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REVISTA DE HISTORIA MEDIEVAL Y TEMPLARIA

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B ,

c Contenido c

PORTADA

LAS CATEDRALES DEL MUNDO. (Ntra. Sra. de la Merced-Huelva).

CONQUISTADORES ESPAÑOLES. (Domingo Martínez de Irala)

LOS REYES GODOS. (Recaredo I)

CRÓNICA DEL I ENCUENTRO TEMPLARIO DE FRAGA.

Y POSTERIOR FIRMA EN PEÑÍSCOLA.

LOS PAPAS DE LA HISTORIA. (S. Silvestre I)

REYES DE ESPAÑA, DE 1474 A 1873. (2ª Casa de Austria).

(Felipe III).

JOYAS DEL ROMÁNICO ESPAÑOL. (San Juan del Hospital Valencia 2ª).

LEYENDAS Y TRADICIONES POPULARES. (Leyenda de las cuatro barras de

sangre).

CONTRAPORTADA.

c Editorial c

Federico Leiva Paredes Director.

c Colaboradores c

Joaquín Salleras Clarió (Historiador de Fraga).

Albert Coll Vilá

Josep Ricard Vento

Juan A. Portales

Frey Jesús

Fredy H. Wompner

c Envio de artículos c

Email: [email protected]

c Contacto c

www.oct.org.es

EDITA: OCT

(Orden Católica del Templo)

La OCT no se responsabiliza de las opiniones o doctrinas de los autores, ni de la posible violación de autoría y originalidad de los trabajos, colaboraciones o artículos enviados a esta redacción. Los autores serán los únicos responsables de todas las cargas pecuniarias que pudieran derivarse frente a terceros de acciones, reclamaciones o conflictos derivados del incumplimiento de estas obligaciones previstas por la Ley.

Reservados todos los derechos de edición, publicación y difusión.

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Ntra. Sra. de la Merced – Huelva

De entre todas las iglesias de la ciudad, la iglesia parroquial de la Merced fue elegida, por su historia y fisonomía, como sede del cabildo y catedral al ser desgajada la diócesis de Huelva de la Archidiócesis de Sevilla el 26 de noviembre de 1953. La iglesia se estrenó como catedral de Huelva el 15 de marzo de 1954.

El convento de la Merced fue levantado por orden de Alonso Pérez de Guzmán, VII duque de Medina Sidonia y señor de Huelva en esta época. La iglesia, actual catedral de Huelva, servía de capilla para los cultos del convento de los Mercedarios Descalzos, y fue fundado en 1605. El lugar, desde el siglo XVI, estaba ocupado por una construcción anterior que se desconoce. La iglesia de La Merced con su aspecto actual es fruto de obras a lo largo de tres siglos por lo que la fachada primigenia presumiblemente tendría otra fisonomía. El conjunto, iniciado de inspiración renacentista y continuado siguiendo los modelos del Barroco, tiene un cierto sabor colonial, sin perder su esencia conventual. La autoría original no está aún determinada y puede ser atribuida a uno de los siguientes arquitectos: Alonso de Valdevira, maestro mayor de obras de El Condado, Fray Juan de Santa María o el maestro mayor Martín Rodríguez de Castro. Se inicia su construcción en 1605 con dirección del maestro albañil Pedro Gómez Utebami y las obras más importantes finalizaron entre 1612 y 1615.

La estructura original duró apenas un siglo, debido a que la ruina amenazaba el

conjunto ya en 1714 y el terremoto de Lisboa de 1755 resintió la edificación de manera grave, dejando destruida la capilla de San Cayetano. A pesar de ello, el siguiente seísmo en 1765 fue el que terminó de afectar gravemente a la Iglesia y Convento de La Merced, siendo necesaria una reforma integral. A finales del siglo XVIII, bajo proyecto de Pedro de Silva, ya en puro estilo barroco, se erigió el nuevo templo, encargándose de las obras Ambrosio de Figueroa y a su muerte en 1775, las continúa Francisco Díaz Pinto. Esta reforma que conformaría el aspecto actual de la Iglesia de la Merced duró hasta bien entrado el siglo XIX.

Antiguo convento de La Merced, anexo a la Catedral, hoy sede de la Universidad

onubense.

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Los principales trabas en la larga reforma de la iglesia fueron la invasión napoleónica de Huelva de 1811, la supresión de los señoríos en 1811 (ya que seguía vinculado a la Casa de Medina Sidonia) y la supresión de las comunidades religiosas masculinas por el ministro Mendizábal en 1835. La desamortización de Mendizábal (1835), al igual que en otros inmuebles de la Iglesia en España, provocó que el convento de La Merced pasara a manos públicas, en este caso la Diputación provincial. Este organismo fue el encargado de impulsar la reanudación de las obras en La Merced. La iglesia siguió abierta al culto y el convento sirvió como instalaciones militares desde 1844. Posteriormente a partir de 1861 el antiguo convento cambió de uso y alojó a un Instituto de Segunda Enseñanza y Escuela Normal de Maestros. También ha albergado la sede de la Diputación y del Instituto General Técnico y ha servido como Hospital Provincial, alzando para este uso sanitario un tercer piso en 1957. Actualmente es la sede central de la Universidad de Huelva, además de las facultades de Derecho y Económicas.

El 22 de agosto de 1877, la Diputación Provincial de Huelva concluyó la

restauración de todo el histórico edificio. En la última década del siglo XIX se llevan a cabo retoques y se concluye así el proyecto decorativo del interior, manteniendo el estilo barroco como predominante del conjunto. En 1915, ante el problema de la falta de campanas que convocasen a los actos litúrgicos, se levantaron sobre las inacabadas torres laterales de la fachada principal, las actuales espadañas de doble cuerpo de inspiración colonial.

En 1953 con la creación de la nueva

diócesis onubense se elige la iglesia parroquial de La Merced como nueva catedral.

El 28 de febrero de 1969 un nuevo

terremoto azotó la zona (con este son tres los que dañan la estructura del edificio) y volvió a ser clausurada para una necesaria restauración, bajo la dirección del arquitecto Rafael Manzano, finalizando en 1977 las obras. Para su protección, el 12 de marzo de 1970 fue firmado el decreto de declaración de la ya catedral de La Merced como Monumento Histórico Artístico.

El templo original renacentista construido

en el siglo XVII por las sucesivas reformas fue convirtiéndose en iglesia de planta de salón de corte basilical de tres naves separadas por arcos de medio punto y crucero central. De su decoración destaca el Cristo de Jerusalén y la talla de la Virgen de la Cinta, patrona de la ciudad. Su vinculación a la Casa de los Guzmán queda patente en el panteón familiar de los condes de Niebla (título dependiente del ducado de Medina Sidonia), que alberga la iglesia.

La nave central predomina sobre las laterales y está cubierta por bóveda de

cañón dividida en cinco tramos. Los arcos formeros divisorios son de medio punto, y sobre ellos se eleva una tribuna corrida con balcones de reja de forja. En la entrada destaca el arco vaído que soporta el coro alto como prolongación de las tribunas laterales. La tribuna en desuso ya en época de su construcción pudo ser debida a la

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reforma mercedaria medieval del edificio. La iglesia se sostiene mediante pilares, de los que destaca los cuatro de sección cruciforme que soportan la cúpula del crucero, con pilastras adosadas rematadas en capiteles corintios. Adosado al segundo pilar, está el púlpito, pieza del barroco purista, realizado alrededor de 1624, con decoración pictórica de comienzos del siglo XIX y relieves con los símbolos de la Orden de la Merced.

Las naves laterales, divididas cuatro tramos y con retablos laterales de

inspiración barroca, se cubren con bóvedas de arista. El fondo de las naves se decora con capilla en la nave derecha por la que se accede al campanario y la izquierda en antesacristía, por la que se comunicaba con el convento anexo. Sendas naves tienen tres altares en forma de retablos. A la derecha, cercano al altar mayor, un primer retablo de madera dorada y policromada del siglo XVIII con hornacina central, el retablo a la Virgen de la Cinta, atribuida a Juan Martínez Montañés y a Baltasar Quintero, y al fondo otro retablo de madera dorada y policromada con lienzo de San Lorenzo pintado por Herrera el Viejo, y decoración del siglo XIX. A la izquierda otro retablo de madera tallada, dorada y policromada decorado con rocallas decorado con lienzo del arcángel Rafael en su parte superior, en el centro de la nave otro retablo con un relieve de San Ramón Nonato, santo mercedario, con decoración del siglo XVIII y al fondo otro de similares características, esta vez del siglo XIX.

El crucero se cubre con una amplia cúpula hemisférica sobre pechinas, que

están decoradas con tondos pintados. La cúpula se cierra con tambor y linterna. En los laterales del crucero encontramos dos retablos barrocos, el situado en la nave del Evangelio o derecha se dedica a la Virgen de los Dolores, y en la nave de la Epístola o izquierda, el retablo del Sagrario, con talla de San José.

El presbiterio de la iglesia precisaba de una reforma para su nueva función

catedralicia, colocando en él el coro para canónigos que se extiende desde el altar mayor hasta el crucero. Existe una capilla contigua con templete ejecutado en madera dorada, con decoración de rocallas del siglo XVIII. Tras el altar mayor encontramos el camarín dedicado a la Virgen de la Cinta, que llega al templo desde el Santuario de la Cinta en su festividad cada 8 de septiembre.

La portada es de estilo barroco. Construida en ladrillo revocado, está

organizada en tres cuerpos individualizados por cornisas. El inferior en que se enmarca el portón de entrada de medio punto, sirve como zócalo. La parte central está concebida a modo de gran retablo con hornacinas, que fueron enriquecidas en 1978 con las esculturas, en barro cocido, de la Virgen de la Merced, San Leandro, San Walabonso, Santa María y el Beato Vicente de San José, obras de Antonio León Ortega.

Los laterales se decoran con pilastras que enmarcan el conjunto estilizando su

estética. Una balaustrada sobre la cornisa divisoria corona el tramo central. La parte superior rematada con espadañas para las campañas sobresale del edificio. Otras iglesias de la provincia de Huelva basaron su diseño en la fachada de La Merced. El estilo de iglesias como La Merced sirvió para configurar en Latinoamérica el barroco colonial. Contiguo al templo se encuentra el antiguo convento de La Merced, hoy sede de la Universidad de Huelva, totalmente remodelado a lo largo del siglo XX.

Por F.L.P.

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Domingo Martínez de Irala. Explorador y

conquistador español, nacido en Vergara (Guipúzcoa), en 1509 y muerto en Asunción (capital de Paraguay), en 1557, víctima de unas repentinas calenturas. Ejerció el cargo de gobernador del Río de La Plata. Está considerado como una de las personalidades más notables de los primeros conquistadores españoles de América y el padre fundador del actual Paraguay. Gracias a su tesón y esfuerzo, fue capaz de abrirse paso y superar a otros caudillos conquistadores más poderosos y mejor preparados que él.

