psicologia positiva y psicoterapia
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Capítulo 7
Psicología Positiva y psicoterapia
Publicado en Castro Solano, A. (Ed.) (2010) Fundamentos de Psicología Positiva. Buenos Aires, Paidós
Margarita Tarragona Sáez
Hace 25 años tuve la suerte de ser alumna del Dr. Mihaly Csikszentmihalyi en la Universidad de
Chicago. Recuerdo muy bien que yo estaba entusiasmada de aprender sobre el flow y el estudio
de la felicidad y, como me interesaba el trabajo clínico, le decía: “Dr. Csikszentmihalyi, ¡esto se
tiene que aplicar a la terapia!”; y él me respondía: “Calma. No podemos apresurarnos, todavía
hace falta investigar mucho más antes de empezar a pensar en aplicar esto”.
Y así fue. Los investigadores fueron cautelosos ante el riesgo de traducir prematuramente sus
hallazgos a la práctica. Pero, en los últimos cinco años, hemos visto un verdadero despegue en la
literatura sobre cómo aplicar la Psicología Positiva en diferentes ámbitos (Linley, 2004; Joseph y
Linley, 2006; Seligman, Rashid y Parks, 2006; Biswas-Diener y Dean, 2007; Casullo, 2008;
Emmons, 2008; Lyubomirsky, 2008; Ben Shahar, 2008; Vázquez, 2008; Gilman, Furlong y
Huebner, 2008; Conoley y Conoley, 2009; Linley, Harrington y Garcea, 2009 Fredrickson, 2009;
Miller y Frisch, 2009).
En principio, los fundadores de la Psicología Positiva pensaron que la psicoterapia no sería un
“habitat natural” para este enfoque, ya que tradicionalmente la psicoterapia se ha centrado en la
patología y los déficits, mientras que la PP estudia “lo que hace que la vida valga la pena”
(Peterson, 2009). Sin embargo, ha resultado sorprendente y alentador comprobar en forma
empírica que una serie de ejercicios llamados “intervenciones positivas” son altamente eficaces
para elevar los niveles de felicidad de las personas que no presentan ninguna psicopatología, y
también tienen un impacto muy significativo sobre la depresión (Seligman et al. 2005).
La Psicología Positiva no solo se propone disminuir el malestar, sino también promover el
bienestar, y estas dos áreas, aunque están relacionadas, no son lo mismo. Martin Seligman (2008)
ilustra esto muy vívidamente con una anécdota: cuenta que él sabía mucho sobre la depresión y
cómo trabajar con ella. Una vez acudió a terapia una mujer que le dijo que quería ser feliz.
Seligman le contestó: “Ah, así que no quiere estar deprimida”. La paciente no solo no quería
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estar deprimida, quería ser feliz, y estas dos cosas no son equivalentes. Eliminar la depresión
puede ser un paso necesario, pero no suficiente, para alcanzar el bienestar.
James Pawelski nos ofrece otra analogía para ilustrar el trabajo de la Psicología Positiva (Tapia,
Tarragona y González, en prensa). Dice que cuando los campesinos quieren una buena cosecha,
tienen que deshacerse de las hierbas y plantas silvestres que hay en sus terrenos. Este es un paso
muy necesario. Pero desmalezar no es suficiente para que crezcan el maíz o los frijoles, para esto
es necesario plantar buenas semillas. Esta metáfora de Pawelski me hace pensar que, hasta hace
poco, a los terapeutas se nos entrenaba casi exclusivamente para arrancar malas hierbas, pero
sabíamos muy poco sobre otros aspectos de la “jardinería y agricultura” del bienestar, sobre
cómo plantar o regar aquello que se quiere cosechar.
Los planteamientos de Seligman y Pawelski se relacionan con uno de los conceptos centrales de
la Psicología Positiva: el “florecimiento humano”. Fredrickson (2009) afirma que las personas
que “florecen” alcanzan niveles de funcionamiento extraordinarios, psicológica y socialmente. El
florecimiento va más allá de la felicidad o la satisfacción con la vida, porque no se queda en lo
individual: tiene un componente social ya que la gente que florece no solo se siente bien, sino
que hace el bien, tiene un impacto positivo en su entorno.
Como lo han expresado reconocidos autores dentro de la Psicología Positiva (Seligman, Parks y
Steen, 2004; Gable y Haidt, 2005), esta se propone contribuir a que la psicología sea una
disciplina más equilibrada, que estudie tanto las fuentes de la salud psicológica como las de las
dificultades, y que los psicólogos contemos con herramientas para mitigar el sufrimiento y
también para promover el bienestar. La psicoterapia informada por la PP puede ayudar a los
clientes tanto a superar las dificultades como a florecer.
Este capítulo trata de las aplicaciones de la Psicología Positiva a la psicoterapia. Se presentan
algunos de sus antecedentes y lo que distingue a la PP de otros enfoques; se plantean, además,
cuatro maneras como, a mi juicio, los terapeutas podemos incorporar la PP a nuestra práctica
profesional.
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Antecedentes <título>
Parafraseando a Ebbinghaus, Christopher Peterson (2006) afirma que la Psicología Positiva tiene
una historia corta, pero un pasado muy largo. Se refiere a que desde hace siglos los filósofos se
han preguntado qué constituye una buena vida y, dentro de la psicología, ha habido autores
interesados en el bienestar, como Carl Rogers, Abraham Maslow, Rollo May y Victor Frankl,
entre otros. Lo mismo podría decirse de la PP y la psicoterapia: desde hace tiempo hay escuelas
terapéuticas que no solo abordan el sufrimiento o la patología, sino que enfatizan aspectos
positivos de la experiencia humana. Pero lo que caracteriza a la PP, y lo que la distingue de otras
perspectivas, como la psicoterapia humanista o existencial, es que la PP está basada en la
investigación científica.
Tal vez la escuela terapéutica que con más frecuencia se ha asociado con la Psicología Positiva
sea el enfoque centrado en la persona, de Carl Rogers. Joseph y Linley (2006) en su libro
Positive Therapy comentan que las ideas de Rogers son el fundamento de su trabajo, pero que
creen que no hay una sola terapia positiva, sino que puede haber toda una constelación de
abordajes que comparten principios comunes, especialmente la premisa de que el cliente es el
mejor experto en sí mismo y que tiene los recursos para desarrollarse y crecer. Joseph y Linley
(2006) mencionan también entre los antecedentes de la terapia positiva el análisis transaccional,
de Berne, que parte de la premisa de que las personas esencialmente están bien. Seligman,
Rashid y Parks (2006) hablan de los precursores de la psicoterapia positiva e incluyen a Fordyce,
quien en los años setenta desarrolló una “intervención de felicidad” que incluía 14 tácticas, como
estar más activo, socializar más, crear relaciones profundas con los demás y tener un trabajo
significativo, entre otras, cuya efectividad fue probada. Tanto Seligman y colaboradores (2006)
como Joseph y Linley (2006) reconocen el trabajo de G. A. Fava quien, basado en la terapia
cognitiva conductual y ampliándola, creó de la terapia de bienestar (Wellness Therapy), que
consiste en desarrollar la capacidad para influir sobre el entorno, tener un propósito en la vida,
aceptarse a uno mismo y tener buenas relaciones interpersonales. La terapia de calidad de vida
(Quality of Life Therapy), de Michael Frisch (2006), es otro abordaje que integra la terapia
cognitivo conductual con el enfoque de calidad de vida. Otros enfoques compatibles con la
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terapia positiva, según Joseph y Linley (2006) serían la psicoterapia existencial, la entrevista
motivacional y la terapia centrada en soluciones.
