ranea, guillermo la ciencia, su historia y su presente 2008.pdf

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  • LA CIENCIA

    Cellarius Ptolemaic System

    nota de tapa

  • LA CIENCIA Y SUS PASADOS

    La historia de la ciencia es una disciplina que ha experimentado un amplio desarrollo en cantidad ydiversidad de conocimiento durantelos ltimos cincuenta aos. Jovencomo actividad universitaria, pero tanantigua como la ciencia misma, se ma-nifiesta en particular en pocas y na-ciones en las que el inters por la cien-cia, ya sea tarea realizada o proyectodeseado, ocupa una posicin centralentre los intereses intelectuales y prc-ticos. En el presente es innegable elvigor que tiene en Argentina, como loprueba la existencia de varios y varia-dos proyectos de postgrados dedicadosa ella en universidades nacionales yprivadas. Los antecedentes de esta rea-lidad son tambin antiguos: una de lasprimeras ctedras de historia de la cien-cia creadas en el mundo entero fue lapromovida por Ricardo Levene en laUniversidad Nacional de La Plata en1926 con el fin de ofrecer a quienesseguan doctorados en ciencia, una for-macin en las nuevas humanidades,entonces regidas por el conocimientocientfico. Sin embargo, en nuestrosdas, y desde finales de la Segunda Gue-rra Mundial, la historia de la cienciaest regida de manera creciente por laabrumadora actividad en el mundo dehabla inglesa.

    Cul es el propsito de estudiar elpasado de la ciencia? Los primerosautores modernos que escribieron unahistoria de la ciencia se limitaron auna disciplina singular, en particularla matemtica y la astronoma. Elobjetivo que perseguan era el de justi-ficar con la narracin histrica susideas acerca de cmo deba en el pre-sente practicarse la disciplina. A pesarde remontarse estas historias a lasegunda mitad del siglo XVIII, handejado una herencia poderosa entresus sucesores: la historia de la cienciaindaga el pasado de la ciencia talcomo se la realiza en tiempos dequien escribe la historia.

    Pero no siempre los interesados enel pasado de las ciencias aceptanque sea sa su tarea. No todos hanbuscado el itinerario que condujo des-de el pasado hasta la ciencia actual.Para muchos de ellos resulta ms atrac-tivo tratar de conocer en el pasadoaquellos conocimientos que, si bien noforman parte de la ciencia actual, nodejan de pertenecer por ello a la vidade la ciencia. Ejemplos de ello es lahistoria de los calendarios mayas o lade los conocimientos geomtricos delos tehuelches. Tal vez no sirvan sushistorias para conocer el estado actualde la astronoma o de la matemtica,pero s para ofrecer una visin ms

    Escribeguillermo raneaE-mail: [email protected]

    Su Historia y Su Presente

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  • vietnamitas, para tomar slo dos ejem-plos, suelen hacerlo en breves apndi-ces anecdticos a la historia de la cien-cia occidental. Algo similar ocurre conla historia del pasado de la ciencia ac-tual en regiones geogrficas alejadas delos centros mundiales de la investiga-cin cientfica. Aunque pueda resultarsorprendente, la historia de la cienciaque se ha realizado en Amrica Latina- el caso de la Argentina no es una ex-cepcin - no suele aparecer como par-te de la historia de la ciencia universal,sino simplemente como una expresinlocal de la ciencia "en otras regionesdel planeta".

    Una muy difundida e importanteversin de la historia de las cienciasexactas en la Argentina consideraque se trata de un captulo importantede la expansin imperialista europeaen ultramar de finales del siglo XIX ycomienzos del XX - ms concretamen-te, de la Alemania del Kaiser WilhelmII o de la Francia finisecular - pero sinrelevancia alguna para la historia delconocimiento cientfico en s mismo.

