revista voces 2008 - Órgano de difusión. historia y ciencias sociales

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    Via del Mar, mayo de 2008, ao II n 1

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    NDICE

    Editorial.........................................................................................................................................3

    Historiografa e Ideologa

    Una Pincelada a la Problemtica

    Por Carlos Salinas...........................................................................................................................5

    Amrica Latina, Estados Unidos y el n de la II Guerra Mundial.Un acercamiento hacia las relaciones interamericanas

    en la idea de la defensa del Hemisferio Occidental

    Por Manuel San Martn.................................................................................................................12

    Documento n1

    La CUT frente a la situacinpoltica del pas.............................................................................................................................21

    El problema indgena:

    Breves consideraciones sobre su conciencia y memoria

    Por Juan Carlos Bravo .................................................................................................................31

    Maritegui e Iglesias

    Por Jaime Massardo......................................................................................................................39

    Documento n2

    Caricatura......................................................................................................................................47

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    EDITORIAL

    Las ideas de la clase dominanteson las ideas dominantes en cada poca;

    o, dicho en dos trminos,

    la clase que ejerce el poder material dominante

    en la sociedad es, al mismo tiempo

    su poder espiritual dominante.

    (Carlos Marx. La ideologa alemana. FCE, 1985)

    Desde hoy, y particularmente desde el primer ejemplar de revista VOCES -Revista VOCESes el rgano de difusin acadmico perteneciente al Centro de Estudiantes de la carrera de Peda-goga en Historia y Ciencias Sociales de la Universidad de Valparaso-; se reanuda la continua,ardua e insoslayable lucha que los estudiantes de nuestra facultad han decidido emprender porapropiarnos de nuestra realidad. Ella, se nos presenta multiforme,polifnica, revestida de los msvariados y complejos trazos que la moldean y modelan, siempre, en una continua construccinhistrica. Muy por el contrario, las posturas, tan profusamente diseminadas en nuestra sociedad,nos la retratan como una realidad monoltica,naturalizada,nica y verdadera, tan acorde con laslgicas culturales contemporneas, y tan sospechosamente til para la hegemona de las clases do-minantes. Es de esta forma que VOCESse perla claramente como una apuesta de alteridad antela homogeneidad anquilosada del conocimiento verdadero e inmutable, y pretende desde nuestradisciplina, comenzar a remover el pesado manto de distorsin de nuestra sociedad. Para esta tandifcil tarea, nos hemos apertrechado previamente de las ricas y fecundas armas de nuestra disci-plina, la historia, la que materializada en la historiografa nos permitir reestablecer las certezasen un futuro mejor.

    Cabe recordar que la presente revista se siente completamente heredera de la anterior experien-cia denominada tan slo como Revista de Historia y Ciencias Socialeseditada durante el transcur-so del ao 2007 la que tiene a su haber 3 ejemplares.

    As, es como para esta primera edicin de VOCEScontamos con la colaboracin de los estu-diantes de nuestra carrera: Carlos Salinas, con su artculo Historiografa e Ideologa. Una pince-lada a la problemtica; Manuel San Martn y su trabajo Amrica Latina, Estados Unidos y el nde la II Guerra Mundial. Un acercamiento hacia las relaciones interamericanas en la idea de la

    defensa del Hemisferio Occidental; y Juan Carlos Bravo con El problema indgena: Breves con-sideraciones sobre su conciencia y memoria. Tambin, hemos estimado pertinente la reedicindel documentoLa CUT frente a la situacin poltica del pas, acompaado de la caricatura deldiario La Nacin del 1 de Mayo de 1997; esto, en conmemoracin del da de los trabajadores. Porltimo, incorporamos como nueva seccin a VOCES, un espacio de colaboracin de los acadmi-cos; en esta ocasin contamos con el artculo del profesor Jaime Massardo, titulado, Maritegui

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    e Iglesias.

    Con la clara conviccin de que VOCESse ha constituido para la difusin de los trabajos denuestros compaeros, es que las pginas quedan desde hoy abiertas para quienes deseen escribiren ellas, recordando siempre, que la nuestra es una apuesta consciente y pblica de reconstitucinde un proyecto social, esperanzados que de una vez por todas los dueos del poder material y

    espiritual seamos nosotros.

    Comit Editorial1*

    1* COMIT EDITORIAL: Brbara Azcrraga, Israel Fortune, Carolina Gajardo, Marco Gonzlez, Jorge Val-deras. DIAGRAMADOR: Israel Fortune.

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    Historiografa1 e IdeologaUna Pincelada a la Problemtica

    Por Carlos Salinas Cisternas2*

    De vez en cuando, en las discusiones tericas historiogrcas surge la problemtica y los cues-tionamientos acerca de la naturaleza de la disciplina, de si sta puede ser considerada ciencia,o si en su defecto simplemente responde a intereses extra cientcos de nociva parcialidad. El

    dilema no es superuo, pues algunos incluso, se han atrevido a ir ms lejos, y le han encontrado

    espacio en el lgubre mundo de las Ideologas.

    La pregunta ante una aseveracin como esta se nos hace un tanto obvia: en qu sentido alguienpuede armar que la historiografa es ideologa; qu es o a qu hace referencia la nocin de ideo-loga en una expresin como esta. La conclusin espontnea a la que llegamos, es que al parecer,no existe claridad respecto al concepto, o por lo menos, cierto consenso en torno a este.

    Sin entrar a detallar el desarrollo histrico de la nocin de Ideologa tarea mucho ms ampliay compleja de resolver en una pincelada del problema-, podemos armar que sta tuvo su ori-gen en el denominado materialismo francs de nes del siglo XVIII, y ms especcamente en la

    obra de Destutt de Tracy. El signicado que adopta en la obra de de Tracy el concepto, hace refe-rencia a ciencia de las ideas, o sea a la investigacin del origen de las ideas, las que sometidas a

    un proceso de descomposicin, terminaban resultando no ms que sensaciones: las ideas derivanpues para el materialismo francs, de las sensaciones3. Ser con Napolen que el concepto adoptaun giro hacia un sentido despectivo, pues para ste, Ideologa no era ms que una teora irrealo una ilusin abstracta propia de los idelogos sostenida en la metafsica4. Finalmente y enforma eclosiva, el trmino sufre el tratamiento de Marx y Engels, en el que se mantiene domi-nante un sentido despectivo, pero con una crtica de fondo muchsimo ms slida que la realizadapor Napolen. Nos atrevemos a sostener, que es con Marx y Engels, que el concepto adquiereuna sonoma estructural, que servir de gua a los futuros tratantes de este, en especial y ob-viamente-, al interior de la intelectualidad marxista, donde sufrir una serie de mutaciones, tantoen la forma como en el contenido. Ser as, como cada uno de los distintos autores ir creando,

    tomando, desechando, complementando, etc., aspectos de las corrientes o autores predecesores,situacin que redunda en una multiplicidad de sentidos que complejizan no slo las propias for-mas e implicancias de lo ideolgico, sino adems, la utilizacin discursiva del trmino.

    1 Estamos utilizando el trmino adoptando la proposicin del profesor Julio Arstegui, que hace referencia ala disciplina que estudia la Historia.2* Alumno tesista de la carrera Pedagoga en Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaso.

    3 Vase, Antonio Gramsci. El Materialismo Histrico y la Filosofa de Benedetto Croce. Argentina, Ed. Lautaro, 1958.4 Para una mayor y mejor descripcin de los orgenes del trmino, vase, Raymond Williams. Marxismo yLiteratura. Barcelona, Ed. Pennsula, 1997.

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    Es as como por ejemplo en el propio Marx, la nocin de ideologa pasa por tres momentosfundamentales: Enajenacin (Manuscritos Econmicos y Filoscos de 1844); Ideologa propia-mente tal (Ideologa Alemana); y nalmente, Fetichismo (El Capital), aunque tal vez esta ltima

    escapara a las dos nociones anteriores por su contenido e implicancias 5.

    Cada una de estas concepciones, extraer lo ideolgico desde campos tericos diferenciados

    por la continua ruptura epistemolgica que va haciendo Marx en su propia obra6, y que se erigenpor lo dems, como el soporte terico prctico de los intelectuales marxistas de los aos veniderosen su aproximacin al fenmeno, el que logra una complejidad tal, que el punto de llegada, puedehacerse desde la Crtica de la Economa Poltica (Primera Escuela de Frankfurt), que terminaestableciendo la reicacin intrnseca de la sociedad burguesa, hasta, por ejemplo, un abordaje

    desde la losofa del Lenguaje, como el llevado a cabo por Voloshinov, que hace alusin a la lucha

    por los sentidos de la realidad llevada a cabo en el orden de los discursos.

    En vista de lo anterior es que creemos pertinente nuestra pregunta: qu sentido cobra Ideologacuando se le homologa o relaciona con historiografa.

    La confusin por un lado, al parecer, residira en entender que el slo hecho de que un deter-minado autor milite, adscriba, simpatice, etc., a un determinado pensamiento poltico (o tal vez nolo haga), restringe su obra a una mera explicacin subjetiva y parcial de la realidad. Es decir, quela aproximacin hacia la realidad -pasada en este caso-, est de tal modo mediatizada, delimitadapor la concepcin de mundo del autor, que el origen y el proceso mismo de investigacin ya estncontaminados, contextualizados por una visin sesgada de sta. En otras palabras, es imposiblerealmente una objetividad en historiografa, pues siempre detrs de cada autor se ocultan motiva-ciones polticas que encarrilan la investigacin hacia cierto punto. En este sentido la historiografano sera ciencia, sino siempre ideologa poltica.

    Ahora bien, es cierto que no existe en historiografa la neutralidad, y ms an, sabemos que trasde cada autor, de cada obra, subyacen proyectos sociales; ya nos lo demostr el profesor JosepFontana7, sin embargo, esto no transforma ipso facto una obra determinada en un paneto pol -tico. Una crtica supercial como esta, adolece de un razonamiento explicativo, pues partira de

    aquello que precisamente debera explicar, es decir, cules son los elementos poltico-subjetivosque hacen que cierta obra particular, tenga o no validez cientca. O sea, el carcter que adopta

    aqu Ideologa, el trasfondo de la utilizacin conceptual, es vacuo, pues no explica nada, slo poneen evidencia una particularidad dada.

