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“Luchar, fracasar, volver a luchar, fracasar, volver a luchar hasta el triunfo final: esta es la historia de la clase obrera” (SITRAC-SITRAM) IZQUIERDA Y CLASE OBRERA 1955-1976

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“Luchar, fracasar, volver a luchar, fracasar, volver a luchar hasta el triunfo final: esta es la historia de la clase obrera”

(SITRAC-SITRAM)

IZQUIERDA Y CLASE OBRERA

1955-1976

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Capítulo 1

El trabajo gris y cotidiano

1955-1969

Es notable como, en la Argentina, las investigaciones históricas contemporáneas

han prescindido --o casi-- de la izquierda como protagonista. Sorprende aún más dado que

existe un creciente interés tanto por los estudios sobre la clase obrera como sobre el

activismo político del período. La izquierda, en la historia argentina, parecería desaparecer

a partir de 1946 con el nacimiento del peronismo. Cuando recibe alguna mención es para

caracterizarla como “alejada de los trabajadores” o como “traicionando algún conflicto”.

Así el trotskismo desaparece de la historia de las luchas obreras; el partido comunista y su

papel en la CGT es olvidado; y la “nueva izquierda” se ve reducida a memorias

estudiantiles, en todos los casos dejando espacio al mito peronista. No queremos decir que

la izquierda haya sido protagonista excluyente, o que no estuviera exenta de errores,

sectarismos y problemas. Lo que sí queremos decir es que el período 1955-1976 se

caracterizó por una relación dinámica y dialéctica entre la izquierda y la clase obrera. Esta

relación tuvo una influencia, aún hoy no estudiada, muy profunda, que llegó a radicalizar

sectores del peronismo.

Gran parte del problema estriba en definir “izquierda”. La heterogeneidad de

organizaciones y teorías, junto con las disputas y la competencia han hecho que sus

integrantes tiendan a definir el término en formas por demás restrictivas, con cada sector

arrogándose el derecho a definir inclusiones y exclusiones de la misma. Para este estudio la

“izquierda” se compone de todos aquellos grupos e individuos que se autodefinen como

marxistas y se plantean el socialismo como fin. Asimismo, ser de “izquierda” no

necesariamente es sinónimo de revolucionario. En la izquierda existen múltiples

variaciones: reformista, burocratizada, clasista, revolucionaria... Por último, ser “de

izquierda” es un proceso dinámico con evolución histórica. Individuos y organizaciones

que lo fueron en un momento determinado pueden dejar de serlo. No ajeno a esta situación

se encuentra el cambio que la misma fue experimentando de acuerdo a las coyunturas

nacionales e internacionales.

I.

Para la Argentina, en el contexto de los países de América Latina, el movimiento

obrero tuvo --y tiene aún hoy-- un peso significativo en la estructura económica y social.

Esto conlleva a entender que la actividad desplegada por los trabajadores condicionó el

desarrollo del capitalismo, aunque no como la clase deseara. De hecho observamos, en el

transcurso de su historia, una profunda interrelación entre acción colectiva, poder social,

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efectividad y conciencia política. Sobre el particular Ellen Meiksins Wood sostiene “...que

los conflictos de clase han históricamente estructurado fuerzas políticas sin que

necesariamente produzcan organizaciones políticas...”.1 En este sentido, es indudable que

las transformaciones realizadas fueron producto del accionar y del nivel de lucha de la clase

obrera. Al mismo tiempo, puesto que las estrategias dependen de la movilización colectiva

del poder social, los trabajadores se enfrentan a un problema circular: sin un nivel

importante de organización clasista, es suicida iniciar una acción colectiva; sin embargo,

sin un nivel importante de accionar colectivo es imposible desarrollar niveles de

organización y poder, y desarrollar la conciencia. Rosa Luxemburgo decía que “el

movimiento inconsciente tiende a preceder al movimiento consciente”, añadiendo que “esta

primera lucha general y directa de clases desencadenó una reacción tanto más poderosa [...]

por cuanto despertaba por primera vez [...] el sentimiento de clase y la conciencia en

millones y millones de hombres. Este despertar de la conciencia de clase se manifiesta de

inmediato, una masa [...] de proletarios descubre con una agudeza insoportable, el carácter

intolerable de su existencia social y económica, a la que estaba sometida desde hacía

decenios bajo el yugo del capitalismo.”2 En este proceso de lucha social los distintos

integrantes de la izquierda cumplen un papel fundamental tanto en la organización política

como en el desarrollo de la conciencia y en el enfrentamiento con la burguesía. El resultado

no sólo es el nacimiento de nuevas formas de organización, incluyendo a sectores

previamente no organizados, sino también la confrontación política autoconsciente de los

trabajadores contra el Estado y el capital.

En el transcurso de la lucha, la clase obrera encuentra nuevos significados en

estrategias que antes le parecían irrelevantes. En la medida que la victoria se convierte en

algo concebible, el accionar colectivo se desarrolla en profundidad y los que parecían

objetivos utópicos dejan de serlo. Se torna razonable hacer lo necesario para ganar: romper

la ley y confrontar al Estado, al igual que desarrollar formas organizativas y conexiones

sociales nuevas. Como analizábamos en otra ocasión: “[...] la conciencia obrera siempre es

potencialmente revolucionaria, pero se manifiesta de esa forma sólo cuando puede serlo y

tiene posibilidades de éxito”.3

En este contexto, la izquierda se nutre de esas luchas y contribuye a ellas. Cada

triunfo implica un crecimiento de los marxistas, mientras que las derrotas generan

retrocesos en su actividad. Después de cada lucha, sea esta un triunfo o una derrota, la 1 Ellen Meiksins Wood. The retreat from class. A new ‘true’ socialism. (Londres: Verso, 1986), pág.97.2 Rosa Luxemburgo. Huelga de masas, partido y sindicatos (Buenos Aires: Cuadernos de Pasado y Presente 13, 1970), pág. 58.3 Pablo Pozzi y Alejandro Schneider. Combatiendo al capital. Crisis y recomposición de la clase obrera argentina (1983-1993). (Buenos Aires: El bloque editorial, 1994), pág. 173.

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izquierda cumple un papel fundamental sintetizando la experiencia de la clase, manteniendo

viva la memoria y organizando a la militancia para nuevas luchas. Una izquierda

revolucionaria significa avances sostenidos en la lucha de clases, mientras que otra

reformista tiende a frenar el desarrollo de la conciencia entre las masas. A su vez, en la

medida que la acción grupal lleva al poder colectivo, se torna lógico adoptar programas de

cambios más profundos que lindan en lo revolucionario. En otras palabras, es en el proceso

de constituirse como clase para la lucha que los trabajadores llegan a concebir los

conceptos interconectados: una sociedad dividida en clases, una estrategia de lucha de

clases, una sociedad de y para los trabajadores como un objetivo, y una organización

política que lo exprese, conformando todos juntos una perspectiva razonable. Hace más de

un siglo Marx decía que:

“Las condiciones económicas transformaron primero a la masa de la población del país en

trabajadores. La dominación del capital ha creado para esta masa una situación común,

intereses comunes. Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero aún no

es una clase para sí. En la lucha [...] esta masa se une, se constituye como clase para sí. Los

intereses que defiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de clase contra

clase es una lucha política.”4

En la actualidad estamos viviendo momentos de crisis y confusión en el movimiento

de masas. Desazón, apatía y desmovilización son algunos de esos rasgos. Sin embargo,

aunque las numerosas luchas son aisladas, defensivas y en muchos casos derrotadas, cada

una va sentando las bases para revertir la desmovilización. Estas son lecciones históricas de

la experiencia de la clase obrera argentina. Aunque de características diferentes, ya vivimos

momentos históricos similares. La crisis del anarquismo, hacia 1910, y el auge de luchas

hacia 1920 gestaron un nuevo modelo de organización basado en el sindicalismo

revolucionario. La represión de 1930 y el auge de las luchas a fines de la Década Infame

dieron origen al sindicato por rama de industria, al crecimiento del Partido Comunista y al

peronismo. Las derrotas después del golpe de 1955 y el auge de masas a partir del

Cordobazo, dieron pie al clasismo, al sindicalismo de liberación y a lo que se ha dado en

llamar la nueva izquierda.5

4 Carlos Marx. Miseria de la Filosofía. (Moscú: Ediciones en lenguas extranjeras, s/a), pág. 165.5 El término “nueva izquierda” ha sido utilizado, con cierta ligereza, para describir toda una serie de organizaciones políticas durante el período estudiado. Muchas de estas organizaciones eran “nuevas” en el sentido de que se fundaron entre 1959 y 1976. Sin embargo, casi todas encuentran su continuidad histórica en individuos y organizaciones anteriores, por lo tanto no es exacto calificarlas como “nuevas”. En general, el término “nueva” es utilizado para diferenciar formas de organización, métodos de lucha, y una forma de relacionarse con la clase obrera. En particular fue utilizado para diferenciar a estas organizaciones de las prácticas asociadas al Partido Comunista.

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En cada una de estas épocas surgieron nuevas camadas de activistas y de militantes

con características propias.6 Durante el período 1969-1976 las organizaciones de izquierda

estuvieron integradas por miembros cuyos orígenes y experiencias históricas, si bien

distintas, tenían elementos en común. Las mismas fueron madurando durante la década de

1960. Por un lado, con activistas que se incorporaron desencantados con el frondicismo o

con la burocratización de los sindicatos conducidos por el peronismo. Por otro, con

individuos que ingresaron a partir del alza de luchas de 1969, movilizados por el

Cordobazo, por las campañas electorales de 1973 y por el Pacto Social del peronismo en el

gobierno. Estos últimos conformaron la mayoría de la militancia en el período 1969-1976.

En cuanto a la procedencia social observamos que incluía de todos los sectores. Como es de

esperar, dada la composición social del país, entre estos militantes existió una

preponderancia de obreros y empleados de Buenos Aires, La Plata, Córdoba y Rosario. Es

importante destacar que, a menudo, han sido caracterizados como “estudiantes”. Esta es

una categoría problemática y poco social. Por lo general se la utiliza como sinónimo de

“joven, sin empleo, de clase media”. En el caso de la militancia setentista, esta descripción

no es del todo correcta. En el período analizado hubo un porcentaje significativo de hijos de

obreros y trabajadores no proletarios que lograron ingresar a la universidad para estudiar.