    Una situacin similar se da en elcaso de la ciencia en Chile, Brasil,Indochina e incluso en Japn. El n-cleo europeo del origen de la cienciamoderna aparece escasamente alteradopor la actividad cientfica en esos mun-dos paralelos en los que se sembrara lasemilla de la ciencia europea originaria.

    Una notable excepcin lo constituyela historia de la ciencia en los Esta-dos Unidos de Norteamrica. A pesarde no formar parte tampoco de laciencia europea propiamente dicha,ella aparece en la mayora de las histo-

    amplia y generosa de los esfuerzos de-dicados en todo tiempo y lugar a desen-traar de manera sistemtica y ordena-da los secretos de la realidad.

    Para la pregunta por el objeto de la historia de la ciencia habra dosrespuestas principales. La primera, y a la vez ms antigua, sostiene quesolo el pasado de la ciencia actual me-rece ser estudiado. Por su parte, lasegunda, mucho ms nueva y amplia,afirma que la historia de la ciencia de-bera abarcar tambin conocimientosdescartados en el presente de la activi-dad cientfica.

    Esta diferencia en la manera deentender la historia de la ciencia esms importante de lo que a primeravista parece. Detrs de cada una deestas dos respuestas hay una diferenteactitud ante el conocimiento. Los cien-tficos en actividad y los profesores enciencias suelen adoptar la primera deestas posturas. Por razones profesiona-les y didcticas, concentran su intersen la historia de la ciencia actual, laque practican o ensean. Por su parte,historiadores, filsofos y antroplogostienden adoptar el segundo punto devista, en cuyo contexto el antiguo sis-tema hebreo de pesos y medidas, porejemplo, o las representaciones grfi-cas del movimiento en el siglo XIVeuropeo, pueden tener un lugar juntoa las teoras fsicas de Albert Einsteinen la narracin histrica.

    Las relaciones entre quienes defien-den estas dos actitudes no suelen sermuy armnicas. Las pocas historiasde la ciencia actual que mencionan lo-gros cientficos mayas o de los nativos

    rias de la ciencia en nuestros das co-mo el captulo ms novedoso de lahistoria universal de la ciencia actual.La figura de Benjamin Franklin, unnewtoniano nacido en Filadelfia en1706 y muerto en 1790, ha contribui-do decisivamente a que se aceptara sindiscusin la existencia de un tempra-no vnculo directo entre la ciencia enlas antiguas colonias inglesas en Am-rica del Norte y la ciencia europea - un vnculo reafirmado a partir de laSegunda Guerra Mundial con la con-centracin en EEUU de gran mayorade la actividad en ciencia bsica y apli-cada. Cualquier intento por sealar unlazo semejante, incluso ms temprano,entre la ciencia europea y las provin-cias espaolas de ultramar en Amricatropieza siempre con la objecin deque ninguno de los posibles candidatosha tenido recepcin visible en centroseuropeo de la actividad cientfica - unaobjecin basada a menudo en la posi-cin marginal que se atribuye a laciencia espaola en la historia de laciencia actual.

    ALGUNAS DESAVENENCIASENTRE HERMANOS: LOS HISTORIADORES DE LACIENCIA ANTE EL PASADO

    La historia de la ciencia, pues, es al-go ms que un registro cronolgicode acontecimientos pasados en elcampo cientfico. Los historiadoresde la ciencia ponen en sus obras mu-cho ms que el mero inters por elorden en el que se sucedieron episo-dios relevantes de la ciencia. En ellastambin se defienden - aunque muchasveces el historiador no lo advierte -posiciones polticas o religiosas.

  • En efecto, no es lo mismo abordarla historia de la ciencia americanaprecolombina desde el punto de vis-ta de la ciencia actual que hacerloguiados por una genuina actitud derespeto y curiosidad por la diversi-dad cultural. No quiero decir que enel primer punto de vista solamenteencontraremos a quienes desprecian alas culturas precolombinas americanas.Pero es inevitable sospechar que granparte de los conocimientos cientficosde dichas culturas les resultara irrele-vante para comprender la ciencia occi-dental de nuestros das. Por el contra-rio, si el historiador deja de utilizar ala ciencia actual como su modelo, nin-gn detalle en los conocimientos de lanaturaleza que esas culturas desarro-llaron dejar de interesarle.

