revista letras raras, diciembre 2013

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LETRAS RARAS r e v i s t a ®

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Revista Letras Raras. Literatura, música, entretenimiento y todo lo demás. Una publicación conjunta de Editorial Sad Face y Her Majesty's Entertainment. Año 3, número 4.

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Page 1: Revista Letras Raras, diciembre 2013

L E T R A S

RARAS

r e v i s t a ®  

Page 2: Revista Letras Raras, diciembre 2013

Dirección  editorial,  redacción,  mercadotecnia,  ventas,  diseño  y  todo  eso:  Editorial  Sad  Face  L.  Letras  Raras  es  una  marca  registrada.  2013.  Año  3,  número  4.  Fecha  de  circulación:  diciembre  de  2013.  Revista  editada  y  publicada  por  Editorial  Sad  Face  y  Her  Majesty’s  Entertainment.  Domicilio  conocido,  código  postal  90210.  Revista  producida  en  México.  Prohibida  su  reproducción.  Portada:  Anónimo.  Todos  los  contenidos  originales  aquí  verPdos  son  propiedad  de  sus  respecPvos  autores  y  están  protegidos  por  INDAUTOR  todo  poderoso…  ¡Así  que  no  te  fusiles  nada  o  te  arrancaremos  las  uñas  de  los  pies  y  te  las  clavaremos  en  los  ojos!  

Todos  los  derechos  reservados.  Bajo  las  sanciones  establecidas  por  las  leyes,  esta  publicación  no  puede  ser  reproducida  total  ni  parcialmente,  ni  registrada  o  transmiPda  por  un  sistema  de  recuperación  de  información  o  cualquier  otro  medio,  sea  éste  electrónico,  mecánico,  fotoquímico,  magnéPco,  electrópPco,  por  fotocopia,  o  cualquier  otro,  sin  permiso  por  escrito  previo  de  la  editorial  y  los  Ptulares  de  los  derechos.  

CONTACTO

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Page 3: Revista Letras Raras, diciembre 2013

ÍNDICE Editorial . . . . . . . . . . . 4 Muchas gracias por todo . . . . . . . 5 Los cerros . . . . . . . . . . 8 Entrevista con Mauricio Gómez . . . . . . 10 La silla del águila, Carlos Fuentes y sus predicciones . 14 Ama de casa . . . . . . . . . . 17 Tu piel . . . . . . . . . . . 20 Lo que había detrás . . . . . . . . 21 Asalto . . . . . . . . . . . 22 Apuntes sobre el bosque . . . . . . . 28 Entrevista con Trotasueños . . . . . . . 31 Onironauta . . . . . . . . . . 34 La ciudad invisible . . . . . . . . . 36 Olvido de hoy . . . . . . . . . . 39 Sopa de letras . . . . . . . . . 40 Autores . . . . . . . . . . . 41

Page 4: Revista Letras Raras, diciembre 2013

Editorial

Me  cuesta  trabajo  creer  que  estoy  a  punto  de  adentrarme  en  el  cuarto  año  de  trabajo  en  Letras  

—el pinche editor—

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diciembre 2013

Raras,  que,  como  algunos  de  ustedes  ya  saben  (y  los  que  no,  ahora  sabrán),  inició  su  publicación  en  junio  de  2011  en  la  misma  laptop  en  la  que  escribo  estas  líneas,  en  el  mismo  software  barato  y  con  los  mismos  recursos.  Los  ánimos  siguen  siendo  los  mismos,  y  cuando  éstos  han  amenazado  con  decaer,  o  lo  que  se  supone  debe  ser  un  hermoso  pasatiempo  tiende  a  convertirse  en  un  lastre  laboral,  basta  asomar  a  la  bandeja  de  entrada  y  constatar  la  convocatoria  que  el  proyecto  tiene  hoy  por  hoy:  tenemos  lista  de  espera.  Jamás  soñamos  con  eso  cuando  concebimos  la  revista  en  una  taquería  de  media  noche,  así  como  tampoco  soñamos  con  que  un  promedio  de  tres  mil  personas  asomara  al  enlace  de  la  revista  cada  mes…  Por  si  querían  saber.  

 Pues  sean  bienvenidos  al  último  ejemplar  de  Letras  Raras…  del  año,  porque  2014  lo  arrancaremos  echándole  todas  las  ganas.  Esperamos  el  presente  número  sea  de  su  

agrado  y  sigan  animándose  a  leer,  compartir  y  apoyar  este,  su  proyecto.  

 De  todo  corazón  les  deseamos  un  estupendo  año  2014.  

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TO D O

MUCHAS GRACIAS POR

—Aquí le traigo al violador, señorita. No hace ni una hora que lo agarré, digamos, “con las manos en la masa”.

El presunto apareció detrás del escritorio. A simple vista supe que no alcanzaba la mayoría de edad y mucho menos el salario mínimo. Traía el pantalón raído, la camiseta chorreada de mugre y el semblante más triste y desolado de cuantos habían pasado por mi oficina durante el mes. Unos ojos profundamente oscuros asomaron por la cortina de su flequillo húmedo de sudor. Podía olérsele el miedo en los sobacos. Se apretaba el pecho. La espalda contra la pared, atajando los tumultuosos latidos, parecía evitar que el

corazón se le escapara por la retaguardia. No le había preguntado ni sus generales y ya temblaba como animal recién nacido.

La cosa con este oficio es que la ley no tiene un método para escarmenar la honradez. Uno tiene que darse maña, sacar sus conjeturas a riesgo de condenar equivocadamente por la prisa de hacer un alto a la hora del lunch. No todos los que lucen decentes están libres para lanzar piedras, como casi ninguno de entre los que alegan demencia estaría dispuesto a tragar lumbre. El muchacho no me daba mala espina, pero la parte acusadora en la persona de la madre insistía mucho en lo contrario. A leguas se veía que la mujer contaba con entrenamiento previo; ésta no era su primera visita a tan ilustre dependencia. Sus peticiones de justicia expedita y castigo ejemplar eran una larga rezongona extraída del noticiero de las once. El padre mientras tanto, henchido de furia y envalentonado al amparo de mi personalidad jurídica, optó por arremeter a golpes contra el delincuente juvenil, para entonces ovillado bajo una silla.

“El amor ama amar al amor.” —James Joyce

María Luisa Deles

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—Deberían echarle treinta años, señorita, ¿no ve usté que ya desgració a mi chamaca?

Aproveché un brevísimo silencio para aclarar que un asunto como aquél requería de mucha paciencia y, sobre todo, de una bien fundamentada explicación de los acontecimientos por parte de la agraviada: una criatura patiflaca y mustia de no más de quince años. Acto seguido, los padres de la susodicha lanzaron irreductibles ojeadas de tirria al gemebundo malhechor, guarecido en ese momento entre un archivero y la reja de los separos. Su mirada de auxilio al guardia de turno sugería que lo encerraran como medida precautoria en salvaguarda de su integridad física. Una vez calmados los ánimos, haciendo uso de mi facultad de ordenanza, procedí a lo que debió haberse realizado desde un principio: el interrogatorio a la presunta víctima.