Además, una cantidad importante del estudiantado universitario de clase media también

trabajaba. Por ende, si bien estas camadas de militantes estuvieron compuestas por una

cantidad apreciable de jóvenes estudiantes de colegios secundarios y universitarios, muchos

se desempeñaban como (o eran hijos de) obreros, docentes, empleados administrativos

estatales, bancarios. De todas maneras, queda claro que la vasta mayoría de los miembros

que ingresaron al conjunto de las organizaciones de izquierda fueron activistas jóvenes, de

entre dieciséis y treinta años de edad. En el caso de los sectores provenientes del

movimiento obrero podemos inferir una diferenciación por región geográfica. En zonas

como Córdoba, Rosario o Tucumán la politización de los trabajadores hacia la izquierda fue

notable a comienzos de la dictadura del general Onganía y destacada a partir del

Cordobazo. En cambio la politización de sectores obreros en la zona de Buenos Aires y su

conurbano tendió a incrementarse a partir de principios de 1973, cuando la izquierda se

afianzó en las fábricas y barriadas obreras del Gran Buenos Aires a partir de su oposición al

Pacto Social impulsado por el gobierno peronista e inclusive por la Tendencia

Revolucionaria. Por otra parte, el afianzamiento de las tendencias radicales también estuvo

dado por las características que presentó la industrialización en esta región durante las

6 Por activista se entiende aquel individuo que se desempeña principalmente en la organización social, y se diferencia del militante en que éste último tiene la política como eje primordial de su actividad.

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décadas de 1960 y 1970. En ella se desarrolló un movimiento obrero con una serie de

particularidades distintas a las originadas en las décadas de 1930 y 1940. Por último, esta

politización abarcó a sectores religiosos practicantes. De este modo, curas obreros,

miembros de comunidades de base tercermundistas, grupos sionistas socialistas y

misioneros protestantes se incorporaron a los grupos de izquierda .

Siempre como síntesis y continuidad de la fase anterior, a pesar de la represión, la

izquierda se rehizo cada vez en una relación estrecha y dialéctica con la clase obrera. Así la

experiencia y la conciencia se traducen en lo que se puede llamar una fuerte cultura obrera

en la Argentina. Inclusive, esta cultura es lo que permite la reconstrucción de la izquierda a

pesar de sucesivas y cruentas oleadas represivas. Más aún, es esta fortaleza la que plantea

un desafío constante al peronismo, que post 1955 se ve obligado a incorporar léxico e ideas

provenientes del marxismo, enfatizando más el aspecto socialista que el nacional, en su

ideología y en sus discursos hacia la clase.

Desde los orígenes del peronismo observamos como Perón se apropió de un

lenguaje que se hallaba incorporado en la clase:

“Yo les hablaba un poco en comunismo. ¿Por qué? Porque si les hubiera hablado en otro

idioma en el primer discurso me hubieran tirado el primer naranjazo [...] Porque ellos eran

hombres que llegaban de cuarenta años de marxismo y con dirigentes comunistas [...] Ellos

querían ir a un punto que creían, con la prédica de tantos años, era el conveniente [...] Se

inclinaban más hacia la lucha de clases [...] La gente que iba conmigo no quería ir adonde

iba yo; ellos querían ir adonde estaban acostumbrados a pensar que debían ir. Yo no les dije

que tenían que ir adonde yo iba; yo me puse delante de ellos e inicié la marcha en dirección

hacia donde ellos querían ir; durante el viaje fui dando la vuelta y los llevé adonde yo

quería”.7

Siguiendo a Juan Carlos Torre planteamos que durante el período 1955-1976 la

clase obrera argentina poseía “un alto grado de homogeneidad en su origen socio-cultural y

sus experiencias de vida. Se trata de obreros que son, por lo menos, segunda generación

urbana, esto es, que han superado el período de ajuste a la ciudad y han crecido en un

ambiente en el que las pautas tradicionales de autoridad se han debilitado. Además, son, por

lo general, segunda generación obrera, es decir, que han pasado la mayor parte de sus vidas

en el ámbito de familias y culturas obreras, que han servido para reforzar la integración

subjetiva a su condición de clase. [...] También se puede hablar de una madurez política [...]

Nos estamos refiriendo a la medida en que los diversos componentes de la clase obrera […] 7 Hugo del Campo. Sindicalismo y Peronismo. Los comienzos de un vínculo perdurable. (Buenos Aires: Clacso, 1983), pp. 180 y 181. Tomado de Juan Perón. Conducción Política (Buenos Aires: Mundo Peronista, 1950), pág. 290.

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hayan podido perseguir sus intereses económicos y políticos mediante sus propias

organizaciones.”8

Esta homogeneidad se vio reforzada por lo que James Petras ha llamado “redes

familiares, sociales y políticas en torno a las cuales organiza su vida”. En este sentido,

Petras notó que existía una diferencia entre el obrero y sus dirigentes o “clase política”.

“Las relaciones, actividades, valores, y posición social [del obrero común] son distintos de

aquellos de la clase política, aun cuando comparten con esta clase una membresía

organizativa en común, un comportamiento electoral, y una oposición a los militares y la

clase dominante. Sin embargo, existe una subcultura que une a la clase obrera

independientemente de la organización formal, que abarca parentesco, vecindario, lugar de

trabajo y clubes sociales. Estas experiencias en común separan a la clase obrera de la ‘clase

política’. Estas diferencias se manifiestan en formas distintas de expresión, y

fundamentalmente en la noción de compañerismo, que surge de compartir la vida cotidiana,

los eventos sociales, las tragedias, los eventos deportivos.”9 Petras señaló cuatro

características fundamentales de la clase obrera argentina. Estas eran: 1) un alto grado de

solidaridad y organización de clase; 2) un rechazo generalizado a los valores y la

dominación del Estado y de la burguesía; 3) una clara noción de intereses de clase con un

bajo nivel de mistificación, que se evidencia en el rechazo a sacrificar su standard de vida a

cambio de un ilusorio “desarrollo nacional”; y 4) poderosos lazos informales, expresados a

través de la familia, el vecindario y el lugar de trabajo, que refuerzan la unidad de la clase

en contra de la clase dominante.10

Las características de la clase obrera han marcado el desarrollo de la Argentina en el

siglo XX. Es y ha sido una fuerza vital en el seno de la sociedad. A pesar de los regímenes

represivos que ha soportado, ésta ha desafiado, en numerosas ocasiones, la estabilidad del

gobierno de la burguesía y sus agentes políticos y militares. No obstante, la represión y la

destrucción física que se ha cernido --en más de una vez-- sobre sus activistas y sus

organizaciones, la clase ha demostrado una capacidad sorprendente para recomponer sus

filas y preservar sus asociaciones. Es aquí donde se manifiesta la importancia de la

pervivencia de esta cultura obrera. Transmitida de manera oral y por comportamientos

muchas veces aceptados, esta cultura permite la reconstrucción de niveles organizativos y

de camadas de activistas. A su vez, expresa en el ámbito cotidiano un nivel muy fuerte de

conciencia de clase. Ésta se manifiesta a través de la participación del movimiento obrero

8 Juan Carlos Torre, Los sindicatos en el gobierno, 1973-1976 (Buenos Aires: CEAL, 1983), pág. 11-12.9 James Petras, "El Terror y la Hidra: El Resurgimiento de la clase trabajadora argentina"; en James Petras, et al., Clase, Estado y Poder en el Tercer Mundo (México: Fondo de Cultura Económica, 1981), pág. 290.10 Ibid., 291-292.

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en las actividades colectivas propias de la clase y en su interacción cotidiana en los lugares

de trabajo y de vivienda. Todos estos elementos contribuyen a su identificación y a su

conformación en tanto clase. En la medida que la situación política nacional lo permite, la

heterogeneidad en el desarrollo de esta conciencia se ha manifestado a través de diferentes

manifestaciones.11

Esta cultura obrera es importante no sólo por su resistencia a la represión, sino

porque se nutre de una serie de valores a menudo identificados con la izquierda política.

Radicalizados o no, los obreros argentinos por lo general encuentran resonancias con las

que se pueden identificar en los criterios pregonados (aunque a veces no practicados) por la

izquierda. Es por esto que, si bien perseguida y enfrentada por el macartismo peronista, ésta

logró sobrevivir entre los trabajadores, reducida, minimizada pero jamás extinguida. En

esto también interviene el hecho de que no pocos grupos de esta corriente se han nutrido en

su composición de miembros de la clase. El crecimiento y la masificación de las

organizaciones izquierdistas y sus concepciones durante las décadas de 1960 y 1970

demuestran que los obreros no fueron impermeables a estas propuestas sino, más bien, que

muchas veces la izquierda no supo combinar tácticas y estrategias con las reivindicaciones

cotidianas de los trabajadores.

En numerosas entrevistas hemos registrado la existencia casi inconsciente de un

imaginario popular por el cual los militantes zurdos son “buenos muchachos”, aunque

alejados de la vida cotidiana del trabajador. Para la percepción del trabajador medio, de

manera genérica, son vistos como honestos, combativos y que no traicionan. Pero, al

mismo tiempo, son “descolgados”, “bajalínea” y “siempre te dicen qué tenés que hacer”. Es

notable que la burocracia sindical combate a la izquierda con acusaciones de

“extranjerizante”, o de que no tiene en mente los mejores intereses de los trabajadores, o de

que responde a nunca bien definidos fines espurios. Sin embargo, muy rara vez son

acusados de un mal comportamiento ético o moral. Esto no implica que no existan

izquierdistas deshonestos; de hecho, los trabajadores los consideran y los califican de forma

bastante crítica, quizá porque no están a la altura de lo que deberían: su propio discurso. Por

ejemplo, nos expresó un obrero gráfico: “Fulano es un borracho, y dice que es comunista”.

Sin duda, para este testimoniante, los comunistas no pueden ser borrachos y si lo son, es

peor que si lo fuera un peronista o un radical. Así, cuando surgen los conflictos, los

izquierdistas se encuentran depositarios de la confianza de muchos de sus compañeros

porque “van al frente”. Pero, al mismo tiempo, son considerados poco pragmáticos y

11 Pablo Pozzi. Oposición obrera a la dictadura (Buenos Aires: Editorial Contrapunto, 1988).

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siempre dispuestos a llevar los conflictos a puntos extremos.12 En síntesis, en aquellos

lugares donde el militante comprendía esta situación, entonces la izquierda lograba ganarse

el respeto de los trabajadores e inclusive llegaba a dirigir sectores de la clase, aunque más

no fuera por momentos.13 Sin duda, además de la represión estatal y patronal, el

oportunismo de distintas organizaciones, el sectarismo y el internismo que derivaban en

disputas bizantinas y la agitación que sustituía el trabajo paciente, gris y cotidiano, se

convertían en problemas que alejaban a la izquierda de la clase obrera.

II.

