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    Revista Geolgica de Amrica Central, 36 Especial: 97-114, 2007ISSN: 0256-7024

    LOS FENMENOS CELESTES EN COSTA RICA: AEROLITOS,BLIDOS Y LLUVIAS DE ESTRELLAS (1799-1910)

    Flora J. Solano Chaves1*, Ronald Daz Bolaos2& Mario Fernndez Arce1,3

    1Centro de Investigaciones Geofsicas (CIGEFI), Universidad de Costa Rica.2Escuela de Historia y Centro de Investigaciones Geofsicas,

    Universidad de Costa Rica.3Centro Sismolgico de Amrica Central, Universidad de Costa Rica.

    *Autor para contacto: [email protected]

    (Recibido: 16/02/07; aceptado: 01/11/07)

    SOLANO, F.J., DAZ, R. & FERNNDEZ, M., 2007: Los fenmenos celestes en Costa Rica: aerolitos, blidos y lluvias de estre-llas (1799-1910).- Rev. Geol.. Amr. Central, 36 Especial: 97-114.

    ABSTRACT:Data collection of astronomical phenomena in Costa Rica began at the end of the colonial period(1799). Most of this information reveals the social impact that they caused in the region. Scholars of that time triedto nd a rational explanation for those phenomena, especially meteor showers and meteorites, in order to contrastthe religious conceptions. This paper analyzes the most representative data obtained from the observations duringthe period 1799-1910.Key words:Costa Rica, meteorites, aerolites, reballs, meteor showers, social impact.

    RESUMEN: Los registros de observaciones de fenmenos astronmicos en Costa Rica se remontan a nales de lapoca colonial (1799). Estos detallan el impacto que tuvieron en la sociedad del momento, principalmente las lluviasde estrellas y la cada de meteoritos. Desde esa poca se ha buscado una explicacin racional a dichos eventos ante laalternativa conceptual religiosa imperante. El presente trabajo resume y analiza los datos ms representativos obtenidos

    en dichas observaciones entre 1799 y 1910.Palabras clave:Costa Rica, meteoritos, aerolitos, blidos, lluvias de estrellas, impacto social.

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    INTRODUCCIN

    Documentos con detalles de algunos aconte-cimientos histrico-cientficos relevantes relacio-nados con la observacin de fenmenos celestesentre 1799 y 1910, concernientes con lluvias deestrellas, aerolitos y blidos en los cielos costa-rricenses fueron rescatados y escudriados parala elaboracin de este trabajo.

    Se inicia con una recapitulacin de los antece-dentes histrico-cientficos en Europa y Amricadesde finales del siglo XVIII y comienzos delXIX, en los que se aborda el contexto de la pocay una aproximacin conceptual de los fenmenoscelestes. Se visualizan las observaciones ms so-bresalientes realizadas en Costa Rica referentesa las lluvias de estrellas de 1799 y 1833, la cadade un meteorito en 1857, la observacin de estre-llas fugaces en 1896 y de blidos en 1896 y 1910que se presentan en la figura 1 (cf. Soto, 2004).Se interpreta la reaccin y actitud de la sociedadde la poca, enfatizando el inters cientfico quedespertaron tales manifestaciones.

    ASPECTOS CONCEPTUALESHISTRICO-CIENTFICOS

    La primeras observaciones de lluvias de es-trellas (Hardy et al., 1983) se endosan a los pri-meros registros elaborados por los pobladores deChina en la Antigedad. No obstante, estos fe-nmenos empezaron a despertar inters cientficoen 1803, cuando la Academia Francesa decidiemprender estudios sobre meteoritos en formasistemtica (De Bon & Carvajal, 2004).

    En el siglo XIX, el concepto de meteorito erasinnimo de aerolito: un pedazo desprendido deun blido o piedra emanada de las alturas de laatmsfera. El trmino de blido designaba todoobjeto luminoso que estallaba al entrar en contac-to con la atmsfera terrestre y se fragmentaban.En ese entonces, se crea que los blidos integra-ban el Sistema Solar, asociados a los planetasde cortsimas dimensiones o asteroides recindescubiertos. Se consider su procedencia deerupciones volcnicas de la Luna, tesis compar-

    tida por Heinrich Olbers (1758-1840), Pierre de

    Laplace (1749-1827), Joseph Lagrange (1736-1813), Simon Poisson (1781-1840) y Jean-Baptiste Biot (1774-1862), mientras que ErnstChladni (1756-1827), en 1794 los asociaba concuerpos que vagaban libremente por el espacio ypara Gabriel Daubre (1814-1896), en 1870, tansolo reductos de planetas extintos (Flammarion,1883; De Bon & Carvajal, 2004).

    La importancia de los meteoritos para laciencia del siglo XIX estribaba en el anlisis delos elementos componentes de cuerpos extrate-rrestres. Este inters puntual permiti la creacinde colecciones, entre las que se destacan las delMuseo de Historia Natural de Pars, el MuseoBritnico de Londres y el Museo Mineralgicode Viena (Flammarion, 1883).

    En el presente, la ciencia atribuye el origende los meteoritos a cuerpos csmicos desprendi-dos de algn objeto mayor en el espacio. Sus ta-maos varan desde un fino polvo hasta grandesbloques >1 km de dimetro, y cae continuamentesobre la Tierra, por lo que el planeta est someti-do a un continuo bombardeo de fragmentos roco-sos procedentes del espacio exterior.

    En el siglo XIX, se determin que los

    meteoritos estaban constituidos por mineralesenfriados tras impactar el suelo terrestre y se lesdescriba por su forma polidrica imperfecta,cubiertos de una capa negra y reluciente con unespesor de un milmetro (Flammarion, 1883). Laciencia actual ha revelado su composicin qu-mica y mineralgica, consistente esencialmenteen aleaciones de hierro-nquel, de silicatos comoolivino o piroxenos, o una mezcla de ambos.Adems se han encontrado aminocidos y com-puestos orgnicos, lo que indica la existencia de

    materia orgnica en el espacio exterior. En el siglo XIX, la ciencia conceptualiza-ba a las estrellas fugaces o errantes como fenme-nos de una naturaleza similar a la de los meteoritos,definindolas como: estrella desprendida de la es-fera celeste que se apaga sin ruido. Se calcul sualtura en unos 120 km al inicio de la observacin y80 km al extinguirse y una velocidad estimada entrelos 12 y 70 km por segundo (Flammarion, 1883).

    Camille Flammarion, astrnomo francs,fundador del observatorio astronmico de Juvisy-

    sur-Orge y de la Sociedad Astronmica de Francia

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    y autor de varias publicaciones cientficas rela-cionadas con la astronoma, explic el origen delas estrellas fugaces como producto del efecto alchoque sucesivo de la tierra con una porcin decorpsculos que circulan en los espacios celestes,y que vienen a nosotros con velocidades prxi-mamente iguales entre s (Flammarion, 1883).En este sentido, las lluvias de estrellas no tenanun origen distinto, sino que procedan de determi-nadas zonas del cielo.

    EL DESARROLLO DE LA CIENCIALATINOAMERICANA EN EL SIGLO XVIIIY SUS REPERCUSIONES EN COSTA RICA

    Durante el siglo XVIII se desat un vivo in-ters por el comportamiento del ser humano antelas variaciones de la naturaleza. Es la fase del mo-vimiento ilustrado que promueve reformas y pro-greso, es el perodo de la creacin de academias

    de ciencias, entre ellas, la Academia de las Artes y

    las Ciencias en Amrica, la Asociacin Britnicapara el Desarrollo de la Ciencia, la AsociacinAmericana para el Desarrollo de la Ciencia yla Asociacin Francesa para el Desarrollo de laCiencia, favoreciendo estas instituciones la di-vulgacin cientfica.

    Proliferaron las expediciones cientficas enlas actividades de medicin de lmites, construc-cin de fortificaciones y observaciones astron-micas. Entre ellas, las de Charles-Marie de La

    Condamine en Quito (1736), la de Hiplito Ruizy Luis Pabn en el Virreinato de Per de 1777 a1788; la de Martn Sess y Lacaste y Jos MaraMocio en Nueva Espaa de 1788 a 1803; la ex-pedicin naval de Alejandro Malaspina de 1789a 1794, la de Alexander von Humboldt y AimBonpland (1778-1858), entre 1799 y 1804, a laAmrica espaola, cuyas hazaas marcaron unhito en la historia cientfica regional y universal.De inters para este trabajo es destacar las inves-tigaciones de Alejandro Malaspina, que dentro

    de su tripulacin y segn lo asevera Font-Tullot

    Fig. 1: Fenmenos celestes observados en Costa Rica (1799 1910).

