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Rolando J. Rensoli Medina

Ediciones Extramuros, La Habana, 2008

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Edición: Elizeth GodínezCorrección de estilo: María del Carmen ZanabriaComposición computarizada: José A. González Baragaño

© Rolando J. Rensoli Medina, 2008© Sobre la presente edición: Ediciones Extramuros, 2008

ISBN 959-266-219-3

EDICIONES EXTRAMUROSCentro Provincial del Libro y la LiteraturaZanja No. 732 entre Hospital y AramburuLa Habana, Cuba

[email protected]

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PRÓLOGO

Si se desea encontrar la historia de Ciudad de La Habana, aquella que se esconde tras las cortinas del tiempo y en las manos de los hombres que la concibieron, hicieron y con-tribuyeron a su engrandecimiento, es preciso buscarla en el cautivo encanto de sus predios, en el espacio habitado por la calidez de los repartos, el ímpetu de los barrios, y en las necesarias transformaciones territoriales que hoy la convierten en nuestro espacio provincial.

Mucho se ha escrito acerca de la fundación de aque-lla villa de San Cristóbal de La Habana. Polémicas de va-riada intensidad se han suscitado alrededor de su primer emplazamiento —de tres que tuvo—, tanto en el tiempo como en el espacio. Hoy, La Habana continúa rescatando su pasado y esclareciendo su presente, gracias a la enco-miable labor del investigador Rolando Rensoli Medina. Su valioso aporte, en el análisis histórico, devuelve la elo-cuente memoria de un espacio habitado por el secular ambiente colonial, de poblaciones inmersas en procesos fundacionales. Nos adentra en el siglo xx, de una gran ur-be contemporánea, atendiendo a los ejes viales, los medios de comunicación, la arquitectura y el urbanismo, para de-tenernos en lo que califica la megápolis del eclecticismo, forma y sustancia de la cultura universal.

Este libro, importante y necesario, recorre un camino difícil de transitar desde el quehacer historiográfico. Con

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un análisis inteligente de las divisiones político-adminis-trativas y el fenómeno del crecimiento urbano para validar las singularidades en las cuales fue moldeándose la capi-tal, su personalidad y prestigio, nos adentra en la conver-gencia existente entre la legítima presencia de múltiples y distantes realidades, y nos trasmite no solo lo externo, al profundizar en otras aristas, en espera siempre que la fidelísima Habana nos confíe sus más íntimos secretos re-cogidos en refranes y expresiones populares, como se con-signa en uno de sus epígrafes .

Los asentamientos poblacionales nacen, crecen, se trans-forman y cada uno tiene su atmósfera, ese hechizo singular de que los provee la vida; y de esos aspectos también trata esta obra. Generaciones de hombres laboriosos, llenos de necesidades, ilusiones y sueños, van estructurándolos a la medida de sus deseos y posibilidades, hasta dejar la im-pronta de una época que atesora historias humanas y los convierten en testigos del pasado, cómplices del presente y esperanzas futuras.

Este texto nos da la posibilidad de acercarnos, en lo que estimo un acierto, a elementos de arraigados matices metodológicos pues, los pueblos hacen extraordinarios es-fuerzos por conservar su identidad más allá de las limita-ciones económicas, las guerras, las invasiones culturales y las adversidades naturales. Es el ingente amor de quienes las construyeron, conservan, comparten y habitan; es la pa-sión del hombre y su legado, que es el sentido más elevado del patrimonio cultural, aquel que nos identifica y hace propios. Porque no es posible siquiera sobrentender el de-cursar de esta ciudad, como afirma ciertamente su autor, al margen de la identidad que se proyecta; entenderlo, es arraigar los sentimientos de pertenencia.

A lo largo de los últimos años he tenido el especial pri-vilegio de compartir diversos espacios muy cerca de este historiador cuya competencia profesional junto a su incan-sable quehacer han permitido guiar a innumerables per-

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sonas, no solo en la reconstrucción histórica de diversas localidades habaneras, sino también en proyectos de ma-yor magnitud —como las historias municipales publicadas íntegramente en una multimedia denominada Ciudad de La Habana. La identidad de la Provincia y sus munici-pios—, desde la Oficina de Asuntos Históricos del Comité Provincial del Partido de Ciudad de La Habana.

Apasionado de la historia regional, en estas páginas nos permite conocer más profundamente la vida citadina, ca-paz de legarnos su precioso patrimonio, como base sus-tancial de la cultura nacional.

A tantas horas de laboreo, que no están aprisionadas en los mecanismos implacables del tiempo, se debe el conoci-miento acumulado; más allá del vasto caudal de los libros y documentos consultados, llenó sus afanes con análisis y sentimientos profundos de aquello que el gran escritor Alejo Carpentier, cronista habanero, incluyó en su mundo de lo real maravilloso.

Son estas motivaciones, y desde luego el conocimiento, lo que llevan a este excelente resultado de investigación con nuevos elementos que aportan amplitud al estudio de la Historia Regional y Local en Cuba.

Estoy segura que tras una lectura amena, este libro lo-grará conquistar la admiración por este espacio territorial que nos hace evocar aquel hermoso sentimiento de Fayad Jamís.

Dolores Guerra lópez

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SObRe La hiStORia PROvinciaL de ciudad de La habana

En 1987 se inicia el “Proyecto Nacional de historias pro-vinciales y municipales” dirigido por el Comité Central del Partido Comunista de Cuba, a través del Instituto de Historia. Durante tres lustros en Ciudad de La Habana se desarrolló un amplio movimiento investigativo, el cual al-canzó su climax, entre los años 2002-2005 en que fueron terminadas y publicadas sus historias municipales.

El “Proyecto Identidad”, emprendido en el 2004 bajo la dirección del Comité Provincial del PCC, y dentro de él su programa “La localidad en que vivimos”, ha sido el promo-tor en esta etapa de tan loable empeño.

Las historias municipales se publicaron íntegramente en una multimedia en cuatro tomos: Ciudad de La Habana. La identidad de la provincia y sus municipios (Oficina de Asuntos Históricos del Comité Provincial PCC de Ciudad de La Habana y Publicitaria Imágenes de CIMEX, La Ha-bana, 2006), aunque tres años antes se había publicado el libro electrónico Ciudad de La Habana. Sus historias mu-nicipales, tomo I, que contenía las monografías de los cua-tro primeros territorios que concluyeron sus proyectos: La Habana del Este, San Miguel del Padrón, La Lisa y Playa.

Mucho antes de las quince versiones definitivas, en el período de 1986 al 2005, se publicaron en soporte de pa-pel, con el esfuerzo propio de algunos municipios, reseñas históricas que constituían las primeras versiones de sus

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historias; en este caso encontramos a Boyeros, La Habana Vieja, Plaza de la Revolución, Cerro —período colonial—, Arroyo Naranjo, Guanabacoa, Regla y Marianao.

También se han publicado varios títulos sobre historias barriales, entre ellos, los referidos a Cayo Hueso, Reparto Guiteras, Jesús del Monte y Ceiba–Puentes Grandes, por solo citar. La mayoría de las localidades de la provincia cuentan con monografías históricas, algunas presentadas en los distintos eventos que se organizan en los munici-pios y la provincia, y otras, archivadas en los museos mu-nicipales u otras instituciones.

Asimismo habría que agregar la historiografía prece-dente sobre la región actualmente llamada Ciudad de La Habana y sus asentamientos poblacionales y actuales municipios, autoría de muchísimos historiadores desde la época colonial, la república prerrevolucionaria, y las dos primeras décadas después del triunfo de la Revolución.

Entre los historiadores, a los que se deben valiosas in-vestigaciones sobre la Ciudad de La Habana, se destacan los doctores Emilio Roig de Leuchsenring y Julio R. Le Ri-verend Brusone. El primero, nombrado Historiador de la Ciudad de La Habana en 1935 y fundador de la Oficina del Historiador de la Ciudad, tiene una voluminosa colección de títulos sobre la capital en la que sobresale La Habana. Apuntes Históricos, además de otros libros agrupados en la llamada “Colección Facticia” de la biblioteca del Museo de la Ciudad. Le Riverend, por su parte, nos legó dos obras maestras: La Habana (biografía de una provincia) y La Habana, espacio y vida.

La lista de historiadores es extensa y de antigua data en las localidades que hoy integran Ciudad de La Habana, basta-ría mencionar a manera de ejemplos a algunas figuras des-tacadas. En Guanabacoa, Cayetano Núñez de Villavicencio, Gerardo Castellanos García, Elpidio de La Guardia y Alberto Acosta Brito. En Regla, Antonio López Prieto, José M. Duque y Eduardo Gómez Luaces; en Santiago de las Vegas, Francisco

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Fina García y Francisco Montoto. En Marianao, a Fernando Inclán Lavastida, y en Santa María del Rosario, Rogelio Her-nández Pérez, entre tantos nombres dignos de ser referidos.

La presente obra es la primera historia provincial de Ciudad de La Habana vista integralmente desde su consti-tución como provincia en 1976, separada de su territorio inmediato: la provincia de La Habana. Para este propósito se hizo un primer proyecto en 1989 tras el cual comenza-ron las investigaciones, y que hoy, renovado y actualizado, presenta sus primeros resultados.

La Historia de Ciudad de La Habana, es el fruto de un amplísimo colectivo de autores que han aportado sus re-sultados de investigación a este empeño. La obra se conci-be estructurada en cinco partes, con varios capítulos cada una. Ellas son:

I. Caracterización de la provincia. II. Historia prehispánica. III. Colonia y primeras luchas. IV. La Habana en la república formal y la independen-

cia definitiva. V. La capital y el poder revolucionario.

En fechas venideras, según vayan concluyendo los equi-pos de investigación, en los que se incluyen algunos auto-res, serán promovidas las próximas partes. En esos trabajos se abordarán el origen y la evolución de la ciudad a lo largo de casi cinco siglos.

La Habana: ciudad azul refiere el proceso de forma-ción de la gran urbe metropolitana hasta el siglo xx. El libro no solo aborda el nacimiento de la villa de San Cristó-bal de La Habana en su tercer y definitivo emplazamiento, sino también el de otras localidades en su territorio inme-diato que, con el expansionismo urbano, quedaron anexa-das a la originaria capital y a su vez aportaron elementos esenciales en la estructura político-administrativa.

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1. aPunteS PReLiMinaReSPaRa un eStudiO ReGiOnaL

En los albores del siglo xxi los estudios regionales ocupan un mayor espacio en el contexto científico. Esta ofensiva no surgió en los primeros años de la presente centuria, el pasado siglo xx hizo gala de las potencialidades de los mismos, sobre todo, en sus últimas décadas.

Para referirse a estudios de regiones en distintas disci-plinas suelen hablar algunos de la Regionalística, pero esta no puede catalogarse como ciencia ya que para ello nece-sita definir un objeto de estudio y un sistema categorial específico. Los estudios regionales se apoyan en materias como la Historia, la Geografía, la Geología, los Estudios Socioculturales y Socioeconómicos, entre otros; y aun-que muchas se vinculan entre sí y enriquecen los estudios multidisciplinarios, no existe una especificidad capaz de independizarla. No obstante, cada día se hace más difícil estudiar profundamente un territorio sin abarcar aspectos de varias disciplinas. Es una parte de un todo en el que se advierten aristas de esa totalidad, de ahí, el aumento de los estudios regionales integrales.

Los estudios históricos y geográficos son tal vez los más numerosos y entre estos existe una gran conexión. El del medio geográfico se complementa con el quehacer del ser humano a lo largo de su historia o de períodos de ella para transformarlo, o viceversa. Los estudios históricos re-gionales se complementan con el conocimiento del medio

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geográfico en que este se desenvuelve, incluso, no nos re-ferimos sólo a los aspectos de la geografía física, sino tam-bién de la geografía política y económica. Por otro lado, la Historia es el resultado del hecho económico que genera a su vez múltiples aspectos sociales como la estratificación socioclasista, la composición étnica, y otros.

La Historia Regional y Local, dentro de las Ciencias Históricas, se ha reconocido por un protagonismo de van-guardia capaz de aportar resultados de consideración en la contemporaneidad, muy superiores a los tradicionalmente alcanzados por lo que se conoció por micro historia, su antecedente mediato.

El continente latinoamericano tiene no pocos ejemplos de avances en estudios históricos regionales y locales, y Cu-ba, quizás sea en algún momento, de referencia obligada.

Los apuntes que ponemos a su consideración son pre-liminares y pretenden promover un trabajo más amplio sobre el espacio territorial que hoy conocemos como pro-vincia de Ciudad de La Habana, región históricamente for-mada dentro de la macrorregión habanera y occidental de Cuba, con sus subregiones o zonas.

Cuestiones sobre qué es la capital, la provincia, la re-gión, la ciudad…, por qué considerarla una megápolis y otros asuntos, serán abordados para llegar a conclusiones sobre la génesis e identidad de Ciudad de La Habana.

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2. un eSPaciO habitadO

Comúnmente cuando se habla de la provincia de Ciudad de La Habana se piensa en una ciudad, en el sentido estricto de un espacio territorial de considerables dimensiones, to-talmente urbanizado. También en que la provincia es la capital de Cuba; por tanto, provincia, ciudad y capital se emplean indistintamente para designar al mismo territo-rio, tal si fueran sinónimos en este caso.

El criterio expuesto es relativo y aproximado. Tratare-mos de explicar nuestra tesis al respecto.

La Ley 1304 de 3 de julio de 1976, aprobada por el Con-sejo de Ministros de la República, reconoció a Ciudad de La Habana como una de las catorce provincias del país. El subrayado es con toda intención, fijémonos que en el nombre propio de la provincia la palabra Ciudad aparece escrita con c mayúscula, o sea, es parte de la toponimia.1

1 En el 1er. Congreso del Partido Comunista de Cuba (La Habana, 17 al 22 de diciembre de 1975) se aprobó una Tesis y una Resolución para la implantación en el país de una nueva división político-administrativa. Posteriormente, el Buró Político del Comité Central aprobaría en su reunión del 13 de mayo de 1976, los nombres definitivos de las nuevas provincias y municipios y sus respectivas capitales provinciales y cabe-ceras municipales. El Consejo de Ministros de la República, a la sazón, máximo órgano legislativo de entonces, aprobaría la Ley 1304 de 3 de julio de 1976, estableciendo jurídicamente la nueva estructura y la mis-ma sería modificada en sus artículos 1; 17 y 18, por la Ley 15 del 28 de junio de 1978, de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

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Por otro lado, la Constitución de la República, vigente desde el 24 de febrero del propio año 1976, reflejó inicial-mente en su artículo 3 que: “La capital de la República es la ciudad de La Habana”2 que después de la Reforma Cons-titucional de 1992 quedaría reflejado en el artículo 2 de la siguiente manera: “El nombre oficial del Estado cubano es República de Cuba, el idioma oficial es el español y su capital es la ciudad de La Habana”.3 También el subrayado es nuestro; aquí aparece ciudad con c minúscula y es que se emplea como sustantivo común, es decir: La Habana es una ciudad, pues a la inversa entenderíamos que la ciudad a la que se refiere el artículo, se nombra La Habana.

Pero sucede que también, entre las provincias apro-badas en virtud de la referida Ley 1304, se encuentra La Habana, o sea, la provincia de La Habana, cuyo territo-rio es independiente a la ciudad de La Habana. Entonces, pueden aparecer varias interrogantes: ¿La Habana no es otra provincia distinta a la ciudad, con un territorio propio dividido en diecinueve municipios? ¿El nombre propio de la capital es La Habana o Ciudad de La Habana? Si la ca-pital es La Habana, ¿entonces la ciudad y la provincia son homónimas?

El tema debe abordarse de forma diferente pues tiene dos aristas: una es cuando se refiere a provincias, y la otra cuando trata el tema de la capital.

Si hablamos de provincias, los nombres propios de es-tos territorios son: La Habana y Ciudad de La Habana. Dos provincias distintas, independientes, aunque formen una unidad histórica, geográfica e idiosincrásica.

Cuando abordamos la temática de la capital, entonces no podemos homologar a la provincia de Ciudad de La Ha-bana con la capital de la nación, que es la ciudad de La

2 Constitución de la República de Cuba.3 Constitución de la República de Cuba (actualizada). Revisada y con-cordada por la Dirección de Legislación y asesoría jurídica del Minis-terio de Justicia.

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Habana. Ciertamente esta ciudad se denomina igual que la provincia que le resulta vecina: La Habana.

El desaparecido doctor Fernando Álvarez Tabío, profe-sor de la Universidad de La Habana, nos comenta sobre el caso de lo que se ha dado en llamar “provincias habane-ras”, o las “Dos Habana”:

Como consecuencia de la nueva división político-admi-nistrativa, la antigua provincia de La Habana se con-virtió en dos provincias: Ciudad de La Habana y La Habana. En la propia ley se establece que la capital de ambas provincias es la ciudad de La Habana. Con mo-tivo de esta nueva regulación político-administrativa se ha creado cierta confusión en lo referente al nombre de la capital.En verdad no existe razón alguna para que se produzca tal confusión porque basta examinar el texto de la ley en la Gaceta Oficial de la República, para advertir que mientras el nombre de una de las provincias es Ciudad de La Habana (con mayúscula la Ciudad), el nombre de la capital sigue siendo La Habana. En efecto, tanto el artículo 3 de la Constitución, al determinar la capital de la República, como los artículos 4 y 5 de la mencio-nada ley, al señalar la capital de las nuevas provincias, se refiere a “ciudad de La Habana” donde aparece la pa-labra ciudad con minúscula, de manera que constituye un error sostener que el nombre actual de la capital es “Ciudad de La Habana”, denominación que correspon-de a una de las dos provincias en que ha sido dividida la antigua provincia de La Habana.Es bueno aclarar también que el nombre de la capital no es “Habana”, sino “La Habana”, conforme al artículo constitucional comentado.4

4 Fernando Álvarez Tabío. Comentarios a la Constitución Socialista, pp. 33-35.

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Muy oportuno y esclarecedor el comentario del profesor Álvarez Tabío; no obstante, quisiera continuar esclareciendo que, la antigua provincia de La Habana se dividió en 1976 en tres nuevos territorios y no en dos: las dos provincias mencionadas anteriormente, y el municipio especial de la Isla de Pinos que, en 1978 recibiera el nombre de “Isla de la Juventud”, seudónimo utilizado desde la década del sesenta. También quisiera añadir que a pesar de no existir motivos legales para la confusión de cuál es la capital y su denominación —tal como lo advierte el profesor—, la con-fusión persiste a nivel popular treinta años después de apro-barse la ley; y yo diría que, si en vez de llamar a la provincia que tiene dentro de sí a la capital “Ciudad de La Habana” se hubiera llamado “La Habana Metropolitana”, como se le llamaba al territorio en 1963 —aunque no contaba con el status de provincia—, o quizás otra denominación (Provin-cia Metropolitana, por ejemplo), la confusión sería menor o no existiera, como no hay tal confusión en el caso mexi-cano, donde existe la “ciudad de México”, que es la capital; el “Distrito Federal”, que es el territorio donde se inserta la capital (es decir, la propia capital y su área inmediata de de-pendencia directa); y el “estado de México”, que es el terri-torio contiguo, su hinterland, u otros casos como Caracas, Buenos Aires, París, Madrid y otras capitales, que poseen su Distrito Metropolitano, Central o Federal, según el caso.

El otro factor para la existencia de la confusión es que, no existe correspondencia entre la ciudad propiamente de La Habana —hablando en términos de urbanismo— y los municipios en que se divide la provincia de Ciudad de La Habana, de manera que hay municipios que se encuentran íntegramente dentro del núcleo urbano central, otros par-cialmente, y otros que no están.

Si conformamos el núcleo urbano principal de la ciudad de La Habana actual —de elevados niveles de urbanización, continuidad de trama urbanística en su espacio y gran con-centración demográfica— el mismo queda integrado por los

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municipios La Habana Vieja, Centro Habana, Cerro, Plaza de la Revolución, Playa, Marianao, 10 de Octubre y Regla, íntegramente. También se incluye una parte de La Lisa; de-cimos una parte, porque Punta Brava, Guatao, Valle Gran-de, Cantarranas y El Cano, quedan excluidos. Igual ocurre con Arroyo Naranjo, donde el territorio rural al sur del río Almendares y los asentamientos semirrurales de Las Guási-mas, Managua, La Lola, Marrero y Lechugas, no se contem-plan. Boyeros, con su área urbana hasta el río Almendares, en el cual se localizan los consejos populares de Armada–Al-dabó y Capdevila, forma parte de la ciudad. Sin embargo, su mayor área al sur del río, deja fuera a: Calabazar, Fontanar, Mazorra, Río Verde, Rancho Boyeros, Santiago de las Vegas y Rincón. Debemos señalar que en el caso particular de Santia-go de las Vegas, este conserva la independencia de una ciu-dad propia la cual se extiende a los repartos que conforman el llamado Nuevo Santiago: Mulgoba, Sierra Maestra, Naroca y 1ro. de Mayo. Guanabacoa, incluida el área urbana de lo que fuera la villa de Guanabacoa y sus repartos modernos aledaños, se integra al núcleo principal. No así, el área rural de la llamada Guanabacoa Campo, que abarca los consejos populares de Peñalver–Bacuranao, Minas–Barreras y la zona de Villa María. Asimismo La Habana del Este, con sus locali-dades situadas al oeste del río Bacuranao, está dentro del nú-cleo; mas deja afuera a los consejos populares de Guanabo —territorio suburbano—, y Campo Florido —espacio rural con varios asentamientos semirrurales. San Miguel del Pa-drón con toda su área urbana hasta San Francisco de Paula, se inserta, pero excluye la zona rural del Pitirre, Las Granjas y el territorio contiguo. El municipio del Cotorro se consi-dera fuera de ese gran núcleo urbano ya que en sí misma es una pequeña ciudad industrial —su núcleo urbano principal es el Cotorro— y anexa a su territorio otros asentamientos como el de Santa María del Rosario —otrora ciudad condal que fuera cabecera municipal—, el poblado de Cuatro Cami-nos, y otros asientos más pequeños. (Ver Anexo 8)

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La actual ciudad capital —cuya génesis está en la villa de San Cristóbal de La Habana, asentada por tercera y de-finitiva ocasión junto a la Bahía de La Habana, y que en su crecimiento desmedido hacia el oeste, sur y este, fue anexándose otros asentamientos entre los siglos xvi y xx—, constituye un gran núcleo urbano metropolitano. Algunos de los territorios que la integran habían alcanzado títulos de ciudad o villa: Marianao, Guanabacoa, Regla. Otros se tipi-ficaban como pueblos, poblados o caseríos, quedando uni-dos a la ciudad por medio de nuevas localidades llamadas barrios, repartos o comunidades.

Ciudad de La Habana como provincia es la más pe-queña de las catorce que integran el país. Su antecedente inmediato fue la Región de La Habana Metropolitana, sur-gida en 1963 dentro de la provincia de La Habana. Tiene 727,4 km2 y se divide en quince municipios y ciento cinco consejos populares. El municipio de mayor dimensión es La Habana del Este, y el más pequeño Centro Habana.

Cuenta con un 60% de área urbana y un 40% de territorio rural. No toda el área urbana incluida en ese 60% integra el núcleo principal descrito anteriormente, recordemos los casos de ciudades como El Cotorro y Santiago de las Vegas, así como el de localidades suburbanas y semirrurales en los municipios de la periferia. Ciudad de La Habana difiere del resto de los territorios con similar status, en que es la única provincia donde predomina el área urbana sobre la rural, o sea, en Ciudad de La Habana predomina el paisaje urba-no, por tanto, es básicamente urbana.5 No obstante, no es

5 Consideramos áreas urbanas a aquellas localidades que poseen acep-tables indicadores de urbanismo en cuanto a pavimentación de vías, redes técnicas como acueducto, alcantarillado, electricidad y teléfono y que cuenten con una arquitectura de ciudad. La función económico-social a la que esté vinculada la localidad sería un indicador diferencia-dor. Las localidades altamente urbanizadas y vinculadas a la industria, el comercio y la prestación de servicios serían las propiamente urbanas como las que se encuentran en el centro de la ciudad y los centros de localidades periféricas; aquellas localidades periféricas en los que los

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despreciable su área rural, relativamente abundante y nece-saria a la ciudad, pues además de oxigenar, contribuye —a niveles modestos— a la alimentación de sus pobladores.

En esta dinámica, Ciudad de La Habana (provincia)–La Habana (ciudad), consideramos oportuno señalar que, aunque existe un núcleo urbano principal dentro del terri-torio, toda la provincia funciona político-administrativa y socioeconómicamente como una ciudad. La provincia y la ciudad, caracterizadas por su diversidad, constituyen una unidad en sí; fenómeno que permite una correspondencia con los criterios más actuales sobre metropolización: “…lo que caracteriza una metrópoli es la influencia que ejerce, en términos funcionales, económicos y sociales, en un de-terminado conjunto territorial”.6

La Habana, desarrollada a partir de un núcleo poblacio-nal originario, es la fusión de disímiles localidades. Según los datos aportados por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), la provincia cuenta con cuarenta y nueve barrios, trescientos veintinueve repartos, y treinta y seis núcleos po-blacionales, para un total de cuatrocientas catorce unidades espaciales oficialmente reconocidas.7 Además, se advierte la

indicadores de urbanismo son inferiores, se consideran suburbanas y las localidades rodeadas de área rural y cuya función económico-social está directamente vinculada a la economía del área circundante, es de-cir a la actividad agropecuaria se consideran localidades semirrurales, las que suelen conocerse en el argot popular como “pueblos de cam-po”. La provincia de Ciudad de La Habana cuenta con áreas urbanas de los tres tipos referidos y además, una considerable área rural por lo que se demuestra que no es una ciudad como suele homologarse sino algo más que eso, una provincia como las restantes del país, aunque diferenciada en que el peso del área urbana es superior a la rural.6 Manuel Castells. “La cuestión urbana”, p. 33. En: The Changing Shape of Metropolitan America, citando a Mckenzie.7 Luisa Iñiguez Rojas, con la colaboración de Norma Montes Rodríguez y Juan Carlos Albizu Campos. Investigación: “Diferenciación espacial e identidades en Ciudad de La Habana. Contextos y escenarios. Indica-dores socio-demográficos e identidad territorial en la provincia Ciudad de La Habana”.

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existencia de cuarenta y seis barrios ilegales sin infraestruc-tura habitacional. Ciudad de La Habana es por tanto, una auténtica zona metropolitana si asumiéramos el criterio de que esta “es lo que se ha llamado megápolis, o conjunto articulado de varias áreas metropolitanas dentro de una misma unidad funcional y social”.8 Si bien no es la suma de varias áreas metropolitanas en sí, es una red urbana poli-céntrica a partir de su origen y de su conformación ulterior al fusionarse al núcleo originario otros núcleos urbanos.

Como dato curioso encontramos que diecisiete barrios y repartos se encuentran divididos entre dos o más municipios: Atarés (La Habana Vieja y Cerro). Alturas de Ayestarán (Plaza de la Revolución y Cerro). Arroyo Naranjo o Ponce (Boyeros y Arroyo Naranjo). Colón (Centro Habana y La Habana Vieja). Habana Nueva (Guanabacoa y Regla). Luyanó (10 de octubre y La Habana Vieja). Los Pinos (Boyeros y Arroyo Naranjo). El Pilar (Centro Habana, Cerro y La Habana Vieja). Plaza (Plaza de la Revolución y Cerro). Príncipe (Plaza de la Revolución, Centro Habana y Cerro). La Punta (Centro Habana y La Ha-bana Vieja). Los Sitios (Centro Habana y La Habana Vieja). Ta-cón (Centro Habana y La Habana Vieja). Unión (Guanabacoa y Regla). Vedado (Centro Habana y Plaza de la Revolución), y Puentes Grandes (Cerro, Playa y Plaza de la Revolución).

La Ciudad de La Habana se ajusta a la definición de me-gápolis —ciudades con más de un millón de habitantes—, planteada por Castells:

… (las megápolis) no forman un tejido urbano inin-terrumpido, sino más bien un sistema de relaciones que engloba zonas rurales, bosques y lugares turísticos, pun-tos de fuerte concentración industrial, zonas de fuerte densidad urbana, “suburbios” muy extensos surcados por una compleja red de vías intra e interurbanas.9

8 Manuel Castells. “La cuestión urbana”, p. 36. En: Megalopolis. The Urba-nized Northeastern Seaboard of the United States, citando a J. Gottmann.9 Manuel Castells. Op. cit.

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Según los datos del censo del 2002, la provincia con-taba con 2 201 610 personas y el estimado del 2007, un aproximado de 2 155 885 millones, lo cual equivale a más del 20% de la población de la República, lo que equivale a una densidad demográfica de 2 963,8 habitantes por ki-lómetro cuadrado. Dos municipios se consideran super-poblados en cuanto a población absoluta: 10 de Octubre y Arroyo Naranjo, por lo que el sur es el área de la ciudad que más habitantes alberga; mientras que Centro Habana es el de mayor densidad con 65 565,2 personas por cada kilómetro cuadrado (hay más de 160 mil habitantes en sólo 3,42 km2). Además de estos datos un poco escalofriantes, la provincia cuenta con una población flotante superior al medio millón de personas que, por disímiles motivos, la visitan o viven en ella temporalmente, lo que complica el espectro demográfico metropolitano.

La Habana es la mayor ciudad en el contexto cubano y antillano. Con su entorno metropolitano rebasa los dos millones de pobladores y aunque no llega al nivel de las “megas” archiconocidas del mundo que superan los diez millones, y algunas hasta los veinte, en Cuba y en las An-tillas no hay ciudad más poblada. También lo es desde el punto de sus dimensiones: esta ciudad capital con su en-torno metropolitano si bien es sólo la cuarta parte de la Isla de la Juventud, es superior en extensión a las islas de las Antillas Menores que constituyen naciones, exceptuan-do a Trinidad, Guadalupe y Martinica y hasta minúsculos estados del viejo continente son más pequeños que esta ciudad: Andorra, Luxemburgo, San Marino, El Vaticano y Mónaco. Entonces, por su superficie y su población, La Ha-bana es una gran ciudad.

La provincia limita al norte con el Estrecho de La Flori-da. Posee 52 km de costa y seis municipios costeros: Playa, Plaza de la Revolución, Centro Habana, La Habana Vieja, Regla y La Habana del Este; en los restantes puntos cardi-nales está rodeada por la provincia de La Habana, siendo

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fronteriza con varios de sus municipios: Santa Cruz del Norte, Jaruco, San José de las Lajas, Bejucal, San Antonio de los Baños y Bauta.

El relieve es más bien llano. Las costas generalmente acantiladas. Próximas a ellas existen algunas elevaciones de pocas altitud, pertenecientes al sistema de las Alturas Habana–Matanzas. Estas se inician en el peñasco del Morro y la Loma de La Cabaña, y continúan a la Sierra Cojímar (lomas de Urría y San Pedro, donde se asientan los nú-cleos urbanos de Cojímar y Alamar), de ahí avanzan a la Sierra de Bacuranao y la Sierra de Sibarimar para concluir en Peñas Altas. Al sur, la provincia limita con el grupo de las Alturas Bejucal–Madruga–Coliseo (Loma del Cacahual y las llamadas Tetas de Managua, estas últimas con 220 m sobre el nivel del mar). Existen otras elevaciones aisladas en el área urbanizada de la provincia que alcanzan alguna altura, tales como los diversos puntos citadinos: el Cerro de Peña Pobre o la loma del Ángel y la de Atarés (La Ha-bana Vieja). Kolhy (en Playa). Alturas del Vedado (Nuevo Vedado), la Loma de los Catalanes, la de Aróstegui o del Príncipe, la de la Pirotecnia o Colina Universitaria, la loma de la Tanganana y la del Carmelo, en Plaza de la Revolu-ción. La loma del Cerro. La Loma del Burro y la Loma de Chaple (10 de Octubre). El Calvario (Arroyo Naranjo). La loma de los Zapotes, en Jacomino (San Miguel del Padrón). La Colina Lenin o Loma del Fortín y Loma de Regla. Las Lo-mas de la Cruz, del Indio y de Chiple, en Guanabacoa. La Loma de la Cruz, en Santa María del Rosario (Cotorro), y otras. Insertados entre los sistemas orográficos se encuen-tran fértiles valles intramontanos, como el paisaje natural que podemos observar de la llanura al este de Guanabacoa y sur de La Habana del Este.

La provincia está surcada por varios ríos. Almendares, el mayor, con 49,8 km de extensión y 402 km2 en su cuenca llamada Almendares–Vento, nace en el municipio de San José de las Lajas, en la vecina provincia de La Habana, y

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atraviesa a ocho territorios de la provincia: Cotorro, Arroyo Naranjo, 10 de Octubre, Boyeros, Cerro, Marianao, Playa y Plaza de la Revolución. Le siguen en importancia, Quibú, Santa Ana, Jaimanitas, Cojímar, Bacuranao, Tarará, Boca Ciega o Itabo, Guanabo, Peñas Altas, Mordazo, Santoyo, Orengo, y otros de menor caudal; así como varios arroyos y lagunas. Existen también varios embalses como: Ejérci-to Rebelde, con capacidad para 52 000 000 m3, la Coca (11,8 millones), la Zarza (17,4 millones), Bacuranao (14,6), y otras menores como Paso Sequito.10

La Bahía de La Habana es una típica bahía de bolsa, cuenta con un canal de entrada y cuatro ensenadas hacia su interior: Atarés, Marimelena, Guasabacoa y Triscornia. Tanto al este de la bahía como al oeste del río Almendares, la provincia cuenta con abundantes y hermosas playas que constituyen su mayor atracción turística.

Ciudad de La Habana es el principal polo turístico de Cuba, dentro de él se destacan varios subpolos: La Habana del Este, Playa, Plaza de la Revolución y La Habana Vie-ja, principalmente. Es la mayor región industrial ya que cuenta con municipios de un considerable nivel de indus-trialización como Cotorro, Boyeros, Regla, Guanabacoa y Marianao, de ahí que exista una gran variedad de ramas industriales: sideromecánica, química, energética, ligera, médico-farmacéutica, una refinería azucarera y otras. De-sarrolla la agricultura urbana, y posee dos empresas pe-cuarias y una de cultivos varios. La ciudad además es el principal centro cultural, científico, comercial, de servicios y político del país. Cincuenta y seis hospitales y ochenta y dos policlínicos forman su red asistencial. Cuenta con 870 centros educacionales destinados a las enseñanzas prima-ria, secundaria básica y técnico-profesional de nivel medio —incluyendo las enseñanzas artística y deportiva— y diez universidades; entre ellas, la Universidad de La Habana, 10 Algunos de estos datos fueron extraídos del Curso de Geografía de Cuba (tabloide).

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fundada el 5 de enero de 1728, centro insignia de la edu-cación superior en el país.

Por su cercanía al Trópico de Cáncer, las temperaturas son agradables todo el año. La vegetación es abundante, destacándose el anillo verde de la ciudad del que forman parte el Gran Parque Metropolitano de La Habana, en la cuenca del Almendares, y que abarca áreas de cuatro mu-nicipios: Playa, Plaza de la Revolución, Cerro y Marianao. Dentro de este parque se destacan el Bosque de La Haba-na, el Parque Forestal, el Parque Almendares, y la presa El Husillo. El Jardín Zoológico “La Edad de Oro” (Avenida 26), el Parque Zoológico Nacional, el Parque Lenin, Expocuba y el Jardín Botánico Nacional, forman parte del acordona-miento forestal de la ciudad.

Hay zonas de un paisaje natural impresionante como la ribera del curso superior del río Cojímar, la Laguna de Itabo, Rincón de Guanabo y la zona de la Coca. Varios mu-nicipios periféricos se caracterizan por su verdor: La Haba-na del Este, Guanabacoa, Cotorro, San Miguel del Padrón, Arroyo Naranjo, Boyeros, Plaza de la Revolución, La Lisa, Marianao y Playa. Esa característica ha hecho que La Haba-na se considere una “ciudad jardín”.

Esta región del país cuenta con varias especies endémi-cas de plantas. La fauna está conformada por aves, reptiles y mamíferos; además de otros traídos por el hombre como ganado mayor y menor, aves de crianza, caninos y felinos domésticos, y otros.

Dentro del patrimonio histórico-cultural se reconocen hoy treinta y seis monumentos nacionales, seis monumen-tos locales y once zonas de protección, entre el patrimonio construido y el natural.

La Habana como ciudad capital ha recibido los epítetos de: “Capital de todos los cubanos”, por ser la capital de la república. “Capital tres veces”, por ser la capital de dos pro-vincias, Ciudad de La Habana y La Habana, además de ca-pital de la nación. “La ciudad de Martí”, por haber nacido y

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vivido en ella el Héroe Nacional. “Ciudad de encuentros”, consigna del turismo, entre otros.

Como hemos dicho en párrafos anteriores, la actual provincia de Ciudad de La Habana tuvo su antecedente en la Región de La Habana Metropolitana (1963-1976) y esta a su vez, fue el resultado de la evolución de la mentalidad acerca de la necesidad de una respuesta, desde el ángu-lo político-administrativo, a un fenómeno económico, so-cial, urbanístico y demográfico que venía afectando, desde inicios del siglo xx, a la división política existente. Ese fe-nómeno no fue otro que el crecimiento desmedido de la originaria ciudad de San Cristóbal de La Habana al anexar ciudades de considerables dimensiones como Marianao y Guanabacoa, y otra pequeña pero importante, como Re-gla. En su égida metropolitana abarcó también a Santiago de las Vegas y Cotorro, lo cual hizo que desaparecieran ciudades bajo el manto de La Habana y esta se convirtiera en una “ciudad de ciudades”. La visión de la provincia de Ciudad de La Habana no ha de ser la de una ciudad unifor-me y monocéntrica como el resto de las ciudades cubanas, el fenómeno habanero es distinto y para conocerlo mejor expondremos en los siguientes capítulos nuestra concep-ción del problema, pues pensamos que sin una correcta asimilación del mismo no puede comprenderse la evolu-ción histórica de este territorio.

La Habana es una ciudad policéntrica. Analizando el funcionamiento de esta megápolis podríamos decir no obstante, que existe un “centro principal” amplio y diver-so, y además, “centros ramales” y “centros locales”; estos últimos más pequeños, pero con determinados niveles de importancia. La amplitud de lo que podríamos llamar centro principal, abarca tres municipios: La Habana Vie-ja, Centro Habana y Plaza de la Revolución, que si bien son territorios pequeños en cuanto a extensión territorial, son de gran concentración demográfica y de una extrema urbanización.

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La Habana Vieja y Centro Habana constituyen una espe-cie de centro tradicional, incluso, cualquier habitante de la provincia, —ya no sólo de la periferia y las localidades his-tóricamente independientes y después anexadas—, cuando se refiere a esos espacios lo identifican como La Habana. “Voy de compras a La Habana”, “esa ruta va para La Haba-na”, “se mudó para el centro de La Habana”, son muestras de expresiones populares que ilustran lo anterior. Cierta-mente en La Habana Vieja se encuentra el centro histórico, área de la originaria Villa de San Cristóbal de La Habana ubicada intramuros hasta la segunda mitad del siglo xix. También es real que las arterias principales de Centro Ha-bana (Reina, Carlos III, Galiano, San Rafael, Neptuno, Zan-ja, Belascoaín, Infanta) constituyen el centro del comercio y los servicios en La Habana del siglo xx y los albores del xxi, sin menospreciar algunas arterias de La Habana Vieja (Monte, Prado, O´Reilly, Muralla, Mercaderes, Oficios) no menos importantes. La Rampa y la esquina de las calles 23 y 12, así como sus inmediaciones en el Vedado, han pasado a ser símbolos contemporáneos de los servicios y el espar-cimiento capitalinos. Plaza de la Revolución es denominada por algunos la “capital de la capital”, sugiriendo que este constituye el centro actual de la ciudad. Tal criterio pudie-ra considerarse válido pero no absoluto, pues si bien es cierto que el centro político de la provincia y la nación se concentra en mayor por ciento en Plaza, este se diversifica hacia los dos municipios ya citados.

