recinos adrian - pedro de alvarado
TRANSCRIPT
ADRIÁN RECINOS
Conquistador de México y Guatemala
m9
li&:
..¡jiijj!" ¿ ¿¿ ,í ./ ,
•«, £# #.# $ s ; í y.
É^
^¡te^
Digitized by the Internet Archive
in 2011 with funding from
Universidad Francisco Marroquín
http://www.archive.org/details/pedrodealvaraOOreciguat
PEDRO DE ALVARADO(1485-1541)
Conquistador de México y Guatemala
Diseño de portada:
JUAN ANTONIO CANEL
Dibujos de:
JOSÉ NARRO
Derechos de autor reservados
de conformidad con la ley.
IMPRESO EN GUATEMALA, CENTRO AMERICACentro Nacional de Libros de Texto y Material Didáctico —CENALTEX— "José de Pineda Ibarra"
Ministerio de Educación - 1986
ADRIÁN RECINOS
tmminConquistador de México y Guatemala
SEGUNDA EDICIÓN
-CENALTEX-Centro Nacional de Libros de Texto y Material Didáctico
"José de Pineda Ibarra"
19 8 6
Colección Luis Lujan MuñozUniversidad Francisco Marroquín
www.ufm.edu - Guatemala
•..
.
•
I
.""'
5 La presente edición de Pedro de Alvarado,
conquistador de México y Guatemala, del licen-' ciado Adrián Recinos, es fiel reproducción de la
editada en la Editorial Galatea (Fondo de Cul-
tura Económica), México, D. F., en el añode 1952
El prólogo se debe a la colaboración del
licenciado Francis Polo Sifontes, quien gentil-
mente nos proporcionó el ejemplar impreso quenos sirvió de original. —N. de la E.
HOMENAJEDE LA
LA CASA DE LA CULTURA
DE
LA ANTIGUA GUATEMALA
A
ADRIÁN REC 1N O S
EN EL
CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
La Antigua Guatemala, 5 de julio de 1986
5 de febrero de 1985
Señora
Laurita Recinos de García Prendes
2a. calle 23-90, zona 15
Vista Hermosa II, Apto. No. 2
Ciudad
Distinguida Señora:
Me complace presentarle un respetuoso saludo, en nombre de la
Casa de La Cultura de la Antigua Guatemala y en el mío propio, para
participarle que con el propósito de promover un mayor conocimiento y
justa valoración de los principales hechos que conforman la Historia de
nuestro país, y ante la coyuntura de conmemorarse en 1985 el 500o. Ani-
versario del Nacimiento de Pedro de Alvarado, actualmente nos encontra-
mos organizando un conjunto de actividades que permitan alcanzar una
saludable revisión histórica de este tan importante como discutido personaje.
Dentro de ese marco, queremos impulsar la reedición del libro "Pedro
de Alvarado, Conquistador de México y Guatemala" escrito por sui ilustre
padre, el licenciado Adrián Recinos, por considerarse una obra de alto
valor bibliográfico y habida cuenta que después de la publicación de
1952, su circulación se encuentra absolutamente agotada.
Por ese motivo quisiéramos gozar de su autorización y la de su familia,
para realizar al más breve plazo todo lo concerniente al proceso editorial.
Agradeciéndole la gentileza de su atención, permítame suscribirme
muy atentamente.
ÁNGEL ARTURO GONZÁLEZPresidente
Guatemala, 25 de febrero de 1985
Señor Ángel Arturo González, Presidente
Casa de la Cultura de Antigua Guatemala
6a. avenida 3-11, zona 4, 6o. Nivel
Ciudad
Señor Presidente:
Contesto su atenta carta por medio de la cual usted me manifiesta
que la Casa de la Cultura de Antigua entre sus programas tiene el pro-
pósito de promover un mejor conocimiento de nuestra historia a través
de diversas actividades.
Una de estas actividades sería la de conmemorar el 500o. Aniversario
del nacimiento de Pedro de Alvarado y se desea llevar a cabo una re-
impresión del libro escrito por nuestro padre Adrián Recinos titulado
"Pedro de Alvarado, Conquistador de México y Guatemala".
Me es grato informarle que mis hermanas y yo en lo personal estamos
muy complacidas con esta noticia y gustosamente extendemos la autori-
zación que usted solicita para imprimir este libro que hace tiempo se
encuentra agotado.
Deseamos expresar a usted nuestras felicitaciones por el entusiasmo
y buenos deseos que le animan para que la Casa de la Cultura bajo su
dirección desarrolle un programa tan importante y, quizás tan olvidado
hasta ahora, como es el de dar a conocer nuestra riqueza histórica.
Reciba usted mi más cordial saludo,
LAURA RECINOS DE GARCÍA PRENDES
la. calle 23-90, zona 15Vista Hermosa II, Apto 2
La Antigua Guatemala, 1 de marzo de 1983
Señor
Viceministro de Educación
Profesor Edelmiro Rosales
Su Despacho
Palacio Nacional
Distinguido Señor Viceministro:
Tengo el honor de presentarle un respetuoso saludo, en nombre de la
Casa de la Cultura de la Antigua Guatemala y en el mío propio, para
participarle que con el propósito de promover un mayor conocimiento y
justa valoración de los principales hechos que conforman la Historia de
nuestro país, y ante la coyuntura de conmemorarse en 1985 el 500o. Ani-
versario del Nacimiento de Pedro de Alvarado, actualmente nos encontra-
mos organizando un conjunto de actividades que permitan alcanzar una
saludable revisión histórica de este tan importante como discutido personaje.
Una de las más relevantes iniciativas es la de impulsar la reedición
del libro "Pedro de Alvarado, Conquistador de México y Guatemala",
escrito por el ilustre licenciado Adrián Recinos, por considerarse una obra
de alto valor bibliográfico y habida cuenta que después de la publicación
en 1952, su circulación se encuentra absolutamente agotada.
En tal sentido, y gracias a la autorización y el beneplácito de que
gozamos de parre de los herederos del autor —como consta en fotocopia
adjunta—, deseamos contar con su valiosa cooperación a efecto que en
copatrocinio con la entidad editorial de ese Ministerio, pueda contarse
con una nueva edición al más corto plazo, rogándole que previamente
se obtenga el dictamen del caso por parte del Consejo Técnico de
Educación.
Con la confianza puesta en la gentileza de su atención, esperamos
agradecerle oportunamente su apoyo a nuestros esfuerzos en pro del de-
sarrollo cultural de Guatemala.
Por la Casa de la Cultura de la Antigua Guatemala, atentamente,
ÁNGEL ARTURO GONZÁLEZPresidente
CONSEJO TÉCNICO DE EDUCACIÓN
6a. avenida 5-66, zona 1. Edificio "Lucky"
5o. Nivel. Tel: 534278MINISTERIO DEEDUCACIÓN
Or. No. C- 13 1-453 .
RefJP 5/sa d e d c.
Gu»t«mal«, C A.Al conteatir. ilrrtM m«n<ionnnOmtfo T ffíerevi» d« »»«» «'
- - - SEJO TÉCNICO DE EDUCACIÓN: Ciudad de Guatemala, vein-
tiséis de marzo de mil novecientos ochenta y cinco. .
.
ASUNTO:Señor ÁNGEL ARTURO GONZÁLEZ, Presidente
de la Casa de la Cultura, Antigua Guatemala,
Sacatepéquez, informa que tienen el propósito de
conmemorar en el presente año el 500o. Aniversa-
rio del nacimiento de don Pedro de Alvarado yse encuentran organizando un conjunto de activi-
dades que permitan una saludable revisión histó-
rica de tan importante como discutido personaje.
Que entre las iniciativas, está la de impulsar la
reedición del libro titulado "PEDRO DE ALVA-RADO, CONQUISTADOR DE MÉXICO YGUATEMALA", del licenciado Adrián Recinos, el
cual actualmente está agotado.
DICTAMEN No. 121-85:
"El Consejo Técnico de Educación, en cumplimiento a las instrucciones
contenidas en la providencia No. 25-80, procedente del Despacho Vice-
ministerial, informa que ha estudiado la solicitud presentada por el señor
Presidente de la Casa de la Cultura de la Antigua Guatemala, Ángel
Arturo González y que en tal sentido, presenta las siguientes CONSI-DERACIONES:
1. Efectivamente, en 1985 se cumple el V Centenario del nacimiento
del caudillo extremeño Pedro de Alvarado, ocurrido en Badajoz
en 1485.
2. La figura del citado personaje, si bien polémica y contradictoria,
ocupa lugar preeminente en la historia de Guatemala, por razones en
extremo conocidas.
3. Don Pedro de Alvarado y Contreras es, además, el fundador de la
ciudad de Guatemala y también del antiguo Reino de Guatemala,
por lo cual su dimensión histórica rebasa los límites de la discusión.
4. Propiamente, la mejor obra que se haya escrito sobre Alvarado es
—hasta el momento— la que escribió el licenciado Adrián Recinos,
misma que llamó: Pedro de Alvarado Conquistador de México y Gua-temala y la cual se publicó en México, en 1952 por el Fondo de Cul-
tura Económica.
5. La obra antes dicha se encuentra absolutamente agotada, al presenteconstituye una verdadera rareza de biblioteca.
6. El licenciado Recinos fue uno de los hombres más prominentes queha producido Guatemala en el siglo XX. Destacó en los campos de:
La Historia, la Diplomacia, la Política y la Jurisprudencia.
-CONSEJO TÉCNICO DE EDUCACIÓN6a. avenida 5-66, zona 1. Edificio "Lucky"
5o. Nivel. Tel: 534278MINISTERIO DEEDUCACIÓN
Guatemala, C A.
Of. No. C- 15.1 -.45.3......
R»»FP5 /eadsdc.
Al contestar, sírvase mencionar el
número y referencia de esta nota.
7. Es altamente halagador el contar por escrito con la autorización, para
la reedición de la obra, de la hija del licenciado Recinos, señora
Laura Recinos de García Prendes.
8. Es encomiable la idea surgida en el seno de la Casa de la Culturade la Antigua Guatemala, de reeditar la obra mencionada, con lo
cual se llenan varios cometidos, como por ejemplo: homenajear a Pedrode Alvarado, homenajear al licenciado Recinos y poner al alcance
de los guatemaltecos una obra de auténtico valor.
Con base en las consideraciones enumeradas anteriormente, este ConsejoTécnico DICTAMINA:
a) Que considera altamente recomendable la reedición de la obra Pedrode Alvarado, Conquistador de México y Guatemala, del licenciado
Adrián Recinos.
b) Que dicha reedición debe ser hecha en los talleres del Centro Na-cional de Libros de Texto José de Pineda Ibarra, por ser obra del
máximo interés para la cultura y educación de los guatemaltecos.
c) Que felicita a los integrantes de la Casa de la Cultura de la AntiguaGuatemala, por la feliz iniciativa mostrada.
ff. Licenciado Francis Polo Sifontes, Lie. Helio Gómez Lanza, TS. Magdade Herrera, Prof. Amílcar R. Guzmán, TS. Berta Hilda Marroquín deAlcántara".
PROVIDENCIA No. 147-85:
Con el dictamen anterior, vuelva al despacho del señor Viceministro del
Ramo, para lo que tenga a bien resolver.
O L O G C
jf\ INICIOS DE 1985, Ángel Arturo González, el dinámico
y joven Presidente de la Casa de la Cultura de la Antigua Gua-
temala, tuvo la iniciativa de indicarme que en ese año se cumplía
el V Centenario del nacimiento de don Pedro de Alvarado y Con-
teras, fundador de la Ciudad de Guatemala y del Reino del mismo
nombre. Ambos estuvimos de acuerdo en que no debía pasar
inadvertida la fecha y que deberíamos prepararnos a conmemorarla
de alguna manera; una de ellas, fue la idea de dar a prensas, una
segunda edición de la magnífica obra Pedro de Alvarado: Conquis-
tador de México y Guatemala, escrita por el recordado historiador,
político y diplomático don Adrián Recinos, oriundo también de
la ensoñadora Antigua Guatemala. Pensarlo y hacerlo fue todo uno
y puestas manos a la obra, tenemos hoy la satisfacción de poner
en las del lector una obra de auténtico mérito, como lo son todas
las que produjo la erudita pluma de Recinos.
Recuerdo que asistiendo a las aulas de la Carolina, uno de
mis condiscípulos preguntó a un sabio historiador que nos im-
partía el curso de Historia Antigua de Guatemala, por qué razón
no existía en este país un monumento a don Pedro de Alvarado.
La respuesta del maestro fue, que antes que Guatemala, debía
levantárselo España y —agregó— que no era prudente rendirle
homenaje a un hombre a quien Guatemala le debía tan poco.
Pasados aquellos años mozos y llegado a la época de la
reflexión, varias veces he vuelto a meditar sobre esto. Alvarado
fue un hombre que ha sido duramente criticado por muchos his-
toriadores y le han colmado de epítetos, que reprochan su con-
ducta durante las guerras de conquista de estas tierras. Sin em-
bargo, de igual manera ha ocurrido y seguirá ocurriendo, con todos
aquellos hombres destinados a grandes hazañas. ¿No ocurre lo
mismo con la crítica histórica hacia Bolívar, Napoleón o Julio
César? y en el escenario nacional, ¿No sucede lo propio con Mo-
razán, Carrera o Barrios? En el caso de Alvarado, a su conducta
problemática, es preciso añadir otros aspectos que contribuyen
a endurecer el juicio de los historiadores en su contra. Uno de
ellos, es el hecho de que una vez lograda la independencia de
España ¡nuestros países americanos tratando de afianzar su nacio-
nalidad y, a la vez, de justificar sus respectivos movimientos inde-
pendentistas , han exaltado la raíz indígena del pueblo, en forma
a veces exagerada e hiperbólica, olvidando que somos pueblos
mestizos y que el árbol de nuestra historia hunde profundamente
sus dos raíces, una en la América Prehispánica y la otra en España,
con frecuencia olvidamos que nuestro pueblo actual es como una
mezcla de agua con vino, que una vez unidos no habría forma de
separar. Pretender —como algunos quieren— que nuestro ancestro
debe ser sólo indígena, equivaldría a que un hombre que marcha
con sus dos piernas, quiera atribuir a una sola de ellas su loco-
moción, o a un sujeto que teniendo necesariamente dos progeni-
tores, quiera ignorar a uno de ellos y decir que sólo es hijo de uno
de sus padres.
La otra de las razones que dificulta el estudio sereno e im-
parcial de la época de la conquista, es precisamente la Leyenda
Negra, creada y propalada por los enemigos de España, especial-
mente por Inglaterra, nación que está absolutamente inhabilitada
moralmente para acusar a España de haber hecho la conquista de
América a sangre y fuego, cuando ellos, simplemente optaron por
exterminar a los pieles rojas de los territorios que ocuparon
en la América del Norte, y cuando fueron ellos quienes han teñido
de sangre el agua de los mares, con sus interminables crímenes
de piratería, durante la época Colonial y la imposición de la
razón de la fuerza, en vez de la fuerza de la razón, en innumera-
bles casos de violación al Derecho Internacional, como ha ocurrido
con el despojo de Belice a Guatemala y de las islas Mohínas
a la Argentina.
11
Sea de esto lo que fuere, el hecho es que Alvarado exutiió,
y que la fortuna le reservaba la realización de grandes hazañas;
su espíritu aventurero lo llevaba de España a la Española, por el
año de 1510; participa en la conquista de Cuba, toma luego parte
en la expedición exploratoria y de rescate de oro de Juan de Gri-
jalva, en 1518; se alista en la aventura emprendida por Hernán
Cortés en la Nueva España, donde tuvo una muy señalada actua-
ción, ocupando un lugar inferior tan sólo al del propio Cortés.
Conquistador de Guatemala y El Salvador, fundador de la Ciudad
del Señor Santiago en 1524, disputa a Pizarro las riquezas del Perú
y cuando la muerte le sorprende, estaba en camino de las islas de
la Especiería {Las Molucas y la China), en coparticipación con don
Antonio de Mendoza, a la sazón Virrey de la Nueva España.
Alvarado vino al mundo en Badajoz, Extremadura, en el año
de 1485; fueron sus padres don Gómez de Alvarado y doña Leo-
nor de Contreras. Don Pedro tuvo una hermana gemela llamada
Sara y varios hermanos: Jorge, Gonzalo, Gómez y Juan; además
parece haber habido otro hermano suyo fuera de matrimonio,
llamado asimismo Juan.
No existe una pintura real de don Pedro; las que se conocen,
son imaginarias y algunas de ellas difieren mucho entre sí y de
las descripciones escritas que se hicieron de su persona. Im más
conocida y hermosa, es una pintura de cuerpo entero, que se con-
serva y exhibe en el Museo Colonial de la Antigua Guatemala;
también hay otra, aunque de menor calidad artística y muy reto-
cada, junto al salón de sesiones del Consejo de la Municipalidad
capitalina. Del mismo modo, aparece un antiguo grabado que
representa a Alvarado, en la pápna 367 del Libro Viejo de la Fun-
dación de Guatemala, edición de 1934. En mi obra Los Cakchique-
les en la Conquista de Guatemala, ediciones de 1977 y 1984, hice
figura* en la página 121, un antiguo grabado francés de Chaillot,
burilado en 1830; pero como ya se ha dicho antes, los únicos
retratos reales de su persona, son aquellos retratos escritos, de
quienes le conocieron, aunque existen también descripciones sobre
él, hechas de oídas o de segunda mano. A continuación extrac-
taremos algunos trozos de cómo lo vieron sus contemporáneos:
III
Garcilaso de la Vega (El Inca):
"Fue de lindo aire a pie y a caballo, tanto que volviéndose
una vez de México a España, a descargarse de ciertas cosas mal
hechas que sus émulos, con falsedad le habían impuesto, tuvo
necesidad de besar la mano al Emperador y darle cuenta de
sus servicios. Fué a besársela a Aranjuez. Su majestad estaba
en una de las calles de aquellos jardines reales; viendo el buen
aire que D. Pedro llevaba, preguntó a los que con él estaban,
quien era, y habiéndolo sabido, dijo —No tiene este hombre
talle de haber hecho lo que de él me han dicho— y así le dio
libre de aquellas calumnias y le hizo mucha merced" 1
Bernal Díaz del Castillo:
"Y los embajadores (indígenas) con quien iban (Pedros de
Alvarado y Bernaldino Vásquez de Tapia) dieron relación de
ello a su Moctezuma, y les preguntó de qué manera de rostros
y proporciones de cuerpos llevaban los dos teules que iban
a México, y si eran capitanes. Y parece ser que le dijeron que
Pedro de Alvarado era de muy linda gracia, ansí en el rostro
como en su persona, y que parecía como al sol, y que era
capitán, y demás desto se lo llevaron figurado muy al natural
su dibujo y cara, y desde entonces le pusieron nombre de
Tonatio, que quiere decir el Sol o el hijo del Sol, y así le
llamaron de allí en adelante. . . porque Pedro de Alvarado
era de muy buen cuerpo y ligero, y facciones y presencia, ansí
en el rostro como en el hablar, en todo era agraciado, que
parecía que se estaba riendo"?te
. . .fué de muy buen cuerpo y bien apropordonado, e
tenía el rostro e cara muy alegre, e en el mirar muy amoroso,
e por ser tan agraciado le pusieron por nombre los indios me-
1 Garcilaso de la Vega. Historia General del Perú. Segunda parte
de los Comentarios Reales de los Incas. Libro II, Capítulo I, Buenos Ai-
res, 1944.
2 Bernal Díaz del Castillo. Verdadera y Notable Relación del Des-
cubrimiento y Conquista de la Nueva España y Guatemala, en Historia'
dores de Indias. W. M. Jackson, Inc., Séptima edición, USA, 1974,
p. p. 217-8.
IV
xicanos Tonatio, que quiere decir el sol; era muy suelto e
buen jinete, y sobre todo ser franco y de buena conversación,
y en vestirse era muy polido y con ropas costosas e ricas; e
traía al cuello una cadenita de oro con un joyel e un anillo
con buen diamante"?
En lo que respecta a la obra que hoy damos a luz, en su se-
gunda edición, está por demás decir que será la primera vez que
se edita en Guatemala, pues la primera y única edición que de
ella había, fue publicada por su autor, en los talleres de la Edito-
rial Galatea, por encargo del Fondo de Cultura Económica, Mé-
xico, D. F., a mediados del año 1952; considerando que en esa
oportunidad se imprimieron sólo dos mil ejemplares, se com-
prenderá que en la actualidad dicha primera edición está absolu-
tamente agotada. Además, es justo mencionar, que cuando se en-
teró del proyecto del presidente de la Casa de la Cultura de Anti-
gua Guatemala, la señora Laura Recinos de García Prendes, hija
del ilustre licenciado Adrián Recinos y depositaría de los dere-
chos de autor de su ilustre padre, acogió la idea con entusiasmo
y, desde luego, extendió la correspondiente licencia para la im-
presión de este nuevo tiraje, de una obra que inexplicablemente
ha permanecido inédita en el país, pues es de aquellas que a su
interés histórico y veracidad, agregan un estilo literario agrada-
ble, lenguaje correcto y amenidad tal. que se lee con la suavidad
y el interés de una novela. Y es que no es para menos, pues Re-
cinos amaba entrañablemente el suelo en que nació, y dedicó gran
parte de su vida al estudio serio de la historia antigua del país.
A muchos años ya de su fallecimiento, sus versiones del Popol Vuh,
así como del Memorial de Solóla, siguen siendo las clásicas y
preferidas por los estudiosos, debido a la abundancia de notas
aclaratorias, así como a la nitidez de las ediciones de 1947 y 1950
respectivamente.
No cabe duda que es este, el mejor homenaje que puede
rendir la Casa de la Cultura Antigüeña, a la memoria de aquel,
que encarna el espíritu caballeresco y galante, aventurero y cruel.
3 Bernal Díaz. Obra citada, Editorial José de Pineda Iban*, tomoIV. Guatemala, 1964, p.p. 456-7.
ambicioso y valiente del siglo XVI español. En efecto Alvarado
representa vivamente a aquella generación de hombres de hierro,
producto de ocho siglos de guerras con los moros, hombres que
llevaron el pendón de Castilla hasta los últimos rincones del mun-
do, abriéndole paso al evangelio y al poder temporal de don Carlos
V, a golpes de espada toledana y enarbolando la cruz.
De todos, cuantos juicios y comentarios he leído sobre Al-
varado, escritos por diversos cronistas e historiadores, hay uno
que me ha llamado la atención, por lo justo y ecuánime de sus
conceptos; se trata del juicio histórico emitido por don José Milla
en su inconclusa Historia de la América Central. Dice así:
"Sin embargo, a pesar de haber sido exterminados du-
rante la conquista tantos de los antiguos habitantes del país,
todavía la raza indígena pura, forma como las dos terceras
partes de la población. Se creo', además, una nueva entidad,
por la amalgama de indios y españoles, nada de lo cual
habría sucedido si a estos pueblos les hubiese tocado el ser
descubiertos y conquistados por otra raza. La suerte de las
tribus indígenas de la América del Norte manifiesta muy
claramente la que en tal caso habría sido la de la antigua
población del país, ya se ve que si la tierra hubiera ganado
materialmente, los indios estarían extinguidos, o si quedaban
algunos pocos, andarían errantes por los bosques, perseguidos
y acosados como bestias feroces.
Los abusos y las crueldades inmotivadas son y serán siem-
pre dignos de censura, y no fueron pocos los que cometieron
Alvarado y sus compañeros. Dotado aquel caudillo de un ca-
rácter apasionado y violento, excedió en el particular a otros
de los jefes expedicionarios de América, a quienes, por otra
parte, puede compararse en el denuedo, en la constancia,
en la actividad, en la astucia militar y a quienes supera en la
grandeza de los planes y en la importancia de las empresas
que acometió. Estas cualidades, unidas a un exterior brillante,
a sus modales distinguidos y caballerescos y aún a sus mismos
vicios {el juego, las mujeres la prodigalidad), hacen aparecer
VI
al conquistador de Guatemala más bien como un héroe de
novela, que como un personaje histórico.
llena la imaginación con ideas de engrandecimiento per-
sonal y de nuevas conquistas con qué ensanchar aún los in-
mensos dominios de su patria, el que había salvado de tantos
peligros, vino a morir donde ya no debía hacerlo, por un ac-
cidente casual, ocasionado de la pusilanimidad de un hombre.
Acabó su vida y se desvanecieron los sueños de ambición y
gloria que agitaban aquella alma que nada tenía de vulgar.
A su muerte siguió de cerca la desaparición de toda su fami-
lia y la ruina de aquellos bienes de fortuna por las cuales
se había afanado tanto y por cuya consecución cometiera tan-
tas injusticias. Sus mismos restos mortales se perdieron bajo
los escombros de la iglesia matriz de la ciudad, de la cual fué
fundador y primer veóino, y hoy no queda de él más que el
recuerdo que conserva la historia y que va pasando de una
en otra generación, con la alabanza que no puede negarse a
sus hechos heroicos y con el vituperio que debe acompañar
a aquellas de sus acciones que se desviaron de las reglas del
honor, de la moral y de la justicia"}
Murió Alvarado el 4 de julio de 1541, en tierras de la Nueva
Galicia, debido a un accidente bélico, en ocasión que prestaba
auxilio a Cristóbal de Oñate, ante una sublevación indígena; tenía
el Adelantado unos cincuenta y cinco años de edad. De este modo
concluye la vida de uno de los personajes más discutidos e im-
portantes, en la historia de América del siglo XVI.
FRANCIS POLO SIFONTESNueva Guatemala de la Asunción
y día del Señor Santiago de 1985
4 José Milla. Historia de la América Central. Tipografía Nacional,Vol. I, Guatemala, 1937, p.p. 553-4.
VII
PEDRO DE ALVARADOConquistador de México y Guatemala
ORIGEN Y MOCEDADES
El descubrimiento de América abrió para la juventudespañola un vasto y nuevo mundo cuyas fabulosas ri-quezas eran ponderadas como el hallazgo más sensacio-nal de todos los tiempos. No sólo se había comprobado,en el orden científico, la teoría de la redondez de latierra, sino que ante los ojos atónitos de los audaces na-vegantes se había revelado un extenso continente dotadode todos los recursos naturales que podían ambicionarlos habitantes de la vieja Europa.
La guerra de reconquista había terminado en Espa-ña, y el teatro del valor y la aventura se trasladó al otrolado de los mares, donde la amplitud y riqueza de la tie-rra ofrecían a los veteranos de Flandes y de Italia y a lasnuevas generaciones ávidas de ocupación y provecholos medios de labrar una fortuna y alcanzar honra y, talvez, una miaja de gloria.
Así se realizó la empresa colonizadora más vasta yprovechosa que registra la historia, y sobre las ruinasde un mundo indígena destruido a sangre y fuego, seedificó un imperio donde florecieron a la par las artes
y virtudes de la gloriosa España de Carlos V y los vi-
cios y pasiones de los conquistadores, endurecidos en la
guerra y avezados a los excesos de la fuerza y la vio-
lencia.
Miguel de Cervantes, que intentó, sin lograrlo, pro-
bar fortuna en América, dijo de las Indias en una de las
Novelas ejemplares, que eran "refugio y amparo • de
los desesperados de España, iglesia de los alzados, salvo-
conducto de los homicidas, pala y cubierta de los juga-
dores a quien llaman ciertos [fulleros] los peritos en el
arte, añagaza general de mujeres libres, engaño comúnde muchos y remedio de pocos." Sodoma y Gomorra se
habían trasladado al Nuevo Mundo, según la pintura
sombría del inmortal escritor, por cuya pluma destilaba
tal vez el despecho de no haber obtenido la gobernación
de Soconusco en Guatemala, o cualquiera otro de los
empleos que en 1590 solicitó al Rey de España.
Hacia el año 1510 habían marchado a la Isla Espa-
ñola, o Santo Domingo, millares de españoles en busca
de fortuna. Don Diego Colón, Gobernador de la isla,
trataba de establecer en. ella un centro de colonización
para todo el mundo descubierto por su ilustre padre, ylas noticias del esplendor de la corte de damas distinguid
das y ricos hacendados que le rodeaban hasta su regreso
a España en 1515, habían llegado en alas de la fama a
todos los rincones de la Península despertando incon-
tenibles ambiciones. A la Isla Española fueron Diego de
Velázquez, Hernán Cortés y muchos otros aventureros
que habían de hacer historia en las tierras de este He-misferio.
En 1511 don Diego Colón envió a Diego de Veláz-
quez a conquistar la isla de Cuba. En la expedición
fueron muchos de los españoles de Santo Domingo y de
Jamaica, entre ellos Hernán Cortés, Panfilo de Narváez
y el Padre Bartolomé de las Casas. Es probable que Pe-
dro de Alvarado y sus hermanos se encontraran ya enesa época en Santo Domingo, y que hayan tomado parte
92 tO$OD*
8 23íir, ?sÁ ir,q i»i
en la fácil conquista de Cuba. Las nuevas de los descu-
brimientos y de la riqueza de las tierras del Nuevo Mun-do deben haber decidido a los Alvarados desde 1510 a
ponerse en camino para las Indias. Por lo menos haynoticia cierta de que uno de ellos se embarcó para Amé-rica en el otoño de 1511, sin duda para reunirse con sus
hermanos.1
Pedro de Alvarado era, como Cortés, oriundo de la
provincia española de Extremadura, de donde tantos
emigrantes partieron para América. Había nacido enBadajoz hacia 1485. Su ascendencia ha sido puesta
en claro por los trabajos de sus biógrafos donÁngel Altolaguirre y Duvale y don Antonio La familia
del Solar y Taboada. De acuerdo con dichos Alvarado
trabajos, Pedro de Alvarado resulta ser nieto
de Juan Alvarado "el Viejo", y bisnieto de Garci Sán-chez, Señor de la Casa de Alvarado en la Montaña, y dedoña Leonor de Bracamonte.
Hijos de Juan de Alvarado, Comendador de Horna-chos en la Orden de Santiago, y de doña Catalina Messía,
fueron Gómez y Diego de Alvarado. Este último fué
Comendador de Lobón, Puebla y Montijo de la Ordende Santiago, Alcaide de Montánchez y Señor de Cubi-
llana y Castellanos. Se dice que Diego sirvió como va-
liente en la batalla de la Albuhera y en la desastrosa
campaña de Ajarquía contra los moros de Málaga, a las
órdenes del Maestre de Santiago, D. Alonso de Cárde-
nas.2
Gómez de Alvarado casó en primeras nupcias con
1 "En 22 de setiembre de 1511 nos dimos licencia a Juan de
Alvarado, hijo de Gómez de Alvarado e Leonor de Contreras, su
mujer, vecinos de la ciudad de Badajoz, para que pudiese pasar
a las Indias en la nao de ques maestre Rodrigo Narvaez por cuanto
nos consta que no es de las personas prohibidas." Cita del Episto-
lario de la Nueva España, T. I, pág. 40.2 Vázquez, 1937, T. I, Lib. I, cap. 31, pág. 155.
doña Teresa Suárez de Moscoso, Señora de la Dehesa de
Pozacibera, en Valverde, aldea de Badajoz, y tuvo con
ella una hija que casó con el Comendador Alonso Her-
nández de Moscoso, de la orden de Santiago. Muerta
doña Teresa, Gómez contrajo matrimonio con doña Leo-
nor de Contreras, hija de Diego Contreras, oriundos del
lugar de la Secadura, de la Merindad de Trasmiera, Pro-
vincia de Santander.3 De este segundo matrimonio hubo
varios hijos: dos gemelos, don Pedro y doña Sarra, yJorge, Gonzalo, Gómez y Juan.
4
De los años juveniles de Pedro de Alvarado no se ha
conservado noticia cierta. Sus hazañas en la conquista
de México y Guatemala dieron lugar a una serie de le-
yendas que, aun tomándolas por tales, pintan el arrojo yla sangre fría del joven extremeño que había
Años de ser con el tiempo famoso capitán en el
juveniles Nuevo Mundo. Estas leyendas eran populares
en la época de la conquista y las recogió en su
tiempo el historiador colonial Garcilaso de la Vega el
3 El escritor salvadoreño Rodolfo Barón Castro, sin citar su
fuente de información, dice que doña Leonor de Contreras, "era
hija de don Gonzalo de Contreras y Carvajal y doña Isabel Gutié-
rrez de Trejo y Ulloa, también de antañona, raigambre extremeña:
el abuelo materno de Pedro de Alvarado, por cuanto Carvajal, era
nieto de los señores de Orellana de la Sierra y sobrino de Garci López
de Carvajal, consejero que fué de D. Juan I de Castilla y primer
señor de Torrejón el Rubio." Pedro de Alvarado, pág. 9.4 Parece que Pedro de Alvarado tuvo dos hermanos que lleva-
ban el nombre de Juan, uno legítimo y otro natural. Del primerose dice en el pasaje del Epistolario de la Nueva España anteriormente
citado, que era hijo de Gómez de Alvarado y Leonor de Contreras.
Además, en el Catálogo de pasajeros a Indias, tomo I, se lee la
partida que dice: "369. Juan de Alvarado, hijo de Gómez de Alva-rado y de Leonor de Contreras, vecinos de Badajoz, 22 de setiem-
bre de 1511"
Enumerando los hermanos de D. Pedro que pasaron a la con-quista de México, Bernal Díaz del Castillo (cap. XX) menciona a
"Joan de Alvarado el viejo, bastardo." Y en otro lugar (cap. COI)
10
Inca, cuyo padre, extremeño también y amigo de Alva-
rado, pasó con él a la conquista del Perú.
En mis niñeces —dice Garcilaso de la Vega— oí decir
a los españoles que hablaban de las proezas deste caballero.
Estando en Sevilla D. Pedro de Alvarado para pasar a Indias
la primera vez que fue a ellas, subió a la torre de la iglesia
mayor con otros caballeros mozos, sus compañeros, por gozar
de la buena vista que se alcanza de aquella hermosísima to-
rre. En una de las ventanas más altas hallaron una almojaya
que salía diez o doce pies fuera de la torre, que había servido
de sustentar un tablado para cierta obra que pocos días antes
en ella se había hecho. Uno de aquellos caballeros, llamado
Fulano de Castillejo, natural de Córdoba, sabiendo cuánto
se preciaba Don Pedro de su ligereza, y no preciándose él
menos de la suya, viendo el almojaya, se quitó la capa y es-
pada, y sin hablar palabra, salió de la torre midiendo el
almojaya a pies hasta el cabo de ella, y volvió para atrás
al mismo paso, hasta entrar en la torre. Don Pedro de Alva-
rado, que lo vio, sintiendo que lo había hecho por motejarle
de que no sería para otro tanto, no quiso dejar la espada ni la
capa. Echó la media della sobre el hombro izquierdo, y la otra
media puso debajo del mismo brazo, pasándola por debajo del
derecho, y tomó la espada con la mano izquierda y así salió
refiere que "Joan de Alvarado, era bastardo, murió en la mar yendo
a la isla de Cuba." En la edición del P. Remón (1632, cap. CCIII,
pág. 237) declara Bernal Díaz que el hijo mayor del Adelantado
"que se decía don Pedro, fué a Castilla en compañía de un su tío
que se decía Juan de Albarado el mozo, vecino que fué de Guati-
mala — y nunca mas se supo de ellos, por (lo) que creyeron que
se perdieron en la mar o los cautivaron moros.*' La distinción
que hace el cronista de un "Joan de Alvarado, el viejo," y "Juan
de Albarado, el mozo," parece indicar que ellos fueron dos personas
diferentes, aunque del mismo nombre, y ambos, hermanos del con-
quistador de Guatemala.
Pariente lejano de éste era también otro Juan de Alvarado que
fué encomendero en Tiripitío, de la Provincia de Michoacán, Mé-xico, a quien el Adelantado D. Pedro dio poder para testar, y que
profesó más tarde en la Orden de San Agustín y murió en México
en olor de santidad.
11
por el palo adelante, midiéndolo a pies; y cuando llegó al
cabo del, dio una vuelta en redondo y volvió con el rostro
a la torre, con el mismo paso y compás, hasta entrar en ella.5
Otra vez acaeció que andando a caza don Pedro de Al-
varado y otros caballeros mozos hallaron unos gañanes que,
por mostrar su ligereza, saltaban a porfia un pozo ancho
que allí había, y teníase por ligero el que lo salvaba a pie
juntillas. Los caballeros se apearon para lo mismo: algunos
saltaron el pozo, otro no osaron. Don Pedro llegó a la postre,
y, puesto de pies sobre el borde del pozo, dijo: "Buen salto es
a pie juntillas, no sé si me atreva a darlo." Diciendo esto,
emprendió el salto y hizo que no alcanzaba bien el otro bor-
de; dio en él con los pulpejos de los pies y surtió para atrás
con tanta ligereza, que volvió a ponerse donde estaba antes.
Estas gentilezas y otras semejantes oí contar deste caballero.
Garcilaso de la Vega no conoció a Alvarado; no ha-
bía nacido todavía cuando el aventurero capitán fué a
disputar a Pizarro y Almagro la conquista del Perú;
pero el Capitán Garci Lasso de La Vega, padre del his-
toriador, había' sido amigo de aquél, vino de España en
su compañía en 1528, estuvo en Guatemala varios años
y pasó con él al Perú en 1534. Allá entró al servicio de
Pizarro, y de sus amores con una princesa inca, la ñusta
Isabel Chimpu Ocllo, nació el autor de los Comentarios
reales. De labios de su padre, y seguramente de los deotros caballeros que con él fueron a la conquista del
Perú, Garcilaso oyó estas sabrosas anécdotas de las moce-dades de Alvarado. De sus aventuras en América supo
también el cronista y refiere, entre otras, la historia del
salto de la Noche Triste de que se hablará más adelante.
Encomiando la gentileza de la persona de Alvarado,
dice Garcilaso de la Vega:
Fué de lindo aire a pie y a caballo, tanto que volviéndose
una vez de México a España a descargarse de ciertas cosas mal
5 Las Casas refiere idéntica hazaña que, según él, realizó Alon-so de Hojeda en la torre de la catedral de Sevilla en presencia de la
reina Isabel la Católica.
12
hechas que sus émulos, con falsedad, le habían impuesto, tuvonecesidad de besar la mano al Emperador y darle cuenta de sus
servicios. Fué a besársela a Aranjuez. Su majestad estaba
en una de las calles de aquellos jardines reaic. , "iendo el buenaire que D. Pedro llevaba, preguntó a los que con él estaban
quién era, y habiéndolo sabido, dijo: "No tiene este hombretalle de haber hecho lo que de él me han dicho." Y assí le dio
libre de aquellas calumnias y le hizo mucha merced.6
En efecto, Alvarado era de gentil porte y rostro
atrayente, y su figura y buenas maneras le ayudaban en
el trato con las gentes a ganar muchas voluntades. Ber-
nal Díaz del Castillo, que fué su amigo y subordinado,
dice de él que
. . . fué de muy buen cuerpo y bien aproporcionado, e tenía
el rostro e cara muy alegre, e en el mirar muy amoroso, e
por ser tan agraciado le pusieron por nombre los indios mexi-
canos Tonatio, que quiere decir el sol; era muy suelto e buenjinete, y sobre todo ser franco y de buena conversación, yen vestirse era muy polido y con ropas costosas e ricas; e traía
al cuello una cadenita de oro con un joyel e un anillo con
buen diamante.
Hay que advertir que en lo del vestir y el adorno,
Bernal Díaz habla del tiempo de la prosperidad de Alva-
rado; pero si en su juventud y pobreza no iba tan acica-
lado, ya poseía las prendas personales que nacieron con
él, como si hubiera venido al mundo destinado a las gran-
des empresas que realizó.
El cronista Gomara pinta a Alvarado de esta mane-ra: "Era hombre suelto, alegre y muy hablador, vicio de
mentirosos." Y Fernández de Oviedo comenta que, "se-
yendo un pobre soldado, puesto que de noble sangre,
caballero militar del hábito de Santiago, con una espada
y una capa pasó mancebo a estas partes a buscar la vida,
como suelen hacer los hidalgos e hombres de honra."
Garcilaso de la Vega, Libro Segundo, cap. I.
13
Diego Muñoz Camargo, autor de la Historia de
Tlaxcala, dice que a nuestro héroe le llamaron los indios
el Sol, "porque decían que era hijo del sol por ser rubio
y colorado, de muy lindo rostro, donaire y disposición ybuen parecer."
La emigración de españoles a las Indias había tomadotales proporciones a los pocos años del descubrimiento,
que el Rey de España se vio obligado a establecer el
sistema de licencias. Estas se daban con parquedad ysolamente después de llenar algunas formali-
Los Alva- dades. En el Registro de pasajeros con destino
Atnérícaa ^as Inc^as no aparece el nombre de Pedro de
Alvarado, ni los de sus hermanos, a excepción
del de Juan Alvarado, inscrito en septiembre de 1511.
Esto confirma la opinión común de los historiadores que
colocan antes de ese año el viaje de los demás herma-
nos Alvarado al Nuevo Mundo. Se supone que cruzaron
el Océano por ves primera en 1510.
Algunos de sus biógrafos afirman que Alvarado ysus hermanos pasaron en aquel año a la Isla Española
llamados por su tío el Comendador don Diego, "que ya
en 1499 se hallaba establecido en la isla."r
Cierto es
que hubo en Santo Domingo un Diego de Alvarado que
acompañaba a Miguel Díaz, Alcaide de la fortaleza de
aquella ciudad, a la llegada de Francisco Bobadilla,
cuando este jefe cargó de cadenas a Cristóbal Colón ysus hermanos, según refiere el P. Las Casas;
8pero este
Diego de Alvarado parece haber sido solamente unhomónimo del Comendador de Lobón, tío de los Alva-
rados de la Conquista. La confusión procede aparente-
mente del lenguaje un tanto ambiguo del historiador
Remesal, quien refiere que Pedro de Alvarado,
• . . cuando pasó mozo a las Indias, un tío suyo, del hábito de
7 Altolaguirre v Duvale, 1927.8 Las Casas, 1875, vol. II, cap. CLXXX, pág. 109,
14
Santiago, entre otras cosas le dio un sayo de terciopelo de su
persona, para usar de él; Pedro de Alvarado quitóle el hábito,
aunque el terciopelo quedó tan aprensado, que jamás perdió la
señal de la cruz, y por eso los soldados, cuando se ponía el sayo
de su tío las Pascuas y fiestas solemnes, le llamaban el Comen-dador.
9 Toda ambigüedad desaparece ante las palabras de otro
cronista de la época, Fray Juan de Torquemada, cuando dice
que Alvarado "pasó muy mozo a Indias, y porque traía unsayo y capa que le dio en Badajoz un su tío, que era del hábi-
to de Santiago, Comendador de Lobón, le llamaban muchosel Comendador; y así, cuando fué a España, procuró el
hábito de Santiago y lo alcanzó." 10
De la estancia de los Alvarados en Santo Domingo noha quedado noticia; apenas si Remesal menciona quePedro había conocido en la Española a Fray Domingode Betanzos, de la Orden Dominicana. Allí comenzó, enefecto, la amistad de Alvarado con el apostó-
lico varón, guía y director espiritual de gran ~*¡
número de aventureros que en sus proyectos lü^"-ir , / t empresasy sueños de fortuna no sentían mas freno que
el temor de Dios. Hablando del afecto que por el P.
Betanzos sentía un grupo de aquellos hombres que ulte-
riormente fueron a poblar a Guatemala, dice el cronista
que "conociendo (Fray Domingo) a la mayor parte de
ellas desde el tiempo que moraban en la Isla Española, y
9 Remesal, 1932, T. I, Lib. I, cap. IX, pág. 37.
10 Torquemada, T. I, Lib. III, cap. XXXIV. Entre las pre-
guntas hechas a los testigos del proceso instruido contra Alvarado
por la Audiencia de México en 1529 se incluía una relativa al uso
indebido del hábito de Santiago, y en ella se decía que, habiéndole
interrogado don Diego Colón acerca de este particular, había afir-
mado ser Comendador de la Orden, y que desde entonces llevaba
la cruz públicamente en todas sus ropas y se llamaba y firmaba el
Comendador Pedro de Alvarado. Los testigos declararon solamente
que en la Isla de Cuba le habían visto llevar la cruz de la encomien-
da, y que se llamaba Comendador. Uno de ellos agregó que ya en la
Nueva España no usaba la insignia ni el título de tal hasta que re-
gresó de Castilla en 1528.
15
acordándose de su virtud y ejemplo de sus sermones
—pasaron a mirarle como un ángel del cielo."X1
A corta distancia de la ciudad de Santo Domingo,en el pequeño pueblo de Azúa, vivía desde cinco años
atrás un caballero, extremeño como Alvarado, llamado
Hernán Cortés, que ejercía el cargo de escribano pú-blico y especulaba con el trabajo de los indios en tierras
que el Gobernador Ovando y don Diego Colón le habían
concedido. Es seguro que Cortés y Alvarado trabaron
amistad cuando en 1510 llegó este último con sus her-
manes a la Hispaniola. Los unía el amor de la patria
chica común, la profesión de las armas, la educación
esmerada, la ambición de la riqueza y de la gloria,
no menos que la afición a las aventuras galantes.
Es fácil suponer que los Alvarados, recién llegados
a las Indias, pobres y sin amigos, encontraron en Cortés
consejo y protección. Juntos pasaron en 1511 a la con-
quista de Cuba, donde Pedro prosperó en varios años
de labor como hacendado. En Cuba ha de haber seguido
floreciendo la amistad de los dos. El hecho es que cuandollegó la hora de emprender la conquista de Méxi-co, Cortés confirió a Alvarado, como a hombre apto yadicto a su persona, el mando de una de las naves, y du-rante toda la peligrosa campaña le asignó puestos de
importancia, inferiores tan sólo al del jefe del ejército
invasor. Por lo demás, en la época en que vivían en
Santo Domingo, los Alvarados eran demasiado jóvenes
y sin valimiento, y apenas si entre la multitud de pre-
tendientes a la fortuna se destacaría la figura arrogante
de Pedro, "el Comendador."La ocasión de distinguirse no se hallaba muy lejos
sin embargo, y se presentó risueña ante los caballeros
ávidos de fortuna. Don Diego Colón ansiaba ensan-
char sus dominios un tanto estrechos de la Isla Española,
y dispuso organizar una expedición para conquistar la
11 Remesal, Lib. II, cap. III.
16
vecina Isla de Cuba. Al frente de la expedición marchóDiego de Velázquez en el año de 1511, y se ha dicho
que en sus filas se alistaron los Alvarados. Es cierto queen la conquista de la que por entonces llamaron Isla
Fernandina tomaron parte muchos de los soldados yemigrantes residentes en la Española, y, a juzgar por
los sucesos ulteriores, es éasi seguro que los hermanos
Alvarado cooperaron en la empresa y ayudaron a some-
ter a las pacíficas tribus de la isla.
Era natural que, terminada la conquista de Cuba,
Diego de Velázquez concediera recompensas y privile-
gios a sus compañeros de armas. Así, cuando Pedro de
Alvarado aparece por primera vez en el escenario de la
época, se presenta como un rico hacendado y hombrede pro en la Villa de la Trinidad, y persona de con-
fianza del desconfiado gobernador Velázquez. Fran-
cisco Hernández de Córdoba, en unión de otros españo-
les, había organizado una expedición a las islas Guanajas,
que despertó la codicia del gobernador y su ambición de
extender sus empresas más allá de las playas de su ínsula.
Hernández de Córdoba salió de Cuba en 1517 con la
cooperación de Velázquez, y cambiando de rumbo des-
cubrió la península de Yucatán. No llegó mucho más
lejos, ni las escasas ganancias en oro de la expedición
podían satisfacer a sus organizadores; pero el descubri-
miento de un nuevo y poblado territorio y la perspectiva
de someter a sus habitantes y explotar la riqueza del
suelo y el material humano, que era riqueza no menor,
impulsaron a Velázquez a armar por su exclusiva cuenta
una segunda expedición a las tierras nuevamente des-
cubiertas.
17
CONQUISTA DE MÉXICO
Diego de Velázquez residía a la sazón en Santiago de
Cuba, donde había establecido el centro del gobierno
de la isla. Poco después del regreso de Hernández de
Córdoba llegaron a Santiago Juan de Grijalva, Alonso
Dávila, Francisco de Montejo y Pedro de Al-De
.
sc1! ,~ varado, quienes "habían ido a ciertos negocios
Yucatán con e^ gobernador, porque todos tenían enco-
miendas de indios en la misma isla y eran
hombres principales." Así lo refiere Bernal Díaz del
Castillo, y es indudable que aquellos hombres, ávidos
de movimiento y aventura, no eran ajenos al negocio de
la nueva expedición a la cercana tierra firme.
De aquí en adelante es fácil seguir el curso de los
acontecimientos en la Relación de Bernal Díaz. Veláz-
quez, con la cooperación de sus amigos, continuó los
preparativos de la empresa, de la cual esperaba pingües
provechos. Suministró al efecto cuatro navios y nombróa su pariente Juan de Grijalva jefe de la armada y ca-
pitán de uno de los barcos. Alonso Dávila, Francisco
de Montejo y Pedro de Alvarado iban de capitanes, ycomo pilotos los mismos que acompañaron a Hernán-
18
dez de Córdoba: Antón de Alaminos y Camacho, el de
Triana, y un clérigo, Juan Díaz, que más tarde fué a
la conquista de México y Guatemala.
La armada salió de Cuba en abril de 1518 y des-
cubrió a los pocos días la isla de Cozumel. Los expedi-
cionarios costearon la península de Yucatán por el
oriente y norte y tuvieron un encuentro sangriento con
los indios mayas de Champotón que mataron a siete
soldados españoles "y al capitán Juan de Grijalva le die-
ron tres flechazos y le quebraron los dientes."12
Sesenta
soldados más salieron heridos y la expedición abandonóaquel lugar hostil y continuó hacia el poniente hasta
encontrar la isla del Carmen y Laguna de Términos,
junto a la desembocadura de los grandes ríos que tienen
su origen en Guatemala: el Usumacinta y el de Tabasco
que nombraron Río de Grijalva. Fueron recibidos de
paz por los habitantes de esos lugares y siguieron nave-
gando frente a la costa de Coatzacoalco. Divisaron hacia
el poniente las grandes sierras nevadas del interior de
México, y Pedro de Alvarado, encontrando un anchuroso
río que los indios llamaban Papaloapan (río de las ma-riposas) y los españoles llamaron desde entonces Río de
Alvarado, se internó por él con su navio, lo que causó
grande enojo al general. "Estuvímosle aguardando en
el paraje del río donde entró con todos tres navios hasta
que salió de él —dice Bernal Díaz— y a causa de haber
entrado en el río sin licencia del general se enojó muchocon él y le mandó que otra vez no se adelantase a la
armada porque no le viniese algún contraste en parte
donde no le pudiésemos ayudar."
El primer contacto de los españoles con la gente de
Moctezuma ocurrió poco después, cuando se encontra-
ron en un lugar de la costa con los agentes del empera-
dor azteca que llegaron a informarse más detenidamente
de los hombres extraños que habían aparecido en el li-
toral y a quienes tomaron al principio por las gentes
12 Díaz del Castillo, cap. VIII.
19
que, según sus profecías, debían llegar un día de donde
sale el sol para asumir el dominio de la tierra. Recibieron
los españoles muchos agasajos de los enviados de Moc-tezuma y una buena cantidad de oro en joyas, después
de lo cual continuaron la navegación y dieron con máslugares poblados y a propósito para un desembarco yestablecimiento permanente. Bien quisiera hacerlos Gri-
jalva, pero contaba su gente y consideraba que no era
bastante numerosa para dominar la gran cantidad de
nativos que sólo en la costa se veían. Estaban, además,
escasos de víveres y necesitados de otros auxilios que
únicamente les podían llegar de Cuba, por lo cual deci-
dieron que volviera uno de los navios para solicitarlos a
Diego de Velázquez. Pedro de Alvarado fué comisiona-
do para que fuese a Cuba "en un navio muy bueno
que se decía San Sebastián." Se escogió a Alvarado,
según el cronista, porque tanto Grijalva como los otros
capitanes estaban disgustados con él por haberse separa-
do de la armada y haber entrado solo al Río Papaloapan,
y porque había ido a aquel viaje "de mala gana y medio
doliente." -Gomara da otra razón para que Alvarado,
por su parte, quisiera volver pronto a Cuba, y era "que
se perdía por una isleña."
Entró nuestro capitán al puerto de Santiago triun-
falmente, llevando el oro, mantas y demás objetos reco-
gidos durante la expedición. El gobernador escuchó
con intenso júbilo el relato que le hizo de las tierras des-
cubiertas y decidió al instante enviar otra expedición
más fuerte y numerosa para explotar las riquezas de
tan extenso territorio. "Estaban todos espantados—dice
Bernal Díaz— de las ricas tierras que habíamos descu-
bierto ... y como Pedro de Alvarado se lo sabía muybien platicar diz que no hacía Diego Velázquez sino
abrazarle, y en ocho días tener gran regocijo y jugar
cañas."
Algún tiempo después volvió Grijalva, que había
seguido navegando hasta la altura del Río Panuco. Ve-
20
lázquez lo recibió fríamente, acaso porque Alvarado se
había atribuido a sí mismo la mayor parte de la gloria
de la expedición, y porque, según da a entender el his-
toriador, había, además, trabajado contra su jefe, lleva-
do de su resentimiento. Parece también que Alonso
Dávila y Montejo habían ayudado a ponerle mal con
el Gobernador.
Organizada la nueva armada para la conquista de
México, ninguno de los capitanes conocidos por su par-
ticipación en las empresas anteriores fué escogido
por Velázquez. El destino había reservado hazaña de
tanta magnitud e importancia para HernánCortés, y la historia ha confirmado el acierto .
¿ic^nde su elección que había de causar incontables ¿e cortés
quebrantos al ambicioso Gobernador de Cuba.
Cortés salió de Santiago con once navios el 18 de
noviembre de 151& En el puerto de la Trinidad se detu-
vo a continuar el reclutamiento de la gente y a aca-
bar de proveerse de armas y mantenimientos para el
viaje. "De aquella villa salieron —dice Bernal Díaz
—
cinco hermanos que se decían Pedro de Alvarado y Jorge
y Gonzalo y Gómez y Juan de Alvarado el viejo, bas-
tardo." Se agregaron también allí a la expedición Alonsode Ávila, Cristóbal de Olid y otros hidalgos. De San-
tispíritu acudieron a la llamada de Cortés "muchaspersonas de calidad que estaban en aquella villa pobla-
das, que se decían Alonso Hernández Puerto Carre-
ro primo del Conde de Medellín, y Gonzalo de San-
doval." Otros caballeros y soldados engrosaron las filas
del ejército. Cortés envió por tierra a Pedro de Alvara-
do a la villa de La Habana, que entonces estaba en la
costa sur de la isla, y a Juan de Escalante en un navioa la costa del norte, para que ambos jefes recogieran a
otros soldados que vivían en las estancias. En La Habanase agregó a la expedición Francisco de Montejo. Veláz-
quez, desconfiando tardíamente de la lealtad de Cortés,
21
daba órdenes a sus subordinados para que lo apresaran
y devolvieran a Santiago; pero Cortés se había impuesto
como jefe en la estimación de sus amigos y soldados que,
usando las palabras de Bernal, "dieran la vida por él,"
y no había quien se atreviera a cumplir las órdenes del
Gobernador.
Luego se embarcaron hombres y caballos repartidos
en los once navios de la armada. Los caballos eran en
aquel tiempo escasos y caros. Cortés y sus capitanes lle-
vaban cada uno el suyo, que Bernal describe minucio-
samente por su nombre y calidad. Pedro de Alvarado yHernán López de Ávila llevaban entre los dos "unayegua alazana muy buena, de juego y de carrera, ydesque llegamos a la Nueva España el Pedro de Alvarado
le compró la mitad de la yegua o se la tomó por fuerza."
Alvarado aspiraba al mando de la armada y parece
haberse lastimado porque no lo consiguió; pero segu-
ramente se conformó con desempeñar en ella un papel
importante, como segundo de su amigo Cortés. Cer-
vantes de Salazar refiere el caso de la manera siguiente:
Velázquez decidió armar una nueva expedición y puso los
ojos sobre dos o tres caballeros, de lo cual no poco se agravió
Pedro de Alvarado porque dixo que si no le hacían general
no volvería a la jornada, aunque después por medio de
Andrés de Duero tornó a ella, por ser, como había visto, digna
de emplearse en ella cualquier hombre de valor.
La flota se hizo a la vela en febrero de 1 5 19 con rumboa Yucatán. Pedro de Alvarado mandaba el mismo navioSan Sebastián en que fué a la expedición de Grijalva.
Le acompañaban esta vez sesenta soldados, entre ellos
La flota vi- Bernal Díaz del Castillo. Cortés había or-
sita Yuca- denado que los once navios caminaran juntostan y Ta- desde el cabo San Antón, punta occidental de
bascoJa isia ¿e Cuba, pero Camacho, el piloto del
San Sebastián, desobedeciendo las instrucciones reci-
bidas, no acudió a la cita y se adelantó al resto de la
22
armada, llegando a la isla de Cozumel antes que Cortés.
Alvarado desembarcó y sus hombres se internaron en la
isla a caza de los habitantes que se dieron a la fuga. Los
soldados se apoderaron de dos indios y una india, de
cuarenta gallinas y de algunos paramentos y arqui-
llas con ciertas joyas de poco valor que hallaron en untemplo abandonado de los naturales.
Cortés llegó dos días después, y enojado por la des-
obediencia mandó echar grillos al piloto. Y al enterarse
de la correría dispuesta por Alvarado "reprendióle gra-
vemente ... y le dijo que no se habían de apaciguar las
tierras de aquella manera tomando a los naturales su ha-
cienda." Puso a los indios en libertad, atrajo a los caci-
ques y les devolvió los objetos de oro y demás ornamentos
del templo, y a cambio de las gallinas les mandó dar
cuentas y cascabeles y camisas de Castilla, con lo que la
población quedó contenta y satisfecha.
El 12 de marzo llegó la armada frente a la desem-
bocadura del Río de Grijalva, y entrando el ejército por
él se encontró con la resistencia de los indios de Tabasco
que los recibieron de guerra. Se desarrolló entre los
naturales y los castellanos una larga y sangrienta batalla
que produjo la primera victoria de las armas y disciplina
de los europeos sobre los ejércitos de los nativos. Alva-
rado, al frente de un destacamento de cien hombres
peleó valientemente y ganó sus primeros laureles como
jefe militar. Se dijo más tarde que los santos del cielo
habían protegido durante la batalla a los soldados espa-
ñoles. Bernal Díaz escribe francamente acerca de esto:
Aquí es donde dice Francisco López de Gomara que salió
Francisco de Moría en un caballo rucio picado antes que lle-
gase Cortés con los de caballo, y que eran los santos apóstoles
Señor Santiago o Señor San Pedro. Digo que todas nuestras
obras y Vitorias son por mano de Nuestro Señor Jesucristo, yque en aquella batalla había para cada uno de nosotros tantos
indios que a puñados de tierra nos cegaran, salvo que la gran
23
misericordia de Nuestro Señor en todo nos ayudaba; y pu-
diera ser que los que dice Gomara fueran los gloriosos Apósto-
les Señor Santiago o Señor San Pedro, e yo, como pecador, no
fuese digno de lo ver.
Vencidos los indios mayas de Tabasco y reconcilia-
dos con los castellanos, llevaron a Cortés ricos presentes
y veinte mujeres jóvenes que, después de bautizadas,
distribuyó el jefe de la armada entre sus amigos y ca-
pitanes. Una de aquellas jóvenes, que se decía Malinali
(nombre de uno de los días del calendario azteca) , bau-
tizada con el nombre cristiano de Marina, fué la fa-
vorita de Cortés y su intérprete y preciosa auxiliar en sus
relaciones con Moctezuma y los caciques de los diversos
pueblos de México.
Los españoles continuaron navegando frente al litoral
mexicano, y el viernes santo de 1519 desembarcaron
en San Juan de Ulúa. El domingo siguiente, cele-
brando la Jbuena suerte que hasta entonces habían tenido,
así como la Pascua de Resurrección, levanta-Fundactón ron un aitar y overon \z misa que cantó
Veracruz^ray Bartolomé de Olmedo ayudado por el
P. Juan Díaz. Hallábanse presentes varios
agentes de Moctezuma, quienes presenciaron la para
ellos extraña ceremonia y los demás festejos con que
fué señalado aquel histórico día, especialmente las carre-
ras de caballos que dirigía Pedro de Alvarado, montado"en su yegua alazana de gran carrera y revuelta." Pero
lo que más debe haber causado admiración y espanto
a los representantes de Moctezuma fueron los disparos
de la artillería que por primera vez se hacían en su
presencia.
Resueltos a poblar la costa y a conquistar la tierra
adentro, los españoles declararon en seguida que funda-
ban la Villa Rica de la Vera Cruz, nombraron a Cortés
su Capitán General y organizaron la exploración de los
24
lugares vecinos. Como hombre de acción y de confianza,
Pedro de Alvarado fué escogido para esta operación lle-
vando bajo sus órdenes un cuerpo de cien soldados. Al-varado habia aprendido la lección que le dio su jefe enel primer sitio en que desembocaron, y esta vez volvió
con las subsistencias necesarias para alimentar al ejército,
pero sin haber cometido actos indebidos como en Co-zumel.
Cortés no era hombre de ánimo vacilante como Gri-
jalva. Es evidente que desde que salió de Cuba se había
trazado un plan de largo alcance, y estaba dispuesto a
ponerlo en ejecución. Al poner los pies en tierra firme
e informarse por los propios agentes de Moctezuma de
la grandeza del imperio que se extendía más allá de las
montañas, afirmó su resolución de ser su propio amoe ir derecho a la meta que le marcaban su ambición y el
estímulo de la gente adicta a su persona que le rodeaba.
Sus amigos contribuyeron a fortalecer su actuación eli-
giéndole allí mismo Capitán General y Justicia Mayor.
Los españoles permanecieron algún tiempo en la
costa ganando amigos y aliados de que mucho habían
menester para su campaña contra los pueblos del inte-
rior. El cacique de Cempoala los acogió amistosamente
y su pueblo fué el primer aliado, y no el menos útil, que
tuvieron los invasores al comenzar su atrevida expedi-
ción hacia la tierra ignota del interior. Cortés ordenó
que se respetaran las personas y los bienes de los habitan-
tes de la región que tan fielmente servían al ejército.
A un soldado que sorprendió robando un par de galli-
nas le mandó echar una soga al cuello y colgarlo de unárbol del camino. El soldado habría muerto sin remedio
a no intervenir Pedro de Alvarado cortando la soga
con la espada. Cortés no objetó este acto de su segundo;
el ejemplo estaba dado y no se había perdido la vida de
un soldado castellano. Éste, un tal Mora, peleó durante
toda la campaña de México y murió luchando en unpeñol con los indios de Guatemala.
25
Decidida la marcha al interior, Cortés dividió su ejérci-
tos en dos partes que por caminos separados se encamina-
ron a Tlaxcala. Cortés mandaba una sección y Alvarado
la otra. Reuniéronse en Jalapa y de allí en adelante ca-
minaron todos juntos. Cervantes de Salazar
Rumbo a explica la separación diciendo que los dos jefes
Tlaxcala "traían partido el ejército entre sí para no ser
molestos a los pueblos donde llegaban."
Los caciques de Tlaxcala se opusieron a la marcha de
las huestes extranjeras. Cortés pedía que lo recibieran
de paz y le dejaran pasar de largo a la ciudad de México(Tenochtitlán) , donde pensaba avistarse con Moctezu-ma; pero fué combatido enérgicamente por el numerosoejército tlaxcalteca en sangrientos encuentros en que,
una vez más, la superioridad de las armas, el empleode los caballos y la estrategia de los españoles les dio el
triunfo sobre las masas indígenas. La nación tlaxcalteca,
finalmente, tuvo que aceptar la paz impuesta por el
vencedor y trocando la guerra por la amistad fué desde
entonces el aliado más valioso y fiel de los castellanos,
tanto más firme y solidario cuanto que era el enemigo
y rival más poderoso del imperio de Anáhuac.Ya instalados en la floreciente ciudad de Tlaxcala y
acogidos a la hospitalidad de sus moradores, los castella-
nos se entregaron al descanso y a reparar sus fuerzas para
la etapa siguiente de su hasta entonces afortunada ex-
pedición. Queriendo dar a Cortés nuevas pruebas yseguridades de su amistad, los caciques dispusieron ofren-
darle para él y sus capitanes a sus propias hijas: "cincoindias, hermosas doncellas y mozas, de buen parecer ybien ataviadas." Bernal Díaz pinta la escena en su estilo
inimitable. El jefe tlaxcalteca, Xicoténcatl, tomandode la mano a su hija, se dirigió a Cortés diciéndole:
"Malinche, ésta es mi hija y no ha sido casada, que es
doncella, tomadla para vos." Luego le ofreció a las
demás jóvenes, hijas también de hombres principales,
para que las cediera a sus capitanes. Cortés, como había
26
hecho en Tabasco con Marina, aceptó el obsequio parasus amigos; tomó de la mano a la hija de Xicoténcatl, a
quien bautizaron con el nombre de doña Luisa, y se
la dio a Pedro de Alvarado diciendo a su padre "queaquél a quien la daba era su hermano y su capitán yque lo hubiese por bien, porque sería del muy bien tra-
tada, y el Jicotenga recibió contentamiento dello.""
La pacificación de Tlaxcala fué el hecho más impor-tante y decisivo para el éxito final de la campaña, ymarcó también en la vida de Pedro de Alvarado la afir-
mación definitiva de su valer y el reconocimiento de sus
méritos personales. A los ojos del ejército hispano Alva-rado era ya sin disputa la figura más conspicua después
de la de Hernán Cortés. Su arrojo, sus dotes de
mando y la confianza de su jefe le rodeaban de un pres-
tigio que no había de perder a través de todas las vicisitu-
des de la guerra. Por otra parte, su unión con la princesa
de Tlaxcala, que pudo parecerle de momento un hechosin trascendencia, lo convirtió a los ojos del valiente ynumeroso pueblo tlaxcalteca en hijo adoptivo de la tierra
y en su favorito capitán español. Bernal Díaz refiere
que desdé el día en que Alvarado recibió por compañeraa doña Luisa los indios la acataban como a su señora yle llevaban presentes, que eran símbolo de su amor y fi-
delidad y del concepto que se habían formado de la
importancia política de la unión de una princesa de
la raza con el alto jefe castellano. Doña Luisa acompañóa Alvarado durante toda la guerra de México y pasó
con él a la conquista de Guatemala y a la expedición
al Perú. Fué su consorte más constante y le dio un hijo,
nacido en México, que recibió el nombre de su padre,
y una hija, doña Leonor, que nació en Guatemala y de
quien procedió la única sucesión que quedó después
de la muerte del célebre conquistador.
