¿qué es el género fantástico?tecnica5merlo.edu.ar/continuidad/archivos/tecip_05... · ciencia...
TRANSCRIPT
Escuela Técnica 5.Actividad N°6
Profesora: Analia Britez
Cursos: 5 3°tecip.5 2°tecta.Turno tarde.
TEMA: El género fantástico
¿Qué es el género fantástico?
Es un género artístico que se distingue por la presencia de elementos que no
corresponden a la realidad tal como la conocemos. El género fantástico trasciende
los límites de lo normal y busca incentivar la imaginación del receptor, incitándolo
a una percepción más aguda, lejos de aspectos superficiales de su vida cotidiana.
Lo fantástico está vinculado con un quiebre de la realidad. Se produce un evento
extraordinario y no se sabe con certeza qué está pasando. El fenómeno es percibido
como inexplicable. Rápidamente lo podemos diferenciar de la ciencia ficción ya
que los “hechos fantásticos” son causados por fuerzas sobrenaturales y los de
ciencia ficción se explican mediante la razón y la lógica (quizás inalcanzable/futura,
pero siempre lógica).
Características del género fantástico
Mayormente la literatura fantástica es de tipo narrativa.
Tiene elementos sobrenaturales o inexplicables que crean una ruptura con la
realidad.
Puede dejar de lado las leyes físicas y las normas convencionales.
La irrupción de lo fantástico suele causar miedo en los personajes, por eso
muchas veces está relacionado con el género de terror.
Estimula la imaginación del receptor.
Tiene sus orígenes en la mitología y los relatos antiguos.
Son frecuentes las metamorfosis, las alteraciones del tiempo o el espacio,
los portales a dimensiones paralelas, la intromisión del sueño en la
realidad…
Invención de nuevas criaturas fantásticas como unicornios, dragones, aves
fénix o centauros.
Se puede clasificar en tres categorías: lo extraño, lo maravilloso y lo fantástico (a
secas).
Existen varios tipos de mundos de donde provienen los elementos
sobrenaturales; los más usuales son: mundos de frontera, mundos
paralelos y mundos alternativos.
Tiene subgéneros como la fantasía épica y la fantasía oscura.
Historia de lo fantástico
Los antecedentes de este género se remontan a narraciones muy antiguas, a
los mitos y leyendas que formaban parte del imaginario colectivo de las primeras
civilizaciones. El registro más antiguo es el Poema de Gilgamesh, una narración
sumeria que data del año 2000 a. C., aproximadamente. Es una historia épica en la que
aparecen componentes fantásticos como la inmortalidad y la magia, además de gigantes
y dioses.
Otros ejemplos son La Ilíada y La Odisea, de Homero, epopeyas en las que también se
pueden hallar elementos fantásticos, tales como intervenciones sobrenaturales y
criaturas con habilidades increíbles.
Literatura fantástica
El género fantástico puede verse aplicado al cine, a las artes plásticas y a prácticamente
cualquier forma de arte. Sin embargo, es en la literatura donde se originó y donde se
explora con mayor énfasis. Como definición de este género, los conceptos que
expuso Tzvetan Todorov son los más destacables. Dice Todorov: «Lo fantástico se
encuentra en una latente incertidumbre entre lo maravilloso y lo extraño«.
Gracias al magnetismo que este género provoca en el receptor, es comprensible que se
haya desarrollado más allá de la literatura y que forme parte de la cultura popular en
distintos medios. Varias novelas han sido adaptadas al cine y la televisión logrando gran
éxito. Sagas como El Señor de los Anillos, Harry Potter, Las crónicas de
Narnia, Canción de hielo y fuego, son algunos ejemplos.
Distintos mundos fantásticos
Como los elementos sobrenaturales no corresponden a este mundo (llamémosle mundo
primario), se entiende que estos elementos sobrenaturales provienen de mundos
secundarios. Los más utilizados son:
1. Mundos de frontera: Son aquellos que funcionan como una extensión del
mundo primario. Un ejemplo es el cuento de “Jack y las habichuelas mágicas”,
donde el protagonista trepa por un tallo que se extiende hasta el cielo, donde hay
un castillo habitado por un gigante.
