robert mundell

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1 ROBERT A. MUNDELL Nació en Kingston, Notario en 1932. Fue educado en la Universidad de British Columbia, en el M.I.T. y en la Escuela de Economía de Londres, Mundell fue profesor en la Universidad de Chicago y actualmente lo es en la de Columbia (Nueva York). Ha sido asimismo, asesor de diversas instituciones, entre las que destacan el Banco Mundial y el Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos de Norteamérica. Es autor de numerosos artículos publicados en prestigiadas revistas de Economía, así como de varios libros, dentro de los cuales se encuentran Monetary Theory, International Economics y Man and Economics. Obtuvo el Premio Nobel de Economía en 1999 por su análisis de la política monetaria y fiscal bajo diferentes regímes y su análisis de las áreas óptimas de cambio. El documento que se presenta a continuación es una el prólogo del y el capítulo 1 de la primera parte del libro titulado “ El Hombre y la Economía”. Mundell, Robert A., “ El hombre y la economía”, Amorrortu editores, Buenos Aires, Argentina, trad. Graciela Mellibovsky, 1968.

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Economia

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ROBERT A. MUNDELL

Nació en Kingston, Notario en 1932. Fue educado en la Universidad de

British Columbia, en el M.I.T. y en la Escuela de Economía de Londres, Mundell

fue profesor en la Universidad de Chicago y actualmente lo es en la de Columbia

(Nueva York). Ha sido asimismo, asesor de diversas instituciones, entre las que

destacan el Banco Mundial y el Sistema de la Reserva Federal de los Estados

Unidos de Norteamérica. Es autor de numerosos artículos publicados en

prestigiadas revistas de Economía, así como de varios libros, dentro de los cuales

se encuentran Monetary Theory, International Economics y Man and Economics.

Obtuvo el Premio Nobel de Economía en 1999 por su análisis de la política

monetaria y fiscal bajo diferentes regímes y su análisis de las áreas óptimas de

cambio.

El documento que se presenta a continuación es una el prólogo del y el capítulo 1

de la primera parte del libro titulado “ El Hombre y la Economía”.

Mundell, Robert A., “ El hombre y la economía”, Amorrortu editores, Buenos

Aires, Argentina, trad. Graciela Mellibovsky, 1968.

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Prólogo La economía política es la ciencia de la elección. Comenzó con

Aristóteles pero se confundió con la ética durante la Edad Media;

Adam Smith la separó de ésta y Walras la matematizó. Marshall trató

de fijarle límites y Keynes la puso de moda. Robbins la amplió y

Samuelson la hizo dinámica, pero la ciencia moderna la volvió

estadística e intentó circunscribirla otra vez. Sin embargo, la ciencia

no permanece quieta. Fructifica en todos los campos. Existe una

economía del dinero y el comercio, de la producción y el consumo, de

la distribución y el desarrollo. También existe una economía del

bienestar, las costumbres, el lenguaje, la industria, la música y el arte

en general. Una economía de la guerra y una economía del poder.

Incluso existe una economía del amor.

La Economía parece aplicarse a todo rincón o intersticio de la

experiencia humana. Es un aspecto de toda acción consciente.

Siempre que se toman decisiones entra a funcionar la ley de la

economía. Siempre que existen alternativas la vida cobra un aspecto

económico. Nunca ha sido de otro modo. Pero, ¿por qué ha ocurrido

así?

Ello puede deberse a que la economía política no es solo la más

desarrollada de las ciencias de control: es una manera de mirar las

cosas, un principio ordenador, una parte completa de todo. Es un

sistema de pensamiento, un juego de vida, un elemento de

conocimiento puro.

Además como trataremos de demostrar en este libro es, en muchos

aspectos, útil.

Robert A. Mundell

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LOS PRINCIPIOS

LA LEY DE LA ECONOMIA.

La economía política trata de necesidades y recursos. Analiza el aspecto de

la acción individual y social en que se utilizan recursos para reducir necesidades.

Como la necesidad es un estado de la mente, la economía política se ocupa del

hombre; como los recursos son materia, se ocupa de la naturaleza. El hombre y

las necesidades, la naturaleza y los recursos: he aquí los actores universales del

drama de la economía política. Los componentes del drama se encuentran en

todo problema económico, si por drama se entiende - como en las grandes

tragedias del teatro- la confrontación de fuerzas opuestas. Esta existe siempre en

los problemas económicos: necesidad y recursos, deseo y oportunidad, hombre y

naturaleza, consumo y ahorro, oferta y demanda. La elección no es sino el acto

final, el desenlace, donde las fuerzas románticas del deseo se baten contra las

fuerzas realistas de la oportunidad.

No hay forma de discernir cuál de los dos conceptos, hombre o naturaleza,

es más importante en la economía política. El hombre es parte de la naturaleza y

por lo tanto inferior a ella, Pero la naturaleza es un postulado de la percepción

humana y, por lo tanto, el hombre es superior. Cualquier intento de establecer la

prioridad de un concepto sobre el otro tropieza con una contradicción metafísica.

Las necesidades son fundamentales para la economía política.