13 Díaz del CastÜlo, cap. LXXVII.
27
En Tlaxcala estaban los españoles muy cerca de la
ciudad de México, aunque separados de ella por altas
montañas. Bernal Díaz del Castillo cuenta que el Empe-rador Moctezuma envió poco después cuatro embajado-
res con valiosos presentes y muy buenas razones para
alejar a Cortés de Tlaxcala, romper la amistad que había
entablado con los mayores enemigos de México y atraer-
lo a la capital del imperio. Cortés agradeció los presentes
y los buenos deseos de Moctezuma y parece que quiso
conocer más de cerca la voluntad del jefe azteca y la
situación estratégica de la ciudad, y con ese objeto retuvo
en rehenes a los embajadores recién llegados, y con
otros de los que se hallaban desde tiempo atrás en el cam-
pamento español despachó a Pedro de Alvarado y a
Bernardino Vázquez de Tapia para que visitaran a Moc-tezuma en su propia casa y fortaleza. Se ha dicho por
algunos que los capitanes españoles llegaron hasta los
suburbios de México, pero que Moctezuma se negó a
recibirlos' pretextando tener dolor de estómago; pero
la versión de Bernal Díaz parece más probable. Refiere
el cronista que cuando se supo que Cortés había enviado
a la ventura a los dos capitanes exponiéndolos a toda
clase de peligros, el ejército lo tuvo a mal y pidió que
los hicieran volverse del camino, como efectivamente lo
ejecutaron. Los embajadores de Moctezuma siguieron
hacia México a dar cuenta del interrumpido viaje de
los enviados de Cortés, y habiéndoles preguntado su señor
qué figura y proporciones tenían,
parece ser —dice Bernal— que le dijeron que Pedro de Alva-
rado era de muy linda gracia, así en el rostro como en su per-
sona, y que parecía como el sol, y que era capitán, y demás
de esto le llevaron figurado muy al natural su dibujo y cara,
y desde entonces le pusieron nombre de Tonatio [Tonatiuh],
que quiere decir el sol o el hijo del sol, y así le llamaron de ahí
adelante ... A Moctezuma le pesó porque se habían vuelto
del camino. Y aquellos embajadores tuvieron razón de com-
28
pararlos, así en los rostros como en el aspecto de las personas
y cuerpos, como los significaron a su señor Moctezuma, porque
Pedro de Alvarado era de muy buen cuerpo y ligero, y faccio-
nes y presencia, así en el rostro como en el hablar, en todo era
agraciado, que parecía que se estaba riendo, y Bernardino
Vázquez de Tapia era algo robusto, puesto que tenía buena
presencia. Y desque volvieron a nuestro real nos holgamos
con ellos y les decíamos que no era cosa acertada lo que Cortés
les mandaba.14
Habiendo terminado sus preparativos para continuar
la marcha hacia la ciudad de México, Cortés resolvió,
contra el dictamen de los tlaxcaltecas, dirigirse prime-
ro a Cholula, que era un centro religioso de los indios,
dedicado al culto de Quetzalcoatl, y de gran
población y fuerza militar subordinada a Moc- Cholula
tezuma. Los caciques de Cholula no habían
rendido acatamiento a Cortés, y aunque lo hicieron
tardíamente, trataron de aniquilar a los españoles en
cuanto los tuvieron encerrados dentro de su ciudad
bajo falsas apariencias amistosas. Avisado de la trama
urdida por los caciques de acuerdo con agentes de Moc-tezuma, Cortés tomó la iniciativa, les reprochó su doblez
y en rudo combate con los guerreros enemigos mató
algo más de tres mil hombres y sujetó la comarca a la
obediencia de Castilla.
La conquista de Cholula aseguraba para el ejército
español el territorio que dejaba a sus espaldas. Moctezu-
ma debió haber sentido honda pesadumbre por la ma-
tanza de Cholula, y cambiando de táctica decidió invitar
a Cortés a que se dirigiera a la capital donde prometía
recibirle con los honores que le eran debidos.
La distancia de Cholula a México es aproximadamente
de ochenta kilómetros, y los pasos por las elevadas mon-
Díaz del Castillo, cap. LXXX.
29
tañas y profundas barrancas sumamente expuestos al
ataque del enemigo. En su Segunda Carta al EmperadorCarlos V, refiere Cortés que a unas ocho leguas
A la ciudad de la ciudad de Cholula hay dos altas monta-de México ñas cuya cima se cubre de nieve aun en el mes
de agosto, que una de ellas arroja día y noche
columnas de humo que se levantan derechas hacia el
cielo con gran fuerza, y que deseando conocer el secreto
de esa montaña mandó una sección de diez hombres
para descubrirlo. Iba al frente de la expedición Diego
de Ordaz; la montaña no era otra que el volcán que los
naturales llaman Popocatépetl. Los exploradores llega-
ron con gran trabajo junto al cráter y lo más cerca de
la cumbre que la nieve y el viento les permitieron. Laexpedición tuvo un resultado práctico de gran impor-
tancia porque cuando los españoles se dirigían al volcán
dieron con un camino que los indios que los acompaña-ban dijeron que conducía al valle de México y que era
mejor que el otro que los enviados de Moctezuma acon-
sejaban a Cortés. Diego de Ordaz y compañeros siguie-
ron el nuevo camino hasta llegar a un paso entre los dos
altos montes, desde el cual divisaron el valle de Culúa o
México, la gran ciudad de Tenochtitlán y los lagos que
la rodeaban.
En vista del reconocimiento de las montañas y del
descubrimiento del nuevo camino, Cortés condujo al
ejército por la ruta inesperada y entró a la ciudad
de México el 8 de noviembre de 1519.
Tanto Cortés en su Segunda carta como Bernal Díazen su Verdadera relación describen la grandeza de la
ciudad de México, situada en el seno de un gran lago,
rodeada de otras ciudades menores, unida a la tierra
firme por calzadas sólidamente construidas y poblada
de inmenso caserío de piedra canteada, torres y pirá-
mides imponentes. Bernal Díaz pinta el panorama con
vivos colores:
30
Y desque vimos tantas ciudades y villas pobladas en el
agua, y en tierra firme otras grandes poblazones, y aquella
calzada tan derecha y por nivel como iba a México nos que-damos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encan-tamiento que cuentan en el Libro de Amadís, por las grandestorres y cues y edificios que tenían dentro en el agua, y todosde calicanto, y aun algunos de nuestros soldados decían quesi aquello que vían, si era entre sueños.
Cuando a los pocos días Moctezuma mostró la ciudad
a Cortés desde la cima del gran templo o teocalli, tuvoBernal otra visión de la gran capital. Moctezuma tomóa Cortés de la mano diciéndole que mirara su gran ciudad
y las demás que había en el agua y en tierra alrededor
de la laguna y que viera también la gran plaza que se
extendía a sus pies.
E ansi lo estuvimos mirando—dice Bernal—,porque des-
de aquel grande y maldito templo estaba tan alto que todo lo
señoreaba muy bien y de allí vimos las tres calzadas que en-
tran en México que es la de Ystapalapa, que fué por la que
entramos quatro días avía, y la de Tacuba, que fué por donde
después salimos huyendo la noche de nuestro gran desbara-
te .. . y la de Tepeaquilla y víamos el agua dulce que venía
de Chapultepec de que se proveía la ciudad, y en aquellas tres
calzadas las puentes que tenían hechas de trecho a trecho,
por donde entraba y salía el agua de la laguna, de una parte
a otra. £ víamos en aquella gran laguna tanta multitud
de canoas, unas venían con bastimentos e otras que volvían
con cargas y mercaderías. £ víamos que cada casa de aquella
gran ciudad y de todas las mas ciudades que estaban pobladas
en el agua, de casa a casa no se pasaba sino por unas puentes
levadizas que tenían hechas de madera, o en canoas, y víamos
en aquellas ciudades cues y adoratorios, a manera de torres e
fortalezas, e todas blanqueando que era cosa de admiración,
y las casas de azoteas e en las calzadas otras torrecillas e ado-
ratorios que eran como fortalezas, y después de bien mirado
y considerado todo lo que aviamos visto, tornamos a ver la
gran plaza y la multitud de gente que en ella avía, unos com-
prando e otros vendiendo, que solamente el rumor y zumbido
31
de las voces y palabras que allí avía sonaba mas que de una
legua, e entre nosotros hubo soldados que avían estado en
muchas partes del mundo, e en Constantinopla e en toda Italia
y Roma y dijeron que plaza tan bien compasada y con tanto
concierto y tamaño e llena de tanta gente, no la avían visto.15
Y los escasos cuatrocientos soldados españoles que a
las órdenes de Cortés habían entrado a la gran ciudad
de México no sabían que admirar más, si la magnificen-
cia del cuadro que se presentaba a sus ojos o el atrevi-
miento de sus jefes que los habían llevado al corazón
del imperio azteca, lejos de todo socorro y bajo las som-brías prevenciones de los indios amigos que tantas veces
les habían aconsejado guardarse de los mexicanos.
Moctezuma salió al encuentro de Cortés al final de
la calzada, con todo el boato y acompañamiento de unmonarca de Oriente; y en extraño lenguaje le ofreció
la tierra y su pueblo y el trono como su propio patrimo-
nio, tomando sin duda al caudillo de los invasores por
el sucesor de los antiguos señores de México que habían
de llegar un día de donde sale el sol para que se cumplie-
ran así las profecías. Esta creencia, este engaño trágico
de Moctezuma fué la causa de la ruina de su imperio.
Poder y fuerza militar muy superiores al poder de los
invasores había en los vastos dominios del Emperador;jefes, capitanes y soldados valientes se hallaban a su lado,
capaces de combatir y vencer a los castellanos; ocasiones
numerosas hubo para hacerlo y ninguna mejor que aque-
lla en que Cortés en un rasgo de audacia que ponía
pavor en los corazones de sus mismos soldados, llegó a
encerrarse con ellos a la capital azteca donde estaban
a merced de un pueblo altivo, acostumbrado a sacrifi-
car a millares a los hombres extraños a su raza y re-
ligión.
Comprendiendo el peligro en que se hallaban, Cortés,
de acuerdo con sus oficiales, decide pocos días después,
16 Díaz del Castillo, cap. XCII.
32
dar un golpe de increible atrevimiento, y reduce a pri-
sión al Emperador. Acompañado de sus capitanes Pedrode Alvarado, Juan Velázquez de León, Die-
go de Ordaz y Gonzalo de Sandoval, Cortés Prisión de
increpó a Moctezuma por los excesos que sus Moctezuma
agentes cometían en la costa contra los espa-
ñoles y le exigió que dejara su palacio y se fuera con ellos
a sus aposentos, sin hacer resistencia, asegurándole queallá sería honrado y respetado conforme a su elevado
rango.
Durante los seis meses siguientes, sintiéndose seguro
por la posesión de la persona del Emperador, Cortés fué
completando su conocimiento del país y de sus riquezas,
y llegó a creer probablemente que mediante la sumisión
del monarca y la obediencia de sus subordinados, podría
llegar a dominar pacíficamente el vasto imperio me-xicano.
Moctezuma vivía aparentemente satisfecho de su
encierro en el campamento español, donde se reunía
su corte y era servido por su gente y por los castellanos.
Estaba con ellos en muy buenos términos y se entretenía
con sus carceleros frecuentemente en pláticas y juegos
animados. Bernal Díaz describe esas reuniones con su
acostumbrada gracia. Refiere que Cortés iba todos los
días a hacerle la corte a Moctezuma, acompañado de
cuatro capitanes, especialmente Pedro de Alvarado, Juan
Velázquez de León y Diego de Ordaz.
Y aun algunas veces jugaba el Moctezuma con Cortés al
totoloque, que es un juego que ellos ansi le llamaban, con unos
bodoquillos chicos muy lisos que tenían hechos de oro para
aquel juego, y tiraban con los bodoquillos algo lejos, y unos te-
juelos que también eran de oro, e a cinco rayas ganaban o
perdían ciertas piezas e joyas ricas que ponían. Acuerdómeque tanteaba a Cortés Pedro de Alvarado e al gran Mocte-
zuma un sobrino suyo, gran señor, y el Pedro de Alvarado
siempre tanteaba una raya de mas de las que avía Cortés, yel Moctezuma como lo vio decía, con gracia y risa, que noquería que le tantease a Cortés el Tonatio, que ansi llamaban
33
al Pedro de Alvarado, porque hacía mucho yxoxol, que quiere
decir en su lengua que mentía, que echaba siempre una raya
de más; y Cortés y todos nosotros los soldados que en aquella
sazón hacíamos guarda no podíamos estar de risa por lo que
dijo el gran Moctezuma. Dirán agora que por qué nos reí-
mos de aquella palabra, es porque el Pedro de Alvarado, pues-
to que era de gentil cuerpo e buena manera, era vicioso en el
hablar demasiado, y como le conocimos su condición por eso
nos reímos tanto.16
Con la venia de Cortés, salía el Emperador a visitar
los templos y a dar algunos paseos por la ciudad, rodea-
do de sus cortesanos y custodiado por ciento cincuenta
soldados y los capitanes Juan Velázquez de León, Pedrode Alvarado, Alonso de Ávila y Francisco de Lugo; yhabiendo construido los españoles dos bergantines para
la navegación del lago, Moctezuma pidió ir en el másvelero a una partida de caza en la opuesta margen. Lle-
vaba a sus monteros y cortesanos y le guardaban los
capitanes españoles y fuerte escolta de soldados. "Moc-tezuma —dice Bernal— estuvo feliz."
La situación de los españoles en México, sin embargo,seguía siendo falsa, comprometida y llena de peligros.
El ejército de ocupación no aumentaba, por falta de
recursos de afuera, y nunca como entonces podía decir-
se que Cortés y los suyos vivian sobre un vol-
vj c*n* ^° k enSanosa apariencia de paz y
contraalegría, hervía en el pueblo mexicano el natu-
Cortés ral deseo de deshacerse de los extranjeros; los
parientes del Emperador no aprobaban su pasi-
vidad ni su sumisión a los castellanos, y sólo el temor de
que perdiera la vida a manos de los invasores contenía los
ímpetus de los guerreros ansiosos de acabar con ellos.
Bernal Díaz escribe que en ese tiempo "estaba muy re-
vuelto México y otras grandes ciudades." La ocasión
para la rebelión y la guerra no tardó en presentarse.
18 Díaz del Castillo, cap. XCVII.
34
Cortés había enviado a la Corte, al principio de la
campaña, a Alonso Hernández Puertocarrero y Fran-cisco de Montejo como procuradores, llevando relación
de la conquista y valiosos presentes para el Rey de Es-
paña. Prohibió expresamente a los procuradores tocar
en la Isla de Cuba para- que Diego de Vclázquez no se
enterara de su viaje y encargo; pero Montejo, que tenía
una hacienda en la isla, desatendió las órdenes de Cortés
y desembarcó en San Cristóbal de La Habana. Así fué
como las primeras noticias del resultado de la expedición
a México llegaron a oídos de Velázquez, excitando su
codicia y su rencor contra el hombre que a su juicio
lo había traicionado.
El burlado gobernador no se conformó con el agra-
vio recibido y se propuso arrebatar la conquista de ma-nos de Cortés y castigar su rebeldía. Con ese fin organizó
una poderosa armada que confió a Panfilo de Narváez.
La armada salió de Cuba en el mes de marzo de 1520
y tras serios contratiempos llegó a San Juan de Ulúa, a
corta distancia de Veracruz. Cortés se hallaba en la ciu-
dad de México cuando tuvo noticia de que Narváez
había desembarcado con ochocientos hombres, ochenta
caballos y de diez a doce cañones, y se había situado en
Cempoala, desde donde amenazaba a los primeros con-
quistadores que en menor número y fuerza se encontra-
ban en el interior. En tan crítica situación, amenazado
por sus mismos compatriotas y en posición poco segura
en medio de los mexicanos, Cortés reunió las fuerzas que
tenía a su lado y en varios puntos de la costa, dejó en la
capital azteca un destacamento de ochenta hombres a
las órdenes de Pedro de Alvarado, y marchó a entenderse
con Panfilo de Narváez por las buenas o por las malas.
El choque armado entre los dos ejércitos españoles fué
inevitable, pero la pericia, la astucia y el valor de Cortés
y sus capitanes y soldados les dieron el triunfo sobre las
fuerzas de Narváez sin mayor derramamiento de sangre.
Vencido el agente de Velázquez, sus propios solda-
35
dos, atraídos por la riqueza de la tierra que se reflejaba
en los adornos de oro de sus compatriotas, y ganados a la
causa de Cortés por sus ofrecimientos y por el senti-
miento de admiración que inspiran el valor y la inteli-
gencia iluminados por el triunfo, engrosaron al punto
las filas del caudillo afortunado.
Por espacio de algunos días pudo Cortés creer asegu-
rada, con tan valioso refuerzo de hombres y elementos
de guerra, el éxito definitivo de su conquista del impe-
rio de Moctezuma; pero poco después de la victoria de
Cempoala recibió de México alarmantes noti-
Alvarado y cias que amargaron su triunfo y lo obligaron
la matanza a emprender sin demora el regreso a Tenoch-del templo titlán.
Lo que allá había ocurrido durante su au-
sencia fué una tragedia que estuvo a punto de causar
la pérdida de la conquista. Pedro de Alvarado había
quedado en la ciudad con una pequeña fuerza de ochen-
ta españoles y cuatrocientos indios amigos. El Empera-
dor Moctezuma seguía bajo su custodia pero en libertad
de comunicarse con su pueblo. La ocasión no podía ser
más favorable para los mexicanos. La inferioridad nu-
mérica de la guarnición europea, privada de la dirección
y prestigio de Cortés, se prestaba a una ofensiva liber-
tadora capaz de aniquilar en poco tiempo a los extran-
jeros y devolver a los nativos el dominio pleno de su
tierra. Acostumbraban los mexicanos celebrar durante
la primavera las fiestas del mes de Toxcatl en honor a su
dios Tezcatlipoca. Como el lugar escogido para la cele-
bración, o sea el gran Teocalli o templo de Huitzilo-
pochtli, se encontraba frente al campamento español,
los organizadores de las fiestas pidieron la venia de
Alvarado y, una vez obtenida, dieron principio a los
preparativos. La verdadera historia de lo que entonces
pasó no se sabe con certeza. Alvarado debe haber visto
con .desconfianza la proyectada reunión de millares de
36
gentes frente a los cuarteles de su tropa. Se dijo que los
tlaxcaltecas que acompañaban a los castellanos infor-
maron a Alvarado que los mexicanos, tomando la fiesta
como pretexto, proyectaban atacar y destruir a la guar-nición española. Idéntica noticia obtuvo el capitán es-
pañol de dos indios principales y un papa o sacerdote
de los mexicanos a quienes capturó y obligó a declarar.
Refiere Bernal Díaz que cuando regresó Cortés a la
ciudad le informó Alvarado que los mexicanos tenían
por cierto que Narváez lo vencería y que por eso dis-
currieron matar a Alvarado y sus soldados.17
Observó
este jefe que en el patio del teocalli habían hincado los
mexicanos unos postes sospechosos y uno más alto en la
pirámide principal, que resultaron ser el tzonpantli en
que solían prender las cabezas de las víctimas sacrifi-
cadas a los dioses, y habiendo preguntado para qué fin
estaban allí, le contestaron públicamente que para poner
a todos los castellanos en los de abajo y a Alvarado en el
palo más alto. Dijo también el capitán español haber
sabido que había mucha gente preparada con armas para
atacarlos, lo cual se confirmó con el alzamiento poste-
rior de todo el pueblo. Y cosa no menos grave, los me-xicanos habían suspendido el abastecimiento del cuartel
español, lo que no dejaba duda alguna respecto a sus
intenciones.
Bajo tales auspicios de temor y desconfianza de parte
de Alvarado, llegó el 19 de mayo, día de la celebración
del Toxcatl. En los espaciosos patios del templo se reu-
nieron seiscientos nobles y caciques mexicanos, sin ar-
mas, y cubiertos de sus más ricos atavíos de oro, piedras
y plumas, y dieron principio a sus bailes. Como parte
de la fiesta, los mexicanos habían dispuesto subir la
figura de su dios Huitzilopochtli a la capilla superior
del templo donde Cortés había hecho colocar la imagende la Virgen María. Alvarado, con parte de su tropa, sa-
lió de la fortaleza y llegó al templo en el momento en
17 Díaz del Castillo, cap. CXXV.
37
que iba a ejecutarse la elevación del dios azteca, y a unaseñal convenida los españoles cayeron sobre los indios
"que comenzaron a pelear con ellos." Así lo declaró
Alvarado durante el proceso instruido en su contra enMéxico en 1529. Bernal Díaz dice, sin embargo, queAlvarado informó a Cortés que él fué con su gente "portomalles descuidados, e que porque temiesen y no vinie-
sen a dalle guerra, que por esto se adelantó a dar enellos."
El resultado de este ataque fué la muerte a manosde los españoles de la flor de la nobleza mexicana y el
alzamiento de la población entera de la ciudad contra
los extranjeros. Alvarado y sus soldados se recogieron
a la fortaleza donde resistieron enconados asaltos de sus
enemigos, y habrían sucumbido a no llegar en esos días
la noticia de la derrota de Narváez. Previendo el regreso
inminente de Cortés con refuerzos considerables, y te-
miendo sus medidas de represalia, Moctezuma ordenó
que cesara el ataque y mandó que se facilitaran de nue-
vo las provisiones que necesitaban los castellanos.
Las crónicas indígenas de la Conquista y algunos de
los historiadores españoles, especialmente Fray Barto-
lomé de las Casas, reprochan a Alvarado la matanza del
templo, atribuyéndola a su crueldad y a sus instintos
sanguinarios. Se ha dicho también que a ordenarla le
movió la codicia provocada por las joyas con que se pre-
sentaron adornados los señores mexicanos, de muchas de
las cuales se apoderaron los soldados. Sin embargo, en el
manuscrito original de su historia escribió Bernal Díazestas palabras: "que lo demás que dicen algunas perso-
nas que el Pedro de Alvarado por codicia de haber mu-cho oro y joyas de gran valor con que bailaban los indios,
les fué a dar guerra, yo no lo creo, ni nunca tal oí, ni
es de creer que tal hiciese. . . sino que verdaderamentedio en ellos por meterles temor." 18
Cuando, en 1529, la Audiencia de México (com-
18 Díaz del Castillo, cap. CXXV.
38
puesta de enemigos de Cortés) instruyó proceso al con-
quistador de Guatemala acumulándole todas sus faltas
pasadas, y otras no cometidas, de añadidura, Alvarado
se defendió del cargo relativo a la matanza de los nobles
aztecas invocando la necesidad de prevenir la guerra que
tenían preparada. Ello no obsta, sin embargo, para que el
historiador imparcial, conociendo el temperamento del
capitán español, y aun admitiendo que los mexicanos
tramaban su destrucción y la de sus compañeros —no
precisamente por medio de los señores que se entregaban
inermes a sus bailes sagrados—, considere que, en tan di-
fíciles circunstancias, el impetuoso Alvarado se dejó
arrastrar por su genio violento, y provocó de esa manera
la insurrección general que tan costosa había de ser para
los castellanos.
El día de San Juan, 24 de junio de 1520, entró Cortés
a México con su ejército, aumentado con la gente de
Narváez. A su paso por las calles semi desiertas de la
ciudad pudo observar la actitud hostil de los habitantes,
mudo presagio de la próxima tempestad. AlCortés
enterarse de los sucesos ocurridos en su ausen- regresa a
cia, Cortés se dio cuenta cabal de la gravedad México y
de la situación. Oyó el informe de Alvara- lucha con
do acerca de la matanza del templo y no quedó los mext'
satisfecho. Al contrario, le dijo con gran enojo
"que era muy mal hecho e gran desatino."19
Cortés "no
le habló más en ello." Tampoco quiso ver a Moctezuma
contra quien estaba resentido porque sabía que el Em-perador había tenido cierta secreta inteligencia con
Narváez. Es difícil creer que la entrevista con el Empe-
rador prisionero hubiera servido para mejorar la situa-
ción. Apenas llegado Cortés comenzó el último y for-
midable esfuerzo del pueblo mexicano para desalojar a
los españoles o exterminarlos dentro de la ciudad. Inmen-
sa muchedumbre de guerreros, insensibles a los disparos
19 Díaz del Castillo, cap. CXXV.
39
de los cañones y arcabuces, hacia llover sobre los sitia-
dos nubes de flechas, y tal cantidad de piedras les lan-
zaban con sus hondas "que no parecia sino que el cielo
las llovía," según la frase de Cortés. Algunos soldados
que habían servido en Italia y peleado contra los fran-
ceses y turcos, dice Bernal Díaz que "juraron muchasveces a Dios que guerras tan bravosas jamás habían
visto."
La batalla continuó por espacio de varios días con
igual intensidad y con pérdidas de vidas de ambos lados.
Los mexicanos, sin embargo, podían reponer las suyas
indefinidamente; pero los españoles se hallaban frente a
una guerra de aniquilamiento, y cada hora que pasaba
los acercaba a su total destrucción y ruina. Creyen-
do que Moctezuma podría aplacar los ánimos de su
pueblo, Cristóbal de Olid y el Padre Bartolomé de Ol-
medo le pidieron que los exhortara en favor de la paz.
El infortunado monarca accedió a este ruego y subió
a la muralla, desde donde arengó a los guerreros; pero su
palabra, antes escuchada y respetada, no tuvo más efec-
to que el de provocar la ira de los mexicanos contra él.
Una lluvia de flechas y piedras cayó sobre su persona
hiriéndolo tan gravemente que murió al tercero día den-
tro de la fortaleza.
Viendo que los furiosos ataques de los indios aumen-taban cada día, -y comprendiendo que la única salvación
del ejército radicaba en su salida de la ciudad, Cortés, de
acuerdo con sus capitanes, organizó la retirada, la que
La n htuvo luSar k noche del 30 de jimio. Gonzalo
Triste^e Sandoval y Diego de Ordaz, con un des-
tacamento de soldados, iban a la cabeza de la
columna; Cortés seguía en el centro con Alonso de Ávi-
la, Olid y otros oficiales y soldados. Pedro de Alvarado
y Juan Velázquez de León cubrían la retagurdia, queera el puesto de mayor peligro. Aprovechando la calmade la media noche los españoles y los indios sus amigos
40
emprendieron la retirada por la calzada de Tacuba, pero
no pudieron ocultar sus movimientos a los mexicanos
que cayeron sobre ellos a lo largo de la ruta y matarongran número de cristianos, indios y caballos y los hirie-
ron a todos. Cortés, Sandoval y Olid lograron Uegr- a
tierra firme; pero el centro y retaguardia de la columnafueron diezmados por los enemigos: muchos hombresperecieron en el agua por haber desaparecido los puen-
tes, a otros los cogieron vivos los indios para sacrificarlos
a sus dioses; se perdió todo el oro, casi todos los caballos,
la artillería y el equipaje.
Los tlaxcaltecas salvaron en las puentes a doña Luisa
Xicoténcatl y a doña Marina, pero allí quedaron muer-tos los hijos e hijas de Moctezuma, Cacama, rey de Tez-
cuco, y otros prisioneros de los españoles. Juan Veláz-
quez de León y más de ochenta caballeros murieron
también en el puente destrozado. "Pedro de Alvarado,
bien herido, a pie, con una lanza en la mano, porque
la yegua alazana ya se la avian muerto," llegó ante Cor-
tés, y como el jefe español y los demás capitanes "le en-
contraron de aquella manera, y vieron que no venían
más soldados, se le saltaron las lágrimas de los ojos." Dijo
Alvarado que él y cuatro soldados, heridos como él, que
le acompañaban "pasaron la puente con mucho peligro,
sobre muertos y caballos y petacas," y agregó que "todas
las puentes y calzadas estaban llenas de guerreros." Cris-
tóbal Martín Millán de Gamboa recogió a Alvarado a la
orilla del canal y lo llevó en ancas de su caballo. Este
fué, en la leyenda popular, el famoso "salto de Alvara-
do." La verdad histórica consta en los autos del Proceso
de 1529. Entre los cargos que entonces se le hicieron
se dice que "llegando a uno de los pasos malos queavia en la calzada y estando un madero por dó avia de
pasar el dicho Pedro de Alvarado, se apeó e pasó el dicho
madero e dexó toda la gente de su capitanía desmampa-rada de la otra parte." Alvarado replicó en su descargo
que "siendo de noche e oscuro e saliendo de esta ciudad
41
en la retaguardia, los que iban conmigo me dexaron solo
e mal herido e el caballo muerto, e viéndome de esta me-nera pasé el dicho paso."
20
Un sabino centenario, que en México llaman ahue-
huetUy y que se conoce con el nombre de "el árbol de
la Noche Triste," se conserva en el pueblo de Popotla,
en los suburbios de la capital mexicana, y la tradición
afirma que bajo sus ramas lloró Cortés la pérdida de sus
compañeros. El dolor que la catástrofe le produjo, y el
despecho de su derrota, no le impidieron, sin embargo,
tomar las medidas necesarias para salvar la fuerza que
le quedaba. Con ella rodeó la laguna y se encaminó al
oriente de México, buscando las tierras amigas de Tlax-
cala. Los mexicanos no cesaron de atacarle en el camino,
y en el pueblo de Otumba le presentaron formal bata-
lla que ganaron los españoles gracias a la astucia de su
jefe que con un pequeño grupo de oficiales a caballo dio
muerte al general enemigo. El ejército indígena, privado
de su caudillo, se desbandó, y los castellanos, sin encon-
trar nuevos obstáculos, pudieron seguir la marcha hasta
20 Proceso de Alvarado, págs. 4, 68. Libro viejo de la funda-ción de Guatemala, págs. 172 y 182.
Prescott recogió la leyenda del salto de Alvarado diciendo que
éste se detuvo por un momento al borde del canal y apoyando fuer-
temente la lanza en los escombros que en parte lo llenaban concen-
tró en ella todas sus fuerzas y lo salvó de un salto.
Diego Muñoz Camargo, en la Historia de Tlaxcala, escrita en
1576, dice que los indios amigos que vieron tan gran hazaña queda-
ron maravillados y echándose por tierra exclamaron a gandes voces:
"verdaderamente que este hombre es hijo del sol [Tonatiuh]." Aesta noticia observa don Alfredo Chavero: "Parece fuera de dudaque no hubo tal heroicidad, ni temeridad, y que Alvarado, valiente
como el que más, pagó en esa fatal noche un tributo a la humanadebilidad. El descubrimiento de su proceso convence que no dio ese
salto prodigioso, sino que pasó buenamente la ancha zanja por unaviga."
Oviedo (lib. 33, cap. 47) dice lo siguiente: "Fué tan extremadode grande el salto, que a muchos hombres que han visto aquello heoído decir aue parece cosa imposible haberlo podido saltar ningún
42
Tlaxcala, donde fueron recibidos amistosamente y pu-dieron curar sus heridas y reponer sus fuerzas despuésde tan tremenda lucha.
En la retirada de México, conocida en la historia conel nombre de "la Noche Triste," perecieron, según la
Segunda Carta de Cortés, 150 españoles y 2,000 indios
amigos. Bernal Díaz hace subir estas cifras a 860 solda-
dos españoles y sobre 1,200 tlaxcaltecas, y agrega que delas fuerzas combinadas de Cortés y Narváez no que-daron sino 400 soldados, pero incluye en esta cuenta las
pérdidas totales de los cinco días que duró la retirada,
desde los cuarteles de México hasta la batalla de Otum-ba. "Eramos pocos —dice el cronista—, no quedábamossino cuatrocientos y cuarenta, con veinte caballos y doce
ballesteros y siete escopeteros, y no teníamos pólvora, ytodos heridos y cojos y mancos."
hombre humano. En fin, él lo saltó y ganó por ello la vida, e per-
diéndola muchos que atrás quedaban."
Cervantes de Salazar (cap. CXXII) dice que Alvarado "saltan-
do sobre la lanza que llevaba, se puso de la otra parte de la puente."
Bernal Díaz, comentando la crónica de Gomara, escribió estas
palabras (cap. CXXVÜI) "Y en la triste puente que dijeron des-
pués que fue el salto de Alvarado digo que en aquel tiempo ningún
soldado se paraba a vello si saltaba poco o mucho, porque harto
teníamos que salvar nuestras vidas* porque estábamos en gran pe-
ligro de muerte, según la multitud de mexicanos que sobre nosotros
cargaban, y todo lo que en aquel caso dice Gomara es burla, porque
ya que quisiera saltar y sustentarse en la lanza, estaba el agua muyhonda, y no podía llegar al suelo con ella, y demás de esto la puente
y abertura muy ancha y alta, que no la podría salvar por muy mássuelto que era, ni sobre lanza ni de otra manera; y bien se puede
ver ahora qué tan alta iba el agua en aquel tiempo y qué tan altas
son las paredes donde estaban las vigas de la puente y qué tan an-
cha era la abertura; y nunca oí decir deste salto de Alvarado hasta
después de ganado México, que fue en unos libelos que puso unGonzalo de Ocampo, que por ser algo feos aquí no declaro, y en
ellos dice, *y d'acordársete devia del salto que diste de la puente."
Con razón comenta Solís (lib. IV, cap. XVIII) que el salto de
Alvarado era "una hazaña, que quando se creyese, dexaba más enca-
recida su ligereza que acreditado su valor."
43
Repuestos de sus fatigas, sanas las heridas de los más yvivo en el ánimo de los soldados de Cortés el deseo de
volver sobre la ciudad de donde habían salido de tan
mala manera y destruir en ella a sus enemigos, el general
español comenzó metódicamente a sojuzgar a
't*dk8 Puekl°s Que habían hostilizado a los cas-
^Uéxico tellanos creyéndolos perdidos. Algunos de los
hombres que habían llegado con Narváez yque tenían bienes en Cuba le pidieron que los dejara vol-
verse a la isla donde querían vivir en paz y seguridad.
Cortés mandó a Pedro de Alvarado que los acompañara
al puerto y los embarcara. Aquellos hombres no hacían
falta en el ejército y más bien, dice Bernal Díaz en len-
guaje pintoresco, que los demás los tenían por so-
brehueso.
Teniendo ya bien conocida la topografía de la ca-
pital mexicana, Cortés encargó a Martín López, carpin-
tero de ribera, que construyera en Tlaxcala trece ber-
gantines, los cuales serían transportados por partes yarmados en la laguna. Juan Rodríguez Cabrillo, quesirvió después en la conquista de Guatemala al lado de
Alvarado, dirigió la fabricación de la pez en unos pi-
nares de Guaxolcingo. Varios barcos pequeños que lle-
garon a Vera Cruz proporcionaron a Cortés algunos
soldados, caballos, cañones, armas y pólvora, y con estos
elementos y un fuerte contingente de guerreros tlaxcal-
tecas, el ejército español salió para Tezcuco, ciudad ve-
cina a la capital azteca, un día después de la Navidaddel año 1520.
Establecido el cuartel general en Tezcuco, continua-
ron los preparativos para el asedio de la ciudad, dondeCuauhtémoc, sobrino y yerno de Moctezuma, mandabaahora como jefe supremo y se alistaba por su parte para
luchar contra los invasores de su país.
Cortés, acompañado de Alvarado y Olid, recorrió
los pueblos ribereños y los sometió a su dominio; marchóa pelear a Cuernavaca, y de regreso venció a los habi-
tantes de Xochimilco, no sin luchar fuertemente conellos y los escuadrones mexicanos salidos de la ciudad, ycon riesgo de su persona que estuvo varias veces en pe-
ligro. De vuelta en el cuartel general descubrió unaconspiración fraguada por Antonio de Villafaña, amigo
de Diego de Velázquez, y varios soldados de Narváezque proyectaban la muerte de Cortés y sus capitanes.
Acompañado de Pedro de Alvarado, Olid, Tapia, San-
doval, Francisco de Lugo y Bernal Díaz del Castillo,
Cortés sorprendió a los conjurados y mandó ahorcar a
Villafaña, perdonando a los demás.
Por entonces estaban terminados y puestos a flote
los bergantines. Cortés convocó a los pueblos amigos
para que acudieran con sus fuerzas a emprender la cam-
paña y organizó el ejército para poner cerco a la ciudad.
Pedro de Alvarado fué nombrado capitán del primer
destacamento compuesto de 150 soldados de espada yrodela, 30 de a caballo, 18 escopeteros y ballesteros
y 8,000 tlaxcaltecas. Iban con él su hermano Jorge de
Alvarado, Gutierre de Badajoz, Andrés de Monjarraz
y Bernal Díaz del Castillo. Alvarado debía establecer su
cuartel en Tacuba y maniobrar sobre la calzada que
unía aquel lugar con la capital.
A Cristóbal de Olid, con otros 30 de a caballo, 165
soldados, 20 escopeteros y ballesteros y 8,000 tlaxcalte-
cas, le fué ordenado sentar su real en Coyoacán.
Gonzalo de Sandoval debía ocupar Iztapalapa con
150 soldados, 20 de a caballo y más de 8,000 indios de
guerra de Chalco y Guaxocingo. Con él estaban por
capitanes Luis Marín y Pedro de Ircio.
Cortés mandaba personalmente la flota de berganti-
nes con 300 ballesteros y escopeteros.
Refiere Bernal Díaz que yendo los dos destacamen-
tos de Alvarado y Olid con destino a sus puestos respec-
tivos se detuvieron a pasar la noche en el pueblo de
Aculman, donde los jefes y soldados tuvieron fuerte
disputa sobre los alojamientos. Ya habían echado mano
45
a las armas y se habían desafiado los capitanes, pero me-diante la intervención de algunos caballeros se apaci-
guaron. "Desde allí adelante —agrega el cronista— nose llevaron bien los capitanes."
Llegados los dos destacamentos al pueblo de Tacubase dirigieron al día siguiente a Chapultepec a romper los
caños que conducían el agua a la ciudad. Allí princi-
piaron los combates y siguieron en las calzadas y en el
agua entre los bergantines y las canoas de los mexicanos.
Formalizado el sitio de la capital se desarrollaron
sangrientos combates que duraron setenta y cinco días21
y terminaron con la rendición de Cuauhtémoc, el va-
liente jefe mexicano. Tanto Cortés en sus Cartas comoBernal Díaz en su Historia han dejado un vivo relato de
la costosa campaña que afirmó el poder de Castilla so-
bre el más rico, extenso y fuerte imperio de las Indias.
Los bergantines daban a Cortés el dominio de la
laguna, y con ellos perseguía continuamente las embar-caciones indígenas que abastecían a la ciudad de agua
y otros elementos de vida. En las calzadas se hallaban
apostadas las tres capitanías de españoles, y en ellas se
libraban encarnizados combates que duraban desde el
amanecer hasta la noche. Era una lucha de resistencia
en que los castellanos trataban de avanzar hacia la ciu-
dad y sus defensores los rechazaban lanzando contra ellos
desde los canales, calles y casas fuertes lluvias de flechas,
piedras y varas endurecidas al fuego. Los sitiadores ga-
naban cada día trechos de la calzada hasta llegar a
los fosos profundos que los mexicanos abrían de conti-
nuo. Con las casas que derribaban todos los días, los
españoles, ayudados por los indios sus amigos, rellenaban
los fosos y avanzaban hasta la próxima brecha, siempre
bajo el ataque de los sitiados con quienes luchaban
cuerpo a cuerpo hasta el anochecer, cuando cesaba la
21 Es dato de Cortés; según Bernal Díaz fueron noventa
y tres.
46
pelea y los castellanos se retraían a su campamento paradescansar y curar sus heridas quemándolas con aceite
hirviendo, y para "apretar las heridas con mantas y co-mer nuestras tortillas con ají y hierbas y tunas, y luegotodos a la vela."
MEl descanso nocturno era muy re-
lativo porque aquel puñado de hombres acampados enlas puentes y calzadas, a la intemperie, tenían que tur-
narse para velar y cuidarse de los ataques incesantes desus enemigos, inmensamente superiores en número a las
escasas fuerzas sitiadoras.
En el real de Alvarado, en el de Cortés y en el deSandoval, que ocupaba la cabeza de puente de Tepeyac,los combates eran continuos, y a pesar de ellos la obra dedemolición proseguía sin tregua allanando con los ma-teriales de las casas destruidas el camino de los futuros
avances de las tropas. Los mexicanos se daban cuenta de
que en esta forma el cerco se estrechaba cada día y deci-
dieron hacer un esfuerzo para destruir, una en pos de
otra, las columnas enemigas. Comenzando por los cuar-
teles de Alvarado atacaron la calzada de Tacuba convarios escuadrones y por tres partes a la vez y lograron
cercar a los españoles por tierra y con innumerables ca-
noas por el agua. La caballería y los tlaxcaltecas rom-pieron el escuadrón que atacaba por la espalda. Los es-
cuadrones indígenas que cubrían una gran cortadura
de la calzada, fingiendo retirarse hacia la ciudad, atra-
jeron entonces a los españoles hasta un punto donde se
hallaba oculta gran multitud de guerreros. Súbitamente
salieron éstos de su escondite, y uniéndose a los otros
escuadrones atacaron a los castellanos con tal furia que
los obligaron a retroceder y pasar a nado un profundo
foso, bajo las flechas y piedras que les arrojaban los
contrarios desde la calzada y desde un enjambre de ca-
noas. Los mexicanos hirieron a muchos y cogieron vivos
a cinco soldados que llevaron al sacrificio, pero no lo-
graron su objetivo principal.
22 Díaz del Castillo, cap. CLI.
47
Cortés se enojó grandemente con Alvarado por esta
acción que contrariaba sus instrucciones a los capitanes
de no comprometer sus fuerzas en incursiones al inte-
rior de la ciudad sin cubrir y cegar las aberturas quehacían los mexicanos, lo cual no obstó para que, pocos
días después, el propio general en jefe incurriera en
idéntica falta con más graves y trágicas consecuencias.
Como se ha dicho, los mexicanos obtuvieron este día
solamente una victoria local, y no pasaron adelante en
su pujante salida porque los contuvieron la artillería, los
caballos y el valor de los españoles, aparentemente
invencibles. Llegó, sin embargo, el día de San Juan, ani-
versario de la entrada de Cortés y su ejército en auxilio
de Alvarado, y Cuauhtémoc, recordando tal vez los su-
cesos de aquel día, ordenó un ataque general a los tres
cuarteles del enemigo. Durante dos noches consecutivas
los guerreros aztecas atacaron por tierra y por el agua,
causando muchas bajas en las tres capitanías. Viendoque no podían vencerlas a todas, al amanecer del tercer
día concentraron sus esfuerzos contra la calzada de Ta-
cuba y se desarrolló en ella una batalla en que, como de
costumbre, la caballería y las armas de fuego contu-
vieron el ímpetu de los atacantes y salvaron a los espa-
ñoles. "En aquella batalla —dice Bernal— mataron a
ocho e hirieron a muchos de nuestros soldados y auna Pedro de Alvarado lo descalabraron. . . matamos mu-chos mexicanos y se prendieron cuatro personas prin-
cipales."a8
Como la campaña se prolongaba indefinidamente
con gran sufrimiento del ejército, Cortés, cediendo a las
instancias de sus oficiales a quienes impacientaba la de-
mora, quiso dar un golpe decisivo penetrando con todas
sus fuerzas hasta la plaza principal de México, llamadael Tlatelolco. Combinó al efecto el poderío de las tres
capitanías y un domingo por la mañana se lanzó conellas contra la ciudad. Alvarado y Sandoval, unidos en
28 Díaz del Castillo, cap. CLI.
.48
la calzada de Tacuba, y Cortés en la de Iztapalapa,
avanzaban con gran pujanza ganando puentes y alga-
rradas a pesar de la heroica defensa de los mexicanos;
pero habiéndose internado el batallón de Cortés hasta
el centro de la ciudad atraído con engaño por los con-
trarios, cayeron éstos de improviso sobre él y los suyos
con numerosas fuerzas y lo obligaron a retroceder hasta
una cortadura que en la precipitación del avance nose habian cuidado de llenar. En ese mal paso y bajo el
ataque incesante de los mexicanos perdieron la vida
de inmediato muchos españoles, y los indios cogieron
vivos a sesenta y seis soldados, mataron ocho caballos ytenían herido y "engarrafado" al propio Cortés, decidi-
dos a llevarlo vivo ante su jefe. La ayuda heroica de
Cristóbal de Olea y otro soldado español, que mataron
a los agresores de Cortés, a cambio de la vida del pri-
mero, salvó al conquistador de México de compartir la
triste suerte de sus sesenta y seis soldados que fueron
inmolados en la alta pirámide del Gran Teocalli en san-
griento holocausto a los dioses del panteón azteca. Fuéaquel día de gran peligro y enormes pérdidas para los
castellanos porque los escuadrones enemigos, en su es-
fuerzo supremo, los persiguieron por las calzadas hasta
sus cuarteles de tierra en desesperada lucha, mataron
a muchos y los habrían aniquilado a todos sin el auxilio
de la artillería y el valor y resistencia de los españoles ysus auxiliares indígenas.
Esta fué la última gran victoria que lograron los
mexicanos. Por espacio de muchos días los españoles
limitaron sus operaciones a pequeños ataques contra la
ciudad y se ocuparon de preferencia en reparar sus pér-
didas y curar sus heridas. Comenzaron en seguida a
rellenar metódicamente los fosos y aberturas que los
defensores de México habían ahondado de nuevo, y con
ayuda de los bergantines que daban caza de continuo a
las canoas cargadas de guerreros o de agua y víveres
para los sitiados, los castellanos recuperaron por fin el
49
terreno perdido, y habiendo recibido nueva provisión
de pólvora y ballestas que llevó a Vera Cruz un navio de
la Florida, reanudaron su avance y la destrucción de las
casas a ambos lados de las calzadas. De esta maneralos destacamentos españoles iban entrando cada día másal interior de la ciudad, y las fuerzas de los mexicanos
que en un principio parecían inagotables, eran diezma-
das sin tregua por la guerra y debilitadas por el hambre.
Un nuevo esfuerzo de los sitiadores condujo a la ca-
pitanía de Alvarado hasta la plaza mayor del Tlatelolco
donde se libró encarnizada batalla. Una sección, enca-
bezada por Gutierre de Badajoz, logró por fin escalar
las gradas del templo de Huitzilopochtli, plantar en lo
alto las banderas de Castilla y poner fuego al resto
de la pirámide que servía a la vez de fortaleza.24
Esta
brillante acción de la capitanía de Alvarado fué decisi-
va, y aunque no ese día, poco después se comunicabanlas tres capitanías dentro de la ciudad por medio de las
calles, librejs de estorbos.
Compadecido de la mortandad de mexicanos y de la
situación desesperada de la población, Cortés hizo a
Cuauhtémoc varias ofertas de paz, pero todas fueron
rechazadas por la indomable voluntad del caudillo in-
dígena y sus capitanes. Reducidos a un lugar fortifica-
do dentro de la laguna, hicieron resistencia todavía por
cierto tiempo, hasta que Cuauhtémoc, intentando la
fuga en una barca, fué hecho prisionero por uno de los
bergantines, y en patética escena se rindió a Cortés con
los jefes que le quedaban, el día de San Hipólito, 13 de
agosto de 1521.
24 Los descendientes de Hernán Méndez de Sotomayor, con-
quistador de México y Guatemala, pretendían en 1653 en sus pe-
ticiones a la Corona, que su bisabuelo había sido "el primero que
subió al cu de Tlatelolco y plantó una bandera verde con una cruz
y orla de oro." Petición de Fernando Méndez de Sotomayor yMaría Ruiz de Miranda. Archivo General del Gobierno, Guatemala.
Al. 29 40310.
50
Un silencio profundo, como si de golpe se apagara el
ruido de muchas campanas que hubiesen estado tañen-
do largo tiempo, dice Bernal Díaz del Castillo quesucedió a la rendición de México. Era que en un instante
se habían extinguido el clamor de la lucha, las
voces y la gritería de los mexicanos, que no Expedí-
habían cesado desde que comenzó el asedio dec,°"es a
la ciudad. Para los muertos era el silencio
de la eternidad; para los vivos el interludio entre el
estruendo de la guerra y las actividades de la paz. Enla historia del Anáhuac se había cerrado un período de
larga duración e iba a comenzar un nuevo esfuerzo
humano de grandes proyecciones en el porvenir.
Cortés dictó las providencias necesarias para el sa-
neamiento y reparación de la ciudad destruida, labor
que por dura ley de las cosas recayó sobre los vencidos.
Pensó en seguida en dar ocupación a sus capitanes y dis-
puso enviarlos a poblar las provincias del interior de cuya
riqueza tenía noticia.
Gonzalo de Sandoval fué enviado a someter algunos
pueblos rebeldes y a poblar en la costa de Coatzacoalco
y Tabasco. Francisco de Orozco marchó a pacificar la
provincia de Oaxaca. Los habitantes de Tehuantepec
habían franqueado el paso a los castellanos enviados por
Cortés a "descubrir" la mar del Sur, y al parecer por
esta causa eran hostilizados por el pueblo vecino de
Tututepeque.
Pedro de Alvarado había permanecido en México
al lado de Cortés y fué enviado por él a Vera Cruz, en
unión de otras personas de su confianza, a tratar, con
Cristóbal de Tapia que se había presentado en aquel
puerto pretendiendo tomar el gobierno de México en
virtud de despachos extendidos en nombre del Empera-
dor y del Consejo de Indias.
Liquidado el incidente de Tapia, Alvarado volvió a la
capital, y después de un breve descanso salió el 31 de
51
enero de 1522 a la conquista de Tututepeque con unafuerza que, unida a la guarnición que había quedado
en Oaxaca, se componía de 40 hombres a ca-
t¡°deTubalI° y 20° de infantería
>40 de Ios cuales
tutepequeeran escoPeteros Y ballesteros, y dos cañones
pequeños. Con esta fuerza y un contingente
considerable de guerreros indígenas, el capitán espa-
ñol emprendió la campaña contra el cacique y pueblo de
Tututepeque. Avanzando hacia el sur encontró alguna
resistencia de parte de tres o cuatro pueblos que se some-
tieron fácilmente. El señor de Tututepeque recibió
amistosamente a Alvarado y lo alojó con su gente en lo
más poblado del lugar, donde las casas se estrechaban ylos soldados y caballos no tenían libertad de moverse.
Disgustado del sitio y sospechando que los indios trata-
rían de atacarle durante la noche y aun poner fuego a
las casas techadas de paja, se retiró a la parte baja y másllana del pueblo donde estableció su cuartel.
Trató luego el cacique de borrar aquella mala impre-
sión y de ganar la voluntad de Alvarado haciéndole va-
liosos presentes de oro, del cual se enviaron a Cortés
veinte y cinco mil castellanos.25
Pero sea que Alvarado
confirmó sus sospechas acerca de las malas intenciones
del cacique, o como "otros españoles de fe y crédito di-
jeron que por, sacarle mucho oro," el desconfiado capitán
le mandó echar grillos "y sin justicia murió en las pri-
siones."2e
La especie de las crueldades de Alvarado durante esta
campaña era moneda corriente en México por aquellos
tiempos. Durante el proceso de 1529 se le hizo cargo
de que durante la conquista y pacificación de la provin-
cia de Oaxaca mandó echar dos perros bravos contra los
25 Hernán Cortés, Tercera carta al Emperador. El castellano
o peso de oro equivalía en la época de la Conquista a 556 marave-dís y contenía 4.6 gramos de dicho metal. El peso que más tarde
circulaba en Guatemala valía solamente 450 maravedís.26 Díaz del Castillo, cap. CLXI.
52
señores de Tututepeque hasta que le dieron varias cade-
nas de oro para sus perros y caballos, y que en este lugar
había recibido mucho oro del cual no pagó el quintoa Su Majestad. Alvarado contestó que cuando llegó a
Oaxaca encontró la provincia en paz y no había razónpara tratar mal a sus habitantes. Agregó que en Tutu-tepeque recogió 35 ó 36 mil pesos de oro que envió a la
ciudad de México y se entregaron al Tesorero RealJulián de Alderete para su legal distribución. La famo-sa cadena le fué dada por el cacique, y una vez fun-dida se pagó el real quinto. No negó el acusado la prisión
del jefe indígena, aunque se disculpó con la traición
que supo que trataban de hacerle a él y a sus compañeros.Alvarado exploró la tierra a continuación y la encon-
tró rica en minas de oro, de lo que era buena prueba el
metal que envió a Cortés. Y habiendo llegado hasta
el mar tomó posesión de él en nombre de Su Majestad yrecogió algunas perlas que tomaron también el caminode México y, pasando a la otra banda, siguieron su viaje
a la Corte de España.
El hijo del infortunado rey de Tututepeque heredó
el cacicazgo, y dice Bernal Díaz que Alvarado todavía le
sacó más oro que al padre. El país era evidentemente
muy rico y despertó la codicia de los españoles. Comode costumbre el jefe se reservó la mejor parte con dis-
gusto de sus subordinados, algunos de los cuales fragua-
ron una conjuración para matarlo a él y a sus hermanos.
Un soldado le reveló la trama mientras Alvarado iba de
caza acompañado de varios de los conjurados. Volvién-
dose a ellos les dijo: "Señores, a mí me ha dado dolor de
costado; volvamos a los aposentos y llámenme un bar-
bero que me sangre." Ya en el campamento hizo llamar
a sus hermanos y a los alcaldes y alguaciles de la villa de
españoles que había fundado en el lugar, mandó prender
y procesar a los conspiradores y ahorcó a dos de ellos,
con lo cual los ánimos quedaron apaciguados y él se
volvió para México.
53
El sitio de la fundación era malsano y la villa se des-pobló poco después: los españoles se dispersaron yéndoseunos a México y otros a Oaxaca. No tardaron los indios
en rebelarse de nuevo —según dice el cronista— y Al-varado fué otra vez a pacificarlos sin encontrar paraello mayor dificultad.
Por aquel tiempo Cortés emprendió personalmente la
pacificación de la provincia de Panuco, y después delarga campaña sometió a los habitantes de la región
y fundó una villa a la que dio el nombre de Santisteban
del Puerto. Terminada la pacificación iba deEfj i
regreso Cortés hacia la ciudad de México cuan-
señores de ^° recibió una numerosa delegación de los
Guatemala señores de Guatemala que deseaban ofrecerse
por vasallos del Rey de España. No hay noti-
cia en las crónicas indígenas de Guatemala del envío de
esta delegación, pero Cortés consigna el hecho de mane-ra terminante en su Cuarta carta al Emperador, fe-
chada en Tenochtitlán el 15 de octubre de 1524, en la
que dice:
Viniendo de la provincia de Panuco, en una ciudad quese dice Tuzapán [hoy Tuxpán], llegaron dos hombres espa-
ñoles que yo había enviado con algunas personas de los na-
turales de la ciudad de Tenuxtitán y con otros de la provin-
cia de Soconusco, que es en la mar del Sur lá costa arriba, hacia
donde está Pedradas Dávila, gobernador de V. A., doscien-
tas leguas desta gran ciudad de Tenuxtitán, a unas ciuda-
des de que muchos días había que yo tenía noticia, que se
llaman Ücatlan y Guatemala, y están desta provincia de Soco-
nusco otras sesenta leguas. Con los cuales dichos españoles
vinieron hasta cien personas de los naturales de aquellas ciu-
dades, por mandado de los señores dellos, ofreciéndose porvasallos y subditos de Vuestra Cesárea Majestad, y yo los recibí
en su real nombre y certifiqué que queriendo ellos y haciendolo que allí ofrecían, serían de mi y de los de mi compa-ñía, en el real nombre de V. A., muy bien tratados y favo-recidos, y les di así a ellos como para que llevasen a sus señores,algunas cosas de las que yo tenía y ellos en algo estiman.
54
Gomara reproduce estas noticias diciendo que Cor-tés envió a los dos españoles con algunos indios de Méxicoy Soconusco a convidar con su amistad al rey y vecinos
de Cuauhtemallan, y que, correspondiendo la visita,
despacharon éstos doscientos hombres con un razonable
presente.27
Las noticias de Gomara están evidentementetomada de la Cuarta carta de Cortés; pero el cronista,
hablando de la campaña de Alvarado a Tututepequedescribe también, y en términos un tanto bombásticos
que habrían sacado de quicio a Bernal Díaz, otra expe-
dición que según Gomara, despachó Alvarado a Gua-temala. El relato del historiador, se non é vero, es
pintoresco, y vale la pena de copiarse aquí
:
[Alvarado] envió a Cuauhtemallan dos españoles que
hablasen con el señor y le ofreciesen su amistad y religión;
el cual preguntó si eran de Malinge, que así llamaban a Cortés,
dios caído del cielo, de quien ya tenían noticia; si venían por
mar o por tierra y si dirían verdad en todo lo que hablasen.
Ellos respondieron que siempre hablaban verdad, y que iban
a pie por tierra, y que eran de Cortés, capitán invencible del
emperador del mundo; hombre mortal y no Dios; pero que
venía a mostrar el camino de la inmortalidad. Preguntóles si
traía su capitán unos grandes monstruos marinos que habían
pasado por aquella costa el año antes; y decíalo por las naos
de Andrés Niño. Ellos dijeron que sí, y aun mayores; y el
uno, que se llamaba Treviño y era carpintero de naos, debu-
jó una carraca con seis mástiles en un gran patio. Los indios
se maravillaron mucho de la grandeza, velas, jarcia, gavias yaparato de tal navio. Preguntóles asimesmo cómo eran los
españoles tan valientes, que nadie los vencía, no siendo mayo-res que otros hombres. Respondieron que vencían con ayuda
de Dios del cielo, cuya santidad publicaban por aquellas
partes, y con unos animales en que cabalgaban; y pintaron
luego allí un caballo grandísimo con un hombre armadoencima, que puso espanto en todos los indios que a verlo
venían. El señor dijo entonces que quería ser amigo de tales
hombres y darles cincuenta mil soldados para que conquista-
Gomara, 1852, T. I, pág. 284.
5S
ran unos sus vecinos que le destruían la tierra. A esto dijeron
los dos españoles que lo harían saber a Pedro de Alvarado,
capitán de Cortés para que viniese. Y con tanto se despidie-
ron, y él les dio cinco mil hombres cargados de ropa, cacao,
maíz, ají, aves y otras cosas de comer y veinte mil pesos de
oro en vasos y joyas, que fué alegría para entrambos, aunque
mala para el uno, porque hurtó no sé cuantas piezas de oro,
y fué por ello azotado y desterrado de la Nueva España. Esta
fué la primera entrada y noticia de Cuauhtemallan.
Si el anterior relato parece tomado de un libro de,
caballerías, no es menos cierto que él severo Pedro
Martyr de Angleria había dado cabida a tan fantástica
historia en una obra anterior a la de Gomara.28
En su mencionada Carta agregaba Cortés que des-
pués de la visita de los naturales de Utatlán y Guatemala
fué informado de que aquellas ciudades y provincias yotra que se decía de Chiapan, vecina de las primeras,
no tenían la buena voluntad que antes habían mostrado,
y hostilizaban a los pueblos de Soconusco porque eran
amigos de los españoles. Mensajeros de Guatemala, sin
embargo, que llegaban ante los cristianos de Soconusco,
se disculpaban asegurando que "ellos no lo hacían sino
otros." Y como Cortés no deseaba otra cosa que tener
un motivo válido para extender sus conquistas, alistó a
Pedro de Alvarado con fuerzas suficientes para quefuese a aquellas tierras "para averiguar la verdad."
Los hechos ulteriores de la conquista demuestranque la buena disposición para recibir a los españoles so-
lamente existía en los cakchiqueles y sus reyes que resi-
dían en Iximché, ciudad que los mexicanos llamabanQuauhtemallan, o sea lugar de árboles, de donde provino
el nombre hispanizado de Guatemala. Los señores de
Utatlán y su pueblo, o sea la nación quiche, vecinos in-
mediatos de Soconusco por la parte del sudeste, en la
costa del mar del Sur, parece que tenían sus propias ideas
respecto a los conquistadores europeos y estimaban en
28 Martyr de Angleria, Lib. V, cap. I.
56
mucho su independencia, como iba a experimentarlo
Alvarado durante la próxima campaña.La expedición a Guatemala, así como otra que Cortés
dispuso encomendar a Cristóbal de Olid para la con-quista de Honduras, tuvieron que demorarse todavía
porque estando dichos capitanes a punto de marchar a
esos lugares, llegó a México la noticia de que el Adelanta-
do Francisco de Garay, Teniente de Gobernador de la isla
de Jamaica, se había presentado en el Rio Panuco conpretensiones de ocupar la región desalojando a los espa-
ñoles que Cortés había dejado establecidos en la villa de
Santisteban del Puerto. La fama de las riquezas de Méxi-
co seguía atrayendo a los conquistadores de las islas ylos empujaba a la tierra firme, aunque en ella les hubie-
ran precedido sus compatriotas ganándola a costa de su
sangre. Cortés obró en esta ocasión con la celeridad
que acostumbraba y envió a los lugares amenazados a
Pedro de Alvarado con toda la gente que tenía prepara-
da para la conquista de Guatemala. Felizmente la difi-
cultad terminó sin lucha porque en aquellos mismos
días llegó a Vera Cruz un navio con despachos de Es-
paña, «ntre ellos una Cédula en que el Rey ordenaba a
Garay no se entrometiese en los asuntos del Rio Panuco.
Cortés pensó, con razón, que Garay estaría anuente a
obedecer la orden del soberano, y en lugar de mandarmás soldados a la costa que hoy llaman dé Tampico,
despachó a Diego de Ocampo, Alcalde Mayor, con la
Real Cédula y una carta para Alvarado, en la cual
le recomendaba no llegar hasta donde se hallaba la gente
de Garay a fin de evitar disturbios. Ocampo llegó a la
provincia de la Huasteca, donde Alvarado le había pre-
cedido y había entfado en conflicto con un capitán de
Garay llamado Gonzalo Dovalle que había hecho varias
correrías con gente de a caballo por los pueblos de la
región, robando y ahuyentando a los indios. Dovalle
había puesto también algunas avanzadas en el camino
que debía seguir Alvarado, con gran disgusto de este jefe.
57
Finalmente, Alvarado marchó sobre el pueblo de Las
Lajas donde se hallaba acampado Dovalle y después de
varias pláticas ajustaron sus diferencias y los dos desta-
camentos festejaron el amistoso entendimiento de sus
capitanes.
Esta es la versión de Cortés en su Carta al Empera-dor. En el Proceso de 1529 se acusó a Alvarado de haber
ido con mucha gente de guerra a echar a Garay fuera
de la provincia de Panuco y de haber prendido en el
camino a Gonzalo Dovalle y su gente quitándoles sus
armas y caballos y mandándoles que fuesen como sus pri-
sioneros a la villa de Santisteban del Puerto. Se le hizo
cargo asimismo de haber promovido la deserción de los
hombres de Garay y que se pasaran al lado de Cortés.
Por último, se le acusaba de que, en unión de Diego de
Ocampo, había llevado preso a Garay a la ciudad
de México donde éste falleció, todo lo cual había sido
causa de la disolución de la armada de Garay y de la
muerte a manos de los indios de más de trescientos
hombres de los que en ella venían.
Fácilmente se advierte que se trataba de echar sobre
Alvarado toda la culpa de los infortunios del preten-
diente al gobierno de Panuco. Alvarado contestó que
por orden de Cortés, y porque no podía desobedecerle,
fué a aquella provincia, donde halló a Gonzalo Dovalle
con cierta gente en un pueblo de la región, y que para
evitar que siguieran haciendo daño a los naturales de la
tierra llevó consigo a Dovalle y los suyos a la villa
de Chila donde les devolvió algunos caballos que les
habían tomado y estuvo con ellos cinco o seis días dán-
doles de comer. En cuanto a Garay, aseguró Alvarado
que nunca lo vio ni prendió, ni le tomó sus navios comodecían sus acusadores, porque luego se volvió a la
ciudad de México dejando en aquella provincia a Diegode Ocampo y Rodrigo Rangel que llevaban poderes de
Cortés para decidir lo que había de hacerse con el dicho
Francisca de Garay. Agregó que, llegado a la ciudad,
58
partió a la conquista de Guatemala, y a los veinte días
llegó a México Francisco de Garay.
La expedición del Gobernador de Jamaica terminó
con la dispersión y pérdida de la mitad de sus miembrosque provocaron el alzamiento de los indios de la Huaste-
ca, y con la muerte del propio Garay que, siendo bien
recibido por Cortés, no lo fué por el clima del interior
de México donde encontró la muerte a los pocos días de
su ingreso a la capital.
59
CONQUISTA DE GUATEMALA
Alvarado
emprende
viaje hacia
el Sur
Conjurado el reciente peligro de una nueva intromi-
sión en su gobierno, volvió Cortés a su primitivo pro-
yecto de extender los dominios del Rey de España a las
tierras del sur, y se ocupó de organizar la armada que al
mando de Cristóbal de Olid debía dirigirse
al Cabo de Hibueras u Honduras, y la expe-
dición confiada a Pedro de Alvarado para la
conquista de Utatlán y Guatemala. Cortés
informaba al soberano en su mencionada Carta
que a pesar de los gastos que representaban las dos ex-
pediciones y que estimaba en algo más de cincuenta mil
pesos de oro, estaba satisfecho de enviarlas porque con
ellas creía servir por igual a Dios y al rey.
Terminados los preparativos, Cortés dio sus instruc-
ciones a Alvarado respecto a la manera de conducir lá
campaña y le recomendó especialmente que de cuantole aconteciera le hiciese relación extensa y detallada a
fin de poder, a su vez, informar a Su Majestad.
Alvarado salió de "México un mes antes que Olid de
Vera Cruz.
60
Le despaché desde esta ciudad —dice Cortés— a 6 días
del mes de diciembre de 1523 años; y llevó ciento veinte de
a caballo, en que, con las dobladuras que lleva, lleva ciento ysesenta caballos y trescientos peones, en que son los ciento
y treinta ballesteros y escopeteros. Lleva cuatro tiros de arti-
llería con mucha pólvora y munición, y lleva algunas personas
principales, así de los naturales de esta ciudad como de otras
ciudades desta comarca, y con ellas alguna gente, aunque nomucha, por ser el camino tan largo.
Escribiendo muchos años más tarde, decía Bernal
Díaz que Alvarado salió de México el 13 de noviembre
de 1523,29y así lo han repetido otros historiadores, pero
la noticia de Cortés, escrita en la misma época de los
acontecimientos, es terminante y debe tenerse comola verdadera. Gomara confirma la fecha del 6 de di-
ciembre de 1523. Lo mismo hace el escritor indígena.
Fernando Alva Ixtlilxóchitl que vivió en la época de la
conquista. Refiere este último que el rey de Tezcuco
Ixtlilxóchitl, su antepasado, y el ex-Emperador de Méxi-
co Cuauhtémóc "juntaron veinte mil hombres de guerra
y muy expertos en la malicia y tierras de la costa en-
viando cada uno de ellos su general con 10,000 hombres
de guerra."so
Estas cifras, como casi todas las de los
cronistas coloniales, son muy exageradas. Cortés dice
parcamente que Alvarado llevaba "algunas personas
principales ... y con ellas alguna gente aunque no
mucha," de los naturales de la tierra. El hecho es que
con Alvarado marchó una fuerza auxiliar de guerreros
mexicanos, culúas y tlaxcaltecas que tomaron parte ac-
tiva en la conquista, poblaron y dejaron descendencia
en Guatemala.
Algunos pueblos de la provincia de Tehuantepec se
habían rebelado contra los españoles, y Alvarado se de-
29 Díaz del Castillo, cap. CLXIV.30 Ixtlilxóchitl, pág. 391.
61
tuvo a combatirlos, según cuenta Bernal Díaz. Eranindios de la encomienda de un soldado español que se
llamaba Güélamo, y se habían fortificado enTebuante- unos "peñoles," pero se dejaron pacificarPec y fácilmente y Alvarado continuó su viaje. El
12 de enero de 1524 llegó al pueblo grande
de Tehuantepec, de indios zapotecas, por quienes fué
bien recibido. Después de un breve descanso en este
lugar se dirigió a la provincia de Soconusco, muy pobla-
da en aquel entonces, según dice Bernal Díaz, quien le
asigna una población de 15,000 almas.
Soconusco era uno de los pueblos de la costa del Pa-
cífico que pagaban tributo a los señores de Tehuantepec.
El Emperador mexicano Ahuitzotl los sometió personal-
mente a fines del siglo xv. Vencidos y perdonados se
dieron por vasallos del Emperador, y habiéndoles pre-
guntado hasta donde llegaba el límite de sus tierras por
el oriente dijeron "que sus términos y mojoneras confi-
naban con los naturales de Guatemala, montes y ríos
que eran muy grandes los montes ásperos y temerosos
por los tigres grandes, serpientes muchas, los ríos muycaudalosos, y asimismo confinaban con los pueblos de
Nolpopocayan que están asentados a las orillas del montedel volcán."
31
Soconusco era, pues, el pueblo fronterizo, desde
donde debía lanzar Alvarado su invasión de las provin-
cias de Guatemala. Para el efecto disponía de un ejér-
cito de soldados aguerridos, caballos, artillería y la
experiencia de la campaña de México. Personalmente,
Alvarado era ya entonces un consumado capitán; de
Cortés había aprendido el arte de mandar a los hombres
y obtener el mayor provecho de su esfuerzo y valor;
los valientes y astutos guerreros mexicanos le habían
enseñado la táctica y artificio en uso en estas partes del
Nuevo Mundo. Las luchas y peligros de los últimos
31 Alvarado Tezozomoc, cap. LXXIX, pág. 374. El volcán
en la frontera de Soconusco y Guatemala es el Tacana.
62
cuatro años no habían atemperado su carácter; antes
bien le habían familiarizado con el dolor y el sufrimien-to ajenos, y su corazón se había endurecido en la guerra.
Los pueblos de Guatemala iban a sentir ahora en carnepropia la garra del león que algunos de ellos habían lla-
mado imprudentemente a su redil.
