populismo, misticismo y psicoanalisis
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POPULISMO, MISTICISMO Y PSICOANALISIS
Emilce Cuda
Sandra Mansilla
Nora Merlin
1. INTRODUCCION
Dado el contexto latinoamericano, donde una alta religiosidad al margen de las
instituciones tradicionales convive con sistemas polticos populistas; y dado que en sus
democracias igualitarias se registra una de las mayores desigualdades, nos proponemos estudiar
de manera sistemtica una posible articulacin de significantes religiosos en el campo de la
protesta social tendiente a recuperar la palabra de lo Otro, mediante un trabajo interdisciplinarioentre filosofa, teologa y psicoanlisis, y en orden a facilitar nuevos modos de democracia que
tomen en cuenta dichas caractersticas. El objeto de estudio ser, entonces, identificar una matriz
discursiva comn a la lgica del populismo y a la lgica de lo sagrado, para que la produccin de
significantes religiosos, en orden a mitigar la exclusin, pueda ser inscripta en nuevas relaciones
categoriales. Se presentarn casos provenientes de la investigacin-accin llevada a cabo en
Amrica Latina, a la luz de un marco de referencia terico que tiene en cuanta como
herramientas a la teologa medieval en su va negativa, a la filosofa poltica y al psicoanlisis.En torno al concepto de hegemona desarrollado por Ernesto Laclau y Chantal Muffe, y desde
una perspectiva lacaniana, se analizar la vacuidad como prctica tendiente a la destruccin del
significante del trmino, el significante vacio, manifiesta en la unidad en la diferencia sin
que el momento diferencial resulte perdido. Como la equivalencia, dice Laclau, es condicin de
cualquier representacin y, aunque la unidad aparece ms all de todas las diferencias, esta es
posible por la operacin de reintroduccin de la diferencia. Frente al mito de la ilustracin, se
intentar visualizar otro modo de democracia capaz de articular los principios liberales de
igualdad y libertad con los de la religin, que sin ser una contrademocracia, ponga en
perspectiva una mitigacin a la desigualdad persistente.
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EMILCE CUDA1
2. LA VIA NEGATIVA COMO ARTICULADOR ENTRE POPULISMO Y
RELIGION EN AMERICA LATINA
Se analizar una posible articulacin entre la palabra poltica y la Palabra Divina,
a partir de la articulacin discursiva de la razn populista de las democracias latinoamericanas,
en funcin de la inclusin de lo Otro. Por un lado, el mito moderno, el igualitarismo, tiene como
condicin la exclusin de la palabra de lo Otro y de lo absolutamente Otro y, lejos de liberar a la
razn de su esclavitud, le impide la disponibilidad al dialogo. El contacto con la Palabra Divina,
como lo absolutamente Otro, facilita en los pueblos la posibilidad de percibir un valor en la
palabra de lo Otro, en tanto marginal, inmigrante o diferente. La palabra de lo absolutamente
Otro irrumpe dando sentido, re-significando las demandas bajo una nueva identidad. Ahora,
Podran las sociedades democrticas latinoamericanas incorporar la palabra de lo Otro a partirde una lgica discursiva antagnica, neutralizando la lgica del mito igualitarista que impide lo
poltico mediante la exclusin de lo diferente? Si se tiene en cuenta que una de las primeras
exclusiones practicadas por la modernidad -como su condicin de posibilidad-, ha sido la
exclusin de la Palabra Divina, entonces, la creciente desigualdad al interior de sus democracias
igualitarias lleva a cuestionar cul ha sido la funcionalidad del secularismo social. Sin embargo
podra pensarse que la habitualidad religiosa de los pueblos latinoamericanos permite una
percepcin de lo Otro como valor y no como amenaza.
Palabra poltica negativa: Ante la amenaza que produce en el fantasma del populismo,
considero pertinente aclarar la diferencia entre la palabra del demos y del okhlos, a partir de la
va negativa. El populismo es definido, por algunos, como un modo de democracia inmediata
caracterizada por la palabra negativa en el espacio pblico, donde hoy se legitiman los
gobernantes. Segn el anlisis de Cheresky,2 la palabra negativa en la calle es ms relevante que
las urnas, y su articulacin ha sido encarnada en Amrica Latina en mujeres, indgenas, ex
guerrilleros, sindicalistas, y sacerdotes. Pero resulta necesario distinguir entre palabra negativa
en tanto libertad negativa propia de las democracias liberales, y palabra negativa en tanto va
negativa de las democracias populistas.
1 Ph.D. en Teologa, Pontificia Universidad Catlica Argentina. Profesora UBA, UB.Investigadora UCA, USAM2 Cheresky, I., Poder presidencial, opinin pblica y exclusin social, Buenos Sires,
Manantial, 2008, pg. 26
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Para comenzar hablare de la palabra que, segn Aristteles, es lo que caracteriza la esencia
del hombre y, por tanto, fundamento de su actividad poltica como universal. Por la palabra el
hombre no es ni animal ni dios, sino hombre, dice el filsofo, para quien la accin humana por
excelencia ser la palabra y no la vida social; palabra que aparece en lo social y manifiesta el
desacuerdo sobre lo justo.3 El hombre solo es hombre en el discurso dice Aristteles; en el
discurso entre los otros dice Arendt; en el discurso como desacuerdo sobre las partes
comunes dice Rancire; en el antagonismo dicen Laclau y Muffe; en el escndalo dice san
Pablo.
Ahora, cuando el desacuerdo o palabra negativa que irrumpe la vida pblica es la de un
demos entendido como pueblo de iguales o incluidos-, que dice/no al gobernante de turno, no
debera hablarse de populismo sino de liberalismo, si pensamos que este surge histricamente
como libertad negativa, libertad que dice/no como limite a la voluntad del monarca o de la masa.Pero, cuando la palabra negativa que irrumpe el espacio pblico no es la del demos sino la del
okhlos -entendido como plebe de diferentes o excluidos-, que dice/no a la determinacin de un
demos/Uno que desde el discurso del amo lo nombra, lo define, y lo relaciona como lo Otro,
entonces all es cuando la palabra negativa debera entenderse como populismo. Esta es, a mi
modo de ver, la diferencia entre, por ejemplo, la teora de Pierre Rosanvallon y la de Ernesto
Laclau. Dicho de otro modo, la palabra negativa en el populismo no es el no como lmite del
liberalismo, sino el no como vacuidad de la va negativa de la teologa mstica. Si pensamos en
referentes como Plotino, Eirugena o el cusano, no resultara difcil entender la diferencia entre el
no como lmite que impide a lo Otro el acceso a la sociedad de lo Uno, y el no como ruptura
de todo limite, determinacin, o nombre, capaz de sacar al ser de su pobreza y permitirle su
aparecer en un mas-all-del-ser.