Sheila Wendolyn Contreras Uribe, vecina y menor de edad como aseguró a este ministerio, balanceaba las piernas, los pies cruzados uno sobre otro, mientras se arrancaba los padrastros del dedo gordo con la soltura de quien no tiene costumbre de mentir. Cabeza en alto, voz firme, declaró con asombrosa simplicidad haber concluido la instrucción secundaria en la escuela Héroes del Paredón, donde conoció a Dante Genovevo Martínez Benítez, el hoy indiciado. Que apenas habiéndolo visto de reojo supo lo mucho que significaría para ella, por lo que, a voluntad, luego de convertirse en su novia, se le entregó en prenda de una promesa de matrimonio hecha frente a su medalla de la virgen de Guadalupe. Acotó además que, obnubilada por el amor, contribuyó con la entrega de sus ahorros al pago de la tarifa correspondiente a “un rato” en el motel La Buena Ventura, con domicilio conocido en esta ciudad. A manera de colofón pidió asentar el hecho de no haberse visto sometida a vejamen alguno, amén del referido por sus amigas como consecuencia del desfloramiento.

Mi asistente me atrapó en una penosa mirada que le dirigí después de un punto y seguido al recién levantado sospechoso. A medida que las actas tomaban su forma

definitiva, el padre transfiguraba la mueca original de odio en una sonrisa descompuesta. La sala entera se llenó de incertidumbre en lo que propios y ajenos buscábamos la forma de asentar el delito que modificaría inescrutablemente el porvenir de toda esa familia. Estas cosas se persiguen de oficio, aclaré despacio y recio antes de continuar con el llenado de los formularios. No me olvidé, sin embargo, de señalar el altero de más de

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veinte hojas que ya conformaban la averiguación previa.

Para entonces el padre, la madre y la agraviada en pleno se habían reunido en torno al del pantalón raído para rodearlo con seis brazos y desafiarme con igual número de ojos.

—Verá usté, licenciada: yo también me robé a mi esposa hace muchos años —señaló el padre de la muchachita con una mezcla de orgullo y resignación—. Y bueno, pues no nos ha ido tan mal, ¿verdá, vieja? —continuó más convencido luego del discreto asentimiento con que lo premió su mujer—. Le decía yo aquí a mi yerno —en este punto infló el pecho y pasó un brazo sobre los puntiagudos hombros del tunante— que puede contar con un guajolote para el mole porque, al fin y al cabo, licenciada, ¿no cree usted que se merecen una oportunidad? Muchas gracias por todo, pero ya nos vamos.

FIN

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Fotografía: Manuel Valdés

Los

cerros

Carlos Atzin

Barcos  de  vela  verde  navegan  frente  al  sol:  se  pierden.    

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La Antología Letras Raras de narrativa y

poesía reúne todos los cuentos y poemas

originales que se publicaron en la revista

durante su primer año de circulación (junio

2011-2012).

Adquiérela a un precio muy accesible en

nuestra cuenta de Twitter.

¡HEY!

Twitter.com/LetrasRaras

(y apresúrate porque se agota)

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Frozen  es  el  largometraje  animado  más  reciente  de  Walt  Disney  AnimaPon  Studios.  Aunque  esta  cinta  ha  sido  aclamada  por  la  críPca  estadounidense,  en  nuestro  país  no  ha  generado  la  misma  expectaPva,  sin  embargo,  quizá  te  interese  saber  que  un  mexicano  estuvo  involucrado  en  su  producción:  su  nombre  es  Mauricio  Gómez,  es  Ingeniero  en  Sistemas  Computacionales  por  el  ITESM  y  Maestro  en  Ingeniería  en  Computación  por  la  Universidad  de  Nuevo  México  (UNM).  Nos  lanzamos  a  plaPcar  un  rato  con  él  y  aquí  la  entrevista.  

Letras Raras: ¿Cómo llegas a Walt Disney Animation Studios?

Mauricio Gómez: En 2011 me ofrecieron un internship con ellos, desarrollé una herramienta que te permite cuantificar los patrones de utilización de las herramientas de los artistas. Al final quedaron muy contentos con mi trabajo y poco después me pidieron trabajar tiempo completo con ellos.

entrevista

C A S I   S E S E N T A  A Ñ O S   E N   P L A N E A C I Ó N  

Frozen está ligeramente inspirada en el cuento “La Reina de las Nieves”, de Hans Christian Andersen. Walt Disney imaginó una adaptación de este relato desde los años 40, sin embargo, en su opinión la historia era muy difícil de presentar en un largometraje y la idea quedó guardada hasta el siglo XXI.

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LR: ¿Cuál fue tu labor en la producción de Frozen?

MG: Fui Assistant Technical Director. Teníamos muchas responsabilidades, tanto desarrollar y mantener

“…creo que Frozen va a ser un candidato muy fuerte para el Oscar en película animada.”

herramientas para los artistas, sistemas para el control del rendering y mantenimiento del pipeline. Entre las herramientas más importantes que desarrollé y mantuve fue la integración del sistema de contacto de la nieve al

pipeline, parte del sistema de generación de árboles, un sistema de métricos para analizar los tiempos y recursos que tomaba el rendering, un sistema para modelar nieve y troubleshooting de más de cien shots.

LR: ¿Eras el único mexicano en el proyecto?

MG: No, también ahí conocí a otro mexicano, su nombre es Salvador Arditti, él es iluminador.

LR: ¿Qué opinas de las películas de animación que se están produciendo en México? ¿Pueden llegar a ser tan buenas como las de Estados Unidos o les falta mucho camino?

MG: Creo que en México hay muchísimo talento y, sobre todo, gente con muchas ganas de sacar la industria adelante. Creo que en los últimos años se ha avanzado de manera sustancial en la capacidad técnica para tener producciones de calidad mundial. Es difícil comparar una películas mexicana, ya sea de animación o no, con una americana, pues los presupuestos, así como la experiencia de cada una de las personas del crew es astronómicamente diferente.

Tengo un gran respeto hacia el cine mexicano y americano, pero así como hay recetas para el cine hollywoodense también las hay para el mercado mexicano. Creo que primero debemos cimen-

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tar el mercado demostrando que este tipo de cine es viable, y una vez que se tenga experiencia y buen financiamiento crear historias y propiedad intelectual originales.

LR: ¿México es un mercado atractivo para Walt Disney Animation Studios?

MG: México es un gran mercado para cada una de las filiales de Disney, los mexicanos tienen un lugar especial para muchos de los personajes de Disney en su corazón, y la empresa toma mucho en cuenta eso.

LR: ¿Frozen nos presentará algo técnica y narrativamente superior a Wreck-it-Ralph?

MG: Sí. Frozen tiene una narrativa más madura y menos experimental que Wreck-it-Ralph. Adicionalmente, la dirección de arte es impresionante; hay veces que los colores, la composición, la cinematografía y la animación te quitan el aliento.

Aquí entre nos, creo que Frozen va a ser un candidato muy fuerte para el Oscar en película animada.

LR: ¿Es cierto todo lo que se dice sobre el ambiente de trabajo en Walt Disney? ¿Que es como trabajar en la sala de tu casa?

MG: Ja, ja, ja. Bueno, pues depende cómo sea la sala de tu casa. Es un ambiente muy casual, no hay horarios y todo mundo es feliz si cumples con tus obligaciones. También es cierto que es uno de los mejores estudios de animación del mundo y que los estándares son muy altos y el ambiente es súper competitivo.

Como en todos los trabajos creativos, siempre hay “crunch times” en los que tienes que trabajar súper duro, y tiempos extras para terminar tu trabajo, pero también hay momentos en los que el ambiente es más relajado.

LR: ¿Qué consejo le darías a los estudiantes que aspiran a trabajar en una empresa como Walt Disney Animation Studios o fundar sus propias casas de animación?

