rasputin y el ocaso de un imper - michael prawdin

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Rasputin

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  • Esta es la historia de los ltimostiempos de la Rusia de los zares.Mucho se ha escrito sobre aquelperodo, pero pocos lo hicieron conel conocimiento y la sutilezaexpositiva de Pradwin. La vidantima de los grandes personajes,los errores de los gobernantes, lassublevaciones, el contraespionaje,ninguna faceta de aquel agitadoperodo tiene secretos paraPradwin.

  • Michael Prawdin

    Rasputn y elocaso de un

    imperioePub r1.0

  • Readman 25.12.14

  • Ttulo original: Eine Welt ZerbrichtMichael Prawdin, 1959Traduccin: Emma Gifre de MartinellIlustracin: Portrait of members of StateCouncil Ivan logginovich Goremykin andNikolai Nikolayevich Gerard, de IlyaEfimovich RepinDiseo de cubierta: Readman

    Editor digital: ReadmanePub base r1.2

  • CAPTULO I

    EL ENFERMO DE TIUME

  • Rasputn (izquierda), Hermogen (centro)e Iliodor en 1906

  • P ero qu hace usted,Grigori Yefimovich?Estse quieto, haga el favor!

    Rasputn mira con asombro a lajoven enfermera. Lentamente se iluminansus ojos; va recobrando la lucidez.

    Pero si no hago nada! Nunca heestado tan quieto! responde con vozcavernosa.

    A eso le llama usted estarquieto? Se ha excitado de tal modo, quedaba miedo verle! Poco ha faltado paraque saltara de la cama! Y entonceshabramos visto!

    Rasputn vuelve hacia ella el rostro,plido y enflaquecido. Lleva varias

  • semanas enfermo.Eso iba a hacer? No; lo que pasa

    es que t te has dormido y estabassoando. Confisalo! dice sonriendo.Pero en seguida vuelve a su seriedad.Tal vez haya intentado levantarme

    Calla y medita.S, algo me ocurra Tena que

    irme inmediatamente Muy lejos murmura. No harn nada sin m. Si noestoy all grita de pronto, y sus manosse crispan convulsivamente, estrujandola colcha, te aseguro que ocurrir unadesgracia. Una gran desgracia! Lo s.

    De pronto, la mirada de sus ojosazules se clava, penetrante, en el rostrode la enfermera. Ella la siente como una

  • pualada. Dos chispas centellean bajolas pobladas cejas, apresan la mirada dela joven y se clavan en su cerebro,paralizndola enteramente.

    Di la verdad! Jramelo! Hasmandado el telegrama a Mam[1]?

    Naturalmente, GrigoriYefimovich.

    De veras?De veras, Grigori YefimovichUna puerca cualquiera me ha

    clavado un cuchillo en el vientre.Su mirada se suaviza.Eres una buena chica; te creo. Y

    contina pensativo: No se atrevern ainterceptar un telegrama dirigido a laZarina Por fortuna, los doctores

  • estaban all. Me han cosido yremendado Levanta el rostro. En lse refleja una profunda serenidad.

    La extraa crisis haba pasado y laenfermera respir aliviada. Haba odohablar mucho de Grischka Rasputn,pero nunca haba podido formarse de luna imagen clara. Saba que era uncampesino dotado de una fuerzaincreble, y un ladrn de caballos, queperteneca a la secta licenciosa de losChlysten[2], que haba ido enperegrinacin al Santo Sepulcro y que sudevocin y sus profecas alcanzaron talfama que incluso el Zar y la Zarinacrean ciegamente en l, hasta el puntode no nombrar ningn ministro sin su

  • consentimiento. Las opiniones de losrusos sobre este hombre eran muycontradictorias. Ella, a pesar de haberestado cuidndolo tanto tiempo, an novea en su interior con claridad; por elcontrario, cada vez le pareca msdesconcertante. Al principio, cuando lotrajeron y se supo que una mujer lohaba herido en Pokrovskoie, su pueblonatal, su aspecto le produjo unadecepcin. No vio ms que uncampesino feo, con una nariz grande, deanchas aletas y marcada por la viruela;una barba erizada que dejaba aldescubierto una boca carnosa y sensual,una barbilla puntiaguda y un rostroinquieto y nervioso. Despus llegaron a

  • la pequea ciudad siberiana doctoresfamosos, y tambin peridicos donde seproclamaba con alegra que aquelfarsante, aquella escoria de la sociedad,estaba a las puertas de la muerte.

    Pero no muri. Semana tras semanaluch entre la vida y la muerte. Laenfermera saba muy bien que aquelhombre no era ningn starez[3], ningnhombre que hubiera renunciado a losgoces terrenales y pudiese por estarazn esperar del cielo una ayudamilagrosa. Los das en que el enfermo seencontraba mejor, la joven senta susojos sobre ella y perciba el gestosinuoso de su boca. Saba que la jovenno podra resistir apenas l tendiera la

  • mano hacia ella. Pero no por amor, sinopor miedo, por el horror que le causabaaquel rostro macilento, por temor aaquella mirada que la paralizaba Y, apesar de todo, ansiaba este momento contodo su ser.

    Despus volva a ser como un nio.Estaba tranquilo, contento; se rea detodo, cualquier cosa le causaba unaingenua alegra: un rayo de sol, unaaraa sobre la cama Entonces no tenauno ms remedio que ser carioso conl.

    Que Dios la perdone! No saba loque haca murmur. Estaba sereno,despierto, con una sonrisa en los plidoslabios. La muy cochina! Pero lo

  • hizo bien. Yo corra detrs del carteroque me haba trado un telegrama deMam; quera darle un mensaje paraella. Entonces me cierra el paso eseengendro de Satn y me pide unalimosna en tono lastimero Yo me paroy me llevo la mano al bolsillo. Entoncesla vieja se me echa encima y, antes deque pueda darme cuenta, la condenadame hunde el cuchillo en el vientre. Ytodava empieza a gritar y escandalizardiciendo que yo he ofendido alAnticristo! Bestia! Y contina,como hablando consigo mismo: Peroyo la perdono. S, la perdono, porquetodo esto es obra de Iliodor. No puedesoportar que yo lo haya desbancado.

  • Reneg contra los gobernadores, contralos funcionarios de la polica, contra lossabios y contra los judos. Se crea eldueo del mundo Yo, en cambio,llegu con mis rezos, puse estas manosde campesino sobre el Zarevich y lo queno pudo la ciencia de los sabios lo pudomi fuerza. Ellos decan: Morir. Y yodije: Vivir. Y esto representa parauna Zarina exactamente lo mismo quepara la ltima aldeana: su hijo es paraella ms que toda la santa Rusia. Desdeentonces, Iliodor no es nada y yo lo soytodo.

    Sonri de nuevo. Su rostro irradiabasatisfaccin.

    La enfermera, como todo el mundo

  • en Rusia, haba odo hablar mucho deIliodor, el monje milagroso de Zaryzin;de sus sermones sobre la penitencia y elodio. Cuando se hallaba en la cima de sufama, apareci Rasputn y durante algntiempo se citaron los dos nombresjuntos.

    No eran ustedes amigos? pregunt la enfermera.

    S, lo fuimos hasta que l comenza sentir envidia. Estaba celoso de mifuerza y se puso tan furioso contra m,que tuvieron que desterrarlo. Perocrees t que esto le hizo entrar enrazn? No. El diablo le tiene biencogido entre sus garras y al decir estoapretaba los puos. Se escap del

  • monasterio donde estaba recluido, merob las cartas de la Madrecita[4] yluego me envi esta vieja para que measesinara.

    Rasputn mova la cabeza con ungesto de pesar por la maldad de suantiguo amigo.

    Pero yo la perdono. No quieroque la juzguen. Luego, inmediatamente,vienen los periodistas, meten las naricesen todas partes, sacan a relucir viejashistorias Ah, hay tanta gente mala enel mundo! Oye Que la encierren enun manicomio! Diles que tienen queencerrarla en un manicomio! Diles queyo lo he ordenado!

    Fatigado, cerr los ojos. Respiraba

  • tranquila y regularmente. Pero de sbito,un temblor nervioso recorri su cuerpo ysus ojos se abrieron desmesuradamente.

    Qu me ocurra? Por qu queralevantarme? pregunt de prontocambiando por completo de tono.

    Luego pareci haber encontrado unrecuerdo que buscaba en su mente.

    Djame el peridico! orden,impaciente y desazonado. Treme enseguida un peridico, todos losperidicos que puedas encontrar!

    En el hospital provincial de Tiume,los peridicos eran un verdadero lujo.La enfermera tuvo que recorrer toda lacasa para conseguir que un mdicojoven le prestara algunos peridicos de

  • San Petersburgo.Cuando volvi a la habitacin del

    enfermo, abri la puerta cautelosamente,para no hacer ruido, y se sobresalt alver a Rasputn tendido en el lecho conlos ojos cerrados, inmvil, demasiadorgido para estar durmiendo. Corrihacia l y oy que murmuraba:

    Ya voy! Ya voy!La habra odo entrar? De nuevo

    sinti sobre ella aquella miradaescrutadora y desconfiada. Luego surostro se contrajo en una risa sarcstica.

    Ya estoy aqu! dijo,saludndola con una inclinacin decabeza. Estoy aqu aunque le sepa mala la mala gente. Tienes algn

  • peridico? Bien, sintate y lee. Leeen voz alta! repiti impaciente.

    La enfermera abri el peridico y seapresur a leer para eludir su mirada.

    Fiestas en honor del Presidentede Francia Encuentro en alta mar delacorazado La France con el yate de SusMajestades, Alexandria.

    Tonteras! interrumpiRasputn. No leas esas estupideces!Llenan pginas y ms pginas. Qubusca ese presidente en nuestra Rusia?Deberan echar a ese republicano en vezde recibirlo con palmas. Nos haenviado un Palologue[5] que espa portodas partes, y ahora viene l enpersona! A ver, mira si se marcha

  • pronto.La enfermera continu hojeando el

    peridico.Recepcin en Peterhof Parada

    militar en Zarskoie SeloRepresentacin de ballet. Ahora!Banquete de despedida a bordo delacorazado La France.

    Gracias a Dios! murmurRasputn. Pobre Madrecita, lo quehabr tenido que soportar. Para ella,estas recepciones son un suplicioQu ms dicen los peridicos? Es queno saben dar otras noticias? Qu leescon tanto inters? Lelo en voz alta!

    Austria enva un ultimtum aServia.

  • Les est muy bien empleado dijo Rasputn. Por qu han asesinadoal heredero? No se debe matar! Es ungran pecado destruir la vida de unhombre. Dios se la ha dado; cuando eltiempo que l le ha destinado toque a sufin, ya morir Es se el ltimoperidico?

    La enfermera desdobl otro.Aqu queda todava uno, el de

    ayer. Y fue leyendo los titulares:Estado de sitio en San Petersburgo yMosc. Las tropas se han retirado deZarskoie Selo a sus respectivoscuarteles. Se ordena a los gobernadoresde Kiev, Odesa, Kazan y Mosc quetomen las medidas necesarias para

  • llevar a cabo la movilizacingeneral.

    Eso, eso era lo que yo presenta!exclam Rasputn. sa era ladesgracia! sa era la desgracia! Ah,si yo pudiese estar all! Tengo que iren seguida!

    La enfermera solt el peridico y seprecipit sobre la cama.

    Grigori Yefimovich! Qu va ahacer? Quiere usted morir?Acustese y estese quieto! No puedemarcharse en este estado!

    Rasputn forcejeaba.Tengo que marcharme! Tengo

    que marcharme!Al fin, la enfermera consigui

  • meterlo en la cama. Estaba enojadsima.No quiero disgustos! Si se

    levanta, se le abrir la herida, y yo soyla responsable!