Seligman, Rashid y Parks (2006) crearon la psicoterapia de psicología positiva (PPT o Positive
Psychology Therapy), una aplicación de la Psicología Positiva originalmente desarrollada para
aliviar la depresión. Su premisa principal es que la depresión se puede tratar de manera efectiva
no solo al reducir los síntomas negativos, sino primordialmente al fortalecer de manera directa
las emociones positivas, las fortalezas de carácter y el significado en la vida de los clientes.
desde mi perspectiva, las influencias más importantes hasta el momento en el desarrollo de la
psicoterapia positiva han sido la terapia humanista y la terapia cognitiva conductual, ya que
Martin Seligman ha sido un importante exponente del enfoque cognitivo conductual,
particularmente en su trabajo sobre la depresión y, más adelante, sobre el optimismo y la
resiliencia.
No obstante, considero que hay otros abordajes igualmente enriquecedores y compatibles con la
postura filosófica de la Psicología Positiva que todavía no han sido suficientemente incorporados
en la literatura: las terapias posmodernas, conversacionales o constructivas, como la terapia
colaborativa, la terapia narrativa y la terapia centrada en soluciones (Tarragona, 2006 y 2008).
Entre estas, la terapia centrada en soluciones sea probablemente la más conocida en el mundo de
la PP. Bill O´Hanlon con frecuencia hace presentaciones sobre la Psicología Positiva y la terapia
de posibilidades, y empiezan a difundirse otros enfoques socio-construccionistas, como la terapia
centrada en fortalezas (Strengths Centered Therapy), de Wong (Wong, 2006).
La indagación apreciativa (Appreciative Inquiry) (Cooperrider y Whitney, 2005) es una
metodología basada en el construccionismo social que ha tenido gran aceptación en el mundo de
la Psicología Positiva. Se ha empleado, sobre todo, en el trabajo con organizaciones, pero es
igualmente útil en el consultorio y sus premisas son las mismas que las de muchas de las terapias
posmodernas.Básicamente consiste en facilitar una conversación o exploración entorno a lo que
funciona bien en una organización. Se indaga sorbe los éxitos y los logros que hacen que este
grupo sea exitoso y aquello de lo que se sienten orgullosos.
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Particularmente, las terapias colaborativa, narrativa y la centrada en soluciones son “buenas
compañeras” para la Psicología Positiva por varias razones: han cuestionado el énfasis en la
patología y el déficit y, en contraste, proponen que la mayoría de las personas quieren tener vidas
plenas. Parten del supuesto de que existen diferentes historias sobre la identidad y que las
personas pueden acercarse a sus identidades preferidas. Exploran las soluciones y las
excepciones a los problemas, así como los valores, las metas y los anhelos de las personas.
Enfatizan la importancia del diálogo y las relaciones interpersonales en la generación de
significado en nuestras vidas. Valoran la curiosidad y la creatividad tanto en la vida de los
clientes como en el proceso terapéutico. A través de conversaciones generadoras, guiadas por la
curiosidad y el aprecio, se dan procesos de coexploración entre clientes y terapeutas, que
permiten la resignificación y la renarración de la experiencia para descubrir nuevas
posibilidades.
Comparto la posición de Joseph y Linley (2006) de que no hay una psicoterapia positiva, sino
una gama de posibilidades para trabajar en la terapia incorporando la Psicología Positiva.
Seligman (Wyatt, 2008) sostiene que las intervenciones positivas se pueden injertar en diferentes
modelos terapéuticos. Cuando oí esto por primera vez, no me gustó la imagen de “injertar”;
pensé que se refería a una cuestión médica, como un injerto de piel. Pero luego recordé que
Seligman es muy aficionado a la jardinería, especialmente a cultivar rosas, y entonces pensé en
otra acepción de “injertar”: los injertos que hacen los floricultores para crear nuevas y más
hermosas variedades de flores. Y esta imagen me gusta como inspiración sobre cómo la
Psicología Positiva puede enriquecer a la psicoterapia.
Considero que hay, al menos, cuatro maneras de incorporar la Psicología Positiva a la terapia: 1)
como una orientación general en nuestro trabajo; 2) como una fuente de información para
compartir y explorar con nuestros clientes; 3) como un conjunto de ejercicios o intervenciones
empíricamente validadas, y 4) como una forma de autoayuda acompañada. A continuación se
explicita cada una de estos abordajes.
1. La Psicología Positiva como una orientación general para la psicoterapia <título>
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En el sentido más amplio, Mihaly Csikszentmihalyi ha dicho que la Psicología Positiva es una
“orientación metafísica hacia lo bueno” (citado por Pawelski, 2008). Desde esta perspectiva, una
visión de la psicoterapia desde la PP implica un interés por explorar todo lo que es “bueno” y
funciona bien en la vida del cliente: qué le gusta hacer, qué hace bien, qué es lo que más disfruta,
cuáles son los valores más importantes en su vida, qué es lo que más aprecia, cuáles son sus
relaciones más significativas y por qué, etcétera.
Esta visión no sería exclusiva de la Psicología Positiva; tendría mucho en común con otros
enfoques terapéuticos, como la terapia existencial de Victor Frankl, las terapias humanistas y las
terapias posmodernas, entre otras. Pero lo que distinguiría a una terapia informada por la PP
serían las áreas de la vida sobre las que indaga, dónde pone el foco. En este caso serían los cuatro
pilares de la felicidad: la vida placentera (placeres y emociones positivas), la vida involucrada
(experiencias de flow y fortalezas personales), la vida con sentido (valores y trascendencia) y las
relaciones interpersonales positivas.
Lo más fascinante de la Psicología Positiva es el tipo de temas que estudia: la felicidad, las
experiencias óptimas, las emociones positivas, el optimismo, los valores, las metas y los logros,
el bienestar físico, la espiritualidad, las relaciones interpersonales positivas, las parejas felices, la
resiliencia, la creatividad, el desarrollo de talentos, el humor y la risa, entre otros. Considero que
una de las formas de hacer psicoterapia positiva tiene que ver con explorar junto con nuestros
clientes éstas áreas y experiencias en su vida. La exploración terapéutica informada por la PP no
consiste en aplicar una serie de técnicas específicas, sino que se trata de utilizar nuestras
habilidades de entrevista y conversación para indagar junto con nuestros clientes áreas de las que
tradicionalmente se habla poco en la terapia: ¿qué te hace feliz?, ¿cuáles han sido algunos de los
momentos de mayor satisfacción en tu vida?,¿ qué te ha permitido salir adelante ante la
adversidad?, ¿qué te hace reír?, ¿cuándo estás de buen humor?, ¿quiénes te apoyan en la
persecución de tus metas?, ¿con quiénes tienes las relaciones más cercanas?, ¿cómo se dan las
conversaciones más importantes para ti?, ¿cuándo estás más cerca de ser “tu mejor tú” (your best
self)?...