MG: ¡Pff! ¡Que trabajen durísimo! Deben tener bien en claro que están compitiendo con miles de personas a nivel mundial y que no es suficiente con tener una técnica artística perfecta, también de-

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ben tener conocimientos técnicos, buena capacidad de comunicación y muchos otros talentos. También que sean autocríticos, que vayan a los foros o conferencias para que la gente haga pedazos sus obras y de ahí aprender más. Que sean competitivos, apasionados, tercos, humildes, luchones. Que no pongan pretextos.

LR: ¿Seguirás trabajando en el ramo de la animación, o qué planes tienes para el futuro?

MG: Por el momento estoy trabajando como ingeniero de software en Groupon, pues me ofrecieron mejores oportunidades, pero no descarto en el futuro volver a la industria.

LR: ¿Te ves en algún punto desempeñándote en México? ¿Consideras que hay oportunidades laborales para alguien como tú?

MG: Es una pregunta muy difícil de responder. Eso ya depende de cada persona. Creo que en México hay cabida para desarrollarte profesionalmente y tener una carrera exitosa, pero el alcance de los proyectos en la gran mayoría de las ocasiones no es tan extenso como la industria de los Estados Unidos. Yo siempre me he visto compitiendo al tú por tú con los mejores del mundo y creo aquí tengo tanto el ambiente como las herramientas para hacerlo.

LR: Muchas gracias. J

Odio esta revista casi tanto como odio la Navidad.

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CARLOS FUENTES La silla del águila,

y sus predicciones Irma S.S.

Nadie como Carlos Fuentes para hacer suyas las pasiones, delirios y contingencias de América Latina, de este pobre México “tan cerca de los mexicanos y tan lejos del mundo”, con un ojo tan agudo y un conocimiento profundo de la realidad ambigua y controvertida de un país cuyo peor defecto parece ser su gente.

Ahondando en el lenguaje de todas las clases, desde el caudillo convertido en millonario, la mujer que vive dentro y fuera de una revolución inexplicable y las voces de un pasado arqueológico dignificado hasta el sacrilegio, Fuentes supo ver como nadie la dolorosa realidad del mexicano, sus incongruencias convertidas en constancias y las funestas consecuencias que tarde o temprano (no vivió para verlo; pero sí para imaginarlo) habrían de regresar a nosotros como el mito del eterno retorno.

Hace menos de un año que sucedió todo y todavía podemos escuchar al difunto escritor y al espurio presidente diciendo: El que ríe al último...

Es porque no entendió el chiste, se dice ahora como un mediocre consuelo; pero la realidad es que el que se ríe primero no ve la mala intención y el sarcasmo refinadísimo del que, tras la máscara de la estupidez, nos está esperando con el puñal afilado y el gélido aliento de la venganza.

Cuando el popular (que no es sinónimo de querido) candidato Enrique

Peña Nieto cometió la brutal equivocación de atribuirle La silla del águila a Emilio Krauze, nadie, más que Carlos Fuentes y los pocos que se habían tomado la molestia de

leer la obra, pudieron darse cuenta de la amenaza velada en aquella supuesta burrada.

Lorenzo Terán, el presidente que le devuelve el poder al PRI, no

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es más que un disfraz para el mismo personaje abúlico, debilucho, engominado y con cara de menso que Televisa ensalzó para convertirlo en presidente y el movimiento Yo soy 132 abucheó y pintó como el villano de la historia. Sea como sea, Lorenzo Terán, Enrique Peña Nieto, está cómodamente sentado en la Silla del Águila y muy pocos pudimos ver la trampa a tiempo.

Sin embargo, el problema no es que tenga el poder, aspecto doloroso tanto por lo mucho que evidencia la teoría de Don Porfirio de que México no estaba, no está y no estará listo nunca para la democracia. De la muy dudosa revolución (con minúscula) que entronizó a cuanto caudillo y militar con recursos quiso hacerse de la presidencia, pasamos a la dictadura camuflada de democracia de los setenta años del PRI, acompañadas de sus mutaciones inacabables de sistema político, material idóneo para la prolífica obra del escritor mexicano, y llegar finalmente al ascenso del PAN, a doce años que cada quien interpreta a su manera y que demostraron, no porque alguien tuviera dudas, que el mexicano es un individuo de costumbres, en cuya configuración genética viene incluido un amor masoquista por el PRI, médula espinal de su sistema político y de su historia contemporánea.

Ya sabía Fuentes que el pater- nalismo y las estructuras demagógicas, chanceras y adaptables del partido tri-

color no eran algo que se pudiera sacar fácilmente del país. Darles un descanso, tal vez; pero hablar del PRI en México es como hablar de la salsa verde, la Virgen de Guadalupe o los volcanes, te gusten o no, dudes o creas en ello, te inspiren temor o ganas de ir a depositar ofrendas a sus pies, si eres mexicano has crecido escuchando la leyenda negra o blanca del partido político al que le debemos (o nos debe) lo que sea que seamos desde el término poco preciso de la revolución.

Así que la próxima vez que un político, cuyo origen e ideologías poco importan, cite bien o mal un libro, deberíamos darnos la oportunidad de consultarlo y encontrar la amenaza, recomen-dación o sugerencia que venga en él, en especial si el autor es Carlos Fuentes. Esta vez nos costó un sexenio; pero las cosas siempre, siempre se pueden poner peor. Esto de vivir en la región más trans-parente del aire tiene sus grandes desventajas.

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Contra lo que se supone, el bloqueo no es la imposibilidad de escribir, sino de sentarse a hacerlo.

Como todos los adolescentes, pensaba que escribir era lo más fácil del mundo. Basta sentarse para tener en el plazo de una semana tres cuentos, ocho poemas, dos comedias, cinco artículos. Todo fluye, nada nos detiene. Cómo iba yo a entender algo para lo que entonces ni siquiera teníamos un

nombre: el bloqueo, la angustiosa imposibilidad de escribir que tarde o temprano llega para todos.

Mientras más perentoria es la urgencia de entregar un texto más imposible se vuelve el sentarse a escribirlo. Se han publicado volúmenes enteros para explicar el

llamado writer’s block. Todas las explicaciones son plausibles y ninguna satisfactoria: temor al rechazo, deseo de perfección, ansiedad de no estar a la altura de lo que se hizo antes, autocastigo al privarnos de la actividad que más

satisfactoria nos resulta... Las hipótesis no tienen fin.

Me parece que el bloqueo es una situación infernal, el precio que pagamos por habernos dedicado a escribir, y no me atrevo a censurar a nadie que se encuentre en esas arenas movedizas.

r e f l e x i o n e s s o b r e e l

José  Emilio  Pacheco.  “Post-­‐facio”  a  Bes$ario,  de  Juan  José  Arreola.  

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UJonathan Salguero

AMA DE CASA

Un afectuoso saludo, señora Esther. Primero que nada, quiero darle la bienvenida de su viaje a Miami. Me da gusto que su marido haya preferido esas vacaciones familiares por encima de sus habituales y enigmáticos viajes de negocios. Espero esté bien bronceada y de buenas, pues esto que le escribí no se entiende fácil.

Supongo, ya se percató q u e s u l l a v e d e j ó d e funcionar. Bueno, en realidad es que cambié la cerradura. Ya le he contado en rei-teradas ocasiones los trau-mas que me acarreó vivir en un pueblo desolado cuando niña; por ello quise prevenir cualquier intento de robo o invasión a la propiedad pri-vada.

Seguro se preguntará:

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“¿y dónde están los nuevos duplicados?”, a lo que lamentablemente debo de contestar: no hay duplicados. Se lo juro: busque debajo del tapete de entrada o entre las macetas que adornan los bordes del zaguán. ¿Encontró algo? ¿Se da cuenta que no estoy bromeando?