En algunos aspectos el golpe de 1955 implicó un cierto “volver atrás” al marginar

del sufragio a un importante sector de la sociedad y al tratar de imponer la hegemonía de la

vieja fracción de la burguesía terrateniente en el bloque de poder.14 Sin embargo, la realidad

histórica mostró que un regreso al modelo agro-exportador era imposible. En este sentido el

peronismo había cerrado el período de crisis del régimen oligárquico abierto por la crisis

mundial de 1929. De hecho, existía una Argentina preperonista y otra posperonista.

Además, a partir de comienzos de la década de 1960, la historia argentina se encontraba

enmarcada en una serie de luchas en torno a dar respuesta a la crisis del modelo de

acumulación mercado internista consolidado durante el primer gobierno del general Perón

(1946-1952). Esto implicaba, entre otros factores, una recomposición de las estructuras

productivas y sociales del país. En este proceso la clase obrera desempeñó un papel

fundamental condicionando con su actuación al conjunto de la sociedad. Su capacidad de

movilización fue considerada sobre manera por las otras clases sociales y sus instituciones.

A partir del golpe de 1955 la clase obrera tuvo que adoptar una actitud defensiva de

las conquistas obtenidas en el período anterior. En este sentido el desarrollo de los intereses

particulares de la clase obrera, que empezó a manifestarse en los conflictos de 1954 fue

congelado por el golpe de 1955. Aspectos que comenzaban a ser superados por la propia

12 Habría que indicar que estos conceptos varían con el tiempo y la situación política. De manera clara, en época del primer gobierno peronista (1946-1955) el macartismo se había impuesto entre los trabajadores a niveles insospechados el día de hoy. Después del golpe de estado de 1955 el peronismo se va resignificando hasta tener cada vez más punto de contacto con la izquierda (“Perón como revolucionario socialista a la altura de Mao Tse Tung”) por lo que el componente macartista se diluye aunque no desaparece nunca. El día de hoy no hay un rechazo pero tampoco un acercamiento a la izquierda, lo que más se nota son niveles de apoliticidad.13 En numerosas ocasiones, cuando la izquierda logró dirigir sectores de la clase obrera, fue sobre todo a partir de la calidad del militante izquierdista y no debido a pautas programáticas o ideológicas. Ejemplos de esto serían dirigentes como Agustín Tosco, René Salamanca, Alberto Piccinini, o Leandro Fote. 14 Sobre esta caracterización del golpe de 1955 coinciden muchos autores, entre otros: Margarita Rodríguez Sánchez. Gravitación política de Perón (México: Ed. Extemporáneos, 1979). Alain Rouquié. Poder militar y sociedad política en la Argentina. 1943-1973. Vol. II (Buenos Aires: Emecé, 1982). Para una síntesis de los modelos de acumulación capitalista en juego, véase: Mónica Peralta Ramos. Acumulación de capital y crisis política en la Argentina, 1930-1974 (México: Siglo XXI, 1978); pág. 107.

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dinámica social y la experiencia se cristalizaron hasta el Cordobazo en 1969, cuando se

desarrollaron por otras vías para llegar a su punto culminante en 1975 con el Rodrigazo.

Frente a la política antiobrera desarrollada desde la Revolución Libertadora los

trabajadores se atrincheraron en la defensa de reinvindicaciones, formas de organización y

conciencia expresadas durante el primer gobierno peronista. Esto dio pie a toda una serie de

luchas de carácter confuso y ambiguo en torno a un pasado que la experiencia había

comenzado a superar. La situación la explicó Daniel James:

“Es oportuno aclarar la índole de esa oposición de las bases. Fue fundamentalmente

espontánea, instintiva, confusa y acéfala. Un participante en esos hechos ha narrado cómo

él y otros trabajadores peronistas fueron a preguntar a los dirigentes sindicales del

frigorífico La Blanca, en Avellaneda, qué medidas se adoptarían para hacer frente al golpe

contra Perón: ‘Instintivamente tratábamos de defender algo que sentíamos que perdíamos;

no pudimos hacer otra cosa que ir a nuestros dirigentes para ver lo qué podíamos hacer en

nuestra fábrica. Pero la respuesta fue definitiva: A Perón lo tiran al tacho, y a nosotros

también’. […] El mismo observador que describió al ‘clima de rebelión’ vivido en Rosario

agregó ‘no teníamos idea de cómo hacer una insurrección, ya que no había ni sombra de

organización [...]’.”15

En este contexto, la clase obrera y las masas populares, abandonados por la

conducción del peronismo y por un importante sector de la dirigencia sindical, iniciaron

experiencias de resistencia clandestina que plantearon serios problemas a la legitimidad del

régimen, si bien no avanzaron en una alternativa propia al sistema. Fue la época de “caños”,

huelgas salvajes e intentos guerrilleros que se llamó “La Resistencia Peronista”.16

Como explica Ernesto Salas, la Resistencia Peronista ha llegado a nuestro presente

cargada de significaciones múltiples, sobre todo debido al uso del término por corrientes

peronistas de fines de la década de 1960. Esta terminó abarcando los hechos ocurridos

durante los dieciocho años que median entre la “caída” y el “retorno” de Perón al gobierno.

Aunque, en sus inicios, los peronistas designaron como “resistencia” a los hechos y

acciones de los comandos de la resistencia cuyo tiempo histórico estaba ubicado entre el

golpe de 1955 y la aplicación del Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado) en

15 Daniel James. Resistencia e Integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina. 1946-1976 (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1990), pág. 79.16 Hay una extensa bibliografía sobre el tema. Hemos consultado: Ernesto Salas. La toma del frigorífico Lisandro de la Torre y la huelga general de enero de 1959 (Tesis de Licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1988). Juan Vigo. ¡La vida por Perón! Crónicas de la resistencia (Buenos Aires: Peña Lillo, 1973). Rodolfo Walsh. Operación Masacre (Buenos Aires: Ed. de la Flor, 1985). Roberto Baschetti. Documentos de la resistencia peronista, 1955-1970 (Buenos Aires: Puntosur, 1988). Daniel James, op. cit. Enrique Arrosagaray. La resistencia y el general Valle. (Buenos Aires: s/e, 1996) Hay que destacar que hombres como Vigo tenían un pasado inmediato en el Partido Comunista.

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1960. Si bien los comandos no estaban integrados exclusivamente por obreros, sí estaban

muy ligados con el sindicalismo peronista.

En todo esto, y a pesar de muchos historiadores peronistas y no peronistas, la

izquierda jugó un papel importante. Primero, en término de individuos. Antiguos

anarquistas, comunistas y trotskistas, con una larga experiencia de militancia clandestina,

aportaron sus conocimientos a muchos de estos comandos y agrupaciones sindicales. Salas,

hace referencia al destacado papel que jugaron los militantes comunistas en la huelga del

frigorífico Lisandro de la Torre.17 Segundo, más allá de toda valoración político-ideológica,

el entrismo en el peronismo desarrollado por organizaciones como Palabra Obrera, fue

fundamental para mantener viva la llama de la Resistencia y profundizarla. Y tercero, aun

desde afuera, el apoyo de la izquierda se reveló imprescindible para la supervivencia de los

resistentes peronistas. Los siguientes relatos ilustran este fenómeno:

“La caída del peronismo se recibió con mucha bronca por parte del movimiento obrero [...]

Berisso estaba copada por los militares desde el día del golpe, pero la gente se volcó a las

calles. Nosotros, con dos compañeros, nos ubicamos en la esquina de las calles 1 y 60 [de La

Plata] para tratar de parar los colectivos y los tranvías que iban hacia los frigoríficos. Con el

compañero Rodin [Héctor Fucito] fuimos los primeros que intentamos parar los micros.

Habíamos preparado molotovs, pero eran tan precarias que cuando las arrojamos se nos

apagaron. Eso fue durante el primer día; después nos dimos a la tarea de organizar algo en el

gremio de la Madera donde yo trabajaba. Me acuerdo que hicimos una reunión con dos de los

‘viejos’ dirigentes del gremio, Sandoval y Caverta, y donde también participó Hermes Radio

[Milcíades Peña]. Conseguimos un revólver y llevamos un bidón de nafta para subirnos arriba

de los tranvías. Al final logramos descarrilar uno en el cruce famoso de 1 y 60, junto con otros

activistas peronistas. Los otros compañeros, los que trabajaban en los frigoríficos, que estaban

copados por el ejército y la marina, hicieron lo mismo tratando de organizar la resistencia. Los

tranvías no se animaban a entrar, llegaban hasta Plaza Roma y se volvían.”18

El dirigente ferroviario y veterano de la Resistencia Peronista en Córdoba Juan

Carlos Cena, también recuerda que en esos días:

“los bichos [el PC] estaban cambiando. Dejaban ese gesto adusto y desconfiado que tenían

hacia los peronistas. […] pidieron hablar conmigo en forma reservada […dijeron] ‘acá se

viene la pesada, y los peronistas van a ser los primeros, sobre todo los que estén vinculados

con la Resistencia’. […] Les dije: ‘Qué saben ustedes si yo estoy o no estoy en el Comando

17 Salas, op.cit.18 El relato corresponde a un militante trotskista. Sobre la participación de esta tendencia política durante estos años puede consultarse: Ernesto González.(Comp) El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina. (Buenos Aires: Ed. Antídoto, 1996) Tomo II. p.24.

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de la Resistencia’. ‘Nosotros sabemos. Es nuestra obligación alertarte.’ [… Días más tarde

allanaron la casa] Lo primero que me vino a la cabeza fue: los bichos tenían razón. […]

Los compañeros del PC me habían estado buscando desde temprano. Sabían de los

operativos que se iban a iniciar ese día en forma simultánea. Habían apostado compañeros

en la ruta 9 para detenerme antes de que llegara a casa. [...] Me dijeron que había dos

abogados de ellos en mi casa. […] Y ése fue el principio, una bisagra en mi vida de ese

momento, casi una fractura.”19

Abandonados por la conducción política del peronismo, frente a las políticas

adversas de los gobiernos, los trabajadores consolidaron su herencia peronista

resignificándola de forma espontánea e instintiva. Esto quedó como una experiencia, una

estructura de sentimiento, que se manifestó en un folklore de tiempos mejores y de la

Resistencia en sí. Al mismo tiempo, muchos de sus activistas volvieron a entrar en contacto

con la izquierda. Este contacto fue por demás conflictivo, pero implicó un cuestionamiento

teórico y práctico. Durante el gobierno peronista se había enfatizado en forma excluyente lo

“nacional” de su propuesta de “socialismo nacional”. Sin embargo, después de 1955, el

desafío izquierdista llevó, poco a poco, a todo un sector a enfatizar más el aspecto

“socialista” de la contradicción. Esto, junto con los atisbos de cuestionamiento --casi

inconsciente-- al sistema, que van a desaparecer después de las derrotas de 1960,

implicaron un crecimiento en la conciencia de clase. Pero, en la medida en que los

miembros de la Resistencia fueron derrotados, esto quedó como folklore, como anécdota y

no cristalizado en una estructura orgánica o ideológica. Recuerda un obrero de Transax, en

Córdoba, que fue Peronista de Base:

“No me olvido más de la revolución de 1955. Viene un carro de asalto y pasa frente a mi

casa. Yo estaba jugando en la calle y me rompió un trompo. Para mi esto fue una clarita

señal de desgracia. En ese momento comenzaron las penurias. La calle se vuelve gris. Se

siente la tristeza de la gente.

