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Coleccin Infantiles Internet, diciembre de 2005 Regalos del Cielo Ana Mara Ferreira P. http://www.letralia.com/ed_let/regalos E ditorial L etralia letralia.com/ed_let

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Colección InfantilesInternet, diciembre de 2005

Regalos del Cielo

Ana María Ferreira P.

http://www.letralia.com/ed_let/regalos

EditorialLetralialetralia.com/ed_let

Escribir es un artepero también es un oficio y una profesión. El poder de llevar lacreatividad al nivel de una obra maestra encaja en la primera

definición; el manejo apropiado de herramientas en la segunda;corresponde a cierto carácter de escritores intentar que la tercera se

desarrolle en un esquema que no interrumpa al arte ni al oficio.

Uno de los objetivos últimos de la literatura �obviamente, no elúnico� es publicar. Ver el propio nombre impreso puede ser alimentopara el ego, pero también es la culminación de un proyecto que tuvo

en un principio sus planos y coordenadas como cualquier otro.

Pero el mundo está cambiando y el papel no es soporte suficientepara la inquietud humana. En un lapso relativamente corto, el

nuevo medio de comunicación que es Internet ha entrado en nuestrasvidas y las ha revuelto, provocando rupturas en las fronteras de los

paradigmas y concibiendo novedosas manifestaciones en todos losórdenes. La literatura no ha escapado a ello.

Para respaldar la obra de los escritores hispanoamericanos, larevista Letralia, Tierra de Letras, ha creado la Editorial Letralia,

un espacio virtual para la edición electrónica.La Editorial Letralia conjuga nuestra concepción de la literatura

como arte, oficio y profesión, y la imprime sobre este nuevo eintangible papiro de silicio.

Los libros que conforman las colecciones dela Editorial Letralia en los géneros de narrativa, poesía y ensayo

son en su mayoría inéditos. Se acompañan con magníficasilustraciones de artistas contemporáneos, muchos de ellos también

inéditos. Pueden ser leídos en formato de texto o en HTML, y cada unotiene su propio diseño. La tecnología le permitirá no sólo leer el libro

que seleccione, sino además comentar con el autor o con el ilustradorsus impresiones sobre el trabajo.

La Editorial Letralia imprime sus libros desde la pequeñaciudad industrial de Cagua, en el estado Aragua de Venezuela. Nacióen 1997 como un proyecto hermano de la revista Letralia, Tierra de

Letras y es la primera editorial electrónica venezolana.

Reciba nuestra bienvenida y siéntase libre de enviarnos sussugerencias y opiniones. A los escritores que nos visitan, les

animamos a participar de esta iniciativacon toda la fuerza de sus letras.

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Presentación

Encargados de repartir los �regalos del Cielo� a las fami-lias humanas para los cuales están destinados, el arcángelGabriel y el ángel Miguel se empeñan en desarrollar su traba-jo combinando un máximo de eficiencia y un mínimo de tiem-po. Sin embargo, las cosas no parecen salir del todo bien yGabriel se ve obligado a tomar una medida desesperada contal de cumplir su misión.

Ana María Ferreira P. nace el 24 de febrero de 1956 enMadeira, Portugal, y a la edad de 5 años es trasladada junto asu familia a Caracas, Venezuela, lugar de su residencia ac-tual. Egresada de la carrera de administración de empresasen St. Michael�s College (EUA), a finales de los 70 regresa aCaracas, donde desarrolla sus actividades hasta la fecha.

Con gran facilidad para inventar desde una excusa hastaun cuento para dormir a su sobrina, desde joven mostró sucarácter soñador y su interés por la escritura. Disfruta de laópera así como de una película romántica y se define comodetallista en cuanto a su apreciación del arte, en todas susformas.

Aunque admite que nunca se dedicó seriamente a escri-bir, a finales de los 90 incursionó en la poesía y desde 2002 sedecidió a desarrollar ideas para cuentos que luego plasmó enpapel: Filli y Willie, Aventura de estrellas, El león y la pluma,Anita y el señor Panetto y Regalos del Cielo. A este último lededicó más tiempo, corazón y un chorro de imaginación.

Hoy, Regalos del Cielo es el primer título de la colecciónInfantiles de Editorial Letralia. El cuento nació, en palabrasde su autora e ilustradora, �de la felicidad de unos amigos alrecibir en sus brazos la hija larga y ansiosamente esperada,un regalo invalorable al que llamaron Paloma. Al escribirlo,las letras fluyeron libremente porque aún creo en la imagina-ción, los sueños y la fantasía. Sin ello dejaríamos de ser niños�.

Regalos del Cielo

© 2005 Ana María Ferreira P.

