quidora joven mapuche _ balcells y guiraldes.pdf

48
\ \ Jacqueline Balcells y Ana M aria Giiiral de Un dia en la vida de Quidora, joven mapuche

Upload: pac

Post on 24-Nov-2015

7.079 views

Category:

Documents


1.394 download

TRANSCRIPT

  • \

    \

    Jacqueline Balcells y Ana Maria Giiiralde Un dia en la vida de

    Quidora, joven mapuche

  • Ilustraciones de FRANCISCO RAMOS

    Un dia en La vida de ... I.S.B.N.: 956-12-0689-7.

    17" edici6n: febrero de 2007.

    Obras escogidas I.S.B.N.: 956- 12-1320-6.

    18' edici6n: febrero de 2007.

    1992 pOl' Jacqueline Balcells Aboitiz y Ana Maria Gii iraides Camerati.

    Inscripci6n N 83.408. Santiago de Chile. Dcrechos excilisivos de edici6n reservados pOI'

    Empresa Editora Zig-Zag, S.A. Editado POI'

    Empresa Editora Zig-Zag, S.A. L S onqllistadores 1700. Piso 10. Providencia.

    Telefono 8107400. Fax 8107455. E-mail: [email protected]

    Santiago de Chile.

    Impreso por RR Donnelley. Antoni E 'cobar Williams 590. Cerrillos

    Santiago de Chile.

    .A

    Quidora, Joven Mapuche

    EI alba blanqueaba los maizales y tei'ifa de amarillo las quince rucas que formaban el pequeno poblado indfgena. El bosque y la quebrada parecian aun dormidos en espera de que el sol asomara tras los picachos nevados. Y cuando Quidora, con sus cabellos sueltos hasta la cintura, se desliz6 en silencio hacia la choza de paja donde dormfa don Diego, un pajaro chin6 entre las ramas de un canelo.

    Todavfa humeaba la fogata de la noche anterior, donde el padre de Quidora, el caci-que, y los j6venes guerreros que 10 rodeaban se habfan reunido a conversar junto al calor de las llamas. Habfan planeado los ultimos

    5

    PaolaRectangle

  • l,Araucanos 0 Mapuches?

    Uno 0 dos siglos antes de la invasi6n incaica a este pais que aim no habia side lI amado Chile, un pueblo guerrero lIeg6 a instalarse a la altura del rio Cautin, separando en dos a la po-blaci6n aut6ctona dellugar. Este pueblo invasor se lI a-maba a si mismo mapuche, que quiere decir "gente de la tierra", y se supone que vino de las pampas argen-tinas, donde vivia como cazador n6made. Fueron los espafioles, mas tarde, los que darian el nombre de araucanos a estos in-digenas que encontraron instalados entre el Biobio y el Tolten.

    Los mapuches, al sepa-rar en dos a la civilizaci6n chilena preincaica, empu-jaron hacia el norte a una parte de ella y al resto hacia el sur. Los del norte pasaron a Ilamarse picunches y los del sur, huilliches.

    6

    detalles de la partida y bebido agua de hierbas purificantes preparada por la machi hasta que el cielo se puso del color de la luna. Ahora, los ronquidos de los hombres, cansados despues de siete dfas de intensos ejercicios, se escuchaban tras las paredes de barre y paja.

    La joven entr6 a la ruca del espanol con el silencio de un gato.

    - Ya esHi todo preparado, Diego - susu-n6 a la figura tendida en el jerg6n.

    El hombre abri610s ojos y las hebras ne-gras y brillantes del cabello de Quidora tocaron SLi frente. Las acarici6 con la mana y se incorpor6 a medias en su colch6n de hojas de maiz.

    -l,Que dices, pequena? -SLI voz era debil.

    7

  • Bajos, cuello corto y tobillos gruesos Los araucanos son ba-

    jos de porte, de grandes espaldas, cuello corto, muslos y tobillos gruesos, tanto en hombres como en mujeres. EI pelo, negro y liso, les crece muy bajo sobre la frente y sienes. La

    piel es morena. EI rostro es algo aplastado, con una nariz ancha y recta. Los ojos son pequefios y oscu-ros, generalmente de color pardo. La boca es grande y de labios carnosoS.

    La lengua mapuche: el chili-dugu

    La lengua mapuche primitiva, el chili-dugu, se fue perdiendo luego de la conquista. Los mapuches se cruzaban con las mujeres de los vencidos chinchas y estas trasmitieron asus hijos no s610 la sangre, sino tam-bien su lengua y su cultura. Segun los lingi.iistas, entre

    los idiomas americanos el mapuche es uno de los mas perfectos, y se caracteriza por su notable estabilidad fonetica y poruna estructura sencilla y analizable. Es, ademas, un idioma armo-nioso y sonoro.

    Los arucanos lIamaban huinca al hombre blanco.

    8

    . , - Ha llegado el dfa - repiti6 la joven mdlgena. Y tocando la aspera barba del hombre agreg6-: Mi padre desat6 anoche el ultim~ nudo del quipu que Ie envi6 hace siete dfas el maputoqui, junto a la ftecha ensangrentada.

    Don Diego se enderez6 con dificultad y su rostro se contrajo en un espasmo de dolor. La herida de su hombro aun no cicatrizaba pese a las numerosas cataplasmas de hierba~ que Quidora y la machi habfan aplicado a diario sobre ella. ,

    9

  • Indomables araucanos

    La conquista de Chile fue la mas dificil de las emprendidas en territorios americanos. Ap31te de la pobreza en que tu:,ieron que vivir los conqUIstado-res, que nunca haUaron el ansi ado oro que creian que iban a encontrar, chocaron con los indigenas mas beli-cosos y dificiles de someter del continente.

    de Ercilla y Zuniga, canta el coraje de este pueblo y alaba el valor de Caupolt -can, gran guerrero indigena salvajemente asesinado por los espanoles en 1558.

    Los indigenas mapu-ches de la zona central y sur de Chile re~ultaron ser unoS adversanos me-ductibles, que durante tres siglos presentaron bata\la a los conquistadores, en una guerra implacable.

    Los espanoles quedaron tan impresionados con la fiereza de los mapuches, que el primer poema ep.ico inspirado por la conqu.lsta de America les fue dedlca-do aeilos .LaAraucana, del poeta conquistador Alonso

    10

    -l,El ultimo nudo, dices? - pregunt6, con voz tensa.

    - Sf. Atacanin hoy, cuando el sol este bajando hacia el mar oculto tras Jas montanas. Yademas ... -la muchacha baj61a voz y dej6 la frase inconclusa.

    -l,Sf? - el rostro de don Diego parecia esperar 10 peor-.l,Si... ? jTermina de hablar!

    - Maulican ha side nombrado toqui .. El hombre dio un largo suspiro. Si era

    asf, ahora mas que nunca su v ida corda peligro. Dej6 que lajoven, con dedos livianos, levanta-ra las vendas que cubrfan la herida. La ftecha ,del guerrero Maulican habfa sido certera para inmovilizar ese fuerte brazo.

    Quidora se dirigi6 a un rinc6n de la choza y con dedos agiles recogi6 sus cabellos en una gruesa trenza. EI hombre contempl6 desde su lecho la figura ancha pero bien formada de la india. Cuando esta hubo despejado su rostro de hebras negras, descolg6 del techo un manojo de hierbas. Luego remoj6 un pano en un Hquido oscuro y espeso que habfa dentro de una vasija de greda; con el envolvi6 1as hojas y las apret6 con fuerza entre sus palmas. Una vez listo el emplasto, camin6 hacia el hombre y se arrodi1l6 a su lado.

    11

  • i., Que nos cuenta La Araucana? "Chile, fertil provincia sefialada

    en la region antartica famosa, de remotas naciones respetada

    por fuerte, principal Y poderosa: la gente que produce es tan ~ranada

    tan soberbia, ga\larda y behcos~ , que no ha sido por r~y)amaS regl~~ ni a extranjero dommlO sometlda.

    "Las armas de\los mas ejercitadas son picas, alabardas Y lanzones,

    con otras puntas largas enhastadas de la faccion y forma de punzones; hachas, marti\los, mazas barreadas,

    dardos, sargentas, flechas Y ba~tones, lazos de fuertes mimbres Y beJucoS,

    b " tiros arrojadizos y tra ucos.

    "Hacen su campo Y muestranse en formados escuadrones distintos muy enteros, cada hila de mas de cien soldados; entre una pica y otra los flecheros que de lejos of end en desm~ndados bajo la proteccion de los plqueros,.

    que van hombro con hombro, c~mO"dlgo, hasta medir a pica al enemlgo.

    "Si el escuadron primero que acomete por fuerza viene a ser desbaratado, tan presto a socorrerle otro se mete~ que casi no da tiempo a ser notado, si aquel se desbarata, otro arremete,

    12

    - iQue habrfa hecho sin ti, Quidora! - dijo el, cerrando los ojos.

    Mientras la mujer, con sus manos toscas pero delicadas, aplicaba la catasplama sobre la herida, Diego volvi6 a rogar al cielo para que este ataque indfgena no tomara desprevenido a su ejercito. La situaci6n para el era dramatica y maldijo el momenta en que el cacique Ie perdon6 la vida. Record6 cuando habfa caido de su caballo, con el hombro traspasado por la ftecha de Maulican. Y record6 tambien la orden del cacique que detuvo el brazo de] joven gue-rrero, cuando este levantaba su lanza para asestarle el golpe I mortal.

    13

  • y estando ya el primero reformado, moverse de su termino no puede

    hasta ver 10 que al otro Ie sucede."

    "Son de gestos robustos, desbarb~dos, bien formados los cuerpos Y crecldos, espaldas grandes, pechos levantado~,

    recios miembros, de nervios bien forOidos ; agiles, desenvueltos, alentados, animosos, valientes, atrevldos, duros en el trabajo Y sufridores

    de frios mortales, hambres Y cal ores."

    "No ha habido rey jamas que sujetase esta soberbia gente libertada,

    ni extranjera naci6n que se jac~ase de haber dado en sus terminos pisada;

    ni coma rca ni tierra que se osase mover en contra y levantar espada,

    siempre fue exenta, ind6mita, ten:ida:, de leyes libre y de cerVIZ ergulda.