Ahora, volviendo a Aristteles, si la palabra poltica es desacuerdo sobre lo justo, entonces la
igualdad formal como idea de consenso nico que impide el desacuerdo es la negacin misma de
lo poltico. Entonces, lo poltico parece implicar necesariamente el desacuerdo y la contingencia,
la inclusin de la diferencia, el reconocimiento de lo Otro. El hacer escuchar como discurso lo
que no era escuchado ms que como ruido,4 es lo poltico en Rancier, para quien la igualdad
solo se inscribe en lo social por el desacuerdo, contrariamente a la lgica de la democracia liberal
que lo suspende polticamente. En Amrica Latina, el populismo como nueva democracia no3 Aristteles,Poltica, Ed. Orbis, Madrid, 1985, pg. 27, 1253.4 Rancire, J.,El desacuerdo. Poltica y filosofa. Nueva visin, Buenos Aires, 2007, pg.45
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liberal, trata de hacer aparecer la diferencia en el discurso de lo nico, trata de que el ruido de su
demanda se convierte en palabra, es decir, que la demanda de lo Otro pueda ser articulada en el
discurso de lo Uno.
Antagonismo como va negativa: Para Chantal Muffe, pensar la democracia como
desacuerdo o agonismo, es pensar un nuevo modo de democracia no liberal.5Si acordamos con
Muffe que la misma democracia liberal, ocurrida frente a la crisis social del siglo XIX, no es ms
que una articulacin contingente entre dos modelos -el liberal con sus libertades individuales, y
el democrtico con su idea de igualdad y de gobierno popular-, entonces, puede visualizarse sin
temor una nueva resolucin del conflicto social por fuera de la democracia liberal y su idea de un
consenso universal. Notoriamente para nosotros, los telogos, esta autora postmarxista propone
articular en el nuevo discurso poltico de las diferencias tambin los significantes religiosos. Si
pensamos que la Palabra Divina tambin fue excluida como lo Otro de una modernidad secular,entonces, incorporarla a modo de horizonte tico en un nuevo modelo de democracia no secular
capaz de articular discursivamente todas las voces, como pretenden serlo las nuevas democracia
populistas, sobre todo las latinoamericanas, donde el decaimiento de las creencias religiosas no
se ha modificado como en Europa. Muffe sostiene que la secularizacin no es un rasgo necesario
de la democracia sino de un modo contingente de democracia como lo es la liberal que no
admite la palabra de lo diferente. En el contexto latinoamericano, donde la razn populista y la
razn de lo sagrado son ambas constitutivas de su identidad, una articulacin de demandas
populares y de significantes religiosos puede ser posible, si se acepta que hay otras formas de
articulacin entre liberalismo y democracia.
Si bien uno de los puntos de entrada para entender hoy la democracia es la categora de
palabra negativa, o ciudadana negativa en trminos de Rosanvallon,6 ya que su fuente de
legitimidad se desplaza desde una lgica partidaria o sindical hacia una lgica discursiva ejercida
como veto, no toda palabra que dice/no debera ser considerada como populismo, sino como
nuevas manifestacin de un liberalismo que nace histricamente para decir/no. En la ciudadana
negativa practicada por el demos, decir/no es poner una frontera o limite desde lo Uno hacia las
libertades de lo Otro, ya sea la monarqua o la masa. La palabra negativa en la democracia liberal
esta ejercida desde la oposicin, con un discurso basado en la crtica ms que en la recuperacin
5 Conferencia de Chantal Muffe, Congreso Internacional Extraordinario de Ciencia Poltica, San Juan, Agosto del2010, Argentina.6 Rosanvallon, P.,La contrademocracia: la poltica en la era de la desconfianza, Buenos Aires, Manantial, 2007
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de las identidades y sus derechos sociales. Esto genera, segn puede ser por el anlisis social del
equipo de Cheresky, que los gobernantes legalmente elegidos tengan que legitimar de manera
continua cada una de sus decisiones ante una ciudadana autnoma que cuando dice/no hace
caer, como en Argentina, ocho presidentes democrticos en menos de diez aos. Un ejemplo de
esa prctica poltica negativa practicada por los incluidos, es cuando el sector agrario y el medio
urbano en Argentina se auto-convoca bajo el significantes vaco conocido como que se vayan
todos, que provoc la cada del gobierno en el 2001. Vemos entonces que las elecciones no
constituyen ya el eje nico de la democracia.
En tanto movimiento discursivo, el populismo del okhlos, en cambio, no parte del
discurso de lo Uno, sino del discurso de lo Otro, es decir de aquellos considerados como los
diferentes cuya palabra poltica no tiene espacio en lo pblico. Lo Otro aparece entonces como lo
invisible y lo inaudible, y por tanto como lo inefable. Por el contrario, el momento populista seproduce cuando la palabra en desacuerdo que aparece y se manifiesta es la de lo Otro, la del
negado por el status quo, la del determinado como lo Otro sin palabra por el discurso nico de
los iguales. Contrariamente a la palabra negativa de la razn a liberal que dice/no como limite a
lo Otro, la palabra negativa populista aparece en el vaco poltico en el sentido de la va negativa,
como no-palabra que intenta liberarse de toda determinacin que lo margina. Su no, es un no a la
determinacin que desde lo Uno le cae como Otro, siendo entonces el falso Uno lo no-Otro.
Cuando lo Otro aparece en el vaco poltico en busca de nuevos paradigmas hegemnicos que le
permitan la operatividad de los viejos principios liberales de libertad e igualdad, es cuando
estamos frente a un populismo en sentido laclausiano.
Mito igualitario y populismo: Si entendemos la hegemona como algo puramente
contingente, coyuntural, emergente en la crisis, en la falla, entonces, la posibilidad de articular la
palabra poltica con la Palabra Divina en funcin de la demanda social de lo Otro en tanto
significantes religiosos capaces de articular esas demandas y no como teologa positiva- ella
puede proporcionar, como seala Muffe, un marco tico a esa contingencia. Si se trata ahora de
laicizar a la poltica de un mito igualitario que no hizo ms que perpetuar la desigualdad orgnica
como causa real de la pobreza, como seala Tilly -en tanto condicin de posibilidad al
acaparamiento de oportunidades econmicas y polticas por un sector de la sociedad, facilitando
el estableciendo de una desigualdad-,7 entonces, la idea de consenso racional nico, aun en
7Tilly, Ch., La desigualdad persistente, Manantial, Buenos Aires, 2000.