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    (1986) traa astrnomos. Por otro lado se puntua-liza la labor del naturalista von Humboldt, uno delos artfices de la geografa moderna, quien reali-z observaciones meteorolgicas y astronmicas,

    explora sobre los meteoritos (1799) y el trnsitode Mercurio frente al disco solar (1802).

    De acuerdo con Melndez (1974),Centroamrica se caracteriz por una fase plenade avances y enseanzas gracias al explosivo am-biente ilustrado, que se difunde en la Universidadde San Carlos de Guatemala y los seminarios con-ciliares. Destaca la obra Astronoma Prctica oCompendio de 84 tablas astronmicas, del gua-temalteco Joaqun Manuel Caldern de la Barca(1743), Tablas Astronmicas del presbtero JuanJos Padilla (1750?) y la del clebre cura costa-rricense Jos Antonio de Liendo y Goicoechea,un adelantado en el estudio de las ciencias fsicasque enseaba, como en el caso de la astronoma,con materiales que haba trado de Espaa. Estesacerdote difunda sus conocimientos a travs deLa Gazeta de Ghoatemala.

    Otro de los pilares sobre los que se cimentla ciencia centroamericana, es el hondureo Dr.Jos Cecilio del Valle, hombre de grandes luces,que estudi en la Universidad de San Carlos deGuatemala, donde la influencia intelectual deLiendo y Goicoechea cal hondo en su formacinhumanista y cientfica (Solano, 1999).

    Valle insta entre 1826 y 1827 al astrnomo ydifusor de la emancipacin mexicana Don Manuelde Mier y Tern que en el viaje de reconocimien-to que hara de Nuevo Mxico llevara un registrode las manifestaciones de la naturaleza. Su interspor la difusin de la cultura americana y los estre-chos contactos que estableciera con estudiosos del

    conocimiento cientfico en Europa y Amrica, en-tre ellos Bonpland y von Humboldt, lo conducen(Leiva, 1980) a solicitar pblicamente en 1824que se organice una expedicin cientfica y ape-nas se informa del segundo viaje de Humboldt, leescribe invitndole a que lo extienda hasta CentroAmrica (Leiva, 1984).

    El siglo XIX experimenta acontecimientoshistrico-cientficos que cristalizan en una eraexpansionista europea, cuya esfera de influenciaabarc a muchas naciones. A principios del siglo

    XIX, Costa Rica se revitaliz gracias a cambiosen su economa y los aires ilustrados se afianzan,

    era una zona marginal de la Capitana Generalde Guatemala, de escasos recursos econmicos.La provincia fue visitada desde el siglo XVII porpersonajes de diversas culturas, interesados en el

    comercio y otros con orientaciones ms cientfi-cas, caso del navegante ingls George Vancouver,compaero de viaje en varias oportunidades deleminente explorador James Cook. Vancouver rea-liz el primer levantamiento de las costas en Isladel Coco. Sus datos fueron utilizados aos mstarde por Henri Pittier en sus investigaciones so-bre la isla (Gonzlez Flores, 1976).

    En los aos previos a la independencia secrearon centros de pensamiento como la Casa deEnseanza de Santo Toms en San Jos (1814),origen de la universidad homnima (1843).

    LA LLUVIA DE ESTRELLAS DENOVIEMBRE DE 1799

    El 20 de noviembre de 1799, el goberna-dor don Toms de Acosta redacta un informe alCapitn General Doms y Valle, de la CapitanaGeneral en la Ciudad de Guatemala, acerca de laprimera observacin documentada de un fen-meno celeste en Costa Rica entre el 11 y 12 denoviembre de ese mismo ao, advirtiendo queera uno de los ms portentosos fenmenos quese han visto en este hemisferio y tal vez en elmundo (ver Anexo 1). El documento que des-cribe la Lluvia de fuego, puntualiza aspectosmeteorolgicos, hechos observados y la reaccindel pueblo. Las observaciones y anlisis sobre elfenmeno de 1799 que acapar la atencin de losresidentes de Cartago, tambin fueron observados

    y documentados para la regin de Tobosi, uno delos pueblos de indios que rodeaban la capital co-lonial de la provincia de Costa Rica.

    El Gobernador asoci el hecho con un fe-nmeno natural ligado a los efectos que provo-can los volcanes cercanos (Cartago, Turrialba,Dragn) y a muchos minerales que existen enlos contornos. El seor Acosta y en vista de quelas ciudades estaban cerca de los volcanes envaa personas de satisfaccin que inmediatamentefueran reconocerlos con prolijo examen para ver

    si humeban, si se les adverta alguna inflamacin,si tenan alguna grieta, si se les oa algn susurro,

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    si exhalaban algn olor sulfreo o bituminoso, si se encontraba en ellos novedad particular.El gobernador pens que cualquiera que fuera lacausa de estos efluvios inflamables, es muy de

    temer una erupcin, porque en vista de la abun-dancia que hubo de ellos y lo cargado que estabande materia elctrica, considero que el paraje quelos arroj, sea el que fuere, sobreabunda de aque-lla materia, y por consiguiente muy expuesto areventar. Afirm que Yo puedo estar muy erra-do en mi juicio, porque no he hecho estudios defsica experimental, pero de todos modos creo demi obligacin participar Usted lo acaecidoporsi hubiere alguna cosa que prevenir, y asegurar-le al mismo tiempo que no hay lengua, pluma nipincel capaz de pintar debidamente lo que sucedila noche del once al doce del corriente, y que laexpresin de que llovi fuego slo se aparta de larealidad en que no cay en tierra todo el que sedesprendi de la atmsfera.

    Las ideas cientficas que circundaban el pe-rodo colonial y los rudimentos en este campoque manejaba el gobernador Acosta le indujerona percibir la lluvia de fuego de 1799 como unfenmeno natural, no as asocindolo a una ex-plicacin religiosa que hubiera sido lo usual enla poca. Atribuy su gnesis a la actividad delvolcn Iraz, que haba hecho una portentosaerupcin en 1723, segn consta en los informesde su predecesor Diego de La Haya Fernndez yal Cerro Dragn o Caraigres, considerado volcnpor los residentes de la provincia por su forma si-milar a un cono volcnico (Chacn, 1967).

    El aporte ms significativo es legar un registrodetallado del fenmeno de la lluvia de estrellas conbase en la observacin y el recuento de datos, pese

    a que sus descripciones contienen elementos de exa-geracin (Soto, 2004). Las descripciones se hicieroncon base en el conocimiento de la poca haciendoalusin a la Fsica Experimental, disciplina que ha-ba sido introducida durante la reforma impulsadapor Fray Jos Antonio de Liendo y Goicoechea en laUniversidad de San Carlos de Guatemala al finalizarla dcada de 1760 (Solano, 1999).

    El acontecimiento narrado por el gober-nador Toms de Acosta en Costa Rica tiene si-militud con la descripcin hecha por Bonpland

    y Humboldt en Cuman (Venezuela) el 12 denoviembre de 1799 y descrito por este ltimo

    de la siguiente forma (Pereira, s.f.; Soto, 2004):Media hora despus de la dos de la maana, losms extraordinarios y luminosos meteoros fueronvistos en direccin de M. Bonpland, que se haba

    levantado para disfrutar del aire fresco, los perci-bi primero. Miles de blidos y estrellas fugacesse sucedieron unas a otras durante el espacio decuatro horas. Sus direcciones eran muy regularesde norte a sur. Llenaban un espacio en el cieloque se extenda exactamente 30 de norte a sur.En una amplitud de 60 los meteoros fueron vis-tos salir sobre el horizonte al ENE y al E., paradescribir arcos ms o menos extendidos, y caerhacia el sur, despus de haber seguido la direccindel meridiano. Algunos de ellos alcanzaron unaaltura de 40, y todos excedan los 25 o 30. M.Bonpland. Estableci que, desde la primera apari-cin del fenmeno, no haba en el firmamento unespacio igual en extensin a tres dimetros de laLuna, que no estuviera lleno en cada instante deblidos y estrellas.

    Flammarion (1883), describi las observa-ciones de Bonpland y Humboldt como sigue: Enel mes de Noviembre de 1799, y en su noche del11 al 12 A. de Humboldt y Bonnpland [sic] asis-tieron en Cumana [sic] (Amrica) un verdaderochaparrn de estrellas fugaces. Bonnpland [sic]declara que no haba en el cielo un espacio cuyaestension [sic] fuese igual tres dimetros de laluna que no se viera cada momento lleno de es-trellas fugaces. Los habitantes de Cumana estabanaterrorizados con el fenmeno: los mas ancianosrecordaban que en 1766 se habia presenciado otroanlogo, acompaado de un temblor de tierra.