    La confrontacin entre estas dosmaneras de encarar la historia de laciencia no se ha dado exclusiva-mente en trminos de la discusinacerca de la superioridad o igualdadde la ciencia occidental y la de lasculturas no occidentales. En realidad,la confrontacin se dio inicialmentedentro de la historia misma de la cien-cia actual europea. En efecto, comoseal, uno de los bandos - permtase-me la metfora algo belicista - consi-dera que la historia de la ciencia ha delimitarse a trazar el camino que con-dujo directamente hasta la situacinactual de la ciencia. Todo aquello queen el pasado no ha contribuido a tra-zar ese "camino real" queda fuera de lanarracin. En efecto, dentro de esaperspectiva, qu sentido tendra regis-trar, por ejemplo, las excentricidades ofracasos de los antepasados de la cien-cia actual? Los errores, las vas muer-

    tas de la ciencia en el pasado quedanas colocadas en el mismo plano quelas tradiciones de las culturas aborge-nes en cualquier parte del planeta. Enrealidad, para este primer grupo dehistoriadores, resultara inaceptableque siquiera se insinuara alguna cone-xin entre hbitos culturales, religio-sos, psicolgicos o polticos y el cami-no de la ciencia. Ms an, si su derro-tero no ha sido todo lo recto que de-bi ser, ello se debera a la fastidiosainterferencia del "lado humano" de loscientficos, siempre dispuesto a dis-traerlos de su misin con deseos y creencias, amores y odios y otras de-bilidades de la condicin humana.

    El otro grupo de historiadores de laciencia actual no teme enfrentar elhecho de que la actividad cientficaest siempre mezclada con ingre-dientes ajenos a la concepcin ac-tual del conocimiento cientfico.Para ellos, el error y el fracaso sonparte positiva e importante de laactividad cientfica, no meras mons-truosidades que deban ser ocultadaso destruidas sin testigos.

    Esta confrontacin interna dentrode la historia de la ciencia tiene a suvez su propia historia. En realidad, el"primer bando" aqu presentado es elms antiguo de los dos, y aparece enla segunda mitad del siglo XVIII. Elsegundo mucho ms reciente, es delsiglo XX. Cmo y por qu se ha da-do esta transformacin entre uno yotro punto de vista? Los autores de lashistorias ms antiguas de la ciencia hansido en su mayora cientficos profe-sionales o profesores en ciencias. Bus-caban atraer el inters de lectores con

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  • el relato de ancdotas acerca de la vi-da y obra de los principales cientficosa quienes solan presentar como geniossolitarios e incomprendidos. Quienesescribieron estas primeras historias dela ciencia tenan adems otro motivopara hacerlo: crean que el conoci-miento de la evolucin de las concep-ciones cientficas podra ayudar a susalumnos a entender mejor los temasde estudio. La lectura de estas historiasde la ciencia suele ser tan emocionan-te como la de una novela. En ellas, elcientfico, vuelto caballero andante dela verdad, lucha contra las fuerzas dela ignorancia y la incomprensin desus coetneos. La soledad es la medidade su genialidad reconocida pocas ve-ces en vida por legos y especialistas.

    Desdichadamente estas historias de laciencia presentan serias dificultades.

    Dado que su finalidad es didctica, nose menciona en ellas las teoras o des-cubrimientos que desde el punto devista de las teoras actuales aparecencomo errores cometidos en el pasado.Por este motivo, estas historias presen-tan una lista ordenada de manera cro-nolgica de invenciones y descubri-mientos. A travs de sus pginas nun-ca podra saberse que cientficos de latalla de Kepler, Galileo o Newton de-fendieron posiciones que de acuerdocon el estado actual del conocimientocientfico son vulgares errores.