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sentido habermasiano, es una idea mtica que pone en peligro la democracia misma, ya que lo
Otro no tiene palabra. Por tanto, si fuera posible un consenso, este debera ser producto de una
articulacin discursiva que tenga en cuenta el desacuerdo -en trminos, de Rancire, o todas las
voces en trminos de Metz-, y no de una lgica racional y de una moral entrelazada con la
poltica que pueda degenerar en totalitarismo.
Toda forma de consenso, segn Laclau,8 es el resultado de una articulacin hegemnica
ante un antagonismo que, en tanto factico y no mtico, impide de manera necesaria la identidad
de sus opuestos. Pensar la posibilidad de un consenso populista no es ms que pensar la
articulacin de la palabra de lo Otro, si es que podemos considerar al discurso como ontologa de
lo social en trminos de Saussure. La nocin de articulacin discursiva, en la lgica populista, no
remite como en Hegel a una dialctica entre la unidad y la fragmentacin a partir de una
superestructura donde la astucia de la razn recompone la unidad. En la lgica populista elprincipio de unidad de la dispersin de demandas esta dado en la misma formacin discursiva,
por tanto la Palabra Divina no irrumpira en esta lgica como superestructura al modo de la
teologa positiva-, sino como no-palabra de lo absolutamente Otro -al modo de la teologa
negativa-. Lo Otro, en la lgica populista como en la teologa mstica, aparece en el vacio
discursivo, y existe cuando es enumerado en sus indeterminaciones.9 Lo que ha sido determinado
categorialmente por el discurso de lo Uno como lo afuera de untodo que no admite lo diverso, es
decir lo Otro y lo absolutamente Otro, aparece antagnicamente a un falso Uno en la cadena de
demandas si estas logran equivalerse, alinearse, en torno a un sentido o punto nodal en trminos
de Lacan-, que no ser ms que significante vacio representando lo Otro, lo que no aparece ms
que en el vaco, lo que aparece solo si se encarna en la palabra como totalidad contingente de lo
uni-verso cusano.
La razn populista del okhlospretende laicizar la poltica del mito de lo nico como un
todo cerrado. Cuando lo Otro rompe el marco simblico que hasta hoy articulaba las demandas,
a eso se lo denomina operacin hegemnica, momento poltico en que una demanda particular
adquiere centralidad inesperada y se vuelve el nombre de algo que la excede. Pueden citarse
como ejemplos latinoamericanos de articulacin hegemnica las demandas sociales de las
Madres y abuelas de Plaza de Mayo en Argentina, de los Familiares de Rehenes de las
FARC en Colombia, o de las Damas de Blanco en Cuba. Estos grupos, mas all de sus
8 Laclau, E.,Hegemona y estrategia, Paids, Buenos Aires, 2004, cap. III9 Laclau, E.,Hegemona y estrategia, pg. 149
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demandas particulares, esgrimiendo principios de justicia como significantes vacios, logran el
respaldo ciudadano y se convierten en representativos. Lo mismo ocurri con los piqueteros
argentinos en el 2001-2002, que adquieren identidad por el acto mismo de irrumpir con su
demanda la actividad del pas, tornando su queja en palabra.
Palabra Divina como escndalo. Lo poltico practicado por el populismo del okhlos
-como en la mstica- se caracteriza por la produccin de significantes vacios que puedan unificar
en una cadena de equivalencias la multiplicidad de demandas heterogneas, La identificacin
con un significante vacio es la condicin sine que non para la emergencia de pueblo. [] es
algo ms que la imagen de la totalidad preexistente, es lo que constituye esa totalidad, aadiendo
as una nueva dimensin cualitativa.10 La vacuidad es una construccin poltica.11 Segn Rudolf
Otto lo absolutamente Otro, la Palabra Divina, aparece en el vacio por el acto de recuperacin
discursiva de su negacin o determinacin. Tanto en la teologa mstica como en la poltica, a loOtro no se llega por la palabra positiva que determina, sino por la palabra negativa que levanta
toda determinacin. Lo Otro aparece en el vaco como palabra inaudible que ha superado toda
determinacin, que irrumpe toda determinacin.
El cristianismo es pueblo y palabra. El significante religioso de pueblo santo
remite a una habilidad para escuchar la palabra de lo absolutamente Otro, habilidad que -en
nuestros pueblos- debera tomarse en cuenta al momento de abrir lo poltico. Si consideramos
que telogos latinoamericanos, como Gustavo Gutirrez,12han denunciado que el pobre no tiene
palabra para manifestar su desacuerdo respecto de una desigualdad que no es natural y necesaria,
sino contingente, entonces, pensar el significante religioso de historia de la salvacin en
trminos de articulacin discursiva entre un Logos Divino que demanda y un logos popular que
desde su anonadamiento responde, lleva a no desechar ligeramente la categora poltica de
desacuerdo, quizs hasta como equivalente a la categora paulina de escndalo -en tanto palabra
como negacin de toda determinacin, en trminos de Sobrino. 13 Y si consideramos, por ltimo,
el significante religioso de pecado como ruptura de comunicacin, entonces el discurso nico
como intento de afirmar su identidad a partir de ser un no-Otro -al que determina como pobre,
prostituta, publicano, ignorante, bruto, inmoral, hambriento, enfermo, preso-, entonces, el
10 Idem. pg.20411 Idem. pg.21412 Gutirrez, Teologa de la Liberacin, Salamanca, Ed. Sgueme, 199913 Sobrino, JJess en Amrica Latina, Santander, Sal Terrae, 1982, pg. 25ss
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significante religioso de pecador como identidad social no se desplaza entre los sujetos
antagnicos sino que manifiesta la identidad del Uno como atada la identidad de lo Otro.
El populismo como modo contingente de recuperacin social de lo Otro es, en
significantes religiosos un escndalo para la razn. Que lo Otro, para la religin, sea el
elegido, el interpelado por la Palabra de lo absolutamente Otro -que no es la que articula el
discurso del amo que nombra y determina-, significa que su palabra es una pregunta: Qu quieres
que haga contigo? (Mc 10,51), tambin es un escndalo, pero nunca una amenaza; en todo caso
ser en trminos de Otto- lo tremendo y fascinante a un tiempo. Quizs podra agregarse que
la Palabra Divina, desde la palabra de un okhlos, irrumpe la realidad del discurso nico para
decir que lo Otro es el innombrable sujeto de la historia.