Se podría argumentar que esto no sería una terapia específica “de Psicología Positiva”. Este nivel
puede parecer el más simple, pero creo que es el que tiene implicaciones más profundas, pues
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supone un cambio en nuestra forma de ver y pensar en nuestros clientes. En la literatura de
terapia familiar con frecuencia se cita a Heinz Von Foerster (1984, citado en Anderson, 1997),
quien decía: “Creer para ver”. Si creemos que nuestros clientes tienen fortalezas, talentos,
resiliencia, metas y sueños, es más probable que los veamos y que podamos ayudarlos a que ellos
los aprecien y los aprovechen. Si nuestro marco de referencia prioriza los déficits y los
problemas, seguramente eso es lo que veremos con más claridad.
Desde mi punto de vista, la Psicología Positiva aporta a la psicoterapia una serie de parajes para
explorar, precisamente los temas que la PP estudia, pero a nivel “local” en la vida de la persona:
qué disfruta más; qué hace bien; qué experiencias le han traído satisfacciones especiales; cuáles
son sus relaciones más significativas; quiénes lo apoyan y enriquecen; cuáles son sus fortalezas
más importantes; en qué contextos se manifiestan más claramente; cuáles son los valores que
guían sus decisiones importantes; juega la espiritualidad un papel en su vida, cómo la entiende;
cúando siente emociones positivas; cómo ha logrado superar adversidades en su vida; cuál es su
definición de la felicidad, cómo ha variado a través de su vida… Así como los investigadores en
el mundo académico exploran y tratan de entender la felicidad, las experiencias de flow, los
talentos y fortalezas personales, las emociones positivas, etcétera, los terapeutas pueden hacer
una especie de etnografía con sus clientes, interesándose por conocer estos aspectos de sus vidas.
El estilo de preguntas que hagamos puede variar de acuerdo con el abordaje terapéutico que
prefiramos, pero la Psicología Positiva “pone el reflector” en ciertas áreas que son importantes y
que muchos procesos terapéuticos simplemente no exploran. Esto me recuerda la famosa historia
(derivada de un cuento sufí) del hombre que a media noche está en la calle, buscando algo bajo
una farola. Se acerca otro hombre y le pregunta:
—¿Qué hace?
—Pues, busco una llave que se me perdió.
—Ah, ¿se le cayó aquí?
—No, se me cayó por allá, pero este es el único lugar en el que hay luz.
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Si nuestros modelos solo “dan luz” en las áreas que están mal, probablemente no encontraremos
las llaves para el florecimiento de nuestros clientes.
Claro que, como bien apuntan Seligman et al. (2006), es importante que los clientes puedan
hablar de sus problemas, preocupaciones y experiencias dolorosas. Si solo les preguntáramos
sobre lo que va bien, es posible que se sintieran ignorados o no comprendidos. Sin embargo, es
diferente hablar casi exclusivamente de lo doloroso que hablar de las dificultades en un contexto
más amplio que incluya los aspectos positivos de la vida de la persona. En términos de la terapia
narrativa, hablar solo de lo problemático sería fortalecer una “historia dominante saturada de
problemas”, o tener una “descripción delgada” de la persona, mientras que explorar también
otros ámbitos de su vida nos puede hablar de acontecimientos que contradicen la historia
saturada de problemas, de posibles historias alternativas y darnos una descripción mas “gruesa” o
compleja de la persona, que incluya más facetas de esta y abarque más de su experiencia.
Si tenemos un “mapa” general de algunas de las áreas asociadas con el bienestar, podemos
visitar esos territorios cuando sean relevantes en las conversaciones con nuestros clientes. Por
ejemplo, una chica que en su tercera sesión me comentaba que sentía que muchas veces no
apreciaba todo lo que tenía y se enfocaba en lo que no había logrado, me hizo pensar en los
hallazgos sobre la gratitud, por lo que empezamos a hablar sobre ese tema.
Para sintetizar, la primera forma de incorporar la Psicología Positiva a práctica terapéutica es
ampliar el foco de nuestras preguntas para, además de preguntar sobre las dificultades, explorar,
con nuestro propio estilo, las áreas que se asocian con la felicidad y la “buena vida”: los placeres
y las emociones positivas, las experiencias de flow y las fortalezas de carácter, el sentido de
trascendencia y las relaciones interpersonales positivas.
2. La Psicología Positiva como fuente de información e inspiración para la psicoterapia
<título>
Otra manera de integrar la Psicología Positiva a nuestro trabajo como terapeutas sería ofrecer
ideas e información derivada de las investigaciones sobre el bienestar. Hoy en día contamos con
un importante acerbo de hallazgos científicos sobre los factores que contribuyen a la felicidad, el
bienestar y la satisfacción con la vida. Podemos poner estos conocimientos al servicio de
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nuestros clientes de diferentes maneras, dependiendo de sus preferencias y de nuestro estilo
terapéutico.
Podemos optar por un abordaje psicoeducativo e “instruir” a nuestros clientes sobre temas
relevantes para su situación, o recomendar libros o videos de Psicología Positiva. Desde una
postura colaborativa, me resulta interesante la postura de Harlene Anderson acerca de que las
ideas que aporta el terapeuta pueden ser material para el diálogo.1 Esto es, si lo que el cliente me
está contando me hace pensar en alguna investigación de PP, le puedo preguntar si le interesaría
que le comentara sobre el tema, de manera tal de poner esta información sobre la mesa para
explorar juntos su posible relevancia y utilidad.
La mayoría de los resultados de las investigaciones cuantitativas se reporta en términos de
medias, de distribuciones estadísticas, que pueden ser muy útiles para entender un fenómeno,
pero que no predicen nada sobre un individuo en lo particular. Así, comparto con mis clientes lo
que han encontrado ciertas investigaciones, pero no como “la última palabra” o la única
explicación, sino como una fuente interesante de información que puede ayudarlos a entender y
mejorar su situación. Tuve un cliente que vino a verme porque sentía que había perdido su
“chispa de la vida”. Mencionaba constantemente que se sentía aburrido. El escucharlo hablar de
cómo su trabajo ya no le resultaba interesante ni retador me hizo pensar en las investigaciones de
Csikszentmihalyi sobre el flow y el aburrimiento, y le pregunté si quería saber un poco sobre
estas cuestiones. Me dijo que sí y le conté sobre las ocasiones en las que estamos tan
concentrados en una actividad que parece que perdemos la noción del tiempo y que este tipo de
experiencias se producen cuando enfrentamos un reto relativamente alto y tenemos habilidades
bien desarrolladas para hacerlo. A mi cliente le interesó el tema; por casualidad yo tenía en la
oficina un ejemplar de Aprender a fluir (Csikszentmihalyi, 1998) y se lo presté. A la semana
siguiente regresó entusiasmado y me dijo que se había dado cuenta de que una de las cosas que le
hacían falta en su vida era tener más experiencias de flow. Esto sirvió de punto de partida para
explorar qué tipo de actividades le habían traído experiencias óptimas en el pasado y lo animó a
crear las condiciones para volver a tenerlas en su vida actual (Tarragona, 2008).
