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RESPONSABLES

Detlef Nolte

Mariana Llanos

Jorge Gordin

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Fernando Díaz Ruiz

Entrevista a Consuelo Triviño:reivindica la obra delsemiolvidado Vargas Vila,negando similitudes con la de Fernando Vallejo

En el año del sesquicentenario delnacimiento del escritor modernista másleído de su época, exiliado a Europa debi-do a sus ataques a los líderes de la Regene-ración colombiana, la autora de La semillade la ira (2008), novela sobre la vida deVargas Vila, señala que sería importanteelegir tres o cuatro libros suyos, los demayor valor, y colocarlos en el lugar queles corresponde en nuestro sistema litera-rio. Triviño se lamenta de que hasta ahorael mito de Vargas Vila haya tenido máspeso que su obra, pero aun así se resiste aver similitudes con la literatura y figura deltambién polémico Fernando Vallejo, que,en su opinión, hoy en día no constituyen“una amenaza para nadie”.

Fernando Díaz Ruiz (FDR): En elgran basurero de Internet acabo de encon-trar una columna del diario La Vanguardiafechada en 1962 que hablaba del olvidodel centenario del nacimiento de JoséMaría Vargas Vila, en 1960. Parece quecincuenta años después, gracias a usted y asu novela sobre este autor, La semilla de laira, la efeméride no pasará desapercibida.

Consuelo Triviño (CT): Puede quepase desapercibida porque, aunque sigueestando presente en Colombia, las nuevasgeneraciones no han sufrido ni padecidoel peso de la figura de Vargas Vila comoalgo maldito y prohibido. En todo caso, laUniversidad Central de Colombia ha cele-brado en septiembre los 150 años de sunacimiento dedicando un espacio a Lasemilla de la ira.

DR: Imagino que para usted, que escri-bió su tesis doctoral sobre Vargas Vila hacetiempo, cuando el nombre del escritor lle-vaba varias décadas en el limbo literario, yque consiguió rescatar del olvido y reeditarsus diarios secretos, hoy es un motivo deorgullo haber contribuido desde su facetacomo novelista a la rehabilitación de unescritor de su importancia.

CT: De todos modos, Vargas Vila haacaparado los titulares de la prensa. Porejemplo, en el año 1960 el Boletín Cultu-ral y Bibliográfico de la biblioteca LuisÁngel Arango le dedicó todo un númerocon motivo del centenario de su nacimien-to. Y ha habido distintos momentos en queVargas Vila ha vuelto a la prensa colom-biana con motivo de una u otra efeméride.Por ejemplo, en el año 1982 la editorialOveja Negra de Bogotá editó algunas desus obras en una colección, coincidiendocon el intento de un sector de la masoneríay de los liberales de trasladar sus restos deBarcelona a Bogotá, lo que se hizo en eseaño. Después, volvió a ser noticia en 1988a raíz de la edición que hice del diario; yluego en 1998, cuando la editorial Pana-mericana reeditó sus obras completas,bajo la dirección de Juan Carlos GonzálezEspitia, quien ahora trabaja por la recupe-ración, escaneo y puesta en red de su obra.En las ediciones para Panamericana cola-boré seleccionando y prologando algunoslibros, de modo que sí que ha estado pre-sente, y al salir mi novela en 2008 volvióa ser noticia, lo mismo que este año que secumplen los 150 años de su nacimiento.

FDR: En los últimos años he tenido laoportunidad de ir comprando y leyendo lasediciones de varias de las obras de VargasVila y tras leer La semilla de la ira, novelaque en cierto modo recrea sus diariossecretos, me maravilló cómo consiguiócincelar con habilidad de orfebre el ritmo ycadencia de su prosa. Cuénteme algunosde sus secretos y de sus dificultades. Ib

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CT: Sin ninguna vanidad puedo ase-gurar que escribo mejores novelas queVargas Vila, porque él no cuenta historias,y mi novela inspirada en su vida es unanarración. Al releer su diario me sitúo enuna época que me ha conmovido muchísi-mo y cuya versificación y ritmo hace partede mi ser. El público latinoamericano havibrado y amado con la poética modernis-ta que atravesó el cancionero popular. Lospoemas de Rubén Darío que aprendí sien-do niña y me enseñó mi madre, provoca-ron que cuando yo escribí esta novelaviviera internamente, sin ser muy cons-ciente de ello, un proceso químico defusión de muchas corrientes, de memoria,del ritmo de la lengua que viaja a través dela sangre y que me permitió, a lo mejor, através de la vida de Vargas Vila, reviviresa época, la poética modernista que élencarna y a la que él no puede ser fiel por-que la destroza malamente en frases recor-tadas con violencia. Él está violentando lalengua, rebelándose contra la sintaxis,queriendo ser innovador, pero fracasa,porque resulta muy afectado. Lo que hayen mi novela es un ritmo, una forma queviaja a través del idioma de todos y en elque se expresan nuestros sentimientos.

FDR: Es fácil suponer que su conoci-miento privilegiado de los diarios secretosdel escritor le ha permitido trazar un relatofidedigno de un personaje tan complejo yfascinante como fue este libertario anticle-rical, carente de toda capacidad de auto-crítica. ¿Me equivoco? ¿Cómo afrontó latarea de reconstruir al hombre que habíadetrás del panfletario e iconoclasta?

CT: Se trataba de inventar un perso-naje, pues lo que no va saber un lector queno conozca la obra de Vargas Vila es quela novela está escrita con retazos de susobras: coge un párrafo de su diario y con-tinúa tejiendo sin parar hasta convertirloen una narración de lo que Vargas Vila nocontó y he tenido que inventar. Se trata de

un personaje posible que viaja a Colombiaa visitar la tumba de su madre, algo que élhubiera querido hacer y no pudo llevar acabo. Además, los personajes que apare-cen en La semilla de la ira hacen el papelde amigos o conocidos y en realidad sonficticios, están sacados de sus novelas.Entonces los nombres ficticios se mezclancon los históricos, con los conocidos porVargas Vila.

FDR: En todo caso, también es ciertoque Vargas Vila recogía en sus novelasmuchas experiencias idénticas a las que lehabían ocurrido, como sus vivenciascomo maestro rural, y en este sentido,cabe pensar que algunos de sus persona-jes, a los que su novela confiere un estatu-to real, hubieran existido de veras y trata-do con el escritor.

CT: Sí, en ese sentido, el de mi novelaes un Vargas Vila posible.

FDR: Efectivamente, de La semilla dela ira surge un Vargas Vila verosímil, has-ta el punto de que algunos lectores puedenllegar a pensar que, más que frente a unanovela, se hallan ante el auténtico diariosecreto del escritor. ¿Quiso con su obrarendirle homenaje al Vargas Vila hombre,irremediablemente obsesionado consigomismo? ¿Hasta qué punto cayó fascinadapor la personalidad del escritor?

CT: Lo que he pretendido es humani-zar al personaje, intentar comprender enqué consistían sus quejas y sus dolores.Cuando uno se acerca a la persona, la estádesmitificando. Lo que sientes no esadmiración por ella sino conmiseración,ya no la juzgas, sino que entiendes sus cir-cunstancias, pero sobre todo sientes fasci-nación por su época. Particularmente, meconmueve su condición de escritor que hatenido que batirse solo en el exilio, que nopudo volver a su tierra. En mi novela, Var-gas Vila, con cuarenta años, tiene quepagarse la edición de su obra, a pesar deser un escritor conocido, es decir, está

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abriéndose camino en Europa, intentandovivir de su escritura… Claro está que teníaamistades y conexiones políticas con losliberales, con los masones, con algunoscaudillos que lo apoyaban, pero no vivíade ellos, como muchos escritores de sutiempo, y tampoco necesitaba del perio-dismo. Vivió de la venta de sus libros yeso me resulta admirable. Obviamentetuvo afinidades ideológicas con EloyAlfaro, Joaquín Crespo o con el primerpresidente de la Revolución mexicana.Éstos lo ayudaron y protegieron, peromantuvo su independencia económica, loque no ocurrió con Rubén Darío, quedependía de sus colaboraciones para laprensa y de los caudillos.

FDR: Tras haber leído su tesis y otrosartículos académicos suyos dedicados alescritor, no pude evitar sentirme ante unasegunda tesis doctoral sui generis de Con-suelo Triviño sobre el autor de Aura o lasvioletas. Quizás sea descabellado decirlo,pero pienso que es posible aprender casitanto sobre el escritor con su novela comocon sus textos académicos.

CT: Es un hecho que las nuevas gene-raciones no tienen por qué saber quién eraVargas Vila. Ahora, con mi novela, se pue-den imaginar cómo era este señor, perosobre todo, la época a la que pertenecía yque es una parte muy rica de nuestro pasa-do. Creo que el mito de Vargas Vila muerecon esta novela, ya que el mito se alimen-ta del desconocimiento y al desvelar alpersonaje se le desmitifica. No sé si es unapretensión mía que se conozcan, o se ima-ginen un personaje y una época, porquecuando escribí la novela sentí que estabaviajando por toda América Latina con él,que era una obra muy latinoamericana, ypude, como él, estremecerme con las rea-lidades políticas, con la injusticia y ladesigualdad que afectan a todo un conti-nente. Sentí que lo que pasó hace cienaños pasa ahora, que estamos dando vuel-

ta alrededor de los mismos fantasmas. Medio la impresión de que escribía sobre elpresente, más que sobre el pasado.

FDR: A este respecto, ¿cree usted quehoy en día siguen siendo necesarios pan-fletarios que agiten la conciencia deColombia como Vargas Vila?

CT: Panfletarios tal vez no necesita-mos, pero sí personas honestas y capacesde señalar lo que ocurre, algo que, porejemplo, sí está ocurriendo en el cine. Hoyvemos películas en las que se muestracómo un pueblo es masacrado por intere-ses económicos transnacionales, lo que enverdad ocurre. Entonces, quizás no debe-ríamos perder la conciencia sobre lo queestá ocurriendo. Lo que pasa es que lasreivindicaciones, consignas y panfletosdel pasado ya no valen para el presente;ahora lo que se requiere son actos cívicos:actos de la conciencia, resultado de unaprofunda reflexión. La verdad es que nosé por dónde podemos ir los intelectuales,yo misma me siento desconcertada en estemomento de vertiginosos cambios.

