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Recuperación del patrimonio social, cultural y natural a pie de río Huertas del Iregua, economía verde en La Rioja Ciruelo en flor y escribano soteño Óleo Artisan / Lino, 61 x 45 cm

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Recuperación del patrimonio social, cultural y natural a pie

de río

Huertas del Iregua, economía verde en La Rioja

Ciruelo en flor y escribano soteñoÓleo Artisan / Lino, 61 x 45 cm

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Economía verde y resiliencia: proyecto Huertas del Iregua

■■ “Economía verde y resiliencia: proyecto Huertas del Iregua” echa a

andar entre el otoño de 2009 (se plantan los primeros cultivos) y la

primavera de 2010 (se reparte la primera cesta). Lleva asociado la

puesta en cultivo de huertas de forma tradicional y sostenible y un

club de consumo. En la actualidad cultivan más de tres hectáreas con

una gran diversidad de frutas y hortalizas.

■■ El cien por cien del contenido de las cestas procede de las huertas

de nalda y de otros municipios situados a menos de diez kilómetros

de distancia, como Albelda de Iregua, y otros situados en la zona de

Moncalvillo, todos en La rioja.

■■ Los puntos de recogida son el local de El Colletero en nalda y la tienda

de Sodepaz de comercio justo de Logroño. Cuentan con cien socios, que

pagan al mes una cuota de cincuenta euros e incluye la entrega semanal

de una cesta de seis kilos de productos de temporada. Los socios perte-

necen en un 15 por ciento a nalda y en un 85 por ciento a Logroño.

■■ El proyecto consiguió en 2010 uno de los galardones de la I Edición

de los Premios de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales,

iniciativa del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino.

■■ La iniciativa ha contado también con financiación y apoyo de la fun-

dación Biodiversidad y la colaboración del Servicio Riojano de Em-

pleo, a través del programa Primer empleo.

■■ La asociación que impulsa Huertas del Iregua, El Colletero, trabaja

desde hace más de diez años en el pueblo de nalda desarrollando

proyectos en ámbitos variados, principalmente servicios de atención

domiciliaria, a la infancia, a los desempleados y a otros colectivos en

situación de difícil inserción socio-laboral (personas mayores, muje-

res, jóvenes, inmigrantes y discapacitados).

■■ Logros: recuperación de variedades de frutales que se estaban per-

diendo (especialmente ciruela claudia reina verde); creación de pues-

tos de trabajo; puesta en cultivo de huertas abandonadas mediante

producción ecológica; implicación del resto de habitantes de nalda, y

creación de un grupo de consumo.

■■ Dificultades: lograr financiación para los proyectos emprendidos, in-

comprensión inicial de los agricultores convencionales y ruptura de la

dinámica urbanística dominante en las márgenes del Iregua.

■■ Más información: www.elcolletero.org

Integrantes de la asociación El Colletero, impulsoras del proyecto Huertas del Iregua, posan ante el Arco de la Villa de Nalda, en La Rioja.

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EL RíO Iregua esculpe uno de los pai-

sajes más atractivos de La Rioja. El

curso alto, primero en su nacimiento

en la sierra de Cebollera y luego atra-

vesando la de Cameros, modela escar-

pes rocosos y barrancos sobre los que

se asientan bosques de hayas, pinos

y encinas, según la orientación. Poco

antes de llegar a nalda, la velocidad

del cauce se ralentiza, se aproxima su tramo medio y, cual puertas que

se abren y lo anuncian, las moles de Peña Bajenza dejan ver una vega

con un paisaje mucho más humanizado, con Logroño, al fondo, como

punto final del recorrido. Allí vierte sus aguas al Ebro.

Lo de las puertas, que es la primera semejanza que viene a la cabeza,

no es gratuito, ya que a Peña Bajenza también se la conoce como Puerta

de La Rioja, Puerta del Iregua, Peñas de Islallana (están situadas sobre

este pueblo) y Piedras de Viguera (pertenecen a este otro pueblo). El pai-

saje se transforma, y se nota, pero antaño el cambio no era tan acusado,

cuando esta fértil vega era tildada como “la huerta de La Rioja”. Incluso

en 1988, el Plan Especial del Medio Ambiente natural de esta comuni-

dad autónoma recogía la protección de zonas de huertas tradicionales,

entre las que estaban las de los valles del Iregua, najerilla, Leza, Cida-

cos y Alhama. Desgraciadamente, el plan no parecía tan especial.