AMA  DE  CASA  AMA  DE  CASA  AMA  DE  CASA   AMA   DE   CASA   AMA   DE   CASA  AMA  DE  CASA  AMA  DE  CASA  AMA  DE  CASA   AMA   DE   CASA   AMA   DE   CASA  AMA  DE  CASA  AMA  DE  CASA  AMA  DE  CASA   AMA   DE   CASA   AMA   DE   CASA  AMA  DE  CASA  AMA  DE  CASA  AMA  DE  CASA   AMA   DE   CASA   AMA   DE   CASA  

Según mis cálculos, usted ya habrá visto el nuevo trabajo de pintura con que adorné la casa. ¿Le gusta? Espero que sí, pues ese verde oliva estaba bastante pasado de moda. Elegí un color vigoroso e intenso: anaranjado. Con ello las vecinas ya no se burlarán de su mediocre sentido de la moda. También reemplacé el césped por uno Azul de Kentucky, ¡viera qué bonito catálogo me enseñaron los asesores! Ellos me orientaron respecto a la pintura también.

Ahora se preguntará: “¿con qué dinero pagó tanto ajuste a la casa?”. Si se fija bien, entre los helechos que cuelgan del portón hay un sobre blanco. Allí encontrará la tarjeta platino del Señor, envuelta entre algunas facturas. Sé bien que su marido recibe facilidades por parte del gobierno y que podrá acreditar y deducir de impuestos algún saldo de lo gastado. Desgraciadamente, lo demás tendrá que liquidarlo, pero recomiéndele no molestarse, pues tiene seis meses con tasa de interés del 0.5 % para cubrir el monto. Con los años que tengo de conocerlos y de laborar con ustedes (o para ustedes, como quiera verlo) puedo adivinar que, a pocos minutos de haber pisado suelo mexicano, su marido se fue a una importantísima gira fuera del país. ¿A dónde le dijo que iba esta vez? ¿Argentina? ¿Brasil? ¿Inglaterra? Yo creo que podría encontrárselo en el Hotel Imperial Alemán, pero no me haga mucho caso.

A usted le estimo tanto, Esther, que aproveché para librarla de ese peso que tanto sueño le quitaba. Esa fuente de amarguras y desgracias; el zángano que cargaba a cuestas aunque el sol veraniego le fundiera la piel o los fríos invernales le golpearan los huesos. Así es: me hice cargo de Danielita.

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No, no llore por favor. No piense cosas malas, para nada... Danielita está vivita y coleando. La dejé encargada en el DIF, pero tomé precauciones: no dejé ni un papel, ni un rastro ni un indicio de su origen. De hecho, iba tan tapada con maquillaje y un rebozo que ni usted me hubiera reconocido.

Danielita se ha ido. Espero que con ello pueda dedicarse mejor a su Betito, que me cae muy bien. A él sí que le hace falta atención. Ambas sabemos que el problemita de Daniela (ése del que nunca se habla) le ha acarreado a usted depresiones, y que por ello ha descuidado al bebé. No se preocupe, ahora podrá dedicarse de tiempo completo a Betito, a ver si así se gana el corazón del Señor Alberto.

¿Ve cómo soy una buena ama de casa? Alguien debería premiarme, pero descuide, entiendo los compromisos de mi santa labor, y por ello tan sólo tomé un pequeño pago por mis talentos: tomé las escrituras de su casa. Bueno, ya son las escrituras de mi casa. ¿Ha oído hablar de Santo Domingo? Son profesionales en emular documentos oficiales. Una mordidita al notario (sobre todo en la oreja y en otras partes) y ¡shazam!

Ya para concluir, Señora Esther, le confieso que no veía venir el fin de estos treinta y cuatro años de servicio a merced de su familia, pero mire que terminó todo muy bien: tengo casa nueva y estoy convencida de haber ayudado a encender la vela de su vida de pareja.

Por ello ahora yo me tomo unas vacaciones. Por favor, no intente irrumpir en mi casa. Notará que las ventanas ahora están protegidas por varillas de acero, por lo que para profanarlas necesitaría una motosierra. Pero sabe que soy precavida, por ello, encargué a unos vecinos incógnitos la custodia del inmueble. No claudicarán en llamar a las autoridades si intenta alguna loca maniobra.

PD: En la maceta que contiene la Cuna de Moisés dejé un billete de a quinientos, con lo que confío le alcance para tomar un taxi, llegar a casa de su tía Rocío y comprar algo de comer para las dos y unas papillas que tanto le gustan a Betito.

PD’: El notario es mucho más romántico que Don Alberto. ¡Piénselo bien!

A T E N T A M E N T E  

Doña Laura Ocampo Ama  de  su  casa  

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Tu Piel

Carlos Atzin

Tu cáscara es la mism

a que un final de ola

del mediodía.

Fotografía: Manuel Valdés

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Lo que había detrás de la puerta del baño no era el baño sino la puerta de la cocina�y lo que había detrás de la puerta de la cocina�no era un árbol sino la alcoba�y lo que había sobre la cama de la alcoba �no era una mujer sino la sombra de un árbol que entró por la ventana�porque no encontró la puerta

lo que sucede con el árbol no es que entrara en la alcoba sino que fuera un árbol y no una alfombra porque la alfombra hubiera ido directo al suelo y no al grano o a la alcoba lo que sucede con la alfombra no es que sea más seria sino que no comprende de ornitología y al no comprender, cómo haría la alfombra para llenar de nubes los sillones y si hubiera sido un espejo y no una cortina lo que impidió a la sombra regresar al árbol y si hubiera sido la puerta y no la cama lo que atrajo al árbol hasta donde estamos y si hubiéramos estado en la cama y no en el baño cuando la puerta decidió ser árbol lo que habría detrás de la alcoba no sería una nube sino una sombra coloreada de estrellas

Lo que había detrás L

Víktor Olvera

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E.J. Valdés

ASALTO Solía acechar en las escaleras del metro como un buitre. Las manos en los bolsillos, un pie apoyado contra el murete, la capucha de la sudadera sobre la cabeza y los ojos, en apariencia, !jos en los escalones. A vista de cualquiera no era más que otro muchacho sin nada que hacer, y eso era justamente lo que él buscaba aparentar, pues mientras la gente subía y bajaba apresurada él les inspeccionaba de pies a cabeza. Los años le habían conferido un notable talento para ello: en cuestión de segundos sabía qué tan costoso era el calzado que llevaban puesto, si el reloj tenía algún valor o si acaso llevaban una computadora portátil en la mochila. Pero para él lo importante no era saber qué tanto cargaban, sino qué tan sencillo sería arrebatárselos; algunas personas salían del subterráneo con el móvil en las manos o los billetes aún asomando por el bolsillo trasero del pantalón, pero esto de poco servía si los caminantes no propiciaban la oportunidad. Le era difícil decir cuáles eran las características de la víctima ideal, pero sabía reconocerlas cuando las veía, como si éstas llevasen al cuello un anuncio rezando “róbame, soy presa fácil”.