“Mi padre me leía el Plan Quinquenal de Perón. Para mí esto se convirtió en un

anhelo. Decía: así teníamos que vivir. Incrédulo o no, peronista era. De manera que

después de 1955 era un soldado peronista. En casa se escuchaban los discursos de Perón en

discos que traían compañeros y que se escuchaban en la victrola de la casa.

“A los 15 años me despiden por agitar a los compañeros de trabajo. Para que no

haya lío los patrones me recomiendan a un taller metalúrgico para cuando termine la

escuela. Entré ahí por el tiempo de las vacaciones. Mientras tanto iba al secundario. En

19 Juan Carlos Cena. El guardapalabras. Memorias de un ferroviario (Buenos Aires: La Rosa Blindada, 1998), págs. 137, 141, 142.

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cuarto año, un profesor nos daba matemáticas. Decía que para entender las matemáticas

había que entender al peronismo, y vice versa. Entonces, la clase era una hora de política

peronista y una hora de matemáticas. Siempre empezaba con la historia del peronismo. Ahí

me politizo unilateralmente puesto que el profesor sólo hablaba de la grandeza de Perón y

de que lo más noble era ir a trabajar a una fábrica de aviones. Para hacer la Argentina

grande. El profesor también nos decía que los peronistas son los que vienen desde abajo:

los de la base. Además, empiezo a frecuentar músicos que mi padre traía a casa: eran más

politizados y hablaban de la revolución. Decían que había que hacer algo. Eran zurdos

peronistas”.20

De manera clara, si el contacto con la izquierda tuvo un efecto sobre sectores del

peronismo, lo mismo se puede decir a la inversa. Sectores del trotskismo (como Jorge

Abelardo Ramos) y del comunismo fueron acercándose a posiciones cada vez más

nacionalistas y menos socialistas. Inclusive, en el caso del Partido Comunista, esta fue una

de las razones, junto con su postura reformista, que permitió el surgimiento de tendencias y

luego de fracciones maoístas a principios de la década de 1960.

La derrota de los conflictos de 1959-1960 desestructuraron el surgimiento de un

sindicalismo de nuevo tipo y de un proyecto alternativo. Pero el éxito de la Resistencia no

fue sólo en el campo de la experiencia de la clase. En este sentido, y a pesar de su falta de

organización y carácter defensivo, la sensación que se transmitía al régimen y a los

sindicalistas era que estaban sentados sobre un barril de pólvora. Había que dar soluciones

de fondo a lo que se visualizaba como un descontento irracional que iba en aumento y que

podía hacer peligrar el sistema.

La burguesía, en el contexto de la Resistencia, supo reconocer el papel que podía

cumplir el sindicalismo como elemento de control social. Es evidente que la burocracia

sindical ya no estaba inspirada por el reformismo movilizador de los dirigentes gremiales

de la década de 1940; de hecho, durante el golpe de 1966, la autodenominada Revolución

Argentina, realizó el pasaje histórico de las posiciones del reformismo obrero al

reformismo burgués, insertándose en forma explícita en el sistema del capital.21

El período 1959-1969 parece signado por las derrotas. Para historiadores como

Daniel James, estas conforman un tipo de bisagra histórica que explica tanto el

colaboracionismo de la burocracia sindical como el surgimiento de la guerrilla.22 Es

20 Entrevista con Mario, Córdoba 28 de febrero de 1994.21 Juan Carlos Portantiero, "Clases dominantes y crisis política en la Argentina actual"; en Oscar Braun, comp., El capitalismo argentino en crisis (Buenos Aires: Siglo XXI, 1973), 101.22 Escribe James: “La atracción que la estrategia guerrillera ejerció en ese momento sobre los militantes que se encontraban en la Argentina debe ser vista fundamentalmente como resultado del proceso de desmovilización del movimiento de masas en los primeros años de 1960-70…”. Op. Cit., 280.

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indudable que muchos de los conflictos del período terminaron en derrotas. Sin embargo, y

por debajo, se fue gestando poco a poco una politización tanto de la clase obrera como de

los sectores medios.23 A través de los distintos testimonios que pudimos recopilar, también

queda claro que la sensación de derrota fue muy relativa y limitada sobre todo a la

militancia peronista de la Resistencia. Para la izquierda el período entre 1962 y 1969 fue

tan problemático como el anterior: eran perseguidos tanto por el gobierno como por los

empresarios y la burocracia sindical peronista. En cambio, para muchos trabajadores los

primeros cinco años de la década de 1960 fueron un período de relativo bienestar, si bien

menor que el del período peronista.24 Esto no impidió toda una cantidad importante de

luchas en las que se fue fogueando, de manera lenta, una nueva clase obrera surgida del

crecimiento industrial producto de la política desarrollista.25

En este período también es importante señalar la decepción que significó el

frondicismo para amplios sectores de la intelectualidad izquierdista y peronista. El

desarrollismo y su imagen tipo Kennedy de posibilitar un “capitalismo más humano”

fracasó entre las presiones militares, las reivindicaciones prometidas a los obreros y la

represión desatada por el plan CONINTES. Inclusive, para los claustros universitarios y los

sectores medios el debate “laica o libre” fue una experiencia aleccionadora en torno al

poder real tras el gobierno de Frondizi.26 El fracaso de este gobierno le sugirió a todo un

sector de la intelectualidad de izquierda que no había posibilidad real para un reformismo

socialista. Asimismo, el impacto de la Revolución Cubana, la figura del Che Guevara, la

independencia de Argelia, la guerra de Vietnam y otros hechos históricos, fueron generando

un rico, aunque heterogéneo debate. Fue en este período que surgen grupos como el

Movimiento de Liberación Nacional (MLN), encabezado por Ismael Viñas, con la

intención de fusionar la intelectualidad con el movimiento obrero a partir de un

nacionalismo de izquierda. El MLN tuvo escasa prédica entre los trabajadores, pero logró

conformar un fuerte movimiento entre los estudiantes universitarios. Su papel fue clave en

la politización de los claustros a partir de insertar toda una serie de discusiones en esos

ámbitos y de plantear la importancia de volcar la universidad hacia las fábricas y las villas 23 Para la politización en esos años intervinieron una combinación de diversos hechos históricos, entre otros, la decepción del gobierno de Frondizi, la impugnación del triunfo electoral peronista de 1962, la cálida acogida de la Revolución Cubana. 24 Con excepción quizás de los recesivos años de 1962-1963. Guillermo O'Donnell. El Estado Burocrático Autoritario, 1966-1973 (Buenos Aires: Ed. de Belgrano, 1996), p. 67.25 Es notable que fábricas que serán el epicentro de la izquierda en la década de 1970 surgen, o crecen durante este período: SITRAC y SITRAM, PASA, Propulsora Siderúrgica, el complejo de Villa Constitución, Kaiser, y otras.26 Una amplia mayoría de los estudiantes y profesores universitarios, acompañados por docentes y sectores profesionales se movilizaron en forma masiva en contra de la nueva Ley de educación, impulsada por la Iglesia, que permitía colegios y universidades privadas. La respuesta del gobierno desarrollista fue ignorar y reprimir la movilización de los que eran, al fin y al cabo, su base social.

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de emergencia. Queda claro que el MLN no fue el único en plantear esto.27 Por otro lado, el

conjunto de la izquierda se esforzó por insertar toda una serie de discusiones y conceptos en

el seno de la clase obrera. El papel de su actividad en esta tarea no tuvo resultados

inmediatos en términos positivistas. Sin embargo, no se sembró en el vacío, como recuerda

un activista de SITRAC:

“Pusieron un aviso tal día se hace la elección acá, en la sección mía, y salí por

unanimidad. Los reputeaba a los negros, la puta que los parió [risas] yo no quiero ser

delegado, me van a echar a la mierda, porque a todos los echaban a la mierda. Entonces, yo

no quería saber nada, pero bueno, salí por unanimidad. Bah, agarré y ya una vez que agarré

bueno este... viví todo el proceso de una huelga, que sé yo, hice una gran experiencia, y me

dí cuenta que había muchas cosas que yo no entendía. Yo le tenía terror a los comunistas,

pero terror, me parecía que tenían cara rara, que tenían mirada... de ...así claro así... yo me

acuerdo había un tal Nicolás y tenía unos ojos grandes así y saltones y yo decía ‘qué cara de

comunista que tiene este tipo’. ¡Mirá la imagen que tendría yo! Pero terrible, terrible. Y... y

tenía un amigo que era del PC, muy combativo, muy combativo, está desaparecido ese

muchacho, lo secuestraron ... figura en los desaparecidos, era muy combativo, y él me

hablaba siempre. […] Este… resulta que en el ‘65 se produce la invasión a Santo Domingo,

y nosotros estábamos en una asamblea por la discusión del convenio, y en un determinado

momento este muchacho pide la palabra y dice... que quería que la asamblea hiciera un

repudio contra los marines yanquis que estaban invadiendo Santo Domingo. Yo lo silbé

hasta con los pies. ¡Lo silbaba todo el mundo! Yo decía: ‘¡pero, che negro pelotudo, pero

qué mierda tendrá que ver Santo Domingo con nosotros que estamos discutiendo un

convenio colectivo! ¡Dejáme de hinchar las bolas!’. Y lloraba el pobre negro... Este... y

bueno después con el tiempo pude entender. Cuando perdimos la huelga en el ‘65 yo dije,

acá esto es un quilombo. Y entonces yo dije ‘bueno yo tengo que ponerme a estudiar’. Y

me puse a estudiar, me puse a estudiar por mis propios medios estudié, estudié, estudié, fui

buscando y digo: ‘puta madre, tengo que ser zurdo!’ [risas] Fui a través de un proceso muy

muy duro, porque yo era nacionalista, yo siempre me reivindiqué como un nacionalista.”28

Lo anterior demuestra que la relación entre el trabajo gris y cotidiano de la izquierda

y la politización de trabajadores peronistas fue bastante estrecha. Inclusive es notable como,

en sus inicios, distintos testimoniantes relatan haber sentido un rechazo hacia “los

27 A partir de 1956 el trotsquismo realizó un intenso trabajo en las universidades para vincular las problemáticas del movimiento obrero con el conjunto del estudiantado. Uno de sus mayores expresiones fue cuando, a fines de 1957, ARUBA (Agrupación Reformista Universitaria de Buenos Aires) se incorporó a las 62 Organizaciones con voz y sin voto. En: Ernesto González.(Comp) op. cit. T. II. p.198. 28 Entrevista con Gregorio Flores, Buenos Aires, 28 de septiembre de 1994. Ver también su libro SITRAC-SITRAM. Del Cordobazo al clasismo (Buenos Aires: Ediciones Magenta W., 1994).