En la actualidad, el paisaje hortícola que riega el río a su paso por

Islallana, nalda, Albelda de Iregua, Alberite de Iregua y Lardero ha

sucumbido bajo la presión de la finca con casa, suelo hormigonado,

piscina, huerta de adorno y cerco de alambrada. Las antiguas casetas

de aperos, los corrales, las lindes y las huertas, en las que crecían va-

riedades únicas y exquisitas de ciruelas, fresas y melocotones, se han

convertido en exangües supervivientes. Pero, en un ejemplo más de

lucha contra la fatalidad, de no resignarse, desde nalda un colectivo de

mujeres demuestra que es posible recuperar los cultivos tradicionales

de este trozo de la geografía riojana, y que además aporte rentabilidad

económica, favorezca la integración

social de diversos colectivos y benefi-

cie la biodiversidad de la zona. Relajar

el impacto sobre este medio adquiere

mayor trascendencia al pertenecer a la

red natura 2000 como Zona de Espe-

cial Protección para las Aves (ZEPA)

de Peñas del Iregua, Leza y Jubera.

De las tallas religiosas a las fiestas de la ciruela claudia reina verde

La intensa actividad para recuperar el patrimonio artístico, cultural y

natural que emana desde hace un par de décadas de nalda y que de-

semboca en la iniciativa “Economía verde y resiliencia: proyecto Huer-

tas del Iregua”, lleva incluso a confundir momentáneamente proyec-

tos, asociaciones, ideas y logros. Como se verá, ayuda a mantener la

orientación la recuperación de la biodiversidad cultivada, esa sobre la

que la Organización de las naciones unidas para la Agricultura y la

Alimentación (fAO) advierte periódicamente que nos abastece de una

alimentación cada vez más pobre porque se basa en treinta escasos

cultivos que proporcionan el 95 por ciento de nuestra dieta y de los

que doce aportan más del 70 por ciento y cuatro (arroz, maíz, trigo y

patata) cubren más de la mitad. Realmente, la alimentación mundial

contempla apenas 150 especies cultivadas, mientras se pierden miles

de variedades todos los años. En las huertas del Iregua, la recuperación

de esos cultivos tradicionales demuestra cómo agricultura, biodiversi-

dad, patrimonio cultural e integración social pueden ir de la mano.

todo empezó en 1995, con la creación de la Asociación para la Pro-

tección del Patrimonio de nalda (Panal). El detonante que favoreció

su nacimiento fue el robo, el 19 de agosto de 1995, de la imagen de la

patrona del pueblo, la Virgen de Villavieja, de su ermita. La moviliza-

Ahora vemos con más asiduidad

aves que antes era difícil observar,

como perdices y abubillas.

Raquel RamírezSecretaria de Panal e impulsora de Huertas del Iregua

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ción ciudadana no solo consiguió que

la talla se recuperara dos meses des-

pués, sino que creó un poso de apego

al patrimonio cultural que permitió

que Panal, dieciséis años después y

esta vez con un modelo de colabora-

ción cooperativa de vecinos y vecinas,

consiguiera el dinero necesario para

adquirir de un anticuario otra talla

gótica de la Virgen María, vendida

también en nalda hace setenta años.

Entre una y otra fecha, en Panal im-

pulsaron también la recuperación de

una de las estrellas de su huerta: la ciruela claudia reina verde.

“Las cirueleras estaban abandonadas, pero es que, además, todo

el paisaje social y cultural que estaba unido a ellas también había de-

saparecido casi totalmente”. Así pinta cómo estaba el panorama Ra-

quel Ramírez, secretaria de Panal e impulsora de varios de los proyec-

tos surgidos a partir de esta organización, incluido el de Huertas del

Iregua. “Esto nos hizo ver –añade– que a través de la puesta en cultivo

de una variedad de fruta tradicional podíamos emprender otras accio-

nes de recuperación del patrimonio cultural, de dinamización social

y, por qué no, de formación y creación de empleo”. Para llevar a mejor

puerto estos objetivos, desde Panal surge en el año 2000 la Asociación

para el Empleo y el Desarrollo Sostenible y en Igualdad de nalda y su

Entorno, más conocida como El Colletero.