Miembro de una familia acomodada, en 1534 se trasladó a América junto con el adelantado Pedro de Mendoza en su expedición al Río de la Plata, en 1536, y participó en la primera fundación de la ciudad de Buenos Aires. Su figura comenzó a despuntar ese mismo año tras ser nombrado capitán de una de las tres naves que partieron, el 14 de octubre, de Buena Esperanza para remontar el río Paraná, al mando de Juan de Ayolas, cuya misión era descubrir la Sierra de La Plata. La expedición remontó el curso entero del Paraná hasta el lugar en el que Ayolas decidió fundar la ciudad de La Candelaria, el 2 de febrero de 1537, cuyo gobierno encomendó a Irala mientras que la expedición prosiguió el camino hacia el oeste, y se adentró en El Chaco en busca de los fabulosos tesoros que, según todas las noticias, encontrarían en aquellos parajes. A pesar de las órdenes recibidas por Ayolas de permanecer en La Candelaria a la espera del regreso de esta expedición, Irala no pudo resistir tanta pasividad y llevó a cabo una serie de pequeñas incursiones por el río hasta que, en febrero de 1538, al mando de 33 hombres, se dirigió a Asunción, ciudad recién fundada por Juan Salazar.

Cuando Ayolas, cargado de riquezas y de noticias, regresó a La Candelaria se encontró sin el apoyo esperado de Irala. Toda la expedición de Ayolas fue exterminada por los indios payaguaes. Irala se defendió de las acusaciones de traición vertidas por Ruíz Galán, por lo que adujo la necesidad de abandonar La Candelaria ante la falta de víveres. Pero, lo cierto es que, una vez que llegó a Asunción, el veedor real Alonso de Cabrera, en 1539, legalizó la sucesión que en su día realizara el propio Ayolas en la persona de Irala, cuyo trágico destino aún no se conocía, al que convirtió en gobernador transitorio del Río de La Plata. En su nuevo cargo, Irala emprendió una expedición de castigo contra los indios agaces, al mismo tiempo que Gonzalo de Mendoza hacía lo propio contra los indios carios. A finales de 1539, Irala dio comienzo a una expedición cuyo objetivo principal era recabar información sobre el paradero de Ayolas, para lo cual se internó por El Chaco.

Cuando por fin tuvieron noticias del triste final de Ayolas y sus hombres, Irala decidió abandonar Buenos Aires y concentrar a todos sus hombres leales en Asunción, zona mucho más fértil y apropiada para desarrollar una ciudad de nuevo cuño como era ésta. Además, en este lugar Irala encontró la colaboración de los indígenas y el lugar indicado para ejercer sin ninguna clase de trabas su autoridad. Tras una serie de ataques sin cuartel a los indígenas más díscolos, Irala pacificó toda

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la región y la sometió a un rígido gobierno en base a una política colonizadora. Irala mandó a todos los colonos de Buenos Aires abandonar la ciudad y trasladarse a Asunción, no sin cierta oposición por parte de éstos.

En 1542, la Corona española nombró nuevo gobernador del Río de La Plata en la persona de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, famoso ya por entonces merced a sus aventuras y expediciones corridas por buena parte de los actuales Estados Unidos de América. El nombramiento de Vaca disgustó sobremanera a Irala por cuanto que barría de un plumazo la enorme autoridad que venía ejerciendo en toda la región y porque retrasaba la expedición al Perú que Irala llevaba preparando desde hacía bastante tiempo. Cabeza de Vaca nombró a Irala maestre de campo, cargo que para nada aplacó las ansias de poder de éste ni mucho menos su rencor hacia el que, según él, le había robado un cargo que le pertenecía por derecho. Irala y un puñado de sus hombres más fieles tramaron una conspiración para desacreditar a Cabeza de Vaca en la Corte española. Para tal fin, mandaron a unos frailes al Brasil para que, desde allí, embarcaran rumbo a España y así dar noticias de las supuestas arbitrariedades y del mal gobierno de Cabeza de Vaca. Pero, los conjurados fueron descubiertos a tiempo. Todos los implicados fueron condenados a la máxima pena, excepto Irala, el más culpable de todos, al que Cabeza de Vaca perdonó por necesitar sus servicios en una empresa de conquista que el gobernado tenía en mente: explorar todo el río Paraguay hasta la frontera con el Perú, en busca de unas tierras donde se suponía que había ingentes cantidades de oro y plata, auténtica obsesión de todos los conquistadores.

En septiembre del 1543, Irala partió de Puerto de los Reyes, ciudad que antes había fundado él mismo, rumbo al Perú. En la expedición, que alcanzó las cincuenta leguas rio arriba, Irala venció a los indios guaicurnes que encontró en su camino. Pero, secundado por el contador real Felipe de Cáceres, Irala determinó desprenderse de las normas y objetivos diseñados por Cabeza de Vaca y llevar a cabo la expedición según sus propios dictados, sin nadie que frenase su crueldad para con los nativos ni las costumbres licenciosas y brutales de sus hombres, a los que prácticamente permitió que cometiese cuanto abusos les apetecieran. En marzo de 1544, Irala fue obligado a regresar a Asunción por el presidente de la Audiencia del Perú, Pedro de La Gasca, que había decretado el derecho exclusivo de la exploración y conquista de esas tierras a los españoles dependientes de Lima. Una vez de regreso a Asunción, Irala aprovechó la oportunidad y su posición en la ciudad para promover, el 25 de abril, el "motín de los comuneros". Cabeza de Vaca fue procesado y enviado a España bajo la custodia directa del veedor Cabrera, en marzo de 1545, al que de inmediato se le sumó Juan de Salazar, acusado éste de intentar proclamarse gobernador en virtud de una supuesta designación secreta de Cabeza de Vaca.

A partir de ese momento, la autoridad de Irala sobre la zona sería omnímoda e indiscutible, tras lo cual se proclamó teniente de gobernador. Junto con Nufrio de Chaves, Juan Gabriel de Lezcano, Felipe de Cáceres y Francisco de Mendoza, sus cuatro colaboradores más fieles, Irala se dedicó a gobernar despóticamente toda la región. Irala cometió abuso tras abuso y tropelías con los indígenas, a los que prácticamente redujo a la condición de esclavos. En 1547, Irala prosiguió en su empeño de llegar a la fabulosa Sierra de La Plata, lugar, por otra parte, que sólo era producto de la imaginación de los conquistadores, alimentada por las propias ansias de riquezas de los conquistadores y por las leyendas que iban pasando de boca en boca.

La expedición partió del puerto de San Fernando en dirección al interior de El

Chaco, donde se aplicó una marcha forzada y se abrió paso a sangre y fuego contra

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los indios mayas. Cuando por fin se dieron cuenta de que habían llegado sin darse cuenta al Perú, la expedición regresó a Asunción desencantada, en un trayecto de vuelta todavía mucho más brutal y salvaje que la ida. Irala fue depuesto del mando por los que anteriormente le habían apoyado; en su puesto nombró a Gonzalo de Mendoza.

Una vez en Asunción, la suerte se volvió a aliar

con Irala. Los partidarios de Cabeza de Vaca destituyeron a Francisco Mendoza, que había sido puesto al mando transitorio de la ciudad mientras que durase la expedición, y le decapitaron poniendo en su puesto a un enemigo acérrimo de Irala, Diego de Abreu. Ante el cariz que había tomado la situación en Asunción, Irala fue repuesto en el mando por sus antiguos partidarios y logró expulsar, por dos veces de la ciudad, a Diego de Abreu, que acabó refugiándose en la selva. Después de una serie de intentos por atraérselo a su causa, Irala mandó a Felipe de Cáceres en su búsqueda hasta que lo encontró y lo ejecutó allí mismo, en 1553.

De nuevo en el poder y sin enemigos aparentes a la vista, Irala se dedicó a desarrollar con entera libertad y tranquilidad su política conquistadora, mucho más pausada y suavizada que la anterior. Irala llevó a cabo

fundaciones de nuevos poblamientos y labores de infraestructura necesarias en la región. Por fin, ante la falta de candidatos capaces de hacerse cargo del gobierno de la región, la Corona dio por buena la autoridad de Irala y ratificó, el 4 de noviembre de 1552, su nombramiento como gobernador. En ese mismo acto se nombró como primer obispo efectivo del Paraguay a fray Pedro Fernández de la Torre, al mismo tiempo que el emperador Carlos V prohibía taxativamente a Irala la práctica de nuevas conquistas o expediciones militares.

Dueño y señor de todo el Paraguay, Irala hizo caso omiso de las advertencias reales y encabezó, a comienzos de 1553, una nueva expedición con destino a su gran obsesión: conseguir todo el oro posible. Para ello se dirigió hacia el norte, en dirección de la también mítica tierra de El Dorado, por lo que fracasó de nuevo en el empeño. Para que la noticie no fuera conocida en la Corte, mandó cerrar prácticamente los accesos naturales a la región, de tal modo que no dejó salir a nadie del país sin su consentimiento. También llevó a cabo un nuevo repartimiento de indios que no gustó a nadie, ya que el número de indígenas era exiguo en comparación con los comendadores españoles. En una interpretación muy sui generis de la orden para no seguir avanzando más, Irala interpretó que ésta no iba en contra del acto de poblar o repoblar ciudades, por lo que, en una nueva muestra de osadía, fundó un gran número de ciudades en Xarages, al norte de El Chaco, y en la región de Guairá, al este, donde ya había fundado, en 1554, la ciudad de Ontiveros.

Domingo Martínez de Irala murió en 1556, en Asunción, víctima de unas fiebres repentinas cuando apenas había iniciado un programa colonizador consistente en fundar ciudades nuevas a las que iba repoblando con elementos españoles y mestizos, fruto de las continuas mezclas sexuales que eran permitidas y fomentadas por el propio Irala entre los colonizadores y los indígenas.

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Recaredo I (568 – Toledo, 21 de diciembre del año 601) fue rey de los visigodos desde el 586 hasta el 601, cuando murió en Toledo.

Hijo y sucesor de Leovigildo, combatió a los francos, a los bizantinos (aún presentes en el litoral andaluz) y a los vascones, y hubo de sofocar varias revueltas de los nobles visigodos.

El hecho más destacado de su reinado se produjo en 589, cuando convocó el III Concilio de Toledo en el que, junto con varios nobles y dignatarios eclesiásticos, abjuró del arrianismo y se convirtió al catolicismo, con lo que llevó a cabo la unificación religiosa entre visigodos e hispanorromanos, a la que aspiró su padre de forma inversa y quien, al parecer y paradójicamente, le aconsejó esta vía.

Hermano de Hermenegildo, fue asociado al trono por su padre, lo que levantó las protestas de los nobles

visigodos, que vieron en esta acción el intento de institucionalizar el hereditarismo en la monarquía visigoda, caracterizada precisamente por ser electiva.