Desempeñan un papel esencial en el proceso de consumo; y el consumo es, como

dijo Adam Smith, fin y propósito únicos de toda producción. Sin las necesidades

no existirían bases para la elección, fundamentos para las decisiones, propósito

para el consumo. El hombre sería un vegetal, carente de objetivos e irrelevante.

Pero, en verdad, las necesidades son ilimitadas, son omnipresentes, universales y

eternas.

Aparecen cuando el hombre comienza a conocerse a sí mismo, cuando prueba el

fruto prohibido. Provienen de la ignorancia del hombre y de los instintos

primordiales que hacen de él una entidad biológica. Las necesidades son un pozo

sin fondo y es inconcebible su ausencia entre el Paraíso y el Reino de los Cielos.

Los recursos se obtienen de la naturaleza. Son los que alimentan el proceso

de producción, Sin recursos nada podría vivir, ni existiría base para percibir la

existencia de otra cosa. Habría una nada, incomprensible en sí misma. Pero los

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recursos son limitados. La materia es limitada, y el espacio, finito. El concepto de

abundancia de todo no tiene sentido; está fuera del alcance del hombre y de la

objetividad de su existencia. Nada es ilimitado.

La necesidad, por ser un estado mental, es un atributo del hombre

subjetivo; de esta manera, la economía política tiene uno de sus orígenes en las

ciencias psicológicas. Los recursos, por ser un estado de la naturaleza,

constituyen un atributo de la materia y por lo tanto la economía política tiene

uno de sus orígenes en las ciencias físico naturales. Los aspectos económicos de

estas ciencias se unen cuando la materia se transforma en supresión de

necesidades merced a la producción y consumo de bienes. Los fenómenos

subjetivos y objetivos de la vida se unen en el concepto económico de bienes.

Los recursos constituyen la clase de todas las cosas que existen; las

necesidades, la clase deseadas que faltan, Los bienes son las cosas deseadas

existentes; superposición de la clase de las necesidades y de la clase de los

recursos.

Los recursos que no son deseados, que son incapaces de satisfacer deseos

o suprimir necesidades, no son bienes; tampoco lo son las cosas deseadas que no

existen. Una pulga sobre el planeta Marte no puede ser válidamente considerada

un bien, dado que no es (hasta donde llega nuestro saber) deseada; tampoco

puede considerarse la inmortalidad como un bien, ya que no existe.

El hambre es una necesidad y el alimento un recurso. La primera crea el

deseo del segundo. De esta manera, la disponibilidad de alimento para reducir el

hambre, combinada con la capacidad de ingerirlo, implica que el alimento es un

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bien. El alimento, la bebida y el abrigo disponibles son bienes que pueden

eliminar el hambre, la sed y el frío; un concierto sinfónico es un bien capaz de

satisfacer la afición de un oyente por la música, y un tren de juguete, un bien que

puede satisfacer el placer que encuentra un niño en el juego.

El concepto de bien en economía política es muy amplio. Una hogaza de

pan es un bien; también lo son un auto, una casa, una pintura, un disco de los

Beatles, una cama y un perro. De igual modo podrían serlo el aire, la cita con una

chica, un baño en el mar, una conversación con un genio y una hermosa puesta

de sol.

Un bien es algo que afecta directamente al goce. Sin embargo, ciertas cosas

se sustraen a él. Podríamos, por lo tanto, distinguir entre bienes y males, o entre

bienes positivos y bienes negativos, Pero podemos hablar igualmente de que la

privación de un bien es su imagen invertida. En lugar de decir que el aire puro es

un bien y el aire contaminado un mal, podemos afirmar que el aire puro es, en

algunas ciudades, un bien escaso. La escasez es un concepto fundamental en

economía. Es escaso el bien que no es libre - en el sentido de que nadie tenga que

pagar por él -. En un mundo despoblado, dones de la naturaleza como el paisaje,

el agua, el aire puro, la soledad y el espacio son libres. Pero, a medida que el

mundo se llena de fábricas, automóviles y gente, tales dones se vuelven escasos;

no se los puede poseer en cantidades ilimitadas y dejan de ser libres. Los ríos y

los lagos se infectan con aguas procedented de cloacas; el aire de la ciudad

absorbe el humo de las fábricas y las emanaciones de los escapes; las laderas

vírgenes de las montañas se llenan de funiculares y multitudes; la soledad y la

libertad disminuyen en la complejidad de una vida social indiferente.

Hay que distinguir entre el concepto económico de escasez y el hecho

físico de que los recursos sean limitados. El agua del océano Atlántico, por

ejemplo, es limitada pero no escasa; lo mismo ocurre con el aire de la atmósfera.

La escasez no es atributo de un bien sino reflejo de una situación, la interrelación

entre necesidades y recursos. En contraste con un bien libre, del que puede

disfrutarse sin renunciar a otro bien, es escaso un bien del que sólo puede

disfrutarse mediante el sacrificio del goce que produce otro.