NORA MERLIN14
3. MASA Y POPULISMO: CONSTRUCCIONES DIFERENTES DE LO SOCIAL
Freud, en su artculo Psicologa de las masas y anlisis del yo, afirma que las masas son
asociaciones de individuos que se manifiestan con caractersticas brbaras, violentas, impulsivas
y carentes de lmites, en las que se echan por tierra las represiones. Son grupos humanos
hipnotizados, con bajo rendimiento intelectual y que buscan someterse a la autoridad del lder
poderoso que las domina por sugestin: Una masa primaria de esta ndole es una multitud de
individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo.15
14 Licenciada en Psicologa por la Universidad de Buenos Aires, M.P.: 6357. Psicoanalista.
Docente universitaria en la ctedra Psicoanlisis Freud, Titular: Juan Carlos Cosentino, desde
1984 a 1992, en la ctedra Psicopatologa, Titular: Roberto Mazzuca y Psicoanlisis Freud I,
Titular: Osvaldo Delgado, desde el 2006 a la actualidad. Autora de varios captulos de libros y
publicaciones. Actualmente, est realizando una maestra en Ciencias Polticas en IDAES. E-mail: [email protected]
15 FREUD, S. (1921) Psicologa de las masas. En Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu editores, 2006,XVIII, pg. 116.
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Se trata all de una constitucin libidinosa producida por la identificacin al lder, en la que una
multitud de individuos pone en el mismo objeto (el lder) el lugar del ideal del yo, operador
simblico que sostiene la identificacin de los yoes de los miembros entre s. Por lo tanto, dos
operaciones constituyen y caracterizan a la masa: idealizacin al lder e identificacin con el
lder y entre los miembros. A partir de Introduccin del Narcisismo, Freud articula
identificacin y amor, y confiere a ste estructura de engao. Como consecuencia de la
identificacin y la idealizacin, se desprende el estado de hipnosis que produce fascinacin
colectiva, y una pasin: la del Uno que uniformiza y excluye.
Desde la ltima enseanza de Lacan, cuando incluye su teora de los nudos borromeos, es
posible pensar una modalidad de lo simblico que no hace cadena, es decir, un conjunto de
elementos disjuntos, de Unos no encadenados. Lacan utiliz la imagen del grano de arena para
explicar el significante no encadenado: un simblico que no hace cadena tampoco hace lazosocial, estara ms cerca de la lengua que del discurso: El grano de arena no establece relacin,
hace montn, es la multiplicidad inconsistente del montn y me doy cuenta que es un problema
captar la diferencia entre un lazo social y un montn de gente. No hace falta creer que lo mltiple
hace lazo social () lo simblico del nudo Borromeo no es lo simblico del grafo del deseo, por
ejemplo.16
Populismo: Coincidimos con el punto de vista de Laclau, quien concibe al populismo
como expresin indiferente a la ideologa y a las versiones, grupos, clases o momentos
histricos, tambin al desarrollo econmico y social de una sociedad. La construccin populista
no surge como antagonista del poder conforme al modelo marxista de la lucha de clases, sino que
Laclau lo define como lucha popular democrtica, formacin social que depende de una lgica
de articulacin de demandas que se relacionan y conforman identidad. Dicho autor produce una
teora del populismo a partir del anlisis del discurso, utilizando la lingstica saussuriana, la
teora lacaniana y la poltica, y concibiendo lo social como realidad de discurso, de significacin.
La concepcin del lenguaje de Saussure, permite a Laclau explicar el concepto de
populismo basndose en la retrica y el anlisis discursivo. Considera el fenmeno como una
lgica de valores, un sistema de relaciones entre elementos equivalentes y diferentes; al igual que
la lingstica estructuralista con los significados del sistema de la lengua, desestima la trama
ideacional y moral de las demandas. En su formulacin, Laclau tambin incluye la concepcin
16 SOLER, C. (2009)La querella de los diagnsticos, Buenos Aires, Letra Viva, 2009, pg40
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identidad populista, que supondr la unificacin de las mismas, conformando de este modo una
construccin poltica hegemnica. Segn Laclau el populismo es un modo de construccin de lo
poltico inherente a la comunidad, porque es impensable que esta satisfaga todas sus demandas;
de esa diferencia discursiva surge como consecuencia el pueblo, pero siempre a condicin de que
se cumpla la lgica de articulacin y equivalencia, esto es, la conformacin del pueblo del
populismo que tiene lugar por la imposibilidad de todo orden social de satisfacer todas las
demandas y cerrarse como un todo.
Laclau recorta dos clases de demandas: las democrticas, que son satisfechas por las
instituciones y por eso estn aisladas de la equivalencia, y las populares, que establecen
relaciones de equivalencia. Estas ltimas, siendo diferentes se hacen equivalentes y por
intermedio de este proceso van construyendo hegemona popular, de tal modo que un elemento
es susceptible de representar la totalidad, representacin de una imposibilidad en el que unparticular asume el universal. En el mismo sentido que el objeto a lacaniano, un simblico que
designa lo real imposible, el pueblo del populismo es entendido como una parcialidad que intenta
funcionar como totalidad. El pueblo ser entonces metfora o nombre de la comunidad toda,
un significante vaco ubicado como totalidad y que por eso mismo construye hegemona. Esta
distincin no implica fijeza conceptual, pues una demanda democrtica absorbida por la
institucionalidad puede devenir popular si se reactiva y entra en equivalencia con otras; las
demandas no son estticas sino dinmicas. Por otra parte, el populismo aparece como efecto del
antagonismo propio de lo social y es de dimensin rupturista, pues se trata de interpelaciones y
respuestas sociales que generan una divisin dicotmica en la sociedad: un nosotros, el pueblo,
y un ellos, los enemigos del pueblo. La frontera entre estos dos grupos traza un lmite que
niega a la vez que afirma identidad popular: Pues lejos de ceder a una reduccin logicizante, all
donde se trata del deseo, encontramos en su irreductibilidad a la demanda el resorte mismo de lo
que impide igualmente reducirlo a la necesidad. Para decirlo elpticamente: que el deseo sea
articulado, es precisamente la razn que no sea articulable. 19
Lacan define al sujeto siempre en afnisis, representado por un significante para otro
significante aunque ninguno de ellos lo representa todo. Hay un exceso que no se simboliza, que
carece de representacin, que resta a la inscripcin discursiva, conformando una exclusin
radical, un heterogneo. Parafraseando a Lacan, toda demanda produce un resto metonmico que
19 LACAN 1975, 784, A
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no se inscribe ni articula: el objeto causa del deseo que Lacan nombra objeto a, utilizando la
letra a que se diferencia de los significantes, dado que es una letra que designa lo real como lo
imposible a la simbolizacin. El objeto a entonces es heterogneo al Otro del lenguaje y es
causa y resto a la vez (plus de goce), ineliminable. Laclau considera que este resto no es el
antagonista ni el enemigo, tampoco el ellos que no es pueblo, sino que a este resto lo
denomina, como hemos mencionado, lo heterogneo. Freud se refiere a dicho resto en el
Malestar en la cultura como lo pulsional imposible de resolver que determina el fracaso del
programa de la cultura: La inclinacin agresiva es una disposicin pulsional autnoma,
originaria del ser humano () sostengo que la cultura encuentra en ella su obstculo ms
poderoso.a este programa de la cultura se opone la pulsin agresiva natural de los seres
humanos, la hostilidad de uno contra todos y de todos contra uno. Esta pulsin de agresin es el
retoo y el principal subrogado de la pulsin de muerte. 20Dice Freud resto no domeado por la cultura, que no se civiliza ni hace lazo y que
determina que lo social sea un espacio irreconciliable e inarmnico. Paradjicamente, este
heterogneo que no se inscribe en el espacio social en tanto realidad discursiva es causa de la
poltica, puesto que impide que las identidades se cristalicen y se cierren: Slo conozco un
origen de la fraternidad -quiero decir la humana, de nuevo el humus-, es la segregacin () todo
lo que existe se basa en la segregacin, y la fraternidad lo primero. Incluso no hay fraternidad
que pueda concebirse si no es por estar separados juntos, separados del resto.21
Lo comn, condicin indispensable de la poltica, no es la fusin sino por el contrario lo
plural, aquello que agrupa y separa, aparicin consistente en hacerse visible en lo pblico: hablar
y hacerse escuchar, ya que lo que vincula a los hombres entre s son las palabras, que definen la
condicin humana. Por el contrario, en la masa el sujeto no es tratado como tal, no tiene voz ni
voto; se trata all de una destitucin subjetiva que en el discurso capitalista se manifiesta en la
produccin mercantil de objetos y de sujetos tomados como objetos.