    Desde este ngulo igualmente, algunos establecen que la historiografa no podra ser conside-

    rada ciencia pues, en ella adems de intereses polticos, se entremezclan intereses personales o5 Para una claricacin del problema del fetichismo y de la Ideologa en general, vase Zizek. Ideologa unMapa de la Cuestin. Argentina, Fondo de Cultura Econmica, 2003.6 Segn Althusser existe un momento en la obra de Marx en que este rompe denitivamente con el idealismo,momento que el autor denomina ruptura epistemolgica, y que le permite diferenciar entre, un joven Marx, de unMarx maduro. No estamos totalmente de acuerdo con Althusser respecto a esto, sin embargo si concordamos en quesu investigacin posee rupturas epistemolgicas trascendentes. Louis Althusser. La Revolucin Terica de Marx.Mxico, Ed. Siglo veintiuno, 1965.7 Para el Profesor Fontana, la historiografa posee siempre una funcin social, generalmente legitimadora delorden establecido. Vase Josep Fontana. Historia, Anlisis del Pasado y Proyecto Social. Barcelona, Editorial Crtica,1999.

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    grupales que obstaculizan la objetividad. Pues bien, no existen por ejemplo intereses creadosen la investigacin cientca dura de la qumica?, no pueden detrs de ella haber intenciones

    empresariales o gremiales?. Es decir, los intereses o desintereses no son de exclusiva propiedad

    de la historiografa o de las ciencias sociales, sino de todas las ciencias, en tanto sus resultadosquedan expuestos a presuntas utilizaciones, ya sea como motivadora de intereses propios, o como

    por ejemplo, para la legitimacin de ciertos estados de dominacin -los que sin duda puedendarse-, sin embargo, esta instrumentalizacin de la ciencia, es un momento distinto, incluso hastaindependiente de la investigacin propiamente tal. En este sentido, entender que la historiografaes ideolgica, pues detrs de ella existen intereses creados -y entendiendo que la ciencia duratampoco puede deshacerse de este dilema-, es que creemos que esta posible nocin de lo ideo-lgico no posee consistencia instrumental, es decir, que clarique o explique la realidad a la que

    hace mencin, porque de acuerdo a esto, no slo la ciencia sino todo el quehacer humano podraser considerado de cierta forma ideologa, situacin que nuestro juicio asxia y naturaliza el fe-nmeno.

    Existen igualmente posturas intelectuales que sitan u homologan historiografa e ideologa, apartir de una crtica mayor a los saberes modernos.

    Sin entrar a extendernos, el pensamiento postmoderno, postula en lneas muy generales quetodo acercamiento cientco al objeto de estudio -independiente de la disciplina-, est mediatiza -do por cierto cuerpo de categoras aceptadas culturalmente como ciertas, que impiden el conoci-miento objetivo de lo real. Es decir, quien investiga est de tal modo estructurado socialmente,que su investigacin jams podr asir el objeto en su real dimensin, sino slo en cuanto a cate-goras previamente establecidas.

    En el caso de la historiografa, una de las tantas crticas se centr en el sustento del trabajoinvestigativo: la fuente. Segn algunos postmodernistas, las fuentes escritas (que son segn estos

    mismos autores las que ocupan mayor relevancia en el trabajo del historiador), jams se presentana quien investiga como puras, pues como parte del aparato estatal (viene de aqu toda la crticadel Archivo8), representa la voz unilateral del poder dominante, en desmedro de los sectores queno tuvieron acceso al poder. Siguiendo esta lnea, el historiador no hara ms que reproducir ytraer hacia el presente las relaciones de poder existentes en el pasado. Bajo estos parmetros, eltexto se ofrece siempre como cerrado, oscuro para el rescate de las voces no dominantes, en unapalabra, una imposibilidad de acceder a la realidad pasada, a las verdaderas relaciones socialesllevadas a cabo en este 9. Una llegada cientca (objetiva) al pasado se hace imposible, pues elinstrumento utilizado para llegar a este, no logra dar cuenta de lo real, a lo ms, se podra llegar ala interpretacin sesgada que el poder hizo respecto de su propio presente.

    Bajo estos y otros argumentos se llega a la conclusin de que la historiografa no es ciencia,como tampoco lo sera ningn conocimiento humano, pues la relacin que se establece entresujeto-objeto, jams es objetiva. No es difcil siguiendo estos razonamientos, establecer la inexis-tencia de la realidad o la verdad, pues todo obedecera nalmente a representaciones mentales, a

    8 Para una aproximacin al problema del archivo consltese Arlette Farge.La atraccin del Archivo. Valen-cia, Ediciones Alfons el Magnanim, 1991.9 Para una interesante propuesta que rompe con esta percepcin postmoderna del texto como oscuro y cerrado,vase, Ranajit Guha. Las voces de la historia y otros estudios subalternos. Barcelona, Ed. Crtica, 2002.

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    Ideologas10.

    Las preguntas que nos hacemos aqu son sencillas: sirve de algo una nocin de ideologacomo esta?; aporta algo al conocimiento historiogrco o cientco social una concepcin como

    la anterior para desentraar problemticas presentes? Si todo es ideologa, el concepto no sevuelve l mismo estril, intil? Para nosotros, una nocin como esta puede llegar a ser la ms

    nociva, no slo para el conocimiento social, sino para el conocimiento cientco en general, pues

    sustenta su presentacin desde una apuesta irracional, desde una renuncia a la posibilidad deacceder a una verdad cientca11. A nuestro humilde juicio, el concepto tomado de esta maneratermina por no explicar nada. Aceptando que todo conocimiento es vlido de por s -pues no hayverdad o realidad con qu contrarrestarlo-, no existe parmetro alguno para establecer lo correctoo lo incorrecto, terminando todo en una especie de relativismo fantasmagrico que legitima lasms absurdas investigaciones y sus respectivas conclusiones.

    En vista de lo anterior, pareciera que para quienes apostamos por la racionalidad en la historio-grafa, no tenemos ms alternativa que desechar el concepto en esta acepcin, pues su no delimi-tacin, no tan slo enturbia cualquier utilizacin prctico-terica del mismo, sino tambin, porqueimplica una renuncia a la crtica, labor fundamental en una ciencia en construccin.

    Pues bien, ya hemos visto brevemente algunos de los argumentos que sitan u homologan his-toriografa a Ideologa. Ahora nos toca revisar cules seran a nuestro juicio, algunos de los fun-damentos que la alejaran de ella, y que la acercaran, por el contrario, a los saberes cientcos.

    Sin pretender aqu la realizacin de un tratado terico no creemos tener las armas necesariasni la preparacin intelectual para tan titnica tarea-, ni una defensa sistematizada del carcter cien-tco de la historiografa trabajo ya realizado notablemente por el profesor Julio Arstegui-, nos

    atrevemos sin embargo a recopilar algunos fundamentos que creemos alejan de forma sustantivala disciplina histrica de cierta nocin de ideologa12.

    Para esto, lo primero que debemos hacer, es desligarnos de ciertos preceptos exclusivos de laciencia natural o de las llamadas ciencias duras. Al parecer, existira cierto consenso en entenderque la historiografa ocupa un lugar en ese otro tipo de saberes que forman parte de las llamadasciencias humanas, las cuales si bien, comparten determinadas particularidades con la ciencia natu-ral, estas diferiran en contenido y forma por la naturaleza del objeto de estudio. Surgira de aqula diferencia fundamental que dice relacin con la capacidad de prediccin de una en desmedro dela otra. Ciertamente la historiografa no posee la capacidad de predecir pese a todos los esfuerzos

    realizados por algunas corrientes-, sin embargo, y segn el propio profesor Arstegui, no es esteel rasgo que le otorga el carcter cientco a las disciplinas, sino igualmente puede medirse por el

    10 Obviamente la teora postmoderna es mucho ms amplia y compleja que la aqu presentada, pero las conclu-siones a que llega, no estn muy distantes de las planteadas en este minsculo esbozo.11 Debemos dejar claramente establecido que no estamos pensando en verdades metafsicas o perennes, sino

    precisamente cientcas, es decir, armaciones parciales que pueden ser rebatidas o comprobadas a la luz del de laproduccin y los avances investigativos.12 Decimos cierta nocin de ideologa no descartando o cerrando otras opciones cientcamente elaboradasdel concepto.

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    propsito y el procedimiento que llevan a cabo stas.

    Es as como primeramente la historiografa realiza su tarea a travs de un proceso investigativoguiado por problemticas a dilucidar: toda bsqueda parte de una pregunta: que para intentarresponderla se empieza observando la realidad pertinente al caso y elaborando conceptos o, como

    podramos decir de forma ms sencilla, poniendo nombre a las cosas. (Arstegui, 2001: 44)

    Como lo indica la cita, el segundo rasgo que podramos identicar, es que este proceso investi-gativo posee un lenguaje especializado (que podra compartir, y que de hecho lo hace, con el restode las disciplinas sociales), que se aleja ciertamente del habla comn. Pues si bien puede adoptarterminologas de ste, la diferencia sustancial reside en el cuerpo conceptualPuede existir unaciencia social basada en el empleo del lenguaje comn siempre que sea capaz de conceptuar

    adecuadamente su objeto de estudio.(Arstegui, 2001: 28)

    Por otro lado, el desarrollo mismo de la investigacin, al igual que el resto de las ciencias,est sometido a Mtodo, es decir, a proscripciones y decisiones que no son arbitrarias pero queno representan un sistema cerrado, o sea con cnones preestablecidos. Es claro como lo anunciael profesor Arstegui, que el mtodo historiogrco es menos estructurado que el de las ciencias

    duras, sin embargo, hay que entender que esta peculiaridad se debe a que el historiador estudialos hechos sociales en relacin siempre con su comportamiento temporal (Arstegui, 2001: 71)

    Precisamente de acuerdo a la correcta utilizacin metodolgica, es que el investigador o elhistoriador, llega al necesario e irreductible momento nal del proceso donde debe comprobar los

    enunciados hipotticos. Es la comprobacin emprica de las armaciones, la que otorga movi -miento a la disciplina, pues todo resultado puede ser rebatido o raticado, lo que hace de la ciencia

    social, y en este caso de la historiografa, una ciencia en continua construccin, inacabada, abiertay sin un n preestablecido

    Lo que esta teora no podra hacer, como no puede la de ninguna ciencia en relacin consu propio objeto es atribuir un sentido, una nalidad al curso de la historia, una meta,

    porque ninguna de esas cosas podramos argumentarlas con los instrumentos de conoci-mientos demostrables, contrastables, empricos. (Arstegui, 2001: 67)

    Finalmente, entendemos que el ejercicio del historiador, y por ende, el sustento de la disciplinahistrica, se enmarca o debiera hacerlo-, dentro de un proceso de reexin terica y explicacin

    social, ejercicio que a nuestro juicio no sera capaz de realizar una ideologa.