© 2005 (primera edición electrónica) Editorial Letraliahttp://www.letralia.com/ed_let

Aquella mañana, cuando el sol aún bostezaba escondido entre nubes blancas,arriba en el cielo había comenzado el nuevo día. Las criaturas celestiales iban deun lado a otro mientras los ángeles entonaban su último cántico celestial antesde poder dispersarse pues estaban todos muy ansiosos por comentar la noticiaque apenas y habían tenido tiempo de ojear antes de dirigirse al coro celestial.

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La noticia que tanto les llamó la atención había sido publicada en la primerapágina del diario El Orbe bajo el título en grandes letras resaltadas: �REGALOSDEL CIELO�. Lo poco que pudieron leer fue suficiente para despertar su inte-rés y curiosidad, sobre todo porque además de la reseña sobre dichos regalostambién se mencionaba algo acerca de la significativa participación de todos losángeles y sobre un portavoz celestial que pronto se presentaría ante ellos.

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En cuanto terminaron los cánticos los comentarios entre ellos no se hicieronesperar: �Nuestra participación, pero... ¿de qué hablan? ¿Un portavoz? ¿Quiénserá el enviado? No hay duda de que se trata de algo grande, no creen?

Con esta novedad, la tranquilidad de aquella hermosa mañana se convirtióen un gran bullicio, que enmudeció de repente cuando la fuerte voz del ArcángelGabriel se hizo presente �¡EJEM! Buenos días, amigos �comenzó diciendo mien-tras afinaba su garganta como para hacerse notar.

Todos voltearon al mismo tiempo y ninguno pudo ocultar su sorpresa al verde quién se trataba. Nada más y nada menos que el Arcángel Gabriel, el másnotable de todo el Paraíso. Su sola presencia inspiraba respeto.

Gabriel, de carácter intachable y gran personalidad, era alto, delgado y muypreocupado por su apariencia. Su halo, siempre bien alineado sobre su cabeza delargo cabello dorado bien peinado, su toga blanca bien ajustada a su cintura porun largo cordón dorado. Impecable.

�Me alegra encontrarlos a todos juntos. Creo que no hace falta presentarmepues ya saben quién soy e imagino que toda esta algarabía se debe a su curiosi-dad por saber más de lo poco que ya saben.

De nuevo los ángeles no pudieron contenerse y comenzaron a preguntar:

�Sí, sí, explícanos lo de los regalos y qué tenemos que ver nosotros en todoesto, además de... �y de nuevo se armó el alboroto.

�Ya va, ya va; silencio, por favor, ¡SILEEEEENCIO! Quiero que sepan queme han enviado hoy aquí para aclararles, en la medida que me es permitido,cualquier duda que tengan, y aunque sé que tienen muchas, si no prestan aten-ción no escucharán nada de lo que les tengo que decir, ¿he sido claro?

Con estas palabras volvió la calma y Gabriel pudo continuar.

�Bien, hoy ha sido el día escogido por las Autoridades Celestiales para pre-parar y entregar, después de un largo proceso de creación, unos delicados pre-sentes que serán enviados a unos cuantos afortunados habitantes del tercer pla-neta del universo, el planeta Tierra.

�¿Planeta Tierra? �murmuraron casi todos arrugando el entrecejo, algoconfundidos con el nombre del planeta, así que Gabriel tuvo que aproximarse unpoco más al borde de la nube donde se encontraba y señalarlo con el dedo.

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�Miren, es ese que se ve allí abajo, el que gira alrededor del astro sol y tienecomo satélite a la luna.

Al acercarse a Gabriel para disipar las dudas alguien hizo un breve comenta-rio.

�¡Ah!, el planeta azul, el más ruidoso de todo el universo y que, según dicenlos sabios, es como una Torre de Babel pues parece que entre ellos mismos nadiese entiende.

Gabriel sabía que tenía razón, pero trató de eludir el comentario lo mejorque pudo para evitar entrar en detalles que lo hicieran perder el tiempo en unaabsurda discusión que no los llevaría a ningún lado.

�Bien, bien, presten atención y sigamos, por favor. Ahora, todos ustedeshan sido convocados a participar en este proyecto tan especial porque se nos haencomendado la parte más importante y delicada: preparar y entregar los rega-los del Cielo. De más está decirles que nos espera un día intenso y largo de traba-jo. Supongo también que ya se habrán dado cuenta de que, por decisión de las

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Alturas Celestiales, he sido el escogido para dirigir todo el proceso, y el ángelMiguel, aquí a mi lado... �les indicó con un gesto pero para su sorpresa a su ladono había nadie. Disimuladamente trató de ubicarlo con la mirada pero no tuvosuerte�. ¡Rayos! ¿dónde se habrá metido? �murmuró entre dientes algo mo-lesto y no le quedó mas remedio que continuar sin él su breve explicación�.Como les iba diciendo, el ángel Miguel, a quien todos también conocen, será miasistente y a quien deberán acudir ante cualquier problema que se presente apartir del instante en que se inicie la jornada. Por ahora es todo lo que tengo quedecirles. ¿Entendieron?