    Ah! Uf! Cmo duele! Rasputn se llev la mano a la herida.Qu iba a hacer yo, pobre de m? dijo en tono lastimero.

    De repente cogi a la enfermera porel brazo y le grit:

    Oye! Yo te juro, s, te lo juro,que ser obediente! Me estar muyquieto en la cama! No me mover! Perot tienes que mandar un telegrama. Enseguida y directamente a Pap[6]. Lohars?

    Si me promete no moverse

  • Por la salvacin de mi alma te loprometo! Pero t has de enviar eltelegrama. Primero escribe: Lbrate dela guerra!. Lo has escrito ya? Laenfermera escriba sobre una hoja depapel.

    S respondi.Bueno Lbrate de la guerra!

    El pueblo pondr el grito en el cielo;empezar otra vez con abajo esto yabajo aquello!. Rasputn buscaba laspalabras. Escribe: No debes enmodo alguno meterte en una guerra!Nada bueno os reportar a ti y a tuheredero!. Ahora escribe debajo:Grigori, y ya est todo.

  • CAPTULO II

    JUEGO POLTICO

  • Vladimir Sujomlinov, ministro de laGuerra (1909 - 1915), en su oficina en

    1912

  • S ujomlinov est echando chispas.Es todava ministro de laGuerra, o no? Para esto hareorganizado el ejrcito ruso despus dela derrota en la guerra ruso-japonesa?Para que ahora Sasonov empiece ahacer poltica prescindiendo de l ypacte con los embajadores de Francia eInglaterra sin consultarle? Para queNicolai Nicolaievich prosiga susintrigas con el Zar?

    El mismo da anterior ha recibidodel jefe de Estado Mayor la orden deorganizar la movilizacin. Acaso l,Vladimir Alexandrovich Sujomlinov, essolamente una figura de ajedrez que se

  • puede hacer pasar de un sitio a otro encualquier momento? Es que no lesinteresa conocer su opinin?

    El Zar le ha telefoneado desdepalacio. Para qu? Para preguntarle sise poda detener la movilizacin!

    Detener! Acaso la movilizacines un carruaje que se puede parar yponer en marcha as como as? l habacontestado lo que tena que contestar!

    Pero luego el Zar haba hecho lamisma pregunta al jefe de Estado Mayor.Como si su opinin no fuera suficiente!Menos mal que Januskevich le dio lamisma respuesta que l. As, al menos,qued descartada la posibilidad dedetener la movilizacin. Pero por qu

  • movilizar solamente contra Austria? Aqu se deba que se hicieran las cosas amedias? Decan que se haba recibidoun telegrama del Kiser Pero desdecundo haca el Zar poltica por sucuenta?

    Sujomlinov haba pedido audienciaa primera hora de la maana. Ya eramedioda y an no haba recibidorespuesta alguna. Pas revistamentalmente a sus colegas los ministros.Quin podra ponerle al corriente de loque suceda en los altos crculospolticos?

    El presidente del Consejo deMinistros, Goremykin? ste era unnesano a la antigua usanza, comedido,

  • amanerado, exageradamente corts, quese haca el sordo ante cualquier preguntade difcil respuesta; un anciano que noquera que se le molestara conproblemas que no le ataandirectamente y que se habra limitado adecir: Es una decisin de Su Majestad.Su Majestad toma sus resolucionespersonalmente.

    Maklakov? El hombre del buentiempo, que ascendi de gobernador deTschernigov a ministro del Interiorporque en su ciudad haca un tiempomagnfico y se respiraba una atmsferade ardiente patriotismo cuando el Zar sepresent all despus del asesinato deStolypins; un palaciego que cuando

  • conversaba con la familia realcacareaba como un gallo y contabachistes para hacerse el gracioso.

    El ministro de Economa; el deJusticia, Stscheglovitov; el deAgricultura, Krivoschein? Todos erantan solo unos burcratas ms o menosinteligentes.

    Claro que quedaban Sasonov y elGran Duque con su esposa, lamontenegrina; pero precisamente eranstos los que con sus intrigas le habandejado fuera del juego.

    Si Rodsianko estuviera all! No esque le fuera muy simptico el presidentede la Duma. Se meta en todo, fuese o node su incumbencia. Pero, como no poda

  • menos de ocurrir, una vez que lenecesitaba estaba en Bad Nauheimhaciendo una cura de aguas

    Sujomlinov estaba tentado detelefonear al prncipe Andronnikov. lestara seguramente enterado de todo,aunque para ello hubiera tenido quecomprar la amistad de un lacayo enZarskoie Selo. Haberse enemistadoprecisamente con Andronnikov! Peropodra haber obrado de otro modo? Lajugada que le haba hecho el prncipehaba sido de las peores. Se habafingido gran amigo suyo y protector desu honra. No poda ver que Katia leengaase con el banquero El muyzorro le haba ido con tales muestras de

  • amistad, que l, Sujomlinov, se habadejado engaar, le haba dado lasgracias y, profundamente conmovido,incluso le haba abrazado.

    El resultado de todo esto fue quetuvo una escena muy desagradable conKatia, en la que hubo de soportarmuchos reproches. Para esto se habaseparado de su primer marido: paraverse humillada por unos celos sinfundamento? Quin era el autor de lacalumnia? Ah, Andronnikov! Una bajavenganza! Y por qu? Porque queraentregarla a Rasputn y ella no quiso. S,seor; eso quera l para ganarse lasimpata y la proteccin del starez. Ellano haba querido hablar de estas cosas

  • porque el seor ministro poda necesitara aquel sujeto. Pero desde entonces novolvera a cruzar el umbral de sucasa! Ya haca tiempo que saba queAndronnikov estaba tramando algocontra ella. Estaba en muy buenasrelaciones con la Tschervinskaia, laprima de su primer marido, tanaficionada a avivar el fuego delchismorreo. Y en cuanto al mismoAndronnikov, en fin, con decir que sehaba prohibido severamente a loscadetes que fueran a visitarle a sucasa Si el icono de su habitacinpudiese hablar! Y que un hombre tanindecente se atreviera a hablar deella! Ella ya demostr claramente que

  • no le importaba el dinero cuandorenunci a las riquezas de su primermarido por el amor de Sujomlinov. Perosin dinero no se puede ser la madrina deuna serie de sociedades benficas. Conel dinero que recibe de su marido nopuede cumplir sus deberes sociales. Yes un acto de delicadeza por parte delbanquero procurarle el dinero que lehace falta para tales fines. S, le dadinero, mucho dinero. A Diosgracias! Por qu lo hace? Por el msnoble motivo: por agradecimiento.Porque el seor ministro de la Guerraconcedi los suministros de petrleo ala sociedad que pertenece a su banco.Hay motivo para avergonzarse? Desde

  • cundo se avergenza uno de estas cosasen Rusia? Un dinero para finesbenficos! Pero, en fin, sea como suseor marido quiera. Estas actividades,al fin y al cabo, no son ms quesacrificios, sacrificios a que la obliga suposicin social. Ya hace tiempo que estcansada de la chismorrera de SanPetersburgo. Qu tranquila yagradablemente hubiese podido vivir enKiev con su primer marido! As se loagradecen!

    Para calmarla, Sujomlinov tuvo queprometerle que no recibira ms aAndronnikov en su casa. ste tom lainiciativa y, aprovechando suconocimiento de la vida privada del

  • ministro de la Guerra, se dedic apublicar libelos contra l y EcaterinaVictorovna. Sujomlinov intentconseguir del ministro del Interior unaorden de destierro contra el Prncipe,pero Maklakov no se atrevi a procedercontra el protegido de Rasputn.

    Andronnikov, adems de intocable,result ser un enemigo temible. Desdeentonces, Sujomlinov no supo nada de loque ocurra entre bastidores. Cadaintriga era para l una sorpresa, ya queno perteneca al crculo de intrigantes.

    Son el telfono.Peterhof?No, la presidencia de la Duma.Despus oy la voz de Rodsianko.

  • Acabo de llegar. Me hancomunicado que Su Excelencia querahablar conmigo.

    Gracias a Dios que ha llegado,Mijail Vladimirovich! Podra venir ami casa? Yo no puedo ausentarme; estoyesperando una llamada desde Peterhof.

    Media hora despus, el ministro dela Guerra explicaba en son de queja alpresidente de la Duma:

    Me encuentro en una situacinmuy difcil. Yo soy el encargado deorganizar la movilizacin y, como esnatural, he dado ya las rdenespertinentes para que sta se lleve acabo. Cualquier demora o duda en estemomento representara una catstrofe,

  • pues los oficiales no sabran a quatenerse. No podemos dar rdenes yluego anularlas!

    Tampoco servira de nada. Detodas maneras, Alemania nos declararla guerra. En la carretera de Wirballenhe visto caballera alemana armada.

    Sujomlinov salt de alegra.De veras, Mijail Vladimirovich?

    Entonces, debe solicitar audienciainmediatamente! Ya ve que a m no mehacen caso! Desde esta maana aprimera hora estoy esperando en vanoalguna noticia! Si usted personalmenteinformara al Zar de lo que ha visto!

    Rodsianko medit un momento:Perderamos un tiempo precioso.

  • Se me ocurre algo mejor, VladimirAlexandrovich: vamos los dos a ver aSasonov. Deje la orden de que si lellaman desde Peterhof pasen lacomunicacin al Ministerio de AsuntosExteriores.

    El ministro de Asuntos Exteriores nosaba nada todava de la conferenciatelefnica del Zar, ya que ste habaobrado por propio impulso, sinconsultar con nadie. Pero el embajadorfrancs primero, y despus el alemn,haban ido a verle, y en aquel momentose preparaba para salir, a fin de teneruna entrevista con el Zar.

    Rodsianko se dirigi a l con uno deaquellos gestos teatrales que producan

  • tanto efecto cuando hablaba desde susilln de presidente de la Duma.

    Sergei Dimitrievich! Dgale a SuMajestad que yo, como cabeza de losrepresentantes del pueblo, declaroresueltamente que el pueblo ruso noperdonar nunca al Gobierno tantasdilaciones.

    Sasonov se inclin cortsmente.Est usted tranquilo, Mijail

    Vladimirovich. No hay ninguna dilacin.En este momento se est bombardeandoBelgrado.

    Sujomlinov se puso plido de ira.Belgrado bombardeado! Y l lo

    haba sabido por Sasonov!Rodsianko no poda comprender la

  • seguridad de que daba muestras elministro.

    Entonces, hacemos la guerracontra Austria nicamente? No obstante,yo he visto caballera alemana en lascarreteras.

    Sasonov dudaba. Siempre se habaentendido bien con el presidente de laDuma. Por otra parte, durante la guerraquiz necesitara su ayuda. Al fin sedecidi:

    Si no se desencadena la guerracontra Alemania, Francia no ha decumplir ningn compromiso connosotros. Inglaterra tiene las manoslibres en cuanto a Rusia, pero, en elcaso de que Alemania declarase la

  • guerra a Francia, entrara en vigorinmediatamente un tratado que existeentre ambos pases

    Ah, ya! exclam Rodsianko.Tenemos que pensar en la opinin

    pblica de Pars y Londres.Rodsianko cay al fin de las nubes.Ya. Entonces entonces debemos

    movilizar nicamente contra Austria,queramos o no, y esperar a que lastropas alemanas invadan nuestroterritorio. Pero esperar con los brazoscruzados, Sergei Dimitrievich

    Sasonov movi la cabeza.No esperaremos mucho, Mijail

    Vladimirovich. El conde Pourtales[7]acaba de prevenirme que la

  • movilizacin general acarreara elinmediato estado de guerra conAlemania. As es que tan pronto como sepublique la disposicin

    Sujomlinov dijo aterrorizado:Sabe eso Su Majestad?Si lo supiera, ya habra recibido

    usted una severa orden de suspender lospreparativos, Vladimir Alexandrovichdijo Sasonov dirigindose en tonoirnico al ministro de la Guerra. Yaadi: Ahora me voy a Peterhof. SuMajestad me recibir a las tres. Tenganustedes la bondad de decir al jefe deEstado Mayor que espere una llamadama hasta las cuatro. Si a esa hora no lehe llamado, desde entonces deber

  • parecer que su telfono est estropeadoy que a l no es posible encontrarlo enninguna parte. Una llamada antes de lascuatro solo puede significar la anulacinde la orden de movilizacin.