La teora populista de Laclau tambin coincide con la idea de la poltica que sostiene
Rancire, quien piensa en un sujeto poltico definido no por su participacin en la eleccin de
representantes, si no por su relacin diferencial respecto del orden que se le asigna en una
comunidad dada. Su inscripcin en ella supone una relacin de participacin-particin de la que
20 FREUD, S. (1930) Malestar en la cultura. En Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu editores, 2007, XXI,pg11721 LACAN 1992, 121
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resulta una tensin entre la comunidad compartida y la particin del poder divisor. El populismo
de Laclau y la formulacin de Rancire respecto de la poltica como modalidad de inscripcin de
la parte que no tiene parte en la comunidad, de una parte an no reconocida por la
institucionalidad o la comunidad, se asemejan. Ambos autores rompen con la idea de la
comunidad como un conjunto cerrado que incluye a todos y, por el contrario, la conciben como
escindida, como lugar de una divisin irreconciliable en la que no hay sntesis. Para Rancire la
democracia no se limita a lo representativo y la poltica no se define por la gestin o
administracin. Ambas teoras suponen el conflicto como forma de tramitar el desacuerdo, que
surge cuando quienes pertenecen a uno de los grupos clasificados por el orden del Estado se
desclasifica por considerarse perjudicado en dicha clasificacin y afirma su diferencia. Esto es lo
que el socilogo francs llama rebelin de lo cardinal contra lo ordinal: La verdadera
participacin es la invencin de ese sujeto imprevisible que hoy da ocupa la calle, esemovimiento que no nace de otra cosa. La garanta de la permanencia democrtica no pasa por
ocupar todos los tiempos muertos y los espacios vacos por formas de participacin o
contrapoder; pasa por la renovacin de los actores y de la forma de su actuar, por la posibilidad
siempre abierta, de una emergencia de ese sujeto que eclipsa.22
Populismo: peligro para la democracia? Para pensar si la construccin populista
constituye un peligro conviene retomar la diferencia establecida por Freud en Inhibicin
sntoma y angustia entre un sntoma y un peligro. All el sntoma queda ubicado como una
respuesta posible de un aparato que da una seal de angustia y es capaz de defenderse sin quedar
avasallado ni paralizado ante lo que aparece como situacin de peligro, definida como amenaza
de castracin proferida por el padre de la ley. Los sntomas son creados para evitar la situacin
de peligro que es sealada por el desarrollo de angustia.23Para Freud el sntoma, como resultado
del conflicto entre lo pulsional y lo prohibido, ser una formacin de compromiso, un mensaje a
ser descifrado dirigido al Otro. Aqu podemos ubicar la lgica de las demandas que se articulan y
se hacen equivalentes. Tambin ser un modo de satisfaccin, sustituto pulsional de estructura
extraterritorial en el yo, extranjero egodistnico. Lacan lo define en R.S.I. como un signo de
algo que no anda en lo real, un efecto simblico en lo real.
22 RANCIERE, J. (1998)En los bordes de lo poltico, Buenos Aires, La Cebra, 2007, pg. 88
23 FREUD, S. (1927) Inhibicin, sntoma y angustia. En Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu editores,2004, XX, pg. 122
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Si extrapolamos la referencia psicoanaltica del sntoma al campo social y ubicamos al
populismo como modo de respuesta de un aparato que se defiende y reacciona, se deduce que el
populismo no es un peligro sino un sntoma, que se realiza y manifiesta en la realidad social
como pedido a ser descifrado por el otro del reconocimiento, siguiendo a Laclau, producto de
demandas articuladas que cobran significacin en la articulacin misma y que expresan algo que
no anda y an no tiene respuesta institucional. Por lo expuesto concluimos que, en primer lugar,
la construccin de pueblo no es igual a la de la masa, debido a que representan dos modos
distintos de respuesta social al malestar en la cultura. En el fenmeno populista verificamos que
es posible otra conformacin de identidad que no consista en la identificacin al Fhrer: Un
conjunto de elementos heterogneos mantenidos equivalencialmente unidos slo mediante un
nombre es, sin embargo, necesariamente una singularidad (). Pero la forma extrema de
singularidad es una individualidad. De esta manera casi imperceptible, la lgica de laequivalencia conduce a la singularidad, y sta a la identificacin de la unidad del grupo con el
nombre del lder.24
La construccin de identidad difiere cuando la caracteriza el enlace libidinal con el lder,
en el caso de la masa, de la que se consigue por la lgica de las demandas, en el populismo.