El tiempo que tardaba en hallar una era variable; en ocasiones se la topaba a 22

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los pocos minutos de comenzar a trabajar y a veces pasaban horas antes que apareciese el objetivo adecuado. Entonces abandonaba su posición, que los ambulantes le guardaban como por acuerdo, y se lanzaba en persecución de la víctima. Los siguientes cinco metros eran cruciales, pues debía elegir la modalidad del robo. En el mejor de los casos sólo era cuestión de acercarse, arrebatarles el bolso, el móvil o la mochila y emprender la carrera hasta perderse entre la multitud; por lo regular no lo seguían, y quienes atestiguaban el acto preferían hacer de cuenta que no vieron nada. “Dios bendiga la indiferencia de este siglo”, se decía entre zancadas. Pero había ocasiones en que se requería una cierta persuasión y, valiéndose de la Victorinox de dos pulgadas que llevaba en el pantalón, acorralaba a la víctima contra una pared y recitaba una línea que se sabía mejor que el Padre Nuestro: “ya valiste madre, cabrón, dame lo que traigas o aquí quedas”. Eso era todo lo que había que decir para que los desdichados le entregasen billeteras, relojes, joyería, cadenas y a veces hasta el saco o la chaqueta. Botín en mano, sólo era cuestión de alejarse a toda prisa y buscar refugio en alguna accesoria o entre los improvisados puestos del tianguis. Rara era la ocasión en que la víctima oponía resistencia, y más rara aún aquélla en que informaran a la policía; los paseantes, para variar, no intervenían. Al correr siempre temía que alguien le cerrase el paso o le metiese el pie, pero en los seis años que llevaba en el negocio esto jamás había ocurrido. Como muchos de los delincuentes que operaban en la ciudad, estaba más que acostumbrado a salirse con la suya.

Una sola vez un muchacho al que intentó robarle la cartera le hizo frente: pese a tener la navaja en el pecho, éste se atrevió a empujarlo y se le fue encima con los puños. Le asestó tres certeros golpes a la quijada antes que pudiese cubrirse; le había tomado totalmente desprevenido. Manoteando, se las arregló para quitárselo de encima y escabullirse por el laberinto urbano. Para su fortuna, el individuo aquél no lo persiguió, pues de haberlo hecho seguramente le habría pulverizado con sus manazas. A partir de este altercado se volvió más observador —más selectivo— y procuraba abordar a los más indefensos. Con la policía nunca había tenido con"icto alguno; los o!ciales estaban muy ocupados atendiendo otros negocios.

Sabía que él había permanecido intacto durante mucho tiempo en una actividad que, bajo cualquier razonamiento, ya debía haberle llevado un par de veces a la cárcel, pero su longevidad criminal iba de la mano con una regla que él mismo había impuesto: no socios y no ambición. Muchos de los ladrones callejeros que eran sorprendidos con las manos en la masa, sabía, tropezaban queriendo hurtar un Rolex, un collar de perlas o un dorado bolígrafo Mont Blanc. Aquellos objetos eran tan lucrativos como peligrosos, y quien los perdía no iba a dejarlos ir tan fácilmente. Aunque ganase mucho menos con móviles de segunda mano, billeteras de imitación o reproductores MP3 baratos él se sabía seguro, y eso era lo importante. Trabajo, a !n de cuentas, lo había a diario.

Otro error frecuente de sus colegas era alardear de lo mucho que ganaban roban-

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do. Ya fuera en la familia o en las cantinas, siempre había un bocón o un oportunista dispuesto a hacerse del negocio. Por eso jamás había aceptado asociarse; en aquel ramo la discreción era un activo valioso, y los secretos son para guardarse donde ni Dios los encuentre. Seguir estos preceptos le había signi!cado ganancias razonables en muy poco tiempo, así como impunidad, pero existe en las calles un dístico que a!rma que nadie las gana todas, y sus andanzas llegaron a su !n en un momento y de un modo inesperados.

Ocurrió una tarde particularmente "oja. La gente iba y venía por los escalones como siempre, pero entre los caminantes no encontraba uno que abriera las puertas al delito. Bostezaba, aletargado por el calor. Contempló la idea de irse a casa a dormir, seguro que ya tendría mejor suerte. Se disponía marchar cuando frente a él cruzó un hombre de unos cuarenta años vestido de camisa y corbata. Llevaba anteojos de !na montura y su chaqueta no era cualquier cosa, pero lo interesante era el maletín que cargaba, que tras el corte silencioso del cuero gastado ocultaba un precio expresado en dólares. Aquél, sin duda, era un individuo acostumbrado a llevar tales cosas, y seguro guardaba algo jugoso allí dentro. Echó entonces una mirada a sus zapatos: relucientes; ese hombre no caminaba mucho ni pertenecía al mundo subterráneo de la ciudad. Su mirada terminó por delatarlo: era un ratón perdido en un laberinto de cartón. “Y se acaba de topar con el gato”, pensó, ya caminando tras de él. Se acercó, resuelto a coger el portafolios y pegar la carrera, pero desistió en el último instante; aquello no sería tan fácil. Esperó a que el hombre se adentrase por la cuadra y preparó la navaja. Entonces, veloz, lo tomó por el hombro y de un empujón lo puso contra la pared.

—Ya valiste madre, cabrón —le dijo, apretando la reluciente navaja contra su vientre—. Dame lo que traigas o aquí quedas.

El hombre le miró a los ojos. Intentaba controlarse, pero temblaba de miedo.

—El portafolios o te perforo, pendejo. ¡Rápido! —Vale, vale, te lo voy a entregar —lentamente extendió el brazo—.

¿Ves? Allí lo tienes. Por favor tranquilízate.

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Con un feroz movimiento se lo arrancó de la mano. Lo sentía pesado; sin duda llevaba una computadora allí.

—Es tuyo. ¿Qué más quieres? ¿El reloj? ¿La cartera? Sabía que podía quitarle hasta los anteojos, pero algo en ese hombre no le

gustaba; su voz timbraba con cierta incómoda familiaridad, como… Como si ya la hubiese escuchado antes. ¿Pero dónde? De pronto llegó a su mente el mandamiento que él mismo se impuso: “no ambición”, y decidió que era momento de salir de la escena.

—Escúchame bien, cabrón —le advirtió, restregando la punta de la navaja contra su camisa—, si me sigues o abres la boca te mueres. ¿Oíste, güey? ¡Te mueres!

E l hombre a s in t ió despacio. El ladrón le arrojó violentamente a un lado, haciéndolo caer sobre una rodilla, y echó a correr. Como el viento se escurrió entre las

personas, que le miraban huir más indiferentes que los árboles. Pronto se alejó dos, tres y cuatro cuadras, dobló a la derecha, luego a la izquierda, y se

perdió más allá del pórtico de un mercado. En menos de cinco minutos cientos de metros le separaban de su presa y su perturbadora voz. De cuclillas junto al nicho de la Virgen recobró el aliento, preguntándose si acaso conocía al hombre que acababa de asaltar. Sabía que nunca le había visto, pero sus palabras le resultaban endemoniadamente familiares. “Quizá me puse nervioso”, se consolaba, pero la explicación no le satis!zo. Aún jadeando echó un vistazo al portafolios: en su interior albergaba una computador portátil, un cuaderno, bolígrafos !nos, lápices y —¡vaya sorpresa!— unos audífonos Bose nuevecitos. “No está mal, no está nada mal”, pensaba con una sonrisa.

Se puso de pie secándose el sudor con la maga de la sudadera y salió de allí, botín en mano. La carrera le había dejado sediento y decidió que bien podía sentarse a tomar y comer algo para celebrar una victoria más. Un par de esquinas más tarde entró a un restaurante de comida china y ocupó un banco frente a la barra.

—Buenas tardes —le saludó la mesera tendiendo una manteleta frente a él. La sugerencia del día era el pescado frito.

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—Tráeme una Coca y un plato de chop-suey, por favor —ordenó, el portafolios a sus pies.