  • CAPTULO III

    VEINTE AOS DE VICTORIA

  • Princesa Alicia de Hesse. Bautizada comoAlix variante germanizada de Alicia

    , adopt el nombre de AlexandraFeodorovna Romanova al ser admitida en

    la iglesia ortodoxa

  • A nna Virubova lleg directamentede la estacin y, sin quitarse elsombrero ni el abrigo, se precipit enlas habitaciones de la Zarina.

    Majestad! Estamos movilizando!Alexandra Feodorovna levant

    tranquilamente la cabeza, apartando lamirada de su bordado. Sus ojos sedetuvieron un instante, como decostumbre, en el rostro de la Virgendormida, y luego se posaron en el de suamiga. Anna Virubova respirabafatigosamente, lo que se deba a suexcitacin y a que haba corrido ms delo que le permita su corpulencia. Surostro, hermoso y de facciones

  • regulares, estaba enrojecido y baado ensudor. La Zarina reprimi la risa.

    Qu movilizamos? Naturalmente:trece divisiones contra Austria.

    No, Majestad, no! Se movilizaen todas partes, en toda Rusia!

    Eso no tiene ningn sentido, Anna.Quin te lo ha contado?

    Yo misma lo he visto! Vengo deSan Petersburgo. Haba bandos en lascalles. Los hombres se dirigan a suscuarteles y las mujeres los acompaabanllorando. En todos los puestos deconcentracin se agolpaban mujeres quelloraban y maldecan la guerra.Majestad, lo que digo es cierto!

    La Zarina, nerviosa, apart el

  • bordado y se levant. Estaba a punto deceder a la furia que herva en su interior,pero, en esto, su mirada tropez con elcuadro de la Virgen colgado en la pared,sobre el divn. Entonces acordse deque se haba propuesto dominarse y, congesto orgulloso, como siempre queconsegua reprimir una explosin de sutemperamento, atraves el saln lila y elpequeo comedor y entr en el despachodel Zar. Anna Virubova la segua con lamirada, pero la Zarina, siempre ensilencio y sin volver la cabeza, cerr lapuerta a sus espaldas. Lo nico queAnna pudo ver en el instante en que seabri y cerr la puerta fue el escritorio yla figura del Zar que levantaba la cabeza

  • asombrado.Hubo un momento de silencio;

    despus se oyeron detrs de la puerta lasvoces alteradas, primero de la Zarina,luego del Zar y a continuacin las dos almismo tiempo y cada vez ms altas.

    Si la puerta no estuviese cerradaAnna Virubova no se atreva a

    acercarse ms. Pero no caba duda deque estaban disputando.

    Haber sido ella la portadora de lamala noticia! Deba haberse callado?Desde luego, no habra dicho nada si nose hubiese recibido el telegrama deGrigori. La Zarina dijo: Como siempre,tiene razn. No debe haber guerra. Y elZar repuso: No habr guerra!.

  • Entonces ella no pudo menos de decirque, a pesar de todo, se estabamovilizando

    No acabar nunca la disputa detrsde la puerta?

    Ya le dolan las piernas de tantoestar de pie, y las voces continuaban,cada vez ms speras y con crecienteenojo.

    De sbito se abri la puerta y laZarina sali precipitadamente. Su rostroestaba salpicado de manchas rojas,como siempre que sufra una fuerteexcitacin, y sus ojos, arrasados enlgrimas. Pas por delante de su amigasin mirarla y se ech en el divn. Annacay de rodillas a sus pies.

  • Majestad! Alicia!Tenemos guerra, Anna!

    Guerra! Y yo sin enterarme!Ms que hablar, gritaba. Un violento

    sollozo la sacudi de pies a cabeza.Entonces, sbitamente, se avergonz

    y dijo:Vete, Anna. Djame. Necesito

    soledad.Cuando se qued sola, Alexandra

    Feodorovna estuvo llorando durantelargo rato. Luego, ya agotadas laslgrimas, empez a rezar, y al llegar alas palabras Dios mo, no meabandones!, con las que, por consejode Rasputn, terminaba siempre susoraciones, sus nervios ya se haban

  • aplacado y pudo pensar con lucidez.Grigori se hallaba en Siberia, entre

    la vida y la muerte, y sta era la causade todo lo que estaba sucediendo. Siestuviese en Peterhof, habra dado unpuetazo en la mesa, como lo habadado haca dos aos cuando sedesencaden la guerra de los Balcanes,hubiera empezado a dar voces y el Zarle hubiese obedecido. Entonces seintent lanzar a Rusia a la guerra, peroGrigori lo impidi. Por eso ledesterraron.

    Grigori haba previsto el futuro enaquella ocasin.

    Vosotros me necesitaris ms a mque yo a vosotros, fueron las ltimas

  • palabras de su despedida. Ella creyque aquello haba sido un simple alardede jactancia, especialmente cuando supoque le haban herido en Siberia.Entonces todava estaba poseda delorgullo con que lleg a Rusia comodoctora en Filosofa, nacida y educadaen el ambiente occidental, saturado deciencia y cultura.

    Tenemos que humillarnos paraalcanzar el reino de los cielos, habapredicado a menudo Grigori, y ahoravea que su destino la llevaba por estecamino: primero haba tenido queresignarse a ocupar un lugar secundario,dejando el primero a la Emperatrizmadre, viuda, todava joven,

  • acostumbrada a gobernar y deseosa deseguir hacindolo. Despus fue dando almundo hija tras hija, mientras Rusiaentera esperaba un heredero. Y luego lopeor: el nacimiento de Alexei, conaquella terrible enfermedad en lasangre Esto fue el golpe de graciapara su fe en la ciencia. Los doctoresfracasaron en sus intentos de curarle. Yle desahuciaron cuando el nio salt auna barca con tan mala fortuna que aconsecuencia del golpe se revent unavena. Fue entonces cuando ella, noesperando ya nada de la ciencia,telegrafi a Rasputn, no porque creyeseque l poda curarle, sino porque sucompaa distraa y calmaba al enfermo.

  • Tan pronto como se hubo cursado eltelegrama, Alexei dej de gemir, sedurmi y, mientras descansabaplcidamente, volvieron los colores a suajada carita. Mientras ella y el Zarvigilaban el sueo del nio,desconcertados ante tanta ventura peroincapaces todava de creer en unmilagro, lleg la respuesta de Grigori:No dejis que los mdicos loatormenten ms. Dios nos ha otorgado suvida de nuevo.

    Fue entonces cuando ella resolvihumillarse, venerar a Dios dondequieraque se manifestase, y cuando se jurmantenerse fiel a aquel hombre pormedio del cual haba obrado la mano de

  • Dios, a pesar de las cosas terribles quede l se decan. Pero no haba cumplidosu juramento; no le haba defendido.Era esta guerra el castigo de su falta?La Zarina estaba convencida de que lacamarilla de favoritos queraaprovechar esta oportunidad paraperjudicarla a ella directamente.

    Durante muchos aos haba luchadocontra esta gente, pero no habaconseguido vencerla. Cuando, a losveinte aos de edad, lleg a Rusia paracontraer matrimonio con el prncipeheredero, se la recibi con el despectivomote de la mosca de Hesse. Ella ibaanimada de las ms nobles intenciones:quera ser agradable a todos los

  • sbditos de su nueva patria, amarlos yhacerlos felices Pero losacontecimientos se sucedieronvertiginosamente, como impulsados porun huracn. La muerte del zar Alejandro,el viaje interminable acompaando elfretro a travs de toda Rusia, lasinnumerables misas de difuntos Sumisma boda le pareci una continuacinde aquellas misas, con la nicadiferencia de que ella llevaba un vestidoblanco en vez de un traje negro. As,siendo en realidad una extraa, seconvirti en Zarina.

    Tampoco ahora le daban oportunidadde arraigar en suelo ruso. No la queran;siempre sera una intrusa en el cerrado

  • crculo de la familia real. Este pequeomundo era insignificante y superficial: lasociedad ruidosa, sedienta de placeresde los Grandes Duques; una falange decortesanos rebosantes de riquezas, a lasque la voluntad dominadora del difuntoZar haba dado unidad y cohesin; y elZar. ste, quizs el ms modesto ysilencioso, era un tmido hsar de laguardia que posea un indescriptibleencanto fsico, pero sin ningn valorespiritual. Este mundo estaba protegidode modo que ningn cambio pudiesealterarlo, y quiz nadie deseaba tantocomo el joven Zar, acostumbrado arespetar y obedecer a su padre, que talesalteraciones no se produjeran.

  • La nica nota discordante en estasociedad era ella, la provincianaalemana, a la que se miraba de arribaabajo y que en lo ntimo de su ser sentaun miedo atroz ante tan abigarrado yextrao mundo. Saba que laobservaban, esperando que cometieraalguna falta de buen tono, alguna torpezaen la conversacin, para rerse de ella yhumillarla. En la corte rusa se hablabael francs, y ella se expresaba en esteidioma deficientemente. Cada falta quecometa se propagaba al punto comobonmot o palabra de moda entre loscortesanos. Y cuando quiso formar unpequeo crculo propio, donde pudierasentirse ms segura, se entabl una

  • verdadera batalla. La princesa estabaeducada en una moral severa, mientrasque en la corte rusa reinaban costumbresbastante libres. Intent introducir en ellasus creencias y opiniones invitando adamas de intachable reputacin a susreuniones, pero se le declar el boicot.Solamente acudieron a ellas viejasseoras, mientras que las fiestas de laEmperatriz madre consiguieron prestigioy popularidad.

    Al boicot se uni el desprecio. Lajoven Zarina era tmida y reservada antela gente desconocida, y se la calific deorgullosa. La Emperatriz madre tena ensus manos todas las instituciones debeneficencia, y Alexandra Feodorovna

  • crey prudente mantenerse en segundotrmino, lo que se interpret comodureza de corazn La tctica estabaclara. La extranjera era peligrosa; haba,pues, que desacreditarla, que hacerlaodiosa.

    La princesa se sinti ofendida alnotar que pretendan por todos losmedios hacerla desaparecer de la vidapblica. Y emprendi la batalla. Sunico poder estaba en el amor del Zar yse aprovech de l. Era el joven rey unser dbil y vacilante, que se sentaempequeecido, como perdido, en lacorte que le rodeaba, y ello le hacasufrir. La rigidez de la etiquetapalaciega no le permita llevar una vida

  • hogarea. Ella se la dio al Zar, y ste sesinti en seguida dominado por suencanto; en aquella vida encontr lo queen ninguna parte haba podido hallar: laposibilidad de mostrarse tal cual era yde revelar sus excelentes cualidades.Cuando se encontraba entre prncipes ycortesanos, entre los altos jefes militareso viejos y corteses diplomticos, sesenta insignificante. En cambio, en elseno de la familia, era un hombreimportante, un compaero inteligente, unbromista gracioso y un lector perfecto.Ella le conquist por el camino de laadulacin. Improvis para l un idilio yuna gran familia en un crculo formadopor unas cuantas personas de confianza,

  • cuya paz vean, no sin disgusto,perturbada por los que no pertenecan algrupo. En este crculo no necesitaba elZar levantar la vista hacia los otros. lera el punto ms alto, el ms admirado yquerido. Por eso, cuando los negociosde Estado o las audiencias con losministros requeran su presencia durantealgunas horas, l volva luego al lado deella, en busca de aquel ambiente en quese desenvolva su verdadera vida.