    14

    El cacique Quila1ebo habra reconocido ' 11 e1 al hijo de don Alvaro, el capitan espanol ('on el que entab1ara una especial amistad du-rante una de esas cortas treguas que ocurrian, a veces, en aquellas tierras de Arauco. Ambos se habran enfrentado en una anterior batalla y, ambos tambien, habfan sabido reconocer en e1 otro su senorio y valentia. Por eso, Ilegado el momento de 1a paz, los jefes intercambiaron agasajos y se reconocieron mutuamente como hombres temerarios y honestos.

    Hacfa menos de un mes, Diego se habra alegrado de su buena fortuna. Yen esa oportll-nidad agradeci6 a Dios el haber heredado los ojos azules y de pestanas negras y crespas de su padre, gracias a Los cuales el cacique habra reconocido en el a1 hijo de don Al varo de L6pez y Mancilla. Sin embargo, ahora no estaba tan seguro de Sll sllerte, pues la situaci6n se v01vfa amenazante. Si los araucanos atacaban esamis-rna tarde, no tendria mas remedio que huir de alii de inmediato. Hoy, por primera vez, sentfa fuerte su cuerpo y su mente despejada. Tratarfa de ponerse de pie. jTendria que llegar, fuera como fuese, hasta eL fuerte antes del ataque! Si partia de inmediato y caminaba toda una jornada, taLvez 10 lograria ...

    15

  • Loncos, ulmenes y toquis

    Las familias araucanas formaban elanes, tambien llamados rehues 0 loy. Tales elanes vivian agrupados en rucas y tenian como jefe a un lonco. Estas agrupacio-nes de clanes en sus rucas formaban 10 que nosotros conocemos por aldeas.

    Los clanes 0 rehues, formaban parte de una 0[-ganizacion mas amplia: la tribu. Las tribus ten ian un jefe civil, que era el ulmen o cacique, y unjefe militar que era el toqui. En caso de

    guerra 0 emergencias, las tribus se reunian en aille-rehues y elegian de entre todas elias a un maputoqui y a un mapuulmen.

    Porultimo, todos los aillerehues de la costa, 0 del valle, 0 de lacordillera, se organizaban en vuta-mapus, bajo el mando del gran toqui.

    16

    No recordaba cuanto tiempo la fiebre 10 habia mantenido en una duermevela inquieta, p \ro sf recordaba las manos de Quidora refres-'undo su cara y alzando su cabeza para darle d \ beber. ;" C6mo no habfa imaginado antes 10 que los indfgenas preparaban? El estruendo de I s ejercicios de guerra de los dfas anteriores habfa sido para ellffia pesadilla, unas voces que venian de una nebulosa lejana. Pero ahora, con la batalla contra la fiebre ganada, la inminencia

    " de la of ens iva araucana 10 aguUone6 como si otra flecha 10 hubiese herido a mansalva.

    Por su parte, su fuga seria ahora aun mas diffcil. El joven Maulican, nombrado toqui, no desperdiciariala ocasi6n de terminar con el hom-bre al que Ie impidieron matar en la batalla.

    - ;"Por d6nde vaga tu espiritu? - Ia joven india 10 contemplaba con ansiedad.

    - Pen saba en ti, pequefia. -;" Y que pensaste de mi? - se alegr6

    ella. - Deberfas unirte a Maulican: he obser-

    vado c6mo te mira cuando entra a este lugar. - ;"Es que tu no me quieres? - los ojos

    de Quidora se oscurecieron aun mas y la sonrisa s esfum6 de sus labios.

    17

  • Sus perros: el quiltro y el tregua

    Ala Ilegadade los espa-no les, los mapuches ya se habian hecho sedentarios y viv ian de la agricultura y la ganaderia.

    La base de su ganado la formaban las ovejas, que les suministraban la lana para sus ropas y tejidos; la alpaca y la llama.

    Los araucanos poseian tambien dos variedades de perros: el qui/tro, pequeno y lanudo, y el tregua, de mayor tamano, parecido al zorro culpeo.

    Un carnero para cada uno Los mapuches, al igual

    que todos los p ueb los menos desarrollados, se alimentaban muy irregu-larmente. Pod ian soportar largos periodos durante las guerras, por ejemplo, comiendomuypocoonada, y luego podian hartarse de una manera inusitada. Cuenta el cronista Nunez de Pineda y Bascun~lIl que

    vio doce mapuches coger de un rebano doce cameros, y comerse cada cual uno en-tero durante la noche.

    Por 10 general, la base de la alimentaci6n de los mapuches era el maiz, los frejoles y las papas.

    18

    Diego no respondi6 y su brazo acarici6 III tr nza brillante de la india. La joven tenia In mirada franca y confiada de un nino. Ella 10 IIl1bfa cu idado abnegadamente, dia y noche, y Hl'ntfa que era su duena. Sus ojos 10 con tem-plaban con amor y posesi6n. Cogi6 la mano dclgada pero fuerte de Quidora y la presion6 'ontra su pecho, mientras sus pensamientos se 'on-centraron en la huida.

    El dia avanzaba nlpido y la actividad del poblado crecia. Las mujeres -algunas con un nino amarrado a sus espaldas-, terminaban Ie coser las corazas de pieles y de preparar

    las viandas para los guerreros; y los hombres, muchos de ellos con las cabezas rapadas, daban los ultimos toques a sus armas.

    Se escuchaban los zumbidos de las bo-I adoras y lazos de junco y dardos atravesaban 'I aire. Quidora, silenciosa y triste, no se habia movido dellado de Diego, como si presintiera Ille esos sedan sus ultimos momentos junto a se blanco de barba color maiz y ojos de cielo en

    verano que la habia tratado con tanta dulzura. El sol ya estaba en 10 alto cuando el fomido

    ' U rpo de Maulican se inclin6 para entrar en la rLlca. En su mano llevaba un lazo.

    19

  • El corazon de los vencidos

    A los cautivos de gue-rra los esclavizaban 0 los sacrificaban, convirtiendo sus cabezas en trofeos 0 fabricando f1autas con las tibias. A veces com ian el corazon de los vencidos creyendo que con el absor-berian las cual idades que en e\los admiraban.

    Cuandoen \553, luego de la batalla de Tucapel, los mapuches tomaron prisionero Y mataron al conquistador Pedro de Val-divia, com ieron su corazon. Estaban seguros de que al hacerlo adquiririan las dotes guerreras y el coraje del espanol muerto.

    "Mataron a dos caballos, hirieron a sets cristianos"

    Pedro de Valdivia des-cribio asi su enfrentamiento con los mapuches en su primer reconocimiento de la region del Biobio:

    "Aquella misma noche, al cuarto de la prima, dieron sobre nosoStros siete u ocho

    mil indios, Y peleamos con ell os mas de dos horas, e se noS defend ian barba-ramente, cerrados en un escuadJon ... " "Mataronnos dos caballos, e hirieron cinco 0 seis y tantos otros cristianos ... "

    20

    - Se acabo tu tiernpo - d pecti vo con el . 1JO, seco y des-, rnLsrno tono con q h'

    dirigido a su quiltro. ue se abna Dieg~ s~stuvo su mirada sin respondede

    la ~aullcan, entonces, desvio sus ojos hacia fO;~Jeyr ~u~:bel~abiabhecho un ovillo junto al

    , 0 con rusquedad: -l,Que haces aqu(? jVe a a udar

    otras que reparten 1 y a las . os atuendos de guerra'

    . El Joven indigena no se movio hast~ QUldora, suave como un ' que lado y salio' de 1 a sombra, paso por su

    a ruca.

    -En cuanto a ti h b tendre ba . b ' om re blanco, ya te JO ml razo - aiiadio, con voz dura - .

    f

    \q.'

    21

  • Ahora me asegura-re de que no huyas. Mas tarde, cuando celebremos la vic-toria, tu coraz6n sera mi premio.

    El guerrero se inclin6 sobre el enfermo y procedi6 a atarlo de pies y manos. Diego tuvo que ahogar un grito de dolor cuando Maulican tir6 bruscamente de su brazo. No opuso resistencia: serfa inutil gastar las pocas fuerzas que tenia en tratar de vencer a ese corpulento mapuche.

    El espanol qued6 de espaldas e inmovi-lizado. El indigena abandon6 la choza. Afuera, la agitaci6n crecia por momentos, y Quidora, entre las mujeres, se inclinaba sobre una coraza de cuero. Vio a Maulican salir de la choza y dirigirse hacia ella. Fingi6 estar concentrada en su tarea.

    -Esa sera la coraza que defendera mi pecho, Quidora -dijo el indio posando una de sus manos grandes y morenas sobre un hombro de la mujer.

    22

    Ella tembl6 y no dijo nada.

    -Cuando eJ sol se haya apagado y la sangre de los enemigos riegue la tierra, seras mi esposa. - Las pa-labras sonaron como una orden.

    Quidora perm a-neci6 inm6vil y muda hasta que Maulican se alej6. Sus pensamien-tos estaban en el hom-bre blanco.

    Los ejercicios de los guerreros continua-ban. Unos a otros se embestfan, esquivaban

    b~leadoras y laceaban piernas y torsos. Y mlentras algunos trabajaban las lanzas otros cu?rfan sus cabezas desnudas con pie'les de anlmales 0 tocados de plumas: as!, durante la

    bata.ll~~ sentirfan la fuerza del puma, tendrfan la vls~on del aguila 0 estarfan posefdos por la sagacldad del zorro. .. Hacfa exactamente ocho dfas que la ac-

    tlvldad cotidiana del rehue se habia alterado

    23

  • A guerrear sin cabellos

    Los mapuches se pre-paraban para la .guerra haciendo todo tlpO de ejercicios. Se pasaban ocho dias ejercitando sus fuerzas, com ian poco Y dejaban de beber alcohol. Esto los hacia bajardepeso y recuperar agilidad.

    Antes de entrar en bata-\Ia se rasaban lacabeza para

    qu~ el enemigo no pudiera cogerlos por el cabello.

    Se comunicaban las fechas de reuniones, las del comienzo de las ofensivas y tam bien el numero de lanzas que lIevaria cada jefe a la batalla. Para esto se servian del pron, que era un manojo de cordones de lana de diferentes colores y gruesos, con nudos que indicaban el numero de dias.

    24

    Hin que don Diego se hubiese dado cuenta. Y ('sa manana, las mujeres tam poco habfan sa-I ido, como de costumbre, a preparar la tierra d la siembra 0 a lavar al rio. Las mas viejas s ' dedicaban a la paciente labor de moler el mafz, mientras las jovenes, reunidas en grupos y parloteando, daban las ultimas puntadas a los petos de cuero 0 preparaban las pequenas bolsas con harina y ajf que los hombres lleva-dan al combate.

