por: andrea finkelstein
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Este documento es propiedad intelectual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Instituto Interamericano para el Desarrollo
Económico y Social (INDES). Cualquier reproducción parcial o total de este documento debe ser informada a: [email protected]
POR: ANDREA FINKELSTEIN
La negociación, el manejo de diferencias con otros y de las relaciones en general en
situaciones críticas, requieren una especial atención a las habilidades
comunicacionales. El modelo de negociación colaborativa, con su tan difundido
ganar-ganar, aún cuando se incorpore de manera conceptual, no será alcanzable sin
poner dichas habilidades en juego.
Los negociadores profesionales y aquellos que negocian a diario, aunque no hayan
asumido tal condición, trabajan con el lenguaje y la comunicación: esas son sus
herramientas fundamentales en el quehacer cotidiano. Sin embargo, no todos
advierten su importancia. Por lo general, los equipos de trabajo cuya principal
actividad es técnica (salud, educación, seguridad, ingeniería, etc.), identifican sus
herramientas profesionales con aquellas vinculadas al conocimiento de su área.
Es cierto que, cada vez más, los profesionales de distintas disciplinas están
asumiendo que la forma de comunicarse y relacionarse con los demás (hacia
adentro o hacia fuera del equipo) marcará fuertemente la valoración que éstos
hagan de su tarea técnica. En este sentido, y sólo por dar un ejemplo, hay
investigaciones que dan cuenta de cómo los juicios de mala praxis médica están más
vinculados a la relación previa médico-paciente (o parientes del paciente) que al
resultado dañoso en sí y a la pericia técnica del médico.
Cuando ejercemos el rol de negociadores, más allá de nuestra tarea específica, la
herramienta es la palabra, ya que la negociación no es otra cosa que una
comunicación estructurada y orientada a un determinado fin. El estudio de la
comunicación humana ha transitado variados enfoques. Así, de la vieja visión
telegráfica y lineal, se ha pasado a una más holística y circular.
De la concepción de que el lenguaje describe al mundo, se ha pasado a entender
que el lenguaje construye al mundo. La visión lineal nos mostraba un emisor, un
mensaje y un receptor. Había un mensaje (relacionado coherentemente con el
mundo objetivo) que debía trasladarse de un punto a otro.
Figura 1.1 Esquema clásico de la comunicación
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El cambio de paradigma nos introduce a una concepción más abarcadora de la
comunicación humana, y nos lleva a entender al lenguaje como constructor de
mundos humanos. La comunicación emerge como el principal mecanismo de la
organización social, y no únicamente como unmero mecanismo de transmisión
lineal de información.
Básicamente, la comunicación pasa a entenderse como un sistema (conectado con
otros) en el cual no hay un emisor y un receptor, sino que los sujetos involucrados
son emisores y receptores al mismo tiempo.
Aparece el concepto de retroalimentación, que es la información que se produce
como consecuencia de la interacción comunicacional y que realimenta el sistema.
Sin embargo, para salir de la vieja idea lineal con la que se describía la comunicación,
no basta con sumar la retroalimentación al esquema, se trata de algo más complejo.
Para comprenderlo, puede ser interesante la imagen de un partido de futbol. Un
jugador es el que dispara la pelota, y en ese sentido, si hacemos un recorte,
podríamos verlo como un “sujeto emisor” que se la pasará al “sujeto receptor”. Pero
si comprendemos el juego como algo en continuo movimiento, sabemos que quien
recibirá el pase también está emitiendo un mensaje a través de un gesto o incluso
con su solo posicionamiento en la cancha, que está significando a las claras “estoy
acá, pásamela”.
Podemos ir más allá, entendiendo que los demás jugadores tampoco son
“receptores potenciales” que solo cumplirán su función cuando reciban el pase, sino
que forman parte de un sistema en donde todos son emisores y receptores
simultáneamente. De la manera en que están distribuidos los jugadores en el campo,
el jugador que tiene la pelota en un momento dado decidirá hacia quien va a pasarla,
según sea su intención (hacer un gol, despejar el campo, etc.). Tampoco da lo mismo
si el partido que se juega es de mitad de campeonato o una final, si el juego lleva 15
minutos o si están en el segundo tiempo, o si el equipo es local o visitante. Si echan
a un jugador se reacomodará el juego, al igual que si hay un cambio e ingresa otro
con habilidades distintas al que sale. Traslademos todo esto al sistema
comunicacional en el que se maneja un equipo de trabajo.