1 Ella dice “food for thought and dialogue”.
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Hay muchísima información derivada de las investigaciones en Psicología Positiva que puede ser
de utilidad a nuestros clientes. Para ofrecer solo algunos ejemplos, consideremos los siguientes.
Respecto de la vida placentera, las investigaciones indican que para maximizar el gozo de los
placeres podemos identificarlos, saborearlos (Bryantr y Veroff, 2006), crear recuerdos en torno a
ellos, compartirlos, describirlos detalladamente y dosificarlos. Podemos compartir esta
información con nuestros clientes y ayudarlos a identificar qué les brinda placer e intercambiar
ideas sobre cómo pueden disfrutar aún más.
Las investigaciones sobre las emociones están entre las que más pueden aportar a la promoción
del bienestar (véase el capítulo 3). Barbara Fredrickson habla de diez formas de positividad:
<ver diseño, puede ser simplemente una enumeración después de los dos puntos>
Gozo
Gratitud
Serenidad
Interés
Esperanza
Orgullo
Diversión
Inspiración
Asombro
Amor
Los estudios de Fredrickson sobre las emociones positivas han demostrado que éstas promueven
una mayor atención, mejor memoria, mayor fluidez verbal, mayor apertura a la información y
que “deshacen” los efectos fisiológicos de las emociones negativas. Fredrickson (2009) y sus
colaboradores han revisado todas las investigaciones realizadas sobre las emociones positivas
durante más de una década y concluyen que la positividad no solo se correlaciona con el éxito en
la vida, sino que lo predice. La positividad se correlaciona y predice la salud física, la
satisfacción marital y el salario, entre otras cosas.
Fredrickson (2009) ha encontrado que hay cierta proporción entre emociones positivas y
negativas que es muy importante para que las personas florezcan. Esta tasa o proporción de
positividad es de 3 a 1, o sea que las personas que florecen experimentan tres emociones
positivas por cada emoción negativa, mientras que quienes “languidecen” tiene una proporción
menor.
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Fredrickson ha creado un test para medir la tasa de positividad; incluido en su libro Vida positiva
(2009), también se puede contestar en línea (en inglés)2 en la siguiente página web:
www.positivityratio.com.
Podemos sugerirles a nuestros clientes que lleven un registro de su positividad durante varias
semanas para que se den cuenta de qué tipo de actividades, contextos y relaciones se asocian con
experimentar más emociones positivas. Más adelante, pueden hacer cosas específicas para
aumentar sus niveles de positividad. Fredrickson y Pawelski proponen crear “portafolios de
positividad”. Se trata de crear una especie de documento viviente para cada una de las diez
formas de positividad (gozo, gratitud, serenidad, interés, esperanza, orgullo, diversión,
inspiración, asombro y amor). Por ejemplo, si una persona quiere sentir más serenidad en su
vida, puede recortar fotos de lugares o personas que para ella evoquen esa sensación; puede
incluir también poesías o citas relacionadas con la serenidad, cartas o incluso música que la haga
sentir serena. El “portafolio” puede tomar diferentes formas: puede ser un álbum de fotos,
impresas o digitales, o una cajita en la que se guarden objetos que simbolicen esa emoción;
pueden ser imágenes y sonidos en una computadora que se usen como guarda-pantalla para
recordarnos la forma de positividad que queremos cultivar. Si los clientes traen a la sesión su
portafolio, este puede ser el punto de partida de conversaciones muy interesantes y significativas.
Fredrickson ha escrito un libro sobre cómo podemos aumentar la positividad en nuestra vida:
Vida positiva (2009). Entre las estrategias para reducir la negatividad, Fredrickson habla sobre
cómo cuestionar los pensamientos negativos, interrumpir el “rumiar”, desarrollar la conciencia
plena, evaluar los efectos de los medios de comunicación en nuestros estados de ánimo y revisar
nuestra “dieta de medios”. Para elevar la positividad, la investigadora recomienda encontrar
significados positivos, disfrutar lo bueno, contar nuestras bendiciones, ser amables, hacer lo que
nos apasiona, soñar con nuestro futuro, usar nuestras fortalezas, conectarnos con los demás y con
la naturaleza, y abrir la mente y el corazón. La obra de Fredrickson es una fuente invaluable de
ideas para el trabajo con clientes.
2 La versión en línea es más práctica porque reporta automáticamente la tasa de positividad, mientras que el test
de lápiz y papel se tiene que calificar manualmente.
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Las emociones positivas y los placeres son parte del primer pilar del bienestar. El segundo, el de
la vida comprometida (engagednt life), tiene que ver con las experiencias óptimas o de flow, y
con las fortalezas de carácter. Las investigaciones realizadas durante más de treinta años por
Mihaly Csikszentmihalyi y sus colegas en diferentes países han demostrado que las experiencias
óptimas (o de flow o flujo de la conciencia) se correlacionan altamente con el bienestar subjetivo
y la satisfacción con la vida (Csikszentmihalyi, 1998 y 2005; Csikszentmihalyi y
Csikszentmihalyi, 1998; Nakamura y Csikszentmihalyi, 2002). Aportar lo que sabemos sobre
estos temas puede ser sumamente útil en el proceso terapéutico. Podemos indagar, por ejemplo,
sobre las experiencias de flow de nuestros clientes a través de preguntas sencillas como:
¿Hay veces en las que está haciendo algo y...
o pierde la noción del tiempo?
o está totalmente concentrado en lo que hace?
o no se está juzgando en el proceso?
La mayoría de las personas pueden identificar rápidamente cuándo tienen experiencias de este
tipo: al pintar, tejer, cocinar, charlar con amigos, escribir, preparar una clase, hacer ejercicio…
Las posibilidades son ilimitadas y distintas para cada persona. Lo que a alguien le produce flow a
otro le puede parecer aburrido o frustrante.
Para hacer más claro qué es el flow, podemos compartir una gráfica que ilustra cómo estas
experiencias se producen cuando tenemos un nivel relativamente alto de habilidad para realizar
una tarea que representa un reto de moderado a alto. Con frecuencia comparto con mis clientes el
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siguiente diagrama:
Entusiasmo
Ansiedad
Preocupación
ApatíaAburrimiento
Relajación
Control
FLOW
bajas Habilidades altas
baj
os
Ret
os
alt
os
Diagrama 1: Tipos de experiencia en función de la relación entre habilidades y retos. Basado en
Csikszentmihalyi (2003).