    El Zar era muy piadoso. Ella seentreg de lleno a la nueva religin, sedej llevar por su profundo sentidomstico y le incit a l a prestar msatencin a las cosas divinas. Juntosbuscaban la Verdad y, finalmente, la

  • revelacin divina en las embrolladasprdicas de los sencillos y piadososperegrinos del pueblo.

    Juntos resolvan todos los problemasy preocupaciones del Zar. Para no dejarningn resquicio a otras intervenciones,la Zarina comparta todos suspensamientos, y consigui el findeseado: que el Zar no tuviera msinfluencia que la suya. As logr venceral mundo enemigo y extrao de losprncipes, duques y favoritos. Y desdehaca veinte aos mantena esta victoria.

    Y de pronto, en el problema msimportante, ms trascendental, de suvida, se ve apartada a un lado. Todo loque haba construido en largos aos se

  • derrumba en un instante. Ni por un solomomento ha pensado el Zar en pedirleconsejo; ni siquiera le ha dicho una solapalabra acerca de su resolucin. Ahoravuelve a ser lo que haba sido: unaextranjera; ahora el fantasma de Rusia seinterpone de nuevo entre ambos. Sabe loque va a ocurrir: as como durante laguerra ruso-japonesa la llamaban lainglesa, ahora la llamarndespectivamente la alemana. Lequitarn al Zar. Lo rodearn losprncipes, los generales, los ministros, yanularn la influencia de ella porcompleto.

    Esta guerra ha sido una gran derrotapara ella. Y he aqu que el nico ser que

  • podra comprenderla, aconsejarla,ayudarla quizs, el hombre de Dios,Grigori, yace en un lecho, entre la vida yla muerte, all en Siberia.

  • CAPTULO IV

    CONTRASTES

  • Gran Duque Nicolai Nicolaievich, primosegundo de Nicols II y ComandanteSupremo del Ejrcito Imperial Ruso

    (1914 - 1915)

  • D esde el alba se vieron en todas lasesquinas de San Petersburgobandos con la orden de reclutamiento, locual transform por tercera vez elaspecto de la ciudad desde la llegadadel Presidente de Francia.

    La visita de Poincar a Rusiacoincidi con una ola de huelgas. En lostalleres Putilov, los obreros habanorganizado una manifestacin desimpata hacia los huelguistas de loscampos petrolferos de Bak. La policautiliz las armas, y la refriega cost lavida a algunos trabajadores. Al dasiguiente, noventa mil hombres sedeclararon en huelga en seal de

  • protesta. En todas las fbricas seformaron grupos de manifestantes que, alcomps de cantos revolucionarios yenarbolando banderas rojas, recorranlas calles, apedreaban los puestos depolica, atacaban a las patrullas queencontraban al paso, volcaban tranvas ycamiones y levantaban el empedrado.

    Con el fin de que Poincar pudieradisfrutar sin impedimentos de la visinde unas calles engalanadas y repletas deun pblico entusiasta, la tropa ocuptodos los puentes y la polica acordontodas las vas de trnsito que conducana los suburbios. El levantamiento de losobreros iba dirigido especialmentecontra el husped del Zar, contra la

  • Francia libre que con su dineroayudaba a aplastar la revolucin. Antelas puertas de San Petersburgo sepreparaba una gigantesca manifestacinde protesta.

    Pero la Ochrana no se dorma. Lanoche anterior a la manifestacin fuerondetenidos todos los miembros delcomit de huelga. Y a la maanasiguiente, o sea el octavo da de huelga,en las puertas de todas las fbricas ytalleres aparecieron carteles conrdenes como sta: Prohibidas lasmanifestaciones y asambleas, formacinde grupos y toda clase de reuniones.

    Las calles de los distritos obrerosparecan muertas. Tiendas y tabernas

  • estaban cerradas. Se haba prohibido alos trabajadores salir de sus casas,permitindolo solo a las mujeres. Lostalleres despidieron a todo el personal.

    De pronto se oyeron nuevamente lassirenas de las fbricas y se invita a losobreros a que se reintegren al trabajo,asegurndoles que no se tomarnrepresalias. Pero cuando losasombrados trabajadores llegan a sustalleres, cuando los suburbios empiezana recobrar su acostumbrado aspecto,aparecen nuevas manifestaciones, estavez en el centro de la ciudad, en oleadasregulares, espontneas, y recorren lascalles en todas direcciones. Llevan labandera nacional, iconos y fotografas

  • del Zar. Pasan ante la Embajada deServia y los ministros cantando loshimnos nacionales ruso y servio ylanzando hurras. Despus se dirigen a laEmbajada de Francia y cantan LaMarsellesa ante el edificio. Ni auncuando entonan este himnorevolucionario, prohibido en Rusia,interviene la polica.

    El da de la movilizacin, estasmanifestaciones adquieren unagrandiosidad inusitada. La policaacompaa a las comitivas y lostransentes han de quitarse el sombrerocuando pasan. Llegan, siempreacompaados por la polica, a lossuburbios, y as se encuentran con otros

  • grupos que desfilan ostentando banderasrojas. De momento hay algunasescaramuzas, pero despus se sabe quelos manifestantes de las banderas rojasson trabajadores reservistas que,cantando himnos revolucionarios, sedirigen a los puestos de polica dondedeben concentrarse los movilizados.

    Las comitivas que ostentan banderasnacionales y efigies del Zar se imponencada vez ms y se van engrosando acada momento con gentes de distintasprofesiones que se unen a ellas a medidaque van recorriendo las calles. Unatardecer, una manifestacin muynumerosa se para delante de laEmbajada alemana. Las primeras

  • pedradas rompen los cristales de lasventanas, y al cabo de unos minutos sefuerza y se consigue abrir la pesadapuerta de hierro. En seguida se ve todoel palacio iluminado y la muchedumbrerecorre el edificio destruyendo mueblesy arrancando cortinajes y tapices. Todova a parar a la calle a travs de lasventanas rotas: cortinas hechas jirones,objetos preciosos de cristal y porcelana,actas y documentos, absolutamentetodo. De la valiossima coleccinprivada de esculturas del Renacimientoperteneciente al conde Pourtales elembajador alemn no queda ni unafigura en pie. En el patio arde una granhoguera y all se consume el retrato del

  • Kiser que presida la sala derecepciones. La bandera rusa ondeasobre el palacio, y el colosal grupoescultrico El domador de caballos,que coronaba la fachada del monumentaledificio, se derrumba con espantosoestruendo y se convierte en un montn deruinas en medio de la calle. Entre tanto,se han subido de la bodega lasabundantsimas provisiones dechampaa y se destruyen las botellas.Entonces se forma de nuevo lamanifestacin. Los cuadros del Zar y laZarina que se han encontrado en lossalones de la Embajada la presiden, ycantando el Bosche Zarja chrani[8], losmanifestantes emprenden la marcha.

  • * * *

    El Zar tiene en estos momentos una solapreocupacin: sus tropas. La enormeextensin de las fronteras exigir lacreacin de varios frentes, de variosejrcitos. El plan militar prev inclusola existencia de mandos independientesen los distintos sectores, a los que elCuartel General d tan solo las normasdirectivas en lneas generales. Qucontrariedad! El Zar hubiera deseado iral frente de sus soldados al campo debatalla como fueron sus antecesores; ircon sus fuerzas de una ciudadconquistada a otra. Ahora sern sus

  • generales los que disfruten de esteplacer, mientras l se limitar a ir deZarskoie Selo a una pequea ciudadpolaca, donde le llevarn diariamenteinformes tediosos y ridas columnas denmeros que l tendr que escuchar.Afortunadamente, no durar muchotiempo este estado de cosas. Deningn modo ms de medio ao!, le hanasegurado; y por este precio pasar ala posteridad (tambin esto le han dicho)con el nombre de "Libertador de laEsclavitud".

    Su Majestad no debe estar atadapor obligaciones militares en el frente,cuando en la retaguardia, en todo elpas, la situacin poltica es

  • insegura.El Zar est muy impresionado. Es

    que el Consejo de Ministros no leconceder ni siquiera el mando delCuartel General? Esto no puede ser; elZar de Rusia se debe a su ejrcito!

    En todos los rostros hay una negativay el anciano presidente del Consejotiene lgrimas en los ojos.

    El ministro de la Guerra no ha dichonada todava. Sujomlinov no hacontrariado nunca los deseos de suEmperador. Y ahora se proponaapoyarlo tambin! Pero Sujomlinovha contado siempre con que el Zartomara el alto mando del ejrcito.Entonces l le acompaara y, como

  • ministro de la Guerra, sera el lazo deunin entre el Zar y el Estado Mayor yentre el Zar y toda Rusia Pero si elZar no toma el alto mando, no es lmismo, Sujomlinov, el que ha de seguirinmediatamente su destino? El primerartculo dice: Al jefe del EstadoMayor, ninguna persona ni institucinpodrn darle rdenes ni pedirlecuentas. Una bonita manera de reforzarel aislamiento a que lo han condenadoSasonov y sus secuaces En estascondiciones, debe l oponerse a lavoluntad del Consejo de Ministros?

    Majestad, el ejrcito seconsiderara dichoso de teneros porjefe.

  • Los ojos del Zar se iluminan.Pero en las actuales condiciones

    polticas no me atrevo a contradecir laopinin de mis colegas. Rusia entera eshoy la retaguardia del frente y la reservadel ejrcito.

    El rostro del Zar, a pesar del grandominio que posee de s mismo pornacimiento y por educacin, se contraede ira.

    Sus propios ministros en contra del! Hombres a los que l haencumbrado y puede hacer volver a lanada en cualquier momento!

    Pero no; en realidad, l no puedeobrar as. Y ellos lo saben muy bien.Siempre que ha destituido a unos

  • ministros para poner a otros, hatropezado con las mismas dificultades.La nica pasin de esos hombres, elnico fin que han perseguido, ha sidocobrar fama y de ningn modo servir altrono con una absoluta entrega de smismos. Todos han buscado lapopularidad y, para ello, le han inducidoa llevar a cabo numerosos planes yreformas, valindose de todos losmedios para ganar su voluntad ydominarla.

    Rusia entera la retaguardia? Deacuerdo; el ministro de la Guerra sedar perfecta cuenta de estacircunstancia. Su ms acrrimo enemigoen asuntos militares es Nicolai

  • Nicolaievich.Entonces, nombro a mi to, el

    Gran Duque Nicolai Nicolaievich,generalsimo de los ejrcitos!

    Al Zar le inquieta profundamente elhecho de privarse de tanto poder paraponerlo en manos de su to. Su carcterdominador constituye un peligro. Siempezara a sentir la pasin del poderPero hay que descartar esta posibilidadsi quiere llevar adelante su decisin.

    Mi to, el Gran Duque, toma bajosu mando el Estado Mayor constituidopor el ministro de la Guerra. Su poderqueda limitado exclusivamente a losasuntos de orden militar en los diversosfrentes.

  • En la retaguardia queda toda laburocracia y el ministro de la Guerra. Elequilibrio entre las diversas fuerzas semantiene y el Zar tiene las riendas de lasituacin. Esto da lugar a que se sientade mejor humor. Ahora habr deprocurar no comprometerse a nada! Losministros tienen que redactarinmediatamente un decreto en virtud delcual la autoridad del Zar sobrepase ladel Consejo de Ministros para laresolucin de asuntos urgentes.

    De todas maneras, yo pasar lamayor parte del tiempo con mi ejrcito.Visitar los hospitales y quiz cambiede idea y decida ponerme al frente demis soldados Quiero decir con esto

  • que mi resolucin no es definitiva.El Zar muestra un humor excelente.