    Los ninos imitaban a los mayores y jugaban a la guerra en la quebrada cercana, trepados a 10 peumos y boldos. La mayoria de eI10s habia atado a sus cabezas retazos de pieles de zorro. Daban gritos y aullidos, y solo consegufan aumentar el alboroto reinante en el pequeno pobJado.

    Cuando Quidora vio que Maulican des-aparecfa en el interior de la ruca de su padre Quilalebo, se levanto con sigilo y se dirigio una vez mas allugar donde descansaba el hombre blanco. Lo encontro forcejeando con las liga-duras que sujetaban sus manos.

    - j Desatame, Quidora, rapido - urgio el hombre.

    -jNo, no puedo hacerio, me matarian!

    25

  • La machi: una bruja solitaria Las maehis eran ele-

    gidas entre las nii'las que mostraban aptitudes para ese misterioso ofieio, y lue-go su edueaeion quedaba a cargo de otras maeh is.

    Cuando una mujer se eonvertia en machi, aban-donaba la vida en eomun con su familia y se iba a vivir sola en una ruea algo alejada del poblado. Las rueas de las maehis se reeo-nocian desde lejos, pOl'que a su lado habia siempre un

    poste de madera tallado con peldafios y con la for-ma de una eabeza humana en su extremo superior. Estos postes se Ilamaban rehues.

    Lamaehieramuyadmi-rada y Ie pagaban muy bien pOl' sus servieios. Y no solo eelebraba maehi tunes, smo que tambien hacia aetos de ventriloquia y hacia apareeer y desapareeereosas por aetos de prestidigitaei6n.

    26

    slI sllrro la india, temblorosa. Y afiadio- : ;\uemas ... tu estas debil...

    - iAyudame! - esta vez laOl'den flledada ron una vozfirme.

    - Aquf estas protegido - insistio la jo-ven - . Mi padre no qlliere que mlleras.

    - Ya 10 se, pequefia, pero des plies de In batalla nada impedira que Maulican acabe onmlgo.

    - Pero yo soy mapuche y no puedo de-jar que te vayas ahora. - Por primera vez las palabras de Quidora sonaron duras.

    Y sofocando un sollozo, la rnuchacha salio de la ruca.

    Paso entre las mujeres, que la llarnaron y, sin atender sus voces, siguio corriendo por entre los altos pastizales.

    Lamachi vivfaalejadadel pobJado. Desde lejos Quidora vio el hurno de su caldero.

    En ese momenta un trueno bramo en el cielo y varias nubes negras se arremolinaron oscureciendo el rehue, frente a la ruca.

    La vieja estaba encuclillada junto al fogon. Su figura vestida de negro y el trapo rojo ama-rrado a su cabeza contrastaban contra el verde de los arbustos que la protegian del viento. Al

    27

  • GCuando se of en de al Pillan?

    A la Ilegada de los es-paiioles, el pueblo mapuche no tenia una concepci6n de bien 0 de mal a la manera de los conquistadores. Para ellos las malas acciones - el hurto, el adulterio 0 el asesinato- ten ian un can'lcter de falta personal y directa del que cometia el delito con el of en dido, y no de un acto moral que ofendiaa Dios. Estas malas acciones podian ser com-pensadas con algo por parte del delincuente 0 bien eran

    vengadas por el agredido y por la comunidad entera a la que este pertenecia.

    El Pillan, que, mas que un dios era unaencarnaci6n de los antepasados, no se ofendia con estos actos personales de la maldad . Se enojaba, en cambio, por las transgresiones a algun tabu o por la falta de cumpli-miento de los rituales, y en estos casos desataba plagas de gusanos 0 de langostas, sequias e inundaciones.

    28

    cscuchar los pasos]evant6Iacabeza, sin dejarde canturrear una mon6tona canci6n. La infinidad de arrugas en el rostro de la mujer crecieron cuando sonri6 a la joven india.

    -l, Que te trae por aq uf, mi nina? l, Te asustan los vientos de guerra? l, 0 es que la voz del. Pillan, que retumba alIa arriba, te tiene atemonzada?

    Quidora no respondi6. Su pequeno y fuerte cuerpo se estremecfa al contener el llanto que,

    29

  • Para Hamar y ahuyentar espiritus

    Los mapuches ten ian una concepci6n animista del mundo: pen saban que todos los hechos naturales, como la lIuvia 0 el viento, se deb ian a la acci6n de seres superiores. Creian en un dios, el Pillan, que era el que gobernaba la Tierra e intervenia en las vidas de las personas.

    Tambien existi an para

    para sanar enfermos odes-hacer maleficios, mediante una ceremonia magica co-nocida como machi/un.

    En cuanto al espiritu bueno - el Pill an- , se 10 invocaba mediante la ce remonia del guillatun, presidida por un anciano y en la que participabatodoel pueblo. En medio dedanzas y cantos, se sacrifi caba al-gun animal y se rogaba por la protecci6n del dlOS para las cosechas y animales. Luego de la ceremonia venia una fiesta en la que se comia y bebia chich a en abundancia.

    ellos los espiri tus mal os - los huecuves- , qu e causaban muertes, enfer-medades y todo tipo de desgracias. Estos espiri~s maloseran temibles y habla que ahuyentarlos; de esto se ocuparon primero los magos 0 chamanes, que al correr del tiempo se trans-formaron en los machis. Estos ultimos eran por 10 generalmujeres, que hacian de brujas 0 curanderas. Las mach is eran contratadas

    30

    p 'se a sus esfuerzos, escapaba de sus ojos. Se s 'nl6 sobre la tierra helada y escondi6 el rostro 'nlre las manos.

    - U igrimas del coraz6n. Ligrimas que I viento de la guerra aumentanin -sentenci6

    la machi. - jAyudame! - exclam6 Quidora, cla-

    vando sus ojos brillantes en la mujer - . Dame algo para que el hombre blanco ate su vida a mi pueblo. jTu plledes hacerlo!

    - No se puede ir contra la vollintad del Pillan. El espfritll del hombre blanco s610 trae pesar y sangre a los nuestros. jNo trates de atar la mano del viento al cuerpo de la roca!

    La vie ja reinici6 su canto gutural y comen-z6 a sumergir en la marmita de greda una serie de objetos: dientes de lobo, peqllefios huesos y hierbajos. La joven la contemp16 en silencio, concentrada en su pena. La anc iana revolvfa lentamente su poci6n y alternaba los cantos con invocaciones a los cuerpos celestes:

    - Padre del cielo: dale tu fuerza al brazo del guerrero. Madre tierra: endurece tu suelo para los pies del enemigo y suavfzalo para la planta desnuda de nuestros guerreros. Madre de la noche: oscurece la vista del huinca e ilumina la del mapuche.

    31

  • Inbunches Y brujos perversos Los calcus 0 brujos, a

    diferencia de los chamanes y de los machis que usaban sus poderes en beneficio de los hombres, eran malos y solo procuraban hacer dano. A traves de la ma-gia negra, ellos eran los intermediarios entre los hombres Y los huecuves 0 espiritus del mal. Por e~ta razon los mapuches temlan a los brujos y los perseguian con sana.

    Los brujos se reunian

    un animal, como un zorro, una lechuza, un sapo 0 una culebra. Este animal se convertia en ayudan~e

    de noche en cuevas en el fondo de los bosques. Alii convocaban a los huecuves para que tomaran la forma que ellos les pedian: la de un vampiro que chupaba la sangre 0 la de una fle-cha envenenada. Luego se servian de estos animales u objetos para causar dana a alguna persona.

    y "espia" del brujo. Sm embargo, los ayudan~es predilectos de los bruJos eran los imbunches, 0 be-bes de seis meses robados por ell os y convertidos en mostruos dentro de las cuevas. Al correrdel tiempo el imbunche se represento con la figura de un nino hinchado, con sus orificios naturales tapados artificial-mente, la cara vuelta hacm atras y una pierna pegada a la espalda.

    Tambien acostumbra-ban a hacer alianzas con

    Los envenenamientos y danos causados por los brujos eran tan numerosos

    que,cuandounodeello~era sorprendido 0 denunclado por el machi, se Ie que~aba vivo y se Ie sometla a terribles tormentos antes de matarlo.

    32

    Luego la anciana cogio un palo, en cuyo l'x lremo colgaba una red, y fue retirando del I quido humeante to do 10 que alIi flotaba. Sigui6 murmurando conjuros y vaci6 el con-I nido en un pano rojo que tenia extendido 'n el suelo.

    Quidora la vio separar porciones de hier-bas, huesos y demases en dos montones.

    Luego contempl6 c6mo esta envoi via sus preciosos objetos en pequenos trozos de tela y procedfa a atarlos con un largo canamo.

    De pronto, las voces que trajo el viento sobresaltaron a Quidora. Era su padre, seguido de Maulican, que con an dar siLencioso se acer-caban allugar. Los dos venian con sus atavios de guerra: el joven llevaba un gorro de cuero crudo con la cabeza de un puma, y el cacique oronaba su frente con las plumas de un aguila.

    Ambos cubrfan sus cuerpos hasta las rodillas con una pieza de piel de lobo marino.

    Aillegar, saludaron a lamachi con respeto, inclinando lacabeza, y simularon no haber visto a Quidora. La vieja tennin6 de recitar una letania incomprensible, que dur6largos minutos, antes de responder a su saludo. Luego les sonri6, con su boca desdentada, y entreg6 a cada hombre

    33

  • En medio de un machimn

    Pineda y Bascunan, en el CautiveriojeLiz, describe la ceremoniadel machirun: " ... El enfermo estaba en un rincon del rancho, rodeado de muchas indias con sus tamborilejos pequefios, cantando una lastimosa Y triste tonada con voces muy delicadas ... Estabacercade la cabecera del enfermo un carnero Jigado de pies y manos, Y entre unas ramas frondosas de canelo tenian puesto un ramo de canelo ... Los indios y el caciq le estaban sentados en rueda, cabizbajos, pensativos y tristes, sin hablar ninguno una sola palabra ... La machi saco un cuchillo y abrio en dos el carnero, Y saco el

    corazon vivo y palpitando, y 10 clavo en una ramita, en medio del canelo .. . Despues se acerco al doliente y con el mismo cuchillo con que habia abierto al carnero, Ie abrio el pecho y comenzo a chupar todas las visceras que iban apareciendo. Y todos juzgaban que con aquellaaccion echaba afue-ra el mal y Ie arrancaba el estomago ... "

    Durante el machirun la machi siempre caiaen tran-ce. Recorria el cuerpo del enfermo tocando el tambor llamado cui/run y haciendo sonar unas maracas de cala-baza, al tiempo que esparcia humo y agua.

