porque adorar a dios

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¿POR QUÉ ALABAR y ADORAR a DIOS? ¿Por qué razón debemos exaltar a Dios? Hay un millón de motivos para hacerlo, lo cual iremos viendo poco a poco. Pero en este artículo me enfocaré en algunas de las razones por las cuales nos corresponde y es nuestro deber rendirle exaltación a Dios. Para empezar, la alabanza y la adoración es algo que Dios demanda y espera de parte de cada uno de sus hijos, pues fuimos concebidos y creados para adorarle. Además, no solo Dios espera alabanza de sus hijos, sino también de toda persona. Rendirle adoración al Señor es el ideal para el hombre; aunque en realidad, el ser humano no lo cumpla a cabalidad. En la palabra de Dios se nos exhorta repetidas veces a rendirle honor a Dios por medio de nuestra alabanza y adoración. Pero en muchos otros pasajes no solo se nos exhorta a hacerlo, sino que se nos presenta también como un mandato, como una orden; como algo que tenemos que hacer. Así, la alabanza a Dios no es una opción; es un mandato divino. Veamos más al respecto. >>>>> Pero, ¿por qué Dios demanda y espera de nosotros alabanza y adoración hacia él? Bueno, simplemente, porque le pertenecen. Por eso mismo: porque le corresponden, porque son de él. Así de sencillo.

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¿POR QUÉ ALABAR y ADORAR a

DIOS? ¿Por qué razón debemos exaltar a Dios?

Hay un millón de motivos para hacerlo, lo cual iremos viendo poco a poco. Pero en

este artículo me enfocaré en algunas de las razones por las cuales nos

corresponde y es nuestro deber rendirle exaltación a Dios.

Para empezar, la alabanza y la adoración es algo que

Dios demanda y espera de parte de cada uno de sus hijos, pues fuimos

concebidos y creados para adorarle.

Además, no solo Dios espera alabanza de sus hijos, sino también de toda

persona. Rendirle adoración al Señor es el ideal para el hombre; aunque en realidad,

el ser humano no lo cumpla a cabalidad.

En la palabra de Dios se nos exhorta repetidas veces a rendirle honor a Dios

por medio de nuestra alabanza y adoración. Pero en muchos otros pasajes no

solo se nos exhorta a hacerlo, sino que se nos presenta también como un mandato,

como una orden; como algo que tenemos que hacer. Así, la alabanza a Dios no es

una opción; es un mandato divino. Veamos más al respecto.

>>>>>

Pero, ¿por qué Dios demanda y espera de nosotros alabanza y adoración

hacia él? Bueno, simplemente, porque le pertenecen. Por eso mismo: porque

le corresponden, porque son de él. Así de sencillo.

Un padre terrenal merece el respeto de sus hijos por el solo hecho de ser su

padre. Dios, por ser Quien es, merece toda gloria, honra, honor y loor. Y esto,

porque sí; y punto. Esto no es cuestionable; es algo inherente a él, a su

divinidad.

“…Para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecenla

gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”

1 Pedro 4:11

Aquí se nos menciona que a Dios pertenece la gloria; es decir, que es suya, de

su sola propiedad. Es algo inherente a su persona y de nadie más. No es algo

que le damos o concedemos a él; es algo que es de él y nadie se lo puede

quitar.

”Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria ni mialabanza…”

Isaías 42:8

Además, no solo le pertenece la gloria al Señor, sino que únicamente él y

nadie más que él es digno de recibirla. Por eso mismo: porque la merece,

porque es digno de ella, es que el Señor está esperando, con todo derecho,

lo que a él le corresponde.

“Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado…”

Salmos 18:3

“Grande es Jehová, y digno de ser en gran manera alabado…”

Salmos 48:1

“Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste

todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.”

Apocalipsis 4:11

En el verso anterior se nos indica además por qué razón Dios es digno de

recibir toda gloria: porque solo él creó todas las cosas y por él subsisten. Por

eso es que nadie más es digno de todo el honor.

Si hubiere alguna persona u otro ser que pudiese atribuirse a sí mismo esta

potestad de haber “creado todas las cosas y que por sí mismo es que todo existe”,

entonces éste también podría demandar que se le diese gloria y honra. Pero como

no es así, entonces, ninguno tiene derecho a exigir tal gloria, ¿no le parece? Esa

potestad es solo del Rey de reyes y Señor de señores; el único grande y

magnífico:

“He aquí que las naciones le son

como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le

son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo. Ni el Líbano

bastará para el fuego, ni todos sus animales para el sacrificio. Como nada son todas

las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que

nada, y que lo que no es. ¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le

compondréis?”

Isaías 40:15-18

También se nos dice en la palabra de Dios:

“Tributad a Jehová, oh familias de los pueblos, dad a Jehová la gloria y el

poder. Dad a Jehová la honra debida a su nombre…”

Salmos 96:7,8

Se nos manda aquí a que le demos a Dios la honra debida a su Nombre. Esto

no nos indica solo el hecho de darle la gloria adecuada a su Nombre; sino más bien,

darle la gloria que le debemos, la gloria que le corresponde, la gloria que se

merece su Nombre.