El Palacio de la Revolución —enclave del Comité Cen-tral del Partido Comunista de Cuba, del Consejo de Esta-do y del Consejo de Ministros de la Republica—, la sede del Comité Provincial del Partido, la mayoría de los mi-nisterios, organismos de la administración central del es-tado, y un numeroso grupo de instituciones de salud y culturales de nivel nacional, es encuentran en Plaza de la Revolución; no obstante, la sede del Gobierno Provincial del Poder Popular se halla en La Habana Vieja. También

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hay sedes de ministerios en ese municipio y en el de Cen-tro Habana. Pero incluso, el centro político se extiende hacia el oeste fuera del centro tradicional de la llamada “capital de la capital”, pues la sede de la Asamblea Na-cional del Poder Popular radica en Playa, municipio que además, es el de mayor número de sedes diplomáticas. Por otro lado, la mayor cantidad de centros de poder de la provincia La Habana —de la cual la ciudad también es capital— no se hayan en los municipios a los cuales he-mos hecho referencia. Las sedes del gobierno y el partido provincial se ubican en el periférico municipio de Arroyo Naranjo, y la mayoría de sus organismos provinciales se dispersan por dicho municipio, o por 10 de Octubre y Ma-rianao, u otros territorios periféricos. Una excepción en la ubicación de estos centros es la sede del Comité Provin-cial de la Unión de Jóvenes Comunistas, radicado en Plaza de la Revolución.

Todo lo anterior ilustra que el centro político-adminis-trativo de las dos provincias habaneras y la nación, se halla desconcentrado por diversos puntos de la geografía me-tropolitana.

Sobre el centro religioso tenemos —tratándose de un estado laico en un país multirreligioso— que las sedes di-rigentes de la iglesia católica, las denominaciones protes-tantes, los cultos sincréticos de origen africano, la religión hebrea, la musulmana y otras, coinciden en la mayoría de los casos en los tres municipios constitutivos del centro.

El centro cultural también coincide en este espacio, no así el centro científico que se desplaza hacia el oeste —Playa es la sede de los principales centros de estudios de las ciencias sociales y del polo biotecnológico y mé-dico-farmacéutico junto a La Lisa—. El polo industrial se desplaza hacia las periferias sur, este y oeste, mientras que el centro turístico, más diverso, abarca los tres municipios del centro principal, pero se crece con los subpolos del este y el oeste.

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Hasta aquí hemos analizado el asunto desde la arista macro. Tal reflexión nos permite llegar a la conclusión de que La Habana es policéntrica en su desarrollo histórico; pero veamos ahora los micromundos del área metropoli-tana capitalina.

El hecho de ser Ciudad de la Habana fusión de grandes, medianas y pequeñas localidades que alguna vez fueron independientes y que hoy son parte del núcleo urbano principal, y de otras que se mantienen como núcleos geo-gráficamente independientes pero funcionalmente son parte de la ciudad, revela la existencia de “centros locales” que mantienen la autenticidad como centros en tanto con-servan sus identidades locales.

Según la tradición española las ciudades, villas y pue-blos, se fundaban a partir de una plaza central con fines militares, comerciales y de esparcimiento, escoltadas por un templo católico y el cabildo; justo a partir de ahí se desarrollaba el asentamiento. Por tanto, el centro político, religioso, militar, comercial y de esparcimiento, coincidían en un espacio común o un espacio próximo. San Cristóbal de La Habana no fue la excepción inicialmente. La Plaza de Armas, el Palacio de los Capitanes Generales, la Catedral y la Plaza Nueva del mercado, se ubicaron en un espacio próximo, pero ulteriormente se multiplicaron los templos y conventos católicos, las plazas y los mercados intra y extramuros, y surgieron los paseos Alameda de Paula, el Paseo de Extramuros, llamado después de Isabel II o del Prado, el Paseo Militar, conocido también como de Tacón o Carlos III, desplazando el centro y diversificándose.

El centro político nacional no estuvo ajeno a los des-plazamientos urbanos. Si nos remontamos a sus inicios podremos constatar que el Palacio de los Capitanes Gene-rales primero fue sede del gobierno colonial; más tarde, de los dos gobiernos interventores norteamericanos y de los tres primeros gobiernos republicanos, hasta que el po-der ejecutivo del país se traslada, durante el gobierno del

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presidente Menocal, al nuevo Palacio Presidencial ubicado en una zona sin antecedentes de este tipo. Fulgencio Ba-tista, en la década del cincuenta, enarbola el proyecto del “Centro Ejecutivo de la Nación”, el cual debía ejecutarse en la zona de Morro-Cabaña incluida en la urbanización de La Habana del Este. Tal proyecto no se efectuó, pero de haber-se realizado hubiera desplazado el centro político nacional al este de la bahía.

En cuanto al poder legislativo y ejecutivo del antiguo municipio de La Habana —durante un tiempo el Palacio de los Capitanes Generales también fue sede del Ayunta-miento—, se previó trasladarlo, en la década del cincuen-ta, para la recién construida Plaza Cívica o de la República, desplazando el centro del poder local para un edificio co-nocido después del triunfo de la Revolución como Sierra Maestra (que fuera ocupado por el INRA. Instituto Nacio-nal de Reforma Agraria), y en el que hoy radica el Ministe-rio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Hay centros históricos locales que continúan funcio-nalmente siendo centros, como por ejemplo el centro his-tórico urbano de la antigua villa de Nuestra Señora de la Asunción de Guanabacoa (declarado Monumento Nacio-nal), con su parque central o Parque Martí, respaldado por el Palacio Municipal —sede del gobierno local— y la Igle-sia Parroquial. El mismo cuenta, en su área inmediata, con una infraestructura de comercios, servicios e instituciones culturales a lo largo de sus arterias principales —Pepe An-tonio, Martí, Maceo, Máximo Gómez e Independencia— que permite a los guanabacoenses resolver los problemas de su vida cotidiana en su centro local, y convertir en al-go extraordinario el viaje a La Habana; de manera similar sucede en Regla, con su centro histórico local extendido por la calle Martí, desde el santuario de Nuestra Señora de Regla —centro religioso local— en el Emboque, has-ta las inmediaciones del parque Guaicanamar y el Palacio Municipal.

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Guanabacoa y Regla son dos localidades donde los es-tudios de familias han demostrado que en la actualidad vi-ven muchos descendientes de los primeros pobladores en esos sitios, por tanto, el sentimiento de pertenencia es el rasgo característico de sus identidades. Marianao en cam-bio, es más cosmopolita. No obstante, mantiene su propia identidad sobre todo en sus barrios tradicionales, y su cen-tro histórico local aún funciona en la mentalidad y la con-ducta de sus habitantes. La Avenida 51 —antes calzada Real o Martí— es la sede de los principales centros comerciales y de servicios, de su iglesia parroquial, y en su entorno se halla la Plaza Cívica, el Palacio Municipal, el mercado, el teatro Principal y el Anfiteatro, entre otras instituciones.

Otros dos territorios, incorporados a la actual Ciudad de La Habana: Santiago de la Vegas y Santa María del Ro-sario, sufrieron trasformaciones y desplazamientos de sus centros históricos locales, en tanto desaparecieron como municipios.

En Santiago sigue funcionando el centro histórico lo-cal: parque Juan delgado, iglesia parroquial y el boulevar peatonal como principal arteria comercial, de servicios e instituciones culturales importantes, pero este sólo actúa como centro cultural o de esparcimiento, además del con-sumo. Conserva su centro religioso; sin embargo, el centro de poder político fue desplazado hacia urbanización de Rancho Boyeros. El hecho de que el actual municipio de Bo-yeros sea más extenso que el antiguo de Santiago de las Vegas, hace que el centro histórico local funcione aún para esta ciudad y en cierto modo, para las localidades próxi-mas que siempre dependieron de ella (Rincón, Calabazar). Las barriadas más recientes, agrupadas en Armada-Aldabó y Capdevila, no reconocen como centro local a la antigua ciudad, si no a La Habana.

Con Santa María del Rosario sucede otro fenómeno. Su centro histórico local alrededor de su parque y su magní-fica iglesia llamada por el obispo Espada “Catedral de los

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Campos de Cuba”, funciona sólo para los rosareños y no para todo el municipio a pesar de que, el área territorial del antiguo municipio de Santa María coincide con la del actual municipio del Cotorro. El traslado de centro, en este caso, no sólo ha sido un mero cambio de nombre, si no un cambio de lugar. La Avenida 101 —Carretera Central— es la arteria de mayor cantidad de comercios, industrias y de servicios. El centro local, ubicado hoy en el llamado Cen-tro Cotorro, cuenta con el esquema tradicional: parque e iglesia, y la vida del territorio fluye en su entorno, donde también radica el centro político municipal.

En cuanto a los nuevos municipios, surgidos con la di-visión de 1976, paulatinamente van estableciendo sus cen-tros según fortalecen sus identidades locales, unas veces reconocidas después de forjarse durante varios años, y otras veces, construyéndose a partir de las premisas que crea esa división.

De los municipios surgidos del antiguo Marianao, La Lisa forja su centro a lo largo de la Avenida 51, desde 156 hasta 202. Playa no termina de fortificar el suyo aunque la Playa de Marianao revitaliza sus restaurantes, cafeterías y su parque de diversiones, mas no llega a convertirse en centro municipal, como no lo es Miramar, Almendares, Buenavista, La Sierra, Kolhy, y ningún otro reparto. En Monte Barreto se desarrolla perspectivamente un centro e igualmente en la zona conocida como La Copa. No hay templo religioso que se erija en centro, y los órganos de poder político y administrativo se dispersan por el espacio territorial.

El Cerro, al contar con el eje vial Máximo Gómez (Mon-te-Calzada del Cerro), no necesita otro centro. 10 de oc-tubre va configurando su centro local en los tramos de la calzada —de igual nombre— desde Acosta hasta Dolo-res y la Avenida de Santa Catalina, desde la Calzada de 10 de Octubre hasta Juan Delgado. Arroyo Naranjo se cen-tra en torno a las barriadas de Arroyo Apolo, Víbora Park,

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Santa Amalia y Poey teniendo a la intersección vial de La Palma como vértice de ese centro. En San Miguel del Pa-drón el centro es el entronque vial de la Virgen del Ca-mino, aunque no está en el centro geográfico, sino en el extremo oeste del municipio. Y por último La Habana del Este, formada por seis localidades dispersas con sus pro-pias idiosincrasias y también sus centros: Ciudad Camilo Cienfuegos, Cojímar, Antonio Guiteras, Alamar, Guanabo y Campo Florido. Si bien Alamar se ha erigido en el centro político-administrativo municipal, no es el centro único de la vida cotidiana de los habitantes de ese territorio.

En cierto modo muchos asentamientos poblacionales, y no pocos barrios y repartos, tienen sus propios centros para la vida social de sus habitantes. Así, el fenómeno del policentrismo habanero, con un gran centro principal —muy plural y extendido— varios centros ramales y lo-cales, conforman el panorama contemporáneo, resultado de un desarrollo histórico.

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3. aLGunaS RefLexiOneS aceRcade LOS PROceSOS fundaciOnaLeS.

San cRiStÓbaL de La habanay OtRaS PObLaciOneS

El tema fundacional de asentamientos humanos es esen-cial para el estudio de la evolución histórica de las regio-nes; estas se desarrollan, por lo general, teniendo como centro a una o varias localidades. Conceptos muy actuales de la Historia Regional y Local, como los de región his-tórica, relación ciudad-región, vínculos interregionales y otros, pasan necesariamente por los análisis de fundación de núcleos urbanos y sitios poblados.

En Cuba los anales fundacionales son recientes, no su-peran el medio milenio, ya que se remontan al período de la conquista hispánica en el primer lustro de la se-gunda década del siglo xvi. Antes de ese período es muy difícil hallar fechas exactas de inicio de asentamientos humanos, pues el indígena cubano vivía en el estadío del comunismo primitivo y, por su escaso desarrollo, no de-jó constancia documental ni otras evidencias. De todas formas, las crónicas de los conquistadores, su epistolario y los hallazgos arqueológicos establecen, al menos, los sitios donde hubo población aborigen y los lugares esco-gidos por los colonizadores para establecer sus poblacio-nes. A través de estas informaciones conocemos que los españoles escogieron para radicar —por dos motivos— las zonas donde se concentraba la población indígena, pues allí existía una transformación primaria del espacio, lo cual posibilitaba una mejor explotación del terreno,

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y a su vez podían contar con aquellos individuos para emplearlos como mano de obra, aprovechando su orga-nización social.

Algunos autores hablan de cacicazgos en tanto provin-cias o regiones indígenas de amplio territorio, donde un cacique, a manera de una primigenia monarquía, gober-naba varios asentamientos. La coexistencia en un mismo espacio de diversos grupos étnicos con diferentes niveles de desarrollo y organización, atenta contra el tema. Al pa-recer, los cacicazgos existieron, no cabe dudas, pero no podemos seguir viéndolo de manera esquemática como en ocasiones se trata de presentar: un archipiélago dividido político-administrativamente en provincias indígenas, tal si fuera nuestra contemporánea república con sus catorce provincias y ciento sesenta y nueve municipios.

En la Cuba prehispánica había zonas boscosas, cena-gosas, montañosas y semidesérticas. Algunas seguramente resultaron inaccesibles para los aborígenes, por tanto, no estaban sujetas a la tutela de ningún cacique. Estos conglo-merados humanos, insertados en un régimen tribal con una economía de subsistencia, vivían sin la ansiedad de dominio imperial. Por otro lado, el nivel de independencia de un cacicazgo respecto a otro nos revelaría más que pro-vincias —como le llamaron los conquistadores—, rasgos de primitivos principados.

Se toma como punto de partida en la historia de las regiones cubanas a las primeras poblaciones fundadas por los españoles, y no a las regiones indígenas, a diferencia de otros países de nuestro continente.

El criterio de “primeras” se emplea para designar a aquellas poblaciones fundadas durante el período de con-quista (1510-1515). Particularmente empleo el término de “primeras poblaciones” y no de “primeras villas” para in-cluir a Remedios, fundada en 1515 fuera de la estrategia velazqueana, y que no obtiene el título de villa hasta veinte años después.

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Hay dos criterios diferentes que debemos conjugar: la correlación entre títulos oficiales a poblaciones y el de-sarrollo real de las mismas. Para ello debemos recordar que, las primeras poblaciones hispánicas no eran más grandes que su plaza central con su ayuntamiento, templo católico y algunas viviendas alrededor. Tampoco contaban con calles y manzanas trazadas. Las viviendas inicialmente fueron construidas con los materiales propios del lugar, lo que equivale a decir en el caso de Cuba, que estas eran se-mejantes a los bohíos taínos; incluso, así serían el cabildo y la iglesia. A lo anterior habría que agregar el número de habitantes; se consideraban vecinos sólo a los españoles representados en unos miles, que al dividirlos entre las ocho villas nos permite llegar a la conclusión, que no eran tantos dispersos por la Isla. Aún contando con la población indígena supuestamente avecindada en aquellos poblados —distintos historiadores opinan que entre 100 y 300 mil indígenas vivían en el país—, cuántos habitantes tendría cada una de aquellas poblaciones pioneras.

El análisis anterior nos lleva a cuestionar qué diferen-cia podría existir, en cuanto a dimensión del espacio ocu-pado, función económico-social y aspecto urbano, entre El Cayo o La Zavana —nombre inicial de Remedios—, y el resto de las poblaciones fundadas. Prácticamente ninguno. Más bien, lo antes expuesto nos hace pensar que el hecho de que Remedios no contara hasta 1535 con el título de vi-lla no es más que un hecho fortuito y formal, pues por las características de todas aquellas poblaciones, o todas eran villas o ninguna lo era.

En el tema de la diferencia de los títulos oficiales y el desarrollo urbano real hay mucho más en el tintero. Nues-tra Señora de la Asunción de Baracoa y Santiago de Cuba, recibieron títulos de Ciudad muy temprano por el hecho de ser, una primero y la otra después, capitales de la colo-nia; sin embargo, San Cristóbal de La Habana, sede de la residencia del gobernador desde 1550, no recibe el título

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de Ciudad hasta 1592. Y es que para el otorgamiento del título de villa o ciudad primaba, por encima de cualquier consideración, el deseo manifiesto de ennoblecimiento o jerarquización hacia algún asentamiento determinado con independencia de su función económico-social y su desarrollo urbano y demográfico. Las leyes de Indias eran claras tipificando como ciudades, villas o pueblos, a los distintos asentamientos, pero su aplicación no siempre fue consecuente con la realidad.

Este fenómeno se comportó de igual forma en la con-tinuidad de la colonia. Pongamos algunos ejemplos de la región habanera. Guanabacoa, segunda población funda-da por los españoles en este espacio, el 12 de junio de 1554 como pueblo para reconcentrar a los indígenas errantes, no recibió el título de Villa hasta el 14 de agosto de 1743. Sin embargo, en 1732, el Cabildo capitalino autoriza al conde de Casa Bayona a fundar la “Ciudad Condal” de San-ta María del Rosario. Santa María nacería entonces como ciudad cuando no era más que —y prácticamente nunca ha dejado de ser— un poblado con poco espacio y pobre aspecto urbano, mientras que Guanabacoa ya en esa fecha sólo era considerada un “pueblo”, cuando ya tenía confor-madas las manzanas que hoy integran su centro histórico urbano, y contaba con cuatro construcciones religiosas de imponente arquitectura. Al terminar la etapa colonial era considerada sólo villa, y no fue hasta la República que se le consideró ciudad industrial.

Regla, a pesar de su pequeño tamaño, era una ciudad vinculada al puerto habanero. Nunca logró título de Villa o de Ciudad durante la colonia por su cercanía a Guana-bacoa, pues no cumplía los requerimientos legales de la distancia, no inferior a las diez leguas, entre villas.

Son los títulos oficiales los que avalan un status, pero como historiadores debemos estar concientes de la realidad que ha caracterizado este problema: en ocasiones se tuvo en cuenta la función económico-social del asentamiento

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como elemento primordial; en otras, el desarrollo urba-no y el crecimiento demográfico casi siempre asociado al primer elemento, aunque también influyeron la rígida aplicación de las leyes y los deseos de jerarquización mani-festados por la corona, el orden eclesiástico, o el cabildo.

Veamos otro criterio en el que no hemos concordado aún los historiadores locales: ¿qué acontecimiento y fecha considerar como fundación?

Hay una situación histórica concreta, y es que las prime-ras poblaciones hispánicas en Cuba no tuvieron un asenta-miento definitivo; algunas peregrinaron grandes distancias. Trinidad es una muestra de tal movilidad; ubicada inicial-mente en la bahía de Jagua, fue trasladada tiempo después hasta su sitio actual. El otro caso es Santa María del Puerto del Príncipe, originaria de Punta del Guincho, tuvo su en-clave definitivo en el centro de la región. La transposición por la bahía del asentamiento de Santiago de Cuba, ha sido muy especulado por los estudiosos, aunque algunas teo-rías recientes plantean la inmovilidad de su asiento inicial; de estar en lo cierto, nos hallaríamos en presencia de la única de las primeras villas radicadas con estabilidad. San Cristóbal de La Habana es quizás, la más itinerante: tres asentamientos en un período de cinco años.

A pesar de esta realidad, las ciudades antes citadas han tomado como fecha de fundación la de su primer asenta-miento, la del definitivo, o la que celebra la tradición, aun-que nada tenga que ver con el hecho real de la fundación. También encontramos que Camagüey (antiguo Puerto Príncipe) celebra, desde el ángulo cultural-tradicional, una fecha tan temprana como febrero de 1514, data anterior a villas como La Habana y Sancti Spíritus. Y está el caso de La Habana, que celebra la fecha de su tercer y definitivo asentamiento; fecha tan tardía que sobrepasa el límite de la conquista.

Si tomamos como válido lo establecido por el Instituto de Historia de Cuba en su obra Historia de Cuba. La Co-

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lonia. Evolución socioeconómica y formación nacional. De los orígenes hasta 1867, el orden de las primeras po-blaciones sería: Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, San Salvador de Bayamo, La Santísima Trinidad, Sancti Spí-ritus, San Cristóbal de La Habana, Santa María del Puerto del Príncipe y Santiago de Cuba, a lo que agregaríamos Santa Cruz del Cayo o La Zavana (San Juan de los Reme-dios), según lo apuntado.11

Otro aspecto al que debemos prestar atención y hallar consenso es, qué considerar como fundación, pues mu-chos y variados elementos hoy se tienen en cuenta para designar una fecha: la primera misa, al acuerdo del cabildo para fundar una población, el establecimiento efectivo del primer poblador, a una real cédula otorgando el permiso para el hecho fundacional, a una mercedación de tierra, u otro acto. El hecho concreto es que celebramos cualquie-ra de los hechos mencionados. Si llegamos a la etapa re-publicana, calificamos como fundación a: la creación de un barrio, reparto, comunidad o localidad de otro tipo, al acuerdo del ayuntamiento que aprobó los planos y me-morias, a la colocación de la primera piedra para la cons-truir el poblado, al otorgamiento de las llaves de la casa a la primera familia, o al acto político para inaugurar una comunidad.

Con tanta variedad de hechos se cometen errores y se pierde la perspectiva. Así por ejemplo, la barriada habane-ra del Cerro celebra como fundación el 8 de mayo de 1568, fecha en que el cabildo otorgó una mercedación de tierra para cultivo a favor de Hernán Manrique de Rojas, en el lugar conocido como El Cerro, justamente por tratarse de una elevación de ese tipo en las inmediaciones del suroes-te de la villa en plena área rural; sin embargo, ese acto no significa que se haya fomentado una población en el lugar

11 Colectivo de autores. Historia de Cuba. La colonia. Evolución so-cioeconómica y formación nacional. De los orígenes hasta 1867, pp. 84-85.

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de manera inmediata, pues no es hasta el siglo xix —en el que hallamos constancia— de la aparición de ese poblado en la zona de extramuros.

Similar tratamiento se le da a la fundación de Holguín. El hecho del otorgamiento del Hato de San Isidoro no sig-nifica el nacimiento de la bella “ciudad de los parques”, es sólo un antecedente.

Más que buscar actos fundacionales, lo principal es entender los procesos de exploración, ocupación y apro-vechamiento del espacio como determinantes para el ulte-rior desarrollo de las poblaciones cubanas.

Una de las villas más controvertidas del acto fundacio-nal es sin duda La Habana, pues en su largo recorrido de costa a costa, de sur a norte, los sitios y las fechas de sus anteriores asentamientos fueron borrados no sólo de la memoria de sus primeros pobladores, sino también del tiempo. El único sitio preciso que hoy conocemos es el de su tercera y definitiva ubicación.

Es apropiado aclarar, por cuestión de rigor, que se ha adoptado como fecha fundacional la del último asiento: 1519. El día y el mes, toma como referencia el onomástico de San Cristóbal, patrón de la ciudad.

Para ser exactos en el sentido histórico, la fundación real ocurrió cinco años antes, 1514. De haberse fundado en 1519, La Habana no fuera la quinta villa sino la octava, y tampoco habría surgido durante el proceso de conquista, sino posterior a la misma.

No obstante, todo lo anterior nos lleva a ver ese deam-bular caprichoso como antecedentes históricos de una ciu-dad que fue en busca del sitio de mejor agrado.

Empleemos los términos de “asentamiento originario”, “asentamiento intermedio” y “asentamiento definitivo”, para designar a los tres asentamientos en su orden respectivo.12

12 Los términos de “asentamiento originario”, “asentamiento interme-dio” y “asentamiento definitivo”, constituyen una nomenclatura propia del autor para explicar el fenómeno fundacional habanero.

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El asentamiento originario es todo un mito. Como he-mos expresado de él no se conoce ni la fecha ni el lugar. Irene Wright, historiadora norteamericana, tras sus pesqui-sas por los Archivos de Indias, llegó a la conclusión de que había sido el 25 de julio de 1515, y durante mucho tiem-po se le dio crédito a ese criterio —incluyendo al doctor Emilio Roig de Leuchsenring, insigne historiador y patrio-ta habanero, que también conjeturó sobre una temprana fecha en 1513—, pero investigaciones posteriores ubican el hecho en el año 1514. Algunos autores como Eduardo Torres-Cuevas y Hortensia Pichardo Viñals, lo sitúan entre abril y mayo de ese año;13 lo cierto es que debió ocurrir entre abril y julio, pues Diego Velázquez en su carta al rey fechada el 1ro. de abril, no hace referencia a esta villa. Sin embargo, en la misiva del 1ro. de agosto, además de Tri-nidad, se refiere a otra villa del sur, lo cual parece que se trata de La Habana, pues las que faltaban por reconocer: Santa María del Puerto del Príncipe, se funda al norte, y Santiago de Cuba, posteriormente. Respecto a su sitio, a través de los años se han dividido las evidencias en dos zonas de la costa sur de la actual provincia de La Habana: Batabanó y el valle del Mayabeque, en Güines.

El hecho de poseer Batabanó un puerto —uno de los objetivos de la conquista era contar con ellos—, y que desde la temprana fecha de 1559 era, según documentos, un sitio poblado, lo convierte en blanco de especulaciones sobre el posible primer asiento de La Habana. Batabanó llegó a ser durante la colonia una importante vía comer-cial, recordemos el llamado Camino Real del Sur. Al deta-llar su geografía notamos inmediatamente la ausencia de ríos o afluentes, por lo que la hipótesis se desmorona si

13 Eduardo Torres-Cuevas. Historia de Cuba, 1492-1898, formación y liberación de la nación, p. 51, del cual es coautor con Oscar Loyola Vega. Hortensia Pichardo Viñals. La fundación de las primeras villas de la Isla de Cuba, p. 39.

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consultamos las fuentes documentales, que en reiteradas ocasiones, citan la presencia del río Onicaxinal.

En el valle Mayabeque existe el río de igual nombre. Su desembocadura está situada en una zona baja, lo cual lo imposibilita de servir como puerto. Aún hoy, es un área despoblada con características naturales tan agrestes que resulta difícil establecer una población de importancia. Muchos investigadores han esgrimido la teoría de que el río Mayabeque no es otro, que el supuesto Onicanixal. La región güinera —extensa e importante área agrícola— tu-vo un desarrollo muy posterior a la conquista. No fue hasta el siglo xviii que se logró su explotación a plenitud.

Investigaciones recientes aportan interesantes hipótesis acerca del primer asentamiento de la villa habanera en el territorio sureño de la actual provincia de Pinar del Río: la desembocadura del río San Cristóbal es un caso, y la En-senada de La Coloma es el otro; este último con criterios muy bien fundamentados por el historiador César García del Pino.

En la actualidad la búsqueda del primer sitio se centra en las excavaciones arqueológicas, debido a que por la vía documental ha sido infructuoso el hallazgo.14

El asiento intermedio debió ocurrir entre 1516 y 1517 —probablemente en el último año— hacia las márgenes del río Casiguaguas, denominado La Chorrera por los con-quistadores, y más tarde Almendares, nombre que conser-va en la actualidad.

Existen tres hipótesis sobre el mismo. La primera plan-tea que, el lugar escogido fue la zona del curso medio del río, en lo que hoy se conoce como San Cristóbal de Paso Seco (actual municipio Arroyo Naranjo). La segunda, pro-pone los parajes Husillo–Puentes Grandes (confluencia de

14 Los historiadores de la actual provincia de La Habana así como varios arqueólogos se están empleando a fondo en la actualidad en busca de las pruebas que definan el asentamiento exacto de la originaria villa de La Ha-bana, en ellos se están cifrando las esperanzas para descorrer este velo.

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los municipios Marianao, Playa, El Cerro y Plaza de la Re-volución). La tercera es apoyada por un grupo de investiga-dores donde sobresale Irene Wright, los cuales sustentan que este se produjo en el curso superior de la corriente fluvial, o sea, en la desembocadura. De estos criterios el que más prevalece en la actualidad, debido a la constancia de ser sitio poblado por españoles desde los albores de la colonia, el de Husillo–Puentes Grandes.15

15 Hasta hace muy poco tiempo se aseveraba que el segundo asenta-miento de la villa habanera había ocurrido en la desembocadura del Almendares, este criterio está hoy prácticamente desestimado. La hi-pótesis provenía de que ese lugar había sido siempre un sitio poblado, pues se recuerda los caseríos humildes de pescadores denominados “Bongó” y “Gavilán”, de cuya existencia hay constancia hasta el siglo xix; después parece haberse convertido en “La Chorrera del Vedado” y más tarde en “Chullima”. En documentos, desde fechas tempranas del siglo xvi e incluyendo las Actas Capitulares, se menciona a “Pueblo Vie-jo” en clara alusión al poblado que quedó donde se ubicó el segundo asentamiento de la villa y los historiadores establecieron un vínculo entre este Pueblo Viejo y lo que después fueron Bongó, Gavilán, La Chorrera del Vedado y Chullima, lo cual no parece exacto.

Según se aprecia en los documentos consultados, el llamado “Ca-mino de la Playa”, mencionado desde el siglo xvi, comunicaba a la villa con el Pueblo Viejo; ciertamente, este camino partía de la Puerta de Tierra de la Muralla, por lo que después sería la calle Refugio y tomaría el curso de la Avenida Ancha del Norte, Marina y lo que después sería la “Calzada del Vedado”. Como Calzada llega hasta La Chorrera, ayudaba a alimentar el criterio de que era allí el lugar de Pueblo Viejo, pero las evidencias de colonización de la zona de El Husillo–Puentes Grandes (área cultivada, la construcción de la presa y de la Zanja Real partiendo del lugar, el surgimiento del poblado de San Jerónimo de los Puen-tes Grandes en el siglo xviii, entre otras cuestiones) nos han puesto a pensar. Además, el camino de la Playa pudo continuar por la margen este del Almendares hasta Puentes Grandes, el llamado “Camino de la Sierra”, por esa zona hasta Puentes Grandes, existió hasta la segunda mitad del siglo xx cuando se urbanizó Nuevo Vedado.

En cuanto a Paso Seco, área del río aledaña al actual Parque Lenin, la evidencia es un sitio conocido como San Cristóbal de Paso Seco, que pudiera ser una alusión a la originaria villa, pero no parece ser la mejor teoría, pues los argumentos son endebles comparados con los de las otras hipótesis.

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Hay cierta cuestión, y es que los dos primeros asen-tamientos fundacionales no trajeron mayor trascenden-cia para la que fuera, a posteriori, la urbe capitalina. Un desarrollo vertiginoso, que la llevaría a convertirse en la población más importante del archipiélago y una de las principales del Nuevo Mundo, ocurriría a partir de su asentamiento definitivo en 1519 junto al puerto, llamado por Sebastián de Ocampo “de Carenas” durante su bojeo de 1508-09, por haber reparado o carenado allí sus embar-caciones.

Pero si de antecedentes hablamos tendríamos que de-cir también que, La Habana es sitio poblado desde antes de la conquista. Su propio nombre así lo indica. Habana no es una voz castellana ni de ninguna otra lengua euro-pea, es un vocablo indocubano, propio del tronco aruaco al que pertenecían los primitivos cubanos. Tal vez, no sea exactamente Habana (o Abana, porque la consonante H es agregada por conveniencia) el vocablo original y sea una degeneración de otro: Sabana, Avana, Jabana, Abanatam, u otro, mas lo cierto es que el origen es autóctono del país.

De acuerdo con Emilio Roig de Leuchsenring,16 el ade-lantado Diego Velázquez y Cuéllar, deja constancia en sus cartas de la existencia del cacicazgo de Habana, dominio del cacique Abaguanex, y aunque concientes del debate a que están sometidos los cacicazgos indígenas cubanos en la actualidad, asumimos la veracidad del hecho. Si al cri-terio anterior sumamos los resultados de las excavaciones arqueológicas llegamos a la conclusión de que, en la actual provincia de Ciudad de La Habana (no nos estamos refi-riendo al sitio fundacional exacto de la villa sino a todo el espacio actual de la provincia) la presencia de comunida-des indígenas, tanto agroalfareras como recolectoras-caza-doras-pescadoras, fue abundante.17

16 Emilio Roig de Leuchsenring. La Habana, Apuntes Históricos, p. 21.17 Ovidio Ortega Pereyra. Historia Prehispánica. Obra inédita.

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Sobre por qué considerar como fecha fundacional la del tercer asentamiento y no otra anterior, conversé el 21 de julio del 2005 con el Historiador de la Ciudad, doctor Euse-bio Leal Spengler, en entrevista concedida en su despacho del Palacio del Conde de Lombillo, para abordar diversos temas de la historicidad de La Habana. Al respecto dijo:

…la responsabilidad, de que se haya declarado el 16 de noviembre de 1519, es mía y no de otra persona, La Habana cumpliría este año 491 años y no 486, pero en 1969, ya fallecido Roig y sin hallarse certidumbre sobre la fecha y lugar exactos de los primeros asentamientos, le propuse a la Administración Metropolitana de La Ha-bana —antecedente de lo que en 1976 se convertiría en el gobierno de la provincia de Ciudad de La Habana (n. del a.)— celebrar ese año el 450 aniversario asumiendo esa fecha como la de la fundación.18

Hasta ese instante había convivido y se aceptaban dos criterios sobre el hecho fundacional: por un lado se ase-veraba que la fundación en el sur había ocurrido el 25 de julio de 1515, y a su vez, por tradición, se celebraba la ce-remonia de las vueltas de la Ceiba del Templete el 16 de noviembre, en conmemoración de la primera misa en el sitio definitivo.

Si analizamos las tres macrorregiones: oriente, centro y occidente, nos damos cuenta que al concluir la conquista en la primera de estas macrorregiones quedaron estableci-das tres poblaciones: Baracoa, Bayamo y Santiago de Cuba. Otra en el intermedio centro-oriental, Puerto Príncipe; y en el centro propiamente, otras tres: Trinidad, Sancti Spí-ritus y Remedios. La ocupación de todo el territorio occi-dental quedaba bajo la égida de una sola villa: La Habana. Esta tenía la responsabilidad de someter a un territorio tan 18 Rolando Julio Rensoli Medina. Entrevista a Eusebio Leal Spenglerg. La Habana, 21 de julio del 2005.

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extenso como el de las restantes villas en su conjunto. La ocupación del espacio en Occidente fue muy intensa, y a mediados del siglo xvii, desde Jagua hasta la Nueva Filipi-na, el territorio estaba prácticamente colonizado.

Puede considerarse como la primera edad de la villa al período entre su nacimiento y el año 1607, es decir, básicamente el siglo xvi. En este espacio de tiempo encon-traremos los pasos que, poco a poco, van perfilando a La Habana como un núcleo poblacional importante. Muestra de ello son los ejemplos siguientes: a partir de 1550 se convierte en residencia de los gobernadores de la Isla, cuando el gobernador doctor Gonzalo Pérez de Angulo, la elige como morada. Anterior a la fecha estos habían vi-vido en Santiago de Cuba, desde que Valázquez se asenta-ra allí procedente de Baracoa. En 1556, bajo la tutela del capitán Diego de Mazariegos es reconocida la villa como morada oficial.

En 1561 el puerto habanero se convierte en punto de reu-nión de toda la flota española que, provenientes de otros puertos coloniales del continente se trasladarían como una sola unidad hacia la metrópolis. De regreso la flota arribaba a La Habana, para luego distribuirse por el Nuevo Mundo.

El 20 de diciembre de 1592, por Real Cédula, Felipe II le concede el título de Ciudad. Al establecerse la primera división político-administrativa colonial en 1607, también por Real Cédula, La Habana queda reconocida como Capi-tal oficial de la colonia, al dividirse la isla en dos gobiernos: Santiago de Cuba con jurisdicción directa sobre toda la re-gión oriental (Baracoa, Bayamo y Puerto Príncipe), y La Habana para occidente, quedando las villas del centro bajo el arbitrio de sus propios cabildos (Trinidad, Sancti Spíri-tus y Remedios), pero determinándose que el gobierno de Santiago de Cuba y todos los cabildos se supeditarían en las cuestiones más importantes al de La Habana, en cuyo gobernador descansaba la representación de la corona.

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Entre los siglos xvi y xvii, al construirse tres fortalezas o castillos: la Real Fuerza, San Salvador de La Punta y los Tres Reyes o El Morro, así como los torreones adelantados en zona de extramuros: dos al oeste (Santa Dorotea de la Luna o La Chorrera y San Lázaro), y dos al este (Cojímar y Bacuranao), más la protección de la ciudad mediante murallas, La Habana se convirtió en una plaza fortificada capaz de impedir acontecimientos similares al ataque in-fligido por el del corsario francés Jacques de Sores, que devastó la ciudad en 1555.

Ya en la segunda mitad del siglo xvii, el 20 de mayo de 1665, a la ciudad le sería reconocido un Escudo de Armas —entre sus atributos se distinguen tres castillitos en alu-sión a las fortalezas y una llave como “antemural de las In-dias—. Varias versiones, aunque con los mismos atributos, han mediado desde el escudo original hasta el actual, ofi-cializado por el gobierno municipal de La Habana el 11 de noviembre de 1938,19 y que hoy, en el marco del Proyecto Identidad reconocemos como Escudo Oficial, y se convier-te en uno de los símbolos de la provincia.20

La Habana no sólo fue el punto de reunión de la flota española en América, también fue la ciudad que albergó a una Capitanía General que llegó a abarcar extensos territo-rios en la América del Norte —como La Florida, 1540-1763 y 1783-1821, y la Louisiana, 1763-1800—, equivalentes a vein-titrés estados actuales de los Estados Unidos de América.

19 Emilio Roig de Leuchsenring. Op. cit. , p. 139.20 Oficina de Asuntos Históricos del Comité Provincial del PCC de Ciu-dad de La Habana. Proyecto Identidad.

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4. OtROS aSentaMientOS SuRGidOSen La etaPa cOLOniaL

Como ya hemos dicho, Guanabacoa fue el segundo asenta-miento poblacional fundado como “pueblo de indios” por el Cabildo de San Cristóbal de La Habana, el 12 de junio de 1554, para reconcentrar a todos los indígenas que an-daban errantes por el territorio después de abolidas las encomiendas. Al año siguiente, la villa de San Cristóbal es atacada, ocupada e incendiada, por el corsario francés Jac-ques de Sores, y el gobernador Gonzalo Pérez de Angulo huye y se refugia en el pueblo guanabacoense; desde allí, y durante casi medio año, sesionaría el poder político.

El primer período evolutivo de Guanabacoa se ubica en-tre esta fecha y 1743, en que recibe el título de villa. El 15 de agosto de 1607, el obispo Fray Juan de las Cabezas y Alta-mirano, concedía a la originaria iglesia de “Nuestra Señora de la Asunción de Guanabacoa” el título de Parroquia. En 1684 se establece que, desde las inmediaciones del puerto hasta Jiquiabo y Seibabo —al sur de la provincia— se en-sanchen los límites de su jurisdicción parroquial.

Por las Actas Capitulares del Cabildo de La Habana co-nocemos la existencia de un gobierno civil propio en 1609, y en Real Cédula del 27 de octubre 1632, el derecho que se le otorga al Cabildo de Guanabacoa a mercedar tierras. En 1696, después de doce años de autoridad, se le niega la fijación de su jurisdicción análoga a la parroquial. Mas el 21 de agosto de 1737, le es concedido el derecho al uso del

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Pendón Real, y el 14 de agosto de 1743, el título de Villa, aunque desde la primera mitad del siglo xvi ya se utilizaba indistintamente los términos de ciudad, villa o pueblo pa-ra referirse a Guanabacoa. No es hasta 1750 que coincide la jurisdicción del cabildo con la de la parroquia.21

La concesión de un terreno para la construcción del santuario de la virgen de “Nuestra Señora de Regla”, el 3 de marzo de 1687, marca la ocupación del espacio del si-tio conocido por los aborígenes como Guaicanamar, y que estaba incluido en el territorio concedido a los indígenas de Guanabacoa en 1554. En 1589, se construye un depósi-to de los Almacenes de La Habana, en el lado de la bahía opuesto a la villa. Este edificio pintado de blanco comenzó a identificarse como “Casa Blanca”, epíteto reconocido pos-teriormente como la génesis del pueblo de igual nombre.