Laclau rescata al lder de Psicologa de las masas y anlisis del yo como enlace libidinal, pero
el acento en la construccin populista no est puesto en la identificacin a esa figura, si no en la
lgica equivalencialde demandas. Es decir, no es lo mismo la identidad alcanzada slo por la
identificacin y obediencia al lder, sujeto y amo de la palabra que articula mandatos e
imperativos, que la conseguida a travs de la articulacin de demandas de sujetos que piden
inscripcin. En el populismo, los sujetos tienen la palabra y por lo tanto devienen actores
polticos. Al poner en juego su palabra, el sujeto del populismo coloca una demanda en el lugar
del agente, en tanto enunciado y enunciacin dirigida al Otro, a una escucha. Se trata entonces de
la suposicin de un sujeto de deseo que se inserta desde su demanda en el discurso del amo
reclamando reconocimiento; es un sujeto que legitima su figura, renovado en su potestad y en su
soberana.
En oposicin, el sujeto de la masa es pasivo, servil y sugestionado, con un yo
empobrecido sometido a un amo que articula ideologas preconcebidas y fijadas e ideales en los
24LACLAU, E. (2008)Debates y combates: por un nuevo horizonte de la poltica, Buenos Aires, Fondo de CulturaEconmica, 2008, pg.130
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que obviamente no se produce poltica. En este caso, el lder es el nico que encarna las
demandas que funcionan como imperativos o mandatos a obedecer. Freud vio en el rebao, la
fascinacin colectiva y la homogeneizacin de la psicologa de las masas un prolegmeno del
totalitarismo. A este respecto, Lacan es muy claro y nos recomienda, en La direccin de la
cura, no confundir la identificacin con el significante todopoderoso de la demanda ni con el
objeto de la demanda de amor. En el mismo sentido, en el Seminario XI: Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanlisis, propone ir ms all del plano de la identificacin: mantener la
mxima distancia entre el Ideal y el objeto, ya que la superposicin y confusin de ambos lleva
al estado de hipnosis. Advertimos que la masa no es un modo de lazo social, de discurso, si no
que se constituye por un montn de gente seriada, indiferenciada y unificada. A partir de Lacan
es posible distinguir lo comn sin anular lo singular del para todos. Por lo tanto, la
construccin de pueblo no es igual a la construccin de la masa, pues son dos modos distintos derespuesta social. Adems, otra conformacin de identidad, ajena a la pasin por el Uno, es
posible: Slo la concepcin de la soberana del sujeto tiene alguna posibilidad de proteger la
diferencia en general. Slo cuando comenzamos a definir al sujeto como soberano, como sujeto
de sus propias leyes, dejamos de considerarlo como calculable, como sujeto a leyes ya conocidas
y por lo tanto manipulables. Slo cuando se reconoce la incalculabilidad soberana del sujeto, la
percepcin de las diferencias deja de alimentar demandas dirigidas a someter esas diferencias a
procesos de homogeneizacin, purificacin, o cualquier otra perpetracin contra la
otredad.25
Este sujeto radicalmente incognoscible e incalculable es la nica garanta que tenemos
contra el racismo, nos dice la autora. En segundo lugar, como hemos exhibido mediante el
dilogo de los distintos autores, el populismo no es un peligro para la democracia. Siguiendo la
lgica freudiana y lacaniana, nos parece acertado comprender al populismo como un sntoma
social, una respuesta y no un peligro. Este diagnstico sobre el populismo es un tema que
quedar para desarrollar en un prximo trabajo.
SANDRA MANSILLA26
25 COPJEC, J. (2006)El sexo y la eutanasia de la razn, Buenos Aires, Paids, 2006, 28
26 Teloga egresada de la Universidad Catlica Argentina. Miembro de la Comunidad Teolgica Rajab y delEquipo Gnero y Biblia de Argentina. Investigadora en Estudios de la Mujer desde la perspectiva de gnero. Sedesempea en la docencia y en la formacin de agentes sociales y culturales. Autora de numerosas publicacionesrelacionadas con la hermenutica bblica latinoamericana desde la perspectiva feminista y popular. e-mail
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4. REFLEXIONES A PARTIR DEL ANALISIS DE PRCTICAS DE LECTURA
POPULAR DE LA BIBLIA DESDE LAS MUJERES EN ARGENITNA Y
AMERICA LATINA.
En dialogo con el marco de referencia terico expuesto anteriormente, se presentarn
reflexiones surgidas de la investigacin- accin participativa27 desarrollada en torno a la prctica
de la Lectura Popular de la Biblia desde las Mujeres en Argentina a lo largo de los ltimos veinte
aos y su importancia en tanto posibilidad de articulacin entre una razn populista de mujeres e
imaginarios religiosos de emancipacin. La Lectura Popular de la Biblia28 es un estilo particular
de lectura, realizada desde las comunidades eclesiales de base y los sectores populares, rescata la
dimensin sociolgica del relato bblico desentraando crticamente los matices del discurso
teolgico en vistas a instituir un empoderamiento de los lectores y las lectoras que creen en unDios que se solidariza con la causa emancipadora de los excluidos en las coordenadas concretas
de la historia. En el caso de la Lectura Popular de la Biblia desde las Mujeres el feminismo ha
aportado la herramienta de la categora de gnero tanto para el anlisis de la situacin de las
mujeres en la cultura patriarcal como para el anlisis de las producciones culturales, entre ellas el
texto bblico y sus tradiciones de lectura e interpretacin29.
Mujeres, razn populista y razn patriarcal: Constatamos que la vida cotidiana de
muchas mujeres se ha tornado territorio de luchas y resistencias. Un proceso de transformacin,
que se arraiga en la toma de conciencia personal de las causas de tantas subordinaciones y
sometimientos, desencadena en ellas otros procesos de subjetivacin que se proyectan
comunitaria y socialmente, contagiando a otros y otras a la construccin de otro mundo posible.
Es reconocido que, en nuestro continente, a la base del fenmeno actual del populismo, una
forma de resistencia popular activa pasa tambin por la articulacin discursiva de las demandas
de las mujeres en procesos de la vida cotidiana, superando as el viejo paradigma del liderazgo
patriarcal. Cuando ellas toman la calle, con ellas se moviliza la familia entera: donde ellas van,
[email protected] Jos L. Moreno Pestaa y M ngeles Espadas Alczar.Investigacin Accin participativa. En Romn Reyes(Dir.): Diccionario Crtico de Ciencias Sociales. Terminologa Cientfico-Social, Ed. Plaza y Valds, Madrid-Mxico 2009
28 Torres Milln, F. y Rozen, Pablo M.,Palavrao (palabra-accin) - Lectura popular de la Biblia comoeducacin popular. Revista de interpretacin bblica latinoamericana RIBLA 53 pp. 20-31 (Quito 2006)
29 Cardoso Pereira, Nancy. Pautas para una hermenutica feminista de liberacin. Revista deinterpretacin bblica latinoamericana RIBLA 25 pp5-10 (Quito 1996)
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van los hijos; con ellas va la vecina, la comadre, la amiga, la hermana, la madre. Esas cadenas de
equivalencia -que permiten en la emergencia de organizaciones creadas y sostenidas por las
mismas mujeres para proveer soluciones cotidianas y permanentes como comedores populares,
roperos comunitarios, merenderos- tienen como significante vacio, y silencioso, la demanda de
La vida en primer lugar.