    34

    una bolsita. Ellos las colgaron de Sus cuellos luego d~ dar grandes muestras de agradecimie; to, volvleron a hacer reverencias. I . .La anciana mir6 hacia el cielo y los indios a Imltaron. Las nubes se habfan oscurecido

    adn mas y el olor a lluvia se mecfa 1!VIlIoO~"" .

    . en el aire y movia

    35

    las hojas de los ar-boles.

    -A nues-tro regreso, ma-chi, traeremos la victoria. Haremos

    un guillatun y celebraremos la muerte de los blancos. jAcompananos con tus favores y despide a estos

    guerreros! - di jo el cacique.

    Maulican habia estado ob-

    servando de reojo a Quidora. Mas que

  • La chueca y la pelota

    Los principales juegos practicados por los mapu-ches antes de la llegada de los espafioles eran lachueca y la pelota.

    En la chueca se colo-caban frente ados hileras de hombres que luchaban por 1levar a su lado una bola de madera, con un palo arqueado de coligue. J ugaban en una cancha que tenia cinco metros de ancho y unoS cien de largo.

    En eljuego de la pelota se colocaban en circulo de ocho a diez j6venes desnudos de la cintura para

    arriba y se arrojaban unOS a otros una pelotade madera, esponjosa como el corcho. Cada uno golpeaba la pelo-ta con fuerza, con la palma de la mano, y la lanzaba hacia un jugador contrario para herirlo con el golpe. La gracia del buen jugador era la de esquivar el golpe sin dejar el puesto, para 10 cual debiahacerverdaderos actos de acrobacia con su cuerpo, levantandose, sal-tando, echandose de bruces o de espalda al suelo.

    36

    nunca odiaba a ese hombre blanco que no solo queria arrebatarles sus tierras, sino tambi6n a sus mujeres. No podia en tender como la joven india se resistia a amar a un guerrero como 61, valiente y adrnirado, que habfa side nombrado toqui. La muchacha deberia odiar a ese espanol y sin embargo Ie habia prodigado todo tipo de cuidados. La culpa era del cacique, que ya estaba viejo, con un corazon ablandado por los recuerdos: jamas deberia haber perrnitido que ese maldito permaneciera con vida. i Pero ahora 61 era toqui y las cosas cambiarian ... !

    El joven irguio su torso y avanzo con disimulo hacia la muchacha. Cuando su rostro moreno de pomulos afilados quedo tan solo a unos cent!metros del de Quidora, la VQZ del indio fue un soplo:

    -Ese miserable blanco no volvera a contemplar la salida del sol. jPor mi vida que as! sera!

    Los guerreros se re~iraron y las mujeres se quedaron contemplandolos en silencio. La mana aspera de la machi se apoyo en el brazo de la joven india.

    37

  • -Quidora: ve a hacer 10 que tu coraz6n te ordena -murmur6. Y luego, rengueando, entr6 a su ruca de ramas Y barro.

    La joven india mir6 las aguas de la m.ar-mita. Sobre ellas aun flotaba una 1arga espma grisacea. La cogi6 con la rapidez de un zarpazo y la apret6 contra la palma de su mano. Luego se alej6 de11ugar, veloz y si1enciosa. Entre su

    38

    piel, y su ropa llevaba ahora el amuleto que Ie darla el poder para liberar a don Diego.

    Nadie la vio entrar a la ruca del espanol.

    Veinte indios esperaban la orden del to-qui, al pie de las araucarias. Se juntarfan con los guerreros de los poblados vecinos, al otro Jado del bosque de peumos, cuando el sol se detuviera sobre las montafias con nieve.

    Estaban bien preparados: habfan purgado s~s c~~rpos y, luego de siete dfas de ayuno y eJerCl.clOs, s~s. musculos estaban elasticos y sus plernas aglles. Lanzas, fiechas, hachas de piedra, hondas, porras y macanas colgaban de

    39

  • Lanzas, picas, macanas Y mazas

    Los mapuches usaban contra los espanoles picas cortas, de cuatro a cinco metros, en la primera fila de los guerreros; en la se-gunda fila blandian lanzas largasdeseisaochometros: Las astas eran de coligiie y las puntas de madera endurecida. Con el tiempo trabajaron puntas de. acero para sus lanzas, con las espadas que quitaban a los espanoles.

    Allado de los guerreros con picas y lanzas, peleaban hombres armados con ma-canas y mazas. La macana era un palo duro y pesado de tres metros de largo, del grueso de una muneca de la mano. "No hay hombre que no derribe ni caballo que no aturda", dijo de ella el cronista Gonzalez de Najera. Las mazas eran tambien de tres metros de largo y lIevaban una piedra horadada sujeta

    por correas en la punta. Por ultimo, detras de

    los guerreros con picas y lanzas se colocaban los honderos Y los arqueros, que lanzaban nubes de flechas y piedras.

    40

    sus cuellos 0 eran empunadas con manos im-pacientes. Las macanas sobrepasaban en altura los cuerpos de los guerreros, y sus extremos curvos lucian amenazantes, en espera de los golpes que asestarfan.

    En esos mismos instantes, el toqui Mau-lican salfa de la ruca del prisionero. Sus ojos, negros y duros, estaban convertidos en un pequefiisimo trazo y sus punos se apretaban, hinchando las venas de brazos y manos. Mir6 a su alrededor, en busca de Quidora: algo Ie decia que ella habfa tenido mucho que ver en esta fuga. j Si legaba a encontrarlos .. !

    El cacique 10 esperaba, impaciente. Aun-que con s610 mirar al toqui comprendi6 10 que habia sucedido, supo tambien que ya no habfa tiempo para venganzas: el sol estaba en 10 alto y el momenta de la partida habfa llegado.

    La orden del toqui estremeci6 hasta las mas altas hojas de las araucarias. Y mientras los indios corrfan con pasos livianos a traves del bosque, Maulican, ala cabeza, agarraba su lanza con tal fuerza que los nudillos de la mana se Ie volvfan blancos.

    Atras, las mujeres volvieron a sus faenas y de lejos les Ueg6 Ia voz de la machi, que al

    41

  • Raptando esposas

    Los mapuches eran poligamos y los hombres ten ian hasta cinco esposas. Las mujeres se buscaban entre las familias vecinas y para ello se tenia que lIegar a un acuerdo entre los jefes de familia. Como las muje-res trabajabanel campo, era mucho 10 que se perdia si alguna de elias se iba, por 10 tanto habia que ofrecer buenas compensaciones a cambio. Por 10 general, la moneda habitual para

    pagar por la novia eran las llamas, ani males muy preciados por su lana -tina y su utilizacion como medio de transporte.

    Muchas veces los hom-bres se unian para asaltar a otras familias durante la no-che y robarse a las mujeres. Esto les producia tal emo-cion, que incluso habiendo negociado antes a una mujer, hacian luego un simulacro de rapto, que dejaba a todos muy contentos.

    Mientras maS mujeres, mas ricos \ Los mapuches eran poli-

    gamos y pod ian casarse con el nfunero de mujeres que sus recursos economicos les pennitieran. Lo normal era tener cuatro 0 cinco, pero los caciques 0 ulmenes mas ricos ten ian hasta veinte. Claro que siempre la mas importante era la primera, llamada unendomo, que era la verdadera duefia del hogar. Las demas estaban a su serV1CIO.

    En el fondo, la poli-gamia de los indigenas se debia a la necesidad vital de engendrar muchos hijos para mantener la raza. Por otra parte la mujer cons-tituia la principal fuente de produccion del hogar: tejia las mantas y frazadas, preparaba los cueros y las pieles, era magnifica alfa-rera, preparaba la chicha y trabajaba en la recoleccion de las cosechas.

    42

    compas del cultrun dejaba ofr su voz mon6to-na, in.vocando a los huecuves que cegarfan al enemlgo.

    Quidora, luego de su visita a la machi habfa entrado ala ruca como una tromba. Do~ Diego, de espaldas sobre el suelo y cubierto de

    sud~r, luchaba con sus ligaduras. La india se arrodill6 junto a 61.

    . - Te soltar6 antes que te maten. Huye hacla la quebrada y esc6ndete alli, sin moverte, hasta que llegue la noche. . .La joven Ie hablaba con la cabeza gacha,

    sm mlrarlo a los ojos. Y, luego de un momento de vacilaci6n, sac6 de entre sus ropas la espi-na que habfa cogido del caJdero de la ma'chi y con su filo procedi6 a cortar las ligaduras que sujetaban las manos del hombre.

    . - iQlIe el Pilhin te proteja! - dijo, en un murmullo, cllando termin6 su tarea.

    EI espafiol no respondi6. Se incorpor6 lentamente y, con sus manos ya libres comenz6 a desatar sus pies.

    QlIidora, rfgida como una piedra, miraba el suelo.

    43

  • La fuerza de las mujeres La mujer araucana era

    excepcionalmente vigoro-sa. Segun el cronista Ro-sa les, ella les provenia "de criarse medio desnudas, al frio y al agua, con tan poco melindre y delicadeza que todas las mananas, aunque este granizando, se han

    de banar. Estan hechas al trabajo y a moler, cargar a cuestas el agua, la chicha, la lena, las cosechas, sin descansar un punto".

    44

    Diego se levanto. Sus piernas, aun de-biles y temblorosas, comenzaron a doblarse. Quidora, con presteza, abrazo por la cintura al espanol, sujetandolo, hasta que este recupero el equilibrio. EI estrecho con fuerza los hombros de la muchacha y beso~~ sus cabellos. e-. fJ. ;:117.

    I ( ./ Ella Ie en-

    trego una larga manta oscura para que se cubriera.