    Esta actividad csmica tambin fue vivida porotros habitantes en la misma regin de Amrica

    del Sur. Gonzalo Pereira (s.f.), enfatiza que la pre-sencia celeste caus tal estupor en los pobladoresguaranes (Kereimba), que horrorizados ante tandescomunal evento, frenaron el ataque que tenanperpetrado contra el fuerte Saipur, bajo controlespaol. Este recinto ocupaba un punto estratgicoque haba utilizado tanto por los incas como por losconquistadores contra el continuo asedio guaran.

    El recuerdo de la lluvia de estrellas de fina-les del siglo XVIII, vista en numerosos puntos delcontinente americano y tambin en Europa (Soto,

    2004), cal, segn unos, en la memoria colectivade los costarricenses, como propone el escritor

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    Mximo Soto Hall en Un vistazo sobre CostaRica en el siglo XIX (ver Paz, 1994): Un as-pecto astronmico relevante en ese inicio del sigloes la lluvia de estrellasen la noche del 12 al 13 de

    noviembre de 1800 [sic]. Otros difieren, comoPez (1994), para quien dicho fenmeno celesteparece no haber motivado a ninguno de nuestrosantepasados, ya no por la astronoma, sino por lasciencias en general.

    Para esa misma fecha y en vista de que nose manejaba un modelo de concepcin astronmi-ca adecuado a los hechos, es plausible encontrarun asocio de la lluvia de estrellas de 1799 a unaaurora boreal. En una carta que dirige Fray JosAntonio Liendo y Goicoechea a don Jos Damasy reproducida en El Mensajero del Clero de 1928(p. 37), coment lo siguiente: Una especie denube rara, transparente, luminosa que aparece dellado norte en figura de un segmento de crculo,cuya parte occidental es la primera que se ilumi-na: de este segmento comienzan a salir arcos lu-minosos, crestones y rayos de una luz muy viva,percibindose un movimiento de hervor y confu-sin de unas partes con otras en toda la masa delfenmeno: quando este se encuentra en sumas degrande crecimiento forma una especie de coronacon vivsimos rayos hacia el zenit: aparecen deuno a otro punto otros rayos que figuran espadasy lanzas opuestas unas a otras como si fueran dedos ejrcitos encontrados: se ven columnas devivo fuego de color ms hermoso que el del oro: yfinalmente este meteoro es de los ms deliciososespectculos que la naturaleza puede presentar anuestra vista.

    La confusin de este fenmeno con una au-rora boreal persista a finales del siglo XIX, como

    lo consign el cartgrafo Jos Mara Figueroa ensu famoso lbum (Archivo Nacional de CostaRica, lbum Figueroa, tomo II, f. 24v): La auro-ra Borial [sic] o fuego del cielo como creyeron enaquel tiempo, se dej ver en el ao de 1801 [sic].

    Humboldt divulg la situacin ante la comu-nidad cientfica y se dedic a localizar observa-dores de este fenmeno en diferentes partes delglobo, entre ellas Europa (Soto, 2004). AndrewEllicott, ingeniero y astrnomo estadounidense einstructor de matemticas en la Academia Militar

    de West Point, describi la lluvia de estrellas des-de un barco en la Florida el 12 de noviembre de

    1799: Alrededor de las dos en punto de la maa-na, me llamaron para ver las estrellas fugaces, elfenmeno era grandioso y atroz, el cielo ntegropareca que estuviera iluminado con fuegos artifi-

    ciales, volando hacia una infinidad de direcciones,mientras que yo tema constantemente que algunode ellos fuera a caer sobre el barco. Continuaronhasta que la luz del sol los apag. Ese fenmenose extendi sobre una larga porcin de las islas dela India Occidental, y fue observado ms al nortecomo St. Mary, donde se aparecieron tan brillan-tes como a nosotros.

    Tendran que pasar otros treinta y tres aospara que en Costa Rica se volviera a tener noti-cias de un fenmeno celeste de estas magnitudes,segn consta en las fuentes consultadas. Mientrastanto, la ciencia iniciaba su proceso de institucio-nalizacin en Costa Rica con la fundacin de laCasa de Enseanza de Santo Toms en la ciudadde San Jos, la publicacin de los primeros textoscientficos y el inicio de las primeras exploracio-nes de la provincia con el propsito de hallar unaruta hacia el Mar Caribe (Solano & Daz, 2005).

    LA LLUVIA DE ESTRELLAS DENOVIEMBRE DE 1833

    Para esta fecha de 1833, la poblacin costa-rricense se revitalizaba en su dimensin econmi-ca. Plasmaba a su vez en el discurso oficial, losconceptos ideolgicos del movimiento ilustrado,caractersticos del pensamiento latinoamerica-no de la poca. Su norte en el progreso y en elcambio fortalecen los cimientos estructurales delestado nacional. Surcaba en el marco colonial la

    presencia del desarrollo del pensamiento cientfi-co y filosfico europeo, funcionaba a nivel insti-tucional, la Casa de Enseanza de Santo Toms,regentada por el nicaragense Rafael FranciscoOsejo, versado en letras y ciencias, introduciendoen esa casa de estudios los primeros rudimentosde fsica y meteorologa.

    En este mismo perodo, llegan a nuestra re-gin un conglomerado de empresarios y comer-ciantes europeos, principalmente britnicos, concapitales e intereses en la minera y agricultura.

    Para este entonces, los habitantes de muchas po-blaciones del interior costarricense vivenciaron el

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    12 y 13 de noviembre un fenmeno celeste que lodenominaron Los fuegos fatuos (ver Anexo 2) yque un articulista que escribi bajo el seudnimode La Centella, al igual que Liendo al finalizar

    el siglo anterior, manifest que era una auroraboreal al comparar errneamente el fenmenocon la descripcin ofrecida por Nicolas Boileu-Despraux en una de sus obras (vase Anexo3). Esta informacin no fue incluida por CletoGonzlez Vquez en su obra de 1910 Temblores,terremotos, inundaciones y erupciones volcnicasen Costa Rica, 1608-1910, donde se mencionanvarios de los fenmenos celestes analizados en elpresente trabajo.

    El peridico El Noticioso Universal publi-c que los fuegos se vieron el mismo da en lospoblados del interior del Estado. Estos fuegos,segn carta particular de una persona fidedigna,se presenciaron en la ciudad de Len, expedien-do muchos rayos grandes y continuando poste-riormente innumerables pequeos que parecaque incendiaban aquella ciudad. Otro tanto seobserv en Chinandega con la circunstancia dehaberse antes tendido una nube muy oscura y dehaber cado varias luces hasta la tierra, conster-nando a sus habitantes, quizs por falta de cono-cimiento de estos fenmenos, a pesar de que yaen 1799 existan registros de una lluvia de estre-llas similar a esta.

    Pez (1994) sintetiza la experiencia de lamanera que se detalla a continuacin, pero cen-trndose en hechos ofrecidos por un documentoestadounidense: ocurre otra lluvia de estrellasen la noche del 12 de noviembre del ao de 1833(idntica fecha a la del inicio del siglo, [...]), perode sta si hay una descripcin ms detallada.

    Afortunadamente la lluvia de estrellas que noshemos referido, se ofreci los ojos de todos loshabitantes de la Amrica, desde Colombia hastaAlaska. En el boletn oficial de Washington, N56, del 28 de febrero de 1834, se lee la descrip-cin siguiente: Charleston, 14 de noviembre. Fenmeno brillante. En la noche del martes 12 delcorriente [noviembre, 1833], la atmsfera tanto enla ciudad como en sus inmediaciones, ha ofrecidoun brillante espectculo de meteoros, estos eranmillares de estrellas que caan, de las cuales algu-

    nas eran de un tamao extraordinario, que se lan-zaban de todos lados en el espacio celeste como

    si viniesen a herir la tierra [...] El capitn Jackson,que estaba en el mar, durante la noche, casi 9millas de la costa, nos ha dicho que el firmamen-to haba estado toda la noche iluminado con los

    fuegos resplandecientes de estos meteoros, ofre-ciendo la vista un espectculo la vez sublime ymagnfico, acompaado de uno otro momento,de un ruido quese asemejaba mucho la detona-cin de las armas de fuego de poco calibre.

    Flammarion (1883) seala que en territo-rio americano en 1833, se observ la lluvia deestrellas de Las Lenidas. El cientfico DenisonOlmsted de New Haven (Conecticut, EstadosUnidos) analiz la periodicidad del fenmenoocurrido entre el 12 y 13 de noviembre de cadaao y que alcanz gran notoriedad en dicho ao(Weasner, 2001).

