revista cesda

31
EL ESTUDIANTE LA REVISTA DEL CENTRO

Upload: cristian-gatti

Post on 23-Mar-2016

214 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Revista cesda

TRANSCRIPT

EL ESTUDIANTE

LA REVISTA DEL CENTRO

PROLOGO

Siempre considere que el prologo o la introducción a la hora de escribir un libro o una re-vista debe resultar la parte más tediosa para quien debe cumplir la tarea de hacerlo. Lo cual he comprobado, por un lado al tener que hacerlo y por otro lado al ver en un sinnúmero de libros en los cuales se le encomienda esta tarea a un tercero que no tuvo nada que ver con la redacción del mismo (sin perjuicio de la necesidad narcisista de algunos autores de tener un elogiador de su obra al comienzo de la misma). Descartada de plano esa idea, por no querer someter a mis compañeros a semejante suplicio, abaraje otra posibilidad: la de no redactar ningún tipo de introducción o prologo (idea que me seducía mucho, sobre todo al pensar que la mayoría de la gente se saltea las introducciones). Sin embargo eso generaba dos pro-blemas: por un lado la puesta en evidencia de mi pereza y por otro lado el riesgo de que, la revista quede algo desorganizada, como una conjunción de textos sin demasiado orden ni sis-tematización. No quedando más remedio, llegue a la inevitable conclusión: “Tengo que hacer una introducción para la revista” lo cual genero el siguiente interrogante y la problemática que acarrea su respuesta: ¿Qué escribo? La respuesta vino a dar con la lógica más simplista, la de responder a tres preguntas básicas: ¿Por qué una revista? ¿Por qué una revista digital? ¿Qué se espera de esta revista? Por lo tanto esta introducción consistirá, básicamente en responder esas preguntas.

¿Por qué una revista? Desde que tengo memoria sentí la necesidad imperiosa de escribir, en un primer momento creo que comenzó como un juego para después transformarse en una necesidad concreta, necesitaba desahogarme, volcar de mi cabeza tanta idea desorganiza-da en una hoja de papel, para no volverme loco. Con el tiempo me di cuenta de que estaba bueno, no necesitaba una persona al lado mió para decirle lo que pensaba o sentía en ese momento, no importaba que el insomnio me estuviese matando y fuesen las tres de la ma-ñana o estuviese en un colectivo en el medio de la ruta. Lo bueno de escribir es que uno empieza a hablar con uno mismo, puede equivocarse y no pasa nada: “no, esto no va así” “no, no puedo usar esta palabra, es muy fuerte” se borra y se empieza de nuevo. Pero hasta ahí la conexión es unilateral, es solo cuando existe la posibilidad de que otro lea lo que uno escribió cuando se da una verdadera comunicación, y esto genera algo que es casi mágico, el transmitir un mensaje para alguien indeterminado, el saber que lo que uno escribe, puede (o no) hacer reír a otra persona, que se enoje, que te putee, que se emocione, que se alegre, etc. Es la necesidad más básica del ser humano tomando forma, materializándose en un escrito, la necesidad de comunicarse, de transmitir una idea, un pensamiento. Es aquello que nos hace sentir vivos, somos nosotros en medio de esta jungla de cemento gritando: “¡Acá estoy yo! ¡Mírenme, escúchenme, tengo algo para decir!” Por eso encare con gusto está tarea, por eso el porque de una revista.

¿Por qué una revista digital? Es inevitable y para no ser hipócritas mencionar la cuestión económica y es que no es vergüenza admitir que uno queda relegado a ciertos medios cuando no cuenta con un caudal importante de dinero que lo respalde en sus proyectos. Pero lejos

de caer en un análisis económico de la cuestión, existen otras razones. Si alguien me pidie-se que enumerara, según mi criterio, los mejores inventos de la humanidad, seguramente yo mencionaría a Internet entre los primeros. Y la razón va más allá de las posibilidades que otorga (que son inmensas) sino que tiene que ver con lo que representa. Internet es el para-digma de la anarquía, es una bofetada a quienes durante años se encargaron de crearle una carga emotiva negativa a esa palabra. La palabra Anarquía significa: “no” o “sin” “dirigente”, “soberano” o “gobierno” y sirve para designar aquellas situaciones donde se da la ausencia de Estado o Poder público, volviendo inaplicable el monopolio de la fuerza sobre un territo-rio. Ahora bien, durante siglos se sostuvo que la ausencia de estado, poder público, dirigente, soberano o la inaplicabilidad del monopolio de la fuerza (noción original de anarquía) solo podía desencadenar en un resultado: El caos total, el todos contra todos. Y esto genero que se termine asociando la palabra anarquía con caos y el todos contra todos. De ahí que jamás hubo un ejemplo concreto en el mundo de anarquía (en su sentido original) y por eso siempre se lo considero una utopía sostenida por unos locos amantes de la violencia y el caos. Todo esto hasta la aparición del cyber espacio, de la mismísima web. Era maravilloso ver como un lugar ficticio, sin territorio, a su vez prescindía de todo orden, de todo estado, de toda regla. No le pertenecía a ningún país, no se le aplicaba ninguna normativa, existía una libertad absoluta que llego en algún momento a poner en jaque a gigantes de la industria del entrete-nimiento como las disqueras y las productoras de cine. Por eso a pesar de que hoy en día la realidad es bastante distinta, y ya no se trata de aquella anarquía pura, ya que ha ido cediendo al mundo de los estados y sus reglas, al poder económico que hoy determina (al igual que en el mundo real) que es lo importante, lo interesante, lo cool, a través de su buscador San google, que acapara casi el 90% del trafico de la red con sus gigantes de las redes sociales; A pesar de todo esto sigue siendo un lugar de libertad, de acceso a la comunicación, “casi como un mosquito, que si bien no puede detener el tren, puede romperle las pelotas al maquinista”. Esta revista jamás va a tener la cantidad de lectores que el digital times, pero tendrá su espa-cio dentro de ese inmenso mundo digital cual mosquito rompiendo las pelotas.

¿Qué se espera de está revista? Si hasta acá se han leído las preguntas anteriores, sin saltear-las, creo que la respuesta a esta pregunta esta casi contestada. Partimos de la base, como se dijo antes, de una necesidad de comunicación, de transmitir ideas, de tener un espacio, de romper las pelotas. Se trata de ser lo más sincero que se pueda. Y escribir. Darle al teclado. Como si fuera un piano. Mordiendo las oraciones, poniendo comas, hablando, para nadie, sabiendo que pronto, o más tarde, el lector se encuentra. Que en los túneles digitales la cosa viaja. Y del otro lado del mundo alguien puede estar en su casa, también de madrugada, también en pleno silencio, leyendo, hasta acá, lo que escribo. Entretenido con el alma loca de alguien que no conoce. Lo que queda es lo que escribiste. No importa si te leyeron, muchos, pocos, si te premiaron, si fue en un formato prestigioso o fue en una revista digital, si te ca-gaste de hambre mientras lo hacías, si te besaron, si te abrazaron, si te arrepentiste, si un ami-go dejó de hablarte. Lo que queda es éste renglón. Podría, morirme, ya. Quedó ese renglón,

puesto ahí. Ya no va a importarme, voy a ser huesos carcomidos por la humedad dentro de un cajón. O que me cremen, que es más barato. Pero en el momento de escribir esa oración final había un sentido de finitud. Había un sentido de pertenencia. De trascendencia. Había un mis-terio, que hoy se subyuga en el psicoanálisis, un misterio que te pega una patada en el alma para que te expreses, para que digas algo, para que escribas, lo que sea, ya. Esa desespera-ción tan sin nombre. Tratando de negarse que al resto de la gente le importa un carajo. Y está bien que así sea. A mí tampoco me importa la mayoría de las cosas que hace la mayoría de la gente. Si me preguntan cuales son mis expectativas, y sin pretender desilusionar a nadie, no son muy ambiciosas, solo espero que resulte un entretenimiento, un espacio de recreo, un sal-vavidas en el medio del hastío del estudio, de la perra vida de la facultad y el trabajo, de la rutina. Si se logra eso, si alguien al leerla piensa: “Que rápido que se paso el tiempo” “Que bueno que esta esto” o “Que ingenioso” aunque sea una sola persona, yo considerare que he cumplido con el objetivo. Escribo algo, esto, que no tiene mucho sentido. Pero sigo creyendo que hay túneles mágicos, por donde tarde o temprano, las oraciones encuentran un lector que se conmueva. Aunque, quizás, nunca me entere.

LA CULTURA DE LA CUENTA REGRESIVA

En diciembre del año 1999 las sociedades regidas por el calendario gregoriano fueron testigos inconcientes del ejemplo menos poético y brutal de la cultura de la cuenta regresiva. Muchos teníamos pensamientos lucidísimos del tipo: “no volverá a haber un mil nueve y algo”, “un siglo se termina y yo estoy aquí, que bueno!”, “seguramente todo colapse en el primer segundo del 2000, pero estoy tan seguro de eso como de que la mitad de los asientes a la opera van a acompañar a la otra mitad”.

Lo mejor vino después, ¿recuerdan?, una serie de astrónomos, astrólogos, estudiosos de las

Los editores de esta revista tienen ideas y opiniones diversas, han incorporado dis-tintos textos que consideran pueden resultar de interes general, su incorporación no

necesariamente expresa acuerdo con todo el contenido de los mismos.

culturas de un atolón ubicado en el pacífico, matemáticos, epistemólogos y artistas de varieté muñidos de sahumerios, salieron a declarar que el pasaje de siglo en realidad se daría en el 2001, en marzo, a mediados de año, con el equinoccio, cuando se registrará la primera plea-mar, cuando comenzará la nueva temporada algún programa de entretenimientos o cuando los mayores de cuarenta dejaran de preguntarse que significan los separadores de MTV.

El resultado fue frustrante, el cambio de siglo solo sirvió para que algunos de esos chistosos inimputables digan, en enero del 2000 refiriéndose a algo de diciembre de 1999: “eso es del siglo pasado” acompañando el comentario con gesto de ¿necesito explicar mi humor intelec-tual?. Pero peor aún, como si esto fuera poco, hubo un cono de sombras temporal donde el debate se generó a partir de si era correcto enero del 2000 o enero de 2000.

