siervos; y no vencimos nipodíamos vencer.

IIISi la Ignorancia de los gobernantes y la servidumbre

de los gobernados fueron nuestros vencedores, acudamosa la Ciencia, ese redentor que nos enseña a suavizar la ti-ranía de la Naturaleza, adoremos la Libertad, esa madreengendradora de hombres fuertes.

No hablo, señores, de la ciencia momificada que va re-duciéndose a polvo en nuestras universidades retrógra-das: hablo de la Ciencia robustecida con la sangre del si-glo, de la Ciencia con ideas de radio gigantesco, de laCiencia que trasciende a juventud y sabe a miel de pana-les griegos, de la Ciencia positiva que en sólo un siglo deaplicaciones industriales produjo más bienes a la Huma-nidad que milenios enteros de Teología y Metafísica.

Hablo, señores, de la libertad para todos, y principal-mente para los más desvalidos. No forman el verdadero Pe-rú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan lafaja de tierra situada entre el Pacífico y los Andes; la naciónestá formada por las muchedumbres de indios, diseminadasen la banda oriental de la cordillera. Trescientos años haque el Indio rastrea en las capas inferiores de la civilización,siendo un híbrido con los vicios del bárbaro y sin las virtu-des del europeo: enseñadle siquiera a leer y escribir, y veréissi en un cuarto de siglo se levanta o no a la dignidad de hom-bre. Avosotros, maestros de escuela, toca galvanizar una ra-za que se adormece bajo la tiranía del juez de paz, del gober-nador y del cura, esa trinidad embrutecedora del indio.

Cuando tengamos pueblo sin espíritu de servidum-bre, y militares y políticos a la altura del siglo, recupe-raremos Arica y Tacna, y entonces y sólo entonces mar-charemos sobre Iquique y Tarapacá, daremos el golpedecisivo, primero y último.

Para ese gran día, que al fin llegará porque el porvenirnos debe una victoria, fiemos sólo en la luz de nuestro ce-rebro y en la fuerza de nuestros brazos. Pasaron los tiem-pos en que únicamente el valor decidía de los combates:hoy la guerra es un problema, la Ciencia resuelve la ecua-ción. Abandonemos el romanticismo internacional y la feen los auxilios sobrehumanos: la Tierra escarnece a losvendidos, y el Cielo no tiene rayos para el verdugo.

En esta obra de reconstitución y venganza no conte-mos con los hombres del pasado: los troncos añosos ycarcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreoy sus frutas de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nue-vos a dar flores nuevas y frutas nuevas! ¡Los viejos a latumba, los jóvenes a la obra!,98

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sta encuesta sobre las formas sociales en el Pe-rú sobre su pasado durante un siglo de constitu-ción republicana, debe conducir a una opiniónsobre el futuro. Desde 1895, la vida nacional to-

ma direcciones que parecen definitivas. Se lograun ideal en la realidad y en la vida. Las tradiciones

del militarismo y de disolución se pierden. Ya te-nemos los elementos para esbozar el destino dela nacionalidad peruana.

Pero éstos son sólo algunos trazos. Todavíaexiste indeterminación en las fuerzas, en el

pensamiento y en la organización colectiva. Paraque el orden interno, el desarrollo económico y elsentido positivo se conviertan en agentes de desarro-llo eficaz, son necesarios tiempo, una renovación delos hombres y una transformación de la conciencianacional. En estos países nuevos, la vida turbulen-ta acepta difícilmente un molde. Tras la larga mo-notonía colonial, el brusco desgarramiento de la má-quina política, creó indecisiones y profundas pertur-baciones.

La política, gracias a la imitación y a las revolu-ciones, ha acelerado un movimiento de la vida y elcurso espontáneo de las cosas. He aquí una separa-ción que perjudica el desarrollo lógico y continuo. Vi-vimos de tradiciones, rutina, prejuicio secular e ins-tinto. Sólo cambian las formas, pareciendo perfectasy clásicas. Debido a esta separación, toda previsiónes imposible y el porvenir es aún terra incognita.

Asimismo, el orden, primer factor de progreso esreciente. Se ha afianzado en algunas repúblicas su-damericanas: en Méjico, por la acción fecunda de unadictadura; en Argentina, por el equilibrio entre laciudad y la provincia, entre el principio federal y laatracción política del centro: Buenos Aires, y por lafuerza combinada de inmigración y riqueza; en Chi-le, por el antiguo espíritu de fuerte oligarquía y deunidad; y en el Perú, por el desarrollo de la economíanacional y el gobierno civil. El orden, es así, el pri-mer progreso logrado.

Todavía hay numerosos problemas de organiza-ción, de luchas étnicas y territoriales, que Europa yaha resuelto y que en América española apenas se hanesbozado. Sólo hemos adquirido una condición nega-tiva y un equilibrio en la paz. El nuevo siglo debe seruna época fecunda, de coordinación y desarrollo, traslos difíciles momentos de lucha interna.

Escritor y diplomático. Escribió una serie detratados políticos y sociales en los cualesmostraba sus críticas a la democracia enAmérica Latina.

El Perú contemporáneo. Lima: Interbank,1981. Extractos seleccionados, págs. 263-268,361-362.

El porvenir

Francisco García Calderón(Valparaíso 1883-Lima 1953)

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La capacidad económica es la base más sólidapara estos cambios duros. Es así que la tesis delmaterialismo histórico es un hecho. Las etapas dela riqueza condicionan el progreso y la actividad, enla política, en la ciencia y en la vida. En el pasadohabíamos cambiado demasiado el orden de las co-sas y quisimos perfeccionar el organismo político,elaborar códigos perfectos, pensar y escribir. Ahoraretornemos a una ciencia más segura de las reali-dades, estando en primer plano el desarrollo mate-rial. Primun vivere, deinde philosophare, ésta espor otra parte la doctrina peruana. Los teóricos delo absoluto buscaban en las revoluciones el nuevoestado social complejo y excelente, concebido en lautopía. Una evolución paulatina, fundada en la ri-queza, hecha de transacciones, de esfuerzos y ac-ción continuos, asegura la paz aportando reformasparciales, más reales que la regeneración y el pro-greso de las revoluciones.

He aquí los dos fundamentos de la grandeza fu-tura: orden y riqueza, condición y causa de un grandesarrollo.

La riqueza se forma, crece y evoluciona en unmovimiento rápido y explosivo. El orden se hacepor la acción de este mismo desarrollo y de diver-sas influencias que se enlazan y precisan cada vezmás. Hay nuevas orientaciones en la actividad in-telectual, por un lado, por la creación de escuelas yla contratación de futuros profesores en las escue-las normales; por el otro, por el crecimiento de laburocracia. El proletariado es poco numeroso enlas profesiones. El gobierno basa su poder en laopinión, en necesidades de paz y en la organiza-ción de la industria y del trabajo, así como tambiénen la satisfacción de ambiciones individuales y enla creación de servicios públicos y en sus conse-cuencias.

Es cierto que aquí existe un gran mal. El exce-so en el mandarinato administrativo es un despil-farro, un acrecentamiento en la pasividad de los ca-racteres y de formalismo en la administración. Pe-ro las nuevas industrias, el reciente progreso eco-nómico y el trabajo libre aportan ya el correctivo aestas gestiones. El éxito en la empresa privada, yel ejemplo de algunos self-made man atrae la aten-ción de las masas. Las escuelas industriales brin-dan una capacidad para el trabajo, todavía desco-nocida, preparando una etapa de individualismo,

de actividad autónoma y de esfuerzo. Por consi-guiente, podemos establecer que en este momentode transición, la burocracia es benéfica, ya que daun objetivo a la actividad profesional y a los fabri-cantes de revoluciones, estos desarraigados denuestro ambiente.

Así, el progreso económico, estudiado en capítu-lo anterior, no parece un hecho del azar. Ademásdel poder adquirido, encontramos las condiciones ymedios para afirmarlo. El Perú fue siempre el paístradicional de la riqueza. El Dorado de los hombresde negocio. A pesar del fracaso de las finanzas,nunca hemos olvidado la fuerza de la tierra y delsubsuelo y la virginidad de los pródigos bosques, niel futuro de las riberas recamadas de oro. Hoy, di-versas causas anuncian un nuevo acrecentamientode bienestar y de producción.

La moneda, debido al patrón de oro, es elemen-to de fuerza en el cambio y de crecimiento de los ne-gocios. La Asociación es una fuerza del futuro. Yano se trata como antaño de la proliferación de socie-dades bancarias, sino la de compañías industrialesdedicadas a la conquista de la tierra, a los segurosy al comercio. El capital extranjero, debido a lacantidad e importancia de sus gestiones, está enpermanente progreso. Los bancos, las sociedadescrediticias y la acción industrial revisten gran im-portancia. Sólo en nuestros días el capital nacionalextiende su influencia que a veces supera la del ca-pital extranjero. La riqueza fiscal se acrecienta rá-pidamente, convirtiéndose en factor de progreso,control y evolución social. La coordinación de estasfecundas fuerzas preparan un gran futuro.

Hay que añadir a este esquema, el futuro papeldel caucho y del oro, que reemplazando al salitre,son riquezas aún más seguras e importantes. Eloro, en minas y en ríos, es un tesoro aún desconoci-do. Ha permitido el establecimiento de un nuevopatrón monetario, y por su abundancia, brinda mu-cha facilidad a las relaciones comerciales. Existetodavía desequilibrio entre la evolución industrialaún primitiva, y la estabilidad del stock monetario.

El Sol, moneda de plata, conserva un valor decambio de 24 peniques con pequeñas y efímeras os-cilaciones. El estado actual del metal plata en elmercado mundial, da real superioridad a los paísescon patrón de oro, como el nuestro.

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El caucho, es la gran riqueza nacional, el secre-to de los bosques y la fuerza de la montaña. Estaregión tropical, más allá de la costa y la sierra, al-rededor de los grandes tributarios del Amazonas yen el centro de América, es la base de todas las nue-vas industrias, en un siglo como el nuestro, apasio-nado por el automovilismo. Brasil y Perú, pueblosfronterizos, tienen aquí grandes reservas para elporvenir. La naturaleza todavía no ha sido devela-da ya que la conquista de las tierras pantanosas esdifícil. Y el esfuerzo del gobierno tiende a unir es-tas provincias con el mar, el Atlántico y el Pacífico.En 1906, la política peruana fue dominada por unproblema de comunicación entre costa y montaña.Queremos unir la región del caucho con la del Pací-fico en objetivo a la vez económico y político. Por unlado, hay que dar salida a los productos de la zonacentral del Perú, principalmente al caucho; por otrolado, es necesario que el departamento de Loreto ytodo el oriente peruano se conviertan en centros po-líticos más ligados a la costa, a sus ideales y progre-sos. Brasil tiene la llave económica de este territo-rio gracias al Amazonas, la dependencia comercialpuede comportar también la política y este peligroes sumamente alarmante en momentos de gran de-sarrollo financiero.

Después del oro y del caucho, el cobre que se en-cuentra en abundancia y que se explota por nuevossindicatos, constituye otra de las riquezas del futu-ro. Antiguamente, Cerro de Pasco, después de Po-tosí, era el gran centro americano de producción ar-gentífera. Hoy día, su rico subsuelo lo conviertetambién en centro cuprífero.

El desarrollo de estos yacimientos en el centrodel Perú, brindará intensidad aún desconocida a laproducción minera y a la explotación forestal. Nopodemos sospechar lo que la tierra y el subsuelo,sometidos a la explotación científica, pueden apor-tar a un país tan variado por sus climas y terrenosgeológicos. El Perú ya no es más la tierra utópicade los antiguos pero podría llegar a serlo. En unterritorio tres veces más grande que Francia, supoblación es sólo la de una metrópoli mundial, co-mo Londres o París. ¡Cuántos factores de estanca-miento: densidad pobre, territorio desconocido yaislado, costa árida y producción aún rutinaria!

Sin embargo, la evolución actual que ya he descri-to en el capítulo sobre las formas económicas, noparece paralizarse.

Quisiéramos, destacar a través de este capítulo yde este libro una conclusión. Es fácil y simple. El Pe-rú es un país de porvenir, cuyo pasado es interesante,inquieto y a veces trágico y soberbio. Es una nuevanacionalidad que se organiza en el orden y la paz.

En América, continente despreciado por los queno lo conocen, hay algunas grandes naciones cuyamarcha es segura y cuyo pasado de inestabilidad yde anarquía, ya no perturba sus tranquilos y fecun-dos destinos: Méjico, al norte; el Brasil, Argentina,Perú y Chile, al sur. Ya no son repúblicas de pro-nunciamiento, efímeras y lánguidas, sino puebloslibres. Entre ellas, Argentina, Brasil y Perú, estánen progreso económico, político y social. Méjico vi-ve bajo una dictadura útil y progresiva, pero no sa-bríamos decir si después de Porfirio Díaz, la vidacolectiva tendrá la misma continuidad y la mismafuerza, en un pueblo que ha perdido el hábito delself-government. Chile, a pesar de sus riquezas, ad-quiridas en la guerra y de sus fuerzas naturales,está en perpetuo desequilibrio financiero. Los vi-cios lo arrastran lentamente a la debacle, si el pa-triotismo tradicional de sus hombres de Estado, norefrena la corriente fatal. Brasil y Argentina, so-bre todo esta última, tan rica y variada en sushombres y vida, son grandes pueblos, en los queexisten numerosas condiciones de estabilidad, pro-greso y equilibrio, así como fuentes inagotables deriqueza y expansión intelectual y comercial. El Pe-rú les sigue de cerca, en la misma línea y haciaanálogo futuro. Ha conquistado el orden, que es lamejor base para la libertad; y en este orden, la vi-da nacional se desarrolla, convirtiéndose en com-pleja y rica, marchando hacia destinos gloriososque no veremos jamás. La nueva juventud, parecela llamada, por su brío y acción, a completar y co-rregir la obra de sus ancestros. Sentimos que elporvenir nos reserva, con la grandeza de un pueblollegado a la cima, aspectos nuevos y envidiables, enlos campos de la inteligencia, del arte y de la vida.Todavía quedan muchas auroras que aún no hannacido, dice D’Annunzio: Vi sono molte aurore cheancora non nacquero.

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e Quinua se asciende a la pequeña pampade Ayacucho. Es un árido llano, cortado

por zanjas profundas. Al este lo cie-rran las prietas y abruptas vertientesdel Condorcunca (voz o garganta delcóndor), surcadas por sendas en zig-zag. A un costado se abre el seco ba-rranco del jatunhuayco (gran torren-

tera). Al norte, el estrecho valle deVentamayu con (un riachuelo sombrea-

do de molles, y una capillita, destruida oinconclusa, bajo la advocación de San Cris-

tóbal. En la misma pampa, hay un míserorancho, que sirve de apeadero y en el centro de ella,

está el paupérrimo y enfático monumento, que parecede yeso. La falta de gusto, llevada a tales extremos,supone ya una grave deficiencia moral. ¡Cuánto mássignificativa y decorosa habría sido una sencilla pirá-mide de piedras severas!

Recogimos en el campo algunas balas, de las mu-chas que allí quedan. Los pobladores de Quinua lasvenden a los viajeros. Me detuve en las lomadas de laizquierda, desde las cuales la división peruana de LaMar rechazó los ataques del realista Valdés. Hacia elcentro y la derecha de la línea, se ven los que fueronemplazamientos de las tropas colombianas.

El relato de mi peregrinación sería ineficaz e inú-til si no fuera sincero; y debo a mis lectores y a mí mis-mo la confesión de mis impresiones exactas. Mi sen-timiento patrio que se exaltó con las visiones del Cuz-co y las orillas del Apurímac, no sacó del campo deAyacucho, tan celebrado en la literatura americana,sino una perplejidad quieta y triste. En este rincónfamoso, un ejército realista, compuesto en su totali-dad de soldados naturales del Alto y del Bajo Perú, in-dios, mestizos y criollos blancos, y cuyos jefes y oficia-les peninsulares no llegaban a la decimaoctava partedel efectivo, luchó con un ejército independiente, delque los colombianos constituían las tres cuartas par-tes, los peruanos menos de una cuarta, y los chilenosy porteños una escasa fracción. De ambos lados corriósangre peruana. No hay por qué desfigurar la histo-ria: Ayacucho, en nuestra conciencia nacional, es uncombate civil entre dos bandos, asistido cada uno porauxiliares forasteros. Entre los aliados sudamerica-nos reunidos aquí, bullían ya, aun antes de obtenidala emancipación, los odios capitales, como riñeros losgemelos bíblicos desde el seno materno. El america-nismo ha sido siempre una hueca declamación o un

Historiador y ministro de Estado en 1934.Fue uno de los representantes emblemáti-cos de la generación del 900. Defensor dela tradición y de la Iglesia como parte dela identidad mestiza nacional.

“Paisajes Peruanos”. En Obras completas. Li-ma: PUCP, 1969. T. IX, Extracto selecciona-do, págs. 153-162.

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sarcasmo; y yo, que cada día me siento más viva y ar-dientemente peruano, me quedo frío con la fraterni-dad falaz de nuestros inmediatos enemigos, con lahinchada retumbancia e irónica vaciedad del comúnespíritu latinoamericano en esas vecinas repúblicashermanas, que no han atendido más que a injuriar-nos y atacarnos. ¿Por qué hemos de continuar derro-chando los tesoros de nuestro entusiasmo ingenuo enlos émulos rabiosos que a diario nos denuestan y queasechan el instante propicio para el asalto?

Gran necedad o inicua pasión arguye zaherir alPerú por haber una considerable porción de él segui-do hasta el fin la causa española en la contienda se-paratista. Entonces se operó en el alma peruana undesgarramiento de indecible angustia. Mientras lamitad, juvenil y briosa, se lanzaba anhelante, con losdemás americanos, en la ignota corriente de lo porve-nir, ansiando vida nueva, la otra mitad, fiel a las tra-diciones seculares, perseveró abrazada a la madreanciana e invadida, con la pía y generosa adhesión ala desgracia, que es nota inconfundible de nuestro ca-rácter. Leal conflicto y doliente caso de la eterna y ne-cesaria lucha entre el respeto a lo pasado y el impul-so de la acción renovadora.

La Colonia es también nuestra historia y nuestropatrimonio moral. Su recuerdo reclama simpatía yreconciliación, y no anatema. Si queremos de verasque el peruanismo sea una fuerza eficiente y podero-sa, no rompamos la tradicional continuidad de afectosque lo integran; no reneguemos, con ceguera impía,de los progenitores; no cometamos la insanía de pros-cribir y amputar de nuestro concepto de patria lostres siglos civilizadores por excelencia; y no incurra-mos jamás en el envejecido error liberal, digno dementes inferiores y primarias, de considerar el anti-guo régimen español como la antítesis y la negacióndel Perú. Para animar y robustecer el nacionalismo,hay sobrados y perdurables contrarios, rivalidadesprofundas, positivas y esenciales. La dura experien-cia nos lo ha enseñado; y mi generación, más que lasanteriores, lo sabe y lo medita.

La Colonia, a pesar de sus abusos, –tan poco re-mediados aún– no pudo reputarse en países mestizoscomo servidumbre extranjera. Para el Perú fue espe-cialmente una minoridad filial privilegiada, a cuyoamparo, y reteniendo nuestra primacía histórica enla América del Sur, iban nuestras diversas razas en-tremezclándose y fundiéndose, y creando así día a día

la futura nacionalidad. Aleación trabajosa y lenta, di-ficultada por la propia perfección relativa del sistemaincaico, que se resistía, muda pero tenaz y organiza-damente, a ser plasmado por una cultura superior.Regiones de menor multiplicidad étnica o desprovis-tas de reales civilizaciones indígenas, se acercaronmás rápidamente a la unidad moral, en tanto que elPerú se retrasaba por la arduidad de la tarea corres-pondiente a su excesiva complicación. En medio deella nos sorprendió la guerra de la Independencia; yno cabe negar que fue en momento singularmenteinoportuno para nuestros peculiares intereses. Mástemprano, anticipándose cincuenta años, sobrevi-niendo antes de la creación del Virreinato de BuenosAires, las deficiencias mayores habrían quedado com-pensadas por el beneficio inestimable de retener laAudiencia de Charcas, de mantener la suprema uni-dad territorial y de la raza predominante, conservan-do las provincias del Alto Perú, cuya segregaciónarrancó tan hondas y proféticas quejas al Virrey Gui-rior. Más tarde, si la emancipación sudamericanahubiera ocurrido, por ejemplo, cursando el segundotercio del siglo XIX, habría encontrado bastante ade-lantada la interna fusión social de las castas y clasesdel Perú; menos ineptos y desapercibidos los núcleosdirectores, que apenas iniciaron su modernización amedias con el Mercurio Peruano, y tal vez completa-mente reparado el desacierto de la desmembracióndel Virreinato, como lógica consecuencia de aquel mo-vimiento consciente de reintegración administrativaque en 1796 nos devolvía la Intendencia de Puno, en1802 las grandes comandancias de Quijos y Maynas,y de modo imperfecto y transitorio luego, Guayaquily el mismo Alto Perú.

Pero como de nuestro país no dependió ejecutar enel siglo XVIII el plan de los reinos autónomos pro-puesto por el Conde de Aranda, ni podíamos precipi-tar o retardar a nuestro sabor la hora de la generalinsurrección americana, determinada inevitablemen-te por el ataque de Napoleón a la Metrópoli, y comoera absurdo el empeño realista de guardar unido elPerú a España cuando todo el continente había ya ro-to sus vínculos de vasallaje, desde 1812 ó 1814 los ge-nuinos intereses peruanos demandaban, a cuantossabían y querían entenderlos, nuestra emancipacióninmediata y espontánea, para no quedarnos a la zagade los otros pueblos de Sud América en la crisis ine-ludible, y para evitar o reducir grandemente la funes-ta inminencia de su intervención. Por eso, muchomás que por cualesquiera otras razones, debemos,103

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proclamar heroicos servidores del Perú a todos los pa-triotas nuestros que en abierta rebelión o conjuracio-nes subterráneas, desafiando fuerzas harto mayoresque en los países vecinos, con sino adverso pero conánimo invicto, lucharon contra los fanáticos realistasperuanos, obcecados en resistencia tan formidable co-mo estéril y petrificados en la añoranza de un pasadoirreversible. Y por ello también, dentro de la com-prensiva equidad de la historia, si a éstos va la corte-sía reverente y melancólica que merecen siempre lasvíctimas de la lealtad equivocada, a aquéllos consa-gramos toda la efusión de nuestra gratitud. Desde Ze-la y Pumacahua hasta los conspiradores de Lima, fuecimentándose, entre sacrificios y catástrofes, un par-tido peruano separatista, que asumió nuestra repre-sentación al frente de los hermanos ya emancipados,y colaboró después con San Martín. Enseguida los va-lerosos vencidos de la Legión Peruana en Torata yMoquegua, los vencedores de Zepita y Pichincha, losHúsares que decidieron la batalla de Junín, y la biza-rra división de La Mar en este campo de Ayacucho,demostraron el esfuerzo de los peruanos indepen-dientes y rubricaron con gloria en nombre de nuestrapatria el advenimiento de la nueva edad. La razón yel verdadero espíritu nacional estuvieron sin dudacon los patriotas y en oposición a los pertinaces tradi-cionalistas; pero, tras el cruento y largo cisma, tuvoque venir y vino la íntima compenetración entre losde ambos bandos, hijos de un mismo suelo, que com-batieron obedeciendo a apreciaciones diversas sobrelas conveniencias del Perú. Las posteriores guerrasciviles vieron militar indistintamente en las mismasfilas capitulados y libertadores.

Mas para que la definitiva nacionalidad ganada enAyacucho se adecuara a sus destinos y obtuviera sucompleta verdad moral, no bastaba la mera concilia-ción de las personas, fácil siempre en nuestra tierra.Era y es aún necesaria una concordia de distinta ymás alta especie; la adunación y armonía de las dosherencias mentales, y la viva síntesis del sentimientoy la conciencia de las dos razas históricas, la españolay la incaica. Al cabo de noventa años, ¿hemos logradoacaso, en su plenitud indispensable, esta condiciónesencialísima de nuestra personalidad adulta?

En los días siguientes a la Independencia, en eliluminado rapto que da todo triunfo, hubo percepciónclara de tan indispensable requisito. Entre las afec-taciones e ingenuidades de la época, se descubre elgrave y justo deseo de incorporar los más insignes re-

cuerdos indígenas en el viviente acervo de la nuevapatria. El buen Vidaurre llevaba su celo hasta el ex-tremo candoroso de invocar al dios Pachacámac enuna arenga solemne; y Olmedo el Inspirado, de cora-zón profundamente peruano, hacía vaticinar la victo-ria de Ayacucho al gran monarca Huayna Cjápaj ybendecir el estado naciente por el coro de las Vírgenesdel Sol. Menéndez Pelayo, en su cerrado españolismo,juzgó esto como inoportuna ilusión local americana;y, yo mismo, en mi primer escrito, sostuve con fervorla opinión de mi maestro, llevado por mi excesiva his-panofilia juvenil y por mis tendencias europeizantesde criollo costeño. A medida que he ahondado en lahistoria y el alma de mi patria, he apreciado la mag-nitud de mi yerro. El Perú es obra de los Incas, tantoo más que de los Conquistadores; y así lo inculcan, demanera tácita pero irrefragable, sus tradiciones y susgentes, sus ruinas y su territorio. No ilusión, por cier-to, sino legítimo ideal y perfecto símbolo representa laevocación que Olmedo hizo en su imperecedero canto.El Perú moderno ha vivido y vive de dos patrimonios:del castellano y del incaico; y si en los instantes pos-teriores a la guerra separatista, el poeta no pudo aca-tar con serenidad los ilustres títulos del primero, ati-nó en rememorar la nobleza del segundo, que auncuando subalterno en ideas, instituciones y lengua, esel primordial en sangre, instintos y tiempo. En él secontienen los timbres más brillantes de lo pasado, laclave secreta del orgullo rehabilitador para nuestramayoría de mestizos e indios, y los precedentes másalentadores para el porvenir común.

En la quieta y larga gestación de la Colonia, elproceso de nuestra unidad fue el callado efecto de laconvivencia y el cruce de razas; pero, realizada laemancipación, se imponía, como deber imperiosísimo,acelerar aquel ritmo, apresurar la amalgama de cos-tumbres y sentimientos, extenderla de lo mecánico eirreflexivo a lo mental y consciente, y darle intensi-dad, relieve y resonancia en el seno de una clase di-rectiva, compuesta por amplia y juiciosa selección.Sin esto el Perú había de carecer infaliblemente deidealidad salvadora; y desprovisto de rumbos, flotar amerced de caprichos efímeros, de minúsculas intrigaspersonales, al azar de contingencias e impulsionesextranjeras. Y aun más se advirtió la urgente necesi-dad de aquella clase directiva, centro y sostén de to-do pueblo, con el establecimiento de la república de-mocrática, que la supone y reclama, porque privadade la guía y disciplina de los mejores, tiende a dege-nerar por grados en anarquía bárbara, en mediocri-dad grisácea y burda, y en inerme y enmasculada ab-,104

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yección. Nuestra mayor desgracia fue que el núcleosuperior jamás se constituyera debidamente.

¿Quiénes, en efecto, se aprestaban a gobernar larepública recién nacida? ¡Pobre aristocracia colonial,pobre boba nobleza limeña, incapaz de toda idea y detodo esfuerzo! En el vacío que su ineptitud dejó, se le-vantaron los caudillos militares. Pretorianos auténti-cos, nunca supieron fijar sostenidamente la mirada yla atención en las fronteras. Héroes de rebeliones ygolpes de Estado, de pronunciamientos y cuarteladas,el ejército en sus manos fue, no la augusta imagen dela unión patria, la garantía contra los extraños, el efi-caz instrumento de prestigio e influencia sobre los paí-ses vecinos, sino la palpitante y desgarrada presa delas facciones, la manchada arma fratricida de las dis-cordias internas. La vana apariencia de las palabrasy los ademanes quijotescos, no oculta en esos jefes elfondo de vulgares apetitos. Absortos en sus enredospersonalistas, ávidos de oro y de mando, sus ofuscadasinteligencias no pudieron reconocer ni sus estragadoscorazones presentir los fines supremos de la naciona-lidad; y cuando por excepción alguno acertó a servir-los, todos los émulos se conjuraron para derribarlo, ylo ofrecieron maniatado al enemigo extranjero. Así sefrustraron miserablemente las dos altas empresas na-cionales, la de La Mar el 28 y la de Santa Cruz el 36.

Por bajo de la ignara y revoltosa oligarquía militar,alimentándose de sus concupiscencias y dispendios, yjunto a la menguada turba abogadil de sus cómplicesy acólitos, fue creciendo una nueva clase directora,que correspondió y pretendió reproducir a la gran bur-guesía europea. ¡Cuán endeble y relajado se mostró elsentimiento patriótico en la mayoría de estos burgue-ses criollos! En el alma de tales negociantes enrique-cidos ¡qué incomprensión de las seculares tradicionesperuanas, qué estúpido y suicida desdén por todo locoterráneo, qué sórdido y fenicio egoísmo! ¡Para ellonuestro país fue, más que nación, factoría productiva;e incapaces de apreciar la majestad de la idea de pa-tria, se avergonzaban luego en Europa, con el más vilrastacuerismo, de su condición de peruanos, a la quedebieron cuanto eran y tenían! ¡Con semejantes clasessuperiores, nos halló la guerra de Chile; y en la confu-sión de la derrota, acabó el festín de Baltasar. Des-pués, el negro silencio, la convalescencia pálida, elanodinismo escéptico, las ínfimas rencillas, el maras-mo, la triste procesión de las larvas grises ...

Ante este agobiador resumen, que sintetiza nues-

tro absoluto fracaso en la centuria corrida desde laIndependencia, recordamos, con amargura punzante,los felices horóscopos que el cantor de Junín y Ayacu-cho ofrendó en la cuna del Perú nuevo. ¡Cruel des-mentido hasta ahora el de la desolada realidad a losdeslumbrantes pronósticos de continua ascensión, delas venturas y glorias, que creyeron todos iniciar en-tonces! !Las sombras de los sueños desvanecidos fue-ron mis melancólicas compañeras en la vista a la lla-nura célebre; y se me representó la terrosa extensióndel campo regada con las cenizas de una fulgente as-piración extinta.

Las nacionalidades históricas destronadas que Ol-medo enumeró para augurar su compensación con lasnacientes americanas, se han regenerado en el cursodel siglo, se han purificado y rehecho en la fragua deldestino. Los altares de Grecia, que imaginaba el poe-ta reemplazar con los de Sud América, se elevaron deentre las ruinas y a pesar de las tormentas, brillanhoy reavivados por las esperanzas del vigilante hele-nismo. Razas diversas, en su derredor, luchan sindescanso por afirmar sus respectivas personalidades;y en los más arduos trances no desesperan de lo futu-ro. El Capitolio de la humillada Roma, que Olmedocontrapuso en sus versos triunfalmente a los redimi-dos monumentos incaicos, se encumbra renovado ysoberbio. Todos los pueblos, desde los más famososhasta los más remotos y olvidados, reclaman puesto yvoz en el coro fluctuante de la humanidad. Y el Perú,que en la América meridional es la tierra clásica yprimogénita, desconoce su misión, abdica de sus de-signios esenciales, rechaza cualquiera ambición comoun desvarío, y se sienta postrado y lacio en las pie-dras del camino, a mirar como lo aventajan sus com-petidores, satisfecho del camino, a mirar como loaventajan sus competidores, satisfecho en su poque-dad cuando obtiene las bases mínimas de existencia.

No eran ciertamente alegres los pensamientos queme asaltaban, cuando al caer la tarde, entre el oro des-fallecido de los trigos y del cielo, volvía de Quinua a laciudad de Ayacucho. Mas, al releer después la conme-moración de la batalla en la oda de Olmedo, para mí tanfamiliar, hallé un consuelo inefable en la sublime estan-cia que todos los peruanos deberíamos saber de memo-ria: aquella en que compara el vate, –¿acaso no signifi-ca esta palabra profeta?– las virtudes de reacción súbi-ta que guarda siempre nuestra patria, con el arranquememorable de Aquiles, que del indigno sopor de Scirospasó de improviso a las hazañas victoriosas de Troya.,105

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Figura mítica de la izquierda peruana. Funda-dor del Partido socialista. Fue autor, entreotras obras de La Escena Contemporánea.

7 ensayos de interpretación de la realidad Pe-ruana. Extractos seleccionados págs. 30-37,40-41.

El Problema del indio

José Carlos Mariátegui(Moquegua 1894-Lima1930)

u nuevo planteamiento

Todas las tesis sobre el problema indígena, queignoran o eluden a éste como problema económi-

co-social, son otros tantos estériles ejercicios teoré-ticos, –y a veces sólo verbales–, condenados a un

absoluto descrédito. No las salva a algunas subuena fe. Prácticamente, todas no han servido

sino para ocultar o desfigurar la realidad delproblema. La crítica socialista lo descubre

y esclarece, porque busca sus causas en la econo-mía del país y no en su mecanismo administrativo,

jurídico o eclesiástico, ni en su dualidad o pluralidadde razas, ni en sus condiciones culturales y morales.La cuestión indígena arranca de nuestra economía.Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la tie-rra. Cualquier intento de resolverla con medidas deadministración o policía, con métodos de enseñanza ocon obras de vialidad, constituye un trabajo superfi-cial o adjetivo, mientras subsista la feudalidad de los“gamonales”.

El “gamonalismo” invalida inevitablemente todaley u ordenanza de protección indígena. El hacen-dado, el latifundista, es un señor feudal. Contra suautoridad, sufragada por el ambiente y el hábito, esimpotente la ley escrita. El trabajo gratuito estáprohibido por la ley y, sin embargo, el trabajo gratui-to, y aun el trabajo forzado, sobreviven en el latifun-dio. El juez, el subprefecto, el comisario, el maestro,el recaudador, están enfeudados a la gran propie-dad. La ley no puede prevalecer contra los gamona-les. El funcionario que se obstinase en imponerla,sería abandonado y sacrificado por el poder central,cerca del cual son siempre omnipotentes las influen-cias del gamonalismo, que actúan directamente o através del Parlamento, por una y otra vía con la mis-ma eficacia.

El nuevo examen del problema indígena, por esto,se preocupa mucho menos de los lineamientos de unalegislación tutelar que de las consecuencias del régi-men de propiedad agraria. El estudio del Dr. José A.Encinas (Contribución a una legislación tutelar indí-gena) inicia en 1918 esta tendencia, que de entoncesa hoy no ha cesado de acentuarse. Pero, por el carác-ter mismo de su trabajo, el Dr. Encinas no podía for-mular en él un programa económico-social. Sus pro-posiciones dirigidas a la tutela de la propiedad indí-gena, tenían que limitarse a este objetivo jurídico.Esbozando las bases del Home Stead indígena, el Dr.

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Encinas recomienda la distribución de tierras del Es-tado y de la Iglesia. No menciona absolutamente laexpropiación de los gamonales latifundistas. Pero sutesis se distingue por una reiterada acusación de losefectos del latifundismo, que sale inapelablementecondenado de esta requisitoria, que en cierto modopreludia la actual crítica económico-social de la cues-tión del indio.

Esta crítica repudia y descalifica las diversastesis que consideran la cuestión como uno u otro delos siguientes criterios unilaterales y exclusivos:administrativo, jurídico, étnico, moral, educacio-nal, eclesiástico.

La derrota más antigua y evidente es, sin duda,la de los que reducen la protección de los indígenasa un asunto de ordinaria administración. Desde lostiempos de la legislación colonial española, las or-denanzas sabias y prolijas, elaboradas después deconcienzudas encuestas, se revelan totalmente in-fructuosas. La fecundidad de la República, desdelas jornadas de la Independencia, en decretos, leyesy providencias encaminadas a amparar a los indioscontra la exacción y el abuso, no es de las menosconsiderables. El gamonal de hoy, como el “enco-mendero” de ayer, tiene sin embargo muy poco quetemer de la teoría administrativa. Sabe que lapráctica es distinta.

El carácter individualista de la legislación de laRepública ha favorecido, incuestionablemente, la ab-sorción de la propiedad indígena por el latifundismo.La situación del indio, a este respecto, estaba con-templada con mayor realismo por la legislación espa-ñola. Pero la reforma jurídica no tiene más valorpráctico que la reforma administrativa, frente a unfeudalismo intacto en su estructura económica. Laapropiación de la mayor parte de la propiedad comu-nal e individual indígena está ya cumplida. La expe-riencia de todos los países que han salido de su evo-feudal, nos demuestra, por otra parte, que sin la di-solución del feudo no ha podido funcionar, en ningu-na parte, un derecho liberal.

La suposición de que el problema indígena es unproblema étnico, se nutre del más envejecido reper-torio de ideas imperialistas. El concepto de las razasinferiores sirvió al Occidente blanco para su obra deexpansión y conquista. Esperar la emancipación in-dígena de un activo cruzamiento de la raza aborigencon inmigrantes blancos, es una ingenuidad antiso-

ciológica, concebible sólo en la mente rudimentariade un importador de carneros merinos. Los pueblosasiáticos, a los cuales no es inferior en un ápice elpueblo indio, han asimilado admirablemente la cul-tura occidental, en lo que tiene de más dinámico ycreador, sin transfusiones de sangre europea. La de-generación del indio peruano es una barata inven-ción de los leguleyos de la mesa feudal.

La tendencia a considerar el problema indígenacomo un problema moral, encarna una concepciónliberal, humanitaria, ochocentista, iluminista, queen el orden político de Occidente anima y motivalas “ligas de los Derechos del Hombre”. Las confe-rencias y sociedades antiesclavistas, que en Euro-pa han denunciado más o menos infructuosamen-te los crímenes de los colonizadores, nacen de estatendencia, que ha confiado siempre con exceso ensus llamamientos al sentido moral de la civiliza-ción. González Prada no se encontraba exento desu esperanza cuando escribía que la “condición delindígena puede mejorar de dos maneras: o el cora-zón de los opresores se conduele al extremo de re-conocer el derecho de los oprimidos, o el ánimo delos oprimidos adquiere la virilidad suficiente paraescarmentar a los opresores”. La Asociación Pro-Indígena (1909-1917) representó, ante todo, lamisma esperanza, aunque su verdadera eficaciaestuviera en los fines concretos e inmediatos dedefensa del indio que le asignaron sus directores,orientación que debe mucho, seguramente, alidealismo práctico, característicamente sajón, deDora Mayer. El experimento está ampliamentecumplido, en el Perú y en el mundo. La prédicahumanitaria no ha detenido ni embarazado en Eu-ropa el imperialismo ni ha bonificado sus métodos.La lucha contra el imperialismo, no confía ya sinoen la solidaridad y en la fuerza de los movimientosde emancipación de las masas coloniales. Esteconcepto preside en la Europa contemporánea unaacción anti-imperialista, a la cual se adhieren es-píritus liberales como Albert Einstein y RomainRolland, y que por tanto no puede ser consideradade exclusivo carácter socialista.

En el terreno de la razón y la moral, se situabahace siglos, con mayor energía, o al menos mayorautoridad, la acción religiosa. Esta cruzada no ob-tuvo, sin embargo, sino leyes y providencias muysabiamente inspiradas. La suerte de los indios novarió sustancialmente. González Prada, que como

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sabemos no consideraba estas cosas con criteriopropia o sectariamente socialista, busca la explica-ción de este fracaso en la entraña económica de lacuestión: “No podía suceder de otro modo: oficial-mente se ordenaba la explotación; se pretendía quehumanamente se cometiera iniquidades o equitati-vamente se consumaran injusticias. Para extirparlos abusos, habría sido necesario abolir los reparti-mientos y las mitas, en dos palabras, cambiar todoel régimen Colonial. Sin las faenas del indio ame-ricano se habrían vaciado las arcas del tesoro espa-ñol”. Más evidentes posibilidades de éxito que laprédica liberal tenía, con todo, la prédica religiosa.Ésta apelaba al exaltado y operante catolicismo es-pañol mientras aquélla intentaba hacerse escuchardel exiguo y formal liberalismo criollo.

Pero hoy la esperanza en una solución eclesiás-tica es indiscutiblemente la más rezagada y anti-histórica de todas. Quienes la representan no sepreocupan siquiera, como sus distantes –¡tan dis-tantes!– maestros, de obtener una nueva declara-ción de los derechos del indio, con adecuadas auto-ridades y ordenanzas, sino de encargar al misione-ro la función de mediar entre el indio y el gamonal.La obra que la Iglesia no pudo realizar en un ordenmedioeval, cuando su capacidad espiritual e inte-lectual podía medirse por frailes como el padre deLas Casas. ¿con qué elementos contaría para pros-perar ahora? Las misiones adventistas, bajo esteaspecto, han ganado la delantera al clero católico,cuyos claustros convocan cada día menor suma devocaciones de evangelización.

El concepto de que el problema del indio es unproblema de educación, no aparece sufragado niaun por un criterio estricta y autónomamente pe-dagógico. La pedagogía tiene hoy más en cuentaque nunca los factores sociales y económicos. Elpedagogo moderno sabe perfectamente que la edu-cación no es una mera cuestión de escuela y méto-dos didácticos. El medio económico social condi-ciona inexorablemente la labor del maestro. Elgamonalismo es fundamentalmente adverso a laeducación del indio: su subsistencia tiene en elmantenimiento de la ignorancia del indio el mis-mo interés que en el cultivo de su alcoholismo. Laescuela moderna, –en el supuesto de que, dentrode las circunstancias vigentes, fuera posible mul-tiplicarla en proporción a la población escolarcampesina–, es incompatible con el latifundio feu-

dal. La mecánica de la servidumbre, anularía to-talmente la acción de la escuela, si esta misma,por un milagro inconcebible dentro de la realidadsocial, consiguiera conservar, en la atmósfera delfeudo, su pura misión pedagógica. La más eficien-te y grandiosa enseñanza normal no podría operarestos milagros. La escuela y el maestro están irre-misiblemente condenados a desnaturalizarse bajola presión del ambiente feudal, inconciliable con lamás elemental concepción progresista o evolucio-nista de las cosas. Cuando se comprende a mediasesta verdad, se descubre la fórmula salvadora enlos internados indígenas. Mas la insuficiencia cla-morosa de esta fórmula se muestra en toda su evi-dencia, apenas se reflexiona en el insignificanteporcentaje de la población escolar indígena que re-sulta posible alojar en estas escuelas.

La solución pedagógica, propugnada por muchoscon perfecta buena fe, está ya hasta oficialmentedescartada. Los educacionistas son, repito, los quemenos pueden pensar en independizarla de la rea-lidad económico-social. No existe, pues, en la ac-tualidad, sino como una sugestión vaga e informe,de la que ningún cuerpo y ninguna doctrina se ha-ce responsable.

El nuevo planteamiento consiste en buscar elproblema indígena en el problema de la tierra.

En la Sierra, la región habitada principalmen-te por los indios, subsiste apenas modificada ensus lineamientos, la más bárbara y omnipotentefeudalidad. El dominio de la tierra coloca en ma-nos de los gamonales, la suerte de la raza indíge-na, caída en un grado extremo de depresión y deignorancia. Además de la agricultura, trabajadamuy primitivamente, la Sierra peruana presentaotra actividad económica: la minería, casi total-mente en manos de dos grandes empresas nortea-mericanas. En las minas rige el salariado; pero lapaga es ínfima, la defensa de la vida del obrero ca-si nula, la ley de accidentes de trabajo burlada. Elsistema del “enganche”, que por medio de antici-pas falaces esclaviza al obrero, coloca a los indiosa merced de estas empresas capitalistas. Es tan-ta la miseria a que los condena la feudalidad agra-ria, que los indios encuentran preferible, con todo,la suerte que les ofrecen las minas.

La propagación en el Perú de las ideas socialis-tas ha traído como consecuencia un fuerte movi-

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miento de reivindicación indígena. La nueva ge-neración peruana siente y sabe que el progreso delPerú será ficticio, o por lo menos no será peruano,mientras no constituya la obra y no signifique elbienestar de la masa peruana que en sus cuatroquintas partes es indígena y campesina. Este mis-mo movimiento se manifiesta en el arte y en la li-teratura nacionales en los cuales se nota una cre-ciente revalorización de las formas y asuntos au-tóctonos, antes depreciados por el predominio deun espíritu y una mentalidad coloniales españo-las. La literatura indigenista parece destinada acumplir la misma función que la literatura “muji-kista” en el período pre-revolucionario ruso. Lospropios indios empiezan a dar señales de una nue-va conciencia. Crece día a día la articulación en-tre los diversos núcleos indígenas antes incomuni-cados por las enormes distancias. Inició esta vin-culación, la reunión periódica de congresos indíge-nas, patrocinada por el Gobierno, pero como el ca-rácter de sus reivindicaciones se hizo pronto revo-lucionario, fue desnaturalizada luego con la exclu-sión de los elementos avanzados y a la leva de re-presentaciones apócrifas. La corriente indigenistapresiona ya la acción oficial. Por primera vez elGobierno se ha visto obligado a aceptar y procla-mar puntos de vista indigenistas, dictando algu-nas medidas que no tocan los intereses del gamo-nalismo y que resultan por esto ineficaces. Porprimera vez también el problema indígena, esca-moteado antes por la retórica de las clases dirigen-tes, es planteado en sus términos sociales y econó-micos, identificándosela ante todo con el problema

de la tierra. Cada día se impone, con más eviden-cia, la convicción de que este problema no puedeencontrar su solución en una fórmula humanita-ria. No puede ser la consecuencia de un movi-miento filantrópico. Los patronatos de caciques yde rábulas son una befa. Las ligas del tipo de laextinguida Asociación Pro-Indígena son una vozque clama en el desierto. La Asociación Pro-Indí-gena no llegó en su tiempo a convertirse en un mo-vimiento. Su acción se redujo gradualmente a laacción generosa, abnegada, nobilísima, personalde Pedro S. Zulen y Dora Mayer. Como experi-mento, el de la Asociación Pro-Indígena sirvió pa-ra contrastar, para medir, la insensibilidad moralde una generación y de una época.

La solución del problema del indio tiene que seruna solución social. Sus realizadores deben ser lospropios indios. Este concepto conduce a ver en lareunión de los congresos indígenas un hecho histó-rico. Los congresos indígenas, desvirtuados en losúltimos años por el burocratismo, no representa-ban todavía un programa; pero sus primeras reu-niones señalaron una ruta comunicando a los in-dios de las diversas regiones. A los indios les faltavinculación nacional. Sus protestas han sido siem-pre regionales. Esto ha contribuido, en gran parte,a su abatimiento. Un pueblo de cuatro millones dehombres, consciente de su número, no desesperanunca de su porvenir. Los mismos cuatro millonesde hombres, mientras no son sino una masa orgá-nica, una muchedumbre dispersa, son incapaces dedecidir su rumbo histórico.

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omo no hemos tenido nunca en el país, Partidosde principios, se ha confundido con frecuencia elprograma máximo y el programa mínimo delaprismo. Todos los Partidos modernos tienen unprograma máximo y un programa mínimo. Enel Perú se ha pretendido confundir estos dos as-pectos de nuestra ideología.

El programa máximo del aprismo tiene un signifi-cado continental que no excluye el programa de aplica-

ción nacional. Nosotros consideramos que el Pe-rú no puede apartarse de los problemas de la

América Latina, y que la América Latina no puedeapartarse de los problemas del mundo. Si vivimos den-tro de un sistema económico internacional y la econo-mía juega rol decisivo en la vida política de los pueblos,sería absurdo pensar que el Perú, que cuenta con unaeconomía en parte dependiente de ese organismo eco-nómico internacional, pudiera vivir aislado contra to-do precepto científico y contra toda corriente de rela-ción que es garantía de progreso.

Internacionalismo y bolivarismo

Nosotros no sólo tenemos que prepararnos a serun pueblo perfectamente contexturado, sino tene-mos que preparamos a incorporar a ese pueblo den-tro del sistema de relaciones internacionales. El Pe-rú, repito, no puede apartarse de los problemas deAmérica, ni América puede apartarse de los proble-mas del mundo. Nuestro concepto continental no ex-cluye nuestro concepto nacional; al contrario, noso-tros, de acuerdo con el clásico autor de «La Repúbli-ca» vamos de las partes al todo. Nosotros tenemosque contemplar previamente el problema nacional;ser nacionalistas integrales para ser continentalesde veras, y, juntos así, poder incorporarnos a la mar-cha de la civilización mundial.

De otro lado, nuestro programa máximo conti-nental, no es sino la cristalización modernizada delviejo ideal bolivariano. Nosotros hemos sintetizadoen un programa de unidad económica y política lati-noamericana las frases inmortales de Bolívar:«Unión, Unión América adorada, que si no la anar-quía te va a devorar».

Política y economía

Dentro del concepto estrictamente económico, la

Político e intelectual, fundador del PartidoAprista y su Jefe hasta su muerte. Fue unode los líderes más influyentes en la historiapolítica del Perú del siglo XX.

“Discurso de la Plaza de Acho (1931)”. LuisAlva Castro, comp., Aprismo: nueva doctri-na (discursos de Haya de la Torre), (Lima:Cambio y Desarrollo, 1992), Extractos selec-cionados págs.16-24, 27.

Discurso de Acho1931

Víctor Raúl Haya de la Torrre(Trujillo 1895-Lima 1979)

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Víctor Raúl Haya De La Torre

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América Latina constituye una zona; zona producto-ra de materias primas; zona agrícola-minera, zonade influencia extranjera, zona en formación, cuyasvariantes nacionales no excluyen la inmensa unidaddel problema; zona, pues, que dentro de la geografíaeconómica del mundo, está situada y limitada entrelas fronteras de América Latina. El Perú forma par-te de esta zona; y, nosotros, tenemos que impulsar suincorporación como zona económica, en el gran todode la zona económica latinoamericana.

¿Por qué es fundamental en el aprismo la vin-culación del concepto político con el concepto eco-nómico? En nuestro país no ha prevalecido has-ta hoy sino un concepto heroico, pasajero, empíri-co de la política. Pero no hemos tenido todavía laforma científica de la política que se basa en laeconomía; que no inventa una realidad sino ladescubre en el propio medio donde actúa el pue-blo al cual se pretende organizar y gobernar. Esfundamental en el aprismo la vinculación delconcepto economía al concepto política como in-dispensable para el sabio dominio del Estado.Todos sabemos que en este país la ciencia econó-mica, sobre todo en el gobierno, no se ha incorpo-rado sino en forma elemental. Se ha dicho –y meparece bien– que la mayor parte de nuestros po-líticos han ignorado la Economía Política, aun-que hayan sido sabios en Economía Doméstica.Que no ha habido concepto económico en nuestrapolítica lo voy a demostrar después. Pero quierosí, hacer mención de este hecho simple: en el Pe-rú se confunde con frecuencia Economía con Fi-nanzas. Más aún, en el Perú no se ha gobernadoeconómicamente porque no ha habido nunca Es-tadística; somos un país donde no sabemos cuán-tos habitantes hay. No puede haber Economía sinEstadística y nosotros en el Perú, si no sabemoscuántos somos, no podemos determinar qué nece-sitamos, no podemos saber qué producimos conexactitud. El único censo del Perú es de 1876;hay un cálculo de 1896 y una estimativa al ojo, de1923. No ha habido pues, en nuestra política, no-ción de economía y de allí deriva, sin duda, la for-ma como hemos sido gobernados.

La revolución de la Independencia

Pero quiero volver, por un instante, a mi puntode partida y hacer una breve síntesis de nuestra in-terpretación histórica de la realidad nacional.

Alberdi, ha dicho que la independencia sudame-ricana careció de concepto pero ha sido fecunda enparadojas. Desde el punto de vista netamente eco-nómico, la emancipación de los pueblos sudameri-canos estuvo dirigida, conducida, por la clase lati-fundista criolla que quiso emanciparse del controleconómico y político de la Corona de España. Estaclase fue la que nos dio nuestros grandes héroes;esa clase, asumiendo su rol histórico, condujo a lospueblos latinoamericanos a la independencia; peroese movimiento, desde el punto de vista estricta-mente económico, constituyó la emancipación dellatifundio sudamericano de la gran presión de laCorona de España. Ningún movimiento más clási-co, en ese sentido, que el de la independencia Ar-gentina, cuando a raíz del desconocimiento que hi-zo el Virrey del reclamo de los veinte mil propieta-rios o estancieros encabezados por Moreno, se pro-dujo el movimiento de emancipación.

Sin embargo, a este movimiento le faltó ideolo-gía propia. Fue un movimiento que formó el con-cepto de la gran propiedad, dándole a la clase pro-pietaria el control del Estado. No obstante, suideología fue en gran parte la ideología de la revo-lución francesa que en el orden económico signifi-caba lo contrario: movimiento de destrucción de lagran propiedad, de destrucción del feudalismo, mo-vimiento de formación de las clases burguesas y dela pequeña propiedad. Entonces tuvimos nosotros,ante una realidad económica y social enteramentelatifundista, un sistema político republicano y de-mocrático que nunca coincidió con nuestra reali-dad; inconexión entre el sistema y la realidad quenos ha dado el vaivén de toda nuestra vida políti-ca, vaivén que no es sino la expresión clara de lacompleta contradicción entre el sistema y la reali-dad. Por eso tuvimos democracia en el nombre.Por eso todo nuestro vaivén de políticos tuvo unaraíz estatal. Siempre la alternativa entre la tira-nía y la anarquía ha constituido el proceso de nues-tra vida política y económica. De allí que nuestraconcepción de la organización política del Estadohaya tenido que ser elemental; haya tenido que serabsolutamente primitiva. ¿Cuál fue nuestra orga-nización económica del Estado? Simplemente laentrega progresiva de la riqueza nacional consti-tuida por zonas productoras de materias primas.

Otros pueblos de América encontraron su solu-ción económica. En la Argentina, donde hubo espí-

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ritus directores desde el comienzo de la República,se produjeron hechos basados en los magníficosapotegmas de Alberdi: «Gobernar es poblar»; deSarmiento: «Si el pueblo es soberano, hay que edu-car al soberano».

Pero a nosotros nos faltaron espíritus directores.Nosotros fuimos un pueblo donde los hombres de laindependencia vinieron de fuera. Nosotros no tuvi-mos desde los comienzos de la República el clarivi-dente que indicara la ruta salvadora. Los comien-zos de nuestra vida fueron lánguidos. No tuvimos,como ha dicho un escritor «hombres políticos cuyabiografía se pueda leer entera».

Si el sistema político no coincide con la realidadeconómica, no puede haber política económica. Lapolítica elemental de las finanzas es el empréstito,es la hipoteca de la riqueza nacional. Una políticaeconómica en un pueblo como el nuestro, agrícola yminero, habría tenido que ser, elementalmente,una política de organización de nuestra economíaagrícola, por ejemplo.

Realidad peruana y realidad europea

Pero antes de pasar al análisis de la economíanacional, permítaseme una nueva demostración denuestro problema complicado. Nosotros como pue-blo, y esto es preciso que lo repita porque formaparte de la teoría fundamental de nuestro Partido,no constituimos una entidad homogénea; nuestrodesenvolvimiento económico y social no ha sido eldesenvolvimiento de los pueblos europeos que hanpasado, sucesivamente, de un período a otro y quehan ido recorriendo una curva perfectamente clara.Nosotros no hemos vivido, como los pueblos de Eu-ropa, la sucesión del período de la barbarie por elperíodo feudal, del período feudal por el períodomercantil, del período mercantil por el período bur-gués, y del período burgués, por el período indus-trial. En nuestro país coexisten, conviven todas lasetapas del desarrollo económico y social del mundo.Tenemos dentro de nuestras fronteras, desde el ca-níbal y el bárbaro hasta el señorito que vive la vidacivilizada. Somos conciudadanos del campa y somoscompatriotas del señor feudal que está detrás de lasmontañas. Alguna vez he dicho que quien quieraviajar a través de la historia no tiene sino que via-jar de Lima al Oriente. Ante una realidad así, ¿Cuálpuede ser el carácter del Estado como entidad jurí-

dica? Hemos dicho que la clase que emancipó al Es-tado del control español fue la clase latifundista,pero esa clase no puede representar ni siquiera lamayoría de la nación; carece de fuerza propia paracontrolar el Estado, no puede representar auténti-camente la mayoría de la nación. Vemos, pues, queel Estado, como entidad jurídica, no representa aninguna de las clases propiamente, porque la claseque lo redimió carecía de fuerza propia y entoncesnuestras instituciones han estado tambaleantes; elEstado ha fluctuado representado por un hombre ypor una oligarquía.