Con la colaboración de la cooperativa agrícola de la localidad y el

Ayuntamiento de nalda, El Colletero emprendió el camino para de-

volver el protagonismo a la variedad de ciruela claudia reina verde. Lo

hizo con la celebración de tres festejos que representan el ciclo agríco-

la de la fruta y fomentan la participación ciudadana. Desde entonces,

el primer domingo de abril tiene lugar la fiesta del Ciruelo en flor,

que coincide no solo con la floración de este frutal, sino también de

cerezos, perales y melocotoneros. A

comienzos de agosto le toca el turno a

la fiesta de la Ciruela, justo en plena

temporada de recolección de la fruta.

Por último, el domingo anterior al día

de navidad se celebra la Jornada de

la Pasa, festejo con el que se inició

el proyecto en 1999 y que sirve para

dar a conocer la “segunda vida” como

pasa de las ciruelas, además de melo-

cotones, peras y hasta tomates. todos

ellos reciben el nombre de “orejones”.

La necesidad de recuperar la identidad cultural campesina de Nalda

Con el comienzo de siglo se multiplican las iniciativas de El Colletero:

participan en la recuperación y mantenimiento de un rebaño de ca-

bras que conlleva la formación e integración social de un pastor cabrero

procedente de la inmigración búlgara; emprenden labores de limpieza

y rehabilitación general del río torredano, afluente del Iregua; ponen

en marcha el proyecto “El huerto escolar: experiencia educativa de de-

sarrollo sostenible”, y fomentan la gestión integrada y conservadora de

huertas, arbolados (especialmente choperas) y zonas de parajes natu-

rales. fue también a partir de 2001 cuando comienzan a hacerse cargo

del mantenimiento de algunos cerezales y cirueleras, sobre todo de los

agricultores tradicionales más significados que se iban jubilando y que

ya no recolectaban los frutos.

El salto cualitativo se da en 2004, cuando pasan a encargarse del

cuidado completo de las cirueleras, cedidas por esos mismos agri-

cultores jubilados. “Pusimos un cartel en la plaza para anunciar que

nos ofrecíamos a limpiar y cultivar sus tierras –explican en El Colle-

Hemos comprobado que algunas

plantas vienen bien para ahuyentar

a determinados insectos dañinos para

las cosechas. Por ejemplo, la raíz del

tagete o clavel chino es eficaz para evitar

el ataque de gusanos nematodos.

Mercedes PesoAgricultora y responsable de producción de Huertas del Iregua

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Con la producción de las huertas que gestionan en El Colletero se llenan cien bolsas semanales que se destinan a otras tantas familias asociadas a la cooperativa.

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tero–, pero tuvimos que retirarlo a los pocos días porque teníamos

más peticiones que capacidad de gestionar las tierras”. La respuesta

era lógica porque se veían reverdecer tierras abandonadas y regre-

saba una identidad de la cultura campesina del pueblo que se perdía

poco a poco.

La iniciativa cuajó de tal manera que en 2007 se crea otra orga-

nización en la que se consigue implicar a un pueblo cercano: la Aso-

ciación Ciruela de nalda y Quel. La variedad claudia reina verde solo

se da en los valles del Iregua y el Cidacos (donde se levanta Quel) y

se caracteriza por su dulzura y su predisposición a ser secada. todo

este movimiento permite que en la actualidad se comercialice con la

marca Ciruela de nalda y Quel tanto en fresco como deshidratada,

procedente de dieciseis municipios de ambos valles. Casi en paralelo,

desde El Colletero surgen nuevas iniciativas, que se concretan en dos

cooperativas de trabajo: nalda Cop XXI, dedicada a la infancia y la

educación, y Mar del Iregua, centrada en la atención a los mayores y la

ayuda a domicilio.

La formación y el respeto ambiental, dos características esenciales

Con los pasos dados hasta ese momento quedaba ya poco para que el

proyecto Huertas del Iregua entrara en acción. “En 2007 comenzamos

a diseñarlo y en 2009 ya estaban cultivadas las primeras huertas”, re-

cuerda Yolanda Rico, encargada de la logística y coordinación. Se puede

decir que septiembre de 2009 es la fecha oficial de puesta en marcha, ya

que es en ese momento cuando comienza, por un lado, la búsqueda de

huertas a recuperar y, por otro, los espacios naturales a restaurar.