Lo que sí dejó en claro el suceso es que nosotros como especimenes sociabilizados vivi-mos en la cultura de la cuenta regresiva. Claro, casi desde el comienzo, esperando la época de cosecha o contando cuantas lunas restan para X ritual. Pero los nuevos vientos trajeron ese signo de los tiempos mejorado y pulido en veloz y electrizante ritmo. Evitando un claro pensamiento, de hecho me sentiría un traidor citando a Schopenauer, Freud, o cualquier otro cerebro que haya pensado teorías de este tipo con mayor esfuerzo que el de estar sentado be-biendo un whiskey de dudosa calidad, puedo admitir que la cultura de la cuenta regresiva no es un intento de sobrevolar lo que algunos pensadores conocen con el nombre de pulsión de muerte, es más, ni siquiera es un intento de nada, es que realmente el hacer y el pensar actual (y no tan actual) está cruzado por esa “cuenta regresiva permanente”. ¿De que hablo cuando digo Cultura de la Cuenta Regresiva? pues del efecto mediático, publicitario y de la noción moderna (o posmoderna, según a usted le agrade Habermas, Heidegger o no le agrade nada y le importe un cuerno cualquier filosofo alemán, o no alemán) de goce.

Cuando siento placer no cuento y cuando sufro sí. Y la vida es sufrimiento, y entonces... no, tampoco nos pongamos tan apocalípticos. Así de simple, cuando siento placer el tiempo transcurre más rápido y cuando no.... simplemente no. ¿Y tanta historia para llegar a seme-jante conjetura digna de un ebrio en un bar valenciano?

Le pido respeto, aún no estoy ebrio y jamás estuve en Valencia aunque en verdad me gusta-ría. Y si lo pienso, no se por qué, pero me gustaría. Aunque de hecho puede que jamás pise Valencia porque de hecho no estoy contando los días que me restan para partir hacia Valen-cia. En fin, todo esto no importa, vuelvo a la cuestión de Cuenta Regresiva y Goce.Usted, con ganas de rebatir toda idea ajena dirá: Y yo, que soy escalador, y gozo con esa empresa, porque en mi mente aparece la idea de “no veo la hora de llegar a la cima” y cuen-to cada paso con lógica de cuenta regresiva. Pues bien, podría herirlo diciéndole que usted no goza escalando, usted goza llegando a la cima tomándose una foto, bajando, dándose un baño, quitándose ese ridículo atuendo de escalador, colocando las fotografía sobre una chi-menea construida para tal fin, haciendo una reunión con sus amigos y allegados y diciéndoles

“aquí es cuando llegué a la cima del Tupungato”. Y su goce es ese, y no el escalar.Veo a alguien por el fondo preguntándose, yo cuando mantengo relaciones sexuales, pienso ¿ya habrá pasado un tiempo prudencial? ¿estará bien así? ¿que pensará de mi? ¿cuanto falta? y juro que estaba gozando!!!! Bueno, no nos pongamos tan finos en las apreciaciones, voy al hecho de que en realidad cuando concretamos ese tipo de acercamientos no estamos pensan-do con deseo y ansiedad el hecho posterior a establecerlo, sino el hecho de establecerlo en si. Y no siga, porque no me referiré aquí al goce que produce el recuerdo de lo gozado y que muchas veces es fin transformando el goce en medio anulándolo como goce para transfórma-lo rápidamente en recuerdo de goce. El ejemplo de esto es aquellos que buscan una noche intensa sólo para tener que contar en la mañana.

Haciendo un apartado en referencia al trabajo, que quede claro, el trabajo es sufrimiento. No existe quien en su trabajo no ejercite la cuanta regresiva. De hecho esta tan sociabilizado, que hay gente que se pone feliz siendo viernes sabiendo que debe trabajar el sábado y el do-mingo. Allí la cuenta regresiva supera hasta la propia sensación.

Hijas de “que pronto pasa el tiempo”, “ya casi se pasó el año” o “como vuela el calendario, si parece que ayer no más estábamos en enero”, esta su contrapartida: “se me hace pesado”, “cuando termina”, “acabo de ver el reloj y solo pasaron 5 minutos”.

El hecho es que cuando estamos gozando una victoria el tiempo es un fantasma que no nos inquieta y cuando la derrota es notable buscamos milagros en los relojes. El tiempo es dine-ro, y quién no necesita ir a en su búsqueda desesperada por la supervivencia (el ejemplo no es valido para quienes la tienen garantizada como el hijo de Alberto de Mónaco y la azafata), debe convivir con la cultura de la cuenta regresiva. ¿Cuánto me falta para cobrar? ¿Cuando falta para que comiencen mis vacaciones? ¿Cuantos días faltan para el vencimiento de esta deuda?

Y una vez que nos acostumbramos a ese barranco y cobramos velocidad ¿Cuantos sueldos necesitaría para llegar a comprar eso? ¿Cuantos días me quedan de estas vacaciones? ¿Cuan-tos días faltan para volver a endeudarme?

Todo hace parecer que tenemos algo importante que hacer luego: más importante que el supuesto goce que debería implicar hacer lo que estamos haciendo, y de hecho nuestra mente juega con eso: si te estas preguntando cuanto falta para que termine una película que estas disfrutando, si uno se pregunta cuanto tiempo le queda a ese espectáculo que esperó durante meses, si uno apura el último trago para ver la ¿satisfacción? del vaso vacío, simplemente habrá hecho el pacto con Cronos.

Debo ver esa película, todo el mundo la vio. Debo ir a ese sitio, todo el mundo fue. Debo comprar aquello, todos lo comprarían. Y mi goce estará guiado por el deber, y mi goce no

será goce, será deber. Y el deber es deuda y la deuda es algo que debo, se escribe con un signo menos en el balance y es el artífice de la cuenta regresiva.

Síndrome de la cuantiosa insatisfacción, con que nos nutre día a día la vida social mediatiza-da, son las escenas de la vida cotidiana. Cuento los minutos que me quedan para seguir en la cama, cuento los que restan para la llegada del tren al anden, veo en la televisión el tres, dos, uno, cero emitido desde Houston y el despegue de alguna cosa hacia algún sitio lejano, cuen-to cuánto me queda hasta el corte del mediodía en el trabajo, cuento cuánto me resta para volver a mis tareas, cuento cuánto me falta para salir de ese lugar, cuánto para llegar a casa, cuánto para que termine la película que estoy viendo, cuando para que deje de hablar y se duerma, cuánto para dormirme yo. Y no puedo dormir, porque en lugar de descontar ovejas, estos lanudos animalitos se reproducen y reproducen diciéndome “¿que es lo que esperas?” en cada balido.

Será que quien no espera no cuenta regresivamente, será que una mujer obrera de Polonia no necesita imaginar como se verían sus pechos más grandes, será que Schopenauer tenía ra-zón aunque estaba lejos de ser un asceta, será que una campesina boliviana no sueña con Di Caprio y que un mecánico camboyano no tiene pensamientos turbios con el último modelo de Porsche.

Si quieren sentirse redimidos: la obrera polaca cuenta cuánto le resta para llegar a su casa, varios filósofos cuentan el tiempo que les resta para ser reconocidos por sus pares, la campe-sina boliviana espera la hora en que pueda dejar de estar agachada y el mecánico camboyano no ve la hora de terminar con esa pieza para comer algo.

No cuento regresivamente cuando escucho a Ray Charles cantar Georgia In My Mind, tam-poco lo hago cuando abrazo a quienes realmente estimo, no pienso “cuanto falta para que este trago ya haga efecto en mi percepción”, no cuento como llegaré abajó cuando mis es-quíes comienzan a desplazarse, y no pienso cuanto tiempo permanecerá en el ambiente un perfume que me conmueve.

Esperanzador será entonces buscar en los tiempos más breves, en las astillas del marco de esta esperada obra de arte. Esperar pequeños goces lo más intermitentes posible y dejar de perderse de los mismos por estar contando regresivamente cuánto resta para el lanzamiento de la plataforma a la que estamos atados sin saberlo para ir al encuentro de una supuesta vida como experiencia de goce gigantesco y constante. Tan gigantesco como los efímeros y olvi-dados ya, festejos del año nuevo de 2000 (¿o del 2000 sería en este caso? bueno, no importa).

Y ¿qué hago escribiendo aún? Maldición, me hubiera gustado terminar así el escrito. Real-mente esperanzador, casi digno de una contratapa de revista de variedades. Hubiera estado perfecto para los que buscan complacencia, y hasta cierta moraleja digna del talentoso Eso-

po, en todo escrito al que se enfrentan. Pero no, evidentemente algo siempre se interpone. En este caso el editor que había requerido de mí X cantidad de líneas y estaba contando cuantas me restaban para completar su petición. A ver: ocho, siete, seis, cinco.... perfecto!

No me vea así. ¿Me dirá usted que no recorrió previamente a vuelo de pájaro este escrito pensando conciente o inconcientemente cuanto tiempo le llevaría leerlo?Dos, uno, estamos en libertad. Ahora a gozar. O a comenzar otra cuenta regresiva. Desde ya mi máximo agradecimiento por acompañarme hasta aquí.

Por José M. Pascual

Reforma Universitaria. ¿Pasado o futuro?

