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1 UNIVERSIDAD PANAMERICANA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y CIENCIAS SOCIALES ESCUELA DE FILOSOFÍA “La prudencia: una respuesta al mal moral actual” T E S I N A Q U E P R E S E N T A BEGOÑA CASAS CUÉ P A R A O B T E N E R E L G R A D O D E : ESPECIALIDAD EN ANTROPOLOGÍA DIRECTOR DEL TRABAJO: Dr. VICENTE DE HARO ROMO MÉXICO, D.F. 2014

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1

UNIVERSIDAD PANAMERICANA

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y CIENCIAS SOCIALES

ESCUELA DE FILOSOFÍA

“La prudencia: una respuesta al mal moral actual”

T E S I N A

Q U E P R E S E N T A

BEGOÑA CASAS CUÉ

P A R A O B T E N E R E L G R A D O D E :

ESPECIALIDAD EN ANTROPOLOGÍA

DIRECTOR DEL TRABAJO: Dr. VICENTE DE HARO ROMO

MÉXICO, D.F. 2014

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“Sed, pues, prudentes como las serpientes,

y sencillos como las palomas”.

Mt. 10, 16.

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Agradezco primeramente a Dios, por la vida, sus dones y la compañía que me ha

regalado; a mis padres por su abrazo a la vida; a Jorge mi marido, por su apoyo

constante, nobleza y amor que me han acompañado a lo largo de la vida.

A Jordi, Begoña, Diego y Paloma; y a mis nietos Xaviera, Lucila y Marc quienes me

hicieron Madre y Abuela, el mayor honor y alegría en la vida de una mujer.

A mi nana Isa, por su amor.

Asimismo agradezco profundamente al Dr. Vicente de Haro porque me ha

transmitido el gusto por la filosofía; a Andrea Fajardo por su valiosa asesoría; al

milagro de la amistad y la generosidad de Sandra Anchondo y Olga Moncada.

Gracias a ustedes he conocido el amor por la Filosofía.

A la Universidad Panamericana, porque en sus muros he encontrado la felicidad y

la formación moral y académica siempre.

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La prudencia: una respuesta al mal moral actual

Introducción

1.- La ética y su finalidad según Aristóteles

1.1.- Consideraciones sobre la virtud

1.2.- La deliberación

1.3.- Las virtudes intelectuales

2.- Phrónesis

2.1.- La buena deliberación en la educación

2.2.- Implicaciones de la prudencia en la vida política

Conclusión

Bibliografía

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Introducción

Cotidianamente nos enfrentamos con acontecimientos que en parte pudieron haber

sido evitados o resueltos, si el ser humano actuara de manera prudente. Tras una

observación de mi entorno y de algunas personas, que carecen de la prudencia

adecuada en la toma de decisiones, intuyo las llagas incurables que se pueden

llegar a producir, ya que la falta de prudencia ocasiona algunos males que podrían

ser prevenidos si los hombres no actuaran de manera precipitada. Especialmente

en el caso de la mujer, pues su sensibilidad puede ser destruida y frecuentemente

alterada por la falta de prudencia. Es por ello que decidí emprender esta

investigación, porque considero que el mal moral actual puede ser remediado a

partir de un comportamiento prudente.

Es evidente el bienestar que produce un comportamiento prudente, tanto en la

vida personal como en la vida comunitaria e incluso a nivel familiar, el cual es el

término medio entre la prudencia individual y la común, porque en la familia el

individuo aprende a convivir dentro de una comunidad.

La prudencia es de suma utilidad porque permite la elección correcta de lo bueno y

lo bello que generan la felicidad en la vida humana. No es posible la existencia de

una elección recta sin la virtud de la prudencia, por lo que el conocimiento de lo

que es prudente y posteriormente su ejercicio habitual, incluso podría prevenir de

cierta manera el mal moral.

Aunque no basta con conocer el bien para hacerlo y el mal para evitarlo, es un gran

avance poder determinar qué es lo más virtuoso y el bien para poder elegir lo más

adecuado. El hombre prudente es aquel que conoce cuál es el término medio y es

quien tiene la capacidad de elegir el bien antes que el mal o deliberar cuál de los

males es el menor, no solamente a partir de una perspectiva individual, sino que la

prudencia también puede llevarse a cabo en un rango mucho mayor a nivel social.

De tal manera que el hombre prudente será coherente tanto en la vida privada

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como en la vida pública, y lo será todo el tiempo (de manera habitual) y no

solamente por momentos o por conveniencia.

A través de mi investigación, demostraré que la gente dominada por el placer y no

por la racionalidad, tiene opinión, pero no un pensamiento adecuado y prudente,

porque no llevan a plenitud la naturaleza racional humana. Por lo que su actuar no

tiene un fundamento completamente racional y en ese sentido no ejercen la

plenitud de sus facultades. Asimismo propongo que a partir de un ejercicio

racional y de los hábitos que hacen al hombre prudente, se pueden fundamentar

los juicios prácticos de la prudencia y por consiguiente elaborar una postura moral

congruente con el justo medio que hará a los hombres felices.

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1. La ética y su finalidad según Aristóteles

Hoy en día es común escuchar que se habla de “ética” en diversos medios, la

sociedad está ligada indisolublemente a los comportamientos éticos, y sin embargo

en ocasiones parecería que se plantea un término equívoco. Se afirma que la ética

está presente en la empresa, en la política, en las instituciones y en la sociedad en

general, sin embargo la experiencia muestra que el hombre está rodeado de

múltiples propuestas relativistas, generando que la ética se haya convertido

únicamente en una palabra ambigua dentro del lenguaje del relativismo.

La ética no es un concepto vacío al cual se le atribuye la capacidad de juzgar las

situaciones según el estado de humor, el instinto o las costumbres sociales y

culturales; sino que el juicio ético debe elaborarse a partir de fundamentos firmes

cuya base es la virtud con miras al bien y a la felicidad. Es por ello que considero

importante abordar el tema a partir de un pensador específico, Aristóteles, quien

deja en claro los parámetros para poder hablar de ética.

¿Qué entendía Aristóteles por ética? Aristóteles aborda la cuestión en la Ética

Nicomáquea, en la que propone que todo tiende hacia un fin, el cual es un bien, por

lo que se deben buscar los medios adecuados según la naturaleza para lograrlo,

“todo arte y toda investigación e, igualmente, toda acción y libre elección parecen

tender a algún bien; por esto se ha manifestado, con razón, que el bien es aquello

hacia lo que todas las cosas tienden”. 1 Lo que quiere decir que si la naturaleza del

hombre es racional, el bien y la felicidad se alcanzan si actúa de manera racional,

de ahí que la vida lograda sea aquella que se vive en consonancia con la razón.