    Flammarion (1883) comenta: El perodo delas grandes apariciones de noviembre indicadopor Olbers desde 1837, acababa de confirmarseen 1866 y podia fijarse en 33 aos y una fraccin,trazando alrededor del Sol una elipse cuyo ejemayor correspondiese esta duracin, encontrque la duracin del movimiento de estas estrellasfugaces para recorrer su rbita es de 33 aos y es decir, la misma que la del cometa de Tempel.El cartgrafo costarricense Jos Mara Figueroa(Archivo Nacional de Costa Rica, lbum deFigueroa, tomo I, f. 37v), comparte esta posiciny asocia este notable fenmeno con el paso del co-meta Tempel, a raz de los estudios publicados enla Cosmografa de Charles Briot (1817-1882),la Cosmografa de Guillermin y el Cosmos deAlexander von Humboldt, autor que como se in-dic anteriormente, presenci Las Lenidas juntocon el naturalista Bonpland en 1799.

    Pez (1994) se pregunta: Slo nos queda lla-mar la atencin sobre el hecho que s hubo fen-menos celestesque pudieran haber incentivado anuestros antepasados por desarrollar un beneplci-to por la Astronoma. La respuesta sera afirma-tiva, ya que en los peridicos de los aos siguien-tes, como El Mentor Costarricense, se publicauna seccin titulada las Afecciones astronmi-cas (El Mentor Costarricense, 19-VII-1845:372),continuada por su sucesor, El Costarricense,publicacin dirigida por el Dr. Nazario Toledo

    (1807-1887), a partir del 21 de noviembre de1846 (El Costarricense, 21-XI-1846: 5).

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    Al mismo tiempo, la llegada de una plyadede cientficos, en su mayora europeos, contribu-yen a la gnesis de una incipiente y activa comu-nidad cientfica y a la fundacin de instituciones

    como la Junta Econmica Itineraria (1843) y elProtomedicato de Costa Rica (1857), que seranlas precursoras de las futuras insituciones cientfi-cas del pas (Solano & Daz, 2005).

    LA CADA DEL METEORITO DEL 1 DEABRIL DE 1857

    Los peridicos de la poca siguieron informan-do de nuevos fenmenos astronmicos al lado de loshechos militares y polticos que generaban contro-versia en la poblacin. Uno de ellos fue la cada deun meteorito en Heredia, como lo public la Crnicade Costa Ricade abril 4 de 1857 (Gonzlez, 1910),donde apenas se destaca algunas de sus caracters-ticas generales: El primero de abril, de 7 8 de lanoche, la capital se vi repentinamente iluminadapor un meteoro que cruz de Sur Norte lanzan-do grandes exhalaciones. Y luego, el 9 de mayo de1857: El meteoro que alumbr repentinamente laRepblica, el primero de abril pasado, lanz sobreuna de las poblaciones inmediatas Alajuela, unasgrandes piedras negruzcas, metlicas y como deunas cinco seis libras de peso, que en vano hemosquerido analizar.

    Las limitadas descripciones proporcionadaspor los medios de la poca hacen pensar que anivel nacional su cada provoc poco impacto, de-bido al inters con que el gobierno y la sociedadcostarricense mantenan sobre el desenlace de laguerra contra las fuerzas filibusteras de William

    Walker, en esa poca acantonadas en Rivas, don-de enfrentaron una fuerte resistencia hacia elasedio de las tropas centroamericanas que lo ro-deaban y cuya rendicin tuvo lugar el 1 de mayode 1857 (Obregn, 1991; Crnica de Costa Rica,4-IV-1857, p. 2-3 y 9-V-1857, p. 2-3).

    De acuerdo con Soto (1989), la trayectoriadel meteorito fue trazada por una bola de fuegoque produjo un ruido similar a la de una detona-cin al hacer contacto con la superficie terres-tre. A diferencia de la actitud mostrada por las

    autoridades locales y la poblacin costarricenseen general, la comunidad cientfica mantuvo un

    inters por recuperar muestras del meteorito yla mayor lleg a pesar aproximadamente 1 kg.Actualmente, se conservan varias muestras en va-rias instituciones cientficas, incluida la Escuela

    Centroamericana de Geologa de la Universidadde Costa Rica (Soto, 1989; 2004).

    El diplomtico y estudioso chileno FranciscoSolano Astaburuaga, Encargado de Negociosde Chile en Costa Rica, recibi instrucciones depersuadir a las autoridades costarricenses parafirmar el Tratado de Unin Americana, suscritoen Santiago por los gobiernos de Chile, Ecuadory Per (1856) (Archivo Nacional de Costa Rica,Relaciones Exteriores, nmero 28, expediente 6,ff. 21-27 y expediente 16 f. 31). Este funcionario,interesado en el desarrollo cientfico de su pas, ob-tuvo una muestra del meteorito y una vez cumplidosu objetivo poltico, retorn a Chile. Una vez ins-talado en su pas, entreg la muestra del meteoritoa la coleccin mineralgica de la Universidad deChile, siendo estudiada y analizada por el cient-fico polaco Ignacio Domeyko, investigador de losmeteoritos hallados en el desierto de Atacama.Domeyko public sus resultados en un artculo ti-tulado Examen y descripcin de una aerolita, ca-da en Costa Rica el primero de Abril de 1857 enlos Anales de la Universidad de Chile en 1859(Soto, 1989, 2004; de Bon & Carvajal, 2004).

    Este artculo, enviado en 1858 a la Facultad deCiencias Fsicas y Matemticas de la Universidadde Chile para su publicacin, inicia con una refe-rencia a la obra cientfica de Humboldt relaciona-da con el tema y en el anlisis se le clasific comopiedra meterica. Demuestra el contacto quetuvo el cientfico con la muestra, la cual comparcon una similar procedente de Francia y destaca

    de la importancia que tiene para la ciencia estar encontacto con dicho material. Reconoci que en sucomposicin qumica entran los mismos elemen-tos y minerales conocidos en nuestro planeta.

    En 1863, en el listado Bchner se le regis-tra como el meteorito Heredia por su lugarde impacto y no sera hasta un siglo despusen que Mason (Soto, 2004) lo estudiara conmayor detalle, catalogndolo como una con-drita olivino-bronctica brechiada. Segn Soto(2004), es factible que su origen pueda ser el

    asteroide Hebe, que se encuentra en el cinturnprincipal de asteroides.

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    LAS ESTRELLAS FUGACES Y EL BLIDODE 1896

    Gracias al aporte de una plyade de cientficos,

    exploradores y estudiosos, principalmente alema-nes, entre ellos Karl von Scherzer, Moritz Wagner,Alexander von Frantzius, Karl Hoffmann, LudwigDaser, Julin Carmiol, Ferdinand Streber, FranzKurtze y Franz Rohrmoser, se sientan las bases defuturas instituciones cientficas como la Oficinade Obras Pblicas, la Oficina de Estadstica, elMuseo Nacional, el Observatorio Meteorolgicoy el Instituto Fsico-Geogrfico Nacional (Solano,1999; Len, 2003; Hilje, 2006).

    Al finalizar el siglo XIX, el marco institucio-nal existente en el pas permite el estudio e inves-tigacin de varios fenmenos celestes que ocurrende la poca, principalmente estrellas fugaces.

    En 1896, las fuentes registran varios fen-menos celestes, en una coyuntura donde varias delas observaciones astronmicas fueron llevadasa cabo por el Ing. Pedro Nolasco Gutirrez, Jefede la Seccin Meteorolgica del Instituto Fsico-Geogrfico Nacional (fundado en 1889). Este fun-cionario anot el paso de varias estrellas fugacessobre los cielos de la capital, denominndolas conel sinnimo de errantes y aerolitos. Gutirrezpuso especial inters en las observaciones astro-nmicas durante el tiempo que ejerci dicho pues-to, en la misma poca en que el cientfico suizoJean Rudin fomentaba el estudio de esta cienciaentre la poblacin costarricense (Pez, 1994;Daz, 2003; Solano & Daz, 2005).

    Las estrellas fugaces observadas fueron des-critas en el ltimo nmero de los Anales delInstituto Fsico Geogrfico, la principal revista

    de difusin cientfica del pas, que alcanz unadistribucin universal y se detallan en la siguientelista (Anal. Inst. Fs. Geog. Nac. C. R., 1896, p.21, 57 y 63; Daz, 2005):

    1) 20 de marzo de 1896, 9:50 PM: des-prendimiento de un aerolito con direccin este

    oeste, cayendo en la direccin de Alajuelita(suroeste de la capital). En esta localidad se sitala hacienda cafetalera La Verbena, en esa pocapropiedad de la Sociedad Tinoco y Ca., dondese instal una estacin pluviomtrica que regis-

    tr precipitaciones en 1896 y para el perodo1898-1905 (Daz, 2003).