Sin embargo, quedaba un apartado esencial: la formación. Gracias a

la colaboración económica de la fundación Biodiversidad y a la obten-

ción de fondos europeos, se emprendieron cursos de formación para

desarrollar con garantías todas las etapas del proceso, desde el cultivo a

la comercialización. Se dio preferencia a los desempleados de nalda y a

personas con problemas de integración social. “trabajamos mucho con

las mujeres, como una forma de aumentar su autoestima dentro de las

labores del campo. Siempre pensamos en ofrecer servicios adaptados a

las personas y ya entonces la que podía pagar lo hacía, y a la que no, le

Una de las tradiciones que han revitalizado desde El Colletero es el secado artesanal de pasas de ciruelas.

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dábamos becas, coordinándonos con

los servicios sociales del Ayuntamien-

to”. Raquel Ramírez resume de esta

manera los primeros pasos de Huertas

del Iregua. En El Colletero consideran

fundamental este período de forma-

ción, y para consolidarlo contaron con

el asesoramiento y presencia de pro-

fesores de la universidad de La Rioja,

que diseñaron el programa educativo.

Durante todo el proceso no se ha perdido de vista el marchamo

ambiental del mismo. Desde las mencionadas restauraciones de cho-

peras en las márgenes del Iregua y el torredano hasta el respeto escru-

puloso a la rotación de cultivos, el uso de abono orgánico, la utiliza-

ción de fitosanitarios naturales y la comercialización solo de productos

de temporada (sin necesidad de recurrir a invernaderos y muy poco

a cámaras de frío), El Colletero ha mantenido altas las exigencias de

sostenibilidad. En este apartado les ha asesorado la empresa Vidar

Consultoría y Servicios Agrarios, que entre otras prestaciones han fa-

cilitado trampas de captura masiva y de monitoreo para controlar con

antelación las plagas, y sus conocimientos para realizar medidas pre-

ventivas de lucha contra las mismas.

Mercedes Peso, responsable de Producción de Huertas del Iregua,

constata que “hemos comprobado que algunas plantas vienen bien

para ahuyentar a determinados insectos dañinos para las cosechas. Por

ejemplo, la raíz del tagete o clavel chino es eficaz para evitar el ataque

de gusanos nematodos. La albahaca plantada entre pimientos y tomates

también disuade del ataque de otros insectos”. Raquel Ramírez añade

el efecto beneficioso de la vegetación natural: “uno de nuestros propó-

sitos principales es mantener las lindes entre el resto de huertas y los

caminos, respetando, por cierto, la ley de lindes, que la gran mayoría no

cumple y meten la azada hasta la orilla de los caminos”. En esas lindes

crece una vegetación propicia para alojar pájaros insectívoros que ayu-

dan también al control de las plagas.

“Ahora vemos con más asiduidad aves

que antes era difícil observar, como

perdices y abubillas”, concluyen diver-

sas voces dentro de El Colletero.

Que el Iregua vea mermada la car-

ga de contaminantes y el acoso a sus

riberas tiene otro beneficiario directo:

el visón europeo. Los ríos de La Rioja

son de los pocos del norte de España

que acogen a uno de los mamíferos más amenazados del continente

(está declarado en peligro de extinción). Según los últimos datos del

Gobierno de La Rioja, el río Iregua es el tercer cauce de la región con

una población mayor, tras el Ebro y el najerilla. El visón cuenta con

un plan de recuperación, al igual que el águila-azor perdicera, otra

Han adquirido experiencia, sacan adelante

las huertas con éxito y hasta nos

pueden mostrar un camino a seguir frente a la

agricultura intensiva de grandes latifundios.

Ricardo RuizPresidente de la cooperativa agrícola de nalda

El proyecto ha implicado a gran parte de la población de Nalda en activida-des como la elaboración de “orejones” de melocotones.

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En primer término, uno de los terrenos que se cultivan dentro del proyecto Huertas del Iregua y, al fondo, los cortados de Peña Bajenza.