El fin que el hombre procura alcanzar es la felicidad, de ahí que la ética aristotélica

sea considerada como una ética de la felicidad, eudaimonía y de la virtud. Se puede

concluir que el bien que el hombre busca es la felicidad, la cual sólo se obtiene si se

1 ARISTÓTELES, Ética Nicomáquea, , Libro I, 1094a 1, (Barcelona, Gredos,

Traducción: Julio Pallí, 2008).

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vive de acuerdo a la naturaleza humana y por medio de la vida virtuosa. La

finalidad del hombre es alcanzar la felicidad a través de la razón, ya que la

naturaleza humana es racional. La racionalidad, que ordena el deseo y la acción,

ofrece el engranaje que conlleva al juicio moral y que promueve la ética planteada

por Aristóteles.

La ética no solamente analiza situaciones abstractas y generales, sino que su rango

de acción es influenciado por las situaciones reales y particulares, ya que propone

vivir conforme a la razón y no sólo de una forma individual sino de manera

conjunta con la comunidad.

Si bien la ética orienta al individuo para alcanzar el bien, o la felicidad, dicho bien

no es independiente de la vida comunitaria, sino que es inherente a ella porque el

hombre es un animal político.

Para la ética en general y especialmente la aristotélica, es muy importante el

autoconocimiento, pues está dirigida a que alcancemos la felicidad, y entre más

nos conocemos y mas autocrítica tengamos podemos tener más claro nuestro fin

último y los fines intermedios (medios) para el logro de los resultados. Esto

favorece el conocimiento de la realidad para medir consecuencias y para saber

hacia dónde tenemos que dirigirnos, buscando el término medio en las emociones

y las acciones y con ello la manera más virtuosa para alcanzar nuestros objetivos.

El hombre debe conocerse a sí mismo lo mejor posible, justo como está escrito en el

oráculo de Delfos: “conócete a ti mismo”, de tal manera que nuestra personalidad e

historia quedan expuestas en conjunto con la libertad que nos permite alcanzar la

felicidad. El hombre que se conoce a sí mismo tiene mayores posibilidades de

alcanzar la felicidad, porque actuará deliberadamente para alcanzar los bienes que

le harán feliz; mientras que aquel que se siente confundido sobre sí mismo

ignorará cuáles son los bienes que lo harán feliz. La falta de autoconocimiento

puede llevar al hombre a actuar imprudentemente, porque al ignorar lo que es

mejor y carecer de templanza, su actuar se verá afectado por la precipitación del

momento y el placer instantáneo.

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Tras una lectura de las propuestas aristotélicas, se puede concluir que así como

todo hombre desea por naturaleza el conocimiento, también desea la felicidad y el

bien. Ningún ser racional deseará el mal, a menos que tuviera un trastorno; incluso

aquellos que hacen el mal, lo hacen con vista a alcanzar un bien. Por ejemplo, una

persona que roba, no se detiene a considerar los males que podría ocasionar, sino

que lo hace solamente considerando el bien que necesita, por lo que si su mujer

está enferma o quiere comprarle algo a sus hijos, sólo considerará el bien que

logrará y el robar será un simple medio para alcanzarlo, de ahí que no se detenga a

reflexionar y su actuar sea imprudente ocasionado por la confusión de los bienes

aparentes. Es por ello que al momento de deliberar hay que tomar en

consideración el propio bien y el de los demás y la ética tiene la función de

hacernos virtuosos y por lo tanto de ayudarnos a actuar.

Asimismo la ética debe considerar la individualidad, en caso de no hacerlo, se

generaría cierta falsedad, porque aunque el bien en sí es la felicidad, ésta será

diferente según los individuos (incluso los medios y deliberaciones para alcanzarla

serán diferentes según cada persona), sin embargo su rasgo de objetividad es la

racionalidad de la que depende. La ética parte del hecho de que los hombres,

comprendidos como seres racionales, si queremos ser consecuentes y sensatos,

tenemos que ordenar nuestras vidas hacia un fin, el cual da sentido a la vida. Sin

un fin la existencia es insensata.

Se puede considerar como bueno lo que es éticamente racional y como malo lo que

es éticamente irracional; el buen comportamiento racional acerca al hombre a la

felicidad, mientras que el mal comportamiento lo aleja y lo sume en una vida de

miseria. Es por ello que la ética al tener como fin la felicidad, permite la

conmensurabilidad de las elecciones para alcanzarla, de no ser así y si la ética

careciera de finalidad, entonces los medios no podrían ser medidos según lo que es

mejor para el hombre, y perdería cierto grado de objetividad, porque el actuar

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humano es variable y único según cada individuo.2 Es por ello que la razón

orienta, jerarquiza y compara los bienes entre sí, permitiendo la elección entre las

múltiples posibilidades que se presentan; tras la deliberación de las opciones

posibles, el hombre da muestra de su libertad y se concientiza de su actuar.

La ética considera la vida en su totalidad porque atiende al individuo de manera

integral, de tal manera que evalúa cada deseo y acción que se presenta momento a

momento, de acuerdo a una visión global. Con ello me refiero a que un acto no

puede ser juzgado éticamente sin que sea conocido por sus particularidades que lo

conforman como un todo y de ahí se sigue que la vida ética de una persona sólo

puede enjuiciarse en su totalidad, no parcialmente y con actos esporádicos.

Para Aristóteles la ética puede comprenderse como el actuar racional y virtuoso

que lleva al hombre a alcanzar la finalidad de la vida: ser feliz.

1.1.- Consideraciones sobre la virtud

La ética aristotélica se sostiene de tres pilares: el bien, la felicidad y la virtud, del

trinomio anterior, la base fundamental del bien y la felicidad es la virtud, de ahí

que la ética aristotélica además de ser una ética de la felicidad, también puede

considerarse como una ética de la virtud. La virtud (areté) es excelencia o

perfección, Pieper afirma que “la virtud es una facultad perfectiva del hombre como

2 “Se l’orizzonte ideale dell’agire umano non fosse unico, i possibili fini particolari

delle nostre azioni sarebbero tra loro assolutamente incommensurabili. Ora, ciò

significherebbe che non potremmo valutarli l’uno in contrapposizione all’altro, e

neppure metterli in relazione tra loro. (…) Con l’idea della vita felice, noi diamo

una fisionomia a un fine globale che ci rende possibile affermare la libertà di

disporre dei diversi fini del nostro agire”. CHALMETA, Gabriel, Introduzione al

personalismo etico, (Roma, Prospettive Filosofiche, 2003), p. 25.

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persona espiritual";3 por lo que es la facultad que permite al hombre perfeccionarse

a sí mismo intelectualmente y espiritualmente; dado que la ética de Aristóteles

busca la felicidad (eudaimonía), y ésta sólo se consigue actuando de modo excelente,

la felicidad consiste en buena medida en el ejercicio de la virtud; “la felicidad es

una cierta actividad del alma de acuerdo con la virtud”4. Si la virtud es cierto

modo de formar el carácter, entonces la verdadera felicidad radica en formar un

buen ethos o carácter en acción.