    Podr convivir ms estrechamente consus soldados que si hubiera asumido elmando supremo. Al fin y al cabo,tambin en la campaa contra Napolenhubo un mariscal, Kutusov, y l quiereque todo sea igual que en 1812

    Por orden suya se traslada al Palaciode Invierno la imagen milagrosa de laVirgen de Kazan, ante la cual or elmariscal Kutusov antes de emprender labatalla contra Napolen, y en la galerade San Jorge se celebra un oficiosolemne al que asisten miles de oficialesy nobles. El Zar ora fervorosamente,abstrado por completo. La Zarina est a

  • su lado, erguida, inmvil, con losazulados labios apretados fuertemente.Miradas desconfiadas le rodeanEstar orando por Rusia? No seguirsiendo, en el fondo, una alemana?

    Su mirada se pierde en el vaco. Ve,en un imaginario cuartel general del Zar,a todos los Grandes Duques, a un sinfnde militares y cortesanos; presiente lasinfluencias extraas, la red de intrigasque lo envolver y lo apartar de ellaPor cunto tiempo? Cundo acabar laguerra? A veces cierra los ojos,agotada, y entonces su rostro marchitosemeja una mscara mortuoria. Otrasveces reza. Sus labios murmuran laspalabras de las oraciones mientras

  • interiormente llega a una conclusin.Todava no est vencida, todava estdispuesta a seguir luchando! Construirhospitales, trabajar como enfermera, yentonces, entonces estar donde estNiki. Si esta guerra durase mucho Noquiere ni puede perderlo!

    Despus del oficio divino, elsacerdote lee el manifiesto, y el Zarpronuncia despacio, solemnemente, convoz conmovida, el juramento de Alejandro I: no aceptar la paz mientrasquede un enemigo en el santo suelo deRusia.

    A pesar de que todava no hayningn enemigo en el suelo de Rusia, eljuramento entusiasma a los oficiales.

  • Sus vibrantes vivas se transmiten a laplaza de Palacio, donde esperan miles ymiles de personas con banderas, iconosy retratos de los Zares.

    El Zar aparece en el balcn, seguidode la Zarina. La muchedumbre cae derodillas y el himno ruso Dios proteja alZar llega hasta el cielo.

    El Emperador piensa que esteentusiasmo viene de lo ms hondo delcorazn ruso. Est emocionado, sesiente identificado con su pueblo. Trasunos momentos de vacilacin, decidehablar, decir

    Se adelantaHurra! Viva el Zar!Los gritos no cesan. El Emperador

  • levanta la mano.Hurra! Viva el Zar! Viva

    Rusia! Viva el Zar!l espera, nervioso, pero el gritero

    no acaba nunca. Cuando empieza aceder, desde diversos puntos de la plazase renueva con creciente energa,arrastrando a los dems

    Por lo visto, en las disposiciones dela polica no estaba previsto un discursodel Zar.

    ste, decepcionado, se encoge dehombros, vuelve la espalda y las puertasdel balcn se cierran tras la real pareja.

    * * *

  • En esta hora de dura prueba para lapatria, olvidemos nuestras disensionesinternas Que la unin entre el Zar ysu pueblo sea cada da ms fuerte yprofunda!

    El Gobierno se pone al lado delpueblo! As entienden los diputados elmanifiesto, y en la sesin de la Duma,que se ha convocado excepcionalmente,aplauden al presidente del Consejo deMinistros, Goremykin. Los exiliados enFrancia y Suiza regresan a la patria yescriben entusiastas arengas, llamando atodos a la Guerra Nacional.Mahometanos, judos y otras minorasraciales oran en sus mezquitas y

  • sinagogas en demanda de la victoria eingresan como voluntarios en el ejrcito.

    La llamada a Polonia Ha llegadola hora de que veis realizado el sueode vuestros padres y abuelos!Borremos las fronteras que handividido el suelo polaco!, no deja lugara dudas. Una Polonia autnoma bajo elcetro de los zares ser el precio quepagar Rusia para que en esta guerra lesirva de campo de batalla. Pero porqu este manifiesto lleva solamente lafirma del jefe supremo del ejrcito?Porque es tambin para los polacos deGalitzia y Posen, y el Zar no puededirigirse a aquellos que todava no sonsbditos suyos, aclara Goremykin.

  • Pero el verdadero motivo era otro:Rusia era aliada de las democraciasoccidentales, luchaba contra lahegemona del yugo alemn y por lalibertad de los pueblos esclavizadosDe modo que no se poda representarante el mundo, por una parte, el papel delibertador de polacos del extranjero,mientras por otra se sojuzgaba a los quedependan de Rusia. En Pars y enLondres vivan muchos que haban huidodel terror ruso. El ministro de AsuntosExteriores exiga la solucin de esteproblema.

    No dudo de que Polonia est yamadura y en condiciones de gobernarsea s misma dijo irnicamente

  • Goremykin, pero no creo que talautonoma sea de ningn provecho paraRusia. Lo que puede afirmarse es quesera un ejemplo peligroso para losdems pueblos sometidos al Imperio

    El ministro de Justicia,Stcheglovitov, encontr una salida. Unmanifiesto firmado por el Zar habrasido un compromiso, pero se redactuno que firm el generalsimo, cuyopoder se limitaba a los asuntos delfrente. Ante los aliados podradivulgarse sin obstculo alguno talmanifiesto, pero en el pas En el pas,las redacciones reciben la orden de nomencionar en absoluto la palabraautonoma en sus comentarios. El

  • gobernador general de Polonia aclara alos representantes de las provincias quelos conceptos expresados en elmanifiesto son prematuros, que nopueden tener todava una aplicacinprctica y que no hay que abrigarninguna esperanza hasta la terminacinde la guerra.

    El manifiesto del Zar ha proclamadola unin con el pueblo. Esto quiere decirque el pueblo tiene que abandonar sulucha insensata contra el Gobierno ycolaborar con l. Los revolucionariosreintegrados a la patria son detenidos,encerrados en crceles, interrogados,juzgados por el delito de ofensa a SuMajestad en anteriores escritos y, por

  • tal motivo, enviados a Siberia.Solamente pueden volver a las fbricaslos trabajadores sin antecedentespolticos. El xito obtenido por estosmedios da la razn al Gobierno: en lostalleres Putilov, que anteriormentehaban sido la hoguera revolucionaria deSan Petersburgo, se trabaja da y noche.Espontneamente, los trabajadoresterminan y entregan en once das, en vezde treinta, los pedidos del ejrcito.

    Lo que ms influye en las masas ms que el patritico llamamiento a filasy ms que las medidas tomadas por elGobierno es la repentina lluvia dedinero. El Gobierno se ha llevado alcampo de batalla a unos cuantos

  • millones de maridos e hijos de losciento ochenta millones de habitantes deRusia, pero, a cambio de ellos, harepartido cuantiosas riquezas. Cuando eldolor del ltimo abrazo est casiolvidado y los que quedaron vuelven asus ocupaciones habituales, empiezapara ellos la experiencia de una nuevafase de la guerra. El miedo de que elcierre de las fronteras motive laimposibilidad de vender los productosde la tierra se convierte en alegra antelos compradores que pagan al contado lacosecha todava por recoger y las resesque estn an en el establo Locompran todo en grande y ofrecenprecios que los campesinos no podan ni

  • siquiera soar. Adems, los labradoresno se pueden gastar todo el dinero enbebida, porque el Gobierno haprohibido la venta de vodka y ellos nosaben an fabricarla. De aqu queadviertan que, aun teniendo dinero,viven miserablemente y no pueden ni tansolo emborracharse.

    Un ejrcito de millones decampesinos se vuelca materialmentesobre las ciudades y lo compra todo:vajilla, telas, vestidos, joyas, artculosde lujo, trajes. No hay para ellos nadaque no puedan comprar. Las ciudadesrebosan de gentes dispuestas a gastar,los almacenes se vacan y la industria nopuede fabricar todo lo que se le pide. Se

  • agotan las existencias y el compradorsigue pidiendo genero. Cualquier precioparece razonable. Se gana el dinero aespuertas y el vendedor puede satisfacertambin todos los gustos. Los lugares dediversin y los restaurantes estn llenosa rebosar, y diariamente se inauguranotros, como setas que brotan de la tierra.Rusia vive como nunca!

    Quin se acuerda de lo queverdaderamente ocurre all lejos en elOeste, adnde se dirigen trenesinterminables con soldados, ganado,vveres y provisiones?

    Pronto vienen de all otros trenes.Son los mismos vagones de ganado,pero ahora salen de ellos blasfemias y

  • gemidos. Los heridos yacen sobre lastablas del suelo, sin tener bajo suscuerpos un poco de paja que les sirva dejergn, ni encima un trapo que haga lasveces de manta, y mostrando vendajesde urgencia que ellos mismos sepusieron en el campo de batalla. Pasandas enteros padeciendo hambre y sed.No se permite al personal de la CruzRoja ni de otras organizacionessanitarias voluntarias la entrada a laestacin, y mucho menos a los vagonesdonde estn los heridos, pues laspatrullas de Sanidad no quieren que elpersonal civil vea que no solamente lesfaltan coches y animales, sino tambinlos ms sencillos vendajes.

  • Es de muy buen tono ir al frentecomo enfermera de la Cruz Roja. Lazona de la retaguardia se llena no depersonal instruido y adiestrado, sino desobrinas de generales, jvenesbaronesas y muchachas emparentadascon diputados de la Duma. La situacinde las tropas de Sanidad llega enseguida a conocimiento de los crculosimportantes y se expone al presidentedel comit de Petrogrado, que es nadamenos que el presidente de la Duma.Rodsianko visita inmediatamente a laEmperatriz madre, que es la dirigentesuprema, y escribe a NicolaiNicolaievich, con lo que se consigueque todo el Cuerpo Sanitario quede bajo

  • el mando y la tutela del Prncipe deOldenburgo. Ahora trabajan todas lasorganizaciones conjuntamente, pero losheridos tienen todava que andar muchoskilmetros para llegar a las ambulanciasde la Cruz Roja desde los hospitalesmilitares, y luego los dejan tendidos enlos andenes, expuestos al fro y enmedio de la suciedad, porque elPrncipe de Oldenburgo ha ordenadoque se transporten exclusivamente envagones sanitarios y estos vagonesescasean y, adems, permanecensemanas enteras en vas muertas aconsecuencia de discrepancias ypuntillos.

    Se hacen la competencia unos a

  • otros hasta extremos insospechables. Elembajador francs Maurice Palologue,por ejemplo, sabe que el plan militarprev una ofensiva en Galitzia y unatctica de defensa en la fronteraalemana, en espera de que lleguen lastropas de Siberia, y, por orden de suGobierno, corre a entrevistarse con elministro de la Guerra.

    Salve a Francia del asalto deveinticinco divisiones alemanas! SiFrancia no las detiene, los alemanascaern sobre Rusia y ustedescompartirn nuestro destino!

    Sujomlinov calla. Se habaapresurado a ir personalmente a felicitaral Gran Duque por su nombramiento de

  • jefe supremo del ejrcito. NicolaiNicolaievich lo recibi muyamistosamente, le dijo que habaorganizado la movilizacinmaravillosamente y le prometi unacondecoracin, pero, por lo dems, niuna palabra. Sus planes referentes aldesarrollo de la guerra, sus ideas sobreestrategia militar, ni los mencionsiquiera. Tendr que confesar alembajador francs que la guerra estfuera del campo de accin de suministerio?

    Palologue asedia al ministroSasonov:

    Nuestra convencin militar exigeque los rusos emprendan una ofensiva

  • contra la parte oriental de Prusia pararetener de cinco a seis divisionesalemanas. Dnde se esconden sustropas? Es que piensan dejar a Franciaen la estacada?

    El ministro de Asuntos Exterioresprocura esquivar el asunto:

    Ni Su Majestad ni Su Alteza Realolvidarn jams lo que debemos aFrancia.

