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AGUA 2013 El riesgo en la gestión del agua. Cali Octubre 15 al 18 Seminario internacional “Justicia ambiental y conflictos por el agua” 1 DESPOJO DEL AGUA DE COMUNIDADES NEGRAS EN COLOMBIA. CASO SALVAJINA. Hildebrando Vélez G. Estudiante de doctorado en Ciencias Ambientales. Universidad del Valle. [email protected] Resumen: El objetivo de esta ponencia es mostrar la importancia e impacto que el despojo del agua, mediado por la tecnología propia de las hidroeléctricas, en este caso del Embalse de Salvajina, tiene para las comunidades negras. Está enmarcada en una investigación doctoral “Gobernanza del agua de comunidades negras en el área de influencia del embalse Salvajina”, cuyo objetivo es: “Estudiar las relaciones entre la Gobernanza del Agua y las transformaciones en las lógicas de subsistencia y en los paisajes económicos en dos comunidades afrodescendientes afectadas por la operación de la CHS, El Hormiguero y Suárez, a partir de la ley 70 de 1993.” Acá se enseña cómo el despojo de territorios hídricos de los Valles Interandinos, particularmente en el Alto Cauca, en Colombia, ocupados de manera ancestral por comunidades afrodescendientes, se relaciona con el despojo del sentido y de los valores no sólo económicos sino culturales y éticos. El desarrollo hidroenergético en Sur América conlleva extractivismo del agua y el despojo de las fuentes hídricas. En nombre de la modernización, estas tecnoecologías sirven al paradigma eurocéntrico, a élites económicas transnacionalizadas y a su capital, mientras pauperizan funciones ecosistémicas y economías de subsistencia. Se afirma que el extractivismo sucede la extracción si es con una tecnología invasiva y destructiva que excede los límites ambientales del ecosistema, si no se acompasa con la cultura ancestral, si es con ánimo de lucro privado, bajo las reglas del mercado capitalista y la egida del desarrollo, si no mejora las condiciones de subsistencia locales, si es una actividad impuesta e inconsulta. En Salvajina existe extractivismo del agua pues se han encauzado las fuentes hídricas en favor de la monotonía de paisajes productivos de agronegocios y de una matriz energética globalizante, en desmedro de formas de producción sostenibles pretéritas y posibles. La CHS -Central hidroeléctrica de Salvajina-, una ecotecnología de dominio del agua, impulsa la expansión de industrias extractivas afectando negativamente las lógicas de subsistencia y distribución espacial de comunidades. La gobernabilidad de estas trasformaciones y procesos extractivistas la rige una institucionalidad débil y fragmentada que no controla los impactos ambientales y auspicia la propia desintitucionalización, legisla favoreciendo al capital y procura

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VISITA CENTRAL HIDROELCTRICA SALVAJINA

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AGUA 2013 El riesgo en la gestión del agua. Cali Octubre 15 al 18

Seminario internacional “Justicia ambiental y conflictos por el agua” 1

DESPOJO DEL AGUA DE COMUNIDADES NEGRAS EN COLOMBIA. CASO SALVAJINA.

Hildebrando Vélez G.

Estudiante de doctorado en Ciencias Ambientales. Universidad del Valle.

[email protected]

Resumen: El objetivo de esta ponencia es mostrar la importancia e impacto que el despojo del agua, mediado por la tecnología propia de las hidroeléctricas, en este caso del Embalse de Salvajina, tiene para las comunidades negras. Está enmarcada en una investigación doctoral “Gobernanza del agua de comunidades negras en el área de influencia del embalse Salvajina”, cuyo objetivo es: “Estudiar las relaciones entre la Gobernanza del Agua y las transformaciones en las lógicas de subsistencia y en los paisajes económicos en dos comunidades afrodescendientes afectadas por la operación de la CHS, El Hormiguero y Suárez, a partir de la ley 70 de 1993.”

Acá se enseña cómo el despojo de territorios hídricos de los Valles Interandinos, particularmente en el Alto Cauca, en Colombia, ocupados de manera ancestral por comunidades afrodescendientes, se relaciona con el despojo del sentido y de los valores no sólo económicos sino culturales y éticos. El desarrollo hidroenergético en Sur América conlleva extractivismo del agua y el despojo de las fuentes hídricas. En nombre de la modernización, estas tecnoecologías sirven al paradigma eurocéntrico, a élites económicas transnacionalizadas y a su capital, mientras pauperizan funciones ecosistémicas y economías de subsistencia. Se afirma que el extractivismo sucede la extracción si es con una tecnología invasiva y destructiva que excede los límites ambientales del ecosistema, si no se acompasa con la cultura ancestral, si es con ánimo de lucro privado, bajo las reglas del mercado capitalista y la egida del desarrollo, si no mejora las condiciones de subsistencia locales, si es una actividad impuesta e inconsulta. En Salvajina existe extractivismo del agua pues se han encauzado las fuentes hídricas en favor de la monotonía de paisajes productivos de agronegocios y de una matriz energética globalizante, en desmedro de formas de producción sostenibles pretéritas y posibles. La CHS -Central hidroeléctrica de Salvajina-, una ecotecnología de dominio del agua, impulsa la expansión de industrias extractivas afectando negativamente las lógicas de subsistencia y distribución espacial de comunidades.