Regla comenzaría su desarrollo vinculada al puerto: almacenes, mercado de esclavos y astilleros. En 1859 con-taba con una línea de ferrocarril que unía los puertos de La Habana y Matanzas, la cual atravesaba una importante región de plantaciones azucareras. Aunque sus dimensio-nes eran pequeñas, por su función económico-social pudo haber sido considerada como villa o ciudad, pero tal trata-miento nunca lo recibiría durante la colonia; más bien tu-vo que esperar al siglo xx para que se le reconociera como una pequeña ciudad industrial.. Contó con ayuntamiento propio en 1878, al ser reconocida como municipio; mas entre 1902-1912, al disolverse la municipalidad, depende nuevamente de La Habana. Ese último año, tras un largo período de reclamos, le es devuelta tal condición. Regla llegó a ser en la segunda mitad del siglo xix un importante centro cultural a donde acudía lo mejor la intelectualidad habanera.22

21 Colectivo de autores. “Historia de Guanabacoa”. En: multimedia Ciu-dad de La Habana. La identidad de la provincia y sus municipio, t. III.22 Colectivo de autores. “Historia de Regla”. En: multimedia Ciudad de La Habana. La identidad de la provincia y sus municipios, t. III.

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Otro pueblo nacería como un reducto de indígenas en pleno siglo xviii, lo cual demuestra la existencia de indíge-nas cubanos en la región habanera bien avanzada la colo-nia. Nos referimos a Marianao, que marca su fundación a partir del 13 de diciembre de 1720, cuando el presbítero Cristóbal Zayas Bazán solicita al Director General de In-dios una concesión de tierras, que refiere: “…en los au-tos que a sus pedimentos tienen hecho sobre un paraje que llaman los Quemados de Marianabo, se le conceda un paraje realengo y a propósito para la residencia de otros indios”.23 “San Francisco Xavier de Los Quemados de Ma-rianao” sería uno de los asentamientos que más progresa-ría en lo adelante. En la zona de Marianao no sólo surgiría Los Quemados, también se estableció el pueblo de Ceiba, encargado de unir con el tiempo a Los Quemados con el caserío de la Playa de Marianao.

Como ya hemos dicho, el 21 de enero de 1732 se funda la “Ciudad Condal de Santa María del Rosario”, a pocos ki-lómetros de Guanabacoa, en los terrenos del demolido in-genio Quiebra Hacha —donde había ocurrido una gran sublevación de esclavos en 1727—, a instancia del conde José Bayona Chacón. Santa María del Rosario nacía enno-blecida con cabildo propio e iglesia parroquial. Más tarde sería tenencia de gobierno y municipio reconocido en la división de 1878, aunque siempre perteneció al Partido Judi-cial de Guanabacoa para la administración de justicia.24

“Santiago de las Vegas” se funda como pueblo el 3 de mayo de 1749, fecha en que se establece el cabildo; vale se-ñalar que el sitio estaba poblado desde el siglo anterior por emprendedores vegueros. Esa localidad recibe en 1775 el título de “Villa de Santiago de Compostela Burgo de las Ve-gas”, y el 24 de febrero de 1791, es distinguida con el título 23 Colectivo de autores. “Historia de Marianao”. En: multimedia Ciudad de La Habana. La identidad de la provincia y sus municipios, t. IV.24 Colectivo de autores. “Historia del Cotorro”. En: multimedia Ciudad de La Habana. La identidad de la provincia y sus municipios, t. III.

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de “Real Villa”, no otorgado a ninguna otra población en el continente. Para 1827 era ya “Ciudad”, con amplia juris-dicción hasta el sur de la provincia —incluyendo a Isla de Pinos—, y con rango de tenencia de gobierno desde 1836. En 1878 sería reconocido como Municipio, pero le fue dis-minuida su jurisdicción a una extensión más adecuada.25

La Habana, Guanabacoa, Regla, Marianao, Santa María del Rosario y Santiago de las Vegas, serían los términos municipales que formarían a principios del siglo xx, la de-nominada “Gran Habana”.

fundación y ocupación del espacioen las principales localidades

Asentamiento poblacional Títulos y reconocimientos

San Cristóbal de La Habana Villa: 1514 - 1519, Ciudad: 1592

Nuestra Señora de la Asunción de Guanabacoa

Pueblo: 1554, Villa: 1743,Ciudad Industrial: siglo xx

Nuestra Señora de Regla Pueblo: 1687, Ciudad: siglo xx

San Francisco Xavier de los Quemados de Marianao Pueblo : 1720, Ciudad: siglo xx

Santa María del Rosario Ciudad: 1732

Santiago de Compostela de las Vegas Pueblo: 1749, Villa: 1775,Real Villa: 1791, Ciudad: 1827

Los siglos xvii y xviii marcan el surgimiento de varios núcleos poblacionales. La aparición de humildes caseríos rodeados de estancias y sitios de labranza cerca de las mura-llas, proporcionaron —con el tiempo— el advenimiento de barrios citadinos a extramuros, tales como: La Guadalupe, El Manglar o Jesús María y San Lázaro; un poco más distantes:

25 Azucena Estrada Rodríguez y Ángela Nuri Campos Orovio. “Historia de Boyeros”. En: multimedia Ciudad de La Habana. La identidad de la provincia y sus municipios, t. II.

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San Antonio Chiquito, El Carmelo, Puentes Grandes, Bongó y Gavilán; a lo largo y en las inmediaciones del Camino Real del Sur: Jesús del Monte (a mediados del siglo xvii), Calva-rio (1635), Managua (1730), Arroyo Naranjo y Arroyo Apolo (1735). Al este y sureste de la bahía y en torno a Guanabacoa: Cojímar (1649), San Miguel del Padrón (1660), Rincón de Si-barimar (1747), Bajurayabo (1762), San Jerónimo de Peñal-ver (1782) y San Francisco de Paula (1795), además de otros asentamientos más pequeños. Hacia el oeste de Marianao: El Cano (1723), Guatao (1750) y Arroyo Arenas (1790).26

El siglo xix incrementaría otros poblados dentro del periplo de Guanabacoa: Dolores de Bacuranao o Barre-ras (1801), Santa Ana de Guanabo (1803), Cambute (1855), Martín Pérez (1856), Jacomino (1859) y Campo Florido (1868). Hacia 1857, en la margen oeste del río Quibú, el poblado de La Lisa, y en 1870 Punta Brava, en las cercanías de Hoyo Colorado (Bauta).

A partir de 1858 comenzaría la era de los repartos. Las urbanizaciones de las estancias Carmelo y Vedado (1858 y 1859), engrandecerían a La Habana. Las Actas Capitulares reflejan el intenso crecimiento capitalino con las construc-ciones de: Ana Márquez (1852), Aramburu (1873), Corea (1859), Carlos del Rey (1841), Caballero (1851), Betancourt (1862) y Aldecoa, (1859), entre otros. En Marianao, inician-do su expansión en tránsito de pueblo a ciudad: Panora-ma, La Isabela, Navarrete, Cañas de Pluma y Pocito (1858), Corinto, Dolores y Padre Zamora (1860).27 Hacia el Camino Real del Sur surgen: Luyanó, Víbora y Santos Suárez. Esta etapa constituye el antecedente inmediato a la megápolis que se gestaría en la centuria siguiente.

26 Ver: Historias municipales de Arroyo Naranjo, La Habana del Este, San Miguel del Padrón, La Lisa, Plaza de la Revolución, Centro Habana, 10 de Octubre y otras. En: multimedia Ciudad de La Habana. La iden-tidad de la provincia y sus municipios.27 Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, siglo xix. En: ar-chivo histórico del Museo de la Ciudad.

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5. SiGLO xx: SuRGiMientO de LaGRan ciudad cOnteMPORánea

La expansión capitalina hacia las áreas rurales circundan-tes y la anexión de localidades inmediatas llegó a su clí-max en el siglo xx. El desarrollo urbanístico, el crecimiento demográfico y cierto desarrollo industrial, hizo que pau-latinamente la división político-administrativa establecida en 1878 se hiciera incongruente con la realidad objetiva, por lo que para la segunda mitad del siglo xx su caducidad era inminente. De hecho, ya desde la tercera década del siglo estaban presentes los elementos que dificultaban la aplicación práctica de esta estructura si tenemos en cuenta que, en 1878 al implantarse tal división, el río Almendares, frontera natural entre los municipios de La Habana y Ma-rianao, estaba rodeado de áreas rurales. La separación en-tre las ciudades de La Habana y Marianao era real, ambas estaban equidistantes del río.

El Vedado, frontera urbana de La Habana hasta el Al-mendares, si bien comienza a urbanizarse a partir de 1858, no es hasta la primera década del siglo xx que cobra impul-so como barriada; incluso, no alcanza un aspecto realmen-te urbano hasta la tercera década.

Por otro lado, Marianao amplía su frontera al norte, hacia la costa; y al este, hacia la ribera izquierda del Al-mendares, iniciando en la segunda década del siglo xx la urbanización de repartos como Buenavista, La Sierra, Al-mendares, Ampliación de Almendares, Miramar, Céspedes

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o Ampliación de Miramar, Nicanor del Campo, Querejeta y Kolhy. Estos, aunque marianenses geográficamente, eran habaneros por su composición, pues hacia allí se traslada-ron los distintos estamentos de la burguesía y de las clases medias capitalinas. En contradicción con la división polí-tica existente hacia el interior de Marianao, ninguno de estos nuevos repartos, a pesar de su magnificencia y gran-diosidad, constituyeron barrios reconocidos políticamente pues ya que pertenecían a los barrios de Columbia y Playa. Dentro del propio municipio la Playa de Marianao, Jaima-nitas, La Lisa y Arroyo Arenas, que habían sido asentamien-tos independientes, eran ya parte del conjunto urbano marianense y por tanto, del macroconjunto capitalino.

Hacia la década del veinte del pasado siglo, el Almenda-res deja de ser una frontera natural entre las ciudades-mu-nicipios para convertirse en el río que divide en dos partes a una gran ciudad.

Los habitantes de los nuevos repartos de Marianao es-taban más relacionados social, cultural y económicamente con La Habana que con su lugar de asentamiento; de he-cho, Marianao fue absorbido por la capital, aunque oficial-mente no estaba reconocido así.

Igual proceso observamos también en otros puntos geográficos, así por ejemplo, tenemos los casos de Regla y Guanabacoa, ciudades independientes y separadas entre sí por áreas rurales al momento de instaurarse la división de 1878. Sin embargo, con la urbanización en la primera mitad del siglo xx de nuevos repartos como Unión, Mi-rador del Puerto y Habana Nueva, se borra la frontera, y ambas ciudades quedan unidas. La Vía Blanca construida en un momento oportuno, parte en dos a los repartos Unión y Habana Nueva, creando un real y nuevo límite entre los dos municipios. El límite antes de esta carretera era ambiguo, imaginario e irreconocible, pues los políti-cos de turno lo cambiaban según sus “pactos” e intereses electorales.

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Entre Guanabacoa y La Habana ocurrió algo similar. San Miguel del Padrón, considerado “barrio rural” guana-bacoense, dejó de ser considerado como tal por la infini-dad de nuevos repartos construidos entre la primera mitad y la década del cincuenta del siglo xx, que unieron a los primitivos asentamientos (los caseríos independientes de San Miguel del Padrón, Lucero, Diezmero, San Francisco de Paula, Jacomino). Estos repartos, también produjeron la unificación urbana de todo el gran barrio de San Miguel del Padrón con la originaria ciudad de Guanabacoa, y de esta con La Habana. El puente Alcoy, el río Luyanó y la Cal-zada de Güines, dejaron de ser fronteras naturales entre el municipio capitalino y Guanabacoa. Con la urbanización de La Virgen del Camino y la aparición de nuevos repartos en San Miguel, Guanabacoa era absorbida por la capital y se integraba a esta. De hecho, Regla también.

Hacia los años de 1950, la carretera de La Habana a Rancho Boyeros —construida a finales de la década del veinte para facilitar el rápido acceso al Aeropuerto Interna-cional “Curtis”, después llamado “General Machado”, más tarde “General Peraza” y definitivamente “José Martí”, tam-bién construido en aquél momento— se convertía en una moderna vía denominada “Avenida de la Independencia” o “Doble Vía de Boyeros”. Este acceso vial, vinculado a las obras de la Plaza Cívica o de la República, favoreció la apa-rición de edificaciones en varias áreas a lo largo de esta, por lo que el municipio de Santiago de Las Vegas quedó incorporado al área metropolitana.

Un proceso semejante tuvo Santa María del Rosario al ampliarse la Carretera Central en su tramo conocido como Calzada de Güines y urbanizarse los terrenos que la bordea-ban. Con ello se desarrolló, industrial y urbanísticamente, San Pedro del Cotorro, poblado que político-administra-tivamente era considerado “barrio rural” del municipio y que, sin embargo, en la segunda mitad del siglo xx era una pequeña ciudad mucho más desarrollada que Santa María,

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la cual continuaba siendo cabecera municipal. El Cotorro y Santa María quedaban también atrapados en el área me-tropolitana.

En 1949 se gestan dos proyectos. Uno, la construcción de un túnel para automóviles bajo el canal de entrada de la bahía; el otro, la creación de la nueva ciudad de La Ha-bana del Este que incluiría varios repartos residenciales, netamente burgueses, así como áreas comerciales e in-dustriales. La ejecución de dichos proyectos acentuó la contradicción sobre la división política existente. El 4 de agosto de 1954, el Consejo de Ministros del presidente Ba-tista aprueba la Ley-Decreto 1550, que establecía la “Zona General de influencia del túnel” —desde la bahía hasta el río Itabo— dividida en cinco secciones, y el 27 de enero de 1955 aprueba la Ley-Decreto 2034, referente al plano regu-lador de la ciudad de La Habana del Este.28 Esa Zona Gene-ral o ciudad de La Habana del Este, como indistintamente se le llama al proyecto, abarcó partes de los municipios de La Habana y Guanabacoa; concretamente, los barrios de Casablanca (La Habana), y Cojímar, Bacuranao y Campo Florido (Guanabacoa).

Dentro de los límites de Cojímar —aún considerado barrio rural— quedarían lotes residenciales como Bahía, Vía Túnel, Alamar, y otros. Por otro lado, barriadas aleda-ñas a la ciudad de Guanabacoa y que formaban parte de esta, estaban dentro de los límites del barrio de Cojímar, como El Roble, La Jata, Fuente Blanca y La Lima. También los bellísimos y modernos repartos residenciales con fines turísticos, de las playas situadas al este del río Bacura-nao hasta Guanabo, eran parte de los barrios rurales de Bacuranao y Campo Florido. El proyectado reparto “La Habana del Este Metropolitana”, se extendería desde el “Centro Ejecutivo de la Nación” —previsto en la zona de Morro–Cabaña— hasta unirse al poblado de Cojímar, con 28 Mariano Sánchez Roca. Legislación Cubana de 1951 a 1958, t. IV. En: archivo del Ministerio de Justicia.

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lo cual, se encontraría dividido entre dos municipios: La Habana y Guanabacoa; y entre dos barrios: Casablanca y Cojímar.

Desde la década del veinte se aprecian inquietudes, so-bre la inoperatividad de la división político-administrativa existente y su necesaria adecuación, de sectores vincula-dos a la intelectualidad, la economía y la política, debido a que ya estaba en creciente y rápido desarrollo el macro-conjunto urbano metropolitano.

En este período los debates acerca del llamado “Distri-to Central” o “Distrito Metropolitano” conllevan a tratar de legitimar jurídicamente el fenómeno, cuyo antecedente más lejano lo encontramos en 1899, durante la ocupación norteamericana, cuando para el saneamiento sanitario y otras actividades se contemplaba a La Habana como una sola unidad organizativa.

El periódico El Sol de Marianao, reseñó el fenómeno de la fusión urbana entre Marianao y La Habana, en su edi-ción del 18 de enero de 1913, de esta forma:

A ambos lados de las líneas del tranvía eléctrico desde Los Quemados hasta el Vedado, no queda ya un palmo de terreno que no esté urbanizado o en vías de estarlo en plazo breve. Principiando por el Reparto Buen Reti-ro, Buena Vista, Pogolotti, Almendares, Miramar, tene-mos que hacer el enlace de Marianao con el Vedado por medio de la serie de Repartos mencionados.29

A finales del siglo xix la población en la capital y sus términos municipales colindantes se comportaba de la si-guiente forma: 30

29 Periódico El Sol, del 18 de enero de 1913. En: archivo histórico del Museo Municipal de Marianao.30 Informe sobre el Censo de Cuba, 1899. Departamento de la Guerra, Oficina del Director del Censo de Cuba, Washington.

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no. MunicipioPoblación

1887 1899

1 La Habana 200 448 242 055

2 Guanabacoa 28 043 20 080

3 Santiago de las Vegas 12 081 10 276

4 Regla 10 316 11 363

5 Marianao 7 352 8 573

6 Managua 5 850 2 887

7 Santa María del Rosario 4 885 2 730

8 El Cano 3 745 4 210

9 tOtaL 272 720 302 174

El Censo de 1899, realizado durante la primera ocu-pación militar norteamericana, nos indica que el siglo concluía con un crecimiento demográfico considerable, aunque la evacuación de las tropas españolas y el regreso a España de civiles de aquel país era notable. De igual for-ma se refleja la emigración de pobladores cubanos hacia el exterior producto de la guerra y la reconcentración de Weyler. Fijémonos cómo decreció la población en territo-rios que se encontraban dentro del teatro de operaciones militares: Guanabacoa, Santiago de las Vegas, Managua y Santa María del Rosario. Sin embargo, La Habana —des-tino de reconcentrados o refugio de muchos que huían de la guerra— creció en 41 607 personas. Marianao, por otra parte, había iniciado su despegue, creció de 1887 a 1899 en 5 373 habitantes y doce años más tarde crecería en un 106,3%.

Veamos cómo fue el crecimiento demográfico en la Repú-blica hasta 1953, en la capital y su espacio más próximo: 31

31 Datos de los censos de 1919; 1931 y 1943.

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No. MunicipioPoblación

1919 1931 1943 1953

1 La Habana 363 506 542 522 676 376 787 765

2 Marianao 37 464 82 689 135 815 229 576

3 Guanabacoa 31 389 50 579 64 947 112 333

4 Regla 14 489 17 087 23 037 26 755

5 Santiago de las Vegas 14 427 21 265 25 201 32 891

6 Santa María del Rosario 4 913 6 597 10 994 21 600

Observemos cómo Marianao va escalando en el orden entre las primeras ciudades de Cuba:

1919 1931 1943

La Habana La Habana La Habana

Camagüey Camagüey Holguín

Cienfuegos Holguín Camagüey

Santiago de Cuba Santiago de Cuba Marianao

Matanzas Cienfuegos Santiago de Cuba

Marianao Marianao

En el censo de 1953 Marianao pasa a ocupar el segundo lugar entre las ciudades cubanas.

Emilio Roig de Leuchsenring, Historiador de la Ciudad de La Habana, se refiere al crecimiento urbano de La Ha-bana, en el siglo xx, de la siguiente forma:

Hay pocas ciudades en el mundo que puedan jactarse de poseer a quince minutos en automóvil del centro de la ciudad, millas y millas cuadradas de espléndidas re-sidencias modernas, enmarcadas por bellos jardines,

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entre las que se encuentran a cada paso ricos palacios, dotados del mayor lujo y buen gusto, y con amplias y majestuosas avenidas, anchas aceras bordeadas de ár-boles. Estos repartos, de los que el Vedado, a despecho de su magnificencia, no es sino el más antiguo y el más cercano al centro de la ciudad vieja, constituyen la nota más característica y preciada de la moderna Habana: son verdaderas ciudades nuevas, construidas de acuer-do con todos los requisitos de la higiene, el confort y la estética, los cuales se alzan hoy en lugares que antes de la República eran, en su casi totalidad o fincas rústicas o terrenos despoblados. Entre tantos cambios experi-mentados por nuestra ciudad bajo gobierno propio, es este el que más radical y extensamente ha alterado la fisonomía de la que fuera urbe colonial.Los más importantes de estos barrios nuevos o “repar-tos” son los siguientes:Ensanche de La Habana, Quinta del Obispo, Lawton, y sus ampliaciones, Acosta, Vivanco y sus ampliaciones, Loma del Mazo, Loma de Chaple, Alturas de la Víbora, El Sevillano, Buena Vista, Batista, Requena, Las Cañas, La Purísima, Chaple, Santa Amalia, San José de Bella Vista, La Asunción, La Fernanda, Canteras de San Mi-guel, Palatino, Puentes Grandes. El más moderno de todos es la bellísima Ampliación del Vedado, situada sobre una meseta que domina la margen oriental del Almendares.32

Y respecto a la fusión entre las ciudades de La Habana y Marianao, Roig comenta:

Toda esta serie de hermosísimos y extensos “repartos”, también de modernísima edificación, si bien pertenecen

32 Emilio Roig de Leuchsenring. En el cincuentenario de La Habana Republicana, t. 47, pp. 84-85.

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administrativamente al vecino término municipal de Marianao, por el hecho de hallarse en la más estrecha proximidad con La Habana, —de la que los separa el río Almendares—, y porque muchísimos de sus residen-tes desarrollan sus actividades en la capital, y el tránsito entre aquellos y esta es intensísimo y constante, pueden considerarse hasta cierto punto como una extensión de la urbe habanera, a cuya belleza contribuyen poderosa-mente con su ambiente claro, amable, risueño, la gracia de sus jardines y la elegancia, y muchas veces aún la opulencia de sus residencias. Son las barriadas de Mi-ramar, La Sierra, Kolhy, Almendares, Ampliación de Al-mendares, Nicanor del Campo, Querejeta, y otros, que llegan ya a tocar con la Playa de Marianao.33

Ciertamente, Miramar (1911), Almendares (1913) y Kolhy (1920), hicieron unir a Marianao con La Habana a través del Vedado (1858), que ya para 1920 estaba práctica-mente urbanizado en su totalidad.

Pero no todos los repartos de La Habana fueron de la magnificencia como los que se reseñan anteriormente, ni todos respondían a las clases sociales dominantes, ni todos surgieron mediante mecanismos legales que garantizaban la planificación de calles, redes técnicas apropiadas y par-celación de terrenos; también había barrios que surgieron clandestinamente burlando el fisco y con crecimiento in-controlado. Veamos la reseña de un Acta Capitular donde el alcalde solicita al Ayuntamiento informes sobre el repar-to “Los Pinos”, y cómo surgió el mismo violando la legisla-ción vigente:

…que se informe si es cierto que se ha levantado un po-blado de noventa y seis manzanas con setecientas trein-ta y cinco casas y más de cinco mil habitantes dentro

33 Ibídem.

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de este término, lindando con la Víbora y Santa Amalia bajo el nombre de Reparto “Los Pinos”, con sus amplia-ciones de “Cotilla” y “Morales”, clandestinamente, sin licencia del ayuntamiento, ni de la Sanidad Nacional: que se informe si las diez caballerías de terreno repar-tidas en solares que integran las fincas “Talanqueras de Cuervo”, “La Bella”, “La Pastora”, “Los Pinos” alias “Co-tilla” y “Morales” o “Espino”, del barrio de Arroyo Na-ranjo, hoy convertidas en Repartos de “Los Pinos”, “Co-tilla” y “Morales” reunidos, están amiralladas y pagan al municipio como fincas rústicas o potreros; pero en cambio si las casas en ellas fabricadas le están cobrando contribuciones a sus dueños como fincas urbanas: que se informe si al hacer la Compañía Repartista “Los Pi-nos Land Co.” La urbanización de las fincas “Cotilla” y “Morales”, mediando varios años entre la una y la otra, pidió para ello licencia a este ayuntamiento, y si ha cedi-do al mismo los terrenos que para usos procomunales le corresponden en la urbanización de esas dos fincas; y por último que se informe si el acueducto que posee “Los Pinos Land Co.”, para vender agua al vecindario de esos barrios, con setecientas treinta y cinco plumas de veinte pesos al año, que hacen una recaudación de quince mil pesos tributa por la industria de acueducto privado que ejerce dentro de este término municipal el ayunta-miento de La Habana.34

O veamos la definición que el propio Emilio Roig de Leuchsenring nos lega sobre un considerable número de barrios pobrísimos, llamados “de indigentes” por ha-llarse en condiciones y calidad de vida de sus habitantes por debajo del nivel de pobreza:

34 Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, lib. 280, folio 864. En: archivo histórico del Museo de la Ciudad. Palacio de los Capitanes Generales.

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Agrupaciones o mas bien amontonamiento de vivien-das heterogéneas, compuestas de los materiales mas pobres, mas disímiles a veces mas imprevistos, que sólo tienen en común su repulsiva fealdad, fruto de su extre-ma miseria; viviendas tan mezquinas e insalubres que parece imposible que puedan morar en ellas seres hu-manos, frágilmente adosadas a otras o separadas por veredas fangosas y fétidas; sin agua, sin alcantarillado, sin pavimentación, sin protección contra los elementos naturales y cuya única ventaja consiste en que no fue preciso pagar su construcción, porque las hicieron sus propios vecinos con lo que encontraron a mano, y en que no hay que pagar contribución por ella porque no ocupan en firme un terreno urbanizado, zonas donde en peligrosa promiscuidad se aglomera una población de mendigos, de hampones, de las diversas capas so-ciales que se nombran con el calificativo de “lumpen”, confundiéndose con familias desamparadas a quienes desdichadas circunstancias han lanzado hacia allí; y que sometidas a esa vecindad y a la absoluta carencia de los elementales servicios de higiene quedan expuestas a los peores contagios físicos y morales.35

Cueva del Humo, Las Yaguas y muchos más, prolifera-ron en los suburbios capitalinos con estas características.

Marianao y La Habana eran ya una sola ciudad, aunque oficialmente se trataran de dos ciudades independientes. La expansión habanera se hizo sentir hacia el oeste, el este, sur y sureste.

En la década del cincuenta, el Ayuntamiento de Gua-nabacoa aprobaba infinidad de nuevos repartos: Ciudad Mañana, Parcelaciones Vía Blanca, Ampliación de Bellavis-ta, San Miguel, Virgen del Camino, El Roble, Residencial San Francisco, la Cantera Blanquizal, Bella Vista, Carolina, 35 Emilio Roig de Leuchsenring. La Habana. Apuntes Históricos, t. II, pp. 24-25.

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Ampliación de Celimar, Las Piedras, Emilio Mola, Luyanó Moderno, Tejas, Parque Residencial Bahía, Centro turístico privado de la Playa de Tarará, Méganos, Alturas de La Ha-bana, San Luis, Terrazas del Puerto, Alturas de Vía Blanca, Celimar, Alamar–El Olimpo, Costa Azul de Alamar, Sec-ción Residencial Alamar, Villa Real, y tantos otros.36

En las propias Actas Capitulares del Ayuntamiento de Guanabacoa encontramos reflexiones sobre el indetenible fenómeno de la “Gran Habana”:

El aumento creciente del número de habitantes de la ciudad de La Habana, y la necesidad imperiosa de bus-car espacios donde levantar edificaciones para vivien-das, comercios e industrias y al mismo tiempo, crear parques y espacios abiertos en los cuales los ciudadanos puedan encontrar el aire y esparcimientos necesarios, ha hecho que la Gran Habana se ha ido extendiendo poco a poco hacia el Oeste y Sur, hasta llegar con lími-tes en gran parte dentro del municipio de Marianao. Este desarrollo de la ciudad de La Habana casi en un solo sentido, hasta una distancia de más de quince ki-lómetros, sin las vías de comunicación apropiadas que permitan el tránsito rápido de vehículos motorizados ha creado un problema grave, no sólo de cogestión del tránsito, si no de dificultades de los ciudadanos para trasladarse desde el centro o nudo de la ciudad hasta sus alrededores o viceversa. Es indudable por lo tanto la necesidad de que las nuevas ampliaciones de la ciu-dad de La Habana se haga hacia el Este, conectándola con los municipios limítrofes de Regla y Guanabacoa, a fin de que el núcleo de la capital que se encuentra en el verdadero centro de la gran población futura de La Habana y sus alrededores y es ahora el momento de pro-yectar esas ampliaciones necesarias de tránsito rápido

36 Actas Capitulares del Ayuntamiento de Guanabacoa, lib. 19; 20 y 21. En: archivo histórico de Museo Municipal de Guanabacoa.

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entre el centro y los extremos con la amplitud nece-saria, no solo para las necesidades del presente, si no también para las del futuro.37

Llama la atención como el Ayuntamiento tuvo capacidad para hacer tal razonamiento, y sin embargo, se opondría abiertamente a la propuesta del “Distrito Metropolitano”. El historiador Ramiro Guerra que, desde la década del cua-renta del siglo que analizamos, había reflexionado respec-to al fenómeno de la metropolitalización de La Habana y su entorno, apuntó:

La ciudad de La Habana, con su población de 660, 000 habitantes en números redondos (Censo de 1943), que se eleva a 883, 000 sumados los centros urbanos de Marianao, Guanabacoa y Regla, integrantes de la “Gran Habana”, considérase por muchas personas como un núcleo urbano excesivo en comparación con la pobla-ción total de Cuba, de 4.778,000 habitantes. Estímase también que la ciudad habanera ha alcanzado su de-sarrollo actual y la elevada cifra de su población, a ra-zón de ser la Capital de la República, parecer este muy corriente, como nadie ignora, compartido por no pocos habaneros. En verdad opino de diversa manera. La Ha-bana ha llegado a ser capital de Cuba por ser La Haba-na, en razón de las especiales condiciones geográficas de su puerto y de su región aledaña, que comprende toda la provincia, dada la reducida extensión de esta, y a la céntrica posición que en ella ocupa la capital.38

37 Actas Capitulares del Ayuntamiento de Guanabacoa. Sesión del 18 de diciembre de 1953, sobre el “Proyecto de urbanización de Villa Real”, lib. 20, folios 87-88. En: archivo histórico de Museo Municipal de Gua-nabacoa.38 Ramiro Guerra. “Desarrollo de La Habana y su provincia. Un caso singular de determinismo geográfico”. En: Revista de la Sociedad Geo-gráfica de Cuba.

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6. LOS eJeS viaLeS, LOS MediOS de cOMunicaciÓn y tRanSPORte y La

cOnfORMaciÓn de La GRan habana

Desde los viejos caminos en la colonia temprana, hasta las modernas autopistas de la segunda mitad del siglo xx, los ejes viales han marcado el crecimiento urbano de la ciu-dad. Ellos han contribuido, primero, a la ampliación de la primitiva villa de San Cristóbal de La Habana y después, a los derroteros de todas las villas y ciudades circundantes que se fusionaron a ella.

De la ciudad intramuros partían dos caminos que seña-laron el crecimiento posterior extramuros: el Camino de la Playa o de la Caleta y el Camino Real a Vueltabajo, ambos partiendo de distintas puertas de las murallas.

El Camino de la Playa o de La Caleta sería esencial para el surgimiento de los caseríos de San Lázaro, La Chorrera, La Playa, Bongó y Gavilán; y en la segunda mitad del siglo xix marcaría la urbanización de los barrios extramuros de Nueva Cárcel, La Punta, Colón, Dragones, San Leopoldo, San Lázaro, Cayo Hueso y el Vedado. Este camino seguía el itinerario de las que después fueron las calles Refugio, Ancha del Norte (San Lázaro o Avenida de la República), Marina y la Calzada del Vedado (actual Calzada) hasta La Chorrera.

El Camino Real de Vueltabajo, partiendo de la Puerta de Tierra, se dirigía al “campo” o al “monte” —al decir de los habaneros de entonces— y a su primer tramo se le lla-mó inicialmente Camino de Guadalupe, porque conducía

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al poblado de igual nombre; una vez urbanizado se le co-nocería como “Calzada del Monte”. El segundo tramo, des-de el Puente de Chávez hasta el barrio del Pilar, se nombró Camino del Horcón (hoy forma parte de la calle Monte). Este camino real comunicaba a La Habana con el pueblo de Guanajay, y en su trayecto fueron surgiendo poblados como Jesús María, La Guadalupe, El Cerro, Puentes Gran-des, Ceiba del Quemado, Los Quemados de Marianao, La Lisa, Arroyo Arenas y Punta Brava. En el siglo xix algunos de ellos se habían convertido en barrios urbanos de extra-muros como Jesús María, La Guadalupe (Los Sitios), pero también aparecieron otros como Carraguao, Pilar, Atarés, El Canal, Las Cañas, Aldecoa. Para el siglo xx, con los nue-vos repartos de Marianao, este eje vial quedaría totalmen-te urbanizado hasta Arroyo Arenas y su extensión a Punta Brava. Las arterias que hoy siguen el curso del antiguo Ca-mino Real a Vueltabajo son: Monte–Calzada del Cerro (am-bas se denominan oficialmente: Máximo Gómez), Calzada de Puentes Grandes-Calle 44-Avenida 51 (denominada en el siglo xix “Calzada Real de Marianao”; en la República, “Martí”, hasta 1954, en que al enumerarse las calles de Ma-rianao sería 51) -Avenida 251, a partir de la intercepción con la autopista Novia del Mediodía hacia Punta Brava.

El Camino Real de Vueltabajo no sólo conducía al pue-blo del cual tomaba su nombre. En su largo recorrido entroncaba con otros trayectos que comunicaban a La Ha-bana con el interior de la provincia y el país; tal es el caso del Camino Real del Sur. Algunas de sus intercepciones al urbanizarse llegaron a convertirse en lugares emblemáti-cos. El encuentro de los dos caminos citados, dio origen a la famosa “Esquina de Tejas”.

El Camino Real del Sur a través de hatos, estancias, corrales, sitios y poblados, unía a La Habana con Batabanó, hecho que posibilitó el flujo de mercancías entre los puer-tos norte y sur. A su vera se asentaron poblados como los de Jesús del Monte —considerado antesala de la ciudad, de

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ahí que no fuera casual que tanto vegueros como ingleses se apoderaran de este punto para bloquear la entada de la misma—, la Víbora, Arroyo Apolo, Calabazar, Rancho de los Boyeros, Santiago de las Vegas y El Rincón. De este camino real partían otros: uno, que conducía hacia El Cal-vario, Las Guásimas y Managua (punto después conocido como La Palma), y otro, hacia el Camino Real del Sudeste, también de cardenal importancia. Este, se iniciaba en el lu-gar que al urbanizarse, sería conocido como la Esquina de Toyo, para seguir su trayectoria hacia Guanabacoa, y al pa-sar por el puente de Alcoy —posteriormente denominado La Sorpresa, más tarde la Virgen del Camino— tomaba el ramal que conducía a San Miguel del Padrón-Santa María del Rosario, y se insertaba al eje del llamado “Camino Ge-neral de la Isla”, el cual adentraba al viajero en las regiones central y oriental del país.

Las urbanizaciones de Luyanó y Santos Suárez en el si-glo xix, más la ampliación de la Víbora y los nuevos barrios del siglo xx, como Lawton, Sevillano, Víbora Park, Mantilla, Párraga, Poey, Santa Amalia, Barrio Azul, Alcázar, Callejas, Vieja Linda, Los Pinos, Capri, Güinera, y otros, animarían la zona a lo largo del antiguo Camino Real del Sur y la Calzada de Managua hasta el río Almendares, convirtiendo los antiguos poblados en barrios citadinos y ampliando, considerablemente, el límite urbano. El Camino Real del Sur se convertiría en la Calzada de Jesús del Monte hasta Arroyo Apolo (La Palma) y a partir de ese punto, Calzada de Bejucal.

Del Campo de Marte, nacía otro recorrido que señala-ría un nuevo ámbito urbanizador: el Camino a San Anto-nio Chiquito, cuyo poblado quedaría inmerso en la ciudad con la urbanización del Vedado a partir de la segunda mi-tad del siglo xix. Este camino se urbanizaría como calzada de San Luis Gonzaga (después Reina, y en la República, Avenida de Bolívar) al pasar La Guadalupe a barrio de ex-tramuros. Este eje al cruzar la Calzada de la Beneficencia

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se convertiría en el Paseo Militar o Alameda de Tacón (des-pués Carlos III y en la actualidad Avenida Salvador Allen-de) hasta el Castillo del Príncipe, en la Loma de Aróstegui, y de allí continuaba por la actual Calzada de Zapata. San Antonio Chiquito era un pobladito con iglesia e ingenio, ubicado en la zona donde hoy se asienta como barrio junto al de La Timba y el Cementerio Cristóbal Colón.

Con las primeras urbanizaciones en extramuros apa-recieron nuevas calzadas: Gutiérrez o Calzada de la Be-neficencia (después Belascoaín, y en la República, Padre Varela). El Camino del Cristo de las Ánimas (llamado Cal-zada de Infanta y en la República, Avenida del Presidente Menocal) que uniría a la Calzada de Jesús del Monte con el camino a San Antonio Chiquito, el cual, a finales del siglo xix, se extendería hasta el Vedado. Galiano (Avenida de Italia). Vives (Avenida de España). Zanja (seguía el curso de la Zanja Real, mas en la República se le conoció como doctor Carlos J. Finlay). Concha (Ramón Pintó). Cristina (Avenida de México), y otras. Al demolerse las murallas y urbanizarse la zona militar o Glacis, se harían amplias ave-nidas como Egido y Montserrate (actualmente denomina-das Avenida de Bélgica, y que fue extendida en la década del veinte del pasado siglo a la Avenida de las Misiones) y Zulueta (Agramonte), que acompañarían al majestuoso Pa-seo de Extramuros (Paseo Real de Isabel II, Paseo Real del Prado y actualmente Paseo de Martí). En toda esa zona se levantaron esplendorosos edificios que no sólo urbaniza-ron el área antes llena de trincheras y otras construcciones militares, sino que la convirtieron en una de las más bellas de la ciudad.39

39 Los mapas de distintos años y siglos que se consultaron en el Archivo Nacional de la República de Cuba, el archivo histórico del Museo de la Ciudad y en la Biblioteca Nacional “José Martí”, permitieron hacer estos y otros análisis acerca del desarrollo de la ciudad a partir de sus ejes viales, desde el siglo xvi hasta la primera mitad del xx, y en muchos casos hasta la actualidad; incluso, primero aparecieron los caminos,

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En la segunda mitad del siglo xix se construiría la cal-zada que enlazó, con fines de desarrollo turístico, a Los Quemados con la Playa de Marianao. La misma sería sig-nificativa para la posterior urbanización de la zona. El eje de aquella carretera partía de la Calzada Real (Avenida 51) y seguía el curso de la que después fuera la calle Luisa Quijano (Calle 130); cruzaba el puente sobre el río Quibú (Avenida 31, actual Instituto Superior de Ciencias Médicas), y continuaba por la actual Calle 146, del antiguo Country Club, hoy Cubanacán, hasta la playa. Tenía un ramal, que partía del puente hacia la actual Calle 84, y por el eje de esta, hasta 51.

En el siglo xx se pavimentan dos carreteras con la fina-lidad de unir la Playa de Marianao con Jaimanitas, obra esencial para la urbanización del área. Esas vías formarían parte de la 5ta. Avenida al extenderse a Santa Fe, en 1958.

Ya en el siglo xix un camino bordeaba la costa desde El Morro hasta Cojímar, este, al llegar al pueblo de pesca-dores, facilitaba el acceso a la villa de Pepe Antonio. En la segunda mitad del siglo xx, y con el florecimiento de los repartos “Parque Residencial Bahía” y “El Roble”, el tramo pasó a ser denominado “Avenida de Cojímar”.