    EI espanol do unos minutos en encontrar la firme-za necesaria para caminar. Salio / al exterior, sostenido por la mu-jer,yambos agachados y sigi-10sos, avanzaron ~ por detras de las rucas, hacia la quebrada. Los brazos anchos de laindia

    45

  • jA beber, a beber! No hay cronista que

    no hable de la gran afici6n a la bebida que tenian los mapuches. La bebida era in-separable de sus reuniones familiares 0 cahuines, de las faenas agricolas, de las bodas, de los entierros, de sus ceremonias religiosas.

    EI cronista Gonzalez de Najera decia: "Son dados por sobre todo a las borracheras, para las cuales se juntan en sitios ameni-simos: alii , congregados

    en corrillos, hombres y mujeres se entregan a los manjares y al vino que lla-manchicha; siguense luego los cantares y bailes donde, al son de tamborileos y flautas, enlazados todos, no sosiegan con cabezas y pies corriendo hacia todas partes. Estas fiestas suelen durar cuatro, ocho y mas dias".

    su jetaban con fuerza el torso del hombre blanco, que jadeaba a cada paso.

    -Dejame aqui -pidio el, en cuanto se internaron en la espesura de peumos y avellanos.

    Pero ella segufa, terca y silenciosa, apu-randolo en su marcha e indicandole el sendero que debia seguir. Cuando el sol ya no se vefa bajo la cupula verde, la mujer se detuvo.

    -Sientate -Ie dijo, y 10 empujo hasta dejarlo semirrecostado sobre la cama de hojas humedas y resbaladizas.

    El hombre apoyo su espalda en el tronco aspero de un peumo y cerro un instante los ojos. Un olor penetrante y aromatico llego a sus na-rices: la palma ahuecada de la india Ie ofrecia harina tostada, mezclada con aji picante.

    -Come: te dara fuerzas. El espanol obedecio. El seco y fuerte

    alimento era mezclado en su boca con tragos de chicha de uva que Quidora trafa en una pe-quena botija colgada de su cintura. Sintio que un calor reconfortante subia por su pecho y 10 envolvia.

    -Dejame aqui, Quidora, y vuelvete al poblado. Si descubren 10 que has hecho, 10

    47

  • Lautaro, el caballerizo estratega EI indio Lautaro habia

    sido caballerizo de Pedro de Valdivia. Como era muy inteligente, ademas de aprender las artes de la equitaci6n, se dio cuenta en d6nde estaba la fuerza de los espafioles, pero tambien cuales eran sus debi I idades. Y despues de haber apren-dido 10 suficiente de los hombres blancos, se uni6 a sus hermanos mapuches y los organiz6 en forma ma-gistral para luchar contra los conquistadores.

    Asi se las arregl6 para

    engaiiar a los espaiioles y sorprenderlos en la batalla de Tucapel. Los atacaron con furia en oleadas suce-sivas. de guerreros frescos y descansados. Al principio los espaiioles se defendie-ron muy bien, gracias a la superioridad de sus armas, pero luego, agotados por los incesantes ataques, intenta-ron emprender la retirada. Entonces los mapuches los empujaron hacia las quebradas abruptas y ca-yeron sobre ellos en forma masiva.

    48

    pasanis muy mal - dijo don Diego, al tiempo que se incorporaba.

    Una vez de pie, la atrajo hacia el y la bes6 por ultima vez.

    Los ojos de la muchacha se Henaron de l

  • Lautaro y Napoleon: genios de las tactic as guerreras

    Ademas de ser buenos espias, los mapuches fue-ron unos grandes estrategas y tacticos.

    Elegian siempre los campos de batalla que eran adversos para el enemigo, como las quebradas 0 las laderas boscosas, terrenos dificiles para los caballos de los espafioles y faciles para los agiles guerreros mapuches. Tambien em-pleaban trampas: hoyos en el suelo, cubiertos con ramas, donde caian los caballos al pasar.

    En cuanto a sus tacticas, estas fueron tan habiles, que se lIegaron a comparar con las que usara luego Napo-le6n I con sus ejercitos: dividirse para marchar y concentrarse para atacar.

    EI naturalista Claudio Gay, admirado por las

    tacticas araucanas, decia: "EI nfunero de sus guerre-ros, en verdad ilustres pOl' hechos asombrosos, parece increible; y su tactica era la de FoliaI'd, la de los maris-cales del Luxemburgo y de Villars y otros autores sobre el arte de la guerra ... "

    Los araucanos atacaban pOl' oleadas, y cuando los espafioles estaban exhaus-tos, reemplazaban a los atacantes por otra oleada de hombres frescos. Este sis-tema fue perfeccionado pOl' Lautaro, al mando de quien los indigenas desarrol laron concepciones estrategicas que parecen inverosimiles en un pueblo tan poco desa-rrollado culturalmente.

    Alonso de Ercilla, en La Araucana, ensalza asimis-mo la astucia guerrera de los araucanos diciendo:

    50

    los dias que iban a venir fueran a ser iguales. Quidora no pudo soportarlo. Para ella se habia detenido la vida; habia dejado de alumbrar el sol; la noche se habia establecido en su cuerpo, anunciando la muerte. Se alej6 de esas mujeres que seguian parloteando y preparando tortillas, y huy6, dando rienda suelta a su llanto, hacia la quebrada. Corri6 y corri6, enceguecida por una tristeza que no podia controlar. Ni siquiera supo cuanto rate estuvo corriendo; nj siquiera se dio cuenta de que el sol declinaba y la luz iba disminuyendo bajo los arboles cuando las voces hirieron sus oidos. Se detuvo en seco y en un acto instintivo se aplast6 contra el suelo, igual que una serpiente. iHabia llegado allugar que los guerreros mapuches habfan elegido para organizar el ataque! Temerosa de ser sorpren-dida y provocar la furia de los hombres de su raza, que yerian un signo de mal agtiero en su presencia, se escondi6 entre la marana verde. Sus ojos, acostumbrados a la distancia, escu-drinaron a traves de las ramas: al menos Diego no estaba con ellos. Eso queria decir que habia logrado escapar.

    Al grupo encabezado por Maulican se Ie habra unido el de los poblados vecinos. Eran, ~::

    /7'~ MAJl1 /~

    51 } ~

  • "Tambien suelen hacer hoyos mayores con estacas agudas en el suelo,

    cubiertos de carrizo, yerba y flores, porque puedan picar mas sin recelo:

    alii los indiscretos corredores, teniendo s6lo por remedio el cielo,

    se sumen dentro, y quedan enterrados en las agudas puntas estacadas n .

    Los superespias

    Los araucanos eran unos maestros del espio-naje. Cambiaban a los espafioles sus mujeres 0 sus nifios por armas , Y luego estas mujeres y es-tos nifios los informaban de todo 10 que ocurria en

    el campamento espafiol. Este sistema se fue perfec-cionando en el transcurso de la guerra, hasta \legar a ser un sofisticado sistema de espionaje, ante el cual los espai'ioles poco podian hacer.

    52

    en total, cincuenta y cinco hombres dispuestos a morir. EI maputoqui al mando de la of ens iva se llamaba Ancanam6n. Era un indio joven, de mirada inteligente.

    A pocos metros de Quidora, y sin ima-ginar la presencia de la muchacha, Maulican esperaba la orden de ataque, con la mente llena

    53

  • Arboleda mapuche Al sur del Biobio, entre

    el rio ltata y el Tolten, donde vivian los mapuches, abun-daban los bosques.

    Robles, coigiies, raulies, mafiios, laureles , tepas, ulmos, olivillos, peumos, lingues, alerces, cipreses, lumas, avellanos, canelos y araucarias eran los com-pafieros permanentes de los indigenas de esa zona. Tambien habia sauces, qui las, ciruelillos, aromos, hualtatas, murtillas.

    Los mapuches, por su parte , cultivaban papas, maiz, porotos, aji, quinoa, mandioca y manL La mayo-ria de estos frutos de la tie-rra eran desconocidos para los espafioles, que tuvieron que descubrir America para llegar a saborear un exqui-sito plato de papas fritas 0 un pastel de choclo.

    54

    de pensamientos oscuros y el coraz6n henchi-do de rabia. i Que diffcil se Ie hacia esperar la orden del maputoqui para atacar! El les haria ver a los blancos que eran unos intrusos en esa tierra. Cada vez que imaginaba el rostro de un espanol veia el de don Diego y su sangre hervia. iEsta vez su arma no dejaria a un solo enemigo con vida y seria el primero en correr hacia ellos, como un tore enfurecido! Apret6 con fuerza la lanza y la sangre Ie Ueg6 al rostro en oleadas calientes.

    - Tranquilo, Maulican: quelairanoofus-que tu mente. EI guerrero tiene que actuar con la fiereza del puma, pero tambien con su frialdad y astucia. - La voz del cacique Quilalebo habl6 junto a el-. Conozco esa mirada y se 10 que estas pensando. S610 cuando logres controlar tus sentirnientos llegaras a ser un maputoqui. Y entonces, seras el mejor.

    Maulican no alcanz6 a responder pues en ese momento les lleg6 desde el bosque un grito de alerta. Y al instante aparecieron de entre las ramas dos j6venes guerreros que corrieron hacia Ancanam6n, el maputoqui.

    - i Ahf vienen! i Estan ahi, ala distancia de una carrera corta! -acez6 uno de los j6venes, indicando con su mano frente a el.

    55

  • Hernando de Magallanes y el oceano Pacifico

    Despues que Crist6bal Col6n descubriera Ame-rica y luego que Americo Vespucio repitiera el viaje de Col6n y llamara Nuevo Mundo a las tierras a las que habia llegado, muchos navegantes siguieron sus pasos. Uno de ellos fue Hernando de Magallanes, el primero en ver las costas del territorio de Chile.

    Magallanes, marino portugues, corpulento, cojo y de gran des barbas, en su afan de hallar una nueva ruta para lIegar a los paises de las especia, encontr6 el camino que unia a los dos oceanos y que hoy se conoce como el estrecho de Magallanes. Este navegan-te, de pie en la popa de la Trinidad, vio por primera

    vez las costas de Tierra del Fuego en la primavera de 1520. Y luego de su viaje por elAtlantico - en el que habia estado varias veces por naufragar debido a los fuertes temporales- llam6 oceano Pacifico a ese mar que 10 recibi6 con enganosa calma.

    Aunque talvez a Maga-llanes Ie hubiera gustado bajarse y explorar esas tierras que desde su barco aparecian con impresionan-te belleza, no pudo hacerlo: su misi6n era regresar a Espana dando la vuelta por la ruta de las Indias. Des-graciadamente en la isla de Sebu, en las Filipinas, 10 mataron los indios con una tlecha envenenada.