Algunos historiadores han escrito que en Soconuscotuvieron los españoles el primer encuentro con los
quichés que, habiéndose confederado con los habitantes
de aquella provincia, situaron un ejército para resistir
a los invasores; y agregan que en una sangrienta batalla
en las inmediaciones de Tonalá los castellanos infligie-
ron a los indios una gran derrota.32
Remesal y Ximénezafirman que en esa ocasión Alvarado devastó los pueblos
de la provincia y la dejó convertida en ruinas. Estas
noticias son exageradas, si no falsas del todo. Cortés
informaba a Carlos V que los pueblos de Soconusco eran
amigos de los españoles y que por esa razón los hostiliza-
ban los naturales de Guatemala. Bernal Díaz escribe que
en Soconusco recibieron a Alvarado de paz, le dieron unpresente de oro y se ofrecieron por vasallos de Su Ma-jestad. El cronista advierte que él no se halló en estas
conquistas, pero se remite en su narración de esta cam-paña a una historia que dice había escrito Gonzalo de
Alvarado, vecino de Guatemala y deudo del conquista-
dor. Pedro de Alvarado comenzaba su primera Relación
a Hernán Cortés diciendo que de Soconusco le había
escrito todo lo que hasta allí le había acontecido. Des-
graciadamente la carta de Soconusco se ha perdido y se
tiene por primera relación esta segunda que contiene
la descripción de la guerra del Quiche.
Hay, sin embargo, indicio suficiente en ella para
comprender que Alvarado no tuvo en Soconusco con-
tacto ni choque armado con los quichés. Dice, en efecto,
el teniente de Cortés que después de haber escrito su
82 Milla, T. I, cap. IV.
63
carta de Soconusco envió a la tierra del Quiche a algu-
nos mensajeros de sus propios naturales, haciéndoles
saber que iba a ella a conquistar y pacificar las provin-
cias que no se quisieren someter al dominio del Rey deEspaña como sus vasallos "pues por tales se habían ofre-
cido" a Cortés, y que, en consecuencia, les pedía favor
y ayuda y libre entrada por su tierra, ofreciéndoles a su
vez que, si así lo hicieren, serían muy favorecidos de él
y de los españoles de su compañía; pero que, en caso con-
trario, les haría la guerra como a traidores rebelados yalzados contra el Emperador, y luego de vencerlos
tomaría por esclavos a cuantos se prendieran vivos en la
guerra.
Una vez despachados los mensajeros, Alvarado pasó
revista a su brillante ejército. Figuraban en él sus her-
manos Jorge, Gonzalo y Gómez de Alvarado, sus primos
Hernando y Diego del mismo apellido, su brazo derecho
don Pedro Portocarrero, valiente capitán y hombre rudo
y cruel como su jefe. Traía un buen artillero, Diego de
Usagre, dos -capellanes, el P. Juan Godínez y el P. JuanDíaz, y muchos buenos soldados españoles que ayudarona la conquista, fundaron ciudades y poblaron las pro-
vincias de Guatemala y San Salvador. No era menosimportante el contingente de capitanes y soldados de
México, Tezcuco, Tlaxcala, Cholula y Xochimilco (en-
comienda de Alvarado), de cuya participación en la
campaña se hablará a su tiempo.
El territorio que el ejército español estaba a punto de
invadir se extendía a lo largo de la costa del Pacífico yformaba parte del reino del Quiche. Los españoles em-prendieron la marcha el sábado 13 de febrero, y cami-
nando por tierras cubiertas de bosques, se dirigieron enbusca de los primeros lugares habitados de la costa antes
de subir a las altas mesetas de la Cordillera donde re-
sidía la corte de los reyes quichés y se hallaban los prin-
cipales centros indígenas de población.
64
Al cabo de tres días de marcha llegó el ejército cerca
del pueblo de Xetulul (lugar de zapotes), que los mexi-
canos llamaron Zapotitlán porque abundaban en él el
árbol y la fruta que se conoce con el nombre de zapote.
Merodeando cerca del campamento español
fueron capturados tres espías de Zapotitlán Zapotitlán
que fingían andar cogiendo miel silvestre. Al-varado no les hizo ningún daño y los despachó con unnuevo requerimiento de paz para los señores del pueblo,
el cual no mereció de parte de ellos la menor respuesta.
Fácil era, sin embargo, adivinar sus intenciones obser-
vando el estado de los caminos, que habían sido tapados
y cortados para impedir el paso de los invasores. Allí
tuvieron lugar los primeros encuentros con los guerre-
ros nativos. La comarca estaba cubierta de espeso bosque
de árboles de cacao, zapote y otros frutos tropicales
que formaban una defensa natural. Más allá se encon-
traba otro obstáculo puesto por la naturaleza y bien
aprovechado por los indios: un "río de mal paso," que
ha de haber sido el Sámala, donde se libró la primera
batalla de la conquista de Guatemala. Franqueado el
mal paso del río, los españoles continuaron la marcha
en dirección al pueblo, entraron en él y llegaron atacan-
do y persiguiendo a los guerreros nativos hasta media
legua más lejos, después de lo cual retrocedieron y es-
tablecieron su cuartel en el mercado.
Era el de Xetulul pueblo grande que Quicab, rey
del Quiche, en el apogeo de su grandeza, había conquis-
tado junto con toda la costa del mar. Parece haber
estado el pueblo a poca distancia del Río Sámala, y era
el centro de una zona rica y muy poblada que después de
la Conquista se llamó Suchitepéquez (cerro de flores).
Pacificados los indios de Zapotitlán, los españoles es-
tuvieron "corriendo la tierra" durante dos días, al cabo
de los cuales se dispusieron a internarse en el territorio
65
quiche, buscando sus centros más poblados que lógica-mente presumían ser también los más ricos y
aítónome
Jor defendidos. Emprendieron nuevamentea
quichek marcna el viernes 19 de febrero con direc-
ción al norte, y pronto comenzaron a ascender
la escarpada ribera del Río Sámala que volvieron a
cruzar arriba del primer paso. Agria era la cuesta y de
seis leguas de extensión. Los caballos subían con difi-
cultad el estrecho y empinado camino. En la mitadde la cuesta asentaron el real los castellanos aquella noche.
Una crónica indígena33
refiere que los habitantes
de Xetulul-Hunbatz (Zapotitlán) enviaron un correo
al pueblo de Lahuh-Quieh (10 Venado, día del calenda-
rio), bautizado por los mexicanos con el nombre de
Quetzaltenango, avisando que iban para allá los caste-
llanos a conquistarlos. El cacique de Lahuh-Quieh des-
pachó otro correo a Gumarcaah (Utatlán) y á otros
lugares vecinos, para que se prepararan a la lucha.
Durmieron aquella noche los castellanos y mexicanos—dice la crónica indígena— en un sitio llamado Va-
lahunoh, y allí, agrega el ingenuo analista, un capitán
del pueblo de Ahxepab, con una fuerza de tres mil hom-bres, quiso sorprender a Alvarado a medianoche y ma-tarlo a él y a sus soldados; pero no pudo hacerlo porquelos defendía una niña muy blanca y muy hermosa. Unenjambre de pájaros sin pies (como los querubes celes-
tiales) rodeaban a la niña y la defendían, privando de
la vista a los indios, que caían al suelo sin poder acer-
carse a los españoles. Otros dos capitanes llegaron con el
mismo propósito y vieron una paloma blanca que de-
fendía el campamento español cerrando el paso y pos-
trando en tierra a los asaltantes.
En las primeras horas del día siguiente, sábado 20 defebrero, reanudaron la marcha los españoles, y al final
de la empinada cuesta encontraron el cuerpo de una
33 Título de la Casa Ixcuín-Nehaíb, Señora del territorio deOtzoyd.
66
mujer sacrificada y el de un perro, lo que, según el in-
térprete de la expedición, era señal de desafio. Siguieronpor un paso muy estrecho y dieron en una fuerte pali-
zada, desierta. Al terminar el desfiladero, sin embargo,salieron de tres a cuatro mil hombres de guerra quehicieron retroceder a los auxiliares mexicanos, y cuandoAlvarado reunía sus fuerzas para contraatacar a los na-tivos, divisó un ejército de treinta mil hombres que se
acercaba con banderas desplegadas a disputarles el paso.
Habían llegado los españoles a unos llanos, y aunque los
caballos iban cansados de la cuesta, Alvarado, dejando
que los enemigos se acercaran arrojando sus flechas, les
dio en seguida una carga que los atemorizó en extremoporque "nunca habían visto caballos." Murieron en el
encuentro muchos indios quichés y se dispersaron los
demás dejando libre el campo a los invasores, que fueron
en seguida a aposentarse una legua más lejos, a un lugar
donde había una fuente. Allí se refrescaron y hubieran
querido quedarse descansando después de la jornada;
pero no era el plan de los indios dar tregua al enemigo.
El general de los quichés, Tecum Umán, queriendo de-
cidir allí mismo la suerte de la guerra, se presentó de
pronto con un ejército numeroso desafiando a los cas-
tellanos a mortal combate.
Refieren los manuscritos de los indios que el Empe-rador de México envió un mensajero al rey del Quicheparticipándole que a su tierra habían llegado unos hom-bres blancos que pretendían hacerle recibir la ley de
Jesucristo y obedecer al rey de Castilla, y que,
como se resistiera, le habían hecho guerra muy **¥****•
grande y lo tenían prisionero. Llamábase eldefensa
mensajero Uitzizil (Colibrí ) , y por su medioprevenía su amo al rey quiche que estuviese entendido
de que los extranjeros llegarían en seguida a sujetarlos,
y que con ese aviso se preparara a la defensa.84
34 Manuscrito Xecul-Tttulo Abpopqueham, citado por Fuentes
67
Cuatro jóvenes adivinos llamó el monarca del Qui-che para encargarles que pusieran en claro este ominosoasunto. Los adivinos prepararon sus arcos y dispararon
contra un peñasco, pero viendo que sus saetas no hacían
mella en la roca, se entristecieron y arrojando sus arcos
dijeron al rey que no esperase remedio porque los hom-bres blancos los vencerían. Consultados a su vez los
sacerdotes, pronosticaron, bañados en lágrimas, la des-
trucción del reino, revelando que la piedra sagrada que
veneraban como un dios se había roto por la mitad, lo
que claramente demostraba la asolación y ruina del se-
ñorío.85
A pesar de tan funestos vaticinios, los quichés orga-
nizaron apresuradamente la defensa del reino. Reunie-
ron al efecto un número considerable de soldados yequiparon varios ejércitos con todos los elementos bélicos
de que podían disponer. Gobernaban a la sazón el reino
del Quiche los Señores Oxib-Queh y Beleheb-Tzii.36
El
primero ejercía las funciones de Ahau-Ahpop o sobe-
rano, y el segundo gobernaba con él como su adjunto
con el título de Ahpop-Camhá y estaba destinado a su-
cederle. Se completaba el gobierno con otros dos digna-
tarios, el Nim Chocoh Cavek, o sea Gran Elegido de Ca-
vek, y el Ahí Tohil, o sacerdote de Tohil, el dios de los
quichés. El historiador guatemalteco don José Milla
dice que en la época de la conquista española desempe-
ñaban esos cargos Tecum Umán y Tepepul."
Tecum Umán fué nombrado comandante supremo
de todas las fuerzas del Quiche, y se situó con ellas, en
espera de los castellanos, en el extenso valle donde se edi-
ficó posteriormente la ciudad de Quetzaltenango, al
y Guzmán, 1933. T. III, 2* Parte, Libro Noveno, cap. V, pág. 159.
Título de la Casa lxcuín-Nehaíb.35 Manuscrito Xecul.36 Estos nombres significan "3 Venado" y "9 Perro," y están
tomados de dos días del calendario indígena.37 Milla, 1879, T. I, pág. 65.
68
pie del Volcán Gagxanul, conocido hoy como Volcánde Santa María.
Apenas habían los españoles gozado de algún descanso
en la tarde de aquel día junto a la fuente, en los llanos
que la crónica indígena llama Vachah y hoy se conocenpor su equivalente castellano de El Pinar, cuando llegó
a sus oídos el rumor del ejército de TecumUmán. Alvarado dio rápidamente sus órdenes Batalla de
de combate, y aguardó hasta que los indios He- & *****
garon cerca de la fuente. Lanzando luego la
caballería seguida de la infantería, rompió las líneas
enemigas causando en ellas tremenda destrucción. Du-rante la lucha, que duró varias horas, murieron millares
de guerreros indígenas, entre ellos su propio jefe TecumUmán. En su primera Carta a Cortés describe Alvarado
esta batalla en los siguientes términos:
Estando apeados bebiendo vimos venir mucha gente de
guerra a nosotros, y dejárnosla llegar que venían por unos lla-
nos muy grandes y rompimos en ellos, y aquí hicimos otro al-
cance muy grande donde hallamos gente que esperaba unodellos a dos de caballo y seguimos el alcance bien una legua
y llegábansenos ya a una sierra y allí hicieron rostro y yome puse en huida con ciertos de caballo por sacarlos al cam-po y salieron con nosotros hasta llegar a las colas de los ca-
ballos; y después que me rehice con los de caballo doy vuelta
sobre ellos. Y aquí se hizo un alcance y castigo muy grande.
En esta [batalla] murió uno de los cuatro señores desta ciu-
dad de Utlatán que venía por capitán general de toda la
tierra; y yo me retraje a las fuentes y allí asenté real aquella
noche harto fatigados y españoles heridos y caballos.
La versión indígena de la batalla decisiva de El Pinar
no es menos gráfica:
Empezaron a pelear con los españoles y el Adelantado Al-
varado le dijo a este Capitán Tecum que si quería paz y darse
por bien; le respondió el Capitán Tecum que no quería paz
sino lo que quería era el valor de los españoles. Y luego co-
69
menzaron por segunda vez a pelear con los españoles ycon los diez mil indios que traía este Capitán Tecum consigo,
y en medio de la batalla que hacían, se desviaban los unos ylos otros y se apartaban y de allí se venían a encontrar y pe-
learon tres horas, y mataron los españoles muchos indios, que
no tuvieron número de los que mataron, y no murió ningúnespañol, sino sólo los indios de los que traía el Capitán Tecum,
y corrió mucha sangre de los indios que mataron los españo-
les, y esto sucedió en Pachah.38
Continúa diciendo el narrador nativo que durante
el combate el Capitán Tecum, convertido en águila, cu-
bierto de plumas de quetzal y con tres coronas de pedre-
ría, alzó el vuelo dirigiéndose a matar al capitán de los
españoles, pero errando el tiro dio con su lanza en el
caballo y le cortó la cabeza. Viendo Tecum que no ha-
bía matado a Alvarado sino a su caballo, alzó el vuelo
por segunda vez y se precipitó desde arriba sobre su
enemigo, pero éste lo aguardó con su lanza y lo atravesó
de medio a medio dándole muerte. Caído en tierra el
jefe de" los quichés, llamó Alvarado a sus soldados para
que viesen "la belleza de aquel indio quetzal," y les
dijo "que no había visto otro cacique tan galán, tan lle-
no de plumas quetzales y tan lucidas, y que no lo había
visto en México, en Tlaxcala ni en ninguna parte de los
pueblos que había conquistado;" y por esta razón
—agrega el cronista indígena— ordenó el capitán es-
pañol que pusieran al pueblo que había allí cerca el
nombre de Quetzaltenango, que significa "el lugar del
quetzal."
Describiendo los mismos sucesos dice Ixtlilxóchitl en
la Relación Décima Tercera que en la batalla de Quet-zaltenango los españoles "mataron infinitos de los quehuían y prendieron al general que era uno de los cuatro
señores que había en aquellos tiempos en Otlatlán." Sin
embargo, los demás documentos afirman terminante-
mente que el general quiche murió durante la refriega.
38 Título de la Casa Ixcuín-Nehatb.
70
La matanza de los quichés a manos de los españoles
y mexicanos fué espantosa. Tantos fueron los muertosque. según la tradición, se tiñeron de sangre las aguas
de un río hacia Olintepeque, al extremo del campo de
batalla, y por eso le dieron desde entonces el nombrede Quiquel (sangre) . "Y también el día se volvió colo-
rado por la mucha sangre."39
Estos episodios legendarios se formaron desde tiempoantiguo alrededor de la batalla de El Pinar. En ellos se
destaca la figura de Tecum Umán como símbolo del
patriotismo y el valor de aquellos hombres que defendie-
ron heroicamente su suelo y su libertad. La leyenda de
la transformación de Tecum en el pájaro quetzal tras-
cendió a las historias coloniales españolas que la hanrepetido aun reconociéndola contraria a la verdad. Enuna de dichas crónicas dice el autor que "ciertamente
consta por las mismas historias de los indios que los reyes
del Quiche eran grandes brujos y que se transformaban
en varios animales."40
La jornada del 20 de febrero había sido ruda para los
castellanos. De la gran victoria alcanzada salieron mu-chos heridos y todos fatigados. Descansaron aquella
noche, y al siguiente día, de mañana, se dirigieron al
pueblo de Lahuh-Quieh que se hallaba a una legua de
distancia. El pueblo estaba desierto, pero según las cró-
nicas indígenas, Alvarado logró atraer a los indios prin-
cipales y a la población civil que se había refugiado en
las montañas y que volvió a sus casas y a servir a los
vencedores.
Varios días estuvieron estos en Quetzaltenango cu-
rando sus heridas y corriendo la tierra, que Alvarado
describe diciendo que es tan grande como Tlaxcala en
labranzas y población y friísima en demasía. El jueves
siguiente, 24 de febrero, al mediodía, un nuevo ejército
formado por doce mil hombres de Quetzaltenango y
39 Título de la Casa Ixcutn-Nehaíb.40 Isagoge histórica apologética, Lib. II, cap. III.
71
gran número de guerreros de los demás pueblos comar-canos asomó por las llanuras que se extienden hacia el
este y que después han llamado Llanos de Urbina. Al-
varado dejó una guarnición en el real y salió con noventa
jinetes y la infantería al encuentro del enemigo. Comosiempre la caballería se lanzó contra los indios persi-
guiéndolos y matándolos a lanzadas por espacio de dos
leguas y media, o como hoy diríamos, diez kilómetros,
hasta obligarlos a buscar refugio en una "sierra rasa"
donde prendieron a los fugitivos. "Aqueste día se mató
y prendió mucha gente, muchos de los cuales eran capi-
tanes y señores y personas señaladas," dice Alvarado.
Las derrotas sucesivas de las numerosas fuerzas que los
quichés opusieron al avance de los castellanos, conven-
cieron a los reyes y sus consejeros de la imposibilidad
de continuar la resistencia. En las llanuras de Quetzal-
tenango había perecido la flor de la noblezaLos reyes y je ios guerreros del Quiche. La superioridad
füÜL/l/í de la táctica y de las armas de los españolessometen a
i i • i i t
Alvarado era un hecho evidente y aterrador que venia
a cambiar el concepto indígena de la guerra yde la eficacia del valor y del número de los combatientes.
Aquí, como en México, la caballería causaba en pocotiempo no sólo un tremendo castigo material, sino tam-
bién un profundo terror espiritual. Alvarado no men-ciona en su Relación de la Conquista el uso de la artille-
ría; pero es indudable que los disparos de sus pequeños
cañones, unidos a los de los arcabuces, deben haber cau-
sado estragos en las apretadas columnas indígenas yherido vivamente la imaginación de aquellos hombresprimitivos, no acostumbrados a las explosiones de la pól-
vora. Las grandes masas de indios equipadas con armas
inferiores tenían lógicamente que sucumbir en batallas
campales como las que se libraron en los extensos llanos
de El Pinar y de Urbina. Como observa el historiador
72
norteamericano Prescott,41
el simple valor físico y el nú-mero de los combatientes indígenas no era bastante a
contrarrestar la superioridad de la ciencia y la disciplina
de los europeos. Agregúese a esto el largo alcance de las
armas de fuego y el efecto material y moral de la caba-
llería, y se comprenderá por qué un ejército numérica-mente inferior como el de los castellanos podía vencer
uno en pos de otro a los ejércitos de los indios, diez yveinte veces más numerosos.
La calidad del soldado indígena era excelente. EnGuatemala, como en el resto de América no era valor
lo que les faltaba a los guerreros indios; poseían, ade-
más, resistencia física y amor a su patria y a sus jefes:
su inferioridad dependía más bien de un atraso de si-
glos en el arte de la destrucción de las masas humanas.
De las deliberaciones de los Señores del Quiche sur-
gió la resolución de suspender la lucha y buscar otros
medios de defensa. En consecuencia, una embajada de
dignatarios de la Corte se dirigió a Quetzaltenango ypidió a Alvarado que condonara la guerra con que lo ha-
bían recibido y se trasladara con su ejército a Utatlán,
la capital del reino, donde lo esperaban los reyes para
ratificarle su propósito de recibir por Señor al Empera-dor de Castilla y atender y servir al capitán español ya sus valientes compañeros*
La versión de Alvarado acerca de esta parte de la
Conquista da a conocer que los Señores de Utatlán,
viendo desbaratada a su gente, se concertaron con todas
las provincias del reino para que uniendo sus fuerzas
mataran a los castellanos dentro del recinto de la ciudad.
Con este fin enviaron a decir al capitán español "que
querían ser buenos y que de nuevo daban la obediencia
al Emperador," y que se fuese a la ciudad de Utatlán.
Allá pensaban --dice Alvarado— que se aposentarían
los españoles dentro de la ciudad y que, dándole fuego
durante la noche, los quemarían a todos.
41 History of the Conquest of México, Lib. m, cap. III.
73
Aceptando la invitación de los reyes, Alvarado salió
de Quetzaltenango y se dirigió a la capital quiche en los
primeros días del mes de marzo. La ciudad le causó
viva impresión por su aspecto y su situación en un sitio
estrecho y rodeado de profundas barrancas.
La ciudad —dice Alvarado— es muy fuerte en demasía
y no tiene sino dos entradas, la una de treinta y tantos esca-
lones de piedra muy alta, y por la otra parte, una calzada
hecha a mano y mucha parte de ella ya cortada para aque-
lla noche acabarla de cortar porque ningún caballo pudiera
salir a la tierra; e como la ciudad es muy junta y las calles muyangostas, en ninguna parte nos pudiéramos sufrir sin ahogar-
nos, o por huir del fuego despeñarnos.
La topografía de Utatlán era bastante para infundir
recelo al astuto conquistador; pero se ha dicho también
que uno de los indios principales de Quetzaltenango que
lo acompañaban, conversando con los habitantes del lu-
gar, se enteró del proyecto que tenían para destruir a
los españoles y lo reveló con todos sus detalles al jefe de la
expedición. Alvarado no menciona este hecho, pero
el aspecto de la capital, que era el de una verdadera
fortaleza, ha de haberle recordado sus temores de Tutu-tepeque y motivó su resolución inmediata de salir de ella
y trasladarse al campo raso pasando por la calzada queen tan mal estado se encontraba que apenas podía subir
por ella un caballo. Observó también Alvarado que al-
rededor de la ciudad había mucha gente de guerra a la
expectativa probablemente de una señal para caer sobre
los huéspedes indeseados en el momento preciso, seguros
de que la caballería no podría maniobrar dentro de las
estrechas calles.
Los reyes quisieron impedir la salida de los españoles
e instaban a Alvarado a que se quedase a comer, después
de lo cual podría irse al campo si así lo deseaba; pero
éste insistió en su propósito y sentó su real en los llanos
extensos y despejados que rodeaban a Utatlán. Este acto
causó desde luego temor y contrariedad a los quichés,
74
pero luego comenzaron a hostilizar a los invasores. Ma-ñosamente no se daba Alvarado por entendido de todoesto y halagaba a los reyes con ciertas dádivas invitán-dolos a que lo visitaran en su campamento. No tardó enconseguir su objeto, y habiendo llegado Oxib-Queh yBeleheb-Tzii a su presencia se apoderó de ellos y presos
los tuvo en su alojamiento.
Este atentado contra sus reyes enardeció a los qui-
chés. Ya sin disimulo se acercaron al campamento espa-
ñol hiriendo y matando a los indios amigos que salían enbusca de hierba para los caballos. Mataron también deuna pedrada a un español que se hallaba a un tiro de ba-
llesta del real, y a todo se atrevían parapetados en las
barrancas, algunas de las cuales eran de hasta doscientos
estados de profundidad.
Y viendo —escribe Alvarado— que con correrles la tierra
y quemársela yo los podría traer al servicio de Su Majestad,
determiné de quemar a los Señores, los cuales dijeron al tiempo
que los quería quemar, como parecerá por sus confesiones, que
ellos eran los que me habían mandado dar la guerra y los
que la hacían, y de la manera que habían de tener para
me quemar en la ciudad y con ese pensamiento me habían
traído a ella. E como conoscí de ellos tener tan mala vo-
luntad al servicio de Su Majestad, y para el bien y sosiego
desta tierra, yo los quemé y mandé quemar la ciudad y poner
por los cimientos porque es tan peligrosa y fuerte que másparece casa de ladrones que no de pobladores.
Este proceso y las confesiones de los reyes a que vol-
vió a referirse Alvarado defendiéndose de los cargos que
en 1529 se le formularon en México, han desaparecido
desgraciadamente, y de esta manera se han perdido va-
liosos datos que convendría registrara la historia para
conocer los puntos de vista de los jefes indígenas sacri-
ficados por el conquistador hispano.
Los reyes del Quiche fueron quemados de orden de
Pedro de Alvarado el día 4 Qat del calendario de los
indios, o sea el lunes 7 de marzo de 1 524, ante un pueblo
75
horrorizado. Y a continuación la capital del reino fué
reducida a escombros de acuerdo con la política de ven-
ganza e intimidación que tan bien cuadraba con el ca-
rácter del conquistador de Guatemala.
Nos hallamos aquí frente al episodio más doloroso de
la guerra. Para juzgar lo que pasó en Utatlán no existe
más prueba que el dicho de Alvarado en su Relación yen el Proceso de 1529, corroborado por algunos de sus
compañeros de armas.42
Los manuscritos de los indios
quichés que relatan los sucesos de la Conquista pasan en
silencio la tragedia de Utatlán y el horrible suplicio de
los reyes. El Popol Vuh termina la narración de las glo-
rias pretéritas de aquel pueblo con un breve lamento:
"Así se acabaron todos los del Quiche que [hoy] se llama
Santa Cruz." El Memorial de Solóla o Anales de los
Cakchiqueles da cuenta de la muerte de los reyes del
Quiche en los términos siguientes: "El día 4 Qat los re-
yes Ahpop y Ahpop Qamahay fueron quemados por To-natiuh,. No .teñí a compasión por la gente el corazón de
Tonatiuh durante la guerra."
La historia ha aceptado la versión de los conquista-
dores españoles y ha condenado a los quichés in absentia,
sin conocer su defensa. La conducta de Alvarado en
Tututepeque, donde pretendió asimismo que el cacique
del lugar tramaba su pérdida dando fuego a las casas
vecinas al cuartel español, demuestra, cuando menos, queel desconfiado conquistador no olvidaba la celada de
42Ixtlilxóchitl habla de la celada que los quichés tenían hecha
a los españoles y mexicanos en Utatlán. Francisco Flores, soldado
de la Conquista, declaró en México durante el juicio de residen-
cia de Alvarado, que "los Señores de Utatlán tenían concertado la
noche que entrase el dicho Adelantado con su gente de les quemarel pueblo e matallos a todos, e que lo hicieran si no fuera por este
testigo e un Juan de Oriza e otros que hallaron la puente empezadaa quebrar . . . Alvarado los prendió [a los Señores] e les pidió oro e
se lo truxeron e después los quemó atados en un palo que no quedósino un Señor que dixo que avia descubierto la celada que tenían
ordenada para les matar."
76
Cholula y seguía fiel a su costumbre de adelantarse a las
posibles intenciones de los demás imponiendo el castigo
antes de que la falta tomara forma material.
Por lo demás, y sin dejar de condenar los excesos delos conquistadores españoles del siglo xvi, fuerza es
también reconocer que a despecho del progreso de los
siglos, la guerra sigue siendo hoy tan brutal como enaquel período de la historia del mundo, con la diferencia
de que la potencia de los elementos destructores se hamultiplicado en proporciones pavorosas.
La ejecución de los reyes enardeció los ánimos de los
quichés, y Alvarado, temiendo los efectos de la ira po-pular, pidió a los Señores cakchiqueles que le enviaran
gente de guerra para sujetar a sus tradicionales enemigos.
Los reyes cakchiqueles le enviaron en seguida cuatro
mil hombres y con este refuerzo el capitán español em-prendió un ataque general contra los quichés a quienes
persiguió tenazmente pasando toda la tierra a sangre yfuego hasta que, reducidos al último extremo, los sobre-
vivientes le enviaron mensajeros implorando la paz ydiciendo que el haberlo atacado había sido mandatode sus Señores y que en vida de estos no osaban hacer
otra cosa, pero que ahora que ellos eran muertos pedían
que los perdonara. Alvarado no deseaba otra cosa que
ver concluida la sangrienta^ campaña; en consecuencia,
perdonó la vida a los indios y les ordenó que volvieran a
sus casas y poblaran la tierra como antes. Para resta-
blecer el gobierno civil, sacó de la prisión en que los
tenía guardados a dos hijos de los reyes sacrificados,
Tecum y Tepepul, a los cuales puso nominalmente en
posesión de los altos cargos de sus padres.
Ixtlilxóchitl confirma estas noticias diciendo que
Alvarado
. . .mandó quemar a los Señores que tenía presos con la mayorcrueldad del mundo y los Generales de Texcuco y México
enviaron a Cuauhtemallan a pedir socorro al Señor de allí, el
cual les envió más de cuatro mil hombres de guerra, con
77
los cuales pelearon con sus enemigos ... y los sujetaron ypidieron perdón, ... y fueron sueltos los hijos de los dos
Señores de Otatlan y Quetzaltenango que fueron quema-dos.
43
Finalmente informa Alvarado a Cortés que todos
los prisioneros que en la guerra se tomaron fueron he-
rrados con candente hierro y vendidos como esclavos,
"de los quales se dio el quinto de Su Majestad al tesorero
Baltazar de Mendoza."Los castellanos permanecieron todavía algún tiempo
en territorio quiche. Alvarado informaba a Cortés en
la última parte de su Relación que la tierra conquistada
era templada y sana y muy poblada, que Utatlán era
ciudad "bien obrada y fuerte a maravilla," con grandes
tierras de labranza y mucha gente sujeta a ella, y que
todo esto dejaba bajo el yugo y en servicio de la Coronareal.
Hallándose Alvarado en tierras del Quiche, su mujertlaxcalteca doña Luisa Xicoténcatl dio a luz el 22 de
marzo a una niña que fué bautizada por el Padre Godí-nez, capellán del ejército, con el nombre de Leonor.
El audaz conquistador de México y Guatemala habia
dado fin a la primera y más difícil parte de su empresa.
El poderoso reino del Quiche estaba sometido a las armas
castellanas. Razón tendrían los vencedores de alegrarse
del buen suceso de la campaña, conseguido
d°lC°S
hasta ahora a poco costo. Digna de muchas
quhtador mercedes de parte de la Corona estimaba Al-
varado a la gente española de pie y de a caballo
que le acompañaba. Por su parte le había dado descanso
mientras continuaban la conquista del territorio a dondela suerte los había traído.
Las nuevas que llegaban de las tierras vecinas noeran del todo tranquilizadoras. Los cakchiqueles seguían
fieles a sus promesas de amistad, de las cuales ya ha-
43 Décima Tercia Relación.
78
bían dado pruebas elocuentes; pero más lejos se encon-traba un pueblo belicoso que se manifestaba dispuesto a
resistir a los castellanos. Era el pueblo zutujil que, para-
petado en las montañas a orillas del Lago de Atitlán,
había desafiado muchas veces a los ejércitos de sus ve-
cinos los cakchiqueles y quichés. Alvarado envió desde
Utatlán cuatro mensajeros a los Señores de Atitlán in-
vitándolos a la paz, y éstos, por toda respuesta, dieron
muerte a los mensajeros. El capitán español se proponía
sujetarlos con la ayuda de Dios; pero estaba metido en
tierra tan poblada, y veía su ejército tan disminuido,
que hubo de rogar a Cortés, para que Nuestro Señor
les diera victoria, que mandara hacer una procesión de
todos los clérigos y frailes de la ciudad de México, invo-
cando para los que luchaban en Guatemala la ayudadivina, ya que sólo de esa generosa fuente podía llegarles
socorro.
Alvarado escribía estas cosas a Cortés el 11 de abril
de 1524. No disimulaba con ellas que su aislamiento yel de su ejército a mil kilómetros de México y en terri-
torio enemigo le inspiraban razonable temor. Habíaperdido cierto número de gente y gastado municiones
y otros pertrechos de guerra, y pedía a su jefe que le
proveyese de herraje para los caballos porque pronto
iba a faltarle. Anunciaba que ese mismo día, lunes 1 1 de
abril, saldría para la ciudad de Guatemala, la Quauhte-
mallan de los mexicanos, que los cakchiqueles llamaban
Iximché, pero no creía quedarse en ella largo tiempo
porque "tenía mucho que hacer adelante," ... "Y a
esta causa —decía— me daré prisa por invernar cin-
cuenta o cien leguas adelante de Guatemala, donde medicen, y tengo nueva de los naturales de esta tierra,
de maravillosos y grandes edificios y grandezas de ciu-
dades que adelante hay."
Se comprende que Alvarado llamaba invernar a pasar
la estación lluviosa, que en la zona del Trópico dura
regularmente de junio a octubre. Los maravillosos y
79
grandes edificios de que los naturales le hablaban no eranmás que leyenda, a menos que se tratara de la antiguaciudad maya de Copan cuyas soberbias construccionesse hallaban en ruinas desde varios siglos atrás. Aparte deestas ruinas, que se encuentran casi en la frontera actual
entre Guatemala y Honduras y que Alvarado nuncallegó a ver, no existían en el territorio otros edificios
que los de Iximché, que el conquistador iba a visitar
muy pronto, y los menos importantes de la capital de los
zutujiles.
Los castellanos salieron de Utatlán el 11 de abril, yascendiendo la alta cordillera que atraviesa el país, lle-
garon en dos días a la capital cakchiquel de Iximché.
Esta metrópoli, lo mismo que la capital de los quichés,
ocupaba un lugar estratégico en una extensa
En la corte altiplanicie rodeada de profundas barrancas;cakchiquel pero aquí los españoles fueron recibidos de
paz en el seno de un pueblo amigo y fuerte,
dueño de grande y rico territorio.
El día 1 Hunahpú [12 de abril] —dice el analista cak-
chiquel— llegaron los castellanos a la ciudad de Iximché;
su jefe se llamaba Tunatiuh. Los reyes Belehé-Qat y Cahí-
Imox 44salieron al punto a encontrar a Tunatiuh. El corazón
de Tunatiuh estaba bien dispuesto para con los reyes . . . Nohabía habido lucha y Tunatiuh estaba contento cuandollegó a Iximché . . . De esta manera llegaron antaño los cas-
tellanos ¡oh hijos míos! —agrega el cronista indígena—. Enverdad infundían miedo cuando llegaron. Sus caras eran ex-
trañas. Los Señores los tomaron por dioses. Nosotros mismos,vuestro padre, fuimos a verlos entrar a Iximché.45
44 Los reyes cakchiqueles habían recibido los nombres de dos
días del calendario: 9 Qat y 4 Imox.45 Memorial de Solóla, párrafo 148. El ms. cakchiquel distin-
gue a Pedro de Alvarado con el nombre de Tunatiuh que los indios
de Tlaxcala le dieron por primera vez durante la conquista deMéxico.
80
Alvarado durmió aquella noche en la casa del prín-
cipe Tzupam. Al día siguiente le asaltaron de nuevosus recelos y se dirigió a la residencia de los reyes a quienes
increpó de esta manera: "¿Por qué me hacéis la guerra
cuando yo bien puedo hacérosla a vosotros?" Los Se-
ñores se espantaron, pero recobrando el valor, y conacento de sinceridad, le contestaron: "No es cierto lo
que pensáis porque de esa manera morirían muchosguerreros. Ahí habéis visto sus despojos que yacen en los
barrancos."46
En efecto, los reyes de Guatemala habían demostra-
do sus sentimientos amistosos para los castellanos en-
viando a luchar por ellos a millares de soldados, muchosde los cuales quedaron sin vida en los campos y barran-
cos del Quiche. La evidente lealtad de los reyes debe
haber dejado satisfecho a Alvarado. Cuando ya había
recobrado la serenidad escribe en su Segunda carta
a Cortés describiendo su llegada a la ciudad de Iximché:
"Fui muy bien recibido de los Señores de ella, que nopudiera ser más en casa de nuestros padres; y fuimos
tan proveídos de todo lo necesario que ninguna cosa
hubo falta."
Habiendo preguntado Alvarado a los reyes, poco des-
pués, quiénes eran sus enemigos, recibió de ellos la si-
guiente respuesta: "Dos son nuestros enemigos ¡oh Dios!
los zutujiles y los de Vanatacat [Escuintla]." La pre-
gunta no era ociosa: Alvarado iba a seguir en
Guatemala la misma táctica que Cortés Conquista
en México, explotando las rencillas de los pue- de Atitlán
blos indígenas para someterlos más fácilmente.
Los Señores de Iximché le explicaron detalladamen-
te que a siete leguas de distancia se hallaba la capital de
los zutujiles "asentada sobre una laguna muy grande,"
y que sus habitantes se mantenían en guerra contra
todos sus vecinos, usando para perjudicarlos sus flotas de
46 Memorial de Solóla.
81
canoas. Agregaron que ellos no querían hacer la guerra
a aquellos enemigos sin licencia de Alvarado, pero se
manifestaron dispuestos a emprenderla si el jefe español
les prestaba auxilio.
La capital de los zutujiles estaba edificada en un sitio
estratégico al pie del volcán que hoy se llama de
San Pedro, que se levanta en la margen sudoeste del Lagode Atitlán. No obstante el mal éxito que había tenido la
primera embajada que despachó desde Utatlán, Alva-
rado ofreció a los reyes cakchiqueles que enviaría a
llamar a los Señores de Atitlán de parte del Emperadorde Castilla y les mandaría que no les diesen guerra ni les
causaran perjuicio en su tierra, y que si no acudían a
esta llamada iría en persona juntamente con ellos a ata-
carlos y castigarlos.
El cacique de Atitlán no entendía de estos tratos;
demostrando no temer a los españoles dio muerte a los
mensajeros cakchiqueles, como lo había hecho conlos emisarios quichés que habían llegado anteriormente.
Por parte de los castellanos quedaba cumplida la fórmula
del requerimiento e invitación a la paz y expedito el
camino de la guerra. Hechos rápidamente los prepara-
tivos de la campaña, salió Alvarado de Iximché a los
cinco días de su llegada a la ciudad, llevando sesenta
hombres de a caballo, ciento cincuenta peones y uncuerpo de soldados cakchiqueles al mando de los reyes.
Después de un día de buen andar llegó la expedición
a la laguna sin encontrar gente de paz ni de guerra,
viendo lo cual Alvarado siguió adelante por la ribera
con treinta de a caballo. Llegando frente a un peñol
poblado que estaba en el agua encontraron por fin unescuadrón de gente enemiga que se hallaba a corta dis-
tancia. Alvarado arremetió contra ellos y fué persi-
guiéndolos hasta una calzada angosta por donde se me-tieron para internarse en el peñol. Viendo que los
caballos no podrían entrar en tan angosto paso, Alvarado
y sus compañeros echaron pie a tierra y entraron al
82
fuerte antes de que los indios pudieran romper los puen-tes e impedirles el ingreso. El resto de la gente llegó
poco después y todos juntos derrotaron a los defensores
y se adueñaron del peñol. Los sobrevivientes se echaron
a nado refugiándose en otra isla donde los atacantes nopudieron darles alcance por no haber llegado a tiempotrescientas canoas que conducían los cakchiqueles porel agua. Tuvo lugar esta acción el día 7 Camey (18 deabril) y en ella fueron destruidos los zutujiles por Tu-natiuh, dice el manuscrito cakchiquel.
A la mañana siguiente se dirigieron los castellanos al
pueblo de Atitlán que ocupaba una posición prominente
y fuerte entre grandes peñascos, pero lo encontraron
desierto. Sus habitantes habían huido, espantados de la
pérdida de la fortaleza del lago. Alvarado estableció
su cuartel a mediodía en el centro del pueblo y comenzóa correr la tierra; logró prender algunos indios y conellos envió un mensaje a los Señores del lugar amones-
tándolos para que cesaran la rebeldía y llegaran a dar
obediencia al rey de España y a someterse a su dominio
bajo pena de continuar persiguiéndolos por sus tierras
y en los montes. Esta vez el mensaje fué atendido. Los
Señores se presentaron ante Alvarado a quien dijeron
que jamás había sido vencida su tierra hasta entonces,
ni la había invadido gente de armas, y que, puesto que él
había entrado en ella, anuentes estaban a servir al Em-perador. Entregáronse en seguida, y después de darles
a conocer el poderío y grandeza del Emperador de Cas-
tilla en cuyo nombre los perdonaba, y de recomendarles
que fuesen buenos y no se pelearan con sus vecinos, pues
ya eran todos vasallos de Su Majestad, Alvarado los dejó
"seguros y pacíficos" y se volvió a Iximché.
De esta manera quedaba terminada la conquista de
las tres naciones principales de Guatemala, y el conquis-
tador hispano pudiera dedicarse a consolidar y organizar
el territorio sometido, si su espíritu inquieto no lo em-
83
pujara a nuevas empresas en que se proponía alcanzar
mayor honra y provecho.
A los tres días de su regreso recibió Alvarado en Ixim-
ché a todos los Señores principales y capitanes de la lagu-
na, que llegaron cargados de presentes a rendir de nuevosu pleitesía al rey de España y a reiterar su amistad a los
castellanos, diciendo sentirse felices de ser va-
Toma de salios de tan gran soberano y de quitarse deEscuintla guerras y diferencias como las que habían exis-
tido entre las tres naciones. Alvarado los re-
cibió con mucho amor y buenas palabras, les dio algunas
joyas y baratijas de Castilla y los tornó a enviar a su
tierra con otras muchas muestras de amistad.
Poco después llegaron los Señores de otras provin-
cias de la costa del sur a dar la obediencia a S. M. y a
ofrecerse por sus vasallos, pidiendo que el capitán espa-
ñol los recibiese como tales y los favoreciese y mantu-viese en justicia, todo lo cual les prometió con creces
el afortunado conquistador. Las rivalidades de los pue-
blos indígenas seguían facilitando la empresa de con-
quistarlos. Los Señores de estas provincias de la costa
cuyos nombres omite Alvarado en su Relación, le hicie-
ron saber que algo más adentro había una provincia
llamada Izcuintepeque que no los dejaba llegar a dar la
obediencia a S. M., y que el mismo impedimento tenían
otras provincias que se hallaban hacia aquella parte condeseos de llegar de paz, pero a las cuales los izcuintecos
les negaban el paso. Este pueblo de Izcuintepeque era
el mismo que los cakchiqueles llamaban en su lengua
Vanatacaty con el cual habían tenido guerras en los
tiempos pasados. Los Señores de Iximché confirmaron
las noticias de los de la costa respecto a la mala voluntad
de los de Izcuintepeque, y con ayuda de todos se orga-
nizó la expedición que debía atacarlos y someterlos al
yugo español.
Alvarado iba más lejos en sus cálculos y proyectaba
seguir adelante por los demás pueblos de la costa y calar
84
la tierra hasta cien leguas allende el pueblo de Izcuinte-
peque, creyendo encontrar las grandes ciudades de quele habían hablado los indios, y posiblemente dar conel estrecho, término y fin de la tierra firme. Con este
propósito se preparó para una larga campaña y llevó
consigo a toda su gente, españoles y mexicanos, dejando
solamente en Iximché a los enfermos e imposibilitados
para la lucha.
El Memorial de Solóla resume esta campaña en la
forma siguiente: "Veinticinco días después de haber lle-
gado a la ciudad [Iximché] partió Tunatiuh para Cuz-catán yendo por la vía de Atacat. El día 2 Queh [9 de
mayo] los castellanos mataron a los de Atacat. Todos
los guerreros y sus mexicanos fueron con Tunatiuh a la
conquista."
Según la crónica indígena, Alvarado partió para el
sur el 6 de mayo. En su Relación dice este jefe que iba
acompañado de toda su gente de pie y de a caballo.
Emplearon tres días en el viaje durmiendo en despobla-
do y llegaron en la mañana del día 9 a los términos del
pueblo, protegido por arboledas muy espesas; los estre-
chos caminos estaban cerrados y eran simples senderos
sin trajinar pues los izcuintecos no tenían comercio con
nadie ni caminos abiertos. Llovía torrencialmente aque-
lla mañana y los caballos no podían moverse en el suelo
cubierto de ciénagas y monte espeso. Alvarado echó
a los ballesteros por delante y todo el ejército fué tras
ellos sin encontrar alma viviente porque a causa de la
lluvia, los escuchas del pueblo se habían recogido y todos
los habitantes estaban descuidados y encerrados en las
casas. No vinieron a darse cuenta de la entrada de los es-
pañoles hasta que los tenían ya a todos dentro del pueblo.
La sorpresa fué completa y no les permitió juntarse para
defenderse. Pelearon aisladamente hiriendo a algunos
españoles y a muchos de los indios auxiliares, y al amparo
del agua y la arboleda huyeron a los montes.4T
47 Ixtlilxóchitl describe la guerra de Izcuintepeque de esta
85
No pudiendo dar alcance a los fugitivos Alvaradoincendió el pueblo y envió mensajeros a sus Señores lla-
mándolos a dar la obediencia a Sus Majestades y a él enpersona, amenazándolos, en caso de rebeldía, con haberles
muchos otros daños y talarles sus maizales. Los Señores
volvieron y juraron cuanto quiso el jefe vencedor, ofre-
ciendo ser en lo de adelante buenos y leales vasallos de
los reyes de España.
Entre los cargos que se hicieron a Alvarado en 1529
se le acusó de haber entrado al pueblo de Izcuintepeque
sin requerirlo de paz, matando a todos los que en él ha-
bía y quemándolo, sin intimar previamente la sumisión
ni enviar mensajeros como era obligado conforme a las
instrucciones vigentes. Alvarado respondió afirmando
haber mandado llamar a los Señores con cuatro mensa-
jeros, que a éstos los mataron y los Señores no llegaron
a verle. Sin embargo, tanto por su Relación como por
la de Ixtlilxóchitl se sabe que no hizo requerimiento al-
guno y que entró al pueblo por sorpresa y lo tomó e
incendió como queda dicho, sin justificación de ningu-
na clase.
Con su alto sentido de equidad condena Bernal Díazeste hecho, diciendo que Pedro de Alvarado acordó de ir
contra los de Izcuintepeque llevando todos los soldados
que tenía y muchos amigos de Guatemala "y sin ser sen-
tidos da una mañana en ellos, en que hizo mucho daño ypresa, y valiera más que así no lo hiciera sino conformea justicia, que fué muy mal hecho y no conforme a lo
que mandó Su Majestad."48
manera: "Caminaron cuatro días, durmiendo siempre en despoblado;
el cuarto de los cuales entraron por los términos de la ciudad sin
ser vistos ni sentidos porque estaban muy descuidados y metidos
en sus casas porque llovía mucho. Tomáronles dentro de las casas,
prendieron y mataron a muchos de ellos, y como no se pudiesen
juntar los vecinos, huyeron muchos de ellos; los demás que se hicie-
ron fuertes y pelearon en unas casas grandes pelearon y mataronmuchos naturales de Tezcoco."
48 Díaz del Castillo, cap. CLXIV.
86
Ocho días permaneció Alvarado en Izcuintepeque re-
cibiendo la visita y sumisión de otros muchos pueblos yprovincias que llegaron a ofrecerse de paz y reconocer
la soberanía de España.
Terminadas las visitas y descansado y apro-
visionado el ejército, salió el conquistador his- .
conj^
ti '
V i >-n
i ta de Cuz-pano con rumbo al oriente para recorrer toda catldn
la costa del Pacífico cien leguas adelante, dis-
puesto a "hacer frente a lo que le viniese en el camino."
El primer día llegó al pueblo de Atiepac (Atiquipaque)
.
Los Señores y naturales lo recibieron bien, pero a la
puesta del sol desaparecieron todos sin motivo aparente
—según Alvarado— pero sin duda por no servir y tener
que alimentar al ejército que pasaba de seis mil hombres.
Observa el jefe español que en Atiepac encontró otra
lengua y gente diferente de la que hasta allí habían
conocido. En efecto, habían entrado en territorio ylengua sinca, o sea la parte de la costa que se extiende
hasta la frontera de la actual República de El Salvador.
Continuó el ejécito su marcha y llegó a Tacuilula
donde ocurrió lo mismo que en Atiepac: los españoles
fueron recibidos de paz y los habitantes se alzaron den-
tro de la hora siguiente. El pueblo de Taxisco, recio yde mucha gente, hizo otro tanto. Sin embargo durmie-
ron allí aquella noche los expedicionarios y partieron al
siguiente día para otro pueblo grande que se llamaba
Nancintla. Alvarado no entendía el lenguaje de aquella
gente y se recelaba de ella grandemente, por lo cual dis-
puso que diez hombres de a caballo caminaran a la re-
taguardia y otros diez en medio del tren. Esta precaución
no era infundada: apenas habría andado dos o tres le-
guas desde Taxisco cuando supo que una tropa enemiga
había atacado la retaguardia matando a muchos de los
indios amigos y apoderándose de gran parte del fardaje,
todo el hilado de las ballestas y el herraje de los caballos.
Este era un serio contratiempo y grave pérdida para el
ejército. Alvarado hizo alto ocho días en Nancintla y
87
destacó dos columnas contra los asaltantes. La primera,
a cargo de su hermano Jorge de Alvarado con cuaren-
ta o cincuenta de a caballo, peleó con mucha gente
armada que encontró y la desbarató, pero no pudo recu-
perar nada de lo perdido porque habían hecho pedazos
la ropa y con ella se habían fabricado taparrabos conque entraron a la guerra. Una segunda columna de in-
fantería al mando de don Pedro Portocarrero salió en
busca de los alzados, pero no pudo hacer nada en la gran
espesura de las montañas y volvió con las manos vacías.
Salieron también emisarios de los mismos indios con re-
querimientos de paz y apercibimiento de hacer esclavos
a los prófugos, pero éstos no volvieron ni tampoco los
mensajeros.
"Tuvieron batallas, murió cantidad de los nuestros
—dice Ixtlilxóchitl— y les salieron y quitaron casi todo
el despojo que llevaban."
El pueblo de Pazaco que estaba en el camino que lle-
vaban los españoles, llegó a ofrecerse de paz y fué bien
recibido por Alvarado, pero habiéndose dirigido él ejér-
cito al día siguiente a aquel pueblo encontró cerrados
los caminos inmediatos a él, y cuando entraron al mismovieron que unos indios estaban descuartizando a un pe-
rro, señal de guerra, y luego apareció mucha gente arma-
da que los españoles acometieron y fueron persiguiendo
hasta el otro lado del pueblo. El ejército cruzó en segui-
da el río que después se llamó de Paz y que divide las
actuales Repúblicas de Guatemala y El Salvador. Esta
región estaba poblada por indios de la raza pipil, de
sangre y lengua náhuatl, y de aquí en adelante la gente
mexicana ya podía entenderse con los habitantes.
Habiendo llegado a Mopicalco,49pueblo antiguo que
existía al sur de lo que hoy es Departamento de Ahua-
49 El pueblo de Mopicalco existía todavía en 1610 y era
encomienda de doña María de Porras y Alvarado, viuda de Luis
Acetuno de Guzmán. Probanza de Juan Godínez, Archivo General
del Gobierno, Guatemala.
88
chapan, lo encontraron desierto, y siguieron para Aca-tepeque donde tampoco vieron alma viviente. "E si-
guiendo mi propósito que era de calar las dichas cien
leguas —dice Alvarado— me partí a otro pueblo que se
dice Acaxual donde bate la mar del sur." "Luego fueron
a un lugar fuerte en donde bate la mar del sur que se
dice Acayúcatl" dice Ixtlilxóchitl. Era este el puertosalvadoreño de Acajutla.
Media legua más allá de dicho pueblo, en la mitadde un llano, esperaba una fuerza indígena en formación
de combate, con todos sus arreos de guerra. Alvaradollegó cerca de ella, y cuando tuvo reunida su gente fin-
gió retirarse para alejar al enemigo de un monte dondepodía refugiarse, y después que ambos grupos se habían
alejado lo bastante volvió sobre ellos con la caballería
y los peones, matando hasta el último de los guerreros
indios. El precio de esta victoria para los invasores fué
muy elevado y el mismo general español recibió en el
combate una herida que lo tuvo por mucho tiempo a
punto de morir.
El conquistador describe la batalla de Acajutla en
los siguientes términos:
Parecióme que estaban algo cerca de un monte donde se
me podían acoger y mandé que se retraxese toda mi gente
que éramos ciento de caballo y ciento y cincuenta peones
y obra de cinco o seis mil indios amigos nuestros, y así nos
íbamos retrayendo y yo me quedé en la rezaga haciendo
retraer la gente: y fué tan grande el placer que hubieron des-
que me vieron retraer que me vinieron siguiendo hasta llegar
a las colas de los caballos y las flechas que echaban pasaban
en los delanteros: y todo aquesto era en un llano que para
ellos ni para nosotros no había donde estropezar. Ya cuando
me vi retraído un cuarto de legua a donde a cada uno le había
de valer las manos y no el huir di vuelta sobre ellos y fué tan
grande el destrozo que en ellos hicimos que en poco tiempo
no había ninguno de todos los que salieron vivo porque ve-
nían tan armados que el que caía en el suelo no se podía
levantar y son sus armas unos cosetes de tres dedos de algodón
89
y hasta en los pies y flechas y lanzas largas y en cayendo la
gente de pie los mataba todos. Aqui en este rencuentro mehirieron muchos españoles y a mí con ellos que me dieron
un flechazo que me pasaron la pierna y entró la flecha por la
silla, de la cual herida quedo lisiado que me quedó la unapierna más corta que la otra bien cuatro dedos.
Aquí menciona el conquistador por primera vez la
fuerza con que contaba durante la campaña. Eran a
la sazón cien hombres de a caballo y ciento cincuen-
ta peones. Comparando este personal con el que salió de
México seis meses antes se advierte que los castellanos
habían perdido hasta entonces la mitad de la infantería
y veinte jinetes. Las pérdidas en los destacamentos de
indios mexicanos y guatemaltecos deben haber sido ma-yores porque en todos los encuentros llevaban la peor
parte. Ixtlilxóchitl dice que los enemigos les llevaban
ventaja porque "no había más que hasta siete mil mexi-
canos y texcocoanos, porque los demás, unos eran muer-tos y otros quedaban en Quauhtemallan indispuestos de
los trabajos pasados, y Alvarado no llevaba más de dos-
cientos cincuenta españoles de a pie y cien de a caballo
y otros mil más de Quauhtemallan."50
En Acajutla se vieron obligados los españoles a per-
manecer algunos días reponiéndose de las fatigas de la
lucha y curando sus heridas. De la gravedad de la que re-
cibió Alvarado puede juzgarse por su declaración du-
rante el Proceso de 1529, en la cual dijo que en esta
batalla le dieron muchas heridas, de las cuales estuvo en
la cama a punto de muerte y asimismo hirieron a otros
muchos españoles.
Al sexto día salió el ejército con dirección al nor-
50 No sólo mexicanos habían quedado en Iximché. En la
Probanza de Francisco Castellón, Archivo General del Gobierno,
Guatemala, se lee que el Capitán Diego de Roxas y algunos sol-
dados españoles se quedaron en Iximché o Quauhtemallan. Allá
deben haberse quedado también doña Luisa Xicoténcatl y los pe-
queños hijos de Pedro de Alvarado.
90
deste en busca de otro pueblo llamado Tacuzcalco. DonPedro Portocarrero y otros hombres de a caballo fuerondestacados para correr el campo y prendieron a dos es-
pías indios de quienes se supo que adelante se hallaba
en espera de los castellanos una fuerza numerosa de gen-te de dicho pueblo y otros lugares vecinos. Los explo-radores siguieron hasta divisar al enemigo y esperaron
la llegada de Gonzalo de Alvarado que con cuarenta dea caballo marchaba a la vanguardia porque su herma-no y jefe iba malo de la herida y caminaba despacio a la
retaguardia. Reunida la gente de los españoles, Pedrode Alvarado se colocó en un punto dominante para di-
rigir el ataque y confió a sus hermanos el mando de las
tres secciones en que dividió sus fuerzas. Hé aquí su
propia descripción de la batalla:
Recogida toda la gente cabalgué en un caballo como pudepor mejor poder dar orden como se acometiesen : y vi que avia
un cuerpo de gente de guerra toda hecha una batalla de ene-
migos y envié a Gómez de Alvarado que acometiese por la
mano izquierda con veinte de caballo; y Gonzalo de Alvarado
por la mano derecha con treinta de caballo; y Jorge de Al-
varado rompiese con todos los demás por la gente que venía
de lejos. Era para espantar porque tenían todos los más lanzas
de treinta palmos todas enarboladas; y yo me puse en un cerro
por ver bien como se hacía y vi que llegaron todos los espa-
ñoles hasta un juego de herrón de los indios51
y que ni los
indios huían ni los españoles acometían que yo estuve espan-
tado de los indios que así osaron esperar. Los españoles no los
avían acometido porque pensaban que un prado que se hacía
en medio de los unos y de los otros era ciénaga y después que
vieron que estaba tieso y bueno rompieron por los indios ydesbaratáronlos y fueron siguiendo al alcance por el pueblo
más de una legua y aquí se hizo muy gran matanza y castigo.
51 Tejo de hierro con un agujero en el medio que se tiraba desde
cierta distancia para meterlo en un clavo hincado en la tierra, según
el diccionario. Como observa el señor Fernández del Castillo, Al-
varado ha de haber empleado este término por la semejanza de ese
antiguo juego con el de pelota que jugaban los indios de México
y Guatemala.
91
Y explicando la táctica evasiva de los indios de allí
en adelante, dice Alvarado a continuación: "Y como los
pueblos de adelante vieron que en campo los desbaratá-
bamos determinaron de alzarse y dejarnos los pueblos."
Después de un descanso de dos días en Tacuzcalcollegaron los españoles a Miabuaclán y lo encontrarondespoblado. De este lugar pasaron al pueblo de Atehuan(hoy Ateos) . No lejos de Atehuan estaba la ciudad deCuzcatlán que parece haber sido la metrópoli de toda
aquella región, centro principal en nuestros días de la
República de El Salvador. Cerca de Cuzcatlán, en el va-
lle de la Bermuda, edificaron los españoles al año siguien-
te la ciudad de San Salvador, que poco después trasla-
daron al sitio donde hoy se encuentra, al pie del volcán
del mismo nombre.
Hallándose Alvarado en Atehuan llegaron a verle
algunos mensajeros de los Señores de Cuzcatlán y a dar
la obediencia en nombre de ellos al Emperador de Cas-
tilla, ofreciendo ser sus buenos y leales vasallos. Alvaradolos recibió afablemente "pensando —dice— que no mementirían como los otros;" pero una vez más fué enga-
ñado porque al llegar a Cuzcatlán si bien fué recibido
por muchos indios, el pueblo estaba alzado y mientras
los españoles se aposentaban en las casas "no quedóhombre de ellos en el pueblo, que todos se fueron a las
sierras."
Del lenguaje que emplea el conquistador en esta par-
te de su información se deduce que no llegó a ver a los
Señores de Cuzcatlán y que éstos abandonaron la ciudad
junto con su pueblo. En vano Alvarado les envió men-sajeros que no volvieron nunca. Insistió Alvarado y le
contestaron "que no conocían a nadie, que no querían
venir, que si algo les quería que allí estaban esperando
con sus armas." El capitán español no se conformó conla respuesta y tornó a enviarles un mandamiento y re-
querimiento de parte del Emperador ordenándoles noquebrantar las paces ni rebelarse pues ya se habían dado
92
por sus vasallos, ofreciéndoles favorecerlos y ampararlossi fuesen leales, y amenazándolos con hacerles la guerra
y hacer esclavos a todos los que se tomasen con vida. Nocontestaron a este requerimiento, y Alvarado despachógente a buscarlos a los montes donde los encontraron enpie de guerra y pelearon con ellos quedando heridos al-
gunos españoles e indios amigos. Un indio principal
que cayó preso fué despachado con otro mandamientotan infructuoso como los anteriores.
Visto todo esto, Alvarado instruyó proceso contra
los Señores que, más afortunados que los de Utatlán,
se le habían escapado de las manos. Procesó asimismo a
todos los demás que le habían hecho la guerra; los llamó
por pregones ante su autoridad, pero no comparecieron.
Terminado el proceso en rebeldía, lo sentenció Alvarado
condenando por traidores y a pena de muerte a los Se-
ñores de aquellas provincias; y mandando que todos
los prisioneros que se habían tomado en la guerra o se
tomasen después hasta tanto que diesen la obediencia a
S. M. fuesen esclavos, se herrasen y con su valor se paga-
sen once caballos que en conquistarlos fueron muertos
y los que muriesen en lo sucesivo y las armas y demás
efectos necesarios a la dicha Conquista.
Diecisiete días estuvo el conquistador sobre los indios
de Cuzcatlán sin lograr atraerlos ni someterlos "por la
mucha espesura de montes y grandes sierras y quebradas
y otras muchas fuerzas que tenían." Aquí volvieron a
informarle los naturales "de muy grandes tierras, la tie-
rra adentro, ciudades de cal y canto," que la tierra notenía fin y que para conquistarla, según era de grande
y poblada, era menester mucho tiempo.
En vista de estas noticias y del rigor de la estación de
lluvias, el caudillo extremeño dispuso no dar un paso
más en la conquista y volverse a Guatemala. Así lo dice
en su Relación, pero evidentemente se calló otras razones
que no son de poco peso para justificar su regreso: los
sufrimientos que le causaba su herida, la pérdida de mu-
93
chos de sus hombres, caballos y pertrechos de guerra, yla perspectiva de seguir luchando estérilmente con unenemigo intangible y esquivo que hacía vana la guerra
y nugatoria la paz. Ixtlilxóchitl resume en pocas pa-
labras los resultados de la expedición: "Padecieron
—dice— hartos trabajos, hambres y calamidades los
nuestros y los españoles. Poco oro y riquezas hallaron en
este viaje, aunque se ganaron y sujetaron otras provin-
cías.
Para el ambicioso conquistador español la costosa
campaña no ofrecía de pronto compensación propor-
cional al esfuerzo empleado en realizarla. Aparte de ha-
ber descubierto las tierras de la costa del Pacífico hasta
la región de la antigua Cuzcatlán, y de haber infligido a
sus moradores sangrientas derrotas que facilitaron la pa-
cificación en los años subsiguientes, Alvarado no llevaba
a su regreso más que frutos amargos de su aventura por
las tierras del sur. El país quedaba en estado de guerra
y las grandes ciudades de maravillosos edificios de cal ycanto no aparecieron en el horizonte y se diría que se
iban alejando al paso del caballo del conquistador.
Creyó Alvarado poder pacificar de regreso los pue-blos que se habían negado a obedecerle, y tampoco lo
consiguió. "Por cuanto hice y en ello trabajé —dice
en su Relación— nunca los pude atraer al servicio de
S. M., porque toda esta costa del sur, por donde fui,
es muy montuosa y las sierras cerca, donde tienen el
acogida."
Sin más fundamento que una traducción errónea del
párrafo 150 del Memorial de Solóla o Tecpán-Atitlán,
el abate Brasseur de Bourbourg ha creado una leyenda
acerca de la conquista de Cuzcatlán, que desgraciada-
mente ha sido aceptada y difundida por casi
La leyenda todos los escritores como verdad histórica.
de Atlacatl Describiendo la marcha de Pedro de Alva-rado y sus huestes por territorio salvadoreño,
62 Décima Tercia Relación.
94
dice Brasseur en su obra Histoire des Nations Civilisées
du Mexique et de l'Amérique Céntrale que los conquis-
tadores llegaron a Atenúan "pueblo de la jurisdicción deAtlacatl, rey de Cuzcatlán," quien había dado ordende que los castellanos fueran espléndidamente atendidos,
y había enviado a los principales personajes de su cor-
te a manifestarles su sincero deseo de vivir con ellos enpaz, y a prestar, en su nombre, pleito homenaje al rey
de Castilla.
Bajo tan buenos auspicios —sigue diciendo Bras-
seur— los españoles se encaminaron a Cuzcatlán, dondeAtlacatl en persona salió a recibirlos, saludó a Alvarado
con el ceremonial de costumbre y lo condujo a su aloja-
miento, que estaba provisto abundantemente de cuanto
podía haber menester. "Pero por un acto de perfidia
que no tiene paralelo más que en la historia de la con-
quista de estos bellos y desgraciados países, en el momen-to en que este príncipe iba a retirarse con su corte,
Alvarado lo prendió junto con todos los señores de su
séquito y los tuvo presos cerca de sí." Siguiendo este
ejemplo, los españoles y sus aliados, "incapaces de resistir
a sus hábitos de bandoleros," se repartieron al punto por
la ciudad, saqueando las casas y capturando a todos los
habitantes que pudieron haber a la mano para hacerlos
sus esclavos.
Los cuzcatlecas, indignados, empuñaron las armas yse prepararon para la guerra; la ciudad se vació comopor encanto en pocas horas. Los habitantes huyeron a
las montañas, sin que Alvarado pudiera conseguir su re-
greso, no obstante haberles enviado varios mensajeros.
El conquistador, irritado por la rebeldía de los natura-
les, puso en campaña la mitad de su ejército. La batalla
duró largo tiempo, y los españoles, después de hacer una
gran carnicería, se vieron obligados a retirarse. Herido
en su orgullo al final de una guerra que duró diecisiete
días, Alvarado descargó su cólera sobre Atlacatl; hizo
un proceso contra los cuzcatlecas declarándolos rebel-
95
des, condenó a los jefes, por traidores, a la pena capital
y a los prisioneros a la esclavitud. "Esta sentencia inicua
—concluye diciendo Brasseur— fué ejecutada inmedia-
tamente contra el rey, que recibió la muerte, así comotodos los señores de su corte, cautivos como él."
53
Por acostumbrado que esté el lector a las crueldades
que se cuentan de los conquistadores españoles del siglo
xvi, su ánimo se subleva ante este episodio de la cam-paña de Cuzcatlán. Sin embargo, del examen frío de
los documentos resulta una historia bastante diferente.
Toda la relación de Brasseur se apoya en la traducción
que hizo en 1856 del manuscrito cakchiquel que él in-
tituló Memorial de Tecpán-Atitlán. La traducción de
Brasseur del párrafo respectivo dice, en castellano:
"Veinticinco días después Tunatiuh partió para Cuz-catán a donde pasaba para perder a Atacat. El día 2
Queh Atacat fué matado por los castellanos con todos
sus guerreros." Don Juan Gavarrete trasladó al español
la versión francesa de Brasseur con algunas enmiendas ydijo: "Veinticinco días después de esto salió de nuevoTunatiuh de la capital y se dirigió a Cuzcatán con in-
tención de combatir al paso con Atacat (cacique de
Escuintla). El día 2 Queh Atacat fué muerto por los
castellanos con todos sus guerreros.""
La verdadera traducción del original cakchiquel se
ha dado en este libro al hablar de la conquista de Izcuin-
tepeque, la moderna Escuintla de la costa sur de Gua-temala. Vanatacat era el nombre que los cakchiqueles
daban al pueblo de Izcuintepeque, que Alvarado asaltó
53 Brasseur de Bourbourg, 1857, T. IV, págs. 663-667. El his-
toriador norteamericano Bancroft comenta acerca del suplicio
-imaginario del supuesto rey de Cuzcatlán: "Brasseur de Bourbourg,
regardless of all Spanish evidence, boldly assumes that the king
'ainsi que tous les seigneurs de sa cour,' were in fact put to death,
when in reality they were fugitives in the mountains and merely
condemned.,,
History of Central America, I, pág. 676.64 '-Memorial de Tecpán-Atitlan," en Boletín de la Sociedad
Económica de Guatemala, tomo III, Nos. 29-43, 1873-1874.