Podemos ayudar a nuestros clientes a identificar qué les produce experiencias óptimas, bien sea a
través de una entrevista, o bien invitándolos a que lleven un diario durante un par de semanas en
el que escriban brevemente todo lo que hicieron cada día y observen cuándo tienen experiencias
de flow.
Una vez identificadas tanto sus experiencias de flow actuales como aquellas actividades que
solían traerles flow en el pasado y que tal vez han abandonado, pueden planear actividades que
promuevan el flow en su vida. Algunas personas tienen experiencias de flow en el trabajo, y esto
les trae muchas satisfacciones. Pero muchas personas suelen tener experiencias de flow en otros
momentos, fuera del trabajo, por ejemplo, dedicándose a sus pasatiempos o al deporte. Mihaly
Csikszentmihalyi (1998) sostiene que es importante planear nuestro tiempo libre con tanto
cuidado como nuestras horas de trabajo. “No hacer nada” de vez en cuando nos puede dar un
merecido descanso, pero en general, si estructuramos nuestro tiempo libre, tendemos a sentirnos
mejor. Uno de los aspectos interesantes del flow es que no se trata de algo estático, sino que
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depende de la relación dinámica entre el nivel de habilidad y el nivel de reto de una actividad.
Así, para lograr tener experiencias de flow podemos desarrollar nuestras habilidades y/o
aumentar los retos a los que nos enfrentamos.
Otro aspecto importante de la vida comprometida tiene que ver con las fortalezas de carácter
(Véase el capítulo 5). En español a veces usamos la palabra carácter para referirnos al mal
talante (“es de carácter muy fuerte”), pero el término carácter, en inglés, se refiere a las
cualidades morales o éticas de una persona. Peterson, Seligman y sus colaboradores (Peterson y
Seligman, 2004) se dieron a la tarea de revisar cuidadosamente diferentes fuentes (desde los
grandes textos religiosos de Oriente y Occidente, literatura de ficción, libros de autoayuda, ¡hasta
el manual de los boy scouts!) para ver si podían encontrar ciertas fortalezas de las personas que
cumplieran los siguientes requisitos: ser valoradas en casi todas las culturas; ser consideradas
cualidades valiosas por ellas mismas, no como medios para otros fines; y ser maleables,
susceptibles de desarrollo. Encontraron que, efectivamente, de fuentes muy diversas surgían una
y otra vez ciertas cualidades morales casi universalmente valoradas, que ellos clasificaron en
veinticuatro fortalezas de carácter, a su vez agrupadas en seis grandes virtudes:
Virtud Fortaleza
Coraje
Valentía
Persistencia
Integridad
Vitalidad
Justicia
Ciudadanía
Liderazgo
Imparcialidad
Humanidad Amor
Bondad
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Inteligencia social
Sabiduría
Perspectiva
Apertura mental
Amor por el saber
Curiosidad
Creatividad
Templanza
Clemencia
Humildad
Prudencia
Autorregulación
Trascendencia
Apreciación
Gratitud
Esperanza
Humor
Espiritualidad
Tras generar esta clasificación de fortalezas y virtudes, el equipo de Peterson y Seligman
desarrolló un instrumento para medirlas. Se trata de un test ipsativo, es decir que no compara a la
persona con otras, sino que indica el orden relativo de sus propias fortalezas. El inventario se
llama VIA (del inglés, Values in Action, o valores en acción) y se puede contestar en línea (en
español, en www.authentichappiness.com
En la terapia, pedirle al cliente que responda al cuestionario VIA y que vea impresas sus
fortalezas de carácter generalmente es una experiencia muy significativa que puede ser el punto
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de partida de muchas conversaciones terapéuticas. Me parece conveniente que sea el cliente
quien tenga la última palabra, así que generalmente le pregunto qué le parecieron los resultados,
si algo lo sorprendió o le corroboró lo que él esperaba. Se puede explorar de qué manera esas
fortalezas lo pueden ayudar a enfrentar la dificultad que lo trae a terapia, o a lograr sus objetivos
y metas. Podemos indagar sobre la historia de sus fortalezas y cómo las ha desarrollado.
También es interesante aprender sobre los aspectos interpersonales de las fortalezas: quiénes lo
ayudan a ejercerlas o a desarrollarlas, en cuáles de sus relaciones se hacen más evidentes ciertas
fortalezas personales. Suelo hacer una entrevista basada en las prácticas narrativas (Tarragona,
en prensa), que enfatizan que las cualidades de las personas no son “sustancias” que los
individuos contienen, sino que las fortalezas se ejercen, se implementan en la acción y en las
relaciones con otras personas.
Existen muchas intervenciones terapéuticas basadas en las fortalezas de carácter. Algunas, las
llamadas “intervenciones positivas”, se han estudiado de manera sistemática, por lo que se
discuten en detalle en la siguiente sección. Sin embargo, hay otros ejercicios basados en las
fortalezas, pero cuya efectividad no se ha estudiado de manera rigurosa, como los que se
mencionan a continuación
Contar “historias de fortalezas” (Pawelski, 2008) es un ejercicio originalmente concebido como
una actividad educativa, pero se puede adaptar al consultorio. Consiste en lo siguiente: se le pide
al cliente que escoja una de sus fortalezas personales, pero que no nos diga cuál es. Durante unos
minutos, tiene que contarnos sobre alguna ocasión en la que haya usado bien esta fortaleza
personal (otra manera de invitar el relato es pedirle que nos cuente una historia de él o ella “en su
mejor faceta”). Mientras tanto, el terapeuta escucha con atención, poniendo especial interés en
las fortalezas. Cuando la historia termina, ayuda al cliente a saborearla y comparte con él las
fortalezas que observó.
Otro ejercicio propuesto por Pawelski (2008), que se puede convertir en tarea terapéutica, es la
“cita de fortalezas”: se les pide a los miembros de una pareja (o a un par de amigos) que planeen
una cita en torno a una fortaleza especial de uno de ellos. Para la siguiente vez tendrán que
planear una actividad o salida relacionada con alguna fortaleza del otro. Por ejemplo, si una de
las fortalezas de Juan es la apreciación de la belleza y la excelencia, él y su esposa Carla pueden
17
planear una visita a un museo. Si una de las fortalezas principales de Carla es la bondad y la
generosidad, podrían acordar pasar el domingo siguiente como voluntarios en una organización
caritativa. A veces se pueden encontrar actividades que nutran las fortalezas de ambas partes.