FDR: Otro impulsor indirecto delredescubrimiento de Vargas Vila, al menosen mi caso, fue quien me llevó a descu-brirlo, Fernando Vallejo, quien reconocehaberlo leído en varias de sus obras. Setrata igualmente de un escritor iconoclas-ta, anticlerical y que vierte fuertes críticascontra sus compatriotas, pero que en miopinión le supera por su capacidad deautocrítica, humor y su esmerado cuidadode la lengua. ¿Les encuentra usted tam-bién parecidos?

CT: No, para nada, Fernando Vallejopuede admirar a Vargas Vila, sentir ciertafascinación por él, pero no hay un pareci-do entre ellos, porque la lengua de VargasVila no es cercana al habla popular, comosí ocurre con la de Vallejo. La de VargasVila era una lengua muy afectada, conrecursos de la retórica, como la letanía, alestilo de los profetas, como Ezequiel. Ahí

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está la contundencia del panfleto que lla-ma a la rebelión, pero no a la reflexión,mientras que la lengua de Vallejo, desdemi punto de vista, está muy arraigada enel decir popular, lo que dice es lo que lagente piensa en el fondo, lo que no espolíticamente correcto. Él traduce lo quenadie se atreve a decir. En cambio, en Var-gas Vila hay un distanciamiento del pue-blo: el aristocratismo decimonónico.

FDR: En todo caso, sí que creo que seperciben similitudes si observamos sustrayectorias. Las obras de Vargas Vila fue-ron perseguidas en Colombia a causa desus críticas al clero y a los conservadores,él mismo hasta llegó a ser excomulgado.De igual modo, las primeras películas deFernando Vallejo, recientemente reedita-das en Colombia, fueron prohibidas en elpaís en la década de los setenta del siglopasado por ser una presunta apología de laviolencia.

CT: No tengo conocimiento de ello,pero, por poner un ejemplo, en Colombiahay quienes consideran escandalosa oinmoral una película como La vendedorade rosas de Víctor Gaviria.

FDR: Claro, pero es distinto, porqueésta no fue prohibida en la época.

CT: Lo que quiero decir es que hay unrechazo por parte del sistema, cuando sesiente agredido si, por ejemplo, se muestrael abandono de la infancia en Colombia.Supongo que Vallejo no ha sido una per-sona perseguida, aunque es un personajemuy provocador. La primera fase de sunarrativa, donde cuenta su infancia, esmaravillosa. Se puede decir que obtuvo unéxito que no buscó. Lo malo es que en susúltimos libros repite la fórmula. Claro queVargas Vila tuvo éxito y Vallejo también;Vargas Vila era misógino y despotricabacontra el clero y contra la clase política,Vallejo también es misógino, despotricacontra el clero y contra el establishment,pero no surte el mismo efecto, el sistema

no se siente amenazado con la literaturade Vallejo. En un momento dado VargasVila representaba la derrota del liberalis-mo y sus panfletos eran parte de su estra-tegia para desprestigiar la política de laRegeneración de Núñez, había un motivopolítico, lo de Vallejo es diferente.

FDR: Corríjame si me equivoco, perome parece entender que, en su opinión, ennuestra sociedad, hoy en día no es posibleser un Vargas Vila, no es posible resultarsubversivo para la sociedad, que hoy yaestamos acostumbrados a todo.

CT: En algún momento nos pareceque Vallejo es tan exagerado que se acercaa la parodia. Es evidente que una obraescandalosa como la suya no causa el mis-mo efecto en la cultura occidental comoen otras culturas. Salman Rushdie ha sidoperseguido y amenazado por sus Versossatánicos. A lo mejor, si un autor tuvierauna vinculación con grupos insurgentes, elEstado se sentiría amenazado. Él no escri-be panfletos contra ningún jefe de Estado,como Vargas Vila. Pero le dan el premio“Rómulo Gallegos” y regala el dinero alos perros venezolanos, como si menos-preciara la distinción que le concede elgobierno de aquel país, y esto no es unaamenaza para nadie.

FDR: Por volver a Vargas Vila, dosúltimas preguntas, una de ellas más perso-nal: ¿cómo tomó usted la decisión de rea-lizar una tesis doctoral en Madrid sobreeste autor en pleno “reinado” de GarcíaMárquez?

CT: El modernismo siempre ha sidouno de los temas más tratados en la uni-versidad española. Fíjate que en la Uni-versidad Complutense de Madrid se cus-todia el archivo Rubén Darío. El moder-nismo es un tema que no se agota.Entonces, ¡cómo no iba a ser interesantetrabajar sobre Vargas Vila si era el autormás leído en lengua española! Lo que enEspaña no se alcanza a medir es lo que era

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Vargas Vila en Colombia. En España es unmodernista más por estudiarse. En cam-bio, en Colombia sí es una rareza estudiara Vargas Vila, por haber sido un autormarginado y prohibido. Todavía despiertacierto morbo e incluso hay quién noentiende este interés por un autor que sequiere enterrar.

FDR: Para concluir, ¿qué puede apor-tar a día de hoy el estudio y redescubri-miento de la obra de José María VargasVila?

CT: Lo mejor de Vargas Vila debe ele-girse con pinzas: sus ensayos de literatura,sus escritos sobre Renan, Nietzsche, Tols-toi, Valle-Inclán o Ibsen son maravillosos.No sé por qué a la gente no le interesa esteaspecto de su obra, muy importante paraentender el modernismo. Valen la penalibros como El huerto agnóstico que con-tiene epigramas, donde encuentras frasesbrillantes. Lo interesante sería coger tres ocuatro libros de Vargas Vila, los que másvalen, y colocarlos en el lugar que corres-ponde en nuestro sistema literario, ponién-dolos a dialogar con las obras de otrosautores, porque al fin y al cabo VargasVila fue admirado por los más grandesescritores de su tiempo: José EnriqueRodó, Manuel Ugarte, Valle-Inclán, Pom-peu Gener o el propio Rubén Darío.Muchos de ellos reconocían que en élhabía un gran poeta al que la políticahabía absorbido impidiéndole desarrollarsu indiscutible talento. Esto lo percibíleyendo sus primeros escritos de un estilomás fluido, rico y expresivo. El VargasVila que escribe El camino de Sodoma notiene nada que ver con el panfletario quellegó a ser, acaso porque adaptó su verbo ala urgencia del momento político.

Fernando Díaz Ruiz trabaja en la UniversitéLibre de Bruxelles mientras prepara su tesisdoctoral sobre la narrativa de Fernando Valle-jo; ha publicado varios artículos acerca de la

literatura hispanoamericana y es coeditor, jun-to con José Manuel Camacho Delgado, dellibro Gabriel García Márquez, la modernidadde un clásico (2009). Correo electrónico:[email protected].

Nora Goren

La institucionalización de la perspectiva de género.¿Un mayor reconocimiento?

En el marco de un mundo en constanteproceso de globalización transnacional,con sus impactos positivos y negativossobre distintas dimensiones de la vidaeconómica, política y social, ha habidoavances formales y no formales en elreconocimiento de los derechos de los dis-tintos grupos poblacionales, sumado estoa la aceptación e inclusión de algunas delas demandas del movimiento de mujeres.

Una de las formas a través de las cua-les el Estado incorporó las demandas porlos derechos de las mujeres y la igualdadde género fue la institucionalización de laperspectiva de género. Ésta fue atravesan-do distintos momentos, con enfoques teó-ricos, dispositivos institucionales y for-mas de intervención que fueron variando alo largo del tiempo y dieron cuenta así delcomplejo arte de gobernar de los Estadosfrente a estas demandas en cada momentosociohistórico particular.

La inclusión de la perspectiva de géne-ro de manera “transversal” en los distintosámbitos de la vida pública se hizo presen-te a partir de la conferencia de Beijing. Laequidad de género se vio expresada en losEstados y la vinculada a temas laboralesse plasmó en los distintos ministerios deTrabajo, asumió diversas modalidades yocupó posiciones jerárquicas distintas, sela nombró de maneras diferentes, persi-

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guió diferentes objetivos y se elaboraronprogramas en los distintos países de Amé-rica Latina y el Caribe.

En este proceso se observa una fuertetensión en los variados discursos que sevan instituyendo, los valores y objetivosque se pretenden alcanzar y los mecanis-mos institucionales diseñados para ello. Elanálisis de estas tensiones nos permitecomprender su complejidad y dar cuentade las permanencias y los cambios que seexperimentan. Son estos cambios los queen este trabajo nos proponemos abordar.

Así, damos cuenta, en primer lugar, decómo el discurso sobre el mainstreamingo la transversalización de la perspectivade género es apropiado y materializadopor las estructuras de los ministerios deTrabajo de América Latina y el Caribe, ydejamos para una segunda etapa el análi-sis de la manera en que el discurso es sig-nificado y resignificado por los/as acto-res/as que participan de estas accionesestatales.

Nos aproximamos al tema desde unaconcepción que abreva en la centralidaddel Estado como arquitecto nuclear en latransformación política y cultural, en losprocesos de construcción de subjetivida-des y subjetivación. Se lo considera tam-bién un actor central en la construcción decondiciones de igualdad, dado que distri-buye recursos materiales y oportunidadesde reconocimiento simbólico entre losgéneros (Fraser, 1995, “From Redistribu-tion to Recognition? Dilemmas of Justicein Post-Socialist Age”. En: New LeftReview I).

Para ello utilizamos datos de fuentessecundarias provenientes de informesnacionales e internacionales. En un primermomento, nos detenemos en el conceptode transversalización y sus supuestos sub-yacentes, luego damos cuenta de los man-datos de los organismos internacionales yde las inequidades en el mercado laboral

y, por último, nos centramos en las formasque asume actualmente la institucionaliza-ción de la perspectiva de género en losdistintos ministerios de Trabajo.

¿Que es la transversalización?

Esta propuesta se vio expresada porprimera vez en una de las recomendacio-nes que figuran en la Plataforma de Acciónde Beijing, que señala que “el mecanismonacional para el avance de la mujer es launidad central coordinadora de políticasdentro del gobierno. Su principal tarea esapoyar la transversalización gubernamen-tal de una perspectiva de igualdad degénero en todas las áreas de política”.

Se entiende por transversalización “alproceso de examinar las implicacionespara mujeres y hombres de cualquier tipode acción pública planificada, incluyendolegislación, políticas y programas, encualquier área. Asimismo, es una herra-mienta para hacer de los intereses y nece-sidades de hombres y mujeres una dimen-sión integrada en el diseño, implementa-ción, monitoreo y evaluación de políticasy programas en los ámbitos políticos,sociales y económicos“ (Naciones UnidasConsejo Económico y Social, 1997).