    Aceptar el error en esos pensadoresequivaldra a tener que admitir quela ciencia actual le debe algo al error,algo tan horroroso para estos historia-dores como reconocer que la astrologao la magia pertenecen a la misma histo-ria que la de la ciencia actual.

    ISAAC NEWTON: EL MITO DE LA GENIALIDAD Y LA REALIDADDEL ESFUERZO CONSTANTE

    De ninguna manera esta distincinentre dos grupos de historiadores dela ciencia significa una distincinentre malos y buenos. Los primeros,los pertenecientes al grupo ms anti-guo, acertaban al querer sealar lasbondades de un conocimiento que ha-ba tropezado con graves obstculoscomo persecuciones religiosas, discri-minaciones polticas o prejuicios socia-les. No es sorprendente pues que den-tro de este contexto se haya tratado deexaltar la genialidad y heroicidad delcientfico hasta lmites inimaginables.Una herramienta formidable para im-poner a la ciencia entre quienes le eranindiferentes u hostiles fue la biografade pioneros y padres fundadores de la

    Kepler world

  • tas de manera independiente unas deotras, vinculan el hallazgo de la gravi-tacin universal con un episodio tanpopular que hasta parece superfluoreproducirlo aqu: se trata de la histo-ria de la manzana que habra cadoante Newton sugirindole la solucina tan intrincado problema. En una deellas, la ms confiable de las fuentesprimarias de informacin sobre la vidade Newton, John Conduitt, esposo dela sobrina de Newton, Catherine Bar-ton, el episodio aparece as narrado:

    "En el ao 1666 Newton se alej nue-vamente de Cambridge ... y se instalen casa de su madre en el Lincolnshi-re, y mientras descansaba en un jardnle vino al pensamiento que el poderde la gravedad (que arrojara unamanzana desde el rbol hasta el suelo)no estaba limitada a una cierta distan-cia de la Tierra sino que ese poderdeba extenderse mucho ms all delo que se sola pensar. "Por qu notan alto como la luna misma", se dijoa s mismo, "y si es as tiene que in-fluir sobre su movimiento y tal vezretenerla en su rbita ...". Acto segui-do se puso a calcular cul sera elefecto de esa suposicin, pero al nofigurar en ningn libro, y tomando laestimacin corriente entre gegrafosy nuestros hombres de mar antes queNorwood midiera la Tierra, de queen un grado de latitud sobre la super-ficie de la Tierra hay contenidos 60millas inglesas, sus clculos no coinci-dieron con sus teora, y le llevaron adefender la nocin de que junto a lafuerza de gravedad tendra que haberuna mezcla de esa fuerza que la lunatendra si fuera arrastrada por un tor-bellino de materia".

    ciencia. La celebracin de los logrosindividuales era esencial en la defensade la ciencia desde los primeros dasdel siglo XVII en Europa. Sin embargo,estas biografas de cientficos solan de-satender detalles personales de las vidasde esos hombres y mujeres. El resulta-do era un perfil del cientfico comouna persona aburrida, gris en su vidacotidiana, abstrado de las inquietudespropias del comn de los mortales.

    El caso de Isaac Newton resulta tile ilustrativo. Newton naci en el dade la Navidad de 1642 en Woolsthor-pe, Inglaterra, y muri en Londres,una hora despus de la medianoche, el20 de marzo de 1727. Pocos historia-dores de la ciencia y cientficos dudanen considerarlo como fundador de laciencia moderna debido a la publica-cin en 1687 de la primera edicin desu gran obra, Principios matemticosde filosofa natural. Entre las muchasriquezas cientficas que encierra estetexto encontramos la nocin de la gra-vitacin universal. Tomemos cualquiermanual de fsica actual y hallaremosuna definicin de la "Ley de Newtonde la gravitacin universal" como lasiguiente:

    "Toda partcula de materia del uni-verso atrae a cualquier otra partculacon una fuerza directamente propor-cional al producto de las masas deambas partculas e inversamenteproporcional al cuadrado de la dis-tancia que las separa".