Aunque la mayoría asintió con un afirmativo gesto de cabeza, sin duda algono había quedado del todo claro. Entre todos ellos, uno se abrió paso entre losdemás hasta que pudo llegar al frente; miró a Gabriel con respeto y le preguntó:

�Creo que todo lo que has dicho está bien, pero hay algo por lo que hemosestado esperando con mucha ansiedad. Que seas un poco más claro sobre losregalos �al decir esto, el eco de las voces de los que estaban atrás apoyando loque acababa de decir sirvió para que se animara a continuar�. Todos aquí qui-siéramos que nos explicaras sobre la clase de objetos que son, o sea, ya que lostendremos en nuestras manos quisiéramos saber si son bienes materiales o es-pirituales, si son frágiles, si son de carne y hueso... �a medida que hablaba se ibaagitando, de hecho se le escapó un improperio� o qué caray, qué demonios...¡Ay! Digo, perdón, ¡UF! Creo que me pasé �ruborizado y apenado enseguidaregresó a su lugar mientras los otros, sonriendo con cierta picardía, aguardaronpor las palabras de Gabriel.

Gabriel, reflexivamente, los miró a todos por un instante mientras se rasca-ba la barbilla pensando en lo que acababa de escuchar, pero decidió no comentarnada sobre los regalos para que no se distrajeran antes de comenzar, así quesimplemente les respondió:

�Ya lo sabrán a su debido tiempo. Tengan un poco de paciencia; por losmomentos sólo prepárense para reunirse conmigo y con el ángel Miguel al otrolado del Edén, donde las nubes son más altas, traten de llegar lo más prontoposible pues no hay tiempo que perder.

Los ángeles, aún intrigados y sin haber aclarado el origen de su curiosidad, semarcharon ansiosos comentando lo que acababan de escuchar. Sabían que eraalgo muy importante, pues de no ser así no habrían llamado al Arcángel Gabrielpara hacerse cargo de todo el asunto.

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Gabriel llegó al Edén primero que los demás. Aprovechó el momento de so-ledad para repasar mentalmente todo el proceso y el plan de acción. Según suapreciación todo estaba listo, excepto que Miguel seguía sin aparecer y, paracolmo de males, era él a quien se le había enviado la lista en donde se especifica-ban detalladamente todas las instrucciones a seguir, y esto sí que era preocu-pante.

�¡Dios mío! Pero en dónde se habrá metido, ¿será posible que no se acuerdede todo lo que conversamos ayer? �murmuró Gabriel inquieto y bastante ner-vioso.

Miguel era algo más bajo que Gabriel y no tan preocupado por su apariencia.De hecho, estaba algo gordito pues siempre comía de más, y qué decir de lasgolosinas. Su toga blanca, atada a duras penas por el largo cordón dorado, nuncale caía hasta los pies pues se desviaba al tener que cubrir la curva de su promi-nente barriga. Pero indudablemente tenía un gran corazón, era muy colabora-dor cuando no se distraía y algo sentimental, pero era el mejor amigo de Gabriel,por eso lo propuso como su ayudante ya que era una buena oportunidad paraque pudiera ganar unos puntos extra que tanta falta le hacían para llegar a seralgún día un Ángel Guardián.

Los minutos pasaban y a Gabriel le parecían horas. Los demás estaban apunto de llegar, por lo que comenzó a impacientarse por la ausencia de Miguel,así que, lo más bajito que pudo, comenzó a llamarlo:

�Miguel, Miguel, ¿dónde estás? Mira que el tiempo vuela y sabes muy bienque hoy tenemos mucho qué hacer. Miguel, vamos, aparece,¡¡¡MIGUEEEEEEEEL!!! �pero terminó alzando la voz.

De sopetón, como salido de la nada, de entre un par de nubes no muy lejos deallí asomó tranquilamente la figura de Miguel.

�¡Ya voy, ya voy!, pero, ¿quién me solicita con tanta prisa?

Gabriel enseguida lo ubicó con la mirada e incrédulo lo encaró furibundo.

�¿Que quién te solicita con tanta prisa? ¿Será posible? ¿Es que en realidadno te acuerdas de qué día es hoy y todo lo que tenemos que hacer?

Miguel, con un gesto de seriedad, hizo un esfuerzo por recordar qué había deespecial para hoy. Después de un poco de concentración exclamó:

�¡¡¡AH!!! ¡Claro!, lo de los regalos, pero qué memoria la mía, la verdad queno tengo disculpa. Verás, es que en el camino, justo cuando iba a reunirme con-

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tigo y los demás ángeles, no pude evitar contemplar la belleza de los regalos quehan sido colocados a nuestro alrededor; entonces me entretuve con algunos deellos, y te lo juro, Gabriel, se me pasó el tiempo sin darme cuenta.