2. Mundos paralelos: Existen al margen del mundo primario, y la única forma de
llegar a ellos es a través de algún portal, palabras u objetos mágicos.
3. Mundos alternativos: Similares al mundo primario en aspectos generales, pero
con ciertas diferencias que juegan un papel importante en la historia. Suelen
formar parte de los relatos sobre viajes en el tiempo.
Subgéneros fantásticos
La fantasía épica: Tiene una ambientación medieval o propia de una sociedad
sin demasiados avances tecnológicos. Lo real coexiste con los elementos mágicos
y hay un fuerte componente épico.
La fantasía oscura: Pone énfasis en el terror. Se percibe una atmósfera oscura
que transmite espanto.
Principales autores del género fantástico
J. R. R. Tolkien (considerado el padre de la fantasía épica), J. K. Rowling, William
Morris, Lord Dunsany, Stephan King, C. S. Lewis, Terry Pratchett, Robert E.
Howard, Michael Ende, George R. R. Martin, Robert Jordan, Patrick
Rothfuss, Suzanne Collins, Lewis Carroll, Lyman Frank Baum, entre otros.
Algunos referentes de habla hispana son: Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Horacio
Quiroga, Felisberto Hernández, Pablo Soler Frost, Silvina Ocampo, Félix J.
Palma, Amparo Dávila, Rafael Sánchez Ferlosio, David Jasso, Álvaro Uribe, etc.
Principales obras del género fantástico
Crónicas de Narnia, Harry Potter, Crepúsculo, La historia interminable, Peter
Pan, Dragonlance, Alicia en el País de las Maravillas, Charlie y la fábrica de
chocolates, El señor de los anillos, El Hobbit, Juego de Tronos, Nacidos de la
bruma, El color de la magia, Crónica del asesino de reyes, Canción de hielo y fuego, El
mago de Oz, La rueda del tiempo, Mundodisco
1) Actividad: Leer las características del género fantástico como forma
de introducción al tema.
2) INVESTIGA Y RESPONDE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS 1) ¿Qué es el género fantástico en la literatura?
2) ¿Qué características tiene?
3) ¿Cuáles son los temas que aparecen?
4) ¿Cómo saber si un cuento es fantástico?
5) ¿Qué es la vacilación en un cuento fantástico?
6) ¿Cuál es la estructura de un cuento fantástico?
7) ¿Cómo surge la literatura fantástica en Latinoamérica?
8) ¿Cuál es la diferencia entre cuento maravilloso y fantástico?
9) ¿Qué diferencia hay entre cuento fantástico puro y fantástico impuro?
10) ¿Qué es relato extraño y relato fantástico?
CUENTO 1 LA CASA ENCANTADA
Una joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero campesino, que ascendía
por una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca, rodeada
de un jardín. Incapaz de ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que finalmente fue
abierta por un hombre muy, muy anciano, con una larga barba blanca. En el momento en
que ella empezaba a hablarle, despertó.
Todos los detalles de este sueño permanecieron tan grabados en su memoria, que por
espacio de varios días no pudo pensar en otra cosa.
Después volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en el
instante en que iba a comenzar su conversación con el anciano.
Pocas semanas más tarde, la joven se dirigía en automóvil a una fiesta de fin de semana. De
pronto, tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el automóvil. Allí, a la
derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño.
—Espéreme un momento —suplicó, y echó a andar por el sendero, con el corazón latiéndole
alocadamente. Ya no se sintió sorprendida cuando el caminito subió enroscándose hasta la
cima de la boscosa colina y la dejó ante la casa cuyos menores detalles recordaba ahora con
tanta precisión. El mismo anciano del sueño respondía a su impaciente llamado.
—Dígame —dijo ella—, ¿se vende esta casa?
—Sí —respondió el hombre—, pero no le aconsejo que la compre.
¡Un fantasma, hija mía, frecuenta esta casa!
—Un fantasma —repitió la muchacha—. Santo Dios, ¿y quién es?
—Usted —dijo el anciano, y cerró suavemente la puerta.