En 584, en su deseo de emparentar y alcanzar una alianza con los francos, envió embajadores para desposar con Rigunthe, hija de Chilperico I, rey demuestra, y Fredegunda. Una vez acordado el matrimonio, Rigunthe fue enviada junto con una espléndida dote, en agosto de 584, al Reino visigodo de Hispania para casarse con Recaredo. Tras un viaje muy azaroso, con multitud de robos que la dejaron sin nada, llegó a Toulouse, donde le llegó la noticia del asesinato de su padre Chilperico, con lo que su matrimonio con el rey visigodo ya no tenía sentido para ser una alianza entre reinos. Poco tiempo más tarde, manteniendo el mismo deseo de emparentar con los francos, Recaredo envió una nueva delegación de embajadores para desposar a Clodosinda, hija de Sigeberto I, rey de Austrasia, y Brunegilda, pero por razones que se desconocen las negociaciones fracasaron.

Cuando su padre Leovigildo murió, Recaredo se encontraba en Septimania. Seguramente permaneció allí, pues proseguía la guerra contra Gontrán I de Borgoña, pese a la derrota de éste el año anterior. Carcasona fue atacada de nuevo por Desiderio, noble neustrio que ostentaba el cargo de dux de Aquitania, si bien fue rechazado.

Recaredo, aconsejado por su madrastra Gosuinda, envió mensajeros a Childeberto II de Austrasia pidiendo la paz. Había ya pasado mucho tiempo desde que Gosuinda maltratara a Ingundis y el tratado pudo concertarse con cierta facilidad. Como no existía ningún conflicto pendiente con Neustria, sólo uno de los tres reyes merovingios, Gontrán I de Borgoña, permanecía hostil a los visigodos.

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Recaredo envió también mensajeros a Gontrán, pero éste se negó a recibirlos y cerró la frontera con Septimania. Los visigodos realizaron diversos ataques en la región de la desembocadura del Ródano.

No mucho después de su acceso al trono, el nuevo rey hizo ejecutar al godo Sisberto, responsable de la muerte de su hermano Hermenegildo, aunque probablemente por orden de Leovigildo, pues de no haber tenido la autorización del rey, no hubiera

podido desobedecerle tan gravemente y seguir viviendo.

A principios del año 587 Recaredo, que ya debía de tener simpatías católicas, se hizo bautizar en secreto. Desde entonces intentó convencer a los obispos arrianos para que aceptaran la doctrina trinitaria, celebrando tres reuniones: una con los obispos arrianos, a los que animó a reunirse con obispos católicos para discutir los problemas teológicos y determinar cuál era la verdadera fe; una reunión conjunta de obispos católicos y arrianos, con fuertes polémicas entre ambos bandos, y con un Recaredo presionando a favor de los católicos; y finalmente, no habiendo logrado convencer a los arrianos, una reunión con los obispos católicos a los que comunicó que ya había realizado su opción por el catolicismo. Al comunicarle a los obispos católicos su fe estaban presentes muchos nobles visigodos, y al parecer lo siguieron, y hacia la primavera y el verano del 587 las iglesias arrianas fueron expropiadas y entregadas a los católicos.

Tras su conversión, Recaredo envió nuevas embajadas a Childeberto de Austrasia y Gontrán de Borgoña. Ofreció a Childeberto una fuerte suma (diez mil sueldos) y el rey austrasiano (aconsejado por su madre Brunegilda) reconoció que Recaredo no era culpable en absoluto de la muerte de Ingundis, concertándose un tratado de alianza. Incluso Recaredo negoció su enlace con Clodosinda, hermana de Childeberto, pero para concederla Brunegilda pidió el asentimiento de Gontrán. La embajada enviada a Borgoña solicitó este consentimiento pero Gontrán se negó a darlo. Unos meses después, Childeberto manifestó su aprobación del enlace, alegando que le constaba que los visigodos ya eran católicos, pero al parecer no llegó a celebrarse, pues en el 589 el rey ya estaba casado con Baddo o Bado o Bada, una ilustre dama goda.

La reacción arriana no se hizo esperar. El obispo arriano de Mérida, Sunna, y los nobles godos Segga y Vagrila (probablemente condes) proyectaron asesinar al obispo local católico, Masona, y al dux de Lusitania, Claudio, y alzar a toda la provincia, seguramente proclamando rey a Segga. No sabemos el desarrollo de la conspiración, pero parece ser que algunos nobles godos —que habían accedido a volver al arrianismo— recuperaron su antigua fe y que muchos ciudadanos romanos (supuestamente católicos) se les unieron. Al fracasar el intento de asesinato de Masona, uno de los conjurados, el futuro rey Witerico, seguramente conde, reveló los detalles de la conjura. Claudio sofocó fácilmente el intento. A Segga se le cortaron las manos (castigo que parece haber estado reservado a los usurpadores), se confiscaron sus propiedades y fue desterrado a Galicia. Vagrila se refugió en la hoy Basílica de Santa Eulalia (Mérida), y el rey ordenó confiscar sus propiedades y entregarlas a dicha Iglesia, pero el obispo Masona le perdonó y se las devolvió. Sunna recibió la oferta de recibir otro obispado si se convertía al catolicismo (el obispado arriano de Mérida debió quedar suprimido y el católico ya estaba cubierto, en todo caso el obispado

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ofrecido no sería metropolitano). Sunna se negó y fue desterrado, marchando a Mauritania, donde propagó el arrianismo hasta su muerte violenta, cuya fecha se desconoce (se supone que alrededor del 600).

Recaredo ordenó la quema de todos los libros y textos arrianos, excluyó a los arrianos de cualquier cargo público y suprimió la organización de la Iglesia arriana, que desapareció en pocos años. Algunos godos fueron obligados a convertirse al catolicismo.

Un segundo intento arriano tuvo como protagonistas al obispo Uldila, cuya sede se desconoce, suponiéndose que pudiera ser el obispo de Toledo, que aunque nominalmente había abjurado, conservaba sus creencias arrianas y a la reina Gosuinda, viuda de Atanagildo y de Leovigildo. La conspiración fue abortada y Uldila enviado al exilio. Gosuinda murió poco después.

Una tercera conspiración se planeaba desde hacía unos meses: algunos nobles de Septimania preparaban una conjura para derrocar al rey. La encabezaban los condes Granista y Wildigerno y el obispo arriano de Narbona, Athaloc. Los conspiradores pidieron ayuda al rey de Borgoña Gontrán (que era católico).

Las hostilidades con Borgoña, suspendidas desde el 586, se reanudaron súbitamente en el 589. Las fuerzas borgoñonas al mando de Boso, que habían sido llamadas por los conspiradores, se acercaron a Carcasona, que al parecer fue ocupada, pero fueron derrotadas por fuerzas visigodas al mando de Claudio, dux de la provincia lusitana (aparentemente hispanorromano, aunque pudo haber adoptado un nombre romano al convertirse al catolicismo), en las cercanías del río Aude. Los francos dejaron sobre el terreno cinco mil cadáveres y dos mil prisioneros. La derrota fue completa y la seguridad de Septimania quedó asegurada. Parece ser que Granista y Wildigerno murieron en la lucha y que Athaloc falleció poco después de muerte natural.

Poco antes de celebrarse el Concilio de Toledo, Recaredo comunicó que dejaba sin efecto la prohibición para la Iglesia de celebrar sínodos provinciales de obispos. El 8 de mayo del 589 se inició el III Concilio de Toledo. Recaredo hizo profesión de fe católica y anatematizó a Arrio y sus doctrinas, se atribuyó la conversión del pueblo godo y suevo al catolicismo. Varios obispos arrianos abjuraron públicamente de sus creencias, entre ellos cuatro probablemente suevos: Beccila de Lucus (Lugo), Gardingus de Tute (Tuy), Argiovittus de Portus Cale (Oporto) y Sunnila de Vaceum (Viseo, seguramente de la provincia Lusitana); y otros cuatro godos: Ugnus de Barcino (Barcelona), Fruisclus de Dertosa (Tortosa), Maurila de Palentia (Palencia) y Ubiligisclus de Valentia (Valencia). Sabemos que a la reunión asistió un obispo de Pamplona llamado Loliolo (de nombre godo), pero posteriormente la sede dejó de estar representada hasta el año 684. Las resoluciones del Sínodo arriano de Toledo del 580 fueron condenadas. Asistieron al Concilio setenta y dos obispos, personalmente o mediante delegados (además de los cinco metropolitanos), siendo las figuras principales Leandro de Sevilla (instigador de la conversión de Hermenegildo) y el abad de Servitanum, Eutropio. Las decisiones del Concilio adquirieron fuerza de ley al publicar el rey un Edicto de confirmación del Concilio. La desobediencia era castigada con graves penas (la confiscación de la mitad de los bienes para los honestiores y el destierro y la pérdida de sus propiedades para los inferiores).

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Después del concilio, en el año 590 se organizó una nueva conspiración encabezada por Argimundo, cubiculario del rey y dux de una provincia, y por personas influyentes del palacio. Aunque los conjurados pretendían asesinar al rey y proclamar en su lugar a Argimundo, se ignora si intentaban restablecer el arrianismo o actuaban movidos por la ambición de poder. Descubierta la conjura, Argimundo sufrió flagelación, decalvación, amputación de la mano derecha y escarnio público. Sabemos que, coincidiendo con la conversión al catolicismo, se produjeron algunos cambios sociales entre los godos: su forma de vestir se adaptó a la de los romanos, desapareciendo los tradicionales broches y hebillas, y las propiedades de los difuntos ya no se enterraron con éstos. Hubo negociaciones para casar a Recaredo con las princesas francas Rigunthis y Clodosinda, pero no consta que dichos enlaces llegaran a celebrarse. Poco antes del III Concilio de Toledo (589), Recaredo casó con la plebeya Baddo, Bado o Bada, con quien desde hacía ya algunos años estaba relacionado y tenido a su hijo Liuva. Su matrimonio fue realizado para complacer a la Iglesia, cuando ya estaba previsto que en dicho Concilio el rey haría profesión pública y solemne de abrazar la fe católica y por consiguiente también por parte del reino. De la importancia del acto es prueba el hecho de que Baddo, su esposa, fuese la única reina visigoda que firmó las actas de un Concilio.

Aunque se ignora la fecha de nacimiento del rey, sí se sabe que Hermenegildo, su hermano mayor, había nacido hacia el 564, por lo que él mismo hubo de nacer el 565 o después de esta fecha. Por tanto, en 589 contaba como máximo 24 años de edad. Su hermano Hermenegildo se casó el 579, contando, pues, 15 años de edad (la princesa Ingundis tendría unos 13 ó 14 años). Las negociaciones para casarlo con Rigunthis se realizaron hacia el 582 ó 583 cuando contaría poco más de 15 años, y las nuevas negociaciones de las que tenemos noticias son del 587, cuando contaba con poco más de 20 años. El enlace ya debía tener cierta urgencia, no por el hecho de que ya era rey (pues la monarquía no era hereditaria), sino por la edad de Recaredo, que inmediatamente casó con Badoo, su antigua concubina. Su hijo, Liuva, nació hacia el 581 ó 582 (en todo caso antes del 584) era producto de su relación con Baddo antes del matrimonio canónico, extremo apoyado por el texto de la Crónica de San Isidoro, que dice: «Ignobile quidem matre progenitus, sed virtutum indole in signitus» (que podría traducirse por «Fue creado por una madre sin duda oscura, pero destacó su carácter virtuoso»).