    Ahora que ya hemos visto someramente algunas de las caractersticas de la historiografa comosaber cientco, analicemos lo que podra entenderse por ideologa o por ideolgico en la histo-riografa.

    Como ya lo mencionamos ms arriba, sern fundamentalmente las distintas corrientes del mar-xismo las que mayormente manifestarn su preocupacin por desarrollar un anlisis crtico delconcepto. El proceso que se inicia con Marx y Engels, y que luego pasa por autores como Pleja-

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    nov, Labriola, Gramsci, Lukacs, Korsh, hasta los ms contemporneos como Althusser, Williams,Voloshinov, Adorno, Habermas, Jameson, entre muchos otros, se lleva a cabo por medio de dis-tintos puntos de llegada que complejizan notablemente el concepto. La problemtica reside, enque la nocin de ideologa, encuentra una serie de interpretaciones, un cmulo de implicanciasterico-prcticas, que por momentos pareciera nos absorbiera toda la realidad social, crendonos

    por momentos un verdadero dilema epistemolgico. Sin embargo, esto puede tener salida, enten-diendo que no existe una nica denicin correcta del trmino, sino que este mismo, como pro-ducto del desarrollo histrico, se adapta a las necesidades circunstanciales (polticas, econmicas,sociales, disciplinares, intelectuales, etc.) de cada autor. Mas no se trata de aceptar acrticamentecada una de estas nociones, sino, entenderlas en sus particularidades temporales.

    En esta situacin no puede existir ninguna cuestin para establecer, excepto en la po-lmica, una nica denicin marxista correcta de la ideologa. Es ms adecuado re-trotraer el trmino y sus variantes al campo de las cuestiones en que aqul y stas seprodujeron; y especcamente, en primer lugar, hacia el desarrollo histrico. (Williams,

    1997: 72)

    Pese a lo anterior, cabe el desafo a quien pretende estudiar el trmino, de una necesaria deli-mitacin conceptual que no permita el asxie del mismo, y que por el contrario, se transforme en

    una herramienta ecaz en la reexin y explicacin del pasado y/o del presente.

    Es en este esfuerzo de delimitacin, que nos atrevemos a proponer algunos argumentos gene-rales de lo que podra considerarse ideologa, y que la alejaran de una homologacin a historio-grafa.

    As como la historiografa se lleva a cabo a travs de un proceso de investigacin, la ideologapor el contrario, se desenvuelve en ese complejo y oscuro mundo del sentido comn. El sentidocomn, a grandes rasgos como lo entendi Antonio Gramsci13, es el conocimiento propio delhombre medio, que se presenta como la manifestacin de una losofa (concepcin de mundo)

    disgregada, inconexa, en la cual se pueden llegar a desarrollar desde prejuicios religiosos (queseran los que predominaran de acuerdo al propio Gramsci), hasta elementos de las ms avanza-das ciencias empricas. Por otro lado, la continua asimilacin que se lleva a cabo a travs de ste,se presenta siempre acrticamente, nalizando con una naturalizacin de la situacin histrico-

    social, lo que hace que el sentido comn sea por regla general conservador.

    Si la historiografa por otro lado, consta de cierto lenguaje que podramos denominar propio,

    un aparataje conceptual, la ideologa se desenvolvera por medio de una mezcolanza poco de-nida, donde las etimologas vulgares, se entremezclaran con ciertos conceptos que podramos

    denominar como cientcamente elaborados, establecindose una incoherencia discursiva ar-gumentativa (en relacin a problemticas cientcas) que no se lleva a cabo por medio de un

    razonamiento lgico.

    13 Vase, Antonio Gramsci.El Materialismo Histrico y la Filosofa de Benedetto Croce. Argentina, Ed. Lau-taro, 1958.

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    Finalmente, si la historiografa se esfuerza por comprobar por medio una investigacin sujetaa mtodo sus resultados, por el contrario, la ideologa se erige siempre como lo evidente, como loobvio, como aquello que siempre est ah, actuando a travs de prejuicios y tpicos perennes ynaturalizados.

    Ahora bien, y en vista de lo anterior, tampoco podemos negar que las prcticas historiogrcas

    pudieran llegar a transformarse en ideologa, es una posibilidad, pero desde cierto plano denido

    y delimitado14. Pues nosotros entenderemos por ideologa en historiografa, todos los presupues-tos dogmticos que se presentan acrticamente como naturales y perennes, y que no se expliquenpor las particularidades del desarrollo histrico social; aquellos principios prejuiciosos que pre-tendan hacer de la historiografa una religin, o sea, una gama de articulaciones, elucubracionesy explicaciones metafsicas de la realidad social, que la llevan nalmente a un ciego fanatismo

    dogmtico. Quien no entienda que la disciplina es una ciencia social en construccin inagotaday sujeta al cambio histrico, corre el riesgo nalmente de hacerla retroceder a una losofa de la

    historia, donde la creacin y el quehacer humano se rinden ante espritus y esencias teleolgicas

    que surcan el insalvable curso de la historia y la humanidad.En denitiva, en desmedro a la homologacin que hacen algunos entre ideologa e historiogra-

    fa, nuestra apuesta, as como la de otros autores, se inclina precisamente en tratar de desterrar dela disciplina los elementos que podran transformarla en una ideologa (dejando el espacio abiertoa nuevos aportes). En este sentido, existe una apuesta racionalizada que pretende socavar el pisosobre el cual estas expanden sus redes, en un esfuerzo que pretende el reemplazo de aquel nocivosentido comn por el buen sentido, todo esto, de la mano de un proceso erigido sobre la reexin

    terica, y de la explicacin de la realidad con un trasfondo crtico.

    creo que en la historiografa del siglo en el que entramos habrn de cambiar muchascosas pero la formacin del historiador deber quedar lo ms libre posible de cualquierforma de propensin al irracionalismo por muy de moda que est. (Arstegui, 2001:8)

    14 Debemos reconocer aqu, que la investigacin que hemos venido desarrollando, nos impide en estos mo-mentos formular armaciones categricas en torno a la ideologa y lo ideolgico. Y que la denicin que proponemosen este sentido queda abierta y sujeta a futuras transformaciones. De todos modos la exponemos a modo de proposi-cin para el tema particular de la historiografa.

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    Bibliografa

    -Arstegui, Julio. La Investigacin Histrica: Teora y Mtodo. Barcelona: Editorial Crtica,2001.

    -Fontana, Joseph. Historia: Anlisis del Pasado y Proyecto Social. Barcelona: Editorial Crtica,1999.

    -Gramsci, Antonio. El Materialismo Histrico y la Filosofa de Benedetto Croce. Argentina:Ed. Lautaro, 1958.

    -Marx, Carlos y Engels Federico. La Ideologa Alemana. Buenos Aires: Editorial Pueblos Uni-dos, 1985.

    -Williams, Raymond. Marxismo y Literatura. Barcelona: Editorial Pennsula, 1997.

    -Zizek, Slavoj. Ideologa Un mapa de la cuestin. Buenos Aires: Editorial Fondo de CulturaEconmica, 2003.

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    Amrica Latina, Estados Unidos y el n de la II Guerra Mun-dial. Un acercamiento hacia las relaciones interamericanas en la

    idea de la defensa del Hemisferio Occidental

    Por Manuel San Martn1*

    El 14 de agosto de 1945, concluy el segundo conicto de alcances mundiales del siglo XX

    tras la rendicin incondicional y la aceptacin japonesa de la declaracin de Postdam. Durante elconicto mundial se fueron creando las bases de un nuevo sistema u ordenamiento mundial que

    se extendi hasta mediados de la dcada de 1990 y que implic una enorme transformacin del

    mundo, como la gran mayora de los historiadores reconoce.

    Si bien, durante el perodo de la Guerra Fra, la Unin Sovitica y Estados Unidos eran po-tencias ideolgicamente antagnicas, haban mostrado comportamientos semejantes durante laEntreguerra. As, habiendo desarrollado sus sociedades en forma aislada del contexto mundial,Mosc no descuidaba su apoyo a los comunistas que luchaban por el poder en otros lugares delplanetacomo en Espaa o China (Palma, 2003: 19), mientras Washington sin incorporarse a laLiga de las Naciones- mantena una poltica de carcter intervencionista en parte del HemisferioOccidental, espacio geoestratgico que hacia 1914 se extenda desde Canad a Tierra del Fuego(Wppke, 1997: 82). El inters estadounidense en el Hemisferio era de larga data, a comienzos del

    siglo XX haba mostrado inters y varias repblicas de Centro Amrica y de la Cuenca del Caribeexperimentaron intervenciones militares por parte del pas del norte(Palma, 2003: 19).

    En este sentido, con el n de la II Guerra Mundial y posterior periodo de Guerra Fra, el sistema

    internacional se caracteriz tanto por la confrontacin ideolgica entre el sistema liberal-capita-lista estadounidense y el totalitarismo sovitico, como por la lucha por dominar el orbe mediantela carrera armamentista y nuclear. Como resultado de ambos conictos, todas las naciones del

    mundo debieron organizarse en dos grandes campos adversos(Irarrzaval, 1959: 15). RaymonAron, al analizar el periodo, considera que la Guerra Fra, fue una guerra porque los diplomticosno fueron capaces o carecan de la voluntad de solucionar sus disputas por medio de negociacio-nes, y fue fra, porque tampoco se decidieron a resolver sus diferencias por la fuerza (Aron, 1974:

    10). Adems, seala Aron, porque la Guerra Fra no fue un conicto entre naciones, sino entresistemas, ella slo pudo ser total y comprender a la humanidad en todas sus actividades(Aron,1974: 17).