    2) 6 de setiembre de 1896: observacin dedos estrellas errantes, la primera a las 10:31 p.m.,con direccin sureste-noroeste y la segunda a las10:32: p.m. con direccin noreste-suroeste.

    3) 29 de octubre de 1896, 8:37 p.m.: estre-lla errante que parti de la constelacin del Cisne,con direccin a la estrella Vega.

    Es presumible que Gutirrez haya solicita-do un informe de las observaciones de estrellasfugaces al Ing. Pedro Reitz, Jefe de la SeccinMeteorolgica del Instituto Fsico Geogrfico, re-lativo a unos reportes de lluvias de estrellas en laciudad de Caas a finales de noviembre de 1892.El propsito de dicho informe se debi a que enlos observatorios europeos se haba encargadopersonalmente al seor Reitz, entre otros estudiosimportantes que convena hacer en nuestro pas,el de esa clase de fenmenos (La Unin Catlica,8-XII-1892, p. 387).

    Aunque Reitz manifest que en la fecha de lasobservaciones, el 23 de noviembre, el cielo de SanJos se encontraba bastante nublado, el articulistaconsider que dicho fenmeno no era extrao yms bien, ya cientficos como Franois Arago(1786-1853) quien fue director del Observatoriode Pars y el barn Alexander von Humboldthaban determinado la periodicidad de varios ra-diantes a lo largo del ao (La Unin Catlica, 8-XII-1892, p. 387). Dado el inters cientfico dedicho artculo periodstico, se transcribe completoen el Anexo 4.

    Adems, en abril de ese mismo ao, se obser-v en Talamanca la cada de un blido, tal y comolo expresa el siguiente artculo publicado por LaUnin Catlica (1896, p. 438): De Talamancacomunica La Repblicael seor don A. Marn J.

    con fecha 10 del presente lo que sigue: El juevesltimo [9 de abril] que llegu sta me encontrcon una novedad que pongo en conocimiento delpblico por si alguien quiere y puede explicar elfenmeno: Hacia las 7:30 del domingo 5 del pre-sente [abril], los policiales vieron desde el cuartely en direccin N.O. elevarse una gran luz seme-

    jante la elctrica, que ilumin instantneamentetodo el valle. A una altura considerable, que nopudieron apreciar, el globo estall y se descompu-so en partculas encendidas. Dos minutos despus

    se oy una detonacin muy fuerte, atronadora,como la producida por un can de muy grueso

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    calibre, la cual ocasion un sensible movimien-to oscilatorio, como de temblor, en el suelo, enlas casas y en los objetos colgantes. Cuentan losindios que nunca han visto, odo ni sentido algo

    semejante.El reporte del fenmeno observado en Costa

    Rica debi emitirse en Sipurio, antigua residen-cia de las autoridades civiles y eclesisticas enTalamanca, situado en las inmediaciones delactual Amubri (Drg, 1995). Sipurio fue visita-do por miembros de una comisin cientfica delInstituto Fsico-Geogrfico en 1894 para estudiarla viabilidad de la navegacin del ro Telire y co-rroborar los conocimientos aportados por el ge-logo William Gabb en la dcada de 1870 (Conejo,1972). En dicho lugar se obtuvieron datos meteo-rolgicos y varios aos despus, se instal unaestacin pluviomtrica, que proporcion datosde 1901 a 1905, cuyo principal observador fue elPresbo. Agustn Blessing Prinsinger, responsablede la misin de Talamanca (1899-1905) y futuroVicario Apostlico de Limn (Daz, 2003; Drg,1995). Sipurio fue un importante polo de coloni-zacin en un territorio fronterizo que tena unadinmica comercial propia, poco ligada al ValleCentral pero bastante vinculada a la economa ca-ribea (Boza, 2004). Adems, en sus inmediacio-nes se situ la Colonia de San Bernardo.

    Las descripciones de observaciones de fen-menos celestes proseguirn en los siguiente aos,cuando el Instituto Fsico-Geogrfico se reestruc-tura tras una breve etapa en que sus funciones fue-ron suspendidas (1899-1901) a raz de la crisis eco-nmica que afect al pas al finalizar el siglo XIX.

    Los reportes de tales observaciones se con-feccionaban con base en los testimonios de quie-

    nes lograron presenciarlos, muchas veces aso-ciados con fenmenos ssmicos, como ocurriel 12 de octubre de 1907, cuando varios sismosfueron percibidos en la capital. De acuerdo conEster Morales Fernndez, maestra y encargadade la Seccin Meteorolgica del ObservatorioNacional, poco antes del anochecer fue observadala cada de un posible meteorito, cuya descripcines un tanto confusa, debido al temor que genera-ron los sismos de ese da. Morales seala que elpueblo designaba dicho fenmeno celeste bajo el

    trmino de culebrina (La Prensa Libre, 14-X-1907, p. 2): Varias personas de esta ciudad [SanJos] aseguran haber visto cruzar en direccinE.O. una claridad viva, que ellas llaman culebri-

    na, un instante inmediato al primer temblor [5:30de la tarde]. Aseguran muchas personas que alprincipio de los primeros temblores atraves unblido de NW-SE.

    Un mes despus, en la noche del 6 de noviem-bre, varios testigos presenciaron la cada de estre-llas fugaces, descritas como brillantes y dejaban su paso difusos rastros luminosos (La PrensaLibre, 7-XI-1907, p. 2). Tendra alguna relacincon Las Lenidas u otro enjambre similar o msbien se trat de un fenmeno aislado?

    Soto (2004) hace un registro de varias ob-servaciones de fenmenos celestes publicadaspor peridicos como El Noticiero entre 1903y 1912, en los que se describen posibles lluviasde estrellas, avistamiento de blidos o cadas demeteoritos. Debido a que solamente hay registrode ellas en documentos periodsticos que presen-tan informaciones parciales y no siempre detalla-das, tales observaciones no se pueden corroborarcon otras fuentes de la poca y a diferencia delo sucedido en Heredia (1857), no se rescataronposibles fragmentos.

    Sin embargo, ser al finalizar la dcada de1900 que se va a observar uno de los mayoresfenmenos celestes presenciados en el pas: elblido del da en que ocurri el terremoto deSanta Mnica.

    EL BLIDO DEL 4 DE MAYO DE 1910

    En la noche del 4 de mayo de 1910, en la mis-ma poca en que se observaba el cometa Halley,pocos minutos despus del terremoto de Cartago,tuvo lugar el avistamiento de un blido en terri-torio costarricense, observado en las poblacionesdel Valle Central recin afectados por el movi-miento telrico y que segn el parte del buque ale-mn Hator se precipit en las aguas del Golfode Nicoya (La Prensa Libre, 1910, p. 2). El cuadro1 resume algunos de los testimonios conservadosde dicha observacin.

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    Este fenmeno tambin se conserv en lamemoria oral de los habitantes de Cartago y el es-critor nacional Carlos Gagini (1865-1925), se re-firi a l en su cuento El tesoro del Coco como

    un enorme globo de fuego [que] surc el firma-mento y fue a sepultarse en las aguas del Golfo deNicoya (Soto, 2004). Natwent (1910) public enLa Informacin haber observado un blido quesurc los cielos del Valle Central el 28 de setiem-bre de 1910 y lo calific como ms grande queel que se vio la noche del 4 de mayo, momentosdespus del terremoto.

    Estos testimonios, a diferencia de los quesolan aparecer en la prensa de la poca, se venvalidados gracias al informe escrito por el natu-ralista Anastasio Alfaro Gonzlez, en calidad deDirector del Museo Nacional y que fue anexadoa la obra Temblores del Lic. Cleto GonzlezVquez, recuento cronolgico de eventos geof-sicos en la historia costarricense desde tiemposcoloniales hasta el terremoto de Cartago ocurridoen el ao de su publicacin en 1910 (Soto, 2004).