¿Qué queremos comunicar y a quién? ¿Cuál es el objetivo de la comunicación? ¿A
quién le interesa ese mensaje? ¿Quién puede recibirlo y hacer algo con él? ¿Qué
herramientas tienen para comprender nuestro mensaje? ¿Qué tipo de canales y de
lenguaje tenemos que utilizar? ¿Qué otros “subsistemas” están conectados con el
nuestro? ¿En qué momento del proyecto estamos? ¿Cuál es nuestra prioridad?
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Como ya podemos intuir, en el sistema comunicacional el mensaje no es el
protagonista absoluto; las relaciones, el contexto y los fines con que se producen las
interacciones son tan importantes como el mismo mensaje, y de hecho, le dan
significado.
En síntesis: la comunicación siempre es co-construida con el otro. No tiene sentido
aislar un mensaje para su análisis sin comprender su contexto. El contexto, la relación
y la finalidad de la comunicación, son lo que da marco a los intercambios, aportan
significado al mensaje y constituyen lo que se denomina “metacomunicación”.
Tan es así que un intercambio comunicacional puede permanecer inexplicable en
tanto el margen de observación no sea suficientemente amplio como para incluir el
contexto en el que dicho fenómeno tiene lugar. Piénsese en los innumerables
mensajes de texto que ustedes reciben, que no significarían nada (o significarían algo
totalmente distinto a lo que el mensaje ha querido implicar) para alguien que
desconoce el contexto.
Un equipo sin visión global, que pierde de vista su entorno (para quién trabaja, en
qué marco institucional está inserto, cuál es la cultura organizacional, cuáles son sus
relaciones de influencia, etc.) y cuál es su objetivo primordial más allá de los
múltiples procesos en los cuales puede perderse, sin duda disminuye su potencia
comunicacional.
LA METACOMUNICACIÓN
La metacomunicación es lo que habla de la comunicación y funciona como la llave
que nos permite entender el sentido de esta. ¿Está hablando en serio o en broma?
¿Se trata de una propuesta o una simple idea? ¿Es una crítica o un elogio?
La habilidad comunicativa está íntimamente vinculada al manejo de estos dos
planos: comunicación y metacomunicación. Sin la comprensión o el manejo idóneo
de esta última se pierde el norte. Es como mover las piezas de un ajedrez sobre el
tablero sin entender las reglas del juego.
Las emociones en su nivel “estándar” (cuando no están disparadas ni dominando la
interacción), también son clave a la hora de entender y transmitir esa
metacomunicación. Es decir, que en toda interacción hay una corriente de afectos
(positivos o negativos) que la connotan. Y esa connotación afectiva marca, como
metacomunicación, a la comunicación.
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En este sentido, hay varios estudios que demuestran cómo personas que sufren
trastornos neurológicos que los privan de la comprensión y expresión emocional,
aún cuando conserven sus facultades intelectuales intactas, pierden gran parte de
su habilidad comunicativa.
Hay una comunicación afectiva en todo intercambio que integra el sistema y que
también da significación a los mensajes. La comunicación afectiva, más allá del
mensaje técnico, agrega valor y significado al mensaje, es parte ineludible del
sistema comunicacional.
Piénsese en dos mensajes idénticos, uno dirigido hacia alguien que nos valora
positivamente y el otro hacia alguien con quien nos une una corriente de antipatía o
competencia. ¿Le darán el mismo significado? ¿Le atribuirán la misma intención?
LENGUAJE, SIGNIFICADOS Y SIGNIFICANTES
El significado constituye la preocupación central de la semántica, dado que
transmitir series de símbolos con corrección sintáctica carecería de sentido si el
emisor y el receptor no estuvieran de acuerdo en su significado. Ahora bien, los
acuerdos acerca de los significados pueden ser sólo “aparentes”, ya que a menudo
las convenciones y supuestos hacen que creamos estar compartiendo significados
cuando no lo estamos. El significado es la representación que tiene ese significante
para el sujeto que podrá variar según el contexto.