    Como se sabe, durante la II Guerra Mundial tres colosos dejaron de lado sus posturas ideol-gicas, en parte, para unirse en la lucha contra el fascismo. Dichas naciones eran Estados Unidos,

    1* Estudiante de quinto ao de Pedagoga en Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaso.

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    Gran Bretaa y la Unin Sovitica, cada una liderada por Franklin Delano Roosevelt, WinstonChurchill e Isiv Stalin, respectivamente. Dicha alianza no tena ni la ms mnima imagen deser una unin altruista, ms bien, como dice Paul Johnson, era una ilusin creada por Roosevelt,quien en parte crea en ella (Johnson, 1988: 438).

    Como toda unin articial, exista una desconanza mutua entre los lderes; Churchill, miraba

    con recelo a Stalin y estaba consciente de sus ambiciones territoriales; por su parte, Rooseveltestaba seguro de las buenas intenciones del lder sovitico y as lo seal expresando que: nointentar anexar nada y trabajar conmigo para crear un mundo de democracia y paz(Johnson,1988: 439). No haca caso de la desconanza del lder britnico a quien consideraba un viejo e

    incorregible imperialista, incapaz de comprender el idealismo ideolgico (Johnson, 1988: 439).

    Dichas relaciones se rompieron en las conferencias de Yalta y Postdam, reuniones en las cua -les se tena la esperanza de que los lderes presentes determinaran una poltica comn de sus tresgobiernos durante el periodo temporal de inestabilidad de la Europa Liberada.

    Posteriormente, entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945, volvieron a reunirse los lderesaliados en la Conferencia de Postdam para discutir sobre el futuro de Alemania, las reparacionesde los pases agredidos y la situacin de los estados aliados de Alemania. Claro que, esta vez, losrepresentantes de las potencias fueron diferentes. Roosevelt haba fallecido en el mes de abril yChurchill haba dejado el poder producto de su derrota eleccionaria. Estados Unidos se hizo pre-sente con la gura del nuevo presidente Harry S. Truman y Gran Bretaa con el primer ministro

    Clement Richard Attlee, mientras que Stalin volvi a la mesa de negociaciones. El lder soviticopens que le sera fcil, como seala Luis Palma Castillo,crear una zona de inuencia que garan-tizara la seguridad de su pas, ya que Truman poco entenda de poltica exterior. Incluso, EstadosUnidos y Gran Bretaa hicieron algunas concesiones para con la URSS, como la instalacin deuna base en el Bsforo, que recibiera la mitad de la indemnizacin de $20 millones de dlares porconcepto de reparaciones, y el reconocimiento de los gobiernos comunistas en Bulgaria y Ruma-

    nia. En s, la intencin de Stalin era poder usufructuar de los recursos que se encontraban bajo losaliados de occidente, pero sin estar dispuesto a compartir aquellos que estaban bajo su zona decontrol. Sin embargo, Truman, que era un ferviente anticomunista, no estaba dispuesto a aceptartodas las proposiciones soviticas.

    Estados Unidos se encontraba frente a un nuevo reto internacional, siendo necesario elaboraruna poltica exterior que respondiera a las nuevas condiciones, poniendo nfasis en su papel comopotencia de primer orden. Sin embargo, pareciera ser que el gobierno an no se daba cuenta delnuevo desafo. Por el contrario, quien s logr percatarse del nuevo peligro fue Churchill, quienhizo expresin de su temor en un discurso en la Universidad de Fulton, en Missouri el 5 de marzode 1946, donde denunci la barrera que haba dejado caer la URSS en Europa Oriental. En aquella

    ocasin seal:

    Desde Stettin en el Bltico hasta Trieste en el Adritico, una cortina de hierro hacado a travs del continente. En una gran cantidad de pases lejos de las fronteras deRusia y por todo el mundo, quintas columnas comunistas se han establecido, trabajan encompleta unidad y obedecen absolutamente las rdenes que ellos reciben del centro delcomunismocolocando en peligro a la civilizacin cristiana (Palma, 2003: 28).

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    Washington, a pesar de la explcita amenaza no reaccion, pues los crculos liberales de Esta-dos Unidos eran opuestos a las ideas britnicas y permanecieron indiferentes frente a la arengade Churchill (Ulam, 1985:26). Hay cierto consenso en considerar que con este hecho comenz laGuerra Fra.

    Al ao siguiente, Gran Bretaa inform a la Casa Blanca que no se encontraba en condicionesde controlar la situacin interna de Grecia y Turqua, ni ejercer liderazgo en India y Palestina, de-biendo renunciar a su presencia como gran potencia. Esto produjo un vaco de poder que EEUUentendi como un llamado a la accin debido a su responsabilidad para con el mundo libre. Enrazn de la catica situacin econmica de Europa y el expansionismo sovitico, el presidenteHenry S. Truman el 12 de marzo de 1947, pronunci un discurso que posteriormente sera cono-cido como la Doctrina Truman, que entre sus planteamientos ms relevantes sealaba:

    los regmenes totalitarios impuestos sobre los pueblos libres por medio de una agre-

    sin directa o indirecta, socava las bases de la paz internacional y, en consecuencia, laseguridad de EEUU.

    Creo que la poltica de EEUU debe consistir en apoyar a los pueblos que estn lu-chando contra intentos de sojuzgamiento por parte de minoras armadas o de presionesexternas.

    Creo que debemos ayudar a los pueblos libres a que desarrollen sus destinos a sumanera.

    Creo que nuestra ayuda debe concretarse primordialmente por medio de asistenciaeconmica y nanciera, la cual es esencial para la estabilidad econmica y los procesos

    polticos ordenados (Spanier, 1991: 53)

    El mandatario solicit que se destinaran 400 millones de dlares para ayudar econmica y mi-litarmente a Grecia y Turqua, evitando que cayeran bajo la rbita comunista. Con ello se iniciuna poltica de carcter defensiva denominada Contencin, que caracteriz -a criterio de AdamUlam- el periodo clsico de la Guerra Fra (1947-1953). Durante esta etapa, Washington no bus-caba persuadir a los soviticos para que modicaran su comportamiento en Europa Oriental, sino

    persuadirlos de su poltica expansionista que pona en peligro la paz internacional y la seguridadde EEUU.

    Las directrices para la construccin de este nuevo ordenamiento mundial eran la asistencia eco-

    nmica y su corolario, la asistencia militar. Para materializar la asistencia econmica, se organizuna serie de organismos interrelacionados conformados por el Fondo Monetario Internacional(FMI), el Banco Internacional para la Reconstruccin y el Desarrollo o Banco Mundial (BID), yel Acuerdo General de Tarifas y Comercio (GATT).

    EEUU y la URSS establecieron las directrices de un nuevo sistema internacional que invo-lucraba a todos los pases. Bajo esos principios, los estados latinoamericanos pasaron a formar

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    parte del bloque occidental o mundo libre, y a una fuerte dependencia estadounidense. Desde elpunto de vista de Washington, esta unidad tena dos cimientos: una base geogrca o continental

    hemisfrica, y, una histrica.

    La historiografa establece como causa de la intensicacin de las relaciones regionales, laGran Depresin de 1929, sin embargo, desde nes del siglo XIX, ya venan forjndose cambios

    en la posicin norteamericana hacia la regin. Podramos decir que esto fue resultado de la posi-cin internacional del continente puesto que, se denan los objetivos de su poltica exterior entrminos de las circunstancias y las condiciones de Europa(Kryzanek, 1985: 39).

    As, por ejemplo, ocurri con la Doctrina Monroe en 1823 destinada a contrabalancear todaaccin britnica en las guerras revolucionarias en Amrica Latina. De esa forma, la poltica exte-rior estadounidense se haba determinado por coyunturas externas y no americanas, adquiriendola regin un carcter funcional para Washington.

    En base al carcter funcional del Hemisferio americano, las relaciones interamericanas que-

    daron subordinadas a la defensa del Hemisferio Occidental, intensicndose en tres aspectos:institucional, econmico y militar.

    Ahora bien, el concepto de Hemisferio Occidental implica tanto una extensin geogrca como

    una comunidad de intereses entre los pases latinoamericanos y los EEUU. Quizs pueda relacio-narse con ciertos periodos en los que EEUU siente inseguridad o requiere del bloque latinoame-ricano para acrecentar su potencial a nivel mundial. Es decir, la poltica hemisfrica de EEUUdenota una relacin especial entre los americanos nacida de su distancia geogrca y poltica

    con Europa. El concepto en s, encuentra sus antecedentes en 1823 en la decisin del presidenteMonroe de reconocer a las naciones latinoamericanas recientemente independizadas y declararse

    como protectores del Hemisferio Occidental.Una segunda etapa en la conguracin de la idea de Hemisferio Occidental, estuvo dada por la

    idea Panamericana, cuyo trmino comenz a usarse en la dcada de 1880, bajo el fundamento deuna cooperacin e integracin interamericana, distancindose del carcter unilateral de la Doctri-na Monroe para acercarse a una fase multilateral. Dicha evolucin institucional comenz con laprimera Conferencia Internacional de los Estados Americanos en Washington (1888-1890).

    Por ltimo, fue la denominada poltica del Buen Vecino, iniciada en 1928 por el presidenteestadounidense Herbert Hoover, la que consolid el concepto de Hemisferio Occidental, al incor-porarle la nocin de amable vecindad. Ms adelante, en la dcada de 1930, ello permiti transfor-mar el sistema interamericano en un sistema blico para la defensa comn(Len, 1997: 76). La

    poltica del Buen Vecino es calicada por algunos autores como una nueva fase del Panamerica-nismo en la cual se logra un nuevo espritu de cooperacin antes que intimidacin (Kryzanek,1985: 84).

    El concepto de Hemisferio congurado hacia la dcada de 1940 consolid una concepcin te-rritorial variable conforme a las coyunturas internacionales. As, por ejemplo, cuando se promulgla Doctrina Monroe, el Hemisferio erauna entidad de contornos imprecisos que comprenda granparte de Amrica del Norte, Centroamrica y quizs la parte septentrional de Amrica del Sur

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    (Len, 1997: 82); pero en la dcada de 1940, luego de la Conferencia Interamericana de Panam,el Hemisferio comprenda la parte meridional de dicho continente, la Antrtica, Groenlandia eIslandia, y un rea de neutralidad de 300 millas martimas de ancho. El Hemisferio Occidental,concepto cambiante en el tiempo, constituy la base de las relaciones interamericanas durante laII Guerra Mundial y la Guerra Fra, y colabor a minimizar los puntos de friccin entre EEUU y

    los pases latinoamericanos, y a consolidar un Hemisferio de paz, cooperacin y solidaridad que,a su vez constitua la piedra angular de su propia seguridad.