    Alfaro haba recibido indicaciones del gelogoestadounidense Thomas A. Jaggar, fundador delObservatorio Volcanolgico de Hawai, para im-primir cuestionarios para registrar el impacto del

    terremoto en la poblacin y en el que se sealaun apartado denominado Iluminacin posteriorque se refiere al aerolito: Hay igualmente grannmero de observadores que aseguran haber vistoun blido, que pas de Esta Oeste. Sobre la cor-dillera volcnica, desde el Turrialba hasta atrave-sar la pennsula de Nicoya, siguiendo, poco mso menos, el paralelo 10 Latitud Norte. Con res-pecto la hora, vara mucho pero todos estn deacuerdo en que pas rpidamente, poco despusdel terremoto, algunos estimaron el intervalo, en-tre uno y otro fenmeno, en segundos solamente,pero en otros dicen que fu un cuarto de hora mstarde veinte minutos.

    Solo el reporte del barco Hator indica su cadaen el ocano, si bien no hay reportes de daos cau-sados por la alteracin del oleaje en las poblacio-nes vecinas del Golfo de Nicoya. Los meteoritos

    Estado del tiempo y lugarde las observaciones

    Hechos observados Reaccin del pueblo y autoridades

    No indicados (San Jos)

    Vi un blido que ilumin el horizonte [...] Elblido camin del centro del cielo en direc-cin noroeste [...] Como 5 minutos despus[del sismo]

    Observador: Francisco Jimnez Nez (18611938), farmacutico. Anot la observacin enuna frmula distribuida por el Museo Nacional[vase infra] para tener un registro de los efec-tos del sismo en el pas, fechada en San Jos el15 de junio de 1910.

    Llovizna posterior al ter-remoto (Cartago).

    En aquellos momentos atraves el espacio desdeel zenit al Oeste una rfaga de fuego y un peque-o globo luminoso en que se deshizo, produjo unruido como el de una palmada lejana.

    Observador: Alfonso Prez Martn. Profesor es-paol que funga en esa poca como director delLiceo de Costa Rica (1907-1913). Se encontra-ba en Cartago durante la noche del terremoto.

    Mal tiempo (Golfo deNicoya).

    ... vieron iluminarse de improviso, con toda laclaridad del medio da dicho Golfo, percibin-dose claramente las islas todas. Miraron y vieronal gran viajero dijramos de Manzanillo Bocasdel Toro, y luego se escuch un grande y extraosonido, y poco despus se produjo en las aguasuna serie de ondas tan fuertes, que amenazaba zozobrar la nave que los conduca.

    Observadores: Mr. Smith, Mr. Krieguer y Aure-lio Castro. Tripulantes del buque Hator.

    Cuadro 1

    Observaciones del blido del mircoles 4 de mayo de 1910

    Fuentes: Arch. Mus. Nac. C. R., Exp. 8566 (1910); Arch. Nac. C. R., Fidel Tristn. Exp. 49 (1910); Prez et al. (1911), La PrensaLibre (1938) y Zamora & Lpez, 1988, p. 79-80.

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    son en algunas ocasiones, la causa de un tsunami,pero si no caus mayores problemas, ha de habersido un meteorito de pequeas dimensiones.

    CONCLUSIONES

    A lo largo del perodo de estudio, se analizla importancia que tuvo para la ciencia y la cultu-ra costarricenses, las observaciones de fenmenoscelestes como los meteoritos, blidos y estrellasfugaces. Su presencia est documentada en fuen-tes coloniales y decimonnicas, donde se buscauna explicacin racional del fenmeno por partede las autoridades coloniales y los estudiosos dela poca, mientras que paralelamente, se recurraa prcticas religiosas para evitar sus consecuen-cias negativas, como ocurri con las lluvias deestrellas de Las Lenidas en 1799 observadas enCartago y Tobosi y en 1833 reportadas en variospueblos del Valle Central.

    Las Lenidas de 1799 fueron atribuidos tantoa una posible manifestacin volcnica como a lasupuesta presencia de una aurora boreal, no obs-tante su errnea atribucin, se insista en el ca-rcter natural del fenmeno. Se gener un debateal nivel de la naciente prensa costarricense (queincluy temas de ndole cientfico), por ejemplo,la que ofrece La Centella, quien intenta hallaruna respuesta en una de las obras de Desprauxal comparar sus observaciones con la descripcinde una aurora boreal.

    Los fenmenos posteriores fueron de mayorinters para la ciencia, principalmente la recolec-cin de muestras del meteorito de 1857, cado enHeredia, las cuales se encuentran esparcidas por

    Amrica y Europa y cuyo anlisis maravill a unhombre de ciencia como Domeyko, iniciador delestudio cientfico de los meteoritos en Chile, quiencompara la muestra de este objeto con una simi-lar procedente de Francia. La muestra proceden-te de Costa Rica fue obtenida por el diplomticoFrancisco Solano Astaburuaga, quien cumpli unamisin para el gobierno chileno mientras los ejrci-tos centroamericanos combatan las fuerzas filibus-teras de Walker en Nicaragua, por lo que se puede

    inferir que la atencin brindada al conflicto blicopor parte de la prensa puso al meteorito en un planosecundario para los lectores costarricenses.

    Los procesos de institucionalizacin de la

    ciencia en Costa Rica que propiciaron el estable-cimiento de un rgimen de cientificidad (Viales& Clare, 2006; 2007) donde confluan varios fac-tores econmicos, polticos, sociales y culturalesque permitieron el florecimiento de institucionesy prcticas cientficas hicieron posible que estosfenmenos fueran registrados, principalmente porlos funcionarios del Instituto Fsico-GeogrficoNacional, quienes consignaron datos de algunosde ellos mientras efectuaban observaciones meteo-rolgicas y entre los que merecen citarse grandesestrellas fugaces observadas en 1896 por el Ing.Pedro Nolasco Gutirrez y las de 1907 por la maes-tra Ester Morales en el Valle Central. Para zonasdistantes de los centros urbanos, se recurra a losreportes de las autoridades locales, como ocurricon el blido observado en Talamanca en 1896.

    Finalmente, la aparicin de un blido en elcielo costarricense, minutos despus de haberseestremecido el territorio nacional como conse-cuencia del terremoto del 4 de mayo de 1910,debi haber producido pnico, ms en una po-ca en que todava se atribuan estos fenmenosa manifestaciones sobrenaturales. Es precisorecordar que dicho terremoto fue atribuido porel Ing. Pedro Nolasco Gutirrez al paso del co-meta Halley, visible en esa misma poca, lo queacrecent aun ms el temor hacia los fenmenoscelestes entre las clases populares del pas pesea las advertencias hechas por el Dr. Jean Rudindel carcter inofensivo de tales objetos celestes(Molina, 1994).

    AGRADECIMIENTOS

    Al Ing. Rolando Arias Herrera por su colabo-racin en el trazado y representacin de los fen-menos celestes analizados en el mapa que acom-paa el presente artculo. A Giovanni Peraldo yGerardo J. Soto por su revisin crtica. La pre-sente investigacin es producto del Proyecto

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    Meteorologa e Impacto Social Ambiental enCentro Amrica y Mxico (VI-805-97-519) ydel Programa Estudios Sociales de la Ciencia, laTcnica y el Medio Ambiente (VI-805-A4-906),

    ambos del Centro de Investigaciones Geofsicasde la Universidad de Costa Rica.

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    ZAMORA, C.M. & LPEZ, B., 1988: Liceo deCosta Rica: un siglo de existencia.- 167pgs. Com. Nac. de Conm. Hist., San Jos.

    Fuentes hemerogrcas y de archivos

    An. Inst. Fs. Geog. Nac. C. R., 1896: TomoIX.- Tipografa Nacional. San Jos, Costa Rica.

    Arch. Mus. Nac. C. R.. Inventario General deBienes. Exp. 8566 (1910).

    Arch. Hist. Arq. Mons. Bern. Aug. Th. Hoff.Seccin Gobierno Eclesistico. Serie VisitasPastorales. 4 (1882-1899).

    Arch. Nac. C. R. lbum de Figueroa. I y II.Arch. Nac. C. R. Fidel Tristn. 2. Exp. 49 (1910).Arch. Nac. C. R. Relaciones Exteriores. 28.

    Exp. 6. Chile (1857) y Exp. 16. Funcionarios yParticulares (1857).

    El Mensajero del Clero. 1928,.- Febrero: 37-38, XL (2). Imprenta Lehmann. San Jos, CostaRica. CARTA DE FRAY. JOS ANTONIOGOICOECHEA AL MUY ILUSTRE DON JOS

    DAMAS.DONDE CAY EL GRAN METEORITO.1910. La Prensa Libre. 14 de mayo:2.

    El Costarricense. 1846. 21 de noviembre: 5.El Mentor Costarricense. 1845. 19 de julio: 372.El Noticioso Universal. 1833. 15 noviembre: 412.El Noticioso Universal. 1833. 6 de diciem-

    bre: 438 y 442-444.El Noticioso Universal. 1833. 29 de diciembre: 486.