El concepto de escasez existiría aún si los recursos físicos fueran

ilimitados, puesto que la capacidad humana de consumir y disfrutar posee

límites inherentes. La actividad de un hombre estaría condicionada por la

escasez, aunque dispusiese de todo el dinero que pudiera usar. Incluso tendría

que distribuir su tiempo, aunque solo fuera porque la vida es limitada. Cuando

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elige una comida, un hombre debe tomar en cuenta el hecho de que tiene un

estómago limitado, aún si es bastante rico como para desinteresarse de su precio.

La vida está siempre condicionada por el hecho de que el tiempo es irreversible y

escaso, y por las limitaciones del número de actividades que pueden realizarse al

mismo tiempo. La escasez por consiguiente, da lugar al acto de la elección.

Elegir es seleccionar "alternativas". La palabra misma sugiere escasez. La

elección implica dos aspectos: un conjunto de cosas disponibles preferencias. El

acto de elección racional es el de seleccionar la oportunidad mejor, la que se

prefiere.

¿Qué son las preferencias? Un ordenamiento de cosas de acuerdo con un

criterio de selección. Ellas implican que quien las disfruta - la entidad que realiza

la elección, ya sea un individuo o un grupo- tiene un interés no necesariamente

egoísta, por satisfacer al máximo. Un individuo puede querer un máximo de

"felicidad", "utilidad", "bienestar", "goce" o "virtud", o como quiera llamárselo.

Una empresa comercial puede querer elevar al máximo sus beneficios, el valor de

su capital o el bienestar de sus directores o propietarios. Un gobierno puede

desear el bienestar social o el poder del estado máximos, o bien reducir al

mínimo la tensión social o el poder del estado máximos, o bien reducir al mínimo

la tensión social. En el nivel más general, las preferencias solo implican que la

entidad puede ordenar los deseos según los grados de goce que su satisfacción

proporcionaría.

Sin embargo, una elección racional significa mucho más: implica también

que la entidad no sólo puede seleccionar la oportunidad más deseada sino que lo

hará, y que el ordenamiento de los deseos según preferencias se realiza de una

manera no contradictoria. De manera que si un hombre prefiere A a B y B a C,

sería incongruente si no prefiriera también A a C. si un hombre prefiere las

pelirrojas a las rubias y éstas a las trigueñas, es seguro que prefiere también a las

pelirrojas a las trigueñas. Si declarara que prefiere las trigueñas a las pelirrojas,

incurriría en una contradicción.

En las elecciones simples los grupos y hombres racionales no se

contradicen; pero frente a decisiones complejas los grupos y aún los individuos

pueden colocarse en situación de hacerlo. Esta posibilidad reviste gran

importancia, no sólo para analizar el comportamiento dual o formular

estructuras apropiadas para la toma de decisiones de gobierno, sino para

considerar contradicciones harto comunes dentro de la personalidad humana.

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Como veremos en el capítulo 18, los procedimientos complejos de toma de

decisiones de cualquier entidad pueden entrañar contradicciones.

El acto de elección es el acto de la toma de decisiones. El que elige toma

decisiones: confronta aspiraciones y limitaciones, preferencia y oportunidades,

intenciones y recursos.

El acto de elección integra las categorías psicológicas de necesidades,

deseos y preferencias con las categorías objetivas de recursos, bienes y

oportunidades. Las necesidades (que son pasivas) producen deseos (activos), y

estos se transforman en preferencias; los recursos producen bienes y los bienes se

trasforman en oportunidades.

Las preferencias se unen con las oportunidades en el acto de la elección.

El acto de la elección racional nos conduce a la ley de la economía. Ella

establece que determinado beneficio puede lograrse con el costo menor; la

racionalidad implica que entre cosas que producen igual satisfacción se elige la

más barata. El corolario es que con un costo determinado se elegirá lo mejor;

frente a cosas que cuestan lo mismo, la racionalidad significa elegir la que

produce la máxima satisfacción. Uno nunca paga más que lo preciso por

determinada cosa. Se busca el precio más alto para lo que se quiere vender y el

más bajo para lo que se quiere comprar.

La Ley de la economía es el postulado básico de la economía política y, en

realidad, una ley básica de toda actividad humana. Esto significa que frente a dos

tipos de gasolina de igual calidad se comprará la más barata, y que si dos

colegios cobran lo mismo por la enseñanza uno elegirá entrar en el que considere

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más apto para el desarrollo de su talento y la satisfacción de sus intereses

sociales.

Implica que si un gobierno debe elegir entre sistemas de armamento que tienen

igual costo se decidirá por el que crea más efectivo; que un compositor, entre

distintas notas, seleccionará las que produzcan el mayor efecto, y que un autor

elegirá la palabra más apropiada de su vocabulario.

Por simple, obvio e incluso trivial que parezca este principio, permite una

aguda comprensión del comportamiento económico y de los problemas

esenciales de la vida real. A pesar de su simplicidad - O, en realidad, a causa de

ella - la ley de la economía permite una captación invalorable de cómo los bienes

deben producirse, distribuirse y consumirse; de cómo debe organizarse la

defensa estratégica, componerse una obra de arte, ¡y hasta de cómo elegir una

esposa!