Hacia el 599 hubo una guerra contra los bizantinos, sin que sepamos las causas ni la evolución, aunque parece que la lucha fue favorable a Bizancio, que ocupó diversos territorios (no muy extensos en todo caso). Debió ser tras ello cuando Recaredo solicitó por mediación del Papa una copia del tratado concertado con los bizantinos, que fijaba los límites de la provincia de Spania (se supone que el ejemplar de los visigodos se habría perdido y el ejemplar imperial se supone destruido en un incendio seguramente en el 564 ó 565). El Papa le respondió que desistiera de ello pues, caso de aparecer el tratado, aun con las presuntas conquistas bizantinas, el reino visigodo resultaría perjudicado, ya que la extensión de la provincia debía ser menor que en el momento del tratado (¿551?, ¿564?). Como sabemos que Leovigildo había recobrado toda o parte de la región del Estrecho (con Asidona), las regiones cercanas a Málaga y Baza (y tal vez la misma Baza) y probablemente el territorio entre Baza y Málaga, las regiones ocupadas por los bizantinos se situarían bien en la zona costera entre Málaga y Cartagena o bien en la zona del Estrecho.

Recaredo murió en Toledo el 21 de diciembre del año 601, y le sucedió su, aún muy joven, hijo Liuva II, del cual distintos autores discrepan sobre su legitimidad. Por AML

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Antes de nada, manifestar a nuestros lectores que los pasados días 24 y 25 de

octubre, como ya sabrán muchos, se representaron la culminación de numerosas gestiones y comunicaciones con numerosas personas, asociaciones e instituciones, especialmente iniciadas por parte del maestre Federico Leiva y por el que suscribe. Cada uno en una dirección, y ambos de común acuerdo con la meta puesta en el encuentro de Fraga.

DOS EVENTOS FUSIONADOS

La llegada a Fraga de tan nutrida representación internacional de Templarios que fueron confirmando su presencia en Fraga, a lo largo de los meses de julio y septiembre, aceleraron las gestiones para que una joven Asociación local, “La Magia Cultural del Bajo/Baix Cinca” fuera madurando lo que se dio por llamar “I Conmemoración de la Conquista de Fraga”, coincidiendo con el hecho histórico ocurrido el 24 de octubre de 1149. Las Órdenes que decidieron participar de estas jornadas para finalizar con el Pacto de Fraga fueron:

Orden Soberana y Militar del Templo de Jerusalen (OSMTH-TJ).

Orden Templaria Humanitaria del Reino de España. (OTH).

Orden Católica del Templo. (OCT).

Orden de Cabaleros Templarios de Ntra. Sra. de Sión. (OCTNSS).

Hermandad Soberana de Damas y Caballeros del Temple (HSDCT-OSMTJ).

Militia Templi Arcángel San Uriel. (MTASU).

Orden de Caballeros de la Asamblea Internacional Templaria. (OCAIT).

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Sovrano Ordine Monástico Militar dei Cavalieri Templari Federiciani (SOMMCTF)

Magnus Prioratus Chilenum Templi. (MPCHT).

Ambos eventos acabaron fundiéndose en unas jornadas que, tanto las Órdenes

Templarias que concurrirían a la capital del Bajo Cinca, como los propios fragatinos y ribereños no olvidarán por mucho tiempo. ACTOS LÚDICOS, CULTURALES EN LA JORNADA DEL VIERNES 24

Se desarrollaron, según lo previsto. Tras la película infantil “El tesoro de los Caballeros Templarios”, en el salón del Hogar de Jubilados, se repartieron a niños y madres unas cocas Templarias, elaboradas por una reconocida pastelería de Fraga, con un sabor específico para esas jornadas. Sobre todo las cocas resultaron un éxito en todos los que la degustaron.

Los actos continuaron en el Salón de Actos de la Sede de la Comarca del Bajo/Baix Cinca. El presidente de dicha institución, D. Francisco García, presentaba a los conferenciantes señores Antoine Nolla i Alberola (Prior de los Templarios Federiciani en España), Ricardo Vento i Belda, (Senescal de la Orden Católica del Templo) y Carles Aparicio Schwab, (Comendador OSMTJ de Barcelona, quienes ofrecieron diversas interpretaciones de lo que representa la presencia de los Templarios en el siglo XXI. Tema que despertó gran interés y permitió llenar la sala. Las exposiciones hechas por los tres conferenciantes sin duda llevaron a la reflexión a muchos de los presentes al acto.

Una vez finalizada la conferencia y de inmediato fue presentado oficialmente el libro “La huella del Temple en la Bajo Cinca”, primera entrega a los ribereños del Bajo Cinca referente a la llegada y presencia de la Orden del Temple a las localidades y términos de Ontiñena, Ballobar, Chalamera, Villella, Torrent, Mequinensa, Saidí, Osso, Belver, y, naturalmente en Fraga, durante los siglos XII al XIV. Un libro que libera a la ribera del Bajo Cinca de la oscuridad histórica en la que se hallaba sobre dicha presencia. Un trabajo completísimo realizado por Federico Leiva i Paredes (Maestre OCT) y Joaquín Salleras Clarió (Historiador de Fraga)

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CENA DE GALA Y DIPLOMAS DE RECUERDO

A las 22.00 h de la noche, y preparado por los restauradores de Fraga, bajo la dirección del don Gregorio Abadía Perisé, prepararon en un ambiente inmejorable la Cena de Gala.

Las paredes de la antigua iglesia de San

Miguel, convertida en fortificación durante las guerras carlistas, y actualmente centro social y cultural multiusos, ofrecieron una acogida a los Templarios, a las autoridades que pudieron estar presentes, como los señores Joan Castañ por el Ayuntamiento de Fraga, doña Belén Ibarz por el Ayuntamiento de Velilla y como representante de la Comarca, doña Reyes Pascual alcaldesa de Ballobar, don Miguel Ángel Tena capitán de la comandancia de la Guardia Civil del puesto

de Fraga. Allí estuvieron presentes presidentes y representantes de Asociaciones que en

mayor o menor medida apostaron por ayudar en los actos del día siguiente, como Casco Histórico de Fraga, Peña Fragatina, Amas de casa, fotógrafos, Intersectorial de comerciantes y empresarios, Juniors de Fraga, la presidente de la Asociación organizadora Doña Dolores Casanova de Dios, Centro de Discapacitados, Hípica, Modistas… El ambiente medieval vivido en el popular “castillo” estuvo más cerca del siglo XIII que del siglo actual. Cosas de la “magia” histórica revivida durante una horas en buena armonía. Meseros y meseras ataviados al más puro estilo de la época, nos ofrecieron un menú medieval recreado para la ocasión, que consistía en bolas de melón y uvas acompañadas por varios panes de la zona aderezados con aceite puro del Bajo Cinca, de segundo otro plato medieval; garbanzos con bacalao y para cerrar el menú picantón al espetón, sin más cubiertos que la cuchara para los garbanzos y el espetón para la carne.

Los diplomas a las órdenes, autoridades y asociaciones dieron el toque de

agradecimiento a su presencia y colaboración. Yo mismo fue agraciado con algunas “sorpresas” que despertaron emociones de gratitud para con el maestre y los demás hermanos. La cruz Templaria que me impusieron era un precioso símbolo para llevarlo más cerca del corazón que sobre el pecho. ENCUENTRO CON CELEBRACIÓN RELIGIOSA

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Al día siguiente, sábado, celebración de una misa normal, en la iglesia de San Salvador de Fraga, si bien los asistentes y el recuerdo histórico que se celebraba hubiera sido lugar más adecuado en la iglesia parroquial de San Pedro, construcción iniciada en el siglo XII sobre una mezquita. DESFILE TEMPLARIO Y CONMEMORACIÓN DE LA CONQUISTA DE FRAGA

El desfile fue tomando forma a partir de las 11.00 horas, a lo largo de los Jardines “Al cabó” rebautizados como jardines de Juan Carlos I. Abrieron el largo y precioso paso los bausanes templarios. Le seguían en dos filas de riguroso protocolo en el vestuario la OSMTH-TJ, la MTASU, La, la OTH del Reino de España, la SOMMCTF, la MPCHT, la OCTNSS, la HSDCT, la OCAIT y, naturalmente, la OCT con sede en Valencia. Los diversos grupos de Fraga, ataviados con la cruz Templaria, vinieron en segundo lugar, para seguirle el grupo de personas que optaron por presentarse con

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vestidos medievales diversos. Entre ellos estaba el grupo zaragozano de Almogávares; seguido de Medievalia, y los tambores de Monzón. Magnífica actuación de Héroes Legendarios. Cerraba la extensa procesión de más de 150 personas una engalanaba agrupación de recreacionistas –expertos en vestuario medieval- seguida de caballería, todos con sobrevestas Templarias. Los más de 20 caballos superaban con creces las primeras expectativas de organización.

FRAGA DA LA BIENVENIDA A LOS TEMPLARIOS La llegada al popular “Cegonyer” de Fraga sorprendió a todo el público que seguía el desfile. La elegancia, seriedad, respeto y aplausos del público fueron la tónica general. A la plataforma guarnecida de estandartes Templarios volvieron los actos culturales, recordando quienes fueron los condes de Urgell, conde de Pallars, y los señores de Montcada y de Montcada-Bearne. Gran expectación por la presencia de los personajes emblemáticos del desfile. Doña Petronila de Aragón y don Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, protagonistas de la conquista y capitulación de Fraga el 24 de octubre de 1149. Fueron leídas las capitulaciones firmadas por los moros de Fraga y doña Dolores Casanova de Dios agradeció la presencia de los Templarios llegados de Europa y diversas regiones españolas para la celebración del Capítulo General a celebrar aquella misma tarde.

ESPECTÁCULO MEDIEVAL Tras la comida de Hermandad en el Restaurante Km 6.5, con asistencia de más de 140 personas, estaba previsto un espectáculo medieval, con asistencia libre para el público en general. Tras los resultados del acontecimiento, se nos pidió que en otra ocasión pudiera desarrollarse dentro de la población de Fraga. Esperemos que así sea.