Cuando se nos da la oportunidad de poder compartir algunas ideas sobre la Reforma Univer-sitaria en esta publicación del Centro de Estudiantes, creo que es importante poder entender que fue la Reforma Universitaria. Pero mas importante es pensar que tiene para aportar el pensamiento Reformista a la Universidad que hoy tenemos.La Reforma Universitaria fue la respuesta del movimiento estudiantil a una Universidad que no daba respuesta a los problemas de su época. En la Argentina que vivía una época de de-mocratización con la sanción de la Ley Saenz Peña que garantizaba el voto universal secreto y obligatorio, la Universidad de Córdoba mantenía a los estudiantes afuera de las decisiones sobre el contenido de la enseñanza, quienes eran los docentes y para quienes estaba diseñada la Universidad.En una Argentina que se abría a las nuevas ideas anarquistas y socialistas, la Universidad de Córdoba mantenía el dogmatismo católico como eje de formación y no receptaba los avances que la ciencia estaba experimentando en esa época.Por eso, los estudiantes con la toma y la huelga primero, y con un programa y propuestas claras que se fueron implementando después, dio respuesta a la Universidad que necesitaba la Argentina. La conformación del Co-Gobierno con todos los claustros representados, la periodicidad de los docentes en sus funciones, la Autonomía Universitaria para poder avanzar sin presiones del poder político entre otros fueron las primeras banderas que se transformaron en pilares de la Universidad que hoy tenemos. El Ingreso irrestricto y la gratuidad de la enseñanza fueron aportes que los reformistas diseñaron y con el primer peronismo se consiguieron, aunque fue el mismo el que luego los clausuro posteriormente.Asi hemos llegado a la Universidad del siglo XXI. Universidad que ha logrado resistir en parte a los embates del neoliberalismo, manteniendo su calidad de publica y gratuita, rara

posibilidad en la región y el mundo. A pesar de ello, nuestra Universidad sigue siendo una institución en crisis. Una institución que fue incapaz de responder a la cruenta ofensiva de las ideas neoliberales que dejaron como saldo a una sociedad desmembrada y absorta. Esa Universidad concebida para una Estado benefactor quedó sin norte ante las transformaciones neoliberales que alteraron su sentido. Ella y su comunidad demoraron demasiado en volver a pensarse, a reflexionar sobre su situación, a revisar sus limitaciones y reconsiderar sus po-tencialidades. Un aislamiento ficticio ha dejado a la comunidad universitaria ajena a muchas discusiones nodales para la sociedad.La Universidad persiste en una crisis de legitimidad que no parece cerrarse. Se manifiesta una explícita vocación de masividad que choca de frente con una realidad que evidencia que quiénes acceden y permanecen a la educación superior siguen siendo una minoría privilegia-da, aun cuando cuenta, gracias a la tradición reformista, con un financiamiento basado en el presupuesto público.En términos generales, la falta de fuertes políticas de ingreso, de inclusión y contención del estudiante en la universidad pública, así como el conocimiento impartido de manera acrítica, autoritaria e irreflexiva, que construye su modelo de excelencia sobre la base de la omisión o la indiferencia de las condiciones de vida de millones de seres humanos, provocan que la Universidad y la sociedad argentina caminen por veredas diferentes. Es por eso que necesita-mos reflexionar cual es la Reforma que hoy necesita la Universidad. Para ello, consideramos como camino de construcción política e intelectual, la reactualiza-ción del sentido más profundo de la Reforma Universitaria: un proyecto pedagógico, cultural y por ende político que dinamizara la cultura y la ciencia en función de las necesidades popu-lares.Entendemos que esta Segunda Reforma Universitaria debe estar anclada en tres causas fun-damentales:La de la Democratización del conocimiento, entendiendo que es hoy el factor de progreso y exclusión entre países y a lo interno de los mismos. Entendemos que la Educación Superior debe ser un derecho de acceso garantizado para todos y en todas las etapas y facetas de la vida.La de la Renovación Pedagógica y de Contenidos, para reconducir al pensamiento crítico y la solución de los problemas capitales a esta gran apuesta colectiva: La Universidad Pública.La de la Reforma Institucional, entendiendo que sin una matriz de poder democrática y participativa difícilmente la Universidad pueda orientar sus esfuerzos a cumplir los otros dos grandes puntos. Esto a su vez permitiría una intensa batalla cultural a lo interno de sus claus-tros primero, y contra las tendencias autoritarias y centralizantes de la sociedad en última instancia.Creo que esto es lo central que tenemos que retomar los reformistas y que nos lleva al pre-sente pero fundamentalmente al futuro. A trabajar para mejorar nuestro Centro de Estudian-tes, nuestra Facultad con el horizonte de una Argentina donde la igualdad y la libertad sean valores que todos podamos disfrutar.

Por Maximiliano Diaz

El valor de las cooperativas

“Con su distintivo énfasis en los valores, las cooperativas han demostrado ser un mode-lo empresarial versátil y viable, que puede prosperar incluso en épocas difíciles. Su éxito ha contribuido a impedir que muchas familias y comunidades caigan en la pobreza”. Esto expresaba Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas, al ser proclamado el 2012 como Año Internacional de las Cooperativas, bajo el lema “Las empresas cooperativas ayudan a construir un mundo mejor”. En el mundo existen 1000 millones de asociados a cooperativas, generando más de 100 millones de puestos de trabajo. A lo largo de nuestro país podemos encontrar más de 20000 cooperativas, la mitad de ellas se encuentran en nuestra provincia. La Alianza Cooperativa Internacional (ACI), organismo que nuclea a todas estas entidades, ha definido los valores por los cuales ellas se rigen. Estos hacen referencia a la ayuda mutua, al esfuerzo propio, a la responsabilidad, la democracia, igualdad, equidad, solidaridad y, por ultimo, la libertad. Si bien el titulo de esta nota menciona a los valores, y claramente todos los anteriores son loables valores cooperativos, no es a estos a los que quiero referirme, sino, al valor que las cooperativas tienen y pueden tener para nuestra sociedad.Estas organizaciones, al no tener fin de lucro, ponderan a las personas que las integran y a sus usuarios y consumidores colocándolos en un lugar de mayor relevancia. Buscan una correcta prestación del servicio, sus asociados lo exigen, y pueden hacerlo ya que no sufren la presión de la obtención de ganancias extraordinarias que rige la lógica de las empresas tradicionales.Han cumplido un rol fundamental durante momentos de crisis. En el año 2001 fueron el ins-trumento que permitió sostener importantes empresas en funcionamiento, y por sobre todo recuperar la fuente laboral de cientos de trabajadores. El caso de mayor trascendencia ha sido el de la ex Zanon, hoy FaSinPat (Fabrica Sin Patrones), que se encuentra bajo gestión obrera desde principios de 2002 con una planta integrada por 500 trabajadores. Las cooperativas tienen enorme trascendencia económica, en España una de las empresas que más aporta al PBI nacional es una cooperativa. Y es, tal vez, la referente mundial del cooperativismo, se llama Corporación Mondragón. Fue fundada por un sacerdote jesuita de nombre José María Arizmendiarrieta en el País Vasco a mediados del siglo pasado y hoy cuenta con empresas aseguradoras, de crédito, de producción industrial, de distribución, po-seen su propia universidad y distintas escuelas. De esta forma emplean alrededor de 100 mil trabajadores. En Argentina tenemos distintos casos de cooperativas reconocidamente exitosas. Entre ellas se encuentran SanCor fundada en 1938, con su producción de lácteos y posteriormente con su actividad aseguradora. La histórica cooperativa El Hogar Obrero, que llego a ser la sexta empresa más importante de nuestro país y fue quebrada durante el menemismo. La actual Cooperativa Obrera surgida en Bahía Blanca. El exitoso Banco Credicoop, entre muchas

otras.La actividad que realizan todas estas cooperativas, las grandes y las pequeñas, generan un fuertísimo impacto en nuestras comunidades ya sea por los puestos de trabajos que producen, por la calidad de sus servicios, o bien por la innumerable cantidad de obras de bien común a las que se dedican, creando hospitales, escuelas, centros culturales, etc. Pero estas entidades poseen una cualidad de la que poca mención se hace, a la cual podría bautizarse con el nombre de: “valor de arraigo”. En la economía moderna donde los capitales financieros se trasladan de un país a otro en cuestión de segundos y donde las empresas multinacionales mudan los procesos de produc-ción de sus países de origen a países en desarrollo -donde los costos laborales y las exigen-cias ambientales son mucho menores - los capitales se tornan altamente volátiles. Esto pro-duce en las economías nacionales una gran inestabilidad e incertidumbre, ya que lo atractivo que resultan estas inversiones para los países del “Tercer Mundo” genera una competencia que tiene como efecto el traslado a otras regiones ante una mejor oferta, dejando así, miles de desempleados. Y cuando no se llega a este punto, se ven forzados a continuar cediendo dere-chos en perjuicio de los más desventajados, disminuyendo salarios y condiciones o incluso otorgando subsidios para lograr retener las fuentes de trabajo.Esto no es viable en una cooperativa. Estas entidades tienen una organización absolutamente democrática, es prácticamente imposible que una asamblea decida trasladar su producción a otro país, por el perjuicio que ello implica a sus trabajadores y por la violación que implica-ría a los principios y valores cooperativos. Es interesante repensar las economías a la luz de estas organizaciones, que podrían ser el ins-trumento ideal para diseñar nuevos modelos: empresas democráticas con conciencia social. Mario Bunge plantea un socialismo cooperativista combinando, de alguna forma, cualidades positivas del socialismo con las del capitalismo. En este sistema la producción se encontraría en manos de cooperativas de trabajadores, pero estas deberían competir entre si, logrando de esta forma, evitar el estancamiento científico y tecnológico. Bunge lo expresa en estos tér-minos: “Sin competencia se termina en el estancamiento; sin cooperación, en una sociedad inmoral”. A esto le llama competencia regulada.Las cooperativas tienen un valor económico y social intrínseco que nos permiten pensar en una economía distinta, en una economía a favor de las personas, más sana, mas equilibrada, generadora y protectora de puestos de trabajo y donde el fruto de este sea democráticamente distribuido. Es por todo ello que era hora de reconocer a las cooperativas todo el trabajo que han hecho y entender que se tiene con ellas una cuenta pendiente.

Por Leandro Fuentes.

¿Por qué tanta gente se inscribe en la carrera de abogacía?

Es público y notorio que la carrera de abogacía tiene muchos más inscriptos y egresados que otras disciplinas alternativas incluidas en la oferta académica de las universidades públicas. Unos pocos años atrás, las estadísticas oficiales daban cuenta de un ratio de cuatro egresados abogados por cada ingeniero recibido. Este panorama no ha variado significativamente a la fecha.

Se han invocado muchas causas para esta realidad: que el título de abogado tiene una amplia incumbencia (es decir, puedo aplicar para muchos tipos de trabajo: juez, abogado, notario, fiscal, asesor, legislador, etc.); que la carrera está relacionada con un supuesto ascenso so-cial relevante, o bien que atrae a los alumnos dubitativos y que no tienen buena relación con las ciencias duras y empíricas, como la física y la matemática (al fin y al cabo, serás lo que debas ser o serás abogado).

En rigor, la cadena causal que da respuesta al título de la entrada es sin duda compleja y no pretendemos dar una respuesta definitiva.

Lo que resulta curioso, y sí interesa destacar, es que este fenómeno de mayor cantidad de inscriptos —y de egresados— que tiene abogacía no se ve alterado ni por la demanda de profesionales de otras disciplinas (que tienen una salida laboral prácticamente garantizada y una fuerte inversión en becas por parte del estado), ni por el hecho de que el mercado laboral “legal” esté completamente saturado. No es raro ver cómo, en ciudades donde la matrícula abogadil está sobrecargada, se evidencia una deformación del ejercicio profesional: anomia frente a las reglas éticas impartidas por los Colegios Profesionales, desprolija captación de clientela, formas agresivas de litigación, trato irrespetuoso entre colegas, aventuras judicia-les, judicialización de conflictos que o bien no son tales, o bien hubieran merecido una solu-ción alternativa socialmente menos costosa y amigable, etcétera. Ello da cuenta, aun más no sea en parte, que hay poco trabajo; y sobre ese poco, compiten muchos.