Es importante comprender que la misma palabra o expresión puede estar remitiendo
en diferentes sujetos a diferentes significados. Si los contextos de los que provienen
quienes se comunican son muy diversos, el riesgo de significar de modo distinto será
aún mayor, y por lo tanto será mayor también la habilidad comunicativa necesaria
para que la interacción sea efectiva. En este sentido, debemos tener especial
cuidado con el lenguaje técnico.
Llamamos técnico al lenguaje que se utiliza dentro de una misma disciplina o ámbito
para lograr mayor precisión (menor ambigüedad y vaguedad) y economizar
recursos, de tal manera que permite sintetizar un concepto que de otro modo
requeriría una larga explicación para su formulación. Es el que facilita la síntesis y
precisión de un fenómeno complejo. La palabra “hipoteca”, por ejemplo, comprende
en sí misma un conjunto de operaciones registrales y fácticas a las que sería
engorroso referirse sin un término técnico que las unifique y designe.
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Como decíamos, este tipo de lenguaje acerca a los miembros de una comunidad, y
facilita su comunicación y la transmisión y construcción de conocimiento dentro del
área. Al mismo tiempo, implica una forma de poder, ya que separan al especialista
del que no lo es, que queda fuera del campo de comprensión.
Sin embargo, cuando un equipo quiere comunicarse con el afuera, debe tener
muchísimo cuidado de no abusar del uso del lenguaje técnico, ya que el mismo
genera distancia e incomprensión, a la vez que quita toda la carga “afectiva” de la
comunicación, fundamental a la hora de afianzar las relaciones.
MICROHABILIDADES PARA UNA COMUNICACIÓN EFECTIVA
Hemos recorrido diversos aspectos de la comunicación que nos permitieron
apreciarlo como un sistema complejo. Más allá del gusto teórico, trabajar sobre
todos ellos y comprenderlos, nos ayuda a conocer y aumentar nuestras habilidades
comunicativas.
Desde un punto de vista herramental, la habilidad comunicativa acrecienta las
posibilidades de los equipos a trabajar con los clientes, stakeholders o colegas y a
transmitir ideas, encauzar debates, etc.
Veremos, pues, una serie de habilidades que hacen a la competencia comunicativa.
Vale la pena tener en cuenta que, si además ya se ha manifestado un conflicto, la
comunicación pasada no ha sido precisamente constructiva. Cuando un sistema
comunicacional está viciado con actitudes de ataque-defensa, las habilidades para
desarticular ese círculo son más valiosas aún, ya que una buena comunicación
puede generar cuantiosos ahorros económicos, emocionales, de tiempo o de otros
recursos valiosos.
La Escucha
Se ha escrito y hablado mucho acerca de la escucha, y aunque la mayoría de las
personas creen saber escuchar; es difícil encontrar a quien se asuma como un mal
escucha. Sin embargo, cuando interrogamos a las personas acerca de qué hubiesen
necesitado en una negociación en la que se sintieron frustradas, la respuesta habitual
es “ser escuchadas”. Es decir: todos creemos escuchar, pero al mismo tiempo nos
sentimos poco escuchados. Es evidente que algo falla en esta ecuación.
Parte de lo que falla es que cuando decimos saber escuchar, lo hacemos en el marco
de conversaciones que nos agradan, mientras que cuando sentimos que no nos
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escuchan, nos referimos a las conversaciones que nos incomodan. Medimos la
escucha de diferente manera, cuando en realidad, es relativamente sencillo
escuchar aquello que queremos escuchar, que esperamos escuchar, o que se
encuentra en sintonía con la propia visión.
La dificultad de la escucha juega un papel importante cuando escuchamos lo que
no esperábamos, lo que nos disgusta repele a nuestro sentido común o contradice
nuestra perspectiva. Es allí donde esta herramienta se juega el rol protagónico.
Sabemos que la escucha tiene cierto grado de selectividad. No escuchamos todo lo
que nos dicen de la misma manera: ponemos énfasis en esto o en aquello, y
minimizamos o descartamos una porción de la información que nos transmiten.