Otros ejes enlazarían a la villa guanabacoense con Re-gla: la Calzada Vieja y la Calzada Nueva de los almacenes

calzadas, carreteras y empleándolos como “ejes urbanizadores” sur-girían después las unidades espaciales —llámese caseríos, poblados, pueblos, barrios o repartos— que se irían integrando en la Gran Haba-na. Ya en las grandes urbanizaciones se harían avenidas y calzadas para la comunicación de las nuevas zonas residenciales que nada tenían que ver con viejos caminos y que constituyeron nuevos ejes viales, como: Lawton–Víbora–Santos Suárez–Sevillano (actual municipio de 10 de Octubre). Santa Catalina, Dolores, Lacret, Mayía Rodríguez, Acosta, Serrano, y otras. En el Vedado: Paseo, Avenida de los Presidentes, Ca-lle 12, Calle 17, etc. En los repartos, entonces marianenses, del actual municipio de Playa: Avenida de los Aliados (Calle 42), Consulado (Ca-lle 60), Calle 5 (Calle 70) y otras, por sólo citar algunos ejemplos de barrios y avenidas.

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de Regla. La primera, interrumpida al construirse la Vía Blanca; la segunda, pasó a ser parte de otro eje urbaniza-dor: 10 de Octubre (de Regla)–Puente del Ahorcado–Aveni-da Rotaria–Corralfalso (estas dos últimas forman la actual Avenida de la Independencia entre Regla y Guanabacoa). Al este de Corralfalso se fomentarían otros concentrados poblacionales al borde del eje que continuaba a través del campo hasta incorporarse a la playa de Guanabo como Ca-mino Real de Bacuranao, después llamado Carretera de Campo Florido.

El siglo xx —con su auge urbanizador y pálida indus-trialización— aportó nuevos ejes viales según las necesi-dades de la capital.

En el capítulo anterior nos referimos a la pavimenta-ción, durante el gobierno de Gerardo Machado, de la “Ave-nida” o “Doble Vía” de Boyeros. Este eje importante de la ciudad fue, años más tarde, ampliado en sus sendas y ex-tendido hasta el Mausoleo del Cacahual. Su remodelación permitió una mayor circulación de vehículos y un acceso mucho más rápido entre los puntos que enlaza.

La construcción de la Carretera Central, tomando como kilómetro cero al Capitolio Nacional, también sería un eje principal. Hacia el oeste siguió el curso del antiguo Cami-no Real a Vueltabajo, y hacia el este, desde La Sorpresa o Virgen del Camino, serviría, la nueva Calzada de Güines —denominación que adopta mientras atraviesa el territo-rio— como eje urbanizador de una sección importante del barrio guanabacoense de San Miguel del Padrón hasta San Francisco de Paula. Este eje vial cumplió igual función en el término de Santa María del Rosario, pues la carretera (Avenida 101, en ese tramo) convertiría a San Pedro del Cotorro en una importante ciudad industrial, de grandes centros fabriles y numerosos repartos poblacionales, para obreros y clases medias.

La comunicación entre La Habana y Marianao, depen-diente en el siglo xix del paso por Puentes Grandes del

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Camino Real a Vueltabajo, se ampliaría. En 1915 se levanta el puente Asbert (Almendares o de la Calle 23) que comu-nicaría a la avenida Medina, o Calle 23 del Vedado, con la Avenida de los Aliados (después Avenida 47 hasta 41, y en lo sucesivo, Calle 42 hasta 1ra.). Este eje atravesaría los nuevos repartos marianenses de Kolhy, La Sierra, Almen-dares, Nicanor del Campo y Miramar, pero también per-mitía el enlace directo con la Calzada de Columbia (actual Avenida 41 hasta las Cuatro Curvas, y Avenida 31 hasta la Calle 114), por lo que aceleraba la comunicación de La Ha-bana con la Ciudad Militar de Columbia. La construcción de otro puente: el Miramar o de Pote, unió a la Calzada del Vedado con la 5ta. Avenida o Avenida de las Américas, fa-cilitando la comunicación entre los términos municipales de La Habana y Marianao, y salvando la separación natural del río. Este puente fue sustituido en 1958 por un túnel, coincidiendo con la conclusión de la Avenida del Malecón (o George Washington en el tramo desde el Monumento al Maine hasta La Chorrera), el cual se uniría a la entrada con la calle Calzada. En 1953 se había construido otro túnel que enlazaba a la avenida Línea con el boulevard Batista (después Avenida 5ta.-B, desde el río hasta 7ma., y en lo adelante, Avenida 31).

La Havana Railway Co. había construido dos primitivos puentes de hierro y polines para el paso del tren eléctrico de La Habana a Marianao. Uno de ellos fue desactivado en 1950; el otro aún existe y une a la Calle 11 del Vedado con la 7ma. Avenida de Miramar.

Este sistema de puentes y túneles, bajo o sobre el Al-mendares, posibilitó a la larga la infraestructura de toda la nueva megápolis. Tal afirmación podemos constatarla al analizar el llamado “Circuito Norte”, ambicioso plan que enlazó al Mariel con Varadero. El túnel de 5ta. Avenida–Calzada no fue una simple vía de comunicación, más bien estuvo ligado a la extensión de la Avenida del Malecón has-ta Calzada, y la de la 5ta. Avenida —por el oeste— hasta

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Santa Fe y su continuación hasta el Mariel como “Carretera Panamericana”. La construcción del túnel bajo la bahía de La Habana posibilitó la comunicación desde Cabañas, en Pinar del Río, hasta Caibarién, en el centro de la Isla, pero sobre todo, este circuito sería indispensable para la urba-nización de nuevas áreas residenciales al oeste de Monte Barreto, la Playa de Marianao y de la nueva ciudad de La Habana del Este que terminaba de integrar a Guanabacoa a la Gran Habana. El periódico Información, así lo refleja:

AUTOPISTA DE MARIEL A VARADERO

Una autopista formada por varias carreteras y aveni-das, y enlazadas por el túnel de la bahía de La Habana y el que está en construcción bajo el río Almendares y que abarca tres provincias, funcionará en breve, sin in-terrupción, según se conoció ayer en el Ministerio de Obras Públicas. Esta autopista casi siempre bordea el mar y se considera de gran atracción para el turismo.40

Las vías que formaban la nueva autopista eran: Carre-tera Mariel–Santa Fe–5ta. Avenida, Malecón–Túnel de la bahía–Monumental–Vía Blanca hasta Varadero. La carrete-ra Mariel–Santa Fe (Carretera Panamericana) se proyectó con 28 kilómetros de extensión y siete puentes: Jaimanitas (50 metros de longitud), Santa Ana (100 metros), Baracoa (16 metros y siete luces), El Salado (60 metros), Banes (200 metros), Guajaibón (100 metros) y el Mosquito (375 me-tros), además de tres pasos superiores para acceder a la playa y al aeropuerto de Baracoa, y a una extensa zona agrícola. También se construyeron doce pasos inferiores, sin embargo, no se proyectó ningún paso a nivel para la seguridad de la vía.41

40 Periódico Información. Año xxii. No. 260, pp. A-1, A-11. 2 de noviem-bre de 1958.41 Ibídem.

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La 5ta. Avenida se prolongó desde la Calle 80 hasta el Puente de Jaimanitas, para enlazarse con Mariel–Santa Fe. Debemos anotar que la extensión de la 5ta. Avenida, desde Monte Barreto hasta Jaimanitas, sustituyó dos carre-teras que se habían construido en la década del cuarenta entre este poblado y la Playa de Marianao: una, por el go-bierno municipal, y la otra, poco tiempo después por el gobierno provincial; esta última muy cuestionada por la opinión pública debido a que la carretera no cumplía fun-ción útil alguna, pues se había pavimentado paralela a la primera que aún se hallaba en buen estado constructivo. Debido al argumento esgrimido por el gobierno provin-cial —la vía estaba incluida en su plan de obras públicas con presupuesto aprobado—, se sospechó que un nego-cio sucio se amparaba tras ella, ya que en el término de Marianao muchas calles estaban sin pavimentar o en mal estado.42

El Malecón, a su vez, se amplió desde la Avenida de los Presidentes hasta el túnel bajo el Almendares, mien-tras que la Vía Blanca se extendería desde Boca de Jaru-co hasta Matanzas, y de allí a Varadero. El tramo Boca de Jaruco–Matanzas contaba con 58 kilómetros de longitud, un trébol en Santa Cruz del Norte, y varios puentes: uno sobre Boca de Jaruco con 282.40 metros; otro sobre el río Jibacoa hasta la playa de igual nombre. Los de Canasí y Las Vegas, con 80 y 180 metros, respectivamente, y el Bacuna-yagua, sobre el río y el más alto de Cuba, con 110 metros de altitud y 350 de extensión.43

La autopista Mariel–Varadero era parte esencial del llamado Circuito Norte y se completaba con la carretera Mariel–Cabañas por el oeste, y la carretera Varadero–Cár-

42 La prensa local marianense, sobre todo el semanario El Sol —sin du-das el periódico de mayor circulación y prestigio en aquel municipio— desarrolló una gran campaña crítica sobre esta segunda carretera entre la Playa de Marianao y Jaimanitas, pero a la larga se construyó.43 Periódico Información. Op. cit.

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denas–Corralillo–Caibarién; todo un eje vial costero que facilitaba las comunicaciones por el norte, de las entonces provincias, de Pinar del Río, La Habana, Matanzas y Las Villas, infraestructura necesaria para el desarrollo del tu-rismo por la mafia norteamericana con quien negociaba el presidente Batista.

Para la Gran Habana este eje fue fundamental, ya que incorporó a la égida metropolitana a Jaimanitas y Santa Fe, hasta entonces distanciadas de la esfera capitalina. Al urbanizarse la vía señalada, prácticamente se extinguieron las áreas rurales que las separaban de la Playa de Maria-nao, aunque político-administrativamente no era así. Santa Fe formaba parte —y ello era ya una incongruencia— del municipio de Bauta, hasta que en 1963 el Gobierno Revo-lucionario la incluyó en el seccional de Playa, de la región de Marianao.

Hacia el este, el Circuito Norte determinó la incorpo-ración definitiva de la novedosa área residencial de La Ha-bana del Este, Guanabo, y todas las playas situadas entre ese punto y el río Bacuranao, a la Gran Habana; e incluso, poco faltó para que la égida metropolitana se extendiera hasta Boca de Jaruco, donde se pretendía edificar el más distante de los repartos de los planes burgueses de La Ha-bana del Este: Residencial Fincas Naroca.

Dos anuncios comerciales de ventas de terreno de la época, nos dan la idea de la extensión de la Gran Habana hacia el oeste y el este:

A sólo 20 minutos del centro de la ciudad

El Reparto Habana Biltmore44 está unido al centro de la ciudad por medio de hermosas playas y rápidas vías de comunicación, como la Ave. de las Américas, la nueva calle Línea y el Malecón, que han quedado enlazados

44 El reparto Habana Biltmore fue llamado después del triunfo de la Revolución, reparto Siboney.

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eficientemente por el magnífico túnel del Río Almenda-res. Esto hace posible el trasladarse en sólo 20 minutos, desde este distinguido reparto residencial hasta el mis-mo centro de la ciudad.45

“Celimar, a sólo 20 minutos por la Vía Blanca”“¡Terminado ya!”46

Las ideas de desarrollo vial contemporáneo incluyeron las autopistas circunvalentes. La primera circunvalación de la Gran Habana fue un eje iniciado en las postrimerías del gobierno de Fulgencio Batista y concluido en los pri-meros años del Gobierno Revolucionario. Esta circunvala-ción sería la extensión de la Avenida Monumental, desde la Vía Blanca hasta la Carretera Central en Moralitos, entre los poblados de Cuatro Caminos y Loma de Tierra —re-cuérdese que la Monumental en su primer tramo era una autopista de doble vía con separador central, seis sendas, iluminada y con aspecto urbano; esta se extendía desde el túnel bajo la bahía hasta la Vía Blanca, y formaba parte del llamado Circuito Norte,— una extensión de la misma a cuatro vías como carretera suburban, circunvalaría a Gua-nabacoa, con puentes sobre la línea del ferrocarril de Her-shey, y las carreteras de Campo Florido (Puente de Santa Fe) y de Peñalver (Puente de Los Mangos) hasta entroncar con la Carretera Central. Allí enlazaría con la llamada Ave-nida de San Francisco de Paula, que bordeaba a Loma de Tierra y Cotorro. Tenía un paso inferior bajo la Carretera de Managua y otro bajo la Calzada de Bejucal (Puente de Calabazar) y se extendía hasta la Avenida de la Indepen-dencia o Boyeros. En 1959, el Gobierno Revolucionario uniría a esta avenida con la Calle 100 de Marianao. Esta última había sido hasta 1954, la Avenida del Buen Reti-ro o Avenida Menocal, naciendo en el Obelisco a Finlay

45 Periódico Información. Año xviii, p. C-3. 16 de enero de 1954.46 Op. cit.

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(Avenida 31) atravesaba el reparto residencial Buen Retiro hasta la Calzada Real o Martí (Avenida 51), de allí se exten-día unas cuadras, a través del reparto Finlay hasta la Ave-nida 59 (San Manuel). En 1959 se construye la carretera de dos kilómetros de longitud, desde este punto hasta la Ave-nida de Boyeros, incluyendo el llamado Puente Nuevo so-bre el Almendares.47 De esta manera quedaron enlazadas, mediante la Carretera Boyeros–Marianao, la Calle 100 de Marianao y la Avenida de San Francisco de Paula; el pueblo, bautizaría como Calle 100 a toda la arteria desde la Avenida 31 hasta la Carretera Central, haciendo desaparecer otras denominaciones; siendo el eje, Calle 100–Monumental.

La Revolución haría en la década del setenta otras cir-cunvalaciones: el Anillo del Puerto (Puerto Pesquero–Re-gla) y el “Primer Anillo”, el cual acortaría el itinerario desde el este a Marianao, ya que el recorrido vial anterior (Monumental–100) se hacía muy extenso. El Primer Anillo partió del entronque con la Monumental en las afueras de Guanabacoa, en un sitio entre Santa Fe y El Repollo, para terminar en el intercepción de Calle 100, en las in-mediaciones del Parque Lenin; también construido en esa época. La circunvalación fue proyectada con puentes sobre la Autopista Nacional, Carretera Central y otro bajo la Cal-zada de Managua (Puente del Calvario). En la década de los ochenta se comienzan los trabajos de prolongación del anillo (costa-costa) pero, con la llegada del Período Espe-cial, quedó interrumpido antes de la Avenida de la Inde-pendencia, ejecutándose sólo tres de sus seis sendas.

Otros ejes se ejecutarían a partir de 1950 y propicia-rían nuevas urbanizaciones, entre ellos: la llamada auto-pista Novia del Mediodía (Avenida 25–Avenida 23), desde la Calle 114 (antes, General Lee) hasta San Antonio de los Baños, junto a la cual surgirían repartos como La Corone-la, San Agustín, Riberas del Biltmore, y posteriormente, el

47 Periódico El Sol. Año 50. No. 39. 1º de junio de 1959.

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llamado por la Revolución, Atabey. Esta vía se extendería con una salida directa desde la Calle 114 hasta 31, en la década de los ochenta.48

Otras vías recientes, realizadas a tono con el Plan Direc-tor o de reordenamiento territorial de la ciudad, como la Autopista Nacional hacia Pinar del Río, las orientadas hacia las provincias del centro y el oriente del país, la carretera de acceso a la CUJAE, la autopista que desde la Calle 114 da acceso la Terminal tres del Aeropuerto Internacional José Martí, más las ampliaciones de las calles 114 y Carre-tera del Rocío que posibilita el acceso a Expocuba, seña-lan futuras zonas de desarrollo —residencial, industrial, comercial, educacional o de esparcimiento— dentro del área metropolitana.

Pero al hablar del desarrollo de la red urbana metropo-litana a partir de sus ejes viales un espacio importante lo ocupa el ferrocarril desde su aparición en Cuba en 1837, con la línea La Habana–Bejucal (después extendida has-ta San Felipe). Este camino de hierro posibilitó un mayor acercamiento entre localidades, que un siglo después, es-tarían inmersas en la Gran Habana, como Arroyo Naranjo, Calabazar, Boyeros y Santiago de las Vegas.

El ferrocarril Regla–Matanzas (1859), posibilitó el en-lace de otras localidades próximas entre ellas: Cambute, 48 Se especulaba que la autopista Novia del Mediodía había sido manda-da a construir por el presidente Fulgencio Batista con la intención de contar con una rápida comunicación entre su residencia en la Ciudad Militar de Columbia y la finca “Kukine”, de su propiedad, en las inme-diaciones de Arroyo Arenas y a donde tenía que trasladarse, antes de existir esta autopista, por la congestionada Calzada Real de Marianao (Avenida 51). Su uso por el tirano —posterior a su conclusión— demos-tró que era este su objetivo primordial aunque no el único, pues cierta-mente, la nueva vía abrió un camino más expedito hacia la importante ciudad de San Antonio de los Baños y hacia Güira de Melena, también localidad de importancia del interior de la provincia, atravesando una extensa zona agrícola, que también serviría de eje urbanizador para nuevos repartos del entonces municipio de Marianao; área que hoy se comparten los nuevos municipios de La Lisa y Playa.

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Guanabacoa y Campo Florido. El ferrocarril del oeste, con destino a Guanajay, enlazaría a la capital con Marianao, La Lisa, Arroyo Arenas, Guatao y Punta Brava. El tren del cir-cuito sur con destino a Cienfuegos, uniría a San Francisco de Paula, Cotorro y Cuatro Caminos; mientras que al ini-cio del siglo xx, el norteamericano Hershey, inauguraría la línea Casablanca–Central Hershey–Matanzas, la cual pasa por Guanabacoa, Barrera, Jústiz y Caserío Guanabo. Con el auge urbanizador de la década del cincuenta, atravesaría por las modernas edificaciones de Parque Residencial Ba-hía y El Roble. Además de estos ejes ferroviarios que partían —y algunos aún parten— desde La Habana hacia el inte-rior del país atravesando el área metropolitana, hubo otros ejes propios entre localidades que después integraron la Gran Habana y desaparecieron con el influjo constructivo, entre ellos: el ferrocarril eléctrico La Habana–Marianao, que salía desde Zanja y Galiano y empleaba los puentes de hierro sobre el Almendares; el tren con el recorrido Los Quemados-Playa de Marianao, los trenes entre Regla-Gua-nabacoa y el de Casablanca–Cojímar. También existió un proyecto para el ferrocarril Guanabacoa–Cojímar.

Los tranvías recorrieron con sus redes las principales localidades de la Gran Habana y representaron, igualmen-te, un indicador de desarrollo en la forja de la nueva me-gápolis.

El proyecto del Metro de La Habana —el cual no ha podido concluirse— sería el colofón del desarrollo ferro-viario, pues este permitiría el aprovechamiento de la infra-estructura vial existente.

El servicio de ómnibus —primero de tracción animal y coches de madera, llamadas “guaguas de palo”— y des-pués los autobuses, han devenido en el principal medio de transporte de La Habana; su papel se acrecentó con la desa-parición de los tranvías. El servicio automotor evolucionó los negocios particulares a través de pequeñas empresas privadas, casi siempre con nombres femeninos —rutas La

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Ana, La Tutelar, La Viboreña— y favoreció el surgimiento de dos grandes entidades: la Cooperativa de Ómnibus Aliados (COA) y Autobuses Modernos, S. A. Esta red de transporte urbano prestó servicio en toda la provincia. Las líneas de la COA estaban enumeradas consecutivamente (rutas: 1; 2; 3…) y las de los Autobuses Modernos se identificaban con una letra seguida de un número (L-1, M-6, etc.). Las rutas de la COA partían de modestos y casi siempre improvisa-dos paraderos situados junto a comercios, parques u otros sitios, mientras que los Autobuses Modernos contaban con equipadas terminales para parquear sus carros, talleres de reparación —paraderos del Vedado y la Víbora— y su ser-vicio era exclusivamente para la Gran Habana.

Desde la década del treinta se fue diferenciando en la provincia el servicio de ómnibus entre localidades del in-terior de la misma o entre estas y La Habana, o el que se prestaba dentro del área metropolitana; este último con una menor frecuencia entre vehículos y un precio mínimo. “Las guaguas del campo” comenzaron a diferenciarse de las “guaguas de la ciudad”, y al decir ciudad no nos refe-rimos sólo a La Habana tradicional, pues las de Marianao, Guanabacoa y Regla, ya se consideraban entre tales.

El servicio telefónico fue otro indicador de la integra-ción de los municipios circundantes con La Habana. Al ini-ciarse el siglo xx las llamadas telefónicas desde cualquier localidad próxima a la ciudad correspondían al servicio de larga distancia; al rebasar el primer cuarto de la centu-ria ya estaban incorporadas al servicio local las ciudades de Marianao, Guanabacoa y Regla —de esta última, todo su término municipal. Guanabacoa excluía a Cojímar, San Francisco de Paula, Guanabo y Campo Florido. Marianao se exceptuaba a Arroyo Arenas y El Cano—. Ya en las dé-cadas siguientes se insertan Cojímar y San Francisco de Paula. Guanabo y Campo Florido, (ya pertenecientes al nuevo municipio de La Habana del Este), así como Arroyo Arenas se integrarían al servicio de llamada local a inicio

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del siglo xxi. Los términos municipales de Santiago de las Vegas y Santa María del Rosario nunca se incorporaron al servicio local capitalino.

Al crearse la región de Boyeros, esta asume zonas re-sidenciales pertenecientes al antiguo municipio de La Ha-bana, las cuales contaban con servicio telefónico local, pero también integraron su territorio localidades del anti-guo término de Santiago de las Vegas que se regían por el servicio de larga distancia. Algo similar ocurrió con Santa María del Rosario al incorporarse al Cotorro. En estos mo-mentos ambos territorios ya están incorporados al servi-cio metropolitano.

Localidades como Punta Brava, Guatao y Santa Fe (anti-guos territorios de Bauta) y Managua (anteriormente per-tenecía a San José de las Lajas), se fueron incorporando de forma paulatina al área metropolitana de servicios telefó-nicos.

Estos apuntes demuestran que La Habana era una gran ciudad extendida desde los años cincuenta.

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7. aRquitectuRa y uRbaniSMO:La MeGáPOLiS deL ecLectiSiSMO

Suele reiterarse que la arquitectura habanera se caracteri-za, en primer orden, por su eclecticismo. La mezcla de dis-tintos estilos arquitectónicos en sus construcciones impide clasificar a la ciudad, sus partes y barrios, por estilos espe-cíficos; aunque existen edificaciones muy bien definidas como el Palacio de Aldama, muestra del neoclasicismo, el Palacio de las Ursulinas, art nouveau, o al edificio Améri-ca, art decó.

En los edificios que engalanan a La Habana no sólo se puede apreciar la utilización —en un mismo inmueble— de varias corrientes artísticas, sino vemos que estas han sido enriquecidas con elementos autóctonos; así por ejemplo, las construcciones de estilo barroco pierden su pureza y tienden a “aplatanarse” al incorporárseles elementos deco-rativos como la piña, además de asimilar en sus construc-ciones materiales propios de la isla. Ni siquiera el propio eclecticismo se presenta puro, este es para la arquitectura, como el mestizaje de su población.49

A veces, al hablar de la arquitectura de la ciudad, se comete el error de tomar como referencia, casi exclusiva, a la histórica San Cristóbal de La Habana, a sus barrios intra

49 Recomendamos el estudio de las obras de Carlos Venegas Fornias sobre el desarrollo arquitectónico y urbanístico de La Habana que, a nuestra consideración y en la de muchos, es de las más completas so-bre esta temática.

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y extramuros, o a los de origen aristocrático, como Belén, el Cerro y el Vedado. Al transgredir la frontera de la ciudad originaria, se habla de los repartos, antes exclusivistas, del antiguo Marianao (Miramar, Kolhy), mas la arquitectura citadina es más que eso. La ciudad de hoy, extensa, abarca a casi toda la provincia, de ahí que en ella encontremos pa-lacios coloniales como los del Centro Histórico urbano de la villa de Nuestra Señora de la Asunción de Guanabacoa, o el de Nuestra Señora de Regla; u otros, en San Jerónimo de Puentes Grandes, en San Francisco de Paula o en Cojí-mar. La arquitectura no debe restringirse al legado dejado por la nobleza o la gran burguesía española y criolla, pues también hay que tener en cuenta las construcciones de las capas medias y humildes.

El eclecticismo en La Habana no es patrimonio de la colonia, pues este se mantuvo en el siglo xx republicano y fue, gradualmente, sustituyendo la influencia hispana por la norteamericana. A los patios centrales coloniales le seguiría el portal corredor, como los chalets del sur y el oeste de Norteamérica, con amplios jardines alejados de la acera, y esta separada de la calle por pequeños parques de césped (park terrys). La viga y losa, que había dejado atrás a las tejas y los horcones, daría paso a la placa fundida, y los grandes ventanales resguardados por enrejados de hierro, serían cambiados por persianas miami.

El primer barrio habanero que surgió a la manera de “reparto”, o sea, previa y debidamente planificado —con planos aprobados, calles, aceras y redes técnicas trazadas y/o construidas antes de las construcciones de casas, parce-ladas las manzanas y vendidos los solares para su fabrica-ción— fue el Vedado. También sería el primer barrio, con códigos contemporáneos, que recibió la influencia direc-ta de los Estados Unidos de América: la manzana llamada “cuadrícula perfecta”, de 100 metros de largo por igual di-mensión de ancho, calles anchurosas, park terrys, arbola-do y viviendas al estilo de chalets. Los primeros planos de

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esta nueva y gran urbanización se aprobaron por el Ayunta-miento de La Habana en 1858 y 1859, para la urbanización de las estancias “El Carmelo” y “Vedado”. Tan abarcadora era la propuesta de la nueva barriada que duplicaba toda el área urbanizada, hasta entonces, de La Habana existente; es decir, que el Vedado haría crecer a la ciudad el doble y llevaría la frontera urbana hasta la desembocadura del Almendares. El crecimiento de este barrio, lento en sus pri-meros años debido a la crisis económica en el período de 1860 y los treinta años —interrumpidos por etapas— de la Guerra de Independencia, influirían en esto. No es hasta el final de la contienda que se impulsa su crecimiento y en las tres primeras décadas del siglo xx el Vedado toma verda-dera forma de barrio urbano. Más tarde, en la década del cincuenta, se modernizaría con la construcción de la calle Línea y el florecimiento de La Rampa, convertida en un centro comercial, de servicio y cultural de primer orden. También crecería—con la cimentación de Nuevo Vedado— al urbanizar los vestigios rurales que habían quedado en el área intermedia entre el Vedado, Aldecoa, Puentes Gran-des, El Cerro y la nueva Plaza Cívica o de la República.

Mientras se desarrollan las estancias El Carmelo y Veda-do, los barrios de intramuros, así como los terrenos del ac-tual municipio de Centro Habana, no estaban totalmente urbanizados, pues aunque existían los barrios de San Lá-zaro y la Calzada de Infanta, el hoy conocido Cayo Hueso no se había creado —surgiría a finales de la centuria—. El Cerro no era más que Carraguao, El Pilar y las casas-quin-tas a lo largo de la calzada. El Canal y Las Cañas serían edi-ficados por la misma fecha que las estancias transformadas en barrios, al igual que Aldecoa, en las inmediaciones de Puentes Grandes.

El Vedado inauguró la época de los barrios y repartos planificados, pero ello no significaría que no nacieran otros lotes poblaciones de manera espontánea, muchos de estos insalubres.

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Desde las ordenanzas de Cáceres en el siglo xvi, los ca-bildos, gobiernos coloniales civiles y militares provinciales, departamentales, distritos y de la isla; los ayuntamientos y gobiernos provinciales y nacionales en la república neoco-lonial, y los comisionados, las JUCEI, los poderes locales y los poderes populares, en el poder revolucionario, han emitido disposiciones legales para ordenar la capital.

La primera propuesta integral y abarcadora para el ordenamiento urbanístico de toda el área metropolitana de La Habana la hizo, en 1923, la Comisión Codificado-ra Nacional al plantear la necesidad de crear el Distrito Metropolitano, y con su aparición construir amplias áreas de parques urbanos y boulevares, entre otros elementos, pero esta proposición quedó sólo en proyecto. No obstan-te, el presidente Gerardo Machado y Morales (gobernó entre el 20 de mayo de 1925 y el 12 de agosto de 1933), sería quien dotara a la capital de su primer Plan Director, el cual venía acompañado de la propuesta de establecer un Distrito Central. El plan se insertó en uno mayor: la Ley de Obras Públicas para toda la República, por lo que La Haba-na sería la principal beneficiaria.

Machado contrató al eminente urbanista Forestier para ejecutar el Plan Director, quien proyectaría para la rehabi-litación de la capital: el Gran Parque Metropolitano en la ribera del Almendares —el Gobierno Revolucionario sería quien lo ejecutara a partir de 1960—. Un nuevo centro po-lítico-administrativo y judicial, en lo que se calculó como verdadero centro geográfico de la ciudad: la Loma de los Catalanes (recuérdese que se conceptualizaba como capi-tal sólo el antiguo municipio de La Habana), y las cons-trucciones de avenidas que comunicasen las zonas norte y sur de la ciudad con el nuevo Centro de Poder Político. La puesta en marcha del proyecto lo iniciaría el gobierno del presidente Carlos Prío Socarrás (1948-1952), lo continuaría Fulgencio Batista y Zaldívar (1952-1958) y lo concluiría el Gobierno Revolucionario.

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El Plan Director contemplaba la construcción de un so-berbio puente sobre la bahía de La Habana para comunicar a la ciudad con los terrenos del este —propuesta preceden-te en 1908 durante el gobierno de José Miguel Gómez— y allí construir la nueva Atlantic City. La idea sería retomada durante el gobierno de Prío, en 1949, pero el puente se cambiaría por un túnel bajo de la bahía; finalmente sería Batista quien lo realizaría a partir de 1954, e inaugurándo-lo el 31 de mayo de 1958.

El Plan Director de Forestier y Machado preveía la trans-formación de la calle Teniente Rey o Brasil —nace frente al Capitolio Nacional— en una amplia avenida para co-municar el centro tradicional de la ciudad con el puerto; de haberse construido hubiera destruido buena parte de la riqueza arquitectónica de La Habana Vieja. Nada de lo mencionado hasta aquí fue materializado por el gobierno de Machado; sin embargo, aquél plan director marcó pau-tas para el posterior desarrollo de la ciudad, pues muchas de sus ideas se hicieron después del derrocamiento de su tiránico gobierno. Machado dejaría su impronta en la ar-quitectura y el urbanismo de la ciudad —no sólo sus pro-yectos— con una serie de obras públicas ejecutadas en su mandato: el Capitolio Nacional, el Parque de la Fraternidad Americana —sustituyendo al Campo de Marte—, la Avenida de las Misiones, la Plaza del Maine, la Escalinata Universita-ria, la primera extensión del Malecón, el Hotel Nacional de Cuba, la Carretera Central, la Avenida de Rancho Boyeros, el Aeropuerto Internacional, la Escuela Técnica Industrial, el reparto Lutgardita y la fábrica de pinturas, entre otras, que beneficiaron a la ciudad y su área metropolitana. Estas pro-piciaron el enriquecimiento de Machado, su ministro de Obras Públicas Carlos Miguel de Céspedes y otros acólitos, mediante turbios manejos presupuestarios.

Otras obras públicas realizadas en este período en el municipio de La Habana, por los distintos órganos de go-bierno: municipal, provincial y nacional, serían: el Hospital

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de Maternidad, ubicado entre las calles G, H, 9 y 11, en el Vedado; Hospital Infantil, Parque deportivo público en la finca “La Rosa”, Escuela Pública Modelo, con parques y terrenos deportivos en las afueras de la ciudad. Matadero Municipal, Asilo para niños pobres “Ofelia Rodríguez de Herrera”, Auditórium Municipal, veinte pabellones antitu-berculosos en el sanatorio “La Esperanza” (se le llamaría Hospital Municipal Francisca María Fernández), baños pú-blicos de mar, obras de mejoramiento al Hospital Municipal “General Freyre de Andrade”. Fundación para ciegos po-bres, la carretera del Lucero al Calvario, además de otras.

El gobierno del presidente Machado se caracterizó por: su gran represión, su entreguismo a los intereses norte-americanos y su programa económico-social de gobierno.

La represión le valió calificativos tales como: “Musso-lini Tropical” y “Asno con garras”, epítetos de las autorías de Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena. Machado tiñó de sangre las ciudades y campos de Cuba. A los tres días de arribar al poder asesinaba, en plena vía pública y en presencia de su familia, al periodista conservador, fer-viente opositor, Armando André; el 10 de enero de 1929 sus tentáculos se extendían a México y asesinaban al jo-ven Mella, a quien, anteriormente, por poco deja morir de hambre en prisión. El 30 de septiembre de 1930, quedaba sin vida el primer mártir estudiantil en esta etapa: Rafael Trejo González, y a partir de entonces la lista de universi-tarios asesinados sería larga. El colofón sería la represión al movimiento huelguístico de agosto de 1933 que, a la postre, le llevó a su derrocamiento.

De su entreguismo al gobierno norteamericano también podrían ponerse varios ejemplos: Machado aseguraría al amo yanqui días antes de su toma de posesión que en su gobierno las huelgas no durarían veinticuatro horas. Su Re-forma Constitucional es más que fehaciente, el presidente cubano no tocaría en lo absoluto nada que contraviniera el aseguramiento jurídico a los mecanismos de dominación

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yanqui y de la Enmienda Platt; Machado participó en mar-zo de 1925 —ya electo pero sin tomar posesión aún— en el “agradecimiento” que organizara el saliente presidente Alfredo Zayas a los Estados Unidos, por haber ratificado en su congreso el Tratado Hay–Quesada, que devolvía a Cuba la soberanía sobre la Isla de Pinos, veintiún años después de haberlo hecho el congreso de la República de Cuba.

Mas, como justamente ha señalado la doctora Francisca López Civeira, profesora de la Universidad de La Habana, a Machado, a pesar de los tres aspectos negativos antes ex-plicados, debe reconocérsele que al menos, fue el primer presidente cubano que desarrolló un programa económi-co-social coherente que, si bien no socavaba los cimientos del sistema de dependencia neocolonial a Estados Unidos y al esquema de monocultivo-monoproducción-monoex-portación, someramente pretendía fortalecer a la burgue-sía nacional tratando de darle cierta independencia, así como aliviar la situación de un solo producto: el azúcar. Con tales propósitos Machado presentó un programa de gobierno basado en: reducción de la zafra azucarera, di-versificación agrícola e industrial, reforma arancelaria y construcción de obras públicas; este iba acompañado de una reforma a la constitución.

La cruenta represión durante sus ocho años de gobier-no y la crisis económica de 1929-33, que afectó a todo el mundo capitalista y a los Estados Unidos, de quien depen-día la economía cubana, provocaron, entre otros factores, el fracaso de su política.

Característicos de la politiquería de la época, los Ayun-tamientos de La Habana y Santiago de las Vegas aprobarían mociones de agradecimiento y congratulación a Machado, por su aporte en obras públicas a la ciudad y su área me-tropolitana:

…este Ayuntamiento de La Habana estima en su deber reconocer y agradecer al Honorable Presidente de la

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República, General Gerardo Machado su acierto e ini-gualada labor en beneficio de Cuba y especialmente de esta ciudad de La Habana, que de manera grandiosa ha sido embellecida con la edificación del Capitolio, el Parque de la Fraternidad, la Plaza del Maine, la Avenida de las Misiones y otras demostrativas de su amor a la Patria…50

Los concejales que suscriben, reconociendo la labor patriótica que viene llevando a cabo desde la primera magistratura de la nación el ilustre General Gerardo Machado y Morales, labor que le ha conquistado no tan solo el cariño y la gratitud de su pueblo sino también la admiración de gobernantes y naciones extranjeras espe-cialmente entre las repúblicas del continente americano que más de una vez le han patentizado, para gloria de Cuba, esos sentimientos, proponen a sus compañeros de consistorio, que, como un acto de reconocimiento de las virtudes cívicas que adornan al eximio gobernante, se adopte el acuerdo de variar la denominación que en la actualidad tiene la calle veinte y tres del Vedado, por la de Avenida General Machado.51

Esta calle, devenida en una de las principales y emble-máticas arterias de la ciudad, fue llamada inicialmente: Avenida de Medina, más tarde Calle 23; nombre que aún conserva, a pesar de la nefasta denominación de Avenida General Machado que nunca caló en el sentimiento del pueblo habanero.

Los concejales del consistorio de Santiago de las Vegas le alabaron:

50 Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, lib. 281 (Libro 24 del consistorio), folio 628. En: archivo histórico del Museo de la Ciu-dad. Palacio de los Capitanes Generales.51 Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, lib. 280 (Libro 23 del consistorio), folios 8-11. En: archivo histórico del Museo de la Ciudad. Palacio de los Capitanes Generales.

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…como humilde demostración de que el pueblo de Santiago de las Vegas, al que tienen el honor de repre-sentar, sabe reconocer y apreciar las grandes virtudes que atesora tan insigne patricio y sabio gobernante; y también como demostración de la gratitud de este pue-blo, cuyo Término ha sido honrado por el Honorable Sr. Pdte. de la República al fijar su residencia veraniega en el mismo: por la labor que incesantemente realiza por la prosperidad del mismo, en el que posee valio-sas propiedades de las que ha cedido una parte para el establecimiento de la Escuela Industrial que se cons-truye en la finca “Doña Juana” en el barrio de Boyeros; propendiendo también a la instalación de importantes industrias, como la fábrica nacional de pinturas; y a la construcción de un crecido número de casas para obre-ros y empleados en la propia finca;…” “El Ayuntamiento de Santiago de las Vegas, reconociendo la labor patrió-tica nacional que el ilustre y Honorable Presidente de la República General Machado y Morales viene realizan-do, así como los grandes beneficios que a este Térmi-no Municipal ha proporcionado con sus gestiones para el establecimiento de la Escuela Industrial en la finca “Doña Juana” de su propiedad, enclavada en el barrio de Boyeros de este Término Municipal, acuerdo susti-tuirle su nombre actual al barrio de Boyeros por el de “General Machado” en honor de tan ilustre patricio…52

Por su parte, el Ayuntamiento de La Habana le reco-noció como “Hijo adoptivo”,53 y acordó llamar “Gerardo Machado” al parque Felipe Poey, en Luyanó. Dadivosos

52 Actas Capitulares del Ayuntamiento de Santiago de las Vegas, folios 0633; 0634 y 0635. En: archivo histórico del Museo Municipal de Bo-yeros.53 Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, lib. 280 (Libro 23 del consistorio). En: archivo histórico del Museo de la Ciudad. Palacio de los Capitanes Generales.

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en nombradías, no olvidó a la esposa del presidente, y al parque deportivo de la finca “La Rosa” —que ya llevaba su nombre—, al Hospital Materno y al proyecto de jardín, previsto por Forestier, en el Parque Metropolitano, fue-ron nombrados “Elvira Machado de Machado”. El ministro Carlos Miguel Céspedes fue distinguido como “Hijo Pre-dilecto”, y al parque de la calle Fábrica, en Luyanó, fue identificado con su nombre.54

De los gobiernos posteriores a Machado, uno que lo superaría en crueldad y entreguismo: Fulgencio Batista y Zaldivar, desarrollaría —como ya hemos visto— otro plan de obras públicas. Su estrategia de desarrollo vial también estaba aparejada al fomento de cadenas hoteleras y casinos de juegos que estarían al servicio de la mafia norteame-ricana; así comenzaron a florecer hoteles privados como Havana Hilton (después Habana Libre), Havana Riviera, Capri, Saint-John, o modernos edificios como el FOCSA, dando paso a un nuevo centro urbano: La Rampa. Igual-mente, fomentó diversos repartos residenciales en todos los puntos cardinales de la ciudad.