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    Revista Geolgica de Amrica Central, 36 Especial: 97-114, 2007 / ISSN: 0256-7024

    de tal magnitud que parecan globos de fuego,

    carcaces encendidos, y arrojaban tan copiosas y

    gruesas chispas que caan algunas hasta el suelo

    y dejaban en la atmsfera una seal tan larga y

    ancha que pareca abrirse el cielo, quedando la

    seal estampada por ms de diez segundos. De

    estas seales unas eran rectas imitaban la cola

    rabo de los cometas; otras que formaban sinuo-

    sidades dejaban el rastro de una serpiente, y las

    ms no dejaban sino la de una exhalacin ordi-

    naria; pero por la misericordia divina todas se

    apagaban en el aire, y slo he sabido de una que

    cay en el pueblo de los indios de Tobosi, como

    una legua de esta ciudad, la cual dicen estos

    ardi largo rato en gruesa llama y proporcin

    que esta disminua tomaba un color azul.

    Todo este vecindario estaba en pie, y aunque

    en mi concepto tuve y tengo este acontecimiento

    por efecto natural, con todo como los nimos se

    hallaban dispuestos penitencia con los muchos

    sermones que se acaban de hacer, este acciden-

    te, la verdad asombroso, los compungi ms y

    acudiendo al santuario de Nuestra Seora de los

    Angeles, imagen aparecida y milagrosa patrona

    de esta ciudad, fue conducida procesionalmente

    la Parroquia, como las cinco de la maana del

    da doce, habindosele dicho antes muchas misas

    en su Santuario y despus en la Parroquia. Desde

    que aquel sagrado simulacro sali de su templo,

    cuando empezaba el da, empezaron tambin a

    disminuir las exhalaciones, que totalmente cesa-

    ron se dejaron de ver con la salida del sol, que

    fue muy claro todo aqul y los siguientes hasta

    hoy, sin que en este intervalo se haya notado otra

    cosa que mantenerse la brisa fresca y recia.

    Con motivo de hallarse situada esta ciudad

    entre varios volcanes, de los cuales los ms rece-losos son el de Cartago que le queda al Norte, dis-

    tante como dos leguas, el de Turrialba al Noreste

    distancia como de ocho leguas, y el del Dragn

    al Suroeste como igual distancia, tuve bien

    mandar personas de satisfaccin que inmediata-

    mente fueran reconocerlos con prolijo examen

    para ver si humeaban, si se les adverta alguna

    inflamacin, si tenan alguna grieta, si se les oa

    FENMENO CURIOSO. 1896. La UninCatlica. 21 de abril: 438.

    FENMENOS ESTELARES. 1907. LaPrensa Libre. 7 de noviembre: 2.

    La Crnica de Costa Rica. 1857. 4 de abril: 2-3.La Crnica de Costa Rica. 1857. 9 de mayo: 2-3.La Informacin. 1910. 30 de setiembre: 2.La Prensa Libre. 1938. 13 de octubre: 4.La Unin Catlica. 1892. 8 de diciembre de

    1892:387.LOS TEMBLORES DEL SBADO. 1907.

    La Prensa Libre. 14 de octubre: 2.

    ANEXOS

    Anexo 1: Lluvia de estrellas de las Lenidas de

    11-12 de noviembre de 1799

    Lluvia de fuego

    El Gobernador de Costa Rica don Toms deAcosta, el 20 de noviembre de 1799 dirige cartaal Capitn General Doms y Valle acerca del fe-nmeno que observ:

    La noche del da once de este,[noviembrede 1799] en que finalizaron las plticas hechas

    felizmente por Fray Manuel de la Fuente, religio-

    so Recoleto del Colegio de Cristo, de esa ciudad,

    acaeci en esta uno de los ms portentosos fen-

    menos que se han visto en este hemisfero y tal vez

    en el mundo:-este fue que hallndose el tiempo

    sereno, la luna clara, el cielo despejado y slo ce-

    rrazn de nubes en el primero y segundo cuadran-

    te, aunque mucha distancia, se vieron primera

    noche varias exhalaciones de regular tamao yproporcionada luz, que corran del Noreste al

    Suroeste, que era el viento que soplaba, aunque

    poco; pero estas exhalaciones se fueron aumen-

    tando con la noche en tanto nmero y tamao,

    que las dos o tres de la maana eran ya de ins-

    tante en instante sin guardar direccin fija, sino

    que indistintamente giraban todos los vientos,

    de modo que pareca llover fuego. Muchas eran

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    algn susurro, si exhalaban algn olor sulfureo

    o bituminoso, si se encontraba en ellos nove-

    dad particular; mas regresados los exploradores

    aseguraban no haber observado cosa alguna ex-

    traa.

    En vista, pues, de todo lo relacionado y de

    la general consternacin, recelosos de alguna

    erupcin, se prosigue implorando la misericordia

    y auxilios del Todo-Poderoso por medio de las

    continuas confesiones, procesiones de peniten-

    cia y sermones que sigue predicando con notoria

    y ejemplar utilidad el citado fray Manuel de la

    Fuente, por splica de este celoso cura y Vicario,

    cuyo nombre, el mo y el de este vecindario me

    intereso con V.S.M.I., para que este varn apos-

    tlico sea destinado la reduccin de Orosi para

    que lo tengamos la mano para nuestro espiri-

    tual consuelo en los casos que ocurran, sin que se

    lo estorbe su Prelado.

    Sin embargo de que, como llevo dicho, atri-

    buyo efecto natural este fenmeno, respecto

    los volcanes que nos rodean y muchos minerales

    que incontestablemente hay en estos contornos,

    reflexiono tambin, fundado en aquellas premi-

    sas, que cualquiera que sea la causa productiva

    de estos efluvios inflamables, es muy de temer una

    erupcin, porque en vista de la abundancia que

    hubo de ellos y lo cargado que estaban de materia

    elctrica, considero que el paraje que los arroj,

    sea el que fuere, sobreabunda de aquella materia,

    y por consiguiente muy expuesto reventar. Yo

    puedo estar muy errado en mi juicio, porque no

    he hecho estudio de fsica experimental, pero de

    todos modos creo de mi obligacin participar

    Usted lo acaecido y expresarle lo que siento, por

    si hubiere alguna cosa que prevenir, y asegurarle

    al mismo tiempo que no hay lengua, pluma ni pin-cel capaz de pintar debidamente lo que sucedi

    la noche del once al doce del corriente, y que la

    expresin de que llovi fuego slo se aparta de la

    realidad en que no cay en tierra todo el que se

    desprendi de la atmsfera.-Cartago, 20 de no-

    viembre de 1799.-Toms de Acosta

    Fuente: Gonzlez Vquez (1910)

    Anexo 2: Lluvia de estrellas de las Lenidas

    del 13 de noviembre de 1833

    Tomado del peridico El Noticioso Universal

    de, 15 de noviembre de 1833, N 46, pg. 412.

    Fuegos fatuos

    La madrugada del 13 del presente mes, cmo

    a las tres, se observ en todos los pueblos del in-

    terior los fuegos fatuos que duraron hasta las seis

    de la maana, hacindose visibles esta hora ya

    por el rastro color de leche que se dejaba ver

    porque la magnitud y viveza de la luz de algu-

    nos se presentaba visiblemente. Este fenmeno

    fue precedido en la tarde y noche del da anterior,

    por un recio viento de O.S.O. que dur hasta la

    expresada hora en que se verific una revolucin

    causada por una correntada de E.N.E. la tem-

    peratura de 65 de Fahrenheit.

    Estos fuegos (que algunos confuden con

    la aurora boreal) son los mismos que vieron en

    Cartago el ao de 1800 puntualmente en el mis-

    mo da, que han llenado de terror las gentes

    sencillas y servido de diversin las personas

    de discernimiento. Algunos de estos los estiman

    como un medio para limpiar la atmsfera y librar

    los vivientes de la influencia nociva de las ex-

    halaciones sulfreas y betuminosas de que estaba

    cargada aqulla.-EE

    Entre otros errores que contiene el prrafoanterior, se nota el de tomar el ao de 1800 por1799, segn hemos visto antes.