La felicidad humana está directamente relacionada con la racionalidad, ya que

nuestra naturaleza y función (érgon) es el ejercicio racional, de ahí que la vida

buena y más elevada sea aquella que alcanza la felicidad por medio de la razón.

Precisamente dedicaremos este breve ensayo a hablar sobre una de las virtudes

más importantes: la prudencia (phrónesis). La cual es una virtud clave y una de las

virtudes intelectuales con connotación práctica, es decir, una virtud de la

inteligencia, pero a la vez es moral, porque sin ella no podría haber virtudes

morales como la fortaleza, la templanza o la justicia que muevan al hombre a la

acción. La phrónesis es una virtud que incide directamente en nuestra racionalidad,

porque es la que permite la buena deliberación y por lo tanto la toma de

decisiones. Si la racionalidad guía nuestro comportamiento y nuestras elecciones

de tal modo que aumenten las posibilidades de alcanzar nuestra finalidad última

(la felicidad) entonces podemos afirmar que vivimos una vida buena, una vida

conforme a la virtud o areté. La virtud aristotélica promueve una vida feliz a través

del ejercicio de forjar el carácter y las virtudes intelectuales, lo cual sólo se logra

por medio de la práctica constante, por lo que se puede concluir que la virtud es un

hábito, y como todo hábito, puede mejorar con la práctica o perderse en caso de

que no se ejecute.

3 PIEPER, Josef. Las virtudes fundamentales, (Madrid, Rialp, 2007), p. 37.

4 Ética Nicomáquea, Libro I, 1099b 28.

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Gómez Robledo explica que la prudencia funge como causa eficiente para alcanzar

la sabiduría y por lo tanto la contemplación; por lo que la prudencia es el medio

para alcanzar la sabiduría, la cual “es en este símil la salud perfecta del alma, no

está al servicio de nada más, por ser ella misma la eudeimonía; es la única virtud

que no se ordena a otra, antes bien todas las demás están ordenadas a ella. (…) la

prudencia ha de disponer el camino a la sabiduría”.5 Por lo que determina los

medios, pero no el fin. Aquino afirma que “incumbe a la prudencia determinar de

qué manera y con qué medios debe el hombre alcanzar con sus actos el medio

racional. En efecto, aunque el fin de la virtud moral es alcanzar el justo medio, éste

solamente se logra mediante la recta disposición de los medios”,6 esto no significa

que una virtud excluya a otra, o que el prudente desconoce la finalidad del actuar,

sino que la prudencia es el medio para alcanzar los fines de la razón y la voluntad.

Es por ello que la prudencia es una virtud primordial dentro de las demás

virtudes, pero abordaré la cuestión sobre qué es la prudencia y cuál es su finalidad

más adelante y como tema central.

Para poder tratar el tema que nos concierne, es preciso partir de lo general a lo

particular, por lo que una vez abordada la cuestión sobre la ética, es necesario

plantear qué es la virtud, según Aristóteles, posteriormente en qué consiste una

virtud intelectual, para finalmente exponer qué es la prudencia.

La ética puede dividirse en dos grandes ramas, deontológica y de la virtud, la

primera toma como base el deber y la segunda la virtud, de tal manera que una

misma acción puede ser juzgada a partir de dos perspectivas. Por ejemplo cuidar a

un enfermo; desde una perspectiva deontológica, la acción se lleva a cabo porque

5 GÓMEZ Robledo, Antonio, Ensayo sobre las virtudes intelectuales, (México, Fondo

de cultura económico, 1957), p. 215.

6 Suma Teológica, II-II, q. 47, a. 7. Es por causa de la voluntad en el obrar, que la

prudencia participa de las virtudes intelectuales y morales. Cf. Suma Teológica, II-II,

q. 47, a. 4.

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es un deber, debo cuidar al enfermo porque es un pariente, porque es incorrecto

abandonarlo y demás deberes que podemos considerar; desde la perspectiva de la

ética de la virtud, cuidar del enfermo, sería la acción consecuente de la virtud de la

benevolencia.

La ética aristotélica es una ética de la virtud, de ahí que su fundamento sean las

virtudes, las cuales son la excelencia, el motor continuo o hábito para lograr la

bondad. “Siendo la felicidad una actividad del alma conforme a la virtud perfecta,

consideremos ahora la naturaleza de la virtud, pues quizá de ese modo podremos

percibir mejor la de la felicidad”7, de tal modo que si conocemos qué es la virtud

conoceremos lo que es la felicidad, y si actuamos virtuosamente seremos felices.

Aristóteles divide las virtudes en dos tipos: las virtudes dianoéticas, que dependen

de la enseñanza y por lo tanto de la experiencia y las virtudes éticas, las cuales se

adquieren por una costumbre. La naturaleza humana tiene la capacidad de

perfeccionar las virtudes adquiridas, pero eso no significa que las virtudes existan

en el hombre por naturaleza.8 Por lo que las virtudes crecen a partir del ejercicio de

las actividades que las implican, el prudente será cada vez más prudente mientras

actúe de manera prudente; y lo mismo ocurre con las demás virtudes: el

benevolente se hace benevolente cuando hace un acto de benevolencia, el justo

cuando practica la justicia, el valiente siendo valiente;9 esto ocurre porque las

virtudes son hábitos que pueden modificarse.

La virtud es el término medio entre los extremos o vicios, es un hábito que obedece

a la razón y va a perfeccionar la naturaleza, sin ir en contra de la propia razón ni

anularla, logrando la moderación o el justo medio. Aristóteles explica lo que es el

término medio: “llamo término medio de una cosa al que dista lo mismo de ambos

extremos, y éste es uno y el mismo para todos; y en relación con nosotros, al que ni

7 Ética Nicomáquea, Libro I, 1102a 5.

8 Cf. Ética Nicomáquea, Libro II, 1103a 20.

9 Cf. Ética Nicomáquea, Libro II, 1103b.

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excede ni se queda corto, y éste no es ni uno ni el mismo para todos”.10 Lo que

quiere decir que la virtud se encuentra entre un exceso y un defecto, es el justo

medio y da equilibrio; sin embargo aunque para todos la virtud es el término

medio, éste será diferente para cada individuo. De tal manera que podría

plantearse un rango relativo de la virtud con respecto de cada ser humano, sin

dejar de lado que la virtud consiste precisamente en mantener el justo medio. A

pesar de las diferencias que pueden existir según los excesos y defectos, lo que

queda claro es que lo común a la virtud humana es ser término medio.