La gobernabilidad de estas trasformaciones y procesos extractivistas la rige una institucionalidad débil y fragmentada que no controla los impactos ambientales y auspicia la propia desintitucionalización, legisla favoreciendo al capital y procura

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controlar jurídica y coercitivamente las comunidades que resisten. La institucionalidad fracasa en la protección de los derechos de los pobladores locales, en el mejoramiento de estrategias de subsistencia y en el cuidado de la naturaleza, tareas que asumen las comunidades resistiendo la pérdida de control y ejerciendo otra gobernanza de sus territorios y constituyéndose de hecho en movimiento de justicia ambiental, que defendiendo derechos étnicos y territoriales reta estructuras tradicionales de poder y conocimiento y moviliza solidaridades internacionalmente. La existencia de una gobernabilidad del agua propia de las comunidades locales puede fundamentar los procesos de adaptación a los cambios ambientales. Atañe a la ecología política la gobernanza de territorios sometidos al extractivismo y despojo del agua. Las tensiones entre extractivismo y gobernanza de comunidades locales suscitan conflictos de distribución económica, ecológica, cultural, de riesgos y de poder. Palabras clave: Territorio, despojo, agua, adaptación, comunidades negras, hidroenergía. Introducción. El desarrollo del capitalismo ha estado acompañado del despojo de la hidrosfera, la litosfera, la atmosfera, la estratósfera, la pedosfera (McNeill 2000) y de las funciones ecológicas de la naturaleza. La colonización y mercantilización de las estructuras de la vida, de las funciones y servicios de los ecosistemas, así como la falta de políticas y mecanismos de regulación efectivos para evitar el desorden climático, la destrucción de la biodiversidad y la hambruna que acecha son expresiones de la esencia destructiva del sistema político-económico capitalista contemporáneo. El despojo atañe a todo: al mundo que se habita, a los saberes y conocimientos, a las culturas y a las estrategias y posibilidades de sobrevivencia. Un caso emblemático del despojo, donde se evidencia la articulación-confrontación compleja de fuerzas sociales, acontece en la región del Alto Cauca, en el suroccidente colombiano y está relacionado con los sistemas hídricos y de suyo con las modalidades de ocupación y poblamiento del espacio (García 1986), con el metabolismo urbano y con la producción de hidroenergía (Quintero 2010). Los procesos de apropiación-resistencia del espacio en esos territorios, remiten de una parte al dominio del agua por y para el servicio de las elites regionales y de otra a la perseverancia de habitantes rurales despojados –principalmente indígenas y afrodescendientes- y, en menor medida urbanos, por mantenerse en sus territorios ancestrales repropiándose los y resinificándolos. Estas fuerzas sociales que definen la nueva era del Antropoceno (Durán 2011) dibujan su impronta en los paisajes locales y de la región. En este choque no siempre frontal pero esencialmente antagónico, se han generado vulnerabilidades y riesgos que se distribuyen asimétricamente y se han gestado estrategias de dominio y estrategias de sobrevivencia que constituyen y refuerzan tramas y urdimbres culturales, sociales y políticas que colectivamente

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estamos acotando y desentrañando para aprehender y para servir a la definición de proyectos de vida de las comunidades negras y de la sociedad en general. Al Alto Cauca han concurrido un paradigma de desarrollo, unas formas de dominio y control social, unos procesos de valorización del espacio y unas formas de resiliencia social, que al ser estudiadas dan cuenta de características contemporáneas que adoptan las formaciones social-histórica y del paisaje, como fenómenos concomitantes. Al establecer un puente de diálogo entre estos dos procesos históricos y nuestra praxis (de hecho esta investigación) podría permitirse acercar también cuerpos teóricos como el marxismo y las ciencias ambientales. Territorios hídricos. En el Planeta Azul, habitado por seres cuyos cuerpos son agua principalmente, está Colombia, país pletórico de territorios hídricos, en el que existen culturas anfibias (Fals 1979), y pobladores que han vivido del agua y, algunos, literalmente en el agua. Las culturas anfibias han habitado los Andes, las grandes Sabanas del Caribe, la Depresión Momposina, la Altillanura Orinoquense, el Escudo Guyanés, la Amazonía y el Chocó biogeográfico. Además de tener costas en los océanos Atlántico y Pacífico, en su geografía han primado los paisajes y ecosistemas hídricos: grandes escorrentías caen desde la Sierra Nevada de Santa Marta y La Serranía de La Macarena y desde las tres cordilleras dando forma a los valles interandinos; lagos auto drenados y grandes cuencas se hallan en su Amazonía, espejos de agua lenticos son verdaderos mares de aguas dulces en las cumbres andinas; abigarradas corrientes forman un tramado subterráneo de depósitos de recarga y corrientes freáticas. Hilos y espejos plateados que han sido lugares sagrados reflejan desde estos territorios la bóveda celeste. El Alto Cauca, esta franja de la cuenca del río Caucayacu -en lenguaje indígena-, está en el corazón de la historia de estos territorios hídricos. En las vertientes de las cordilleras y en las llanuras lacustres, los ancestros indígenas hicieron su economía y su cultura, desplegaron su sabiduría, construyeron su universo de dioses. Los africanos esclavizados hubieron de reinterpretar sus destinos en estas lontananzas hincados a látigo al dios de sus esclavizadores, reconociendo su religiosidad en santidades ajenas y aceptando deidades de los pueblos indígenas pretéritos. Descendientes de europeos hambrientos de oro consiguieron hacer la vida en estos dominios que les resultaban agrestes y fascinantes. Unos y otros forjaron raíces que se encuentran vivas; es esa la hibridez cultural y social (García C. 1999) que aflora en las formas y dinámicas de los paisajes antrópicos. Al paisaje no es ajeno el despotismo colonialista ni el comunitarismo de rehechas familias extensas de afrodescendientes, ni la reciprocidad de los pueblos indígenas; estas relaciones sociales complejas son topo-mórficas, topo-génicas, hacen el paisaje y el territorio. Las estrategias adaptativas han enseñado a vivir a favor del agua, pues hacerlo en contra es enfrenarse a una forma de la materia que barrena montañas y remueve