El concepto que subyace a esta defini-ción es que no se trata de acciones puntua-les, sino que implica redefinir todas lasactuaciones llevadas a cabo por un gobier-no para que éstas contribuyan activamentea la igualdad de género. Con la incorpora-ción de esta estrategia, las políticas adop-tarían un enfoque estructural y transfor-mador, que pondría a todos los poderespúblicos al servicio de la igualdad entremujeres y hombres. Esto, a su vez, suponecontar con las herramientas necesariaspara poder alcanzarlo.

En estas definiciones, se supone quetransversalizar implicaría el ejercicio de

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un esfuerzo por superar la tradicionalseparación o segregación de los mecanis-mos específicos (focalizados) para superarla discriminación de las mujeres, y no larealización de acciones específicas y foca-lizadas que han primado durante tantosaños, y que han ubicado a la mujer comogrupo vulnerable.

Si tenemos en cuenta la situación dife-rencial de mujeres y varones en el merca-do de trabajo, estas acciones deberían bus-car, por todos los medios, desandar losmecanismos que las perpetúan, donde tan-to varones como mujeres sean parte de suabordaje y las mujeres no sean ubicadascomo grupo específico sobre el cual sedebe actuar. Por lo tanto, debería dejar deser un organismo de igualdad el encarga-do de implementar las acciones, ya que lasacciones transversales implican que la res-ponsabilidad recae en todas las áreas.

Para referirse a la complejidad de suinstrumentación, Rodríguez Gusta evoca alas escaleras de Escher, cuando señala quela transversalización de género parece serposible de instalar, pero que una miradaatenta devela su imposibilidad física, dadoque, sin capacidades estatales desarrolla-das, no es posible la articulación de ele-mentos institucionales tan variados. Noobstante, esta autora enfatiza que la trans-versalización fomentaría esa articulación(“La escalera de Escher”, en Aportes parael Estado y la Administración, año 14, nº25, 2008). A esto podemos agregar que,las acciones de transversalización comien-zan a circular por espacios institucionalesde difícil reconocimiento.

Inequidades laborales

Analizar la forma en que se ha institu-cionalizado la perspectiva de género enlos ministerios de Trabajo implica conocerlas características de la inserción laboral

de las mujeres. En las últimas décadas, lasbrechas entre mujeres y varones en la par-ticipación en la fuerza de trabajo han dis-minuido. No obstante persiste una fuertebrecha en relación con la calidad delempleo al que cada uno de los gruposaccede. En el caso de las mujeres, su acce-so es mayormente en condiciones de vul-nerabilidad, que en muchos casos es com-partida con los varones.

Esta pertenencia al género femeninoes la que se expresa en el mercado de tra-bajo en lo que se ha difundido con el nom-bre de segmentación –horizontal y verti-cal– en la brecha salarial, en la tasa dedesempleo y en la calidad del empleo.

Por su parte, la mayor inserción labo-ral de las mujeres no ha implicado unaimportante modificación de la distribu-ción de las responsabilidades familiares.Siguen siendo las mujeres, de maneramayoritaria, las que compatibilizan el tra-bajo remunerado con el desempeño de losroles asignados tradicionalmente. Si a estose le suma que su inserción laboral tiendea ser más precaria, en empleos tempora-les, de menores jornadas, con mayormovilidad en su condición laboral, entrela actividad y la inactividad, esto nos indi-ca que están ante una situación, por unlado, de mayor desprotección laboral, ypor otro, de menor posibilidad de ejerciciode sus derechos.

Una acción importante en términos depolítica social para alcanzar la igualdad degénero está dada por las políticas que pro-mueven las responsabilidades familiarescompartidas. En América Latina predomi-na una fuerte debilidad, cuando no la totalausencia, de este tipo de políticas públi-cas. En muchos casos, nos encontramoscon propuestas de políticas de concilia-ción aunque son también casi inexistentes.

En este punto es que nos cuestiona-mos si acaso las políticas conciliatoriasaportarían a una modificación de las rela-

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ciones genéricas, que son las que están enla base de las inequidades expresadas enel mercado de trabajo. Por otro lado, nospreguntamos si mientras sigan siendo lasmujeres las que se encarguen del cuidadode los hijos y las personas dependientes,¿van a poder buscar trabajos a tiempocompleto?

El contexto internacional

Entender la forma en que se ha institu-cionalizado la perspectiva de género enlos ministerios de Trabajo de los distintospaíses nos remite directamente a los linea-mientos de los organismos internacionalesy los mandatos por ellos impulsados. Sibien en este trabajo no nos detendremosen su incumbencia histórica en la agendade género de los Estados, sí señalaremoslos más destacados para abordar las ten-siones entre las prácticas discursivas, lasacciones concretas y las formas institucio-nales adoptadas en los ministerios.

La Organización Internacional del Tra-bajo (OIT) incluyó, en el año 1999, el con-cepto de Trabajo Decente, el cual está aso-ciado a cuatro objetivos, a) promover losderechos en el trabajo, b) impulsar oportu-nidades de empleo, c) mejorar la protec-ción social y c) fortalecer el dialogo social.El organismo plantea, además, que cadauno de estos objetivos debe ser “transver-salizado y orientado al logro de la promo-ción de la igualdad de género, la supera-ción de la pobreza a través del trabajo y elfortalecimiento de la democracia”.

Por su parte, entre los acuerdos recien-tes realizados en el plano internacional,cabe destacar el Consenso de Quito, surgi-do en el marco de la Décima ConferenciaRegional sobre la Mujer de América Lati-na y el Caribe, convocada por la CEPALen agosto de 2007. En él se consensuarony establecieron compromisos respecto de

las políticas públicas de género. En eldocumento final se destacó el papel insus-tituible de los Estados y de las políticaspúblicas para la erradicación de la discri-minación de las mujeres en todos los pla-nos de la vida pública y privada.

La XV Conferencia Interamericana deMinistros de Trabajo (CIMT) aprobó, enel año 2007, un conjunto de líneas estraté-gicas para avanzar en la igualdad en elmarco del trabajo decente.

Mandatos de institucionalización:mujer-género-transversalización

En los ministerios de Trabajo de Amé-rica Latina y el Caribe se han creado dis-tintos órganos encargados de la temáticade género, entre ellos, unidades o depen-dencias de género, puntos focales y aseso-rías.

Si nos remitimos a los supuestos quesubyacen al concepto mismo de transver-salización, podemos decir que la creaciónde espacios específicos se contrapone conla definición misma, que implica la inclu-sión de esta perspectiva en todas y cadauna de las acciones y programas que selleven adelante en cada ministerio. Estonos remite a una serie de interrogantes:¿cuáles son los objetivos de estas unida-des?, ¿persiguen la transversalización dela perspectiva?, ¿se trata de políticasorientadas a mejorar la situación de lasmujeres?, ¿se las considera como grupovulnerable?, ¿sobre qué supuestos seconstruyen estas unidades?, ¿trabajansobre supuestos de enfoques teóricos degénero o de mujer?, ¿se basan en estudiosde las inequidades de género en el merca-do de trabajo?, ¿Cuál es la perspectivasobre la que se asientan?

Buscamos dar respuesta a estos inte-rrogantes dando cuenta de los objetivosque persiguen, las acciones que llevan

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adelante, los grupos a las que están dirigi-das, su ubicación en la estructura ministe-rial y el presupuesto asignado.

Si bien estas unidades han sido crea-das por mandato internacional, sus objeti-vos distan en gran medida del contenidoque promueven las convenciones interna-cionales que les han dado empuje. En lamayor parte de los países, estas unidadesson oficinas dedicadas exclusivamente aatender los asuntos de mujer o género; entanto que en otros, son unidades dedicadasa la atención de diversos grupos, en parti-cular grupos vulnerables tales como juven-tud, infancia, personas discapacitadas opueblos originarios.

Entre los elementos que han influidoen su conformación se destaca, en primerlugar, la voluntad política de los gobier-nos, en muchos casos, de la máxima auto-ridad de la institución, en vinculación alcumplimiento de los compromisos inter-nacionales sobre la institucionalización dela perspectiva de género por parte de losgobiernos. En ellas debemos revisar cuá-les son los modelos de desarrollo sobre losque se asientan y de qué manera la modifi-cación de las relaciones de poder y autori-dad entre los sexos podría estar intrincada.

En relación directa con las actividadesque llevan adelante, los programas de lasunidades especializadas de género tienenun marcado sesgo hacia la capacitación,sensibilización, difusión y la creación deempleo a distintos sectores de mujeres, obien a grupos vulnerables en general. Setrata, en su gran mayoría, de ejecucióndirecta de programas para el mejoramien-to de las condiciones de vida de las mu-jeres.

También se encuentran programas quemanifiestan seguir objetivos excesiva-mente abstractos y poco alcanzables, talescomo “la eliminación de la discriminaciónde la mujer en el trabajo” o “estableceruna política nacional de género”.

Son pocos los países que han manifes-tado tener por objetivo acciones dirigidasa temas propios de la institucionalizaciónde género al interior de los ministerios delTrabajo, tales como contribuir a la supera-ción de las brechas de género en el empleoo desarrollar acciones de profundizaciónde la transversalización de género al inte-rior del ministerio.

El resto de los programas que se lle-van adelante obedecen más a una concep-ción de mujer y trabajo que a una trans-versalización del enfoque de género en losministerios del Trabajo. No obstante, estasdistinciones constituyen sólo una primeraaproximación, que requiere de una mayorprofundización comparativa de las institu-ciones y su institucionalización.

Al observar la ubicación de estas uni-dades al interior de los ministerios vemosque, en la mayoría de los países, seencuentran en un nivel alto de la jerarquíadel ministerio, lo que podría pensarsecomo una ubicación estratégica importan-te para poder llevar adelante la transversa-lización, dada su proximidad a las instan-cias de toma de decisiones de la institu-ción, a sabiendas de la complejidad de lasrelaciones de poder y autoridad al interiorde ella. Ahora bien, si nos detenemos amirar de manera conjunta el lugar de ubi-cación, que pareciera ser estratégico, y elpresupuesto y personal con que cuentanestas unidades, se evidencia que van ensentido opuesto, dado el bajo monto pre-supuestario que se les destina.

Al centrarnos en la vinculación de estasunidades con el contexto que las englobacomo forma de evitar su aislamiento, seevidencia que en casi todos los casos existealgún tipo de coordinación con los meca-nismos nacionales de asuntos de género.Las actividades que manifiestan llevar ade-lante se concentran en estudios conjuntos,capacitación y difusión, y en algunos casoshan estado fuertemente involucradas en la

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creación de las unidades especializadas degénero en el ámbito laboral.