La revolución triunfante del 1ro. de enero de 1959, reci-biría una Habana contrastante: una moderna y abierta a la era de los grandes rascacielos, y otra, donde proliferaban los barrios marginales.

El Gobierno Revolucionario aprobó definitivamente un Plan Director para la ciudad —denominado actual-mente Esquema de Reordenamiento Territorial— acorde a los planes de desarrollo económico y social de la nación y crearía el Grupo de Desarrollo Integral de la Ciudad (GDIC) con una estructura anexa de talleres de transfor-mación barriales y la Maqueta de La Habana para propiciar estudios de aprovechamiento físico de espacios urbanos. En sus años iniciales el Gobierno Revolucionario trató de eliminar los llamados “barrios de indigentes”, y logró

54 Op. cit., folios 738-740.

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hacer desaparecer los famosos barrios de “Las Yaguas”, “Cueva del Humo”, entre otros. En su lugar surgieron pintorescas barriadas como Nuevo Miraflores, California, Bello 26, Raúl Cepero Bonilla, y otras, a donde se trasla-daron sus habitantes. También se ampliaron otros barrios y se llevaron a vivir, conjuntamente, con vecinos de otros orígenes como en las unidades vecinales Uno y Dos de La Habana del Este (desde 1965, Ciudad Camilo Cienfuegos), los repartos Eduardo Chibás, Antonio Guiteras (antiguos Bahía Comercial y Bahía Textil), el reparto Martí y mu-chos más, dispersos por la geografía metropolitana. A par-tir de 1970 surgirían nuevas áreas residenciales en barrios que, aunque existían desde antes de la Revolución, se en-contraban virtualmente despoblados como Alamar, La Co-ronela, San Agustín, Altahabana, 1ro. de Mayo, Mulgoba, Vía Túnel, Peñas Altas, Nalón, y otros totalmente nuevos como Veracruz, xx aniversario, Barbosa, Juan Manuel Már-quez. Era el movimiento de microbrigadas que, a partir de 1986, se extendería a todas las zonas de la provincia con la estrategia de construir en cuanto solar vacío hubiera en cualquier barrio. Pero, la crisis económica que devino en el llamado Período Especial en tiempo de paz, redujo a niveles muy bajos la construcción de nuevas viviendas. La inmigración a la ciudad creció en cifras elevadas al punto, que comenzaron a proliferar nuevos barrios insalubres, sin urbanización alguna o muy escasa, con casas construi-das con materiales vulnerables y sin ninguna estética ni conceptualización arquitectónica. Hoy existen cuarenta y seis de esos barrios en la provincia, casi todos periféricos, y sus viviendas no se reconocen legalmente en el fondo habitacional.

El “Proyecto Identidad” reconoce como símbolos pro-vinciales dentro de las arterias principales de la ciudad a: Paseo del Prado, la Avenida Salvador Allende o Carlos III, la Calle 23 del Vedado, la 5ta. Avenida de Miramar y el Ma-lecón. Entre la arquitectura: la Catedral de San Cristóbal

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de La Habana, arquitectura colonial; el Capitolio Nacio-nal, etapa republicana neocolonial; el Hospital Herma-nos Ameijeiras, período revolucionario, y el FOCSA, como máxima expresión de la arquitectura moderna.55

55 Oficina de Asuntos Históricos del Comité Provincial del PCC de Ciu-dad de La Habana. Proyecto Identidad.

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8. LaS diviSiOneSPOLíticO-adMiniStRativaS

y eL fenÓMenO deL cReciMientO uRbanO de La habana

En capítulos anteriores señalamos la existencia en Cuba, antes de la conquista hispana, de cacicazgos —provincias o regiones bajo el mando de un cacique— y entre ellos el cacicazgo de Abana, dominio del cacique Abaguanex, men-cionado por el adelantado Diego Velázquez en sus cartas al rey.

Si aceptemos el cacicazgo de Abana como un hecho, esta sería la primera noticia de organización político-admi-nistrativa —si es que así puede catalogarse a la primitiva organización de nuestros aborígenes— que se conozca, en el espacio que constituye nuestro objeto de estudio.

La villa de La Habana se funda, realmente, durante la conquista (iniciada en 1511 hasta 1515), y después de con-cluida esta, es que se logra materializar su asentamiento definitivo. También fue, durante la colonia temprana, la única villa en occidente.

La ocupación del espacio en el territorio occidental avanzó a un ritmo acelerado y en breve tiempo comen-zaron a fundarse otras poblaciones, aunque sujetas al ar-bitrio de La Habana por no contar con títulos de villa o ciudad como Guanabacoa.

En 1607 ocurre la primera división político-administrati-va en la Isla; la misma se dividió en dos gobiernos: La Haba-na y Cuba. El gobierno de Cuba tenía su sede en la ciudad de Santiago de Cuba y jurisdicción sobre toda la región

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oriental, desde Puerto Príncipe hasta Baracoa. El gobierno de La Habana, radicado en la otrora villa de San Cristó-bal, administraba directamente desde Pinar del Río hasta las zonas limítrofes con las jurisdicciones de las villas del centro y sería, además, la representación de la corona de España, por lo que el gobierno de Santiago de Cuba estaría en algunas cuestiones sujeto a su mando. De esta forma se reconocía a La Habana como capital de la colonia.

Santa María del Rosario y Santiago de las Vegas, se fun-dan como ciudades en 1732 y 1749; ambas nacieron con cabildo y jurisdicción propios.

La ciudad de La Habana tendría su primera división legal, internamente, después de la ocupación inglesa en 1763, por disposición del conde de Ricla, a la sazón, capi-tán general. Esta fue dividida en cuatro “cuarteles” —véa-se el vocablo como una accesión de administración—. El primero comprendía toda la parte sur hasta la calle Acos-ta; el segundo, desde esa calle hasta Amargura; el tercero, desde Amargura hasta O´Reilly; y el cuarto, el resto de la ciudad.56

El capitán general Bucarely, sucesor de Ricla, modificó esa división distribuyendo la ciudad en dos cuarteles: La Punta y Campeche; estos se subdividían en cuatro barrios: el primero abarcaba Dragones, El Ángel, La Estrella y Mont-serrate; y el segundo, San Francisco, Santa Teresa, Paula y San Isidro.57 Tanto la división de Ricla como la de Bucarely pretendían fiscalizar la zona de la ciudad.

En 1807, intramuros se dividió en dieciséis barrios y extramuros, creó en el área —clasificada como rural— capitanías de partido. En 1841, el capitán general Jeróni-mo Valdés, dividió los terrenos externos a las murallas en seis barrios; diez años después los poblados de El Cerro, Jesús del Monte, Arroyo Apolo y los ultramarinos, Regla y 56 Emilio Roig de Leuchsenring. La Habana, Apuntes Históricos, t. I, p. 173.57 Emilio Roig de Leuchsenring. Op. cit.

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Casablanca, serían reconocidos como parte de la ciudad. Esa sería la primera ampliación del término jurisdiccional de la capital, la cual hasta ese momento se había resumido a La Habana intramuros.

Entre 1812 y 1820, con el movimiento constitucionalista en España, se crean los llamados Ayuntamientos Constitu-cionales. Varias poblaciones de alguna importancia (Ma-nagua, Calvario, San Miguel del Padrón, Los Quemados, Bacuranao, San Jerónimo de Peñalver) establecerían sus ayuntamientos.

Al adoptar la colonia, a mediados del siglo xix, la estruc-turación de gobiernos político-militares internos dentro de los dos gobiernos de la Isla (Habana y Cuba), el espacio territorial —de la actual provincia de Ciudad de La Haba-na— fue ocupado por cuatro tenencias de gobierno o dis-tritos: La Habana, Guanabacoa, Santa María del Rosario y Santiago de las Vegas, pertenecientes al gobierno de La Ha-bana. Este tenía a su mando un total de doce tenencias de gobierno o distritos en el territorio de las actuales provin-cias de Pinar del Río, las dos Habana, parte de Matanzas, así como el municipio especial de la Isla de la Juventud. Los actuales Marianao y Playa formaban parte del distrito de La Habana, al igual que Regla; mientras que La Lisa, se incluía en Santiago de Las Vegas.

Tratando de buscar un mejor funcionamiento político-aministrativo los distritos se organizaron en las villas y ciu-dades a través de barrios; en las áreas rurales —incluidos los poblados dentro de ella—, en capitanías de partido, que a su vez, se fraccionaban en cuartones.

Entre los cambios establecidos por España como conse-cuencia de la Guerra de los Diez Años, en 1878, estuvo el de dividir al país en seis provincias. Estas a su vez, se frag-mentaron en términos municipales. El actual territorio de la Ciudad de La Habana quedó dentro de la provincia de La Habana que contaba con treinta y seis municipios; el país totalizaba ciento veinte. Así, la actual provincia de Ciudad

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de La Habana, estaba contenida en ocho municipios: La Habana, Guanabacoa, Marianao, Regla, Santiago de las Ve-gas, Santa María del Rosario, Managua y El Cano. Estos a su vez, se dividían en barrios, los cuales podían clasificarse en dos: urbanos o rurales. En ese período La Habana con-tó con cuarenta barrios urbanos; Guanabacoa con once, de ellos: siete urbanos (este de la Asunción, este de Corral-falso, este de San Francisco, oeste de la Asunción, oeste de Corralfalso, oeste de San Francisco y Cruz Verde) y cuatro rurales (Cojímar, Bacuranao, Campo Florido y Pepe An-tonio–San Miguel del Padrón); Marianao con cinco (Coco Solo, La Lisa, Playa, Pocito y Los Quemados). Regla, cuatro (barrios: primero, segundo, tercero y cuarto). Santa María del Rosario, dos (la ciudad y el campo). Santiago de Las Vegas, seis (Norte, Sur, Boyeros, Calabazar, Doña María y Rincón). El Cano, cuatro (Cano, Arroyo Arenas, Jaimanitas y Wajay). Managua era un término municipal sin barrios.

Algunas zonas, que siglos después pasaron a engrosar la actual provincia, pertenecían a otros territorios como Cuatro Caminos, perteneciente al barrio de Portugalete del municipio de San José de Las Lajas. Guatao y Punta Brava eran barrios de Hoyo Colorado; después de Bauta. Santa Fe, formaba parte del barrio de Baracoa del término municipal de Bauta; mientras que Guanabo constituía un barrio de la municipalidad de Jaruco.58

Al concluir la Guerra de Independencia se produce la primera ocupación militar norteamericana (1899-1902), por lo que la Isla quedó a cargo de un gobierno militar —la División de Cuba del ejército norteamericano—, el cual organizó el país en siete departamentos militares. Cinco provincias coincidieron con la asignación departa-mental, excepto La Habana, que fragmentada, pasó a tener dos mandos: la provincia, bajo las órdenes del general Lee

58 Censo de la República de Cuba bajo la administración provisional de los Estados Unidos, 1907, pp. 301-302. Oficina del Censo de los Estados Unidos, Washington, 1908.

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y la ciudad, bajo la tutela del general William Ludlow. El mando militar yanqui percibió la compleja gobernabilidad de la ciudad —entonces con cuarenta barrios urbanos y 242 055 habitantes—59 junto al resto de los municipios de la provincia; detalle que incitó a la separación de la unidad territorial y su división en dos departamentos. Al analizar el hecho podemos arribar a la conclusión de que el mismo, es el antecedente más remoto de la actual provincia.

La república neocolonial, inaugurada el 20 de mayo de 1902, restablece la división político-administrativa de los últimos veinte años de la colonia. Al instaurarse el gobier-no cubano desaparecen los siete departamentos militares y resurgen las seis provincias. Nuevamente la ciudad y la provincia de La Habana, se unen como entidad. No obstan-te, se reajustan los municipios y barrios.

En este período La Habana amplió sus límites occiden-tales al asimilar, procedente de Pinar de Río, el término de Caimito del Guayabal (actual Caimito). En 1902 desapare-cen los municipios del Cano y Regla; el primero es anexa-do a Marianao y el segundo a La Habana.

El territorio marianense contaba con cinco barrios: Co-co Solo, Pocito, La Lisa, Playa y Los Quemados, pero al anexar al Cano a su término recibe junto a él a: Arroyo Arenas, Wajay y Jaimanitas, hecho que le obliga a reorgani-zarse. Para mantener el control político-administrativo en su nueva jusdicción, aplicó la estrategia de mantener a los tres primeros barrios incorporados; mas le asignó a Playa, Jaimanitas. De Los Quemados extrajo uno nuevo: La Cei-ba, por lo que al investigar el año 1902, comprobamos que esta municipalidad poseía nueve barrios. Posteriormente —producto de subdivisiones— surgirían de Los Quema-dos, Ceiba y Playa, nuevos barrios: Columbia y Redención, hasta totalizar once.60

59 Informe General sobre el Censo de Cuba, 1899. Dpto. de la Guerra, Oficina del Director del Censo de Cuba, Washington.60 Datos consignados en los censos de 1907; 1919; 1931; 1943 y 1953.

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Regla de pronto convertida en un barrio de La Habana, como lo era antes de 1878, luchó por recobrar su autono-mía. El 10 de junio de 1912, recuperaba su condición de municipio y se dividía, nuevamente, en cuatro barrios.

En 1907 se adecua la división existente, lo cual trae como consecuencia la desaparición de algunos barrios y términos municipales, por lo que citaremos algunos ejem-plos: Guanabo pertenecía al término municipal de Jaruco y en él mantenía la condición de barrio, pero al ser segre-gado de este y pasar a la municipalidad de Guanabacoa, e incluido en el barrio de Campo Florido, perdió su status. Managua, dejó de ser término municipal para convertirse en un barrio del municipio de San José de Las Lajas hasta el 22 de agosto de 1919 cuando, mediante ley, se crea el término de San Antonio de las Vegas y Managua es transfe-rida a ese territorio, conservando igual condición.

Al estabilizarse la división política de la República se pu-do constatar la existencia de ciento veintiséis municipios y de ellos, veintiséis correspondían a la provincia de La Ha-bana. El territorio de la actual provincia de Ciudad de La Habana quedaría ajustado en seis términos municipales y parte de otros tres: Bauta, San José de las Lajas y San Anto-nio de las Vegas. En este espacio se organizaron ochenta y siete barrios, además de una parte de otros dos. Cuarenta y tres barrios corresponderían al municipio de La Habana, doce a Guanabacoa, once a Marianao, siete a Santiago de Las Vegas, seis a Santa María del Rosario, cuatro a Regla, dos a Bauta, dos a San Antonio de Las Vegas, así como los de Santa Fe (barrio de Baracoa) y Cuatro Caminos (barrio de Portugalete). (Ver Anexos16 y 17).

Esta división político-administrativa se hizo incongruen-te con la realidad objetiva debido a que no tuvo en cuenta el desarrollo urbanístico y demográfico, así como cierto avance industrial, en la capital.

La primera propuesta que encontramos para atemperar la división política con este fenómeno la hallamos en los

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apuntes para una ponencia ante la Comisión Codificadora Nacional en 1923, siendo presidente Alfredo Zayas Alfon-so. La misma abogaba por la creación del “Distrito Metro-politano de La Habana”, el cual abarcaría el área de ocho términos municipales: La Habana, Marianao, Guanabacoa, Regla, Santiago de las Vegas, Santa María del Rosario, San José de las Lajas y Bauta:

He ahí, por tanto, una de las razones fundamentales que —entre otras— requieren que la base física, el terri-torio del Distrito Metropolitano de la capital de la Re-pública, se extienda hasta comprender todos los térmi-nos municipales próximos de Regla, Guanabacoa, Santa María del Rosario, San José de las Lajas, Santiago de las Vegas, Marianao y Bauta, que están ya bajo la influencia diaria de la capital y recibirían los inmensos provechos, las condiciones de ese sistema de parques, relacionados entre sí por carreteras que serían boulevares.61

Y continuaba:

…y justamente forman unos 1, 340 kilómetros cuadra-dos los Términos Municipales ahora indicados para el nuevo Distrito Metropolitano. En efecto, hoy La Haba-na y Regla comprenden 104 km2 y 544 milésimas. Ma-rianao 155 km2 y 505 milésimas. Y así sucesivamente, Bauta tiene 282 km2 con 752 milésimas, Santa María 71 con 666; Santiago de las Vegas 81 con 840; Guanabacoa 284 con 41 y San José de las Lajas 359 con 972. Todos suman 1 340 y 020 milésimas.62

La ponencia —abarcadora e integral en cuanto a análi-sis— tocaba temas neurálgicos como: el aprovechamiento 61 Francisco Carrera Justiz. El Distrito Metropolitano de la capital de la república; una apelación a La Habana grandiosa, antecedentes para una ponencia ante la Comisión Codificadora Nacional.62 Ibídem.

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del espacio físico de los terrenos, el saneamiento, la eco-nomía y la gobernabilidad, partiendo de dos hipótesis: una, en la que la nueva unidad político-administrativa sería gobernada por una comisión de siete miembros, cinco de ellos electos en la forma que determinasen las leyes, y dos designados por el presidente; la otra hipóte-sis planteaba la disolución de los términos municipales al funcionar el Distrito Metropolitano como un munici-pio más, el cual sería gobernado por un alcalde y cinco concejales, todos electos.63 Aunque no rebasó de ser un proyecto, el dictamen elaborado para la Comisión Codi-ficadora Nacional abrió las puertas a un debate político que duraría cuarenta años, hasta que en 1963, el Gobier-no Revolucionario crea la Región de La Habana Metro-politana.

Gerardo Machado fue el primer presidente en darse cuenta de la necesidad de reestructurar la división políti-co-administrativa concerniente a la capital y al área metro-politana que a su alrededor se había creado —aún cuando utilizara este fenómeno para sus manipulaciones polí-tiqueras—. Mas la realidad palpable en 1920 era, cuatro ciudades fusionadas: La Habana, Marianao, Guanabacoa y Regla. Estas formaban un gran conjunto urbano, por lo que se hacía necesario dar una respuesta al problema de la gobernabilidad del nuevo espacio.

Así, en los debates sobre las reformas que habría que introducir a la regente Constitución de 1901, además de la “prórroga de poderes”, la cuestión del Distrito Central se convirtió en un tema primordial. En la Cámara de Re-presentantes se planteó la creación del “Distrito Federal” o “Distrito Central” de La Habana. El Senado adicionó la idea de instaurar “Distritos Provinciales” a las capitales de provincias con más de trescientos mil habitantes, adminis-tradas con reglas similares a la del Distrito Central.

63 Ibídem.

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La propuesta para la creación del Distrito Federal o Central se basó en el criterio de no desestabilizar la estruc-tura existente de seis provincias en el país, lo cual conlle-vaba a no segregarlo de La Habana. Su relación sólo debía ser Distrito Central-Provincia de La Habana. A su vez, el senado planteó que al mismo no podrían anexarse más de tres municipios. Con estas características fue aprobado y promulgado —como el resto de las reformas constitucio-nales—, el 11 de mayo de 1928.64 El 13 de abril de 1931, Carlos Manuel de la Cruz, formula ante la Cámara de Re-presentantes el llamado “Proyecto de los Quince” que, si bien no era una reforma constitucional, proponía cambios sustanciales. En su moción inicial abogaba por la disolu-ción del Distrito Central; sin embargo, el 15 de junio de ese año al llevarse a votación, aunque es aprobado, la Cá-mara mantuvo la idea originaria del Distrito Central.65

La aceptación del “Distrito Central de La Habana” es-tableció la disolución del municipio de La Habana. Sus cuarenta y tres barrios se subordinaron directamente al Distrito Central y junto a ellos, se anexaron los términos de Guanabacoa, Marianao y Regla, quienes verían limita-das sus autonomías municipales al pasar muchas prerroga-tivas al distrito.

La redacción del artículo 91 de la Constitución —re-formado— no esclarece cómo quedaron las alcaldías de esos términos, pues como no se legisló nunca la ley com-plementaria para la implantación del Distrito Central, la aprobación fue puro simbolismo.

El Distrito Central tuvo grandes detractores; Baldomero Acosta, alcade de Mariano, fue uno de ellos: La propuesta oficial de anexión del término marianense —urbanísti-camente ya lo estaba— traía como consecuencia la mer-ma de prerrogativas en la autonomía municipal, lo cual 64 Gaceta Oficial de la República de Cuba, 11 de mayo de 1928.65 Enrique Hernández Corujo. Historia Constitucional de Cuba, t. II, pp. 87-140.

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afectaba en las lides políticas el modo de vida del alcalde y los concejales. Si analizamos fríamente la encarnizada oposición de Acosta respecto al acuerdo de la Cámara, llegamos a la conclusión de que su comportamiento se debió más a las razones antes expuestas, que a la pérdida de identidad local; criterio esgrimido por él ante la opi-nión pública y que captó el apoyo de la mayoría. El insis-tente debate logró el compromiso, por parte del órgano legislativo, de no incluir a Marianao en el Distrito, mas la historia demuestra que tal promesa fue incumplida. En 1932, el gobernador provincial —instado por Machado— destituyó a Baldomero Acosta de su cargo, pagando así su desobediencia.66

Por otro lado, el doctor Ricardo Dolz y Arango, sena-dor por Santa Clara y a la postre, uno de los artífices del “cooperativismo” junto con Wilfredo Fernández y otros le-gisladores, pronunció, casi un año antes de la aprobación de la Reforma Constitucional un estruendoso discurso en la sesión senatorial —13 de junio de 1927— en el cual se oponía a esta y al Distrito:

…No es un proyecto serio y sustancial porque no cam-bia el régimen, no varía el sistema, no toca los artícu-los fundamentales de la constitución, porque es una reforma de los artículos de segundo orden, sin traer nada esencial, nada doctrinal, ni siquiera firmes orien-taciones en la nueva carta fundamental. Es una reforma vacilante y medrosa. Se mantiene la república unitaria, pero se establece un Distrito Central en la provincia de La Habana que, por mucho que sea el tacto con que se establezca, no dejará de alterar el sistema unitario, puesto que, desde entonces, todas las regiones del Esta-do no se regirán por las mismas disposiciones, sino que la provincia de La Habana, contrariando el régimen de

66 Colectivo de autores. “Historia de Marianao”, t. I. En: multimedia Ciu-dad de La Habana: La identidad de la provincia y sus municipios.

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unidad, ofrecerá una organización y sistema distinto a los demás de la república…

…Otra de las reformas es el establecimiento del Distri-to Central. Sobre esto tengo que extenderme un poco más que de las anteriores. Ya he dicho que se rompe el carácter unitario de la República desde el momento que hay una provincia que se rige orgánicamente por leyes diferentes. Ahora digo que en el terreno de la política pasan en Cuba cosas asombrosas. Yo no sé como miem-bros del Partido Liberal y del Partido Popular pueden defender una reforma que priva a los ciudadanos de la elección de los funcionarios locales; yo no sé como se pueden llamar políticos liberales y populares y quitar al cubano la elección de su Alcalde. Era preferible privarle de la elección del Presidente de la República. Se le quita al ciudadano el derecho más arraigado, se le priva de elegir a su Alcalde, y firman y aceptan y votan la refor-ma liberales y populares. Bueno; yo no acepto en ma-nera alguna el Distrito Central por dos fundamentales consideraciones que voy a exponer.

Es la primera, por la forma en que se establece. Dice el Artículo XIII del proyecto, que modifica el Artículo 21 de la Constitución (lee): “La provincia de La Haba-na, comprenderá además a todos los efectos, el Distrito Central. Tendrá este los límites que la ley determine. La ley determinará también la forma de gobierno del Distrito y todo lo que con el mismo se relacione”. Es decir que el Distrito Central se establece por el des-acreditado sistema de promesa de una ley. ¿El Congre-so lo establecerá por una ley? Yo sé que me van a salir al paso señalando la disposición transitoria décima quin-ta que dice: (lee) “La ley creando el Distrito Central regirá necesariamente el 24 de febrero de 1931”. Pero aún cuando se diga que esta ley regirá en 1931, esta ley la hará el congreso o no la hará y no regirá porque

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no hay poder alguno que pueda obligar al congreso a legislar para ese día y fecha determinada. Porque aquí lo que se ordena es una obligación de hacer y todos los juristas del mundo no han encontrado en el Derecho Civil fórmula para que se cumpla la obligación de ha-cer, sino de estas dos maneras: o haciéndola a costa del obligado cuando es personalísima, o condenándolo, cuando tiene este carácter, a un resarcimiento de pre-juicios, fórmulas las dos inaplicables al congreso que libérrimamente hará o hará la prometida ley. Es decir que no hay forma ni manera de hacer cumplir lo que se dispone en esos textos del proyecto y que la creación del Distrito Central se deja en lo incierto, a lo indefini-do, a lo indeterminado. La ley se hará, según se quiera, pero no para cumplir la décima quinta de las dispo-siciones transitorias, sino para satisfacer otra clase de propósitos. Si esto esa así, señores senadores, el gran Distrito de La Habana con varios ayuntamientos que se han de unir va a ser un juego electoral monumental y según convenga en una ocasión privar a un partido del voto municipal se hará la ley y si no conviene privarlo de ese voto no se hará la ley, o se revocará la dictada, que a tal inestabilidad conduce esta forma de legislar, y tendremos a la Constitución del Estado, a la ley bási-ca del país sirviendo para maquinaciones de segundo orden político. Jamás aceptaré la creación del Distrito Central en forma que sirva de pretexto, cuando con-venga, para obtener ventajas políticas, pudiendo crear-se, modificarse o quitarse, como toda ley al antojo de los políticos. He ahí una razón fundamental en virtud de la cual me opondrá siempre a que se establezca de esa forma, el Distrito Central de que se trata.

Pero hay una razón más, hay otra muy grave señores; se prorrogan los poderes de la nación: Presidentes de la República, Senadores, Representantes, Gobernadores y

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Alcaldes municipales, menos uno, el Alcalde de La Ha-bana. ¡A ese no se le prorroga!

He dicho en otras ocasiones cuando se discutían aquí ciertos proyectos de leyes, que yo veía entre las colum-nas la persona o personas a quienes afectaban; y me parece ahora en ensueños, al discutir este proyecto con esa sola excepción, que veo entre columnas la figura simpática y brillante del actual Alcalde municipal de La Habana. La elección del doctor Miguel Mariano Gómez, señores, para la alcaldía de La Habana es uno de los hechos que debiera celebrar con agrado todo el pueblo cubano, porque es la única vez que en Cuba se han ce-lebrado unas elecciones a la inglesa, en que no triunfó más que la opinión, la sola fuerza de la opinión, luchan-do contra todas las contrariedades, contra todas las in-fluencias y contra los más fuertes partidos militantes. De todos los funcionarios electos y que desempeñan funciones el único que parece llevar tácitamente, con más intensidad la aureola popular, es precisamente el único alcalde a quien no se le prorrogan los pode-res…67

Como se observa, aunque era una necesidad crear una nueva instancia político-administrativa que respondiera al fenómeno de la ampliación capitalina, esto se manipuló con fines de politiqueros apoyados en el rejuego electoral y así lograr la exclusión de Miguel Mariano Gómez. No obs-tante, no hemos encontrado hasta hoy en las Actas Capitu-lares del Ayuntamiento de La Habana, oposición alguna al Distrito Central, ni documento alguno de Miguel Mariano enjuiciando el proyecto. Este tal vez exista, pues no caben dudas de que el alcalde fue perjudicado en aquella jugada

67 Doctor Ricardo Dolz y Arango. Discurso de oposición a la Reforma Constitucional y la prórroga de poderes pronunciado, pp. 10; 22-24. En: sesión del Senado, el día 13 de junio de 1927.

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política. Sin embargo, en sesión del 20 de agosto de 1928, ya aprobada la Reforma, la Cámara Municipal aprueba la siguiente moción en la que se aprecia resignación y acata-miento:

Moción (…) en la cual después de significar que es de-ber del municipio de La Habana, antes de su desapari-ción como institución municipal a virtud de la recien-te reforma constitucional que lo convierte en Distrito Central, el liquidar todas sus deudas evitando una ma-nifestación de mala fé con sus acreedores o de una indi-ferencia absoluta al cumplimiento de sus obligaciones, y que existiendo pendientes tanto en la administración municipal como en este ayuntamiento incontables re-clamaciones de pago por suministro, haberes, emprés-titos, etc., etc., así como que por reciente Decreto del Ejecutivo Nacional al suspender parcialmente el pre-supuesto municipal, se hace la advertencia de no po-der contraerse mayores gastos que los que se puedan cubrir, siendo por otra parte lógico, decente y de alta moral no contraer deudas para el futuro, hasta que no sean saldadas las pasadas y presentes, ya que nada hay en la ley que ampare al ayuntamiento ni al ejecutivo para desatender sus deberes por el solo motivo de que sean originadas en períodos ajenos al de su mandato y gobierno.68

Machado fue derrocado el 12 de agosto de 1933 sin que se implantara el Distrito Central y Miguel Mariano Gó-mez sería presidente de la República de 1936 a 1938. Del tema no se hablaría en el convulso período de 1933 a 1940. No obstante, en 1933, a la caída de Machado y reestructu-rarse la Policía Nacional se crearía la “División Central de la Policía Nacional” que abarcaba las estaciones de policía 68 Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, lib. 281 (Libro 24), folios 61-64. En: archivo histórico del Museo de la Ciudad.

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de los municipios de La Habana, Marianao, Guanabacoa y Regla, subordinadas a un mando central único; así se suprimían las jefaturas municipales de policía en esos terri-torios. El resto de la provincia de La Habana formaba la 5ta. División con sus secciones (jefaturas) en cada munici-pio, lo cual demuestra la necesidad de hacer funcionar una nueva estructura para la capital.

En la Asamblea Constituyente de 1940 se retoma el asunto, y en el articulado del nuevo cuerpo legal superior de la Nación, aprobado el 5 de junio de ese año, se inserta el artículo 230:

La Ley podrá crear el Distrito Metropolitano de La Ha-bana, federando con la ciudad capital los municipios que la circundan, en el número que la propia ley de-termine.

Los municipios federados tendrán representación di-recta en el Municipio del Distrito Metropolitano, con-servando su organización democrática y popular.69

Este artículo —como tantos otros de la Constitución de 1940, sin dudas de la más avanzada en la época para el continente—, no fue nunca implementado al no aprobarse la ley complementaria que se necesitaba para ello durante los gobiernos del Partido Revolucionario Cubano (Auténti-co) de los presidentes Ramón Grau San Martín (1944-48) y Carlos Prío Socarrás (1948-52); derrocado este último por el golpe militar perpetrado por Fulgencio Batista y Zaldí-var el 10 de marzo de 1952. Sin embargo, la década del cuarenta pondría de moda la terminología “Gran Habana”, para señalar el fenómeno de la ampliación capitalina hacia los términos municipales vecinos. La mencionada denomi-nación comenzaría a emplearse en la prensa, la literatura y 69 Constituciones de la República de Cuba, p. 323. En: archivo Acade-mia de Historia.

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en algunos documentos oficiales sin que ello constituyera una estructura político-administrativa.

Con su llegada al poder tras el golpe de estado Batista adoptó una serie de medidas con vista a afianzar su go-bierno. La Constitución de 1940 conspiraba contra su per-manencia, por lo que fue derogada el 4 de abril de l952, y sustituida por la Ley Constitucional, conocida también como los Estatutos del 10 de marzo. Para el impuesto pre-sidente crear el Distrito Metropolitano era más que, una necesidad, una urgencia personal debido a futuros nego-cios; así, su nueva Constitución reprodujo textualmente el artículo 230 de la derogada ley y quiso hacerla entrar en vigencia como artículo 207.70 Sin embargo, cuando el tirano trató de imponer la legislación complementaria pa-ra establecer el Distrito Metropolitano encontró una gran oposición, incluso, de seguidores como el alcalde de Gua-nabacoa, José Calazán Villalobos Olivera y la Cámara Muni-cipal de aquel término que habían firmado los “Estatutos”, en su sesión del 23 de abril de 1952; pero también en ese día Batista topó con la férrea oposición de tres concejales: Octavio Castilla Terry, del Partido Ortodoxo; José Antonio Cabrera y Armando Interián Comesañas, del Partido Socia-lista Popular.71 Apenas cuatro meses después era aprobada una moción de oposición abierta a la idea batistiana:

Se pasa al segundo punto de la Orden del Día que dice: Conocer de moción referente a la creación del Distrito Metropolitano de la ciudad de La Habana —El Secreta-rio da lectura a la referida moción y la que copiada a la letra dice: A la Cámara Municipal— los concejales que suscriben ante el proyecto hecho público de crear el Distrito Metropolitano de La Habana, del que habrán de formar parte, además de la Capital de la República

70 Ibídem.71 Actas Capitulares del Ayuntamiento de Guanabacoa, lib. 19, folios 411-413. En: archivo histórico del Museo Municipal de Guanabacoa.

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los municipios de Guanabacoa, Marianao, Regla y San-tiago de las Vegas, proponemos a la Cámara Municipal la siguiente Moción. 1- Hacer suyos todos los pronun-ciamientos hechos por el Alcalde Municipal Señor José C. Villalobos Olivera en contra del Proyecto de crear el Distrito Metropolitano de La Habana y felicitarlo por la enérgica, viril y cívica actitud que ha adoptado frente a ese problema. 2- Declara que la oposición de la Cámara Municipal, se funda exclusivamente en motivos de tipo doctrinal, por entender que el régimen de autonomía municipal es el que mejor conviene a los intereses ge-nerales del municipio, pudiendo señalarse, con vista al progreso de Guanabacoa en los últimos diez años, que en este municipio dicho régimen ha sido éxito total. 3- Declara que la Cámara Municipal con esta actitud se coloca junto a los sentimientos de la ciudadanía lo-cal que ha reiterado también su oposición al proyec-to. 4- Demandar que en caso de llevarse adelante las gestiones para la creación del Distrito Metropolitano se interesa que, en defensa de las más puras esencias democráticas se vaya directamente a la consulta popu-lar mediante elecciones del referéndum o plesbiscito, de acuerdo con lo que establecen los vigentes Estatutos Constitucionales.72

Si Marianao y su alcalde Baldomero Acosta habían li-derado la oposición de los municipios cuando el Distrito Central de Machado, ahora era Guanabacoa con el alcalde Villalobos, la que encabezaría la protesta contra el Distrito Metropolitano de Batista; en ambas etapas se obtuvieron los mismos resultados: no se implantó. Justo Luis del Po-zo, alcalde de La Habana, propondría —entre otras solu-ciones—oficializar a “La Gran Habana” como estructura, pero tampoco fructificó. Guanabacoa no sería el único 72 Op. cit., folios 457-458. En: archivo histórico del Museo Municipal de Guanabacoa.

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oponente, en Marianao—registrada en el censo de 1953 como la segunda ciudad de Cuba—, siguiendo la tradición, tampoco fue bien visto el asunto.

El Movimiento 26 de julio en la capital, para la lucha clandestina contra la dictadura batistiana, fue más avizor y demostró que la ampliación de la capital y su separación de la región inmediata, era una necesidad; por tal razón al crearse las direcciones provinciales del movimiento en 1955, en el caso de La Habana, se organizaron dos con iguales facultades: una para La Habana campo o interior, como se le llamaba, y otra para la Habana ciudad, la cual abarcaba no solo al núcleo tradicional, sino también a Ma-rianao, Guanabacoa y Regla.

El derrocamiento de Batista el 1º de enero de 1959, tra-jo para Cuba cambios y transformaciones importantes. La pujante Revolución abría las puertas a los sectores más hu-mildes de la población y los hacía partícipe, a la vez que protagonistas, de la gran metamorfosis que comenzaba a operarse en todos los sectores del país. Con la llegada del nuevo sistema la vieja división político-administrativa en-tró en franca contradicción, por lo que debieron buscar-se alternativas o adecuaciones a los fenómenos que iban presentándose; por ejemplo, en las llamadas “Zonas de Desarrollo Agrícola” implantadas por el INRA (Instituto Na-cional de Reforma Agraria) en los municipios jurídicamen-te establecidos, tuvieron que adoptarse nuevas estructuras; igual situación pudo observarse en los distritos y secciona-les que acogían a las organizaciones de masas (Comités de Defensa de la Revolución, Federación de Mujeres Cubanas) y en las ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas). La necesidad de reconocer a la “Gran Habana” y así impul-sar los planes y proyectos socio-económicos, era cada vez más apremiante, lo cual conllevó a dar los primeros pa-sos de la reestructuración. Inicialmente la opinión pública —de los municipios próximos a la capital, de fuertes rasgos de identidad y sentimientos de pertenencia— mostraba sus

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preocupaciones; la anexión a la municipalidad de La Ha-bana traía aparejado la centralización de la administración y una homogeneidad territorial. Esos primeros momentos fueron reflejados así, por el diario El Sol, en l960:

(Titular): DISTRITO METROPOLITANO A LA VISTA ¿…?OTORGADO a la INIT el Hipódromo de Marianao.TRASPASAN al Ministerio de Bienestar Social la lavan-dería municipal de Marianao.CEDEN el Mercado Municipal de Marianao al INRA.TRASLADAN dibujantes y arquitectos del Municipio de Marianao al Ministerio de Obras Públicas.Tales otorgamientos, traslados y cesiones nos hacen sospechar que no está lejano el día en que se enuncie el traspaso del Municipio de Marianao para dejar así in-tegrado el tantas veces proyectado DISTRITO METRO-POLITANO. Otra cosa no puede deducirse de esta polí-tica ya manifiesta de “desmunicipalización” de nuestro Municipio.¿Qué opinamos al respecto? Desconocemos los propó-sitos y el fin para exponer un criterio con fundamento. Si no existe el proyecto de crear el Distrito Metropolita-no, no comprendemos a qué conducen estos desprendi-mientos del patrimonio municipal, cuando de sobra es conocido lo asfixiado que ya están nuestros municipios por parte del Estado, sobre todo en lo que a medios y modos de recaudación respecta. Si existe el proyecto del Distrito Metropolitano, nos inquieta desconocer sus proyecciones y alcance. Es decir, no lo apoyamos ni lo combatimos a priori. Nos concretamos a señalar que nos interesa muy mucho conocer aunque solo sea sus lineamientos generales.El Sol, a través de sus 51 años de vida ininterrumpida como vocero informativo y de opinión de la ciudadanía

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marianense ha sido siempre un tenaz e insobornable combatiente contra los distintos empeños de crear el Distrito Metropolitano, por estimar que en las diversas oportunidades en que se ha activado este proyecto que se remonta a los días de Machado, no existían más que intereses bastardos y politiqueros careciendo sus principales propugnadores de responsabilidad y propó-sitos altos para merecer confianza. Más recientemente, en los días de la tiranía volvimos a la carga cuando Jus-to Luis (del) Pozo se propuso integrar la Gran Habana. Dijimos en aquella oportunidad que nunca como en-tonces debía ser más verticalmente rechazado y comba-tido el proyecto por las condiciones de provisionalidad del despótico régimen de facto.Hoy, Cuba vive momentos de trascendentales trans-formaciones. Jamás ha existido en nuestra Patria un ciclo más propicio para los cambios. Y el cambio de Ma-rianao, Santiago de las Vegas, Regla, Guanabacoa y La Habana en un DISTRITO METROPOLITANO no puede asustar a nadie luego de tan vitales transformaciones en la estructura misma de la sensibilidad ciudadana. No obstante, bueno es señalar el peligro de una centraliza-ción inconsulta que no se someta a la discusión viva de la ciudadanía.¡Esperemos!73

El rotativo marianense arriba a conclusiones muy favo-rables ante el problema de la unidad capitalina. Ese año, 1960, sería cardinal para la aprobación de nuevas medidas revolucionarias de beneficio popular que harían que Fidel Castro, máximo líder del proceso revolucionario —el 15 de octubre de ese año— declarara el cumplimiento del Programa del Moncada.