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poblados enteros. El agua puede ser violenta y apacible. Los paisajes que se construyen empleando el agua pueden ser tan dúctiles o agrestes como se quiera. Modelos, diseños hidráulicos, emprendimientos ingenieriles fundamentados en ciencias y disciplinas rígidas, esencialmente reduccionistas, ofrecen progreso sin estimar externalidades negativas de destrucción de ecosistemas y culturas. Por ello ha de privilegiarse en zonas de riesgo de ecosistemas hídricos estrategias tecnológicas a favor del vaivén del agua, de su recuperación ecológica antes que su reducción por tecnologías rígidas con pocos grados de libertad para extraer, tratar, conducir, explotar y disponer el agua. En este contexto las grandes represas resultan tecnologías vetustas. El estudio de las formas de resiliencia de los pueblos que han vivido en el agua, que han sabido identificar los vaivenes del mar y de los ríos, puede fundamentar estrategias de adaptación ante los impactos locales del cambio climático global y sus técnicas de manejo ser base para la recuperación ecológica de los ecosistemas hídricos. Más aún, es en procesos de organización y fortalecimiento de las comunidades en sus ventajas resilientes como la investigación y las ciencias ambientales pueden contribuir a enfrentar las consecuencias desastrosas del capitalismo, entre ellas al cambio climático. Apuesta ética: Permanecer en el territorio. En el Norte del Cauca se aprecian las consecuencias del modelo de despojo: gentes desplazadas y sin terruño, mientras las que fueron sus tierras se hallan convertidas en monocultivos industriales para alimentar cerdos y para inyectar agrocombustibles a los coches; la tierra de los ancestros excavada para infraestructuras, para el extractivismo o convertida en cementerios de raíces de selvas. Los hijos de los hijos de los desplazados por esta megalomanía y por el desgreño institucional están hoy en las ciudades, agazapados al abrigo de la delincuencia, en ocupaciones denigrantes que a veces son la venta del propio cuerpo. Esta situación se quiere hacer ver como natural, como inevitable, como el costo lateral del desarrollo. La usurpación es también la imposición de las ideas y modo de pensar del despojador: la ciencia dominada y los medios de comunicación son herramientas de este despojo mientras la investigación militante y las ciencias postnormales se retan a romper con ese régimen de dependencia intelectual, científica y tecnológica que mantiene impertérrita la relación social despojados-despojadores. Esta investigación no es neutra pues aspira que ser mercancía, ser expresión del capital sirviendo a su propia reproducción no sea el destino de las aguas (hidroenergía, riego, recreación, pesca, navegación, etc.) ni de las tierras (cultivos, minas, inmobiliario, infraestructuras, etc.). La investigación militante plantea un ethos, que en esta investigación se refleja en tres aspectos: la crítica a las ciencias normales, el empleo de la encuesta colectiva y del taller como estrategias participativas de colectivización y producción de