En el Estado, representativo de una oligarquía,han predominado a veces, personas que tienen algodel caníbal y del señor civilizado. El Estado, pues,no responde a una realidad-económica. El Estado,como decía Aristóteles, «fue formado para hacer lavida posible y sólo puede existir para hacer la vidabuena»; pero nuestro Estado no ha contribuido ahacer la vida ni posible ni buena, porque ha careci-do de fuerza; porque ha carecido de autenticidadnacional; porque le ha faltado raíz en el problemamismo de la nacionalidad. Entonces aparece pues,el Estado, no como instrumento representativo deuna entidad o clase nacional, sino como el instru-mento de una oligarquía, y peligra cuando puedeser el instrumento de intereses extraños al país.¿Por qué? Por una razón también económica, con-ciudadanos. Así como no tenemos homogeneidadracial no tenemos homogeneidad económica.

Las dos economías

La economía nacional tiene dos aspectos perfecta-mente definidos: el aspecto propiamente nacional y elaspecto de nuestra economía vinculada a interesesextranjeros. No podemos dejar de reconocer esta do-ble faz de nuestra economía. Hay en todos los pue-blos como el nuestro, que no están desarrollados eco-nómicamente, la necesidad de que una parte de laeconomía pertenezca o esté controlada por sistemaseconómicos más adelantados que el nuestro. Esto esfatal. Está determinado por una ley de progreso. Pe-ro de otro lado tenemos un aspecto de nuestra econo-mía perfectamente nacional.

La economía nuestra que depende del extranjero,economía principalmente agraria, es una economíaque depende de un sistema mucho más organizado ynaturalmente más sistematizado, mejor respaldado,112

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y más garantizado que el aspecto agrícola nacional.Las empresas extranjeras que traen capital, técnicay organización a nuestra agricultura constituyen unaspecto de nuestra economía. El otro, es la empresao el individuo agrícola nacionales que conservan susmétodos primitivos de producción y que no tienen ga-rantía. Y entonces vemos, pues, frente a frente, laeconomía nuestra que depende del extranjero y laeconomía que depende del nacional en completa dis-paridad de técnica. El Estado no ha protegido nues-tra economía nacional, de manera que sobre la eco-nomía extranjera ha gravitado la vida económica to-da; no ha existido de otro lado la fuerza económicanacional, bajo la protección del Estado, que permitabalancear esa fuerza y establecer el desarrollo deuna economía total y armónica dirigida por el propioEstado. Una empresa agrícola o minera que trae ca-pital, que trae máquinas, que trae técnicos, que traeorganización, que trae también, cultura en el ordeneconómico, frente a la empresa agrícola o minera na-cional que no tiene garantía económica, que no tieneprotección del Estado, ¿no representa, como imagen,el tractor frente al arado de palo?, ¿no representa, latécnica moderna frente a la técnica primitiva?, ¿quépuede producirse en una estructura económica don-de, de un lado, hay técnica, capital, protección, ga-rantía y sostenimiento y de otro lado no hay sino for-ma elemental de producción? Evidentemente la eco-nomía tiene que gravitar hacia lo más fuerte, hacialo más organizado, si no representa preferentementelos intereses de lo que está más desorganizado. Estoes, compañeros y conciudadanos, lo fundamental enel gran problema económico y político del país, el de-sequilibrio económico y la falta de un Estado repre-sentativo de los intereses propiamente nacionales;Estado que no excluya, sea dicho con claridad, la in-tervención de los intereses extranjeros en el país,porque esa intervención, por propugnar una técnicasuperior, significa progreso, impulso y aliento para eldesarrollo de nuestra propia economía. Pero es fun-damental también que esa cooperación de las fuer-zas económicas más desarrolladas esté en equilibrio,porque si llega a un cuerpo débil, a un cuerpo sinfuerzas propias, significaría lo que la transfusión desangre con exceso en un cuerpo débil para soportar-la: en vez de darle vida le daría muerte.

Función del imperialismo

Aquí tiene que jugar rol importantísimo estenuevo vocablo que muchos toman como algo sinies-

tro: «Imperialismo». El «Imperialismo», como lodefine Hobson, creador de la palabra, implica eluso de la maquinaria del gobierno por los interesesprivados, principalmente capitalistas, a fin de ase-gurar para ellos las ganancias económicas fuera deun país. El Imperialismo, como dice Culberston, esla expresión económica de la civilización modernaa través de los mares. El Imperialismo no es, pues,el vocablo peligroso y atemorizante, el Imperialis-mo es un concepto económico; el Imperialismo esuna realidad que, con la palabra de Montt, el eco-nomista democrático alemán, nadie puede negaren su evidencia histórica. Imperialismo significala expansión de los pueblos más desarrollados enla técnica de la producción hacia los pueblos menosdesarrollados. El imperialismo forma parte de es-te aspecto de nuestra economía que depende de losintereses extranjeros. Y como en el Imperialismoes fundamental la exportación de capitales, la ex-pansión económica, nosotros tenemos que tomarloen cuenta dentro de una observación de la econo-mía del país. Porque no es que seamos enemigosdel capital extranjero; es que consideramos absolu-tamente necesario que el Estado controle el capitalextranjero a fin de que su concurso dentro de laeconomía nacional sea de cooperación y no de ab-sorción. Y esta palabra absorción no tiene inten-ción alguna, porque ya ha dicho un célebre físico yeconomista europeo: «Muy cerca está la economíade la física». Hay leyes de física que pueden apli-carse muy bien a los fenómenos económicos. Esmuy natural que si para la expansión de una fuer-za no hay resistencia, esa expansión aumentaráhasta que se limite por sí misma. Si la resistenciaes igual o mayor que la expansión, entonces se ha-brá salvado el equilibrio. Nosotros debemos crearnuestras propias resistencias, nosotros debemoscrear nuestra propia presión, y, a la expansión eco-nómica que viene de fuera impulsada por leyes queson ineludibles dentro de la economía, debemosoponer la presión económica que sale de adentro yque por su fuerza e intensidad también es ley com-pletamente necesaria para que la vida nacionalmantenga el equilibrio y la armonía de nuestro or-ganismo económico integral. El imperialismo re-presentará, por consecuencia, en nuestro país, laetapa del capitalismo, la etapa de la industria; eta-pa fatal. Nosotros no podernos eludir la etapa in-dustrial que es un período superior al período agrí-cola o feudal. El progreso impone que después dela edad feudal o agraria venga la edad industrial;

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Discurso de Acho 1931

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pero, nos proponemos, bajo el control de las clasesproductoras que el mismo advenimiento del capita-lismo crea y perfecciona, evitar los peligros gran-des de ese advenimiento industrial. Y nos propone-mos, aprovechando la experiencia histórica delmundo, obtener todos los beneficios de la industria,procurando amenguar, en cuanto se pueda, todoslos dolores y todos sus aspectos de crueldad.

El capital extranjero representa en nuestropaís, técnica, porque el capital extranjero es el quetrae la máquina. Nosotros no somos pueblo indus-trial porque no hemos creado la máquina; sola-mente manejamos la máquina que nos viene defuera. Pues bien, el capitalismo extranjero que esinevitable en países como el nuestro, cumple suetapa; lo importante es que la cumpla bajo el con-trol de un Estado que represente verdaderamentea la mayoría de la nación que está interesada enno ser absorbida.

¿Hay industrialismo peruano?

Ahora bien, compañeros. ¿Cuál es el panoramasocial, propiamente social, que nuestra economíacrea en el país? Nosotros no somos un pueblo indus-trial; consiguientemente la clase proletaria de lanaciente industria es joven. Marx dice: «No sólo espreciso que una clase exista para que pueda condu-cir por sí sola los destinos de la colectividad; es ne-cesario que esa clase adquiera conciencia, adquieracultura y adquiera capacidad suficiente para con-ducir al pueblo todo». Ese período de formación dela conciencia de clase puede compararse al períodode desenvolvimiento de la conciencia y de la capaci-dad de un niño. Un niño vive, un niño siente dolor,un niño protesta por el dolor; sin embargo, un niñono está capacitado para dirigirse por sí mismo. Lasclases sociales creadas por organismos económicoso por sistemas económicos todavía en desarrollo,producen fenómenos semejantes. Las clases vanformando su conciencia, se van definiendo; y aun-que sufren y aspiran, carecen todavía de la capaci-dad suficiente para interpretar el sentimiento na-cional y conducir por sí solas los destinos de la co-lectividad. Es Engels quien escribe que «hay un pe-ríodo en que podría comenzar a diferenciarse a la

clase proletaria industrial de la clase no industria-lizada como tronco de una nueva clase ya suficien-temente apta para la acción política». Antes de eseperíodo aparece como incapaz de gobernarse por símisma. Tal es nuestro panorama social: industria-lismo incipiente y, por consiguiente, clase proletariaindustrial, incipiente también.

El aprismo y las tres clases

Entonces, pues, conciudadanos, nos encontra-mos con este gran problema: clase proletaria indus-trial joven, como joven es nuestro industrialismo;clase campesina numerosa, mayoritaria, pero que acausa de deficiencia técnica está atrasada en susmétodos y en cultura; y clase media, que formandoparte de lo que podríamos llamar el sector nacionalde nuestra economía, carece también de garantía ysufre las consecuencias del desequilibrio económicoal que fatalmente está subordinada nuestra organi-zación nacional.

Frente a estas tres clases, la oligarquía o mino-ría, de la clase o de los grupos nacionales que hanvinculado sus intereses a los intereses extranjeros yque, sobre todo, domina hasta hoy y controla el Es-tado. Bien: la vinculación de lo que hay de comúnen los problemas de estas tres clases, –campesina,proletaria y media–, constituye la esencia económi-ca del aprismo.

Por eso es que están demás las recetas extranje-ras para los males nacionales. Por eso es que estádemás que ciertas gentes extranjerizantes quieranbuscarle parangón o patrón a las teorías del apris-mo. El aprismo insurge absolutamente de una rea-lidad económica nacional. El aprismo es, como pe-día el gran Engels, el buscador, el descubridor denuestra realidad que no hemos tratado de inventar-la fuera del país sino de encontrarla aquí, en el mis-mo y sangrante problema de la nacionalidad.

Compañeros: Si somos democracia, la democra-cia debe amparar el anhelo y la necesidad de la ma-yoría; y las clases proletaria, campesina y mediaque integran nuestro Partido, constituyen la mayo-ría de la nación.

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Víctor Raúl Haya de la Torre

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l síntoma típico de nuestra crisis ha sido el ab-solutismo presidencial, que ha venido acen-tuándose lentamente hasta culminar en el des-potismo de Leguía.

Todos los hombres de pensamiento en Américaestán de acuerdo que necesitamos un Poder Eje-

cutivo enérgico y eficiente, pero respetuoso dela legalidad. Las teorías de Bolívar, el granmaestro de política en Hispanoamérica, sobrela unidad y eficiencia del Poder Ejecutivo, son

y serán de actualidad. Un Poder Ejecutivo efi-caz no quiere decir un Poder arbitrario. El térmi-no medio del ideal bolivariano se aparta de losdos extremos que, en trágico ritmo, han sido laley de la evolución política en América; Ejecutivosdébiles o Ejecutivos tiránicos. No basta confiaren las cualidades del presidente, ni en el grado decultura y desarrollo económico del país, para quela función ejecutiva realice ese equilibrio de efi-ciencia y legalidad. Es necesario que el control, laresistencia al Poder Ejecutivo se encarne en ins-tituciones que, al mismo tiempo que lo limitan, losostienen. Tiene el valor de una verdad eterna laidea de Stendhal: “Sólo puede apoyarse en lo queresiste”.

Desde luego, está fuera de discusión el descar-tar toda reelección.

No creemos que la tendencia al absolutismo sedeba al carácter popular de la elección del presi-dente. Hemos presentado contra esta explicaciónla refutación definitiva de nuestra historia. Lospresidentes más populares, los que recibieron enefecto la consagración del voto nacional, han sidolos más respetuosos de nuestras instituciones.

La solución que atrae a los espíritus simplis-tas es la de someter al Ejecutivo a la influenciadecisiva del Parlamento, siguiendo la imitaciónfrancesa. El presidente es un simple símbolo, unpersonaje decorativo; el gobierno efectivo lo ejer-ce el Gabinete, especie de Comisión del Parla-mento, y mientras cuenta con la mayoría de éste.Tal solución tiene en contra la experiencia de mu-chos países y, en cierto sentido, la nuestra. Elparlamentarismo es un producto esencialmenteinglés y, por lo mismo, no puede importarse. Sueficiencia está unida a dos cosas típicamente bri-tánicas: la tradición monárquica, con el poder mo-

Ensayista de la generación del 900. Fue críti-co de la posición de Mariátegui, y respondióa sus Siete Ensayos acuñando sus tesis de laPeruanidad.

La realidad nacional. Lima: 1980. Extractos se-leccionados págs. 157-159, 161-163, 175-176.

El absolutismopresidencial

y sus remediosVíctor Andrés Belaunde

(Arequipa 1889-Nueva York 1966)

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El absolutismo presidencial y sus remedios

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derador que se encarna en la facultad de la diso-lución del Parlamento y el régimen efectivo dedos partidos. (Aunque en Inglaterra haya tres, elPartido Liberal está destinado a desaparecer o afundirse en una inteligencia permanente con elLabour Party). Debido a esas condiciones, el par-lamentarismo inglés significa unidad, eficacia yfuerza en el Ejecutivo, que es el elemento direc-tor del propio Parlamento. Esto lo vio Bolívarhace cien años con su claridad genial; pero lo hanignorado muchos de nuestros pseudoconstitucio-nalistas.

En los países en que no existe la fuerza mode-radora del monarca y el ritmo regular de dos par-tidos, el parlamentarismo ha sido un desastre.Hoy todos están de acuerdo en señalar radicalesdiferencias entre el parlamentarismo francés y elparlamentarismo inglés. Puede decirse queFrancia vive y prospera por su vitalidad económi-ca y su tradición cultural, a pesar de los defectosde su máquina política: el Ejecutivo inestable (laduración media de los gabinetes desde 1871 hasido de siete meses), los partidos pulverizados (sellegan a contar hasta quince grupos) , desorden ycaos legislativo, y el síntoma más grave, la ten-dencia a aumentar los gastos. El Parlamento,que se imaginó para controlar y sanear las finan-zas del Gobierno, ha resultado por una evolucióncuriosa, fuente de inflación y de derroche. Vi-bran todavía las palabras de Tardieu al respecto.La experiencia de Chile, más cerca de nosotros,habla con idéntica elocuencia. Gabinetes relám-pagos, desorden e inflación de presupuesto, exce-so y empirismo en la legislación, perpetua inesta-bilidad. La revolución y dictadura chilena hansido el epílogo de esos males.

Entre nosotros, las dos tentativas de parla-mentarismo no han sido felices: la de Valcárcel,contribuyó a agravar la crisis del 94; y la del ré-gimen civilista, a partir de 1904, nos condujo aun inmoral trastrueque de funciones entre el Go-bierno y el Parlamento. Nuestro caciquismo par-lamentario supo cotizar bien alto su poder de crí-tica y de censura; aceptó a fardo cerrado las di-recciones del Gobierno, obteniendo en compensa-ción influencia en los nombramientos e interven-ción directa en la administración. Cuando no hasido así, hemos sufrido el otro mal de la oposiciónsistemática.

Si nosotros no aceptamos la hegemonía parla-mentaria, preconizamos un efectivo y moderadocontrol parlamentario. No creemos en la separa-ción de los poderes, como la llevada a cabo, contanta rigidez e inconveniencia, en la Constitu-ción norteamericana. Aceptamos la cooperacióny el contacto entre ellos, no sólo por los informes,sino por la misma interpelación. Descartamos elvoto de desconfianza, y las zancadillas políticas,pero admitimos el voto de censura, motivado, yaprobado por las dos cámaras.

Más que en la falta de un control parlamenta-rio, el régimen personal se ha revelado en otrasmanifestaciones cuya diagnosis se impone si sequiere indicar el remedio acertado. Ellas son: 1ªinfluencia absoluta electoral del Gobierno por laimperfección de los organismos o por su someti-miento a aquel; 2ª libertad en los gastos por laprórroga del Presupuesto, habilitación de parti-das, amplitud en los gastos extraordinarios y, so-bre todo, falta de la institución del contralor; 3ª,poder discrecional en los nombramientos por lafalta de una buena ley de servicio civil; 4ª centra-lismo o sea control absoluto de la vida municipaly departamental; 5ª medios de influir en la opi-nión pública; 6ª subordinación del Poder judicial;7ª influencia en los nombramientos y en el presu-puesto eclesiástico.

●●●

Los consejos regionales

El régimen personal tuvo su expresión en lacentralización absoluta; proceso que se inicia yacon las Juntas Departamentales caciquescas yque llegó a su colmo en los Parlamentos Regio-nales, órganos de la más inútil burocracia. En elcapítulo titulado “Regionalismo y centralismo”de la primera parte de este libro, hemos expresa-do las ideas directrices de esa reforma. Urge avi-var la vida regional y la vida municipal. Respec-to de esta última, restablezcamos la autonomía,transfiriendo las facultades revisoras que teníael Ejecutivo a los organismos regionales. Para laelección de municipalidades, creemos que debemantenerse el sufragio general (lo llamo así por-que, excluidos los analfabetos, no se puede ha-blar de sufragio universal) . Este puede funcio-nar con relativo éxito en las provincias, y distri-

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Víctor Andrés Belaunde

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tos, que son circunscripciones limitadas. Ade-más, el sufragio corporativo es un ensayo que de-be aplicarse por ahora a las regiones. Manten-dríamos así un régimen mixto, en justo equili-brio, de sufragio individual y corporativo.

La innovación fundamental es la de los Conse-jos Regionales, siguiendo las líneas de las activi-dades económicas. Al lado del Registro Munici-pal, se formará un Registro de Actividades Eco-nómicas, bajo estos cinco rubros: minería e in-dustrias extractivas, agricultura, industria ma-nufacturera, comercio y transportes y profesio-nes liberales. Los cuatro primeros grupos esta-rían representados en el organismo regional enproporción al número de personas que compren-de cada actividad, reflejando así la fisonomía eco-nómica de cada región. El grupo menor dará elnúmero mínimo de representantes, que sería elcoeficiente para calcular los de los otros grupos.

La representación de cada grupo puede serdoble o triple; doble, si se quiere diferenciar úni-camente el capital y el trabajo, y triple, si se es-tablece la más ajustada división entre capital yalta dirección, empleados y obreros. En el pri-mer caso, los propietarios y altos directores delas fuerzas económicas tendrían la misma repre-sentación que el trabajo; en el segundo caso, eltrabajo representaría las dos terceras partes.Respecto del quinto grupo o las profesiones libe-rales, daría cinco representantes, uno elegidopor los abogados, otro por los médicos y farma-céuticos, otro por los ingenieros de todos los ra-mos, otro por los periodistas y maestros y unquinto por los funcionarios. Si se tiene en cuen-ta que las profesiones liberales representan tra-bajo y preparación cultural, cabe decir que en es-tos organismos tendría siempre mayoría el tra-bajo.

El término del mandato sería de dos años conreelección indefinida. Sus funciones se extende-rían a estas materias: presupuesto regional, cu-yas entradas estarían constituidas por la contri-bución predial e industrial; caminos regionales;instrucción especializada según las necesidadesde la región; derecho de veto respecto del nom-bramiento de autoridades políticas (prefectos,subprefectos, etc.) ; designación de jueces y voca-les dentro de las ternas preparadas por las Cor-

tes Superiores y los Colegios de Abogados; elec-ción de los tres senadores de la región (uno cadados años). Los miembros del Consejo Regionalrecibirían remuneración de una o dos libras porcada sesión a que asistieran, no pudiendo éstasser más de seis al mes; en el caso de ser elegidosempleados u obreros que no residan en la capi-tal, se les abonará además su salario o su sueldopor el presupuesto regional mientras dure sumandato.

Los organismos regionales limitan las faculta-des del Poder Ejecutivo por lo que se refiere a losfuncionarios políticos con el derecho de veto, y losustituyen enteramente en los nombramientosjudiciales, en la revisión de los arbitrios munici-pales y el control de la instrucción especializada.

Respecto de su presupuesto, son también ab-solutamente autónomos, sin otro contralor que eldel Tribunal Mayor de Cuentas y en ciertos casosdel Parlamento.

Independencia del Poder Judicial

Está perfectamente formada la opinión públi-ca en el Perú acerca de la necesidad de indepen-dizar absolutamente el Poder judicial del PoderEjecutivo. Hoy, como hace ciento cuatro años, tie-nen la misma aplicación las hermosas palabrasde Bolívar: “El Poder Judicial contiene la medidadel bien y del mal de los ciudadanos y si hay li-bertad y si hay justicia en la república, son dis-tribuidas por este Poder. Poco importa a veces laorganización política, con tal que la civil sea per-fecta; que las leyes se cumplan religiosamente yse tengan por inexorables como el destino”. Pa-recidos conceptos repiten hoy mismo los tratadis-tas ingleses sobre la materia y los constituciona-listas americanos cuando critican el sistema dedesignación por sufragio de los jueces y tribuna-les de los Estados de la Unión. La permanenciaes, según experiencia universal, la garantía deprobidad y de honradez. La carrera exige, al me-nos, la proporción de dos a uno en las designacio-nes para los puestos vacantes entre los jueces yvocales antiguos y los abogados de experiencia.Debe conservarse a las Cortes Superiores el nom-bramiento de los Jueces de Paz y la presentaciónde una de las ternas para Jueces de Primera Ins-tancia, dando la otra al Colegio de Abogados.

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l gran problema de la República consistía en haber dejado fuera de la

ley y al margen de la ciudadanía al porcentaje mayoritario de la

población del Perú. El problema del indio estaba en el centro neurálgico

de la construcción de la nación. Casi un siglo de olvido no hizo que su

presencia social pudiera omitirse. También, al cuestionarse el proyecto

liberal decimonónico surgió la pregunta sobre cuál era el papel de ellos

en la nación. Jorge Basadre menciona que “el problema del Indio” se

redescubrió a inicios del siglo XX. Si bien es cierto que a partir de

entonces se sentaron las bases del indigenismo, sobre todo en tanto que

movimiento intelectual, artístico y universitario, que postuló que la esencia de

lo peruano estaba en la cultura indígena, se puede hallar sus trazos

precursores en la segunda mitad del XIX en las obras de Narciso Aréstegui

y Clorinda Matto de Turner.

La elección de esta vía fue una de las posibles reacciones contra el

actuar cuestionable de las élites. Ahora bien, muchos de los indigenistas eran

miembros de la élite que al cuestionar sus propias raíces filosóficas y políticas,

resolvieron reverdecer su programa, uniendo a los ideales republicanos

una nostalgia de lo indio. Así se opusieron a quienes, también dentro de su

clase, pugnaban contra el racionalismo pero desde las enseñanzas de la Iglesia

Católica. Los intelectuales comenzaron a dividirse entre indigenistas

e hispanistas.

● 26 Luis Valcárcel. Tempestad en

los Andes, (Lima: Populibros,s.f.). Págs. 41-44, 91-93, 99-100, 107-108, 116-120.

● 27 Uriel García. El nuevo indio.Lima: Editorial Universo S. A.,1973. Págs. 95-99.

● 28 José María Arguedas. No soyun indio aculturado. En Obras

Completas, Tomo V, (Lima:Editorial Horizonte, 1983).Págs. 13-14.

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La impronta indígena

Capítulo VI:

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Secreto de piedra

uando el indio comprendió que el blanco noera sino un insaciable explotador, se encerróen sí mismo.

Aislóse espiritualmente, y el recinto de su al-ma –en cinco siglos– estuvo libre del contacto

corruptor de la nueva cultura. Mantúvose si-lencioso, hierático cual una esfinge.

Se hizo maestro en el arte de disimular, defingir, de ocultar la verdadera intención. Aesta actitud defensiva, a esta estrategia del

dominado, a este mimetismo conservador de la vi-da, llamáronle la hipocresía india.

La raza, gracias a ella, protege su vitalidad, guar-da intacto el tesoro de su espíritu, preserva su “YO”.

Se oye de continuo censurar la reserva, el egoís-mo del indio: a nadie revela sus secretos. La virtudmedicinal de las yerbas, la curación de enfermeda-des desconocidas, el derrotero de minas y riquezasocultas, los procedimientos misteriosos de la magia.El indio se cuida muy bien de la inquisición de susdominadores. No hablará. No responderá cuandose le pregunte. Evadirá las investigaciones. Inven-cible en su reducto, para el blanco será infranquea-ble su secreto de piedra.

En cambio, él se informará bien pronto de todosnuestros secretos de “hombres modernos”. Brevetiempo de aprendizaje bastará para que domine losmás complejos mecanismos y maneje con la sereni-dad y precisión que le son características las maqui-narias que requieren completa técnica.

El indio es para las otras razas epigónico. Sólo da aconocer su exterior inexpresivo. Bajo la máscara de in-diferente, ¿hallaremos algún día su verdadero rostro?

Su burlona sonrisa será lo primero que descu-bramos.

En lo insondable de esta conciencia andina bulleel secreto de piedra.

Poblachos mestizos

Hórrida quietud la de los pueblos mestizos. Por

Fue uno de los principales impulsores delmovimiento indigenista. Defendió las bon-dades de la cultura y las reivindicacionesdel indio.

Tempestad en los Andes. Lima. Populibros pe-ruanos. Extractos seleccionados, págs. 41-44,91-93, 99-100, 107-108, 116-120.

Tempestad enlos Andes

Luis Valcárcel(Ilo 1891- Lima 1987)

Luis Valcárcel

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Tempestad en los Andes

el plazón deambula con pies de plomo el sol del me-diodía. Se va después, por detrás de las tapias, delos galpones, de la iglesia a medio caer, del caseróndestartalado que está junto a ella; trepa el cerro, ylo traspone; voltea las espaldas definitivamente, yla espesa sombra sumerge al pueblo. Se fue el día,se acabó la noche; son clepsidras invisibles los habi-táculos ruinosos; lentamente se desmoronan. Des-pués de veinte años. el pueblo sigue a medio caer;no se da prisa el tiempo destructor.

Gusanos perdidos en las galerías subcutáneasde este cuerpo en descomposición que es el poblachomestizo, los hombres asoman a ratos a la superficie;el sol los ahuyenta, tornan a sus madrigueras. ¿Quéhacen los trogloditas? Nada hacen. Son los parási-tos, son la carcoma de este pudridero.

El señor del poblacho mestizo es el leguleyo. el“kelkere”. ¿Quién no caerá en sus sucias redes dearácnido de la ley? El indio toca a sus puertas. Elgamonal lo sienta a su mesa. El juez le estrecha lamano. Le sonríen el subprefecto y el cura.

El leguleyo es temido y odiado en secreto. Todaslas astucias, todos los ardides, para confundir al po-deroso, para estrangular al débil, son armas del tin-terillo. Explota por igual a blancos y aborígenes.Prevaricar es su función. Como el gentleman es elmejor producto de la cultura blanca, el leguleyo eslo mejor que ha creado nuestro mestizaje.

Hórrida quietud la de los pueblos mestizos, ape-nas interrumpida por los gritos inarticulados de losborrachos. La embriaguez alcohólica es la más altainstitución de los pueblos mestizos. Desde el ma-gistrado hasta el último curial, desde el propietarioal mísero jornalero, la ebriedad es el nivel común,el rasero para todos. Iguales ante el alcohol, antesque iguales ante la ley.

Todas las aspiraciones del mestizo se reducen aprocurarse dinero para pagar su dipsomanía. Elhombre de la ciudad que se va a vivir al poblacho esun condenado irremisible al alcoholismo.

Cuántas truncadas vocaciones por el confina-miento en el poblacho. Los “jóvenes de esperanzas”que estudiaron en la ciudad y hubieron de retornara “su pueblo” se sepultan en el pantano. Cadáveresambulantes, alguna vez abandonan sus habitáculos

por breves días; reaparecen en la capital. Se les re-conoce en conjunto: son los “poblanos”. Tardos, co-mo entumidos, pasan por las calles, de frente a losbebederos. Tambaleantes, con los ojos turbios, abo-tagados, enrojecidos, miran las cosas de la ciudadcon estúpida expresión. Gastan el producto de laventa de ganado o cereales hasta el último céntimo.La decencia consiste en su pródigo consumo de cer-veza y licores, con los amigos a quienes tutea desdela infancia. Este “mozo” de traje descuidado, ana-crónico, de presencia lamentable, fue un condiscí-pulo en el Colegio Nacional. Ahora es el temible le-guleyo del poblacho, el agente para las elecciones,el enganchador para las empresas, el vecino princi-pal, cuya industria más saneada es el vivir a expen-sas de los obsequios del indio, del soborno del pro-pietario, de los gajes de la función concejil, –fondosde municipalidades, recursos del Estado.

La atmósfera de los poblachos mestizos es idén-tica; alcohol, mala fe, parasitismo, ocio, brutalidadprimitiva. La pesadez plúmbea de sus días todosiguales se interrumpe a veces con la ráfaga san-grienta de un crimen. Rencillas lugareñas, choquesde minúsculos bandos, odio mezquino que estallaen la primera bacanal, en la fiesta del Patrón delpueblo, en la lidia de gallos, en la disputa política.El garrotazo o la cuchillada.

Todos los poblachos mestizos presentan el mis-mo paisaje: miseria, ruina; las casas que no se de-rrumban de golpe, sino que como atacadas de leprase desconchan, se deshacen lentamente, son el sím-bolo más fiel de esta vida enferma, miserable, de lasagrupaciones de híbrido mestizaje.

●●●

La nueva amistad

No tuvieron amigos; eran esclavos, y la amistadfue tabú para ellos. Sus amos, cuando les tratabanmejor, sabían que les estaba prohibido aproximarseamistosamente a quienes, por ley y costumbre, te-nían que ver como inferiores. El indio se pasó qui-nientos años con la sola amistad del borriquillo. Elbuen asno, tardo, le ayudó a portar la carga que so-bre sus espaldas le echaba el blanco. El buey, otroamigo, colaboró con él en las faenas de la tierra,ahorrándole esfuerzo. Pudo reservar el tirapié (lachakitajlla) para los barrancos. La pareja de bovi-,122

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Luis Valcárcel

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nos avanzaba lentamente con el arado de palo, Porlos caminos, tras el pequeño asno; por los sembra-dos, en pos del buey, el indio hace su trabajo silen-ciosamente. A veces canturrea una tonadilla delviejo lar, a ratos intenta el diálogo con sus amigui-tos. Diálogo frustrado. Ellos no responden. Así,quién sabe, es mejor; dicen tan poco sus grandesojos turbios...

“Marcus”, “Mareano”, apacibles compañeros,cuánto parecido tienen a los buenos labriegos; comoellos, sufridos y resignados; como ellos, tranquilos,quietos, frugales. Del campo al establo, del establoal camino, todos los días, todos los años, hasta mo-rir oscuramente, de puros viejos.

Ya el indio no sólo tiene como amigos a “Mar-cus”, a “Mareano”; es otro hombre como él quien leha abierto su corazón. Es otro hombre blanco; cosaextraordinaria: un hombre blanco su igual, su ami-go, no su opresor, el amo siempre tiránico. A esteamigo le estrecha la mano y le mira a los ojos, defrente, sin temor, sin desconfianza.

Es el adventista, el bueno y alegre Miller, rubi-cundo hijo de Yanquilandia, que ejerce el apostola-do de la Nueva Amistad.

Nada le exige Miller. Condori no tiene obligacio-nes para él; puede entonces obsequiarle como alhermano de raza, y así le acoge cordialísimo en surústico “home”, y comen ambos del mismo plato ybeben de un solo vaso. Santa amistad, tan espera-da cinco siglos.

La nueva escuela

Indalecio Mamani es el preceptor en el ayllu deKollawa; salió diplomado de la Escuela Normal deJuliaca, hizo su práctica como maestro ambulanteen Chucuito. La escuela ocupa un edificio reciénconstruido bajo la dirección del ingeniero de la Mi-sión. Amplias salas iluminadas, con bellas vistassobre el panorama de la planicie y el cordón nevadode los Andes. El niño indio concurre con placer, por-que el paisaje familiar lo tiene siempre ante losojos.

El maestro indiano sabe lo que debe enseñar a loshijos de su raza, y cuanto enseña lo hace con amor,con el ideal de rehabilitación, como la luz de Sirio

en las tinieblas de la inconsciencia pedagógica.La casa-escuela es el orgullo del ayllu. Las familiasaborígenes se sienten ligadas a ella, como diez añosantes a la iglesia parroquial. El domingo, el salónde actos rebosa de público que, ávido, escucha la pa-labra elocuente de Indalecio Mamani, el educadorde la Raza. Las almas embotadas de la grey andi-na comienzan a sacudirse de su sueño de piedra.Como un barreno penetra a lo hondo de esas con-ciencias la voz del maestro, y hay algo que se agitaen el subsuelo espiritual de estos hombres olvida-dos de sí mismos.

La escuela se sostiene por el ayllu: todos concu-rrieron a edificarla, todos también la apoyan comoadivinando que de allí saldrán los Indios Nuevos,nunca más esclavos.

La escuela nueva es el almácigo de la Raza re-surgida.

Trescientas, trescientas cincuenta escuelas deindios y para indios se desparraman en la altipam-pa ilímite. Cada año brota un ciento, y las primerasde los valles serranos ya alientan recién nacidas,La escuela fiscal es un convencionalismo; el precep-tor fiscal, una plaza supuesta. El indio, donde exis-te una escuela “suya” no va más a la del maestromestizo y descastado que sigue tratándolo como asiervo. Huye de las sucias casuchas que el Estadollama pomposamente Escuela Fiscal número10589, Centro Escolar número 5432...

¿Cuántos millares de Indios Nuevos han salido dela Escuela India? ¿Cuántos más saldrán en estequinquenio?

●●●

La rebeldía ortografía

Basta ya de sujeción al yugo de la gramática es-pañola –se han dicho los idiomas vernáculos.

Sí, guerra a las letras opresoras: a la b y a la v ala d y a la z, que no se usaron jamás; afuera la c bas-tarda y la x exótica y la g decadente y femenina, yla q equívoca, ambigua.

Vengan la K varonil y la W de las selvas germáni-cas y los desiertos egipcios y las llanuras tártaras.,123

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Tempestad en los Andes

Usemos la j de los árabes análogos.

Inscribamos Inka y no inca: la nueva grafía se-rá el símbolo de emancipación. El keswa libre deltutelaje escriturario que le impusieron sus domi-nadores.

El keswa en la simpática amistad y vinculaciónfonográfica de los idiomas símiles.

Reaprendamos a escribir los nombres adultera-dos, las toponimias corrompidas. Kosko y no Cuz-co, Wiracocha y no Viracocha, Paukartampu y noPaucartambo, Kochapampa y no Cochabamba, Ka-witi y no Cahuide Atau Wallpa y no Atahualpa,Kunturi y no Condori, Kespe y no Quispe, mitmaj-kuna y no mitimaes, yunkas y no yungas.

Limpiemos el keswa de excrecencias hispánicas,purifiquemos la lengua de nuestros padres inmar-cesibles los Hijos del Sol: que brille su áurea, puli-da armazón, recubierto por cinco siglos de mugreesclavista. Impongamos el léxico andino: que el or-gullo usurpador adopte las voces sin equivalencia.Que la vieja Academia de Madrid reconozca, venci-da, la fuerza del andinismo filológico.

Rompamos el último eslabón de la cadena, aun-que giman los nostálgicos del yugo, los españolistasa ultranza que suspiran por el Siglo de Oro Caste-llano y rinden fanático culto a Calderón de la Bar-ca, Tirso de Molina, Lope de Vega, con la reverenteactitud de los siervos coloniales.

●●●

Quinientos años son necesarios –y quizá aúnmás– para que el hombre de la cultura occidental sedé cuenta de que el mundo no es su solo mundo; deque más allá de las Columnas de Hércules o del ar-chipiélago helénico, miles de años antes que el or-gulloso europeo, hubo hombres y pueblos capacesde un perfeccionamiento tan original, dentro de sumedio telúrico, que se bastaron a sí mismos sin te-ner nada que envidiar ni aprender de otras gentes.

Cuatro siglos de implacable destrucción de unaraza. Cuatro siglos que pugna el invasor blanco pordesarraigar una cultura. Nuestra historia es la tra-gedia de esta lucha. El hombre de ultramar y elaborigen, en este duelo gigantesco, no cejan en su

empeño de afirmar su ser, sin doblegarse a la fata-lidad del sino. Quiere el conquistador, en su locapresunción, borrar todo el pasado de diez mil añosde cultura indígena. Bajo la piqueta del destructorvan cayendo, una a una, las instituciones del viejoImperio. Los suntuosos palacios, las estupendasfortalezas, los magníficos templos levantados por elInka, en un glorioso afán de eternidad, son derriba-dos por el bárbaro vencedor. Con los últimos seño-res de Vilcabamba concluye la estirpe solar de losemperadores. Rueda del patíbulo la inocente cabe-za del postrero príncipe del Tawantinsuyu. ¡Mas, esen vano, del alma india no puede ser arrancada laesencia de su cultura!

En la torpe desviación republicana, incapaces decomprender la realidad histórica, hemos ido másallá del opresor español. Las últimas vislumbres deautonomía, el simulacro de las autoridades indias,la conservación de la propiedad comunitaria, el re-fugio en lo ornamental de las fiestas en que reapa-recían aún las insignias del Inka vistiendo a algu-nos de sus descendientes como un recordatorio desu grandeza, todo, todo ha desaparecido en nombrede una burlesca, sombríamente irónica igualdad.Más ciegos, más ignorantes que los colonizadores,borramos de una plumada las sabias leyes protecto-ras del regnícola, que en aquellos lejanos tiemposse dieron con un gran conocimiento de la virtuali-dad jurídica. No ha habido emancipación para laraza americana.

El divorcio nacional en que vivimos, que acentúade día en día la incomprensión de la sede del gobier-no, impide afrontar la solución de los gran proble-mas vitales como es el problema de la raza indiana.Los Andes constituyen una muralla infranqueablepara el legislador y el gobernante de la Capital. Deotro lado, son tan diversas las modalidades de se-rranos y costeños que éstos no podrán darse cuentanunca de lo que es la vida en las serranías y de loque significan los ideales de cuantos de ella partici-pamos. Esta disparidad sociológica viene desdemuy atrás. El Cuzco y Lima son, por la naturalezade las cosas, dos focos opuestos de la nacionalidad.El Cuzco representa la cultura madre, la heredadade los inkas milenarios. Lima es el anhelo de adap-tación a la cultura europea. Y es que el Cuzco pree-xistía cuando llegó el Conquistador y Lima fuecreada por él, ex nihilo.,124

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Luis Valcárcel

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¿Cómo desde la capital va a comprenderse elconflicto secular de las dos razas y las dos culturasque no ha perdido su virulencia desde el día que elinvasor puso sus plantas en los riscos andinos?

¿Será capaz el espíritu europeizado, sin raigam-bre en la tierra maternal, de enorgullecerse de unacultura que no le alcanza?

¿Podría vivir en el mestizaje de otras razas exó-ticas el gran amor que sólo nutre y mantiene la san-gre da los hijos del sol?

Sólo al Cuzco está reservado redimir al indio.

●●●

El Perú, pueblo de indios

Un periodista yanqui ha afirmado, ante el es-cándalo de muchos, que el Perú es un pueblo de in-dios y que esa consideración ha influido en el ánimodel presidente Coolidge para negarle justicia en sucontroversia con Chile.

Y ha dicho bien el periodista yanqui. El Perú esun pueblo de indios. El Perú es el Inkario, cuatro-cientos años después de la conquista española. Dostercios de su población pertenecen a las razas reg-nícolas; siguen hablando los idiomas vernaculares.

Para esos cuatro millones de peruanos siguesiendo el Hombre Blanco un usurpador, un opresor,un ente extraño y extravagante.

El Hombre Blanco, en buena cuenta, no ha sus-tituido al indígena sino a una clase social inkaica.A los que mandaban, a los que dominaban. El Mo-narca Español heredó al Monarca Indio, le sucedió

en el derecho de gobernar y en el de la propiedad delas tierras “del Inka”. La Iglesia se apoderó de lastierras “del sol”. De muchas tierras públicas y pri-vadas salió el repartimiento. Al curaca reemplazóel encomendero, el terrateniente, el gamonal. ElHombre Blanco sustituyó, pues, a los inkas, es de-cir, a la nobleza del imperio.

El pueblo siguió siendo netamente americano.

El Hombre Blanco construyó la Ciudad a la es-pañola, unas veces sobre las ruinas de la urbe in-kaica, como el Cuzco, otras veces no: la ciudad salióde la nada, aunque la “mano de obra” fuera siempreindia. Lima, Arequipa, Trujillo, Piura fueron sur-giendo por mandato del español dominador, peropor esfuerzo del regnícola.

Mas, el Perú esencial, el Perú invariable no fue nipudo ser nunca sino indio. De un cabo a otro del te-rritorio, erizado está el mapa de toponimias kes-was, aymaras, mochikas, pukinas. Ciudades, al-deas, ventorros, haciendas, heredades, simples par-celas, montañas, ríos, valles, lagunas, todo estábautizado por la Raza. En vano el esfuerzo de lla-mar Grau a Cotabambas o Espinar a los distritosaltos de Kanas o Melgar a Ayaviri. En vano suavi-zar la ruda fonética de los ásperos apellidos, o ab-surdo descastamiento traducirlos algunas veces alespañol. Los Kispes y los Waman, los Kondori y losChanganaki, los Ch’ekas y los Chok’ewanka estándenunciando la verdad inmarcesible: el Perú es in-dio y lo será mientras haya cuatro millones de hom-bres que así lo sientan, y mientras haya una briznade ambiente andino, saturado de las leyendas decien siglos.

¡El Perú es indio!

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Proceso del neoindianismo

a Conquista.- Uno de los aspectos de nuestrahistoria que ha sido mal juzgada hasta hoy esel que se refiere a la conquista de América. Yese malentendido ha generado criterios de es-timación –exaltados, unas veces, depresivos,

otras– sobre la época del dominio español, lláma-se coloniaje o virreynato, que deforman su reali-

dad íntima y acarrean lamentables confusiones. Laopinión más corriente es de que la época colonial fue

obra exclusiva de España. Sobre esta base, unos pro-rrumpen en líricas declamaciones sobre la

“madre España”, creadora de los pueblos ame-ricanos, como si el Continente, en el momento

en que fue descubierto, hubiera sido una selva vir-gen donde Europa prolongó su historia, como quien amplía sudomicilio; mientras otros, siempre poseídos del mismo error,se desatan en invectivas contra el conquistador a quien lo to-man como a un bárbaro destructor de los monumentos autóc-tonos, como si la conquista hubiera sido una expedición de ar-queólogos y de incanistas, considerándolo por tanto como aun elemento intruso cuya tiránica impertinencia de tres si-glos feneció en la epopeya libertadora que devolvió a los pue-blos indígenas aquella misma autonomía del incanato y delas demás culturas precolombinas, como si el incanato y sussimilares hubieran sido algo así como esos muelles de aceroque recuperan su elasticidad en cuanto se retira la presiónque los oprime.

Quitado el peso de encima el muelle sigue funcionando.Y el extremo ingenio, de última hora, de esta apreciación vamás allá todavía, en creer que la cultura colonial es obra ex-clusiva del indio-incaico.

Sin embargo, la realidad es otra.

Más que un acontecimiento políticoeconómico, que en-sancha los dominios españoles, acrecienta los tesoros realesy amplía el escenario geográfico donde se desenvuelve unepisodio de su historia, o todavía más que ese criterio tan es-trecho que considera la conquista como la redención de labarbarie por la civilización –desde el punto de vista europeo,que es la perspectiva corriente en que se colocan nuestroscríticos–, viene a ser una tragedia espiritual que conmueveasí a los invasores como a los conquistados –si nos coloca-mos en un punto de vista esencialmente americano y máscertero. Porque de ese brusco encuentro de dos culturas dia-metralmente opuestas, nuestra historia se deslizó por otrosrumbos y adquirió una nueva personalidad. Sin que estoconfirme la opinión contrapuesta de que el coloniaje es el“inkario sin el inka”.

La conquista es una catástrofe psicológica, como toda

Natural del Cusco, historiador, etnólogo,catedrático y senador de la República. Fueuno de los indigenistas más connotados desu tiempo.

El nuevo indio. Lima: Editorial Universo S. A.,1973. Extracto seleccionado, págs. 95-99.

El nuevoindio

Uriel García(1884-Lima 1965)

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Uriel García

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tragedia que nutre la historia de la humanidad. Para el es-píritu indiano autóctono fue un cambio de derrotero, fatal,imprevisto forzoso; todo un momento de prueba. Pero delmismo modo para la cultura invasora. Del percance salió elinvasor con su integridad moral mermada por el influjo dedos elementos de capital importancia: la tierra y la tradi-ción andinas; valores históricos ya constituidos en siglos dediálogo creador, de beligerancia mutua y, a la vez, de cor-dial simbiosis.

La indianidad (no el incanato) estremecida vira su desti-no por otras rutas sin darse por vencida. Halla otras ideas oformas de expresión en qué proseguir esa su juvenil y pode-rosa voluntad de genio andino. Por su parte, la vieja civiliza-ción española –síntesis de elementos heterogéneos– recibeotra inyección más de la savia vernácula y pierde, al mismotiempo, su integridad histórica; inmersa en un medio que noera el suyo se produce de manera distinta a su cultura origi-naria, por lo menos en los aspectos más elevados.

De ese modo, la conquista y su vástago, el “coloniaje”.son episodios de una sola historia –la nuestra, americana- yde una historia de conciencia más acrecentada–; son tránsi-tos de la misma vida por horizontes más vastos y distintos,diversos, sin duda, a los que se hubiera creado por su propioimpulso el alma indiana al conservar su simplicidad autóc-tona y su libertad de acción. Pero el coloniaje, a pesar de sustiranías, le dio medios de buscarse una nueva libertad, quela iba encontrando. Aquel episodio de la intromisión espa-ñola es nuestra propia vida, fracasada en una dirección,orientada hacia otra.

Nada más falso entonces que llamar “cultura española”o tomar como “prolongación española” a los trescientosaños de dominio político de España en América.

¿Dónde está España en el ciclo neoindiano o colonial?Está en el gobierno, en la mera administración política; es-tá en los virreyes, en los corregidores, en los recaudadoresde tributos, en esa falange de mandones y negociantes que,todos, cumplido su mandato, se vuelven a la metrópoli conlas bolsas llenas. España, son todos aquellos mal llamados“indianos”, que pasan el mar a pan y agua y lo repasan conlos arcones llenos de “barras” y lingotes de metales precio-sos extraídos por los mitayos del subsuelo andino. España,son los verdugos, como los victimarios de Antequera, comoAreche y Matalinares, diabólicos arquetipos de la feroci-dad, ajusticiadores de Túpak Amaru, o como el mismo bri-gadier Pumakahua –en cuanto enemigo implacable de és-te. España son los condes y marqueses que organizan susexpedientes de “servicios a la Corona” con la historia de susmaldades y consiguen, a falta de otras mercedes de mayorlucro un abrazo de Felipes y Carlos y una patente de impu-nidad para explotar al indio.

Mas ya no está en los conquistadores que arraigan en latierra, que toman a la india para formar en ella su prole y,por ende, su historia, que hunden sus raíces efectivas en elambiente, y cuyos valores morales acrecientan su persona-lidad. Ya no está toda en las altas formas de la cultura quetienen el sello americano, allá más acentuado, aquí más dé-bil pero siempre revelando la garra plasmadora de lo nati-vo.

Desde el escenario de nuestros Andes y al trasluz denuestro corazón de indianos, es grande el equívoco de los“hispanistas” al referirse a una historia colonial considera-da como fruto de un solo progenitor, el español, quien es to-mado, en este caso, como un ente raro y abstracto, incapazde plasmarse en otras formas de expresión y de adquiriruna conciencia y una personalidad diversas a la que tuvodentro de su propio medio y dentro de su propia historia.Lo que produjo el pensamiento puramente español, sustra-yéndose del influjo vernacular se volvió a España, o pugnópor aclimatarse en las zonas neutrales como la costa y enlas ciudades levantadas sobre el desierto costero. Mas enla sierra, lo indiano prosiguió su destino, porque después dela conmoción violenta de la conquista el ritmo histórico vol-vió a tomar su diapasón más acelerado, o más lento, perode todos modos, bajo un nuevo compás. Lo mismo podrádecirse sobre el lirismo incanista de creer que el alma incai-ca seguía mandando dentro de un mundo que ya no era elsuyo.

Así, la historia de la conquista y de toda la época co-lonial no puede ser tomada como un capítulo o fragmen-to de la historia y de la vida españolas, historia involu-crada como en un paréntesis que abarca tres siglos (eltiempo que duró la colonia), entre la historia incaica y larepublicana ni como una prosecución del incanato. El ci-clo neoindio es tan nuestro como lo incaico o lo republi-cano, porque, al menos, dentro de nuestros horizontes, elalma indiana y el temple de los Andes le vigoriza y le dapersonalidad. Indios y conquistadores que ingresan aese nuevo panorama americano transformado crean unacultura paralelamente modificada. El nuevo tipo huma-no que se va formando crea un nuevo tipo de cultura.Esa cultura tiene un ritmo indiano en unas zonas másacentuadas que en otras, es cierto. Es una ondulacióntransitoria donde la línea que decae representa el mayorinflujo hispánico y la consiguiente disminución del vigorvernáculo, pues tres siglos del nuevo régimen fueron na-da para una fusión más uniforme. Usando del tecnicis-mo de la herencia mendeliana, diríase que unas veces esdominante lo indiano y recesivo lo español, otras, al con-trario. La línea ascendente de aquella ondulación co-rresponde a nuestra sierra, situando el problema sólodentro de nuestras fronteras históricas. ,127

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cepto con regocijo el premio Inca Garci-laso de la Vega, porque siento que re-presenta el reconocimiento a una obraque pretendió difundir y contagiar en elespíritu de los lectores el arte de un indi-viduo quechua moderno que, gracias a la

conciencia que tenía del valor de sucultura, pudo ampliarla y enrique-

cerla con el conocimiento, la asimilacióndel arte creado por otros pueblos que dispu-

sieron de medios más vastos para ex-presarse.

La ilusión de juventud del autor parece ha-ber sido realizada. No tuvo más ambición que la devolcar en la corriente de la sabiduría y el arte delPerú criollo el caudal del arte y la sabiduría de unpueblo al que se consideraba degenerado, debilita-do o “extraño” e “impenetrable” pero que, en reali-dad, no era sino lo que llega a ser un gran pueblo,oprimido por el desprecio social, la dominación po-lítica y la explotación económica en el propio suelodonde realizó hazañas por las que la historia lo con-sideró como gran pueblo: se había convertido enuna nación acorralada, aislada para ser mejor ymás fácilmente administrada y sobre la cual sólolos acorraladores hablaban mirándola a distancia ycon repugnancia o curiosidad. Pero los muros ais-lantes y opresores no apagan la luz de la razón hu-mana y mucho menos si ella ha tenido siglos deejercicio; ni apagan, por tanto, las fuentes del amorde donde brota el arte. Dentro del muro aislante yopresor, el pueblo quechua, bastante arcaizado ydefendiéndose con el disimulo, seguía concibiendoideas, creando cantos y mitos. Y bien sabemos quelos muros aislantes de las naciones no son nuncacompletamente aislantes. A mí me echaron por en-cima de ese muro, un tiempo, cuando era niño; melanzaron en esa morada donde la ternura es másintensa que el odio y donde, por eso mismo, el odiono es perturbador sino fuego que impulsa.

Contagiado para siempre de los cantos y los mi-tos, llevado por la fortuna hasta la Universidad deSan Marcos, hablando por vida el quechua, bien in-corporado al mundo de los cercadores, visitante fe-liz de grandes ciudades extranjeras, intenté conver-tir en lenguaje escrito lo que era como individuo: unvínculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse, de lagran nación cercada y la parte generosa, humana,de los opresores. El vínculo podía universalizarse,

Escritor andahuaylino. Fue director de laCasa de la Cultura. Es el mayor narradorcontemporáneo del mundo andino. En susobras exalta la tradición andina y la reivin-dicación histórica del indio.

“No soy un indio aculturado” En Obrascompletas. Lima: Editorial Horizonte,1983. t.V, Extracto seleccionado, págs. 13-14.

No soy un indio aculturado

José María Arguedas(Andahuaylas1911- Lima 1969)

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No soy un indio aculturado

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José María Arguedas

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extenderse; se mostraba un ejemplo concreto, ac-tuante. El cerco podía y debía ser destruido; el cau-dal de las dos naciones se podía y debía unir. Y elcamino no tenía por qué ser, ni era posible que fue-ra únicamente el que se exigía con imperio de ven-cedores expoliadores, o sea: que la nación vencidarenuncie a su alma, aunque no sea sino en la apa-riencia, formalmente, y tome la de los vencedores,es decir que se aculture. Yo no soy un aculturado;yo soy un peruano que orgullosamente, como un de-monio feliz habla en cristiano y en indio, en españoly en quechua. Deseaba convertir esa realidad enlenguaje artístico y tal parece, según cierto consen-so más o menos general, que lo he conseguido. Poreso recibo el premio Inca Garcilaso de la Vega conregocijo.

Pero este discurso no estaría completo si no expli-cara que el ideal que intenté realizar, y que tal pa-rece que alcancé hasta donde es posible, no lo ha-bría logrado si no fuera por dos principios que alen-taron mi trabajo desde el comienzo. En la primerajuventud estaba cargado de una gran rebeldía y deuna gran impaciencia por luchar, por hacer algo.Las dos naciones de las que provenía estaban enconflicto: el universo se me mostraba encrespado deconfusión, de promesas, de belleza más que deslum-brante, exigente. Fue leyendo a Mariátegui y des-pués a Lenin que encontré un orden permanente enlas cosas; la teoría socialista no sólo dio un cauce atodo el porvenir sino a lo que había en mí de ener-gía, le dio un destino y lo cargó aún más de fuerzapor el mismo hecho de encauzarlo. ¿Hasta dóndeentendí el socialismo? No lo sé bien. Pero no mató

en mí lo mágico. No pretendí jamás ser un políticoni me creí con aptitudes para practicar la disciplinade un partido, pero fue la ideología socialista y elestar cerca de los movimientos socialistas lo que diodirección y permanencia, un claro destino a la ener-gía que sentí desencadenarse durante la juventud.

El otro principio fue el de considerar siempre elPerú como una fuente infinita para la creación.Perfeccionar los medios de entender este país infi-nito mediante el conocimiento de todo cuanto sedescubre en otros mundos. No, no hay país más di-verso, más múltiple en variedad terrena y humana;todos los grados de calor y color, de amor y odio, deurdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e ins-piradores. No por gusto, como diría la gente llama-da común, se formaron aquí Pachacámac y Pacha-cútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilaso,Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren, lafiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros;los yungas de la costa y de la sierra; la agriculturaa 4.000 metros; patos que hablan en lagos de altu-ra donde todos los insectos de Europa se ahogarían;picaflores que llegan hasta el sol para beberle sufuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitardesde aquí a alguien resulta algo escandaloso. Entécnica nos superarán y dominarán, no sabemoshasta qué tiempos, pero en arte podemos ya obli-garlos a que aprendan de nosotros y lo podemos ha-cer incluso sin movernos de aquí mismo. Ojalá nohaya habido mucho de soberbia en lo que he tenidoque hablar; les agradezco y les ruego dispensarme.

Palabras de José María Arguedas en el acto de entrega del pre-mio “Inca Garcilaso de la Vega”. (Lima, Octubre 1968.)

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a década de los años ’30 significó la apertura a las corrientes ideológicas, políticas y filosóficas de Europa. Luego de la Segunda Gran Guerra, esto contribuyó a la difusión y consolidación del pensamiento social de los diversos grupos de izquierda. Entre

1950-1980, el pensamiento crítico o social fue predominante. La derecha hispanista fue asociada pronto con las ideologías que habían

sido derrotadas en Europa y por lo tanto eran vistas como obsoletas. La derecha liberal, por otra parte, salvo el caso excepcional de Pedro Beltrán,

no contó con líderes destacados que la hicieran prosperar como corriente de opinión. El foco de interés estaba en las reformas

sociales, cuya urgencia era mayor luego del incipiente desarrollo industrial de los años veinte y el crecimiento de las ciudades.

La marginación deja de ser sólo un problema del indio. Se convierte en el centro de la problemática nacional.