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PACTO DE FRAGA Y llegó el evento más esperado por las Órdenes: el Capítulo General y la firma del Pacto de Fraga. De nuevo el popular “castillo” acogía a todos hermanos y Órdenes llegadas para tal acto. Los maestres y priores presentaron sus comentarios preliminares. El objetivo era claro: la unión de Órdenes. Y, aunque en el fondo era pensamiento común, en la forma desistieron algunas Órdenes, que manifestaron su desacuerdo en la letra. Tras nuevos debates, fue firmado un pacto de mínimos, con el deseo de buscar la solución a dichas diferencias que serían tratadas para cerrar el “Pacto de Fraga” en la localidad de Peñíscola, quince días después. Era ánimo general el deseo de la unión, que a todas luces se logrará, siendo el encuentro de Fraga en inicio de una nueva época para el Temple. Por Joaquín Salleras Clarió

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Con motivo del Encuentro de Órdenes Templarias Hispano-Lusas, actos organizados por los hermanos de OCAIT y HSDCT los días 8 y 9 de noviembre en el Castillo de Peñíscola, y al cual acudimos como invitados todas las ramas que nos dimos cita anteriormente en la ciudad de Fraga, con el fin de formalizar la firma del acuerdo adquirido en dicha ciudad y llamado Pacto de Fraga en honor a la persona que desde fuera de cualquier Orden ha hecho muchísimo por el Temple, me refiero naturalmente al historiador y profesor fragatí, D. Joaquim Salleras Clarió.

Ben reunidos de nuevo y tras algunos actos protocolarios de la organización y un receso para comer, nuevamente nos volvimos a juntar todos en un bello acto y sin parangón, dentro de la Capilla Gótica del impresionante Castillo de Peñíscola las nueve Órdenes firmantes dimos el visto bueno y estampamos nuestras firmas en el papel. <<<Fr. Juan Antonio Cabezos (Prior HSDCT)

En esta fecha historica comienza una nueva andadura para el Temple en general, con esta firma se da un gran paso, algo que hace 700 años viene clamando unidad. Nuestra meta y finalidad, es la que un dia podamos caminar más unidos aún, con una sola voz y una sola bandera. No va a ser un camino fácil, nadie ha dicho que lo sea, pero no importa, somos Caballeros del Temple y un Templario nunca se rinde,

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tardemos lo que tardemos, más los que hemos firmado el Pacto de Fraga sabemos que los conseguiremos.

Nuevas Órdenes se unirán y el Temple seguirá

creciendo como el duro junco que crece junto al rio, el cual de dobla ante el severo azote del viento, pero que nunca se quiebra, siempre sigue en pie, resistiendo, así como nosotros también “RESISTIREMOS”.

En la imagen. Podemos ver al Maestre de Jerusalén y

Comisionado del Pacto de Fraga de la Militia Templi Arcángel San Uriel, Fr. Ferrán Garrido i Machado, leyendo unas palabras remitidas por el Senescal de la Orden Templaria Humanitaria del Reino de España, Fr. José Mª de Diego Lombardero, ya que por motivos de salud le fue imposible estar físicamente en el acto, aunque previamente ya había delegado y otorgados poderes para

que el Maestre de la OCT, Fr. Federico Leiva i Paredes lo hiciera en su nombre. Bellas y sentidas palabras las que nos transmitió el hermano Lombardero, que sin la menor duda posible, no había podido elegir mejor representante para su lectura, además de que sonaron como si el mismo redactor las leyese, el hermano Ferrán supo transmitirnos a todos el mensaje. Por los Templarios Federiciani acudió Sor Mercedes, que pensando que ella debía de estar se presentó sola y gracias a eso y una cosa llamada móvil la firma de los caballeros y damas comandados por Fr. Antoine Nolla i Alberola que por motivos laborales tampoco pudo acudir. La hermana Mercedes fue un puro ejemplo de coraje, admirable su fuerza para con la sola ayuda de su muleta subir y bajar varias veces desde la plaza de la iglesia al castillo. <<< Algunos de los asistentes.

Imágenes que marcan una época y que hablan por sí solas

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San Silvestre I

S. Silvestre I (314-335) Nació en Roma. Gobernó la Iglesia durante muchos años en el nuevo clima de libertad instaurado por Constantino. Silvestre recibió del emperador el palacio de Letrán para que fuera su sede. El palacio se llamó Patriarquio. No sólo se encargó de la construcción de iglesias (S. Juan, S. Pedro y S. Pablo) sino también de la defensa de la fe de los ataques de las numerosas doctrinas herejes que empezaban a pulular, favorecidas por la paz y por la libertad. La más difundida y también la más dañina fu la arriana, que en sustancia negaba la Trinidad.

Convocó entonces un concilio, el primero ecuménico, en Nicea, Asia Menor, en el que, ante la presencia de Constantino, se condenó la enseñanza arriana, se reafirmó la divinidad de Cristo y su consustancialidad con el Padre. Se compuso el Credo, que es el compendio de todas las verdades de la fe cristiana. Fue Silvestre quien impartió el bautizo a Constantino en Jerusalén, en ocasión de la consagración de la iglesia del Santo Sepulcro por voluntad de S. Elena en el Calvario. Instituyó el domingo como día del Señor y parece ser que fue el primero en llevar la tiara, de la que deriva también la mitra episcopal. Murió el 31 de diciembre y fue enterrado en Roma en la iglesia que lleva su nombre. Por Padre Jesús

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Era hijo y sucesor de Felipe II y de Ana de Austria (1549-1580). En 1598 contrajo matrimonio en Valencia con la archiduquesa Margarita de Austria-Estiria, hija del archiduque Carlos II de Estiria y de María Ana de Baviera, nieta del emperador Fernando I. Bajo su reinado España alcanzó su máxima expansión territorial.

Aficionado al teatro, a la pintura y, sobre todo, a

la caza, delegó los asuntos de gobierno en manos de su valido, el duque de Lerma, el cual, a su vez, delegó en su valido personal Rodrigo Calderón. Sin embargo, el Duque de Lerma fue en 1618 sustituido por el Duque de Uceda, al que limitó las funciones. Felipe III murió en Madrid, el 31 de marzo de 1621, a causa de fiebres y erisipela.

Se le considera el primero de los Austrias Menores, dada la "grandeza" de Felipe II y Carlos I, sin

embargo durante su reinado España incorporó algunos territorios en el Norte de África y en Italia y alcanzó niveles de esplendor cultural. La Pax Hispánica se debió a la enorme expansión del Imperio y a los años de paz que se dieron en Europa de

comienzos del siglo XVII, que permitieron que España ejerciera su hegemonía sin Don Phelippe, por la Gratia de Dios, Rey de Castilla, de Leon, de Aragon, de las dos Sicilias, de Hierusalem, de Portugal, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valentia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de

Gibraltar, de las Islas de Canaria, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra firme del Mar Océano,

Felipe III crea la figura del "valido", que era completamente nueva. Si bien el Rey conservaba su potestad de Monarca Absoluto, el valido podía ejercer el patronato sobre la Corte con el beneplácito del Rey y actuar en nombre del monarca. El primero de dichos validos fue el Duque de Lerma.

La política del duque de Lerma se dirigió a mantener la paz internacional a expulsar a los moriscos y a su deseo de enriquecimiento personal, tanto económico como político. Por influencia del duque, la corte española se trasladó temporalmente a Valladolid, ciudad próxima a su domicilio, en (1601), volviendo luego a Madrid (1606).

A lo largo del reinado se sucedieron las reformas institucionales para solucionar los problemas de corrupción e inoperancia que aquejaban a la

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administración de la Monarquía: aparte de los cambios introducidos en el tradicional sistema de Consejos, se extendió cada vez más el recurso a las Juntas, órganos destinados a mermar el poder de aquellos en favor de un gobierno más ágil y coherente, pero que no produjeron el resultado apetecido (Junta de Guerra de Indias, Junta de Desempeño, Junta de Hacienda de Portugal…). Los problemas financieros, que se arrastraban desde el reinado anterior, hicieron al rey dependiente de las Cortes, a las que hubo de reunir con más frecuencia que sus antecesores para que le otorgaran los recursos imprescindibles destinados a mantener la acción exterior de la Monarquía (servicios de millones).

Económicamente existieron varios problemas. La adopción de la moneda de vellón (una aleación de plata y cobre) a gran escala para las transacciones en el interior del país se enfrentó al problema de que desde 1599 se llevaron a cabo manipulaciones que consistían en quitar plata de la moneda de vellón, e incluso quitarle peso a la moneda, para especular luego con ese metal. La moneda de vellón no dejaría de devaluarse frente al real de plata. Este mal duraría hasta los años 80 del siglo XVII. De otro lado, la avalancha de metales preciosos venidos de América era tal, que se produjo una inflación que poco preocupaba a los españoles ricos, pero que en la primera mitad del siglo XVII llegaría al 107%. Por otra parte, Felipe III se había encontrado unas arcas casi vacías por el enorme costo de las guerras y porque la enorme cantidad de metales preciosos traídos a Sevilla había generado demanda de objetos de lujo que eran producidos fuera de la Península. Finalmente, los nobles tenían unos impuestos mucho más bajos que la burguesía, por lo que todos intentaban conseguir una hidalguía. Pese a que se sugirió que se prohibiese la venta de títulos nobiliarios, el Estado no lo hizo, ya que ingresaba dinero de la propia venta. Por esta y otras causas, en 1607 se produciría una suspensión de pagos por parte de la Hacienda Real al no ser capaz de hacer frente a la devolución de la deuda.

Otro problema económico fue la especulación inmobiliaria. El Duque de Lerma se dedicó a comprar un gran número de casas, palacios y solares en Valladolid a precios muy baratos. El traslado de la Corte a Valladolid trajo consigo el desplazamiento de un gran número de funcionarios, nobles, artistas y otras personas vinculadas a la Corte a esa ciudad, y en consecuencia un aumento de precios de los inmuebles a partir de 1601. Entonces el Duque vendió sus inmuebles obteniendo pingües beneficios. Tras esto los precios en Madrid fueron en caída y el Duque se dedicó a comprar casas en la Villa de Madrid para, cinco años después, trasladar la Corte de nuevo a Madrid y, una vez los precios al alza,

volver a obtener beneficios con la venta.

En 1609 se decretó la expulsión de los moriscos de España por los siguientes motivos:

La actitud de cristianos poco convencidos, en un Estado defensor del catolicismo.

Su posible alianza con los turcos y berberiscos que atacaban constantemente las costas de Levante.

Su impopularidad entre la población. La necesidad del Estado de controlar sus riquezas y valores.

Entre 1609 y 1610 salieron de la península. Para esta operación fueron movilizados. 30.000 soldados y la Armada fue la encargada de transportarlos hasta Túnez o Marruecos. Se expulsó a unos 300.000 moriscos aproximadamente.

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Esta medida afectó considerablemente al Reino de Valencia, a las vegas de Aragón y a las huertas de Murcia. Disminuyeron considerablemente la mano de obra y los propietarios que pagasen rentas en esas zonas. Los cultivos de azúcar y arroz tuvieron que ser sustituidos por la morera, la viña y el trigo.