El filósofo plantea que hay dos tipos de vicios, mientras que sólo hay un tipo de

virtud; un vicio es por exceso y otro vicio es por defecto, mientras que la virtud

sólo puede ser de un tipo: el justo medio entre los dos tipos de vicios. 11 Es

necesario considerar que aunque el término medio de un exceso y un defecto será

el mismo, también es necesario analizar los casos particulares, de ahí que no todo

término medio sea el mismo para cada uno, es por ello que para conocer cuál es el

término medio se deba llevar a cabo un ejercicio deliberativo. “Debemos

considerar nuestras inclinaciones al decidir y, llegado el caso, ya que en toda

acción concreta uno de los extremos es más erróneo y el otro menos, hay que optar

a veces por el mal menor. Pero incluso éste puede ser difícil de determinar. No

obstante hay una referencia posible, y es la del hombre prudente”,12 el prudente es

aquel que por la deliberación puede conocer el término medio y elegirlo, no sólo

con respecto a la virtud de la prudencia, sino también en tanto que las otras

virtudes, es por ello que puede elegir entre los dos vicios para intentar alcanzar un

equilibrio. El prudente hace un ejercicio racional para determinar la bondad o

10 Ética Nicomáquea, Libro II, 1106a 29-32.

11 “Dos vicios –uno por exceso y otro por defecto- y una virtud, la del término

medio”. Ética Nicomáquea, Libro II, 1108b 13-14.

12 OYANEDER, Patricio, “La sensatez del justo medio”, en: Revista Philosophica,

Vol. 34, (2008), p. 15.

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maldad de las acciones en general y elegir el justo medio entre los extremos que se

le presentan, precisamente ese justo medio será la virtud con respecto del exceso y

el defecto. Pero ¿cómo podemos alcanzar el término medio para ser virtuosos?

Si la virtud se logra por medio de un ejercicio constante de los actos virtuosos, y los

actos virtuosos son los que están entre el exceso y el defecto, entonces podríamos

concluir que el justo medio se obtiene al “inclinarnos unas veces hacia el exceso y

otras hacia el defecto, ya que así alcanzaremos más fácilmente el término medio u

el bien”.13 Por ejemplo, quien tiene templanza en el comer, quizá en alguna ocasión

comerá en exceso y en alguna otra ocasión se encontrará inapetente; sin embargo si

diario comiera en exceso o si casi no probara bocado, es muy probable que caería

enfermo, a diferencia del hombre que lleva a cabo la virtud de la templanza, que en

este caso con respecto a la alimentación, se mantendrá sano, porque buscará el

término medio entre la glotonería y el ascetismo. Por lo que se podría afirmar que

el hombre virtuoso no padece con las pasiones desordenadas, ya que su actuar se

mantiene en equilibrio; para Aristóteles, la excelencia (areté) es integral ya que

mediante la virtud se llega al desarrollo de todas las capacidades y facultades del

alma racional. La integridad del hombre, atañe a las potencialidades y al desarrollo

de las virtudes de acuerdo a la razón, que es la naturaleza y finalidad del hombre

racional. Por virtud entendemos una actividad del alma, que lleva al hombre a

alcanzar la felicidad (eudaimonía) por medio de las buenas acciones a través de las

elecciones correctas. Por lo que la vida virtuosa es la más placentera, y si la virtud

se orienta según la naturaleza, entonces la virtud racional nos conduce al goce

inmenso de la contemplación. Una vida buena debe estar relacionada directamente

con la racionalidad, que es nuestra función principal en tanto que seres humanos;

de tal manera que nuestro comportamiento moral debe ser guiado por la

racionalidad que genera virtud.

13 Ética Nicomáquea, Libro II, 1109b 25.

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1.2.- La deliberación

Aristóteles afirma que la deliberación se implementa solamente de las cosas que

están en nuestro poder controlar y realizar, aunque por algún tiempo (mientras se

delibera) las conclusiones no resultan tan claras, pues si las decisiones a tomar

fueran evidentes, entonces no se requeriría del ejercicio de la deliberación. Es

importante tomar en cuenta que si la virtud y los vicios son hábitos, significa que

está en nuestro poder controlarlos y elegir entre los extremos, porque se trata de

cuestiones voluntarias. De tal modo que el hombre, por su capacidad racional,

puede deliberar entre ser virtuoso o vicioso. 14

El hombre actúa de manera voluntaria y deliberativa, sus actos son voluntarios y

por lo tanto deliberativos, en tanto que tiene la capacidad de elegir si quiere ser

virtuoso, pero también puede elegir entre varios modos de ser perverso, porque

existen más modos y tipos de vicio (como mencioné en el apartado anterior, el

vicio se encuentra en dos presentaciones: ya sea por exceso o por defecto) y sobre

el vicio también se puede deliberar, incluso se podría deliberar sobre qué vicio

implica un menor mal. El ejercicio que plantee con anterioridad, sobre cómo

alcanzar el término medio, es claramente un ejercicio de la deliberación, porque

sólo tras la comparación de las propuestas y un análisis detallado se puede elegir

la mejor opción. El hombre delibera entre los dos vicios opuestos, porque tiene la

capacidad de controlarlos y elegir de entre las tres opciones la virtud.

Si bien el placer y el dolor pueden influir en la elección, creo que si la razón es lo

más alto en el hombre, desde la perspectiva aristotélica, y la razón dicta que el

mayor bien y felicidad es la virtud, entonces la razón se inclinará por naturaleza a

deliberar en favor de la virtud.

14 Cf. Ética Nicomáquea, Libro III, 1112a 18 – 1113a 10.20.

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La deliberación es un instrumento de la vida práctica para la realización de la

autonomía moral y que es un rasgo característico que permite al hombre obrar con

buena intención, perfeccionarse y ser virtuoso.

1.3.- Las virtudes intelectuales

Una vez que he explicado lo que es la ética, en qué consiste la virtud y el

instrumento para alcanzarla (la deliberación) puedo especificar que la prudencia es

una virtud intelectual, por lo que el siguiente paso es determinar en qué consisten

las virtudes intelectuales.

En la Ética Nicomáquea, Aristóteles, explica que hay dos tipos de virtudes, por un

lado están las virtudes éticas y por otro las virtudes intelectuales. Algunas de las

virtudes éticas son las siguientes: la liberalidad, la magnificencia, la agudeza, la

sinceridad y la justicia, entre otras. De todas las virtudes éticas podría considerarse

que la más importante es la justicia, a la cual le dedica el libro V.

Por otro lado, las virtudes intelectuales, expuestas en el libro VI, que determinan la

recta razón son cinco: el arte (téchnê) o técnica a partir de la cual se realiza un oficio

y que remite inmediatamente a la acción, la ciencia (epistême) o el conocimiento

racional estricto que es necesario y demostrable, la prudencia (phrónesis) o

sabiduría práctica que permite deliberar acertadamente, la sabiduría (sophía) que es

la conjunción del conocimiento científico y las intuiciones que nos permiten

alcanzar la verdad a partir de un método racional y finalmente el intelecto (noûs)

que permite el conocimiento de los primeros principios.15

A pesar de la importancia patente, tanto de las virtudes éticas como de las

intelectuales, en el presente trabajo acotaré el tema a las virtudes intelectuales y

específicamente a la phrónesis.