También contrasta aquél dato con el hecho de que la educación jurídica pública atraviesa su peor momento. O dicho de otra manera, atraviesa su típico e inmutable momento: el modelo prehistórico y agotado de enseñanza del derecho.

Recordemos que las facultades de derecho en Argentina no tienen licenciaturas sino carreras de abogacía. El modelo de enseñanza (con ello refiero a un complejo entramado de instan-cias, que van desde el discurso áulico y los planes de estudio, hasta los métodos de enseñan-za y la valoración general que los actores universitarios tienen de todos estos elementos) está dirigido a la enseñanza de la ley a los fines de representar los intereses de un individuo (o

conjunto de tales) en un determinado conflicto judicial.

Se construye en ese contexto un modelo de reproducción discursiva que metodológica y sus-tancialmente es deficitario, y dentro del cual podemos marcar unas muy pocas características que no agotan el diagnóstico:

1. Un apego enfermizo a un modelo de enseñanza prehistórico, basado en el formato de clase magistral, con el docente que “vuelca” su conocimiento a modo de discurso unilateral. La clase, como tal, está devaluada en tanto carece de valor agregado. Es lo mismo —y en oca-siones una mejor opción— rendir “libre” por vía de programas ad hoc de bolilleros mosaico en el cual los estudiantes se someten a un puñado de preguntas definidas por el azar, y donde deben demostrar que conocen una ínfima parte de los temas, siendo ello suficiente para que se presuponga —ficción de por medio— de que si le hubiera tocado las otras bolillas, hubiera respondido también satisfactoriamente.

Las clases están condicionadas por el apremio, el apuro por dar todo, a como dé, y a la pre-paración del parcial. Las clases son en ocasiones un medio de preparación de un parcial; hay que ver los temas para el parcial y no utilizar éste último para analizar en qué forma se com-prendió aquello que fue tratado en la clase.

Una clase de derecho es, en el imaginario de cualquier alumno, un ámbito en donde se estu-diará —rectius: conocerá y eventualmente memorizará— una pequeña parcela del ordena-miento jurídico, sea civil, comercial, penal, etc., que luego deberá ser recordado y “volcado” en el examen.

Ello se entremezcla con la falta de capacitación docente en materia didáctica, y vicios histó-ricos de la docencia del derecho.

2. El discurso jurídico —en la universidad pública, al menos— sigue bañado de una fuer-te impronta positivista, en donde el formalismo jurídico y el normativismo dejan de lado a cualquier tipo de visión crítica o desmitificadora. Se sigue de ello el invariable amor por los mitos jurídicos, las pseudo disputas estériles, la búsqueda de naturalezas jurídicas, el incons-ciente apego por el realismo verbal, las ficciones y la ausencia de cualquier tipo de literatura emancipadora, que haga pie en un contacto social, sensible, y por sobre todo, crítico frente a los institutos legales y la práctica jurídica cotidiana.

3. La ausencia de reflexión crítica. La crítica, el debate y la deliberación —entidades con su correspondiente dimensión epistemológica— se muestran ausentes de las clases de derecho, relegadas a seminarios especializados o al esfuerzo de profesores que provienen de la teoría general del derecho, la filosofía, la sociología o el derecho público, quienes por la naturaleza de su formación, reconocen la importancia de que el alumno no se contente con el statu quo

y se anime a ponerlo en jaque constantemente.

4. La bibliografía áulica en la carrera de grado sigue girando en derredor de la dogmática jurídica tradicional, modelo de “ciencia” del derecho que ostenta serios déficits que pasan inadvertidos y se reproducen en la práctica y producción de los egresados (ayudado ello por el hecho de que el círculo editorial jurídico descansa también sobre estas mismas bases y tipos de discursos).

La dogmática jurídica tradicional es un modelo anticuado, con la que se identifica la labor tí-pica deljurista, y en la cual subyace inconscientemente una aceptación dogmática al derecho positivo, una débil metodología fundada en ficciones variopintas (v.gr. legislador racional), tramposas sistematizaciones a base de principios generales, la constante utilización de “teo-rías” (i.e. abuso del derecho, gobierno de facto, el reenvío en el derecho internacional priva-do, etcétera) como entidades falsamente descriptivas, el apego al realismo verbal, etcétera (1)

Los casos en que la literatura crítica se ha transformado en la bibliografía de aula de materias “troncales”, siguen siendo excepcionales (podría pensarse, en Argentina, la obra de Eugenio Zaffaroni en la parte general del derecho penal).

5. La escasa interdisciplinariedad. Salvo en el caso de la economía (aunque no todos los planes de estudio la componen), es escasa la interdisciplinariedad. Los planes de estudio dan cuenta de cursos cuyos discursos son autosuficientes y no necesitan recurrir a elementos que pudieren aportar otras disciplinas: el caso de la filosofía, el arte, las teorías de la argumenta-ción, teoría de sistemas, teoría de conflictos, las teorías críticas en general, entre otras, y que usalmente están apartadas de la currícula promedio de una carrera de abogacía (lo que no quita excepciones, en formas de talleres o seminarios optativos).

Piénsese, a modo de ejemplo, la decisión judicial o el debate parlamentario. Campos típicos y paradigmáticos de argumentación moral y jurídica (aunque ésta última no deja de ser una rama de aquélla). ¿De qué forma es posible justificar válidamente una solución que se pre-tende justa, o una ley que se pretende válida en tanto producto de un proceso democrático deliberativo, si el actor social que participa en estos procedimientos carece de un conoci-miento -aun mínimo- de filosofía moral, teorías de la argumentación o de las ciencias socia-les que aprehendan el conflicto a que refiere esa decisión o esa norma?

De igual forma, poco se hace para desatorar un poder judicial que se reconoce en crisis por sobrecarga de tareas, y en el que se judicializan conflictos que bien pudieran encontrar otras formas de solución. La Resolución Alternativa de Disputas (y con ello, la teoría de conflic-tos, teoría de la negociación, teoría de la comunicación, teoría de juegos, teoría de la deci-sión, etcétera) constituye un plexo de disciplinas aun postergadas para el posgrado o semina-rios optativos.

Es la forma de enseñar derecho, con su visión centrada en el litigio judicial confrontativo, la que ha transformado al proceso judicial, de ser un método de resolución de conflictos que ayude a la paz social, a ser un conflicto en sí mismo, y frente al cual es menester encontrar formas alternativas y menos costosas de arribar a soluciones pacíficas (v.gr. mediación, arbi-traje, amigables componedores, etc.).

Baste pensar cuánto tiempo (y con ello dinero) se gasta en analizar si la posesión es un hecho o un derecho, o si es más fundada la posición de Ihering o la de Savigny, para dar cuenta de que el costo de oportunidad de una mala elección de contenidos áulicos es muy alto.

6. Los métodos de evaluación descansan en exámenes escritos en los cuales la mnemotecnia se impone por sobre el razonamiento práctico. Explique los requisitos para una usucapión breve y defina “justo título”, detalle cinco actos jurídicos que deben instrumentarse por es-critura pública, enumere las etapas de un proceso sucesorio, explique las condiciones de admisibilidad de un recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley. El único desafío para el alumno es, frente a este panorama, el hecho de recordar datos leídos en su casa y poder escribirlos en su hoja —sin la ayuda de los textos legales— al momento de rendir. Memoria frente a la reflexión; el examen como un simple juego de recordar datos normativos o juris-prudenciales. Los trabajos prácticos, las producciones escritas o incluso orales, son excepcio-nales o son relegadas a materias prácticas sobre el final de la carrera (en las cuales no siem-pre se realizan). Esto lo hablamos acá, cuando comentamos que en la facultad de derecho [se cree] posible conocer una trompeta sin jamás haber visto o escuchado una.

El método de evaluación de tipo mnemotécnico genera tranquilidad para el alumno, a la vez que vicia su sistema de estudio, comprensión y lectura. No importa ya entender, criticar o discutir, sinosólo recordar.

Este fetiche por la memoria y el dato normativo ayuda a explicar dos cosas.

Primero, la preferencia generalizada por el circuito bibliográfico alternativo: guías de estu-dio, apuntes anónimos y resúmenes generales. Los docentes imparten una moral engañosa, puesto que a la vez que regañan a los alumnos por la utilización de este tipo de materiales, demuestran, con sus sistemas de evaluación, que los datos que allí se incluyen son harto suficientes para aprobar el curso. Y segundo, el terror frente a la exposición oral: el examen oral, aunque más costoso, es sumamente más justo y eficiente para indagar la forma en que un alumno aprendió y aprehendió un determinado contenido. El alumno en general escapa a esta forma de evaluación en tanto le exige aptitudes que la propia facultad no solo no le ayu-da a desarrollar (la oratoria, por caso), sino que tampoco se la muestra como necesaria. Si lo que el docente quiere es que el alumno describa lo que dice la ley, para el alumno es siempre

mejor escribirlo. Encuentra allí una jugada sin duda más segura y con mayores probabilida-des de éxito (puede escribir, borrar, contestar una pregunta antes que otra, no se somete al posible pánico escénico, etcétera).

-Ahora bien, tan problemático resulta este estado de cosas (que es más complejo de lo que acá se describe) como el hecho de que sea este tipo de educación y este modelo de egresado el que efectivamente necesite y reciba la sociedad, e indirectamente las instituciones públi-cas. No hay que perder de vista que el tipo de discurso que se reproduce en las aulas hoy, en general acrítico, dogmático, irreflexivo y unilateral, influirá mañana en la forma en que el egresado lo transforme en prácticas jurídicas concretas; léase formas de decidir, formas de investigar, formas de argumentar, formas de perseguir, formas de castigar, formas de legislar, formas de justificar políticas públicas de distribución de riqueza, etcétera.

La enseñanza del derecho merece ser revisada, en método y en contenido. Repensar qué se dice, cómo se dice, para qué se dice y por qué se dice.

Entre tanto, sigue siendo curioso (e incluso preocupante) el contraste entre esta oscura rea-lidad de reproducción discursiva y dificultosa inserción laboral, y el hecho de que es en ella donde la mayor cantidad de estudiantes se zambullen al iniciar sus estudios universitarios.