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conocimiento y la praxis del investigador desde las comunidades afro del Alto Cauca. La investigación militante es el espinazo de las ciencias post-normales (Funtowicks et. al 1993) así se encuentren, o no, nutridas en el vientre estéril de las ciencias normales. La investigación militante no sustituye la lucha de los agentes sociales para presentarse como vencedora en batallas que otros libran en el lugar y por el territorio; ella reconoce el lugar de enunciación de las gentes que han estado silenciadas, ella se asienta en otras narrativas y estimula otros narradores frente al desastre ocasionado por el capitalismo y su ciencia concubina. El saber local, las comunidades negras con sus sueños, son también el mundo que les rodea y constituye, son lo que los ancestros legaron, son semillas de lo que vendrá, son también el territorio. El territorio es esencialmente habitable en la forma como los humanos habitan, se vive en y con él; la corporalidad humana se realiza en el territorio. Por ello no puede reducirse su esencia a su aprovechamiento solo para la reproducción de la vida humana (Gutiérrez 1998) y menos reducir su potencia vital a ser “capital natural” transable, incorporable en relaciones económicas de mercado. La trama de la vida es también el territorio y la especie humana está unida a él por relaciones inextricables, que le constituyen material y espiritualmente. Las comunidades negras lo han sabido ancestralmente. Por las mujeres negras y feministas dicen: “el territorio también es mi cuerpo”. En el encuentro “Otras economías posibles para otros mundos posibles”, convocado por el PCN en Buga Valle entre los días del 17 al 20 de julio, que buscaba aportar a la reglamentación de la Ley 70 que está en ciernes, se reconoce desde una polifonía de voces negras muchos de los asuntos cruciales en el debate sobre territorios y buen vivir, que enmarcan nuestra investigación sobre el agua: “La ley 70 ha permitido avanzar en dos puntos fundamentales: considerado al pueblo negro como un grupo étnico y posibilitando reconocer la deuda con el pueblo afro. El territorio se pensaba como fuente de vida no solo para nosotros sino como el Montu una espiral donde todos somos parte de una cadena.” y “El conocimiento del territorio hace parte de nuestro buen vivir, el territorio es nuestro patrimonio inalienable, nuestro territorio no es un conjunto fragmentado de cultura, naturaleza, instituciones... sino una totalidad… la fragmentación que hace la racionalidad institucional no responde a nuestra integralidad. La integralidad debe ser reconocida y precede como principio la reglamentación de la ley 70.” además “Sin ecosistemas no hay territorio. El territorio es la vida y la llena de significado y la dignifica. El territorio es también el sentido de pertenencia a él; a nosotros nos sacan del territorio y a veces le sacan a uno el territorio de la cabeza, eso es también un destierro por eso al territorio se le valora y se procura darle siempre el uso tradicional.” El planteamiento de las comunidades negras permite postular como perspectiva de la Investigación Militantey de las Ciencias post-normales, como su thelos, subsistir, permanecer en el territorio. Por ello, ante el despojo del territorio, defenderlo es defender la corporalidad colectiva y en ese sentido las posibilidades de realización de la vida toda. Preservar el territorio es esencialmente una tarea del movimiento social

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–entendido como ciencias ambientales en acción y este reto es un reto de los pueblos sometidos frente a la colonización. Esta descolonización es del cuerpo y del alma (Lander -comp.- 2005) y se refiere a la emancipación inclusiva de lo otro que es el mundo habitado y que nos habita; corresponde a la apertura a maneras de pensar, conocer, ser y hacer; una ciencia-saber para cuidar y conservar la naturaleza, para el desarrollo de una instrumentalidad técnica eficiente, arrebatada por el capitalismo verde y por el mercado; son acciones-pensadas-sentidas para restañar las relaciones entre ecosistema y cultura que escindió la modernidad (Ángel 2003 ). Desarrollo no, Buen Vivir sí. El despojo de las ideas y conceptos acontece en medio de verdaderas batallas. Los discursos hegemónicos son adaptativos refiriéndose a la sustentabilidad, al desarrollo, a la responsabilidad empresarial, a la participación y adquieren esencia, significado y sentido a favor de la reproducción del capital y en detrimento de la naturaleza y la humanidad. Siendo que los discursos aparecen no siempre desde la bipolaridad dominante-dominado, algunos parecieran resultado de operaciones estocásticas, que así como pueden resultar falaces también pueden resultar plausibles (Agazzi 1986) e incluso materializarse en un malabar performativo. La lucha por la asignación de conceptos a los hechos o por la ocultación de los hechos en conceptos está presente en la cotidianidad y no puede desconocer. El nombrar y dar sentido es un reto permanente de la sociedad y también propio del hacer científico y de los pueblos. Es así como ante los discursos del desarrollo, paulatinamente, y no sin zigzagueo, entre las comunidades negras se ha venido erigiendo la idea de Buen Vivir. En las reflexiones sobre la reglamentación del capítulo IV de la ley 70 el “Encuentro de Otras Economías posibles para otros mundos posibles” se refiere así: “Las comunidades negras tenemos derecho al Buen Vivir tal como nosotras mismas la concebimos, lo practicamos y aplicamos en la vida tradicional, cotidiana. Este derecho debe ser reconocido, amparado y auspiciado por el estado. El Buen Vivir contempla las dinámicas organizativas y colectivas del pueblo negro y hace referencia a la cultura que es la mama de nuestro proceso y que nos permite la etnoeducación (entendida como la vida propia de cada pueblo, una formación que dignifique los valores de la cultura, que sigue los principios del buen vivir, que forma para el gobierno y la protección de los territorios, que contiene la catedra afro y currículos para mejorar la vida de la comunidad), el compadrazgo, el ambiente sano, la recreación de la vida y la alegría, la música y la danza, el trabajo tradicional, el derecho a la salud -manteniendo la medicina tradicional y que comprende la salud mental que atienen los sabios de la comunidad-, un ambiente sano y libre de violencia, igualdad de oportunidades para acceder a los beneficios del estado y los bienes públicos, el relacionamiento horizontal y de respeto mutuo entre nuestras autoridades e instituciones y las de toda la nación, una vivienda amplia que permita alojar toda la familia, la espiritualidad, las alianzas de hermandad, la protección y cuidado de cada miembro de la comunidad dentro y fuera de su nuestros