—Con gusto—dijo en automático la vendedora. El lugar estaba casi lleno. Por los altavoces que

pendían de cada esquina sonaba una balada en inglés. Nuestro bandido hacía cuentas mentales: obtendría buena plata por su reciente adquisición, aunque los audífonos se los quedaría. Pronto la mesera colocó frente a él una esbelta botella de refresco con una pajilla asomando por el cuello. Daba un sorbo cuando la música llegó a su !n.

—Eso fue “Who’ll Stop the Rain?”, con John Fogerty y los chicos de Creedence Clearwater Revival —dijo el locutor—. Quédense con nosotros que aún tenemos más éxitos de los 70 y 80 para ustedes.

Entonces el ladrón tragó la soda con di!cultad; el azúcar en la bebida se le antojaba amarga como el ajenjo.

—Pero antes de la siguiente cápsula —prosiguió la voz en la radio— quiero contarles algo.

El chico en la barra había palidecido súbitamente. La mujer que le atendía dejó sobre la manteleta un humeante plato de germen con pollo, pero él no probó bocado; había perdido el apetito.

—El día de hoy mi automóvil me dejó tirado en pleno Viaducto cuando me dirigía hacia acá. Llamé una grúa, le pedí llevase el coche al taller y yo tomé el metro. Bien, pues resulta que al salir de la estación de Morelos se me acerca un tipo por la espalda y, navaja en mano, me amenaza, me quita mi portafolios y se echa a correr como si nada. Aunque no me hizo daño, las consecuencias económicas y laborales que representa la pérdida de mi laptop y mis documentos son graves. Así que, abusando de la con!anza de mi productor, voy a valerme de este espacio para hacer un llamado de atención a las autoridades que, odio decirlo, poco hacen por detener a parásitos como éste. ¿Saben una cosa? Vamos a hacer algo; vamos a hacer un experimento al aire. Les diré qué: voy a describirles al individuo que me asaltó, y si alguno de ustedes sabe quién es o puede dar información que me ayude a recuperar mis cosas se hará merecedor a una grati!cación económica. ¿Qué les parece? El sujeto del que les hablo lleva una sudadera gris con estampado de los Lakers, jeans negros, es moreno, mide aproximadamente…

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Conforme el locutor prosiguió con su descripción, el ladrón jugueteaba nervioso con el tenedor. Con que a eso se debía la familiaridad de su voz: se trataba nada menos que de uno de los hombres más escuchados del momento; sus palabras llegaban en ese instante a millones de aparatos receptores, y por la manera en que hablaba supo que le había visto muy bien.

Pensó en dejar un billete sobre la barra y salir de allí, pero ya era tarde: las miradas de los comensales pesaban sobre él y el maletín a sus pies. Un par de mal encarados dejaron sus sillas y lentamente se dirigieron hacia su asiento. Aquello no pintaba bien. Echó una mirada rápida alrededor; la única salida era la puerta que daba a la calle. Por el quicio de la cocina ya asomaba un trío de curiosos. Y ni pensar en esgrimir la navaja allí dentro: los dos rinocerontes que se le acercaban lo someterían y se la meterían por el más oscuro recoveco de su !sonomía. Se encontraba en un callejón sin salida.

—¡Eh, tú! —le llamó uno de los mal encarados, ancho de espaldas, barrigón y tatuado de las muñecas hasta el cuello—. Sí, tú, el de la barra, no te hagas pendejo.

—Venga, hermano, calma… Yo… Esto… ¡P-podemos llegar a un arreglo! Al escuchar estas palabras, el mal encarado se detuvo y dejó caer su amenazador

índice. Apenas los separaban unos pasos. —¿Un arreglo? —preguntó. —Sí. Te doy el portafolios y el dinero que traigo encima si me dejas ir. No quiero

problemas. El bravucón titubeó. —Sí, podríamos llegar a un arreglo, amigo —dijo. El ladrón sonrió, aliviado. —Pero hay un pequeño inconveniente, ¿sabes? —¿Sí? ¿Cuál? —Me gusta ese programa. Y sin más, el forzudo lo cogió por la nuca y le hundió el rostro en el plato de

chop-suey, mientras el otro hacía crujir sus nudillos, listo para machacarle las costillas. Entonces los comensales regresaron a sus platos y sus conversaciones, dejando que los grandullones hicieran lo suyo con el bandido. A éste, por su parte, no le dolieron tanto los golpes como el hecho de que nadie en el establecimiento movió un dedo por ayudarle.

Dios bendiga la indiferencia de este siglo.

FIN

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APUNTES sobre el bosque

Carlos Atzin

Caminas  en  reflejos  ya  translúcidos  rumbo  a  un  aleteo  en  ningún  siPo.  El  sol  te  acecha  como  un  león  Pbio;  te  imagina,  te  llama:  te  descubre.    

RepePciones,  música  de  pasos,  vitrales  con  sonidos,  una  sedosa  ráfaga  de  viento,  una  Perra  interior  de  filos  lentos;  tus  pulmones  se  llenan  de  relámpagos,  dentro  de  tu  piel  hay  vapor  de  luces,  te  filtras  en  las  gotas  y  te  vuelves    un  ramo  de  capullos  de  puros  soles  rosas;  te  sientas  en  un  tronco  y  te  haces  una  raíz  que  nada  sin  el  Pempo.  

( f r a g m e n t o )

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De  hecho  el  Pempo  aquí  no  es  Pempo:  es  párpado;  hablo  de  un  parpadeo  eterno  y  fresco,  así  como  los  ojos  de  los  ríos;  igual  que  los  tentáculos  del  árbol.    

Deja  que  la  libélula  se  meta  a  tus  sueños,  a  todos  los  senderos  que  soñaste  despierto;  no  mires  aquel  mapa  de  tu  piel,    ese  que  Pene  rutas  del  subsuelo  y  el  mar;  no  te  quejes  de  que  los  segundos  sean  líquidos,  mejor  vete  a  nadar  en  el  viento  como  un  pájaro,  espera,  olvida,  escucha  el  agua  opalescente  de  los  pinos,  la  caricia  distante  de  sus  troncos,  atajos  que  te  llevan  a  la  puerta  del  cielo,  quizá  a  algún  laberinto  en  el  infierno,  a  la  puerta  precisa  de  tu  amor;  detente  y  mira  un  rato  para  arriba:  en  el  cielo  hay  bahías  perfumadas,  playas,  frescos  incendios  sumergidos;  en  las  nubes  también  existe  un  bosque,    el  olor  de  la  luz  en  muchas  ramas,  el  olor  a  la  luz  de  tu  memoria:    

 tal  vez  el  bosque  se  olvidó  de  mí.  

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Priv. 6B Sur 3116, col. Anzures, Puebla. A espaldas de Office Depot Plaza Dorada.

Un espacio para tomar un rico café hecho al instante. También es un centro cultural que le da cabida a

todas las expresiones artísticas.

¡Hey! Este mes siguen las aventuras de El Hobbit.

mensaje  sublim

inal  

¡Es verdad, Bilbo! Diciembre trae consigo la segunda

parte de la adaptación fílmica de El Hobbit, de J.R.R. Tolkien, en la cual Peter Jackson nos mostrará cómo va la expedición en pos de la Montaña Solitaria. En la última entrega dejamos a Bilbo y los enanos fuera de las Montañas Nubladas, listos para cruzar Mirkwood (tierra de arañas gigantes y elfos) y desafiar los dominios del dragón Smaug.

Como se ha visto en los avances (y se sabía desde la primera película) en esta cinta hace una aparición el personaje de Legolas, nuevamente interpretado por Orlando Bloom, a pesar de que en la novela éste ni aparece. En fin.