    Aspectos Institucionales

    El Sistema Interamericano comenz a organizarse a partir de la Primera Conferencia Interna-cional de Estados Americanos celebrada en Washington en 1889-1890, donde se cre la UninInternacional de Estados Americanos y la Ocina Comercial de las Repblicas Americanas. En

    los aos siguientes se crearon, entre otros organismos, la Organizacin Panamericana de la Salud(1902), el Instituto Interamericano del Nio (1927), el Instituto Indigenista Interamericano (1940)y la Junta Interamericana de Defensa (1942), todos los cuales extenderan a diversos aspectos lasrelaciones interamericanas. Estos organismos, adems, permitiran la exclusin de las inuencias

    extranjeras en Amrica Latina, quedando sta cohesionada como una organizacin de relacionesamistosas, pero con liderazgo norteamericano.

    En 1910 en la Conferencia de Buenos Aires, se creo la Unin Panamericana como Secretariadode la Organizacin, cuya funcin era la supervisin diaria del Sistema; y durante 1928, en la Con-ferencia de la Habana la Unin paso a denominarse Unin de Estados Americanos. La importan-cia de estas conferencias reside en que en ellas se crearon diversos organismos y procedimientos,los cuales cohesionaron al Hemisferio en torno a los objetivos blicos del periodo. Los aos de

    1945 a 1948 fueron fundamentales para el Sistema Interamericano ya que ah se codicaron y am-pliaron formalmente las instituciones del Sistema. La primera conferencia fue la de Chapultepec,Mxico, a inicios de 1945, y estuvo encargada de dar una base jurdica permanente a la Unin deEstados Americanos, pues Estados Unidos comenzaba a priorizar las organizaciones mundiales,como las Naciones Unidas, por sobre las entidades regionales.

    Sin duda, estos documentos sentaron las bases de lo que posteriormente sera el Tratado In-teramericano de Asistencia Recproca o Pacto de Ro de 1947; y de la Carta de la Organizacinde Estados Americanos (OEA) o Carta de Bogot de 1948, documento que viene a servir comoconstitucin de la organizacin interamericana.

    Las bases del Sistema Interamericano y las relaciones hemisfricas a nes de la dcada de

    los 40 y principios de la dcada de los 50, explican el fortalecimiento de las relaciones militares,como medida precautoria ante un posible avance comunista.

    Aspectos econmicos

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    Washington increment su participacin en la actividad econmica de Amrica Latina a partirde la I Guerra Mundial cuando tom el lugar del capital ingls. As, el comercio exterior de lospases latinoamericanos en forma paulatina se fue subordinando a los Estados Unidos que a partirde 1916 contribuy, como cliente, a la reactivacin de las exportaciones (Carmagnani, 1984: 179).Esta relacin de dependencia, segn Marcello Carmagnani, llev a que se realizaran inversiones

    en servicios pblicos y que los prstamos obtenidos en Nueva York, fomentaran la presencia delcapital estadounidense en los sectores bancario y nanciero (Carmagnani, 1984: 181). De esta

    manera, Washington asign a las economas de Amrica Latina la labor de aprovisionar materiasprimas, y deni como propia, la de producir bienes manufacturados y de capital.

    Un ejemplo de cooperacin latinoamericana lo encontramos durante la Conferencia de Ro delao 1942, donde los ministros de exterior convinieron romper todos los vnculos comercialescon las potencias del Eje y unir sus economas para un esfuerzo blico(Kryzanek, 1985: 87).Esta situacin, permiti la alineacin con Estados Unidos de la mayora de los pases hemisfri-cos, que pusieron sus economas al servicio del esfuerzo blico estadounidense. La dependencia

    continu acentundose y en 1945, en Chapultepec, Estados Unidos dio a conocer el denominadoPlan Clayson, que en sus acpites fundamentales estableci:

    a) Prestar amplias facilidades para el libre trco e inversin de capitales, dando

    igual tratamiento a los capitales nacionales y extranjeros;

    b) Reducir las barreras de toda ndole que dicultan el comercio entre las naciones;

    c) Cooperar para la adopcin de una poltica de colaboracin econmica internacio-nal que elimine los excesos a que puede conducir el nacionalismo econmico, evitandola restriccin exagerada de las importaciones;

    d) Promover el sistema de iniciativa privada de la produccin, que ha caracterizado eldesarrollo econmico de las Repblicas Americanas. (Ramrez, 1966: 113).

    El Plan Clayson fue raticado en la Conferencia Interamericana de Bogot de 1948. Sin em-bargo, hay que sealar que la asistencia tcnico-econmica en las reas de agricultura, saludpblica y educacin fue disminuyendo en la medida en que Europa y Asia se transformaron enreas prioritarias para Estados Unidos. Finalmente, hay que sealar la importancia que tuvo parapromover la ayuda tcnica y econmica elActa de Seguridad Recproca o Mutual Security Act,promulgada por Estados Unidos en 1951, documento que destacando la importancia de esta ayudapara la seguridad hemisfrica, autorizaba la ayuda militar a Amrica Latina.

    Aspectos Militares

    Hacia nes del siglo XIX, las fuerzas armadas latinoamericanas iniciaron un proceso de mo-dernizacin sustentado por las potencias de Europa y Estados Unidos. La ayuda fue dirigida alentrenamiento militar y la adquisicin de armamentos y equipos. Cobraron importancia Francia yAlemania en el aspecto militar, y Estados Unidos y Gran Bretaa mantuvieron su importancia en

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    asuntos navales. La competencia entre potencias, por ejemplo entre las fbricas de armamentosKrupp de Alemania y Schneider Creusot de Francia, contribuy a incrementar el comercio, pueslos pedidos militares podan aumentar considerablemente el negocio de la exportacin de un

    pas(Atkins, 1989:369). Terminada la I Guerra Mundial, Estados Unidos intent posicionarsemilitarmente ms all del Caribe; sin embargo, fue la II Guerra Mundial la que termin con la

    presencia militar europea.En 1940 se desarroll en La Habana la II Reunin de Ministros de Relaciones Exteriores, quie-

    nes rmaron una Declaracin de Asistencia Recproca y Cooperacin para la Defensa de Amrica,

    que en su acpite principal estableca que un ataque realizado por un estado no americano seriaconsiderado como un ataque a toda Amrica, y que se tomaran medidas de defensa cooperativa

    luego de hacer consultas (Atkins, 1989: 292). Por ello, el ataque japons a Estados Unidos enPearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, posibilit que se diera cumplimiento a dicha Declaracin.Los cancilleres se reunieron por tercera vez en enero de 1942 en Ro de Janeiro, y Estados Uni-dos solicit la ruptura de relaciones con el Eje, peticin que fue rechazada por Chile y Argentinaque slo romperan relaciones en 1943 y 1944, respectivamente. Producto de la reunin de 1942,

    se cre la Junta Interamericana de Defensa (JID), con la participacin de militares y asesoresnavales encargados de analizar la defensa hemisfrica y proponer planes de defensa conjunta. EnChapultepec se ampli el concepto de agresin, para que incluyese el ataque por cualquier esta-do, signicando tanto estados americanos como no americanos(Atkins, 1989: 293).

    Fue slo en 1947, mediante el Tratado Interamericano de Asistencia Recproca o Pacto de Rode Janeiro, cuando las relaciones militares hemisfricas fueron institucionalizadas siendo este tra-tado el origen de los principios y procedimientos de seguridad mutua frente a un potencial avancecomunista en la regin. El concepto de seguridad mutua debe ser observado con cierta cautela porhaber sido promulgado frente a la amenaza de la inuencia comunista, por lo que Washington,

    decidi basar su propia seguridad en el principio de la defensa colectiva (Pozo, 1983: 44).

    El Tratado de Ro legitim las relaciones militares interamericanas, pues en su artculo nmerotres, seala:

    Las Ilustres Partes Contratantes coinciden en que un ataque armado por cualquierestado contra un estado americano ser considerado ataque contra todos los estados ame-ricanos y, en consecuencia, cada una de dichas partes contratantes se compromete acolaborar en la respuesta a dicho ataque, en ejercicio del inherente derecho de defensaindividual o colectivo reconocido por el articulo numero 51 de la Carta de NacionesUnidas (Atkins, 1989: 224)

    As, Estados Unidos aument la asistencia militar a ciertos pases, entre ellos Chile, medianteel programa de Prstamos y Arriendos o Lend and Lease, diseado en 1941 para ayudar a losaliados y mediante el cual poda transferir artculos militares a cualquier pas cuya defensa con-siderara vital para la seguridad de los Estados Unidos(Atkins, 1989: 373). En Latinoamrica,fue Brasil quien recibi la mayor cantidad de armamentos, el resto fue destinado a Mxico, Chiley Per. Cercano al n de la guerra, Washington decidi que el programa de Prstamos y Arrien -

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    dos cesara en 1945, y en su lugar promulg la Ley de Propiedad de Excedentes o Surplus WarProperty Act de 1944, la cual autoriz ventas de armas pequeas, embarcaciones ligeras y piezasde artillera, material excedente o dado de baja por sus Fuerzas Armadas a los pases latinoameri-canos. Despus de 1945, Amrica Latina recibi asistencia militar consistente en equipo militarestandarizado y entrenamiento. Los pases hemisfricos se convirtieron en dependientes de la in-

    dustria blica estadounidense, mientras stos, deban a Estados Unidos garantizar los productosde valor estratgicos de la minera de Amrica Latina (Fisher, 1999: 249).

    La ley estadounidense de Seguridad Mutua de 1951, es clave para entender las relacionesmilitares durante la dcada de los 50, buscaba segn Atkins,uniformar equipo, organizacin ymtodos de las fuerzas armadas de la regin y orientarlas hacia Estados Unidos y la Seguridad

    Mutua, para evitar la compra latinoamericana de armas en alguna otra parte(Atkins, 1989: 374).De esta manera, buscaba evitar las misiones militares no hemisfricas y proteger el territorio lati-noamericano. Esta ley permiti la adopcin de acuerdos bilaterales, llamados Pactos de Asistenciaa la Defensa Mutua, importantes instrumentos de la poltica exterior militar de Estados Unidos

    que pretendan, aumentar la seguridad y la capacidad de defensa del Hemisferio Occidental(Fisher, 1999: 255).