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comunistas”. En este sentido, el rechazo pasaba más por una cuestión en tanto discurso o en

tanto sentir ideológico más que en función de la actividad. De hecho, el acercamiento –en

numerosos casos– se produce a partir de la práctica laboral y gremial, entre trabajadores

que comparten una experiencia idéntica. De ahí es que hemos registrado distintos casos de

captación. Algunos de ellos, el rechazo que se producía al entablarse la relación estaba

basado, sobre todo, en el prejuicio y el desconocimiento. Esto no quita que en otras

circunstancias, el rechazo fuera vehemente y violento. Sin embargo, lo que registran los

distintos testimonios es que los trabajadores, si bien con fuertes simpatías hacia el

peronismo y ciertos prejuicios hacia la izquierda, eran mucho menos macartistas de lo que

se ha dado en suponer. Una vez más se destaca la calidad del obrero izquierdista en la

capacidad para superar prejuicios y poder contactar con sus compañeros de trabajo. Un

ejemplo de lo anterior nos lo relató un militante ferroviario, ex secretario general de la

Seccional Clodomira (Santiago del Estero) e integrante de la Resistencia Peronista:

“[Después de la gran huelga ferroviaria contra Frondizi, nosotros seguíamos la lucha. Y

teníamos el apoyo de todo el pueblo. Todos éramos] ...ferroviarios, eh...el radical Scipione,

tuvo una actitud muy combativa, él apoyaba todo el movimiento clandestino ferroviario,

incluso cuando pusieron fuera de la ley a toda la comisión aquí a nivel nacional, el tipo

seguía dirigiendo clandestinamente, una actitud bastante combativa. Entonces cuando se

quiebra todo el movimiento, la bronca existía adentro, y eso lo descargamos a... nos

volcamos directamente al sindicato, y se empezó a organizar con más facilidad ya, era una

seccional del sindicato que prácticamente estaba abandonada, y nosotros la empezamos a

recomponer la organización, los delegados, todo eso, lo dejamos bien aceitadito ya, la

organización preparada. Y se convierte Clodomira en una... ¡en una potencia digamos de lo

que era [risas] Santiago en esa época! Nos miraban todos con temor y respeto. Y no había

acto, por ejemplo, que se hacía a nivel oficial en el pueblo que nos invitaran a los

ferroviarios; los ferroviarios estábamos en todos lados [risas], y eso nos daba más fuerza

todavía. Y en esa época cuando hacen contacto conmigo. Los muchachos de...en esa época

era Palabra Obrera, venía de la fusión entre Palabra Obrera y el FRIP, que era un

movimiento medio local, ¿no?, del norte.

P: Pero usted conocía a los de Palabra Obrera.

R: No, no, no, yo no los conocía a ninguno. Conmigo hacen contacto porque lo que tenía

Palabra Obrera era que se volcaba bien al movimiento obrero, tanto en el azúcar como en

ferroviarios. Donde había tensión, allí estaban ellos. Entonces, una vez me acuerdo [risas]

yo todavía no la tenía muy clara, digamos en lo que hace a lucha política, eh...hacen

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contacto conmigo. Hace contacto uno de los hermanos Santucho, que después lo mataron,

Asdrúbal, no, el hermano era el Negro, ¿cómo se llamaba?

P: Francisco René.

R: Francisco. Exactamente, ¡hasta los nombres me olvidé! [risas]. Ahí nos... me conectan,

primero van... el minuto de él era que llegaba como vendedor de libros, tenía una librería.

P: ¿En el año '63 es esto?

R: Sí, sí, ya más o menos es después de que pasó todo el movimiento.

P: ¿Usted estaba en la conducción de la seccional?

R: Sí, ya estaba como presidente [sic].

P: ¿Usted era presidente de la seccional? La de Clodomira.

R: La de Clodomira, sí. Y este muchacho me cae un día y me dice, ‘Che, ahí te busca un

muchacho’. ‘¿Quién es?’ le digo. ‘No sé –dice-- quiere hablar con vos’. Y le digo: ‘Dejáte

de hinchar, ¡capaz que sea uno de esos comunistas que no los puedo ni ver!’ Entonces pasó,

pasó eso y no lo vi ese día, al otro día o a los dos ó tres días cae a casa, y como quien

haciéndose el distraído dice: ‘Usted sabe que ando vendiendo estos libros, me traen estos

libros sobre el movimiento... luchas sindicales, le dejo esto para que lo lea’. Lo agarro, lo

empiezo a leer, recién me empiezo a… a meter en la teoría digamos del movimiento... de la

historia, mejor dicho, del movimiento sindical.

P: ¿Era sobre la Argentina?

R: Sí, sí, las luchas obreras en la Argentina. Entonces me interesó, me interesó. Después,

como a la semana viene Francisco otra vez y me dice: ‘¿Qué, qué le pareció?’ Digo: ‘Muy

interesante, me gustó’. Entonces me deja otros libros más, y empecé a leer, a leer, a

meterme más y un día me cae con un documento que era de Palabra Obrera. Y ahí me

empieza a meter más. Me empezó a agarrar, a agarrar de tal forma que... quería leer más,

entonces dice: ‘Por qué no hacemos una cosa, nos organizamos entre los muchachos que les

interese esto para hacer una especie de curso, para empezar a... a hablar sobre las luchas

obreras en la Argentina’. Bueno ahí éramos tres, cuatro compañeros.

P: ¿Todos ferroviarios eran?

R: Todos ferroviarios. Ahí empezamos a hacer las primeras charlas sobre el movimiento

obrero. Y bueno así pasó, y pasó, me empezaron a... digamos a interiorizarme de la historia

de todo este movimiento que es la unión de... la fusión digamos entre Palabra Obrera y el

FRIP y todos los antecedentes, ¿no?, cómo se gestó el movimiento del FRIP, todo el

movimiento regional. Poco a poco me empiezo a meter más adentro, hasta que me plantean

ingresar.”29

29 Entrevista con Manuel Castro, Buenos Aires, 9 de julio de 1995.

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El siguiente testimonio, también refleja como se expresó esta relación:

P: ¿Ustedes dialogaban con Benito Romano?

R: La FOTIA estaba abierta para nosotros, y yo siempre cuento una anécdota inusitada, que

Zelarrayán no era de Palabra Obrera, pero él nos decía ‘Muchachos, no, no se preocupen,

no necesitan ir hasta el ingenio, me dan los periódicos a mí, y yo se los llevo a los que

ustedes digan’. Bueno, podía ser como maniobra, pero la verdad que los periódicos

llegaban, y además nosotros también íbamos, pero la actitud de... bueno era esa actitud.

P: O sea, ¿había una actitud receptiva a la izquierda? Y eso, y eso que es un gremio que

supuestamente es muy peronista y atrasado.

R: Pero había un antecedente muy conocido de la huelga del ‘59, ¿no? de la FOTIA, donde

Esteban Rey había tenido mucha importancia, mucha importancia.

P: Importancia ¿en qué sentido?

R: Asesorando la huelga, influido ideológicamente, él también había entrado en el Partido

Socialista de la Revolución Nacional. Entonces que era de algún modo, en ese ambiente,

sabían que no éramos del Partido Comunista.

P: ¿A ellos sí los rechazaban?

R: A ellos sí, a ellos sí, habían estado en la Unión Democrática, en cambio al Partido

Socialista de la Revolución Nacional ...

P: O sea el entrismo les dio resultados a ustedes.

R: Eso es lo que decimos nosotros, primero ese entrismo sui generis, porque también fue en

el Partido Socialista de la Revolución Nacional, y después el entrismo al partido Peronista,

sí.

P: Entonces usted llega en el ‘61, hay una receptividad, lo tienen captado a Leandro Fote, y

cierta inserción en el Ingenio San José...

R: Y conocido en muchos ingenios. El único ingenio que teníamos nosotros y que teníamos

compañeros, era el San José, en el resto eran contactos o amigos que venían a reuniones,

que vinieron a reuniones, Aparicio, que después es secretario general, vino a reuniones

citadas por Palabra Obrera, este... Carrizo del Trinidad, vino a reuniones; en Santa Ana

bueno, venían muchos compañeros de Santa Ana pero ya estaba el ingenio cerrado.30

Una vez más, es importante destacar que en estos casos la resistencia inicial fue

muy superficial y rápidamente vencida. De ahí la importancia de la calidad del militante;

fue lo que definió el vínculo con los obreros y su respuesta. En este sentido, uno de los

elementos que intervino para que se produjera este acercamiento fue “el saber escuchar”.

Numerosos son los testimonios y documentos que plantean esta cuestión. “El saber

30 Entrevista con Ernesto González, Buenos Aires, 4 de diciembre de 1996.

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escuchar” se refería, en gran medida, al “atender y responder ”a los problemas concretos

que surgían en los lugares de trabajo. Para el miembro de una organización de izquierda

cobró una especial importancia, en su actividad política, el atender a los problemas

gremiales. Esto, sin duda, contribuía a su inserción política en un medio hegemonizado por

el peronismo. No obstante, existían los prejuicios alimentados por el discurso peronista.

III.

El golpe de estado de 1966 colocó al general retirado Juan Carlos Onganía en la

presidencia de la Nación.31 Tenía como objetivo no sólo desplazar a un gobierno sino

mantenerse en el poder todo el tiempo que fuera necesario para poder “reorganizar la

República” adecuándola a las nuevas necesidades internacionales y tratando de poner fin a

su crisis orgánica.32 Onganía y sus asesores habían observado que era imposible retornar al

sistema agroexportador anterior a 1930.33 Más aún, tomaron en cuenta que en el plano

social y político la herencia peronista y la recomposición bajo Frondizi significaba una

clase obrera organizada y politizada, que desprovista de la influencia moderadora del

general exiliado podía disputar la hegemonía política. La burguesía derivó conclusiones

concretas del Plan de Lucha de la CGT en 1964. De acuerdo a O'Donnell, era preocupante

la capacidad de acción de la clase obrera, que podía movilizarse hacia metas diferentes que

las declaradas por la CGT y “la no menos preocupante espontaneidad con que algunas

bases habían tendido a rebalsar --sobre todo mediante la toma de rehenes y algunos casos

de gestión obrera de las fábricas ocupadas--, las consignas de aquellos dirigentes.”34 En

síntesis, no se trataba sólo de una clase obrera cuya capacidad de articulación de demandas

trababa la acumulación y que, por su apoyo al peronismo, no podía ser digerida por el

régimen político vigente. Sino, en realidad, que el movimiento obrero --más allá de las

intenciones de sus dirigentes-- podía movilizarse de manera coordinada en direcciones

objetivamente antagónicas contra los intereses de clase de la burguesía, insinuando fisuras

en la dominación social. El siguiente testimonio de un obrero peronista, que trabajaba en

una fábrica metalúrgica de Parque Patricios (Buenos Aires), nos ilustra sobre estos

acontecimientos:

“Ahí en Máspero me ligué a la Comisión Interna, a los delegados, que eran del PC [...]