They’re taking the hobbits to Isengard!

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en

tr

ev

is

ta

Trotasueños es el proyecto como solista de Jorge Alberto Suárez, ex vocal de la banda de rock Los Claps Claps. Fuimos a echar el chisme con él y esto es lo que nos platicó:

Letras  Raras:  ¿Cómo  surge  Trotasueños?  

Jorge  Suárez:  Trotasueños  surge  de  la  necesidad;  mi  necesidad  de  seguir  en  el  mundo  de  la  música,  de  compartir  mi  ser  y  de  seguir  explotando  esa  cosquillita  que  me  ha  traído  hasta  aquí.  El  camino  siempre  estará  lleno  de  retos  y  trabas,  y  no  puedo  permitir  que  cosas  así  me  desanimen,  a  Ainal  de  cuentas  la  vida  sigue  y  uno  solo  tiene  que  luchar  y  luchar  por  alcanzar  sus  

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sueños.  El  mío  es  vivir  de  la  música,  para  la  música  y  con  la  música.  

Visita: soundcloud.com/trotasue-os/

LR:  ¿De  dónde  nacen  las  canciones  de  Trotasueños?  

JS:  De  una  parte  no  tan  profunda  ni  tan  visible  de  mi  ser.  Las  canciones  hablan  sobre  lo  que  siento  en  esta  etapa  de  mi  vida,  mientras  que  la  música  nace  del  sentimiento  más  amable  y  de  las  cosas  que  deseo.  Nacen  del  amor  y  la  ilusión.  

LR:  ¿Cuáles  son  los  principales  retos  que  enfrenta  un  cantautor  como  tú  para  promoverse  y  desenvolverse  en  el  mercado?  

JS:  Pues,  para  ser  sinceros,  son  muchísimos,  pero  podría  mencionarte  aquellos  con  los  que  más  lidiamos:  buscar  y  encontrar  espacios  es  uno  de  los  más  grandes;  el  hecho  de  ser  alguien  poco  conocido  impide  que  los  lugares  te  abran  las  puertas,  es  por  eso  que  uno  debe  hacerse  de  mañas  para  poder  tocar  en  lugares  donde  la  gente  asiste  para  escuchar  cosas  nuevas.  Asimismo,  el  promoverse  uno  solo  a  través  de  redes  sociales  es  un  problema,  pues  el  tiempo  que  nos  sobra  regularmente  se  dedica  al  proyecto,  el  resto  se  nos  va  en  el  trabajo,  que  es  de  donde  sacamos  el  dinero  para  invertirle.  

LR:  Porque  hay  que  invertirle…  

JS:  ¡Ah,  claro!  Pero  básicamente  el  problema  es  tener  que  hacerlo  todo  uno  mismo,  y  a  veces  las  cosas  no  salen  tan  bien  como  quisiéramos.  

LR:  ¿Qué  hay  en  el  futuro  para  Trotasueños  y  para  ti?  ¿Te  ves  en  una  carrera  como  solista  o  persiste  la  inquietud  de  estar  en  una  banda?  

JS:  Está  el  terminar  de  grabar  la  canciones  pendientes  para  poder  tener  material  suAiciente  para  un  disco,  comenzar  con  la  maquila  y  empezar  a  distribuirlo.  No  estoy  cerrado  a  ser  solista:  la  verdad  es  que  también  es  diAícil  encontrarte  con  músicos  que  estén  dispuestos,  pero  si  en  el  camino  van  apareciendo,  y  les  interesa  el  proyecto,  son  bienvenidos.  

LR:  ¿Tienes  previstas  presentacio-­‐  

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JS:  Este  mes  haré  una  breve  aparición  con  una  banda  amiga,  los  Piglos;  son  de  la  Ciudad  de  México,  colaboro  en  una  de  sus  canciones  y  me  abrieron  un  

nes  este  mes  o  a  principios  de  2014?  

JS:  Está  la  tentativa  de  iniciar  una  banda  nueva  con  un  amigo  pero  aún  hay  muchos  detalles  pendientes,  de  hecho  apenas  andamos  buscando  integrantes.  Por  el  momento  Trotasueños  es  la  prioridad.  

pequeño  espacio  antes  de  su  concierto  en  el  Black  Horse  (colonia  Condesa).  El  7  de  diciembre  tocaré  en  La  Revolución  Cervecera,  un  bar  de  Pachuca,  en  compañía  de  las  bandas  Código  de  Guerra,  Javier  Fuentes  y  los  Piglos  también.  

LR:  ¿Hay  en  puerta  algún  proyecto  alternativo  a  Trotasueños?  

LR:  Gracias  por  tu  tiempo  y  mucho  éxito.    

En mi página de SoundCloud puedes

escuchar y descargar los temas “Felicidad”,

“Valeria”, “Sentir” y más.

Facebook.com/trotasuenios

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Deimos Kallinkantzaros

Lo primero que aprecia es un cielo magenta posterizado del cual descienden miles de estelas luminosas. Ve a los ángeles caer como estrellas fugaces, iluminando el firmamento. Debajo de él, la tierra ruge como bestia herida. Después observa un bosque al caer la tarde; entre la espesa niebla blanquecina puede entrever a un hombre siendo atacado por un perro. El can muerde el abdomen con fuerza, halando de los intestinos, vaciando su contenido en el húmedo follaje. De súbito, los intestinos atrapan a su atacante y tiran hacia adentro, regresando a su origen y llevándose al cánido consigo. Lo último que alcanza a ver son las patas traseras del animal asomando por el estómago.

Despierta. El reloj marca las 3:30 AM. Se despereza un poco y, decidido, se levanta a vaciar la vejiga, rebosante de líquido. Enciende la luz y una cabeza humana en el excusado le da la bienvenida en perfecto latín. El hombre tira de la cadena, intentando librarse de ella. Sin embargo, la parlanchina cabeza se rehúsa a desaparecer, en cambio, abre la boca con molestia y deja escapar cientos de mariposas negras que revolotean por todo el cuarto, posándose aquí y allá con lepidóptero descaro para después mutar en deformes ojos sin córnea. Cientos de ojos sobre él, mirándole fijamente.

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Despierta. Las 5:45 AM. Es raro, nunca había tenido un sueño dentro de un sueño. Aún siente la vejiga a reventar, pero

el recuerdo de los inexpresivos globos oculares le hace desistir de la idea. Mientras se voltea hacia la izquierda para

acomodarse mejor vislumbra a la criatura: un humanoide de ovalada cabeza le devuelve la mirada con ojos negros como el cosmos. Levanta una alargada mano de tres dedos y la acerca lentamente a su rostro estupefacto… El grito se ahoga con el penetrante y repetitivo sonido que emite el ser.

Despierta. 7:00 AM. Agradece que le hayan obsequiado ese escandaloso despertador en el cumpleaños pasado. De un tirón arroja la sábana a un lado y corre al baño con estrépito. Baja el pantalón del pijama y los calzoncillos casi al instante en que expulsa el chorretón de orina. Alivio inmediato. Después terror al darse cuenta que de su miembro, en lugar de salir el conocido líquido, brota un negruzco tentáculo alargado. La cosa repta por su vientre con rapidez sorprendente, llegando en instantes hasta la boca, abierta de sorpresa. La serpenteante cosa se introduce con avidez y claramente puede sentirla hurgando en los intestinos, que amenazan con aflojarse y vaciar su contenido en cualquier momento.