    Anexo 3: Debate acerca de la lluvia de estrellas

    de 1833CC.EE habla sobre el poder divino y que el

    firmamento anuncia las obras:

    habla sobre los milagros V.g. la aurora bo-

    real que vimos el martes por la noche da 12 hasta

    amanecer el da 13 de este mes. Es un fenmeno

    natural pero que a los ojos del entendimiento se

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    descubren grandes dificultades para investigar

    su naturaleza; la causa de donde proviene, y la

    aurora boreal, es un hecho tan sensible, y palpa-

    bles los sentidos de todos los que salimos a ver

    el cielo. N necesitamos mas que de verlo para

    saber que hubo aurora boreal y se trasmitir de

    generacin en generacin, sin poder ser desmen-

    tidos de aqu a dos mil aos. Y qu es aurora

    boreal? Respondo, en satisfaccin copiar la ex-

    plicacin de ella hace Mr. Despreaux en el tomo 5

    de su obra titulada Lecciones de la naturaleza.

    Aurora boreal

    Entre todos los fenmenos nocturnos, no

    hay otro mas notable, y aun veces mas resplan-

    deciente que la aurora boreal. En el invierno, y

    hacia el equinoccio de la primavera quando el

    Cielo esta sereno y la luna tiene poca claridad,

    se v con frequencia por la parte del norte una

    especie de nuves [sic] transparentes, luminosas

    y de varios colores. Una luz brillante, se comu-

    nica consecutivamente otras nuves, de donde

    salen, en fin unas rfagas de luz blanquecina que

    se estiende [sic] hasta cerca del cenit. Tal es el

    fenmeno que llamamos aurora boreal. Este me-

    teoro, no est siempre acompaado de las mis-

    mas circunstancias. Por lo comun solo hacia la

    media noche se v una claridad parecida al alba

    del da: otras veces se observan tambien surcos

    y rfagas de luz, nuves blancas y luminosas que

    estn en un movimiento continuo. Mas quando la

    aurora boreal debe mostrar todo su esplendor se

    v casi siempre en tiempo calmado, y sereno, un

    espacio obscuro, una nuve negra y densa, cuya

    orilla superior est rodeada de una banda blan-

    ca, y luminosa, de la qual salen muy presto rayos,rfagas brillantes, columnas resplandecientes

    que elevandose por instantes toman colores ama-

    rillos, y roxos [sic], luego se acercan, y toman nu-

    ves luminosas y densas, terminndose por ultimo

    en coronas blancas, asules de color de fuego, de

    la mas bella purpura que despiden continuamente

    rfagas de luz. Este brillante fenmeno aunque

    tan visible es uno de aquellos efectos naturales,

    cuya causa no ha podido determinarse todava

    con exactitud. Algunos Fsicos afirmaron que

    debia su formacin exhalaciones nitrosas, bi-

    tuminosas, y sulfureas. Otros le atribuyen la re-

    flexion y refraccion de los rayos del sol en las nu-

    ves y nuves eladas [sic]del Norte, y otros tambien las porciones desprendidas de la atmsfera que

    se supone alrededor del Sol, y que mezcladas con

    las de la tierra fermentan con ella. Igualmente

    se d por causa de la aurora boreal, cierta es-

    pecia de exhalaciones desprendidas del seno de

    las tierras septentrionales: exhalaciones de una

    naturaleza bastante parecida la del fsforo, que

    reuniendo la luz con el fuego tiene mucho menos

    fuego que luz. Los fenmenos que acompaan los

    meteoros gneos dieron margen un celebre qu-

    mico para creer que hay en la parte superior de

    la atmsfera una capa de fluido inflamable mas

    ligero que el aire, y que en el punto de contacto

    de estas dos capas, es donde se efectan as los

    fenmenos de la aurora boreal como los de otros

    meteoros gneos.__

    Por lo demas, la misma incertidumbre en que

    estn los hombres mas ilustrados acerca de las

    causas de la aurora boreal es una nueva, entre

    otras muchas de lo limitado de nuestra capaci-

    dad. Mil cosas de poca consideracin confunden

    muchas los mas Sabios en sus meditaciones, y

    se ocultan todas las investigaciones: tambien

    hay una multitud de objetos que aun quando re-

    conocemos estar dispuestos con mucha sabidura

    y ser utiles, rara vez llegamos a descubrir, sus

    verdaderos principios, su union con el mundo

    corpreo, y con sus diversas partes. Por fortuna

    esa incertidumbre no influye en nuestra felicidad;

    pues aunque no podamos determinar exactamen-te de donde procede la aurora boreal no por eso

    dejamos de vivir tranquilos y contentos. Sabemos

    lo menos, que todos los fenmenos del mundo

    as fisico como intelectual, no suceden sino por la

    voluntad de un Seor infinitamente sabio, podero-

    so, y bueno que los encamina al bien del universo

    Ah! esto sin duda es bastante para exitarnos

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    Revista Geolgica de Amrica Central, 36 Especial: 97-114, 2007 / ISSN: 0256-7024

    adorar al que sabe obrar cosas tan maravillosas,

    tan superiores nuestro entendimiento __ Pero

    debo aun bendeciros Dios mio, por que no me

    hicisteis nacer en aquellos tiempos de ignorancia,

    y superticion, en que estos fenmenos llenaban

    pueblos enteros de consternacin, y de terror. Un

    espectaculo tan magnifico e interesante solo ofre-

    ca su turbada imaginacin, exercitos y comba-

    tes que se daban en el aire, y sacaban de ellos los

    mas funestos pronosticos. La aurora boreal era

    para ellos un Profeta que les anunciaba y la gue-

    rra, y el hambre, y y enfermedades epidmicas.

    Mas por el contrario, yo hallo en el apacible, y

    majestuoso brillo de esta luz, una seal de poder,

    y de la bondad del Altsimo. Veo sin miedo estos

    fuegos, por que s que el Seor del Cielo nada h

    criado para desgracia y tormento de sus criatu-

    ras, y puede ser que, en los pases septentrionales

    saquen los hombres de estos fenmenos que tanto

    poco influjo tienen en nuestras regiones, ventajas

    que sean para ellos nuevos motivos de reconocer

    un padre en el autor de la naturaleza.

    Hasta aqu el citado autor. La Centella.

    Fuente: El Noticioso Universal (1833, p. 438y 442-444).

    Anexo 4: Informe de una lluvia de estrellas en

    noviembre de 1892

    De Las Caas nos dicen con fecha 25 de

    Noviembre ltimo: El 23 del psesente [sic], porla noche, varias personas vimos el fenmeno ms

    bello de la naturaleza que jamas [sic] viramos

    antes. Desde las 7 de la noche se vea en toda la

    bveda celeste y en todas direcciones de instante

    instante deslizarse como estrellitas pequeas,dejando varias de ellas tras s estelas: veces se

    deslizaban casi la par, unas se desprendan de

    la parte ms baja inferior. Nuestro correspon-

    sal nos manifiesta adems que este fenmeno se

    prolong tarde de la noche, que l lo observ has-

    ta las 11 , hora en que se recogi dormir.

    Sabiendo un miembro de nuestra sociedad

    [Pedro Nolasco Gutirrez?]que en los observato-rios europeos se haba encargado personalmente al

    seor [Pedro]Reitz, entre otros estudios importantesque convena hacer en nuestro pas, el de esa clase

    de fenmenos, dicho seor anot que en el mes pa-

    sado haba visto una estrella errante el da 7 [de no-viembre] las 6 h. 50 m. p. m. que escribi [sic] unatrayectoria desde Jpiter hasta Beta del Pegaso, y

    otra que el 29 [de noviembre] 7 h. 31 m. p. m.parta de la zona de la va lctea [prximamente deBeta del Cisne]y desapareci hacia la bella estre-lla de lira [Wega: (sic)]La misma persona de estasanotaciones pregunt en nuestro Observatorio si

    alli se haba observado algn fenmeno extrao en

    el da y momento que aconteca el de Las Caas , y

    el seor Reitz tuvo la amabilidad de manifestar que

    en ese instante no se poda observar el que hubie-

    ra, por hallarse el cielo en sus siete dcimas partes

    oscuro. De San Vicente y de Paraca [sic] nos dicen

    que en esos dos lugares se vieron algunas estrellas

    errantes el da 23 indicado.

    Este fenmeno hoy no es raro desde queArago, el primero, seal su periodicidad, que

    despus Humboldt fija para el 22-25 de Abril, 17

    de Julio, 10 de Agosto, 12-14-27-29 de Noviembre

    y 6-12 de Diciembre.

    Como su aparicin, segn dice el ltimo, en

    el tomo I de su Cosmos, pgina 112, va acompa-

    ada frecuentemente de otros fenmenos meteo-

    rolgicos, damos cuenta de l.

    Daremos ms tarde conocer nuestros

    lectores la explicacin que sobre esos fenmenoshan dado algunos astrnomos.

    Fuente: La Unin Catlica (1892, p. 387).