31 Las Fuerzas Armadas habían dirimido una disputa interna a tiros, entre 1962 y 1963. En esa disputa resultó triunfante Onganía, liderando el ala "legalista" e ideológicamente comprometida con la Doctrina de la Seguridad Nacional. Véase: Rogelio García Lupo. Mercenarios y monopolios en la Argentina (Buenos Aires: Ed. Legasa, 1984).32 Alain Rouquié, "Hegemonía militar, estado y dominación social"; en Alain Rouquié (comp.). Argentina, hoy (México: Siglo XXI, 1982), pág. 19.33 Para una interesante discusión sobre el golpe de 1966 y el análisis realizado por el sector militar en torno a Onganía, ver: Guillermo O'Donnell. op.cit págs. 65-119.34 O'Donnell, op. cit., 77. Es por esto que se ha caracterizado la intervención militar de 1966 como "un golpe preventivo".

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Ahí nos organizamos todos, ahí empecé a ser activista, éramos el grupo de la interna,

delegados, una fábrica de unos 300, hacíamos bulones, 300 personas [...] todos de la UOM.

Y... bueno ahí nos preparamos. Un día nos reunimos, éramos... seríamos unos treinta, entre

los delegados y los activistas, unos treinta más o menos. Planificamos toda la toma.

Entonces había que hacer gomeras, por ejemplo. Yo me encargué de la tarea de hacer las

gomeras. En la sección de calienta, de la alambra, hacíamos las horquetas. Yo me encargué

de comprar la goma, las armamos todas en el cuarto de delegados. Hicimos, más o menos,

unas cuarenta gomeras. [...] Teníamos que esperar que toda la jefatura este adentro, porque

era con rehenes. [...] Y bueno vino la orden que tal día teníamos que tomar ...y a las ocho

cuando entró el gerente, que era un coronel retirado. Bueno que hacíamos con los posibles

carneros... eran los italianos, [...] qué hacíamos, cómo los frenábamos, teníamos que tener

todo preparado, para que no se nos escapen. Pero serían veinte, treinta, que podrían ser...

pero con mucho temor... nosotros éramos muy agresivos, ese era el tema. Veníamos todos

de la experiencia de la resistencia y del peronismo [...] Y dio la orden y corrimos...

teníamos tareas. Había un grupo que iba a cerrar el portón, los dos clarkes tenían que llevar

rollos de alambre y mezclarlos, llevaron eso, llevaron tarima con bolsas de unos bulones así

de largo y así de grueso [hace el gesto]...hicieron con eso una barrera como de dos metros

de ancho. Todo el alto del portón. No entraba nadie. Me acuerdo vino el autito de la cana,

esos que tienen la chapa adelante, le pegaban al portón y rebotaba [risas] La tarea que

teníamos con Carlos y con otro delegado [...] y un uruguayo, que no decía nada, pero

cuando se armó el quilombo tuvo una audacia tremenda. Teníamos que tomar el coso del

jefe de personal, la oficina, la oficina era una casa de alto y un chalecito arriba, era en el

medio del patio [...] fue una carrera quien llegaba primero ahí. Quién subía. Porque le

teníamos una bronca a ese hijo de puta. Porque tenía... aparte milico. ¡Hijo de remil puta! Y

yo ahí estaba [...] me acuerdo que manoteé la puerta, pero el uruguayo me ganó y entró. [...]

Había un ventanal grande, así abierto y un cuadro de Máspero, del viejo...Y dice ‘que pasa

acá’. Enérgico el tipo. El uruguayo entró, cazó el cuadro y dijo ‘yo te voy a enseñar que

pasa acá’, dice. Lo tiro por la ventana y lo empujó, el escritorio lo llevó contra la pared

[risas] el tipo se puso blanco con el temor. Quince tipos éramos, porque después se

prendieron otra gente, en el proceso. [...] Bueno bajamos, lo llevamos al jefe, a ese, a otro

jefe más, eran tres o cuatro, en una oficina. Tenía puerta de chapa. Entonces el uruguayo

fue a mantenimiento y se trajo la soldadura eléctrica y lo soldó. La cortó así y le hizo un

agujero. Para pasarle la comida [risas]. Ahí lo tuvimos.... Arriba, en la terraza nosotros

hicimos, llevábamos bolsas, cargados con bulones, los bulones se ponían en bolsas, [...]

hicimos toda una barricada así [gesto de altura]. Le poníamos bolsa a toda la orilla.

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Teníamos tachos [...] llevábamos unos tachos, poníamos los tachos ahí, teníamos

proyectiles para tirar con la gomera. No se arrimaba la cana, en ese tiempo la cana andaba a

caballo, [...] la gomeras eran dobles tirábamos cien metros tranquilamente [...]

P: ¿Cuándo tiempo la tuvieron ocupada?

R: Casi una semana.

P: ¿Cómo hacían con la comida?

R: Nos abastecíamos. De noche... teníamos... arriba habíamos puesto un palo con una

roldana y una soga, largábamos uno. Habíamos hecho una maleta [...] lo atábamos a uno

flaquito y lo largábamos por la roldana abajo. [...] Lo largábamos con una soga hasta abajo.

Tocaba suelo y se iba a comprar a la mañana. También no era una represión, ni un control

tremendo [...] ahí fue esa mi primer experiencia.”35

El Plan de Lucha se destacó no sólo porque la CGT demostró tener un poder

considerable de movilizar a sus afiliados (se tomaron más de 11.000 fábricas). Lo más

notable fue que en algunas de las ocupaciones fabriles (pocas pero significativas) hubo

intentos por parte de los trabajadores de ponerlas en producción. Asimismo, el Plan de

Lucha permitió una participación notable de los militantes y activistas de izquierda cuya

inserción en el lugar de trabajo era, en considerable cantidad, mayor que en las

conducciones gremiales. En síntesis, a pesar del vandorismo, la gimnasia de tomas de

fábricas, aún conducidas por el propio oportunismo de la CGT, tuvo un efecto de politizar

-- por momentos-- a muchos trabajadores hacia la izquierda. No sólo por la práctica, sino

también porque una actitud combativa generaba espacios y puntos de contacto con los

militantes, posibilitando la labor de la izquierda. Era en el proceso de la lucha en sí, que la

militancia izquierdista, en general más combativa que la burocracia, se prestigiaba entre los

trabajadores y demostraba en la práctica lo acertado o no de su prédica. Según un

metalúrgico de Santa Fe:

“R: Y volví a trabajar en el taller. Ya la situación estaba muy mala... todo estaba dando

resultado digamos... el proceso que había iniciado Frondizi. Entonces empezaron a quedar

cientos de talleres chicos sin trabajo. Ya a partir del año '60 se había instalado la DKW

Autounión, en el '63 comienzan a pedir oficiales. Entonces a través del que fue después

vice-gobernador de Santa Fe, que era secretario adjunto de la UOM de Santa Fe, Miguel

Cuello, entro a trabajar en la DKW. Era joven. Realmente tenía 22 años. Y ahí fui elegido

delegado. Ahí fue mi primera experiencia como delegado. Fui elegido digamos primero

porque era uno de los más viejos de la fábrica. Fui elegido en el año '64. Entonces como yo

35 Entrevista realizada junto con Hernán Camarero al Cabezón, Buenos Aires, 11 de mayo de 1998.

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era el más antiguo ahí, se me elige delegado. Estaba en condiciones de ser delegado. En los

primeros momentos no hubo grandes problemas.

P: ¿Tenías militancia política en ese entonces?

R: No. Para mí, digamos, la política no existía. Bueno en el año '64, cuando comienza el

plan de lucha de la CGT, que para nosotros era un plan de lucha por cuestiones

reivindicativas, no tenía contenidos políticos. Después de varios años me enteré de lo que

era un problema político. A nosotros no se nos planteaba el problema de Perón vuelve. A

nosotros se nos planteaba la situación económica, digamos, la situación laboral, las

condiciones de trabajo, el problema del convenio. Yo estaba por eso. Yo fundamentalmente

iba por eso. O sea la UOM siempre tuvo un particular comportamiento conmigo en Santa

Fe. Este... por un lado, digamos a ese tipo de reuniones políticas ellos no me invitaban.

Sabían muy bien que yo no era peronista. Entonces, digamos, no... no era fácil tratar el

tema del peronismo conmigo.

P: En tu fábrica, ¿cómo describirías a los trabajadores en esa época?

R: Yo te diría que el nivel de conciencia, en general, era... el interés fundamental era el

problema reivindicativo. O sea la composición de la fábrica, mayoritariamente era joven.

La gran mayoría eran de Santa Fe. Después había cordobeses que habían traído de la IKA.

En el momento que más obreros tuvo la fábrica, puedo decir que fueron 1800 más o menos

entre obreros y empleados, la gran mayoría eran peronistas. Había un grupo bastante fuerte

de comunistas. Y dentro de la fábrica había aproximadamente 180 delegados. La comisión

interna estaba en manos de Penizi, que era el secretario general de la UOM de Santa Fe.

Todos peronistas. Y, después yo creo que había otro núcleo bastante grande, de gente

independiente, de gente que no se identificaba con ningún partido que en lo sindical eran

muy combativos, muy activos, pero que políticamente no se identificaban con nadie, igual

que yo. Después un grupo fuerte de comunistas. Entonces, nosotros ahí dentro de la fábrica

formamos un grupo bastante unido entre todos cuando empezó a haber problemas en la

fábrica y largamos el plan de lucha. Ahí fui conociendo a los comunistas.”36

Durante toda esa década, la izquierda mantuvo un trabajo permanente en la clase

obrera. En diferentes gremios, a pesar de estar controlados en forma férrea por sindicalistas

peronistas, existieron diversos intentos de pelear las conducciones fabriles. Por ejemplo,

Palabra Obrera, luego el Partido Revolucionario de los Trabajadores, mantuvieron en esos

años distintas agrupaciones en algunos establecimientos. La presencia de éstas se demuestra

analizando los boletines que publicaban como “El Activista de la Carne” que lo hacían

trabajadores de los frigoríficos de Berisso y de Rosario, “El Trabajador metalúrgico ” de

36 Entrevista con Carlos Tomás Ponce de León, Buenos Aires, 30 de agosto de 1988.

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Quilmes-Berazategui, “El Activista Metalúrgico” de Rosario, entre otros.37 Asimismo, en

zonas como Córdoba tanto el partido Comunista, con el dirigente de la construcción Jorge

Canelles a la cabeza, organizaciones nuevas como Vanguardia Comunista, y una cantidad

de pequeñas agrupaciones político-sindicales como la “Felipe Vallese”, dirigida por René

Salamanca, tenían un pequeño pero importante trabajo entre los obreros industriales.