CUENTO 2La escopeta [Mini cuento - Texto completo.]
Julio Ardiles Gray
Avanzó entre los naranjos. El sol caía con tanta fuerza que le obligaba a entrecerrar los
ojos. La paloma saltó entonces de una rama a otra, y a otra, y se perdió por entre el
follaje bien alto. Con la escopeta levantada, Matías se acercó hasta el tronco del árbol.
Pero por más que examinó hoja por hoja, no pudo dar con la paloma. Extrañado, se
rascó la nuca.
De pronto, sobre su cabeza sintió un ruido. Volvió a fijarse. Arrebujado entre unas
ramas, había un pájaro. No era su paloma; era un pájaro de un color entre azulado y
ceniciento. Con cuidado, Matías apoyó el arma en el hombro y levantó el gatillo.
“Ya que no es la paloma -se dijo- no me voy a volver a la casa con las manos vacías”.
Pero en ese instante, el pájaro saltó a una horqueta, sacudió las alas e hinchando la gola
se puso a cantar.
Matías, que ya había llegado al primer descanso, abandonó el gatillo y escuchó.
“Qué extraño -se dijo-. Jamás he escuchado cantar a un pájaro como este”.
El trino, en el redondel de la siesta, subía como un árbol dorado y rumoroso. A Matías
le pareció que más que el canto del pájaro, lo que se desgranaba eran las escamas
amodorradas de la siesta misma. Y le comenzó a entrar un sopor dulce, unas ganas de
abandonarse a los recuerdos de los tiempos felices y de no hacer nada más que escuchar
el canto del pájaro que seguía subiendo, esta vez como un perfume agridulce y verde.
Para escuchar mejor, dejó caer la escopeta a un lado y arrastrando los pies se acercó al
árbol para apoyarse en el tronco. El pájaro había desaparecido, pero su canto continuaba
en el aire. Y no pudo sustraerse a la tentación de mirar al cielo y levantó los ojos. Allá
arriba, entre unas nubes ociosas que desflecaban gigantescas flores de cardo, dos
grandes pájaros negros volaban en lánguidos círculos inmensos. Matías, entonces, no
supo distinguir si la dulzura que sentía venía del canto de aquel pájaro o de las nubes
que se desvanecían como borrachas a lo lejos.
El canto, entonces, se acabó de improviso. Los pájaros y las nubes desaparecieron y él
volvió en sí.
“Me estoy volviendo muy abriboca” -se dijo mientras sacudía la cabeza.
Buscó la escopeta pero no la encontró donde creía haberla dejado. Caminó más allá,
volvió más acá, pero el arma había desaparecido.
-¡Esto me pasa por tonto! -gritó en voz alta.
Y todo lo que hizo después fue en vano. Al cabo de una hora, ya cansado, se dijo:
“Me iré a la casa a buscar a mi muchacho. Entre los dos la vamos a encontrar más
ligero. No puedo perder así un arma tan hermosa”.
Y se lanzó cortando el campo hasta alcanzar el callejón.
Al entrar al pueblo fue cuando comenzó a sentir algo raro. Estaba como desorientado:
echaba de menos algunos edificios y otros le parecía que nunca en su vida los había
visto. A medida que avanzaba, la sensación iba en aumento. Y al llegar a su casa, el
miedo le sopló en la cara un presentimiento vago, pero terrible.
Penetró en el zaguán. En el patio, cuatro chicos jugaban y cantaban. Al verlo se
desbandaron gritando:
-¡El Viejo…! ¡El Viejo…!
Una mujer salió de una habitación sacudiéndose las hilachas de la falda. Matías
balbuceó con un hilo de voz:
-¿Quién es usted…? Yo busco a Leandro…
La mujer lo miró largamente y frunció el entrecejo.
-¿Qué dice, buen hombre? -dijo.
-Busco a Leandro -tartamudeó Matías-. A mi hijo Leandro… Esta es mi casa.
-¿Su casa? -dijo la mujer.
-¡Sí. Mi casa! -gritó Matías-. La casa de Matías Fernández.