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territorios. Quienes garantizan el buen vivir somos las comunidades negras en el territorio.” Este concepto se enfrenta al “desarrollo sostenible” que no ha dejado de ser un concepto maniqueo, amparado en la legalidad, instrumentando abusivamente el poder de burocracias del estado, buscando legitimarse en discursos de responsabilidad corporativa que prosiguen a las intervenciones destructivas. Esta contradicción inherente al desarrollo se observa en la región del Norte del Cauca signada por la expansión de la minería y de los monocultivos de árboles y agrocombustibles; evidente en la usurpación de los humedales y madres viejas de los ríos; expedita en títulos y licencias ambientales que se han otorgado mediante mecanismos legales pero fraudulentos. Ahí se observa cómo un discurso oficial, respaldado desde la ciencia normal factura juicios estéticos y morales y, contrario a la neutralidad que se predica, se disponen resultados científicos para lucrar al capital (Freeman 2010). En ejercicios de reflexión con la Asociación de Consejos Comunitarios del Municipio de Suarez (Ver actas de reuniones, particularmente el acta de 2013-09-12) se aprecia como “imaginarios emergentes” (Escobar 2008) como el Buen Vivir se hermanan con narrativas locales de justicia social y ambiental y por qué no de cambio de modelo civilizatorio. Ese hermanamiento puede ser menos vacilante que las modas intelectuales que a veces tiñen al ambientalismo de conceptos hueros gracias a una pragmática débil. Ese es también el valor de la investigación militante, el enraizarse en procesos con músculo social. Mientras tanto la idea de desarrollo, con adjetivos benévolos como sostenibles, humano, etno, se cuela entre los discursos de izquierda y académicos como si conservara la virtud de representar el camino irrefutable e inevitable de la humanidad al paraíso, cuando ella sólo logra arrojar las sociedades al basurero de la economía. En sentido lato, Desarrollo y Buen Vivir, no representan una disputa estrictamente entre dos bandos, pero entrañan posturas acerca de las soberanías y las autonomías de las comunidades, de la justicia ambiental, del “aparato” de justicia, de la gobernanza y la gobernabilidad1. Del lado de las comunidades hay agentes sociales que asumen la idea del Buen Vivir, como ACIN -Asociación de Cabildos del Norte- y PCN -Proceso de Comunidades Negras-, activistas con y sin partido, miembros del estado, académicos como los GADPCE -Grupo de Académicos en Defensa del Pacífico Colombiano y Ecuatoriano-, etc. Del lado del aparataje “maquínico” del capital, están consultoras de riesgos, aseguradoras, instituciones públicas, estructuras científicas “normales”, autoridades judiciales, autoridades fiscales y de control público, medios de comunicación, que defienden el statu quo del desarrollo.

1 Notas personales de reunión de coordinación del Palenke del Alto Cauca.

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Disputas valorativas: agua e ingeniería. La domesticación de las aguas es una violencia simbólica que vuelve a las aguas salvajes aguas domésticas, los ríos se representan en un semiología de la rectitud, son líneas en mapas, apenas metáforas del territorio, escuálidas imágenes de las dinámicas complejas de las relaciones entre aguas y sociedades, que se trenzan en rizomas subterráneos, nubes, cánticos, sueños y escorrentías: cultura y ecosistemas. La razón práctica, la que sustenta las obras de ingeniería, no ignora, pero no siempre comprende, las pasiones humanas. La hidrología, de la misma manera que en la edad medía la pedagogía, obliga a la compostura, esta pacificación de las aguas es hija de la disciplina bélica medieval. Los templarios eran los ingenieros de los canales. La ingeniería corrige las desviaciones como la etiqueta las posturas de los cuerpos. El paisaje debe aparecer homogéneo, uniforme, recto como la moral. Los meandros de las aguas son como los devaneos de la moral, hay que corregirlos, edificarlos, canalizarlos. Los canales, los Jarillones son como prótesis, algo así como una ortopedia al territorio. Cuidan de que los defectos no se vean pero no los corrigen. Imponen una silueta pero no un espíritu. El territorio está ahí, aprisionado. No se revela que el problema está en la concepción que hay sobre la naturaleza, sobre las aguas en este caso. Se hacen jardines en el Jarillon de Cali para darle gracia a un adefesio que está siendo corroído por los insectos. Un estudio que simula con bastante precisión la hidrología del río Cauca (Ramírez Et al 2007) mostró que los diques que se proyecta construir en las zonas aún no protegidas incrementarían el nivel del agua confinada entre 0.25 m y 1.0 m, y con ello la probabilidad de niveles máximos y de desbordes. Con la construcción de Salvajina el proyecto de regulación incluía una serie de obras complementarias como estaciones de bombeo, diques, canales interceptores y de drenaje de los que a la fecha se calcula que se ha realizado aproximadamente un 70%. Está claro que las obras el control de inundaciones no han avanzado desde 1986 cuando se puso en marcha la Central Hidroeléctrica de Salvajina.