73 Periódico El Sol. Año 51. No. 24, p. 1, lunes, 8 de febrero de 1960. En: archivo histórico del Museo Municipal de Marianao.

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En 1961, ya proclamado el carácter socialista de la Re-volución, se procede a la instrumentación de una nue-va forma de gobierno a niveles provincial y municipal, también se crean las Juntas de Coordinación, Ejecución e Inspección (JUCEI). En la provincia de La Habana, la JUCEI se constituye el 18 de julio, designando como pre-sidente a José A. Naranjo Morales, y a partir de entonces a crean las JUCEI municipales. En el caso del área me-tropolitana, la “Comisión Planificadora de La Gran Haba-na”, sería la encargada de resolver los problemas de los municipios interrelacionados al formar el conglomerado urbano. Veamos cómo abordó el asunto el Comandante Raúl Castro Ruz, en el discurso de constitución de la JU-CEI provincial:

¿Cómo funcionará la JUCEI de La Habana?Naturalmente, y esto siempre deben tenerlo presente los compañeros que en ella laboran, la órbita de sus funciones es más limitada, más estrecha en cierto senti-do, que las JUCEI de las provincias del interior.La razón es clara. La ciudad de La Habana es la sede de los Ministerios y de los organismos centrales de la administración revolucionaria, de la economía, etc. En consecuencia, algunos de los objetivos de coordina-ción, formas de trabajo, etc., están cubiertos dentro de la estructura de estos aparatos u órganos de la adminis-tración, como parte de sus funciones propias.Esa es una situación que hay que tener en cuenta.El campo de acción de la JUCEI, pues, es un tanto más reducido, si se le compara con los del interior, donde operan a toda función organismos intermedios de la dirección estatal y revolucionaria. Desde luego, no que-dan excluidas ciertas funciones de coordinación, de ejecución, de inspección, etc., pero como he dicho, en un ámbito más limitado.

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En relación con La Habana surge un problema especial: su estrecha ligazón e identificación —como núcleo de población más numeroso e importante del país— con una serie de municipios periféricos como Marianao, Re-gla, Guanabacoa, Santa María del Rosario y Santiago de las Vegas. Todo esto tiende a formar la Gran Habana y la JUCEI debe condicionar su labor y su gestión a ese hecho.En vista de esta realidad, nos proponemos organizar dentro de la JUCEI de La Habana una Comisión Especial o, si ustedes quieren, un organismo ejecutivo espe-cial para atender, coordinar e impulsar la actividad y las funciones administrativas de los municipios de la Gran Habana. Esta comisión especial u organismo ejecutivo especial estaría compuesto por el Presidente, Vicepresi-dente, el Secretario y el Vicesecretario de la JUCEI, más los comisionados de los municipios señalados: Habana, Marianao, Guanabacoa, Regla, Santa María del Rosario y Santiago de las Vegas.Hay que tener en cuenta —y es justo por lo tanto darle importancia a esa Comisión—, que en los citados mu-nicipios reunidos en la Capital, o sea la Gran Habana, hay aproximadamente dos millones de habitantes. El presupuesto de esa Gran Habana, o el presupuesto con-junto de esos municipios, es alrededor de 30 millones de pesos, o sea, más del cincuenta por ciento de todos los presupuestos de todos los municipios del país.(…)Es decir, que de esa forma queda constituida la JUCEI provincial con sus características especiales, y próxi-mamente se pasará a organizar en escala local, o sea municipal, teniendo en cuenta lo que ha de ser la Gran Habana, que han de atender, como decíamos, en co-misión especial, los comisionados de Marianao, Regla, Guanabacoa, Santiago de las Vegas, Santa María del

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Rosario, el de La Habana, Presidente, Vice y Secretario y Vice del JUCEI Provincial.74

La realidad es que el nacimiento de la provincia de Ciu-dad de La Habana —gestada en 1899 al crearse el Depar-tamento Militar; reiniciada con la aprobación del Distrito Central en 1928, e incluida en la Constitución de 1940— lo hallamos a partir de 1961, con la labor realizada por la Co-misión Planificadora para “La Gran Habana” (organismo de la JUCEI provincial), el cual dio paso en 1963, a la re-gión de La Habana Metropolitana. Esta se comportó como una especie de sub-provincia, que si bien era parte de la provincia de La Habana, funcionó en muchos aspectos co-mo una región autónoma capaz de decidir sus cuestiones, aunque con un determinado nivel de subordinación direc-ta al gobierno central para no pocos menesteres debido a que se trataba de la capital de la República. Analicemos un fragmento del proyecto de la nueva división político-admi-nistrativa, discutido en el Comité Provincial del PURSC (Par-tido Unido de la Revolución Socialista de Cuba), en 1962:

EN LA PROVINCIA HABÍAN TRES ZONAS DIFERENTESEn el territorio de la provincia podían señalarse clara-mente tres zonas diferenciadas: La Habana Metropoli-tana, el resto de la provincia y la Isla de Pinos. En el caso de La Habana Metropolitana se hacía evidente que era necesario rectificar los límites de los municipios que se consideran integrantes de la misma, pasando una parte de la zona agraria de los mismos a La Habana Interior.1. PREVER LA POSIBLE CREACIÓN DE LA HABANA METROPOLITANAPor lo tanto no debíamos crear regiones que tuvieran una parte de su territorio en La Habana Metropolitana

74 “Constitución de la JUCEI en La Habana”. En: Revista Obra Revolu-cionaria.

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y otra fuera de esta. La estructura debía tener en cuenta las evidentes diferencias entre La Habana Metropolita-na y el resto de la provincia y permitir en un futuro la posible consideración de La Habana Metropolitana como una provincia directamente dependiente del po-der central.75

La Habana Metropolitana significó la desintegración de los municipios de La Habana, Marianao, Guanabacoa, Re-gla, Santiago de las Vegas y Santa María del Rosario y de los ochenta y siete barrios en que estos se dividían.

La Habana “interior” fue enriquecida por el territorio rural y semirural de la zona este del municipio de Guana-bacoa, y pasaron a formar parte del nuevo municipio de Campo Florido, incorporado a la región de San José de las Lajas. Una parte, también rural, del antiguo término de Santa María del Rosario —de conjunto con otras zonas de San José— integraron otro nuevo municipio: Cuatro Caminos, insertado en el regional San José y el poblado del Rincón, que había sido del término de Santiago de las Vegas, pasó al municipio de Bejucal, afiliado a la región Quivicán. Ciudad de La Habana, región históricamente for-mada y con propia identidad, se convirtió en provincia en 1976, con sólo algunas ampliaciones en sus límites, respec-to a La Habana Metropolitana.

La división político-administrativa de 1963, dividió a La Habana Metropolitana en siete regiones, y estas a su vez, en treinta y ocho seccionales. Las regiones eran: Centro Habana, Plaza de la Revolución, 10 de octubre, Puerto–Re-gla–Guanabacoa, San Miguel–Cotorro, Marianao y Boye-ros. Los nuevos límites no coincidieron con los antiguos municipios; por ejemplo, el término de La Habana fue di-vidido entre Centro Habana, Plaza de la Revolución y 10 de octubre, cediendo una parte a Puerto–Regla–Guanabacoa y 75 Proyecto de nueva división político-administrativa de la provincia de La Habana. Comité Provincial de La Habana del PURSC.

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otra a Boyeros. Otras zonas guanabacoenses y de La Haba-na, más la vieja municipalidad de Regla formaron Puerto–Regla–Guanabacoa. Se integraron a San Miguel–Cotorro, otras localidades de Guanabacoa y casi todo el territorio de Santa María del Rosario. Marianao pasó de municipio a región, casi sin alteraciones en sus límites, aunque cedió al Wajay, que pasó a Boyeros y adquirió a Santa Fe, que hasta entonces había pertenecido al municipio de Bauta. Boyeros compactó casi todo el término de Santiago de las Vegas, más una parte de La Habana y Marianao.

Los seccionales fueron los herederos de los disueltos barrios, pero con un aparato de gobierno equivalente al de los municipios de las restantes provincias, por lo que po-demos plantear que los mismos eran un híbrido de barrios y municipios. La región de Centro Habana quedó confor-mada, inicialmente, por los seccionales La Habana Vieja (a la cual se propuso denominar 9 de abril), Dragones, Pueblo Nuevo-San Lázaro (propuesto a llamar Mártires de Humboldt 7) y Marte-Arsenal; más tarde el seccional Pue-blo Nuevo-San Lázaro se subdividió en dos seccionales: Pueblo Nuevo y Cayo Hueso. El espacio de esta región era el que había correspondido a treinta de los cuarenta y tres barrios del municipio de La Habana de acuerdo a la divi-sión anterior: Colón, La Punta, Tacón, Marte, Guadalupe, Monserrate, Dragones, San Leopoldo, Chávez, San Lázaro, Cayo Hueso, Pueblo Nuevo, San Nicolás, Peñalver, Ceiba, Arsenal, Paula, Jesús María, San Felipe, San Francisco, San Juan de Dios, Santa Clara, Santa Teresa, Santo Ángel, Santo Cristo, Templete, Vives, Villanueva, San Isidro y El Pilar.

La región de Plaza de la Revolución —llamada por aquel entonces Región Plaza de la Revolución “José Martí”— se formó con el territorio en los que estaban enclavados los barrios de Medina, Príncipe, Vedado, Puentes Grandes y Cerro. Este espacio se dividió en seis seccionales: Prínci-pe, Vedado, La Rampa, Nuevo Vedado, Puentes Grandes y Cerro; al reajustarse posteriormente quedó en cinco, pues

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Nuevo Vedado y Puentes Grandes se unificaron al seccio-nal Plaza, que también abarcó una parte de Príncipe.

La región de 10 de octubre, —inicialmente denomina-da Región Calzada de 10 de octubre—, se constituyó en el territorio de lo que fueron los barrios de Atarés, Luyanó, Jesús del Monte, Manuel de la Cruz, Arroyo Apolo, Arroyo Naranjo y Calvario, los cuales fueron sustituidos por los sec-cionales: Luyanó, Paso Superior, Víbora, Lawton, Arroyo Na-ranjo y Mantilla, pero con el tiempo fueron reorganizados. La nueva estructura hizo desaparecer como tal, al seccional Paso Superior, mas su zona pasó a integrar el Luyanó. El seccional Víbora se dividió en dos: Víbora y Santos Suárez.

La región de Marianao fraccionada primero en los sec-cionales: Playa, Buenavista, Ceiba, Libertad, Centro, La Li-sa y El Cano, fue de manera progresiva adecuándose a esa división hasta quedar seis seccionales. Playa, Buenavista y Ceiba, con algunos ajustes en sus límites, quedaron prácti-camente como estaban. La localidad de Arroyo Arenas que pertenecía a La Lisa, se separó de esta para convertirse en seccional, abarcar El Cano y parte del seccional Centro. El seccional Libertad se amplió al transferírsele una par-te de lo que había sido el Centro, más algunas pequeñas áreas limítrofes de Playa y Buenavista.

Los seccionales de la región Puerto–Regla–Guanabacoa fueron: Regla, Guanabacoa, Puerto-Casablanca, Costa, y Planta y Petróleo. Los de la región San Miguel–Cotorro eran: San Miguel del Padrón, San Francisco de Paula, Antillana de Acero y Cotorro-Santa María. En 1967 se unificaron am-bos territorios para conformar la región Guanabacoa–San Miguel–Cotorro, pero se excluyeron los centros laborales portuarios, los cuales integraron la región Puerto con los seccionales: Puerto, Marina Mercante, Talleres Marítimos y Cabotaje. En 1972, Guanabacoa–San Miguel–Cotorro sería rebautizada como región de Guanabacoa.

El seccional Costa se fragmentaría más adelante en: La Habana del Este (Ciudad Camilo Cienfuegos), Cojímar,

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Alamar y Guanabo. En 1972, los seccionales Casablanca, La Habana del Este, Cojímar y Alamar se unificarían en el seccional La Habana del Este.

San Miguel del Padrón se dividió en dos: San Miguel 1 y San Miguel 2; más tarde, el primero pasó a llamarse seccio-nal Vía Blanca y el segundo, San Miguel; a Cotorro-Santa María le nombrarían seccional Cotorro.

La región de Boyeros estuvo compuesta por los seccio-nales: Armada, Capdevila, Calabazar, Rancho Boyeros, Wa-jay, Santiago de Las Vegas, Aeropuerto Internacional “José Martí” y Tecnológicos. El seccional Rancho Boyeros pasa-do algún tiempo, desapareció, pues su territorio fue divido entre Santiago y Calabazar.

En esa etapa de transformaciones y experimentos no to-dos los seccionales fueron territoriales, también los había de carácter especial pues estaban constituidos por impor-tantes centros laborales. Esta variable, sustentada sobre un concepto económico para su aplicación, tenía una estruc-tura propia —partidista y de gobierno— con la finalidad de proyectarse política y administrativamente. Entre los seccionales laborales en este período podemos destacar: Aeropuerto Internacional “José Martí” y tecnológicos, en la región de Boyeros; Planta Eléctrica-Refinería, en la zona de Regla; y Antillana de Acero, en la zona del Cotorro, A partir de 1972 cuando había madurado la nueva división, se mantuvieron sólo los seccionales territoriales y aquellos que habían existido en centros de trabajos pasaron a inte-grar el seccional que territorialmente le correspondía. En lo que respecta a la estructura partidista, esta se mantuvo a través de los Comités del Partido Comunista subordina-dos directamente al Comité Regional; en esta categoría se incluyó a la Escuela de Cuadros de Mando Agrícola.76

76 Proyecto de nueva división político-administrativa de la provincia de La Habana. Comité Provincial de La Habana del PURSC y Estruc-tura Política Provincia de La Habana, enero 1972. Comité Provincial PCC Habana.

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Como hemos observado, la división político-admi-nistrativa aplicada desde 1963 hasta 1976, fue una etapa de transición —entre la anterior división y la actual— nece-saria para la progresiva y paulatina adecuación a la nueva realidad. En los trece años que estuvo vigente, se realiza-ron numerosos cambios y adecuaciones como los ocurri-dos con seccionales. En 1963, al aparecer la región como instancia intermedia entre el municipio y la provincia, el país quedó dividido en cuarenta y cinco regiones; en 1975, contaba con sesenta y ocho y el total de municipios se ha-bía elevado a cuatro cientos siete, incluyendo los secciona-les de La Habana Metropolitana. A partir de 1966, cuando desaparecen las JUCEI y se crean las Administraciones Locales o Poder Local, se conforma un nuevo órgano de gobierno para La Habana Metropolitana denominado Ad-ministración Metropolitana de La Habana.

El 9 de julio de 1973 fueron constituidas las comisiones, nacional y provinciales, para trabajar en un nuevo proyec-to de división político-administrativa. El 30 de agosto de 1975, la Comisión Provincial de La Habana presentó su es-tudio a la Comisión Nacional. Dicho análisis, sustentaba el criterio de dividir a la provincia en dos y crear además, un municipio especial. La propuesta inicial abogaba por conformar con veinte municipios a la provincia de Ciudad de La Habana, pero esta quedaría en diecinueve: Centro Habana Norte, Centro Habana Sur, La Habana Vieja, Ve-dado, Cerro, Víbora, Lawton, Almendares, Playa de Maria-nao, Marianao, Punta Brava-Lisa, Alta Habana, Santiago de las Vegas, Arroyo Naranjo, San Miguel del Padrón, Cotorro, Regla, Guanabacoa y La Habana del Este. El número veinte había sido Arroyo Apolo, pero se insertó dentro de Arroyo Naranjo.77 (Anexo 18)

77 Propuesta de división municipal de las comisiones provinciales de la DPA a la Comisión Nacional, 30 de agosto de 1975. Fondo Flabio Bravo Pardo 29/3; 2/2:2; 1/1-136, pp 74-75. Archivo del Instituto de Historia de Cuba.

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En los debates posteriores, las propuestas de Centro Habana Sur (Jesús María) y La Habana Vieja (Intramuros) se fusionaron en Centro Habana Vieja; Víbora y Lawton, en Diez de Octubre; Almendares y Playa de Marianao, en Playa, así como Alta Habana se uniría a Santiago de las Ve-gas. De esta forma el anteproyecto quedaba enmarcado en quince municipios.

A partir del resultado de los estudios realizados por la comisión constituida a esos efectos, en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (17 al 22 de diciembre de 1975), se aprobaría la división político-administrativa del país en catorce provincias y ciento sesenta y nueve munici-pios. Posteriormente, el Buró Político del Comité Central del Partido, en su reunión del 13 de mayo de 1976, adopta-ría un acuerdo para instrumentar la nueva división, la cual fue refrendada por el poder estatal mediante la Ley 1304, del 3 de julio de 1976. Con esta ley nació jurídicamente la provincia de Ciudad de La Habana fraccionada en quince municipios.

El anteproyecto para la nueva división político-admi-nistrativa del país, contempló en su propuesta nombres identificativos a los municipios, en el caso de la naciente Ciudad de La Habana, seis de ellos fueron rechazados en el transcurso de los debates; ellos son: Centro Habana Nor-te, Centro Habana Vieja, Lisa–Punta Brava, Marianao Norte, Santiago de Las Vegas y Vedado. El Buró Político del Co-mité Central del Partido Comunista de Cuba aprobó por acuerdo —en la reunión citada— llamarlos: Centro Haba-na, La Habana Vieja, La Lisa, Playa, Boyeros y Plaza de la Revolución. Los restantes municipios quedaron identifi-cados como: Arroyo Naranjo, Diez de Octubre, Cerro, Co-torro, Guanabacoa, Regla, La Habana del Este, San Miguel del Padrón y Marianao.

El 31 de octubre de 1976, fueron constituidas las Asam-bleas Municipales del Poder Popular y el 7 de noviembre, la Asamblea Provincial del mismo órgano.

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Para ajustar los límites de la nueva provincia se hicieron correcciones a los linderos entre lo que había sido La Ha-bana Metropolitana y La Habana Interior. Para tener una mejor comprensión del fenómeno expondremos algunos ejemplos: el municipio de Punta Brava, de la región de Bau-ta, pasó a integrar La Lisa; El Rincón, municipalidad de Bejucal, región de Quivicán, pasó a Boyeros; el municipio de Managua, de la región de San José de Las Lajas, pasó a Arroyo Naranjo; parte del municipio de Cuatro Cami-nos, de la propia región, pasó al Cotorro, y el municipio de Campo Florido, igualmente del regional San José, pasó a formar parte de La Habana del Este. Con ello, el área me-tropolitana ampliaba sus límites hacia el oeste, el sur y el este, recuperando las zonas agrícolas excluidas en 1963.

La división de 1976 no es perfecta. Su aplicación obede-ció a los resultados de los estudios multifactoriales de con-tenido geográfico, social, económico, cultural, histórico y militar, entre otros. La misma tiene aspectos cuestionables referentes a los límites entre las provincias y municipios. Otro de los problemas es el de las subdivisiones estructu-rales internas de las municipalidades, pues estas al quedar organizadas en circunscripciones, obedecían más a intere-ses electorales y de rendición de cuentas de los delegados a sus electores, que a otros aspectos. No obstante, la división territorial se adecua en lo fundamental a las necesidades de los tiempos actuales.

En 1988 se experimentó una nueva forma de órgano local del Poder Popular: los consejos populares. El primer pilotaje aplicado en el país se realizó —a partir del 4 de abril de ese mismo año— en San Antonio de las Vegas, del municipio de San José de La Lajas, provincia de La Habana. Los positivos resultados de esta experiencia permitieron hacer extensiva su aplicación, por lo que llegó alcanzar-se la cifra de doscientos veinticinco consejos populares, en toda la nación. En esta primera etapa la proyección de trabajo iba encaminada a estabilizar los vínculos entre la

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población y los gobiernos municipales y provinciales, de ahí que se constituyesen —inicialmente— en poblados y algunas pequeñas ciudades y pueblos que no eran cabece-ras municipales.

En el caso de Ciudad de La Habana se escogieron para el ensayo las siguientes localidades periféricas: Campo Flo-rido, Guanabo, Guanabacoa Campo, Managua, Wajay, Pun-ta Brava y El Cano. El desenvolvimiento satisfactorio de los consejos en estas urbanizaciones posibilitó que, el 24 de septiembre de 1990, la Asamblea Provincial del Poder Popular tomase como acuerdo implementar su práctica en todo el territorio. El 1º de octubre, la misma era aprobada por el Consejo de Estado de la República. En sus inicios la ciudad abarcó noventa y tres consejos, pero cinco años después, por determinadas adecuaciones, se incrementa-ron su cifra a ciento dos. En el año 2000, la provincia con-taba con ciento cinco consejos populares. (Ver anexo 20)

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9. La ReGiÓn hiStÓRicay SuS Sub-ReGiOneS

Es contemporáneo el debate sobre la región histórica, su existencia o no, su compatibilidad con la región geográ-fica o con la región económica, la existencia dentro de la regiones de una o varias zonas o sub-regiones históricas, su formación o desaparición en el tiempo, su fusión o asi-milación por otra región, los vínculos interregionales, el vínculo ciudad-región y otros aspectos relacionados con el tema. Varios son los autores que han aportado concep-tualmente elementos teórico-metodológicos sobre el par-ticular. En Cuba, el doctor en Ciencias Históricas Hernán Venegas Delgado, es uno de los expertos en esta temática que más se le debe.

Según el doctor Venegas, “el medio geográfico, en-tendido como asimilación humana del territorio, es una base fundamental pero no única en el momento de de-finir la región histórica”.78 Y más adelante nos dice: “La región geográfica en particular es el medio en que se asienta la región histórica, pero no necesariamente ni siempre tienen que concordar los límites de ambas. Es el hombre, en su actividad, el que traza esos límites his-tóricos...”79

78 Hernán Venegas Delgado. “Indicadores fundamentales para definir la región histórica: primera aproximación”. En: Provincias, regiones y localidades. Historia regional cubana.79 Ibídem.

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También señala como indicador esencial el tipo de eco-nomía, aunque no es el único, para definir la región his-tórica. La estructura de clases es otro pilar fundamental, pues establece la necesaria relación entre la estructura so-cial y las realidades económicas; las migraciones y el pro-blema étnico contribuyen a la tipificación y singularización de las regiones y nos alerta que, en el plano político de-bemos observar varios sub-indicadores, entre ellos: la di-visión político-administrativa como elemento propiciador y dinamizador en la formación de la región histórica, ya que el Estado tiende a facilitar o a convalidar jurídicamen-te el surgimiento y desarrollo de la región. La aparición de grupos de poder regionales y los acontecimientos políticos internacionales incluyen elementos diferenciadores para cada región.80 Otros indicadores que señala son: el urba-nismo y arquitectura como elementos de identidad regio-nal, el nivel cultural y educacional muestran la existencia de una personalidad regional; la llamada cultura popular tradicional es necesaria para el enfoque unitario historia-cultura, así como el comportamiento de sectas religiosas e instituciones fraternales, que presentan una incidencia diferenciada en el plano regional.81

Si aplicamos tales conceptos a la provincia de Ciudad de La Habana llegamos a la siguiente conclusión: la misma constituye una región históricamente formada que logra tipificarse como tal, asumiéndose independiente de su región natural, contigua e inmediata, La Habana Interior, desde los primeros momentos del siglo xx.

En el capítulo dedicado a los procesos fundacionales hicimos referencia al amplio territorio ocupado por La Ha-bana en el siglo xvi, espacio que paulatinamente comenzó a reducirse al aparecer nuevos asentamientos como el de Matanzas en el siglo xvii, o el de la gran región alrededor

80 Ibídem.81 Ibídem.

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de Güines en el xix. Al arribar al siglo xx hallamos estruc-turadas otras regiones en torno a San Antonio de los Ba-ños, San José de las Lajas y Bauta, y observamos como en el decursar de tres siglos quedó La Habana confinada a la ciudad y su área metropolitana. No obstante, tal concentra-ción en su región no significó —ni significa— un divorcio con el interior de la provincia; por el contrario, la ciudad ha mantenido hasta hoy una relación de interdependencia económico-social con otras regiones de la jurisdicción ve-cina, a la vez que estas necesitan de ella.

Si observamos en un mapa geográfico el territorio que ocupan las dos provincias y recordamos además, los ras-gos comunes de identidad existentes entre ellas, podre-mos afirmar que estamos frente a una macroregión. Sin embargo, estos rasgos no sólo se advierten en ambas; ana-licemos brevemente la llanura La Habana-Matanzas.

Desde el punto de vista económico-social la llanura for-mó un solo eje: plantaciones azucareras-esclavistas, y se ex-tendió desde Cabañas (al oeste) hasta Cárdenas y Colón (al este). El desarrollo de este tipo de economía trajo apareja-do una similitud en la composición étnica, los cultos de ori-gen africano, la música, la danza y la cultura popular —hoy reconocida como tradicional— capaz de rebasar los lindes de las regiones. Este conglomerado de elementos sociocul-turales también se extiende hacia el territorio este de Pinar del Río: Los Palacios, San Cristóbal, Candelaria, Bahía Hon-da y su continuidad natural: Artemisa, Mariel y Guanajay —zona que pasó a formar parte de La Habana en 1968— y que se caracterizó como productor, junto al cultivo de la caña, de la siembra de café en la Sierra del Rosario.

La identidad entre los territorios occidentales es tal, que los ajustes político-administrativos de 1968, no constituye-ron un trauma social para los habitantes de esos territorios como así lo demuestran los siguientes ejemplos: la zona pi-nareña devenida de pronto en habanera, o el territorio de Canasí hasta entonces matancero, que pasó a formar parte

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de Santa Cruz del Norte, en La Habana. Un antecedente de esta identidad colectiva lo hallamos en 1902, cuando el lí-mite entre La Habana y Pinar del Río estaba prácticamente a las puertas de la capital, pues Caimito del Guayabal era parte de la más occidental de las provincias de Cuba, y su límite pasaba nada menos que por Hoyo Colorado —hoy Bauta— a escasos kilómetros de la urbe capitalina. Caimito se integró a La Habana Interior sin ningún contratiempo. En cambio, sí existen diferencias sustanciales con respecto a los territorios del centro y occidente de Pinar del Río: vegueros por excelencia, con una cultura diferente que los hace más autóctonos.

Los vínculos interregionales entre Ciudad de La Haba-na y La Habana son tales, que constituyen un fenómeno digno de estudio. Los territorios fronterizos tienen lazos históricos indestructibles como el Cotorro con San José de las Lajas. Santiago de las Vegas con Bejucal, La Salud y Qui-vicán. Marianao y La Lisa con Bauta, Caimito, San Antonio de los Baños, Guanajay y Artemisa. Guanabo y Campo Flo-rido con Santa Cruz del Norte, Hershey y Jaruco. La Playa de Marianao y Santa Fe con Playa Baracoa, El Salado y Ma-riel; por citar algunos.

La expansión industrial hacia el sureste, tomando co-mo eje la Carretera Central, casi llega a unir al Cotorro y San José. El poblado de Cuatro Caminos pasó de uno a otro municipio sin que el hecho constituyera un motivo de desarraigo para sus habitantes. Sin embargo, Punta Brava, Guatao y Santa Fe fueron absorbidos por la capital en de-trimento de Bauta, ciudad a la que los unían lazos históri-cos de dependencia, mientras que El Rincón se convirtió en punto de transición entre Santiago y Bejucal.

Como hemos observado, en el espacio de la actual pro-vincia de Ciudad de La Habana se produjo entre los siglos xvi y xix, el desprendimiento de importantes localidades que iban desarrollándose fuera de la égida de San Cristó-bal de La Habana.

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No obstante, en el xx se produce el fenómeno a la inver-sa: las localidades que antes se habían independizado se integran ante el avance de la expansión industrial y urba-na de la capital. Esto se refleja en la conformación de una gran región metropolitana pero, que al contar con oríge-nes diversos, evoluciones históricas diferentes y conservar, hasta donde le es posible, identidades propias, configuran las subregiones o zonas históricamente formadas.

Ciudad de La Habana, no tiene una formación histórica única sino diversa, hecho que nos hace dividirla en cuatro sub-regiones o micro-regiones por su posición geográfica; estas serían: Centro Norte, Centro Sur, Este y Oeste. Mas históricamente serían: la ciudad de San Cristóbal de La Ha-bana, las localidades del antiguo Camino Real del Sur, el territorio en torno a la villa de Nuestra Señora de la Asun-ción de Guanabacoa y la gran ciudad de Marianao.

9.1. La SubReGiÓn centRO nORteO San cRiStÓbaL de La habana

La subregión Centro Norte es un minúsculo espacio en to-do el contexto provincial, aunque alberga a una considera-ble parte de la población. Se extiende desde la ribera este del río Almendares hasta las márgenes de la rada habanera, y desde el litoral hasta encontrarse con la subregión Cen-tro Sur. Abarca los municipios de La Habana Vieja, Centro Habana, Cerro y Plaza de la Revolución. Es un área total-mente urbanizada a pesar de que incluye parte del Gran Parque Metropolitano de La Habana correspondiente a los municipios El Cerro y Plaza.

Esta región podemos señalarla como el espacio de de-sarrollo de San Cristóbal de La Habana desde su origen hasta el siglo xix; es por tanto La Habana histórica, origina-ria, la ciudad en sí, del siglo xix, el centro tradicional de la gran urbe que llega a consolidarse en el siglo xx.

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El antecedente más remoto de nombrar al territorio La Habana Vieja como tal, nos llega de 1863, con el derribo de las primeras murallas. Al unificarse intramuros y extramu-ros, la población con el fin de destacar la zona que estuvo protegida por las murallas, comenzó a llamarla La Habana Vieja o antigua; por tanto, lo que hoy designamos como La Habana Vieja no es nada más que el sitio fundacional, la vi-lla primitiva, el lugar que no rebasaba los actuales límites al recibir el título de ciudad. El empleo del término aparece oficialmente por primera vez en 1963, cuando se crea el sec-cional y este es identificado, dentro de la región de Centro Habana, con ese nombre. Al aplicarse la división de 1976, pasa de seccional a municipio con la propuesta de ser re-conocido como Centro Habana Vieja, pero finalmente fue denominado como tradicionalmente le llamó la población.

Centro Habana en cambio, como sustantivo propio, nos recuerda que es el centro actual del comercio y los servi-cios de la capital. A los barrios iniciales de Centro Habana (Guadalupe, San Lázaro, Los Sitios, Dragones) se le suma-rían a partir del siglo xviii otros, como Pueblo Nuevo, al sur de la Zanja Real y del Paseo Militar. Colón, surgido en el xix como sustitución del peculiar “barrio de los barracones”, el cual se había constituido en 1779 con fines militares y Ca-yo Hueso, barriada de emigrados cubanos, principalmente de Tampa y Key West (Cayo Hueso por la interpretación popular, de ahí el nombre) a finales de la decimonovena centuria. A la excepción de Jesús María y los barrios que de él se desprenderían: Arsenal, Marte y Vives, más El Cerro, que sería posterior, La Habana extramuros, es en esencia la actual Centro Habana. El nombre que hoy adopta nunca había sido empleado de manera oficial, ni por la pobla-ción, antes de 1963. Es a partir de esa fecha, al crearse el regional que comienza a emplearlo. En 1976, se propuso que el territorio a abarcar por la nueva municipalidad fue-se reconocido Centro Habana Norte, mas por consenso se determinó nombrarla como hoy la conocemos.

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Un exhaustivo estudio del crecimiento de La Habana hasta el siglo xix, realizado por el doctor en Ciencias His-tóricas Arturo Soreghi D´Mares, que demuestra las cuatro etapas de ese desarrollo con sus estudios manzana a man-zana.82

El Cerro también forma parte de la ciudad tradicional y sus antecedentes se remontan a la colonia temprana. Como barrio urbano debe su desarrollo a la nobleza y la burguesía criollas del siglo xix, quienes huyendo del creci-miento poblacional de La Habana intramuros decidieron trasladarse hacia el campestre y apacible lugar y edificar allí sus casas quintas, espaciosas, con amplios jardines y separadas unas de otras.

La aristocracia habanera no tardaría en abandonar El Cerro hacia otras zonas vírgenes como el Vedado. Su nom-bre proviene de una decisión del cabildo que declaraba vedado el paso de personas y animales por los terrenos, desde la caleta de Juan Guillén o San Lázaro hasta la des-embocadura de La Chorrera o Almendares, como protec-ción ante el acecho de corsarios y piratas. No obstante, ese espacio se iría colonizando paulatinamente. El Carmelo, primero fue estancia y un caserío con iglesia; San Antonio Chiquito, poblado e ingenio; Bongó y Gavilán, caseríos de humildes pescadores en las inmediaciones de la desembo-cadura de La Chorrera y la estancia del Vedado. Colindan-te a esos terrenos, San Jerónimo de los Puentes Grandes, poblado que fuera desde el siglo xviii, sitio preferido para veraneo por la aristocracia habanera. En estos elementos hallamos la simiente del actual municipio de Plaza de la Revolución.

Hemos analizado en capítulos anteriores la importan-cia y repercusión que trajo para la ciudad la urbanización y su desarrollo posterior, del Vedado, por lo que sólo hare-mos hincapié en un detalle: paralelo al desarrollo de este

82 Arturo Soreghi D´Mares. La Habana en el Mediterráneo americano.

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barrio residencial estarían los Ensanches La Habana y el Vedado (Barrio de Príncipe) en los años iniciales del siglo xx, así como Aldecoa, en la Calzada de Puentes Grandes, desde mediados del xix.

La división político-administrativa de 1878 permitió el surgimiento del municipio de La Habana, el cual existió hasta 1963; esta porción territorial, íntegramente, formó parte de ese término municipal. A esta subregión, en la di-visión política interna, correspondían treinta y seis barrios, de los cuarenta y tres que conformaban La Habana.

9.2. La SubReGiÓn centRO SuRO LaS LOcaLidadeS deL antiGuO

caMinO ReaL deL SuR

La región Centro Sur tiene características que la hacen muy peculiar; si bien el Centro Norte se integra totalmente a la ciudad capital, el Centro Sur se divide entre una por-ción urbana, que se incluye en la periferia y una porción rural con asientos poblacionales semirrurales ubicados en el llamado entorno metropolitano. 10 de Octubre, Arroyo Naranjo y Boyeros, son los municipios de esta subregión.

El primero de ellos se caracteriza por elevado relieve y un alto índice de habitantes que lo hace el municipio más poblado, en cuanto a población absoluta. Su área está to-talmente urbanizada y ello lo diferencia de los otros muni-cipios que integran la región, donde se combina el paisaje urbano con el rural. 10 de Octubre debe su nombre a la calzada, que no es otra que la antigua Calzada de Jesús del Monte. El calificativo al territorio aparece en 1963, con las adecuaciones a la división político-administrativa hecha entonces, y dieron origen a la región “Calzada de 10 de octubre”; esta abarcaba también la parte norte del actual municipio de Arroyo Naranjo. Hasta ese año la demarca-ción fue parte del municipio de La Habana, pero en 1976,

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al desaparecer la región, se forman dos municipios: 10 de octubre y Arroyo Naranjo.

El núcleo poblacional originario del actual municipio de 10 de octubre lo encontramos en el poblado de Jesús del Monte, devenido barrio urbano al incorporarse definitiva-mente a San Cristóbal de La Habana en el siglo xix cuan-do, con la urbanización de Luyanó y Santos Suárez, quedó atrapado por la ciudad. Su existencia, por tanto, data del siglo xvii y su ubicación en el Camino Real del Sur le permi-tió ser un sitio privilegiado, pero debido a esta ventaja fue escenario de sucesos históricos importantes.

Como ya conocemos a lo largo del camino real, en sus inmediaciones y bifurcaciones, fueron surgiendo otros po-blados que gradualmente la ciudad fue asimilando, a ex-cepción de Santiago de las Vegas y Managua que, aunque no incorporados a la urbe, se insertaron en el área metro-politana en el siglo xx. Lo que une a estos tres municipios, además de la proximidad geográfica, es su evolución his-tórica vinculada al Camino Real del Sur. Todo el espacio de 10 de octubre, el área norte de Arroyo Naranjo (área urbana al norte del río Almendares), más los consejos po-pulares de Armada y Capdevila, del municipio de Boyeros, formaron parte, entre 1878 y 1963, del municipio de La Habana y estaban divididos en seis barrios político-admi-nistrativos.

Si observáramos el mapa político de 1878-1963 de esta subregión veríamos que un gran espacio —ahora pertene-ciente al municipio de Boyeros— era parte del “municipio de Santiago de las Vegas” (Santiago, Rancho Boyeros, Rin-cón, Calabazar, Aguada del Cura, Fontanar, Mazorra).

Santiago fue un “municipio histórico”, recordemos que en su condición de villa tuvo amplia jurisdicción y llegó a ser tenencia del gobierno. Este municipio dio paso en 1963, a la región de Boyeros.

Arroyo Naranjo, cuyo origen proviene del poblado de igual nombre junto a las aguas del Almendares y a la vera

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del Camino Real del Sur, siempre estuvo como estructura en las divisiones político-administrativas y fue uno de los cuarenta y tres barrios de La Habana hasta 1963, en que se convirtió en seccional de la región de 10 de octubre y amplió su área con partes de otros barrios. En 1976 se le otorga la categoría de municipio e incorpora un vasto terri-torio agrícola con asentamientos semirrurales, que habían sido parte de San José de las Lajas.

Los elementos antes expuestos nos hacen afirmar que esta zona constituye una subregión.

9.3. La ReGiÓn deL eSte O nueStRa SeñORade La aSunciÓn de GuanabacOay SuS LOcaLidadeS cOLindanteS

Regla, Guanabacoa, San Miguel del Padrón, Cotorro y La Habana del Este, forman la más extensa subregión pues ocupan la mitad del territorio de la actual provincia de Ciu-dad de La Habana. Como región —geográficamente— se destaca por tener dentro de su circunscripción el extremo oeste de las Alturas La Habana-Matanzas, una abundante hidrografía y fértiles valles interiores. Es una zona de un vertiginoso crecimiento económico en cuanto a la indus-tria, la actividad agropecuaria y el turismo, además de ser el territorio donde descansa, en el futuro, el más amplio crecimiento poblacional por sus perspectivas de nuevas áreas residenciales. Cuenta también con varias localidades de gran población autóctona que mantiene un fuerte sen-tido de pertenencia e identidad.

Guanabacoa ha actuado como cabecera regional desde el siglo xvi hasta el xx, y todos, de una manera u otra, han dependido a través del tiempo de ella. Segunda población de la macroregión vio, antes de ser considerada como villa, el nacimiento de Regla y Santa María del Rosario. Además de pueblo de indios y villa española, fue un importante centro

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en el eje de plantaciones azucarero-esclavista y en su juris-dicción llegaron a existir, entre finales del siglo xviii y a lo largo del xx, más de veinte ingenios azucareros y algunos cafetales, de ahí que la demarcación se convirtiera en un importante núcleo poblacional de origen yoruba y otras etnias africanas, lo cual la hizo una de las de mayor mes-tizaje étnico y cultural, en el que se destacan componen-tes indígena, español, africano y asiático. La religiosidad ile-osha, abakua, y palo monte, se encuentran a lo largo de ese territorio, fundamentalmente en la poblaciones de Regla y Guanabacoa.

Políticamente durante la colonia y la neocolonia, Regla no formó parte de Guanabacoa, fungió como municipio independiente y una parte del tiempo perteneció a la mu-nicipalidad de La Habana; tampoco lo fue Santa María del Rosario, aunque en la organización de la justicia, ambas ciudades pertenecían al mismo Partido Judicial. San Mi-guel del Padrón y la casi totalidad de La Habana del Este, sí fueron territorios guanabacoenses. En la etapa revolu-cionaria se decidió que todo este territorio conformara la región de Guanabacoa.