15 Cf. Ética Nicomáquea, Libro VI, 1139b 15.

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Las virtudes son hábitos del alma, y el alma para Aristóteles se divide en racional e

irracional, asimismo el alma racional puede subdividirse según las cosas que

estudia en lo necesario y lo contingente. Lo que estudia lo necesario es la ciencia,

mientras que el estudio de lo contingente es la deliberación que se produce en la

vida teorética y práctica.16 La prudencia, se localiza dentro del estudio del alma

racional, de las virtudes intelectuales, que además son contingentes.

La acción y la verdad que alma busca, se alcanzan por medio de la sensación, el

intelecto y el deseo; está claro que para que esto se realice es necesaria la elección o

la deliberación, la cual se alcanza por medio de la prudencia. La virtud intelectual

es parte del alma racional, dejando establecido que la causa por las que el alma

alcanza la verdad confirmando o negando los hechos del mundo, es por la

deliberación adecuada para alcanzar la verdad.

Las virtudes intelectuales permiten la victoria de la consciencia reflexiva sobre el

impulso vital, porque perfeccionan la racionalidad humana, por lo tanto

perfeccionan la naturaleza y la excelencia que el hombre puede poseer. Son los

medios por los que el hombre puede acceder a un conocimiento pleno, el lógos. La

virtud intelectual es un hábito estable a merced del cual se puede cumplir un

mandato superior que va de acuerdo con la naturaleza racional humana; de tal

modo que la verdad especulativa o práctica, es el fin de las virtudes intelectuales.

16 Cf. Ética Nicomáquea, Libro VI, 1139a 5-19.

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19

2.- Phrónesis

La prudencia es un hábito práctico verdadero que está acompañado de razón sobre

las cosas buenas y malas para el hombre, con relación a los bienes humanos. La

prudencia guarda una relación de dependencia con respecto a la sabiduría, pues

conecta el pensamiento con el carácter y con la vida en general; Aristóteles afirma

que “parece propio del hombre prudente el ser capaz de deliberar rectamente

sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo, no en un sentido parcial, por

ejemplo, para la salud, para la fuerza, sino para vivir bien en general”.17 Por lo que

el prudente sabe lo que es más conveniente tanto en los casos particulares como en

los generales.

La prudencia es la virtud de una parte del alma (la parte estrictamente racional) y

no habrá elección recta sin ella. Con esta virtud escogemos los medios adecuados

para alcanzar el fin último, que es la felicidad, “la obra del hombre se lleva a cabo

por la prudencia y la virtud moral, porque la virtud hace rectos el fin propuesto, y

la prudencia los medios para este fin”.18 Por lo que el virtuoso es prudente en el

momento de elaborar una opinión, dado que posee una virtud intelectual, pero

también tiene una dimensión moral en cuanto afecta al carácter; porque ser

virtuoso no consiste sólo en poseer un conocimiento, sino en obrar.

No basta con saber qué es la prudencia para ser prudente, ni en qué consiste ser

virtuoso, para serlo, sino que la prudencia requiere que nuestro actuar sea

prudente, hacer actos virtuosos para perfeccionarnos. Sólo mediante un ejercicio

constante de la prudencia, el hombre podrá reconocer con mayor facilidad lo que

17 Ética Nicomáquea, libro VI, 1140a 25.

18 Ética Nicomáquea, libro VI, 1144 a 5-10.

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es bueno y malo para sí mismo,19 siempre a través del ejercicio racional de la

deliberación.20

En relación con el arte (téchnê), la prudencia no puede ser arte porque es de un

género distinto al obrar artístico, dado que se ocupa del bien de la vida humana y

no de una finalidad particular como las artes o técnicas; por otro lado no es ciencia

(epistême) porque no está acompañada de demostración. Tampoco es sabiduría

(sophía), a pesar de estar relacionada con ella, porque la sabiduría incluye una

dimensión de ciencia en tanto versa sobre los primeros principios y las causas

verdaderas.21

Una vez excluidas las otras virtudes, podemos afirmar que la prudencia es una

virtud intelectual cuya función es someter el apetito sensitivo al imperio de la

razón, sin embargo el sometimiento ocasional no basta, sino que para que el

cumplimiento de un mandato superior pueda desarrollarse, es necesaria la práctica

constante, el prudente actuará siempre prudentemente, no ocasionalmente como si

se tratara de una disposición momentánea. Lo que distingue a la prudencia de las

otras virtudes intelectuales es que tiene un efecto práctico moral porque somete al

deseo y en tanto que lo delimita puede considerarse una virtud intelectual y moral.

El hombre conoce lo que es bueno racionalmente, pero también tiene apetitos, por

lo que un hombre prudente es bueno porque conoce el bien y los medios para

alcanzarlo y rectificar el camino adecuado: “la prudencia es, con otras palabras, el

19 “La prudencia es un modo de ser racional verdadero y práctico, respecto de lo

que es bueno y malo para el hombre”. Ética Nicomáquea, libro VI, 1140 b 5.

20 La prudencia lleva a cabo, a través de la razón, ciertos actos, los cuales son el

consejo, el juicio y el imperio. El consejo y el juicio son la parte racional que hace

referencia a la indagación y deliberación, mientras que el imperar lleva a cabo la

acción, por lo que puede ser considerada la parte volitiva de la prudencia. Cf.

GARCÍA Alonso, Luz, Gnoseología, (México, UCIME, 2009), p.124 – 126.

21 Cf. Ética Nicomáquea, Libro VI, 1140a 30-35.

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verdadero punto de confluencia existencial entre el logos y el ethos del hombre. Su

objeto es el bien humano sin restricción alguna, como objeto de la inteligencia no

menos que de la voluntad”.22

2.1.- La buena deliberación en la educación

La prudencia, comprendida como buena deliberación, tiene efectos prácticos

visibles en la educación, por ejemplo, nos ayuda a orientarnos y a recibir los

consejos de los sabios, los cuales son los hombres que poseen la experiencia.

Aristóteles afirma que los sabios y prudentes son aquellos que poseen la

experiencia; para adquirir la experiencia, es preciso que pase mucho tiempo, por lo

que aquellos que poseen la experiencia y por lo tanto el conocimiento y la

prudencia son los ancianos. 23 Por mucho que un joven pueda adquirir

conocimientos, especialmente científicos y matemáticos, no cuenta con la

experiencia suficiente que lo hace prudente. Es por ello que considero que la

prudencia es indispensable en el ámbito de la educación, porque puede ser

enseñada a través del ejemplo de aquellos que la poseen, los ancianos, para ayudar

a los más jóvenes a adquirirla y ser virtuosos.

Los sabios tendrían a modo de labor social educar a la juventud en la prudencia,

para así crear una sociedad con tendencias a la perfección de la virtud.

“En efecto, parece propio del hombre prudente el ser capaz de deliberar

rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo, no en un sentido

parcial, por ejemplo, para la salud, para la fuerza, sino para vivir bien en general.