Imágenes satelitales del Embalse Salvajina antes del llenado 1984 y después del llenado 1999. Land

Processes Distributed Active Archive Center (LP DAAC), ubicado en USGS/EROS, Sioux Falls, SD. Ver: http://lpdaac.usgs.gov. Cortesía de Irene Vélez Torres.

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El despojo se hace evidente en la temporada de lluvias cuando las sinuosas aguas de los ríos del Valle del Cauca se expanden por áreas que urbanizadores y terratenientes han usurpado a los hidrosistemas públicos. Algunos tratan de explicar el fenómeno como resultado de las alteraciones del clima, que nadie duda algo tienen que ver. Pero las razones de fondo están ahí, los modelos de ocupación y poblamiento que se han producido gracias a una forma histórica de reproducción del capital que acumula beneficios para elites súper aseguradas y cuyas externalidades recaen fundamentalmente en los grupos más empobrecidos y vulnerables. La ingeniería modela los ríos como líneas es un papel que puede mover y dirigir a su antojo, puede modelar sus cursos, retener sus aguas, liberarlas, lo detiene para apropiarse de su energía, lo imagina eterno y por tanto sus productos renovables. Las escalas de tiempo son miopes, y tal ciencia aplicada cree que el artefacto, la obra, estando domesticada no reaccionará contra su artífice. Siendo las aguas moldeables, que ocupan cualquier recipiente que las contenga, la ciencia dura las convierte, como a todo cuerpo seco, en modelables. Las aguas de la ruralidad se piensan con mentalidades urbanas, la urbanidad somete a la vida agreste. La ingeniería es esencialmente una profesión urbana así también exista la ingeniería agrícola, campos configurados como ejércitos. El río es un curso y no un sistema ecológico que llegue a incluir a sus habitantes vivos, a los ciclos complejos del oxígeno, y menos hablarán las ciencias duras de los Mohanes y otros seres míticos. Esta es tarea para nuevas ciencias de los territorios. Estas aguas que danzan los ritmos de los ancestros e incluso que danzan con la fuerza y la pasión de la madre África, los ingenieros creen ilusamente que pueden apaciguarlas. Lo apolíneo de la ingeniería se opone a lo dionisiaco de las aguas. Pero el verdadero baile viene cuando las aguas se precipitan con todas sus fuerzas por las heridas que el capitalismo les ha ocasionado a los ríos, a los caminos de agua. La formación de paisajes uniformes-globalizados no se lo logra plenamente pese a la fuerza productiva y reproductiva de la vida y del trabajo que posee el capital. Esa reproducción sucede tanto semiológica, económica y, desde luego, biológicamente. Los procedimientos disciplinarios que buscan hacer obedecer a los ríos, son procedimientos ortopédicos-ingenieriles, que acompasan procedimientos disciplinarios de las comunidades, la ortopedia social, que no pocas veces se convierte en una quirúrgica. La fuerza disciplinadora está en manos de quienes ostentan el poder de la ciencia normal, del capital y de las armas. Los habitantes locales son ignorados en las decisiones. Esta le pertenece a las élites. Sin embargo es ahí donde queda claro que hay dos estrategias en disputa, la gobernanza de los poderes hegemónicos de las élites y la gobernabilidad propia de las anti-élites, regida por lo fluido, más vívida, más adaptable, si se quiere. No hay en lengua castellana palabras que lexicalicen un río en su plenitud como no las hay que lo hagan con los movimientos de un cuerpo danzante y, sin embargo, hay