La corrupción y el enriquecimiento del duque de Lerma, y sus adherentes como el conde de Lemos y el marqués de Siete Iglesias, llegó a ser escandalosa. Su último éxito diplomático fue obtener la paz de Italia con Saboya y Venecia en la paz de Pavía (1617).

En marzo de 1618 Lerma fue nombrado cardenal

de San Sixto, lo que le obligaba a renunciar a sus cargos de palacio. Aún retenía la ascendencia sobre el monarca, pero en la cuestión acerca de posición de la Monarquía ante la defenestración de Praga en mayo de 1618, se evidenció la vulnerabilidad del valido, imponiéndose la posición intervencionista de Baltasar de Zúñiga. Los intentos de Lerma de influir en el príncipe Felipe, fueron abortados por el bando de su hijo, el duque de Uceda y el confesor real, fray Luis de Aliaga, en un episodio conocido como la revolución de las llaves. Semanas después, el 4 de octubre de 1618, el rey comunicó al duque de Lerma el cese del favor real.

El duque de Uceda y fray Luis Aliaga, que obtuvo el cargo de Inquisidor general, llevaron conjuntamente el gobierno de la Monarquía, el duque de Uceda de la ascendencia sobre el Monarca y Aliaga sobre el

funcionamiento de los Consejos, sin embargo, su poder fue más reducido ya que el Rey dedicó más interés en los asuntos de Estado.

La gestión de Uceda y Aliaga se caracterizó por la incapacidad para el gobierno y falta de ascendencia sobre el monarca. Y cuando Felipe III falleció, su hijo el nuevo rey Felipe IV dispuso los ceses del duque de Uceda y del gran inquisidor Aliaga.

Si bien el reinado de Felipe III ha destacado por la "paz internacional", España tenía varios frentes abiertos: los turcos otomanos, la República de Venecia y el Ducado de Saboya. En Norteamérica, se profundizó en las conquistas españolas al Norte de Florida. En 1610 Muali Ech Cheich vende la ciudad de Larache a Felipe III como compensación por su ayuda en la guerra de sucesión al trono. España ocupará dicha ciudad de 1610 a 1689, con el objetivo de perseguir movimientos de corsarios y piratas en la zona. España también adquiriría La Mamora en 1614.

Cuando Felipe III llega al trono en 1599 continúa la guerra contra Inglaterra y se

enviará una flota de 50 barcos al mando de Martín Padilla para atacar a las costas de la Inglaterra protestante, dado el éxito de expediciones como la de Cornualles de 1595, sin embargo la flota fue destruida totalmente por una tempestad, antes de llegar a las islas Azores. Además, en 1601 parte una expedición militar para ayudar a los católicos de Irlanda a independizarse de Inglaterra, dando lugar la batalla de Kingsale.

Con la llegada al trono de Jacobo I de Inglaterra, en 1603, se convirtió en un

sólido aliado para España. En agosto de 1604 se firmó la Paz de Londres, mediante la cual las relaciones comerciales y diplomáticas entre ambos países mejorarían. Jacobo intentaría casar a su hijo Carlos con la infanta María Ana de España. Esta idea que

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tenía un fuerte apoyo dentro de Inglaterra de muchos ministros y diplomáticos, que pasaron a ser llamados "Partido Español". En 1621 a Felipe III le sucederá Felipe IV.

Carlos llegó a España en 1623 con el Duque de Buckingham en una expedición secreta para ganarse la mano de la princesa pero la misión fue un fracaso y además España exigió para el matrimonio la conversión de Carlos al catolicismo. A su regreso a Inglaterra Carlos y Buckinham pedirían a Jacobo que iniciara la guerra contra España, sin embargo no lo hizo. En 1625 Jacobo muere y es sucedido por Carlos, iniciándose una nueva guerra anglo-española, enmarcada dentro de la Guerra de los 30 Años.

Felipe II de España había legado estos territorios a su hija Isabel Clara Eugenia y a su marido, el archiduque Alberto, con la condición de que al morir sin herederos, éstos volverían a formar parte de la Corona española. La igualdad de fuerzas entre las provincias rebeldes del norte - protestantes luteranos- y los territorios meridionales - aliados de España-, el agotamiento tras la guerra y los buenos oficios de los nuevos gobernantes condujeron a la firma en 1609 de la "Tregua de los Doce Años" con las Provincias Unidas. Ésta supuso la independencia de facto para los holandeses y permitió el inicio de su expansión por las Indias Orientales y el Caribe. Tras los doce años, y en vista de la expansión holandesa y de la constante alianza de los holandeses con Inglaterra, España volverá a inmiscuirse duramente en combates en Países Bajos bajo el reinado de Felipe IV.

Aunque el reinado de Felipe III con respecto a Enrique IV de Francia se inicia con una paz firmada de antemano con España, a Enrique lo matan en 1610 cuando está preparando una campaña contra España en Italia. Se produjo una época de inestabilidad en el reino francés. El hijo de Enrique IV, Luis XIII, tenía sólo nueve años, por lo que el reino queda a cargo de su madre, María de Médici, como Regente. María de Médici pidió ayuda a España en la lucha contra los hugonotes y en 1614 se decreta la mayoría de edad Luis XIII.

Así, la paz con Francia que Felipe II de España había concertado en sus últimos momentos (Vervins, 1598) quedó consolidada en 1615 mediante sendos matrimonios del rey francés, con una infanta española, Ana de Austria, y del príncipe heredero de España, el futuro Felipe IV, con Isabel de Borbón.

El duque de Osuna, virrey de Nápoles, y el marqués de Villafranca, gobernador en Milán, dirigieron la política de la Monarquía hispánica en Italia, que encontró la resistencia del ducado de Saboya y la república de Venecia. Para asegurar la conexión entre el Milanesado y los Países Bajos se abrió una nueva ruta a través de la Valtelina, en Suiza y en 1618 se produjo la conjuración de Venecia, en la que las autoridades emprendieron una persecución contra agentes pro-españoles.

En el Norte de Italia, aumentó sus posesiones del Milanesado con la anexión de Finale y de la ciudad de Novara y, con una buena gestión política anuló los éxitos de Enrique IV sobre el Duque de Saboya en el Tratado de Lyon de 1601. Además, se construyó un prestigioso fuerte, el del Conde de Fuentes, que fue un continuador del Duque de Alba, a la entrada del Valle de Valtelina y se aseguró el paso de las tropas

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españolas por el Tirol al Imperio y a Flandes, con lo que prevenía el corte del tradicional camino entre Saboya y el Franco Condado.

En esta guerra España apoya al Emperador Fernando II de Austria en contra de Federico V, el cual tiene el apoyo de Francia e Inglaterra. Esto ocurría en medio del enfrentamiento entre católicos y protestantes en Bohemia y Alemania. Este conflicto sería de una gran intensidad. Algunos han bautizado este evento como la verdadera I Guerra Mundial, ocurrida en el siglo XX.

El emperador Fernando II de Habsburgo pidió ayuda a sus familiares españoles para hacer frente a la rebelión de los alemanes protestantes.

España, aliada de Austria y de Baviera (que encabezaba a los príncipes alemanes de la Liga Católica), se enfrentó a los protestantes bohemios apoyados por el Palatinado (que encabezaba a los príncipes alemanes de la Unión Protestante). Las tropas españolas mandadas por Ambrosio de Spínola en el Palatinado, y las de la Liga al mando del conde de Tilly - Johan Tzerelae - en Bohemia - vencieron en la batalla de la Montaña Blanca en 1620 contra los checos.

A finales del reinado de Felipe II y a comienzos del de Felipe III, nacen y se desarrollan las principales figuras literarias del Siglo de Oro español. Entre 1605 y 1615 Miguel de Cervantes publicó El Quijote. También Lope de Vega y Luis de Góngora comenzaron a escribir las que hoy se consideran obras maestras de la literatura universal.

Pese a que muchos historiadores han querido ver en la famosa Pax Hispánica un gesto de hastío por la guerra y dificultad para reorganizar ataques por parte de la Monarquía, también se podría opinar que ésta formaba parte de una gran estrategia que permitiría a España recuperar su fuerza militar y económica y apartar a sus adversarios de sus empresas militares.1 De hecho, tanto Felipe III como sus consejeros pretendían que la tregua durase sólo hasta que España pudiese reanudar sus luchas y derrotar así a sus enemigos.

Felipe III ha sido juzgado mucho más severamente de lo que lo han sido su

hijo, Felipe IV, y el valido de éste, Olivares, más favorablemente que Lerma, algo que resulta sorprendente si se comparan los resultados de sus respectivos gobiernos. Por tanto, cabe afirmar que bajo el reinado del tercer Felipe España alcanzó su verdadero cenit. España alcanzó, pues, su máxima expansión territorial, y jugó un papel crucial tanto en la paz como en los conflictos bélicos de gran envergadura que la sucedieron.

Por F.L.P.

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San Juan del Hospital – Valencia (2)

Continuación...

En uno de los muros laterales de la capilla podemos ver un óleo sobre lienzo representando a La Piedad. Óleo de Antonio de Bellis (c.1616-c.1656) de la escuela italiana (siglo XVII).

Capilla de San José María Escrivá de Balaguer Tercera capilla del lado del

evangelio. Se trata de una capilla fundada en el siglo XV en honor a los santos médicos San Cosme y San Damián. Se cubre con bóveda de crucería y se abre a la nave central a través de un arco apuntado. En el año 2.002 fue puesta bajo la titularidad de San José María Escrivá de Balaguer (1902-1975) fundador del Opus Dei. Una escultura en bronce del bilbaíno Rafael Huerta Celaya realizada en el año 2.002 preside la capilla. Esta, aunque de origen gótico tuvo que ser reconstruida en las obras de rehabilitación del templo en el siglo XX ya que se encontraba en ruinas. En el lado de la epístola encontramos un total de cuatro capillas laterales: Comenzando por los pies.

Capilla del Calvario Construida entre

los siglos XIII y XIV, se cubre con bóveda de cañón apuntado. Un pequeño óculo polibulado ilumina desde la parte superior la capilla. Anteriormente estuvo bajo la advocación de San Vicente Ferrer. Este retablo no es original de la iglesia y popularmente se le conoce como Cristo de las Penas por ser los titulares de la capilla la cofradía del Cristo de las Penas. El conjunto procesiona por las calles de Valencia en Semana Santa

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Preside la capilla un grupo escultórico formado por tres tallas en madera policromada que representan a Cristo en el árbol de la cruz, del siglo XIV, la Virgen Maria y San Juan Evangelista del siglo XII.