    Mediante la ayuda militar a los pases latinoamericanos, Estados Unidos pretenda contribuira su propia seguridad poltica, econmica y militar en el contexto de Guerra Fra. Sin embargo,es irrefutable la importancia que esta ayuda tuvo para las Fuerzas Armadas del Hemisferio Occi-dental, que experimentaron un proceso de renovacin y modernizacin de sus quehaceres profe-sionales.

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    DOCUMENTO N1

    Prlogo

    Como es ampliamente conocido, una de las principales tareas que llev a cabo la DictaduraMilitar instaurada en Chile desde el 11 de Septiembre de 1973, fue la de eliminar todo tipo deorganizaciones sociales y polticas que contribuyeron a la llegada, en palabras de la propia dicta-dura, del marxismo al poder. Es en este sentido que se proscribieron a los partidos polticos, alas federaciones de estudiantes y como era de esperar a las asociaciones sindicales, entre ellas laCUT.

    La voz de los trabajadores fue brutalmente silenciada por mucho tiempo, hasta que sta poco apoco se fue alzando a travs de las llamadas protestas nacionales, y las diversas instancias quese fueron creando en pos de la recuperacin democrtica. Debemos consignar, la altsima relevan-cia que estas manifestaciones tuvieron para crear las condiciones necesarias que dieron lugar a losprimeros acercamientos entre la dictadura y los llamados sectores democrticos de la oposicinal rgimen militar, el bloque conocido como Alianza Democrtica que se articulaba en torno a laDemocracia Cristiana.

    Siguiendo lo planteado por autores como Luis Corvaln Marquz y Oscar Godoy, el procesode transicin a la democracia se da a travs de un proceso de negociacin entre la dictadura ylas altas jerarquas de los partidos de la llamada oposicin democrtica1, en lo que se conoce

    como la salida pactada, en la cual se establecen una serie de criterios que deban regir para quelos militares dejaran el poder en manos de los civiles, entre los cuales, resaltan la mantencin delmodelo econmico instaurado por la dictadura, y el hacer vista gorda a las masivas violacionesa los derechos humanos cometidas por los militares, entre otras medidas.

    Es en este sentido, que los trabajadores quedaron fuera de este pacto, por lo cual conside-ramos de suma importancia dar a conocer el documento que a continuacin presentamos, en elcual se deja ver el sentir y el anhelo de los trabajadores organizados en torno a la CUT, tanto enmaterias reivindicativas propias de los trabajadores (principalmente econmicas y de mejoras delas relaciones laborales), como tambin en materias de poltica nacional como lo era en el mo-mento en que ve la luz este documento Marzo de 1990-, la consolidacin y profundizacin de la

    democracia en el pas.Esperamos que el presente documento sirva como aporte al estudio del llamado proceso de

    transicin a la democracia, para comprobar si ste realmente existi, y adems, conocer lasdistintas voces que se alzaron y que no siempre fueron escuchadas por los espacios dominantes

    1 Esta denominacin se realiza a n de diferenciar a este sector aglutinado en torno a la Democracia Cristiana,

    con el bloque llamado Movimiento Democrtico Popular (MDP) el cual se articulaba principalmente en torno al PCy planteaba el enfrentamiento directo con la dictadura con el n de conseguir la instauracin de un rgimen de demo-cracia avanzada.

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    de poder.

    Jorge ValderasVillarroel2*

    La CUT frente a la situacin poltica del pas

    Santiago, Diciembre de 1990.

    Presentacin

    El presente documento fue elaborado por una comisin especial del Comit Ejecutivo de laCUT. Fue analizado y aprobado por el Consejo Directivo Nacional en sesin realizada el 19 denoviembre de 1990. Su versin denitiva fue acordada por el Comit Ejecutivo, en el curso del

    mes de diciembre.

    Las orientaciones que aqu se entregan, a los trabajadores y a la opinin pblica, son un desa-rrollo y actualizacin de las contenidas en la Propuesta de la CUT para la transicin a la demo-cracia, de Abril de 1989, y en los documentos aprobados en el Congreso Constituyente de Agostode 1988.

    Llamamos a todos los trabajadores a que las analicen con detencin y las conviertan en accio-nes efectivas, en la perspectiva de acrecentar la fuerza del movimiento sindical, en particular de

    la CUT, para defender con mayor ecacia los derechos de todos los trabajadores y avanzar en laconsolidacin de la democracia.

    Introduccin

    La situacin poltica del pas esta marcada por importantes acontecimientos desarrollados enel ltimo tiempo, lo cual hace necesario que la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), je su

    posicin ante los trabajadores y el pas en general.

    Ello esta motivado, en primer trmino, por el rol cada vez mas protagnico que est asumiendo

    la democracia como expresin de vida diaria de millones de trabajadores chilenos.Es indudable que el proceso de democratizacin del pas est avanzando. Sin embargo, no es

    menos claro el papel que intenta jugar Pinochet para retardar los necesarios cambios democrti-cos.

    Queremos saludar, desde este Consejo Directivo Nacional de la CUT, al presidente de la Re-pblica por la rmeza con que encar la defensa de la potestad presidencial de conformar el Alto

    2* Estudiante de quinto ao de Pedagoga en Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaso

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    Mando de las FF.AA.; asimismo, por la forma en que ha enfrentado la lucha contra la corrupcinentronizada en las estru8cturas mas internas de la dictadura pasada; escndalos como la Cutufamuestran el grado de descomposicin al que se lleg cuando se ejerci el poder en forma omn-moda, bajo el amparo del terror y la violacin de los derechos humanos.

    Es signicativa la presencia de la CUT en el acontecer nacional. El reconocimiento que hemos

    logrado, nos ha permitido constituirnos frente al gobierno, los empresarios y el parlamento comointerlocutores vlidos, ms all de nuestra inexistencia legal.

    Ello ha signicado que la CUT participara en negociaciones obteniendo mejoramientos im -portantes en la situacin econmica y social de millones de trabajadores. Firmamos el acuerdotripartito de abril pasado que implico que los salarios mnimos se reajustarn en un 44% y quemejoraran las asignaciones familiares, junto con otros benecios econmicos. Todos estos logros

    favorecen fundamentalmente a los sectores de trabajadores mas empobrecidos por la dictaduray con dicultades para mejorar sus condiciones de remuneraciones por la va de la negociacin

    directa.

    No hace mucho la CUT fue la nica fuerza social chilena que marc una posicin independien-te en torno a la defensa de los intereses de los trabajadores como producto de la crisis petrolera. Elpliego que presentamos al Gobierno permiti lograr un reajuste de un 25% para el sector pblico,el reconocimiento del 15% para los pensionados y otros importantes benecios.

    1. El proceso de recuperacin democrtica.

    Despus de diecisis aos de dictadura, el pas ha entrado a un proceso de recuperacin de-mocrtica que ha sido posible gracias al inmenso sacricio y a la lucha de los trabajadores y del

    pueblo chileno.

    Esto no es un proceso fcil pues subsisten enormes limitaciones heredadas del periodo dictato-rial. Los cambios indispensables que hay que realizar encuentran fuertes resistencias en aquellossectores que estuvieron con la dictadura, que fueron beneciados por su poltica y que an con-servan importantes ncleos de poder.

    Sin embargo, la sola eleccin de un gobierno democrtico ha abierto enormes posibilida-des a los trabajadores para construir un movimiento sindical fuerte, representativo, moder-

    no y autnomo de gobiernos, partidos polticos o empresarios.

    El movimiento sindical debe aprovechar esas oportunidades ocupando todos los espacios deaccin que le corresponden, acrecentando su fuerza orgnica y desarrollando acciones que lepermitan seguir contribuyendo a la recuperacin y profundizacin del proceso democrtico ysatisfacer sus legtimas reivindicaciones. La tensin entre estabilidad poltica y demandas socialesdeber resolverse, gradualmente pero en forma sostenida, con sentido de pas, de acuerdo a lasposibilidades reales de un proceso de transicin que requiere acuerdos entre mayoras establesque le den gobernabilidad al sistema poltico y permitan emprender las transformaciones de fondopara enfrentar los problemas de los ms pobres.

    2. Consolidacin de la democracia

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    La CUT reitera que una de sus tareas fundamentales es contribuir para que la democraciaque renace se asiente sobre bases slidas. Ello es producto de una valoracin profunda que lostrabajadores tenemos por las formas y mecanismos que permiten expresar opiniones divergentesy desarrollar de manera libre nuestras iniciativas sin temor a represalias o a perder la vida. Lademocracia es una forma de convivencia social civilizada, expresin de la cultura en el terreno

    poltico.Por lo mismo, para la CUT el curso de accin es el de la unidad poltica ms amplia, expre-

    sada en el programa de la Concertacin, cuyo contenido reeja la voluntad y las tareas que se

    propuso el pueblo de Chile para recuperar la democracia.

    Consecuentemente, la CUT cree que este mecanismo debe ser reactivado y fortalecido, porqueello garantiza que las discrepancias naturales y legtimas encuentren un curso de accin unitaria

    Pero la CUT, tambin, estima necesario que se ample laparticipacin de las organizacionessociales y polticas en el diseo y la gestin de las polticas, pues la participacin social junto

    con la concertacin poltica es lo que permitir darle sentido estratgico a la recuperacin

    democrtica.

    En este contexto, podrn existir diversas opiniones o discrepancias sobre diferentes aspectos del proceso, pero por sobre todas las cosas est clara la voluntad de superarlas mediante el dialogo,respetando la autonoma y los intereses fundamentales de los diferentes actores. Eso es lo esencialpara consolidar y profundizar la democracia.