96
y destruyó el día 2 Queh (9 de mayo de 1 524) . El prín-cipe Atlacatl, cuyo nombre extrajo Brasseur de Bour-bourg del toponímico Atacat para adjudicarlo al rey deCuzcatlán, no existió más que en la fantasía del ilustre
traductor de los documentos indígenas de Guatemala.Fruto de su fecunda imaginación es el relato de la per-
fidia de Alvarado y de los excesos vandálicos de sus
compañeros en Cuzcatlán, y de la prisión y muerte del
rey y sus cortesanos. Como se ha visto por la parte perti-
nente de la Relación del conquistador, que en las páginas
anteriores se ha citado, los Señores de Cuzcatlán, noacudieron al reclamo reiterado del capitán español y sal-
varon la vida recatándose en la espesura de las monta-ñas, burlando en esa forma a sus perseguidores.
Cuál haya sido el auténtico nombre del cacique de
Cuzcatlán es cosa que se ignora y que probablemente
no se sabrá jamás, como se ignoran también los nombresde los jefes indígenas que con valor y patriotismo libra-
ron las batallas de Acajutla y Tacuzcalco y que debentenerse por los verdaderos defensores de la independencia
de la antigua nación centro americana que hoy se llama
El Salvador.
Alvarado y su gente salieron de Cuzcatlán en los últi-
mos días del mes de junio de 1524, y aparentemente noles ocurrió en el camino cosa que sea digna de contarse.
El día 10 Hunahpú, o sea el 21 de julio, según el Memo-rial Cakchiquel, llegó Alvarado a Iximché de Fundación
regreso de Cuzcatlán. "Pidió entonces a una de Santiago
de las hijas del rey —agrega el Memorial— y de
los Señores se la dieron."" Guatemala
Se acercaba la fiesta de Santiago, patrón de España,
que se celebra el 25 de julio, y Alvarado dispuso fundar—————
85 Durante el proceso de 1529 acusaron a Alvarado, entre
otras cosas, de que, cuando fué a la provincia de Guatemala, dondelo recibieron de paz y con muchos presentes de oro, plata y joyas,
sabiendo que el Señor de dicha provincia tenia una mujer muy her-
97
en esa fecha una ciudad que fuera la sede del gobierno dela Colonia. El conquistador escogió con tal objeto la
misma ciudad de Iximché, capital del reino cakchiquel,
porque se hallaba prácticamente en el centro del terri-
torio que había sometido, y su pueblo era amigo y aliado
de los castellanos.
En su Segunda Carta a Cortés, escrita el 28 de julio
de 1524, dice Alvarado:
Así que yo soy venido a esta ciudad por las muchas aguas,
a donde para mejor conquistar y pacificar esta tierra tan
grande y tan recia de gente hice y edifiqué en nombre de SuMajestad una ciudad de españoles que se dice la ciudad de
Señor Santiago porque desde aquí está en el riñon de toda
la tierra y hay más y mejor aparejo para la dicha conquista
y pacificación y para poblar lo de adelante, y elegí dos alcal-
des ordinarios y cuatro regidores según Vuestra Merced allá
verá por la elección.
mosa, le prendió y tuvo preso hasta que le dio a, su mujer, yque habiéndole llevado muchas joyas de oro y plata y esclavos
y esclavas y rogádole llorando que le devolviese a su esposa, Al-
varado tomó las joyas y los esclavos y se quedó con ellos y la mujer.
Varios de los soldados que se hallaron presentes en la conquista de
Guatemala confirmaron los hechos. En su descargo, Alvarado relató
una historia muy diferente, diciendo que él queria pasar adelante
para descubrir el secreto de la tierra, pero que los Señores de Gua-
timala le dijeron que no pensara en ello "porque había muchos
esteros de mar e ríos e montes e sierras e leones e otros animales
fieros;" que todo esto era mentira, y por un español llamado Falcón
supo que la tierra era buena y rica según le había dicho una india
que se llamaba Súchil. Los Señores no quisieron darle a la
india hasta que prendió a un indio que se decía Toche, que la tenía
en su casa, y así supo por ella que la tierra adelante era buena, rica ypoblada, y fué hacia allá llevando a la india como guía e intérprete.
Dijo también Alvarado que esta india era esclava y no señora ytenía más de cincuenta años; y finalmente, que, en caso que fuera
señora, él no había hecho lo que no debía "pues los indios las suelen
dar a quien se les antoja e aun sus hijas y hermanas."
La patética historia del Señor que pedía llorando que le devol-
vieran a su esposa no fué recogida por el Memorial Cakchiquel,
ni es digna de crédito, porque durante su primera estancia en
98
La frase "hice y edifiqué" que usa Alvarado hablan-
do de la ciudad que fundó era un tanto exagerada, pues
no habia transcurrido una semana desde su regreso de la
expedición a las tierras del sur, y sólo en los cuentos
de hadas se levantan en una noche palacios y ciudades.
La historia, escrita con apego a los documentos, re-
sulta muchas veces escueta e incolora. Para darle interés
ha sido antiquísima costumbre adornar los aconteci-
mientos, pintar el escenario como si el historiador se
hubiese hallado presente, y escribir las arengas comosi se hubiesen oído y retenido fielmente en la memoria.
El viejo libro del Cabildo de Guatemala guardó por mu-cho tiempo el acta de fundación de la ciudad de San-
tiago, pero sus páginas se han borrado por obra de los
años, y aun los primeros cronistas coloniales no alcan-
zaron a leerlas completas. Esto no fué óbice para que el
más antiguo de ellos, el Padre Remesal, haciendo uso
de los pocos datos que encontró en los documentos, y
Quauhtemallan Alvarado y los Señores se trataron mutuamente con
muchas atenciones y consideraciones, como amigos que necesitaban
los unos de los otros. Tampoco puede aceptarse el dicho de Alva-
rado acerca de la resistencia de los caciques a su propósito de seguir
la conquista por la tierra adelante, porque estos mismos tenían in-
terés en que fuera a destruir a sus enemigos de Panatacat, y le dieron
un fuerte contingente de tropa para la campaña de la costa de la
Mar del Sur.
Como se ve por el pasaje citado del Memorial, fué a su regreso
de Cuzcatlán cuando Alvarado pidió a los reyes que le dieran a
una de sus hijas, y los reyes no parecen haber tenido inconveniente
en satisfacer su deseo. La observación que hacía el conquista-
dor en su descargo era exacta. En efecto, no era desusado de parte
de los caciques de las Indias el dar sus hijas, hermanas o sobrinas a
los españoles. Diego Muñoz Camargo, en un pasaje de su Historia de
Tlaxcala que reprodujo Herrera en sus Décadas, se expresa comosigue: "Los propios caciques y principales daban sus hijas propias
con el propósito que si alguna se empreñase, quedase entre ellos
generación de hombres valientes y temidos." Y cita luego el caso de
doña Luisa Xicoténcatl, espontáneamente ofrecida a Cortés y unida
muchos años a Pedro de Alvarado.
99
supliendo lo demás con la imaginación, pintara el cua-
dro que pudo haber alumbrado el sol del 25 de julio de
1524 en la altiplanicie de Iximché, y nos diera la si-
guiente y brillante descripción:
Esperaron de este modo a que llegase un lunes, 25 del
mismo mes de julio, día del glorioso apóstol Santiago, Patrón
de España, que la anduvo toda y enseñó en ella la fe de
Jesucristo Nuestro Señor. Y viendo el día señalado que ama-neció sereno y claro con ser entonces la fuerza de las aguas yel invierno de esta tierra se armaron todos y pusieron en for-
ma de ejército que marcha a pelear con sus enemigos a son de
tambores y pífanos y al ruido de arcabuces y mosquetes.
Resplandecían los arneses, tremolaban las plumas en el aire
de la mañana, lozaneábanse los caballos enjaezados y encu-
bertados con gíreles de oro y seda; parecían bien las joyas yplanchas de oro que sacaban los soldados, que iban alegres
y contentos, de este modo, a oir misa oficiada por ellos mis-
mos y celebrada por el padre Juan Godínez, Capellán del
ejército. Cumplido con la obligación de la Iglesia y solem-
nidad de la fiesta, todos juntos apellidaron al Apóstol San-
tiago y dieron su nombre a la villa que fundaban (que sólo
tuvo el de villa diez y ocho días) , y al mismo Apóstol santo
dedicaron la Iglesia que en ella había de haber.
Este mismo día [dice el secretario de aquel primer Ca-bildo], Pedro de Alvarado, Teniente de Gobernador y Capi-
tán General de Don Fernando Cortés, por los poderes yautoridad que de Su Majestad tiene, dixo: Que nombraba, e
nombró por primeros Alcaldes de la villa de Santiago, a Diegode Roxas, y a Baltazar de Mendoza. Y por sus primeros re-
gidores a Don Pedro Portocarrero, Hernán Carrillo, JuanPérez Dardón y a Domingo de Zabarrieta. Y por Alguacil
Mayor a Gonzalo de Alvarado.'9 —Dio Pedro de Alvarado el
oficio de Cura al padre Juan Godínez, y el de Sacristán a
[Juan] Reynosa, hombre inclinado a cosas de iglesia.56
Al informar a Cortés por qué razones había escogido
el sitio de Iximché para fundar en él la ciudad de espa-
ñoles, agregaba su Teniente que ya habían llegado cuatro
56 Remesal, Lib. I, cap. II.
100
o cinco ciudades más a dar la obediencia a S. M., y que
una de ellas decían que tenía treinta mil vecinos. Y este
hecho le llevaba de nuevo a describir su sueño, nuncarealizado, de conquistar las grandes ciudades y provin-
cias, fabulosos Eldorados, de cuya existencia estaba llena
la imaginación de los indios. "Pasados estos meses de in-
vierno que quedan, que son los más recios de todos—de-
cía Alvarado— saldré de esta ciudad en demanda de la
provincia de Tlapalan, que está quince jornadas de aquí
la tierra adentro, que, según soy informado, es la ciudad
tan grande como esa de México, y de grandes edificios
de cal y canto y azoteas."
El ambicioso capitán español había llegado a este
mundo con un retraso de doscientos años para ver las
maravillas de Tlapallan, la región a donde Quetzalcoatl
fué a vivir y a morir, o sea el litoral y parte norte de
Yucatán, donde el gran civilizador tolteca reconstruyó
la antigua ciudad de Chichén Itzá y edificó a Mayapán.
Aquellas grandes ciudades, que habían florecido duran-
te el Nuevo Imperio Maya, se hallaban desiertas y aban-
donadas en el siglo xvi, pero su fama había sobrevivido
a su. ruina y eran todavía el tópico de conversación yel asombro y orgullo de los indios de México y Guate-
mala. El destino llevó a aquellas tierras y ciudades a unémulo de Alvarado, Francisco de Montejo, y, como es
bien sabido, su conquista no fué fácil empresa, ni pro-
dujo el provecho que buscaban los españoles.
Los historiadores primitivos colocaban a la primera
ciudad de Santiago en el sitio de Almolonga, al pie de
los volcanes, donde fué edificada tres años más tarde;
pero los manuscritos indígenas son terminantes cuando
afirman que los castellanos llegaron a Iximché o Quauh-
temallan a la vuelta de la campaña de Cuzcatlán, pocos
días antes del 25 de julio. Bernal Díaz del Castillo vi-
sitó el lugar al año siguiente, regresando de Honduras
en compañía de Alvarado, y dice que durante el viaje
pelearon con los indios en el valle que llamaban del
101
Tuerto "donde agora está poblada esta ciudad de Guate-mala. ... Y luego vamos camino del asiento de la ciudadde Guatemala, la vieja, donde solian estar los caciques."
La ciudad estaba abandonada en 1526, a causa de la in-
surrección de los cakchiqueles, y Bernal y sus compañe-ros tuvieron que continuar, a largas jornadas y sin parar,
hasta donde Alvarado "había dejado poblado su ejérci-
to, porque estaba la tierra de guerra; . . . llamábase
aquella población donde los hallamos Olintepeque."5T
En efecto, y a pesar de lo bien escogido de su asiento,
la primera ciudad de Guatemala tuvo una existencia
efímera, como se verá en las páginas siguientes.
Dando por terminada la conquista y creyendo innece-
saria su presencia en Guatemala, los jefes de los aculhuas
y mexicanos emprendieron el regreso a su país llevando a
toda su gente y dejando en Iximché a Alvarado y sus
compañeros españoles. Al llegar a MéxicoInsurnc- -—¿¿ce Ixtlilxóchitl— dieron razón de todo su
kliúauélv*aJe a^ rey ^e Tezcuco y a Cuauhtémoc ypresentaron a Cortés las cartas que para
él llevaban, entre las cuales iba, sin duda, la SegundaRelación de la Conquista, firmada por Alvarado en la
nueva ciudad de Santiago el 28 de julio. Holgóse muchoCortés con tan buenas nuevas —agrega el historiador
indígena— y envió luego a Alvarado doscientos espa-
ñoles para poblar a Quauhtemallan.
Persistía mientras tanto en el ánimo de Alvarado unsentimiento de despecho causado por la infructuosa
campaña de Cuzcatlán. Los pueblos de la costa del sur
que acababa de recorrer eran pobres en metal, y la exigua
cantidad que de éste se había recogido estaba muy lejos
de satisfacer la ambición del hombre que había cono-
cido en México el tesoro de Moctezuma y había arranca-
do grandes cantidades de oro a los naturales de la NuevaEspaña.
57 ' Díaz del Castillo, cap. CXCIII.
102
Movido por la codicia concibió de pronto el capitán
español una idea que estuvo a punto de costarle la pér-
dida de todo el territorio que hasta entonces habíaconquistado. Procediendo con la mayor injusticia y ol-
vidando todos los servicios y favores recibidos de parte
de los Señores cakchiqueles y de su pueblo, les impuso unfuerte tributo en oro que debían entregarle en plazo
perentorio. Cantidades de metal, sus vasos y adornos
personales ordenó que le dieran sin demora. "Y como nose los trajesen pronto—dice el Memorial— Tunatiuh se
enojó con los reyes y les dijo: —¿Por qué no me habéis
traído el metal? ¡Si no traéis con vosotros todo el dinero
de las tribus, os quemaré y os ahorcaré!" Luego, para
castigar lo que el rudo conquistador consideraba comodesobediencia de los reyes, los sentenció a pagar mil
doscientos pesos de oro. "Los reyes trataron de obtener
una rebaja y se echaron a llorar, pero Tunatiuh no con-
sintió y les dijo: —Conseguid el metal y traedlo dentro
de cinco días. ¡Ay de vosotros si no lo traéis! Yo co-
nozco mi corazón."58
Los desventurados caciques se echaron a buscar la
cantidad de oro que exigía Alvarado, poniendo a contri-
bución a todo su pueblo. Ya habían reunido la mitad
del dinero que pedía cuando se presentó ante ellos unagorero diciéndoles: "Yo soy el rayo. Yo mataré a los
58 Memorial de Solóla. Un error de traducción del párrafo 153
del ms. cakchiquel ha hecho que se atribuya a Alvarado un acto de
violencia que, aunque no extraño a su temperamento, no parece
haber cometido. Interpretando equivocadamente este párrafo dijo
Brasseur de Bourbourg en su traducción del documento indígena,
que Alvarado, después de amenazar a los reyes con la horca y la
hoguera, como queda dicho, les arrancó las joyas que llevaban
en las narices, y que el dolor hizo a los reyes derramar lágrimas en su
presencia. Textualmente escribió Brasseur: "Alors Tunatiuh arracha
a tous les trois les bijoux qu'ils portaient aux narines; les rois souf-
frirent vivement de cette violence et versérent des larmes devant
lui." Según la versión inglesa de Brinton (The annals of the Cak-
103
castellanos; por el fuego perecerán. Cuando yo toque
el tambor salgan todos de la ciudad, que se vayan los
Señores al otro lado del río. Esto haré el día 7 Ahmak."Llenos de temor y desesperación, los reyes acogieron las
palabras del profeta, y convencidos, además, de que el
conquistador continuaría sus exigencias y cumpliría
sus amenazas tarde o temprano, decidieron acatar las
órdenes del hombre que ofrecía fulminar a los castella-
nos, y se dispusieron a abandonar la ciudad.
El día 7 Ahmak (26 de agosto de 1524) el pueblo
entero abandonó la ciudad de Iximché. Los reyes Cahí-
Imox y Belehé-Qat fueron los últimos en salir, confiando
en que el rayo caería sobre la ciudad y los castellanos
perecerían entre las llamas. Los fugitivos estaban con-
vencidos de que Tunatiuh moriría, y pensaban que
moriría feliz, sin pensar más en la guerra, porque ya
había recibido la mitad del oro que tanto apetecía.
Pero pasó el 7 Ahmak y pasaron muchos días mássin que se cumpliera la promesa del profeta, hijo del
demonio. Entre tanto, los habitantes seguían ausentes
de la ciudad y comenzaban a dar muestras de su odio a
los castellanos. Alvarado, viéndose burlado por los
indios, podía apenas contener la ira; organizó rápida-
mente sus tropas y el día 4 Camey (5 de septiembre)
emprendió el castigo de los rebeldes.
chiquéis, Filadelfia 1885) "Tunatiuh arrancó a tres de ellos los ador-
nos de oro que llevaban en las orejas." Este acto de crueldad, tan
inhumano como innecesario, ha sido comentado y condenado por
todos los escritores que aceptaron como verdadera la interpretación
de Brasseur. Sin embargo, el texto en lengua cakchiquel no justifica
semejante interpretación ni la resultante indignación de los historia-
dores. Dice el ms. indígena: Tok x~u gat ca Tunatiuh oxo ko peso
chi gana puvak, o sea, literalmente traducido al español: "En se-
guida los sentenció Tunatiuh en tres veces cuatrocientos pesos
de metal amarillo," o sean mil doscientos pesos de oro. El texto no
menciona las orejas ni las narices de los reyes, y dice solamente
a continuación que éstos se echaron a llorar y solicitaron una rebaja
que Alvarado se negó a concederles.
104
Es evidente que las exigencias y amenazas de Alva-rado motivaron la rebelión de los cakchiqueles. Muygrandes debían ser unas y otras para obligar a sus anti-
guos amigos y aliados a abandonar sus hogares y dis-
persarse por las montañas. Demasiado tarde venían a
comprender los confiados caciques que habían sacrifi-
cado estérilmente la libertad de su pueblo a cambio de
un plato de cuentas de vidrio de Castilla.
El grito de insurrección resonó en los valles y mon-tañas. Los guerreros cakchiqueles empuñaron las armas
y atacaron a los españoles; llegaban cerca de ellos y les
arrojaban sus flechas y sus varas gritándoles: "Tomatu oro, Tunatiuh." Abrieron fosos y hoyos profundos en
los caminos y sembraron en ellos estacas agudas para que
se mataran los caballos.
Los españoles, por su parte, perseguían a los indios
causándoles destrozos en su persona y en sus campos.
Llamaron en su auxilio a los zutujiles de Atitlán y a
alguna gente del Quiche que se prestó a servirles contra
los cakchiqueles por un sentimiento de temor y para
vengar viejos agravios. En unos y otros hicieron blanco
las varas y las flechas de los guerreros de Iximché.
Alvarado negó durante el proceso de 1529 haber
dado mal tratamiento a los Señores cakchiqueles; confesó
haber recibido de ellos algún oro sin que él los apremiara,
y sostuvo que no fué esa la causa de que se rebelaran,
sino que era muy común entre ellos alzarse cuando se
les antojaba, y lo habían hecho esta vez creyendo que
de esa manera se marcharían los españoles sin poblar la
región. Varios testigos declararon contra él en aquellas
actuaciones. Francisco Flores, soldado de la Conquista,
describió en pocas palabras lo ocurrido en Guatemala,
diciendo que los indios los habían recibido muy bien yhacían las casas de los cristianos, que Alvarado les pidió
mucho oro y que el testigo vio que se alzaron porqueno podían cumplir con lo que les pedía. El orgulloso
capitán se esforzaba, por su parte, en demostrar que él
105
no había provocado la insurrección, tratando de probarcon sus testigos que no había tratado mal a los naturales
y citando el hecho de que la misma noche que se alzaron
habían cenado a su mesa con él muchos Señores y prin-
cipales, y que luego le dieron muy cruda guerra. Des-graciadamente, el manuscrito cakchiquel confirma los
hechos de que sus mismos compatriotas y soldados acu-
saban al impetuoso conquistador, y ante tantas pruebas
concordantes, el fallo de la historia no ha podido menosque condenar la conducta de aquel jefe que causó tantos
daños y retardó largo tiempo la pacificación del país.
Los cakchiqueles habían aprendido mucho duran-
te las guerras de Atitlán, Izcuintepeque y Cuzcatlán.
Conociendo la táctica de los castellanos y las necesidades
de la caballería, los obligaron a la difícil guerra de mon-taña donde los nativos del país tenían todas las ventajas.
Alvarado reconoció en 1529 que los indios le habían
dado cruda guerra, que hicieron muchos hoyos sem-
brando en ellos varas agudas con las puntas hacia arriba,
y cubriéndolas de tierra y de hierbas, y que en esas
trampas cayeron y murieron muchos caballos, quedando
muertos y heridos también numerosos cristianos.
El ejército invasor se encontraba por entonces muydisminuido; la mayor parte de sus aliados mexicanos se
habían marchado de regreso a su tierra, y las fuentes
de aprovisionamiento militar estaban muy distantes.
Todas estas circunstancias hicieron que Alvarado sus-
pendiera temporalmente la persecución de los rebeldes.
No sintiéndose seguro en el riñon de la tierra, levantó su
campamento de Iximché y se retiró hasta el lugar
de Xepau, que los mexicanos llamaron Olintepeque, a
pocos kilómetros al norte de Quetzaltenango.
Durante el resto del año 1524, tan nutrido de bélicas
actividades, Alvarado y los suyos descansaron en su re-
fugio de Olintepeque, sin apartar los ojos de los quichés,
106
que seguían fieles a los conquistadores, subvenían consus labores campestres a las necesidades de sus
nuevos amos y les prestaban los demás servicios Las_
que habían menester. Hacia fines de 1524, oC
¿m^V
principios de 1525, ha de haber recibido Alva-
rado el refuerzo de doscientos hombres españoles que se
dice le envió Cortés antes de emprender el viaje a Hon-duras. Cortés salió de la ciudad de México el 12 de
octubre de 1 524 con el objeto de ir a castigar al CapitánCristóbal de Olid que lo había traicionado de acuerdo
con Diego de Velázquez, tomando para sí la conquista
de aquella provincia.
Varias campañas llevaron a cabo los españoles en este
año de 1525, dirigidos por Pedro de Alvarado. Parece
probable que en los primeros meses del año despachó
éste a su primo Diego de Alvarado a continuar la con-
quista de Cuzcatlán. Por el acta de la sesión del Cabildo
de Guatemala, celebrada el 6 de mayo, se sabe que en esa
fecha ya existía la ciudad de San Salvador fundada
por los españoles, pues Alvarado dijo expresamente en
aquella reunión que el Regidor de Guatemala Diego
de Holguín se había ido a vivir a la ciudad de San Sal-
vador, donde era Alcalde. Sin embargo, la conquista
de aquel territorio no se consumó hasta después de dos
años de lucha con los naturales.59
59 Probanza de los méritos y servicios de Diego de Usagre,
artillero de la Conquista, Archivo General del Gobierno de Gua-
temala, 1564. Se lee en este documento que "el Capitán Diego
de Alvarado fué a conquistar y poblar la provincia de Cuzcatlán a
donde está asentada la ciudad de San Salvador y hubo mucha y con-
tinua guerra con los naturales que se hacían fuertes en peñoles yotras fuerzas, padeciendo hambres y necesidades de vestidos, lo que
duró más tiempo de dos años, después de lo cual se pobló la villa
de San Salvador donde Usagre fué vecino y tuvo su casa poblada."
Pedro Cerón, testigo, dijo que él había ido también con Diego de
Alvarado a conquistar la provincia de Cuzcatlán y vio que Diego
de Usagre llevaba sesenta indios mistecas amigos que ayudaban en la
conquista, que los indios se hacían fuertes en el peñol de Cinacan-
tlán y que podrían durar dichas guerras dos años poco más o menos.
107
Por ese mismo tiempo ha de haber tenido lugar el
asalto a la fortaleza de Mixco de que habla extensamenteel cronista Fuentes y Guzmán con apoyo en varios ma-nuscritos indígenas que dice haber tenido a la vista.
60
El pueblo de Mixco Viejo, de indios de raza pocomán, se
hallaba en el valle de Jilotepeque, no lejos del pueblo
actual de San Martín, del Departamento de Chimalte-
nango. Como casi todos los centros de los indios, Mixcoocupaba una alta meseta defendida naturalmente por
barrancas profundas y sin más vías de acceso que unaáspera subida fácil de contener al enemigo.
Alvarado llegó frente a la fortaleza con una fuerza
numerosa de españoles y tlaxcaltecas, y le puso sitio
inmediatamente. En un combate preliminar los indios
rechazaron el asalto de los castellanos. Luego se presentó
en el campo de operaciones un ejército de indios del an-
tiguo pueblo de Chinautla, el cual, sin contar con la
ventaja de una posición estratégica, fué vencido y dis-
persado. Tres días después los chinautlecos solicitaron
la paz y revelaron a Alvarado que la fortaleza se comu-nicaba por un conducto subterráneo con la vega del
río, y que por él los sitiados recibían refuerzos y ví-
veres.
El capitán español organizó un nuevo asalto directo
a la plaza y situó al mismo tiempo una fuerza de cua-
renta hombres de a pie y de a caballo frente a la salida
del subterráneo. Los castellanos hicieron prodigios de
valor y lograron subir a la meseta y derrotar a sus defen-
sores. Algunos de éstos huyeron precipitadamente por
los declives de la eminencia, muchos cayeron prisioneros,
y otros, que buscaron la salvación en el subterráneo,
fueron capturados a la salida en unión de algunas mu-jeres y niños. Alvarado mandó incendiar toda la comar-ca, y con los sobrevivientes fundó el pueblo nuevo de
60 Fuentes y Guzmán, 1933, T. III, 2* Parte, Lib. Octavo,
cap. XIX-XXIII, págs. 109-129.
108
Mixco que existe hoy día en la montaña al poniente
de la ciudad de Guatemala.
Fuentes y Guzmán relata asimismo extensamente
otra conquista de los españoles en este mismo año de
1525. Refiere el historiador colonial que el rey Tepe-pul II, a quien Alvarado dio el mando nominal del
Quiche después de la ejecución de su padre Beleheb -Tzii,
deseando probablemente disculpar a su padre por la
traición que se decía que quiso cometer en Utatlán con-
tra los españoles, reveló al conquistador de su tierra queel verdadero responsable de aquella trama era el Señor
de la nación mame, Caibil Balam, que había aconsejado
que se quemara a Alvarado y a su gente dentro del re-
cinto de la capital quiche. Tepepul agregó que el de
los mames era un extenso y rico territorio, y que, si Alva-
rado deseaba castigar a su rey y adquirir sus tesoros, él
mismo podría servirle de guía para ir a sus estados.
No era menester mucho encarecimiento de la rique-
za de la nación de los mames para que el ambicioso ca-
pitán decidiera emprender su conquista. El territorio
de los mames cubría, en efecto, una extensión conside-
rable al poniente del reino quiche, y entre éste y la
provincia de Chiapas, al sur de la Nueva España. Suconquista era, por consiguiente, de particular interés
y hasta de importancia estratégica para los castellanos.
Alvarado comunicó la proposición a sus capitanes, yestando todos conformes en que se llevara a cabo la jor-
nada, organizó una columna compuesta de ochenta in-
fantes españoles bajo el mando inmediato de Antonio
de Salazar y Francisco de Arévalo, cuarenta hombres a
caballo a cargo de Alonso Gómez de Loarca, y dos mil
indios tlaxcaltecas, mexicanos, quetzaltecos, etc., bajo
otros cuatro oficiales escogidos. Al frente de la expedi-
ción dispuso Alvarado que marchara su hermano Gon-zalo, quien parece haber dejado escrita una memoriade la Conquista, que Fuentes y Guzmán dice haber uti-
lizado para describir esta campaña.
109
Partió la expedición en el mes de julio de 1525, enplena estación de lluvias, y tardó ocho días en cruzar
la alta cordillera que separa el valle de Quetzaltenango
y del Río Sámala, del Río Hondo y las cabeceras del RíoNegro o Chixoy. Con mucho trabajo atravesaron el
Río Hondo que estaba muy crecido por las lluvias, y lle-
garon frente a otra alta sierra, la de los Cuchumatanes,a cuyo pie se extendía, en un extenso valle, la capital de
los mames, Chhtabjul, que los mexicanos llamaron Htie-
huetenango. A poca distancia de este lugar libraron los
españoles dos reñidas batallas con los nativos del pueblo
antiguo de Mazatenango (hoy San Lorenzo) y con unafuerte columna del pueblo de Malacatán. Vencida esta
resistencia, el ejército ocupó Huehuetenango, que encon-
traron abandonado. Caibil Balam se había retirado con
toda su gente al centro ceremonial de Zaculeu, conver-
tido en fortaleza, donde esperaba la acometida de los
invasores.
Gonzalo de Alvarado puso sitio inmediatamente a la
fortaleza situada en una alta meseta defendida por
hondas barrancas, por la mayor de las cuales corre el
Río Selegua, origen del Gran Río de Chiapas y Tabasco
que al final de su largo curso desemboca en el Golfo
de México con el nombre de Grijalva. Los mames de
Zaculeu resistieron valientemente a los sitiadores por
espacio de varios meses. Sus enemigos no pudieron tomar
la posición por la fuerza de las armas, y Caibil Balamsolamente se rindió con su diezmado ejército obligado
por los rigores del hambre. Había perdido mil ocho-
cientos hombres dentro de la fortaleza cuando pidió la
paz y se entregó al capitán vencedor. Gonzalo de Alva-
rado refiere el acto de la rendición con estas palabras:
Quise desde el principio tratarle como amigo, aunque del
buen cacique yo no podía saber su intención y si en la paz que
pedía encubría algún doblez, y procuré de mi parte hacerle
mucha amistad; pero él en viéndome que le trataba con amor,
110
se le llenaron de agua los ojos. Mostraba en su persona la
nobleza de su sangre, y sería entonces de cuarenta años.81
Francisco de las Casas, enviado a Honduras por Cor-
tés con la misión de apoderarse de Cristóbal de Olid, cayó
prisionero en manos del capitán rebelde. Igual suerte
corrió Gil González Dávila que en son de conquista
andaba con un grupo de españoles por las mon-tañas que separan a Honduras de Guatemala, Expedición
después de dejar la mayor parte de su gente, al
hombres y mujeres, a orillas del Río Dulce
de Izabal.
Bernal Díaz del Castillo refiere que Olid había man-dado hacer entradas a otras partes de la comarca; que
a una de ellas envió por capitán a un tal Briones con
gran copia de soldados, y luego se supo en Nacoque dicho sujeto se había alzado con toda la gente de su
compañía y se iba para la Nueva España.62
Esta defec-
ción debilitó la fuerza de Olid y alentó a Francisco de
las Casas y González Dávila a quebrantar su prisión
dando muerte a su carcelero.
En efecto, aprovechándose de las circunstancias yde la excesiva confianza que Olid parecía tener en sus
prisioneros, lo atacaron y degollaron en la plaza de Naco,
asumieron el mando de la colonia y poco después aban-
donaron el territorio. Mientras tanto Cortés, ignorante
de esta tragedia, proseguía su expedición a través de las
selvas y ríos de Tabasco, Campeche y el Peten, ansioso
de encontrarse con su antiguo teniente e imponerle
severo castigo, reconociendo, de paso, las tierras que se
extienden al sur de Nueva España.
A la muerte de Olid los castellanos a quienes el des-
tino había reunido en Honduras, se dividieron en varios
61 Fuentes y Guzmán, 1933. T. III, págs. 105-129. Las ruinas
del centro religioso y fortaleza de Zaculeu han sido restauradas
recientemente y pueden visitarse en los alrededores de la ciudad de
Huehuetenango.62 Díaz del Castillo, cap. CLXXIII.
111
grupos. La mayor parte decidió quedarse en aquella
provincia. Francisco de las Casas los llevó a establecerse
en el puerto de Trujillo y luego se volvió a Méxicopor la costa del sur de Guatemala. Pedro de Briones, al
frente de su tropa, dispuso pasar a buscar fortuna a
Guatemala donde Pedro de Alvarado se hallaba en guerra
con los indios cakchiqueles. Briones y sus compañerosdeben haber llegado a Guatemala en la primavera de
1525 porque uno de ellos, Juan Recinos, figura entre
los cabos que pelearon contra los mames durante el
asedio de la fortaleza de Zaculeu. El ejército español,
que al mando de Gonzalo de Alvarado conquistó el
señorío de los mames, salió de la ciudad de Guatemalaa principios de julio de 1525.
63
A su llegada a Guatemala el grupo de Briones se en-
contró con que Pedro de Alvarado había partido "a la
conquista de Lacandón," llegando al puerto de este nom-bre "que está cien leguas más allá de la ciudad de Gua-temala"
M
Declarando Pedro de Obide en la Información de
Diego de Usagre decía que Alvarado había ido en aque-
lla ocasión "hacia Lacandón y Puyumatán." Ningunode los historiadores de la conquista habla de esta expedi-
ción. Parece, sin embargo, que Alvarado intentó pene-
trar desde Guatemala en el territorio de Lacandón yPuyumatán en la vecina provincia de Chiapas, pero que
63 Fuentes y Guzmán, 1933. 2* Parte, Libro Octavo, caps.
XIX a XXIII, T. III, págs. 109 125. Díaz del Castillo refiere que a
Briones lo ahorcaron cuatro años después en Guatemala "por revol-
vedor y amotinador de ejércitos."64 "Información de méritos y servicios de Diego de Usagre,
1564.*' "Probanza de Francisco Sánchez de Aldeanueva, 1553," Ar-chivo General del Gobierno de Guatemala. En estos documentos
se habla del regreso de Alvarado de la conquista de Lacandón y se
agrega que posteriormente se fué a España y vino de la ciudad
de México Jorge de Alvarado, su hermano, y tornaron a dar guerra
a los naturales. En la Información de Usagre declaró el testigo
Pedro Cerón que "al tiempo que llegó a la provincia de Guatemala
112
los caudalosos ríos que corren en medio de las selvas deaquella región le cerraron el paso impidiéndole llegar
muy lejos en su empeño. Muchos años habían de trans-
currir antes que los españoles de Guatemala pudieran
internarse en la región de los lacandones y en el territorio
contiguo del Peten.
Una carta de Pedro de Alvarado, fechada en la ciu-
dad de Santiago de Guatemala el 5 de junio de 1525,
dirigida a los oficiales que gobernaban en la ciudad de
México en ausencia de Cortés, parece dar la clave de este
viaje y confirma que el conquistador de Guatemala
se encaminó a la zona del norte de su gobernación en
busca de su antiguo jefe, de cuya penosa jornada había
tenido noticia. Al final de dicha carta se leen estas pa-
labras:
. . . Nuevas que de acá hay del Sr. Gobernador son que se
ha metido tanto en la c[osta] del norte y con las muchas
ciennagas y ríos que entre las sierras y la cosfta'J hay, no han
dado lugar a que nos topemos mas de que he sabido de indios
que su merced no puede pasar por grandes ríos y yo ansí lo
creo porque los mismos ríos no me dejaron pasar a mí. Yo he
enviado por otro camino a Gonzalo de Alvarado mi hermano
con 30 de caballo y 50 peones y por otra parte envié a Her-
nando de Argueta con 1 2 de caballo y 1 5 peones con 4 indios
de Suchimilco y México en busca de su merced, por manera
en compañía del Maestre de campo Briones y otros soldados era
muy público que el Adelantado era ido a la conquista de Lacandón;"
y que "desde a quince días poco más o menos vio que el dicho
Adelantado y soldados vinieron a la provincia de Guatemala yCiudad Vieja, y era público y se decía que venían de la provincia
de Lacandón." Agrega el testigo que "estando en la ciudad de
Guatemala vido que Jorge de Alvarado vino de México y de nuevodio guerra a los naturales de la dicha provincia y puso su real en el
pueblo de Olintepeque." Otro testigo, Juan de Molina, dijo que
Pedro de Alvarado fué a la conquista de Lacandón y confirma
que ulteriormente vino de México su hermano Jorge a continuar la
guerra contra los naturales.
113
que por una parte o por otra no le puede errar, y yo le estoyesperando de cada día en esta Ciudad de Santiago. 65
Durante todas estas campañas y victorias de los cas-
tellanos, Pedro de Alvarado no olvidaba a los cakchique-les que se le habían escapado de las manos, y los seguía
hostilizando y "matando a los hombres valientes," comodice el manuscrito indígena, dondequiera que
Viaje a los encontrara.Honduras En los últimos meses del año, el capitán his-
pano, restablecido de su herida, aunque cojean-
do ligeramente, halagado por las nuevas conquistas
realizadas y creyendo obra sencilla la pacificación del
resto del país, pensó que era llegado el tiempo de volver
a México y de ahí a España a obtener el premio de sus
trabajos y la confirmación de sus poderes como Gober-nador de Guatemala. "Le pareció al Capitán Pedro de
Alvarado —dice Remesal— volver a la ciudad de Méxi-co a ver y que le vieren."
El 4 de octubre de 1525 se presentó Alvarado ante
el Cabildo y anunció que estaba de partida para México,
y con ese motivo dispuso nombrar y nombró Alcaldede la ciudad a Pedro de Valdivieso. Pero este viaje nollegó a realizarse por entonces, porque a los pocos días
llegó una carta de Cortés, escrita en el puerto de Tru-jillo de la Provincia de Honduras, en la cual ordenaba
a su Teniente que alistara cierto número de indios car-
gadores y mandara aderezar los caminos, pues había de-
cidido volver por tierra a México y visitar de paso la
Provincia de Guatemala. "No quisiera Alvarado —dice
Remesal— tan honrado huésped por sus puertas, ni ver
dentro de su gobernación al propietario de su oficio;
65 Carta de Don Pedro de Alvarado "A los Muy Nobles Se-
ñores Tenientes de Gobernador de la Ciudad de México," Santiago,
5 de Junio. Archivo General de la Nación, México, Hospital de
Jesús, Legajo 271, Número 14. Publicada en Anales de la Soc.
de Geog. e Historia de Guatemala, T. XXV, N93, Sept. 1951.
114
pero hubo de disimular y comenzó a poner en ejecución
lo ordenado." Así terminó el año 1525.
A mediados de enero de 1526 recibió Alvarado nue-va carta de Cortés anunciándole que había mudado deparecer y se volvía por mar a la Nueva España, por lo
cual le mandaba pasar con toda la gente que tenía a en-
trevistarse con él a Honduras. El 30 de enero, en previ-
sión de su viaje, entró Alvarado en Cabildo y nombrólos nuevos Alcaldes y Regidores que debían servir du-rante el año. Acto continuo los Alcaldes expusieron
que por cuanto el Capitán General necesitaba "traer
guarda sobre su persona a causa de las revueltas que ha
habido e hay en la Nueva España," y para prevenir
cualquier daño que pudiera sobrevenirle de parte de sus
enemigos, le pedían que al punto tomara la gente nece-
saria para proteger su persona, lo cual ofreció hacer el
Capitán General diciendo que "era lo que convenía
al servicio de Sus Majestades y a la tranquilidad desta
tierra."66
Es evidente que el mal estado de las cosas en Méxicotrascendía directamente a Guatemala. La prolongada
ausencia de Cortés, que permanecía en Honduras, ale-
jado de su gobernación, daba motivo a los excesos de sus
enemigos, los cuales culminaron con la noticia, por ellos
propalada, de la muerte del conquistador de México. Lapersecución contra los amigos y los bienes de Cortés
había sido encarnizada y amenazaba extenderse más allá
de las fronteras de la Nueva España. El Factor Gon-zalo de Salazar, encargado del gobierno, parece haber
tenido noticia de que los amigos de Alvarado lo llamaban
para hacerlo Gobernador de México y le hizo saber bo-
nitamente que se alegraría de salirle al encuentro en el
camino y tener la satisfacción de darle muerte.
No se preocupaba el Teniente de Cortés por estas
amenazas, al menos por el momento. Ya habría tiempo
para discurrir el modo y manera de llegar a México y a
66 Libro de Actas del Ayuntamiento de Guatemala, pág. 17.
115
sus amigos. Actualmente tenía otra obligación más ur-
gente, la de ir a reunirse con su jefe en Honduras.Con tal fin nombró a su hermano Gonzalo para quegobernara el país durante su ausencia, dejándole parte
de la gente que debía permanecer a su lado en Olinte-
peque. Escogió varias compañías para que fueran conél a Honduras y emprendió el viaje en los primeros
días de febrero.
Habiendo hecho alto en Iximché, un grupo de cin-
cuenta o sesenta soldados se amotinaron, negándose a
continuar en una expedición que, a su juicio, sería larga
y peligrosa y escasa de provecho. Los rebeldes decidie-
ron desertar del ejército en marcha, incendiaron parte
de la ciudad la noche del 7 de febrero, 4 Camey del
calendario indígena,67
y se escaparon por el caminodel Quiche, llevándose a dos artilleros, de manera que la
artillería quedó desamparada. Lleváronse también al
clérigo y los ornamentos eclesiásticos, y huyeron sa-
queando los pueblos del tránsito hasta Soconusco, dondehicieron proceso a Pedro de Alvarado y a otros caballe-
ros que iban con él y los ahorcaron en efigie. Alvarado
se quejó a las autoridades cL México de la deserción de
sus subordinados,68y con la gente que le quedaba conti-
nuó su viaje recorriendo de nuevo la costa del sur. Llegó
a Cuzcatlán, atravesó la Provincia de Chaparrastique o
San Miguel, se internó en Honduras y en la villa de
la Choluteca encontró al capitán Luis Marín y otros
oficiales y soldados de Cortés que, por orden de su jefe,
regresaban a México por la vía de Guatemala. Bernal
Díaz del Castillo, que se hallaba con la tropilla de Marín,
refiere el gusto con que se encontraron los dos gru-
pos de antiguos soldados de la conquista de Nueva Espa-
67 Memorial de Solóla, pág. 131.68 Proceso de Alvarado, 1529. Carta de Alvarado al Teniente
de Gobernador y Alcaldes de México. De Santiago de Guatemala,
a 20 de febrero. Entre los prófugos iban el P. Castellanos, Joan de
Berástegui, Alonso de Pastrana, Alonso Martín, asturiano, artillero,
etc. Col de docs. A. de Indias. T. XIX, págs. 111-115.
116
ña, y lo mucho que se holgó Pedro de Alvarado cuandosupo que Cortés se había embarcado, excusándole así
de ir a buscarle por tan difíciles caminos.
Si grata era la reunión de los viejos camaradas en la
villa de Choluteca, no era menos propicia la oportu-
nidad de contarse las ocurrencias de los dos últimos
años: los grandes trabajos y aventuras de los unos en las
selvas de Tabasco y el Petén-Itzá que hubie-
ron de cruzar para dirigirse a Honduras, elInsurrec-
progreso de la conquista, aún no terminada,cton
,
de Guatemala, y todos los disturbios acae-
cidos en México durante la larga ausencia de Cortés.
Reuniéronse también con los veteranos de las guerras de
la Nueva España algunos capitantes de Pedradas Davila
que decían llegar a descubrir y partir términos conPedro de Alvarado. Parece, al tenor de lo que refiere
Bernal Díaz, que Alvarado quiso entrar en algunos tra-
tos con Pedrarias, y para ese efecto despachó a GasparArias de Avila, con destino a Panamá. El objeto de los
tratos, según oyó decir el cronista, era sobre casamientos.
Es posible que el conquistador de Guatemala creyera
ganar alguna ventaja entrando en arreglos con el Go-bernador de Tierra Firme, que había extendido sus do-
minios hasta Nicaragua, pero si Alvarado tuvo tal pensa-
miento no parece haber logrado lo que se proponía.
Pasados tres días de descanso y de pláticas amistosas
entre los tres grupos, los dos capitanes, Marín y Alva-rado, y su gente se pusieron en marcha, camino de
Guatemala. Había comenzado la estación de las lluvias
de 1526 y los viajeros encontraron crecidos los ríos, es-
pecialmente el gran Río Lempa, el cual pasaron en unacanoa hecha del tronco de gigantesca ceiba. Los indios
de los pueblos del tránsito los hostilizaron, mataron a unespañol e hirieron a otros. Llegaron luego a la Provincia
de Cuzcatlán y la encontraron de guerra. De la ciu-
dad de San Salvador, donde Diego de Holguín había
117
sido Alcalde, no había quedado un solo rastro. Entraronen términos de la provincia de Guatemala, y el cuadroque se presentó a su vista no era diferente. El país en-
tero parecía haberse concertado para destruir a los caste-
llanos. En la sierra de Canales, junto al lago de Ama-titlán y el pueblo de Petapa, los naturales se habían
fortificado, cavando grandes fosos para impedir el paso
de los caballos y levantando otras defensas. Los españoles
lucharon con ellos durante tres días hasta que los des-
alojaron de los malos pasos y pudieron seguir adelante.
Así llegaron al Valle del Tuerto o de Panchoy, al pie del
Volcán de Agua, donde quince años más tarde asentaron
la ciudad de Guatemala. Aquí también los esperaban los
indios atrincherados y dispuestos a la lucha; pero la co-
lumna de españoles no se sentía bastante fuerte para
combatir con ellos y se limitó a abrirse paso para llegar
a donde Alvarado había dejado el resto de su gente. Has-ta la naturaleza parecía conjurada contra los extran-
jeros: Bérnal Díaz cuenta que cuando iban bajando al
valle por empinada cuesta los sorprendió un gran tem-
blor de tierra que hizo que muchos soldados rodaran por
el suelo.
Cerca de la ciudad de Guatemala o Iximché, en unabarranca muy honda, aguardaban a los castellanos va-
rios escuadrones indígenas. Habiéndolos dispersado des-
pués de un breve encuentro, los viajeros pasaron a
dormir a la ciudad, "y estaban los aposentos y casas
—dice el cronista— tan buenos y de tan ricos edificios,
en fin como de caciques que mandaban todas las pro-
vincias comarcanas." No sintiéndose seguros en la de-
sierta capital, salieron a lo llano donde hicieron chozas
provisionales y permanecieron diez días. Dos veces en-
vió mensajeros Alvarado a los reyes cakchiqueles que
continuaban en los montes en pie de guerra, invitándolos
a que llegaran de paz, y no obteniendo de ellos respuesta,
siguieron por sus "jornadas largas sin parar hasta donde
Pedro de Alvarado había dejado poblado su ejército,
118
porque estaba la tierra de guerra; . . . llamábase aquella
poblazón donde los hallamos 01intepeque.,, 6t
Se ha dicho que el rey cakchiquel había convocado
al rey Tepepul del Quiche y a los caciques de otros pue-
blos indígenas, inclusive la provincia de Cuzcatlán, para
levantarse en armas contra los extranjeros. De esta ma-nera la insurrección, que al principio cubría solamente
el territorio cakchiquel, se extendió al país entero y no
fué definitivamente debelada hasta algunos años después.
En su Quinta carta al Emperador, fechada en la
ciudad de México el 3 de septiembre de 1526, deploraba
Cortés no haber podido dar la vuelta desde Hondurasa lo largo de la costa del sur pasando por las provincias
de Utatlán y Guatemala donde se hallaba Pedro de Al-
varado, las cuales se rebelaron "por cierto mal trata-
miento," y hacían mucho daño a los españoles y sus
amigos, matándoles los caballos y manteniendo el país encontinuo estado de. guerra sin poderlos apaciguar. Cor-tés agregaba que con ayuda de Dios, si él fuera por allá,
podría atraer a los pueblos rebelados, ya fuese por amoro de otra manera.
Algunos historiadores atribuyen la rebelión de los
indios a las exacciones y crueldades de Gonzalo de Alva-
rado durante la ausencia de su hermano. El manuscrito
cakchiquel confirma el hecho de haber sido sujetos los
indios a duros trabajos en los lavaderos de oro, como se
dirá más adelante, pero culpa directamente a Pedro
de Alvarado, y localiza los sufrimientos de hombres, mu-jeres y niños obligados a estas labores, en los años subsi-
guientes, ya que en 1525 y 26 los españoles no domi-
naban la región de los placeres de oro.
Corrían los últimos días del mes de agosto, tiempo
grato del año en la zona del Trópico, cuando cesan tem-
poralmente las lluvias y se puede viajar con comodidad.
Pedro de Alvarado descansó apenas unos días después
69 Díaz del Castillo, cap. CXCIII.
119
de la jornada a Honduras y entró en Cabildo el 26 deagosto. Anunció en seguida que estaba pronto
Retorno a . ,,, .
° ^ ,« . , ;, A1
Méxicoa r Para México, Y °lue con e l irían los Al-
caldes y Regidores a negociar ciertas cosas queconvenían a la ciudad, por lo cual nombraba nuevosalcaldes a don Pedro Portocarrero y Hernán Carrillo, a
quienes dejaba encargado el gobierno de la naciente
colonia.
Poco después salió Alvarado con lucida comitiva ycon la gente del Capitán Luis Marín. Tomando la ruta
de Soconusco llegaron a Tehuantepec donde tuvieron
noticia de la llegada de Cortés a México, y de la muerte
del Licenciado Ponce de León, su juez de residencia.
"Con esto —dice Bernal Díaz— fuimos por la posta a
Oaxaca." El viaje hasta la ciudad de México debe de
haberles parecido eterno a todos los miembros de la ex-
pedición. Al cabo de mucho tiempo llegaron los ochen-
ta hombres que la componían al pueblo de Chalco, ve-
cino a la capital, y desde ese lugar hicieron saber a Cortés
que entrarían a la ciudad al otro día y que necesitaban
que les preparara alojamiento. Grande fué la alegría
de todos al reunirse de nuevo en la metrópoli azteca
que a costa de tanto esfuerzo habían conquistado. Cor-
tés obsequió a sus compañeros de armas con la esplen-
didez que acostumbraba, no obstante que el gobierno del
país continuaba en otras manos. El cronista Remesal
refiere que en esos días todas las pláticas en casas, calles
y plazas giraban en torno a las hazañas del Capitán Pe-
dro de Alvarado que, con gran acompañamiento de
indios y españoles, había entrado a México, y se pon-
deraban la grandeza de las provincias que él y los suyos
habían descubierto, las riquezas que hallaron, la varie-
dad de gentes, usos y costumbres, las ciudades que fun-
daron. Tanta alabanza era, en parte, merecida, por los
brillantes hechos de armas realizados en un año por el
Teniente de Cortés y sus valientes compañeros; pero
la obra no estaba terminada, la tierra no quedaba en
120
paz, un grupo numeroso de españoles había desertado,
y no era fácil prever cómo iba a continuarse la pacifi-
cación sin la presencia del jefe a quien tanto temían
los naturales.
Alvarado se daba cuenta seguramente de esta situa-
ción, pero para él era imperativo pasar a España, donde
esperaba consolidar su obra y obtener la aprobación real
a cuanto había hecho, y para los proyectos de ulteriores
empresas que bullían en su cabeza aventurera. Antes
de continuar el viaje obtuvo de Marcos de Aguilar, que
había heredado el gobierno de Ponce de León, que ex-
tendiera despachos de Teniente de Gobernador de Gua-
temala a favor de su hermano Jorge de Alvarado, los
cuales presentó éste al Cabildo el 20 de marzo del si-
guiente año de 1527.
Trató asimismo con los Padres de la Orden de Santo
Domingo exhortándolos a que fuesen a doctrinar a los
indios de aquella provincia, y obtuvo promesa de hacerlo
personalmente del P. Fr. Domingo de Betanzos, su viejo
amigo de la Isla Española. El encuentro con tan vene-
rado sacerdote era propicio para acordarse de las cosas
del alma, y Alvarado aprovechó la ocasión para confe-
sarse con él "y aunque no sabemos los pecados que dijo
—escribe Remesal— sábese la penitencia que el P. Fr.
Domingo le dio y fué: que diese un terno de terciopelo
a la iglesia de Santiago de su ciudad, la cual Alvarado no
cumplió en todos los días de su vida."70
En el mes de febrero de 1527 se hizo a la vela Pedro
de Alvarado en unión de varios religiosos de Santo Do-mingo que regresaban a España. Los enemigos de Cortés
que venían trabajando contra él desde el principio de la
conquista de México, habían creado en la Cor-
te una atmósfera hostil contra todos los que ^nr j
habían servido bajo sus órdenes en la NuevaEstaña
España. Principales acusadores de Cortés yde sus amigos ante el Consejo de Indias eran los ofi-
70 Remesal, Lib. I, cap. VIII.
121
cíales que en mala hora dejó el conquistador de Méxicopara que gobernaran en su ausencia. Un represen-
tante de aquellos marchó a España llevando un volu-minoso informe acerca de la conducta de Alvarado, enel cual se referían los excesos que éste había cometidocontra los indios de México y Guatemala, su insaciable
codicia, su crueldad con los vencidos y sus injusticias
contra los mismos españoles. Además de estos cargos,
se le acusaba de haberse apropiado el oro y demás ri-
quezas de los naturales sin dar a sus compañeros la parte
que les correspondía del botín, y sin pagar el quinto de
ley a la Corona. Y por último se hacía notar el hecho
de que no había dado residencia por el tiempo en que
había desempeñado el cargo de Teniente de Gobernador
en la provincia de Guatemala.
Gonzalo de Mejía, con poder e instrucciones de los
oficiales de México, promovía este asunto con activi-
dad, y consiguió que el Consejo de Indias ordenara a los
oficiales de la Casa de la Contratación de Sevilla que
apremiasen a Alvarado para que prestara fianza de dar
residencia, estar a derecho y pagar la suma en que fuese
condenado tanto en la Corte como en la Nueva España,
y en defecto de esa seguridad le embargaran el oro que
llevaba.
La situación de Alvarado, sin amigos en la Corte ybajo el peso de tan graves cargos, respaldados por abun-
dante documentación, era para arredrar a cualquiera
que no tuviese la audacia y fortaleza de ánimo del con-
quistador de Guatemala. Él era en España un hombredesconocido y sin valimiento, si bien le acreditaban su
renombre de conquistador y la fama de sus increíbles
actos de arrojo y valentía. Hombre de gran atractivo
personal, de finas maneras cortesanas e inagotable facun-
dia, no tardaría en abrirse camino en un mundo caba-
lleresco como el de la España del Renacimiento. Era,
además, pródigo y dadivoso y no había dejado todo su
oro en las cajas de la Casa de la Contratación. Relatando
122
sus proezas de las Indias iba ganando amigos y admira-dores, a quienes deslumhraba también con el panoramade conquistas futuras a que pensaba dedicar sus energías
con la venia del Emperador.Vivían por entonces en la Corte de Castilla dos da-
mas de gran hermosura e ilustre linaje, naturales de Úbe-da, hijas de don Luis de la Cueva y doña María Manri-que. El primero estaba emparentado con el Duque deAlburquerque, personaje influyente de la época. Alva-
rado tuvo la buena suerte de ser presentado a esta noble
familia, y con su gracia y apostura no tardó muchotiempo en conquistar el afecto de la mayor de las dos
hermanas, doña Francisca de la Cueva, con quien con-
certó su matrimonio.
El gallardo capitán probablemente no consideraba
estar casado en forma regular con la princesa de Tlax-
cala, doña Luisa Xicoténcatl, y se sentía en libertad para
contraer una nueva unión in facie ecclesiae. Cierto es
que mediaba otro compromiso con Cecilia Vázquez,prima de Hernán Cortés, a quien parece haber dado pa-
labra de matrimonio, pero Alvarado rompió este com-promiso, con lo cual se enfrió grandemente la amistad
que íe unía con su antiguo jefe. En cambio, al unirse
con doña Francisca de la Cueva, ganó en posición social
y política y alcanzó el favor del Secretario del Consejo
de Indias, Comendador Mayor de Castilla, Francisco de
los Cobos, privado del Emperador y amigo, pariente yprotector de la familia de la Cueva.
Bajo el influjo de tan favorables circunstancias Al-
varado logró ver resueltas sus dificultades y alcanzó en
breve tiempo todas las mercedes que ambicionaba. Se
echaron en olvido los cargos acumulados por sus enemi-
gos, se alzó el embargo de sus bienes, recibió en debida
forma el hábito de Santiago en grado de Comendador,le fueron confirmados los repartimientos de indios quese había adjudicado escogiendo naturalmente los máslucrativos, y por Real Cédula firmada en Burgos el 18
123
de diciembre de 1527 fué nombrado Gobernador y Ca-pitán General de la provincia de Guatemala y de laó
demás tierras a ella pertenecientes, con el salario y ayu-da de costa de 562,500 maravedises en cada año queejerciere dicho oficio.
71
Desde entonces comenzó a llamarse nuestro héroeDon Pedro de Alvarado, y a agregar a sus títulos el deAdelantado que aparece usando en el poder que extendió
en México en 1529 a favor de su hermano Jorge y queéste presentó al Cabildo de Guatemala el 8 de mayo de
aquel año, en virtud del cual tomó posesión al día si-
guiente del cargo de Teniente de Gobernador y CapitánGeneral, ya no por disposición de Marcos de Aguilar,
sino "por el muy magnífico Señor el Adelantado e Go-bernador don Pedro de Alvarado."
72
En la Real provisión del 18 de diciembre de 1527 el
soberano concedía a Alvarado la gobernación de la pro-
vincia de Guatemala "con la tierra de Chiapa y Cina-
cantán y Tequepampo y Cimatlán, el de Acala, y de
todas las" demás a ella anexa et perteneciente," dejándolo
sujeto, sin embargo, en sus actos de justicia y gobierno,
71 Que la ayuda del Comendador de los Cobos no fué entera-
mente desinteresada se colige de la siguiente frase de Gomara en la
Historia de la Conquista de México: "Francisco de los Cobos era
codicioso y escaso, y tomaba presentes con ambas manos, que lo
enriquecieron demasiado."72 El título de Adelantado era puramente honorífico y se daba
en la Edad Media al gobernador militar y civil de una provin-
cia. "El adelantado en la paz es Presidente y Justicia Mayor de
algún Reyno, provincia o distrito, y en la guerra el Capitán Gene-
ral." Pedro Salazar de Mendoza, Origen de las dignidades seglares
de Castilla y León. Cap. XIV, pág. 61. Toledo, 1618. El P. Las
Casas, con la experiencia de lo que ocurría en las Indias, define
la palabra diciendo que algunos gobernadores eran "Adelantados
porque se adelantaban en hacer males y daños tan grandísimos a
gentes pacíficas." Y Fernández de Oviedo, meditando en la suerte
que les había cabido a los Adelantados de América decía que "les
fuera de más utilidad llamarse rezagados o más templados en la
codicia de tales honores pues tan mal acaban ellos."
124
a la Real Audiencia establecida en la ciudad de Tenoch-titlán (México).
La extensión del territorio concedido a Alvarado
provocó inmediatamente la oposición del Gobernador
de Yucatán, el otro Adelantado Francisco de Montejo,
quien se dirigió al Rey de España alegando que el Go-bernador de Guatemala se había hecho adjudicar varios
distritos lejanos como el de Acalan, importante centro
comercial situado junto a la costa del Golfo de México,
que un viejo compañero de Alvarado, Alonso Dávila,
había pacificado por orden de Montejo. "Entre las
provincias que trae en sus provisiones —decía éste
—
viene todo lo más de Yucatán sin abello visto sino de
oídas, así de los que vinieron con don Hernán Cortés
que fué por medio de Yucatán hasta Honduras, comode los indios. Entre ellas trae a Acalan y Cimatlán que
es donde yo tengo que hacer la villa de cristianos en la
costa del norte".73
Las quejas de Montejo fueron atendidas y en Real
Cédula de 19 de diciembre de 1533 el soberano confirmó
sus derechos sobre Yucatán otorgándole un vasto terri-
torio desde el río Copilco-Zacualco inclusive, en los con-
fines de Chiapas, hasta el río de Ulúa en Honduras.La boda de Alvarado y doña Francisca debe haberse
celebrado a fines de 1527 o en enero de 1528, pues el 19
de dicho mes, en la ciudad -de Burgos, donde a la sazón
residía la Corte, el Adelantado otorgó carta de dote a
favor de su esposa. En dicha carta reconocía haber re-
cibido siete mil pesos de oro que se le dieron junto consu mujer y de la manera siguiente: "tres mil pesos dellos
de que Su Majestad hizo merced a la dicha Doña Fran-
cisca de la Cueva para ayuda de su casamiento," y los
cuatro mil restantes en las cosas que recibió por razóndel matrimonio. No queriendo ser menos generoso, Al-
73 Carta a Su Majestad del Adelantado don Francisco de Mon-tejo. De Veracruz a 13 de abril de 1529. Colección de documentosinéditos del Archivo General de Indias, T. XIII, págs. 86-91.
125
varado prometió dar de sus propios bienes a su esposa
doña* Francisca, cuatro mil ducados de oro en conceptode arras, suma que no fué pagada hasta después de la
muerte del caudillo, cuando la reclamó su suegra doñaMaría Manrique. 74
Durante el Proceso de México se hizo cargo a Alva-rado de haber llevado a España muchas joyas de oro,
perlas y piedras sin pagar el quinto real, especialmente
una piedra muy rica que valía cinco mil pesos de oro.
D. Pedro respondió que las joyas de oro las había hechoquintar, no así las piedras porque no se acostumbraba
hacerlo. Y agregó que "una piedra que tenía de color
de diamante" la mostró a los oficiales reales de la NuevaEspaña diciendo públicamente que la llevaba para ofre-
cerla al Rey, y que en efecto se la dio, pero cuando el
monarca fué servido de casarlo con doña Francisca de la
Cueva, se la mandó devolver con otras joyas, como rega-
lo de boda, por mano de Francisco de los Cobos.
El Adelantado, en el apogeo de su gloria, permane-ció algún tiempo más en la Península, disfrutando de su
próspera fortuna. El 26 de mayo de 1528 hizo registrar
la Real provisión de su nombramiento en la Casa de la
Contratación de Sevilla, y poco después se embarcó con
su esposa doña Francisca en el puerto de Sanlúcar de
Barrameda, con destino a la Nueva España.
74 La promesa de pago de las arras se contiene en el siguiente
párrafo de la carta de dote otorgada por Alvarado el 19 de enero
de 1528: "Sepan cuantos las presentes vieren que yo, Pedro de Al-
varado, por cuanto me hice velar e casar por la Santa Madre Iglesia
con vos Doña Francisca de la Cueva, Dama de la Cristianísima
Señora Reyna de Francia, mi esposa y mujer, hija legítima del
magnífico Señor don Luís de la Cueva, difunto, y de la magní-
fica Señora Doña María Manrique, su mujer, prometiendo a vos
Doña Francisca de la Cueva, de mis propios bienes por honra de
vuestra persona e linaje cuatro mil ducados de oro," etc. "En Bur-
gos a 19 días del mes de enero de 1528. Pedro de Alvarado. Yo,
Gerónimo del Río, escribano público." Expediente del Colegio
de Santo Tomás de Aquino, folio 47 vuelto. Archivo General del
Gobierno de Guatemala.
126
Había conocido Alvarado por este tiempo al Licen-
ciado don Francisco Marroquín, natural de uno de los
pueblos del Valle de Toranzo, provincia de Santander,
Maestro de Filosofía y Teología en Osuna y sacerdote
en la Corte de Carlos V.75 A instancias del Goberna-
dor de Guatemala el P. Marroquín decidió acompañarle
a América, y debe haberse embarcado con él y un grupo
de caballeros a quienes aquél había invitado también a
pasar a las Indias prometiéndoles honores y ventajas ma-teriales. Se hallaban entre ellos Luis de Vivar, a quien
el Emperador había concedido el cargo de Alguacil Ma-yor; Antonio de Salazar y Pedro de Camino, nombradosregidores de la ciudad de Santiago de Guatemala; y tres
oficiales reales: Francisco de Zurrilla, contador; Fran-
cisco de Castellanos, tesorero, cada uno con cien mil
maravedises de salario; y Gonzalo Ronquillo, veedor,
con cincuenta mil maravedises. Todos estos señores,
como se ha dicho, tenían, además, promesa de sustancio-
sas encomiendas de indios y otros privilegios de que ellos
y sus descendientes disfrutaron largo tiempo en la pro-
vincia de Guatemala.
Viajaron también con Alvarado veinticuatro reli-
giosos de Santo Domingo, destinados a servir a la NuevaEspaña. Embarcáronse todos, según escribé el historia-
dor Fr. Francisco Ximénez, a principios de julio de
1528, y llegaron al puerto de Veracruz por el mes de oc-
tubre, muy maltratados por las tormentas equinoxiales
que los hicieron sufrir durante la navegación.
El placer que pudiera tener Alvarado al contemplar de
nuevo la costa de Veracruz fué amargado por la muerte
de su esposa doña Francisca, ocasionada por el tormen-
75 Datos biográficos en Carias de Indias. El P. Marroquín,
que pocos años después fué consagrado como primer Obispo de
Guatemala, había sido casado antes de abrazar la carrera eclesiástica,
y tuvo un hijo que se llamó Alonso Marroquín, el cual se avecindó ydejó sucesión en el país. Probanza de Juan de Zúñiga, año de 1603.
Archivo General del Gobierno de Guatemala. A 1.29. 40253.
127
toso viaje de mar o por los efectos del clima tropical.
Según el historiador Fuentes y Guzmán, Al-Procesado varado ejecutó en Veracruz con mucha pompa
México e^ funeral de su difunta esposa. Por extrañodecreto del destino la ilustre dama fué a dor-
mir su último sueño en un lugar de tránsito, sin llegar
a vislumbrar siquiera los reinos que su marido había
conquistado.
Cumplida aquella obligación, el Adelantado atendió
al desembarque de su equipaje que contenía el mobilia-
rio y adorno de una casa entera, digna de ser la moradade un grande de España, y concluida esta labor marchóa la ciudad de México donde le estaban reservados otros
sinsabores.
Hallábase a la sazón el gobierno de la Nueva España
en manos del Presidente y Oidores de la primera Au-diencia Real nombrada para aquel territorio. El hombreque provisionalmente presidía el tribunal, Ñuño de
Guzmán, había sido conquistador en la Nueva España
y era el prototipo del hombre cruel con los nativos, co-
dicioso y rapaz, arbitrario en sus actos y resoluciones; le
adornaban, pues, todas las cualidades negativas contra-
rias a la rectitud y ecuanimidad del verdadero juez. Los
Oidores Matíenzo y Delgadillo adolecían por su parte
de vicios parecidos, y los tres magistrados estaban ase-
sorados por el factor Gonzalo de Salazar, enemigo de
Cortés y de Alvarado y envidioso de la gloria de amboscapitanes. Confabulados todos abrieron proceso contra
aquellos jefes y muchos otros conquistadores acusándo-
los de haberse ocupado en juegos prohibidos de naipes ydados durante la guerra contra los indios. Los acusados
fueron sentenciados a pagar fuertes sumas. "Hubo día
de veinte mil pesos de oro de condenación" —dice el
Obispo de México, Fr. Juan de Zumárraga— y agrega
que le habían informado que al Presidente y a los Oi-
dores les había cabido muy gran parte del dinero.76
76 Carta a Su Majestad del electo Obispo de México, Fr. Juan
128
Para proceder contra el Gobernador de Guatemala
se escudaban los oidores con un capítulo de instruccio-
nes del Emperador y el Consejo de Indias, fechadas en
Valladolid a 5 de abril de 1528, que decía: "Sabréis tam-
bién si es verdad que cuando Pedro de Alvarado estuvo
en Guatemala no hubo buen recaudo en la cobranza de
los quintos y no se acudió al Tesorero con lo que le per-
tenecía." Gonzalo de Mejía, Tesorero Real de México,
había incluido seguramente este cargo entre los que pre-
sentó contra Alvarado, y como al hacerlo tocaba la
cuerda sensible de las rentas reales, todo el favor alcan-
zado por el Gobernador de Guatemala no fué bastante
a impedir que se le mandara escudriñar por ese lado.
Cierto es que sus jueces no necesitaban de la autoriza-
ción real para procesarlo.