    Cmo aparece esta importante leyen las biografas de Newton escritasen su propio tiempo? Cuatro de lasprincipales biografas, todas ellas escri-

    Junto a la tradicin que consideraque en ese mismo ao de 1666, el"ao admirable", Newton elabor enpocas semanas su mtodo de clculoinfinitesimal y sus teoras pticas, lanarracin de la manzana ha contribui-do a la creacin de un mito newtonia-no que a la vez es un mito acerca decmo se hace ciencia, o de cmo debe-ra hacrsela: Las ideas cientficas nove-dosas aparecen ya formadas de impro-viso en la mente de mentes geniales.

    Por desgracia, el mito del "ao ad-mirable" y de la manzana no resisteel estudio de los innumerables do-cumentos manuscritos que Newtondejara tras de su muerte y que, gra-cias a circunstancias fortuitas, lle-garon intactos hasta nuestros dascon un mensaje muy diferente.

    En primer lugar, Newton habra tra-bajado incesantemente desde 1664para hallar una solucin al problemade la gravitacin, entre otros temasrelacionados, sin hallar una respuestasatisfactoria.

    Tambin es falso que la cada de lamanzana le diera la solucin ya elaborada al problema de las rbitasplanetarias, las mareas y el movi-miento de los pndulos. La aparicinde un cometa sobre el cielo de Inglate-rra en el invierno boreal de 1680-1llev a los principales cientficos ingle-ses a abordar el problema de su movi-miento Newton, al igual que sus con-temporneos Robert Hooke y EdmondHalley, consider entonces que la fuer-za ahora llamada "gravitatoria univer-sal" era exclusiva del sistema planetarioy no poda aplicarse a un cometa.

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  • Luego de penosas reflexiones, clculosy estudios, Newton en un perodo deentre tres y seis meses a finales de 1684y comienzos de 1685 elabor la ver-sin matemtica de su novedosa ideade la accin a la distancia.

    Slo entonces una idea que seguramen-te rond su cabeza vagamente desde elepisodio de la manzana alcanz preci-sin, casi veinte aos despus: "todocuerpo, aparentemente, se atrae en elmundo con todos los otros cuerposde una manera precisa y calculable".

    DE LA SOLEDAD DEL GENIO A LA SOCIABILIDAD DE LOSCIENTFICOS

    Pero no slo de individualidadesgeniales se nutre el pasado de laciencia. A medida en que nos alejamosde esos momentos fundacionales de laciencia moderna actual la figura delcientfico individual se hace cada vezmenos visible. La excepcin la consti-tuye quienes reprodujeron posterior-mente condiciones fundacionales ensus campos de investigacin. Los casosde Charles Darwin (1809-1882) y deAlbert Einstein (1879-1955) son bue-nos ejemplos de ello. A pesar de laimportancia de estas figuras individua-les, la historia de la ciencia a partir dela segunda mitad del siglo XIX se veobligada a tratar con un nmero cre-ciente de cientficos con menor famaque los mencionados aunque no me-nos importantes. Pero, si bien la cien-cia nunca fue una tarea de individuosaislados, a pesar del mito newtoniano,la historia de la ciencia de los ltimosciento cincuenta aos debe enfrentarel problema cada vez ms urgente de

    la existencia e importancia de las co-munidades de cientficos.