    3. Los contenidos esenciales de la profundizacin de la democracia.

    La democracia es un tipo de rgimen poltico, es decir, una mediacin institucional entre elestado y la sociedad, por tanto, resuelve el problema de cmo se gobierna la sociedad y cmo serelacionan los ciudadanos con el estado. Avanzar a un rgimen, razonablemente avanzado de de-mocracia poltica, que asegure la soberana popular, la competencia por el poder, la transferenciade la autoridad gubernamental, la vigencia de los derechos humanos, el respeto a los derechoslaborales y sindicales, permite concluir que la democracia poltica es el camino mas viable quenos permite plantearnos su profundizacin y ampliacin al plano social y econmico, aumentarlas formas de igualdad social, incorporar a las mayoras a la sociedad moderna y estimular la par-ticipacin de todos en las decisiones que afectan al conjunto de la sociedad.

    La CUT considera que el contenido esencial de la democracia es la participacin. Una parti-cipacin integral, tanto poltica como econmica de todos los ciudadanos, que le permita la pasmirar hacia el futuro y jar con conanza las metas de desarrollo con justicia social. Un desarrollo

    que d cuenta de la aceleracin vertiginosa de las fuerzas productivas y del moderno impacto de

    las ciencias y la tecnologa.No existe una participacin integral si le esta prohibido al ciudadano elegir en forma libre y

    secreta a sus gobernantes. Tampoco existe participacin, si la mayor parte de los ingresos del passe los lleva un pequeo grupo, mientras ms de la mitad de nuestros compatriotas viven en condi-ciones de pobreza extrema. Debemos buscar nuevos mecanismos redistributivos de recursos, queintegren desarrollo con equidad.

    La pobreza es una crcel que impide que el ciudadano se exprese de manera libre, as como la

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    crcel impide que el pan alimente. La redistribucin de ingresos y el desarrollo econmico conjusticia social junto con las libertades polticas reales, son el contenido moral de la democra-

    cia y la forma de garantizar la participacin integral.

    La participacin integral implica tambin el reconocimiento de las organizaciones sociales atravs de las cuales se expresan las aspiraciones del pueblo.

    La CUT estima que en el momento actual es absolutamente necesario considerar la pobrezacomo la principal amenaza de la democracia, y que se debe hacer un esfuerzo por reducir las enor-mes distancias que separan a ricos y pobres en Chile. Considera adems, que es imprescindibleampliar la participacin y crear efectivos canales de comunicacin entre los gobernantes y

    el pueblo, para que la poltica no se transforme en algo muy lejano a los intereses y aspiracionesde los trabajadores y los sectores populares en general.

    4. Los peligros para la democracia

    El proceso de recuperacin democrtica se ve asediado por diversos hechos, algunos de ellos,

    ocurridos en las ltimas semanas, particularmente graves. Entre ellos, un terrorismo orientadoa crear dicultades al gobierno democrticoy a provocar una sensacin de caos y alarma en laopinin pblica, que impida un desarrollo normal de los hechos polticos y la realizacin de loscambios indispensables para el aanzamiento de la democracia. Ello se ve agravado por la sospe-cha de que disueltos organismos de seguridad de la dictadura tratan de desviar la atencin de laciudadana de los temas que realmente importan, creando climas articiales de tensin.

    Los trabajadores nos sentimos directamente agredidos por este tipo de acciones - tan aje-

    nas a la prctica sindical y de las organizaciones sociales - que lo nico que buscan provocar

    es el renacimiento de tendencias autoritarias en la sociedad e impedir que se haga justicia a

    nuestras aspiraciones.

    Para la CUT es absolutamente necesario que las fuerzas de seguridad se encaucen en mecanis-mos regulares y normales dentro de una democracia, que permitan una informacin oportuna yconable al gobierno para hacer frente a la lacra social del terrorismo.

    De la misma manera, nos preocupan las acciones del terrorismo de ultra izquierda, cuyas acti-vidades hacen sospechar la inltracin ya que, objetivamente, generan dicultades al avance del

    proceso democrtico. Su accionar perjudica la lucha de los trabajadores y dems sectores popula-res. Estos elementos son un resabio de la dictadura y , de hecho, fortalecen a los enemigos de lademocracia. Por eso los trabajadores vamos a poner nuestra fuerza y organizacin para cerrarlesel paso en todas las manifestaciones pblicas y en todas sus actividades antidemocrticas.

    5. Los desafos inmediatos de la democracia

    La CUT considera que la democracia debe ser consolidada y profundizada a toda costa. Paraello es necesario realizar, de una manera decidida y en el menor plazo de tiempo, el conjunto demedidas que hagan posible este objetivo comn.

    En primer lugar,la naciente democracia debe empearse a fondo para que la verdad y lajusticia prevalezcan en el tema de los derechos humanos. La CUT considera que el pas debe

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    recuperar una cultura de la vida y por la vida. Para que ello sea posible es necesario alcanzar la pazy la reconciliacin, las que solo pueden obtenerse mediante la verdad y la justicia.

    En segundo lugar, la CUT considera que se debe atender de manera prioritaria las justas de-mandas de los trabajadores de establecer un sistema de relaciones laborales acorde con el siste-ma democrtico que queremos construir y profundizar. No se puede continuar con un rgimen

    que permite una inseguridad laboral permanente y la explotacin inmisericorde de un capitalismoque olvid que la economa est destinada a servir al hombre.

    En tercer lugar, la CUT estima que se debe hacer frente al exceso de centralismo que existe enel pas.La democracia debe enfrentar con decisin el tema de las autonomas regionales ylocales, entendiendo que es en ellas donde se expresan, de manera ms directa y cotidiana,

    las organizaciones sociales del pas.

    En cuarto lugar, la CUT considera que es indispensable discutir de una manera amplia y pro-funda elrol de las Fuerzas Armadas en el proceso de recuperacin democrtica. Para elloses necesario que stas entiendan que la democracia no puede ser tutelada, que su papel es la de-fensa nacional y tiene la obligacin de contribuir a la reconciliacin nacional. La civilidad debeentender que la seguridad nacional no se agota en aspectos operativos, sino que es tambinun problema de salud, educacin, recursos naturales, tecnologa, entre otros, y que debe

    enfocarlos con sentido estratgico.

    6. La concertacin social y la movilizacin social

    La CUT estima que ha demostrado una decidida voluntad para buscar los consensos que re-quiere el pas en el proceso de recuperacin democrtica. Un resultado de esto fue el acuerdosuscrito con la Confederacin de la Produccin y el Comercio. Los trabajadores valoramos estehecho como altamente positivo y nos rearmamos en la voluntad de dialogar cuantas veces sea

    necesario. Estamos plenamente concientes que los procesos de transicin implican negociacionesy acuerdos tanto hacia los partidos, como hacia los empresarios y el gobierno, pero manteniendonuestra plena autonoma en la defensa de nuestros derechos y de nuevas conquistas.

    Hoy vemos con preocupacin que en temas tan importantes para la relacin de empresarios ytrabajadores como los contenidos en las reformas laborales, los empresarios no han mostrado lacapacidad ni la inteligencia necesaria para entender la importancia de dar satisfaccin a las

    legtimas aspiraciones de los trabajadores. La incapacidad de llegar a acuerdos ha signicado

    que la derecha poltica y los senadores designados, usando una esprea mayora en el Senado,como producto de las leyes de amarre de Pinochet, se constituyan en los jueces que deciden lamantencin del injusto sistema laboral de la dictadura.

    La CUT representa los intereses de la clase trabajadora y tiene la obligacin y el derecho deexpresarlos y defenderlos de la forma y con los mtodos propios de los trabajadores. Por eso novamos a renunciar a la movilizacin social, ejercida con responsabilidad, como un instrumen-to fundamental de lucha por el reconocimiento de nuestros legtimos derechos. Pero hacemospresente que, en el mundo moderno, la movilizacin social no consiste tanto en movilizacincallejera, sino en la capacidad de elaborar propuestas tcnicas adecuadas a la realidad, en las em-presas, en las ramas y a nivel nacional. La huelga es un derecho irrenunciable, pero apelaremosa ella como ltimo recurso, ante una evidente muestra de intransigencia ante peticiones justas y

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    fundamentadas.

    Los trabajadores continuaremos dando muestras de madurez democrtica. Por ello persisti-remos en conversar con las organizaciones empresariales buscando acuerdos conjuntos en otrasimportantes materias de inters mutuo.

    La incipiente experiencia realizada en este proceso de concertacin nos ha permitido compro-bar, una vez ms, que para el xito de ste, es indispensable aumentar la fuerza sindical y la auto-noma de nuestras organizaciones. Una verdadera concertacin social requiere, fundamental-mente, de relaciones laborales equilibradas, en igualdad de condiciones, y de organizaciones

    sindicales con nanciamiento propio, autnomas.

    7. El desarrollo del sindicalismo y el fortalecimiento de la unidad

    A. La democratizacin de todas las estructuras de nuestro pas.

    La CUT reitera su absoluta decisin de ser un pilar fundamental de la consolidacin y profun-

    dizacin de la democracia. Entiende queun movimiento sindical fuerte, poderoso y represen-tativo es garanta de la defensa del proceso democrtico, as como de los derechos de lostrabajadores y del conjunto de la sociedad.

    La CUT estima, adems, que el movimiento sindical no debe ser excluido de los procesos dedecisin poltica en el actual perodo de recuperacin democrtica. Las organizaciones de lostrabajadores cumplieron un rol de gran importancia para la derrota de la dictadura y tienen unlegtimo papel que cumplir en la programacin y decisin de los cambios necesarios para la con-solidacin democrtica.

    Como ya se indicara, el proceso de recuperacin democrtica presenta nuevas posibilidadespara el movimiento sindical. Pero la CUT debe sealar que en este proceso las reformas labo-

    rales han sido abiertamente obstaculizadas por quienes fueron partidarios de la dictadura.Los trabajadores no podemos continuar destinando parte importante de nuestro esfuerzo por ob-tener estas reformas del Parlamento. Ser necesario luchar por democratizar los poderes delEstadopara que stos sean una expresin el de la soberana popular.

    LA CUT no cesar en sus esfuerzos hasta recuperar una institucionalidad verdaderamente de-mocrtica:

    - donde se respeten los derechos individuales y colectivos como los derechos polticos ygremiales de hombres y mujeres de nuestra patria;

    - donde todas las autoridades sean elegidas directamente por voto popular y que toda perso-na pueda elegir y ser elegida.

    - donde exista una nueva institucional laboral, justa y equitativa.