Una señal de ello es el hecho de que, en un dominio particular, llamamos

22 GÓMEZ Robledo, Antonio, Ensayo sobre las virtudes intelectuales, (México, Fondo

de cultura económico, 1957), p. 200.

23 Cf. Ética Nicomáquea, Libro VI, 1142 a 5 – 25.

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prudentes a los que, para alcanzar algún bien, razonan adecuadamente, incluso en

materias en las que no hay arte. Así, un hombre que delibera rectamente puede ser

prudente en términos generales. Pero nadie delibera sobre lo que no puede ser de

otra manera, ni sobre lo que no es capaz de hacer”;24 si la deliberación implica la

ejecución, eso significa que la buena deliberación puede ser enseñada y aprendida,

por lo que corresponde a los sabios y ancianos enseñar a los más jóvenes, lo que no

saben por la carencia de la experiencia. La buena deliberación es un efecto de la

prudencia y por lo tanto podría resultar el método adecuado para la educación.

Del mismo modo Aubenque afirma que la postura aristotélica debe retomarse

dentro del marco de la discusión filosófica actual, ya sea en la ontología y en otras

ramas de la filosofía, aunque específicamente me centraré en su comentario con

respecto de la ética y política. Recientemente las propuestas de la vida práctica son

únicamente consideradas a partir de premisas teoréticas y sin considerar los casos

particulares y la importancia de las virtudes. Por lo que la ética fue relegada al

marco de los pensamientos que carecen de realidad, por el contrario la ética debe

encargarse de la realidad y la vida cotidiana.

La finalidad de la virtud, específicamente de la prudencia, es hacer que la vida

práctica sea en realidad practicable, que no sea un simple conocimiento sobre qué

es lo virtuoso sino una práctica de lo virtuoso. La filosofía aristotélica deja bastante

claro que la virtud se adquiere por la práctica y que si bien requiere de la

enseñanza y los prudentes son los que ya han vivido mucho tiempo practicándola,

eso no significa que el resto de la humanidad carezca de la prudencia en potencia.

“El aristotelismo es más bien un reformismo prudente que no consiste, y esto es

importante, en un compromiso o una atenuación oportunista de lo ideal, sino en la

determinación metódicamente rigurosa de un optimum, de lo mejor posible bajo

24 Ética Nicomáquea, Libro VI, 1140a 23.

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circunstancias coercitivas”;25 por lo que no basta con elaborar una teoría sobre la

prudencia para alcanzar el bien y la felicidad, sino que es necesario el esfuerzo

constante del actuar prudente en los casos particulares. El bien no puede ser

considerado desde una perspectiva relativista, porque en dado caso simplemente

habría opciones buenas que no serían el bien en sí. Es por ello que esto se puede

comprender a partir de la teoría de los trascendentales, en la que queda establecida

claramente lo que es lo bueno, lo bello y lo óptimo, pero a modo de parámetro

único.

La templanza (sofrosine), por su parte, está de algún modo incluida en la prudencia,

por su relación con el carácter. Considerando que una persona que carece de

templanza, no puede controlar sus deseos primarios, es consecuente que su juicio

esté nublado y distorsionado y que por lo tanto sea incapaz de alcanzar la

sabiduría práctica de la prudencia. De alguna manera la templanza está fusionada

e implicada en la prudencia, porque ambas erradican el bestialismo en el hombre.

Tanto la templanza como la prudencia evitan el desentreno (akolastés), que es la

incapacidad de una actitud racional ante el placer inmediato. La templanza es la

salvaguarda de la prudencia porque ayuda a delimitar los juicios; mientras que la

prudencia hace posibles las demás virtudes morales, porque determina cuál es el

término medio que corresponde a la virtud.

2.2.- Implicaciones de la prudencia en la vida política

La rectitud política está en la razón humana y en concordancia de las obras con la

razón recta. Sin embargo no es objeto de ciencia, pues la ciencia política es un saber

y un hacer inexacto. Es justo por ello que los gobernantes tienen que tener la gran

25 AUBENQUE, Pierre, “La actualidad de Aristóteles”, en: Daímon: Revista de

filosofía, No. 22, (2001), p. 16.

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capacidad de la deliberación. Porque la prudencia debería ser la virtud rectora de

todo administrador y político; considerando que el hombre prudente es aquel que

sabe lo que es bueno y malo para sí mismo, entonces el prudente también es capaz

de saber lo que es bueno y malo para el resto de los hombres, de ahí se desprende

que el prudente tenga la capacidad de administrar correctamente y de ser un buen

político. Aristóteles lo ejemplifica con el caso de Pericles, pero afirma que los otros

que son semejantes a Pericles, también son prudentes, ya que al poder deliberar

sobre lo mejor para sí mismos, lo pueden hacer para los demás, el prudente tiene la

capacidad de dar un salto de la parte al todo, del individuo a la ciudad o pólis.26

Lo borroso y lo impreciso son lo propio de la ciencia política y de la vida misma,

por lo que es necesaria la prudencia, que muestre la moderación entre los

extremos. La política se ocupa de las cosas contingentes y prácticas, por lo que la

prudencia no le puede ser ajena, ya que también se ocupa de las cuestiones

prácticas y particulares, no solamente de lo universal

Una vez que se ha deliberado, lenta y cuidadosamente, se tiene que ejecutar la

conclusión a la que se ha llegado, pues sólo mediante la acción de la deliberación,

es que la prudencia repercute en las acciones concretas.

Es así como, tanto en lo personal como en lo político, la buena deliberación (la

deliberación prudente) desemboca en lo bueno, lo bello y lo justo, que es lo propio

del esfuerzo del hombre. No es posible ser un hombre de bien sin prudencia, no

hay una elección recta sin virtud. La prudencia es lo que logra la unión de carácter

26 “Por eso creemos que Pericles y otros como él son prudentes, porque pueden ver

lo que es bueno para ellos y para los hombres, y pensamos que ésta es una

cualidad propia de los administradores y de los políticos”. Ética Nicomáquea, Libro

VI, 1140b 5-10. Aristóteles dedica un apartado sobre la prudencia y la política, en la

que afirma que el prudente hace lo que ha deliberado como correcto y

posteriormente intenta implementarlo en la sociedad. Cf. Ética Nicomáquea, Libro

VI, 1141b 25 – 1142a 30.

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y racionalidad, es decir, la unión de ethos y logos, y así consolida la esencia del

hombre bueno y feliz.

Considerando el pasaje de la Política (III, c. 4, 1276b 18 – 1277b)27 para completar las

ideas expuestas en la Ética Nicomáquea, (VI, c. 8, 1140a 23 – 1140b 30), respecto de la

prudencia política, podría plantear que la prudencia se puede comprender a partir

de dos perspectivas: la prudencia arquitectónica y la prudencia personal. A pesar

de la división, se puede inferir que todo hombre tiene la capacidad de ser

prudente, pero delibera sobre asuntos diferentes que permiten el funcionamiento

de la ciudad. Cotejando ambos textos se comprenden de mejor manera las

implicaciones de la prudencia en la vida política.