Nansook Park (Park, 2009) propone una actividad familiar similar: que las familias planeen
salidas o actividades relacionadas con las fortalezas de uno de sus miembros, que se irán
turnando. Seligman y colaboradores (Seligman, Rashid y Parks, 2006) también usan un ejercicio
sobre las fortalezas de los diferentes miembros de la familia: cada uno responde al cuestionario
VIA y después dibujan un árbol genealógico con las fortalezas de cada integrante y organizan
una reunión familiar para hablar sobre ellas. Elena Fernández y yo (Fernández y Tarragona,
2005) hacemos algo similar: usamos el familiograma o genograma con un giro positivo. Bien sea
en el entrenamiento de terapeutas familiares, o en la terapia, podemos hacer un genograma que
se centre en las fortalezas y valores que se han transmitido en una familia a través de las
generaciones. En muchos programas de formación de terapeutas familiares es un requisito que
los terapeutas en entrenamiento hagan “trabajo de familia de origen”. En nuestra experiencia,
este tipo de trabajo generalmente se centra en encontrar las disfunciones y déficits de la familia
de origen del terapeuta, y proponemos, como lo hace la Psicología Positiva, un trabajo más
balanceado, que también contemple los legados positivos de las familias.
La tercera vertiente de la buena vida tiene que ver con el sentido y la trascendencia, con aquello
que le da le da significado a nuestra vida. La vida con significado generalmente tiene que ver con
el sentirnos conectados con algo superior a nosotros y con ser parte de proyectos y actividades
que aportan algo a los demás. Algunos de los ejemplos más evidentes son la espiritualidad, el
contacto con la naturaleza, la religión, la política, la familia y las actividades prosociales, como
el trabajo voluntario o el “buen trabajo” (aquel que no solo se hace bien, sino que hace el bien)
(Gardner, Csikszentmihalyi y Damon, 2001).
Las investigaciones de Michael Steger y sus colaboradores (Bryan J. Dik, 2008) y de A.
Wrzesniewski, entre otras, han estudiado la importancia del trabajo, del significado que le
otorgamos y cómo se relaciona con el bienestar. Wrzesniewski (Wrzesniewski, McCauley, Rozin
y Schwartz, 1997) ha encontrado diferencias significativas en las actitudes personales y laborales
de quienes ven su trabajo como un “empleo”, como una “carrera” o como una “vocación”. Los
18
que ven su trabajo como una vocación tienden a estar más satisfechos. Hablar con nuestros
clientes sobre cómo conciben su trabajo y cómo pueden hacerlo más significativo puede llevar a
descubrimientos muy interesantes en la terapia.
Seligman y su equipo (Seligman, Rashid y Parks, 2006) estudiaron la correlación entre la
sensación de falta de significado en la vida y la depresión, y encontraron que sus sujetos
deprimidos reportaban niveles considerablemente menores de significado que otras personas no
deprimidas, tanto entre pacientes psiquiátricos no deprimidos como en una población no
psiquiátrica no deprimida. Descubrieron también que la búsqueda de significado y la vida
involucrada se correlacionaban de manera importante con el sentirse más satisfecho en la vida y
tener menos depresión. Un ejercicio desarrollado por Seligman, Rashid y Parks (2006) que ayuda
a las personas a pensar en el sentido de su vida consiste en que cada una escriba su obituario. Se
les pide que imaginen que han muerto tras tener una vida fructífera y satisfactoria. ¿Qué querrían
que dijera su obituario? Se recomienda que escriban un ensayo de una o dos páginas al respecto.
Cada vez hay más evidencia, proveniente tanto de la Psicología Positiva como de otras
disciplinas, sobre los beneficios de la meditación (Ben Shahar, 2008; Lyubomirsky, 2008).
Barbara Fredrickson (2009) ha documentado cómo la meditación Metta (o Loving Kindness
Meditation) eleva los niveles de positividad. Podemos explorar con nuestros clientes,
especialmente si se sienten deprimidos o ansiosos, si practican alguna forma de meditación y
poner a su servicio recursos para aprender a meditar, por ejemplo, sitios web que ofrecen
meditaciones guiadas.
El cuarto pilar del bienestar, según Seligman (2009), es el de las relaciones interpersonales
positivas. La Psicología Positiva en general ha tenido un enfoque individual (o individualista),
pero recientemente ha aumentado el interés por estudiar y comprender las relaciones
interpersonales que tanto influyen sobre el bienestar. Durante años, Christopher Peterson ha
tenido como mantra la frase “other people matter” (“los demás importan”) y dice que esas tres
palabras realmente son el resumen de la PP (Peterson, 2006).
Algunas de las investigaciones más sólidas sobre las relaciones interpersonales positivas son las
hechas por el psicólogo John Gottman en su “laboratorio del amor” en la Universidad de
19
Washington. Gottman y su equipo pueden predecir con una confiabilidad sorprendente si una
pareja seguirá junta felizmente o se separará, y han encontrado que la clave está en la proporción
de interacciones positivas a negativas que tienen los integrantes de la pareja. Las parejas felices
tienen una tasa de 5 a 1, es decir, cinco interacciones positivas por cada interacción negativa.
Gottman y sus colaboradores (Gottman y Silver, 1999) han desarrollados una serie de ejercicios,
basados en sus investigaciones, para ayudar a las parejas a reparar y mejorar sus relaciones. En
nuestro trabajo terapéutico con parejas podemos compartir los hallazgos de Gottman e
implementar sus ejercicios, por ejemplo, el de fortalecer los “mapas del amor”, nutrir el cariño y
la admiración, o dejar que nuestro cónyuge influya sobre nosotros.
Shelley Gable ha realizado investigaciones sobre las respuestas de las personas ante las noticias
que les dan sus parejas. Ante una noticia buena, por ejemplo, un ascenso en el trabajo, hay cuatro
tipos de respuesta: la activa-constructiva (una respuesta entusiasta como “¡Qué bueno, ¡te lo
merecías!”); la respuesta activa-destructiva (“¡Ay! seguro vas a tener que pasar más horas en la
oficina ahora…”); la respuesta pasiva-constructiva (“Ah, qué bien”), y la pasiva-destructiva (no
responder o hablar de otra cosa, “Cómo me duele la cabeza”). Como es de esperarse, las parejas
que usan más las respuestas activas-constructivas tienen relaciones más felices. Seligman y su
equipo usan una intervención en la que les enseñan a los clientes a responder de manera activa-
constructiva y a aplicar esto en sus relaciones con los demás (Seligman, Rashid y Parks, 2006).
Nosotros podemos hacer lo mismo con nuestros clientes.
3. Las “intervenciones positivas” o ejercicios de Psicología Positiva validados
empíricamente <título>
La tercera forma de incorporar la Psicología Positiva en la terapia tiene que ver con utilizar
actividades terapéuticas cuya efectividad ha sido comprobada. Las “intervenciones positivas”
son ejercicios basados en los hallazgos de la PP, que han sido diseñados específicamente para
promover el bienestar psicológico y que han sido “probados”, es decir que su efectividad ha sido
demostrada a través de experimentos científicos rigurosos. James Pawelski (2008) define una
intervención positiva como un “acto intencional, basado en la evidencia, diseñado para aumentar
el bienestar en poblaciones no clínicas” (a pesar de estar pensadas para poblaciones no clínicas,
20
resulta que algunas de estas intervenciones son de gran utilidad también para las personas que
sufren de depresión, como se menciona más adelante).