Alvarado comprobó con certificación del Contador
Rodrigo de Albornoz que había hecho fundir en oro yplata la suma de 31.730 pesos, pagando sobre ella el
quinto real en la Nueva España. Pero a la sombra de las
instrucciones del Rey, celoso del pago de sus quintos,
los magistrados de la Audiencia formularon contra el
Gobernador de Guatemala un extenso pliego de cargos
relativos a su conducta en dicha provincia y en la Nue-va España. La acusación y las declaraciones de los tes-
tigos de cargo y de descargo y la defensa del acusado
pueden leerse en el Proceso de residencia instruido con-
tra él en 1529 y publicado en México en 1847. El tribu-
nal no llegó a dictar sentencia y Alvarado se libró fi-
nalmente de las garras de los Oidores dejando en ellas
cuanto había traído de Castilla, "que fué tanto aparato
y cosas tan ricas como un conde principal de esos reinos
pudiera traer," según escribió al Rey el Obispo Zumá-rraga. El prelado agrega a renglón seguido:
De todo no le han dejado un pan que coma; la plata
mucha y por extremo bien labrada, la tapicería mucha y muy
de Zumárraga, de 27 de agosto de 1529. En Colección de docu-
mentos inéditos del Archivo de Indias, tomo XIII, págs. 104-179.
129
buena y otras cosas de mucho valor, hoy día las tienen y se
sirven de ellas el presidente y oidores como les cupo de sus
partes; caballos y acémilas y todo lo demás le han tomado, ysólo una muía que le quedaba, en que andaba por estas calles
con luto por su mujer, en ésta le hicieron ejecución habiendovenido cabalgando a la posada del presidente en ella, y deallí de la puerta se la tomaron y le hicieron ir a pie, no mi-rando su autoridad, que es Adelantado intitulado por manode V. M. 77
Perseguían también los oidores, además del despojo
de la víctima, un fin político definido, el de impedir queAlvarado se dirigiera a Guatemala, a rescatar su gober-
nación de las malas manos en que había caído. El en-
juiciado Gobernador había enviado poder desde Méxicoa su hermano Jorge para que, como su lugarteniente,
asumiera los poderes que le había conferido la Corona.
Jorge de Alvarado se hizo cargo del gobierno en nombrede su hermano; pero el Presidente y los Oidores nopodían descuidar tan importante asunto y despacharon
a un agente suyo, Francisco de Orduña, con nombra-miento de Capitán General y juez de residencia. Ordu-ña quitó el mando a Jorge de Alvarado, destituyó a los
Alcaldes y demás funcionarios nombrados por éste ydesarrolló en Guatemala un programa de gobierno seme-
jante al de sus amos, que estuvo a punto de acabar con
la naciente colonia de españoles.
Orduña tomó posesión del gobierno de Guatemalael 14 de agosto de 1529 y aparte de la destitución de
los Alcaldes, anuló las encomiendas y se ingenió todos los
medios posibles de enriquecerse rápidamente, seguro
de que su administración no podía ser de larga duración.
Por esos mismos días se recibió en México, con ale-
gría de parte de los conquistadores y los indios y cólera
de Ñuño de Guzmán y sus a latere, la sensacional no-
ticia de que Hernán Cortés había sido nombrado Ca-
pitán General de la Nueva España y estaba para volver
77 Obispo Zumárraga, Carta citada.
130
a México, agraciado además con el título de Marquésdel Valle y otros honores y privilegios que el Rey le
había concedido en reconocimiento de sus méritos comoconquistador de aquella tierra. Estas nuevas sacaron de
quicio al más encarnizado enemigo de Cortés, Gonzalode Salazar, y le hicieron pronunciar en presencia del
Presidente de la Audiencia y otras personas, entre ellas
Alvarado, las siguientes palabras: "El Rey que a tal
traidor como Cortés envía es hereje y no cristiano."
Pocos días después, el 18 de agosto, Pedro de Alvarado
se presentó ante la Audiencia pidiendo permiso para
desafiar a Salazar a batirse conforme a las leyes de Cas-
tilla por haber incurrido en desacato expresándose en
forma tal contra el soberano. Pero Ñuño de Guzmánencontró el medio de disculpar a su compañero y casti-
gar a Alvarado, y lanzó contra éste el siguiente dicterio:
"Pedro de Alvarado miente como muy ruin caballero,
si lo es, que el factor no dijo tal, porque es servidor de
S. M. y no había de decir tal palabra." "Y a otro día
—agrega el Obispo Zumárraga— le prendieron con gri-
llos en las atarazanas y no sé que harán de él."
Mientras tanto, los efectos valiosos de Alvaradohabían pasado a manos de los indignos magistrados de la
Audiencia, ya por medios forzosos, ya por vía de cohe-
cho a que tuvo que acudir el perseguido capitán para
ablandar a sus verdugos. El Obispo Zumárraga ha de-
jado una lista de las dádivas y cohechos recibidos porlos miembros del tribunal hasta el 27 de agosto de 1529,
fecha de su carta al Rey.78 Ñuño de Guzmán, natural-
mente, recibió la mejor parte; pero Matienzo obtuvo su
cuero de vino para entretener su afición favorita, yDelgadillo no quedó olvidado.
78 Puede verse la lista de las dádivas en la Colección de docu-mentos inéditos del Archivo de Indias, tomo XIII, págs. 138 ysiguientes.
131
LA ARMADA DEL MAR DEL SUR
Alvarado
regresa a
Guatemala
Cortés demoró su viaje a la Nueva España y se quedóen la Corte- algún tiempo más esperando que llegaran
a México los miembros de la nueva Audiencia nombradapor el Rey para sustituir al corrompido tribunal que
presidía Ñuño de Guzmán. Pero la noticia del
próximo arribo de la Audiencia no tardó en
surtir sus benéficos efectos y permitió la salida
de Alvarado para su gobernación, a donde se
dirigió en la primavera de 1530, privado de sus
bienes, pero llena la cabeza aventurera de proyectos
para el cercano porvenir. El 11 de abril de 1530 se pre-
sentó ante el Cabildo de Guatemala.
La situación de la colonia había mejorado durante
su ausencia. La conquista y pacificación del territorio
desde Chiapas y la zona del noroeste habitada por las
tribus de Uspantán y el Lacandón hasta la provincia
de Sacatepéquez, estaba terminada. Don Pedro Porto-
carrero, al frente del ejército español, había vencido a
los rebeldes cakchiqueles en sus últimos reductos de las
montañas de Comalapa. La provincia de Cuzcatlán
132
había sido pacificada después de una campaña que durómás de dos años, y acababa de librarse de una invasión
de agentes de Pedrarias Dávila, Gobernador de Tierra
Firme, que pretendía extender sus dominios por el norte.
Por su parte Jorge de Alvarado, siendo Teniente de
Gobernador de la provincia de Guatemala, y estimando
concluida la resistencia de los indios, reunió a los espa-
ñoles en el centro del territorio y fundó con ellos, el
22 de noviembre de 1527, la ciudad de Santiago
en el valle de Almolonga, al pie del Volcán de Agua.En ese sitio, fértil y alegre, sin disputa uno de los parajes
más bellos del Continente, comenzaron los castellanos a
edificar la capital de la Colonia. Allí los encontró
el Gobernador y Adelantado, divididos por las pasiones yrevueltos los ánimos por la discordia que encendió entre
ellos el Visitador Orduña.Alvarado restableció la paz, organizó de nuevo el
gobierno y prohibió severamente que se hablara de las
pasadas disensiones. El procurador de la ciudad pidió
que se arraigara al Visitador para que en juicio de resi-
dencia respondiera de sus desmanes, pero aunque se le
previno prestar fianza y no moverse, huyó para México"seguido de la polilla de su conciencia," como dice Fuen-
tes y Guzmán.
Los reyes cakchiqueles, después de cinco años de resis-
tencia, durante los cuales vieron perecer a los hombresa millares, perderse los campos y destruirse los poblados,
se rindieron al conquistador y reconocieron la autori-
dad del Rey de España y la obligación de pa-
garle tributo. Saliendo de sus montañas donde Construc-
habían llevado durante todo ese tiempo unar/0
7, ' a
vida precaria "bajo los árboles, bajo los be-
jucos," se presentaron el 8 de mayo de 1530 ante el
Adelantado en la capital de la Colonia y fueron recibidos
por él con alegría y demostraciones de amistad.79
Memorial de Solóla , pág. 133.
133
Era llegado el momento de consolidar las ganancias
obtenidas y organizar el territorio conquistado. Un buenadministrador habría concentrado sus esfuerzos en tan
interesante labor, tratando de crear y perpetuar uncentro de civilización cristiana sobre las ruinas de la
cultura indígena. Pero—como dice el historiador Lópezde Gomara— Alvarado era mejor soldado que gober-
nante. Su preocupación inmediata —como la de Cortés
en México— fué la construcción de la capital; quiso
levantar en ella imponentes edificios, un palacio digno
de su gloria, templos, casas, y para ello puso a contribu-
ción a los indios de sus numerosas encomiendas y a los
españoles que poseían nociones de arquitectura. Cua-
trocientos hombres y cuatrocientas mujeres de los pue-
blos cakchiqueles fueron obligados a trabajar en las obras
de la ciudad, y para costear los gastos de la construcción
otros tantos hombres y mujeres debían recoger en los
lavaderos de oro todas las cantidades de metal que su
pobre esfuerzo consiguiera.
Las obras de la ciudad progresaban rápidamente, pero
el carácter de Alvarado no se acomodaba a las labores
tranquilas de la paz. Su espíritu inquieto exigía la
acción, la lucha sin tregua en el campo de batalla. Las
palabras del romance antiguo podían aplicársele con
acierto: sus arreos eran las armas, su descanso el pelear.
Desde su estancia en la Corte de España, en 1527,
había prometido al soberano la construcción de unapoderosa armada para marchar con ella al descubrimien-
to y conquista de nuevas tierras en el Mar del Sur yencontrar lo que en vano buscó el Almirante Cristó-
bal Colón, o sea la ruta directa a las islas del clavo yla canela. Con el pensamiento puesto en esta expedición
acogía a todos los españoles que llegaban de México yde la Tierra Firme deseosos de tomar parte en el descubri-
miento. Con esta gente, decía al Rey en carta del l9 de
septiembre de 1532, que tenía bastante para equipar
la armada, sin que fuera necesario tocar a ninguno de los
134
que se hallaban establecidos en la provincia. Agrega-
ba que la tierra de su gobernación estaba rica y que a
ella acudían los españoles de todas partes. Los medios
de ganarse la vida escaseaban por entonces en México yen las tierras del sur, y los hombres necesitados o ávi-
dos de hacer fortuna volvían los ojos a Guatemala donde
era fama que abundaba la riqueza y había lugar para
todos. La Audiencia de México se dolía de estt situa-
ción y escribía a la Emperatriz diciendo que "muchas
personas, viendo la poca disposición que hay para tener
de comer, se van a Guatemala."80
La Audiencia de México se oponía a la expedición
proyectada por Alvarado y le había prevenido desde
tiempo atrás "que entendiese en su gobierno y no en
hacer armada ni descubrimiento sin tener licencia para
ello." La Audiencia razonaba con justicia que la go-
bernación se perjudicaba de dos modos: porque el Ade-
lantado dejaba de atender a la pacificación, población
y desarrollo de la tierra, y porque sujetaría a los indios
a excesivos trabajos para el aderezo y despacho de la
armada.
Alvarado no tomó en cuenta la prevención de la Au-diencia, la cual atribuía a "importunación" del Marqués
del Valle, su antiguo jefe, que soñaba como él, en nuevas
aventuras. Cortés, en efecto, le había requerido para
que hicieran compañía "en tierra firme," ofreciéndole
para tal fin muchas de las cosas que con el Rey tenía
capituladas; pero Alvarado no aceptó la propuesta por-
que, según decía, su intención era "no tener compa-
ñero" en servir al soberano. Usando un recurso dilato-
rio muy común en América, el astuto gobernador
suplicó ante Su Majestad de la provisión de la Audien-
cia, diciendo, para justificar su desobediencia, que la
expedición era objeto de consulta con el Rey, la cual
se hallaba pendiente. Puestas las cosas en ese estado, la
80 Del Paso y Troncoso, Francisco, Epistolario de la NuevaEspaña, T. II, pág. 111.
135
Audiencia tuvo que contentarse con recomendarle, ensegunda provisión despachada el 10 de julio de 1532,que en caso que con facultad del soberano partiese conla armada, no llevase en ella a los naturales de la tierra
ni a los españoles que residían y tenían repartimientos enella, pues de otro modo se perdería lo ganado en la colo-
nización.
Sin curarse mucho ni poco de estas prevenciones,
el Adelantado proseguía a paso acelerado los preparati-
vos de la expedición. Desde su regreso de España habíaenviado a un grupo de españoles entendidos a reconocer
la costa del Mar del Sur y buscar un puerto seguro yastillero para construir la flota. Entre los sitios descu-
biertos por ellos escogió como el mejor el puerto de
Iztapa, situado en la costa de dicho mar, en la desembo-cadura de los ríos Michatoya y Achuiat. Según las
descripciones del siglo xvi, poseía aquel lugar muy buenastillero para hacer navios y abundante madera de exce-
lente calidad para tal objeto. Desde la ciudad de Gua-temala se iba fácilmente al puerto recorriendo primeroseis leguas de montaña no muy agria para bajar a la
costa, y diez leguas de tierra llana. En el camino se
hallaban los pueblos de Izcuintepeque, Masagua y Ama-yuca.
81
Los mejores carpinteros de ribera se ocuparon en la
empresa de la fábrica de la flota, ayudados por millares
de indios obligados a estos trabajos bajo el rigor del
ardiente sol de la costa del Océano. No habiendo paso
por agua de mar a mar, todo el herraje, velamen, arma-mentos y demás equipo para el aderezo de las naves tuvo
que conducirse a hombros y espaldas de los indios. Desde
lugares tan lejanos como San Cristóbal de los Llanos,
hizo llevar Alvarado dos piezas de artillería que Cortés
había proporcionado a Diego de Mazariegos para la
81 Relaciones y mapas de los ingenieros Bautista Antonelli yPedro Ochoa de Leguizamón. En La cartografía colonial americana,
por don Germán Alatorre. Sevilla, 1916, cap. IV, págs. 46-57.
136
conquista de Chiapas. La jarcia y las pesadas anclas via-jaron desde Puerto Caballos y Trujillo en el litoral del
Mar del Norte hasta Iztapa y más tarde al puertode Acajutla.
Mató infinitas gentes con hacer navios —dice el P. Las
Casas— ; llevaba de la mar del norte a la del sur, ciento ytreinta leguas, los indios cargados con anclas de tres y cuatroquintales que se les metían las más dellas por las espaldas
y lomos; y llevó de esta manera mucha artillería en los hom-bros de los tristes desnudos: y yo vi muchos cargados de ar-
tillería por los caminos angustiados.82
Ximénez confirma las sombrías noticias del P. Las
Casas acerca de las actividades de Alvarado:
Empezó —dice— a descubrir astilleros, sacar maderas,
fabricar jarcias, acarrear fierro, sacar brea, conducir piezas
de artillería, todo a costa de los pobres indios, sacándolos de
su patria y llevándolos a partes muy remotas. Mató muchosindios con hacer navios.83
El l9 de septiembre de 1532 escribía Alvarado al
Rey informándole que había construido hasta entonces
un galeón de 300 toneladas que llamó "San Cristóbal,"
que era "la más hermosa pieza que se pudiera hacer en
Vizcaya;" otra nao, la "Santa Clara" muy buena,
de 160 toneladas; la "Buena Ventura" de 150 toneladas;
otra más de 150 toneladas también que se hizo en el
Golfo de Chira y dejó comenzado Pedradas Dávila;
una carabela de 60 toneladas, un patache de 50 y otras
dos carabelas medianas. En ellas decía que llevaría pez,
hierro, jarcia, y velas de repuesto para reparar las naves
que lo necesitaran, y que, para hacer otras más, llevaba
maestros de todos los oficios.8 *
82 Las casas, Destrucción de las indias.83 Ximénez, Historia de la Provincia de S. Vicente de Chiapa
y Guatemala, T. I, pág. 174.84 Carta de D. Pedro de Alvarado al Emperador Carlos V, etc.
En Libro viejo de la fundación de Guatemala, pág. 282.
137
Descubre el Adelantado en esta carta su intención
de ir al Perú y otras tierras aledañas de que tenia exce-
lentes noticias, porque veía que el Gobernador Pizarro
no era bastante a conquistarlas. Observa que con su
armada podía darle socorro y conquistar todo lo demásque por aquella parte hubiese; pero agrega que por
entonces llegaron a Guatemala dos pilotos portugueses
"de mucha experiencia y habilidad en la navegación,"
atraídos por la fama de la armada, y que éstos le dieron
tales y tan buenas nuevas de la Especiería, dondeaños atrás habían navegado, que mudó la voluntad de
ir al Perú, y volviendo a sus proyectos primitivos con-
centraba su atención en preparar la expedición al Orien-
te. Pensaba llevar en ella a quinientos españoles, "muchosdellos hijosdalgos," hechos a las guerras destas partes,
todos armados con armas de España, coseletes, corazas,
cotas: 100 ballesteros, 50 escopeteros, algunos arcabuce-
ros, 100 de espada y rodela y espada de dos manos, 250
piqueros y 50 lanzas para un rápido desembarco yexploración de la tierra. No pensaba llevar caballos,
aunque tenían él y su gente unos doscientos de muybuena calidad.
Las vacilaciones de Alvarado no cesaron con las noti-
cias de los portugueses. La flota estaba terminada yabastecida, pero el Adelantado seguía esperando la vo-luntad del Rey de España y los términos en que dispusie-
ra que se emprendieran las nuevas conquistas.**
. Mientras tanto, y para acabar de confundirlo,tentación ' ii j i i i
de las rique-se£uian llegando las nuevas, exageradas por la
zas del Perú distancia, de la riqueza de las tierras del Perú.
Simultáneamente llegaban también de México
y Yucatán nuevos grupos de españoles que, abandonando
otras empresas, deseaban alistarse en la armada e ins-
taban a Alvarado para que aplazara el viaje a las islas
ignotas de la Especiería y condujera su flota a los reinos
del Perú, presa de fácil alcance y más seguro provecho.
138
Llegó por aquel tiempo a Guatemala un piloto lla-
mado Juan Fernández que había acompañado a Benal-
cázar en la conquista de Quito. Este hombre de marinformó a Alvarado que aquella provincia no habíasido ocupada por Pizarro ni caía en el distrito que le
había sido concedido, y que habiendo sido la antigua
residencia de Atahualpa era muy probable que se en-
contraran en ella los tesoros del Inca. No era menester
mayor encarecimiento para que el codicioso conquista-
dor tomara una decisión definitiva; mudando otra vez
de parecer volvió a sus proyectos de "socorrer" a Pizarro
arrebatándole parte de sus dominios. Reclutó a los últi-
mos soldados prometiéndoles hacerlos ricos hasta el
punto "que pisasen barras de oro," según la frase de Re-mesal, y faltándole todavía algunas provisiones, mandóun navio a Panamá al mando de García Holguín, quien
volvió con ellas y con nuevas aún más sorprendentes de
las riquezas del Perú de que se hacían lenguas los espa-
ñoles de Tierra Firme.
No falta quien diga que García Holguín no se
contentó con desembarcar en Panamá y que siguió na-
vegando a lo largo de la costa pretendiendo llegar al
Perú, pero que la corriente de Humboldt le salió al paso
y lo hizo retroceder. En todo caso, sus informes aviva-
ron el deseo de su jefe de ir a explorar los dominios del
Inca que por una interpretación interesada de la geogra-
fía aseguraba que se hallaban en la esfera de sus pro-
yectados descubrimientos.
En un principio concentró Alvarado su flota en el
que él llama Puerto de Fonseca, en la bahía de este nom-bre; pero habiendo naufragado dos de sus navios en
aquellas aguas, dispuso trasladar los demás al puerto de la
Posesión (más tarde llamado Realejo y hoy Corinto)
en la provincia de Nicaragua.
Hallábase todavía en abril de 1533 en el puerto de
Fonseca, de donde escribía al Emperador informándole
que tenía muy gruesas naos y 200 hombres de caballo
139
y 500 de pie con los cuales podría poner las reales armasen la China, o en otro lugar más rico y peligroso, a me-nos que le mandase tocar en alguna parte de la Especie-
ría. Pero para llevar a cabo semejante empresa pensaba
tomar el camino más largo, y decía que su intención era
emprender viaje primero al Estrecho de Magallanes yde allí a la China.
85
En esta misma carta se dolía el Adelantado de haber
quedado viudo de doña Francisca y sin heredero, y su-
plicaba al soberano que, puesto que le había casado la
primera vez, le señalara "mujer que salga de su real casa"
o le diera licencia para tomarla.
Largo tiempo permaneció esperando Alvarado en el
puerto de la Posesión la llegada de la resolución del Em-perador respecto a la proyectada expedición al Mar del
Sur. Finalmente recibió aviso de que las gestiones de su
procurador, Gabriel de Cabrera, ante la Corte de Espa-
ña, habían dado fruto, y que desde el 5 de agosto de
1532, en cédula expedida en Medina del Campo, la Em-peratriz había aprobado los términos de la capitulación
que fijaba las condiciones y facultades conforme a las
cuales podía ir a descubrir, conquistar y poblar las is-
las que hallase en la Mar del Sur hacia el poniente de la
Nueva España y cualquier parte de tierra firme que
aún no se hubiere descubierto ni entrara en los límites
de los territorios concedidos a otras personas.86
Esta provisión y capitulación de S. M. llegó a manosde Alvarado cuando se hallaba a punto de embarcarse
con destino al Perú. En carta dirigida al Rey el 7 de
enero de 1534 le informaba que en aquel lugar le alcan-
85 Carta de Alvarado al Rey, del Puerto de Fonseca, 25 de
abril de 1533. En Medina, Colección de documentos inéditos para
la historia de Chile, T. IV, págs. 172-174. Jijón y Caamaño,págs. 53-56.
88 Colección de documentos inéditos del Archivo de Indias,
T. XIV, pág. 537. Libro viejo de la fundación de Guatemala,
pág. 284.
140
zó el procurador con los reales despachos y que éstos
llegaron con gran oportunidad porque los españoles co-
menzaban a desconfiar del viaje, y él mismo, aunque nolo dice expresamente, había esperado con ansiedad has-
ta ese día la aprobación del monarca a sus proyectos de
descubrimiento y conquista. Libre ya de toda preocu-
pación por ese lado y disipada cualquier duda respecto
a la voluntad real, anuncia que el mismo día en que es-
cribe su carta, parte con la armada compuesta de doce
velas de 60 a 300 toneladas, ocho de las cuales no bajaban
de 100, debidamente provistas de municiones y basti-
mentos "no menos cumplidamente que en Sevilla."
Agrega que van con él 450 españoles, 260 de ellos a ca-
ballo y 100 ballesteros y escopeteros, y el resto de espada
y rodela, más 200 negros esclavos de los españoles.87
Alvarado se cuidaba en esa carta de mencionar a los
indios guatemaltecos que incorporó a su expedición yque jamás volvieron a pisar el suelo patrio, pero esta
omisión fué reparada por los historiadores al narrar el
triste fin de los naturales en las nieves de los Andes. Sin
más ley que su capricho dejaba despobladas las provin-
cias de su gobernación llevando consigo a los españoles
más aguerridos y gran número de artesanos, servidores ynaturales de la tierra. "Sonó lo del Perú, y como fué tan
grande el sonido, capitán y soldados toda [la provincia]
la desampararon," escribía el Obispo Marroquín al Em-perador.
88
El contingente de españoles que Alvarado reclutó
en la ciudad de Guatemala se engrosó con los de SanMiguel, en la provincia de San Salvador, de donde sacó
87 Carta a S. M. del Adelantado don Pedro de Alvarado, de 7de enero de 1534. En Colección de documentos inéditos del Archi-vo de Indias, T. XXIV, pág. 204. Libro viejo de la fundación deGuatemala, págs. 286-288.
88 Carta de D. Francisco Marroquín, primer Obispo de Gua-temala, al Emperador Carlos V. De Guatemala a 17 de agosto de
1545. En The Americas, T. V, N95, Enero de 1949.
141
a toda la gente para llevarla al Perú, según se dice en la
Probanza de Gonzalo de Armenia, de 1564.89
Acompañaban al Adelantado su hermano Gómez» su
hijo Diego y sus primos Diego y Alonso de Alvarado.
Este último fué más tarde Mariscal en el Perú. Ibantambién el Capitán Garci Lasso de la Vega, que allá casó
con una princesa incaica y fué padre del autor de los
Comentarios reales; Juan de Saavedra, García Holguín,
Luis de Moscoso, Alonso Enríquez de Guzmán, Fran-
cisco Calderón, Rodrigo de Chávez, el Licenciado Cal-
dera, Jorge de Benavides y muchos otros caballeros ysoldados que se habían distinguido en México y Gua-temala.
90
No todos los barcos que llevaba Alvarado en su flo-
ta le pertenecían; algunos eran propiedad ajena que él
tomó con o sin el consentimiento de su dueño. En Ni-
caragua se apoderó de dos navios en que Gabriel de
Rojas se disponía a embarcarse para el Perú llevando
gente, armas y caballos a Pizarro. En el testamento que
en nombre del Adelantado otorgó el Obispo Marroquín
el 30'de junio de 1 542, se dice que Alvarado tomó para su
armada a Juan Rodríguez, vecino de la ciudad de Gua-temala, un navio que tenía en la costa del sur, y no se lo
pagó. En el mismo documento se declara que otro veci-
no de dicha ciudad, Antonio E)iosdado, suministró al
Gobernador de Guatemala un galeón de su propiedad.
Otro navio que en común poseían Santos de Figueroa,
un tal Cisneros y Alvaro de Paz, fué agregado igual-
mente a la flota sin compensación para sus dueños. Dosnaves que se encontraban en el puerto de la Posesión,
una de Hernán de Ponce y la otra del Bachiller Pedro
Bravo y Cristóbal de Burgos, dice Alvarado en la carta
que dirigió al Gobernador de Panamá y que se citará
89 Archivo General del Gobierno de Guatemala.90 Garcilaso de la Vega, Historia general del Perú. Segunda
parte de los comentarios reales de los Incas. Cieza de León, Cró-nica del Perú.
142
más adelante, que se vio forzado a comprar y fletar por
su cuenta.
Como todos los hombres de su tiempo, Alvarado nodescuidaba las necesidades espirituales de la gente. EnGuatemala dejaba la iglesia bajo la dirección del P. Ma-rroquín para quien había obtenido recientemente la dig-
nidad de Obispo. En la armada llevaba algunos frailes
franciscanos, entre ellos a Marcos de Niza, descubridor
de las fabulosas ciudades de Cíbola, a dos frailes de la
Merced y al Bachiller Pero Bravo, religioso de quien
tenía altísimo concepto y para quien solicitaba en su
carta al Rey la mitra episcopal en las nuevas tierras queesperaba gobernar.
Todavía se demoró la expedición después de escrita
la carta del 7 de enero al Emperador. El 20 de aquel
mismo mes Alvarado dirigía un mensaje de despedida al
Ayuntamiento de Santiago de Guatemala, en el cual el
cortesano Gobernador manifestaba que no había podidodisimular el dolor que le producía su ausencia de la ciu-
dad, cuyo hijo se estimaba; y aprovechaba la ocasión
para rogar que le dispensaran respeto y buena voluntada su hermano y Teniente Jorge de Alvarado, a quien de-
jaba encargado el gobierno.91 Anunciaba en ese docu-
mento que se haría a la vela al día siguiente, pero según
91 Colección de documentos antiguos del Archivo del Ayun-tamiento de la Ciudad de Guatemala, pág. 177. Libro viejo de la
fundación de Guatemala, pág. 288. Como ejemplo típico del estilo
epistolar de Alvarado se reproduce a continuación la carta quedirigió al Ayuntamiento en aquella ocasión y que dice así: "Muynobles Señores.—Es tanto el amor y naturaleza que con esa pro-
vincia he tomado, y especial con esa Cibdad cuyo hijo me estimo,
que aunque he procurado simular el dolor de su ausencia no he
podido. Y puesto que tengo pena y cuidado, hallóme por muy di-
choso en ello, porque he conocido que en cuanto viviere terne
respecto al noblecimiento e utilidad de esa gobernación; y así
llevo esto tan a cargo, como lo principal desta armada y conquista,
que en servicio de S. M. prosigo. Porque, a la verdad, general yparticularmente, desde el mayor al menor, tengo por deudos y ami-gos, y los amo y deseo su bien como el propio. Así pueden ser
143
otra carta dirigida al Gobernador de Panamá, no partió
del puerto de la Posesión hasta el 23 de enero.92
La expedición a las islas y tierra firme del Mar del Surpartió por fin del puerto de la Posesión, con rumboaparente a los mares desconocidos de la China. En sus
cartas al Emperador, el Adelantado trata de justificar el
inexplicable cambio de ruta que, apartándolo
Expedición radicalmente de su destino del lejano Oriente,al Perú lo condujo al sur del Continente americano.
Asegura que cuando se hizo a la vela dio a los
pilotos la derrota que habían de seguir de acuerdo con la
ciertos que para su bien público mis naos tratarán en sus puertos, yque do yo me hallare y cualquier de vosotros Señores, y dellos
me requirieren, conocerán de mis obras que es no fingido este
proferimiento. Y pues yo forzoso y voluntario quedo obligado una
cosa solamente os suplico, que en esa provincia haya toda concordia
y amor y buen zelo al servicio de S. M. y bien público, como hasta
aquí vuestras mercedes lo han hecho; y que a Jorge de Alvarado mi
hermano y lugar teniente se le tenga el respecto y voluntad que
es razón, y -se conformen con él, por manera que la tierra se
conserve, y la justicia sea favorecida y S. M. servido, y todos hon-
rados y aprovechados, que él terna cuidado de hacer lo mismocon todos. Y yo así se lo encomiendo y escribo, y lo confío del yde vosotros, Sres.; y que así mismo, si algún enojo o agravio general
o especialmente de mí se ha recebido, me perdonen V. mercedes,
certificándoles siempre fué mi deseo de serviros. Yo me hago a la
vela mañana, placiendo a Nro. Sr.; con él quedéis, y su divina Majes-
tad me guíe para que acierte en ensalzamiento de su fe ' cristiana,
y servicio real de Castilla, y bien de sus naturales. Muy grand
merced me harán las vuestras, Señores, se lo supliquéis por vuestra
parte, que mi buen suceso será para vuestro servicio. De la tierra
do Dios me encaminare escribiré a V. mercedes larga relación de
todo, con muestras y fructo della: la misma quiero me deis del estado
en que siempre os halláredes, y de la salud de vuestras muy nobles
personas, las cuales con mayor estado acresciente Ntro. Sr., como V.
mercedes desean. Deste puerto de la Posesión 20 de enero de 15 34.
—
A lo que V. mercedes mandaren.—El Adelantado.92 Carta del Adelantado don Pedro de Alvarado al Goberna-
dor de Panamá don Francisco de Barrionuevo, 10 de marzo de
1534. Libro viejo de la fundación de Guatemala, pág. 290.
144
comisión de S. M. y la capitulación ajustada para ir enbusca de las islas de la Especiería, y que en esa formasiguieron navegando hacia el poniente y anduvieron casi
cuatrocientas leguas; pero "las corrientes fueron tan
grandes y los tiempos tan contrarios," que lo obligaron
a "ir a reconocer la tierra del Perú." "Salí con diez
naves, 600 hombres de mar y tierra y 223 caballos—dice
Alvarado en su carta del 15 de enero de 1535— y al
cabo de treinta y tres días que anduve por la mar medieron tiempos tan contrarios que me hicieron decaer
en esta gobernación de Pizarro."
Luego refiere que para aligerar las naves tuvo nece-
sidad de arrojar al mar noventa caballos y quebró an-
tenas y aparejos. El 25 de febrero desembarcó en la
playa de Caraque, de donde despachó los buques vacíos
rumbo al sur para que recorrieran el litoral, con la in-
tención de hacerse nuevamente a la vela después de atra-
vesar la gobernación de Pizarro.93 De los términos de
la carta al Gobernador de Panamá se deduce que Alva-
rado envió algunas naves a aquella ciudad a traer a "mu-chos fijos-dalgos, personas de bien, detenidos por falta
de naos," para agregarlos a su ejército.
Una vez en tierra Alvarado organizó su ejército yemprendió la marcha al interior en busca de la ciudad
de Quito donde le habían asegurado que encontraría el
tesoro del Inca, libre hasta entonces de las garras de los
93 Carta de Pedro de Alvarado al Emperador Carlos V fecha
en el puerto de San Miguel a 15 de enero de 1 53 S. Col. Muñoz,T. LXXX. Libro viejo de la fundación de Guatemala, págs. 294-296.
En la "Información hecha en Santiago de Guatemala en 15 36 sobre el
concierto celebrado entre el Adelantado D. Pedro de Alvarado yel Mariscal D. Diego de Almagro para el descubrimiento y con-
quista de tierras," varios testigos (entre ellos Juan de Alvarado)
declararon que Alvarado había dado orden a los pilotos de la arma-
da para que tomaran el rumbo del S.O., de manera que no pudieran
llegar a tierras del Perú; pero que habiéndoseles acabado el agua
hasta el extremo de tener que echar al mar más de sesenta caballos,
"le fué forzado arribar e arribó a la costa del Perú." Medina,
Col. de docs. inéditos para la hist. de Chile, T. VI, pág. 64.
145
europeos. Para lograr este objeto el ejército tuvo queinternarse por tierras desconocidas y ascender desde la
costa hasta las montañas del interior a través de un pais
desierto y lleno de peligros. Caminando por las selvas
tropicales de la costa, a través de pantanos y ríos,
y escalando después las altas sierras, dice Alvarado queencontró "pueblos no sabidos" de gente montaraz, yque tuvieron que abrirse paso "a espada y a manos"por espacio de más de ciento sesenta leguas. "Tardé en
atravesar la montaña —dice— siete meses, y al cabo
di en una tierra alta y sin arboleda, tan fría que no se
podía sufrir."
La gente sufrió durante este viaje incontables pena-
lidades, falta de alimento y expuesta a los rigores del
calor y del frío. Muchos hombres enfermaron de una
dolencia tan grave "que a otro día que les daba la prime-
ra calentura, morían, y algunos que escapaban perdían
el juicio." Alvarado refiere que murieron de esta suerte
ochenta hombres, que otros muchos se salvaron, y que
él mismo fué atacado de la epidemia y estuvo a punto de
morir. "A mí me dio tan recia enfermedad —dice
literalmente— que al segundo día estuve desahuciado ymás de diez días que me duró corrí mucho peligro de la
vida."
A las calamidades sufridas por los expedicionarios se
agregó una lluvia de ceniza, o "de tierra muy menuda ycal que se averiguó salía de un alto volcán que hay enci-
ma de Quito."94 Humboldt opinaba que este volcán
debía haber sido el Cotopaxi. La lluvia de ceniza no podíacausarles mayor daño material, pero sí ha de haber-
les causado temor y no pequeña aprensión. El ejército
continuó su marcha por tierra más llana y encontróalgunos pueblos pequeños cuyos habitantes, aunque de
aspecto salvaje, mostraban cierta riqueza, pues los hom-bres y mujeres principales traían joyas de oro y plata y
94 Agustín de Zarate, Historia del descubrimiento y conquista
de la Provincia del Perú.
146
algunas piedras. Los españoles se apoderaron de las joyas
y el oro que no tardaron en perder más adelante, algunoscon la vida. Los indios de aquellas comarcas vivían enpueblos apartados, sin noticia unos de otros ni comuni-cación entre ellos; no podían entenderse entre las tribus
porque hablaban lenguas diferentes, y sus ritos y costum-bres eran asimismo diferentes. En su ignorancia y aisla-
miento no podían dar a los españoles información alguna
que los orientara respecto a su viaje y les hiciera saber
donde se hallaban. Lo único que Alvarado pudo averi-
guar fué que aquellas gentes no habían visto cristianos
hasta entonces, ni habían oído hablar de ellos. La tierra
era evidentemente nueva e inexplorada.
En la Información que a pedimento de Almagro se
hizo en San Miguel en octubre de 1534, varios testigos,
incluyendo al Bachiller Pero Bravo, "provisor en las pro-
vincias de Nicaragua," y a otros miembros de la ex-
pedición de Alvarado, declararon que este jefe y sus
capitanes, en su marcha de Puerto Viejo a la provincia
de Quito, habían saqueado las casas de los indios y se
habían apoderado en ellas de hombres y mujeres lleván-
dolos hacia el interior atados y con cargas a la espalda,
dejando la costa despoblada. Declararon también quetodos los indios perecieron en el camino, que los españo-les mataron a muchos de ellos y que Alvarado ahorcó al
cacique de Manta sin razón ninguna y aperreó y que-mó a otros indios principales.
95Descontando cualquier
exageración que pudiera haber en la pintura de este
cuadro trazado en los dominios de Almagro, la conductaanterior de Pedro de Alvarado en México y Guatemalada fundamento bastante para prestar crédito a la som-bría narración de su paso por los pueblos del norte del
Perú.
Escalando las montañas que forman hoy el territorio
95 Información hecha a pedimento de Almagro contra Al-
varado. Col. de docs. inéditos del Archivo de Indias, T. X, págs.
152-237. Medina, Col. de docs. para la hist. de Chile, T. IV,
págs. 244-306. Jijón y Caamaño, págs. 113-164.
147
de la República del Ecuador, llegó la expedición a unaalta serranía cubierta de nieve. El capitán Diego de Al-
varado, por orden de su jefe, se aventuró con parte
de la gente por un desfiladero, y al cabo de seis leguas de
penosísima marcha llegó a un pueblo, no sin perder
entre el frío y la nieve algunos de sus compañeros.
Desafiando por su parte la inclemencia del tiempo, el
Adelantado tomó el mismo camino con el resto del ejér-
cito. La nieve caía en grandes copos que cegaban a los
hombres; a los indios y a los españoles que iban a pie
se les helaban los miembros y unos y otros iban cayendoa lo largo de la ruta. "En la pasada de un puerto [o paso
de montaña] —dice Alvarado— fué tanta la nieve que
cayó sobre nosotros que estuve en tiempo de perder-
me . . . perdí seiscientas ánimas de cristianos y gente de
servicio, aunque los españoles no fueron muchos." Enotro lugar dice que dieron en un puerto "adonde hizo
tanta ventisca de nieve y granizo y tan grandes hielos
e fríos que se me helaron e murieron más de nueve
hombres e mujeres españolas e casi todos los negros yotra gente de servicio y algunos caballos." El cronista
Herrera hace subir el número de los muertos a quince
castellanos, seis mujeres españolas, muchos negros y dos
mil indios. A estos infelices no los menciona Alvarado
en sus cartas porque sigue ocultando el hecho de que,
a pesar de habérselo prohibido la Audiencia de México,
llevó en su expedición a los naturales de Guatemala, yque todos se perdieron en lejanas tierras.
En una página clásica, Herrera describe el paso de la
expedición por las montañas del Ecuador, de la manera
siguiente:
Pedro de Alvarado se metió por aquellos puertos donde
ventaba y nevaba con mayor rigor que cuando Diego de
Alvarado los pasó, y como los indios de Guatemala y los
de la tierra que llevaban son de flaca complexión, con aque-
llos grandes hielos perecían quemándoles la nieve los ojos,
perdiendo dedos y pies y algunos enteramente quedaban he-
148
lados. Los castellanos, gente robusta, pasaban bien. Llegada
la noche fué doblado el tormento y la angustia sin fuego ni
abrigo salvo algunas tiendas, sin ningún consuelo, heláronse
algunos negros, indios e indias. El Adelantado, hombre am-biciosísimo, se vio muy apretado y bien arrepentido de ha-
ber emprendido la jornada a la cual le llevó su ambición. .
.
Quando salieron de las nieves iban todos como difuntos.96
En aquellos desfiladeros perdió la gente todo lo quellevaba. "No hubo hombre —dice Alvarado— que esca-
pase bastimento, ni ropa, ni oro ni plata, e así lo que se
había recogido lo dejé en el puerto a quien lo quisiese
tomar, que harto teníamos con salvarse cada uno."
Cansados, ateridos, muertos de hambre, hallaron por fin
aquellos hombres, después de la tormenta, algunos
pueblos de indios donde se rehicieron y repusieron sus
fuerzas al cabo de algún tiempo.
Reanudando la marcha poco después, el capitán que
iba de descubierta dio con un camino muy ancho y muyllano, parte del afamado sistema de calzadas de los incas,
y siguiendo por él se sorprendió de ver huellas frescas de
caballos. Dando espuela a los suyos alcanzó a corta
distancia a ocho jinetes que formaban parte de un pe-
lotón destacado por Diego de Almagro. "Siguiendo mijornada adelante —dice Alvarado— hallé rastros de
caballos y los pueblos quemados y despoblados, en lo cual
conocí que había españoles en la tierra." Las señas eran
infalibles, y la intención no ha de haberse ocultado al
experto conquistador. Evidentemente, los españoles del
Perú se habían anticipado a las intenciones de los invaso-
res y les salían al paso, no sin asolar antes el territorio
para obligarlos a entenderse con ellos.
En efecto, Pizarro, que se hallaba en el Cuzco enten-
diendo en la pacificación de aquel lugar, tuvo noticia dela llegada de Alvarado por Gabriel de Rojas, a quien
éste había despojado de sus navios en Nicaragua, y or-
96 Antonio de Herrera, Historia general de los hechos de los
castellanos. Década V, Libro VI.
149
ganizó la defensa dirigiéndose personalmente a ocuparla costa marítima para evitar un desembarco de la fuerza
enemiga, y mandando a Almagro que se encaminara "a
toda furia" a la provincia de Quito cuyo rumbo sabia
que había tomado Alvarado. Sebastián de Benalcá-
zar, que se hallaba en San Miguel y tuvo noticias pare-
cidas, se anticipó con su gente de guerra y al llegar
Almagro a las alturas de Quito se unieron ambos capi-
tanes para presentar al invasor un cuerpo de ejército
respetable e impedirle que realizara sus propósitos.97
El
tesoro de Atahualpa puso en movimiento a todos aquellos
hombres ambiciosos, y por un momento la conquista
de América entró en receso mientras los valientes capi-
tanes resolvían sus diferencias.
Los dos ejércitos se avistaron en las llanuras que ro-
deaban a la ciudad indígena de Riobamba, y estuvieron
a punto de atacarse. Almagro tenía la ventaja en aquel
momento de contar con gente descansada y conocedora
del país. La gente de Alvarado, aunque provista de
superior armamento, no se hallaba en condiciones
de desenvainar la espada contra sus compatriotas. Alma-gro, además, poseía de momento un arma secreta de
grandísimo valor. La gente de Alvarado iba —comodice el conquistador— tan fatigaba y perdida de los
trabajos pasados, que a Almagro le fué fácil ganar la
voluntad de la mayor parte y atraerlos mañosamentea su causa mediante dádivas y ofertas halagadoras.
Muchos de los hombres desertaron directamente del
ejército de Alvarado y los demás mostraban en su
decaimiento y desgano los efectos de las maniobras de Al-
magro.
El Adelantado estaba al tanto de todo, y compren-diendo que no podría pasar adelante hacia la realización
de sus planes, optó por entrar en pláticas de paz y sacar
el mejor partido posible de la situación. Entabladas las
97 Cieza de León, La conquista del Perú, pág. 395.
150
pláticas convino con Almagro en venderle sus navios
con la artillería y otras armas y cuanto en ellos llevaba,
sus esclavos, caballos y aderezos de ya persona y casa
"por precio e quantía de cien mil pesos de buen oro de a
quatrocientos cincuenta maravedís cada peso/' El con-
venio fué firmado el 26 de agosto de 1 534 en Riobamba,
donde Almagro acababa de fundar una ciudad que llamó
Santiago de Quito. Objeto de la venta fueron el galeón
San Cristóbal, las naves Santa Clara, La Buenaventura
y La Concepción y otros dos navios llamados San Pedro ySantiago.
En el mismo lugar e idéntica fecha el Adelantado
declaró traspasar y ceder al Gobernador don Francisco
Pizarro y al Mariscal don Diego de Almagro "todas e
cualesquiera mercedes contenidas en la capitulación
hecha con S. M. para descubrir y gobernar los territo-
rios descubiertos en las islas e costas de la Mar del Sur."9Í
Antonio de Herrera, bien enterado de la situación de
aquellos tiempos en los dominios del Rey de España,
dice, en el lugar anteriormente citado, a propósito del
desenlace de la aventura del Adelantado en las tierras
de los Incas:
Alvarado había salido de Guatemala contra la voluntad
de la Audiencia Real y del Obispo don Sebastián Ramírez.
Temía se le hiciera cargo de cualquier escándalo, especialmen-
te de los muchos indios que contra las leyes y órdenes par-
98 Comparecieron como testigos en estos actos el Licenciado
Hernando Caldera, el Capitán Sebastián de Benalcázar, el Capitán
Ruy Díaz y Juan de Espinosa. El contrato de venta de la flota
puede verse en el Libro viejo de la fundación de Guatemala,
pág. 293. Los dos convenios firmados por AlvaraJo y el poder otor-
gado por él el 27 de agosto de 1534 en Santiago de Quito a favor
de Pizarro y Almagro facultándolos para recibir la flota se con-
servan originales en la Biblioteca del Congreso de Washington yhan sido publicados en castellano y en inglés en The Harkness
Collection in the JJbrary of Congress. Documents from early Perú
1531-1178, págs. 11-18.
151
ticulares de la Audiencia había sacado de Guatemala. Por
esto y porque reconocía hallarse dentro de jurisdicción ajena,
prefirió entrar en arreglos con Almagro. Este le pedía que
dejase la gente y los navios en el Perú y se volviese a su gober-
nación pagándole 120,000 castellanos por los gastos que había
hecho y en precio y paga de la armada. . . Con muy suaves
palabras [Alvarado] dijo a su gente que había aceptado aquel
medio por no deservir al Rey. . . y por el bien general de aquel
ejército y que se debían contentar y alegrarse. Algunos se
alegraron de quedarse, otros no quisieran hacerlo, pero siguie-
ron a los demás. Almagro y sus agentes les habían hecho gran-
des ponderaciones de las riquezas del Perú que no había más
que coger con las manos."
Garcilaso de la Vega hace subir también a 120,000
castellanos lo que Alvarado recibió a cambio de la flota
y de su retirada del Perú; pero como se ve por el con-
trato firmado en Santiago de Quito el 26 de agosto de
1534, el precio fijado fué de 100,000 pesos que Almagrose comprometía a pagarle dentro de tres meses en la
provincia de Jauja o en la villa de San Miguel.
A los agravios que Alvarado dice que le hicieron en
el Perú añade en carta a S. M. fechada en Guatemala el
20 de noviembre de 1535, que Almagro le ganó al juego
13,500 pesos de oro que él le pagó dándole ciertos ne-
gros, caballos, yeguas, vestidos y aderezos de caza que
valían mucho más, y que esto no obstante, Almagro se
los descontó de la suma que había quedado de darle
por los navios, "por manera que él se pagó dos veces."
Del mismo modo Pizarro se quedó con una ropa dé mar-
tas que valía dos mil ducados sin pagarle cosa ninguna
por ella.100
,
En su carta del 12 de mayo de 1535 Alvarado in-
formaba al Rey que cuando él salió del Perú dejando
su flota y ejército en poder de Pizarro, Almagro que-
daba de partida sin licencia de S. M. para ir a conquistar
99 Herrera, lugar citado.100 Libro viejo de la fundación de Guatemala, págs. 312-317.
152
la tierra que a él (Alvarado) le tocaba poblar; pero queno sabía como podría salir con la empresa dada su pocaexperiencia en tales cosas. Por lo visto, Alvarado noestaba conforme con la cesión que en instrumento pú-
blico hizo a los conquistadores del Perú de la capitula-
ción celebrada para el descubrimiento y población de las
tierras del Mar del Sur. Probablemente pensaba no estar
obligado a respetarla por haberle sido arrancada por la
fuerza de las circunstancias. Además, estaba seguro de
que ni Almagro ni Pizarro eran hombres bastantes para
emprender tan arriesgada expedición. En todo caso, ypara ponerse a salvo de las pretensiones de Almagro,
Alvarado pedía al Rey en la carta mencionada que no le
concediera al Mariscal la gobernación que solicitaba de
las partes que el Adelantado iba a conquistar, ni permi-
tiera que le quitara a él lo que por la capitulación le
pertenecía y le costaba gastos y disgustos.101
Saliendo de la ciudad de Quito, Alvarado y Almagrose dirigieron a la ciudad de Jauja donde los esperaba Pi-
zarro. Los dos grandes conquistadores se entrevistaron
cordialmente y han de haber tenido mucho que contarse
respecto a sus campañas y aventuras. Viniendo a lo prin-
cipal, Pizarro aprobó el convenio celebrado en Quito yel pago de la suma estipulada, pero, después de exigir la
entrega hasta de la última pieza del equipo de Alvarado,
lo obligó a regresar solo a su gobernación en uno de sus
propios navios y sin licencia de tocar en Panamá, te-
miendo que de allí fuese a dar cuenta al monarca del tra-
tamiento que había recibido. El capitán del barco re-
cibió secretamente la orden de no detenerse hasta dejar
al viajero en la Provincia de León de Nicaragua. Alva-
rado viajó solo porque no permitieron que le acompañara
ninguno de los españoles que había llevado al Perú yque deseaban regresar con él a Guatemala.
El orgulloso conquistador que con tanta pompa yentusiasmo se hizo a la vela un año antes con destino
101 Libro viejo de la fundación de Guatemala, págs. 298-308.
^ 153
a las fabulosas tierras e islas de la Mar del Sur, sufrió en
el Perú toda suerte de humillaciones, perdió su flota y su
ejército y volvió tristemente y sin gloria a su capital
de Santiago de Guatemala el 20 de abril de 153 5. "Suexpedición al Perú — -dice Prescott— fué eminentemen-
te característica de aquel hombre. Fundada en la in-
justicia, fué dirigida temerariamente y terminó en
desastre."
En efecto, el Gobernador de Guatemala no tuvo en
su vida aventurera mayor fracaso que el de la expedi-
ción al Perú. Desobedeciendo las prevenciones de la
Audiencia de México, interpretando a su antojo la ca-
pitulación con el Emperador, desoyendo las instancias
de los Oficiales Reales de Guatemala, se lanzó a una em-presa notoriamente injusta que, en el mejor de los casos,
no habría servido más que para provocar la desaproba-
ción de la Corona y hacerle caer definitivamente en
desgracia. El audaz capitán ha de haber pesado el pro yel contra de su atrevida empresa, pero dominado por
completo por la codicia del oro, determinó arrebatar a
Pizarro las riquezas de los incas y no vaciló en abando-
nar y despoblar la gobernación de su cargo gastando una
fortuna en buques, armas y pertrechos. Se apoderó de
naves ajenas que no pudo pagar en todos los días de su
vida, sacrificó a millares de hombres, principalmente
a infelices indios que perecieron en los trabajos de cons-
trucción de la armada o dejaron los huesos entre las
nieves de los Andes, y a cambio de todo esto tuvo que
ceder su ejército y sus naves a los conquistadores del Perú
por una suma de dinero que no alcanzaba a cubrir sus
pérdidas ni mucho menos a satisfacer su ambición ni
su orgullo de conquistador de mar y tierra.
Alvarado volvió a su gobernación sin entusiasmo.
Encontró a los indios de la provincia "algo altera-
dos" después de haber dado muerte días antes a ciertos
españoles, por lo cual recibieron el correspondiente
154
castigo. El Cabildo y los Oficiales Reales lo acogieron
con muestras de respeto, pero le intimaron que Nuevosno debía pensar en ausentarse nuevamente de proyectos
su gobernación, y que si tal hacía, acudirían en & descubrí-
queja a Su Majestad.102 miento
El Cabildo acababa de escribir al soberano ponde-rando las prendas personales de Jorge de Alvarado ysuplicando que le hiciese merced, en propiedad, de la
gobernación de la provincia. El Rey contestó un añodespués diciendo que ya había dado orden al Adelantadopara que volviese a su puesto.
103Efectivamente, desde
el 8 de marzo de 1533 la Reina había prohibido al audazconquistador que entrase en las tierras concedidas a
Francisco Pizarro. Y en otra cédula fechada en Valla-
dolid el 19 de julio de 1534, el Rey le ordenaba salir de
toda la costa desde Panamá hasta el Estrecho de Maga-llanes, y que se fuese al descubrimiento de las islas ytierras del poniente, o bien se volviese a la gobernación
de la provincia de Guatemala. Al mismo tiempo el so-
berano comisionaba al Gobernador de Tierra Firme
(Panamá) , Francisco de Barrionuevo, para que se tras-
ladase con vara de justicia a la provincia del Perú ynotificara a Alvarado la orden de salir de aquellos te-
rritorios. En caso que Alvarado no cumpliese, y viere
que andaba poniendo algunas dilaciones, Barrionuevo
debía hacerle "prender el cuerpo" y proceder contra él
y sus tenientes.10*
102 Carta de Pedro de Alvarado a S.M. de 12 de mayo de 153 5.
103 Real Cédula de V de mayo de 1556. En Recopilación detodas las provisiones, cédulas y cartas de S.M. enviadas a los Gobier-nos desta Provincia de Guatemala y a la Real Audiencia desde su
fundación. Archivo General del Gobierno de Guatemala.104 Colección de documentos inéditos para la historia del Perú.
I. Cedulario del Perú. Tomo I (1529-1534). Lima, 1944, págs. 114,212-214. También en Monseñor Federico Lunardi, La fundaciónde la Ciudad de Gracias a Dios y de las primeras villas y ciudades deHonduras. Tegucigalpa, 1946.
155
Como se ha visto, no fué necesaria la intervención
del Gobernador de Tierra Firme, y es probable que los
reales despachos en que se le daba tan molesto encargo
no hayan llegado a sus manos hasta después de haberse
embarcado el Adelantado de regreso para Guatemala.
Conformóse por el momento el inquieto capitán con
el descanso a que le obligaban las circunstancias, pero
su imaginación siguió trabajando y dándole vueltas a su
tema favorito del descubrimiento y conquista de las
lejanas tierras de la Especiería. Esta obsesión no había
de abandonarlo hasta la hora de su muerte. En su carta
al Emperador, de 12 de mayo de 153 5, expone otro
plan de mayor envergadura para la expedición a la Chi-
na. Convencido de que en América no era posible cons-
truir embarcaciones de mayor calado y fortaleza capaces
de dominar las tormentas del Mar del Sur y desafiar los
peligros de aquel mundo desconocido, proponía a S. M.que se fabricaran en España "seis o siete naos gruesas
bien artilladas y enjarciadas y marinadas, y con muchobastimento y para muchos días," en las cuales se embar-
caran hasta 700 hombres, y que, atravesando el Estrecho
de Magallanes, siguieran navegando hasta encontrar "al-
guna isla o tierra firme de la otra costa de la Especiería."
Estableciendo en ese punto su base de operaciones, se
enviarían algunas de las naves a las costas de la NuevaEspaña y las provincias vecinas para informar en dónde
se hallaban poblados y para recoger cantidad de caba-
llos, dos mil hombres más que estarían listos para em-barcarse, y los bastimentos de refresco, y otros navios
que irían a reunirse con la armada en el lugar donde se
hallara. Reunidos todos allá se concertarían para enviar
a descubrir "por diversos rumbos y vientos las Islas de la
Especiería y Maluco, [y] a buscar todo lo demás que
en esa mar está por descubrir."
Alvarado ofrecía ir en persona a la expedición y se
obligaba a poner a sus expensas 700 arcabuceros en la
costa de la Especiería. Para ello no necesitaba otra cosa
156
que el consentimiento del Soberano y su licencia para
ir a España a entender en el despacho de la armada.
Ofrecía, además, llevar a la Corte 70,000 ducados que
le quedaban, en oro y plata, y gastarlos en lo más nece-
sario para la ejecución de la empresa.
Mientras el Adelantado soñaba con esta expedición
que lo llevaría otra vez muy lejos de su ínsula, la Au-diencia de México, enterada de su regreso del Perú, de-
cidía enviar a uno de sus miembros a tomarle cuenta de
sus actos. Fué escogido para tal fin el Licenciado donAlonso de Maldonado, natural de Salamanca, Oidor
de aquella Audiencia, el mismo que andando los años
había de desempeñar el cargo de Gobernador de Guate-
mala y Presidente de la Audiencia que se llamó de los
Confines. El Licenciado Maldonado se trasladó a la ca-
pital del reino en los últimos meses de este año de 1535
y abrió el juicio de residencia invitando a presentarse
ante él a todos los que tuvieren demanda civil o criminal
o queja de cualquier naturaleza contra el Gobernador
don Pedro de Alvarado.
En su carta al Consejo de Indias, fechada en Gua-temala el 20 de noviembre de 1535, revela el astuto
Gobernador que al saberse en la ciudad la próxima lle-
gada del juez de residencia, sus acreedores se pusieron
en movimiento reclamando sus dineros, y que él les pagóa todos para evitar tener que hacerlo con costas "y para
que el Oidor tuviese menos que hacer." La residencia
duró cincuenta días, durante los cuales, como era de ley,
el Adelantado estuvo suspenso en sus funciones de 'Go-
bernador y permaneció en la ciudad de Santiago a la
orden del juez. Al final de ese tiempo, el Oidor se volvió
a la ciudad de México "sin hacer cosa alguna."10 *
105 Colección de documentos inéditos del Archivo de Indias.
T. XXIV, pág. 236. Libro viejo de la fundación de Guatepiala,
págs. 312-317. La fecha de esta carta está equivocada en estas dos
publicaciones y se da como del año 1536, pero en el documentooriginal del Archivo de Indias aparece claramente como del año153 5. En noviembre de 1536 Alvarado navegaba rumbo a España.
157
En su citada carta trataba asimismo el Adelantado
del difícil problema de las comunicaciones de la pro-
vincia y la necesidad de proveerla de un puerto en el
Mar del Norte que la pusiera en condiciones de recibir
las naves de la metrópoli. Por una real provisión se le
había mandado que fuese en persona a buscar un puerto
en dicho mar y poblase en él una villa, a donde pudieran
arribar las naves. Advertía, sin embargo, en dicha carta,
que entre la gobernación de Honduras y la de Cozumel,
o sea Yucatán, se encerraba toda la costa del Mar del
Norte que confinaba con la gobernación de Guatemala,
de manera que no podía cumplir la real orden sin en-
trar en los límites ajenos. En vista de esta situación
pedía que se le enviasen las órdenes necesarias, y mani-
festaba que, al tenerlas, buscaría el puerto, y que ha-
llándolo con las disposiciones convenientes, poblaría una
villa, que sería cosa de mucho provecho por la breve
navegación desde la Isla Española y la Isla de Cuba a
aquella costa del norte. La real provisión, extendida en
los términos que pedía el Gobernador de Guatemala, fué
despachada el 16 de febrero de 1536, pero cuando se
recibió en Santiago, Alvarado se había marchado para
España, y el problema de la conquista del Mar del Norte
y fundación del puerto permaneció sin solución hasta
después de la muerte del Adelantado.
Las reiteradas instancias del Ayuntamiento de la Ciu-
dad de Guatemala para que se proveyera a la provincia
de una salida adecuada al Mar del Norte tuvieron al fin
resultado favorable. El soberano expidió el 20 de julio
de 1 532 una cédula en que facultaba a Pedro de
Conquista Alvarado para que pudiera ir a conquistar yde Honduras pacificar el Puerto de Caballos y Valle de Naco
de la vecina provincia de Honduras, por dondehabría de hacerse fácilmente el comercio con España.
Alvarado no hizo uso de esa licencia porque toda su
atención estaba concentrada por entonces en el proyecto
158
de descubrimiento y conquista de las tierras e islas del
Mar del Sur y la expedición al Perú.
En ausencia del Adelantado, su hermano y Teniente
de Gobernador, Jorge de Alvarado, despachó a aquella
conquista al capitán Cristóbal de la Cueva. Este capitán
llegó al Valle de Naco el 19 de febrero de 1535 y en-
contró en él a un grupo de españoles al mando del Con-tador Andrés de Cereceda, que estaba encargado de la
gobernación de Honduras por muerte de Diego de Albí-
tez. De la Cueva declaró el objeto de su llegada de
acuerdo con la cédula de 1532, pero Cereceda se opuso
a sus pretensiones sosteniendo ser él el Gobernador de
la provincia y no Alvarado, y presentó una provisión
del Emperador fechada en Madrid el 28 de enero de
1533, por la cual se mandaba a Diego de Albítez que
conquistara el Puerto de Caballos y Valle de Naco "aun-
que lo haya cometido a don Pedro de Alvarado, Gober-
nador de Guatemala." Y yendo más lejos, Cereceda
pretendió obligar al de la Cueva a poblar con su gente
en el lugar donde se hallaba, sometiéndose a su autori-
dad. Negóse a esto Cristóbal de la Cueva diciendo que
él no reconocía como su juez y señor más que a Jorge
de Alvarado; que éste lo había mandado a poblar una
villa donde más conviniera al servicio de S. M. y que
así lo iba a ejecutar.106
El historiador Antonio de Herrera dice que Cere-
ceda y de la Cueva convinieron en unir sus fuerzas para
pacificar la zona de Puerto de Caballos y explorar la
región del Golfo Dulce, y que su primera campaña iba
a ser contra Zozumba, un poderoso cacique que diez
109 Testimonio de requerimientos y autos dictados con motivode ellos en virtud de lo ocurrido entre don Cristóbal de la Cueva, Ca-pitán del Gobernador de Guatemala, y don Andrés de Cereceda,Gobernador de Honduras. Archivo General de Indias. Patronato.Leg. 180. Publicado en Arbitraje de límites entre Guatemala y Hon-duras. Anexos al Alegato de Guatemala , Washington, 1932. AnexoN9
2. 2» ed. Guatemala, 1932.
159
años antes había capturado a una española natural de
Sevilla y la tenía desde entonces por mujer.107
Lo cierto es que el convenio entre los dos jefes no se
llevó adelante, y Cristóbal de la Cueva abandonó el Valle
de Naco y se dirigió con su gente a la costa del Mar del
Sur donde fundó una villa de españoles.108
107 Herrera, Década V, Lib. IX, cap. IX.108 Se ha aceptado hasta hoy el dicho de Juan López de Ve-
lasco, quien, en su Geografía y descripción universal de las Indias,
consigna que Cristóbal de la Cueva fundó la villa de Jerez de la
Frontera de la Choluteca. Sin embargo, en la Probanza de Gonzalo
de Armenia, de 1564, que se conserva en el Archivo General del
Gobierno de Guatemala, se dice que Armenia fué con don Cristó-
bal de la Cueva a conquistar la provincia de Cabo de Honduras,
y que luego marcharon a conquistar la villa de San Miguel (hoy
perteneciente a la República de El Salvador) que estaba despoblada
y la había despoblado el Adelantado don Pedro de Alvarado, ydichos Cristóbal de la Cueva y Armenta y los demás que con él
iban la poblaron, edificaron y conquistaron y pacificaron, reducien-
do, además, a los pueblos de la comarca.
El Tesorero de la ciudad de Guatemala, Francisco de Castella-
nos, declaró en la Información de sus méritos y servicios, del año
1560, que el año de 1542 el Licenciado don Francisco de la Cueva,
que a la sazón gobernaba la provincia, envió desde dicha ciudad a
un español que se llamaba Juan de Mendoza a poblar la provin-
cia de la Choluteca, en la cual pobló una villa que se llama Jerez
de la Frontera. Archivo General del Gobierno de Guatemala.
En la "Información sobre el entronque de los cuatro hijos de
don Manuel Alvarado y Guzmán, descendiente del Adelan-
tado don Pedro de Alvarado," se dice también "que dicho don Fran-
cisco de la Cueva, siendo Teniente de Gobernador y Capitán General
de Guatemala, en virtud de comisiones que dio, hizo poblar la
Villa de la Choluteca y San Jorge del Valle de Olancho." Boletín
del Archivo General del Gobierno de Guatemala. Año I, N92..
Enero, 1936, pág. 84. De acuerdo con estos testimonios, resulta
ser el Licenciado don Francisco de la Cueva y no su homónimoCristóbal de la Cueva, el fundador de la Villa de Jerez de la Cho-
luteca. Es posible que esta confusión haya nacido del hecho que
Cristóbal de la Cueva era en 15 53 vecino de la ciudad de Xerez
de la Frontera y sostenía pleito con el Adelantado Francisco de
Montejo sobre los tributos del pueblo de indios de Tecurucelo. Ar-
chivo General de Indias de Sevilla. Indiferente General. Leg. 1033,
160
Cereceda continuó en posesión del Valle de Naco,aunque en circunstancias precarias por la destrucción de
la tierra y la extinción de sus habitantes indígenas.
Mientas tanto el Adelantado Francisco de Montejo,
Gobernador de Yucatán, había sido nombrado Gober-nador de Honduras, pero seguramente informado de la
situación en que se encontraba esta provincia, propuso
cederla a Alvarado a cambio de la gobernación de Gua-pas. Alvarado, que se hallaba en Guatemala, no le dio
respuesta alguna, aunque luego le escribió pidiéndole
cierta artillería que tenía en Tabasco y que probable-
mente necesitaba para armar una de las naves con quepensaba ir por fin a la Especiería.
La situación de los españoles en el Valle de Nacoempeoraba cada día, y como último recurso, antes de
abandonar el lugar, Cereceda dispuso pedir auxilio a Al-
varado. El Tesorero Diego García de Celis se dirigió
con ese objeto a Guatemala a fines de 1535; pero el
Adelantado, que estaba muy ocupado con la armadadel Mar del Sur, no se mostró muy deseoso de auxiliar
a los españoles de Honduras, no teniendo ningún dere-
cL al gobierno de aquella provincia. Recordando, sin
embargo, la propuesta de Montejo, le escribió a Méxicoaceptando el partido, pero Montejo había recibido entre
tanto orden del Rey para trasladarse a Honduras, y con
ese motivo había realizado cuanto tenía en la capital de
la Nueva España y estaba alistándose para el viaje. Así lo
informó al Virrey y ambos escribieron a Alvarado par-
ticipándole que no había lugar al concierto proyec-
tado.109
Núm. 2, ramo 1. £1 pueblo indígena de Choluteca Malalaca fi-
gura desde 1526 en las narraciones de la Conquista por haberse
encontrado en él los soldados de Cortés, Alvarado y Pedrarias
después de la jornada del primero a Honduras.109 Primera Carta de Francisco de Montejo a S. M., de 1* de
junio de 1539. En Colección de documentos inéditos del Archivode Indias. T. XXIV, pág. 250.
161
Recibió aviso por entonces Alvarado de que el Li-
cenciado Maldonado regresaba a Guatemala como juez
de residencia, enviado especialmente y con amplias ins-
trucciones en virtud de cédula de la Reina fechada el
27 de octubre de 1535. El Adelantado no quiso esperar
a su juez, y aprovechando la coyuntura que le ofrecía la
petición de Cereceda, depositó la gobernación en su her-
mano Gonzalo de Alvarado y salió al frente de un desta-
camento de españoles y de indios auxiliares con dirección
a Honduras. Fuese "a cencerros tapados", como dice el
historiador Ximénez, haciendo algunas conquistas en
el camino.
£1 Licenciado Maldonado llegó a Guatemala el 10 de
mayo de 1536, asumió el mando de la provincia y pro-
cedió a embargar los bienes y las valiosas encomiendas
de indios de Alvarado.110
Figuraba en el juicio de residencia como cargo prin-
cipal contra el Adelantado que no había cumplido conhacer la armada a que estaba obligado por su capitula-
ción con el Rey para ir al descubrimiento de las tierras
del poniente. Un servidor leal de Alvarado, su mayor-domo Alvaro de Paz, emprendió entonces la construc-
ción de los navios en el puerto de Iztapa, y cuando esos
trabajos estaban bien adelantados, envió a su jefe y ami-
go un testimonio en debida forma que le fué muy útil
para defenderse en la Corte.
Alvarado se internó en Honduras por el pueblo de
Ocotepeque y atravesó la sierra de Gracias. Llegó al
Valle de Naco, donde encontró a Cereceda y a sus espa-
110 "Durante el año, el día 11 Noh [16 de mayo de 1536]
—dice el Memorial de Solóla— llegó el Señor Presidente Maldonado,
quien vino a aliviar los sufrimientos del pueblo. Pronto cesó el
layado de oro, se suspendió el tributo de muchachas y muchachos.
Pronto también cesaron las muertes por el fuego y en la horca,
y cesaron los despojos en los caminos por parte de los castellanos,
Pronto volvieron a verse transitados los caminos por la gente comolo eran antes de que comenzara el tributo, cuando llegó el Señor
Maldonado ¡oh hijos míos!" N* 170, pág. 13 í.