Retomar lo dicho en el primer capitulo como marco terico, respecto a la diferencia entre
el decir/no como palabra afirmativa del demos que pone limites, y la no-palabra como palabra
negativa del okhlos intentando romper la determinacin de su ser como un Otro, nos permitir
leer gestos simblicos como los cacerolazos. Las cacerolas tanto las del demos como las del
okhlos-, irrumpen lo publico haciendo visible al sujeto que demanda, en el espacio vaco mismo
que es la cacerola. Sin embargo, su modo de decir es diferente. La del demos es audible, la
okhlos es silenciosa. No representan lo mismo, no demandan lo mismo. Las primeras salieron ala calle a decir/no y demandaron en Argentina en el 2001 que se vayan todos, las segundas
demandan ser llenadas. La mujer, frente a la olla vaca, no se queda callada y sale al espacio
pblico articulando una demanda: el hambre, la falta de trabajo, la impotencia.
Los significantes de la vida y de la muerte, de la lucha y de la resistencia, parece ser el
campo donde se libra la prueba ms difcil, la prueba de los imaginarios, de los horizontes, de los
deseos y las esperanzas que alientan nuestro poder de mujeres. Las mujeres que logran articular
con su demanda una cadena equivalencial en torno a nuevos significantes, desarticulando as el
discurso hegemnico30 de la casa patriarcal, y su simblica, en la cual el varn trabaja y sostiene
al ncleo familiar -la esposa, los hijos, los ancianos, que moran a la sombra de lo privado. Esa
misma simblica es devuelta al sistema en un lenguaje de denuncia ya no tan solo con palabras
sino con la presencia misma en la calle de los nios con sus madres, y con sus abuelos/as. Queda
as al descubierto el mito y la violencia que encubre el sistema y sus discursos. Nuestra lucha de
mujeres se torna as tambin una lucha sobre el plano de lo simblico a fin de desenmascarar los
sentidos y el poder de los discursos hegemnicos patriarcales.
Los grupos de mujeres que trabajan desde una perspectiva liberadora y de gnero van
explorando con estas herramientas el enorme dinamismo simblico que transcurre y rige la
cotidianidad de los espacios sociales: la casa, la familia, el barrio, la iglesia, el taller, las
organizaciones sociales y polticas, la escuela, la universidad. Consideramos que en el actual30 cfr. Luciano Gruppi El concepto de Hegemona en Gramsci. Caps. I y V. Pgs. 7-24 y 89-111 respectivamente. Ediciones de Cultura Popular (Mxico 1978)).
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contexto social, poltico y econmico de nuestro continente, el protagonismo de las mujeres en
las organizaciones sociales y democrticas ha de ser nutrido en todas sus vertientes. La
transformacin social en una perspectiva feminista emerge ntimamente ligada a la afirmacin de
la identidad y de la construccin de la autoestima. Es por eso, que el acompaamiento de los
procesos de transformacin y empoderamiento de las mujeres de sectores populares hacia la
participacin en las instancias de una ciudadana plena, no descarta el cultivo de la espiritualidad,
la mstica y la tica cristiana, antes bien, las requieren y demandan permanentemente.
Estimamos, pues, que el desarrollo de una conciencia crtica de identidad de gnero
empodera31efectivamente a las mujeres a nivel personal y colectivo, en tanto posibilita, por un
lado, la apropiacin de herramientas de anlisis de las dinmicas cotidianas de circulacin del
poder en todas sus expresiones y, por otro, ejercita permanentemente la deconstruccin de los
discursos hegemnicos. De este modo se va vislumbrando un alcance poltico para lossignificantes religiosos desde una hermenutica bblica de mujeres, siempre atenta a acompaar
tanto los procesos de indeterminacin por parte de las mujeres protagonistas de la Lectura
Popular de la Biblia desde las Mujeres. Estas consideraciones tericas nos ayudan a situar,
ampliar y complejizar la articulacin entre la Palabra Divina y la palabra poltica en dinmicas
sociales coyunturales. Lejos de reducirla al dominio exclusivo de las iglesias y de una religin de
claustro, ubicamos la Lectura Popular de la Biblia desde las Mujeres la frontera, logrando
equivalencia entre la Palabra Divina y las diversas dimensiones subjetivas y transubjetivas de la
vida cotidiana de las mujeres.
El mtodo de la Lectura Popular de la Biblia desde las Mujeres: Nuestro mtodo
arraiga en la confianza de saber que la Palabra Divina, en el sentido del concepto bblico dabar32
es decir, palabra-acontecimiento-, es palabra publica, ya que aparece, se manifiesta y dice en la
vida cotidiana, en los cuerpos, en las experiencias de mujeres. En la palabra publica de mujeres,
en tanto palabra poltica capaz de articular significantes religiosos -como por ejemplo el de una
justicia evanglica no meritoria sino compensativa-, la interpretacin feminista de la Biblia33
31 El Diccionario Panhispnico de Dudas, DPD, define empoderarcomo conceder poder a un colectivodesfavorecido socioeconmicamente para que, mediante su autogestin, mejore sus condiciones de vida.
32 cfr. Alonso Schokel, L.Palabra. En AAVV Diccionario Teolgico del Nuevo Testamento, DTNT, Ed. Herder(Barcelona 1975). pp. 249-282cfr. R Bultmann,El concepto de Palabra de Dios en el Nuevo Testamento, en Creery comprender, Studium. (Madrid 1974), pp. 253-254.33 cfr. Schussler Fiorenza E.Los caminos de la sabidura. Una introduccin a la interpretacin feminista de la
Biblia. Ed. Sal Terrae. (Santander 2004). Capitulo 3 Movimientos de mujer*s, luchas de la Sabidura. pp. 109-134.
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cuestiona el paradigma androcntrico patriarcal que permea la exgesis y la hermenutica bblica
tradicionales. Asimismo, reconoce la equivalencia de autoridad de las mujeres como sujetos
legtimos de interpretacin de la Palabra Divina.