*(1) Sobre éstas cuestiones, en forma resumida, ver Nino, Carlos S. “Introducción al análisis del derecho” (Astrea, 1984, p. 321 y ss); la misma temática, in extenso, el mismo autor, en “Consideraciones sobre la dogmática jurídica” (UNAM, 1984)

Por Tomás Marino.quieroserabogado.blogspot.com.ar

¿Qué nos enseñan cuando nos enseñan Derecho?

¿Cómo se mata el pensamiento?

Si bien no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que lo conocido vulgarmente como “la noche” no es más que otra arma de distracción creada por esta sociedad capitalista que busca estupidizar a las masas, junto con la televisión y los demás “placeres de la carne”,

para que éstas permanezcan en la ignominia y no se rebelen contra sus opresores, a veces es posible tener una conversación interesante a la salida de un boliche si se encuentra la perso-na indicada. Una charla como la que tuve durante la madrugada del domingo con mi amiga Barbara Gauna. Ambos, estudiantes de Derecho (al menos yo lo sigo sigo siendo, ella ya paso esa etapa de la vida), hablamos largamente sobre sociología, filosofía y educación, esos temas que tanto nos apasionan a los dos; en un momento del diálogo abarcamos un punto ciertamente interesante, la enseñanza del Derecho. Este escrito está destinado a exponer algunos lineamientos sobre el tema y las conclusiones que a las que pudimos llegar aún después de una noche de baile y alcohol.Si nos fijamos en detalle la forma de enseñar el Derecho y lo comparamos con otras áreas de las ciencias sociales vamos a poder ver que al estudiante de Derecho no se le enseña a pen-sar. el sistema exegeta que siguen los maestros lleva a que el aprendizaje quede reducido a memorizar artículos de códigos, leyes y decretos, y a citar doctrina y jurisprudencia. No se prepara al estudiante para jurista sino para abogado, se le enseña a ser un mero técnico sin la menor cuota de sentido común. a la Facultad de Derecho entran personas y al cabo de cinco, seis, siete... años salen engranajes del sistema que la facultad les supo imponer.Es extrañamente raro encontrar un estudiante que se pregunte ¿qué es el Derecho? Simple-mente aceptan eso que los profesores les dicen el primer día de clases: conjunto de normas jurídicas positivas. La cual no es una definición del todo errónea, para el iuspositivismo el Derecho es eso, sin embargo esto no quiere decir que el Derecho se acabe en esto; los positi-vistas nos enseñan que es un conjunto de normas jurídicas pero ocultan que tras esas normas hay una realidad social que el Derecho busca encausar. A los estudiantes se nos enseña que el Derecho “nace de un frasco de mayonesa” y nos convierten en abogados que sólo piensan en litigar y cobrar honorarios (si bien lo de cobrar honorarios es algo que ya muchos llevan dentro antes de entrar a la facultad).Cuando se va un poco más allá de lo que la academia se preocupa por enseñar se descubren cosas harto interesantes. Después de leer ¿Qué es la propiedad? de Pierre Joseph Proudhon no podía creer como el buen profesor de Derechos Reales que tuve no me lo había recomen-dado, como la Dra. Highton de Nolasco no lo incluyó en su programa de cátedra. Mi amiga Mariana Spiratos me regaló esta última navidad un libro que me cambio la vida; ciertamente el Derecho de Familia y Sucesiones es mi rama favorita de todo el Derecho y después de leer El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels cambió mi visión completamente en cuanto a lo que la familia y el Derecho de familia son. No debe extrañarnos que la academia no incluya estas lecturas a las que se las puede considerar como subversivas ya que el Derecho es una herramienta que se utiliza para producir y reproducir el sistema de dominación imperante.Yo he tenido la suerte de encontrar personas interesantes que me hacen ver estas cosas pero muchos no tienen esta fortuna ¿Acaso no sería genial que la facultad inculcara esto para que todos puedan gozar la felicidad que provoca el saber y no sólo los pocos que han dejado atrás la ignorancia por sus propios medios o por haber tenido la bienaventuranza de rodearse de

buenas amistades? No creo que esto sea posible, al menos no por ahora. Tal vez haya terminado la dictadura militar y no se quemen más libros de Marx pero la Facultad de Derecho sigue matando el pensamiento. La educa-ción debería estar orientada a crear una mirada crítica de la realidad en el estudiante (al menos la edu-cación en ciencias sociales) pero el Derecho por el contrario nos impone un discurso autoritariamente y de la forma más cruel, jugando con el futuro del alumno que no le queda otra más que aceptar ese discurso por la fuerza o perder su carrera.Lo importante, y que debe darnos esperanzas, es que en este mundo nada es absoluto y todo puede cambiarse. Tal vez éste sea un pequeño primer paso...

Por Carlos Adrián Garaventa.endisidencia.blogspot.com.ar

Siglo XXI democracia y capitalismo

Si se analizan los acontecimientos que han tenido lugar en este comienzo del siglo XXI, entre ellos la llamada “Primavera Arabe” los llamados indignados en España y el Ocupy Walstreet en Estados Uni-dos, se puede llegar a la conclusión de que, todos a pesar de sus diferencias tienen un punto en común, un hecho que los desencadenó, la crisis. Esta crisis, en mi opinión, es de sistemas. Por un lado de un sistema político y por el otro de un sistema económico. La “democracia” (que en rigor el problema no es el sistema en si, sino la forma en que se lo plantea, muchas veces contraria a su propia esencia) y el capitalismo. Durante años se ha pregonado acerca de la compatibilidad casi natural de estos dos sis-temas, se los ha sacralizado al punto de aseverar, en el mejor de los casos que son perfectos y que por tanto carecen de fallas, o en el peor de los casos, que son la mejor alternativa dentro de todos los sis-temas existentes. Guerras se han desatado en pos de imponer estos sistemas. La paradoja se hace más grande en el caso de la democracia, cuando ha sido impuesta a algunos estados, de manera, digamos no muy democrática. El caso de Libia es un reciente ejemplo de cómo, para derrocar un régimen anti-democrático, se autorizó, desde el Consejo de Seguridad de la ONU (Organismo que no se caracteriza principalmente por ser democrático) el bombardeo sistemático y posterior derrocamiento de un régi-men para, ¿Conformar un nuevo gobierno democrático? No paso por alto que, hacer un análisis critico acerca de estos sistemas, hasta no hace mucho, era una tarea peligrosa. Automáticamente, quien incu-rriera en el intento, de criticar el capitalismo, podía ser tildado de comunista (con las consecuencias que eso traía aparejado en una cierta época). Y algo similar podía ocurrir, si alguien osaba plantear dudas acerca del concepto de democracia establecido en ese momento. Por eso creo que, haciendo una proyección muy arriesgada, el siglo XXI va a estar caracterizado por el replanteamiento y la discusión de viejos sistemas, de viejas ideas, de viejos dogmas. Ya no se trata de aceptar ciegamente un sistema, sin permitirse criticarlo o modificarlo. Siguiendo esta línea de pensamiento, desde este humilde rincón

y sin ser un experto en la materia, vuelco algunas ideas y pensamientos sobre estos dos sistemas, que no pretenden ser una verdad revelada ni una verdad absoluta, ni mucho menos.

Infinidad de veces he escuchado en los medios de comunicación la palabra líder, al referirse a un jefe de estado de algún país, aún de aquellos países “democráticos”. Es un error esperar algo de los líderes, toda vez que ellos están esperando aumentar el poder. Una sociedad para que sea libre debe tener representantes, no líderes. ¿Por qué entonces se habla de líderes de países democráti-cos? cuando en realidad, de existir una verdadera democracia, deberían hablar de representantes. No creo que sea una cuestión puramente semántica, los jefes de estado, suelen ser, verdaderamente líderes y no representantes, porque la democracia no funciona correctamente. Voy a poner un ejem-plo de como debería funcionar una verdadera democracia. Imaginemos una sociedad, que debe elegir a un representante. No se trataría de un candidato llegando y diciendo todas las mentiras que dicen de si mismos, lo que ocurriría es que la gente, a través de algún mecanismo de votación de-cidiría que quieren trabajar en determinada clase de programas que quieren que el siguiente repre-sentante siga, y entonces llega alguien que está dispuesto a ser elegido. Entonces la gente le dice, bien esto es lo que queremos que haga. Si está dispuesto a realizarlo entonces votamos por usted. Si no esta de acuerdo no votamos por usted. Pero el asunto es que no hay, y debería haber mecanis-mos para sacar del poder a quien no cumpla con lo acordado. Pero la forma en que lo hacemos es del todo diferente. Los líderes vienen, se presentan ellos mismos, usualmente con falsedades. Y se ocupan de hacerte decidir si te gusta el uno o el otro. Lo cual es totalmente opuesto a lo que impli-ca una sociedad democrática. Voy a poner un ejemplo domestico para que se comprenda bien: Un grupo de personas se reúne para cenar, una de ellas propone amasar pizzas, y otra se ofrece a coci-nar guiso. El grupo, vota entre estas dos opciones, y se elige lo que decide la mayoría. En principio parece democrático, pero quizás la mayoría tenía ganas de comer milanesas con puré, en este caso la decisión se vio limitada desde el inicio a solo dos opciones, entre las que la mayoría decidió, pero no las propuso. El mundo, en general, se maneja a través de instituciones y organismos profundamente antidemo-cráticos, la democracia ha sido relegada exclusivamente al sufragio, con las limitaciones que antes expuse. Esta limitación a una democracia, que por estar limitada, deja de ser tal, sumado a un sis-tema económico (claramente incompatible, salvo para aquellos que defienden a ultranza el libera-lismo económico, elaborando teorías que, de tan absurdas, dan risa) ha sido el caldo de cultivo para esta crisis global.