Uno de los vicios más habituales de la escucha consiste en autoreferenciar los
relatos del otro, es decir, escuchar autobiográficamente. Por cierto, es imposible
suprimirnos como sujetos, y sería incluso inapropiado ignorar aquello que nos
provoca la escucha. Las narraciones que escuchamos pueden producirnos dolor,
indignación, identificación, rechazo, enojo o indiferencia. La lista no pretende ser
exhaustiva, y sólo nos advierte de la necesidad de tomar nota de esta implicación
para encontrar mecanismos que nos permitan lograr la distancia óptima.
Contener las reacciones espontáneas de la escucha y hacer un espacio para
entender que hay otras visiones o “versiones” es un movimiento clave para un buen
negociador.
Hay algunos “síntomas” que nos alertan sobre una escucha inadecuada. Los más
frecuentes son la tendencia a dimensionar (ya sea minimizando o magnificando)
aquello que nos relatan, la de cuestionar o la de aconsejar. Cuando creemos que
existe un universo al que tenemos un acceso privilegiado por nuestras propias
experiencias o conocimientos, actuamos como portadores de una verdad que nos
aleja de la comprensión del universo que se nos relata, esencial para generar
apertura.
Una tarea que les sugiero para comenzar a auto-observar esta habilidad: atendiendo
a cualquier situación de debate (una conversación laboral, un debate televisivo, etc.),
consignen por escrito el impacto personal que les produce cada una de las
narraciones, y a qué tipo de respuesta intuitiva los conduce. Ejemplo: "Lo que dice
ese hombre me indigna, y mi reacción espontánea sería explicarle por qué está
equivocado."
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Las reacciones espontáneas frente a la escucha no están ni bien ni mal, son
simplemente humanas. Lo ineficaz sería no modificar esta tendencia cuando
estamos negociando profesionalmente.
Controlar nuestras interrupciones
Otro punto para considerar con relación a la escucha es el nivel de interrupciones al
relato de nuestros interlocutores. Las interrupciones pueden ser muestras de
atención, sobre todo si se dirigen a comprender algo que no entendimos, a que nos
precisen un punto o a pedir más información. Pero también es cierto que, a menudo,
sólo son el reflejo de la escucha autobiográfica de la que hablábamos: buscamos la
comprobación de que las cosas son efectivamente como las estamos imaginando,
o simplemente muestran ansiedad por lograr un relato más abreviado o claro.
Cuando interrumpimos repetidamente, perdemos dos indicadores importantes del
discurso del otro. En primer lugar, el ordenamiento o la estructura que el sujeto iba
a darle a su relato. La forma de estructurar un relato trae información adicional que
desatendemos cuando a través de preguntas o señalamientos desviamos a nuestro
interlocutor del camino que estaba eligiendo. En segundo lugar, también podemos
desechar información valiosa cuando transformamos lo que debería ser una
escucha en un interrogatorio, pues perdemos gran parte del lenguaje analógico
(gestos, tonos de voz, énfasis, etc.) que suele acompañar al relato, y que se modifica
para adaptarse a la interrelación que estamos proponiendo.
Tomar notas
En situaciones profesionales, tomar notas puede ser una herramienta clave para la
escucha. Cada uno de nosotros tiene una estimación de la propia capacidad para
retener datos, pero en la práctica es difícil que no se pierdan referencias que, en un
primer momento, pueden parecernos irrelevantes y que, en el transcurso de la
interacción, cobran nuevo sentido. En interacciones de un solo encuentro, los
apuntes no revisten tanta importancia, pero cuando se trata de una serie de
encuentros, ya sea personales o a distancia, la claridad que nos aporta un registro
de lo acontecido puede hacer a la diferencia en la escucha que demostramos tener.
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MOSTRAR COMPRENSIÓN: EL PARAFRASEO
Escuchar es una tarea clave, pero para que la comunicación cumpla el recorrido que
requiere un diálogo productivo es necesario dar dos pasos que están más allá de la
escucha: comprender y mostrar que lo hemos hecho.