Junto al problema urbano de la marginalidad, las grandes preguntas sociales acaparan el interés y la pasión de los intelectuales y los movimientos políticos masivos. Prevalecía la teoría de la dependencia y la crítica a la política exterior y a las inversiones norteamericanas. La magnitud de la intervención estatal se convirtió en una cuestión central. Entonces, la presión de los intelectuales de izquierda hace creer con firmeza que la palanca principal del progreso es el Estado.

● 29 Sinesio López. “Intelectuales ypolíticos en el Perú del siglo XX”.En Pensamiento Político Peruano

1930-1968, Alberto Adrianzén ed., (Lima: DESCO, 1990). Págs. 34-47.

● 30 Augusto Salazar Bondy. Historia

de las ideas en el Perú contemporá-

neo: el proceso del pensamiento

filosófico, (Lima: FranciscoMoncloa editores, 1967).Págs. 458-462.

● 31 José Luis Bustamante yRivero. En Mensaje al Perú,(Lima: EditorialUniversitaria, s.f.). Págs. 27-32.

● 32 Fernando Belaunde. La Conquista

del Perú por los peruanos, (Lima:Editorial Minerva, 1994). Págs.157-159, 161-163, 175-176.

● 33 Francisco Miró Quesada.Humanismo y revolución, (Lima:Casa de la cultura, 1969). Págs.92-94, 97-98, 102-107, 108-109,136-139, 141-146.

● 34 Gustavo Gutiérrez. Teología de

la liberación, (Lima: CEP, 1996).Págs. 98-105.

● 35 Juan Velasco Alvarado. “El discurso de la Reforma Agraria (24de junio de 1969),” Velasco. La Voz

de la Revolución, (Lima: Peisa ySINAMOS, 1972). Págs. 43-55.

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Democraciay radicalismo

Capítulo VII:

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Sinesio López

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uando comienza un proceso de diferenciación enla estructura social, impulsado por el desarrollodel capitalismo y del mercado interno, se iniciatambién la diferenciación de lo público y lo pri-vado. La política adquiere una sustancia pro-pia. En ese contexto se instala la tensión entrelos intelectuales y los políticos. Esa tensión se

acentúa cuando la racionalidad clásica entra encrisis alrededor de los ’80. En otras latitudes, como

Europa, la crisis de la racionalidad clásica se produjoa comienzos de este siglo.

Entre los intelectuales, los políticos y las masasse han establecido en el Perú dos modalidades de re-lación: el modelo liberal y el modelo tecnocrático enlos regímenes liberales.

El modelo liberal coloca al político en el vérticede la relación, utiliza al técnico como elaborador deprogramas y a las masas como espacio pasivo de le-gitimación. Luis Bedoya Reyes, líder del PPC, decíaque los técnicos se alquilan. Alfonso Barrantes de-cía que los técnicos hacen los programas para en-frentar la crisis, pero que los políticos decidían. Loque quiero decir es que el modelo liberal es tambiéncompartido por la izquierda. Incluso el esquema le-ninista de organización no escapa de las redes delmodelo liberal de la política.

El esquema tecnocrático es propio de los regíme-nes dictatoriales o autoritarios. El tecnócrata civil omilitar se erige en el centro de la racionalidad, el po-lítico es su asesor y la masa le sirve nuevamente co-mo espacio de legitimación.

Estos dos modelos entran en crisis a mediados dela década del ’70 con la exigencia de autonomía delas masas que postulan una racionalidad propia.

Las masas del ’30 no traducen una racionalidadpropia, sino que encuentran su identidad en elAPRA o en el Partido Comunista después de lamuerte de Mariátegui.

La racionalidad política del ’30 recoge la raciona-lidad de las masas, pero la racionalidad propia delas masas no aparece entonces con propiedad, por-que las masas no demandan autonomía frente a lospartidos ni frente al Estado.

El APRA abre un espacio a la presencia de las

Sociólogo de la Universidad de San Mar-cos. Uno de los grandes innovadores de lasociología política peruana. Actualmentese dedica a los estudios de la democraciay su problemática en el Perú.

“Intelectuales y políticos en el Perú del sigloXX”. En Pensamiento político peruano 1930-1968, Alberto Adrianzén ed., (Lima: DESCO,1990). Extracto seleccionado, págs. 34-47.

Intelectuales y políticos en el Perú

del siglo XXSinesio López

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Intelectuales y políticos en el Perú del siglo XX

masas en la escena entre el ’30 y el ’56; después lohará también la izquierda. Pero a partir de losaños ’70 la demanda de la autonomía del movimien-to social frente a los partidos y al Estado supone eldesarrollo de una cierta racionalidad propia, al exi-gir su reconocimiento como interlocutor y como su-jeto social y político. La introducción de esa nuevaracionalidad popular, que ya no se siente expresadani en la racionalidad de los políticos, ni en la racio-nalidad de los intelectuales y que quiere tener supropia expresión, ha puesto en cuestión el modeloliberal y el tecnocrático de la relación entre intelec-tuales, políticos y masas, sin establecer una nuevarelación entre ellos.

Intelectuales sustantivos y políticos insustanciales (1900-1920)

Hay un primer período, que va de 1900 a 1920,que yo llamaría de los políticos insustanciales.¿Qué quiero decir con esto? Que la política no tienesustancia propia, que no es un espacio con relativaautonomía frente a otras actividades más sustanti-vas, sino que aparece como prolongación efectiva dela propiedad terrateniente, del saber y la tradicióncriolla, y de la actividad intelectual.

En este caso los políticos tienen una función delegitimidad, más que de construcción de nueva he-gemonía. Su papel no es crear una voluntad colecti-va, sino legitimar un orden social, un sistema de do-minación social.

Existe el debate clásico Deustua-Villarán queexpresa, a través de las distintas propuestas de laeducación, las distintas formas de plantear el pro-blema de la legitimación por parte de los intelec-tuales de la oligarquía. Villarán planteaba unapropuesta liberal de legitimación, mientras Deus-tua hacía una propuesta feudal en la relación en-tre los dirigentes y las masas. Deustua sosteníaque la educación no consistía en educar a la clasemedia y a la masa, sino en cincelar a las élites. Vi-llarán, en cambio, proponía una política educativarelativamente democrática: enseñanza universita-ria para las clases dominantes, media para las cla-ses medias y primaria para las clases populares.Para los indígenas, se sugería una educación espe-cial que les preparase para el trabajo.

El Estado aparece con mucha fuerza frente a

los intelectuales porque les ofrece empleo en unasociedad que se los niega. Manuel Vicente Villaránen su famoso discurso de 1900 sobre las profesio-nes liberales, señala el rol del Estado como granempleador de los intelectuales que al no encontrartrabajo en la sociedad, apelan al Estado. Se pro-duce entonces una curiosa paradoja: la políticaque no tiene una sustancia propia y que aparececomo la prolongación de otras actividades sustan-tivas, ofrece sin embargo formas de sobrevivenciaa los intelectuales.

La relación entre los intelectuales y los políticoses muy estrecha. No solamente es ideológica, sinotambién programática y orgánica. Los intelectua-les mismos son dirigentes políticos. En el caso delPartido Civil, es muy notoria la presencia de desta-cados intelectuales como cuadros dirigentes. Lomismo puede decirse del Partido Demócrata (Cape-lo, Mariano H. Cornejo). Otros destacados intelec-tuales hicieron su partido propio (Riva-Agüero,González Prada).

La mayoría de estos intelectuales son o filósofoso abogados, que juntamente con los curas y los mi-litares eran los grupos más importantes en la vidapolítica peruana.

Las ideologías que orientan su reflexión intelec-tual son, por un lado, el positivismo, que influyómucho en los intelectuales civilistas y, por otro, elespiritualismo que incidió en algunos intelectualesque no tuvieron tanta vinculación con el civilismo,y que más bien tuvieron ciertas simpatías por elPartido Demócrata.

La mayor parte de los grandes intelectuales deeste período provenían de las clases altas. Su inte-rés es el orden en este período. No tuvieron prefe-rencias por los gobiernos representativos o los go-biernos golpistas. En general, los intelectuales te-nían una orientación más hacia el orden que haciael tipo de gobierno, pese a las tensiones que algunosde ellos mantuvieron con los gobiernos de facto.

La mayor parte de estos intelectuales son cosmo-politas, son gente con mucha articulación a un merca-do internacional de la cultura. Algunos de ellos, comoFrancisco García Calderón, escribieron en francés.

La problemática intelectual fue la construcción

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de la nación y del Estado al mismo tiempo. A dife-rencia de la problemática de González Prada o delos intelectuales después de la independencia, fueeste doble problema, cómo construir nación y Esta-do, el que definió su horizonte político e intelectual.

Gran parte de estos intelectuales tuvieron másimportancia en el campo de las ideas que en el de lahistoria social. Los puntos de vista de Riva-Agüeroen el campo de la literatura y del arte tuvieron unavigencia de más de 50 años, pero su libro El carác-ter de la literatura en el Perú independiente, sola-mente se editó una vez en 1905 y después en 1962,cuando ya había pasado su período de hegemonía.Su larga hegemonía obedeció no tanto a que él mis-mo se proyectara a la historia social, sino al hechode que tuvo muchos divulgadores que de algunamanera prolongaron a través de los textos escolaressu presencia en la historia de las ideas, en la histo-ria social Eso le da una gran influencia hegemónicaa Riva-Agüero.

Diferenciación y unidad entre políticos e intelectuales

Un segundo período es el que va del ’20 a losaños ’30. Yo diría que lo que caracteriza a este pe-ríodo es una cierta diferenciación entre los políti-cos y los intelectuales. Se produce la emergenciade una racionalidad política debido al proceso dediferenciación de la estructura social, que permitedistinguir la esfera de la autoridad pública de laesfera de la sociedad civil.

El proceso de modernización capitalista, el muylento desarrollo del mercado interno, el crecimientotambién lento de las ciudades “separan” la esferade lo público de lo que es la esfera de lo privado, es-to produce un cierto nivel de institucionalizaciónpolítica. Sobre esa base se puede desarrollar la po-lítica como una profesión ya no sólo en el Estado co-mo burocracia, sino también en la sociedad comoclase política. Se vive de la política y para la políti-ca. Se vive para la política en la medida en que sepuede vivir de la política.

No obstante esta diferenciación lenta entre loque es la racionalidad política y la racionalidad in-telectual, hay una unidad todavía sustantiva entreintelectuales y políticos, unidad que proviene de lavigencia de la racionalidad clásica. La mayoría de

los intelectuales y de los políticos piensan que entreciencia y política hay un nexo muy estrecho, que lapolítica debe fundarse en la ciencia. Esta es una delas claves de la racionalidad clásica según la cualexisten leyes y órdenes naturales en el mundo y enla sociedad. La tarea de la ciencia consiste en deve-lar las leyes de estos órdenes naturales y el de lapolítica es actuar de acuerdo a esas leyes descubier-tas por la ciencia.

En realidad no existe una doble legalidad, la dela realidad y la de la ciencia, sino que es una solalegalidad. La realidad se nos presenta ordenada ylas leyes de la ciencia son una reproducción de lasleyes de la realidad física o social. La utopía no esposible. En conclusión, la creencia en la racionali-dad clásica es lo que une a la política y a la ciencia,a los intelectuales y a los políticos.

En este período, más creyentes en la racionali-dad clásica son los intelectuales vinculados alAPRA y a Haya de la Torre que los vinculados a Ma-riátegui. Es notorio en todos los escritos de Hayade la Torre y de los líderes apristas de entonces lavoluntad de afianzar el desarrollo de la política enel desarrollo de la ciencia, de una nueva cienciaciertamente al servicio de la nación, en contra delos intelectuales civilistas. El discurso del APRA di-fiere del de los civilistas, no en la creencia en unaracionalidad clásica, sino en las clases sociales dife-rentes a las que se dirige y, desde luego, en su con-tenido social y político.

Mariátegui, en cambio, es más abierto a enten-der una serie de elementos de irracionalidad en lapolítica. Introduce el mito de Sorel en el marxismocomo una forma de controlar la irracionalidad y depotenciar la racionalidad. A lo largo de sus escritosy sobre todo en En defensa del marxismo, Mariáte-gui concibe un marxismo abierto que es capaz de re-novarse dentro del dogma.

La política del silencio

Un tercer período (1932-1956) es el más oscurodel desarrollo intelectual y político del país. Lasdictaduras no permitieron que se estableciera unarelación fecunda entre intelectuales y políticos; laracionalidad del Estado oligárquico cerró la expre-sión a la racionalidad política y a la racionalidad in-telectual y las sometió al silencio o al exilio, esa es-,135

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Intelectuales y políticos en el Perú del siglo XX

pecie de muerte civil que imponen los triunfadoresde toda política de confrontación. La mayor partede los intelectuales y de los políticos, tanto delAPRA como del Partido Comunista, fueron exilia-dos o encarcelados.

Este es un período más bien de crecimiento y detecnocratización del Estado y desarrollo de los apa-ratos de Estado, que será más importante en épocasposteriores. No hay que olvidar que en este perío-do surgen algunos aparatos estatales vinculados ala economía o a la función de hegemonía como elMinisterio de Educación, el de Agricultura y variasnuevas direcciones, el Ministerio de Fomento yObras Públicas. La compleja división social del tra-bajo en la sociedad se expresa también en la divi-sión política del trabajo en el Estado. La racionali-dad política se condensa como racionalidad tecno-crática.

La débil relación entre los intelectuales y los po-líticos en este período obedece al clima político en elque se desarrolla la lucha por el poder. En la prác-tica, la política entre el ’30 y el ’56 es definida comoguerra. El APRA pensaba que para impulsar elcambio había que desorganizar el Ejército y éstepensaba que para imponer el orden había que aca-bar con el APRA.

La tensión entre intelectuales y políticos

Entre 1956 y 1970 se produce una cierta tensiónentre los intelectuales y los políticos. Los intelec-tuales se quedan en la universidad y los políticos enla calle. Su nivel de comunicación es débil. Sus ro-les son diferentes y hasta conflictivos. Pocos son lospolíticos que al mismo tiempo son intelectuales o vi-ceversa.

En el escenario político intelectual del mundoesta tensión con tendencia al divorcio se producepor los años ’30, si nos atenemos a las consideracio-nes del desarrollo del marxismo occidental.

En el Perú esa tensión no se instala sino hastalos años ’50 y eso obedece a varias razones. Una deellas es el desarrollo significativo del campo intelec-tual y de las ciencias en general. La modernizacióncapitalista y cultural produce una mayor especiali-zación y un mayor desarrollo de las ciencias. Si seobserva el desarrollo cultural de los años ’56 en ade-

lante, se puede percibir una diferenciación crecien-te en las actividades intelectuales, una división deltrabajo intelectual cada vez más significativa.Frente a los intelectuales más tradicionales (curas,abogados, médicos, filósofos) aparecen las carrerastécnicas relativamente diversificadas, se desarro-llan las ciencias, especialmente las ciencias socia-les, y aumentan los artistas y los literatos como pro-fesionales, ya no como aficionados. El Anuario Bi-bliográfico que publicaba el doctor Tauro muestraun incremento creciente de la publicación de obrasen general, pero especialmente de obras de cienciassociales y de diversas especialidades técnicas.

Los intelectuales se especializan y los políticosmantienen su exigencia de globalidad. Se produceentonces una contradicción entre una tendencia ala especialización de los intelectuales y una exigen-cia de globalidad de los políticos. Los intelectualestienden al análisis, los políticos a la síntesis, porquesólo a partir de una visión global del país es posibleelaborar un proyecto social y político.

Desde 1960 tenemos una gran producción deanálisis e investigaciones en diversos campos de lasciencias, especialmente de las ciencias sociales.

Sin embargo, faltan visiones globales. No hayuna visión global del Perú durante los años ’60 enadelante, a diferencia de lo que se produjo en losaños ’30. Mariátegui en sus Siete ensayos, Haya dela Torre en El antiimperialiamo y el Apra, y VíctorAndrés Belaunde en Realidad nacional, nos ofre-cieron una vision global del Perú. No sucede lomismo de los años ’60 en adelante, donde hay al-gunas propuestas que no alcanzan la rotundidadde las visiones globales del ’30. Señalamos las vi-siones de Bourricaud. Julio Cotler, Aníbal Quija-no y Pablo Macera. En general, predomina el aná-lisis sobre la síntesis. La tarea de síntesis aún es-tá pendiente en el campo de las ciencias sociales.Es más bien en el campo de la literatura donde ve-mos ciertas propuestas de visiones globales delpaís con más riqueza. Algunos narradores aventu-ran hasta dos visiones globales del país. Pienso enArguedas, donde es distinta la visión más bien an-dina de Los ríos profundos de la visión más urba-na, más cambiante y rica, de Todas las sangres; opienso en la diferencia entre la visión crítica y es-céptica de Conversación en la catedral de VargasLlosa y su visión apocalíptica de La historia de

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Mayta, por ejemplo. Son visiones muy ricas delpaís, llenas de sugerencias, vida y color, quizásmás ricas que las ciencias sociales, pero que nece-sitaban ser explicitadas y reflexionadas por lasciencias sociales mismas.

Simultáneamente a la especialización de los in-telectuales y a la exigencia de globalidad de los po-líticos, se produce una desvalorización de la univer-sidad nacional frente a la universidad privada y alos centros particulares de investigación. El Esta-do entra en contradicción con la universidad nacio-nal, que ya no proporciona las ideas, ni los progra-mas, ni los cuadros que necesita para mantener yreproducir el orden social. La universidad privaday los centros privados de investigación cumplen esafunción y la universidad nacional se desubica y en-tra en una crisis estructural.

Esto es así porque la universidad nacional es enrealidad una universidad popular que, sin embar-go, no se asume como tal; el Estado obedece másbien a los impulsos de las clases medias y de las cla-ses altas, generándose, por lo tanto, una contradic-ción entre ellas.

Los intelectuales más destacados se desplazan dela universidad nacional a los centros privados de in-vestigación. La producción intelectual del país se con-centra en los centros particulares de investigación yen las universidades privadas de clase media y alta.

La tensión entre intelectuales y políticos se de-sarrolla dentro de la apertura política que se produ-ce en 1956 y que se prolonga hasta 1968.

La emergencia de la racionalidad popular

Hoy, desde los años ’76, asistimos a un quintoperíodo, al período de la emergencia de la raciona-lidad popular, que ha puesto en crisis los esquemasliberales y tecnocráticos de la política.

Yo pienso que esto obedece sobre todo a una cri-sis de la racionalidad clásica. La relación entre laciencia y la política entra en tensión; la política yano se piensa como mera deducción ni prolongaciónde la ciencia. Los mismos intelectuales cuestionanlas explicaciones globales; no solamente en el mar-xismo sino en todas las corrientes teóricas hay unareivindicación de la subjetividad y de los temas dela cultura, y hay una valoración de las escenas y losactores no políticos.

Creo que la emergencia de las masas en el ’76, endemanda de autonomía y de protagonismo, pone encuestión el modelo liberal y el modelo tecnocrático dela política, sin lograr establecer, sin embargo, unanueva relación productiva y democrática. Creo queeso es un poco la tarea de hoy: cómo establecer una re-lación horizontal entre intelectuales, políticos y ma-sas, reconociendo la especificidad de cada uno de ellos.

Con la emergencia de la racionalidad popular, lapolítica no es una actividad especializada sino unaactividad de todos. La emergencia de la racionali-dad popular supone nuevas concepciones de la polí-tica y del poder, de los sujetos políticos, de las van-guardias y su relación con las masas, así como unaredefinición de la ética.

El poder no es solamente una forma de dominiosino también una forma de servicio y supone que elEstado no es solamente un aparato institucionalpara defender intereses nacionales y realizar inte-reses generales, sino también una institución pararesolver problemas concretos.

Dentro de esta crisis del esquema liberal y elesquema tecnocrático de la política, se desarrollalo que hoy podemos llamar una crisis orgánica delos partidos que no tienen capacidad de propuestapara resolver los problemas del país y de las ma-sas: la crisis económica y la violencia política prin-cipalmente.

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Historia de las ideas en el Perú contemporáneo

Comprender lo que es, es la tarea de la filosofía–escribió Hegel en el Prefacio de la Filosofía del

Derecho–, porque lo que es, es la razón. Por lo queconcierne al individuo, cada uno es hijo de sutiempo; así también la filosofía es su propio tiem-

po aprehendido en el pensamiento. Es tan insensa-to imaginar que una filosofía puede trascender sumundo presente, como que un individuo puede dejaratrás su época, saltar sobre Rodas. Si su doctrinava efectivamente más allá del mundo que es y erigeun mundo tal como debe ser, éste existirá cierta-mente, pero sólo en la opinión, en ese elemento in-consistente en el que, por la fantasía, se puede cons-truir cualquier cosa”. Bueno es recordar esta pro-funda lección hegeliana cuando se quiere trazar laperspectiva futura del pensamiento peruano. La fi-losofía peruana ha nacido de una historia concretaque le señala su camino y le impone sus límites.Cualquier posibilidad que pueda ser reconocida co-mo suya está en ese camino y en la superación –qui-za no sólo por él, pero también por él y desde él– delas limitaciones de nuestra cultura.

Estas limitaciones traducen un defecto de origen.Hasta qué punto ha sido grave este defecto de ori-gen, lo muestra claramente el hecho de que todavíahoy, más de cuatro siglos después de la conquista,sufrimos de un hondo problema de personalidad na-cional. Nuestro mundo espiritual sigue padeciendodel mal de la falta de integración y de autenticidad,porque corresponde a una nacionalidad que ha naci-do dividida y se ha mal formado siguiendo patronesextraños y, además, desigualmente aceptados y ela-borados, y ha debido soportar la sucesiva acción des-quiciadora de otras culturas e influencias naciona-les. Nuestra existencia social ha sido y sigue siendouna existencia alienada y esto significa que el verda-dero sujeto de la historia, oprimido y relegado, escin-dido y mediatizado, no se ha encontrado todavía a símismo como comunidad viva y no ha logrado cons-truir su propia historia.

La filosofía no ha podido menos de reflejar estasituación. La precariedad, el carácter imitativo, lafalta de sustento tradicional tienen aquí su explica-ción última. En esto va a la par con la literatura,el arte, la ciencia, es decir, con todas las manifesta-ciones de una cultura superior que sólo florecen enla tierra de una existencia nacional integrada. Pe-ro el caso de la filosofía es quizá más agudo y noto-rio porque ella es la culminación de la existencia

Filósofo y educador de la Universidad deSan Marcos. Fue uno de los grandes críticosde las desigualdades sociales y de la depen-dencia externa en el Perú.

Historia de las ideas en el Perú contemporá-neo. Lima: Moncloa Editores, 1967, Extractoseleccionado, págs. 458-462.

Historia de lasideas en el Perúcontemporáneo

Augusto Salazar Bondy(Lima 1925-1974)

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Augusto Salazar Bondy

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colectiva en la reflexión. Desorientada y sin au-tenticidad, aprisionada por estructuras de domi-nación, la comunidad nacional no ha podido hacersurgir un pensamiento filosófico original y vigoro-so. No ha habido ese coronamiento de la culturapor la meditación universal que es propio de las so-ciedades libres y de las culturas bien desarrolladasy, consecuentemente, han faltado también todosaquellos fenómenos de asimilación y levantamien-to de motivos, valores y problemas, de acciónorientadora de la cima y de reacción fecunda de labase cultural, de impulsos espontáneos y conduc-ción reflexiva que dan su fuerza y su sello históri-cos a cada etapa de la filosofía.

Quiero insistir sobre esta tesis: la frustración delsujeto histórico en la vida peruana ha sido especial-mente grave para la filosofía hasta nuestros días.La filosofía no es auténtica y fecunda sino en cuan-to es reflexión de la realidad, en el doble sentido dela preposición, esto es, como pensamiento emanadodel ser propio y originario y como toma de concien-cia de ese ser, de su proceso y su lugar en el mundo.Por eso ella es esencialmente una meditación cen-trada en el hombre. Ahora bien, una existenciaalienada no puede superar la mistificación de la fi-losofía; una comunidad dividida y precaria, no pue-de generar una reflexión genuina y productiva. Lafilosofía peruana no ha podido hasta hoy hablar atodos y ser oída por cada uno en su propio lenguaje,porque le ha faltado la unidad de una misma esen-cia cultural; y no ha podido recibir de todos el im-pulso vigorizador del pensamiento, no ha podido ha-cer que todos, convergiendo cada uno desde su pro-pia situación y perspectiva vital, la impulsen yalienten, porque la existencia social nacional no haencontrado todavía el camino común de todas lasexistencias personales.

Se hace claro así que los obstáculos con los cua-les ha tropezado y tropieza aún nuestra filosofía nopueden atribuirse a una actitud personal equivoca-da de quienes han conducido el movimiento filosófi-co. Entenderlo de este modo –como se ha hechoaquí y en otros países de fisonomía histórica seme-jante a la nuestra– es confundir la psicología con lahistoria de la cultura. Para probar que éste no es elplanteo correcto bastaría, por lo demás, recordarque la actitud más frecuente de los pensadores pe-ruanos no ha sido la de la teorización pura, sino másbien la contraria, la del pensamiento aplicado. Que

pese a esta actitud su intento haya sido fallido essignificativo y pone de manifiesto que no se tratabade un defecto de disposiciones psicológicas o, en to-do caso, de la falta de una decisión personal de vin-cular el pensamiento y la acción, sino que el impe-dimento básico surgía de la dirección general de lacultura y la historia en que todos ellos estaban in-mersos.

Habrá quienes se sorprendan de lo que digo ypiensen que mis expresiones desconocen la esenciauniversal de la filosofía. Olvidan que esa esencia noes nada más que una palabra vacía si no se realizaen la historia, ya que se negaría como universalidadal no ser capaz de incorporar los productos de la vi-da en todas sus formas, comenzando por las de lahistoria inmediata. Olvidan además que la filosofíala hace el hombre en su historia y en ella respondeel ser personal y social con toda la carga de su exis-tencia concreta. Nuestra filosofía no ha alcanzadola universalidad original justamente en la medidaen que no ha estado respaldada por la realidad.

Con estas consideraciones no me estoy poniendoen uno de los lados que se enfrentan en la ya anti-gua polémica en torno a la filosofía americana, porlo menos en los términos en que ella se ha plantea-do hasta ahora. No creo que la filosofía deba ser unanálisis de la circunstancia histórico-social que laconvierta en mera sociología o en historia de lasideas. No creo tampoco que podemos esperar la ori-ginalidad por un proceso de adopción de ideas y nor-mas que no tome en cuenta nuestra situación antro-pológica. Se trata, para mí, de comprender por quénuestra filosofía ha tenido los caracteres que ofrecehasta hoy y por qué sin un nuevo signo histórico nopodemos esperar un radical cambio. Y se trata tam-bién de pensar las condiciones según las cuales al-canzaremos el nivel de creación y de realizacionesque anhelamos. Esto no podrá ocurrir, repito, has-ta que no se supere la alienación de la vida comuni-taria peruana y no se constituya una nacionalidadintegrada y con ella una cultura nueva y orgánica.

Entretanto, el espíritu filosófico tiene varias ta-reas por delante: la primera es una tarea didáctica,de formación de conciencia, de preparación del es-píritu nacional para la comprensión del mundo y laexistencia; la segunda es una tarea de afinamientode los instrumentos racionales, de familiarizacióncon las técnicas y los métodos del pensamiento más,139

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riguroso, lo que es también en parte considerableuna tarea didáctica, a la que sirven inmejorable-mente la ampliación del horizonte de conocimientode las corrientes e ideas de hoy y del pasado; la ter-cera es una toma de conciencia fundamental de lapropia alienación nacional, que debe llevarnos aformar el modelo antropológico de nuestra condi-ción de ser. La conciencia, decía Hegel, es la elasti-cidad absoluta. La pérdida del ser es, en el límite,el comienzo de la recuperación cabal del mismo.Nuestra manera de ser auténtica debe surgir delreconocimiento de la carencia que somos, de la limi-tación y precariedad que nos define. Debemos serverdaderos en nuestra negación, ya que apenas po-demos serlo en nuestra afirmación. De una refle-xión que se hace así realista por defecto ha de sur-gir el contenido más fecundo de la filosofía, es decir,la fecundidad de la filosofía para la vida.

Hablando de la educación peruana –que es otroaspecto del mismo gran problema– he escrito unavez que sus fracasos y su desorientación eran refle-jo de la situación real de nuestra sociedad; que elestado crítico en que permanentemente se encuen-tra no puede cancelarse sin la resolución de las

grandes cuestiones nacionales y que por tanto hayque construir la educación de acuerdo a la crisisnacional. Dije entonces que en lugar de hablar, co-mo tantas veces se ha hecho, de la crisis de la edu-cación, deberíamos comenzar a hablar de la educa-ción de la crisis. Algo semejante es válido para lafilosofía y ni por azar habida cuenta de la estrecharelación que existe entre filosofía y educación. Hayun malestar, una frustración, una improductividadde la filosofía en el Perú desde el comienzo. Se es-tá tentado de hablar de la crisis de la filosofía y debuscar solucionarla sin atender a sus causas fun-damentales. Cambiando de actitud y atendiendo aesas causas debemos comenzar a hablar de la filo-sofía de la crisis, de aquella que corresponde anuestra situación, la que necesitamos construir co-mo factor promotor de una nueva cultura, en con-junción con los otros factores esenciales que han deponerse también en obra. Con ello daremos paso ala autenticidad de la reflexión y de la acción que esla vocación perenne del filosofar.

* Se han incorporado las anotaciones a manodel autor al texto publicado. Gentileza de la señoraHelen Orvig de Salazar.

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Gran demócrata y jurista peruano, Presiden-te Constitucional de la República en 1945-1948. Es reconocido por su defensa a la tesisde las 200 millas marítimas.

“El problema de la democracia”. En Men-saje al Perú, (Lima: Editorial Universitaria,s.f.). Extracto seleccionado, págs. 27-32.

José Luis Bustamante y Rivero

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abemos que en buena parte de América Lati-na el régimen democrático es más bien un pa-trón político al cual nos mandan ceñir nues-

tras constituciones, que una realidad logradaen el ejercicio del gobierno. Las nuestras suelen

ser, a menudo, democracias de etiqueta cuyo de-senvolvimiento real perturban la ignorancia de

las masas, el individualismo exagerado, la de-magogia de los políticos, o la ambición de los

dictadores. Pero hay, sin ninguna duda,un fondo democrático en el alma de nuestros

pueblos: el aprecio de la libertad, la ilusión orgu-llosa del voto, el arraigo de la institución parla-mentaria como expresión del sentir provinciano.La repulsa popular contra los privilegios.

Sería pueril, sin embargo, pretender que enpueblos jóvenes con rasgos peculiares y diferentesgrados de civilización, la democracia –en cuantotal– funcione según el molde clásico. Registrarávariantes que reflejen las características naciona-les y las etapas evolutivas. En el Perú, por ejem-plo, se descubre un elemento diferencial que im-prime un sello típico a la democracia peruana yque, aparentemente, contradice uno de los princi-pios esenciales del sistema. En efecto, entre noso-tros los resultados del sufragio y la constitución delos Poderes Públicos representan legítimamente eltriunfo de la voluntad de las minorías. Es una mi-noría electora la que arrastra en su decisión alpaís entero. La enorme mayoría de los pobladoresque han alcanzado la edad de la ciudadanía care-cen de derecho a voto por ser analfabetos. Allí seincluyen desde luego, los habitantes de raza indí-gena y buena proporción de mestizos.

Querrá esto decir que en tales situaciones ha-brá de renunciarse a apelar a la democracia comoforma de gobierno y será preciso instaurar algúnotro régimen de tutela, patriarcal o dinástico? No,necesariamente. y por eso dije que en el caso delPerú los conceptos democráticos esenciales serompen sólo en apariencia.

Porque a mi juicio –y ésta es una interpreta-ción que jamás se han cuidado de descubrir miscompatriotas–, funciona en casos como éste unprincipio superior de solidaridad nacional, y porcuyo mérito los electores peruanos que van a lasánforas a depositar su voto lo hacen, no sólo a tí-tulo personal, sino como personeros natos de toda

El problema de la democracia

José Luis Bustamante y Rivero

(Arequipa 1894-Lima 1989)

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El problema de la democracia

esa otra masa iletrada de hombres adultos que tie-nen sobre sí todos los atributos y las cargas del ciu-dadano, que poseen propiedades o trabajan, que pa-gan impuestos, que sostienen una familia, que ha-cen el servicio militar, que sobrellevan responsabili-dades y son pasibles de castigos impuestos por los có-digos, que incluso son capaces en la mayor parte delos casos, de “intuir” lo que les conviene y de percibiren qué clase de hombres pueden poner su confianza,pero cuyo analfabetismo les priva por precepto consti-tucional del derecho de elegir y de ser elegidos, pese aque constituyen parte integrante e inseparable de lanación. Y esta interpretación, que me parece inobje-table, trae consigo un corolario importantísimo.

En cuanto representantes de sus compatriotasafectados por esa capitis diminutio, los ciudadanoselectores están moral y jurídicamente obligados atraducir en el acto del sufragio, el reclamo de las ne-cesidades, y la voz de las aspiraciones de sus repre-sentados o pupilos, que forman mayoría en el país;y a votar en favor de personas que desde el gobier-no o el parlamento sepan velar por los intereses y lasignificación humana, de estos últimos. Dentro detal concepción, la responsabilidad cívica del electorse agranda; sus actos arrastran consigo la suerte deotros hombres; y se radica en él una especie de tu-tela grandiosa en la cual está, en buena cuenta, ci-frado el destino unitario o ecuménico de la naciona-lidad. He aquí hecha la síntesis de nuestra peculiarestructura democrática, más avanzada –si se quie-re– en este respecto que la de los países donde porno existir gente iletrada ni problema racial, el votoes simple y únicamente una expresión individual devoluntad. Y he aquí también justificada la orienta-ción socializante que antes he sugerido como la úni-ca posible y justa para nuestra organización estatal.Sólo a base de una amplia socialización del Derecho,los beneficios de la Administración elegida por lasminorías pueden llegar con eficacia hasta los secto-res que no participan en el sufragio. Es ésta la ra-zón por la cual me dirijo hoy con tanto empeño a loselectores de mi país para emplazarlos a una cita consus responsabilidades y moverlos a elegir personascompenetradas con la causa de la redención nacio-nal. Sé que estoy hablando a los menores –a esecuerpo electoral minoritario–; y lo que es más ar-duo, a quienes por razón de clases o de interesespueden sentirse más reacios a esta transposición deconceptos que desbarata y vuelca la consuetudina-ria armazón de nuestra oligarquía económica. Pero

sé también que un sentimiento elevado de la perua-nidad puede obrar el milagro de tales renuncia-mientos, los que a la larga redundarán en bien de lanación. Y si así no sucediera, que quede, por lo me-nos, la constancia de que hubo quien, a su tiempo,formulara esta apelación pública a la conciencia y ala sensatez.

El Perú, puede. pues, llegar a poseer una demo-cracia de fisonomía propia. Pero una vez estableci-dos los Poderes Públicos por esas pautas democráti-cas, debe cuidarse de dotar al Ejecutivo de una an-cha base de autoridad, de una inequívoca potestadde imperio. Precisamente por ser jóvenes, aquellospueblos en que aún no han llegado a plasmarse só-lidamente las instituciones acusan instintos de in-surgencia, de individualismo arbitrario, de reaccio-nes primitivas. El hervor de la sangre rebosa el rí-gido contenido de las normas. La disciplina cívicano se aviene con el libérrimo laberinto del bosque. Yen ese medio rústico, todavía un poco informe, sue-len campear –por otro lado– el egoísmo y la prepo-tencia de las “élites” sociales que sienten el país co-mo enfundado a sus caprichos. Ambos extremosabusivos ha de sofrenar el gobierno para que la obrade estructuración nacional no se frustre, pues si lasubversión y el privilegio la perturban o desnatura-lizan, ningún programa de progreso democráticopuede cumplirse en el país. Legítima es, entonces,la intervención reguladora y firme del poder. Tene-mos, pues, que afirmar entre nosotros el régimenpresidencial; y más si se considera que en todos losEstados, sean viejos o nuevos, las complejidades dela organización política moderna, el formidable em-puje de la industria, la tensión entre las fuerzas deltrabajo, la pugna de ideologías son otras tantasamenazas suspendidas sobre la estabilidad y latranquilidad sociales, y exigen, por lo mismo, legíti-mos recursos de aquietamento y de equilibrio.

La entereza en el mando ha de ser, pues, atribu-to obligado de las democracias modernas. El respe-to a las libertades públicas no quiere decir debilidado laxitud ante la infracción, porque así degenera yse desprestigia la potestad de gobierno. Pero, ¿dón-de buscará el Poder Público el vigor de su autori-dad? En el respaldo de la ley. Son las leyes las quehan de orientar sus actitudes y demarcar sus facul-tades. Dicho se está que me refiero a las leyes dig-nas de este nombre, y que sean expresión de la Jus-ticia y el Derecho; no úkases legislativos que consa-gren la fuerza como instrumento gubernativo. No

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José Luis Bustamante y Rivero

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es cierto que la ley carezca de eficacia para contenerel abuso: nadie reprime el crimen o impone sancio-nes con mayor seguridad moral, con más tajante fir-meza, que aquel que se siente dueño de una razónjurídica. Y aquí cabe referirse al funesto error deaquellos llamados “demócratas” de nuestros paíseslatinoamericanos que, desconfiando de las leyes, pi-den a voces un caudillo o prefieren el “paternalis-mo” de una dictadura por temor al desborde de laslibertades populares. Estos tales olvidan –como loha dicho Walter Lippann–(2) que, “los principios deuna buena sociedad no residen en la fuerza bruta nison circunstanciales o escogidos al gusto de cadacual, sino que se encuentran en normas más altas ypermanecen inscritas en la ley natural, base de lafilosofía política de toda verdadera democracia”.Por eso, “los gobiernos demócratas deben su prime-ra lealtad a la ley y a los deberes de su oficio o fun-ción, antes aún que a los electores que los llevaronal Poder”. He aquí al columnista norteamericano,criterio lúcido y práctico no sospechoso por cierto de“abogadismo” convertido en campeón y vocero deesa “juricidad” tan combatida y ridiculizada en laetapa política de 1945 a 1948.

Esta concepción de una autoridad de Estado ba-sada, en la ley es la antítesis de la demagogia, quepide una autoridad basada en el histerismo de laopinión pública, o en la explotación de las pasionespopulares. La demagogia es el peor enemigo de lademocracia porque conduce a uno de dos extremos:o el gobierno se somete al griterío de la calle y en-tonces es la anarquía y no la ley lo que prevalece; oacude a la fuerza para sofrenar la histeria, y enton-

ces sobreviene la dictadura. Acaso esté aquí la cla-ve del atraso de nuestra formación democrática;porque en el Perú se ha hecho demagogia de dere-cha y de izquierda: la una para suscitar terrorescontra el peligro de las masas, la otra para encenderel odio contra las clases reaccionarias y pudientes.El resultado ha sido siempre el mismo: El golpe mi-litar dado en nombre del orden público. La fuerzausufructuando la ceguera de los miedosos y de losfanáticos. Tócanos, por eso, proscribir la demagogiade nuestros hábitos políticos si queremos alcanzaruna verdadera democracia La demagogia es recursoya gastado y anacrónico en nuestros tiempos en quela conciencia cívica de más en más madura, no acep-ta tretas ni cae fácilmente en engaños, y en que lafunción de gobernar se ha hecho tarea técnica y noconcurso de ambiciones o plebiscitos de exaltadospareceres. Ha pasado la época en que el gobierno sevestía con el lirismo de las barricadas o arengabadesde las tribunas de las plazas públicas. Hoy segobierna consultando estadísticas, haciendo cálcu-los de producción y consumo, comparando nivelesde vida, tratando de preservar la posición del Esta-do en el complicadísimo ajedrez internacional.Frente a la seriedad de estos problemas, la demago-gia no se concibe. Resulta despreciable. Atentacontra la normalidad del Estado. Ella sólo procurahalagar a una masa electoral; pero la verdadera de-mocracia sabe que su misión es responder por eldestino del país. Por eso se comprende que el dema-gogo, sea gobernante o político, se deba ante todo asus electores, a cuya sombra medra; pero el gober-nante demócrata se debe sólo a la ley. De ella ex-trae su prestigio. Y su fuerza.

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ocas naciones en el mundo tienen el raroprivilegio de contener en su propiosuelo la fuente de inspiración de unadoctrina. El Perú es una de ellas.Sin embargo, se ha anatematizado alos que no salimos en busca de filoso-fías extranjeras, en el vano intentode importar ideas a un medio que ha-

ce siglos se distinguió en producirlas.

Ha extrañado, efectivamente, a quienespor no captar las corrientes vigorosas que

emanan de nuestra misma tierra, que un mo-vimiento como el de Acción Popular, haya surgidosin influencias foráneas y que, en vez de izar sus ve-las para dejarse llevar sin esfuerzo por vientos quese originan en los focos del capitalismo o del marxis-mo extremos, haya preferido los que soplan de laPlaza de Wacaypata, receptáculo de experiencias ytradiciones milenarias, corazón de un sistema arte-rial cuyos latidos se sintieron en las regiones másremotas del Perú.

La tradición planificadora en el Perú

El notable impulso que alcanzó el antiguo Perú–pese a las tremendas dificultades del territorio–tiene su explicación en el alto grado de desarrolloque adquirió el planeamiento, en todos los órdenes,que ha dejado pruebas irrefutables y enseñanzas depermanente vigencia. Acción Popular se ha pro-puesto aprovecharlas, a la luz de todos los adelantosque nos ofrece nuestro tiempo.

El país de topografía tan difícil y abrupta haconstituido y constituirá siempre un verdadero re-to al hombre que lo habita y, en cierta manera, haforjado la recia personalidad de ese peculiar perso-naje de los Andes.

La Cordillera nos ofrece el contraste de nieves enel trópico. La altitud por un lado y la Corriente Pe-ruana por otro, son factores que compensan climáti-camente la latitud. Si observamos un mapamundi,tomando una franja entre la línea ecuatorial y los 18grados hacia el Sur –que es la que ocupa el Perú ac-tual– y hacemos lo propio hacia el Norte, veremosque en ninguna otra parte del planeta, sea en los te-rritorios correspondientes de Africa, Asia y Oceanía,el trópico presenta alturas tan considerables como laque alcanzan los Andes. Sólo en la región andina se

Arquitecto, presidente y fundador del Par-tido Acción Popular y dos veces elegidoPresidente de la República 1963-1968 y1980-1985.

La conquista del Perú por los peruanos. Li-ma: Editorial Minerva, 1994. Extractos selec-cionados, págs. 23, 26-40, 42-43.

La conquista delPerú por los peruanos

Fernando Belaunde Terry(Lima 1912)

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Fernando Belaunde Terry

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crea un hábitat ecuatorial por encima de los cincomil metros. Se trata, pues, de un territorio excepcio-nal, distinto, con comunicaciones difíciles y enormesáreas inexplotadas. Y esta tierra sui generis ha pro-ducido también un hombre sui generis. El territorio,factor fundamental, no está aquí como en otras civi-lizaciones a favor, sino en contra del hombre. No es,como Egipto, un valle fértil y acogedor el que lo defi-ne, sino una cordillera áspera y empinada. Y, sinembargo, los Andes implacables fueron cuna, comoel Nilo fecundo, de una civilización inmortal.

La tierra es la misma y el hombre ha cambiadopoco, siendo el factor aborigen elemento dominanteen el mestizaje que trajo la Colonia. Debemos aden-trarnos en los misterios de esta tierra y de sus ha-bitantes que, a través de las distintas épocas, logra-ron imponérsela, para continuar su obra inconclusa.

La primera lección que recogemos del pasadoes, pues, la necesidad de estudiar y conocer a fon-do el territorio. Los cronistas nos hablan de losminuciosos modelos que se hacía antes de la Con-quista, de las distintas regiones, lo que presuponela existencia de la cartografía. Cieza de León, alreferirse a la red vial, nos dice que los pueblos laconstruían con estricta fidelidad a lo que estaba“pintado”, es decir que la planificación de caminoshabía sido cuidadosamente pensada.

Toda la prosperidad, el adelanto y la justicia so-cial del Perú antiguo se originaron en una premisabásica: el que a cada consumidor correspondierauna unidad de superficie agrícola para su sustento.Y esa unidad, el tupu, tenía un área entre los 3,600y los 4,825 metros cuadrados. Fuera de esto tenía-mos las tierras del Sol y las del Inca, que consti-tuían las fuentes de recursos de la religión y del go-bierno, de las que se tomaba lo necesario para lascampañas militares y en los casos de sequías, catás-trofes o plagas. La superficie cultivada era, pues,considerablemente superior a los 1,700 metros cua-drados por habitante de que hoy disponemos.

El crecimiento vegetativo obligaba por lo tantoa la incorporación de nuevas tierras, por medio dela irrigación, o la creación de nuevas áreas labora-bles, a base de las andenerías que alguien ha com-parado, en su monumentalidad, a las pirámidesdel antiguo Egipto. El problema vital de la subsis-tencia estaba entonces resuelto, pudiendo decirse

que, en el antiguo Perú, cada nuevo latido de vidahumana se sincronizaba en la tierra con un nuevobrote de vida vegetal.

Aunque hoy disfrutamos de las facilidades delcomercio internacional, que antes no se utilizaban,la preocupación por lograr la autosuficiencia ali-menticia debe seguir teniendo vigencia ya que dichocomercio también implica la exportación de parteapreciable del producto de la tierra. Un país subde-sarrollado y lejano no debe depender de otros, parasu abastecimiento en productos básicos del susten-to de su población, sobre todo cuando las dificulta-des de su territorio y su posición geográfica recar-gan con cuantiosos fletes el valor de los alimentos.

La relación entre las áreas cultivables y los con-sumidores, sigue siendo una premisa fundamentalen el planeamiento regional moderno. Las grandesnaciones industriales, superpobladas, que no en-cuentran en el territorio metropolitano la posibili-dad de practicarla, buscan otros caminos por mediodel protectorado o de la colonización de regiones le-janas, y proclaman teorías como las del espacio vi-tal que, según lo ha anotado J. M. Pastor, no fueronmonopolio del nazismo sino que la practicaron gran-des demócratas, como Roosevelt, en el famoso pro-yecto de desarrollo del Valle del Tennesee, que no esotra cosa que la incorporación, en gran escala, detierras de cultivo y el aprovechamiento de la fuerzahidráulica. La relación hombre-tierra es la clave dela prosperidad americana y lo es, también, de ladesnutrición de nuestro propio pueblo.

Practicar este principio tan saludable obligó alos antiguos peruanos a adoptar una organizaciónorgánico-celular, que tuvo su remoto origen en elayllu y que, empezando con una chunca, que es lareunión de diez familias, lograba un desarrollo pi-ramidal en la pachaca que lo es de cien y en la wa-ranca, el núcleo básico de mil familias, que corres-pondería hoy a lo que en planificación moderna sellama escalón parroquial o unidad vecinal. La ba-se de la pirámide seguía anchándose en forma de-cimal hasta alcanzar al más anónimo de los ciuda-danos, en la más remota de las regiones. Tal es-tructuración facilitó la estadística censal, permi-tiendo el paralelismo en la dinámica de la tierrafrente a la dinámica demográfica.

La diferencia sustancial entre la comunidad,145

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agraria del pasado y la del presente, radica en ladestrucción de ese paralelismo. Hoy día la comu-nidad indígena tiene linderos rígidos y el creci-miento de la población ha sobrepoblado la tierra,pauperizando y desnutriendo al campesino. Paraque el espíritu de asociación, que está en la sangredel aborigen, produzca resultados satisfactorios,hay que encontrar un camino hacia la expansiónde las áreas agrícolas. La Irrigación y la Coloniza-ción Vial que propone Acción Popular permitiríansincronizar nuevamente la expansión de las áreaslaborables con el crecimiento vegetativo, detenien-do la proliferación del minifundio que está hirien-do de muerte a una parte apreciable de nuestraagricultura serrana.

La tradición vial del Perú es otro legado que nopodemos desaprovechar. Mediante los caminos selogró la unidad andina que no ha podido ser mante-nida en la República. Por no haberse sustituido elantiguo camino del Inca entre Cuzco y Quito, se haperdido la unidad serrana, al punto de que las se-rranías de Cajamarca se encuentran desconectadasde las del Sur, habiendo desaparecido en el Norte elconocimiento de la lengua aborigen, síntoma signi-ficativo de esta pérdida de unidad. No se ha termi-nado la carretera longitudinal de la Sierra, que es-tá interrumpida en Ancash y La Libertad y que es-tá llamada a sustituir al antiguo camino. La uni-dad nacional es la suma de las unidades regionalesy resulta muy grave para una nación como el Perúla pérdida de la unidad de la sierra, que es el grane-ro para su abastecimiento y un verdadero vivero dehombres para desarrollar otras zonas.

La estrecha relación entre el camino y el tambocontribuyó a asegurar el abastecimiento. La viali-dad y la agricultura se mantuvieron hábilmentecoordinadas. Los graneros siempre colmados con elproducto de las tierras del Sol y del Inca eran, así,accesibles en cualquier emergencia. Alguna vez lastropas conquistadoras pudieron disfrutar, gracias aellos, de siete meses de permanencia en Jauja. Eltambo debería tener, en el Perú moderno, su reflejoen flamantes frigoríficas y silos que evitaran las fre-cuentes hambrunas que padece nuestro pueblo. Lasequía del Sur nos ha demostrado patéticamente loque significa el haber interrumpido la práctica deuna previsora política del abastecimiento.

Si continuáramos la tradición vial del Perú no

estarían aisladas unas treinta capitales de provin-cias, lo que da una idea de las dificultades del abas-tecimiento y del atraso en que se encuentran dichasciudades y sus distritos vecinos. Siendo la red vialincaica lo más admirable que, en materia de inge-niería, nos ha legado el pasado, es útil revisar lahistoria para ver cómo se logró su construcción y pa-ra comprobar que en la difícil topografía andina elcamino es un factor inseparable de la agricultura.

La enseñanza luminosa para la cooperación popular

Si las naciones pudieran acudir a los médicos enbusca del diagnóstico de sus males, el Perú confir-maría su grave dolencia crónica que, afortunada-mente, no es incurable: la decadencia agónica desus villorrios. Porque, como todo enfermo, el paístiene en sí mismo la defensa orgánica para comba-tir el mal que le aqueja: el hábito ancestral de lacooperación popular, la vieja minka que hizo grandeal Imperio y cuyas características perduran en lascomunidades.

Alguien ha dicho que las verdaderas leyes care-cen de texto y se expresan a través de las tradicio-nes imperecederas de los pueblos. La ley no escritadel Perú bien podría llamarse de “cooperación popu-lar”. Pero los tiempos modernos hacen necesarioque se estructure los organismos, que se precise, enblanco y negro, los recursos y las orientaciones téc-nicas. De allí la necesidad de redactar un breve tex-to que encauce en nuestros días la realidad milena-ria del esfuerzo colectivo.

Un rápido cálculo mental, estimando estas obrasa grosso modo, en su valor aproximado y multipli-cándolo por mil cuatrocientas capitales de Distrito–sin considerar infinidad de caseríos de menor ran-go– nos hizo ver lo complejo de una solución para sa-tisfacer tan justificadas y conmovedoras demandasde acción estatal. Sentimos la angustia, la impoten-cia económica para hacer justicia a nuestros compa-triotas. Puedo decir sin falsa modestia que el temorde no alcanzar esa reparación, en caso de triunfo, esel único miedo que he tenido en la campaña.

El fisco debe atender ante todo a los gastos gene-rales de la administración y de la educación públi-ca, financiar las grandes obras de carácter nacionalo regional, mantener la eficiencia de los institutos

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armados. Pero una vez cumplidas estas misionespoco queda del presupuesto para dedicarse a inver-siones locales, a necesidades lugareñas que, por serel Perú un país eminentemente rural, afectan a lamayoría de su población.

Cuando, más tarde, pudimos ver congregado alpueblo del Cuzco desde el atrio de la Catedral, laresponsabilidad de buscar una solución se hizo másimperiosa. Contribuía a ello el grandioso y evocati-vo escenario. Tal vez nuestra invocación, al pie deun templo, y en el punto focal de convergencia delos cuatro caminos que antaño dieron unidad y po-derío a otras tantas regiones del Imperio, fue acogi-da benévolamente por la Providencia a la que acu-díamos en busca de luz.

Nuestro recorrido hacia Huancayo lo hicimos en

un destartalado automóvil de plaza. Se sorprendióel eficiente chofer Ísmodes cuando lo requerí para lacarrera más larga que, evidentemente, le había sidosolicitada ¿A dónde vamos? A Lima –respondí–, co-mo si se tratara de recorrer unas cuantas de las em-pinadas calles cuzqueñas. Más tarde en el camino,cuando cruzábamos el Apurímac, ya habíamos cam-biado largamente ideas mis acompañantes y yo so-bre las graves dificultades insuperadas de las aldeasperuanas. En una fonda de Chincheros, en el De-partamento de Apurímac, nos detuvimos a almor-zar. Los notables de ese pueblo pintoresco, intriga-dos por la presencia de un taxi coronado con cuatromaletas y un alto parlante, acudieron a darnos elencuentro y a brindarnos una hospitalidad que re-sultó ser gratísima y fecunda por la inspiración allírecogida. No insinceramente repetía: “Más que ensolicitud de votos vengo en busca de ideas...”.

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ero el humanismo significa también unaactitud de respeto profundo por el serhumano, es la afirmación del valor in-condicional de la condición humana.Esta afirmación es una actitud de en-frentamiento porque en las socieda-des históricas, pasadas y presentes,no existe una organización que permi-

ta a los hombres realizar plenamentesu valor humano. Las sociedades reales

han estado generalmente divididas en dosgrupos, un grupo minoritario que se ha con-

siderado a sí mismo como la encarnación supre-ma del valor y de la dignidad y otro grupo mayorita-rio considerado por el primero como inferior, cuyo va-lor ha sido minimizado y hasta negado. El grupo quese considera a sí mismo superior es el grupo domi-nante o privilegiado, el que ocupa las jerarquías so-ciales; el grupo considerado inferior es el grupo domi-nado, utilizado como medio o instrumento por los quedetentan el poder. Por el solo hecho de pertenecer alos grupos superiores, los privilegiados desconocen elvalor de los que no son privilegiados. Todo privilegia-do en una sociedad, al aceptar su condición aceptaque otros no lo sean. Es decir, considera que tienecualidades extraordinarias que no tienen los miem-bros de los grupos inferiores y que por eso merece vi-vir de manera superior. Y al sentir y proceder comoun hombre que tiene cualidades que lo diferencian delas mayorías, desconoce estas cualidades en otroshombres, niega el valor intrínseco de su condición,regatea su valor humano. Por eso el humanismoconsiste en reconocer al hombre como hombre. Fren-te al privilegiado que separa a los hombres en dosgrupos, los superiores y los inferiores, el humanistase yergue para afirmar la unidad de todos los hom-bres, para reconocer la dignidad y la nobleza de sucondición humana, para luchar por su liberación to-tal y definitiva.

De todas las grandes creaciones de Occidente, elhumanismo es probablemente la más característica.Ninguna civilización no occidental ha producido mo-vimientos políticos de grandes dimensiones dirigi-das de manera consciente y racionalmente fundadacontra los grupos de dominio para lograr la libera-ción de los hombres. Es que el humanismo es pro-ducto de las dos raíces más profundas de la SociedadOccidental: el Cristianismo y el Racionalismo. De to-das las religiones superiores el Cristianismo es laque eleva más alto el valor del hombre. Las religio-

Presidente de la Sociedad Peruana de Filo-sofía e ideólogo del Partido Acción Popularen los años sesenta. Destacado internacio-nalmente por sus investigaciones en lógicajurídica.

Humanismo y revolución. Lima: Casa de laCultura del Perú, 1969. Extractos selecciona-dos, págs. 92-94, 97-98, 102-109, 136-137,139, 141-146.

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nes orientales, cuya importancia no negamos, bus-can la liberación del hombre a través de la disolu-ción de la conciencia individual. El hombre se salvamediante un proceso negativo, mediante una fusióndesindividualizadora con el gran todo. En cambio elcristianismo concibe la liberación del hombre comohombre, del hombre individual de carne y hueso.Para el cristiano la salvación no es la disolución dela personalidad sino, al contrario, la perduracióneterna de su yo consciente. El destino del hombre estrascendente: es la salvación mediante el acceso alámbito de la divinidad. Por eso, frente a los demáshombres, todo hombre adquiere un valor incondicio-nado. Ningún hombre tiene el derecho de disponerdel destino de los demás. El primero de todos los de-beres cristianos es amar y servir a nuestros seme-jantes. Frente a las concepciones paganas de la vi-da que colocaban el valor del hombre en el poder yen la gloria, el Cristianismo coloca el valor supremoen la capacidad de servir a los demás y en la humil-dad. El Sermón de la Montaña es la expresión mássublime y definitiva del reconocimiento humano, dela revelación del valor universal del hombre. Por-que allí se dice, por primera vez en la historia, queel mayor valor no está en los poderosos sino en loshumildes. A los hombres y mujeres del pueblo, des-preciado por los soberbios, Cristo dice: vosotros soisla sal de la tierra y la luz del mundo.