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especie catalogada en peligro de extinción que tiene en nalda una de

sus áreas de interés especial para su recuperación. Ambos planes han

contribuido a frenar el declive del mamífero y la rapaz.

De la incredulidad, al principio, al reconocimiento social posterior

finalizado el plan para recuperar las huertas y su entorno, concluida la

etapa de formación y realizada la prospección de socios interesados en

entrar a formar parte del club de consumo, los cultivos de decenas de

variedades de frutas, verduras y hortalizas estaban ya en disposición de

salir hacia los clientes. Eso ocurrió en mayo de 2010, fecha en la que

entregaron las primeras cestas. Diez personas en formación, otras diez

como voluntarias (desde mujeres que envasan a agricultores que les

ceden un tractor) dos contratadas a jornada completa (Yolanda Rico y

Mercedes Peso) y otras empleadas según las necesidades tiran adelante

de una iniciativa que suma ya cien socios y el reconocimiento del resto

del pueblo, que al principio contempló incrédulo la aventura en la que

se embarcaban sus mujeres, hijas o simplemente vecinas.

El reconocimiento llega desde el alcalde de nalda, Daniel Osés,

que no oculta la importancia de esos logros: “no solo han consegui-

do recuperar el cultivo tradicional de frutas que eran popularmen-

te reconocidas, sino que dinamizan la economía del pueblo, crean

puestos de trabajo y devuelven a nalda el protagonismo que siempre

tuvo como suministradora de productos de calidad de su huerta”. La

gran mayoría de los agricultores también ha acabado por admitir la

viabilidad de la propuesta de El Colletero. Ricardo Ruiz, presidente

de la cooperativa agrícola de nalda, reconoce que algunos de sus

colegas “pensaban que estaban locas, pero se ha visto que valen,

han adquirido experiencia, sacan adelante las huertas con éxito y

hasta nos pueden mostrar un camino a seguir frente a la agricultura

intensiva de grandes latifundios, para regresar a la familiar carac-

terística de nalda, Albelda o Alberite”. Añade además que han roto

con la dependencia del intermediario. “Al ir directamente al con-

sumidor –asegura Ruiz– evitan la injusticia de tener que vender a

treinta céntimos un kilo de pera conferencia que te encuentras en el

mercado a 1,50 euros”.

Las huertas están abiertas para contemplar la biodiversidad cultivada

Los habitantes de nalda conocen de primera mano las huertas de El

Colletero, pero los socios y socias que forman el club de consumo tam-

bién tienen oportunidad de acercarse e incluso participar en algunas

tareas. Sea en la recogida de las cestas, sea en los paseos por las huertas

del Iregua, les sorprende la biodiversidad de cultivos: habas, guisantes,

coliflor de distintas variedades, coles (berza amarilla, asa de cántaro,

lombarda, coles de Bruselas), espinaca, escarola, acelga, apio, achicoria,

lechuga, patata, alubia, cebolla (verde y roja), ajo, borraja, calabacín, pe-

pino, calabaza (también con diferentes variedades), alcachofa, beren-

jena, pimientos (verde, de asar), rábanos, remolacha de mesa, tomate

orejón (destinado al secado al sol), caparrón (“variedades de caparrón

riojano hay diez y nosotras intentamos sacarlas todas”, apuntan), gar-

banzos, cardo… Y esto sin contar la fruta. Solo entre las ciruelas, aparte

de la claudia reina verde, han comenzado a experimentar con el cultivo

de ciruela de la rosa, de tolosa, amarilla y sanjuaneña.

A la hora de plantearse el futuro, en El Colletero prefieren hablar, más

que de ampliar su iniciativa (“con cien socios tenemos bastante”, asegu-

ran), de replicarla; que se extienda la idea y la acción al resto de municipios

del valle del Iregua. falta hace. Gonzalo Villalba, socio de Vidar y técnico

de la Asociación Ciruela de nalda y Quel, confirma la ineficacia de aquel

plan especial de 1988 para proteger este paraje: “el número de edificacio-

nes no ha parado de aumentar, de tal forma que hoy en día podemos en-

contrar alrededor de 1.300 a ambos lados del río y en apenas diez kilóme-

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tros, las cuales no respetan en absoluto la legislación actual, encontrando

en ocasiones aberraciones como urbanizaciones residenciales y auténticas

mansiones, todas ellas construidas sin permiso”. Se confía en que la in-

clusión de la zona en la red natura 2000 repare estos desatinos.