Parece una verdad de Perogrullo, pero lo cierto es que la escucha sin más puede ser
desvirtuada por cualquier acción posterior que la ponga en cuestión. Por ejemplo:
desmentir, negar, defendernos o argumentar, son reacciones espontáneas que
tienden a opacar el efecto de la escucha. Comprender es un proceso interno, un acto
de reflexión y apertura hacia lo que la otra parte dijo. Comprender no significa
acordar con lo escuchado, sino lograr un movimiento en el que la perspectiva del
otro tenga cabida.
Y como dijimos, aún resta mostrar comprensión para completar una escucha eficaz:
no sólo hay que ser, sino también parecer. La falta de este paso da lugar al
estancamiento o al “síndrome del disco rayado”. No mostrar comprensión a veces
puede implicar escuchar varias veces lo mismo, con el consiguiente tedio y/o enojo
que ello produce en uno y otro.
Una de las técnicas que mejor resultado dan a la hora de mostrar comprensión es la
del parafraseo. Parafrasear es poder devolverle a quien nos habla todo o alguna
parte significativa de su relato. Excepto que se utilice como un tecnicismo artificial,
suele transmitir mejor que nada la sensación de escucha efectiva. Éste es el efecto
más ostensible, pero en realidad podemos recurrir al parafraseo con diversos
objetivos:
Asegurarnos la comprensión: nunca está de más asegurarnos que hemos
comprendido bien, o que en nuestra escucha no hemos dejado de lado datos que
consideramos menores y que, sin embargo, son esenciales para el sujeto escuchado.
Que el otro se sienta comprendido: en este sentido, el parafraseo suele producir un
primer efecto de distensión, como señal clara de que la comunicación por fin se está
estableciendo.
Atenuar la carga emocional del relato: cuando creemos que ésta interfiere para el
análisis del conflicto, parafrasear neutralizando las expresiones más emocionales
puede ayudarnos a concentrarnos en el conflicto que sí tiene posibilidad de ser
resuelto.
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Resaltar la carga emocional del relato: cuando la principal traba para avanzar en
una conversación está puesta en lo emocional, recogerlo a través del parafraseo
puede generar apertura.
Que el otro se escuche a sí mismo (espejo): el enojo y el lenguaje analógico (gestos,
tono de voz, postura corporal) pueden darle un especial énfasis al relato. Un
parafraseo despojado de todo ello deja el discurso “desnudo” para que nuestro
interlocutor vuelva a “escucharse”, y a evaluar sus dichos.
Ordenar el relato: en este caso, el parafraseo puede ser útil para ordenar un relato
caótico, o para chequear con nuestro interlocutor los puntos principales del mismo.
Cuando parafraseamos en el contexto de una conversación compleja, es útil tener
en cuenta algunos recursos.
Utilizar la segunda persona: “Usted dice que…” La fórmula nos permite demostrar
comprensión sin hacer nuestro el contenido de lo expresado; en otras palabras, nos
facilita marcar la diferencia que existe entre comprender y compartir los dichos del
sujeto al que estamos escuchando.
Trasformar las acusaciones en percepciones: se trata de un recurso útil para
empezar a despojar de las narraciones aquellos signos que evidencian una
identificación del problema con el otro sujeto del conflicto. Por ejemplo, si el sujeto
dice “... nos abandonó justo en ese momento... ”, nuestro parafraseo podrá decir “... y
dice que se sintieron abandonados en un momento que para ustedes era
significativo... ”
Estar atentos a palabras clave: las personas suelen apoyar sus convicciones en
palabras o expresiones significadas por ellos de modo especial. Si estamos atentos
durante la escucha, notaremos fácilmente cuáles son esas expresiones por la
repetición o el énfasis puestos en las mismas. Recogerlas e incluirlas en nuestro
parafraseo, va a fortalecer esta herramienta.
Asegurarnos que el parafraseo refleja lo que el otro quiso transmitir: Ello se logra
finalizando el parafraseo con una pregunta, como por ejemplo: ¿es correcto lo que
comprendí? o ¿hay algo importante para usted que yo no esté teniendo en cuenta?
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Veamos lo dicho en un ejemplo.:
Usted está reunido con un contratista que no quiere continuar la obra alegando que
no se han cumplido los ajustes prometidos. El contratista le dice: “a ustedes solo les
importa lo que tienen que mostrar. Pero la gente les interesa poco. Si mi empresa
quiebra o si mis empleados se quedan sin trabajo no tiene importancia para usted,
¿no?”