162
ñoles que, cansados de esperar a Diego García de Celis,
ausente desde hacía varios meses, comenzaban a aban-
donar la tierra, dejando en ella a su jefe solo y enfermo
y sin recursos de vida.
Grande fué la alegría de Cereceda al ver llegar al
Gobernador de Guatemala, bien provisto y apertrecha-
do, y reconociendo la superioridad de la fuerza que le
acompañaba, dispuso cederle voluntariamente la gober-
nación de Honduras. Alvarado aceptó de buena gana;
se hizo cargo de la gobernación el 21 de mayo y dictó
las disposiciones pertinentes para la organización de la
provincia.
Luego se dirigió al valle de Choloma, y después de
vencer a los naturales de esa región, fundó en él, el 27
de junio, la villa de San Pedro de Puerto Caballos (hoy
San Pedro Sula) . Marchó en seguida al Río de Ulúa ysometió a los habitantes del pueblo indígena de Zozum-pa, que el Manuscrito Cakchiquel llama Tzutzumpan.
Volviendo los ojos al sur y queriendo fundar una villa
en el espacio intemedio entre Guatemala y Honduras,
despachó a Juan de Chávez con un destacamento, en-
cargándole buscar un sitio donde poblar en la frontera
de las dos provincias. Juan de Chávez recorrió las mon-tañas al sur de San Pedro, y los historiadores refieren
que, llegando a una planicie regada por hermoso río, él
y su gente exclamaron: ¡"Gracias a Dios que hemos ha-
llado tierra llana."! Y de esta expresión provino el nom-bre de Gracias a Dios con que aquel primer estableci-
miento fué conocido desde entonces. En documentos de
la época consta, sin embargo, que Juan de Chávez estuvo
poco tiempo en el lugar y se fué a Guatemala dejando
desamparada la tierra.111
Siguiendo la costumbre de aquel tiempo, el Adelan-
tado repartió entre sus soldados las tierras y pueblos del
Valle de San Pedro y los de Gracias a Dios en los días
111 Caita de Francisco de Montejo de 1* de Junio de 1539.
163
15 y 20 de julio. Todo esto fué hecho rápidamente ysin previo conocimiento del país, que en su mayor parte
estaba sin conquistar. Pero Alvarado necesitaba acredi-
tar en la Corte que había prestado estos servicios al Reyy socorrido a los españoles en Honduras, y para este fin
recogió testimonio de estas fundaciones y repartimien-
tos. Informó asimismo en España que había dominadoa un gran señor de aquella tierra, a quien llamaban So-
zumba y que había hecho mucho daño a los cristianos.
Este cacique es el mismo que se había apoderado diez
años atrás de una mujer española. Alvarado aseguraba
haberlo cercado y prendido con todos los indios princi-
pales de su compañía, y decía que "se tornaron cristia-
nos por su voluntad y quedaban en paz."112
Concluidos los preparativos para el viaje a España,
Alvarado dirigió una carta de despedida al Ayuntamien-to de la ciudad de Guatemala, fechada en Puerto Ca-ballos el 27 de julio, en la cual le informaba que, con
permiso del Virrey de México, iba a besar las manos de
S. M. y a darle cuenta de las cosas de Guatemala y Hon-duras y de cuanto convenía al servicio del soberano.
En Honduras dejó como su teniente a un joven oficial
pariente suyo, el capitán Gonzalo de Alvarado, y ha-
ciendo llegar a Puerto Caballos una carabela que se
hallaba en Trujillo, se embarcó a mediados de agosto condestino a La Habana. Con él se embarcaron también
el Tesorero García de Celis, Francisco Cava y Nicolás
de Irazaga. Los españoles de la villa de San Pedro dieron
poder a los dos últimos con fecha 12 de agosto, para que
los representaran como procuradores en la Corte.113
112 Los documentos de la época dan el nombre de Zozumbatanto al poderoso señor del Río de Ulúa como al pueblo que
gobernaba. Todavía en 1582 aparece el Pueblo de Zuzumba en la
Relación hecha a S. M. por el Gobernador de Honduras Alonso Con-treras Guevara.
113Milla, Historia de la América Central, cap. XIV. Rómulo
Durón, Bosquejo histórico de Honduras, pág. 11. Lunardi, obra
164
En la vida del conquistador de Guatemala brilla unaluz pura y apacible: el amor a su hija Leonor. Nacidaen un campamento frente a la ciudad mártir de Uta-tlán, pasó sus más tiernos años en otros campamentosde los castellanos al cuidado de su madre, la
princesa de Tlaxcala, doña Luisa, y de las due- Daña j^,^ñas españolas de que su padre procuró rodear- de
la. Creció con la Colonia y vio desarrollarse la Alvarado
ciudad de Santiago bajo la sombra de los
volcanes.
Aún no había llegado a los diez años cuando su
padre emprendió la expedición al Perú. El Adelantadocreyó, sin duda, que aquél sería un paseo militar y dis-
puso llevar consigo a sus hijos don Diego y doña Leonor.
En una probanza hecha en 1563 en la ciudad de San-
tiago de Guatemala, dijeron los testigos haber visto quecuando el Adelantado fué al Perú llevó a doña Luisa ya doña Leonor, "a las dos muy honradamente con guar-
da de mujeres y de españoles que las servían," y quecuando volvió las traía también consigo.
11* Aquella niña
de diez años atravesó las selvas, los montes y las nieves
del Perú y conoció a los hombres que en aquellas tie-
rras del Sur del Continente luchaban a la sazón, comosu padre en el norte, para someter al dominio español
a sus pobladores indígenas.
Al cumplir doce años, en 1536, doña Leonor era unadoncella llena de atractivos. Alonso de Luarca, testigo
114 Provanza del Adelantado don Pedro de Alvarado y doñaLeonor de Alvarado su hija. Año 1563. Archivo General de Indias.
Publicada en Anales de la Sociedad de Geografía e Historia deGuatemala, vol. XIII, N9
4, Junio de 1937, págs. 475-87. Entrelos testigos presentados por parte de doña Leonor figuran algunos
de los conquistadores de México y Guatemala que vivían todavia en1563, como Gonzalo Ortiz, Alonso de Luarca, Pedro GonzálezNájera, Pedro de Ovide, Cristóbal de Salvatierra y Diego López deVillanueva. Bcrnal Díaz del Castillo dio también su testimonio,
aunque no tomó parte en la conquista de Guatemala, pero sí cono-ció y trató al Adelantado Alvarado y a su hija.
165
en la Probanza de 1563, dice que vio al Adelantado
criar a su hija y que ésta "se parecía mucho a su padre
en condiciones, bondad y rostro." Bernal Díaz del Cas-
tillo la pinta en términos parecidos. Debe haber poseído
la gracia y aquel mirar amoroso y alegres facciones de
Alvarado que, según el historiador de la Conquista, le va-
lieron el renombre de Tonatio, o sea el sol, que le dieron
los indios mexicanos.
A poco de haber regresado del Perú, doña Leonorperdió a su madre, la hija de Xicoténcatl, señor de Tlax-
cala, que amó y acompañó a Alvarado en sus campañas
y peligros y le dio la única hija por cuyo medio se pro-
longó su descendencia en la tierra que conquistó. El
Adelantado hizo rendir a doña Luisa los honores que le
correspondían y mandó que sus restos fueran sepultados
en la Catedral de Guatemala conforme a la calidad de su
persona.115
En la primavera de aquel año decidió Alvarado em-prender su segundo viaje a España. Los riesgos de tan
larga navegación eran demasiado grandes para exponer
a ellos a su hija. Dejarla sola, cuando había perdido la
protección de su madre, también era peligroso. Quedabael recurso de casarla, aun siendo de tan poca edad, y "su
nobilísimo padre la dio en casamiento a don Pedro de
Portocarrero," como dice el historiador Fuentes y Guz-mán.116 La boda de doña Leonor y el viejo capitán,
compañero y amigo leal de Alvarado, ha de haber tenido
lugar antes de que el conquistador saliera para Hondu-ras y Castilla, probablemente en los primeros meses de
1536.
De este primer matrimonio de doña Leonor no hubodescendencia. Don Pedro Portocarrero murió poco des-
115 provanza del Adelantado D. Pedro de Alvarado y doña
Leonor, etc.116 Fuentes y Guzmán, Primera parte, Lib. III, cap. VI, pág.
57, ed. de Guatemala.
166
pues. El autor de la Recordación florida nos informa, en
efecto, que cuando el Adelantado volvió de España
en 1539, encontró a su hija viuda de don Pedro, y que
este ilustre capitán "murió de viejo en Goathemala.» 117
111 Fuentes y Guzmán, Primera parte, Lib. III, cap. VI; Lib.
iv, cap. vm.
167
ULTIMAS EMPRESAS
Después de larga navegación llegó el Adelantado a la
isla Tercera, del grupo de las Azores, en febrero de 1537.
Obligado a permanecer en ella por la presencia de cor-
sarios franceses en aquellas aguas, así como por el maltiempo reinante, tuvo que esperar mejor opor-
Segunda vez tunidad para proseguir su viaje. Finalmente se
en embarcó en una de las naves de la armada del
la Corte Rey de Portugal que lo condujo a Lisboa. Des-
de esta ciudad informaba de su arribo a los
Oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla, en carta
fechada el 10 de agosto de 1537, y les anunciaba que se
ponía en camino para la Corte.118
Un año después de su salida de Honduras hizo Al-
varado su aparición en la Corte del Rey de España ypresentó sus descargos. Su defensa descansaba en dos
puntos principales: el descubrimiento de la Especiería yla pacificación de Honduras.
Respecto al primer punto, aseguraba tener algunas
naves listas y otras en construcción en la costa del Mar
118 Altolaguirre y Duvale, 1927.
168
del Sur, así como los tripulantes y hombres necesarios
para emprender la jornada hacia el poniente al recibir
las órdenes del Emperador.
En cuanto al segundo punto, Alvarado presentaba
los testimonios de la pacificación, y fundación de villas,
adjudicación de tierras y apertura de puertos, trabajos
encaminados a poblar o fortalecer la provincia de Hon-duras y a explotar las minas de oro y otras riquezas que
había descubierto en las sierras de Gracias y Valle de
Naco. Los procuradores de Honduras y el Tesorero
García de Celis ponderaban por su parte los servicios que
el Adelantado había prestado a los españoles de la pro-
vincia en los días de su mayor necesidad, y pedían que
le fuera confirmada la gobernación de que provisional-
mente había sido investido.
El obispo Marroquín escribía al propio tiempo co-
municando la partida de Alvarado y sus conquistas en
Honduras y la apertura del Puerto de Caballos, cuyas
condiciones recomendaba por su capacidad y cercanía.
Observaba, en efecto, el Obispo que este puerto se ha-
llaba solamente a ochenta leguas de Guatemala, por buen
camino, mientras que al de la Vera Cruz de que hasta
entonces se servía la ciudad, había trescientas leguas de
camino fragoso y lleno de peligros por los muchos ríos
en donde perecía la gente, es decir los indios, a cuyas
espaldas viajaba el cargamento.
Dolíase el Obispo de que Alvarado hubiera salido ya
de Guatemala cuando se recibieron cartas de Pizarro en
que le participaba la sublevación de los indios del Perú
y la pérdida de muchos españoles, y agregaba que no se
sabía nada de Almagro, a quien tenían por muerto, yque el hermano de Pizarro estaba sitiado en el Cuzco.
El conquistador del Perú rogaba a Alvarado en aquellas
cartas que le prestara ayuda en tan críticas circunstan-
cias, y el Obispo comentaba por su parte: "Pluguiera
a Dios que se hubiera dilatado la residencia [de Alvara-
do], que Naco y la sierra, que es muy buena tierra, que-
169
dará más asentado, y el Perú, que es lo de más impor-
tancia, tuviera capitán que lo socorriera."119
En cuanto al regreso del Adelantado a su goberna-
ción, el Obispo decía que no deseaba dar parecer, pero
que si S. M. así lo disponía, pensaba que debía ser "conaditamento que venga casado, que no pueda tomar másde lo que tiene . . . porque siendo casado tendría respeto
a que tenía de vivir y morir en ella, y ansí procuraría
aumentarla."
Con todas estas recomendaciones, el apoyo de sus
protectores de España y su elocuente verba, Alvarado
logró el perdón de sus faltas y recuperó el favor del Em-perador y del Consejo de Indias. España necesitaba de
hombres del temple del conquistador de México y Gua-temala para extender sus dominios a todas partes del
mundo, y necesitaba igualmente la riqueza de América
y del lejano Oriente para costear las guerras contra el
turco y contra sus enemigos del Continente de Europa.
Hacia el mes de agosto de 1538 el Emperador se
mostraba satisfecho de las promesas de Alvarado de em-
prender nuevamente el descubrimiento y conquista de
las tierras al poniente de la Nueva España, y ofrecía en
cédula firmada el 9 de dicho mes proveerle de la gober-
nación de Guatemala por el término de siete años, siem-
pre que de la residencia que le tomaba el Licenciado
Maldonado no aparecieran culpas por las cuales se le
debiera privar de ella.
El texto de esta real cédula demuestra que por el
tiempo en que fué emitida, Alvarado no había alcan-
zado la absolución completa de sus faltas, y que su suerte
se hallaba en la balanza, pendiente todavía del resultado
de la residencia. El Adelantado había comenzado a pre-
parar su viaje a Guatemala, había contratado las naves
119 Carta del Obispo de Guatemala, Francisco Marroquín, al
Emperador Don Carlos. De México a 10 de mayo de 1537. EnCartas de Indias, pág. 413. También en Libro viejo de la fundación
de Guatemala, págs. 318-326.
170
que debían conducirlo a él y a su gente. En el mes deseptiembre se habían inscrito ya los primeros hombres ymujeres que debían partir con su armada. Y sin em-bargo, no contaba hasta entonces sino con una promesacondicional de la gobernación. Como hombre precavido
era natural que tratara de obtener más segura prenda,
y así lo hizo moviéndose activamente para conseguir la
extensión y aclaración de los poderes con que había de
volver a su puesto.
Apelando de nuevo a la influencia de sus protec-
tores, Alvarado logró que intercedieran ante el soberano
y que éste ampliara los términos de la cédula del 9 de
agosto y emitiera otra que firmó en Valladolid el 22
de octubre de H38. En esta nueva cédula, el Emperadorhacía saber al Licenciado Maldonado y a todos los Con-sejos, Justicias y Regidores de la provincia, que debían
recibir a Alvarado como a tal gobernador y dejarle usar
y ejercer libremente sus funciones, no obstante cuales-
quiera cláusulas de la primera provisión.
Vázquez escribe que en una capitulación firmada
el 17 de abril de 1538, el Emperador concedió a Alva-
rado, entre otras cosas, hacerle merced de una de las
veinte y cinco partes de las islas y tierras que descubrie-
re, con título de Conde, señorío y jurisdicción; hacerle
Gobernador y Capitán General por toda su vida de todo
lo que descubriere y hacerle merced, además, del oficio
de Alguacil mayor perpetuo en ellas. Le concedía, igual-
mente, salvoconducto e inhibición de cualesquiera jus-
ticias para todo lo concerniente a la expedición de la
armada que el Adelantado se comprometía a hacer para
el mencionado descubrimiento.120
Noticia parecida figura en la "Información de los
cuatro hijos de don Manuel Alvarado y Guzmán," en la
cual se lee "que en la segunda ocasión que [Pedro de
Alvarado] pasó a los Reinos de Castilla, por ciertas capi-
Vázquez, T. I, cap. 31, pág. 15 5, ed. de Guatemala.
171
tulaciones que tuvo con S. M. sobre el descubrimiento
del Poniente y la China, se le dio esperanza de título de
Marqués del Sur."121
Por su parte, Fuentes y Guzmán escribe que en este
viaje de Alvarado Su Majestad añadió a los honores quele había conferido, el de Almirante de la Mar del Sur.
122
Sin embargo, la concesión de este título honorífico noconsta en ningún documento conocido.
El Ayuntamiento de Guatemala, por razones idén-
ticas a las que invocaba el Obispo Marroquín, había so-
licitado también, en memorial de 20 de febrero de 1538,
que se procurara que el Gobernador que había de residir
en la provincia "fuese casado y permaneciese que se
dolería más de la tierra y perpetuación della."123
Alvarado coincidía con ellos en el deseo de tomaresposa, y en sus horas de meditación soñaba tal vez en
formar un hogar y llevar una vida descansada; pero
antes tenía que cumplir las obligaciones contraídas con
el soberano y debía coronar su obra de español del siglo
xvi con la conquista de las ricas tierras del poniente.
Frecuentando la casa de doña María Manrique, ma-dre de su primera esposa doña Francisca de la Cueva,
prendóse Alvarado de su cuñada doña Beatriz en quien
121 Boletín del Archivo del Gobierno de Guatemala, Año I,
N92, Enero de 1936, pág. 89.122 Fuentes y Guzmán, Primera parte, Lib. IV, cap. V, pág.
89, ed. de Guatemala. La fecha exacta de las mercedes concedidas
al Adelantado, a que aluden sus descendientes y los historiadores co-
loniales es la del 9 de agosto de 1538. En efecto, en varias Reales
Cédulas expedidas ese mismo día el soberano le otorga el título de
Gobernador y Capitán General de las islas y tierras que descubriere
en la Mar del Sur hacia el poniente; le nombra igualmente Alguacil
Mayor de todas ellas, y promete darle una parte de las tierras que
descubra, con el título de conde, y otras mercedes. Archivo de
Indias: 139-1-3, Tomo único, folios 31-42. Por otra Real Cédula
de la misma fecha se concedió al Adelantado facultad y licencia
para llevar en la armada 150 esclavos negros.123 Colección de documentos antiguos del Archivo del Ayun-
tamiento de la ciudad de Guatemala. Guatemala, 1857, pág. 15.
172
brillaba de nuevo la hermosura de su hermana, y siendo
por ella correspondido su afecto, decidieron contraer
matrimonio. Para realizar esta unión era necesaria, sin
embargo, la dispensa del Papa, tratándose de tan próxi-
mos parientes. Esta licencia se daba rara vez en aquellos
tiempos, pero poniendo en juego una vez más la in-
fluencia de sus amigos, especialmente la del Secretario
del Consejo de Indias, Francisco de los Cobos, tío dedoña Beatriz, Alvarado logró allanar todos los obstácu-
los, y por la intercesión del propio Emperador obtuvo la
dispensa y pudo celebrarse el matrimonio. "Y entonces
pareció mayor la liberalidad del Sumo Pontífice —dice
Remesal— por haber sido el primer matrimonio consu-
mado." El soberano hizo merced, además, a doña Bea-
triz, de mil quinientos pesos de oro para ayuda de su• • 124
matrimonio.
En la carta de dote extendida por el Adelantado a
favor de su segunda esposa en Santiago de Guatemala,el 31 de mayo de 1540, reconoce haber recibido ésta yotras cantidades que suman en total diez mil quinientos
pesos de oro. Estaban incluidas en esta suma las cantida-
des que Alvarado declara haber recibido anteriormente
en concepto de dote de su primera esposa, doña Fran-cisca de la Cueva. En garantía de su adeudo, hipotecaba
en dicho documento, a favor de doña Beatriz, "las casas
que tiene en la plaza de la ciudad de Santiago de Gua-temala, que lindan con las del Tesorero Francisco de
Castellanos y con otras de Alonso de Velasco y hacen
frente a la plaza pública." Hipotecaba, además, un hato
de ganado vacuno que tenía hacia el pueblo de Iztapa
124 "En aquella sazón se casó con otra señora hermana de la
primera mujer —dice Bernal Díaz del Castillo,— la cual se decía
doña Beatriz de la Cueva, y como le favorecía el duque de Albur-querque y el Comendador Mayor de Alcántara, don Pedro de la
Cueva, y don Alonso de la Cueva, parientes de su mujer, Su majes-tad le hizo merced que fuese gobernador, como lo era antes, porciertos años." Cap. CCXIV.
173
a diez leguas de la ciudad, con 700 cabezas; un hato de
ovejas en términos de los pueblos de Quezaltenango yTotonicapán, en que había 4,000 cabezas; y una milpaen el valle de la ciudad, con todos los esclavos que en ella
estaban, herrados con el hierro de S. M. y el suyo propio,
milpa que colindaba con las de Marco Ruiz y Juan de
Celada.125
El matrimonio del Adelantado y doña Beatriz debehaberse efectuado antes del 17 de octubre de 1538, pues
en esa fecha aparece extendida la licencia para que pu-dieran pasar a América las damas y gente de casa de
Alvarado y "doña Beatriz de la Cueva, su mujer/*
Celebradas sus bodas y despachados favorablemente
sus asuntos en la Corte, se ocupó el Adelantado de ul-
timar los aprestos de su viaje. No siendo suficientes sus
recursos pecuniarios, tuvo que acudir a varias perso-
nas que le proporcionaron los fondos necesarios
Regreso Para Ia compra y aprovisionamiento de las na-
a las Indias ves, armas, pólvora, municiones, algunas piezas
de artillería, clavazón, provisiones, etc., que
se obligó a pagar en Guatemala o a su desembarco en
Puerto Caballos.
Componían la armada la nave Santa Catalina de que
era capitán y maestre Domingo de Alvarado y los ga-
leones Santa María de Guadalupe y Trinidad.
El reclutamiento de la gente de guerra para la expe-
dición estaba terminado a fines de 1538. La última li-
cencia para embarcarse "en las naos del Adelantado don
Pedro de Alvarado" aparece en el registro de pasajeros
con fecha 24 dé diciembre.
El 5 de octubre obtuvo licencia para embarcarse en
la armada, con título de Escribano de Indias, Baltasar
de Montoya, vecino de Burgos, hijo del Doctor de Cas-
tillo Montoya y de Mencía Parda. El escribano Monto-
125 Expediente del Colegio de Santo Tomás de Aquino, N*
13353. Archivo General del Gobierno de Guatemala.
174
ya, sin sospecharlo siquiera, era el hombre que iba a
decidir la suerte del conquistador de México y Gua-temala.
También obtuvo licencia para embarcarse el Bachi-ller Juan Alonso, clérigo presbítero de la Orden de San-tiago de la Espada, que iba de capellán y confesor del
Adelantado "para administrar los sacramentos."
Doña Beatriz se hizo acompañar de un lucido grupode damas jóvenes, de nobles familias, y de la gente deservicio que creyó necesaria. El Catálogo de pasajeros
a Indias enumera entre las damas de doña Beatriz a doñaMaría de Horozco, doña Isabel de Anaya, doña Fran-cisca de San Martín, doña Ana, doña Luisa, doña AnaFadrique, doña María de Caba, doña Juana (¿de Artea-
ga?) y doña Ana Mejía.126
Las naves del Adelantado se hicieron a la vela en el
puerto de Sanlúcar de Barrameda a principios de 1539.Navegando con viento favorable llegaron a poco a las
Islas Azores, escala acostumbrada en los viajes al NuevoMundo.127
126 Como gente de servicio figuran Petronila, Catalina y Ma-ría, mozas de cámara; Figueroica, Alemánico, Herrerica, Matica,
Cabita, Saavedra, Meléndez, Méndez, Hurtadico, Pedro Flores, Juande Liaño y Rodrigo Martínez. "Pasan todos con el dicho Adelan-tado y con doña Beatriz de la Cueva, su mujer." Catálogo de Pa-sajeros a Indias durante los siglos XVI, XVII y XVIII. 1535-1538.
Vol. II. Archivo General de Indias, Sevilla, 1942.127 El doctor Blas Cota, natural de los reinos de Portugal,
Corregidor de las Azores, hizo un concierto con el Adelantado a
su paso por las islas, y aseguraba que éste le instó a que se trasladara
a Guatemala con su casa y familia, ofreciendo darle allá el cargode la gobernación en su lugar y en nombre de S. M. En la probanzahecha en Guatemala el año de 1 549 se dice que después de la muertede Alvarado, el Dr. Cota fué Teniente de Gobernador por el Li-
cenciado Alonso Maldonado. Más tarde la Audiencia Real lo envióa tomar residencia al Adelantado don Francisco de Montejo y se
hizo cargo del gobierno de Yucatán y Campeche. El Obispo Ma-troquín declaró haber oído decir al Adelantado Alvarado que enefecto existió un concierto firmado entre él y el Dr. Cota, en el
175
A principios de marzo surgió la armada en el puerto
de Santo Domingo, de la Isla Española, a donde llegótcen salvamento" según se expresa Alvarado en su infor-
me al Rey.128 Da también noticia de su llegada a la isla el
historiador Gonzalo Fernández de Oviedo, con quien
el Adelantado tuvo varias conversaciones mientras des-
cansaba la gente y se renovaban las provisiones de las129
naves.
Terminado el descanso en la Isla Española, el Ade-lantado salió el 20 de marzo con destino a la provincia
de Honduras. Dos semanas más tarde, el Viernes San-
to de 1539, 4 de abril, fondearon las naves en Puerto
Caballos. El lugar estaba desierto. Los tripulantes des-
embarcaron y procedieron a construir abrigos de fortuna
para las personas y para el cargamento. Alvarado refie-
re en su carta a Carlos V que, después de haber desem-
barcado, encontró un hombre perdido quien le informó
que hacía días andaba extraviado por los montes bus-
cando camino para ir a la villa de San Pedro y sin poder
dar con él. Este episodio da idea del estado de abandono
cual constaba la promesa de darle participación en el gobierno,
promesa que nunca se cumplió. Probanza del Doctor Blas Cota,
1549. Archivo General del Gobierno de Guatemala.128 Carta a S. M. del Adelantado don Pedro de Alvarado. De
Gracias a Dios, agosto 4 de 1539. En Colección de documentos
né'ditos del Archivo de Indias, T. XXIV, pp. 311-319. Libro viejo
de la fundación de Guatemala, págs. 338-341.129 «|-d # Pedro de Alvarado] con su mujer segunda, doña
Beatriz de la Cueva, pasó por esta cibdad de Santo Domingo dela Isla Española el año de mil e quinientos e treynta y nueve años,
muy bien acompañado con tres naos de armada, muy bien en or-
den, e con hasta quatrocientos hombres. E después que aquí se
rehizo de algún refresco e cosas que le convinieron, se partió a los
doce días del mes de marzo de aquel año . . . Supe de él que tenía
hechos siete u ocho navios en su gobernación, en la costa e mardel Sur, para ir a la China e por aquellas partes hacia la Especiería
e islas de los Malucos.*' Fernández de Oviedo, Lib. XXXI, cap. VILOviedo señala como fecha de la partida de Alvarado del puerto de
Santo Domingo el 12 de marzo, pero éste afirma en su carta al Em-perador haber salido el 20 de dicho mes.
176
y despoblación en que se hallaba la provincia de Hon-duras en 1539.
El primer cuidado de Alvarado, una vez en tierra,
fué enviar aviso de su llegada al Cabildo de Guatemala
y pedirle que reunieran a sus indios y se los enviaran
para conducir su cargamento. Con este fin el propio día
de su arribo escribió al Cabildo la carta que dice:
Magníficos Señores: Ya creo que por cartas mías, que yoescribí a esa Ciudad, de Valladolid, sabréis mi venida, y el
suceso de mi buen despacho. Agora no habrá de nuevo quedecir, sino que, gracias a Ntro. Sr., yo soy llegado a salva-
mento a este Puerto de Caballos, con tres naos gruesas y tres-
cientos arcabuceros y otra mucha gente, donde pienso dete-
nerme algunos días, hasta que desa Ciudad me venga despacho
y ayuda para mi pasage. Pídoos, Señores, por merced, que entodo se favorezca a esos españoles que envío para que máscumplidamente yo sea proveído de lo necesario para mi par-
tida. Porque yo envío a mandar a Paz,130 que luego se junten
todos los más indios que fuere posible de los míos; y así reci-
biré merced con los demás que fuera destos se me enviaren;
porque demás de recibir yo merced en ello, S. M. lo manda.Y porque más particularmente vuestras mercedes sabréis del
portador desta todo lo de mi jornada, por no ser largo lo dejo
de decir, y porque placiendo a Ntro. Sr. nos veremos presto.
Solamente me queda de decir como vengo casado, y DoñaBeatriz está muy buena: trae veinte doncellas muy gentiles
mujeres, hijas de Caballeros, y de muy buenos linages; bien
creo que es mercadería, que no me quedará en la tienda nada,
pagándomela bien, que de otra manera excusado es hablar enello. Ntro. Sr. guarde sus magníficas personas como V. mer-
cedes deseáis. De Puerto Caballos a 4 de abril de 1539.—
A
servicio de Vuesas mercedes.
—
El Adelantado Alvarado.
Al día siguiente de su desembarco, Alvarado comen-zó a abrir camino para el interior con doscientos "hom-
130 Alvaro de Paz, mayordomo de Alvarado. £sta carta ha
sido publicada en la Colección de documentos antiguos del Archi-
vo del Ayuntamiento de la Ciudad de Guatemala, pág. 179. Tam-bién en Libro viejo de la fundación de Guatemala, pág. 328.
177
bres cristianos" provistos de azadones, machetes y hachaspara derribar los altos árboles de la costa. Trabajandoactivamente, en diez días abrió un camino bien anchohasta la villa de San Pedro, por el cual podían pasar dos
recuas de muías en opuestas direcciones. Desde San Pe-
dro notificó su llegada a las autoridades de Honduras,establecidas en la ciudad de Gracias, y volviéndose al
Puerto de Caballos empleó veinticinco días en descargar
sus naves con ayuda de su gente, sin perder un solo
hombre, si bien muchos enfermaron por el rigor del
clima, pero fueron atendidos y curados.
La tregua de que habían disfrutado los naturales deGuatemala bajo el gobierno de Maldonado había cesado
desde el regreso del cruel conquistador, que volvía másseguro que nunca de sus poderes y facultades sobre los
habitantes indefensos. El historiador Remesal no exage-
ra cuando dice que "con esta venida del Adelantado se
inquietó y alteró toda la tierra y los miserables naturales
pedían a los montes que cayesen sobre ellos y los cu-
briesen, y a la tierra que los recogiese en sus entrañas
para escaparse de la furia del Adelantado que los ame-nazaba."
181
Razón tenían los indios desventurados para temer
los vejámenes de Alvarado a su regreso de España. El
camino de Puerto Caballos a Guatemala volvió a ser la
vía dolorosa de los infelices naturales en cuyos lomos
hizo transportar el Adelantado no sólo sus equipajes yobjetos de casa, sino las anclas, jarcias, la clavazón, el ve-
lamen y la artillería que destinaba a la flota que estaba
construyendo en Iztapa para emprender la expedición
a las Indias Orientales.
El autor del Memorial de Solóla fué testigo de algu-
nas de las violencias de Alvarado a su regreso a la pro-
vincia de Honduras. El pueblo de Solóla, también
llamado de Tecpán-Atitlán, era de la encomienda del
Adelantado, y sus hombres aptos, obedeciendo sus órde-
131 Remesal, 1932. T. I, Lib. ID, cap. XX, pág. 222.
178
nes, marcharon a servirle a Puerto Caballos. Entre ellos
se encontraba Francisco Hernández Arana, autor del
Memorial, quien dice acerca de este viaje: "Antes queterminara el segundo año del tercer ciclo, fueron a reci-
bir al Señor Tunatiuh a Porto Cavayo, cuando desem-barcó Tunatiuh después de haber ido a Castilla. Uno delos Señores fué a recibirlo. Nosotros también fuimosallá ¡oh hijos míos! Entonces hirieron al Ahtzib Caokpor cosas de su parcialidad [el 30 de abril de 1539]."1M
El adelantado Francisco de Montejo, Gobernador deHonduras, vivía en penosas circunstancias en la ciudad
de Gracias a Dios. La tierra era pobre, la gente poca, las
minas de oro que desde Guatemala se mandaban trabajar
antes de su llegada, se hallaban abandonadas.
Varias veces se había dolido el poco afortu- Controversié
nado gobernador, en cartas dirigidas a la Co- Afaumioroña, de su difícil situación y la de los hombres
y Montejoque había traído consigo de México y quedurante tres años habían estado luchando con los natu-
rales del país y tratando de ganarse el sustento. Estas
quejas en nada aliviaron su situación ni la de los colonos.
Todos vivían encerrados en las montañas de Gracias yde Comayagua, y hasta la salida a los puertos y costas del
Mar del Norte se hallaba encubierta, aislándolos del resto
del mundo. En tal estado se encontraba Montejo cuandollegó la noticia del regreso de Alvarado con sus naves,
sus hombres y los poderes que el soberano le había nue-
vamente conferido.
Alvarado supo en España que Montejo le había qui-
tado los pueblos que él se había adjudicado en enco-
mienda, y había dispuesto asimismo de los demás queentraron en el repartimiento de tierras hecho en favor
de sus amigos. De este despojo se quejó al Rey, y éste,
otorgándole una gracia más, le extendió una provisión
dirigida al Obispo Pedraza, que se hallaba en Honduras,
132 Memorial de Solóla, N* 171, pág. 136.
179
para que, al ser con ella requerido, hiciese justicia. El
Obispo medió hábilmente en la competencia entre los
dos Adelantados, salió al encuentro de Alvarado cuandoéste venía de San Pedro, y lo condujo en son de paz,
con toda su gente y su mujer y casa, a la ciudad de
Gracias a Dios. Hizo también que Montejo saliera a
recibirlo a una legua de distancia con todos los vecinos
del lugar, y consiguió que los dos jefes rivales se abra-
zaran y se trasladaran juntos a la ciudad, donde comieron
en buen amor y compaña y se entretuvieron en juegos% ~ • * 133de canas y otros esparcimientos.
Pasados estos regocijos, los dos Adelantados formula-
ron sus mutuos reclamos, y durante algún tiempo pa-
reció que no podrían llegar a un avenimiento. Montejo
se negaba a devolver a Alvarado los pueblos que le había
quitado, y éste reclamaba no sólo la devolución sino la
renta de los tres años y los daños y pérdidas sufridas.
El Obispo hizo todas las informaciones pertinentes y por
último mandó entregar a Alvarado algunos de los pueblos
y condenó a Montejo a pagarle diez y siete mil caste-
llanos.
Refiere Pedraza que, pocos días después, llegó a verle
Montejo y le dijo que se había dado cuenta de la granpotencia de Alvarado y sus muchas posibilidades comohombre de dineros y dueño de buenos pueblos que le
daban renta suficiente para mantener la gobernación
de Honduras, que él no podía sustentar; y que en vista de
ello y para ajustar sus diferencias, le rogaba proponerle
que le diera la Ciudad de Chiapa, que era de la gober-
nación de Guatemala, para que él la pudiera gobernar
junto con Yucatán, de donde Montejo era Gobernadorperpetuo, más el pueblo de Suchimilco junto a la ciudad
de México, y que en cambio, él le dejaría la gobernación
de Honduras libre y desembargada.
133 Relación de la Provincia de Honduras e Higueras por el
Obispo Cristóbal de Pedraza, 1544. En Relaciones de Yucatán, I,
págs. 385-434.
180
El Obispo trasmitió esta propuesta a Alvarado, quien
la aceptó a condición que Montejo le pagara por todo lo
que se había aprovechado en su ausencia. Sin embargo,
y a instancias del mediador, convino en rebajar a la
mitad los diez y siete mil castellanos de la condenación.
Cerca de dos meses estuvieron juntos los dos Ade-lantados, ocupados en sus asuntos y el transporte de los
efectos de Alvarado. Doña Beatriz de la Cueva entabló
amistad con doña Beatriz de Herrera, esposa de Montejo,
y el grupo de las damas llegadas de España contribuía a
mantener la alegría en la ciudad de Gracias, que nuncahabía presenciado parecida animación.
Contemplando este feliz estado de cosas, y viendopor un lado la opulencia de Alvarado y por otro la po-breza de Montejo, y que éste tenía una hija doncella
en edad de casarse, el Obispo Pedraza procuró tener unaentrevista privada con doña Beatriz de la Cueva, en la
cual le expuso la situación, e invocando sus sentimientos
filantrópicos, le rogó que le ayudara con su marido para
que perdonara a Montejo el resto que le debía. DoñaBeatriz aceptó de buena gana el encargo.
Y entonces —dice el Obispo— tomé al Adelantado de-
lante la mujer y púsele a Dios delante y la gran pobreza
del dicho Montejo y cómo no tenía para casar aquella hija,
que si él le pagaba todo lo que le debía había de quedar en
el hospital, especialmente no teniéndolo, y que la hija se per-
dería, de manera que fueron tales las palabras que le dije quele hice mover a piedad y le soltó todo el resto que le quedabadebiendo, y así el uno se fué con su mujer y casa, el Adelan-tado Alvarado, hacia Guatimala, y desde a pocos días se fué
el Montejo para ella, para irse de allí a su gobernación.184
Esta hija casadera y sin dote en 1539 era doña Ca-talina, que andando el tiempo y hallándose su padre enmejor situación en la gobernación de Tabasco y Yuca-
*** Pedraza, obra citada.
181
tan, contrajo matrimonio con el Licenciado AlonsoMaldonado, sucesor de Alvarado en la gobernación de
Guatemala y Presidente de la primera Audiencia que,
para el gobierno del reino, se estableció precisamente
en la ciudad de Gracias, en 1544.
En su carta del 4 de agosto de 1539 confirma Alva-rado los términos del arreglo celebrado con Montejo,
diciendo:
El Adelantado Montejo y yo nos concertamos desta ma-nera: que yo le deje la Ciudad Real de Chiapa que es en la
gobernación de Guatimala, y en la de México el pueblo
de Suchimilco con toda su tierra; y más, le doy dos mil
castellanos, y él me deja el derecho que tiene a esta goberna-
ción de Higueras y Honduras para que Vuestra Majestad
me haga merced della junto con la de Guatimala.
Alvarado encarece en este documento la importancia
de mantener unidas ambas gobernaciones por su vecin-
dad y "por el Puerto de Caballos que es el más cercano
que ella tiene."
Así terminó la controversia entre los dos Adelanta-
dos sobre la gobernación de Honduras. A Alvarado nodebía halagarle la riqueza de aquella provincia, pero
le interesaba no tener competidor por ese lado y poder
disponer libremente de los puertos naturales y del ex-
tenso litoral del Mar del Norte, para la comunicación
con España. Montejo no renunció definitivamente a sus
derechos a la gobernación de Honduras; protestó mástarde ante la Corona contra el arreglo hecho con Al-
varado asegurando que éste y Pedraza le habían hecho
fuerza para aceptarlo, y mantuvo por muchos años
después de la muerte de Alvarado sus pretensiones a
gobernar todo el territorio comprendido entre la comar-
ca del Río Grijalva en Tabasco y los pueblos del Río de
Ulúa en Honduras.
Cinco meses permaneció el Adelantado Alvarado en
Honduras después de su regreso de España. Las negocia-
182
ciones con Montejo y el difícil problema del transporte
de su cargamento a través de las montañas demoraronsu llegada a Guatemala. Si duro era para los
nativos recorrer bajo pesada carga los estrechos**"***&
senderos que con el nombre de camino unían todUa las dos provincias, la jornada no era menosfatigosa para los españoles recién llegados y para la luci-
da comitiva de damas y caballeros que acompañaban a
don Pedro y doña Beatriz.
Después de muchos días de viaje descubrieron los
altos volcanes del interior de Guatemala y en un últimoesfuerzo llegaron a la ciudad de Santiago el 1 5 de sep-
tiembre de 1539.
Al día siguiente el Adelantado se presentó ante el
Ayuntamiento de la ciudad y exhibió las reales provisio-
nes que le confirmaban en la gobernación. A su lado se
veía al Licenciado don Francisco de la Cueva, primode doña Beatriz, que había llegado de España con el
Adelantado y que estaba destinado a ser su lugarteniente.
El Licenciado don Alonso Maldonado, Gobernador hasta
ese momento, presidía la sesión, a la cual asistían los
Alcaldes y Regidores, los Oficiales Reales y demás per-
sonas notables. Alvarado presentó la real cédula de 9 deagosto de 1538 que el escribano del Cabildo leyó convoz clara y reposada. El Rey decía en ella dirigiéndose
al Adelantado: "Por la presente vos prometo que vosmandaré proveer e dar provisión de la dicha gobernaciónde Goathemala para que seáis nuestro Gobernador deella por término de siete años, y más, cuanto nuestra
voluntad fuere, no paresciendo en la residencia queagora vos toma por mi mandado el Licenciado Maldona-do, nuestro oidor de la nuestra Audiencia e Chancillería
real de la Nueva España, culpas por que merezcáis ser
privado de ella."
No todos los miembros del Cabildo eran amigos del
Adelantado. Gonzalo de Ovalle y otros . concejales a
quienes había favorecido menos de lo que ellos creían
183
merecer objetaron al punto que la provisión real no era
absoluta y sujetaba la suerte de Alvarado al resultado de
la residencia que, por haberse ausentado de la goberna-
ción, estaba sin sentenciar. El astuto capitán tuvo de
esta manera ocasión de conocer a sus émulos, y después
de oir sus pareceres, puso en manos del escribano la se-
gunda cédula, en la cual, previendo la duda que había
de surgir, el soberano le concedía la gobernación por unperíodo de siete años sin sujetarlo a condición alguna.
El historiador Fuentes y Guzmán, que relata este
episodio, nos ha conservado el texto de la segunda cédula,
que es como sigue:
El Rey.
Licenciado Maldonado, nuestro juez de residencia de la
provincia de Goathemala, e a todos los consejos, justicias, regi-
dores, caballeros, escuderos, oficiales e ornes buenos de la dicha
provincia, e a cada uno de vos a quien esta mi cédula fuere
mostrada: Sabed que nos hemos proveído de la gobernación
de esa dicha provincia al Adelantado D. Pedro de Alvarado,
por término de siete años, e más, cuanto fuere nuestra vo-
luntad, según más largo se contiene en la provisión que de ello
le hemos mandado dar. E agora por parte de dicho Adelan-
tado me ha sido hecha relación que a causa de decirse en la
que le hace la dicha merced, "no paresciendo en la residencia
que vos el dicho Licenciado le tomáis y habéis tomado, culpas
por do merezca ser privado de ella," se teme y recela que nole querréis recibir al dicho oficio, ni darle posesión de él, po-
niéndole en ello algún impedimento, a fin de le hacer daño,
en lo cual él recibiría mucho agravio e daño, a causa de la
mucha gente que lleva para la conquista de las islas e provin-
cias del Poniente, cuya conquista e gobernación asimismo le
habernos encomendado; e me fué suplicado vos mandase que
libremente le recibiésedes a la dicha gobernación, conforme
a su provisión, sin le poner en ello impedimento alguno, e
como la merced fuese; e yo húbelo por bien. Por ende yo vos
mando que luego que con esta mi cédula fuéredes requeridos,
sin embargo de cualesquiera cláusulas que vayan en la dicha
provisión que así mandamos dar a dicho Adelantado, de la go-
bernación de esa provincia, le recibáis al dicho oficio e al uso
y ejercicio de él, e se le dejéis y consintáis usar y ejercer
libremente, por sí o por su lugarteniente, por el tiempo en
la dicha nuestra provisión contenido, hasta tanto que por nos
otra cosa se les envíe a mandar; sin que en ello se le ponga,
ni consintáis poner, embargo ni impedimento alguno, e los
unos e los otros no fagades ni fagan ende al por ninguna
manera, pena de la nuestra merced e de cien mil maravedís
para la nuestra cámara. Fecha en la villa de Valladolid a 22
días del mes de octubre de 1538 años.
—
Yo el Rey.— Por
mandado de S. M., Juan de Samano.
Desvanecida toda duda con la lectura de esta cédula,
el Licenciado Maldonado y el Cabildo dieron posesión al
Adelantado del cargo de Gobernador y lo felicitaron
por haber recibido una vez más la confianza del Empe-rador. En seguida comenzaron los festejos en que toma-
ron parte los españoles residentes y los nuevamente
llegados. Los hombres compitieron en torneos, carreras,
juegos de cañas y otros regocijos durante varios días.
Por las noches se organizaron saraos y encamisadas en
honor a doña Beatriz y sus veinte doncellas, y para desen-
gañarlas también—como dice el cronista— en caso que
hubieran esperado encontrar en estas tierras solamente
indios cimarrones y gentes bárbaras.
Garcilaso de la Vega recogió en sus Comentarios
reales una graciosa anécdota acerca de las fiestas con
que se celebró el regreso del Adelantado de su segundo
viaje a España.
Desta jornada—dice el historiador hispano-incáico— vol-
vió casado a la Nueva España, llevó muchas mujeres nobles
para casarlas con los conquistadores que habían ayudado a
ganar aquel Imperio, que estaban prósperos con grandes re-
partimientos. Llegado a Quahuatimallan, D. Pedro de Alva-
rado fué bien recebido; hiciéronle por el pueblo muchasfiestas y regocijos y en su casa muchas danzas y bailes que
duraron muchos días y noches. En una de ellas acaesció
que, estando todos los conquistadores sentados en una gran
sala mirando un sarao que había, las damas miraban la fiesta
185
desde una puerta que tomaba la sala a la larga. Estaban
detrás de una antepuerta, por la honestidad y por estar encu-
biertas. Una de ellas dijo a las otras: "Dicen que, nos hemosde casar con estos conquistadores." Dijo otra: "¿Con estos
viejos nos habiamos de casar? Cásese quien quisiere, que yopor cierto, no pienso casar con ninguno de ellos. Doylos al
diablo ¡parece que escaparan del infierno según están de estro-
peados: unos cojos y otros mancos, otros sin orejas, otros con
un ojo, otros con media cara, y el mejor librado la tiene
cruzada una y dos y más veces!" Dijo la primera: "No hemosde casar con ellos por su gentileza, sino por heredar los indios
que tienen, que según están viejos y cansados, se han de morir
pronto, y entonces podremos escoger el mozo que quisiéremos
en lugar del viejo, como suelen trocar una caldera vieja yrota por otra sana y nueva".
Agrega Garcilaso que un caballero de aquellos viejos,
que andaba por allí cerca, oyó toda esta plática, y, nopudiendo sufrir escuchar más, la atajó, vituperando a
las señoras sus buenos deseos. Y en seguida contó a los
demás lo que había oído, aconsejándoles casarse conaquellas damas si querían, pero anunciándoles que por su
parte corría a casarse con la hija de un cacique de los
indios.135
El de septiembre es mes de fuertes lluvias en Guate-mala. El Licenciado Maldonado no pudo emprender su
viaje de regreso a México inmediatamente después de la
llegada de Alvarado, y todavía se hallaba en Guatemalael 16 de octubre de 1539, fecha de la carta
repara wos^ue escr
'
l\y¡¿ ^ Emperador anunciándole que
via:e
por lo riguroso de la estación aún no había
salido para el norte.
Para Alvarado no era importuna la presencia del
Oidor de México porque la misión de éste en Guatemalaestaba terminada; y no le impedía ocuparse en despa-
char los asuntos del gobierno, en atender a las obras de
embellecimiento de la ciudad, y en hacer frecuentes
135 Garcilaso de la Vega. Libro segundo, cap. I.
186
viajes al puerto de Iztapa, donde se trabajaba activamen-te en la fábrica de la armada.
Entre las obras que se construían en la ciudad men-ciona el cronista Fuentes y Guzmán la casa capitular,
un edificio de varios pisos cuyo diseño y planta dicehaber visto en el archivo del Cabildo, varios molinos a
lo largo del Río de la Magdalena, que hoy se llama Gua-calate y corre al pie de los volcanes, y la introduccióndel agua del Chorrillo para la cual contribuyó el Ade-lantado con los materiales y el estipendio de los peones,
asignando para tal fin los servicios de los indios deTecpán Guatemala que poseía en encomienda."*
El Obispo don Francisco Marroquín había construí-
do, en la plaza mayor, la iglesia catedral, con sacrificio
de sus propias rentas y de la hacienda particular de los
vecinos, gastando en ello más de cinco mil castellanos.
El Adelantado, por su parte, había levantado su propia
casa y palacio de gobierno, y los vecinos, siguiendo su
ejemplo, edificaban activamente sus residencias, contri-
buyendo de este modo a mejorar el aspecto material de
la capital de la colonia.
En carta dirigida al Emperador el 18 de noviembrede 1539, le informaba Alvarado que tenía presta para
salir a descubrir, una armada compuesta de doce galeras
y naos gruesas, una galeota de veinte bancos y un ber-
gantín de trece que había construido rápidamente con el
propósito de embarcarse en el próximo mes de enero.
Fundaba la prisa puesta en la fábrica de las naves, en el
alto costo de mantenimiento de la mucha gente quehabía traído de España, la cual, unida a la que en Gua-temala estaba esperando su llegada, hacía un grupo de
setecientos hombres de pie y de caballo. A estos setecien-
tos había que agregar ciento y tantos que acababan de
desembarcar en Puerto Caballos y que llegaban en busca
suya, y muchos más que acudían diariamente, así de la
provincia de León de Nicaragua como del reino del Perú.
136 Fuentes y Guzmán, Primera parte, Lib. IV, cap. V.
187
Esta afluencia de hombres sedientos de aventura le alen-
taba a emprender pronto la expedición, en la cual decía
que llevaba muy grandes hombres de la mar.137
En la probanza de Juan Rodríguez Cabrillo, hecha enGuatemala en 1J60,
138se dice que a este capitán le confió
el Adelantado la fábrica de la armada y navios que hizo
en el puerto de Iztapa, y que luego lo nombró Almi-rante de la misma. Le invistió, además, de autoridad
para mantener en paz a la gente reunida en Iztapa conmotivo de la construcción de las naves y lo autorizo para
entender en el despacho de la armada hasta que ésta es-
tuvo lista para navegar. De Iztapa llevaron los navios
a dar la carena al astillero de Jeravaltique, situado en la
costa de San Miguel, y finalmente al puerto de Acajutla.
La armada no estaba presta para hacerse a la vela en
enero de 1540 como anunciaba el Adelantado, quien
se encontraba todavía con su gente en Guatemala en la
primavera de aquel año. En efecto, el acta del Cabildo
de 19 de mayo consigna que ese día se presentó el Go-bernador y Capitán General y anunció estar de partida
con su armada en demanda de las islas de la Especiería,
y que dejaba encargado del gobierno, como su lugarte-
niente, al Licenciado don Francisco de la Cueva.
Los historiadores coloniales han conservado la con-
sulta que en esta ocasión hizo el Cabildo al Adelantado
acerca del destino del rey cakchiquel y del rey quiche,
presos en la cárcel de Guatemala. La consulta constaba
en el acta de la sesión del Cabildo de 19 de mayo de 1 540
y dice así:
Este día los dichos señores dijeron que su Señoría tiene
137 Carta a S. M. del Adelantado don Pedro de Alvarado. DeSantiago de Guatimala a 18 de noviembre de 1539. En Colección
de documentos inéditos del Archivo de Indias. T. XXIV, pág. 339.
Libro viejo de la fundación de Guatemala, pág. 350.138 Méritos y servicios de Juan Rodríguez Cabrillo. Archivo
General del Gobierno de Guatemala. Publicada en Anales de la
Sociedad de Geografía e Historia, T. XI, N94, Junio de 1935.
presos a Sinacam y a Sequecbul, señores de Goathemala, e que
su Señoría se va agora en su armada e porque, estos indios
siempre han sido rebeldes, e de su estada en la tierra se teme
que se levantarán e harán algún alzamiento con que la tierra
se pierda; e por ende, que piden a su Señoría, que o los
lleve en su armada, o si han hecho por qué, haga justicia de
ellos: porque de quedar ellos en la tierra, especialmente
si se huyen de la cárcel, que lo pueden bien hacer, se podría
recrecer algún alzamiento, de que se recrecería grande deser-
vicio a Dios nuestro Señor e a su Majestad, e gran fatiga de
guerra a los españoles e muertes de ellos. E su Señoría dijo,
que lo verá, e hará lo que más convenga al servicio de Dios e
de su Majestad, e bien de la tierra e pacificación de ella.139
Las últimas palabras de Alvarado sellaban de antema-
no la suerte de los desventurados príncipes indígenas.
En las crónicas del tiempo de la Colonia se expresa la
creencia de que los llevó en la armada y perecieron
en lejanas tierras. Ximénez dice que Alvarado "salió de
Guatemala llevando consigo a los dos caciques Zina-
cán y Zequechul inicuamente despojados de sus seño-
ríos." Vázquez escribe que estuvieron presos muchos
años "conservándoles las vidas el piadoso don Pedro de
Alvarado hasta el año de 1540." Y agrega que "es
de creer los llevaría consigo en su armada." Fuentes
y Guzmán dice en un lugar de su historia que el Ade-lantado tomó partido de llevarlos en su armada, proban-
do así "la misericordia y compasión con que trataba a
los indios;" y en otro, "haber llevado consigo a los dos
reyes de Utatlán y Goathemala con otros caciques de
cuya infidelidad se recelaba."140
Los cronistas Vázquez y Fuentes y Guzmán se carac-
terizan en la literatura histórica guatemalteca como los
apologistas incondicionales del conquistador español.
189 Fuentes y Guzmán, Primera parte, Lib. IV, cap. V. Váz-
quez, Lib. I, cap. VI.140 Ximénez, T. I, pág. 223. Vázquez, Lib. I, cap. VI. Fuen-
tes y Guzmán, Primera parte, Lib. IV, caps. V y VI.
189
En contra de sus aseveraciones y eufemismos acerca de
este asunto, el Memorial de Solcdá, escrito por los indios
cakchiqueles, asienta en lacónica frase que "Trece meses
después de la llegada de Tunatiuh [Alvarado] fué ahor-
cado el rey Ahpozotzil Cahí Ymox. El día 13 Ganel
[26 de mayo de 1540] fué ahorcado por Tunatiuh en
unión de Quiyavit Caok."141
El manuscrito indigena
solamente menciona la muerte en la horca del rey de los
cakchiqueles Cahí Ymox, a quien los castellanos llama-
ban Sinacán. Se supone, sin embargo, que Sequechul, o
sea el rey quiche Tepepul, corrió la misma suerte.
Los gobernadores españoles acudían corrientemente
al recurso de ahorcar a los jefes indígenas a fin de man-tener aterrorizados y sumisos a los naturales de la tierra.
No había transcurrido un año desde la muerte del Ahpo-zotzil cuando el Licenciado don Francisco de la Cueva,
lugarteniente de Alvarado, mandó ejecutar en formasemejante a otros señores cakchiqueles que habían pro-
vocado su enojo. Demostrando su imparcialidad y el
propósito de dar a cada cual lo suyo, el Memorial anota
que estas últimas muertes las causó don Francisco y noAlvarado, "quien entonces ya se había marchado para
Xllchipi^lan.,,
Terminadas todas las diligencias necesarias a su parti-
da, y dejando en la ciudad de Santiago a su esposa doñaBeatriz y a sus hijos, el Adelantado se dirigió al puerto
de Acajutla, a donde había hecho llevar su armada y de
donde salió a su última y desgraciada expe-
*j* dición.
i armadaAlgunos historiadores colocan la fecha de su
salida de Acajutla en los primeros días del mes
de junio de 1540; Oviedo la fija en agosto de aquel
año por referencia de Bernaldo de Molina, criado del
Adelantado. Sin embargo, Alonso de Torres, que se
embarcó en una de las naves y fué uno de los pocos
mi Memorial de SoMa, N* 172, pág. 136.
expedicionarios que llegaron hasta la Especiería en 1542,dice que la armada salió del puerto de Acajutla por el
mes de septiembre. Esta fecha parece más probableporque acorta el tiempo transcurrido entre la salida deAcajutla y la reunión del Adelantado y el Virrey
de Nueva España en la provincia de Michoacán, quetuvo lugar en los últimos días de noviembre.
142Confir-
ma, además, esta noticia el Tesorero Francisco de Cas-
tellanos en carta dirigida al Rey el 14 de octubre de
1541, diciendo que Alvarado salió de Acajutla el l9
de septiembre de 1540.143
Componían la armada la nave capitana, que recibió
el nombre de Santiago, la San Francisco, el navio AntónHernández, el Alvar Núñez, el Figueroa, el San Miguelque fabricó a su costa Rodríguez Cabrillo, una galera,
una fusta y una fragata. No se sabe con exactitud el
número de hombres que llevó Alvarado en esta, expedi-
ción. En su carta del 18 de noviembre de 1539 decía
tener 700 hombres de pie y de caballo, sin otros muchos
i«2 "Probanza de Alonso de Torres sobre los servicios que ha
hecho a Su Majestad." Guatemala, 1553. Archivo General del Go-bierno. En este interesante documento refiere Alonso de Torres
haberse embarcado en el puerto de San Lúcar en 1539 en la armada
del Adelantado Alvarado; ". . . que por el año de quarenta el dicho
Adelantado, en cumplimiento de lo capitulado con Su Majestad,
hizo una armada en el puerto de Ystapa ... y de allí [la] mandóllevar al puerto y playa de Acaxutla. . . . Yo me embarqué y fui
en ella ... la qual armada salió por el mes de setiembre del dicho
año. . . . Que yendo la dicha armada a la tierra firme de la NuevaEspaña . . . llegó al puerto de Sanctiago de Colima que son quatro-
cientas leguas de Acaxutla." Torres tomó parte en 1542 en la
expedición que el Virrey Mendoza despachó a las islas de la Espe-
ciería bajo el mando de Ruy López de Villalobos.
Alvarado se hallaba todavia en la ciudad de Santiago de Gua-temala el 30 de agosto de 1540, según consta del reconocimiento
de deuda que hizo en esa fecha a favor del Obispo Marroquí n, quien
actuaba en nombre de la Capilla de Nuestra Señora de los Remedioscomo heredera del Deán Godinez. Expediente del Colegio de Santo
Tomás de Aquino. Archivo General del Gobierno de Guatemala.148 Archivo General de Indias de Sevilla.
191
que llegaban a buscarle diariamente y que pudieron ele-
var el número a más de 1,000. Esta última es la cifra
que calcula Oviedo. Bernal Díaz del Castillo dice que
eran 650 soldados, además de los oficiales, y muchos ca-
ballos, pero él no los vio y escribía treinta años después
de estos acontecimientos. Herrera tal vez está en lo
justo cuando dice que eran más de 800 hombres y 50
caballos. A esta cifra hay que agregar un número inde-
finido de indios guatemaltecos de servicio, que los au-
tores no consideraban dignos de mención.
Alvarado gastó en la fábrica y aderezo de esta armada
muchos miles de pesos oro, doscientos mil a juicio del
cronista Vázquez. Bernal Díaz del Castillo observa que
con la suma invertida en esta empresa se pudieran labrar
en Sevilla más de ochenta navios, y agrega que para
costearla no le bastó al Adelantado la riqueza que trajo
del Perú, ni el oro que sacaba de sus minas de Guatemala,
ni los tributos de sus pueblos, ni los préstamos de sus
deudos y amigos, y que todavía tuvo que tomar fiado de
los mercaderes.144
Llegado el momento de la partida entró el Adelan-
tado a la nave capitana, acompañado de su sobrino Juande Alvarado, de Francisco Girón y otros caballeros de su
confianza. Rodríguez Cabrillo subió a bordo de su navio
San Miguel que ostentaba la bandera del Almirante. Alimpulso de la brisa marina zarpó la armada rumbo al
norte, y fué costeando la provincia de Guatemala, prime-
ro, y luego la Nueva España, sin perder de vista la
tierra.145
La armada llegó sin contratiempo al puerto de la
Navidad, situado a los 19° 13' de latitud norte y a unos
30 kilómetros al noroeste del actual puerto de Manza-nillo. Los jefes de la expedición no tenían otro objeto
al hacer escala en ese lugar que proveerse de agua fresca
Díaz del Castillo, cap. CCm*.Probanza de Juan Rodríguez Cabrillo.
192
y alimentos, pero el destino había dispuesto las cosas de
manera totalmente diferente.
El capitán Juan Fernández de Híjar, Gobernador de
la vecina villa de la Purificación, tuvo noticia de la lle-
gada del Adelantado y se trasladó inmediatamente al
puerto de la Navidad para informarle del angustioso
estado en que se hallaba todo el reino de la
Nueva Galicia a consecuencia de la subleva- Í4IC^^"ción general de los naturales de la región. El
Tzilolacapitán veía como obra de la providencia divi-
na la presencia en aquel territorio de la poderosa fuerzaque conducía un jefe y conquistador de tanta fama, yle rogó que ayudara a los españoles que en tan duroaprieto se encontraban y que contribuyera a pacificar
los pueblos alzados. Alvarado aceptó sin vacilar la pe-tición del gobernador y dio orden de que desembarcarasu gente, dispuesto a marchar con ella a la ciudad deGuadalajara, que era el punto más amenazado por estar
rodeado de los pueblos enemigos.
Ocurrió, sin embargo, que el Virrey de la NuevaEspaña, don Antonio de Mendoza, tuvo noticia tambiénde haber llegado el Adelantado al frente de la armadamás poderosa que hasta entonces había desplegado sus
velas en la Mar del Sur. Por diverso motivo el Virreycreyó ver igualmente la mano de la providencia en el
arribo del Gobernador de Guatemala, y despachó men-sajeros al puerto de la Navidad para invitarlo a que se
reuniera con él en un lugar intermedio entre la ciudad
de México y la costa para tratar de asuntos que a ambosinteresaban.
Mendoza estaba empeñado a la sazón en una em-presa de la que esperaba obtener pingües provechos. Unfraile visionario de la orden de San Francisco, conocido
con el nombre de Fray Marcos de Niza, había conven-
cido al Virrey de que al norte del territorio de la NuevaEspaña, donde hoy existe el Estado de Nuevo México,
193
existía un grupo de pueblos indígenas de incalculable
riqueza, a los cuales daban el nombre de Tzíbola. Deorden del Virrey el fraile franciscano había hecho unviaje a aquella región, y aunque no vio más que de lejos
las casas de adobe edificadas por los indios zuñís sobre las
mesas naturales, volvió a México con la sensacional noti-
cia de que en dichos lugares era tan abundante el oro
que hasta las vasijas y menesteres de cocina estaban
hechos del precioso metal.
Halagado por tan fantásticas nuevas, el Virrey había
organizado una expedición por tierra que confió al Go-bernador de Jalisco, Francisco Vázquez de Coronado, ydespachó por mar al Capitán Hernando de Alarcón para
que explorara las aguas de California y buscara desde la
costa el acceso al Eldorado del norte.
En el cuadro de esta campaña encajaba la figura dePedro de Alvarado, conocido por su espíritu aventurero
y ambicioso, y en posesión de una fuerza marítima res-
petable. Enterado de los deseos del Virrey el Adelantadodio orden de que su gente se embarcara de nuevo y quela armada se trasladara algo más al norte, al puerto de
Santiago de Buena Esperanza, en la desembocadura
del Río Grande de Santiago, donde hoy existe el puerto
de San Blas, en el Estado de Nayarít. En seguida se
puso en camino para reunirse con Mendoza.
La reunión entre ambos personajes tuvo lugar en el
pueblo de Tiripitío, de la provincia de Michoacán, que
era encomienda de Juan de Alvarado, deudo del Adelan-
tado. El Virrey se presentó en compañía del Oidor de la
Audiencia de Nueva España, Licenciado Alonso Maldo-
nado, que había sido juez de residencia y Gobernador
de Guatemala, y del Veedor de México Peralmíndez
Ghirino. El Obispo de Guatemala, Licenciado don Fran-
cisco Marroquín, que por negocios de su diócesis acertó
a encontrarse en México en aquella ocasión, acompa-
ñaba a Alvarado y le ayudó durante estas negociaciones.
Mendoza recordó al Gobernador de Guatemala quepor una cláusula de la capitulación de éste con Su Ma-jestad para el descubrimiento y conquista de las islas del
poniente, el soberano le concedía a aquél la tercera parte
de los provechos que se obtuvieran, y en consecuencia le
propuso que unieran sus fuerzas para dicho descubri-
miento y que formaran al mismo tiempo una compañíapara explotar las riquezas de las ciudades de Tzíbola,
cuya fama había despertado la ambición, no sólo de
Mendoza, sino también de Cortés, quien por ese tiempo
gestionaba directamente en la Corte el privilegio de des-
cubrir ese territorio. Hacía notar el Virrey que estando
ya asociados por voluntad del soberano en los descubri-
mientos de la Mar del Sur, les convenía a los dos ampliar
el campo de sus actividades atendiendo a ambas em-presas.
La intromisión del Virrey contrariaba los proyectos
de Alvarado porque limitaba su libertad de acción; pero,
por otro lado, la idea de participar en la distribución
de las riquezas de Tzíbola ha de haber halagado fuerte-
mente su ambición. Mendoza reconoce que entre él yel Adelantado hubo "alguna discordia" sobre el con-
cierto de que se trataba, pero que, por fin, teniendo
presente lo sucedido en el Perú, donde se encontraron
frente a frente las ambiciones de los conquistadores,
consiguieron ponerse de acuerdo y convinieron en des-
pachar dos armadas, una para descubrir la costa de la
Nueva España por el rumbo del norte, y otra para que
fuese al poniente "en demanda de los Lequios y Ca-
tayo."146
146 "Carta del Visorrey don Antonio de Mendoza al muynoble señor Gonzalo Hernández de Oviedo, alcaide de la fortaleza
de Santo Domingo en la Isla Española y cronista de S. M." EnOviedo, Lib. XXXHI, cap. LH. Una Real Cédula, expedida en Ta-
lavera el 26 de julio de 1541, facultaba expresamente al virrey
Mendoza para recibir la mitad de los provechos de la armada de Al-
varado. Col. de docs. inéditos del A. de Indias, serie 2, T. II, pág. 7.
195
En efecto, después de tratar largamente del asunto,
el Virrey y el Adelantado suscribieron el 29 de noviem-
bre de 1540 un "asiento y capitulación para la prose-
cución del descubrimiento de tierra nueva hecho por
Fray Marcos de Niza."147
Faltando una vez más al cumplimiento de sus com-promisos con la Corona, y "sin el respeto debido a Cor-tés," como anota el Padre Tello, atraído por el falso
brillo de la pretendida riqueza del país de Tzíbola, Al-varado se obligaba a cooperar al descubrimiento de esos
lugares yendo en su busca por el lado del mar, y cedía
al Virrey Mendoza la mitad de las mercedes que el Reyle había concedido para el descubrimiento de la Espe-
ciería. Cedíale también la mitad de la armada que tenia
en puertos de la Nueva España, con todos sus pertre-
chos, armas, velas, aparejos y bastimentos. A cambio de
todos estos bienes y servicios, el Adelantado recibiría unquinto de los aprovechamientos que hasta aquella fecha
hubieren obtenido Vázquez de Coronado y Alarcón, yla mitad de las ganancias de lo que en lo sucesivo se des-
cubriere.
El puerto de Acapulco, del Virreinato de la NuevaEspaña, quedó designado para la carga y descarga de los
efectos de la compañía; y el puerto de Xirabaltique,
en la costa de San Miguel, provincia de Guatemala, ser-
viría para astillero donde se habían de fabricar otros
navios, debidamente aparejados por cuenta de Alvarado.
Examinando los términos de este arreglo es fácil ad-
vertir que Alvarado iba a soportar todas las cargas del
negocio; ponía en él sus barcos y cuanto tenía y aun se
obligaba a fabricar y aparejar más naves por su exclusiva
cuenta, mientras que Mendoza no arriesgaba nada ni
contribuía con cosa alguna para los gastos de las dos em-
147 Colección de documentos inéditos del Archivo de Indias.
T. III, págs. 351-362. Libro viejo de la fundación de Guatemala,págs. 351-357.
196
presas. En cambio las ganancias debían distribuirse entre
los socios por iguales partes.
El convenio obligaba al Adelantado a nuevos gastos
para la preparación de la jornada, y por esta razón tuvo
que permanecer en México durante los siguientes seis
meses.
En los primeros días de junio de 1541 salió Alvarado
de la ciudad de México que veinte años atrás había ayu-
dado a conquistar, y tomando el camino de Michoacánse dirigió al puerto de Santiago de Buena Esperanza
donde se encontraban sus navios.
Al llegar al pueblo de Zapotlán dispuso Nocbistlán
permanecer en él unos días descansando de su
largo viaje. Mientras tanto la rebelión de los indios de
Nueva Galicia continuaba en proporciones alarmantes,
amenazando con destruir a los castellanos que en corto
número vivían dispersos en la región. El Gobernador
Cristóbal de Oñate y los Alcaldes y Regidores de la veci-
na ciudad de Guadalajara, informados del regreso del
Adelantado, le enviaron un mensajero comunicándole
la apremiante situación en que se hallaban y pidiéndole
que acudiera a socorrerlos con la fuerza de que disponía.