    Pero el embajador francs se colocael monculo enrgicamente y exige unarespuesta concreta. Sasonov tiene queconfesar:

    Nuestras tropas estn muydiseminadas todava. Nuestro sistemaferroviario es insuficiente. El general en

  • jefe del frente del Noroeste, Gilinski, semuestra contrario a un ataque, pues veen los lagos Masurianos una esponjacapaz de absorber un ejrcito entero. Ynuestro jefe de Estado Mayor comparteesta opinin.

    Palologue est tan horrorizado, quedurante unos instantes mueve los labiossin que de ellos salga sonido alguno. Subigote, cortado a la inglesa, se erizaantes de que pueda expresar sussentimientos:

    Es que desea usted que elejrcito francs quede destruido?

    Sasonov procura apaciguarlo:En el Cuartel General tenemos

    dos partidos. Si el jefe de Estado Mayor

  • es contrario a la ofensiva en Prusiaoriental, seguro que el mariscal de Logisse mostrar partidario de ella. Y suopinin est siempre ms de acuerdocon el punto de vista del Gran Duque. Leaconsejo que se dirija a ste.

    Al fin recibe Palologue de labiosde Nicolai Nicolaievich una respuestadefinitiva:

    Mi plan es ste: ofensiva enPrusia oriental, ataque a Galitzia y unejrcito en Polonia preparado paraasaltar Berln tan pronto como las demsfuerzas hayan vencido al enemigo. Noesperar a haber concentrado todas lastropas. Tan pronto como me sienta lobastante fuerte, atacar. Esto es una cosa

  • muy sencilla.El Gran Duque no atiende las

    razones del jefe del Estado Mayor nihace caso de las advertencias deGilinski. Da la orden de atacar Prusia,por el Este con el ejrcito mandado porRennenkampf y por el Sur con eldirigido por Samsonov.

    Rusia entera acoge con enormejbilo el avance de Rennenkampf. Secelebran ceremonias religiosas enaccin de gracias por la victoria, y elgeneral y el Gran Duque adquieren unagran popularidad. Entonces emprende laofensiva el ejrcito de Samsonov.Rennenkampf se dice que no tiene porqu compartir sus laureles con

  • Samsonov y deja descansar sus tropas,sin importarle que Samsonov contineavanzando Las divisiones deSamsonov quedan cercadas y destruidasen Tannenberg. Veinte mil bajas entremuertos y heridos, noventa milprisioneros, prdida de toda la artilleray suicidio de Samsonov.

    Rennenkampf tiene que huir a todaprisa, abandonando su ejrcito, que esaniquilado en los lagos MasurianosPero l es el hroe de hace unos das yno es prudente sembrar en el pueblo ladesconfianza en sus caudillos. Sedestituye a Gilinski, que siempre predijoeste desastre, y Rennenkampf queda ensu sitio.

  • El Gran Duque dispone que contineel avance contra Galitzia con todas susfuerzas. La conquista de la ciudadabierta de Lemberg se celebra como unagran victoria y al general Russky se leconsidera como hroe nacional, a pesarde que Nicolai Nicolaievich debiformarle consejo de guerra por no habercumplido las rdenes del jefe de EstadoMayor del frente del Sudoeste,Alexeiev, que le mand avanzar por laespalda del ejrcito austraco. El ataquea Lemberg ha hecho fracasar porcompleto el plan estratgico deAlexeiev, que quera envolver alejrcito enemigo. Ahora tienen losaustracos el camino libre para la

  • retirada, pero su persecucin puedepresentarse al pueblo como una serie devictorias, apartando as su atencin delos desastres de la campaa de Prusia.

    Cuando empiezan a extenderse losrumores de estas derrotas, ya puede elejrcito vanagloriarse de las victoriasde Lemberg y Przemsyl, presentndolascomo una prueba de la eficiencia conque dirige la guerra el alto mando.Huelga decir que hay que buscar unajustificacin a la derrota en Prusiaoriental. La palabra traicin empiezaa correr de boca en boca, y mientrascirculan rumores de generales fusiladosy de aviadores que durante la nochellevan informacin al campo enemigo, el

  • ejrcito entrega traidores a docenas. Sonjudos. Judos los que han recibido conpan y sal a los alemanes que seretiraban. Judos los que, simulando unentierro, han entregado a los alemanesun atad lleno de oro

  • CAPTULO V

    LOS AYUDANTES DE DIOS

  • Anna Alexandrovna Virubova (izquierda)con su hermana vestidas para un baile en

    1903

  • A qu Tschervinskaia. Rasputn estotra vez en Petrogrado, MijailMijailovich. Andronnikov emiti unsilbido de sorpresa.

    Dnde est?En su casa. Tiene que guardar

    cama todava.Muchas gracias, Natalia

    Ilarionovna. Voy en seguida a verle.Andronnikov colg el aparato.

    Desde que Tschervinskaia, con ayuda del, se haba jugado toda su fortuna, leera sumamente til. Los servicios queella le prestaba valan diez veces msque la proteccin material que l leotorgaba a ella, siempre a costa de sus

  • amigos. Ella le haba proporcionado elmaterial para los libelos contra KatiaSujomlinova, ya que, por ser prima desu primer marido, conoca todas lasintimidades de este matrimonio. Tena,adems, todo el da disponible parachismorrear en los salones de SanPetersburgo, y le informabadetalladamente de las historiasescandalosas, hasta el punto que a vecesincluso l se sorprenda de lo que sabaaquella mujer. Le enteraba al momentode cualquier novedad importante. Ahoramismo acababa de prestarle un servicioextraordinario, pues para l erasumamente interesante ser el primero enhablar con Rasputn y tener una

  • impresin de lo que de l se podaesperar.

    Andronnikov se acicalcuidadosamente y se visti de uniforme,pues saba que Rasputn, desconfiadocomo todo campesino, solo recibacomo amigo a aquel que lo visitabaoficialmente, presentndose de uniformey no de paisano. Despus cogi sucartera, la cual estaba siempre tan llenay l saba llevarla de tal modo, quepareca repleta de los msextraordinarios secretos de Estado.Incluso el Ministro del Interior,Maklakov, lleg a sentir una vez talcuriosidad por el contenido de estacartera, que se la hizo robar por la

  • polica secreta. El chasco que sellevaron los agentes de la Ochrana fuemaysculo cuando solo encontraron enla cartera peridicos viejos. Adems,Andronnikov supo sacar partido de ello.Al da siguiente se exhibi en todaspartes con una cartera todava msabultada y explic a todos que, gracias asus muchas relaciones, haba tenidonoticia del plan de Maklakov y habaregalado la cartera llena de peridicos ala polica. Pero mis papeles, y aldecir esto daba unos golpecitossignificativos a su nueva cartera.

    Pero esta vez Andronnikov no fue elprimero.

    A la cabecera de Rasputn estaba

  • sentada una mujer corpulenta y pesada,con un rostro de puro tipo eslavo,redondo, de tez rosada y brillante y ojosclaros y radiantes de alegra. Reconocial punto a Anna Virubova. Seguramentehaba aburrido a Rasputn con sushistorias, porque ste la interrumpi alver entrar a su amigo, al que saludalegremente.

    Buenos das, prncipe! Ven aqu;dame un beso. No esperabas volver averme sano y salvo, verdad? Bueno,todava no lo estoy del todo. Qu traesah, un icono? Eres muy amable. Con laayuda de Dios triunfaremos de toda lagente mala, verdad, Anna? No sabesquin es ste? El prncipe Andronnikov.

  • Habrs odo hablar mucho de l.Andronnikov bes galantemente la

    mano de Anna Virubova.Espero que solo sabr cosas

    buenas de m, Anna Alexandrovna.Nada de eso! nicamente he odo

    cosas muy malas aclara ella, resueltay francamente. Me han prevenido encontra suya!

    As ocurre siempre a los hombresque, por nuestro cargo, estamosobligados a poner el dedo en las llagasde la sociedad respondiAndronnikov defendindose del ataquecon elegancia y dignidad.

    Pero usted no tiene ningn cargo!Hay cargos que no los recibimos

  • de los hombres, sino de Dios, AnnaAlexandrovna. Nuestro amigo tampocotiene ningn cargo pblico, y ustedmisma tampoco lo tiene. Los tresestamos en la misma situacin. Somosayudantes de Dios! Lo que usted erapara Sus Majestades, lo soy yo para losministros. Y les entrego un icono cuandotoman posesin de un cargo pblico, afin de que encuentren en la oracin lasfuerzas necesarias para obrar bien y conjusticia. Y cuando se apartan del buencamino, voy a visitarles de nuevo paraprevenirles.

    Anna Virubova se haba quedadopensativa.

    Qu bien lo ha dicho usted,

  • prncipe! Ayudantes de Dios! Tengoque contrselo a Su Majestad; le gustarmucho. Visteme alguna vez dijolevantndose. Me parece que tambinusted es injustamente calumniado por lamala gente y creo que es mejor de lo quesu fama pregona Ayudantes deDios! Una expresin perfecta. Vengausted a menudo a mi casa, pero telefoneeantes, pues ahora estoy abrumada detrabajo. He aprobado el curso deenfermera y estoy en un hospital. Misheridos me quieren tanto, que si pasa unda sin que vaya a verlos, se ponen fuerade s. Ahora tengo que contar losminutos. Venga a verme y charlaremosun ratito. Pero repito: telefonee primero.

  • Se inclin sobre Rasputn y le bestres veces, segn la antigua costumbrerusa.

    He de decirte todava que laMadrecita se alegra mucho de que estsaqu de nuevo. Tienes que levantartepronto y venir a vernos. Baby estenfermo otra vez; tiene la rodillahinchada. En esto habrs de ayudarnos.Ya vers cuntos cambios hay en nuestracasa.

    La puerta se cerr tras ella yRasputn respir aliviado:

    No puedes figurarte lo aburrida ypesada que se ha vuelto esa mujer.Horas enteras hablndome de suhospital, de sus heridos, y no le he odo

  • una sola palabra sensata.Andronnikov hizo una mueca

    significativa.A veces ha de tener uno paciencia

    con sus amigasRasputn lo mir con desconfianza.

    No le gustaba el tono del prncipe.Recapacit un poco, y entonces se diocuenta de lo que Andronnikov habaquerido decir.

    Oye, prncipe; t crees, por lovisto, que yo tengo cierta clase derelaciones con esa mujer. Pues teequivocas. Yo quiero mucho a Anna;tiene un gran corazn y es muyresignada. Pero en cuanto a eso otro quet supones, no es verdad. Nunca he

  • tenido nada que ver con ella. Quin teha contado esa mentira?

    Andronnikov intent desviar laconversacin:

    Se dicen tantas cosas! Se hablatanto de las muchas mujeres que hasseducido!

    Eso s que es verdad. He seducidoa muchas, y de la ms alta sociedad.Todas tuvieron que humillarse. PeroAnna es distinta. Ella es pura todava,comprendes?

    Esto era ya demasiado, incluso paraAndronnikov. Solt una carcajada.

    Despus de un ao dematrimonio?

    Rasputn se enoj.

  • No te ras, imbcil! Tambinhubiera podido estar un ao casadacontigo y permanecer pura. Y por eso,porque Dios ya la ha humillado bastante,no deben tocarla los hombres. Yo larespeto, ella es fiel a mi amistad y amaal Zar As debe ser hasta el fin de susdas.

    Andronnikov, que por la fuerza de lacostumbre haba aprendido a entresacarlo esencial de la extraa filosofa deGrigori, se sinti profundamenteinteresado.