Despierta. 2:00 PM. Joshua despierta y de inmediato se toca la entrepierna para cerciorarse que el único miembro allí sea el suyo. Aún perplejo, se levanta del diván con la rabia enmarcándole el rostro. El terapeuta lo conmina a acostarse, pues la sesión todavía no termina. Éste trata de explicarle los peligros para su psique en caso de dejar inconclusa la terapia onírica; lo último que escucha es el sonido del furioso portazo de Joshua al abandonar ese recinto new age, el cuál le habían recomendado como una excelente manera de superar traumas y con ello aliviar sus trastornos del sueño. De lo único que Joshua está seguro es que no dormirá tranquilo nunca más.

FIN

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La Ciudad Invisible

Sergio F.S. Sixtos

Buscó la Ciudad Invisible en mapas y libros de cartografía. Indagó entre atlas olvidados en librerías de segunda mano. Escribió en clave diarios donde contaba los detalles de sus andanzas, con esquemas y notas a pie de página. Llegaba a casa a altas horas de la noche, agotado por la investigación febril. En el patio trasero de su casa dibujó sobre el suelo símbolos ininteligibles con el afán de encontrar respuestas a preguntas prohibidas; en las noches estivales se recostaba en el tejado y miraba el cielo, buscando rutas celestes que revelaran una pista de la ciudad olvidada por más de mil años. Por años tradujo y leyó escritos antiguos, entrevistó a viejos eruditos que habían perdido la razón. No había distracciones en la investigación, se entregó a ella en cuerpo y alma; en un principio sólo consumía un par de horas, pero al avanzar en la profundidad de su indagatoria consumió jornadas enteras —perdió el trabajo—. Su madre, con lo poco que percibía por su pensión de viudez, se las arreglaba para darle dinero 36

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e x t r a p a r a s o l v e n t a r s u s investigaciones. Por las tardes clasificaba la correspondencia que r e c i b í a d e i n v e s t i g a d o r e s variopintos del mundo entero, con el objetivo de encontrar una pista, un indicio de la ubicación de la Ciudad Invisible. En los últimos días su comportamiento era más huraño e irritable; rehuía conversar sobre su indagatoria —tema del que hablaba con excitación en los días de antaño—. Desaparecía días enteros y regresaba a su casa apestando a miasmas y medio muerto de hambre. Un día de abril no volvió. La madre registró los papeles de su hijo buscando una pista sobre su paradero. Ahora es ella quien estudia los mapas, revuelve y lee con lupa en mano los diarios indescifrables del hi jo ausente, revisa atlas y se e n t r e v i s t a c o n eruditos que han perdido la razón.

FIN

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ida  Juárez  s/

n,  fren

te  a  la  Prepa

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Olvido de Hoy

Víktor Olvera

El  pequeño  gato  curioso  bebe  del  pequeño  plato  roto  que  olvidaste  en  mi  cocina    

sigue  en  el  mismo  sitio  con  la  misma  sucia  sopa  

sobre  el  mismo  sucio  mantel,  pero  el  pequeño  gato  curioso  ya  se  olvidó  de  tu  abandono  

y  está  esperando  que  le  sirvas  más    

intenté  persuadirlo  para  que  comiera  de  otro  plato  

pero  al  parecer  el  pequeño  gato  curioso  sólo  come  lo  que  tú  le  das.  

#

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S O P A   D E  

L E T R A S

O  R  A  L  A  D  H  P  G  I  

T  C  L  R  W  O  M  A  M  E  

H  Y  R  M  S  O  O  A  E  Z  

S  D  H  E  C  S  H  S  Y  W  

X  U  I  B  N  W  U  T  R  R  

C  A  N  H  B  O  S  M  L  O  

N  I  C  I  D  T  T  A  L  O  

O  L  E  S  C  O  S  L  S  K  

O  S  I  I  R  C  N  L  A  D  

C  Z  U  Z  L  U  H  C  S  I  

W  S  R  E  G  N  E  V  A  K  

P  F  U  E  M  K  O  V  S  S  

Y  U  L  N  W  O  O  D  S  T  

E  S  I  R  I  C  P  C  H  O  

L  I  N  U  Z  L  I  I  A  S  

W  P  A  T  T  Y  E  V  L  K  

SNOOPY  –  WOODSTOCK  –  LINUS  –  SALLY  –  PATTY  

–  LUCY  –  CHARLIE  

¿Cómo dices que terminamos en esta

revista?

‘’  ‘’’  ‘’  ‘  ‘’’  ‘’’  ‘  Sé un campeón como

Charlie Brown y resuelve la Sopa de Letras.

¿Sabías que, en su auge, Peanuts llegó a publicarse en más de 2,500 diarios?

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Jonathan  Salguero     Periodista   en   deformación.   Admirador   del   mundo,   sabe   disfrutar   de   los  

placeres  simples  como   los  video   juegos,   la  música,   los  cuentos,  y   la  comida   (sobre  todo).  En  resumen:  es  un  animal  con  corazón,  rabo  y  moraleja,  ¿quién  no?  

Fernando  Valladares,  “Deimos  Kallikantzaros”    Oriundo  de  Nuevo  Laredo,  Tamaulipas.  Deja  trunca   la   licenciatura  en  diseño  

gráfico   para   dedicarse   al   arte   dentro   y   fuera   de   México.   Ha   parPcipado   en   las  revistas  GOLFA,  Crisálida  y  Clarimonda.  

María  Luisa  Deles    Ha  escrito  para  el  periódico  Intolerancia  y  la  revista  Insumisas.  Ha  parPcipado  

en  diversos  talleres  de  creación  literaria  en  el  estado  de  Puebla.  Actualmente  forma  parte  del  taller  de  escritura  creaPva  Duermevela  Casa  de  Alteración  de  Hábitos.  

Irma  Salas  Sigüenza     Estudiante  de   la   licenciatura  en  humanidades  en   la  UPAEP.   Secretaria  de   la  

mesa  direcPva  de   la  misma   carrera.  Ganadora  de   concursos  de   cuento,  oratoria   y  debate  políPco  desde  2010.  Expositora  en  Sueños  Imperiales,  del  Museo  UPAEP.  

Carlos  Atzin  Mendoza  Ávalos     Estudiante   de   comunicación   social   en   la   Universidad   de   la   Comunicación.  

Cocinero,   soñador   de   Pgres   y   poeta.   Colaboró   como   columnista   en   El   Nuevo  Mexicano  y  algunas  revistas  literarias.  Diplomando  en  creación  literaria  en  el  INBA.  

Sergio  Fabián  Salinas  Sixtos     Ingeniero   metalúrgico   por   la   UAM.   Ha   publicado   en   las   revistas   Asimov  

Ciencia  Ficción  y  El  oscuro  retorno  del  hijo  del  ¡nahual!  Y  en  las  antologías  Érase  una  vez…  un  microcuento,  Cryptonomikon  VI  y  Lectures  du  Mexique.  

E.J.  Valdés     Tu   amigable   escritor   de   vecindario.   Colaborador   de   la   revista   de   opinión  

Effetá  y  locutor  del  programa  de  difusión  literaria  Códex,  en  Radio  Plaza  Juárez.  Seis  veces  ganador  de  premios  de  creación  literaria  del  ITESM.  

Víktor  Olvera    Estudiante  de  trabajo  social  en   la  UNAM.  Ha  colaborado  en  ColecMvo  Trajín,  

ColecMvo   Morvoz,   Revista   Logógrafo,   y   la   revista   Punto   de   ParMda   de   la   UNAM.  “Escribo  por  el  placer  de  vivir  intensamente  cada  senPmiento  que  mi  cuerpo  viste”.  

Page 42: Revista Letras Raras, diciembre 2013

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