La imagen del Cristo crucificado sobre árbol-cruz. Se trata de una talla en madera de frutal mediterráneo. Compuesta por la figura de Cristo, cruz árbol y la tablilla del INRI. Altura 130 cm. envergadura 120 cm. La cabeza inclinada en ángulo de 50º respecto al eje central, al estilo franciscano del siglo XIII, con corona de ochos y espinas de grandes dimensiones; ojos cerrados y arruga frontal sindónica. Torso con herida lancelada entre el cuarto y quinto espacio intercostal, de la que mana sangre que gotea hacia abajo atravesando el paño de pureza. El paño de pureza es corto, determina la época de la realización de la figura, dado que la corta longitud de la caída de la tela alrededor de la cadera fue admitida en el siglo XIV, así como la colocación franciscana de las extremidades, piernas cruzadas y pies superpuestos unidos con un solo clavo. Los brazos izquierdo y derecho, en ángulo de 125º y 120º con la vertical fueron ensamblados con un refuerzo de tela cubriendo la junta del hombro. Los recorre en su parte anterior un grueso vaso venoso, policromado de azul. Toda la figura está policromada en un tono de encarnadura suave, salpicado por gotas de sangre en la parte anterior y posterior. El paño de pureza es de color azul con dibujo de influencia ítalo-bizantino en blanco plateado. Las imágenes de la Virgen y San Juan Evangelista, son tallas de madera probablemente de boj u olivo. Altura 123 cm. Soporte de madera de una sola pieza sin ensamblajes, tallada ciñéndose a la estructura de la madera ligeramente curvada, lo que origina un leve movimiento que da gracia y obliga a tallar los brazos pegados al

cuerpo. San Juan lleva un libro en la mano izquierda, su evangelio; el brazo derecho está plegado sobre el antebrazo, con la mano cerrada sirviendo de apoyo al rostro. Denota expresión de dolor. Quedó como distintivo iconográfico en la figura de San Juan Evangelista durante siglos. Autor desconocido hasta la fecha, pendiente de investigación a partir de los signos caligráficos que se perciben en la parte anterior de los pliegues del manto de la Virgen y de la vuelta del manto de San Juan. Determinarían la posible autoría del artista escultor, el donante, el notario o el testigo que dió Fé de ello. La policromía imita la textura de las telas de la época, dibujo lleno y cerrado, de motivos vegetales en el manto y oscuro en la túnica. Detalles de oro en los paños, cuello y bordes del ropaje.

Capilla de San Pedro Construida entre los siglos XIII y XIV se encontraba bajo la

advocación de la Virgen de la Merced. La capilla se cubre con bóveda de cañón apuntada. En la actualidad recibe el nombre de Capilla de San Pedro por el retablo gótico de San Pedro que preside la capilla. En uno de los muros laterales podemos encontrar un pequeño nicho de arco apuntado excavado en el muro y en cuyo fondo figura un pequeño panel cerámico representando a San Vicente Ferrer.

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Retablo de San Pedro. Retablo en tabla de madera del siglo XIV con guardapolvos. Dimensión total: 255 cm de altura x 253 cm.de ancho. Tabla central: 157 cm. x 96 cm. Tabla del ático: 95 cm. x 98 cm. Calle lateral derecha: 80 cm. x 167 cm. Calle lateral izquierda: 77 cm. x 168 cm. Profundidad del guardapolvo sobre el retablo: 12 cm. Retablo de tres calles y tres cuerpos con ático y polsera en saledizo añadida posteriormente. Formado por cuatro tablas de la misma época. Tres del mismo tamaño: la central, con la imagen sedente del titular del retablo, San Pedro, sosteniendo en las manos unas grandes llaves, según la iconografía habitual del personaje bíblico. Rematada por crestería en madera y pan de oro. Las dos otras tablas, situadas a ambos lados de la central, se hallan divididas cada una en dos escenas por la crestería dorada. Lateral derecho parte superior: Ascensión del Señor (detalle ingenuo de los pies en la roca). Lateral derecho parte inferior: Adoración de los Magos. Lateral izquierdo superior: Anunciación: Dios Padre desde el cielo en actitud de soplar infunde el Espiritu Santo sobre María. Lateral izquierdo inferior: Natividad. La iconografía de la época, sitúa al Niño Jesús, sobre el manto de su madre, de rodillas, dignificando el nacimiento. La cuarta tabla es el ático representando la Crucifixión.

El retablo está adornado por agujas góticas de época o crestería. La tabla en saledizo, polsera o guardapolvo posterior, está policromada en suaves tonos azulados y rosados, con dibujo muy interesante de reminiscencia italiana. Muy restaurada en su estructura, pero no tocada en la policromía. Ingenuidad y tradición iconográfica en los detalles de las escenas: Ascensión, pies plasmados en la roca; Anunciación, Dios padre soplando desde atrás sobre el Espiritu Santo; Nacimiento, el Niño Jesús sobre el manto de María. Policromía sobre estofado en pan de oro. Dibujo floral cerrado en mantos y fondo de la figura central, que destaca por su técnica. Capilla del Cristo de la Agonía Es la segunda capilla por el

lado de la epístola. Se cubre con bóveda de cañón apuntada y fue fundada en 1401 (siglo XV) por el noble Berenguer de Peramola. Puesta bajo la advocación de San Dionisio y santa Margarita. El retablo de esta capilla fue trasladado después de la Guerra Civil a la Catedral de Valencia, donde permanece en una de las capillas de la girola. Otras titulaciones de la capilla han sido de San Ramón Nonato y de la Virgen del Remedio. Hasta hace bien poco en esta capilla podíamos encontrar una imagen de la Virgen de los Desamparados. En la actualidad la capilla permanece desnuda de decoración y sólo está ocupada por un lienzo del Santo Cristo de la Agonía. Real Capilla de Santa Bárbara Obra barroca realizada entre 1685 y 1689 por Juan Bautista Pérez Castiel. Se dispone en planta de cruz griega y gran cúpula de media naranja con un gran florón en su clave. Toda la capilla se encuentra profusamente adornada con decoración barroca de yeserías, en contraste con el fondo verde de los muros y los esgrafiados en color blanco. La capilla de Santa Bárbara se encuentra construida sobre la antigua capilla de Joan Torres que tuvo que ser trasladada a otro lugar del templo. El Retablo Mayor de origen palentino está realizado en el siglo XVII en madera

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dorada, se dispone alrededor de una hornacina central avenerada en la cual figura la imagen de Santa Bárbara junto a la torre (símbolo de la santa). Bajo ella en la puerta del sagrario, un pequeño bajorrelieve representando a la Sagrada Familia, obra de Vicente López (siglo XX). El retablo original de la capilla fue quemado en la Guerra Civil y este que ahora preside la capilla fue traído desde tierras palentinas finalizada la guerra civil.

En cada una de las esquinas de la capilla, en el interior de sendas nichos, contemplamos las imágenes de cuatro ángeles realizados en madera policromada, cada uno de ellos con su nombre escrito en la peana: El Ángel Custodio con el escudo de la ciudad, San Miguel con escudo y espada matando al dragón, San Gabriel con un lirio en su mano y San Rafael con un pez en una mano y un cayado en la otra.

La decoración interior de escayolas, esgrafiados y el florón de la cúpula es obra de Leonardo Julio Capuz. Este florón realizado en madera policromada tiene un ángel con una palma de martirio en alusión a Santa Bárbara. Bajo el piso se puede encontrar la cripta funeraria del gremio de los sastres (siglo XIII) y el vaso funerario de los Joan-Torres antiguos titulares de la capilla. Según la tradición que se remonta a la mitad del siglo XIII y se avala con documentación y bibliografía, la emperatriz Constanza de Grecia trajo a Valencia, procedente de Bizancio, varias reliquias de Santa Bárbara: una sección del fuste de la columna de pórfido gris, a la cual había sido atada y azotada; una piedra de la que brotó el agua que sirvió para el bautismo de Bárbara, milagro que tuvo lugar en Nicomedia (Asia Menor) en el siglo III; y un hueso, al parecer del brazo de la santa,

conservado en un tubo de cristal con cierre de plata en sus dos extremos, en uno de los cuales se grabaría posteriormente el escudo de la Orden de Malta. Fueron donadas por doña Constanza a la iglesia de San Juan del Hospital, donde mandó erigir una capilla en honor de Santa Bárbara, en el lugar donde se encontró otra reliquia, entre los contrafuertes del sur del presbiterio, en un enterramiento del Gremio de los Sastres, pidiendo en su testamento ser sepultada en ella como consta en los codicilios. La Real Cofradía de Santa Bárbara hizo construir ésta capilla, obra barroca del arquitecto Juan Pérez Castiel entre los años 1684 y 1689. La talla de la clave y el modelado de los ángeles se deben a

Julio Capuz; destaca el trabajo original de los esgrafiados de tradición mudéjar. A la capilla se trasladaron en una urna de madera, los restos mortales de la Emperatriz y en un nicho excavado en el contrafuerte, las referidas reliquias de Santa

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Bárbara. El rey Carlos II le otorgó también el título de Real, que ya poseía por la egregia condición de su fundadora y por ser los Reyes de Aragón benefactores de la misma. Por la situación lamentable en que se encontraba el templo de San Juan del Hospital en el año 1939, la Real Cofradía de Santa Bárbara solicitó del párroco de la

iglesia de San Esteban Protomártir, autorización para que en una de sus capillas se pudiera seguir practicando el culto a Santa Bárbara provisionalmente. Así se hizo durante unos años y fueron dejadas en depósito en dicha parroquia las reliquias. Tras dar término las obras de restauración en la Real Capilla comenzadas por la Prelatura del Opus Dei en 1967 y finalizadas con la ayuda de la Comisión Europea de Cultura, el Ministerio de Cultura, la Generalidad de Valencia y la Asamblea de la Orden de Malta, y habiendo recuperado el "pudridero" y cripta adyacente en la que estuvieron inicialmente los restos mortales de la Emperatriz, en el año 2002 se realizó el traslado

de la columna-reliquia y pila desde la Parroquia de San Esteban Protomártir a su hornacina en esta capilla. Hornacina excavada durante las obras del siglo XVII, en un contrafuerte del siglo XIII. Capellanía fundada por doña Constanza de Grecia, hija de Federico II Hohenstaufen, Emperador de Alemania y viuda de Juan III, Emperador de Nicea (Bitinia, Asia Menor), en agradecimiento a su milagrosa curación de la lepra por mediación de Santa Bárbara. El milagro acaeció en Valencia alrededor de 1270-1280, donde se hallaba la emperatriz acogida por el rey Jaime I el Conquistador. A su muerte, su sobrino y heredero, el rey don Jaime II el Justo, le concedió honores de Real Capilla, los que fueron confirmados, más tarde por Carlos II. Y para finalizar nuestro recorrido por este conjunto histórico de San Juan del Hospital diremos que es una iglesia que ha pasado por distintos avatares, pues fue parroquia sin feligresía, sirvió de tumba a una princesa bizantina y aún de cuartel a las tropas inglesas que estuvieron de guarnición en Valencia durante la guerra de Sucesión. Después de la Guerra Civil estuvo muchos años cerrada al culto y aun sirvió de teatro o cine religioso del Opus Dei. Esta orden, libraron al viejo templo de toda la escayola y yeso que cubría sus muros y bóvedas, y bajo ellas apareció un soberbio gótico, un gótico casi románico, de una gran pureza, que convierten a San Juan del Hospital en una joya arquitectónica. Además se buscaron antiguos retablos y tablas medievales, con lo que San Juan ha quedado tan armoniosa como bella; incluso, como contraste, cuenta con una capilla adosada donde luce un dorado altar con todo el esplendor del barroco valenciano. Las obras de restauración del templo fueron realizadas a partir de 1967 por los arquitectos Francisco Pons-Sorolla Arnau (1917-Madrid 2011), nieto del pintor Joaquín Sorolla y por el alcoyano nacido en 1924 Vicente Valls Abad. Por JMS

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En la batalla de Ager Sanguinis, también conocida como Campo de Sangre o

Batalla de Sarmeda, el ejército del principado de Antioquía, conducido por Roger de Salerno fue derrotado por el ejército del musulmán ortóquida al mando de Ilghaziel 28 de junio de 1119.