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A fines del siglo XVIII, destruidos por la filosofíatodos los prejuicios y todas las falacias en los que sefundaba el poder de la aristocracia, la vieja estructu-ra social de Europa se derrumba. La política entraen una nueva etapa en la que las grandes mayoríascomienzan a participar del poder y los partidos tra-tan de justificar su acción mediante planteamientosracionales. En esta etapa crucial de la historia, a fi-nes del siglo XVIII y comienzos del XIX en que la fi-losofía de Occidente alcanza la madurez en su mar-cha hacia el humanismo, Manuel Kant, logra abs-traer su esencia de todas las envolturas adjetivas yexpresarla a través de una formulación abstracta.Para Kant el principio supremo de la ética, la normade conducta de la cual se derivan todas las demás,prescribe que todo hombre sea considerado como unfin en sí y no como un medio o instrumento de otroshombres. Todo lo que es medio para conseguir algo,es una cosa o queda reducido a una cosa. Las cosastienen precio, nos dice Kant en frases inmortales, pe-

ro lo que sólo puede ser fin en sí mismo y nunca me-dio, no tiene precio porque no es cosa sino persona, ytiene, por eso dignidad. Llamamos a este principio,formulado de manera definitiva por Kant, principiode la autotelia.

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El principio supremo del humanismo es, deacuerdo con lo expuesto en las páginas que antece-den, que todo hombre debe ser considerado como unfin en sí y jamás como un instrumento o como unmedio para los otros hombres. Si se analizan todaslas consecuencias que se derivan de este plantea-miento se llega a una conclusión sorprendente: es-te principio, que hemos llamado principio de la au-totelia, es suficiente para que el humanismo quedeconstituido. Todos los demás principios se puedendeducir de él por medio de la lógica y del análisissemántico. Sencillas consideraciones muestranque las tesis que, tradicionalmente se han conside-rado humanistas, están contenidas implícitamenteen dicho principio. Por ejemplo, el principio de lasolidaridad. Si todos los hombres deben ser finesen sí, nadie tiene el derecho de utilizar a otro enprovecho propio. Pero como ser hombre es tener me-tas y proyectos, y estos fines no pueden cumplirsede ninguna manera mediante la acción solitaria,todo individuo necesita de la acción de los demáspara realizarlas. La única manera como puede lo-grar que los demás contribuyan a la realización desus propios fines, es contribuyendo a los fines delos demás. La relación entre los individuos del con-glomerado social sólo puede ser aceptada, si todoscontribuyen a la realización de los fines de todos.El individuo queda, en esta forma integrado plena-mente en el grupo social, cada individuo sólo pue-de realizarse como hombre, a través de los demás ylos demás sólo pueden realizarse a través de él. Elindividuo ocupa así un lugar insustituible en unacolectividad, en que los demás son también insus-tituibles. La única jerarquía del individuo se fun-da en su capacidad de servir, es decir, en su capa-cidad de hacerse imprescindible a los demás, en sucapacidad de encauzar libremente sus propios finespara que los demás puedan realizar los suyos. Es-ta relación interhumana en que cada uno contribu-ye a la realización de los fines de los demás al rea-lizar sus propios fines, en que todos actúan en re-lación con todos, se denomina solidaridad.

Otro principio importante que se deriva también,149

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de nuestro principio es el antirracismo. El racismosignifica que una raza dominante reduce a una con-dición de inferioridad a los miembros de otra raza.La colectividad se divide en dos grupos, la raza supe-rior y la raza inferior.

En una sociedad racista los miembros de la raza“considerada” inferior son obligados a trabajar encondiciones tales que la raza “considerada” superiorse beneficia con ese trabajo sin retribuir adecuada-mente al grupo productor. Es evidente que la razadominante está utilizando a la dominada como mediopara sus propios fines. La condición de “dominado”le es impuesta contra su voluntad, y por eso pierde lacapacidad de decidir por sí misma quedando reduci-da a la condición de instrumento.

Otro principio que se deriva de manera inmedia-ta del principio de los fines, es el anti-imperialismo.El imperialismo consiste en el dominio que ejerceuna nación sobre otra. Este dominio significa que lanación dominante tiene el derecho de utilizar a la na-ción dominada como medio de enriquecimiento. O, loque es lo mismo, los miembros de la nación dominan-te, utilizan el trabajo de los miembros de la nacióndominada para aumentar su riqueza.

Partiendo del principio de que todo hombre debeser un fin en sí y no un medio para los demás, se lle-ga asimismo a una sociedad en que no deben existirni explotadores ni explotados. Porque la explotaciónconsiste, precisamente, en el hecho de que unoshombres toman como medio a otros hombres paraaumentar su poder, su prestigio o su riqueza. Explo-tar significa eso y nada más que eso: tomar a otro co-mo medio para nuestros fines sin tener en cuentacuáles son los fines del otro.

Pero si el principio de los fines (autotelia) lleva auna sociedad sin explotación, conduce inescapable-mente a una sociedad sin clases. Porque en una so-ciedad en que existen las clases, existen diferencia deoportunidades entre los hombres. Para que haya cla-ses, debe haber por lo menos una clase superior y unao varias que son las clases inferiores. En toda socie-dad de clases hay un grupo dominante o supraordi-nado y un grupo dominado o subordinado. El dominiopuede variar desde la esclavitud, la forma más bru-tal de todas, hasta los más sutiles dinamismos, con-sistentes por lo general en complicados procesos depresión económica o de presión política basada en el

poder y en el prestigio personal. Por eso en una socie-dad con clases las jerarquías son arbitrarias, es decir,se fundan en la pertenencia de clase y no en cualida-des intrínsecas.

Es cierto que en muchas sociedades clasistas, losmecanismos democráticos de la participación en elgobierno limitan el poder de la clase supraordinada.En muchas de ellas las clases han adquirido gran po-rosidad y numerosos elementos de las clases inferio-res ascienden a las clases superiores. Pero esto nosignifica sino que dichas sociedades están en algunaetapa de la evolución hacia la sociedad humanistajusta. Porque mientras existan clases siempre habráhombres que, por el solo hecho de su nacimiento, ten-drán mayores oportunidades de realizar sus posibili-dades humanas. Y para realizarlas utilizarán, que-riéndolo o sin querer, el trabajo de las clases subordi-nadas que se convierten así, en instrumento para au-mentar las ventajas que los miembros de la clase su-perior tienen en el punto de partida.

Por eso para que una sociedad sea verdaderamen-te justa, para que todos los hombres puedan realizaren ella plenamente sus posibilidades, las jerarquíasno deben fundarse en condiciones de clase, es decir,de familia, de posición social, de situación económica,etc. No deben basarse en condiciones extrínsecas a lapersona humana sino en condiciones intrínsecas.Las jerarquías deben fundarse única y exclusivamen-te en la capacidad de servir y la capacidad de servirse determina por la capacidad intelectual y la pres-tancia moral de las personas. Por eso el humanismoconduce de todas maneras a la sociedad sin clases. Ysiempre ha sido así. Desde sus primeros comienzos,la ideología enciclopedista plantea claramente la so-ciedad sin clases al sostener que el poder emana delpueblo. El ideal democrático moderno, expresado enconstituciones como la de Francia, de los EstadosUnidos, de los países latinoamericanos y ahora, decasi todos los países del orbe, que se inspiran, en úl-tima instancia, en los principios de la ideología enci-clopedista, plantea de manera directa la sociedad sinclases. No otra cosa significa la igualdad de los hom-bres ante la ley y la eliminación de los privilegios.Que este ideal no haya podido realizarse es cuestiónaparte. Pero el hecho es que existe y que ha sidoplanteado desde el comienzo. El marxismo, al plan-tearlo también, no hace sino seguir la corriente delpensamiento humanista occidental.

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Las consideraciones que anteceden, nos mues-tran además, que la enunciación del principio supre-mo del humanismo –y naturalmente la enunciaciónde sus posibles consecuencias– no necesita utilizaren ningún momento tesis filosóficas de carácter teó-rico, Los principios humanistas formulados de ma-nera directa, tal como lo acabamos de hacer, son nor-mas, son prescripciones que indican cómo deben re-lacionarse los hombres entre sí y cómo debe consti-tuirse la sociedad para que pueda cumplirse el tipode relación exigido... No son tesis teóricas que nece-sitan ser probadas, sino pautas de conducta que seaceptan o se rechazan mediante actos de voluntad.Esta es la única manera de fundar una praxis políti-ca segura, sin correr el peligro de utilizar tesis que,con el transcurso del tiempo, debido a la evolucióndel propio pensamiento filosófico y el progreso de laciencia resultan con frecuencia falsas. Tal es el casode las ideologías tradicionales.

El Humanismo como exigencia de transformacióny los caracteres generales de los procesos revoluciona-rios.

Partiendo del principio según el cual todos loshombres deben ser fines en sí, hemos llegado a unaserie de conclusiones sobre la manera cómo debeser la sociedad. Como acabamos de mostrar, losprincipios del humanismo son normas, prescripcio-nes, es decir, exigencias de realización. Por eso, elmero planteamiento de los principios, impone unacomparación entre el tipo de sociedad exigido porellos y la sociedad real existente dentro de la cualactúa la ideología. La comparación nos muestraque entre ambas existe una dramática distancia.La exigencia de realización se constituye, enton-ces, en exigencia de transformación. De acuerdocon la comparación, la transformación debe serprofunda y radical. Porque el planteamiento hu-manista conduce a un modelo de sociedad en quelas cosas suceden al contrario de lo que han suce-dido en las sociedades históricas. En estas socieda-des las jerarquías, el valor, el poder, se han funda-do en notas extrínsecas y contingentes como lasangre, la raza, el dinero, etc.

En la sociedad humanista se funda en lo que con-duce a la plenitud de la condición humana, es deciren la capacidad de servir. En las sociedades históri-cas el poder se funda en la capacidad de ser servido,o sea en la capacidad de tomar a los demás como me-

dio. En la sociedad humanista los que ejercen la je-rarquía o lo que es equivalente, la capacidad de deci-dir, (que es el poder) sirven a la mayoría, se constitu-yen voluntariamente en medio para que los demássean fines. Se trata por eso de algo profundamenterevolucionario, porque cambia no sólo la estructurasocial, económica, política y cultural de la sociedad,sino cambia la manera de ser de los hombres, les exi-ge un cambio en la manera de sentirse a sí mismos,de apreciarse y de tratarse.

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Si la violencia debe ser evitada o reducida al mí-nimo, es necesario comenzar la transformación des-de el propio sistema social que constituye el puntode partida. En nuestro país, y en todos los países enlas mismas condiciones históricas, sociales y políti-cas que el nuestro, la transformación debe comenzara hacerse dentro del sistema capitalista. Esto, por laúnica razón de que pasar bruscamente del sistemacapitalista a otro completamente distinto, como porejemplo, el socialista, obligaría a transformar la vio-lencia implícita en explícita y a intensificarla hastalímites imprevisibles. Pero el punto de partida den-tro del capitalismo no significa ninguna predilec-ción especial por este sistema frente a otro u otros.Se trata únicamente de cumplir la exigencia de con-sistencia, es decir de evitar la aplicación de métodosantihumanistas. Si la sociedad en el punto de parti-da fuera socialista, de tipo totalitario, se tendríaque partir de ella, porque todo cambio brusco produ-ciría los mismos efectos. En efecto, pasar de una so-ciedad en la cual no hay libertad de ninguna espe-cie a una sociedad libre, supone romper un gigan-tesco mecanismo de opresión. La única manera delograr este cambio, dentro del esquema humanista,es por eso, partir del propio sistema e irlo modifi-cando progresivamente.

Como es lógico pensar la sociedad futura será muydiferente de la nuestra. Pero ¿quedará algo del siste-ma capitalista como tal? Para responder a esta pre-gunta es necesario enunciar las notas principales delsistema capitalista. Este sistema tiene cinco notas bá-sicas: la propiedad de los medios de producción debeser, en su mayor parte privada, la jerarquía en las em-presas depende de la cantidad de capital invertido, loque significa que los mayores accionistas tienen el po-der de decisión sobre la marcha de la empresa y pue-den colocar y remover al personal, la empresa capita-,151

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Humanismo y revolución

lista tiene sólo una meta: el lucro; existe un ampliomargen de libertad para la dirección y la formación delas empresas, es decir, hay iniciativa privada y com-petencia, el mercado se constituye sobre la base de laspreferencias espontáneas de los consumidores.

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El sistema final, sería, entonces un sistema en elcual coexistirían armónicamente coordinados, tresaspectos diversos: la pequeña propiedad privada, elcooperativismo y el socialismo.

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El problema es complicado pero puede resolversepor medio de las modernas técnicas de análisis utili-zadas por las ciencias sociales, especialmente pormedio de la planificación. La planificación permiteprever con probabilidad aceptable los resultados deciertas transformaciones estructurales utilizadas enel proceso de cambio. Las técnicas de análisis econó-mico permiten saber que es posible cambiar rápida-mente ciertas estructuras, como por ejemplo la de lapropiedad agraria, mientras el ritmo de cambio esmenor en otras, como en la estructura industrial ycomercial. También permiten probar que en relaciónal sistema capitalista, que es, en nuestro caso, elpunto de partida obligado, el tipo más convenientede planificación es el indicativo. Es decir, una plani-ficación en que el encauzamiento de la inversión pri-vada se realice mediante incentivos o penas tributa-rias y no mediante una acción directa de la fuerza.Desde luego, esto no significa que todo tipo de trans-formación y de encauzamiento deben hacerse dentrode estos marcos. Hay ciertas medidas que tienen quetomarse de todas maneras si no se quiere frustrartodo el proceso. Pero el estudio de estos problemasrebasa el horizonte de la ideología. Para aumentarla productividad de la industria es conveniente ofre-cer determinados incentivos al inversionista tantonacional como extranjero. Mas al hacer esto, es ne-cesario tomar las precauciones del caso para que losgrupos de poder económico no adquieran demasiadopredominio dentro del sistema. Al hablar de los gru-pos de poder deben considerarse tanto los nacionalescomo los extranjeros. En la mayoría de los países encondiciones económicas e históricas similares alnuestro, los grupos de poder económico nacionalesestán íntimamente asociados con los grupos interna-cionales. Existe por eso un estado de dependencia

económica en relación a algún país extranjero a va-rios. Y esto constituye un problema en relación a lasinversiones del capital extranjero. Porque, como he-mos visto, en la etapa inicial, es necesario aumentarla productividad y para ello debe ampliarse a ritmoacelerado el sistema industrial. Para hacer esto hayque ofrecer incentivos al capital, incluyendo el ex-tranjero y el aumento del capital foráneo puede in-tensificar la dependencia económica del país frente alas grandes potencias.

Estas potencias tendrán una tendencia natural aoponerse a las reformas estructurales que afecten losintereses de sus inversiones y se valdrán de diversosmedios para evitarlos. Pueden utilizar la presión po-lítica directa y sobre todo la presión económica, reti-rando capitales y dejando de hacer préstamos con fi-nes de desarrollo.

Contra esta doble incidencia –nacional e interna-cional de los grupos de presión– hay que luchar a lavez con energía y con habilidad. En el ámbito nacio-nal pueden fomentarse ciertas industrias de maneradecidida, pero tomando precauciones legales paraque no puedan formarse monopolios. Deberá hacerse,además, una transformación adecuada del sistemacrediticio (revolución del crédito) y coordinar el au-mento de la productividad con una mejora crecientedel sistema de distribución de lo producido. Habráque transformar el sistema legal para impedir quelos miembros del viejo grupo de poder sigan mane-jando las corporaciones estatales y para-estatales.En el ámbito internacional habrá que luchar tambiéncontra los monopolios y se tendrá que presionar demanera enérgica para que los contratos de explota-ción de los recursos naturales sean mejorados y dejenuna utilidad adecuada a la economía nacional. Es di-fícil prever el curso de este proceso. Es evidente quela necesidad de capital extranjero impone una deter-minada dimensión de prudencia. Un rechazo de laayuda extranjera basada en el fanatismo doctrinarioo en un nacionalismo mal entendido puede tener fa-tales consecuencias para el movimiento de transfor-mación. Pero también es evidente que si no se cam-bia el estado inicial, en el que determinadas empre-sas extranjeras tienen ventajas excesivas e inclusohumillantes para la colectividad, el proceso puedefrustrarse y perder su carácter revolucionario.

Esta contraposición entre la necesidad de capitalextranjero y la necesidad de un mejor aprovecha-,152

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Francisco Miró Quesada

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miento de los recursos naturales y de la producciónindustrial, puede constituir un serio impase para eléxito del proceso. Hay sin embargo una salida. Enprimer lugar la capacidad de las grandes potenciaspara imponer soluciones imperialistas va disminu-yendo rápidamente. No se trata aquí de decidir siesta disminución se debe a un progreso histórico delas propias potencias o a la reacción de los países ex-plotados. Pero el hecho existe. Y esto permite a lospaíses que inician su desarrollo presionar a estasnaciones mediante movimientos organizados yagresivos de propaganda nacional e internacional.Mediante denuncias públicas, mediante organismosinternacionales, utilizando asociaciones regionales,etc., los países subdesarrollados pueden obtenermejores precios para sus productos y mejores con-tratos con las empresas extranjeras. Las grandespotencias no están en condiciones de resistir incon-dicionalmente esta presión. Si no fuera por esta po-sibilidad, no habría salida, como no la hubo en el pa-sado. En el pasado las potencias esclavizaron a pue-blos enteros y nadie pudo liberarlos. Pero en la ac-tualidad los pueblos oprimidos han comenzado a li-berarse y esto hace posible que puedan enfrentarsea la presión económica de las grandes potencias concrecientes posibilidades de éxito.

En segundo lugar, el propio desarrollo del paíshace que, de manera progresiva, las necesidades delas inversiones extranjeras sean menos urgentes.Las propias condiciones objetivas que se van crean-do, van haciendo imposible el rendimiento que per-siguen los inversionistas con mentalidad imperia-lista. Todo eso refuerza las posibilidades de oponer-se a las presiones del capital extranjero a la vez queaprovechar las inversiones dentro de condicionesaceptables para ambas partes.

Es infantil preguntarse cuánto va a durar el pro-ceso. Lo único claro es que si es revolucionario debetener un ritmo acelerado dentro de las posibilidadesmateriales y culturales de la colectividad que setransforma. Este ritmo es impuesto por la propiaexigencia del esquema humanista y por la presiónincontenible de las mayorías hacia su liberación. Siel ritmo decae, entonces el proceso revolucionario seenfrenta a su destrucción inevitable. Un factor posi-tivo de aceleración es que la velocidad de cambiopuede ser incrementada de manera imprevisible porlos adelantos de la técnica. En los actuales momen-tos es ya un lugar común que el mundo está frente a

un horizonte de asombrosas posibilidades. Las so-ciedades más desarrolladas podrán disminuir las ho-ras de trabajo, gracias a los métodos de la cibernéti-ca, hasta extremos difíciles de imaginar. Esto libe-rará en tal forma a las mayorías trabajadoras que secreará el problema de ofrecerles actividades de losmás diversos tipos para que no pierdan sus energíascreadoras. En cuanto a los países subdesarrollados,no puede aún calcularse hasta dónde la técnica pue-de adelantar el ritmo de transformación. Es muy po-sible que su impacto sea tan grande que la producti-vidad pueda ser aumentada sin que sea necesarioaplicar el esquema de desarrollo dentro de la libreempresa encauzada por una metodología planifica-dora que, en las actuales circunstancias, es el másconveniente cuando se parte desde el sistema capita-lista.

Las consideraciones que anteceden permiten for-marse una idea general de las etapas en la marchahacia la sociedad justa (siempre y cuando los ade-lantos fabulosos de la técnica no obliguen a cambiartodo el esquema). Primero: se parte del sistemaexistente en la sociedad injusta, en nuestro caso, elcapitalismo. Segundo: se comienzan a realizartransformaciones profundas con la mayor velocidadposible. Estas transformaciones deben armonizarsecon las exigencias del desarrollo económico que exi-ge un aumento de la productividad a través de la in-dustrialización. La planificación es la metodologíaque permite lograr esta coordinación. Tercero: la co-lectividad alcanza la etapa del desarrollo y lastransformaciones se hacen cada vez más sistemáti-cas y profundas. Las clases se van desdibujandoprogresivamente. El grupo que maneja el capital vateniendo cada vez menos fuerza y tiene menos capa-cidad para imponer sus decisiones a las mayorías.El sistema social se va transformando rápidamentey no puede reconocerse ya como capitalista en elsentido en que lo hemos definido. Las jerarquías setornan en alta proporción, funcionales. Cuarto: sealcanza la etapa de la sociedad justa. Ya no haygrupo de dominio. Las jerarquías de todo tipo, so-ciales, económicas, políticas son funcionales, quie-nes las ocupan son elegidos por su capacidad de ser-vir (preparación intelectual y condición moral). Lacolectividad ingresa en una etapa no capitalista. ElEstado ya no puede ser utilizado por ningún grupopara conservar sus privilegios y perpetuarse en elpoder, ya no es un órgano de clase, sino un órgano deservicio colectivo. ,153

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aracterizar la situación de los países pobres co-mo dominados y oprimidos, lleva a hablar deuna liberación económica, social, política. Peroestá, además, en juego una visión mucho másintegral y honda de la existencia humana y desu devenir histórico.

Una profunda y vasta aspiración a la liberaciónanima hoy la historia humana. Liberación de todoaquello que limita o impide a hombres y mujeres la

realización de ellos mismos, de todo aquelloque traba el acceso a –o el ejercicio de– su liber-

tad. Una buena prueba de ello está en la toma deconciencia de nuevas y sutiles formas de opresión enel seno de las sociedades industriales avanzadas,que se ofrecen, a menudo, como modelo a los actua-les pueblos subdesarrollados. En ellas la subversiónno se presenta como una protesta contra la pobreza,sino, más bien, contra la riqueza. El contexto de es-tos hechos es muy diferente al de los países pobres;habrá que cuidarse de todo tipo de mimetismo, asícomo de nuevas formas de imperialismo –revolucio-nario esta vez– de los países ricos, que se consideranel eje de la historia de la humanidad. Ello sólo lleva-ría a los grupos revolucionarios del tercer mundo aun nuevo engaño sobre su propia realidad y a lu-char, por consiguiente, contra molinos de viento.

Pero, reconocido esto, es importante recordar,también, que los países pobres harían mal en noseguir de cerca esos acontecimientos; su destinodepende, en parte por lo menos, de lo que sucedaal interior de los pueblos dominantes; su propialiberación no puede ser indiferente a la que pre-conizan minorías crecientes en los países opulen-tos. Hay, además, valiosas enseñanzas que po-drían ser recogidas por los revolucionarios de lospueblos “periféricos”, y llevar, desde ahora, a im-portantes correctivos en la difícil tarea de cons-trucción de una nueva sociedad.

Lo que está en cuestión, en efecto, tanto en el surcomo en el norte, al oeste como al este, en la perife-ria como en el centro, son las posibilidades de llevaruna existencia humana auténtica; una vida libre,de una libertad que es proceso y conquista históri-ca. De ese proceso y de esa conquista se tiene hoyuna conciencia cada vez más aguda, aunque sus raí-ces se hunden, sin embargo, en el pasado.

Los siglos XV y XVI marcan un hito importan-

Sacerdote católico peruano, internacional-mente conocido como gestor de nuevastendencias posconciliares en la Iglesia Cató-lica. Escribió Teología de la liberación.

Teología de la liberación. Perspectivas. Lima:CEP, 1996. Extracto seleccionado, págs. 98-105.

El ser humano,agente de su

propio destinoGustavo Gutiérrez

CARETAS 2002

El ser humano, agente de su propio destino

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Gustavo Gutiérrez

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te en la comprensión que el ser humano tiene de símismo. Sus relaciones con la naturaleza varíansustancialmente al surgir la ciencia experimentaly la técnica de manipulación que se deduce de ella.En dependencia de este proceso, el hombre aban-dona la vieja imagen del mundo y de sí mismo.Como dice E. Gilson, en frase muy conocida, “espor su física que envejecen las metafísicas”. Másaún, gracias a la ciencia, la humanidad da un pa-so adelante y comienza a percibiese en forma dife-rente. Por ello la mejor tradición filosófica no esuna reflexión de escritorio: es la conciencia reflejay tematizada de la experiencia vivida por el serhumano en su relación con la naturaleza y conotras personas. Pero esta relación se traduce y almismo tiempo es modificada por los avances delconocimiento científico y técnico.

Descartes, uno de los grandes nombres de lanueva física que sitúa de manera distinta al hom-bre frente a la naturaleza, coloca la primera piedrade una reflexión filosófica que, al sostener el prima-do del pensar, de las “ideas claras y distintas”, en elconocimiento, pone de relieve los aspectos creado-res de la subjetividad humana. Esta perspectiva seafirma y se sistematiza con la “revolución coperni-cana” operada por Kant, para quien no son los con-ceptos los que deben regularse sobre los objetos, si-no “los objetos, o lo que es lo mismo, la experiencia,en la que sólo pueden ellos ser conocidos (en tantoque objetos dados) la que se regula sobre esos con-ceptos”. Y es que “nosotros no conocemos a priorilas cosas, sino lo que nosotros mismos ponemos enellas”; Kant es consciente de que esto lleva a “uncambio de método en la manera de pensar”. A un co-nocimiento que, al presentarse como necesariamen-te crítico de sus propios fundamentos, abandona suingenuidad y entra en una etapa adulta.

Hegel continúa este enfoque, introduciendo vi-talmente y con urgencia el tema de la historia. Sufilosofía se presenta en gran parte como una refle-xión sobre la Revolución francesa, hecho históricode enormes repercusiones en el que se proclama elderecho de todo hombre a participar en la conduc-ción de la sociedad a la que pertenece. Para Hegelel ser humano es consciente de él mismo “en tantoque es reconocido (por) otra conciencia de sí”. Peroeste reconocimiento por otra conciencia supone unconflicto inicial, “una lucha por la vida y la muer-te”, pues es “sólo arriesgando su vida que se con-

serva la libertad”. El devenir histórico, a través dela dialéctica amo-esclavo (resultado de ese enfren-tamiento original), aparecerá entonces como unproceso de génesis de la conciencia y, por consi-guiente, de liberación paulatina del hombre. Eneste proceso –proceso dialéctico– el ser humano seconstruye a sí mismo, alcanza una conciencia realde su propio ser, se libera en la adquisición de unagenuina libertad, por medio del trabajo, que trans-forma el mundo y educa a las personas. Para Hegel“la historia universal es el progreso de la concien-cia de la libertad”. Más todavía, lo que anima lahistoria es la difícil conquista de esa libertad, ini-cialmente apenas vislumbrada, es el paso de laconciencia de la libertad a la libertad real, ya que“es la libertad misma que encierra en ella la infini-ta necesidad de hacerse consciente –puesto que se-gún su concepto ella es conocimiento de sí– y, porconsiguiente, de hacerse real”. La humanidad asu-me así, gradualmente, las riendas de su destino,presagia y se orienta hacia una sociedad en la quese vea libre de toda alienación y servidumbre. Es-te enfoque dará inicio a una nueva dimensión de lafilosofía: la crítica social.

Esta línea será ahondada y renovada, en formamuy propia, por K. Marx. Pero esto no se hará sinlo que se ha dado en llamar una “ruptura epistemo-lógica” (noción tomada de G. Bachelard) con el pen-samiento anterior. Esta nueva actitud se expresacon nitidez en las famosas Tesis sobre Feuerbach, enlas que Marx expone concisa pero penetrantementelo esencial de su enfoque. En ellas, en particular enla primera tesis, Marx se sitúa en forma equidis-tante tanto del materialismo antiguo como del idea-lismo, o para decirlo en términos más exactos, pre-senta su posición como la superación dialéctica deambos. Del primero conservará la objetividad delmundo exterior, y del segundo la capacidad trans-formadora del hombre. Conocer para Marx será al-go indisolublemente ligado a la transformación delmundo por medio del trabajo. Partiendo de estasprimeras intuiciones, Marx irá construyendo un co-nocimiento científico de la realidad histórica. Ana-lizando la sociedad capitalista en la que se da enconcreto la explotación de unos seres humanos porotros, de una clase social por otra, y señalando lasvías de salida hacia una etapa histórica en la que lapersona humana pueda vivir como tal, Marx formacategorías que permiten la elaboración de una cien-cia de la historia. ,155

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El ser humano, agente de su propio destino

Tarea abierta, esta ciencia contribuye a que lahumanidad dé un paso más en la senda del conoci-miento crítico, al hacerla más consciente de los con-dicionamientos socioeconómicos de sus creacionesideológicas, y por tanto, más libre y lúcida frente aellas. Pero, al mismo tiempo le permite –si se dejaatrás toda interpretación dogmática y mecanicistade la historia– un mayor dominio y racionalidad desu iniciativa histórica. Iniciativa que debe asegu-rar el paso del modo de producción capitalista almodo de producción socialista, es decir, que debeorientarse hacia una sociedad en la que dominadala naturaleza, creadas las condiciones de una pro-ducción socializada de la riqueza, suprimida laapropiación privada de la plusvalía, establecido elsocialismo, las personas puedan comenzar a vivir li-bre y humanamente.

Pero los hombres y mujeres de hoy no aspiransólo a liberarse de aquello que viniendo del exterior,les impide realizarse en tanto que miembros de unaclase social, de un país o de una sociedad determi-nada. Buscan, igualmente, una liberación interior,en una dimensión individual e íntima. Una libera-ción en un plano no sólo social, sino también psico-lógico. Pero libertad interior entendida no comouna evasión ideológica del enfrentamiento social,como la interiorización de una situación de servi-dumbre, sino en referencia real al mundo del psi-quismo humano tal como se le comprende desdeFreud. Un nuevo continente por explorar se ofre-ció, en efecto, al hombre cuando Freud colocando larepresión como elemento central del aparato psí-quico del hombre, puso de relieve los condiciona-mientos inconscientes del comportamiento huma-no. La represión es el resultado del conflicto entrelas pulsiones instintivas y las exigencias culturalesy éticas del medio social. Para Freud, las motiva-ciones inconscientes ejercen un poder tiránico ypueden dar lugar a conductas aberrantes que sólo

son controlables si se toma conciencia de esas moti-vaciones, a través de una lectura apropiada delnuevo lenguaje de significaciones creado por el in-consciente. Hemos encontrado ya anteriormente,desde Hegel, el conflicto como categoría explicativagerminal, y la toma de conciencia como un jalón enla conquista de la libertad, pero aquí aparecen enun proceso psicológico que debe, él también, condu-cir a una más plena liberación humana.

En efecto, las exigencias de una liberación en elplano colectivo e histórico no incluyen siempre, yen la forma debida, la liberación psicológica. Estaagrega dimensiones que no existen o no están in-tegradas, suficientemente, con la primera. No setrata, sin embargo, de desvincularlas u oponerlasfácilmente.

Me parece –escribe D. Cooper– que una lagunafundamental de todas las revoluciones pasadas hasido la disociación entre liberación al nivel de lamasa (que es la liberación de intereses de clase entérminos económicos y políticos) y la liberación alnivel individual, o de determinados grupos en loscuales el individuo está directamente comprometi-do. Hablando de revolución, hoy, nuestra reflexiónno tendrá significado si no efectuamos una uniónentre macro y micro-social, entre realidad exterior yrealidad interior.

Además la alienación y el despojo, así como la lu-cha misma por la liberación de esa situación, tieneincidencias en el plano personal y psicológico que se-ría grave descuidar en un proceso por la construcciónde una sociedad y una humanidad nueva. Estos as-pectos personales, en una perspectiva no intimistasino abarcando todas las dimensiones del ser huma-no, están, también, en causa en el debate actual so-bre la mayor participación de todos en la gestión po-lítica, incluso en el seno de una sociedad socialista.

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Juan Velasco Alvarado

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ompatriotas:

Este es un día histórico. Y bien vale que todos sea-mos plenamente conscientes de su significado másprofundo. Hoy día el Gobierno Revolucionario hapromulgado la Ley de la Reforma Agraria, y al hacer-

lo ha entregado al país el más vital instrumento de sutransformación y desarrollo. La historia marcará este

24 de Junio como el comienzo de un proceso irreversibleque sentará las bases de una grandeza nacional auténtica,

es decir, de una grandeza cimentada en la justicia so-cial y en la participación real del pueblo en la rique-

za y en el destino de la patria.

Hoy, en el Día del Indio, día del campesino, el GobiernoRevolucionario le rinde el mejor de todos los tributos al en-tregar a la nación entera una ley que pondrá fin para siem-pre a un injusto ordenamiento social que ha mantenido enla pobreza y en la iniquidad a los que labran una tierrasiempre ajena y siempre negada a millones de campesinos.Lejos de las palabras de vanos homenajes, el Gobierno Re-volucionario concreta en un instrumento de inapelable ac-ción jurídica ese anhelo nacional de justicia por el que tan-to se ha luchado en nuestra Patria. De hoy en adelante, elcampesino del Perú no será más el paria ni el desheredadoque vivió en la pobreza, de la cuna a la tumba, y que miróimpotente un porvenir igualmente sombrío para sus hijos.Apartir de este venturoso 24 de Junio, el campesino del Pe-rú será en verdad un ciudadano libre a quien la patria, alfin, le reconoce el derecho a los frutos de la tierra que tra-baja, y un lugar de justicia dentro de una sociedad de lacual ya nunca más será, como hasta hoy, ciudadano dismi-nuido, hombre para ser explotado por otro hombre.

Al asumir el gobierno del país, la Fuerza Armada asu-mió también el solemne compromiso de realizar una vastatarea de reconstrucción nacional. Nosotros siempre fuimosconscientes de la inmensa responsabilidad que contrajimoscon la patria. Este no podía ser un gobierno más en el Pe-rú. Insurgió con la vocación irrenunciable de ser el gobier-no de la Revolución Nacional.

Más aún, nosotros declaramos que realizar la transfor-mación de este país, constituye la justificación histórica delGobierno de la Fuerza Armada. Vale decir, para la FuerzaArmada del Perú la tarea de gobernar no fue entendidanunca como banal ejercicio del poder, sin rumbo ni propósi-to; ni tampoco fue entendida jamás bajo este régimen comoacción continuista encaminada a mantener un ordena-miento social básicamente injusto, dentro del cual la mayo-ría de nuestro pueblo siempre fue mayoría explotada, ma-

General piurano. Líder de la insurreccióndel 3 de octubre de 1968. Alentó unproyecto igualitarista autoritario, especial-mente a través de la Ley de ReformaAgraria.

“Mensaje a la Nación con motivo de la pro-mulgación de la Ley de Reforma Agraria. 24 dejunio de 1969”. En Velasco. La voz de la revo-lución. Lima: Editorial Ausonia, 1972. Extractoseleccionado, págs. 43-55.

Discurso de laReforma Agraria

Juan Velasco Alvarado(Piura 1909-Lima 1977)

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Discurso de la Reforma Agraria

yoría en miseria, mayoría desposeída. Nosotros no asumi-mos el poder político para hacer de él botín y negociado, niinstrumento perpetuador de la injusticia.

Todo lo contrario. Nosotros asumimos el poder políticopara hacer de él herramienta fecunda de la transformaciónde nuestra patria. No nos movió otro propósito. Quisimosdarle al Perú un gobierno capaz de emprender con resolu-ción y con coraje la tarea salvadora de su auténtico desarro-llo nacional. Fuimos desde el primer momento conscientesde que una empresa así demandaría de todos los peruanossacrificios y esfuerzo; porque sabíamos que en un país comoel Perú, caracterizado por abismales desequilibrios socialesy económicos, la tarea del desarrollo tenía necesariamenteque ser una tarea de transformación. Superar el subdesa-rrollo nacional significa, por eso, lograr un reordenamientode la sociedad peruana por tanto, alterar las estructuras depoder, económico, político y social en nuestro país.

Por comprenderlo así, insurgimos como Gobierno Revo-lucionario; es decir, como régimen fundamentalmenteorientado al logro de la transformación integral de nuestrapatria. Sólo así el Perú podrá superar su estancamiento ysu retraso, que son ambos responsabilidad histórica dequienes hasta hace diez meses detentaron el poder políticoen nuestro país. Fue por su inepcia y su complicidad quenuestro pueblo no pudo en el pasado encontrar el camino desu justicia, ni el Estado pudo emprender una acción vigoro-sa destinada a elevar al país del subdesarrollo en que lo su-mieron sus malos gobernantes, sus políticos fariseos, susgrandes claudicantes.

Hoy todo eso ha quedado atrás para siempre. Hoy el Pe-rú tiene un Gobierno decidido a conquistar el desarrollo delpaís, mediante la cancelación definitiva de viejas estructu-ras económicas y sociales que no pueden ya tener validez ennuestra época. Las reformas profundas por las que tantoscompatriotas han luchado, están ya en marcha. Y dentrode ellas, la más alta prioridad corresponde, sin duda algu-na, a la reforma de las estructuras agrarias. Por eso, fiel ala razón misma de su existencia, fiel a los compromisos asu-midos ante el país y ante la historia, fiel a los postulados ex-plícitos de la revolución, el Gobierno de la Fuerza Armadale entrega hoy a la Nación peruana una avanzada Ley deReforma Agraria que marcará el comienzo de la verdaderaliberación del campesinado nacional.

En favor de la reforma agraria se han pronunciadoprácticamente todos los organismos técnicos nacionales einternacionales desde hace muchos años. Esta idea reci-bió el respaldo de los presidentes americanos en la reu-

nión de Punta del Este, y desde entonces las oficinas espe-cializadas de las Naciones Unidas han hecho hincapié enla necesidad de modificar radicalmente las estructurasagrarias de los países latinoamericanos. Y aquí en el Pe-rú todos también han hablado de la necesidad de empren-der una auténtica reforma agraria. Este fue el señuelo conel cual se lograron adhesiones y votos. Pero nada real-mente profundo se hizo jamás para implantar una refor-ma que de veras atacara la raíz del problema y que de ve-ras diera la tierra a quien la trabaja. Esto hace la nuevaLey. Y por venir de un Gobierno Revolucionario, es en to-do sentido un instrumento de desarrollo, una herramien-ta de transformación; vale decir una ley auténticamenterevolucionaria. Y como en el caso de la política naciona-lista del petróleo ahora también la fuente final de nuestrainspiración, ha sido el pueblo; este pueblo al que nos debe-mos por entero; este pueblo tantas veces engañado; estepueblo que tanto ha sufrido y ha luchado en espera de unajusticia que sus gobernantes nunca supieron darle; estepueblo que ahora recibe, no como una dádiva, sino comoun derecho, una Ley de Reforma Agraria que abre y ga-rantiza, al fin, el camino de la justicia social en el Perú.

En consecuencia, la ley se orienta a la cancelación de lossistemas de latifundio y minifundio en el agro peruano,planteando su sustitución un régimen justo de tenencia dela tierra que haga posible la difusión de la pequeña y media-na propiedad en todo el país. De otro lado, por ser una leynacional que contempla todos los problemas del agro y quetiende a servir a quien trabaja la tierra, la Ley de ReformaAgraria se aplicará en todo el territorio del país, sin recono-cer privilegios ni casos de excepción que favorezcan a deter-minados grupos o intereses. La ley, por tanto, comprende atodo el sistema agrario en su conjunto porque sólo de estamanera, será posible desarrollar una política agraria cohe-rente y puesta al servicio del desarrollo nacional.

Al plantear la sustitución del minifundio y del latifun-dio y al estimular la difusión de la pequeña y mediana pro-piedad, la ley establece medidas que aseguran la no frag-mentación de la gran propiedad como unidad de produc-ción. Es el régimen de tenencia lo que la ley afecta, mas noel concepto de unidad de producción agrícola o pecuaria.Por eso, para el caso de las empresas agro-industriales, laley contempla la cooperativización en favor de sus servido-res, pero garantiza el funcionamiento de la nueva empresacomo una sola unidad. En este sentido, la ley considera a latierra y a las instalaciones como un todo indivisible de pro-ducción sujeto a la reforma agraria. La planta industrial deprocesamiento primario de productos del campo está indi-solublemente ligada a la tierra. Por tanto, es imposible afec-,158

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Juan Velasco Alvarado

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tar a ésta y dejar intocada a aquélla. Y así como en el casodel problema del petróleo el Estado expropió la totalidaddel complejo, afectando los pozos y la refinería con todas susinstalaciones y servicios, así también en el caso de la granpropiedad agroindustrial, la Ley de Reforma Agraria tieneque afectar necesariamente la totalidad de la negociación.Esto no quiere decir que la gran propiedad será dividida yfragmentada, porque ello se traduciría en un perjudicialdescenso de los rendimientos de la tierra. Por eso, la leycontempla el mantenimiento de la unidad de producciónbajo un distinto y justo régimen de propiedad. Y dentro dela nueva empresa la ley garantiza la estabilidad de traba-jo, los niveles de remuneración y todos los derechos socialesde la planta de dirección técnica y administrativa y de to-dos los actuales servidores, abriendo para ellos, además, elacceso a los beneficios y utilidades de la cooperativa que se-rá la nueva propietaria del gran complejo agroindustrialque la reforma agraria afecte.

La inspiración social de la nueva ley es, pues, entera-mente compatible con la necesidad de garantizar la conti-nuidad de los altos niveles de rendimiento que la tecnologíaagraria ha hecho posible. Es por eso inexacto el cargo deque la reforma agraria entraña una merma de la produc-ción del campo. Por el contrario, al racionalizar el uso y lapropiedad de la tierra y al crear los incentivos derivados delmás amplio acceso a esa propiedad, la reforma agraria tien-de a formar más y mejores propietarios del agro, es decir, aimpulsar una más pujante producción agropecuaria que be-neficie, no a unos pocos, sino a la sociedad en su conjuntoUn sector campesino cada vez más próspero, organizado ycoherente, es la mejor garantía del desarrollo armónico yacelerado de la actividad agropecuaria del país, dentro de latotalidad del proceso nacional de desarrollo.

Otra tendencia central de la ley, íntimamente vinculadaa la naturaleza de las mayores necesidades del país en suconjunto, es el énfasis que ella pone en la reorientación delos recursos del capital hacia la industria, como parte delesfuerzo nacional destinado a colocar al Perú en condicio-nes ventajosas frente al reto que plantea el esfuerzo de in-dustrialización dentro del sistema de la integración econó-mica latinoamericana. Las nuevas responsabilidades queal Perú plantea la política de integración regional y subre-gional, demandan de nuestro país un vigoroso esfuerzo in-dustrial y un decidido respaldo del Estado a una dinámicay garantizada política de industrialización, centralmentebasada en el sector interno de nuestra economía. Por eso,esta ley es también una ley de impulso a la industria perua-na, cuyo futuro depende decisivamente de la creación de uncada vez mayor mercado interno de alto consumo diversifi-

cado y también, del apoyo constructivo del Estado, cons-ciente del inevitable destino industrial de nuestra patria.

Desde este punto de vista, es muy importante que elcapital nacional comprenda cabalmente la significaciónde la Ley de Reforma Agraria, como instrumento estimu-lador del proceso de industrialización en nuestro país. Laley, en efecto, abre muy grandes perspectivas a la inver-sión industrial a través del incentivo que significan nue-vas empresas forjadoras de riqueza y creadoras de traba-jo. Estas nuevas y amplias perspectivas de desarrolloeconómico, plantean un reto a la capacidad empresarial yal dinamismo de la joven industria peruana, cuyo futuroserá, en gran parte, el resultado del esfuerzo tesonero dequienes a ella dediquen toda su energía y su talento. Laindustrialización es un aspecto central del proceso de de-sarrollo económico de nuestro país, y el esfuerzo indus-trial puede formar parte de la tarea de transformación delas estructuras tradicionales del Perú, Luchar por la in-dustrialización es, por eso, luchar por el porvenir de lanación. Y por ello, el impulso a la industria constituyeuno de los principales objetivos de la política de transfor-mación del Gobierno Revolucionario. A este fin coadyuvala Ley de Reforma Agraria, al estimular el dinamismo delsector industrial mediante la reorientación de los recur-sos hacia fines de promoción de la industria nacional.

No se trata, pues, de destruir, sino de racionalizar el em-pleo de los recursos nacionales en función de las necesida-des principales de toda la sociedad peruana. El Gobiernohace una invocación para que, al margen de posibles temo-res infundados, se aprecie con claridad las enormes posibi-lidades que la ley abre al desarrollo económico del Perú. Losempresarios nacionales deben tener la certeza de que el Go-bierno Revolucionario no tiene otro propósito que el deafianzar una política industrial que no puede tener éxitosin la ampliación de un mercado interno de consumo, comoel que creará la aplicación de la reforma agraria. La con-vertibilidad de los bonos de la deuda agraria en acciones deempresas industriales necesarias para el desarrollo delpaís, representa un enorme paso en el proceso de industria-lización al cual el Gobierno Revolucionario brindará todaslas garantías que él requiera.

La nueva Ley de Reforma Agraria, por otra parte, limi-ta el derecho a la propiedad de la tierra para garantizar queésta cumpla su función social dentro de un ordenamientode justicia. En este sentido, la ley contempla límites de ina-fectabilidad que salvaguardan el principio normativo deque la tierra debe ser para quien la trabaja, y no para quienderive de ella renta sin labrarla. La tierra debe ser para el,159

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Discurso de la Reforma Agraria

campesino, para el pequeño y mediano propietario; para elhombre que hunde en ella sus manos y crea riqueza paratodos; para el hombre, en fin, que lucha y enraíza su propiodestino en los surcos fecundos, forjadores de vida.

Por eso, en un país de limitados recursos como el nues-tro, la propiedad también tiene que tener un límite. Esesencialmente injusto un sistema en el cual la inmensa ma-yoría de la tierra –y de la tierra mejor– esté en muy pocasmanos, como ha ocurrido hasta ayer mismo en nuestropaís. Esta desequilibrada e injusta situación toca a su fincon la Ley de Reforma Agraria que el Gobierno Revolucio-nario acaba de promulgar. La propiedad está garantizada,pero dentro de los límites que la hagan compatible con lairrenunciable función social que ella debe cumplir. Esta noes, por tanto, una ley de despojo, sino una ley de justicia. Ysí por cierto, habrá quienes se sientan afectados en sus in-tereses, éstos, por respetables que sean, no pueden prevale-cer ante los intereses y las necesidades de millones de pe-ruanos quienes, al fin, van a tener un pedazo de tierra pa-ra ellos y sus hijos en el suelo que los vio nacer.

Es necesario indicar a la ciudadanía que es por comple-to inexacta la versión según la cual en la preparación de laley no se han recibido los puntos de vista de instituciones ypersonas cuyas actividades se vinculan al agro. El Minis-terio de Agricultura recibió los puntos de vista de la Socie-dad Nacional Agraria y de numerosas personas calificadas.Sin embargo, huelga decir que los aspectos técnicos del pro-blema. agrario de nuestro país son suficientemente conoci-dos, y la legislación comparada en materia de reforma agra-ria es, ciertamente, voluminosa. Por eso, los aspectos deba-tibles del problema se refieren a las opciones de carácter po-lítico implícitas en los diversos enfoques dados en todaspartes del problema agrario. Y es, precisamente, donde sur-gen explicables diferencias de perspectiva. Por tanto, to-mar un camino en vez de otro, no quiere decir de ningúnmodo que no se hayan escuchado distintas opiniones, signi-fica, simplemente, que las decisiones tomadas responden adistintas concepciones generales de lo que debe ser la par-te medular de una auténtica reforma agraria.

Los que vean reducida su propiedad por la aplicación dela ley recibirán compensación justipreciada por parte delEstado. Pero en conciencia, habrán de reconocer que la re-forma agraria es para nuestro país un inaplazable impera-tivo de justicia. Y, si bien es cierto que éste es un gobiernopara todos los peruanos, no es menos cierto que él debe ytiene que ser, por encima de todo, un gobierno para los másy también para los más necesitados. El Gobierno Revolucio-nario confía en que quienes se sientan adversamente afec-

tados por la Ley de Reforma Agraria comprendan, por enci-ma de sus, acaso explicables egoísmos, la profunda justiciaque reinvidica y hace realidad. Nosotros actuaremos conequidad al aplicar la ley, y seremos respetuosos de los dere-chos legítimos de aquellos a quienes la ley se aplique. Peroseremos también inflexibles en exigir la absoluta aplicaciónde la reforma agraria, parte esencial de la política transfor-madora del gobierno de la revolución y aspecto fundamen-tal de una responsabilidad que hemos jurado cumplir, sindesviaciones ni temores, por el bien sagrado de la patria.

Por eso, por responder al clamor de justicia y al derechode los más necesitados, es que la Ley de Reforma Agrariaha dado su respaldo a esa gran masa de campesinos queforman las comunidades indígenas que, a partir de hoy–abandonando un calificativo de resabios racistas y de pre-juicio inaceptable– se llamarán Comunidades Campesinas.Los cientos de miles de hombres del campo que las forman,tendrán desde ahora el respaldo efectivo del Estado para lo-grar los créditos la ayuda técnica que indispensablementese requiere a fin de convertirlas en dinámicas unidades deproducción cooperativa. Creemos cumplir así un verdade-ro deber de reparación para todos aquellos campesinos olvi-dados del Perú, hombres que centenariamente han sufridoel castigo de todas expoliaciones y de todas las injusticias.Con esta ley se inicia el camino de su verdadera redenciónsocial. Ya nunca más serán las víctimas indefensas del fla-gelo gamonalista. A partir de hoy, con el respaldo del Esta-do, serán partícipes en la responsabilidad de su propio de-sarrollo. Así, verdaderamente al cabo de los siglos, las co-munidades campesinas, el ayllu antiguo, símbolo de un mi-lenario ideal de justicia que nunca fue totalmente abatido,verán renacidos su fuerza y su vigor para ser, otra vez, di-námicos elementos de progreso como fueron antaño en laantigua y grandiosa civilización de nuestros antepasados.

Estas son las características centrales de la Ley de Re-forma Agraria que pronto todos conocerán a lo largo y an-cho del territorio de nuestra patria. Los hombres del go-bierno tenemos lúcida conciencia de que con ella comienzala verdadera revolución social y económica del Perú. Comoen todo proceso de veras trascendente, habrá vicisitudes yhabrá tropiezos. También de ello somos conscientes. Nonos arredran las inevitables dificultades del proceso revolu-cionario que hoy comienza en nuestro país. Con el apoyodel pueblo sabremos sortear todos los peligros y todos los es-collos. Más nos pesaría no tener la decisión de cumplir uncompromiso que sabemos salvador para la patria. El Go-bierno tiene fe en nuestra patria, confianza en nuestro pue-blo. La lucha nos hermanará a todos los peruanos que, porencima de distingos secundarios, hemos unido nuestra,160

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Juan Velasco Alvarado

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suerte en la defensa común de un ideal revolucionario quesólo persigue la grandeza de la Nación. Hoy como en otrosmomentos de trascendentales decisiones, el Gobierno Revo-lucionario apela al pueblo en demanda de solidaridad paraemprender una dura pero inevitable empresa salvadora.Aquí, donde tantas promesas quedaron incumplidas, dondese abandonaron tantos ideales, nosotros hemos querido re-tomar el sentido profundo de un esfuerzo trunco hasta hoy:el de reivindicar al humilde campesino de nuestra Patria,respondiendo a una demanda cuya raíz honda se afinca ennuestra historia y cuya imagen de justicia surge de nuestropropio e inmemorial pasado de pueblo americano.

Sabemos muy bien que la Ley de Reforma Agraria ten-drá adversarios y detractores. Ellos vendrán de los gruposprivilegiados que hicieron del monopolio económico y delpoder político la verdadera razón de su existencia. Esa esla oligarquía tradicional que verá en peligro su antipatrió-tica posición de dominio en el Perú. No le tememos. A esaoligarquía le decimos que estamos decididos a usar toda laenergía necesaria para aplastar cualquier sabotaje a lanueva ley y cualquier intento de subvertir el orden público.

Ya se advierten indicios de una política de rumores conla que se trata de engañar y sorprender a los propios cam-pesinos que serán los beneficiarios directos e inmediatos dela reforma agraria, porque ella les dará tierra.

El Gobierno no tolerará la política de quienes traten deentorpecer la reforma agraria en perjuicio de los interesesdel campesinado y de la sociedad. En esto seremos inflexi-bles y bien vale que todos lo entiendan claramente. La pre-potencia de los intereses y de los privilegios tiene ya un lí-mite en el Perú.

Pero la Ley de Reforma Agraria también tendrá sus de-fensores y sus amigos. Ellos serán los que comprendan pa-trióticamente la decisiva importancia que esta ley tiene pa-ra el desarrollo nacional: serán los hombres del pueblo, loscampesinos, los obreros, los estudiantes, es decir, todos losque siempre han luchado por hacer prevalecer la justicia so-cial en el Perú. Ellos comprenderán que al fin empiezan arealizarse sus ideales. Nada importa que unos seamos mi-litares y otros civiles. La patria es una sola y es de todos. Loque importa es que se cumpla la transformación social yeconómica de nuestro país para hacer de él una nación li-bre, justa y soberana. Desde este punto de vista, se debe re-cordar la posición de los hombres de la Iglesia. En una re-ciente declaración de los Sacerdotes de ONIS, se señala laimperativa urgencia de una genuina reforma agraria en elPerú y se sostiene que “en una concepción cristiana del

hombre y del mundo, los bienes de la tierra se ordenan a to-dos los hombres, para permitirles la realización de su voca-ción y destino”. No estamos solos. En la obra de la reformaagraria tendremos a nuestro lado a los campesinos, a losobreros, a los estudiantes, a la inmensa mayoría de los in-telectuales, sacerdotes, industriales y profesionales del Pe-rú. Y esto es lo que cuenta, porque ellos son el pueblo au-téntico de nuestra patria, al lado del cual está la Fuerza Ar-mada que surge de ese pueblo, y que a su causa brinda elrespaldo de su decisión inquebrantable.

Quiero, por eso, hacer una sincera invocación a la juven-tud del Perú para la que queremos forjar una patria mejor.Quienes vivimos hoy los años de la adultez, recibimos unmundo lleno de imperfecciones y de injusticias. Para quie-nes vengan después de nosotros queremos el legado de unasociedad libre y justa, la herencia de una nación donde notengan cabida las clamorosas desigualdades y el oprobio delmundo que nos tocó vivir. Este es nuestro más grande an-helo: Labrar para nuestro pueblo y para su juventud un or-denamiento social donde el hombre viva con dignidad, sa-biendo que vive en una tierra que es suya y en una naciónque es dueña de su destino.

Así, mediante una política revolucionaria de inspiraciónverdaderamente peruana, profundamente nacionalista y,por tanto, exenta de influencias foráneas de cualquier índo-le, el gobierno del pueblo y de la Fuerza Armada pone hoyen movimiento un vigoroso e irreversible proceso de trans-formación nacional, evitando el caótico surgimiento de vio-lencia social y dando autónoma solución a los seculares pro-blemas del Perú. Esta es la mejor garantía de una verda-dera y justa paz social en el futuro de nuestra Patria.

Compatriotas:

Este es, repito, un día histórico cuya trascendencia seacrecentará con el paso de los años. Hoy el Gobierno Revo-lucionario siente la emoción profunda de una misión y deun deber cumplidos. Hoy, en el Día del Campesino, mira-mos a la ciudadanía con fe, orgullo y esperanza; y le deci-mos al Perú entero que a su pueblo debemos la inspiraciónde nuestros actos y que a él hoy le entregamos una ley for-jadora de grandeza y justicia en su destino.

Al hombre de la tierra ahora le podemos decir en la vozinmortal y libertaria de Túpac Amaru:

“¡Campesino, el patrón ya nocomerá más de tu pobreza!” ,161

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a democracia es restablecida en la década de los ’80 luego de doce años de dictadura militar. Largos años de un fallido experimento político y social pusieron a la renaciente democracia peruana un contexto de informalidad generalizada, crisisde las instituciones políticas y confrontación ideológica.