    56

    -l,Quienes? -pregunto el maputoqui, adn sin entender.

    -iLos blancos! iSe adelantaron! -res-pondio el recien llegado.

    El maputoqui endurecio el rostro. l, Como era posible? Eso queria decir que sus espfas habfan falJado 0 que eran traidores. El ataque por sorpresa que ellos habfan planeado con tanta anticipacion habia sido descubierto y los odiados espafioles habfan tornado la of ens iva. La ira lleno su pecho y subio por su garganta. Ya yerian esos blancos: i no alcanzarian a llegar ni aJ bosque cercano al poblado!

    Cuando Diego se separo de lajoven india, anduvo varias horas. No dio tregua a su cuerpo ni se permitio descansos largos. Solo se detuvo por momentos para comer la harina con aji que Quidora Ie habia dejado, y beber largos sorbos de chicha. No sentfa ya dolor en su brazo: quizas 10 tenia dormido 0 talvez ese alimento fuerte y picante era magico. Sin embargo, llego el momento en que el contenido de la bolsa y la botija se acabaron y sus fuerzas tambien.

    57

  • Diego de Almagro: una amarga conquista

    Diego de Almagro fue el primer espanol que emprendi6 la conquista de este largo pais que lIamaron Chile, el ano 1536.

    Almagro parti6 de Cuz-co con 132 hombres a caballo, cientos de indios yanaconas y muchos ne-gros. Su viaje a traves de la cordillera fue durisimo: los hielos les bloqueaban el camino, el viento les cortaba la respiraci6n , la puna los agotaba, las temperaturas bajo cero los congelaban. C6ndores y otras aves de rapina los vigilaban de 10 alto y los indios y los caballos fu'eron muriendo de a poco: una huella de cuerpos sin vida iba marcando el paso de la expedici6n. Finalmente un grupo pequeno de hombres exhaustos y moribundos

    lIeg6 al valle de Copiap6, donde habia indios pacifi-cos que les procuraron con que reponer sus fuerzas .

    Pero las riquezas que esperaban encontrar los conquistadores no apare-ciano Siguieron viaje al sur, hasta las orillas del rio Maule. Alii los indios ma-puches, al verlos aparecer en esos extranos animales tan grandes y desconocidos para enos- los caballos- , se desconcertaron y los ata-caron con furia. Esa fue la batalla de Reinohueleh, el primer enfrentamiento en-tre los guerrreros mapuches y los espanoles.

    Exhaustos, desanima-dos ante la furia mapuche y aun sin el ansiado oro, las tropas deAlmagro regresa-ron al Peru.

    58

    Comenz6 a dar traspies por el camino pedregoso, y cuando crey6 que finalmente el cansancio 10 venceria, una polvareda en la planicie 10 hizo alertar sus sentidos embotados por la chicha y el esfuerzo. Busc6 refugio tras unas zarzas y lentamente comenz6 a distinguir figuras y siluetas en medio de la nube opaca del horizonte.

    Eran los espafioles. Sus compafieros de armas 10 vieron avan-

    zar como una aparici6n, con los brazos en alto bajo la manta negra, los pasos tambaleantes y los ojos extraviados.

    -iVive Dios, es don Diego! - grit6 el capitan, galopando hacia el.

    Le reanimaron con aguardiente y uno de los soldados Ie cedi6 su cota de mallas. -.iff;. ' .

    uJi!t.~iI.'l. . .,It

    59

    -

  • Pedro de Valdivia: un final terrible

    Pedro de Valdivia vivia en el Peru sirviendo en el ejercito de Pizarro cuando un buen dia, ante la sorpresa de todos, pidi6 autorizaci6n para emprender una nueva expedici6n a las tierras del sur. Pocos hombres quisieron seguirlo en una aventura que les traia tan malos recuerdos luego de la odisea que viviera Diego de Almagro, en su viaje de conquista a Chile. Por eso, cuando Valdivia sali6 de Cuzco, en 1540, s610 veinte hombres y dona Ines de Suarez 10 acompai'iaban.

    Pedro de Valdivia fun-d6, entre muchas otras, la ciudad de Santiago. Fue un hombre recio y valeroso, que lucM encarnizadamen-te con los rnapuches. Final-mente rue derrotado por los indigenas, al rnando de Lautaro, en la batalla de Tucapel. Alii [ue tornado prisionero y condenado a rnuerte. Luego su cuerpo rue cortado en trozos y los rnapuches cornieron su coraz6n.

    60

    - jAceptadla, don Diego! jEn vuestras condiciones la necesitareis mas que yo!

    Luego Ie entregaron un caballo. Y el grupo, con uno mas a la cabeza,

    rean ud6 la marcha.

    Media hora mas tarde, mientras treinta y cinco espanoles cabalgaban y el brillo de sus corazas lanzaba palidos reflejos bajo el sol moribundo de la tarde, los araucanos, ali-neados en el borde de la quebrada, se lanzaron al ataque.

    La primera fila de guerreros indfgenas avanz6 con quince hombres, armados de picas cortas. Una segunda fila se aline6 mas atras, enarbolando lanzas de siete metros de largo; sus puntas, de madera endurecida, apuntaron hacia el cielo y las manos nerviosas se apretaron a las astas de coligiie.

    Otro grupo de hombres corri6 a reforzar la segunda fila, haciendo girar enormes mazas en el aire; los extremos de estas, redondos y pesados, caerian con fuerza sobre espanoles y caballos. Tras ellos se apuraron los piqueros, los honderos y los arqueros, premunidos cada uno de sus piedras y flechas.

    61

  • - iAhhhhuuuuhhhhhh! EI grito del maputoqui enardeci6 hasta el

    ultimo nervio de los hombres de raza mapuche que, como un solo y rabioso animal marino, emergieron de entre las olas verdes de la que-brada.

    Los gritos y aullidos de los hombres se unieron al chillido de los queltehues y a los silbidos de las perdices que abandonaban, es-pantadas, sus nidos de tierra.

    Y mientras un escuadr6n de guerreros mapuches avanzaba entre gritos, envuelto en corazas de cuero y tocados de plumas, otro

    62

    grupo de indfgenas aguardaba en silencio, con la inmovilidad del animal al acecho, escondido entre los caneios, las murtillas, los peumos y los coigties de la quebrada.

    Los espanoles los vieron surgir de entre los pastizales en una sorpresiva tempestad de ftechas y piedras.

    - i En nombre de Dios y del rey! - grit6 el capitan espanol, levantando su espada y es-poloneando su caballo.

    EI tropel de cascos y brillos metalicos avanz6 con fmpetu.

    63

  • Ejercicios para el cuerpo y la memoria A los catorce anos los acostumbrarlo a trasmitir

    ninos comenzaban a ser educados en el ejercicio de las armas y a robus-tecer el cuerpo mediante el ejercicio fisico. Este entrenamiento duraba tres anos, al termino de los cuales eljoven eraadmitido en la casta de los guerreros o conas.

    Porotra parte, los ancia-nos de la tribu ensenaban al nino var6n el arte de hablar en publico y 10 hacian de-san'ollar la memoria, para

    textual mente mensajes oidos una sola vez.

    La ensenanza de las niiias corria a cargo de las mujeres de edad madura. Aprendian a tejer ponchos y paiios, cultivar los sue-los, alfareria y las tecnicas para hacer chicha. Como los mapuches eran muy aficionados al alcohol, para ellos era muy importante tener una mujer en casa que supiera preparar bien esta bebida.

    64

    Los mapuches aumentaron sus gritos y la velocidad de la carrera.

    Tan solo habfan pasado unos minutos yel choque de picas y lanzas contra sables y espadas hizo eco en la quebrada.

    Los espanoles atacaban con diestros gol-pes metalicos y sus caballos, bien manejados, esquivaban flechas y piedrazos. Entre ellos, un hombre con el brazo en cabestrillo y mirada azul y encendida, lanzaba golpes de espada a destajo sobre cabezas y torsos.

    Maulican 10 vio. Y con un aullido de lobo levanto su lanza y se abrio camino entre los guerreros. Pero en ese instante un espanol moreno, con una gran cicatriz cruzan dole una mejilla, Ie bloqueo el paso con su cabalgadura. El mapuche clavola lanza en el i jar de la bestia, que corcoveo con un reJincho estrepitoso, antes de caer al suelo. EI espanol rodo junto con el caballo, pero alcanzo a ponerse de pie en eJ preciso instante en que el indfgena se Ie venia encima. Se trenzaron en una lucha de lanza contra sable, que fue rapidamente superada por la agilidad de Maulican. EI espanol, sin su cabalgadura, poco pudo hacer. EI peso de su coraza bloqueaba sus movimientos y aunque su

    65

  • Contando en mapuche Cero : Cheu Nu Rume Siete: Relgue Uno : Kine Ocho : Pura Dos: Epu Nueve: Ailla Tres : Kila Diez: Mare Cuatro: Meli Once : Marekine Cinco : Kechu Doce: Mareepu Seis: Kaya

    El Totem: apellido de la familia

    EI totem 0 cuga era el animal , objeto 0 fenomeno que daba el apellido a una familia. EI totem provenia de un alianza de sangre que el fundador de la familia habia hecho con algiln ani-mal, objeto 0 fenomeno de la naturaleza. Pensaban que

    el totem no solo les daba un nombre como famili a 0 clan, s ino que tambien les entregaba sus cualidades.

    Los cugas mas genera-lizados eran huenu (cie lo) y antu (sol). Tambien Lemu (bosque), Lauquen (mar 0 lago) 0 iiancu (aguila) .

    66

    brazo manejaba el arma con pericia, su cuerpo no pudo mantener el equilibrio contra el em-biste de ese cuerpo ehlstico y sudoroso que se Ie vino encima. Trastabi1l6, cayendo al suelo de espaldas, donde qued6 a merced del enemigo. Este, con un grito no acaliado, ensart6 su lanza en el cuello del espanol. La sangre man6 en un rfo rojo y caudaJoso.

    Maulican no se detuvo. Busc6 a don Die-go entre los cuerpos que cafan y entre los que luchaban. Pero no 10 vefa por parte alguna. Y a la espera de encontrarse frente a 61 en algun momento, sigui6 en la batalla.