A mí no me gusta mucho el término intervención. El propio Pawelski (2008) señala las
limitaciones de esta palabra: puede tener la implicación de que alguien de afuera le hace algo a la
persona o que se entromete, y además la palabra se puede asociar con una serie de prácticas
relacionadas con el tratamiento de las adicciones.3 Pero varios autores, como Seligman
(Seligman, Steen, Park y Peterson, 2005), Lyubomirsky (Lyubomirsky, 2008), Pawelski y sus
colaboradores usan la palabra intervención para describir los ejercicios diseñados para promover
el bienestar.
Algunas de las intervenciones positivas más estudiadas tienen que ver con las fortalezas de
carácter. Incluyen el diario de gratitud (también conocido como “las tres bendiciones”), la visita
de gratitud y el uso de una fortaleza de una manera distinta.
El diario de gratitud consiste en que la persona escriba cada noche, antes de irse a dormir, tres
cosas buenas que le hayan sucedido ese día y por qué sucedieron. Es recomendable hacerlo
durante una semana y al final de esta repasar la lista para ver si se identifican ciertos patrones
(Pawelski, 2008).
Existen variaciones de este ejercicio. Los autores con una orientación cognitiva conductual,
como Seligman, incluyen la parte de explicar por qué sucedieron las cosas buenas en el día, para
que la persona se dé cuenta de que tiene una influencia sobre su entorno. Otros autores, como
Emmons (2008) –con una visión más espiritual, en mi opinión–, no ponen ese requisito, más bien
sugieren que hay cosas que simplemente nos suceden sin haber hecho nada para merecerlas y
que son realmente “regalos”. También hay opiniones distintas sobre cuánto tiempo es deseable
hacer el ejercicio. Lyubomirsky (2008) enfatiza que es importante que el diario de gratitud no se
vuelva una rutina y señala que para muchas personas hacerlo una vez a la semana parece ser lo
óptimo, pero que cada uno tiene que encontrar la “dosis” y la forma ideal de hacerlo.
3 El término intervención se usa cuando la familia y un profesional se reúnen y sorprenden a la persona con un
problema de adicción, exigiéndole que entre a tratamiento. Este no es el significado que se le asigna a la idea de intervención en Psicología Positiva.
21
Otra intervención basada en la importancia de la gratitud es la llamada “visita de gratitud”.
Pawelski (2008) la describe de esta manera:
<cita a bando>
Piensa en alguien que haya hecho algo importante por ti, pero a quien no le hayas dado
bien las gracias. Puede ser tu padre/madre, un amigo, un mentor, etcétera. Escribe en una
carta qué es exactamente lo que esta persona hizo por ti y las consecuencias específicas
que esto tuvo en tu vida. Pule la carta. ¡Hazla brillar! Es recomendable que tenga una
bonita presentación: escrita a mano en una tarjeta, usando caligrafía, enmarcada, etcétera.
Sin decirle a la persona por qué, haz una cita para reunirte con ella, por ejemplo, para
desayunar o tomar un café. Cuando se reúnan, léele tu carta de gratitud en voz alta.
Esta visita de gratitud suele ser una experiencia muy conmovedora, tanto para la persona que
escribe la carta como para el receptor.
Otra intervención relacionada con las fortalezas de carácter consiste en que la persona identifique
una de sus fortalezas más importantes (por ejemplo, una de las tres primeras en los resultados de
su cuestionario VIA), que describa cómo la usa normalmente, que haga una lluvia de ideas sobre
cómo podría implementarla de distintas maneras y que se comprometa a utilizar esa fortaleza de
una forma diferente durante una semana, dando ejemplos específicos y concretos sobre cómo lo
hará (Pawelski, 2008). Por ejemplo, si una de las fortalezas de Pedro es su sentido del humor y se
da cuenta de que lo usa mucho en casa y con los amigos, se podría comprometer a usar su
sentido del humor en el trabajo, contándoles un chiste a sus compañeros de la oficina cada día
durante una semana.
Seligman y colaboradores (Seligman, Steen, Park y Peterson, 2005) compararon
experimentalmente la efectividad de varias intervenciones positivas, entre ellas: el recordar
eventos tempranos de la vida (esta era la intervención placebo), las tres bendiciones o diario de
gratitud, la visita de gratitud y el usar una fortaleza de manera diferente. Diseñaron pruebas de
ensayos controlados aleatorios con más de 500 personas que participaron a través de internet.4
Los participantes completaron medidas de depresión y de felicidad, realizaron los ejercicios
durante una semana y tuvieron seguimiento a la semana, al mes y seis meses después del
experimento. Sus resultados indican que el recordar experiencias tempranas tuvo un efecto
4 Los autores explican que hay evidencia de que las muestras obtenidas y que participan a través de internet no
difieren significativamente de las muestras experimentales tradicionales.
22
benéfico inmediato (tras la semana de realizar el ejercicio), pero que este no se mantiene más
tiempo. Realizar la visita de gratitud tiene un fuerte impacto positivo: se correlacionó
significativamente con un marcado aumento en la felicidad, que se mantuvo un mes después de
la intervención. El llevar el diario de gratitud también tuvo un efecto positivo: aumentó el nivel
de felicidad de los participantes con un efecto que se empezó a notar a un mes de haberlo
realizado y que duró seis meses más. La intervención sobre la fortaleza de carácter tuvo un
impacto similar: cuando los participantes usaron una de sus fortalezas de manera diferente a la
habitual, los efectos inmediatos no fueron tan pronunciados como con el diario de gratitud, pero
después de uno, tres y seis meses, estaban menos deprimidos y más felices que al iniciar la
investigación.
Los autores de esta investigación –Seligman, Steen, Park y Peterson (2005)– señalan que los
efectos positivos de las intervenciones se produjeron sin que participara terapeuta alguno, lo que
sugiere que puede haber “ingredientes” específicos para elevar el bienestar muy importantes que
no dependen de la relación terapéutica. Pero piensan que no sería raro que en manos de
terapeutas experimentados, este tipo de intervenciones tuvieran resultados aún mejores.