27 “Debemos considerar a continuación si ser hombre bueno y ciudadano cabal

consiste en la misma excelencia o no. (…) Es claro, pues, que un ciudadano que sea

bueno puede no poseer la virtud por la cual es bueno el hombre. (…) la virtud del

buen ciudadano han de tenerla todos (pues así la ciudad será necesariamente la

mejor), pero es imposible que tengan la del hombre bueno, ya que no es menester

que sean hombres buenos los ciudadanos que viven en la ciudad perfecta. (…)

Pero ¿es posible que coincidan en alguien la virtud del buen ciudadano y la del

hombre bueno? Decimos que el gobernante recto debe ser bueno y prudente y que el

político tiene que ser prudente. (…) la virtud del gobernante no es la misma que la del

ciudadano. (…) Sólo la prudencia del gobernante es una virtud peculiar suya; las

demás parecen ser necesariamente comunes a gobernado y gobernantes; pero en el

gobernado no es virtud la prudencia, sino la opinión verdadera, pues el gobernado

es como el que fabrica la flauta y el gobernante como el flautista que la usa”.

Aquino también aborda la relación de la prudencia con la vida política en la Suma

Teológica, II-II, q. 50; en la que distingue de la prudencia para gobernarse a sí

mismo y la prudencia para gobernar a la multitud.

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Para Aristóteles, el gobernante bajo ninguna circunstancia recibirá ordenes de

algún otro ciudadano, ya que el político es el que posee y ejerce la virtud de la

prudencia con excelencia, el político es prudente, aunque tal parece que

actualmente el político es todo menos prudente. Por el contrario, los buenos

ciudadanos son los que pueden gobernar y ser gobernados, por lo que poseen la

capacidad de obedecer y mandar, porque poseen cierto grado de prudencia. Tanto

el político como el ciudadano deben ser prudentes, porque es la condición de

posibilidad para deliberar sobre su propia vida y sobre asuntos de la vida en

general. Sin embargo el ciudadano común no posee la prudencia arquitectónica, la

cual permite deliberar y jerarquizar en mayor escala y por lo tanto delibera sobre el

bien común. El ciudadano común sólo necesita de la opinión verdadera, la cual no

debe justificar, a diferencia de la prudencia arquitectónica, que al deliberar justifica

la elección.

“La política y la prudencia tienen el mismo modo de ser, pero su esencia no es la

misma. De la prudencia relativa a la ciudad, una, por así decirlo, arquitectónica, es

legislativa, mientras que la otra, que está en relación con lo particular, tiene el

nombre común de prudencia política. Esta es práctica y deliberativa. En efecto, el

decreto es lo práctico en extremo; por eso, sólo los empeñados en tales acciones son

llamados políticos, pues sólo ellos actúan como obreros manuales. Pero la

prudencia parece referirse especialmente a uno mismo, o sea al individuo, y esta

disposición tiene el nombre común de prudencia. (…) y parece que el que sabe lo

que le conviene y se ocupa en ello es prudente, mientas que a los políticos se les

llama intrigantes”. 28 Aristóteles propone que todos los hombres tienen la

capacidad de ser prudentes y que dentro de la sociedad, los políticos son los que

están más acostumbrados a deliberar y por lo tanto deberían ser los más

prudentes, sin embargo parece que esto sólo sucede de manera utópica, porque los

políticos en ocasiones no saben deliberar y por lo tanto son intrigantes, porque

28 Ética Nicomáquea, Libro VI, 1141b 25.

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incluso sus argumentos son retóricos. Sin embargo parece que se trata de una

aparente contradicción del texto, porque se plantean dos tipos de prudencia, y los

políticos son los ejecutores del bien común.

El gobernante sabe lo que es conveniente para sí mismo y para el resto de los

ciudadanos, porque la visión que el político tiene de la polis es más amplia que la

que el ciudadano puede llegar a tener, con respecto a la toma de decisiones a una

gran escala. La distinción entre los tipos de prudencia, personal y arquitectónica,

puede dar pie a consideraciones sobre la vida pública y privada. Cada ciudadano

juega un papel dentro de la ciudad y tiene la capacidad de deliberar sobre su

propio bien y en menor medida sobre el bien común, lo que implica que puede

alcanzar la felicidad individual y ayudar a construir la felicidad comunitaria.

El problema es la volatilidad de los papeles que el ciudadano desempeña dentro de

la ciudad, ya que cada ciudadano tiene una función específica que ayuda a

mantener la armonía dentro de la ciudad, pero no por eso tiene la capacidad de la

toma de decisiones políticas; y es por ello por lo que no podrían considerarse

poseedores de la prudencia; en cambio si en lugar de ciudadanos, consideramos

“hombres”, es seguro que cada uno sabe deliberar lo que es más conveniente para

sí mismo y por lo tanto tiene prudencia. La prudencia permite a cada hombre el

gobierno de sí mismo, pero sólo la prudencia arquitectónica permite a un hombre

gobernarse a sí mismo y a sus congéneres; considerando que la prudencia permite

alcanzar una vida buena, por medio de la elección de actos particulares, habría que

considerar que hay una prudencia para todos los hombres, pero que puede

aplicarse a diversos actos particulares, por lo que la prudencia política o

arquitectónica, sería una rama de la prudencia, y la opinión verdadera es lo que

permite a cada hombre analizar desde su perspectiva la prudencia de otro hombre;

por lo que el ciudadano puede opinar verdaderamente sobre la toma de decisiones

del político, que le permite aceptar la decisión tomada por el prudente; y en el

contexto inverso el político podría incluso juzgar la prudencia privada o de cada

individuo. A pesar de las distinciones entre lo privado y lo público, o lo colectivo e

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individual, la finalidad de la prudencia es dar las condiciones a los hombres para

ser virtuosos; ya que la excelencia no depende del rol social sino de la naturaleza.

Por un lado la prudencia busca el bien particular de cada individuo, por el otro, la

prudencia política busca el bien colectivo, porque abarca a muchos hombres, y en

todo caso es necesario que haya un hombre por encima del resto y que este hombre

sea prudente para guiar las opiniones del resto de los ciudadanos.

Todos los hombres tienen prudencia, pero no todos prudencia política, y cuando el

hombre carece de prudencia política, aunque no de prudencia, puede apelar a la

opinión verdadera, ya que bajo ningún contexto puede permanecer como un

inoperante, dado que “un hombre es prudente no sólo por saber sino por ser capaz

de obrar”.29 La prudencia es la virtud propia de la vida práctica cuya base es la

facultad de ofrecer un buen consejo, Pieper plantea que la prudencia desemboca en

otras virtudes, porque “implica la humildad de percibir en silencio”,30 el hombre

prudente es humilde y sabe lo que es mejor porque se observa a sí mismo y al

entorno para poder actuar en el momento preciso.