    Por su parte don Diego y otros tres sol-dados luchaban, alejados del grupo, frente a la quebrada. Con un increfble saIto, un indio se subi6 a horcajadas al anca del caballo del maltrecho Diego y, si no hubiera sido por la pronta intervenci6n de su capitan, eljoven habrfa muerto con una picana clavada en la nuca. El capitan, rapido y diestro, envi6 un mandoble al costado del indio, haci6ndolo rodar hasta el suelo. Pero los indfgenas, en una habil maniobra, lograron hacer caer de sus cabalgaduras, uno a uno, tanto a Diego como a los tres blancos que luchaban junto a 61.

    67

  • Los muertos: embajadores ante el Pilhin

    Los mapuches creian en la inmortalidad del alma. AI morir, las per-sonas se iban a lugares situados en las cumbres de los volcanes, en las nubes 0 mas alia del mar. A veces estos muertos se hacian presentes para sus parientes en el crujir de las tab las, en el silbido de l viento 0 en el vuelo de un moscard6n negro.

    Los guerreros muy valientes 0 los caciques pod ian Jlegar a transfor-marse en pillanes en el otro mundo. Estos pi llanes, o almas buenas, eran las protectoras de su familia, y una especie de "embaja-dores" de los suyos ante el Pillan. Cada familia rendia culto a sus antepasados, representandolos en forma de totem.

    68

    Quidora, aun acurrucada entre las matas de la quebrada, vio al grupo de indios y es-panoles acercarse hacia donde ella estaba. Al comienzo ni siquiera reconoci6 a su padre entre los guerreros, pero pronto, cuando ya el grupo orillaba Ia hondonada, reprimi6 un grito: don Diego, con la mirada febril, se enfrentaba al cacique Quilalebo.

    II

    69

  • El mal de ojo Los mapuches pasaban

    continuamente luchando entre ellos, y esto por la creencia de que las en-fermedades y la muerte eran causadas por el mal de ojo, que era provocado por alguna persona que habia convocado a un mal espiritu para causar dano. La l11achi era quien dicta-

    minaba el causante de una terrible enferl11edad 0 de una l11uerte, y la familia no descansaba hasta ven-garse. Esto degeneraba en verdaderas guerras entre los clanes.

    De esta inclinaci6n a la hechiceria habla tal11bien Alonso de Ercilla en La Araucana:

    "Usan el falso oficio de hechiceros, ciencia a que naturalmente se inciinan,

    en seiiales mirando y en agiieros, por las cuales sus cosas determinan;

    veneran a los necios agoreros que los casos futuros adivinan: el agiiero acrecienta su osadia,

    y les infunde miedo y cobardia ".

    70

    La mandfbula endurecida del an ciano se abri6 para gritar.

    - iBlanco, maldito! Debi dejar que tu sangre corriera bajo la mana de Maulican.

    Los 0 jos de Diego brillaban. Ya nada podia detenerlo. Distingui6 vagamente a Quilalebo, pero luego de un instante, abrasado por la fiebre y el alcohol, s6lo reconoci6 en el al enemigo y jur6 a viva voz su lealtad a Fernando de Espana. Y mientras a su lado sus companeros gritaban salvas al rey cada vez que los sables se ente-rraban en las carnes morenas, el, sin dejar de mirar al cacique, calculaba cada movirniento para no errar, lanzaba maldiciones y volvia a nombrar al soberano.

    Quidora lloraba tapandose la boca con las manos. Ahf estaba su Diego, aunque no reconocfa esas pupil as dilatadas y la dureza de su rostro desencajado. Y ahi estaba tambien su padre, levantando su lanza con toda la fiereza de su raza, para herir de muerte al enemigo. Yella, temblando como los juncos del pantano cuando el Pillan les envfa su aliento, los contemplaba en silencio, sin saber que desear ni que hacer. Era como si las ftechas de todo su pueblo partieran en dos su alma.

    71

  • EI garrote arrojadizo La guerra produjo un

    desequilibrio entre la capa-cidad militar de los mapu-ches y los demas aspectos de su desarrollo social. Abandonaron la flecha y la honda, ya ineficaces y perfeccionaron la lanza . Inventaron un garrote 0 bastoncortoparaencabritar y aturdir al caballo, y mas

    tarde, el garrote arrojadizo. Estas nuevas armas les permitirian derrotar a los espafioles en la batalla de Concepcion (1555).

    72

    A 10 lejos, la primera horda de mapuches que habfa atacado retrocedfa. Y en medio del desconcierto de los espanoles, que ya se crefan victoriosos, un segundo grupo de hombres fres-cos y descansados irrumpi6 desde las entranas de la quebrada, en un nuevo grito de guerra y armas.

    Quilalebo luchaba como un joven. Su cuerpo se doblaba en dos y se levantaba con elas-ticidad, sin dar tregua ala espada que buscaba su coraz6n. Diego, con larespiraci6n entrecortada, sostenfa la lucha sin desmayar, pese al dolor que latfa con fuerza en su hombro y ala fatiga que Ie nublaba la vista: su incansable espada parecia moverse sola, siguiendo el fmpetu que ese brazo siempre Ie habia dado.

    La lanza de Quilalebo rasgun6 un par de veces el pecho del espanol, levantando su cota y jirones de carne. La espada del blanco respondi6 hiriendo el hombro del anciano y haciendo brotar su sangre. Los dos enemigos retrocedieron hacia la quebrada: don Diego arremetfa como un toro, ya casi no vefa. EI cacique, entre golpe y golpe, calculaba la distancia que faltaba para alcanzar el borde de la hondonada. Si lograbahacer Uegar al espanol hasta alIa, serfa facil hacerlo perder

    73

  • Ellazo, invenci6n diab6lica En Marig6eiio sor-

    prendieron a los espaiioles con el lazo - invenci6n diab6lica segun G6ngora y Marmolejo- que consistfa en un asta de cuatro metros con una cuerda terminada en lazo en la punta. Luego

    de atrapado eljinete, se re-unian varios mapuches para derribarlo. Por esa misma epoca idearon los parapetos, verdaderos blindajes m6vi-les de madera que, a manera de escudos, los protegian mientras avanzaban.

    Jinetes mapuches

    Los mapuches eran tan astutos que lograron volver en contra de los espaiioles las mismas armas que les habian arrebatado. De este modo obtuvieron del caba-llo un gran rendimiento, a tal punto que crearon la

    infanteria montada medio siglo antes que los ejercitos europeos. EI genio militar de estos guen'eros bri1l6 en todo su esplendor al mando del indio Lautaro, el gran estratega y t.ktico de la epoca de la Conquista.

    74

    el equilibrio: rodaria por la pendiente hasta el fonda del precipicio.

    Quidora se escondi6 aun mas entre el follaje. Hacia ella venian su padre y el espanol que amaba, trenzados en una lucha que acabarfa con la vida de uno de los dos.

    Los pies del indio ya tocaban e] arbusto tras el cual se ocultaba la joven. Escuch6 el grito de Diego y vio c6mo las gruesas piernas desnudas daban un saito hacia el costado. Luego bri1l6 el acero de una hoja y un cuerpo rod6 por tierra.

    EI espanol aun no retiraba su arma del pecho del cacique cuando, con un grito de leona enfurecida, salt6 de entre las matas una figura oscura y pequena. Don Diego, con larespiraci6n entrecortada y una sorpresa sin limites, la vio coger del suelo la lanza del indio muerto.

    Quidora 10 enfrent6 con los ojos oscu-recidos. Sus brazos se alzaban sujetando con firmeza la empunadura del coligiie.

    -jQuidora! EI grito ronco del espanol se confundi6

    con el de la india, mientras la lanza se enterraba en el cuello del hombre, con fuerza de guerrero y rabia de mujer desesperada.

    75

  • En ese momenta atron6 el Pillan y la lluvia comenz6 a caer, copiosa, sobre las tierras de Arauco.

    Cuando Maulican lleg6 allugar, el cuerpo de don Diego de L6pez y Mancilla, hidalgo espanol, yacfa sin vida sobre las tierras de un pais que se resistia a la conquista. Abrazada a 61, la muchacha india Boraba, y su lamento estremecfa la quebrada y el valle.

    Mas alIa, sobre los pastizales, seguia la batalla entre espano]es y mapuches.

    Y seguiria durante trescientos anos.

    La historia dice que Quidora nunca quiso casarse. Se fue a vivir junto a la machi y de e]]a aprendi6 su magia y saber. Tambi6n se cuenta que ella, durante las noches de luna llena, vi-sitaba ellugar donde habian muerto su amado y su padre para recitar conjuros que atraian a los pillanes. Durante esas noches, todos los habitantes de los alrededores decfan escuchar ruidos de aguas, vuelos y chillidos de pajaros espantados.

    76

    Laleyendade don Diego, hidalgo espanol, y Quidora, joven araucana, se contaria primero junto al fuego de las rucas y luego se cantaria en las tertulias de los salones. Y asi, de boca en boca, lleg6 hasta nuestros dias.

    77

  • LA LEYENDA DEL LAGO DE LA LUNA LLENA

    Cuenta el trueno con voz ronca cuenta el queltehue al volar del am or de una araucana que a un espanol quiso amar.

    (Es Quidora, es don Diego).

    LIora el cielo en su recuerdo cuando trata de lavar esa tierra enrojecida que no quiere perdonar.

    (jAy, Quidora, ay don Diego!)

    Mato don Diego, el hidalgo, al indio que 10 acogio. Mato la india Quidora, al espanol que la amo.

    (jGrita Quidora, muere don Diego!)

    Las hlgrimas de la joven de tanto correr formaron,

    79

  • 80

    un lago tan triste y blanco que las aves se alejaron.

    (LIora Quidora, duerme don Diego).

    Tambien se ensombreci6 el sauce, que en sus orillas 110r6. Alli no crecieron peces, allf no anid6 una fior.

    (Calla Quidora, calla don Diego).

    Dicen que ellago aparece en noches de luna llena, y que sus aguas refiejan una figura morena.

    (Vive Quidora, vive don Diego).

    81

  • La leyenda del diluvio

    EI espiritu de las aguas o Coi-Coi, encarnado en una gran culebra, I uch6 con Ten-Ten, el espiritu de la tierra, encarnado tambien en una culebra.

    Coi-Coi queria destruir la tierra y acabar con sus habitantes, haciendo que se saliera el mar. Ten-Ten, que supo de sus intenciones, ofreci6 refugio a los hom-bres en la cumbre de las montaiias. Perc la mayoria de ellos no crey6 en las advertencias de Ten-Ten y s610 lin os pocos subieron hasta 10 alto.