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un cuerpo que habla por sí mismo y otro que habla de él. Cauca dice menos que Caucayacu -que significa agua suave pero violenta-. La ingeniería dice una cosa y las inundaciones dicen otra. Así es como la ingeniería en lugar de pies nos ha provisto ruedas, en lugar de cerebro computadora, en lugar de río canal. Hemos de abandonar el mundo de los simulacros, así dice el río. La Salvajina y el despojo de la energía. Hace ya 28 años entró en operación la Central Hidroeléctrica de Salvajina y los impactos que desde entonces, e incluso antes, ha ocasionado siguen siendo un acicate de la movilización de los habitantes ancestrales de las zonas afectadas, de las organizaciones de afrodescendientes e indígenas en la región y de las organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales. Los conflictos generados a su alrededor han nutrido al Proceso de Comunidades Negras como organización de carácter nacional, que es referida en el orden de las luchas antiglobalización como una de las más representativas del movimiento social en Colombia (Escobar 2010). En Colombia, como en Latinoamérica, el movimiento contra las grandes represas tomó cuerpo desde principios de este siglo primero con la Plataforma Energética para Sociedades Sustentables (Vélez, H. 2002), que luego integró la Red Latinoamericana de lucha Contra las Represas2, donde el PCN ha sido un actor visible. La resistencia de los pueblos ancestrales conduce a que de ser protagonistas difusos en su región se convierten por la fuerza de los hechos, de manera imprevista y no permanente, en agentes de las luchas antiglobalización, llevando sus reivindicaciones más allá de las fronteras nacionales. Estas luchas que parten de la formación histórica de un paisaje concreto con particulares formas de asentamiento y ocupación del espacio, enfrentan sistemas tecno-ecológicos como las represas, definidos por estructuras tecno-burocráticas nacionales-internacionales-multilaterales, por máquinas de poder político que definen o imponen cómo ha de ser la gobernabilidad del agua y, que no sin resistencia pretenden territorializar y valorizar el capital, en el mundo globalizado dominado por las grandes corporaciones trasnacionales (Correa, H. 2007). No sobra señalar que esta arquitectura global ha fracasado en el cuidado de la naturaleza. Los informes sobre contaminación y pérdida de biodiversidad de ríos y mares son suficientemente alarmantes (Programa Internacional sobre el Estado del Océano3). La pérdida de diversidad en los ríos y en los sistemas hídricos se asocia no sólo con la pesca excesiva sino con las políticas o falta de las mismas relacionadas con sectores que tienen un gran impacto sobre los distintos cuerpos hídricos, por ejemplo las industrias forestal, minera, ganadera, agrícola y pecuaria, energética y de

2www.redlar.orgConsultado en 2011-10-25 3http://www.eldiario24.com/nota/225055/informe-advierte-sobre-extincion-masiva-de-la-vida-marina.htmlConsultado en 2011-10-25

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servicios públicos (McCully, P. 2004 2001 inglés). De ahí que el “despojo del agua” sea a su vez despojo de territorios productores de agua, despojo de servicios públicos de agua, despojo de servicios ambientales del agua, son “despojo de biodiversidad”, “despojo de vida”, etc. En las regiones de alta diversidad biológica como lo es el Pacífico Colombiano las pérdidas de biodiversidad y de derechos al acceso al agua adquieren una dimensión de preocupación mundial. En el caso de las comunidades de Suárez, impactadas por el embalse de Salvajina, en talleres con comunidades de los consejos comunitarios de Aznazú, La Toma, La Meseta y Cabecera, realizados en el primer semestre de 2013 se perciben los siguientes impactos: • La manera casi fraudulenta y coactiva como las familias negras fueron obligadas

a vender y abandonar sus tierras. Los impactos de desplazamiento, relocalización inapropiada, incumplimiento de los acuerdos de restitución de tierras mineras son expresiones de despojo. Desplazados que retornan han buscado re-arraigarse sin conseguirlo, otros vienen a hacer minería en temporadas secas y luego regresan a la ciudad… En una especie de economía hebdomadaria.

• Los espacios físicos se trasformaron con las obras de regulación de las aguas y de la hidroeléctrica, fortaleciendo un modelo de desarrollo que crea y ocupa de manera destructiva el espacio. Salvajina ha resultado crucial para expandir los beneficios de empresarios cañiculores y rentistas de tierra y para satisfacer las inclinaciones políticas e ideológicas de las burocracias del desarrollo. El resultado ha sido la transformación erosiva de paisajes, de relaciones entre las personas y la naturaleza, de espacios sociales, culturales, políticos, económicos, materiales e inmateriales.

• Se ha producido una reconfiguración de los espacios locales, deshabitándose unos y habitándose otros, de maneras distintas a como se hacía antes, en procesos de reconfiguración de relaciones con el entorno y en nuevos espacios sociales. Así por ejemplo, el paisaje incorpora ahora unos espacios de cultivo de peces que dan la ilusión de poder reemplazar la pesca que se perdió, lo que eran caminos pedestres una masa de agua convierte en hidrovía, en un espacio inmenso una belleza y una estética homogénea. Los raudales del rio han desaparecido y en su lugar se ha instalado un depósito de agua yerto. Las temperaturas en horas de la noche descienden dramáticamente, reconocen los habitantes.

• El conocimiento de cómo son hoy las aguas surge lentamente mientras desaparece el conocimiento de lo que ellas eran. Nadar en aguas corrientosas ya no es un aprendizaje de los jóvenes. El lago resulta desconocido para los nadadores, la técnica aprendida en el rio resulta inútil en un lago, no hay corrientes que ayuden, no hay un fondo para apearse, las temperaturas variaron, ya no hay brisas del rio, el río no corre, las piedras que se lavaban por las aguas de las riveras hoy están mohosas, no atraen, repulsan.

• Se han trasformado y perdido las prácticas productivas ancestrales y los perfiles económicos de la región; han desaparecido fuentes de trabajo y medios de

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subsistencia y producción que provenían del río, así el balseo de madera, la minería de aluvión en las playas, la pesca, la agricultura que de hacerse en las riveras fértiles ahora se hace en las laderas deleznables.