La actividad portuaria y fabril originada en los astilleros, almacenes y espigones de Regla, así como en los ingenios y talleres de la industria ligera de Guanabacoa, industrializa-ción extendida a San Miguel del Padrón y el Cotorro en las primeras décadas del siglo xx, convierten a esta subregión en un territorio de rica tradición del movimiento obrero y de luchas sociales. Los vegueros de origen canario de Guanabacoa y San Miguel del Padrón participaron en las sublevaciones contra el estanco del Tabaco en 1717, 1720 y 1723. En 1727 se produce la gran sublevación de esclavos negros del ingenio Quiebra Hacha, pero también este terri-torio fue en la Guerra de independencia de 1895, teatro de operaciones militares de la Brigada Norte-Noreste de la 2da. División Habana del 5to Cuerpo de Ejército del Ejér-cito Libertador. En la última etapa de lucha insurreccional,

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el Movimiento 26 de julio contó con cédulas importantes en estas regiones, Regla por ejemplo, ofrendó la vida de muchos de sus mejores hijos por tal de acabar con el régi-men de tiranía impuesto por Batista. A esta región además de elementos idiosincrásicos les une una fuerte tradición de lucha revolucionaria.

9.4. La ReGiÓn deL OeSte O MaRianaO

La numeración de calles, avenidas y casas, aplicada en 1954, dio uniformidad urbanística al territorio al oeste del Almendares que por entonces era un municipio único: Ma-rianao.

Las arterias orientadas de este a oeste, paralelas al lito-ral, fueron consideradas avenidas y enumeradas impares; las orientadas de norte a sur, transversales a las avenidas, se consideraron calles y se les otorgó números pares. A las casas y solares se les dio el número a partir de los primeros dígitos de la entrecalle —norte o este, según el caso— más un número consecutivo, correspondiente a la parcela. De esta forma, Marianao quedó organizada como una ciudad moderna y grandiosa. Era en ella y no en La Habana, don-de residía la mayor parte de la clase dominante y donde además, tenían sus aristocráticos clubes. Como símbolo de poder, Marianao contaba en su territorio con la prin-cipal fortaleza militar de la República: el Campamento de Columbia, sede del estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas y de la principal división de infantería motome-canizada, a finales de la década del cincuenta. Para mayor ostentación construyó un nuevo ayuntamiento: un edificio de diez plantas, copia en miniatura del edificio de las Na-ciones Unidas en Nueva York; ningún otro municipio en Cuba tenía como sede de gobierno municipal un edificio tan encumbrado, ni siquiera el municipio de La Habana que sesionaba en el Palacio de los Capitanes Generales. A

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finales de 1950, La Habana, con tal de ganarle la compe-tencia, comenzó a construir un nuevo ayuntamiento en la Plaza Cívica.

El progreso de Marianao —precisamente la consigna electoral de Orúe, su último alcalde era “Marianao, la ciu-dad que progresa”, la cual quedó plasmada en el escudo de esa ciudad— se manifestó en el censo de 1953, cuando pasó a ser el segundo municipio del país en población por encima de otras capitales provinciales. La fecha inicial de su progreso se sitúa a partir de la fundación en 1858, de la Sociedad de Fomento de Marianao —con la figura de Samá como impulsor de la inauguración del teatro “Principal” y la construcción de una plaza central con su glorieta— y de ahí en lo adelante, el asociacionismo jugaría un papel importante; sobre todo los clubes Rotario y el de Leones que impulsaron la pavimentación vial, la urbanización de repartos y la construcción de obras sociales.

El núcleo originario de esta urbe sería el poblado de Los Quemados de Marianao, fundado en 1720 pero, entre los siglos xviii y xix encontramos otros asentamientos hu-manos independientes. Al surgir nuevos barrios urbanos en el siglo xx: Miramar, Almendares, Buenavista, La Sierra, Ampliación de Almendares, Querejeta, Náutico, Flores, Al-turas de Miramar, Nicanor del Campo, Kolhy, Alturas de Belén, Benítez, Biltmore (Siboney), Country Club (Cuba-nacán), Pogolotty, Finlay, Buen Retiro, Santa Felicia, Larra-zábal, Coco Solo, Zamora, San Rafael, Balcón de La Lisa, Barandilla, La Coronela, Versalles, San Agustín y otros, se produciría, como ya hemos dicho, el gran núcleo urbano.

Aunque oficialmente Marianao era una ciudad y un mu-nicipio independiente a la capital, de hecho, desde media-dos del siglo xx, formaba parte urbanísticamente de ella. Veamos los distintos mapas políticos:

Hasta 1878 este territorio estaba dividido entre La Haba-na (Los Quemados, Ceiba) y Santiago de las Vegas (La Lisa, Arroyo Arenas, Cano) teniendo como límite entre ambos

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el río Quibú. Ese año El Cano y Marianao fueron reconoci-dos como municipios, mientras que Santa Fe, Punta Brava y Guatao formaron parte del municipio de Bauta. Wajay era parte de Santiago de las Vegas; pero en 1902, El Cano y Wajay son anexados por Marianao. En 1963, Marianao pasa de la estructura de municipio a la de región. En 1976, se divide en tres municipios: Marianao, Playa y La Lisa, in-cluyendo este último a Punta Brava y Guatao.

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10. en buSca de un caSO anáLOGOaL de La habana

En los resultados parciales de investigación que poseemos sobre La Habana advertimos como peculiaridad un creci-miento desmedido, al punto, de absolver en su área me-tropolitana a un considerable número de asentamientos poblacionales que existían con vida independiente antes de que la expansión urbana los atrapara y anexara a la gran ciudad, incluso, algunos con varios siglos de existencia. Ninguna otra ciudad del archipiélago se extendió sobre una superficie que supera los setecientos kilómetros cuadrados y ninguna otra ha rebasado tampoco el millón de seres hu-manos; La Habana en cambio, supera los dos millones. No obstante, otras ciudades cubanas cuentan con cierto desarro-llo urbanístico-demográfico, y aunque es evidente la gran diferencia con la capital del país, pueden ser consideradas ciudades de determinada complejidad o superpobladas.

Frente al caso sui géneris de La Habana decidimos ve-rificar si existían otras ciudades cubanas cuyo desarrollo fuese análogo al de la capital en cuanto al hecho de la ab-sorción o anexión de poblaciones aledañas incorporadas a su égida urbana. Con esa finalidad iniciamos estudios de casos en algunas de las más importantes, todas con la ca-tegoría actual, de capitales provinciales: Santiago de Cuba, Holguín, Camagüey y Santa Clara.

Holguín, de acuerdo al análisis de los censos del siglo xx y el único realizado en el presente siglo, es una ciudad

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cuya dinámica de crecimiento es de las mayores del país, y está insertada en una zona que por tradición ha man-tenido altos índices de población. Al observar sus mapas por período, vemos que su crecimiento como ciudad, en cuanto a espacio urbano, no ha traído consigo la absorción de localidades cercanas.

El caso camagüeyano es singular, por tratarse de una ciudad muy poblada mas ubicada en una región histórica-mente despoblada; la ciudad tiene tales dimensiones que, para su mejor gobernabilidad ha sido dividida en cuatro distritos. Estos cuentan con una estructura bastante cerca-na a la municipal: Ignacio Agramonte, Joaquín de Agüero, Julio Antonio Mella y Cándido González. Pero su espacio bien diferenciado entre su centro histórico y los nuevos barrios, repartos y comunidades surgidas posteriormente, no delata que haya asumido dentro de sí a asentamientos humanos independientes en algún momento. En el terri-torio del municipio cabecera, Altagracia, el poblado de im-portancia más próximo a la capital provincial; aún hoy, se halla a unos nueve kilómetros de la misma.83

Santa Clara posee dentro del municipio cabecera los poblados de Hatillo–Yabú, Manajanabo, Recabadero, An-tón Díaz y los más modernos: la Base Aérea y la Univer-sidad Central. Los dos últimos pudiéramos considerarlos por su cercanía y función social —muy relacionados con la capital provincial— como parte de su área metropolita-na, pero tanto ellos como los restantes son urbanística y geográficamente independientes de la ciudad capital. En la historia de la evolución de Santa Clara no se registra nin-guno poblado, villa y ciudad, que haya sido absorbido por la expansión capitalina.84

83 Criterio compatibilizado con los colegas de la Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey, MSc. Elda E. Cento Gómez y MSc. Ricardo Muñoz, los cuales aportaron la información.84 Criterio compartido con el Historiador de la ciudad de Santa Clara, MSc. Ovidio Díaz, quien verificó la información.

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La capital provincial de Santiago de Cuba se encuentra dividida de manera similar a la camagüeyana, en cuatro dis-tritos: José Martí, Antonio Maceo, 26 de julio y Abel San-tamaría y en derredor a ella, siete poblados: San Luis del Caney, El Cristo, El Cobre, Siboney, Boniato, Ramón de las Yaguas y Sigua. Los dos últimos tan alejados de la ciudad que resulta difícil que, en años venideros, los absorba el dinámico crecimiento de la ciudad. Los otros cinco pobla-dos forman parte de lo que pudiéramos clasificar como el “Gran Santiago de Cuba”; es decir, estos representan su área metropolitana y se involucran en el desarrollo de la urbe santiaguera.

El Caney y El Cobre, con cabildos propios, recibieron los títulos de villas y ciudades en la etapa colonial; pos-teriormente junto a El Cristo fueron reconocidos como municipios en la división de 1878 y conservaron el status hasta 1976. A partir de 1963, integraron la región de San-tiago de Cuba sin perder la condición de municipalidad; hoy, forman parte del llamado municipio cabecera junto con la Ciudad Héroe.

Cuando viajamos por la carretera que une al Caney con Santiago de Cuba casi resulta imperceptible la separación entre ambas ciudades. El Caney fue considerado indistinta-mente, pequeña ciudad o un pueblo; mas ahora, se le da de manera injustificada, el tratamiento de poblado a pesar de haber crecido en importancia. La salida de la capital a través del eje vial del parque de Ferreiro, prosigue por una carretera animada con zonas urbanas: reparto Vista Alegre —otrora insignia de la clase burguesa santiaguera, cuyo inicio de urbanización se ubica en las primeras dé-cadas del siglo xx—. Atrás le siguen los repartos Pastorita —llamado así, como tantos otros en varias ciudades cuba-nas, por haber sido fomentado por el Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas (INAV), dirigido por la combatiente revolucionaria Pastorita Núñez González, al triunfo de la Re-volución—. A continuación viene Rajayoga, que constituye

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la zona de desarrollo contemporánea. En la senda contra-ria se encuentra el nuevo Hospital Clínico-Quirúrgico y aunque allí comienza un área rural de escasa dimensión, atravesada por la circunvalación de la ciudad, la distancia al próximo centro urbano, Doucoureaux, es muy pequeña. Luego aparece una cadena ininterrumpida de repartos hasta llegar al legendario Caney: Santa Teresa, Flores, el reparto militar de Flores y otros. Este eje vial puede consi-derarse el eje urbanizador que ha ampliado la frontera ur-bana citadina y ha provocado, hasta cierto punto, la fusión del Caney con Santiago de Cuba.

San Luis del Caney era uno de los tres originarios “pue-blos de indios” fundados por la corona española; los otros eran: Guanabacoa, en el occidente y Jiguaní, hoy pertene-ciente a la provincia de Granma.

El Cobre ha sido un lugar frecuentado desde el pe-ríodo colonial. Primero se debió a la explotación de sus minas; después a la visita y peregrinaciones de los devo-tos de la Santísima Virgen de la Caridad —considerada el santo patrón de Cuba— a su ermita. Sus límites estaban distantes de la ciudad cabecera, mas con el desarrollo de la avenida de Las Américas y el nuevo centro urbano José Martí, se ha acortado. En cuanto a las divisiones políti-cas su caso es análogo al del Caney y como término mu-nicipal era extenso: su territorio abarcaba grandes áreas montañosas, hoy repartidas entre las provincias Santiago de Cuba y Granma.

El Cristo fue municipalidad en el período de 1878-1976; no obstante, de 1963 a 1976 se incluyó en la región de San-tiago. Su distancia hasta la capital provincial se acortó al construirse el tramo de la Autopista Nacional.

De haberse aprobado la idea de los “Distritos Provin-ciales” —tema de debate para la Reforma Constitucional de 1928— tal vez Santiago de Cuba hubiera podido con el tiempo crear su “Distrito Provincial” e integrar los térmi-nos municipales de Santiago de Cuba, El Caney, El Cobre y

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El Cristo, aunque para ello habrían tenido que analizar los límites del Cobre, pues se hallaban lejanos del área metro-politana. De todas formas, la división de 1963 los integró en una región y la de 1976, los incluyó dentro del munici-pio cabecera provincial.

Boniato, junto al puerto santiaguero y Siboney, con el centro urbano Abel Santamaría a poca distancia por carre-tera, hoy forman parte del área metropolitana de Santiago de Cuba.

Esta ciudad es la que más se acerca al fenómeno urba-nístico habanero, aunque cabe señalar que hasta el presen-te, dentro de los límites urbanos de la ciudad santiaguera —sus cuatro distritos políticos-administrativos— no en-contramos que la misma haya absorbido a ningún asen-tamiento poblacional independiente. Sin embargo, los asientos Caney, Cobre, Cristo, Siboney y Boniato, en la ac-tualidad, si bien no están insertados completamente en la ciudad, sí tienen una influencia directa de ella gracias a la dimensión de la frontera urbana y a la transformación económico-social del territorio.

En cuanto al exterior, el caso de Cuba es similar al de las grandes ciudades del mundo. Si echamos una mirada en el contexto latinoamericano observamos que en Argentina el “Gran Buenos Aires” y el “Gran Rosario”, son ciudades que continúan creciendo por la dinámica del capitalismo y van absorbiendo localidades cercanas. El “Distrito Fede-ral de Brasilia”, el “Distrito Metropolitano de Caracas”, en Venezuela y el evento al que más hemos hecho referencia: los Estados Unidos Mexicanos, en el cual radica el Estado de México con su capital: Toluca de Lerdo que tiene inser-tado en su geografía al “Distrito Federal” de la Ciudad de México, el cual no le pertenece políticamente.

La relación Estado de México–Distrito Federal–Ciu-dad de México, guarda algún parecido con la relación: Provincia de La Habana–Provincia de Ciudad de La Haba-na–ciudad de La Habana, con la diferencia, que el estado

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de México tiene capital propia y en el caso habanero, La Habana como ciudad, es capital de las dos provincias.

Las grandes ciudades europeas son resultados de pro-cesos de expansión similares, París puede ser un caso ilustrativo. La ciudad parisina creció hasta límites insospe-chados y absorbió ciudades vecinas, mientras que otras se mantienen dentro de su “Distrito Metropolitano” y tratan de conservar las identidades locales. Un ejemplo de esa lucha por mantener la diferencia dentro de la diversidad parisina lo es el Departamento de Seine-Saint Dennis, den-tro del Distrito Metropolitano.

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11. una identidad que Se PROyecta

La identidad no es abstracta, sino concreta. La misma es-tá sujeta a contradicciones y diferencias internas que se destruyen y renacen en el proceso de desarrollo. Nada es idéntico en sentido absoluto, más bien es relativo. La iden-tidad por tanto, es la suma de aproximaciones: dos geme-los no son iguales ni física ni mentalmente; tampoco dos objetos del mismo modelo producidos en serie.

En el caso de los seres humanos la identidad pasa por el origen étnico, el género, la orientación sexual, la nacio-nalidad, las creencias religiosas, la lengua, la profesión u oficio, el medio geográfico común, las ideas políticas, la cultura artística y literaria; en fin, todo el acervo cultural que pueda identificar entre sí a un grupo de personas.

La identidad de las naciones, o partes de estas o de gru-pos de naciones, supone rasgos socioculturales similares que unen a todos sus componentes, pero a su vez los dife-rencian. El doctor Eusebio Leal Spengler, al referirse a la identidad de los cubanos, lo resumía en una expresión: “es lo que nos une y nos diferencia del resto”.85

La identidad es un proceso —básicamente— de aristas socioculturales en el que gravitan varios factores. Uno muy debatido y que no pierde vigencia es el relacionado con los procesos migratorios, tan antiguo como la misma especie 85 Entrevista de la periodista Bárbara Doval Martínez a Eusebio Leal Spen-gler. En: documental Identidad, realizado por el Telecentro CHTV.

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humana. El siglo xxi no ha dejado atrás, tanto entre nacio-nes como hacia las propias urbes, las grandes migraciones. Cuba y su capital, tal vez sean ejemplos a evaluar de cuánto han representado —y representan— las migraciones para la identidad nacional.

En el país se origina una emigración, aproximada, de treinta y dos mil personas anuales, mientras La Habana asimila un número considerable de inmigrantes proceden-tes de todas las provincias. Las migraciones internas, casi siempre orientadas geográficamente oriente-centro a oc-cidente, han aportado peculiaridades a la identidad de re-giones y localidades, principalmente a la región habanera.

En párrafos anteriores hemos dicho que la identidad co-mo nación, región o localidad, está estrechamente ligada a los grupos étnicos que configuran a una población huma-na ubicada en un espacio territorial. En el caso de Ciudad de La Habana el componente étnico se renueva constante-mente; los años posteriores a 1990, son una muestra ello. El turismo y los negocios, que vinculan a la provincia con países extranjeros, han generado un interesante mestizaje eurocubano el cual, si bien provoca una emigración, en ocasiones establece una convivencia, casi permanente, en Cuba. El fruto de esas uniones —en las que priman las nacionalidades italiana y española por su afinidad latina— origina una descendencia portadora, en algún segmento, de rasgos de cubanía. Hasta hace unos quince años similar proceso ocurrió con los matrimonios entre cubanos y per-sonas naturales del extinto campo socialista europeo.

La lengua, con su entramado de formas en la pronun-ciación, lexicología, etc., es otro rasgo cultural que denota identidad. En el caso cubano existe una marcada diferen-cia entre la fonética centro-occidental y la oriental, incluso hay diferencias entre áreas, zonas y microrregiones de una misma macrorregión. El capitalino autóctono se diferen-cia hasta del habanero de la vecina provincia no sólo en el acento —más o menos musical—, sino también en la

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lexicología. El capitalino es en esencia dicharachero, y en un gran por ciento, gusta de la jerga; quizá la influencia andaluza se manifiesta aquí. Esta jerga dinámica es la más cambiante del país.

Las raíces idiosincrásicas no van divorciadas de la evolu-ción educacional, más bien se insertan y logran un producto nuevo que pudiéramos llamar “identidad nacional con una cultura superior”. Cuba también es un buen ejemplo a estu-diar en ese sentido. Los procesos educacionales desarrolla-dos en el país a partir del triunfo de la Revolución en 1959, persisten en ahondar en lo mejor de la cultura universal y enfatizar en el acervo nacional y latinoamericano, según la enseñanza martiana. La Campaña Nacional de Alfabeti-zación y su seguimiento, las batallas por el sexto y noveno grados, la educación de adultos, la reforma universitaria, la nacionalización de la enseñanza, el principio de gratuidad y obligatoriedad de cursar estudios hasta el noveno grado, la universalización de la enseñanza superior, los sistemas de enseñanza especial y técnico-profesional; las escuelas de arte y de instructores de arte, el sistema de casas de cultura y de instituciones culturales básicas, entre otros, son algu-nos ejemplos que ilustran lo antes expresado.

Ciudad de La Habana se ha transformado en el labora-torio de la Batalla de Ideas; proceso de educación, forma-ción y preparación del sujeto, que permite —a partir de una cultura general integral vinculada a una salud físico-mental con excelencia— elevar la calidad de vida en franca oposición a la cultura neoliberal. Sus principales símbolos radican en la capital: la Tribuna Antimperialista José Martí, la primera Escuela de Trabajadores Sociales, varios centros de formación emergente, como la Escuela Pedagógica Sal-vador Allende, las de enfermerías y otras.

Pero también la ciudad ha jugado un papel protagónico —en representación del país— en esta lucha ideológica. En 1999, tras el secuestro por la mafia anticubana de Miami del niño Elián González Brotons, las principales arterias

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viales de La Habana fueron escenario de las mayores mar-chas de reclamo realizadas en la historia del país, y a las que seguirían las demandas del pueblo por liberación de los Cinco Héroes prisioneros en las penitenciarias de Es-tados Unidos.

El propio Proyecto Identidad es una expresión de la Batalla de Ideas adecuado a la historia, la cultura, las con-diciones y características histórico-concretas de la urbe habanera. Este constituye una opción ante la avalancha glo-balizadora y deformadora de identidades nacionales, pues una megápolis con una población tan heterogénea como la nuestra, aun cuando existe un considerable número de ha-bitantes autóctonos —según el censo del 2002, el 31,55% de la población de la provincia es inmigrante y el 68,45% nacida en el territorio; sin contar la población flotante la cual, si se sumara, duplicaría el número de inmigrados y casi se igualaría a la población originaria—86 es vulnerable a efectos mercantilistas y a deformaciones en los valores espirituales debido a la presencia de seudoculturas.

Como marxista, consideramos el desarrollo de la socie-dad humana a partir de los procesos generados por la pro-ducción material y aunque los elementos socioculturales resultan concluyentes para determinar la identidad de una nación, región o localidad, vemos su origen en el elemento económico. ¿Cuál si no es la principal causa de las migra-ciones, de las fundaciones de asentamientos humanos, de la transformación del medio geográfico? La identidad se enmarca en la sociocultura, pero se origina, en última ins-tancia, en la economía. Una sociedad se identifica a través de la cultura y a su vez, esa misma cultura se cimenta sobre una base económica.

86 El Instituto Cubano de Antropología realizó una investigación dirigi-da por la doctora Dulce O´Hallorans en tres barrios habaneros: Colón, Los Sitios y los callejones Gutiérrez y Morales del reparto Eléctrico, so-bre los aportes culturales y el proceso de asimilación de los inmigran-tes orientales en La Habana durante el llamado Período Especial.

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La identidad de Ciudad de La Habana genera polé-micas en el país debido a su condición de capital de la Nación. A través de una serie de técnicas investigativas pudimos constatar el criterio y/o cuestionamiento sobre el fenómeno identificador en varios grupos poblaciona-les habaneros. El primero, bastante reticente, se apoya en la composición heterogénea de la población y niega tal existencia, además de afirmar que subsiste una crisis autóctona —en los inmigrantes hacia la ciudad— que no permite el florecimiento de lazos afectivos o de sentido de pertenencia. Un segundo grupo, reconoce algunos há-bitos y conductas ligados a la identidad pero, consideran que los mismos son opacados por el cosmopolitismo y los lazos regionales. Los terceros, opinan que todavía subsis-ten raíces identificativas, mas estas deben ser rescatadas y fortalecidas.

Cada municipio tiene uno o varios barrios o asenta-mientos con fuerte sentido de pertenencia, pues aunque la identidad provincial está por fortalecer al igual que la municipal en muchos casos, las identidades barriales sí se respiran en muchos lugares.

El hecho de que la población autóctona sea superior a la inmigrante —más de las 2/3 partes: 1 501 368 per-sonas— no significa que esté resuelto el problema de la identidad, aunque indiscutiblemente aporta elementos de juicio. Ciudad de La Habana, es la provincia donde menos población nativa hay y donde un determinado por cien-to desciende de personas de otras regiones o países, lo cual la hace mostrar patrones de costumbres, conductas y valores idiosincrásicos de otros contextos. Los residentes oriundos de otros lugares constituyen una cifra importan-te: 702 242 habitantes. De ellos: el 47,43% procede de la región oriental, el 25,99 de la central y el 25,78% de pro-vincias occidentales.87

87 Los datos corresponden al censo del 2002.

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Mas a pesar de todo, la identidad de Ciudad de La Ha-bana se caracteriza por su diversidad en el sentido más amplio: étnica, religiosa, costumbrista, arquitectónica, urbanística, entre otras; además, existen determinados rasgos identificativos propios de la provincia. Algunos de ellos pueden apreciarse en su cultura artístico-literaria.

La música ha sido un elemento primordial; recordemos que en la capital tuvieron asiento la rumba con sus tres elementos: el yambú, la columbia y el guaguancó. En ella nació el cha-cha-cha, evolucionó el matancero danzón y el baile de casino se convirtió en la expresión contempo-ránea del baile en parejas. Urbe de orquestas y conjuntos musicales; el lugar donde el son, nacido en el oriente de la Isla, se urbanizó.

La Habana, sitio donde la danza se adueñó de las calles por la expresión colectiva de múltiples comparsas nacidas en sus barrios y localidades y en franca intimidad convidan a arrollar tras ella, para dejar al carnaval del Prado o al del Malecón, el lucido espectáculo de carrozas y muñecones. Emporio transformado en palco favorito desde donde se aprecia al Ballet Nacional de Cuba, la canción lírica, la dan-za moderna y contemporánea, el folclor afrocubano y los bailes españoles.

Signada por las artes plásticas y la literatura, es la ciu-dad de José Martí, Julián del Casal, Servando Cabrera, Alejo Carpentier, Amelia Peláez, José Lezama Lima, René Portocarrero, Dulce María Loynaz, Gilma Madera, Eliseo Diego y Rita Longa, por citar sólo algunos nombres.

La Habana emblemática con su Giraldilla; la de grandes portales y balcones donde cuelgan plantas y tendenderas; la de una arquitectura rica y variada en la que emergen barrios plagados de tradiciones. Tradiciones vivas como el carnaval, las fiestas patronales, los paseos por el Ma-lecón, La Rampa o las tiendas, y las vueltas a la Ceiba del Templete.

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12. La habana de RefRaneSy exPReSiOneS POPuLaReS

Los refranes y expresiones notables marcan con su singu-laridad el habla popular y hacen trascender la historia a la cotidianidad; aunque a ningún cubano se le ocurre “meter La Habana en Guanabacoa”.

Refrán nacido por la ciudad intramuros, y aunque hoy se emplea cuando alguien desea ubicar en espacios pe-queños objetos de mayor volumen o dimensión, su origen nada tiene que ver con ello. La historia que ayudó a su aparición data del siglo xvi, cuando el Cabildo habanero y el gobernador —incorpore también a los vecinos de la villa habanera— sesionaron durante varios meses en el pueblo de Guanabacoa huyendo de la furia del corsario francés Jacques de Sores.

Tras semejante anécdota, ya sea por el gobernador, por el corsario o por tanta gente, podríamos exclamar: “llegó la hora de los mameyes”.

A un extranjero la criolla expresión lo remitiría a una sabrosa fruta, pero la realidad es otra. Allá por el año 1762, los ingleses invadieron y tomaron La Habana luciendo sus uniformes de casacas rojas. Llegaron más de veinte mil contra apenas siete mil soldados que tenía la ciudad para defenderse, y durante un año se pasearon por calles y pla-zas ante los ojos de los habaneros que a manera de chanza, le endosaron el calificativo.

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Si de historias de amores se trata cualquier pueblo tiene una; así, “todo buen caballero tiene su señora en el Cerro y su querida en el Manglar”.

La frase comenzó a utilizarse en la centuria del xix al estrenarse el Cerro como barrio aristocrático de moda en contraste con barriadas humildes como la de Jesús María (el Manglar), donde negros y mulatos libres se daban la mano con pobres peninsulares establecidos en el lugar. Los caballeros criollos y los “señoritos de bien” sostenían hogar y familia “de respeto” en el Cerro; sin embargo, acu-dían al Manglar a saciar la sed amorosa con las hermosas morenas y pardas. Amoríos de los que resultaron no pocos hijos llamados “naturales o ilegítimos”. Amalia Batista, se-gún se cuenta, tuvo una relación de este tipo. Amante del capitán general de turno, supo usar los favores de la ter-nura en beneficio de sus vecinos. El gesto solidario y desin-teresado de la mujer caló tan hondo en los sentimientos de los habitantes de Jesús María, que decidieron llamarse amalianos; gentilicio que hasta hoy emplean como sello de identidad. Pero menos mal que este amorío no “terminó como la fiesta del Guatao”.

El dicho habanero tiende a confundir a quienes no co-nocen la historia y dan por sentado que hubo un bailable o jolgorio en dicho poblado. Ni festejo ni cumbancha, sino dolor en el corazón de los cubanos dejó tras sí el trági-co suceso. En la última de nuestras contiendas libertarias una tropa de soldados españoles irrumpió en el pueblo del Guatao y masacró a machetazos a los pacíficos pobladores. Los españoles, festejando la ignominiosa victoria, acuña-ron la frase como si aquellos hubiese sido más fácil que decir “llega y pon”.

“Llega y pon” es otra expresión habanera. Se le atribuye al comandante mambí Baldomero Acosta, quien fuera en la República alcalde de Marianao. Guajiro natural de Bau-ta, fiel a Estrada Palma en la Guerrita de agosto de 1906, se opuso sin embargo, a Gerardo Machado. Cuentan que si un

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campesino inmigraba a la capital, o un pobre era obligado al desahucio, y llegaban donde “Baldo” para pedirle ayuda en cuanto a buscarle un lugar donde vivir, la respuesta no se hacía esperar: “en los Pocitos, a la orilla del Quibú, llega y pon”. Y así quedaron bautizados hasta nuestros días los asentamientos espontáneos, humildes y sin legalidad, no sólo de esta ciudad sino en toda Cuba.

Alguien distraído pudiera tomar la siguiente frase como una referencia directa a un descollante cerrajero, o puede llegar hasta creer que existió un gran consorcio dedicado al negocio de llaves, pero nada de eso. Que “El Cerro tiene la llave” no significa para nada una vinculación directa con llavines ni picaportes, aunque a ciencia cierta pocos saben cuál es la llave, qué morfología tiene y qué cerraduras abre. Los cerrenses de hoy fundamentan que las llaves del Cerro pertenecen a los grifos del agua de los tres acueductos que atraviesan su zona para abastecer a la ciudad: la Zanja Real, el canal de Fernando VII y el acueducto de Albear. Algunos más modernizados, plantean que se trata de las llaves del deporte: Gran Estadio Latinoamericano, Ciudad Deportiva, La Mariposa, Complejo de pelota vasca y otras instalaciones; mas otros prefieren asignársela a la salud, por las distintas y emblemáticas instituciones asistencia-les ubicadas en el territorio. No obstante, cuando Arsenio Rodríguez, el ciego maravilloso, popularizó la guaracha no fundamentó nada de ello. El imaginario popular se en-cargó de hacerlo y de paso, lo insertó al estribillo de un guaguancó.

La Ciudad de La Habana tiene localidades capaces de ser identificadas con sólo citar el epíteto.

Guanabacoa, “la villa de Pepe Antonio”; en alusión a la heroica defensa del criollo José Antonio Gómez Buyones y sus milicianos, ante el ataque inglés.

Regla, como la bautizara el líder de la Revolución Fidel Castro, “la Sierra chiquita”; por tanto coraje demostrado en la lucha contra la tiranía batistiana.

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Marianao, “la ciudad que progresa”; consigna del acalde Orúe y refrendada en el escudo local.

Mas los aportes habaneros no sólo se limitan al habla, estos se pueden apreciar también en poemas, canciones y otros géneros musicales que acuñan expresiones del gra-cejo popular. Veamos algunos ejemplos: “Jesús María, Be-lén y Los Sitios, asere”, estribillo de rumba que señala tres barrios emblemáticos de la capital; mientras que un cha-cha-cha, recuerda a la engañadora de Prado y Neptuno. Otro recomienda no bañarse en el Malecón porque en el agua hay un tiburón y un tercero, convidaba a las chicas de su época a viajar por el túnel en un maquinón. Com-posiciones musicales más actuales, en las que sobresale Juan Formel como un cronista, señalan “que la Habana no aguanta más” o “dime dónde quiere que te ponga la barbacoa, mamá”, debido al aumento de la inmigración. Adalberto Álvarez recuerda: “el que más y el que menos, tiene un pariente en el campo”.

Las calles de la ciudad han visto pasar a figuras impor-tantes —nacionales e internacionales— del arte, la litera-tura, el deporte y la ciencia. También, ella ha visto recorrer por sus arterias más céntricas a pintorescos personajes: Chori, el dibujante de rostros femeninos hechos a tiza en cualquier pared; locos famosos como la China, Chocolati-co, al que el gran Chocolate noqueó, o al que todavía se recuerda con nostalgia: el Caballero de París, ahora cerca del mar, aguardando a las puertas del convento de San Francisco de Asís la llegada de todos, para recordarnos que La Habana es una ciudad azul.

La identificación de la capital cubana con la tonalidad azul no es un aporte de la contemporaneidad sino de la tradición. La primera referencia nos llega a través de un motivo religioso cuando, en 1708, la virgen de Nuestra Se-ñora de Regla —Yemayá para la Regla Ifa-Osha o sante-ría— a cuya advocación le fue entregado el puerto de la Habana, sus aguas y toda la actividad marítima. “Patrona”

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desde entonces para la bahía, la dársena y sus pueblos cos-teros, cedió su imagen y el color que la representa como emblema.

La otra referencia la hallamos en la heráldica, donde el fondo azul resalta en la última y definitiva versión del escudo de armas dispensado a la ciudad.

El azul, presente por las aguas que bañan las costas de esta provincia, fue el color del Club Almendares, clásico de la antigua Liga Profesional de Béisbol Cubana y que hoy defiende Industriales, conjunto insigne de la pelota revolucionaria desde 1963.

La Habana es un símbolo, una necesidad de la cual nadie puede excluirse una vez que la conoce. La Habana, ciudad cantada por bardos, plasmada de mil formas en lienzos y fotografías, es también reflejo de añoranzas y sueños por realizar y queda en la memoria como los versos del poeta Fayad Jamís: Si La Habana no existiera, yo la inventaría.

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anexOS

• Mapas sobre la evolución de La Habana desde los siglos coloniales hasta la creación de la provincia de Ciudad de La Habana.

• Tablas ilustrativas del comportamiento, en distintos momentos históricos, de la división político-adminis-trativa en el espacio territorial de la actual provincia de Ciudad de La Habana.

• Elementos principales del “Proyecto Identidad” de Ciu-dad de La Habana.

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anexO 1

La habana de 1762: la ciudad intramuros. Obsérvese que aún La Guadalupe era un caserío inmediato a las murallas y no un barrio urbano de extramuros; Guanabacoa, una villa distante. Unas pocas construcciones en Cojímar y en la Boca del Almendares. Los viejos caminos y la Zanja Real surcaban espacios rurales.

Mapa elaborado por el licenciado José María Camero Álvarez, cartógra-fo e investigador del Instituto de Historia de Cuba, a partir del mapa original facilitado por el archivo histórico del Museo de la Ciudad de La Habana: A Plan of the siege of the Havana. Drawn by an officer on the spot 1762. J. Cary Sculf.

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anexO 2

La habana en 1853: obsérvese como la ciudad apenas rebasaba la Calzada de Belascoaín. Las de Infanta y Carlos III estaban en plena área rural.

Plano pintoresco de La Habana con los números de las casas. Sub pla-no: Puerto y cercanías de La Habana, 1853. Cortesía del archivo históri-co del Museo de la Ciudad de La Habana.

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anexO 3

La habana de 1899: la urbanización extendida hasta la Calzada de Infanta, triplica el espacio original de la ciudad. Nótese la expansión hacia el oeste y la aparición de los nue-vos barrios del Vedado y el Carmelo; hacia el sur las nuevas urbanizaciones en El Cerro y Jesús del Monte.

Map Showing street cleaning (Mapa que muestra la limpieza de las ca-lles). To accompany Annual Report. Engineer Department (Anexo al re-porte annual del Departamento de Ingenieros) June 30 th, 1899. Major Corpe of Engineers USA. Chier Engineer.

Mapa cortesía del archivo histórico del Museo de la Ciudad de La Ha-bana.

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anexO 4

Plano de la proyectada ciudad de La habana del es-te: según la legislación aprobada por la administración de Fulgencio Batista en los años 1950, esta sería la “Gran Ha-bana” orientada hacia el este. Obsérvese el espacio reser-vado para el “Centro Ejecutivo de la Nación”, a donde se trasladarían las instalaciones principales del poder ejecu-tivo de la República. A continuación, aparecen las áreas residenciales: “La Habana del Este Metropolitana”—la cual ocuparía territorios de La Habana y Guanabacoa— y uni-ría urbanísticamente el Centro Ejecutivo con Cojímar. En-tre la Avenida Monumental y la Vía Blanca, se encuentran la urbanización “Residencial Bahía”, y hacia el este (no se observa en esta porción de mapa) otras nuevas barriadas: Alamar, Villarreal, Celimar, hasta “Fincas Naroca”, en las inmediaciones de Boca de Jaruco.

Mapa comercial de la Compañía de Fomento del Túnel de la Habana, 1958.

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anexO 5

La habana de 1960: aunque no se reconocía la amplia-ción oficial de la capital, el fenómeno estaba en proceso. En este mapa puede observarse cómo los entonces munici-pios de La Habana, Marianao, Guanabacoa y Regla forma-ban ya un conjunto urbano.

Plano de La Habana editado por Francisco Rojo García, 1960. Cortesía del archivo histórico del Museo de la Ciudad de La Habana.

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anexO 6

Región de La habana Metropolitana y sus seccionales: esta estructura se conformó en 1963 y se mantuvo has-ta 1976. La misma significó la primera validación práctica, en el orden jurídico, al fenómeno del gran núcleo urbano formado a partir de la expansión de la originaria capital y la anexión de los municipios limítrofes con ella. De sus límites fueron excluidas las áreas agrícolas de la periferia capitalina.

Tomado del Proyecto de división político-administrativa de la provincia, 1963. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Partido Comunis-ta de Cuba de Ciudad de La Habana.

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anexO 7

La Región de La habana Metropolitana y sus regio-nes (1963-1976): se componía de siete regiones y treinta y ocho seccionales. Es el antecedente inmediato de la actual provincia de Ciudad de La Habana con sus quince munici-pios y ciento cinco consejos populares.

Tomado del Proyecto de división político-administrativa de la provincia, 1963. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Partido Comunis-ta de Cuba de Ciudad de La Habana.

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anexO 8

Obsérvese en el mapa la ubicación del núcleo urbano prin-cipal de La Habana dentro de la provincia.

Mapa realizado por el licenciado José María Camero Álvarez, cartógrafo e investigador del Instituto de Historia de Cuba.

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anexO 9

La provincia de ciudad de La habana y sus quince mu-nicipios.

LEYENDA: 1. Plaza de la Revolución2. Playa

Mapa cortesía del periódico Tribuna de La Habana.

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anexO 10

Superposición del mapa de la Región de La Habana Me-tropolitana y sus regiones componentes sobre la actual Provincia de Ciudad de La Habana y sus municipios. Ob-sérvese los territorios adquiridos por la provincia.

Mapa realizado por el licenciado José María Camero Álvarez, cartógrafo e investigador del Instituto de Historia de Cuba, tomando como base el original: división político-administrativa. Comparación de la división municipal propuesta con la división actual en regiones. Agosto de 1975. Cortesía del archivo del Instituto de Historia de Cuba.

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anexO 11

Las provincias habaneras o Las dos habana: obsérvese bien delimitada a La Habana, ciudad capital de ambas pro-vincias y de la república.

Mapa realizado por el licenciado José María Camero Álvarez, cartógrafo e investigador del Instituto de Historia de Cuba.

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anexO 12

La sub-región que ocupa el área Centro Norte de la pro-vincia se corresponde con la histórica San Cristóbal de La Habana la cual, entre los siglos xvi y xix, se desarrolló a partir del puerto hacia el oeste, hasta llegar a las márgenes del río Almendares.

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anexO 13

A lo largo de lo que fuera el “Camino Real del Sur” fue-ron creciendo durante el período colonial varios asenta-mientos poblacionales; algunos alcanzaron determinada importancia. Con el tiempo fueron incorporados, de una forma u otra, al área metropolitana de La Habana gracias a su expansión urbana.