    Ama al Zar?Rasputn hizo un gesto afirmativo.S. Eso le ha proporcionado algn

    disgusto con la Madrecita, pero yo le he

  • dicho a la Emperatriz que no debetenrselo en cuenta, ya que se trata de unamor como el que se profesa a lossantos. Es feliz cuando l le habla,cuando ve una fotografa suya. Alparecer, la Madrecita ya est mstranquila, pero algunas veces sientetodava celos, y entonces es injusta. Yole he prohibido que sea mala con ella; lehe dicho que esto le ofrece una ocasinde humillarse Qu difcil es a vecesconseguir que los hombres seanjuiciosos! Solo he estado ausente un parde semanas y ya habis inventado todasesas historias.

    Sean invenciones o no dijoAndronnikov, te aconsejo que no

  • hables mal de la guerra. La guerra esesta vez una cosa muy querida. Es laguerra del pueblo. Nadie habra dichoque pudiera reportar tantas ganancias.Las cosas han cambiado mucho aqu, telo aseguro.

    Ya lo he notado, ya lo he notadomurmur Rasputn. Pero no hancambiado para bien. Esas ganancias sona costa de la sangre de los dems. Enfin, cuntame, cuntamelo todo.

    Andronnikov fue relatando losltimos sucesos. Rasputn callaba, y surostro se iba poniendo sombro. Se dabaperfecta cuenta de que en la nuevasituacin tendra que afianzar la suya,orientar sus pasos por otros caminos.

  • Hacia dnde? Nicolascha el jefesupremo? Nicolai Nicolaievich y suesposa, la montenegrina, haban sido enotros tiempos sus protectores. Su planhaba sido sacar provecho delmisticismo de la pareja real; colocarcerca de ellos un hombre milagroso quelos dominara y al que sus protectorestuvieran en sus manos. As, NicolaiNicolaievich y su esposa podran, atravs de tal hombre, ejercer suinfluencia sobre el Zar. El plan dioexcelente resultado. Pero cuandoRasputn se sinti poderoso, no quisoseguir siendo un instrumento til paralos dems, y entonces sus protectores seconvirtieron en sus enemigos. Rasputn

  • se veng. Cont a la Zarina que la hijadel Rey de Montenegro anhelaba untrono. Y el Gran Duque y su esposa seconsideraron desde entonces comosospechosos. Pero la guerra deba dehaber transformado tambin todo esto.De otro modo, no era posible que el Zarhubiera dado a su to tanto poder.

    Andronnikov continu:Ahora la cosa va contra

    Sujomlinov. Ni en el ejrcito tienepartidarios. Se dice que l tiene la culpade que las botas de los soldados seantan malas. Katia, su mujer, recibeobsequios de los proveedores, pielescada vez ms costosas, y esto es lo queda lugar a que nuestro ejrcito reciba de

  • dichos seores un material de calidadtan inferior. He escrito a NicolaiNicolaievich explicndole estas cosas.

    Andronnikov escribiendo a NicolaiNicolaievich? Esto es nuevo paraRasputn. En seguida ve el modo deaprovecharse de ello.

    Has hecho muy bien. Se le tieneque informar de lo que aqu sucede. Deotro modo, cmo podra enterarse deestas cosas estando en el CuartelGeneral? Oye, cuando vuelvas aescribirle le dices que ya he vuelto yque quiero ir a verle para hacer laspaces

  • CAPTULO VI

    SUS MAJESTADES

  • Foto oficial del compromiso entreAlejandra y Nicols en 1894

  • L a guerra transform la vida de laZarina por completo. La arrancde la monotona de su vida al procurarlemil nuevas ocupaciones. Visitabahospitales, sola o con el Zar; asista amisas de accin de gracias o splica,reciba audiencias, escuchaba lasinformaciones sobre el empleo de losdonativos recogidos bajo su nombre o elde las princesas, escoga iconos yencargaba otros que distribua a milesentre los heridos, inspeccionaba lostrenes sanitarios que llevaban su nombreo el del Zarevich y conferenciaba conlos jefes de los innumerables comitsque parecan brotar de la tierra a cada

  • momento y que, con los nombres deAlexandra, Olga, Tatiana, Mara yAnastasia, tenan bajo su proteccin alas familias de los combatientes, de loslisiados, de los fugitivos Y adems detodo esto segua un curso de enfermeracon sus hijas mayores y con Anna, y seocupaba con ardor del hospital deZarskoie Selo.

    Pero no poda estar mucho tiempo depie, por lo cual el cirujano tena, aveces, que operar sentado a los heridos,a fin de que ella no tuviera quelevantarse para darle los instrumentos.Tampoco poda ser siempre puntual,pero se enoj mucho una vez que llegtarde y encontr a todos los heridos

  • curados; por eso desde entonces sedejaban varios heridos con el vendajesin cambiar hasta que ella llegaba. Apesar de todo, estaba plenamenteconvencida de que era insustituible yconsideraba que estas actividadesacrecentaban su importancia, ya que susola presencia haca feliz a tanta gente.

    Todo esto llenaba sus das de talmodo que apenas tena tiempo parapensar en su vida privada. Adems, elZarevich se haba dado un nuevo golpeen la rodilla y la tena otra vez hinchada.Y Anna Virubova estaba enferma y sepona insufrible cuando la Zarina dejabade visitarla un solo da

    A la excesiva agitacin de la jornada

  • segua generalmente una mala noche. Suantigua dolencia del corazn, atenuadadurante el da con medicamentos, sehaca especialmente molesta a aquellahora. No poda dormir. Entonces sepona a pensar y se acordaba de supatria, de su hermano Erni, del palaciorodeado por un gran jardn, de todoaquello que ahora, de repente, tena queconsiderar como enemigo. No podaadmitir que las tropas alemanascometieran atropellos y crueldades,como decan los peridicos; solo pensaren ello la atormentaba. Al fin lleg a unaconclusin: separara a los suyos de losprusianos. Fue una buena idea. Desdeentonces compadeca a Erni, a su

  • hermana Irene, a todos sus amigos. Peroodiaba al Emperador.

    Otra preocupacin la acosaba. Sinque hubiera cambiado una sola palabracon Niki sobre ello, la Zarina saba quesu esposo sufra. Su sueo era muyintranquilo, y esto solamente le sucedacuando algo le atormentaba y no lopoda decir. Llevaban ya dos meses deguerra y l no haba tenido todavaningn contacto con su ejrcito: an nohaba visitado a sus soldados. Parecanestar secretamente de acuerdo en notocar este punto, bien saban los dos porqu. Finalmente, su voluntad se impuso yse fij el da de su viaje al CuartelGeneral. Por primera vez en veinte aos

  • estaran separados algn tiempo; l iba aenfrentarse con acontecimientosimprevisibles en los que ella no podatomar parte.

    La Zarina se ha ido preparando paraeste momento desde el da en queempez la guerra; pero no por eso dejade consolarla la idea de que Rasputnest ya completamente restablecido ypueda ir a Zarskoie Selo antes de lamarcha.

    Rasputn se siente todava extrao,algo confuso, en el nuevo ambiente dePetrogrado (que as se llama ahora SanPetersburgo). Se consuela dicindose:Estoy contento porque la guerra nos haliberado de dos males: el alcohol y la

  • amistad alemana. Pero, en el fondo, vecon horror que su influencia est a puntode desaparecer, al estar la gentepreocupada por otras cosas. Por esodice a la Zarina:

    Esta guerra es una grandesgracia, y todava ha de traernos otrosmuchos males!

    Esta vez, como siempre, haexpresado Rasputn los ms ntimossentimientos de la Zarina, pero ella nopuede admitirlo y se domina; le corrigeincluso:

    Esta guerra es grande y santa: esRusia la que est en juego!

    Cuando ella le confa su inquietudpor la marcha del Zar al Cuartel

  • General, a Rasputn le es fcilconsolarla.

    Separarte del Padrecito yquedarte sola ser tu sacrificio porRusia. As debe ser; l tiene que ir a vera sus soldados; su presencia lesinfundir alientos.

    Rasputn se acuerda de que susintentos de aproximarse al Gran Duquehan fracasado. Andronnikov le hatransmitido la respuesta: Que vengaGrischka, que venga! Lo har colgar delprimer rbol que encuentre!. Con unasonrisita maliciosa, Rasputn dice a laZarina:

    La visita del Padrecito al CuartelGeneral servir tambin para que

  • Nicolascha se d cuenta de que sonvanas sus aspiraciones a un trono enPolonia o en Galitzia.

    La Zarina pregunta, interesada:Un trono?Los dedos de Rasputn juguetean con

    su barba.Pero no lo sabas? Si se habla de

    ello en todas partes Ve que laZarina no lo cree, e insiste: El GranDuque no intrigar nunca contra suEmperador, pero ya sabemos loambiciosa y astuta que es su mujer. Ellase imagina que tiene derecho a aspirar aun trono porque es hija de un rey

    La Zarina cree comprender en esteinstante por qu se ha demorado tanto el

  • viaje de Niki al Cuartel General. Y sejura a s misma no volver a retenerlenunca.

    Pero si el Padrecito se mantinefirme y conserva en su poder todo lo queDios ha destinado a l y a su hijo, lbendecir las armas rusas y les dar lavictoria.

    La Zarina lo cree as tambin, perose pregunta si Niki se mantendr firme.Teme al Gran Duque y sabe que al Zar leocurre lo mismo. Cuando al dasiguiente, en el andn, contempla elplido rostro de su esposo, en el que sedestacan los grandes ojos azules, sienteun vido deseo de gritar: Llvame,llvame contigo!. Pero calla, y as, en

  • silencio, sigue con la mirada el tren quese aleja.

    * * *

    El Zar permanece en pie e inmvil juntoa la ventanilla del vagn, y sus ojos nose apartan de la figura que continaquieta en el andn hasta que le esimposible distinguirla. Luego se sientaen su escritorio y enciende uno de losgrandes cigarros que fabricanexpresamente para l con un tabacoespecial. La despedida no le ha sidonada fcil, aunque lo haya demostradotodava menos que Alicia. Siempre queen su presencia se hablaba de los

  • ambiciosos planes del jefe del ejrcito,l desviaba inmediatamente laconversacin, pero lo haca nicamentepor considerar que los miembros de lafamilia real deban quedar al margen detoda crtica. Ahora no est nada segurode cmo se le recibir a su llegada alCuartel General.

    La noche es larga y pesada; eltraqueteo del tren no le deja dormir, ycuando, al fin, consigue conciliar elsueo, el cambio de mquina lodespierta. Se levanta malhumorado. Lamaana, fra y lluviosa, influye en suestado de nimo, aumentando sumalestar.

    Pero cuando entra el tren en la

  • estacin y distingue a lo lejos la figurade su to, cuando ste sube al vagn parasaludarle y sus primeras palabras sonpara anunciarle una victoria en el frente,el Zar se dice que todo son habladurassin fundamento y se siente alegre en elacto. El Gran Duque se comporta comoel seor que muestra las bellezas de supalacio a un husped de alta alcurnia.Luego toman un coche y, a travs de unfrondoso bosque de pinos, se dirigen auna capilla de madera donde sesolemniza la llegada del Zar y lavictoria militar con una misa de accinde gracias. A continuacin se celebra unbanquete de gala, al que asistennumerosos oficiales del Estado Mayor.

  • El Zar no los conoce; para l todos soniguales; pero se ve claramente que ellosse sienten altamente honrados y felicesal compartir la mesa con el Emperador.

    Por la noche, el jefe de EstadoMayor, Januskevich, se cree obligado apresentar al Zar un informe detallado dela marcha de las operaciones. Lareunin se celebra en el tren del GranDuque. El vagn est atestado, el calorse hace insoportable por momentos y elinforme parece no tener fin. El Zar ya nolo escucha ms que a medias. Le llamala atencin que entre los presentes noest Sujomlinov. Se habr escabullidoel muy pillastre?. El Zar sonre.Januskevich interpreta esta sonrisa como

  • una muestra de complacencia y elogiopara su minucioso informe y se sientefeliz por la lisonja.