    Esta necesidad alcanz su punto cul-minante durante la Segunda GuerraMundial, entonces la ciencia se trasla-d a un entorno del que ya no habrade salir. Se trata del fenmeno conoci-do como "Big Science" y que habranacido del trabajo conjunto de insti-tutos universitarios de investigacincientfica bsica, laboratorios cientfi-cos en empresas industriales, y oficinasgubernamentales dedicadas a la defen-sa - es decir, a la guerra. El impactoque esta realidad, materializada a granescala por vez primera en el llamado"Proyec-to Manhattan", en los EEUUdurante los aos de la Segunda Gue-rra Mundial, tuvo sobre la historia dela ciencia ha sido decisiva. Como con-secuencia, a partir de la dcada delcuarenta en el siglo veinte, los histo-riadores de la ciencia han debido pres-tar mayor atencin a las formas en quelos cientficos se asociaban entre s ycmo se relacionaban con la sociedaden su conjunto.

    La imagen idlica del genio aislado decuya mente brotan intactas y acaba-das las novedades cientficas cedi sulugar a la concepcin de la ciencia co-mo un arduo trabajo colectivo paracuyo xito se debe contar con una can-tidad incalculable de circunstancias fa-vorables, muchas de ellas muy ajenas alo que se considera el trabajo del cien-tfico. La historia de la ciencia comen-z as a desinteresarse en las biografasde cientficos y a abocarse al estudiode las instituciones en las que se orga-nizaba el trabajo colectivo de gruposde cientficos.

    Los resultados de este cambio sonsorprendentes y apasionantes. Enprimer lugar se advirti que las uni-versidades europeas haban jugado unpapel ambiguo, para algunos lisa y lla-namente negativo, en la constitucinde las ciencias modernas durante lossiglos XVI y XVII.

    En muchos casos, como en el deGalileo Galilei, la corte de un Prn-cipe Mecenas, no la universidad, fueel marco institucional de la tareacientfica. En efecto, Galileo desarrollgran parte de su trabajo cientfico co-mo "Gran Filsofo y Matemtico de laCorte del Gran Duque de Toscana", enFlorencia. Pero mucho ms interesantefue advertir que el nacimiento de laciencia moderna estuvo acompaadopor la creacin de instituciones propias,las academias cientficas, hasta enton-ces inexistentes. El modelo de estas so-ciedades cientficas eran las academiasde arte del renacimiento italiano.

    La ms antigua entre las sociedadescientficas notables tal vez sea laAcademia Secretorum Naturae, deNpoles, que floreci en los aos1560. En Roma se dio la siguienteinstitucin cientfica, la Accademia deiLincei, que funcion desde 1601 hastala muerte de su protector en 1630.Galileo Galilei fue uno de sus miem-bros notables. Luego encontramos laAccademia del Cimento que funcionen Florencia entre 1657 y 1667 con elpatronazgo de Leopoldo de Medici ysu hermano, el Gran Duque de Tosca-na, Fernando II. Esta academia se de-dic exclusivamente a la realizacinde experimentos con la intencin deevitar las discusiones tericas que po-

  • dran reavivar las circunstancias quehaban llevado a la condena de Galileoen 1633.

    En Francia la primera de las socieda-des cientficas notorias se reuna demanera informal en Aix, en casa deClaude Peiresc alrededor de 1620.La ms sobresaliente de las academiasfrancesas fue la Academia Real de Cien-cias de Pars, fundada en 1666 porLuis XIV a instancias de su ministro,Colbert como un organismo depen-diente de la corona. Pocos aos antes,en 1660, y a imitacin de las institu-ciones cientficas italianas, un puadode cientficos ingleses, muchos de ellosde origen noble, se reunieron en Lon-dres para crear la sociedad cientficams antigua entre las que an perduran,la Sociedad Real de Londres para elAvance del Conocimiento Natural. Adiferencia del caso francs, esta institu-cin era privada y se mantena con elpago mensual de una cuota mensual.