En la versión “Dios Habla Hoy” este mismo versículo anterior dice: “Den al Señor

la honra que merece”. Y en la “Reina Valera Contemporánea” se nos dice también

en ese mismo pasaje: “¡Tributen al Señor la honra que merece su nombre!”

Me llama la atención las palabras que parecen aquí en este pasaje del Salmo

96:7-8 : las palabras tributar y dar, las cuales nos indican una "acción de

entregar a otro".

Analizando más a fondo el término tributar, éste es definido en diccionarios

como:“Pagar o entregar en obligación cierta cantidad o cuota, ya sea el vasallo

a su señor o el súbdito o ciudadano al Estado.” Significa además: “Dar muestras

de gratitud y veneración.”

Desde tiempos inmemoriales los tributos han sido y son una manera en que el

vasallo o el ciudadano retribuye a su señor o al Estado una parte de lo que recibe de

éste. En nuestros tiempos actuales se les llama impuestos. Dentro del sistema social

humano, el propósito o justificación del tributo es proporcionarle al Estado o

gobernantes los recursos para actuar de manera tangible en beneficio de sus

afiliados. Lamentablemente, no siempre quien recibe el tributo cumple a cabalidad

con ese fin para el cual se le entregó. Pero, independientemente de lo anterior, los

tributos son obligatorios, ineludibles e inapelables.

Si debemos pagar tributo al hombre, ¿cuánto más no debemos

tributarle a Dios el honor que le pertenece y se merece?

Si aún de los tributos humanos no se puede escapar y quien hace evasión de los

mismos está expuesto a una sanción e incluso, a la cárcel; cuánto más, el

tributarle honor y gloria a Dios es algo que no se puede refutar ni eludir. Más

que eso, es nuestro deber hacerlo, porque es algo que le debemos a Dios.

“Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y (dad) a Dios lo

que es de Dios…”

Marcos 12:17

En este versículo anterior el Señor Jesús hace una comparación entre la

obligación humana de entregar al gobernante lo que se le adeuda, y la

obligación o deber del hombre para con Dios, de entregarle lo que le

debemos y que Dios se merece. También se nos dice en otro pasaje:

“Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto;

al que respeto, respeto; al que honra, honra. No debáis a nadie nada…”

Romanos 13:7,8

Y si esto nos lo dice el apóstol Pablo en lo referente a la relación con

nuestro prójimo, ¡cuánto más es aplicable a nuestra relación con Dios!

Ahora bien, aunque los estados terrenales necesiten de los tributos o impuestos

para poder actuar en pro de su nación, nuestro Señor no necesita de nosotros

para nada.

Tengamos también en claro que aunque el

Señor demanda y espera alabanza y adoración (porque, obviamente, le

pertenecen y es merecedor de ellas), Dios no necesita ni en lo más mínimo de

nuestra alabanza ni adoración. Él no es un ser incompleto que necesite de un

elemento externo para sentirse completo. Tampoco es inseguro ni tiene problemas

de autoestima, como para andar "pidiendo" que le adoremos, porque si no, "le hace

falta". ¡No! Él sabe Quién es. No necesita recibir gloria de nadie para sentirse bien o

seguro de sí mismo; ni tampoco, para ser más grande o poderoso. Absolutamente

no.

Cuando adoramos a Dios nos alineamos con

el propósito divino que él concibió

para nosotros.

Dios quiere que le exaltemos porque al alabarle y adorarle, somos nosotros

quienes recibimos bendición.

CUANDO LE RENDIMOS GLORIA Y HONOR AL SEÑOR, NOS ALINEAMOS CON

EL PROPÓSITO DIVINO QUE ÉL CONCIBIÓ PARA NOSOTROS.

Y entonces, eso desencadena toda una serie de beneficios y bendiciones de

parte de Dios hacia nuestras vidas.

Por eso es que él insta a todos a honrarle: porque él sabe que es para nuestro

propio bien.

Pero para aquellos que se resisten a aceptar y reconocer a Dios como lo que es: el

solo Soberano, Rey de reyes y Señor de señores (1 Timoteo

6:15,16 , Apocalipsis 17:14), de todas maneras tendrán que reconocerlo un día

(a las buenas o a las malas), al final de los tiempos, porque la Biblia así lo dice:

"Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda

rodilla, y toda lengua confesará a Dios."

Romanos 14:11

"Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo (a Cristo Jesús), y le dio un

nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble

toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y

toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre."

Filipenses 2:9-11

Todos tendrán un día que doblegarse ante Dios y reconocer que Jesús es el Señor.

El apóstol Juan también cuenta en el Apocalipsis:

"Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la

tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está

sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por

los siglos de los siglos."

Apocalipsis 5:13

Quienes hoy le reconocemos como Dios y Señor y le rendimos gloria, lo

hacemos con deleite aquí en esta tierra y lo seguiremos haciendo con deleite

durante toda la eternidad en la vida eterna.