En los años ’70 se gestaba una respuesta radical, violentista y autoritariacontra el modelo democrático. Dentro de un discurso general con gran

énfasis igualitario difundido en las universidades y en algunos sectores de la Iglesia, la vulgata marxista encontró un terreno fértil.

Pocos imaginaron que bajo la mirada distraída de las élites, elterrorismo de “Sendero Luminoso” ingresaría en la escena

nacional para implantar el terror en nombre de la lucha armada y la revolución social.

Mientras Sendero Luminoso desarrollaba su lento avance para agudizar contradicciones y destruir las instituciones sociales, la clase política parecía no ofrecer alternativa que hiciera gobernable el país. Luego de la prolongada dictadurade Velasco y la transición de Morales Bermúdez la migración a las ciudades desbordó la capacidad social del Estado. Los gremios conservaron, sin embargo,una importancia como medio de presión política que lentamente habían ido adquiriendo en las décadas anteriores.

El crecimiento inflacionario de la burocracia se unió a estos factores. El destino nacional, tan claro, cierto y llameante para la cúpula dirigente de Sendero Luminoso, era el rompecabezas de los intelectuales y las universidades. Sin una visión clara de país, los políticos de la izquierda marxista yel pensamiento liberal de Hernando de Soto compitieron por hacer un diseño viableque oponer a la violencia maoísta.

● 36 Carlos Iván Degregori. Ayacucho

1969-1979: El nacimiento de Sendero

Luminoso, (Lima: IEP, 1990). Págs.37-47.

● 37 Alberto Flores Galindo. Buscando

un Inca, (Lima: Instituto de ApoyoAgrario, 1987). Págs. 361-368

● 38 José Matos Mar. Desborde popular

y crisis del estado: un nuevo rostro

del Perú en la década de 1980,(Lima: IEP, 1984). Págs. 67-69, 74-78, 85-88, 99-100.

● 39 Hernando de Soto. El otro

sendero: la revolución informal,

(Lima: ILD, 1986). Págs. 3-4, 7-8,11-15.

● 40 Francisco Morales BermúdezCerruti. Pensando en el Perú, (Lima:Realidades S.A., 1999). Págs. 67-74.

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Capítulo VIII:

Informalidadviolencia ygobernabilidad

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Carlos Iván Degregori

ace veinte años, Julio Cotler constatóque de 499 campesinos entrevistadosen seis comunidades y una hacienda

del Cuzco, el 52% estaba todavía deacuerdo con la afirmación de que “los in-

dios han nacido para servir y obedeceral misti”. Pero ya para entonces, esefatalismo se batía en retirada: el 76%de esos mismos campesinos considera-ba que si los indios tuvieran la misma

educación que los mestizos estarían enigualdad de condiciones para desempeñar

cualquier ocupación, y el 91 % declaraba que“por medio de la educación un hombre puede llegar aser lo que quiere”.

Esa confianza prácticamente unánime y, diríamos,ilimitada en la escuela, tiene que ver con la expansióndel mercado y el Estado hacia las zonas rurales andi-nas, y lo que en otro trabajo he denominado “el tránsi-to del mito de Inkarrí al ‘mito’ del progreso”. Según lahipótesis allí sustentada, diríamos simplificando queconforme avanza el S.XX un porcentaje creciente de laspoblaciones andinas deja de mirar hacia el pasado, deesperar el regreso del Inka, y se lanza más bien conuna vitalidad insospechada a la conquista del futuro.Y allí, en un punto neurálgico, se ubica la escuela.

Algunas cifras permiten ponderar adecuadamen-te la importancia de la educación en el Perú. Así, elporcentaje de estudiantes (matriculados) de seis aveintitrés años sobre la población total de esa edad,aumentó del 40,6% en 1960 al 73,8% en 1980, con locual, entre los países de América Latina, Perú pasódel decimocuarto lugar en 1960 al cuarto en 1980.Este crecimiento resulta todavía más espectacular sise tiene en cuenta que en PBI por habitante el Perúfluctuaba en esos años entre el undécimo y el deci-motercer lugar, y que en otros rubros básicos comoesperanza de vida o mortalidad infantil nuestro paísocupaba el antepenúltimo lugar en el continente, su-perando sólo a Bolivia y Haití.

El caso peruano parece excepcional no sólo en Amé-rica Latina. Entre los más de sesenta países que laONU tipifica como de “nivel medio de desarrollo”, seproduce durante las últimas décadas una evoluciónbastante reveladora. Mientras que en ese lapso el Pe-rú va quedando a la zaga en la mayor parte de indica-dores económicos, el crecimiento de su población juve-nil (18 a 25 años) que cursa estudios secundarios o su-

Antropólogo, profesor de San Marcos e in-vestigador del IEP. Es reconocido defensorde la heterogeneidad cultural del Perú. Fueuno de los primeros en estudiar el fenó-meno de Sendero Luminoso.

Ayacucho 1969-1979. El nacimiento de Sende-ro Luminoso. Lima: IEP, 1990. Extracto selec-cionados págs. 37-47

La Universidad,factor decisivo

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La Universidad factor decisivo

periores resulta impresionante, pues entre 1960 y1980 pasa del 19% al 76%, mientras que en los otrospaíses se eleva, en promedio, del 17% al 52.

El avance peruano resalta aún más si se advierteque luego de una primera etapa en que Estado y so-ciedad tiran de la carreta educativa en la misma di-rección, la sociedad avanza a contracorriente de latendencia estatal a reducir su participación en la edu-cación, especialmente a partir de la crisis económicaque estalla a mediados de la década de 1970.

Sin embargo, Huancavelica, Ayacucho y Apurímacaparecen consistentemente en los tres últimos luga-res en porcentaje de población alfabeta. Así figuranen los censos de 1961, 1972 y 1981. En este último,con el 45% de analfabetos mayores de 15 años Ayacu-cho ostentaba las más altas tasas de analfabetismourbano y rural en todo el país, superado únicamentepor Apurímac (52,1%). Huancavelica (44%) se ubica-ba ligeramente por debajo de Ayacucho y los tres bas-tante lejos del resto del país, pues sus porcentajes deanalfabetismo duplicaban largamente el promedionacional, que era 20,95%.

La educación en Ayacucho

No sólo las comunidades, incluso los siervos dehaciendas tradicionales pugnan por la educación desus hijos. Mencionemos sólo un ejemplo. En Poma-cocha (Cangallo), latifundio perteneciente al con-vento de Santa Clara, donde la servidumbre campe-sina continuaba vigente, hacia 1950 “... los campesi-nos fundan una escuela y contratan una maestra.Cada colono aporta con un sol mensual para pagara la profesora”. Eso sucede varios años antes de quese conforme la “Unión Campesina de Pomacocha”,que va a llevar adelante el movimiento campesinomás importante del departamento. En 1960, pocodespués de que los colonos recuperaran las tierrasde la hacienda, la escuela logró el reconocimientooficial. En 1964: “...la comunidad unida, se movili-zó rápidamente para construir una escuela de cincoaulas en una semana, gracias al trabajo gratuito yvoluntario de los comuneros”. En 1965 se instaló allíel Instituto Nacional Agropecuario N.80 con 50alumnos y un internado que albergaba a treinta deellos, procedentes de otras comunidades.

Si ésa era la situación en una hacienda “feudal”como Pomacocha, podemos imaginar lo que sucedía

en otras partes. En realidad, toda la región sigue enlíneas generales la tendencia nacional, pero con espe-cificidades que a veces dan lugar a resultados perver-sos. Así, la tasa de analfabetismo disminuye de85,3% en 1940 al 45% en 1981, es decir, a un ritmomenor que el nacional. Pero ello se explica en partepor la elevada tasa negativa de migración neta deldepartamento. Como indican múltiples estudios:tienden a migrar los más educados. De esta forma,por la “suma pobreza” el esfuerzo educativo aparececomo parte de una “solución hacia afuera”, que dejaen el departamento a los menos educados.

Norman Gall señala otro hecho que tiene lugar enel período inmediatamente anterior al movimientopor la gratuidad de la enseñanza, y que refuerzanuestros argumentos. Según él, entre 1961 y 1966 elnúmero de alumnos primarios del departamento deAyacucho habría crecido a un ritmo de 13,6% anual,comparado con el 5,3% de todo el Perú. Hacia 1969,esos alumnos deberían estar congestionando los plan-teles secundarios de la zona. Sin embargo, ese creci-miento no se trasluce significativamente en el censode 1972, pues entre 1961 y 1972 el analfabetismo enAyacucho sigue disminuyendo a la mitad del ritmonacional (-30,1% vs. –15,6%). Recién entre 1972 y1981 la velocidad de reducción del analfabetismo enAyacucho se va a acercar al promedio nacional. Sal-vo que las cifras de Gall fueran erróneas, la única ex-plicación posible es, una vez más, la migración.

Finalmente, otro dato más reciente da fe del es-fuerzo ayacuchano. Si en el “Mapa de la Pobreza”el departamento aparecía, como vimos, en segundolugar, en el “Mapa de la Pobreza Educativa” apare-ce quinto: en peores condiciones se encuentran nosólo Apurímac sino también Huancavelica, Caja-marca y Huánuco.

El quiebre: la universidad

Si en educación escolar Ayacucho va a la zaga, eneducación superior, por el contrario, se despunta, y alhacerlo, produce quiebres insospechados en la histo-ria regional. Es que en Ayacucho, o más precisamen-te en el que hemos denominado “núcleo histórico”conformado por las provincias norteñas del departa-mento, la punta de lanza de la modernidad no fue unente económico, alguna empresa agroindustrial o mi-nera como en otras regiones, sino una institución queen sentido estricto pertenecería a la “superestructu-

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ra”: la Universidad de San Cristóbal de Huamanga.Fundada como Real y Pontificia el 3 de julio de 1677,persistió como Nacional y Pontificia durante la Repú-blica, hasta ser clausurada en 1885 como culminaciónde una larga crisis agudizada por la Guerra del Pací-fico. Ya en 1894 un parlamentario ayacuchano pre-sentaba un proyecto de ley solicitando su reapertura,pero es hacia mediados del presente siglo que se in-tensifica ese reclamo, especialmente entre los secto-res medios regionalistas. Finalmente, en mayo de1959, el anhelo se cumple y la casa de estudios reabresus puertas como Universidad Nacional de San Cris-tóbal de Huamanga (UNSCH).

Desde el primer momento, la universidad pareciódecidida a demostrar que no era una más. Adelan-tándose una década a lo que estipularía la nueva leyuniversitaria de 1969, en la UNSCH se implantandesde un principio el sistema de créditos y los cursossemestrales; también es la primera en privilegiar, apartir de 1969, las pruebas de aptitud académica envez de las de conocimientos en la selección de sus pos-tulantes. San Cristóbal resurge, pues, como “univer-sidad de punta”, que además quiere ser funcional asu región: forma Ingenieros Rurales, implanta unprograma de especialización en Reforma Agraria, ad-quiere fundos experimentales de altura y valle, cons-truye una planta de cerámica, desarrolla programasde investigaciones sociales y, en general, es vista conadmiración y aprecio por la mayoría de la población.Para sus planes consigue, además, múltiple apoyo ex-terno, especialmente de países europeos.

Al mismo tiempo, hacia la UNSCH confluyen pro-fesores jóvenes de todo el país. En esa confluencia sedistinguen dos vertientes. Una la podríamos califi-car, tal vez injustamente, como “cosmopolita”; se tra-ta en todo caso de profesionales que adquirirán pron-to renombre nacional e incluso internacional. Laotra la llamaremos “provinciana”. Entre los prime-ros, pasan por Huamanga brillantes intelectuales jó-venes como Julio Ramón Ribeyro, Antonio Cisneros,Marco Martos, Alfredo Silva Santisteban, OswaldoReynoso, el escultor Delfín, entre otros muchos.Junto a ellos, sin el brillo y la fama pero con igual en-tusiasmo, van llegando jóvenes profesionales de dife-rentes partes del país, a los cuales se suman los egre-sados de la propia universidad. Pero mientras paralos cosmopolitas la estadía en Ayacucho constituyeuna inmersión más o menos corta en el “Perú profun-do”, para los provincianos Ayacucho es un proyecto

de vida. Entablan mayores lazos con la población lo-cal y en muchos casos establecen familias.

Con la reapertura de la universidad, en la décadade 1960 el crecimiento de la población con educaciónuniversitaria en Ayacucho se acelera hasta casi dupli-car el promedio nacional: 501,6% vs. 256,3%. Es queel crecimiento de la Universidad de Huamanga es ex-plosivo. Los 228 matriculados de 1959 se quintupli-can para 1966, año de su primera crisis, en la cualvaldrá la pena detenerse. Para entonces, la UNSCHhabía trascendido largamente los marcos académicosy se había convertido en foco dinamizador regionalque podríamos denominar integral: cultural, político,económico. Era, por un lado, centro difusor de ideasprogresistas. Pero, además, era una institución degravitación económica decisiva, al menos en la ciu-dad. Profesores y empleados gastaban allí sus suel-dos y salarios, relativamente elevados para los están-dares regionales; centenares y luego miles de jóvenesestudiantes copaban albergues y pensiones, exigíanavituallamiento, materiales de estudio y, modesta-mente, centros de recreación. En los años ’60 o inclu-so ’70, cuando la universidad entraba en vacaciones,la ciudad volvía a su habitual quietud colonial, ape-nas interrumpida por algún vehículo que asomaba deallá en cuando por la Plaza de Armas.

Es necesario recalcar que el surgimiento de unauniversidad de perfil tan modernizante en la regiónmás pobre y con una de las estructuras más arcai-cas del país, produjo un verdadero terremoto social.Su impacto global no fue sólo decisivo sino inespe-rado, tanto para los grupos dominantes regionalescomo para el Estado, aunque éste tardaría muchomás en advertirlo. Téngase en cuenta que, deacuerdo a Lumbreras, la lucha por la reaperturafue “liderada por los sectores más conservadores”,que pensaban que en la universidad encontraríanuna tribuna. Según él, fueron “los señores hacenda-dos, la gente con poder económico, la que se las jue-ga por esos años para reabrir la universidad”. Talvez no fueran estrictamente los más conservadores,pero sí las capas altas y medias regionales, cuyosmiembros más innovadores se identificaban en elmejor de los casos con las nuevas opciones reformis-tas que surgían por entonces en el escenario políti-co: Acción Popular o la Democracia Cristiana.

En un primer momento, estos sectores parecenhaber considerado que los universitarios, especial-,167

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mente los catedráticos, venían a reforzar el contin-gente “decente” de la ciudad. Si a fines del S.XIXy principios del S.XX llegaron comerciantes italia-nos, árabes, judíos, chinos y japoneses, que se inte-graron mal que bien a los viejos estratos señoria-les, esta vez llegaban los doctores, cargados deprestigio intelectual:

“Entonces las casonas ayacuchanas arreglabanun cuartito, bonito ¿no?, para el profesor. Y le lle-vaban desayuno, no le cobraban el desayuno por-que era el profesor NN. Les gustaba que vinieranlos alumnos: ¿acá vive el profesor NN? Sí, pero élviene a partir de las 5. Era la señora de la casa laque tramitaba la relación... porque sentía que eso ledaba prestigio” (Víctor).

Pero rápidamente la universidad “rompió las vie-jas prácticas señoriales y los hábitos aldeanos de la vi-lla”. Víctor, que en 1969 era estudiante universitarioen San Cristóbal, recuerda esa ruptura:

“Empieza a ser de prestigio ser profesor universi-tario. El hijo del gamonal que viene de –la hacien-da– Moyobamba ya no puede competir, pues. Va al‘Club 9 de Diciembre’ pero el profesor también va yel profesor tiene más prestigio ante todos, porque eralo novedoso”.

Es que:

“Con la universidad Ayacucho se democratizamás, y al democratizarse más la sociedad ayacucha-na las instituciones tienen que abrirse. El Club ‘9 deDiciembre’ era lo más aristocrático, pero hasta yo en-traba a comer chita y a tomar. “ (Víctor).

La coexistencia temporal entre familias tradicio-nales y catedráticos no podía en esas condiciones du-rar mucho: “después, cuando la universidad se politi-za demasiado ya no les gusta ya, ‘darles alojamiento’,los ven como comunistas” (Víctor). Además, desde lareapertura de la universidad Ayacucho “se vio inun-dada de jóvenes provenientes de la región, ajenos al‘quien es quién’ de la localidad ... hijos de los sectoressociales en decadencia, que pugnaban por ascendersocialmente”.

Pero conforme la universidad se distanciaba delas clases dominantes, reforzaba sus vínculos con lossectores populares y, durante un tiempo, también con

las capas medias. Esa evolución se va a plasmar enorganización y movilización durante 1966. Un añoantes, la universidad se había conmocionado con lasguerrillas del MIR y del ELN, que desarrolló accionesarmadas en la provincia de La Mar. El gobierno con-sideró que la UNSCH era foco de subversión y tratóde asfixiarla económicamente. Ante la posibilidad deque la universidad no recibiera rentas del gobiernocentral, el rector convocó a las fuerzas vivas de Aya-cucho para luchar por un presupuesto adecuado yconformar un “Frente pro-rentas para la UNSCH”. Ala convocatoria respondieron desde las asociacionesbarriales, los artesanos y las vendedoras del mercado,hasta los comerciantes medianos y grandes, los cole-gios profesionales e incluso algunos vocales de la Cor-te Superior. De esta forma, una conjugación de cir-cunstancias muy concretas, posibilitó que la universi-dad convirtiera su peso económico e ideológico enfuerza política. Porque a impulso de los sectores máspolitizados, especialmente de la “fracción roja” que di-rigía Abimael Guzmán, la mayoría de participantescoincidió en que la lucha trascendía los marcos de launiversidad y el 14 de abril de 1966 decidió confor-mar el “Frente de Defensa del Pueblo de Ayacucho”,primero en su género y precursor de los que hacia me-diados de la siguiente década surgirían en diferentespuntos del país. A los pocos días de su constitución,el Frente convoca a una movilización que lleva a laPlaza de Armas más de 10 mil personas, cifra ex-traordinaria para una ciudad que apenas bordeabalos 50 mil habitantes. San Cristóbal consigue la res-titución de sus rentas. La victoria consolida la nacien-te organización que, entre 1966 y 1969, vive una épo-ca de verdadero esplendor.

Durante la crisis de 1966 la universidad comprue-ba en la práctica la fuerza que le insufla el apoyo po-pular y se traza una estrategia de crecimiento acele-rado. La meta es tener mil ingresantes cada año, pa-ra lo cual debe lograr autorización y rentas del go-bierno central. Alrededor de esa reivindicación seaglutinan estudiantes, profesores y trabajadores, queen 1968 conquistan su objetivo De esta forma, en1969, precisamente el año en que tiene lugar el movi-miento por la gratuidad de la enseñanza, ingresanpor primera vez mil postulantes a la UNSCH, cuyapoblación vuelve así a duplicarse en apenas tres años.

La década de 1960 representa, pues, un quiebredecisivo en la historia de Ayacucho. Recordemosuna vez más que todo este terremoto social tiene lu-

La Universidad factor decisivo

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Carlos Iván Degregori

gar en medio de la decadencia que vivía la región ysus clases dominantes tradicionales. Aprovechandoese cierto vacío de poder, ese momento decisivo enque la capa señorial terrateniente se batía en reti-rada y las nuevas capas burocráticas y comercialesligadas a la expansión del aparato del Estado toda-vía no habían llegado (lo harán recién en los años’70, durante el gobierno de Velasco, aunque de algu-na manera la propia universidad es la contradicto-ria avanzada de esa expansión), en los años ’60 unanueva elite nucleada en la universidad y en el Fren-te de Defensa irrumpe por esos resquicios y se con-vierte en verdadero contrapoder en Ayacucho, res-petado y temido por el poder local tradicional e in-cluso por el poder central. Y en el corazón de esecontrapoder germinaba la “fracción roja”.

Esa debilidad objetiva de las clases dominantesregionales explica por qué en esos años la defensadel orden tradicional se concentra en la esfera ideo-lógica, con el clero como punta de lanza y con el apo-yo político del APRA, afincada para entonces en elpoder judicial, sectores medios tradicionales y reza-gos terratenientes. Pero el Arzobispado y especial-mente el clero dominico fracasan en su principal in-tento por contrarrestar la influencia de la UNSCH.En 1967, en alianza con el APRA y a través de LuisAlberto Sánchez, entonces rector de San Marcos yfactotum de la política universitaria en el país, fun-dan la Universidad Católica de Ayacucho, posterior-mente rebautizada como Universidad Particular deAyacucho “Víctor Andrés Belaúnde” (UPA). En rea-lidad, construyen una caricatura de universidad.Su posible base social, los abogados y otros profesio-nales similares, que hubieran debido alimentar susclaustros, habían partido. Y los jóvenes acomoda-dos, que podrían haber llenado sus aulas, migran aestudiar a Lima. En caso de quedarse, prefieren apesar de todo la UNSCH, cualitativamente supe-rior. Una década más tarde, en 1977, la UPA desa-parece absorbida legalmente por San Cristóbal.

A un ritmo de mil nuevos ingresantes por año, enla década de 1970 el crecimiento de San Cristóbal setorna todavía más explosivo. La población vuelve a

duplicarse para 1974 y da otro salto espectacular en1977, cuando se integran a San Cristóbal los alum-nos de la clausurada UPA. Ese año, con 7.610 estu-diantes la UNSCH alcanza su máxima densidad de-mográfica. En apenas 18 años su población ha creci-do en un 3.338 por ciento, mientras que en un perío-do muy similar (1960-1977) la población universita-ria de todo el país creció “sólo” en un 654,1%. AsíAyacucho, que ya en el censo de 1961 ocupaba el dé-cimo octavo lugar entre los departamentos con ma-yor población con educación universitaria, asciendeal puesto undécimo en 1981. De constituir el 1,60por ciento de la población de la capital departamen-tal en 1961, los universitarios pasan a ser el 9,8% en1972. En 1981 bajan ligeramente al 8,9%. Pero esseguro que en su pico más alto, alrededor de 1977,superaban el 10% de la población total de la ciudad.Si tomamos en cuenta sólo la población mayor de 15años, los universitarios constituían el 3,1% del totalen 1961, el 18% en 1972 y el 16% en 1981. En su mo-mento más alto, 1977, superaron posiblemente el20% de la población mayor de 15 años. Si adiciona-mos a los profesores y empleados de la universidad,el porcentaje crece un par de puntos más. Y si consi-deramos, además, los estudiantes secundarios, lascifras se vuelven desmesuradas.

Norman Gall estimaba que los estudiantes secun-darios y universitarios representaban la cuarta partede la población total de la ciudad de Ayacucho en1972. Mencionaba, además, que según el censo dePueblos Jóvenes de las principales ciudades del Perú,realizado en 1970 el 38% de la población de Ayacuchovivía en esas barriadas, con una concentración signi-ficativamente más alta de habitantes de menos de 25años que en el resto del Perú, una proporción igual-mente alta de hispanohablantes (80%) y de personasde 15 o más años con educación secundaria: 30% vs.15.7% en el conjunto de la provincia de Huamanga.

Ese era pues el clima que se vivía en los tiemposdel levantamiento por la gratuidad de la enseñanzaen Ayacucho, donde ser joven y estudiante era serparte de un fermento que iba a transformar el rostrode la región, y del país.

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or definición, utopía es lo que no tienelugar ni en el espacio ni en el tiempo.Pero en los Andes, la imaginacióncolectiva terminó ubicando a la so-ciedad ideal –el paradigma de cual-quier sociedad posible y la alterna-tiva para el futuro– en la etapa his-tórica anterior a la llegada de los

europeos. Este ha sido el argumentovertebral de estos ensayos. Una histo-

ria de milenios fue identificada con lade un imperio, y un mundo en el que exis-

tieron desigualdades e imposición se convir-tió en una sociedad homogénea y justa. Los incas

dejaron de ser una dinastía para transformarse enun singular: el símbolo de un orden donde el país per-tenecía a sus verdaderos y antiguos dueños. El regre-so del inca apareció como una propuesta cargada deargumentos mesiánicos y milenaristas. Ideas comoéstas, en el pasado, sustentaron rebeliones como lasque tuvieron lugar en la sierra de Lima hacia 1666,en la selva central hacia 1742 con Juan Santos Ata-hualpa y en el sur andino con la Gran Rebelión deTúpac Amaru. Es evidente la pertinencia de la utopíaandina para comprender a los movimientos sociales.Pero, ahora, en el siglo XX, ¿qué contemporaneidadtiene el horizonte utópico?

Aunque se trata de concepciones compartidas pordiversos sectores sociales, la biografía de la utopía an-dina ha estado frecuentemente asociada a la historiacampesina en el Perú. Admitida esta consideración,su porvenir parecería precario en una sociedad en laque el campo y los campesinos son cada vez menos im-portantes.

En efecto, en 1876, más del 70% de la poblaciónnacional vivía en áreas rurales. En 1961, el porcen-taje disminuyó a 67% y, en la actualidad, puede sermenos del 50%. Es discutible que la distinción ru-ral-urbano repose en la frontera dada por los pobla-dos de menos de 2.000 habitantes (en un país dondeprecisamente los campesinos viven agrupados enpueblos). También se puede argumentar el caráctertransitorio de la migración y las conexiones fre-cuentes entre la ciudad y campo a través, por ejem-plo, de los clubes regionales. Pero, al margen de lasdimensiones, es innegable la tendencia a la dismi-nución de la población rural, que expresa no sólo fe-nómenos demográficos sino, además, el crecientedeterioro del campo, el incremento de tierras eria-

Utopía andina

Catedrático de la Universidad Católica.Fue uno de los historiadores más innova-dores de las últimas décadas. Es conoci-do por el libro Buscando un inca.

Buscando un Inca. Lima: Instituto deApoyo Agrario, 1987. Extracto selecciona-do, págs. 361-368.

Utopía andina

Alberto Flores Galindo(Lima 1949-1990)

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zas, el estancamiento y hasta repliegue de la fron-tera agrícola: pocas tierras y deficientemente uti-lizadas. En el Perú, desarrollo del capitalismo,aunque no necesariamente significa proletariza-ción, sí equivale, como ha ocurrido en tantos otrossitios, a desarraigo y desestructuración de las so-ciedades campesinas. La modernidad y el progre-so a costa del mundo tradicional. El mercado exi-ge uniformar hábitos y costumbres para que sepuedan entender obreros y patrones y para poderrealizar la producción fabril. El número de que-chuahablantes disminuye. Igualmente retrocedeel uso de la bayeta, las tejas, los alimentos tradi-cionales, sustituidos por las fibras sintéticas, elaluminio y los fideos. Llegan atibióticos, retroce-den las epidemias y la medicina tradicional seconvierte en un rezago folklórico. Es evidente queno se trata de imaginar que lo pasado es siemprehermoso. Sólo quienes no han tenido el riesgo desoportar el tifus pueden lamentar la llegada deuna carretera y la implantación de una posta mé-dica en un pueblo. Sorteando cualquier simplis-mo, podemos preguntarnos qué nos pueden decirpara el presente y el futuro del país las concepcio-nes que se resumen en la tradición de la utopíaandina. ¿Esas ideas obedecen al mundo de la “ar-quelogía” de lo que ya está muerto, superado yconvertido en cosas?

La utopía andina fue una respuesta al problemade la identidad planteado en los Andes después dela derrota de Cajamarca y el cataclismo de la inva-sión europea. Los mitos no funcionaron. Necesita-ron entender la historia. Este problema fue vividopor los indios y los campesinos que protagonizaronlas rebeliones nativistas pero también, a su mane-ra, lo vivieron esos sectores de la población que fue-ron rechazados por españoles e indios: los mestizos,los verdaderos hijos de la conquista, producto deesa orgía colectiva que fueron las marchas de lashuestes peruleras. Hijos naturales, personas ilegíti-mas. A su condición étnica sumaron una difícil in-serción en el mercado de trabajo: vagos, desocupa-dos, marginales. El estereotipo los identificó congente pendeciera, dispuesta a cualquier revuelta.En el siglo XVI eran una minoría. En el siglo XVIIIserán más del 20% de la población. En el siglo XX,en el último censo (1940) en el que se usaron cate-gorías raciales, los mestizos aparecen confundidoscon los blancos, siendo ambas categorías más del53% de la población nacional. Es de suponer que ya

eran más numerosos que los indios y que conforma-ban, por lo tanto, la vertiente principal de la pobla-ción peruana. Urbanización y migraciones han sig-nificado en el Perú incremento del mestizaje. Proce-so de cholificación, como diría Varallanos.

El predominio mestizo aparece asociado tam-bién con la mayoritaria población juvenil del país.Pero eso no significa que del siglo XVI a la fecha losproblemas de identidad colectiva hayan sido resuel-tos. Más bien, lo contrario. La crisis hará que losdesocupados y desempleados sean reclutados prin-cipalmente entre los mestizos, igual que antes; casipodríamos decir igual que siempre. Mestizaje y ju-ventud es casi la referencia redundante a la cues-tión de la identidad.

Para las gentes sin esperanza, la utopía andinaes el cuestionamiento de esa historia que los hacondenado a la marginación. La utopía niega la mo-dernidad y el progreso, la ilusión del desarrollo en-tendida como la occidentalización del país. Hastaahora, el resultado ha sido la destrucción del mun-do tradicional sin llegar a producir una sociedad de-sarrollada. No funcionó el modelo de una economíaexportadora de materias primas. Parece demasiadotarde para ensayar el camino de Taiwán. Entonces,tal vez, sólo queda volver a mirar hacia el interior,en dirección al agro y los pueblos andinos. El desa-fío consiste en imaginar un modelo de desarrolloque no implique la postergación del campo y la rui-na de los campesinos y que, por el contrario, permi-ta conservar la pluralidad cultural del país. Reco-ger las técnicas tradicionales, los conocimientos as-tronómicos, el uso del agua.... ¿Populismo? ¿Ro-manticismo? No se trata de transponer las organi-zaciones del pasado al presente. Sin negar las ca-rreteras, los antibióticos y los tractores, se trata depensar un modelo de desarrollo diseñado desdenuestros requerimientos y en el que no se sacrifiqueinútilmente a las generaciones. El mito que recla-maba Mariátegui.

Mito, como cualquier palabra, no tiene necesa-riamente connotación positiva; puede significartambién autoritarismo y violencia. Aunque la his-toria de la utopía está llena de sueños, no faltanpesadillas. En los movimientos mesiánicos, la sal-vación no depende tanto de los hombres y del ejer-cicio que hagan de su libertad, cuanto de la verdadrevelada: en nombre de ella se puede sobrellevar

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cualquier sacrificio y se justifican todas las atroci-dades. La conquista del milenio reclama un apoca-lipsis. Estas tradiciones se vinculan a un mundoque no ha producido el capitalismo, con su miseriay su obsesión por el progreso; pero un mundo en elque tampoco se ha generado la categoría de demo-cracia. Reconocer un pasado no significa admitirlo.Buscar sus lecciones y tratar de interrogar desdeallí al futuro, no quiere decir prolongarlo. Un pro-yecto socialista utiliza cimientos, columnas y ladri-llos de la antigua sociedad, junto con armazonesnuevos. El verdadero problema es saber combinarprecisamente a lo más viejo con lo que todavía nisiquiera existe. Solo así el socialismo será una pa-labra realmente inédita. Entonces, hay que pensaren una utopía distinta donde el pasado no cierre elhorizonte y que nos permita entender nuestra his-toria, edificar una identidad colectiva pero, sobretodo, poder cambiar a esta sociedad.

Queda claro, entonces, que no estamos proponiendola necesidad de prolongar la utopía andina. La his-toria debe servir para liberarnos del pasado y nopara permanecer –como diría Aníbal Quijano– en-cerrados en esas cárceles de “larga duración” queson las ideas. Las creaciones del imaginario colec-tivo son instrumentos sobre los cuales los hombresnunca deberían perder su control. Dominados porfantasmas, es imposible enfrentar a cualquier futu-ro. El desafío consiste en crear nuevas ideas y nue-vos mitos. Pero es evidente que tampoco se tratade tirar todo por la borda y prescindir del pasado.Si el tema de la utopía andina interesa hoy en díaes porque hay más de una similitud entre las cir-cunstancias actuales y aquellas otras que genera-ron esa idea. El Perú de fines de los años ochentavive en medio de un nuevo enfrentamiento entre elmundo andino y occidente que, en este caso, equi-vale a modernidad, capitalismo, progreso. Un en-cuentro similar se produjo en los años ’20. Antes,retrocediendo en tiempo, estas encrucijadas histó-ricas se dieron, primero en el siglo XVI y despuésen el siglo XVIII, que precisamente junto con el si-glo XX han sido coyunturas intensas en la produc-ción de utopías en el espacio andino. Pero, a finesdel presente siglo es, además de un encuentro rei-terado, un momento en el que la cultura andina pa-rece ubicada finalmente a la defensiva, en una si-tuación precaria, amenazada por la tendencia a la“uniformización” que el mercado interno y el capi-talismo buscan siempre imponer. Lo andino, sin

embargo, ha dejado de ser sinónimo exclusivo detérminos como indígena, sierra, medios rurales.Las migraciones han generado el fenómeno sin pre-cedentes del descenso masivo de los hombres andi-nos a la costa. Ha terminado ocurriendo el vaticiniode Luis Valcárcel pero sin sus rasgos apocalípticos.Estos hombres reclaman respuestas nuevas.

Milenarismo y mesianismo gravitan en el Perúporque aquí la política no es sólo una actividad pro-fana. Como tantas otras cosas en este país, estátambién condicionada por el factor religioso. De allíla importancia de lo irracional. Las utopías puedenconvocar pasiones capaces de arrastrar o conducir alas multitudes más allá de lo inmediato, hasta in-tentar tomar el cielo por asalto o arrebatar el fuegoa los dioses. Pero esta mística se convierte fácil-mente en fanatismo y en rechazo dogmático dequienes no la comparten. Subyace una vertiente au-toritaria que a su vez genera los desbordes violen-tos. En el pueblo de Coropaque, provincia de Espi-nar (Cusco), el año 1947, un campesino de 52 añosllamado Silverio Arovilca le explicaba a un maestrode escuela de qué manera podría convertirse en unarealidad la esperanza utópica: “... la única forma dereformar y reorganizar el imperio es exterminandoa todos los blancos, el odio para con el mestizo eratan grande que no podía ver ni siquiera a un perroblanco, porque decían que era el espíritu o el almade los españoles, para terminar con todos hay quematar a los dos”. La cita, aparte de ilustrar el re-chazo al mestizo, entiende el cambio como la supre-sión del estamento dominante. Es evidente que setrata de la imagen invertida de lo que hasta ahoraha sido el orden republicano. Pero el odio acumula-do permite sustentar a una sublevación; no necesa-riamente la construcción de una sociedad diferente.La eficacia de una clase dominante se expresa enúltima instancia en su capacidad para introducirsus valores y concepciones entre los dominados.Cuando lo consigue, puede abrigar la esperanza deuna victoria postrera: que el nuevo orden, con otrospersonajes, termine reproduciendo el viejo autorita-rismo.

El año 1965, José María Arguedas editó un rela-to que él mismo había escuchado de boca de un cam-pesino de Catca (localidad del Cusco). Se trataba deEl sueño del pongo. Allí se ofrece una imagen deter-minada de la sociedad presente, del cambio y deuna posible alternativa futura, que pareciera con-

La Tradición Autoritaria

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firmar los temores indicados líneas atrás. En efec-to, la relación entre el gamonal y el pongo, basadaen la explotación total y en la humillación cotidia-na, puede cambiar, pero mediante la intervenciónde un factor externo a los mismos personajes, en-carnado en “nuestro gran Padre San Francisco”que, al final de ese relato, ordenará al patrón quelama al siervo cubierto de excrementos. La reali-dad invertida. El explotador abajo y el dominadoarriba. Cambian los personajes pero no desaparecela humillación. Las estructuras siguen siendo lasmismas.

El sueño del pongo resulta compatible con laconcepción andina del “pachacuti”. Pero el socia-lismo no sólo busca el cambio. Persigue algo queno estaba presente en la cosmovisión prehispáni-ca: la edificación de un nuevo orden. Es ésa la úni-ca manera de abolir no sólo a los explotadores, si-no a la explotación.

Las pasiones –aunque necesarias– a veces nopermiten llegar tan lejos. En la historia de los mo-vimientos milenaristas y mesiánicos hay un episo-

dio recurrente: el fanatismo termina lanzándoloscontra fuerzas muy superiores al margen de cual-quier consideración táctica. El estado de tensiónpermanente al que están sujetos sus miembros losimpele a buscar el fin lo más rápido posible. Esamística que constituye su fuerza moral puede con-vertirse en su flanco más débil. “Y es que –señalaEric Hobsbawm– si no se le injertan las ideas ade-cuadas acerca de la organización política, de la es-trategia y de la táctica, y el programa conveniente,el milenarismo naufraga inexorablemente”. Perootro desenlace podría avizorarse si a la mística mi-lenarista se añade el socialismo moderno con su ca-pacidad para organizar, producir programas estra-tégicos y moverse en el corto plazo de la coyunturapolítica. En otras palabras, si la pasión se amalga-ma con el marxismo y su capacidad de razonamien-to. Esta es una mezcla altamente explosiva en unpaís que tiene, además, como telón de fondo a la mi-seria y las imposiciones de unos pocos. Y si no esnecesariamente eficaz –la historia no garantiza anada ni a nadie– por lo menos puede generar unmovimiento más consistente y menos efímero queaquéllos abandonados a sus propias fuerzas

Alberto Flores Galindo

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Desborde popular y crisis del Estado: un

nuevo rostro del Perú en la década de 1980

José Matos Mar

stimamos que en 1984 Lima Metropolitanaavanza hacia los 6’000.000. Población distribui-da en 47 distritos y dos provincias: Lima y Ca-llao. Su expansión urbana está conectando tres

valles costeros: Rímac, Chillón y Lurín. Su pobla-ción, según su extracción social y económica, está

polarizada. Por un lado, cerca del 80% vive enasentamientos urbanos populares. Y, por otrolado, más del 20% se concentra en barrios re-sidenciales de los sectores medios y opulentos.

Del 80% de la población considerada como secto-res populares, casi el 37% radica en barriadas (en-

cuesta IEP), un 23% en urbanizaciones populares(Censo 1981) y un 20% en tugurios, callejones y co-rralones (Plandemet 1980). Esto significa que la ba-rriada en lo urbano, constituye el asentamiento ma-yoritario de los sectores populares.

En los últimos 28 años, período que va de 1956 a1984 su crecimiento ha sido sorprendente. Así en1956, en que realizamos el primer censo general, conlos alumnos de la Universidad Nacional Mayor de SanMarcos, se registró un total de 56 que concentraba119.886 habitantes, 9,5% del total de la población deLima Metropolitana, estimada en ese entonces en1’260.729 habitantes. Prácticamente se duplicó a316.829 habitantes en 1961 (17,29%). En 1972 logra-ron concentrar 805.117 habitantes (24,4%). El últimocenso de 1981 dio un total de 408 que albergaban a1’460.471 habitantes (32,5%). A fines de 1983, cuandoaplicamos, con un equipo del Instituto de Estudios Pe-ruanos, una encuesta a dirigentes y pobladores anti-guos de las barriadas de Lima, reveló que el númerode pueblos jóvenes había llegado a 598, con 2’184.000habitantes que constituían el 36,4% de la población to-tal de Lima Metropolitana. En menos de treinta añosla barriada, antes inexistente, se ha convertido en elpersonaje principal de una Lima transformada.

En los últimos 44 años, que van entre 1940 y 1984, lacapital del Perú aumentó su población en casi diez veces.En efecto, según el censo de 1940 Lima albergaba645.172 habitantes; 21 años después (Censo 1961) la ci-fra se había triplicado con 1’652.000 habitantes; según elcenso, en 1972 llegó a quintuplicarse con 3’302.523, pa-ra luego alcanzar, en 1981 (Censo), un volumen siete ve-ces mayor, 4’492.260 y avanzar en 1984 hacia los seis mi-llones, igualando casi la población que tuvo el Perú todoen 1940. Este tremendo salto demográfico constituyeuno de los mayores cambios en el proceso peruano. La

Desborde popular y crisis del Estado

Antropólogo, fundador del Instituto de Es-tudios Peruanos. Fue el pionero de los es-tudios de migrantes a Lima y de la forma-ción de las barriadas en dicha ciudad. Esconocido por el libro Desborde Popular.

Desborde popular y crisis del Estado: un

nuevo rostro del Perú en la década de

1980. Lima: I.E.P., 1984. Extractos seleccio-nados, págs. 67-69, 74-78, 85-88, 99-100.

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geografía física y humana de la capital ha sufrido unaseria alteración, acompañando al gran cambio del paísque en 1940 era rural (65%) y ahora es urbano (65%).

El ritmo del crecimiento de la población de la ca-pital es superior al nacional. Mientras la primera tu-vo una tasa de crecimiento medio-anual de 3,7% en elperíodo intercensal 1972-81, la segunda sólo tuvo2,5% en el mismo lapso. Lo cual significó que LimaMetropolitana albergó al 41% de la población urbanadel país y al 27% de su población total. A julio de1984 se puede afirmar que cerca del 50% de la pobla-ción urbana nacional, así como más del 30% de la po-blación total del Perú, vive en la gran Lima. El cen-tralismo limeño iniciado en el siglo XVI, adquiereahora un nuevo carácter y dinámica. Esta concen-tración masiva somete las estructuras especiales ysociales del mundo urbano a tensiones nunca vistasen el pasado del país.

La gran Lima absorbe una de las más altas propor-ciones de los migrantes del país, de los que abandonansu lugar de origen y hartos de la estrechez de la provin-cia buscan la oportunidad de un porvenir mejor. Segúnel censo nacional de 1981, el 41% de su población, querepresenta en términos absolutos a 1’901.697 habitan-tes, era migrante; de los cuales el 54% provenían de lasierra. De la población inmigrante que afluyó de los 24departamentos del país, correspondía la más alta pro-porción a Ancash (10,6%), Ayacucho (8,38%), Junín(8,11%) y la más baja de Madre de Dios con 0,13%. Ca-be destacar que más del 10% de estos inmigrantes pro-venían de las otras provincias del departamento de Li-ma, especialmente de distritos serranos. En 1984, Li-ma es ciudad de forasteros. Las multitudes de origenprovinciano, desbordadas en el espacio urbano, deter-minan profundas alteraciones en el estilo de vida de lacapital y dan un nuevo rostro a la ciudad.

●●●

La invasión, fenómeno social, primero urbano y,más tarde rural, aparece desde entonces como antesa-la de una nueva legalidad en emergencia. Los aconte-cimientos mostrarían al paso del tiempo que las situa-ciones de facto generadas por las masas podían llegara ser una fuente de derecho, en tanto la presión ejerci-da fuera suficiente para forzar el reconocimiento porparte del Estado o, al menos, alcanzar de las autorida-des una actitud de conveniente indiferencia. Con lasinvasiones de predios urbanos y rurales el Perú inau-

guró la era de la nueva contestación de masas.La Lima modernizante y desarrollista, de las déca-

das de 1950 y 1960, quiso definir su propio crecimientodentro de los marcos de una industrialización aceleradaque ofrecía ocupación y oportunidad ilimitada a las ma-sas que acudían. Si pudo aceptar con relativa indiferen-cia la inmensa explosión demográfica y las rupturas dela legalidad provocadas por las invasiones, fue por suconfianza en que una expansión continua de los recur-sos económicos estatales y privados, conseguiría con eltiempo una adecuada integración de los nuevos contin-gentes a las estructuras institucionales normadas porel Perú oficial. La crisis económica de finales de la dé-cada de 1970 y comienzos de la actual, disipó la ilusióndesarrollista y mientras el aparato del Estado se veíarebasado en su capacidad de control, planificación y or-denamiento por la penuria de los fondos públicos, y laempresa privada limitaba cada vez más su absorción demano de obra, la nueva masa urbana quedó abandona-da a media integración ante una insuperable barreraeconómica, social y cultural. Los elevados índices de de-socupación, la reducción de las opciones laborales, elcrecimiento vertiginoso de las tasas de inflación, los ba-jos niveles salariales, pusieron, en el curso de unos po-cos años, fuera del alcance del nuevo limeño, los estiloscosmopolitas en que las clases dirigentes aspiraban aenmarcar el desarrollo de la nueva Lima.

Ante el bloqueo de su integración en el mundo crio-llo y cosmopolita del Perú oficial, que determinan los al-tos costos de incorporación y la incapacidad promocio-nal de las instituciones del Estado, la mayoritaria ma-sa urbana de migrantes se hace cargo, al promediar ladécada de 1980, de su propia dinámica económica, so-cial y cultural. Las barriadas y los barrios populososconvertidos en crisoles que fusionan las distintas tradi-ciones regionales, se convierten en focos poderosos deun nuevo mestizaje de predominante colorido andino,generando estilos de cultura, opciones económicas, sis-temas de organización y creando las bases de una nue-va institucionalidad que se expande encontrando esca-sas resistencias, entre los resquicios de las estructurasoficiales, desbordando sin pudores, los límites de la le-galidad cada vez que éstos se oponen como obstáculos.

Para 1984 la inmensa corriente migratoria de lasdécadas pasadas ha reducido su volumen y el fenó-meno de desplazamiento demográfico comienza aperder importancia como tal. Las consecuencias deeste proceso para la vida de la capital empiezan, sinembargo, a manifestarse, en forma dramática. Lima

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se ha convertido en escenario de un masivo desbordepopular. Este desborde lleva el sello de la composi-ción dominante andina de su nueva población queproyecta sus estilos. Lima muestra ya un nuevo ros-tro y comienza a perfilar una nueva identidad.

El Centro de Lima, la llamada Lima cuadrada vi-rreinal, ha venido cristalizando ese nuevo rostro desdela década de 1960. Se ha hecho ajeno, por vez primeraen nuestro proceso histórico, a los sectores opulentos ymedios. Sus calles adquieren el aspecto de ferias pro-vincianas por el discurrir de multitudes que las copan.Sus múltiples servicios son mayoritariamente utiliza-dos por estos nuevos personajes populares y el sector deeconomía contestataria tiene en ella su núcleo de acciónmás importante. La presencia de los principales cen-tros de poder de la elite tradicional como el Palacio deGobierno, la Municipalidad, la Catedral, los Bancos ycentros comerciales, queda como fondo de contraste conel estilo que imponen estas multitudes populares. Lairradiación de este nuevo rostro del corazón de Lima,que está ahora más teñido de andino que nunca y queborra la faz hispánica, comienza a expandirse segmen-tariamente a distritos como San Borja, La Victoria,Breña, Jesús María, Lince, Pueblo Libre, Magdalena yaún San Isidro y Miraflores.

Nuevos fenómenos concurren a alterar no sólo elrostro de la vieja y tradicional ciudad, sino de toda elárea metropolitana. Hay nuevos centros de gravedadcomo los representados por los grandes bazares calleje-ros que distribuyen mercaderías y productos en PolvosAzules y Amazonas, Emancipación-Abancay, la Aveni-da Grau, el Mercado Central, el Jirón Gamarra, la Ave-nida Aviación en San Borja, la Diagonal de Miraflores;los mercados y paraditas de Ciudad de Dios y Comas,la Parada, Caquetá y otros muchos desparramados pordoquier; los parques y áreas verdes inundados de secto-res populares los días festivos; los calvarios y apachetasen las encrucijadas, que organizan el espacio andinotrasladado a Lima; los santuarios y cementerios clan-destinos en barriadas; los múltiples lugares dominica-les de reunión de las asociaciones de provincianos.

La inmensa gravitación adquirida en Lima por lo an-dino por causa de la migración, afecta y modifica no so-lamente al aspecto físico de la capital, sino también susformas de cultura y su sociabilidad.

En la construcción de casas y servicios vecinales, altiempo que se extienden rasgos arquitectónicos que de-

rivan de modelos más serranos que europeos, como el te-cho a dos aguas y la teja, se practica en forma crecientesistemas de reciprocidad como la minka. Ceremoniasasociadas a la construcción andina de viviendas, se di-funden y adoptan forma urbana: el techado de casas yedificios se celebra agasajando a los que participaron deltrabajo. La nueva vivienda es bautizada con la tinka an-dina y la cruz de flores corona la parte más elevada dela construcción. Talismanes y amuletos, especialmentevegetales, para proteger la casa del mal y los ladroneshan pasado a formar parte corriente de la religiosidadpopular urbana.

La vida social de la ciudad acepta hoy y difunde,como parte de sus estrategias de supervivencia, laorganización colectiva en base a vínculos familiaresextendidos, y la pone en uso sobre todo en la activi-dad artesanal y ambulatoria o para el reclutamientolaboral y la busca de trabajo.

Particularmente importantes, entre las formasnuevas de organización social urbana que surgen delaporte serrano, son las asociaciones de migrantes, quecombinan formas de organización gremial con siste-mas andinos comunales de reciprocidad y agrupación.El migrante, en Lima, participa intensamente y des-pliega gran actividad en torno a estas asociaciones.Semana a semana, sus locales son centros de atracciónfamiliar. Se festejan bautizos y bodas, cumpleaños yaniversarios. Los jóvenes juegan al fútbol o encuen-tran, en la intimidad de ese segundo ambiente natural,una paisana casadera que les permite formar un hogarsin romper ni debilitar los vínculos de parentesco eidentidad con el pueblo de origen. Los mayores con-ciertan negocios, consiguen trabajo y obtienen favoresde los paisanos en mejor condición económica.

Como en el pueblo de origen, la vida de la asocia-ción provinciana gira en torno a la fiesta folklórica. Laconmemoración del santo patrono del pueblo da lugara la urbanización del viejo sistema de cargos con susalferazgos y mayordomías que ofrecen una referenciacontinua de prestigio y estatus. Innumerables migran-tes en Lima, siguen usando la fiesta como eje impor-tante de organización e identidad. Aún más, la fiesta,en el ámbito urbano, adquiere más vida, se transformay explora nuevas posibilidades dinámicas, ya que ab-sorbe funciones integradoras que otras actividades co-lectivas del pueblo de origen han dejado vacantes en elmundo industrial. Y si bien la vida de la capital, pre-siona y disuelve muchos de los vínculos y acciones que

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dotaban de cohesión al grupo social en el pequeño pue-blo; la asociación y la fiesta, instituyen y encauzan loslazos sociales en el nuevo medio, haciéndose centros delas nuevas formas de la solidaridad.

●●●

Muy buena parte de todos estos fenómenos cons-tituyen aspectos variados de una masiva respuestadel sector popular a la presión e insuficiencia del me-dio. Desborde de masas, informalidad y andiniza-ción son todos parte de la misma respuesta. En ellosse deja notar la continuidad de un proceso que nacecomo migración, toma su forma en las invasiones deterrenos y predios, encuentra sus modos en las tra-diciones de adaptabilidad ecológica y ayuda mutuaandina y termina irrumpiendo a través de la costraformal de la sociedad tradicional criolla. Desde laextensión de la faena serrana al enfrentamiento co-mún de problemas de asfalto, alumbrado o agua ydesagüe en barriadas; hasta el empleo de estrategiasde relación familiar en la economía contestataria.Desde la organización de clubes provincianos y aso-ciaciones de vecinos; hasta las rondas vecinales, losjuicios populares y los linchamientos que llenan losvacíos dejados por la policía y el poder judicial. Entodos los rasgos que asume el nuevo rostro de Lima,observamos la huella del estilo migrante.

Esta presencia andina en el medio urbano consti-tuye parte del nuevo rostro no sólo de la metrópoli li-meña sino también del país en conjunto. La inorgani-cidad en que se expande, la espontaneidad, creativi-dad, y acomodo de lo serrano, se imponen como lossignos dominantes de un intento masivo de los secto-res populares por conquistar un espacio social, másacorde con auténticos valores que hasta ahora no pu-dieron imprimir una tónica de identidad peruana.

La consolidación y avance de la nueva culturapanperuana en formación en los sectores popularesde la capital, ofrece el contexto para un proceso dealcance mayor. Las masas migrantes de las décadasde 1950 y 1960 conservaban aún la pasividad cam-pesina. Quisieron seguir dependiendo de la benevo-lencia asistencial y paterna. Animados por la eufo-ria del crecimiento económico, el Estado y el estable-cimiento político asumieron un rol protector, mos-trando interés a veces sincero, a veces meramentemanipulatorio, por el bienestar y promoción de la po-blación de barriadas. La ideología participacionista

de los años velasquistas y las masivas campañas deconcientización, generaron una movilización que fuetolerada, sólo en la medida en que aceptó el controlde la cúpula. La concientización no alcanzó a promo-ver una nueva estructura pero introdujo patronespara una nueva orientación de conducta.

La crisis del Estado precipitada desde los comienzosdel segundo gobierno populista, provocó una retracciónacelerada de la presencia de las instituciones de gobier-no en las barriadas y barrios populares. La gradualsuspensión de obras públicas, el deterioro de servicios,el derrumbe del proyecto de sistema asistencial, la de-socupación, la debilidad y corrupción de las fuerzas po-liciales, la ineficacia del sistema judicial, los altos cos-tos de la educación; generaron un vicio, que las multi-tudes movilizadas, orientadas por los valores de la cul-tura provinciana trasplantada, han tratado de llenarpor su propia cuenta. Los canales abiertos por la pri-mera crisis metropolitana, la invasión y captura denuevos espacios, han comenzado a abrir el paso a unanueva marea económica y social. Del mismo modo queantes se trataba de obtener un pedazo de terreno y unacasa, proyectando y adaptando las estrategias de la lu-cha comunitaria y sin reparo por leyes y formalidadesajenas al propio mundo; ahora se trata de sobrevivir yalcanzar seguridad por vías de la propia iniciativa, in-dividual o colectiva, sin tomar en cuenta los límites im-puestos por las leyes y normas oficiales.

Sin graves conflictos con el sistema de administra-ción de obras y servicios, las poblaciones se organizanespontáneamente para la solución de sus problemas deagua, alumbrado, de asfaltado o de locales públicos. En-trando en la penumbra de la legalidad compensan el al-to costo e ineficacia de los servicios médicos y de la sa-lubridad, acudiendo en número cada vez mayor a losconsultorios de curanderos y herbolarios. Transgre-diendo los límites de la religiosidad tradicional encuen-tran formas de liberarse de la tutela de las autoridadeseclesiásticas, multiplicando los grupos católicos pente-costales en los que desaparece la distinción entre cléri-go y laico o constituyendo iglesias evangélicas de fórmu-la propia, en todas las cuales la estructura asambleístay solidaria ofrece un sustituto de la intensa calidad re-lacional de las comunidades campesinas. Violando lasnormas del sector Educación, multiplican escuelas, aca-demias y cenecapes clandestinos que ofrecen instruc-ción variada a bajo precio. Rompiendo con los límites le-gales impuestos por las normas comerciales, industria-les, municipales y tributarias multiplican las indus-

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trias, los comercios y servicios clandestinos, invadiendolas calles con productos y ofertas informales. Enfren-tándose con las ineficientes estructuras policiales y ju-diciales organizan sus propias guardias vecinales ymultiplican los juicios populares y las ejecuciones suma-rias de delincuentes que amenazan su seguridad.

La ilegalidad, la alegalidad, la clandestinidad y la se-miclandestinidad se convierten en un estilo dominante einvasor en el que cristaliza institucionalmente la nuevacultura y ante cuya universalidad y omnipresencia elPerú Oficial sólo puede responder con el escándalo, la in-diferencia o intentos esporádicos y violentos para hacersentir que continúa existiendo más allá de los límites dela inmensa cashbah limeña. Hasta en el terreno de laorganización política se hace sentir la presión del nuevoestilo: formas inéditas de lucha popular se manifiestan eimponen su presencia fuera del juego oficial de las iz-quierdas y derechas. Contra ellas todas las tácticas y es-trategias de represión convencionales se siguen mos-trando inadecuadas. El proceso y crecimiento de la con-testación económica de masas que en estos años ha da-do lugar a la atención de gobernantes y estudiosos, no semuestra sino como la forma más visible de un proceso dedesborde popular, de mucho más amplia envergadura,sin el cual resulta incomprensible.

La marea de la contestación cultural, económica ysocial, aparece ahora como dotada, también de unacapacidad especial para rebasar sus propias bases.Así como en décadas pasadas la multitud migranteinvadió y tomó en posesión las zonas periféricas de lavieja capital, ahora el estilo contestatario gestado enesas zonas, avanza y toma posesión de territorios físi-cos, culturales, sociales y económicos, otrora reserva-dos a las clases medias y altas. Ante este avance,ellas se retiran y encierran en reductos nuevos y cadavez más exclusivos, pero también ceden terreno, sedejan penetrar y, en casos, terminan asumiendo acti-vamente los nuevos patrones de conducta.