La mujer hizo un gesto de extrañeza.
-Era…-dijo sonriendo con tristeza-. Nosotros la compramos hace veinte años cuando
desapareció don Matías y todos sus hijos se fueron de este pueblo.
-¡Qué! -gritó Matías, levantando las manos como para defenderse.
-Sí… -asintió la mujer temerosa.
Entonces, Matías se fijó en sus manos y se dio cuenta que estaban arrugadas, muy
arrugadas y trémulas como las de un hombre muy viejo. Y huyó despavorido dando un
grito.
CUENTO 3 El cocodrilo
Joaquín Gómez Bas
Estaba de pie en la ducha. Me di un susto tremendo cuando sentí su viscosa presencia
deslizándose entre mis piernas enjabonadas. A la altura de los tobillos. Atiné a aferrarme de
la llave del agua; si no, me desnuco contra el borde de la bañera.
Permanecí inmóvil bajo el chorro tibio, indagando, al acecho de la repetición del caso. Y lo
vi nítidamente cuando se produjo un claro en la superficie espumosa ¡Un cocodrilo!
Enorme, verdoso. No entiendo cómo cabíamos los dos en tan reducido espacio. Lo pienso
erguido sobre su cola y sería tan alto como yo. Pero ahora no se movía, tendido a lo largo, a
un costado, en su evidente propósito de no molestarme.
Para mortificarlo me apreté contra los azulejos de la pared, bajé la palanca del calefón al
máximo y al instante el agua salió hirviente. Pero el bicharraco, tan orondo, insensible y
plácido. Hasta me pareció que gruñía placentero.
Aparentando ignorarlo comencé a fregarme la espalda con el cepillo de mango, y cuando
localicé exacta su cabeza le sacudí sorpresivo un golpe. Inútilmente. Con velocidad increíble
levantó con sus fauces la tapa de goma del sumidero y alargándose como una anguila
desapareció por el embudo carrasposo formado por el agua que se escurría.
No volví a acordarme de él durante el día, y por la misma razón con ninguno de mis
compañeros comenté el caso en la oficina. Tampoco con mis hijos, ni con mi esposa, por
que soy soltero y vivo solo. Tengo cincuenta y dos años, pero esto no tiene nada que ver.
Ahora que las noches son bastantes frescas me agrada llevarme a la cama una bolsa con
agua caliente. Antes no lo hacía. Creía que era un signo de debilidad, de afeminamiento.
Hasta que me convencí de que es estúpido eliminar la frialdad del colchón, de las sábanas y
las cobijas a costa de la propia temperatura. La cama debe calentarlo a uno, y no a la
inversa.
Puse la bolsa de agua en el lugar correspondiente, a los pies, y me dormí profundamente.
Desperté repentino con la sensación de que algo áspero y frío me rozaba los tobillos. Y
resultó lo que esperaba. Allí estaba de nuevo el cocodrilo.
Esta vez procedí con cautela. Retiré los cobertores, así con lenta astucia las cuatro puntas
de la sábana donde reposaba acurrucado, como si fuera el patrón del lecho, y lo alcé en vilo.
Ni hizo el menor esfuerzo por liberarse. Me llamó la atención que apenas si sentí su peso,
como si la improvisada bolsa estuviera llena de viento.
Me acerqué al balcón –vivo en un cuarto piso- y lo arrojé a la calle, cuidando de retener un
extremo de la sábana. Abajo contra el pavimento, hizo un ruido terrible, una verdadera
explosión.
Estaba desayunándome cuando llamaron a la puerta, no mediante el timbre, sino con
unos golpes sordos. Adiviné que se trataba de coletazos urgente y abrí sereno, dispuesto a
recibirlo sin encono. Porque no tenía la menor duda de que se trataba del cocodrilo. Y allí
estaba, su cabeza apoyada en el pequeño felpudo, abatido, maltrecho, observándome con
ojos implorantes.
Me dio pena; una pena de llanto contenido; y sin una palabra, pero autoritario el mudo
gesto, le indiqué que pasara. Eso sí, le señalé con la mano extendida el hueco debajo de la
cama, y allí se refugió sumiso, arrastrándose pesadamente.