Adora a Dios con deleite, y recibirás gran bendición.

Pero aquellos que se rehúsan a hacerlo aquí en esta vida terrenal, de todos

modos tendrán que doblegarse un día ante el Rey Supremo para declarar

con su propia lengua que él es el Señor. Pero entonces ya será muy tarde, pues

será al fin de los tiempos para condenación. Hasta el diablo mismo y todos sus

demonios tendrán que postrarse y reconocer que Jesús es el Señor, antes de ser

lanzados para siempre al lago de fuego. Tal es la magnitud de la grandeza de

Dios, a quien debemos dar gloria, honra y honor.

Dios es el gran YO SOY (Éxodo 3:14); él está en su trono y todo lo que quiso ha

hecho (Salmo 115:3); él es todopoderoso (Génesis 17:1) y omnipotente (Éxodo 6:3);

siempre ha existido y existirá (Apocalipsis 1:8); su grandeza es inescrutable (Salmo

145:3) y no hay nadie semejante a él (Éxodo 15:11).

Así que Dios nunca ha dependido ni dependerá jamás de nuestra alabanza

y adoración como algo que él necesite, como algo que le hiciese falta para

ser Quien es. Sin importar si usted decide o no alabarle y adorarle, él

continuará reinando en su trono y permanecerá siendo Dios. Y gústele o no,

él seguirá siendo siempre digno de toda alabanza y adoración. Si usted decide no

honrarle, el problema es suyo, y quien se pierde las bendiciones es simplemente

usted, no Dios.

“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y

de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por

manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos

vida y aliento y todas las cosas.”

Hechos 17:24-25

Usted y yo desapareceremos un día:

“Cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida?

Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se

desvanece.”

Santiago 4:14

Pero solo Dios permanecerá eternamente:

“Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre…”

Salmo 45:6

“el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de

los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio

sempiterno. Amén.

1 Timoteo 6:16

El tributar honor a Dios viene siendo una pequeña, ínfima y minúscula

manera en que podemos (si fuera válido el término en este

caso) “retribuirle” a Dios algo de lo mucho y lo tanto que él ha hecho, hace

y hará por nosotros. Y utilizo la palabra “retribuir” solo como una figura

comparativa, ya que nunca jamás nada de lo que hagamos podrá devolver, pagar o

compensar (ni siquiera en lo más mínimo) ninguna de las cosas que Dios hace por

nosotros. Más bien, creo que la expresión correcta sería que el tributar honor y

gloria a Dios es una manera en la que podemos mostrarlenuestra devoción,

amor y gratitud a él.

PIÉNSELO BIEN:

¡QUÉ FÁCIL NOS LO PONE EL SEÑOR, CUANDO,

SIN TENER CÓMO PAGARLE,

LO ÚNICO QUE ÉL ESPERA DE NOSOTROS

ES NUESTRA GRATITUD, ALABANZA Y ADORACIÓN!

“Sacrifica a Dios alabanza y paga tus votos al Altísimo. El que sacrifica

alabanza me honrará…”

Salmo 50:14,23

Eso es lo único valedero que podemos darle, pues ninguna de nuestras obras

le impresiona a él. Aún lo mejor o más bueno de nosotros es como nada,

delante de Dios:

“Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como

trapo de inmundicia…”

Isaías 64:6

Los tributos humanos

son gravosos. Pero tributar

a Dios es deleitoso.

Dios nos insta a rendirle loor, porque como mencionamos hace poco, ello

redunda en nuestra propia bendición. Existen incontables razones por las cuales

recibimos bendición a nuestras vidas cuando le alabamos y adoramos, así como

también se rompen cadenas y penetramos en el mundo espiritual, obrándose

maravillas. (Acerca de las bendiciones que la alabanza a Dios trae consigo, veremos

más adelante, en el capítulo intitulado “Hay poder en la alabanza y adoración”).

El tributar honor a Dios, aunque es nuestra obligación, no es algo

gravoso(como lo es el caso de los tributos terrenales); sino, todo lo contrario: ha

de brotar espontáneamente como fruto de un corazón agradecido con su

Señor y podemos hallar sumo deleite en exaltarle.

Cuando le alabamos y le adoramos estamos reconociendo su señorío sobre

nuestras vidas y sobre todo el universo; aceptamosque él es inmensamente

superior a nosotros y nos rendimos voluntariamente ante su incomparable

deidad. En otras palabras, aceptamos y reconocemos que él es digno y merecedor

de toda la gloria, y por eso se la damos; movidos también por nuestro amor y

gratitud hacia él.

En resumidas cuentas, Dios demanda y espera de nosotros alabanza y

adoración porque, por derecho propio, le pertenece y la merece; pero no

necesita de ella. Más bien, nosotros necesitamos de Dios, y el rendirle honor

a él redunda en nuestro propio beneficio y bendición. Aquel que

voluntariamente exalta a Dios está reconociendo su señorío sobre su

vida, le ama y está agradecido con él.