A raíz de la primera cruzada, se establecieron en Tierra Santa varios territorios gobernados por caballeros cristianos. En 1119 los territorios eran, el Condado de Edesa (gobernado por Joscelino I de Edesa), el Principado de Antioquía (cuyo príncipe era Bohemundo II de Antioquía, aún niño, y regentado por Roger de Salerno) el Condado de Trípoli (gobernado por Ponce de Trípoli), y el reino de Jerusalén (gobernado por Balduino II). Las disputas por el control del territorio, a través de ciudades fortificadas, entre los señores cristianos y los musulmanes ortóquidas eran constantes.

En la primavera de 1119, la ciudad de Alepo se había colocado bajo la protección de Ilghazi el Ortóquida, pero estaba prácticamente rodeada por territorios controlados por Roger de Salerno. Ilghazi recorrió todos sus territorios, y pidió ayuda a otros reinos musulmanes, reuniendo un ejército de unos cuarenta mil hombres. Roger de Salerno pidió ayuda a Balduino de Jerusalen y a Ponce de Trípoli para hacerles frente.

A mediados de junio, Ilghazi acampó en Quinnasrin, a veinticuatro km de Alepo, esperando refuerzos de Toghtequin, el emir de Damasco. Roger, a pesar de las advertencias que se le hicieron, reunió su ejército para salir a campo abierto sin esperar a sus aliados y alrededor del 20 de junio su ejército de 700 jinetes y cuatro mil infantes acampó ante el fuerte de Tel-Aquibrin, al borde de la llanura de Sarmeda, para esperar refuerzos. El 27 de junio el cercano castillo franco de Athareb fue atacado y hubo de ser reforzado quedando al mando de Roberto de Vieux-Ponts. Roger se dio entonces cuenta de que tiene el enemigo muy cerca y envía su tesoro al castillo de Artak, en el camino de Antioquía.

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Durante la noche un sonámbulo recorrió el campamento cristiano augurando un gran desastre. Los musulmanes emplearon la noche en cercar al enemigo. Al amanecer, Roger estaba completamente rodeado. Un viento seco y pesado, el khamsin soplaba desde el sur.

El arzobispo de Apamea, Pedro, predicó y confesó a los cristianos. Roger dividió su ejército en cuatro divisiones más una de reserva. La batalla comenzó con un duelo de arqueros de los dos ejércitos, pero después de algunos éxitos iniciales de los cruzados se dio cuenta de que no podía romper el cerco y que la batalla estaba perdida. El viento polvoriento cambió de sur a norte, cegando a los jinetes. El ejército cristiano quedó destrozado y a merced de los musulmanes. Roger, el regente de Antioquía cayó combatiendo a los pies de una gran cruz enjoyada. Unos cien jinetes consiguieron romper el cerco y se unieron a Roberto de Vieux-Ponts, que volvió de Athareb demasiado tarde para participar en el combate. Decidieron volver a Antioquía. La mayoría de sus compañeros murió en el campo de batalla. Unos pocos, menos afortunados, fueron hechos prisioneros. A mediodía el campo estaba lleno de cadáveres. Los francos denominaron al lugar Ager Saguinis, Campo de Sangre.

En la cercana Sarmeda, el franco Reinaldo Mazoir se rindió ante Ilghazi, quien le perdonó la vida, pero mandó matar a todos sus compañeros. Los caballeros que habían sido hechos prisioneros fueron arrastrados con cadenas y torturados en los campos alrededor de Alepo y más tarde en las calles de la ciudad.

En Antioquía se prepararon para la defensa ante lo que creyeron un inminente ataque musulmán que sacara partido a la batalla.

Ilghazi mandó mensajes a sus aliados, quienes le felicitaron por su gran victoria. Seguidamente se puso en marcha sobre Artak.Allí entró en la ciudad, pero un armenio llamado José que estaba al mando de la ciudadela donde estaba guardado el tesoro de Roger, convenció a Ilghazi de que simpatizaba con los musulmanes, pero que su hijo está preso, rehén en Antioquía. Dejó pues la ciudad en manos de José y de uno de sus emires y volvió a Alepo donde se dedicó a festejar la victoria.

Mientras tanto Balduino II de Jerusalén y Ponce de Trípoli llegaron a Antioquía. Despejaron los alrededores de merodeadores y reunieron a los notables de la ciudad para decidir el futuro del Principado. Puesto que el Príncipe era un niño que residía en Italia, se decidió que el principado quedaría bajo la protección de Balduino hasta su mayoría de edad, momento en que se casaría con una de la hijas del rey. Después el rey salió de Antioquía con unos setecientos jinetes y mil infantes para atacar a los musulmanes. El ejército musulmán se vio reforzado por la llegada de Toghtekin, el emir de Damasco. Por su parte el ejército cristiano se vio reforzado por tropas procedentes de las distintas fortalezas y castillos que eran abandonados ante el empuje musulmán.

El encuentro tuvo lugar junto al pueblo de Hab. Murieron gran cantidad de hombres de ambos bandos. Ilghazi y Toghtekin se retiraron con muchos prisioneros, pero el empuje musulmán había sido detenido, y los dos bandos se proclamaron victoriosos. En Alepo fueron asesinados muchos prisioneros. Roberto el Leproso, fue decapitado personalmente por Toghtekin, ante el estupor de Ilghazi que planeaba pedir un gran rescate con el que pagar a sus tropas. Balduino se retiró a Antioquía después de reconquistar algunas fortalezas perdidas y puso el Principiado y el condado de Edesa en orden antes de volver a Jerusalen en el invierno de 1119. Por F.L.P.

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La Leyenda de las cuatro barras de

sangre es una leyenda sobre el origen del Señal Real de Aragón que aparece por primera vez en 1551 en la Segunda parte de la crónica general de España, una crónica editada en castellano en Valencia obra de Pere Antoni Beuter. Esta leyenda sitúa el origen del Señal Real en la persona de Guifré el Pelós, y más concretamente, narra que el señal de los cuatro palos fue creado después de una batalla contra los normandos, cuando el rey de los francés mojó su mano en la sangre de las heridas

de Guifré el Pelós y pasando los cuatro dedos por encima del escudo dorado del conde de Barcelona le dijo: "Estas serán vuestras armas, conde".

La Leyenda de las cuatro barras de sangre no aparece en ninguna obra histórica antes de la obra de Beuter de 1551, por bien que la adscripción de la Señal Real al linaje de los condes de Barcelona ya había sido establecida por los reyes de Aragón en el siglo XVI. En el siglo XV aparecieron versiones primarias de la leyenda que explicaban la creación de esta señal heráldica en una marcas de sangre hechas sobre un escudo dorado, hasta que finalmente en el siglo XVI fue el mismo Beuter quien advirtió que había encontrado la leyenda de Guifré el Pelós y las barras de sangre en unos supuestos «cuadernos de mano» (cuadernos manuscritos), sin dar más indicaciones. Si bien no puede ser dicho, con absoluta seguridad, que Beuter fuera el creador de la leyenda, parece claro que el recurso de los «cuadernos de mano», o bien remite a una fuente anterior, o bien fue un subterfugio para evitar cualquier crítica posterior.

La leyenda valenciana de las cuatro barras de sangre fue un éxito inmediato y fulminante, siendo a partir de entonces copiada por todos los historiadores posteriores dándola como verídica. No fue hasta 1812 cuando el historiador catalán Joan de Sans i de Barutell desacreditó cualquier veracidad de la leyenda valenciana de las cuatro barras señalando las incoherencias históricas que presenta respecto a Guifré el Pelós (c. 840-897), mientras que el heraldista Faustino Menéndez Pidal de Navascués ha demostrado que la heráldica no apareció en Europa hasta finales del segundo cuarto del siglo XII (1125-1150). Aunque en 1812 Joan de Sans i de Barutell desacreditó totalmente la historicidad de la leyenda, no por eso dejó de ser una leyenda famosa, razón por la cual los artistas sintieron la necesidad de reproducirla gráficamente y de engrosarla en poemas. La leyenda valenciana de las cuatro barras de sangre aparecida en el siglo XVI no se ha de confundir con la Leyenda medieval de Guifré el Pelós, compilada por los monjes del monasterio de Santa María de Ripoll en el siglo XII.

La vinculación entre el Señal Real y el conde Guifré el Pelós se remonta al siglo

XIV, cuando el rey Pedro III el Ceremonioso indicó que el [Señal Real]] era originario de los condes de Barcelona.

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Así, en 1385 ordenó poner escudos barrados en los sepulcros condales de la catedral de Gerona correspondientes a Ramón Berenguer II y Ermessenda de Carcasona; igualmente cuando el rey redactó las Ordenaciones de la Casa estableció que la Cruz de Íñigo Arista era el escudo de los antiguos reyes de Aragón y no el Señal Real, que él consideraba propio del linaje de los condes de Barcelona.

En este mismo sentido en sus Crónicas de los reyes de Aragón y condes de

Barcelona aparece una miniatura que representa a Guifré de Ria, padre mítico de Guifré el Pelós, llevando un escudo barrado. De esta forma cuando el hijo de "El Ceremonioso", el infante y futuro rey Juan I de Aragón "el Cazador", demandó en 1376 a fray Jaume Domènec que redactara su genealogía y la de su mujer la Genealogía regum Navarrae et Aragoniae et comitum Barchinonae, nuevamente se representa una miniatura de Wifredo de Ria, padre mítico de Guifré el Pelós, llevando un escudo barrado.

Tan seguros estaban los reyes de que el Señal Real era originario del linaje de los

condes de Barcelona que públicamente así lo expresaron tanto Martín I de Aragón "el Humano como Alfonso V de Aragón "el Magnánimo".

De Leyendas de España

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Armand de Perigod 1232-1247

16o Maestre del Temple

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Edita:

Orden Católica del Templo Maestrazgo Templario Católico Internacional

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