●●●

En el confrontamiento inevitable de los mundos dela oficialidad y el de las mayorías que trajo la multipli-cación de los contactos; el mundo de lo formal, de la vie-ja identidad urbana criolla, dispone todavía de los ins-trumentos más potentes y masivos del Estado y del con-trol de los canales ofíciales de la economía, la sociedad yla cultura. Pero ha debido someterse a la infatigable ymultitudinaria labor de zapa de millones de participan-

tes en la otra sociedad. El programa implícito de asimi-lación por el Desarrollo, ha resultado imprevisiblemen-te sometido a alteración por el desarrollo espontáneo delos sectores populares, que intenta con fuerza de masasimponer sus propias condiciones.

El Perú contemporáneo ya no se presenta como unarchipiélago territorial de enclaves urbanos de la ofi-cialidad, más o menos aislados en un inmenso hinter-land de marginalidad rural. Lima ya no es exclusiva-mente la capital reducto de lo criollo y lo mestizo mono-polizando el poder y la identidad. Hoy día ha venido aconvertirse en un microcosmos del macrocosmos nacio-nal. En un espacio mayoritariamente dominado por lapresencia migrante de representantes de toda la plura-lidad y multiplicidad de situaciones que configura elpaís; donde los reductos de la vieja dominancia se re-traen, ocupando un espacio cada vez más disminuido.El nuevo espacio se expresa en la turbulenta confluen-cia de esa multiplicidad hacia una nueva cultura y so-ciedad unitarias en formación; así como también en elrebalse e invasión de los estilos populares dentro de laCapital. La fuerza creciente manifestada por los mo-dos contestatarios de la economía, la política y el go-bierno, la religión y la cultura, se encuentra todavía ba-lanceada por el poder que conservan los estilos del Pe-rú Oficial que retiene las riendas del Estado y que con-trola aún la economía nacional. Los dos perúes se in-terpenetran en Lima, exhibiendo en primer plano y aescala magnificada los encuentros, antagonismos e in-terpretaciones que se producen a escala nacional.

Los espacios físico y social de la Capital se presentanen la nueva Lima, por primera vez en la historia del paíscolonial y republicano, como verídicas imágenes de losespacios físico y social de la totalidad peruana. En unaextensión dominada por las barriadas en constante ex-pansión, los tugurios, barrios decadentes y urbanizacio-nes populares; se presentan islotes residenciales quecontrastan, por su lujo y bienestar, con la casi total ca-rencia de servicios y la precariedad del hábitat popularurbano. En un espacio social dominado por masas queconfluyen de todas las provincias aportando y combinan-do toda la multiplicidad de las tradiciones culturales delPerú provinciano; afloran los islotes culturales de la eli-te, que antes representaron la continuidad de las tradi-ciones criollas y mestizas coloniales, pero ahora, se rin-den a patrones europeos o norteamericanos de la socie-dad posindustrial. También las relaciones y dinámicasde la nueva Lima son, por vez primera, fiel reflejo de lasrelaciones y dinámicas de la totalidad peruana.

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n el período que media entre la Segunda Gue-rra Mundial y nuestros días, el Perú ha experi-mentado el cambio más profundo de su historiarepublicana.

Ese cambio no se ha producido como un hechoúnico ni deliberado, sino como la sucesión de mi-

llones de actos que iban transmutando paulati-namente un orden que parecía inconmovible.

La ciudad peruana ha dejado de ser el pequeñolugar familiar que todos conocían para transfor-

marse en una populosa metrópoli impersonal, debarrios nuevos y desconocidos.

En los últimos cuarenta años, la migración in-dígena ha hecho que la población urbana se quin-tuplique y que necesariamente la ciudad se reorga-nice. Han aparecido, así, nuevas actividades quepoco a poco vienen reemplazando a las tradiciona-les. Viviendas modestas apiñadas en torno a laciudad, una multitud de talleres instalados en és-tas, ejércitos de ambulantes vendiendo en las ca-lles e incontables líneas de microbuses surcándo-las parecen haber brotado de la nada, ensanchan-do y densificando el espacio urbano. Todos los días,humos y olores diversos de las frituras que se coci-nan en las calles nos llegan mezclados con tonadi-tas andinas que no se sabe de dónde provienen.Una legión de “maestritos” arriba incesantementecon sus herramientas bajo el brazo y provoca unincremento considerable de las actividades quepueden desarrollarse en la ciudad. Adaptacionescriollas ingeniosas han beneficiado la producción oprestación de bienes o servicios indispensables, lle-gando a transformar radicalmente ciertas áreas dela manufactura, la distribución minorista, la cons-trucción y el transporte. El desierto y los cerrosque rodean las ciudades han dejado de ser un pai-saje pasivo para incorporarse a ellas. El estilo eu-ropeísta que las caracterizó ha dado paso a unapersonalidad cobriza y tumultuosa.

Pero al mismo tiempo la ciudad ha individuali-zado a sus habitantes. Ha comenzado a predomi-nar el esfuerzo personal sobre el colectivo. Hansurgido nuevos empresarios que, a diferencia delos tradicionales, son de origen popular. Ha au-mentado la movilidad vertical de las personas. Sehan alterado los patrones de consumo y los gustosselectos y suntuarios de la vieja sociedad urbana

Es uno de los grandes defensores del libera-lismo económico en las últimas décadas.Propugna la reducción de los controles delEstado para el desarrollo de la economía pri-vada, en lo que ve la clave del desarrollo.

El otro sendero: la revolución informal. Lima:Ild, 1986. Extractos seleccionados, págs. 3-4,7-8. 11-15.

El otro sendero: la revolución informal

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El otro sendero

han sido desplazados por otros más extendidos. Enmateria de espectáculos, por ejemplo, se ha reem-plazado a lo largo de los años la ópera, el teatro y lazarzuela por el cine, el fútbol, los festivales folklóri-cos y, finalmente, la televisión. En general, lo mis-mo ha sucedido con aquellos consumos que la con-centración demográfica ha puesto al alcance de to-dos, tales como la cerveza, el arroz y la sal de mesa.Otros de consumo más selecto como los vinos y lascarnes han decaído proporcionalmente a lo largo deestas décadas.

También en el aspecto religioso el Perú ha expe-rimentado cambios significativos. El catolicismo,identificado con el orden tradicional, ha perdido te-rreno frente a nuevas confesiones como las protes-tantes, carismáticas y, más recientemente, expre-siones vernaculares y sincréticas como la “Asocia-ción Evangélica de la Misión Israelita del NuevoPacto Universal”. “Santitas” y “beatitas” de origenpopular y no reconocidas por la Iglesia, como laMelchorita o Sarita Colonia, están desplazando enla devoción local a Santa Rosa de Lima y otros san-tos tradicionales.

Todo ello constituye una nueva identidad cultu-ral que reclama verse retratada socialmente. Elsurgimiento de la música “chicha”, que tiende areemplazar al folklore andino y a la música criolla,y el triunfo de determinadas formas de comunica-ción, programas radiales o telenovelas, que se re-fieren o reflejan partes definidas de esta nuevaidentidad, ejemplifican claramente el cambio pro-ducido. Las páginas sociales y los espacios televisi-vos dedicados a mostrar la forma de vida de las cla-ses altas han ido gradualmente desapareciendo.Priman ahora las crónicas policiales y los progra-mas de diversión popular que los nostálgicos califi-can de “huachafos “.

Paralelamente la gente ha comenzado a invertirmás en su preparación. Se ha incrementado nota-blemente la participación popular en la educaciónsecundaria y superior, y han proliferado todo géne-ro de academias e institutos que brindan formaciónbarata y práctica en las más diversas materias yque funcionan en lo que fueron antes las mansionesde la aristocracia.

Las clases altas han descubierto que, de un tiem-po a esta parte, en restaurantes, playas, aviones, di-

rectorios y hasta en Palacio de Gobierno tienen quecodearse con gente de origen popular. Por ello, enmuchos casos han optado por recluirse en su cadavez más reducido mundo y consolarse con la añoran-za de un tiempo que terminó. Existe gente que seatrinchera en exclusivos barrios residenciales, fre-cuenta clubes que no parecen haber sido tocados porel tiempo, transita en la medida de lo posible poravenidas arboladas y mantiene costumbres que lallevan a una segregación social y racial de facto.

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Las migraciones

Todos estos cambios empezaron cuando la genteque vivía en comunidades autosuficientes en elagro comenzó a trasladarse hacia las ciudades, al-terando por completo la larga tendencia históricaque la había mantenido aislada. Como ya hemosvisto, en el periodo que media entre 1940 y 1981 lapoblación urbana casi se quintuplica (de 2,4 millo-nes pasa a 11,6), en tanto que la rural apenas au-menta en un tercio (de 4,7 a 6,2 millones). Así,mientras que en 1940 la rural constituía el 65% dela población total y la urbana el 35%, en 1981 estosporcentajes se invierten. Esto significa, sencilla-mente, que en 1940 dos de cada tres peruanos vi-vían en el campo y que, en cambio, en 1981 dos decada tres viven en las ciudades.

Si se toma en consideración, adicionalmente,que en 1700 la población rural era el 85% del totaly la urbana únicamente el 15% y que hacia 1876 lapoblación campesina seguía siendo el 80% frenteal 20% que estaba en las ciudades, resaltará aúnmás la radicalidad del cambio ocurrido en los últi-mos 40 años. Se ha invertido el histórico predomi-nio rural de la población en favor de los centros po-blados, se ha modificado sustancialmente las con-diciones del habitat de los peruanos y se ha pasa-do de una civilización agrícola a una civilizaciónurbana.

En términos generales, el proceso de urbaniza-ción peruano se desencadenó con las grandes mi-graciones del campo a la ciudad que, si bien comen-zaron un poco antes, están registradas por las esta-dísticas nacionales desde 1940. Así, en el caso deLima, entre ese año y 1981 los migrantes han au-mentado 6,3 veces, de 300.000 a 1’900.000.

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Sin embargo, el aporte de la migración al creci-miento de la capital es superior al número de los mi-grantes mismos, porque sus mujeres tienen una fe-cundidad mayor que las nativas y sus hijos tienen enLima una tasa de mortalidad menor que en el campo.

Ello puede ilustrarse con un ejemplo. En 1981Lima sólo habría tenido 1’445.000 personas, en lu-gar de los 4’000.000 que fueron censadas, si desde1940 no hubiera habido migraciones. Dicho de otramanera, en 1981 las dos terceras partes de la pobla-ción limeña eran migrantes o hijos de migrantes,mientras que la tercera parte restante era propia-mente nativa. Queda, pues, en evidencia que la mi-gración es un factor imprescindible para explicarlos cambios ocurridos.

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La recepción hostil

Sin embargo, al llegar a las ciudades los migran-tes encontraron un mundo hostil. Se dieron cuentade que, si bien la sociedad formal tenía una visiónbucólica del “Perú profundo” y le reconocía el dere-cho a la felicidad, nadie quería que ese “Perú pro-fundo” bajase a las ciudades. Los programas deasistencia y desarrollo para tales áreas estaban di-rigidos a que los campesinos progresaran ahí dondese encontraban; es decir, lejos de las ciudades. Seesperaba que la civilización llegase al campo, noque los campesinos vinieran a buscarla.

La hostilidad llegó a extremos. En los años ’30se prohibió la construcción de departamentos ba-ratos en Lima. Testigos de la época afirman queel Presidente Manuel Prado tomó alguna conside-ración, a principios de los años ’40, a una curiosainiciativa para “mejorar la raza”, consistente enestimular la migración de escandinavos hacia lasciudades del país. En la legislatura correspon-diente a 1946, el senador por Junín Manuel Fau-ra presentó un proyecto de ley para prohibir el in-greso de los provincianos, especialmente los de lasierra, a Lima. En la legislatura subsiguiente, eldiputado Salomón Sánchez Burga formuló un pe-dido con Acuerdo de Cámara para crear un pasa-porte de ingreso como obligación de los provincia-nos que quisiesen entrar a la capital. Todos estosproyectos fracasaron o fueron desestimados, peroindican que ya desde entonces existía una clara

voluntad de negarles el acceso a la ciudad.

No era extraño, por lo demás, que estos políticosreaccionaran así. Desde sus orígenes la ciudad enel Perú había sido un centro administrativo y reli-gioso que representó la ambición de ordenar un te-rritorio salvaje y agreste. La ciudad surgió comouna representación del cosmos dentro del caos. Deahí que sus habitantes, herederos de la antigua tra-dición andino-española, no hayan podido sentirmás que horror frente a la migración campesina,porque el caos estaba invadiendo, por fin, su cos-mos.

Por añadidura, cada persona que migra a la ca-pital es, de alguna manera, un competidor poten-cial de quienes ya la habitan. Si reconocemos queexiste una natural tendencia a tratar de evitar lacompetencia, resulta también explicable el receloque suscitó la migración.

Ello no obstante, la mayor hostilidad que encon-traron los migrantes fue la institucionalidad legalvigente. Hasta ese momento el sistema se habíahabituado a absorber o ignorar a reducidos gruposde migrantes, operación perfectamente posible por-que el pequeño grupo involucrado difícilmente po-dría hacer tambalear al status quo. Al crecer el nú-mero de migrantes, sin embargo, el sistema no pu-do continuar dentro de tal inercia. Llegados éstos ala ciudad, se percataron de que no les era posibleincorporarse a las actividades sociales y económicasestablecidas legalmente y les era sumamente difícilacceder formalmente a la vivienda, la educación y,sobre todo, a la empresa y al trabajo.

Sucedía, sencillamente, que las instituciones le-gales habían sido creadas a través del tiempo parasatisfacer las necesidades y apoyar las prerrogati-vas de ciertos grupos dominantes de las urbes y pa-ra aislar geográficamente a los campesinos en elámbito rural. Gracias a esto, no se hacía patente ladiscriminación legal. Empero, establecidos loscampesinos en la ciudad, la ley comenzó a ser desa-fiada y a perder vigencia social.

Los migrantes descubrieron que eran numero-sos, que el sistema no estaba dispuesto a admitir-los, que las barreras se multiplicaban, que habíaque arrancar cada derecho a un renuente statusquo, que estaban al margen de las facilidades y be-neficios de la ley, y que la única garantía para su,181

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libertad y prosperidad estaba, finalmente, en suspropias manos. Descubrieron, en suma, que te-nían que competir; pero, no sólo contra personassino también contra el sistema.

De migrantes a informales

Fue de esta manera que, para subsistir, los mi-grantes se convirtieron en informales. Para vivir, co-merciar, manufacturar, transportar y hasta consu-mir, los nuevos habitantes de la ciudad tuvieron querecurrir al expediente de hacerlo ilegalmente. Perono a través de una ilegalidad con fines antisociales,como en el caso del narcotráfico, el robo o el secuestro,sino utilizando medios ilegales para satisfacer objeti-vos esencialmente legales, como construir una casa,prestar un servicio o desarrollar una industria. Co-mo veremos más adelante, existe una importanteprobabilidad de que, desde un punto de vista econó-mico, en estas actividades la gente directamente in-volucrada así como la sociedad en general estén me-jor si la ley nominalmente aplicable es violada que sies cumplida. En tal sentido, podríamos decir que lainformalidad se produce cuando el Derecho imponereglas que exceden el marco normativo socialmenteaceptado, no ampara las expectativas, elecciones ypreferencias de quien no puede cumplir tales reglas yel Estado no tiene la capacidad coercitiva suficiente.

La noción de informalidad que utilizamos es unacategoría creada en base a la observación empíricadel fenómeno. No son informales los individuos, si-no sus hechos y actividades. La informalidad no estampoco un sector preciso ni estático de la sociedad,sino una zona de penumbra que tiene una largafrontera con el mundo legal y donde los individuosse refugian cuando los costos de cumplir las leyesexceden a su beneficio. Sólo en contados casos la in-formalidad implica no cumplir con todas las leyes;en la mayoría, se desobedecen disposiciones legalesprecisas de una manera que describiremos más ade-lante. También son informales aquellas actividadespara las cuales el Estado ha creado un sistema legalde excepción a través del cual un informal puede se-guir desarrollando sus actividades, aunque sin acce-

der necesariamente a un status legal equivalente alde aquéllos que gozan de la protección y los benefi-cios de todo el sistema legal peruano.

Los informales no se han entregado a la anar-quía y más bien han desarrollado sus propios dere-cho e instituciones –a los que llamaremos “norma-tividad extralegal”– para ir supliendo al Derechooficial allí donde éste no funcionaba. Esto develaráante nosotros un ordenamiento espontáneo y alter-nativo al formal que nos servirá posteriormente pa-ra contraponer el Derecho que realmente funcionaen la práctica con aquél que está contenido en lasdisposiciones estatales. Relata, además, la gestaprotagonizada por los informales en las últimas dé-cadas, sus enfrentamientos o alianzas con el Esta-do, su relación con los políticos, su integración alpaisaje de nuestra ciudad.

Los diferentes costos que existen en nuestra socie-dad son resultado de la manera como se concibe y seproduce el Derecho, como si la riqueza fuera un stockfijo a ser redistribuido por el Estado en favor de dis-tintos grupos demandantes de privilegios, y como esamanera de gobernar sugiere un paralelo histórico sig-nificativo con el mercantilismo, que fue el sistema enel que estuvieron encuadradas las políticas económi-cas y sociales europeas entre los siglos XV y XIX.

Como resultado, queda en evidencia la impor-tancia que tienen las instituciones legales para ex-plicar la miseria, la violencia, las nuevas manifes-taciones culturales, la informalidad y el retrocesodel Estado; en suma, para explicar el cambio que havenido experimentando nuestra sociedad.

La tradición redistributiva y el mercantilismonos permite presentar una tesis fundamental. A sa-ber, que fue precisamente el mercantilismo –y no elfeudalismo ni la economía de mercado– el sistemaeconómico y social que ha regido nuestro país desdela llegada de los españoles. Desde esta perspectiva,el surgimiento de una informalidad creciente y vi-gorosa representa una suerte de insurrección con-tra el mercantilismo y está provocando su decaden-cia definitiva.

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El otro sendero

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Morales Bermúdez

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CARETAS 2002

1. Las normas constitucionales

Muchas veces, cuando se tratan te-mas de fondo como el presente, convie-

ne acudir primero a los pensamientosclásicos, a la antigüedad. Por ello quie-ro referirme a Platón. Platón, en “La

República”, al sintetizar lo que él propo-ne como ideal del Estado, del estado per-

fecto, señala el riesgo que se corre con unode los grupos sociales al servicio de la colec-

tividad, el grupo de los “guerreros”, cu-ya misión consistía en la defensa de la

República contra sus enemigos exter-nos. Platón se pregunta, cómo impedir que

ese grupo social, al que la sociedad confía sus ar-mas, para su defensa externa, haga uso indebido deesa fuerza que se le otorga, utilizándola para la con-quista del poder político.

Platón responde que la forma de impedirlo esmanteniendo a este grupo, el grupo de los “guerre-ros”, al margen del poder político y directamente su-bordinado a dicho poder. En. esta forma quedabasentado, desde la antigüedad, el principio del “apo-liticismo castrense”, lo que en un nivel, por lo menosteórico, resolvía este aspecto importante de la es-tructura del Estado, así como la apropiada inserciónde las Fuerzas Armadas en la Sociedad Civil.

Pienso que estos conceptos que se ilustran enPlatón son los que a través del tiempo señalan lamisión originaria y tradicional de las Fuerzas Ar-madas. Sin embargo, diversas circunstancias co-yunturales las han hecho incursionar en el campointerno, lo que significó inmiscuiría en problemasdel quehacer político. No quiero referirme a hechosconcretos de la historia de nuestro país, harto cono-cidos y que no es de] caso tratar en este desarrollo...

La Constitución de 1979 enmienda radicalmenteeste rol y ubica principalmente a las Fuerzas Arma-das en su rol de la “defensa externa”, estableciendocomo su “finalidad primordial, garantizar la inde-pendencia, soberanía e integridad territorial de laRepública”. A continuación establece que 11 asu-men el control del orden interno en el régimen deexcepción (estado de emergencia), si así lo disponeel Presidente de la República. Luego, en artículo se-parado: “participan en el desarrollo económico y so-cial del país, y en la defensa civil de acuerdo a ley”.

Uno de los militares con mayor visión delPerú. Presidente de la Junta Militar (1975-1980), fue también ministro en el primergobierno de Fernando Belaunde y en la dic-tadura de Velasco Alvarado.

Pensando en el Perú, (Lima: Realidades S.A.,1999), Extracto seleccionado, págs. 67-74.

El rol constitucional de

las Fuerzas Armadashacia el siglo XXI

Francisco Morales Bermúdez Cerrutti

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Se menciona en otro artículo que “Las Fuerzas Ar-madas no son deliberantes. Están subordinadas alpoder constitucional”...

2. Algunas consideraciones sobre el rol constitucional de las Fuerzas Armadas

En los últimos tiempos, vemos cómo la soberanía delos Estados se va transformando, pasando de tener unvalor absoluto a tener un valor relativo. En la medidaque se respeten las individualidades nacionales, las sobe-ranías, en diversas circunstancias, funcionan al serviciode “fines multinacionales”.

Es el caso de la Unión Europea, en el que la sobe-ranía empieza a estar subordinada al manejo deasuntos comerciales, financieros, monetarios, y aunpolíticos militares, y esto, en cierta forma, incide enlos aspectos de seguridad.

Otra consideración. Se presume que, en los dife-rentes niveles de la organización, los conceptos de se-guridad y defensa están exclusivamente asociadoscon las Fuerzas Armadas y esto no es así. La reali-dad muestra al mundo, ahora y antes, que los con-ceptos de seguridad y defensa son conceptos políti-cos, que deben ser concebidos, orientados e impulsa-dos en los niveles de decisión política; competen a lacondición política del Estado; en tanto que las Fuer-zas Armadas son los instrumentos que están al ser-vicio del fin político, siendo responsables de prepararv conducir los aspectos militares relacionados a dichofin.

Son autorizados a participar con sus medioscuando la autoridad política considera que ha agota-do todos los demás mecanismos v procedimientos asu alcance para concretar la defensa de la heredadnacional y para salvaguardar los intereses perma-nentes de la república.

Por otro lado, tenemos que entender la defensa v laseguridad como garantías de tranquilidad, de estabili-dad, de equilibrio en la vida nacional, y no solamente en-tenderlas como posibilidades de acción violenta, a lacual acudirá el poder constitucional (político) cuando sea“indispensable” y constitucionalmente permitido.

Una constante, en relación con lo anteriormente ex-presado, es que las Fuerzas Armadas prevalecen en su

rol tradicional. Siguen siendo el brazo armado al servi-cio del poder político constitucional, como última garan-tía de la supervivencia del Estado y de la Nación.

Muchos se preguntan para qué queremos tener Fuer-zas Armadas, si ya no existen amenazas ni agresiones vi-sibles a nivel continental, si ya no hay Guerra Fría, si seestán resolviendo pacíficamente los problemas fronteri-zos. Porque con Ecuador hemos firmado los tratados deBrasilia y con Chile nos encaminamos pacíficamente ha-cia el cumplimiento final del Tratado de 1929 y su Proto-colo Complementario. Y ojalá se resuelvan también pa-cíficamente nuestros límites con dicho país en el Mar Te-rritorial. Entonces, pregunto de nuevo, ¿para qué tene-mos Fuerzas Armadas?

Respondo que, sin embargo, las Fuerzas Armadaspermanecen y prevalecen con su rol tradicional porque,a pesar de nuestras intenciones de paz, nadie puedepredecir que no pueda haber un conflicto y porque sonel seguro para alcanzar nuestros objetivos nacionales yel desarrollo nacional, para que ambos no sufran ame-nazas ni presiones ni agresiones de ninguna índole,tanto del exterior (defensa externa) como del interior(subversión terrorista, narcotráfico...

Esto hay que considerarlo cuando se escuchan vo-ces que vienen del exterior v plantean que las FuerzasArmadas deben asumir, debido a los cambios de situa-ciones, funciones políticas o de gendarmería. Sin em-bargo, se constata, objetivamente, en los países desa-rrollados y con avanzados procesos de integración, co-mo los de la Unión Europea, que las Fuerzas Armadasnacionales siguen cumpliendo con su rol tradicional,incrementado por misiones de seguridad internacio-nal, como en el caso de la OTAN.

Por todo ello, las Fuerzas Armadas avanzan al mismoritmo del avance científico y tecnológico que las socieda-des modernas. No porque no se vislumbre amenazas in-mediatas, evidentes o potenciales, las Fuerzas Armadasdejan de ser en tamaño, en equipamiento, en moviliza-ción, instituciones necesarias, con el nivel de desarrollocientífico y técnico de la era moderna, porque, repito, sonel seguro del desarrollo, estando alertas para la defensa.

3. El marco estratégico posible en el próximo milenio, en el cual apriorísticamente se desenvolverán las Fuerzas Armadas

El rol constitucional de las Fuerzas Armadas hacia el siglo XXI

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Hoy día los efectos de la globalización, que son unhecho concreto, no nos permite mirar la estrategia deun país con los criterios ortodoxos o tradicionales.Hay muchos elementos o factores a considerar. Elfrente interno hoy día está influido por presiones ex-ternas de distinta naturaleza y magnitud, y la estra-tegia tiene que considerar estos diferentes enfoques.

Uno de los factores es la “democracia” que, en su con-cepción amplia, supone no sólo la igualdad política sinotambién la participación social y la redacción o supresiónde las grandes diferencias económicas que impiden el de-sarrollo equilibrado de la sociedad. Según esto, la “demo-cracia” es un sistema que debe permitir gobernar paraalcanzar el “bienestar general de la nación”, en libertady con justicia. En el largo plazo, ese bienestar significaalcanzar los “objetivos nacionales” propuestos por los go-bernantes y aceptados y deseados por los ciudadanos.

Hay obstáculos serios para el desarrollo en demo-cracia. Uno de ellos es el económico, sobre todo en es-ta etapa de transición generalizada, que consiste enpasar de economías cerradas a economías de mercado.Esto ha dado lugar a programas de ajuste” y de “refor-mas”, cuyas expectativas no terminan en el milenio;que si bien han ordenado las cuentas fiscales, ha recru-decido el desempleo y la pobreza. Son programas queestán tardando mucho en surtir efectos sociales positi-vos, creando muy difíciles situaciones de inestabilidad,que influyen también en la “seguridad”.

Hoy, a las hipótesis de conflicto tradicionales (terri-toriales), que durante mucho tiempo fueron considera-das como los únicos factores perturbadores de la paz re-gional, se suman amenazas reales como la pobreza, elnarcotráfico, y el terrorismo, cuyos efectos afectan a laestabilidad del sistema nacional; por otro lado, los gra-ves problemas ambientales con alcances relacionados afactores económicos, de calidad de vida, de soberaníanacional y de seguridad intra-fronteras; las migracio-nes de diversa índole; las crisis de los sistemas políticos;son factores que pueden trascender lo doméstico y afec-tar la seguridad hemisférica y repercutir sobre el paísde origen.

Debemos considerar que en el continente americanoestá ubicada la “potencia hegemónica”, con la cual noconviene confrontar sino “concertar” y que, por su posi-ción continental y mundial, debe ser nuestro común in-terlocutor en lo que ya se ha llamado la “desatención deldesarrollo”, que está creando un grave peligro de “esta-

bilidad” y de “inseguridad”, dada la abismal diferencia(brecha), cada vez mayor, que sigue separando al Norte,de países ricos (Estados Unidos y Canadá) del Sur, depaíses pobres.

Según Peter Drucker, uno de los más acuciosos estu-diosos de la economía y del desarrollo, a principios del si-glo veinte, una nación rica gozaba de mayor riqueza queuna pobre en una proporción de 3 a 1 (se trata de pro-medios). Ahora esta proporción es de 40 a 1. Esta es larazón estructural de los acuciantes problemas actuales,como son la pobreza crítica, la migración y el problemaecológico. La “globalización”, que se acepta como un he-cho, lejos de atenuar esta gran brecha, la está acentuan-do, no sabemos hasta cuándo.

Por esto viene la necesidad de “integrarse que es vi-tal para el Perú y para los países de América del Sur”.La tesis propuesta, desde la década de los sesenta, queen diversas circunstancias ha tenido detractores, es lade integrarse para poder concertar con la potencia hege-mónica.

Hay que propugnar la integración del Mercosur y laComunidad Andina de Naciones, en la cual la posicióngeográfica del Perú es vital para entroncar la estructu-ra de esta unión, que potencie la voz sudamericana pa-ra plantear, en conjunto, nuestros intereses.

Esto facilitará la democracia y la “seguridad hemis-férica”, entendida más allá de conflictos geopolíticos si-no más bien como seguridad económica, de paz, y de de-sarrollo en libertad y justicia de nuestros pueblos.

Deberíamos establecer, a base de estos criterios, unanueva concepción hemisférica de seguridad”, en la quela integración juega un rol esencial para “concertar”nuestro desarrollo con la potencia hegemónica. Sólo asípodemos entender, por ejemplo, la existencia del Trata-do de Libre Comercio (NAFTA) más allá de México...

La solución enfatiza el esfuerzo interno nacional,pero también, desde fuera, el interés de las potenciaseconómicas, empezando por la actitud cooperante dellíder hemisférico (Estados Unidos de Norteamérica)que deben ser consecuentes con las democracias inci-pientes que están en proceso en el perfeccionamientode sus instituciones, y que deben vincularse necesa-riamente a las necesidades básicas de la población.Salta a la vista la necesidad de la integración econó-mica para lograr el “desarrollo sustentable”.

Francisco Morales Bermúdez

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e supone que deberíamos saber lo que somos, lo que fuimos y loque queremos ser. Las demandas por reconocimiento, sin embargo, requieren de criterios de estabilidad social que el país ha

ido perdiendo en las últimas décadas como corolario de los cambios sociales, las migraciones, el proceso de industrialización, losdiversos movimientos sociales y políticos y la crisis de las instituciones.

Agudizadas por el terrorismo y la informalidad, las exigencias dereconocimiento han llegado a parecer quiméricas; sin embargo,se unen legítimamente a una tradición de crítica social,

especialmente dirigida a la élite limeña. Cabe mencionar que, en estasúltimas décadas, la crítica social ha incluido la problemática de género. Los

trabajos pioneros de María Emma Manerelli atestiguan de ello.

Existe una larga e interesante tradición de mezclar lo social con lo cultural. En este sentido resultan de interés los señalamientos de Carlos Francoacerca del surgimiento de la “nueva plebe urbana”. Pero, al mismo tiempo, preguntar por la identidad ha llevado a postular alguna dimensión cultural particular como matriz de la identidad. ¿Existen diversas culturas en el Perú?¿Somos una sociedad fragmentada? ¿El mestizaje es un discurso político? En unpaís cuyo paisaje urbano predominante disuelve las fuentes históricas de la cultura ¿cómo responder a estas preguntas? Con todo, el desarrollo urbano genera nuevas tendencias culturales. Tal vez hoy sea posible saber lo que somos.Tal vez ya se pueda tener respuesta a nuestra demanda por reconocimiento.

● 41 Héctor Velarde. “El conchotelúrico de acometividad”. EnObras Completas, (Lima:Francisco Moncloa editores,1966), Págs. 344-351.

● 42 Sebastián Salazar Bondy. Lima

la Horrible, (México: EdicionesEra, 1964), Págs. 15-19, 26-27.

● 43 Carlos Delgado. “Ejerciciosociológico sobre el arribismo enel Perú”. En Problemas sociales en

el Perú Contemporáneo, (Lima:IEP, 1971). Págs. 104-106,108-110, 114-117.

● 44 Aníbal Quijano. Dominación

y cultura. Lo cholo y el conflicto

cultural en el Perú. (Lima: MoscaAzul, 1980). Págs. 69-73.

● 45 Antonio Cornejo Polar,“Mestizaje, transculturación, heterogeneidad”. En Asedios a laheterogeneidad cultural: Libro de

homenaje a Antonio Cornejo

Polar, José Antonio Mazzotti y U.Juan Zevallos Aguilar, coordi-nadores (Lima: AsociaciónInternacional de Peruanistas,1996). Págs. 54-56.

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¿Qué somos?Cultura y sociedad

Capítulo IX:

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Héctor Velarde

ste contraste absoluto en el mismo medio geográfi-co, entre lo suave y delicioso del clima y lo terriblede la topografía que fija y detiene, fue elocuente-mente expresado por los tejedores peruanos quie-

nes, en materia de lógica aristotélica y aguja, tejíanlos tejidos de contradicciones más bellos y perfectos del

mundo (todos de Paracas).

Ambos aspectos opuestos producen consecuenciasdirectas y complementarias, el aspecto de fusión yarmonía con el clima, que es, lo repetimos, la Pro-

videncia misma, y el aspecto de imposibilidad deconquista de un suelo superior a la escala humana. La

naturaleza en el Perú es un cuco invencible con aire acon-dicionado.

–Primer aspecto.Este aspecto establece e inculca lo grato, la confianza en

el existir, lo generoso, la paciencia, lo orgánico-biológico, loque se arregla solo, lo que dura sin cuidarlo y las buenasmaneras. La conservación del individuo y de la especie noes un drama como en Hamburgo o Chicago sino una sim-ple función pasiva de defensa (puestos); se desarrolla sinbrusquedades bajo un cielo benévolo y sobre una tierra queproduce de todo, siempre y cuando no se metan con los ce-rros y los arenales. Entonces, ¿para qué la precisión, el ri-gor y llegar a la hora? Lo indefinido, la despreocupación,cierto abandono de las cosas (dejadez), la discontinuidad enlos procesos, un pacto latente con Dios, determina el estilodepurado y encantador del peruano, sobre todo, del limeño.

Nada fuerza, pues a los ilustres descendientes de lostejedores peruanos a formas y actitudes duras, concluyen-tes y, en el fondo, absurdas. Al contrario, y lo repetimos,la invitación del clima ideal, del lugarcito cómodo y de lapapa abundante en ese lugarcito, los obliga más bien almenor esfuerzo, por ejemplo, a dejar las puertas “juntas”,los cajones entreabiertos y los caños goteando...

Una cosa puede servir para otra: el Country Clubpuede terminar en clínica como la casa de la Perricho-li ha terminado en cuartel.

Les encanta formar comisiones con muchos miem-bros en las que nadie se entiende con precisión. Laprecisión, como se comprenderá, no interesa; molesta.

Se establecen a perpetuidad opiniones y conceptossobre personas y cosas sin que se sepa a ciencia ciertapor qué...

Arquitecto y profesor en la Escuela Nacio-nal de Ingenieros y en la Universidad Ca-tólica. Fue un agudo observador de la so-ciedad peruana.

.“El concho telúrico de acometividad”,Obras Completas. Lima: Francisco Mon-cloa editores, 1966.Extracto seleccionado,págs. 344-351.

El concho telúricode acometividad

Héctor Velarde(Lima 1898-1989)

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Todos saben de todo porque nada exige que se pe-netre mucho. La gracia, muy moderna por cierto, esser genio sin estudiar nada. El muy estudioso es irre-mediablemente sonso.

–Corolario:Como la ambición y las ganas no sufren mayores re-

sistencias del medio ambiente, éstas se revelan a las cla-ras y surgen los frescos conocidos, los importantes y so-lemnes a solas y que todos saludan, las lobas insaciablesy sin disimulo, especialistas y técnicos en cosas raras, losque se sienten dueños del país y los que orinan en la ca-lle a la vista de todo el mundo.

–Segundo aspecto.Si el clima no exige mayores esfuerzos ni pérdidas

de energía esto no quiere decir que no haya capacidadde lucha, al contrario, la hay y a veces muy grande,pero esta capacidad queda en parte retenida por loinútil que sería gastarla totalmente ante una natura-leza de suelo que la aniquilaría por completo. Quedaentonces una reserva contenida, generalmente dormi-da, de acometividad, un concho profundo de agresivi-dad no empleado que, no pudiendo manifestarse con-tra la naturaleza de ese suelo, se vale simple y llana-mente de la gente y de las cosas como válvula de es-cape. Esto es lo que definimos como “el concho telúri-co de acometividad” y que funciona automáticamentebajo las siguientes formas:

–Forma general.En lugar de hacerse algo a favor de algo se hace en

contra de algo. Ejemplos:

–En cuanto tenga ese puesto en el Ministerio lo frie-go a Pérez.

–Me caso con la Chacha y lo reviento al suegro. –Me hago socio de Machorena y arruino a Pelayo. Total: hay que gastar energías...

–Forma particular Nº 1.Se siente que todos tienen su concho telúrico de aco-

metividad retenido y que éste puede revelarse en cual-quier momento y forma: lo malo que se acumula en eseconcho se espera con la mayor naturalidad y hasta converdadero interés. Están en su derecho.

Por ejemplo, si el Dr. Tornella, tan honorable, ha ro-bado una fuerte suma y se ha escondido, los comentariosserán los siguientes:

–¿Cuánto?–¡Pobre Filomena!–¡Qué barbaridad!–¿Y llamaron a la policía? –Y yo que estuve en el colegio con él. –¿Su papá también? ...

Nadie dice: “No puede ser, se volvería loco, se hanequivocado”, etc. Pero esto no es lo importante, eso se ol-vida fácilmente, lo esencial y profundo es que se alivie elconcho telúrico de acometividad.

–Forma particular Nº 2.Si a una persona le pasa algo, si le dan una medalla

o adquiere una fortuna, el concho telúrico de acometivi-dad de los demás no tiene motivo alguno de desgaste;más bien de freno. De ahí la poca atención y hasta el si-lencio en estos casos de éxito. Luego, como lo prudentees dudar de lo que no provoca la reacción del concho seoyen cosas como éstas:

–El Dr. Tieppo ha escrito un magnífico tratado de Psi-cología.

–¿Desde cuándo Tieppo es inteligente?–Se lo habrá escrito otro.–¡Pero si yo conozco a Tieppo!

Forma particular Nº 3.El concho telúrico de acometividad no tiene salida,

queda todo adentro, se lo traga el individuo. Esto escorriente y explica el mal humor, el pesimismo, la ca-vilación y la cantidad de amargados que se encuen-tran sin razón alguna.

Nota: como todos tienen su concho adentro son sufi-cientemente perspicaces, agudos y ocurrentes.

–Aspectos Combinados bienestar y concho.Ejemplos:Si una persona emprende un trabajo o negocio y le va

mal, muy mal, el comentario típico es el siguiente:

–¿Y quién le mandó meterse?

Naturalmente, si nada ni nadie lo obliga a meterse...

El “acomodo” es una actitud característica y naturalante la tremenda topografía del país Y lo delicioso del cli-ma en el lugar escogidito.

Si hay cuatro gatos, por separado y sin conocerse, se

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Héctor Velarde

pondrán siempre juntitos donde sea y como sea: son lasllamitas que se juntan al borde de los precipicios y bajolos pedrones de los cerros... Eso que les pasa a las llamasaunque estén en pampa (hábito prudente) les pasa a losgatos en el Perú aunque sean ingleses. Acaban apeloto-nándose. Nadie sabe, además, si va a haber temblor.

Hay una igualdad cordial, una democracia profunda-mente humana, debida a la nivelación ante lo imposiblede la costra terrestre y la generosidad de la atmósfera.El concho telúrico de acometividad es el denominador co-mún.

El ratero es frecuente pero no el gángster porque lavida en la ciudad es muy blanda y esconderse en la pam-pa o en la puna es muy duro.

Las sanciones no son muy fuertes contra los pillosporque las víctimas son generalmente a medias y siem-pre amparadas por la bondad del medio ambiente que nosiente mucho lo sustraído. El vivo hace gracia y cuandoéste no se lanza en cosas mayores se le llama con simpa-tía “cunda”.

Si alguien adquiere poder (porque se lo dan o se lo to-ma) ese poder resulta siempre mucho mayor de lo que élmismo y los otros pueden creerlo. Esto es debido a la fal-ta de resistencia exterior, de reacción ambiental, lo queredunda en una alarma constante; su concho telúrico deacometividad puede soltarse en cualquier momento. En-tonces tratan de suavizar ese peligro a fuerza de “sobe”con algunas ventajas para los especialistas. Es cuestiónde equilibrar lo suavecito con lo catastrófico.

El concho telúrico de acometividad es una potencia in-dividual, latente, esencialmente personal, definidora, queimpide acuerdo y acatamiento absoluto a las instituciones.De ahí que las personas sean más importantes en su cli-ma que lo instituido por ellas mismas. Las institucionesde estructura extranjera están condenadas. Las instala-ciones suecas de aire acondicionado en el Perú se malo-gran a la semana.

¿Por qué cuando un peruano sale al extranjero ad-quiere un actividad inusitada y tiene generalmente mu-cho éxito? Porque como debe, por un lado, defenderse declimas fuertes, y por otro la naturaleza del país donde es-tá le parece una bicoca, su concho telúrico de acometivi-dad, de energía acumulada, aflora con la mayor abun-dancia y de corrido.

¿Por qué el extranjero se encuentra tan bien enel Perú aunque muchas cosas le parezcan mal? Por-que como está acostumbrado a dar el máximo de es-fuerzo en su tierra, de capacidad de lucha, siente lafruición, la voluptuosidad de que, rápidamente, se leestá formando una cosa rara y agradabilísima en sumente y en su cuerpo, algo que le da confianza, bie-nestar, reposo, despreocupación; come bien sin tra-bajar mucho y duerme mucho sin cansarse... Es quese les principia a acumular energías telúricas y lesnace el concho de acometividad, de reserva, general-mente en forma alarmante. El extranjero es un per-forador casi inconsciente de nuestro medio bendito.

Entre el concho telurico de acometividad, de lucha, deenergía retenida que, como hemos visto, puede ser mu-cha, y la gratísima falta de necesidad, precisamente, delucha, ofrecida por el medio ambiente establecido, se pro-duce la creación paradójica de obras importantes, algu-nas extraordinarias (industrias, edificios, etc.), todasellas como es natural, con caracteres más o menos con-tradictorios. La expresión de esas obras es siempre algosorpresivo porque o se eternizan o se realizan en menosde lo que canta un gallo. Son como milagros brotados dedos fuerzas profundas y contrarias; una dinámica de im-pulsos acumulados (concho) y otra estática que lo suavi-za todo (clima). El producto es siempre humano y fino.Esto lo aprecian muchísimo los extranjeros cultos. ElPerú no es un país para brutos. La falta de la rueda tie-ne que ver mucho con su originalidad y encanto.

El que llega a realizar algo de principio a fin tal comolo había pensado debe ser considerado como un héroe.Todo conspira contra él; las delicias del aire y lo tremen-do de las subidas y bajadas.

Las mujeres son particularmente adorables porquetienen un concho telúrico de acometividad maternal einagotable: son de una ternura invencible. Todo está afavor de ese concho; la eterna primavera y la geografíaque junta.

“¡Viva el concho telúrico de acometividad!”. exclamaVon Futte al terminar su libro.

-Conclusión:En el Perú, Taine está muy por encima de Gobineau

a pesar de los orejones, la mandinga, el chapetón y losgringos. ,191

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ue el pasado nos atrae es algo menos de lo queen verdad ocurre: estamos alienados por él,no sólo porque es la fuente de toda la culturapopular, del kitsch nacional, y porque contie-ne una pauta de conducta para el PobreCualquiera que ansía ser algún día Don Al-guien, y porque la actualidad reproduce como

caricatura el orden pretérito, sino porque, enesencia, parece no haber escapatoria a llevar la

cabeza de revés, hipnotizada por el ayer hechizo yciega al rumbo venidero. El pasado está en to-

das partes, abrazando hogar y escuela, polí-tica y prensa, folklore y literatura, religión ymundanidad. Así por ejemplo, en labios de

los mayores se repiten rutinarias las consejascoloniales, en las aulas se repasan los infun-

dios arcádicos, en las calles desfilan las carrozas dora-das del gobierno y en los diarios reaparecen, como enun cielo ebrio, las elegías al edén perdido. Cantamos ybailamos “valses criollos”, que ahora se obstinan enevocar el puente y la alameda tradicionales, y se impri-men libros de anécdotas y recuerdos de aquello que Jo-sé Gálvez bautizó como la Lima que se va. Entre hu-mos de fritanga se desplazan las viejas procesiones yotras nuevas, a través de idénticos vapores, remozan elgregarismo devoto. Y asistimos –¡qué remedio queda!–a bodas y funerales de ritual ocioso, de hipócrita con-vencionalismo. La trampa de la Arcadia Colonial estáen todos los caminos. No es sencillo sortearla.

Precisa advertir que Lima no es, aunque insista enserlo, el Perú, pero esto es cuestión aparte. No cabe lamenor duda, en cambio, que desde ella se irradia a to-do el país un lustre que desdichadamente no es el delesclarecimiento. Hace bastante tiempo que Lima dejóde ser –aunque no decaigan los enemigos de la moder-nidad, la cual, sin embargo, ha otorgado aún a nostál-gicos y pasatistas sus automóviles, sus transitores, suspenicilinas, sus nylon, etc.– la quieta ciudad regida porel horario de maitines y ángelus, cuyo acatamientoemocionaba al francés Radiguet. Se ha vuelto una urbedonde dos millones de personas se dan de manotazos,en medio de bocinas, radios salvajes, congestiones hu-manas y otras demencias contemporáneas, para pervi-vir. Dos millones de seres que se desplazan abriéndosepaso –Francisco Monclova ha llamado la atención sobreel contenido egoísta de esta expresión coloquial– entrelas fieras que de los hombres hace el subdesarrollo aglo-merante. El caos civil, producido por la famélica concu-rrencia urbana de cancerosa celeridad, se ha constitui-do, gracias al vórtice capitalino, en un ideal: el país en-

Escritor y agudo critico de la socie-dad limeña. Figura influyente en elmundo de las letras en las décadas de1950 y 1960.

Lima la horrible. México: Ediciones EraS. A., 1964. Extracto seleccionado, págs.15-

Lima la horrible

Sebastián Salazar Bondy(Lima 1924-1965)

Lima la horrible

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Sebastián Salazar Bondy

tero anhela deslumbrado arrojarse en él, atizar consu presencia el holocausto del espíritu. El embotella-miento de vehículos en el centro y las avenidas, laruda competencia de buhoneros y mendigos, las fati-gadas colas ante los incapaces medios de transporte,la crisis del alojamiento, los aniegos debidos a las tu-berías que estallan, el imperfecto tejido telefónicoque ejerce la neurosis, todo es obra de la improvisa-ción y la malicia. Ambas seducen fulgurantes, comolos ojos de la sierpe, el candor provinciano para po-der luego liquidarlo con sus sucios y farragosos ab-surdos. La paz conventual de Lima, que los viajerosdel XIX, y aun de entrado el XX, celebraron comopropicia a la meditación, resultó barrida por la explo-sión demográfica, pero la mutación fue sólo cuantita-tiva y superficial: la algarada urbana ha disimulado,no suprimido, la vocación melancólica de los limeños,porque la Arcadia Colonial se torna cada vez más ar-quetípica y deseable.

Una fugaz visión puede convencer al turista, portanto, de que la colonia supérstite fue, al fin, supe-rada, mas no es bueno fiarse de la equívoca impre-sión del pasajero. El pasado que nos enajena estáen el corazón de la gente. No únicamente, además,en el de aquella que desde varias generaciones atráses de aquí, sino también en el del provinciano y elextranjero que en Lima se establecen. Ambos llegana la ciudad llenos de futuro y, al cabo de unos años,han derrochado, en no se sabe bien qué, la voluntadde progreso que los desplazó. Esa fuerza original essustituida por la satisfacción de saberse insertos enel sustrato colonial de la sociedad limeña. Lo cualquiere decir que han comenzado a construirse unpequeño virreinato particular y, merced a él, pormatrimonio, asociación o complicidad, o por las trescosas a la vez, a participar del poder de amos y ren-tistas que detentan las Grandes Familias.

Al resto del país se transmite, por modo del im-perio metropolitano, el ensueño nobiliario (cuyos tí-tulos avala la alta banca), y en cada ciudad, puebloo villorrio la pantomima se consuma como un ensa-yo previo al estreno en la capital.

Con las Grandes Familias hemos, pues, topado.Imposible no advertir que son ellas las que han di-fundido, con total ignorancia de la precedencia delbuen Manrique, la patraña de que cualquier tiempopasado fue mejor, añadiendo a este relativamenteprestigiado infundio el ápice de que de todos los

tiempos pasados el del mando paternalista, el rangopor la prosapia y la dependencia del extranjero fuemás feliz que ningún otro. Dichas Grandes Familiasno desconocen que social y económicamente aquellaedad ya no es más, pues incrementan su opulencia yprosperan de acuerdo a la objetividad del presente.Temerosas, sin embargo, como han vivido siempre,de cualquier brote de descontento y violencia, hanhecho circular, gracias al escaso o nulo saber que susinstituciones pedagógicas han procurado a las ma-yorías, la metáfora idílica de la colonia y su influjopsicológico y moral. Sus piadosos cuadros de pintu-ra cuzqueña, sus casas de estilo neocolonial de ba-rroco mobiliario, sus emparentamientos endogámi-cos –sólo accidentalmente interrumpidos por unatransfusión de sangre inmigrante–, sus legítimos ofalsos escudos, sus pruritos de señorío bien servido,su hispanismo meramente tauromáquico y flamen-co, su eminencia, en suma, chapada de memoriasgenealógicas, concretan en sus refinadas formas lamixtificación que con fines de lucro han definido co-mo signo de un destino irrenunciable.

Porque no se trata de un amor desinteresado porla historia, ni de una falta de perspectiva hacia elprogreso del hombre, ni de una loca borrachera deanacronismo, nada de eso, sitio del mantenimiento,al socaire de esta especie de fetichismo funerario,del sistema en que pertenecen al señor la hacienday la vida de quien la trabaja. Todo resulta, a la pos-tre, una burda trapacería enmascarada de tradi-ción, literatura y nostalgia, que son falsa tradición,mala literatura –y extraviada nostalgia. Mas elcuento de la Arcadia Colonial ha tenido éxito –hayque reconocerlo–, e inclusive aquellos que nos he-mos liberado, si no de estar cautivos en su red, a lomenos de practicar su adoración, hallamos difícilemanciparnos totalmente del embeleso de esos en-tes de ficción -virreyes, purpurados, oidores, tapa-das, santurrones- estratégicamente colocados en unrecoveco de los barrios viejos, en la pegadiza velei-dad de una canción de moda, en un refranesco lugarcomún, en un ademán de urbanidad habitual...

La extraviada nostalgia se precipitó, para hacer-se popular y nacional, como lo veremos enseguida,en lo que se llama criollismo. Ninguna irrealidad yningún preterismo, por ende, mayores y más nocivosque este no se sabe si estilo, costumbre, manía o de-formidad que repercute desde el vago término decriollo para justificar la continuidad del timo de la,193

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Arcadia Colonial. Arcadia perdida, sí, pero que, se-gún la receta, puede ser rescatada y revivida por lainvocación soñolienta y paródica.

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El mito colonial –se ha dicho arriba– se escondeen el criollismo y por medio de sus valores negativosexcita el sueño vano de la edad dorada de reyes, san-tos, tapadas, fantasmas, donjuanes y pícaros. ¿Có-mo asciende un hombre común al mundo privilegia-do, hasta su halo, pues más allá no es posible, sinoasumiendo la teoría del paraíso colonial gracias alejercicio del criollismo? En éste se obnubila, se em-briaga de mentiras, sueña con el señorío... Se tratade lo que ha sido llamado líneas antes perricholis-mo: entrega al virrey, a su equivalencia contemporá-nea, del mismo modo que la modesta tonadillera delXVIII al corazón senil del hidalgo catalán, con am-bición, mas ciertamente con asco, aunque como úni-co recurso para escapar de la fatal inferioridad. Hayuna prueba actualísima del fenómeno de la eleva-ción por vía criollista. En recientes elecciones polí-ticas un candidato militar y ex dictador, que duran-te su régimen obtuviera, por gestión en Españafranquista, una genealogía convenientemente filtra-da, hizo parte de su campaña con el lema de “Loscriollos votarán por Fulano”. Ilustraba a la frase eldibujo torpe, pero efectivo de una pareja bailando, alcompás de guitarras, una marinera criolla, de esas

que están conceptuadas como “flor celestial de lostiempos coloniales”. Los sufragios demostraron lue-go que el candidato tenía, en cuanto a conocimientode Lima y los limeños, un ojo de lince.

Ser anticriollo y anticriollista (en la modalidadcolonialista señalada) no significa necesariamente,sin embargo, estar en una actitud renovadora, serdel presente y prever el futuro en base a los datosracionales del presente. Hay una forma de abomi-nar del pasado que obedece a razones espúrias y, portanto, existe una clase de postura exquisita y cosmo-polizante tan evasiva como la criollista de inspira-ción virreinal. De otra parte, ciertos criollistas (Jo-sé Diez Canseco, digamos por decir un nombre re-presentativo) lo fueron buscando la auténtica raízhumana y popular del limeño. Aquí se ha hecho hin-capié en el criollismo que se nos urge acatar comoespíritu y vida únicos de la ciudad y el país, y que,además, sólo opera como justificativo o cortina dehumo de la secular exacción de las mayorías. La Ar-cadia Colonial es la envoltura patriotera y folklóricade un contrabando. Lima es por ella horrible, perola validez de este calificativo depende de dónde nossituemos para juzgarla, qué código consultemos pa-ra medir sus defectos y vicios y a quiénes sentemosen el banquillo de los acusados. El objeto de estaspáginas es vindicar a la ciudad de la deplorable fal-sificación criollista y condenar, en consecuencia, alos falsos monederos.

Lima la horrible

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N el Perú el “sistema” social sigue caracterizán-dose por una marcada rigidez que en gran me-dida dificulta e impide formas fluidas de movi-lidad social. La rígida estrechez del “sistema”

en cuanto red de desplazamientos sociales deter-mina que el éxito social sólo puede alcanzar a grupos

relativamente pequeños de individuos. En unasociedad así, donde la virtualidad operativa delos mecanismos de movilidad social sufre elimpacto decisivo de las influencias personales,el poder de patronazgo de ciertos individuos

dentro de la sociedad es, en realidad, considera-ble y, por ende, la posibilidad de manipular tal po-

der en beneficio propio gravita con fuerza irresistible pa-ra estimular determinados tipos de comportamiento degran eficacia dentro del contexto de un ordenamientopatrimonial de la sociedad. En una sociedad de tales ca-racterísticas las posibilidades de éxito social son extre-madamente reducidas y es muy alta la competencia porel acceso a posiciones de prestigio, riqueza y poder con-cebidos como bienes supremos. Como tales bienes sejuzgan inalcanzables para tantos competidores, como lacompetencia es muy acentuada, y como las posibilidadesde éxito se consideran mínimas, la lucha por el triunfosocial alcanza a veces niveles de verdadera ferocidad.En tales circunstancias no hay armas vedadas: todo me-dio es lícito para conseguir la finalidad perseguida. Co-mo todos quieren “subir” y hay pocas posibilidades de lo-grarlo, el “ascenso” de un individuo entraña el “descen-so” de otro: sólo se puede “subir” cuando otro “baja”. Pe-ro como dentro de condiciones sociales de alta competen-cia tal “descenso” no puede ser resultado del deseo es-pontáneo de nadie, surge la necesidad de ascender de-rribando. En síntesis, dentro de tal contexto social, pa-ra tener éxito es preciso “traerse abajo” a otros indivi-duos.

A este deseo desenfrenado por “subir” se le denomi-na en el Perú arribismo. Donde como en este país, la na-turaleza misma de las vías de desplazamiento social ge-nera numerosas áreas de intenso estrechamiento suje-tas, en gran medida, al control de quienes manipulanresortes de poder dentro de un complejo mecanismo deinteracciones e interdependencias inherentes al funcio-namiento de diversos “feudos” e “imperios” personales,la emergencia del arribismo como forma de conducta so-cial para triunfar en la vida, no es, en puridad, sorpren-dente. En realidad, lo sorprendente sería que tal tipo decomportamiento no se registrara en la interacción com-petitiva de quienes integran una sociedad como la nues-tra. Desde este punto de vista, la significación del estu-

Sociólogo, aprista en su juventud y luego,cercano colaborador de Velasco en Sina-mos. Crítico de los partidos políticos y dela sociedad peruana.

Ejercicio sociológico sobre el arribismoen el Perú, Problemas sociales en el PerúContemporáneo. Perú Problema Nº 6. Li-ma: IEP, 1971. Extractos seleccionados,págs.104-106, 108-110, 114-117.