Fue en 1967, cuando comenzó a vislumbrarse el nuevo modelo social de

acumulación de capital que fuera, de manera plena, instaurado por el peronismo entre 1989

y 1999. En el ámbito económico el incremento de la eficiencia y la productividad de todos

los sectores de la economía se constituyó en principio fundamental. Con este objetivo, y a

grandes rasgos, se disminuyó la protección aduanera y se eliminaron subsidios a las

empresas ineficientes (por ejemplo, los ingenios azucareros de baja productividad); se

buscó la modernización de actividades estatales poco productivas, como el puerto y los

ferrocarriles sobre la base de un aumento en el rendimiento del trabajador; se alcanzó la

estabilidad monetaria mediante la congelación de salarios y la reducción del gasto público

(aumentando los ingresos fiscales mediante el incremento de los impuestos y el precio de

los servicios públicos) y el equilibrio externo mediante el aumento de las exportaciones de

productos no tradicionales. Por último, el capital extranjero fue llamado a colaborar en la

modernización del país mediante el aporte de capital y tecnología y, como complemento, el

Estado emprendió una serie de inversiones destinadas a mejorar la estructura energética y

vial.38

La dictadura de Onganía, durante sus primeros ocho meses de gestión, soportó una

significativa conflictividad como consecuencia de su administración económica. En el

transcurso de esos meses, los trabajadores portuarios, azucareros y ferroviarios, entre otros,

realizaron importantes medidas de fuerza. Las mismas fueron hechas pese a la colaboración

de la mayoría de los dirigentes sindicales y la aceptación del peronismo del gobierno

militar.39

37 Todos estos boletines sindicales fueron editados por el trotskismo entre 1963 y 1967. En ellos se denunciaban las “ofensivas patronales”, las “componendas” de la “burocracia” y, a la vez, se insistía en la reorganización de las Comisiones Internas. 38 Iris Martha Roldán. Sindicatos y protesta social en la Argentina (1969-1974). Un estudio de caso: el Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba (Amsterdam: CEDLA, s/f), pág. 65.39 La CGT, dirigida por el “vandorismo”, demostró a través de distintas declaraciones su apoyo. No pocos la interpretaron como la reencarnación de la alianza Ejército-Sindicatos del período 1943- 1955. Declaró la CGT: “[...] El movimiento militar que el 27 de junio tomó el Poder, constituye un hecho nuevo e históricamente asume una gran responsabilidad, ante la atenta expectativa que indiscutiblemente ha concitado en el país. [...] La CGT, consciente de su responsabilidad propone soluciones y demanda la participación que le corresponde en un verdadero proceso de progreso argentino.” Clarín (30 de junio de 1966). Por su parte Perón expresaba: “Para mí éste es un movimiento simpático porque se cortó una situación que ya no podía continuar. [...] Si el nuevo gobierno procede bien, triunfará. Es la última oportunidad de la Argentina para evitar que la guerra civil se transforme en la única salida [...] Dios quiera iluminar a Onganía y sus muchachos, y que estos muchachos acierten a tomar la mano que la fortuna les está tendiendo”. En: Primera Plana, 30 de junio de 1966.

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Estas huelgas cruzaron todo el país. Eran parte de la pequeña oleada de luchas que

se había iniciado en 1963. De estas, la huelga portuaria fue la que más impacto produjo.40

Duró cerca de setenta días. Durante su transcurso, ante la actitud de los dirigentes

tradicionales, se constituyó una organización independiente que dirigió gran parte del

conflicto. De este modo surgió la Coordinadora de Comités de Resistencia de Barrios y

Hoteles, conocida por ese entonces con el nombre de Intervillas. En ella, la izquierda, sobre

todo el PRT, desempeñó un papel fundamental para tratar de que triunfase el conflicto y que, a

la vez, se pudiera extender a otros gremios amenazados por la política económica de

Onganía.41 En este sentido colaboró con la impresión de los Boletines de Huelga (unos

dieciséis) y volantes, los repartió, organizó reuniones con seccionales y fábricas donde tenían

militantes (en particular ferroviarios), realizó colectas para la obtención de fondos, etc.42 Pese

a todo este esfuerzo, a fines del mes de diciembre de 1966, el dirigente portuario Eustaquio

Tolosa suspendió el conflicto. Este fue el inicio de toda una serie de derrotas que signaron al

movimiento obrero hasta mediados de 1968.43

Pese a esta situación, el movimiento obrero desarrollaba actos de sabotaje en respuesta

a la situación que se vivía en las fábricas:

“...nosotros, la línea del partido[el PRT] era hacer resistencia técnica parcial, consistía en

hacer sabotaje directamente, ¿no?. No sé porque le habían puesto ese nombre. Era hacer

acciones que jodiesen la producción y bueno nosotros discutimos y empezamos a hacer eso.

Había un compañero que se llamaba Orona, trabajaba arriba, no me acuerdo donde

trabajaba, estaba en cocina, todos los días me venía a buscar para hacer algo. Se enloqueció

con lo de resistencia técnica parcial. Entonces, íbamos a mecánica y traíamos viruta de

acero. Al lado de la sección nuestra, para el lado de la plaza de novillo, había una zorra

llena de grasa. [...] Agarrábamos la viruta de acero y la tirábamos ahí. Entonces, la viruta

bajaba y quedaba todo...en la conserva, conocíamos gente de la sección y le hacíamos poner

pedacitos de papel en la conserva, o también viruta. Orona tenía la obsesión de cagar la

máquina donde iban los huesos, los nonatos, iba al guano, debía de ser una máquina

poderosísima porque le tirábamos roldanas, no la pudimos romper nunca, fundía los

40 El 7 de octubre de 1966 el gobierno promulgó la ley 16.971 para la reestructuración del régimen del obrero portuario. En ella se imponía una nueva modalidad de trabajo liquidando viejas conquistas del sector. Por ejemplo, el sueldo efectivo de los estibadores quedaba reducido a la mitad al cambiarse el cálculo de los “jornales” diarios, además se modificaba los tiempos que se consideraban de “jornada normal”, “horas extras” y los adicionales por carga peligrosa e insalubridad. Clarín, 19 de octubre de 1966. 41 Las otras tendencias de izquierda que participaron fueron el Partido Comunista y Política Obrera.42 Un primer balance de la actuación del PRT puede encontrarse en: La Verdad Nº68, 28 de noviembre de 1966.43 Los días de trabajo perdidos habían bajado de manera notable. En Capital Federal, la cifra de 244.844 días perdidos en 1967, contrastan con 1.912.826 de 1966 y más de 1.200.000 tanto en 1964 como en 1965.En: Robert Potash. El ejército y la política en la Argentina. (Buenos Aires: Sudamericana, 1994), T.III, 49.

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huesos... Hicimos eso durante bastante tiempo. Nosotros nunca tuvimos confirmación de lo

que voy a decir pero se rumoreó mucho que un barco de Inglaterra volvió porque

devolvieron la mercadería por el sabotaje que nosotros hacíamos. Un barco, lógicamente no

todo sería prácticamente malo pero.., la mayoría de los productos de Swift era para

exportación, las conservas... Hasta que Orona cayó preso. Nunca nadie tuvo pruebas, era

época de la dictadura de Onganía, cayó preso porque... nunca se supo bien. Dicen que ‘tiró

clavos en el picadillo’, parece que tiró clavos en la máquina de pate foi o de picadillo. Ahí

sospecharon de él [...] sin tener pruebas pero habrán dicho ‘éste es’. Lo metieron preso y lo

llevaron a la prefectura, como es zona de puerto va a parar a la prefectura, lo tuvieron un

mes más o menos, lo largaron porque no había ninguna prueba pero quedó fuera de la

fábrica”.44

Es importante mencionar más en detalle algunas de las medidas del plan que fue

aplicado, en líneas generales, hasta 1969-1970. Según analiza Braun, una de las trabas

mayores al eficiente desarrollo de las empresas monopolistas en la Argentina había sido la

inflación. La gestión del gobierno se encaminó a controlar sobre todo uno de sus

mecanismos, el incremento de los salarios nominales:

“El control de la inflación fue obtenido a costa de los trabajadores, y si sus salarios no se

deterioraron aún más fue gracias a una reducción en los ingresos del sector agrícola vía

retenciones e impuestos a la tierra. El costo de una política destinada a beneficiar a los

grandes monopolios fue […] distribuido entre la oligarquía agropecuaria y la clase

obrera.”45

El proyecto económico de Onganía brindó oportunidades inigualables para el

desarrollo de la izquierda entre la clase obrera. Dado que el vandorismo colaboraba con la

dictadura y que los partidos burgueses carecían de una respuesta frente a la agresión

económica, fueron las distintas agrupaciones de izquierda las que comenzaron a debatir las

alternativas y a encarar la resistencia. Por ejemplo, el mismo día del golpe de estado, en la

ciudad de Córdoba, la agrupación estudiantil “Espartaco”, conformada por el PRT y la

Agrupación Político-Sindical “Felipe Vallese”, lanzaron diez mil estudiantes a la lucha

callejera que resultó en la toma del barrio Clínicas durante algunas horas.46

44 Entrevista realizada junto con Hernán Camarero y Ernesto González a tres obreros del gremio de la carne. Buenos Aires, 18 de julio de 1998.45 Oscar Braun, "Desarrollo del capital monopolista en la Argentina"; en Oscar Braun, comp. El capitalismo argentino en crisis (Buenos Aires: Siglo XXI, 1973), pág. 16-17.46 Entrevista con Leonel Urbano, Buenos Aires, 27 de enero de 1999. La Agrupación Político-Sindical “Felipe Vallese”, era una organización marxista, a pesar de su nombre. En su conducción se contaba a René Salamanca y, entre sus militantes, a las hermanas Adriana y Susana Lesgart que más tarde fundarían Montoneros.