    Por fin termina la conferencia. ElZar da la mano a Januskevich, le felicitay lleva la conversacin al tema delcalor, de la incomodidad del tren, deltrabajo en el Cuartel General. Luegoexpresa su deseo de que, al menosdurante los das que l ha de pasar all,se distribuya el horario de acuerdo consus costumbres. Ha notado la ausenciade Sujomlinov y llama la atencin aNicolascha sobre ello.

    La expresin del rostro del GranDuque, hasta entonces afectuosa, seensombrece sbitamente.

  • Opino que no debemos apartar alministro de la Guerra de sus deberes enla retaguardia hacindole intervenir ennuestros proyectos y discusionesmilitares.

    El Zar se da cuenta de que se hacometido una injusticia con Sujomlinovy la misma noche pregunta al ministroFrederiks lo ocurrido.

    Majestad, en la lista de laspersonas que deban acompaar aVuestra Majestad en el viaje al frentenot que faltaba el nombre del seorministro de la Guerra. Hice laobservacin de que no podaPrescindirse de l de ninguna manera, y,gracias a mi intervencin, se aadi a la

  • lista el nombre de Su Excelencia. Perose dispuso que viajara en el coche saln.Una deferencia, naturalmente; perotambin una indicacin de que el seorministro de la Guerra no formaba partedel Cuartel General

    El Zar se pregunta si debeemprender la defensa de su ministro,pero comprende que con ello soloconseguira atraer las crticas sobre unRomanov, y se calla.

    A la maana siguiente, el Zar viveun da de Cuartel General. El jefe deEstado Mayor y el jefe del CuartelGeneral le informan sobre el curso delos acontecimientos de la jornadaanterior. El informe es claro y escueto.

  • Nicolascha se inclina sobre mapasenormes llenos de trazos azules, cifras yfechas. Los mapas estn al da; los hanpuesto los dos generales, y Nicolaschapuede saber en el acto qu regimientos yen qu puntos han combatido, y siatacaron o se les atac. Al Zar le pasainadvertido el detalle de que el informees solamente una relacin de hechos. Nose le ofrece una reconstruccin conjuntade estos hechos ni tentativa alguna deconocer los planes del enemigo, lo quepermitira tomar las medidaspertinentes. Con tal concepto de laguerra, no solo los frentes, sino losejrcitos, operan por separado, de modoque no se pueden obtener ms que

  • pequeas victorias locales. Pero estasvictorias locales son tan fciles de ver!El Zar advierte con alegra la facilidadcon que se desenvuelve Nicolascha enestas cosas, y al orle dar rdenes ydisponer esto y lo otro, se dice que, enrealidad, es muy fcil ejercer el altomando. Todo es tan natural como si seprodujese por s solo y no pudieraocurrir de otra manera. Est bien claroque para obtener la victoria solamentehace falta que los generales ejecuten conprecisin rdenes y coloquen como esdebido a los valientes soldados!

    A la hora del desayuno llega alCuartel General el general Russky, elhroe de Lemberg. El Zar se alegra de

  • poder escuchar con todo detalle suopinin sobre la guerra. Russky hace unaexposicin brillante de sus batallas, desus xitos y de sus planes, y el Zar semaravilla de que un hroe de su talla seaun hombrecito plido, delgado, inclusocon lentes. Es completamente distinto delos generales que se ven en los desfilesmilitares, que son los nicos que lconoce. Y para contrarrestar un poco suinsignificancia fsica le nombra generalayudante.

    Entre tanto, el tiempo ha cambiado yhace un da magnfico. Despus deldesayuno, el Zar se deja fotografiar contodo el Estado Mayor y luego da unpaseo a pie. Qu delicia poder caminar

  • por el bosque sin vigilancia! Es todo locontrario de lo que ocurre en Zarskoie,donde se siguen todos sus pasos. Allreina tal quietud, se respira una paz tancompleta, que no puede creerse que enlas proximidades se libren terriblesbatallas y que precisamente aquelapacible rincn sea el centro de ellasPero l no ha ido a recrearse, sino a vera su ejrcito, a sus soldados.

    Deseara seguir adelante, hacia lasciudades por las que se lucha y formanel frente: Kovno, Bialystok, la fortalezade Ossovetz, que acaba de contenergloriosamente un ataque enemigo. PeroNicolascha piensa permitirle solamentevisitar hospitales y pasar revista a

  • tropas que no han percibido nunca elolor de la plvora. Para eso ha hechoun viaje de varios das en tren?

    Por fin, el Gran Duque se veobligado a prepararle una visita aBialystok. Pero la fortaleza de Ossovetzqueda resueltamente descartada y elloirrita al Zar. Sujomlinov lo advierte.

    No deseara Vuestra Majestadvisitar Ossovetz? No desearais honrarcon vuestra presencia a la guarnicinque tan heroicamente ha rechazado elataque de los alemanes? Ve que hapuesto el dedo en la llaga.

    Oh, si yo pudiera!Quin puede oponerse a los

    deseos de Su Majestad? Si Su Majestad

  • da la ordenEl Zar se sonroja.Es que el Cuartel General opina

    queQu puede importarle al Cuartel

    General que Su Majestad visite esafortaleza? Si Su Majestad lo desea, unavez lleguemos a Bialystok, en una horams nos plantamos en Ossovetz.

    S, lo deseo.Sujomlinov revela su plan a

    Voieikov, comandante de palacio, el cualno est en buenas relaciones con NicolaiNicolaievich. Desde la primera estacinse enva un mensaje a Bialystok dandoorden de que se tengan preparados doscamiones para el ministro de la Guerra.

  • Cuando el tren, al rayar el alba, entra enla estacin de Bialystok y un ayudantedel general de la plaza anuncia que loscoches estn dispuestos, con granasombro suyo ve que el Zar desciendedel vagn, pregunta adnde van loscoches y decide acto seguido:

    Yo tambin voy.Un destartalado automvil parte a

    toda velocidad por la carretera,llevando al Zar y al ministro de laGuerra sin escolta alguna. En el segundocoche va Voieikov con un general delsquito. El ayudante corre a la estacinde telgrafos para enviar un despacho alGran Duque.

    En una hora se han cubierto los

  • cincuenta y cuatro kilmetros deltrayecto. El Zar apareceinesperadamente en la fortaleza, observalos desperfectos sufridos por la ciudad,asiste al oficio divino que se estcelebrando en la iglesia, en la que unagranada ha abierto un boquete, y dirigela palabra a la guarnicin en la PlazaMayor. Luego inspecciona lasfortificaciones y, por primera vez en suvida, puede mirar a travs de untelescopio y ver la posicin de unabatera enemiga. Recoge un trocito decasco de granada y se lo lleva comorecuerdo. Est contento de la aventura.En el viaje de regreso se encuentran conuna bifurcacin de caminos y el

  • conductor no sabe cul debe tomar. ElZar dice que posee un perfecto sentidode la orientacin y ordena que se siga elcamino de la izquierda. Solamente a lavista de las primeras chimeneas deBialystok tiene que admitir suequivocacin, y, dando un rodeo, entranen la ciudad por la parte opuesta. Porprimera vez en su vida ve el Zar unapequea ciudad provinciana en un da detrabajo, sin multitudes apiadas nivtores. Le complace que saludencortsmente al general que se sienta a sulado y que a l, un vulgar coronel, no leconcedan ninguna importancia. Laexcitacin que reina en la estacin entrefuncionarios y militares ante la noticia

  • de la desaparicin del Zar y el ministrode la Guerra es la nota culminante de laaventura. Se ha recibido un telegramadel Gran Duque en el que ste afirmaque el Emperador no tiene derecho aexponer su augusta persona.

    Nicolai Nicolaievich conoce alculpable. Sujomlinov ya no podr hacercompaa al Zar en el Cuartel General.Pero el ministro ya se ha buscado otrasocupaciones. Piensa que el viaje serlargo y que durante los das que habrde pasar en el tren le faltar el ejerciciofsico. Por eso dispone que le traigan alvagn un trapecio: as podr hacerdiariamente un poco de gimnasia.

  • CAPTULO VII

    POLTICA

  • Sergei Dimitrievich Sasonov, ministro deExteriores de la Rusia Imperial (1910 -

    1916)

  • L as relaciones entre el CuartelGeneral y el ministro de la Guerrase limitaban a las informacionesprivadas del jefe de Estado Mayor y alas demandas cada vez ms apremiantesde material de guerra y de soldados.Sujomlinov, al principio, segua eldesarrollo de los acontecimientos con unsecreto placer. La movilizacin dirigidapor l haba sido un modelo de orden y,en cambio, en el frente, donde tododependa del Gran Duque, reinaba elcaos, y el mecanismo delaprovisionamiento no funcionaba. Laretaguardia estaba repleta de todo lo quenecesitaba el ejrcito, pero nada de esto

  • llegaba a los combatientes. Por otraparte, para los oficiales era un motivode distincin el despilfarro demuniciones que sus tropas hacan.

    Esto era lo nico que preocupaba aSujomlinov. Rusia era muy grande;posea una cantidad de material humanocapaz de resistir las ms cuantiosasprdidas de vidas; pero cmo podasuministrar las municiones necesarias sise gastaban con tal desenfreno? NicolaiNicolaievich haba dado orden de noeconomizarlas. Tendra que crearnuevas fbricas de armamentos? En estecaso, cuando la guerra terminase, quhara de ellas? Cmo podra defendersu presupuesto ante la Duma? Lo mejor

  • sera hacer los pedidos al extranjero yadvertir al Cuartel General. Al fin y alcabo, Nicolai Nicolaievich no era quinpara llevar semejante rgimen dedespilfarro. Si no condescenda ahora apedir consejo al ministro de la Guerraporque se satisfacan todas susdemandas, quiz tendra que hacerlocuando los suministros escasearan

    Palologue no tena la menor idea deesta situacin cuando se dirigi alministro de la Guerra, despus de haberrecibido una urgente demanda de auxiliodesde Burdeos, donde se habarefugiado el Gobierno francs huyendodel avance alemn.

    Excelencia, la batalla del Marne

  • no ha conseguido un desenlacedefinitivo. Los alemanes avanzan haciala costa. Si toman Dunquerque, tendrnel paso libre hacia Calais y Boulogne, yFrancia quedar aislada de Inglaterra.Cundo empezar la ofensiva rusa?

    Sujomlinov no puede tomar en serioesta pregunta.

    Qu dice usted, Excelencia?Nuestra ofensiva ha empezado hace dosmeses. Nos vamos internando enGalitzia

    A Palologue le disgusta estehombre viejo, calvo y de barba cortadaen punta. Sus modales no son los que sedeben al embajador de una potenciaaliada.

  • Su Excelencia no parece habermecomprendido. He querido decir quedentro de unos cuantos das puedeniniciar una nueva ofensiva en Prusiaoriental las tropas que se hallan enMemel y en Narev.

    Ahora Sujomlinov se asombra deverdad.

    Una nueva ofensiva despus dela derrota que hemos sufrido?Excelencia, sera ms prudente hablarde una retirada. Nos daramos porsatisfechos si nuestras tropasconsiguieran no pasar de Kovno en surepliegue.

    Seor, los alemanes estn asetenta kilmetros de Pars!

  • La conversacin ha tomado ya ungiro desagradable, cuando el ministro dela Guerra, encogindose de hombros,dice en tono violento:

    Hemos sacrificado ya ms dedoscientos cincuenta mil hombres paraproteger al ejrcito francs!

    El embajador de Francia no semuerde la lengua.

    Nosotros los habramossacrificado igualmente para ayudar aRusia. Adems, Excelencia, nosotros nopodemos hacer nada si uno de susgenerales se queda atrs mientras avanzael otro!

    * * *

  • Sasonov recibe a Palologue en unaactitud completamente distinta.

    Desde luego que estamosdispuestos