Reflexión final

El nuevo discurso de las políticassociales articula una reconfiguración de lasresponsabilidades estatales que difiere delas concepciones de períodos anteriores.Esta nueva concepción se expresa en elenfoque de transversalización de la pers-pectiva de género que se viene impulsandodesde la Conferencia de Beijing y que apa-rece como superador de los anteriores,porque supone modificaciones estructura-les que, cómo hemos visto en este trabajo,han sido adoptadas en su faz discursiva poralgunos países de América Latina y elCaribe mientras que en otros ha prevaleci-do una institucionalización más vinculadaa los enfoques de mujer y género.

En los casos en que se manifiestaexplícitamente llevar adelante esta pro-puesta de acción, se evidencia una bús-queda hacia su logro que se traduce enpropuestas aisladas, que se tensionan conel concepto mismo que les da lugar. Pare-ciera ser una suerte de suma de estrategiasa las que no le subyacen cambios en lacultura y en las prácticas organizacionalesque pudieran superar las estructuras depoder asimétricas.

Esto nos abre nuevos interrogantes. Sianalizamos la forma en que el discurso dela equidad –entendido en su dimensiónestructural– fue tomado por algunos de losestados, pero que en la práctica pareceexpresar más la vieja concepción de géne-ro que la que subyace a los lineamientosinternacionales que la han impulsado,queda por pensar: ¿permite la organiza-ción de los estados incluir este tipo deperspectiva y/o al que observamos se lesuman nuevos impedimentos?, ¿cuálesdeberían ser los dispositivos instituciona-

les que tendrían que comprometerse paraque una propuesta de este tipo se puedallevar adelante?, ¿son, las señaladas eneste trabajo, las únicas acciones llevadas acabo al interior de los ministerios o hayotras instancias que, de manera no recono-cida y con la misma jerarquía, trabajan enesta u otra dirección con el tema de géneroo de mujer?

Por último, y para comprender estasacciones en un contexto de descentraliza-ción en el cual cada política es implemen-tada en el espacio local por los responsa-bles locales, ¿qué sabemos de ellos?, ¿enqué medida se ha institucionalizado estaperspectiva?, ¿es la misma que se observaen los niveles centrales?, ¿depende única-mente de los responsables de turno y de supropia sensibilidad?, ¿no existe al mismotiempo otro circuito de circulación deestas temáticas al que deberíamos estudiarpara ver su impacto?

Nora Goren es doctora en Sociología por laUniversidad de Buenos Aires, Argentina. Esactualmente profesora en el Centro de Estu-dios sobre Democratización y Derechos Huma-nos (CEDEHU) de la Universidad Nacional deSan Martín y en la Universidad Nacional deBuenos Aires. Correo electrónico:[email protected].

Marlene Teixeira

Equidade de Gênero e Tranferência de renda - as políticas de enfrentamentoà pobreza e o cotidiano das mulheres

No presente texto pretendo apresentaralgumas reflexões sobre as políticas de

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enfrentamento à pobreza no Brasil e suasrepercussões na vida das mulheres. Emmeus estudos tenho centrado a atenção noPrograma Bolsa Família, principal inicia-tiva do governo brasileiro nessa área.Num primeiro momento destaco astendências contemporâneas da políticasocial brasileira em relação à pobreza e àequidade de gênero, para em seguida teceralgumas considerações sobre as reper-cussões da iniciativa do governo brasileirona vida cotidiana das beneficiárias do Bol-sa Família. Os dados aqui utilizados têmcomo fonte artigos e relatórios de pesqui-sa, que tematizam a experiência do Pro-grama Bolsa Família (PBF) em Aracajú(SE) e Belo Horizonte (MG) e no DistritoFederal. Além desses textos utilizamosinformações coletadas nas duas pesquisassendo que a segunda - “Os Programas deTransferência de Renda e as Mulheres:iniciativas pró ou anti equidade de gêne-ro? - financiada pelo Conselho Nacionalde Pesquisa (CNPq)/Secretaria de Políti-cas para Mulheres (SPM) e pelo Decanatode Pesquisa e Pós-Graduação (DPP) daUniversidade de Brasília (UnB), aindaencontra-se em curso.

O modelo de proteção social brasileiroe os desafios no contexto doneoliberalismo

O enfrentamento da questão social e aconformação do sistema de proteção socialbrasileiro têm sido demarcados, nas últi-mas décadas, por tendências paradoxais:de um lado a consagração de direitossociais, ancorados na idéia da cidadaniauniversal, mediante sua inscrição no textoconstitucional de 1988; de outro, sob ahegemonia da ideologia neoliberal, ummovimento muito forte de redução doescopo de intervenção do Estado, com umdeslocamento significativo da responsabi-

lidade pela oferta de serviços sociais para oâmbito da sociedade e da família e a adoçãode políticas sociais familistas, focalizadasem segmentos populacionais consideradosmais vulneráveis ou em risco.

As contra-reformas do Estado empre-endidas neste contexto, se traduzem nocampo da política social, em intenso pro-cesso de descentralização, que se materia-liza no repasse de responsabilidades dogoverno central para os municípios e naterceirização massiva da execução dosserviços sociais para instâncias da chama-da sociedade civil, em particular paraorganizações não-governamentais. Essasorganizações se transformam em “parcei-ras” na materialização do acesso à direitos– crescentemente precarizados, pulveriza-dos e transformados em benefícios. Nãodispõe ordinariamente, entretanto, de fon-tes de financiamento regulares e perma-nentes, o que as insere na “lógica de mer-cado de projetos”, onde as diretrizes sealinham antes aos interesses das agênciasde fomento, que à cidadania.

No que diz respeito à descentrali-zação/municipalização das políticas, háainda o desafio de confrontar as dificulda-des provenientes de décadas de centralismoestatal e clientelismo político, que caracte-rizam a maioria dos municípios e que, fre-qüentemente, não dispõem de recursos ouestrutura para dar conta das novas deman-das, como tem se verificado no caso daassistência social e dos programas de trans-ferência de renda em particular.

A transferência das responsabilidadesestatais também é orientada, no caso dapolítica social para a família que, revalori-zada, emerge como sujeito ativo e funda-mental na provisão de bem-estar. Assim, aresponsabilidade coletiva da proteçãosocial é diluida, à medida que se recolocaem cena o discurso da responsabilidadedos indivíduos, e das famílias na provisãodo bem-estar.

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No âmbito da Política Nacional deAssistência Social, a atenção às famílias“em situação de vulnerabilidade social oude fragilização dos vínculos afetivos e desituações de preconceito, por questões deraça, gênero, deficiência, entre outras”,emerge como a principal diretriz das ini-ciativas formuladas. Sob a justificativa depotencializá-la como unidade de referên-cia, promover seu fortalecimento e auto-nomização, a família se coloca, concomi-tantemente como usuária e grande prove-dora dos serviços.

Nesse contexto, é imprescindível que aspolíticas sociais problematizem as con-cepções de família que servem de funda-mento aos programas e ações, incorporandoo enfoque de gênero, no sentido de conside-rar e construir estratégias para que as inicia-tivas nesse campo contribuam efetivamentepara o enfrentamento de todas as desigual-dades de gênero. Há que se destacar dentreessas o PBF, por atingir mais de seis milhõesde famílias brasileiras em situação depobreza ou de extrema pobreza e ter comouma de suas principais diretrizes a determi-nação que o repasse de recursos financeirosmensais contemple prioritariamente as mul-heres. Orientação que pode se constituir emação estratégica no enfrentamento dasituação de pobreza em que vivem as mul-heres, em especial, aquelas que são respon-sáveis por seus núcleos familiares.

Mais recentemente, estudiosas femi-nistas têm procurado incluir em teorias etipologias do Estado de Bem-Estar Socialanálises que as relações de gênero e o tra-balho não remunerado, de responsabilida-de freqüentemente das mulheres. Essesestudos apontam a necessidade de consi-derar a situação das mulheres, cuja cida-dania em grande parte está atrelada aoexercício desse tipo de trabalho, que porprincípio já é desmercadorizado.

Estudos realizados pelo Fundo deDesenvolvimento das Nações Unidas para

a Mulher (UNIFEM), junto com o Institutode Pesquisas Econômicas e Aplicadas(IPEA), nos últimos anos, mostram exata-mente como a desigualdade de gênerorepercute também em relação à situação depobreza de mulheres e homens, fazendocom que as mulheres, em especial as mul-heres negras e as mulheres que são respon-sáveis por seus núcleos familiares, estejamna situação mais precária. Ou seja, as ideo-logias de gênero e a divisão do trabalhoentre os sexos influenciam a provisão deproteção social e as políticas sociais, domesmo modo, os diferentes tipos de Esta-do de Bem-Estar Social afetam, de manei-ra distinta as condições de vida de homense mulheres. No caso das políticas sociaiscontemporâneas a prevalência do viés neo-familista e maternalista na política socialtem significado um custo adicional a serpago pelas mulheres. Os programas detransferências de renda, disseminados naAmérica Latina, ilustram exemplarmenteessa tendência, sobre-responsabilizando asmulheres como veremos a seguir.

O Bolsa Família e as Mulheres –similaridades e distinções nasexperiências locais

O Programa Bolsa Família tem escoponacional e financiamento da União e a ope-racionalização está a cargo dos municípios,o que implica em arranjos institucionaismuito variados. Uma questão que tem cha-mado atenção nesses arranjos é que, embo-ra conceitualmente o programa se enquadrecomo um programa de assistência socialstricto sensu, ele não está pensado assiminstitucionalmente – em função antes deinjunções políticas do que por um debateteórico propriamente. Isto tem amplificadoas dificuldades já existentes em relação àinter-setorialidade, à medida que o progra-ma inaugura mais disputas no âmbito da

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gestão municipal. A mais visível dessasdisputas diz respeito à localização institu-cional do programa: na política de assistên-cia social municipal ou em uma secretariaespecífica, e a participação dos demaisórgãos setoriais – particularmente da saúdee da educação – na implantação e gestão.