Prestóse Alvarado de buena gana a ayudar en aquel
trance a sus compatriotas, y con ese fin despachó las
órdenes del caso para que la gente de la armada ocupara
los lugares estratégicos desde donde pudiera socorrer a las
poblaciones amenazadas. Cincuenta hombres quedaron
custodiando la armada; un capitán con 50 soldados fué
al pueblo de Autlán para proteger a la villa de la Puri-
ficación; otros 50 hombres quedaron en Zapotlán. El
Capitán Diego López de Zúñiga recibió orden de situar-
se con 25 soldados en el pueblo de Ezatlán. Otro capi-
tán con otros 25 soldados se dirigió a ocupar un lugar
a orillas del lago de Chápala.
Dejando guarnecidos de esta manera los lugares men-cionados, Alvarado tomó cien hombres escogidos y se
197
dirigió a Guadalajara, a donde ingresó el 12 de junio.
Fué alojado en casa de Juan del Camino, marido de
Magdalena de Alvarado, parienta del Adelantado, y pasó
varios días en la ciudad, muy agasajado por el Goberna-
dor y por los vecinos principales.
Los indios sublevados se habían fortificado en la
sierra de Juchipilla y del Mixtón y en el pueblo y peñol
de Nochistlán, lugares situados al norte y a corta dis-
tancia de Guadalajara. Alvarado creía empresa fácil
desalojarlos de sus posiciones y pacificar el país. Oñate
era más cauto, y aconsejado por la experiencia que tenía
de la región y de las tácticas de los indios, proponía que
se demorara la campaña ya que las defensas de la ciudad
habían sido reforzadas. Hacía notar también que las
fuertes lluvias de la estación no eran favorables para
los castellanos ni para los caballos, que eran elemento
valioso de combate y maniobraban difícilmente en el
suelo húmedo y fangoso.
Al Adelantado no le agradaba esperar la suspensión
de las lluvias y manifestó su decisión de marchar sin
demora al castigo de los rebeldes. "Vergüenza es —ex-
clamó— que cuatro gatillos encaramados hayan dado
tanto tronido que alborotan al reino." Oñate procuró
todavía explicarle la táctica indígena de hacerse fuertes
en lo alto de un monte y pasarse a otro si los desaloja-
ban del primero, y aconsejaba esperar los refuerzos que
el Virrey había prometido enviar desde México para po-
der, con este auxilio, atacar a los indios con fuerzas másnumerosas.
Alvarado no atendía ninguna razón y anunció su
propósito de marchar inmediatamente a atacar a los re-
beldes, haciendo uso únicamente de su gente, y agregó
que "en cuatro días quería allanar la tierra por conve-nirle embarcarse para su viaje." "Temo suceda algún
desastre, señor Adelantado, por no aguardar Vuestra Se-
ñoría mejor tiempo y el socorro de México," díjole el
198
de Oñate. Y Alvarado contestó: "Ya está echada la suer-
te, yo me encomiendo a Dios."
Convencido Oñate de que toda oposición era in-
fructuosa, se conformó con lo dispuesto por Alvarado,
pero se dirigió a su gente diciéndole: "Dispongámonospara el socorro que discurro necesario para los que nos
le han venido a dar."
Alvarado se encaminó al pueblo de Nochistlán, yllegando cerca de él convidó a los indios con la paz,
pero estos no quisieron escuchar sus proposiciones y se
prepararon a la defensa. Una fuerza mixta de españoles
e indios de Michoacán avanzó para atacarlos. Diez mil
indios de los rebeldes, protegidos por siete albarradas
muy fuertes, los recibieron con una lluvia cerrada de
varas tostadas, flechas, dardos y piedras, mataron a vein-
te españoles y obligaron a Alvarado a retroceder. Los
atacantes volvieron a la carga sin lograr mejor resultado
y perdiendo otros diez hombres, entre ellos el Capitán
Falcón y otros guerreros españoles y mexicanos.
La caballería se atascaba en el terreno cenagoso ylleno de cardones y magueyales; la infantería no corrió
mejor suerte, metidos los hombres hasta la cintura entre
el lodazal. Un español, que se llamaba Juan de Cár-denas, pereció en un atolledero del campo de batalla.
Proseguir la lucha era exponerse inútilmente a la
muerte. Comprendiéndolo así el Adelantado ordenó
la retirada. Los indios salieron de sus trincheras y por
espacio de tres leguas fueron persiguiendo a los españoles
dando y recibiendo golpes, hasta que el suelo firme re-
emplazó a las ciénagas y lodazales y la caballería pudoenfrentarse al enemigo. Alvarado, a pie y al lado de la
infantería, combatía con su espada y rodela conteniendo
a los indios.
Llegaron por fin los españoles, libres ya de sus per-
seguidores, a una quebrada por donde corría el río, entre
el pueblo de Ayahualica y Acacico. Para salir de este
lugar era preciso subir una áspera pendiente llevando del
199
diestro a los caballos. El Adelantado y su gente iban
subiendo la cuesta poco a poco; no así el escribano Bal-
tasar de Montoya, que, poseído de pánico, no obstante
que los indios habían suspendido la persecución, cami-
naba adelante espoleando sin misericordia a su caballo.
Observándolo, Alvarado, que caminaba a retaguardia,
gritóle: "Sosegaos, Montoya, que los indios nos handejado." Pero "como el miedo es gigante," Montoya no
atendía las razones de su jefe y seguía acosando al caba-
llo, hasta que al animal se le fueron los pies y cayó ro-
dando llevándose de encuentro al Adelantado, "siendo
tal el golpe que le dio en los pechos, que se los hizo pe-
dazos y le llevó rodando por la cuesta abajo hasta unarroyuelo, a donde estando caído, acudió toda la gente
al reparo y le hallaron sin sentido."
Montoya salió ileso de la caída del caballo, y habién-
dose avecindado en Guadalajara, vivió hasta la edad de
ciento cinco años.
Vuelto en sí con los auxilios que sus capitanes pudie-
ron prestarle de momento, les dijo Alvarado que no con-
venía que los indios conocieran su peligro, y mandó que
le quitaran la armadura y que se revistiera con ella unode los oficiales para que le viesen los enemigos. Reco-
mendó a los demás que se mantuvieran prontos a resistir
a los indios si insistían en atacarlos, y agregó filosófica-
mente que lo sucedido no tenía remedio. "Esto se merece
—exclamó— quien trae consigo tales hombres comoMontoya." "Era tan grande el dolor que le afligía que
apenas podía hablar, y preguntándole D. Luis de Cas-
tilla qué le dolía, respondió: el alma, llévenme a dó con-
fiese y la cure con la resina de la penitencia y la lave
con la sangre preciosa de nuestro Redentor."148
148 Los datos anteriores acerca del descalabro de Nochistlán,
y los que siguen, relativos a la muerte de Alvarado, están tomados
de la Crónica miscelánea del Padre Fr. Antonio Tello, que contiene
la relación más antigua de estos hechos. Reprodujeron los datos
de la obra del P. Tello, inédita hasta 1891, agregando otros porme-
200
En una parihuela improvisada condujeron sus oficiales
al Adelantado al pueblo de Atenguillo, distante cuatro
leguas del lugar del accidente. El Gobernador Oñate,que al frente de un pelotón de veinticinco hombres se
había dirigido en pos de Alvarado y su gente
a través de las montañas, presenció desde una Muerte
altura el ataque de los españoles y su desastro- *e Alvarado
sa retirada, y encaminándose rápidamente a
Atenguillo encontró al conquistador gravemente herido
y sufriendo intensos dolores. Sin embargo, podía ha-
blar, y entre ambos jefes se entabló breve conversación.
"Señor Adelantado —dijo el Gobernador— al almame llega que Vuestra Señoría se haya puesto en tanto
riesgo y en tal extremo de perder la vida, pues comohombre tan experimentado en la guerra, dije a V. S.
no fuese a este castigo, por ser el tiempo contrario y fa-
vorable a los enemigos; y es muy diferente gente ésta
de la que V. S. ha conquistado." A lo cual, con voz
doliente, respondió el Adelantado: "Ya es hecho. ¿Quéremedio hay? Curar el alma es lo que conviene." Yagregó, reconociendo su falta: "Quien no crea a buenamadre, crea a mala madrastra; yo tuve la culpa en notomar consejo de quien conocía la gente y tierra, y midesventura fué traer a un soldado tan cobarde y vil comoMontoya, con quien me he visto en muchos peligros por
salvarle, hasta que con su caballo y poco ánimo me hamuerto. ¡Sea Dios loado! Yo me siento muy fatigado
y mortal; conviene que con la brevedad posible me lle-
ven a la ciudad para ordenar mi alma."1*9
Al día siguiente la columna reanudó la marcha lle-
vando a su jefe con dirección a Guadalajara, distante
ñores acerca del particular, el P. Fray Pablo de la Purísima Con-cepción Beaumont en su Crónica de la Provincia de los Santos
Apóstoles S. Pedro y S. Pablo de Michoacdn, y el Licenciado D.
Matías de la Mota Padilla en la Historia de la Conquista de la
Provincia de la Nueva Galicia,149 P. Tello, Crónica miscelánea, pág. 372.
201
otras cuatro leguas de tierra llana. Oñate tomó la de-
lantera y despachó desde la ciudad a un sacerdote quesalió al encuentro de Alvarado y oyó su confesión bajo
los pinos en un descanso del camino. Los moradores de
la ciudad lo recibieron con demostraciones generales
de sentimiento, y en casa de sus deudos fué alojado yasistido. Allí le administraron los sacramentos de la Igle-
sia, y el 4 de julio dictó sus últimas disposiciones ante los
escribanos Diego Hurtado de Mendoza y Baltasar de
Montoya, causante involuntario de su desgracia. Mandóque sus herederos cumpliesen el convenio hecho entre él
y el Virrey Mendoza, y nombró por su universal here-
dera del remanente de sus bienes a su mujer doña Bea-
triz de la Cueva. Dispuso que las fuerzas situadas en los
pueblos de Nueva Galicia no los desamparasen hasta
que el Virrey dictara las providencias necesarias para la
seguridad de la tierra. Ordenó que su cuerpo fuera en-
terrado en la iglesia parroquial de Guadalajara y que de
ahí lo trasladaran al convento de Tiripitío, de religiosos
agustinos, y luego al convento de Santo Domingo de
México. Mandó, por último, que, para cubrir los gastos
de sus funerales y decirle misas y novenarios, se vendiera
la parte que fuera necesaria de los bienes que tenía en
Guadalajara o en México; que a su entierro se allegaran
todas las clerecías que en la ciudad hubiere y que se le
dijese misa cantada con sus vigilias muy solemnes:
Y por cuanto estoy fatigado de mi enfermedad —decía
por último— y el dicho Obispo de Guatemala sabe las perso-
nas a quienes yo puedo ser en cargo poco más o menos lo queconviene al descargo de mi conciencia, porque yo con él
muchas veces lo he comunicado, doy todo mi poder cumplidopara que él y Juan de Alvarado, vecino de la ciudad de Mé-xico, ambos a dos juntamente e no el uno sin el otro, si nofuere con poder el uno del otro, y el otro del otro por la
distancia de tierra que hay a Guatemala donde el dicho Obispoestá, hagan y ordenen mi testamento según e como a ellos
202
les pareciere, e vieren que conviene al descargo de mi con-
ciencia.150
Aquel mismo día, 4 de julio de 1541, en la ciudad
de Guadalajara, diciendo: "en tus manos, Señor, enco-
miendo mi espíritu," murió el conquistador de México
y Guatemala, el Adelantado Pedro de Alvarado. Con-forme a su deseó "fué enterrado honrosamente en unacapilla de Nuestra Señora, en la iglesia de la ciudad, a
mano izquierda como entraban en ella, debajo del
pulpito."151
Años más tarde sus restos fueron trasladados al con-
vento de Tiripitío. Allí se encontraban en 1563 según
se dice en el testamento que el 5 de abril de aquel añode su muerte otorgó el Obispo Marroquín, en el cual
figura la siguiente cláusula: "Declaro que al Adelan-
tado yo lo quise mucho y él asimismo mostró quererme
en obras y en palabras, y yo dexé mandados doscientos
ducados al monasterio donde está enterrado que es en
Tirepati; yo mando se le den de mis bienes y se los en-
víen al dicho monasterio."182
Don Francisco de la Cueva y su esposa doña Leonorde Alvarado, hija del Adelantado, pedían Ucencia en
1568 para construir dos bóvedas en la iglesia catedral
de Guatemala, a fin de trasladar y enterrar en ellas los
huesos de don Pedro de Alvarado y doña Beatriz de la
Cueva, su mujer, y los de don Pedro de Puerto Carrero,
su muy cercano deudo. Pedían asimismo, que, para
que se conservara aún más la memoria de la persona que
ganó esta tierra, se diera facultad para que en un lienzo
180 Remesal, Lib. IV, cap. II, T. I, pág. 235, ed. de Guatemala.151 p fello, Crónica miscelánea. La ciudad de Guadalajara
donde Alvarado terminó sus días se hallaba a la sazón en el sitio de
Tlacotlán, y se mudó al año siguiente, 1542, al valle de Tonalan,
según noticia del P. Tello.152 Expediente del Colegio de Santo Tomás de Aquino. Archi-
vo General del Gobierno de Guatemala. N9 13353. Remesal, Lib.
VI, cap. X.
203
de la capilla mayor de la iglesia se pudiera hacer un me-dio arco para colocar en él el bulto del Adelantado consu correspondiente epitafio.
153
El historiador Fuentes y Guzmán refiere haber co-
nocido los dos sepulcros en la iglesia catedral que fué
demolida en su tiempo para fabricar la nueva, pero
advierte que en la época en que redactaba su crónica
(más o menos en 1690) ya no se descubrían. Los restos
del Adelantado se perdieron desde entonces.
En un libro manuscrito de Copias de documentos in-
Ebitafiossert° d°n Juan Gavarrete a mediados del siglo
pasado el siguiente epitafio destinado a la tum-ba del conquistador de Guatemala.
El que Augusto le tuvo merecido
En este angosto monumento yace
Y Fénix de sus glorias hoy renace
Burlando su memoria del olvido.
México intime en eco repetido
Alabanzas qe. el tiempo las enlace
Qe. si tanto valor se satisface
Lo qe. a Rómulo Roma le ha debido
Conquista, fundación y poblaciones
Y haber la idolatría disipado
Deshaciendo las nieblas de opiniones
Obrando bien con ser Adelantado.
Si hay sujeto capaz de estos blasones
Todo cabe en D. Pedro de Alvarado.
Requiescat in pace.™4.
isa "Relación del enterramiento pedido por parte de don Fran-
cisco de la Cueva, de don Pedro de Alvarado, su suegro, Capitán
General y descubridor y conquistador de las Provincias de Guate-
mala, en la capilla mayor de la Catedral de dicha Guatemala. Año1568." En Colección de documentos inéditos del Archivo de In-
dias, T. XI, pág. 91.154 Reproducido en Bancroft, Central América, tomo II,
pág. 211.
204
El maestro Gil González Dávila, en su obra Teatro
eclesiástico (T. I, pág. 140), dice que Juan Díaz de la
Calle, Oficial Mayor de la Secretaría de Nueva España,
dedicó a Alvarado el siguiente epitafio:
Yaze en este angosto monumento el que merecía
más Augusto, que fué para la Nobilissima Ciudad
de Guatimala, lo que para Roma Rómulo; El famoso
por la virtud de su valor y Vitorias
Don Pedro de Alvarado, del Abito de Santiago,
Adelantado, Gobernador, Fundador y Poblador
desta Ilustrissima Ciudad de Guatimala.
Que la dio Templos, Leyes, Costumbres y Ritos.
Después de haber deshecho en muchas batallas el
engaño de la Idolatría, poniendo para siempre
cessacion en su Altares y Aras. Paso a la
inmortalidad de que ya goza en el
Año 1541.
El juicio de la posteridad no ha sido favorable a la
persona y carácter de Pedro de Alvarado. Reconociendoen él brillantes cualidades de mando en la guerra y mo-dales atrayentes en su trato, los historiadores condenansu crueldad y dureza, su rigor y falta de con-
miseración con los indios, a quienes sometió a Carácter
la más dolorosa servidumbre, y su insaciable ' Alvarado
codicia que lo impulsaba a cometer las mayoresinjusticias y violencias. Conquistador afortunado y va-
liente, su ilimitada ambición lo hizo descuidar sus de-
beres de gobernante, lanzándole cada vez tras nuevas
aventuras que, si bien calmaban su fiebre de actividad
y ansia de gloria, jamás rindieron el fruto que de ellas
esperaba.
No hizo sino enhilar y trazar en su mente e arbitrio cosas
de mayor importancia que sus fuerzas e de más posibilidad
205
que él tenía —dice Oviedo— e con su desasosegado espíritu
no se quiso contentar con lo adquirido.155
Sus contemporáneos lo acusaron durante el Proceso
de 1529 de numerosos actos de crueldad cometidos nosólo contra los indios, sino también contra los españoles.
La matanza de la nobleza azteca en el templo de Te-nochtitlán durante la fiesta en honor a Tezcatlipoca nofué únicamente un acto de crueldad y una sangrienta
felonía, sino gravísimo error táctico que motivó la
muerte de centenares de españoles y estuvo a punto de
costarle a Cortés la pérdida de toda su labor de la con-
quista de México.
En Guatemala Alvarado hizo la guerra a las tribus
indígenas con arrojo y sin misericordia. Incendió y des-
truyó pueblos enteros, unas veces sin intimarles la rendi-
ción, como disponían las órdenes del soberano, y otras
para castigar los intentos de destruirlo a él y a sus gue-
rreros. Fueron actos de guerra que se practicaban en
aquellos tiempos y que en los actuales se ejecutan tam-
bién en mayor escala como episodios dolorosos de la
lucha entre las naciones.
Pero donde su crueldad se muestra más evidente ymenos disculpable es en el trato que daba a los nativos
después de terminada la guerra de conquista y cuando
la raza vencida se había conformado ya con la pérdida
de su libertad. Los indios eran para Alvarado una raza
inferior y despreciable que podía emplearse sin piedad
en los trabajos más rudos, bajo la amenaza del látigo yla horca. El Padre Bartolomé de las Casas pintó desde
aquel tiempo el cuadro del sufrimiento humano en esta
región del Continente.
Mató infinitas gentes con hacer navios —dice Fray Bar-
tolomé— ; llevaba de la mar del norte a la del sur, ciento y
155 Fernández de Oviedo, Natural y general historia de las
Indias, T. IV. Última parte, Lib. III, cap. III.
206
treinta leguas, los indios cargados con anclas de tres y cuatro
quintales que se les metían las unas dellas por las espaldas ylomos; y llevó de esta manera mucha artillería en los hombrosde los tristes desnudos; y yo vi muchos cargados de artillería
por los caminos, angustiados. Descasaba y robaba los casados
tomándoles las mujeres y las hijas, dábalas a los marineros ysoldados por tenerlos contentos para llevarlos en sus armadas.
Henchía los navios de indios donde todos perecían de sed yde hambre. . . Cuántos huérfanos hizo —agrega—, cuantos
robó de sus hijos, cuántos privó de sus mujeres, cuántas mu-jeres dejó sin maridos, de cuántos adulterios y estupros yviolencias fué causa, cuántos privó de su libertad, cuántas
angustias y calamidades padecieron muchas gentes por él,
cuántas lágrimas hizo derramar, cuántos suspiros, cuántos
gemidos, cuántas soledades en esta vida y de cuánta conde-
nación eterna en la otra causó . . . Plegué a Dios que de él
haya habido misericordia y se contente con tan mal fin comoad cabo le dio.
156
El historiador moderno Bancroft no niega a Alva-
rado sus brillantes cualidades de jefe militar, y dice de
«1 que sólo Cortés le aventajaba; pero afirma que en ca-
rácter y en conducta era el revés de la medalla.
Cortés poseía cierta grandeza y nobleza de alma —dice
Bancroft—. Alvarado era mendaz, traidor y falto de honra-
dez; su porte franco ocultaba el engaño, y los favores que se
le prodigaban los pagaba con ingratitud. No sentía'^afecto ni
por las mujeres, y su elección de esposa o amante era inspi-
rada por la ambición o la concupiscencia. Gozaba en gobernar
por el miedo. Cortés era precavido, Alvarado impetuoso,
esperando siempre resultados favorables.
A cambio de estos defectos tan severamente señala-
dos, el historiador norteamericano observa que Alvarado
demostró capacidad como militar y que "su percepción
rápida, sangre fría y presencia de ánimo, no perturba-
156 pr Bartolomé de Las Casas. Destrucción de las Indias.
Puebla, 1821.
207
da ni por la magnitud del peligro, le permitieron obrar
siempre con prontitud y acierto en las más críticas cir-
cunstancias. Su aptitud para gobernar era inferior a su
competencia en el campo de batalla."157
El cronista español López de Gomara coincide en
esta parte del juicio de Bancroft cuando dice que Al-
varado fué mejor soldado que gobernador.
Por su parte, otro historiador sajón, William H.Prescott, pinta con estas palabras el carácter del con-quistador de Guatemala:
Pedro de Alvarado era un oficial de familia distinguida,
valiente, caballeroso . . . tenía talento para obrar, firmeza e
intrepidez, al paso que sus maneras francas y deslumbradoras
hacían de Tonatiuh un especial favorito de los mexicanos;
pero bajo este brillo exterior ocultaba el futuro conquistador
de Guatemala un corazón temerario, rapaz y cruel: faltábale
aquella moderación que, en el puesto que ocupaba, era cuali-
dad más apreciable que todas las demás.158
El cronista Remesal señala con justicia el carácter
duro y violento de Alvarado diciendo de él que "másquiso ser temido que amado de todos cuantos le estuvie-
ron sujetos, así indios como españoles."159
Para juzgar con imparcialidad el carácter de Alva-
rado y de los demás aventureros europeos del siglo xvi
hay que tomar en cuenta el carácter general de la con-
quista de América. Sin pretender disculpar las enormesfaltas de los conquistadores españoles, su crueldad, su
codicia, su absoluta carencia de sentimientos humanita-
rios, es preciso recordar que la época en que vivieron era
de lucha y de violencia, y que, además, la empresa de la
conquista fué realizada por fuerzas numéricamente in-
feriores, que tuvieron que imponerse a los ejércitos nu-
157 Bancroft, Central America, T. II, págs. 209-21 í.
168 Prescott, Conquest of México, L. IV, cap. VIH.1W Remesal, Lib. HE, Cap. VI, T. I, pág. 168 ed. de Gua-
temala.
208
merosos de los nativos mediante la superioridad de las
armas y táctica europeas y por el terror y la intimi-
dación. El propio Cortés no está limpio de culpa. Lamatanza de Cholula, ordenada por él, fué tal vez unatragedia inevitable, pero no ha recibido la sanción de
la historia. Pedro de Alvarado quemó a los reyes del
Quiche, y en su tiempo dijo que lo había hecho para cas-
tigarlos por haber intentado una estratagema de guerra
destinada a acabar con él y su gente. Cortés ahorcó al
último emperador de México en las selvas de Yucatánalegando haber descubierto una conspiración dirigida
por el príncipe destronado. Atahualpa fué ejecutado porPizarro después de entregar todo el oro de los Incas.
El gran escritor español don Manuel José Quinta-na ha pronunciado tal vez el juicio más acertado sobre
los hombres de la conquista diciendo en un dístico fa-
moso que
su atroz codicia, su inclemente saña,
culpa fueron del tiempo y no de España.
La obra de Alvarado como administrador y coloni-
zador fué casi completamente nula. Su espíritu inquieto
no le permitía concebir, ni mucho menos emprender las
obras que florecen en un pueblo al amparo de la paz.
Era un hombre nacido para la guerra y la aventura que a
su juicio eran el único camino de la riqueza y de la fe-
licidad. En ninguna de las cartas que escribió siendo
ya gobernador expone planes de progreso para su gober-
nación; el meollo de sus informes al rey es el eterno temade los descubrimientos, de la conquista, de la guerra.
Cierto es que Alvarado vivió en la época de los descu-
brimientos, pero otro hombre dotado de virtudes civiles,
de que él careció en absoluto, habría hecho alto en su
carrera y demostrado que podía dar forma a la tierra
con tanto esfuerzo conquistada y hacer de ella una joya
para la corona de España.
209
De Alvarado no quedó obra material de importan-cia, ni en México ni en Guatemala, a excepción de sus
casas de México y del palacio que construyó para suvivienda en la ciudad de Santiago de Guatemala y quelos elementos destruyeron en la aciaga noche del 10 deseptiembre de 1541.
El historiador guatemalteco don José Milla, a quiensiempre habrá que citar por la serenidad e imparcialidad
de sus juicios, resume en las siguientes palabras el ca-
rácter ambicioso y caballeresco del hombre que ayudóa conquistar a México y Guatemala y aspiró a la gloria deconquistar otras muchas tierras en distintas partes del
orbe:
Los abusos y las crueldades inmotivadas son y serán siem-
pre dignos de censura, y no fueron pocos los que cometieron
Alvarado y sus compañeros. Dotado aquel caudillo de uncarácter apasionado y violento, excedió en el particular a
otros de los jefes expedicionarios de América, a quienes, por
otra parte, puede compararse en el denuedo, en la constancia,
en la actividad, en la astucia militar, y a quienes supera en la
grandeza de los planes y en la importancia de las empresas que
acometió. Estas cualidades, unidas a un exterior brillante, a
sus modales distinguidos y caballerescos y aun a sus mismosvicios (el juego, las mujeres, la prodigalidad) hacen aparecer
al conquistador de Guatemala más bien como un héroe de
novela que como un personaje histórico.
Llena la imaginación con ideas de engrandecimiento per-
sonal y de nuevas conquistas con que ensanchar aún más los
inmensos dominios de su patria, él que había salvado de tan-
tos peligros, vino a morir donde ya no debía, por un acci-
dente casual, ocasionado de la pusilanimidad de un hombre.
Acabó su vida y se desvanecieron los sueños de ambición ygloría que agitaban aquella alma que nada tenia de vulgar.
A su muerte siguió de cerca la desaparición de toda su fami-
lia y la ruina de aquellos bienes de fortuna por los cuales se
había afanado tanto y por cuya consecución cometiera tantas
injusticias. Sus mismos restos mortales se perdieron bajo los
escombros de la iglesia matriz de la ciudad de la cual fué el
fundador y primer vecino, y hoy no queda de él más que
210
el recuerdo que conserva la historia y que va pasando de una
en otra generación, con la alabanza que no puede negarse a
sus hechos heroicos y con el vituperio que debe acompañar
a aquellas de sus acciones que se desviaron de las reglas del
honor, de la moral y de la justicia.160
Hallándose en camino para su diócesis, recibió el
Obispo Marroquín en Ciudad Real de Chiapas la infaus-
ta nueva de la muerte del Adelantado que desde Méxicole comunicó el Virrey Mendoza. Comentando el fatal
suceso escribía el prelado al Emperador desde
aquella ciudad con fecha 10 de agosto, dicién- L*
dolé que había perdido el más bueno y leal ser- s** Ventura
vidor que el soberano tenía en estas partes, yexpresando el temor de que esta pérdida fuese causa dealguna alteración en la provincia de Guatemala.161
Agregaba el Obispo que Alvarado dejaba más decincuenta mil pesos de deuda, gastados en el real servi-
cio, y seis hijos e hijas desnudos y sin abrigo, amén demuchos sobrinos y otros deudos que habían servido tam-bién y quedaban igualmente sin amparo. Con el fin de
remediar estas necesidades proponía que la gobernación
no saliera de los parientes del Adelantado y que se nom-brara Gobernador a su sobrino Juan de Alvarado, hom-bre de bien que anduvo con él en el Perú y en otras
conquistas por espacio de catorce años e iba de general
en su armada.
En defecto de Juan de Alvarado proponía el buenObispo para el cargo de Gobernador a Juan de Chávez,"hijodalgo y caballero y el más hombre de bien que hayen toda la provincia.*' Ambos eran favorablemente co-
nocidos de los naturales y entre ellos podría repartirse
el gobierno de las dos provincias, Guatemala y Honduras.De don Francisco de la Cueva no decía mucho bue-
no. El primo de doña Beatriz había llegado de España
160 Milla, Historia de la América Central, T. I, pág. 322.161 Cartas de Indias, pág. 429. Libro viejo de la fundación
de Guatemala, pág. 3 86.
211
con ella y su marido hacía solamente dos años, y nohabía tenido tiempo de conocer a fondo las necesidades
de la Colonia. "Yo le conversé poco tiempo —decía
el Obispo en su carta—, que no hubo lugar para más; lo
que conocí de él, ansí como es mozo en edad, lo es en sus
obras, e no tiene experiencia de lo que conviene hacer,
ningún celo a los naturales, etc."
En caso que el Emperador eligiera a Juan de Al-varado para gobernar a Guatemala, el Obispo aconsejaba
que se casara, por mandato de S. M., con su prima doñaLeonor, la hija del Adelantado, que quedaba en la or-
fandad, lo cual "sería mucha merced a los muertos ya los vivos."
Hechas estas recomendaciones sobre lo más apre-
miante de la nueva situación, el señor Marroquín se
puso en camino para la ciudad de Santiago de Guate-mala, donde pensaba, con razón, que hacía falta su pre-
sencia para el sosiego de la tierra.
Las malas nuevas corren velozmente. A oídos de los
habitantes de Santiago llegaron rumores del desgraciado
fin del Adelantado, pero no fué hasta el 29 de agosto
cuando el correo enviado por el Virrey Mendoza se pre-
sentó en la ciudad llevando las cartas dirigidas al Ayun-tamiento y al Licenciado don Francisco de la Cueva, Te-niente de Gobernador, que contenían la confirmación
del infausto suceso.
El Ayuntamiento se congregó al instante para ente-
rarse de la comunicación del Virrey. El lacónico y ex-
presivo documento decía así:
Magníficos y nobles Señores: Por cartas que escribo así
al Señor Obispo dessa provincia como a don Francisco de la
Cueva, Teniente de Gobernador della, sabréis como Dios
Nuestro Señor fué servido de llevar a su gloria al señor Ade-lantado Alvarado, y el suceso della de que no poca pena he
sentido como era razón y tanto como si fuera propio hermano,
y pues él le dexó por su Teniente de Gobernador por la con-
fianza que del tenía y no menos tengo yo de su persona [y]
212
hasta que Su Majestad otra cosa sea servido de proveer, le
terneis y obedeceréis, Señores, por tal Gobernador, y así os
lo encargo y mando de parte de Su Majestad e que os confor-
méis con él para que essa provincia esté bien gobernada y en
toda paz e sosiego, sin aver novedad alguna e mostréis en esto
el desseo que tenéis de servir a Su Majestad como sus leales
vasallos y de mirar el bien y perpetuación dessa goberna-
ción como tengo por cierto que lo haréis, y de lo que viére-
des que conviene proveerse y escribirse a Su Majestad meharéis relación porque así se hará. Y a la señora doña Beatriz
la tened y acatad como es justo porque en esto serviréis a
Su Majestad y a mí me echareys cargo para favorescer a essa
ciudad en lo que pudiere. Nuestro Señor vuestras magníficas
personas guarde. De México XV de julio. 541.
A lo que Señores mandáredes.
Don Antonio de Mendoza. 1M
La noticia de la muerte del Adelantado causó en la
ciudad general sentimiento. Los viejos conquistadores
que habían peleado al lado suyo en México y Guatemaladolíanse del triste fin del famoso capitán, al par que se
preocupaban por los cambios que forzosamente habrían
de ocurrir en la vida de la colonia. Los indios no te-
nían motivos para participar del sentimiento de los cas-
tellanos, y, lejos de eso, es natural suponer que la des-
aparición del férreo gobernador haya hecho brillar para
ellos un rayo de esperanza.
Los hidalgos españoles vistieron de luto. Los hijos
del Adelantado debían llorar la pérdida de su padre y su
orfandad y desamparo. A todos excedió, sin embargo,
en sus demostraciones de dolor la viuda de Alvarado,
doña Beatriz de la Cueva. Hizo pintar de negro toda
su casa por dentro y por fuera y se retiró a su aposento,
en obscuridad y soledad absolutas, sin comer, sin dormir
y dando grandes voces lastimeras. Doña Juana la Loca
161 Hay fotografía de la carta original en Libro viejo de la
fundación de Guatemala, pág. 385.
213
no derramó más lágrimas que doña Beatriz a la muerte
del esposo amado. Fray Pedro de Ángulo trató de llevar
a su ánimo los consuelos de la religión, pero la atormen-
tada dama lo rechazó exclamando: "Quitaos de ahí, Pa-
dre, no me vengáis acá con tales sermones. ¿Por ventura
tiene Dios más mal que hacerme después de haberme
quitado al Adelantado, mi Señor?"
De estos extremos de dolor y desesperación dio cuen-
ta desde a pocos años Fray Toribio de Motolinia, y de él
los tomaron más tarde otros autores para consignarlos
en sus crónicas.
La misma naturaleza pareció tomar parte en el llan-
to de la inconsolable viuda. Apenas terminados los fu-
nerales del Adelantado se desató un temporal de lluvias
que había de hacer época en la historia del país. El 9
de septiembre, bajo la lluvia que caía sin descanso, se
reunió el Ayuntamiento para deliberar acerca del go-
bierno del reino. Hallábanse presentes a este acto el
Obispo Marroquín y el Teniente de Gobernador don
Francisco de la Cueva.
En el corazón de doña Beatriz, repuesta sin duda de
sus primeras impresiones dolorosas, se había despertado
la ambición de mando. Acostumbrada a la categoría de
esposa del jefe de la provincia, ardía en ella el orgullo
de una reina. La muerte de su consorte la privaba de los
privilegios de que hasta entonces gozaba. Surgió enton-
ces en su mente la idea de asumir ella los poderes del
difunto Gobernador, y para lograrlo trabajó hábilmente
en el ánimo de los miembros del Cabildo, en su mayorparte amigos del Adelantado e interesados en la conti-
nuación del régimen existente. La orgullosa viuda ha de
haber pensado también que mediante las influencias
de su familia en la Corte le sería fácil alcanzar la con-
firmación del cargo que pretendía y asegurar para sí ypara los suyos los beneficios del poder.
Los planes de la viuda de Alvarado se desarrollaron
favorablemente en la sesión del Ayuntamiento. Los
214
cabildantes, casi por uninimidad y movidos por razones
que la historia calla pero que no es difícil adivinar, ysin más oposición que la del Alcalde Gonzalo Ortiz,
tomaron la inusitada resolución de encomendar el go-
bierno a doña Beatriz de la Cueva, mientras Su Majestad
disponía otra cosa.
Gonzalo Ortiz ofreció razonar su oposición por es-
crito, pero aunque el escribano reservó el espacio nece-
sario, esa parte del acta quedó en blanco. Esta página
blanca es elocuente, y el investigador puede llenarla
considerando la situación, la aptitud que una dama de
la Corte de España podía tener para gobernar una colo-
nia conquistada después de sangrientas guerras y los in-
tereses que tras ella se movían para perpetuar el sistema
implantado en el país y que tendía a favorecer a de-
terminadas familias en detrimento de los demás pobla-
dores. Pero Gonzalo Ortiz, aunque patriota, era buencortesano y ante el concurso unánime que entonaba las
alabanzas de doña Beatriz prefirió no insistir y dobló
la hoja.
El cronista Remesal observa que la ambición de
doña Beatriz era más grande que sus lágrimas, y que por
eso, al terminar las exequias de su marido, se hizo nom-brar Gobernadora: "desvarío y presunción de mujer—comenta Gomara— y cosa nueva entre los españoles
de Indias." Lo cierto es que, de esta manera, la sobri-
na del Duque de Alburquerque vino a ser la primera
gobernadora que hubo en las tierras conquistadas por
los españoles en el Nuevo Mundo.
Tomada la resolución que queda dicha, el Consejo
Municipal pasó en pleno a la residencia de doña Beatriz
y le hizo saber su nombramiento, el cual ella aceptó de
buena gana. Acto continuo prestó juramento sobre la
cruz que remataba la vara de la gobernación. En el mis-
mo acto nombró Teniente de Gobernador a su primo el
Licenciado don Francisco de la Cueva, facultándolo
para conocer de todos los asuntos concernientes a la go-
2U
bernación, menos la provisión de los indios que en lo
sucesivo vacaren, importante ramo que se reservó por
razones que dijo tener y que es fácil adivinar recor-
dando que todo el peso de la incipiente economía de la
Colonia pesaba sobre los hombros de los desventurados
naturales.
Extendida el acta de aquella memorable sesión, acer-
cóse doña Beatriz a la mesa del escribano para firmarla
con los dignatarios presentes. Tras breve meditación,
sin embargo, escribió en dos renglones al pie del do-
cumento:La Sin VenturaDoña Beatriz.
Pero, según observa Remesal, que vio más tarde el
Libro de Cabildo, el nombre de la Gobernadora estaba
"atravesado por una raya que ella debió de echar en aca-
bando de escribir para que no se leyera más que La Sin
Ventura, como quien no quería ser conocida por otro
nombre y apellido después de la muerte del Adelantado,
su Señor."16S
Fuentes y Guzmán niega que la tachadura del nom-bre de doña Beatriz haya sido un acto deliberado de su
parte, y dice que, como puede verse en el folio 207 vuel-
to del Libro II de Cabildo, solamente hay en la firma unrasgo que corre de la letra ene hasta el fin y luego se
tuerce y corre entre los dos renglones. El cronista, apa-
sionado de todo lo que al conquistador de Guatemala se
refiere, asegura que doña Beatriz no tuvo el propósito
de tachar su nombre y que sólo manifestó en aquel acto
su desesperación y dolor cuando entintó la firma con unborrón; que todo fué obra del acaso, o que la mesa se
ha de haber meneado, y acusa a Remesal de no haber
visto el Libro de Cabildo o de haber estado "ciego de pa-
sión contra el crédito de esta ilustre matrona." 164
1M Remesal, Lib. IV, cap. m, T. I, pág. 24 J, ed de Gua-temala.m Fuentes y Guimán, 1» parte, Libro IV, cap. VII.
216
Ximénez sale a la defensa de Remesal, pregunta
quién le contó a Fuentes y Guzmán haber visto menear-
se la mesa, y dice que no existió tal borrón sino una raya,
hecha muy de propósito, como se veía en el libro, de lo
cual había sacado testimonio.168
La historia ha prescindido de estas triquiñuelas de
los cronistas coloniales y ha aceptado, para designar a la
infortunada esposa de Alvarado, el nombre que ella qui-
so darse y el destino le confirmó de La Sin Ventura.
Durante todo el día siguiente a estos sucesos, el sábado
10 de septiembre, la lluvia continuó cayendo en abun-
dancia sobre la ciudad. Temerosos, los vecinos se en-
cerraron en sus casas esperando que Dios pusiera fin a
aquel diluvio. Sin embargo, la tormenta arre-
ciaba, y dos horas después de anochecido, un Destrucciónfuerte temblor sacudió la tierra. A continua- ¿e \a
'
ción descendió del volcán una gran corriente ciudad
de agua que, abriéndose paso por las faldas del de
monte, se entró por la ciudad derribando pa- G*atemala
redes y casas enteras y llenando patios, calles
y plazas de lodo, piedras y arena gruesa, cual caudaloso
río que sé hubiese salido de madre.166
Por su posición al sur y en la parte más próxima al
volcán, la casa del Adelantado fué la primera que reci-
bió el choque y empuje de la corriente; su techumbre
y las paredes que la sustentaban rodaron por el suelo.
Hombres, caballos y ganados perecieron ahogados por
la inundación o heridos por los escombros.
Al oir el estruendo del agua doña Beatriz se levantó
de su lecho, y habiéndole informado sus criadas que el
agua subía ya al nivel de su recámara, subió con ellas ysus damas de compañía a un oratorio, recientemente
construido, donde pensó tener más seguridad. Allí se
acercó al altar y estrechando entre sus brazos la imagen
165 Ximénez, Lib. II, caps. XVIII y XIX.1M Torquemada, Lib. III, cap. XXXV, pág. 324.
217
de Cristo que en él había y el cuerpo de doña Anica,
niña de cinco años, natural del Adelantado, esperó su
salvación de la voluntad divina. Desgraciadamente, el
refugio había sido mal escogido, y, como dice Motolinia
y repite Ximénez, la atribulada dama buscando la vida
halló la muerte. En efecto, la capilla era de ligera cons-
trucción, y estando más expuesta al golpe del agua y de
las piedras, no resistió la embestida de los elementos y se
desplomó sobre doña Beatriz y sus damas sepultándolas
entre sus ruinas.
De toda la casa del Adelantado escaparon únicamen-te su hija doña Leonor, Juana de Alvarado, Francisca de
Molina y otras dos doncellas.167
Todas estas personas
se hallaban fuera del aposento de doña Beatriz, y aun-
que trataron de reunirse con ella, la fuerza de las aguas
las arrojó junto con las paredes del huerto y los naranjos
arrancados de cuajo. Doña Leonor fué arrastrada porla corriente hasta fuera de la ciudad, y ya en el campopudo hacer pie en unas matas y salvar su vida. Un in-
dizuelo que por ahí andaba la reconoció y la sacó del
agua llevándola a cuestas hasta dejarla en seguridad en
una casa vecina.
El resto de la casa de Alvarado, sus indios e indias,
perecieron a consecuencia del terremoto e inundación.
Con doña Beatriz murieron once o doce señoras. Más de
cincuenta españoles entre hombres, mujeres y niños, yseiscientos indios, fueron el saldo trágico de la espan-
tosa noche del 10 de septiembre.
El Obispo Marroquín, el Licenciado de la Cueva yotros muchos españoles trataron de acudir al palacio del
167 El Historiador Fuentes y Guzmán dice que, además de
doña Leonor, lograron salvarse en aquella noche triste otras dos
señoras de la casa de Alvarado, Melchora Suárez y Juana de Cés-
pedes, madre o abuela que fué de María del Castillo, una mujerque sirvió en casa de Bernal Díaz del Castillo, rebisabuelo de Fuen-
tes y Guzmán, y que refería episodios de la ruina y de la maneracomo se salvó su abuela entre las ramas de un árbol. Recordación
florida, 1* parte, Lib. IV, cap. VIII.
11%
Adelantado para salvar a doña Beatriz, pero el agua yel lodo que cubrían por completo la ciudad les impi-
dieron todo movimiento.La leyenda añade al cuadro lastimoso algunos rasgos
propios de la época. El ingenuo autor de una de las cró-
nicas de la catástrofe, a quien vamos siguiendo en este re-
lato,168
refiere que Francisco Cava logró llegar con gran
trabajo y a media noche al aposento de doña Beatriz yhalló la cama caliente, que si se estuviera en ella con sus
damas se salvaran, porque aquella parte de la casa que-
dó sana. "Y a la entrada, que entraba, halló en la mesmacasa una vaca, y dice que tenía medio cuerno y en el
otro una soga, y arremetió con él y lo tuvo debajo del
cieno por dos veces, que pensó morir." Agrega el narra-
dor que se creía que aquella vaca era el diablo, y queponiéndose en la plaza no dejaba que hombre alguno pa-
sara a socorrer a nadie.
El regidor Francisco López juraba y afirmaba que,
teniendo una viga encima de él y su mujer, llegó unnegro muy alto a quien rogó que les quitase la viga, yque éste accedió levantándola muy fácilmente, pero lue-
go la dejó caer sobre la mujer, que allí perdió la vida; yañadía que en seguida se alejó el negro por la calle ade-
lante por donde lo vio caminar como si marchara en
seco y no sobre dos estados de cieno. Fuentes y Guzmáncontradice el hecho y dice que no hubo tal cosa, ni Ló-pez podía ver al negro en noche tan obscura.
Gomara hace el siguiente sabroso comentario:
Tuvieron creído muchos que aquel negro era el diablo, yla vaca, una Augustina, mujer del Capitán Francisco Cava,
hija de una que por alcahueta y hechicera azotaron en Córdo-
168 "Relación de lo que fué Dios servido y acaeció sábado a
dos horas después de anochecido, a diez días del mes de setiembre
de 1541 años en la Ciudad de Santiago de Guatemala." Colección
Muñoz, T. LXXXII. Colección de documentos inéditos del Archi-
vo de Indias, T. III, págs. 378-386, Libro viejo de la fundación de
Guatemala, pág. 387.
219
ba, la cual había hechizado y muerto allí en Cuauhtemallan
a don Pedro Portocarrero porque la dejaba, siendo su amiga;
y el don Pedro traía siempre a cuestas o en ancas, cuando iba
cabalgando, una mujer, y decía que no se podía valer de aque-
lla carga y fantasma; y estando malo para morir porfiaba quesanaría si Augustina lo viese; mas nunca ella lo quiso hacer,
por enojo que del tenía o por deshacer aquella ruin fama. 169
Fácil es suponer el aspecto que presentaba la ciudad
destruida al amanecer del día siguiente, 11 de septiem-
bre. En aquel cuadro de muerte, dolor y desolación
reuniéronse los sobrevivientes y se ocuparon de atender
a las necesidades más perentorias de los heridos y gol-
peados. Recogieron el cadáver de doña Beatriz y lo
sepultaron junto al altar mayor de la iglesia principal.
Enterraron juntas en la misma iglesia a las señoras quemurieron con ella, a excepción de una que nunca pare-
ció. Posteriormente los restos de doña Beatriz fueron
trasladados a la nueva ciudad y los de las demás señoras
al Convento de San Francisco de Almolonga (en la
Ciudad Vieja) , según se leía en el epitafio que había
al lado del Evangelio en la Capilla Mayor de su iglesia,
el cual decía:
Aquí yace la señora doña Juana de Artiaga, natural de
Baeza en los Reinos de Castilla, y doce señoras sus compañe-ras; las cuales todas juntas perecieron en compañía de la muyilustre señora doña Beatriz de la Cueva en el terremoto del
Volcán que arruinó la ciudad vieja de Guatemala año 15 41.
Fueron trasladados sus huesos a esta santa Iglesia año del Señor
de 15 80.17°
La ruina de la ciudad de Santiago fué completa. Enuna sola noche desaparecieron para siempre el poder yla influencia de la familia del Adelantado Alvarado.
Los habitantes españoles que en su mayoría se salvaron
169 Gomara, Historia general de las Indias, cap. CCX.170 Remesal, L. IV, cap. VII, pág. 261 ed. de Guatemala.
220
de la catástrofe, perdieron en ella toda su hacienda. El
Obispo Marroquín, haciendo valer su autoridad, dirigió
el trabajo de salvamento, hizo recoger a los muertos ydarles sepultura y asilar a los heridos y golpeados. Almismo tiempo dispuso los auxilios espirituales, y para
levantar los ánimos decaídos, proclamó al pueblo queno era tiempo de llorar por los difuntos sino de pedir a
Dios por los vivos; mandó quitar los lutos de que habían
cubierto la iglesia para las honras fúnebres del Adelan-
tado, y dando personalmente el ejemplo empuñó el hacha
y la azada para limpiar las casas de los escombros. Se
propuso con estas medidas no sólo devolver el valor a
los españoles, sino prevenir cualquier levantamiento
de los naturales que pudieran creerlos descuidados y aba-
tidos; pero, como anota el narrador testigo de la ruina,
los Señores de la tierra, con nobleza ejemplar, no pro-
vocaron ningún trastorno, y, al contrario, llegaron a la
ciudad "pesándoles de lo sucedido."1T1
El asiento de la ciudad al pie del monte que desde
entonces recibió el nombre de Volcán de Agua, fué
abandonado después de la inundación, y los españoles
trasladaron la capital de la provincia al vecino valle de
Panchoy. Allí se edificó de nuevo, creció y prosperó,
llegando a ser con el tiempo la tercera ciudad del NuevoMundo, después de México y Lima. Arruinada a su vez
en 1773 por los terremotos llamados de Santa Marta, ysucesivamente abandonada, la ciudad colonial no desapa-
reció y existe todavía conservando el sello de su pretérita
grandeza, en la paz y singular encanto del histórico sitio
que lleva hoy el nombre de Antigua Guatemala.
No tuvo tiempo el Adelantado don Pedro de Alvarado,en su inquieta carrera de conquistador, para estable-
cer un hogar y formar una familia. Doña Luisa Xico-téncatl fué para él una compañera fiel y le dio un hijo
'Relación de lo que fué Dios servido", etc.
221
y una hija en cuya sangre se mezclaron la raza hidalga
de Castilla y la noble estirpe de Tlaxcala. Pero ni Al-
varado ni sus contemporáneos considerabanLa familia legítimas estas uniones de españoles e indias que
,, , no recibían la bendición de la Iglesia. DuranteAlvarado . . . t? i
su primer viaje a España, estando aun viva
doña Luisa, casó Alvarado con doña Francisca de la
Cueva, a quien perdió poco después cuando con ella lle-
gaba a Veracruz. Los Oidores de la Audiencia de México
se encargaron de hacerle perder también el magnífico
ajuar de casa que traía su mujer.
En su siguiente viaje a la Corte, el bizarro capitán
contrajo segundas nupcias con su cuñada doña Beatriz,
previa dispensa del Papa, y en septiembre de 1539 volvió
con ella a Guatemala para dejarla antes de un año cuando
se embarcó en busca de su última aventura. De nin-
guna de sus dos esposas castellanas tuvo sucesión.
De otras uniones fortuitas y pasajeras Alvarado tuvo
varios hijos naturales de quienes quedó memoria en docu-
mentos de la época.
Cumpliendo la última voluntad del Adelantado, el
Obispo Marroquín, con autorización de su pariente
de México Juan de Alvarado, a quien don Pedro había
dado igual encargo, procedió a otorgar el 30 de junio de
1542 el testamento del difunto Gobernador de Gua-temala.
En dicho documento declara el Obispo que el Ade-lantado dejó muchos hijos naturales, algunos de corta
edad, que vivían en la mayor pobreza, y enumera entre
ellos a don Pedro, don Diego, don Gómez y doña Inés,
niña que vivía en la ciudad de Guatemala.
Don Pedro debe haber sido el hijo de doña Luisa
Xicoténcatl, nacido en Tututepeque, hermano de doñaLeonor. En la edición que el Padre Remón hizo en 1632de la Historia de Bernal Díaz del Castillo (pág. 237) se
dice que don Pedro se puso en camino para España encompañía de Juan de Alvarado, su tío, y que "nunca
222
se supo de ellos, por lo cual se supone que se perdieron
en la mar o los cautivaron moros." El Obispo Marroquín
y los Oficiales Reales de Guatemala, en carta fechada el
25 de noviembre de 1541, solicitaban para Juan de Al-
varado el mozo, sobrino del Adelantado, la gracia de la
gobernación, y anunciaban que aquél iba a la Corte
a besar los pies del Emperador.172El historiador Fer-
nández de Oviedo refiere que "Juan de Alvarado, sobri-
no del Adelantado don Pedro, aportó al puerto de la
Habana", llevando las nuevas de la muerte de su tío
y de doña Beatriz y de la ruina de la ciudad de Guate-
mala. Desde allí comunicó al cronista estas tristes nuevas
su amigo el capitán Juan de Lobera, veterano de las
guerras de Nueva España, en carta del 4 de enero de
1542.1TS
Si don Pedro de Alvarado Xicoténcatl viajaba
entonces en compañía de su primo Juan de Alvarado,
ésta es la última noticia que de ellos se tuvo. Sin embar-
go, seis meses más tarde, al ordenar el testamento del
Adelantado, el Obispo Marroquín manda que se den a
don Pedro y a su hermano don Diego quinientos pesos de
oro "para con qué se vistan, atenta la pobreza que
tienen." Estas palabras hacen creer que el 30 de junio
de 1542 ambos hermanos estaban vivos todavía.
Don Diego pasó después al Perú. Garcilaso de la
Vega el Inca dice en sus Comentarios reales haber cono-
cido a un hijo del Adelantado, mestizo, que se decía
172 Cartas de Indias, pág. 433. Libro viejo de la fundación de
Guatemala, pág. 393.178 Natural y general historia de las Indias. Última parte,
Lib. III, cap. III. Oviedo profesaba amistad al Adelantado Al-
varado, y en carta que el 1* de mayo de 1542 escribió desde Santo
Domingo respondiendo a otra del Virrey Mendoza relativa a la
muerte de don Pedro y doña Beatriz, se expresaba en estos términos:
"Plega a Dios de le perdonar a él e a su mujer, que me paresce fué
más desdichada que él. Y en verdad yo les e ávido unta lástima,
que no me parece que ay en toda mi vida cosa de más dolor que
el fin de aquella señora e sus criadas e de otras personas que con
ella padescieron." Lib. XXXHI, cap. LIH.
223
don Diego de Alvarado, a quien los indios dieron muerteen los caminos de aquel reino.
"A la doncella madre de don Gómez, hijo del Ade-lantado, que está en la Isla de la Tercera," mandaba el
Obispo en otra cláusula del testamento que se le dieran
trescientos pesos para ayuda de su casamiento y sustenta-
ción. Don Gómez debía recibir por su cuenta la parte
que alcanzare del oro de las minas que los esclavos de su
padre habían de sacar y que debía repartirse entre los
cuatro hermanos.
El testamento no menciona a doña Anica, la pequeñahija del Adelantado que pereció con doña Beatriz en
la ruina de la ciudad, ni a doña Leonor de Alvarado,
que no era de los hijos que no tenían que comer. Enefecto, doña Leonor disfrutaba de la renta que le produ-
cían los pueblos de Sacatepéquez y Ostuncalco que había
heredado de su primer marido don Pedro de Porto-
carrero.174 Muertos su padre y su madrastra la hija del
Adelantado contrajo matrimonio nuevamente, esta vez
con el Licenciado don Francisco de la Cueva, quien con-
tinuó por algún tiempo sirviendo el cargo de Gobernador
de la provincia. Don Francisco escribía al Emperadorcon fecha 20 de septiembre de 1541 diciéndole:
Por la relación que envío sabrá V. M. las muertes del Ade-lantado Alvarado y de doña Beatriz su mujer. . . De la
tempestad que sobre esta ciudad vino escapó por gran milagro
doña Leonor, hija del Adelantado, y viéndola huérfana mecasé con ella pensando servir a V. M. que debe premiar en los
hijos los servicios del padre. Ellos quedan muy pobres.175
174 "A don Pedro [Portocarrero] como persona principal le
dieron un repartimiento de los buenos y mejores que hay en la pro-
vincia de Guatemala, porque de presente renta más de cien mil pesos,
que es Sacatepéquez, que sujetó y que al presente tiene doña Leonor
de Alvarado, mujer que fué de don Francisco de la Cueva." Tes-
timonio de Luis de Torres Medinilla en la Probanza de Diego Her-nández Puerto Carrero sobre su calidad y méritos. Archivo General
del Gobierno de Guatemala. Al. 29. 1577-40186.175 Altolaguirre y Duvale, Don Pedro de Alvarado.
224
De don Francisco de la Cueva y doña Leonor pro-
cedió la única descendencia que quedó del Adelantado yque, a través de documentos de los archivos, es posible
seguir hasta el fin del período colonial.
De los hermanos del Adelantado y de la parte que
les tocó desempeñar en la conquista y colonización
de estas tierras se ha dado noticia en varios lugares de
este libro.
Fuentes y Guzmán menciona entre los parientes del
Adelantado que pasaron a la conquista de la Nueva Es-
paña a cinco primos suyos que se llamaban Alonso,
Diego, Francisco, Hernando y Luis Alvarado, "todos los
cuales prestaron importantes servicios, y en especial
Alonso de Alvarado que sirvió de Maestre de Campo en
lo del Perú, y Diego de Alvarado que murió en la guerra
civil de aquel reino."176 No fué, sin embargo, Diego
de Alvarado, primo del Adelantado, quien murió en el
Perú, sino su homónimo e hijo de éste, como ya se ha
dicho. El mismo historiador enmienda este error másadelante diciendo que "Diego de Alvarado, primo del
Adelantado don Pedro y uno de los capitanes de las con-
quistas, Regidor de esta ciudad de Goathemala por el
año de 1 53 1, pasó al Perú al socorro de los conquistadores
de aquel imperio ... y murió en la corte de Vallado-
lid."1TT Diego de Alvarado prestó importantes servicios
en las guerras de Guatemala y en la conquista de Cuzca-
tlán, como en su lugar queda referido, y acompañó al
Adelantado en la expedición al Perú. En otra carta del
Obispo Marroquin se dice que Diego de Alvarado con-
quistó y pacificó la provincia de Tezulutlán (hoy Vera-
paz) y se confirma que fué a morir a la Corte de
España.178
176 Fuentes y Guzmán, V parte, Lib. III, cap. VI, T. I, pág.
58, edición de Guatemala.177 Fuentes y Guzmán, 1» parte, Lib. III, cap. VI, T. I, pág.
62, ed. de Guatemala.178 "Carta de D. Francisco Marroquin, primer Obispo de
225
Años más tarde don Francisco de la Cueva y su espo-
sa doña Leonor solicitaron un lugar en la Catedral de la
ciudad de Guatemala para hacer a su costa dos bóvedas
en la Capilla Mayor, a fin de trasladar los huesos del
Adelantado y de doña Beatriz y los de don Pedro Puer-
tocarrero "su más cercano deudo." Las autoridades ecle-
siásticas concedieron la licencia y les dieron posesión del
lugar el 10 de enero de 1568. Allí labró dos sepulcros
doña Leonor —según dice Fuentes y Guzmán—, unoal lado del Evangelio para depósito de las cenizas de su
padre y madrastra, y otro al lado de la Epístola paraella y para don Francisco de la Cueva. El cronista añadeque él conoció los dos mausoleos en la iglesia que se de-
molió para fabricar la nueva, pero que en la época en
que redactaba su crónica (fines del siglo xvn) ya no se
descubrían.179
Los restos del Adelantado se hallaban todavía en
Tiripitío en 1563, según se infiere del testamento que dObispo Marroquín otorgó en aquel año de su muerte.
180
No hay noticia exacta de la fecha en que finalmente
vinieron dichos restos a descansar en Guatemala. SegúnRemesal 181
fueron trasladados a la ciudad en 1580, ha-
biéndolos traído su hija y dádoles sepultura con gran
solemnidad en la Iglesia Mayor de Santiago. En todo
caso allí se hallaban ya en 1583 a juzgar por una cláusula
del testamento que el 13 de septiembre de aquel año
otorgó doña Leonor de Alvarado, en la cual disponía
que la enterraran donde lo estaban sus padres y su mari-
Guatémala, al Emperador Carlos V." De Guatemala, 17 de agosto
de 1545 años. Publicada en The Americas, T. V. N* 3. Wash-ington, enero de 1949.
179 Fuentes y Guzmán, V parte, Lib. IV, cap. VDI, T. I,
pág. 110, ed. de Guatemala.180 Remesal, Lib. VI, cap. X, T. I, pág. 274, ed. de Guatema-
la. El testamento completo en Expediente del Colegio de Santo
Tomás, Archivo General del Gobierno de Guatemala.181 Remesal, Lib. IV, caps. VIH y X, T. I, págs. 261 y 274,
ed. de Guatemala.
226*
do, que era en la Capilla Mayor de la Santa Iglesia Ca-
tedral.182
El tiempo y las ruinas sucesivas de la ciudad de
Guatemala han borrado todas las huellas materiales
de aquellos hombres y de sus familiares que vivieron en la
época azarosa y turbulenta de la conquista. Hasta
las tumbas que guardaban sus restos han desaparecido.
Sólo la historia ha acogido sus nombres y sus hechos comofiel protectora del pasado para ejemplo y enseñanza del
presente.
El mejor amigo que el Adelantado don Pedro de Alva-rado tuvo en vida no le falló después de muerto. El
Obispo de Guatemala, Licenciado don Francisco Marro-quín, ejecutando la voluntad de Alvarado, trató de
satisfacer sus obligaciones en este mundo yde alcanzar para su alma en el otro la compa- Testamento
sión y misericordia divinas. El testamento que ¿,e
,
en su nombre otorgó en la ciudad de Guate-mala el 30 de junio de 1542 ante el escribano Diegode Robledo, y que afortunadamente nos ha conservado
Remesal, es un documento de gran importancia para el
estudio de la historia de la colonización española en Gua-temala.
183
No ignoraba el Obispo que Alvarado había cometido
grandes injusticias, las que han de haber pesado grave-
mente en su conciencia, especialmente durante su larga
espera de la muerte en la ciudad de Guada lajara. Por
este motivo la primera disposición del testador se refiere
a los esclavos que el Adelantado tenía en una labranza en
términos de la ciudad de Guatemala, los cuales no habían
sido hechos "con recta conciencia,"* sino arrancados a
sus hogares con sus familias y herrados los más de ellos
1M Testamento de doña Leonor de Alvarado ante el escribano
Blas Hidalgo.1M Remesal, Lib. IV, caps. VII, VIII y IX.
227
en señal de servidumbre. El Obispo mandaba, en des-
cargo de la conciencia de Alvarado y conforme a lo
que con él había hablado sobre el particular, que todos
los siervos indios quedasen en libertad con sus mujeres
y sus hijos, y que las tierras en que estaban las siguiesen
poseyendo sin que pudieran por ello ser molestados. Sola-
mente tendrían que hacer ciertas siembras de trigo yde maíz para pagar las misas que debían decirse por
las ánimas del Adelantado y doña Beatriz.
Mandaba igualmente el Obispo dar libertad a los
muchos esclavos, hombres, mujeres y niños que el Ade-lantado dejó sacando oro de las minas, sin otra condición
que la de que siguieran extrayendo el precioso metal
hasta que con su producto se pagaran las deudas y se
proveyera a la sustentación de los hijos menores del Ade-lantado. Los indios esclavos deberían ser muy bien
tratados durante ese tiempo, y cumplida su faena debían
establecerse en las tierras de la labranza del Adelantadoen compañía de los demás indios residentes en el lugar.
El Obispo les señalaría más tarde lo que debían sembrar
para el pago de las misas por el descanso del alma de sus
señores.
Sabía también el prelado que en las varias conquistas
en que anduvo Alvarado muchos años ofendió a los
naturales y les causó grandes e irreparables daños. En la
imposibilidad de compensarles esos daños y en descargo
de la conciencia del guerrero inmisericorde, mandaba el
Obispo que de lo mejor parado de sus bienes se tomaran
quinientos pesos de oro que debían enviarse a Castilla
en nombre del Adelantado para la obra de redención de
cautivos.
A la Iglesia Mayor de la ciudad donde estaba ente-
rrada doña Beatriz mandaba dar la tapicería vieja grande
del Adelantado, más un terno de terciopelo o de damascopara cumplir la penitencia que le había impuesto hacía
muchos años Fray Domingo de Betanzos y que nocumplió en todos los días de su vida. Otras mandas
228
a la iglesia completan el cuidado del Obispo por la salva-
ción del hombre que tanto había pecado en este mundo.Entraba luego el testador a fijar las sumas con que se
debía acudir a los hijos de Alvarado. Quinientos pesos
de oro de las minas debían darse a don Pedro y otros
tantos a don Diego. A la doncella madre de don Gómez,que residía en la isla de la Tercera, se le debían enviar
trescientos pesos para ayuda de su casamiento. Otrotanto debía darse a Juan de Alvarado, el sobrino quehabía servido fielmente al Adelantado y a su mujer.
El mayordomo y los criados del difunto recibirían asi-
mismo ciertas sumas en proporción a sus servicios.
A los herederos de Antonio Diosdado, a Juan Rodrí-guez y a Santos de Figueroa debía pagárseles la parte que
les pertenecía en los navios que les había tomado el Ade-lantado para sus viajes y descubrimientos en el Mar del
Sur. Asimismo se reconocían otros créditos y se man-daban pagar las deudas que no pasaran de veinte pesos
sobre la sola palabra y juramento en juicio de toda
aquella gente a quien el difunto debía pequeñas canti-
dades.
Por otra cláusula del testamento declara el ObispoMarroquín que don Pedro de Portocarrero se constituyó
por depositario de cierta cantidad de pesos de oro en queel Licenciado Maldonado, siendo juez de residencia en
1536, condenó al Adelantado en virtud de demandaque le puso Sancho de Barahona por haberle quitado el
pueblo de Atitlán. El Obispo dice que esa no era obliga-
ción de Portocarrero, y que si Barahona cobra los pesos
de oro a sus herederos, se paguen de los bienes del Ade-lantado.
Para cumplir con las obligaciones que se desprendende este testamento, sus mandas y legados, el señor Ma-rroquín designaba como bienes del Adelantado todos
los navios, sus pertrechos, artillería y municiones queéste tenía en compañía con el Virrey don Antonio de
Mendoza, más todos los negros que dejó, las milpas, casas,
229
heredades, ganados y cualesquier derechos o acciones
que le pertenecieran, más las gracias y mercedes que
Su Majestad fuere servido de hacerle o le hubiere hecho
para descargo de su ánima, ya que todas las deudas que
dejaba el Adelantado provenían de cosas tocantes a su
real servicio.
El amor que el Obispo Marroquín profesaba al Ade-lantado don Pedro de Alvarado le acompañó hasta la
muerte. Todavía en vísperas de dejar este mundo, en
su testamento hecho el 5 de abril de 1563, incluía estas
palabras:
Declaro que al Adelantado don Pedro de Alvarado yo le
quise mucho y él asimismo me mostró quererme en obras yen palabras, y yo dejé mandados doscientos ducados al mo-nasterio donde está enterrado, que es en Tirepati: yo mandoque se le den de mis bienes y se le envíen al dicho monasterio.
Y demás desto mando que de mis bienes se saquen mil pesos
de oro de minas y de ellos se funde una Capellanía y se diga
misa por su ánima en esta Santa Iglesia de Guatemala y sea
Patronero de ella el Deán y el Cabildo de la dicha Santa Igle-
sia, al cual encargo la conciencia tenga el cuidado de echar los
dichos mil pesos en buena renta y sobre buenas posesiones
y de cobrar y pagar los clérigos por el dicho Cabildo nom-brados, que han de decir las misas de la dicha Capellanía.
Lo cual hago porque por ventura de ello soy a cargo y se lo
debo.184
Cuantiosas sumas de oro tuvo en sus manos el Adelan-
tado don Pedro de Alvarado durante sus conquistas ygobierno, las cuales invirtió sucesivamente en la cons-
trucción de sus armadas y en equipar y mantener a sus
hombres. No siendo para ello suficientes susLa fortuna
propios fondos se vio obligado a tomar en prés-
ConauhtadoTtamo l°s ajenos, confiando en que los descu-
brimientos del Mar del Sur le darían la riqueza
necesaria para pagar sus deudas y vivir libre de cuidados.
184 Remesal, Lib. IV; cap. X, pág. 273, ed. de Guatemala.
230
Desgraciadamente, en las sierras de Nochistlán se
eclipsó su estrella; además de la vida perdió en ellas su
fortuna.
El conquistador español del siglo xvi iba a la guerrapor su propia cuenta. Arriesgaba la vida y exponía su
propiedad en una empresa aleatoria que lo mismo podía
enriquecerlo que destruirlo, o por lo menos arruinarlo.
En las probanzas que aquellos hombres y sus descendien-
tes hicieron después de terminada la conquista para
acreditar sus servicios, decían que habían pasado a estas
campañas con sus armas, sus caballos y sus criados, a su
costa y minción. Las armas eran escasas, los caballos
valían una fortuna. Cuando comenzó la conquista de
México Pedro de Alvarado no poseía más que el derecho
a la mitad de una yegua alazana, muy buena, de juego yde carrera, de que era dueño también Hernán López de
Ávila.186 Terminada la guerra algunos conservaban el
oro que les había tocado en suerte, otros quedaban
en completa pobreza y acusaban a sus jefes de haber
tomado para sí el tesoro de los indios olvidándose de los
que los ayudaron a vencerlos.
Los mejor parados eran los capitanes y oficiales quese habían distinguido en la campaña. Esto era natural,
pero en nada consolaba a los simples soldados que noguardaban de la conquista más recuerdo que sus heridas.
El mismo Bernal Díaz del Castillo, a quien en México
y en Guatemala concedieron buenas encomiendas de
indios, se duele en varios lugares de su crónica del injusto
reparto de la gloria y del botín.
El rey de España aumentaba cada día sus dominios
del Nuevo Mundo sin riesgo ni quebranto de su hacien-
da. Pero eso sí, requería de los que en su nombre con-
185 Bernal Díaz del Castillo (cap. XXIII) dice que llegando
a la Nueva España Alvarado le compró la mitad o se la tomó por
fuerza. Dorantes de Carranza excluye la idea de la compra y afirma
que Alvarado se apoderó por fuerza del animal.