La crisis militar que derivó en financiera en el mundo industrializado, que concentra así el principal activo estratégico de la economía, el complejo industrial militar (del que se deriva la fuerza social suficiente para darse el lujo de emitir moneda, es decir, la financiación a límites absolutos), tiene como inevitable historización la ausencia de la clase obrera, y se verá que esto no es apenas nostal-gias marxistas, como sujeto a tomar en cuenta.¿Cuál es la salida sino la ampliación del mercado interno para frenar la ola estúpida de ajustes neo-liberales? La otra posibilidad es la guerra.La guerra o un giro socialdemócrata, nada revolucionario, sino, por el contrario, reproductor del

mismísimo capitalismo, garantía, además, de su viabilidad social.Por supuesto, esta no es una ocurrencia de un loquito trasnochado, sino que está en mente de los decisores de política económica de los entrelazados países del complejo industrial militar. Y la se-cuencia se combina en dosis, también entremezcladas. De relaciones de fuerza.El punto es cuándo se tomará la resolución de ampliar el mercado interno o desarrollar más gue-rras, teniendo en cuenta que en el actual esquema de crisis sólo Estados Unidos, dueño de ese com-plejo militar industrial, se beneficia. Y quienes carecen de ese mismo complejo militar industrial, sólo pagan los costos, como medio oriente, que entierra sus proyectos de comunión, África que le sucede lo mismo y la vieja Europa, con el mismo diagnóstico.Ciertas partes de Asia, como no resignaron ese capital simbólico y material del complejo militar industrial y apuestan, a la vez, a la ampliación del mercado interno, sobreviven en este escenario.La respuesta a ese cuando no parece radicar en mentes estratégicas de los conglomerados banca-rios, dado que tienen reaseguros de gobernabilidad y su lógica es la de la mayor ganancia. Sino en la tolerancia social. En el grado soportable de revueltas populares. O bien, en los análisis de costos de actuales y eventuales guerras y debilidades militares. En la preservación de los estados naciona-les. O la lógica de negocios. En salvar a todos como modalidad de salvarse a sí mismos, los ban-queros y generales.La ecuación se completa con el rol de los llamados “mercados emergentes” que amplían, princi-palmente donde hay relativa paz social y “democracia” -como Sudamérica- o, en los actuales es-tándares mundiales, relativa paz social con una compleja dictadura del Partido Comunista como en China, cuna del capitalismo más salvaje. Ese rol es el de ampliar las fronteras del consumo para la reproducción del capital. Pero en una ecuación de crecimiento que está muy lejos de cambiar las re-laciones de fuerza en el cuadro global pero cuya tendencia apunta a ese horizonte. Esas distancias, entonces, también interactúan.De manera que además de la seguridad jurídica de los números financieros habrá que ir viendo la evolución militar a los seguros jurídicamente y las protestas sociales y los entramados de relaciones de fuerza a nivel internacional para encontrar el grado de tolerancia de esta enorme transferencia de recursos regresiva desde los trabajadores fordistas y los servicios estatales hacia los bancos y no en las consecuencias morales o éticas de estos buitres para encontrar el comienzo del fin que de todos modos no está escrito en ningún lado.Después de todo, la crisis sistémica es una de las herramientas del capital para reproducirse.

Por Cristian Gatti.

Los Afganos también lloran

“Los estadounidenses somos increíblemente buenos para matar”, escribió el cineasta Michael Moore después de que un joven entrara a un cine en Denver y matara a 12 personas que estaban viendo la última de Batman. La noticia tuvo una amplia repercusión y casi no hubo medio de co-municación que ignorara el tema. Pocas horas más tarde, aviones estadounidenses no tripulados bombardearon el norte de pakistán matando una cantidad similar de personas. Sin embargo, esta noticia no mereció ni una línea en la mayoría de las cadenas del “mundo occidental”. Las vícti-mas de Denver aparecieron con nombre y apellido, se vieron los entierros, sus familiares, ma-dres, padres, hermanos y amigos. Cuando matan a afganos o paquistaníes se dice que son “po-sibles militantes” o algún eufemismo cercano a “daños colaterales”. Para las grandes agencias los que mueren por las bombas norteamericanas no tienen rostro, nombre, familiares o amigos y mucho menos entierros con cámaras mostrando su dolor. Desde 2004 Estados Unidos bom-bardea Afganistán y Pakistán con aviones comandados a control remoto desde una base militar cercana a Nueva York. Una cronista del diario español El País visitó la base y describió a los responsables como simples oficinistas cuyo trabajo es “matar a 11.200 kilómetros de distancia de nueve a dos” con sus “drones”. Esta práctica, que comenzó con el presidente George Bush, se incrementó durante el mandato de Barack Obama. Según la prensa Pakistaní sólo durante 2011 murieron unos 700 civiles, muchos de ellos niños. Hace dos meses el parlamento de Pakistán aprobó una resolución que exige el inmediato cese de ataques con aviones no tripulados. Desde la Casa Blanca le respondieron que no contemplaban esa posibilidad. Parece que Michael Moore tiene razón. Lo que tal vez no sepa Barack Obama, el premio Nobel de la Paz, es que los afga-nos y paquistaníes también lloran. Alguien debería decírselo.

Por Pedro Brieger

Cambiar al mundo

El dolor y la confusión existen siempre en el mundo; hay siempre en él este problema de lucha y sufrimiento. Llegamos a ser conscientes de este conflicto, de este dolor, cuando nos afecta perso-nalmente o cuando está inmediatamente a nuestro alrededor, como lo está ahora. Los problemas de la violencia han existido antes; pero a la mayor parte de nosotros no nos han interesado por-que estaban muy lejanos y no nos afectaban personal y profundamente; pero ahora la violencia está a nuestras puertas y esto parece dominar la mente de la mayor parte de la gente.Ahora no voy a tratar las cuestiones que inevitablemente surgen cuando interesan de modo in-mediato los problemas de la violencia, la actitud y la acción que uno debiera asumir en relación

a esta, etc. Pero vamos a considerar un problema mucho más profundo; porque la violencia es so-lamente una manifestación externa de la confusión y de la lucha interna de odio y antagonismo. El problema que debiéramos discutir, que es siempre actual, es el del individuo y de su relación con otro, que es la sociedad. Si podemos comprender este problema complejo, entonces tal vez esta-remos en aptitud de evitar las múltiples causas que en último término conducen a la violencia. La violencia es un síntoma, por más que brutal y morboso, y ocuparse con la manifestación externa sin tener en cuenta las causas profundas de ella, es fútil y carece de propósito: cambiando funda-mentalmente las causas, quizás podamos producir una paz que no sea destruida por las circunstan-cias externas.La mayor parte de nosotros estamos inclinados a pensar que por medio de la legislación, por la simple organización, por el liderazgo, pueden ser resueltos los problemas de la violencia y otros problemas humanos. Como no queremos ser responsables individualmente de este torbellino in-terno y externo de nuestras vidas, acudimos a grupos, autoridades y acción de masa. Por medio de estos métodos externos se puede tener paz temporal: pero solamente cuando el individuo se en-tiende a sí mismo y entiende sus relaciones con otro, lo cual constituye la sociedad, puede existir la paz permanente, duradera. La paz es interna y no externa; sólo puede haber paz y felicidad en el mundo cuando el individuo que es el mundo- se consagra definitivamente a alterar las causas que dentro de él mismo producen confusión sufrimiento, odio, etc. Quiero ocuparme de estas causas y cómo cambiarlas profundamente y en forma duradera.El mundo que nos rodea está en flujo constante, en constante cambio: existe incesante sufrimiento y dolor. ¿Pueden existir paz y felicidad duraderas en medio de esta mutación y conflicto, indepen-dientemente de todas las circunstancias? Esta paz y esta felicidad pueden descubrirse, desentra-ñarse de cualesquiera circunstancias en que se encuentre el individuo.Este experimento serio, esforzado, debe comenzar con nosotros mismos, con cada uno de noso-tros, y es en vano el alterar simplemente las condiciones externas sin un profundo cambio interno. Porque lo que es el individuo es la sociedad, lo que es su relación con otro, es la estructura de la sociedad. No podemos crear una sociedad pacífica, inteligente, si el individuo es intolerante, brutal y competidor. Si el individuo carece de bondad, de afecto, de sensatez en sus relaciones con otro, tiene inevitablemente que producir conflicto, antagonismo y confusión. La sociedad es la extensión del individuo; la sociedad es la proyección de nosotros mismos. Hasta que comprenda-mos esto y nos entendamos a nosotros mismos profundamente y nos modifiquemos radicalmente, el mero cambio de lo externo no creará paz en el mundo, ni le traerá esa tranquilidad que es nece-saria para las relaciones sociales felices.Así, pues, no pensemos sólo en alterar el medio ambiente: esto necesariamente debe tener lugar si nuestra atención completa se dirige a la transformación del individuo, la de nosotros mismos y de nuestra relación con otro. ¿Cómo podemos tener fraternidad en el mundo si somos intolerantes, si odiamos, si somos codiciosos, voraces? Esto es notorio, ¿verdad? Si cada uno de nosotros es llevado por una ambición que consume, si lucha por tener éxito, si busca la felicidad en las co-sas, es seguro que tendrá que crear una sociedad que es caótica, cruel, insensible y destructora. Si todos comprendemos y estamos profundamente de acuerdo en este punto: que el mundo es noso-tros mismos, y que lo que somos es el mundo, entonces ya podremos pensar en cómo producir el

cambio necesario en nosotros.En tanto que no estemos de acuerdo en este punto fundamental, sino que simplemente consi-deremos para nuestra paz y felicidad el ambiente, éste asume una importancia inmensa que no tiene, porque nosotros lo hemos creado, y sin un cambio radical en nosotros mismos llega a ser una prisión intolerable.Nos apagamos al ambiente esperando encontrar en él seguridad y la continuidad de nuestra autoidentificación y, en consecuencia, nos resistimos a todo cambio de pensamiento y de valo-res. Pero la vida está en continuo flujo y por ende, existe conflicto constante entre el deseo que siempre tiene que llegar a ser estático y la realidad que no tiene morada.El hombre es la medida de todas las cosas y si su visión está pervertida, entonces lo que pien-sa y crea debe inevitablemente conducir al desastre y al sufrimiento. El individuo construye la sociedad con lo que él piensa y siente. Personalmente, yo siento que el mundo es yo mismo, que lo que yo hago crea paz o sufrimiento en el mundo, que es yo mismo, y mientras yo no me comprenda no puedo traerle paz al mundo: así pues, lo que me concierne de un modo inmedia-to es yo mismo, no egoístamente con objeto de obtener mayor felicidad, mayores sensaciones, mayor éxito, porque mientras yo no me entienda a mí mismo, tengo que vivir en la pena y el sufrimiento y no puedo descubrir la paz y felicidad duraderas.Para comprendernos, tenemos, en primer lugar, que estar interesados en el descubrimiento de nosotros mismos, debemos llegar a estar alerta respecto de nuestro propio proceso de pensa-miento y sentimiento. ¿En qué están principalmente interesados nuestros pensamientos y senti-mientos, qué es lo que les concierne? Les conciernen las cosas, las gentes y las ideas. En esto es en lo que estamos fundamentalmente interesados: las cosas, las gentes, las ideas.