O programa consiste na transferênciadireta de renda, para famílias pobres (comrenda per capta entre sessenta e nove reaise um centavos a cento e trinta e sete reais– R$69,01 a 137,00) e extremamentepobres (com renda per capta até sessentareais – R$69,00). No DF, o Pacto firmadoentre o Governo do Distrito Federal e oMinistério do Desenvolvimento Social,garante às famílias atendidas pelo Progra-ma Bolsa Família – inscritas na BolsaEscola ou Bolsa Social do Programa VidaMelhor, nome dado ao PBF pelo Governodo Distrito Federal (GDF), que arca com ocomplemento de seu benefício, de modoque aquelas famílias que receberia entreR$ 20,00 e R$ 182,00 do governo federal,recebem adicionalmente do GDF, valoresque variam entre R$ 130,00, R$ 150,00,R$ 180,00 ou R$ 182,00, de acordo com acomposição familiar.

As famílias contempladas com o bene-fício, devem garantir a freqüência escolardas crianças e adolescentes até a idade de12 anos, manter a carteira de vacinaçãodas crianças atualizada, participarem dasatividades complementares oferecidas e asmulheres, em caso de gravidez, devemrealizar o acompanhamento pré-natal.Assim, afora a transferência direta derecursos, o Bolsa Família institui condi-cionalidades no campo da saúde e no cam-po da educação, e um escopo bastanteamplo e pouco definido do que é chamadode atividades complementares. No campoda saúde, são previstas ações voltadaspara o acompanhamento de crianças de 0a 6 anos e de mulheres no gestacional,com a obrigatoriedade de realizar o pré-

natal. Ressalta-se o viés maternalista des-sas condicionalidades. No caso da edu-cação há a condicionalidade não só dematricular as crianças, como de garantiruma freqüência de 85%.

Pensadas como estratégias para garan-tir direitos que via de regra não são acessa-dos pela população, essas condicionalida-des se tornam um ônus na medida em queo não-cumprimento significa a perda dodireito ao benefício, como também porquepara cumpri-las as mulheres são uma vezmais sobrecarregadas, já que cabe a elasessas responsabilidades. Isso se traduzmuitas vezes em uma cobrança, inclusivepor parte do Estado, representado por seusagentes (operadores, professoras, médicas,enfermeiras, assistentes sociais, e outrosprofissionais que atuam nesses equipa-mentos públicos). As mulheres são cobra-das e discriminadas em função do cumpri-mento dessas condicionalidades.

Os dados coletados nas pesquisas dei-xam claro que o programa tem conseguidoavançar, inclusive além daquilo a que elese propõe, onde existe um processo deconstituição da assistência social comodireito nos municípios e o engajamento,seja por parte dos gestores, seja por parteda sociedade civil, em relação à imple-mentação da política de Assistência Social.Assim a situação observada nas cidadesselecionadas na primeira investigação –Aracajú e Belo Horizonte - com grausdiferenciados de adesão e de organizaçãolocal para execução do programa, conjugainiciativas de promoção da cidadania e daautonomia dos sujeitos envolvidos comações claramente prescritivas e controlis-tas. Já nas localidades do Distrito Federal,cobertas pela segunda investigação, cons-tata-se grande esforço institucional parapreservar o desenho local claramente dis-tinto da proposta federal, agregando inclu-sive algumas ações importantes junto àpopulação adulta – destaque para o pro-

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grama de alfabetização de adultos, impul-sionado por uma ajuda de custo monetáriamensal e individual, e a inscrição nos cur-sos de capacitação de mão-de-obra e nasagências oficiais de emprego. Merece des-taque nesse sentido, a tendência presenteno Programa Vida Melhor, contrária àdiretriz do programa federal, em desconsi-derar o protagonismo que se deve atribuiràs mulheres, na atribuição da titularidadedo benefício, o que dificulta sobremaneirao acesso das mulheres ao benefício e àsações complementares

O forte viés familista do programa,com a transferência de parte substantiva daresponsabilidade pela proteção social paraas famílias, emerge já nos próprios docu-mentos normativos, em que se estabelece afamília como foco principal do programa.Essa centralidade se traduz tanto na famí-lia como objeto e o foco do programa, masprincipalmente como sendo um dos seuspilares básicos de sustentação, haja vistaque o seu sucesso depende fundamental-mente da adesão e do comprometimentodas famílias, leia-se, das mulheres, para ocumprimento dos seus requisitos. Essatendência vai de encontro à realidade dasfamílias beneficiárias, seja pelos arranjosfamiliares diferenciados que não se enqua-dram nesse modelo de família nuclear,com um homem provedor, mas tambémpelos conflitos familiares presentes nessasfamílias e que, muitas vezes, se acirramcom a entrada do benefício.

No que se refere ao perfil de mulheresque recebem o benefício do Programa Bol-sa-Família se constatou que embora as nor-mas do Programa, não está dito em nen-hum momento que o mesmo se destina afamílias com filhos ou a mulheres que sãomães, já que o programa não trabalha emtermos da necessidade das pessoas, mas daexistência do recurso. Mas há uma triagemfeita em função da quantidade de filhos e,como resultado, a maior parte das mulhe-

res beneficiárias estão em idade reproduti-va, isto é, têm entre 19 e 39 anos, ou recémsaíram dela. No caso do Distrito Federal, opercentual expressivo de homens comotitulares do benefício – mais de 45% –constatado durante a 1ª fase da pesquisa,deverá ser melhor analisado na continuida-de da pesquisa com vistas a identificar osdeterminantes de tal peculiaridade.

Não se pode ignorar os benefícios quea inserção no programa traz à vida dasmulheres. Os paradoxos que envolvem oprograma, abrangem não só sua execuçãomas questões centrais de sua concepção. Oacesso à renda, um direito humano funda-mental, tem servido de fermento à consti-tuição de uma cidadania bastante peculiar,posto que ligada basicamente ao consumo,viabilizado pelo acesso aos recursos mone-tários e desligada dos direitos universais edo mundo do trabalho, que permanecemno campo das (remotas) possibilidades. Asiniciativas em curso voltadas para a capa-citação e geração de emprego e renda atin-gem um percentual reduzido de mulheres enão logram garantir condições materiaispara que as mulheres transformem os con-hecimentos adquiridos em fonte de renda.Persiste, a exemplo da tendência que mar-ca a política social brasileira, contemporâ-nea, a fratura entre assistência e trabalho ea incapacidade das iniciativas romperem ocircuito assistencial.

Ademais, como enfatizaram muitasdas mulheres entrevistadas, como regra,esse acesso e status não significamudanças estruturais na sua condição devida. O acesso à renda e ao espaço públicopromovidos pelo Programa, podem possi-bilitar às mulheres se reconhecerem comosujeitos de direitos e romperem o isola-mento a que estão submetidas, em virtudeda pobreza, da miséria e do enclausura-mento em que estão imersas. Tais reper-cussões emergem porém como efeitos nãoprevistos pelo programa.

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Os desafios postos ao programa, e deoutras similares em curso na AméricaLatina, não são poucos e se mostram dedifícil conjugação. O fato de atribuir cen-tralidade às mulheres não permite identifi-car dentre os objetivo do programa a pro-moção da eqüidade de gênero - pelo con-trário, ao privilegiar o viés familista ematernalista em seu desenho, tende a cris-talizar desigualdades entre mulheres ehomens, revelando-se antes como umapolítica para mulheres que política degênero, quando não anti-equidade degênero. Ademais seu caráter focalista temrevelado uma opção que debilita a cidada-nia e o direito universal das mulheres ehomens que se encontram em situação depobreza ao acesso à renda.

Marlene Teixeira é Assistente Social, Doutoraem Sociologia (2003) e Mestra em PolíticaSocial (1998), pela Universidade de Brasília(UnB). Atualmente é docente e pesquisadorado Departamento de Serviço Social(SER/IH/UnB) da Universidade de Brasília.Coordenadora do GENPOSS Grupo de Estu-dos em Gênero Política Social e ServiçosSociais (PPGPS/SER/IH/UnB). Correio eletrô-nico: [email protected].

Graciela Di Marco

El poder de lo colectivo. Los discursos de derechos y la transformación de las identidades feministasen la Argentina post-crisis

Introducción

Desde 2002 hemos llevado adelanteun programa de investigaciones con elpropósito de analizar la conformación de

diversos movimientos sociales y la cons-trucción de ciudadanía, a través del estu-dio de los discursos y las prácticas devarones y mujeres miembros de los movi-mientos de trabajadores desocupados y deempresas recuperadas. El objetivo de esteprograma fue comprender si la participa-ción en esos movimientos contribuyó atransformaciones en las identidades indi-viduales, al desarrollo de discursos y prác-ticas de derechos y a la construcción deidentidades colectivas que conmovieranlas relaciones tradicionales de poder.

Los resultados que presentamos a con-tinuación surgen de la interpretación delos discursos, ya que a partir de éstos sepueden observar las diferentes formas enque los actores construyen ciudadanía,emergiendo un enfoque multidimensional,que incluye la concreción de los derechossegún los contextos, que no son marcos dela acción, sino campos de relaciones depoder donde se juega la posibilidad deautonomía, de agenciamiento y la cons-trucción y reconstrucción de identidades.

El reconocimiento y la práctica de losderechos están modelados por las luchasde la sociedad civil y construidos través dela acción social y los movimientos socia-les. Están vinculados con el cambio dealgún aspecto de las relaciones de poder.Dependen de varias dimensiones: la histo-ria anterior de los sujetos o las institucio-nes, el grado de asociatividad que se pro-duzca y el grado de politización de losactores. Tomando en cuenta el carácterrelacional del poder, una perspectiva quepone el foco en el ejercicio del mismo porparte de los grupos subordinados simultá-neamente da cuenta del poder y de la resis-tencia, de formas conflictivas, tanto positi-vas como negativas, de producción delpoder. Este enfoque difiere del de empode-ramiento, noción que ha sido paulatina-mente vaciada de contenido, con alusionesque la alejan del campo de las relaciones

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de poder y que no tienen en cuenta lasluchas populares, que pueden cobrar diver-sas modalidades, como la resistencia, laorganización colectiva y la protesta.

En esta presentación discutiremos sihubo o no transformaciones democratiza-doras y construcción de nuevas identida-des políticas en el caso de las mujerespopulares que recibieron el subsidio (trans-ferencias condicionadas) del Plan Jefes yJefas de Hogar Desocupados (PJJHD),diferenciando dos contextos de obtenciónde los mismos, la vía de los municipios yla de los movimientos sociales, en particu-lar, la de los trabajadores desocupados.