    Asi, cuando Coi-Coi levant61as aguas, todos los hombres que se habian que-dado en las llanuras fueron transformados en peces, rocas, plantas y otros seres marinos. La furia del mar fue tan grande que alcanz6 las mas altas cumbres y

    Ten-Ten tuvo que elevarlas hasta las vecindades del sol para que no fueran Cll-biertas. Claro que el calor del soilleg6 a chamuscar a mllchos de los refugiados, pero finalmente las aguas se secaron y todo regres6 a la normalidad.

    Segunlaleyenda,cuan-do las mujeres que se habian salvado en las mon-tanas bajaban a mariscar al mar, se encontraban con los hombres transformados en peces 0 rocas. Dice tambien la Jeyenda que engendraron con ellos mllchos hijos.

  • GLOSARIODE PALABRAS MAPUCHES

    Machi: mujer que hace de bruja 0 curandera. Quipu: cordel con nudos. Cada nudo representa un dla. Toqui: jefe militar de una tribu. Maputoqui: jefe militar de un conjunto de tribus reunidas en pie de guerra. Quiltro: perro chico y lanudo. Rehue: poste de madera conforma de cabeza humana en su extremo superior. Pilltin: dios que encarna a los antepasados. Huinca: hombre blanco. Guillatun: ceremonia religiosa para invocar al Pillan. Macana: palo duro, grueso y pesado. Cultrun: tambor que se toea en las ceremonias religiosas. Huecuves: esplritus malos. Picas: astas de madera cortas y ajiladas en La punta. Lanzas: astas de coLigue de seis a ocho metros de Largo, con puntas ajiLadas. Mazas: paLos de tres metros de Largo con una piedra en La punta.

    85

  • 86

    Para saber mas sabre los Mapuches

    LEER:

    Lautaro,joven libertador de Arauco, de Fernando Alegria. Colecci6n Viento loven, Zig-Zag. La vida de este ind{gena tan inteligente como valeroso que logr6 innumerable.\ victorias sohre los espafioles, es recreada en esta obra de Fernando Alegria confidelidad y fiterza narraliva. La recomendamos a quien quiera saber mas sobre Lautaro y entretenerse leyendo.

    LaAraucana, de Alonso de Enilla. Colecci6n Vienlo loven, Zig-Zag. Este gran poema epico no deberiaJaltar en ninguna biblioteca. La gesla del pueblo mapuche, tinica en la historia de America, es cantada por Ercilla con lafidelidad de un cronisla y el esp{ritu de un poeta. Leer La Araucana es mucho mas entrelenido de 10 que uno se imagina, pues al ritmo de sus versos se logra revivir con intensidad el mundo de la Conquista.

    El cautiverio feliz, de Pineda y Bascufian. Colecci6n Biblioteca de Grandes Obras, Zig-Zag.

    87

  • Pineda y Bascunan narra la experiencia que tuvo cuando cay6 prisionero de los araucanos en 1562. Vivi6 con eLLos durante siete meses, durante los cuales su vida corria constante peligro; pero el joven capitan se salv6 y ademas pudo interiorizarse de las costumbres y entender la manera de pensar de los indigenas. Este Libro, autobiograjico, es una cronica jiel sobre la conquista de Chile que merece ser conocido.

    88

    BIBLIOGRAFIA

    Desengaiio y reparo de fa guerra del Reino de Chile, Gonzalez de Najera, Alonso: .Edit. Andres BeLLo, Santiago, 1971. Historia de Chile, Encina, Francisco Antonio: Edit. Nascimento, Santiago. Cautiverio feliz, Pineda y Bascunan, Francisco de: Soc. de Historia y Geografia, Universidad Cat6lica de Chile, Santiago, 1984. Historia de Chile, ViLLalobos, S.; Silva, F; EsteLLa, P : Edit. Universitaria, Santiago, 1974.

    89

  • Jacqueline Ba1cells y Ana Marfa Giiiraides

    Hace mas de doce afios que Jacqueline Balcells y Ana Marfa Giiiraides se asociaron para escribir juntas. Como fruto de este enten-dimiento literario han nacido obras de misterio, de ciencia ficci6n y tambien de corte hist6rico, como la exitosa colecci6n Un d{a en La vida de . . . , a la que pertenece este libro.

    En Un d{a en La vida de . . . -con ya veinte tftulos publicados- las autoras se adentran en momentos estelares de laHistoria U ni versal no-velando con fidelidad personajes, costumbres y ambientes. Las breves novelas secomplementan con textos agiles y amenos, que informan sobre el periodo tratado en la obra.

    De esta colecci6n merecen destacarse, por la acogida que han tenido, Quidora, joven mapuche; ChimaLpopoca, nino azteca, Ramiro,

    91

  • grumete de La EsmeraLda, Paolo, pintor rena-centista y Senefru, princesa egipcia.

    Ambas escritoras han side pubJicadas individualmente tanto en Chile como en el ex-tranjero. Un ejemplo de ella es la traducci6n al ingles del cuento de Balcells La pasa encantada, el que ademas fue incluido en un texto escolar para ni nos norteamericanos de ensenanza basica por la editorial Mc Graw Hill.

    Ana Marfa Giiiraldes tiene tres libros de cuentos para adultos, entre los que destaca Cuentos de soLedad y asombro. Y entre sus obras de cuentos para ninos estan La ratita Marita, La bruja Aguja, El mono buenmozo y La luna tiene ojos negros. Giiiraides ha publicado tam-bien las novelas Un embrujo de cinco siglos, EL castillo negro en el desierto y El violinista de los brazos largos.

    Por otra parte, Ana Marfa Giiiraldes dirige en la actualidad numerosos talleres literarios para adultos.

    Jacqueline Balcells ha publicado la novela EL palS del agua y varios libros de cuentos; entre estos, EL nino que se fue en un arbol, El archipielago de las puntuadas, Cuentos de Los reinos inquietos, Siete cuentos rapidos y cinco no tanto, EL mar de Las maravillas.

    92

    Balcells dirige talleres literarios para nin~s.

    Entre las distinciones que la obra de estas autoras ha recibido, estan las de la lista de honor de Ibby International por la nouvelle EL poli-z6n de La Santa Marfa, de Balcells, y la novela Un embrujo de cinco siglos, de GUiraldes. En 1985 El nudo movedizo, de GUiraldes, recibi6 el Premio Municipal de Literatura, y en 1996, el cuento Leo contra Lea, de Balcells, obtuvo el trofeo Bonnemine d'Or, otorgado anualmente en Francia por Bayard Presse allibro de mayor exito entre los j6venes lectores.

    93

  • Francisco Ramos

    Pintor e ilustrador de exitosa trayectoria, nacio en Santiago de Chile en 1954.

    Hizo estudios de arq uitectura y licenciatura en arte en la facultad de Arquitectura y en la Facultad de Artes de la Universidad Catolica de Santiago, tras 10 cual se especializo en dibujo cientffico al integrar el equipo de ilustradores de la revista Expedici6n a Chile (1977). Para ella recorrio el pais de norte a sur.

    Entretanto, y desde 1973, ha trabajado activamente como disefiador e ilustrador en varios Organismos no Gubernamentales (como las iglesias Catolica y Luterana) y en la edicion de materiales educativos para Unicef, Fao y algunos ministerios (de Educacion, de Salud, de Hacienda).

    Durante los afios 1979 a 1982 participo en

    94

    el montaje de la Feria Altiplano organizada por la Corporacion Nacional Forestal (Chile).

    Ramos ha colaborado tambien como dibujante en las revistas Paula y Clan, y ha iJustrado libros infantiles y juveniles para diversas editoriales chilenas. Y en el campo de la ilustracion cientifica, ha trabajado para las Universidades de Chile, de Concepcion y Catolica de Santiago.

    Como pintor, ha participado en exposicio-nes individuales y colectivas, y ha viajado por varios parses de America, Europa y Africa.

    Tam bien ha dedicado un tiempo a la docen-cia en las facuJtades de Arquitectura y de Artes de la Universidad Catolica de Santiago.

    Para las ilustraciones de las obras de la presente serie, Ramos se ha documentado am-pliamente, por 10 que ha Jogrado que los obje-tos, vestimentas y actitudes de los personajes que en elias aparecen dibujados correspondan rigurosamente a las de los periodos historicos en que aquellas se situan.

    95

  • Don Diego, luego de ser herido en combate, es tomado prisionero pOl' un cacique mapuche. La hija del cac ique, Quidora, ademas de cuidari o, se enamoradeel. Pero noes fac il para una mapuche sentiI' amor pOl' un blanco: cuando la guerra vuelve a estallar, el drama se desata.

    La hi storia de don Diego, hidalgo espanol, y Quidora, joven mapuche, da origen a la leyenda del Lago de la Luna Llena.

    Acompanan a este relato , que transcurre en el Chile de la Conqui sta, textos que informan de manera entretenida, pero tambien con precision, sobre los mapuches, su vida, creencias y costumbres.

    Las bien documentadas i lustraciones de Francisco Ramos ani man los textos con grac ia y fidelidad.

    l"-I

    ..,. ,.... ,....

    o ~ C -0 Co)

    ~~~~~~~~

    CCF05112013_0000CCF05112013_0001CCF05112013_0002CCF05112013_0003CCF05112013_0004CCF05112013_0005CCF05112013_0006CCF05112013_0007CCF05112013_0008CCF05112013_0009CCF05112013_0010CCF05112013_0011CCF05112013_0012CCF05112013_0013CCF05112013_0014CCF05112013_0015CCF05112013_0016CCF05112013_0017CCF05112013_0018CCF05112013_0019CCF05112013_0020CCF05112013_0021CCF05112013_0022CCF05112013_0023CCF05112013_0024CCF05112013_0025CCF05112013_0026CCF05112013_0027CCF05112013_0028CCF05112013_0029CCF05112013_0030CCF05112013_0031CCF05112013_0032CCF05112013_0033CCF05112013_0034CCF05112013_0035CCF05112013_0036CCF05112013_0037CCF05112013_0038CCF05112013_0039CCF05112013_0040CCF05112013_0041CCF05112013_0042CCF05112013_0043CCF05112013_0044CCF05112013_0045CCF05112013_0046CCF05112013_0047CCF05112013_0048