Sí que tenía razón. Gabriel había sido el primero en ver de cerca la cantidadde nubes, como algodón de azúcar en suaves tonos de rosa y azul, donde reposa-ban hermosos querubines adormecidos por el vaivén de la cola de miles de es-trellas fugaces, como para quedar hechizado por toda una eternidad.

�Sí, sí, claro que tienes razón, son todo un primor, pero recuerda, mi queri-do amigo, que se nos ha encomendado una gran responsabilidad, y si algo, por

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muy pequeño que sea, llega a salir mal, tú y yo nos quedaremos sin alas por todauna semana. ¿Entendiste? ¡SIN ALAS! �concluyó asegurándose de enfatizar laúltima frase.

Al oír aquello la cara que puso Miguel fue todo un poema. Nada más pensaren la posibilidad de perder sus bien ganadas alas lo hizo volver a la realidad, salirde donde se encontraba y en un ¡tris! volar junto a Gabriel. Hurgando en uno delos bolsillos de su blanca toga sacó la lista.

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�Aquí está, ¿ves? Está un poco arrugada, pero no la perdí �se la entregóalgo nervioso; en ella se detallaba el nombre, características y domicilio de cadauno de los querubines, de allí su gran importancia.

Para entonces, después de solucionado el primer problema, ya los demásángeles habían llegado. Gabriel, después de saludarlos, con lista en mano y conMiguel a su lado, les dijo:

�Gracias por su puntualidad. Primero que nada me imagino que al venirhacia acá habrán tenido la oportunidad de ver de cerca los regalos y entender elporqué de mi discreción. Espero que también hayan tenido tiempo para enten-der que el destino de todos esos querubines, de ahora en adelante, estará ennuestras manos.

Los ángeles, muy animados y deseosos de comenzar, escucharon con aten-ción las instrucciones de Gabriel y Miguel. Luego, para organizar mejor el traba-jo y seguir correctamente los pasos de la lista, dividieron a los ángeles en grupos.Gabriel se encargaría de nombrar, de cuatro en cuatro, a los querubines. Miguelverificaría su procedencia, nube rosa o azul, luego los pasaría al primer grupo deángeles, éste al segundo y así consecutivamente hasta el último querubín.

�Así que, por el momento no nos queda más que decirles: ¡manos a la obra!�con esta sencilla frase el Arcángel Gabriel, con el consentimiento de Miguel,dio comienzo a lo que sería un día muy especial entre todos los días del Paraíso.

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Al tener tan cerca a los querubines, lo que más temía Gabriel estaba suce-diendo. Las expresiones de sorpresa y los suspiros de ternura no se hicieronesperar. Por un instante Gabriel llegó a dudar sobre el buen desempeño de lamisión.

�¡Epa! ¿Qué les pasa? ¡Vamos! ¡Dejen de mirarlos tanto y quiten esas carasde embobamiento, por última vez! Ha llegado el momento de dedicarnos todosjuntos a cumplir con nuestro trabajo y así no defraudar la confianza que se hadepositado en cada uno de nosotros, ¿entendieron?

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De inmediato cada quien ocupó su lugar y Gabriel comenzó eligiendo a losprimeros cuatro querubines, cuyos nombres eran, según el orden de la lista:Sara, Daniel, Isabel, José. Al irlos nombrando alternaba su procedencia, ya fuerade nube rosa o azul, todos pasarían por el mismo proceso excepto por el color desu vestimenta y el de su manta.

Miguel los recogía de la nube donde se encontraban y los entregaba al pri-mer grupo de ángeles, quienes los tomaban con delicadeza para bañarlos, uno auno, con agua de lluvia, y perfumarlos con esencias de flores de primavera. Alterminar los pasaban al segundo grupo, quienes los vestían con delicados encajesde luz de luna y los envolvían en una suave manta tejida con lana de puro amor.De ahí pasaban al siguiente grupo, quienes le ponían en su bracito derecho unfino brazalete bordado con hilos de polvo de estrellas donde se leía claramentesu nombre, el del solicitante y su dirección en la Tierra. Y al final pasaban alúltimo grupo, el de los ángeles mayores, quienes eran los encargados de otorgar-le a cada uno las bendiciones apropiadas en nombre de todos los Poderes Celes-tiales antes de enviarlos rumbo a su destino en la Tierra.

A medida que pasaban los querubines Gabriel se aseguraba de que cada unode ellos fuera enviado correctamente; nada más pensar que alguno llegara a ladirección equivocada hacía que se le erizaran las alas.