En una investigación posterior, Seligman y sus colegas (Seligman, Rashid y Parks, 2006)
estudiaron los efectos de las intervenciones positivas específicamente con personas con
depresión moderada y severa. Implementaron un programa de terapia de Psicología Positiva
(PPT) de grupo en el que participaron cuarenta estudiantes universitarios que cumplían con los
criterios de depresión moderada. El tratamiento consistía en seis sesiones semanales de dos horas
cada una, en las que los participantes tenían que realizar un ejercicio de PP por semana. Los
ejercicios eran: usar una fortaleza de manera diferente, llevar el diario de gratitud, hacer la visita
de gratitud, escribir su obituario, responder de manera constructiva y activa al menos una vez al
día y saborear. También aplicaron la terapia de Psicología Positiva de manera individual, a
personas con depresión severa, durante un promedio de doce sesiones, y encontraron que los
síntomas depresivos mejoraban y había más remisiones que con el tratamiento “normal” y que
con la terapia normal más medicamentos. La terapia de Psicología Positiva en grupo, que se
ofreció a estudiantes con depresión moderada, tuvo éxito en la reducción de los síntomas y se
correlacionó con aumentos significativos en la satisfacción con la vida en los participantes,
23
comparada con el grupo control. La mejoría en ambos casos (terapia de Psicología Positiva
grupal e individual) duró, por lo menos, un año después del tratamiento.
Como se ve, los resultados obtenidos con las intervenciones positivas son sumamente
prometedores, pues logran mejorías equivalentes o incluso superiores a las terapias tradicionales.
4. La Psicología Positiva como una forma de autoayuda acompañada <título>
La cuarta posibilidad de incorporar la Psicología Positiva a la terapia es como una forma de
biblioterapia o lo que llamo “autoayuda acompañada”. Los libros de autoayuda constituyen una
verdadera industria, pero hasta hace poco ha sido muy poco confiable. Algunos autores pueden
ser muy buenos, pero muchos otros ofrecen consejos sin ninguna base. La PP está contribuyendo
a cambiar este estado de cosas, porque afortunadamente varios de los investigadores más
importantes de este campo, así como distinguidos profesionales de la PP, han escrito libros
excelentes. Sus obras tienen un sustento científico y están escritas para que el público en general
pueda beneficiarse de lo que la PP ofrece. Algunos de mis favoritos son: La ciencia de la
felicidad, de Sonja Lyubomirsky (2008); La vida positiva, de Barbara Fredrickson (2009); Ganar
felicidad, de Tal Ben-Shahar (2008); La auténtica felicidad, de Martin Seligman (2002);
Creating your Best Life, de Caroline Miller y Michael Frisch (2009); ¡Gracias!, de Robert
Emmons (2008) y Aprender a fluir, de Mihaly Csikszentmihalyi (1998).
Podemos aprovechar estos magníficos libros de diferentes maneras: como complemento de lo
que hablamos en alguna sesión, o como proyectos que nuestros clientes pueden emprender y que
le pueden dar estructura a nuestro trabajo conjunto. Por ejemplo, pueden escoger experimentar
con algunas de las actividades propuestas por Fredrickson, Lyubomirsky o Ben-Shahar durante
la semana y cuando nos veamos podemos hablar de cómo fue la experiencia para ellos: qué les
funcionó, qué les hizo sentir y pensar, qué reflexiones tienen al respecto.
También podemos aprovechar los recursos en línea, como el test para dar seguimiento a los
niveles de positividad, de Fredrickson (www.positivityratio.com); los diarios de gratitud y listas
de metas, de Caroline Miller (www.carolinemiller.com), o los tests de felicidad, satisfacción y
24
otros disponibles en www.authentichapiness.com, para darle continuidad al trabajo terapéutico
fuera de las sesiones.
A modo de cierre <título>
En este capítulo he propuesto que hay un continuum de estructura o dirección en el que el
terapeuta se puede mover al aplicar la Psicología Positiva en su trabajo. En el extremo menos
interventivo estaría la exploración de las experiencias del cliente, simplemente teniendo los oídos
y los ojos bien abiertos para escuchar y ver lo relacionado con el bienestar, para explorarlo de
manera conjunta. Un nivel más estructurado podría ser preguntar deliberadamente sobre los
cuatro pilares de la felicidad. Un punto intermedio de influencia por parte del terapeuta podría
ser el introducir a la conversación terapéutica información derivada de la PP, bien sea con un
estilo psicoeducativo o como material para el diálogo. Y el extremo más directivo sería el uso de
intervenciones positivas, estrategias prediseñadas que se le pide al cliente que siga para lograr
ciertos resultados esperados.
Como en este capítulo se mencionó la metáfora de Pawelski sobre las hierbas y las semillas; la
analogía de los injertos en el cultivo de las rosas, de Seligman, y la noción del florecimiento
humano, de Fredrickson, he quedado sensibilizada al reino vegetal y se me ocurre otra imagen
para resumir este trabajo: cuando hablamos de la Psicología Positiva como una orientación
general para la terapia, podríamos pensar en el terapeuta como un buen botánico que explora el
terreno para conocer la flora local. Con cuidado y curiosidad, terapeuta y cliente caminan con los
ojos abiertos para conocer las flores y plantas que se dan en ese terreno (la vida del cliente),
sabiendo que hay algunas que no se ven si no se pone atención. La Psicología Positiva puede
ofrecer una guía o un mapa sobre algunas áreas que puede ser especialmente interesante visitar
junto con el consultante. Al hablar de la Psicología Positiva como fuente de información,
imagino a ese mismo botánico que no solo explora la flora, sino que ahora le “agrega” algo: la
riega o la abona. Si introducimos ideas derivadas de las investigaciones en PP, puede que las
plantas que ya están creciendo, se den todavía mejor. Al pensar en las intervenciones positivas, el
botánico asume más bien el papel de jardinero y hace cosas de manera propositiva para
25
modificar algunas de las plantas del lugar: las poda, o planta ciertas semillas nuevas o incluso
hace algún injerto. ¿Y respecto de la autoayuda acompañada? Digamos que sería como
recomendarle al dueño del jardín que lea un buen libro de horticultura.
Claro que esta analogía es muy limitada y simplista. Un botánico puede observar solo viendo y,
si es cuidadoso, puede que no modifique las plantas que estudia. Pero como terapeutas, nuestro
instrumento de indagación es la palabra y cuando hablamos con alguien, aunque nuestra
intención sea solo recabar información, las preguntas y la conversación van generando
experiencias tanto en el entrevistado como en nosotros mismos. Es inevitable que al hablar
tengamos un impacto el uno en el otro. Como dice William Madsen (2003), “cada interacción es
una intervención”. En este caso, simplemente preguntar sobre lo que una persona disfruta o
cuáles son sus fortalezas puede disparar nuevas ideas y emociones en el cliente.
Creo que la Psicología Positiva puede tener un impacto transformador no solo en la vida de los
clientes y de los terapeutas, sino también en la cultura de la psicoterapia y aun en la definición de
esta como profesión. Seligman, Steen, Park y Peterson (2005) afirman que durante años se ha
visto a la psicoterapia como el lugar al que la gente va a hablar de sus problemas, pero que la
psicoterapia del futuro tal vez puede ser también el sitio al que la gente va a hablar sobre sus
fortalezas.
Si exprimimos hasta el final las metáforas de las plantas, las rosas y el florecimiento que han
guiado este capítulo, tal vez podríamos imaginar que la terapia del futuro no se sentiría tanto
como un hospital, sino más bien como un invernadero.
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