    Para alcanzar esta institucionalidad laboral hay dos caminos: uno, es el que ha preferido

    siempre el movimiento sindical a travs de la negociacin colectiva de los sindicatos, fede-

    raciones y confederaciones nacionales; el otro, a travs de reformas legales expendidas por

    gobiernos democrticos.

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    Histricamente el Parlamento legisl a favor de los trabajadores cuando los derechos ya habansido ganados en la prctica para un gran nmero de ellos, a travs de las negociaciones con losempresarios. De esta forma se hacan extensivos a todos los trabajadores del pas los derechospreviamente obtenidos por las organizaciones sindicales.

    Pero esto era posible cuando el pas tena un Parlamento que era expresin de la soberana po-

    pular y no como ahora, en que, de acuerdo a la Constitucin Poltica de Pinochet, la institucin an-tidemocrtica de los senadores designados distorsiona la el expresin de la voluntad nacional.

    La CUT estima que para alcanzar una sociedad verdaderamente democrtica, que garantice unorden con justicia social y participacin, debemos potenciar al movimiento sindical en la luchapor la democratizacin institucional del pas, conjuntamente con poner toda nuestra energa en laconquista de nuestras reivindicaciones y mejores condiciones de trabajo en cada empresa y ramade produccin.

    La democratizacin institucional nos dar mayores garantas y un campo mejor para la luchade nuestros derechos.

    B. Principales lineamientos de accin del movimiento sindical.

    La CUT se propone construir un sindicalismo moderno para un pas renovado, asumir las pro-fundas transformaciones de la sociedad contempornea, la reconversin tecnolgica, la conquistade la productividad y la expansin comercial en funcin del pleno empleo, crear una nueva culturasindical y consolidar el sindicalismo como un actor constitutivo de la sociedad chilena. Pero almismo tiempo, para reivindicar nuestros derechos y libertades, debemos retomar nuestra conan-za en las luchas populares, en aprender de nuestra propia historia sobre nuestros mtodos y formasde aanzar conquistas y derechos conculcados.

    Proponemos impulsar:

    1) La negociacin sectorial o por empresa

    No debemos olvidar que la negociacin colectiva tendi histricamente a ir ms all de la em-presa. La raticacin legal se produca cuando las negociaciones ramales ya se haban ganado en

    la prctica haca mucho tiempo.

    Hoy da, de hecho, se negocia colectivamente ms all del mbito de la empresa en algunoscasos. El Colegio de Profesores, el SINAMI, los sindicatos de la construccin de Santiago y

    Valparaso, la Confederacin de Panicadores, los trabajadores martimos portuarios y los de laindustria pesquera, son ejemplos actuales de este tipo de negociacin.

    Los acuerdos supra-empresa debieran establecer derechos y condiciones comunes para

    la rama sin impedir o reemplazar a las negociaciones que se deben seguir dando en la em-

    presa.

    2) La jacin de salarios mnimos, por sobre los mnimos legales por empresa y/o por

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    rama: por ejemplo el Ferrocarril Metropolitano negoci el mnimo ms 30%. Casi todas las ne-gociaciones de empresas sobre 50 trabajadores (aliadas a la Sociedad de Fomento Fabril) tienen

    mnimos superiores en 20-25%.

    3) Tender cada vez ms a la negociacin por sobre el piso de los logrado anteriormente.

    4) Tender a la incorporacin de bonos de produccin y productividad. Para ello se requiereconvencer a los empresarios a negociar en estas materias, de mutuo inters, entregando previa-mente a los trabajadores toda la informacin necesaria de la empresa.

    5) Exigir el cumplimiento de las condiciones de trabajo y de ecologa ambiental, tanto inter-nas como externas a la empresa. Formar los comits paritarios, exigir el cumplimiento de las nor-mas legales, e ir ms all de ellas cuando se generen nuevas necesidades y condiciones de trabajo

    debido a modernizaciones tecnolgicas.

    6) Recuperar los acuerdos de la Asamblea Nacional de Organizacin de la CoordinadoraNacional Sindical, realizada el ao1987, e ir urgentemente a la creacin de una especie de CajaNacional de Resistencia, o Fondo Nacional de Solidaridad, es decir la centralizacin de las po-sibilidades de ayuda para enfrentar las huelgas. Ello se debe realizar a nivel de cada sindicato,federacin, confederacin y de la Central.

    7) Desarrollar la luchador aguinaldos especcos, propios de cada negociacin: de navidad,

    de estas patrias, etc.; igualmente por los bonos de locomocin y de colacin. Todo ello tender

    a lograr en el tiempo condiciones medias comunes para los aliados que marcarn una diferencia

    ms atractiva con el resto

    8) Desarrollar la aceptacin nacional de que el sindicato es el titular natural y legitimo de lanegociacin colectiva. Que se negocia por el colectivo, por los nuevos ingresados, que el sindicatoes la fuerza que logra avances.

    Se trata en denitiva de fortalecer la accin sindical en su mbito natural: la empresa, la rama.

    Ah se negocia diariamente, ah se produce el conicto, ah se soluciona. La lucha sindical se

    debe apoyar en la calle (piquetes, marchas, etc.) pero no debe desarrollarse exclusivamente en lacalle.

    Este marco general acordado por la CUT deber ser asumido por cada organizacin ramal osectorial (Federaciones y Confederaciones) para adecuarlo a las condiciones especcas ah exis -tentes.

    Ello debera traer por consecuencia que la lucha democrtica general debera encaminarse,

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    permanentemente, en dos planos paralelos pero que se comunican directamente:

    - la lucha por la democracia general, que se desarrolla desde el movimiento sindical organi-zado hacia la sociedad en su conjunto: gobierno, parlamento, organizaciones empresariales, etc.

    - La lucha en las empresas.

    La CUT toda, cada uno de sus departamentos, cada una de las CUT provinciales debern

    trabajar en funcin de esta estrategia global.

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    El problema indgena:Breves consideraciones sobre su

    conciencia y memoria

    Por Juan Carlos Bravo1*

    A los quinientos aos gloria y honor a las

    vctimas indgenas de la invasin y a los

    Hroes de la resistencia andina.

    No podrn matarnos.

    (12 de octubre de 1992, Placa de la Plaza del Cuzco)

    El historiador ha de ser la conciencia crtica de la

    sociedad en que vive... su trabajo debe combatir todo

    aquello que atenta contra el derecho que cada hombre y cada mujer

    tiene a su vida, a su libertad y a su dignidad

    (Joseph Fontana, 1999: 260)

    I

    Pensar de manera objetiva la historia o desde ideas divino-escolsticas, no slo es alejarse delareal concepcin material2de sta, pues el materialismo de la interpretacin histrica no esotra cosa que la tentativa de rehacer mentalmente, con mtodo, la gnesis y la complicacin del

    vivir humano desarrollado a travs de los siglos(Labriola, 1896: 14), alejarse de esta compren-sin de la historia signica retroceder siglos a lo que era la historia medieval y positivista, lo que

    nos lleva a un retraso en las propias visiones e interpretaciones histricas, incluso nos sita en lanada misma, en el pensar desde el viento o desde leyes, que se alejan de lo que el ser humano es,

    un hombre real, material, que camina, come y habla y no una fantasa del subconsciente, ni un

    1* Estudiante de quinto ao de Pedagoga en Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaso.

    2 La obra de Marx es una reexin de la realidad, es una nueva concepcin del mundo que se ha denominado

    Materialista por el tratamiento de lo humano en su anlisis socio-histrico. La materialidad de Marx tiene que vercon lo que determina y se puede aprehender, aquella dimensin irreductible de la actividad humana sensible, solida-ridad entre el hombre y el mundo, De la nocin de Praxis, es decir, de la idea de que el desarrollo de la produc-cin determina el de la sociedad, y por tal motivo el curso de la historia, Marx deduca una Concepcin materialista,dialctica e histrica del mundo

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    ngel cado del cielo, ni menos un instrumento de la ciencia, nuestro objetivo difcilmente puedeser el de convertir la historia en una - en un cuerpo de conocimientos y mtodos,

    cerrado y autosuciente, que se cultiva por s mismo-, sino, por el contrario, el de arrancarla a

    la fosilizacin cienticista para volver a convertirla en una tcnica: en una herramienta para la

    tarea del cambio social (Fontana,1999:260).

    Es por eso que nuestro pensar esta ntimamente ligado a las condiciones sociales, por tantomateriales de existencia humana, las ideas no caen del cielo... tambin ellas suponen un terrenode condiciones sociales (Labriola, 1896: 575), refrn constante del pensador marxista ItalianoAntonio Labriola, o como tambin nos dice Trostky en su autobiografa Mi vida, en los de-siertos del Sahara no poda haber nacido la pintura paisajista, imagen que puede perfectamente

    pensarse como una analoga tributaria del del pensador italiano... (Mas-sardo, 2004: 8.) Es imposible pensar la historia desde visiones abstractas, que se alejan de lo quees el hombre, es decir, una construccin, un proceso, y precisamente un proceso de sus actos(Gramsci, C.XXXIII.) Es el mismo hombre el que forja y elige su destino, nada de planes divinos

    ni menos de exigencias cientcas, el hombre como tal decide, y puede que en ese decidir su con-

    cepcin del mundo cambie, e incluso puede pensar y vivir una concepcin del mundo de otros3

    ,ese es un pensar sin tener conciencia crtica de ello, de manera dispersa y ocasional, esto es,participar de una concepcin del mundo impuesta mecnicamente por el ambiente externo(Gramsci, 1955); pero el pensar crtico, es decir, el abordar la propia concepcin del mundo demanera consciente y crtica y, por ende, en funcin de ese esfuerzo del propio cerebro, escogerla propia esfera de actividad, participar activamente en la produccin de la historia del mundo,ser gua de uno mismo y no aceptar ya pasiva e inadvertidamente el moldeamiento externo de lapropia personalidad, es histricamente una visin humana material de la vida, punto de partidapara el entendimiento de las relaciones sujeto-objeto de conocimiento, en cuanto a condicionessociales necesarias para la construccin humana individual como colectiva. Por lo tanto, la rea-lidad histrica antes de pensarla de manera rpida y fugaz, hay que vivirla y al mismo tiempo

    pensarla crticamente, verla en su existencia real, para comprenderla de forma consciente y clara,sin apresurarnos en nuestros resultados; se convie