La Lectura Popular de la Biblia desde las Mujeres tiene su punto de partida en las
actuales experiencias de las mujeres latinoamericanas. Este primer paso visibiliza la situacin de
nuestra condicin de gnero ya que la herramienta de la sospecha a modo de lupa deja en
evidencia los mecanismos discursivos que han sostenido la desigualdad persistente perpetuado la
exclusin sistemtica de ellas como lo Otro34, por siglos y siglos. El primer momento del
mtodo, el de la narracin de vida de actuales y precedentes, hace audible lo inefable, pone en
palabra textos vitales, hace evidente la condicin de gnero en la recuperacin discursiva de la
memoria de vidas particulares en tanto huellas de la identidad de mujeres. Como los antiguos
sabios que, frente a las encrucijadas del presente, del pasado y del futuro, escudriaban lasvsceras de las criaturas sacrificadas, as tambin las mujeres escudrian las entraas de sus
pueblos y, como profetisas y visionarias, su palabra poltica aparece como clamor de deseos y
esperanzas. Palabra Divina y palabra poltica se articulan en la historia de la salvacin como
palabra creadora, como palabra que es salud, sanacin, justicia.
Su espiritualidad brota cuando el discurso es capaz de expresar y articular las certezas
inscriptas como huella en el cuerpo, haciendo audible las demandas que brotan de lo ms hondo
como gemidos hasta despertar la memoria de las antiguas promesas y las esperanzas que les
contaron sus madres y sus padres. En los pueblos latinoamericanos, la fe en la encarnacin y en
la resurreccin confirma en su crculo hermenutico la centralidad del cuerpo, de ah que para
interpretar tanto la realidad presente, como la Biblia, la memoria del pasado, o las construcciones
teolgicas debera considerarse el lenguaje a travs del prisma de los cuerpos denigrados de las
mujeres por siglos. Para las mujeres cristianas el Evangelio no siempre fue anunciado como una
buena noticia. Negacin, desprecio, culpabilizacin, son conceptos que deberan desarticularse
mediante estas practicas discursivas. Cuerpos estigmatizados por su marca sexual, por su belleza
y armona, por su poder de engendrar y alimentar, fueron exiliados de su propio poder y
convertidos en lugar de dominacin y violencia, de culpa y sometimiento. Los senderos de
justicia de las mujeres comienzan muchas veces en la reivindicacin del poder de su propio
34 en el sentido que Foucault dice lo otro, es decir lo diferente, lo despreciado. Para el patriarcado es la mujer, elpobre, el indio, el extranjero, el negro, el nio, el enfermo, etc.
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cuerpo, y desde su autoestima se irradia una accin emacipatoria de su propio ser, de su propia
historia, de su entorno mas cercano y sus horizontes mas lejanos.
La Lectura Popular de la Biblia desde las Mujeres propicia metodolgicamente este
camino del cuerpo como punto de partida y clave de interpretacin35. Se parte del encuentro con
un cuerpo socializado, narrado, objetivado, el cuerpo de la cultura, resultado del disciplinamiento
de gnero. Esta herramienta metodolgica que ayuda a comprender las vivencias del cuerpo,
ayuda tambin a descubrir en los textos bblicos aquello que pertenece al contexto cultural en
que fue escrito. Aplicar crticamente los mtodos clsicos de la exgesis bblica permite recoger
resultados en funcin de los presupuestos hermenuticos y de opciones metodolgicas desde la
perspectiva de las mujeres. Integra aquellos mtodos conocidos con otros surgidos en la propia
experiencia de lectura. La herramienta de la sospecha ayuda a estar atentos al sesgo patriarcal
que caracteriza a ciertos resultados de la investigacin exegtica, as como tambin a algunosinstrumentos de trabajo tales como las traducciones, los comentarios, vocabularios, diccionarios,
e incluso disciplinas auxiliares como la filologa, la arqueologa, la historia, la sociologa, o la
antropologa. La Biblia tiene una visin androcntrica y patriarcal porque fue escrita por varones
desde los varones y para los varones, pero la Palabra de Dios como dabar, palabra-
acontecimiento liberador, no se reduce al texto bblico en su dimensin material, de ah que sea
posible la construccin discursiva de nuevos significantes religiosos a partir de la Palabra Divina,
capaces de articular con la palabra poltica en funcin de la justicia. Dabar, entre las mujeres
latinoamericanas, constituye el elemento de discernimiento y juicio crtico de lo que proclaman
como Palabra de Dios en sus vidas.
35 Seibert, Ute. "Hacer teologa feminista. Entre el cuerpo y la palabra" Revista Alternativas 16/17 [2000],(Managua 2000) p. 192
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En la prctica de la lectura de la Biblia se rastrea la memoria de sabidura guardada en los
relatos. Se toma conocimiento de las realidades histricas y culturales donde fueron
producidos los textos, se reconstruyen los contextos de vida de los personajes que se
narran, se indaga el sentido que tiene todo eso hoy. La Palabra Divina articulada con la
palabra poltica intenta ser un camino de construccin colectiva de poder y conocimiento
en el cual las experiencias y la sabidura de las mujeres no queden errantes, sin saber de
dnde vienen ni a dnde van. Por eso se alienta la produccin, la conservacin, el
intercambio y la transmisin del saber de las mujeres. La dimensin de la hermenutica
feminista tiene un horizonte proftico en tanto pone al descubierto y denuncia la
manipulacin que el poder patriarcal hace en su lectura de la Biblia, legitimando la
injusticia estructural de tantos sistemas polticos, econmicos e incluso religiosos que
oprimen a los ms dbiles. Tambin tiene un horizonte holstico, ya que no se quedanicamente en las relaciones humanas sino que va ms all, captando la relacin y la
interdependencia de todo con todo. Esta comprensin imprime un carcter propio incluso
a su modo de vivir el ecumenismo, que no se reduce exclusivamente a un intercambio
intraeclesial, sino que se abre al dialogo con otras experiencias de interpretacin de la
esencia del ser humano, del mundo y de la trascendencia, tanto del pasado como del
presente.
5. CONCLUSION
Como la equivalencia, dice Laclau, es condicin de cualquier representacin y, aunque la
unidad aparece ms all de todas las diferencias, la equivalencia es posible por la operacin de
reintroduccin de la diferencia, entonces, desde esa perspectiva de articulacin populista se
intento visualizar otro modo capaz de articular los principios de igualdad y libertad. Se vio, en
dialogo con la disciplina teolgica, que los pueblos religiosos poseen la habitualidad para
escuchar la palabra de lo Otro como una novedad que trae sentido a la historia.
En dialogo con el psicoanlisis, se vio que a diferencia de la masa que se sostiene en el
ideal, el populismo pone en acto la pluralidad discursiva, por lo que supone la idea de
democracia como fundamento y revitaliza en su accionar mismo la vieja retrica moralizante y
predestinada, desideologiza la poltica y permite que la creatividad de todos produzca iniciativas
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