Un posible parafraseo, sería:
“José, me gustaría asegurarme que lo comprendo. Usted dice que a su criterio ha
habido incumplimientos y le parece injusto que nosotros le sigamos exigiendo entregas.
Está preocupado por el futuro de su empresa y de su gente y siente que a nosotros nos
es indiferente lo que le suceda. ¿Es así?”
LA PREGUNTA
La formulación de preguntas es, tal vez, una de las herramientas comunicacionales
más valiosas. La interrogación es una búsqueda de información que esperamos
obtener de nuestro interlocutor, pero también es una forma de transmitir un mensaje
propio: las formas de interrogar hablan del que interroga.
Debemos revisar cuáles son los mensajes que enviamos cuando preguntamos y de
qué manera condicionan la respuesta del sujeto interrogado. En este sentido, es
habitual creer que estamos buscando información cuando a través de la pregunta
sólo estamos informando, censurando o rebatiendo un argumento del otro. Veamos
algunas clasificaciones que pueden ser de utilidad.
Preguntas cerradas vs. abiertas
Cuando estamos negociando, las preguntas cerradas pueden ayudarnos a concretar
una información ambigua, o a confirmar otra de la que no estamos seguros. También
pueden ser útiles para apurar el cierre de alguna operación. Por ejemplo: ¿le viene
bien que firmemos el martes?
Llamamos preguntas cerradas a aquéllas que se responden por sí o por no, y
preguntas abiertas a aquéllas que dan lugar a que el interrogado nos brinde
la información que desea en relación con el objeto de la pregunta.
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Recordemos siempre que a través de estas preguntas damos más información
propia de la que pedimos. Para seguir con el ejemplo, preguntar si le viene bien que
firmemos el martes deja a las claras que yo quiero firmar y que el martes es un buen
momento para mí.
No son tantas las oportunidades en las que hacer preguntas cerradas ayudan a una
conversación fluida. Sin embargo, es la modalidad a la que se recurre con mayor
espontaneidad cuando se trata de intervenir en un conflicto. Nuestra escucha
autobiográfica se asoma desesperada, y trata de demostrar que sabemos de qué se
trata, dónde estuvo el error, cuál hubiera sido la actitud correcta o cómo puede
solucionarse. Así se hacen preguntas como: "¿Y no hubiese sido mejor aplicar la
multa?" (aquí se habla de lo que para el que pregunta hubiese sido la actitud
correcta), "¿No le parece que no hay motivos para semejante reacción?" (aquí, de lo
desproporcionada que al interrogador le parece), "¿Piensa que esto es bueno para
que se replique con los demás ¿(el que interroga tiene clara posición al respecto),
"¿No crees que esto es injusto para el otro?" (evidentemente sí lo es para el que
pregunta).
EMPATÍA Y LEGITIMACIÓN
Ejercer la empatía, que significa tener una resonancia con el sentir del otro, tiene
como condición ineludible la legitimación de ese otro en una interacción dada.
La legitimación podría definirse de modo genérico como el entendimiento de que
existen razones dentro del sistema de creencias del otro para que adopte
determinadas actitudes, comportamientos o posiciones. La primera etapa de la
legitimación corresponde a un trabajo interno: aceptar que hay una lógica para su
posición, legitimarlo para nosotros mismos. Porque de lo contrario, ¿cómo se puede
escuchar a quien no podemos legitimar?
Para que una persona pueda participar constructivamente en un diálogo debe
sentirse legitimada o “localizada positivamente”. Sólo cuando las personas
encuentran ese lugar positivo pueden pasar de la dinámica de interacción negativa
-la confrontación-, a una dinámica de interacción positiva que fomente la
colaboración.
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Para finalizar
Hemos recorrido diversos aspectos de la comunicación, tanto en un sentido macro
como micro-herramental. El tema no se agota aquí, por supuesto, pero espero haber
recorrido algunas cuestiones fundamentales que trascienden el conocimiento
técnico del equipo y que sin embargo son fundamentales para el logro de sus
objetivos.