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Las horas fueron pasando casi sin darse cuenta. Hacia el mediodía hicieronuna breve pausa, la cual todos aprovecharon, no para descansar, sino para mi-mar a los querubines que iban quedando. Luego continuaron su labor hasta quefue despachado el último de los querubines. Para entonces, ya había comenzadoa oscurecer y los ángeles cansados iban estirándose un poco batiendo sus alas,levantando una suave brisa que a todos reanimó.

�¡Ah! ya terminamos �corearon los ángeles. Estaban listos para marchar-se, pero antes se sentaron alrededor de las nubes vacías para conversar un pocosobre los detalles de la jornada y de lo mucho que habían disfrutado el día, apar-te de recibir muchos elogios de Gabriel y Miguel por su colaboración y magníficotrabajo. Después de un rato se levantaron, se despidieron y se retiraron cansa-dos pero muy satisfechos por haber cumplido sin problemas la misión encomen-dada.

Gabriel y Miguel, como encargados del proceso, serían los últimos en mar-charse. Antes debían asegurarse de que todo había salido bien, ya que al díasiguiente tenían que rendir cuentas sobre todo el proceso del envío de losquerubines ante las autoridades del Altar Mayor del Sagrado Templo.

Gabriel iba revisando de arriba abajo todo lo que estaba escrito en la lista.

�Bien, ya todos se han marchado y parece que todo está en orden. ¿Revi-saste ya todas las nubes, Miguel?

No hubo respuesta así que volvió a preguntar:

�¿Que si ya revisaste las nubes?

Adormecido, Miguel respondió:

�¡Ah, sí, sí..! Las nubes, todo revisado y en orden.

�Entonces es hora de que nos vayamos a descansar. Toma tú la lista y guár-dala que mañana tendremos tiempo de escribir el informe.

Miguel la tomó y, enrollándola lo mejor que pudo, la metió de nuevo en elbolsillo derecho de su blanca toga. Mientras tanto, detrás de ellos el sol se ibaquedando dormido para darle paso a la luna llena.

Antes de tomar camino, Miguel no pudo evitar echar una última mirada ha-cia las nubes vacías.

�Creo que voy a extrañar a todas esas preciosas criaturas por un largo,largo tiempo. Eran tan tiernos y tan chiquititos que me hubiera gustado tenerlos

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a todos por siempre bajo mi protección �a medida que hablaba sus ojos se hu-medecían de pura nostalgia.

�Yo también los voy a extrañar, pero me consuela saber que ahora están enun lugar del planeta Tierra llenando de luz, amor y alegría el hogar al que hansido destinados, así que no te preocupes, porque después del éxito que hemostenido hoy, estoy seguro de que pronto se nos encomendará otra misión y túvolverás a ser el mejor ayudante que se pueda tener.

�Gracias Gabriel, pero es que yo..., ¡Ah! nada, nada, tienes razón, mejor nosvamos que ya anocheció �esbozando una gran sonrisa y estrechando a Gabriel,juntos se marcharon contentos atravesando un sin fin de nubes de algodón, can-turreando muy bajito de su imaginación unas notas sin entonación.

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La paz que se respiraba alrededor les hizo más placentero el regreso. Pero,de pronto, cuando ya habían recorrido más de la mitad del camino, un extrañosonido interrumpió sus pasos.

�Oye, Miguel, ¿escuchaste eso?

�Sí lo escuché, y parece que viene de las nubes que acabamos de dejar atrás.

�Me pareció como si alguien se estuviera riendo, pero eso es imposible, por-que ya despachamos a todos los querubines y los ángeles que estaban con noso-tros se han marchado hace ya un buen rato, así que aquí sólo quedamos tú y yo.

�Debe de ser alguna estrella o tal vez algún cometa travieso, pero para queestés tranquilo qué te parece si volvemos atrás y revisamos entre las nubes aver qué encontramos �lo animó Miguel.

Ambos volvieron sobre sus pasos, escudriñando por aquí y por allá entre lagran cantidad de nubes que había alrededor, tratando de dar con la causa de tanimprevisto sonido.

Miguel fue el primero en ubicarlo y, agitando las manos en el aire, llamó laatención de Gabriel:

�¡Ven pronto que ya lo encontré!

Presuroso se acercó enseguida y, al asomarse entre las nubes a ver de qué setrataba, exclamó sobresaltado:

�¡Oh, Virgen Santísima! ¡Por todos los Santos! ¡Válgame Dios! Pero no pue-de ser, es un ¡querubín! Pero qué demo..., digo, qué puede estar haciendo aquíesta criatura, a quién de todos nosotros se le pudo haber olvidado?