Afortunadamente, hay personas que se empecinan en que reine el

optimismo. una de las huertas que trabajan desde El Colletero se sitúa

justo frente a las Puertas de La Rioja, es decir, frente a Peña Bajenza.

El río Iregua suena cerca. no se le ve porque lo arropa una abigarrada

formación de sauces, alisos y chopos. En las alturas los buitres leona-

dos, emblemas de estas peñas junto al búho real, el águila real y el hal-

cón peregrino, planean en grupo. Alrededor, aparte de alguna parcela

con chalet, piscina y alambrada, sobresale de nuevo la biodiversidad

agrícola que inspira al proyecto Huertas del Iregua: ciruelos, higueras,

granados, avellanos, castaños de Indias, nísperos, olivos, tomateras,

alubias, girasoles… Entre esta “mezcla pacífica” de cultivos sobresale

uno por su color y aroma. unos surcos con fresas invitan a servirse y

comprobar que todo está en orden, que la calidad agrícola y culinaria

no tiene por qué estar reñida con la ambiental. La jugosa fresa de Nalda es otra de las variedades locales que se han recupe-rado dentro de Huertas del Iregua.

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Mercedes Peso, agricultora y responsable de Producción de Huertas del Iregua

Ver de nuevo cómo se producen fresas de Nalda supone una gran alegría para muchos habitantes del pueblo

A Merche, como la llaman todas sus compañeras en El Colletero,

el proyecto Huertas del Iregua le ha servido para reencontrarse

con labores, frutos y aromas que recuerda del pasado, cuando

ayudaba a sus padres en las tareas agrícolas. Ahora es una de las

dos empleadas dentro de la iniciativa y se muestra satisfecha de

participar activamente en la misma.

P. ¿Todo ha sido tan satisfactorio desde el principio?

R. no, al principio mucha gente dudaba de nuestro proyecto, sobre

todo los agricultores, aunque también es cierto que hemos aprendido

cosas de ellos. también pasamos momentos muy duros, porque las fin-

cas que nos cedieron estaban en muy mal estado. Había que limpiarlas,

desbrozarlas y luego empezar a preparar la tierra y cultivar.

P. Y esa recuperación se hizo con métodos de cultivo que vol-

vían a la tradición y respetan el entorno. ¿Un motivo más que

invitaba a la incomprensión?

R. La gente nos decía que sin los fitosanitarios químicos no íbamos a

sacar adelante las cosechas, pero se sorprenden cuando ven que tenemos

una producción tan buena o mejor que la de ellos. Por ejemplo, les hemos

demostrado que dejando determinadas hierbas entre los cultivos no dis-

minuye la producción e incluso algunas ahuyentan a insectos dañinos.

no es necesario echar herbicidas o plaguicidas a las primeras de cambio.

P. ¿Al final se han dado cuenta de lo beneficioso del proyecto?

R. Sí, y más cuando vuelven a probar sabores y recuperar tradicio-

nes que casi se pierden. Lo de ver de nuevo cómo se producen fresas de

nalda, que fue una de las estrellas de estas huertas hace treinta años,

y cómo volvemos al secado natural de varios frutos (pasas, orejones de

melocotón, tomate, etc.), al sol y sin ninguna ayuda de combustibles,

supone una gran alegría para muchos habitantes del pueblo.

Mientras Merche sigue con las tareas agrícolas en plena recogida

de tomates, rescatamos unas palabras suyas de la entrevista que

la periodista Vanessa Ruíz le hace en la revista Cuadernos del Iregua.

En ella habla de su responsabilidad al frente de la producción de

Huertas del Iregua: “No es lo mismo llevar una huerta familiar en

la que, si se te echa a perder algún producto, no pasa nada, que

dar de comer a más de cien familias. Además, el trabajo de cam-

po es duro de por sí y muy sacrificado, siempre tienes que estar

pendiente de algo, de qué plantar, de si hay que podar, preparar

la tierra, qué poner para primavera... La tarea es muy compleja”.

Mercedes Peso recoge algunos de los tomates y lechugas que se repartirán con posterioridad a socios y socias de la cooperativa.