    El estudio de estas instituciones, yde las muchas que las siguieron, in-cluso las argentinas como el ConsejoNacional de Investigaciones Cient-ficas y Tcnicas o la Comisin deEnerga Atmica, ha resultado tantoo ms fructfero para el conocimien-to de la historia de la ciencia que labsqueda de respuestas en las vidasde cientficos individuales. Este cam-bio de enfoque ha sido tambin decisi-vo para superar la actitud de nuestro"primer grupo" de historiadores de laciencia, dedicados exclusivamente alpasado de la ciencia actual. Con el es-tudio de las instituciones cientficas seha ampliado el campo de estudio de lahistoria de la ciencia hasta abarcar el

    pensamiento jurdico e institucional, ya travs de ellos, las ideas religiosas,las concepciones de la naturaleza y delhombre, de la vida poltica y de la so-ciedad de diferentes regiones y pocas.

    A partir de esta novedosa y complejamanera de ver la historia de la cien-cia, ya no resulta apropiado seguirhablando de un nico "camino real"que habra conducido hasta la cienciaactual, ni de formas abortadas o fraca-sadas de ciencia. Por el contrario, el

    estudio comparado de diferentes cultu-ras y pocas ha contribuido a un mejorconocimiento de la naturaleza y diver-sidad del conocimiento cientfico, loque a su vez, contribuye a un trata-miento ms equilibrado y fructfero delas diversidades culturales y su actitudfrente a la naturaleza. El estudio de laciencia puede as volverse en un puntode partida alternativo para encarar losproblemas a los que se enfrentan losgrupos humanos encerrados entre losrigores de la globalizacin.

    Dr. Guillermo RaneaDoctor en Filosofa (Universidad Nacional de La

    Plata, 1982), con una tesis titulada "Esttica y

    Dinmica en la Mecnica de Galileo Galilei", es

    Profesor Full-Time de Historia de la Ciencia y de

    la Tcnica en Universidad Torcuato Di Tella (Bue-

    nos Aires). Fue becario de la Alexander-von-Hum-

    boldt-Stiftung (Bonn, R. F. de Alemania) (1985;

    1988-9 y 1995). En 1991 fue John Simon Guggen-

    heim Foundation Fellow (New York, EEUU). En

    2003 realiz tareas de investigacin en el archi-

    vo de The Royal Society of London gracias a una

    Professorship at the Birbeck College (University of

    London) otorgada por The British Academy of Scien-

    ces (Londres, Reino Unido).

    En el ao 2004 se retir del Conicet como Inves-

    tigador Independiente. Sus investigaciones -tanto

    en publicaciones en Alemania, Inglaterra, Blgi-

    ca y Espaa como en Argentina- se han referido,

    entre otros temas, en el pensamiento de G. W.

    Leibniz y Galileo Galilei, as como de Ernst Cassi-

    rer, Jos Ortega y Gasset, Lev Tolstoi y Paul Fe-

    yerabend. Ha escrito acerca de episodios de la

    historia de la filosofa en la Argentina (Genera-

    cin del 80, recepcin de Leibniz, enseanza de

    la filosofa en la Universidad de La Plata, Alejan-

    dro Korn). En otros trabajos ha tratado temas de

    historia y filosofa de la tecnologa, y el impacto

    de la manufactura y difusin de instrumental

    cientficos. Recientemente ha abordado el pen-

    samiento de Gabriel de Tarde, Gilles Deleuze y

    Bruno Latour en torno a la cuestin de la pers-

    pectiva monadolgica en la filosofa actual, la mi-

    crosociologa de la ciencia y de la tcnica y su

    impacto sobre la teora en arquitectura. Es editor

    invitado (junto a John M. Krois, Gideon Freuden-

    thal y Dominic Aegi) del volumen 14 ("Zu Des-

    cartes, Leibniz, Spinoza") de la edicin en 17 to-

    mos de los escritos inditos de Ernst Cassirer,

    Nachgelassene Manuskripte und Texte, para la

    editorial Felix Meiner Verlag (Hamburgo, Rep-

    blica federal de Alemania). Recientemente ha com-

    pletado una edicin crtica de la corresponden-

    cia y ensayos intercambiados entre G. W. Leibniz

    y Denis Papin (1688-1707), de prxima apari-

    cin en Pars.

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