29 Ética Nicomáquea, LibroVII, 1152a 10.

30 PIEPER, Josef. Las virtudes fundamentales, (Madrid, Rialp, 2007), p. 57.

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Conclusión

Parece que la mentalidad del hombre actual ha distorsionado los conceptos, el

concepto de lo bueno y lo prudente parece haber sido excluido de la sociedad en

general. El mal moral de la actualidad tiene como sustento el relativismo

imperante en cualquier ámbito, en la política, en la vida pública, en la vida

privada, la educación, las instituciones, las emociones y en el comportamiento

humano. La cultura actual ha borrado los límites entre los vicios y virtudes, por lo

que da lo mismo cualquier elección, si es que cabe considerar que existe la elección.

Si los marcos y parámetros son inexistentes y no importa qué decisión es la más

adecuada, parecería que incluso la deliberación ha quedado erradicada.

La ausencia de la deliberación elimina paulatinamente la capacidad racional

humana, la cual a pesar de ser parte de la propia naturaleza, puede adormecerse a

causa del desuso. Es por ello que propuse, desde el título, que la prudencia es una

respuesta al mal moral actual; el cual si bien puede considerarse que tiene

consecuencias, implicaciones y orígenes multifactoriales, me parece que un factor

de suma importancia es la prudencia, en este caso, la falta de prudencia.

La corrupción, los asesinatos, el aborto y demás males pueden comprenderse a

partir de la ausencia de prudencia o una equivocación en la deliberación.

Sólo la prudencia perfecciona los impulsos del obrar y las disposiciones naturales

que tienden al bien para elevarse al grado de un comportamiento recto y virtuoso.

La prudencia es la medida que perfecciona al hombre, es una facultad perfectiva

de la racionalidad y las pasiones.

Incluso me parece que desde una perspectiva cristiana, el decálogo tiene como eje

la prudencia, porque es lo que permite deliberar lo bueno de lo malo y llevarlo a la

acción, lo que significa que no basta saber que es malo desear a la mujer de tu

prójimo, matar, mentir, etc., sino que del conocimiento deliberativo, en un caso

particular el hombre puede obrar prudentemente. La postura aristotélica puede

servir como fundamento para explicar ciertas posturas cristianas, lo cual se

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comprueba con las cuestiones de santo Tomás de Aquino, quien analiza a partir de

la postura aristotélica la política e incluso la teología.

Me parece que la prudencia, es la primera de las virtudes intelectuales y que de

entre todos los pecados, no hay ni uno sólo que no conspire contra dicha virtud.

Incluso Aquino plantea que la imprudencia es un tipo de pecado, que no acepta el

consejo e incluso lo desprecia, lo que hace que actúe de manera precipitada e

imprudente. Queda establecido que la característica del pecado, es aquello que va

contra la Ley de Dios y que se hace voluntariamente, sin embargo la imprudencia

es un cierto tipo de abandono y negligencia. Aquino considera que es un tipo de

pecado general causado por cuatro carencias: cautela, consideración, docilidad y

memoria; que conllevan a la precipitación y a un fallo de los juicios.31

Es como si la humanidad hubiera descendido a un nivel de imprudencia, en el que

no se escuchan los consejos de los sabios y ancianos, en el que la racionalidad para

la deliberación ha quedado desplazada por la toma de decisiones basada en los

placeres.

Al conocer y profundizar sobre la prudencia, he descubierto, a través de un

pensador profundamente sabio como Aristóteles, la columna vertebral que

mantiene en armonía al ser humano consigo mismo y con los demás. Es el eje que

nos ayuda para deliberar y tener una vida buena, porque es la unión entre el

intelecto y la práctica, la prudencia es la encarnación, que permite al hombre

conocer y obrar el bien.

La phrónesis permite el autoconocimiento que justifica el reconocimiento y

enmienda del errar humano, lo que permite una apuesta constante y perpetua por

la vida, pero no cualquier tipo de vida, sino por la vida buena. A través del

ejercicio diario de la prudencia, se puede mejorar notablemente la vida privada y

también la vida pública. El tema debe volver al ámbito de discusión, especialmente

dentro de la política y la educación; pues si el político es el que tiene la capacidad

31 Cf. Suma Teológica, II-II, q. 53.

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de mostrar el camino de la recta razón, y el político carece de prudencia, la

consecuencia será el abandono de la prudencia en el relativismo de la opinión. Sin

un político prudente que guíe a los ciudadanos, no se puede esperar la plenitud de

la conciencia ciudadana prudente.

La prudencia nos permite estar alertas en la sociedad, pues contantemente

recibimos mensajes que nos instigan a no deliberar y actuar imprudentemente,

exaltando las pasiones sin aprender a refrenarlas y controlarlas, es una especie de

adormecimiento de lo racional a causa de la búsqueda de un mayor placer y de

evitar a costa todo dolor, pero sin considerar que la verdadera felicidad se alcanza

por medio de un comportamiento virtuoso, no en el desenfreno.

El mundo del consumo es atractivo y sin embargo está falto de contenido, pues

sólo puede generar insatisfacción. O la breve satisfacción de los placeres

instantáneos. La sociedad ha cambiado los parámetros culturales al grado de que

convierte a los fines en medios y a los medios en fines, causando que la felicidad

sea esquiva.

La prudencia tiene una clara repercusión en el bienestar personal, familiar y social;

es una virtud indispensable para alcanzar la integridad humana y la felicidad. Sin

la prudencia, no existen grandes posibilidades de vivir una vida buena.

Asimismo en la sociedad y política se puede observar la falta de prudencia, la cual

se encuentra a una gran distancia, especialmente de los políticos. A pesar del matiz

entre los dos tipos de prudencia, no se puede afirmar que la prudencia es una

cualidad y virtud que únicamente pertenece a los gobernantes y a aquellos que

poseen grandes responsabilidades; la maldad que es la causa del mal juicio, es

patente en cada individuo, es por ello que es indispensable retomar la práctica de

la virtud, comenzar por nosotros mismos y posteriormente inculcarla en la familia

y de ahí dar el salto a la sociedad. No podemos abandonar la tarea únicamente en

manos de los gobernantes, de los educadores y los humanistas, sino que es una

cuestión individual para marcar las pautas de lo correcto; es preciso hacer el bien

desde nuestra trinchera para lograr una ética de la razón cordial en concordancia

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con la voluntad, una ética de la eudaimonía cuyo eje sea la phrónesis; para así

mejorar la educación y las estructuras sociales.

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Bibliografía

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ARISTÓTELES, Política, III, c. 4, 1276b 18 – 1277b, (México, U.N.A.M., Traducción:

Antonio Gómez Robledo, 2000).

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No. 22, (2001), p. 9 - 16.

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