231
quistaban nuevas tierras que le cedieran la quinta parte
de las ganancias obtenidas.
Pedro de Alvarado empeñó en la conquista de Méxicola hacienda que poseía en la isla de Cuba. Sus brillantes
servicios en la guerra le proporcionaron sustanciosas ga-
nancias. En México recibía lo que le daban, y lo que nole daban lo tomaba. Cortés le reprochó el haberse apo-
derado de 600 cargas de cacao propiedad de Moctezuma,según dice Andrés de Tapia y repitió Herrera.
186 Loacusaron también de haber ordenado la matanza del
templo durante las fiestas de Tezcatlipoca para apode-
rarse de las joyas de los nobles mexicanos. Pero cuales-
quiera que hayan sido las riquezas por él adquiridas en
ese tiempo, todas se perdieron durante la retirada de la
Noche Triste.
El oro que en el resto de la campaña y en otras em-presas como la de Tututepeque haya podido, adquirir
fué empleado en armar la expedición a Guatemala,
aunque es sabido que Cortés lo equipó y despachó por
su cuenta con el fin de ganar nuevos territorios y porque,
según observan maliciosamente los cronistas, Alvarado
le había prometido casarse con su prima Cecilia Vázquez.
Las ganancias de Alvarado en la conquista de Gua-temala no han de haber sido muy considerables. Los
mismos testigos llamados a declarar en el Proceso instruí
-
do contra él en 1529 certificaron que el oro que había
recibido de los reyes cakchiqueles era de poco valor.
Sin embargo, el metal que para él sacaban de las minas
los indios sus esclavos y la cuantiosa renta que produ-
cían los pueblos que se adjudicó en encomienda fueron
la fuente de los caudales que invirtió en sus viajes a
España y en las armadas que construyó para los descu-
brimientos del Mar del Sur.
Sumáronse a estos caudales los cien mil pesos queAlmagro y Pizarro le pagaron por la flota que llevó al
186 Herrera, Lib. IX, Década II, cap. III.
232
Perú, la dote de su primera mujer doña Francisca de
la Cueva, los préstamos y contribuciones forcivolunta-
rias en dinero, barcos y otras especies de muchos vecinos
de Guatemala, de España y de otros lugares, todo lo cual
ingresó al fondo común para invertirse en los gastos de
las expediciones y en las liberalidades del Adelantado.
Alvarado se había adjudicado en Guatemala los
pueblos más ricos y productivos: Quezaltenango, Toto-nicapán, Tecpán Atitlán (Solóla), Atitlán, Escuinte-
peque, Guazacapán y Tecocistlán, o sea Rabinal. EnMéxico le tributaban los pueblos numerosos de Sochi-
milco y Ozúcar, y en Honduras tenía otros pueblos
menos ricos. De lo pingüe y sustancial de estas rentas
da idea la petición que los indios principales de Atitlán
dirigieron al Rey de España en 1571, en la cual decían
que sus padres pagaban a sus primeros amos, que fueron
el Adelantado Alvarado y Pedro de Cueto, un tributo de
1400 jiquipiles de cacao que equivalían a 10,000 tosto-
nes, amén de un gran número de mantas, gallinas, maíz,
miel, etc.187
Desde el año de 1530 el procurador de la ciudad de
Guatemala, Gonzalo Ortiz, decía al Cabildo que había
muchos conquistadores que no tenían qué comer ni
indios que se lo dieran, y pedía que Alvarado mandarapracticar una inspección de toda la tierra e hiciera unrepartimiento general de todas las provincias y pueblos
"dando a cada uno según su persona y calidad." Alvara-
do prometió hacerlo, pero jamás obró en justicia en tan
delicado asunto. Los Oficiales Reales "que nunca tuvie-
ron paz con él," como dice Remesal, se quejaban al Em-perador y al Consejo de Indias de que el Adelantado
no los tomaba en cuenta para hacer los repartimientos;
que quitaba a los indios a quien los tenía y se los daba
a quien él quería; que se aplicaba a sí mismo la mayorparte de ellos; que traía gran multitud de esclavos en
187 Archivo de Simancas. En Ternaux-Compans, Voyages,
T. X. Kecneil de piéces relatives a la conquéte du Mexique.
233
las minas contra la prohibición de obligarlos a esos tra-
bajos, y que en ningún caso guardaba las reales orde-188
nanzas.
La distribución mal aconsejada de los indios, ademásde fomentar el ocio de los españoles favorecidos, tuvo
otros malos efectos económicos. Habiéndose dado repar-
timientos a los oficiales mecánicos, estos prefirieron
abandonar sus profesiones y vivir holgadamente de los
tributos y servicios de los indios. Semejante disposición
causó un trastorno en la vida de la comunidad, la que se
vio privada de las obras corrientes de los menestrales.
El herrero apagó la fragua —dice Remesal—, el sastre
cerró la tienda, el carpintero huía de la azuela, el zapate-
ro no conocía las hormas. Fué preciso que una orden
enérgica del Ayuntamiento los obligara a reanudar sus
labores so pena de perder los indios que los enriquecían.
El Adelantado no podía compartir su autoridad con
los Oficiales Reales porque su sistema de gobierno era
la dictadura absoluta. El necesitaba el tributo de los
pueblos para sí y para sus amigos. No de otra manerapudo emprender las obras costosas de las dos armadas
construidas en espacio de cinco años en los astilleros
naturales de la costa del Mar del Sur.
Algunos españoles hicieron viaje a México a quere-
llarse ante la Real Audiencia de la Nueva España porqueAlvarado les quitaba los indios que tenían y los ponía
bajo su nombre diciendo que necesitaba hacerlo así a
causa de los gastos de la armada.189
Como se ha dicho antes, Sancho de Barahona deman-dó en 1536 la devolución del pueblo de Atitlán que le
había quitado el Adelantado, y el juez le hizo justicia.
Al día siguiente de la ruina de la ciudad de Guate-
mala el Obispo Marroqüín procedió a recoger todas las
188 Remesal, Lib. IV, cap. IV.189 Carta de la Real Audiencia a la Emperatriz. De México
a 11 de mayo de 1533. En Epistolario de la Nueva España, T. III,
pág. 97.
234
alhajas de la familia de Alvarado. Hizo de ellas un mi-nucioso inventario, por mano de justicia, de la recámara
y toda la hacienda digna de un antiguo grande de Es-
paña, aunque parte de ella pudo haber sido de las señoras
que acompañaban a doña Beatriz o de los caballeros quehabían ido en la Armada con el Adelantado.
Algunas de las obligaciones de Alvarado pudieronsatisfacerse con sus bienes muebles. Su recámara se re-
partió entre sus acreedores, agrega Remesal. Las joyas
apenas alcanzaron a cubrir los primeros gastos. Los Ofi-ciales Reales exigían ser preferidos en el pago del quinto
y otros derechos de la Corona sobre la sucesión.
Fuera denlas numerosas deudas pequeñas, menoresde veinte pesos de oro, que se mandaban pagar bajo jura-
mento, refiere Remesal haber visto más de cuarenta
informaciones de personas que probaban deberles el Ade-lantado hacienda y dinero, la mayor parte por fuertes
cantidades y las menos por sumas que no bajaban de cua-
trocientos tostones. Los esclavos que trabajaban en las
minas no sacaron más oro, como en el testamento se
disponía, porque el Obispo dolióse de su suerte y se apre-
suró a libertarlos de sus capataces.
Lo más valioso de la hacienda de Alvarado, que eran
las naves de su armada, se perdió para sus herederos yacreedores porque su socio el Virrey Mendoza tomóposesión de ella y la empleó en su exclusivo provechopara descubrir toda la costa, occidental de la Nueva Es-
paña y en abrir por fin la ruta hasta las Islas de la
Especiería. El Virrey confesaba con la mayor naturali-
dad que se había apoderado de la flota. "Como me que-daron sus navios —decía en un informe de 1543
—
determiné continuar la empresa."190
Para hacer la situación más angustiosa, la Audiencia
190 Informe de don Antonio de Mendoza, Virrey de NuevaEspaña, a Juan de Aguilar para ser trasmitido a S. M. y a los Se-
ñores del Consejo. Archivo de Simancas. En Ternaux-Compans,obra citada.
235
de México ordenó que el producto de los pueblos de en-
comienda del Adelantado se recogiese e invirtiese en obras
públicas de la ciudad y de la iglesia, en abrir caminos,
hacer puentes y ayudar a los particulares a reedificar
sus casas destruidas por el terremoto.
Por su parte el Emperador, en provisión fechada el
10 de octubre de 1542, dispuso que todos los indios ypueblos del Adelantado se incorporaran a la Corona. Laorden privaba de estos recursos a los acreedores y se eje-
cutó a pesar de las protestas de los perjudicados.191
En carta de 20 de febrero de 1 542, escrita en el nuevo
establecimiento de la ciudad en el valle de Panchoy,
informaba al Rey el Obispo Marroquín que las deudas
de Alvarado subían a cincuenta mil pesos.192
Por el
mismo tiempo escribía el Virrey Mendoza diciendo:
'Tasa de cincuenta mil pesos de mina lo que debía, sin
lo que yo tengo gastado por él, que son más de otros
quince."193
Por mucho que parecía tener el Adelantado —dice Re-mesal—, -era más lo que debía, y ajustadas las cuentas con
sus acreedores no bastaban a satisfacerlos todo el oro, plata,
perlas y riquezas que hubo en las conquistas, las alhajas de su
casa, los esclavos de que se servía ni toda la flota de diez naos
que llevó consigo, que fué la mayor y mejor que hasta enton-
ces y muchos años después navegó el Mar del Sur.194
Seguíase entre tanto una ejecución contra la sucesión
de Alvarado ante el Gobernador interino, Licenciado
don Alonso de Maldonado, quien la sentenció en defi-
nitiva en Santiago de Guatemala el 19 de febrero de
191 Remesal, Libro IV, cap. X.192 Colección de documentos inéditos del Archivo de Indias,
T. XIII, págs. 268-80.193 Carta de don Antonio de Mendoza, Virrey de la Nueva
España, al Comendador Mayor de León. De México, 10 de marzo
de 1542. En Cartas de Indias, T. I, pág. 253. Libro viejo de la
fundación de Guatemala, pág. 394.194 Remesal, Lib. IV, cap. IX, pág. 272, ed. de Guatemala.
236
1544. El juez declaró que de los bienes del Adelantadodebía ser preferido y primeramente pagado don Alon-
so de la Cueva, cesionario de doña María Manrique,madre y heredera de doña Francisca y doña Beatriz de la
Cueva, por los 4,000 ducados de arras que el Adelantadomandó por escritura pública a doña Francisca.
Luego debía ser preferido y pagado Juan Álvarez,
vecino de la ciudad de Nombre de Dios, como cesionario
del Adelantado don Pascual de Andagoya, en la suma de
503 pesos de oro de minas.
A Francisco de Burgos, vecino de la ciudad de
Burgos, en España, se le mandaban pagar 750 ducados.
A Nicolás de Aramburu, cesionario de María de So-
raluze y Pedro de Eguzquiza, 1,358 pesos, 4 tomines y2 granos de oro de minas.
A Martín Pérez de Achotegui y Juan Sánchez deAramburo, 3,872 pesos, 1 tomín y 10 granos de oro.
A Francisco de Burgos, dos obligaciones de 450 y570 ducados de oro de Castilla.
A Alonso de la Cueva, cesionario de doña MaríaManrique, 10,500 pesos de la dote de doña Beatriz, to-
mando y recibiendo en cuenta los 4,000 ducados de las
arras de doña Francisca que se mandaban pagar prime-ramente.
A su mayordomo y tesorero 500 ducados de oro deCastilla que el Adelantado había tomado prestados de sucaja y real hacienda.
A don Francisco Marroquín, en nombre de la Capi-lla de Nuestra Señora de los Remedios instituida por el
Deán Juan Godínez, 1,350 pesos de oro de minas.
A los albaceas de Juan de Salamanca, 175 pesos.
A Cristóbal Rodríguez Picón como albacea de PedroHernández Picón, su hermano, 202 pesos.
A Cristóbal Galán, cordonero, 354 pesos de oro.195
Realizados los bienes del Adelantado, sus casas, sus
heredades y labranzas, no parece haber disminuido sen-
1M Expediente del Colegio de Santo Tomás de Aquino.
237
siblemente la deuda. Todavía en junio de 1545 el ObispoMarroquín escribía al Emperador diciéndole que Alva-
rado había dejado 40,000 pesos de deuda, todos gastados
en hacer armada para el servicio de S. M., y "por amorde un solo Dios," le pedía que se compadeciera de los
acreedores, muchos de los cuales se habían declarado
en quiebra y se hallaban en las cárceles. "Con dar V. M.lo que el Adelantado dejó, por cuatro años no más—decía el Obispo— se pagarían todas sus deudas, yV. M. descargaría su real conciencia." Sin duda se refe-
ría el señor Marroquín a las encomiendas que dejó Alva-
rado, las cuales evidentemente podían dar en cuatro años
suficiente renta para cubrir las obligaciones del difunto
Gobernador. El Obispo añadía en esa carta un dato
interesante diciendo que con lo que quedó de los bienes
de Alvarado no hubo para pagar la dote de la primera* 196
mujer.
El buen Obispo no mencionaba, y quizás tenía olvi-
dados, los 2,500 pesos de oro que en agosto de 1536
remitió a Alvarado al puerto de Honduras para su viaje
a España y que el Adelantado reconoció deber el 1 2 de
julio de 1540 hallándose en la ciudad de Guatemala en
vísperas de salir para su última expedición.197
Tal fué el final de la vida y la grandeza del másaudaz de los conquistadores españoles del siglo xvi.
Sus actos de valor y de energía decidieron muchas veces
la suerte de las empresas arriesgadas en que tuvo par-
te principal. Sus faltas no le han sido perdonadas por
la historia. Pero en México y en Guatemala no puede
olvidarse que, con su rudeza de soldado, fué uno de los
hombres que más ayudaron a labrar en esta parte del
mundo el terreno en que florecieron las ideas del cris-
tianismo y la civilización occidental.
196 Cartas de Indias, pág. 434. Libro viejo de la fundación
de Guatemala, pág. 395.197 Expediente del Colegio de Santo Tomás de Aquino, folio
45 vuelto.
238
BIBLIOGRAFÍA
Alamán, Lucas
1844-9. Disertaciones sobre la conquista de México. 3 volj.
México.
Altolaguirre y Duvale, Ángel
1905. Don Pedro de Alvarado, Conquistador de Guatemala yHonduras. Discursos leídos ante la Real Academia de
la Historia el 18 de junio de 1905. Madrid.
1927. Don Pedro de Alvarado, Conquistador del Remo de Gua-temala. Colección Hispana, vol. IV. Serie A. Madrid.
Alvarado, Pedro de
1525. Cartas de relación a Hernán Cortés. Impresas por Gas-
par de Ávila. Toledo. (Las Cartas originales se conservan
en la ex-Biblioteca Imperial de Viena, según dato de don
Pascual de Gayangos.)
1606. Traducidas al italiano en Ramusio, Navigationi et viaggi,
T. III, págs. 247 y siguientes. Venecia.
1749. Relación hecha a Hernán Cortés refiriéndole las guerras
de Chapotulán, Checialtenango i Utatlán. En colección de
Andrés González Barcia. Historiadores primitivos de las
Indias Occidentales, T. I, págs. 157-66. Madrid.
1838. Lettres de Pedro d'Alvarado a Hernán Cortes. En Ter-
naux-Compans, Voyages, serie I, T. X.
1851-55. En Oviedo, Historia general y natural de las Indias,
Lib. 33, capítulos 42 y 44.
1852. En Historiadores primitivos de Indias (Biblioteca de Au-tores Españoles), T. I, págs. 458-63. Madrid.
1874. En La Sociedad Económica, T. 39 Nos. 43-46.
1913. Copia de dos cartas manuscritas de D. Pedro de Alvarado
dirigidas a Hernán Cortés, 11 de abril y 28 de julio de
1524. Editadas por A. W. Kurtz. Guatemala.
1924. An account of the conquest of Guatemala by Pedro de
Alvarado, edited by Sedley J. Mackie, with a facsímile
of the Spanish original, 1525. The Cortes Society, NewYork.
1934. En Libro viejo de la fundación de Guatemala. Gua-
temala.
1945. En Fernández del Castillo, Don Pedro de Alvarado, Mé-xico.
En Cartas de relación de la Conquista de América. Co-
lección Atenea, México.
239
Alvarado García, Ernesto
1936. La discutida personalidad de don Pedro de Alvarado y la
fundación de San Pedro Sula. Tegucigalpa.
Bancroft, Hubert Howe1882-87. History of Central America. 3 vols. San Francisco,
California.
1883. The Native Races. 5 vols. San Francisco, California.
1883-85. History of México. 5 vols. San Francisco, California.
Barberena, Santiago Ignacio
1914-17. Historia antigua y de la Conquista* de El Salvador.
San Salvador.
Barón Castro, Rodolfo
1942. La población de El Salvador. Madrid.
1943. Don Pedro de Alvarado. Colección Vidas, 158 pp. Madrid.
Barrientos, José
1941. Tecum Umam. El baile de la Conquista como elemento
de investigación histórica. Guatemala.
Batres Jáuregui, Antonio
1917. La América Central ante la Historia. Guatemala.
Beaumont, Fr. Pablo de la Purísima Concepción
1873-74. Crónica de la Santa Provincia de los Santos . Apóstoles
San Pedro y San Pablo de Mechoacdn. 5 vols. México.
Bermúdez Plata, Cristóbal
1940-1946. Catálogo de pasajeros a Indias durante los siglos
XVI, XVII y XVIII. Archivo General de Indias, Sevilla,
3 vols. Sevilla.
Bolton, Herbert Eugene1916. Spanish Exploration in the South West, edited by H. E.
Bolton.
Brasseur de Bourbourg, Charles Etienne
1857. Histoire des Nations Civilisées du Mexique et de l'Améri-
que Céntrale. 4 vols. París.
Cartas de Indias
\%77. Madrid.
Cedulario del Perú
1944. Siglos XVI, XVII y XVIIII, publicado por Raúl Porras
Barrenechea. Lima.
Cervantes de Salazar, Dr. Francisco
1914-36. Crónica de la Nueva España. 3 vols. Madrid y México.
CmzA de León, Pedro de, 15541853. Parte primera de la Chronica del Perú. En Historiadores
primitivos de Indias, T. II.
Colección de documentos antiguos del archivo del Ayuntamiento
de la ciudad de Guatemala, formada por su Secretario don
Rafael Arévalo. Guatemala, 1857.
240
Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, con-
quista y colonización de las posesiones españolas de Améri-ca y Oceanía, sacados en su mayor parte del Archivo de
Indias bajo la dirección de los señores don Joaquín F.
Pacheco, don Francisco de Cárdenas y don Luis Torres
de Mendoza, abogado de los tribunales del Reino. 40 vols.
Madrid, 1864.
Colección de documentos para la historia de México, publicada por
Joaquín García Icazbalceta, 2 vols. México, 1858-66.
Nueva colección de documentos para la historia de México,
publicada por Joaquín García Icazbalceta, México, 1886.
Cortés, Hernán, 1521-1525
1852. Cartas de relación de Hernán Cortés al Emperador Car-
los V, colegidas e ilustradas por don Pascual de Gayangos.
1866. Cartas y relaciones de Hernán Cortés al Emperador Car-
los V., colegidas e ilustradas por don Pascual de Gayangos.
París.
Cartas de relación de la Conquista de América, Colección
Atenea, México.
Cuevas, Padre Mariano
1914. Documentos inéditos del siglo XVI para la historia de
México. México.
Chavero, Alfredo
1895. México a través de los siglos. T. I, Barcelona.
Day, Arthur Grove
1946. Coronado Quest. Los Angeles, California.
Díaz del Castillo, Bernal
1904. Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España.
Única edición hecha según el códice autógrafo. La pu-
blica Genaro García. 2 vols. México.
1933-34. Edición de la Sociedad de Geografía e Historia de
Guatemala, 2 vols. Guatemala.
Dorantes de Carranza, Baltasar
1902. Sumaria relación de las cosas de Nueva España. México.
Escofet, José
1928. Los grandes exploradores españoles. Pedro de Alvarado, o
el Hijo del Sol. Narraciones novelescas de la conquista
del Nuevo Mundo. Tomo IV. Barcelona.
Fernández del Castdllo, Francisco
1945. Don Pedro de Alvarado. México.
Fernández Duro, Cesáreo
1882. Las joyas de Isabel la Católica. Las naves de Cortés. El
Salto de Alvarado. 53 pp. Madrid.
241
Fernández Hall, Francisco
1941. "IV Centenario de la muerte del conquistador Alvarado."En Anales de la Sociedad de Geografía e Historia. T.XVII, N9
4, Diciembre. Guatemala.
Fuentes y Guzmán, Francisco Antonio
1882. Historia de Guatemala o Recordación florida. 2 vols.
Madrid.
1932-33. ídem. Edición de la Sociedad de Geografía e Historia.
3 vols. Guatemala.
García, Genaro
1901. Carácter de la conquista española en América y en Mé-xico. México.
García Icazbalceta, Joaquín
1896-99. Obras. Opúsculos varios, (Biografía de Pedro de
Alvarado.) México.
1942. ídem. Edición de la Biblioteca del Estudiante Univer-
sitario. México.
1 947. Don Fray Juan de Zumárraga, Primer Obispo y Arzobispo
de México. 4 vols. México.
García Peláez, Francisco de Paula
1851-52. Memorias para la historia del antiguo Reino de Gua-temala. 3 vols. Guatemala.
Garcilaso de la Vega, El Inca
1944. Historia general del Perú. Segunda parte de los Comen-tarios Reales de los Incas. Buenos Aires.
Gomara, Francisco López de,
1554. Crónica de la Nueva España con la Conquista de México
y otras cosas notables. Zaragoza.
1852. ídem. En Historiadores primitivos de Indias.
15 54. Historia general de las Indias. Amberes.
1932. ídem. 2 vols. Madrid.
González Dávila, Maestro Gil
1649-55. Teatro eclesiástico de la primitiva iglesia de Indias
Occidentales, Vidas de sus Arzobispos, Obispos y cosas
memorables de sus sedes. 2 vols. Madrid. Contiene el
"Teatro Eclesiástico de la Santa Iglesia de Guatimala yVidas de Obispos," págs. 139-178.
Harkness Collection1932. The Harkness Collection in the Library of Congress Ca-
lendar of Spanish Manuscripts concerning Perú. 1531-
1651. Washington, D. C.
1936. ídem. Documents from early Perú. The Pizarros and the
Álmagros. 1531-1578. Washington, D. C.
242
Helps, Arthur1848. The Conquerors of tbe New World and their Bonds-
men. 2 vols. Londres.
1855-61. Tbe Spanisb Conques t in America. 4 vols. Londres.
Herrera y Tordesillas, Antonio de
1601-11. Historia general de los hechos de los castellanos en las
Islas y Tierra Firme del Mar Océano, 1492-1531. 4 vols.
Madrid.
Historiadores primitivos de Indias
1852-53. Colección dirigida por D. Enrique de Vedia. Biblio-
teca de Autores Españoles. 2 vols. Madrid.
Icaza, Francisco A. de
1923. Diccionario autobiográfico de conquistadores de NuevaEspaña. Madrid.
Isagoge, Histórica Apologética de las Indias Occidentales, 1711.
1935. Edición de la Sociedad de Geografía e Historia. Gua-
temala.
Ixtliucochitl, Fernando de Alva
1891. Obras históricas. Edición de Alfredo Chavero, México.
1938. Décima-tercera relación. En Sahagún, T. IV.
Jijón y Caamaño, J.
1936. Sebastián de Benalcázar. Quito.
Juarros, Domingo1809-18. Compendio de la historia de la ciudad de Guatemala.
2 vols. Guatemala.
1857. 2f edición. Guatemala.
1937. 3* edición. Guatemala.
Kelly, John Eogan1932. Pedro de Alvarado Conquistador. Princeton.
Lardé, Jorge
1925. Orígenes de San Salvador Cuzcatlán, hoy capital de El
Salvador. 75 pp. San Salvador.
Lummis, C. F. Z.
Los exploradores españoles del siglo XVI. Colección Aus-
tral, Buenos Aires.
Las Casas, Fr. Bartolomé de
1552. Brevisshna relación de la destruycion de las Indias. Ma-drid.
1821. Ídem. Puebla.
1875. Historia de las Indias. En Colección de documentos para
la historia de España. T. 62 a 65. Madrid.
1950. ídem. En Biblioteca Americana del Fondo de Cultura
Económica. México.
243
Libro de Actas del Ayuntamiento de la Ciudad de Santiago de
Guatemala.
1856. Comprende los seis primeros años desde la fundación de la
misma ciudad en 1524 hasta 1530. Copiado literalmente
por don Rafael Arévalo, Secretario de la Municipalidad
de la Nueva Guatemala. Edición del Museo Guatemal-
teco. Guatemala. 2* edición, Guatemala.
Libro viejo de la Fundación de Guatemala y papeles relativos a
D. Pedro de Alvarado. Edición de la Sociedad de Geogra-
fía e Historia. Guatemala, 1934.
Lienzo de Tlaxcala, México
Lienzo de Tlaxcala, 1779
1892. En Antigüedades mexicanas. México.
1927. Descripción. En Revista Mexicana de Estudios Históri-
cos Mexicanos. México.
Majó Framis R.
1946. Vidas de navegantes y conquistadores españoles del siglo
XVI. Madrid.
Mártir de Anglería, Pedro
1944. De Orbe Novo, 1530. Traducción española publicada con
el nombre de Décadas del Nuevo Mundo. Buenos Aires.
Medina, J. Toribio
1889. Colección de documentos inéditos para la historia de Chile.
(1518-1818.) Santiago.
Memorial de Solóla, Anales de los Cakchiqueles
1950. Edición de Adrián Recinos. México.
Mencos, Alberto
1902. Utatldn, poema. Guatemala.
Milla, José
1879-82. Historia de la América Central. 2 vols. Guatemala.
1936. La hija del Adelantado, novela. Guatemala.
1937. Historia de la América Central, 2 vols. Guatemala.
Mobellán, Sebastián e Hidalgo de Mobellán, Antonio
1886. Pedro de Alvarado o la Conquista de Guatemala. Novelahistórica, 2 vols. Madrid.
Molina y Morales, Roberto
1946. "Los héroes de la conquista y de la fundación de San
Salvador, Pedro y Diego de Alvarado," En Revista del
Ministerio de Cultura. Vol. 5, Nos. 17-18. Julio-Dic.
págs. 35-48. San Salvador.
Morales, Natalia Gorriz Vda. de
1943. Luisa Xicotencatl: Princesa de Tlaxcala. Guatemala.
244
Mota Padilla, Matías de la
1870. Historia de la Provincia de la Nueva Galicia, escrita por
el Licenciado D. Matias de la Mota Padilla en 1742. Pu-blicada por la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadís-
tica. México.
Motolinia, Fray Toribio
1903. Memoriales. Publicados por Luis García Pimentel. México.
Muñoz Camargo, Diego
1892. Historia de Tlaxcala. Publicada y anotada por Alfredo
Chavero. México.
Orozco y Berra, Manuel1938. Los conquistadores de México [y Guatemala]. Apéndice
al T. V de Sahagún.
Oviedo y Valdés, Gonzalo Fernández de
18 51-55. Historia general y natural de las Indias, Islas y Tierra
Firme del Mar Océano, Publicada por la Real Academia
de la Historia. 4 vols. Madrid.
Pardo, J. Joaquín
1944. Efemérides de la antigua Guatemala. 1541-1779. Gua-temala.
Paso y Troncoso, Francisco del
1939-40. Epistolario de la Nueva España. 1505-1818. 15 vols.
México.
Pedraza, Cristóbal de
"Relación de varios sucesos ocurridos en Honduras, y del
estado en que se hallaba esta provincia," por el Licenciado
Cristóbal de Pedraza. De Gracias a Dios, 18 de mayo de
1539. En Relaciones históricas de América, por M. Se-
rrano y Sanz, págs. 136-180.
"Relación de la provincia de Honduras y Hygueras, por
el Obispo don Cristóbal de Pedraza, obispo de Honduras."
En Relaciones de Yucatán, T. I, págs. 285-434. Madrid.
1898.
Pérez Valenzuela, Pedro
1941. "Una frase de Bernal Díaz del Castillo: Las deudas del
adelantado." En Anales Soc. de Geog. e Hist., Guatemala,
T. XVII, N* 4. Diciembre.
POPENOE, DOROTHY H.1933. Santiago de los Caballeros de Guatemala. Cambridge,
Massachusetts.
Prescott, William H.1844. History of the Conquest of México. 2 vols. New York.
1944. Historia de la Conquista de México, traducción castellana
de José María de la Vega, anotada por D. Lucas Alamán.
2 vols. Buenos Aires.
24Í
Proceso de Residencia contra Pedro de Alvarado, 1 529
1847. Con notas y noticias biográficas por don José FernandoRamírez. Lo publica, paleografiado del ms. original, el
Lie. Ignacio L. Rayón. México.
Recinos, Adrián
1944. "Doña Leonor de Alvarado, hija del primer Gobernador
y Capitán General de Guatemala." En Anales Soc. Geog. e
Hist. Tomo XIX, N* 5, Septiembre.
Relaciones Geográficas de Michoacdn
1945. Memoria de los pueblos de Colima (1551-1554). EnPapeles de la Nueva España, por Francisco del Paso yTroncoso. T. II, 2* serie. México.
Remesal, Fr. Antonio de
1619. Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Gua-temala. Madrid.
1932. ídem. Ed. de la Soc. de Geog. e Hist. 2 vols. Guatemala.
Rodríguez Beteta, Virgilio
1926. "La primera Gobernadora que hubo en América." EnDiario de Guatemala. Noviembre 19.
Rújula y Ochotorena y Solar Taboada, Antonio del
1935-41. "Los Alvarado en el Nuevo Mundo." En Boletín
de la Academia de la Historia. Vols. 106, 107, 108 y109. Madrid.
Sahagún, Fr. Bernardino de
1829. Historia general de las cosas de Nueva España. 3 vols.
México.
1838. Nueva edición. 5 vols. México.
Schottelius, Justus Wolfram1938. "Pedro de Alvarado und die spanische Südseefahrt." En
Ibero-Amerikanisches Archiv. Año XII, N91, Abril.
Serrano y Sanz, Manuel
1916. Relaciones históricas de América. Primera mitad del si-
glo XVI. Madrid.
Silva Leal, Felipe
1887. Tecún Umdn. Escenas preliminares de la conquista del
imperio de Utatldn en el año de 1524. Drama. Guatema-la. 73 pp.La Conquista de Utatldn. Drama histórico en dos partes
y en verso escrito bajo el plan de un antiguo manuscrito.
Año de 1524. Editado por Alice W. Kurtz. Guatemala.
Simpson, Lesley Byrd
1931. "The death of Pedro de Alvarado: a study in legend-
making." En Hispanic American Historical Review, págs.
529-38.
246
Solar y Taboada, Antonio del
Conquistadores y colonizadores extremeños.
Cuartillas extremeñas.
Tapia, Andrés de
1866. Relación de la conquista de México. En colección dedocumentos para la historia de México, T. II.
Taylor, Mack1936. Impetuous Alvarado. Dallas Texas.
Tello, Fr. Antonio
1891. Libro segundo de la Crónica Miscelánea en que se trata
de la conquista espiritual y temporal de la Santa Pro-vincia de Xalisco en el Nuevo Reino de la Galicia y NuevaVizcaya, y descubrimiento del Nuevo México. Guada-lajara.
Ternaux-Compans, Henri
1838. Recueil de pieces relatives a la conquete du Mexique. EnVoyages, Relations et Mémoires originaux pour servir i
l'bistoire de la découverte de l'Amérique. Serie I, T. X,París.
Torquemada, Fr. Juan de
1723. Monarquía indiana, 3 vols. Madrid.
1943. Edición Facsímile, 2 vols. México.
Vázquez, Fr. Francisco
1714-16. Cbronica de la Provincia del Santissimo nombre de
Jesús de Guatemala. 2 vols. Guatemala.
1937-44. ídem. 2* edición por la Sociedad de Geog. e Historia,
4 vols. Guatemala.
Vellacorta, J. Antonio
1938. Prehistoria e historia antigua de Guatemala. Guatemala.
Wagner, Henry R.
1929. Spaniss voyage to the Nort-West coast of America in the
16th. Century. S. Francisco, California.
1946. "The last will of Pedro de Alvarado." En California
Historical Society Quarterly, vol. 25. N* 4, págs. 309-10,
Diciembre.
Ximénez, Fr. Francisco
1929-31. Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa yGuatemala. Edición de la Soc. de Geog. e Historia, 3
vols. Guatemala.
Zarate, Agustín de, 1555
1853. Historia del descubrimiento y conquista de la Provincia
del Perú. En Historiadores primitivos de Indias, T. II.
247
índice alfabéticoAcacico, 199.
Acajutla, batalla de, 89, 90, 97.
Acajutla, puerto de, 137, 188,
190, 191.
Acala, 124, 125.
Acapulco, 196.
Aculman, 45.
Achuiat, río, 136.
Adelantado, 124.
Aguilar, Marcos de, 121, 124.
Auitzolt, 62.
Ahxepah, 66,
Ahuachapán, 89.
Alaminos, Antón de, piloto, 19.
Alarcón, Hernando de, 194, 196.
Albítez, Diego de, 159.
Albornoz, Rodrigo, 129.
Alburquerque, Duque de, 122,
215.
Alderete, Julián de, Tesorero
Real, 53.
Almagro, Diego de, 12, 145,
147-153, 232.
Almolonga, 101.
Alonso, Pbro. Juan, 175.
Altolaguirre y Duvale, Ángel, 9.
Alvarado, Alonso de, 142, 225.
Alvarado, Anica, 218, 224.
Alvarado Diego de, 14, 64, 107,
148, 225.
Alvarado, Diego de, hijo del
Adelantado, 142, 223, 224,
225, 229.
Alvarado, Diego, sobrino del
Adelantado, 142.
Alvarado, Domingo, 174.
Alvarado, Francisco de, 225.
Alvarado, Gómez de, 9, 10, 21,
64, 91, 142, 224, 229.
Alvarado, Gonzalo de, 10, 21,
63, 64, 91, 100, 109, 110,
111, 112, 113, 116, 119, 162,
164.
Alvarado, Hernando de, 64, 225.
Alvarado, Inés, 222.
Alvarado, Jorge, 10, 21, 45, 64,
91, 112, 121, 124, 130.
Alvarado, Juan de, 10, 11, 21,
145, 194, 202, 222.
Alvarado, Juan de, el Mozo, 9,
10, 11.
Alvarado, Juan de, sobrino del
Adelantado, 192, 211, 223,
229.
Alvarado, Juana, 218.
Alvarado, Leonor de, 27, 28,
165-167, 203, 212, 218, 222,
224, 225, 226.
Alvarado, Luis de, 225.
Alvarado, Magdalena de, 198.
Alvarado, Pedro de, oriundo de
Badajoz, 9; años juveniles, 10;
su gentileza, 12, 13; en la
Isla Española, 14, 15; en San-
tiago de Cuba, 18; en la ex-
pedición de Grijaiva, 18-20;
con Cortés, 21; en Cozumely Tabasco, 23; recibe a doñaLuisa, 27; llaman le Tonatiuh,
28; prende a Moctezuma, 33;
ayuda a Cortés en el juego,
33; queda en México en au-
sencia de Cortés, 35; la ma-tanza del templo, 36-39; pasa
el puente en la retirada de
México, 41; el salto, 41-43,
44, 45; jefe de destacamentoen el sitio de México, 45, 48,
50, 51; va a la conquista de
Tututepeque, 52; descubre
249
una conspiración contra su
persona, 53; envía dos espa-
ñoles a Cuautemallan, 55;
marcha contra Garay, 57, 58;
sale para la conquista de Gua-temala, 60; llega a Tehuante-
pec, 61; a Soconusco, 63; se
dirige al reino quiche, 64;
vence a los naturales de Za-
potitlán, 65; libra primera
batalla contra los quichés,
67; batalla del Pinar, 69;
acepta invitación para tras-
ladarse a la capital quiche,
73, 74; desconfiando de los
quichés sale de la ciudad, 75;prende y quema a los reyes
del Quiche, 75; pide refuer-
zos a los cakchiqueles, 77;nace su hija doña Leonor, 78;informa a Cortés, 79; sale
para Iximché, 79; es bien re-
cibido en la corte cakchiquel,
80, 81; campaña de Atitlán,
82-84; parte para Cuzcatlán,
85; destruye a Izcuintepeque,
86; recorre la costa del Mardel Sur, 87; es herido en la
batalla de Acajutla, 89; bata-
lla de Tacuzcalco, 91; llega a
Cuzcatlán, 92; procesa a los
Caciques fugitivos, 93; em-prende regreso a Guatemala,
93; atraviesa los pueblos alza-
dos, 94; llega a Iximché, 97;
funda la ciudad de Santiago
de Guatemala, 98; impone
fuerte tributo a los cakchi-
queles, 103; se sublevan y lu-
cha con ellos, 104; organiza
varias campañas en 1525, 107;
asalta y toma la fortaleza de
Mixco, 108; dispone la con-
quista de los mames, 109; va
al Lacandón en busca de Cor-
tés, 113; proyecta viaje a
México, 114; recibe guarda
para su persona, 115; Gonza-lo de Salazar lo amenaza desde
México, 115; Cortés lo llama
a Honduras, 115; deserción
de españoles, 116; ahorcado enefigie, 116; se reúne en Cho-luteca con Luis Marín ycompañeros, 117; retorna a
Olintepeque, 118; sale para
México, 120; se embarca para
España, 121; lo acusan en la
Corte, 122; se casa con doñaFrancisca de la Cueva, 123,
125; nombrado Gobernadorde Guatemala, 124; toma el
título de Adelantado, 124;se embarca para América,126; muere doña Francisca,
127; procesado en Méxi-co, 128; despojado por los
Oidores de la Audiencia, 129,
130; desafía a Gonzalo deSalazar y cae preso, 131; rer
gresa a Guatemala, 132; em-prende obras en la capital,
134; prepara la expedición a
las tierras e islas del Mar del
Sur, 134; construye la flota
en Iztapa, 136; concentra las
naves en el puerto de Fonseca,
139; recibe la aprobación real
para la empresa, 140; se des-
pide del Ayuntamiento de
Guatemala, 143; se embarca
en el puerto de la Posesión,
144; llega al Perú y se dirige
a Quito; 146; sufre penalida-
des, 146, 147, 148; cede su
flota a Almagro y Pizarro,
151; se entrevista con Piza-
rro, 153; regresa a su go-
bernación, 154; le toma
residencia el Lie. Maldonado,
250
157; pide órdenes para fundarun puerto en el Mar del Nor-te, 158; lo llaman a Hondu-ras, 161 ¡sale de Guatemala yse dirige a Honduras, 162;
funda la villa de S. Pedro yreparte las tierras, 163; se em-barca para España, 164; casa
a su hija doña Leonor, 166;
llega a la Isla Tercera y luego
a la Corte, 16S; confirmadoen la gobernación de Guate-mala, 170, 171; se casa condoña Beatriz de la Cueva,
172-174; prepara su viaje de
regreso, 174; salida de la ar-
mada , 175; llega a Santo Do-mingo y a Puerto Caballos,
176; anuncia su llegada al
Cabildo, 177; entra en arre-
glos con Montejo, 180-182;
llega a Santiago de Guatema-la, 183; es recibido por el
Ayuntamiento, 183; festejos
en Santiago, 185; alista nueva
armada para Oriente, 187; se
embarca en Acajulta, 190;
191, 192; desembarca en el
puerto de la Navidad, 192;
Va a reunirse con el Virrey
Mendoza, 194; suscribe capi-
tulación para ir a la conquista
de Tzíbola, 196; sale de Méxi-
co, 197; llega a Guadalajara,
198; ataca a los indios de No-chistlán, 199; lo atropelía el
caballo de Montoya, 200; lo
conducen herido a Guadalaja-
ra, 202; hace testamento, 202;
su muerte, 203; su entierro,
203; epitafios, 204, 205; jui-
cios sobre su carácter, 205;
sus deudas, 211, 236, 238;
Mendoza comunica su muerte,
212; su familia, 222; trasla-
dan sus restos a la catedral deGuatemala, 226; disposiciones
testamentarias, 227; su fortu-
na, 230.
Alvarado, Pedro de, hijo, 222,
223, 229.
Alvarado, Río de, 19.
Alvarado, Sara de, 10.
Alvarado y Guzmán, Manuel,
160, 171.
Álvarez, Juan, 237.
Amadis, Libro de, 31.
Amayuca, 136.
Anáhuac, 26, 51.
Andagoya, Pascual, 237.
Ángulo, Pedro de, 214.
Aramburu, Nicolás, 237.
Arévalo, Francisco de, 109.
Argueta, Hernando de, 113.
Arias de Ávila, Gaspar, 117.
Armenia, Gonzalo de, 142, 160.
Artiaga, Juana de, 175, 220.
Atacat, ver Panatacat.
Atlacat, 94-97.
Atenúan, 92.
Atenguillo, 197.
Ateos, 92,
Atiepac, 87.
Atitlán, 79, 82, 83, 106, 233.
Audiencia de los Confines, 157,
182.
Audiencia de México, 128, 131,
132, 135, 151, 154, 157, 183,
222, 234, 235.
Autlán, 197.
Ávila, Alonso de, 34.
Ayahualica, 199.
Azores, 168, 175.
Badajoz, 9, 10, 15.
Badajoz, Gutierre de, 50.
Bancroft, Hübert Howe, 96,
196, 206, 208.
Barahona, Sancho de, 229, 234.
Barón Castro, Rodolfo, 10,
251
Barrionuevo, Francisco de, 144,
155.
Belehé-Qat, rey cakchiquel, 80,
104.
Beleheb-Tzii, rey quiche, 68,
109.
Benalcázar, Sebastián de, 139,
150, 151.
Benavides, Jorge de, 142.
Berástegui, Juan de, 116.
Betanzos, Fr. Domingo de, 15,
121, 228.
Biblioteca del Congreso de Was-hington, 151.
Bobadilla, Francisco, 14.
Bracamonte, Leonor de, 9.
Brasseur de Bourbourg, 94, 95,
96, 97> 103.
Bravo, Pedro, 142, 143, 147.
Brinton, 103.
Briones, Pedro de, 111, 112, 113.
Burgos, Cristóbal de, 142.
Burgos, Francisco de, 237.
Cabrera, Gabriel de, 140.
Cacama, rey de Tezcuco, 41.
Cahi-Imox, rey cakchiquel, 80,
104, 190.
Caibil Balam, rey mam, 109-
111.
Cakchiqueles, dispuestos a reci-
bir a los españoles, 54-56;
ayudan a Alvarado contra los
quichés, 77; marchan contra
los zutujiles, 82; combaten
a los españoles, 105, 113, 118,
132, 232.
Caldera, Lie. Hernando, 142,
151.
Calderón, Francisco, 142.
California, 194.
Camacho, piloto, 19, 22.
Camino, Juan del, 198.
Campeche, 111.
Canales, sierra de, 118.
Cárdenas, Alonso de, 9.
Cárdenas, Juan de, 199.
Carmen, Isla del, 19.
Carrillo, Hernán, 100, 120.
Castellanos, Francisco de, 127,
160, 173, 191.
Castellanos, P., 116.
Castilla, Luis de, 200.
Castillo, María del, 218.
Cava, Francisco, 164, 219.
Celada, Juan de, 174.
Cempoala, 35, 36.
Cereceda, Andrés de, 159, 161,
162, 163.
Cervantes, Miguel de, 8.
Cervantes de Salazar, Dr. Fran-
cisco, 22, 26, 43.
Céspedes, Juana de, 218.
Cimatlán, 124, 125.
Cinacantán, 124.
Cinacantlán, peñol de los indios,
107.
Ciudad Real de Chiapas, 182,
211.
Coatzacoalco, 19, 51.
Cobos, Francisco de los, 123,
124, 173.
Colima, 191.
Colón, Cristóbal, 14, 134.
Colón, Diego, 8, 15, 16.
Comalapa, 132.
Constan tinopla, 32.
Contreras, Diego de, 10.
Contreras, Leonor de, 10.
Contreras y Carvajal, Gonzalo
de, 10.
Copan, 80.
Copilco-Zacualco, Río, 125.
Corinto, puerto, 139.
Cortés, Hernán, 8, 9, 16, 21-
25; conquista Cholula, 29;
entra en la ciudad de México,
30-32; prende a Moctezuma,
33; sale al encuentro de Nar-
váez, 35; retorna a México,
252
39; lucha con los mexica-
nos, 39; retirada de los es-
pañoles, 40-42; batalla de
Otumba, 42, 43; somete a los
pueblos ribereños, 44; pone
sitio a México, 45; ataca el
centro de la ciudad, 49; fin
de la guerra, 51; va a la con-
quista de Panuco, 54; recibe
delegación de los Señores de
Guatemala, 54; envía a Olid
a Honduras y a Alvarado a
Guatemala, 60, 100; envía
refuerzos a Alvarado, 102; se
dirige a Honduras, 107, 113;
llama a Alvarado a Honduras,
114; decide volver a Méxi-
co, 115, 117; deplora no haber
visitado Guatemala, 119; re-
cibe en México a Alvarado yMarín y su gente, 120; sus
enemigos, 121, 123, 124, 128;
nombrado Capitán General de
Nueva España, 130; ofrece
compañía a Alvarado en tie-
rra firme, 135, 195,207,208,
232.
Cota, Dr. Blas, 175.
Cotopaxi, volcán, 146.
Coyoacán, 45.
Cozumel, 19, 23, 158.
Cuauhtemallan, 55, 56.
Cuauhtémoc, 44, 46, 48, 50, 61,
102.
Cuba, Isla de, 8, 9, 16, 17, 19,
20, 21, 22, 25, 35, 44, 158,
232.
Cuernavaca, 44.
Cueto, Pedro de, 233.
Cueva, Alonso de la, 173, 237.
Cueva, Beatriz de la, 172, 173,
181, 185, 190, 203, 212, 213.
214, nombrada Gobernadora
de Guatemala, 215; la Sin
Ventura, 216, 217; su muerte,
218; 219, 220, 222, 223, 224,
226, 235, 237.
Cueva, Cristóbal de la, 159, 160.
Cueva, Francisca de la, 123, 125,
126, 127, 172, 222, 233, 237.
Cueva, Lie. Francisco de la, 183,
188, 190, 203,211,212, 214,
215, 224, 225, 226, 228.
Cueva, Pedro de la, 173.
Cuzcatlán, 85, 92-97, 102, 106,
107, 116, 117, 119, 225.
Chalco, 45, 120.
Chápala, lago de, 197.
Chaparrastique, 116.
Chapultepec, 31, 46.
Chavero, Alfredo, 42.
Chávez, Juan de, 163, 211.
Chavez, Rodrigo de, 142.
Chiapas, 56, 109, 112, 124, 137,
161, 180.
Chiapas, Río de, 110.
Chichén Itzá, 101.
Chila, 58.
China, 140, 144, 156, 176.
Chinabjul, 110.
Chinautla, 108.
Chixoy, Río, 110.
Choloma, 163.
Cholula, 29, 30, 64, 77, 209.
Choluteca, 116, 117, 161.
Chorrillo, 187.
Damas de doña Beatriz, 175,
181, 220.
Dávila, Alonso, 18, 21, 125.
Dávila, Pedrarias, 54, 117, 133,
137.
Delgadillo, Oidor de México,
128, 131.
Díaz, Juan, 19, 21, 64.
Díaz, Miguel, 14.
Díaz, Ruy, 151.
Díaz de la Calle, Juan, 205.
Díaz del Castillo, Bernal, 11, 13
253
18, 19, 20, 21, 22, 23; des-
cribe la grandeza de la ciudad
de México, 30-32; pinta la
vida de Moctezuma en la pri-
sión, 33; sobre la matanzadel templo, 37, 38, 45, 61,
63; condena la destrucción de
Izcuintepeque, 86; va a Ixim-
ché, 118; a Oaxaca, 120;
describe a doña Leonor de Al-
varado, 166, 173, 192, 218,
231.
Diosdado, Antonio, 142, 229.
Dovalle, Gonzalo, 57, 58.
Dulce, Río, 111.
Ecuador, República del, 148.
Egusquiza, Pedro de, 237.
El Pinar, batalla de, 3.
El Salvador, 92.
Enríquez de Guzmán, Alonso,
142.
Escalante, Juan de, 21.
España, 8, 134, 136, 170, 179,
209, 225.
Española, Isla, 8, 14, 15, 16,
121, 158, 176.
Especiería, Islas de la, 138, 140,
145, 190, 235.
Espinosa, Juan de, 151, 156.
Ezatlán, 197.
Falcón, Capitán, 199.
Fernández, Juan, piloto, 139.
Fernández de Híjar, 193.
Figueroa, Santos de, 142, 229.
Flores, Francisco, 76, 105.
Florida, 50.
Fuentes y Guzmán, Francisco
Antonio, 109, 128, 133, 166,
172, 184, 189, 204, 216, 218,
219, 225, 226.
Galán, Cristóbal, 237.
Garay, Francisco de, 57, 58, .59.
García de Celis, Diego, 161, 163,
164.
Garci Lasso de la Vega, 12, 142.
Garcilaso de la Vega, el Inca, 10,
11, 152, 185, 186, 223.
Garci Sánchez, 9.
Gavarrete, Juan, 96, 204.
Girón, Francisco, 192.
Godínez, Juan, 64, 78, 88, 100,
191, 237.
Golfo Dulce, 159.
Gomara, Francisco López de, 13,
20, 23, 24, 27, 56, 61, 124,
134, 208, 215, 219.
Gómez de Loarca, Alonso, 109.
González Dávila, Capitán Gil,
111.
González Dávila, Maestro, 205.
Gracias, 162, 163, 178, 179.
Gran Teocalli, 36, 37, 49.
Grijalva, Juan de, 18, 19, 20,
21.
Grijalva, Río, 23, 110.
Guanajas, Islas, 17.
Guadalajara, 197, 198, 200, 201,
202, 203, 227.
Guatemala, 54, 55, 56, 102, 112,
113, 114, 115, 116, 117, 118,
124, 125, 130, 132, 133, 139,
142, 148, 151, 154, 155, 156,
157, 158, 159, 161, 162, 163,
164, 165, 166, 167, 169, 170,
172, 173, 174, 175, 177, 179,.
180, 181, 183, 184, 185, 186/
187, 188, 189, 192, 193, 194,
195, 196, 202, 206, 208, 210,
211, 212, 213, 216, 217, 219,
222, 223, 225, 226, 227, 230,
231, 232, 233, 234,236, 238.
Guaxolcingo, 44.
Gumarcaah (Utatlán), 66.
Gutiérrez de Trejo y Ulloa, Isa-
bel, 10.
Guzmán, Ñuño de, 128, 130,
131, 132.
254
Habana, La, 21, 35, 223.
Hernández Arana, Francisco,
179.
Hernández de Córdoba, Francis-
co, 17, 18, 19.
Hernández de Moscoso, Alonso,
10.
Hernández de Puertocarrero, 21,
35.
Herrera, Antonio de, 99, 149,
159, 192, 232.
Herrera, doña Beatriz de, 181.
Herrón, juego de, 91.
Hojeda, Alonso de, 12.
Holguín, Diego de, 107, 117.
Holguín, García, 139, 142.
Honduras, 60, 107, 111, 115,
116, 117, 124, 158, 160, 161,
163, 169, 176, 178, 180, 182,
233.
Huasteca, 57, 59.
Huehuetenango, 110.
Huitzilopochtli, 36, 37, 50.
Humboldt, corriente de, 139,
146.
Humboldt, Guillermo de, 146.
Hurtado de Mendoza, Diego,
202.
Irazaga, Nicolás, 163.
Ircio, Pedro de, 45.
Italia, 32, 40.
Iximché, 56, 79, 80, 81, 83, 84,
90, 100, 104, 116, 118.
Ixtlilxóchitl, 61, 70, 77, 86, 89,
90, 94, 102.
Izcuintepeque, 84, 86, 96, 106,
233.
Iztapa, pueblo, 173, 178.
Iztapa, puerto de, 136, 162, 187,
188, 191.
Iztapalapa, 31.
Jalapa, 26.
Jalisco, 194.
Jeravaltique, 188, 196.
Jerez de la Frontera de la Cho-luteca, 160.
Juchipi lia, 198.
Lacandón, 111, 112, 113, 132.
Lahuh Quieh, 66, 71.
Las Casas, Francisco de, 111,
112.
Las Casas, Fr. Bartolomé de, 8,
38, 124, 137, 206.
Lempa, Río, 117.
Lobera, Juan de, 223.
López, Francisco, 219.
López, Martín, carpintero de ri-
bera, 44.
López de Ávila, Hernán, 22,
231.
López de Carvajal Garci, 10.
López de Gomara, V. Gomara.
López de Velasco, Juan, 160.
López de Zúñiga, 197.
Luarca, Alonso de, 165.
Lugo, Francisco de, 34, 45.
Llanos de El Pinar, 69, 72.
Llanos de Urbina, 72.
Magallanes, Estrecho de, 140,
156.
Magdalena, Río de la, 187.
Malacatán, 110.
Maldonado, Alonso de, 157, 162,
170, 171, 175, 178, 182-186,
194, 236.
Mames, 109, 110.
Manrique, María, 123, 126, 172,
237.
Manta, cacique de, 147.
Manzanillo, puerto, 192.
Marín, Luis, 45, 116, 117, 120.
Marina, doña, 24, 27, 41.
Marroquí n, Alonso, 127.
Marroquí n, Francisco, 127, 141,
142, 143, 169, 172, 175, 187,
255
191, 194, 203, 211, 212, 214,
218, 221, 222, 223-229, 234,
236, 237, 238.
Martín, Alonso de, 116.
Martyr de Anglería, 56.
Masagua, 136.
Matienzo, Oidor de México, 128,
131.
Mayapán, 101.
Mazariegos, Diego de, 136.
Mazatenango, S. Lorenzo, 110.
Mejía, Gonzalo de, 122, 129.
Memorial de Solóla, 76.
Méndez de Sotomayor, Hernán,
50.
Mendoza, Antonio de, 191, 193,
194, 195, 196, 211,212,223,229, 235.
Mendoza, Baltasar de, 100.
Mendoza, Juan de, 160.
Messia, Catalina, 9.
México, 19, 21, 30, 31, 34, 51,
54,70,77,79, 113, 120, 138,
194, 210, 221, 232, 233, 238.
Miahuatlán, 92.
Michatoya, Rio, 136.
Michoacán, 191, 194, 199.
Milla, José, 210.
Millán de Gamboa, Martin, 41.
Mixco, 108.
Mixtón, 198.
Moctezuma, 19, 24, 28, 29, 31;
sale al encuentro de Cortés,
32; su prisión, 33, 34, 36, 39;
su muerte, 40; muerte de sus
hijos, 41; 102, 232.
Molina, Bernaldo de, 190.
Molina, Francisca de, 218.
Monjarraz, Andrés de, 45.
Montejo, Francisco de, 18, 21,
22, 35, 101, 125, 160, 161.
Montejo, Catalina de, 181.
Montoya, Baltasar de, 174, 200,
202.
Mopicalco, 88»
Mora, salvado por Alvarado, 25.
Moría, Francisco de, 23.
Moscoso, Luis de, 142.
Muñoz Camargo, Diego, 14, 99»
Naco, 111, 158, 161, 162.
Narváez, Panfilo de, 8, 35, 43,
45.
Navidad, puerto de la, 192, 193.
Nicaragua, 117, 142, 147, 149,
153.
Niño, Andrés, 55.
Niza, Fr. Marcos de, 143, 193.
Noche Triste, 12, 31, 40, 42, 43,
232.
Noche Triste, árbol de la, 42.
Nochistlán, 198, 199, 200, 231.
Nueva España, 15, 22, 56, 115,
128, 130, 132, 140.
Nueva Galicia, 193, 197, 202.
Nuevo México, 193.
Oaxaca, 51, 52, 53, 54, 120.
Obide, Pedro de, 112.
Ocampo, Diego de, 57, 58.
Ocampo, Gonzalo de, 143.
Ocotepeque, 162.
Olea, Cristóbal, 49.
Olid, Cristóbal de, 21, 40, 41,
44,45, 57, 60, 107, 111.
Olintepeque, 71, 102, 106, 116,
119.
Olmedo, Fr. Bartolomé, 24, 40.
Oñate, Cristóbal de, 197, 198,
199, 201, 202.
Ordaz, Diego de, 30, 33, 40.
Orduña, Francisco de, 130, 133.
Oriza, Juan de, 76.
Orozco, Francisco de, 51.
Ortiz, Gonzalo de, 215, 233.
Ostuncalco, 224.
Otumba, 42, 43.
Ovalle, Gonzalo de, 42, 43.
Ovando, 16.
Oviedo, Gonzalo Fernández de,
256*
13, 124, 176, 190, 192, 206,223.
pxib Queh, rey quiche, 68.
Ozúcar, 233.
164, 169, 176, 17*, 179, 182,187.
Puerto Viejo, 147.
Puyumatán, 112.
Palahunoh, 66.
Panamá, 139, 142, 144, 153,
155.
Panatacat, 81, 84, 96, 99.
Panchoy, valle de, 118, 221,
235.
Panuco, 21, 54, 57, 58.
Papaloapan, Rio, 19, 20.
Pastrana, Alonso de, 116.
Paz, Alvaro de, 142, 162.
Pazaco, 88.
Pedraza, Cristóbal de, 179, 180,
181, 182.
Peralmíndez Chirino, 194.
Pérez Dardón, Juan, 100.
Pérez de Achotegui, Martin,
237.
Perú, 12, 27, 38, 139, 140, 141,
142, 145, 152, 153, 154, 159,
165, 223, 225, 233.
Petapa, 118.
Peten Itzá, 111, 117.
Pizarro, Francisco, 12, 138, 139,
142, 145, 149, 151, 152, 153,
155, 169, 209, 232.
Pocomames, 108.
Ponce, Hernán de, 142.
Ponce de León, 120, 121.
Popocatépetl, 30.
Popol Vuh, 76.
Popotla, 42.
Portocarrero, Pedro de, 64, 91,
100, 120, 132, 166, 203, 220,
224, 226, 229.
Posesión, puerto de la, 139, 140,
144.
Prescott, William H., 154, 208.
Proceso de Alvarado, 39, 41, 97,
116, 126, 128, 129,206,232.Puerto Caballos, 137, 158, 159,
Quauhtemallan, 56t 90, 99, 102.
Quetzalcoatl, 29, 101.
Quetzaltenango, 66, 67, 70, 71,
72, 106, 174, 233.
Quicab, 65.
Quiche, 63, 64, 67, 68, 76, 78,
105, 109.
Quintana, Manuel José, 208.
Quito, 145, 147, 150, 151, 152,
153.
Quiyavit Caok, 190.
Rabinal, 233.
Ramírez, Sebastián de, Obispo
de México, 151.
Rangel, Rodrigo, 59.
Realejo, puerto, 139.
Recinos, Juan, 112.
Remesal, 14, 15, 63; describe la
fundación de la ciudad de
Santiago de Guatemala, 99,
114, 120, 121, 178,215,216,217, 226, 227, 233, 234, 235.
Remón, P., 222.
Reyes cakchiqueles, reciben a
Alvarado, 80; abandonan su
capital 104; se rinden a Alva-
rado, 133.
Reyes del Quiche, invitan a Al-
varado a su capital, 73, 74; su
prisión y muerte, 75.
Reynosa, Juan, sacristán, 100.
Riobamba, 150.
Robledo, Diego de, 227.
Rodríguez, Juan, 142, 229.
Rodríguez Cabrillo, Juan, 44,
188, 191, 192.
Rodríguez Picón, Cristóbal, 237.
Roma, 32.
Rojas, Gabriel de, 142, 149.
257
Roxas, Diego de, 90, 100.
Ronquillo, Gonzalo, 127.
Saavedra, Juan de, 142.
Sacatepéquez, 132, 224.
Salamanca, Juan, 237.
Salazar, Antonio de, 109, 127.
Salazar, Gonzalo de, 115, 128,
131.
Sámala, Río, 65, 110.
Sánchez de Aldeanueva, Fran-
cisco, 112.
Sánchez de Aramburo, Juan,
237.
Sandoval, Gonzalo de, 21, 33,
40,41,45,48, 51.
San Blas, puerto, 194.
San Cristóbal de los Llanos, 136.
San Jorge del Valle de Olancho,
160.
San Juan de Ulúa, 24, 35.
San Martín Jilotepeque, 108.
San Miguel, 116, 140, 152, 160,
188, 196.
San Pedro de Puerto Caballos
(S. Pedro Sula), 163, 178.
San Salvador, 107.
Santiago de Buena Esperanza,
194, 197.
Santiago de Cuba, 18, 20, 21.
Santiago de Guatemala, 98, 100,
101, 114, 116, 127, 143, 154,
183, 187, 190, 212, 220, 226,
227.
Santispírítu, 21.
Santisteban del Puerto, 54, 57',
58.
Santo Domingo, 8, 15, 16, 176.
Selegua, Río, 110.
Sinacán y Sequechul, 189, 190.
Soconusco, 8, 56, 62, 63, 116,
120.
Solar y Taboada, Antonio del, 9.
Solís, Antonio de, 43.
Solóla, 178, 233.
Soraluze, María de, 237.
Suárez, Melchora, 218.
Suárez de Moscoso, Teresa, 10.
Suchitepéquez, 165.
Tabasco, 19, 24, 51, 110, 111,
117, 161.
Tacuba, 31,41,45, 47. 49.
Tacuilula, 87.
Tacuzcalco, 91, 97.
Tapia, Andrés de, 232.
Tapia, Cristóbal de, 51.
Tecocistlán, 233.
Tecpán Atitlán, 233.
Tecpán Guatemala, 187.
Tecum, rey, 77,
Tecum Umam, 67, 68, 69, 70,
71.
Tehuantepec, 61, 62, 120.
Tello, Fr. Antonio, 200.
Tenochtitlán, 30, 36, 54, 125.
Tepeaquilla, 31.
Tepepul, 68, 77, 109, 119, 190.
Tepeyac, 47.
Tequepampo, 124.
Tercera, Isla, 168, 224, 229.
Términos, Laguna de, 69,
Tezcatlipoca, 36, 232.
Tezcuco, 44, 64, 77, 86, 102.
Tezulutlán, 225.
Tierra Firme, 117.
Tiripitío, 194, 202, 203, 226.
Tlacotlán, 203.
Tlapallan, 101.
Tlatelolco, 48, 50.
Tlaxcala, 26, 64, 70, 71, 222.
Tlaxcaltecas, 37, 61, 108.
Tonatiuh, 28, 76, 80, 96, 103,
104, 105, 166, 179, 190.
Torquemada, Fr. Juan de, 15.
Totonicapán, 174, 233.
Toxcatl, 36, 37.
Treviño, carpintero, 55.
Trinidad, Villa de la, 17, 21.
Trujillo, puerto, 112, 137, 164.
258
Tututepeque, 51, 52, 53, 76,
222, 232.
Tzíbola, 194, 195, 196.
Tzuzumpan, 163.
Uitzitzil, 67.
Ulúa, Río, 125, 163.
Utúa, San Juan de, 24, 35.
Uspantán, 132.
Utatlán, 54, 56, 60, 69, 73;
descripción de la ciudad, 74;
incendio de, 75, 76, 77, 78,
79, 80, 82,93, 109, 119, 165.
Valdivieso, Pedro de, 114.
Vázquez, Cecilia, 123, 232.
Vázquez, Fr. Francisco, 189,
192.
Vázquez de Coronado, Francis-
co, 194, 196.
Vázquez de Tapia, Bernardo, 28.
Velasco, Alonso de, 173.
Velázquez, Diego de, 8, 17, 18,
20, 22, 35, 45, 107.
Velázquez de León, Juan, 33,
34, 41.
Veracruz, 24, 35, 50, 57, 60,
127, 128.
Verapaz, 225.
Villafaña, Antonio de, 45.
Vivar, Luis de, 127.
Volcán de Agua, 118, 133, 217,
220, 221.
Volcán de San Pedro, 82.
Volcán de Santa María, 69.
Xepau, 106.
Xetulul, 65.
Xicoténcatl, señor de Tlaxcala,
26, 27, 166.
Xicoténcatl, doña Luisa, 27, 41,
78, 90, 99, 123, 165, 166,
221, 222.
Ximénez, Fr. Francisco, 63, 127,
137, 217, 218.
Xochimilco, 64, 113, 180, 182.
Xuchipillan (V. Juchipilla).
Yucatán, 17, 22, 125, 138, 158,
180, 209.
Zabarrieta, Domingo, 100.
Zaculeu, 110, 111, 112.
Zapotlán, 197.
Zapotitlán, 65.
Zequechul, 189, 190.
Zinacán, 189, 190.
Zozumba, cacique, 159, 163.
Zumárraga, Fr. Juan de, 128,
129, 131.
Zurrilla, Francisco de, 127.
Zutujiles, 81, 82, 83, 105.
259
índice general
prologo i
Origen y mocedades 7
La familia Alvarado 9
Años juveniles 10
Las primeras empresas 15
Conquista de México 18
Descubrimiento de Yucatán 18
La expedición de Cortés 21
La flota visita Yucatán y Tabasco 22
Fundación de Veracruz . . . 24Rumbo a Tlaxcala 26Cholula . 19
A la ciudad de México 30
Prisión de Moctezuma 33
Panfilo de Narváez contra Cortés . . 34
Alvarado y la matanza del templo 36
Cortés regresa a México y lucha con los mexicanos 39
La Noche Triste 40Reconquista de México 44Expediciones al interior 51
Conquista de Tututepeque . . . . „ 52
Embajada de los señores de Guatemala 54
Conquista de Guatemala 60
Alvarado emprende viaje hacia el sur 60
Tehuantepec y Soconusco 62
Zapotitlán 65
Rumbo al reino quiche 66Preparativos de defensa 67
Batalla de El Pinar , 69
Los reyes quichés se someten a Alvarado 72
Proyectos del Conquistador 78
261
PÁG.
En la corte cakchiquel 80
Conquista de Atitlán 81
Toma de Escuintla 84
La conquista de Cuzcatlán 87
La leyenda de Atlacatl 94
Fundación de Santiago de Guatemala 97
Insurrección cakchiquel 102
Las campañas de 1 525 107
Expedición al Lacandón 111
Viaje a Honduras 114
Insurrección general 117
Retorno a México 120
En la corte del Rey de España 121
Procesado en México 128
La Armada del Mar del Sur 132
Alvarado regresa a Guatemala 132
Construcción de la flota 133
La tentación de las riquezas del Perú 138
Expedición al Perú 144
Nuevos proyectos de descubrimiento 155
Conquista de Honduras 158
Doña Leonor de Alvarado 165
Ultimas empresas 168
Segunda vez en la Corte 168
Regreso a las Indias 174
Controversia entre Alvarado y Montejo 179
Santiago de fiesta , 183
Preparativos de viaje 186
Salida de la armada 190
Las ciudades de Tzíbola 193
Nochistlán 197
Muerte de Alvarado 201
Epitafios 204
Carácter de Alvarado 205
La Sm Ventura 211
262
PAC.
Destrucción de la ciudad de Guatemala 217
La familia de Alvarado 222
Testamento de Alvarado 227
La fortuna del Conquistador 230
Bibliografía 239
índice alfabético 248
263
Se terminó de imprimir el día 4 dejulio de 1986, en los talleres del
Centro Nacional de Libros de Texto
y Material Didáctico "José de Pineda¡barra" —CENALTEX— del Minis-
terio de Educación, $5 calle final,
zona 11, finca Las Charcas, Gua-temala, América Central. Lapresente edición consta de 3 000ejemplares en papel bond 80 gramos.
I D II ti Cu
Doctor EDUARDO MEYER MALDONADOMinistro de Educación
Licenciada MARÍA DEL CARMEN GALO DE LARAViceministro de Educación
Licenciado FRANCIS POLO SIFONTESViceministro de Educación
Profesor RUBÉN DARÍO MÉNDEZ O.Director de CENALTEX