Ciertamente, delante de ellos, sobre una nube color de rosa, reposaba unquerubín; el sonido de la risa que antes los había alertado se debía a que estabamuy entretenido jugueteando con una traviesa estrella que seguramente habíabajado del cielo sin pedirle permiso a nadie, flechada por tal belleza.

Gabriel se movía nervioso de un lado a otro, tan sorprendido y preocupadoque no hacía más que llevarse las manos a la cabeza, hasta su bien alineado halose le había corrido hacia un lado.

�¡Ay, Miguel!, ¿qué vamos a hacer?, esto es el fin, creo que esta vez nosquedaremos sin alas no sólo por una semana sino por toda la eternidad, porqueestoy seguro de que hasta nos echarán del Paraíso.

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Olvidando por un instante lo delicado de la situación, Miguel se distrajo conla escena que tenía delante, pero la voz agitada de Gabriel lo regresó a la reali-dad.

�¡Pronto, pronto!, saca de nuevo la lista que hay que volver a revisarla. Pormás que lo pienso aún no logro entender cómo pudo haber sucedido algo comoesto, si todo lo hicimos ordenadamente y con mucho cuidado.

Miguel metió la mano en su bolsillo y la sacó enseguida. Entre los dos revisa-ron uno a uno la cantidad de querubines enviados, así como sus datos. Despuésde hacer esto dos veces, al final todo coincidía, excepto que, que el querubín quetenían delante, no aparecía por ningún lado en la lista.

�Bueno, Miguel, no sé cómo lo haremos, pero tal vez aún estemos a tiempode enmendar este terrible error y luego nos marcharemos de aquí sin que nadiese dé cuenta �ninguno de los dos era capaz de entender lo que estaba pasando,pero sin duda algo había salido mal�. Primero que nada, ahuyenta a la estrella ybusca algo con qué entretener y mantener callado al querubín mientras yo pien-so en lo que vamos a hacer para salir de este enredo.

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Gabriel, siempre tan pulcro, estaba hecho un desastre, y con las manos tem-blorosas trataba de secarse el sudor que le cubría la frente. Miguel alejó a laestrella y luego trató de conseguir algo con qué distraer al querubín, pero comono había nada alrededor le dio las puntas de su largo cordón dorado, el que tra-taba de atar la toga alrededor de su amplia cintura.

Gabriel continuaba caminando de un lado a otro pensando hasta que, de pron-to, tuvo una idea:

�¡Ya lo tengo!, Miguel, ¡ya lo tengo!, ven pronto, acércate y escúchame bien,sé que lo que te voy a pedir no está bien, pero es lo único que se me ocurre eneste momento �Gabriel lo tomó por el cuello y, bajando la voz, casi susurrando,como para que nadie más lo escuchara, le explicó:�. Vas a ir a lo más alto de las

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colinas del Edén, donde se encuentra el Sagrado Templo Mayor; ahora no debehaber ni un alma allí, dentro entonces vas a entrar a la Nave Central, la másgrande y alta, y vas a ubicarte en los archivos principales. Allí buscarás una ga-veta bajo el título de �MORTALES�; la abres, allí deberás encontrar la carpetacon la lista de los que solicitan querubines así como sus direcciones. En cuanto latengas en tus manos me la traes enseguida, ¿entendiste? �no hubo respuestainmediata, porque Miguel lo miraba perplejo.

�¡Vamos!, no te me quedes mirando, apresúrate �dicho esto, Gabriel lodespachó con un leve empujón.

Miguel había escuchado aquellas palabras sin poder medir la magnitud realde lo que le estaba pidiendo Gabriel. Ni siquiera tuvo tiempo de pensar, simple-mente se dio media vuelta y corrió lo más rápido que pudo atravesando nubes ysorteando cometas y estrellas mientras trataba de llegar a lo mas alto del Edén.Fue tal su carrera que apenas tuvo tiempo de detenerse cuando, de repente, seencontró frente a frente con los dos imponentes portones de la entrada del Sa-grado Templo Mayor. Eran tan altos que parecían perderse en el infinito. Vaci-lante abrió sigilosamente uno de ellos, asomó primero la cabeza por si acaso yluego entró, dejándola entreabierta para cuando tuviera que salir o en caso deemergencia...

Delante de él, custodiada a ambos lados por dos inmensas figuras protecto-ras, se encontraba la antesala que daba acceso a la Nave Central del SagradoTemplo. La atravesó despacio y entró a la Nave Central; allí se sintió empeque-ñecido ante la grandeza del lugar. Sus altos techos eran obras de arte pintadashermosamente por los grandes artistas de todas las épocas, las columnas quedominaban el lugar y que sostenían toda la Nave Central eran sumamente altasy blancas y estaban decoradas con elaborados relieves tallados a mano y perfec-tamente alineadas por todo el corredor cuyo piso brillaba tanto como el sol. Alfinal se encontraba el magnífico e imponente estrado, hecho del más fino oro y lamás pura plata donde se sentaban, en grandes sillones de terciopelo rojo, cadauna de las Autoridades Celestiales.