• Se perciben impactos físicos por cambios en el paisaje, cambios en la dinámica del clima por la alteración de la humedad, de la pluviosidad, la traspiración, las temperaturas.

• Las descargas de lodos que ocurren sin advertencia, traen cambios en la hidrodinámica del rio y se hace imposible prever las crecientes.

• La mirada holística del territorio se fragmenta entre una CHS, un embalse y cordilleras que le entregan las aguas de escorrentía, todo ajeno a las condiciones de la vegetación.

• Impactos en la biología de la región particularmente, los ecosistemas acuáticos con sus respectivas consecuencias en las actividades de subsistencia de pescadores y en los hábitos alimenticios de los habitantes de la región.

• Impactos en los perfiles epidemiológicos que no deben verse sólo como presencia o ausencia de enfermedades y que requieren estudios más profundos y causales. Presencia de epidemias por la aparición de plagas y vectores.

• Muchos impactos están relacionados con la erosión de la cultura. Por ejemplo, los cambios en los tiempos y la espacialidad de los desplazamientos y las posibilidades de contacto entre los habitantes de una u otra ribera del río. Esto además ocasiona la ruptura de lazos familiares, de prácticas ancestrales como los velorios, las fiestas, los nacimientos y otras celebraciones colectivas.

• Las dificultades para el trasporte de las personas que viven distantes del casco urbano son muchas con consecuencias para el cuidado de los enfermos, para la disposición de alimentos, para la formación escolar, etc.

• Cambios en la situación política por la presencia de actores armados, de actividades ilícitas, presencia hostil de algunos miembros de las fuerzas del estado (Lanchas “pirañas”, requisas, control de alimentos, ataques armados).

• Aparición de expresiones de descomposición social como el consumo de SPA y de alcohol, prostitución y tráfico de insumos para las drogas ilícitas.

A manera de conclusión. Trabajadores sin trabajo y un puñado de trasnacionales arrebatándoles en el consumo inútil el fruto del resto de sus horas. Grandes represas que esconden en sus fisuras las consecuencias de la corrupción, del fraude con los materiales, de la sobrefacturación, de la desvalorización de las tierras de los campesinos, de la sobrestimación de los costos, de la evasión y tergiversación de la información. Imponentes edificios corporativos que contrastan con las humildes viviendas de los parias despojados de sus territorios y sin posibilidad de recuperarlos deambulan sin refugio ni esperanza, en las ciudades. Armas con factura estatal en manos de todas las delincuencias, bombas que caen sobre la población inerme y ejércitos apuntando hacia sus propios compatriotas; las víctimas son nuevamente, recurrentemente las mismas victimas de siempre, en este caso campesinos mestizos, negros e indígenas, las mayorías

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silenciadas. La ciencia de los victimarios homologa el concepto de victimas con el de afectados para suplantar a las víctimas y apropiarse del dolor ajeno. Entonces todos resultamos responsables y desde luego todos resultamos víctimas, sin que haya posibilidades de esgrimir argumentos históricos y menos argumentos de clase. Este cuadro se completa pues con el manojo de instituciones públicas que sirven a los intereses privados, con empresas que eran públicas y ahora en manos grandes corporaciones niegan y especulan con los servicios financieros, de agua y energía y las cobran de manera latrocina. No puede verse los problemas del despojo de las aguas aparte de los problemas relacionados con la pérdida y erosión de la biodiversidad, menos con los de la alteración del equilibrio climático local y las consecuencias locales y sobre todo, no puede verse el agua como mera materia sin su condición de producto cultural, es decir, sólo como medio sin atender a que también es fin para el proyecto de vida, para una manera de vivir. La razón de fondo que conduce a esta perspectiva de totalidad, supérstite para las colectividades locales, nos deja ver que más allá que la materialidad significante económicamente de las funciones de la naturaleza y de su reducida incorporación en la vida social como objeto mercantil, está su sentido histórico y cultural. Podría decirse que más allá de esa mirada ontológica sobre el agua, nosotros construimos una perspectiva axiológica que escucha a la Tierra, que relaciona el proyecto de sociedad simbiótica con la justicia ambiental.

Si todos somos víctimas, y no hay una historia y no hay una distinción de clase, adaptarse a los efectos es asumirse iguales ante las causas: ser todos causantes en una simetría perversa. De ahí que por ejemplo, frente a las inundaciones atribuibles a los impactos del cambio climático global a nivel local o la variabilidad climática exacerbada por el cambio climático, las inversiones en adaptación o en mitigación sirvan no a las verdaderas víctimas, y sí más bien a los negociantes y traficantes de información que toman como oportunidades la información privilegiada que obtienen de su control del estado y de la elaboración de las políticas públicas. Algunas de tales decisiones asumidas con el pretexto de ser el resultado del lobbing empresarial o del cabildeo institucional, que puede resultar equivalente a la coacción al estado o su misma usurpación. Entonces también hay despojo de la institucionalidad. Bibliografía.

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