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anexO 14

Al este de San Cristóbal de La Habana se desarrolló una extensa área que tuvo por centro la Villa de Nuestra Seño-ra de la Asunción de Guanabacoa, seguida por la vecina Ciudad Condal de Santa María del Rosario y beneficiada por el pueblo de Nuestra Señora de Regla. A partir del si-glo xviii el área se incorporó al eje de plantación azucarera esclavista de La Habana–Matanzas. En la segunda mitad del xx sería planificada La Habana del Este, como parte del desarrollo de la “Gran Habana”.

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anexO 15

En una importante ciudad se convirtió Marianao después de su vertiginoso crecimiento económico-social a partir de 1858. Esto, unido a la necesaria expansión de la capital hacia el oeste y el sur, constituyó el primer desarrollo de la nueva “Gran Habana”.

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anexO 16

ResumeN cRoNológico del pRoceso de AdecuAcióNde lA esTRucTuRA políTico-AdmiNisTRATivA Al feNómeNo

de cRecimieNTo uRbANísTico de lA HAbANA

año acontecimiento caracterización

1851 Primera ampliación de los límites po-lítico-administrativos de la capital.

Se incluye dentro de la capital a los barrios de extramuros y a los pueblos del Cerro, Jesús del Monte, Arroyo Apolo, Regla y Casablanca.

1899 División de la Isla en siete departa-mentos militares, en correspondencia a cada provincia, excepto La Habana que se dividió en dos: provincia de La Habana (Jefe: General Lee) y ciudad de La Habana (General William Ludlow)

Esta estructura se mantuvo durante la primera ocupación militar norte-americana y permitió la administra-ción de la capital como si fuera una provincia independiente, ya que todas las funciones administrativas se desa-rrollaron a través de la organización militar. El Departamento Militar de la ciudad de La Habana abarcaba sólo este término municipal.

1923 La Comisión Codificadora Nacional propone la creación del “Distrito Me-tropolitano de La Habana”.

La propuesta abarcaba ocho munici-pios: La Habana, Marianao, Guana-bacoa, Regla, Santiago de las Vegas, Santa María del Rosario, Bauta y San José de las Lajas. Este proyecto inte-gral no llegó a ejecutarse.

1927-28 Debates sobre la propuesta de crea-ción del Distrito Federal, Distrito Metropolitano o Distrito Central de La Habana, en los órganos legislativos

Amplia discusión del tema. Entre sus mayores oponentes se destacaron el senador Ricardo Dolz y el alcalde de Marianao Baldomero Acosta.

1928 Aprobación del Distrito Central de La Habana como parte de la Reforma Constitucional.

Abarcaba el territorio de cuatro mu-nicipios: La Habana, Marianao, Gua-nabacoa y Regla. Se planteaba disolver el municipio de La Habana para su-bordinarlo con sus cuarenta y tres barrios al Distrito y mantener los tres términos municipales restantes, pero con una sensible afectación de su au-tonomía. A pesar de su aprobación no se instauró pues nunca se implantó la ley complementaria para ello.

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año acontecimiento caracterización

1931 Aprobación de la “Propuesta de los 15” Se ratifica la creación del Distrito Cen-tral de La Habana.

1933 Establecimiento de la “División Cen-tral de la Policía Nacional”

Abarcaba las estaciones de policía de los municipios de La Habana, Maria-nao, Guanabacoa y Regla, subordina-das a un mando central único, de esta forma se suprimían las jefaturas mu-nicipales de policía en esos territorios. El resto de la provincia de La Habana formaba la 5ta. División con sus sec-ciones (jefaturas) en cada municipio.

1940 Se incluye en el articulado de la Cons-titución de la República la posibilidad de crear el Distrito Metropolitano de La Habana (artículo 230)

Se propone instrumentar a partir de la creación de la federación de munici-pios. Este no se aplica ya que no se ela-boró la ley complementaria para ello.

1952 Se incluye en el articulado de la Ley Constitucional (estatutos) la posibili-dad de crear el Distrito Metropolitano de La Habana (artículo 207)

Se mantiene exactamente el mismo texto del artículo 230 de la Constitu-ción de 1940, pero con la diferencia de que sí se propone redactar legis-lación complementaria para su ins-trumentación; esta afectaría a cinco municipios: La Habana, Marianao, Guanabacoa, Regla y Santiago de las Vegas. La misma encuentra oposición en varios círculos políticos, en el que se destaca la Cámara Municipal de Guanabacoa y el alcalde José C. Villa-lobos Olivera. Nunca llegó a instaurar-se la iniciativa.

Décadade 1950

Se propone oficializar político-admi-nistrativamente la “Gran Habana”.

Propuesta del alcalde de La Habana, Justo Luis del Pozo. La terminología “Gran Habana” fue empleada en la prensa, la literatura y documentos oficiales, desde la década anterior.

1955 Creación de la Dirección del Movi-miento Revolucionario 26 de julio en La Habana ciudad, con facultades provinciales.

Al crearse las direcciones provincia-les del Movimiento 26 de julio en la provincia de La Habana, se crean dos direcciones con iguales facultades: La Habana Ciudad y La Habana Campo.

1961 Creación de la Comisión Planificadora de la Gran Habana, dentro de la JUCEI Provincial.

La comisión tenía jurisdicción sobre seis municipios: La Habana, Maria-nao, Guanabacoa, Regla, Santiago de las Vegas y Santa María del Rosario.

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año acontecimiento caracterización

1963 Se crea la Región de La Habana Me-tropolitana dentro de la provincia de La Habana.

Surge producto de una nueva división político-administrativa en el país, con status de subprovincia dentro de la provincia de La Habana. Se supri-mieron los municipios de La Habana, Marianao, Guanabacoa, Regla, San-tiago de las Vegas y Santa María del Rosario, y en su lugar fueron creadas siete regiones: Centro Habana, Plaza de la Revolución, 10 de Octubre, Ma-rianao, Puerto–Regla–Guanabacoa, Boyeros y San Miguel–Cotorro. Se suprimen los barrios (ochenta y siete en total; cuarenta y tres de ellos en el municipio de La Habana) y se crean treinta y ocho seccionales. Se exclu-yeron de los límites metropolitanos algunas áreas rurales de los antiguos municipios.

1967 Se establece la “Administración Me-tropolitana de La Habana” como ór-gano de gobierno del Poder Local en la Región La Habana Metropolitana.

Se reorganizan las regiones: Cen-tro Habana, Plaza de la Revolución, 10 de Octubre, Marianao, Puerto, Guanabacoa–San Miguel–Cotorro y Boyeros.

1972 Reorganización político-administra-tiva interna de La Habana Metropoli-tana.

Se reorganizan los seccionales des-apareciendo unos y creándose otros, pero la cifra continúa siendo treinta y ocho. La región de Guanabacoa-San Miguel-Cotorro pasa a denominarse región de Guanabacoa.

1976 Se crea la provincia de Ciudad de La Habana

Con quince municipios. Se suprimen las regiones y los seccionales. Se am-plían los límites territoriales hacia el oeste, sur y este, respecto a La Haba-na Metropolitana y se incluyen áreas rurales de los regionales Bauta, Qui-vicán y San José de las Lajas.

1990 Reordenamiento interno político-ad-ministrativo de la provincia de Ciudad de La Habana.

Se dividen los municipios en noventa y tres consejos populares; tras una adecuación se amplían a ciento dos y finalmente a ciento cinco.

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anexO 17

baRRiOS y MuniciPiOS en La diviSiÓnPOLíticO-adMiniStRativa de La RePúbLicaneOcOLOniaL y La RevOLuciÓn haSta 1963

no. baRRiO MuniciPiO

1 Arroyo Apolo

La Habana

2 Arroyo Naranjo

3 Arsenal

4 Atares

5 Calvario

6 Casa Blanca

7 Cayo Hueso

8 Ceiba

9 Cerro

10 Colón

11 Chávez

12 Dragones

13 Guadalupe

14 Jesús del Monte

15 Jesús María

16 Luyanó

17 Manuel de la Cruz

18 Marte

19 Medina

20 Monserrate

21 Paula

22 Peñalver

23 Pilar

24 Príncipe

25 Pueblo Nuevo

26 Puentes Grandes

27 La Punta

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no. baRRiO MuniciPiO

28 San Felipe

La Habana

29 San Francisco

30 San Isidro

31 San Juan de Dios

32 San Lázaro

33 San Leopoldo

34 San Nicolás

35 Santa Clara

36 Santa Teresa

37 Santo Ángel

38 Santo Cristo

39 Tacón

40 Templete

41 Vedado

42 Villanueva

43 Vives

44 Bacuranao

Guanabacoa

45 Campo Florido

46 Cojímar

47 Cruz Verde

48 Este de la Asunción

49 Este de Corralfalso (Los Cocos)

50 Este de San Francisco

51 Oeste de la Asunción

52 Oeste de Corralfalso

53 Oeste de San Francisco (Las Delicias)

54 Pepe Antonio (Peñalver)

55 San Miguel del Padrón

56 Arroyo Arenas

Marianao57 Cano

58 Ceiba

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no. baRRiO MuniciPiO

59 Coco Solo

Marianao

60 Columbia

61 La Lisa

62 Playa

63 Pocito

64 Quemados

65 Redención

66 Wajay

67 Aguada del Cura

Santiago deLas Vegas

68 Calabazar

69 Doña María

70 General Machado (Norte)

71 General Peraza (Rancho Boyeros)

72 Rincón

73 Sur

74 Cambute

Santa María del Rosario

75 Capote

76 Ciudad (Santa María del Rosario)

77 Grillo

78 San Antonio

79 San Pedro del Cotorro (Cotorro)

80 Barrio Primero

Regla81 Barrio Segundo

82 Barrio Tercero

83 Barrio Cuarto

84 Guatao

Bauta85 Punta Brava

86 Santa Fe (Parte del Barrio de Baracoa)

87 Lechuga San Antonio deLas Vegas88 Managua

89 Cuatro Caminos (Parte delBarrio de Jamaica) San José de Las Lajas

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anexO 18

diviSiÓn MuniciPaL PROPueSta POR LacOMiSiÓn PROvinciaL de La habana

a La cOMiSiÓn naciOnaL en eL antePROyectOde diviSiÓn POLíticO-adMiniStRativa,

eL 30 de aGOStO de 1975

no. Municipios propuestos área en Kms cuadrados Población

1 Centro Habana Norte 2.84 138 778

2 Centro Habana Sur 3.14 110 306

3 La Habana Vieja 3.00 65 724

4 Vedado 13.13 135 848

5 Cerro 4.52 126 405

6 Víbora 5.56 123 785

7 Lawton 7.36 135 853

8 Almendares 9.83 142 649

9 Playa de Marianao 24.17 44 551

10 Marianao 5.16 136 903

11 Punta Brava-Lisa 39.15 77 339

12 Alta Habana 51.56 48 307

13 Santiago de las Vegas 122.20 84 556

14 Arroyo Naranjo 58.38 154 126

15 San Miguel del Padrón 25.00 139 278

16 Cotorro 70.00 47 868

17 Regla 7.76 36 947

18 Guanabacoa 51.00 80 252

19 La Habana del Este 131.03 66 425

tOtaL PROvinciaL 634.83 1 895 899

Fuente: Fondo Flabio Bravo Pardo. Archivo del Instituto de Historia de Cuba.

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anexO 19

diviSiÓn POLíticO-adMiniStRativa de 1976y Su cOMPaRaciÓn cOn LaS anteRiOReS inMediataS

No.

municipios actuales(Nombres adoptados

definitivamente)

municipios actuales(Nombres propuestos

en el anteproyecto)

seccionales y municipios que los integraron y regiones a las que

pertenecían(Según la división

de 1963-1976)

barrios y municipios antiguos

correspondientes(Según la división

de 1878- 1963)

1 Playa Marianao Norte

Seccionales Playa, Buena-vista, Ceiba (Región Ma-rianao)

Barrios de Playa, Ceiba (Municipio Marianao), parte del Barrio de Bara-coa (Municipio Bauta)

2 Mariano Marianao Seccional Liberta (Región Marianao)

Barrios de Coco Solo, Poci-to, Columbia, Quemados, Redención (Municipio Ma-rianao)

3 La Lisa Lisa–Punta Brava

Seccionales La Lisa, Arro-yo Arenas (Región Ma-rianao), Municipio Punta Brava (Región Bauta)

Barrios La Lisa, El Cano, Arroyo Arenas (Municipio Marianao), Barrios Punta Brava, Guatao (Municipio Bauta)

4 Boyeros Santiago de las Vegas

Seccionales Boyeros, San-tiago de Las Vegas, Armada, Capdevila, Calabazar, Wajay (Región Boyeros)

Barrio Wajay (Municipio Santiago de Las Vegas de 1878-1902, Municipio Marianao de 1902-1963), Barrios Aguada del Cura, Calabazar, Doña María, General Machado o Norte, Rancho Boyeros, Rincón, Sur (Municipio Santiago de Las Vegas)

5 Arroyo Naranjo

Arroyo Naranjo

Seccionales Arroyo Naran-jo, Mantilla (Región 10 de octubre), Municipio Mana-gua (Región San José de Las Lajas)

Barrios Arroyo Apolo, Arro-yo Naranjo, Calvario (Muni-cipio La Habana), Barrios de Managua, Lechuga (Mu-nicipio San Antonio de Las Vegas)

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No.

municipios actuales(Nombres adoptados

definitivamente)

municipios actuales(Nombres propuestos

en el anteproyecto)

seccionales y municipios que los integraron y regiones a las que

pertenecían(Según la división

de 1963-1976)

barrios y municipios antiguos

correspondientes(Según la división

de 1878- 1963)

6 Plaza de la Revolución

Vedado Seccionales Rampa, Ve-dado, Plaza, Príncipe (Re-gión Plaza de la Revolu-ción)

Barrios Medina, Príncipe, Vedado, Puentes Grandes (Municipio La Habana)

7 Cerro Cerro Seccional Cerro (Región Plaza de la Revolución), Parte del Seccional Mar-te-Arsenal (Región Centro Habana), Parte del Seccio-nal Luyanó (Región 10 de 0ctubre)

Barrios Atarés, Cerro, Pilar (Municipio La Habana)

8 10 de Octubre

10 de Octubre

Seccionales Luyanó, Law-ton, Víbora, Santos Suárez (Región 10 de Octubre)

Barrios Jesús del Monte, Manuel de la Cruz, Luyanó (Municipio La Habana)

9 Centro Habana

Centro Habana Norte

Seccionales Dragones, Ca-yo Hueso, Pueblo Nuevo, Parte del Seccional Mar-te-Arsenal (Región Centro Habana)

Barrios Colón, La Punta, Tacón, Marte, Guadalupe, Monserrate, Dragones, San Leopoldo, Chávez, San Lá-zaro, Cayo Hueso, Pueblo Nuevo, San Nicolás, Peñalver (Municipio La Habana)

10 La Habana Vieja

Centro Habana

Vieja

Seccional La Habana Vie-ja, Parte del Seccional Mar-te-Arsenal (Región Centro Habana)

Barrios Ceiba, Arsenal, Paula, Jesús María, San Felipe, San Francisco, San Juan de Dios, Santa Clara, Santa Teresa, Santo Ángel, Santo Cristo, Templete, Vi-ves, Villanueva, San Isidro (Municipio La Habana)

11 Regla Regla Seccional Regla, Parte del Seccional La Habana del Este (la zona de Casablan-ca), Parte del Seccional Vía Blanca (Región Gua-nabacoa)

Barrios Primero, Segundo, Tercero, Cuarto (Munici-pio Regla), La mayor par-te del Barrio de Casablanca (Municipio La Habana)

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No.

municipios actuales(Nombres adoptados

definitivamente)

municipios actuales(Nombres propuestos

en el anteproyecto)

seccionales y municipios que los integraron y regiones a las que

pertenecían(Según la división

de 1963-1976)

barrios y municipios antiguos

correspondientes(Según la división

de 1878- 1963)

12 Guanabacoa Guanabacoa Seccional Guanabacoa, par-te del Seccional Cotorro (la zona de Villa María), (Re-gión Guanabacoa) Par-te del Municipio Campo Florido (La zona de Santa Fé, Bacuranao, La Gallega, Barrera, Minas, Arango) (Región San José)

Barrios Este de la Asunción, Oeste de la Asunción, Este de Corralfalso o Los Cocos, Oes-te de Corralfalso, Este de San Francisco, Oeste de San Fran-cisco o Las Delicias, Cruz Ver-de, Pepe Antonio o Peñalver, Parte del Barrio de Cojímar, Parte del Barrio de San Mi-guel del Padrón y la mayor parte del Barrio de Bacuranao (Municipio Guanabacoa)

13 San Miguel del Padrón

San Miguel del Padrón

Seccional San Miguel del Padrón, la mayor parte del Seccional Vía Blanca (Re-gión Guanabacoa)

La mayor parte del Barrio de San Miguel del Padrón (Municipio Guanabacoa)

14 Cotorro Cotorro La mayor parte del Seccio-nal Cotorro (Región Gua-nabacoa), Parte del Muni-cipio Cuatro Caminos (la zona del pueblo de Cuatro Caminos) (Región San Jo-sé de Las Lajas)

Barrios Cambute, Capote, Ciudad de Santa María del Rosario, Grillo, San Antonio, San Pedro del Cotorro (Mu-nicipio Santa María del Rosario), Parte del Barrio de Jamaica (el pueblo de Cuatro Caminos) (Munici-pio San José de Las Lajas)

15 La Habana del Este

La Habana del Este

La mayor parte del Seccio-nal La Habana del Este (Ca-milo Cienfuegos, Cojímar, Antonio Guiteras, Alamar), Seccional Guanabo (Región Guanabacoa), Parte del Municipio Campo Florido (la zona de Campo Florido, Bajurayabo) (Región San José de Las Lajas)

Barrio Campo Florido, La mayor parte del Barrio de Cojímar, parte del Barrio de Bacuranao (Municipio Guanabacoa), Parte del barrio de Casablanca (la Ciudad Camilo Cienfuegos y el Parque Morro-Cabaña) (Municipio La Habana)

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anexO 20cOnSeJOS POPuLaReS exiStenteS en eL 2000

no. No. del consejo

nombre delconsejo Popular Municipio

1 1 Prado

La Habana Vieja

2 2 Catedral3 3 Plaza Vieja4 4 San Isidro5 5 Belén6 6 Jesús María7 7 Tallapiedra8 1 Cayo Hueso

Centro Habana9 2 Dragones

10 3 Colón11 4 Los Sitios12 5 Pueblo Nuevo13 1 Latinoamericano

Cerro

14 2 El Pilar–Atarés15 3 Cerro16 4 Las Cañas17 5 El Canal18 6 Palatino19 7 Armada20 1 Carmelo

Plaza de la Revolución

21 2 Vedado–Malecón22 3 La Rampa23 4 Príncipe24 5 Plaza25 6 Nuevo Vedado–Puentes Grandes26 7 Colón–Nuevo Vedado27 8 Vedado28 1 Guaicanamar

Regla29 2 Loma–Modelo30 3 Casablanca31 1 Chibás–El Roble

Guanabacoa32 2 Jata-Naranjo33 3 Peñalver–Bacuranao

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no. No. del consejo

nombre delconsejo Popular Municipio

34 4 Minas–Barrera

Guanabacoa35 5 Mañana–Habana Nueva36 6 Debeche–Nalón37 7 Villa I38 8 Villa II39 1 San Pedro–Centro Cotorro

Cotorro

40 2 Santa María del Rosario41 3 Lotería42 4 Cuatro Caminos43 5 Magdalena Torriente44 6 Alberro45 1 Camilo Cienfuegos

La Habanadel Este

46 2 Antonio Guiteras47 3 Cojímar48 4 Alturas de Alamar49 5 Alamar Playa50 6 Alamar Este51 7 Guanabo52 8 Campo Florido53 1 Rocafort

San Migueldel Padrón

54 2 Luyanó Moderno55 3 Diezmero56 4 San Francisco de Paula57 5 Dolores–Veracruz58 6 Jacomino59 1 Güinera

Arroyo Naranjo

60 2 Poey61 3 Callejas62 4 Párraga63 5 Eléctrico64 6 Calvario–Fraternidad65 7 Mantilla66 8 Víbora Park67 9 Los Pinos68 10 Managua69 1 CAI–Los Angeles Marianao

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no. No. del consejo

nombre delconsejo Popular Municipio

70 2 Pocito–Palmar

Marianao71 3 Zamora–Coco Solo72 4 Libertad73 5 Finlay–Belén–Pogolotti74 6 Santa Felicia75 1 Santa Fe

Playa

76 2 Jaimanitas–Siboney–Atabey77 3 Cubanacán-Náutico78 4 Ampliación de Almendares79 5 Miramar80 6 Ceiba-Kolhy81 7 Almendares–La Sierra82 8 Buenavista83 1 Balcón–Arimao

La Lisa

84 2 Cano–Valle Grande–Bello 2685 3 Alturas de La Lisa86 4 San Agustín87 5 Arroyo Arenas88 6 Punta Brava89 1 La Coronela90 1 Armada

Boyeros

91 2 Altahabana–Capdevila92 3 Wajay93 4 Rancho Boyeros94 5 Calabazar95 6 Santiago de Las Vegas96 7 Nuevo Santiago97 1 Sevillano

10 de 0ctubre

98 2 Víbora99 3 Santos Suárez

100 4 Tamarindo101 5 Acosta102 6 Lawton103 7 Vista Alegre104 8 Luyanó105 9 Jesús del Monte

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cambios estructuralesocurridos entre 1990 – 2001

La habana vieja. En 1990 contaba con seis consejos po-pulares. Posteriormente, el Consejo de Belén se dividió en dos: Belén y San Isidro.

Plaza de la Revolución. No se han registrado cambios sustanciales en su estructura; no obstante, el Consejo Po-pular Carmelo, al constituirse en 1990, se le llamaba “Chu-llima”. Este abarca las barriadas del Carmelo, Chullima o Chorrera del Vedado y El Fanguito.

Guanabacoa. En 1990 tenía siete consejos populares. Con el tiempo, el Consejo de Guanabacoa campo se dividió en dos: Peñalver–Bacuranao y Minas–Barrera.

cotorro. En 1990 contaba con cuatro consejos populares, al reajustarse el consejo de Lotería–Alberro se dividió en dos: Lotería y Alberro. La zona de Magdalena Torriente se separó de San Pedro–Centro Cotorro para constituir un consejo aparte.

La habana del este. Hasta 1990 contó con siete consejos populares. Posteriormente el consejo Alamar oeste se divi-dió en dos: Alturas de Alamar y Alamar Playa.

Marianao. En 1990 tenía 5 consejos populares. Posterior-mente la zona de Santa Felicia se separa de Finlay–Belén–Pogolotti y se constituye en consejo aparte.

Playa. El Consejo Kolhy–La Sierra existió hasta 1990, mas se desintegró. El Reparto Kolhy pasó a unirse con el Con-sejo Ceiba, que en lo adelante se llamó Ceiba–Kolhy y el Reparto La Sierra se unió al Consejo Almendares, que pasó a ser Almendares–La Sierra.

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anexO 21

eLeMentOS PRinciPaLeS deL“PROyectO identidad”

de ciudad de La habana

Programa 1: “La localidad en que vivimos” (empleo de las historias provincial, municipales y barriales).

Programa 2: Patriotas insignes, patriotas representativos y los símbolos de la provincia, municipios y barrios.

Programa 3: Personalidades históricas relevantes, institu-ciones insignias, sitios emblemáticos y tradiciones de la provincia, municipios y barrios.

Programa 4: Sitios históricos, monumentos, áreas prote-gidas y construcciones conmemorativas de la provincia, municipios y barrios.

Programa 5: Señalización de los accesos principales de la provincia y límites intermunicipales.

Programa 6: Símbolos patrios.

Programa 7: Educación patriótica en las tradiciones de solidaridad e internacionalismo inspirado en los cinco Héroes prisioneros del Imperio.

Programa 8: “La Habana, la ciudad de Martí”.

Programa 9: Conmemoración y celebración de las fechas nacionales, provinciales, municipales y locales.

Programa 10: Investigaciones científico-sociales acerca de la identidad.

Programa 11: Proyecto de Comunicación Social.

Programa 12: Proyecto “Imagen”.

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PatRiOta inSiGne de La PROvinciade ciudad de La habana:

José Julián Martí y Pérez

Héroe Nacional, Apóstol de la Independencia, autor in-telectual del asalto al Cuartel Moncada; Mayor General del Ejército Libertador Cubano, fundador y delegado del Parti-do Revolucionario Cubano. Poeta y periodista. Hombre de ideas independentistas, latinoamericanistas, antimperialis-tas, antiesclavistas, antianexionistas, abolicionistas.

José Martí, es ante todo, “habanero, cubano y univer-sal”. Nació en la calle Paula —actual Leonor Pérez— en La Habana Vieja, el 28 de enero de 1853, donde residiera al igual que en varios sitios del actual Centro Habana, Regla y Guanabacoa. Estudió en esta ciudad; fue aquí donde ini-ció su labor conspirativa y guardó prisión, también aquí, iniciaría su carrera literaria. En Guanabacoa pronunció su primer discurso.

José Martí, además de pertenecerle a Cuba, a nuestra América y al mundo, es el hijo más ilustre de esta ciudad.

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PatRiOtaS RePReSentativOSde La PROvincia

Resistencia indígenaCasiguaguas

lucha contra el invasor:José Antonio Gómez Bullones

“Pepe Antonio”

luchas abolicionistas antiesclavistas:José Antonio Aponte y Ulabarra

etapa de formación de la conciencia nacional:Félix Varela y MoralesJosé de la Luz y Caballero

guerras de independencia:José María Aguirre ValdésAdolfo del Castillo SánchezJuan Bruno Zayas AlfonsoNéstor Aranguren MartínezJuan Delgado GonzálezLuis de Ayestarán Moliner

período republicano 1902-52:Manuel Sanguily GarritJulio Antonio Mella Mac PharlandCarlos BaliñoAlfredo López ArencibiaRafael Trejo GonzálezFrancisco González Cueto, “Paquito”Rubén Martínez VillenaAntonio Guiteras HolmesAracelio Iglesias

lucha insurreccional 1952-58:Camilo Cienfuegos GorriaránJuan Manuel Márquez RodríguezAntonio López Fernández, “Ñico”Abel Santamaría CuadradoRaúl Gómez GarcíaSergio González López, “El Curita”Gerardo Abreu, “Fontán”Hermanos Ameijeiras Delgado,

(Juan Manuel, Gustavo y Ángel “Machaco”)Arístides Viera González, “Mingolo”José Antonio Echeverría Bianchi,

“Manzanita”Urselia Díaz Báez

Revolución triunfante:Blas Roca CalderíoLázaro Peña GonzálezManuel Ascunce DomenechGustavo Machín Hoed DebecheRaúl Díaz Argüelles

SíMbOLOS deciudad de La habana

1. Escudo de armas de la Ciudad de La Habana

2. La Giraldilla 3. La Ceiba. Considerada como ár-

bol de la ciudad en alusión a la del Templete

4. El Morro 5. El Monumento Memorial José

Martí y su torre, en la Plaza de la Revolución que lleva su nombre

6. Azul: color de la ciudad

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7. Equipo Industriales 8. Símbolos de la arquitectura ha-

banera: • La Catedral de La Habana • El Capitolio Nacional • Edificio FOCSA • Hospital Hermanos Ameijeiras 9. Arterias urbanas que simboli-

zan la ciudad:• El Paseo de Martí o del Prado• El Malecón• Paseo de Carlos III o Avenida

Salvador Allende• Calle 23 del Vedado• 5ta. Avenida de Miramar

10. La Fuente de la India o de la No-ble Habana

11. El río Almendares 12. La réplica de un machete mam-

bí de Néstor Aranguren 13. La Escalinata universitaria 14. La Tribuna Antimperialista “Jo-

sé Martí”

fiGuRaS cÉLebReS 1. José María López Lledín, “El Ca-

ballero de París”

PeRSOnaLidadeShiStÓRicaScultura artística y literaria

Actores: 1. Antonio Palacios Espejo 2. Carlos Moctezuma 3. Eloisa Álvarez Guedes

4. Enrique Arredondo Mata 5. Enrique Santiesteban 6. Germán Pinelli 7. Luis Manuel Martínez Casado 8. Raquel Revuelta 9. Tito Junco Martínez

cantantes: 1. Barbarito Diez Junco 2. Carlos Embale 3. Celeste Mendoza 4. Coralia Fernández Pascual 5. Elena Burke 6. Justo Vega Enrique 7. Ramón Veloz 8. Rita Amelia Montaner

cine: 1. Santiago Álvarez 2. Tomás Gutiérrez Alea, “Titón”

cultura culinaria: 1. Nitza Villapol

danza: 1. Margarita Ugarte

escritores: 1. Alejo Carpentier 2. Dolores (Loló) de la Torriente 3. Domingo Delmonte 4. Félix Pita Rodríguez 5. Gonzalo de Quesada y Aróstegui 6. Jorge Mañach 7. José Lezama Lima 8. Juan Marinello Vidaurreta 9. Manuel Cofiño López 10. Miguel de Carrión 11. Mirtha Aguirre

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12. Olga Alonso 13. Rafaela Chacón Nardi 14. Renée Méndez Capote 15. Roberto Branly

escultores: 1. Antonia Eiriz 2. Fernando Boada 3. Gilma Madera Valiente 4. José Manuel Fidalgo Rodríguez 5. José Ramón de Lázaro Bencomo,

“José Delarra” 6. Rita Longa 7. Teodoro Ramos Blanco

Historiadores: 1. Cayetano Núñez de Villavicencio 2. Alberto Acosta Brito 3. Emilio Roig de Leuchsenring 4. Fernando Inclán Lavastida 5. Francisco Fina García 6. José Antonio Portuondo 7. Julio Le Riverend Brusone 8. Sergio Aguirre

locución: 1. Manolo Ortega

música: 1. Adolfo Guzmán 2. Benny Moré 3. Claudio José Domingo Brindis

de Salas 4. Enrique Jorrín Oleada 5. Ernesto Lecuona 6. Familia Romeu 7. Gerardo Delgado Guanche 8. Gonzalo Roig

9. Hermanas Castro 10. Hubert de Blanck 11. Ignacio Cervantes 12. Ignacio Jacinto Villa Fernández,

“Bola de Nieve” 13. Ignacio Piñeiro 14. Isolina Carrillo 15. José Arcaño 16. Joseíto Fernández 17. Juan Arrondo 18. Mariana de Gonith 19. Merceditas Valdés 20. Miguelito Cuní 21. Orestes López 22. Sindo Garayperiodistas: 1. Enrique de la Osa 2. José Zacarías Tallet 3. Mario Kuchilán Solpintores: 1. Amelia Peláez del Casals 2. Mariano Rodríguez Álvarez 3. Nicolás de la Escalera 4. Raúl Martínez 5. René Portocarrero 6. Servando Cabrera Morenopoetas: 1. Dulce María Loynaz 2. Eliseo Diego 3. Gabriel de la Concepción Valdés

“Plácido” 4. Gustavo Sánchez Galárraga 5. Julián del Casal y de la Lastra 6. Nicolás Guillén Batista 7. Regino Pedroso

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educación: 1. Antonio Bachiller y Morales 2. Dulce María Escalona 3. Elena Gil 4. Enrique José Varona 5. José de la Luz y Caballero 6. José Agustín Caballero 7. María Jones de Castro 8. Salvador García Agüero 9. Vicentina Antuña 10. Gaspar Jorge García Galló 11. Gustavo Doubouchet

salud pública: 1. Elvira Saladrigas (Enfermería) 2. Doctor Armando Cubría (Medi-

cina)

ciencias: 1. Doctor Carlos Juan Finlay (Me-

dicina) 2. Doctor Orfilio Peláez (Medicina) 3. Doctor Ramón González Coro

(Medicina) 4. Doctor Pedro Kourí (Medicina) 5. Doctor Tomas Romay Chacón

(Medicina) 6. Equipo de la Vacuna de la Me-

ningocóccica (Medicina) 7. Equipo de Ortopedia del Dr. Rodri-

go Álvarez Cambras (Medicina) 8. Doctor Antonio Núñez Jiménez

(Geógrafo, Espeleólogo) 9. Argeliers León (Etnólogo) 10. Doctor Fernando Ortiz (Etnólogo) 11. Doctor Juan Tomás Roig (Ciencia)

deportes: 1. Manuel Permuy (Director de De-

porte y entrenador) 2. José Raúl Capablanca (Ajedre-

cista) 3. Andarín Carvajal (Atletismo) 4. Gilberto Torres Núñez (Béisbol) 5. Miguel Ángel González Cordero

“Mai” (Béisbol) 6. Roberto Amado Maestri Menén-

dez (Béisbol) 7. Santiago Mederos “Changa”

(Béisbol) 8. Eligio Sardiñas Montalvo “Kid

Chocolate” (Boxeo) 9. Enrique Borbonet (Tiro)

Religión: 1. Arcadio Calvo Espinosa (Santero

y Palero, fundador de la asocia-ción “Hijos de San Antonio”)

inStituciOneSinSiGniaS

1. Acuario Nacional 2. Aeropuerto Internacional “José

Martí” 3. Antillana de Acero 4. Ballet Nacional de Cuba 5. Cementerio de Colón 6. Cervecería Guido Pérez 7. Cine Yara 8. Ciudad Libertad 9. Comparsas del Carnaval de La

Habana 10. Complejo de Ministerios

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11. Complejo Deportivo Panameri-cano

12. Escolapios de Guanabacoa 13. Estadio Latinoamericano 14. Expocuba 15. Fábricas de Tabaco 16. Fragua Martiana 17. Gran Logia Masónica 18. Gran Teatro de La Habana 19. Heladería Coppelia 20. Hospital Calixto García 21. Hospital Frank País 22. Hotel Nacional 23. Instituto Superior de Arte (ISA) 24. Jardín Botánico Nacional 25. Jardín Zoológico de La Habana

“La Edad de Oro” 26. La Ciudad Deportiva 27. La lancha de Regla 28. La Red de Tiendas 29. Museo de la Ciudad 30. Palacio de las Convenciones 31. Parque Lenin 32. Radiocentro ICRT 33. Salón Rosado de la Tropical 34. Teatro Karl Marx 35. Terminal Central de Trenes 36. Terminal de Ómnibus Nacionales 37. Tropicana 38. Universidad de La Habana

SitiOS eMbLeMáticOS 1. Barrio Chino 2. Calle 100 y 51, Marianao 3. Calzada de Diez de Octubre, an-

tigua Calzada de Jesús del Monte

4. Centro Histórico de Santa Maria del Rosario

5. El Caballo Blanco 6. El Cacahual 7. El Capitolio 8. El Cristo de La Habana 9. El Malecón de La Habana 10. El Obelisco a Finlay (La jerin-

guilla) 11. El Parque El Curita, antigua Pla-

za del Vapor 12. El Paseo del Prado, actual Paseo

de Martí 13. El Puerto de La Habana 14. Esquina de Tejas 15. Esquina de Toyo 16. Fuente Luminosa (Bidel de Pau-

lina) 17. La Palma 18. La Rampa 19. La Virgen del Camino 20. Manantiales de la Cotorra 21. Parque Almendares y el Puente 22. Parque Central 23. Parque de la Fraternidad 24. Parque Maceo 25. Parque Histórico-Militar Morro-

Cabaña 26. Playas del Este de la ciudad 27. Plaza de Armas 28. Plaza de la Revolución (La Ras-

padura) 29. Puente de La Lisa, oficialmente

Puente Arango 30. Tanques de Palatino 31. Mercado Cuatro Caminos

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PatRiOtaS inSiGneSde LOS MuniciPiOS

LA HABANA VIEJA José Martí y Pérez

CENTRO HABANASergio González López,“El Curita”

CERROJuan Bruno Zayas Alfonso

PLAZA DE LA REVOLUCIÓNJosé Ramón Rodríguez López

10 DE OCTUBRECamilo Cienfuegos Gorriarán

ARROYO NARANJOAdolfo del Castillo Sánchez

BOYEROSJuan Delgado González

GUANABACOAJosé Antonio Gómez Bullones, “Pepe Antonio”

REGLAMiguel Coyula Llaguno

LA HABANA DEL ESTENéstor Aranguren Martínez

SAN MIGUEL DEL PADRÓNLuis Melián Hernández

COTORROGuido Pérez Valdés

PLAYAArístides Viera González,“Mingolo”

MARIANAOJuan Manuel Márquez Rodríguez

LA LISAElpidio Aguilar Rodríguez

SíMbOLOS de LOSMuniciPiOS

LA HABANA VIEJACasa natal de José Martí.CENTRO HABANATorreón de San Lázaro.CERROLa llave, El Alacrán, El Bombín, el Tulipán y el Acueducto de Albear.PLAZA DE LA REVOLUCIÓNMonumento Memorial José Martí y su torre y Escudo Municipal. 10 DE OCTUBREIglesia de Jesús del Monte. ARROYO NARANJOMonumento Memorial Adolfo del Castillo Sánchez y Museo Hurón Azul.BOYEROSMausoleo del Cacahual.GUANABACOA.Escudo de armas de la villa de la Asunción de Guanabacoa, Tribuna del Liceo Artístico y Literario y El Obelisco de La Jata.REGLA.Colina Lenin.LA HABANA DEL ESTETorreón de Cojímar, Castillo del Morro y el Monumento al Movimiento de Microbriga-das de Alamar.SAN MIGUEL DEL PADRÓNVirgen del Camino.COTORROIglesia de Santa María del Rosario.PLAYATorre-Reloj de 5ta. Avenida y Obelisco a los Mártires del Moncada, en Ceiba.MARIANAOEscudo de la ciudad de Marianao y Obelisco Memorial Carlos J. Finlay. LA LISA.Escudo municipal y el Puente Arango o de La Lisa.

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bibLiOGRafía y OtRaS fuenteS

archivo Del comité provincial Del partiDo comunista De cuba De ciuDaD De la habana.

archivo histórico Del museo De la ciuDaD De la habana. ofi-cina Del historiaDor De la ciuDaD: Fondo Administración de La Habana Metropolitana.

archivo histórico Del museo De la ciuDaD De la habana. ofi-cina Del historiaDor De la ciuDaD: Actas capitulares del Ayuntamiento de San Cristóbal de La Habana.

archivo histórico Del museo municipal De boyeros: Actas ca-pitulares del Ayuntamiento de Santiago de las Vegas.

archivo histórico Del museo municipal De Guanabacoa: Actas capitulares del Ayuntamiento de Guanabacoa.

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índice

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Sobre la historia provincial de Ciudad de La Habana . . . 9

1. Apuntes preliminares para un estudio regional . . . 12

2. Un espacio habitado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14

3. Algunas reflexiones acerca de los procesos fundacionales. San Cristóbal de La Habana y otras poblaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34

4. Otros asentamientos surgidos en la etapa colonial . . . . . . . . . . . . . . . . . 48

5. Siglo xx: Surgimiento de la gran ciudad contemporánea . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53

6. Los ejes viales, los medios de comunicación y transporte y la conformación de la Gran Habana . . . 66

7. Arquitectura y urbanismo: La megápolis del eclectisismo . . . . . . . . . . . . . . . . 82

8. Las divisiones político-administrativas y el fenómeno del crecimiento urbano de La Habana . . . 94

9. La región histórica y sus sub-regiones . . . . . . . . . 125

10. En busca de un caso análogo al de La Habana . . 139

11. Una identidad que se proyecta . . . . . . . . . . . . . . . 145

12. La Habana de refranes y expresiones populares . 151

Anexos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

Bibliografía y otras fuentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195

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Este libro fue impreso en la RISOGRAPHdel Centro Provincial del Libro y la Literatura

de Ciudad de La Habana, 2008.“Año 50 de la Revolución”

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