Al ver la magnitud de todo aquello Miguel se sintió mal, y hasta dudó por uninstante sobre lo que estaba a punto de hacer, desafiar las Leyes Celestiales,pero también estaba su amistad con Gabriel y lo mucho que lo necesitaba, asíque, a pesar de todo, decidió seguir adelante.

Los archivos eran estilizados y relucientes muebles blancos de seis gavetascada uno. Se encontraban hacia la izquierda y la derecha del pasillo ordenadosperfectamente entre las altas columnas blancas. Miguel, sumamente asustado,

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comenzó por los de la derecha, y mentalmente iba recitando los títulos que ibaleyendo: �Mortales Católicos�, �Mortales Ateos�, �Iglesias del Mundo�, �Bendi-ciones�, �Castigos�... al leer este título tragó en seco pero continuó... �Santos�,�Ayudas�, �Solicitudes�...

�Por fin, aquí debe estar �susurró bajito mientras abría en silencio la gave-ta. Siguió buscando, pasando sus temblorosos dedos por todas las carpetas, has-ta dar con la de �Mortales Solicitantes�.

La sacó lentamente y, al tenerla en sus manos, se sintió algo aliviado, peroera tal su desesperación por marcharse del lugar que sin querer al cerrar lagaveta lo hizo de golpe, lo cual causó un sonido tan fuerte que resonó en toda lacavidad del Templo. Miguel, mirando hacia todos lados como esperando un ejér-cito de guardianes, aferró la carpeta contra su pecho y, aterrado, corrió despa-vorido sin siquiera mirar atrás. Pasó por la antesala, cruzó el portón que habíadejado abierto y lo cerró con descuido, y desapareció del lugar tal y como habíaaparecido, bajando las colinas del Edén llevándose por delante todo lo que se leatravesara en el camino.

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Jadeante, casi sin aliento y mirando hacia atrás como si lo estuvieran persi-guiendo, llegó al lugar donde impaciente lo esperaba Gabriel.

�¡Ay!, no sabes lo que me ha pasado allá arriba, resulta que yo entré y... �pero Gabriel no lo escuchaba, lo único que captaba su atención era la carpeta queMiguel había encontrado.

�¡Gracias, gracias, amigo! sabía que podía contar contigo �de un jalón se laarrebató, la abrió y, con manos temblorosas, comenzó a buscar un buen candi-dato.

�Veamos, éste no, éste tampoco, éste cambió de idea... ¡Ajá..! Aquí está, hayuno que reúne todos los requisitos, ahora necesitamos ponerle un nombre a lacriatura, que por cierto casi se come la punta de mi cordón mientras tú no esta-bas. A ver, como está en una nube color rosa, debería llamarse... Susana, Adela,no, no... ¡Ana¡ ¿Qué te parece Ana?

Miguel lo miró algo resentido por su falta de delicadeza, pero como ya estabamás tranquilo lo pensó por un instante y luego le respondió:

�Ana, está bien, es precioso y apropiado para este querubín, además sabesque significa: �La Llena de Gracia�. Sí, sí, ese me gusta, ponle ese.

Gabriel continuó:

�Ahora vamos por la dirección del solicitante; a ver, a ver, aquí está, calle...�pero no le dio tiempo a terminar la frase, porque de pronto de la nada unprofundo silencio envolvió el lugar y, de las alturas celestiales, un extraordinarioresplandor se abrió paso a través del cielo, y con su cálida luz cubrió enteramen-te el espacio donde se encontraban los ángeles y el querubín.

Paralizados, Gabriel y Miguel observaron la escena con gran inquietud, puessabían lo que estaba ocurriendo y quién se hacía presente. Gabriel susurró:

�Creo que nos pillaron, amigo, estamos acabados.

Con tristeza los dos tocaron sus alas como por última vez, bajaron la cabezaen señal de obediencia y se prepararon para aceptar con suma humildad y res-peto el merecido regaño, así como, por supuesto, el merecido castigo. A todaséstas, el querubín que tenían delante se había entretenido tanto con los cordo-nes de Miguel que, en vez de llevarlo atado a su cintura, ya iba bajando por suscaderas, quiso acomodárselo pero en ese momento se sintió incapaz de hacercualquier movimiento que perturbase la seriedad del momento.

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�¡Saludos, hijos míos!