El Plan Jefes y Jefas de HogarDesocupados (PJJHD)

En 2002 se implementó el Plan Jefes yJefas de Hogar Desocupados (PJJHD)como respuesta a la crisis económica,social y política que adquiere su momentoculminante en diciembre de 2002. Lamayor parte de los planes nacionales (PlanTrabajar, Servicios Comunitarios, entrelos más importantes) se distribuían hastafines de 1999 a través de los municipios.En el año 2000, el nuevo gobierno de laAlianza (conformada por el partido Radi-cal y el Frente País Solidario-FREPASO)estableció que los planes fueran otorgadosa través de las ONG, en un intento de con-trolar al aparato político del justicialismoen la provincia de Buenos Aires y a lasincipientes organizaciones de trabajadoresdesocupados, también llamados popular-mente piqueteros. Esta medida, que pare-cería conferirles un rol protagónico a lasasociaciones de la sociedad civil, en reali-dad se debía a la debilidad de los dos par-tidos de la coalición para enfrentar lamaquinaria clientelista del Partido Justi-cialista. La decisión de otorgar los planesa las ONG también obedeció a la raciona-

lidad de mostrar una gestión más transpa-rente de los mismos. Los dirigentes de lasorganizaciones respondieron armando suspropias ONG, organizaron los grupos dedesocupados en los barrios más pobres delconurbano y se dieron una estrategia paraarticular las demandas de la población yaumentar su potencial político. Cuando apartir de 1999 pudieron presentarse comoasociación civil, disputaron la incorpora-ción de beneficiarios y beneficiarias de losplanes sociales a los punteros del justicia-lismo. Comenzó de este modo otro uso delos planes y de subsidios para emprendi-mientos productivos, que favoreció laorganización de los movimientos, y seprodujo un salto cuantitativo y cualitativoen estas organizaciones. La pelea por losplanes y su obtención va a ser el punto departida del crecimiento de estas agrupa-ciones, lo cual va a permitir su inserciónterritorial a través del trabajo comunitarioy la visibilidad política ganada gracias alas marchas y los acampes que realizan.

En 2002, la mayor parte de las organi-zaciones de desocupados obtuvieron sub-sidios para sus integrantes a través delPlan Jefes y Jefas de Hogar y de diversosplanes, especialmente los de la provinciade Buenos Aires. De los casi dos millonesde planes Jefes y Jefas de Hogar otorga-dos en 2002/03 –de los cuales el 70% fue-ron recibidos por mujeres– el conjunto delas organizaciones gestionaba, según lasestimaciones, entre 100.000 y 150.000planes, obtenidos mediante negociacionescon el Ministerio de Trabajo de la Nación,sin pasar por los consejos consultivos decada municipio. Si bien los planes secobraban de manera directa e individual,las organizaciones se encargaban de laconfección de las listas, del seguimientoadministrativo de los subsidios y de laconcreción de la contraprestación, regla-mentada por la resolución 312/02 delMinisterio de Trabajo. Como contraparte

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del subsidio, fueron establecidas activida-des consideradas contraprestaciones, conuna dedicación de cuatro a seis horas dia-rias. Las mismas implicaron la realizaciónde alguna de las siguientes actividades: i)incorporación de los/as titulares del Plan ala educación formal (terminalidad educa-tiva), o bien su participación en cursos decapacitación laboral, ii) incorporación enproyectos productivos, iii) inclusión enproyectos comunitarios y servicios públi-cos municipales, iv) inserción laboral enel mercado bajo convenios entre el Minis-terio de Trabajo y empresas. Estos meca-nismos fortalecieron a las organizacionesde desocupados, dado que manteníancohesionados a sus integrantes, quienesrealizaban en forma prioritaria actividadescomunitarias en comedores, huertas, rope-ros, guarderías y talleres de apoyo escolar.

En definitiva, la operatoria del Plancontribuyó a la consolidación de las orga-nizaciones de trabajadores desocupados ycondujo a que muchas mujeres salieran almundo público, por la pertenencia a unmovimiento social, por la participación enmarchas, acampes y piquetes y por la reali-zación de actividades comunitarias, comocontraprestación a la entrega del subsidio,en especial la actividad en los comedores,que dieron raigambre territorial a losmovimientos. Quienes no recibieron los“planes” a través de los movimientossociales, realizaron un trabajo comunitarioo intentaron terminar sus estudios. Estopermitió que muchas mujeres salieran aámbitos públicos por primera vez.

Los discursos de derechos y la transformación de las identidades.La dislocación de la identidadfemenina tradicional

Las mujeres piqueteras resignificaronen el colectivo sus saberes tradicionales

en un marco diferente del que imponía elaislamiento en el hogar. Además, cobra-ban algo de dinero por hacerlo (los $ 150del subsidio –alrededor de 35 dólares–).En general, en los movimientos existe ladivisión sexual de tareas; las actividadespolíticas y la huerta como actividadesmasculinas y el comedor como actividadfemenina. No pasa lo mismo con las mar-chas, pues allí son necesarios todos/as,para demostrar la fuerza del movimiento.

La mayoría de las mujeres en los gru-pos y comisiones de mujeres que se fue-ron organizando en algunos movimientoscomenzaron a problematizar la existenciade las conducciones masculinas en todoslos movimientos y las dificultades para laemergencia de liderazgos femeninos.Ellas enfatizaron la necesidad de hacerseescuchar y detener de ese modo los comen-tarios descalificadores y las bromas de losvarones. Muchas se fueron sumando comocoordinadoras y delegadas.

Las marchas y piquetes posibilitaronalgunas transformaciones que fueron másprofundas que las actividades comunita-rias. En el caso de las mujeres que recibie-ron el subsidio a través de una organiza-ción de desocupados, su participación enel ámbito público favoreció el desarrollode algunos discursos más autónomos, loque provocó la visibilización de los con-flictos en las relaciones de género, quefrecuentemente permanecían ocultos. Lasalida del aislamiento doméstico, la parti-cipación en los cortes de rutas y calles, hagenerado paulatinamente una apropiaciónde la idea de la obtención de derechos através de la lucha y ha permitido que algu-nas de ellas también lucharan por los dere-chos sexuales y contra la violencia hacialas mujeres, en las distintas formas queadoptaron para organizarse.

Las mujeres de los movimientos dis-frutan su nueva participación en ellos, vana las marchas y se organizan con los hijos.

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La centralidad de las prácticas que vanconstituyendo su identidad no pasa por sermadres. Sitúan en la demanda de recono-cimiento su identidad como luchadoras,no sólo lo que hacen por el bienestar desus hijos. De este modo, han puesto en cri-sis el ideal del altruismo materno, centra-do en el cuidado exclusivo y excluyentede sus hijos. Sus nuevas prácticas desna-turalizan sus relaciones con sus parejas, suvinculación con sus hijos, y las llevan apoder desnaturalizar otros ámbitos dondese juega la dominación, proceso quehemos encontrado en nuestras investiga-ciones desde principios de los ochenta.

Los procesos que implican la salida delas mujeres al ámbito público puedentener impactos escalonados, aunque nonecesariamente siempre es así. Uno de losimpactos es el de ser reconocidas en elbarrio, aumentar su autoestima y en algu-nos casos, su autoridad con respecto a loshijos. El segundo, la elaboración de undiscurso de derechos, que lleva consigouna demanda de ciudadanía, lo cual esposible en un espacio público que politizalas necesidades. En el caso de las organi-zaciones de desocupados, se producentransformaciones en las identidades indi-viduales y colectivas, especialmente porla lucha en las calles y rutas. Se constru-yen demandas que escapan de los discur-sos expertos y de los discursos de los pro-gramas sociales, en un proceso de politi-zación de las mismas.

Estos procesos señalan la dislocaciónde las identidades femeninas populares, apartir de discursos alternativos en torno delas nuevas experiencias, lo que condujo ala constitución del feminismo popular. Setrata de la dislocación de los discursos tra-dicionales; de la maternidad, de lasdemandas del movimiento al que pertene-cen. También las mujeres manifiestan pla-cer en participar en marchas, decidenpasar a cumplir tareas de seguridad, regre-

san tarde o se ausentan por algunos díasde sus casas por primera vez en sus vidas;arman sus propias comisiones y actúan enla campaña por el aborto legal. En sínte-sis, ya no son las mujeres pasivas de laasistencia estatal o de las ONG.

El cotejo de los discursos de las muje-res piqueteras con el de las beneficiariasdel PJJHD que recibían el plan pero queno pertenecían a ninguna organización dedesocupados, y que realizaban las contra-prestaciones terminando su escolaridad oprestando servicios comunitarios, nosresulta relevante para elucidar las deman-das por derechos. No aparece en los dis-cursos de estas últimas la politización delas diversas relaciones sociales en las quese encuentran inmersas. Para aquellas per-sonas que realizan su contraprestación enun espacio comunitario, ser útiles a losdemás es una fuente de reconocimientosocial, mediante una actividad típicamen-te femenina, como es la ayuda y el cuida-do, que en algunos casos puede funcionarcomo la palanca de cambios en el sistemade autoridad familiar. Reciben y dan apo-yo emocional al compartir espacios conotras mujeres que atraviesan por circuns-tancias similares. Tanto en el caso de lasmujeres que pertenecían a organizacionesde desocupados como en el de las que nolo hacían, se generaron procesos de auto-estima, de reconocimiento social y, enalgunos casos, de mayor autoridad en losgrupos familiares. Sin embargo, en las queno pertenecían a ninguna organización noalcanzó para construir un “nosotros” quepermitiera avanzar en una identidad colec-tiva, como sí sucedió en el caso de muchasmujeres piqueteras. Nuestra conclusión esque en ese grupo se observan algunastransformaciones a nivel de las identida-des individuales y algunos cambios enáreas específicas de la autoridad familiar,pero no emerge de allí una identidad po-lítica.

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El poder de lo colectivo

En los movimientos, en cambio, lasidentidades de muchas mujeres atraviesanun proceso de transformación estrechamen-te vinculado con las prácticas y los discur-sos de derechos. La salida al espacio públi-co, combinación de prácticas tradicionalescon otras de ruptura, coopera con algunosprocesos democratizadores en las relacio-nes familiares, como se observa también enlos resultados de otras investigaciones quehemos realizado. Pertenecer a esos movi-mientos recompensa a las mujeres de mane-ras significativas, no sólo por la retribucióneconómica, sino también porque es unaprueba de que pueden ocuparse de activida-des diferentes a las del hogar, por la amplia-ción de sus redes sociales y por la obten-ción de más prestigio dentro del grupofamiliar. Además, y no menos importante,el hecho de participar en la lucha colectivalas torna públicamente visibles.