Ahora bien, ¿por qué es que las cosas han asumido tan inmensa importancia en nuestras vidas? ¿Por qué es que las cosas, la propiedad, las casas, los vestidos, etc., toman un lugar tan domi-nante en nuestras vidas? ¿Es porque simplemente las necesitamos?, o ¿es que dependemos de ellas para nuestra felicidad psicológica? Todos necesitamos vestido, alimento y morada. Esto es notorio, pero ¿por qué es que esto ha asumido importancia y significación tremendas? Las cosas asumen tal valor y significación desproporcionados porque psicológicamente dependemos de ellas para nuestro bienestar. Alimentan nuestra vanidad, nos dan prestigio social, nos brindan los medios de lograr el poder. Las usamos con objeto de realizar propósitos diversos de los que tienen en sí mismas. Necesitamos alimento, vestidos, albergue, lo cual es natural y no pervier-te; pero cuando dependemos de las cosas para nuestra gratificación, para nuestra satisfacción, cuando las cosas llegan a ser necesidades psicológicas, asumen un valor e importancia comple-tamente desproporcionados y de ahí se origina la lucha y el conflicto por poseerlas y los diver-sos medios de conservar las cosas de las cuales dependemos.Muchos piensan que si las cosas del mundo estuvieran bien organizadas, de tal modo que to-dos tuviesen lo suficiente, entonces existiría un mundo feliz y pacífico; pero yo temo que esto no será así si individualmente no hemos comprendido el verdadero significado de las cosas. Dependemos de ellas porque internamente somos pobres y encubrimos esa pobreza del ser con

cosas, y estas acumulaciones externas, estas posesiones superficiales, llegan a ser tan vitalmente importantes que por ellas estamos dispuestos a mentir, a defraudar, a luchar y a destruirnos unos a otros. Porque las cosas son el medio para lograr el poder, para tener gloria. Sin comprender la naturaleza de esta pobreza interna del ser, el mero cambio de organización para la equitativa distribución de las cosas, por mas que tal cambio es necesario, creará otros medios y caminos de obtener poder y gloria.A la mayor parte de nosotros nos interesan las cosas y para comprender nuestra justa relación respecto a ellas, se requiere inteligencia, que no es ascetismo, ni afán adquisitivo; no es renun-ciación, ni acumulación, sino que es el libre e inteligente darse cuenta de las necesidades sin depender afanosamente de las cosas. Cuando comprendemos esto, no existe el sufrimiento del desprenderse, ni el dolor de la lucha de la competencia. ¿Es uno capaz de examinar y comprender críticamente la diferencia entre las propias necesidades y la dependencia psicológica de las cosas? Es indudable que podamos comenzar a descubrir cuál es nuestra relación con las cosas. ¿Verdad que se basa en la codicia? ¿Y cuándo se transforma en codicia la necesidad? ¿No es acaso codicia que el pensamiento, percibiendo su propia vaciedad, su propia falta de mérito, proceda a investir las cosas de una importancia mayor que su propio valor intrínseco y en consecuencia crea una de-pendencia de ellas? Esta dependencia puede producir una especie de cohesión social: pero en ella siempre hay conflicto, dolor, desintegración. Tenemos que hacer claro nuestro proceso de pensa-miento y podemos hacer esto si en nuestra vida diaria llegamos a darnos cuenta conscientemente de esta codicia y de sus aterradores resultados. Este darse cuenta conscientemente de la necesidad y de la codicia, ayuda a establecer el cimiento recto para nuestro pensar. La codicia, en una forma u otra, es siempre la causa del antagonismo, del odio nacional despiadado, y de las brutalidades sutiles. Si no comprendemos la codicia y la combatimos, ¿cómo podemos comprender la realidad que trasciende todas estas formas de lucha y sufrimiento? Debemos comenzar con nosotros mis-mos, con nuestra relación respecto a las cosas y a la gente. Tomé en primer lugar las cosas porque a la mayor parte de nosotros nos interesan son para nosotros de tremenda importancia. Las gue-rras son por las cosas y en ellas están basados nuestros valores sociales y morales. Sin entender el proceso complejo de la codicia no comprenderemos la realidad.

Consideremos ahora el problema de la relación de convivencia entre los individuos. Si compren-demos la causa de fricción entre los individuos y, como consecuencia, con la sociedad, esa com-prensión ayudará a producir libertad del afán posesivo. La relación de convivencia se basa actual-mente en la dependencia, es decir, que uno depende de otro para su satisfacción psicológica, su felicidad y bienestar. Generalmente no nos damos cuenta de esto, pero en el caso de darnos, apa-rentamos que dependemos de otro, o tratamos de desenlazarnos artificialmente de la dependencia. Ahora bien, para la mayoría de nosotros, la relación con otro se basa en la dependencia, económi-ca o psicológica. Esta dependencia crea temor, engendra en nosotros el afán posesivo, se traduce en fricción, suspicacia, frustración. El depender de otro económicamente puede, tal vez, ser eli-minado por medio de la legislación y de una organización adecuada; pero me refiero en especial a la dependencia de otro, psicológicamente, que es resultado del anhelo de satisfacción personal, felicidad, etc. En esa relación posesiva, uno se siente enriquecido, creador y activo; siente que la

pequeña llama de su propio ser es acrecentada por otro y así, no queriendo perder esa fuente de plenitud, se teme la pérdida del otro, y de esa manera nacen los temores posesivos, con todos los problemas que de ellos resultan. Así que, en la relación de dependencia psicológica, tiene que haber siempre temor, suspicacia, conscientes o inconscientes, que a menudo se ocultan bajo palabras agradables. La reacción de este temor lleva a uno en todo tiempo a la búsqueda de seguridad y enriquecimiento a través de diversos conductos, o a aislarse en ideas e ideales, o a buscar sustitutos a la satisfacción.Aun cuando uno dependa de otro, todavía existe el deseo de ser íntegro, de ser completo. El problema completo en la convivencia es el de cómo amar sin dependencia, sin fricción y con-flicto: el de cómo vencer el deseo de aislarse, de apartarse de la causa del conflicto. Si para nuestra felicidad dependemos de otro, de la sociedad o del medio ambiente, éstos llegan a ha-cerse esenciales para nosotros nos abrazamos a ellos, y con violencia nos oponemos a su altera-ción en cualquiera forma, porque de ellos dependemos para nuestra seguridad y conforte psi-cológicos. Aunque percibamos, intelectualmente, que la vida es un continuo proceso de flujo, de mutación, que necesita cambio constante, sin embargo, emocional o sentimentalmente nos aferramos a los valores establecidos y confortantes; de allí que haya una lucha constante entre el cambio y el deseo de permanencia. ¿Es posible poner fin a este conflicto?La vida no puede existir sin la convivencia; pero la hemos hecho en extremo angustiosa y repugnante por basarla en el amor personal y posesivo. ¿Puede uno amar y sin embargo no poseer? En la convivencia la causa primordial de fricción es uno mismo, el yo, que es centro del anhelo unificado. Si tan sólo podemos darnos cuenta que no es la actuación del otro lo de primordial importancia, sino cómo cada uno de nosotros actúa y reacciona; y si esa reacción y acción pueden ser fundamental, profundamente comprendidas, entonces la convivencia sufrirá un cambio radical y profundo. En esta relación de convivencia con otro existe no sólo el pro-blema físico, sino también el de pensamiento y sentimiento en todos los niveles; y sólo es posi-ble estar en armonía con otro cuando uno mismo es integralmente armónico. Lo que importa en la convivencia es tener presente no al otro, sino a uno mismo, lo cual no significa que deba uno aislarse, sino que comprenda hondamente en uno mismo la causa del conflicto y el dolor. En tanto que dependamos de otro, intelectual o emocionalmente, para nuestro bienestar psicológi-co, esa dependencia inevitablemente tiene que crear temor, del cual emana el sufrimiento.Para comprender la complejidad de la interrelación, debe haber paciencia reflexiva y sincero propósito. La convivencia es un proceso de autorevelación en el que uno descubre las causas ocultas del sufrimiento. Esta autorevelación es sólo posible en la convivencia.Pongo énfasis en la relación de convivencia, porque en el acto de entender profundamente su complejidad estamos creando comprensión, comprensión que trasciende la razón y la emo-ción. Si basamos nuestra comprensión meramente en la razón, entonces hay en ella aislamien-to, orgullo y falta de amor; y si la basamos únicamente en la emoción, no existe profundidad, hay sólo sentimentalismo que pronto se esfuma, y no amor. Solamente como resultado de esta comprensión puede existir la plenitud de acción. Tal comprensión es impersonal y no puede ser destruida; ya no está supeditada al tiempo. Si no podemos derivar comprensión de los diarios

problemas de la codicia y de nuestras relaciones de convivencia, entonces el buscar tal compren-sión y amor en otras esferas de conciencia es vivir en la ignorancia y la ilusión.Cultivar simplemente la bondad, la generosidad, sin la comprensión plena del proceso de la co-dicia, es perpetuar la ignorancia y la crueldad; sin comprender integralmente la convivencia, tan sólo cultivar la compasión, el perdón, es producir el aislamiento de uno mismo y condescender con ciertas formas sutiles de orgullo. En la comprensión plena del anhelo hay compasión, perdón. Las virtudes que se cultivan no son virtudes. Esta comprensión requiere lucidez constante y aler-ta, persistencia ardua y a la vez flexible; el simple control con su entrenamiento peculiar tiene sus peligros, puesto que es unilateral incompleto y por tanto, vacío.El interés verdadero produce su propia concentración natural, espontánea, en la que hay el flore-cimiento de la comprensión. Tal interés se despierta por medio de la observación, el cuestionar las acciones y reacciones de la existencia diaria.Para captar el complejo problema de la vida, con sus conflictos y dolores, tiene uno que producir comprensión integral. Esto puede efectuarse sólo cuando comprendemos profundamente el proce-so del anhelo, que es ahora la fuerza central de nuestra vida.Siempre se escucha, hay que cambiar el mundo, pero para eso hay que saber qué cambiar, y por donde empezar.

Por Cristian Gatti.

HUMOR

Ya salió a la venta el FIFA 2012 con comentarios y cánticos racistas.