El arribismoen el Perú

Carlos Delgado(1927- 1980)

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Carlos Delgado

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dio del arribismo como conducta social de competenciaestriba, justamente, en que puede permitir una mejorcomprensión de la forma en que las relaciones socialesestán estructuradas en el Perú contemporáneo. Enotras palabras, el arribismo obedece a imperativos decarácter social generados por la propia estructura de lasociedad peruana. Por tanto, es posible enfocar la con-ducta arribista como medio a través del cual algunos as-pectos de las interrelaciones sociales en el Perú podríantornarse inteligibles. Esto supone aceptar que no es elcomportamiento arribista el que determina las modali-dades funcionales de los “sistemas” de relación social si-no que, por el contrario, el arribismo debe ser entendi-do como derivación y producto de los “sistemas” que ti-pifica.

El arribismo parece tener dos principales modalida-des operativas. Una es la adulación genuflexa a quienocupa posiciones de poder. En el habla popular tal mo-dalidad constituye el sobe: se soba al superior, al influ-yente, al poderoso, a quien puede dispensar favores yapadrinar el “ascenso” social. La otra modalidad delarribismo se expresa en la agresión verbal generalmen-te indirecta, en el ataque a mansalva, en el chisme, enla crítica destructiva, en el chiste peyorativo de aplica-ciones zahirientes y de doble intención. En el habla po-pular esto se denomina raje; se raja de todo aquel aquien el arribista considera competidor real o potencialpor el acceso a las estrechas vías del éxito y del recono-cimiento. Raje y sobe, sin embargo, claramente dima-nan de la concepción lúcida o brumosa del bien como ca-tegoría limitada, poco accesible e insuficiente para ge-nerar satisfacción universal.

Estas dos modalidades operativas del arribismono son, en realidad, excluyentes y nada impide queel arribista practique ambas, alternativa o simultá-neamente de acuerdo a las circunstancias, según lanaturaleza de su campo de acción, y dependiendo dequienes sean las personas objeto de su halago o sudiatriba. La preferencia por una de las modalidadesseñaladas no descarta, en consecuencia, la posibili-dad de utilizar la otra: la adulación a una personainfluyente suele, en efecto, llevar aparejada la dia-triba hacia otra a quien el arribista considera conrespecto a la primera, en una posición de efectiva opresunta rivalidad. Naturalmente, este procedi-miento tiene también una aplicación inversa. Estoquiere decir que el comportamiento arribista parecetener, en esencia, un carácter de relativa “simetría”en virtud del cual los resultados de la adulación o de

la diatriba se conciben como ventajas recíprocamen-te afianzadoras de las expectativas de éxito social.De ser así esto seguramente confirmaría el comúnorigen psicológico de ambas formas de conducta arri-bista en la concepción del bien como categoría de ex-tremada limitación de uso y acceso. En este sentido,cabe señalar que las expectativas de ventaja perso-nal que el arribista cifra en la diatriba se refuerzancon el halago dirigido hacia quienes se considera si-tuados en una real o supuesta relación de conflictocon respecto a los individuos a quienes el arribistaestima contendores en su lucha por el éxito social.Así, halago y adulación tienden a reforzar la virtua-lidad destructora del ataque y la diatriba.

De este modo, la competencia social del arribistatiende a conformar una relación de tipo triangular; deun lado, los individuos a quienes él define como conten-dores reales o potenciales en su reclamo al reconoci-miento social; de otro, aquellos a quienes el arribista de-fine como virtuales aliados en su acción competitiva; yde otro lado, el propio arribista que, empleando virulen-cia verbal con los primeros y ditirambo con los segun-dos, intenta usar a ambos para lograr sus fines de bene-ficio personal. Por esta razón, generalmente ni el hala-go ni la diatriba utilizados para unos y otros pueden te-ner unicidad formal de propósito: el primero se otorgadentro del contexto dual de una declaración que, al mis-mo tiempo, elogia a la persona a quien va dirigido y za-hiere, implícita o explícitamente, a otro u otros indivi-duos; y la segunda suele, asimismo, formularse dentrode un contexto también dual de ataque a quien va diri-gida, por un lado, y de enaltecimiento a terceros, porotro. En esta forma, tanto la “crítica” como el elogio sir-ven para definir la esencial ambidextría operativa delarribismo, es decir, su utilización de valores antitéticosde apreciación dirigidos hacia individuos a quienes elarribista operacionalmente define y presenta como an-tagonistas recíprocos dentro de una ecuación social, quesi bien es “simétrica” en términos de la autoubicaciónfuncional del arribista vis-a-vis sus expectativas de unbeneficio personal derivado del presunto conflicto deterceros que él construye, es claramente “asimétrica”desde el punto de vista de la autoubicación sentimental,valorativa e intelectual que el arribista, asimismo, defi-ne: él se sitúa lo más cerca posible de quien elogia y lomás lejos posible de quien ataca.

Esta segunda modalidad de arribismo se ha dadotradicionalmente en las esferas intelectuales y políti-cas y, acaso en menor grado, en las esferas artísticas

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del Perú. Ellas no se caracterizan por una tendenciaconstructiva hacia la emulación sino más bien haciala rivalidad, el conflicto soterrado, el alineamiento engrupos y bandos irreconciliables. Aquí, quien sabeparadójicamente, la competencia suele ser mezquinay ruin en grado sumo y sólo parecen superarla aque-llos que merced a su talento y superioridad manifies-tos, han logrado ya trasponer el umbral del reconoci-miento y de la fama. Por eso en el Perú pareciera quesólo los intelectuales que han “llegado” suelen ser in-telectualmente generosos. En este sentido, se diríaque la generosidad de este tipo es un lujo que ennuestro medio sólo contados intelectuales y artistaspueden darse.

Por ser el arribista, como se anotó anteriormente,un individuo, en esencia, inseguro, la cultura del arri-bismo es también una cultura de la inseguridad. De es-to se derivan los rasgos a veces psicopáticos que el arri-bista evidencia en su ardorosa e intensa ansiedad porprocurarse un éxito que parece inalcanzable por la víade los comportamientos socialmente constructivos. Es-to explica que el arribista sea también un individuofundamentalmente negativo e hipercrítico cuyas ener-gías se orientan básicamente hacia finalidades de des-trucción. Esto parece ser particularmente cierto delarribismo propio de las esferas intelectuales. Las ca-racterísticas mismas del mundo intelectual determi-nan que aquí la conducta arribista asuma perfiles deelevada sofisticación destructiva. La naturaleza esen-cialmente negativa del intelectual arribista tiende a re-ducir drásticamente su capacidad creadora. Y esta li-mitación, que decreta la sustancial falta de originalidadde su talento, parece ser, precisamente, la que lo impe-le hacia formas de comportamiento arribista para refor-zar las posibilidades de un éxito que parece altamenteproblemático a través del ejercicio creador de un talen-to original que él no posee.

En un mundo social de características marcada-mente competitivas, el intelectual arribista encuentraque la limitación antes aludida tiende a incrementar elsentido de íntima inseguridad que tipifica su vida psi-cológica y que se acrecienta más aún cuando, en la com-petencia por un reconocimiento de posibilidades acusa-damente limitadas, advierte en otros el talento creadory la originalidad que él no posee. En tales circunstan-cias, el intelectual hipercrítico y negativo sólo atina aredoblar sus esfuerzos destructivos apelando a cual-quier recurso, por vedado que sea. En este sentido, sur-gen distintas posibilidades de acción susceptibles de

empleo simultáneo: la crítica exacerbada cuya finalidadno es evaluar sino destruir, la tergiversación, la maledi-cencia encubierta, el chiste de corrillo cargado de vela-das acusaciones implícitas, y la virtual organización de“campañas de silencio” destinadas a “liquidar” a un ad-versario al que es preciso “cerrarle el paso”. El refina-miento logrado por algunos individuos en el manejo deestas técnicas operativas del arribismo alcanza a vecesniveles de sofisticación realmente impresionantes. Sinembargo, lo que el arribista parece no apreciar con jus-teza es el alto costo intelectual y psicológico que deman-da el dominio de estas técnicas competitivas y que, enmucho, explica su frustración y su frecuente fracaso.En efecto, la inversión emocional e intelectual que estaconducta impone es de tal magnitud que sólo una par-te relativamente pequeña de energías potenciales pue-de ser positivamente orientada hacia formas de com-portamiento constructivo que abran paso a una compe-tencia lícita por el éxito social.

Mucho de lo anteriormente señalado tiene que vercon algo que Foster puntualiza para las sociedadescampesinas y que, creo, tiene su contrapartida en situa-ciones que aquí se comentan. Foster indica que cuan-do un campesino migrante hace fortuna fuera de su co-munidad, tal hecho no determina comportamientosagresivos entre los miembros de su sociedad local por-que la fortuna acumulada en esas condiciones no poneen peligro el equilibrio interno del grupo y su estabili-dad. Algo similar parece ocurrir en el mundo intelec-tual y artístico peruano entendido como la “comunidad”de los artistas e intelectuales. Estos, generalmente, ne-cesitan consagrarse en el exterior antes de ser recono-cidos en el Perú. Para “ganarse un nombre” en esta co-munidad suele ser necesario triunfar primero fuera deella, acaso “porque nadie es profeta en su tierra”. Eltriunfo interno es a veces singularmente difícil si no es-tá precedido por victorias logradas allende los linderosdel país. El hacer “fortuna intelectual” fuera del mediotiende en cierta manera a desalentar conductas agresi-vas en los miembros de la comunidad intelectual paraquienes –en modo análogo a lo puntualizado por Fostercon referencia a las sociedades campesinas– los éxitosforáneos no parecen afectar la distribución interna delbien limitado y, por ende, no atentan contra la estabili-dad y la seguridad del grupo local. Este es, en efecto, elcaso de prácticamente la mayoría de los más altos valo-res de la cultura peruana contemporánea.

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os estudios sobre la población campesina del Perúy muy especialmente los que se refieren a las “co-munidades indígenas”, revelan que gran parte dela población indígena está atravesando un activo

y cada vez más acelerado proceso de cambio cultu-ral. La generalidad de los antropólogos enfoca este

cambio en términos de “aculturación”, esto es comoun proceso de abandono de las instituciones culturales

indígenas y la adhesión a las que ofrece la cultura occi-dental criolla.

Este proceso de cambio cultural afecta, principal-mente, a las poblaciones indígenas expuestas a la in-

fluencia de la cultura urbana, ya sea a través del transpor-te, de la migración o de la vecindad a núcleos urbanos o in-dustriales. En relación con estos factores, los límites y los ni-veles de este proceso de cambio cultural varían de una re-gión a otra, siendo mayor en las zonas más expuestas a lainfluencia de la cultura urbana y menos pronunciada en laslocalidades más aisladas de este contacto. Además, ocurreen cierta forma dentro del proceso de “modernización” de lacultura occidental criolla de la sociedad global peruana, yparalelamente a él. Probablemente, en gran parte es una delas consecuencias de esta “modernización”.

El enfoque de este proceso de cambio cultural que afectaa la población indígena, como proceso de “aculturación”,puede ser probablemente apropiado para una parte de la po-blación afectada por el cambio. Sin embargo, si se examinacon cuidado el material ofrecido por la literatura antropoló-gica, y se observa sobre el terreno las características de al-gunas de las capas que se señalan como sujetas al cambio,puede llegarse a la conclusión de que el problema es muchomás complejo que el implicado en un proceso actual de“aculturación”, y que hay un amplio sector para el cual elcambio cultural significa un fenómeno distinto. Algunos an-tropólogos, aunque de manera no muy clara, parecen haberprevisto lo mismo, no solamente por la sustitución de la tra-dicional denominación de “mestizaje cultural” por el de cho-lificación para describir el proceso, sino también señalandola resistencia de algunos grupos de cholos a integrarse en losgrupos de mestizos “occidentales” o “aculturados”.

Es decir, el proceso de cambio cultural que afecta a la so-ciedad peruana puede ser visto en términos de tres procesosparticulares: a) la “modernización” que afecta a la sociedadglobal y particularmente a la población que participa en lacultura occidental criolla; b) la “aculturación”, que afecta auna parte de la población indígena, y chola; c) la cholifica-ción que afecta a parte de la población indígena. Los gruposque se señalan en los cambios antropológicos como protago-

Sociólogo sanmarquino. Analista delos problemas políticos, culturales ysociales del Perú actual. Es famoso porsu reflexión sobre la cultura del choloy las clases sociales y el imperialismo.

Dominación y cultura. Lo cholo y elconflicto cultural en el Perú. (Lima:Mosca Azul, 1980). Extractos seleccio-nados, págs. 69-73.

El Cholo: cultura de transición

El Cholo: Cultura de transición

Aníbal Quijano

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nistas del cambio cultural, aparecen normalmente comoabandonando progresivamente su herencia cultural in-dígena y adoptando la que ofrece la cultura occidentalcriolla, ya sea en su variante urbana o en su variantecampesina, aunque la mayor parte de este proceso ocu-rre bajo la influencia de la variante urbana. Este, que esel que aquí denominamos proceso de aculturación , con-tiene, según resulta de los estudios de los antropólogos,un factor motivacional sumamente protagonista, por in-corporarse a la cultura occidental criolla y ser admitidoplenamente por sus participantes. Así, por ejemplo, Gal-do Pagaza informa que un sector de los indios que aban-donan la cultura indígena y se hacen “mestizos” tratande incorporarse a las capas occidentalizadas de la pobla-ción y, en el curso del tiempo, lo consiguen después deuna resistencia inicial de los participantes en la culturaoccidental criolla.

Pero al mismo tiempo, otros grupos de la poblaciónque está afectada por el cambio, no solamente no se es-fuerzan por sino rechazan la incorporación a la culturaoccidental y su admisión en ella. Estos grupos –como losanteriores- aparecen participando en una esfera culturalintegrada al mismo tiempo y en forma combinada, porelementos que provienen de la cultura indígena y por losque pertenecen a la cultura occidental. Esto es, que no seproduce el abandono total de la cultura indígena, ni si-quiera en el curso del tiempo y de las generaciones, ypuede observarse por el contrario un activo esfuerzo pormantener, aunque modificados y adaptados a las cir-cunstancias sociales, los elementos provenientes de lacultura indígena que forman parte de su mundo cultural.La vestimenta, el lenguaje, los patrones de organizaciónfamiliar y de parentesco, ciertas formas de relación socialcomo el “compadrazgo”, la concepción del mundo y lascreencias religiosas, las formas de organización comunal,el arte y las técnicas artesanales, muestran una combi-nación de elementos de ambas procedencias culturales.

El mundo cultural así constituido, puede no ser cohe-rente, sin duda es inclusive conflictivo en determinadosaspectos. No obstante, es un mundo distinto, como con-junto tanto de una como de otra de las culturas origina-les. En este momento, no es probable que se pueda ha-blar todavía con una convicción, de que este “mundo cul-tural” forma una cultura enteramente estructurada ensu conjunto. Pero, debe admitirse la existencia de unconjunto de elementos e instituciones culturales que es-tán en proceso de formación y desarrollo y que tienden a

su institucionalización global como conjunto, siendo pro-bable la existencia de sectores de elementos ya institu-cionalizados.

Es este proceso particular que, estrictamente, puedeser denominado como cholificación. Implica, en conse-cuencia, el surgimiento de una nueva vertiente culturalen nuestra sociedad, que crece como tendencia en los úl-timos años y prefigura un destino peruano, distinto quela mera aculturación total de la población indígena en elmarco de la cultura occidental criolla, que ha sido hastaaquí el tono dominante de todos los esfuerzos por inte-grar al indígena en el seno de la sociedad peruana...

La modificación del contenido del cancionero popularperuano, con sus insistencia en el tema del cholo, en laorgullosa autoidentificación del cholo como tal, frente alos demás grupos, en la crítica social y política cuyo con-tenido se aparta de la que proviene de la clase media ur-bana, en la ridiculización de la cultura “criolla” de las ciu-dades de la costa y del afán imitativo de los “acultura-dos”, tan contrario de la anterior actitud admirativa delos campesinos serranos, y sobre todo, con el énfasis enel valor de las peculiaridades culturales del Perú y de ladefensa del valor vital de los elementos de la cultura in-dígena, en contra de la concepción de las clases medias ydominantes de la cultura occidental criolla, para las cua-les todo ello es folklore y es exótico.

Todo ello no es propio de la personalidad indígenacontemporánea ni de la occidental criolla, así comotampoco puede ser el resultado del proceso de acultu-ración. Y, desde esta perspectiva, sólo puede ser el re-sultado de la emergencia de una nueva personalidadsocio-cultural en la sociedad peruana.

Puede, pues, concluirse sin arriesgar mucho, que elcholo no es solamente un nuevo grupo social de emer-gencia, sino que fundamentalmente es portador de unacultura de formación, integrándose con elementos queproceden de nuestras dos culturas originales y con otrosque son producto de la elaboración del propio grupo. Entanto que esta cultura está aún en proceso de emergen-cia y formación, no puede esperarse que ella muestre yauna institucionalización, estructurada a nivel global.Eso no obstante, es legítimo enfocarla como una culturaen proceso de formación, es decir una “cultura de transi-ción”, con las mismas connotaciones incorporadas a lanoción de “sociedad de transición”.

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odría decirse que la categoría de mestiza-je es el más poderoso y extendido recur-so conceptual con que la América Lati-na se interpreta a sí misma, aunquetal vez hoy su capacidad de ofrecerimágenes autoidentificatorias seamenos incisiva que hace algunas dé-cadas y aunque –de otro lado– no pue-

de olvidarse que a lo largo de nuestrahistoria no dejó de suscitar cuestiona-

mientos distintos pero casi siempre radi-cales y hasta apocalípticos (desde Guamán

Poma hasta algunos positivistas). Me parececlaro, sin embargo, que prevaleció y prevalece unaideología salvífica del mestizo y el mestizaje como sín-tesis conciliante de muchas mezclas que constituyenel cuerpo socio-cultural latinoamericano. Después detodo, no es casual que aquí se pudiera concebir con éxi-to una imagen mítica, como la de la “raza cósmica”,que es la exacerbación hímnica de la algo así como unsúper mestizaje –que sería, además, la razón legitima-dora de la condición latinoamericana–.

Es inútil enlistar los innumerables usos de la cate-goría mestizo (y sus derivaciones) para dar razón de laliteratura latinoamericana; inútil porque son de todosconocidos y también (espero no ser injusto u olvidadizo)porque en ningún caso hubo un esfuerzo consciente pordefinir con una cierta solvencia teórica lo que implicauna “literatura mestiza”. Me temo que en gran parte re-produciría una cierta ansiedad por encontrar algo asícomo un locus amoenus en el que se (re)conciliaban ar-moniosamente al menos dos de las grandes fuentes dela América moderna : la hispana y la india, aunque enciertas zonas, como el Caribe, se incluyera por razonesobvias la vertiente de origen africano. Naturalmente,este deseo no era ni es gratuito, ni tampoco se enclaus-tra en el espacio literario: su verdadero ámbito es el delos fatigosos e interminables procesos de formación denaciones internamente quebradas desde la conquista.Asumir que hay un punto de encuentro no conflictivoparece ser la condición necesaria para pensar-imaginarla nación como un todo más o menos armónico y cohe-rente –punto que sigue siendo un curioso a priori paraconcebir (incluso contra la cruda evidencia de profun-das desintegraciones) la posibilidad misma de una ver-dadera nacionalidad. La “literatura mestiza” no es ne-cesario decirlo está inextricablemente ligada al asuntode la “identidad” regional y/o nacional. La construcciónsocial de la persona y obra del Inca Garcilaso es unejemplo contundente a este respecto.

Mestizaje, transculturacion, heterogeneidad

Estudioso de la literatura y defensor de laheterogeneidad de la cultura peruana.Fue rector de la Universidad de San Mar-cos y profesor en Berkeley.

“Mestizaje, transculturación, heteroge-neidad”, En Asedios a la heterogeneidadcultural: Libro de homenaje a AntonioCornejo Polar, José Antonio Mazzotti yU. Juan Zevallos Aguilar, coordinadores(Lima: Asociación Internacional de Pe-ruanistas, 1996), Págs.54-56.

Mestizaje, transculturación, heterogeneidadAntonio Cornejo Polar

(Lima 1936-1997)

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Antonio Cornejo Polar

Presupongo el debate sobre el término “literaturamestiza” como portador –o no– de una alternativaefectivamente teórica. De aquí que mi primera pre-gunta-propuesta consiste en discutir si la categoríade transculturación, en sus versiones de Ortiz y Ra-ma –o en otras– es el dispositivo teórico que ofreceuna base epistemológica distinta. Aunque la he em-pleado varias veces, tengo para mí que es –en buenamedida– lo primero. Implicaría a la larga la construc-ción de un nivel sincrético que finalmente insume enuna unidad más o menos desproblematizada (pese aque el proceso que la produce pueda ser muy conflic-tivo) dos o más lenguas, conciencias étnicas, códigosestéticos, experiencias históricas, etc. Añado que elespacio donde se configuraría la síntesis es el de lacultura-literatura hegemónica; que a veces se obvia-ría la asimetría social de los contactos que le dan ori-gen; y, finalmente, que dejaría al margen los discur-sos que no han incidido en el sistema de la literatura“ilustrada”. Al mismo tiempo es a todas luces innega-ble que el concepto de transculturación es harto mássofisticado que el mestizaje y que tiene una aptitudhermenéutica notable, tal como se hace evidente enlos propios trabajos de Rama.

Si la transculturación implicara efectivamente laresolución (¿dialéctica?) de las diferencias en una sín-tesis superadora de las contradicciones que la origi-nan (lo que debe sentirse), entonces habría que formu-lar otro dispositivo teórico que pudiera dar razón de si-tuaciones socio-culturales y de discursos en los que lasdinámicas de entrecruzamientos múltiples no operanen función sincrética, sino, al revés, enfatizan conflic-tos y alteridades. En una primera instancia, en estenivel, habría que reflexionar sobre la categoría de hi-bridez (García Canclini) que no obvia las instanciassincréticas pero las desenfatiza y las sitúa en una pre-caria temporalidad situacional que tan pronto las ins-taura como las destruye: “estrategias para entrar ysalir de la modernidad”. También cabría discutir mipropuesta sobre la heterogeneidad que definiría a vas-tos sectores de la literatura latinoamericana. Aunquealgunas veces excedí el espacio literario, la verdad esque mis postulados siempre estuvieron pensados des-de y para la literatura (lo que sin duda es una de suslimitaciones más obvias). En una primera versión elconcepto de heterogeneidad trataba de esclarecer laíndole de procesos de producción discursiva en los queal menos una de sus instancias difería, en cuanto filia-ción socio-étnico-cultural, de las de las otras. Más tar-de “radicalicé” mi idea y propuse que una de esas ins-

tancias es internamente heterogénea. Es claro que lascategorías como las de intertexto (o mejor: interdiscur-sivo, para evitar los problemas relativos al cruce deoralidad/escritura) o dialogismo (en términos de Baj-tin no todo diálogo es dialéctico) permitirían afinar esaperspectiva. También lo es que se requiere problema-tizar intensamente la condición histórica de la hetero-geneidad: en ella actúan discursos discontinuos queconfiguran estratificaciones que en cierto modo verti-calizan y fragmentan la historia, tal como se apreciaen la reenunciación de los mitos de Huarochirí en ElZorro de arriba y el zorro de abajo, por ejemplo. Natu-ralmente, será indispensable cotejar todo lo anteriorcon la literatura alternativa propuesta más reciente-mente por Lienhard. A más de otros asuntos impor-tantes, creo que esta propuesta enriquece el debate alenfatizar la significación de los niveles del multilin-güismo, la diglosia y –lo que tal vez es más decisivo–el rechazo/asimilación de oralidad y escritura.

Por debajo de estas dinámicas interculturalesqueda el hecho –que por cierto también debe ser ma-teria de reflexión y debate– de la convivencia históri-co-espacial de sistemas “literarios” en alguna medidaautónomos. Creo que hoy pocos excluyen a las litera-turas quechua, aymara o lenguas amazónicas del es-pacio nacional de las literaturas andinas, pero me pa-rece que siguen vigentes –en este punto– problemasde gran magnitud. Imposible ni siquiera enunciarlos,pero imagino que todos desembocan más o menos di-rectamente en la percepción del objeto “literatura na-cional” (o literatura andina) en singular o plural y eneste segundo caso resultaría indispensable figurar losmodos de relación (si la hubiera) entre un sistema(por ejemplo, la literatura oral en quechua) y otra (laliteratura “culta” en español, sea el caso). En algúnmomento adelanté a este respecto la hipótesis de queel conjunto de estos sistemas literarios formarían una“totalidad contradictoria”, pero sigo sin saber exacta-mente cómo funcionaría tal categoría.

Sea lo que fuere, la cuestión esencial consiste enproducir aparatos teóricos-metodológicos suficiente-mente finos y firmes para comprender mejor una li-teratura (o más ampliamente una vasta gama de dis-cursos) cuya evidente multiplicidad genera una co-piosa, profunda y turbadora conflictividad. Asumirlacomo tal, hacer incluso de la contradicción el objetode nuestra disciplina, puede ser la tarea más urgen-te del pensamiento crítico latinoamericano. Habría–claro– que discutirlo. ,201

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n los debates económicos se trata de responder a las siguientes preguntas: ¿Cuál es la relación del peruano con la geografía? ¿Por qué somos un país pobre? ¿Cuál es la mejor política para

desarrollarnos? ¿Qué rol debe cumplir el Estado en la economía? ¿Se debe proteger a la industria? ¿Se debe aplicar una

economía de libre mercado? Todas estas preguntas suponen una concepción de la economía como saber privilegiado y proponen launiversalidad de las medidas económicas y su validez con independencia de los contextos en que se aplican. Frente a estosinterrogantes ha habido quienes piensan que la toma de decisiones

económicas debe considerar las condiciones sociales y la diversidad cultural y geográfica de la nación. Entonces habrá que recordar que somos un país pluricultural.

¿O no habrá que pensarlo?

● 46 Javier Pulgar Vidal.La geografía del Perú.

Las ocho regiones natu-

rales del Perú ( Lima: S-I, 1981). Págs. 11-25,201-208.

● 47 Richard Webb. “Prólogo.” EnEstabilización y crecimiento en

el Perú: una propuesta

independiente. Carlos Paredes yJeffrey Sachs,. com. Lima:GRADE y The BrooklingsInstitution, 1990.

● 48 Francisco Sagasti. “Políticacientífica y tecnológica en elPerú: los últimos 30 años”. EnTecnología y Sociedad, No. 3,noviembre 1995.

● 49 Mayer, Enrique. “Las reglas deljuego en la reciprocidad andina”.En Reciprocidad e intercambio en

los Andes peruanos. Lima: IEP,1974. Págs. 37-38, 43-49.

● 50 Jürgen Golte. La Racionalidad

de la organización andina, (Lima:IEP, 1980). Págs. 75-80.

Extractos seleccionados, págs.

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Visiones de desarrollo:el mercado y laracionalidad andina

Capítulo X:

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1. Generalidades

onsideramos que Región Natural es un áreacontinua o discontinua, en la cual son comu-nes o similares el mayor número de factoresdel medio ambiente natural; y que, dentro dedichos factores, el hombre juega papel princi-

palísimo como el más activo agente modifica-dor de la naturaleza. En el Perú, casi todos los

paisajes conllevan la obra humana, ostensible uocultamente; y no existe una sola región, salvo en

los cortos sectores vacíos del ecúmene, en laque no haya intervenido significativamente el

hombre durante el largo proceso, varias veces mi-lenario, de ocupación del territorio.

El Perú está localizado en la sección tropical delglobo; pero, debido a los vientos alisios, a la surgen-cia de las aguas profundas del océano, a las corrien-tes marinas, a la cordillera de los Andes, a la HileaAmazónica, a la altitud y a la latitud, se engendranpeculiaridades geográficas que han dado origen aocho regiones naturales-tipo, algunas de las cualesse extienden en fajas sucesivas continuas o discon-tinuas, de sur a norte, de oeste a este y desde el ni-vel del mar hasta las cumbres nevadas de la Cade-na de los Andes.

Haciendo las indispensables salvedades geográ-ficas relativas al fotoperiodismo, al termoperiodis-mo y a la presión atmosférica, podríamos adoptar elpensamiento del Inca Garcilaso de la Vega y del sa-bio Barón de Humboldt, actualizado por el acuciosoLeslie Holdridge, y es admitir que un viaje desdelas orillas del mar peruano hasta las cumbres neva-das de los Andes equivale a un viaje desde la líneaecuatorial a los polos, pasando por todas las regio-nes naturales de la tierra, que se suceden entre am-bas regiones extremas. Aunque en la realidad geo-gráfica no es absolutamente exacta la anterior in-terpretación, lo evidente es que el medio ambientenatural peruano contiene casi todas las regionesnaturales del planeta.

El territorio peruano es tropical, a pesar de ofre-cer una gran diversidad y heterogeneidad térmica,pluvial, lumínica, eólica, etc.; por su altitud, es muyvariado, pasando del clima cálido al excesivamentefrío; por la complejidad de las cadenas montañosasque recorren su territorio, es difícil de analizar y des-cribir, por su dilatada superficie y la sucesión de sus

Natural de Huánuco, geógrafo, abogado.Especialista en recursos naturales reno-vables. Es un profundo conocedor de la di-versidad de la geografía peruana.

Geografía del Perú; las ocho regiones natu-rales. Lima, S.I., 1981. Extractos selecciona-dos, págs. 11-25, 201-208

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paisajes en series continuas o discontinuas, aparececonfuso para el observador no especializado....

La división de un territorio en regiones natura-les debe basarse necesariamente en la considera-ción analítica de todos los factores del medio am-biente natural de dicho territorio o de la mayoría deellos, sin tratar de acomodar criterios ajenos corres-pondientes a otros países y continentes. Sin embar-go, ha sido práctica muy frecuente, al estudiar lasregiones en el Perú, el establecerlas por la conside-ración de un factor predominante o cuanto más dedos o tres de ellos. Como resultado, existe un com-plejo cuadro de sugerencias, opiniones, plantea-mientos, tesis y afirmaciones sobre el número y lacalidad de las regiones en que puede considerarsedividido el territorio peruano.

(...)En relación (con lo anterior), causa profunda ad-

miración y es motivo de orgullo nacional el compro-bar que los antiguos peruanos y los campesinos...llegaron a configurar una imagen clara del territo-rio peruano, conforme a la cual el Perú está dividi-do en OCHO REGIONES NATURALES, cuyosnombres han quedado guardados en la ToponimiaRegional Peruana: Chala, Yunga, Quechua, Suni,Puna, Janca, Rupa-Rupa y Omagua. Nosotros he-mos hallado estos topónimos regionales desperdiga-dos en el fondo inmenso del Diccionario GeográficoToponímico Peruano y también conservados en laTradición. Después de identificarlos, los hemos con-frontado científicamente con la realidad geográfica,analizándolos en relación con todos o con la mayo-ría de los factores del medio ambiente natural; y, fi-nalmente, hemos planteado la urgencia y la necesi-dad de adoptar un criterio geográfico que considereal Perú como un país variado y armonioso, con ochorealidades, problemas, posibilidades y soluciones.

2. Nociones geográficas sobre el territorio peruano conforme a la sabiduría tradicional indígena

En el momento inicial de la conquista, las hues-tes de Pizarro no dispusieron de las condiciones ne-cesarias para penetrar profundamente ni en las di-versas actividades ni en los múltiples conocimien-tos de los pobladores del territorio que conquista-ron. El triunfo de unos cuantos hombres blancos so-bre varios millones de indígenas sólo fue posible

gracias a circunstancias históricas y sociológicasque no vamos a analizar ahora... no quedándolestiempo para inquirir y asimilar los conocimientosde los pobladores aborígenes, sino en muy pequeñaproporción.

Por otra parte, los conquistadores no pudieron pe-netrar de inmediato en la cultura del Antiguo Perúdebido a la dificultad proveniente de las diversas len-guas de los pueblos sojuzgados, muchas de las cua-les, por ser aglutinantes y guturales, resultaron to-talmente inasequibles al oído español, tal como se co-lige del relato de Calancha, quien afirma que “eranlenguas más para el estómago que para el cerebro”.

Por estas razones, los españoles, para referirse alrelieve y a la orografía del medio geográfico del quetomaron posesión, emplearon las definiciones morfo-lógicas que se utilizaban en la Península Ibérica, de-signando así con los nombres de Llanos o Costa lastierras planas y onduladas, limítrofes con el OcéanoPacífico; de Sierras o Sierra a todo el territorio mon-tañoso, quebrado y altiplano que sube hasta las cum-bres nevadas; y el de Montaña, a la región boscosa,surcada por ríos caudalosos. Asimismo, los vegetalesfueron denominados por la similitud que ofrecíancon las plantas europeas: el ananá recibió el nombrede “piña” por la lejana semejanza exterior de ambosfrutos... etc. Y los lugares y parajes del territorio re-cibieron el nombre de los Santos correspondientes alos días en que por primera vez llegó a ellos el Con-quistador: a Piura se le llamó San Miguel de Piura;y a Huamanga, San Juan de la Frontera de Hua-manga. Es decir, que los españoles acomodaron lageografía, la botánica, la zoología y la toponimia, en-tre otras ciencias, a su propia cultura.

La falta de documentos escritos y la desapari-ción de los Amautas, Quipucamayos y otras catego-rías de hombres cultos del Imperio, junto con el po-co aprecio que la mayoría de los inmigrantes subsi-guientes tuvo por el saber del hombre común delTahuantinsuyo, hicieron imposible incorporar, enun segundo momento histórico, los conocimientosde los aborígenes al patrimonio cultural que siste-matizaron los Cronistas.

Debido a lo que acabamos de exponer someramen-te, a lo largo de varias centurias se ha venido repitien-do que el territorio peruano está dividido en tres regio-nes geográficas: la Costa, la Sierra y la Montaña.

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4. Los datos del folklore

Cuando se penetra en la sabiduría popular, sedescubre que los campesinos que han permanecidoalejados de las ciudades, que no han acudido a laescuela y cuyo patrimonio cultural procede princi-palmente de la tradición oral, ignoran totalmentelas ideas de costa, sierra y montaña. En cambio,cuando se les interroga sobre la región geográficaen donde tienen su morada, responden que ella es-tá ubicada en la Yunga, en la Quechua, en la Suni,etc. Es decir, que existe un saber geográfico indíge-na, cuyas nociones básicas son las siguientes: se la-ma Chala a las tierras que lindan con el mar en ellado occidental del declive andino; Yunga, a las tie-rras de clima cálido de los valles y quebradas quetrepan al Ande inmediatamente después de la Cha-la, y a los valles y quebradas de igual clima que seextiende en el declive oriental andino; Quechua alas tierras templadas que se extienden en ambosdeclives; Suni o Jalca, a las tierras frías; Puna alos altiplanos y riscos muy fríos; Janca, a las cum-bres nevadas o regiones blancas del país: Rupa-Rupa, a la porción de cerros y valles andinos cu-biertos de vegetación boscosa, ubicados en el decli-ve oriental de los Andes; y Omagua, a la inmensallanura selvática por donde discurren el Amazonasy sus afluentes, cuyas aguas van a desembocar alAtlántico.

Por otro lado y en otras expresiones del folklore,tales como cuentos y cantares, se alude frecuente-mente al “aguacero de las Punas”, al “zoral de laQuechua”, a la “coca de la Yunga”, etc. Asimismo, enlas danzas con que se celebran las fiestas comuna-les, aparecen comparsas que representan a losChunchos u hombres de la Rupa-Rupa, a los japirisu hombres de las Punas, a los Incas u hombres delas Quechuas, etc.

Lo que acabamos de exponer prueba que el pen-samiento aborigen nunca consideró al territorio di-vidido en tres regiones y sí en ocho claramente dife-renciables: Chala, Yunga, Quechua, Suni, Puna,Janca, Rupa-Rupa y Omagua.

I. Principios y propósitos de la RegionalizaciónTransversal

Regionalizar transversalmente el territorio na-cional es dividirlo en sectores que, partiendo del

mar territorial con sus doscientas millas de ampli-tud, comprendan todas las regiones naturales, pi-sos ecológicos y geosistemas andinos, hasta termi-nar en el semillano surcado por el río Amazonas ysus grandes afluentes.

El propósito de la regionalización transversaldel territorio peruano es asegurar a cada futura re-gión la posibilidad de disponer de toda clase de ri-quezas y recursos naturales que le permitan alcan-zar un desarrollo sostenido y lograr la consiguienteabundancia y holgura.

El Fundamento ecológicoEl minucioso análisis de la ecología peruana de-

muestra que desde la orilla del mar territorial has-ta el semillano amazónico se extienden, emplaza-das longitudinalmente, ocho regiones naturales, pi-sos ecológicos o geosistemas que presentan peculia-ridades muy precisas en la zona central del territo-rio patrio y ligeras variantes en el norte y sur.

Chala o Costa. Geosistema que se eleva desdeel nivel del Océano Pacífico; incorpora al mar terri-torial con sus doscientas millas de ancho y a las is-las marinas; y sube los 500 metros sobre el nivel delmar, altitud hasta la cual se ejerce permanente-mente la influencia del manto de nubes o estratocostanero que cubre el territorio de la Chala o Cos-ta durante la mayor parte del año, con la excepcióndel extremo norte del país.

Yunga o Valle Interandino Cálido. Geosiste-ma que se eleva desde los 500 hasta los 2.300 me-tros sobre el nivel del mar en la vertiente occiden-tal de los Andes: y sólo desde los 1.000 hasta los2.300 metros sobre el nivel del mar, en la vertienteoriental de los Andes. Se caracteriza por tener airehúmedo y suelo en la vertiente oriental y sol ra-diante en ambas.

Quechua o Región Templada. Geosistemaque se eleva desde los 2.300 hasta los 3.500 metrossobre el nivel del mar en todas las vertientes de losAndes. Se singulariza por un clima templado, exce-lente para la vida del hombre, con bajas de tempe-ratura que producen escarchas en los meses sin la-bor agrícola.

Suni o Jalca. Geosistema que se eleva desde

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los 3.500 hasta los 4.999 metros. Está dominado porun clima frío; es el límite superior de la vegetaciónarbórea espontánea y el hábitat preciso, tuberosasy falsos cereales.

Puna o Alto-andino. Geosistema que se elevadesde los 4.000 hasta los 4.800 metros... Se caracte-riza por un clima muy frío, con frecuentes tempera-turas negativas. Es propicio para el cultivo de pa-pas amargas y de maca fecundante y para el desa-rrollo de los camélidos peruanos que aprovechan losforrajes. Está ausente en el extremo norte del país.

Janca o Cordillera. Geosistema dominado porla gran altitud: se eleva desde los 4.800 metros so-bre el nivel del mar hasta las altas cumbres que al-canzan a 6.768 metros sobre el nivel del mar en elnevado Huascarán. Aquí se almacena el agua sóli-da y, de cuando en cuando, grandes aludes provocansiniestros en las regiones más bajas; pero normal-mente son los glaciares los que alimentan a los ríosde régimen estable que riegan nuestras sedientastierras de la vertiente occidental de los Andes. Nohay Janca en el extremo norte del país.

Rupa-Rupa o Selva Alta. Geosistema ubicadoúnicamente en la vertiente oriental de los Andes.Se eleva desde los 400 hasta los 1.000 metros. Estádominado por las grandes lluvias que se precipitanentre 3.000 y 8.000 milímetros por año... Su clima

es ardiente en el día y fresco en la noche. Esta re-gión está cubierta de bosques y de hierbas siempreverdes, con excepción del extremo norte del país, endonde se presenta la Selva Alta Seca.

Omagua o Selva Baja. Geosistema que cubre to-do el semillano amazónico. Se eleva desde los 80 me-tros (en los límites con el Brasil) hasta los 400 metrossobre el nivel del mar, en la base de los Andes, altitudque generalmente coincide con los pongos. Se caracte-riza por un clima tropical húmedo, con vientos sua-ves... y una ubérrima vegetación arbórea que se nu-tre a sí misma en ciclo cerrado, entre el humus carga-do de nutrientes y los vegetales que de él se alimen-tan, a la par que lo engendran y conservan.

El fundamento ecológico puede resumirseasí: los pisos ecológicos, geosistemas o regiones natu-rales se encuentran unos al lado de los otros en elsentido de los paralelos y, entre todos, poseen el má-ximo de posibilidades para el desenvolvimiento de laactividad económica y social del hombre. En conse-cuencia, las futuras regiones a crearse deberían tenerel mayor número de geosistemas para que, combina-dos entre sí, produzcan una amplia gama de disponi-bilidades. La reunión del mayor número de geosiste-mas en una sola región sólo puede darse dentro deuna delimitación transversal que configure áreas quevayan desde el mar territorial y la Costa, a través delos Andes, hasta la Selva Baja oriental.

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l resultado más destacable de la crisis de esta-bilización que ha afectado al Perú en los quinceaños transcurridos desde 1975 ha sido la priva-tización de facto. En los últimos años, el sector

público se ha reducido significativamente, el Es-tado está desintegrándose y, sorprendentemente,

ello no está ocurriendo merced a programa polí-tico alguno.

No se trata, a pesar de las predicciones de Marx,de la consecuencia de un triunfo “inevitable” del

comunismo. Por el contrario; puede afirmarse quea lo largo del último decenio el electorado peruano se

inclinó hacia la derecha. Sorprendentemente, sin em-bargo, la reducción del tamaño del sector público haprecedido al conservadurismo político. La mayor par-te de la involución del poder y alcance del Estado tu-vo lugar, paradójicamente, bajo el gobierno de AlanGarcía, un Presidente que se definió a sí mismo comosocialdemócrata y que pretendió expandir el ámbitogubernamental mediante una multiplicación de con-troles burocráticos, un mayor gasto estatal y naciona-lizaciones selectivas.

Su sucesor en el Gobierno, Alberto Fujimori, ga-nó las elecciones luego de criticar los planes de pri-vatizaciones de su opositor Mario Varas Losa. Paraese entonces, sin embargo, la reducción del Estadoestaba tan avanzada que el mayor esfuerzo del pri-mer año de Gobierno de Fujimori, animado por losacreedores extranjeros, ha estado en salvar al Esta-do elevando los ingresos del Gobierno.

El Gobierno se está encogiendo a pesar de los po-líticos, de los burócratas y de las amplias preferen-cias de los peruanos, como resultado de lo que po-dría denominarse “un cambio en el medio ambien-te”. Con esto quiero decir que la base tributaria, ladisponibilidad del crédito del sector público y elelectorado está cambiando más aceleradamenteque el mismo Estado. La “reserva alimentaria” delGobierno se está agotando, y cada vez más el Esta-do está siendo eludido e inclusive vencido por el ciu-dadano privado.

Pero el Estado no se retira en silencio, y aquelloque se denomina crisis (1975-1990) –quince añosde inestabilidad monetaria, precios distorsionados,caída de la producción y quiebras– se entiende másfácilmente como los manotazos desesperados y fi-nales de un Estado rapaz.

Economista e investigador agudo de larealidad socioeconómica. Ha escrito so-bre diversos temas económicos desde ladistribución del ingresos hasta temas decrecimiento.

“Privatización de facto”, Prólogo a laobra de Carlos Paredes y Jeffrey Sachs. Es-tabilización y crecimiento en el Perú. Li-ma: Grade, 1991.

Privatizaciónde facto

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Privatización de facto

El Estado sobrevivirá, por supuesto. A partir dela naturaleza de su nuevo ambiente, es posible de-rivar algunas predicciones sobre su futura forma ynuevos hábitos alimentarios. Lo que es más difícilde predecir es la velocidad, la secuencia y los dolo-res que causará el proceso mediante el cual setransformará el Estado.

El grado de privatización.

El tamaño del Estado puede ser evaluado desdedistintas perspectivas. Para comenzar, el Estadoparticipa directamente en la economía cobrandoimpuestos y realizando gastos, por un lado, y pro-duciendo bienes y servicios, por otro. Una terceradimensión es la intensidad con que un Gobierno re-gula, controla y dirige la economía privada. Por úl-timo, el Estado tiene un tamaño previo, no econó-mico, que se mide por el ámbito y la fuerza política.

Cada una de las dimensiones del Estado perua-no experimentó un crecimiento acelerado durantetres décadas (1945-1975) y cada una de ellas ha su-frido recientemente una reducción significativa,con una correspondiente ampliación del ámbito delas decisiones individuales y privadas.

La dimensión más visible –y la más fácil de me-dir– está dada por los índices de tributación y gas-to público, “las finanzas públicas” en sentido estric-to. Ambos han caído de manera dramática durantela crisis, especialmente desde 1988. Si los nivelesactuales de gasto del Gobierno en términos per ca-pita son comparados con los niveles más altos al-canzados en 1975, justo antes del comienzo de la ca-si continua crisis fiscal y la alta inflación, la caídallega a 83 por ciento: desde US$ 1059 por encima en1975 a US$178 por persona en 1990 (ambas cifrasexpresadas en dólares de 1990). Esto incluye tantoel gasto total del Gobierno central como el gasto pa-ra cubrir de las empresas públicas. No toma encuenta, en cambio, el gasto que las empresas esta-tales financiaron con ingresos propios. En ese mis-mo lapso, la recaudación tributaria cayó 78%: deUS$ 710 a US$ 159 por persona.

La crisis afectó con más fuerza la cartera públi-ca que la de la familia promedio. El ingreso de lasfamilias se redujo 24% entre 1975 y 1990. Al Esta-do le fue peor: la participación del gasto del sectorpúblico en el producto bruto interno (PBI) cayó de

18,9% en 1975 a 8,5% en 1990. La reducción de laparticipación del Gobierno hubiese sido inclusivemayor de no ser por la recesión generalizada. Elcrecimiento de la producción aminoró el paso du-rante los setenta, se hizo nulo a lo largo de la ma-yor parte de los ochenta y colapsó entre 1988 y1990. La población, entre tanto, continuo creciendorápidamente.

El drama de empobrecimiento oficial se magnifi-có por su naturaleza repentina. Durante doce añosde creciente debilidad de la economía, entre 1975 y1987, el sector público logró eludir el ajuste fiscalrecurriendo a una serie de fuentes de financiamien-to transitorias e insostenibles. Aunque el gasto pú-blico fluctuó a lo largo de esos años, el nivel se man-tuvo alto la mayor parte del período y llegó aUS$858 por persona en 1987, cifra cercana al pro-medio de los primeros años de la década de los se-tenta. Esto significa que durante doce años el sec-tor público logró aislarse de la caída experimentadapor el sector privado y mantuvo casi sin modifica-ción alguna su “estilo de vida”.

En 1988 se acabó el dinero. Desde entonces yhasta 1990, el gasto público descendió 70%: deUS$858 a US$178 por persona. La causa directa deesto fue el colapso simultáneo de las fuentes de fi-nanciamiento normales y extraordinarias: la recau-dación tributaria disminuyó 73%, el crédito internoy externo desaparecieron, las reservas internacio-nales del Banco Central se agotaron y el impuestoinflación se autodestruyó por la hiperinflación.

La magnitud y la rapidez de la caída son, pese atodo, sorprendentes, porque los dos componentesdel gasto público más fácilmente postergables, lacompra de armamento y la inversión pública, ha-bían experimentado ya cortes dramáticos antes de1987, cuando cayeron de 11% del PBI en 1982 (suaño pico) a 5% en 1987. En su lugar, sin embargo,habían proliferado subsidios masivos –cambiarios,crediticios, a la mayoría de los servicios públicos yalgunos alimentos– que en 1987 representaron al-rededor del 25% del gasto total.

Gran parte de la facilidad con que se recortó elgasto gubernamental entre 1987 y 1990 se explicapor estos subsidios: desaparecieron tan fácilmentecomo vinieron, sin revisión ni aprobación parla-mentaria, sin ser registrados en las estadísticas ofi-

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ciales y como efecto de simples directivas adminis-trativas sobre precios. Más sorprendente fue la ex-traordinaria flexibilidad a la baja de los salarios enel sector público. La planilla de dicho sector ampu-tada en 75% en tres años, casi totalmente, median-te recortes en los salarios reales en lugar de despi-dos, aunque un pequeño número de empleados tem-porales no fue contratado. Podría argumentarseque había espacio para este descenso en las escalasde pago gubernamentales, porque hasta 1987 éstashabían sido protegidas del colapso generalizado delos ingresos. Pero una explicación más pertinentees que nadie tenía que ordenar los recortes: sólo senecesitaba darle largas al asunto de los ajustes pe-riódicos por costo de vida, y la hiperinflación.

La participación directa del gobierno en la pro-ducción también se ha reducido drásticamente. Elvalor de las ventas de las empresas públicas cayode 27,5% del PBI en 1975 a 9,5% en 1990. Como enel caso de los impuestos, la mayor parte de la con-tracción tuvo lugar hacia fines de los ochenta; lasventas de las empresas públicas promediaron25,2% del PBI entre 1980 y 1985.

Aparentemente, la actividad empresarial delEstado sigue siendo tan grande como en el pasado;ni una sola empresa ha sido vendida o cerrada le-galmente. De hecho, sin embargo, las compañías es-tatales están cerrando unidades de producción porfalta de fondos de reparaciones, están subcontra-tando a firmas privadas con costos menores de pro-ducción o, simplemente, pierden clientes que soncaptados por la competencia privada. La reducciónen dos tercios de la participación gubernamental enla producción es en gran parte efecto de precios sub-sidiados y, en un sentido estricto, podría afirmarseque estos subsidios representan un gasto continuoque no está siendo registrado. No obstante, un altoporcentaje de la caída de las ventas es también elefecto acumulado de la falta de inversión y de laineficiencia administrativa.

Los bancos estatales son un caso especialmentedramático de privatización desapercibida. En juliode 1987 el Presidente García anunció la estatiza-ción de varios bancos privados. Su objetivo explíci-to era socializar el crédito. Sin embargo, hacia finesde 1990 la participación de los bancos estatales enel crédito total había disminuido de 68% en 1985 a48%. Esto ocurrió en parte porque la reacción públi-

ca bloqueó la toma de bancos privados por el Esta-do. Pero, en mayor medida, esta privatización fueresultado de los créditos “regalados” que otorgaronlos bancos estatales, especialmente la banca de fo-mento. Estos regalos, que incluyeron malos présta-mos realizados como favores políticos a empresasestatales , y las tasas de interés fuertemente subsi-diadas tuvieron el efecto de contraer severamentelos flujos monetarios reales. En 1990, por ejemplo,el crédito proporcionado por el Banco Agrario, depropiedad del Estado, no llegó siquiera a 9% de lasuma proporcionada en 1986.

La tercera dimensión en la cual se puede eva-luar el tamaño del Gobierno, su capacidad regula-dora y de control indirecto sobre la economía, se hadebilitado sostenidamente a lo largo de los últimosquince años. Una razón es que las actividades depequeña escala, no reguladas e informales, se hanexpandido vigorosamente, al igual que el contra-bando, la corrupción, el tráfico de drogas y otros ne-gocios ilegales. Otra razón es que las institucionesy oficinas encargadas de la supervisión, regulación,control y recaudación tributaria se han deterioradodebido a nombramientos políticos, a salarios decre-cientes, a regulaciones excesivas y a la corrupción.

La inestabilidad macroeconómica ha contribui-do a minar el control: los gabinetes ministerialeshan tenido corta vida y los altos funcionarios se hanpreocupado más por la supervivencia diaria que porla mejoría del desempeño administrativo; el Insti-tuto Nacional de Planificación es una reliquia his-tórica; los oscilantes instrumentos de política hanperdido su capacidad de dirigir la economía; y la in-versión pública, alguna vez herramienta poderosapara orientar la actividad privada, se ha secado.

El gobierno de Fujimori ha renunciado al controldetallado de los mercados de crédito y de monedaextranjera, luego de los desastrosos esfuerzos inter-vencionistas de Alan García. Nuevos actores delmercado, como las instituciones financieras no ban-carias y los vendedores ambulantes de moneda ex-tranjera; nuevos instrumentos como el leasing, laMesa de Negociación de la Bolsa de Valores y, sobretodo, el dólar (hoy en día una moneda paralela); ynuevas actitudes (el alegre desentendimiento, in-clusive por parte de la banca estatal, de las regula-ciones crediticias) han contribuido, todos, a socavarel control estatal. Viejas instituciones que jugaban

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Privatización de Facto

un papel clave en la intervención en el mercado cre-diticio, tales como la banca de fomento, han sido re-ducidas a su mínima expresión. Ahora las tasas deinterés son determinadas día a día por un mercadomonetario amplio e institucionalmente diversifica-do, con apenas una distante influencia del BancoCentral. En el mercado de moneda extranjera elGobierno ha retrocedido a una “flotación sucia” y acontroles muy reducidos de transacciones de capitaly servicios.

El debilitamiento del control sobre los mercadosde créditos y de moneda extranjera tiene una reper-cusión que va más allá del funcionamiento mismode estos mercados, pues el poder de asignar crédi-tos y moneda extranjera se había convertido en uninstrumento básico de control indirecto sobre laeconomía en su conjunto. De hecho, el abuso de es-te poder, en la medida en que el Gobierno incremen-tó las diferenciales en las tasas de interés y en lostipos de cambio y recurrió cada vez más a restriccio-nes cuantitativas, provocó reacciones instituciona-les y de mercado que finalmente llevaron a la casitotal pérdida de control sobre esos mercados.

La retirada del Gobierno del frente económicoha sido paralela a una pérdida de control político, lacuarta dimensión del Estado. Una gran pérdida delterritorio peruano está ahora gobernada por las au-toridades de facto de grupos terroristas, principal-mente Sendero Luminoso y el Movimiento TúpacAmaru, y por los traficantes de drogas. Muchasotras zonas conservan un aparato administrativooficial, pero la intimidación de infiltración de uno uotro de esos grupos ha erosionado su real capacidadde control. Inclusive en lo que queda del Perú oficialse percibe un debilitamiento generalizado de la au-toridad tradicional.

Cierto que ningún gobierno desde el Imperio delos Incas ha ejercido un comando efectivo de la so-ciedad peruana: la autoridad siempre diluida por la

balcanización social, cultural y física del país. Sinembargo, el Poder Ejecutivo ha estado peleando ba-tallas inéditas con los recientemente creados go-bierno regionales, con el Poder Judicial y con lossindicatos del sector público; y perdiendo viejas ba-tallas contra el Congreso, el contrabando, la corrup-ción oficial, una burocracia ineficaz e indiferente yla falta de respeto público.

Este debilitamiento de la autoridad tradicionalestá relacionada con la pérdida de la capacidad ad-quisitiva estatal: el Estado tiene hoy en día una me-nor capacidad para comprar o forzar un compromi-so político. A lo largo de las fronteras peruanas, porejemplo, la población está siendo rápidamente in-corporada a la vida social, cultural, económica deBrasil, Colombia, Ecuador y Chile. El sistema edu-cativo se torna cada vez más privado, con la prolife-ración de escuelas y academias informales, ocupa-cionales y técnicas, y el crecimiento de la matrículaen escuelas y universidades privadas. La seguri-dad, tanto en el campo y en los asentamientos ur-banos de bajos ingresos, como en las empresas pri-vadas de barrios ricos, es cada vez más un asuntode guardaespaldas o de pequeños ejércitos privadosque se autofinancian. La distribución privada de co-rrespondencia compite con el correo público (y qui-zá lo supera). La vivienda y el transporte públicoson asuntos casi totalmente privados. La atenciónprivada de salud –desde la medicina folclórica has-ta el consejo de farmacia y la clínicas privadas– seha visto forzada a cubrir parte del vacío dejado porel colapso del sistema de salud pública.

La privatización es entendida como un procesodeliberado de retirada del Estado y el término secircunscribe a la venta de las empresas públicas.En el Perú, la privatización ha sido involuntaria,irrestricta y de una magnitud impresionante. Almismo tiempo, estas ventas se han dado de maneraimperceptible, quizá porque no se ha vendido aúnuna empresa pública.

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La historia

a historia de la política científica y tecnológi-ca en el Perú no es muy antigua. Hacia me-diados de los años sesenta, por sugerenciade algunas personalidades académicas, en-tre ellos el destacado geofísico Alberto Gie-

secke, que estaban en contacto con la Acade-mia Nacional de Ciencias de los Estados Uni-

dos, se realizaron tres reuniones con científicosacadémicos norteamericanos que tuvieron lugar en

El Bosque, Ancón y Paracas. De allí surgie-ron los lineamientos de lo que sería el Con-

sejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Estapropuesta le fue presentada al entonces Presi-

dente Fernando Belaunde, pero parece que no llegóa despertar interés. Sin embargo, en noviembre de1968, tan sólo mes y medio después del golpe militardel 3 de octubre de 1968, el General Angel Valdivia,quien había participado en estas tres reuniones, plan-teó la creación del Consejo Nacional de Investigación .Así se creó la primera organización del gobierno perua-no dedicada a promover la ciencia y la tecnología.