La voz que escucharon distaba mucho de ser severa, más bien era cálida yafectuosa. Los ángeles se miraron sorprendidos y, aunque el temor disminuyóen sus corazones, con suma atención se dispusieron a recibir el mensaje queestaba por venir:

�Mis queridos ángeles, no os apenéis, no habéis hecho nada más que cum-plir con vuestro deber, por lo cual os felicito como ya he felicitado a todos losdemás. Este hermoso querubín que habéis encontrado no es un olvido vuestro niun error en la lista. He sido Yo mismo quien lo ha colocado sobre esa nube yquien ha pedido a una estrella del firmamento que lo entretuviera por un mo-

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mento. No pudo partir antes porque aún no estaba listo ni era el momento indi-cado, pero ha llegado la hora de entregarlo a quienes con tanta paciencia lo hanestado esperando. Su nombre será Paloma, ave mensajera de paz y de venturaque habrá de anidar en el corazón de quienes tanto la ansían. Por tanto, no ospreocupéis más, que de este querubín he de encargarme Yo personalmente, asíque, no temáis más por vuestras alas y marchaos ya, mis fieles ángeles, que eldescanso os lo tenéis bien merecido. ¡Ah..!, esperad un momento, por favor, quehay algo más. Primero, para ti, Miguel, tengo algo especial, aparte de lo valientey bondadoso que eres he visto lo bien que has trabajado, por tanto creo que tehas ganado unos puntos extras que, sumados a los que ya tenías, te hacen mere-cedor del honor de ser, de ahora en adelante, un Ángel Guardián. ¡Felicidades,mi querido ángel! Segundo, y no menos importante, aparte de tu descabelladaidea, Gabriel, de todos es sabido que para entrar al Sagrado Templo Mayor senecesita ser llamado o tener cita previa, o sea, entrar sin permiso amerita unaseria amonestación. Pero, en este caso especial, he tratado de convencer a lasdemás autoridades del Templo de su inocencia, porque no ha sido entera vues-tra culpa aunque de ninguna manera justifico lo que hicieron. A partir de hoy,que quede claro, no olvidéis nunca que siempre hay una razón para todas lascosas que suceden a nuestro alrededor. Ahora sí, aprovechad vuestra suerte ymarchaos, ya que aún me queda mucho por hacer y también Yo he de partir.

Con estas últimas palabras la luz fue desapareciendo tal y como había apare-cido, en profundo silencio, llevándose con ella al hermoso querubín, tan aferradoa la punta del cordón de Miguel que terminó por llevárselo también y, al mismotiempo, como por arte de magia, la carpeta de los solicitantes también desapare-ció.

�¡UF! ¡Qué maravilla! Qué susto que hemos pasado, Miguel, de la que noshemos salvado, amigo mío, y además eres todo un Ángel Guardián, te lo tienesbien merecido, te felicito.

Pero Miguel no lo escuchaba; estaba tan sorprendido que aún no salía de suasombro, hasta que sintió el espaldarazo de Gabriel.

�¡Vaya! Soy nada menos que un Ángel Guardián, ¿verdad? ¡Ya verás! Seréel mejor y todos los querubines que habitan en el mundo entero estarán segurosbajo mi protección, y en las noches me brindarán el deleite de escucharlos cuan-do me reciten esa oración que tanto me gusta: �¡Ángel de mi guarda, dulce com-pañía, no me desampares ni...� �no pudo continuar; tanta emoción lo conmovióa tal punto que tuvo que usar la larga manga de su blanca toga para enjugarse laslágrimas y sonarse la nariz.

2 6 Ana María Ferreira P.

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�Vamos, Miguel, tú serás el mejor de los guardianes, pero recuerda quehemos pasado un buen susto, menos mal que no pasó de ahí, porque estuvimosa punto de hacer una locura, además estoy muy cansado y ya es hora de irnoscomo bien nos han pedido. Sólo espero que en el camino no encontremos ningu-na otra sorpresita �terminó diciendo mientras echaba una discreta miradita alos alrededores.

A medida que se iban alejando, arriba, muy alto en el cielo, se escuchaba eleco de sus angelicales voces canturreando alabanzas plenas de gozo, que no ha-cían más que alborotar la paz del firmamento. Bueno, en honor a la verdad susvoces no eran para nada angelicales, más bien eran bastante desafinadas, o sea,sin ton ni son. Por esa razón jamás habían sido invitados a participar en el Corode Ángeles Celestiales.

Después de un rato volvió la calma, por lo que todos asumieron que ese parde ruidosos ángeles habría llegado al final de su camino y que por fin descansa-rían de tanto desatino, pero lamentablemente tal suerte no les duró mucho tiempo.En medio de un profundo silencio se escuchó un gran estruendo que estremecióhasta la más lejana estrella del firmamento.

Gabriel y Miguel habían vuelto a unir sus voces para concluir sus alabanzascon un desafinado ¡ALELUYA! (y no precisamente el de Mendelsohn), acom-pañados por el eco de una gran carcajada...

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