El fútbol es parte de la realidad, es una frase que sirve para justificar las barbaridades cometidas en los campos de juego. Así, si dos jugadores tienen relaciones sexuales en el medio de la cancha, nadie puede decir nada porque en la sociedad también se tienen relaciones sexuales y, por carácter transitivo, acá también hay que aceptarlo. Por eso es que el nuevo videojuego que salió a la venta para com-putadoras, PS y XBox ya está dando qué hablar en el mundo de la gente video-adicta.La competencia por mejorar la calidad del realismo de los jueguitos electrónicos es más que feroz. Desde la ranita que tenía que cruzar la calle sin que la pisen los vehículos, hasta los avanza-dos juegos en primera persona, mucho agua ha corrido bajo el puente. Es por eso que este año la

firma que posee la licencia del famosísimo juego de fútbol FIFA ha decidido mostrar una realidad difícilmente digerible para algunos. La inclusión del relato de los partidos y los gritos de la hincha-da no son ya una novedad, aunque esta vez el contenido sí será innovador. Un ejemplo que lo dice todo, se puede escuchar cuando un delantero camerunés, toma la pelota, y se escuchan desde la tribuna gritos como “devuelvan los monos a Africa”. De la misma manera, es extraño que, cuando el marfileño Drogba patea al arco y falla, se escuche al relator exaltado expresando: “pero como no le iba a errar si es negro”. Pásasela a un ario, esa raza de gente sí que sabe lo que hace”. Nada en estos juegos parece dejado al azar, y es frecuente que cuando un jugador de color es expulsado, miembros de la racista organización Ku Klux Klan entren en sus caballos con tunicas blancas, y se lleven al jugador a los golpes.La polémica no se ha tomado descanso, y el debate ya se está dando. Por un lado, algunos creen que este juego fomenta la discriminación. Es que resulta raro ver cómo si uno juega la liga de Áfri-ca, en el medio de los partidos, una horda de tigres hambrientos entren a la cancha y se coman a todos los jugadores. Contrariamente, los partidos entre jugadores totalmente blancos son exaltados por el relator como “encuentro entre seres civilizados, ejemplo para todas las razas inferiores”. Por otra parte, los defensores del juego creen que no se fomenta nada, sino que se toma una realidad existente y se la lleva a la pantalla para que los niños aprendan en qué mundo viven. La frutilla del postre la da la inclusión de francotiradores nazis en las hinchadas que, apretando una serie de botones, pueden ser activados para dispararle a jugadores “inferiores”. Resulta sorprendente ver que cuando uno elimina a los supuestos inferiores, se le otorgan al jugador unos puntos extras por “mejoramiento racial”. La polémica ya surgió, y las voces a favor y en contra se encontrarían esta tarde en la plaza para agarrarse a trompadas. Del resultado de esta trifulca dependerá el futuro de la humanidad.

Conmoción: Acribillan al ratoncito Speedy González cuando intentaba cru-zar la frontera de México a EEUU

El estado crítico en que se encuentra el norte mexicano se ha cobrado una nueva víctima. Y esta vez es mucho peor: porque la víctima es famosa, y la gente famosa es más importante que los mortales anónimos. Se trata delratoncito Speedy González, aquel protagonista de la serie de televisión que llevaba su nombre, y que era perseguido por un gato (como todos los ratoncitos de la televisión). Tras el fracaso de su nuevo programa “La noche de Speedy”, el peque-ño roedor había sido contratado como imagen de la empresa de Internet Speedy, y luego despedi-do por un presunto acoso sexual a una secretaria. La vida de Speedy González había pasado de la gloria extrema a la pobreza y el patetismo de las ex figuras mundiales. Mexicano de nacimiento,

Speedy no fue ajeno a la situación que viven muchos de sus compatriotas. Es que al norte de México, son miles las personas que por día intentan cruzar a los EEUU en busca de un futu-ro mejor. Sin embargo, la xenofobia que reina en el país del norte ha legitimado una especie de grupo paramilitar, cuyo objetivo es la caza de los inmigrantes ilegales. Cuando la pobreza de Speedy superó los limites de lo tolerable, la aventura de cruzar hacia Norteamérica fue la única salida posible que divisó en el horizonte. “Yo supongo que debe haber pensado que por su velocidad no le iban a poder disparar. Pero estaba gordo, porque tomaba mucho tequila”, cuenta la modelo argentina, y prima lejana del ratoncito, Araceli González. Cuentan testigos, que, al grito de “¡andale, andale, huija, huija!”, Speedy corría entre la balacera de los para-militares yanquis, hasta que fue alcanzado por una de ellas. “definitivamente estaba muy gor-do. Cada tres o cuatro pasos pegaba un trago de tequila, y ahí aprovecharon para dispararle” expresa el “Kily” González, hermano de sangre del pequeño roedor. Los testimonios inter-minables de su familia no hacen más que recordar la figura siempre entrañable de Speedy, siempre emulando una situación política que se hace presente por detrás de todo. El ex prín-cipe de España, y tío segundo del ratón, Felipe González, no dejó pasar la oportunidad para criticar: “es una vergüenza. Por un lado, EEUU invita a los cubanos a tirarse en una balsa y navegar kilómetros a la deriva, a cambio de una visa. Y, por otro lado, niega la ciudadanía al pueblo mexicano, que lo único que quiere es la libertad de trabajar”. Mientras realizaba estas declaraciones, extrañamente, el “kily” intentó retrucarlo: “Esto no es culpa de Norteamérica. Si tanto lo critican, ¿Por qué toda la gente quiere entrar ahí?”. Desde el fondo de la sala ve-latoria, el gigante González le retrucó: “quizás quieren ir a algún lugar que no esté explotado por los norteamericanos”. El debate se instaló en la sala velatoria, y la escena pasó de surrea-lista, a violenta. “Vos debes ser comunista”, gritaba Araceli, “¿por qué todos los cubanos se quieren ir a estados unidos?”, proseguía el Kily. “No sé, por ahí quieren vivir en un país sin bloqueo económico”, gritaba, mientras revoleaba una silla, el ex príncipe Felipe. Así, entre discusiones y golpizas, el cuerpo de Speedy yacía por primera vez quieto, sin esa extraña hiperactividad que siempre tenía. Claro, es que ahora está muerto.

Fracasó el primer torneo para clarividentes: sólo concurre el que iba a ganar

Y era de esperarse. A pesar de que las autoridades del sindicato de clarividentes, astrólogos y economistas, advirtieron a sus miembros que de usar sus poderes para adivinar el resultado del certamen serían penados con una sanción de hasta diez años, en que el clarividente es despojado de cartas y bolas de cristal, estos no escarmentaron y

utilizaron sus fuerzas sobrenaturales para adivinar quién sería el ganador. De hecho, fue el gana-dor, que también sabía de antemano el resultado, el único que asistió al mega evento organizado por los clarividentes. Todos los demás miembros, resentidos por conocer que no serían nombrados como “adivino del año”, prefirieron quedarse en sus casas, convirtiendo a la fiesta en un verdadero bochorno.A las diez y media de la noche, con los sanguches de miga ya duros, el vino caliente y los globos ya desinflados, el líder de Clarividentes fue terminante: “me parece que no viene nadie”. Y tenía razón (por eso es adivino). Se le hizo entrega al ganador del certamen de la distinción “Adivino del Año” y la mención de honor al chabon/a que siempre bate la posta. Lo cierto es que el adivino ganador rompió en llanto, no se sabe si de la emoción o porque en realidad nadie fue a verlo, ni siquiera su familia. Sin embargo, no todo quedará en la nada, como si no hubiese ocurrido, ya que las más altas cúpulas de la magia han decidido reunirse para terminar con esta situación. Según una solicitada publicada en casi todos los medios más importantes: “… la adivinación, el tarot y la magia, han construido en este país una reputación que no debe perderse por cinco o seis imberbes. Nostradamus se debe estar revolcando en su tumba. La irresponsabilidad de algunos hizo que el mundo entero de los adivinos quede mal parado ante una sociedad que cada vez, por cuestiones así, se vuelve más incrédula. Que este hecho quede como lo que espero que sea: una casualidad. Y voy a tomar una frase, que no es mía porque ya pertenece a toda la comunidad astrológica: bochornos como este nunca más”. Una solicitada tremendamente dura contra los no asistentes al evento, y que sin duda traerá cola. El mundo de la magia se debate, y probablemente los horós-copos de este fin de semana sean motivos de ataques políticos y sindicales: esperemos que no, no queremos que también se politice, el mundo de los horóscopos.

Mi tío dice que el gobierno “está lleno de paparulos”

Usted me dirá: esto no es periodismo. A lo que yo diré: tiene razón. Pero ustedes no conocen a mi tío Oscar. Él fue el que me llevó por primera vez a la cancha de Boca. Mi tío es de esos tipos que, en una mesa familiar, tiene la capacidad de inventar las anécdotas más inverosímiles, y ofenderse si algún comensal osa dudar de las mismas. Así, ha afirmado haberse lavado las patas en la Plaza de Mayo el 17 de Octubre del 45, aún cuando toda la familia sabe que nació en el 51. Dice haber recorrido el mundo, y su pasaporte acusa un solo viaje a Perú, cuando era camionero. Por todas estas cuestiones, he concluido que mi tío Oscar es un capo. Y como se nos cayó la nota con un prestigioso analista político, lo llamé y le pregunté “tío, qué te parece el gobierno?”. Con la voz un poco ronca, resaca de por medio (además de todo, mi tío tiene la sana costumbre de bajarse una petaca de ginebra diaria), me contestó: “mira, pichón, lo que yo te puedo decir es que este gobier-no está lleno de paparulos. Es así, paparulos que lo único que les importa es el poder. ¿Sabes como los tengo junados yo a estos? A los giles de simpre los engañarán: a mí no. Me acuerdo una vez…”

. Interrumpo: está bien, tío, era eso nomás. “No, no, ahora escuchame: en los ´70 cuando secuestramos a Aramburu…”. Vuelvo a interrumpir: “pero, tío, si anteanoche me dijiste que te tuviste que ir exiliado a principio de los ´70”. Respuesta de mi tío: “Pero, nene, vos no entendés nada. Politica hacíamos los de antes. Había que salir calzado, entendés, no como ahora que cualquiera con una banderita corta una calle…”. ¡Basta tío!, no puedo ocupar una hoja entera con una nota tuya. “¿Ves? –me respondió-, por eso estoy enojado con la prensa. No voy a dar más notas, siempre me cortan, me censuran”. Pero tío –le refuto- si la única vez que saliste en el diario fue cuando estabas borracho y te estrolaste contra una carnicería. Y me cortó, porque se ofendió. “Acordate quien te llevo por primera vez a una cancha”, fue lo último que me dijo. Mi tío sigue siendo, a pesar de todo, un capo. A veces los personajes anónimos son los que tienen la posta. Mi tío Oscar es uno de ellos.