Fue en el cine donde le descubrí su condición humorística. No sé cómo se las ingenió para
entrar, ni cómo pudo seguirme por las calles sin que yo lo advirtiera. Lo cierto es que
cuando la sala atronaba con el tableteo de los balazos –sólo veo películas de violencia-, en el
instante justo en que el contrabandista en acción se retorcía estertoroso, me privó de la
visión la cabeza del cocodrilo, que emergió sobre el respaldo del asiento delantero,
incomprensiblemente, pues antes de que se apagaran las luces me había regodeado
contemplando en ese sitio la aterciopelada nuca de una muchacha rubia.
Me irritó la oscura interposición de su boquiabierto perfil de saurio y enardecido le
apliqué un manotazo. Alguien pegó un chillido –creo que una voz de mujer- y opté por
escurrirme atropellando a los espectadores sentados, entre un coro creciente de murmullos
inamistosos.
No comprendo el insomnio. Apenas me acuesto, yazgo convertido en bloque. Podría
decirse que no despierto: resucito. Y siempre maldiciendo la obligación de ir al trabajo. Lo
que me saca de quicio es la comprobación permanente, de toda la vida, de que me falta el
sueño precisamente los domingos, cuando podría disfrutarlo hasta el cansancio. Ya desde el
amanecer me mantengo lúcido, alerta, aguardando el rumor del periódico que el diariero
desliza por debajo de la puerta. Entonces me levanto, vuelvo a la cama y leo hasta lo que no
me interesa. Siempre así, desde que tengo noción de mis actos.
Rectifico. Siempre así, no. Ahora –ya va para casi un año- tengo que soportar la visita del
cocodrilo, que aparece los domingos por la mañana, junto con el periódico. Mientras leo, se
instala soñoliento a mis pies, bosteza de tanto en tanto y ronronea como un gato.
La idea me la sugirió una fotografía impresa en el diario. Unos niños en el Zoológico. Debe
haber sido algo así como una detonación mental, porque simultáneamente con la
ocurrencia el cocodrilo dio un respingo y se me quedó mirando, receloso y a la expectativa.
Pero no me dejé presionar por sentimientos de lástima. En menos de un minuto estuve
vestido, tomé una funda de almohada y lo metí adentro. Confieso que sentí tristeza por la
mansedumbre, la resignación con que se sometió a mis maniobras. Y con el bulto a cuestas
me dirigí al Zoológico.
Anduve dando vueltas y preguntando hasta que logré por fin ubicar el reducto destinado a
los cocodrilos. Aguardé el momento oportuno, pasé el bulto sobre el alambrado y lo arrojé
íntegro sin quitar la funda. Mi amigo- se me ocurre llamarlo así justamente cuando lo
abandono- se contorsionó dentro del trapo y un tanto cohibido asomó la cabeza. Sus
congéneres se abalanzaron curiosos, y me tocó padecer lo imprevisto. Mi cocodrilo -¡el
mío!- huyendo por el espacio circular, aterrorizado, acometido encarnizadamente a
dentelladas por los de su propia especie.
Lo salvaron mis alaridos y el fragor del avance del público cercano, que acudió intrigado
por mi actitud. La gente se acercó a tiempo para compartir mi alivio. Porque recuperando
coraje y haciendo alarde de una temeridad insospechada, mi cocodrilo se volvió agresivo,
enfrentó decidido a sus perseguidores y aprovechando el desconcierto creado emprendió
vuelo verticalmente, descendió haciendo espirales para despedirse de mi soledad y
enseguida enfiló raudo, directamente hacia las nubes.
¿Cómo que no puede ser? Ah, claro… Desde el principio olvidé mencionar que el cocodrilo
del que hablo tenía alas.
ACTIVIDAD DE LECTURA
1) Lee los tres cuentos y responde
a) ¿Cuál es el elemento fantástico o sobrenatural en cada cuento?
b) ¿Cuál de los tres cuentos logró captar mayor tu atención y generó mayor efecto de
incertidumbre? ¿Por qué? Justifica