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El sindicalismo parecía olvidar “que su fortuna debía mucho a la existencia de un

juego político relativamente abierto que obligaba a los gobiernos y a quienes se colocaban

en la oposición a solicitar su apoyo o su neutralidad. [...] Los militares del ‘66 decidieron

anular al mismo tiempo, el complicado sistema de negociaciones políticas que tantos

obstáculos ponía a su realización. Con ello anularon igualmente las bases mismas de la

estrategia de presión política del sindicalismo.”47

A partir de esto, el sindicalismo resultó impotente para resistir la ofensiva estatal.

Incapaz de asegurar reivindicaciones económicas parciales ante la fuerza de la nueva

coalición gobernante, incapaz de enfrentar a la dictadura a través de una estrategia de lucha

a largo alcance, el “vandorismo” entró en crisis.

Entretanto, comenzaron a distinguirse tres tendencias que reflejaban las diferentes

percepciones y la cambiante situación gremial del momento. Una fue la “participacionista”

--en su mayoría, sindicatos que provenían de las “62”, liderados por el gremio de la

construcción y en un principio por la Federación de Luz y Fuerza-- partidaria de la

colaboración estrecha con el gobierno y denominada “Nueva Corriente de Opinión”.

Encabezaron esta tendencia Juan José Taccone, de Luz y Fuerza de Capital Federal, José

Alonso (vestido) y Rogelio Coria (construcción). Su apoyo fue escaso, pero creciente

gracias al beneplácito que le otorgaba el Ministerio de Trabajo. La segunda era una

tendencia mayoritaria, liderada por el metalúrgico Augusto Vandor, y constituida por la

mayoría de las “62 organizaciones”, algunos Independientes como el gremio de comercio y

el sector de No Alineados. Entre la presión de las bases y la actitud del régimen, su postura

fue reducida al inmovilismo, por lo que tendió a aislarse del gobierno sin combatirlo. Por

último, la división del vandorismo junto con el crecimiento de las luchas obreras permitió

el nacimiento de una alternativa sindical por demás heterogénea: la CGT de los Argentinos.

Estas divisiones se cristalizaron en el Congreso de marzo de 1968, que acordó la

dirección de la CGT a esta corriente opositora. Ese fue el origen de la CGT de Paseo

Colón48 que agrupó a diversos sectores del espectro gremial: sindicatos intervenidos (Benito

Romano, FOTIA), gremios que habían conformado las “62 Organizaciones de Pie” 49 (Julio

Guillán, FOETRA), dirigentes que habían pertenecido a las diferentes conducciones de la

47 Juan Carlos Torre. Los sindicatos en el gobierno 1973-1976 (Buenos Aires: CEAL, 1983), 35.48 Con posterioridad esta fue conocida con el nombre de CGT de los Argentinos. Es de notar que Ongaro consideraba a la CGT-A como continuadora de la CGT antiburocrática de la época de la Resistencia peronista. Véase: “Entrevista” en Alejandro Dorrego y Victoria Azurduy, El caso argentino (México: Ed. Prisma, 1977), 147.49 Las “62 Organizaciones de Pie junto a Perón” fue un organismo sindical surgido en 1966 como producto de las disputas interburocráticas entre vandoristas y alonsistas. En esta entidad participaron dirigentes gremiales del interior del país y miembros de la “línea dura” del sindicalismo marginados por Vandor desde 1962. Este sector también saludó en forma cálida el golpe de 1966. James, op.cit. p.242 y Jorge Correa. Los jerarcas sindicales. (Buenos Aires: Ed. Obrador,1974) p.43.

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central vandorista entre 1966 y 1967 (Antonio Scipione, UF), gremios Independientes

(Amancio Pafundi, UPCN) y otros.50 La conducción de la central estuvo a cargo de

Raimundo Ongaro (gráfico), hombre ligado a sectores de la Iglesia Católica.51 Un mes más

tarde, se adhirió a esta tendencia sindical la seccional de Luz y Fuerza de Córdoba

encabezada por Agustín Tosco quien contaba con el apoyo de la izquierda, en particular,

del Partido Comunista.52

Las otras dos corrientes desconocieron la votación de este Congreso. Los

“vandoristas”, junto con algunos Independientes y sectores de las ex “62 Organizaciones de

Pie”, organizaron su propio congreso constituyéndose la CGT de Azopardo.53 Los

“participacionistas”, por su parte, se mantuvieron separados de ambas CGT.54

En materia de proyectos, la CGT de los Argentinos se planteó como objetivo el

derrocamiento del gobierno militar y una serie de medidas que algunos han considerado

como de “transición” al socialismo pero que, en realidad, se acercaban más al modelo

peronista de 1946-1955. La tónica de esta central estuvo dada por acciones declamativas en

su prensa, si bien sus seccionales gozaron de bastante autonomía y algunas, como Córdoba

o Rosario, desarrollaron planes de lucha vinculados con el movimiento estudiantil.55 Esto

no es casual, ya que en su heterogeneidad esta CGT incluía diversos sectores de la

burguesía que se habían perjudicado con el plan de Krieger Vasena, sectores de los partidos

políticos tradicionales que se hallaban proscritos (PJ, UCR), sectores desplazados de la

burocracia vandorista (por ejemplo, a Alejo Simó de la UOM de Córdoba), el sindicalismo

denominado “combativo”, el sindicalismo de liberación (Tosco) y la izquierda reformista

(el PC).56 El lenguaje de “izquierda” y “revolucionario” que presentaba su programa y su

periódico atrajo a importantes sectores de este arco político y al movimiento estudiantil

universitario.57 Hubo de hecho, en torno a estos dirigentes sindicales, una segunda línea de

activistas y militantes de izquierda colaborando con recursos, aparato, contactos, militancia,

e inclusive en la autodefensa de muchos locales de la CGTA. Fue a través de la izquierda 50 Rubén Rotondaro, Realidad y cambio en el sindicalismo (Buenos Aires: Ed. Pleamar, 1971), 316, 324, 329, 332, 336,337 y 338. 51 Ongaro mantenía importantes vínculos con la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos.52 Jorge Winter, “Agustín Tosco”. Hechos y protagonistas de las luchas obreras argentinas. (Buenos Aires: Ed. Experiencia, 1984) p. 12.53 La CGT de Azopardo, en contraste, propugnaba el diálogo con condiciones, modificaciones parciales en la estrategia económica e incrementos salariales.54 Rubén Rotondaro. op. cit. p.34055 Al respecto véase: Osvaldo Calello y Daniel Parcero, De Vandor a Ubaldini (Buenos Aires: CEAL, 1984) Tomo I p.110 y Daniel Parcero. La CGT y el sindicalismo latinoamericano. (Buenos Aires: Ed. Fraterna, 1987) p. 129.56 Uno de los abogados de esta central fue Luis Cerrutti Costa ex Ministro de Trabajo de la Revolución Libertadora. Además, en no pocas ocasiones, se realizaban actos públicos en forma conjunta con dirigentes del radicalismo como el ex vicepresidente Carlos Perette. 57 Sobre la heterogeneidad de sus proclamas y campañas puede consultarse la selección de documentos publicada por Página/12 del Diario de la CGT de los Argentinos en 1997.

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que se logró un amplio apoyo del movimiento estudiantil. El resultado de esto último fue

bastante importante puesto que redundó, a pesar de la desconfianza mutua, en la

politización de ambos, obreros y estudiantes de clase media.58

Para ese entonces, la izquierda argentina era un mosaico amplísimo de

organizaciones, grupos y tendencias. Muchos de éstos tenían una vida efímera: se

conformaban, crecían y desaparecían en un período de no más de dos años. Al mismo

tiempo el universo de pequeños grupos y tendencias se había completado con el

surgimiento de nuevos partidos izquierdistas, como el PCR o Vanguardia Comunista, que

ampliaban bastante el espectro de las alternativas marxistas que se le ofrecían a la clase

obrera. Esto reflejaba una amplia politización de miles y miles de personas que discutían,

debatían y participaban como activistas. Los debates giraban sobre todo en torno a la

caracterización de la Argentina y de la revolución, al problema de las vías para la toma del

poder, y a la cuestión del peronismo. Es una falacia afirmar que se discutía la violencia

revolucionaria. Por lo general, todas las agrupaciones estaban de acuerdo con la necesidad

de la violencia para la conquista del Estado. El problema era cuándo había que ejercerla.

Esto, de manera necesaria, se remitía a las diversas caracterizaciones que se hacían de la

etapa en que se encontraba la lucha de clases en la Argentina, entre otros temas. A partir de

allí, se debatía el tipo de organización (partido, movimiento, organización político-militar),

la relación entre éstas y las masas y la construcción de instancias de poder revolucionario.

Por último, un tema central del debate era la actitud frente al peronismo. En este punto, y

simplificando, el eje era si --dada su base obrera-- había que trabajar desde adentro o si, por

el contrario, había que gestar una alternativa desde afuera y en oposición al mismo. Por lo

general, aquellos con alguna experiencia en lo que se llamó “el entrismo” optaron por la

segunda opción, mientras que muchos intelectuales y militantes con un pasado en el partido

Comunista se volcaron a tratar de transformar “desde adentro” al “movimiento”.59

En todos los casos, la izquierda a través de un trabajo gris y cotidiano, limitada por

sus propias debilidades y contradicciones, y marcada por la represión, cumplió una

importante función en cuanto a la organización y lucha de la clase obrera argentina y, sobre

58 Se equivoca, de manera grosera, James Brennan cuando plantea que el apoyo estudiantil a la CGTA fue uno de los factores determinantes en su declinación. Ver James Brennan. El Cordobazo (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1997), pág. 170. La traducción española es por demás inexacta ya que la adjetivación en inglés es mucho más dura con la alianza obrero-estudiantil planteada por la CGT-A. Por otro lado, este apoyo de la izquierda a los sindicalistas de la CGT-A sirvió para que algunos dirigentes, como por ejemplo Agustín Tosco, fueran erróneamente sindicados como miembros del PCA.59 Una hipótesis en torno a esto podría ser que aquellos que se volcaron al “entrismo” entre 1955 y 1965 pudieron comprobar en carne propia la imposibilidad de transformar al peronismo desde “adentro”. Mientras que organizaciones, como el PCA o las FAR, con una postura históricamente de confrontación con el peronismo modificaron su postura para acercarse a una clase obrera que caracterizaban como homogéneamente peronista y hostil a la izquierda.

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todo, en cuanto al crecimiento de una conciencia socialista. Fue gracias a este trabajo

político que, durante el siguiente período de 1969 a 1976, la clase obrera se aproximó, por

primera vez desde 1945, al desarrollo de un proyecto autónomo de poder. Este proyecto,

que cobró fuerza a partir del Cordobazo, encerró un quiebre y una síntesis superadora del

peronismo. En el siguiente capítulo nos detendremos a analizar sus principales aspectos.