A fines de los años sesenta y principios de los seten-ta, la concepción que se tenía del papel del Estado eramuy clara. El Estado tenía que hacer casi todo porquese consideraba que los empresarios peruanos no sóloeran incompetentes, sino que estaban interesados ensacar sus utilidades fuera del país y no iban a hacer na-da por el desarrollo científico y tecnológico.

Se tenía una concepción intervencionista del papeldel Estado en la ciencia y la tecnología, con un Consejode Investigación que definiría prioridades de investiga-ción, con un Fondo Nacional de Investigación que las fi-nanciaría y con un “Sistema Nacional de Ciencia y Tec-nología” que tendría a su cargo todos los laboratoriosestatales, desde el IMARPE hasta los laboratorios delMinisterio de Agricultura, pasando por los InstitutosNacionales de Nutrición y Salud. El Sistema Nacionalde Ciencia y Tecnología aseguraría que se diera, comose decía en esa época, un salto cualitativo en el desarro-llo científico y tecnológico del Perú.

Queda claro que esto no sucedió. En primer lugar, elSistema Nacional de Ciencia y Tecnología nunca se lle-gó a poner en práctica. Las resistencias de los diferen-tes laboratorios e institutos sectoriales no permitieronque se creara y sólo se llegó a establecer el Consejo Na-cional de Investigación. A esto se debe sumar el episo-

Fundador y presidente de Agenda Perú. In-vestigador acucioso. Ha escrito sobre mu-chos temas de actualidad: tecnología, refor-mas del Estado, democracia, entre otros.

“Política científica y tecnológica en el Perú:los últimos 30 años”. En Tecnología y Socie-

dad, No. 3, noviembre 1995.

Política científica y tecnológica

Francisco Sagasti

Francisco Sagasti

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dio protagonizado por el General Juan Velasco Alvara-do y el General Angel Valdivia, quien se suponía estabaen línea para suceder al General Juan Velasco Alvara-do como Comandante General del Ejército y Presiden-te de la República, lo cual debía producirse el 1 de ene-ro de 1969. Pero, de acuerdo a versiones no confirma-das, se produjo una escena algo novelesca al confrontar-se el General Velasco y el General Valdivia. Aparente-mente, el General Velasco puso una pistola sobre la me-sa y dijo: “Bueno, a ver si eres valiente y me sacas deaquí”. El resultado fue que el General Valdivia saliójunto con todos sus allegados. Y el apoyo al Consejo Na-cional de Investigación desapareció.

Así entramos al principio de los años setenta,cuando se planteó la idea de dictar una serie de leyessectoriales y se sostuvo la necesidad de crear institu-tos sectoriales de investigación , utilizando parte delas utilidades brutas de las empresas del sector parafinanciarlas. Esto se hizo en cuatro sectores: Indus-tria, Minería, Telecomunicaciones y Pesquería. Sequiso hacer lo mismo en Agricultura pero no se llegó aconcretar nada. Esta política dio origen a la creacióndel ITINTEC, el INCITEMI, el INICTEL y el ITP.

Durante los años setenta, si bien no se llegó a con-formar ese gran sistema de ciencia y tecnología, secontó al menos con un Consejo de Investigación . Esteera bastante débil, sin recursos y sobrevivía básica-mente debido a la cooperación internacional y a laayuda extranjera. Paralelamente, se fortalecieron losinstitutos sectoriales en pesquería, minería, indus-tria, agricultura y telecomunicaciones, que básica-mente se dedicaron, durante la mayor parte de losaños setenta y parte de los ochenta, a ejecutar o finan-ciar investigaciones aplicadas.

Fuera de contribuir con un porcentaje de sus uti-lidades brutas en algunos sectores, el sector privadoprácticamente no contaba para nada en el campo deciencia y tecnología. Se sospechaba de la actitud delos empresarios, quienes a su vez estaban tratandode manejar los problemas creados por la Ley Gene-ral de Industrias, la comunidad industrial y todo lorelacionado a un conjunto excesivo de políticas, ins-trumentos y normas que prácticamente obligaban alempresario a buscar alternativas ilegales para so-brevivir. En un contexto de incertidumbre, aquellosque lograban algo de utilidades trataban de sacarlasfuera del país. Esto se podía comprobar a través dela revisión de los contratos de licencia en el sector

industrial, que muchas veces fueron utilizados comomecanismos indirectos para evadir el control decambios y las limitaciones a la repatriación de uti-lidades por parte de firmas extranjeras.

Como resultado, se distorsionó el propósito de estasleyes e instrumentos para estimular el desarrollo tec-nológico en el sector privado. Felizmente ése no fue elcaso para todas las empresas y en el ITINTEC se logróidentificar alrededor de 300 empresas industriales quesi presentaron buenos proyectos y trabajaron de buenafe, así como 70 u 80 de ellas que tuvieron resultadosmuy buenos.

Durante el decenio de los ochenta, el Estado mantu-vo su papel de principal articulador y ejecutor de inves-tigación y desarrollo, con el sector privado y la sociedadcivil en segundo plano. En el segundo gobierno del Pre-sidente Fernando Belaunde, el Consejo Nacional de In-vestigación se transformó en el Consejo Nacional deCiencia y Tecnología (CONCYTEC). Se le dieron recur-sos y se aumentó su presupuesto ocho veces, pese a locual sólo llegó a representar el 2% del presupuesto delEstado en ciencia y tecnología.

Paralelamente, los institutos sectoriales que se ha-bían creado en los años setenta fueron vistos por losempresarios y por el Gobierno del Presidente Belaundecomo rezagos del militarismo. Así, se inició un procesode desmantelamiento de estos institutos.

El promedio de las asignaciones del Estado a losinstitutos de investigación sectorial –en aeronáutica,agricultura, educación, energía y minas, industria, pes-quería, trabajo, transporte y comunicaciones, y vivien-da-, se redujo en un 42% entre 1981 y 1985. En 1985 lasasignaciones llegaron a ser casi un tercio menores queal principio del decenio. En dó1ares corrientes la dismi-nución del gasto, con devaluación y todo, fue aún peor:llegó a casi un 60%. Es decir, durante el decenio de losochenta el Estado empezó a retirarse del financiamien-to de ciencia y tecnología. De esta forma, era muy difí-cil que el CONCYTEC cumpliera una función impor-tante en la formulación , financiamiento y ejecución depolíticas.

Entre 1985 y 1990 el CONCYTEC se dedicó a ha-cer lo que algunos han llamado “populismo científico ytecnológico”, repartiendo pequeñas sumas -entre3.000 y 10.000 dólares de manera generosa, a lo largoy ancho de todo el país. Sin duda, esto debe haber pro-

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ducido resultados interesantes, ya que hizo que cien-tos de jóvenes pudieran publicar sus tesis; propició, –yésa es una de las cosas positivas–, que mucha genteen provincias hiciera investigación. En la práctica, unfondo de casi 2 millones dó1ares fue aumentado a 10millones de dólares por año para repartirlo en montospequeños, sin ninguna concepción de prioridades y sinninguna orientación de estrategia. Al mismo tiempo,seguían viniéndose abajo los institutos sectoriales. Eneste período no se pudo avanzar notablemente en ma-teria de ciencia y tecnología.

Se estima, a ojo de buen cubero, ya que hace tiem-po que el CONCYTEC dejó de publicar estadísticasque entre 1985 y 1990, el exiguo presupuesto nacionalpara ciencia y tecnología se redujo por lo menos en un50% o 60%, sin contar con que la hiperinflación de1989-1990 licuó las asignaciones del Estado para lainvestigación y desarrollo. El dinero que recibían lasinstituciones servía simple y llanamente para el suel-do de los funcionarios, principalmente de carácter ad-ministrativo. En 1989 el gasto en sueldos representa-ba más del 90% del presupuesto de los institutos deinvestigación del sector público.

Si analizamos lo que pasó con las universidades, lahistoria es muy parecida. La proliferación de universi-dades y la reducción del gasto público en apoyo a las es-tatales hizo que prácticamente desapareciera la inves-tigación en muchas de ellas.

Las consecuencias

Mientras que todo esto estaba sucediendo en el Pe-rú, ¿que estaba sucediendo fuera? En el ámbito inter-nacional se produjo una especie de revolución científicay tecnológica, con los grandes avances en microelectró-nica y en biotecnología. Fue el período en el cual, porejemplo, Chile dio el salto para convertirse ahora en elsegundo exportador mundial de salmón, pese a no ha-berlo producido anteriormente: éste fue el resultado delas investigaciones y de la extensión tecnológica querealizó la Fundación Chile, entidad mixta con partici-pación del Estado y del sector privado.

Mientras en el resto del mundo el desarrollo cien-tífico y tecnológico avanzaba a pasos agigantados, no-sotros retrocedíamos cada día un poco más Para elaño 1989 la recaudación total de impuestos en el Perúfue alrededor del 4,8% del PBI: sólo superábamos aZaire y: a Uganda; es decir que el Estado no contaba

con recursos fiscales para nada. Durante los años noventa, el Estado ha disminuido

prácticamente al mínimo sus actividades y se ha desen-tendido completamente de la promoción y la ejecuciónde investigación. Por ejemplo, últimamente el Estadoha transferido todas las estaciones experimentales delInstituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias auna fundación privada. El Estado ya no cuenta con unared de centros de investigación , pues esto lo ha trans-ferido al sector privado. Lo cual, dicho sea de paso, pue-de ser algo interesante y positivo en algunos casos. EnColombia, por ejemplo, se ha creado una nueva Corpo-ración Pública de Derecho Privado para manejar todaslas instituciones de investigación y desarrollo en elcampo agrícola; pero cuenta con el apoyo significativodel gobierno central y de los gobiernos regionales.

Sin embargo, está claro que durante los últimosaños el sector privado no ha sido capaz, por múltiplesrazones, de satisfacer expectativas relacionadas con lainvestigación y el desarrollo. En parte, esto se debe aque ha tenido que poner todos sus esfuerzos paramantenerse a flote. A principios de los años noventa,el funcionario más importante de una empresa era elGerente Financiero, quien debía preocuparse de man-tener a salvo el dinero de la empresa amenazado porla hiperinflación. En este contexto, nadie iba a estarpensando en investigación y desarrollo, ni en innova-ción tecnológica. Sólo cuando hay un grado de estabi-lidad económica es que una empresa empieza a preo-cuparse por estos temas.

Afortunadamente, en el Perú de los noventa esto es-ta empezando a suceder. Al mismo tiempo, están sur-giendo nuevas formas de vinculación entre el Estado,el sector privado, la sociedad civil y las organizacionesno gubernamentales de todo orden, que van desde sin-dicatos hasta organizaciones de base.

Nueva concepción de una política científica y tecnológica

Para enfocar los lineamientos de una nueva políti-ca científica y tecnológica es necesario destacar que elmercado por sí solo no trae nada para desarrollar la ca-pacidad tecnológica nacional. Cuando existe la compe-tencia pero no hay capacidad tecnológica interna, lacompetitividad se gana importando tecnología, muchasveces a un alto costo y como la tecnología cambia tan rá-pido, frecuentemente es necesario reemplazarla antes

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Política Científica y Tecnológica

de aprender a utilizarla bien. El proceso de aprendiza-je al interior de las empresas y de otras instituciones nose da si uno se rige exclusivamente por la lógica delmercado a ultranza y menosprecia el papel que debe ju-gar el Estado.

La única forma de desarrollar una capacidad tecno-lógica propia es a través de la articulación de iniciati-vas entre el Estado, el sector privado y la sociedad civil.

Dentro de este nuevo esquema, las funciones que lecorresponden al Estado en política científica y tecnoló-gica son:

1.- Desarrollar y mantener una capacidad de regula-ción del mercado.

Dejado a su libre funcionamiento, el mercado no lle-ga automáticamente a una situación de equilibrio.Al contrario, si hay diferencias en las capacidadesiniciales entre las empresas, se generan situacionesde carácter monopó1ico que es preciso evitar parapromover la competencia que estimula la innova-ción tecnológica.

2.- Promover el desarrollo tecnológico.

Esto se lleva a cabo a través del financiamiento dela innovación , de la provisión de asistencia técnica,de la formulación de reglas de juego estables, de in-centivos y de la provisión de infraestructura.

Pero también es importante recordar que hay for-mas adecuadas e inadecuadas de promover el desa-rrollo de la ciencia y la tecnología. Pero si puededarse asistencia técnica, crear instituciones, esta-blecer incentivos para la investigación y desarrollo,y brindar servicios colectivos que apoyen la innova-ción a nivel local y regional.

3.- Orientar el desarrollo de la ciencia y la tecnología.

En el mundo en que vivimos, con cambios tecnológi-cos acelerados, la información que se requiere paraproducir y aportar bienes y servicios de alta calidadno está al alcance de toda empresa y a veces ni si-quiera al de un consorcio de empresas. El Estadodebe cumplir un papel de orientador, definir gran-

des líneas de estrategia y dar apoyo a las empresasprivadas a través de la información .

4.- Proporcionar la infraestructura básica para la acti-vidad productiva y tecnológica.

Además de la infraestructura convencional -carre-teras, puentes, energía-, la infraestructura física tieneque abarcar telecomunicaciones e informática. Esto esfundamental en el mundo moderno. En este sentido laRed Científica Peruana ha realizado grandes avances.Es menester democratizar el acceso a la infraestructu-ra de la información.

Por otra parte, el Estado tiene la tarea de generar in-formación y conocimiento en algunos sectores básicos.No se puede dejar esto exclusivamente en manos del sec-tor privado; es necesaria una política estatal que genereinformación , regule y sancione cuando corresponda.

Comentarios finales

Para terminar, habría que destacar que uno de losdesafíos más grandes del futuro es inventar nuevas for-mas de hacer política científica y tecnológica. Se debearticular la labor del Estado y del sector privado con lade organizaciones no gubernamentales. En este mo-mento pensar en una entidad pública que reemplace loque hacen algunos organismos no gubernamentales notiene sentido.

Desde esta perspectiva, cabría preguntar: ¿Cómo sepodría diseñar un conjunto de políticas públicas sobreel uso de recursos hídricos a mediano y largo plazo, in-vitando a ITDG y otras organizaciones a que participenen su concepción y ejecución ? En el campo de la políti-ca científica y tecnológica es preciso orientarse hacianuevas formas de vincular al sector privado, al sectorpublico y al sector independiente o de la sociedad civil.

La necesidad de combinar la acción de los sectorespúblico, privado y de la sociedad civil lleva a decir, contoda seguridad, que la política científica y tecnológicaadecuada para el año 2000 en el Perú será muy distin-ta a la que hemos tenido en los últimos 30 años, duran-te los cuales ha oscilado entre dos extremos: la visiónestatista y la inexistencia de política alguna.

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a reciprocidad es una relación social que vincu-la tanto a una persona con otras, con grupossociales y con la comunidad, como a grupos congrupos, comunidades con comunidades, pro-ductores con productores y a productores con

consumidores, mediante el flujo de bienes y ser-vicios entre las partes interrelacionadas.

El contenido y la forma de los flujos de bienes y servi-cios son productos de una actividad creativa mante-

nida a través de siglos por los miembros deestas sociedades. Con el correr de los tiempos

los habitantes andinos han ido determinando loque se ha de intercambiar, el monto apropiado, el in-

suficiente y las variantes satisfactorias.

A lo largo de la historia se han venido modificando, me-jorando y adaptando las formas de intercambios más facti-bles; ello a medida que las propias necesidades o aun pre-siones externas forzaron a los habitantes de la zona andinaa defender, restringir y disminuir la escala de sus operacio-nes. Además hubo necesidad de adaptar y compatibilizarlas nuevas instituciones económicas, impuestas por los con-quistadores españoles, con las antiguas usanzas de recipro-cidad y redistribución que formaban la base de la organiza-ción económica nativa. El intercambio comercial tuvo queser compatibilizado con la organización económica antigua;nuevos productos reemplazaron las antiguas preferencias,y las formas tradicionales de obtener bienes y servicios tu-vieron que ser abandonadas y sustituidas por otras. Reco-nocemos que las relaciones de reciprocidad tienen una lar-ga trayectoria histórica, pero en este ensayo no es posibledescribir y documentar sus cambios; nos limitamos, por elmomento, a discutir la situación presente.

Podemos discernir los diferentes grupos que componenuna sociedad y la manera cómo están relacionados entre síestudiando la forma, cantidad, calidad y dirección de los in-tercambios.

Objeto de las relaciones recíprocas

En la sociedad andina existe una marcada diferencia-ción entre el intercambio de servicios personales, por mediode formas recíprocas, y el canje de bienes realizados entrueque o por pagos monetarios. En todas las situacionesde intercambio recíproco que pudimos observar se encon-traba presente la donación de servicios personales, ya seaen la forma de ayuda en la chacra, en la de preparación defiestas y hasta en la de servicios de tipo ceremonial comobailar en alguna fiesta. En general todo servicio recibidoha de devolverse con el mismo servicio personal. Y es así

Antropólogo huancaíno y actualmenteprofesor en la Universidad de Yale. Se haespecializado en los temas andinos.

“Las reglas del juego en la reciprocidad andi-na”. En Reciprocidad e intercambio en losAndes peruanos. Lima: IEP, 1974. Extractosseleccionados, págs. 37-38, 43-49.

Las reglas deljuego en la reciprocidad

andinaEnrique Mayer

Enrique Mayer

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Las reglas del juego en la reciprocidad andina

como se completa un ciclo de intercambios recíprocos y laspersonas se sienten satisfechas.

Sin embargo existen circunstancias, como veremosmás adelante, en las cuales la retribución de un serviciopersonal se puede hacer con bienes especificados por “cos-tumbre” y no necesariamente por la devolución del servi-cio. Además, el intercambio de servicios involucra tam-bién un flujo de bienes que acompaña a la prestación per-sonal del servicio. Pero estos bienes se diferencian clara-mente de aquellos que se emplean en situaciones de com-pra-venta.

En primer lugar, los bienes que se intercambian tienenun valor mensurable que equivale a determinadas canti-dades de otros productos. El valor también se puede ex-presar en cantidad de dinero. En resumen, los bienes in-tercambiados en trueque o en compra-venta tienen unprecio, en tanto que los bienes objeto de intercambio recí-proco de servicios no tienen precio o valor establecido. Co-mida, diversión musical, aguardiente, coca y cigarrillosdistribuidos en una fiesta no pueden ser expresados entérminos de un precio dentro del marco de los intercam-bios recíprocos de fiestas, aunque esto no implica que elanfitrión no pueda calcular el costo de los productos queestá distribuyendo. Un anfitrión pobre puede distribuirpoco, uno rico más, pero al evaluar las fiestas en sus con-textos totales se dice de ambos “que han cumplido bien”.En otras palabras, el receptor evalúa el monto de los bie-nes de intercambio recíproco, porque al monto de bienesmateriales se añaden beneficios personales implícitos nomensurables. Mientras que en una transacción de com-pra-venta el valor de los bienes es explícito y puede ser dis-cutido y regateado abiertamente.

Otra distinción a tomarse en cuenta es el estado depreparación de los productos intercambiados en reciproci-dad; ellos generalmente están cocidos y se les valora comocomida. Las papas crudas pueden ser vendidas o compra-das, las papas sancochadas solamente pueden ser servi-das. Un carnero puede ser intercambiado por otros pro-ductos, la carne cruda puede ser intercambiada por maíz,pero una vez cocinada forma parte de intercambios cere-moniales. Como carne tenía un precio, pero al formar par-te del convite éste desaparece de las consideraciones delintercambio ceremonial.

En resumen, es el expendio del esfuerzo personal a be-neficio de otros el que se toma en cuenta en los intercam-bios recíprocos de la sociedad andina. Se retribuye sólomediante la devolución del mismo esfuerzo personal. Enestas condiciones hay un intercambio simétrico equivalen-

te, y ambas partes se sienten satisfechas con el intercam-bio. Si la devolución no se otorga con los mismos serviciospersonales y una de las partes obtiene más que la otra, elintercambio ya no es equivalente sino más bien asimétri-co. Cuando esto ocurre debemos buscar los factores queentran en consideración para compensar la falta de equi-valencia, tales como los beneficios subjetivos de amistad yconfianza y las consideraciones de diferentes estatus y po-der entre los intercambiantes.

Formas de intercambio recíproco

Básicamente hay tres formas de intercambiar ser-vicios.

1. Voluntad. Es una obligación por la cual una perso-na ayuda a otra a causa de la relación social que las une.La obligación cobra mayor importancia cuando está aso-ciada con el parentesco. Se sirve a determinados parien-tes en ocasiones especificadas “por la costumbre” como lasreferentes a la celebración de un acontecimiento en la vi-da del pariente: el “cortapelo” de un niño, el techamientode una casa para una pareja recién casada, los funeralesde un familiar, etc. Se retribuye esta atención cuando laotra familia, a su vez, celebra ceremonia similar. La comi-da ofrecida por la familia que recibe los servicios es llama-da por los tangorinos “cumplimiento”. Un informante ex-plicó que: “no se puede rechazar servicios ofrecidos de vo-luntad, como tampoco se puede obligar a personas a pres-tarles si ellos no quieren”.

2. Waje-waje. Es un intercambio recíproco en el cual sepresta un servicio a cambio de otro igual en oportunidadfutura. Esta forma abarca desde el intercambio de traba-jo agrícola, o de servicios ceremoniales, hasta instanciasinsignificantes de ayuda mutua en la vida cotidiana. A di-ferencia de los intercambios de voluntad los de waje-wajeno están especificados por la costumbre y los socios puedencomprometerse a intercambiar lo que deseen. Además,mientras que los parientes tienen la obligación de partici-par de voluntad, las relaciones de waje-waje son opciona-les y se realizan sólo cuando un actor pide formalmente aotro entrar en ese tipo de relación. Se puede establecer re-laciones de waje-waje con cualquier persona y se puede re-chazar esta invitación sin mayores consecuencias sociales.Todos llevan cuenta de los waje-waje que adeudan, así co-mo de los que se les debe; pueden pedir su devolucióncuando necesiten del servicio. El pago de un waje-waje esuna obligación seria que permite la perpetuación de la re-lación social entre ambas partes.

3. Minka. Se diferencia del waje-waje en que no se de-

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Enrique Mayer

vuelve el servicio en la misma forma como se recibió. Acambio se otorga cierta cantidad de bienes, llamados “de-rechos” por los tangorinos. Esta cantidad de bienes estábien especificada para cada ocasión y siempre incluye unacomida para el que prestó los servicios. El circuito de in-tercambios termina con la donación de los derechos, sinque queden deudas entre las partes.

En general, los servicios proporcionados en minka sonespecializados, tales como los de una curandera, un herre-ro o un albañil, pero pueden ser también servicios ceremo-niales y trabajos manuales no especializados. La personaque precise de los servicios de un minkado debe acudir aél para pedírselos formalmente.

Cada una de estas tres formas pueden ser subdivididasen dos, una de las cuales tiende a maneras más “generosas”de intercambio recíproco, mientras la otra es más de “iguala igual” en cuanto al contenido del intercambio.

Las obligaciones de parentesco se pueden cumplir ayu-dando al familiar sin que éste lo pida, o esperando hastaque el pariente venga a reclamar el servicio que se debe.El primer caso se denomina “voluntad”, por tal razón, y lasegunda forma recibe el nombre de manay que en quechuasignifica el reclamo de un derecho, o el cumplimiento deuna obligación cuando aquellos que tienen derecho a ellolo demanden. Si no se reclama el cumplimento de la obli-gación, no se presta el servicio.

Los intercambios de waje-waje se subdividen en ayuday waje-waje. En el primer caso no se debe llevar cuenta dela ayuda prestada ni de la recibida, aunque en la prácticaestos servicios se devuelven frecuente y rápidamente.Cuando es waje-waje sí se lleva cuenta, y se puede deman-dar su devolución aun cuando el momento sea inconvenien-te. La ayuda es, entonces, menos formal que el waje-waje.

Los servicios de minka son también de dos clases: in-tercambios equivalentes entre amigos de confianza y deigual estatus social, por un lado, y, por el otro, minka asi-métrica entre un “patrón” y su “cliente”. En el primer ca-so se acude al especialista por su conocimiento o se pideayuda a un amigo por razones de conveniencia, pudiendoel minkado volverse minkador. En el segundo caso la di-rección de los servicios prestados es irreversible; la perso-na de status más alto siempre es el minkador. El flujo delos servicios prestados es del estatus más bajo al más alto,mientras que el flujo de los “derechos” es a la inversa. Engeneral los servicios son de trabajo manual no especializa-do, ya que la persona de estatus más alto no realiza talestrabajos para los cuales tiene a sus sirvientes.

Con estas seis formas de intercambio recíproco las fa-milias tangorinas organizan una extensa red de relacionessociales, que utilizan para obtener mano de obra adicionala fin de completar sus propios recursos domésticos. Estared incluye parientes, vecinos en el barrio y fuera de él, co-muneros en otras comunidades, personajes importantesen las ciudades, paisanos en Lima y amigos en la monta-ña. Mediante estos intercambios se tiene acceso a recur-sos humanos que ayudan al campesino a proveerse de losmedios para vivir.

Debemos recordar que esta red de relaciones es efíme-ra en el sentido que sus integrantes pueden cambiar deaño en año, al forjarse nuevas amistades con quienes seestablecen nuevos circuitos de intercambio, mientras sedejan las relaciones anteriores. Algunas de éstas se man-tienen en latencia y pueden ser activadas mediante el ini-cio de nuevos circuitos de intercambio.

Según el caso, el intercambio apropiado entre dos per-sonas es el de waje-waje, mientras que en otro la mismapersona debe contribuir de voluntad, o tener obligacionesde manay o para la provisión de algún servicio especial.Las formas aquí descritas son específicas para personas só-lo en determinados contextos, que pueden no ser los mis-mos en otras circunstancias. Veamos algunos ejemplos.

En la época del chacmeo (roturación de la tierra) pre-guntamos a Antonio, joven recién casado de 20 años, cómoreclutó la mano de obra adicional para tal faena. En unambiente cordial y alegre trabajan nueve personas, seisson del mismo barrio que Antonio y los tres son sus parien-tes (un primo fraterno, un hermano de su cuñado y un so-brino “distante”). Aquel día se sirve un buen almuerzo pre-parado por la mujer de Antonio, ayudada por las esposas dealgunos de los que trabajan con él. El plato tradicional quese sirve en el chacmeo es el llocro de papas. Antonio distri-buye aguardiente, coca y cigarrillos durante los descansos.Ocho de los hombres están trabajando en waje-waje, mien-tras que el primo está ayudando. Cuatro de los waje-wajeeran waje-waje iniciales; Antonio en ese momento contraíacon cada uno una deuda de un día de trabajo que devolve-ría cuando ellos, a su vez, tengan que trabajar sus propiaschacras. Dos de los waje-waje eran devoluciones que Anto-nio estaba cobrando por su trabajo realizado para ellos enuna fecha anterior. Cuatro semanas después, cuando ter-minamos la encuesta, Antonio todavía debía los cuatro díasde waje-waje, pero anteriormente ya había ayudado a suprimo, a pesar de que ambos, Antonio y su primo, insistíanen que no llevaban la cuenta de los días de trabajo mutua-mente prestados . Este ejemplo demuestra la diferencia en-tre waje-waje y ayuda.

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ientras subsista la necesidad de com-plementar o basar la economía fami-

liar en la conduccíón simultánea deuna serie de ciclos agropecuarios, y

mientras una parte de la producción nopueda colocarse en el mercado, estas acti-

vidades tienen que considerarse como par-te de un todo inseparable. Esta totalidad

explica la posibilidad de insertarse en elmercado, pese a la baja productividaddel trabajo agropecuario. Mientras

subsista la imposibilidad de garantizarla permanencia de la unidad doméstica y de

quienes cooperan en la producción con el dineroobtenido con la venta de los productos, los campe-sinos andinos no pueden entenderse como “peque-ños productores mercantiles simples”, ni como“propietarios agrícolas”, ni como, “burguesía ru-ral” solamente, sino como integrantes de conjun-tos socioeconómicos que articulan la producción debienes de uso para el consumo directo con la demercancías. Como estos conjuntos requieren deformas complejas de cooperación para llevar a ca-bo una producción multicíclica, sus partes tienenque entenderse en relación a éstas, incluso cuandouna parte se cumpla al parecer en forma indepen-diente, en una chacra separada. Entender el tra-bajo en la producción mercantil como algo separa-do tendría sentido únicamente si realmente fueraseparable, como sería el caso de un horticultor quevende sus verduras en el mercado y con el dineroobtenido satisface las necesidades de consumo desu familia y de insumo de su producción.

Normalmente, con la estructura de precios exis-tente en los países andinos, la baja productividadno permitiría este tipo de inserción en el mercado.Separar la producción mercantil de su articulacióncon la producción para el autoconsumo solamenteencubriría la baja productividad, así como al hechoque el requisito para la aparición de los productosen el mercado no sólo representa el trabajo inverti-do en su producción, sino también el resto del tra-bajo invertido en la producción de autoconsumo.

Al analizar la comunidad a partir de su inser-ción en el mercado, se encuentra la subordinaciónde la segunda respecto a la primera. El trabajo asa-lariado en la comunidad no debe entenderse comoventa de trabajo por parte de un proletario, despo-jado de sus medios de producción, sino como la ven-

La Racionalidad de la organización andina

Antropólogo alemán y profesor de laUniversidad de San Marcos. Ha escritosobre una diversidad de temas desde larebelión de Túpac Amaru a los migrantesy la cultura de Lima de nuestros días.

La Racionalidad de la Organización Andi-na. Lima: IEP, 1980. Extractos selecciona-dos, págs. 75-80.

La racionalidad dela organización

andinaJürgen Golte

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ta de trabajo de alguien que para complementar susubsistencia con bienes que no produce recurre a laventa temporal de su fuerza de trabajo. En este as-pecto la comunidad resulta perfectamente compa-rable a la hacienda serrana, donde la mano de obrase mantiene trabajando las parcelas que ésta le se-ñala y dedica además su tiempo a cultivos directa-mente conducidos por el hacendado, quien a cambiodel trabajo recibido paga un salario mínimo insufi-ciente para la subsistencia de los peones, y que úni-camente les sirve para cubrir determinados gastossecundarios.

A nadie se le ocurriría analizar este tipo de ha-cienda por partes. Cuando se produce el mismo fe-nómeno entre una hacienda y las comunidades cir-cundantes, o cuando ocurre en una comunidad, noconviene obstaculizar la percepción del conjuntooperante analizando sus subconjuntos como si fue-ran independizables. Lo mismo vale para la econo-mía doméstica que conjuga la producción mercantilcon la de autoconsumo.

Hay una distorsión al evaluar estadísticamenteel total de producción mercantil y la de autoconsu-mo. Como la producción andina es una producciónmulticíclica con productos diversos, cualquier eva-luación de la utilización del conjunto de los bienesproducidos recurre a una equivalencia generaliza-da, por lo común el precio que los diversos produc-tos obtienen en el mercado. Como normalmente secomercializa la producción de los ciclos en los queresulta más favorable la relación entre tiempo detrabajo invertido y precio obtenible en el mercado,se llega estadísticamente a una sobrevalorizaciónde la producción mercantil. Pero incluso si se ana-lizara la relación entre producción mercantil y deautoconsumo en términos de tiempo de trabajo in-vertido, y resultara que el de la primera es mayorque el de la segunda, quedaría por analizar, sea encalorías o cualquier otra medida, el aporte de cadauna a la subsistencia de los productores.

El problema de cualquier evaluación de este ti-

po, sea en valores mercantiles, tiempo de trabajo oen valor para la subsistencia, es que los porcentajesmenores no son excluibles. Un valor necesita delotro, siempre y cuando existan los dos.

Si es así, la separación analítica de la pequeñaproducción mercantil simple, incluso la que elaboraproductos recurriendo a trabajo asalariado tempo-ral de los conjuntos articulados de producción mul-ticíclica, especialmente cuando sirve para indicar ladirección del desarrollo de la sociedad agrícola an-dina, es simplemente la repetición de una ideologíaque encubre el carácter social de la organización dela producción agropecuaria andina.

Este error es solamente una variante de otroque utiliza las formas de lograr la propiedad de losproductos para determinar el carácter de la pro-ducción. Sin embarco, el grado de cooperación so-cial no se expresa, necesariamente, en dichas for-mas. En casi todas las formaciones socioeconómi-cas la propiedad de los medios de producción por logeneral encubre el carácter social del proceso pro-ductivo. Esto es válido no sólo en las formacionesen las que la propiedad da lugar a la distribucióndesigual de los frutos del trabajo colectivo (como elfeudalismo o el capitalismo), sino también en lasque la distribución resulta más o menos uniforme.Hay una tendencia a ver la cooperación en la pro-ducción como algo exterior a la misma, siempre ycuando el provecho sea privado y el trabajo no ten-ga como base el asalariamiento de los trabajado-res. Así, erróneamente se interpreta la coopera-ción en grupos de ayni, en faenas comunales, engrupos de minka (cuando no es trabajo asalariado),como vinculada a ciertas tradiciones y no a las ne-cesidades que surgen de la producción y formas detrabajo que permiten la subsistencia de los gruposfamiliares. Montoya en el trabajo citado, despuésde reconocer la necesidad de cooperación entre loscampesinos, se refiere a una producción parcela-ria, que subordinaría al campesino individual, yno socialmente al capitalismo como modo de pro-ducción dominante en el Perú.

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Peruanos:

e creído que de mi relato podríaresultar algún beneficio paravosotros. Por eso os lo dedico. Sin

duda os sorprenderá que una per-sona que emplea tan escasosepítetos laudatorios al hablar devosotros haya pensado en ofre-ceros su obra. Hay pueblos que se

asemejan a ciertos individuos: mien-tras menos avanzados están, más sus-

ceptible es su amor propio. Aquellos devosotros que lean mi relación sentirán primero ani-mosidad contra mí y sólo después de un esfuerzo defilosofía algunos me harán justicia.. La falsa censuraes cosa vana. Fundada, irrita y, por consiguiente, esuna de las más grandes pruebas de amistad. Herecibido entre vosotros una acogida tan benévola quesería necesario que yo fuese un monstruo de ingrati-tud para alimentar contra el Perú sentimientos hos-tiles. Nadie hay quien desee más sinceramente queyo vuestra prosperidad actual y vuestros progresosen el porvenir. Ese voto de mi corazón domina mipensamiento, y al ver que andáis errados y que nopensáis, ante todo, en armonizar vuestras costum-bres con la organización política que habéis adopta-do, he tenido el valor de decirlo, con riesgo de ofend-er vuestro orgullo nacional.

He dicho, después de haberlo comprobado, que enel Perú la clase alta está profundamente corrompiday que su egoísmo la lleva, para satisfacer su afán delucro, su amor al poder y sus otras pasiones, a lastentativas más antisociales. He dicho también que elembrutecimiento del pueblo es extremo en todas lasrazas que lo componen. Esas dos situaciones se hanenfrentado siempre una a otra en todos los países. Elembrutecimiento de un pueblo hace nacer la inmoral-idad en las clases altas y esta inmoralidad se propa-ga y llega, con toda la potencia adquirida durante sucarrera, a los últimos peldaños de la jerarquía social.Cuando la totalidad de los individuos sepa leer yescribir, cuando los periódicos penetren hasta lachoza del indio, entonces, encontrando en el pueblojueces cuya censura habréis de temer y cuyos sufra-gios deberéis buscar, adquiriréis las virtudes que osfaltan. Entonces el clero, para conservar su influen-cia sobre ese pueblo, reconocerá que los medios queemplea en la actualidad no pueden ya servirle. Lasprocesiones burlescas y todos los oropeles del pagan-

Peregrinacionesde una Paria

Escritora y política. Su obra contiene una fuerte críti-ca social de la sociedad peruana así como de la france-sa. Es reconocida como una de las mujeres pionerasdel socialismo europeo.

Flora Tristán, Peregrinaciones de una paria. Lima:Moncloa-Campodónico Editores, 1971, pp. 27-29 y497-507.

Flora Tristán(París 1807-Burdeos1844)

Peregrinaciones de una paria

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ismo serán remplazados por prédicas instructivas,porque después de que la imprenta haya desperta-do la razón de las masas, será a esta nueva facul-tad a que habrá que dirigirse, si se quiere serescuchado. Instruid, pues, al pueblo; es por allí pordonde debéis empezar para entrar en la vía de laprosperidad. Estableced escuelas hasta en lasaldeas más humildes; esto es lo urgente en la actu-alidad. Emplead en ello todos vuestros recursos.Consagrad a esto los bienes de los conventos, puesno podríais darles destino más religioso. Tomadmedidas para facilitar el aprendizaje. El hombreque tiene un oficio no es ya un proletario. A menosque le hieran calamidades públicas, no tiene yanecesidad de recurrir a la caridad de sus conciu-dadanos. Conserva así esa independencia de carác-ter tan necesaria de que se desarrolle en un pueblolibre. El porvenir es de América. Los prejuicios nopueden adherirse en ella como en nuestra viejaEuropa. Las poblaciones no son lo bastantehomogéneas como para que este obstáculo retardeel progreso. Desde que el trabajo case de ser con-siderado como patrimonio del esclavo y de las clasesínfimas de la población, todos harán mérito de élalgún día, y la ociosidad lejos de ser un título a laconsideración, no será ya mirada sino como un deli-to de la escoria de la sociedad.

En toda América, el Perú era el país de civi-lización más avanzada a raíz de su descubrimientopor los españoles. Esta circunstancia hace presumirfavorablemente acerca de las disposiciones ingéni-tas de sus habitantes y de los recursos que ofrece.¡Que un gobierno progresista llame en su ayuda alas artes de Asia y de Europa y pueda hacer que losperuanos ocupen aquel rango entre las naciones delNuevo Mundo! Este es el deseo muy sincero que meanima.

Vuestra compatriota y amiga.

Flora TristánParís, agosto de 1836

——- ———-

No hay ningún lugar sobre la tierra en donde lasmujeres sean más libres y ejerzan mayor imperioque en Lima. Reinan allí exclusivamente. Es deellas de quien procede cualquier impulso. Parece

que las limeñas absorben, ellas solas, la débil por-ción de energía que esta temperatura cálida yembriagadora deja a los felices habitantes. EnLima las mujeres son por lo general más altas y deconstitución más vigorosa que los hombres. A losonce o doce años están ya plenamente formadas.Casi todas se casan a esa edad y son muy fecundas,a menudo tienen seis o siete hijos. Tienen embara-zos felices, dan a luz con facilidad y se restablecenpronto. Casi todas amamantan a sus hijos, perosiempre con ayuda de una nodriza, quien suple a lamadre y alimenta también al niño. Esta es una cos-tumbre proveniente de España, en donde las famil-ias acomodadas tienen para sus hijos dos nodrizas.Las limeñas no son hermosas por lo regular, pero sugraciosa fisonomía tienen un ascendiente irre-sistible. No hay hombre a quien la vista de unalimeña no haga latir el corazón de placer. No tienenla piel curtida como se cree en Europa. La mayoríason, al contrario muy blancas. Las otras, según sudiverso origen, son trigueñas, pero de una piel lisay aterciopelada y de una tez cálida y llena de vida.Las limeñas tienen todas buen color, los labios deun rojo vivo, hermosos cabellos ondulantes natural-mente, ojos negros de forma admirable, con un bril-lo y una expresión indefinible de espíritu, de orgul-lo y de languidez. Es en esta expresión en dondereside todo el encanto de su persona. Hablan conmucha facilidad y sus gestos no son menos expre-sivos que las palabras con que los acompañan.

Su vestido es único. Lima es la única ciudad delmundo en donde ha aparecido. En vano se ha bus-cado hasta en las crónicas más antiguas, de dondepodía traer su origen. No se ha podido descubrirlo.No se parece en nada a los diferentes vestidosespañoles y lo que hay de cierto es no fue traído deEspaña. Se encontró en aquellos lugares a raíz deldescubrimiento del Perú, aunque es notorio almismo tiempo que nunca existió en otra ciudad deAmérica. Ese vestido, llamado, saya, se compone deuna falda y de una especie de saco que envuelve loshombros, los brazos y la cabeza y se

llama manto.... Sólo en Lima se puede confec-cionar un vestido de esta especie. Las limeñas pre-tenden que haber nacido en Lima para poder haceruna saya y que un chileno, un arequipeño o uncusqueño jamás podrían llegar a plisar la saya.Esta afirmación, cuya exactitud no me he inquieta-do en verificar, prueba cuán fuera de las costum-bres conocidas se halla este vestido. Trataré de dar

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una idea por algunos detalles.

Para hacer una saya ordinaria se necesita doce ocatorce varas de raso. Se forra con una tela de algo-dón muy ligera... Es tan exclusivamente apretada,que en la parte baja tiene el ancho preciso paraponer un pie delante del otro, caminando a pasosmenudos. Se encuentran así ceñidas dentro de esafalda como en una vaina ....

El manto está también artísticamente plisado,pero hecho de tela muy delgada no podría durartanto como la falda, ni el plisado resistir losmovimientos continuos de quien lo usa y lahumedad de su aliento. Las mujeres de buenasociedad llevan saya de raso negro. Las elegantestienen, además, otros colores de fantasía, tales comoel morado, marrón, verde, azul, rayadas, pero jamásde tonos claros, por la razón de que las mujerespúblicas las han adoptado de preferencia. El mantoes siempre negro y envuelve el busto por completo.No deja de ver sino un ojo.... ¡Oh! ¡Cuanta graciatienen, que embriagadoras son estas bellas limeñascon su saya de un hermoso negro brillante al sol,que dibujan las formas verdaderas de algunas, fal-sas en muchas otras, pero que imitan tan bien a lanaturaleza, que es imposible al verlas, tener idea dela superchería!....

En Lima, todos los extranjeros van a la Iglesia,no para oír cantar a los frailes el oficio divino, sinopara admirar bajo su vestido nacional, a esasmujeres de naturaleza aparte. Todo en ellas está, enefecto, lleno de seducción. Sus posturas son tanencantadoras como su paso y cuando están de rodil-las inclinan la cabeza con malicia, dejando ver suslindos brazos cubiertos de brazaletes, sus manitasrecorren un grueso rosario con una agilidad volup-tuosa...Un gran número de extranjeros me hanreferido el efecto mágico producido sobre la imagi-nación de muchos de ellos por la vista de aquellasmujeres...

Las mujeres en Lima gobiernan a los hombresporque son muy superiores a ellos en inteligencia yen fuerza moral... La fase de civilización en la que seencuentra este pueblo está aún muy lejos de la quehemos alcanzado en Europa. No existe en el Perúningún instituto para la educación de uno u otrosexo. La inteligencia no se desarrolla sino por susfuerzas naturales. Por esta causa, la preeminencia

de las mujeres europeas con relación a la moral,debe atribuirse a la superioridad de inteligencia queDios les ha concedido.

Se debe hacer notar cuan favorable es la indu-mentaria de las limeñas para secundar su inteligen-cia y hacerles adquirir a gran libertad y la influen-cia dominante que gozan. Si alguna vez abandonanaquel traje sin adoptar nuevas costumbres, si noreemplazan los medios de seducción que les propor-ciona este disfraz por la adquisición de talentos yvirtudes que tengan como objetivo la felicidad y elperfeccionamiento de lo demás, virtudes cuyanecesidad no han sentido hasta ahora, se puedepredecir sin vacilar que perderán en seguida todo suimperio, caerán muy bajo y serán tandesdichadascomo pueden servir las criaturas humanas. Nopodrán ya entregarse a esa actividad incesante quefavorece su incógnito y serán presa del tedio sinningún medio de suplir la falta de estimación que seprofesa en general a los seres que no son accesiblessino a los goces de los sentimientos....

La saya, como se ha dicho, es el vestido nacional.Todas las mujeres la usan, cualquiera que sea laclase social a que pertenezcan. Se la respeta y formaparte de las costumbres del país... Desde el principiohasta el fin del año, las limeñas salen así dis-frazadas y aquel que osara quitar a una mujer consaya, el manto que le oculta el rostro por completo aexcepción de un ojo, sería perseguido por la indi-gnación pública y severamente castigado. Se haestablecido que cualquier mujer puede salir sola. Lamayoría se hace seguir por una negra, pero no esobligación...

Existe, además, una costumbre que no debo dejarde referir. Cuando las limeñas quieren hacer su dis-fraz aún más impenetrable, se ponen una saya vieja,toda desplizada, rota y cayéndose a pedazos unmanto y un corselete... Este subterfugio es aceptadoy se llama disfrazar. A una disfrazada se la consid-era como persona muy respetable. No se le dirige lapalabra. No se le acercan sino muy tímidamente.Sería inconveniente y aun desleal seguirla. Sesupone, con razón, que si se ha disfrazado, debetener motivos importantes para hacerlo y por con-siguiente, nadie debe arrogarse el derecho de exam-inar sus actos.

....Mientras bajo la saya, la limeña es libre, goza

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de su independencia y se apoya confiadamente enesta fuerza verdadera que todo ser siente en sícuando puede proceder según los deseos de suorganismo. La mujer de Lima, en todas las situa-ciones de su vida es siempre ella. Jamás soportaningún yugo: soltera, escapa del dominio de suspadre por la libertad que le da su traje; aun cuandose casa, no toma el nombre de su marido, conservael suyo y siempre es la dueña de casa. Cuando elhogar la aburre mucho, se pone su saya y sale comolo hacen los hombres al cojer su sombrero.....

Las limeñas no tienen en general ninguna

instrucción, no leen y permanecen extrañas a todocuanto ocurre en el mundo. Tienen mucho espíritunatural, una compresión fácil, buena memoria yuna inteligencia sorprendente.

He descrito a las mujeres de Lima tales comoson y no según los dichos de ciertos viajeros.Esto me cuesta, sin duda alguna, pues la man-era amable y hospitalaria como ellas me hanacogido, me ha penetrado de los más vivos sen-timientos de reconocimiento. Pero mi papel deviajera concienzuda, me hace un deber decir laverdad.

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ntójaseme hoy discurrir y reflexio-nar acerca de la cuestión femeni-na, o la ilustración de la mujer, te-ma asaz controvertido y ya hartoempalagoso y vulgar, dado ese za-

randeo que plumas desautoriza-das y cursis le dieron desde largos

años acá.

No importa. Los problemas socia-les encierran y encarnan mi eter-na vitalidad para los que conside-

ran en ellos, no la superficie pasaje-ra sino el fondo actúa y permanece, dando sus funes-tos resultados.

Y la cuestión femenina es hoy pertinaz o imperté-rrita postulante que se presenta y se impone, pidien-do su solución al estadista, al filosofo y al sociólogo.

Ella será como la gota de agua cayendo siempreen el mismo punto, hasta que llegue a horadar el mu-ro fortísimo levantado por las preocupaciones y la ig-norancia.

Sugiéreme volver a esta controversia añeja y por-fiada, un libro que por ser del ilustre y sabio filósofoErnesto Renán , precisa comentar y dilucidar aquelloque a la cuestión femenina le atañe. Memorias Ínti-mas, se titula el libro de Renán y de allí copio los pá-rrafos siguientes:

“Se engaña el que crea que tenemos de-seos de traer a las mujeres a nuestras opinio-nes filosóficas; al contrario, nos gusta que nonos escuchen. Amamos su propósito de no oírlo que debilitaría su resolución heroica. Bas-ta que podamos suponer que, por una peque-ña disimulación, están de acuerdo con noso-tros.”

Y en otro lugar dice: “la debilidad, los falsos razo-namientos, las ideas estrechas, la ignorancia, la su-perstición, nos chocan en el hombre y nos hacen son-reír en la mujer. Amamos la señal de la cruz hechacon un gracioso gesto femenino. No nos desagradaver injuriadas y desconocidas por mujeres, las obrasviriles nuestras, porque vemos el sentimiento delica-do de donde procede su desprecio; y esto nos turba po-co, puesto que por la ciencia estamos seguros de te-ner razón. Amamos lo absurdo femenino al mismo

Mujer, Educación yLiteratura

Escritora y defensora de los derechos de lamujer en el Perú recrea el proyecto del po-sitivismo de la defensa a la Ciencia Moder-na, reclama programas de educación sindiscriminación de sexos, y señala las con-tradicciones internas de la sociedad católi-ca peruana marcada por una doble moral .

Mercedes Cabello de Carbonera, “Una cuestiónsociológica”, en Mujer, educación y literatura,Carlos Cornejo Quesada (editor), Lima: InstitutoNacional de Cultura , 2000, pp. 16-23.

Mercedes Cabellode Carbonera

(Moquegua 1842-Lima 1909)

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tiempo que no queremos que gobierne el mundo y leimponga demasiado su ley...” Y no continuo copian-do porque para que mi propósito basta…

En estos párrafos exuberantes, de aticismo y do-nairoso decir, Renán ha sintetizado admirable yexactamente, la engañosa faz por la cual se juzga yconsidera a esa mitad del género humano.

Ahí, bien a las claras se ve, la sensualidad que,cual trisada nube interpuesta entre ambos sexos, nole permite al hombre ser sino el objeto de donacióny a una de placer; la cosa apetitosa y deliciosa, queno debe llegar al derecho de pensar, de discernir, nimucho menos a la posesión de la verdad.

Si, allí está sintetizada la mujer cosa, el objetode una pasión, el instrumento de un placer; la mu-jer bella, pudorosa, y amante que el hombre necesi-ta para saciar sus hambres concupiscentes, y luegoarrojarlas lejos de sí, como flor marchita, como flormarchita e inodora..

Estas son, preciso es decirlo, las deducciones quede tales conceptos se desprenden; ellas son cruelesy deprimentes para el sexo inteligente y amanteque, con perfecto derecho aspira ser no la hembra deun macho, sino la compañera intelectual y moral delhombre.

Una mano perfilada y linda que con graciososademanes hace la señal de la cruz, y unos labiossonrosados y voluptuosos, que inconscientementerepiten una oración, decid vosotros hombres, que osparecen cosas seductoras y bellas, ¡sin que os impor-te no os preocupe, ese cerebro repleto de errores yentenebrecido de sombras! ... “Con tal que ella nogobierne el mundo ni le imponga demasiado su ley.”

Pero se equivocan lastimosamente los que asípiensan. La vida tiene una faz tan real y positiva, yen ella la mujer, —es decir la esposa y la madre—desempeñan tan alta e importante misión que malque pese al hombre es la mujer la que pone la baseel cimiento de todo el edificio social.

Precisa, pues, interrogar e impugnar a los que,siguiendo o imitando al autor de las Memorias Ínti-mas, creen que el error y la ignorancia en consorciocon esa fe fanática e intransigente, pueden ser be-llas y atrayentes, “ya que no se le permite imponer

demasiado su ley”.

¡Cómo!... y la mujer formando los sentimientosdel hijo, e imbuyéndole sus ideas, y la esposa o laamada, predominando en el corazón del hombre eimponiéndole su voluntad y desquiciando sus con-vicciones, ¿no son sus fuerzas potentes que gobier-nan el mundo e imprimen el rumbo al movimientosociológico? ...

¿Hay acaso en la vida humana, fuerza moral tanincontrastable como aquella que se deriva de lossentimientos y las ideas que, junto con el beso ma-ternal, se han inoculado y germina en nuestra san-gre?... No, no la hay.

Y he aquí el punto de donde surgen en la vida so-cial e íntima las luchas, las desavenencias y dese-quilibrios. El hogar resulta, pues, como barco gober-nado por dos pilotos que miran hacía opuestos en elhorizonte; el hombre ha estudiado, [en contrastecon] las creencias de su esposa, de esa mujer que,como la generalidad, continúa adscrita a la tradi-ción, al dogma de creencias nacida en los primerosalbores de nuestra civilización.

Preciso decirlo: la mujer hoy, en nuestra socie-dad, vive en plena Edad Media, en tanto que el otrosexo se aleja moralmente de ella por esa colosal ba-rrera que la Ciencia ha levantado entre ella y losviejos dogmas del catolicismo.

Un mundo interpuesto entre dos seres dispues-tos a identificarse, a unificarse gloriosamente paraformar la base fundamental de la Familia, la Patriay la Humanidad.

¿Cómo será factible la unión íntima de dos exis-tencias, de dos corazones, con el divorcio completode los espíritus separados por convicciones antagó-nicas y de todo en todo contrapuestas las unas a lasotras?

La mujer no ha cambiado sino aparentemente ensus creencias religiosas; las guarda en el ánfora ce-rrada de su fe; allí germinan sus errores, sus su-persticiones y fantasías de las épocas medioevalesde fanatismo e ignorancia. Y en tanto que la mayo-ría del bello sexo se halla sumido en ese místico es-tacionario y paciente, la generalidad del sexo fuertese halla contagiado del escepticismo de engolfados y

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ahítos en las doctrinas de Buchner, de Spencer, deSchopenhauer, y por ende son materialistas y ateos.

He aquí, pues el secreto de la falta de influenciamoralizadora de la mujer en su misión de esposa ymadre; sus palabras resultan desautorizadas, des-prestigiadas, no como la noción de la moral positiva,sino como el eco de una mitología que ha perdido sueficacia y misterios, arrebatados por la Ciencia mo-derna.

En nuestras sociedades, pocos no muchos son al-go instruidos, saben de Astronomía, de geología, deAntropología, aunque no sea más lo que han llega-do a beber en las hojas periodísticas, en el folleto yel libro leído de prestado, pues bien, esa mínimaversación científica, tanto como las más ampliasque en las Universidades adquieren, es suficientepara revelarle que los libros revelados por Dios mis-mo, no son más que creaciones fabulosas e imagina-tivas, propia de la infancia de los pueblos.

Y no se crea que estas deducciones son antojadi-zas y escasas de lógica y verdad, que en tal caso ten-dríamos derecho a preguntar: ¿Cuál es la causa deque la moral religiosa de la mujer, no se traduzcajamás en hechos prácticos de la vida del hombre, esdecir, del esposo, del amante o del hijo?

¿En nombre de qué moral, de qué doctrina pue-de habar ella, invocar, pedir, si su fe infantil e in-consciente es mirada con desprecio, o compasión,por carecer de esa fuerza avasalladora que es inhe-rente a toda verdad?.... Y la mujer a su vez, conside-ra con horror e indignación las ideas libre-pensado-ras del otro sexo.

Y así vemos que, al mayor misticismo de la espo-sa responde la mayor relajación del sentimiento mo-ral del esposo, manchado por culpas gravísimas desu vida pública.

Si, cierto, porque este mutuo desprecio, esta dis-paridad, se realiza en el seno mismo del hogar, en-tre los cónyuges que en apariencia viven marital yamorosamente: pero en verdad, háyanse moralmen-te divorciados, y tan alejados de su conjunción espi-ritual, como si infranqueable montaña los separa.

Este desequilibrio y de semejanza en la fe y lascreencias de ambos sexos, parécenos, a primera vis-ta, uno de aquellos inmensos males de la vida so-

cial, cuya índole los hace irremediables e indestruc-tibles.

Si, puesto que para sacarlos sería necesario quelas sociedades pudieran poseer las virtud de ser re-gresivas, si así puede decirse, para volver a las épo-cas de la fe ciega, sencilla e inexperimentada, de talsuerte que los dos sexos no discrepen un punto ensus creencias y lucubraciones.

Pero no siendo dable ni posible la regresividaddel espíritu humano, habrá de realizarse, y precisaque ello se lleve a la práctica, la iniciación científi-ca, la impulsión intelectual, el despertamiento mo-ral del sexo religioso y amante.

Y puesto que todas las ciencias modernas, todaslas teorías novísimas son antagónicas y contradicto-rias de los dogmas fundamentales que todas las doc-trinas nacidas del Oriente, y de lo sobrehumano;precisa que la mujer vea la opuesta faz, la luz queirradia la Ciencia Moderna.

Necesario es decirlo: Mientras uno de los dos se-xos sea el único poseedor del caudal científico y filo-sófico y beba él solo en las fuentes regenerativas yrestauradoras del saber y conocer; en tanto que lamujer permanezca cual si fuera una bella estatua,lujosa, alegre, voluptuosa, con la mirada vueltasiempre hacia el pasado, hacia lo obscuro y miste-rioso, para recibir de allí sus inspiraciones y susconvicciones; mientras tal situación permanezca, lamujer no ejercerá influencia moralizadora en elhombre, ni éste la mirará sino como objeto de placery lujo.

¿Qué remedio para este mal?.... Uno solo: ilus-trar, ilustrar mucho a la mujer. Mientras las muje-res sean ignorantes y fanáticas, los hombres seránescépticos e inmorales.

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