Los discursos y prácticas de muchasmujeres piqueteras presentan procesos queenfrentan la domesticación y la reprivatiza-ción de sus necesidades, a las que convier-ten en demandas de derechos. Esto se obser-va especialmente en las luchas transversalescon otros movimientos (movimiento demujeres, feminista, de obreras, campesinas,indígenas, etc.), con las demandas por dere-chos de las mujeres, en especial, contra laviolencia y por la legalización del aborto. Apartir de la demanda por trabajo, vinculadaa las condiciones de vida, surgen otrasdemandas, entre ellas, por los derechossexuales y reproductivos. Desde el marcointerpretativo de la hegemonía desarrolladapor Ernesto Laclau y Chantal Mouffe,podemos considerar que las demandas per-mitieron construir nuevas identidades, quesurgieron de las múltiples negociaciones desentidos, del reconocimiento mutuo, deinvestimientos afectivos y de la emergenciadel nombre propio: piqueteros/as.

Las mujeres de los movimientos socia-les participan desde mediados de la déca-da del noventa en el Encuentro Nacionalde Mujeres, que se realiza una vez al añodesde 1986, en una provincia elegida porlas participantes y es organizado por unacomisión ad hoc de la misma. A estosencuentros concurren tanto mujeres desectores populares como de sectoresmedios, feministas y no feministas. Sonautónomos, autoconvocados, pluralistas,masivos, no institucionalizados, interpela-dores del sistema (críticos a las políticasneoliberales, a la violación de los dere-chos humanos, a la corrupción).

La legalización del aborto, las reivin-dicaciones vinculadas a la violencia con-tra las mujeres y la demanda por trabajodigno, son los tres derechos fundamenta-les que demandan las mujeres populares.Tanto la participación de las mujeres delas incipientes organizaciones sociales,como las estrategias de la Iglesia católicadesde 1997 para boicotearlos, aparecen enla base de la radicalización de la demandapor la legalización del aborto. Así comolos reclamos por trabajo y en contra de laviolencia hacia las mujeres se dirigen a lasinstituciones y pueden ser satisfechosdiferencialmente, el reclamo por la legali-zación del aborto, como significante de laciudadanía plena de las mujeres y del lai-cismo y el pluralismo de la sociedad,construye una frontera, y sobrepasa losdiscursos de la hegemonía patriarcalrepresentada hegemónicamente por lajerarquía de la Iglesia católica.

La emergencia de nuevas actoras, lasmujeres populares en lucha, permitió laemergencia del feminismo popular. Se arti-cularon las prácticas de las mujeres popula-res, con el movimiento feminista, con otrosmovimientos y sectores políticos y sindica-les mixtos. Estas articulaciones construye-ron una identidad política, el pueblo femi-nista, que no es lo mismo que el feminismo

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popular ni es lo mismo que las mujeres,aunque su núcleo fundamental esté confor-mado por las demandas acerca de la ciuda-danía plena de ellas. La campaña por elaborto es el significante vacío que articulalas demandas por el laicismo y el pluralis-mo, frente al vetusto y poderoso integrismocatólico. Se enfrentan de este modo dosproyectos antagónicos, impensables antesde 2001, uno como campo de lucha y deposibilidades democráticas –a la ofensiva,y el otro, que se resiste a la consolidaciónde nuevos derechos, a la contraofensiva–.

Reflexiones finales

Los consensos conservadores intentandejar afuera lo que es revulsivo para eldiscurso patriarcal: los derechos de lasmujeres. Sin embargo, la respuesta de par-te de muchas de las mujeres de los movi-mientos fue poner en la esfera pública lasidentidades de mujeres populares que seinscribieron en la demanda por ciudadaníay contribuyeron, de ese modo, a la consti-tución del feminismo popular y de un pue-blo, el pueblo feminista.

En este apretado recorrido hemos inten-tado analizar y comparar los caminos dife-rentes seguidos por aquellas mujeres querecibieron los subsidios o transferenciascondicionadas. Para muchas, esa recepciónsignifico algún incremento en su autoesti-ma y una cuota de poder y autoridad en susfamilias, lo cuál no es poco. Para otras,sumado a lo anterior, abrió un espacio deaparición, en la terminología de Arendt,que permitió conformar un discurso dederechos y de ciudadanía, con nuevasdemandas. La implementación de una polí-tica social que contribuye a la profundiza-ción de la movilización social y a la emer-gencia de nuevos actores políticos puedeser considerada un hecho, quizás único,que puede ser interpelado de variadas for-

mas. En nuestro caso, se trató de seguir losdiscursos y las prácticas de las mujeres y,de ese modo, arribamos a la emergencia deuna identidad política, que se caracterizapor no ser sólo de mujeres o de feministas.

Antes de la emergencia de los movi-mientos y de las transformaciones operadasen las identidades de las mujeres populares,el particularismo de la demanda por la lega-lización del aborto no podía ser articuladocon otras demandas, como las relacionadascon la necesidad de trabajo o con políticascontra la violencia hacia las mujeres, por-que era considerada como opuesta a losobjetivos particulares de éstas. Es en estasituación histórica donde se produce estarelación equivalencial, que da como resulta-do la emergencia del pueblo feminista, quearticula diversas luchas para la ampliaciónde los derechos de las mujeres y para laconsolidación de una democracia pluralista.

Graciela di Marco es doctora en CienciasSociales por la Universidad de Buenos Aires,Argentina. Actualmente es directora del Cen-tro de Estudios sobre Democratización y Dere-chos Humanos (CEDEHU), y de la Maestría yEspecialización en Derechos Humanos y Polí-ticas Sociales, en la Universidad Nacional deSan Martín. Correo electrónico: [email protected].

Ana Laura Rodríguez Gustá

Justicia de género y economíasocial: contradicciones en laimplementación municipal deun programa de transferenciacondicionada en la Argentina

Introducción

Este artículo examina la implementa-ción local de un programa de transferencia

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monetaria condicionada, el Plan Jefes yJefas de Hogar Desocupados en el Muni-cipio de Moreno de la Provincia de Bue-nos Aires en la Argentina, a partir de unestudio cualitativo centrado en entrevistasa actores municipales y destinatarias delPlan. Al implementar políticas sociales,los Estados despliegan signos y símbolosculturales para referirse e interactuar conla población destinataria de la ayudapública social. Con base en estos signos ysímbolos se construyen imágenes acercade quienes son los sujetos merecedores deesta ayuda. Las relaciones de género –asícomo las de clase y raza– constituyen uneje primordial para establecer derechos ycriterios de merecimiento entre la pobla-ción destinataria. Estos signos y símbolosconforman regímenes discursivos degénero.

Estos regímenes estarían enmarcados,entre otros factores, en las ideologías pro-pias de los gobiernos municipales, en lascaracterísticas de los actores que dominanlas redes territoriales, así como en las tra-yectorias burocráticas y en las biografíaspersonales de quienes son responsables, enterreno, de la ejecución de las políticassociales. Las burocracias responsables porlas intervenciones sociales no son meraspoleas de transmisión de construccionesculturales sino que son quienes despliegan,en forma inmediata y en interacción conlos sujetos receptores de políticas sociales,los significados que rodean al trabajopago, al papel normativamente asignado alas mujeres, y al valor de las tareas asocia-das con la reproducción social (actividadesde cuidado y domésticas).

El Plan Jefes y Jefas de Hogar Deso-cupados fue un programa de subsidiospara hogares de bajos recursos. Iniciadoen abril de 2002 por el Poder Ejecutivo dela Argentina, en respuesta a la aguda crisiseconómica y social, procuró asegurar unmínimo de ingresos a la población deso-

cupada que tuviera menores de dieciochoaños a su cargo. La recepción del subsidiose daría a cambio de actividades denomi-nadas de “contraprestación” y de la reali-zación de controles de salud y escolaridadde los menores. El monto del beneficioascendió a 150 pesos por cada titular y fuecompatible con la percepción, por parteotros integrantes del grupo familiar, debecas estudiantiles, de transferencias deotro programa social por montos menores,o de ayudas alimenticias. En Moreno, aligual que en el resto del país, las mujeresconformaron la gran mayoría de los titula-res. Según la Segunda Encuesta Nacionalde Evaluación del Plan Jefes y Jefas(2005), un 71 por ciento del conjunto delos titulares eran mujeres.

El Partido de Moreno está situado enla región norte de la Provincia de BuenosAires, cuenta con 378.942 habitantes(Censo Nacional 2001) y es uno de los 24municipios de la región del Gran BuenosAires. Es una típica área dormitorio bási-camente comercial y la población se tras-lada diariamente a la capital a trabajar.Presenta una insuficiente estructura deservicios así como una gran heterogenei-dad social por su extensión. En 2001,poco antes del inicio del Plan Jefes yJefas, un 22 por ciento de los hogarestenía necesidades básicas insatisfechas yalto desempleo –la desocupación femeni-na ascendía a un 51 por ciento y la mascu-lina un 38 por ciento–.

Respecto de la gestión municipal, elactual gobierno del Partido Justicialista oPeronismo (que detenta el ejecutivo localdesde 1995), ha adoptado un enfoque deeconomía social, donde el Estado cumpleun papel central en el apoyo a emprendi-mientos territoriales de pequeña escalavinculados con las organizaciones colecti-vas. Con tal propósito, se han ampliadolas estructuras municipales, creando comoorganismo descentralizado el Instituto de

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Desarrollo Económico Local (IMDEL) en2000, con un área de Economía Social. Enconsecuencia, en Moreno, las políticassociales que, diseñadas en el nivel nacio-nal debían implementarse por parte de losmunicipios, fueron vinculadas a las dedesarrollo productivo y, así, redefinidas enpos de fomentar el empleo, la microem-presa y los emprendimientos pequeños yfamiliares de subsistencia. Específica-mente, el Municipio contribuyó al desa-rrollo de microemprendimientos de desti-natarios del Plan Jefes y Jefas proveyendoinfraestructura y herramientas –éste es elcaso, por ejemplo, de emprendimientostextiles y gastronómicos, mayoritariamen-te conformados por mujeres–.

Según las entrevistas realizadas a losactores municipales, quienes reciben ayu-da social son “sujetos de derecho”. Lasnecesidades insatisfechas de esta pobla-ción son, en la opinión de funcionarios yfuncionarias, un problema de la inaccióndel Estado y no una responsabilidad indi-vidual de quienes sufren carencias socio-laborales. ¿En qué medida este énfasis enlos derechos y en el compromiso del Esta-do incorpora la igualdad de oportunidadesentre hombres y mujeres como un asuntoespecífico de las intervenciones públicas?

Los límites de la economía social parala justicia de género

De las entrevistas recabadas se des-prende que las imágenes ostentadas por losactores estatales respecto de las mujeres ensituación de pobreza corresponden a per-sonas a ser potenciadas en condicionessocio-organizativas adecuadas. Las desti-natarias distarían de ser sujetos pasivosque únicamente procuran el amparo asis-tencial del Estado para ser construidascomo agentes cuyas acciones el Estadodebería apuntalar y reforzar. En tal sentido,

las mujeres serían portadoras de saberespropios. Por ello el Municipio se compro-metió con el desarrollo y la consolidaciónde los emprendimientos auto-gestionadoscon base en los conocimientos adquiridosen la práctica doméstica y del hogar.

“Uno no es emprendedor mágicamen-te, porque eso no existe. Pero también veoen el rol de la mujer fundamentalmenteuna actitud ante la crisis de que ‘le tengoque dar de comer a mi familia’, y tal veznunca a esa persona se le transfirió un ofi-cio. Sólo hacía comida para la familia ypensó que esa comida la podía vender ydesde una estrategia de sobrevivenciadecidió salir a vender lo que hacía paradarle de comer a sus hijos. Y muchas deesas mujeres, que se pusieron en sus casaso que salieron a vender, al integrase enuna red, al ver que tenía posibilidades decrecer su emprendimiento, se integraronen un sistema ya más de consolidación delemprendimiento” (funcionaria, Área Eco-nomía Social).

A pesar de esta perspectiva, hay trestensiones que reproducen desigualdadesde género en la gestión municipal del PlanJefes y Jefas, aun en el marco de una pro-puesta de economía social con base soli-daria.

En primer término, una buena parte delas destinatarias de ayuda social no logróconformar microemprendimentos asocia-tivos y estas mujeres fueron asignadas aactividades de interés comunitario como“contraprestación” por el Plan. Estas tare-as comunitarias no demandaron califica-ción especializada, por lo cual muchasmujeres no accedieron a un desarrollo másprofesional de sus saberes. Esto produceuna bifurcación en el destino de la pobla-ción femenina receptora de ayuda social,distinguiendo entre las que participaron demicroemprendimentos de las que no lohicieron. Según las entrevistas, quienes nolograron insertarse en microemprendi-

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mientos serían mujeres con altas cargasfamilias, de mayor edad, con menoresniveles de educación y antecedentes labo-rales y que no se “arriesgaron” frente a lasposibilidades de aprovechar un subsidiopara la capacitación en oficio, a fin deinsertase en el mundo laboral. Además,serían mujeres con lazos familiares que noles ofrecerían suficiente apoyo.

En segundo término, en la opinión denuestros interlocutores, las tareas de cui-dado de personas a cargo de las mujeresdeberían ser valorizadas, incluso cuandoel cuidado no implique una salida al mer-cado de trabajo formalmente renumerado.En los testimonios recabados, en la medi-da en que las actividades reproductivas setransformen en tareas comunitarias, debe-rían concebirse como “empleo no mercan-til” y recibir, por parte del Estado, uningreso en calidad de tal.

“Si yo tuviera que reconvertir, yo creoque hay mucha gente del Plan Jefes yJefas que no va a reinsertarse en el merca-do formal porque el mercado formal porsu edad o por su escasa capacitación, nolos va a tomar. Yo creo que habría queconservar una porción del Plan comoempleo no mercantil como hacen muchospaíses europeos, con un empleo muy útilque no es productivo en lo mercantil peroque podría tener que ver con ayudas yredes sociales: acompañar abuelos, ayudaren comedores o trabajar con personas concapacidades especiales. Todas estas ayu-das se necesitan (…) Especialmente lasmujeres en los barrios podrían hacer untrabajo de mucho impacto social y deinversión social, cobrando una ayuda eco-nómica porque no podrían presentarse almercado productivo” (funcionaria, ÁreaEconomía Social).

Esta idea amplía y cierra, simultánea-mente, las oportunidades de desarrollodisponibles para las mujeres de menoresrecursos. Al ponderar positivamente el

circuito de la economía social y conside-rar que las tareas comunitarias son unaforma de empleo, se está reconociendo eltrabajo de las mujeres, usualmente dedica-do al cuidado no remunerado de sus fami-lias y de sus barrios. En principio, podría-mos afirmar que el trabajo comunitario delas destinatarias sería jerarquizado y, ental sentido, reconocido a partir de uningreso. Por cierto, la valoración social esmayor si la realización de tareas comuni-tarias es entendida como empleo de algúntipo (como lo propone la entrevistada), locual haría posible validar una actividadenteramente ignorada por el mercado for-mal. Así, la organización comunitaria y elEstado local serían capaces de edificar cir-cuitos de creación de valor (y riqueza) queno pasan necesariamente por el mercado.

A pesar de estos buenos augurios, laperspectiva esgrimida por el Municipioencierra múltiples contradicciones y even-tuales efectos adversos para las destinata-rias. Las tareas de cuidado mencionadasen la narrativa anterior responden a pobla-ciones con necesidades muy disímilesentre sí (ancianos, niños, discapacitados).De esta manera, el cuidado, en lugar deser un conjunto de tareas diferenciadas, esvisto como un todo homogéneo. Esta pos-tura desconoce que el cuidado consiste enactividades especializadas y complejas enel manejo de las relaciones personales y,usualmente, de alto estrés emocional.

Además, estas tareas deberían validar-se y valorarse en el mercado formal enlugar de conformar un segmento diferen-ciado de actividad económica. En casocontrario, se produce una cierta pérdidadel Estado frente a su capacidad de regu-lación del mercado en lo que respecta a ladefinición de tareas remuneradas y noremuneradas y cede, ante el mercado, laposibilidad de valorar el cuidado y lastareas típicamente femeninas. De hecho,tareas con “alto impacto social” (conten-

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ción social y cuidado), paradójicamente,son construidas como suplementarias a lovalorado por el mercado, un mecanismocuya racionalidad no se disputa.

En esta línea de evaluaciones contra-dictorias acerca de las oportunidades dis-ponibles para las mujeres pobres y de losapoyos que puede brindar el Estado es cla-ro que las políticas de conciliación ycorresponsabilidad entre el trabajo y lafamilia están lejos de plantearse. En defi-nitiva, si bien las imágenes maternalistasno son un signo primario en el régimendiscursivo de género del Municipio, losderechos sociales y económicos de lasmujeres, siguen subordinados a sus tareasde cuidado. Sin un Estado que brinde apo-yos e infraestructura de cuidado, será difí-cil que las mujeres en condiciones depobreza puedan insertarse en el mercado.

En tercer lugar, respecto de las mujeresque participan en emprendimientos, cabeseñalar que sus saberes domésticos hansido adquiridos en su socialización y tra-yectoria de vida, pero, en varias entrevis-tas, los mismos aparecen construidos comoalgo “natural”: “Hay mucho personalfemenino en el ámbito textil, pero natural-mente porque la mujer tiene ese conoci-miento. Todas las mujeres de los sectorespopulares tienen los conocimientos dearreglar la casa, entonces a partir de ahíhay una cuestión ya más natural” (encarga-do general del IMDEL). Así concebidas,las capacidades y las habilidades seríanalgo propio de la condición femenina, conel consecuente riesgo de producir tajantesdivisiones entre tareas para hombres y tare-as para mujeres y mantener una culturabipolar de género perjudicial para ellas.

Si bien la evidencia apunta a mostrarque estos saberes son útiles a fin de pensaren una inserción productiva en el marcode la gestión municipal, las posibles jerar-quías de género de las redes sociales terri-toriales no son tomadas en cuenta en las

acciones públicas. En consecuencia,podrían reproducirse desigualdades degénero en las familias y en la comunidad yel crecimiento local podría darse a costade una mayor carga de trabajo femenino.Además, aunque no podemos establecervinculaciones entre la asimilación de cier-tos saberes a cuestiones “de mujeres” conconsecuencias materiales tangibles en laexperiencia municipal analizada, la litera-tura sociológica señala que cuando algu-nas tareas son estereotipadas como feme-ninas, entonces su valoración social yremuneración resultan reducidas.

Conclusiones

El régimen discursivo de género exa-minado en la implementación del PlanJefes y Jefas de Hogar en el Municipio deMoreno es contradictorio. Por cierto,recupera signos básicos que influiríanpositivamente sobre el ejercicio de losderechos económicos y sociales por partede las mujeres al concebir que los sujetosposeen necesidades que son integrales yque deben ser atendidas adecuadamente.A pesar de la edificación de las destinata-rias como sujetos activos, se evidencianlimitaciones inherentes a la concepción deautonomía al momento de pensar en lasmujeres. Esta tensión se debe al impulsode un enfoque de economía social, conbases solidarias, pero sin el apoyo demedidas de equidad de género puesto queel Municipio carece de un área específicacentrada en temáticas de igualdad, géneroo aun asuntos de mujeres.

De hecho, reaparecen signos que lassegmentan a cierto tipo de actividad –demenor valor y jerarquía– y que desvincu-lan al Estado de las responsabilidades debrindar infraestructura de cuidado. Así, elEstado rescinde sus capacidades de regu-lación de intercambios entre el mundo

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laboral y el doméstico. Esto debilita supotestad de modificar los mecanismos porlos cuales el mercado define qué habilida-des son las merecedoras de empleo y cuá-les no, arrogándose la prerrogativa deestablecer criterios que afectarán derechoseconómicos y sociales. Consecuentemen-te, en ausencia de una perspectiva degénero, las medidas de la economía socialno serían tan disímiles de las asistencialesque el Municipio considera inadecuadas.En suma, una agenda específica de génerono es incompatible con la de economíasocial sino complementaria pero es preci-

so que el Estado local logre reconocer,interpretar y valorar cabalmente el aportede las tareas de cuidado a la producción yal bienestar para su articulación.

Ana Laura Rodríguez Gustá obtuvo su Docto-rado en Sociología de la Universidad de NotreDame (Estados Unidos). Actualmente es investi-gadora del Centro de Estudios Desarrollo yTerritorio de la Escuela de Política y Gobierno(Universidad Nacional de San Martín). Susinvestigaciones abrevan sobre temas de desi-gualdad de género y organizaciones, economía ygénero y políticas públicas de igualdad. Correoelectrónico: [email protected].

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